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Índice

PRESENTACIÓN ................................................................................................................ 3
EL NUEVO PROYECTO SINDICAL ............................................................................... 5
LOS LEGÍTIMOS INTERESES DE LOS TRABAJADORES ..................................... 5
EL NUEVO PROYECTO SINDICAL2 ........................................................................... 7
UN SINDICALISMO PARA UN NUEVO TEJIDO SOCIAL .................................... 10
UNA NUEVA CULTURA SINDICAL7 ......................................................................... 12
EL LIDERAZGO SINDICAL8 ....................................................................................... 13
LOS IMPERATIVOS DEL NUEVO PROYCTO SINDICAL9 .................................. 15
LA TRIPLE FÉRMULA DEL NUEVO PROYECTO SINDICAL10.......................... 18
SINDICALISMO Y DEMOCRACIA 11 ........................................................................ 22
LA BATALLA POR LAS IDEAS12................................................................................ 22
LA SUBCULTURA DEL SILENCIO13 ......................................................................... 24
SINDICALISMO HACIA AFUERA 14 .......................................................................... 25
ALTERNATIVAS DESDE EL MUNDO DEL TRABAJO15 ....................................... 26
EL FANTASMA DEL NEOLIBERALISMO ............................................................... 29
REPENSAR LA EDUCACIÓN SUPERIOR Y EL SINDICALISMO17 .................... 34
HACIA INA NUEVA RELACIÓN ENTRE LOS SINDICATIVOS Y EL ESTADO18
........................................................................................................................................... 35
REALIZACIONES, ACCIONES Y RETOS DEL SNTE .............................................. 37
El SNTE, UNIDAD EN LA PLURALIDAD10 ............................................................... 37
UNA FUERZA DECISIVA EN EL DISEÑO DE LA SOCIEDAD20 .......................... 41
LOS OBSTÁCULOS AL CAMBIO21 ............................................................................ 44
UN SINDICALISMO PARA LA ACCIÓN PÚBLICA22 ............................................. 46
UN SINDICATO VOLCADO A LA SOCIEDAD23...................................................... 47
COMPROMISO CON LA BASE Y CON MÉXICO24................................................. 49
EL CONSEJO NACIONAL DE LA UNIDAD SINDICAL ......................................... 50
PEDAGOGÍA 199326 ....................................................................................................... 53
LA IMAGINACIÓN CRÍTICA Y LA PORMOCIÓN DEL DEBATE27 ................... 56
SINDICALISMO Y EDUCACIÓN EN LOS UMBRALES DEL NUEVO SIGLO28 60
EL CONTEXTO DEL CAMBIO, EL ACUERDO Y LA POLÉMICA ..................... 62
EL SNTE Y LA EDUCACIÓN: RETOS Y ACCIONES ............................................. 62
EL CONGRESO DEL TRABAJO: RETOS Y OPORTUNIDADES32 ....................... 69
LA ALIANZA DE LOS CAMPESINOS Y DE LOS MAESTROS33 .......................... 72
EL SNTE Y LA CANACINTRA POR LA TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO34 . 74
LAS RAZONES DEL SNTE ........................................................................................... 77
EPÍLOGO ........................................................................................................................... 80
EL MAESTRO, ESTADISTA ANÓNIMO DE MÉXICO ........................................... 80
DOCUMENTOS DEL SNTE ............................................................................................ 86
EL SNTE DISPUESTO AL CAMBIO........................................................................... 86
DECLARACIÓN DE TEPIC36 ....................................................................................... 86
POR QUÉ EL SNTE SUSCRIBE EL ACUERDO DE MODERNIZACIÓN DE LA
EDUCACIÓN BÁSICA37 ................................................................................................ 89
EL SENTE ANTE LOS NUEVOS LIBROS DE HISTORIA DE MÉXICO ............... 93
EL SNTE ANTE LA INICIATIVA DE LA LEY GENERAL DE LA EDUCACIÓN38
........................................................................................................................................... 95
CONSTRUIR LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD Y EN LA DEMOCRACIA50 .. 101
PRESENTACIÓN

Este libro es el itinerario de una trasformación. La bitácora de un viaje que no termina, el


testimonio de un complicado proceso de cambio en el seno de una de las mayores organizaciones
sindicales del continente.
En 1989 los trabajadores de la educación decidimos rescatar nuestro sindicato del empantanado
territorio de la inercia y el conservadurismo autoritario. Renovar estructuras de representación y
oxigenar su vida interna eran requisitos indispensables para que el SNTE enfrentara con fuerza moral
un doble objetivo: defender la dignidad de sus agremiados y asumir como propia la suerte de la
educación pública.
En aquellos momentos coincidían, no por simple azar, la evidencia de una crisis profunda en el
sistema educativo nacional y el grave deterioro del nivel de vida de los educadores mexicanos.
Estábamos obligados a enfrentar lo nuevo con herramientas nuevas.
No fue fácil. Si la construcción de instituciones de trabajo es un larga batallar a contracorriente,
la innovación de concepciones y prácticas supone un esfuerzo multiplicado para retomar vicios,
intereses creados y «reglas no escritas». Vencer esta «cultura del silencio», de la exclusión y el
inmovilismo —verdadero hábitat de la burocracia, la rutina y el verticalismo manipulador—, requirió
el despliegue de una variedad de iniciativas de movilización político-sindical, reflexión teórica y
creatividad intelectual.
Fue necesario reformas los Estatutos; concebir mecanismos que comprometieran
verdaderamente a las dirigencias con las bases; reconocer la existencia de corrientes, instituir la
representación proporcional y la libre afiliación partidaria; asegurar la independencia del Sindicato y
Replantear su relación con el Estado, los partidos y la sociedad.
Nuestra lectura de la situación política, económica y social del país nos llevó a la necesidad de
reformular un perfil de sindicalismo moderno, eficaz en el cumplimiento de sus tareas y acorde con
la aspiración de amplios sectores de la sociedad mexicana.
La democracia es el signo de los tiempos; así lo entendimos y actuamos en consecuencia; al
lastre de retaguardias conservadoras decidimos oponer la acción transparente de la política como
negociación legítima, debate enriquecedor y respeto a la diversidad de proyectos que conviven tanto
en la vida sindical como en el ámbito mayor de las sociedades de din de siglo.
El siguiente paso fue desplegar iniciativas hacia el exterior. La estrategia de un «sindicalismo
volcado a la sociedad» responde a la necesidad de recuperar el conocimiento al trabajo de los
maestros, a su papel protagónico en la reforma educativa y, por tanto, dar pasos firmes en el
mejoramiento de su situación profesional: salario justo, condiciones laborables adecuadas superación
académica y actualización permanente.
En justa correspondencia, el magisterio refrenda un compromiso histórico: defender la escuela
pública como patrimonio del pueblo mexicano y aceptar la responsabilidad (compartida con las
autoridades y la sociedad mismas) de mejorar la calidad de la enseñanza que en ella se imparte.
Combinar necesidad y compromiso, negociación laboral y responsabilidad comunitaria ha sido
el principal reto y el rasgo fundamental del proceso renovador.
Sabemos que una nueva cultura sindical debe rebasar las fronteras del gremialismo
autosuficiente para entablar un diálogo creativo con el entorno. Así lo hemos hecho al extender
nuestras relaciones con los ámbitos científico y académico, al promover el intercambio de
experiencias y compartir acciones de diversos sectores de la sociedad civil, al actuar con mayor
agilidad en los medios de comunicación que dan cabida a nuestras propuestas.
Nos interesa alimentar este flujo de influencias recíprocas. Nos interesa que la sociedad conozca
y debata lo que proponemos en materia educativa, sindical y social. Buscando enriquecer nuestras
propuestas a través del debate, la reflexión y el estudio de opciones que ayuden a configurar
alternativas desde la perspectiva de los trabajadores. Queremos conocer lo que proponen otros
sindicatos y centrales, organizaciones campesinas y empresariales, grupos civiles y partidos políticos,
sectores intelectuales y asociaciones de padres de familia.
Los frutos de esta labor están a la vista; hoy el SNTE es un organismo fortalecido desde la base;
poco a poco, y no sin tropiezos, la democracia y el respeto a la pluralidad van siendo parte de su
actuar cotidiano, la multiplicidad de intervenciones en el mundo académico, cultural y legislativo lo
han colocado en el centro del debate educativo. La recuperación salarial, aún suficiente, demuestra
que el reconocimiento al esfuerzo de los trabajadores de la educación se ha logrado imponer.
Decimos que este libro es la bitácora de un viaje que no termina porque, ahora lo sabemos, el
movimiento es la única forma de evitar el anquilosamiento de los organismos sociales; porque la
renovación es una necesidad del futuro y así lo exige el reto formidable de la educación para el siglo
XXI.
Esta recopilación de artículos, conferencias, discursos y documentos se puede seguir la marcha
y reflexión de un proyecto sindical de nuevo tipo. No es una historia lineal, las dificultades han sido
muchas y los obstáculos (del interior y el exterior) han impedido avanzar tan rápido como
quisiéramos.
Sin embargo, estamos convencidos, lo realizado en estos años fortalece la capacidad de los
trabajadores de la educación para responder a los reclamos de la nueva situación nacional e
internacional. Un magisterio renovado, propositivo y preocupado por la buena salud de la educación
nacional, es una garantía más de que el país sabrá encontrar las líneas del futuro.

ELBA ESTHER ORDILLLO


México, D.F., enero de 1995
CAPITULO I

EL NUEVO PROYECTO SINDICAL

LOS LEGÍTIMOS INTERESES DE LOS TRABAJADORES

Tres días son muy pocos para un encuentro. Cuando empezamos a entender las diferencias y a
compenetrarnos en la experiencia del otro, resulta que el tiempo se acorta y nos vemos obligados a
dejar en la mesa de discusión muchas propuestas, otras tantas preguntas e infinidad de respuestas a
punto de encarnar… Pero el tiempo se acaba…
No creo exagerar si afirmo que este elemento fue un tema cardinal, aunque no explícito, de los
debates y las horas de reflexión… El tiempo como cambio de época, como velocidad en las
transformaciones del mundo y como prisa por entender el nuevo perfil de una realidad que, de tan
veloz, apenas nos deja intuir su huella… sólo vemos rastros del tiempo y lamentamos no tener la
capacidad para adelantarnos a sus realizaciones…
En una de las primeras ponencias de esta reunión internacional de sindicalistas, académicos y
educadores, se partía de una premisa: nos es difícil comprender la gran complejidad del mundo actual
porque lo analizamos desde la racionalidad de una época que ya ha sido rebasada… De ahí que nos
cueste trabajo aceptar, por ejemplo que los estados nacionales atraviesen por una crisis que,
seguramente, los transformará en algo muy diferente a lo que fueron o intentaron ser en poco más de
un siglo (en el caso de América Latina)… será que seguimos elaborando política, pensamiento social
y vida cotidiana a partir de conceptos y palabras del siglo XIX, cuando nos acercamos ya a los
primeros escalones del XXI… Será que el peso de nuestra rica tradición educativa y sindical, o la
inercia de las relaciones laborales conocidas e interrumpidos proyectos económicos, nos atan a una
suerte de espíritu contemplativo cuyo escenario es la nostalgia: ante lo incierto del porvenir,
preferimos depositar esperanza y desconcierto en un pasado idílico… «Más vale malo por conocido
que bueno por conocer», según se dice en México.
Como antídoto a la contemplación inmovilista, decidimos convocar a este seminario
internacional en busca de opciones, de alternativas desde el punto de vista sindical., de aportaciones
nacidas en el territorio del mundo del trabajo y la cultura, cuyas diferencias y particularidades
encuentran cada día más vasos comunicantes…
Estarán de acuerdo conmigo en que ha sido muy provechoso engarzar preguntas inquietantes
con respuestas que, definitivamente, provocarán nuevas iniciativas políticas, sociales y organizativas
en nuestros respectivos sindicatos y centros de investigación… Nadie podrá decir que estos días
intensos de trabajo bordamos en el vacío. Porque aquí hemos interrogado el complejo espacio donde
los tiempos se interrelacionan y se enfrentan: en nuestro presente, el futuro ya está y el pasado no se
ha ido… Lo mismo en los países industrializados que en la llamada «periferia», la nueva
configuración económica coloca a los trabajadores en disyuntivas coincidentes…
No es extraño, así, que los compañeros europeos, latinoamericanos o asiáticos lleguen a
conclusiones parecidas: que a la globalización de las economías, a la mundialización del flujo de
capitales e información, debe corresponder una globalización de la solidaridad y la cooperación entre
organizaciones de trabajadores; que frente a la iniciativa dominante en la dirección de los cambios
políticos, económicos y sociales, es necesaria una nueva cultura como elemento de identificación del
mundo laboral; que las transformaciones tecnológicas en la vida cotidiana y en los procesos
productivos y en los procesos productivos son indisolubles de una visión amplia de la vida social,
cuyo centro debe de ser la profundización y extensión de la democracia, nacional e internacional; que
los sindicalistas y los trabajadores de la educación debemos construir nuevos paradigmas educativos
y culturales para los niños y jóvenes, donde el imperativo de los «tiempos modernos» no sea una
vacuna tecnocrática para prevenir la imaginación creativa, rebelde y transformadora; que a pesar de
los peligros que representa el libre comercio y la circulación de influencias sin frontera, es posible y
necesario aprovechar las herramientas del avance tecnológico para renovar educación y cultura, sin
abandonarnos a la perspectiva mercantilista…
Sería posible resumir todo lo que se ha dicho aquí. Mi intención es, simplemente, retomar el
abanico de posibilidades que ustedes abrieron y destacar una constante en la mayoría de las
intervenciones: la relación entre el sindicalismo, educación y democracia… Junto con el discurso de
la globalización económica, el de la participación ciudadana en los asuntos de interés general circula
con igual fuerza y vitalidad… Tal parece que ante la incertidumbre originada por la complejidad de
procesos que no controlan, las sociedades quisieran poner diques al poder de los especialistas en
diseñar futuros…
Para nosotros, sindicalistas y educadores, ésta debe ser una señal que oriente nuestras iniciativas
de renovación teórica y práctica: no habrá modernización productiva sin los mínimos consensos que
permite la pluralidad; no puede haber reformas al sistema educativo y mejoramiento sustancial de la
escuela pública sin atender las necesidades de los diversos actores involucrados,: será imposible
consolidar relaciones internacionales justas, transparentes y equilibradas, sin el respeto a la diferencia
y riqueza de las sociedades pluriétnicas y multiculturales… el reclamo democrático es, como puede
verse, una seña de identidades de nuestro de fin de siglo. Tal vez de ahí, dl creciente protagonismo
de la sociedad civil, surja la revitalización del sindicalismo: transformar las viejas organizaciones de
resistencia en surtidores de nuevos proyectos colectivos… Para esto hacen falta muchas cosas, pero,
sobre todo, determinación y audacia para ganarle tiempo al tiempo, arrebatándole respuestas al futuro
y construir el sindicalismo de este fin de siglo.
Estoy hablando de un sindicalismo que no le tema a la pluralidad; que respete las distintas
expresiones políticas e ideológicas que coexisten en su seno; que sepa hacer la lectura correcta de su
tiempo y de la correlación de fuerzas; que replantee la estructura, el discurso, la práctica y la cultura
sindicales; que teja nuevas relaciones de solidaridad en el país y en el extranjero. Un sindicalismo
dispuesto al debate interno y externo; con cuadros solidos; con capacidad de respuesta y propuestas;
abierto a las mejores influencias de su sociedad, inmerso en las cuestiones más sensibles de su
entorno; enriquecido con las contribuciones del medio académico e intelectual y dispuesto a aportar
sus experiencias para nuevas alianzas. El nuevo proyecto sindical implica, consecuentemente,
recuperar fuerza social que le permita expresar y defender eficazmente los legítimos interese de los
trabajadores; asumir la lucha por mejores condiciones de trabajo y de vida y, por encima de todo, un
sindicato comprometido con las mejores causas; la defensa de la soberanía, la libertad y la justicia
social.
Creo que en esta reunión dimos un paso firme en esa dirección… Gracias a los investigadores,
académicos y a nuestros compañeros sindicalistas de América, Europa y Asia por haber hecho posible
este encuentro…

27 de noviembre de 1993
EL NUEVO PROYECTO SINDICAL2

Disgregación y agregación son dos tendencias contrapuestas que, sin embargo, conviven en este
fin de siglo. Por una parte, hay naciones que se descomponen en pedazos ante la emergencia de
nacionalismos que se creían resueltos y, por la otra, avanzan y se consolidad nuevos bloques políticos
y económicos que parecen ocultar odios ancestrales y guerras no tan lejanas.
En América del Norte, México, Estados Unidos y Canadá están comprometidos en un proyecto
de desarrollo económico común que es, a un tiempo, fuente de esperanza y de retos para los
mexicanos.
Los cambios mundiales representan retos y riesgos específicos para los sindicatos. Hay, incluso,
quienes han planteado la desaparición de las organizaciones sindicales. En efecto, es muy probable
que los sindicatos, sus usos, enfrentarán una crisis de sobrevivencia.
En un mundo que muestra mutaciones sorprendentes, muchas previsibles dados los formidables
avances tecnológico —sobre todo el mundo en la informática— y otras que no fueron siquiera
imaginadas; en un mundo en el que resucitan nacionalismos que se creían resueltos; que muestra
nuevos países y fronteras; en un mundo, en fin, que experimentó el agotamiento del Estado benefactor
y la emergencia de la alternativa neoliberal se plantean, para los trabajadores y sus organizaciones,
oportunidades y riesgos.
Quienes menosprecian la historia y al hombre quieren ver detrás de esos cambios la resolución,
de una vez y para siempre, de viejas disputas: el triunfo de un proyecto sobre otro, la cancelación de
las opciones que enfatizaron el compromiso con la justicia. Por eso muchos de estos cambios han
tenido una traducción tan severa para anchas franjas sociales.
En esa visión presuntamente triunfadora, los trabajadores son asumidos como meros objetos
sociales, mientras el protagonismo se ubica en los dueños del capital y los cambios actúan como
fuerzas ciegas que sólo obedecen a su propio impulso o son tripulados por los grupos adversos a los
intereses nacionales o mayoritarios.
En nombre de la competencia, de la eficiencia y la productividad, pretenden el retraimiento e,
incluso, el desdibuja miento de los sindicatos. La reestructuración de las empresas y las nuevas formas
de organización de trabajo imponen a los trabajadores un papel meramente funcional al proyecto
económico.
Pero semejante visión ignora de todo jalón histórico genera, tarde que temprano, sus propios
correctivos. Antes d de que el neoliberalismo haya terminado de cantar victoria, ya está
experimentado sus primeros reveses en el mundo.
Por su parte, en México hay fuerzas dispuestas a no permitir que los cambios que se imponen a
nivel planetario releguen lo social, acentuando las disparidades regionales, de grupos e individuos.
No se tratan, sin embargo, de tomar partido por el status quo, pues el inmovilismo no tiene destino.
Por el contrario, los trabajadores debemos apostar por el cambio, pero por un cambio a la medida de
las exigencias de nuestro tiempo, pero por un camio da la medida de las exigencias de nuestro tiempo,
que ofrezca alternativas que respondan a las necesidades y proyectos de los trabajadores y de la
sociedad mexicana de este tiempo.

Crisis y cambio en América Latina


En América Latina, los años 80 fueron de crisis para los modelos políticos y económicos y,
paralelamente, fueron años de crisis para los actores políticos y sociales que se desarrollaron dentro
de esos modelos.3
La experiencia mexicana ejemplifica una tendencia que estuvo presente en muchas naciones
latinoamericanas. Es Estado llevaba a cabo «programas de envergadura nacional para cumplir sus
objetivos de soberanía y justicia: las nacionalizaciones, la creación de empresas públicas para
administrar los recursos de la nación, las federalizaciones de ámbitos de la producción, la protección
de la industria y el comercio, de los servicios urbanos y sociales, de las relaciones rurales y de
propiedad, tanto en el campo como en la esfera industrial…»4
Pero de pronto fue evidente el agotamiento del modelo de desarrollo orientado hacia adentro que
caracterizó a Américo Latina. Se suspendió el crecimiento económico, los estados fueron encapaces
de atender sus responsabilidades fundamentales. El modelo de industrialización sustantivo de
importaciones alcanzó sus límites.
La convergencia del agotamiento de los viejos modelos y de los cambios internacionales y
nacionales está produciendo distintos efectos en América Latina; entre ellos: el surgimiento y
consolidación de nuevos actores protagónicos, los grandes grupos empresariales, sobre todo
financieros e industriales vinculados a la exportación y, en contraste, el empobrecimiento de los
trabajadores y campesinos y, como derivación, el crecimiento de la economía informal.
Todos esos cambios provocan, dentro de los países, impactos políticos, económicos y sociales
que entrañan, a un tiempo, posibilidades de avances o de retrocesos.

Del Estado Benefactor al Estado mínimo


En Latinoamérica, el neoliberalismo está acentuando viejos desequilibrios. Por si eso fuera poco,
la competencia y la productividad están imponiendo nuevas formas de trabajo que se traducen en
sobrecargas, a veces excesivas, y desplazamientos de personal que acentúan el ya de por sí grave
problema de desempleo. Junto a esto vienen también una baja sensible del valor del trabajo: caen los
salarios y las prestaciones.
En la esfera social, el Estado Benefactor se empequeñece. Se condena la inversión
gubernamental en programas de salud y bienestar. En nombres de la «racionalidad económica» se
plantea el trastocamiento de los valores sociales: la supresión de aquellos satisfactores que no cuenten
con un asiento económico; el desmantelamiento de la infraestructura para la atención social (la salud,
la educación y la vivienda, principalmente) y para la atención a la pobreza extrema, es decir, el Estado
mínimo y, desde luego, el imperio del mercado. No hay lugar para subsidios, excepto para aquellos
que se expresan en el precio de la mano de obra o en las tarifas de bienes o servicios públicos. A los
excesos del Estado benefactor: su déficit en las finanzas públicas, su crecimiento irreflexivo, su
paternalismo, se oponen los excesos del Estado neoliberal. Ante cambios tan repentinos y severos,
muchas organizaciones de trabajadores no han tenido la capacidad para generar su propio diagnóstico,
mucho menos para plantear alternativas. La dureza de la crisis y la celebridad de los cambios,
encontraron a la mayoría de las organizaciones sindicales atrofiadas, marginadas del quehacer
político, sin capacidad para responder a cambios que no entienden, para los cuales no tienen
explicaciones adecuadas ni respuestas inteligentes.

Los obstáculos
Pero este apunte sobre el nevo proyecto sindical estaría trunco si omitiera las dificultades que
enfrenta, que son enormes y están en todas partes.
Primero, dentro de la propia estructura, donde se disputan la hegemonía fuerzas contradictorias:
las de quienes quisieran desandar el cambio y pugnan por volver al ayer, a un sindicato controlador
de sus bases y sumiso con el Estado, y las de quienes quisieran quemar etapas y lograr de la noche a
la mañana los anhelos largamente propuestos. Uno y otros extremos dificultan el tránsito hacia un
nuevo proyecto sindical.
Un sindicato claudicante conduciría a retrocesos, otro pretendidamente radical, llevaría a
confrontaciones, derrotas y también a retrocesos. El nuevo proyecto exige una lectura inteligente de
los tiempos, de la correlación de fuerzas y de las expectativas; exige avanzar con propuestas y
respuestas.
Pero si dentro del sindicalismo hay enormes dificultades para llevar adelante el nuevo proyecto,
las de afuera no son menore. Citaría principalmente los problemas que entrañan la resistencia, la
incredulidad o la incapacidad en fracciones del aparato gubernamental, de los partidos y de la misma
sociedad para aceptar el nuevo proyecto.
Empero, los principales obstáculos están en la posibilidad de que ante el imperativo del cambio
y con el pretexto de la ruda competencia, prevalezca una línea que está por acompañar la apertura
económica con un control político eficaz; una línea que sostiene que la democracia impone a la
modernización riesgos que no deben correrse.
Esta postura entraña graves riesgos para las organizaciones sindicales. Entre ellos:

 Asumir que la única fórmula para la productividad y la competitividad es el desvanecimiento


o el sometimiento de las organizaciones de los trabajadores.
 Asumir que la modernización tiene que darse verticalmente; de arriba hacia abajo, sin tomar
en cuenta los intereses, los proyectos, las necesidades de los trabajadores.
 Asumir que en este proceso hay costos y beneficios, pero que los primeros les tocan,
esencialmente, a los trabajadores y los últimos a los empresarios.
Un proyecto de esta naturaleza es, creemos, un proyecto sin destino. No sólo por razones éticas
y de justicia, sino también por razones de eficacia. Nadie puede esperar con sensatez la permanencia
de una modernización sustentada en el empobrecimiento y el abuso. Más temprano que tarde
aparecerían fenómenos disgregadores, expresiones de inconformidad que la trastocarían.
Sin embargo, frente a la línea anterior está otra que, si bien coincide en la promoción de la
apertura económica, impulsa, paralelamente, otras de orden social y político.
Se trata de una propuesta que impulsa cambios para responder al nuevo escenario económico y
político internacional, pero que no acepta que, en la búsqueda del desarrollo económico, la justicia y
la democracia sean bienes prescindibles.
Esta línea no acepta el falso dilema entre un Estado intervencionista y excesivo, y otro que se
repliega para dejar al libre juego del mercado la conducción social. No acepta que la modernización
tenga que darse pasando por encima del bienestar de la mayoría; no acepta que los cambios actúen
como fuerzas ciegas que sólo obedecen a su propio impulso. Ésa es la propuesta del licenciado Carlos
Salinas de Gortari: el liberalismo social.
Se trata de recuperar lo que Michelangelo Bovero refiere como las almas del liberalismo y del
socialismo. «Un alma de liberalismo, que es la más noble, pertenece a los derechos del hombre,
mientras que un alma del socialismo proclama una más justa distribución de los recursos.»5
Se trata de conciliar lo mejor de dos formidables legados históricos, el liberal y el social. Del
primero: un gobierno de leyes, sin fueros ni otra suerte de privilegios; que aliente la iniciativa
individual; que posibilite un verdadero equilibrio de poderes y la respetabilidad en cada uno de ellos;
con libertad política y elecciones liberales. Y lo mejor del legado social: un sistema en el que tengan
lugar auténticas formas de representación, nuevas «redes sociales» imbricadas en los ámbitos de
regionales, verdaderos interlocutores del Estado y no simples correas de transmisión; un sistema que
se enriquezca con un compromiso auténtico con el bienestar y la justicia.
En el liberalismo social está el sustento ideológico para avanzar hacia el sindicalismo que
reclama este fin de siglo, ése apenas delineado en estas páginas pero que está siendo construido ya en
distintos espacios

10 de diciembre de 1992

UN SINDICALISMO PARA UN NUEVO TEJIDO SOCIAL

El SNTE experimentó hace no mucho una severa crisis que nos obligó a revisar, a revisarnos: a
emprender un serio ejercicio de autocrítica.
Poco a poco, y de manera paralela a un desgaste en los partidos y en un esquema disfuncional
de corporativismo, fue dándose el agotamiento de un modelo sindical rígido, insensible, que ofrecía
control y votos y, a cambio, reclamaba para la cúpula, posiciones políticas y privilegios. En nuestra
organización la crisis se expresó de distintas formas: frente al deterior salarial y el autoritarismo,
surgieron las resistencias, la atomización y la insurgencia magisterial.
De ese intenso proceso, de esa sacudida, surgió la propuesta de un nuevo proyecto sindical en el
que estamos empeñados desde hace cuatro años y medio los trabajadores de la educación.
Se trata de transformar la cultura y la práctica sindicales; de rebasar el ámbito gremialista y
empezar a mirar más alto y más lejos; que hacer la lectura correcta del momento político, del contexto,
de la correlación de fuerzas, y buscar y proponer alternativas.
No ha sido fácil. Hemos encontrado —y seguimos encontrando— resistencias adentro, y piedras
en el camino. Pero contra viento y marea estamos recreando nuestro instituto político. Con muchas
ganas y con una verdadera mítica, estamos construyendo una organización fuerte, y sólo es fuerte el
sindicato legítimo, representativo, eficaz en la conducción y en la gestoría; con capacidad de respuesta
y de propuesta.
Para hacerlo estamos profundizando el trabajo político, con el fin de permear el proyecto por
toda la geografía y a todos los niveles de nuestra organización: reuniones, asambleas, seminarios y
talleres hablan de una rica vida sindical y de la voluntad de formar los cuadros que reclama el SNTE,
los que garantizarán la pertenencia de la nueva cultura sindical.
Desde hace un tiempo, en el SNTE hablamos de un sindicalismo volcado a la sociedad. Más que
una frase, se trata de un proyecto que contempla los nuevos tiempos del país y el mundo. Un
sindicalismo que moderniza su discurso, pero, sobre todo, sus líneas de acción.
Hemos puesto especial empeño en hacer del sindicato un ámbito de permanente ejercicio
democrático, donde la autoridad de las dirigencias se legitima con el voto directo y secreto, con la
representación proporcional y el respeto a las corrientes políticas e ideológicas que se expresan en su
seno. No han faltado voces timoratas que, desde la vieja cultura de la dominación y la simulación
adviertan sobre los riesgos de la pluralidad. «se está entregando el SNTE a la oposición», decían.
Creían que la democracia se traduciría en asambleísmo e ingobernabilidad. Mostraban un profundo
desprecio al rico potencial de la participación democrática. Creían que quienes impulsábamos el
cambio éramos torpes, desleales o, en el mejor de los caos ingenuos. En los órganos de gobierno
sindical participan distintas expresiones internas. Van aprendiendo a debatir construyendo. Estamos
demostrando que la democracia, cuando hay conducción, no entraña riesgos.
México ha quedado inserto en un complejo y esperanzador proceso de apertura al mundo. Un
mundo que es muy distinto al que vivimos hace apenas un lustro.
Este proceso de transformación, que se expresa en todos los espacios de la vida nacional, ha
completado un paso fundamental: negociar con dos de las mayores economías del mundo un tratado
que nos permitirá llegar a la competencia internacional en mejores condiciones. La política social del
mejoramiento de la calidad de vida de millones de mexicanos cuenta, así, con una herramienta de
primera magnitud.
Estamos, sin duda, ante un reto mayor que exige multiplicar el esfuerzo y hacerlo a partir de la
confianza en la fortaleza de nuestro pasado y en la extensión y profundidad de nuestras raíces.
Sabemos que el libre intercambio implica una mayor circulación de influencias, modas y modos,
subculturales y productos espirituales confeccionados para el consumo rápido. Son los riesgos de la
apertura y, más todavía, las condiciones en que se pone a prueba la liberta de elección. Intentar
levantar barreras no sólo resultaría artificial, sino peligroso.
Lo que, si podemos hacer, y éste es un compromiso de los maestros y del SNTE, es cumplir un
viejo anhelo de muchas generaciones de educadores: convencer a hombre y mujeres de que es posible
transformar creativamente ese mundo real, a partir del reconocimiento de que la modernización es,
en más de un sentido, un largo y permanente esfuerzo de consolidación de la vida democrática,
dotándola de una solidez que cobije la pluralidad, la convivencia y el respeto.
El SNTE no es ni puede ser un sindicato apolítico o diferente. Los nuevos tiempos de la nación
no admitirán que se abandonara a la neutralidad. Tampoco, en consonancia con los requerimientos
de modernización y democracia, podemos retroceder a épocas en que la unanimidad forzada impidió
el debate y la diversidad que enriquecen la vida de las organizaciones de trabajadores y de la sociedad
civil.
No ignoramos las pretensiones de los partidos políticos de montarse sobre la organización
sindical de los maestros. Para impulsar nuevas formas de hacer política y para evitar que las siglas
del SNTE se comprometieran en la lucha partidista, se decidió establecer en la última reforma
estatutaria —febrero del año pasado— el Comité Nacional de Acción Política, órgano plural que es
la respuesta de un sindicato moderno que no quiere militancias forzadas porque, finalmente, son
militancias simuladas.
A través del comité nos proponemos fomentar una participación política de otro tipo, que
dignifique al maestro. Nos proponemos abrir espacios para la discusión libre y civilizada de las
propuestas que presentan los partidos que hacen posible la pluralidad de nuestro régimen político y
fórmulas para apoyar la búsqueda de representación política de los trabajadores de la educación.
En los tiempos de gran intensidad política que se avecinan, los maestros nos proponemos cumplir
un papel innovador en la preparación cívica del proceso explicando su significado y trascendencia:
alentando, desde la colonia, el barrio y el ejido, la creación de espacios cívicos; aportando dirigentes
del cambio social.
Nos proponemos, también, participas en la discusión de las ideas concurriendo al debate
ideológico. Defender el voto, reclamando respeto a los resultados y apego a la legalidad. Lograr
mayor credibilidad para el proceso electoral ofreciendo argumentos convincentes frente a la
descalificación irresponsable.
Los maestros somos un arsenal político. Queremos seguir siendo parte de este esfuerzo de
cambio; de esta recomposición del tej9ido social. Vamos a defender este proyecto.

