Sei sulla pagina 1di 197

LO RECONOCIERON EN LA FRACCIÓN DEL PAN

Colección
Dame de beber
Meditaciones del Pbro. Manuel Pascual

1. El mirar de Dios es amar


2. Lo reconocieron al partir el pan *
3. Si yo no tengo amo *
4. Certezas en la oscuridad *
5. Jesús *
6. xxxxxxxxxxx *
7. xxxxxxxxxxx *
8. xxxxxxxxxxx *

* En preparación
Manuel Pascual

Lo reconocieron al partir
el pan
12 meditaciones
Diseño y composición: Alberto Azzolini y Adrián Broggini

Foto de Tapa: archivo Editorial Guadalupe

Editorial Guadalupe
Mansilla 3865
1425 Buenos Aires, Argentina
Tel. / Fax.: (11) 4826-8587
Internet: http://www.editorialguadalupe.com.ar
E-mail: ventas@editorialguadalupe.com.ar

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Todos los derechos reservados
Impreso, en la Argentina
©Editorial Guadalupe, 2003
ISBN: 950-500-433-8
Una guía para el Lector
A fin de poder identificar en forma sencilla y rápida las diversas
meditaciones de este volumen, hemos impreso, en el margen derecho de las
páginas impares, una serie de “manchas”, en forma escalonada hacia
abajo, que señalan con claridad el número de la meditación de la que se
trata en esas páginas.

1. Lo reconocieron al partir el pan 1

2. Si conocieras el don de Dios y quién es el que 2


te pide de beber

3. Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos 3

4. La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros 4

5. Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que 5


debía venir al mundo

6. Sólo dos moneditas de cobre 6

7. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro... 7


Este recordó... y saliendo afuera, lloró amargamente

8. Por ellos me consagro, para que también ellos 8


sean consagrados

9. Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti 9

10. Baja pronto, porque hoy tengo que alojarme


10
en tu casa

11. Después de despedir a la gente se fue 11


a la montaña para orar

12. Denles de comer ustedes mismos 12

5
6
1
Lo reconocieron al partir el pan

“Ellos, por su parte


contaron lo que les había pasado
en el camino
y cómo lo habían reconocido
al partir el pan”
(Lucas 24, 35)

Me gusta que la primera charla le dé el título al retiro: “lo


reconocieron al partir el pan”. Esta frase, como vamos a ir
viendo a lo largo de estos días, tiene varios significados, pero
casi podríamos simplificarla en el siguiente:
“lo reconocieron por su manera de amar”.
Partir el pan es una manera de amar. Esto lo digo porque
qué bueno sería si también nuestro vivir hiciera que se lo
reconozca por nuestra manera de partir el pan, por nuestra
manera de amar.
La Eucaristía va a ser eso, el gran gesto de amor de Jesús
a nosotros para que, a nuestra vez, seamos nosotros el lugar
donde los hombres lo puedan reconocer porque hacemos lo
que Él hizo con nosotros: “Hagan esto en memoria mía” es
mucho más que celebrar un rito. Es “hagan esto”, es decir,
amen como Yo los amé a ustedes.
Bueno, el primer día tendría que ser un poco más liviano y
sereno pero siempre sucede lo mismo: van pasando las horas

7
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

y no el tiempo no alcanza. Por eso me atrevo a empezar


despacito aunque, con esta charla introductoria a su vez
densa, nos vamos metiendo propiamente en el tema.
Como los discípulos de Emaús, a medida que pasa el
tiempo de nuestra vida, los hombres nos vamos llenando de
desilusiones y fracasos. Y esto no necesariamente porque en
la vida nos vaya mal o porque tengamos una visión negativa.
Es algo propio de un lenguaje humano. Permítanme poner
un ejemplo un poco crudo: la muerte le va poniendo una
frontera a toda ilusión y todo termina siendo como el fracaso
del hombre que intenta sobrevivir. Esto es fuerte pero es así.
Y esto, además de todas las otras desilusiones que se van
agregando en el vivir, en el convivir; los fracasos de tantos
intentos personales o comunitarios, etc.
La muerte y el mal parecen tener la última palabra, a tal
punto que la vida parece ser una tragedia. Y esta es la visión
humana; lo vemos cuando hablamos de los clásicos, de los
griegos. La visión griega de la vida es trágica porque,
aparentemente, la vida termina mal. Sin embargo, al igual
que los discípulos de Emaús –ellos, es cierto, se cargaron de
desilusiones y de fracasos cuando Jesús les pregunta
“¿Qué comentaban por el camino?”
Nosotros creíamos..., nosotros esperábamos, volviendo a
su casa “con el semblante triste”-, también como ellos vemos
que hay algo que no podemos negar y cuya evidencia nos
enciende el corazón a pesar de las otras experiencias bien
ciertas, y es el encuentro con el amor. Si en la vida hay algo
que rompe este círculo trágico es justamente habernos
encontrado con el amor. Y cuando decimos “el amor” nos
referimos a algo más que a un mero sentimiento pasajero. El
amor es una capacidad de compromiso libre, sin
condicionamientos, gratuita, sin fines secundarios, en forma
absoluta, no por un rato, por un tiempo, y sin medir costos ni
consecuencias. El amor irrumpe con eternidad, sin límites.

8
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

Esa es la experiencia de quien encontró el amor, aunque no


lo razone o no lo diga así: es algo que no tiene límites. Es el 1
caso de los discípulos de Emaús y el nuestro. Un extraño los
encontró y los acompañó,
“se acercó y siguió caminando con ellos”,
les abrió el corazón ayudándolos a ver las cosas de otro
modo. Hay otro modo además del nuestro. El nuestro es un
modo de ver las cosas de una manera válida pero
insuficiente, hay otro modo.
Pero sólo lo reconocieron “al partir el pan”. Sus ojos “se
abrieron”. Fíjense qué lindo, no lo reconocieron por lo que
les explicaba, lo reconocieron en el gesto de amor que les
hizo recordar el encuentro previo con Jesús. Porque la vida
de Jesús no había sido otra cosa que un continuo partir el
pan. La Eucaristía fue la cumbre pero su vida fue partirse
para los otros. Y ellos lo habían visto: Él era un derramarse
por los otros. Y ahora estos que estaban desilusionados y
tristes, ahora comprueban estupefactos que el amor no sólo
es capaz de muerte, es decir de amar hasta la muerte. Era el
Buen Pastor que se quedó aún en los momentos difíciles. El
amor es más fuerte que la muerte, no sólo es capaz de muerte
sino que es más fuerte que la muerte y es más fiel que las
dudas y la desilusión. Ellos dudaron y se desilusionaron y
volvían a su casa, Jesús los pudo haber dejado volver y buscar
a otros y, sin embargo, el amor fiel los buscó a pesar de que
ellos dudaban y de que se habían desilusionado de Él. Y acá
podríamos hasta decir: cómo nos cuesta hacer lo mismo con
los que dudan de nosotros, con los que se desilusionaron de
nosotros. A veces nos dan ganas de dejarlos ir y de no
seguirlos amando con fidelidad.
Todo encuentro con el verdadero amor enciende la
esperanza. ¿Por qué? Porque hemos probado algo distinto,
algo que no tiene límites, que no tiene fin. Todo encuentro
con el verdadero amor es un encuentro con Jesús. Fíjense

9
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

que ellos no lo habían reconocido pero, en este compañero


de camino, encontraron un verdadero amor y terminaron
encontrándose con Jesús. ¿A dónde apunto? A que el
compañero de Emaús puede aparecer con muchos rostros.
Siempre que en la vida nos encontremos con alguien que
nos acompañe con amor y comparta su vida con nosotros,
ese también es un encuentro con Jesús.
La Eucaristía es su sacramento por excelencia..., pero no
el único. Es cierto: ¿dónde se da ese relato de Emaús de
modo claro y evidente? En cada Eucaristía, pero no sólo en
cada Eucaristía. Ese es el lugar por excelencia donde buscar
y encontrar al Resucitado pero no hay celebración sin
conciencia del don.
Sobre esto volveremos pero quiero adelantarme un poco.
Por ejemplo cuán distinto es decir “ir a Misa” que “celebrar
la Eucaristía”. Una cosa es que uno vaya a celebrar el amor
que encontró y otra es ir a Misa como algo que hay que hacer.
El amor es capaz de encender la esperanza pero, dijimos,
no cualquier amor es capaz de encender la esperanza. El
verdadero amor es tan poco común, el amor que el hijo
pródigo no tardó en darse cuenta de dónde estaba la vida;
no tuvo que pasar mucho tiempo para que el hijo pródigo
dijera “en casa había amor”. No es algo que abunde en el
mundo, en la vida y, justamente, la fiesta del Padre, cuando
el hijo regresa, es la conciencia del hijo... (Lucas 15), que al
fin se descubrió amado. Fíjense qué bonito: la fiesta del Pa-
dre no es que el hijo se haya reconocido pecador; la fiesta
del Padre es porque el hijo descubrió el amor, que era la
gran intención. Todo el que ama -y Dios en primer lugar-, lo
que está deseando es que nos demos cuenta de que nos ama.
Esa es su fiesta. ¿Por qué? Porque si nos damos cuenta que
nos ama ya tenemos esperanza y vamos a dejarnos conducir
a Casa por esa certeza. Todo el que -en la historia, en la vida
humana-, se da cuenta de dónde está el amor, toma el camino
de regreso a la Casa del Padre y, esa, es la fiesta. El amor es

10
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

tan poco común que, usando otra imagen bíblica, el futuro


suegro de Moisés no duda en hospedar a quien había 1
ayudado a sus hijas junto al pozo (Éxodo 2, 16). ¿Se acuerdan
que esas hijas eran pastoras, llevaron a abrevar el rebaño y
encima, como eran mujeres, imagínense a los otros pastores:
el último lugar, a veces hasta las agredían… y Moisés
interviene y hace que, por el contrario, ellas vayan y abreven
el rebaño, vuelvan temprano a casa y el padre les pregunte
qué pasó que volvieron tan temprano. Y alguien nos ayudó.
Y el padre, que no era tonto, dijo ¿cómo, y no les pidió nada,
no era por otra cosa? No, alguien nos ayudó. Vayan a
buscarlo porque un hombre así no se encuentra todos los
días...
“«¿Dónde está ese hombre?», preguntó él a sus
hijas. «¿Por qué lo dejaron allí? Invítenlo a comer»”
(Éxodo 2, 20).
¡Qué lindo si también nosotros fuéramos un lugar extraño!
¿Qué quiero decir? No un lugar extraño porque acercarse a
una casa religiosa sea encontrar mujeres raras, sino extraño
porque aman, eso sí es raro. Lo raro es que haya un lugar
donde te traten distinto. Eso es lo extraño y no que seamos
raros. Fíjense -y lo digo aunque ya lo saben-: en la Biblia
“distintas” significa santas. “Un lugar distinto”, “estos son
distintos, raros”, eso significa santo.
Partir el pan es el gesto en el cual Jesús condensa su vida
y su misión, su testamento. Cuando decimos su testamento
-por lo menos a mí me pasa así-, es que quiero darme cuenta
todo lo posible que ahí estamos diciendo lo último, lo
esencial. Un testamento es como si uno dijera: en estas
palabras, en este gesto te quiero dejar la esencia de mi vida;
es lo que hace un padre, un abuelo, un amigo con otro. Es
como lo último, aquello por lo cual no quisiera morirme sin
decir o sin hacer. Lo estoy subrayando para que nos demos
cuenta, ante cada Eucaristía, que si queremos entender el
gesto que condensa todo lo que Jesús quiso hacer en este

11
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

mundo y toda su Persona, hay que estar con los sentidos bien
abiertos.
Quiso quedarse entre nosotros hecho pan y vino, no es
casualidad la forma… ¿Para qué? para que podamos
alimentarnos con su amor. ¿Cuál es el mensaje? El hombre
no sólo vive de pan o, mejor dicho, el pan es el amor, de eso
vive el hombre. Jesús se quedó hecho pan para que, al
asimilarlo, lo encarnemos haciéndolo presente. Fíjense qué
linda manera de multiplicarse: si comemos ese pan nos
hacemos pan. Una señal de haber comulgado bien es
encarnar el amor, ser compañeros de Emaús para otros, eso
es lo que produce la Eucaristía cuando comulgamos bien.
Somos nosotros los que tenemos que ir al encuentro de los
desilusionados, de los abatidos, de los que están sin
esperanza, para hacer lo que hicieron con nosotros.
Nuestra vocación más profunda es la comunión.
“No conviene que el hombre esté solo” (Génesis 2,
18),
dice la Biblia allá en sus primeras páginas. Nuestro destino,
ciertamente, no es la soledad.
“Esta sí que […] es carne de mi carne” (Génesis 2,
23),
exclama Adán y todo hombre que, en la comunión, saborea
la plenitud a la cual fue llamado.
Esto lo voy a explicar un poco: este es el primer “Cantar
de los Cantares” de la Biblia; ¿cantar qué?: un canto al amor
que permite intuir “el Amor”. El hombre, ¿cuándo canta el
amor? No sólo cuando encuentra un amor humano sino
cuando, al encontrar amor humano, intuye el Amor con
mayúscula. Por eso es el primer cantar de los cantares de la
Biblia. Fíjense que hasta el libro, El Cantar de los Cantares es
el canto que permite intuir el amor.
Fíjense que, si fuéramos lectores de la existencia, cada vez

12
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

que en nuestra vida cotidiana encontráramos un gesto de


amor, una palabra, una mirada, estaríamos ante un 1
sacramento del Amor con mayúscula. Por ejemplo, las casas
religiosas están adornadas con cuadros de María, de los
santos, de Jesús para que, mirando las paredes, podamos
elevarnos y recordar a quien nos ama.
Pero no sólo hay que aprender a mirar las paredes y los
cuadros, hay que aprender a mirar el amor que nos permite
intuir el Amor.
“Este es un gran misterio” (Efesios 5, 32),
dirá San Pablo refiriéndose a Jesús y a su Iglesia. Gran
misterio es este: esta Iglesia cuya vocación es precisamente
la de ser sacramento, instrumento de comunión de los
hombres con Dios y de los hombres entre sí (LG). Y esto es
bueno recordarlo porque si esta es la esencia de la misión
de la Iglesia, ser comunión e instrumento de comunión,
tenemos acá un punto donde poder verificar cómo vivimos.
¿Podemos ser Iglesia nosotros, cada uno de nosotros, si no
somos instrumento de comunión? Nuestra comunidad es una
comunidad eclesial si es una comunidad en comunión con
Dios y entre nosotros. Así es como hay que verificar siempre
si queremos encontrar eclesialidad. Un ejemplo más actual
para entender esto: cuando ustedes fueron a votar les pidieron
el documento para garantizar su identidad. ¿Cuál es el
documento que garantiza nuestra identidad eclesial? La
comunión. No es un papel: si hay comunión con Dios y entre
nosotros, ese es el documento que garantiza nuestra identidad.
La liturgia no es la única actividad de la Iglesia (SC n. 9),
pero es la cumbre a la cual ella tiende y la fuente de donde
mana su fuerza (idem n. 10). Voy a usar otro lenguaje, la
Iglesia no es liturgista, la Iglesia no se acaba en el templo, ni
en la sacristía, ni en los ritos. Pero lo podemos decir más
bonito, si todo lo que hacemos no sirve para llevar a los
hombres a Jesús, no hacemos nada. Así como el encuentro

13
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

amoroso de los esposos es la cumbre del día y el manantial


de su fecundidad, así también hay un paralelo entre el amor
humano y la vida espiritual. La vida tiene que ir hacia un
encuentro y la vida brota de un encuentro. Vivimos del amor
de alguien. Ustedes también son esposas que viven de un
encuentro; toda mi actividad va a alguien; a alguien tiende
mi corazón y, de la comunión con ese alguien, brota mi
fecundidad.
Todas las tareas apostólicas se ordenan a la participación
y comunión. Participación plena, consciente y activa (SC 14),
justamente en la Eucaristía y en la vida eclesial. La liturgia es
la oración de Jesús. ¿Dónde se prolonga la oración de Jesús?
En la liturgia. Por eso la liturgia no es sólo nuestra oración
individual; vieron que distinguimos: una cosa es nuestra
oración personal y otra es la liturgia. La liturgia es la
posibilidad de insertarnos en la oración de Jesús, nuestra
oración en Él. Y los sacramentos prolongan su humanidad
entre nosotros. Podríamos nosotros también decir ¿dónde
puedo tocarlo a Jesús? En los sacramentos. ¿Dónde hay
concreción? ¿Vieron que el amor necesita presencia, tacto,
visión?
Los sacramentos prolongan su humanidad entre nosotros
y su acción amorosa para con el hombre. ¿Dónde sigue
actuando Jesús? No es una humanidad estática, es la
prolongación de su acción amorosa para con el hombre. Lo
decimos de otra manera: Allí con la paciente artesanía del
amor moldeará el corazón de sus amigos. Fíjense qué bo-
nito: cuando participamos de la liturgia somos como arcilla
que se pone en manos del alfarero para que moldee con
amor nuestro corazón, el corazón de sus amigos. Participar
de la liturgia es darle la oportunidad a Jesús de que moldee
nuestro corazón a su imagen. Es permitirle al amor actuar en
nosotros. Y fíjense que digo a propósito: paciente artesanía
del amor. Porque no nos puede hacer de una vez. Y paciente
artesanía del amor es lo que nosotros tenemos que hacer

14
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

con los otros. ¿Acaso convivir no requiere la paciente


artesanía del amor? Acaso educar, acompañar... 1
Entonces qué bonito es tener consciente que siempre lo
están haciendo con nosotros para que nunca nos cansemos
de hacerlo con los demás. ¿Por qué podemos no cansarnos
de ser pacientes con los demás? Porque somos conscientes
de que hay alguien que es paciente con nosotros.
El Padre toma al hombre como es, a todo el hombre; el
sacramento es la redención del gesto. Lo que no se asume
no se redime. Jesús ama al hombre como es, con sus
lenguajes. Nuestra comunicación está hecha de gestos,
signos, palabras y silencios... Por eso la liturgia son los
lenguajes humanos asumidos por Dios para entregarse. En
su humanidad se revelan simultáneamente Dios y el hombre
(GS 22). ¿Qué quiere decir? En los gestos de Jesús, en su
vida terrena y en la liturgia Dios nos enseña quién es Él y
quiénes somos nosotros.
Los gestos son reveladores y modeladores del hombre.
¿Qué quiere decir? Que nosotros, cuando obramos, nos
revelamos, nos mostramos aunque no queramos. Nuestro
obrar nos pone de manifiesto, nos revela, y no sólo nos revela
sino que nos moldea. Nosotros, con nuestras decisiones y
nuestras acciones, le vamos dando forma a nuestro ser.
Podríamos decirlo medio en broma, medio en serio, todas
ustedes son escultoras aunque no lo sepan, porque están
haciendo una imagen, están haciendo una estatua, si cabe
la palabra, que son ustedes mismas. Y no sólo a nosotros; a
los demás, con nuestras acciones, también los moldeamos.
En ellos nos vamos dando a conocer y ellos nos van
configurando una identidad.
Aquí cabe una dura pregunta: la Eucaristía, es decir la
acción amorosa, paciente, artesanal de Jesús en nosotros y
nuestra respuesta de amor, ¿nos va cambiando la vida? A
ver; si la Eucaristía es el lugar donde Jesús actúa y si es

15
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

también un gesto nuestro, es decir, que nos revela y nos


moldea ¿qué pasa? ¿nos va cambiando la vida? Esa es la
pregunta: ¿es el sacramento ineficiente o nosotros no
participamos bien? Porque esa es la gran pregunta, y es esa
pregunta a veces tan simple, la que, a veces, hace la gente.
Van a la Misa y ¿para qué? Si viven como los otros. A la Misa
la hemos desprestigiado por participar tan mal, que da la
impresión que ir no afecta nada, porque salimos como
entramos. Por eso la pregunta es ¿es inoperante el remedio,
el sacramento o será que habrá que revisar cómo
participamos? Vieron: cuando nos dicen “tome antibióticos
en ayunas”, yo invento: uno dice yo como y tomo el
antibiótico. Pasa un tiempo y: “doctor, estoy igual”. “¿Siguió
usted las instrucciones?” “Bueno, la verdad que no.” “Y bueno,
el remedio no falló, usted no lo tomó bien...”. Se comprende...
Si algo es acción amorosa no se da sin consentimiento
amoroso. A ver si esto se captó. Si algo es acción amorosa
no se da sin consentimiento amoroso, es decir libre y
consciente. La Eucaristía no es algo automático, es un gesto
de amor. Y los gestos de amor son siempre una apelación a
la libertad del otro; si no los consiento los dejo fuera y no los
dejo actuar. Por eso el amor siempre requiere libertad,
requiere fe.
Ahora, por las dudas, para no desalentarnos tanto, también
es cierto que “caminar es ir llegando”. ¿Qué quiere decir?,
que no nos podemos cambiar en un día y que, porque nuestra
vida no cambie rápido, no necesariamente significa que
participemos mal. “Caminar es ir llegando”. Nuestra
condición humana es tal que necesitamos tiempo y repetición
para poder asimilar. Hay cosas que no las asimilamos en un
momento; necesitamos tiempo para digerir y necesitamos
repetir para que termine de entrar. Somos pobres, es verdad,
y lo que hay que asimilar es profundo. Esto también es verdad.
No es que seamos tan tontos; lo que hay que entender es
demasiado grande. Entonces se juntan los extremos, nuestra

16
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

pobreza y la grandeza de lo que se nos quiere dar. Piensen


que el objetivo de la Eucaristía es hacernos Jesús; no es poca 1
cosa. No es hacernos simplemente más buenos o lo que fuere;
es el objetivo un poco más alto.
Nuestra vida es una pero somos cotidianos. ¿Qué quiere
decir? Una extraña suma de pequeñas vidas... La vida de un
hombre es una, pero también podríamos decir la vida nuestra
es hoy, cada día y por eso decimos: ¡cuántas oportunidades!
Cada día es un sacramento de la vida... Los ritos cotidianos
nos pueden ayudar a profundizar ese misterio que es la vida,
siempre y cuando la rutina no nos anestesie. La rutina es esa
callosidad en la sensibilidad y en el corazón que nos impide
seguir creciendo. Un día sin encuentro es un día perdido... Y
estoy parafraseando una frase que creo era de Bernanós, un
autor cristiano muy profundo, pero él lo decía de otra manera,
la frase original era así: “Un día de carmelita sin sufrimiento
es un día perdido”. Pero me gusta decirlo mejor de esta
manera: “Un día sin encuentro es un día perdido; no sin
sufrimiento sino sin encuentro”. Si hoy no encontré a Jesús, si
hoy no me encontré con mis hermanos, hoy es un día perdido.
Fíjense que a veces uno dice: hoy perdí el día. ¿Por qué?
Porque no hice muchas cosas, porque... ¿Qué es perder el
día? Entonces cuántos días que creímos que los ganamos
los perdimos porque, por hacer cosas para no perderlo,
perdimos el encuentro. Eso es lo que no hay que perder, ni
con Él ni con nosotros. Vieron que a veces la comunidad, por
alcanzar un objetivo sano, noble, pastoral, sí... pero si no
nos encontramos, fue “día perdido”.
Los ciclos anuales, los de las estaciones, los litúrgicos, las
circunstancias, nos permiten descubrir matices infinitos, fondos
insospechados. ¿Qué quiere decir? Uno diría ¡qué aburrido!,
nuestra vida tiene muchos días que parecen iguales. ¿Estás
seguro que son iguales? Circunstancias, ciclos, hay infinitos
matices por descubrir: en nosotros, en los otros, en Dios, en
las cosas. ¡Pobres de nosotros si creemos que ya vimos todo,

17
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

que lo sabemos todo, que lo entendimos todo!


Vivir con verdad y belleza cada día, cada cosa, cada per-
sona, cada circunstancia, cada paisaje. Si no somos fieles en
lo poco no lo seremos en lo mucho. ¿Adónde estoy
apuntando? Quien se acostumbró a lo simple, se
acostumbrará a la Eucaristía. El día en que la Eucaristía ya
no me diga nada, por ejemplo, “Fui a Misa y no celebré la
Eucaristía..., hoy seguro, no celebraste el sol, a tus hermanos,
el agua, el pan...”, ven, seguro que no celebraste muchas
otras cosas...; la anestesia no es sólo con la liturgia. La
anestesia es con la existencia, ese es el problema. Por eso es
cierto que es bueno llegar un rato antes a Misa para darme
cuenta que voy a Misa, pero es mucho mejor haber vivido
bien ese día, porque si viví bien el día, la Eucaristía seguro la
voy a vivir bien. No alcanzan 10 minutos, hacen falta 24 horas
de preparación para llegar bien y, luego, 24 horas de acción
de gracias...
Lo humano es la base, es el supuesto imprescindible. Los
sacramentos son una cumbre y una apertura al misterio,
siempre y cuando nuestra vida tenga densidad. A ver, acá
voy a poner el dedo en la llaga a alguno. Si no celebro mi
cumpleaños, ¿puedo celebrar la Eucaristía? Fíjense qué
común es, a veces, en la vida religiosa: “no, mi cumpleaños...”
y, si no celebrás la vida, ¿cómo vas a celebrar lo que le da
vida a la vida? La gracia supone la naturaleza, la asume, la
sana, la eleva pero no la suplanta.
Los hombres tienen sus ritos y sus sacramentos, cada cultura
y cada generación tienen los suyos. Por ejemplo el mate y el
fogón para el hombre campo, su lugar de encuentro y de
diálogo, de compañía y de calor luego de una jornada larga,
agobiante y solitaria.
Los hombres tienen sus sacramentos. La pregunta que
siempre se debe hacer la Iglesia es si los hombres reconocen
en sus ritos y sacramentos algo propio, el lenguaje que los

18
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

expresa y convoca. Vieron: cuando uno dice: los ritos que


hacemos, el lenguaje que usamos, nuestra manera de vivir, 1
¿es entendible? Porque si no es entendible, por más que sea
buena, no la van a vivir como lenguaje que los exprese.
¿Quiénes convocan al hombre de hoy? Por ejemplo vieron
que se dice a veces quién convoca a los jóvenes, qué difícil
es convocarlos y, de pronto, hay un recital de un grupo de
rock y se llena. Tendríamos que preguntarnos ¿por qué?, ¿qué
les dicen para escucharlos? Muchos están aturdidos y
desesperados,
“me abandonaron a mí, la fuente de agua viva,
para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no
retienen el agua” (Jeremías 2, 13),
bebiendo en “cisternas agrietadas” pero, en muchos casos,
somos responsables de su orfandad, los hemos dejado sin
hogar al no darles acogida y libertad, al no saber escuchar
sus gemidos, al no saber traducir y hacer inteligible el misterio.
Esto también se da en el plano humano, cuando el
formalismo, la obligación y la costumbre son el único
fundamento de reuniones familiares, sociales y patrias. Una
familia sin amor que debe juntarse en Navidad o que el 25
de mayo debe ir a izar la bandera y, a todo esto, nadie sabe
explicar por qué…
Las formas sin fondo, los gestos sin alma no son dignos
del hombre. Nos hacen mucho mal cuando hacemos muchas
cosas sin alma y sin sentido. Hay que hacerlas nuestras,
llenarlas de vida, hay que apropiarse los gestos; si entro en
la capilla y me arrodillo, que me dé cuenta que estoy
haciendo un acto de adoración desde mi corazón y no
simplemente porque así me enseñaron de chiquito.
¿Cuál es nuestro testamento?, el de Jesús en la Eucaristía.
Hoy, en este año, en esta vida, ¿qué dejaré a los demás?
“En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los

19
Manuel Pascual Lo reconocieron al partir el pan

otros” (Juan 13, 35).


La Eucaristía es el testamento de Jesús donde condensa su
vida y su misión; es el “misterio de la fe”. Cuando decimos
después de consagrar “este es el misterio de la fe”, estamos
diciendo “acá está todo”. Comprender su dinamismo,
entender la Eucaristía, su pedagogía, nos puede ayudar a
comprender cómo Dios se comunica con nosotros en la
historia de la salvación, el diálogo salvífico de Dios con su
pueblo.
El siguiente párrafo me gustaría leerlo, a lo mejor, el último
día. Ahora voy a enunciar lo que tendríamos que ir
encontrando. Si entendiéramos la Eucaristía entenderíamos
la historia de la salvación.
La Eucaristía nos da luz sobre el amor humano al
enseñarnos los pasos de la amistad y del amor esponsal,
cumbre del amor humano. También nos enseña a comprender
la oración de Jesús, las etapas de su vida (su vida oculta, el
encuentro con los hombres, el misterio pascual); en ella
encontramos las distintas etapas de la vida cristiana:
conversión, iluminación, unión transformante; toda ella es
modelo y escuela de evangelización, como se ve claramente
en el pasaje de Emaús. Es un modelo de evangelización, ir al
encuentro del hombre, ubicarlo donde está y como está y
explicarle las escrituras y amarlo.
María sabe que una espada le atravesará el corazón, pero
también sabe que sin su hijo el banquete y la boda no pueden
alcanzar su plenitud (Juan 2).
A María le duele entregar a Jesús, pero también sabe que
si en Caná no le dice, “llegó la hora” no va a haber fiesta ni
boda. Fíjense qué dice el texto: al probar el vino muchos
creyeron en él y lo reconocieron. ¿Cuál era el título de esta
charla: “lo reconocieron al partir el pan”.
También en Caná al probar el vino, muchos creyeron en

20
1ª meditación Lo reconocieron al partir el pan

él y lo reconocieron... Entonces, como hombres que no somos


tontos, cuando encontramos Amor con mayúscula sabemos 1
reconocer algo distinto que enciende nuestra esperanza, que
nos impide ser trágicos y que nos convierte en esperanzados,
que significa “alegres a pesar de...”.

21
2
Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te pide de beber

“Jesús le respondió:
«Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice:
’Dame de beber’,
tú misma se lo hubieras pedido,
y él te habría dado agua viva»”
(Juan 4, 10)

El tema del retiro es la Eucaristía y, como bien lo sabemos,


incluso en la Eucaristía decimos este es el misterio de la fe.
La Eucaristía es la síntesis de todo, por eso es una palabrita
un poco traicionera, es mucho más que “eucaristía” o, en
otras palabras, la Eucaristía es todo, que es algo distinto.
Voy a seguir el orden de la Misa. Esta primera va a ser el
saludo inicial y la acogida que tenemos cuando comienza la
Eucaristía. Por eso este título:
“si conocieras el don de Dios y quién es el que te
dice «dame de beber»”.
Lo primero que podemos recordar es justamente que los
hombres somos un misterio. Esto quiere decir que cuando
nos preguntamos quiénes somos, vamos a tener que
comprender que esa pregunta nunca va a estar cerrada.
Alguna de ustedes se habrá preguntado ¿puede ser que a
esta altura de la vida me siga preguntando quién soy y que

22
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

todavía no tenga una respuesta adecuada?. Lo formulemos


de esta manera o no, creo que todos nos dimos cuenta que
hemos tenido que ir aprendiendo a convivir con nuestro
misterio y no sólo con el nuestro, sino con el de otros, con el 2
misterio de Dios; ir comprendiendo que la vida es un misterio
y que, lejos de ir a plena luz, vamos aceptando que el no
entender es parte integral del camino.
Siempre que pretendamos saber quiénes somos o que
alguien nos pregunte por nuestra identidad nos quedaremos
relativamente pronto sin respuesta. Algo, por supuesto,
diremos: nuestra historia, nuestro nombre, qué hacemos,
algunas cualidades y, en algún caso, esto puede responder
a una falta de interioridad. No me gusta usar la palabra su-
perficial, porque a veces la usamos superficialmente, y es
difícil juzgar a alguien como superficial; somos distintos. Es
cierto también que a veces estamos demasiado extrovertidos
y la pregunta “quién soy” es difícil de responder porque nos
falta interioridad, contacto con nosotros mismos, con lo
profundo, nos falta recogimiento.
En algún caso puede tratarse de falta de conocimiento,
pero lo curioso es que, en el caso del hombre profundo, esta
incapacidad de responder por la identidad se acentúa. No
le pasa sólo al superficial, le pasa también al profundo,
porque el profundo toca el misterio, se da cuenta que ninguna
definición o palabra es suficiente. El otro no sabe qué decir
pero este tampoco porque captó la insuficiencia de toda
definición.
No hay definición, ni descripción que nos abarque. Y esto
que nos parece triste, en realidad, es motivo de fiesta más
que de tristeza. Quiere decir que somos más profundos, algo
sagrado y, por eso, podemos decir con gozo: nuestro misterio
lo tiene Otro, nuestra identidad la tiene Otro. ¿Alguien sabe
quiénes somos? Dios lo sabe, y por eso hay que estar en
comunión con Él que tiene nuestro sueño, o mejor dicho,
nosotros somos un sueño amoroso de Él. Por eso, entrar en

23
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

comunión con Dios, es entrar con Aquel que nos puede ayudar
a comprender lo que somos y, conociéndolo a Él, vamos a ir
conociendo al que tiene nuestro sueño.
Sin embargo poder decir que somos un llamado, un
congregado, un ser creado, es poder decir mucho. Alguien
nos llamó a la vida, a la existencia. Y esto, en una mirada
rápida, diríamos qué poquito y, sin embargo, qué pista pro-
funda porque quiere decir que alguien nos llamó a la vida y
a la existencia. Y esto que parece poco, saber nuestro origen,
saber que somos una creatura amorosa, que somos el sueño
de otro, saber que somos un proyecto amoroso de Dios, es
saber mucho más que si pudiésemos escribir un libro sobre
nosotros. Porque esta es nuestra raíz, la clave de nuestra
identidad.
Y justamente el religioso es el hombre que toma conciencia
de esto, que sabe y comprende y lee la vida, las cosas, el
mundo como una creación, que todo proviene de Dios y ha
comprendido -el hombre religioso- que, para entenderlo,
para resolverlo, para llevar a su plenitud esto inconcluso que
somos, hay que estar frente a Él, que es el Autor, el Creador y
sólo frente a Él se puede resolver el enigma de la vida.
Otra manera de decir esto sería preguntar: ¿quién es el
hombre agradecido? Agradecido es el hombre que se sabe
amado. Si sólo supiéramos que somos un ser amado por Él,
eso bastaría para encontrar luz, para transitar esta oscura
existencia. ¡Qué breve definición de nosotros mismos: un ser
amado! Y, sin embargo, si esto lo creyéramos a fondo, sería
luz suficiente para transitar por la oscuridad de la vida.
Dios, al tomar la iniciativa, no solo crea, sino que quiere
crear conciencia. Bienaventurado es aquel que ha podido
comprobar que no se puede entender ni salvar solo (Mateo
5). ¿Cuándo estamos terminados de ser creados? Cuando
Dios crea conciencia de lo que somos. Tomar conciencia es
como darle a nuestro ser su plenitud. Una cosa es ser algo y

24
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

otra es saber que uno lo es. Por eso ¡si supiéramos quiénes
somos…, si supiéramos quién está frente a nosotros…! Dios
quiere crear conciencia.
De estar vivo a poder dar gracias por estarlo hay un largo 2
trecho. Una cosa es haber nacido y otra cosa es que algún
día, aunque sea el último, podamos decirle a Dios: “¿Sabés
qué, Señor? Te agradezco profundamente que me trajeras a
la vida”, y esto no es muy simple de decir con los ojos abiertos.
Basta mirar la Escritura y descubrir que más de un hombre
de Dios se preguntó si tuvo razón de haber nacido o no
hubiera sido mejor morir de niño. Tal vez, preguntarse esto
sea parte del camino de la vida. Entonces no sólo hay un
largo trecho entre estar vivo y dar gracias por la vida, sino
que también hay un largo trecho entre el Bautismo y la
Eucaristía. Una cosa es estar bautizado y otra es poder un
día celebrar nuestra existencia cristiana y a Jesús. Es como el
paralelo cristiano de lo dicho antes.
¿Quiénes celebran la Eucaristía? Los que se dieron cuenta;
recién entonces tienen motivos para celebrar. ¿Por qué estoy
diciendo todo esto antes de introducir? Porque si Eucaristía
significa acción de gracias, la gran pregunta tiene que ser
¿de qué? Para poder dar gracias y que no sea una obligación
sino una necesidad interior del amor, hace falta saberse
amado, darse cuenta de que se es amado.
La vida tal vez no sea otra cosa que tomar conciencia y
aceptar que Dios y los otros nos ayudan a alcanzar su plenitud.
Si llegamos a comprender esto, entendimos algo muy hondo.
Y no es tan simple entenderlo, ya que podríamos decir que
vivimos para esto, para darnos cuenta de esto, y aceptarlo y
dejar que Dios y los otros nos ayuden a alcanzar la plenitud.
Teniendo la imagen más típica de un pueblito en el campo,
a veces de un barrio, vieron que a Misa muchas veces se
llama tocando la campana. La voz de la campana, decíamos
antiguamente, era la voz de Dios y no sólo en el convento,

25
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

cuando nos llamaba para distintos oficios, sino aún para el


hombre que está en el campo, y esto no pasó ayer. Todavía
hoy hay zonas, y soy testigo, donde suena la campana.
Entonces el campesino deja el arado, la mujer termina de
hacer la comida, cambia a los chicos y, lentamente, de
distintas partes se va congregando la asamblea.
La humilde campana que expande su voz tan lejos como
puede es un símbolo de este llamado. Fíjense que curioso:
cuántos hombres que protestan porque la campana no los
deja dormir un domingo, no se dan cuenta que esa campana,
si la entendieran, les permitiría descansar. Una cosa es dormir
y otra descansar y ese hombre que protesta y que a lo mejor
está durmiendo para ahogar su sin sentido, si llegara a
entender la voz de esa campana que lo despierta, a lo mejor
sabría descansar, que es muy distinto. Descansar es saber
esto que estamos diciendo: descansar en el amor, descansar
en sabernos un proyecto amoroso de Dios.
Pero si sabemos oír, podríamos decir que todo nos está
llamando. Cada vez que cada mañana el sol da a tu ventana,
cada vez que brota un árbol, una flor, que alguien te llama,
es Dios que nos está despertando a la conciencia de nuestra
sublime vocación que es la vida. Si supiéramos oír, sabríamos
que Dios nos está llamando siempre.
El canto de entrada unifica la asamblea que se ha
congregado. Y en el plano de la persona ¿cuándo puede
empezar la Misa? Cuando las personas son congregadas y
forman una asamblea, y el canto inicial quiere darle una sola
voz a ese conjunto de personas para que sea una unidad y
no muchos rezando en forma paralela.
Si lo trasladamos al plano personal: sin recogimiento no
hay encuentro ni oración posibles. Esto también nos pasa en
el plano personal, cuando uno va a rezar, cuando uno se
siente llamado por Dios para un encuentro y hasta podríamos
decir, por otra persona, vieron cuando alguien nos dice

26
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

¿podemos hablar? Si no nos recogemos, nos concentramos,


nos silenciamos, no podemos encontrarnos con otro porque
estamos dispersos. Vieron qué feo cuando uno siente que la
persona que está enfrente está pensando -“tengo que hacer 2
esto o aquello, después hago un llamado, voy al banco…”-,
uno siente que el otro no está conmigo aunque esté frente a
mí. Tanto para rezar como para el encuentro humano, ¿qué
es lo que unifica el corazón de un hombre para que se
concentre? No basta un lugar y no basta un método. El canto
-uno diría-, es un método, una pedagogía; el templo es un
lugar y uno puede estar en el lugar, puede estar cantando,
uno puede estar en la capilla, puede estar en un retiro, pero
¿eso significa que estoy concentrado? No.
Lo que unifica el corazón del hombre no es un lugar o un
método sino un amor. Cuando uno tiene amor, cuando uno
está enamorado, cuando uno siente que hay alguien que lo
quiere, cuando hay algo que amamos, eso nos concentra.
Ahí sí nos centramos, porque nos llama la atención, nos gusta,
nos fascina, nos atrae.
Sólo un amor profundo es capaz de convocar; por eso, si
no nos dejamos enamorar, difícilmente nos concentraremos.
Muchas de ustedes son maestras, profesoras, ¿cómo hago
para concentrar a los chicos si no les creo interés? El arte de
un docente está en despertar interés; cuando el interés está
es fácil dar la clase. El tema es suscitar atracción. Solo un
amor profundo es capaz de convocar y concentrar las
múltiples capacidades del hombre. Nosotros somos un ser
muy rico y, por ejemplo, tener todo nuestro ser entusiasmado
no es nada fácil. Hay cosas que cuando las hacemos no
podemos hacer otra cosa, estamos como concentrados; todo
nuestro ser, nuestra humanidad está esperando que alguien
las concentre en armonía y belleza. Y eso se da cuando nos
entra el amor; por eso, cuando alguien está enamorado,
apasionado, se nota enseguida.
¿Cuándo el hombre se concentra? El hombre se concentra

27
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

y se detiene cuando alguien se queda frente a él y es para él.


