Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
LA PRIMERA
EPISTOLA
DE JUAN
1
PRIMERA EPISTOLA DE JUAN
INTRODUCCION
El apóstol Juan escribió sus epístolas en griego, para unos lectores que vivieron en
el pasado. Por tanto, tanto por el lenguaje como por el fondo cultural, ha sido y es
preciso que al ser examinadas casi dos mil años después, sea adecuada la traducción del
lenguaje y la información de las costumbres. De esta manera, lo que resulte ambiguo o
difícil, podrá ser llevado a su mayor claridad o si fuera posible, a la plenitud de su
significado.
Estas cartas forman parte de las Sagradas Escrituras, la Palabra de de Dios escrita, y
como tal han de ser recibidas hoy como el día en que fueron escritas, siendo una
excelente introducción a la teología del Nuevo Testamento, ya que las tres cartas están
estrechamente relacionadas con el mismo fundamento de las creencias y la vida
cristiana. De esta manera, cualquiera que entra en la comprensión del mensaje de estas
tres cartas, tiene una base de doctrina cristiana que le dispone para estudiar el Nuevo
Testamento, siendo un excelente punto de partida para el estudio del Evangelio de Juan.
Son escritos breves, de hecho, la segunda y tercera carta son las dos más breves del
Nuevo Testamento, lo que a menudo hace pensar a algunos que son insignificantes y sin
relevancia entre los demás escritos de Juan. Su posición en el canon, tras la primera
carta, les hace quedar a la sombra y algunos lectores que han leído la primera, pueden
llegar a pensar que no van a hallar nada nuevo, pero tienen cada una, la segunda y la
tercera, su propia contribución al pensamiento cristiano, tanto como la primera.
2
LA PRIMERA CARTA
Esta carta (más bien un escrito), va dirigida a uno o más grupos de cristianos, tiene
un contenido parecido al de la segunda, pero tratado mayor escala.
Posiblemente las enseñanzas heréticas que Juan combatía allí, habían avanzado y ya
se presentaban como un sistema coherente y que sus seguidores habían establecido en
su propia iglesia. Estos heréticos seguidores habían salido de la iglesia con la que Juan
estaba en comunión y ahora, posiblemente, estaban tratando de persuadir al resto de las
iglesias a que les siguieran en la nueva herejía.
Todo esto parecía resultar atractivo para algunos, pero sin embargo, el efecto más
general era producir incertidumbre en la congregación, aun en los que seguían más
fieles a la enseñanza de Juan. Si todo esto era una oferta del conocimiento de Dios, y no
había problema de pecado, ¿qué necesidad había de la enseñanza de Juan?, ¿qué había
que creer o hacer para ser un verdadero cristiano?, ¿qué significaba verdaderamente ser
cristiano?....
Se estaba dirigiendo a sus hermanos, perturbados por las falsas enseñanzas, para
persuadirles que eran verdaderos cristianos, si habían aceptado a Jesús como el Hijo de
Dios.
Este propósito de Juan al escribirles este texto, ha sido considerado como un “test de
vida” que expresa las características por las que una persona puede conocer que tiene
vida, y propone a sus lectores a que hagan ellos mismos su test, de acuerdo con ello…,
pero va más allá: lleva a sus lectores a probar no solo que tienen vida eterna, sino que
ellos están viviendo esta vida.
3
- El objetivo es claro: Es la posibilidad de comunión entre el hombre y Dios, por medio
de Jesucristo: Dios se ha revelado en Cristo, y Dios, que es Luz, no puede tolerar el
pecado, y por lo tanto el establecimiento de su comunión con Dios, sólo puede ser
posible limpiando su pecado mediante la muerte de su Hijo. Pero no sólo es la
eliminación de lo negativo, positivamente, el cristiano ha de obedecer el mandamiento
de Dios, especialmente el de “amarse unos a otros”, de no ser sí, la fe resulta falsa y
decepcionante. Ha de ser una vida de fe y amor.
Esto es:
El mensaje (1:5)
La promesa (2:25)
El mensaje (3:11)
El mandamiento (3:25)
El amor a Dios (5:3)
El testimonio (5:11)
La confianza (5:14)
LA SEGUNDA CARTA
1.- Juan se sintió preocupado por el hecho de que algunos de los maestros
o enseñadores, que viajaban haciendo un ministerio itinerante de predi-
cación entre las iglesias, introducían doctrinas que él consideraba
no estaban en armonía con el cristianismo genuino, tal como él mismo
había aceptado y enseñado.
2.- Al mismo tiempo que combatía este factor negativo que era esa falsa
doctrina, aprovechó para encomendar a la iglesia afectada, el retener
la Verdad cristiana y su expresión de amor, ejemplificados en la vida
de sus miembros.
Todo esto en unas pocas líneas que forman como una joya del pensamiento de Juan,
especialmente su adhesión a la Verdad, que presenta a Jesús como el Hijo de Dios, y la
4
vivencia del amor cristiano, frente a la peligrosa amenaza de la herejía. La verdad y el
amor cristiano son las dos principales características del cristianismo juanino.
LA TERCERA CARTA
Esta carta es algo diferente. Está dirigida a un hombre llamado Gayo. Expresa sus
buenos deseos por su salud, y bien podía ser que Gayo estuviera enfermo y esto le
incapacitara para atender a la iglesia.
