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Luego sostuvo el ciudadano Urquilla Bonilla que nuestra Constitución contiene tres
sistemas para adjudicar la calidad de salvadoreño por nacimiento:
El regulado en el ord. 1° del art. 90, correspondiente al ius soli, y cuya raíz se remonta
hasta la época feudal, según el cual es nacional de un Estado todo individuo nacido dentro
de su territorio. Este sistema para la adjudicación del vínculo jurídico de una persona con
un Estado, ha constituido –dijo– una verdadera revolución en el terreno del desarrollo
histórico de las ideas, pues en los tiempos remotos era difícil, casi imposible, considerar
que pudieran estar regidos por unas mismas reglas, individuos cuya sangre era distinta; es
decir que con este sistema la contigüidad geográfica sirve para nivelar a los seres humanos
en una misma condición respecto de un Estado determinado.
Finalmente, señaló el sistema que fue regulado por primera vez, en la historia
constitucional salvadoreña, en el art. 11 ord. 4° de la Constitución de 1950, manteniéndose
inalterado en el art. 12 ord. 4° de la Constitución de 1962, y que actualmente es regulado en
el ord. 3° del art. 90; según este sistema, los centroamericanos de origen serán considerados
salvadoreños por nacimiento cuando manifiesten ante autoridades competentes su voluntad
de serlo, y conservan el derecho de gozar de la doble o múltiple nacionalidad, por lo cual
no se requiere renunciar a su nacionalidad de origen.
Este último criterio –afirmó– es especial, en cuanto refleja la consagración que el Estado
Salvadoreño hace del ideal unionista centroamericano, ideal de hermandad e igualdad ya
consagrado en antaño, como un producto eminentemente sociohistórico, que vincula de
manera étnica, geográfica e histórico-tradicional a los centroamericanos, es decir –según el
ord. 3º del art. 90 Cn.–, a los originarios de aquellos Estados que formaron la República
Federal de Centro América, que según el art. 6 de la histórica Constitución Federal son
Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
Sobre este último concepto dijo que la manifestación es siempre una ejecución material
consumada o comenzada de la voluntad, una expresión positiva o tácita de la misma; en
este punto citó a Manuel Ossorio, para quien se entiende que la expresión es positiva
cuando se manifiesta verbalmente, por escrito o por otros signos inequívocos con referencia
a determinados objetos, y tácita cuando resulta de actos por los cuales se puede conocer con
certidumbre la existencia de la voluntad; entonces, dijo, "debe quedar claro que una
manifestación de la voluntad no es una solicitud".
Por lo antes expuesto, pidió que este Tribunal declare inconstitucionales, en su contenido,
los arts. 38, 40, 41, 42 y 43 de la Ley de Extranjería, por contravenir los arts. 90 ord. 3° y
254 de la Constitución.
Además, expuso la Asamblea que disiente de los argumentos esgrimidos por el ciudadano
Urquilla Bonilla en el sentido que los artículos impugnados violan el art. 254 Cn., ya que
esta "es una disposición transitoria de la Constitución, aplicable mientras se emitiera la ley
a que hace referencia el artículo cien de la Constitución de la República, que establece que
los extranjeros estarán sujetos a una Ley Especial, que en este caso es la ley objeto de
discusión".
Por ello, la Asamblea Legislativa concluyó que, al emitir la ley cuyas disposiciones se
impugnan, no ha violado ningún principio constitucional, sino, por el contrario, ha
desarrollado los principios establecidos por la Ley Suprema; por lo cual, pidió a esta Sala
que en su oportunidad la sobresea en este procedimiento.
Por otra parte, afirmó que, según el art. 35 de la LE, el Ministro del Interior es la autoridad
competente para conocer de las diligencias a efecto de que los originarios de los demás
Estados que constituyeron la República Federal de Centro América, obtengan la calidad de
salvadoreño por nacimiento; y que "en las diligencias correspondientes, por lógica jurídica,
deben comprobarse los extremos contenidos en la disposición constitucional", es decir, el
art. 90 Cn.. Por lo cual, consideró que no es procedente declarar la inconstitucionalidad
pedida.