Por ejemplo, cuántas veces un chico hace travesuras para
que alguien se dé cuenta que él está, y ¿cuándo un niño se
calma? Cuando un adulto se calma frente a él. Si la mamá
se ocupa del niño, capaz que el niño se duerme en sus brazos.
Y esto no sólo le pasa a los niños, también nos pasa a los
grandes. Si alguien se queda frente a mí, si alguien es para
mí, me sosiego, me aquieto. Cuando vamos frente a la
Eucaristía, cuando estamos frente a un amigo, cuando
llegamos a la comunidad, cuando alguien llega a su casa,
uno se aquieta porque estoy frente a seres queridos. Hay que
aprender a oír no sólo los ruidos; vieron: hay gente que está
en silencio y a lo mejor grita con su silencio.
Hay muchas maneras de hablar o de gritar y no hay gemido
más hondo y desgarrador que una vida sin amor, ser un
anónimo, alguien que nunca es nombrado. Al pasar al lado
de una persona que no conoce el amor, ojalá supiéramos oír
sus actitudes, sus ojos tal vez llenos de tristeza, su ansiedad,
las muchas formas en que un ser humano nos está gritando:
no conozco el amor, no estoy aquietado, no estoy centrado.
La soledad es redimida cuando alguien pronuncia tu
nombre, cuando uno está desesperado y alguien te llama
por tu nombre, no para pedirte algo, sino para nombrarte.
Qué distinto que alguien te diga: “Teresita, ¿me pasás el
lápiz?” a que alguien te diga: “Teresita, Inés, Marta, María”,
o sea tu nombre. Lo de María Magdalena. Cuando Jesús le
dijo: “María”. “¡Maestro!” Ahí no era para pedirse cosas, se
nombraron, se celebraron. ¿Cuándo una vida tiene sentido?
Cuando alguien espera algo de vos, cuando alguien te
necesita para vivir,
Pero entonces, ¿yo puedo ayudar a otro a vivir? ¿Es fiesta
para alguien mi presencia? Goza porque estás vivo, celebra
tu existencia y se consagra a desplegarla... ¿Quién le está
diciendo a alguien que vale la pena? Cuando uno se
consagra a esa persona y le está diciendo con sus actitudes:

28
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

“vos valés la pena para mí”. Por ejemplo, cualquier tipo de


servicio que haga la vida consagrada -lo diga o no-, le está
diciendo a los hombres: yo me consagré a vos, porque vos
valés la pena. Por eso, ¡qué linda la presencia de la vida 2
consagrada en un ambiente de personas que no se sienten
dignas por distintos motivos, cultura distinta, moral, pobreza,
falta de amor! ¡Qué bárbaro que alguien suscite esta
pregunta ¿por qué usted está conmigo? Me consagro a vos
porque vos valés la pena!
“Si conocieras quién es el que te dice: «Dame de
beber...»” (Juan 4, 10).
La samaritana. Ahora todo esto que dijimos nos puede
ayudar para comprender este diálogo. “Mujer...”. Hace un
rato le protestó porque le pidió de beber y Jesús la miraría
como diciendo, dentro de un rato te vas a desmayar si
supieras quién te está pidiendo de beber, parece que te dio
trabajo, si supieras el privilegio que tenés... cuántos hubieran
deseado que les pidan de beber y llevarse esa sorpresa.
Solo los nombrados pueden nombrar. Una cosa es llamar
para pedir algo, otra cosa es llamar para nombrarte.
¿Quiénes pueden nombrar a los otros y despertarlos del
anonimato, de la nada, de la soledad? Los que han sido
nombrados con amor por otro. Cuando uno tuvo esta
experiencia uno se da cuenta que los hombres somos capaces
de algo más que de pedir cosas, somos capaces de despertar
en los otros la dignidad de saberse alguien.
¿Qué nos mueve a los hombres a la comunión, a la
comunión con Dios y a la comunión con los demás, a unirnos?
¿Qué nos mueve a los hombres a no ser solitarios sino
comunitarios? La respuesta sólo se alcanza cuando se ha
podido recorrer el largo camino entre la necesidad y la
gratuidad. ¿Por qué dije largo camino entre la necesidad y
la gratuidad? Porque si no terminé de recorrer ese camino
creeré que los hombres sólo nos congregamos porque nos

29
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

necesitamos y nos pedimos cosas para usarnos, porque


somos pobres, porque no tenemos más remedio. Ejemplo
simple y clásico: un niño ama a su mamá porque le da de
comer, lo cuida, lo mima, lo alimenta. Un día ese niño ya es
adulto y la mamá ya es anciana, ya no es útil y, sin embargo,
ese amor que empezó por utilidad puede terminar en
gratuidad. Ahora aunque mamá me dé trabajo y no
beneficios yo la amo porque a través de su amor la descubrí
más allá de su utilidad y la descubrí alguien. Podríamos decir,
el que no se deja usar, nunca se va a dejar encontrar. El amor
no empieza bien, termina bien. Normalmente nos
necesitamos primero y un día, en un segundo momento,
podemos descubrirnos. No sólo sos la que va y pide algo,
sos alguien que vale la pena tratar aunque no me des nada.
¿Quiénes pueden responder a esta pregunta? Los que
recorrieron el camino.
Habernos creado con hambre y sed infinitas es la primera
manera de buscarnos que tiene Dios. ¿Cómo nos busca Dios?
Creándonos hambrientos. “Haber dejado en tu corazón huella
de mi Amor es mi primera manera de buscarte”, nos podría
decir. Por eso esta manera de buscarnos es un grito que no
nos pertenece y que lentamente vamos haciendo nuestro.
¿Qué quiere decir? Dentro de nuestro corazón hay un grito:
necesito amor, busco a Dios, quiero felicidad, necesito
compañía, ese grito nos fue puesto y esa es la manera de
buscarnos. Ese grito que nos fue puesto lo tenemos que ir
haciendo nuestro, no sólo porque lo tengo de fábrica, sino
ahora yo Señor quiero decirte dónde estás porque te voy
conociendo.
Buscamos porque alguien nos encontró. Más que
buscadores somos buscados por el amor. No somos nosotros
los que empezamos la búsqueda, alguien nos buscó de la
nada cuando nos creó y alguien nos buscó cuando dejó la
huella de su amor en el corazón. Y cuando nosotros tomamos
conciencia y decimos “Señor ¿dónde estás?”, estamos

30
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

respondiendo más que llamando, respondiendo porque nos


hemos dado cuenta de lo que somos. Qué curioso: que Dios
termina siendo un humilde mendigo a las puestas del corazón
del hombre esperando ser aceptado y acogido. 2
Dicho más simple, cuando somos niños o comenzamos
nuestra vida espiritual creemos y le decimos a Dios: “Señor,
por favor, recibime, aceptame, no te canses de mí, dame
lugar...”. A medida que avanzamos nos damos cuenta que
termina siendo al revés: el que dice “me recibís, me aceptás,
me das un lugar” termina siendo Dios. Quien comenzó esta
historia de amor es Él. Fuimos invitados, nos dice el Génesis,
a desplegar nuestro ser, a llevar todo a plenitud:
“Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y
sométanla (Génesis 1, 28).
“Somete la tierra, multiplícate”; podríamos decir
al hombre: madurá, crecé, desarrollá tus capacidades,
transformá el mundo.
Pero hay algo más profundo y sublime, fuimos creados
para Él, convocados ante Él para el amor. El hombre no sólo
fue invitado a ser co-creador con Dios sino amigo de Dios,
hijo de Dios, interlocutor de Dios. Los comienzos son humildes
(Adán, Abraham, la Encarnación, los Doce) pero la meta es
alta.
¿Cuál es nuestro hermoso problema? Fuimos tomados de
la tierra y nuestro destino es la Trinidad. Cuando ustedes
tengan la sensación de que vivir es difícil, es este el problema:
nos toman de la tierra y nuestro destino es la Trinidad, se les
fue la mano. Punto de partida muy humilde, punto de llegada
muy sublime. Es tremendo, esa es la aventura humana.
El que no escucha y no mira -ojo que no digo el que no
oye y no ve-. Es más profundo: el que no escucha, el que no
mira, no se deja encontrar ni puede encontrar. Uno puede ir
por un pasillo y no darse cuenta que alguien lo quiso saludar,

31
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

porque iba muy apurado, iba concentrado, distraído, metido


en su mundo. Esto no pasa sólo en un pasillo, nos puede
pasar en la vida; si no voy escuchando, si no voy mirando,
de manera de estar abiertos, expectantes, disponibles,
vulnerables, no nos podemos dejar encontrar ni podemos
encontrar a los demás. El que va caminando y mirando bien
se da cuenta de los que están y lo buscan, y de los que están
y lo necesitan. Por ejemplo, uno lo ve caminar a Jesús, y sabe
detenerse ante el ciego, el enfermo, el pobre, la viuda; uno
es ese que va caminando y que se va dando cuenta de lo
que va viendo.
Llamar a alguien por su nombre es como despertar una
semilla que está dormida. Y cuántas semillas dormidas en el
corazón de los hombres. ¡Qué triste morirse sin florecer! y
¿quién hace florecer? Cuando alguien te despierta con amor.
Lo mismo que pasa con la naturaleza, si no llueve, si no hay
sol, la vida no despierta. Si no hay amor, si no hay riego,
fecundidad, la vida no despierta.
Uno acude a un llamado cuando en la voz del otro
encuentro un eco en el cual me reconozco. No cualquier
forma de nombrar despierta al otro. ¿Cuándo uno se
despierta? Cuando el que me nombra con amor pudo
descubrir mi identidad y, cuando me habla, me ayuda a
tomar conciencia de lo que soy. Me va ayudando a despertar
mi conciencia. Dicho de otro modo, aplicado a la vida
religiosa: sólo es lícito mandar y obedecer cuando la orden
nos ofrece un camino para desplegar nuestro ser. Más claro,
¿quién sabe mandar? El que sabe descubrir los dones que
Dios le puso a una persona y, con la orden, lo ayuda a
desplegarlos. ¿Y quién sabe obedecer? El que sabe descubrir
que lo están invitando a desplegar los talentos que tiene. Por
eso, para mandar bien, hay que ser obediente de los dones
que tienen las personas y que Dios les puso.
¿Cómo convocar a los hombres si las esperanzas y alegrías,
dolores y preocupaciones, no son las nuestras? (GS 1). Dicho

32
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

con un ejemplo, volvamos al aula, ¿cómo despertar el interés


de los chicos si no conozco en qué están interesados, en qué
lenguaje les hablo si no sé cómo hablan? Por eso la Iglesia
en el Concilio Vaticano II (GS) nos dijo esto: si nosotros no 2
vibramos con la humanidad, si no compartimos sus angustias,
sus sueños, su suerte, sus lenguajes, si no somos
contemporáneos de los hombres de hoy, por más que
tengamos algo valioso para ellos, si no sabemos cómo
hablan y sienten, ¿cómo les podemos traducir lo bonito que
tenemos?
Dicho con un ejemplo más simple: Cuando una madre
reclama a sus hijos que no la visitan no hace otra cosa que
confesar que los amó mal. Con razón no te visitan, la misma
actitud de reclamo está diciendo que no los amaste bien,
porque si los hubieras amado bien, tus hijos siempre querrían
volver a casa con gratuidad. ¿Quién se quiere ir de un lugar
donde lo aman bien? ¿Quién no quiere volver a donde sabe
que hay amor y calor?
Apliquémoslo a nosotros. Cuando la Iglesia pone el
acento en la obligación del culto no hace otra cosa que
confesar el fracaso de la evangelización. Cuando yo tengo
que decir es obligatorio ir a rezar quiere decir que no suscité,
que no evangelicé bien, porque no los enamoré de Dios. Lo
mismo a la gente: le ha quedado “hay que ir a Misa”; no
entienden que Dios los ama y que, por eso quieren ir a Misa.
Esto lo podemos aplicar también a muchas cosas nuestras,
cuando la Regla es una carga y no la guía que estoy buscando
para canalizar mi amor, fracasó la formación. Si la Regla es
una carga entonces no supe suscitar el amor que quiere
encontrar caminos para expresarse y concretarse. Ese es el
espíritu profundo de las reglas, si no sería ilícito tener reglas
o estaríamos todavía en el Antiguo Testamento: hay que
cumplir la ley. Para el cristiano el amor es la ley que después
puede tener formas de expresarse, pero que siempre es el
amor que busca caminos de concreción.

33
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Dios siempre nos buscará y, si es necesario, hasta en el


infierno; y no estoy exagerando, no es metáfora, es el credo:
descendió a los infiernos a buscar al hombre...El Buen Pastor
fue a buscar la oveja extraviada y la cargó sobre sus hombros,
por eso hay que tener cuidado. Habrán oído alguna vez frases
aterradoras como esta: “mirá que Dios pasa y no vuelve
jamás”. ¡No! Dios pasa y vuelve 1000 veces. Pero, es cierto
que hay oportunidades que no se repiten, eso es distinto. Es
cierto, habrá otra circunstancia, no esta. Por eso
“como el centinela espera la aurora” (Salmo 130,
6),
deberíamos estar atentos al amor que golpea nuestra
puerta. ¿Saben lo que es un centinela que espera la aurora?
Alguien que estuvo aterrado por la noche, sintiéndose
amenazado por la sombra, el enemigo, la soledad, el frío,
que amanezca: la aurora es una fiesta. Si no sé lo que es
pasar una noche a la intemperie y en soledad, el amanecer
me puede parecer hasta molesto.
Como el centinela espera la aurora deberíamos estar
atentos al amor que golpea nuestra puerta. ¿Qué quiere
decir? Que a veces sólo el que se ha dado cuenta que si el
amor no golpea la puerta, nuestra vida, está perdido, ese va
a estar en vela... Como el padre del hijo pródigo, a veces
uno dice me siento mal, estoy enfermo, uno está deseando
que alguien haga ruido por la mañana para pedirle ayuda;
en cambio, si tuve una noche tranquila y apacible, qué bronca,
alguien hizo ruido y me despertó. Qué distinto es según lo
que nos está pasando... Como el padre del hijo pródigo,
vivir mirando el camino esperando correr al encuentro. ¿Quién
vive bien? El que vive en estado de expectativa de la visita de
su Amado. Así como el padre no podía sino mirar el camino
porque extrañaba el hijo, fíjense qué lindo si nosotros
viviéramos en estado de expectativa de un Dios que se nos
quiere ir manifestando.

34
2ª meditación Si conocieras el don de Dios ...

Podemos decirlo en nuestro lenguaje: “Sé que vas a venir


y, aunque tardes y el corazón se me desgarre, empiezo a
gozar, porque sé que vas a venir”. Ese es el estado del corazón
de un creyente con esperanza y con amor. Certeza: sé que 2
vas a venir aunque tardes y el corazón se me desgarre y me
atrevería a decir que es lo que creo y espero les esté pasando,
empiezo a gozar... Por eso somos tan raros, si alguien les
preguntara: “Hermana ¿cómo está?” “Con el corazón
desgarrado y muy bien. Muy mal y muy bien”.
La muerte es el último llamado, si ustedes quieren, la
última campana, no el fin de algo tan bello como absurdo.
Para muchos la vida es una especie de misterio donde es un
absurdo con cosas bellas. Entonces la vida no es el fin de
algo tan bello como absurdo, sino un “podés pasar”. ¿Qué
es la muerte? Dios que me dice “podés pasar y aquí estoy
todo Yo para todo vos y para siempre”: al fin aparezco en
plenitud. Francisco la pudo llamar “hermana” porque la leyó
así y se dispuso. ¿Cómo?: pidió ser acostado desnudo en la
desnuda tierra.
Como Adán quiero volver a estar encontrable. Es que, al
fin, esta es la gran pregunta del hombre: todo nos es quitado
o todo nos es ofrecido. Vieron que, con los años, uno comienza
a darse cuenta de que le empiezan a sacar cosas: trabajo,
capacidades, fuerzas y va quedando muy poquito… Y este
poquito ¿también me lo querés sacar? o habrá que leerlo de
otra manera ¿es que al fin te quiero ofrecer todo y por eso
hay que abrir las manos? No sos vos el que me tenés que
traer cosas, sino vos el que te tenés que abrir para que te dé
todo. No te asustes de tener las manos vacías.
Acudir y vivir la Eucaristía nos mantienen en vela. ¿Qué
objetivo tiene, entre otros, celebrar la Eucaristía todos los
días? Darnos cuenta de esto, que estamos frente a un Dios
que se nos quiere ofrecer, adelantado en la Eucaristía y
definitivamente en el encuentro final.
La Eucaristía nos recuerda que Dios está dispuesto a

35
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

entregarse, a darse, y ese es nuestro destino. Como en la


parábola Dios nos llama a distintas horas, horas del día y
horas de la vida (edades, etapas, etc.). ¿Se acuerdan de los
que no tenían trabajo y sale el campesino y les dice “¿ustedes
que hacen acá?” “Y, no tenemos trabajo”. “Bueno vengan”,
y así sale a distintas horas y los va llevando a la viña. Piensen
que no es casualidad, la liturgia de las horas tiene tantas
horas como veces salió en la parábola ese hombre a buscar
a los que no se habían dado cuenta. Nosotros cuántas veces
decimos ¡huy! qué bronca, tengo que cumplir la hora media,
¡qué plomo!. Si nos diéramos cuenta que son invitaciones de
Dios a darnos cuenta que estamos invitados a la fiesta. No
es ¡huy!, me falta vísperas.., son distintas horas a través de
las cuales Dios nos quiere recordar que la felicidad y el amor
son nuestra meta y Dios nos sale al encuentro sólo en las
distintas horas del día, en las distintas horas de la vida.
Distintas edades, distintas crisis, momentos de traslado,
de enfermedad, cuando hay momentos de la vida donde uno
se da cuenta: acá empieza otra cosa. Son momentos donde
te vuelve a invitar a la comunión con mayor intensidad, con
mayor conciencia.
En María el hombre terminó de dejarse encontrar. Fíjense
qué bonito esto; en María, al fin, Dios pudo terminar de
encontrar al hombre. La Virgen estaba ahí, la Virgen estaba
oyente, encontrable. Y ¿para qué Dios quería terminar de
encontrar al hombre? ¿Para retarlo? ¡No! Para poder terminar
de ofrecerse. ¿Cuándo Dios pudo terminar de ofrecerse? Y
Dios pudo terminar de ofrecerse cuando el hombre terminó
de dejarse encontrar. Muchas veces nosotros decimos: “Señor,
pero ¿dónde estás?”, Y Dios nos podría preguntar: “¿y vos
dónde estás? Si hace tiempo que me quiero dar, pero dejate
encontrar y me voy a dar”.

36
3
“Este hombre recibe a los pecadores y
come con ellos”

“Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:


«Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos»
(Lucas 15,2)

Con esta meditación hacemos referencia al acto


penitencial, al Gloria y a la oración inicial de la Misa y, con
esto, completaríamos los ritos iniciales. Tomamos el nombre
de esta lectura,
“Este hombre recibe a los pecadores y come con
ellos”.
Todos nosotros llevamos dentro un grito, un hambre, una
sed de encontrar amor. Nuestra vocación es el amor; esto
nos convierte y no hay que tener miedo de usar la palabra:
“mendigos” de amor.
Todo hombre añora encontrar amor, es un mendigo de
amor, pero en el fondo de su corazón, junto a esa necesidad,
a esa hambre también está -tan arraigado como ese deseo-,
un profundo temor que lo llena de angustia que consiste en
esta pregunta:¿será el amor capaz de verdad?, es decir, ¿será
el amor capaz de asumir mi verdad, de amarme como soy?
El amor ¿es capaz de lo real y no sólo de lo ideal?...
El amor está lleno de expectativas, de sueños, de ilusiones;

37
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

tememos que al acercarse y conocernos en nuestra verdad


nos desprecien, nos descarten y hasta nos condenen. Vieron
que a veces alguien que ama, en seguida proyecta sobre el
otro ilusiones, sueños y deseos y ¿cuál es entonces nuestro
temor? Cuándo se encuentre conmigo y no con lo que él pensó
de mí ¿me amará a mí?. Entonces este deseo de ser amados
tiene como vecino al temor de; pero yo no quiero ser
despreciado, ni descartado y menos condenado. ¡Qué ter-
rible sería que alguien nos conozca y diga: no valés la pena,
conocí tu fondo y no me gusta; casi diría, es una condena, no
te quiero como sos! Mi fondo es un problema; no hay
solución. Este temor es tan profundo como el deseo y por eso
tantos mueren prefiriendo evitar el sufrimiento y el fracaso
sin intentar la aventura del encuentro, del amor, sin la cual la
vida no termina de ser vida...
¿Qué convierte a la vida en vida? Cuando la vida alcanza
amor, encuentro y comunión, este temor es tan profundo que,
a veces, preferimos evitar el fracaso y cometemos el gran
error de fracasar ya por no intentar aquello que a la vida le
puede dar plenitud. Ese es el miedo al fracaso que tantas
veces nos impide vivir y, para decirlos en parábolas
evangélicas: ¿se acuerdan cuando Jesús nos dice: por qué
enterraste tu talento? Podríamos decir, nuestro talento más
precioso es nuestra persona, y no la expusiste al amor. Esto
nos sirve para entender la liturgia.
Luego del saludo inicial, la liturgia eucarística comienza
con una invitación a reconocer nuestros pecados. El sacerdote
saluda y luego invita al acto penitencial:
Queridos hermanos, ahora que estamos frente a
Dios dispongámonos para esta comunión
reconociendo humildemente nuestros pecados.
Y uno de los sentidos más profundos de este rito es
justamente salir al encuentro de este problema humano que
acabo de enunciar. ¿Cuál es el fin del acto penitencial? El fin

38
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

no es tanto que nos reconozcamos pecadores, sino que


sepamos que el Padre nos reconoce hijos aunque no nos
comportemos como tales. No es que le vamos a informar a
Dios que somos pecadores, nos vamos a informar nosotros
de que somos hijos aunque seamos pecadores, que es
distinto. No lo informamos nosotros a él, él nos informa que
nos conoce.
3
Pensemos que la Misa empezó habiéndonos convocado.
¿Quién alguna vez, en el Noviciado, no pensó “si se dieran
cuenta quién soy me echan”? ¿Si supieran quién soy me
aceptarían las hermanas, me aceptaría Dios? Y, ¿cuándo uno
se siente en casa? Cuando dice “me conocen y me aceptan,
me quieren; yo las conozco y las acepto”.
Es un silencio este al cual invita el acto penitencial, un
silencio humilde lleno de verdad: sabiendo quienes somos
nos llamó y, así al fin, sabiéndonos aceptados podemos no
huir de nosotros mismos y de los demás. ¿Por qué digo huir
de nosotros mismos? Porque sólo el hombre que se sabe
aceptado y amado por Dios tal como es, no tiene que vivir
huyendo de sí. Aunque esto nunca es como en las películas:
¿vieron que dice a veces, buscado, fugitivo, alguien que es
un delincuente? Creo que me van a entender. Uno puede ser
un fugitivo de sí mismo, evito encontrarme conmigo, tengo
miedo a despreciarme, miedo a no aceptarme, tengo miedo
de aceptar ser el que soy. ¿Cuándo puedo no huir de mí y
puedo no huir de los demás? Cuántas veces frenamos nuestro
trato, nuestra amistad, como diciendo: “hasta tal punto llego
pero tengo miedo de que me sigan conociendo y se terminen
dando cuenta quién soy”.
El hombre que se sabe aceptado por Dios ya no teme que
lo encuentren porque sabe que la última verdad no es el
desprecio sino la acogida, la valoración, la aprobación, el
perdón, la misericordia; es decir el amor entrañable de
madre y fiel como el de un amigo, nos capacita para el
encuentro. Ese sabernos amados y perdonados termina de

39
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

disponernos para permitirnos ser encontrados por un Dios


que nos anda buscando.
No hay apuro en hablar, Dios nos quiere hablar pero an-
tes de hablarnos nos quiere hacer sentir amados, porque si
no nos sentimos amados, no lo vamos a escuchar. Para
escuchar hay que estar reconciliado, es decir, sabernos
amados, esperados, aceptados como somos, con nuestro
misterio, con nuestra realidad. Por eso ahora entendemos
esa frase tan simple y que nos dice tanto:
“Todos los publicanos y pecadores se acercaban a
Jesús para escucharlo” (Lucas 15,1).
¿Por qué se acercaban publicanos y pecadores? Porque
Jesús no les infundía miedo; se podía estar junto a ese profeta,
se podía estar cerca de ese hombre, no los despreciaba, no
los condenaba, estaban abiertos a que les hable.
El corazón del hombre sólo sabe lo que es la paz cuando
puede decir “me conocen y me aman”. Uno no sabe lo que
es tener paz si no puede decir por experiencia, alguien me
conoce y me quiere. Algo de esto vivió Natanael cuando se
supo visto “debajo de la higuera”.
“Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un
verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De
dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le
respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo de la higuera»” (Juan 1, 47-
48).
¿Qué reacción tuvo ese hombre que pasó de la
incredulidad a la adoración? Jesús le dijo simplemente “te
vi debajo de la higuera”, lo cual implica: “yo sé quién sos, sé
lo que estabas haciendo, te conozco...”.
La samaritana, cuando se dio cuenta que Jesús sabía quien
era ella y que a pesar de eso la buscó:
[“Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve

40
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

aquí». La mujer respondió: «No tengo marido». Jesús


continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido,
porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu
marido; en eso has dicho la verdad»” (Juan 4, 16-
19)],
“La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la
ciudad y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre 3
que me ha dicho todo lo que hice»” (Juan 4, 28-29).
Y la mujer pecadora descubierta en su miseria
“Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer
que había sido sorprendida en adulterio” (Juan 8, 3)
se dio cuenta que ya no era necesario esconderse y huir.
Estaba ante alguien que le decía:
“Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te
ha condenado?” (Juan 8, 10).
(ej. del niño y el boletín)
Llegamos a un lugar donde no hace falta huir, alguien es
capaz de amarnos como somos.
¡Cuántos diálogos -y hablo de diálogos humanos y hasta
diría cuántos apostolados, misiones, formaciones-, fracasan
por ahorrar estos pasos! Sólo escucha el que se sabe amado.
¡Cuántos padres, a lo mejor, a sus hijos los reprenden con
verdad, pero sin amor! ¡Cuántas formaciones con verdad
pero sin amor! ¿Quién escucha? Escucha sólo el que se sabe
amado.
Jesús antes de hablar con los hombres quiso ir al desierto
a terminar de encontrarse con el hombre que él era. Jesús
quería saber en carne propia la fragilidad humana para no
hablarle al hombre y pedirle lo que el hombre no es capaz
de vivir. ¡Qué importante es esto! Él, que nos iba a dirigir la
palabra y a predicar, quiso saber en su propia carne lo que
el hombre es capaz de llevar. Por eso dirá de fariseos y

41
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

escribas, quieren que llevemos pesadas cargas los que no


pueden ni llevar una chiquita.
“Atan pesadas cargas y las ponen sobre los
hombros de los demás, mientras que ellos no quieren
moverlas ni siquiera con el dedo” (Mateo 23, 4).
Jesús pide lo que sabe que el hombre puede llevar.

Lo curioso es que la pregunta terminará siendo al revés.


¿Se acuerdan que dijimos “si supieran quién soy, ¿me
amarían?”…? Pienso que este miedo que es tan humano, un
miedo de fondo, es el miedo de Dios. Este es el sentido.
Cuando Jesús se encuentra con Pedro, después que lo negó y
le pregunta:
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”
(Juan 21, 15),

“Pedro se entristeció de que por tercera vez le


preguntara si lo quería” (Juan 21, 17)
como queriendo decir esto: Ahora que me conoces vos a
mi, ¿me podés amar como soy?...
¿Por qué? Porque soy un Dios que lo van a matar, un Dios
que no va a usar su poder para sacarte de la cruz, un Dios
que parece que fracasa, un Dios que no piensa como los
hombres. Entonces es como si Dios le preguntara al hombre:
“¿y vos vas a soportar que yo sea este Dios, que tenga esta
manera de salvarte, de conducir tu vida?”
Por algo hay una bienaventuranza en el Evangelio muy
fuerte: “Bienaventurado el que no se escandalice de mí”.
Nosotros tenemos miedo a que Dios se escandalice de
nosotros, y Dios tiene miedo que nosotros nos escandalicemos
al ver la manera que tiene de conducir la vida del hombre.
Hace dos días tomé un remise y el hombre me contaba que

42
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

su mamá estaba enferma en el hospital, agonizando, y el


hombre me mira y me dice: “Perdón, Padre, que le diga esto
pero ¡qué cruel es Dios!...” ¿Se entiende? Porque cuando uno
mira agonizar una persona, sufrir, se pregunta pero ¿y esto
tiene sentido? ¿Dónde estás?
¿Si esto termina así, es tanto tu amor? Entonces es bueno
tener los ojos abiertos y darse cuenta que la pregunta de 3
Jesús no es tan tonta. Pedro fue con temor a la orilla pensando
¿y Jesús me va a amar después que lo negué?. Y Jesús ni se
lo pregunta, lo que pregunta es ¿Y vos me amás a Mí siendo
este Dios que esconde su poder y que muchas veces parece
que estás librado a vos mismo?

Aquí se canta el Gloria, lo que cantaron los ángeles y los


pastores al ver que Jesús nace en Belén, en la noche, en un
humilde pesebre
“porque no había lugar para ellos en el albergue”
(Lucas 2, 7).
¿Por qué el Gloria? Dios quiso nacer en medio de la noche
de la historia, Dios quiso nacer aunque no hubiera lugar en
la posada. Dios está entre nosotros aunque no queramos
hacerle lugar. Por eso los ángeles y los pastores:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a
los hombres amados por él!” (Lucas 2, 14).
Siendo quienes somos igual quiso estar entre nosotros, y
nosotros hoy en la Misa cantamos “Gloria a Dios en el cielo”
porque siendo quienes somos nos querés como hijos, y querés
convertirnos en tus amigos.
El Gloria es una oración llena de alabanza y júbilo -basta
ver la letra “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los
hombres”-, pero que termina en súplica, pero “Tú que quitas
el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, atiende nuestra
súplica”. ¿Por qué? Porque lo que estamos descubriendo es

43
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

demasiado bello para ser cierto. Vieron que cuando nos pasa
algo lindo enseguida decimos, pero ¿me puede pasar a mí?,
vieron que medio en broma, me pellizco a ver si no estoy
durmiendo..., es cierto esto, es tan lindo que cuesta creerlo.
Entonces el Gloria empieza embalado pero termina casi
dudando.
Desde nosotros que amamos sólo lo bueno, bello y útil es
difícil creer que alguien nos ame aunque no seamos tan
buenos, tan bellos y tan útiles. Por eso luego del Gloria viene
la “oración colecta”, donde conscientes de que estamos ante
un don -el amor, que no es premio a nuestras virtudes, a
nuestra belleza, a nuestras capacidades-, nos disponemos a
recibirlo. Frente a los dones uno puede disponerse y pedimos
–humildes- que nos los den, ya que exceden nuestros méritos
y capacidades. Ante el amor no hay conquista, hay
disposición, humildad y pedido.
La disponibilidad ya no es sólo la motivada por la pobreza
sino la que suscita el amor. Ejemplo: si una persona está
muerta de hambre golpeará la puerta de una casa y dirá:
“por favor ¿tiene algo de comer?” y aceptará casi cualquier
cosa porque tiene hambre. La disponibilidad suscitada por
la pobreza es “cualquier cosa porque tengo hambre”. La
disponibilidad suscitada por el amor no es “porque no tengo
más remedio acepto cualquier cosa”, sino porque intuí tu Amor
acepto cualquier cosa, que es distinto. Si uno empezó a
vislumbrar el Amor de Dios, el amor suscita disponibilidad,
pero no ya la disponibilidad de la creatura pobre que está
ante Dios y se da cuenta de que no puede pedir algo, sino de
la creatura que se dio cuenta de que Dios es Amor y, ante el
Dios que es Amor, puedo estar disponible porque sé que no
me va a dar cualquier cosa, sino lo que necesito.
Algunos jamás llegan hasta aquí, hasta esta disponibilidad
suscitada por el amor. Por ejemplo cuando estoy ante una
persona que creo que me quiere y es mi amigo, ya no me
defiendo y estoy. Si me dicen, -por ejemplo, en mi caso-:

44
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

“Manuel”, “sí, ¿qué querés?”, es la disponibilidad ante


alguien que sé que me ama. Algunos jamás llegan hasta aquí.
Tal vez no se animaron, no encontraron amor, sólo miradas
exigentes por parte de los hombres y por un desfigurado e
incompleto rostro de Dios.
Muchas personas nunca logran tener confianza en Dios y
en los demás. ¿Por qué? Concedamos que algunos no se 3
animan, pero la mayoría no es que no se animan, sino que
nunca los amaron bien y, por eso, nunca el amor suscitó en
ellos la confianza. Si yo predico “un rostro de Dios severo,
juez, exigente, que está mirando lo que falta, el detalle que
está mal hecho”, ante ese Dios tiemblo, no me presento
confiado. Lo mismo si mis padres o mis formadores fueron
super exigentes, me llaman y tiemblo como diciendo “qué
hice mal” y no “¿qué querrán de mí?, aquí estoy...”. Es esa
presencia confiada ante el que sé que me llama porque me
quiere y no porque hice algo mal.
Nuestra deuda es saber mirar: que a nadie le cueste, al
lado nuestro, ser pobre, ser como es. Fíjense qué bonito esto,
cuál es nuestra deuda si es que nos hemos encontrado con el
amor: que los que se encuentren con nosotros se encuentren
con una mirada y una actitud que no les dé temor ser como
son. Si yo vivo en un lugar y las personas que viven al lado
mío, con el tiempo, nunca terminan de ser ellas mismas, el
problema no lo tienen ellas sino yo. ¿Qué es lo que suscito
para que ante mí no puedan mostrarse pobres y auténticos?
Otro ejemplo: supongamos que entramos a este salón bien
calefaccionado: nadie va a decir “quítense los abrigos”, nos
los vamos a quitar porque está cálido, se entiende? Uno se
desabriga donde está cálido, uno se saca la armadura donde
no hay guerra, uno se saca la coraza donde no hay agresión.
A veces nosotros ordenamos, sacamos las armaduras pero
no hay clima de paz.
Nuestra deuda es saber mirar como Dios nos mira. Que
no tengamos otra expectativa que amar su verdad y de

45
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

verdad. A veces alguien tiene expectativas sobre nosotros pero


sobre lo que no somos nosotros. Yo espero de vos algo que
vos no sos. En cambio alguien que nos ame bien no tiene
que esperar que nosotros cumplamos su sueño, sino que
espera conocer y amar la verdad de lo que somos y amar de
verdad lo que somos. ¡Qué bueno si los demás intuyen que
nosotros no esperamos que ellos cumplan nuestras
expectativas, sino que nosotros esperamos que aparezcan
para marlos como son!
¿Cuál es el punto de partida en el amor? Parece simple y
no lo es. El punto de partida es dejarse encontrar...Para que
a uno lo amen hay que dejarse encontrar, y para suscitar
confianza en los demás hay que dejarse encontrar. Si los
demás se encuentran con mi fondo, posiblemente muestren
su fondo... Por eso Jesús prefirió ser confundido con un vecino
-“el hijo del carpintero”-, que ser temido. Jesús prefirió
encarnarse, hacerse niño y vecino de Nazareth, y que un día
al empezar a hablar alguien pudiera decir, “pero cómo, ¿vos
te presentás como el Mesías?.. si sos el hijo del carpintero, el
que creció entre nosotros...”. Hubiera podido descender de
una nube revestido de gloria y sin embargo hubiera suscitado
temblor. Dios ya lo sabía desde el Génesis, si suscita temblor
no va a haber encuentro. Y por eso se presentó como
hermano, pobre, vecino, despreciado, el hijo del carpintero.
Pero prefería no suscitar temor y poder hablar al corazón
que hablar desde su gloria y hacer temblar.
Al mismo Juan Bautista lo confunde esta manera de ser
del Mesías. Juan Bautista esperaba un Mesías justiciero que
viniera a poner orden, rectitud, mano dura, justicia y, sin
embargo, cuando lo ve al Mesías, lo que ve es que come y
acoge a los pecadores, publicanos, prostitutas... Juan
Bautista, no cualquiera sino el último de los profetas, el
hombre más grande nacido de mujer, el que tenía por misión
señalar quién era el Mesías, ese cuando está muriendo, tiene
una pequeña duda que lo lleva a preguntar:

46
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

“¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a


otro?” (Mateo 11, 3).
Es como si una de ustedes, ya anciana, viniera a hablar
conmigo: “Padre, tengo una duda...” “Sí hermana” “Mire yo
no sé si tengo vocación...”
¿Qué es lo que confundió a Juan Bautista? Ver que el
Mesías se presentó humilde, amigo de pecadores. Y Jesús le 3

responde con los profetas y su respuesta no se hace esperar:


“Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
[…] la Buena Noticia es anunciada a los pobres”
(Mateo 11, 4-5).
Y Juan Bautista, que sabía de profetas y de Escritura y de
Dios, comprendió que había leído mal y que había leído
sólo los renglones de justicia y se había olvidado que había
también, en el Antiguo Testamento, el anuncio de un tiempo
de gracia en el cual;
“los ciegos ven y los paralíticos caminan; los
leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos
resucitan” (Mateo 11, 5).
Es como el mismo Padre que comprende que Adán no se
animará a salir de los arbustos y a dejar de cubrirse, hasta
que deje de tenerle miedo.
Un ejemplo muy humano y muy casero; a mí me pasó y
creo que a ustedes también. ¿Nunca las corrió su mamá con
una chinela o con un cinturón y les dijo: “chicos, ¿dónde
están?”. Uno estaba escondido y espiando: “mamá si no nos
pegás, salimos, pero si está con el cinturón y decís «chicos…»,
nadie sale...”.
En el Génesis, Adán pecó,y aparece Dios:
“El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde
estás?»” (Génesis 3, 9).
Y Adán, como los chicos dijo “no aparezco ni loco, me

47
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

matan”. Es como si Dios se puso a pensar y dijo, claro, lo


asusté. Entonces se dice: ¿qué tengo que hacer?
De un Dios que pregunta desconsolado: “¿dónde estás
Adán...?” pasa a un Dios que se presenta hecho niño
desprotegido y frágil en un humilde pesebre. Dios se pone
en manos del hombre para que el hombre se ponga en manos
de Dios. Como si Dios hubiera dicho “¿qué puedo hacer para
que dejen de tenerme miedo? Voy a ponerme yo primero en
sus manos, como niño, para que un día ellos se pongan como
niños en mis manos, pero yo doy el primer paso”.
Fíjense lo que estamos diciendo: Dios se pone en manos
del hombre y Dios desprotegido en las manos crueles del
hombre. No sé si recuerdan que ya el rey David un día dijo:
“¡Estoy en un grave aprieto! Caigamos más bien
en manos del Señor, porque es muy grande su miseri-
cordia, antes que caer en manos de los hombres” (2
Samuel 24, 14).
En cambio Dios se pone en manos nuestras para que
nosotros nos animemos a ponernos en sus manos.
Si no hay amor, no hay verdad, vivimos escondidos. En un
lugar donde no haya amor no va a haber verdad, porque si
no hay amor nadie se atreve a salir del escondite. Y donde
no hay verdad no hay amor. El hombre podría decir: “Señor,
perdoname, soy un desconfiado”. Nosotros le podríamos
decir a Dios: “Perdoname, me cuesta confiar en vos”, y Dios
nos podría decir: “Yo soy incomprensible, comprendo que te
cueste entenderme”. Nosotros somos desconfiados y Él es
misterio.
Antes de encontrarnos en el altar hay que estar
reconciliado. Dios nos acepta desconfiados y, por eso, se
desarma para suscitar confianza. Aceptémoslo nosotros,
misterioso, si es que lo queremos conocer. Es como si Dios
nos dijera, “Aceptá no entender si querés entender, pero

48
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

dejame actuar para que sepas, para que te muestre quién


soy”. Lo mismo nos pasa en la amistad, “¿y vos quién sos?
Dame tiempo y te lo diré”. ¿Cuál es la mejor manera de
conocer a alguien? “Dame tiempo y te lo diré”.
La comprensión existencial de la gratuidad supone la
experiencia de un trato no debido. ¿Qué quiere decir? Quien
puede entender, no con la cabeza, sino vitalmente, lo que 3
significa la comprensión existencial de que existe la gratuidad.
¿Quiénes la tienen? Los que tuvieron experiencia de
gratuidad: un día sentí que me amaron aunque no me lo
merecía. Eso es gratuidad. Un ejemplote lo que no es
gratuidad: “¡Qué bien me está tratando! ¿Qué me va a
pedir?” Porque uno se sorprende de que sea tan amable... a
veces es así. En cambio, cuando hay dulce y después no hay
un pedido, eso es la gratuidad. Me lo dio porque me lo dio,
me amó porque me amó, no había segundas intenciones,
no era para pedirme algo, me lo quiso dar porque sí.
La denuncia sin amor cierra y desespera. Fíjense: cuando
hay predicaciones que denuncian pero sin amor, eso, lejos
de provocar conversión provoca cerrazón y desesperación;
es cierto que hay que denunciar. La denuncia, si es profética,
es parte de la vida cristiana y religiosa; hay que denunciar.
Pero la denuncia sin amor, lejos de provocar la conversión,
provoca la cerrazón y la desesperación. Cuando uno estudia
la Sagrada Escritura y los Profetas, la ciencia bíblica nos dice
que la profecía siempre tiene como finalidad la conversión.
Un profeta, aunque hable duro, si lo estudiamos a fondo,
siempre es “porque te amo y creo que podés cambiar”. Por
eso no es terrible que Dios nos denuncie por los profetas, lo
terrible es que Dios no nos hable. Mientras te reten y te exijan
es porque creen en vos, asustate cuando te dejen tranquilo.
Los profetas, aunque sean incómodos, son amorosos. Lo malo
es si nos dejan tranquilos; eso significa, creo que acá no se
puede cambiar, no sale nada. La denuncia sin amor cierra y
desespera; sólo es posible dejarse encontrar por el que mira

49
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

como Él mira.¿Por quién me dejo encontrar pobre,


incompleto, pecador? Por el que tiene una manera de ser y
de mirar que suscita lo mismo que Dios.
Solo es posible dejarse encontrar por el que mira como
Él. ¡Qué bonito si los hombres al lado nuestro no temieran
mostrarse como son! Eso nos permitiría actuar sobre su
corazón. No hay lectura sobre el hombre más autorizada que
la de aquel que, crucificado, -es decir condenado, maltratado
y expulsado-, pidió perdón por nosotros al descubrirnos
-compartió nuestra humanidad-, frágiles, temerosos e
ignorantes.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
(Lucas 23, 34)-
¿Cuál es la lectura más autorizada que alguien hizo sobre
el ser humano? La que hizo Aquel, que padeciendo al ser
humano, terminó diciendo al compartir su condición humana,
perdónalos, son más pequeños, ignorantes y pobres que
malos.
Ejemplo: vieron que, a veces en una familia, a lo mejor la
madre o la abuelita dice: “los chicos son buenos”. Y uno a
veces dice: “Vos porque no los conocés”. No, los conozco,
los aguanto, convivo con ellos, pero me dí cuenta que son
chicos, no son malos. Lo mismo Dios: Dios hecho hombre le
dice a Dios: perdonalos, no saben lo que hacen, y te lo digo
desde este lado y te lo digo compartiendo su fragilidad. ¡Qué
lindo saber que así nos mira Dios!
Toda miradas que no sea como esta no es mirada de Dios.
Si Jesús es la plenitud de la Revelación, Dios nunca puede
tener una mirada de preceptor duro, es Aquel que ¡ojo!, en
el mismo acto con el cual lo estamos echando del mundo,
padeciendo la expulsión y la muerte, nos dice: estos son
pequeños y pobres. ¡Qué difícil es encontrar entre nosotros
uno que lea igual! A veces nos quedamos en las heridas y
decimos “Son unos desgraciados”, y no hemos podido hacer

50
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

con Jesús la lectura también nosotros de nuestra condición y


decir también: “perdonalos, no saben lo que hacen”.
Las reacciones humanas están en proporción a las
amenazas. Es decir, al sentirnos amenazados, según nos
sintamos tratados, así serán nuestras reacciones. No hay
diálogo posible si infundimos miedo. Defraudar la confianza
puede significar una cerrazón sin retorno (por ejemplo un reto 3
en la confesión, hacerse el bueno para saber y luego castigar,
etc.). Me animaría a ser más crudo, cuántas de ustedes
entraron niñas inocentes, creyendo que las hermanas eran
todas buenas, y hoy les cuesta confiar en alguien! ¿Qué quiere
decir esto? Muchas veces defraudar la confianza puede
significar una herida tan honda en la inocencia que cueste
volver a estar en estado de apertura. Y es peor un herido que
alguien que todavía está lejos pero no está herido. En el
mundo es muy difícil encontrar a quien fue herido en su
inocencia, en su confianza. Entre nosotros tenemos que
curarnos. Porque ¡cuántas veces una comunidad está formada
por personas lastimadas que se siguen lastimando porque
siguen desconfiando de todos! y si alguien no comete la
locura de empezar a confiar no va a cambiar el clima que
reina en ese lugar. Alguien tiene que ser como Jesús, el loco
que se ponga niño en manos de los otros, y sé lo que estoy
diciendo.
Entiendan que estoy invitando a algo difícil. La aventura
del amor termina en escándalo si no comprende la gratuidad.
El verdadero amor no se siente defraudado porque sabe a
qué se animó.
Supongamos que una de ustedes levante la mano y dice:
“Padre, lo que usted dice yo lo intenté hace muchos años y
mire como terminé, maltratada, me lastimaron”. Y yo le diría:
“Pero usted sabe a qué se animó”, como diciendo, el
verdadero amor no se siente defraudado porque sabe a qué
se animó. Jesús se animó a presentarse niño en manos de los
hombres: aunque sabía que eso terminaría en cruz, estaba

51
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

dispuesto a la cruz para suscitar amor. Dicho más simple, si


yo quiero suscitar amor en mi comunidad tengo que estar
dispuesta a sufrir desprecios hasta que la desconfianza de
los otros, al ver que los sigo amando a pesar de sus
desprecios, me tomen examen y vean que mi amor es
auténtico a pesar de ser maltratada. Si todos al primer
problema nos volvemos a replegar, nada cambia. De
chiquitas ¿nunca jugaron con un caracol? Al tocarle la
cabecita, se vuelve a esconder. Bueno, nosotros somos lo
mismo, salimos del caparazón, nos tocan y volvemos adentro.
¡Qué vergüenza que nos teman los animales! El hermano
Francisco fue capaz de infundirles confianza...
¡Qué lindo sería el viaje sin retorno, salí para no volver!
Nosotros salimos de casa para no volver, pero no terminamos
de salir para no volver al animarnos a amar aunque nos
lastimen. En esto hemos vuelto a casa.
Jesús, en el desierto, termina de conocer al hombre, acepta
con plena libertad su misión y comprende definitivamente
que no habrá otro recurso para abordar el corazón humano
que la oferta de amistad. En otras palabras, ¿cuál es la
tentación de Jesús en el desierto? Le dan ganas de volver a
casa. Antes de empezar su vida pública Él aceptó y
comprendió que salía a sembrar y que iba a ser herido.
Fíjense que a veces nosotros profesamos sin terminar de
comprender como Jesús; hicimos mal el desierto porque no
terminamos de comprender en el desierto de la formación a
qué nos animábamos cuando empezábamos la vida
religiosa. Cuidado que esto yo lo sé decir; no sé si lo sé vivir;
me lo estoy diciendo a mí mismo.
Los ritos iniciales en la liturgia sólo llevan unos minutos,
pero pueden implicar toda una vida para comprenderlos.
Fíjense ¡qué rápido pasa esto en la Misa, qué difícil es
entenderlo!
La confesión no es una vergonzosa prueba para el que no

52
3ª meditación Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos

tuvo vergüenza y pecó. ¿Les suena esta frase? Alguna vez se


dijo; “ya que no tuviste vergüenza de pecar, pasá ahora
vergüenza y confesate”. Bueno, eso es una aberración. La
confesión es todo lo contrario. La confesión es la hermosa
posibilidad de escuchar y saber que alguien sabe quién soy
y me ama en nombre de Dios. Es todo lo contrario: “tenés la
posibilidad de saber que te conocen y que te quieren”; no:
3
“tenés que pasar la vergüenza de presentarte ante otro para
que te humille”. ¡Pobre del hombre que no sabe que alguien
lo puede conocer y amar! Más bien digamos al revés “pobre
del que nunca pudo confesarse” y seamos más amplios -no
sólo con un cura-; algunos se habrán confesado con ustedes
o con un amigo. Pobre del hombre que nunca se atrevió a
ser el que es frente a otro y saber que lo podía querer. Pobre
del hombre que no sabe cómo es el corazón del Padre:
“Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue
encontrado” (Lucas 15, 23-24).
¡Qué terrible es existir sin saber esto! Este es el corazón de
Dios.
“Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré […] porque soy paciente
y humilde de corazón” (Mateo 11, 28. 29).
Jesús no sólo “recibe a los pecadores y come con ellos”,
como dice el título de esta meditación y el pasaje de la
Escritura; podemos decir algo más fuerte: nació por ellos,
vivió para ellos, murió para ellos. No es tan extraño que coma
con ellos si a eso vino, si por eso se encarnó.
“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y […] y
María Magdalena” (Juan 19, 23).
Nunca fue difícil estar junto a María. Que nunca sea difícil
estar en la Iglesia o junto a la Iglesia. Que no temamos ser
descubiertos sino que tengamos la paz de sabernos

53
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

conocidos y amados.
No sé si se entendió, y permítanme este ejemplo y termino.
Vean la escena de la crucifixión de la película Jesús de
Nazareth. Si alguna la vio hace poco recordará esto: estaban
María, Juan y estaban los soldados romanos y la Cruz. Y se
acerca María Magdalena, y el soldado romano le dice:
“fuera, acá están sólo los de la familia”. Y entonces María
Magdalena le dice: “To soy de la familia” y la mira a la Virgen.
Y María dice: “Es de la familia”. ¿Se entiende? Y era María
Magdalena.
¡Fíjense qué lindo, al lado de la Virgen no se sentía
incómoda una mujer pecadora! Por eso dije: que nunca un
pecador se sienta incómodo de estar al lado nuestro porque,
si no, el problema no lo tiene el pecador: lo tenemos nosotros
porque no entendimos dónde estamos, quiénes somos y qué
tenemos que infundir.

