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SERIE DE SERMONES BASADO EN LA CARTA A LOS TESALONICENSES

UNA IGLESIA EJEMPLAR PARA NUESTRA CIUDAD


SERMON 6: EL AMOR FRATERNAL PARA CON TODOS
Jorge Betancur

La epístola que Pablo escribió a la iglesia de tesalónica nos muestra el diseño de la Iglesia que Cristo
quiere edificar. Nos habla acerca de varios elementos espirituales constituyentes de una iglesia
sana.

En el sermón anterior profundizamos en la triada de virtudes centrales de la epístola a los


tesalonicenses que son; Amor, Fe y Esperanza.

Las virtudes no es un certificado, ni un título de estudios. Ni siquiera la virtud es un don natural con
el que nacemos, porque si así fuera no sería virtud.

La virtud es una disposición habitual del hombre, adquirida por el ejercicio repetido de actuar
consciente y libremente en orden a la perfección o al bien. La virtud para que sea virtud tiene que
ser habitual, y no un acto esporádico, aislado.

La virtud es un: "hábito operativo bueno", que en el cristianismo esta operado por el Espíritu Santo
en la vida del hombre.

Hoy profundizaremos en uno de ellos el cuál es el amor, pero en este caso, como una virtud, esto
es el “amor fraterno”.

1 Tesalonicenses 4:9-10 “9 Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba,
porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; 10 y también lo hacéis
así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que
abundéis en ello más y más”

La sociedad contemporánea tiene un concepto del amor el cual se centra en el yo, es decir, en un
amor egoísta. Este amor ve a los demás como medio de gratificación personal.

En contraste con ese amor egocéntrico y egoísta, la Biblia enseña que la esencia del amor es el
sacrificio personal. En lugar de derribar a los demás. El amor bíblico nos enseña a edificarlos; en
lugar de procurar el bien propio, procura el bien y el interés de los demás; en lugar de buscar
satisfacer sus propias necesidades, busca que el otro sea saciado.

Para los cristianos, el amor es el corazón de toda conducta y norma de vida cristiana. Este amor está
manifestado en la vida de Cristo, en su enseñanza y en su muerte en la cruz.

Cualquiera que conoce al menos un poco el Nuevo Testamento sabe que el amor de Dios por los
hombres, de los hombres por Dios y de los hombres entre sí, es el eje central del cristianismo bíblico.

El amor es un atributo absoluto y predominante de la naturaleza esencial de Dios y es una realidad


cardinal del evangelio de Jesucristo.
La palabra griega para amor es ágape, Este es un amor divino en su naturaleza y origen. Pablo pidió
a Dios que les diera a los tesalonicenses más del amor que solo proviene de Él.

1 Tesalonicenses 3:12 “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para
con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”

El amor de Dios es dinámico. Tiene la capacidad de abundar más y más en la vida de los creyentes.
El amor no es un simple sentimiento o emoción y a medida que crece encuentra siempre mayores
posibilidades de expresión a través de un carácter justo y un servicio humilde.

Abundar viene del griego periseuo, que encierra el concepto de rebosar excesivamente. En este
versículo el tiempo presente indica un progreso continuo.

“Amor Fraternal” es un sustantivo Philadelphia, traducido como “amándose fraternalmente”. Esta


palabra era de uso común en la primera enseñanza ética cristiana (Ro 12:10; 1Ts 4:9; 1P 1:22; 2P
1:7).

Su énfasis en el Nuevo Testamento no está en una emoción en particular, sino que dirige su atención
al llamamiento a suplir los unos las necesidades de los otros.

El concepto de amor fraternal se da en un contexto en donde los creyentes están estrechamente


unidos en una familia espiritual. Los creyentes deben experimentar amor de una manera práctica,
como una dinámica siempre presente, fundamental dentro de la comunidad.

El amor fraternal bíblico es una elección. Se basa únicamente en la intención del que ama, no en
mérito alguno del que lo recibe. Es un amor voluntario, decidido y abnegado, el cual debe ser
practico en la vida de los cristianos. En obediencia al mandato del Señor, los creyentes deciden
manifestar el amor que les fue dado. Lo hacen sin importar cuán difícil resulte amar a alguien ni
como responda a ello.

Este amor permite a los creyentes crecer en madurez como comunidad y desarrollar una fe firme,
gozosa y perseverante, y se hace especialmente necesario en los tiempos de dificultad.

El fundamento del amor fraternal está en el “antes y después” de la conversión.