En términos generales, puede decirse que los derechos fundamentales son categorías
jurídicas que constituyen el núcleo central de la esfera jurídica del individuo, exigibles
frente a otros sujetos de derecho –Estado y particulares–, que engendran en estos últimos
deberes y obligaciones; es decir, se trata de verdaderos derechos generadores de una
situación activa de poder concreto, que se traduce en exigencias deducibles al Estado y a
los otros particulares.
Cuando los individuos que nacen en el territorio de un país pasan la mayor parte de su
existencia dentro del mismo, no se suscitan problemas; estos surgen cuando las personas se
trasladan de un Estado a otro, y ambos reclaman su lealtad y la de sus descendientes,
basando su posición en alguno de los criterios tradicionales de determinación de
nacionalidad originaria.
Resulta pues necesario, para efectos de ilustración de la presente sentencia, hacer una breve
referencia a tales criterios.
Actualmente, la mayoría de los países establece, específicamente, que los individuos son
nacionales si nacen dentro del territorio del Estado, de padres que, a su vez, son nacionales
del mismo. Esta regla abarca, por lo general, a la gran mayoría de los individuos que
integran el cuerpo de ciudadanos, pero, en la práctica de la vida de las naciones, se suele
encontrar grandes variantes.
La mayor parte de los países latinoamericanos se adhieren al principio del ius soli, que
establece que el simple hecho del nacimiento basta para conferir la nacionalidad, sin que en
la determinación de la misma influya en nada la nacionalidad de los padres.
Este principio se adapta mejor a los intereses de consolidación nacional de los países
americanos –de origen más reciente que el de los Europeos–, que buscan integrar dentro de
su comunidad nacional y política a la mayoría de sus pobladores, especialmente a los que
nacen en su suelo, dejando de lado la nacionalidad de origen de los padres de los mismos.
B. Por otra parte, si bien el criterio del ius soli prevaleció en un comienzo en Francia, en
1804 el Código de Napoleón –primer cuerpo orgánico en el que se legisló sobre
nacionalidad– estableció que la nacionalidad debía regirse por el principio del ius
sanguinis.
Sin embargo, el art. 90 ord. 3° también prescribe un tercer criterio distinto de los anteriores
y según el cual: "Son salvadoreños por nacimiento: 3° Los originarios de los demás Estados
que constituyeron la República Federal de Centro América, que teniendo domicilio en El
Salvador, manifiesten ante las autoridades competentes su voluntad de ser salvadoreños, sin
que requiera la renuncia a su nacionalidad de origen."
En consecuencia, el art. 90 ord. 3 Cn. se refiere a los nacionales por nacimiento de los
mencionados países, de conformidad con las leyes de cada uno de ellos.
B. En relación con la segunda condición del art. 90 ord. 3° Cn., debe procederse al análisis
del concepto de "domicilio". Al respecto, se advierte en primer lugar que la Constitución
Salvadoreña utiliza en distintas disposiciones, los términos "domicilio", "residencia" y
"morada", con diversos sentidos.
a. En cuanto a la morada –mencionada en el art. 20 Cn.– su significado no ofrece mayores
ambigüedades, pues resulta claro que cuando la Constitución se refiere a ella consagrando
su inviolabilidad, se trata de la casa o lugar de habitación de una persona, es decir la
estructura física que le sirve de estancia de asiento o residencia, ya sea temporal o
permanente.
Así, el término residencia implica asiento en un lugar, vivir en un sitio con cierta
permanencia, y no pretende ser expresión de una demarcación territorial seleccionada en
función de la actividad jurídica del individuo, sino que se conforma en razón exclusiva del
arraigo sociológico del sujeto.
Sin embargo, la definición más aceptada del domicilio lo concibe como el lugar en que
consta que la persona tiene su familia, sus bienes y su residencia efectiva salvo por algunas
temporadas, siendo que el domicilio comprende dos elementos: (i) la residencia o elemento
físico; y (ii) la voluntad de residir de modo estable o elemento intencional.