24 de noviembre de 1993
UNA NUEVA CULTURA SINDICAL7

Hay un cambio impostergable para los trabajadores organizados: el de la cultura sindical. No


puede pensarse siquiera en la construcción de un proyecto sindical sólido sin una seria reflexión
autocrítica, respecto a su papel dentro del proceso laboral y en la modernización de sus organizaciones
Para que las transformaciones producidas a diario en los ámbitos científico y tecnológico y que
impactan en la economía, en la política y el mundo del trabajo no nos desborden, el saber obrero y la
experiencia de la lucha de los trabajadores, heredados de generación en generación, deben renovarse
para estar en condiciones de participar con toda su potencialidad en la definición de la nueva identidad
sindical.
Un componente fundamental de esta renovación es el profundo replanteamiento de la cultura
sindical. La cultura —definen los antropólogos— se refiere a todas las acciones humanas que
satisfacen necesidades o expectativas. En el caso de la vida sindical aquélla tiene como espacio de
realización a la organización gremial. Uno de los primeros problemas que enfrenta el desarrollo de la
cultura sindical es la propia conceptualización de los trabajadores sobres su organización.
Una nueva cultura sindical debe entender al sindicato no sólo como una organización para
negociar el precio y las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, sino como un medio privilegiado
para desarrollarse en diversas dimensiones: como trabajador, como portador de un conocimiento que
avanza en su calificación y como ciudadano que crece en la medida en que participa en la vida
colectiva de su agrupación y, desde ella, en otros ámbitos de la sociedad. Esto implica concebir al
sindicato como una formidable escuela cívica.
Esta concepción de la organización sindical requiere y hace posible la expresión de las
inquietudes, propuestas y programas de los agremiados en la en la marcha de su instrumento colectivo
de defensa y promoción. Se trata de motivar la participación y el desarrollo de la iniciativa y la
creatividad de los trabajadores, de manera individual y en grupo y la creatividad de los trabajadores,
de manera individual y en grupo para apropiarse del sindicato, para hacerlo suyo.
¿Cómo incentivar y canalizar esta participación para que inyecte energía a la organización y no
la desborde con acciones y demandas inviables? En la discusión que se ha sostenido en la SNTE y en
otras organizaciones sindicales vamos encontrando algunas respuestas.
Se necesita una amplia participación que supere las viejas nociones de cúpula y de capillas
iluminadas. La fuerza está en el interés colectivo. Aun dirigentes muy capaces, si pierden contacto
con el suelo y con la base, quedan flotando sin sustento y sin fuerza.
Pero en el otro extremo, dirigentes que son capases de asumir su propia responsabilidad —su
propia representatividad—y que ocultan su ausencia del liderazgo en la fórmula fácil de consultar a
las bases, tampoco ofrecen una alternativa madura ni democrática.
Hay que decir «no» a una práctica que imponga los silencios. La democracia no se alienta con
el verticalismo, pero tampoco se enriquece con el asambleísmo.
Para que este torrente de energía se constructivo se requiere que los trabajadores se den una
normatividad interna con sus órganos de gobierno, mecanismos y procedimientos de participación y
la respeten. La normatividad estatutaria de ser el resultado de una consulta democrática, y debe
establecer claramente los derechos y obligaciones de los agremiados.
Buena parte de las demandas de los trabajadores se han centrado en la necesidad de fortalecer la
democracia en sus organizaciones, de la que depende, a su vez, la autonomía sindical. Para que estas
demandas se cumplan es imprescindible alentar y ofrecer los canales mediante los cuales se puedan
expresar libremente las diferentes formas de pensar. No olvidemos que lo que caracteriza a una
organización sindical es precisamente la de ser un frente amplio de posiciones políticas e ideológicas
que confluyen en la defensa y promoción de los intereses y las reivindicaciones de los trabajadores.
Esta apertura puede conducir a la formación de corrientes. De manera semejante la elección de los
órganos de gobierno y de las líneas fundamentales de la acción sindical deben ser el resultado de un
proceso democrático.
Pero esta democracia y esta libertad de participación tiene como sustento: la madurez, una
discusión en la que prevalezcan los argumentos, y no los epítetos; las razones, y no las presiones.
No aceptar la democracia nos llevaría al anquilosamiento y a la descomposición. No respetar la
legalidad interna. A la desestabilización y, en última instancia, a la ineficiencia en la protección de
los trabajadores, por la que todos los sindicalistas decimos luchar. En el mismo sentido, una
«democracia» de élites estrangularía la iniciativa de las bases y de los nivele medios, dejándola en
remedo de vida sindical. Pero también el asambleísmo desgastante y la «democracia» de los activistas
llevan al cansancio, a la desesperación y al desinterés colectivo en las cuestiones que atañen a todos.
Un factor de gran importancia en la conformación democrática de los órganos de gobierno es la
aceptación del principio de representación proporcional. También lo constituye la reactivación de las
diferentes instancias de la organización hasta llegar a los niveles más cotidianos y cercanos a los
trabajadores.
En los microespacios de los departamentos, áreas, comisiones, es donde podemos construir desde
abajo el tejido de nuevas prácticas y relaciones que vayan llenando de contenidos, democracia y
legalidad el paisaje de la vida tanto sindical como laboral. De esta manera construiremos una nueva
organización desde la base, y no sustituyendo no desconociendo a los órganos estatutarios, pero
tampoco alejando éstos de la acción de los trabajadores.
El movimiento es en dos direcciones: de abajo hacia arriba y en el nivel de los órganos
delegacionales, seccionales y nacional del sindicato.
A partir del pacto social sindical, legitimado por una vida y práctica democráticas y fortalecidos
por una institucionalidad, la lucha por la autonomía frente a las autoridades, los partidos políticos y
los organismos empresariales es el resultado de un esfuerzo consciente y de identidad, no de la
confrontación ni el aislamiento. Los trabajadores queremos ser independientes, lo que no significa
despolitizados. No, por el contrario, estamos comprometidos con el bienestar público de la sociedad
y de la nación. Pero dentro de la organización respetamos la sociedad y de la nación. Pero dentro de
la organización respetamos la libertad que cada individuo tiene de simpatizar con el partido de su
preferencia.
En la base de estos cambios se encuentran una cultura sindical renovada que buscar favorecer el
despliegue de las capacidades humanas, laborales y políticas de cada trabajador, respetando las
diferencias y buscando acuerdos en los objetivos y las acciones a partir del respeto de los estatutos y
del cumplimiento de los principios; que promueven la actividad pública, que se preocupa por la
superación personal y colectiva de los agremiados; que se sustenta en un pacto y un tejido
democráticos; que se prepara y capacita constantemente; que se abre al intercambio franco y fraterno
con otras organizaciones. En suma, que da origen a una vida sindical activa, desde abajo, democrática,
de consensos, respetuosa de la legalidad interna, autónoma y de vocación y alcances públicos.

2 de abril de 1993

EL LIDERAZGO SINDICAL8

Una y otra vez, en el contexto de las distintas asambleas del SNTE que tiene lugar por toda la
geografía del país, hay un tema que llevamos a la discusión: el perfil del líder sindical. No para
describir los rasgos que caracterizan hoy a la dirección sindical sino, más bien, para dilucidar los
componentes principales que deberían caracterizar al liderazgo sindical en este fin de siglo.
La reflexión colectiva permite un estimulante ir y venir de ideas y argumentos, y así, en esas
reuniones sindicales, poco a poco se van decantando las propuestas y se van los trazos de ese perfil.
El origen democrático de la representación es quizá la característica más recurrente en él debe.
Muchas voces insisten en que la dirección debe sustentarse en el apoyo mayoritario de los
trabajadores. Pero ése, a pesar de ser un rasgo fundamental, es insuficiente para completar el perfil y
pronto aparecen nuevas cuestiones.
Está bien el acento en el componente democrático, se dice, pero no bastas; ¿de qué sirve un
liderazgo de incuestionable origen si es incapaz de leer correctamente si entorno, de medir la
correlación de fuerza, de construir estrategias viables? Hace falta que la dirección tenga capacidad
de diagnóstico, lo que supones un líder oportunamente bien informado, y también sensibilidad para
identificar y articula los interese y las preocupaciones del gremio, sin ignorar lo del país.
Otros participantes llevas a las sesiones otro ingrediente: la honestidad, no sólo para manejar
con probidad el patrimonio y los recursos sindicales, sino también para sustentar sus convicciones y
el proyecto sindical. Convicción y principios son imprescindibles para sustentar el quehacer sindical
en una ética política.
Y surge otro ingrediente: la claridad, que a menudo es también fortaleza ideológica. Una
dirección sin proyecto es una dirección sin rumbo. Es preciso tener un soporte ideológico para
construir un proyecto.
Pero señalan otros compañeros que la responsabilidad de conducir exige al líder, además, el
conocimiento del papel de los sindicatos y de la historia, los estatutos, programas y proyectos de la
organización, un manejo eficaz de la legislación vinculada al ejercicio sindical y al quehacer
educativo; una capacidad para dirigir y orientar lo debates internos y para negociar con los
interlocutores externos. Es decir, una conjugación de experiencia sindical y profesionalismo.
Sin embargo, aún no está completo el perfil de algunos enfatizan el compromiso con el proyecto,
lo que demanda lealtad a los principios, así como a los estatutos y a los programas que han definido
para su organización los trabajadores.
El debate no se agota: alguien llama la atención sobre otro requisito: contar con líderes activos
e intelectualmente solventes —que no necesiten «muletas» para caminar—, con el valor necesario
para disentir, pero también para coincidir, en otras palabras, con seguridad en ellos mismos.
El líder sindical, dice alguien más, debe tener capacidad de negociación para defender los
intereses del gremio, con firmeza, pero sin terquedad; con respecto, pero sin debilidad; con buena fe,
pero sin ingenuidad.
Hay otro rasgo importante del perfil: creatividad para generar o impulsar proyectos y encontrar
los mejores instrumentos que lleven a su realización.
Y no falta quien recuerde la necesidad de que la nueva dirección ofrezca un discurso articulado
y sustancioso que se aleje de la retórica hueca o del silencio que caracterizaron durante tanto tiempo
al discurso sindical.
Otros llaman la atención sobre la capacidad de trabajo necesaria para asumir sin fatiga ni pereza
las responsabilidades que exige la conducción sindical. Otros sobre el sentido de responsabilidad
para afrontar bien y a tiempo sus compromisos sindicales. Y así, va delineándose el perfil del
liderazgo sindical al que aspiran los trabajadores de la educación.
Concretar, personificar una dirección sindical que refleje todos estos rasgos y algunos más,
parece una misión imposible. Se trata, sin embargo, de un paradigma al que debemos acercarnos.
¿Cómo? Hay líderes sobresalientes. El sindicalismo mexicano los ha dado. Se forjaron en la brega.
Con frecuencia autodidactas, siempre inconformes y visionarios, esos líderes supieron conducir,
sostener con firmeza sus ideales, avanzar. Han sido, sin embargo, garbanzos de a libra.
Pero hoy en día no es posible dejar azar la aparición del liderazgo que reclaman los trabajadores,
esperar la emergencia milagrosa de un conducto excepcional.
Es preciso, en cambio, desarrollar proyectos que se propongan deliberadamente, pugnar por un
liderazgo de nuevo tipo, que, por una parte, recupere los acervos más valiosos del pasado y por la
otra, incorpore nuevos componentes.
Un liderazgo que se parezca cada vez más a ese paradigma que está esbozándose con la reflexión
colectiva de los maestros. Para avanzar deliberadamente en la construcción del nuevo perfil del
liderazgo sindical hacen falta proyectos. En eso estamos.

3 de mayo de 1993

LOS IMPERATIVOS DEL NUEVO PROYCTO SINDICAL9

En los últimos lustros el desgaste que afectó a distintos espacios de la vida social, económica y
política del país erosionó también a las organizaciones sindicales, que con frecuencia se
transformaron en feudos que azolvaron al sistema político y entorpecieron el desarrollo productivo.
En muchas ramas —incluida la educativa—, el sindicalismo llegó a convertirse en protector de
ineficiencias y deformaciones que, al paso de los años, se volvieron cargas económica y socialmente
insoportables.
El nuevo país que se está construyendo reclama transformaciones en todos los espacios sociales,
el sindical, entre ellos.
El SNTE decidió apostar por el México del futuro y darse a la tarea de consolidar un sindicato a
la altura de estos desafíos. Eso estamos haciendo los maestros.
En los últimos tres años, el SNTE ha avanzado hacia un proyecto sindical que recoge una lectura
distinta del país y un nuevo compromiso; que implica otro tipo de relación con sus bases, con la
sociedad y con el Estado.
Son diez las grandes cuestiones de este nuevo proyecto sindical.

1) La construcción democrática
Durante mucho tiempo las organizaciones sindicales tuvieron al frente liderazgos designados o,
incluso impuestos, que asumían una representación sin cimientos.
En el nuevo proyecto, la dirección sindical finca su autoridad en el firme asiento de una elección
democrática. Los dirigentes surgen de una competencia interna, y son la base magisterial y la
legalidad estatutaria los que definen liderazgo, rumbo y manera de construirlo. Toca a la dirección
recoger, discutir y llevar adelante esas propuestas y, lo que es igualmente relevante, rendir cuentas de
sus actos ante sus representados.
El proyecto democrático se finca en el reconocimiento y el respeto a la pluralidad que se expresa
variando mosaico magisterial; sus bases no son asumidas como masa amorfa, sino como la agregación
de individuos con necesidades y aspiraciones concretas; y reconoce y ofrece espacios institucionales
a mayorías y minoría, a través de fórmulas de proporcionalidad.
2) Una nueva relación con el Estado
El nuevo proyecto sindical no busca restituir o remendar las viejas «correas de transmisión» que
operaban en un solo sentido, de arriba hacia abajo: de Estado a la cúpula sindical, y de ésta a las bases.
Esa alianza de desiguales explica la ausencia de los trabajadores en el diseño y la formulación de las
políticas públicas en materia educativa. Se trata, en contraste, de construir una nueva relación con el
Estado.
La nueva relación con el Estado implica una auténtica autonomía sindical: ni confrontación ni
sometimiento por sistema. En cambio, una verdadera interlocución, madura y respetuosa.

3) La firmeza para sostener sus principios; la madurez para reconocer lo que tiene que
cambiar
En el pasado prevalecieron con frecuencia los intereses de grupo o de camarilla, sobre los
verdaderos intereses del magisterio. Los líderes formales aceptaban el deterioro, mientras otros
grupos reclamaban avances y reivindicaciones económicas con una intransigencia que convertía sus
posturas en puntos de ruptura y, después, en desaliento y frustración. En el nuevo proyecto es
inadmisible un sindicato claudicante o sumiso que lleve a retrocesos, pero es igualmente inaceptable
otro que haga de la disidencia su leit motiv y que por su radicalismo y tozudez lleve a confrontaciones,
a derrotas y, consecuentemente, también a retrocesos.

4) El tejido de nuevas alianzas


Las nuevas condiciones reclaman el tejido de nuevas redes sociales. Las organizaciones de los
trabajadores, de obreros, campesinos y maestros, tenemos que construir frentes amplios, espacios de
diálogo, de discusión y de formulación de propuestas.
Se trata de establecer acuerdos mínimos con los sectores laborantes, que recuperen y avancen a
partir de la experiencia histórica en la que muchas veces los maestros han contribuido a fortalecer las
visiones y la gestoría de obreros y campesinos, al tiempo que los propios maestros se han enriquecido
de las cisiones y las experiencias de aquéllos.

5) La capacidad para seguir construyendo, día a día, un sindicato vigoroso


Aciertos sectores, grupos y organizaciones sociales, la dureza de la crisis económica los condujo
al inmovilismo; a una especie de aturdimiento que los ha persuadido de que más les bale tratar de
preservar lo que tienen —lo poco que tiene— o, incluso, aceptar retrocesos, antes de exponerse a
perderlo todo. El nuevo proyecto sindical implica desarrollar una capacidad de respuesta y de
propuesta. Para ello busca recuperar la fuerza social que haga viable un sindicato que exprese y
defienda mejor los legítimos intereses de magisterio; más combativo y más propositivo.

6) Una nueva cultura política sindical


Muchos años de ausencia de un ejercicio político abierto y plural impusieron una cultura
castrante, la del silencio. Se callaba incluso a través de largos discursos carentes de posiciones o
propuestas.
El nuevo proyecto sindical reclama una cultura política participativa y propositiva. Una cultura
dispuesta al debate interno y externo; a razonar las divergencias y, también, las convergencias. El
nuevo proyecto promueve también una cultura del manejo eficiente, trasparente y equitativo de los
recursos.

7) La desvinculación de las organizaciones partidarias


Como ciudadanos y sindicalistas, muchos maestros militamos y seguiremos militando en el
partido que mejor responda a nuestras convicciones, pero el nuevo proyecto de un sindicato que
reconoce su pluralidad, reclama la independencia de los partidos políticos. Los dirigentes nacionales
o seccionales no podrán compartir sus responsabilidades sindicales con otras partidarias con puestos
de elección popular.

8) Nuevas formas de organización y de participación


Durante mucho tiempo el SNTE padeció esquemas patrimonialistas: parecía el patrimonio de un
grupo, y no de un gremio.
El nuevo proyecto sindical sostiene que el único privilegio que corresponde a los dirigentes es
el de servir a su organización; exige fortalecer las facultades y los recursos de las secciones; erigir un
sindicato más horizontal y menos vertical, que tenga la capacidad para reconocer lo que debe cambiar
—los desaciertos y desviaciones— y también para reconocer lo que debe permanecer.
Se trata de un sindicato formador de cuadros, de relevos de cada vez más capaces de mantener e
incrementar la fuera de la organización.

9) La inserción en la sociedad
Se trata de un sindicato inmerso en su ambiente social, que es parte de él y que está abierto a las
influencias de su sociedad y se su tiempo; dispuestos a enriquecerse con las contribuciones del medio
académico e intelectual, y también dispuesto a aportar experiencias para nuevas formulaciones
teóricas.
El nuevo proyecto propone vincular los avances de sus miembros a sus logros profesionales y
lejos de dejar la eficiencia y la productividad como una responsabilidad que le corresponde a l otro
lado de la mesa, las asume como una tarea común de empleadores y trabajadores.
A una mayor calidad y productividad de la tarea magisterial —es decir, a una mejor educación—
deben corresponder mejores ingresos y prestaciones. En este sentido la carrera magisterial que
proponemos, contempla un sistema de estímulos al desempeño laboral.

10) El compromiso con México


El nuevo proyecto, el sindicato tiene, por encima de todo, un compromiso con las mejores causas
de México; con la soberanía, la libertad, la democracia, la justicia, la unidad y la identidad nacional
y con el bienestar del pueblo.
Se trata, en síntesis, de un proyecto que se propone acompasar al SNTE con los nuevos tiempos,
haciéndolo más democrático, más unido y cohesionad, más plural, con mayor capacidad para
representar y defender los intereses de los trabajadores de la educación y con la total determinación
de servir a México.

14 de octubre de 1992
LA TRIPLE FÉRMULA DEL NUEVO PROYECTO SINDICAL10

En todo el mundo es hora de cambios, cambios rápidos y audaces, que asombran aun a sus
protagonistas e impulsores. La fuerza de las transformaciones es tan portentosa y dinámica que el
mundo de unos cuantos años atrás hoy nos parece remoto, como si correspondiera a una época distante
y ajena, y no a una que acabamos de dejar.
Los cambios vertiginosos exigen capacidad de análisis para entender la lógica de su
desenvolvimiento. Exigen voluntad de adaptación para contribuir a modelar un mundo presidido por
el progreso y la racionalidad económica, pero en el que la democracia y la justicia no sean bienes
prescindibles.
Éstas son las condiciones mínimas que debemos cumplir, si queremos evitar que los cambios
actúen como fuerzas ciegas que sólo obedecen a su propio impulso o que sean tripulados por los dos
grupos adversos a los intereses nacionales mayoritarios.
Los trabajadores al servicio de la educación ya hemos hecho nuestra apuesta por el cambio.
Participamos resueltamente en el trazo de una sociedad a la medida de las exigencias de nuestro
tiempo, pero con la misma firmeza estamos dispuestos a resistir ante los cambios que no correspondan
a las necesidades y proyectos de la sociedad mexicana en este fin de siglo.
En todos los foros queremos proclamar claramente nuestra voluntad, para que en el diálogo unos
con otros reconozcamos nuestras semejanzas y diferencias y trabajemos por un proyecto común todo
los que coloquemos por delante el interés general.

El consenso y la negociación permanente


Sin que nadie fuera capaz de predecir semejantes vuelcos, el mapa de mundo ha cambiado
dramáticamente en un brevísimo plazo. Hoy la geografía universal requiere líneas y trazos que
actualicen litorales y fronteras, porque el anterior mapamundi corresponde a un planeta que
difícilmente volverá a ser el de antes.
A estos cambios en las líneas geográficas corresponden otros de equivalente profundidad, en la
organización política y social, en la actividad económica y en el desarrollo.
La Unión Soviética y el campo socialista, que parecían conformar una entidad imbatible, se
fracturaron en una caída estruendosa y rápida que ni sus más enconados adversarios esperaban o
vaticinaban.
Simultáneamente, en otras zonas del mundo el empuje avasallador de la nueva economía parece
producir parece producir el milagro de curar las rencillas históricas que separaron por mucho tiempo
a países que hoy concurren en los mismos bloques políticos y económicos, como si el odio mutuo no
hubiera levantado una barrera intangible más fuerte que las aduanas administrativas.
Europa protagoniza en estos mismos días el más vasto proceso de integración económica y
política de cuantos ocurren en el mundo de nuestros días, mientras en América del Norte, México
Estados Unidos y Canadá están comprometidos en un proyecto de desarrollo económico común que
es, a un tiempo, fuente de esperanzas y de retos para los mexicanos.
En las nuevas condiciones del mundo. México realiza su propio cambio, porque ha hecho una
lectura adecuada y previsora de los requerimientos de la globalización económica, pero también
porque ha entendido que los problemas de toda naturaleza acumulados en un periodo de larga crisis
sólo tendrán solución real y duradera mediante un nuevo modelo de desarrollo.
El proceso mexicano —que sigue en curso diferente al modelo desarrollado des los años
cuarenta, distinto también al imperante durante el periodo conocido como el milagro mexicano—
lleva a un ajuste del aparato productivo para responder a las normas de competitividad que imponen
hoy las potencias económicas. Conduce también a una reforma del Estado, que permita redefinir su
papel en rectoría económica, y abrir el paso a un sector de la sociedad civil que comienza a actuaren
campos antes reservados exclusivamente a la esfera estatal.
Los cambios mundiales representan retos y riesgos específicos para los sindicatos, que algunos
teóricos y observadores han llegado a considerar trances de supervivencia. Como quiera que se, los
miles de hombres y mujeres que integramos en México el universo sindical educativo estamos
preparados para enfrentar los desafíos con democracia y superación profesional como constantes
rectoras de la vida sindical y docente.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) está empeñado en una nueva
tarea de redefinición que le permita desempeñar, en las nuevas circunstancias, el papel estelas que le
confiere el número de sus agremiados y el carácter de su misión social.
En estos años de cambio, el SNTE ha realizado una autocrítica severa que nunca ha confundido
con la auto denigración, ha iniciado una enérgica batalla contra las torceduras de la estructura sindical
y contra quienes por buenas o malas razones inculpan a los sindicatos de ser obstáculos del desarrollo
social, quisieran desdibujar las organizaciones de los trabajadores o convertirlas en entidades
sometidas a las conveniencias de los proyectos económicos.
Pero nadie podrá apreciar correctamente el nuevo mundo con ojos del pasado, como nadie
observará con optimismo los cambios en la esfera sindical, si ha resuelto que los sindicatos mexicanos
ya agotaron sus reservas democráticas y su capacidad de transformación.
A despecho de los escépticos que desconfían de la creatividad ajena, y de los adversarios que
desearían organizaciones sindicales sometidas, un nuevo modelo sindical está surgiendo en México.
Esté sindicalismo renovado se funda en expectativas promisorias, pero no pretende montarse en la
nada ni renunciar a experiencias de su historia que contribuyen a consolidarse sobre miembros
sólidos.
De lo antes construido habrá que recuperar lo que sirve, lo que ha funcionado y funcionará. Pero
sin miramientos desechara todos los vicios y defectos que harían endeble su estructura. Este propósito
obliga a generar un despliegue de distintas formas organizativas, verdaderamente democráticas, que
apoye en estructuras horizontales de representación una nueva división del trabajo interno y un
sistema permanente de mecanismos de negociación y de delegación de atribuciones que articulen,
mediante el consenso libremente obtenido, las decisiones, las estrategias y las tácticas de lucha.
También plantea la necesidad de generar un sistema de representación de intereses y una
estructura de vinculación e intermediación política entre la sociedad y sus actores con el Estado. El
nuevo sindicato de los maestros mexicanos aprovecha las lecciones del pasado para corregir errores
en el presente. Por eso excluye todo tipo de vinculación con los partidos políticos, que violenten la
libre decisión de sus agremiados.
Los nuevos usos democráticos han llevado a algunos observadores a preocuparse por lo que
debiera ser visto como síntomas de la vitalidad y de la nueva cultura político-sindical.
El SNTE, como institución, es independiente de todos los partidos, pero deja en libertad a sus
miembros de pertenecer o no al partido de su preferencia, y además defiende ese derecho. Al mismo
tiempo proclama la necesidad de que los propios ´partidos políticos inicien o continúen la revisión
crítica de su estructura y de su papel en la sociedad. La misma demanda que las circunstancias
plantean a los empresarios, grupos intermedios y asociaciones.
En el nuevo proyecto, los dirigentes nacionales o seccionales no podrán compartir sus
responsabilidades sindicales con otras partidarias ni con puesto de elección popular. No habrá
pretexto para confundir las prioridades de la arena partidista con las del magisterio.
Con el crecimiento de la sociedad han surgido nuevos sectores y ha surgido un nuevo tejido
social más complejo. En los sindicatos este fenómeno se traduce en una reclamación cada vez más
fuerte y consistente de mejor y más efectiva representación de los intereses de las bases. Esta demanda
sintetiza la combinación de democracia con gestión eficaz, las dos tareas fundamentales del
sindicalismo mexicano de nuestro tiempo. El proceso de democratización de los sindicatos debe
desembocar en estructuras plurales, cohesionadas, representativas, que desmonten el verticalismo
asfixiante y distribuyan las funciones horizontalmente. Si los sindicatos de avanzada pretenden
mantener su sitio en la lucha y en el progreso, con una organización moderna, revitalizada, lo pueden
conseguir.
Toda organización sindical que pretenda ajustarse a la época de cambios rápidos y constantes
que vivimos, de abandonar, si lo tuvo en el pasado, su papel de correa de transmisión de demandas y
apoyos. Ahora debe participar activa y directamente en la discusión de los problemas que surjan en
su ámbito y en la toma de decisiones que afectan a su comunidad. No hacerlos significa, sin más,
atentar contra su propio interés.
En la misma línea de democratización es imperativo separar los intereses estratégicos de la
organización sindical de las problemáticas coyunturales del gobierno. De la misma manera, es
necesario establecer un circuito de representación democrática que fundamente la legitimidad,
fortalezca la estructura institucional y defina el funcionamiento propio y autónomo de la organización.
De muchas maneras, un sindicato es el reflejo del país mismo. Así, la complejidad creciente de
la sociedad mexicana se expresa en la presencia de grupos de interés disímbolos dentro de los
sindicatos.
Este fenómeno obliga a una lectura democrática, que el Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación tradujo en la incorporación de mecanismos de representación proporcional de las
minorías en los órganos de dirección.
El consenso y la negociación permanentemente son —debe ser— las claves de las relaciones
internas en los sindicatos mexicanos de nuestros días. En suma; éstos deben poner en marcha un
modelo democrático sancionado por las bases u las corrientes que coexisten en su seno.
Este modelo se desarrolla a través de una triple fórmula: la permanencia institucional que
garantice la viabilidad de la acción organizada de los trabajadores; la pluralidad como garantía de
respeto a las diferentes opiniones dentro de la organización y la competencia interna para elegir
libremente a los representantes.
La competencia interna, verdadera piedra de toque de la vida democrática en el ámbito, confiere
a los representantes, elegidos libremente, fuerza y autoridad moral y política para cumplir con sus
responsabilidades, pero al mismo tiempo establece los límites de su acción.
En febrero de este año, el Segundo Congreso Nacional Extraordinario del NTE tradujo en sus
Estatutos reformas democráticas que elevan a norma de convivencia interna el respeto a la pluralidad
existente.
El capítulo segundo del Título Noveno de los Estatutos recoge los principios de mayoría y de
representación proporcional que garantiza la aplicación de nuestras convicciones democráticas.
Los comités ejecutivos delegacionales, los ejecutivos seccionales y el Comité Ejecutivo
Nacional se integran mediante estos procedimientos, que han permitido la coexistencia civilizada, en
un ambiente de discusión franca y continua, de grupos y corrientes diversos dentro del SNTE que,
lejos de construir un peligro para el propio sindicato, representan una base de apoyo para su
desenvolvimiento en la transición democrática del país.
Un ejemplo específico contribuirá a ilustrar la experiencia del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación en la tolerancia a la diversidad política e ideológica.
El artículo 277 de los nuevos Estatutos establece que el Comité Ejecutivo Nacional está
integrado por 32 miembros electos por el principio de mayoría y siete por el principio de
representación proporcional.
Los cargos que se asignan bajo el principio de representación proporcional son: secretario de
Derechos Laborales y Organización de Niveles Especiales, secretario de investigación Media,
secretario de Cultura y Recreación, secretario de Promociones Económicas, secretario de Estadística
y Planeación, secretario de Actas y Acuerdos y oficial mayor.
Pero el nuevo proyecto sindical encara también nuevos internos. La vieja alianza pasiva entre
los puntos extremos es uno de ellos: sectores reacios o adversos al cambio, por un lado, y la falta de
movilización contestaria, desordenada, presuntuosamente radical, se convierten objetivamente en
obstáculos a la democratización del sindicato magisterial.
Estas mismas tendencias se manifiestan en la confrontación irreflexiva de los grupos contestarios
con el Estado, en tanto que los sectores anquilosados del viejo sindicalismo confunden la
institucionalidad con la subordinación.
Extraviados ambos en sus propios callejones sin salida, pierden la oportunidad histórica de
establecer alianzas que converjan en el interés colectivo. Mientras mantengan una actitud cerrada al
cambio, irán de derrota en derrota.
No sólo los sindicatos vinculados en el pasado al sector oficial, sino también los sindicatos que
eran en realidad prolongación de partidos opositores, cometieron el error de colocar frecuentemente
los intereses sindicales después de los intereses políticos e ideológicos.
Hoy algunos sindicatos están de regreso de esas experiencias, pero otros persisten en el yerro
histórico. El SNTE cree que nunca más los sindicatos deben ser terreno reservado a la lucha
ideológica y política de los partidos, pero con la misma convicción piensa que la relación entre
sindicato y partido debe ser abierta, libre y sin prejuicios, en tanto que de ella se deriven lecciones y
enseñanzas provechosas para ambas entidades.

