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7/2/2018 El nacimiento de Dios | Spanish

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El nacimiento de Dios

g f u l A
SUMMARY

¿Tiene sentido decir que la Navidad marca el nacimiento de Dios? Esa pregunta evoca los debates teológicos primarios de los siglos IV y V- cómo Jesucristo
puede ser considerado tanto humano como divino. En este artículo, el Dr. Craig ofrece su entendimiento de cómo la naturaleza divina y humana de Jesús se
unen en una sola persona, cómo Sus debilidades y experiencias humanas fueron profundas y signi cativas y cómo uno puede aferrarse a celebrar "el nacimiento
de Dios" en el tiempo navideño.

Esta noche, se me ha pedido a hablar sobre "El Nacimiento de Dios". El título es chocante porque parece ininteligible. ¿Cómo puede Dios, el Creador no creado de
todas las cosas, tener un nacimiento? ¿Cómo puede nacer un ser que es auto-existente y eterno, el Creador del tiempo y del espacio? Eso no parece tener ningún
sentido.

Y aun así, en Navidad eso es, en cierta manera, precisamente lo que los cristianos celebran. La doctrina cristiana de la encarnación a rma que Jesucristo es Dios
hecho carne y, de ese modo, Jesús era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Él nació de la virgen María; es decir, Jesús tenía una concepción
sobrenatural, pero un nacimiento perfectamente natural. Como Jesús era Dios en la carne, su madre María es, pues, llamada en los primeros credos cristianos "la
Madre de Dios", o la "engendradora o portadora de Dios". Esto no se debe a que Dios de alguna manera vino a la existencia como resultado de la concepción de
María o que María, de alguna manera, procreó a Dios. Más bien, a María se le puede llamar portadora de Dios porque la persona que ella llevaba en su vientre y
que dio a luz era divina. Por lo tanto, el nacimiento de Jesús en este sentido fue el nacimiento de Dios.

Pero eso sólo empuja el problema un poco para atrás. ¿Cómo puede Jesús ser tanto Dios como hombre por igual, como creen los cristianos? Si algo parece ser una
contradicción, seguramente, ¡aquí está! Pues las propiedades de ser divino y las propiedades del ser humano parecen ser mutuamente excluyentes, es decir
parecen cerrarse mutuamente. Dios es auto-existente, necesario, eterno, todopoderoso, omnisciente, omnipresente, etc. Sin embargo, los seres humanos son
creados, dependientes, y están limitados por el tiempo y limitados en poder, conocimiento y espacio. Entonces, ¿cómo puede una persona ser humana y divina a
la misma vez?

El Nacimiento de Dios—La Biblia describe a Jesús tanto como humano y divino

Ahora bien, en el caso de que el cristiano al ser presionado con esta pregunta se vea tentado a evitar el problema simplemente negando que Jesús era realmente
divino o negando que él fue realmente humano, permítanme decir que la Biblia no deja esa opción abierta a nosotros. El Nuevo Testamento a rma tanto la deidad
como la humanidad de Jesucristo y, por lo tanto, nos impone el problema. Tomemos, por ejemplo, el capítulo inicial del evangelio de Juan. Los evangelios de Mateo
y Lucas se abren con la historia de la concepción sobrenatural de Jesús y con el nacimiento virginal; pero el evangelio de Juan toma una perspectiva más cósmica,
en la que Juan describe la encarnación de la preexistente Palabra o Verbo de Dios. El escribe,

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a n de que todos creyesen por él. No era
él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo [...]

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Juan [el Bautista] dio testimonio de él. Él clamó, diciendo, “Este es de quien yo decía: ‘El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo’.
Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Aquí Juan describe a Jesús como “Dios” el creador de todas las cosas, quien se hizo carne y entró en la historia humana alrededor de 2,000 años atrás en la tierra
de Judea. Por lo tanto, la implicación no se puede escapar, tampoco se puede escapar el problema que plantea: Jesús es tanto humano como divino.