No parece que Diótrefes aliente alguna herejía, pero una vez más, apreciamos que
las características destacadas del cristianismo juanino: el amor y la verdad, son la
contrapartida, a la anomia de Diótrefes.
5
COMENTARIO A LA PRIMERA CARTA DE JUAN
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
propios ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo
de vida, (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que
hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión
con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo
Jesucristo.
Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
.- Y es “tocante al verbo de Vida” tiene que ver con “oído”, “visto”, “palpa-
do”, todos ellos verbos referentes a percepción tanto sensorial como inte-
lectual. Corresponde al registro testifical de la manifestación histórica del que es
El Verbo eterno
6
Siendo la “comunión”, el propósito de la proclamación, y el “gozo”, el propósito del
escrito, y los dos pertenecen al vivir cristiano.
La proclamación del Evangelio era y es, un hecho permanente para llevar a los
hombres a la fe y a la vida. El escrito (la carta) de Juan era un hecho circunstancial que
pretendía la restauración de un gozo completo, auténtico y pleno.
La comunión y el gozo, no son la vida eterna, sino que están incluidos en ella.
La comunión cristiana fue establecida por el Señor en los días de su carne, entre el
círculo de sus apóstoles, y se confirmó con la venida del Espíritu Santo el día de
Pentecostés, pero no quedó limitado a ello. Uno de los efectos de Pentecostés fue que
los que “recibían” la palabra, permanecían en la comunión, en el partimiento del pan y
en las oraciones (Hech. 2:24).
Juan 17:13 …Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que
tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
Aunque no sólo Juan lo mencione, como por ejemplo en 1ª Pedro 1:8… “a quien amáis
sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo
inefable y glorioso”.
7
(II) EL MENSAJE APOSTÓLICO Y SUS IMPLICACIONES MORALES (1:5 a
2:2)
Este es el mensaje que hemos oído de El, y os anunciamos: Dios es Luz y no hay
ningunas tinieblas en El. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en
tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia
de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos
pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas
cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y
no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
a) de procedencia
b) de contenido
V. 5 Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en El. Este es un gran tema que el Espíritu
Santo confió a los apóstoles y que hoy va a ser el objeto de nuestra reflexión.
“Dios es luz”,bien, pero ¿qué es la luz?, así, sin más:... ¡un misterio!
8
Volvamos nuestros ojos a la creación. Necesitamos volver a la creación, si bien no
sabremos todo ni desvelaremos todo misterio. Que no se nos diga que tenemos una fe
que se sustenta en el misterio, sino una fe que aprehende lo aprehensible del misterio, de
las cosas, de los acaeceres y de las vivencias, y deja en las manos de Dios, el Creador:
Es preciso volver a los tiempos iniciales cuando “creados los cielos y la tierra” (Gen
1:1), aún en una fase pre-ordenativa, y oír a Dios en SU VERBO decir: Sea la luz,
(acaso el “momento” genérico de la constitución corpuscular, de la puesta en marcha del
mecanismo organizador de la materia en la coherencia que le conocemos).
Es el “”momento” en el que: “de lo que no se veía”, Dios hace ser “lo que se ve”.
Cabe pensar que aquellas “tinieblas” de Gen 1:2, no eran necesariamente “obscuras”,
sino que no eran específicamente “luminosas”.
En cualquier caso, estamos ante la luz física, y aunque se ha llegado a “saber” mucho
acerca de esta luz física, cosas tales como su velocidad, magnitudes o intensidades,
sigue siendo un misterio, pero un misterio cuyos retazos conocidos utilizamos sabia y
benéficamente.
Así pues, “Dios es luz”, pero no es esa luz, sino que El ha creado esa luz física.
En 1ª Reyes 19:11-12, donde Elías el profeta, angustiado por los acontecimientos, se
refugia en Orbe, y Dios le invitó a ponerse en el monte “delante de Jehová”:
Ahora bien, el versículo NO nos dice que Dios es como la luz, Esto nos permitiría
dejar la frase planteada como metafórica, y seguir, pero el lenguaje reiterativo de Juan, y
el propio de Jesús, es claro: “Dios ES luz, ….Yo SOY la luz del mundo”.
En el prólogo del Evangelio de Juan, 1:4, hay una enfática identificación de la Luz y
la Vida, dice: “En El (el Verbo) estaba la Vida y la Vida era la “Luz de los hombres”, y
después amplía: “aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo” (Jn 1:9).
9
Hay pues dos conceptos, que son necesariamente conjuntivos en cuanto se refieren
al ser humano:
Así Dios, que “mandó” que de las tinieblas resplandeciese la luz (creación cósmica).
Dios en quien está la Vida, que es la luz de los hombres, es el Dios en quien no hay
ninguna tiniebla, pero que tiene interés en esta parte de la creación (el hombre) a
quien “hizo a su imagen y semejanza” y le dotó de capacidad para relacionarse con El,
sujeto y objeto a la vez de todo un proyecto moral (en el sentido más superior), pero que
el pecado alteró tan notablemente, que el hombre quedó afectado por la manifestación
interior de unas tinieblas, totalmente ajenas a Dios.
--- de un “lado”
.- Que Dios es luz esencialmente
Vers. 6
10
a) mentimos
b) no practicamos la verdad (vivimos “otra” vida)
En nuestra manera de “vivir” o de “andar”, puede haber una ausencia de la verdad como
“práctica” y una en cambio presencia negativa (anulante de la vida) de la mentira, donde
la vivencia de la verdad no es normativa, pero nos dice en 5:18, que quien vive en la
verdad “no practica” el pecado.
