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Literatura argentina de los 90

*NOTAS DE LECTURA*

La literatura argentina de los años 90, bajo la dirección de Geneviève Fabry e Ilse
Logie (Foro Hispánico, 2003)

Fabry (Université catholique de Louvain) y Logie (HIVT-UIA, Universidad de Amberes)


abren la presentación de este volumen colectivo con la siguiente aseveración: «Durante
la década pasada, última del siglo XX, Argentina fue el laboratorio donde se ensayaron
las fórmulas más puras de la farmacéutica neoliberal» (p. 7). Escribiendo desde junio de
2003, apenas año y medio después de la crisis de 2001, es muy pronto, reconocen para
saber si esta «marcará un parteaguas en la historia del país». Lo que les interesa es, desde
luego, ver cómo ha sido la actividad literaria ―no paralizada― de esa «derrota político-
económica» que el país sufrió durante la década de los noventa. «En el particular caso
argentino, la violencia puede ser tildada de endémica y la tradición literaria, que
paradójicamente se ha forjado en ella, parece seguir nutriéndose de la turbulencia social».
Antes de explicar en qué consiste su aporte particular, hacen un repaso interesante por las
monografías críticas que toman por objeto la literatura argentina de este periodo y que, a
diferencia de lo que sucede con los años de la dictadura militar y los inmediatamente
posteriores, no son demasiado abundantes.
 Roger B. Camosino y Rodolfo Privitera (eds.) Argentina fin de siglo. Número doble
de la revista Inti 52-53 (2001). «La mayor parte de los artículos (casi todos
monográficos) están dedicados a la poesía y narrativa no sólo de la última década sino
también (y sobre todo) a figuras consagradas».
 Klaus Bodemer, Andrea Pagni y Peter Waldmann (eds.) Argentinien heute. Politik,
Wirtschaft, Kultur. Frankfurt am Main: Vervuert (2002). Imagen completa y detallada
de la Argentina desde el final de la dictadura militar, contribuciones de expertos
argentinos y alemanes. Destaca un artículo de Roland Spiller (“Die argentinische
Literatur nach Borges und Cortázar”) que se centra en la redefinición del canon literario
y las transformaciones del mercado literario.
 Laura Martins (ed.) Reconfiguraciones materiales y simbólicas de la cultura en el
Cono Sur postdictatorial, en: Revista iberoamericana 202 (2003). «Explícitamente
inscrito en el horizonte de los nuevos tipos de movilización social contra el aplastamiento
de la ciudadanía por el neoliberalismo depredador de los años noventa».
 Francine Masiello. El arte de la transición. Buenos Aires: Norma (2001). «Panorama
unificado de la cultura postdictatorial regido por una visión muy personal de la cultura y
su horizonte tanto político como ético». Interés en el potencial político de las literaturas
argentina y chilena tras la dictadura y por las cuestiones del género. Rebasa el marco
cronológico y espacial y su enfoque es más amplio (también artes visuales).

¿Por qué restringir el corpus a la década de los noventa, «manteniendo vigente de esta
manera el siempre arbitrario concepto de ‘década’» (p. 9)? Responden así: «El último
decenio del siglo XX presenta desde ese punto de vista una coherencia innegable: del fin
de la transición democrática liderada por Alfonsín en 1989, al menemismo y su proyecto
neoliberal que se derrumba en 2001. En la singularidad de estas coordenadas histórico-
políticas se halla también la justificación de un enfoque ‘nacional’, cuyas limitaciones el
lector conoce de sobra». Aunque, como reconocen, la corta distancia desde la que miran
este periodo no es la más idónea para definir un cambio de paradigma, sí que atisban
ciertos hilos conductores y discontinuidades. Se centran fundamentalmente en dos: uno,
a mi entender, menos interesante, que tiene que ver con «cierto modo de circulación,
apropiación y consumo de la literatura» (p. 10), pero que abre la puerta a disputas entre
los intelectuales y escritores sobre las relaciones entre literatura y sociedad. Beatriz Sarlo
―de quien citan Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la
Argentina (1994), Instantáneas. Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo (1996) y
La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas (1998)― en favor de una
restauración de la confianza en la esfera pública vs. Josefina Ludmer, que «sostiene una
consustancialidad del Estado con el delito y lee en la literatura argentina una relación
directa, no mediada, entre Estado y literatura» (El cuerpo del delito. Un manual, 1999).