A medida que las generaciones venideras en la iglesia primitiva tuvieron di cultad comprendiendo la doctrina de la encarnación, algunas personas resolvieron
esta aparente contradicción sólo a costa de negar uno o el otro polo de la enseñanza bíblica. Grupos como los gnósticos o los docetistas, por ejemplo, negaban que
Cristo era verdaderamente humano. Él simplemente aparentaba asumir forma humana; la carne de Cristo era meramente una ilusión o un disfraz y sus supuestos
sufrimientos eran una mera apariencia. Por otra parte, grupos como los adopcionistas o los euticianos negaban, más bien, la verdadera divinidad de Cristo. Jesús
de Nazaret era sólo un hombre mortal que Dios adoptó como Su Hijo y tomó en el cielo. Opuesto a estos dos grupos, a la izquierda y a la derecha, la iglesia
primitiva condenó repetidamente como herejía a cualquier negación de la humanidad o de la deidad de Cristo. Por más contradictorio o misterioso que esto
pudiera parecer, los teólogos se mantuvieron eles a la a rmación bíblica de que Jesucristo era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.

El Nacimiento de Dios—el debate sobre la naturaleza de Cristo

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Con el tiempo, surgió en la iglesia primitiva dos centros de debate teológico sobre la encarnación, uno en la ciudad de Alejandría en Egipto y el otro en la ciudad
de Antioquía en Siria. Ambas escuelas de pensamiento se unieron al a rmar que Jesucristo era tanto humano como divino; pero cada una ofrecía una manera
diferente de comprender la encarnación. Permítanme tratar de explicarlas porque esta perspectivas servirán como un trampolín para mi propia propuesta más
adelante.

Tanto los teólogos de Alejandría como los de Antioquía presuponían que las cosas tenían naturalezas, es decir, propiedades esenciales que determinan de qué tipo
de cosas algo es. Por ejemplo, un caballo tiene una naturaleza diferente que un cerdo, y ambos son diferentes a una naturaleza humana. Según el gran lósofo
griego Aristóteles, la naturaleza de un ser humano es como un animal racional. Esto signi ca que un ser humano está compuesto esencialmente por un alma
racional y un cuerpo físico. Esta comprensión de la naturaleza humana fue aceptada por los teólogos tanto de Alejandría como de Antioquía por igual. Además,
Dios, en esta visión, también tiene una naturaleza, la cual incluye propiedades tales como ser auto-existente, eterno, todopoderoso, omnisciente, y así
sucesivamente.

Ahora bien, la disputa entre Alejandría y Antioquía básicamente se redujo a esto: ¿Jesucristo tenía una naturaleza o dos naturalezas? Los teólogos de Alejandría
argumentaban que el Cristo encarnado tenía una naturaleza que era una mezcla de propiedades divinas y humanas. Una de las propuestas más ingeniosas que
salió de esta escuela fue ofrecida por el obispo Apolinar, quien murió alrededor del año 390 d.C. Apolinar propuso que en la encarnación Dios el Hijo, la segunda
persona de la trinidad, tomó un cuerpo humano, de manera que Jesucristo tenía un cuerpo humano pero una mente o alma divina. Por lo tanto, Dios vino a
experimentar el mundo a través de un cuerpo humano y a sufrir en ese cuerpo, mientras que permanecía sin pecado e infalible en Su persona. Cristo tuvo, así,
una naturaleza divino-humana y por eso era Dios y hombre.

