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MÁS ALLÁ DEL CANON: LA LITERATURA ADMIRABLE Y JORDI LLOVET

Víctor Jiménez

La colección de ensayos La literatura admirable. Del Génesis a Lolita, dirigida por Jordi Llovet.

A finales del siglo XX, en 1999, aparecieron encuestas que buscaban establecer la importancia de

las obras literarias de esa centuria. Así, el semanario alemán Die Zeit publicó una columna a lo

largo de todo el año, a cargo de medio centenar de escritores invitados que escribían sobre el que

habría sido, para cada uno, el “libro del siglo”. Sólo apareció una obra escrita en español en esa

serie: Pedro Páramo, a cargo del suizo alemán Urs Widmer. Poco después el diario español El

País hizo un ejercicio semejante y la obra más mencionada fue la misma novela de Rulfo. Y

podríamos seguir con otros ejercicios, pero quiero llegar sobre todo al que recogió, apenas en

2018, el libro La literatura admirable. Del Génesis a Lolita, de algo más de cuarenta autores y
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bajo la dirección de Jordi Llovet, profesor, crítico literario y traductor. Se reúnen en sus más de

700 páginas los ensayos dedicados a 57 obras que intentan mostrar que, como dice Llovet en la

Introducción,

Occidente ha dado al mundo entero una literatura de enorme valor, y […] este valor no fue
vigente sólo en el momento en que se publicaron los libros respectivos, sino que alcanza a
todas las generaciones del pasado, el presente y el porvenir.

Llovet, además de profesor universitario de Teoría de la literatura y Literatura comparada, creó

en 1986 el Instituto de Humanidades de Barcelona, que es, dice Matías Néspolo,

… “una suerte de universidad popular de alta divulgación”, en palabras de [Ignacio]


Echevarría, donde todos esos textos fueron dictados en su día en forma de conferencias
[“Lecciones de literatura universal”] para la Sociedad de Estudios Literarios.1

Una institución de rigor académico, pero abierta a todo el público. Llovet pasa entonces al libro y

a las obras ahí recomendadas. De nuevo sigo a Néspolo:

En cualquier caso, todos los títulos son, al menos, de una puntuación de ocho sobre 10; son
admirables. ¿Que hay más? Seguro, pero estos son estimulantes y generan amor a la
literatura y a la lectura por la vía rápida; no es un canon académico, sino que se mueve
entre lectores con gusto y los sabios de la Academia.

Desde el punto de vista de quien les habla se trata de una toma de posición notable, ya que no hay

aquí sólo una antología de ensayos dirigidos por unos académicos a la consideración de otros

académicos, ni una divulgación de carácter comercial con las concesiones del género, sino de

algo distinto y novedoso. Por ejemplo, se excluye deliberadamente todo rastro de “corrección

política”, discurso surgido de las pugnas por el poder de la academia estadounidense adoptando la

retórica del conflicto jurídico tan propio de esa sociedad y que se impone hoy al resto del planeta

como algo natural. La literatura admirable se aparta del sistema de cuotas que de ahí deriva y se

1
En “El ‘canon Llovet’: entre la incorrección política y el criterio estético”, El Español, 10 de abril de 2018
<https://cronicaglobal.elespanol.com/creacion/el-canon-llovet-incorreccion-politica-criterio-
estetico_133205_102.html>, consultado el 8 de abril de 2019.
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origina, de manera explícita, a partir de los textos de una cuarentena de académicos, críticos y

filósofos que propusieron a lo largo de tres décadas un conjunto de reflexiones sobre libros que,

explícitamente, no intentaban defender frente a un tribunal. Se trataba de invitar a su lectura.

Néspolo continúa y cita a Llovet cuando explica la fase de selección:

Y en todo caso, para calmar todo escándalo, aclaró que la selección de las 57 obras —para
ser precisos— de la literatura universal incluidas en la antología crítica corrió por cuenta de
un comité de expertos que en su día los seleccionaron entre más de 150 clásicos. Comité
integrado por Martín de Riquer, José Manuel Blecua, José María Valverde, Antonio
Vilanova, Francisco Noy, Carles Miralles y Luis Izquierdo. Casi nada, en lo que autoridad
y saber literario se refiere. “Discutieron como los rabinos del siglo I y II al fijar los
Evangelios canónicos”, bromeó el profesor, porque es obvio que no toda la tradición
literaria occidental cabe en un libro.