Vers. 8 Es otro “caso” para considerar, si estamos o no, incluidos en él. En los dos casos
anteriores, respetaban la doctrina, pero en el primero de ellos, su conducta la negaba. En
este caso, lo que se “modifica” o “cambia”, ¡es la doctrina!
Aquí el apóstol se dirige a los que están aceptando un principio doctrinal, que NO
está de acuerdo ni con la revelación, ni con la experiencia.
¡No hay luz, hay tinieblas! El tema se amplía en el vers. l0: “cuando decimos que no
hemos pecado”:
a) Le hacemos a Él mentiroso
b) Y su palabra no está en nosotros
Es decir: se produce un estado mismo que, aparte de la Gracia de Dios, hace imposible
la recuperación.
11
(III) PRIMERA APLICACIÓN DE LOS TESTS ( 2:3-27)
Y en esto sabemos que le conocemos, si alguno guarda sus mandamientos. El que dice:
yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él; pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha
perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él; el que dice que permanece en él,
debe andar como él anduvo.
Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis
tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído
desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero
en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.
El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que
ama a su hermano permanece en luz, y en él no hay tropiezo, pero el que aborrece a su
hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a donde va, porque las
tinieblas le han cegado los ojos
(1ª Jn 2:3-11)
Previamente hemos de notar qué conceptos del prólogo (1:1-4) y los de la sección
considerada en nuestra última lectura (1:5 a 2:2), reaparecen en las dos secciones que
vamos a considerar hoy:
Ver. 3: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos”. Los verbos saber y conocer,
son esenciales al cristianismo, y esta verificación es indispensablemente primera. “Esta
es la vida eterna: que te conozcan a ti el Solo Dios verdadero” (Juan 17:3), pero hemos
de saber muy bien que le conocemos.
12
Este argumento compele al cristianismo, a no conformarse con conocimientos
espurios, ni a quedarse satisfecho con un conocimiento que no implica para el
conocedor, ningún efecto moral.
“La comunión íntima de Yahweh es con los que le temen, y a ellos dará a conocer su
pacto” (Sal 25:14).
13
Así “el que hace pecado es esclavo del pecado” dice Jesús en el contexto de Juan 8:34,
pero si además dice que no peca, se sitúa en medio de una tiniebla de mentira, dentro de
la cual no puede percibir el carácter y la dimensión de su propia esclavitud.
Juan se refiere al “amor” aquí, como un principio que fue sentado en el mismo
umbral de la fe cristiana: “no es nuevo, es el mismo que habéis tenido desde el
principio”. El Señor instituyó tempranamente en su ministerio el principio ético del
amor que regula no solo las relaciones propicias y favorables, sino que debe actuar aún
en relación con “nuestros enemigos” (Mt. 5:44).
“Es la palabra que habéis oído desde el principio” Pablo hace de esta magnitud ética del
amor, una de sus más resolutivas afirmaciones.
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Esta presencia activa del amor
se relaciona con el fuerte contraste de “las tinieblas y la luz”.
14
O sea, se trata de un lado, la presencia activa del amor (un axioma: si andamos en
luz, amamos; si amamos, andamos en luz), pero por otro lado, la pretensión por detentar
de alguna manera “la luz”, asociada a un sentimiento negativo de “aborrecimiento al
prójimo”, es demostrativo de una contradicción tenebrosa. Estamos pues metiéndonos
en un terreno en el que la autenticidad moral se hace evidente por la luz y se hace eficaz
por el amor.
Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su
nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os
escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros
hijitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a vosotros, padres, porque
habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque
sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si aluno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él, porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre.
Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así
ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubiesen sido de nosotros,
habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no eran
de nosotros.
Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito
como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira
procede de la verdad.
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?. Este es el anticristo,
el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre.
El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído
desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y
en el Padre.
Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
Os he escrito esto sobre los que os engañan, pero la unción que vosotros recibisteis de
él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe.
Así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira,
según ella os ha enseñado, permaneced en él.
15
fracasa, es fiel o infiel, hoy vamos a verificar la FE como prueba de muestra cristiana en
su fundamento doctrinal.
Juan procura que los lectores tengan una idea clara del momento que les toca vivir:
“Hijitos”, dice cariñosamente… “ya es el último tiempo”, v.18. Espero que no se nos
ocurra pensar que Juan estaba equivocado acerca del “último tiempo”. Es más que
improbable que tanto Juan como los demás apóstoles, pretendieran especular y precisar
acerca del “fin”o del “tiempo del fin”, pues ellos conocían la clara previsión de Jesús:
“Acerca del día y la hora nadie sabe” (Mar.13:32) , y “los tiempos y sazones que el
Padre puso en su sola potestad” (Hech 1:7).
Vers. 18: “Y según vosotros oísteis, el anticristo viene”. ¿Dónde?, ¿Cuándo oísteis? Los
mensajes de Pablo ya circulaban profusamente en aquellos días en Asia Menor, y como
ejemplo, 2ª Tes. 2:3-4 puede ser un texto de referencia: “El no vendrá sin que antes
venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se
opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios, haciéndose pasar por Dios”. ¿No os
acordáis que cuando estaba con vosotros os decía estas cosas?, porque ya está en acción
el misterio de iniquidad”, aunque después en los vers. 6 y 7 dice: “Entonces se
manifestará aquel inicuo”.
