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Víctor Jiménez
La colección de ensayos La literatura admirable. Del Génesis a Lolita, dirigida por Jordi Llovet.
A finales del siglo XX, en 1999, aparecieron encuestas que buscaban establecer la importancia de
las obras literarias de esa centuria. Así, el semanario alemán Die Zeit publicó una columna a lo
largo de todo el año, a cargo de medio centenar de escritores invitados que escribían sobre el que
habría sido, para cada uno, el “libro del siglo”. Sólo apareció una obra escrita en español en esa
serie: Pedro Páramo, a cargo del suizo alemán Urs Widmer. Poco después el diario español El
País hizo un ejercicio semejante y la obra más mencionada fue la misma novela de Rulfo. Y
podríamos seguir con otros ejercicios, pero quiero llegar sobre todo al que recogió, apenas en
2018, el libro La literatura admirable. Del Génesis a Lolita, de algo más de cuarenta autores y
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bajo la dirección de Jordi Llovet, profesor, crítico literario y traductor. Se reúnen en sus más de
700 páginas los ensayos dedicados a 57 obras que intentan mostrar que, como dice Llovet en la
Introducción,
Occidente ha dado al mundo entero una literatura de enorme valor, y […] este valor no fue
vigente sólo en el momento en que se publicaron los libros respectivos, sino que alcanza a
todas las generaciones del pasado, el presente y el porvenir.
Una institución de rigor académico, pero abierta a todo el público. Llovet pasa entonces al libro y
En cualquier caso, todos los títulos son, al menos, de una puntuación de ocho sobre 10; son
admirables. ¿Que hay más? Seguro, pero estos son estimulantes y generan amor a la
literatura y a la lectura por la vía rápida; no es un canon académico, sino que se mueve
entre lectores con gusto y los sabios de la Academia.
Desde el punto de vista de quien les habla se trata de una toma de posición notable, ya que no hay
aquí sólo una antología de ensayos dirigidos por unos académicos a la consideración de otros
académicos, ni una divulgación de carácter comercial con las concesiones del género, sino de
algo distinto y novedoso. Por ejemplo, se excluye deliberadamente todo rastro de “corrección
política”, discurso surgido de las pugnas por el poder de la academia estadounidense adoptando la
retórica del conflicto jurídico tan propio de esa sociedad y que se impone hoy al resto del planeta
como algo natural. La literatura admirable se aparta del sistema de cuotas que de ahí deriva y se
1
En “El ‘canon Llovet’: entre la incorrección política y el criterio estético”, El Español, 10 de abril de 2018
<https://cronicaglobal.elespanol.com/creacion/el-canon-llovet-incorreccion-politica-criterio-
estetico_133205_102.html>, consultado el 8 de abril de 2019.
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origina, de manera explícita, a partir de los textos de una cuarentena de académicos, críticos y
filósofos que propusieron a lo largo de tres décadas un conjunto de reflexiones sobre libros que,
Y en todo caso, para calmar todo escándalo, aclaró que la selección de las 57 obras —para
ser precisos— de la literatura universal incluidas en la antología crítica corrió por cuenta de
un comité de expertos que en su día los seleccionaron entre más de 150 clásicos. Comité
integrado por Martín de Riquer, José Manuel Blecua, José María Valverde, Antonio
Vilanova, Francisco Noy, Carles Miralles y Luis Izquierdo. Casi nada, en lo que autoridad
y saber literario se refiere. “Discutieron como los rabinos del siglo I y II al fijar los
Evangelios canónicos”, bromeó el profesor, porque es obvio que no toda la tradición
literaria occidental cabe en un libro.
Esta fue una selección sui generis y que hoy resulta imposible de imaginar en el ámbito
universitario. Néspolo prosigue su reseña citando ahora al director de la editorial Pasado &
Y como nota de color, cabe remarcar que, pese a la espinosa dimensión política del
debate, quien edita la obra es un sello, Pasado & Presente, de clara filiación de izquierdas
y carácter reivindicativo, especializado en pensamiento crítico. “Los clásicos son
propuestas de interpretación del mundo que tienen un valor crítico en sí mismos”. “Al
desarticular ciertos mecanismos del canon, las obras quedan libres para una nueva
reapropiación crítica”, concluyó Pontón.