La otra línea que destacan es la que tiene que ver con «la transformación radical del
problema de la memoria colectiva y de su tratamiento literario» (p. 9). La explican del
siguiente modo. «Mientras que en las décadas de los 70 y de los 80, la literatura se
proponía armar una historiografía alternativa a la historia oficial, ahondando en el pasado
concebido muchas veces como metáfora del presente (Corbatta, 19991), la literatura de
los años 90 reactiva la tradición de la lectura como adivinación (Borges) y la escritura
como mezcla (Puig) pero no para decir lo prohibido sino para tejer incertidumbres que
permitan reaccionar contra la “homogeneidad del sentido” y la “trivialización” del
“recuerdo social” (Avellaneda, 2003: 1302). A partir de la segunda mitad de los años
noventa, dicha dialéctica entre memoria y olvido de un pasado doloroso y reprimido
invade el discurso social». Algunos ejemplos de esto último:

 Adriana J. Bergero y Fernando Reati (comp.) Memoria colectiva y políticas de olvido.


Argentina y Uruguay, 1970-1990. Rosario: Beatriz Viterbo (1997). Cfr. el artículo de
Andrés Avellaneda que se llama «Lecturas de la historia y lecturas de la literatura en la
narrativa argentina de la década del ochenta» (141-184).
 Andrea Pagni (coord.) Políticas y poéticas de la memoria en Argentina. Dossier de
Iberoamericana 1 (2001).
 Idelber Avelar. The Untimely Present. Postdictatorial Latin American Fiction and the
Task of Mourning. Durnham and London: Duke University Press (1999).
Otros textos que aparecen citados en la bibliografía de esta presentación sin aparecer
referenciados, sin embargo, en ella:
 Elsa Drucaroff (ed.). La narración gana la partida (volumen 11 de Historia crítica de
la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik). Buenos Aires: Emecé, 2000.
 Karl Kohut (ed). Literaturas del Río de la Plata hoy. De las utopías al desencanto.
Vervuert Iberoamericana (1996).
 Gabriela Nouzeilles. «Apocalyptic Visions: National Tales and Cultural Analysis in
Global Argentina». Journal of Latin American Cultural Studies 10, 3.
 María Celia Vázquez y Sergio Pastomerlo (comp.) Literatura argentina. Perspectivas
de fin de siglo. Buenos Aires: Eudeba, 2001.