Los teólogos de Antioquia atacaron la visión de Apolinar por dos razones. En primer lugar, ellos argumentaban que, según la visión de Apolinar, Cristo no tenía
una naturaleza humana plena. Sólo tenía un cuerpo humano. Pero su alma era divina. Ser verdaderamente humano implica que esa persona tenga un cuerpo y un
alma humana. Lo que distingue al hombre de los animales es su alma racional, no su cuerpo físico. Los teólogos de Antioquia, por lo tanto, acusaron a Apolinar de
que la encarnación equivale a Dios convirtiéndose en un animal, no en un hombre. Su segunda objeción estaba relacionada con la primera. Como el propósito de la
encarnación era la salvación de la humanidad, si Cristo no se hizo verdaderamente hombre, entonces la salvación se anulaba. Toda la lógica detrás de la
encarnación trataba con que al convertirse en uno de nosotros e identi carse con nosotros sus compañeros humanos, Cristo podría ofrecer su vida impecable a
Dios como una ofrenda sacri cial en nuestro favor. En la cruz, Jesucristo fue nuestro sustituto; Él cargó la paga del pecado que merecíamos. Jesús es, pues, el
Salvador de todos los que ponen su con anza en él. Pero si Cristo no era verdaderamente humano, entonces él no podía servir como nuestro representante ante
Dios, y su sufrimiento era nulo e inválido, y no hay salvación. Al negar la plena humanidad de Cristo, Apolinar socavó la salvación por medio de Cristo. Por esas
razones, en el año 377, la visión de Apolinar fue condenada como una herejía. La pregunta que permanece, creo yo, es si la visión de Apolinar está totalmente en
quiebra o si no contenía un valioso núcleo de verdad que todavía la haría salvable.

¿Qué otra alternativa, entonces, tenían los teólogos de Antioquía? En contraste con los de Alejandría, los teólogos antioquenos insistieron en que en la
encarnación Cristo tenía dos naturalezas plenas o completas, una humana y otra divina. Ellos sostuvieron que Dios el Hijo, la segunda persona de la trinidad, en
cierto modo habitó en el ser humano Jesús desde el momento de su concepción en el vientre de María. Un obispo prominente de la escuela de antioquena llamado
Nestorio, por lo tanto, objetó a María siendo llamada "la portadora de Dios", porque lo que ella llevaba era la naturaleza humana de Cristo, no de Dios. La
naturaleza humana de Cristo incluía tanto el cuerpo como el alma, los cuales de alguna manera fueron asumidos o poseídos por Dios el Hijo.

El problema con la visión antioquena en las mentes de sus oponentes alejandrinos era que parecía implicar que había dos personas en Cristo. Primero, está la
persona divina, la segunda persona de la Trinidad, que existía antes de la concepción milagrosa de María. Segundo, está la persona humana que fue concebida y
engendrada por María. ¡Así que parece que uno tiene dos personas, una humana y otra divina! Pensémoslo de esta manera: una persona humana está constituida
por un cuerpo y un alma. Así que si Jesús tuviera una naturaleza humana completa, incluyendo un cuerpo humano y un alma humana, ¿por qué no habría una
persona humana que comenzó a existir en el momento de su concepción y que luego fue habitada por Dios el Hijo? Pero en ese caso, uno no tiene una
encarnación real, todo lo que uno tiene es sólo un ser humano habitado por Dios. El desafortunado Nestorio fue cali cado por sus críticos como destructor de la
unidad de la persona de Cristo, por lo que su visión fue condenada como herética en 431.

El Nacimiento de Dios—Dos naturalezas plenas en una persona

Entonces, ¿qué se debía hacer? Para poder resolver la disputa entre Antioquía y Alejandría, se convocó un concilio ecuménico en Calcedonia en el año 451. La
declaración emitida por el Concilio es una profunda y cuidadosa delimitación de los marcadores de canales para una doctrina ortodoxa de la encarnación. Esta
declaración procura a rmar lo que es correcto en las visiones de ambas escuelas, al mismo tiempo que procura condenar dónde ellas están erradas. Básicamente,
la declaración a rma a favor de Antioquía sobre la diversidad de las naturalezas de Cristo, pero a favor de Alejandría sobre la unidad de su persona: una persona
que tiene dos naturalezas. Permítanme compartir la declaración del Concilio:

Ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios
verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial
con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebreos 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la
divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha
de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno
borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en
una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo […]

Así que según esa declaración, Cristo es una persona con dos naturalezas: humana y divina. Los dos errores que uno debe evitar cometer son dividir la persona y
confundir las naturalezas. Las naturalezas son distintas y completas (plenas) y la persona es una en número.

