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Cualquiera esperaría que en la vida de Abraham, al recibir las grandes promesas de Dios,

todo le iría bien.


Lo más lógico es que alguien que va a darle un nuevo giro al proyecto de Dios tenga todas
las facultades y recursos para poder hacerlo bien.
Debemos entender la manera de trabajar del Señor, para que entendamos cómo está
trabajando con nosotros.
Si no entendemos las maneras en que Dios obra en la vida, nos desanimaremos y dejaremos
de seguir en su camino, porque no entenderemos cómo está trabajando en nuestra vida y
nos privaremos de lo que Él quiere hacer.
No sabemos qué motivó a Teraj, el padre de Abraham, para salir de Ur de los caldeos.
Los padres determinan, en gran manera, el destino de sus hijos
No hay ninguna virtud en que una pareja espere un hijo en embarazo, sino solo en el destino
que les trazan y cumplen en ellos.
Una iglesia que quiera ser futuro debe cambiar los paradigmas mentales de la cultura, como
por ejemplo que a los jóvenes no hay que darles educación sexual.
Si la tradición evangélica no impulsa la calidad de vida que propone el Evangelio, debe ser
desechada.
No queremos una generación de jóvenes que no disfrutan la calidad de vida que propone
el Evangelio. Pero es necesario cambiar la mentalidad tradicional de la religión y
anticiparnos a las demandas de los jóvenes.
Si la iglesia quiere anticiparse a las demandas de la vida para la nueva generación de niños
y jóvenes, tiene que renunciar a sus viejas mentalidades que ya no dan para más.
No es fácil romper moldes, pero es lo único que mete a una nueva tierra de mejores
posibilidades a toda una generación.
Levantar el campamento es arriesgarnos, es sentir que vamos hacia la nada
Los padres deben asumir la responsabilidad de abrir nuevos caminos para sus hijos.
Los jóvenes deben entender que tener un hijo no es tener una mascota, sino un proyecto
de vida que demanda la responsabilidad de labrarles un nuevo camino de bendición para
ellos.
Antes de una promesa hay una limitación. Antes de una Palabra de Dios hay una
imposibilidad.
Dios se glorifica en lo que es nuestra debilidad.
Dios siempre nos va a prometer en lo que para nosotros es imposible. Por eso, la Promesa
hasta puede ser risible.
Alegrémonos y gocémonos, porque detrás de nuestra imposibilidad corre una Promesa del
Señor.
Bendito Dios que no anda buscando al mejor prospecto, sino al que está en lo más bajo.
¿Por qué Dios, si quería levantar un pueblo numeroso, escogió a Abraham que no podía
tener hijos y no a Najor o a Lot? Es que Él siempre se glorifica en lo imposible.
Mientras la religión busca a los más ceñidos para levantar un proyecto, Dios busca al más
estropeado.
Cuando nos damos cuenta de nuestras imposibilidades, aparece el Señor para decirnos que
está pensando en nosotros.
Al que era nómada Dios le dio una tierra; al que estaba dormido sobre una roca, le dio
muchas posesiones. Eso es lo maravilloso de Dios que de lo imposible levanta cosas grandes.
La mirada de Dios está sobre aquello que es nuestra mayor crisis y necesidad.
Dios va a hacer cosas grandes de nuestras imposibilidades. Pero Él tiene su tiempo.
Si Dios nos ha dado una Palabra, mantengámonos firmes en el camino que nos trazó, no
nos desviemos, porque Él va a cumplir su Promesa.
Las promesas de Dios no son comida rápida, Él se toma su tiempo para cocinarlas, porque
la dará en el momento perfecto.
La promesa que trabaja con lo imposible nos llevará al punto más imposible, pero allí se
cumplirá la gloria de Dios. Pero debemos mantenernos firmes en la fe en la promesa.
En el camino de la promesa el enemigo llegará para meternos dudas, pero mantengámonos
firmes hasta el final, porque veremos el cumplimiento.
Delante de Dios ya existe lo que para nosotros es imposible hoy.

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