Esta fue una selección sui generis y que hoy resulta imposible de imaginar en el ámbito

universitario. Néspolo prosigue su reseña citando ahora al director de la editorial Pasado &

Presente, Gonzalo Pontón hijo, cuyo padre, homónimo, es el fundador de la misma y,

anteriormente, de la editorial Crítica:

Y como nota de color, cabe remarcar que, pese a la espinosa dimensión política del
debate, quien edita la obra es un sello, Pasado & Presente, de clara filiación de izquierdas
y carácter reivindicativo, especializado en pensamiento crítico. “Los clásicos son
propuestas de interpretación del mundo que tienen un valor crítico en sí mismos”. “Al
desarticular ciertos mecanismos del canon, las obras quedan libres para una nueva
reapropiación crítica”, concluyó Pontón.

No debe extrañar, por tanto, que este libro proponga un canon parcialmente predecible, pero

también disruptivo. Propone cuatro secciones —Las literaturas clásicas, Las literaturas de la Edad

Media, La Época Moderna y La Época Contemporánea— de extensiones diversas. La primera

cubre de la Biblia a Luciano de Samósata pasando por Homero, Eurípides, Virgilio y Ovidio,

entre otros; la segunda inicia con Chrétien de Troyes y, sólo como ejemplos, prosigue con Dante

y Petrarca para terminar con Rojas. La tercera abre con Ariosto, pasa por Shakespeare (con tres
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piezas: Hamlet, Lear, Antonio y Cleopatra), Don Quijote, Madame de Lafayette, Swift, Voltaire

y Choderlos de Laclos, a título de ejemplo.

La cuarta sección es la que nos interesa para los efectos de esta ponencia: La Época

Contemporánea, en la que se presentan ensayos sobre 29 autores y 30 obras. Menciono las

últimas en el orden del libro:

1. Baladas líricas, de Wordsworth y Coleridge.


2. Cuentos fantásticos, de Hoffmann.
3. Cantos, de Leopardi.
4. Eugenio Onegin, de Pushkin.
5. Los papeles póstumos del club Pickwick, de Dickens.
6. Las ilusiones perdidas, de Balzac.
7. Moby Dick, de Melville.
8. Villette, de Charlotte Brontë.
9. Madame Bovary, de Flaubert.
10. Las flores del mal, de Baudelaire.
11. Crimen y castigo, de Dostoyevsky.
12. Guerra y paz, de Tolstói.
13. El primo Basilio, de Eça de Queirós.
14. Relatos, de Chéjov.
15. Obra poética, de Rubén Darío.
16. El difunto Mattia Pascal, de Pirandello.
17. Dublineses, de Joyce.
18. En busca del tiempo perdido, de Proust.
19. La tierra baldía, de Eliot.
20. El proceso, de Kafka.
21. El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald.
22. Al faro, de Virginia Woolf.
23. El hombre sin atributos, de Robert Musil.
24. ¡Absalón, Absalón!, de Faulkner.
25. Ficciones, de Jorge Luis Borges.
26. Lolita, de Nabókov.
27. El Llano en llamas y Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
28. Nuestros antepasados, de Calvino.
29. El cuaderno gris, de Josep Pla.