Ahora bien, observen que la declaración del Concilio no pretende explicar cómo una persona puede tener dos naturalezas, una humana y una divina. Eso se deja
para otros debates teológicos adicionales. Pero lo que el Concilio insistió es que si vamos a tener una doctrina bíblica de la encarnación, no debemos dividir la
persona de Cristo en dos personas ni mezclar sus dos naturalezas en una sola naturaleza.

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Entonces la pregunta es: ¿se puede hacer esto? ¿Puede construirse un relato lógicamente coherente y bíblicamente el de la encarnación? Muchos considerarían
que eso es una tarea imposible. La encarnación es una doctrina que una persona rechaza como una contradicción o acepta como un misterio. No estoy de acuerdo
con ellos. Creo que se puede construir un relato lógicamente coherente y bíblicamente el de la encarnación. Y eso es lo que ahora me propongo esbozar
brevemente para ustedes. Lo voy a desarrollar en tres pasos.

El Nacimiento de Dios—La racionalidad es compartida por ambas naturalezas de Cristo

Paso 1: Tenemos que a rmar con el Concilio de Calcedonia que Cristo es una persona que tiene dos naturalezas. No se debe pensar de la encarnación como Dios
convirtiéndose en una persona humana. La encarnación es totalmente diferente a las historias de la mitología antigua de los dioses convirtiéndose en hombres o
animales por un tiempo y luego convirtiéndose en dioses otra vez. Cristo no fue primero Dios, luego un ser humano y más tarde Dios otra vez. Más bien, él era Dios
y hombre simultáneamente. Por lo tanto, la encarnación no era una cuestión de sustracción (o resta)—de Dios renunciando a ciertos atributos para poder
convertirse en hombre. Más bien, la encarnación es una cuestión de adición (o suma) de Dios añadiéndole a la naturaleza divina que Él ya tenía otra naturaleza
distinta adicional, una naturaleza humana. De modo que en la encarnación, Dios el Hijo llegó a tener dos naturalezas: una divina, la cual él siempre había tenido
desde la eternidad, y una naturaleza humana, la cual comenzó en el momento de su concepción en el vientre de María. Por lo tanto, Jesús poseía todas las
propiedades de la divinidad y todas las propiedades de la humanidad.

La pregunta es: ¿cómo puede una persona tener dos naturalezas como esta? Eso me lleva a mi segundo paso.

Paso 2: Tenemos que a rmar con Apolinar que el alma de Jesucristo era Dios el Hijo. Lo que Apolinar vio, con razón, fue que la mejor manera de evitar la falacia
nestoriana de tener dos personas en Cristo era postulando algún constituyente común compartido por su naturaleza humana y su naturaleza divina, de modo que
esas dos naturalezas se superponen, por así decir. En la propuesta de Apolinar, ese constituyente común era el alma de Jesucristo. Desafortunadamente, Apolinar
aparentemente no pensaba que Cristo poseía una naturaleza humana completa, la cual, como sus críticos justamente observaron, socavaba la humanidad de
Cristo y su obra salvadora.

Pero, ¿estas de ciencias de la visión de Apolinar son irremediables? No lo creo. Tenemos que recordar lo que es la naturaleza humana: ser humano es ser un
animal racional. Como Dios no tiene cuerpo, Él no tiene una naturaleza animal. Pero Dios es la mente racional suprema. Por lo tanto, Dios el Hijo ya poseía antes
de su encarnación racionalidad y personeidad [personhood]. Por lo tanto, al tomar un cuerpo humano, Dios el Hijo trajo al cuerpo físico de Cristo precisamente
aquellas propiedades que lo elevarían de una mera naturaleza animal a una naturaleza humana completa, compuesta por un cuerpo y alma racional. La
naturaleza humana de Cristo no puede ni siquiera existir independientemente de su unión con Dios el Hijo; Sólo sería un cadáver o un zombi. La humanidad de
Cristo llega ser precisamente por medio de la unión de Dios el Hijo con su carne. Por lo tanto, Cristo sí tiene dos naturalezas completas después de todo: una
naturaleza divina, la cual pre-existía desde la eternidad y una naturaleza humana, la cual vino a la existencia en el vientre de María en virtud de la unión de Dios
Hijo con la carne.

