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ble, hasta el punto de configurarse en constitutiva
mirada de género. Para estructurar el discurso nos
del Trabajo Social, a saber, el hecho de que nos
apoyamos en una de las mujeres pioneras del Traba-
encontramos ante una de las pocas realidades crea-
jo Social, Mary E. Richmond, y en los tres pilares
básicos a partir de los cuales ella definía la profe- da, desarrollada y sostenida principalmente por
sión: el social (la reforma social), el profesional (la mujeres.
intervención social) y el disciplinar (la investigación
social). Así, las investigaciones más recientes constatan el
mantenimiento a lo largo del tiempo de los porcen-
tajes de profesionales en relación a la variable sexo:
95% mujeres y 5% hombres3. Pero además, también
han sido las mujeres uno de los principales sectores
de población objeto de atención por parte del Traba-
jo Social, debido a dos procesos: a) como sujetos de
la intervención, consecuencia del sistema patriarcal
que sitúa a las mujeres en una posición estructural
de desventaja social provocándoles múltiples situa-
ciones-problema: feminización de la pobreza, malos
tratos, precariedad laboral, etc.; b) como interme-
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diarias o interlocutoras ante las problemáticas que 2. La dimensión social, o una mirada hacia
se plantean en el seno de las familias, consecuencia nuestra presencia en la sociedad
directa del rol cuidador que se les asigna, es decir la
ayuda y asistencia a las personas que no pueden
valerse por sí solas: niños/as, personas mayores, Decir que el Trabajo Social se ha desarrollado para-
personas enfermas, etc. lelamente al desarrollo del Estado de Bienestar en
España es reiterar algo que ya ha sido ampliamente
Cuando en la década de los setenta Juan Estruch y expuesto. Para una mayor precisión, tendríamos que
Antonio M. Güell presentaron una de las primeras vincularlo principalmente a la creación e institucio-
investigaciones realizada sobre la profesión en nalización de uno de los pilares del sistema, como
España, decían textualmente que “rara vez cabe son los Servicios Sociales; aunque también a otros
encontrar un ejemplo tan paradigmático de monopo- sistemas de protección social como el educativo o el
lio femenino” (1976: 59). Ignoro si la afirmación sanitario. Fue el colectivo profesional de trabajado-
guardaba cierto reproche hacia la profesión por no ras sociales quien desde la década de los años
haber respetado el monopolio masculino legitimado setenta reivindicó la necesidad del sistema público
socialmente, o si se trataba por el contrario de una de Servicios Sociales y tuvo un papel relevante en su
constatación que por singular o característica qui- consecución. En la década de los años ochenta se
sieron subrayar. aprobaron las primeras leyes de Servicios Sociales
por parte de las distintas Comunidades Autónomas,
y hoy nos encontramos ante la segunda, incluso ter-
Décadas después, Mario Gaviria, en su interesante
cera, generación de leyes de Servicios Sociales.
prólogo a una de las traducciones al castellano de la
Todo un avance que, por lo menos en parte, se nos
obra de Mary Richmond, reconocía que el Trabajo
tendría que atribuir.
Social es “producto de la creatividad de las mujeres”,
e indicaba también que ello podía ser la causa de su
desvalorización: “Ésta es probablemente la causa, el Pero además de reivindicar su creación, colabora-
haber sido un invento del género femenino, por la mos en su puesta en marcha y nos convertimos en
que el Trabajo Social como técnica, como ciencia, las profesionales de referencia. A partir de la
como profesión, como actividad, ha sido relegado a implantación de la red de Servicios Sociales,
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un producto de segunda categoría, con bajo prestigio, muchas trabajadoras sociales fueron contratadas
histórica y académicamente poco reconocido por los por el sistema. Todavía hoy, la mayoría desarrollan
varones dominantes” (Gaviria, 1995: 27). su actividad profesional en el marco de los Servicios
Sociales, distribuidas entre los Servicios Sociales
Esta última cita nos introduce en el análisis de la pro- básicos y especializados5.