Así pues, la voluntad puede manifestarse en forma expresa o tácita. Se entiende que es
expresa cuando existe una expresión positiva de la misma, ya sea en forma verbal, escrita o
bien mediante señales precisas que indiquen –de manera inequívoca– el sentido de la
voluntad del individuo. Y por otra parte, se considera tácita cuando la voluntad se deduce
de la tendencia de las actuaciones de la persona.
Ello no obsta para entender que será tarea del legislador, en virtud de su libertad de
configuración, señalar la manera en que deberá expresarse, dentro del trámite respectivo, la
mencionada voluntad.
Así pues, se advierte que la LE –en el art. 35 letra b– atribuye dicha competencia al
Ministro del Interior.
V. A partir del criterio particular establecido en el art. 90 ord. 3 Cn., cabe intentar
determinar cuál es la condición jurídica de los centroamericanos, de conformidad con
nuestra Constitución y para los efectos de la nacionalidad.
Como la mayoría de normas jurídicas, el art. 90 ord. 3 Cn. consta de un supuesto y de una
consecuencia jurídica. El supuesto hipotético de tal disposición se encuentra integrado por
cuatro condiciones, tal como se señaló en el Considerando precedente, mientras que la
consecuencia jurídica es una sola: ser considerado salvadoreño por nacimiento.
Lo anterior implica que, una vez cumplidas las cuatro condiciones requeridas por el ord. 3°
del art. 90 Cn., los originarios de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica –en
principio extranjeros– tienen el derecho de que se les conceda la nacionalidad salvadoreña,
debiendo ser equiparados en sus derechos a los salvadoreños por nacimiento, a diferencia
de lo que ocurre con los extranjeros originarios de otros Estados –e incluso con los
nacionales naturalizados de los mismos países centroamericanos– quienes no podrán ser
equiparados a los salvadoreños por nacimiento ya que únicamente pueden optar a la
nacionalidad por naturalización y por consiguiente tienen menos derechos –v. gr. derecho
para optar a cargos públicos–.
Se advierte pues, que los originarios de los países centroamericanos en referencia son
extranjeros con un derecho preferente en relación con los demás extranjeros, cual es la
posibilidad de obtener la nacionalidad salvadoreña siendo luego equiparados a los
salvadoreños por nacimiento.
VI. De conformidad con lo antes expuesto, se advierte que el art. 90 ord. 3° Cn. exige un
mínimo de desarrollo legislativo en cuanto a la tramitación para conceder la nacionalidad
salvadoreña por nacimiento a las personas que cumplan con los requisitos señalados, v. gr.
en lo relativo a la identificación de la persona, la certificación de la calidad de originario de
los Estados que constituyeron la República Federal de Centro América, así como de tener
domicilio en El Salvador, la forma de manifestar la voluntad de ser salvadoreño y quién es
la autoridad competente.
Ahora bien, tal disposición ha de ser interpretada en coherencia con el art. 254 Cn., el cual
literalmente dice: "Las personas a quienes esta Constitución confiere la calidad de
salvadoreños por nacimiento, gozarán de los derechos y tendrán los deberes inherentes a la
misma, desde la fecha de su vigencia, sin que se requiera ningún trámite adicional de
reconocimiento de su nacionalidad."
Al igual que se hizo con el art. 90 ord. 3 Cn., es necesario separar el supuesto del art. 254
Cn. de la consecuencia jurídica. En este caso, el supuesto está conformado por "las
personas a quienes esta Constitución confiere la calidad de salvadoreños por nacimiento";
mientras que la consecuencia jurídica es: "gozarán de los derechos y tendrán los deberes
inherentes a la misma, desde la fecha de su vigencia, sin que se requiera ningún trámite
adicional de reconocimiento de su nacionalidad." Así pues, se concluye que el supuesto del
art. 254 hace referencia a los tres casos del art. 90 Cn.
Ahora bien, se observa que la consecuencia jurídica de dicho artículo –gozar de los
derechos y tener los deberes inherentes a la calidad de salvadoreño por nacimiento– se
encuentra afectada por un elemento temporal –desde la fecha de su vigencia– y por un
elemento de forma –sin que se requiera ningún trámite adicional de reconocimiento de su
nacionalidad–.
