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LA NACION | OPINIÓN

Silvia Hopenhayn Para LA NACION

27 de agosto de 2010

P restar atención a la lengua es tener en cuenta la historia. En el género policial, el


enigma suele pasar por lo que se dijo o se dejó de decir; lo que se escuchó o no se pudo
oír. Uno de los cuentos fundadores del género, "Los crímenes de la calle Morgue", de
Edgar Allan Poe, se sostiene en un intríngulis lingüístico. Los testigos del asesinato, al
tener distintas nacionalidades, no comprenden la procedencia de los alaridos del
supuesto criminal. La dificultad de distinguir el origen de la lengua del culpable
alimenta el inesperado desenlace.

En los decires de la ficción se juegan distintos estratos y cadencias que reflejan el estado
de la lengua y, por lo tanto, de las relaciones humanas. Desde los modismos engolados
de Sherlock Holmes en el siglo XIX hasta la iracundia de Lisbeth en la trilogía
Millennium en el siglo XXI.

Blanco nocturno , la nueva novela de Ricardo Piglia, aparecida luego de trece años de la
anterior, Plata quemada , es un policial del lenguaje. Importan las palabras y los
nombres. Por eso, las gemelas Belladona, personajes centrales de la historia,
aprovechan la semejanza para intercambiar sus nombres, es decir, sus roles.
Involucrarse con gemelas tiene algo de siniestro, es jugar con el fuego de la duplicación.
Es lo que le ocurre a Tony Durán, un forastero puertorriqueño que no sabía, antes de ser
asesinado, con cuál de ellas salía y debía confiar en lo que decían: "Se quedaba con
Sofía, con la que le dijo que era Sofía?".

La lengua de Durán también incide en la trama. "Habla un español arcaico, lleno de


modismos inesperados? a veces no se entendían las palabras o la construcción de las
frases pero su lenguaje era cálido y sereno." Por su parte, Emilio Renzi, personaje de
Piglia que se viene perfilando desde su primer libro de cuentos y sobre todo en
Respiración artificial , reaparece en esta novela con resabios de su obsesión por los usos
tergiversados del lenguaje. "Cuando estaba con una mujer y le gustaba el modo que
tenía de hablar, se la llevaba a la cama por el entusiasmo que le provocaba verla usar el
pretérito perfecto del indicativo, como si la presencia del pasado en el presente
justificara cualquier pasión." El dilema parece estar puesto en la existencia de la mujer.
Como el caso de Schreber en Memorias de un neurópata , de Freud, otro personaje de
Blanco nocturno no puede "sacarse la idea de cómo sería ser una mujer en el momento
del coito".

El amor está ligado al modo de hablar, mientras que la verdad se emparenta al cómo se
cuenta. "Hay una ficción judicial como hay una historia sagrada y en los dos casos
creemos sólo en lo que está bien contado." Lo bien contado adquiere la dimensión de
algo ocurrido.

Contar una buena historia no implica resolver un enigma. El personaje Emilio Renzi
patenta la teoría del propio Piglia, al sugerir que "habría que inventar un nuevo género
policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos? La
víctima es el protagonista y el centro de la intriga". El escritor tiene que vérselas con lo
que el muerto no pudo contar. © LA NACION

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