1
Jorgelina Corbatta. Narrativas de la Guerra Sucia en Argentina. Piglia, Saer, Valenzuela, Puig. Buenos
Aires: Corregidor, 1999.
2
Andrés Avellaneda. «Recordando con ira: estrategias ideológicas y ficcionales argentinas a fin de siglo»
(en Martins, 2003: 119-136).
*Daniel Link: «Literatura de compromiso» (pp. 15-28)
El artículo de Link se propone analizar «las relaciones entre literatura y mercado, por una
parte, literatura y campo intelectual, por otra parte, a partir de dos novelas emblemáticas
de los nuevos modos de circulación de los libros: Las nubes de Juan José Saer [Seix
Barral, octubre 1997] y Plata quemada de Ricardo Piglia [premio Planeta 1997, escándalo
imprevisto]» (p. 15). Más tarde dirá de ellas que estas «dos novelas emblemáticas de la
década del noventa, cada una a su modo, parecen hablar de esta crisis aguda del universo
de las representaciones, no tanto como textos, sino sobre todo como libros, como objetos
‘culturales’ que vienen a ocupar un lugar en las librerías y en los medios especializados»
(p. 17). Es decir, de lo que va es de procesos relacionados con la producción cultural con
el objetivo de ver qué fue lo que sucedió en el campo intelectual argentino durante la
pérdida-agonía de los años noventa.
La visión no es del todo esperanzadora, ni siquiera si mira hacia el futuro: «La argentina
es una cultura sanguinaria sometida hoy a la doble violencia de un pasado dictatorial
traumático y de los restos de las fantasías neoliberales, que pretendieron construir una
cultura ‘nueva’, una cultura ‘moderna’ sobre ruinas que, en esas fantasías, sólo tenían un
valor de cambio determinado» (p. 16). Más adelante, hablando de Buenos Aires y Puerto
Madero propondrá el siguiente símil: «Lo más parecido a la cultura argentina en un corte
actual es una película americana (cómo podría ser de otro modo) ya bastante vieja,
Poltergeist (1982), en la cual horribles sucesos paranormales sucedían porque un inversor
voraz e inescrupuloso había levantado una urbanización aséptica y moderna sobre un
antiguo cementerio indio. Esos huesos (esas ruinas, ese anacronismo: la historia) volvían
para vengarse. Poltergeist es nuestro Zeitgeist».
Lectura de ambas novelas como testimonios de un cambio definitivo en la literatura
argentina, «clausuran un modo de entender[la]» (p. 18) y, por tanto, «tematizan el
anacronismo» al tiempo que son, «ellas mismas, anacrónicas. Todo lo que hay en esos
libros sólo puede leerse como una ruina que poco (o nada) tiene que ver con el presente
(es decir: con las condiciones que permiten que esos libros lleguen hasta nosotros y que,
una vez entre nosotros, sean objetos de una atención crítica. O, si se prefiere: un estado
de la imaginación técnica)». Relación con el grupo editorial Planeta y paralelismo con las
obras del boom. Explicación acerca de la fragmentación del mercado hispanoamericano
que empieza a tener lugar entonces, que genera desconocimiento entre las distintas
literaturas del continente y cerrazón de cada una de ellas en sí misma.
Plata quemada como «populismo literario» (entrevista con Link en el suplemento
Radarlibros de Página/12, 1999).
«Si la literatura parece hoy ‘cosa del pasado’ no es por su incapacidad para dar cuenta del
presente (después de todo, el presente no es sino un estado de la imaginación) sino por su
debilidad para enfrentar la lógica (reificante) del mercado que, por otro lado, es su
condición: Aira se lleva esa lógica por delante, Piglia (o Saer, o Fogwill) tropiezan con
ella (y esos traspiés vuelven interesante la lectura y el análisis de sus textos). Tomás Eloy
Martínez cae en sus brazos» (p. 25). «De Las nubes a Vivir afuera de Fogwill o
Cumpleaños de César Aira, de Plata quemada (que marcó un límite) hasta El vuelo de la
reina, hay una tensión incómoda entre arte y cultura industrial. [salto de párrafo] Podría
pensarse que, como en el caso de la última, esa tensión se resuelve fatalmente en
cosificación de la literatura (de las estructuras narrativas, de las conciencias de los
personajes, de la experiencia de la escritura, en fin, lo que se quiera entender por
literatura) o que hay estrategias para sostener esa tensión y volverla productiva (el caso
de Plata quemada, Vivir afuera o Cumpleaños)» (p. 27).