Hay pues, una convergencia de Pablo con Pedro y Juan, acerca de un “ya”, aunque
dentro de éste último tiempo, que se creará con la venida de Cristo a buscar a su Iglesia,
“ya está en acción el misterio de iniquidad”.
También, en 2ª Tim 3:1, Pablo habla de “postreros días, en los que vendrán tiempos
peligrosos”, con hombres cuyas características tienen cabida en nuestra sociedad.
“Han surgido muchos anticristos”, es la acción del misterio de iniquidad: “Por esto
conocemos que es el último tiempo”, dice Juan.
“Anti”, quiere decir contra, o en lugar de, o sea, incluye tanto la idea de “oposición”
como la idea de “usurpación”.
16
Vers. 19: “Salieron de nosotros…., pero no eran de nosotros”. ¿Quiénes?:
a) Los inauténticos
b) Los que habiendo comenzado en nuestros círculos,
se han ido en pos de novedades teológicas.
Vers. 20: “Pero vosotros tenéis… “No estáis indefensos, vosotros tenéis la Unción del
Santo y conocéis todas las cosas”. “La unción del Santo” es gracia, conocimiento,
“carisma”. En cuanto a referencias y labor del Espíritu Santo, Juan detalla
abundantemente en los Caps. 14, 15 y 16 de su Evangelio.
Vers. 21: “Pero vosotros sabéis”. Se trata más de recordar lo que sabemos, que buscar
“nuevas cosas”: “No os he escrito como si ignoraseis. Sino porque conocéis” (Un
axioma: ninguna mentira procede de la verdad, y ninguna verdad, ni mucho menos la
Verdad, procede de la Mentira, o de alguna mentira).
La actitud respecto del Padre y del Hijo. Juan habla mucho al respecto de la actitud
de los hombres frente a la autoridad del Hijo y acerca del Padre en los Caps. 5 y 6 de su
Evangelio.
Juan quiere que sus lectores “atesoren” lo recibido, lo que conocen desde el
principio, para que permaneciendo en ellos “lo recibido”, ellos permanezcan en el Padre
y en el Hijo.
Y recordad, les dice: la promesa que nos ha dado (el Dios que no miente), es ni más ni
menos que ¡la vida eterna! Ya Juan aclaró en su Evangelio la consistencia de la vida
eterna: “Que te conozcan a ti, el sólo Dios Verdadero, y a Jesucristo a quien has
enviado”, y eso no sólo es “conocimiento”, es intimidad.
Vers. 26: “Los que os engañan”. Os he escrito, porque hay quienes os engañan , dice
Juan . El pastor que se preocupa por el rebaño. “Mirad que nadie os engañe”, también
decía el Señor (Mt. 24).
2ª Tim 3:14-17
1ª Tim 4:11-16
Ef. 4:10-16
Hech 18:24-28
Hech 8:31
17
(IV) SEGUNDA APLICACIÓN DE LOS TEST (2:28 a 4:6)
Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza,
para que en su venida nonos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo,
sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.
Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por
esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo así como él es puro.
Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley, pues el pecado es infracción de
la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Todo aquel que permanece en él no peca: todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido.
Hijitos. Nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica
el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio.
Para esto apareció el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él, y no puede pecar porque es nacido de Dios.
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace
justicia y no ama a su hermano, no es de Dios. Porque este es el mensaje que habéis
oído desde el principio: Que os améis unos a otros.
No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y porqué causa le mató?.
Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.
El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su
hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en
él.
En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros
debemos poner nuestra vida por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y
ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de
Dios en él?
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto
conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él,
pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y El sabe
todas las cosas.
18
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo.
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo. Por eso hablan del mundo,
y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el conoce a Dios, nos oye; el que no
conoce a Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de
error.
Después del test doctrinal de los vers. 2:18-27, llegamos a un corolario práctico: vers.
28 y 29
Uno, el vers. 28, es de afirmación interior, íntima (mirar hacia dentro), el otro, el vs. 29,
se refiere a la equivalencia exterior de la realidad interior, y además, y además presenta
un tema que Jesús trató densamente: la familia de Dios, la filiación espiritual del
creyente, del que “es nacido de él”.
Vers. 28: “Y ahora hijitos permaneced en él, para que, cuando se manifieste tengamos
confianza”. El tema reaparece en 3:2 “para que en su venida no nos alejemos de él
avergonzados”. Dice William Barclay que “la mejor manera de prepararnos para la
llegada de Cristo es no olvidarnos de su presencia”, porque es un gran equívoco (J. S.)
vivir bajo la sensación de “allí” y “después”.
El apóstol Juan, para que la “manifestación y venida” nos encuentre dispuestos, hace
una sencilla recomendación: permaneced en El.
En el prólogo del Evangelio de Juan 1;12-13: “A todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
También en Juan 3 se nos dice: “Somos nacidos del Espíritu”, y también que “El
Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom. 8), y
además, en 2ª Cor 5: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”.
Vers, 3:1: “Mirad (mirar es más que ver) cual (de qué procedencia) es el amor que nos
ha dado el Padre”. “Dar”, es la otorgación, y Pablo en Rom 8 dice que “El amor de
Dios, ha sido derramado en nosotros, por el Espíritu Santo que nos es dado”.