Nunca habrá una lista al gusto de todos. En este caso lo que debe señalarse es, como se dijo, que

existían ya ensayos sobre estas obras (y otras, omitidas) antes de concebir la selección de La

literatura admirable como libro, operación que llegó después. Se debe tener presente también
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que quienes lo elaboraron discutieron sin premura su contenido y llegaron a un consenso. Es

decir, se debe descartar la improvisación o incluso la urgencia. Y, de manera importante, no

debían alcanzar una cifra cerrada forzosamente, pero tampoco extensa. Dice Llovet que era

preferible en esa etapa dejar fuera algunos grandes títulos que incluir otros que no fueran de

primera magnitud. Y entonces descubrimos que aparecen tres autores de lengua española —

Darío, Borges y Rulfo— para dos siglos, y cuatro títulos, solamente —Obra poética, Ficciones,

El Llano en llamas y Pedro Páramo—, para dos siglos de literatura occidental. Si con esto en

mente revisamos el resto de los libros incluidos podemos concluir que es una selección extraña:

no hay autores españoles, por ejemplo, en la Época Contemporánea, excepto Josep Pla, quien

escribe en catalán y habría que ubicar aparte. Pero sobre todo quedaría claro que ha prevalecido

la idea de que los libros se han reunido como una recomendación para ser leídos. Los ensayos

que se les dedican están orientados así. Detengámonos un momento, a este efecto, en el adjetivo

“admirable”: “admirar” significa, etimológicamente, “mirar de cerca”. En sentido figurado,

“mirar atentamente”, incluso si no lo habíamos previsto, al experimentar asombro por algo que

nos obliga a mirarlo. Pero “mirar”, como el verbo “ver”, no se refiere solamente a enfrentar con

la mirada, sino con la atención toda. Con el pensamiento. Todo el día usamos estos verbos en ese

sentido: “ya veo” o “míralo así” son simplemente “ya entiendo” o “piénsalo de esta forma”. Una

literatura admirable es la que sería “vista” en esta acepción: con un pensamiento que no puede

apartarse de la obra, puesto que es convocado a acercarse a la misma: a ad mirare ese objeto, ya

que los sentidos son la puerta que permite el acceso al alma, que es como un personaje de Paul

Auster define la obra de arte.

El ensayo que da cuenta de los dos títulos de Rulfo lo escribió Luis Izquierdo, profesor y

poeta fallecido apenas en 2015 y quien se licenció en literatura germánica con un trabajo sobre

La muerte de Virgilio, de Hermann Broch: sin duda le hubiera gustado saber que Rulfo fue un
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gran lector de la novela del austríaco y que hay más de un paralelo entre la misma y Pedro

Páramo en temas como los astros y la larga agonía de los personajes de los dos títulos. Porque

Izquierdo fue igualmente autor del texto dedicado a Pedro Páramo en la edición que publicó

Anagrama, y ya mostraba ahí su gran conocimiento de la obra del jalisciense. Igualmente

sabemos, por el artículo que le dedicó el crítico y editor Andreu Jaume2 a su muerte, y ya desde el

título de su nota, que era “Luis Izquierdo, un poeta que sabía admirar”, y que esa capacidad de

admirar estaba en el centro de su personalidad y estrategia crítica. Cito aquí a Jaume sobre

Izquierdo: “Luis tenía la rara virtud de saber admirar. Cuando leía algo que le gustaba de algún

contemporáneo, se apresuraba a escribirle una carta de agradecimiento. A él se le podrían dedicar

los versos que W.H. Auden escribió a la muerte de Yeats: ‘En la prisión de sus días / enseña al

hombre libre cómo alabar’.” Jaume, por cierto, participa en La literatura admirable con los

ensayos sobre La tierra baldía de Eliot y ¡Absalón, Absalón! de Faulkner.

Admirar, alabar. Quizá no vale la pena hacer selección alguna de títulos de libros si no se

tiene la convicción de que sólo merecen recogerse aquellos que resulten dignos de admiración. Y

aunque La literatura admirable apareció cuando Izquierdo ya había muerto es posible que

hubiese inspirado el título. En todo caso, los ensayos reunidos en este libro se gestaron a lo largo

de tres décadas y eso excluye cualquier apresuramiento o ajuste a las solicitudes de alguna moda,

como aquella de la “corrección política” que Llovet rechaza explícitamente, como ya se ve en la

inclusión de Lolita en el subtítulo. Izquierdo inicia su ensayo sobre la obra de Rulfo citando,

íntegro, el Prólogo de Borges a Pedro Páramo en su edición de la Biblioteca Personal Jorge Luis