*José Amícola: «La incertidumbre de lo real. La narrativa de los 90 en Argentina


en la confluencia de las cuestiones de género» (pp. 29-41)
¿Qué marco la década del 80 en la literatura argentina? Renovación de la novela (Piglia
y Respiración artificial). La considera «el período de la expresión de la sobrevivencia y
de la culminación del sentimiento de nostalgia que caracterizaría a la literatura argentina
en su totalidad» (p. 29). La década de los 90 parece, en cambio, «el período del repentino
interés por lo fronterizo, como aprendizaje de lo que ha sucedido en décadas
inmediatamente anteriores» (p. 30). Fronterizo = poner en coto la palabra monopolizada
por el varón + cuestionar los límites de la ficcionalidad con respecto a otros géneros no
literaturizados/bles.
Amícola toma dos modelos de abordaje para retratar la narrativa argentina de la década
de los ochenta a partir del fragmento de una totalidad3 y se acerca a la creación literaria
de la última década del siglo XX a partir de dos autoras: Tununa Mercado y Matilde
Sánchez. «Las páginas que siguen consideran que es justamente en esos dos tipos de
escritura, realizados desde los márgenes del sistema literario, donde se puede percibir una
exacerbación de lo sucedido en los períodos anteriores. Es allí, | entonces, donde el lento
trabajo de taladrar las certezas del realismo eclosiona en una total aceptación por parte de
la narrativa actual de la incertidumbre sobre lo real, y también en un arduo trabajo de
‘recuperación de la memoria’ (que será el segundo mot de passe de la década)» (pp. 30-
31). Por otra parte, el trabajo «pretende abordar, asimismo, las preocupaciones de las
imposiciones sociales sobre la sexualidad» y «esbozar algunas reflexiones sobre la
entrada de la voz de las mujeres en la escritura en general» (p. 31).
Obras de Aira donde se juega con la ambigüedad sexual: El bautismo (1991), La prueba
(1992) y Cómo me hice monja (1993). En La experiencia sensible (2001), se encuentra
«la inusitada revelación de una sexualidad femenina devoradora» (p. 32).
Novelas sobre el embarazo no deseado ―Sara Gallardo, Enero (1958)― y apologías de
la menstruación ―Luisa Valenzuela, La travesía (2001). Frente a la ficcionalización de
los grandes relatos totalizadores sobre ‘la Patria’ que domina la lógica narrativa desde el
siglo XIX (de Sarmiento a Respiración artificial), «[l]o cierto es que las mujeres
escritoras se venían conformando con lo más menudo, es decir, con aquello que les dejaba
el varón; léase aquí: la intimidad | de la casa o de los sentimientos. Y es, por ello, que
ningún varón podría contar lo que narra Canon de alcoba (1988) como sí, en cambio, lo
hace Tununa Mercado, o No te olvides de mí (1995), la novela firmada por Susana
Silvestri» (pp. 32-33).
Otros títulos que dan cuenta de esa tendencia: Escritos inocentes, de Griselda Gambaro
(1999) y La letra de lo mínimo, de Tununa Mercado (1994)4. De ambas destaca «la
3
Sandra Lorenzano: Escrituras de sobrevivencia. Narrativa argentina y dictadura (2001). Escoge a Héctor
Tizón (escribe desde fuera de la capital y de lo urbano) y Sylvia Molloy (desde el exterior y el lesbianismo).
Carmen Perilli: Las ratas en la torre de Babel. La novela argentina entre 1982 y 1992 (1994). Escoge a
Juan Martini (el “enigma de la realidad” como metáfora) y a Andrés Rivera (hard-boiled + novela histórica
renovada desde la memoria). También cita a Nora Domínguez: «Subjetividades en peligro, subjetividades
peligrosas» (en Payeras Grau y Fernández Ripoll, Fin(es) de siglo y modernismo. Congreso Internacional
Buenos Aires-La Plata, 2001).
4
Más tarde incluye Señorita de Hebe Uhart (1999).
agudeza para juzgar las (cambiables) condiciones históricas de sujeción de las escritoras
argentinas a un canon masculino todopoderoso» (p. 34) La primera de ellas dice lo
siguiente, al hilo de un comentario sobre la obra de Natalia Ginzburg: «Por comparación,
qué superficiales parecen muchas narradoras argentinas. Qué minuciosas. Tratamos de
probar: que estamos en el mundo, que conocemos nuevas técnicas, que escribimos o no
escribimos como mujeres» (Gambaro, 1999: 9).
Frente a esta escritura de “lo mínimo”, Amícola señala otra tendencia, «la de quienes no
se contentan con lo mínimo y que se insertan en la aspiración masculina de la
comprensión de los sucesos políticos», a las que llama “maximalistas”, grupo que
«comparte con los varones la propia incertidumbre acerca de la realidad» (punto de mira
de su artículo, dirá, p. 34: «El arte de narrar la incertidumbre», entrevista con Saer en La
curiosidad impertinente de Guillermo Saavedra, 19935). Las obras que cita a este
propósito son las siguientes:
 Luisa Valenzuela, Novela negra con argentinos (1991)
 Griselda Gambaro, Después del día de fiesta (1994)
 Matilde Sánchez, El dock (1993)
De la última destaca su «insistencia por marcar la falta de fronteras entre lo real, haciendo
hincapié en la misma palabra ‘realidad’ para despojarla de su colocación como lugar
común» (p. 35): construcción de una voz narrativa en primera persona nada objetiva. Esa
incertidumbre tiene que ver «con las propias dudas de una formación social ante los
abismos de comprensión de sí misma, donde lo que salta a la vista son los efectos de un
desajuste tanto moral como estético». Marcelo Cohen ―Amícola traza un paralelismo
con su El testamento de O’Jaral― denomina a esto «realismo incierto» o «inseguro»6.
Cfr. con la siguiente cita extraída de Novela negra con argentinos: «Lo que observamos
no es la naturaleza en sí, o la naturaleza de la realidad, sino la naturaleza expuesta a
nuestro método de cuestionamiento» (Valenzuela, 2001: 79).
«La desconfianza hacia cualquier gesto de inocente realismo en la literatura de ficción (y
de sus arrabales) llevó, particularmente, a los escritores y a las escritoras del Río de la
Plata a avanzar en un campo minado por los sucesos políticos, vividos en décadas
anteriores. El debate sobre el realismo literario y sus adyacencias estuvo marcado, según
Miriam Chiani, por las discusiones que abrieron las novelas de Aira así como de Laiseca
y de los escritores nucleados alrededor del grupo denominado ‘Shangai’ en la década de
los 80. (Chiani 2001: 30). […] La literatura testimonial fue, por cierto, la expresión de un
malestar que creció durante esta última década en la región, pero, a mi modo de ver, ese
crecimiento estuvo (in)directamente conectado con la autopercepción de aquello que
hasta mediados del siglo se considera a sí misma literatura mimética» (p. 37).
cfr. «Relatos atravesados por los exilios», de José Luis de Diego, en el volumen de
Historia crítica de la literatura argentina de Drucaroff (2000); en él habla de En estado
de memoria de Tununa Mercado (1990). Relato titulado «Asamblea» en su libro Canon
de alcoba (1988):
La palabra dice: Dejen hablar a la compañera; silencio, dejen hablar a la compañera. Pero
compañeros… La interrupción atenta contra la democracia y lesiona el sentido de la
reunión, en la que queremos que todos expresen su opinión con libertad, dice la compañera,