“Derramar” es el acto, más aún del Espíritu Santo dice Hechos 2:17: “En los postreros
días derramaré de mi Espíritu”.
19
Hay en ello una hermosa armonía. El amor de Dios “es dado” y “es derramado” por
el espíritu Santo; y el Espíritu Santo, igualmente dice Juan en el prólogo de su
evangelio, que “Dios no da el Espíritu por medida” (Jn. 3:34).
Hay un gran desarrollo de ésta armonía en la primera mitad de Rom. 8: “Para que
seamos llamados hijos de Dios”, y añade: ¡Y lo somos! Es la afirmación del SER en la
conciencia de la santidad. “Si alguno no tiene el espíritu de Cristo, el tal no es de él”
(Rom. 8)
Dos maneras:
De otro lado, “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvierais amor
los unos a los otros” (Jn. 13:35).
Vers. 3:2: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser”. No lo dice en el sentido de “ser otro”, sino “en qué medida”, con qué
concretas experiencias de ser, seremos en la eternidad, esto que ya somos en el tiempo.
“Pero sabemos que cuando él se manifieste, le veremos tal como él es”, y como efecto
de esto, seremos semejantes a él. Es decir, que va a ocurrir de una manera total y
perfecta, lo que ahora sucede parcialmente. “Ahora conocemos en parte, pero entonces
conoceremos como fuimos conocidos” (1ª Cor 13:12). Esta es la propuesta del Espíritu
Santo por boca de Pablo: (2ª Cor 3.18): “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en
gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Y también insiste, en Rom.
8:29: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conforme
a la imagen de su Hijo” (estamos en la re-creación en Cristo, de la creación de Dios:
“su imagen y conforme a su semejanza”).
Vers.3: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es
puro”.
Un tríptico:
20
Vers 4: Antes de considerar al que “comete pecado”, pensemos en el pecado mismo, o
sea, la mismidad del pecado. El pecado es infracción de la ley. No se trata meramente de
“confusión” o “desorden”, esto son subconsecuencias. El pecado intenta siempre
“infraccionar”, “hacer pedazos” la ley desde dentro, es decir: por aquellos que son, que
debieran ser sujetos beneficiarios de la ley, que ven retribuida su necedad con un
contingente de des-orden y con-fusión, que les hace infelices.
Así: “el que comete pecado” es el que hace esto, es decir, lo que NO debe (ni puede)
hacer: infraccionar la ley. Es el que hace lo que no ha de hacer, tanto en el orden de la
ley natural como en el de la ley moral. Por lo tanto, ES el “que tiene que ser”, y “está
perdido”, ya que al quebrantar la ley, ha hecho pedazos la coherencia y el sentido de su
vida.
Es tan grande el poder “rompedor” del pecado, que Francisco Lacuela dijo: “el pecado,
si pudiera, mataría a Dios; tanto es así, que Dios se hizo hombre y el pecado le mató en
la Cruz” Pero gracias a Dios que la muerte no le pudo retener.
Vers. 5: Está engastado discretamente entre el vers. 4: “El que comete pecado” y el vers.
6: “el que no peca”.
21
Pero ¿cómo?, “En medio de vosotros (los hombres, los humanos) está uno a quien
vosotros no conocéis..., este es el Cordero de Dios que quita de en medio el pecado del
mundo”. Se trata, simplemente de “conocerle”. El mismo Juan Bautista confesaba: “Yo
no le conocía”. El mal no consiste tanto en no conocerle, como en rechazarle o
esquivarle cuando se le conoce.
Así pues, El está “en medio” de nosotros, y esto hace posible que pasemos del vers.
4 al 6:
Los vers. que siguen (7 a 10), categorizan mediante frases y afirmaciones rotundas que
conviene considerar:
Vers. 7:
“El que hace justicia, es justo, como él es justo”. Una vez más, la íntima relación de
“ser” y “hacer”.
Vers. 8:
“El diablo peca desde el principio (es decir, que a partir de “su” principio, el diablo hace
pedazos la obra de Dios infringiendo las leyes de Dios) y miente (deshacer lo creado)
desde el principio”.
Para esto apareció el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Ahora veamos el
contraste de 8a y 9ª (cp. 4 y 6):
“Todo aquel que es nacido de Dios” (se trata de genética espiritual). “La simiente” de
Dios no es extraña a la realidad humana; Dios creó al hombre “a su imagen, conforme a
su semejanza” (Gen 1:26), por lo que en condiciones normales no ha de haber rechazo,
“la simiente de Dios permanece en él”.
22
sólo hace posible la filiación del hombre sino que la estabiliza y perpetúa. Claro es que
el hombre “andando” (actuando) en la “vanidad” (vaciedad) de su mente tiene:
a) El entendimiento entenebrecido
b) Es “ajeno a la vida de Dios”
Todo ello en base a dos causas que genera el pecado (el pecado es causa de causas,
produce causalidad):
a) Por la ignorancia
b) Por la dureza del corazón (Ef. 4:17-18)
Pero. El que es “nacido de Dios”, “no puede pecar” (aquí anticipa 5:18 que veremos con
más detalle).
