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Todo creyente es llamado a ser un adorador, pero aquel que tiene el privilegio
de estar en el equipo de alabanzas, debe entender que tiene la responsabilidad
de dirigir a la iglesia a la presencia de Dios. Tus motivos, sentimientos o
intenciones deben ser dejados de lado totalmente y solo tener en cuenta el honor
y privilegio que tienes de estar al frente guiando a la congregación a Él.
Vamos a poner el ejemplo de una boda. En una boda siempre hay una dama de
honor, que tiene la responsabilidad de ayudar a la novia en todo lo que necesite
para que ella este solo concentrada en su amor por el novio. Imagínate que
extraño seria que la dama de honor quiera sobresalir, o querer llamar la atención
del novio por sobre la novia, entonces la función original de la dama de honor
quedaría totalmente perdida de enfoque. De igual manera, nuestra función como
equipo de alabanza es ayudar a la iglesia (la novia) a conectarse con su novio
(Cristo), sin buscar ser elogiados, o llamar la atención o que nos feliciten por
cuan bien cantamos. Tenemos que recordar siempre que solo Cristo es el centro
de adoración y nosotros somos solo herramientas.
Somos siervos musicales
Jesús dijo en Mateo 20:28: “Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le
sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos”.
Dios nos creó con emociones y sentimientos, si lees la Biblia hay miles de
historias de siervos de Dios cuyas emociones jugaron un rol importante en el
plan de Dios para sus vidas. El mismo David, un hombre apasionado, muchas
veces usó sus emociones como motivación para componer salmos o para tener
tiempos de adoración a Dios. Sin importar la situación en la que se
encontraba podemos ver que su adoración nunca estuvo condicionada a
sus emociones, sino que las utilizó para acercarse a Él. Si estaba triste,
encontró esperanza en Dios. Si estaba asustado, encontraba en él su refugio. Si
estaba agradecido, declaraba la grandeza de Dios. Sin importar la
circunstancia, David siempre encontraba el lugar para adorar al Padre.
Tenemos que siempre recordar que sin importar lo que podamos sentir, la
fidelidad de Dios en nuestras vidas es indudable e inacabable.
Podemos pensar que si alguien te corrige en un ensayo tiene algo en contra tuyo
y nuestro orgullo sale a flote. Siempre hay cosas que podemos mejorar.
Tenemos que estar seguros de quiénes somos (hijos de Dios) y estar dispuestos
a mejorar en lo que hacemos.
EL EQUIPO DE ALABANZAS
Por otro lado, “habilidad” tiene que ver con las herramientas que Dios puso en ti.
La parábola de los talentos nos recuerda que, si bien los talentos nos fueron
dados, es nuestra responsabilidad cultivarlos y trabajarlos, cuando no lo
hacemos somos considerados siervos malos y negligentes.
Música excelente por sí sola no hace nada, lo único que cambia vidas es un
encuentro con Jesús. Y esto no significa que entonces la excelencia no es
importante. Excelencia bajo la inspiración del Espíritu Santo es una
combinación imparable que guía a la iglesia a la presencia de Dios.
Salmos 150
1
Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.
2
Alabadle por sus proezas;
Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.
3
Alabadle a son de bocina;
Alabadle con salterio y arpa.
4
Alabadle con pandero y danza;
Alabadle con cuerdas y flautas.
5
Alabadle con címbalos resonantes;
Alabadle con címbalos de júbilo.
6
Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya
La responsabilidad es de todos
No cae solo para el líder de alabanzas, los músicos no son los “acompañantes”
del director musical. Cuando estamos de pie frente a la congregación, somos
TODOS instrumentos del Espíritu Santo, para motivar, inspirar y animar a los
corazones a entrar en adoración.
Salmos 33:3 dice: “Entónenle un cántico nuevo de alabanza; toquen el arpa con
destreza y canten con alegría”.
Seamos humildes
Sin humildad no llegaremos a nada, porque Dios rechaza al orgulloso.