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¡Oh Santa Catalina de Siena, mi protectora e invoco por mi Soberana y por Reina del y valor para llamarte en mi socorro. Tú
y maestra! Tú que proteges a tus devotos Santísimo Rosario. Dios Te salve, Reina, prometiste a Santo Domingo que el que de-
cuando rezan el Rosario de María, asísteme Madre de misericordia… seara gracias las obtendría con tu Rosario;
en este instante, y dígnate rezar conmigo la y yo con el Rosario en la mano, te llamo,
Novena en honor de la Reina del Rosario, oh Madre, al cumplimiento de tus materna-
que ha colocado el trono de sus favores en les promesas. Aún más: Tú misma, oh Ma-
el Valle de Pompeya, para que por tu inter-
cesión obtenga yo la gracia que deseo. Así
II Mi alma rendida al pie de tu trono, oh
grande y gloriosa Señora, te venera en-
tre los gemidos y angustias que sobremane-
dre, has obrado continuos prodigios para
excitar a tus hijos a que te levantaran un
sea. ra la oprimen. En medio de las penas y agi- templo en Pompeya. Tú, pues, quieres en-
taciones en que me hallo, levanto confiado jugar nuestras lágrimas y aliviar nuestros
Luego se dice: afanes; y yo con el corazón en los labios,
los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir pa-
V. Dios, venid en mi ayuda. ra tu morada las campiñas de pobres y des- con fe viva te llamo e invoco: ¡Madre mía!
amparados labriegos; y que frente a la ciu- ¡Madre querida! ¡Madre bella!... ¡Madre
R. Señor apresuraos a socorrerme. dad y anfiteatro de deleites paganos, en dulcísima, ayúdame! Madre y Reina del
V. Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu donde reinan el silencio y las ruinas, cual Santo Rosario, no tardes más en tender
Santo. Señora de las Victorias elevaste tu podero- hacía mí tu poderosa mano y salvarme;
sa voz llamando de todas partes de Italia y porque la tardanza, como ves, me llevaría a
R. Como era en el principio, ahora y siem- del mundo católico a tus devotos hijos para la ruina. Dios te salve, Reina y Madre de
pre y por todos los siglos de los siglos. Así que te levantasen un templo. ¡Oh! apiádate misericordia...
sea. finalmente de esta alma que yace aletarga-
da bajo el polvo y las sombras de la muer-