No debe extrañar, por tanto, que este libro proponga un canon parcialmente predecible, pero
también disruptivo. Propone cuatro secciones —Las literaturas clásicas, Las literaturas de la Edad
cubre de la Biblia a Luciano de Samósata pasando por Homero, Eurípides, Virgilio y Ovidio,
entre otros; la segunda inicia con Chrétien de Troyes y, sólo como ejemplos, prosigue con Dante
y Petrarca para terminar con Rojas. La tercera abre con Ariosto, pasa por Shakespeare (con tres
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piezas: Hamlet, Lear, Antonio y Cleopatra), Don Quijote, Madame de Lafayette, Swift, Voltaire
La cuarta sección es la que nos interesa para los efectos de esta ponencia: La Época
Nunca habrá una lista al gusto de todos. En este caso lo que debe señalarse es, como se dijo, que
existían ya ensayos sobre estas obras (y otras, omitidas) antes de concebir la selección de La
literatura admirable como libro, operación que llegó después. Se debe tener presente también
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debían alcanzar una cifra cerrada forzosamente, pero tampoco extensa. Dice Llovet que era
preferible en esa etapa dejar fuera algunos grandes títulos que incluir otros que no fueran de
primera magnitud. Y entonces descubrimos que aparecen tres autores de lengua española —
Darío, Borges y Rulfo— para dos siglos, y cuatro títulos, solamente —Obra poética, Ficciones,
El Llano en llamas y Pedro Páramo—, para dos siglos de literatura occidental. Si con esto en
mente revisamos el resto de los libros incluidos podemos concluir que es una selección extraña:
no hay autores españoles, por ejemplo, en la Época Contemporánea, excepto Josep Pla, quien
escribe en catalán y habría que ubicar aparte. Pero sobre todo quedaría claro que ha prevalecido
la idea de que los libros se han reunido como una recomendación para ser leídos. Los ensayos
que se les dedican están orientados así. Detengámonos un momento, a este efecto, en el adjetivo
“mirar atentamente”, incluso si no lo habíamos previsto, al experimentar asombro por algo que
nos obliga a mirarlo. Pero “mirar”, como el verbo “ver”, no se refiere solamente a enfrentar con
la mirada, sino con la atención toda. Con el pensamiento. Todo el día usamos estos verbos en ese
sentido: “ya veo” o “míralo así” son simplemente “ya entiendo” o “piénsalo de esta forma”. Una
literatura admirable es la que sería “vista” en esta acepción: con un pensamiento que no puede
apartarse de la obra, puesto que es convocado a acercarse a la misma: a ad mirare ese objeto, ya
que los sentidos son la puerta que permite el acceso al alma, que es como un personaje de Paul
El ensayo que da cuenta de los dos títulos de Rulfo lo escribió Luis Izquierdo, profesor y
poeta fallecido apenas en 2015 y quien se licenció en literatura germánica con un trabajo sobre
La muerte de Virgilio, de Hermann Broch: sin duda le hubiera gustado saber que Rulfo fue un
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gran lector de la novela del austríaco y que hay más de un paralelo entre la misma y Pedro
Páramo en temas como los astros y la larga agonía de los personajes de los dos títulos. Porque
Izquierdo fue igualmente autor del texto dedicado a Pedro Páramo en la edición que publicó
sabemos, por el artículo que le dedicó el crítico y editor Andreu Jaume2 a su muerte, y ya desde el
título de su nota, que era “Luis Izquierdo, un poeta que sabía admirar”, y que esa capacidad de
admirar estaba en el centro de su personalidad y estrategia crítica. Cito aquí a Jaume sobre
Izquierdo: “Luis tenía la rara virtud de saber admirar. Cuando leía algo que le gustaba de algún
los versos que W.H. Auden escribió a la muerte de Yeats: ‘En la prisión de sus días / enseña al
hombre libre cómo alabar’.” Jaume, por cierto, participa en La literatura admirable con los
Admirar, alabar. Quizá no vale la pena hacer selección alguna de títulos de libros si no se
tiene la convicción de que sólo merecen recogerse aquellos que resulten dignos de admiración. Y
aunque La literatura admirable apareció cuando Izquierdo ya había muerto es posible que
hubiese inspirado el título. En todo caso, los ensayos reunidos en este libro se gestaron a lo largo
de tres décadas y eso excluye cualquier apresuramiento o ajuste a las solicitudes de alguna moda,
inclusión de Lolita en el subtítulo. Izquierdo inicia su ensayo sobre la obra de Rulfo citando,
íntegro, el Prólogo de Borges a Pedro Páramo en su edición de la Biblioteca Personal Jorge Luis
Borges, ese que termina con “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de
lengua hispánica, y aun de la literatura”. Izquierdo lo glosa y cita igualmente aquella parte del
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“‘In Memoriam’. Luis Izquierdo, un poeta que sabía admirar”, El País, 20 de octubre de 2016
<https://elpais.com/cultura/2016/10/20/actualidad/1476994833_909203.html>, consultado el 8 de abril de 2019.