1 Pedro 1:22 “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el
Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”

Pedro espera que sus iglesias estén llenas de personas que se amen las unas a las otras de ese modo
“amor fraternal”, que intentan entenderse y que aman a aquellos que no pertenecen a la comunidad
con ese mismo amor.
Pero, como Howard Snyder dice:

“Hoy, la iglesia está sufriendo una crisis de comunión […]. En un mundo de grandes instituciones
impersonales, a veces la iglesia parece otra institución más, grande e impersonal […]. En la iglesia
institucionalizada, es muy difícil encontrar esa calurosa cercanía entre las personas que hace que
las caretas se caigan, que la honestidad prevalezca, y que abunde el sentido de comunicación y
comunidad más allá de lo meramente humano. En resumen, es difícil encontrar la comunión del y
en el Espíritu Santo.”

Pedro quiere iglesias llenas de personas que se amen las unas a las otras y donde la intimidad entre
ellas sea el resultado inevitable de haber sido hechas santas por la gracia de Dios.

El amor fraternal surge naturalmente en la vida del cristiano porque el nuevo nacimiento significa
que todos hemos nacido en la misma familia. Tenemos un Padre, y todos somos hermanos y
hermanas.

1 Juan 5:1 "todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de El”.

En otras palabras, el amor por el Padre se muestra a sí mismo en el amor por los hijos. El amor por
Dios produce amor por sus hijos.

El amor fraternal entre los cristianos obedece a una dinámica de aprendizaje-imitación. Los
creyentes hemos llegado a conocer lo que es el amor al comprender el sacrificio de Jesucristo por
nosotros, y esta comprensión a su vez nos impulsa a imitar su ejemplo amando a nuestros hermanos
hasta el punto del sacrificio personal.

1 Juan 3:14-16 “14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su
hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. 16 En esto
hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos.”

Debido a que el amor es una cualidad particular de los hijos de Dios, Juan encuentra inconcebible el
que alguien se llame a sí mismo cristiano y al mismo tiempo carezca de esta cualidad en su trato con
los que se supone son sus hermanos.

1 Juan 3:17-18 “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando
necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?
Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”

A menudo, muchos creyentes se preguntan: “¿Cómo puedo saber que realmente soy salvo?” Como
sabrá, se ha ofrecido todo tipo de respuestas a este importante cuestionamiento. Pero el apóstol
Juan seguramente nos respondería con otra pregunta: “¿Amas a tus hermanos?”.

Es importante notar que, si bien el amor fraternal es una cualidad intrínseca de los hijos de Dios, es
también una cualidad que necesita ser cultivada. El autor de la Carta a los Hebreos exhortó a sus
lectores: “Sigan amándose unos a otros fraternalmente” (Hebreos 13.1), literalmente: “Permanezca
el amor fraternal” (RVR60, LBLA), es decir: “Que no decaiga el amor fraterno” (BLPH).
El escritor da como un hecho que el amor fraterno está. Pero insiste en que ese amor fraterno para
con todos los miembros de la iglesia debe “permanecer”, porque en ocasiones, a causa de las
diferencias de opinión o por diversos conflictos, esa fraternidad o filadelfia será amenazada por el
alejamiento y la indiferencia.

Seguidamente, en el mismo capítulo, el autor prosigue a mencionar algunas maneras prácticas de


cultivar el amor fraternal:

o Practicar la hospitalidad (v. 2).

o Compadecerse y auxiliar a los que sufren (v. 3).

o Honrar, imitar y obedecer a nuestros líderes espirituales (vv. 7, 17).

o Compartir nuestras posesiones (v. 16).

o Interceder en oración los unos por los otros (v. 18).

Debemos admitir que ninguna iglesia en el mundo es perfecta, y esto implica también que el amor
fraternal en cualquier congregación será imperfecto. No podemos huir de esta realidad. Sin
embargo, cada uno de nosotros tiene la opción de comprometerse y trabajar por mejorar esta
condición.

Se cuenta de cierto hombre que veía toda clase de problemas en su iglesia local. Así que decidió que
abandonaría esta congregación para buscar otra que fuera perfecta. Antes de irse, alguien le dio el
siguiente consejo: “Cuando encuentres la iglesia perfecta, por favor asegúrate de no unirte a ella,
porque la arruinarías”. ¡Un sabio consejo, sin lugar a dudas!

El afamado autor evangélico Philip Yancey comparte en uno de sus libros su propia experiencia con
el dilema de una iglesia imperfecta: “Durante un tiempo rechacé a la iglesia” —escribe Yancey—
“porque encontré muy poca gracia en ella. Regresé, porque no hallé gracia en ningún otro lugar”.

La congregación a la que pertenece puede ser la más imperfecta del mundo, pero si es una iglesia
de Cristo, todavía hay más amor dentro de ella que en el resto del mundo allá fuera. Quédese y ame.
Alguien podría estar necesitando el abrazo que usted puede dar.

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