fesión a partir de la consideración de ésta como una
actividad feminizada, pero también teniendo en cuen- Esto que, como ya hemos dicho, supone un impor-
ta las aportaciones de la teoría feminista. Desde aquí tante avance social, tiene, sin embargo, una lectura
queremos plantear también nuestra reflexión, desde y repercusión muy distinta para la profesión. En
lo que perdura, desde las mujeres, y vinculando el efecto, la profesión se había volcado durante dos
análisis a la perspectiva de género4, al objeto de ayu- décadas en la creación de los Servicios Sociales y
darnos a comprender y explicar la historia y el devenir ello dio lugar a asimilar su propia identidad profe-
del Trabajo Social. No nos vamos a preguntar sobre el sional con el sistema desde donde mayoritariamente
porqué de la feminización, sino más bien por las con- se actuaba. Como más tarde nos advertiría Amaya
secuencias o influencias que ello ha tenido en su his- Ituarte (1990: 51) se produjo una clara “identifica-
toria y sigue teniendo en la actualidad. ción –tácita, si no expresa– entre Trabajo Social y
Servicios Sociales” que hoy todavía arrastramos.
Para estructurar el discurso nos apoyaremos en una Las respuestas institucionales eran en parte nuestra
de las mujeres pioneras del Trabajo Social, Mary E. creación, y el tiempo y esfuerzo que habíamos dedi-
Richmond (1995), y en los tres pilares básicos a par- cado a las mismas contribuyó decisivamente a que
tir de los cuales ella definía la profesión: el social (la nos sintiésemos más identificadas con ellas que con
reforma social), el profesional (la intervención la profesión como entidad técnica y científica.
social) y el disciplinar (la investigación social). Por
tanto, trataremos de analizar la dimensión social, Precisamente uno de los factores que pudo influir en
profesional y disciplinar de la historia del Trabajo el hecho de que nos volcásemos en el ejercicio pro-
Social en España introduciendo aportaciones del
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análisis de gran interés aplicables tanto al desarrollo disciplinar el 80% de las trabajadoras sociales en ejercicio en el sistema de
como al ejercicio profesional. Servicios Sociales.
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3. La dimensión profesional, o la tema público de Servicios Sociales, tal y como
hemos apuntado en el apartado anterior. Así, si bien
radiografía de la profesión hemos crecido mucho en cuanto al número de pues-
tos de trabajo (Brezmes, 2008: 62), el rol profesio-
En el análisis de esta dimensión consideraremos
nal se define cada vez con más frecuencia por agen-
tanto la organización del colectivo como el ejercicio
tes externos a la profesión: las distintas
profesional, ya que ambos son los ejes básicos para
administraciones públicas, las juntas de gobierno de
dibujar la trayectoria y la situación actual de la pro-
las entidades sin ánimo de lucro, etc. Ya a finales de
fesión.
los ochenta Teresa Zamanillo (1987: 103) llamaba la
atención de “la rápida asimilación de los roles que
En relación a la organización del colectivo profesio-
las diferentes políticas sociales de nuestra andadura
nal, a nadie se le escapa la constancia en nuestro
han asignado a los trabajadores sociales sin haber
afán por mantener una red estructurada que nos
mediado una reflexión seria en el proceso de inten-
permita compartir los intereses y preocupaciones de
sificación con esos roles”.