54
4
La Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros

“Y la Palabra se hizo carne


y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1, 14).

Con esta cita le damos título a esta meditación: “La Palabra


se hizo carne y habitó entre nosotros”. Hoy hacemos referencia
a la liturgia de la Palabra. Siempre es bueno usar
comparaciones, metáforas, imágenes, sobre todo las natu-
rales; a veces nos dan mucha luz sobre nuestro corazón.
Y por eso, si miramos el campo, la tierra, podríamos cons-
tatar algo: siempre fue duro y trabajoso arar la tierra. Es el
momento tal vez más arduo en el campo, romper la tierra,
abrir los surcos, pero el campesino sabe que es necesario
para poder sembrar. Hay un trabajo, un momento duro, pero
necesario para que la tierra se haga capaz de recibir. Por
algo ya desde antiguo dice -y esto lo recogen los salmos-:
“Los que siembran entre lágrimas cosecharán en-
tre canciones” (Salmo 126, 5).

55
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Y si es duro arar la tierra, diría que también es duro arar


el corazón del hombre. Y, si volvemos a la tierra, que lindo
era cuando después de arar, a lo mejor en otras épocas y en
algunos lugares, uno un día sintió el ruido del buey, del ca-
ballo, del hombre que grita u hoy, más moderno, de los trac-
tores,.
Nada más silencioso y disponible que la tierra cuando, al
caer la tarde, está allí en actitud de absoluta disponibilidad,
a merced del sembrador dispuesta a acoger y a dar vida;
esperando que él ponga lo que quiera.
Y si miramos bien diríamos, después de todo ella es ma-
dre..., entonces está allí a merced de la vida, disponible con
lo mejor de sí para ser fecunda.
No menos duro es silenciar un corazón. Si pensamos, ayer
vimos todo lo que Dios hacía para silenciar el corazón, que
resumido en una palabra podríamos decir: un corazón está
silenciado cuando se sabe amado. ¿Cuándo vamos a estar
en silencio? No cuando no se pueda hablar, sino cuando nos
sentimos queridos. Entonces ahí sí estamos en silencio de
escucha, de apertura, de disponibilidad.
Y así como hay que arar la tierra, también hay que ayu-
dar a que el corazón se silencie. ¿Cómo? Recuperando la
confianza -eso es silenciarlo-, para que sea capaz de acoger
a otro. Uno recibe a otro en su corazón cuando le tiene con-
fianza.
“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, es de-
cir, Dios nos quiso entregar a su Hijo. Fueron necesarios si-
glos para silenciar el corazón del hombre. Sí, para que Dios
pudiera entregar a Jesús, para que pudiera pronunciar la
Palabra plena, había que silenciar a la humanidad. Y la his-
toria de la salvación es una larga pedagogía de amor que
termina con un toque de gracia, no sólo con signos, sino con
un toque de gracia para que el corazón de una joven pueda
acoger la Palabra hecha carne, es decir débil y mortal, y poner

56
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

su morada entre nosotros, es decir su presencia personal y


tangible.
Esa antífona que ayer se repetía en la misa: En María la
humanidad se terminó de dejar encontrar y Dios se pudo
terminar de ofrecer.
Estábamos de pie, fíjense que en la misa recién nos senta-
mos después de la oración colecta, de la oración inicial. Por-
que nuestro cuerpo expresa, quiere expresar en la liturgia lo
que le pasa al corazón. No es lo mismo un diálogo en el
pasillo a que digamos “¿por qué no pasás, te sentás y char- 4
lamos?” No es lo mismo que alguien toque a la puerta y lo
atendamos en portería, a que le digamos “pasá, subí”. Lo
mismo en una casa y lo mismo en el corazón. Estábamos de
pie y ahora podemos tomar asiento, este diálogo va a ser
más profundo, ya no es sólo disposición; hay algo más, va a
haber un encuentro.
El Padre ahora nos quiere abrir su corazón, y Él nos quiere
dejar pasar a su Misterio.
Fíjense que ayer comenzábamos diciendo: nosotros so-
mos un misterio y vamos a tener que convivir con él. Y qué
curioso es que Dios es mucho más misterio y sin embargo
nos quiere abrir el corazón y hacer partícipes a nosotros,
pobrecitos e ignorantes, que ni podemos terminar de bucear
el nuestro, nos quiere ofrecer el suyo que, como decía ayer,
en Él, en ese corazón de Padre, también está escondido nues-
tro secreto, nuestra identidad, porque ese es el corazón que
nos soñó.
Escuchar es mucho más que percibir sonidos. Escuchar,
mirar (son todos sinónimos), tocar, es percibir una presencia,
una alteridad, otro. ¿Para qué tenemos sentidos? Para perci-
bir lo otro, al otro, percibir una presencia. Escuchar es darme
cuenta de que hay otro, no sólo ruidos sino alguien. Pos eso
es una manera de estar, de vivir en expectativa comunicativa.
¿Quién escucha? El que está en estado de centinela que es-

57
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

pera la aurora. Espero a alguien, estoy a merced de una


palabra de alguien que está ante mí y se quiere comunicar.
Por eso vive bien el que se da cuenta que vivimos ante al-
guien que se nos está ofreciendo, y por eso vivir es estar en
estado de acogida, de receptividad. Dios empezó a
donársenos en sus creaturas y terminará ofreciéndosenos en
plenitud, cara a cara, en la eternidad.
Escuchar es tener hábitos más que actos. El hábito es un
estado y no actos. Alguien podría decir “yo ayer te escuché
una hora”; “sí, pero hoy no te diste cuenta que estoy”. Ayer, si
me hubieras escuchado bien una hora, hoy me seguirías es-
cuchando, dándote cuenta que estoy. Es mucho más que ha-
berse sentado un rato. Es un estado de apertura, de permeabi-
lidad, capaz de percibir el más allá. No sólo el más allá
sobrenatural, sino el más allá de mí. Vieron que a veces uno
ve a ciertas personas de las que uno piensa: no sé si se da
cuenta que con ella viven otros.
En una comunidad, uno puede decir: “eso es vivir no dán-
dose cuenta, no percibiendo el más allá de mí. Sólo lo que
me pasa a mí y no qué les está pasando a los otros, qué le
está pasando a Dios, qué es lo que quiere Dios”. Permeabi-
lidad: cuando llueve, ¿qué nos ponemos? Un impermeable.
Permeabilidad es todo lo contrario. Permeabilidad para en-
trar y salir desde lo más profundo a lo más profundo. ¿Quién
escucha? El que no tiene puesto el impermeable, sino el que
es permeable pudiendo salir lo más profundo de sí y pudien-
do entrar lo más profundo de otro. Eso es estar en estado
comunicativo, oyente, contemplativo. Por ejemplo, a veces
malentendemos y decimos: “tal persona es muy
contemplativa; no le pidas que se dé cuenta de lo que pasa”.
Error. Está en su galaxia, que es distinto.
El verdadero contemplativo se da cuenta de lo que pasa,
de todo lo que pasa. Se da cuenta de algo más que los chis-
mes acerca de lo que pasa; se da cuenta de todo lo que
pasa. Escuchar es todavía más, es dejar hacer. “Escuchame”.

58
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

Supongamos que Dios o alguien nos dijera: “¿me escuchás?”.


Es como si te dijera: “¿me das permiso para hacer? Escuchá
lo que estoy haciendo con vos en la vida, escuchá lo que
están haciendo los demás con vos, escuchá lo que estoy ha-
ciendo yo con vos”. Por eso escuchar es consentir que el amor
realice su obra en nosotros.
Escuchar es no resistir a la realidad que es percibida como
manos artesanales de Dios para decirme algo. Lo que pasa,
si lo resisto, no escucho al Dios que me está forjando, cons-
truyendo, armando, amando en lo que sucede. Escuchar es 4
dejarse iluminar, es dejarse interpelar. Lo contrario es, por
ejemplo, si yo vivo en estado de “a mí nadie me va a decir
nada”. Dejarse interpelar es: “hasta el más humilde que en-
cuentre hoy tiene algo que decirme”. Es recibir en el corazón
lo que proviene del corazón sin filtrar e intelectualizar. Los
humanos, a veces tenemos ciertas defensas tales como
intelectualizar algo para defendernos. Al amor hay que reci-
birlo, no pensarlo. Entonces leemos:
Y María, “su madre, conservaba estas cosas en su
corazón” (Lucas 2, 51).
Después entendía. Nosotros decimos: “si no lo entiendo
no lo guardo”. Y Dios nos dice: “guardalo y tal vez un día lo
entiendas”. Por ejemplo: ¡cuántos murieron queriendo en-
tender el amor,y cuántos vivieron dejándose amar y murie-
ron tal vez entendiendo por qué los amaron!
Podemos morir sin entender, en cambio si nos dejamos
amar tal vez entendamos qué estaba procurando él con noso-
tros.
Quien se revela nos revela... Esta frase es muy cortita y sin
embargo es un mundo. Quien se revela nos revela. Y cuando
una persona delante nuestro se manifiesta en serio como es,
de alguna manera nos pone a todos al descubierto, por eso,
a veces, nos defendemos de darnos cuenta que alguien se
está mostrando, que nos está abriendo el corazón. Vieron

59
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

que a veces hay una reunión y uno dice “va a ser una reunión
formal” y supongamos que una hermana de golpe dice: “per-
donen pero yo les tengo que decir algo” y les habla desde
más adentro; ya la reunión no es la misma porque no se
puede seguir hablando de lo formal cuando alguien ya puso
el corazón y obligó a que ese diálogo tenga que seguir ya en
ese tono o se deja de hablar.
Quien se revela nos revela y por eso nos asusta que Dios
se revele porque, de alguna manera. que también Él aparez-
ca, pone de manifiesto lo que somos. Ejemplo bíblico: cuan-
do Pedro se da cuenta quién subió a la barca, ¿qué le dijo?:
“Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo:
«Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador»” (Lucas
5, 8),
porque darse cuenta del santo era percibir su condición
de pecador; darse cuenta del Señor lo hacía sentir pobre.
La Palabra es proclamada en la misa, en la liturgia. Co-
mienzan las lecturas, y esa Palabra leída pretende ayudar-
nos a interpretar esa otra palabra que es la realidad, la his-
toria, lo que acontece. Recuerdan que el Dios de la Biblia
nos dice que es el Dios que se revela en la historia y en los
profetas. Quien escuche a Dios sólo por la Palabra no lo va
a entender nunca, quien sólo mire la historia no lo va a en-
tender nunca. En cambio quien escuche la Palabra desde la
historia lo va a entender.
Lo vamos a decir en términos más personales: La Palabra
proclamada se hace elocuente cuando es escuchada con el
corazón en la mano desde una historia real que gime por
encontrar sentido. Si leo la Biblia por deporte y sin estar ex-
puesto con mi corazón, difícilmente voy a saber qué me quiere
decir Dios. Si lo escucho desde mi vida anhelante, sufriente,
sangrante, enamorada, herida, probablemente esa Palabra
diga: entonces entiendo, eso es para mí. Por eso, en algún
retiro, y a lo mejor cuando sea muy viejito, lo voy a hacer

60
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

con más autoridad porque uno también necesita años- Ima-


gínense el primer día de un retiro, a lo mejor cuando tenga
ochenta años, si sigo hablando, voy a decirles: “Hermanas,
hoy es un día de silencio para escuchar lo que Dios nos está
diciendo en lo que pasa”. Y a lo mejor en esa época ya no
piensan que no preparé la charla. El retiro no es para escu-
char al predicador, es para escuchar lo que Dios me viene
diciendo en mi vida; el predicador es el complemento, el
detonante, la chispa que tiene que despertar la capacidad
de comprender lo otro que es lo real. Ese es el retiro perso-
nal de cada uno de nosotros. 4

La Palabra de Dios nos permite conocer su voluntad, es


decir, es para encontrar respuesta a la pregunta que inquieta
la conciencia humana: ¿qué debo hacer? ¿Qué no debo
hacer? Cuando uno escucha la Palabra de Dios se pregunta:
“¿qué querés Señor de mí? ¿Cuál es tu voluntad?” Y siendo
esto verdad, a propósito empecé por lo menos importante.
Sin embargo hay maneras de escuchar que cercenan la
Palabra, la recortan, la restringen y una de ellas es moralizar
restringiendo la escucha al hacer y no al ser. Es reducir la
Palabra de Dios buscar sólo en ella la voluntad de Dios. ¿Por
qué? Porque la Palabra es una persona, no una orden. La
Palabra de Dios no es la orden que Dios nos manda a noso-
tros. La Palabra de Dios es la Persona Amada del Hijo que
nos es ofrecida. Es mucho más que una orden, es una perso-
na.
Por eso escuchar es acoger a alguien que se nos dice, a
alguien que se nos entrega. La Palabra, ¿cuándo una pala-
bra es humana? Cuando es portadora de la persona. La
palabra que dice “¿me alcanzás un lápiz?” todavía no es
una palabra humana porque también, a lo mejor, un pichicho
nos mueve la cola y nos dice “¿me das de comer?”.
La palabra humana se hace humana cuando es capaz de
revelar sentimientos, cuando es capaz de revelar al corazón.

61
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

En Dios la Palabra es Alguien.


Dios nos quiere revelar quién es y quienes somos nosotros
antes de revelarnos qué tenemos que hacer. Cuando uno dice
qué es tener una actitud correcta ante la Palabra de Dios,
dice tener capacidad de escuchar a un Dios que me quiere
decir ante todo quién es Él, un Dios que se quiere comunicar
y no sólo que quiere darme órdenes.
Lo mismo en nuestros diálogos humanos: podemos ha-
ber oído a alguien toda una vida y no haberlo escuchado
nunca, si no nos dimos cuenta de quién es. Vieron cuando
Jesús con tristeza dice:
“Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y to-
davía no me conocen? (Juan 14, 9).
Lo mismo a veces nos pasa a nosotros. Convivimos años y
alguien siempre escuchó lo que dijimos porque no era sor-
do, pero no sé si alguna vez escuchó quiénes somos, qué nos
pasa, qué necesitamos. Vieron que en todo diálogo uno se
engaña si a veces uno escucha sólo palabras y no lo que me
quiere decir, que a veces está detrás de las palabras. Muchas
de ustedes supongo que son del campo o han vivido allí y
vieron que, por ejemplo, el tero grita en un lado y tiene el
nido en otro. Bueno, los humanos también. Quien se guíe
por el grito nunca va a entender dónde está el nido. Está más
adentro, está en otro lado, hay que oír más profundo. Pode-
mos vivir hablando, dicho al revés, y no decimos nada si
nuestra palabra no es personal.
Incluso no es extraño que los más mudos sean los más
charlatanes. A veces la persona que vive hablando es muda,
¿qué quiere decir? Nunca dice nada de sí. Y, a lo mejor, otro
habla poco pero, cuando habla, sus palabras, son portado-
ras de su persona.
¡Qué importante es saber dialogar, decirse y escucharse!
Dialogar es una tarea, es un esfuerzo. Más aún, es una hu-

62
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

milde pero real manera de abordar el misterio parcial y el


misterio total. Supongamos que uno diga: “Para qué voy a
hablar si nunca puedo terminar de decir lo que quiero. Para
qué voy a rezar si a Dios nunca lo termino de ver”.
Misterio parcial, el hombre; Misterio total, Dios. Volva-
mos a la frase. ¿Por qué es importante dialogar y rezar? Por-
que son maneras humildes; nunca un encuentro agota una
persona, nunca un rato de oración agota a Dios. Humilde,
pero real. Maneras de abordar, de asomarse. ¿Qué quiere
decir? Si somos capaces de aceptar la humildad de nuestra 4
condición humana y de aceptar humildes encuentros que nos
permitan ir asomándonos al otro, un día tal vez digamos “te
conozco”, y lo mismo con Dios.
¿Qué son los encuentros y los diálogos? Son chispazos de
infinitud, chispazos de reposo, de paz. No es el fuego; vieron
que las chispas salen el fuego, son fuego, pero una muestra
pequeñita del fuego. Dios no es una experiencia mística, pero
una experiencia mística es un chispazo de Dios.
Un encuentro de amigos, un lindo momento de oración,
son un chispazo de su Presencia, no lo agotan. Chispazos de
reposo, de paz, de infinitud que desinstalan y desequilibran.
¿Por qué? Porque tenemos un hermoso problema: el que
empezó a probar la plenitud perdió.
Vieron que uno a veces dice: “mi papá nos decía -no sé si
hago mal-, porque a veces nos llevaba a veranear a lugares
bonitos y había lindos momentos de familia, y yo de chiquito
mucho no lo entendía. Con el tiempo a veces pensé: ¿Tuvo
razón? Y me digo no, no me hizo mal; y me hizo mal, porque
después de conocer un lugar muy bello uno no descansa en
cualquier lugar”.
Después de probar el amor, de probar el calor de una
familia, de una comunidad, de un amigo, uno no se confor-
ma con cualquier cosa. Y después de probar a Dios, ¿quién
vive un día normal? Se hace más arduo lo común. Hay una

63
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

canción, que se llama “Corazón partido”, una canción de


amor de un español que dice: “después de ti no hay nada”.
Esto lo puede decir un enamorado y lo puede decir un místi-
co: “después de ti no hay nada”. ¿Qué hago ahora? ¿Qué
hago después de esto? Sí, esto es la plenitud.
Hay un diálogo primordial e insustituible sin el cual no
son posibles los demás diálogos: ¿cuál es? El diálogo con
uno mismo: el primer diálogo no es con los otros es con uno.
Saber escucharse, saber percibir ese sinnúmero de sentimien-
tos, emociones, gemidos, saber escuchar el alma y el cuer-
po, aprender el sinnúmero de idiomas y de lenguajes con
que cuenta el hombre para asomarse a su misterio.
Nuestro misterio es muy profundo y nuestro ser profundo
habla con muchos lenguajes: mi conciencia, mi imaginación,
mis sentimientos, mis emociones, mis dolores físicos, mis
gozos, todo mi ser es un sinnúmero de idiomas. Muchas de
ustedes son bilingües o trilingües. Fíjense que uno puede ha-
blar muchas lenguas y a lo mejor no habla muchas lenguas
para sus adentros. Todavía no entendió las distintas lenguas
del ser humano. ¡Qué misterio! Podemos estudiar muchos
idiomas y no habernos dado cuenta que hay que estudiar
primero muchos idiomas para entender al hombre que so-
mos.
Dios se quiere dirigir a la inteligencia del hombre para
comunicarle la verdad. Verdad capaz de hacerlo libre. La
ignorancia es un mal, siempre quita vida, pero no debemos
ser racionalistas y creer que todo pasa por la razón. La inte-
ligencia ilumina la voluntad para que pueda actuar bien pero,
para entender, no sólo es cuestión de pensar, también es ne-
cesaria la sensibilidad y la afectividad.
Para entender a alguien no hay que razonarlo mucho, hay
que quererlo también. Me acuerdo una expresión que decía
alguien -no sé si alguna vez se lo dijeron, a lo mejor su mamá,
su abuela: “querida, cuídate cuando estés enamorada, te vas

64
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

a volver tonta y no le vas a ver los defectos a la persona”. Y


un gran teólogo decía: “¿Tiene razón mamá o la abuela, o
tiene razón la nena?” El enamorado está ciego y no ve ¿o es
que el enamorado porque ama ve los valores que los demás
no ven porque no lo aman? Vamos a decirlo ahora en térmi-
nos más religiosos: “Vos estás loca: ¡meterte de monja!” Lo
dicen porque ven lo de afuera. Y uno podría decir “No, no,
no, estoy enamorada y no es que no ví los problemas de ser
monja. Ví lo que está adentro que no se ve si no se está ena-
morada, el secreto: el Señor, de ese sí me enamoré”. Enten-
der no es sólo cuestión de pensar. 4

¡Qué sabia esa expresión que dice: “Hay razones que sólo
entiende el corazón y no la cabeza”! A lo más profundo no se
llega razonando sino intuyendo y, sobre todo, creyendo.
Vieron cuantas veces una mujer -y en eso la mujer es muy
sabia, es capaz de intuir, de leer el corazón, y a lo mejor no
porque lo razonó mucho-, lo entendió al niño con amor, a la
persona, al marido, al que sufre. Seguramente alguna de
ustedes es enfermera; a lo mejor un médico que piensa mu-
cho no sé si entiende tanto como una enfermera que ama.
¡Qué preciso, pero qué estrecho es el campo de la razón! No
todo entra en el laboratorio, en el microscopio.
Dios se asoma al hombre desde las creaturas pero sobre
todo desde Jesús. Él asume el lenguaje humano y por eso
enseña viviendo y hablando. Las personas no sólo habla-
mos cuando hablamos; hablamos siendo, existiendo. Noso-
tros decimos muchas cosas con la vida, no sólo con las pala-
bras. Por eso las palabras de Jesús: estoy apuntando a apren-
der a escuchar a Jesús, no solamente las palabras de Jesús,
sino a escuchar esa Palabra que es Jesús. Aprender a escu-
char bien el Evangelio es tratar de asomarnos, por sus pala-
bras, a su Persona, que es la verdadera Palabra.
Las palabras de Jesús nos ayudan a entender a Jesús que
es la Palabra. La mejor predicación es la existencial. Por ejem-

65
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

plo, una formadora: no importa tanto lo que diga, sino lo


que viva, porque ella está ahí no para dar clase en el piza-
rrón, sino para dar clase viviendo; eso es ser formadora y
eso es ser religioso. El religioso está puesto en el mundo para
vivir y mostrar que se puede vivir de otra manera.
Jesús no escribió, pero vivió al hombre como hijo de Dios
y vivió a Dios como hombre. Eso es lo que hay que aprender
a ver. Jesús no escribió, pero vivió al hombre como hijo de
Dios. Y vivió a Dios como hombre. Para terminar de com-
prender al Dios hecho hombre hay que terminar de ser hu-
mano. ¿Se acuerdan cuando los ángeles le dicen a los discí-
pulos, en la Ascensión?:
“Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al
cielo?” (Hechos 1, 11.
¿Qué hacen mirando las nubes? Miren la tierra. Dios se
hizo hombre. También nosotros, si queremos entender al Dios
que se hizo hombre, tenemos que tener una profunda expe-
riencia humana para entender a Dios que habló en lenguaje
de hombre. Y, a partir de allí, sí, ir más allá, pero a partir de
allí. El punto de encuentro es la humanidad. Nosotros cuan-
do queremos crecer y madurar, humanamente, no pretende-
mos algo separado de lo religioso. Querer ser más huma-
nos es querernos capacitar para entender el lenguaje en que
Dios se reveló.
¿Se acuerdan cuando todo estaba en latín? Si uno no sa-
bía latín no podía entender ni los salmos ni la Biblia. Bueno,
hoy todo eso se tradujo pero podríamos decir quedó más de
manifiesto el problema. Porque no basta entenderlo en nuestra
lengua, tenemos que entender nuestra lengua más profun-
da, que es la condición humana, para entender al Dios que
se hizo hombre.
Tan importante como saber qué quiero decir es saber a
quién, es decir: si lo puede recibir; es saber cómo, es decir el
modo de hacerse entender; es discernir la oportunidad, es

66
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

decir el cuándo, las circunstancias, el cómo está la otra per-


sona o cómo estoy yo.
Primero es saber a quién. Vieron que a veces uno dice:
“tengo que hablar, tengo que decir algo” aunque no nos
hacemos esta pequeña pregunta: “¿pero a quién se lo pue-
do decir?” Un ejemplo típico y fuera del convento: suponga-
mos que una mamá le cuenta a su hija niña los problemas
que tiene con su marido en el plano sexual-afectivo. No es
correcto. ¿Puede recibir la hija esa intimidad de la madre o
le hace mal? 4
¿Puede escuchar una novicia a una profesa de años que
le cuenta con crudeza lo que le está pasando? A lo mejor le
hace mal, no sé si es el momento. ¿Lo puede recibir? Esa es
la pregunta. Segundo, no sólo si lo puede recibir: ¿cómo lo
digo para hacerme entender? A veces somos impulsivos y
decimos: “Padre, yo me quise comunicar y no se puede”. “A
ver hermana, espere un segundito: ¿a quién se lo dijo?
¿Cómo se lo dijo? Y tercero, ¿en qué momento se lo dijo?”
“Y, cuando estaba saliendo”. Y bueno es ese momento no la
va a escuchar. Aunque parezca elemental, piensen si muchas
veces esto, que parece obvio, no lo salteamos. Elegir la opor-
tunidad: muchas cosas fracasan por el tono y la oportunidad
en que las decimos.
Voy a poner un ejemplo familiar: en mi casa siempre de-
cimos “si mi hermana fuera ministra de relaciones exteriores,
ya habría guerra”. Porque es inoportuna para decir las co-
sas. A veces hay gente que nace así, como que es inoportu-
na, y otra que es más astuta y sabe cómo. Por ejemplo una
esposa: “Querido”. “Sí, mi amor”. “¿Te gustaron las papas
fritas?” “Sí, estaban muy ricas”. “Ah, una cosita... tengo que
ir de compras”. En cambio, qué distinto es si llega a casa y le
dice “¿me das plata para comprar esto?”. Parece una estu-
pidez, pero atenti al modo.
Nosotros escuchamos desde lo que conocemos, pero es-

67
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

cuchamos para conocer lo que no conocemos. Esto también


parece elemental.
¿Por qué escuchamos? Porque queremos saber y lo escu-
chamos desde lo que sabemos. Partimos de lo conocido pero
no debemos reducir lo nuevo a lo sabido, sino abrirnos a lo
nuevo. No poner en los casilleros conocidos, sino crear uno
nuevo cada día. Los antiguos filósofos comparaban el cono-
cimiento al agua que adopta la forma del recipiente, pero
para recibir algo nuevo hace falta odres nuevos. Por ejem-
plo: me cambian de comunidad, y yo podría decir “Esta her-
mana es...; esta es nerviosa, aquella es ansiosa, esta es fal-
sa...” Forma del recipiente: fíjense qué sabio y qué elemen-
tal. Si yo pongo agua en un vaso, toma la forma de vaso; en
la jarra, la forma de jarra. Dicho de otra manera más actual.
Supongamos esta meditación, es una, pero está entrando en
forma distinta al corazón y a la historia de cada una de uste-
des que son distintas, por eso no todas se quedan con lo
mismo, no a todas le dice lo mismo.
Pero, ¿qué dice Jesús?
“Nadie usa un pedazo de género nuevo para re-
mendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido
tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tam-
poco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los
odres revientan, el vino se derrama y los odres se pier-
den. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así
ambos se conservan!” (Mateo 9, 15-17).
Para recibir algo nuevo, hacen falta odres nuevos. Fíjense
qué curioso. El Evangelio no entra en los odres viejos. ¿Qué
quiere decir? El agua se adapta a la jarra, pero si la jarra no
se adapta al agua; me quedo sin agua. A ver si me explico
de otra manera. Supongamos que viene alguien y me dice
“yo te quiero dar un balde de agua” y uno le dice “pero yo
tengo un vasito”. Si no buscás un balde no vas a poder reci-
bir el balde de agua que te quieren dar. Mi corazón es chi-

68
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

quito, mis razonamientos son mezquinos, ¿puede entrar el


Evangelio ahí? ¿O tendré que cambiar mis recipientes, en-
sanchar mi corazón, para que pueda entrar algo que en lo
que yo tenía no entra.
Por eso no hay que extrañarse que el Evangelio oscurezca,
nos ponga en crisis y muchas veces no entendamos nada y
tengamos la sensación de que Dios me destruyó todo, me
dejó oscuro, ya no entiendo nada. Y no hay que extrañarse,
porque a lo mejor rompió los odres viejos porque ahí no
entraba lo que nos quiere decir. 4
No pretendamos -una imagen-, conocer nuevos mares sin
perder de vista la orilla. Es decir, nadie es Colón si no deja el
Puerto de Palos. Entonces, lo mismo: yo quiero conocer, pero
siempre agarrado a la baranda. ¡Ah! no. Si soltás la baran-
da, conocerás territorios nuevos.
San Juan de la Cruz decía: los exploradores siempre van
a oscuras. ¿Por qué? Porque no hay carteles, no hay rutas; el
turista va por caminos, los exploradores van a oscuras. Y esto
es bueno recordarlo porque “señal de avanzar es padecer
oscuridad”. Por eso no se asusten, que a veces no entender
es sinónimo de estar caminando, y no de haberse perdido.
Jesús comparó la Palabra a una semilla.
“La parábola quiere decir esto: La semilla es la
Palabra de Dios” (Lucas 8, 11).
¿Qué es la semilla? Es un germen de vida. Y la semilla
necesita tiempo para crecer. Y esto es muy importante, por-
que a veces decimos, de otro o de nosotros: yo no cambio
nunca. Y a lo mejor Jesús piensa: “La Palabra fue sembrada,
necesita tiempo para crecer”.
Por eso en la educación, en la formación, en la evangeli-
zación, nunca hay que medir las cosas en el momento. Su-
pongamos, yo soy porteño, de la ciudad de Buenos Aires,
-ahora ya conozco más acerca del campo-, pero suponga-

69
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

mos que yo no supiera nada: veo que están sembrando el


campo y, a los dos días, miro el campo y veo tierra y le digo
al hombre del campo “pero, ¿qué pasó? ¿Usted no sem-
bró?”. “Padre, dele tiempo a la semilla.” “¿Y cuándo cose-
cha? ¿la semana que viene?”. “Padre, tiene que madurar,
tiene que florecer, se tiene que secar, tiene que estar a pun-
to”. Y a ustedes les parecerá muy elemental lo que digo. Pero
yo les diría ahora a ustedes: “El otro día le hablé a una her-
mana y no me escuchó”. “Padre, usted sembró ayer, dele tiem-
po a la palabra”. “¿Pero cuándo cosecho?”. “Dentro de unos
meses, dentro de unos años”.
La palabra necesita tiempo. Por eso muchas de ustedes,
que están en colegios, viven con sensación de frustración.
¿Por qué? Normalmente el colegio termina mal, pero alguien
después viene y le dice “Hermana, no sabe cómo la recuer-
do, ¿puedo anotar los chicos?”. Y es la misma que fue rebel-
de. Jesús comparó la Palabra a la semilla, que necesita tiem-
po, que no se puede sembrar en cualquier época y lugar.
También hay momentos y momentos, para que la semilla
crezca.
Una semilla sobre una piedra puede mantenerse intacta
durante siglos, como en el caso de las tumbas egipcias, pero
en tierra no tarda en germinar. Hay que pensar muy bien
dónde se pone la Palabra, dónde se pone la semilla. Esta,
como toda vida, necesita cuidado y su plenitud está en dar
fruto, en ser fecunda.
“Si no tengo amor, no soy nada” (1 Corintios 13,
2).
¿Qué quiere decir? Yo no entendí necesariamente el retiro
porque lo entendí. Lo entendí si termino amando. La forma-
ción no es cuestión de haber entendido, la Palabra se enten-
dió cuando produjo el fruto que la Palabra está destinada a
suscitar, que es respuesta de amor.
No basta que la planta brote, hace falta que dé fruto. En-

70
4ª meditación La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

tender no es el fruto, es brotar. El fruto es terminar amando, y


no entendiendo.
La predicación está al servicio de la Palabra, no tiene otro
fin que hacer actual e inteligible al hombre de hoy el mensa-
je de Jesús. Nosotros no podemos decir lo que queremos,
tenemos que decir la Palabra de Dios, actualizada, traduci-
ble. La Palabra que la Iglesia nos entrega es espada de dos
filos, siempre interpela a la Iglesia y al profeta, y no sólo al
oyente. O mejor dicho, la Iglesia y el profeta no tienen auto-
ridad para proclamar la Palabra si primero no pasa por su 4
corazón creyente. Dicho más fácil todavía, nunca le hable-
mos a otro lo que primero no nos dijimos a nosotros. Muy
simple.
La palabra parece inofensiva y, sin embargo, ¿quién se
olvida de un desprecio, de una crítica o de una palabra de
aliento y de amor? Es el humilde instrumento que Dios y los
hombres tenemos para interpelar el corazón. No tenemos
otra herramienta para interpelar el corazón humano que la
palabra, que parece tan pobre y tan humilde. No tenemos
armas, no tenemos herramientas, tenemos la palabra.
En la Eucaristía, Jesús nos deja su persona y su acción
amorosa, en ella se concentra el misterio de la fe. Por eso,
día tras día, a lo largo del año litúrgico, la Iglesia nos va
leyendo la Escritura para hacernos asomar, desde distintos
ángulos, al mismo misterio que no podemos abarcar de una
mirada. Cuando miramos la Eucaristía, allí está todo pero
es tan profundo, que para poder asomarnos a ese misterio
la liturgia hace que todos los días leamos un poquito de la
Escritura para asomarnos desde un ángulo para ver si enten-
demos un poquito de ese Jesús. Es como ir poniendo las pie-
zas de un rompecabezas.
Los diferentes tiempos litúrgicos son una pedagogía des-
tinada a concentrarnos en los aspectos centrales de nuestra
fe. Ellos nos dan luz sobre Dios y sobre nuestra humilde, dra-

71
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

mática y bella existencia. Por ejemplo: esperar, ¿es sólo de


Adviento? No, toda la vida es un adviento. Pero, si quieren,
nos concentramos en el tiempo de Adviento en hacer ejerci-
cios, concentrarnos, despertar la conciencia para aprender
a esperar. O, en la Cuaresma, en convertirnos. En la Pascua,
gozar lo que ya está presente. En Navidad, para descubrir. Y
así en cada tiempo litúrgico.
María es discípula e intérprete de la Palabra. ¿Qué quiere
decir esto? Que la escucha profunda se hizo interpretación
vivida. ¿Qué quiere decir? Quien escucha la palabra: ¿vie-
ron que un artista interpreta un personaje? Pues bien: quien
escucha la Palabra, la interpreta. ¿Qué quiere decir? No la
explica con palabras, la interpreta haciéndola vida. Como si
dijéramos “hoy interpretaremos el Evangelio del día, hagá-
moslo visible en nuestras vidas, interpretemos esa palabra
en nuestras existencias”. Por ejemplo, un músico interpreta la
Novena Sinfonía de Beethoven del papel al sonido. Noso-
tros también, del papel hagamos música en la vida, hacien-
do carne la Palabra.
Sólo los oyentes se hacen palabra aún sin palabras. ¡Qué
bonito esto! Quien escuche bien, terminará siendo palabra
aunque no diga palabras, porque habrá hecho carne la Pa-
labra.

72
5
Creo que tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios,
el que debía venir al mundo

““Jesús
Jesús le dijo: ««Y
Yo soy la R esurrección y la Vida.
Resurrección
El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.
¿Crees esto?». Ella le respondió:
«Sí, Señor
Señor,, creo que tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo»”
(Juan 11, 25-27).

Esta cita hace referencia con bastante claridad al punto


que vamos a tratar que es el Credo. Y aquí entramos en lo
que podríamos llamar la respuesta. Hasta ahora Dios tomó
más la iniciativa y ahora rompemos el silencio diciéndole
justamente eso, que le creemos.
Una palabra de amor no es para nada inofensiva, hoy
decíamos que las palabras parecen algo frágil, débil; sin
embargo, la palabra penetra en el corazón; y por eso una
palabra puede hacer mucho daño y mucho bien. El gesto lo
encontramos, por ejemplo, en una comparación, como la
levadura, donde vemos que actúa lentamente sobre la masa,
así la palabra en el corazón del hombre.