El saber reclamar una función social


El sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación quiso participar en este encuentro,
convencido de que ahí donde los jóvenes empujan, los muros se convierten en puertas, como decía
Emerson.
Entre los jóvenes —la juventud es sinónimo de futuro, promesa y espacio abierto— no existe el
derecho a la desesperación, porque los obstáculos se encaran con optimismo, resolución y buena fe,
ingredientes sin los cuales todos los caminos se cierran.
Asisto con gusto a este encuentro porque creo que, si un maestro se aleja de los jóvenes, se aleja
de la voluntad de transformación, atributo del que la juventud es depositaria y sin el cual las
sociedades decaen y los hombres se extravían.
Desearía concluir parafraseando a Ezequiel Martínez Estrada; el verdadero estudiante —no el
burócrata del aula— es el que tiene un ansia inagotable de conocimientos, pero el saber reclama una
función social —y más aún en una sociedad como la nuestra, tan lastimada por sus enormes
contrastantes.
La razón de ser de la educación es contribuir a crear una patria más próspera y más justa; una en
la que se; una en la que sea realidad esa democracia de la que habla el artículo 3° de la Constitución,
que la concibe, más que como un sistema jurídico y político, como un sistema de vida fundando en
el constante mejoramiento económico, social y cultural de los mexicanos.
Ello demanda un conocimiento que se vierta en beneficio del país y, sobre todo, de los que más
lo requieren; una inteligencia que construya y eleve.

28 de septiembre de 1992
SINDICALISMO Y DEMOCRACIA 11

Como en el mundo, en México las transformaciones traen señales contradictorias. No todos los
cambios son esperanzadores para los trabajadores y sus organizaciones.
Por una parte, percibimos la alentadora emergencia de una nueva sociedad civil, más crítica y
participativa; por la otra, constatamos la preocupante ofensiva de quienes pretenden el sometimiento
de los sindicatos.
Desgraciadamente, una primera respuesta de muchos sindicatos frente a la intensidad y la
velocidad de los cambios ha sido de aturdimiento. Algunas organizaciones han buscado preservar lo
poco que tienen antes de exponerse a perderlo todo. Otras., por el contrario, han intentado una política
de confrontación a ultranza que las lleva, las más de las veces, a derrotas y frustraciones. Frente a
esas dos reacciones, se precisa la contribución de una alternativa sindical madura e inteligente, de un
nuevo proyecto que replantee la estructura, la práctica y la cultura política de los sindicatos; que
transforme sus relaciones con sus bases, con la sociedad, con los partidos y con el Estado.
En el SNTE creemos que, en la defensa enérgica de los derechos de los trabajadores, los
sindicatos debemos aprender a ganar la batalla de las ideas, de los argumentos, y que debemos
hacerlo de cara a la sociedad, convenciéndola de la legitimidad de nuestras luchas, de la razón de
nuestros reclamos, para logra así el apoyo social se convierta en el sustento más amplio y más firme
a nuestra labor.
Pero sin credibilidad ni autoridad no es posible ganar esos espacios en los medios de
comunicación, en la academia, en la familia, en la sociedad. Y ahí aparece de nuevo la cuestión de la
democracia. Autoridad y credibilidad Eben tener por sustento un firme asiento democrático que
reconozca, respete y aliente la pluralidad. Sólo así se construye estructuras sindicales verdaderas, no
fachadas.

15 de octubre de 1992

LA BATALLA POR LAS IDEAS12

Sé que hace falta sacudir la cultura política mexicana —ciudadana, sindical, partidaria
empresarial, gubernamental— hay pocas dudas. Queda, sin embargo, por resolver la naturaleza y el
sentido de los cambios.
En una colaboración referida a la cultura sindical publicada por La jornada en octubre de 1992,
proponía desenterrar la subcultura del silencio que ha caracterizado —con las excepciones de
siempre— al mundo sindical, esa subcultura que ha llegado a los dirigentes a enmudecer, aun en
momentos que es preciso fijar una postura pública. Decía también entonces que esa subcultura se
traducía dentro de la vida de los sindicatos en la ausencia de asambleas o, en el mejor de los casos,
en simulaciones de asambleas donde prevalecen distintas formas de silencio. Alentar una nueva
cultura sindical implica sacudir la proclividad de tantos dirigentes a seguir la vieja conseja popular:
«En boca cerrada no entran moscas.» Cada vez debe haber menos espacio para el silencio y más
para un fresco y estimulante ir y venir de argumentos e ideas. Esto intenta el SNTE hoy en día. A
esto responde, en buena medida, mi participación en La Jornada.
Mi artículo del 4 de abril de 1993 generó aluna réplica que responde a esa estimulante atmósfera
de discusión, por eso creo que conviene regresar al tema. Escribí allí que el cambio en la cultura
sindical es impostergable y esto implica, entre otras cosas, «concebir al sindicato como una
formidable escuela cívica». Sostuve que esta concepción «requiere y hace posible la expresión de las
inquietudes, propuestas y programas de los agremiados en la marcha de su instrumento colectivo de
defensa y promoción». Se trata, dije, de motivar la participación y el desarrollo de la iniciativa y la
creatividad de los trabajadores «para apropiarse del sindicato, para hacerlo suyo».
Pero señale también, que es preciso evitar que esa energía se desperdicie en acciones y demandas
inviables; aunque tampoco no pueden perder contacto con el suelo y con la base, aunque tampoco
deben sustraerse de su responsabilidad ocultándose de tras de la fórmula fácil de «consulta a las
bases». La democracia, escribí, no se alimenta con el verticalismo, pero tampoco se enriquece con el
asambleísmo.
Creo que hace mucha falta promover una intensiva vida sindical en la que la asamblea —en sus
distintas modalidades y niveles— sea, no un componente único, sino central, pero pienso que hay que
evitar los riesgos de una enfermedad en la que suelen caer las organizaciones sociales más activas,
incluso aquellas bien intencionadas y portadoras de demandas justas y fundamentadas: el
asambleísmo.
La ingenuidad no es una falta menor en un dirigente político. No es posible ignorar que en las
luchas sociales siempre han estado presentes —y seguir estándolo— formas desviadas de ejercicio
político. La demagogia, para Platón y Aristóteles, una perversión de la democracia que podía conducir
a un régimen autoritario.
En las últimas décadas el mundo ha testimoniado y padecido la emergencia de demagogos
sostenidos por masas virtualmente seducidas por discursos y personajes que, vistos fuera de sus
contextos o a la distancia, pueden resultar caricaturescos, pero que tuvieron la capacidad para llevar
a sus pueblos a derrotas sumamente costosas.
Hay, asimismo, sobrados ejemplos en México y el mundo, de la manera en que un sindicalismo
que no sabe leer el balance de fuerzas u se empecina en una estrategia que no ofrece sino
confrontación, ha conducido a los trabajadores a derrotas y frustraciones.
Otro mal que aqueja a las organizaciones y que va de la mano de la demagogia es el asambleísmo
—no la asamblea— que aparenta una participación de las bases, pero que no es sino la manipulación
de los humores más negativos y la fácil exaltación del inmediatismo.
La participación, en serio, de las bases, tiene requisitos; debe ser consistente, responsable,
madura e informada. Implica participar en asambleas avaladas por la legalidad interna y asumir
responsablemente la representatividad de las bases, actuar con actitud y apego a las normas, promover
acuerdos y el entendimiento de las diferentes posiciones en beneficio del Sindicato, manifestar libre
y respetuosamente concepciones e ideas y apegarse a las resoluciones apoyadas por la mayoría, con
la confianza de que sus opiniones serán respetadas y de que podrán seguirlas defendiendo, y buscando
que influyan en las decisiones de la organización.
Pero vale la pena insistir en cosas que he dicho antes. Es un imperativo trabajar para construir
una alternativa que supere el falso dilema entre retrógrados y maximalistas; entre un sindicalismo
sometido y otro —ciertamente más atractivo, hasta me atrevería a decir, más engatusador–de discurso
innecesario y de confrontación a ultranza; entre un sindicalismo que se comporta sumiso ante los
patrones —llámense empresarios o gobierno— y, por lo tanto, dócil a todo lo que le ordenen, y otro
atrapado en la negación, en la intransigencia y ausente de propuestas, incapaz de hacer una lectura
correcta de su tiempo, de su entorno y de la correlación de fuerzas. Incapaz, en consecuencia, de
construir estrategias inteligentes y maduras, de generar avances y, en última instancia, de defender
con eficacia los intereses que dice representar.
No es cierto que en el ejercicio sindical la opción esté entre el grito o el silencio, porque entre el
silencio y el grito —que, por cierto, no son prescindibles— está el argumento. Tampoco es admisible
que no tengamos en las organizaciones sociales otro remedio que optar entre el autoritarismo de
derecha y el de izquierda —cualquiera que sea su máscara o su fachada—, porque además de esas
formas de intolerancia está el ejercicio participativo y democrático, pero verdaderamente, no nada
más de nombre.
Tampoco podemos aceptar la idea que parece reducir a la democracia a un inmenso momento
catártico. La democracia posee también una institucionalidad, es un entramado de voluntades
generadoras de acuerdos que se plasman en procedimientos e instancias.
En la cultura sindical el respeto a los Estatutos es una cuestión básica, pero eso no quiere decir,
en forma alguna, que los trabajadores tengan que someterse a una normatividad que puede no
responder a las circunstancias o a sus intereses. Si ése fuera el caso, habría que reformar o, incluso,
reemplazar con su concurso la legalidad interna, para cumplirla. Así lo hizo el SNTE e febrero del
año pasado durante su II Congreso Extraordinario.
Los nuevos Estatutos del SNTE han avanzado en un tramo largo. Además, no sólo se han
cambiado éstos, sino también las estrategias y los usos. El establecimiento del voto universal, directo
y secreto para elegir dirigentes es ya una práctica sindical. Así se han integrado en los últimos 14
meses cuatro comités seccionales (en los Estados de Sonora, Tlaxcala, Chihuahua y Nuevo León, y
en los próximos meses se hará en Sinaloa, Yucatán Quintana Roo y Morelos).
La disciplina consciente es también central para las organizaciones sociales. ¿A dónde iría a
parar aquella organización en la que la minoría optara, contra la decisión mayoritaria, por emprender
caminos propios y obstaculizar la voluntad democrática? Los sindicatos, como los partidos, se
empantanan cuando carecen de la disciplina y la cohesión necesaria, de la solidez institucional que
hacen posible la acción organizada de los trabajadores. Sin embargo, no faltan los que defienden un
doble discurso y una doble táctica: disciplina sí, cuando me conviene; democracia y normatividad sí,
pero sólo cuando me benefician. Cuando no: «Hágase la voluntad de Dios en las mulas de mi
compadre.»
Bienvenido el debate, pero ojalá que cada vez más aprendamos a escuchar las razones de los
otros, a entenderlas y a discutirlas, sin permitir que los prejuicios nublen y limiten o cancelen la
posibilidad de dialogar, sin permitir que las descalificaciones debiliten y reduzcan el peso de los
argumentos.

19 de abril de 1993

LA SUBCULTURA DEL SILENCIO13

El engaño tiene distintas formas de expresarse. Las apariencias, las simulaciones, las estadísticas
y ahora hasta las encuestas permiten, con frecuencia, dar a la mentira apariencia de verdad.
También el silencio tiene diversas formas de manifestarse. Algunas tan extrañas que, incluso, se
sirven de un alud de palabras. En muchas organizaciones sociales, pero particularmente en los
sindicatos, prevalencia —y en buena medida prevalece— una subcultura del silencio.
En su célebre serie la Costumbre del Poder, Luis Spota puso en voz de uno de sus personajes la
frase «… muchas veces me he arrepentido de haber abierto la boca, nunca de haberme quedado
callado», lo que no era sino su versión del refrán popular «En boca cerrada no entran moscas.» cosas
como ésas parecían argumentos a favor de una cultura del silencio. Entonces, aun en momentos que
era un imperativo para los actores sociales fijar una postura pública, los dirigentes sindicales
enmudecían. Y esta manera de ser tenía una traducción en la vida interna de los sindicatos: la ausencia
de asambleas o, en el mejor de los casos, las simulaciones de asambleas donde, de nuevo, prevalecían
distintas formas del silencio.
Por eso no es de extrañar que ahora algunos observadores lleguen a sorprenderse y a leer
equivocadamente expresiones de una vida sindical que rompe con la mordaza; que presientan la
fractura ante asambleas participativas en las que emergen lo mismo coincidencias que divergencias;
en las que se sustituyen la línea por el debate.
El SNTE está empeñado en una redefinición en los distintos espacios de la vida sindical, en la
que la subcultura del silencio abra camino hacia una cultura democrática: de intenso trabajo interno
de discusiones en las que prevalezcan, al final, los argumentos mayoritarios, así como los de la razón.
La cultura democrática reconoce la existencia de un tejido social más complejo que obliga al
establecimiento de fórmulas de representación que lo expresen. Para ello, nuestra organización ha
llevado a sus Estatutos primero, y luego a la práctica sindical, el principio de representación
proporcional que obliga a integrar a los órganos de dirección el complejo mosaico sindical y los
diversos intereses de las bases.
La competencia interna, verdadera piedra de toque de la vida democrática en el ámbito sindical,
confiere a los representantes elegidos en procesos intachables, fuerza y autoridad moral y política
para cumplir con sus responsabilidades, pero al mismo tiempo establece los límites de su acción.
A pesar de todo, no basta con el ejercicio democrático. Las organizaciones sociales, como el
Estado, requieren eficacia. Un sindicato democrático pero ineficaz pierde más tempano que tarde
credibilidad e, incluso, legitimidad. Construir una democracia que gestiones eficazmente es condición
de supervivencia para los sindicatos. Ése es uno de sus más grandes desafíos, sobre todo en momentos
en que prevalece una tendencia centrara la competitividad en la contención salarial; cuando tasas de
rendimiento para el capital, pero muy poco o nada de retribuciones equitativas al trabajo.
El proceso de democratización sindical debe desembocar en el establecimiento de estructuras
plurales y representativas; en las que se construya la unidad a partir de la diversidad; en las que se
desmonte el verticalismo asfixiante; en las que la dirección tiene que rendir cuentas de sus actos ante
sus representantes; en las que se logre desarrollar una capacidad de diagnóstico, de estrategia, de
propuestas y respuestas. En las que los sindicatos participen en la discusión del rumbo y de las
modalidades para alcanzarlos.
Ésas son, según mi convicción, algunas de las fórmulas que permitirán a los sindicatos alcanzar
un papel destacado —que hoy parece regateárseles— en la nueva construcción social. Ése es un
verdadero objetivo de subsistencia de la organización sindical.

13 de octubre de 1992

SINDICALISMO HACIA AFUERA 14


Toda época de cambio, como la que hoy se desarrolla en escala planetaria, es equiparable a una
encrucijada del cambio: exige una evaluación general del viaje, confirmar o rectificar el rumbo, o
elegir una nueva ruta.
También exige revisar el plan inicial, ponderar la velocidad de los desplazamientos, examinar el
instrumental y el equipo y valorar los eventuales riesgos, desafíos y promesas del resto del viaje.
En otras palabras: las circunstancias nacionales y mundiales exigen a las organizaciones sociales
y a los individuos capacidad para entender, antes que nada, la necesidad misma y el sentido del
cambio, pero asimismo lucidez e imaginación para incorporarse al proceso transformador.
Las organizaciones políticas y sociales, los grupos y los individuos que carezcan de las facultades
esenciales para participar e, incluso, protagonizar las transformaciones, corren el riesgo de ser
avasallad-os por las corrientes de modernización y cambio, que n momentos adquieren una fuerza
impetuosa e implacable. En la sabiduría comprimida de los dichos populares, uno refleja con sencillez
los riesgos del inmovilismo en tiempo de cambio: «Camarón que se duerme…»
Igual que todas las organizaciones políticas y sociales de avanzada, los sindicatos deben
mantenerse alertas, atentos la lección del camarón del inmovilismo, si pretenden no sólo sobrevivir a
los cambios, sino orientarlos y empujarlos en tanto convengan al interés general o redefinirlos y
eventualmente contenerlos si se enfilan contra los intereses nacionales y mayoritarios del país.
El sindicalismo magisterial está comprometido en un proceso de reformulación de sus tareas,
que le permita alcanzar un nivel distinto, más maduro y moderno, en sus relaciones con el Estado,
con las organizaciones políticas y sociales y con la sociedad en su conjunto.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación está convencido de la necesidad de
romper los estrechos límites del gremialismo para contribuir al tejido de nuevas redes sociales y
participar y promover amplios espacios de diálogo en los que se reflexione sobre los grandes temas
de México y el mundo, como una forma de contribuir a la transformación del país.
El SNTE está a favor de discutir los problemas nacionales, sociales y laborales adentro y afuera
de los locales sindicales, para construir, con el aporte lúcido de distintos actores, soluciones,
respuestas y propuestas. Ése fue el sentido del Encuentro Internacional Sindicalismo y Democracia
al que convocó al SNTE en los primeros días de septiembre de 1991.
Pero hay muchos otros espacios de acercamiento y convergencia con la sociedad. En el ámbito
inmediato y natural de los centros escolares, los maestros mexicanos debemos estimular una relación
más intensa, cálida y fructífera con los padres de familia, con los vecinos y colonos, tanto sobre
aquello que constituye su preocupación primaria —cómo ven a sus hijos, qué les inquieta, qué
quisiera o esperan de las escuelas y de los maestros—, como en la solución de los problemas
específicos de una colonia, pueblo o ciudad.
En el medio rural, los maestros tenemos que estrechar —con el mismo afán de elevar los niveles
de organización y participación social— una relación creativa con la gente del campo, que contribuya
a mejorar las condiciones materiales de los centros de enseñanza de la docencia y del
aprovechamiento escolar y la calidad general de vida de la población. Otro espacio privilegiado de
vínculos sociales que debe estimularse es el establecimiento de acuerdos mínimos con los sectores
laborales, que recuperen y avancen a partir de la experiencia histórica en la que muchas veces los
maestros han contribuido a que los propios maestros se han enriquecido con las visiones y las
experiencias de aquéllos.
Uno de los riesgos de no comprender adecuada y oportunamente la necesidad del cambio es
conducir a las organizaciones a un fetichismo del cambio —el cambio sin horizonte definido—, por
el esfuerzo de última hora para aparecer en las primeras filas de la modernización.
El sindicato magisterial —y creo que la aseveración es válida para otros sindicatos ya
incorporados al cambio— está convencido de que, sin abandonar el papel histórico de órgano de
defensa y gestión de los intereses laborales, debe realizar permanente y sistemáticamente un ejercicio
de imaginación creativa que complemente su disposición a la autocrítica.

19 de octubre de 1992

ALTERNATIVAS DESDE EL MUNDO DEL TRABAJO15

En la esfera económica, el neoliberalismo ha producido efectos dispares. Ha acentuado,


particularmente en los países pobres y de desarrollo intermedio, viejos desequilibrios entre regiones,
ramas productivas y grupos sociales.
En la promoción de la competencia y la productividad el neoliberalismo ha puesto el énfasis en
la sobrecarga de trabajo, generalmente excesiva antes que en la capacitación y el desarrollo de
habilidades y en los desplazamientos de personal que acentúan el ya de por sí grave problema del
desempleo.
En el plano social, el neoliberalismo lanza anatemas contra la inversión gubernamental en
programas de salud y bienestar. A la sombrea de un «dictado económico supremo» se plantea la
supresión de aquellos satisfactores que no llenan los requisitos de la rentabilidad: el desmantelamiento
de la infraestructura para la atención social (la salud, la educación y la vivienda).
El perverso efecto de estas tendencias se expresa, por un laso, en el fortalecimiento de un sector
minúsculo, pero sumamente poderoso, el de los grupos financieros e industriales ligados al comercio
exterior, y, por otro lado, en el debilitamiento en la participación de los asalariados y de los
campesinos en el PIB y el crecimiento constante de la economía informal.
Es necesario reconocer que, hasta hoy, el sindicalismo no ha influenciado de manera significativa
en la reestructuración económica y las transformaciones en las relaciones de trabajo; tampoco, la
manera definitiva, en las directrices de la reforma del Estado ni en la definición de los nuevo causes
de la política social y laboral.
Por el contrario, el panorama de las últimas dos décadas encuentra al movimiento sindical
dividido y fuertemente desgastado. Apresado entre la inmovilidad, la resignación frente a los
cambios, la preservación de lo orco que se tiene antes que el riesgo de exponerse a perderlo todo, y
la confrontación estéril que lo ha llevado, las más de las veces, a derrotas y frustraciones.
Ante esas dos respuestas —igualmente limitadas e incapaces para servir a la defensa de los
intereses de los trabajadores— es preciso construir una alternativa sindical madura e inteligente, un
nuevo proyecto que replantee la estructura, la cultura y la práctica cultural de los sindicatos; que
transforme sus relaciones con sus bases, con la materia de trabajo, con los propietarios o autoridades
públicas, con la sociedad, con los partidos y con el Estado.
Esta alternativa debe contener la reivindicación de lis principios y de las históricas causas
sindicales, pero a partir de nuevas iniciativas. Es imprescindible pasar a la ofensiva y ganar la batalla
de las ideas, de los argumentos. Es necesario, además, hacerlo de cara a la sociedad convenciéndola
de la legitimidad de sus luchas, de la razón de sus to más amplio y más firme a sus luchas.
Para estar en condiciones de ganar esos espacios en la familia, en la academia, en los medios de
comunicación, en la sociedad, es menester reforzar la representatividad hacia dentro y hacia afuera
de los sindicatos, impulsar las capacidades y el saber acumulado de los trabajadores en el desarrollo
laboral y ampliar la participación sindical más allá del gremio, de la empresa, de la localidad en
incluso del país.
La renovación del movimiento sindical que se discute en el seno de las organizaciones de
trabajadores en el mundo y que encuentra ya prometedoras experiencias incluye estas características
principales.

1. La construcción democrática. Se trata de sustentar la autoridad y el liderazgo de la dirección


sindical en el firme asiento de una elección democrática; de promover la competencia interna de
proyectos y candidaturas; de reconocer la pluralidad y darle cauce institucional a la diversidad
mediante fórmulas de proporcionalidad; de hacer participar a la base en la toma de decisiones que
definen el rumbo de la organización, y de garantizar el completo apego a la normatividad estatutaria
2. nuevas relaciones con la sociedad y el Estado. Con la sociedad se pueden entablar meras
relaciones, tejiendo alianzas y acercamientos en el país y en el extranjero, con organizaciones de
trabajadores y campesinos; dialogando y vinculándose con intelectuales, científicos e incluso con los
empresarios; permaneciendo atentos a la opinión y al juicio de la sociedad sobre el quehacer y el
rumbo sindical.
Con el Estado se puede crear vínculos construyendo una relacione con respeto recíproco y de
una auténtica autonomía sindical.
3. Desarrollar una capacidad de respuesta y de propuesta. Se busca desarrollar una capacidad
propositiva y de avanzada. Por ello se propone recuperar la fuerza social que haga viable un
sindicalismo que exprese y defina mejor los legítimos intereses e los trabajadores. Asumir esta
posición interactiva supone dos cuestiones fundamentales: apropiarse de la materia de trabajo y
articular mejoras económicas con desarrollo profesional. En vez de dejar la eficiencia y la
productividad como una responsabilidad que le corresponde únicamente al otro lado de la mesa —
para que los empresarios impongan su visión unilateral de la modernización económica—, las asuma
como una tarea común de empleadores y trabajadores.
4. una nueva cultura política sindical. Años de ausencia de un ejercicio político abierto, plural
y crítico impusieron en los sindicatos una cultura del silencio. Se callaba incluso a través de largos
discursos carentes de posiciones o propuestas. Por el contrario, se trata de impulsar actitudes
participativas, de conformar una cultura dispuesta al debate, a razonar las divergencias y, también,
las convergencias.
5. Una activa presencia internacional. La globalización económica, la internacionalización de
los intercambios, la comunicación mundial y el vane de la democracia hacen que lo procesos sociales
desborden los marcos locales y nacionales, aunque no los eliminen. De ahí que los vínculos entre los
trabajadores deban trascender los espacios no sólo gremiales sino también geográficos, porque los
procesos económicos y laborales ya tienen un carácter internacional que exige respuestas que
incorporen las condiciones y propuestas de los trabajadores de diferentes naciones y regiones
continentales.
La modernización neoliberal ha resultado un proyecto sin destino. No sólo porque razones éticas
y de justicia, sino también por razones de eficacia. No se puede esperar con sensatez la permanencia
de una modernización sustentada en el empobrecimiento creciente de las mayorías y en el abuso y la
discriminación contra pueblos y trabajadores.
Por el contrario, los esfuerzos que se comienzan a intentar desde el mundo del trabajo, con
errores y aciertos, inercias y avances, constituyen alternativas de cambios para responder a los nuevos
requerimientos y desafíos del ámbito económico y político internacional, pero que no aceptan que,
en la búsqueda del desarrollo económico, la justicia y la democracia sean bienes prescindibles.
Se está consciente de la necesidad de un Estado actuante, se reconocen los beneficios que el
mercado trae para incentivar la generación de la riqueza material, se asumen las aportaciones que
conlleva el avance científico y tecnológico. Lo que no se acepta es que la modernización tenga que
darse pasando por encima de anchas franjas de la sociedad u que sólo disponen, como patrimonio
básico, de su trabajo intelectual y manual. No se acepta que los cambios actúen como fuerzas
impulsadas por el solo motivo del lucro o del poder. Ahora es más cierto que nunca que para frenar
los excesos y extravíos del mercado y del Estado se hace imprescindible el concurso de la sociedad
y, dentro de ella, los trabajadores organizados constituyen un baluarte.

7 de marzo de 1994
EL FANTASMA DEL NEOLIBERALISMO

Desde los tiempos más remotos, España ha sido un espacio privilegiado para la confluencia de
pueblos, culturas e ideas. Iberos, celtas fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos y árabes,
se asentaron en distintos momentos en esta tierra y dejaron legados culturales, arquitectónicos,
jurídicos, lingüísticos, que hoy se integran en este crisol luminoso. De aquí salió la cultura occidental
al encuentro de otro mundo. Por aquí llegó a Europa el influjo de ese nuevo continente que después
se llamó América.
Hoy este encuentro congrega en España a hombre y mujeres de distintas procedencias que
comparten propósitos comunes: germinar un acercamiento entre el viejo y el nuevo continente;
fortalecer nuestros vínculos; proyectarnos hacia nueva era que imaginamos promisoria.
Siempre es una fortuna regresar a esta tierra tan próxima a los mexicanos, a la que no unen
lengua, cultura, cariño e ideales.
Un fantasma recorre Europa. No es, empero, el que describió Carlos Marx ene el célebre
Manifiesto del Partido Comunista; es el fantasma del neoliberalismo que vaga también por otros
continentes, ciertamente por América.
Anticipando el arribo del neoliberalismo, los últimos lustros presenciaron transformaciones
formidables de orden planetario. La economía, la política, la ciencia, la tecnología, muestra a
mutaciones sorprendentes.
El nuevo escenario internacional trae consigo e impone cambios. La globalización económica y
la internacionalización del capital; la integración regional de economías nacionales; el surgimiento
de nuevas potencias económicas; una nueva división internacional del trabajo.
Acompañan a esos cambios una competencia más intensa por mercados —las guerras
comerciales—, una interpretación de culturas en las que, por virtud de los medios de comunicación
masiva, prevalecen los valores y las visiones de las sociedades más «avanzadas».
En la esfera política la vieja disputa hegemónica se ha resuelto y la posguerra fría ha dejado,
entre sus soldados, el desmoronamiento de regímenes políticos dictatoriales o autoritarios. Así ocurrió
en Europa oriental; así está ocurriendo en América Latina, donde se avanza, no sin dificultades, en
una nueva estructuración democrática.
En la esfera económica, el neoliberalismo está produciendo efectos dispares, en América Latina
amenaza con acentuar viejos desequilibrios entre regiones, ramas productivas y grupos sociales. La
competencia y la productividad imponen nuevas formas de trabajo que se traducen en sobrecargas, a
veces excesivas, y desplazamientos de personal que acentúen el ya de por sí grave problema del
desempleo.
En la esfera social, el Estado benefactor se empequeñece. El neoliberalismo lanza anatemas
contra la inversión gubernamental en programas de salud y bienestar.
En Latinoamérica la privatización avanza, las más de las veces, no como una expresión de la
participación creciente de la sociedad civil, sino como la confirmación del protagonismo de un sector
minúsculo, pero extraordinariamente poderoso: los grupos financieros e industriales vinculados al
comercio exterior.
El fantasma del neoliberalismo pareció confirmar la derrota de las ideologías alternativas y el
triunfo de esa «nueva derecha» que tuvo como paradigmas a Margaret Thatcher en Europa y Ronald
Reagan en América. Pero esos jalones históricos que pretenden corregir de golpe las exageraciones
del sistema precedente, suelen traer consigo sus propios abusos, que deben ser atemperados.
Bien podría ocurrir que estuviéramos ya presenciado el comienzo del agotamiento neoliberal o,
al menos, la modernización de sus mayores desarreglos. En Estados Unidos, por lo pronto, luego de
12 años de prevalencia neoliberal, los electores han votado por el cambio.
El nuevo papel del sindicato
Las transformaciones, pues, traen señales contradictorias. No todos los cambios son promisorios
para los trabajadores y sus organizaciones. En América Latina, el neoliberalismo arribó en momentos
de fuerte desgaste de un corporativismo cuya tarea primordial era, hacia adentro el control de las
demandas de los trabajadores y, hacia afuera, la aportación de clientela política. Ese desgaste afectó
también el sindicalismo magisterial, que llego a convertirse en protector de ineficiencias y
deformaciones que, al paso de los años, se volvieron cargas económicas y socialmente insoportables.
Esa erosión del sindicalismo explica por qué muchas organizaciones de trabajadores no han
tenido la capacidad para generar su propio diagnóstico, mucho menos para plantear alternativas. La
dureza de la crisis y la celeridad de los cambios encontraron a la mayoría de las organizaciones
sindicales atrofiadas, marginadas del quehacer político, sin capacidad para responder a cambios que
no entendían, para los cuales no tenían explicaciones adecuadas ni respuestas inteligentes.
Frente a la intensidad y la velocidad de los cambios, algunas organizaciones han buscado
preservar lo poco que poseen antes que exponerse a perderlo todo. Otras, por el contrario, han
intentado una política de confrontación a ultranza que las lleva, las más de las veces a derrotas y
frustraciones.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de México (SNTE) es una organización
singular por más de una razón: agrupa a los maestros, líderes naturales de las comunidades; sus
miembros se ubican en toda la extensa geografía del país, y cubren desde los mayores centros urbanos
hasta la más modesta ranchería, y constituye una de las agrupaciones con mayor número de miembros
en el mundo (más de un millón de trabajadores).
En el SNTE creemos que, en la defensa enérgica de los derechos de los trabajadores, los
sindicatos debemos aprender a ganar la batalla de las ideas, de los argumentos, y que debemos hacerlo
de cara a la sociedad, convenciéndola de la legitimidad de nuestras luchas y de la razón de nuestros
reclamos, para lograr así que el apoyo social se convierta en nuestro soporte más amplio y más firme.
Pero no existe la posibilidad de ganar esos espacios en la familia, en la academia, en los medios
de comunicación, en la sociedad, sin credibilidad ni autoridad. Y ahí aparece la cuestión de la
democracia. Autoridad y credibilidad deben asentarse en procesos democráticos. Sólo así se
construyen estructuras sindicales verdaderas, no fachadas.
En ese contexto quisiera apuntar, en grandes líneas, la experiencia de la organización que
represento, sin pretender en forma alguna que sea receta pata otras latitudes. Cada realidad ha de
conducir a respuestas propias, pero en la aldea universal el intercambio de experiencias es siempre
enriquecedor.
El SNTE decidió hace tres años darse a la tarea de consolidar in sindicato a la altura de los nuevos
tiempos. Para ello ha avanzado hacia un nuevo proyecto sindical que recoge una lectura actual del
contexto internacional, del país y un nuevo compromiso que implica una nueva relación con sus bases,
con la sociedad y con el Estado.
Entre las grandes cuestiones de este nuevo proyecto sindical sobresalen las siguientes
La construcción democrática
Durante mucho tiempo las organizaciones sindicales tuvieron al frente liderazgos que asumían
una representación carente de cimientos.
En el proyecto actual la dirección sindical finca su autoridad en el firme asiento de una elección
democrática. Los dirigentes surgen de una competencia interna, y son la base magisterial y la
legalidad estatutaria los que definen liderazgo, rumbo u manera de construirlo.
Toca la dirección recoger, discutir y llevar adelante esas propuestas y, lo que es igualmente
relevante, rendir cuentas de sus actos ante sus representados.
El proyecto democrático se finca en el reconocimiento y el respeto a la pluralidad que expresa
el variado mosaico magisterial; no asume a sus bases como masa amorfa, sino como la agregación de
individuos con necesidades y aspiraciones concretas; reconoce y ofrece espacios institucionales a
mayorías y minorías, a través de fórmulas de proporcionalidad.

