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PELEA LA BUENA BATALLA

GINO MIRALLES·VIERNES, 19 DE JULIO DE 2019


“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo
demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo,
en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2
Timoteo 4:6-8)

Este es el último capítulo de la última carta de Pablo a Timoteo. Pablo está en Roma
esperando su sentencia de muerte y en su mente está puesto el presente y futuro de la
iglesia. ¡Son pasajes maravillosos! La batalla de Pablo había sido una batalla contra
Satanás; contra principados y potestades, gobernadores de las tinieblas de este
mundo. Había luchado contra el judaísmo entre los gálatas; contra los pleitos y la
fornicación entre los corintios; contra el gnosticismo entre los efesios y colosenses,
y su batalla principal, contra la ley del pecado y muerte que actuaba en su propio
corazón.

Pablo ha llegado a sus últimos días con un corazón transformado y una mente
renovada por Cristo. Cuando Jesús oró por sus discípulos, él dijo: “he acabado la
obra que me diste que hiciese”. Ahora Pablo dice a su discípulo más preciado: “He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera”. Timoteo es para Pablo su principal
colaborador, a quien llama repetidamente su “hijo amado”. Él, es quien encarna toda
la esperanza de la continuidad de su ministerio.

La última carta a Timoteo hace énfasis en la sana doctrina como elemento


fundamental en el éxito de la iglesia. En 2 Ti. 1:13, Pablo desafía a Timoteo
diciendo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que
es en Cristo Jesús”. Otra versión, la NTV dice: “Aférrate al modelo de la sana
enseñanza que aprendiste de mí”. Timoteo debe retener el evangelio puro, la sana
doctrina, como Pablo siempre lo ha hecho. Esto implica que debe vivir convencido
de la veracidad de la palabra de Dios. Debe valorar la Biblia como su única fuente
de sabiduría para la vida. “No te avergüences de dar testimonio” le dice Pablo.
En 2 Ti. 2:15 Pablo invita a Timoteo a “usar bien la palabra de verdad”. Timoteo
debe ser un obrero digno y no un charlatán. Usar bien la palabra significa también en
palabras del propio autor “evitar profanas y vanas palabrerías”, también significa
enseñar la palabra de Dios con responsabilidad.

En el capítulo 3, Pablo insta a Timoteo a perseverar en la sana doctrina cuando


vengan tiempos peligrosos y sea difícil convivir en una sociedad llena de maldad, de
depravación. En 2 Ti. 3:14-15 se lee: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te
persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que
es en Cristo Jesús.” Perseverar en la sana doctrina es vital para que la fe se mantenga
viva. No basta solo con estar convencido o enseñarla de manera correcta.

Los tres primeros capítulos sirven de antesala para el llamado que Pablo hará a
Timoteo, en la víspera de su muerte. 2 Ti. 4:1,2 registra las solemnes palabras: “Te
encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a
tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y
doctrina.”

Pablo usa el verbo “predicar” (κηρύσσω) que significa “proclamar” o “publicar”. Es


decir, dar a conocer públicamente un mensaje. Lenski señala lo siguiente: “Cabe
señalar que predicar no es argumentar, razonar, considerar o convencer mediante
una prueba intelectual, contra lo cual un intelecto agudo puede argumentar en
contra. Nosotros simplemente declaramos o damos testimonio en público a todos los
hombres la verdad que Dios nos ordena anunciar. Ningún argumento puede atacar la
verdad presentada en ese anuncio o testimonio. O los seres humanos creen la verdad,
como debería hacer todo individuo cuerdo, o se niegan a creerla, como todos los
necios se aventuran a hacer” (The interpretation of St. Mattew’s Gospel
[Minneapolis: Augsburg, 1964], p. 168)

El llamado a predicar que hace Pablo a Timoteo, va más allá de la simple


presentación de conocimiento intelectual. Es un llamado a predicar la verdad, que es
Cristo mismo, encarnado en la experiencia de la vida y la salvación. Para predicar,
para proclamar la palabra se debe primero retener la sana doctrina, estar convencido
del poder de la palabra de Dios. Se debe primero hacer un buen uso de la doctrina en
la vida diaria. Se debe pelear la buena batalla, perseverando cada día en las
enseñanzas y promesas escritas en la Biblia. La predicación es la consecuencia
natural del conocimiento de Dios que se relaciona con la experiencia diaria. Una
experiencia que nos habilita moral y espiritualmente para redargüir, para reprender,
para exhortar. Predicar, por lo tanto, no se limita a una estrategia evangelística o de
discipulado. Es un llamado de Dios a aquel que vive la palabra.

Hoy más que nunca, el solemne llamado de Pablo es de suma importancia para la
iglesia. Estamos llamados a vivir una experiencia tal con la Biblia, que nos habilite
para ser considerados embajadores de Dios en la proclamación de un mensaje lleno
de poder. Nuestra predicación tendrá éxito siempre que esté conectada al
conocimiento de Dios en su palabra y relacionado con la experiencia de vida y
salvación.

¿Estamos convencidos de la autoridad de la Biblia? ¿Tiene la Biblia un lugar


primordial en nuestra vida cotidiana? ¿Estamos perseverando en las doctrinas que se
desprenden de la Biblia?

Tenemos un solemne encargo delante de Dios. Hemos sido llamados a predicar la


palabra. Pues, procuremos imitar a aquellos hombres como Pablo y Timoteo que en
medio de una sociedad desafiante, proclamaron las verdades de la Biblia con su
vida.

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