1. En cuanto al elemento temporal, una primera interpretación pareciera indicar que el goce
de los derechos y el ejercicio de las obligaciones inherentes a la calidad de salvadoreño por
nacimiento surge a partir de la vigencia de la Constitución, desde el 20-XII-1983. Ahora
bien, dicha interpretación no puede verse aisladamente de los diferentes casos en los que la
Constitución confiere la calidad de salvadoreño por nacimiento.
En relación a las dos primeras categorías comprendidas en el art. 90 Cn. –los nacidos en el
territorio de El Salvador y los hijos de padre o madre salvadoreños, nacidos en el
extranjero–, la calidad de salvadoreño se obtiene desde el momento mismo del nacimiento,
ya sea por haber nacido en el territorio de El Salvador o por haber nacido en el extranjero
de padres salvadoreños.
En tales casos, habría que hacer la siguiente distinción: si se trata de personas que nacieron
antes de la vigencia de la Constitución, debe entenderse que los derechos y obligaciones
inherentes a la calidad de salvadoreño por nacimiento surgen desde el 20-XII-1983; pero, si
se trata de personas nacidas en fecha posterior a la entrada en vigencia de la Constitución,
resulta jurídicamente absurdo pensar que sus derechos y obligaciones surgen con
anterioridad a su nacimiento –el día de la entrada en vigencia de la nueva Ley Suprema– ya
que es precisamente el nacimiento la circunstancia en virtud de la cual se consideran
salvadoreños. Por lo tanto, en este caso debe entenderse que los derechos y obligaciones
inherentes a la calidad de salvadoreño surgen a partir del nacimiento.
Ahora bien, en cuanto a la tercera categoría de salvadoreños por nacimiento, se advierte que
las circunstancias en virtud de las cuales adquieren dicha calidad –ser originario de los
demás Estados que constituyeron la República Federal de Centro América, con domicilio
en El Salvador, y habiendo manifestado su voluntad de ser salvadoreño ante la autoridad
competente– difiere del nacimiento; no obstante, podría pensarse que, al igual que con las
primeras dos categorías, el momento a partir del cual surgen los derechos y las obligaciones
inherentes a la calidad de salvadoreño por nacimiento dependerá de cuándo se hayan
cumplido las referidas circunstancias. Sin embargo, en este caso resulta prácticamente
imposible que el cumplimiento de las condiciones requeridas por la Constitución se haya
dado con anterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución de 1983, por lo cual,
lógicamente, los derechos y obligaciones surgirán desde el momento en que las mismas se
cumplan y no antes.
En conclusión, el elemento temporal que afecta la consecuencia jurídica del art. 254 Cn. no
admite una interpretación literal, ya que ello implicaría un absurdo en aquellos casos en los
cuales los requisitos exigidos por el art. 90 Cn. para ser considerado salvadoreño por
nacimiento no se hayan cumplido al momento de entrar en vigencia la Constitución. Por lo
tanto, el art. 254 Cn. debe ser interpretado en concordancia con el art. 90 Cn., en lo
relativo al elemento temporal mencionado.
2. Por otra parte, en lo relativo al elemento formal que afecta la consecuencia jurídica del
art. 254 Cn., es necesario determinar a qué se refiere la mencionada disposición con los
términos de "trámite adicional" y "reconocimiento".
En relación con el art. 90 ords. 1° y 2° Cn., tal como se mencionó en párrafos anteriores, la
calidad de salvadoreño se obtiene desde el momento mismo del nacimiento, es decir que lo
que determina la nacionalidad es un acontecimiento de la naturaleza que, por lógica, no
requiere de ningún trámite ni reconocimiento. En consecuencia, para tales casos basta una
interpretación literal del art. 254 Cn. en el sentido que las personas nacidas en el territorio
salvadoreño o bien en el extranjero pero siendo hijos de padre o madre salvadoreños, se
consideran salvadoreños por nacimiento sin necesidad de trámite alguno de
reconocimiento, puesto que éste se realiza ipso facto, desde el momento del nacimiento de
la persona.