73
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Hoy decía que hay ejemplos de infancia. Yo recuerdo


muchas veces cómo quería levantar el trapito donde estaba
la masa y mi mamá me retaba y me decía “no, que arruinás
la masa, dejala descansar”. Para que la levadura actúe, para
que vaya fermentando. O cuando abrimos el horno a cada
rato para ver cómo está la torta. Y a veces pasa lo mismo
con las personas: a cada rato queremos ver si lo que hicimos
hizo efecto y arruinamos la masa. Hay que dejar actuar q la
Palabra.
Lo único creíble es el amor, por eso Jeremías, ese profeta
que tantas veces sintió rebeldías, que padeció su vocación,
le terminó diciendo a Dios
“¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir!”
(Jeremías 20, 7).
Es decir, tu seducción fue más fuerte que mis cruces, que
mis dolores, que las agresiones, que todas las dificultades
que había sufrido por ser profeta. Pero ¡cómo resistirse a la
Palabra que había penetrado en su corazón, cómo resistirse
al amor que Jeremías había comprendido!
Por eso el hombre de fe es como si dijera esto: “Basado
en tu palabra, te la creo, salgo de mí, dejo mis seguridades,
ya no me apoyo, ni veo solo desde mi experiencia, sino me
apoyo en tu Palabra”. Eso es creer. Yo pienso, yo veo; pero,
como decía Pedro:
“Maestro, hemos trabajado la noche entera y no
hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las
redes En tu nombre echaré las redes” (Lucas 5, 5).
Pasé la noche pescando, mi experiencia me dice que hoy
no hay pique, mi razón me dice que no es la hora de tirar las
redes, pero en tu Palabra las tiraré.
Este es el verdadero éxodo, el auténtico éxtasis, fíjense que
los místicos nos dicen el éxtasis no es sufrir un arrobamiento,
estar fuera de la realidad; el éxtasis es creer. Te creo, aunque

74
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

no vea, aunque no entienda, aunque faltes. Creer no es la


mera aceptación de un conjunto de verdades, de un marco
teórico, sino una verdadera apuesta existencial. ¿Qué quiere
decir? Un ejemplo: la vida de ustedes: ¿por qué creen que
están aquí? No están adhiriendo a una teoría, a una doctrina,
están apostando su existencia a lo que creen. Eso es tener fe.
Comprometer mi ser entero, involucrarme en el que creo, en
el que amo.
Creerte es ya no poder mirar, mirarme y mirarte, sino con
tus ojos. Y cuidado que esto no es sólo poesía o un juego de
palabras. Fíjense, creerte es ya no poder mirar, la realidad,
las cosas, la vida sino a través de tus ojos. Mirarme, ¿cómo
me entiendo a mí mismo? ¿Qué lectura hago de aquí?
5
Mirarte, ¿quién es Dios? ¿El que yo siento? ¿El que yo pienso?
¿O el que Él me dice que es? Entonces, el que cree ya no
puede mirar con los propios ojos, sino mirar a través de los
ojos del Amado.
¿Por qué esta respuesta de fe? ¿Por qué el Credo a esta
altura de la misa? Hagamos un poco de historia. Alguien
nos buscó, alguien nos convocó, alguien nos acogió como
éramos, como estábamos. Alguien nos abrió el corazón y
nos permitió saber qué piensa y quién es. Bueno, eso suscitó
la respuesta de fe. Es decir, hay una historia previa que suscita
la respuesta. Supone haber sido buscado, convocado,
acogido como soy y estoy, y haberse expuesto abriéndonos
el corazón.
El Credo es el eco humano de la revelación. Cuando Dios
se revela, así como cuando uno grita frente a una montaña,
hay un eco; cuando Dios se revela al corazón del hombre, el
corazón del hombre responde que sí entendió, guiado por el
Espíritu. Y eso es el Credo, el eco, la síntesis, un resumen del
evangelio de Jesús, un resumen de la catequesis antes del
bautismo. Es lo que entendimos de Dios, un don del Espíritu
que no es contradictorio a la razón pero que va más allá.
Respondemos lo que le entendimos a Dios que dijo de Sí, no

75
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

porque lo vimos, sino porque Él lo dijo. Es como el grano de


mostaza, pequeño pero capaz de crecer y darnos sostén y
refugio como a las pequeñas aves...
“Jesús dijo entonces: «¿A qué se parece el Reino de
Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un
grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta;
creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo
se cobijaron en sus ramas»·(Lucas, 13, 19).
El Credo parece tan pequeño y, sin embargo, ahí están
las verdades esenciales que al hombre le dan equilibrio y
verdad para interpretar la existencia.
En la antigüedad “símbolo”, que es el otro nombre del
Credo, se llamaba a la mitad de una vasija rota que se usaba
como señal para darse a conocer. Por ejemplo, en una fa-
milia los hermanos se iban a separar, entonces el padre
rompía un plato o una vasija y cada uno se llevaba un
pedazo. ¿Cómo saber dentro de muchos años que somos de
una misma familia? Cuando se junten los pedazos y podamos
armar el plato o la jarra. Entonces esto es lo que hacían los
cristianos. ¿Cómo saber que somos cristianos? Nos lo dice
el Símbolo de la fe, creemos lo mismo. ¿Cómo sabemos si
somos hermanos? ¿Qué creés vos? ¿Qué creo yo? Esta es la
síntesis de la fe. Quienes nos reconocemos como hermanos
en Cristo. Además lo utilizamos no sólo como fórmula de
reconocimiento entre los cristianos, sino fórmulas para
iniciarnos en el misterio de la fe y capaz de resumir lo que
creemos. Cuando las dos mitades coincidían había certeza
de identidad. En este caso un lenguaje común de fe, una
manera de reconocerse; una fórmula para iniciarse en el
misterio de la fe y un resumen de la verdadera fe.
Ahora sí lo vamos diciendo en términos más espirituales,
más vitales. Si hiciera una síntesis del Credo, ¿qué le creemos
a Dios? Le creemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que
nos han manifestado su amor. No sólo creemos que existe,

76
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

sino creemos que nos está amando. No basta creer que existe:
existe y me ama. Al Padre que nos ha creado, al Hijo que nos
ha redimido, al Espíritu fuente y principio de nuestra
santificación, el que nos hace hijos. En otras palabras; le
creemos a un Dios que nos ha asumido, sanado y elevado...
Eso creemos que está haciendo con nosotros.
Creemos no sólo en lo que es, sino en lo que está haciendo.
En otras palabras, creer es creer que Dios nos está amando,
eso es tener fe. Como Abraham, el padre de los creyentes,
que salió de su ciudad sin saber a dónde iba, la fe es un salir
oscuro, pero confiado en Alguien. No sabemos bien qué está
haciendo, pero sabemos quién lo está haciendo. ¡Fíjense si
pudiéramos creer a fondo, con certeza absoluta, que nuestra
5
vida está siendo amorosamente guiada por Dios, , aunque
no entendamos por dónde! ¡Cómo descansaríamos, cómo
viviríamos todo distinto si siempre pudiéramos creer que todo
lo que acontece es adorable, es providencia, es amor!
La fe de Dios en el hombre suscita nuestra fe en Dios.
¿Quién es el primero que tuvo fe? Dios, tuvo fe en nosotros.
¿Qué quiero decir? Creyó que éramos capaces de acoger su
amor y de responder con amor. Por eso se animó a empezar.
Cuando uno se anima a empezar algo es porque cree que
algo es posible. Entonces, Dios cree en nosotros y por eso,
porque Dios cree en nosotros, nosotros podemos creer, no
sólo en Él sino que también podemos creer en nosotros.
Vieron que todos los que estamos acá esto lo hemos
comprendido, ¿Quién en el noviciado o postulantado no dijo:
“¿podré seguir adelante? Yo en Dios creo, ¿pero en mí?”
Ven: cuántas veces nuestros límites nos decían: hasta acá. Y
porque creo en Vos, entrego esto que me supera. Y así como
transitamos parte del camino, creamos que vamos a poder
transitar lo que le falta al camino.
Podemos creer en el hombre, en lo que somos, si él cree
en nosotros. Fíjense que nosotros dudamos mucho -y no digo
nosotros solos-, el ser humano duda de su suerte. Duda,

77
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

muchas veces, de que la vida es algo que vale la pena. Y


justamente Dios es la garantía de que la existencia no es una
burla sino un don. Por eso podemos abrazarla con confianza.
Quien se anima a vivir le está diciendo a Dios, te creo. Aunque
no lo sepan, cuando dos jovencitos se atreven a casarse,
cuando se atreven a ser padres, cuando alguien se atreve a
hacer algo en serio por otro, cuando alguien se atreve a cul-
tivar la tierra, a trabajar, a comprometerse, aunque no lo
sepa, está diciendo “creo que esto tiene sentido”. Y fíjense
qué ironía, nosotros podemos creer en teoría que esto tiene
sentido y a veces no nos animamos a empezar nada porque
ya creemos que nada vale la pena. Esto nos puede pasar.
Aun en el plano humano, no hay auto-estima posible si
alguien no nos ha descubierto, elegido, celebrado y gastado
su vida en nosotros. A ver, en el plano humano, ¿quién es la
persona que psicológicamente es firme? La que se sintió
amada y descubrió en el amor de otros que su vida vale la
pena, y por eso la asume ahora él, con responsabilidad,
creyendo que es algo bueno y digno. Eso que es en el plano
humano, se da en el plano más profundo: si Dios es el que
nos creó, el que se encarnó por nosotros, el que por nosotros
murió, si Él es el que se comprometió y gastó su existencia en
nosotros, eso quiere decir que la aventura humana es posible
y que vale la pena. Por eso, el cristianismo, lejos de
deshumanizar la historia, terminó por dar al hombre la
convicción de eso que decía el Génesis:
“Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era
muy bueno”. (Génesis 1, 31)
La fe no es solamente un don sobrenatural, es algo
profundamente humano, no es sólo creer algo que Dios le
pide al hombre porque se reveló, sino algo que hacemos los
hombres todo el tiempo entre nosotros. Nosotros vivimos
creyéndonos. Por ejemplo, la fe que nos permite acceder a
lo que no vemos, ¿Cómo podrían conversar dos personas si
no se creyeran? Por eso nos hace tanto mal cuando alguien

78
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

no nos cree, porque nos incomunica. Si alguien dice “no te


creo”, el problema no es que no crea lo que dijimos, sino
que no nos cree a nosotros. Y si nadie me cree, me quedo
encerrado en mi soledad.
Entonces, la fe nos permite acceder a lo que no vemos, al
misterio del otro. Sin ella las fronteras del conocimiento serían
muy estrechas: sólo lo que vemos, sólo lo que comprobamos,
habría que verificar todo y no se puede. Imagínense, voy a
poner un ejemplo ridículo: suben a un colectivo y piden el
registro al conductor. Y así piensen en todo, van al médico y
“doctor, deme su certificado de estudio”. Y todo el tiempo
hay que comprobarlo todo. Nosotros nos creemos. Pero,
tampoco creemos cualquier cosa.
5
Partimos de algo que nos permite ir más allá, una luz que
permite arremeter y abrazar tinieblas. ¿Qué quiere decir? La
fe no es un salto al vacío. La fe es haber visto señales y signos
que me permiten creer a partir de lo poco que veo de todo lo
que no veo. Creer es permanecer a su lado sin poderlo
entender. Cuántas veces la fe tiene esta forma: “Señor, ¿cómo
sé que te creo?” ¿Vieron esa frase tan linda del Evangelio
“Permanezcan en mí”?
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en
ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si
no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no
permanecen en mí” (Juan 15, 4).
“Hay veces que no te puedo ni decir te creo, pero me quedo
a tu lado hasta que te entienda, aunque no te entienda.” Eso
que hacen a veces los niños con la mamá: no siempre los
chicos entienden a los padres, pero si entienden que los aman
y por eso están a su lado confiados, aunque oscuros. Lo
mismo nosotros con Él.
Cuando creemos algo entendemos, pero eso no nos
autoriza a hablar de todo, nos puede pasar lo contrario, que
porque entendimos un poquito creemos que ya Dios no es

79
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

misterio. Y vamos a poner un ejemplo, primero bíblico y


después nuestro. Recordemos cuando Pedro confiesa a Jesús
como el Mesías pero a los pocos minutos recibe su reproche
al querer impedirle su ida a Jerusalén (Mateo 16). Entonces,
así nosotros, porque entendemos un poquito, creemos que
ya podemos hablar de todo. Y esto por ejemplo, a veces en
la vida religiosa, en la dirección espiritual, cuántas veces,
sacerdotes, hermanas, han dicho con mucha ligereza y
liviandad a otros “esta es la voluntad de Dios para vos, esto
es lo que Dios quiere de vos”. Y uno se pregunta: “¡pará! no
es tan simple, ¿cuál es la voluntad de Dios?”. O por ejemplo,
decir rápidamente “vos tenés vocación” o “no tenés
vocación”. Eso es un misterio, es mucho más complejo.
Nosotros, a veces, hablamos como si estuviéramos viendo
por televisión el corazón de Dios, como si Él ya no fuese un
misterio.
En cada Eucaristía leemos una parte de la Escritura, nos
asomamos a un aspecto de la verdad, pero esa verdad debe
ser luego situada en el conjunto de la fe. Hay una implícita
enseñanza: ver y entender la parte en el todo. Pongo un
ejemplo: a veces se dice que uno lee bien un libro cuando lo
va leyendo y va mirando el índice y va comprendiendo por
dónde va, dándose cuenta que eso que entendí es parte de
este conjunto. Entonces, lo mismo. En la misa leemos un
pedacito del Evangelio y entendemos un puntito. Y luego, en
el Credo, ese puntito es ubicado en el conjunto, en el índice.
Se nos hace una síntesis de todas las verdades. Y esta verdad
hay que entenderla a la luz de toda la verdad. ¿Cuál es la
enseñanza implícita en eso que hacemos sin darnos cuenta
en la Misa? La enseñanza es entender la parte en el todo.
Vienen más ejemplos Así como en las personas: un acto
encarna y pone de manifiesto la totalidad pero, al mismo
tiempo, también es verdad que cada acto se lo comprende
mejor a la luz de toda una vida. Más claro. Vieron que a
veces una acción es capaz de poner de manifiesto a una per-

80
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

sona, para bien y para mal. En una acción una persona puede
mostrar su fondo. Pero también tiene algo de injusto juzgar
una vida por una acción. Supongamos, el otro día estaba en
la casa de hermanas donde vivo y miraba a la cocinera y
digo: hace treinta años que está cocinando todos los días.
Supongan que un día la hermana se levanta y diga “hoy no
quiero cocinar”. ¿Podemos juzgarla a esa hermana que
cocinó treinta años porque un día dijo “hoy no quiero”? ¿Por
ese día vamos a juzgar treinta años de mañana, tarde y
noche? Sería injusto. Entonces, hay que tener cuidado. A nadie
llamemos santo ni pecador por un instante. La cosa es más
compleja. Lo mismo nosotros: no nos hundamos, a veces, en
el instante, sino miremos el conjunto.
5
Se los digo con otro ejemplo: en la Biblia, cada texto tiene
un sentido en sí mismo, pero se lo entiende en profundidad
sólo a la luz del todo. Imagínense si un día viene una
postulante tapándose el ojo y uno dice “¿qué te pasó?” “me
arranqué el ojo, hermana”, “¿por qué?” “y, el Evangelio dice
que si me es ocasión de pecado, que me lo saque”. Sería
peligrosísimo tomar un texto y no la Biblia. Por eso Jesús, en
el camino de Emaús les explica a los discípulos las Escrituras.
Hay que aprender a mirar el horizonte, y esto que nos causa
gracia es lo mismo que cuando, a lo mejor, algo nos salió
mal y uno se encuentra con una persona y dice “¿qué te
pasó?” “Me fue mal en catequesis” “¿Y por eso tenés esa
cara?”. ¿Podés juzgar tu vida, podés estar tan triste porque
una cosa te salió mal? No te hundas, hay que mirar el
horizonte, el mapa, el conjunto, no ahogarse en el instante,
en el vaso de agua. Vieron esa expresión tan gráfica: uno a
veces se puede ahogar en un vaso de agua. Creo que a todos
nos pasó, que algún día dijimos “no puedo más”. Y alguien
nos dijo “¿por qué no esperás una semana o un día o unas
horas?” Y uno, después, lo vio de otra manera. Y en aquel
instante hubiésemos jurado que no había salida, que estaba
todo perdido.

81
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Entonces ¡qué importante es aprender a mirar desde el


fin, este día en el gran día, el tiempo a la luz de la eternidad!
¿Cómo entender la historia? ¿A dónde vamos? Vieron que
cuando vamos de viaje -yo voy a hablar de los chicos pero
es para hablar de nosotros-, si uno viaja con chicos es lógico
que, a cada rato digan: “Papá, ¿cuánto falta?”. Y a veces los
no tan chicos. Entonces es bueno a veces mostrar el mapa y
decir “mirá, vamos por acá, no te canses, nosotros vamos
hasta aquí”. Y en la vida lo mismo: cuántas etapas parecen
interminables, ¿y para esto salí de Egipto?. Entonces si uno
mira el mapa, ¿adónde vamos? Esa es la pregunta. Y si
recordamos seguido a dónde vamos, sobrellevaremos mejor
el camino. No le vamos a pedir al camino que sea el fin. Y
hasta tal vez descubramos que en el camino hay muchas cosas
bonitas que ya nos anticipan mucho del fin.
Normalmente encontraremos más luz en el sentido total y
más oscuridad en lo parcial, pero tenemos un desde dónde
entender, certezas que son como estrellas para caminar en la
noche. Lo digo más claro. Por ejemplo, si uno mira la historia
de la Salvación, uno dice “entiendo la suerte del ser humano:
fue creado por Dios, Dios lo soñó desde toda la eternidad.
¿Vieron el himno de la Carta a los Efesios?” Uno mira el
plan de salvación y dice: “esto es una belleza, es lógico, claro,
esto es así”. Ahora, cuando uno mira una vida, no es tan fácil
entender. ¿Por qué esta persona nació en este lugar, tuvo estos
padres, le pasó tal cosa, se enfermó o tuvo este problema,
esta crisis? ¡Qué oscura es una vida! ¡Qué difícil es interpretar
el por qué nos toca vivir a cada uno cosas tan distintas , en
momentos tan distintos! ¿Y cómo hacemos para guiarnos
para interpretar nuestras tan diversas vidas? A la luz de la
historia de la Salvación.
Tenemos un desde dónde asomarnos a nuestras vidas,
buscando una clave para poder interpretar lo que nos pasa.
Por ejemplo, podemos tener un destino insospechado, leemos
la Escritura y nos encontramos la historia de José... y a lo

82
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

mejor decimos: “tal vez por esto fui a Egipto”. O leemos a


Moisés, y decimos ¿qué hago cuidando ovejas en el desierto?
Vieron que hay destinos medio inútiles que a veces nos pueden
tocar y uno no sabe, como Moisés tampoco sabía, que tuvo
que cuidar ovejas para algún día cuidar al pueblo de Israel
a través del desierto. Estoy señalando ejemplos: o el exilio o
cualquier capítulo o etapa de la vida de Jesús o de los
apóstoles. Yo dije: certezas que son como estrellas para
caminar en la noche. Con el tiempo nos vamos dando cuenta
que no vamos caminando al mediodía hacia el cielo, aunque
sea el mediodía. Nuestra vida se parece mucho más a un
caminante en la noche: hay estrellas que marcan rumbos,
pero no soles que nos permiten ver y entender cada paso
que damos. 5

En la fe es muy importante la autoridad, es decir, cuando


uno le cree a alguien es muy importante quién es ese alguien.
Entonces, es importante la autoridad que no viene dada
fundamentalmente por ningún cargo, sino por quién es la
persona, qué capacidades, y sobre todo qué conductas tiene.
Escapemos de la vida más adulta y vamos al origen, así no
tenemos problemas. Supongamos que uno dice: “una
maestra de novicias no tiene autoridad sobre las novicias
sólo porque la nombraron, sino si las novicias experimentan
que esa persona tiene autoridad moral, autoridad existencial”.
Lo mismo la superiora, lo mismo un sacerdote. Es decir, la
autoridad no viene sólo dada por un cargo. Incluso la gente,
de entrada a lo mejor nos ve y les dice a ustedes “Hermana”
y a mí “Padre”, con profundo respeto y fe, pero la gente no
es tonta y, en su lenguaje simple, dirá “no todos los padres
son iguales, no todas las hermanitas son iguales”. Por que se
dan cuenta que no basta estar vestido de una manera o tener
un cargo, para tener autoridad sobre otro.
Sobre todo la autoridad moral, esa que surge de una vida
que busca la coherencia y ama de verdad. Fíjense que dije:
la autoridad moral no la tienen los coherentes, sino los que

83
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

buscan la coherencia y aman de verdad. No nos asusta tanto


encontrar fragilidades, sino encontrar doble discurso. Una
cosa es tender auténticamente a la perfección y otra cosa es
ser perfecto. Y acá estoy tocando un nervio de la vida religiosa.
El religioso sería incoherente si dejara de tender a la
perfección, no si es imperfecto. Entonces, nosotros no somos
incoherentes por no ser santos, sino si tratáramos de dejar
de serlo. Ahí sí seríamos incoherentes.
Todo hombre tiene sus credos, implícitos o explícitos: ¿qué
quiere decir? Que aunque no lo digamos o no lo sepamos, o
incluso en la razón no seamos conscientes, todo ser humano
cree en algo. Aunque sea cree que nada tiene sentido, pero
en algo cree, cree que no tiene sentido.
Por eso es muy importante discernir cuál es de hecho, el
que rige una vida. Permítanme un ejemplo bastante gráfico.
Por ejemplo, vamos a hablar del sacerdote, pero ustedes lo
aplican... Supongamos que a un sacerdote uno lo ve en misa
o en un retiro... y el sacerdote que lo confiesa a él se sorprende
al verlo lleno de miedo a Dios, y se dice “¿cómo? Este
sacerdote ¿en qué Dios cree? ¿En el que predicó o en el Dios
que le da miedo confesarse cuando le toca a él? Una cosa
es hablarle a los demás de lo que aprendimos que hay que
decir y otra es la gran pregunta: ¿qué rostro tiene mi
verdadero Dios, Aquel en quien yo creo? Y a veces influye
más lo que primero me dijeron que lo que la Iglesia me fue
diciendo cada vez mejor y que fui entendiendo.
Es decir, uno a veces dice: sin quererlo yo sigo creyendo (si
es que fue así, porque a veces hay experiencias, al revés, muy
lindas), creo en el Dios que me enseñaron en mi primer
catecismo y no fui evangelizando el rostro de Dios, y no me
animo a crecer en libertad ante ese Dios. Con nostalgia lo
proclamo Padre cuando hablo, pero no me atrevo a tener
libertad de hija cuando vivo.
Podemos confesar una cosa y vivir de otra manera,

84
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

confesando implícitamente otra.


“Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán
verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad
y la verdad los hará libres” (Juan 8, 32)
dijo Jesús y por eso es importante verificar si es su verdad,
su mirada, sus sentimientos los que rigen nuestra vida.
Algunos ejemplos de credos implícitos son los complejos, los
temores, los rencores, la cultura recibida, nuestra experiencia
absolutizada.
Por ejemplo, permítanme reconstruir un diálogo
imaginario: “Padre, a mí no me venga con eso porque mi
experiencia me dice que no se puede creer en nada”. Entonces,
si yo absolutizo eso, no puedo ser cristiano. Es decir, yo puedo 5

sentir eso, es cierto que fue mi experirencia, ¿pero puedo estar


ante un Dios que cree en el hombre a tal punto de implica su
propio pellejo en nosotros y creerle más a mi experiencia
que a su Palabra? Lo digo propósito para que nos demos
cuenta que muchas veces nosotros nos movemos por otras
verdades que no son las verdades de la fe. Y la fe la tenemos
para que se convierta en luz de nuestras acciones.
Hay que velar y evangelizar nuestras profundidades, ¿qué
estamos haciendo en un retiro? Estamos tratando de que la
Palabra, los sentimientos, la mirada de Dios, el contacto con
Él, toquen nuestro fondo. Queremos evangelizarnos, estamos
misionando nuestras entrañas, para que el trato con Jesús,
como pasa con los amigos, nos vaya transformando el
corazón y la mente. Por ejemplo, si yo convivo con una per-
sona que todo el tiempo está criticando y juzgando,
probablemente me contagie. Si yo convivo con un santo,
probablemente me contagie. Entonces, por eso hay que
procurar la intimidad con aquellos que nos hacen bien, la
intimidad con Jesús. Para poder sentir con Él, pensar con Él,
actuar como Él.
No sería extraño que, a pesar de ser creyentes, con los

85
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

años, un día nos demos cuenta de que hay que dar un salto
definitivo, cierto y oscuro, y terminar de abrazar la fe con una
decisión libre y consciente, donde le rindamos al Padre el
sublime culto de una confianza filial.
Permítanme un ejemplo, no sé si ustedes leen a veces el
oficio de lecturas, que toca en la Liturgia de las horas. Alguna
vez aparece san Ignacio de Antioquía, uno de los Padres de
la Iglesia, y no sé si recuerdan -para quIen no lo leyó es un
obispo que fue conducido al martirio-, y este obispo dice
“por favor, no intercedan, yo quiero ir a morir con Jesús” pero,
entre las cosas que dice, leemos “recién ahora empiezo a ser
cristiano”. Esa frase parece un poco exagerada, pero... Vamos
a decirlo en términos más actuales: supongamos que entrara
una señora o alguien y oyera que yo estoy diciendo
“hermanas, ustedes y yo, a lo mejor, tenemos que empezar a
creer”. Entonces esa persona diría “este padre está loco,
¿cómo él le dice a las hermanas y a sí mismo que a lo mejor
tienen que empezar a creer?”. Creo que ustedes me entienden;
hace años que creemos, pero, ¿no podríamos decir...? -yo lo
podría decir-: “tengo que empezar a creer”. Y seriamente.
¡Ojalá pudiera soltarme y vivir como hijo! Diría más, creo
que es el sueño profundo de cada una de ustedes. Miren si
un día cometemos la locura de volvernos hijos de Dios,
siempre, sin retorno, no un rato.
La fe puede crecer en extensión, ¿qué quiere decir? Por
eso hay que tratar de profundizar en sus misterios: uno puede
ir entendiendo un poco más la fe, en las lecturas, en las
meditaciones, en los cursos, compartiendo con otros pero,
sobre todo, lo que importa es crecer en intensidad. Qué
gráfico ese pasaje donde Jesús rodeado por una multitud
que lo apretuja pregunta: “¿Quién me tocó?” refiriéndose a
la intensidad de la fe de esa pobre mujer. Y los apóstoles lo
miran como diciendo “Señor, te están apretujando todo, ¿y
vos preguntás quién te tocó?”. Y Jesús sabía que alguien lo
había tocado con fe.

86
5ª meditación Creo que tú eres el Mesías,...

“Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que


había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la
multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?». Sus
discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por
todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero
él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había
sido” (Marcos 5, 30-32).
Entonces nosotros podríamos, aunque suene extraño, algún
día pensar: imagínense si un día, durante la Misa, estando
en la acción de gracias, se oye una voz que dice: “¿Quién
comulgó?” Y todos nos miramos como diciendo “¿qué...?,
¿quién comulgó? Todos, seguro”. “¿Quién escuchó mi
Palabra?, ¿quién me cree?, ¿quién es mi amigo?, ¿quién es
5
mi hijo?”.
El acto de fe más profundo es creerle a Dios que se está
ocupando de nosotros, que estamos sufriendo dolores de
parto y no una larga y amarga agonía. Fíjense que lectura
tan distinta de la vida uno puede hacer. ¿qué es la vida? Voy
a decir frases terribles, no se asusten. ¿Cuando nacemos no
empezamos a parecernos al cadáver que vamos a ser o
empezó una aventura sin fin? ¿Empezó un largo parto o
empezó la agonía? Esa es la doble lectura. Entonces, creer
es creer que estamos en manos de alguien que nos está dando
a luz. Por eso ¡qué simple y profundo es el salmista cuando
dice:
“El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno,
Señor, ¡no abandones la obra de tus manos!” (Salmo
138, 8).
Qué lindo salmo: ¡no abandones, Señor, la obra de tus
manos! Cuánto se puede decir con pocas palabras. No
abandones, ese es el credo: no abandones la obra de tus
manos.
Feliz de ti María porque creíste, aun en la prolongada
noche, que se cumpliría lo anunciado por el Señor.

87
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Entonces, el Evangelio hasta nos regala ese secreto: que


la fe es indispensable para que Dios pueda terminar su obra
de amor en nosotros. Que la felicidad que tanto añoramos
sólo es posible si le creemos a Dios que es capaz de hacernos
felices.

88
6
Sólo dos moneditas de cobre

“Llegó una viuda de condición humilde


y colocó dos pequeñas monedas de cobre”
(Marcos 12, 42)

En esta meditación, hacemos referencia, con este título


“Sólo dos moneditas de cobre” al ofertorio y a la oración de
los fieles. Nos lleva mucho tiempo disponernos a la confianza
y el hecho de confiar en alguien o en Dios. ¿Por qué? Porque
es muy difícil defenderse del ser amado. Aunque parezca
extraño, uno diría que del amor no hay que defenderse y, sin
embargo, nada hace más vulnerable, nada hace que las
defensas caigan más, nada hace que a uno lo puedan
encontrar como es y sin resistencias, que el amor. Si usáramos
una comparación, el sol en primavera obliga a las flores, a
las plantas, obliga a todo a salir, es muy difícil resistirse al
sol, a su calor.
Lo mismo: la confianza es lenta y, como decía, es difícil
dejarse encontrar a medias; o me dejo encontrar o no me
dejo encontrar, o confío o no confío; por eso es lenta la
confianza pero, cuando llega, no sabe poner límites, es muy
difícil confiar a medias. Una comparación muy simple:

89
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

¿vieron los toboganes?, cuando los chicos están arriba, están


agarrados y uno los ve pensando, me suelto o no me suelto,
porque si me suelto voy a parar hasta abajo, no puedo
bajarme a la mitad; el tobogán es: o me suelto o no me
suelto, no hay estación intermedia, y uno pasa rápido hasta
abajo. Y la confianza es lo mismo, tardamos mucho, pero el
día que confiamos qué difícil es poner límites en la confianza.
Nos damos cuenta que empezamos a ser amigos cuando
un día percibimos que comenzamos a manifestarnos pobres
y necesitados. Un ejemplo: supongamos que me cambien
de casa, estoy en un lugar nuevo, no conozco mucho, los
primeros días “¿cómo está hermana?” “Bien”, “¿algún
problema?” “No”, “perfecto”. Hasta que un día empezamos
-a lo mejor-: hoy no dormí tan bien, me preocupa esto, siento
aquello; es decir, en la medida en que empezamos a sentirnos
queridos y cómodos nos animamos a manifestarnos no como
si fuéramos una visita, sino como nos sentimos, con lo que
nos pasa.
Y es lo que hacen los discípulos con el peregrino de Meaux.
Él se acerca, les pregunta después de un rato ¿qué les pasa,
qué van hablando por el camino? Y ellos se animan a abrir
el corazón y a contarle sus preocupaciones, sus desilusiones.
Y eso es lo que hacemos en la Eucaristía, en la oración de los
fieles. Fíjense cuánto tardamos para decirle a Dios: “te creo,
confío”. Y, una vez que le creímos, una vez que dijimos: “te
creo Padre, te creo Hermano, te creo Espíritu, ahora te cuento
lo que me pasa”. Rompemos el silencio y le empezamos a
manifestar preocupaciones, anhelos.
El Padre ve en lo secreto y sabe qué nos hace falta y ¡qué
lindo es saberlo! Saber que estamos ante un Dios al que no
hay que informar, pero que también es señal de fe pedirle
por lo que nos preocupa. Sabemos que lo sabe, pero también
es lindo podérselo pedir, podernos expresar. Si no pedimos a
Dios, ¿a quién vamos a acudir cuando ya no hay más
respuestas? Hasta nos pasa entre nosotros: a veces le decimos

90
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

a un amigo, “perdoná que te venga siempre con lo mismo,


pero...”. Si no repetimos a veces lo que nos duele y lo que
nos pasa, ¿a quién se lo vamos a decir si no es a un amigo?
Un Padre que se ocupa de lo pequeño: si leímos bien el
Evangelio estamos ante un Dios a quien podemos ir yéndole
con pequeñeces, con pavadas, con cosas personales. Dios
se ocupa de lo pequeño, de lo cotidiano, lo de cada uno, un
Padre que Jesús nos enseñó a creer que viste los lirios del
campo, que alimenta las aves, que tiene contados hasta los
cabellos de sus hijos, que hace llover y salir el sol sobre buenos
y malos; por eso podemos acudir con corazón de niños ante
su Presencia.
Cuando le preguntamos al corazón humano qué espera,
qué le pasa, que necesita, nos damos cuenta de que, si
profundizamos, pasamos del plural al singular. Empezamos
diciendo me preocupa tanto esto como aquello y esto otro,
6
pero lentamente las preocupaciones se van concentrando,
como si empezáramos a mirar un árbol por las ramas y
decimos “cuántas ramas” y seguimos bajando, menos ramas,
seguimos bajando y hallamos un solo tronco. Tiene una base
común. Las preocupaciones lo mismo, tenemos mil ramas,
empezamos a analizar y decimos, son unas pocas,
empezamos a seguir profundizando y decimos, tal vez tenga
una sola; lenta y progresivamente nos vamos dando cuenta,
sobre todo en la oración, de que también es un lugar para
conocerse a sí mismo. ¿Por qué? Porque ante el amor brota
sin miedo el corazón. ¿Por qué la oración es un lugar de
conocimiento de sí mismo? Porque justamente, ante el amor,
hasta nosotros mismos encontramos la oportunidad de que
aparezca nuestro ser.
Y, sobre todo es en la oración que descubrimos que nuestra
necesidad más profunda coincide con el deseo de Dios; dicho
más claro: el hombre anhela a Dios y Dios anhela darse al
hombre sin violencia, sin imponerse. Dios no quiere
imponerse como Dios es Omnipotente; Dios quiere amarnos,

91
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

no mandarnos. ¿De qué le serviría que todos no tengamos


más remedio que quererlo? ¿Eso es quererlo? Ni los humanos
nos conformamos con que nos respeten por obligación. Uno
podría decir con mucha tristeza –supongamos-, “todos me
respetan, no sé si me quieren” y hasta más de una vez ustedes
habrán pensado, “no me respeten tanto y quiéranme un poco
más”. Dios piensa igual.
Jesús en el Evangelio, atiende las necesidades de muchos
hombres y mujeres, a los cuales les pregunta en concreto “qué
te pasa, qué te preocupa, qué puedo hacer por vos” y, si
sabemos mirar, siempre nos enseña a mirar más allá
partiendo de más acá. Ejemplo: multiplica los panes, se da
cuenta Jesús de que la multitud está hambrienta pero,
partiendo de este más acá “tienen hambre”, Jesús mira más
adentro y dice: “¿sólo de pan tienen hambre?, ¿no tienen
hambre de amor, de Dios, de verdad, de comprensión?”. El
hombre es algo más profundo.
Así por ejemplo, multiplica los panes, pero se ofrece como
pan de vida; al ciego lo encuentra pobre hombre a oscuras
de nacimiento y se le muestra a ese hombre como luz; lo
cura de su ceguera, pero le muestra que sólo ve el hombre
que tiene fe. Y lo cura de su ceguera más profunda cuando le
muestra que Él es el Mesías, y ese cieguito de ojos y de
corazón, empieza a recuperar profundamente la vista, al
comprender por qué nació. Los hombres somos ciegos de
nacimiento.
En la oración, como en un encuentro de amistad, nos
damos cuenta que comenzamos a plantear problemas pero
que a los pocos minutos nos encontramos descubriendo y
manifestando que más que problemas, somos un problema.
Vieron: uno empieza a decir “me preocupa esto, aquello” y,
en un determinado momento, “¿sabés una cosa? ¡soy un
problema!, no es que tenga problemas”. Soy un problema y
el problema no es fundamentalmente lo que nos pasa; es
cierto que eso me pasa, pero son las ramas, ni siquiera el

92
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

problema es que estamos mal hechos, sino que descubrimos


que no estamos terminados. ¿Y cuál es nuestro pánico?
Quedar inconclusos, ese es el problema. Por eso el grito más
profundo del amor es, “no me dejes morir, no me dejes
inconcluso, no me dejes a mitad de camino”. “Yo que estoy
vivo y anhelo la plenitud de la vida y soy mortal, estoy
inconcluso, no me dejes así, no me hagas esta trampa ter-
rible.” Cuando la filosofía contemporánea pierde a Dios,
mira al hombre y dice “el hombre es un monstruo porque es
un pequeño soñador impotente”; ¿se entiende? El hombre
sin Dios está muerto, es un absurdo; ¿por qué? porque es
alguien que sueña para siempre y no puede.
“Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta,
si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y
miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos”
(Salmo 90, 10),
6
dice la Escritura ¡Pobre soñador!
Pan y vino son el signo de lo poco que tengo y de lo poco
que soy. Descubrimos ante Dios que empezamos a hablar y,
hablando -como muchas veces les habrá pasado a ustedes-,
uno hablando con otro de golpe se esclarece y hasta entiende
lo que le pasa, no tanto por lo que el otro le respondió sino
porque, ante el amor, pude expresarme y expresándome
llegué hasta mi fondo. Pan y vino entonces son el signo que
encontramos para mostrar o para significar lo que somos, lo
que tenemos. Al fin comprendemos que, sin Jesús y sin los
amigos, nada podemos hacer. Por eso, agradecidos y pobres,
en el ofertorio, te decimos: “Señor, no me alcanza la oración
de los fieles, yo hace un rato te dije un montón de cosas,
pero ¿sabés qué?, te lo voy a decir con signos que, a veces,
hablan mejor que las palabras. Dejame poner sobre el altar
pan y vino que son lo que soy, algo pobre, pequeño y simple,
pero que lo quiero poner en tus manos para que lo consagres.
¿Qué le pedimos a Dios en el ofertorio? Le pedimos a Dios
que sea Dios, reconocemos que somos obra suya, y le

93
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

decimos: “Señor, esta obra que se te escapó un día de las


manos ahora quiere volver a esas manos; terminé de
comprender, como el hijo pródigo, que ¿dónde voy a estar
mejor que en las manos del que me hizo, para que con Él me
termine de hacer? Más que obras para Dios, descubrimos
que hay que ser obra de Dios, obra suya. “Empecé mi vida
queriendo hacer muchas cosas por Vos y, ahora medio
quebrada, fracasada, quemada, frustrada, termino de
comprender. Señor, descubrí que la obra soy yo”.Es lo que
comprendió David cuando agradecido por todo lo que Dios
había hecho le quiso edificar un templo y terminó aceptando
lo contrario, que iba a ser Dios quien le iba a edificar una
casa a él. David creyó que Dios había terminado y sin em-
bargo todo estaba por empezar.
David –piénsenlo-, había creído: “Dios terminó la historia
de la salvación –pensó-, nos trajo a la tierra prometida,
atravesamos el desierto, eliminamos a los enemigos, ahora
tenemos fronteras, hay paz, se acabó”, y Dios le dijo: “¿cómo
que se acabó? Dejate de agradecimientos y dame
disponibilidades porque, lejos de haber terminado, estoy
empezando a hacer mi plan de salvación”. El Mesías sería
uno de su descendencia, esta no es la tierra prometida...
Lo mismo nosotros, a veces le decimos a Dios: “Gracias,
Señor”. Supongamos, sin ninguna connotación personal, que
aquí hay alguien que está por cumplir 25 años, supongamos
que uno cumple 25 años de religioso, de sacerdote y dice:
“Señor, vengo a agradecerte todo lo que ya hiciste, gracias
por tu obra”, casi como diciéndole, a veces, “Señor, gracias,
pero no me molestes más, te agradezco todo lo que hiciste”,
y Dios nos dice: “¿vos querés ser agradecida? ¿entendiste
estos 25 años?, entonces, dame permiso para terminar de
hacer a fondo mi obra en vos. No seas agradecida por lo de
ayer, el agradecimiento es disponibilidad para lo de
mañana”.
El ofertorio es como si Adán se dejara encontrar: ese que

94
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

se escapó, se escondió, se vistió; ese chico que escapaba de


la mamá con el cinturón en la mano, ahora se dejara
encontrar en su desnudez, sale de detrás del arbusto, se
empieza a sacar las hojitas, no teme descubrirse incompleto
por un Dios que lo buscaba más que para corregirlo, para
terminar de hacerlo, ya que se le había escapado inconcluso
de sus amorosas manos. ¡Qué lindo cuando Adán –nosotros-,
entendemos: pero si me quiere amar, me quiere curar! Vieron
un chico en el peluquero o en el dentista o en el médico, a
veces es difícil, hay que agarrarlo entre cinco; incluso a mí,
cuando me tienen que dar una inyección, la monjita, la
enfermera, me dice: “Padre, tranquilo”, por no decirme, “no
sea maricón, tranquilo, aflójese”, porque uno cree que lo van
a matar... Bueno, así nosotros ante Dios. ¡Qué lindo si un día
nuestros músculos no están tensos, no los de la cola, los del
corazón!!! Es dejarse encontrar por un Dios que se deja
encontrar; ¿se acuerdan?, hecho Niño... Tenemos solo dos 6
moneditas de cobre, pero es todo lo que tenemos...
Entonces el ofertorio es una humildad confiada, es una
pobreza esperanzada, no desesperada.
”Bendito seas Señor, Dios del universo, por este pan
y este vino, frutos de la tierra, de la vid y del trabajo
del hombre; ellos serán para nosotros pan de vida y
bebida de salvación.”
Analicemos un poco estas palabras, ¿Qué estamos
diciendo? Todo es don: bendito seas, Señor, por el pan y por
el vino, frutos de la tierra y de la vid, ¿Qué quiere decir?
Nosotros no lo hicimos, nos fue dado, es don. Y del trabajo
del hombre, también cultivamos la tierra. Es don y es tarea;
eso somos nosotros, los hombres también. Nosotros somos
don ¿qué seríamos nosotros sin Dios, sin los seres queridos,
sin todo lo que nos fue dado?, pero también es cierto que
tuvimos que poner también nosotros lo nuestro, nuestra
libertad, nuestras decisiones, nuestro trabajo. Nadie sabe
dónde comienza la gracia, dónde termina la naturaleza...

95
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

En teología, en dogma cristiano, tenemos que afirmar que


hay gracia y que hay naturaleza, pero ¿dónde empieza una
y dónde termina la otra? O, como dicen los santos, ¿no es
todo gracia? Por ejemplo, a veces decimos nosotros,
soberbios, “esto lo hice yo”, y a vos, ¿quién te hizo, salamín?,
como diciendo, ¿qué hice yo? Si yo soy obra de otro...
El ofertorio no es algo meramente individual y
momentáneo. Individual: vengo yo con mis ofrenditas y vengo
a ofrecer sólo este instante, este momento. El ofertorio es algo
más profundo, más denso. Allí llevamos la vida; en el caso
del domingo: la semana, el esfuerzo y la tarea humana; no
sólo la nuestra sino la de todos; llevamos nuestros límites;
nuestros intentos fallidos, fracasos, dolores, sueños y anhelos;
nuestra soledad, el amor, el hambre, la violencia, la agonía
y el parto; llevamos a los que agonizan y a los que nacen,
llevamos la música y el silencio, el estruendo de la máquina;
el vigor del joven y la fragilidad del anciano; el sudor del
trabajo y la angustia del desamparo de tantos.
El ofertorio es algo que parece simple. Diría, pobre del
sacerdote, y pobre del que está en Misa y cree que sólo
ponemos pan y vino, por así decir, en el altar. Allí ponemos
mucho más; podríamos decir lo de Jesús “¿quién me tocó?”,
que decíamos ayer...
¿Qué pusiste hoy sobre el altar? ¿Qué trajiste para que lo
sane y lo consagre? Es como si el ofertorio dijésemos esto:
“Señor, hemos terminado de descubrir esto: ¿cómo soñar sin
vos?”. Nosotros somos soñadores, pero un día descubrimos
que si soñamos solos, son sólo sueños; en cambio, si soñamos
frente a Dios, con Dios, más aún: si nos descubrimos ser un
eco del sueño de Dios, nos damos cuenta que podemos seguir
soñando, que es casi lo mismo que seguir viviendo. Algunas
de ustedes me van a entender bien, ¿se puede vivir sin soñar
nada? Cuando a veces uno dice, quiero morir, ¿cuál es el
nombre profundo de eso? Ya no puedo soñar nada,
entonces... ¿Para qué es una vida donde no se puede esperar?

96
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

El ofertorio es un gesto tan denso como la vida; allí


llevamos nuestro sueños, allí recogemos nuestra vida para
que, sin perder su sana autonomía -porque es nuestra vida-,
encuentre su sentido y trascendencia en Dios. “Juntos
andemos, Señor”, decía santa Teresa de Ávila; una expresión
muy simple pero muy densa. Un día santa Teresa descubrió y
lo expresó así; “juntos andemos, Señor, yo quiero vivir con
vos, quiero que seas mi compañero de camino” pero dijo:
“juntos” andemos Señor. Vivir con Dios; ni solo Dios, ni solo
nosotros, ¡juntos! Trabajemos juntos, creemos juntos. ¿Se
acuerdan en el Génesis? Dios nos invitó a crear con Él; en el
Reino de los cielos nos invitó a trabajar con Él. No es incom-
patible, no hay que alejarse de Dios para poder ser alguien,
sino hay que acercarse a Dios para con Él poder ser alguien.
Vivamos con Dios y con los que nos aman. ¿Qué significa
vivir con alguien? No significa vivir bajo el mismo techo
solamente. Significa convivir, es decir, permitir que se metan 6
con nosotros. Estar en una comunidad, estrictamente
hablando, no significaría sino que nos destinaron al mismo
lugar. Sin embargo nos encomendaron los unos a los otros,
y esto es algo mucho más hondo, Fíjense que pocas veces lo
leemos así: “me mandaron allí, tengo que convivir con vos,
menos mal que están las puertas y las paredes de las piezas”.
En realidad, me mandaron ahí para darle permiso a los
demás a que se metan conmigo y para pedirme a mí que
me meta con los demás. ¡Qué bueno sería que su amor, el
de Dios y el de los otros, no encuentre resistencias, ni ciegas
autoafirmaciones! “A mí qué me van a decir, a mí qué me
vana a enseñar, conmigo no se van a meter.” Sé que lo que
digo es peligroso, dejar a los demás que se metan conmigo,
pero dije antes: no dejemos de soñar. Cuando uno va a una
casa y dice, conmigo no se va a meter nadie, ya no puedo
soñar, ¿ya no estoy un poco muerto? En cambio ¡qué lindo
sería si un día descubro: tiene permiso para hacerme más
bueno, tiene permiso para pellizcarme si ven que dejo de
soñar con ser santo, tienen permiso a retarme a lo que quieran

97
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

si ven que me duermo y me detengo en un lugar que no es la


meta! Cuando uno quiere llegar le da permiso a los otros
como diciendo: “por favor despiértenme, no quiero pasarme
ni bajar antes”.
No obremos para llegar a ser alguien, obremos porque
ya somos alguien... ¡Cuántas torres de Babel! No sé ustedes,
pero yo creí que había una sola y, sin embargo, ¡cuántas
torres de Babel! ¿Qué quiere decir? Y pensar que Dios nos
quiere hacer dios... Del verdadero Dios no hay que huir para
ser grande, Él sólo busca engrandecernos, pero no a pesar
nuestro sino con nuestro consentimiento amoroso...¿Qué
quiere decir cuántas torres de Babel? Cuántas veces nos
apartamos de Dios y de los demás para ser alguien, para
hacer algo que valga la pena, que nos dé prestigio, valor,
dignidad y, sin embargo -torre de Babel-, terminan siendo
pequeños y burdos intentos de grandeza cuando, en el fondo,
sólo con Dios y con los amigos podemos llegar a ser
verdaderamente grandes.
El amor es una entrega mutua. Quien ha comprendido lo
que Dios ofrece, quien comprende que el ofertorio lo hizo
primero Dios -Dios nos ofreció la vida, Dios se nos ofreció-,
quien comprendió lo que Dios ofrece, comprende que Dios
no espera de nosotros otra cosa. ¿Cuál es el ofertorio que un
Dios que se ofrece espera, sino que nos ofrezcamos a nosotros
mismos, para poder amarnos y para que nosotros lo amemos
desde lo que somos? Dios no espera de nosotros otra cosa.
Los votos religiosos, la consagración, no es otra cosa que un
ofertorio continuo a quien hemos comprendido que se nos
da.
¿Qué son pobreza, obediencia y castidad sino una manera
de decirle a Dios, “Señor, yo quiero ser ofrenda permanente
para Vos?. Vos te me diste y yo me di”. El hombre primitivo o
el campesino dice, “Dios me regaló la cosecha de trigo, le
voy a ofrecer las primicias de mi trigo; tuve 25 cabritos, voy
a llevar el más bonito al templo”. Todavía cree, “Dios me

98
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

dio cabritos, Dios me dio trigo, le llevo trigo, le llevo cabritos”.