Nuevas relaciones con la sociedad y el Estado


El nuevo proyecto sindical redefine sus relaciones sociales y políticas. Por lo que toca a la
sociedad, teje alianzas y acercamientos —en el país y en el extranjero— con otras organizaciones de
trabajadores y campesinos; dialogando y vinculándose son intelectuales y científicos e incluso con
los empresarios; pone atención a la opinión y al juicio de la sociedad sobre el quehacer y el rumbo
sindical. En síntesis, promueve actividades y participa en ámbitos sociales de comunicación, de
análisis y discusión de ideas y propuestas.
En lo que corresponde al Estado, construye una relación distinta a partir del respeto recíproco y
del gozo de una auténtica autonomía sindical.
El proyecto que hemos puesto en marcha no pretende restituir o remendar las viejas «correas de
transmisión» que operaban en un solo sentido; de arriba hacia abajo: del Estado a la cúpula sindical,
y de ésa a las bases. Esa alianza de desiguales explica la ausencia de los trabajadores en el diseño y
la formulación de las políticas públicas en materia educativa.
La naciente relación con el Estado implica una auténtica autonomía sindical: no queremos n un
sindicato claudicante que renuncie a la lucha, ni una irresponsable que lleve a los trabajadores a
confrontaciones desventajosas y, de ahí, a derrotas y retrocesos.

Desarrollar una capacidad de respuestas y de propuestas


A ciertos sectores, grupos y organizaciones sociales, la dureza de la crisis económica los condujo
al inmovilismo; a una especie de aturdimiento que los ha persuadido de que más les vale tratar de
preservar lo que tienen —que es poco— o, incluso, aceptar retrocesos, antes que exponerse a perderlo
todo.
Nuestro proyecto sindical implica desarrollar una capacidad de respuesta y de propuesta. Para
ello desea recuperar la fuerza social que haga viable un sindicato capaz de expresar y defender mejor
los legítimos intereses del magisterio, una organización más combativa y propositiva.
Una nueva cultura política sindical
Muchos años de ausencia de un ejercicio político abierto y plural impusieron en los sindicatos
una cultura del silencio. Se callaba incluso a través de largos discursos carentes de posturas políticas
o proposiciones prácticas.

La desvinculación de las organizaciones partidarias


Como ciudadanos y sindicalistas, muchos maestros militamos y seguiremos militando en el
partido que mejor responda a nuestras convicciones, pero el nuevo proyecto de un sindicato reconoce
su pluralidad, reclama la independencia de los partidos políticos.

Una retribución vinculada al desarrollo profesional


El nuevo proyecto propone vincular los avances de sus miembros a sus logros profesionales, y
lejos de dejar la eficiencia y la ´productividad como responsabilidad que le corresponde al otro lado
de la mesa, las asume como una tarea común de empleadores y trabajadores.
A una mayor calidad y productividad de la tarea magisterial, es decir, a una mejor formación
profesional, deben corresponder mejores ingresos y prestaciones. En este sentido se pugna por el
establecimiento de una carrera magisterial que estimule el desempeño laboral.

El compromiso con las mejores causas


Nuestro sindicato tiene, por encima de todo, un compromiso con las mejores causas; con la
soberanía, la libertad, la democracia, la justicia y el bienestar del pueblo.
Ésos son los trazos del nuevo perfil sindical que vamos construyendo los maestros de México.
Estamos aún muy lejos de alcanzarlo. Las dificultades son enormes y se hallan en todas partes.
Primero, dentro de la propia estructura, donde se disputan la hegemonía fuerzas contradictorias: las
de quienes quisieran desandar el camino y pugnan por volver al ayer, a un sindicato controladores de
sus bases y sumiso con el Estado, y las de quienes quisieran quemar etapas y acceder de la noche a la
mañana los anhelos largamente propuestos de los maestros. Uno y otro extremos dificultan en tránsito
hacia un nuevo proyecto sindical.
Un sindicato claudicante conducirá a retrocesos; otro pretendidamente radical llevaría a
confrontaciones, derrotas y también retroceso. El nuevo proyecto exige una lectura inteligente de los
tiempos, de la correlación de fuerzas u de las expectativas; nos pide avanzar con propuestas y
respuestas.
Pero si dentro del sindicalismo hay enormes dificultades para llevar adelante el nuevo proyecto,
las de afuera no son menores. Citaría solamente los problemas que entrañan la resistencia, la
incredibilidad o la incapacidad en fracciones del aparato gubernamental, de los partidos políticos y
de la misma sociedad para aceptar el proyecto que se está consolidando.
Los neoliberales —que se ubican en múltiples espacios— pretenden, en nombre de la
competencia, la eficiencia y la productividad, el retraimiento e, incluso, la desaparición de los
sindicatos; nuevas formas de organización del trabajo en las que los trabajadores asuman un papel
funcional dentro del proyecto económico; de meros eslabones de la cadena productiva.
De ahí que muchos observadores hablen de tiempos de crisis para el sindicalismo, pies detrás de
estas transformaciones vienen pérdidas crecientes de empleos, deterioro de los derechos humanos de
los trabajadores, de sus niveles de vida y, desde luego, erosión de sus organizaciones.

La educación en los tiempos de la modernidad


La educación, como el empleo, la salud, en general, el bienestar, ha padecido en los últimos años
los efectos de las crisis. Se afectó la enseñanza, se empobrecieron los maestros y se dañaron en
América Latina los crecimientos de nuestros países.
Pero frente a ese diagnóstico, los neoliberales plantean ahora un punto de vista instrumental de
la tarea educativa. Una formación para ser más eficientes y competitivos, encaminada a producir más
y mejor y a responder a la globalización de la economía.
Resulta inadmisible reducir la educación a mero insumo en la cadena productiva. Creemos, por
el contrario, en una educación que prepare profesionales aptos, capaz de acortar la distancia entre lo
que se enseña y lo que se necesita, dotada para vincular a los profesores, los alumnos y la sociedad,
pero que además, como lo expresa en su artículo 3° la Constitución mexicana, fomente, junto al amor
a la patria «… la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y la justicia»; una
educación democrática fundada « en el constante mejoramiento económico, social y cultural del
pueblo».
Si se desea lograrlo, es preciso pugnar por la defensa y el fortalecimiento de las instituciones
públicas de educación superior, de manera que jamás renuncien a su condición de espacios críticos,
humanistas y democráticos.
Para eso es necesario explorar nuevas avenidas. Lo único inadmisible frente a los nuevos retos
es no asumirlos. Resistirse al cambio tanto en la escuela como en el sindicato constituiría una apuesta
perdida de antemano.
El maestro tiene ante sí exigencias formidables: estar presente en el reclamo de una mayor
inversión en materia educativa, adecuada para disponer de los recursos e ilustraciones indispensables;
pugnar por una educación de calidad inmejorable que resuelva la contradicción aparente entre la
urgencia y la eficiencia, y se halle más vinculada con la realidad social. pero también compete al
maestro luchar por condiciones de vida decorosa.
Nos toca repensar la educación superior y el sindicalismo. Estamos aquí para reflexionar sobre
el futuro inmediato y verter nuevas iniciativas sindicales. Lo haremos con la contribución lúcida de
los maestros de América.
El imperio de los nuevos tiempos será desigual. Dependerá del país, de la región, de la rama de
actividad, pero también de la fortaleza de las organizaciones sociales.
Por eso los desafíos de esta hora reclaman un sindicalismo eficaz. Las organizaciones que no lo
consigan correrán el riesgo de difuminarse, pero no solamente como consecuencia de políticas
públicas adversas, sino por su propia incapacidad de construir un nuevo proyecto sindical.
El magisterio americano sabrá constituirse en baluarte de una educación superior, crítica,
científica y humanística de alto valor académico, que recupere lo mejor de sí y de su entorno;
queremos una educación al servicio del pueblo, de nuestros pueblos.

13 de noviembre de 1992
REPENSAR LA EDUCACIÓN SUPERIOR Y EL SINDICALISMO17

Este fin de siglo ha testimoniado la creación de nuevos equilibrios en el mundo. Enormes


cambios a nivel planetario trascienden fronteras océanos. La reestructuración mundial de la economía
y la formación de bloque son, junto a la revolución científica y tecnológica, expresiones de nuevas
realidades que tienen una traducción en el ámbito educativo y en la esfera laboral.
Tan es así que en muchos países se ha pretendido el sometimiento de los trabajadores como una
opción ante la rudeza de la competencia internacional, es decir, subordinar a los sindicatos a las
exigencias productivas. De ahí que muchos observadores hablen de tiempos de crisis para el
sindicalismo, pues detrás de estas transformaciones vienen perdidas crecientes de empleos, deterioro
de los derechos de los trabajadores, de sus niveles de vida y, desde luego, la erosión de su organización
sindical.
En América Latina, el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones y el tránsito hacia
un nuevo modelo ha implicado enormes costos sociales. A la sombre de una supuesta racionalidad
económica, muchos países han planteado el trastocamiento de los valores sociales: la supresión de
aquellos satisfactores que no cuenten con un asiento económico; el desmantelamiento de la
infraestructura para la atención social (en salud, educación y vivienda), es decir, el Estado mínimo y,
consecuente mente, el imperio del mercado.
A los excesos del Estado benefactor: su déficit en las finanzas públicas, su crecimiento
irreflexivo, su paternalismo, se han opuesto los excesos del Estado neoliberal que, ciertamente, ha
demostrado eficiencia productiva, pero que no ha resuelto el dilema de ofrecer a sus sociedades
crecimiento y justicia.

El nuevo papel del sindicato


En América Latina, el desgate del modelo proteccionista fue acompañado por el de un
corporativismo, cuya tarea primordial era, hacia adentro, el control de las demandas de los
trabajadores y, hacia afuera, la aportación de clientela política.
Ante cambios tan repentinos y severos, muchas organizaciones de trabajadores no han tenido la
capacidad ´para general su propio diagnóstico, muchos menos para plantear alternativas. La dureza
de la crisis y la celeridad de los cambios encontraron a la mayoría de las organizaciones sindicales
atrofiadas, marginadas del quehacer político, sin capacidad para responder a cambios que no
entienden, para los cuales no tienen explicaciones adecuadas ni respuestas inteligentes.
Y es que las prácticas corporativas —el verticalismo, la cultura autoritaria, la antidemocracia—
azolvaron a muchas organizaciones sociales. Sin embargo, ante el escenario es posible construir un
nuevo proyecto sindical que redefina sus relaciones en tres ámbitos: con sus bases, la sociedad y el
Estado. Con las bases, asentando a la dirección sindical sobre el firme cimiento de la elección
democrática, del voto libre y secreto, procurando la unidad en la diversidad y ofreciendo espacios
para la participación y la conducción de mayorías y minorías, según peso relativo. En cuanto a la
sociedad, tejiendo nuevas alianzas con otras organizaciones, con otros maestros, trabajadores y
campesinos; dialogando y vinculándose con los intelectuales y los científicos y aun con los
empresarios. En síntesis, promoviendo ámbitos sociales de comunicación, de discusión y de
formulación de propuestas.
Un nuevo proyecto sindical supone, asimismo, una relación distinta con el Estado, a partir del
respeto recíproco y de una auténtica autonomía sindical. Ni un sindicato claudicante que renuncia a
la lucha, ni uno irresponsable que lleve a los trabajadores a confrontaciones desventajosas y, de ahí,
a derrotas y retrocesos.
Un nuevo proyecto estimula la participación política de sus miembros, pero reclama la
independencia de la organización sindical respecto a los partidos políticos.
La consolidación del nuevo proyecto sindical exige trabajar intensamente en la formación de
cuadros cada vez más profesionales y capaces de mantener e incrementar la fuerza de la organización.
Ahora, el sindicato tiene, por encima de todo un compromiso con las mejores causas: con la
soberanía, la libertad, la democracia y la justicia.
Ése es el proyecto que está construyendo el sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
de México.

16 de julio de 1992

HACIA INA NUEVA RELACIÓN ENTRE LOS SINDICATIVOS Y EL ESTADO18

De cambios se habla todos los días. De cambios que han modificado el mapa del mundo; de
cambios tecnológicos y científicos. De los que se imponen desde fuera y los que surgen de dentro.
Pero de pronto tal parece que el cambio no tiene otra razón de ser que el cambio mismo; que no
hay una axiología que los sustente, o que ésta es tan angosta como lo que abarcaría un gajo de la
esfera de lo económico: eficiencia y productividad para la competencia, fundamentalmente.
Entonces ocurre que cuestiones torales como la democracia, el empleo, la distribución del
ingreso, parecen bienes prescindibles en el contexto de esa enorme arena social convertida en
mercado.
Pero no es posible admitir, sin más, que los cambios impongan una especie de determinismo
económico; ni se puede aceptar que vayas contra las anchas franjas de la sociedad que sólo disponen
de su trabajo intelectual o manual, como patrimonio básico o que dejen de lado los intereses
nacionales o los de la mayoría.
En las nuevas condiciones del mundo, México realiza su propio cambio, porque, ha hecho una
lectura de los requerimientos de la globalización económica, pero también, porque ha entendido que
los problemas, de toda naturaleza, acumulados durante los años de larga crisis sólo tendrán solución
real y duradera mediante un nuevo modelo de desarrollo.
El proceso mexicano se expresa en una reforma del Estado, que redefine su papel en la rectoría
económica, y abre el paso a una sociedad civil que comienza a moverse en espacios anteriormente
reservados en forma exclusiva a la Sfera estatal.
Los cambios mundiales y los cambios mexicanos representan retos y riesgos específicos para los
sindicatos, que algunos teóricos han llegado a considerar como trances de supervivencia, porque la
globalización de la economía y el recrudecimiento de la competencia internacional han llevado a
algunos a ver a los sindicatos como obstáculos para el desarrollo y han impulsado una ofensiva
sindical.
A partir de esa visión hay quienes proponen que desaparezcan los sindicatos o, al menos, que se
transformen para convertirlos en entidades sometidas a las convivencias de los proyectos económicos.
Sin embargo, los sindicatos tienen respuestas ante los cambios y quizás las más sólidas sean las que
se están construyendo con base en la democracia. Las organizaciones de los trabajadores no han
agotado sus reservas democráticas ni su capacidad de transformación, así podrán dirigir el cambio
con una visión propia.
A despecho de quienes desearían organizaciones sindicales subordinadas, desde distintos
espacios los trabajadores están mostrando su capacidad de reconstrucción. Este sindicalismo no
pretende montarse en la nada ni renunciar a experiencias de su historia. De su pasado está recuperando
lo que sirve, pero sin miramientos desecha vicios y defectos que harían endeble su estructura.
En estos años de cambio, el SNTE ha realizado una autocrítica severa —que no ha confundido
con la auto denigración— y ha emprendido una serie de acciones para transformar las estructuras, la
cultura y la práctica sindical.
Este propósito ha llevado a desplegar distintas formas organizativas, verdaderamente
democráticas, que se apoyan en estructuras horizontales de representación, una nueva división del
trabajo interno y un sistema permanentemente de negociación y delegación de atribuciones que
articula las decisiones, las estrategias y las tácticas de lucha.
La propuesta de cambios en curso replantea los vínculos del sindicato con sus propias bases, con
la sociedad, con los partidos y con el Estado. Exploraría someramente las dos últimas.
En el ámbito sindical, muchas veces sus víctimas con el Estado se sustentaban en un truque cuyos
beneficios se concentraban en la dirección sindical y se desparramaban muy escasamente hacia las
bases. Se ofrecían al gobierno control, movilizaciones y votos. El Estado entregaba privilegios para
los líderes y hasta antes de la crisis empleos y mejoras de salarios y prestaciones pata los agremiados.
A cambio de las prerrogativas, la dirección sindical se limitaba, con frecuencias, a transmitir de
arriba hacia abajo, decisiones tomadas en otras esferas.
El nuevo proyecto propone una nueva relación con el Estado fincada en su autonomía; una
interlocución madura y respetuosa que se aparta de dos extremos perniciosos: el sometimiento y la
confrontación por sistema.
Pero, además el nuevo sindicato de los maestros mexicanos excluye todo tipo de vinculación con
los partidos políticos que, con frecuencia, limita o diluye los intereses y las posturas de sus
agremiados. Sin embargo, el SNTE no prohíbe a sus miembros la militancia partidaria; es más, la
estimula y al mismo tiempo proclama la necesidad de que los propios partidos políticos inicien o
continúen la revisión crítica de su estructura y de su papel en la sociedad.
La mera aproximación al replanteamiento de los vínculos sindicales con el Estado y con los
partidos sugiere a complejidad y las dificultades de construcción del nuevo proyecto. Empero, esas
líneas son sólo dos de los componentes mayores de una transformación que, en el caso del SNTE,
recién comienza.

1° de octubre de 1992
CAPÍTULO II

REALIZACIONES, ACCIONES Y RETOS DEL SNTE

El SNTE, UNIDAD EN LA PLURALIDAD10

Una nueva época emerge en el mundo contemporáneo. Estados, sociedades, esquemas y


paradigmas se ven interpelados por grandes e inéditas transformaciones. Pareciera que la historia
vislumbra nuevos designios y trayectorias por donde los pueblos deben transitar.
Opciones y estrategias de desarrollo que en el pasado inmediato se presentaba como garantía de
bienestar y de orden social, hoy se ven como parte del pasado. El presente futuro en esta perspectiva
adquiere una dimensión distinta que obliga a las organizaciones sindicales, a los partidos políticos y
a la sociedad en general a dar respuestas adecuadas a las nuevas circunstancias. Apertura comercial,
inversión externa, acuerdos y enfoques sobre integración redefinen el curso regional nacional.
Modernización y democracia se imponen como los nuevos proyectos alrededor de los cuales las
aspiraciones de los pueblos del continente se definen.
Frente a estas circunstancias, el ascenso y movilización de las sociedades nacionales crea
espacios políticos y escenarios distintos, en los cuales actitudes, prácticas e interese individuales y
sectoriales deben homogeneizarse para crear una nueva mayoría con voluntad e identidad colectiva
que permita que las organizaciones sindicales mantengan su carácter de actores y sujetos de la
historia.
Dotados de esa voluntad colectiva, seamos creadores de las nuevas circunstancias, y no producto
de las mismas, asumamos el reto.
Hoy, y a casi 47 años de distancia del Congreso Constituyente de nuestro Sindicato Nacional,
los trabajadores de la educación estamos ante el diseño de definir el futuro de nuestra organización.
Asumamos ese reto histórico.

Origen y futuro: retos históricos


Nuestro sindicato nació para darle expresión unitaria a los trabajadores de la educación en su
relación laboral con las instituciones y en la lucha social y de defensa de la soberanía, empleado como
instrumento la educación popular. Se constituye a partir de muy distintas ideologías y organizaciones.
Recuperemos ese perfil originario. Como el origen, ésa será la cuestión fundamental que deben
marcar nuestros trabajos: la de crear la unidad en la pluralidad de corrientes y aspiraciones. Con esa
voluntad, este congreso habrá de ser tan importante como lo fue le Congreso Constituyente de 1943.
Sólo con el esfuerzo de todos lo podemos conseguir.
Definamos quiénes somos, cuáles son nuestras causas y qué horizontes queremos para la nación.
Emprendamos una gran tarea para organizar nuestra vida interna y nuestra presencia en la vida
nacional. A eso los convoco.
Partimos de l aspiración por el cambio, de la exigencia por la democratización, de la demanda
por una vida digna y el reconocimiento de la labor y de la dignidad de la clase trabajadora de la
educación. De la conciencia de que es preciso impulsar y conducir los cambios de acuerdo con
nuestras aspiraciones y las cuestiones que preocupan al sindicalismo. No vemos el cambio con
resignación; debe ser la estrategia que se siga. Lo vamos a realizar con entusiasmo y de acuerdo con
nuestra agenda.

Democracia sindical
No nos satisfacen las formas del quehacer en la vida interna de la organización.
Estamos decidido a superar esquemas patrimoniales y decididos a asumir la responsabilidad que
implica el compromiso de tener contacto permanente con la base; estamos resueltos a fortalecer la
autonomía de las secciones u de los órganos más directos de representación dentro de la unidad
nacional.
Estamos convencidos de que la democracia, la democratización, no puede esperar. Por eso la
conciencia magisterial está luchando por vigorosas transformaciones.
El inmovilismo llevaría la vida sindical a la debilidad, la fragmentación y el asilamiento frente
a la sociedad. El intento por fortalecer métodos verticalistas y la uniformidad darían lugar al cambio
más rápido para el conflicto interno y, hay que decirlo con claridad, para la pérdida de la autonomía
del SNTE en su relación con el gobierno. Los cambios sin dirección y sin acuerdos efectivos nos
conducirán a perder el rumbo.
De ahí que nos hayamos decidido por un nuevo proyecto sindical que recoge las mejores
tradiciones sindicalistas y el compromiso con las causas fundamentales de la nación y da paso a las
nuevas aspiraciones y a nuevas bases de agregación y defensa de nuestros legítimos intereses y
anhelos.
Estamos en una época, que nos obliga a reflexionar: somos parte de la nación mexicana,
expresamos sectorialmente sus aspiraciones y, por lo mismo, tenemos en esta hora una
responsabilidad histórica que cumplir.
Definitivamente nuestro papel futuro, recuperando y actualizando nuestro papel de agente y
factor de cambio porque nuestra transformación no debe significar sustituir, sino evaluar lo que se
debe cambiar, lo que se debe conservar y lo que es valioso y necesario recuperar.

Reforma estatutaria
Es por eso que propongo, a esta asamblea y al seno de este Primer Congreso Extraordinario
Nacional, lo siguiente:
Revisión amplia y plural de nuestros acuerdos estatutarios cobre la base de algunas directrices
fundamentales que recogen la voluntad de cambio y las aspiraciones que le dan sustento al magisterio.
La primera de ellas es la de nuestra identidad. A lo más destacado de nuestra Declaración de
Principios imprimámosle el signo de nuestros acuerdos y las definiciones que nos comprometen hacia
adelante:

 Reafirmemos nuestra decisión nacionalista y de defensa de la soberanía nacional.


 Fundemos en la democracia el propósito esencial de la educación y luchemos para que
sea el sistema de vida que prevalezca en la sociedad mexicana.
 Propugnemos por una educación nacionalista, como razón de movilidad e igualdad
social.
 Aclaremos nuestros acuerdos de democracia interna, integración plural y nuevas
autonomías.
 Aclaremos nuestros acuerdos de democracia interna, integración plural y nuevas
autonomías.
 Digamos qué nación queremos, más justa y más democrática. Comprometamos, desdé
ahora, en su construcción.
 Superemos para que siempre la experiencia de Vanguardia revolucionaria y sus
referencias estatutarias.
No queremos que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación sea patrimonio de un
grupo, ni que existan maximatos, ni que el gobierno del Sindicato sea la administración de unos
cuantos.
No, nunca más. Dejémoslo claro. Dejémoslo plasmado en los Estatutos, para que nunca más se
dé. Pero que también quede claro que ningún grupo está por encima de la base trabajadora ni por
encima de la norma estatutaria.
Es por ello que les propongo, compañeros y compañeras, reformar la Declaración de Principios.
En la cuestión estatutaria demos paso a lo mucho por hacer. Propongo la integración de mesas de
trabajo que presenten sus recomendaciones y aspiraciones en torno a los asuntos de fondo.

Por la democratización del Sindicato:

 Reorganización del Comité Ejecutivo Nacional para reducir o ampliar secretarías y


comisiones y regular sus atribuciones con precisión, para servir a nuestros agremiados
con mayor eficiencia.
 Revisión de reglamentos de asambleas y definición de fórmulas de proporcionalidad,
que den certeza democrática a nuestros procesos internos y no lleven a realizar el
pluralismo respetuoso en la vida cotidiana y en la integración de las corrientes a los
órganos de decisión.
 Elevación a rango estatutario del órgano de gobierno básico de representante de escuela
que se elija democráticamente, para impulsar la participación directa de la base en los
procesos sindicales precisando sus facultades y la obligatoriedad de reuniones periódicas
en sus delegaciones con la sección, haciéndose en los Estatutos la fijación de tiempo y
de procedimientos.
 Revisión de las facultades de las secciones y delegaciones sindicales para transitar a una
vida sindical más horizontal y menos vertical que dé lugar a una mejor representación
de aspiraciones y a la decisión cercana a la toma de decisiones por las propias secciones.
 Supresión de los artículos que establecen la obligatoriedad de participar en
organizaciones de trabajadores; decisión que debe derivarse de acuerdos internos y de
la estrategia sindical en cada etapa de la lucha magisterial, y no pertenecer a esta norma
estatutaria.
 Revisión de la forma en que se distribuyen las cuotas sindicales, para que exista una
distribución más racional, equitativa, eficiente y transparente; incrementando
considerablemente las participaciones económicas a las secciones y garantizando que
los recursos lleguen en beneficio a la base, con la obligatoriedad de informar
periódicamente en asambleas y por escrito. Si este congreso lo aprueba, se deberá
asignar una cuota suficiente de las participaciones sindicales e instrumentar el articulado
y procedimiento para que los comités ejecutivos delegacionales reciban de las
direcciones nacionales cuotas sindicales. Esta medida redundará en el fortalecimiento
de nuestra unidad nacional y dará beneficios concretos a la base magisterial.
 Manejo transparente de los recursos por la vía de programación presupuestal específica.
Fortalecimiento de los mecanismos de control financiero y de aplicación de recursos
para hacer trasparente y democratizar la información y vigilancia sobre su uso y destino.

Estrategia económica realista


En materia económica, somos los primeros en reconocer el deterioro de la calidad de vida de los
rabajadores de la educación y la urgente necesidad de buscar las alternativas que permitan la defensa
del poder adquisitivo, los recursos que nos aseguren ampliar el bienestar de nuestras familias y,
fundamentalmente, recupera y elevar nuestro nivel de ingresos.
Propongo que juntos diseñemos la estrategia sindical en materia salarial y de reivindicaciones
económicas. Hagámoslo con realismo. Los tiempos no permiten que nos atrincheremos en demandas
demagógicas. Éstas no sólo limitan el margen de la negociación, sino que además nos enfrentan
irreflexivamente.
Reconocemos que, entre los trabajadores de la educación, existen sectores cuya situación
económica se encuentran fuertemente afectada en razón de su entorno socioeconómico y geográfico.
Bajo estas condiciones analicemos la convivencia de que los ingresos sean ajustados bajo criterios
regionales.

Sistema nacional de abasto


Las condiciones actuales del país nos obligan a buscar alternativas más creativas y efectivas para
ampliar nuestros niveles de bienestar. Por ello, propongo la creación de un sistema nacional de abasto
que garantice la eficiencia de las tiendas y centrales de abasto del Sindicato para asegurar que nuestros
agradecimientos satisfagan sus necesidades a los menores costos. Es una medida concreta para
fortalecernos.

Fideicomiso de vivienda
Lo propuse en el Consejo, lo propongo a la soberanía de este Congreso: la creación de un
fideicomiso que permita responder a la demanda creciente de los trabajadores de la educación en
materia de vivienda; que facilite la obtención de crédito para construcción, renovación o compra de
vivienda destinado a aquellos compañeros que carecen de ella.
Éstos son proyectos a nuestro alcance, busquemos juntos más y mejores alternativas. Hagamos
realidad estas propuestas.