Vers. 10:
Del tema “difícil” de los vers. 8 y 9 que acabamos de tratar sólo hemos considerado
el aspecto genérico del tema, o sea, el “pecado” como actividad de Satanás: “crear”,
“fomentar”,“establecer” el pecado, hasta el punto que el efecto en la raza humana
“vendida a sujeción del pecado” es “cambiar la verdad de Dios en mentira”; no sólo es
el fomento y establecimiento de la “mentira” objetiva como subjetiva, sino cambiar la
Verdad de Dios en mentira. Este es el gran pecado intelectual del hombre, todos los
demás pecados son subsidiarios de este.
Además el vers. 10, establece un canon de conocimiento, que nos importa mucho
para la finalidad de nuestro estudio:
“En esto se manifiestan los hijos de Dios y los del diablo”. La consistencia de la
manifestación distintiva, no es sólo la “práctica” del pecado activo, sino que NO ES de
Dios todo aquel que
a) no hace justicia
b) no ama a los hermanos
23
De esta forma se introduce la siguiente sección:
En estos vers. 3:11-18, el amor reivindica su vigencia “desde el principio” (vers. 11), y
constituye la más alta expresión de la relación social. El mensaje permanente es: “Que
nos amemos unos a otros”.
“No como Caín” Este vers., nos muestra toda una “biografía”. Había unión
aparentemente normal (era hermano de Abel). Pero era del maligno y …mató a su
hermano, y todo ello por una doble motivación:
Aún en la vertiente humana de lo episódico y vanal, “ser de”, no es cualquier cosa. “Ser
de”, es siempre vital.
Vers 13. El drama de los dos hermanos, es el reflejo de la Sociedad humana: “No os
extrañe que el mundo os aborrezca”. La verdad y la mentira, el pecado y la justicia, el
amor y discordia, la vida y la muerte, están ahí, en la Sociedad.
Lo que sigue es analítico; antes en el vers 10 ha dejado claro, que el que no ama a su
hermano no es de Dios y si del diablo. Esto es en cuanto a su ascendencia participativa,
pero ahora dice lo que ES desde el punto de vista de su actividad social: es homicida, y
ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
Decimos: yo amo, pero ¿cómo sé que amo? ¿Dónde o cómo puedo verificar la
autenticidad de esta expresión suprema de mi conducta social?
¿En qué hemos conocido el amor para que podamos discernirlo en nosotros? “En que El
puso su vida por nosotros”
24
Es asombrosa la teología de la Salvación, acumulada en dos textos breves de igual
referencia, y fáciles de recordar: Juan 3:16 y 1ª Juan 3:16, así que: “También nosotros
debemos poner nuestra vida por nuestros hermanos” (hacer hincapié en “poner la vida
por”)
Vers. 17: La persona de este “pero “, es alguien que “dice amar”, o que el amor “está en
él”, pero, sugiere una situación de ejemplo: si tiene o ve a otro a quien le falta, y le
cierra las entrañas, ¿cómo “mora” el amor de Dios en él? Esta consideración, llega a una
respuesta resolutiva:
Vers 18: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua sino de hecho y en verdad”.
Ya hemos abordado algo, pero la retomamos, porque nos introduce a una nueva
verificación de nuestra fe. Consideramos lo que era una conciencia asegurada, dijimos
que una “mala conciencia puede ser preferible a una conciencia engañada”, y también el
valor real de la actividad rogativa (vers. 22a) y de la obediencia (vers. 22b). Un
contenido como en Heb. 13:20-21: “Que el Dios de paz que resucitó de los muertos a
nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os
haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo
que es agradable delante de él por Jesucristo”.
Vers. 24: Refrendado por una mutualidad de permanencia (a), siendo la segunda parte
del versículo la que nos introduce un tema de suprema entidad para la asunción de
nuestra fe.
25
(V) TERCERA APLICACION DE LOS TESTS (4:7 a 5:5)
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es
nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios
es amor.
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo
unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo
en propiciación por nuestros pecados.
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su
Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el
Salvador del mundo.
Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en
Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.
Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el
día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en éste mundo. En el amor no hay
temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí
castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: yo amo a Dios, y
aborrece a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este
mandamiento de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al
que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y
guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de
Dios, vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
En la tercera (5:1-5), las tres verificaciones, moral, doctrinal y social, se conjuntan para
que a la luz de su contenido, “aseguremos nuestros corazones delante de El” (3:19).
Así, una vez más, nos enfrentamos a una pregunta íntima, sin angustias pero con
sinceridad, confirmando lo que en nosotros es bueno y agradable delante de El por
Jesucristo (Heb 13:1-2)
26
Primera parte 4:7-12.
En este vasto presupuesto humano de “todo aquel”, puedo estar yo, o no estar: “Todo
aquel que ama”, no necesita carnet ni credencial, la credencial es el amor en acción.
Dijimos en la introducción que Juan escribe a los miembros de las iglesias que él
cuidaba, pastoreaba y visitaba. Está hablando a cristianos, no a los que no lo son, y tanta
importancia da a ello, que quiere que ellos mismos verifiquen vitalmente su propio
cristianismo.
Vers 1: “Amados”. Este apelativo solo puede ser exhalado por una conciencia clara y un
corazón amante.
El amor mostrado por Dios, supera lo insuperable que le separa del objeto amado: el ser
humano. Dice Rom. 5:8: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”. Por tanto, ¡SI!, amémonos, porque el amor es de
Dios. Esto nos hace pensar que “el amor”, tal como es tratado por Juan, Pablo y Pedro,
es novedoso, no está en el patrimonio “natural” del hombre.
a) Es “nacido de Dios”.
b) “Conoce a Dios”.