El que entendió “Dios se me dio”, comprende que ya no
bastan chivos y trigo, y por eso ustedes un día se consagraron.
Comprendieron: “Señor, si Vos te nos diste, mi ofrenda, el
ofertorio, quiere ser mi vida, quiero darme a Vos”.
Viene acá un sutil error, ¿Dios nos convocó sólo a trabajar?
¿O Dios nos convocó y nos ofrecimos para amarlo y dejarnos
amar? No sólo para trabajar; a veces hemos creído que Dios
estaba buscando sólo obreros para la cosecha y no amigos,
esposas, hijos para la comunión.
La muerte es el gran ofertorio; ese va a ser nuestro gran
ofertorio y el gran ofertorio de Dios. En cada ofertorio la
vamos haciendo nuestra, una cosa es la muerte y otra “nuestra
muerte”, de “la muerte” a “nuestra muerte”, como rezamos
humildemente en cada Avemaría: “en la hora de nuestra
muerte. Amén”. ¿Qué quiere decir? Que la vida es un querer
6
ir haciendo nuestro un acto humano, una decisión libre, un
consentimiento, algo que inevitablemente nos va a pasar. ¿Y
cuándo puede ser que hagamos un consentimiento de algo
inevitable? El día que nos demos cuenta de que más que
darle nuestra vida, consentimos en que se nos termine de
dar; Dios nos está pidiendo que consintamos en que nos
termine de dar la suya.
¡Qué es la muerte? La muerte es sacarnos la vida o que
Dios quiere terminar de dársenos Él? Vieron que a veces hasta
el místico grita: “Señor, basta de sacramentos y de mensajes,
vení Vos”. Y Dios podría decir lo mismo: “no quiero más
hablarte a través de un cura, de la Eucaristía, ¿me dejás que
te encuentre, me dejás que aparezca mi Rostro, dejás que
me termine de dar?”.
El sacerdote, luego del ofertorio, se lava las manos como
señal de estar pisando tierra sagrada,
“Entonces Dios le dijo a [Moisés]: «No te acerques
hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que

99
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

estás pisando es una tierra santa»” (Éxodo 3, 5).


Por eso ¡qué pena cuando nos parece que es como un rito
inútil y pensamos: simplifiquemos la Misa! Y más allá de
que un día se saque o no se saque o sea otro el gesto, no nos
quedemos sin gestos, porque ese gesto está diciendo: “lavate
las manos, mirá que ahora vas a tocar algo muy sagrado”;
no se las lava antes de ofrecer el pan y el vino, sino después
de ofrecer el pan y el vino, porque la próxima vez que lo
tenga en las manos, será Jesús... Fíjense si no es lo que hace
el médico cuando entra otro paciente, se lava las manos. Y
ustedes no le dicen “doctor, no se lave las manos”, ¡no!
Ahora viene alguien y respetuosamente las tengo limpias
para acercarme a él. Lo mismo debemos hacer cuanto más
nos acerquemos a alguien, cuando alguien nos deje pasar a
su intimidad, a su secreto, a su corazón: tener el máximo de
respeto y delicadeza ante algo tan sagrado y no debido.
¿Vieron qué lindo cuando uno siente que una persona se
da cuenta que le vamos a abrir el corazón? No es lo mismo
que si tuviera la radio prendida y estuviera escuchando
noticias; se dispone como Moisés cuando escucha y le dicen,
“quítate las sandalias, mirá que ahora empezó otra cosa”.
Nuestro ofertorio cotidiano al prójimo revela lo que hemos
comprendido. ¿Qué es nuestro ofertorio cotidiano al prójimo?
Lo que le ofrecemos a los demás a lo largo del día. ¿Qué le
ofrecés a los demás? Lo lindo sería darse cuenta de que lo
que le ofrecemos a los demás revela lo que comprendimos
que Dios nos ofrece a nosotros. A ver ¿puede alguien haberse
dado cuenta en la oración que Dios se nos dio con ternura,
cariño y respeto, y salir de ahí y ofrecer otra cosa, indiferencia,
frialdad, funcionalismo? Pensemos que ofrecemos, porque
eso revela cómo entendimos que nos están amando. Lo que
nosotros ofrecemos a los demás revela lo que creemos que
nos están ofreciendo a nosotros. Por eso, detrás de un
agresivo, de un indiferente, de un duro, hay alguien que está

100
6ª meditación Sólo dos moneditas de cobre

desesperado porque cree que Dios lo trata así. Más que un


malo estamos frente a un pobre aunque tenga facha de malo,
porque su dureza no hace más que revelar su dolor, porque
él no puede terminar de creerse hijo querido y, por eso, es
tan duro su exterior.
Nuestra vida es un comentario viviente del don que
recibimos. ¡Qué examen de conciencia! Ustedes piensen este
cuatrimestre, estos años, ¿mi vida es un comentario viviente
del don que recibí? ¿Qué comentó mi vida que recibí? ¿Qué
comenté con mis hechos? Porque eso revela lo que creo me
aman.
María ofrece lo que recibió: ofrece a su hijo; no temió
perderlo; más aun, sabe que es la única forma de conservarlo.
Ya de pequeño lo ofrece en el Templo, para que el Padre
disponga; lo llevó al templo, más aún, lo pone en manos del
anciano Simeón para que, al fin, el hombre pueda encontrar
6
paz.
¿Qué hizo María, ya de pequeño? Lo puso en manos del
Padre y en manos del hombre para que el Padre disponga y
para que el hombre goce. Así tendría que ser nuestra vida,
poner nuestra vida en manos de Dios para que el Padre
disponga, y nuestra vida en manos de los hombres para que
gocen con nuestro amor, con nuestra presencia, con nuestro
cariño, con nuestro servicio.

101
102
7
El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...
Este recordó... y saliendo afuera,
lloró amargamente

“En ese momento,[…] cantó el gallo.


El Señor, dándose vuelta
miró a Pedro. Este recordó las palabras
que el Señor le había dicho:
«Hoy, antes que cante el gallo,
me habrás negado tres veces».
Y saliendo afuera, lloró amargamente”
(Lucas 22, 60-62).

Con este título nos vamos a referir al Prefacio. Ya, a medida


que avance, van a descubrir la relación con la cita, sobre
todo el tema de la mirada de Jesús. El Señor miró a Pedro.
Miremos un lago y observemos. Imaginemos algunos
paisajes de Alemania, de Austria, esos lugares donde hay
lagos y montañas que uno los ve en fotos, o tal vez estuvimos,
aunque podemos hacer la observación hasta en un charquito,
en pleno barro, cuando vamos en el campo.
Cuando las aguas están calmas y son claras, se puede ver
profundo; a veces se ve, en el sur, el fondo de los lagos, el
fondo de un arroyo de montaña y, cuando las aguas están

103
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

calmas y son oscuras, reflejan el paisaje, obligan a mirar


alto a tal punto que uno ve como en un espejo: montañas
arriba, montañas abajo, cielo y nubes, arriba y abajo. ¿Por
qué recordamos esto? Porque cuando el corazón está calmo
y sereno, también descubrimos que se puede ver más
profundo. Cuando uno está sereno mira con menos
interferencias y puede percibir lo más hondo. Y cuando uno
está silenciado, también puede asomarse con objetividad
más allá de sí mismo, siendo capaz de encontrar al otro tal
como es y no como me lo imagino. Uno puede mirar a los
otros como son y no según mi estado de ánimo. Vieron que a
veces estamos mal y vemos todo mal, todos los defectos de
todos. Estamos como nerviosos y todo nos perturba. Y, siendo
los mismos, estamos un día calmos y miramos todo y a todos
de otra manera.
Cuando el corazón está calmo, puede ver profundo,
cuando está silenciado puede asomarse con objetividad más
allá de sí, siendo capaz de encontrar al otro como es.
¿Cuándo el corazón está en calma? ¿Qué es lo que silencia
al corazón humano? Y vamos a lo más, más profundo.
El corazón está en calma cuando se ha puesto al fin en
manos del Padre. Hoy a la mañana decíamos que el ofertorio
era terminar de comprender el mejor lugar donde poner
nuestra vida inconclusa, pobre, frágil, soñadora, ¿dónde
encontrar el lugar donde no aterrarnos de ser tan frágiles y
soñadores? En las manos del Padre. Entonces, un corazón se
silencia, en el sentido hondo, es decir, vuelve a hallar
equilibrio, cuando se ha puesto en Dios. Y quien se ha puesto
en Dios, está silenciado, es decir, no está temblando aterrado,
asustado, a la defensiva.
Silenciado, basta una palabra para penetrar. Pongamos
un ejemplo Cuando dos amigos se conocen de años, basta
una mirada o una palabra, el menor gesto para comprender
qué le está pasando al otro, qué nos quiere decir. En otras
palabras, cuando uno está silenciado, con muy poco puede

104
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

entender mucho. Pongamos el ejemplo hasta de la oración.


Cuando estamos en clima de oración, nos sentimos bien,
estamos en paz, a veces basta una frase del Evangelio para
que nos quedemos un rato largo. ¿Por qué? Porque con muy
poco nos asomamos enseguida a lo hondo. En cambio, otros
días, no nos alcanzan ni los libros para que penetremos más
profundo. Lo mismo -esto lo da el tiempo-, cuando uno
convive con otras personas, con unos amigos; vieron que a
lo mejor en el noviciado había que hablar mucho, porque
nos estábamos conociendo; y a lo mejor, mayores, no
miramos y enseguida nos damos cuenta qué nos pasa, qué
sentimos. Penetramos profundo y rápido. Por eso este texto,
el Señor miró a Pedro. ¿Y por qué Pedro enseguida cambió
de actitud, se puso a llorar? Porque se encontró con la mirada
amorosa de Jesús y lo que comprendió no fue que Jesús lo
amenazaba, comprendió que lo seguía amando, a pesar de
haberlo negado. Entonces lloró amargamente: ante el amor,
qué poco respondo, qué poco entendí a Jesús.
Aquí, en el Prefacio, se termina de revelar, no con
palabras nuevas, se corre el velo, se transfigura. Es decir, con 7
pocas palabras, y tal vez con las mismas palabras que usamos
en las lecturas, ahora se corre el velo y, por estar silenciados,
podemos comprender más. Así como la liturgia nos invitaba
a situar las lecturas a la luz del Credo, la parte en el todo;
aquí ocurre lo contrario, en la parte se descubre el todo,
simplificación amorosa y orante. Por ejemplo, cuando yo
estoy entendiendo algo, voy entendiendo de a poquito, y la
parte la termino de entender cuando entiendo todo. Pero,
una vez que entendí todo, basta algo muy chiquito para que
yo me asome a lo más profundo.
Desde lo pequeño me asomo a la totalidad. Por ejemplo,
quien está estudiando música o una sinfonía, a lo mejor
lentamente va entendiendo cómo se compone una sinfonía.
Cuando ya la conocemos, basta escuchar un acorde para
decir “Es la Novena, es Mozart, etc.”, porque en unos

105
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

compases descubrimos todo. En los trazos de un pintor


descubrimos quién es, “este es van Gogh, este es...”, porque
lo conocemos.
Y eso pasa con el Prefacio. Fíjense que el Prefacio dice “es
justo y necesario, es nuestro deber y salvación” y aparece
una frase muy pequeña, como una antífona, en el medio, y
sin embargo ese poquito, ahora que estamos silenciados,
confiados y serenos, porque nos hemos puesto en manos de
Dios, nos permite entender hondo.
No es cuestión de cantidad, sino de profundidad y calidad.
Por eso no es extraño que con los años se vaya dando una
simplificación amorosa y orante. No es lo mismo, los novios
por ahí necesitan más gestos que los esposos de veinticinco
años. Eso no significa que tengan más amor. Tienen más
amor, tal vez con muchos menos gestos, quienes tienen
veinticinco años de historia. Lo mismo, a lo mejor un
principiante necesita muchísimos libros y una anciana reza
el rosario. ¿Quién dijo quién entiende más? Con muy poco
ya se capta todo.
En su Hijo crucificado el Padre nos termina de mostrar su
amor, hasta donde es capaz de ir a buscar al hombre para
abrazarlo y hacerlo hijo. En la cruz y en el descenso a los
infiernos vemos hasta dónde es capaz de ir Dios.
Luego de un largo y progresivo proceso, Dios se nos
termina de mostrar como un Dios necesitado, vulnerable, pero
ese misterio de ser un Dios necesitado del hombre lo mantuvo
escondido desde toda la eternidad hasta llegar el momento
oportuno, no vaya a ser que lo malentendamos. Un poquito
más claro. Cuando uno lee ciertos pasajes del Antiguo Testa-
mento, Dios nos muestra primero que Él es Dios, el Señor, el
Santo, el que no necesita a nadie, el que está más allá de
todo. Y, una vez que hemos entendido que Dios es Dios y no
un hombre, un ídolo, una fabricación humana, vemos lo
contrario, que Él es el autor de todo. San Pablo dirá que tenía

106
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

escondido desde toda la eternidad el gran misterio, y es que


su identidad más profunda es la de papá que nos está
buscando. Pero esto sólo cuando hemos entendido que es
Dios. Y que nos busca no por necesidad como nosotros
entendemos necesidad, sino que nos busca porque nos
quiere, y, cuando cree que lo podemos entender, nos termina
de mostrar su corazón.
Si nos busca es por amor, es un carenciado de amor, libre
y conscientemente acepta y quiere necesitarnos. Él decidió
amarnos. El Omnipotente decidió amarnos.
Y cuando el hombre entiende esto, que es lo que el Prefacio
pretende que entendamos, la respuesta no se hace esperar y
el hombre responde acorde a lo que encontró: Santo, Santo,
Santo, es el Señor Dios del universo... Es decir, la respuesta es
la más profunda que el hombre puede dar, cantar la santidad
de Dios que se nos terminó de revelar, no como un Dios
tremendo, Señor, sino como un Padre amoroso. Y así nos lo
quiso mostrar Jesús.
Y cuando el hombre canta el Santo ya se olvida de su 7
pobreza y sólo canta su grandeza, su belleza. Fíjense que en
el Santo. Ya no hay una segunda parte como en el Gloria. El
Gloria empezaba “Gloria a Dios en el Cielo” pero en la mitad
“Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica”,
es decir, volvía la mirada sobre nosotros mismos. En cambio
en el Santo ya sólo canto Tu belleza y Tu grandeza, me olvido
de mi propia pobreza
Ahora sí se ha puesto la propia pobreza en manos de Dios,
el Ofertorio, y por eso sólo se canta y se celebra su amor y su
grandeza. En otras palabras, ahora hay un olvido de sí, porque
alguien se está ocupando de mí y estoy libre para celebrarte
sin preocuparme por mí porque me encuentro ya en tus
manos. Qué curioso que, al dejar de mirarnos, nos
encontramos con Él y con nosotros. Esto es lo extraño, que
cuando dejamos de buscar, paradójicamente nos

107
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

encontramos, porque al mirarlo a Él, ya no a partir de


nuestras necesidades, sino como Él es, descubrimos que en
ese salto de gratuidad curiosamente lo encontramos a Él en
su identidad más profunda de Padre y en Él nos descubrimos
en nuestra identidad más profunda de hijos.
Él tiene nuestro misterio. Así en el plano humano, el hombre
no sabe qué es ser varón sino ante la mujer, y la mujer no
sabe qué es ser femenina sino frente a lo masculino. Fíjense
qué curioso, no es mirando al que es igual a mí como me
entiendo, sino mirando al distinto. El hombre, cuando mira a
la mujer comprende su identidad masculina y la mujer, frente
al varón, descubre su identidad femenina. Dicho de otra
manera y con otro ejemplo. mis ojos ven los ojos que los
ven; yo no puedo mirar mis propios ojos, en cambio sí puedo
mirar los ojos al que me está mirando los ojos; entonces, si
quiero entender mis ojos tengo que mirar a otro que está
mirando los míos con amor. Curiosamente, tengo que salir
de mí para poder volver a entrar en mí desde una mirada
amante; podemos mirar todo, pero para entendernos hay
que mirar otros ojos.
¿Recuerdan esta frase? “Él me mira y yo lo miro”, decía el
anciano orante al cura de Ars. ¿Se acuerdan? San Juan María
Vianney siempre encontraba en la iglesia a un viejito que se
pasaba el día mirando el sagrario, entonces un día el santo
le pregunta “¿qué está haciendo?” “Yo lo miro y Él me mira”,
y el santo lo recuerda como la expresión más bonita de
oración que encontró. Fíjense: Teresa de Ávila dice: “Hijas,
miren que las miran con amor”. Fíjense qué linda definición
de rezar. ¿Qué es rezar? Mirar que me están mirando con
amor. Y mirándolo a Él me entiendo a mí. Eso es el sano salir
de sí mismo.
Ante el Santo experimentamos nuestra pobreza, pero esto
no nos debe hundir, ni desesperar. La santidad en el hombre
no es no tener nada que reprocharse, sino una nada que se
acepta y se deja amar y salvar por el Santo. San Juan de la

108
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

Cruz, con el mismo lenguaje, le decía a Dios en el Cántico


espiritual:
“Ahora puedes mirarme, después que me miraste,
porque al mirarme, tu gracia en mí tus ojos
imprimieron”.
Fíjense lo que está diciendo. Ahora que me miraste, me
podés mirar, porque tu mirada me hizo digna.
Extasiarse, ¿qué quiere decir extasiarse? Ya no juzgarse,
ya no mirarme yo mismo para saber quién soy. Extasiarse es
salir de mí, es la exigencia más profunda del amor, ¿qué es
lo que nos pide el amor? Es como si el que nos ama nos dice
“porque te amo te puedo pedir esto, por favor, nunca más te
mires al espejo, mirate en mis ojos. Permítanme un ejemplo
humano. Supongamos que un día entra un esposo a su casa
y la encuentra a la esposa llorando y le dice “¿por qué
llorás?”. “Porque soy fea”; y él le podría decir con dolor “hace
tantos años que te digo que sos linda y no me lo creés; si vos
creyeras en mi amor nunca más llorarías diciendo que sos
fea, tu llanto está diciendo que no creés en mi amor”. 7
Tradúzcanlo para ustedes. Si alguna vez entrara Jesús al
convento habría más de una hermana llorando y pensando
que es mala, entonces la pegunta de Jesús sería “¿Y quién te
dijo que sos mala? ¿El espejo o mi mirada? ¿Tu mirada o la
mía? No te mires más vos, mirate en mí”.
Esta es la exigencia más profunda del amor, un viaje sin
retorno, supongamos -perdonen que lo diga mal, es a
propósito-. Alguna de ustedes podría decir con orgullo “Yo,
Padre, no volví a mi casa en años”, como diciendo lo seguí a
Jesús hasta bien lejos”. “Pero volviste a tu mirada seguido.
De qué te sirvió viajar miles de kilómetros y alejarte de tu
casa, si no fue un viaje sin retorno, porque vivís retornando a
mirarte con tus propios ojos. Entonces, menos kilómetros, pero
no volver a mirarse con los propios ojos.”
Un Gloria sin segunda parte. Eso es cantar el Santo. En

109
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

otras palabras, esto es adorar. ¿Cuándo la oración se hace


madura? Cuando se convierte en adoración. Ya no es lo que
necesito, sino: te celebro ¿Por qué? No porque me importe
un pito lo que me pase, sino porque sé que lo que me pase
lo estás cuidando Vos. Entonces ahora puedo desentenderme
de mí al saberme amado y puedo ocuparme de Vos y
celebrarte.
Es como Pedro en la barca cuando cae de rodillas ante
Jesús al descubrir su misterio, “apártate de mi que soy un
pecador”, pero que acepta que Jesús lo quiera hacer
pescador de hombres. Es decir, Pedro acepta esa
desproporción, sentirse tan pobre y aceptar la cercanía de
Jesús, y cree que Jesús puede hacer de él, que es tan pobre,
algo capaz de pastorear a la Iglesia. A veces hay falsas
humildades. La falsa humildad está llena de desaliento. La
verdadera humildad es osada. Llena de desaliento es: “no,
yo soy humilde, yo no puedo”. “No, en el fondo yo no creo
que tu amor y tu gracia puedan hacer con este pobre algo
que valga la pena”: esto es humildad con desaliento.
Humildad osada es esta: “mirá que yo no llego, si Vos lo
decís, a la carga”.
Se acuerdan el salmo:
“Contigo puedo asaltar una muralla; con mi Dios,
puedo escalar cualquier muralla” (Salmo 18, 30).
Como diciendo, al lado tuyo, hasta enfrento la muralla, el
ejército, ataco, aunque sea un pequeño.
Santo significa distinto. Entonces cuando le decimos a Dios
que es Santo estamos diciendo que Dios es distinto a la cria-
tura. Dios es distinto en su ser. Él es el misterio infinito, tre-
mendo y fascinante. Ante Él, curiosamente dan ganas de huir
y dan ganas de ver, de acercarse; Dios es también distinto en
su forma de obrar, no sólo en su forma de ser. Dios no es
como el hombre, que obra con venganza, con cólera, por
egoísmo, por envidia, por celos. Dios obra frontal, gratuita y

110
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

misericordiosamente. Ese es el Dios Santo. Es distinto al


hombre porque tiene compasión.
Entonces, ¿qué decimos en el Prefacio, después de todo
este preámbulo?
“Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación, darte gracias siempre y en todo lugar.”
Fíjense lo que estamos diciendo en cada Misa. A veces
uno dice cosas y no se da cuenta lo que está diciendo. Da
gracias el que se sabe amado. Dios cuando nos pide que
seamos agradecidos, o cuando quiere que seamos agrade-
cidos no quiere pagos. Él lo que quiere cuando quiere que
seamos agradecidos es algo mucho más profundo y más
bonito. Él quiere que su amor se haga consciente en nosotros.
¿Para qué?
Primero para que podamos llenarnos de gozo, al sabernos
amados. Y después para que, conscientes y gozosos de su
amor, despleguemos nuestra capacidad de irradiación, de
comunicación en otros. El amado, amará. Dicho más simple.
¿Por qué Dios quiere que seamos agradecidos? Porque el 7
agradecido es el hombre que se dio cuenta que fue agracia-
do. ¿Quién da gracias? El que se dio cuenta que fue amado.
Entonces, Dios no está queriendo tanto que le paguemos,
como que nos demos cuenta que somos amados, que eso es
ser agradecido. Cuando alguien es agradecido es porque
se dio cuenta. Por ejemplo, si alguna vez, cuando ustedes
eran chiquitas, alguien les regaló algo en Navidad, en un
cumpleaños, a lo mejor los papás estaban mirando la cara
del niño, o de la niña, a ver si el regalo les gustó. En el fondo
no era tanto que estuvieran deseando que el niño les dijera
“Gracias, papá”. El papá lo que quería era que el regalo le
gustara al hijo. Entonces, cuando lo ve feliz, está feliz porque
el hijo goza con ese regalo que le gustó.
“Es justo y necesario”, es proclamar nuestro deber como
creaturas e hijos amados, pero sobre todo es nuestra

111
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

salvación dar gracias. Ya que sólo al ser conscientes, agra-


decidos y amantes, constataremos y manifestaremos que
estamos siendo amados, que estamos siendo salvados. Dicho
de otro modo. Supongamos que a ustedes yo les preguntara
“¿Les parece que ustedes son habitualmente agradecidas?”
¿Cuál sería el objeto de esta pregunta? Es lo mismo que si
yo hubiera preguntado: “Hermana, ¿se siente usted habitu-
almente amada? Porque si se sintiera habitualmente ama-
da, sería habitualmente agradecida”. Ese es el objetivo. Lo
mismo, quien está amando nos está diciendo que se sabe
amado; quien no está amando y quien no es agradecido,
nos está diciendo “no me sé amado”.
“Siempre y en todo lugar”: el amor santo, es decir, gratui-
to e incondicional, no es “algunas veces”; por eso -como
aprendió Job-, el amor santo siempre nos está amando,
aunque desde nosotros podamos decir: “en las buenas o en
las malas”. A ver; desde Dios no hay “en las buenas y en las
malas”; somos nosotros quienes sentimos “en las buenas y
en las malas”; Dios siempre nos está amando: cuando nos
dan y cuando nos quitan. Por eso, el que entendió a fondo,
comprende que todo es amor, es gracia y es ya salvación
poder vivirlo así. ¿Cuándo la persona está madura espiritu-
almente y ante Dios? Cuando comprende que no hay días
buenos y días malos, que todos los días, ya sea nublado o
con sol, con sequedad o con gozo, Dios me está amando
siempre. Son distintas formas de su amor.
Y en todo lugar; tiempo y espacio donde transcurren
nuestras vidas están sujetos al poder, a la presencia y a la
sabiduría del amor de Dios. ¿Hay acaso algún lugar donde
no esté? Por eso “siempre y en todo lugar” le podemos decir
a Dios: ¡Gracias! Sólo quienes celebran su providencia saben
lo que significa ser hijos, comienzan a conocer lo que signifi-
ca el descanso y la despreocupación de volver a ser como
niños. ¿Quiénes pueden volver a ser como niños y, en el mejor
sentido de la palabra, tomar la vida como un juego? Los

112
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

que se dan cuenta que están siempre y en todo lugar en pre-


sencia de un Dios que los está amando en todo lo que pasa.
El presente es un regalo de Dios, está en manos de Dios.
El Santo de la liturgia es breve, pero el Santo largo es el
de la vida,
“La hora se acerca, y ya ha llegado, en que los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad, porque esos son los adoradores que
quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4, 23-
24).
¿Qué quiere decir? el Santo largo y el mejor culto que le
podemos brindar a Dios, son la oferta de un amor diferente,
un amor como el que recibimos de Dios, eso que le dijo Jesús
a Pedro:
“«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió:
«Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo:
«Apacienta mis ovejas»” (Juan 21, 16).
7
Ese es el Santo largo. Entonces, diría San Agustín “qué lin-
do es cantar” bellas melodías, bellos Santo, y hay que
hacerlo, pero qué bella es la vida del hombre que canta el
Santo largo, ofreciendo a los demás una calidad de amor
como el que recibió de Dios. Ese Santo está cantando
siempre, aunque no sepa cantar.
Quien canta el Santo ya no debe luchar, debe adorar, ¿qué
quiere decir? Adorar significa no resistir la realidad, significa
haber entendido aunque no se entienda que todo lo que acon-
tece es adorable. Eso es cantar el Santo. La reconciliación
con la realidad ya no viene por saber cómo son el “aquí y
ahora”, sino por saber en manos de quién están. Explica-
mos. Vieron que dice “ahora estoy tranquilo porque todo está
bien”; eso todavía no es maduro espiritualmente. Maduro
espiritualmente es “ahora estoy tranquilo porque todo está

113
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

en sus manos, aunque no todo esté bien”. ¿Por qué a veces


nunca tenemos paz? Porque para estar en paz estamos espe-
rando que todo esté bien, en vez de descubrir que podemos
estar en paz aun en medio de las tormentas, porque todo
está en sus manos, que es distinto. Este es el secreto de la
paz.
A veces podemos pasar toda la vida intentando buscar el
lugar ideal, las circunstancias ideales, los amigos ideales,
ser nosotros alguien perfecto y, eso, tal vez no llegue nunca.
En cambio, el secreto de la paz -si pudiéramos atravesar un
poquito las apariencias y descubrir que me tengo que recon-
ciliar con lo real que soy-, está en lo que pasa, porque todo
eso está en manos de Aquel que lo puede llevar a plenitud.
Ahí me puedo reconciliar aún con lo imperfecto, aún con esto
así como está. Piensen que el anciano Simeón cuando dijo
“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han
visto la salvación” (Lucas 2, 29-30),
y lo único que tenía era un bebé en brazos. Todavía no
estaba hecha la redención del mundo, todavía la Iglesia no
funcionaba, todavía no había una parroquia, no había una
sola monja, nada... un bebé. Pero, si este bebé está ante
nosotros, todo lo demás viene por añadidura. Entonces, la
paz no es porque esté todo listo, sino porque ya empezó y ya
está entre nosotros Aquel que puede llevar esto a la plenitud.
María se estremeció ante lo Santo, fíjense que también a
la Virgen hubo que decirle “no temas, María’”, es decir, lo
santo siempre turba, asusta, estremece pero acepta ser
introducida en su centro. Quiere decir, lo santo la asustó, pero
lejos de escapar, se zambulló.
“el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra [...]
no hay nada imposible para Dios [...] «Yo soy la
servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has
dicho»” (Lucas 1, 35-38).

114
7ª meditación El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...

Acá vemos, ¿qué cosa? Humildad osada, María absolu-


tamente consciente de su pobreza, pero consciente absolu-
tamente de Su omnipotencia y de Su amor, pone su pobreza
y su pequeñez en manos de Dios. Entonces, humildad osada
y paz, aun cuando todo está incompleto y no terminado.

115
116
8
Por ellos me consagro, para que también
ellos sean consagrados

“Por ellos me consagro,


para que también ellos
sean consagrados en la verdad”
(Juan 17, 19).

En esta meditación, con este título “Por ellos me consagro


para que también ellos sean consagrados”, hacemos
referencia al momento central de la Eucaristía que es la
Consagración.
Si nosotros hemos escuchado al propio corazón, al
corazón de los otros, quien conozca el corazón humano, quien
haya escuchado el gemido de la creación, es decir, entre otras
cosas, por ejemplo, a cada primavera brotar luego de un
duro invierno, quien se haya asomado al misterio de Dios, y
vislumbrado algo de su Rostro podríamos decir que de las
tres cosas podríamos sacar como conclusión, sabe que lo
que está viviendo no es lo último, lo definitivo.
Como esto no puede quedar así, el corazón quiere más,
la creación quiere más y Dios puede mucho más que esto
que hasta ahora mostró. Por eso agradecemos lo que está,
lo que hemos leído, saboreado, pero justamente porque lo
hemos entendido sabemos que el amor no se ha agotado,

117
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

más aun, intuimos que lo más está todavía por acontecer.


¿Se acuerdan la expresión de la Escritura?:
“Nosotros anunciamos, [...] lo que nadie vio ni oyó
y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó
para los que lo aman (1 Corintios 2, 9),
¡Entonces qué bonito es esto, qué prometedor, qué serena
ignorancia con esta certeza, esto no es lo último, esto es el
comienzo, qué será el final, qué sorpresa habrá!
El hombre es soñador por naturaleza, ya desde la creación,
y esta capacidad de soñar todavía es incentivada cuando el
pueblo de Israel se llenó de esperanza por las acciones de
Dios; no sólo se siente el hombre soñador sino lo confirma y
se anima a seguir soñando, más cuando ve que Dios se
empieza a ocupar de él.
Más aún, la palabra de los profetas lo animan a tener
esperanza, pero nadie jamás pensó que Dios nos tomaba
tan en serio, tan en serio que el lugar asignado para el hombre
era, nada más y nada menos que el de hijo y que la meta, la
herencia y el fin son el mismo Dios.
Ya el salmista había caído de rodillas un día al contemplar
el cielo, la tierra, y el hombre:
“Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y la
estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que
pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
(Salmo 8, 4-5).
Como diciendo, qué amor el tuyo que nos hizo, que nos
dio razón, capacidad de darnos cuenta, nos dio hermanos,
esposa, hijos, tierra, cosecha, días bonitos, ya el salmista
estaba de rodillas, cuánto más con el tiempo Israel cuando
descubrió, nos hiciste atravesar el desierto, nos alimentaste,
nos diste una tierra, pero quién iba a soñar que Dios tenía
como meta, como lugar asignado para el hombre, no
simplemente darle cosas, tratarlo bien, ser un buen protec-

118
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

tor, incluso ser sólo su Dios, sino Dios nos quiso hacer
partícipes de su familia, de su casa, de su intimidad, ser hijos
y herederos del Padre. Fíjense qué título tenemos, herederos
del Padre. Fíjense qué locos que somos, que si a lo mejor
tuviésemos una herencia de dinero o de honor saltaríamos
de gozo, y nosotros somos herederos del Padre y no
enloquecemos.
Acabamos de poner sobre el altar pan y vino, en el
Ofertorio, el pan y el vino, nuestras humildes, heridas e
inconclusas vidas. Y qué es lo que nos damos cuenta que
sucede: que Él toma lo nuestro y lo hace suyo... “esto es mi
Cuerpo, esta es mi Sangre”. Ya es mucho encontrar un amigo
que te busque, que tome la iniciativa en el amor, que te abra
el corazón y dialogue con nosotros sin defensas, pero el amor
alcanza su cumbre cuando se hace cargo. Ya no sólo escucha
mis problemas, ahora son suyos... Esto que dice la
Consagración: “Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre”. ¿Qué
nos está diciendo Dios, esto que sos vos ahora es mío, este
problema que es ser hombre ahora es de Dios.
El amor busca la identidad e intuyendo nuestro deseo nos
dice algo todavía más fuerte, “hagan esto en memoria mía”.
¿Qué quiere decir? No sólo nos da amor, sino que su amor
nos capacita y nos invita al amor, es decir a la respuesta. El 8
amor de Dios no es algo que nos hace pasivos. El Creador
crea creadores y el amor suscita amantes, no sólo amados.
Es como si dijera, “Si me tienen presente, me hacen
presente...”. ¿Cómo? Con una memoria operante de mí,
dando el amor que yo a su vez les di. Por eso, ¿cómo termina
la Consagración? “Hagan esto en memoria mía”, esto que
Yo hice con ustedes háganlo ustedes con los demás.
El amor maduro se hace cargo, eso es la encarnación
redentora, hacerse cargo y llevar a plenitud. La consagración
no es otra cosa que eso, el sacramento de la encarnación
redentora. Jesús se hace cargo del hombre y quiere llevar a
plenitud su existencia. Este es el misterio de la fe, un Dios que

119
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

nos deja, en la Eucaristía, su presencia. Atención, esto hay


que distinguirlo, su Presencia, en la Eucaristía: se hace
presente Jesús, pero no sólo Jesús, sino Jesús y su acción
salvadora por nosotros, para hacernos contemporáneos de
su pasión, eso está sucediendo sacramentalmente ahora para
nosotros; y ¿para qué?, para asociar lo nuestro a lo de Él.
Hoy, nosotros podemos asociar nuestra pasión a la suya y
ser contemporáneos de la de Él.
Por eso no es lo mismo comulgar que ir a Misa. Yo puedo
comulgar, pero ir a Misa es otra cosa, es asistir a su Pasión.
La consagración nos sitúa al pie de la cruz, es una
invitación a estar al pie de la cruz. Cuando nos ponemos de
rodillas y estamos en el momento de la Consagración,
estamos en el Gólgota, estamos con Jesús en la hora de su
Pasión. No es fácil permanecer allí. Nunca fue fácil
permanecer al pie de la cruz. Muchos huyen, no se puede
soportar el dolor y el amor; son dos cosas que parece que se
oponen, extremas y, sin embargo, las dos son muy difíciles
de soportar, -vieron que a veces uno dice, me muero de
tristeza, y uno a veces dice, me muero de gozo, o alguna vez
ustedes lloraron y alguien les dijo, “pobrecita, ¿qué te pasó?”,
“no, lloro de gozo”. La emoción se quiebra ante estos dos
extremos, el dolor y el amor. No sólo es difícil soportar el
dolor y el amor de Jesús.
¡Qué difícil es permanecer ante el amor que nos hace
vulnerables y nos desinstala, qué difícil! Vieron que a veces
uno dice, ojalá encontrara a alguien que me quiera ahora,
¡qué difícil es soportar a alguien que te quiera porque te hace
vulnerable, te desinstala! ¡Qué difícil es permanecer ante el
dolor con oscura impotencia, qué difícil es amar a alguien,
verlo sufrir y quedarse al lado experimentando esa impotencia
de amar, y no poderle ahorrar el sufrimiento! Allí se quedaron,
al pie de la cruz, allí se quedan en cada Eucaristía, allí se
quedan al lado del amor y del dolor, o los que no se daban
cuenta y los que ya no podían vivir sin él.

120
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

Se acuerdan de Magdalena, de María, de Juan o los que


no se daban cuenta de lo que estaba pasando. Hay perso-
nas que parecen fuertes y, en realidad, son insensibles, que
es distinto. Me acuerdo un ejemplo no muy grato: un
muchacho que fue seminarista, una buena persona, me
acuerdo que él contaba que había hecho de todo antes de
entrar al seminario, desde policía, funebrero, taxista, de todo,
una lista impresionante. Me acuerdo que contaba como
nada, casi sin darse cuenta, como comían sandwiches de
milanesas mientras acomodaban los cadáveres en el cajón.
No sé ustedes, pero yo creo que no puedo comer ni un
bombón, y por un rato largo. Ese muchacho era muy fuerte o
no sé si se daba cuenta de lo que significaba la muerte. ¿Se
entiende? Claro, él podía comer sin ningún problema, hay
muchos problemas que ese muchacho no tiene, y hay muchos
problemas que ese muchacho tiene porque se le escapan
tantas cosas.
Entonces, atención, uno puede estar cerca del dolor, del
amor, de las cosas sagradas, o porque ya estás del otro lado
o porque ni siquiera te diste cuenta dónde estás. Cada uno
de nosotros tendrá que darse cuenta si huye o si está, y si
estoy me di cuenta o ya me transfiguró. Esa es la pregunta.
Supongamos que viene una persona y alguien le pregunta: 8
“hermana, ¿es fácil rezar?” No es tan simple una respuesta.
“Hermana, ¿es lindo ir de retiro?”, y alguien podría decir: “y
sí, son unos días re tranquilos, podés dormir, no hay muchos
horarios”, pero la pregunta es “¿seguro que es tan lindo ir
de retiro?” Porque cuando uno se calla, y se calla y hace
silencio, si realmente me hago permeable y vulnerable al
misterio de la vida y del ser humano, si decanto lo que estoy
viviendo, lo que nos está pasando, de bonito y de duro, no
es tan fácil ir de retiro. Hay un dicho: “callos, no más arriba
de los pies”, se entiende: hasta los pies no hay problema,
más arriba, no.
Jesús nos redime haciéndose cargo, haciendo suyo nuestro

121
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

drama; bebe hasta el fondo el cáliz de la condición humana,


la misteriosa voluntad del Padre. ¿Cuál es el cáliz que Jesús
tiene que beber? La condición humana hasta el fin. Esa
Voluntad del Padre que no ahorra, ni a Jesús ni al hombre, el
dolor ni la muerte; ni a nosotros, sino que lo invita, y nos
invita a consagrarlo, a hacerlo gesto de amor. Un Dios que,
si sabemos mirar, en Jesús nos justifica y se justifica. Nos
justifica sufriendo por nosotros, y se justifica ante nosotros
compartiendo nuestro dolor por tanto dolor inocente, por tan
oscuro y estrecho camino que nos hace transitar.
¿Se entendió este matiz? Dios nos justifica ante el Padre
en Jesús, pero Dios se justifica ante el hombre en Jesús,
compartiendo nuestro dolor y como diciéndonos, “perdoná,
Yo sé adónde te llevo, pero también sé qué duro es por donde
te llevo, no te creas que no me doy cuenta de tanto dolor
inocente, y de que el camino por donde te haga transitar es
oscuro y estrecho, por eso Yo quiero estar a tu lado y padecer,
y beber la medicina que te hago beber a vos”.
¡Qué importante es saber mirar la cruz en este doble
sentido, de abajo para arriba pero también de arriba para
abajo, como si miráramos la cruz y un Dios que nos dijera
ante nuestro dolor, “lo sé, perdón, y también nosotros ante el
Padre ¡perdón!”!
Aceptó despojarse, hacerse vulnerable, quedar a merced
del hombre, de la naturaleza. Jesús sintió frío, hambre,
intemperie, tormentas en el barco, soledad, sólo tenía
permiso, si cabe la palabra, sólo podía con sus milagros dar
señales para que se comprendiera que el estrecho camino
no era por falta de poder, sabiduría y amor, sino todo lo
contrario; y su mejor garantía era asumirlo él en primer lugar.
Es como si en la transfiguración Jesús nos mostrara, “miren
que este humilde, con los pies sucios, cansado y qué tiembla,
esconde la plenitud de la divinidad”. Como decía san Pablo,
y esto lo hizo no sin experimentar terror y espanto, sudar
sangre, llorar y verse tentado.