5
Más entrevistas: Graciela Speranza, Primera persona. Conversaciones con quince narradores argentinos
(1993).
6
Miriam Chiani. «Represión, exilio, utopía y contrautopía. Sobre Marcelo Cohen» (Orbis Tertius 8, 2001).
disparando una pequeña carga de culpas. El silencio se hace; ella habla con calma, con la
serenidad aprendida. Pero, de pronto, empieza a enredarse, inconteniblemente a
desbarrancarse. Une, desanuda, ata, desata, escoge cabos que estaban pendientes en un
esfuerzo desesperado por desequilibrar. El descontrol es más fuerte. Aparecen superficies
sin asidero, no hay de dónde agarrarse, todo se desploma en un gigantesco chubasco para
luego reincorporarse en un haz de chorros, como de fuente romana. Surgente, insurgente,
el discurso trastabilla.
El consenso se impacienta. La ola ha remontado demasiado alto y se rompe sobre paredes
compactas. Estólido consenso, no quiere escuchar (Mercado 1988: 85).
Acerca de Matilde Sánchez: «Su segunda novela, El Dock, sin embargo, parece
concentrar todos los fantasmas y el completo imaginario de la década de los 90. En ella,
la narradora expone no sólo la devastación dejada por el terrorismo de Estado de años
antes, sino que, al mismo tiempo, se encarga de mostrarnos la especial aptitud de la mujer
para construir puentes donde es el principio de lo relacional lo que importa, mucho más
que aquel de la autonomía que preocupa al varón. […] Al instalar ante el lector semejante
proceso de amoldamiento a las circunstancias concretas de la historia social y del entorno,
la novela de Sánchez juega a sabiendas con la experimentación, sabiendo de antemano
que el texto peligra al borde de un abismo y que no deberá tornarse un melodrama de re-
encuentros familiares. Y para salir al encuentro del melodrama y subvertirlo, esta novela
combate, por una parte, tanto un realismo posible como un simbolismo que pretendiera
crear hitos altisonantes de hechos cotidianos» (p. 38).