Esta reformulación anula las objeciones tradicionales que se le hacen al apolinarismo. Pues, primero, Cristo sí tiene, en esta visión, dos naturalezas completas
(divina y humana), incluyendo un alma racional y un cuerpo. Segundo, como resultado, Cristo es verdaderamente humano y, por lo tanto, su muerte por nosotros
es válida. Nótese que Cristo no es meramente humano, ya que también él era divino, sino que sin embargo era verdaderamente humano y, por eso, podía
presentarse como nuestro representante ante Dios, llevando nuestro castigo para que pudiéramos ser liberados.

¡Hasta aquí todo va bien! Aun así, la propuesta no es del todo adecuada, ya que si el alma de Jesucristo era Dios el Hijo, ¿cómo podemos darle sentido al retrato
bíblico de Jesús como alguien que tiene una conciencia humana auténtica, la cual se desarrolló desde la infancia hasta la edad de adulto? ¿Mi propuesta no
implica que Jesús era como una especia de súper hombre (superman), no susceptible a las limitaciones humanas? Eso nos lleva a mi tercer paso.

Paso 3: Tenemos que a rmar que los aspectos divinos de la personalidad de Jesús fueron, en gran parte, subliminales durante su vida terrenal. Sugiero que los elementos
súper humanos (sobrehumanos) de la persona de Jesús eran principalmente subconscientes. Esa sugerencia se extrae del entendimiento de la psicología de la
profundidad que dice que hay mucho más para la conciencia de una persona que lo que él está en el consciente. Todo el proyecto de psicoanálisis depende del
hecho de que parte de nuestro comportamiento está arraigado en manantiales profundos de los cuales estamos mínimamente conscientes, si es que lo estamos.
Pensemos sobre una persona que sufre de trastorno de personalidad múltiple. Aquí tenemos un ejemplo muy impresionante de la erupción de facetas
subliminales de la mente de un individuo en distintas personalidades conscientes. En algunos casos, hay incluso una personalidad dominante que está consciente
de todos los demás y quien sabe lo que cada uno de ellos sabe, pero quien permanece como desconocido por ellos.

El hipnotismo también proporciona una demostración vívida de la realidad de lo subliminal. Como explica Charles Harris, a una persona que esté bajo hipnosis se
le puede contar ciertos hechos y después instruirle a olvidarlos cuando “despierte”, pero, escribe Harris: “en su mente el conocimiento es real y se mani esta de
maneras obvias, especialmente al hacer realizar […] ciertas acciones, las cuales (no porque él posee el conocimiento) él no habría realizado […]”. Muchos de
ustedes ya pudieran haber visto incidentes bastante divertidos de ese fenómeno presentados en la televisión, como que un hombre hipnotizado piense que un
árbol es una chica bonita a quien él quiere proponer matrimonio. Harris continúa diciendo,

El hecho incluso más extraordinario es la posibilidad de hacer que alguien susceptible a la hipnosis vea y no vea el mismo el objeto al mismo tiempo. Por ejemplo,
se le puede decir a la persona que vea un poste de luz y de esa manera esa persona se hace (en el sentido común) totalmente incapaz de verlo. Sin embargo, ella sí
lo ve, pues lo evade y no puede ser inducida a chocarse contra él.

Semejantemente, durante su encarnación terrenal, Dios el Hijo permitió que fuesen parte de la conciencia despierta de Jesús solamente aquellos aspectos que
eran compatibles con la experiencia humana típica, mientras que la gran parte de Su conocimiento, como la parte de un iceberg sobre la super cie del agua,
permanece sumergida en su subconsciente. Según la teoría que propongo, Cristo es, por lo tanto, una sola persona, pero en esa persona los elementos
conscientes y subconscientes son diferenciados de una manera teológicamente signi cativa. A diferencia del Nestorianismo, mi propuesta no signi ca que
existen dos personas, nada más que los aspectos conscientes y subconscientes de la mente de ustedes constituyan dos personas.