todo el colectivo. Muestra de ello fue en la década
de los sesenta-setenta la Federación y las Asociacio-
nes de Asistentes Sociales y el Consejo General y los Hoy seguimos en la misma situación, lo que está pro-
Colegios Oficiales de Diplomados/as en Trabajo vocando un “marcado carácter gestionista” (Barbero,
Social y Asistentes Sociales a partir de los años 2007: 37) en detrimento de la intervención, y que
ochenta. Fruto de esta organización hemos podido favorece el reduccionismo, estancamiento y empo-
celebrar desde 1968 cada cuatro años un congreso brecimiento de la profesión. La gestión y administra-
estatal, que configura hoy una importante “guía ción de recursos que caracteriza a este enfoque
para conocer la evolución de la profesión y de los burocrático se está convirtiendo en la actividad por
temas objeto de preocupación en cada momento” antonomasia, y paralelamente en la principal fuente
(Gil, 2004: 99). Tenemos actualmente 36 Colegios de insatisfacción profesional para muchas trabajado-
Profesionales y más de 27.000 profesionales cole- ras sociales. Si bien, como señala Lourdes Gaitán
giadas7. Aunque nos gustaría contar con más profe- (1997: 100) “la utilización correcta de los recursos es
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cuando a raíz de una rueda de prensa que convocamos, un medio territorio del Estado Español, a finales de 2007, el 60% se encuen-
de comunicación en lugar de llamarnos “trabajadoras sociales” nos tran colegiadas. Datos recogidos por el Consejo General:
llamó “empleadas sociales” (El Correo, 12-12-2008). http://www.cgtrabajosocial.es [17 de Noviembre de 2008]
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social”, lo que preocupa es el volumen que está ocu- nal está muy determinado por instancias a las que
pando en relación al despliegue de otras muchas apenas accedemos. Esta realidad nos remite a la
funciones que también nos son propias. división sexual del trabajo que también afecta al
Trabajo Social, y que Lena Dominelli y Eileen
Sin embargo, el marco institucional, el contexto MacLeod (1999: 63) refieren: “el trabajo social
organizativo, el carácter urgente de la intervención y como campo se caracteriza por escalas jerárquicas
el volumen de población objeto de atención nos de empleo en que los hombres ocupan predomi-
están conduciendo a un ejercicio profesional carac- nantemente los niveles superiores de gestión,
terizado por el activismo irreflexivo. Las administra- mientras que las mujeres son relegadas a los infe-
ciones quieren que realicemos una buena gestión de riores, en contacto directo con los clientes. Así, los
los recursos y las trabajadoras sociales deseamos hombres son responsables de la dirección y la
además ser profesionales de ayuda8, todo ello con toma de decisiones sobre asignación de recursos
unos ratios de atención muy por encima de los reco- en su sentido más amplio, mientras que las muje-
mendados9. ¿Cómo se articula y materializa esto? res adoptan los roles asistenciales”11.
Las dificultades son evidentes.
• Las trabajadoras sociales somos capaces de orga-
Las posibilidades de cambiar la situación no van a nizarnos y reivindicar mejoras para la consecución
venir desde fuera, desde las instituciones, porque del bienestar de los demás; basta con considerar
su preocupación son los Servicios Sociales y en con- el esfuerzo que hemos hecho por el desarrollo de
secuencia lo que se les pide y pedirá a las trabaja- un sistema público de Servicios Sociales. Sin
doras sociales es una mejora continua en las técni- embargo, debido a la socialización de género, no
cas de gestión, en la eficiencia y en la distribución nos sentimos bien reivindicando derechos o inte-
equitativa de los recursos. Lo que está en juego no reses profesionales, aunque motivos no nos fal-
son los Servicios Sociales, sino el Trabajo Social y ten: la sobrecarga de trabajo, la burocratización de
esto nos incumbe fundamental y directamente al nuestra actividad, la falta de autonomía para
colectivo profesional. Por ello, deberíamos de tomar tomar decisiones, la ausencia de supervisión pro-
conciencia de los factores internos que han favoreci- fesional, el estrés en el medio laboral, el síndrome
do el desarrollo del rol profesional en términos de del burnout, etc. A pesar de contar con una fuerte
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gestora de recursos, para a partir de ello poder arti- organización colegial que nos permitiría canalizar
cular estrategias de futuro que reorienten la situa- las distintas reivindicaciones, en este terreno nos
ción. Y en este análisis proponemos que incorporar quedamos en la queja y la sumisión12, y como indi-
la perspectiva de género, y como el hecho de ser ca Josefa Fombuena (2007: 152) “la queja, con
mujeres en un sistema sexo-género, ha sido deter- motivos fundados pero reactiva, coloca a las traba-
minante para fijar nuestro desempeño profesional. jadoras sociales en una situación tan paradójica
como la de las usuarias, queriendo cambiar sin
Veamos algunas consecuencias de dicha socializa- poder hacerlo”.