Ahora bien, el art. 254 Cn. implica un esfuerzo mayor de interpretación cuando se trata del
supuesto del art. 90 ord. 3° Cn., ya que en tal caso la nacionalidad salvadoreña no depende
únicamente de un acontecimiento de la naturaleza –v. gr. ser originario de los demás
Estados que constituyeron la República Federal de Centro América– sino también de
ciertos hechos voluntarios de la persona humana como es la selección de un domicilio en El
Salvador y la voluntad de ser salvadoreño manifestada ante autoridad competente.
En virtud de ello, debe entenderse que el art. 254 Cn. no prohíbe el desarrollo legislativo
de un trámite para el reconocimiento de la nacionalidad salvadoreña por nacimiento en el
caso del art. 90 ord. 3° Cn., sino lo que se prohíbe es que dentro de ese trámite se exijan
requisitos adicionales a los de tal disposición constitucional, entendiendo como tales todas
aquellas exigencias que no constan en el art. 90 ord. 3° Cn. y que carecen de vinculación
razonable con las condiciones establecidas en la mencionada disposición.
Cabe aclarar que dicho reconocimiento no implica considerar que la persona ha sido
salvadoreña desde la fecha de su nacimiento retrotrayendo sus efectos a esa época, sino más
bien lo que se reconoce es el derecho de la persona a que no se le niegue la adquisición de
la nacionalidad y a ser equiparado a los salvadoreños de origen a partir de ese momento. En
consecuencia, el art. 254 Cn. implica una limitación a la discrecionalidad de la autoridad,
en cuanto que la obliga a dar un pronunciamiento positivo o favorable al interesado, una
vez verificado el cumplimiento de las condiciones señaladas por la Constitución.
VII. Hechas las aclaraciones que anteceden, debe procederse a sentenciar sobre los motivos
de inconstitucionalidad planteados, para lo cual es necesario analizar si las disposiciones de
la ley impugnada contienen las violaciones alegadas.
En virtud de lo antes expuesto, deberá procederse al estudio de cada uno de los artículos
impugnados, a fin de determinar cuáles requisitos se justifican mediante el texto de la
Constitución y cuáles deben considerarse adicionales y, por consiguiente,
inconstitucionales.
Al respecto, cabe aclarar que, si bien es cierto que una solicitud escrita no es la única forma
de manifestar la voluntad, en nuestro sistema jurídico procedimental es la forma típica de
iniciación de un trámite, y siendo que el art. 90 ord. 3° Cn. no indicó la forma en que debía
exteriorizarse la voluntad de ser salvadoreño, corresponde al legislador –en virtud de su
libertad de configuración– establecer dicha forma. Por lo tanto, no puede decirse que el art.
38 de la LE sea inconstitucional por exigir la presentación de una solicitud como medio de
manifestar la voluntad de ser salvadoreño y de iniciar el trámite correspondiente para el
reconocimiento de la nacionalidad.
Ahora bien, en cuanto a los requisitos que debe contener dicha solicitud, es necesario
analizarlos individualmente para verificar que no sean adicionales o excesivos en relación
con el art. 90 ord. 3° Cn.
La designación del Ministro a quien se dirige la solicitud –requisito (a)–, tiene relación con
la exigencia que la manifestación de voluntad se haga ante autoridad competente, por lo
cual es razonable que se exija en la ley. Asimismo, las generales del peticionario y el lugar
para oír notificaciones –requisito (b)–, sirven para efectos de identificación e
individualización de la persona, así como para favorecer la comunicación con la misma, y
en consecuencia su exigencia tiene una relación de razonabilidad. Lo mismo puede decirse
del tercer requisito relativo al lugar y fecha de nacimiento –(c)–, ya que ello puede servir
para establecer si el solicitante es originario de uno de los Estados que formaron la
República Federal de Centro América.
Ahora, en cuanto a las generales del cónyuge y de los padres –requisitos (d) y (e)–, resultan
excesivos para el caso del art. 90 ord. 3° Cn., ya que no presentan ninguna vinculación con
las condiciones señaladas en la mencionada disposición constitucional, y más bien parecen
relacionarse con los casos del art. 92 ord. 4° y del art. 90 ord. 2° Cn., respectivamente.
