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Revista ARKINKA, Edicion 254, Enero del 2017

Editorial
No cabe duda que el problema más propio de la arquitectura del último siglo y el que atañe
al prototipo de edificación que identifica a nuestra época es el de la llamada vivienda social,
popular, de bajo costo o económica. Como quiera que stricto sensu toda vivienda es social,
tendría que centrarse la tipología implicada por este género en el rango de su finalidad
como componente esencial de la evolución urbana en nuestro tiempo, y como un
componente sustancial de la progresiva implantación de la sociedad democrática, vale decir
de un orden social llamado a procurar a los estratos más necesitados de una vivienda que
les permita alcanzar una calidad de vida gratificante y decorosa, dentro de los márgenes
económicos que les sean accesibles.
En tal sentido, ARKINKA inicia el año 2017 con una edición dedicada a dar a conocer unas
pocas manifestaciones de las maneras cómo en el Perú, un componente social y
culturalmente tan vital se ha desarrollado el año 2016, para lo cual ha elegido mostrar las
experiencias habidas en un Taller de Diseño de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de
la UNI que se dedica hace doce años a tratar este tema, y en el Concurso Construye para
Crecer, que hace cuatro años viene convocando el Ministerio de Vivienda, Construcción y
Saneamiento y el Fondo Mivivienda S.A., y cuya última versión fue premiada a fines del
año pasado. Si bien estos dos eventos no llegan a cubrir el amplio espectro que esta
delicada materia abarca en el Perú, da pie para que nuestros lectores (entre los cuales, sin
duda, se encuentran muchos profesionales, funcionarios públicos y docentes estrechamente
vinculados al suministro de viviendas de bajo costo y satisfactoria calidad) puedan hacerse
una idea del rango cualitativo que un asunto tan vital para nuestra superación urbana,
educativa y psicológica, ha alcanzado en el país recientemente.
Un aspecto del material que se expone en este número, y requiere ser resaltado, es el hecho
de que, al versar la convocatoria sobre un rubro tan impreciso como el de la vivienda social,
y al no plantearse parámetros urbanos que permitan a los proyectistas elaborar propuestas
que contemplen la importancia de sus emplazamientos para la conformación de sus diseños,
ni establezcan precisiones tipológicas (alturas, densidades, áreas) que permitan abrir el
abanico de sugerencias a un espectro amplio de opciones funcionales y económicas, se
restringe el ámbito creativo de los concursantes a un modelo -el de la casa unifamiliar- que,
como es de sobra conocido, suele acarrear serios perjuicios al desarrollo de nuestras
ciudades y a la calidad de vida de nuestros habitantes.
Por otra parte, tanto los profesores de la UNI, como el Jurado del concurso, parecen haber
pasado por alto un factor que no solo es crucial en este género, sino inclusive aparece
mencionado explícitamente en la denominación del concurso convocado por el MVCS y el
FMV S.A. Me refiero al factor crecimiento de las unidades, uno de los aspectos más
críticos que suscita el prototipo, ya que no solo conlleva casi siempre la completa
tergiversación de planteamientos arquitectónicos originales cifrados en rasgos estilísticos
marcados, sino el riesgo de crecimientos en altura que se imponen a estructuras de uno o
dos pisos, lo que expone a los proyectos a probables debilidades estructurales. Otro tanto
conlleva la imprecisión respecto a sus emplazamientos, ya que, como viene advirtiéndose
insistentemente desde hace varios años, la construcción en lugares que cuenta con suelos
débiles o la construcción en laderas conllevan implicaciones económicas indeseables, no
solo para las casas en sí mismas, sino para las consecuencias negativas que localizaciones
distantes tienen para la calidad de vida de sus ocupantes (en tanto los alejan de las vías de
transporte público, encarecen el tendido de redes sanitarias y eléctricas y debilitan las
posibilidades de brindar seguridad pública a los vecindarios que conformen).
Por ello, siendo encomiable que la universidad y el Estado convoquen a los profesionales a
quienes compete tratar el serísimo problema de la vivienda de bajo costo, es también
fundamental que dichas convocatorias se efectúen de manera que sus resultados aporten
innovaciones realmente innovadoras.
Por último, ARKINKA publica un valioso texto sobre uno de los temas cruciales de la
arquitectura y la ciudad en nuestro tiempo y en Iberoamérica porque encuentra que
constituye uno de los escasos intentos de apreciar integralmente una condición profesional
y social que, ciertamente, agobia a las ciudades hispanoamericanas, sin que a la fecha se
vislumbre ni una seria preocupación por abordar un diagnóstico integral y responsable de
su amplitud y gravedad, ni un una lectura de su importancia como el nexo cultural más
importante que atañe en nuestra época al rol privado y público de la arquitectura. Aunque
necesariamente escueto por el formato que le compete, el análisis y sus observaciones
recaban aspectos críticos usualmente marginados por quienes han intentado hurgar en las
motivaciones principales del fracaso contemporáneo en ligar la producción arquitectónica a
la creación de un continuo urbano que procure al masivo crecimiento de la urbanidad en
nuestro tiempo, un ámbito formativo y un contexto público gratificante. Sergio Martín Blas
e Isabel Flores Martín ponen, pues, sus dedos en la llaga de una purulenta situación
colectiva: no puede designarse de otro modo los horrores de los barrios populares y la
carencia de espacios públicos y recreativos suficientes en la gran mayoría de los suburbios
de nuestras desbocadas ciudades.

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