ción de género:
• El Trabajo Social ha sido considerado como una
• Las trabajadoras sociales estamos en una posición semi-profesión, entre otros motivos, porque al ser
de subordinación y apenas ocupamos puestos de una actividad que se ocupa del ayudar a las perso-
poder. No estamos en los lugares donde se toman nas y es ejercida fundamentalmente por mujeres,
las decisiones que nos afectan10. A pesar de con- se ha percibido como una prolongación del rol
tar con un amplio conocimiento de la realidad y de femenino. La falta de reconocimiento profesional
las problemáticas sociales, las profesionales tie- está íntimamente relacionada con lo que la socie-
nen escasa incidencia “en las decisiones que se dad espera de las mujeres, y por tanto de las tra-
toman a nivel de las políticas sociales” (Genolet y bajadoras sociales. Pero además, esta valoración
otras, 2005: 200). Así, nuestro quehacer profesio- social también ha influido negativamente en nues-
tro imaginario colectivo, favoreciendo la auto-des-
valoración y contribuyendo a que nosotras mismas
restemos importancia a nuestra actividad, en lugar
8 Algunas autoras y autores (Brezmes, 2008) vinculan esta
de empoderarnos profesionalmente.
situación con la naturaleza contradictoria o el carácter ambivalente
de la profesión. En palabras de Josefa Fombuena (2007: 158) “el tra-
bajo social recibe mandatos demasiado alejados entre sí. Pretende
modificar el mundo desde una posición de subordinación, cuando
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junto con la investigación y la docencia, se encuentra entre las fun- rés el apéndice del libro de Amelia Valcárcel (1991): Sexo y filosofía.
ciones profesionales menos desarrolladas. Sobre «mujer y poder». Barcelona. Anthropos.
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profesionales para la acción social y se dirige tanto rar el hecho de que el saber empírico ha sido asig-
a mujeres como a hombres, aunque parece poco nado a las mujeres y de acuerdo a la lógica patriar-
atractiva para los segundos en vista del reducido cal, devaluado en la jerarquía de los sistemas de
número de hombres que realizan los estudios. Por conocimiento ocupando un lugar subordinado,
otro lado, una de las cuestiones pendientes en la rozando la no-ciencia16. Como constata Miguel
formación del Trabajo Social, vinculada íntimamente Miranda (2004: 23) “la producción intelectual
con la producción de conocimiento que abordare- femenina estaba considerada como de segundo
mos a continuación, es la capacitación para la inves- orden”.
tigación. Han pasado más de quince años desde que
Lourdes Gaitán (1993: 34) recomendará la estimula- Actualmente tenemos depositadas nuestras espe-
ción y la formación en metodología y técnicas de ranzas en el Grado y Postgrados en Trabajo Social,
investigación durante la etapa formativa, y sin que además de equiparar el nivel formativo al resto
embargo todavía hoy sus reflexiones continúan sin de titulaciones universitarias y por tanto posibilitar
materializarse. una mejor formación técnico-científica, favorecerá el
desarrollo de los conocimientos de la disciplina a
Respecto al campo de conocimiento, el Trabajo partir del acceso a programas de doctorado desde la
Social es una disciplina aplicada y como tal su prin- propia titulación de Trabajo Social y la realización de
cipal fuente de conocimiento es el saber empírico15, tesis doctorales.