Por otra parte, el lugar y la fecha de ingreso al país –(f)– pueden servir para deducir la
permanencia en el mismo y por consiguiente, el elemento intencional del domicilio exigido
por el art. 90 ord. 3° Cn. En relación con el requisito señalado en la letra (g) –es decir, el
nombre de las sociedades u organizaciones a que pertenezca o haya pertenecido en El
Salvador y en su país de origen–, se advierte que el mismo carece de vinculación alguna
con el art. 90 ord. 3° Cn., por lo que resultan excesivos.
Finalmente, tanto el lugar y la fecha como la firma constituyen requisitos de forma de toda
solicitud que en nada afectan derechos constitucionales, y en todo caso, la firma representa
además, la ratificación de la voluntad contenida y manifestada en la solicitud.
Sin embargo, esta Sala advierte que los requisitos de constancia de buena conducta –(4°)–,
certificación de antecedentes penales –(5°)– y certificado de salud –(6°)–, en nada se
relacionan con las circunstancias señaladas en el art. 90 ord. 3° Cn., siendo que se vinculan
más a cuestiones migratorias que de nacionalidad. En efecto, cabe señalar que si a una
persona salvadoreña por nacimiento, en virtud de los criterios de ius soli y ius sanguinis, no
se le condiciona su nacionalidad a su buena conducta y a su salud, tampoco existe
justificación para hacerlo con las personas que pueden optar a dicha calidad en virtud del
criterio especial del art. 90 ord. 3° Cn.
4. El art. 42 de la LE es consecuencia del art. 41, por lo que ambas disposiciones corren la
misma suerte, debiendo declararse inconstitucionales las dos.
Al igual que la solicitud y la prevención, la resolución es una etapa necesaria dentro de todo
procedimiento por lo que el artículo en referencia no es inconstitucional per se. Ahora bien,
es necesario aclarar que una vez verificado el cumplimiento de los requisitos exigidos por
la Constitución por parte del Ministro del Interior, la resolución deberá conceder la
nacionalidad salvadoreña, siendo que únicamente podrá ser denegada cuando la autoridad
competente constate el incumplimiento de las mencionadas circunstancias.
Asimismo, se advierte que la parte de dicho artículo relativa a la resolución que declare la
inexistencia de un impedimento es consecuencia de los arts. 41 y 42 de la LE, por lo que es
procedente declarar la inconstitucionalidad de dicha parte, no así la del artículo en su
totalidad ya que éste admite una interpretación conforme a la Constitución.
VIII. Finalmente, esta Sala advierte que el trámite impugnado es común tanto para obtener
la nacionalidad de salvadoreño por nacimiento como la calidad de salvadoreño por
naturalización. En consecuencia, quiere dejarse en claro que las disposiciones que se
declaren inconstitucionales en la presente sentencia lo son para el caso del art. 90 ord. 3
Cn., debiendo quedar vigentes para los supuestos del art. 92 Cn.
Por tanto:
Falla:
1. Declárase que en el art. 38 letras (a), (b), (c), (f), (h), (i) y ordinales 1°, 2° y 3° así como
en los arts. 40 y 43 de la Ley de Extranjería, emitida por Decreto Legislativo N° 299, de 18-
II-1986, publicado en el Diario Oficial N° 34, Tomo 290, correspondiente al 20-II-1986, no
existen las infracciones constitucionales alegadas, consistentes en que los mencionados
artículos violan el art. 90 ord. 3° y el 254 de la Constitución, ya que tales disposiciones
admiten una interpretación conforme a la Constitución, en el sentido expuesto en la
presente sentencia.
2. Declárase inconstitucional, el art. 38 letras (d), (e), (g) y ordinales 4°, 5° y 6°, así como
los arts. 41 y 42 de la Ley de Extranjería, en lo relativo al trámite para la obtención de la
calidad de salvadoreño por nacimiento, por contravenir los arts. 90 ord. 3 y 254 de la
Constitución. Igualmente, declárese inconstitucional por las mismas razones, el art. 43 de la
referida ley, únicamente en lo relativo a la resolución que declara la inexistencia de
impedimento.
3. Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los quince días siguientes a esta
fecha, debiendo remitirse copia de la misma al Director de dicho órgano oficial.