122
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

¡Qué lindo que no fue sólo una apariencia! Fíjense si la


encarnación hubiera sido, “como si fuera como ustedes”, y
no “me hice con ustedes”.
No se privó, si cabe la palabra, de asumir la condición
humana y quiso experimentar lo que nosotros experi-
mentamos de este lado.
Hay una película “Un ángel enamorado”, es una película
sobre un ángel que se enamora y se hace hombre. Tiene,
más allá del tema o lo que fuera, pocas veces sí en una
película, como si fuera este misterio, de mostrar lo que a un
ángel le pasa cuando asume, por amor, la encarnación. Y si
quieren una versión más barata, alguna vez vean Superman,
cuando se enamora y el precio es dejar sus poderes. Aunque
parezca tonto son pequeñas muestras de esto que es real.
Y eso es lo que nos pasa a nosotros cuando nos animamos
a amar, uno deja a veces su seguridad, su tranquilidad, su
zona de a mí no me altera nadie, y el amor hace que uno
baje a tierra.
Un Dios encarnado, al que el amor lo lleva hasta el infierno
para llevarnos al cielo. Con razón tenemos tanto miedo de
amar. Fíjense lo que le pasó a Jesús, alguien le hubiera dicho
a Jesús: “esto te pasa por amar; mirá donde terminaste, fuiste 8
hasta el infierno para llevarnos al cielo”. El amor es soñador
pero realista, sabe que no hay otro punto de partida sino el
real. El amor es soñador, quiere llevarnos muy alto, pero
porque es realista sabe adonde hay que ir a buscarnos, y lo
acepta. Sólo el que se hace solidario y vulnerable es capaz
de desmantelar defensas. ¿Cómo desmantelar las defensas
del ser humano, desconfiado, egoísta, cerrado? Sólo el que
se hace solidario de su suerte y vulnerable como él
desmantela sus defensas. Eso es la Encarnación. Por eso Dios
se hace niño, manso y humilde, amigo, agonizante y mortal.
Dios sabe que el poder no sirve para enamorar, no quiso
venir a deslumbrarnos con su poder, quiso apelar a nuestra

123
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

capacidad de compasión, quiso que nos diéramos cuenta


que Él se hizo uno de nosotros, y que tuviéramos compasión
de Él.
Fíjense una frase muy tonta de los seres humanos, “yo no
quiero que nadie me tenga lástima”, ¿la conocen? Y Dios
dice, “yo quiero que me tengan lástima”. Atenti con esa
expresión, “yo no quiero que nadie...”, el orgullo. En cambio,
“yo sí quiero que tengan lástima de mí; yo quiero que me
quieran, yo quiero que se den cuenta de que sufro, que soy
necesitado, que soy pobre, que soy humano, que no me
autoabastezco; ¡ojalá alguien tenga compasión de mí!”. Lo
digo por mí y lo digo en nombre de Jesús.
Dios apela al corazón del hombre, él sabe que por más
herido y manchado que esté es capaz de percibir el amor y
responder con amor. Fíjense que bonito, Dios sabe, aunque
las apariencias muestren a veces al corazón del hombre duro,
sucio, metido allá adentro, de piedra; sin embargo, Dios sabe
porque lo hizo, que el corazón del hombre es capaz de
percibir el amor y de responder. ¿Vieron que parece que hay
algunos que dan la impresión de no conmoverse con nada?
Dios cree que todos son capaces de conmoverse y, por
eso, apela a hacerse mortal y humano, y prefiere ser un tonto
que se dirija con ternura al hombre, porque sabe que eso es
capaz de percibirlo el corazón. En cambio con dureza saco
dureza. Con poder logro sumisión, pero nunca amor.
Los hombres no se adiestran, se educan. Lo digo sin ningún
ánimo de maldad o de crueldad pero, mirando muchas
etapas de formación eclesiales, resulta que no creímos en lo
que Dios cree, y no sé si hoy terminamos de creer en que el
hombre es capaz de dar respuestas libres; a veces los tratamos
como a un chico porque no creemos en la libertad, aunque
la proclamamos.
La Iglesia proclama la libertad del hombre, cree que el
hombre es digno, pero de hecho, a veces, lo trata como si

124
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

fuera un eterno inmaduro y un niño que siempre necesita de


miedo y de amenaza para convertirse.
Ese es su testamento, esa es la Eucaristía, su amor
entregado. ¿Qué es la Eucaristía, qué vemos sobre el altar?
Su Amor entregado, su Sangre derramada, su presencia
amante, el fuego capaz de encender fuego, el grito capaz de
despertar el aturdido sueño de la desesperación humana.
Con todo esto ya casi dan ganas de decir “basta y a rezar”.
Yo lo digo pero es para saborearlo.
Allí se corrió el velo y nos asomamos al corazón del
misterio, Dios nos lo entregó. ¿Cuál es el corazón del misterio?
Dios es amor, esa es la última verdad escondida, Dios es un
mendigo de amor, misteriosamente incompleto sin nosotros.
Es como si un día pudiéramos asomarnos al santo de los
santos, y lejos de encontrarnos con un autosuficiente nos
encontramos con un Padre que mira el camino y dice: todos
mis hijos todavía no están en casa, no puedo dormir tranquilo.
Para el amor lo único ridículo e inaceptable es la
soledad... Fíjense que nosotros somos muy ridículos, y por
eso estamos solos tantas veces, tenemos miedo al ridículo y,
sin embargo, para Dios y para el hombre que entendió, para
el amor lo único ridículo e inaceptable es la soledad; 8
cualquier otro precio para alcanzar amor vale la pena
pagarlo. Vieron esas cosas que tenemos los humanos: “hasta
ahí no, hasta ahí no voy a ir, hasta ese, hasta ahí no”. Menos
mal que es la frase que Dios no sabe decir. Piénsenlo. Imaginen
si Dios supiera decir, “hasta ahí no” y “hasta ahí no” significa
¿hasta hacerse creatura, hasta la cruz, hasta dejar que te
peguen y te insulten, hasta descender a los infiernos? Lo único
ridículo e inaceptable es la soledad. ¿Se acuerdan cuando
Salomón tuvo que decidir cuál era la mamá y dijo que partan
al niño por la mitad?. “Hasta ahí no” dijo la mamá. Prefirió
renunciar al hijo a que lo partan. Lo dije al revés. Hasta
prefiero perder el hijo pero no perder el hijo. Y piensen lo

125
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

que estoy diciendo: una madre que dice prefiero perder a mi


hijo antes que perder a mi hijo.
¿Cómo saber quién es Jesús sino sentados a la mesa como
amigos, cómo saber quiénes somos y quiénes son los demás?
¿Cómo quién es Él si nunca estuvimos a la Mesa de la Última
Cena? Es un privilegio estar en el Cenáculo porque ahí
termina de abrir el corazón. Por eso ¿cómo podemos terminar
de saber quién es Dios, quién es el hombre, si nunca nos
atrevimos a estar sentados con Él en la Última Cena, si no
nos dimos cuenta dónde estábamos?
Consagrar es asumir con amor la realidad, lo que somos,
lo que son las circunstancias, dejar de resistir y abrazar. Vieron
qué conmovedor es un enfermo que patalea: uno se entera a
lo mejor de lo que tiene y es duro y uno dice, qué cruel es la
suerte humana. Ahora bien: qué tremendo es el hombre que
después de patalear un rato -y un rato largo a veces-, acepto,
abrazo, consagro, no resisto. Consagrar es asumir y
consagrarse es emplear todo lo que somos, tenemos y
vivimos en el amor, es ser capaz de amar con pasión. Es lo
que hacen los amados, los enamorados, todos aquellos
bienaventurados que ya no pueden vivir para sí...Fíjense qué
lindo si alguien nos preguntara “¿usted es consagrada?”
Fíjense que bien su ustedes pudieran responder, “sí, porque
vivo con pasión, pongo toda la carne al asador”; ¿se
acuerdan?, estoy empleando todas mis fuerzas, toda mi
mente, todo mi ser en el amor. Eso es ser consagrado.
Podemos decir:
“No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que
entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen
la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo
7, 21).
Lo mismo uno puede tener el título y -aunque parezca una
frase hecha y simple, y media new age-, no nos muramos sin
haber nacido, no muramos sin vivir. Uno puede morir sin haber

126
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

vivido, eso es terrible.


Fuimos consagrados para consagrar... y esto es mucho
más que un rito, es una manera de existir. Y esto lo vamos a
aplicar al sacerdote ministerial: yo fui consagrado para
consagrar: ¡pobre de mí si lo único que hago es consagrar
la Eucaristía y no la existencia, las personas que pasan a mi
lado, la vida, mi propia pobreza! Es mucho más. Y si uno
hace eso, cuando consagra la Eucaristía hace el gesto que le
da sentido a todo lo otro. Y lo mismo ustedes.
Consagradas para consagrar: para consagrar cada
instante, cada día, cada hora, cada destino, cada persona;
dignificarla, leerla, tratarla con fe, con amor. Por ejemplo,
este día ¿cómo lo dejé? Vieron -ejemplo tonto-, ¿alguna vez
subieron a un ascensor o pasó una mujer muy perfumada,
que pasa y deja una estela? Uno dice ¿qué te pusiste? Pero
vamos a la parte linda, pasó y dejó perfume...
¿Este día cómo lo dejé? ¿Lo empapé de perfume? La
unción de Betania, a Jesús lo dejó lleno de aroma. ¿Qué
derramé hoy de mi ser, en todo lo que toqué? Aunque otros
se burlen... ¿qué perfume de mí derramé hoy en lo que toqué?
“Por ustedes y por todos”. El amor es concreto y universal.
¿Por qué Jesús dice, por ustedes y por todos? Lo normal es 8
encontrar quién las ame a ustedes o quién me ame a mí, a
todos. ¿Se entiende? ¿O tengo un pequeño grupito de ami-
gos y el resto que se mate, o amo tanto a todos que no amo
a nadie?
¿Y qué es lo cristiano? Amor universal; nunca pongas
fronteras a tu amor, el amor no tiene fronteras, pero ¡cuida-
do!, no es un amor etéreo: se verifica en los más cercanos,
empieza por casa. Se verifica. ¿Cómo verifico si amo a to-
dos? Si amo a los más cercanos. No es lícito amar mucho a
los de afuera si no empecé amando mucho a los de adentro.
¿Vieron la imagen de una fuente que tiene distintos recipien-
tes? Llenado el primero, se desborda; llenado el segundo,

127
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

se desborda; llenado el tercero, se desborda; llenado el


cuarto... ¿se entiende? ¡Qué lindo sería si nuestro amor
empezara así: comunidad, trabajo, casa, vecinos, mundo...!
Sin ustedes no hay todos, sin amigos no se puede dar la
vida por los amigos... Yo puedo dar la vida por alguien si
amo a alguien; si no tengo amigos, no puedo dar la vida
por los amigos. Aunque parezca elemental esta frase, pero
piénsenla:
“No hay amor más grande que dar la vida por los
amigos” (Juan 15, 13).
“Alianza nueva y eterna”, de una vez y para siempre, sin
retorno: así es el verdadero amor. Esta es la Alianza nueva y
eterna, de una vez y para siempre.
Jesús sabe que el amor necesita presencia y por eso allí,
en la Última Cena, se nos regala en la Eucaristía, en el
mandamiento del amor y en el sacerdocio. Eso que celebra-
mos el Jueves santo. Quien invite al amor se da cuenta que
invita a la necesidad de presencia. Por eso sería cruel
invitarnos al amor y no habernos dejado su presencia en la
Eucaristía, su presencia en el mandamiento del amor, por-
que cuando alguien ama como Él, lo hace presente a Él y a
su amor. También Jesús se hace presente en el amor del
prójimo. Por eso también nosotros podemos dar la Eucaristía
si damos el amor de Cristo.
Por ejemplo, “Hermana, ¿usted da amor?” “Sí, porque en
el recreo de las 10 le doy la comunión a los chicos”. Muy
bien. “Y el resto del día, ¿qué reparte? Se entiende: a las 10
Eucaristía y el resto del día el mandamiento del amor,
entonces también reparto la Eucaristía. Y en el sacerdocio
ministerial, en esos pobres hombres pero que encarnan,
manifiestan la presencia de Jesús entre nosotros. Sacramen-
tos valiosos, por supuesto, ¡qué haríamos sin ellos!, pero que
no impiden sino que animan el “Ven Señor Jesús”...

128
8ª meditación Por ellos me consagro, para ...

¿Cuándo un sacramento es bueno? Cuando me dejó con


ganas de más. Por ejemplo, no sé cómo lo llaman acá, creo
que las hermanas españolas a las 10 de la mañana lo llaman
un “tentenpié”, creo que ustedes algo así tienen, ¿cómo lo
llaman? Segundo desayuno. Si el segundo desayuno me dejó
sin ganas de almorzar ya no fue un segundo desayuno,
almorzaste a las 10. Si el Sacramento me dejó sin hambre
ya no fue un Sacramento, se le fue la mano. Si el Sacramento
me dejó con hambre fue un sacramento, me dejó gritando
“Ven Señor Jesús”.
Entiéndanmelo bien, por eso hasta los santos dicen, no
porque desprecien, sino porque entendieron: la Eucaristía no
me alcanza, yo lo quiero a Jesús, pero no porque no tenga fe
que la Eucaristía me lo da. Me lo da pero sacramentalmen-
te, y yo lo quiero a Él.
Sentados con él a la mesa, cuando uno está en la Misa es
como si estuviera en el Cenáculo sentado con los apóstoles
a la mesa: nos dejamos, con humildad y silencio, lavar los
pies; al pie de la cruz aceptamos sin entender que muera por
nosotros. Eso es estar en la Consagración, no entiendo cómo
ni por qué, pero “Vos morís por mí”. Toda madre preferiría
morir en lugar del hijo, pero María acepta que su Hijo sea el
que muera por ella y por todos sus hijos. Ese es el sacrificio 8
más profundo, dejar que el que ama muera por ella y por
todos sus hijos.
María no estuvo en el cenáculo, pero ella había
comprendido el signo de Caná, la multiplicación de los pa-
nes y había comulgado ya desde su gestación. Ella sabía lo
que era tener a Jesús dentro de sí. Más aún, el cuerpo que
nosotros comulgamos, el cuerpo entregado y la sangre der-
ramada, el cáliz que bebemos, eran los suyos..., porque es
lo que Ella le dio a Jesús, su cuerpo y su sangre.

129
130
9
Padre, esta es la Vida eterna:
que te conozcan a ti

“Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:


«Padre, ha llegado la hora:
glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
ya que le diste autoridad sobre todos los hombres,
para que él diera Vida eterna
a todos los que tú les has dado.
Esta es la Vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a tu Enviado, Jesucristo»”
(Juan 17, 3)

El tema que está detrás de esta meditación sería la parte


de la Plegaria Eucarística, que va entre la consagración y el
Padrenuestro.
Quién de nosotros, cuando se siente querido o recibe un
favor, -un ejemplo clásico lo tenemos cuando es nuestro
cumpleaños o un aniversario y alguien se acuerda y nos llama
o nos escribe una tarjetita-, uno siente ganas de saber cuándo
será el suyo, así se lo retribuyo, o “estoy esperando una
ocasión en la cual poder manifestarle mi gratitud, mi cariño”.
Como si el amor engendrara deudas de amor. Más allá del
tema social de cumplimiento, de obligación, es como si el
propio corazón sintiera la necesidad de devolver. “Amor con
amor se paga” , diría Teresa de Ávila.

131
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Quien de nosotros al recibir un gesto de amor, un favor, no


está deseando encontrar la oportunidad de retribuirlo. Esto
no porque esté escrito en algún lado sino por una ley
intrínseca del amor, por una necesidad interior. Podríamos
decir ahora, referido a Jesús y aplicado a la Eucaristía: Él se
hizo cargo del problema humano, ahora nosotros queremos,
humildes y agradecidos, ver qué podemos hacer por Él. Si
hoy decíamos: lo nuestro lo hizo suyo, qué podemos hacer
nosotros ante tanto amor? Y entonces viene una pregunta:
¿Qué le preocupa a Dios? Vieron, cuando uno quiere hacer
un regalo y dice: “¿qué necesitará esta persona? ¿Qué le
puedo regalar? ¿Qué le hará falta?”. Y ¿qué le preocupa a
Dios? Entonces surge también la pregunta: “¿cómo saberlo?”
Tal vez una forma de asomarnos a este misterio sea ver su
obrar. Cuando lo vemos obrar en la Historia de la Salvación,
en Jesús, ¿qué lo vemos procurar? ¿Qué está procurando
con su obra? Y, sobre todo, introducirnos en la oración de
Jesús, esto todavía es más explícito, y entonces hacernos esta
pregunta: ¿Por qué hacía oración Jesús, qué le pedía al Pa-
dre? Porque, en realidad, una persona expresa sus deseos
más profundos cuando reza. Entonces, si nos pudiéramos
asomar a la oración de Jesús, con esta intención de averiguar
cuál es el deseo más profundo de su corazón para poder
tener la oportunidad de sumarnos con gratitud a “ayudarlo”,
con humildad, a procurar eso que a Él le gusta.
La plegaria eucarística es una síntesis de la oración de
Jesús. Fíjense que decimos: “Te damos gracias porque nos
haces dignos de participar de esta liturgia”. ¿Qué está
diciendo la Iglesia cuando dice eso? “Te damos gracias Señor
porque nos has introducido, nos creíste dignos de orar con
Vos, de orar con tu propia oración, nos introdujiste en tu
oración para participar de esta liturgia. Porque la liturgia es
justamente la oración de Jesús de la cual la Iglesia se hace
partícipe como Esposa.
¡Qué bueno es poderse olvidarse de sí y ocuparse de los

132
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

otros! Pero, para eso, es imprescindible saberse amado por


alguien. Fíjense que alguna vez se habló mucho del olvido
de sí mismo. A ustedes les sonará, pero hay un olvido de sí
mismo que puede llegar a ser muy malo si es que es
olvidarme de mí por los otros pero descuidándome a mí. En
cambio yo puedo olvidarme de mí, en sentido cristiano,
cuando creo que el Padre se está ocupando de mí. Si alguien
está velando por mí, yo puedo velar por otros. Por ejemplo,
en el matrimonio, si se entendiera lo que se está haciendo,
cuando dos se casan están diciendo esto: “yo me consagro
a hacerte feliz a vos”, pero ¿por qué? Porque vos te consagrás
a hacerme feliz a mí. Fíjense que liberación si alguien dice
“yo ya puedo estar libre de vivir pensando en mí mismo,
porque hay alguien que me ama más que yo y se va a ocupar
de hacerme feliz, y entonces yo puedo ocupar todas mis
fuerzas en hacerlo feliz a él”. Y nosotros, al consagrarnos, si
es que hemos entendido lo que estamos haciendo, tenemos
que entender primero que Él nos está amando, que estamos
en sus manos. Y por eso nosotros podemos ocuparnos de Él.
O todavía más aplicado: ¡qué lindo cuando en una
comunidad hay verdadero amor fraterno! Vamos a decirlo
al revés: ¡qué triste es una hermana que “si no pienso en mí,
nadie piensa en mí”! Vieron que horrible vivir en un lugar
donde uno dice “si yo no me ocupo de mí, a nadie le importa”,
eso es espantoso. En cambio, qué bueno si tengo la sensación
de que vivo en un lugar donde otros están pensando en mí;
entonces yo puedo pensar en los demás. Ejemplos muy pavos, 9
llegar a la mesa y a lo mejor encontrarme con mi servilleta,
las galletitas que el régimen me hace comer, que alguien
sabe que me gusta leer tal tema y a lo mejor me recomienda
un libro, o lo compró. Con cuántos pequeños detalles
podemos ir haciendo que las personas... Entonces mañana,
ella no va a pensar en sus cosas, va a estar tratando de pensar:
¿y mi comunidad, qué necesita?
Jesús, a lo largo de su vida, pero sobre todo a la hora de
su pasión, no hacía otra cosa que procurar la gloria del Pa-

133
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

dre y la salvación de los hombres. Yo recién dije: “¿cómo


saber qué le preocupa a Jesús?”. Entonces, basta mirar el
Evangelio para darnos cuenta que la vida de Jesús se podría
resumir en esto:
“Buscó siempre la gloria del Padre, buscó siempre
la salvación de los hombres”.
La preocupación de Jesús, en este sentido, es lo que
procuraba.
Amor con amor se paga, ahora queremos participar de
sus preocupaciones. La oración y la vida están maduras
cuando no son ya sólo para sí, sino para los demás y sobre
todo cuando hemos llegado a “sentir con Dios”, a tener los
mismos sentimientos y pensamientos de Jesús.
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”
(Filipenses 2, 5).
No sólo llega a soñar con Jesús, sino que sus sueños sean
los nuestros. Que haya hasta esa identidad, los sueños de
Jesús ahora son mis sueños.
El contenido de la Plegaria eucarística, desde la
consagración al Padrenuestro, es prácticamente el mismo que
el de la llamada “oración sacerdotal”, que encontramos en
el capítulo 17 de san Juan. Recién decía: “mirar lo que Jesús
hizo y mirar lo que Jesús reza”. Y van a ver, si prestan atención
al contenido de la liturgia y al contenido de san Juan capítulo
17, que prácticamente estamos orando, en ese momento de
la Misa, por aquello que Jesús oró en la Última cena, en el
momento cumbre, cuando estaba dando su testamento,
cuando estaba expresando su última oración serena al Pa-
dre, porque después vendrá Getsemaní y la cruz. Es lo que
ahí, en última instancia, pidió Jesús.
Oración de oblación, de entrega e intercesión de Jesús a
la hora de su sacrificio. Por eso se la llama “oración sacer-
dotal”, porque es un Jesús ya en clara conciencia de la Hora

134
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

y, al mismo tiempo, de su misión con respecto a la salvación.


Allí nos podemos asomar al corazón sacerdotal de Jesús,
lugar de expresión para el hombre y de infinita acogida. ¿Qué
quiere decir esto? El corazón sacerdotal de Jesús es el lugar
donde, en el gemido de Jesús, se condensa el gemido de los
hombres. Jesús hizo suyo el clamor del corazón del hombre,
por eso es sacerdote, mediador, y Él hizo suyo el grito de
todos para convertirlo en oración ante el Padre, en su propio
grito. Y, al mismo tiempo, quiso que sea su corazón el lugar
donde el Padre pudiera encontrar al hombre para hablarle y
amarlo. Entonces, tener un corazón sacerdotal -y esto no es
sólo para los presbíteros, hay que pensar en el Bautismo-, es
tener un corazón que se haga cargo del gemido de todos y
un corazón que Dios encuentre disponible para decir lo que
le quiere decir a todos. Por eso nosotros somos un lugar de
escucha y de transmisión. ¡Qué lindo si nosotros le
estuviéramos trasmitiendo a Dios no sólo nuestro propio
gemido, sino el de todos! ¡Y qué lindo si Dios nos encontrara
en escucha, con capacidad para poder acoger el mensaje
que tal vez muchos no pueden oír porque no están a merced
de su Palabra.

Jesús estaba hablando con sus amigos en la cena, venía


dando su último discurso -si cabe la palabra-, abriéndoles el
corazón, hablando con sus amigos. Él ahí ya no se guarda
nada, por eso los discípulos le dicen “Por fin hablas claro y 9

sin parábolas” (Juan 16, 29), pero ellos todavía no podían


comprender todo lo que les decía... El tiempo y el Espíritu
nos llevarán a la comprensión plena de esas palabras de
Jesús en la Última Cena...
Pero el diálogo, casi imperceptiblemente se hace oración.
Fíjense que, cuando leí el texto, decía:
“Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al
cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora»” (Juan

135
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

17, 1).
Es decir, pasó sin interrupción del diálogo a la oración.
Algo de esto le pasaba a san Pablo; en sus cartas está
tocando un determinado tema y, sin darse cuenta, lo
encontramos rezando. Por ejemplo, hablando de la humildad
termina con el himno del anonadamiento de Jesús (Filipenses
2, 6-11). Pablo le escribe a los Filipenses y les está diciendo:
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (2, 5),
porque se peleaban, les faltaba humildad; cuando Pablo está
hablando basta que diga: “Tengan entre ustedes los mismos
sentimientos de Cristo Jesús” y ahí sigue: “El, que era de
condición divina...” (2, 6). Esto le pasaba a Pablo, esto le
pasó a Jesús.
Cuando un corazón es profundo y religioso las fronteras
entre lo sagrado y lo profano casi no existen. Por ejemplo -en
el Noviciado es muy claro, tiempo de silencio, de recreo,
clausura, todo está como marcado-, si yo le pregunto a la
más viejita de ustedes: “Hermana, usted ¿cuándo empieza a
rezar y cuándo termina de rezar?”, “No sé”, me responderá.
“Tiene horario de oración pero ¿empieza a rezar cuando
llega el horario? ¿O estaba rezando cuando se despertó y
terminó de rezar cuando tuvo que salir de la capilla y tuvo
que ir a la cocina, a barrer un pasillo o hacer algo, o sigue
rezando ahí?
Jesús nos enseña para aprender en este mundo a levantar
los ojos al cielo. Él estaba hablando con los discípulos y, de
golpe, dice: “y levantando los ojos al cielo...”. La clave de
comprensión de lo que pasa no está aquí. El hombre de
oración pasa casi sin darse cuenta de la oración al diálogo y
de la vida a la oración.
Cuando nos lleva mucho tiempo disponernos a la oración
es que estábamos viviendo mal. Si yo estaba realizando una
tarea y, para ponerme a rezar, necesito media hora para
serenarme, estaba viviendo mal, es demasiado tiempo. Un

136
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

ejemplo mío, medio en broma, medio en serio: yo manejaba


antes más rápido, y me daba cuenta que bajaba del auto
nervioso. Entonces dije: “No; que yo me pueda bajar del
auto y celebrar Misa. No que necesite media hora, porque
me peleé con todo el mundo, estando acelerado...”. Hay una
manera de manejar, de estar en el colegio, una manera de ir
caminando por el pasillo, de hacer todo que uno diga ¿cómo
estoy viviendo? Porque si vivo mal, rezo mal.
“Padre”, dice Jesús, y de paso nos enseña. Cuando uno va
a rezar -ya nos lo dijo en el Padrenuestro-, cuando ustedes
vayan a rezar digan “Padre...”.
“Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para
que el Hijo te glorifique a ti” (Juan 17, 1).
¿Qué está diciendo Jesús? Jesús pide al Padre que le
infunda el amor, que lo haga capaz de abrazar la cruz y
terminar de mostrar quien es el Padre. ¿Qué significa
glorificar? Glorificar significa mostrar. “Padre, muestra a tu
Hijo, ahora que lo van a elevar en la cruz, mostrámelo
crucificado para que yo, crucificado, te pueda amando
mostrar a Vos a los demás”. ¿Cuál es el temor de Jesús? “No
vaya a ser que el dolor me impida mostrar el amor. Por eso,
Padre, te pido no me saques la cruz, sino que me des el amor
capaz de amar aun en el dolor y de mostrar quién sos”. Esta
es la oración cristiana. “No me saques lo que tengo que vivir,
pero dame el amor que me haga capaz de vivir esto que me
toca vivir.” 9

Aquí en la Plegaria eucarística, ¿qué le pedimos al Pa-


dre? Que el Padre le de a la Iglesia la caridad para mostrar
con su vida a Jesús y en Él al Padre. Si prestan atención a la
Plegaria eucarística, esta va a decir: pedimos por la Iglesia,
que crezca en caridad. ¿Para qué? Para que hoy la Iglesia
tenga un amor capaz de mostrar en la vida concreta quién
es Jesús y por lo tanto quién es el Padre. Pedimos que nuestro
pobre amor permita conocer su gran amor en este hoy, en

137
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

esta hora que nos toca vivir a nosotros. ¡Qué hermoso


programa de vida!
¿Cuál sería un lindo programa de vida? “Que mi pobre
amor permita conocer tu gran amor, en esto que me está
tocando vivir hoy.”
La manera de glorificar, de mostrar, es llevar a cabo la
obra que le encomendó realizar. Jesús dice al Padre: “He
llevado a cabo la obra que me encomendaste realizar”.
¿Cuál era la obra? La obra es dar vida eterna a todos los
hombres.
“Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo” (Juan
17, 3).
¿Qué es conocer? Que te conozcan a Ti. Conocer, en la
Biblia, no es una actividad puramente intelectual, nuestra
cultura es más griega que hebrea. Para nosotros conocer
significa, entendí, leí, vi. En cambio, en la Biblia, conocer es
otra cosa, conocer es el conocimiento que proviene de una
experiencia. Por ejemplo, si yo le pregunto a alguien, ¿conocés
qué es el agua? Un hebreo diría: “Sí, porque me empapé,
yo me metí en el agua, me bañé”. Nosotros diríamos: “El
agua es H2O, tengo la fórmula”; en cambio el hebreo diría:
“me empapé, conozco el agua, nadé”.
El conocimiento, para el hebreo, proviene de una
experiencia, de una presencia y acaba necesariamente en el
amor. Tener una experiencia que lleve al amor, porque lo
conocí lo amé. ¿Se acuerdan? Un ejemplo fuerte, pero muy
gráfico: Abraham conoció a Sara y nació Isaac. Se usa
conocer para decir el encuentro de dos esposos. Abraham
conoció a su esposa.
“Para que [...] el mundo conozca que tú me has
enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste” (Juan
17, 23).

138
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

¿Qué quiere decir Jesús? Quiero que los hombres tengan


una experiencia del amor del Padre. ¿Qué es la Encarnación?
Querer brindar, en lenguaje humano, una experiencia del
amor de Dios, por eso san Juan empieza su carta, ¿se
acuerdan?
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
hemos contemplado y lo que hemos tocado con
nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo
que les anunciamos” (1 Juan 1, 1).
Nosotros lo hemos visto, con Él comimos, lo tocamos,
tenemos experiencia de Jesús, eso dice el apóstol Juan, aquel
que había reclinado la cabeza sobre el Corazón de Jesús.
Juan no había estudiado mucha teología, había puesto su
cabeza en el Corazón de Jesús, conocía a Jesús.
Dar vida eterna es hacer, es tener una experiencia de amor.
“Ahora saben que todo lo que me has dado viene
de ti” (Juan 17, 7).
¿Qué dice Jesús? Yo les hice tener una experiencia de amor,
la cruz va a ser una experiencia de amor, y saben que ese
amor que Yo les muestro proviene de Ti. En otras palabras,
¿qué está pidiendo Jesús?: “Padre, que no se queden en Mí,
sino en tu amor, en el mío y a través del mío. Que los hombres
experimenten mi amor pero que puedan leer que yo les estoy
mostrando el tuyo y no sólo el mío”. En otras palabras, 9
nosotros podríamos decir esto: “Señor, que los hombres no
se queden en nuestro amor sino en tu Amor, pero en el mío y
a través del mío. Para conocer el Amor de Dios que conozcan
mi amor y, en mi amor, puedan leer el tuyo”.
Hace falta la mediación, el sacramento, la visibilidad.
¡Cómo sabrán los hombres que Dios ama si no encuentran
amor concreto; cómo sabrán los hombres lo que es el perdón
si hoy nadie perdona: cómo sabrán lo que es la gratuidad si

139
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

nadie hace tener a otro una experiencia de gratuidad!


Encarnarse es aceptar estar en la condición humana con
toda su capacidad y sus limitaciones. Una de ellas es amar y
no poder estar siempre. Los humanos vivimos en el tiempo y
en el espacio; entonces podemos amar mucho pero no
podemos estar siempre. Acaso los padres no se llenan de
angustia sabiendo que no podrán estar siempre con sus hijos,
imagínense un matrimonio que acaba de tener un bebé: lo
sacan del sanatorio, del hospital, lo llevan a su casa, lo miran
indefenso en una cuna y, supongamos, menos mal que
muchos no se dan cuenta, pero supongamos que alguno se
da cuenta mirando al bebé y dice: “hoy lo cuidamos, mañana
quién lo va a cuidar, porque nos vamos a morir, no siempre
vamos a estar. Este niño que trajimos al mundo, no siempre
vamos a poder velar por él”. Y ni les cuento en caso de un
hijo discapacitado mental o físico, cuando los padres digan:
“y a este ¿quién lo va a cuidar cuando ya no estemos?”.
¿Acaso los esposos no saben con dolor que uno partirá
primero? Menos mal que no pensamos mucho. Después,
cuando se casan, lo que están diciendo: “hasta que la muerte
nos separe” y lo dicen fuerte. Y más de una noche los esposos
cuando se dan cuenta lloran abrazados, diciendo: ¿quién se
irá primero...? ¿Cómo voy a vivir cuando no estés si vivir es
vivir con vos? ¿Acaso los amigos no se dan cuenta que un
día quedará un espacio vacío que nadie podrá llenar...? Si
recordamos todo esto, es para entender a Jesús y a nosotros:
“Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en
él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a
aquellos que me diste, para que sean uno, como
nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu
Nombre a los que me diste; yo los protegía” (Juan
17, 11-12).
Imagínense qué habrá sentido Jesús cuando vio a esos
apóstoles medio incultos, a mitad de camino, a esos que Él
había llamado... cuidado, miren en el lío que los metió y

140
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

ahora se va. ¡Qué habrá sentido! No es cierto: “Padre, yo los


cuidé, por eso ahora te pido que lo hagas Vos, porque yo me
voy”.
“Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo” (Juan 17, 14)
Y, sin embargo, miren lo que le dice al Padre: yo los envío
a ese mundo que los va a odiar; a ese mundo los envío.
“No te pido que los saques del mundo... (Juan 17,
15); “Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los
odió”... (Juan 17, 14); “Así como tú me enviaste al
mundo, yo también los envío al mundo” (Juan 17, 18).
Nuestra vocación es ser sal de la tierra y luz del mundo,
nos decía Jesús en el sermón de la montaña (Mateo 5 13-
14). ¿Qué quiere decir? Somos para los demás: lo que él
hizo con nosotros, ahora nos toca hacerlo por los demás. La
Iglesia es para el mundo, ella debe ser su humilde servidora
como lo fue Jesús; , ahora nos toca a nosotros.
“Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado
los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos
a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo
mismo que yo hice con ustedes. Les aseguro que el
servidor no es más grande que su señor, ni el enviado
más grande que el que lo envía (Juan 13, 14-16).
“Por ellos me consagro, para que también ellos 9
sean consagrados en la verdad. No ruego solamente
por ellos, sino también por los que, gracias a su
palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como
tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos
sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú
me enviaste” (Juan 13, 19-21).
Fíjense qué lugar central y qué preocupación esencial para
Jesús es la unidad, a tal punto que la unidad es capaz de
poner de manifiesto que Jesús es el Mesías y es capaz de

141
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

mostrar que los discípulos han sido amados con el mismo


amor que el Padre amó a Jesús. Por eso todo esfuerzo por la
unidad -no por la uniformidad-, siempre será poco. Si
queremos hacer algo por Jesús, no hay nada mejor que
podamos hacer, que tratar de cultivar la unidad: la de la
Iglesia, la de la comunidad, la de la Congregación, la del
mundo. Más de una vez en mi casa, -yo tengo una sola
hermana, pero me peleaba-, mi papá nos miraba medio
triste y decía, “no se peleen entre hermanos”.
En la Última Cena Jesús nos está diciendo esto. ¡Qué do-
lor es para Dios que los que puso en el mundo como
hermanos, los que puso en el mundo, en una congregación,
en una comunidad, no seamos uno! ¡Qué responsabilidad:
ser uno para que el mundo crea!
¡Cuántas veces hacemos reuniones pensando cómo
evangelizar o misionar! Si hiciéramos menos reuniones y nos
amáramos más, seríamos más eficaces. El mundo antiguo
se convirtió en gran parte por una frase que ustedes conocen
muy bien, y eso seguirá siendo muy eficaz. ¡Miren cómo se
aman!
“Por Cristo, con Él y en Él...”, así va terminando esa parte
de la Plegaria eucarística.
“Por Cristo (mediador), con Él (hermano) y en Él (con la
misteriosa identidad de la gracia)”... produjo en nosotros lo
que nos hizo hijos. Encontramos esto: el hombre con las
manos vacías ahora se ve con las manos llenas. ¿Por qué
digo con las manos vacías? En el Ofertorio teníamos un
poquito de pan y un poquito de vino y –humildes- ofrecimos,
entregamos nuestra nada para que sea transformada,
terminada de hacer, redimida, y ahora nos encontramos que
hay un segundo ofertorio, pero ahora ya tenemos las manos
llenas: “por Cristo, con Él y en Él” la ofrenda se dignificó, nos
dieron una ofrenda digna de ser ofrecida. El hombre con las
manos vacías se encuentra con las manos llenas. Ya no somos

142
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

siervos sino amigos, ya no estamos ante Dios como una pobre


criatura, sino ante Él como hijos queridos. Como decía el
prefacio de la Misa de los santos, “al premiar sus méritos
coronas tus propios dones”. El amor de Dios nos hizo capaces
de ofrecer algo que es meritorio pero que nos fue entregado,
es un don. Si somos hijos ya podemos decir algo más que
Señor. Hasta ahora, en la Misa decíamos “Señor, ten piedad”.
Ahora estamos diciendo algo mucho más profundo,
podemos decir con Jesús y como Jesús: “Abbá, Padre”. Por
eso viene ahora el Padrenuestro, ahora podemos dirigirnos
a Dios como Jesús, como hijos.
Fuimos hechos hijos. ¿Se acuerdan lo que decían los Pa-
dres de la Iglesia: ese admirable intercambio?
“Él, que siendo rico se hizo pobre para que nosotros
nos enriqueciéramos con su pobreza.”
No sabemos lo que es el temor a perder hasta que
conocemos el amor. Para que se entienda. ¿Vieron que
muchas veces uno dice, hay personas que parece que no tiene
miedo a nada, y muchas veces más que ser valientes, la
pregunta es “pero amarán algo o a alguien”?, porque el
temor es de perder algo que es bueno. Uno empieza a temer
en la medida que tiene un bien que cuidar o que teme perder
algo que descubrió. Por eso, fíjense cómo empieza el
Padrenuestro, “Padre Nuestro” y termina “no nos dejes caer
en la tentación, líbranos del mal”. ¿Por qué? Como diciendo
esto: “Padre, ahora que te conocimos y te encontramos, por 9

favor, que no te perdamos; ahora que te encontré tengo miedo


a perderte”.
Volvamos al texto. Por eso al finalizar el Padrenuestro, el
sacerdote continúa: “Líbranos, Señor, de todos los males”...
Pero una vez más Jesús sale a nuestro encuentro “mi paz les
dejo, mi paz les doy”, como diciéndonos: ¿No acabo de
sellar una Alianza nueva y eterna, no te dije que mi amor es
de una vez y para siempre? Entonces no tengan miedo”.

143
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Es lo que decía Pablo “¿quién nos separará del amor de


Cristo?”, no del que nosotros le tenemos a Él sino del que Él
nos tiene a nosotros. El amor elimina el temor pero engendra
otros que, si tuviesen fundamento, sería mejor no haber
nacido. ¿Qué quiero decir? Si es cierto que se lo puede
conocer a Jesús y también perderlo, sería mejor no haber
nacido pero, gracias a Dios, el fundamento de nuestra paz
es la fidelidad de Dios, no la fidelidad nuestra. Si usáramos
una imagen: mientras Pedro mire a Jesús, podrá caminar
sobre las aguas...
Cuando tengamos ese temor: “a ver si me pierdo, a ver si
me extravío”, no nos olvidemos que no sólo nosotros tenemos
miedo a perdernos, el Padre no va a dejar que un hijo se le
escape tan fácil. ¿Acaso no recordamos la parábola del pas-
tor que fue a buscar a la oveja extraviada?, ¿acaso la
Encarnación no es venir a buscar una humanidad perdida?
No sólo tenemos Padre, tenemos hermanos y, por eso,
después del Padrenuestro, se nos invita a darnos la paz como
diciéndonos: “mirá que no estás solo, tenés hermanos, vas
peregrinando con otros, contás con otros”. No estamos so-
los pero ¡qué solos que estamos! Seamos realistas: no estamos
solos, tenemos hermanos, pero ¡qué solos que estamos!¡qué
falta de comunicación y de amor! El nombre está; es cierto
que desde el Bautismo somos hermanos, es cierto que somos
hermanas de comunidad pero, ¿tenemos hermanos?, ¿puedo
contar con los otros?, y los otros, ¿pueden contar conmigo?
Entonces nunca aceptemos: “esto no debe ser así”. ¡Qué triste
si es así! Y hasta no digo que sea ni la única ni pretendo
hacer un mensaje raro, pero ¿no será que faltan vocaciones
y que la Vida Consagrada no es tan atrayente porque falta
mucho amor? No sé si no se nota desde fuera que vivimos
juntos, pero no sé si se nota que es un lugar donde hay
hermanos en Cristo Jesús.
Por Jesús recuperamos la aventura de la fraternidad, lo
que quiere decir: “Ya no podemos creer en Él y no creer en el

144
9ª meditación Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti

hombre. Si no creemos que es posible la fraternidad no


podemos soñar con Jesús porque Él vino a eso. A ver: la
Encarnación fracasó si nosotros no nos amamos los unos a
los otros. Acuérdense:
“En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los
otros (Juan 13, 35).
Sería el fracaso del cristiano si morimos sin amarnos. Lo
que estamos diciendo, menos mal que lo sabe sólo Dios,
pero no podemos ni debemos, si hemos decidido amar,
esperar otra suerte que la suya...
Seamos realistas, a ver, supongamos que decimos, yo
quiero tomarme en serio el amor; bueno, tenés que saber
que no debés ni podés esperar otra suerte que la de Jesús, y
por eso se te puede ir la vida tratando de amar, y mirá que
podés encontrar -o probablemente encuentres- resistencias y
hasta odios, y hasta te maten, y hasta algunos pensando que
honran a Dios te van a sacar de la sinagoga. Hay ejemplos
históricos, hay fundadores de congregaciones a los que los
echaron de la congregación. Por ejemplo la fundadora de
las esclavas del Sagrado Corazón españolas, no la echaron
pero la dejaron de portera o en un rincón y recién después
que murió se dieron cuenta de lo que habían hecho. Y san
Juan de la Cruz, si no se moría, lo echaban del Carmelo
reformado. No murieron rencorosos. Nuestro peor fracaso
sería no si hemos encontrado o no amor, sino si morimos 9

rencorosos y no amorosos; ese sería nuestro peor fracaso.


El éxito no es tener éxito en la aventura del amor logrando
muchos discípulos y amigos; el éxito es morir amando,
aunque no convirtamos a nadie. Y piénsenlo, Jesús quiso
hacer un mundo de hermanos y apenas si logró que los Doce
se pelearan un poco menos. Así que tan mal no nos está
yendo.
María es aquella pequeña que hizo suyo el sueño de Dios.

145
Pensar que esa jovencita se atrevió a soñar con Dios. Es como
si Dios estuviera diciendo: “¿hay alguien que tenga ganas
de soñar? ¿Hay alguien que se prenda? ¿Hay locos todavía
que quieren vivir aventuras?” Bueno, Dios ofrece sueños para
los que quieran soñar y nos invita a participar de ese sueño.
Que eso es lo que estamos haciendo acá. Eso debe ser la
Iglesia, un lugar de comunión y de participación. De
comunión en los sueños de Dios y de participación en tratar
de hacer que esos sueños se hagan realidad.

146
10
Baja pronto, porque hoy tengo que
alojarme en tu casa

“Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.


Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo,
que era jefe de los publicanos.
Él quería ver quién era Jesús,
pero no podía a causa de la multitud,
porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro
para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
«Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa».
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría”
(Lucas 19, 5)

Con esta cita nos vamos a referir a la Comunión, justamente,


otro de los momentos esenciales de la Eucaristía.
Una de las maneras de medir la calidad, la densidad de
una vida es justamente medir qué calidad han tenido los
encuentros que alguien ha tenido con los otros y con Dios. La
calidad de una vida tiene directa proporción a la calidad y
hondura de los encuentros. La misma Biblia nos lo dice
“Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo
encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no
tiene precio, no hay manera de estimar su valor.
(Eclesiástico 6, 14-15).

147
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

También podríamos decir, qué don es poder formar un


matrimonio donde el hombre y la mujer lleguen a ser una
sola carne. Da la impresión como que esa es la cumbre del
encuentro, de la no soledad.
Sin embargo, si no nos hemos encontrado con Jesús, falta
todavía lo esencial. Podríamos decir que tenemos una
soledad de dos si faltara ese encuentro con Aquel que le
termina de dar sentido a la vida en plenitud. Por eso todo
hombre tiene una secreta nostalgia de escuchar: “...hoy tengo
que alojarme en tu casa”. Digo secreta nostalgia porque
¡quién se atreve a decir “Dios se va a fijar en mí? Si a veces
nos cuesta creer que alguien se puede fijar en nosotros. Cómo
nos cuesta creer, animarnos a desear lo que en el fondo desea
nuestro corazón. Por eso dije secreta nostalgia. De que un
día nos dimos cuenta que, no ya una persona, un ser humano,
un amigo, una amiga, alguien, sino que Dios me diga “hoy
me quiero quedar en tu casa, me importás vos” y que
pronuncie nuestro nombre.
Sólo así puede un hombre reconciliarse con la vida, la
realidad tal cual es. Es decir, si Dios está detrás de todo esto,
si a Dios le importo, si Él guía mi vida, si sabe quién soy, si Él
está deseoso de encontrarse conmigo, entonces todo esto
puede tener sentido. Y decir:
“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz ahora puedo irme en paz, mis ojos han visto al
Salvador” (Lucas 2, 29).
Como decíamos estos días, está todo inconcluso, falta
todo; sin embargo, a partir de esto, si es verdad que tengo
conmigo a Jesús, ahora puedo irme en paz, mis ojos han
visto al Salvador.
Entonces, ¿qué es comulgar? Podríamos decir, es una
calidad de encuentro. No todo encuentro es una comunión.
La comunión es el encuentro por excelencia. Vamos a
meternos un poquito acá.