Fondo de retiro
Propongo, compañeros, que nos demos a la tarea de crear un fideicomiso para que parte de las
cuotas sindicales —una vez aprobadas las reformas— permitan que al jubilarse nuestros compañeros
recuperen algo de sus aportaciones sindicales. En este Congreso asumo con seriedad y
responsabilidad el compromiso, la lealtad me obliga.
Hoy, en mi calidad de secretaria general. Sostengo, en nombre del Comité Ejecutivo Nacional,
este principio: ninguna medida administrativa que tienda a mejorar la educación, que es razón y
esencia de nosotros, tendrá obstáculos en el SNTE; pero declaramos: nosotros conocemos y
respetamos a la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, que consagra el derecho a la libre
organización de los trabajadores.
Por eso hoy declaro que, para defender nuestros derechos laborales y profesionales, mejoramos
nuestra preparación para así estar preparados para el reto; nos democratizamos porque es voluntad de
la base. Asimismo, el desafío y el compromiso desde la trinchera en que estemos. Pero digo con
confianza y lealtad a los trabajadores de México: ¡la casa ha estado ben guardada!, y, por ello, puedo
decir que lucharemos para seguir siendo el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

20 de enero de 1990

UNA FUERZA DECISIVA EN EL DISEÑO DE LA SOCIEDAD20

Saludamos jubilosamente la presencia de distinguidos representantes del magisterio del


continente americano en este acto. Mucho más que una fórmula de cortesía, está es la expresión franca
del estado de ánimo de los trabajadores mexicanos de la educación, que resume la satisfacción que
nos produce ser hoy anfitriones de los maestros de América nuestra. Pero el júbilo deriva también de
la comprobación de un hecho promisorio: esta reunión demuestra el vigor y la voluntad de los
maestros del hemisferio de encarar juntos los desafíos de nuestro tiempo.
Nunca seremos suficientemente fuertes si nos mantenemos aislados, cada quien en su propio país
o en su propio sindicato, como si no existiera interese comunes que nos obligaran a la interrelación
gremial constante y productiva. Sólo unidos y organizados, los maestros construiremos una fuerza
capaz de contribuir de manera creativa y eficaz a la definición del rumbo que tome, la región en su
conjunto y cada una de nuestras naciones en particular.
Damos también un saludo fraternal a los compañeros dirigentes de las organizaciones sindicales
mexicanas, cuya presencia solidaria nos estimula. En el pasado hemos encontrado convergencias y
hemos trabajado juntos. Hacia adelante hay valiosas experiencias que compartir, cambios por
recorrer; propuestas que imaginar. Hay también acciones que concretar.
Después de varias décadas de crecimiento económico en la región, los años ochenta fueron un
periodo no sólo de estacionamiento, sino de retroceso que los gobernantes y estudiosos de la economía
y la política designaron como la «década perdida».
Por supuesto, como suele ocurrir en los tiempos de crisis o emergencia, los más duros sacrificios
correspondieron a los trabajadores manuales e intelectuales. Pero no sólo «década perdida» causó
estragos en los niveles de empleo y bienestar del universo trabajador.
Adicionalmente, las políticas de ajuste y estabilización, aunque han permitido en distintos países
la recuperación del crecimiento, se tradujeron en severos castigos para la economía popular.
El agravamiento de los problemas históricos de pobreza y de distribución de oportunidades y de
ingresos —hoy tiene más pobres la región que en la década de los ochenta— evidencia que el mero
crecimiento económico no resolverá por sí solo las inequidades sociales y que una estrategia que no
se proponga de manera deliberada la reforma social, encontrarán más temprano que tarde la pérdida
de consensos políticos que afecta, a un tiempo, legitimidad y gobernabilidad, apoyo y rumbo
histórico.
La reforma social implica pensar lo social, recuperar el acento en lo social sin desatender la
estrategia del cambio económico. Sin embargo, en nombre de la globalización, la productividad y la
competitividad internacional, se ha impulsado una línea económica que, en muchos países, sacrifica
la promoción del empleo, la justicia social y el desarrollo armónico. Se quiere hacer creer que al
abatimiento del precio de la mano de obra conlleva ventajas en el marco de la competencia. No es
así. Las reformas sociales tienen que ser un componente central de la estrategia de cambio; en su
condición de viabilidad, pero, es también, su reclamo ético, político y de justicia.
Frente a una política que ha tenido los efectos de un cataclismo social —el empobrecimiento de
millones de seres en el continente americano, particularmente de América Latina, con su estela de
pobreza, desnutrición, enfermedades e, incluso, muerte— el sindicalismo de la región tiene el
imperativo histórico tiene el imperativo histórico y moral de ampliar su horizonte de lucha.
Si ha de ser congruente con la historia, si ha de entender los tiempos de cambio, el sindicalismo
magisterial debe colocarse en la primera fila de la lucha por una política económica y social para el
bienestar nacional, una política que no se finque en la exclusión de los trabajadores de los beneficios
del crecimiento económico, única fórmula capaz de lograr un desarrollo verdadero y real con
estabilidad.
La historia de los trabajadores americanos y, sobre todo, de los trabajadores de la América
Latina, es la historia de intereses y desafíos comunes, desde el principio de nuestra formación
nacional. Como si hubiera sido un movimiento concertado de antemano por los próceres que, seguidos
por las masas insurgentes, construyeron nuestras naciones, la lucha por la independencia se desarrolló
como un impetuoso movimiento simultáneo con objetivos similares y dificultades comunes. La
hazaña de la liberación americana fue la primera de las epopeyas populares que cruzaron el territorio
de nuestra América.
En esa historia, los maestros nunca faltaron a sus compromisos sociales. Las piedras
fundacionales de nuestra América fueron colocadas por hombres lúcidos y valerosos apoyados por
pueblos resueltos. No es gratuito que, a través del tiempo, el maestro haya sido considerado como un
agente de la transformación social y como autoridad moral en las comunidades.
El educador americano asumió la responsabilidad de alumbrar con el conocimiento y su
compromiso social los anhelos y empeños de libertad, justicia y prosperidad de los pueblos del
continente. De esa historia somos herederos y a esa historia deben corresponder nuestras acciones.
El tiempo nuestro es complejo y difícil. En años pasados el neoliberalismo que se extendía
impetuoso por todo el mundo, en un movimiento avasallador y presuntamente imbatible, hizo
concebir a muchos la desmesurada idea de que los sindicatos pronto serían arrojados como trastos
viejos al basurero de la historia.
La historia, sin embargo, no ha acabado. Muchos sindicatos no sólo no hemos bajado la guardia,
sino que nos aprestamos hoy, armados con una clara percepción de nuestras propias capacidades, de
lo que los trabajadores podemos aportar al desarrollo productivo, tecnológico y cultural de la
humanidad y de la correlación de fuerzas, a retomar la iniciativa en la lucha social, a ampliar nuestra
presencia en la sociedad del cual formamos parte y con la que estamos profundamente
comprometidos.
En las actuales circunstancias, los ejes del sindicato moderno, a nuestro juicio, deben ser, entre
otros: la lucha por mejores condiciones de vida de los trabajadores; por su superación profesional,
laboral y humana; por la construcción de sindicatos democráticos, depositarios y portadores de
riqueza nacida de la unidad en la diversidad, la lucha, también, por las mejores causas: un desarrollo
económico justo, equilibrado y cuya principal preocupación sean el hombre y la naturaleza.
Herederos de una historia compleja de luces y sombras, con periodos luminosos, pero también
con episodios de retroceso, los maestros debemos ser capaces de construir una nueva cultura sindical,
que afirme el lugar de nuestras organizaciones en el mundo cambiante hoy.
¿Qué rasgos debe poseer esa nueva cultura sindical? La nueva cultura sindical debe,
fundamentalmente, promover la participación de los maestros en la discusión de los problemas
sindicales y nacionales, pero también en la formulación de las soluciones y, sobre todo, en la
ejecución de las soluciones mismas.
La nueva cultura sindical debe acabar con los liderazgos cerrados a la participación de las bases.
Debe promover la deliberación constante, pero madura, de los problemas que surjan en cada espacio
sindical. Debe crear canales expedidos para la formulación de denuncias y problemas; así como para
la formulación colectiva y consensuada de soluciones.
Sin caer en los graves inconvenientes que pueden crear los excesos —uno de ellos, el
asambleísmo desgastante— la nueva cultura sindical debe convertir en práctica democrática la
rendición sistemática de cuentas claras, no sólo en el ámbito de la tesorería —que debe siempre ser
el más transparente de todos—, sino todos los campos, de manera que os actos que realiza la dirección
dispongan siempre del apoyo de las bases.
Sólo un sindicato capaz de crear mecanismos fluidos de responsabilidad compartida entre la
dirección y las bases tendrán una existencia consolidada frente a los retos del provenir. Si, en cambio,
la dirección sindical no logra la confianza de sus agremiados, la vida sindical entraría en un proceso
del debilitamiento progresivo que expondría a la organización a todos los riesgos posibles.
En la construcción de una nueva cultura sindical, el Instituto de Estudios Sindicales de América
puede y debe jugar un papel decisivo. Creado por mandato del Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación y de la Confederación de Educadores de América, el Instituto será el laboratorio de
análisis y el campo donde florezcan reflexiones, ideas, directrices para el sindicalismo que exigen
este tiempo y que imponen las necesidades de los maestros y los trabajadores americanos.
El instituto será también el foro que permita a los maestros de todos nuestros países intercambiar
experiencias, información y propuestas, de manera que los sindicatos entren en proceso de constante
enriquecimiento mutuo.
Entre las tareas que realizará el Instituto figura prioritariamente la formación de cuadros que
constituyan la avanzada de la cultura sindical que nos empeñemos en impulsar. El sindicalismo
moderno lo será en la medida en que forje estos nuevos cuadros, soportes de una estructura
participativa y democrática, capaces de interpretar el mundo cambiante de nuestros días y de luchar
por los objetivos de la organización aun en las circunstancias de mayor dificultad y riesgo.
Los cuadros que surjan y que se desarrollen en este instituto de estudios y formulación sindical,
los sindicalistas de fin de siglo, deberán poseer capacidad de negociación y argumentación para
plantear, en los terrenos de una interlocución seria y responsable, las posiciones sindicales y defender
los interese de los trabajadores de la educación con firmeza, habilidad, conocimiento, madurez y
perspicacia.
El Instituto pretende convertir en un laboratorio a través del cual los sindicatos puedan tomar el
pulso de la producción económica, con el fin de diagnosticar la situación general del sindicalismo en
México, el continente americano y el mundo en general.
En la medida en que los sindicatos, los dirigentes y las bases trabajadoras conozcan, con rigor,
método y perspectiva, experiencias propias y ajenas y las sometan a una discusión organizada e
informada, aumentará significativamente la capacidad de elaborar propuestas y líneas de acción para
distintas circunstancias y escenarios, lo mismo en situaciones generales que en casos específicos.
De esta manera, la capacidad de lucha crecerá cualitativa y cuantitativamente. Bajo este marco
general, el instituto de Estudios Sindicales de América se propone, como objetivos generales,
desarrollar investigaciones rigurosas sobre la situación, los cambios y las perspectivas del
sindicalismo y del mundo laboral.
Para conseguir los objetivos propuesto, el Instituto utilizará todos los medios disponibles en la
moderna academia, sin excluir los probados métodos de la enseñanza tradicional.
Un componente fundamental del naciente Instituto es su Consejo Consultivo. En su compromiso
con la promoción de la democracia, la justicia y el humanismo social, el Instituto tendrá el respaldo
moral y académico de un espléndido Consejo Consultivo en el que figuran personalidades de distintos
quehaceres y de distintas percepciones a los que unen sus credenciales intachables y su compromiso
con las mejores causas de México, de América y del mundo.
No es un dato menor la ubicación de la sede del Instituto. Este edificio, que acoge desde hoy al
IESA, está ubicado en la calle de Donceles, en el Centro Histórico de la Ciudad de México que, en
años fundamentales para la historia y la cultura mexicana del siglo XX fue el escenario de la emoción,
la lucidez y del patriotismo de muchas generaciones de maestros y, también, de la pasión de miles de
jóvenes mexicanos, ansiosos de erudición, dueños de un sobresaliente talento creativo y deseosos de
convertir el conocimiento en un bien colectivo. Estamos seguros de que este tan digno espacio
fomentará el espíritu de amor al conocimiento al que está asociado el antiguo Barrio Universitario de
la capital mexicana.
Son, creemos, promisorias las circunstancias en las que surge el Instituto de Estudios Sindicales
de América, como portador de un augurio de mejores tiempos para los sindicatos en la lucha constante
y denonada que, a través de todo el continente, sostiene los maestros de la América nuestra.
Estamos seguros que los años finales del siglo XX conocerán un magisterio cabalmente
comprometido con las causas siempre vigentes de la democracia participativa, de la justicia social,
de la expansión general del conocimiento, de integración continental con defensa de las soberanías
nacionales, de salvaguarda de la naturaleza y de compromiso con la liberación del ser humano.
Si trabajamos con perseverancia, inteligencia y organización, el siglo XXI conocerá un pujante
sindicalismo que nos sólo defenderá eficazmente los derechos laborales, sino que será una fuerza
decisiva en el diseño de la sociedad de los próximos años, con propuestas lúcidas y visionarias. De
los propios trabajadores, como siempre, depende que la centuria que viene sea también nuestra.
En este contexto se inscribe la creación del Instituto de Estudios Sindicales de América que a
Confederación de Educadores Americanos y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
entregan hoy a los sindicalistas del continente.

12 de mayo de 1993

LOS OBSTÁCULOS AL CAMBIO21

La construcción en las organizaciones políticas y sociales de nuevas alternativas suele encontrar


resistencias y presiones de distinta naturaleza y dimensión que surgen de adentro y de afuera, por
buenas o malas razones. Muchas provienen de la natural resistencia al cambio, otras de intereses, de
ignorancias, de escepticismos o, incluso, de la mala fe.
El SNTE está comprometido en una tarea de reconstrucción que parte de la autocrítica de pasado,
del reconocimiento del desgaste de un tipo de sindicalismo que llegó a ser una carga para sus propios
agremiados, para el proyecto educativo y para el país. Pero el nuevo proyecto exige mantener,
también, la autocrítica de su presente.
La construcción de un nuevo proyecto sindical democrático y propositivo; que ofrezca espacios
institucionales a mayorías y minorías; que estimule una cultura participativa, dispuesta a razonar
convergencias y divergencias; que replantee sus relaciones con sus bases, la sociedad y el Estado, ha
tenido distintas lecturas y respuestas.
Ente el cambio del SNTE hay en la atmósfera lo mismo simpatía y apoyo que indiferencia,
incredulidad e, incluso hostilidad abierta. La transformación, pues, encuentra fuerzas que resisten y
obstruyen.
El SNTE aspira a mirar lejos y a ensanchar sus espacios, puede hacerlo, porque examinar el
horizonte, sin los resabios que nublan la visión, es una vieja costumbre de los maestros mexicanos
del campo y de la ciudad.
Y puede ensanchar su ámbito de desarrollo, porque es heredera de maestros que supieron correr
los riesgos de abrir caminos para que otros los recorrieran con seguridad. Rescatar las experiencias
aleccionadoras del pasado, incomprendidas algunas, es también una de las tareas del SNTE de hoy.
El sindicato magisterial encara en su propio seno a las fuerzas del escepticismo, de la diferencia
y de la hostilidad, sentimientos, casi siempre, profundamente conservadores. Se trata de dos flancos:
en una se alinea los nostálgicos del viejo sindicato sumiso al Estado; los que pugnan por restaurar las
prácticas corporativas y manipuladoras de las bases. En el otro militan los que, sin hacer un
diagnóstico y sin analizar la correlación de fuerzas, pretenden quemar etapas para alcanzar demandas
muy justas que, sin embargo, no pueden alcanzarse de golpe.
Equivocados ambos: los melancólicos del sindicato correa de transmisión y los voluntarios de la
revolución en menos que canta un gallo, objetivamente obstruyen el tránsito hacia un nuevo proyecto
sindical. Para que sea posible la regeneración plena del sindicato, las bases magisteriales deben ver y
remover —y lo verán y removerán, de seguro— el obstáculo que desde adentro impide avanzar con
paso más rápido y firme. Afuera no son menores los obstáculos al cambio. Algunos, en el aparato
gubernamental y corporativista, no acaban de comprender la importancia de construir un sindicalismo
de nuevo tipo en México, liberado de ataduras y militancias forzadas.
Son, en el frente externo, los socios correspondientes de los nostálgicos del sindicalismo
controlador de las bases. Pero los trabajadores de la educación no están dispuestos a volver atrás.
Interesados —por vocación y por formación— en los asuntos públicos, los maestros reclaman el
derecho a militar en el partido de su preferencia, y tienen razón. Más aún, para los propios partidos,
siempre será mejor un militante voluntario y convencido que uno que simule serlo.
Entre los administradores que pretenden menguar o anular de plano a los sindicatos en nombre
del mercado, de la eficiencia y de la productividad, también se encuentran los adversarios del nuevo
sindicato. Frente a los que quisieran sacrificar la organización sindical a un proyecto económico para
el que no hay mejor trabajador que el que regala su fuerza de trabajo, el SNTE toma su lugar en la
lucha por la reivindicación del bienestar, el empleo y la superación profesional, como metas
prioritarias del desarrollo sindical.
Los maestros creemos que ningún proyecto de modernización se consolidará si pretende
montarse en el empobrecimiento y la explotación. En el horizonte ya aparecen diversos signos que
recomiendan un reacomodo de los planes modernizadores para adjudicar a las fuerzas del trabajo un
papel relevante en el cambio económico, social y político del ´país.
La ruta de transformación del SNTE está siendo observada desde muchos espacios y de manera
rigurosa. Qué bueno que así sea; lo que pase a los maestros y a su organización gremial es asunto que
importa a la nación.
Lúcidos analistas han escrito ensayos, artículos y columnas que muestran un serio interés por
conocer e interpretar el proceso. En un ejercicio inteligente y equilibrado, señalan y comentan fallas
y aciertos. Lamentablemente hay casos de excepción, de ahí que un último obstáculo que se levanta
al cambio magisterial sea la incomprensión, la incapacidad de algunos intelectuales para entender que
una metamorfosis como la que está en curso en una organización con el tamaño, la historia y la
complejidad del SNTE, no puede darse linealmente ni sin tropiezos y errores. El cambio tiene que
darse en el mundo real, no en el que construye, a veces, la imaginación o la ingenuidad de algunos.
No hay peor ciego que el que no quiere ver; como aquél a quien le nubla la perspectiva la
convicción de hacerlo desde un atalaya de pureza. La soberbia es también una forma de corrupción y
de ceguera. Mas por encima de estos obstáculos, el sindicato magisterial seguirá cambiando. Habrá,
sin duda, desaciertos e, incluso, retrocesos. Procuraremos que sean pocos y superables, pero, al final
se consolidarán estos cambios sobre la indiferencia, el escepticismo y la hostilidad.

19 de noviembre de 1992

UN SINDICALISMO PARA LA ACCIÓN PÚBLICA22

La gran oleada conservadora que cubre el mundo amenaza con romper los vínculos más fuertes
que los sectores populares han construido a lo largo de siglos de organización y lucha.
Muchas cosas pueden regatearse a los pensadores y ejecutantes de la ingeniería política
neoliberal, menos la puntería para elegir aquellos núcleos de resistencia que debe recibir toda la carga
en la modernización salvaje, sin concesiones, como lección ejemplar del nuevo orden mundial, donde
la libre concurrencia de competidores sustituirá a la solidaridad entre iguales.
El sindicalismo es una de las construcciones sociales que más desvelos causa a los impulsores
del viejo modelo rejuvenecido; por ello es que no pierden oportunidad para desarticular su potencia
creadora y desactivar su capacidad defensiva, las que pueden surtir de energía a un conglomerado
social que no se reconoce en el paradigma de la actividad humana como sinónimo de «iniciativa
privada».
Lo más grave del asunto no está en las intenciones de quienes se oponen a la renovación del
sindicalismo (y pregonan su pronta extinción) ¿, sino en la lentitud con que los afectados procesan
opciones al proyecto aniquilador.
No es ninguna novedad afirmar que el sindicalismo atraviesa por una de las mayores crisis de su
historia. Tampoco repetir que, dadas las circunstancias, no podía ser de otra manera ante la
transformación acelerada de las condicione económicas, tecnológicas y culturales de los últimos años
y las modificaciones que se han operado en el mundo del trabajo y en la recomposición de la figura
obrera. Los modelos de organización y participación tradicionales de los trabajadores en la
producción, la vida social y la política muestran signos evidentes de agotamiento. En cambio, lo que
sí puede adquirir un carácter inédito es la respuesta de los organismos sindicales empeñados en
proponer caminos que resuelven la crisis en sentido positivo, tanto en lo que se refiere a los conflictos
laborales como el diseño de alternativas de participación colectiva. Éste es uno de los puntos que
abordó el SNTE en su II Congreso Nacional Extraordinario de febrero del año pasado: la necesidad
de crear un espacio en el que los trabajadores de la educación encontraran apoyo, sustento a su interés
y voluntad de participar en los diferentes ámbitos de la vida pública que demandan una actividad
política.
El mecanismo acordado por el sindicato fue la creación de un Comité Nacional de Acción
Política (CNAP), el cual representa la cristalización de uno de los componentes del proyecto que
hemos llamado Sindicalismo estratégico para la acción pública. Mediante el CNAP se propone el
fortalecimiento de la presencia colectiva de los trabajadores de la educación en las ámbitos social y
político, a partir de la defensa y promoción de tres objetivos fundamentales: la salvaguarda de la
educación pública, la integridad de la estructura nacional del SNTE, y la revaloración social y el
mejoramiento económico y profesional del magisterio.
El Comité Nacional del Acción Política se concibe como una iniciativa para enfrentar
creativamente la creciente complejidad que define a la sociedad mexicana de nuestros días. Se parte,
asimismo, del reconocimiento de la influencia y la acción múltiples del maestro: como difusor de
cultura y conocimiento, como líder de opinión, como promotor del cambio social, y también como
ciudadano que vive los conflictos urbanos o comunitarios, que comparte la problemática de niños,
jóvenes y mujeres…
Desde esa perspectiva, el CNAP se plantea como el instrumento organizativo que permitirá
trascender límites del gremialismo, para insertar a la organización sindical en la vida pública de la
nación, al tiempo que dote de transparencia a las necesarias relaciones del Sindicato con partidos,
organismos sociales e instancias gubernamentales.
El Comité Nacional de Acción Política forma parte de los medios que proyecta el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación para hacerse presente en los espacios donde se elaboran,
discuten y toman las decisiones que marcan el rumbo de la vida nacional. Su incorporación a la vida
cotidiana del SNTE ha quedado sancionada mediante la reforma de los Estatutos que realizó el
Segundo Congreso Nacional Extraordinario de la organización sindical. Sobre este espacio —
mecanismo de participación pública de los trabajadores del magisterio— posteriormente se
comentarán diferentes aspectos de concepción, organización y funcionamiento.
La responsabilidad es mayor si apuntamos que se trata de lanzar iniciativas como organización,
pero evitando puntualmente los peligros del corporativismo. Se trata de promover u nuevo tipo de
participación ´política, individual y colectiva, que aproveche la riqueza de la pluralidad que confluye
en la organización magisterial: de ninguna manera de contradecir el derecho a la libre afiliación
política y al ejercicio soberano del voto de cada uno de los miembros del sindicato, ni de comprometer
la integridad de la organización mediante cuotas de poder o de intercambio clientelar.
La creación del Comité Nacional de Acción Política enfrenta riesgos que debe superar para
proyectar con toda su potencialidad la participación de los trabajadores de la educación en la vida
pública del país. Entre estos riesgos cabe mencionar: a) la visión estrecha de que se trata de un
instrumento para promover intereses de grupos por encima de la normatividad interna de la
organización y para el beneficio particular en demérito del colectivo; b) la perspectiva conspiratoria
de que es un mecanismo para influir de manera oculta en las decisiones gubernamentales y en la vida
interna de las organizaciones políticas y sociales; c) el reflejo corporativo de que mediante este órgano
se subordinaría a los órganos de gobierno del Sindicato y a los trabajadores a manejos clientelares
por cuotas de poder, y d) la creencia de que su creación daría lugar a prácticas patrimonialistas, con
lo cual se permitiría actos de corrupción.
La reglamentación y puesta en marcha del Comité Nacional de Acción Política del SNTE
ampliara el horizonte de la práctica sindical: por un lado, la presencia de los maestros en todos los
ámbitos de la vida social; por el otro, en justa correspondencia, la responsabilidad reflexiva y actuante
del magisterio en la búsqueda de soluciones a los problemas más insolubles de la sociedad mexicana.

20 de septiembre de 1993

UN SINDICATO VOLCADO A LA SOCIEDAD23

Un sindicalismo enconchado, arrinconado en el gremialismo, se convierte empresa fácil de


quienes propone un orden social y laboral vertical por «necesidad» y productivista es inmóvil por
definición autoritaria. Un sindicalismo así, amedrentado ante la ofensiva cultura, política y económica
del conservadurismo, no sólo se desarma como herramienta de transformación social, sino también
en si accionar como instrumento de los trabajadores. En otras palabras, auto marginarse de procesos
políticos, sociales y culturales más amplios resulta contraproducente: debilita la fuerza organizativa
y la capacidad de negociación e influencia que posibiliten una defensa eficaz de sus afiliados. Por eso
el gremialismo es una respuesta simple a multitud de preguntas complejas.
En el caso del SNTE, la particularidad de su materia de trabajo —la educación que imparte el
Estado mexicano— ha motivado la necesidad de responder no sólo con imaginación, sino también de
prever acontecimientos con creatividad e inteligencia. La experiencia magisterial nos ha enseñado
que la mejor defensa del Sindicalismo —de su integridad nacional y su responsabilidad en la defensa
y superación de la educación pública— es volcar sus iniciativas y proyectos a la sociedad en general.
El comité Nacional de Acción Política (CNAP) es el mecanismo mediante el cual los
trabajadores buscan participar e influir en el acontecer político y social del país; y junto con ello, en
un proceso recíproco, nutrir a la organiza magisterial de las experiencias e inquietudes de ciudadanos,
grupos civiles, organismos políticos y sociales.
La creación de este órgano permanente de gobierno en el SNTE tiene como principal objetivo
impulsar la actividad política de los maestros, en forma individual y como espacio colectivo, pues
consideramos que la consideramos que la construcción de la democracia en nuestro país no se limita
al acto individual de votar para elegir autoridades y representantes a las cámaras, sino en la presencia
abierta y comprometida en los asuntos nacionales.
Además, un sindicalismo plural y autónomo de la importancia del SNTE requería
institucionalizar y hacer más transparente su relación con sindicatos, centrales, federaciones, partidos
políticos, instancias legislativas y gubernamentales.
Un breve bosquejo de los espacios de intervención en los que el CNAP desplegará su labor puede
dar una idea de lo ambicioso de la iniciativa.
En el ámbito, por ejemplo, el CNAP se encargará de procesar la información necesaria para que
el Sindicato otorgue su apoyo a candidatos del magisterio (u otros fines) en procesos electorales de
carácter federal, estatal y local. Sin importar filiación partidista, pero sí su representatividad y
trayectoria política; estos aspirantes a puestos de elección popular se comprometerían a defender
durante sus campañas los principios y objeticos estratégicos del SNTE: la defensa de una educación
pública de calidad, gratuita y laica; del Sindicato su estructura nacional, y de las condiciones
profesionales y de vida de los trabajadores de la educación.
En el campo legislativo —mediante diputado, senadores y legisladores locales—se impulsarán
iniciativas de ley, particularmente en los terrenos laboral y educativo.
A nivel social el magisterio tiene una larga experiencia. Basta con recordar la tradición de los
normalistas rurales, para que el sindicato asuma con el mayor entusiasmo el compromiso con
organizaciones campesinas e indígenas que luchan por sus derechos y su identidad comunitaria, al
tiempo que exploran opciones de organización productiva. Asimismo, se deberá convertir en acción
permanente la participación de sindicalistas en la promoción y apoyo de programas orientados a la
niñez, la salud y la escuela; lo mismo en las luchas vecinales y urbano populares encaminadas a lograr
un mejor entorno habitacional y calidad de vida en barrios y colonias.
En el aspecto sindical, el CNAP servirá como promotor de acercamientos con diversas vertientes
del movimiento obrero para —en términos fraternales, respetuosos y propositivos— intercambiar
experiencias y lograr acuerdos necesarios para el proceso de modernización del sindicalismo
mexicano y la renovación de sus concepciones, estrategia y discurso.
Vinculados al área que consideramos prioritaria, vamos a reforzar nuestra participación en los
consejos escolares, para favorecer la superación de la calidad educativa a través del mejoramiento
técnico pedagógico, administrativo y organizacional. Esta contribución está respaldada en el trabajo
responsable y actualizado de los educadores mexicanos.
Como puede verse, el espectro contemplado en las actividades del Comité Nacional de Acción
Política atraviesa tantas esferas de la sociedad civil y la sociedad política, que sería largo enumerar
detalladamente. Más aún si se contempla que junto al CNAP se crearán comités de acción política
estatales: una movilización de iniciativas y acción colectiva a los largo y ancho de la sociedad y el
territorio mexicano.
Se trata de relanzamiento, para los nuevos tiempos, de una noble tradición: el compromiso de
los maestros como activos constructores de consenso nacionales y formadores de opinión ciudadana
por las mejores causas de México.

20 de septiembre de 1993

COMPROMISO CON LA BASE Y CON MÉXICO24

Hoy, aquí en Tepic, Nayarit, declaro firme y convencida que no existe nada que pueda honrarme
más que ser dirigente de los más grande y respetando por mí: la clase trabajadora de la educación, los
maestros de México.
La democracia no es un proceso simple; no se da por magia; se conquista, se forja, se hace. Hoy
hemos decidido emprender una nueva hazaña, la hazaña del SNTE: profundizar en su vida sindical
para hacer una organización más combativa, más propositiva, más arraigada y más comprometida
con lo que más importa: México.
Hoy se inicia una etapa interesante para la historia del magisterio nacional. No quiero decir
muchas cosas. Simple y sencillamente que cumpliré, que haré el mejor de mis esfuerzos; que nada ni
nadie me detendrá para buscar, para encontrar, las coincidencias y lograr la unidad de diversidad.
Agradezco a aquellos compañeros que hoy se sumaron y sé que no lo hicieron por mí, sino por el
SNTE. Yo también.
Invito a los que se quedaron para que —ojalá— se integren; les digo que el SNTE está abierto,
está dispuesto a dialogar, a analizar deficiencias, a buscar mejore cambios. Pero que no lo hagamos
en la calle, que lo hagamos en la casa, porque es casa de todos.
Siento el peso y el compromiso de lo que ha implicado e implica este día. Siendo la solidaridad,
el apoyo y la confianza de ustedes. No los voy a defraudar, quiero ser una digna secretaria general y,
mañana, cuando la gestión termine, me iré demostrando que hay que respetar a los órganos que se
eligen de un congreso.
Compañeras y compañeros, los invito a dar más de nosotros, a tener confianza en nosotros, a
mejorar nuestra vida sindical, a preocuparnos por el maestro, aquel que espera a veces que le hagamos
un trámite, y al que a veces también negamos hasta el buen trato; tratemos mejor a nuestra clase.
Invitemos a los maestros a verse a sí mismo, a que reencuentren su esencia, a que volvamos a sentir
todos juntos el orgullo de ser maestros.
Sé que aún hay desconfianza, duda, tibiezas y quizás hasta molestia. A todos los que tienen ese
sentimiento les digo: no es la confianza en Elba, es la confianza en cada uno, en un proyecto; en el
proyecto del nuevo sindicato que queremos todos. Pero que nadie se confunda, no porque queramos
un nuevo sindicato queremos decir que lo de ayer no fue bueno; hubo una serie de cosas importantes,
trascendentales, que llegaron al fondo y a la esencia de la vida sindical. De ellas tomaremos
experiencias; los desaciertos los haremos a un lado.
Aquí se ha tomado una decisión y con ella me comprometo, apegándome a la Constitución; por
encima de cualquier medida administrativa está el derecho constitucional que tenemos los
trabajadores para darnos la organización que queramos. Y este Primer Congreso ha determinado:
seguiremos siendo Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Gracias por esta muestra que hoy hemos podido dar. La voluntad de ustedes, de los que han
estado en esta asamblea, por hacer democracia. Nadie podrá decir que la secretaria general no es legal
ni legítima; hemos llegado al voto directo y nominal, y aquí está el resultado.
No tengo más compromiso ni más obligación que cumplir, que servir a mi clase y respetar los
Estatutos. A eso me comprometo.
Muchas cosas quisieran añadir. Terminaré diciendo una de ellas, la consigna es: unidad,
tolerancia, democracia, pluralidad, combatividad, compromiso con la base, con México, y: ¡Arriba el
SNTE!

2 de enero de 1990

EL CONSEJO NACIONAL DE LA UNIDAD SINDICAL

El sindicalismo magisterial ha avanzado por diferentes etapas que marcaron, en su momento, el


rumbo de grandes transformaciones políticas y sociales.
Una primera etapa de resurgimiento y organización, iniciada al calor del triunfo del movimiento
revolucionario, se expresó en la primera huelga magisterial de 1919 y en la organización de la Liga
de Maestros del Distrito Federal en 1920.
Más adelante se dio la convergencia del proyecto de crear un sistema educativo nacional, capaz
de promover una identidad común y la igualdad social, con la lucha para dar a la organización del
magisterio una expresión nacional.
En el momento de las grandes reformas sociales de los treinta, el magisterio se convierte en el
garante de la reforma agraria y de la unidad nacional.
Al calor de la intensa actividad política que ello trajo consigo, surge la propuesta de integrar un
sindicato nacional unitario que fuese capaz de defender los interese del magisterio y fortalecer la
movilización social en torno a las causas de soberanía y justicia social.
El magisterio ha sido y es fundamental en las grandes definiciones nacionales. Somo actores por
excelencia de la transformación política y social de nuestro país. El futuro del SNTE es asunto del
magisterio.

El consejo de la unidad sindical


La celebración de un Consejo Nacional Extraordinario en nuestra organización siempre es marco
para los grandes actos. El CVII, cuyos trabajos efectuamos, no puede ni debe serla excepción.
Estatutariamente reunido —subrayemos este vocablo: reunido—, este Consejo es y debe ser el
Consejo de la unidad sindical de todos los trabajadores de la educación.
Se reúnen aquí los representantes legales y legítimos de las corrientes mayoritaria y minoritaria
que confluyen en nuestra organización.
Con diferentes puntos de vista, desde diversas trincheras, con métodos heterodoxos, con
prácticas a veces hasta confrontables, todos los aquí reunidos tenemos, ni duda cabe, un propósito
común:
Fortalecer el SNTE, reafirmándolo en la unidad que respete a la diversidad, para que sea capaz
de defender con éxito los legítimos derechos de sus agremiados, llevarlos a nuestras conquistas, pero
también para que esté en la posibilidad real de ser partícipe en la elaboración de proyectos y
programas educativos que, en nuestra calidad de docentes, llevemos a las aulas.
Otro de los propósitos y objetivos de este Consejo es el del rescate de la dignidad de los
trabajadores de la educación.
El 15 de mayo anterior, día que la sociedad dedica a reconocer nuestra labor, propuse a todos
ustedes, a todos los miembros de la organización, que trabajáremos juntos en favor de nuestra auto
dignificación y de nuestra propia autovaloración como agentes de cambio. En el lapso que va de esa
fecha a la presente, lamentablemente, han sucedido hechos que antes que ayudarnos a conseguir este
propósito, han lastimado la imagen de todos los trabajadores de la educación.
Pero no es éste el momento de las recriminaciones ni de las autocomplacencias. Éste es el
momento de la unidad.
Unidad —también lo dijimos el 15 de mayo— que no signifique uniformidad. Unidad amplia y
sólida en la pluralidad.
Unidad que no se confunda con retrocesos o claudicaciones, sino que sea la suma articulada y
correlacionada de esfuerzos, debates, discusión de ideas y suscripción de acuerdos consensados, sobre
nuestros métodos de lucha y formas de participación social para, al mismo tiempo, garantizar la
defensa de nuestros legítimos derechos y cumplir con nuestra labor educativa.
En esa unidad, el SNTE se autodefine como patrimonio lectivo, con historia, orgulloso de ella.

Vocación sindicalista de los maestros


nuestra fortaleza radica en la profunda vocación sindicalista de los maestros de México, y
procede de la capacidad de transformación interna que tenemos (la cual se registra en nuestros anales),
para el bien de la organización sindical y, sobre todo, de la educación de los mexicanos.
Históricamente no es la inmovilidad la que nos define, sino la participación como agentes de
cambio. En todos los tiempos de renovación, el SNTE siempre ha resultado favorecido. Ahora no
será la excepción. Hoy, los trabajadores de la educación en México somos los primeros en reclamar
cambios en nuestro sindicato, que promuevan y faciliten una mayor participación. El mundo está
cambiando en la democracia y por la democracia.
Nuestra nación no es ajena a esta tendencia que también la fortalece. En la actualidad observamos
cómo el Estado redefine las relaciones del gobierno con la sociedad a partir de que ésta se articula en
organizaciones sociales cada vez más participativas.
En el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, entonces, debemos cambiar rutinas,
remover rigideces y ampliarlos causes de la democracia interna que no sólo nos adecuen al cambio,
sino incluso nos conviertan, otra vez, en sus promotores y guías. Así lo reconocemos y actuamos en
consecuencia.