Borges, ese que termina con “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de

lengua hispánica, y aun de la literatura”. Izquierdo lo glosa y cita igualmente aquella parte del

2
“‘In Memoriam’. Luis Izquierdo, un poeta que sabía admirar”, El País, 20 de octubre de 2016
<https://elpais.com/cultura/2016/10/20/actualidad/1476994833_909203.html>, consultado el 8 de abril de 2019.
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artículo de García Márquez (“Breves nostalgias sobre Juan Rulfo”) en que recuerda el momento

en que leyó por primera vez Pedro Páramo, después El Llano en llamas y cómo el resto de aquel

año no pudo leer a otro autor, “porque todos me parecían menores”. Aun citará Izquierdo a Max

Aub sobre Rulfo y parece seguir la recomendación de Ricardo Piglia:3 que la crítica que más

atención requiere es la de los escritores mismos. Piglia desdeñaba activamente el periodismo y su

producto letrado, la crítica literaria, pero igualmente, pese a haber sido académico toda su vida, a

la crítica académica, a la que consideraba simple productora de papers. Pero seguía con la mayor

atención la crítica hecha por los escritores, la única que consideraba seria y parecería que

Izquierdo no andaba lejos de este punto de vista. Quizá yo señalaría un ángulo de la estrategia de

Izquierdo que merece ser corregido en quienes sigan por su camino, tan digno de elogio por lo

demás: recurre más de lo que sería necesario a la biografía de su autor para encontrar en ella el

germen de la obra: los tiempos convulsos, la orfandad y la soledad, la infancia en un vacío… No

podemos culparlo de pasar por alto algo que, aunque es sabido en el caso de Rulfo, aún no

encuentra un sitio a la altura de su importancia en los estudios biográficos dedicados a los

escritores: lo que leyeron desde sus años más tempranos. Rulfo se refirió a ello, pero es cierto que

sus lecturas de Rainer Maria Rilke, Hermann Broch, Stéphane Mallarmé, Langston Hughes y

otros poetas negros estadounidenses y la poesía en general de lengua inglesa apenas se han

iniciado en los últimos dos a tres lustros.

Izquierdo hace una exploración original de los dos títulos citados de Rulfo como obras

estrechamente correlacionadas. Como una sola obra en la que se entra sin posibilidad de

distinguir realidad y fantasía. “En cualquier caso —concluye—, es el tipo de fantasía que Borges

no alcanzaría jamás; porque es la fantasía real de la muerte. Y punto.” Luego resume lo que tiene

3
Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi (3). Un día en la vida, Anagrama, Barcelona, 2017 (Narrativas
Hispánicas, 592), pp. 54, 136-137.
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que decir de la novela así: “En cuanto a Pedro Páramo, se trata de un breve texto infinito. No

sobrenatural, gracias a Dios, pero interminable en la continuidad a la que obliga, deshilachándose

en nuestra experiencia, indestructible en la memoria.”

Llovet, por su parte, y para terminar recurriendo una vez más a él, finaliza su Introducción

informándonos que los ensayos dedicados a las obras fueron muchos más de los que están ahora

en el libro, y previos a éste como proyecto. Hubo una doble selección entretanto, de las obras

admirables por una parte y de los autores de los ensayos, a cargo, a lo largo de un tiempo, de

“esos grandes sabios y maestros, todos ellos ya desaparecidos, que fueron Martín de Riquer, José

Manuel Blecua, José María Valverde, Antonio Villanova, Francisco Noy, Carles Miralles y Luis

Izquierdo, todos ellos buenos conocedores de la literatura universal”.

Concluyo con dos líneas: lo único que puede dar una pista sobre la literatura que va a

perdurar, cualidad que Susan Sontag encontraba en Pedro Páramo, es el paso del tiempo, y ese

avance se escapa de la duración de nuestras vidas en todo aquello que nos es casi contemporáneo.

Pero intentos como La literatura admirable tampoco son desdeñables.


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Edición de la novela Pedro Páramo con prólogo de Luis Izquierdo


(Anagrama, Barcelona, 1993 [Compactos, 66]).

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