148
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

Comulgar es una entrega personal: donar, ofrecer lo más


profundo a lo más profundo. Dos comulgan cuando se
pueden ofrecer lo más hondo. No hay donación posible sin
acogida. Es decir, para donarse hay que ser recibido. Y para
recibir, alguien se tiene que donar. Es lo que comprendió
María cuando perdía el tiempo a los pies de Jesús
“Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se
llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una
hermana llamada María, que sentada a los pies del
Señor, escuchaba su Palabra (Lucas 10, 38-39).
Esa hermana de Lázaro, de Marta, cuando perdía las horas
a los pies de Jesús, ¿qué estaba haciendo? Le estaba dando
su tiempo, su vida, su acogida, a un Jesús que le quería abrir
el corazón. Podríamos decir, estaba comulgando.
La calidad de una comunión pide un marco de intimidad.
No es cualquier encuentro, es donar lo más profundo a lo
más profundo. Por eso no es raro que la comunión pida
intimidad. ¿Qué quiere decir? Soledad, condiciones para
preservar lo sagrado que se entrega. Sólo así puede haber
una mutua exposición. ¿Cómo decir algo muy secreto en un
pasillo, rodeado de gente? No se puede. Por eso, vieron qué
lindo cuando alguien nos dice “pasá, sentate, cerrá la puerta”.
¿Ven? Es distinto, acá se puede hablar hondo, profundo.
Necesitamos soledad:
“yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a
su corazón” (Oseas 2, 16),
no en medio de la ciudad, del ajetreo. Te llevaré al
desierto. Estos días, nos hemos aislado, silenciado, ¿para 10
qué? Para poder tener justamente intimidad.
No hay relación fecunda sin desnudez mutua. Y esto va
desde el plano más material, no hay fecundidad en una
comunión si no hay desnudez; hasta el sentido más espiritual,
¿cómo va a haber una relación fecunda si los dos no abrimos

149
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

el corazón? Tiene que ser mutuo. No es lo mismo hablar junto


a la pared. A veces uno habla..., yo a veces escucho con do-
lor hermanas que dicen, les pregunto “¿y pudiste hablar con
la Madre?” “Sí, pero era una pared, no me devolvió nada.”
Es decir, fue un diálogo sin retorno y no de corazón a corazón.
Y piensen en esto, en Jesús que nos va a buscar hasta la cruz,
y una de las estacones del Vía crucis, ¿cuál es? A Jesús lo
despojaron de sus vestiduras. Y es lo que Adán tiene que hacer
para encontrarse con Jesús. Un Dios que se despoja para
encontrarnos despojados.
Lo que se ofrece es tan sagrado que no puede ser entregado
sin tiempo y sin garantía de ser recibido. Es decir, hay cosas
que es difícil hace con reloj, es muy duro que te digan “tenés
cinco minutos para decirme algo”. O, lo mismo, hay una
contradicción entre el reloj y el juego. Que el juego, la liturgia,
el amor, el encuentro de amigos, es bueno que sea sin tiempo.
Después como estamos en este mundo, ya van a ver, el tiempo
lamentablemente existe. Pero hay cosas que, si podemos, hay
que dejarlas para momentos en los que no haya que correr.
Es muy feo correr en la liturgia, cuando tiene que ser en me-
dia hora, no darle tiempo -no una eternidad-; una cosa es
ser larguero y otra cosa es que cada cosa tenga su tiempo.
Lo mismo; es difícil comer cuando uno dice “no me dejan ni
masticar que ya viene el otro plato”. Cada cosa tiene su
tiempo. Dicho sea de paso, por eso es tan importante, esto
no es sólo para lo más sagrado, sino que todo tiene su
tiempo. Entonces a veces vivimos mal estos momentos
especiales de amistad, de liturgia, de espontaneidad, de lo
sagrado, porque hace tiempo que no respetamos el tiempo
de nada. Vivimos corriendo Todo es igual, todo es apurado,
todo perdió sentido. Y así nos va, la vida no tiene calidad,
no tiene sabor. Fíjense que se dice que el que come con
ansiedad no saborea, traga. Y si eso pasara sólo con la
comida...; eso pasa con la vida. A veces vivimos tan rápido y
ansiosos que tragamos los días, los meses, los libros, a las
personas y, de golpe, decimos “pero no tengo gusto a nada”.

150
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

¿Es que acaso asimilaste algo? ¿Te diste cuenta que había
matices?
Para comulgar hay que exponerse; es decir, yo no puedo
comulgar con otro si no me expongo y él no se expone. Y
podríamos decir ahí termina, ahí comienza, es el fin, el punto
de llegada, el punto de partida. Un ejemplo. Vieron que a
veces uno se anima finalmente a abrirle el corazón a alguien
y, a lo mejor, termina diciendo “bueno, telo dije, ya no tengo
más nada que decir”. Y no es que se acabó la amistad y
nunca más van a hablar, sino que a partir de ahora van a
hablar diferente. Punto de llegada, cuánto nos costó llegar
hasta acá. Punto de partida, ahora comienza otra cosa, ahora
ya es otro tipo de relación, de amistad, de encuentro. ¿Por
qué? Nos tenemos confianza, ya no hay defensas, ya sé
delante de quién estoy. Es lo que le dijo Job a Dios cuando
después de ese largo discurso y pulseada entre el hombre
sufriente y Dios, Job le dice
“Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han
visto mis ojos” (Job 42, 5).
Como diciendo, no es que ya no vamos a hablar más,
ahora me di cuenta que estoy ante el misterio de Dios, y no
ante un Dios que yo creí que era entendible con la razón
humana.
Sin encuentros es difícil llegar “al encuentro”. Podemos
aplicarlo, vamos a ejemplos bien humanos. Si no hubiéramos
charlado muchas veces de bueyes perdidos nunca
hubiéramos hablado a fondo. Sin encuentros es difícil llegar
“al encuentro”. Lo mismo con Dios. Lo mismo; ¿cómo llegar
10
al Cielo sin encuentros en la tierra? ¿Cómo puedo llegar a
la comunión eterna si no fui comulgando con Vos en el
camino? Hubiera desfallecido. ¿Cómo llegar al Dios que no
vemos sino a partir de los encuentros humanos que también
me animan a saber que el amor existe? Que Dios tiene rostro,
corazón, sentimientos.

151
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

“¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho


por caminar!” (1 Reyes 19, 7)
le dijo el Ángel del Señor a Elías que, desesperado, creía
no poder llegar a su encuentro en el Horeb. Elías quiso rehacer
el camino del Pueblo de Dios, ir a la Montaña del Encuentro,
pero cuando iba de viaje se desesperó, se sintió nada,
fracasado, poca cosa,
“¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no
valgo más que mis padres!” (1 Reyes 19, 4).
Y Dios le sale al encuentro y le dice. “¡Levántate, come,
porque todavía te queda mucho por caminar!”. No sé si se
dieron cuenta, pero esta es la antífona de la misa de los
religiosos, “¡Levántate, come, porque todavía te queda
mucho por caminar!”. ¿Por qué? Porque el religioso se animó
a la aventura del encuentro con Dios, cometió la locura de
apostar su vida entera al encuentro con Dios. Por eso es el
más propenso a desesperarse y preguntarse más de una vez
¿no habré apostado muy alto? No soy mejor que mis pa-
dres, me metí en un desierto y no sé si lo puedo atravesar.
Entonces, más de una vez, tiene que escuchar “Levántate y
come, no sos un loco, yo te invité a estas alturas pero, ¿sabés
qué? Con tus fuerzas no podés nada, pero alimentate de lo
poquito que te doy hoy y vas a llegar a mañana” No a
pasado mañana, a mañana.
Sin maná el pueblo de Israel no hubiese llegado a la tierra
prometida. Recordemos que el maná no se podía guardar,
había que recogerlo cada día. El pan nuestro de cada día, el
encuentro cotidiano. Fíjense que hay un momento que uno
siente que tiene la mochila cargado con víveres para muchos
años, después se empiezan a acabar. Y hay un momento en
que uno dice “hoy tengo que salir a buscar el pan para hoy,
para esta mañana; al mediodía buscaré el de la tarde”. Y
no me estoy refiriendo a la comida sino a las fuerzas para
vivir, a las fuerzas para no desesperar, a las fuerzas para seguir

152
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

al lado de Jesús. Entonces, ¿cuándo la vida espiritual se pone


interesante? Cuando vivimos en Dios. ¿Qué, es en parte,
volverse como niños? Los niños, si no se les da de comer, si
no se los viste, si no se los cuida, se extravían, se mueren de
hambre, de frío. Entonces, ¿quién iba a decir que crecer era
vivir de Dios, literalmente? Vivir de su Providencia. Ya sin
mochila.
El amor no vive de recuerdos, sino de encuentros... Fíjense
si uno viviera, como diciendo “Qué lindo aquel retiro que
tuve de postulante”. Vivo de eso. No; yo quiero vivir el
encuentro de mañana, no el de ayer. El de ayer ya pasó, y no
era Dios, era una experiencia de Dios. No es que no era válido.
Pero no es que tengo a Dios en mi bolsillo. Es como la novia
que dice cuando la mamá le pregunta “Querida, ¿vos seguís
de novia?” “Sí mamá, ¿por qué?” “No, porque hace tres años
que no veo a tu novio por acá”. “Pero tengo su foto, mami”.
Una novia no vive de la foto del novio. Entonces, piensen si a
veces nosotros, consagrados, no responderíamos “pero tengo
la foto, tengo un cuadro, tengo muchos libros en la biblioteca”.
Sí, pero, y Él ¿dónde está? El amor no vive de recuerdos, sino
de encuentros. Por eso, ¿cómo saber si estoy enamorado?
Cuando necesito alimentarme de encuentros. Voy a traducirlo,
no me gusta, pero para que se entienda, bien realista. “Hoy
no sé si voy a ir a misa”. “No, yo no necesito rezar mucho”.
Entonces la pregunta sería ¿de qué vivís? ¿Dónde está tu
corazón? Pero no por un problema legal, sino por un
problema amoroso. Está bien, no te culpo, no vas a ir presa,
pero ¡qué lástima!, porque una enamorada vive de
encuentros. Qué trágico y qué bonito es ver una viuda, por
ejemplo, que perdió a su esposo y estaba realmente 10

enamorada; uno ve que esa mujer, gracias a Dios, no puede


hacer equilibrio. ¿Por qué digo gracias a Dios? Porque el
equilibrio lo hacía en el amor. Qué triste si está muy bien al
día siguiente. Dirían, ¿cómo triste, Padre, si sufre menos? Gozó
menos, sufrió siempre, no es que no sufra. Y la otra porque
gozó siempre y tiene un amor que la aguarda, sufre la espera.

153
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Que es distinto. ¿Qué es la comunión? Es el alimento para la


misión. Ustedes son misioneras.
Para ser madre hay que ser esposa. Más de alguna de
ustedes alguna vez habrá sentido “estoy con un montón de
hijos”, y Él ¿donde está? Me dejó sola, así no vale”. No, no.
No te olvides que para ser madre hay que ser esposa. La
Iglesia se hace fecunda comulgando con el Señor de la vida.
La fecundidad no nos viene sino del encuentro con el que es
la vida. Dicho de otro modo. No podemos dar lo que no
hemos recibido.
Con la comunión termina la misa del cielo, ya se va a ir
entendiendo, ¿qué significa esto? El domingo sin ocaso.
Vamos a hablar de los chicos: vieron qué triste es para los
chicos ya el domingo a las tres de la tarde, dicen “mañana
hay clase, hoy se acaba”. Entonces, el domingo con ocaso,
una fiesta que tiene final no es tan fiesta. Es decir, todo lo que
tiene final no es tan bonito ni tan pleno. ¿Qué es el cielo? Es
la misa que termina en la comunión, el domingo sin ocaso.
En este mundo siempre escucharemos “oremos”. ¿Vieron
cuando comulgamos? Y estamos con Jesús en silencio es el
momento que dan ganas que no se acabe, no sé ustedes,
pero yo alguna vez tenía ganas de decir “que el Padre no
diga oremos”, o que la hermana que tiene que decir la
antífona del Benedictus o del Magnificat no se apure, un
poquito de calma en el camino, ¿no? Un poquito de cielo. Y
sin embargo, siempre “oremos”. Vamos a poner otros
ejemplos más humanos. Vieron: cuando uno está en la cama
y dice “que no suene, que no suene”… “Riiing”. O cuando
mamá venía y “Chicos, al colegio”. O la maestra “se acabó
el recreo”.
Como los discípulos en el Tabor debemos levantarnos para
seguir marchando a Jerusalén. Para no sentirnos tan tontos,
Pedro, santiago y Juan, ¡qué dijeron? “¿Por qué no hacemos
tres carpas?”. ¿Por qué tiene que sonar el timbre? ¿Por qué
“oremos”? Y, sin embargo, hay que marchar a Jerusalén.

154
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

En este mundo los encuentros nunca son definitivos, aun


entre esposos y amigos, estamos en camino, somos peregrinos
de una plenitud que sí hemos comenzado a vislumbrar pero
que todavía no tenemos. Permítanme poner el dedo en la
llaga un poquito. Cuando uno a veces habla con alguien -y
a veces con uno mismo-, y va metiéndose, metiéndose,
metiéndose..., una de las cosas que está en el fondo del
corazón humano es esta: tengo miedo a amar porque tengo
miedo de que se vayan. Se fueron mis padres, se fueron mis
hermanos, maestros, compañeros, discípulos, alumnos.
Entonces hay un momento en el que el corazón dice “yo no
sé si quiero amar; si se van a ir y me van a dejar”. Y somos
un poco como los chicos. Supongamos que hay un alfajor y
tres hermanos, entonces todos los chicos dicen “queremos un
alfajor”, “tengo uno solo”. ”Todo o nada” dicen los niños.
Entonces uno a veces les dice “y bueno, nada”, y como los
chicos no son tontos después dicen “bueno, dame un
pedacito”. Como diciendo: si no puedo todo un alfajor, dame
aunque sea un mordiscón. Y a los adultos nos cuesta esto de
“dame aunque sea un mordiscón”. ¿Qué quiere decir?
Nosotros somos a veces chicos grandes que decimos “o todo
o nada”. Como se van a ir, como van a partir, como esto se
acaba, no quiero sufrir, no quiero amar. Prefiero no comulgar
porque esto no es el Cielo. Y me olvido de que, si no
comulgo, si no muerdo un poquito el alfajor, si no gozo un
poquito y si no tengo encuentros, ¿de verdad creo que voy
marchando al encuentro? ¿O encierro una profunda
desesperanza detrás de una apariencia de que voy
peregrinando? Piensen que comulgar la Eucaristía significa
aceptar un humilde pan de camino. Y eso que aceptamos en 10
la Eucaristía hay que aceptarlo de los amigos, de los amores,
de la familia, de la comunidad. “¿Para qué voy a hablar si
no vamos a hablar a fondo?” “¿Para qué voy a decir algo en
la mesa si nadie me entiende?” Tal vez no te entiendan todo,
pero sí te entiendan algo. Somos peregrinos de una plenitud
que sí hemos comenzado a vislumbrar. ¿Y qué sería bonito?

155
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Que pusiéramos el acento no en lo que falta sino en lo que


está. Cuántas muestras de Cielo hay. Uno podría fijarse,
famoso dicho, la mitad del vaso vacío o la mitad del vaso
lleno. ¿Cuántos anticipos de Cielo hay? Muy humildes, hasta
–fíjense-, momentos como este. Entre sombras, a través de
palabras humanas, el plomazo del Padre, me duele la cola
por estar tanto sentada, que es viernes; pero, estamos
hablando del amor, aunque sea un poquito las nubes se
corren, un rayito de sol se asoma.
En la encarnación, Jesús asumió, se unió a la naturaleza
humana, de una vez y para siempre, se desposó; la
encarnación es un matrimonio. Pero esto no era suficiente,
quiere encontrarse con cada hombre, poder entrar a su vida,
a su día, a sus circunstancias, a su corazón, a su cotidianeidad.
No era suficiente predicar desde la barca de Pedro, quiere
hablarle a Pedro, “navega mar adentro”. ¿Qué es la
comunión? Para mí es la Encarnación. Cuando uno comulga
es como si el Verbo se hace carne en tu vida, en tu día, en
esta tarde. Y cada día es como si dijera “¿me dejás entrar?,
¿me dejás pasar?, ¿puedo compartir con vos esto que te toca
vivir, esto que estás pasando, este día gris, este día de gozo
tu juventud, tu ancianidad, tus responsabilidades, tu vacío?,
¿puedo pasar?”.
El amor no tiene límites pero nuestro pequeño corazón
experimenta la pobreza. Perdonen el lenguaje pero tengo
que hablar así: Dios está loco. Como diciendo “¿Vos querés
venir? Tu amor no tiene límites, Vos no tenés solución” “¿Vos
querés venir a mí, a mi vida? Estás loco”. Entonces, el amor
no tiene límites, pero nuestro pobre corazón sí tiene límites y
se asusta de ser amado sin límites, entonces nos asusta la
desproporción, menos mal que somos un poco distraídos,
superficiales, inconscientes. Imagínense si mañana sale en el
diario “todo un retiro apareció muerto”… ¿se dieron cuenta?.
Menos mal que no nos dimos cuenta. Entonces, nuestro pobre
corazón se asusta de la desproporción, de la indignidad,

156
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

“Señor, ¿Vos te diste cuenta quién soy? “No soy digno de que
entres en mi casa”.
Somos conscientes de nuestra pobreza pero también lo
somos de su amor, ¡qué lindo! Somos conscientes, es distinto
ser un inconsciente a un muy conciente. Alguien podría decir
“vos sos un inconsciente, comulgaste”, y a lo mejor tiene
razón; y a lo mejor es al revés “no, soy muy conciente de mi
absoluta miseria e indignidad pero también de su infinito
amor. Entonces, cuando decimos “no soy digno de que entres
en mi casa” por eso agregamos: pero una palabra tuya
bastará para sanarnos”. Entonces, somos concientes de las
dos cosas, y por eso soportamos la desproporción.
Acaso ¿no naciste en un pesebre? ¿te va asustar el mal
olor..? Si naciste entre bueyes y vacas... Acaso no ¿viniste a
“buscar y salvar lo que estaba perdido”?. Vieron que a veces
-no sé si alguna vez les pasó-, decir “Doctor, ¿no le va a
impresionar?; y el doctor, “hermana, soy médico”. Como
diciendo “estoy acostumbrado”. O alguna de ustedes es
enfermera, ¿no?. “Hermanita, y no se va a asustar”, “Soy
enfermera”. Y esto no sólo para el físico. Vieron que a veces
“Padre, ¿no se va a asustar de lo que le voy a decir?”
“Hermana, soy sacerdote”.
Cuando el amor es tan profundo que se hace comunión,
se ha probado la plenitud. Entonces... cuando dos amigos,
dos hermanos, padre e hijo, ¿Qué significa? Cuando el amor
es tan profundo que se hace comunión, cuando pudo haber
entrega mutua, confianza, apertura, vulnerabilidad, se ha
probado la plenitud. Por eso a veces uno recuerda con nos-
talgia a sus padres, a un amigo, el noviciado, tal retiro, tal 10
encuentro. Ahí probé la plenitud.
La vida tiene anticipos de infierno en la cruda soledad y
anticipos de cielo en el amor. Ante la plenitud hay algo que
se rompe, ya no es posible el equilibrio. ¿Qué se rompe ante
la plenitud del amor? La medida. El corazón humano tiene

157
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

medida y, sin embargo, está llamado a ser “sin medida”. Y


cuando probamos el amor sin medida, algo se rompió y
tenemos un hermoso problema: que ya no es posible el
equilibrio si no sigo encontrando al “sin medida”. Vamos a
un ejemplo vulgar y tonto. Por ejemplo, a mí me encantaban
las pizzas de cualquier pizzería; un día mi mamá aprendió a
hacer pizza; ahora ya no puedo comer cualquier pizza. Es
decir, cuando uno probó algo muy bueno se da cuenta de lo
que es plástico. La pizza es lo de menos, lo que importa es el
amor, cuando probé amor, descanso, encuentro, hay
problema. ¿Y ahora cómo sigo viviendo?
Bienaventuranza y drama del amor... Uno podría decir de
alguien “qué suerte que tuviste un encuentro de amor”, pero
adentro dan ganas de decir “pobre, no sabés lo que te va a
costar vivir a partir de ahora”, porque esto no se encuentra
todos los días, a cada instante. Por eso, un desequilibrio que
sólo tiene sosiego en otro encuentro... Miren qué lindo:
desequilibrio que tenga sosiego sólo en otro encuentro.
¿Cuándo voy a volver a estar equilibrado? Por ejemplo,
cuando pueda volver a rezar. “¿Y el día?” “Y veremos lo que
hago, cuando pueda volver a estar contigo”. Por eso, qué
equilibrados son los desequilibrados; y qué desequilibrados
están los muy equilibrados. A ver si se entiende. Hay gente
que está muy tranquila y nunca tiene ningún problema, y ese
es su gran problema porque es señal de que no se les rompió
la medida. La hermana siempre está bien, ningún problema,
todo el día espectacular. Claro no extraña nada, no hay
desequilibrio porque nunca probó lo distinto. En cambio qué
equilibrado, en el sentido cristiano está el desequilibrado; el
verdadero equilibrio se da con sólo volver a hacer pie cuando
toque piso firme, en la roca, que es el Señor. Muchos caminan,
sin darse cuenta, en el aire, y creen que el piso está firme. Los
que probaron la roca se dan cuenta que caminamos muchas
veces en el aire y no nos damos cuenta.
Una buena pregunta sería: ¿dónde termina el día?, ¿dónde

158
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

termina la vida? Vieron, cuando uno dice “ahora me puedo


ir a dormir tranquilo, mi día hoy alcanzó su plenitud”. ¿Por
qué? ¿Dónde termina no sólo mi día sino mi vida? Todo otro
logro sería un fracaso si lo que le dio plenitud a mi día no fue
la comunión. A ver, supongamos que uno dice “hoy me puedo
ir a dormir tranquilo, este trabajo me salió bárbaro, la gente
me aplaudió, hice todo lo que tenía en la agenda… paz”
¿Eso es tu plenitud? Toda otra meta sería un fracaso -y no
por despreciar hacer todo lo que hay que hacer-; que nos
vaya bien, eso es bueno; pero no puede ser la meta.
El otro es pan,
“Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye
mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos
juntos” (Apocalipsis 3, 20).
¿Qué quiere decir? La cena es el otro, encontrar y dejarse
encontrar. Por ejemplo, dos que entiendan bien dirán “hoy
vamos a cenar juntos”. ¿Qué quiere decir? Lo que importa
no es lo que comamos, lo que importa es terminar el día
juntos, vos serás mi pan y yo seré tu pan. Por ejemplo, una
comunidad, es lindo si tiene ganas de cenar juntas no porque
la cocinera hizo panqueques con dulce de leche, sino porque
quieren encontrarse, para alimentarse con el cariño y la
presencia de las hermanas. “Hoy cenamos juntas”, “¿hay
panqueques?”, “no, vamos a estar nosotras, si hay
panqueques mejor”. Lo rico de la comida es para expresar
lo rico que es nuestro encuentro, y no al revés. Aunque vendría
bien esta imagen; vieron que para pescar hay que poner
carnada en el anzuelo, si no, el pez no muerde. A veces una
rica comida es la carnada para que mordamos el anzuelo. A 10
veces ayuda una rica comida, un buen ambiente, un buen
lugar, dan ganas de estar. Empezamos por la comida y a lo
mejor un día decimos “qué lindo es estar con las hermanas”,
además de la comida.
No sólo comulgar a Jesús, él misterio es que Él se alimente

159
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

de nosotros. “Yo cenaré con él, y él cenará conmigo”. También


es eso. Les pregunto: ¿ustedes alguna vez pensaron que ir a
Misa es estar deseoso de ir a Jesús? ¿Pero pensaron que Jesús
estaba deseoso de recibirlas a ustedes? Él también quería
comulgar, Él también quería alimentarse de su presencia.
Vieron que lindo cuando llegamos a un lugar y alguien nos
dice “llegaste, qué lindo”. Y qué bueno si pudiéramos
creérselo a Dios, “llegaste, qué lindo”. Lo que el Padre del
hijo pródigo, le hace fiesta al hijo, y no “no lo cansaré, qué
plomazo, me tiene que recibir de nuevo”.
Esto a la mayoría le cuesta vivirlo aun en el plano humano,
cuanto más en el plano de la fe. ¿Por qué dije a la mayoría
le cuesta vivir en el plano humano? La mayoría de las perso-
nas no tiene experiencia de que su llegada es fiesta; qué difícil
es que se lo crean a Dios si nunca llegan a un lugar y su
llegada es fiesta. Lo humano es un sacramento de lo sagrado.
Por eso, qué lindo es hacerle sentir a alguien, de verdad -no
actuando-, “qué lindo que llegaste”, porque lo estoy
preparando a que se le pueda creer a Dios. Por ejemplo,
llega una hermana a una casa “bienvenida” ¿cómo la
recibimos? ¿Cómo hacemos sentir a alguien que tiene un
nuevo destino? ¿Cómo hacemos sentir a alguien que ingresó,
qué volvió?
Todo hombre está llamado a la comunión, no sólo en
Jesús, no sólo en el amor sino también en los bienes. Dios
nos ha compartido su misterio y nos pide que compartamos
este mundo. Podríamos decir, la comunión también tiene
consecuencias sociales. Comulgar a Dios significa Dios que
nos dice “si yo compartí mi vida, ¿por qué no comparten el
mundo como hermanos? Sé solidario, compartí”.
La comunión no sólo pide un estado de gracia sino un
compromiso de vida. Perdón que diga esto pero, para decirlo
claramente, lo voy a decir a propósito mal. Los curas insistimos
muchas veces -vieron que hasta por el micrófono se dice-,
“aquellos que no estén en gracia de Dios y confesados no

160
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

osen acercarse…”; está bien y temblando a lo mejor la gente


dice “¿podré comulgar?”. Pero nos faltó decir “y aquellos
que comulgaron, cuando salgan compartan sus vidas, sus
bienes, sean justos, den trabajo, perdonen, no roben, etc.”.
La comunión es un punto de llegada, no es casualidad
que Jesús nos la haya regalado en la Última Cena. ¿Qué
quiere decir? No es que Jesús llamó a los discípulos y vino la
comunión; la comunión es adonde llegaron, no donde
empezaron. Lo mismo los amigos, uno no empieza por lo
más profundo, ahí se termina.
Todo el Antiguo Testamento, toda su vida habían sido una
larga preparación para la Comunión. No estoy hablando,
por favor, en contra de que comulguen los niños, pero a veces
se llega demasiado rápido a la Comunión y, por eso, no
valoramos la comunión. Porque no hay nada peor que tener
todo sin darse cuenta que se lo tiene, porque da esta extraña
sensación: probé todo y no me alcanza. ¿Probaste todo? Por
ejemplo, novios que tienen demasiado rápido relaciones
prematrimoniales, “¿qué nos queda por conocer?”. Creen
que vieron todo, ¿vieron todo? No.
Hace falta mucho para dejar se ser siervo y ser amigo...
Qué ganas habrá tenido Jesús, cuánto tiempo le llevó mirar
a esos zoquetes que tenía delante y decirles “Ustedes ya no
son siervos, son mis amigos”. Al fin tengo amigos, pero los
tuvo que hacer. Verdadero encuentro con Jesús. Es decir, para
entender la Eucaristía, para entender lo que significa
comulgar, uno tiene que saber también lo que es comulgar
con un amigo, con la familia, con otros. Si yo no sé gozar de
estar con otros, si no sé estar en silencio con un amigo, con 10
mis padres, con alguien, ¿me daré cuenta de lo que significa
estar con Jesús en silencio comunicativo? (Su comprensión
supone experiencias humanas, experiencias religiosas, un
verdadero encuentro con Jesús.)
¿Quien no ha experimentado la soledad y la impotencia

161
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

de no poder terminar de expresarse, de no poderse hacer


entender cuando está viviendo algo muy profundo? Qué duro
es eso de vivir cosas que no puedo decir, que no sé expresar,
que tal vez otros no me entiendan. Y esto nos lleva a veces a
decir algo como esto “Si alguien pudiera entrar y ver lo que
hay en mi interior”. Creo que alguna vez lo habrán sentido:
“Si alguien pudiese sentir lo que siento, ver lo que veo...”. En
algún sentido somos únicos, irrepetibles, incomunicables. No
hay dos de nosotros. Entonces, eso hace difícil la
comunicación, porque cada uno de nosotros es un único, se
rompió el molde.
El amor tiene la tremenda capacidad de la connaturalidad,
es capaz de entrar, de asumir, de compadecerse, de sentir
compasión, de sentir con la misma pasión que el otro. Si no
existiera el amor estaríamos incomunicados. El amor nos
puede hacer “el otro”, nos puede hacer parecidos al otro,
entrar en su sintonía, en sus sentimientos.
Algo de este misterio vive la madre que espera un hijo,
perdonen también el lenguaje, pero vieron que uno le dice
“Pero mamá, no sé si me entendés, porque…”. Y la mamá lo
mira como diciendo “Nene, si yo te tuve, te traje al mundo;
claro que te entiendo, si yo te sentí, yo sé como late tu corazón,
te conozco desde adentro”. Entonces, la mamá lo sabe. Lo
mismo los amantes en su gesto supremo, marido y mujer se
conocen, pero la comunión es algo más. Alguien puede entrar
a mi casa, a mi corazón, alguien es capaz de entrar aunque
“las puertas estén cerradas por miedo...” (Juan 20, 19). Se
acuerdan que los discípulos después de la resurrección
estaban encerrados, con miedo, en la casa; Y Jesús, pasando
a través de la pared o la puerta dice: “La paz esté con
ustedes”. El puede entrar aun donde las puertas están
cerradas, por miedo. Es unión de personas, no fusión, ni
mezcla. El amor, la comunión siempre es de dos que siguen
siendo dos, pero que están tan cerca cuanto se puede, pero
sin dejar de ser dos. Digo esto porque es lo malo, por ejemplo,

162
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

de una mala amistad donde uno dice “se fusionaron”. Ya no


piensa por sí mismo, ya lo despersonalizaron. O se mezcló,
esto ya es café con leche, no es café ni es leche, es café con
leche. Dos que coinciden con libertad, eso es la comunión.
Comulgar implica coincidir en lo esencial, poder
pensar, sentir y vivir con. Por ejemplo, para estar en una
comunidad y en una congregación, no es un rejunte, un
aguantadero, sino hay condiciones para estar en comunión.
Lo mismo para comulgar: tenemos que tener el mismo credo,
la misma forma de pensar, tenemos que tener un sentir común
sobre la vida. Incluso más, para poder ponerme a hablar a
fondo con otros, tenemos que estar antes de acuerdo en lo
básico, si no, no es un diálogo, es una pelea, una discusión.
Coincidir en lo esencial para poder justamente acoger las
diferencias. Fíjense que bonito: hace falta algo común para
que pueda haber algo distinto. Necesitamos algo muy fuerte
que nos una para seguir siendo distintos bajo el mismo techo
y coincidir.
Comulgar con lo que comulgó Jesús. Por eso antes de
comulgar es cierto que me tengo que preguntar ¿y este
gesto…? Por ejemplo, el mismo argumento de fondo que
hace ilícitas las relaciones prematrimoniales, es el mismo
argumento de fondo para no comulgar cuando no siento
como Jesús. Es decir, cuando el gesto es más grande que los
sentimientos que tengo. Por ejemplo, relaciones
prematrimoniales, “pongo todo, sin ningún límite, en común
con vos”, pero todavía pongo un gesto que no se atreve a
compartir la vida con vos para siempre. Entonces el gesto es
más grande, no porque el gesto sea sucio, al contrario; 10
porque creemos en la verdad del gesto, para que sea
humano, ni siquiera estoy hablando de lo religioso, necesita
verdad y ser acompañado por una vida sin defensas y para
siempre. Entonces lo mismo, voy a comulgar, ¿puedo
comulgar si hay rincones de mi corazón que dicen “¡ay!, no,
pero a tal persona…”. Para comulgar tengo que tratar de

163
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

sentir o de querer sentir con Jesús. Más aún, comulgamos


para que su presencia en nuestro corazón, con su gracia y su
amistad, nos vaya haciendo capaces de sentir con Él. Por eso
justamente, comulgamos para poder comulgar. (Con lo que
soy, con los otros, con la realidad.)
Comulgamos cuando somos capaces de abrazar la
realidad, supongamos que uno dice “estoy en Misa
arrodillado, concentrado, rezando a Jesús en mi corazón,
pero después protesto con todo, protesto del día, de la
comunidad, de la comida, de la gente. ¿Comulgás? Porque
comulgar es abrazar todo esto que me toca vivir, no resistir.
Cuando no resistimos. Esto podría sonar a pasividad, “¿Pa-
dre, entonces comulgar es aceptar todo tal cual es?”. Fíjense
que voy a decir una frase que ustedes la aplican a todo, “si
me amás como soy tenés permiso para cambiarme” Fíjense,
“si me amás como soy tenés permiso para cambiarme”.
Nosotros tenemos miedo de que una persona nos quiera
convertir en otra y que no nos ame como somos. Cuando
alguien nos ama como somos, le decimos “tenés permiso
para cambiarme”, pero sólo si primero me sentí amado y
aceptado como soy y aunque no cambiase nunca, sé que
me querés como soy, entonces, tenés permiso para
cambiarme. Lo mismo, sólo el que abraza la realidad como
es tiene permiso para cambiarla. Sólo el que abraza la
congregación como es tiene permiso para cambiarla, pero
primero la tiene que amar como es. Jesús abrazó la
humanidad como estaba, como es, y por eso, desde adentro,
recibió autoridad para cambiarla.
María comulgó con el Padre, como hija querida, como
hija confiada; con Jesús, como discípula fiel; con el Espíritu,
como dócil esposa. Eso, por haber comulgado tan
hondamente con Dios se animó y le permitió comulgar
hondamente con el hombre, a tal punto asumió, es decir,
comulgó su suerte que aceptó ser madre. Quien se atreve a
comulgar, es decir, a asumir el dolor de los otros, termina

164
10ª meditación Baja pronto, porque hoy tengo ...

haciéndose cargo. María comulgó y se hizo cargo de la


humanidad.

10

165
166
11
Después de despedir a la gente
se fue a la montaña para orar

“En seguida, Jesús obligó a sus discípulos


a que subieran a la barca
y lo precedieran en la otra orilla,
hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.
Una vez que los despidió,
se retiró a la montaña para orar”
(Marcos 6, 46).

Después de despedir a la gente, se fue a la montaña para


orar. Y con esto hacemos referencia a los silencios de la Misa;
si ustedes quieren, especialmente al silencio de la comunión.
Aunque -yo lo fui salteando-, en la Misa hay distintos
momentos de silencio. Entonces nos vamos a referir a ellos y,
además, al silencio en la oración.
El silencio no es una mera ausencia de palabras; el silencio
es algo mucho más rico y más activo, no es sólo definido por
lo que falta. Más bien podríamos decir, es una manera de
estar en la vida, ante la vida. ¿Cómo? Estar en silencio,
cristiano, es estar encontrable, vulnerable. Está en silencio
aquel al que uno le puede hablar, aquel que está prestando
atención, aquel que está en estado comunicativo.
Del silencio nacen los gritos más profundos, cuando nos
callamos; los gemidos más hondos del hombre han salido

167
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

justamente de las entrañas del silencio. Cuando nos callamos


bien, normalmente el silencio irrumpe en palabra honda, que
viene de la raíz, del corazón. Y sólo en silencio se percibe la
más pequeña huella o señal de una presencia. Es decir, aquel
que está callado, en estado de escucha, de vulnerabilidad,
de búsqueda, de centinela que aguarda la aurora, es el que
puede ver las señales, las huellas, los signos. Y puede ir tras
el que busca.
Sólo el silencio puede abarcar la palabra. Fíjense que
lindo esto: si uno gritara o hablara, las ondas del sonido
irían avanzando. Y el silencio es aquel que no pone ninguna
resistencia, es capaz de abarcar un grito, una palabra, ya
que no excluye nada y no pone límite alguno. No hay una
pared, un muro, un filtro. Puede expandirse. Entonces, en el
silencio, la palabra encuentra el espacio para decirse. Que
lindo es encontrar, por ejemplo, un corazón silencioso que
nos escuche y que no le ponga límites a lo que decimos.
Vieron: cuando uno siente la sensación de que uno puede
decir -y no rebota en la pared y hay que callarse, como si el
corazón del que nos escucha es amplio, es campo abierto-,
entonces puedo seguir diciendo, no lo agoté, no lo cansé.
Puedo decir, es capaz de absorber la palabra.
Sólo en él puede resonar sin resistencias, ni interferencias.
El silencio es la expresión del más alto acuerdo y de la mayor
unidad de los que se aman. Por ejemplo, qué distinto es el
silencio cuando estamos esperando entrar al dentista y hay
otro paciente y estamos callados y en el mismo lugar miran
a lo mejor una revista, del silencio de dos, que son amigos y
que están en un silencio de encuentro, en un silencio que ya
supone que hablan. Materialmente es lo mismo. Pero, qué
distinto, ya no hablamos, no porque no nos queremos hablar,
nos acompañamos, ya nos dijimos todo. O estoy escuchando
adentro lo que me dijiste, estoy absorbiendo tu presencia, tu
palabra.
El silencio es expresión del más alto acuerdo y de la mejor

168
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

unidad de los que se aman. El silencio viene a expresar


exclusividad; imagínense: le estamos hablando a alguien y
este está oyendo al mismo tiempo la radio; “pará, callate
que hay noticias”; no es exclusividad. Silencio es: estoy aquí
para vos y por vos, es el marco del encuentro más profundo,
estoy a merced tuya, apago los otros ruidos, callo las otras
voces, al fin todo yo, con todas mis capacidades de recepción,
de acogida, ante todo vos, con todas tus capacidades de
misión. Por ejemplo, estoy seguro que alguna de ustedes que
hace mucho no iba a su casa, alguna vez, a lo mejor
abrazando a su madre, a su padre o a un hermano, dijo “a
ver, callate, dejame mirar”. Cuando ustedes volvían, “dejame
mirarte, a ver cómo estás”. Y es como si “callate un rato,
porque si hablás me molestás, dejame oírte con la mirada”.
Me atrevería a que, -bueno casi todas ustedes no siempre
van a su casa, pero sobre todo las que vienen de lejos y
pasaron muchos años-, primero siente que “no sólo contame,
dejame mirarte”.
La Eucaristía tiene sus silencios, y no podría ser de otra
manera ya que es un encuentro de amor, y un encuentro de
amor no puede no tener silencios. Es una comunión, más aún,
la Eucaristía es una calidad de encuentro supremo.
Hay un silencio previo, aquel que permite dejarse encontrar,
dejarse llamar. Si no hubiéramos estado un día en silencio y
a merced del otro, Dios no nos hubiera podido llamar. Hubo
un silencio que permitió la vocación. Y hay un silencio, por
ejemplo, el silencio que nos lleva a rezar. Vieron que a veces
uno dice “siento que Dios me invita a rezar”, a veces lo
expresamos “tengo ganas de rezar” o “siento que Dios me
invita a rezar. Estoy encontrable, entonces Dios le pudo susurrar
al corazón “te estoy esperando. Y a veces no lo sentimos
porque nos falta ese silencio. Por eso es mala señal si nunca
11
siento que el corazón me dice “vamos a rezar”, “vamos al
silencio”. Como dos amigos, si pasa el tiempo y nunca hay
un “¿Nos sentamos un ratito a charlar? ¿Tomamos un café?

169
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

¿Tomamos unos mates? ¿Vamos a caminar un poco hacia el


fondo?”. Como si fuera: necesitamos otra cosa.
Hay un silencio penitencial en la Misa, cuando comienza
y se nos invita a reconocer nuestros pecados, donde tomamos
conciencia de que el Padre ve en lo secreto. Qué linda esta
expresión: el silencio es para tomar conciencia. El Padre
siempre ve en lo secreto, pero si uno no toma conciencia se
siente huérfano, abandonado, se siente anónimo. Entonces,
el silencio es aquel lugar donde tomo conciencia de que
alguien me está mirando, que alguien me conoce.
En él reconocemos nuestros errores, nos damos cuenta que
somos pecadores pero sobre todo nos damos cuenta de que
él lo sabe e igual nos ama y nos ofrece su ayuda para cambiar
y crecer. ¿Cuál puede ser una posible tentación humana? “No
quiero darme cuenta que soy pecador porque temo
desesperar”. Entonces huyo, sin permitirle al silencio que a
lo mejor primero me haga sentir que soy un pecador, pero
justo huyo cuando el silencio me iba a ayudar también a
tomar conciencia que soy conocido y amado. Justo me escapo
en el momento que venía la parte consoladora, la parte capaz
de ayudarme a convivir con mi fragilidad, ya que me iba a
decir algo más hondo: que soy un pecador, que soy amado,
a pesar de eso. Por eso el silencio es purificador, porque ayuda
a tomar conciencia, y uno a veces no quiere tomar conciencia,
y la pena es que, por huir de esa primera sensación de lo
que no soy, sin querer, huyo de la posibilidad de que me
digan también lo que soy.
Hacemos nuevamente silencio antes de la oración inicial,
después del Gloria. El sacerdote dice “Oremos” y ahí
corresponde un instante de silencio, ¿por qué? Porque allí
percibimos claramente que su amor es un don, por eso
pedimos, y queremos que surja desde lo más profundo y por
eso hacemos silencio como para tomar conciencia, que más
allá de nuestros méritos no deje de amarnos. Aquello que
decíamos: “No abandones la obra de tus manos”. “Ahora

170
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

que descubrí que soy obra de tus manos y que estoy


inconclusa, por favor te pido Señor, no abandones la obra
de tus manos.” Recordemos que los dones no se conquistan
ni se compran, pero sí uno puede disponerse a recibirlos,
puede pedirlos, los debe cuidar y los debe agradecer. Lo
gratuito es gratuito, pero uno puede disponerse a recibir.
Luego de las lecturas volvemos a hacer silencio para que
la Palabra pueda actuar en nosotros. Así como los alimentos
requieren su digestión, la Palabra necesita su asimilación.
Recordemos que los humanos tenemos dos tiempos, un
tiempo para oír y un tiempo para que la palabra llegue a su
destino, que no son los oídos: el destino es el corazón. Ni
tampoco es la cabeza, es el corazón. Entonces, a la Palabra
hay que darle tiempo, darle tiempo para que llegue a su
destino. La distancia entre el oído y el corazón es más larga
de lo que solemos imaginar. Vieron que muchas veces se dice,
medio en broma: de acá hasta aquí es un viaje muy largo. Y
parece tan cortito...
Pero el verdadero silencio está al final. Callamos porque
hay palabra, porque hay algo que oír; callamos porque hay
una presencia que percibir; callamos, nos silenciamos porque
hay una entrega que acoger, un don que asimilar. Entonces,
justamente, ¿por qué nos callamos en la comunión? Para
poder recibir y ya percibir esa Presencia, acogerla, dejarla
actuar. Este es el silencio profundo. Entonces, el silencio está
al final. Y esto lo podríamos aplicar también a esto, el silencio
no sólo está al final de la Misa; el silencio está al final de la
vida. El joven a lo mejor se va a callar más por disciplina. El
anciano tiene un silencio de ya haber comprendido que debe
consentir al amor que realice su obra en nosotros, es la no
resistencia. Qué bonito si con los años ya no resistimos, esto
es estar en silencio, aunque hablemos un poco más que
11
cuando éramos novicias. Qué lindo si los años, ¿se acuerdan
cuando puse el ejemplo: “Padre, aflójese, cuando le están
por dar una inyección”? Bueno, en la vida, la vida está para

171
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

silenciarse, aflojarse ante un Dios que nos quiere amar y


resucitar.
El silencio no tiene un valor en sí mismo, tampoco hay que
endiosarlo, y a veces se lo endiosó. Como si el silencio fuera
un bien supremo. Y el silencio puede ser funcional, más aun,
puede significar vacío, soledad, ser el espantoso rumor de la
nada. Hay silencios tétricos, hay silencios espantosos. A veces
la casa está en silencio, pero significa está fría, nadie se ama,
nadie te quiere, es decir, no hay vida. Eso no es el silencio
bueno. Qué terrible esto, el silencio puede ser espantoso ru-
mor de la nada. El silencio es condición para percibir, para
escuchar. Lo que queremos es oír, por eso nos callamos. Lo
que queremos es darnos cuenta de que hay alguien; por eso
buscamos soledad, y no para quedarnos en soledad. La
misma música no existiría, no sería tan bella si no resonara
en el silencio y no estuviera poblada de silencios. La música
es bonita porque, curiosamente, tiene silencios. Lo mismo
nos damos cuenta al hablar, si todo el tiempo estuviéramos
haciendo ruido, si no hubiera silencios, que son las pausas,
para que las palabras resuenen, no podríamos entendernos.
La vida, no sólo la Misa, tiene sus silencios, la mariposa
es la metamorfosis del gusano, el canto es la transformación
más bella, la metamorfosis del silencio Qué lindo cuando un
canto es el silencio que se hizo belleza al percibir la belleza.
El canto en el atardecer tiene sabor a plegaria, cuando es
haber recogido a lo largo del día los mensajes, las presencias
y las palabras que tienen como eco un canto de gratitud, de
súplica. Es como un eco bello en el corazón del hombre. Qué
lindo sería que nuestro canto de Vísperas, los himnos, la Misa,
fuera eso que hace el paisano alrededor del fogón. Muchos
de sus padres y abuelos, cuando caía la tarde a lo mejor se
juntaban en el granero, hace muchos años, a limpiar el maíz
y el trigo, a trabajar y a cantar, a recoger la vida.
Durante el día canta el río, las aves, el viento silba en la
copa de los árboles, todo tiene su voz, el hombre pone la

172
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

suya en el trabajo, pero “la noche la hizo Dios para que el


hombre la gane” (Atagualpa Yupanquí). ¿Qué quiere decir?
Para que el hombre transforme en canto, en poesía, en copla,
esa música que escuchó y aprendió a oír de los árboles, de
los pájaros, de la vida, de los hombres. Allí el hombre, en la
noche, en su silencio, en nuestros amaneceres orantes, en
nuestras madrugadas asimila la vida, de allí surge su palabra
más profunda, allí nace la copla.
Qué triste cuando vivimos y no asimilamos. Por eso es tan
importante nuestros silencios orantes, donde reflexionamos
la vida, donde queremos sacar conclusión, donde queremos
darnos cuenta de lo que está y de lo que falta. Qué distinto
es alguien que amanece con silencio, y no sólo con la
almohada pegada a la cara. Supongamos que uno se
acueste muy tarde, pero no le debe faltar al día esos momento
de gratuidad y asimilación.
No es lo mismo el silencio de un niño, lleno de fantasía y
plenitud. Si uno mira a un niño que está callado, seguro que
está fantaseando, está con su fantasía. Fantasía y plenitud
porque todavía no se dio cuenta de todo lo que falta, su
mundo de niño tiene un poco todo. Todavía no se dio cuenta
que es una caricatura del misterio de la vida. El silencio de
un joven, colmado de futuro e imaginación, si uno mira a un
joven callado, normalmente está pensando, ¿qué voy a hacer
en el mañana? Si uno mira a una novicia, normalmente está
pensando, ¿cuándo profesaré?, ¿qué haré mañana? El
silencio del adulto, que busca entender el presente que se
muestra complejo, misterioso, oscuro, difícil, desafiante. Y,
¿cómo lo busca entender? A la luz del ayer y del mañana.
¿Esto de dónde viene? ¿Adónde va? ¿Cómo se gestó esto?
¿Adónde irá? El silencio del anciano cargado de memoria,
dolor y plenitud. Fíjense, el anciano tiene más ayer que
11
mañana. Ya no hay mucho para soñar mañana. En cambio
tengo memoria de lo vivido, dolor de lo no vivido o de lo
mal vivido. Y también, ¿por qué no? Desde la infancia, una

173
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

cierta plenitud de aquel que recorrió las etapas del camino y


está ya ante la antesala de la gloria. Entonces, ¿ven?: la vida
tiene sus silencios y qué distintos los matices del silencio.
El silencio más profundo es la docilidad a la acción
amorosa de Dios o los amigos, que incluye la no resistencia
a lo real y sobre todo a la muerte. Está en silencio el que ya
no resiste, el que le puede decir a Dios “estoy de acuerdo
con todo, lo quiero, lo acepto”.
El hombre con silencio es como un aljibe profundo, siempre
hay agua fresca y calma. Miren que linda imagen. Si ustedes
fueran eso para los demás, acercarse a una monjita es
acercarse en el desierto a un aljibe. Ahí hay agua fresca, ahí
hay agua calma. Qué triste es acercarse a un sacerdote, a
una religiosa, y encontrar aguas agitadas. Entonces, no sólo
para nosotros, qué lindo servicio a los demás es encontrar
aguas calmas, que hasta sirven de espejo donde ver nuestro
rostro. En un sereno me puedo espejar. En un sereno, en un
profundo hay aguas que vienen desde lo hondo, por eso están
frescas. Qué bonito sacar agua del molino, en verano, cómo
la tierra la guarda fresca. Y lo mismo las palabras que uno
nota que no son de memoria. Qué lindo es cuando alguien
nos está hablando desde su corazón: esas son palabras
frescas, que calman la sed.
Lo mejor sólo se sugiere, no se dice. Y no porque no se
quiera, es que no se puede. Ese es un problema. ¿Quién
puede decir lo más profundo, lo más bello, lo más hondo, lo
que más duele? No es fácil hablar. Estoy seguro de que
alguna de ustedes es profesora y a lo mejor habla muy bien,
pero ¡qué difícil es hablar de sí misma! Yo mismo, a lo mejor
están pensando “¡Uh!, el Padre habla”, y si me llegaran a
preguntar “y usted, ¿cómo está, Padre? “¡Eh!”. No es tan
simple hablar.
Lo mejor del corazón es inefable, su lenguaje más
adecuado es el de los símbolos: el arte, la poesía y el canto

174
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

se hacen necesarios para decir lo que no se puede decir.