15 de mayo de 1989: un compromiso


Desde el 15 de mayo, en un documento dirigido a los compañeros trabajadores de la educación,
invité a todos los maestros a conformar la voluntad colectiva necesaria para construir nuevas formas
de convivencia y organización que, revitalizando la unidad, garanticen la autonomía e independencia
del Sindicato.
En mi calidad de secretaria general del CEN del SNTE, en ese mismo documento señale la
necesidad imperiosa de «revisar los procesos y métodos electorales y corregir lo necesario en los
Estatutos, de tal suerte que no existan más asambleas irregulares, y sí el pleno respeto a la voluntad
y decisión de los trabajadores de la educación».
Instrumentar esos nuevos mecanismos ha sido una tarea ardua, dada la complejidad y magnitud
de nuestra organización sindical.
En este lapso, durante estos siete meses, hemos recogido opiniones externadas por compañeros
maestros de todas las secciones del país, de sus dirigentes; de la práctica, hemos observado
experiencias.
Naturalmente, también, han asomado las resistencias al cambio, las inercias que aún no han sido
vencidas porque toda transformación progresiva, como es ésta, afecta intereses de grupos e individuos
ajenos al gremio.
La propuesta de reforma estatutaria no es novedosa. Parte de hace siete meses, cuando
apuntábamos su necesidad, toda vez que establecer un conjunto de normas claramente definidas
favorece la participación, la cooperación y la corresponsabilidad.
Su ausencia, en cambio, puede generar incertidumbre, estancamiento o conflicto. Son tiempos
de cambio. De necesarios cambios. Todos los trabajadores de la educación debemos reflexionar. ¿Qué
queremos de nuestro sindicato? ¿Un SNTE que colabore en las acciones de gobierno, pero no sumiso?
¿Queremos un sindicato de avanzada; una organización propositiva, más democrática y plural?
Menos vertical y más horizontal, más unida. ¡Atrevámonos entonces a construir todos, este
nuevo proyecto sindical! La tarea es en sí ardua.
Es una obra tan nueva, tan difícil, tan grande que las faltas, los errores, las lagunas son
inevitables.

Construcción del nuevo proyecto sindical


Quien tenga titubeos ante las dificultades en la construcción de este nuevo modelo de
sindicalismo, quien caiga en la desesperación radical y quiera adelantarse a los hechos, quien se deje
avasallar por las dificultades o se enrede en la confusión pusilánime, no merecer ser llamado
sindicalista.
En fin, seamos capaces de consolidar lo que hasta hoy hemos alcanzado, para avanzar en la
conquista de posiciones nuevas.
Por fortuna, hay muchos trabajadores de la educación, hay muchos maestros que creemos en la
transformación de nuestra organización. No podemos permitir que nadie nos ponga sellos. El SNTE
no pertenece a personas ni obedece a consignas.
Nuestro sindicato es el instrumento legítimo de la clase trabajadora de la educación.
Representamos, por tanto, a la base magisterial, y a ella debemos cumplirle. No podemos defraudarla.
En 1943, Jaime Torres Bodet definió la fundación de nuestro sindicato «… aun separados sois
una fuerza. Pero una fuerza de la que suelen salir disidencias, obstáculos y querellas. Juntos, vuestra
fuerza será mayor, y tendrá además un resultado más importante y más respetable: el actuar
paralelamente al espíritu de unidad que anhelamos todos los mexicanos».
En 1989, en el marco de las grandes transformaciones en el mundo y en México, la sentencia e
Torres Bodet sigue vigente. Vamos a cambiar, sí, pero para mejorar, vamos a encontrar nuevas formas
de organización y de lucha reivindicativa, pero vamos a hacerlo en la unidad para preservar el
patrimonio histórico que nos legaron muchas generaciones de maestros: la estructura apoyada en todo
el país del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
En este consejo convoco a la unidad. Cambiemos sin dividirnos. Profundicemos la democracia
sin agredirnos. Fortalezcamos la unidad, respetando la divergencia. Preservemos la unidad para
alcanzar lo que legítimamente, como trabajadores, nos corresponde:

 ¡Salario justo!
 ¡Reivindicación laboral!
 ¡Reivindicación social y profesional!
 ¡Educación al servicio del pueblo!
Con este fundamento, solicito al Consejo Nacional que faculte al Comité Ejecutivo Nacional
para convocar al Primer Congreso Extraordinario del SNTE, para que juntos revisemos nuestros
Estatutos sobre la base de que debemos ser, somos y seguiremos siendo: Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación.

12 de diciembre de 1989

PEDAGOGÍA 199326

Vivimos tiempos de creciente interacción entre hombres, instituciones y países. Para bien o para
mal, y como nunca antes, las fronteras son traspasadas por ideas y fenómenos que influyen y hasta
imponen maneras y usos.
Todo el mundo es permeado por visiones de distintas procedencias, pero, las más de las veces,
prevalecen las visiones de los más poderosos, de los que tienen la capacidad para impulsar sus
propuestas: los países industrializados, las grandes corporaciones transnacionales.
Por eso, de pronto las grandes líneas gubernamentales, no importa de qué lugar del mundo se
trate, parecen responder a orientaciones comunes. Lo mismo en Europa que en Asia, África o
América, los estados llevan adelante políticas públicas afines: reducción del aparato gubernamental
y del gasto social, privatización de las empresas públicas, contracción salarial.
La visión neoliberal prevalece y con ella se impone una ofensiva que afecta las inversiones no
rentables: la salud, la vivienda, la educación. El superávit se convierte en el nuevo desiderátum.
Se liberan los precios para que respondan a la voluntad del mercado; todos los precios, menos el
del trabajo. Se acaban los subsidios para que no generen distorsiones; todos los subsidios, menos lo
que implican salario artificialmente reprimidos.
El cambio no tiene —así pareciera— otra razón de ser que la prevalencia del mercado, que no
hay una axiología para sustentarlo.
Entonces ocurre que cuestiones determinantes como la democracia, el empleo, la distribución
del ingreso. Parecen prescindibles, en el contexto de esa enorme arena social convertida en mercado.
Y por virtud de esa interacción inédita capaz de traspasar el globo, lo que se pone allá se recoge
acá; lo que se propone para otros países, se reproduce en el nuestro. Una especie de Internacional de
los Poderosos permite que en muy distantes lugares se compartan diagnósticos y recetas.
Frente a esa ofensiva de carácter plenario, no es posible responder con el aislamiento, la
incomunicación o el localismo. De ahí el imperativo de que los trabajadores —los de la educación en
este caso—compartamos experiencias, aprendamos unos de otros y nos propongamos desarrollar
juntos lecturas de este tiempo y del venidero; de ahí que asimilemos las lecciones y construyamos
proyectos y estrategias de defensa de lo que amamos, el ejercicio educativo, y de lo que le es
consustancial, las condiciones de vida y trabajo de los maestros. Ésa es, creemos, la importancia del
Congreso Pedagogía 93, espacio privilegiado para la reflexión y la actividad en común.
En el nuevo mapa del mundo que define este fin de siglo está siendo marcado por dos tendencias
contradictorias: la agregación y la disgregación. Mientras unas naciones enfrentan conflictos y
fracturas que derivan de nacionalismo que se creían resueltos, otras avanzan en la formación de
bloques políticos y económicos que parecen soslayar odios y disputas ancestrales.
En este nuevo mundo emergen, al lado de incipientes países y fronteras, otros paradigmas.
Quienes menos precian a la historia y a los hombres han querido interpretar estos hechos como la
resolución, de una vez y para siempre, de viejas disputas: el triunfo definitivo de un proyecto sobre
otro, la cancelación de las opciones que enfatizaron el compromiso con la justicia.
En este momento de triunfo del neoliberalismo ha tenido una traducción muy severa para vastas
capas sociales. Los trabajadores han sido asumidos como objetos sociales, mientras el protagonismo
ha sido trasladado, en exclusiva, a los dueños del capital.
En nombre de la competencia, la eficiencia y la productividad, se pretende el retraimiento e,
incluso, el desdibujamiento de los sindicatos y la conversión de la educación en mera formadora de
insumos para la cadena productiva.
Pero semejante visión ignora que todo jalón histórico genera, tarde que temprano, sus propios
correctivos. Antes de que el neoliberalismo haya terminado de cantar victoria, ya está experimentando
sus primeros reveses en el mundo.
En América Latina, los últimos años se caracterizaron por la crisis de los modelos políticos y
económicos y, paralelamente, por la crisis de los actores políticos y sociales que se desarrollan dentro
de esos modelos. Se suspendió el crecimiento económico porque los gobiernos fueron incapaces de
atender sus responsabilidades fundamentales.
El neoliberalismo está acentuando en nuestros piases viejos desequilibrios. Por si eso no fuera
poco, la competencia y la productividad están imponiendo nuevas formas de trabajo que se traducen
en sobrecarga, a veces excesivas, y desplazamientos de personal que acentúan el ya de por sí grave
problema de desempleo. Junto a esto viene también una rebaja sensible al valor del trabajo: caen los
salarios y las prestaciones.
En la esfera social, se condena l inversión gubernamental en programas de salud, educación y
bienestar. En nombre de la racionalidad económica se plantea el trastocamiento de los valores
sociales: la supresión de aquellos satisfactores que no cuenten con un asiento económico.
Ante cambios repentinos y severos, muchas organizaciones de trabajadores no han tenido la
capacidad para generar su propio diagnóstico, mucho menos para plantear alternativas. Algunos
sindicatos han buscado preservar lo poco que tienen antes de exponerse a perderlo todo. Otros, por el
contrario, han intentado una política de confrontación a ultranza que los lleva, las más de las veces, a
derrotas y frustraciones.
Ante esas dos reacciones, es preciso construir una alternativa sindical madura e inteligente, un
nuevo proyecto que replantee la estructura, la práctica y la cultura de los sindicatos, para transformar,
a partir de un sindicalismo vigoroso, sus relaciones con sus bases, con la sociedad, con los partidos y
con el Estado.
Algunos de los componentes del nuevo perfil sindical que en México está construyendo el SNTE
y que, en otros espacios, levantan otras organizaciones sindicales son: la lectura correcta de su tiempo;
la democracia sindical; la gestión eficaz de las demandas de los trabajadores; una nueva cultura
sindical participativa y propositiva; una nueva estrategia de lucha que evite la trampa del
sometimiento o la confrontación a ultranza y que permita desarrollar una capacidad de respuesta y de
propuesta; ganar la batalle de la ideas convenciendo a la sociedad de la legitimidad de nuestras luchas
y de la razón de nuestros reclamos; nuevas relaciones con la sociedad que le permita enriquecer con
las contribuciones de otros actores sociales; nuevas relaciones con el Estado con base en una
interlocución madura y respetuosa; la desvinculación de las organizaciones partidarias, reconociendo
la pluralidad y reclamando la autonomía sindical de los partidos políticos; la lucha por mejores de
trabajo atada a la productividad y competitividad; la formación de cuadros cada vez más capaces de
mantener e incrementar la fuerza de la organización y, finalmente, el compromiso con las mejores
causas: con la soberanía, la libertad, la democracia, la justicia ye l bienestar del pueblo.
Se trata, en síntesis, de un proyecto que se propone acompasar al sindicato con los nuevos
tiempos, haciéndolo más democrático, más unido y cohesionado, más plural y con mayor capacidad
para representar y defender los intereses de sus agremiados.
La última década testimonió la emergencia y consolidación de una visión el mundo —el
neoliberalismo— que arrastró tras de sí a todas las políticas públicas, la educación entre ellas.
Nadie puede negar la presencia y profundización, en casi todo el mundo, de una crisis de la
educación pública, que ha afectado de manera más sensible a la educación en todas sus modalidades
y niveles.
Si muchos países llamados desarrollados experimentaron el deterioro de su infraestructura
productiva, en América Latina la crisis económica primero y luego los programas de ajuste estructural
—la amarga medicina receta por los organismos financieros internacionales— erosionaron los
semilleros del desarrollo económico y social; afectaron severamente a la educación y a los maestros.
Alguien ha dicho que a los latinoamericanos nos hermanan, más que la historia, la cultura y la
lengua, los defectos: que tenemos muchas iniciativas y poca acabativa, que empezamos los proyectos,
pero no los consolidamos. Debemos rechazar esa visión escéptica de nuestro potencial de desarrollo,
pero tenemos que hacerlo con hechos. Para ello requerimos una educación que perfeccione sus
métodos, que se actualice sin abandonar lo mejor del legado educativo; que vincule al individuo con
su sociedad, con lo que reclama, con lo que necesita, pero no pretenda disolverlo dentro de una masa
amorfa.
Una educación que forme hombres generosos, no mezquinos ni egoístas; que invite a construir,
no destruir; que fomente la autoestima y no la auto denigración; que aliente el optimismo y no la
desesperanza. Una educación que rechace un pragmatismo burdo que corta las alas, pero que no le
oponga un idealismo ingenuo que permanezca flotando y nunca se asiente en la tierra.
Como sindicalistas tenemos un deber primario: promover la mejoría en las condiciones de vida
y trabajo de los maestros, pero como maestros tenemos otra responsabilidad fundamental: asumir el
papel protagónico que nos corresponde en el proceso educativo y asumirlo de manera crítica y, sobre
todo, hacerlo de manera propositiva.
No se vale, nuestros pueblos, nuestros niños y jóvenes no merecen ni uno ni otro de un
sindicalismo igualmente retardatario. Uno, que sólo aprendió la lección del sometimiento, de la
subordinación a las autoridades y que ha tolerado el desdibujamiento de la educación pública y el
empobrecimiento de los maestros, y otro que, como reacción, está instalando en una oposición por
sistema y conoce mil maneras de impugnar y de oponerse. Pero no ha aprendido a converger ni a
construir alternativas.
En el SNTE creemos que un sindicalismo magisterial maduro sabe disentir cuando es preciso,
pero también asentir. Las divergencias formando parte del quehacer sindical, pero también las
convergencias. Es preciso para ello establecer los medios que nos permitan desarrollar propuestas en
nuestra materia de trabajo, la educación. A este propósito ha respondido la creación de la Fundación
SNTE para la Cultura del Maestro.
En los últimos tres años, nuestra Fundación ha podido convocar a destacados pedagogos,
maestros, sociólogos, comunicadores y otros científicos sociales para revisar el sistema educativo, su
estructura, programas y contenidos, y ofrecer una postura propia fundamentada y propositiva. Es
decir, estamos entrando, con argumentos, con estudios, con proyectos, a la batalla de las ideas.
Quisiéramos también compartir con ustedes en este foro, la más reciente experiencia mexicana:
la carrera magisterial, que arrancó hace unos días para los maestros de educación básica.
Requerimos una educación que perfeccione sus métodos, que se actualice sin abandonar lo mejor
del legado educativo; que vincule al individuo con su sociedad con lo que reclama, con lo que
necesita, pero no pretenda disolverlo dentro de una masa amorfa.
Una educación que forme hombres generosos, y no mezquinos ni egoístas; que inviten a
construir, no a destruir; que fomente la autoestima y no la auto denigración; que aliente el optimismo
y no la desesperanza. Una educación que rechace ese pragmatismo burdo que cota las alas, pero que
no le ponga un idealismo ingenuo que permanezca flotando y nunca se asiente en la tierra.
Hace tres años, en un contexto de enormes dificultades para el sector educativo y de
empobrecimiento magisterial, empezamos a delinear una propuesta que estableciera un sistema
tradicional —limitado y limitante— y, por la otra, reconociera y estimulara la preparación, la
experiencia y la eficiencia del maestro, incidiendo, de manera directa y decisiva, en la elevación de
la calidad de la educación.
La promoción de los maestros derivará de la evaluación de cinco factores: la antigüedad, el grado
académico, la preparación profesional, la acreditación de cursos de actualización, capacitación y
superación, y el desempeño profesional.
Al estimular a los maestros mejor preparados y que demuestre un mayor esfuerzo y compromiso
con la escuela y la comunidad, la carrera magisterial conseguirá que el maestro se sienta arraigado al
aula; reforzará el papel estratégico de la escuela pública como centro de la dinámica comunitaria, y
la educación como promotora de la libertad, la equidad y la prosperidad.
Un tercer proyecto que estamos trabajando es la creación del Instituto de Estudios Sindicales a
partir del mandato que recibimos de la Confederación de Educadores Americanos.
Las principales áreas del Instituto serán: la investigación sindical, la investigación
socioeconómica y la investigación educativa. El Instituto tendrá una vertiente de formación de
cuadros sindicales.
Sabemos, compañeros, que en sus países hay mucho camino andando en estos y en otros ámbitos
del quehacer educativo y sindical. Estaremos muy atentos durante este encuentro y después de él,
para intercambiar experiencias, aprender de ellas y enriquecer nuestras perspectivas.
Los maestros miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de México,
acudimos con un profundo interés a este foro Pedagogía 93 por la relevancia de la tarea que nos
congrega, la educación. Pero además de interesados venimos gustosos —más de mil participantes del
SNTE así lo expresan— por estarse realizando ese foro en Cuba, en esta tierra singularizada por sus
luchas y sus logros. Quisiera concluir evocando a un generoso americano, a José Martí. Libertador,
poeta, luchador infatigable, maestro. Al Martí que escribe en Nueva York en 1889: «sólo perdura la
riqueza que se crea y la libertad que se conquista con las propias manos.» Y al que en las últimas
letras que envió a su madre, en aquella cara memorable del 25 de marzo de 1895, le explica las razones
de su decisión de emprender un largo viaje, que resulto sin retorno: «El deber de un hombre está allí
donde es más útil.» Ésa, la máxima que guío a Martí, es la que debe guiar a verdadero maestro: esta
allí, donde se es más útil.

3 de febrero de 1993

LA IMAGINACIÓN CRÍTICA Y LA PORMOCIÓN DEL DEBATE27

En los últimos años aún antes de la caída de muros y la ruptura de fronteras, nos fuimos
acostumbrando a la transformación vertiginosa de la historia y la vida cotidiana. Tecnologías de
frontera y renovadas visiones del mundo poblaron nuestro entendimiento con palabras y conceptos
que circularon como divisa universal: globalización, regionalización, multipolaridad, comercio libre,
revolución científico tecnológica, sociedades dominadas por los medios de comunicación, fin de las
ideologías, truque radical de los sueños por ineludibles realidades… Fin de la historia. Nuevo orden
mundial… Las palabras comenzaron a asumir realidades. Especialmente cuando, desconcertados,
intentamos bosquejar los perfiles que creímos adivinar con la superficie de un planeta que mudaba
no sólo en configuración geopolítica, sino principalmente en la conciencia de sí mismo. De ahí la
necesidad de reflexionar sobre un pasado que nos trajo hasta aquí y nos colocó ante la incertidumbre.
No es la primera vez que el desconocimiento reina, pero sólo en las postrimerías del siglo XX
podemos asegurar que no hizo verdaderamente contemporáneos a todos los habitantes de la tierra: la
sociedad, dominada por los medios de comunicación masiva, convirtió en realidad lo que antaño fue
metáfora y deseo; y en esta aldea global todos los vecinos hablan de lo mismo: cambio,
transformación, valores en pugna, tradiciones condenadas a muerte, salto cualitativo en la calidad de
vida o deterioro irreversible de la riqueza interior del hombre…
Cunde la razón porque, además, el din del siglo u de milenio provoca una extraordinaria tensión
que estalla en contradicciones. Por un lado, el afán democrático como nuevo paradigma civilizatorio;
la emergencia de sociedades civiles y el reconocimiento de la conformación multicultural de las
naciones; una creciente preocupación por el ambiente y la abrigada esperanza en los avances
tecnológicos para enfrentar y resolver problemas tan graves como el hambre, el ecocidio, la
enfermedad. Por el otro, el renacimiento de nacionalismos agresivos, guerras civiles y regionales,
xenofobia y racismo, expansión autoritaria de la civilización del consumo, reino del libre mercado
como triunfo de la mercancía sobre el hombre.
Nos existe espacio que pueda escapar a los avances del futuro que estamos presenciando. En las
relaciones familiares y en la política internacional. En las creencias religiosas y en la libertad para
expresar versiones no convencionales.
En nuestro campo especifico vemos que el mundo laboral es otro a cada parpadeo. Los mensajes
también son contrastantes: ruptura en las organizaciones, multiplicación de iniciativas de base,
crecimiento imaginativo de la movilización ciudadana más allá de los gremios, tecnologías que
modifican positivamente las condiciones del trabajo… Pero como contraparte, asistimos a una fuerte
ofensiva contra los instrumentos organizativos que fuimos forjando: nuestras viejas solidaridades,
espacios de resistencia y creatividad colectiva, son campo privilegiado de la reestructuración
económica en pos de nuevos mercados: productividad, competitividad, excelencia, flexibilidad de
trabajo…
La novela del mundo, en un primer momento, nos encontró desarmados. La reacción inmediata
fue volver la mirada, recurrir a la nostalgia como falso elemento de conservación… Y de esto no
salimos del todo. Cuando empezamos a ver que organizaciones, derechos ganados y conquistas
irrenunciables comenzaban a ser motivo de negociación en aras de la modernización y el nuevo
espíritu de la época, quisimos retroceder a las antiguas glorias… Pronto nos dimos cuenta de que los
reclamos del futuro exigían imaginaciones nuevas, vitales.
Poco a poco, las organizaciones de trabajadores van dando a luz nuevas elaboraciones que
cuestionan el presente y desarrollan visiones a largo plazo. En encuentros como este, se comparten
experiencias que enriquecen las acciones por venir e iluminan los nuevos caminos de la cultura
sindical.
Es un lento pero firme proceso surgen discursos acompañados de opiniones organizativas
audaces; las barreras del autismo gremial son rebasadas por iniciativas de alcance social e influencia
política general. La inteligencia del trabajo labora a marchas forzadas para recuperar terreno perdido,
aunque en algunos casos la violencia de las transformaciones ha llevado a adoptar como propio el
diseño de futuro propuesto por pensadores al alza en el mercado de las ideas, o a considerar como
inevitable la defunción de lo creado por generaciones de trabajadores.
No es mi intención generalizar injustamente, pero debemos aceptar que hasta hoy no hemos
fluido grandemente en la reestructuración económica y los cambios en las relaciones de trabajo;
tampoco, de manera definitiva, en la dirección de las reformas del Estado y los nuevos causes de la
política social y laboral. Partir de una reflexión autocrítica, reconocer que la iniciativa no está en
nuestras manos, es un requisito para plantear alternativas eficaces desde el punto de vista de los
hombres y las mujeres que trabajamos.
Por el momento, la prisa por escapar a la tentación de la prehistoria ha provocado que en muchas
organizaciones de trabajadores se cambie la utopía del paraíso en la tierra por la fatalidad de un
«mundo feliz» planificado por expertos y científicos.
Lo curioso de la opción, si me permiten simplificar, está en el papel asignado a los hombres de
carne y hueso: piezas móviles de un juego que alguien juega: en el primer caso. Las leyes ineluctables
de la historia; en el otro, la insalvable racionalidad del mercado.
Al parecer, ante el destino no hay posible intervención humana. Utopía y fatalidad se tejen con
el mismo material de las pesadillas totalitarias y, como es sabido, frente a la totalidad desaparece la
variedad de la vida, el gesto propio de cada hombre y cada mujer, lo diverso y lo creativo.
¿Qué se nos presenta como «la mejor alternativa» desde el punto de vista hoy dominante?
Primero, la configuración del campo de operaciones como inmutable escenografía; luego dado el
horror establecido en el guion, hacerlo humanamente posible por ocupar el lado bueno; el paso
siguiente no puede ser otro que salir a cualquier precio del infierno periférico y ganar, a cambio de lo
que fuere, un sitio acogedor en el corazón dominante del nuevo milenio.
Me parece que tal visión es la mirilla de la fatalidad: de quienes quisieran convencernos de que
la ruta está trazada, y de que no nos queda más que correr a disputar nuestro asiento. Están
equivocados.
No propongo que a la fatalidad regocijada opongamos, para los pueblos, una idílica novela de la
llamada ciencia ficción. Pero sí tomar en cuenta un elemento que escapa a toda prospectiva nacida en
el laboratorio, el despacho gerencial y el mirador burocrático: la imaginación colectiva, la creatividad
que contradice la norma, la riqueza de lo múltiple para sacarle la vuelta a lo único.
En México, como ustedes saben, atravesamos por un proceso de transformaciones que
corresponden puntualmente con los cambios que se registran en el mundo. Estamos por iniciar una
relación de libre comercio con dos de las mayores economías del planeta. Sin metáfora, nuestra
frontera con Estados Unidos, es línea divisoria (o punto de encuentro) de dos mundos.
Sin dramatismo ni fatalidad, estamos ciertos de que el país va a cambiar, y queremos hacerlo en
las mejores condiciones, de ahí que muchos sectores hayan pasado del debate a la actualización y
prácticas y a la innovación de perspectivas. Tal es el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación, cuya posición en los ámbitos educativo y laboral lo coloca en una situación excepcional
(y doblemente responsable) para influir en los cambios que se avecinan.
Como organismo sindical, está obligado a redoblar la defensa enérgica de los derechos de los
trabajadores. Y lo hace con una estrategia que rebasa los marcos de la negociación por mejores
salarios y condiciones de trabajo: nos interesa también ganar en el campo de las ideas y los
argumentos, convencer a la opinión pública de que nuestras luchas son legítimas y nuestros reclamos
razonables.
Este planteamiento de sindicalismo volcado a la sociedad contempla el punto que unifica el
interés del magisterio con un reclamo general: la urgencia de renovar la educación básica, al tiempo
en que se mantienen una irrenunciable defensa crítica de la escuela pública.
El umbral del nuevo siglo nos encuentra pues, en el sitio donde cruzan muchos caminos. Desde
nuestra perspectiva, todos confluyen en la necesidad de renovación: un sindicato con más de un millón
de afiliados no puede acudir solamente a la tradición para guardar su integridad como organización
nacional; un sindicato comprometido con la sociedad no debe ser objeto pasivo; un sindicato
comprometido con la sociedad no debe ser objeto pasivo de las estrategias de reforma educativa a
nivel nacional y continental; un sindicato con la trayectoria y potencial del SNTE no puede estar al
margen de la refundación obligada del pensamiento y la acción sindical.
Este encuentro internacional sobre el mundo laboral, el sindicalismo y la educación forma parte
de las múltiples iniciativas que nos hemos propuesto a llevar a cabo en todos los frentes y en todos
los ámbitos. Como en otras ocasiones, buscamos discutir posiciones y generar ideas en un ambiente
fraternal, abierto y plural. Al igual que en los anteriores encuentros convocados por el SNTE,
deseamos que prive una reflexión lúcida desde la cual surjan alternativas viables para la
transformación colectiva de nuestro presente.
Entre la falta y la nostalgia, queremos optar por la imaginación crítica y la promoción del debate
para confortar otra visión de la modernidad, ciertamente alternativa a esa modernización enclaustrada
en los flujos abstractos de información y en los engranajes de una supuesta neutralidad de la técnica.
No queremos una modernización excluyente, por eso es que vemos en la encrucijada de espacios
educativos y laborales una posibilidad de provocar alternativas en el mundo de la cultura de la
educación, entendido éste como un continente donde se generan consensos, y no como simple
«superestructura ideológica».
Es una reflexión sobre otra modernidad y otro fin de siglo. Carlos Fuentes reivindicaba «todos
los pasados mexicanos» que se hicieron presentes con la Revolución iniciada en 1910.
Antes de ello, dice el escritor en tiempo mexicano, las promesas liberal y positivista se
cumplieron a expensas de los lazos comunitarios, del derecho, de la dignidad y de la cultura de la
población campesina e indígena.
El ejemplo mexicano del siglo XIX puede ilustrar el reto que enfrentamos. Solo que ahora no se
trata de un temor nacional frente al proyecto dominante del exterior, pues «todos los tiempos» y
«todos los pasados» de la sociedad occidental están siendo cuestionados.
Creemos que la profundización y expansión de la vida democrática ampliará el terreno pata
experimentación de mejores perspectivas en sociedades verdaderamente abiertas, cuya proliferación
inyecte apertura y democracia a las relaciones entre el norte desarrollado y el sur empobrecido.
No aspiramos a una modernización para que las élites vivan el futuro como espectáculo para las
mayorías rugientes. Necesitamos una modernidad que se rija por la más completa explosión de
iniciativas democráticas: en lo individual y lo social en lo productivo y laboral, en la formación
integral de hombre y mujeres que no quieren convertirse en personal capacitado para las necesidades
de un tiempo único y prefabricado. Compartimos la visión del pensador italiano Norberto Bobbio en
el sentido de que la medida de la democracia, hoy, debe ser no solamente el número de ciudadanos
que votan y deciden, sino los ámbitos donde esto sucede: en el proceso productivo (acordando
modelos de productividad, flexibilidad el trabajo, tiempos, control, y nuevas condiciones laborales,
así como la capacitación necesaria para abordar las complejas vinculaciones con la ciencia); en la
vida social (mediante organismos civiles involucrados en las decisiones que afectan a la sociedad:
ambiente y consumo, avances científicos cuya explotación comercial conlleve peligros, derechos
humanos y respeto a la diversidad cultural etcétera), y en el espacio cultural (contenidos educativos,
participación informada y actualizada del magisterio, liberta de expresión y apertura de los medios
masivos, políticas que contemplen la pluralidad étnica y acepten la rica variedad de culturas locales).
En esta búsqueda de otras visiones se inserta el trabajo del Instituto de Estudios Sindicales de
América que la Confederación de Educadores de América entregó, apenas en mayo a los sindicalistas
del continente, confederación que está dignamente representada en este encuentro por esforzados,
brillantes y combativos dirigentes de este hemisferio.
De ahí la importancia de que este encuentro internacional se llame Mundo Laboral, sindicalismo
y educación en el Umbral del Nuevo Siglo. Y la relevancia de la presencia, que mucho apreciamos,
de lúcidos investigadores y sindicalistas, que desde muy diversos puntos del planeta han venido a
México para hacer posible este acto.
A partir de hoy, académicos y organizadores sindicales de México, América, Asia y Europa
compartiremos experiencias y recientes elaboraciones teórico prácticas sobre modernización y
reforma educativa; privatización, descentralización y reforma laboral en la educación;
transnacionalización cultural y procesos educativos; relaciones laborales emergentes; revolución
tecnológicas y nuevo protagonismo sindical; reactivación social perspectivas del sindicalismo y
reformas del Estado, entre otros temas.
En torno a esta agenda y está fraguando el perfil del futuro. No queremos ser meros objetos del
cambio, sino sujetos activos, críticos y propositivos. Por eso repetimos: el mundo del trabajo, el del
sindicalismo y el de la educación laboral a marchas forzadas para negar la fatalidad y encontrar
opciones. La sociedad necesita retomar la iniciativa. Ése es el reto; ése; el compromiso.