*Julio Premat: «Saer fin de siglo y el concepto de lugar» (pp. 43-64)


Años 90: consagración de Saer o reubicación en el canon, que empieza a situarle en el
centro. Sin embargo, no es el único fenómeno: «Más allá de un cambio en la recepción
de los libros de Saer en Argentina, la década del 90 se caracteriza por una progresiva
evolución de su obra, marcada por una definición peculiar del concepto de Lugar» (p.43).
Este es el título del libro de cuentos que publica en el 2000. ¿A qué se refiere este término?
«Se trata de un concepto a la vez evidente e inasible, cercano al misterio de la creación
literaria, opina Mondragón, concepto que correspondería a un lugar ‘interior’ y que
funcionaría como un paradigma del mundo, para transformarse, luego, en símbolos
espaciales del destino humano, y por lo tanto en marcos referenciales de la ficción»
(Ezquerro, 2002: 159-172)7. Concepto simétrico al de ficción, tal cual lo define y practica
Saer: «mezcla de empírico y de imaginario, equidistante de la verdad y de la falsedad,
pero que resulta ser la única respuesta posible ante la confusa turbulencia de la realidad»
(p.47).

*Margarita Remón Raillard: «La narrativa de César Aira: una sorpresa continua e
ininterrumpida» (pp. 53-64)
«Los años 90 son el escenario de la explosión airana» (p.53). Sistema prolífico, denso y
complejo: vasta obra de ficción + ensayos, entre ellos Cumpleaños (2001), balance
autobiográfico al cumplir los cincuenta.
(p. 54) «Se trata de una literatura fin de siglo marcada por el signo de la continuidad y la
transformación, ambas presentes tanto a nivel formal como a nivel temático. El continuo,

7
Milagros Ezquerro: Le lieu de/ El lugar de Juan José Saer.
concepto mayor de la obra de Aira, aparece a través de tramas que ponen de manifiesto,
de diversas formas, un movimiento cíclico que implica el retorno a una situación inicial.
‘Caos’, ‘catástrofe’, ‘confabulación’, ‘indiferenciación’, ‘combinatoria’, son también
palabras claves en una obra en la que, a menudo, el fin del mundo (o de Argentina) es el
telón de fondo de peripecias que mezclan, como ya lo hemos señalado, la extravagancia
y la frivolidad».
Ejemplos en los que Aira refleja de algún modo cierta realidad argentina; en concreto su
barrio, Flores, como escenario de la precariedad: La guerra de los gimnasios (1993), La
Villa (2001), La prueba (1992). Tema del fin del mundo o “Tetralogía de la liebre”: La
liebre (1991), Embalse (1992), La guerra de los gimnasios (1993) y Los misterios de
Rosario (1994). Esta última tiene influencias de la obra de Duchamp, cf. su desenlace y
El gran Vidrio.

*Carmen de Mora. «El cuento argentino en los años 90» (pp. 65-83)
Escoge a tres representantes significativos: Daniel Guebel (El ser querido, 1992), Juan
Forn (Nadar de noche) y Rodrigo Fresán (Historia argentina, 1991).

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