Ejemplo, vamos a uno bien conocido. Supongamos que a
uno le preguntan “¿Cómo está, hermana?” “Como el tiempo,
Padre”. Entonces, qué pocas palabras, pero según sea el día,
uno entiende. Si es un día espectacular, un mediodía, uno
dice “está en plenitud”. Si se sienten tormentas, rayos, niebla,
“como el tiempo, Padre”. Me acuerdo una vez, un músico,
no les quiero mentir el nombre porque no me lo acuerdo, un
gran violinista, unos periodistas le dijeron “¿podemos hacerle
una entrevista?” y él dijo “Si me dejan contestar con el violín,
sí” Y él no habló. Supongan que le preguntaban “y usted,
¿qué piensa del mundo moderno?”. Y tocaba. Y contestaba,
y tal vez mejor que con palabras. O lo mismo, a uno a veces
le preguntan: “¿y cómo está?” “¿Le puedo cantar una
canción, Padre? Y me va a entender”, o “le traje un dibujo”,
o “mire, vi una foto en una revista, la recorté...”. Ven, cuántos
recursos para expresar lo que no se puede expresar.
Pero aun tras estos resonares, las imágenes, las
comparaciones, las palabras, nuevamente debe quedar
silencio; él sabe hablar mejor... Cuántas veces nos damos
cuenta que sólo el silencio nos expresa. Es decir, digo algo,
pero luego vuelvo al silencio como diciendo “él sabe hablar
mejor”. Como si uno dijera, en la oración misma, Jesús nos
preguntara “¿Cómo estás?” “Mirá, te cuento”. Y al rato
decimos “Señor, ¿y si me callo?” Aquí estoy, mirame y date
cuenta, mejor que contarte es: mirame y date cuenta, aquí
estoy.
Para el místico Dios es atisbado en el silencio, “Dios es
aquel a quien sólo el silencio nombra” (A.Y.). Fíjense qué
curioso: en la Escritura, si uno mira las primeras páginas, el
hombre está deseoso de saber el nombre de Dios y, cuando
va terminando el Antiguo Testamento, ni se lo nombra. Dios
11
es el que ni se puede nombrar. Porque se comprendió que lo
mejor es que Dios nos diga su nombre, que es lo que hace en
Jesús. Dios se nombra, más que lo nombramos. Se acuerdan

175
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

que muchas veces en la polémica con las sectas nos dicen


“miren, aquí dice en la Biblia que el hombre no debe hacerse
imágenes”. Y tienen razón, nosotros no nos tenemos que hacer
imágenes de Dios. Y si en el templo tenemos imágenes de
Dios es porque Dios nos regaló su imagen en Jesús. No es
que es la escultura de los Apóstoles, el becerro que nos
hicimos para darle visibilidad a Dios, sino es el rostro que
Dios nos ofreció en su Hijo Jesús. Nosotros no nos hacemos
imágenes de Dios, pero nos dejamos dar la imagen que Dios
nos dio de sí mismo. Entonces, el silencio nombra bien a Dios.
San Juan de la Cruz decía “La música callada, la soledad
sonora, la cena que recrea y enamora...”. La palabra sirve
para expresar el silencio, le pone nombre a ese silencio,
necesitamos palabras. Pero sólo existe la palabra verdadera
si se nutrió del silencio, es decir: la palabra lo que hace es
ponerle nombre humildemente a algo que es más profundo
y consiente el retorno al silencio sabiendo que lo que quiere
decir es más hondo que lo que puede expresar. “El Padre
dijo una Palabra en eterno silencio, y el silencio ha de ser
escuchado por el alma”, decía también san Juan de la Cruz.
Merece ser escuchado lo que surge del silencio, pero debe
ser escuchado en silencio. Las cosas que valen la pena ser
oídas son las que nacen del silencio. Pero para darnos cuenta
de lo que dicen, hay que oírlas en calma. Creo que ustedes
habrán experimentado, cuando comienza un retiro, uno, los
primeros días, no está tan silenciado para oír y, a medida
que pasa el tiempo, las palabras tienen más densidad, no
porque sea más claro lo que dice el Padre, estamos más
silenciados y por eso oímos mejor, a nuestro corazón y a lo
que oímos.
Se suele decir que para leer bien un libro habría que leerlo
en tanto tiempo como le llevó al autor escribirlo. A veces
nosotros leemos un libro, a mí me asustan, supongamos,
cuando, en la dirección espiritual, viene alguien y me dice
“¿me presta un libro?” y uno le da un libro lindo, profundo;

176
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

a lo mejor a los quince días dice “Padre, ya lo leí, ¿no me da


otro?”. “No... esto es para todo el año, de nuevo”.
Debe haber una proporción, como en los árboles, de
ramas y raíces. Fíjense que si un árbol no tiene equilibrio
entre sus ramas y sus raíces, se cae. Lo mismo una persona.
Ustedes pregúntense seguido: ¿mi vida tiene equilibrio? Mis
acciones y mis palabras, ¿tienen un equivalente en raíces?
Me acuerdo una expresión del teólogo Von Balthasar, muy
bonita, dice “el que quiera estar en el corazón del mundo, va
a tener que estar arraigado en el corazón de Dios”.
Curiosamente, cuanto más clausura había, quién sabe, una
monja podía ser menos profunda; pero en la medida en que
las clausuras caen, si no somos profundos morimos. Porque
estamos más expuestos. Entonces, cuanto más metida en el
mundo, más religiosa hay que ser. Si es que no quiero perder
la identidad. En cambio, si estaba en el frasco, el sabor mucho
no se pierde. En la medida en que los frascos se abren y la
sal sale, hay que estar hondamente en Dios, si no pierdo mi
identidad. Por eso vemos, y no es casualidad, que Jesús, en
el ministerio apostólico -o de madruga o acostándose tarde-,
pero no se queda jamás sin alimentarse del Padre.
En el recogimiento el hombre unifica su persona. Ven, esta
palabrita: recogimiento. No sé ustedes la impresión que
tienen, pero me parece que hace bastante que no la usamos.
El recogimiento es donde el ser humano se unifica. Vieron
que a veces nos sentimos dispersos, atomizados, ¿qué nos
falta? Recogernos, captarse a sí mismo, percibir qué me pasa,
no sólo que vivo, sino qué siento cuando vivo. ¿Qué me
sucedió hoy? (se capta a sí mismo). Allí se encuentra con sus
luces y sus sombras.
La intuición de lo sagrado, del otro, no se entrega pero su
presencia escondida se hace adivinar por el que está en 11
silencio. A ver, lo más sagrado no está a la vista, lo más
profundo de la persona no está a la vista, sólo lo percibe el
que se acerca con hondura. El silencio es concentración de

177
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

pensamiento y sentimientos, el corazón vuelve a estar consigo.


Cuando un hombre tiene silencio es experto en sus
pensamientos y sentimientos, ¿qué pienso?, ¿qué siento?,
¿qué me pasa?
El silencio potencia el dolor y el amor, nos ayuda a darnos
cuenta. “Le tengo rabia al silencio, que no se calle el que
quiera vivir feliz” (A.Y), miren lo que dice el viejo poeta -digo
a propósito-: el viejo poeta. Mira a los jóvenes y dice: que
no se calle el que quiera ser feliz. “Mirá que si te callás y
mirás, agarrate”. Y ustedes dirán “¡qué pagano! Padre”.
Vamos a la Escritura. Fíjense lo que dice el sabio del
Eclesiástico:
“Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu
alma para la prueba” (Eclesiástico 2, 1).
Cuando ustedes vean que entra una postulante y la miran,
algunas de ustedes, las más grandes dirán “pobrecita” y “qué
suerte que entra”, “qué suerte, todo lo que va a descubrir”,
pero “pobrecita”. Nosotros queremos vivir dándonos cuenta,
y eso implica que uno se va a dar cuenta del dolor, y también
se va a dar cuenta del amor. No podemos darnos cuenta del
amor y no del dolor. Entonces, por eso a veces preferimos
vivir extrovertidos, activos, superficiales, ¿por qué? Tenemos
miedo de darnos cuenta. Y justamente porque tenemos fe,
que es lo mismo que creer, certeza de que la vida tiene sentido,
queremos vivir con los ojos abiertos. Mirando la vida como
es, con todo su drama, pero si la fe que tenemos no sirve
para vivir con los ojos abiertos, estamos en realidad
engañándonos; la fe es un chupete para adultos y no lo que
nos anima a mirar la vida como es.
Para nombrar lo sagrado, para hablar de Dios, hay que
haber custodiado largamente el silencio, como centinela, de
pié, soportando la cara oscura de la vida.
Me acuerdo, ¿lo conocen al Padre Esteba? Era un viejito,
director espiritual del Seminario de Devoto. Y él nos decía,

178
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

antes de ser ordenados, “Cuidado...” -porque la Navidad


siguiente íbamos a ser sacerdotes, entonces nos decía-:
“Miren, si ustedes llegan entusiasmados a la parroquia y
dicen: «Hoy es Navidad, ha llegado la Salvación del mundo,
ya no hay dolor, todo es alegría, todo es paz»” y el viejito nos
decía “Miren que en los hospitales se va a estar muriendo la
gente, que esa noche va a haber accidentes y van a morir
jóvenes, hay hogares divididos”. Entonces, ¿se puede decir
Feliz Navidad? Sí. Pero cuidado con no mirar la cara oscura
de la vida al mismo tiempo. Entonces, para hablar bien de
Dios, tiene que ser una palabra de Dios que soporte la vida
en su dramaticidad real, y no una fantasía que se rompe en
cuanto miro el diario, al costado o detrás de los muros del
convento, o adentro del convento con lucidez.
Sólo puede hablar aquel que se aventura a entrar en el
abismo de la noche y experimentar, quizás más que los demás,
la ausencia de Dios por buscar a Dios. Fíjense qué curioso,
los que más busquen a Dios, son los que más van a
experimentar la ausencia de Dios, pero son los que van a
encontrar a Dios. Aunque hasta encontrarlo van a
experimentar -como ninguno-, la ausencia de Dios. Sólo él
nombra sin dominar, con humildad, y no clausura o define,
sino que, humildemente, contará algo de lo que vio.
La vida es un forzoso estar en camino. ¿Qué quiere decir?
Lo que decíamos esta mañana, no hay encuentros definitivos,
no hay diálogos acabados. Siempre tenemos impresiones,
pero no agotamos con nuestra mirada, con nuestra
experiencia, a Dios o a los otros, ni siquiera a nosotros
mismos. Por eso, el nombrador de misterios traza
continuamente caminos al misterio. Aquel que le quiere poner
nombre a Dios, sabe que todos los días va a tener que ponerle
un nombre nuevo, no me sirve el de ayer.
11
El amor siempre encuentra caminos... Pongamos algún
ejemplo. ¿Cuándo me doy cuenta de que una maestra es
buena? Cuando es creativa pedagógicamente, y, porque

179
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

quiere que los chicos entiendan, va a buscar y a inventar


caminos hasta que entiendan; no se rinde, no se agota en el
único camino. El que ama no sabe decir “no se puede”, busca,
inventa. Lo mismo el médico: cuando un médico dice
rápidamente “no se puede hacer nada” no es tan médico. El
médico verdadero siempre buscará otro camino para
intentar, aunque nos hable con claridad y nos diga “es difícil,
pero no me rindo”, porque ser médico es intentar la salud o
que sufra menos. Lo mismo el enamorado. Ejemplo: siempre
encontrará tiempos. “Padre, no tuve tiempo para rezar”. O
llama mi novia y le digo “hoy tenía mucho que estudiar”,
“estaba con sueño”. Siempre el que quiere encuentra. ¿Se
acuerdan de Romeo y Julieta? Aunque sea subo por el balcón;
si papá no me deja subir por abajo subo por el balcón, pero
no me rindo. Lo mismo el poeta. El poeta siente impotencia
para describir lo bello, pero no se puede callar. Y por eso
busca imágenes, comparaciones, lenguaje, para decir lo
indecible.
El mutismo es la caricatura del silencio. Una cosa es un
mudo -en el mal sentido de la palabra-, y otra cosa es un
hombre con silencio. El verdadero silencio da a luz la palabra.
Por ejemplo, hay algunas personas que decimos “sonamos,
Fulana se calló, cuando hable agarrate”. En cambio, “Fulana
se empacó”, silencio de mula, se empacó, no es para hablar
es para gritar con el silencio. Entonces, el silencio verdadero
irrumpe en palabra y en canto o en acciones amorosas,
podríamos agregar. Así lo vimos en aquella que calló para
acoger y escuchar. María calló para escuchar y no fue extraño
que, justamente cuando ella hablara, irrumpiera en un canto,
el Magnificat.
María hizo silencio y la Palabra nos fue dicha ¡qué curioso!
María se calló. Parecido a aquello que decíamos estos días:
en María el hombre se dejó terminar de encontrar, se calló y
la palabra nos pudo ser dicha.
Ahora si hay una presencia que percibir y alguien a quien

180
11ª meditación Después de despedir a la gente ...

escuchar... Por eso diríamos, porque María se calló, ahora


nos tenemos que callar, pero no porque adoremos el silencio,
sino porque queremos darnos cuenta de quién está con
nosotros. Queremos escuchar la eterna Palabra del Padre que
nos fue entregada en lenguaje humano.

11

181
182
12
Denles de comer ustedes mismos

“Al caer la tarde


se acercaron los Doce y le dijeron:
«Despide a la multitud, para que vayan
a los pueblos y caseríos de los alrededores
en busca de albergue y alimento,
porque estamos en un lugar desierto».
Él les respondió:
«Denles de comer ustedes mismos».
Pero ellos dijeron:
«No tenemos más que cinco panes y dos pescados»”
(Lucas 9, 12-13).

Con este título, “Denles de comer ustedes mismos”,


hacemos referencia al final de la Misa, a la oración, la
bendición, la despedida o el envío.
Algo de esto decíamos ayer, para unirlo, cuando decíamos
que escuchamos “oremos”, sonar el despertador, el timbre
del recreo. En este mundo todo tiene como un fin. Por eso
comenzamos así.
En este mundo nunca vamos a poder comer y no volver a
sentir hambre, nunca vamos a mirar y haber terminado de
ver, nunca vamos a caminar lo suficiente como para haber
llegado. Ningún presente es capaz de contenernos, tenemos
mucha más hambre e infinitud que cualquier presente relativo;
esa es nuestra grandeza, la fuente de nuestra libertad, nuestra

183
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

vocación a la plenitud; pero también nuestro drama cotidiano


de tener que convivir con la insatisfacción.
Ningún encuentro es capaz de sosegarnos. Aun el místico,
el amante y el artista que saben de reposo, que han
pregustado la eternidad, están heridos de insatisfacción y,
tal vez insospechadamente, más que nadie, ya que han
tomado conciencia de lo que falta, porque probaron mucho
de lo que aguardamos y comprendieron que en este hoy ya
no es posible más presencia, más amor y más belleza. Pero
seguimos teniendo hambre de infinito amor, de infinita
presencia, de infinita belleza. Y esto que parece dramático
es, sin embargo, señal de nuestra grandeza y de la verdadera
esperanza que tenemos. Por ejemplo, me viene a la mente
Moisés. Fíjense qué terrible si Moisés hubiera llegado a la
Tierra Prometida. Me dirán “¿cómo, Padre, «qué terrible»?”.
Miren si la Tierra Prometida fuera la tierra de Israel ¡qué poca
cosa! y no por desprecio a la tierra de Israel. En cambio, qué
simbólico fue eso, la vio sólo de lejos y murió sin haberla
pisado. Porque eso es lo que nos pasa a nosotros, el mundo
es muy bonito, pero si el mundo fuera todo... Las que más de
ustedes han vivido, cuántas cosas bellas tiene la vida pero,
¿es sólo esto? Mas aún, a muchos de nosotros, ¿no nos puso
en camino, en búsqueda de Dios, ya de niños, comprender,
es sólo esto? ¿O hay algo más?
Para comprender la oración final, la bendición y el envío,
nos pueden ayudar dos evangelios. El primero es la
multiplicación de los panes. “Denles de comer ustedes
mismos.
Tratemos de ponernos en la situación de los Apóstoles.
Los Apóstoles, preocupados, le dicen a Jesús que despida la
multitud ya que no hay alimento suficiente. Jesús, en lugar de
hacerles caso, los desconcierta y les devuelve el desafío a
ellos, les dice que sean ellos mismos quienes les den de comer.
Lo mismo nos pasa a nosotros, la humanidad está
hambrienta de tantas cosas y nos sentimos tan pequeños,

184
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

pobres y desbordados. ¿Alguna de ustedes tiene la sensación


de que puede hacer lo que está haciendo? ¿Tiene la fuerza
suficiente para hacer lo que está haciendo? Creo que, a todos,
el día nos queda chico, nuestras fuerzas son pobres, apenas
pudimos mojar un poco el labio de los sedientos, serenar un
poco el corazón de los desalentados, apenas hemos ayudado
a conseguir una casa a alguien. Tantos no tienen techo, tantos
tienen hambre, tantos están solos.
Sin embargo si ponemos lo poco que somos y tenemos en
manos a Jesús, el resultado puede ser otro. ¿Por qué
soportamos la desproporción a la cual nos vemos expuestos?
Porque sabemos que nuestra pobreza en sus manos puede
ser fecunda, fuerte consoladora, luminosa.
Él nos alimentó para que nos hagamos pan, ¿qué es lo
que pasó en la Eucaristía? Él nos alimentó, con su cariño, su
Palabra, su presencia, su gracia. Y, ¿cuál era, en parte, el
objetivo? Que nos convirtamos en pan. Es la hora, el
momento de hacer con los demás lo que Él hizo con nosotros,
ahora se cumple lo que decía la Consagración: “hagan esto
en memoria mía...”. Esto que hice con ustedes, ahora, por
favor, háganlo ustedes.
El segundo es el encuentro con María Magdalena.
“María se había quedado afuera, llorando junto
al sepulcro... Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció
y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!».
Jesús le dijo: «No me retengas..., ve a decir a mis
hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a
mi Dios, el Dios de ustedes»” (Juan 20, 11-17).
Otra manera de decir “Oremos” y de que suene el
despertador... “No me retengas..., ve a decir a mis
hermanos...”. Es decir, “María vos que sabes lo que es
perderme y encontrarme, vos que ya no sabes vivir sin mi, sé
buena, andá y consolá a los que padecen lo que vos
padeciste, y vas a ver que darme es una forma de
12

185
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

encontrarme...”. Entonces, no es que Jesús le dice “suéltame”


porque no quiere que lo toquen, Jesús lo que le está diciendo
es “por favor, ayudame a que otros se encuentren conmigo”.
El mejor apóstol es el herido de ausencia... ¿Qué quiere
decir? Sólo los que saben que no se puede vivir sin Dios son
misioneros. ¿Por qué queremos anunciar el Evangelio? Porque
sabemos que no se puede vivir sin Dios. Que es desgarrador
vivir sin Dios. Si me parece que Dios es un accesorio, que
puede estar o no en una vida, no tiene tanto sentido
anunciarlo. Si sabemos qué desgarrador, qué herida pro-
funda, qué sinsentido es la vida sin Dios, entonces haremos
lo posible para que otros no padezcan eso que nosotros un
día sufrimos: ausencia. Y por eso no es extraño -incluso en
nuestra vida ya de más adultos, de consagrados-, que hoy
también sepamos leer por qué Dios a veces nos regala
ausencias. ¿No será que nos está invitando, justamente, a
tomar conciencia de lo privilegiados que somos y de que
despertemos a valorar y a comunicar esto que se nos puede
echar a perder si no lo celebramos diariamente como fiesta.
Hay experiencias que no nos pueden dejar igual, hay cosas
en la vida que uno dice “yo no puedo ser el mismo hoy que
ayer” entre ellas la oración, la transfiguración, cuando Dios
nos muestra de mil formas que detrás de lo que parecía vul-
gar hay misterio. No nos puede dejar igual la Eucaristía.
No se puede ver a Dios y seguir viviendo de la misma
manera. La Eucaristía es el gesto amoroso de Jesús con su
Iglesia donde artesanalmente, con paciencia artesanal, va
moldeando el corazón y es nuestro religioso más profundo,
¿cómo nos cambia tan poco? Ese es el tema. ¿Qué sucede?
¿No es operante Jesús? ¿O nosotros no estamos en la
disposición amorosa como para que un acto libre haga efecto
en un corazón libre?
Podríamos hablar de un estilo de vida eucarístico. La
Eucaristía tiene que dejar estilo. ¿Qué significa estilo? El estilo

186
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

es el fondo de una persona que se manifiesta en la superficie.


Lo que hace la Eucaristía en nosotros debe salir a la superficie,
no debe quedar sólo en el corazón.
Señal y garantía de haber sido encontrado, es ser capaz
de encontrar a otros. A ver si se entiende. ¿Cómo puedo sa-
ber si Jesús se terminó de encontrar conmigo? Si yo ahora
puedo ir al encuentro de los otros. Por ejemplo, ¿cómo sé
que una fruta está madura? Se cae del árbol. Fíjense que
sería hasta lindo esto, que no fuera obligatorio salir del
noviciado. ¿Cuándo la novicia está madura? Cuando
necesita el encuentro de los otros ya me encontré con Él. Al
pollito le queda chico el huevo. Un bebé nace, no porque el
médico le da la orden de nacer, le queda chico el vientre
materno. Qué lindo sería si nosotros un día miráramos la
puerta y dijéramos “tengo que salir a encontrarme con otros”.
La puerta de mi pieza, a lo mejor la puerta del convento, de
la parroquia, del corazón. Él se encontró conmigo; señal y
garantía de haber sido celebrado es ser capaz de celebrar
toda vida y existencia. Supongamos que un día me digan
“¿qué pasó, te volviste loco?” porque notan que celebramos
a la gente, la saludamos, “qué lindo que estás”, “qué lindo
que naciste”. “¿Te volviste loco?”. “No, me di cuenta que
Dios me celebró a mí, me di cuenta que me dijo: «Vio Dios
que era bueno». Me di cuenta que Jesús se encarnó. Me di
cuenta de que hoy a mí me quiso venir a visitar. Hoy
comulgué. Hoy celebró mi vida. ¿Cómo no voy a salir al
pasillo a celebrar a los otros?” Señal y garantía de haber
sido amado, es ser capaz de intentar amar con la misma
medida que ya no conoce medida... ¿Cuál es señal de
haberme encontrado con Jesús, de que alguien se encontró
con Jesús? Se le rompieron las medidas, ya no hay “hasta
acá”. Ejemplo, llego a la cocina, hay una taza sucia, “no es
mi oficio”, medida. La caridad no conoce medida. Va más
allá de mi oficio, de lo que me toca, no es la hora, etc.
La Eucaristía, es decir, el encuentro con Jesús y con su
12

187
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

acción amorosa, suscita seres gestadores de historia. La


Eucaristía no tendría que crear “el grupo de la sacristía”. La
Eucaristía tiene que gestar hombres con vocación de
transformar la historia, una verdadera vocación de
transformación, de anticipar tanto como sea posible el Reino
de los Cielos. Porque vimos que eso es lo que Jesús hizo con
nosotros. “Esto es mi cuerpo”, el hombre de fe comprendió
que Dios quiso empezar, cometió la locura de querer empezar
el Cielo en la tierra. Esto es ser cristianos, eso es el
cristianismo. Nosotros creemos que la eternidad irrumpió en
el tiempo para empezar desde ahora a vivir el Cielo, en
comunión con Él y en comunión con los demás, en la calidad
de hijos y de hermanos.
Esto que se puede decir así de simple es la fuente de la
revolución más profunda que alguna vez empezó en la
historia, que es empezar a vivir el Cielo en la tierra. Si me
permiten una imagen, es lo que hace el Padre del hijo pródigo,
que no puede esperar al hijo en la casa, tiene ansiedad de
amor, y sale corriendo a abrazarlo en el camino. La fiesta va
a ser en casa, es verdad, pero el abrazo, la fiesta empezó en
el camino. Entonces, ¿quién es Jesús? El abrazo del Padre al
hombre en la historia para empezar la fiesta. Fíjense, que
recién pasé por el comedor y ya se está preparando la fiesta
del mediodía. Entonces qué lindo que nos digan “¿qué está
haciendo hermana?” “Preparando la fiesta”. Eso estamos
haciendo, preparando el Cielo, eso es construir el Reino de
los Cielos.
La Eucaristía finaliza como los evangelios, enviando a los
discípulos a continuar y asumir la misión de Jesús. Fíjense
que esto uno lo puede leer rápido, y uno está acostumbrado:
continuar y asumir la misión de Jesús. Es decir, lo que Jesús
vino a hacer al mundo, no menos, no menos, nos toca a
nosotros. “Como el Padre me envió a mí, yo los envío a
ustedes”. ¿A quiénes? A todos los hombres, ¿cuándo
podremos decir “terminamos”? Cuando llegamos a todos

188
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

los hombres y a todo el hombre. Ni siquiera a todos los


hombres. Cuando llegamos a un hombre, llegamos a un
continente, todavía que hay que evangelizar.
Fuimos consagrados para consagrar, ¿qué significa?
Tratando de vivir todo y a todos al modo de Jesús. Eso es
consagrar. Tratar, con nuestras manos, miradas, acciones, a
todos y a todo del mismo modo que lo trató y los trató Jesús.
No tenemos que reemplazarlo sino ser sus sacramentos, esto
es muy importante, somos sus instrumentos, testigos de su
providencia, de su encarnación; por eso para algunos somos
instrumentos de su providencia, somos encarnación de Dios
para muchos y de su compromiso por el hombre y por la
gloria del Padre. Pero nosotros no tenemos que ser Dios. Hay
maneras de querer defender a Dios que lo creen inactivo; y
hay maneras de dar testimonio de que Dios está haciendo y
una de ellas es permanecer creyentes en la oscuridad, al lado
de los otros y no pretender ser el que tiene la solución de
todo para todos. Nosotros también esperamos como los
demás que Dios irrumpa y nos salve. ¿Se acuerdan qué le
dijeron a Jesús al pie de la cruz? “¿Por qué no bajás y te
salvás, así creo?”. En cambio, Jesús nos enseñó a dejarnos
salvar por el Padre, a dejarnos sacar de la tumba por el Pa-
dre que no saca de la cruz. Entonces, ser testigo de Jesús no
es ser el que tiene todas las respuestas, sino el que sabe
esperar agonizando como los otros la respuesta que creemos
que el Padre tiene.
Allí debemos llevar a los hombres si los amamos, a Jesús,
a la Eucaristía, a que puedan conocer y participar de lo mejor
que nos pasó. Ya no es posible ser feliz en plenitud si no
participan todos. Si para mí realmente el encuentro con Jesús
en mi vida fue lo que le dio sentido, amaría poco a alguien
que no lo quisiera hacer partícipe de lo mejor que a mí me
pasó.
Si nuestro obrar no termina de entregar a Jesús, queda
inconcluso. Esperen para sacar conclusiones a lo que voy a 12

189
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

decir después. Fíjense, yo puedo haber repartido ropa,


ayudado a una casa, promoción humana, colegio; si nuestro
canto, bueno, no termina de entregar a Jesús, queda
inconcluso, porque el hombre para vivir también necesita a
Dios.
Y si no asume todas las necesidades del hombre no es
verdadero. Se completa, queda inconcluso si no llevo a Jesús,
pero el amor no es verdadero si no asumo al hombre entero,
con todas sus necesidades. Por eso amarlo es educarlo,
vestirlo, promoverlo, enseñarlo, amarlo.
Ya santo Tomás decía -y esto lo cito a propósito como casi
signo de ortodoxia cierta-, él decía que Dios usa los
sacramentos pero que no se ata a ellos. Esto es muy
importante. Los sacramento son muy buenos y necesarios,
pero, ¿quién dijo que Dios sólo obra a través de los
sacramentos? Menos mal, fíjense cuántos millones de
hombres “aparentemente” no tienen sacramentos. Entonces
hay otra lectura, ¿los siete sacramentos son excluyentes? ¿O
son la cima visible, cierta y la garantía de que Dios obra en
las creaturas y a través de ellas, de personas y circunstancias
para comunicar su vida y su gracia. Hay muchas otras formas
de recibir los sacramentos.
Con lo cual podríamos decir que hay muchas otras formas
de participar de la Eucaristía. Esto no va en detrimento de la
Eucaristía, sino pretende rescatar las mil y una formas que
sólo Dios conoce para alimentar el corazón de millones de
hombres que no van a Misa, que no conocen a Jesús. Podemos
decir algo extraño.
Cuántas Eucaristías sin amor, cuántos amores con
chispazos de Eucaristía.... Es decir, cuánta gente cenará tan
bien que es una Misa y cuántas Misas nuestras no son ni una
cena, para poner un ejemplo. Y voy a poner un ejemplo
todavía más fuerte, sin miedo a escandalizarlas, pero en tono
evangélico y respetuoso. Hay hombres que han salido de un

190
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

prostíbulo con deseo de amar a Dios y podemos decir, hay


consagrados que salieron de Misa odiando.
“Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del
mundo” (Mateo 28, 20).
Jesús siempre sale al encuentro de su Iglesia, de sus amigos,
“¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
[...] “Lo habían reconocido al partir el pan” (Lucas 24,
32. 35).
Emaús es mucho más que el relato de lo que le pasó a
esos dos discípulos, es una escuela que nos enseña por dónde
y cómo actúa y le sale al encuentro Jesús hoy a su Iglesia. Por
eso, cada Eucaristía, es cada día delicadezas del amor del
Padre para que no se nos enfríe el corazón; Jesús, el Hijo,
sabe qué duro y estrecho es el camino de regreso a casa....
¡Qué difícil sería volver a casa, peregrinar al Cielo, si Dios
no tuviera la delicadeza de una y otra vez salirnos al encuentro
a acoger nuestras turbaciones, nuestras dudas, nuestros
desconsuelos y tristezas. Si no se hiciera peregrino con
nosotros y nos explicara con la Escritura lo que está pasando,
y si no nos encendiera el corazón haciéndose presente en
nuestras vidas!
Así como a una mesa familiar no hay que pedirle que agote
toda forma de diálogo y encuentro, tampoco hay que
pedírselo a la Eucaristía. ¿Por qué digo esto? Una objeción
que ustedes habrán oído y, a lo mejor, dicho: “Padre, yo
prefiero ir un día de semana, cuando la Iglesia está tranquila,
rezar, estar en paz... El domingo hay mucho ruido, mucha
gente, yo rezar...”. Creo que lo habrán oído alguna vez, o les
habrán dado ganas a ustedes de decirlo: “¿no me puedo
quedar en el oratorio, en vez de bajar a la capilla?”.
Una mesa familiar supone una serie de diálogos y
encuentros íntimos entre esposos, hermanos, padres e hijos.
12

191
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

Según la calidad de esos encuentros y diálogos será la


calidad del encuentro familiar. Una Misa, por ejemplo, una
mesa de domingo, típica, será encuentro, o un cumpleaños,
Navidad, realmente será eso si además de los esposos se
quieren, y tienen su cuarto, y los esposos hablan como pa-
dres con los hijos, y los hijos entre sí como hermanos Hay
vida, no todo se puede hacer y hablar en la mesa. Entonces,
si la mesa es el único lugar de encuentro es muy duro, porque
ahí todo no se puede. Y porque no hay predio, a veces
tampoco nos podemos comunicar.
Lo mismo en la Eucaristía, supone encuentros personales
de oración, una manera de vivir, capacidad de gozar y de
sufrir, de trabajar y de aceptar, de soledad y comunicación.
Las cumbres suponen las montañas y los valles, una cumbre
no es una nube, tiene laderas, hay un valle que le sirve de
cimiento. Entonces, ¿qué quiero decir con esto? Y las cumbres
son bonitas cuando tienen contenido, relleno, presupuestos.
¡Que terribles son los gestos vacíos! Bueno, hay que rellenar
los gestos religiosos, los gestos comunitarios, los gestos
familiares.
El santo tiene su raíz en el hombre y el hombre florece en
el santo... El santo es el hombre maduro, hasta fíjense lo que
podríamos decir, no somos humanos en plenitud si no somos
santos. Santo es el hombre pleno. No es que el santo se salteó
la humanidad, es el hombre que llevó la humanidad a
plenitud.
El mensaje profundo de la Eucaristía, si uno piensa con
serenidad y dice “¡pero cuál es la enseñanza, el mensaje, el
signo, que nos deja la Eucaristía?”. Es que “el hombre no
sólo vive de pan” ¿por qué Jesús se hace pan? Para que nos
demos cuenta de que el pan es Alguien. Por eso cuando Jesús
grita “tengo sed” en la cruz, no era de un poquito de agua o,
además; era sed de mucho más, sino de amor, si no, miremos
la samaritana y que la vida se la tiene “en abundancia”,
¿quiénes la tienen? El hombre no vive sólo de pan, vive de

192
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

amor, y la vida la tiene en abundancia cuando se vive del


amor ofrecido por el Padre en Jesús y comunicado en el
Espíritu para poder compartirlo.
Dicho con otra imagen más simple. Vieron que una señal
de que alguien se está mejorando es cuando llevamos la
bandeja a un enfermo, y hay días que vuelve medio llena;
cuando vuelve vacía, recuperó el apetito, buena señal, el
cuerpo se tiene que alimentar. ¿Y quién tiene vida en
abundancia? El que vive ya no sólo de pan, de encuentros,
de cosas, sino que necesita vivir, alimentarse del amor que el
Padre nos ofreció en Jesús porque sólo allí puede volver a
hallar equilibrio esa humanidad hambrienta de plenitud.
La Eucaristía tiene un fino equilibrio en la adoración y la
comunión. La adoración nos ayuda a no perder la conciencia
de con quién estamos sentados a la mesa, pero esta
conciencia se vería desfigurada si nos impidiese la comunión
con Aquel que quiso ser pan. Vamos a decirlo más claro, a
veces podemos olvidarnos que Dios es Dios y tratarlo... hay
Misas -digo Misas y hay muchas maneras de vivirla-, hay
Misas que pueden ser muy horizontales y hay misas que son
demasiado verticales. Como si fuera Jesús, es tan Dios, es
tan indigno el que se acerca que fíjense que, a veces, du-
rante siglos, no se podía ni comulgar y otras épocas en las
que a lo mejor comulga cualquiera. Entonces no, dignidad y
comunión. Quiso hacerse pan. Hasta la arquitectura, esto
parece un dato secundario, pero fíjense que antes del Concilio
las Iglesias se fueron haciendo lentamente exposiciones de
Santísimo. Es decir, el altar mayor era una especie de custo-
dia gigante, con el sagrario en el medio, porque el templo
era más lugar de adoración que de comunión. El Concilio
volvió a poner en el centro del templo el altar, y el sagrario
en un costado. No porque falte el respeto a Jesús, o no
queremos que se adore; lo que queremos es darnos cuenta
de que se hizo pan para ser comulgado, que sentó a la mesa
a los discípulos. Por eso el templo tiene que tener forma de
12

193
Manuel Pascual Lo reconocieron en la fracción del pan

lugar donde nos podamos poner en torno a Jesús, y no


temerosos enfrente del Dios del Sinaí.
“Denles ustedes mismos de comer”, es casi lo mismo que
decirnos: “que los reconozcan en la fracción del pan, en la
fracción del amor, en la fracción de la vida...”. Fíjense el título
del retiro “Lo reconocieron en la fracción el pan”. ¿Qué quiere
decir? Si creímos que Jesús es el Hijo de Dios es porque nos
amó hasta el fin. Y si nosotros ahora tenemos que dar de
comer, que nos reconozcan discípulos de Jesús por nuestra
manera de amar. Tenemos que ser pan.
Ser pan, es decir dejarse comer, usar, gastar por los demás
por amor a Jesús. Y ojo que esto no es literatura o metáfora.
A veces uno dice “no, yo no me pienso dejar usar”, y a veces
un cristiano se tiene que dejar usar, como camino para
enseñar a amar. Tal vez si alguien ve que nos dejamos usar,
pero que no fue por tontos sino porque estamos mostrando
que si es necesario, que voy hasta ahí para decirte que te
quiero, tal vez entienda por qué nos dejamos usar.
Ser pan implica ser humildes, pobres y cotidianos como
el pan de cada día. Fíjense qué bonito esto, lo que decía San
Pablo: entre ustedes no hay muchos nobles, ni inteligentes, ni
sabios, nosotros somos gente vulgar. Y es bueno que seamos
un poco vulgares, como el pan, que es un alimento vulgar,
común, humilde, pobre, cotidiano, como el pan de cada día,
que no brilla, no es un plato sofisticado. Dicho medio en
broma, acá hay una hermanita que hace masitas más ricas
que el pan. Pero Dios quiso hacerse pan, no masitas, confites,
torta. “Puede estar en cualquier mesa”, por eso nosotros no
nos asustemos de ser un plato vulgar. Uno a veces hasta puede
morir triste por no haber sido una torta bonita o bien
adornada. Y Dios dice: “yo te pedí que seas pan, pero elegido
por Jesús para hacerse presente”. Esa es la fuente de nuestra
felicidad. “Que el crezca y yo disminuya...”, decía Juan
Bautista; ‘Te basta mi gracia, mi fuerza se pone de manifiesto
en la debilidad”, comprendió y aceptó san Pablo. Sé pan.

194
12ª meditación Denles de comer ustedes mismos

La Eucaristía nos recuerda, rememora, hace presente la


Última Cena, significa y hace presente a Jesús hoy para
nosotros. Cuando uno está en Misa, podríamos decir, no
miente si dice “me estoy sentando en la Última Cena”. No
miente si dice “Hoy Jesús está sentado para nosotros aquí”.
Y no miente si dice “Hoy, en esta Misa, anticipa el encuentro
ya sin lágrimas ni dolor, sin partidas, el domingo sin ocaso,
la comunión sin «oremos»”. “Cada Misa es un anticipo del
Banquete Celestial. Este pan fue, es y será el alimento de los
santos... Esto es tremendo. ¿Vieron que a veces uno le dice a
alguien “che, ¿qué comiste?”, como diciendo ¿de dónde
sacaste esa fuerza? Ellos comieron lo mismo que nosotros.
Entonces tendríamos que estar igual de gorditos. Este pan es
capaz de engordar santos, será cuestión de masticarlo mejor.
María en Pentecostés nos enseña que hay maneras de estar,
de vivir, de tratar a los demás que son capaces de crear
comunión sin hacer mucho ruido... Fíjense qué bonito, María
en Pentecostés no habla y, sin embargo, ella tiene una manera
de estar, de vivir y de tratar a los demás que convoca, que
serena, que acoge. Ser eucarístico no es sólo quedarse un
rato en la capilla de rodillas, sino es que donde yo esté
pacifique, serene, cobije. Y más aún, que ustedes como
mujeres creen un clima de hogar. “¡Qué lindo: estás en casa,
dan ganas de estar!”. Creo que la mayoría de ustedes
recordará esta imagen con nostalgia, ¡qué lindo era llegar a
casa y que estuviera mamá! Y hoy la consigna es, cuando
lleguen ustedes a la comunidad, qué lindo si dijeran de
alguna de ustedes: “está Fulana, hay una presencia que da
calor, que cobija, que comprende, que espera, que tiene el
horno prendido”.

12

195
196
Índice

1. Lo reconocieron al partir el pan ...................................


2. Si conocieras el don de Dios y
quién es el que te pide de beber ..................................
3. Este hombre recibe a los pecadores
y come con ellos ..........................................................
4. La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros ..........
5. Creo que tú eres el Mesías,
os, el que debía venir al mundo ...............
el Hijo de Dio
6. Sólo dos moneditas de cobre .......................................
7. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro...
Este recordó... y saliendo afuera,
lloró amargamente ......................................................
8. Por ellos me consagro, para que
también ellos sean consagrados ..................................
9. Padre, esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti .......
10. Baja pronto, porque hoy
tengo que alojarme en tu casa .....................................
11. Después de despedir a la gente
se fue a la montaña para orar .....................................
12. Denles de comer ustedes mismos .................................

197

Potrebbero piacerti anche