Es decir, adquiere una nueva naturaleza espiritual, cuya máxima expresión, es el amor:
principio activo del verdadero, supremo conocimiento. Vive una nueva vida y conoce,
sabe y cree, de quien es, qué es y para qué ha recibido esta nueva vida.
27
La piedra de toque, el contraste de calidad que evidencia la nueva vida, el nuevo orden
en el que vive es “el amor”, ¡no como teoría!, sino como actividad vital: “El que NO
ama”, ¡NO!, “porque Dios es amor”
En los vers. 9 y 10, tenemos dos factores desde los que ha de partirse para la
comprensión del amor:
Se trata de una dirección concreta del amor de Dios: “para con nosotros” (en este punto
de arranque, el amor NO es nuestro sino DE Dios), y va a hacerlo evidente a los
hombres, enviando a si Hijo Unigénito al mundo, al ámbito contradictorio y
condicionado por el pecado; al mundo que “fue hecho por él”, en el que están y son los
hombres.
Todo esto es “amor del aquel lado”, “de allá”, “de la eternidad”, “del Seno del Padre”
(Juan 1:18). Pero “mostrado ese Amor” aquí, en el tiempo, en la finitud, para nosotros.
“En esto consiste el amor”, y como para en la “vida”, la Palabra, antes de darnos su
consistencia, nos explica su NO consistencia: “NO en que nosotros hayamos amado a
Dios, SINO en que El nos amó a nosotros (¡el amor es de Dios!), y envió a su Hijo”. El
envío, la presencia, la identificación, es la operación, el Hijo es la Sustancia Total, tanto
para mostrarlo, como para hacerlo efectivo.
La propiciación (algo así como aplacar la ira mediante presentes), no puede ni debe ser
interpretado con presupuestos de “compra de favor” (lo que sería indigno de Dios). En
rigor pasa igual con la “ira” de Dios que se trata de “aplacar” con presentes. Ha de
asumirse con los valores y significados que tienen en la Biblia misma.
En el Nuevo Testamento, Rom 3:25: “A quien Dios puso como propiciación por medio
de la fe en su sangre para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto en su
paciencia, los pecados pasados”.
28
De hecho, “propiciación” y “expiación”, se funden en cuanto que la una existe en
función de la otra. Son como dos fases de una sola operación, cuyo objeto es posibilitar
la relación con Dios. Es así, que el maravilloso amor de Dios se ha manifestado ante
nosotros, los creyentes, y se ha hecho consistente en nosotros, los creyentes.
Vrs 12. Es un punto de referencia uncial en toda concepción teológica dentro del Nuevo
testamento. Es una reiteración de Jn 1:18, que nos dice “a Dios nadie le vio jamás, el
unigénito Hijo del Padre, él le ha dado a conocer”. Nadie ha visto a Dios, pero “si nos
amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros”.
Así la permanencia, evidenciada por la actividad preferente del amor, nos entrega una
realidad de Dios, no “fuera” de nosotros, sino “dentro” de nosotros. Si se llega a este
punto, “su amor se ha perfeccionado en nosotros”. “Se ha completado” en nosotros. O
sea, su amor en nosotros llega a ser, todo lo que tiene que ser en nosotros.
En la primera, después de haber verificado a partir del “amor”, ahora, elaboramos el test
o prueba, con lo doctrinal o social. En la segunda hay una combinación de los tres tests:
moral-social-doctrinal
Nos ha dado: Este es el punto fuerte de la prueba: “Nos”. Hay una plataforma de
subjetividad real, que “nos” corresponde a nosotros, a cada cual. Es imposible que se
nos haya “dado” y no lo tengamos y menos aún que lo tengamos, y no nos demos
cuenta. Esta “realidad” subjetiva, no es, autosugestiva, ni maniática; desde su
percepción nos damos cuenta que hemos entrado en una nueva relación. Desde
entonces, la historia del creyente, es la historia de estas relaciones.
Las consecuencias de este acto de donación, dan la medida de su categoría (no son unas
consecuencias cualesquiera, van a afectar la vida toda del creyente).
29
Vers 14: “Y nosotros hemos visto y testificamos que…”
Es el testimonio humano del impacto de la presencia del Verbo entre los hombres.
(Recordar: no “pruebas” sino testigos). Si es así, la realidad ha de coincidir, los que
“han visto” testifican y los que “no” hemos visto también: “Los que no vieron y
creyeron son bienaventurados” (Juan 20:29).
Esto va en la misma línea de Pedro 1ª 1:8, que alude a los que “sin haberle visto le
amáis, en quien creyendo, aunque ahora no le veáis, os alegráis con gozo inefable y
glorioso”.
El contenido del testimonio: no es de algo subsidiario, sino genérico y causal: “el Padre
ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo”. El contenido del testimonio está referido a
dos personas: “el Padre y el Hijo”, y a dos actos: “la encarnación y la Salvación”. En
una expresión casi paralela dice Heb. 5:9: “que vino a ser causa de eterna salvación,
para todos los que le obedecen” (y no creo que rigor exegético pueda excluirse, la
amplitud de la palabras “mundo”, cosmos-orden”. En este “orden” está “todo aquel que
en él cree”).