El nacimiento de Dios – Un relato satisfactorio de Jesús como humano y divino

Esa teoría ofrece una explicación satisfactoria sobre Jesús, conforme lo vemos representado en los evangelios. En su experiencia consciente, Jesús creció en
conocimiento y sabiduría, exactamente como acontece con un niño humano. No ocurre la monstruosidad del niño Jesús dejado en el pesebre todo el tiempo

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contemplando sobre el cálculo in nitesimal. Al poseer una conciencia humana típica, Jesús tuvo que enfrentar miedo, debilidad y tentación para alinear su
voluntad con la voluntad de su Padre Celestial. En su experiencia consciente, Jesús fue genuinamente tentado, a pesar de ser realmente incapaz de pecar. Las
instigación del pecado fueron sentidas de verdad y no podrían ser meramente disipadas como si fueran humo; resistir la tentación requería de disciplina
espiritual y rmeza moral de parte de Jesús. En su conciencia despierta, Jesús realmente ignoraba ciertos hechos, a pesar de que fue preservado del error y
siempre iluminado sobrenaturalmente por la subconsciencia divina. Aunque Dios el Hijo posea todo el conocimiento acerca del mundo, desde la mecánica
cuántica hasta la mecánica de automóviles, no hay razón para pensar que Jesús de Nazaret pudiera, sin el recurso de la subconsciencia divina, responder a
preguntas sobre esos asuntos, vemos que tanto que se rebajó al condescender en asumir la condición humana. Además, en su vida consciente, Jesús experimentó
toda la gama de las ansiedades humanas y sintió heridas y cansancio físico. Mi propuesta también preserva la integridad y la sinceridad de la vida de oración de
Jesús y explica el por qué él podía ser hecho perfecto por medio del sufrimiento. Él, al igual que nosotros, necesitaba ser dependiente de Dios momento tras
momento para poder vivir de manera victoriosa en el mundo caído y para llevar a cabo exitosamente la misión que el Padre le había dado. Las agonías del Jardín
de Getsemaní no fueron una mera representación teatral, sino la manifestación de la lucha genuina del Hijo encarnado en su conciencia despierta. Todas las
objeciones tradicionales contra Dios el Hijo siendo la mente de Cristo se deshacen ante ese entendimiento de la Encarnación, pues aquí tenemos a un Jesús que
no solamente es divino, sino que también comparte verdaderamente de la condición humana.

Por lo tanto, ¿La teoría de la encarnación que yo propongo es verdadera? Pienso que sólo podemos decir: ¡Dios es quien sabe! Sería una presunción de mi parte
a rmar lo contrario. Pero lo que yo sí a rmo es que la teoría es tanto lógicamente coherente como bíblicamente el y, por eso, es posible que sea verdadera.
Además, si es posiblemente verdadera, eso remueve cualquier objeción para la encarnación que tenga como base la alegación de que sea algo contradictorio decir
que Jesús Cristo era al mismo tiempo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.

Pero la teoría hace más que eso, pienso yo. Ella sirve también para llevarnos a adorar a Dios por Su acto de despojarse o vaciarse de sí mismo al asumir condición
humana con todas las dolencias, luchas y limitaciones que ella conlleva para nuestra salvación. El apóstol Pablo escribió: “Porque conocéis la gracia de nuestro
Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos” (2 Corintios
8:9). Eso es lo que celebramos en la Navidad. En las palabras del gran himnógrafo Charles Wesley:

En la carne a Dios mirad;


Es velada Deidad,
Con nosotros mora Él,
¡Qué es Jesús Emanuel!
¡Ángeles, anunciadle!
“Gloria al nacido Rey”.

(Traducido del himno en inglés “Hark, the Herald Angels Sing”)

Artículo escrito por William Lane Craig, con el título en inglés “The Birth of God”.

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