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Código: 2188130.
Tal vez nos hallemos ante el disparate; tal vez hemos sido invitados a vivenciar el absurdo.
¿Es el sueño de un loco? ¿El delirio de un clown? ¿Qué es Ferdydurke? Es difícil no caer es
la tentación de su humor extrapolado y sus visiones evocadoras de lo onírico. Quienes leen
la novela de ese modo pecan por su lógica y se cubren con lo risible de las situaciones. Pero
Gromgowicz va más allá de sus recursos y las primeras miradas. Ferdydurke es una reflexión
muy seria acerca de la existencia, acerca de cómo ser en un mundo donde la normalización
evapora al existente y lo somete. ¿Qué decir pues de esta novela? Que es un escape, una
ruptura y quizá el único modo de no sucumbir ante esa mirada en donde los ojos muertos
de las máscaras han secuestrado todos los rostros. Las líneas que siguen se proponen
demostrar esto. Ver en la creación de Gromgowics una propuesta en contra de esa tendencia
con que el mundo se ofrece para no dejar al ser fluir.
El término con que el escritor polaco envuelve a sus lectores es la Inmadurez. Aunque es
una palabra llena de resonancias negativas, la elección de la misma es justa y es un desafío
contra dicha resonancia. Normalmente la inmadurez se traduce como falta de experiencia y
en una forma como se denomina a quien no cuenta con los métodos establecidos para encarar
o tratar los hechos. El inmaduro es un ser inexperto, inadaptado casi, un incapaz ante el
normal desarrollo de los eventos, alguien a quien la experiencia no ha curtido con el
acostumbramiento. Pero un inmaduro es también el anormalizado, el que no es homogéneo
y cuya conducta no es previsible. Para el conservador, para el hombre maduro y de sentido
común, ser de esa manera entraña un peligro. Aquel que se niega a los hechos consagrados,
aquel cuyas acciones no incurren en lo cotidiano, es un desafío a la perdurabilidad de lo
tradicional. El inmaduro en este plano también es el que no se pone la máscara. Se niega a
las formas caducas y homogenizadoras con que se intenta reducir la espontaneidad. Por
eso, Ferdydurke puede ser leída como una reflexión acerca de cómo debemos pensar nuestro
crecimiento personal. ¿Es la madurez el objetivo para el cual existe la personalidad? ¿Es su
meta?
En el sentido habitual la respuesta es afirmativa. Los reclamos acerca de hacer los hechos
por condición de su efectividad reclaman emplear los métodos consagrados y usarlos con
pericia. Ferdudurke quiebra, sin embargo, con esta forma de ver las cosas. La inmadurez
también puede ser vista con un cambio de valoración en donde la efectividad no prima como
base de los eventos. La imaginación, los nuevos métodos, la espontaneidad, pueden venir
aparejadas a la adolescencia inexperimentada. Gromgowicz así parece concebirla y es por
esa razón que su novela es una reflexión sobre la inmadurez, valorada desde sus
potencialidades. Ernesto Sábato, en la introducción que escribe para Ferdydurke, señala lo
anterior al indicar:
“ (…) se le puede advertir al lector de este libro de choque que trate de ver, en esta novela
en apariencia tan descabellada, las ideas básicas que son las típicas del existencialismo: la
angustia, la nada, la libertad, la autenticidad, el absurdo. Y, sobre todo, o debajo de todo,
el problema típico de Gombrowicz, la categoría que es esencial en su concepción del mundo:
la Inmadurez; categoría íntimamente vinculada a otra que le es obsesiva: la de la Forma.”
(p. 9)
Y más adelante continua:
“No creo demasiado arbitrario aducir que ese combate es el que eternamente se ha librado
entre el espíritu dionisiaco y el espíritu apolíneo, siendo la existencia del ser humano un
como equilibrio (inestable) entre ambos, en virtud de esa ley psicológica, ya entrevista por
Heráclito, de la enantiodromia, reguladora de los contrastes. Tampoco creo arriesgado
suponer que lo que Gombrowicz llama la Inmadurez no es otra cosa que el espíritu
dionisiaco, la potencia oscura, que desde abajo, como fuerza inferior (en el sentido psíquico
y hasta teológico del vocablo, no en el sentido ético) presiona y a menudo rompe la máscara,
es decir la persona, la Forma que la convivencia y la sociedad nos obliga a adoptar.” (p.10)
No existe el atrás de las máscaras. Kowalski lo sabe y se encamina a usar las formas hasta
tornar delusivas las precisiones. Esa es la libertad del poeta: tornar al principio de lo
indefinido. Ya no existen los guías. Dios y su omnisciencia no son el verdadero deseo del
hombre. Como definir es limitar y saberlo todo es concretar y tener la experiencia de la
madurez, el poeta Kowalski rompe con la lógica del deseo. ¿Qué desea el hombre? La
adolescencia, el principio, la hermosa juventud donde todo se podía nombrar antes que
repetir. Por eso la libertad del poeta está en violentar las referencias petrificadas de la
madurez. El episodio en que la colegiala y el viejo se relacionan demuestra esa libertad. La
experiencia ya no enseña ni guía a la juventud. Nadie dirige a nadie, no existe la lógica de
lo esperado. Todos huyen hacia la pubertad, hacia la máscara que dejan pronto, tornando
delusivas las referencias de la personalidad. ¡Qué queda sino el juego de la creación y la
escenificación propia! Lo novedoso de la propuesta artística de Grombrowicz se relaciona
precisamente con la aceptación de la mascarada. La lucha entre la inmadurez y la forma no
está sujeta a la visión que Ernesto Sábato atina a endosar al poeta Kowalski. El escritor
argentino piensa en la creatividad de la inmadurez como un retorno al original, a la propia
esencia suplantando por las formas con que la madurez reviste al yo. Sin embargo, como ya
se indicó, Kowalski vuelve a ser poeta adolescente utilizando la forma que supuestamente la
poesía hace posible arrojar. No la arroja: la libertad del poeta es la mascarada, la ruptura de
la lógica entre el original y los rostros falsos. De hecho, tal lógica, en lugar de implicar la
superación de la madurez, es otra versión de la misma.
BIBLIOGRAFÍA:
Gombrowicz, Witold (2002). Ferdydurke. Trad. Virgilio Piñera. Editorial, Seix Barral.
Madrid, España.