“Todo aquel que”, homologa la realidad. Nuestra fe activa y dinámica (la de cada día),
está compuesta de acciones, consecuentes de una fe previa y fundamental. Lo que
hacemos que puede contrastarse por la conducta moral y el comportamiento social como
cristianos, tiene su raíz y sus antecedentes en la fe, que tiene por sustancia a Dios
mismo. Jesús había dicho esencialmente: “tengo fe en Dios”.
Sólo podemos creer lo que conocemos (no digo lo que “vemos”), algunos “vieron” para
testimonio, pero no dejaron de creer “lo que conocían” (Juan 17:8). Lo que hemos
“conocido” y “oído” en este versículo es “el amor que Dios tiene para con nosotros”. El
amor tiene dirección: “para”, y compromiso: “con nosotros”.
30
hay entre “el amor”, “la fe” y “la obediencia”. No es un esfuerzo de Juan un empeño
para unirles, sino una demostración de que no es posible desunirlos.
También en estos cinco versículos, las expresiones “todo aquel” y “en esto conocemos”,
nos reiteran la necesidad de llegar, en nuestro examen, a conclusiones, inmediatas y
vitales y darles en nuestra vida cristiana, carta de permanencia (aunque ya hemos
recalcado en estos temas, pongo como ejemplo la conclusión: “esta es la victoria que
vence al mundo, nuestra fe”
¿Qué fe? La del que “cree que Jesús es el Hijo de Dios”. Es una fe doctrinal, intelectual
y cordial.
31
(VI) LOS TRES TESTIGO: NUESTRA SEGURIDAD (5:6-17)
Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino
mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la
verdad.
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu
Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el
agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio d Dios; porque este es
el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le
ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de
su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que
sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,
sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Si alguna viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá y Dios le
dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de
muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado
no de muerte.
Vers. 6: Este ( el objeto de nuestra fe) es Jesucristo que vino mediante agua y sangre.
Algunos relacionan esto con el pasaje de Juan 19:34-35, pero otros relacionan “agua”
con bautismos cristiano y “sangre” con el símbolo redentor de la Cena del Señor, o sea,
con lo sacramentos de bautismo y comunión.
“Este es Jesucristo”, Jesús (nombre), Cristo (oficio), que vino (el acontecimiento
histórico), mediante agua y sangre (la experiencia total de esta venida)
Para Él, en el fondo, las dos eran dos fases de su operación, hasta el punto de que en
Lucas 12:50 las identifica: “De un bautismo tengo que ser bautizado y ¡cómo me
angustio hasta que se cumpla!
32
“…En la cabecera del libro está escrito de mi: para que haga, oh Dios, tu Voluntad”
“…Yo he venido para hacer la voluntad del que me envió, del Padre”
Vers 7: Aunque hay una parte de este versículo que no está en los mejores textos, la
parte afectada no complica el significado de un contexto, en que se trata de la naturaleza
y validez del testimonio:
Dan testimonio en el cielo. El Padre, el Verbo y el Espíritu Santo. y estos tres, son Uno.
En la tierra. El Espíritu, el agua y la sangre, ¡ y estos tres concuerdan!
Engendrado por el Espíritu Santo, justificado por el Espíritu Santo (en el bautismo).
Nos dice Heb. 19:4 “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu
Eterno, se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios?”.
Vers 10, 11 y 12: Son conclusivos en cuanto a la fe y el testimonio, pero no sólo para
considerar cada cual, sino también para que sepamos considerar dónde están los demás
en cuanto a la salvación: la vida, este es el resultado del testimonio dado por Dios.
Vers 14-15.
Comentadas en la oración de petición, que aquí recibe garantías de ser una realidad para
nuestra vida de fe, NO con una “limitación”, SINO con una “ampliación”, porque “la
voluntad de Dios” no es una limitación, sino la plenitud de posibilidades para el hombre
redimido.
Vers 16.
33
Los lectores de este escrito de Juan, estaban familiarizados con la distinción entre “el
pecado de muerte” y “pecado de no muerte”, pero ya muy pronto en el cristianismo se
debatió este punto.
Vers 17.
Referencias:
La palabra que aquí aplica Juan, significa “mal obrar”, mientras que la que usó en 3:4,
significaba “ausencia de ley”. La idea judía de Ley, es “adecuación”, el pecado es
causal, tiene efectos resultantes en algo, es tal cosa como “creación-anticreadora.
El resultado (“la paga”) del pecado es ¡muerte!, es decir: ¡NO ES!, por ello, las
manifestaciones del pecado SON SIEMPRE manifestaciones de muerte.
Pero…
La operación redentora de Dios, opera sobre los efectos del pecado, menos en el pecado
de muerte, que ¡rechaza la OFERTA DE VIDA!
34
(VII) TRES AFIRMACIONES Y EXHORTACION CONCLUSIVAS
(5.18-21)
Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que
fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. Pero sabemos que
el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios,
y la vida eterna.
Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
35
Nota de José Manuel Pulido
Hasta aquí las notas que he transcrito. Me gustaría encontrar el comentario de las partes
que faltan para completarlo, pues nuestro querido Juan Solé, hablaba (tenía mucho que
decir y lo decía muy bien, y un poco de ello recuerdo) acerca de “lo que sabemos” y de
“cómo lo sabemos”.
También hay una indicación en las notas en las que parece decir que para estás
meditaciones compartidas en la Iglesia de Duque de Sesto durante estos meses, de
alguna forma siguió el “análisis” de John Stott.
36