25 de noviembre de 1993

SINDICALISMO Y EDUCACIÓN EN LOS UMBRALES DEL NUEVO SIGLO28

La transformación vertiginosa de la historia en l vida cotidiana ha logrado acostumbrarnos a


realidades inéditas. Tecnológicas de frontera y renovadas visiones del mundo pueblan nuestro
entendimiento con palabras e imágenes que circulan como divisa universal y, al parecer, traducirán
conceptos de significado unívoco: globalización, regionalización comercio libre, multipolaridad,
revolución científico técnica, sociedades dominadas por los medios de comunicación, fin de las
ideologías y de la historia, nuevo orden mundial… Sin embargo, ha sido poca la reflexión que
profundice en las novedades de los últimos años: el cambio nos encontró desprevenidos y ha sido la
visión «privatizante» la que bosqueja los contenidos del futuro.
A nivel internacional, para las organizaciones sindicales la modernización ha consistido en un
largo proceso de resistencia (muchas veces para sólo sobrevivir) lo que ha dificultado la elaboración
de alternativas desde el punto de vista de los trabajadores. De ahí que la «opción» sindical sea
criticada como viaje al pasado, lleno de nostalgia por antiguas victorias, pero empantanado en
concepción claramente ajenas a la realidad económica, laboral, y social de nuestros días y del futuro.
No es extraño, pues, que la crisis del mundo del trabajo tenga como primer ingrediente una grave
incapacidad para defender con eficiencia los derechos de sus agremiados ante los retos de la nueva
configuración del mundo laboral ¿Qué hacer ante las exigencias de productividad, competitividad,
«calidad total», flexibilidad del trabajo? ¿Cómo hacer frente a la restructuración de los procesos
productivo, los cambios en la organización del trabajo, las complejas vinculaciones con la ciencia, el
arribo de las nuevas tecnologías? En repetidas ocasiones la repuesta ha oscilado entre el aventurismo
«radical» que niega los cambios objetivos y una resignada aceptación de proyectos cuya bondad
«universal» es negada por los hechos más temprano que tarde.
En el SNTE hemos procurado evitar ambos extremos; no sólo en el discurso, sino en la
formulación del proyecto sindical, en la creación de estructuras organizativas y en la propuesta de
líneas de acción que sustenten las principales razones del magisterio: mejorar la situación profesional
y material de los trabajadores de la educación, defender el carácter nacional de nuestro sindicato y
renovar el espíritu humanista y nacionalista de la educación pública al mismo tiempo que se mejore
su calidad.
Es en este contexto donde se explica la relevancia que damos a la construcción de espacios de
reflexión que rebasen el más simple y atrasado gremialismo. No queremos quedarnos con los lugares
comunes de la nostalgia y la resignación, porque un sindicato a la altura de los tiempos está obligado
a priorizar la generación de visiones propias, que sirvan al trabajo inmediato y adelanten respuestas
a los retos que apunta la aceleración de los tiempos.
Uno de esos espacios es el Instituto de Estudios Sindicales de América (IESA), que se ha dado
a la tarea de organizar un encuentro internacional sobre un tema que enlaza tres vertientes de nuestra
preocupación y, no es simple coincidencia, donde se fraguan muchas de las vertientes de la
modernización en curso: Mundo Laboral, Sindicalismo y Educación de los Umbrales del Siglo.

22 de noviembre de 1993
CAPITULO III

EL CONTEXTO DEL CAMBIO, EL ACUERDO Y LA


POLÉMICA

EL SNTE Y LA EDUCACIÓN: RETOS Y ACCIONES

Nuevos retos y renovadas posibilidades caracterizan el mundo de nuestros días y son, en buena
medida, el sesgo distintivo de este tiempo mexicano. Los trabajadores de la educación que formamos
el SNTE hemos discutido ampliamente —y así los hemos manifestado públicamente— los
compromisos que tenemos ante la nación. Ellos ponen de frente con una realidad. ¿Qué espera México
de nosotros? ¿Qué podemos aportar los maestros al proceso de modernización que vive en el país?
¿Qué estamos haciendo los trabajadores de la educación para ser participantes de la historia que se
escribe día con día?
En la realización de los dos congresos extraordinarios del SNTE hemos refrendado el
compromiso que los maestros tenemos con el mejoramiento de la calidad de la educación en México,
lo que significa su arraigo a la identidad nacional, a la promoción del bienestar social, al
fortalecimiento de la democracia, al conocimiento científico, y objetivo del mundo y la realidad, a la
convivencia respetuosa y fraternal entre los pueblos, a la promoción de los derechos humanos y la
protección del ambiente. Implica también la capacitación profesional y el desarrollo técnico
pedagógico para que la educación impulse el aparato productivo y la productividad y competitividad
de la economía nacional. Quiere decir, asimismo, el mejoramiento económico y profesional de los
maestros.
Componente central de la opción sindical que tenemos construido en los últimos cuatro años y
medio, y elemento principal de los desafíos para el tiempo inmediato, es el fortalecimiento de la vida
democrática en el seno de nuestra organización, lo que supone actividades constructivas, tolerancia y
respeto a la diferencia de pareceres, voluntad de negociación, capacidad para arribar a acuerdos,
cumplimiento de los compromisos contraídos, congruencia entre el decir y el hacer, apego a la
legalidad y reconocimiento de los derechos de los otros, mecanismos transparentes y confiables para
la elección de los dirigentes, y ánimo participativo en todo los asuntos de la vida sindical.
Pocas veces en la historia de la educación pública, México había enfrentado retos tan complejos
como los de hoy. Insuficiencias acumuladas en materia de cobertura, demandas sobre la calidad del
servicio educativo, distancia entre lo que se enseña y la realidad, carencias formativas de los maestros
y empobrecimiento de los trabajadores de la educación son, entre otros, rasgos que contribuyen a
delinear el perfil de la educación pública en momentos en que el país se propone su incorporación
plena a las relaciones globales de intercambio y a la competencia que caracteriza al mundo de nuestros
días.
Para los maestros sindicalistas, la educación es un tema privilegiado, un tema que ocupa, lo
mejor de sus afanes, primero, porque, como pocas, la profesión magisterial está atada a una vocación;
segundo, porque es su materia de trabajo y, tercero, porque los profesores son, además, ciudadanos
y, casi siempre, padres o madres de familia que ven desde distintos papeles y, consecuentemente,
desarrollan una visión más compleja y rica sobre la enseñanza.
En términos generales y sin demerito de sus indudables avances, la educación que se imparte en
muchas de las escuelas públicas y privadas mexicanas deja mucho que desear, no responde a las
expectativas sociales ni individuales de superación, y está muy por detrás de las tendencias
pedagógicas actuales. En las siguientes líneas intentaré presentar un panorama, desde la perspectiva
sindical, de la educación básica en México.

I. Educación y cambio económico


A cada momento histórico ha correspondido un proyecto educativo. Así, en los años veinte. José
Vasconcelos sentó los fundamentos para la creación de un sistema educativo que lograra una unidad
nacional, que aboliera las desigualdades regionales y que elevara económica y culturalmente a la
población para permitir la democracia. Por medio de una mística cultural basada en la idea criolla de
nacionalidad y en la aparición de un nosotros iberoamericano, logró unificar los esfuerzos de gobierno
y sociedad para emprender cinco acciones coordinadas: escuelas, bibliotecas, bellas artes,
alfabetización y educación indígena.
En la década de los treinta se consolidan las bases del sistema educativo y se da un mayor
impulso a las campañas de la educación. La escuela llega hasta donde no puede el ferrocarril, el
telégrafo o cualquier otro medio. De manera semejante, a partir de la década de los cuarenta y en el
contexto del impulso gubernamental a la industria, la vertiente educativa mantuvo el combate en
contra del analfabetismo y extendió la cobertura del sistema educativo, la consolidación de la
educación tecnológica y el desarrollo de la investigación científica aplicada para el crecimiento del
sector secundario de la economía.
En el periodo que comprende los decenios de los cincuenta y sesenta se establecen las bases para
conseguir una gran industrialización y desarrollo, durante eso cuatro lustros la sociedad mexicana
deja de ser una sociedad básicamente rural para convertirse en una sociedad cada vez más urbana. La
educación pública de ser una aspiración pasa a convertirse en la condición de realidad para los
mexicanos; se crean los libros gratuitos para poner al alcance de todos la posibilidad de asistir a la
escuela.
En la primera mitad de los setenta, se lleva a cabo una importante reforma educativo, y en la
segunda parte de la misma, se busca fortalecer al sistema.
En fin, los cambios en el sistema educativo se han dado de esta manera porque la educación no
evoluciona de manera aislada ni lineal sino en correspondencia decisiva con el entorno social,
económico y político.
Empero, en los últimos años y, particularmente, en la última década, se produjo un deterioro
notable que puso en riesgo la construcción de un desarrollo nacional verdadero.
Al deterioro educativo habrían contribuido diferentes factores: un incremento poblacional sin
precedentes y los cambios que el crecimiento urbano e industrial ocasionó en la estructura social; la
crisis económica de las décadas de los setenta y ochenta que más temprano que tarde impactó
negativamente la inversión pública en materia educativa, así como el nivel de vida de los maestros y
la revisión de los modelos para la enseñanza y para la formación de maestros.
La dimensión de las dificultades que enfrenta la educación en México amenaza con producir
graves implicaciones en el futuro. Un reto de esa naturaleza y magnitud reclama la adopción de
medidas importantes, acogidas por consenso y sólidamente fundamentadas, a la altura del desafío.
II. el sistema educativo mexicano30
El sistema educativo atiende en la actualidad a casi 26 millones de alumnos de los cuales casi 22
millones cursan el ciclo básico (preescolar, primaria y secundaria) que representa más de 84 por ciento
de la matrícula. De ésta, la educación pública atiende al 90 por ciento.
Las cifras de la hazaña educativa son impresionantes. De 1921 a la fecha se ha logrado un avance
notable en la cobertura: la escolaridad promedio pasó de un grado a más de seis; el índice de personas
analfabetas se redujo del 68 al 12.4 por ciento; uno de cada tres mexicanos está en la escuela y dos
de cada tres niños tienen acceso a la enseñanza preescolar; la atención a la demanda en la primaria es
de alrededor del 90 por ciento, y cuatro de cada cinco egresados tienen acceso a la enseñanza
secundaria.
Se ha establecido una compleja red de modalidades y planteles en todos los niveles. En educación
primaria están inscritos más de 14 millones de niños, y en secundaria más de 4 millones.
Tan sólo en los 19 años de vigencia de la actual Ley Federal de Educación, el número de alumnos
pasó de 13.7 a casi 26 millones; el de maestros, de 419 mil a más de un millón cien mil, y el de
planteles de 61 mil a más de 165 mil.
Pero no obstante los avances, el reto de la cobertura educativa subsiste. Los resultados de XI
Censo General de Población y Vivienda, relativos a 1990, refieren limitaciones muy serias de la
cobertura educacional en cuanto a alfabetización, acceso a la primaria, retención y promedio de años
de estudio, lo que se acentúan por las enormes disparidades regionales que explican, en parte, la baja
en la demanda y el incremento de la deserción y reprobación escolares.
Sin embargo, hoy la preocupación fundamental en materia educativa se centra en la elevación
de la calidad de la educación, prioridad nacional y requisito indispensable para estar en condiciones
de dar respuesta a los retos y competitividad, productividad e innovación tecnológica que imponen
las nuevas condiciones internacionales y nacionales.

Educación y desarrollo
Una economía competitiva y abierta en las condiciones de globalización que caracterizan el
contexto internacional actual requiere de significativas modificaciones en la normatividad jurídica e
institucional, de reducir las reglamentaciones gubernamentales, de inversiones crecientes, de una
reestructuración productiva y nuevas tecnologías, pero aun cumplidas todas estas necesidades, sería
primordial el desarrollo del recurso humano, tanto para poder competir a nivel internacional, como
para lograr una justa distribución el ingreso nacional y, por lo tanto, conseguir el mejoramiento de las
condición es de vida y trabajo de la población.
Si se cuenta con los requisitos anteriores, la consolidación y viabilidad del nuevo modelo de
desarrollo depende también, de manera fundamental, del perfil en la estructura social del país, del
papel que desempeña los distintos actores sociales y de los niveles de educación y de bienestar.
En la gestación del nuevo modelo de desarrollo y en la redefinición de la sociedad, la educación
juega un papel clave, pues sigue dependiendo de ella, en buena medida, la formación de un ser
humano integral, ahora en el marco de nuevas condiciones caracterizadas por mayores requerimientos
técnicos y organizativos, así como por el imperativo de preparar un capital humano dotado de como
por el imperativo de preparar un capital humano dotado de los elementos formativos e informativos
necesarios para otorgar sentido a la acción individual y colectiva. La educación se convierte, de esta
manera, en uno de los ejes del desarrollo de una racionalidad comunicativa, respetuosa de la
diversidad de opiniones y formas de pensar y promotora del encuentro de voluntades.
Ante los retos y posibilidades que abre la conformación de un nuevo modelo de desarrollo ya la
reorganización del entramado social, la política educativa, definida conjuntamente por el Estado y los
actores sociales, contribuye una pieza clave para la actualización u revitalización del proyecto de
nación de los mexicanos.

Factores que incidieron en el deterioro del sistema educativo nacional31


Uno de los factores que más deterioró el sistema educativo del país fue la persistente reducción
del presupuesto público destinado a los quehaceres educativos que se dio durante el sexenio del
Miguel de la Madrid, con la que los costos sociales de la crisis y de las medidas económicas para
superarla cobraron una gran virulencia.
La educación operó bajo un esquema de «desfinanciamiento». Algunos datos dan cuenta de la
gravedad del problema: en 1989 el sistema educativo contó con los mismos recursos reales que en
1977, no obstante, el crecimiento de las necesidades generado en más de una década. Así, en ese lapso
el monto del gasto educativo por maestros descendió prácticamente a la mitad y la erogación por
alumnos cayó31 por ciento.
Aunque generalizado, el deterioro educativo descansó básicamente en la erosión del gasto
destinado a los niveles básicos y superior, cuyas asignaciones se redujeron en 46 y 36 porciento
respectivamente entre 1981 y 1989.
En 1981, poco antes del estallido de la crisis, el país gastaba 5.5 por ciento del PIB en educación,
en los últimos cuatro años se ha dado una recuperación del gasto social pasando del 3 al 5 por ciento
del PIB, considerando el presupuesto para el sector anunciado para 1993, que asciende a 44.1 billones
de viejos pesos, del cual 36.6 por ciento está destinado a la educación básica.
En el mismo sentido, la contracción financiera experimentada en la década de los ochenta afectó
de manera considerable los salarios de los trabajadores de la educación: en 1981, se destinaban para
este rubro el 16.6 por ciento del gasto total, y en 1984 bajó al 13.2 por ciento. Para 1988, los ingresos
de los maestros de todos los niveles habían sufrido una reducción que oscila entre 40 y 50 por ciento
con respecto a 1982, deterioro incluso superior al sufrido por los salarios mínimos, lo que significaba
que una plaza de primaria retribuía apenas el equivalente a 1.5 veces el mínimo legal.
Es de reconocer que de 1989 a la fecha se han logrado avances en la recuperación del salario
magisterial hasta llegar a un equivalente de 3.23 salarios mínimos en la actualidad; sin embargo,
lograr que el maestro pueda vivir dignamente de su salario y que su ingreso exprese el reconocimiento
al trabajo profesional del magisterio sigue siendo una aspiración pendiente.
El retroceso en la situación profesional del magisterio y en su salario ha ido en demérito de su
estratégica función social.

El magisterio en la planeación y reforma de los programas y los libros de texto


La participación del maestro en las diversas políticas de reforma educativa ha estado vinculada
a los aspectos que tienen relación directa con su materia de trabajo, es decir, los factores que inciden
en la enseñanza en el aula.
La depresión de las condiciones laborales y salariales de los maestros coincidieron con una etapa
en la que nuestro gremio estuvo cada vez más distanciado de las decisiones del proceso de reforma
de planes, programas, contenidos y organización del sistema educativo, lo que tuvo como
consecuencia el que prevalecieran enfoques administrativos sobre lo de formación pedagógica y de
experiencia docente y ajenos a criterios intelectuales, científicos y humanísticos.
Nuevas condiciones para el desarrollo
A partir de 1989 se contuvo el deterioro financiero que afectaba a la escuela y a las condiciones
laborales de los trabajadores de la educación, y se inició un proceso de recuperación que, aunque
significativo, es todavía insuficiente.
Esto es de la mayor importancia porque la modernización educativa exige un fuerte incremento
de los recursos que los gobiernos y la sociedad destinan a la escuela pública. El esfuerzo debe, en
primer lugar, conseguir la recuperación de los niveles de gasto e inversión que se habían alcanzado
antes del estallido de la crisis y, en segundo, incrementar el financiamiento conforme lo demanden
las acciones de transformación y crecimiento de la educación pública.
Lo anterior no ignora otro capítulo central: el manejo eficiente de los recursos públicos
destinados a la educación, el esfuerzo en mejorar la cobertura y la calidad de la enseñanza y de atarlas
a los requerimientos locales, regionales y nacionales.

III. El SNTE ante el sistema educativo


En la historia de México el magisterio ha jugado un papel fundamental y prácticamente exclusivo
en la difusión de una enseñanza científica y laica. Se puede decir que, si ahora la mayoría de los
mexicanos sabe leer, escribir, contar y tiene concepciones científicas de la naturaleza y la sociedad
se debe a los maestros. El magisterio se ha distinguido también como un agente promotor del cambio
social, como un actor comprometido con valores populares y nacionalistas. Así lo documentan su
contribución en favor el reparto agrario, las reformas sociales, la escuela pública y la gestión y
representación de los derechos e intereses de los trabajadores urbanos y rurales del país.
Paralela a la historia del magisterio mexicano corre la de la escuela pública, origen y motor de
experiencias educativas y permanentes, componente central de expresión y reforzamiento de la
identidad cultural y espacio para la movilidad social.
Las escuelas normales han cumplido un papel fundamental en la historia de la educación pública
mexicana, han formado a miles y miles de maestros que han servido con eficiencia y patriotismo a la
construcción del país. Recuperar y fortalecer el normalismo mexicano implica revisar lo relativo a la
formación, actualización y superación profesional de los maestros. Ésa, es, ante todo, una cuestión de
orden público, toda vez que para que una sociedad evolucione y se desarrolle, debe asumir como tarea
central la formación de hombre y mujeres a partir de una axiología que recupere los valores más altos
de la sociedad. De ahí que deba pugnarse por una escuela que forme para la libertad, la democracia,
el desarrollo y la justicia social. pero si se quiere arle viabilidad a un proyecto nacional
verdaderamente democrático, hay que disponer de los mecanismos más eficaces y auténticos de
participación que permitan que en los distintos momentos de la transformación educativa se abra un
espacio para la experiencia y los puntos de vista de quienes ejercen la enseñanza como oficio u como
vocación, para sumar sus ideas y sus voces a las de pedagogos, investigadores, especialistas, padres
de familia y todos los sectores preocupados por la cuestión educativa.
Al igual que el normalismo, la educación pública es otro de los baluartes de nuestra historia
posrevolucionaria. La escuela pública ha constituido uno de los medios más importantes para la
superación individual y fortalecer el desarrollo social y económico de nuestro país. Por ello, una de
las principales preocupaciones de los maestros es la elevación de la calidad de la escuela pública. La
calidad del servicio educativo y la eficiencia del mismo no están reñidos de ninguna manera con la
gratuidad de la educación y si carácter público.
Frente a los problemas que presenta el sistema educativo, proponemos su revitalización a partir
de una verdadera y comprometida revisión del mismo en sus diferentes componentes: gasto público,
planes y programas; definición clara de las metas y objetivos; efectiva vinculación de la escuela vista
como núcleo comunitario, con su entorno social y económico; profesionalización magisterial y
reconocimiento social y fundamentalmente participación social amplia para la formulación de
soluciones viables a la problemática educativa con toma de conciencia del impacto social que este
servicio tiene para el presente y futuro del país.

Creación de la Fundación SNTE para la Cultura de Maestro


Entre las propuestas más importantes del magisterio que tienen el fin de encarar el desafío
educativo se encuentra la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano que, desde su
nacimiento, se propuso contribuir en la medida de sus capacidades al fortalecimiento del magisterio
nacional, al conocimiento riguroso de nuestros problemas educativos y a una participación informada,
comprometida, propositiva y seria en la discusión de la política nacional educativa. Con la Fundación
e pretende ejercer las posibilidades de un sindicalismo magisterial con mayor capacidad de propuesta
en asuntos que constituyen la vocación de sus agremiados y son de interés vital para la sociedad.
Al constituir la Fundación, el SNTE aspira a crear un patrimonio de los maestros, una
herramienta que nos ayude a rescatar y a dar vida a la rica tradición de creatividad, de saber y el
compromiso con la educación popular que es herencia intelectual y moral del magisterio nacional.
Las tareas de la Fundación han fructificado en el desarrollo de un programa sistemático de formación
de cuadros magisteriales, capacitados en el conocimiento de la política educativa y con posibilidades
de estimular el desarrollo de la investigación entre los maestros, además de promover el debate con
otros sectores de la sociedad, comprometidos con la educación de los mexicanos.

El Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica


Un capítulo relevante en la materia fue la suscripción del Acuerdo Nacional para la
Modernización de la Educación Básica (ANMEB) que derivó de un proceso de negociación entre el
SNTE y el gobierno de la República que rebasó tres años.
La base de las discusiones fue la propina del gobierno de Carlos Salinas de Gortari contenida en
el Programa de Modernización Educativa y las aportaciones el magisterio nacional producto de
múltiples foros de discusión.
El SNTE planteó los siguientes aspectos torales, que quedaron inscritos en el texto del Acuerdo
Nacional para la Modernización de la Educación Básica:

En materia educativa
1. Cambios en los planes, programas y textos gratuitos.
2. Impulso a programas prioritarios de mejoramiento de la calidad en campos específicos.
3. Establecimiento de un programa nacional para la actualización y profesionalización de los
maestros en servicio.
4. Definición y puesta en marcha de los mecanismos de la carrera magisterial.
5. Reforma y articulación de las instituciones existentes en un sistema para la formación inicial
de maestros y de personal técnico y de investigación para la educación pública.
6. Establecimiento de un programa de reformas a la organización y evaluación de la escuela.

Sobre la federalización de la educación básica y normal


1. El reconocimiento a la rectoría estatal de la educación.
2. El establecimiento de los mecanismos financieros compensatorios que eviten profundizar las
desigualdades
3. La garantía de la preservación de todos los derechos laborales de los trabajadores de la
educación.
4. La preservación del carácter nacional del SNTE.
Este acuerdo deja clara la posición del SNTE; desde la perspectiva de los maestros, el acuerdo
es el instrumento que le da viabilidad a dos de sus más sentidos demandas; el mejoramiento
profesional del magisterio y el fortalecimiento de la educación pública.

La carrera magisterial
Uno de los puntos estipulados en el acuerdo que mejor expresaron la participación del magisterio
en su elaboración fue la institución de la carrera magisterial como instrumento de movilidad
horizontal. La carrera magisterial constituye una de las propuestas más sólidas del SNTE para
impulsar el mejoramiento de las condiciones del magisterio. Su creación responde a una demanda de
los maestros y es un estímulo para continuar aportando propuestas que se expresen en una mejor
educación.
La carrera magisterial es un sistema de estímulos y categorías laborales que derivan de la calidad
y la constancia en el trabajo docente, de los esfuerzos de formación y actualización profesional y del
grado de dificultad del trabajo realizado. Así entendida, es un conjunto de vías de movilidad
profesional por las que el maestro puede optar voluntariamente, sin tener que mudar su papel de
docente.
Con todas sus posibilidades, la carrerea constituye un fuerte estímulo para la superación del
maestro, lo compromete con la excelencia, lo que dignifica e impulsa así la vocación magisterial. Es
un aporte sin precedente que tiene un rico potencial para mejorar el ingreso de los docentes de
educación básica, estimular su desarrollo profesional, promover su arraigo e impulsar una mayor
participación de la escuela en la comunidad.
La carrera recupera a la escuela como centro de la dinámica comunitaria, reconoce u apoya a los
maestros que sirven en las regiones pobres e introduce, por primera vez, una alternativa que hace el
propio educador —de su formación, de su desempeño, de su entrega— un factor central para su
promoción.
Consideraciones finales:
1. pese a los avances conseguidos en materia de educación en las décadas precedentes, subsisten
rezagos significativos en la cobertura y en cuanto a la calidad de la educación, que es preciso superar
si queremos que la educación siga siendo factor cohesivo de la nacionalidad (promotora de la justicia
social y transmisora de los valores —soberanía, democracia y libertad— que definen nuestro
proyecto) y del conocimiento científico y tecnológico que propicie la participación productiva y
competitiva del país en las nuevas condiciones de la economía globalizada.
2. el magisterio mexicano se encuentra comprometido con la recuperación y la revitalización del
papel del maestro como agente de cambio social, líder comunitario, garante del derecho que
representa la existencia de la escuela pública en México y coparticipe principal del progreso de
México.
3. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación ha experimentado en los últimos años
un proceso de transformación que lo ha llevado a proponer una reforma de la organización en materia
estatutaria y de prácticas sindicales, a ampliar y profundizar sus relaciones con diversos actores
sociales y a retomar sus responsabilidades y compartir sus capacidades en lo que constituye el núcleo
sustantivo de su actividad profesional: la educación.
4. a partir de esta conciencia, el SNTE ha participado con el gobierno y la sociedad en diferentes
iniciativas tendientes al mejoramiento integral del sistema del sistema educativo nacional, como son:
la creación de la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano, el Acuerdo Nacional para
la Modernización de la Educación Básica y el establecimiento de la carrera magisterial, entre las
principales.
5. Elemento fundamental para la superación educativa lo constituye también el sustancial
mejoramiento de las condiciones económicas, laborales y profesionales del magisterio. No pueden
convivir calidad educativa para la modernización y rezago y miseria en los responsables de esa misma
calidad. El mejoramiento está unido estrechamente con una mayor atención del gasto público en el
área y un compromiso solidario de los diferentes actores que participan en el proceso educativo para
su superación y para que éste sea en beneficio de la sociedad y de la nación mexicana, desde hoy y
para el mañana.

10 de junio de 1993

EL CONGRESO DEL TRABAJO: RETOS Y OPORTUNIDADES32

Al igual que ocurre con el conjunto de los actores políticos y sociales, el movimiento sindical
mexicano y, en particular, su organismo aglutinador, el Congreso del Trabajo, enfrentan hoy los
imperativos derivados de binomio que conduce los procesos de transformación a escala planetaria: la
democracia y el mercado. El predominio de estos dos componentes —en los que están insertas la
ciencia y la tecnología— marca a muchas naciones en este fin de siglo con una aparente inversión de
los paradigmas o, si se quiere, con un cambio de acentos: la revaloración del individuo y de la
democracia y, en contraste, el desdibujamiento del gremio y de su principal reclamo: la justicia social.
Signos de identidad de este fin de siglo son la defensa de las garantías individuales y de los
derechos humanos, el reconocimiento del pluralismo y la diversidad, la búsqueda del consenso, el
énfasis productivo —la búsqueda de mayor eficiencia y competitividad— y la preocupación por
armonizar nuestra relación con el ambiente. Ninguna de estas causas es prescindible, pero tampoco
lo es, de manera alguna, la causa de la distribución equitativa de la responsabilidad de la
transformación, de sus costos y sus frutos.
Sin embargo, el acento liberal de los últimos años parece relegar a un lugar secundario una
cuestión capital: los derechos sociales. Por eso es importante preguntarnos ¿Qué hay de los intereses
gremiales, de clase o nacionales?, ¿Dónde queda la presencia colegiada en las grandes decisiones
públicas?, ¿Cómo construir un desarrollo que no asuma como requisito la exclusión de actores
sociales tan importantes como los trabajadores y los campesinos?, ¿Cuál es el futuro de las identidades
comunitarias y sociales?
Uno de los grandes riesgos de nuestra época es que, en el extremo, el triunfo del individuo se
convierta, en buena medida, en el triunfo de «determinados» individuos y en la derrota de las mayorías
sociales, lo que, por otra parte, haría muy frágil semejante triunfo.
En este sentido y entre los requerimientos impuestos por el binomio mercado democracia, se
encuentran distintos desafíos: por un lado, los de la modernización económica y el incremento de la
productividad y, por el otro, los de la democracia y la representatividad.
En el caso de nuestro país, la renovación del Congreso del Trabajo nos plantea, como necesidad
inaplazable, el ejercicio de una reflexión colectiva y de una autocrítica que conduzca a una
transformación de nuestras organizaciones, para llevarlas a la altura de lo que reclama este tiempo.
Una de las cuestiones que deben ser puestas sobre la mea es, precisamente, la de las relaciones
entre productividad, representatividad y sindicalismo; tema ausente en los documentos fundacionales
del CT que, en aquel momento, respondían a un modelo volcado hacia el mercado interno, sustitutivo
de importaciones, con un sindicalismo afín a esa realidad.
La representatividad remite, de plano, al ejercicio democrático, a la participación permanente y
efectiva de los trabajadores en su organización sindical.
La democracia en la integración de los órganos de gobierno del sindicato y en la forma de
decisiones presupone tolerancia respecto a las diferentes formas de pensar, la que a su vez demanda
un comportamiento responsable por parte de los miembros de la organización para el cumplimiento
de la normatividad interna y la defensa de la unidad.
El reconocimiento del pluralismo, entonces, no implica debilidad ni complacencia, sino madurez
en la formación de consensos y en el respeto a la institucionalidad colectivamente creada.
Sin representatividad no democracia es muy difícil construir una nueva cultura laboral que
reconozca la importancia de la productividad y que la asuma como un elemento que posibilite el
despliegue de sus potencial profesional y humano, y la realización del ser colectivo e individual del
trabajo.
Es en este contexto en que las organizaciones que integramos el Congreso del Trabajo y también
aquellas que no concurren en él, pero que comparten su preocupación por la situación actual, tenemos
que incorporar como tema central de nuestras discusiones, la productividad.
En esa materia hay cuestiones fundamentales sobre las que podemos reflexionar: ¿Qué debemos
entender por productividad?, ¿productividad para qué?, ¿para quiénes?, ¿Es posible asumir conceptos
de productividad, o de modernidad o de cambio, despojados de una axiología?
¿Es sólida, es viable una productividad que parta del desdibujamiento de los trabajadores y de
sus organizaciones?, ¿Cuál es el papel que corresponde a los sindicatos en este debate que trasciende
fronteras?, ¿Cómo construir una oferta sindical orientada hacia una productividad de perfiles
humanos que se traduzca en el crecimiento de las empresas y, a un tiempo, en el bienestar de los
trabajadores? ¿Cómo establecer las bases que garanticen la distribución equitativa en los costos y en
los beneficios?
La eficiencia —condición para la productividad— no implica «maximizar» sino «optimizar» las
condiciones laborales, de lo contrario no sería sino una forma tramposa de esconder la
sobrexplotación. La productividad implica el desarrollo de una relación sociocultural entre tres
actores mayores de edad —gobierno, empresarios y trabajadores— que deciden, responsablemente,
asumir la corresponsabilidad en el proceso productivo y en la elevación de la calidad de los servicios.
La productividad, creemos, debe conjugar fórmulas tecnológicas, administrativas y económicas.
Con aspiraciones y demandas de carácter nacional, social y humano. Para ello es necesario atar los
resultados de la productividad —la riqueza generada, la competitividad alcanzada y el desarrollo
profesional— con un mayor bienestar para los agentes fundamentales: capital y trabajo; atarlos con
una más estrecha y fluida comunicación en el seno de las empresas entre los actores económicos, con
la existencia de espacios abiertos para la participación laboral en el diseño de los proyectos.
Una nueva cultura de la producción reclama que los actores que concurrimos a la generación de
la riqueza y a la prestación de los servicios asumamos, por igual, el compromiso de discutir los
enfoques y las propuestas propias y, con el mismo interés, las de la otra parte. La flexibilidad en
ambos lados, no sólo en el trabajador. Una condición para la puesta en práctica de esta visión de la
productividad es el fortalecimiento de la representatividad sindical en cuatro instancias: los
agremiados, las autoridades gubernamentales, los empresarios y la sociedad. Lo anterior exige la
independencia de los sindicatos frente al resto de los actores productivos y políticos, pero si soberanía
plena en la vida interna.
Estos esfuerzos de cambio, de actualización de diagnóstico, tácticas y medios de acción,
constituyen los cimientos para la formulación de una estrategia creativa que frente a la realidad. Ésta
es otra de las cuestiones que deberá formar parte de la agenda del Congreso del Trabajo y de la
Segunda Asamblea Nacional del Proletariado.