que una vez sistematizado se transforma en conoci-
mientos teóricos, metodológicos y técnicos. De ahí No obstante, no debemos perder de vista nuestra
que autoras como Teresa Zamanillo (1992: 54-58) propia historia, lo que nos ocurrió cuando aposta-
defiendan la importancia de la unidad entre el mos por los Servicios Sociales que con tanta clari-
conocimiento teórico y práctico, entre el método de dad expone Tomasa Báñez (2008: 179) al decir que
“durante catorce años la organización colegial y la
profesión dedicó de forma mayoritaria sus esfuerzos
13 Datos recogidos en el Libro blanco del título de grado en Tra-
a construir y consolidar el sistema público de Servi-
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to. Es decir, la praxis, los conocimientos experienciales que nacen 16 Dolores Juliano (2000: 29) advierte que “la ciencia se estruc-
del ejercicio profesional y que incorporan también conocimientos tura en el siglo XIX a partir de un discurso no sólo egocéntrico, sino
teóricos. misógino”.
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sociales y menos asistencialista, contribuiría de dad implica hoy una debilidad que urge superar, se
forma automática a solucionar los déficit que tradi- trata de una asignatura pendiente que no nos pode-
cionalmente había tenido la profesión en nuestro mos permitir seguir demorando si queremos avanzar
país”. Por tanto, habrá que tomar las precauciones en nuestra identidad profesional y contribuir con
necesarias para no volver a cometer los mismos nuestro ejercicio a la promoción de los derechos
errores; el desarrollo del sistema público de Servi- humanos, la justicia social y la igualdad de oportuni-
cios Sociales no provocó automáticamente la mejora dades (Aranguren y Villaño, 2009).
en el estatus y reconocimiento de la profesión, y la
implantación del nuevo título de Grado el Trabajo Aunque el Trabajo Social en España ha dado pasos
Social tampoco lo hará. La consolidación de la disci- importantes, no es menos cierto que tenemos aún
plina pasa por la producción de conocimientos pro- muchos elementos que transformar y que de ello
pios, y esto sólo será posible a partir del desarrollo dependerá el futuro de la profesión y disciplina.
de investigaciones centradas en el Trabajo Social y Tenemos pendiente la visibilización profesional, las
desarrolladas conjuntamente por el ámbito académi- reivindicaciones profesionales que contribuyan a la
co (profesorado) y el profesional (profesionales). redefinición del rol profesional superando el enfo-
que burocrático y el desarrollo disciplinar a partir de
la sistematización de la práctica y la producción de
5. Algunas consideraciones finales conocimiento específico. Estos tres retos están inti-
mamente relacionados y sólo una acción conjunta
El Trabajo Social es una de las pocas disciplinas y pro- entre la organización colegial, el campo profesional
fesiones creada y desarrollada por mujeres, todavía y el campo académico harán posible su materializa-
hoy constituimos cerca del 95%. También han sido las ción. Y no se trata de proponer nada nuevo, sino de
mujeres uno de los principales interlocutores en la analizar nuestro pasado para cambiar el presente y
atención. Muchas de nuestras fundadoras, como Mary construir el futuro.
E. Richmond (Doctora Honoris Causa en 1921 por el
Smith College) o Jane Addams (Premio Nobel de la Todas nuestras tareas pendientes las acometeremos
Paz en 1931), fueron trabajadoras sociales muy vincu- si partimos de una premisa: la necesidad de dedicar
ladas al movimiento feminista y sufragista de la tiempo para nosotras mismas, para nuestra profe-
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época. Sin embargo, nuestra disciplina y profesión no sión, para formarnos mejor, para abrir procesos de
ha hecho el esfuerzo suficiente para incorporar la reflexión sobre nuestra práctica profesional, etc.
perspectiva de género en su desarrollo. Hemos traba- Porque como dice Teresa Zamanillo (1990: 33) “con-
jado desde mujeres, para mujeres, pero sin conside- quistarse a sí mismo es la empresa más hermosa
rar las aportaciones de la teoría feminista. Esta reali- que se puede acometer”.
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Bibliografía
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ZAMANILLO, Mª Teresa (1992): “La intervención profesio- — (1987): “Fisonomía de los trabajadores sociales. Los pro-
nal”, VII Congreso Estatal de Diplomados en blemas de identidad profesional”, Cuadernos
de Trabajo Social, nº 0, págs. 85-103.
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