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artículo de García Márquez (“Breves nostalgias sobre Juan Rulfo”) en que recuerda el momento
en que leyó por primera vez Pedro Páramo, después El Llano en llamas y cómo el resto de aquel
año no pudo leer a otro autor, “porque todos me parecían menores”. Aun citará Izquierdo a Max
Aub sobre Rulfo y parece seguir la recomendación de Ricardo Piglia:3 que la crítica que más
producto letrado, la crítica literaria, pero igualmente, pese a haber sido académico toda su vida, a
la crítica académica, a la que consideraba simple productora de papers. Pero seguía con la mayor
atención la crítica hecha por los escritores, la única que consideraba seria y parecería que
Izquierdo no andaba lejos de este punto de vista. Quizá yo señalaría un ángulo de la estrategia de
Izquierdo que merece ser corregido en quienes sigan por su camino, tan digno de elogio por lo
demás: recurre más de lo que sería necesario a la biografía de su autor para encontrar en ella el
podemos culparlo de pasar por alto algo que, aunque es sabido en el caso de Rulfo, aún no
escritores: lo que leyeron desde sus años más tempranos. Rulfo se refirió a ello, pero es cierto que
sus lecturas de Rainer Maria Rilke, Hermann Broch, Stéphane Mallarmé, Langston Hughes y
otros poetas negros estadounidenses y la poesía en general de lengua inglesa apenas se han
Izquierdo hace una exploración original de los dos títulos citados de Rulfo como obras
estrechamente correlacionadas. Como una sola obra en la que se entra sin posibilidad de
distinguir realidad y fantasía. “En cualquier caso —concluye—, es el tipo de fantasía que Borges
no alcanzaría jamás; porque es la fantasía real de la muerte. Y punto.” Luego resume lo que tiene
3
Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi (3). Un día en la vida, Anagrama, Barcelona, 2017 (Narrativas
Hispánicas, 592), pp. 54, 136-137.
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que decir de la novela así: “En cuanto a Pedro Páramo, se trata de un breve texto infinito. No
Llovet, por su parte, y para terminar recurriendo una vez más a él, finaliza su Introducción
informándonos que los ensayos dedicados a las obras fueron muchos más de los que están ahora
en el libro, y previos a éste como proyecto. Hubo una doble selección entretanto, de las obras
admirables por una parte y de los autores de los ensayos, a cargo, a lo largo de un tiempo, de
“esos grandes sabios y maestros, todos ellos ya desaparecidos, que fueron Martín de Riquer, José
Manuel Blecua, José María Valverde, Antonio Villanova, Francisco Noy, Carles Miralles y Luis
Concluyo con dos líneas: lo único que puede dar una pista sobre la literatura que va a
perdurar, cualidad que Susan Sontag encontraba en Pedro Páramo, es el paso del tiempo, y ese
avance se escapa de la duración de nuestras vidas en todo aquello que nos es casi contemporáneo.