Reto y oportunidades
La próxima realización de la Segunda Asamblea Nacional de Proletariado —luego de transcurrir
casi quince años desde la primera— es una ocasión privilegiada para llevar a cabo una reforma
profunda, reflexiva y concertada a la máxima instancia coordinadora del movimiento obrero
mexicano, que los sindicalistas no podemos desaprovechar, so pena de pagar altos costos económicos,
sociales y políticos.
Los trabajadores enfrentamos problema y retos de vieja procedencia que hoy convergen con los
que derivan de nuevos procesos de reestructuración productiva, problemas que exigen nuevas
actitudes y les plantea revisiones profundas a los trabajadores, a los empresarios y al Estado. En el
mundo del trabajo —no sin dificultad, incomprensión y, a veces, temor— se viene formando una
conciencia sobre las necesidades del cambio. En el Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación hemos expresado en diferentes momentos que es de vital importancia renovar
concepciones, actitudes, estrategias y métodos para encarar la nueva realidad; pero que hay que
hacerlo preservando lo fundamental: los principios y la defensa de los derechos e intereses de los
rabajadores, de los sectores populares y la soberanía de la nación. Si no hacemos lo primero, seremos
desbordados por los cambios, dejaremos de cumplir nuestro papel como organizaciones sociales; si
no reivindicamos lo segundo, perderemos el rumbo y podremos ser arrastrados por visiones e interese
contradictorios y aun antagónicos con aquello que da identidad y sentido a nuestra acción cotidiana.
Es preciso reconocer que mucho de lo que habíamos acostumbrado, ya no opera o ha perdido
eficacia. El pacto social y la participación de los trabajadores, y de los sectores populares
experimentan modificaciones, lo mismo en sus formas organizativas que en su proyecto, discurso y
espacios de inversión. por eso reconocemos con uno de los grandes retos para el mundo del trabajo
la búsqueda, junto con los otros actores sociales, de las fórmulas que permitan conformar un nuevo
diseño de relaciones obrero patronales que, persiguiendo productividad y competitividad, respete los
derechos de los trabajadores y establezca las condiciones capaces de generar desarrollo.
Para conseguir esto, la renovación del Congreso del Trabajo se presenta como una necesidad
impostergable, como un reto a nuestra capacidad, a nuestra vocación concertadora y a nuestra
voluntad democrática.
El Congreso del Trabajo tiene mucho que aportar; pero sólo podrán hacerlo si sus 36
organizaciones somos capaces de encarar, con una buena mezcla de madurez y audacia, la lectura de
este tiempo. Cosa que exige un diagnóstico del contexto —internacional y nacional—, y de sus
implicaciones reales y potenciales sobre le país, su rector productivo y su movimiento sindical y, a
partir de éste una evaluación del Congreso del Trabajo, de su fortaleza y su vulnerabilidad, de lo que
es, y también de lo que debe y puede ser.
Habrá que actualizar sus documentos para recuperar el papel de avanzada que tuvo en el pasado
el movimiento obrero mexicano, y estar en condiciones de elaborar, una visión y una estrategia que,
reconocimiento los imperativos de la competitividad —productividad y eficiencia— rescate el papel
protagónico correspondiente a los trabajadores y a sus organizaciones. Lo anterior implicaría elaborar
una normatividad estatutaria que le diera a su vida interna mayor consistencia, continuidad y eficacia.
Sería conveniente, por otra parte, crear delegaciones en los estados, de manera que las posturas
del Congreso del Trabajo fueran realmente nacionales. Tales delegaciones podrían estar integradas
por sindicatos locales y por las secciones de las organizaciones de carácter nacional.
Un factor imprescindible para poder proyectar sólidamente al Congreso del Trabajo es la
existencia de una unidad verdadera que no suponga una inconformidad ficticia o impuesta, ni una
«mayoría silenciosa», ni menos aún la cancelación o la censura a otras posiciones. La unidad no se
constituye con el predominio de un grupo o de una organización sobre los demás, ni con la exclusión
de los que piensan distinto.
El fortalecimiento del Congreso del Trabajo implica un intercambio abierto y fraternal, de puntos
de vista que tengan como correlato un dialogó equivalente dentro de cada central y sindicato. Implica
convertir las reuniones plenarias en espacios mucho más abiertos a la reflexión y el debate, en donde
prevalezcan los mejores argumentos; implica reconocer la contribución, la sabiduría y la vigencia de
los líderes que sentaron los cimientos del sindicalismo hoy, pero sin pretender que no hay más rutas
que las que ellos recorrieron; implica, por lo tanto, permanecer abiertos a nuevas formas de
conducción, así como promover vigorosamente la formación de los cuadros sindicales.
Implica, por otra parte, limpiar la atmosfera sindical —hoy enrarecida por una sensación de
inmovilismo o, incluso, aturdimiento— para dar lugar a un aire que propicie un estimulante ir y venir
de ideas, argumentos y tesis, que genere una nueva cultura político sindical. Implica, en fin, como lo
reclama este tiempo, imprimir otro paso, más rápido, firme y seguro, al Congreso del Trabajo.
Estas líneas que constituyen apenas una aproximación a muchas otras propuestas que en el SNTE
y, seguramente, que en muchas otras organizaciones dentro y fuera del Congreso, se están discutiendo
y que deben integrarla agenda de la próxima Asamblea Nacional de Proletariado; pero estas ideas, y
las que vienen, no pueden tener otro propósito que el fortalecimiento del Congreso del Trabajo como
la más alta instancia de coordinación u de la elaboración de propuestas estratégicas del sindicalismo
mexicano.

17 de marzo de 1993

LA ALIANZA DE LOS CAMPESINOS Y DE LOS MAESTROS33

En agosto de 1992, la Confederación Nacional Campesina y el Sindicato Nacional de


Trabajadores de la Educación firmamos, ante el licenciado Carlos Salinas de Gortari, un convenio
que se propuso profundizar y mejorar la alianza entre el sector magisterial y el movimiento
campesino, en torno a propósitos comunes, y emprender acciones concretas que tiendan a conseguir
la modernización del aparato productivo del campo y del sistema educativo nacional para alcanzar
mayores niveles de desarrollo en beneficio de campesinos y maestros.
Llegamos a ese convenio con la conciencia de que nuestros esfuerzos debían contribuir a
promover y fortalecer los derechos y los intereses de los trabajadores del campo y de la educación,
en un escenario definido por las reformas constitucionales.
A seis meses de distancia y una vez que se han concretado los acuerdos entre las acciones del
SNTE y las ligas de comunidades agrarias en todo el país, nos reunimos para arrancar los principales
ejes de trabajo que conjuntamente hemos definido.
La Movilización para la Calidad Educativa, que se propone enfrentar los retos educativos más
urgentes del país. Este programa incluye un esfuerzo muy grande de alfabetización y fomento a la
lectura, que se orientará, en un principio, hacía de 15 años y se llevará a cabo con la asistencia
voluntaria de los maestros y la participación de las diferentes instancias de ambas organizaciones
sociales. Esta movilización enfatizará las operaciones elementales del lenguaje y la aritmética como
instrumento para que los integrantes de las comunidades rurales estén mejor preparados para enfrentar
sus problemas, y fomentará el cambio en la actitud de los participantes.
El otro eje del acuerdo está constituido por las jornadas Deportivas y Culturales que, partiendo
de la escuela y de su entorno comunitario, tienden a estimular las prácticas deportivas; su carácter
integrador, que favorece la interacción entre los miembros de la comunidad; su capacidad para
fomentar la disciplina, la salud física mental, el espíritu de trabajo en equipo y la competitividad.
Además, su carácter integrador fomenta las relaciones sociales entre los miembros de la comunidad.
En materia electoral estas jornadas procurarán rescatar y difundir las principales manifestaciones
culturales que se generan en las localidades, regiones y estados, reafirmando su identidad y su orgullo.
Campesinos y maestros tenemos una historia de la cual podemos sentirnos orgullosos: hemos
sido actores sociales principales en la construcción nacional y en las luchas por las mejores causas de
justicia y libertad para el pueblo mexicano.
Quizás la cercanía entre Emiliano Zapata y Otilio Montaño sea la más alta expresión de la
naturaleza y del potencial de la unidad de agraristas y maestros. El maestro respeta y admira la
sensibilidad, la sabiduría de los hombres del campo. Son miles y miles los maestros de procedencia
genuinamente campesina.
El acuerdo en el que estamos inmersos CNC y SNTE es propicio para evocar cuestiones
fundamentales para la patria: la Revolución Mexicana —cuyos principios y, sobre todo, su reclamo
por la justicia social siguen teniendo enorme vigencia—; las luchas populares; el compromiso de los
maestros rurales como promotores del cambio en las comunidades campesinas; su digna
contrapartida: la enseñanza campesina de solidaridad y dignidad , lo que está detrás de todo ello, la
liga histórica de los maestros y los campesinos.
Tener presente esta parte de nuestra historia es importante, sobre todo en nuestros días, en los
que tantas cosas cambian, porque esas experiencias deben estar siempre en la memoria colectiva de
campesinos y maestros animando nuestros mejores esfuerzos.
Se ha dicho que los campesinos y los maestros nos resistimos al cambio. No es así. Ni
campesinos ni maestros nos oponemos a un cambio que traduzca en bienestar social. con lo que no
estamos de acuerdo es con transformaciones que impliquen un alejamiento del contenido popular que
impregnan la historia nacional. No puede construirse el desarrollo —no es justo, ni siquiera viable—
con la exclusión de los trabajadores del campo o de la ciudad.
Ahora bien, no cabe duda de que estamos insertos en un nuevo contexto internacional y nacional
que platea exigencias al país y a cada uno de sus sectores. Es evidente que eso no presenta el reto de
la eficiencia y la productividad como medios para alcanzar mayor competitividad en un mundo al
cual caracterizan, por un lado, la apertura de los mercados y, por el otro, una constante innovación en
los procesos productivos y en la tecnología. Los maestros y los campesinos estamos conscientes de
las nuevas realidades.
Por ello, hemos comprendido profundos procesos de renovación en el seno de nuestras
organizaciones: de objetivos, estrategias y métodos, aprovechando, para lograrlo, las capacidades, la
riqueza de formas de pensar, la tolerancia y la búsqueda de consensos internos.
Tanto para el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación como para la Confederación
Nacional Campesina los últimos años han sido de formidables retos, de intensa y fraterna discusión,
pero también de propuestas y acciones. No queremos estancarnos ni vamos a quedarnos en el
inmovilismo, en la contemplación de los cambios, y mucho menos la mera nostalgia de las batallas
pasadas y del México que fue.
Fortalecidos con nuestros principios y seguros del enorme potencial que guardan nuestras
organizaciones y, más aún, con la unidad de maestros y campesinos, vamos a robustecer nuestra
alianza para contribuir a terminar con el rezago del analfabetismo, botar de capacitación técnica al
campesino, elevar la calidad del servicio educativo, salvaguardar las manifestaciones culturales
regionales y mejorar los sistemas productivos en las áreas rurales.
Una muestra concreta y palpable de compromiso y solidaridad mutuas se halla en los programas,
paquetes tecnológicos, asesorías técnicas, proyectos productivos e intercambios que conforman el
convenio entre le SNTE y la CNC.
Entre estos queremos destacar los que se orientarán a promover proyectos de vivienda y de
servicios públicos que beneficien tanto a la comunidad rural como a los maestros avecindados. Los
que buscan apoyar el equipamiento de las escuelas; los que procurarán diseñar, promover es
instrumentar alternativas de financiamiento y desarrollo de la educación de planes y programas que
permitan avanzar en la reforma campesina; o los que difundirán los propósitos, beneficios y alcances
de la reforma al artículo 27 constitucional, la Ley Agraria y el Acuerdo Nacional para la
Modernización de la Educación Básica.
En fin, está en curso una serie de tareas que se propone contribuir a hacer realidad el
mejoramiento de la calidad de vida de campesinos y maestros, y la superación y prosperidad de la
nación mexicana.
Los maestros asumimos el compromiso de estimular un diálogo más rico y un intenso
intercambio de experiencias con los alumnos y los padres de familia de las comunidades rurales. Que
encontremos juntos, maestros y campesinos, maestros y campesinos nuevas respuestas a viejos
problemas.
Detrás de este acuerdo está esa visión del maestro —mensajero auténtico de la patria—que dejara
don Jaime Torres Bodet: «…ese maestro es México mismo que va regando, en la imaginación de sus
hijos más desvalidos, la semilla de nuestra nacionalidad y de nuestro fervor en el porvenir».
Éste es un momento oportuno para refrendar solidaridades que parecen existir desde siempre,
alianzas que ya son históricas.

9 de marzo de 1993

EL SNTE Y LA CANACINTRA POR LA TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO34

Nuevos tiempos reclaman respuestas nuevas. Pero éstas sólo permanecerán si se sustentan en la
educación y, sobre todo, en una educación pública de calidad. Las transformaciones de fuera y dentro
obligan al país y a las organizaciones sociales a encarar los desafíos que conllevan mediante nuevas
actitudes y formas de intervención en la realidad. Los actores sociales tenemos que renovar
concepciones, estrategias y métodos para poder entender los intereses, reclamamos y derechos de
nuestros representados. Es a partir de esa consideración que dos organizaciones de larga presencia en
la vida pública del país, las cuales agrupan a actores sociales principales, asumimos hoy, entre
nosotros y, de cara al país, nuestra corresponsabilidad en tareas, a un tiempo, urgentes y prioritarias.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la Cámara Nacional de la Industria de
la Transformación asumimos este reto con la coincidencia de que maestros y empresarios podemos
marchar de manera conjunta, en un marco de respeto a las respectivas autonomías y a las
responsabilidades que tenemos ante nuestros agremiados y ante el pueblo de México, en la búsqueda
de mecanismos y fórmulas que nos permitan elevar la calidad de la educación, mejorar la
productividad de la economía, contribuir al bienestar y la superación personal y profesional de los
mexicanos y, en esa forma, trabajar por el bien de la nación.
Son tiempos de nuevas lecturas, de explorar, sin prejuicios, caminos inéditos que ofrecen las
posibilidades alentadoras. Trabajadores y empresarios podemos discurrir, de manera razonada y
madura, respuestas a los retos que plantean la reestructuración económica y la competencia
internacional. Sin desconocer las diferencias y la naturaleza de una y otra organización, creemos que
es posible encontrar objetivos que nos lleven a caminar juntos, a construir convergencias y acuerdos
para, así, sumar los aportes de profesores e industriales en favor de un nuevo proyecto nacional
sustentado en la productividad y la justicia.
Nadie puede ignorar las condiciones que impone el escenario internacional ni que, debido a ellos,
es un imperativo de sobrevivencia alcanzar niveles de productividad que hagan competitiva nuestra
economía. Detrás de ese reclamo está el de revisar las estructuras, los procedimientos, la misma
cultura que prevaleció en un entorno proteccionista y cerrado. Y está, desde luego, la necesidad de
impulsar una más amplia y, sobre todo, mejor educación, que mire hacia adelante y no se aferre al
ayer.
La presente generación y las vienen tendrán que estar mejor preparadas, recibir conocimientos
actualizados y vinculados a un mundo más complejo, intercomunicado y de cambios vertiginosos. La
defensa de principios, derechos e intereses no puede hacerse solamente, con los expedientes del
pasado. No es sensato permanecer anclados en nociones de negación carentes de propuestas.
Se imponen nuevos métodos y formas de hacer las cosas en todos los ámbitos, pero,
señaladamente, en el producto y el educativo. No tendrá viabilidad un proyecto que subestime la
educación, el verdadero cimiento de la patria. A la par de estas transformaciones, las percepciones,
actitudes y concepciones de empresarios y trabajadores se están replanteando. Pero no todas las
propuestas resultan aceptables. Hay quienes desde la visión del capital imaginan una sociedad que
sólo responda a su conveniencia, y una modernización en la subyace una concepción instrumental del
trabajador, del obrero, del profesor, de «los otros».
Los maestros no aceptamos la imposición de objetivo que se levanten sobre el atropello de los
derechos e intereses de la franja más amplia de la sociedad. Con este tipo de empresarios no hay
posibilidad alguna de llevar a cabo proyectos comunes.
Pero hay, ciertamente también, en el sector empresarial, organizaciones como Canacintra, con
lecturas democráticas y nacionalistas, que están dispuestas a construir convergencias con los
trabajadores —sin ignorar la naturaleza distinta de sus respectivos ámbitos de acción— para avanzar
con mayor madurez en la consecución de objetivos comunes y de beneficios públicos.
En el SNTE, cono en la Canacintra, creemos que no es posible conseguir una modernización
económica sin el incremento de la productividad, sin un aprovechamiento más racional de la fuerza
de trabajo y sin fomentar el desarrollo óptimo de las capacidades humanas, intelectuales y materiales
del país. Creemos, también, que tampoco lograremos una modernización integral de la nación si no
superamos la desigualdad social y los rezagos que lastimen el cuerpo social y limitan la expansión de
las capacidades de los mexicanos. Esto es, que la modernización económica no puede convertirse en
desiderátum; que no es un fin en sí misma sino un medio para alcanzar el desarrollo. Pero sería
inadmisible e insensato platear una modernización incluyente, una que se fincara en la creciente
polarización social, que acentuara disparidades regionales y sociales, que empujaran un enfoque
productivista —empobrecedor del esfuerzo laboral y profesional—, que asumiera una distribución
inequitativa de costos y beneficios: los costos para la mayoría y los beneficios para los menos.
Pensamos, en cambio, en una modernización que se traduzca en un desarrollo justo, a la altura
de las necesidades, reclamos y desafíos, finiseculares, que pinga por delante la superación y el
bienestar de las mujeres y los hombres.
Aspiramos a un desarrollo sustentable que tenga como objetivos la elevación de la calidad de
vida, el respeto y la promoción de los derechos humanos, la consecución de un progreso material
moral que armonice con el medio y que, como consecuencia de todo ello, sea portador de una
promesa: la de que los mexicanos puedan trasponer el siglo y los fines de todos los sueños y de todos
los esfuerzos.
En la posibilidad de promover una modernización de estas características, la educación y la
cultura son componentes imprescindibles, representa la conciencia y la memoria de individuos y
pueblos, la perspectiva visionaria.
Para que la sociedad mexicana pueda hacer frente, con éxito, a la competencia económica
internacional y a los desafíos de la apertura tanto comercial como de la restructuración productiva, y
para que en ese esfuerzo mantenga y fortalezca soberanía e identidad, será preciso elevar la calidad
de la educación, formar seres humanos libres, justos, democráticos y productivos; será preciso
reconocer justamente a los educadores y estimular el desarrollo de sus capacidades; será preciso
impulsar la constante preparación de trabajadores y empresarios, la innovación científico tecnológica
para el mejoramiento industrial, en fin, alentar nuestra creatividad y nuestra razón.
Soberanía, justicia, democracia, identidad y libertad son los valores que tienen que fijar el rumbo
y el sentido del cambio. Ninguna transformación merece darse si es a contrapelo de los principios que
fundamentan y dan al ser nacional.
Es por ello que en el marco de la urgencia por replantear ideas y procedimientos que ya no
responden a la realidad, y de la cara a los formidables retos educativos y productivos que tenemos
enfrente, los maestros afiliados al SNTE y los empresarios agrupados en la Canacintra suscribimos
un convenio que establece propósitos y compromisos muy relevantes: nos proponemos colaborar en
asesorías y proyectos que incrementen la productividad de las empresas, en la realización conjunta
de programas y paquetes tecnológicos, en el involucramiento de los maestros en la actividad industrial
y en la capacitación y actualización de los trabajadores de las empresas asociadas.
La Canacintra ofrece al SNTE asesoría técnica y comercial para mejorar la eficiencia de sus
centrales de abasto, participar en el programa Tarjeta ServiSNTE mediante la comercialización
directa de mercancías con ofertas y descuentos especiales, e informar periódicamente sobre los cursos
de especialización técnica y administrativa que organiza.
Por su parte, el SNTE se propine participar en el establecimiento de programas educativos en las
empresas, desarrollar una amplia campaña de alfabetización y de culturas generales para los
trabajadores de las industrias asociadas a Canacintra e incentivar la colaboración de sus agremiados
que laboren en instituciones de educación media superior, superior y en posgrado dentro de proyectos
y programas educativos.
De manera semejante, objetivos prioritarios de esta corresponsabilidad entre el SNTE y la
Canacintra sin el mejoramiento de la imagen pública del magisterio, el apoyo y la solidaridad con las
escuelas públicas como instrumento privilegiado de justicia social y mecanismo fundamental para la
modernización del país y la sensibilización de la población sobre la importancia de comprar productos
hechos en México para favorecer el crecimiento, crear empleos y defender la cultura nacional.
La firma de este convenio, el establecimiento de un Comité de Interacción integrado por ambas
partes y la reducción de esta voluntad de colaboración en acciones, representan —en nuestra
opinión— señales de los derroteros por los que pueden y debe avanzar la superación nacional. No sé
construirá el México que queremos: más justo, más democrático y más humano, si no reconocemos
como parte del acervo de la patria el rico mosaico, la pluralidad y la diversidad. Tampoco se construirá
con exclusiones. El espléndido texto del artículo 3° constitucional, al definir los criterios que orientan
la educación, describe la democracia «como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento
económico, social y cultural de los mexicanos». Y dice también que la educación será nacional en
cuanto a que «sin hostilidades ni exclusivismos» atenderá a la compresión de nuestros problemas, al
aprovechamiento de nuestros recursos, al aseguramiento de nuestra independencia económica, a la
defensa de nuestra independencia política y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura.
Hoy el SNTE y la Canacintra concurrimos a asumir nuestra responsabilidad y a refrendar la
convicción y la esperanza de que juntos conseguiremos mucho más que separados; de que, a pesar de
ser diferentes, compartimos una historia nacional y una certeza: sí sabemos canalizar positivamente
nuestras particularidades y experiencias podemos contribuir a crear un futuro más promisorio para
todos.

11 de marzo de 1993

LAS RAZONES DEL SNTE

Si no deseamos caer en generalidades simplistas y en gestos líricos, hemos de resistir la


tentación de lo rápido y de lo fácil

JAIME TORRES BODET


Es un artículo que publicó ayer La Jornada, el doctor Héctor Aguilar Camín analiza la postura
de la dirigencia magisterial respecto a los nuevos libros de historia.
En su interpretación, Aguilar Camín habla, en primer lugar, de la reacción, «…menos rápida,
más hábil y cautelosa… (de los dirigentes del SNTE) que esperaron la crecida de la ola antes de
montarse en ella, desautorizar los textos y reclamar un sitio en la discusión de contenidos».
La dirección nacional del SNTE fijó su postura respecto a los libros de texto de Historia de
México, en dos momentos. Primero, el 4 de agosto, en el acto en que el entonces secretario de
Educación Pública, doctor Ernesto Zedillo, los presentó ante el presidente de la República.
El SNTE no podrá hablar de una obra que no conocía — la había recibido sólo unas horas antes—
, por ello se concretó a plantear lo que esperaba de los nuevos textos:
Los maestros reclamamos una visión histórica más raca, ajena a los maniqueísmos; que
reconozca la contribución generosa de tantos mexicanos que disputaron sus proyectos; que muchas
veces se equivocaron porque perdieron.
Pero requerimos de una historia menos episódica y más sociológica; que no imagine sociedades
estáticas sino en permanente cambio social. De una historia enriquecida por el concurso de otras
disciplinas: la política, la economía, la geografía.
La enseñanza de una historia en la que los protagonistas aciertan y se equivocan; en la que hay
triunfos y derrotas. Una historia comprometida con la verdad, y no con la promoción de una verdad;
que plantee juicios y no perjuicios; que ubique, con mayor claridad, los hechos en un contexto más
amplio: de su mundo. Una historia que, por encima de todo; enseñe a amar y a defender a México y
a sus valores: la libertad, la justicia, la democracia.
Una historia que ayude a valorar el esfuerzo de generaciones y que encuentre en ellas la voz de
México: que aliente una visión crítica, dispuesta a razonar divergencias u convergencias; a identificar
los problemas que vinieron de fuera, pero también a reconocer los que surgieron de dentro. En fin,
que enseñe a amar a México, a su geografía, a su cultura. Una historia que defienda a la patria.
Una vez que tuvo los primeros ejemplares en la mano, la dirección del SNTE los distribuyo a
sus secciones y les solicitó que realizaran, a través de los comités pedagógicos sindicales, un análisis
de los textos, para estar en condiciones de definir, en una primera aproximación el punto de vista del
magisterio.
Se trataría solamente —y así lo expresamos al secretario de Educación— de la postura de las
direcciones nacional y seccional, pues, hasta ese momento, desafortunadamente éramos las únicas
instancias que habíamos recibido los nuevos textos. Iniciando el ciclo escolar 1992-1993, esos libros
no habían llegado aún a las manos de muchos maestros.
La reacción menos rápida… y cautelosa a la que alude el doctor Aguilar Camín respondió,
entonces, a dos hechos: primero, a que el Sindicato no estuvo dispuesto a opinar, irresponsablemente,
acerca de lo que conocía, y segundo, al propósito de evitar improvisaciones que, como ha
evidenciado, suelen tener costos muy altos.
Señala Aguilar Camín que los líderes «… no habían manifestado hasta ahora ningún interés
vigoroso en la enseñanza de la historia…» Sin embargo, hace casi un año, antes de que se produjera
el relevo en la titularidad de la SEP, el SNTE había planteado ante el señor presidente Salinas, la
urgencia de revisar planes, programas y contenidos educativos, y había propuesto profundizar el
estudio de lo prioritario: la escritura, la lectura, las matemáticas, las ciencias naturales, el civismo y
la historia.

Hay, por otra parte, distintos testimonios sobre la preocupación de los maestros y de su dirección
sindical por los contenidos educativos que incluyen, pero no se agotan en la historia.
Detrás de la «desautorización» a los libros de Historia de México, Aguilar Camín encuentra «el
siguiente paso que quisiera dar la dirigencia: cuestionar la conducción de las reformas misma, para
atenuarla en todo lo que limite o contenga los poderes sindicales». Lo anterior, según él, debido a
«una inexplicable incertidumbre sobre su destino gremial ante la magnitud de los cambios
propuestos» y a que la dirigencia del SNTE busca «un poco a tientas y otro poco a como dé lugar,
conservar su influencia y si eso en el establecimiento educativo de México»
El SNTE suscribió, de manera consciente y responsable, el Acuerdo Nacional para la
Modernización de la Educación Básica. Las razones del SNTE fueron definidas, claramente, el mismo
día de la firma (el 18 de mayo).
Entonces dijimos que los suscribíamos porque en su espíritu y en su letra recogía las propuestas
más importantes del SNTE en materia educativa: la modernización de la educación básica; la
superación profesional, la actualización y formación de los maestros; y la reorganización educativa;
porque el gobierno federal y los gobiernos estatales asumían el compromiso de destinar recursos
crecientes para el desarrollo del sistema educativo nacional; porque era congruente con los principios
constitucionales de laicismo, nacionalismo educativo y gratuidad, y porque asumía el compromiso de
preservar cuatro cuestiones fundamentales: el carácter nacional de la educación; el funcionamiento
educativo, de los derechos de los trabajadores y la estructura nacional del SNTE.
Importar resaltar que, en ese mismo acto, el SNTE advirtió sobre algunos riesgos del Acuerdo;
entre otros: la dilución del sentido de unidad e identidad nacionales; la profundización de los
contrastes entre los estados, y la posibilidad de trocar una gran ineficiencia derivado del centralismo
por múltiples ineficiencias dispersas en el territorio nacional.
En su artículo, el doctor Aguilar Camín sostiene que el SNTE firmó la reforma «por disciplina
política». Sin embargo, el proceso que condujo al SNTE a la suscripción del Acuerdo, incluyó tres
años de negociación y, finalmente, fue aprobado en la primera sesión extraordinaria del Consejo
Nacional, integrado por cinco consejeros de cada una de las 55 secciones y por el Comité Ejecutivo
Nacional. La sanción de la asamblea fue clara: ningún voto en contra y sólo dos abstenciones. Habla
Aguilar Camín del «aprovechamiento del momento político para colocarse al estrado», de «reflejos
corporativos», de la preservación de «los poderes sindicales», de la «clientela». Habla también del
«empate político de la SEP y el SNTE» y establecimiento que la ruptura del empate es condición para
mejorar la educación pública en México. Sería lamentable derivar, como parece sugerido el doctor
Aguilar Camín, que el desempate debe expresar la derrota de un sindicato que está construyendo, en
medio de formidables dificultades, un nuevo proyecto.
Aguilar Camín parece tener en mente un tipo de sindicalismo que contamino la vida social del
país y azolvó los ductos del sistema político; de líderes muy funcionales pata sus empleadores —
particulares o del gobierno— que preferían negociar antes con cúpulas maleables que con direcciones
representativas. Un sindicalismo, por cierto, que se resiste a desaparecer.
Sin embargo, en un entorno difícil, el SNTE está construyendo un proyecto sindical que reconoce
este tiempo mexicano y que propone una nueva relación con sus bases, con la sociedad y con el
Estado.
Estamos levantando, con buena fe y sobre cimientos democráticos, la autoridad y la
representatividad de la dirección sindical. En el nuevo proyecto, la dirección es responsable de sus
actos ante sus representados, y reconoce y respeta la pluralidad del variado mosaico magisterial que
se expresa a través de fórmulas de proporcionalidad reconocidas en los nuevos Estatutos.
El nuevo proyecto sindical no busca remendar las viejas correas de transmisión que operaban en
un solo sentido, de arriba hacia abajo: del Estado a la cúpula sindical y de ésta a las bases. Procura,
en cambio, construir una nueva relación con el Estado, madura y respetuosa.
No está siendo tarea fácil la construcción de este nuevo proyecto. A las resistencias internas se
suman, con frecuencia, otras de fuera que con buenas o malas razones atribuyen al SNTE razones
inexistentes.
El SNTE no pretende incidir en los ámbitos que competen a la Secretaría de Educación Pública,
pero sí —y en eso acierta Aguilar Camín— reclama «un sitio en la discusión de contenidos», por
cierto, no único ni privilegiado. Será muy ingenuo asumir que ésa es una tarea exclusiva de los
maestros. Por eso llamamos a historiadores, pedagogos, sociólogos y otros estudiosos, a la reflexión
y al debate; a razonar divergencias, pero también convergencias.
Tienen mucho de bueno los nevos textos de Historia de México, así lo hemos reconocido, pero
también estamos convencido de que requieren una revisión seria y fundada. Sería muy pretencioso
suponer que para superar las deficiencias, ausencias e insuficiencias que han demostrado hasta ahora
las primeras reflexiones críticas, basta una fe de erratas.
El debate mexicano se ha enriquecido muchas veces con el juicio lúcido de quienes, como
Aguilar Camín, han ofrecido ideas, argumentos, nuevas maneras de interpretar la realidad y nuevas
propuestas.
Estoy segura que los coordinadores y los autores de la obra sabrán reconocer en el debate en
torno a los nuevos textos de Historia de México, más allá de jaloneos movidos por razones personales
o coyunturales —que también están presentes—, las legítimas preocupaciones de muchos mexicanos
comprometidos con las mejores causas de México y, entre ellas, con una educación «de alta calidad
científica, pedagógica y editorial», como lo señala el Acuerdo para la Modernización de la Enseñanza
Básica y con una historia que, como lo ordena la Constitución, forme mexicanos que amen y
defiendan a la patria.
Bien que los coordinadores de los nuevos libros de texto suman su defensa no podíamos esperar
menos de ellos. Pero ojalá que lo hagan desde una perspectiva académica y sin soslayar lo que hoy
está en la mesa, lo que verdaderamente importa más allá de las cuestiones que han enrarecido la
discusión: el debate historiográfico, pedagógico e ideológico. El debate que reclama un conocimiento
esencial para los mexicanos, el de su historia. Discutamos construyendo. De septiembre de

14 de septiembre de 199
EPÍLOGO
EL MAESTRO, ESTADISTA ANÓNIMO DE MÉXICO

Con la culminación de este congreso el compromiso del magisterio con el futuro del país
adquiere una dimensión mayor. Los trabajadores de la educación hemos sido, históricamente,
solidarios y activos participantes en las mejores luchas de nuestro pueblo. Por eso ahora, cuando la
batalla cultural y educativa es una prioridad nacional, los maestros mexicanos asumimos la
responsabilidad que nos corresponde en esta enorme tarea.
En este primer Congreso Nacional de Educación se ha discutido con pasión e inteligencia; se ha
reflexionado a partir del conocimiento de investigadores y especialistas de primer nivel y, en una feliz
conjunción, desde la experiencia cotidiana de cientos de miles de profesores de toda la república…
Hemos abordado los temas fundamentales para entender cabalmente la situación y las perspectivas
del sistema educativo mexicano y, más importante todavía, esbozamos las líneas generales de un
proyecto para su transformación definitiva.
En sí misma, la agenda del congreso puede dar una idea de la complejidad teórico práctica que
enfrentamos: replantear los fines y objetivos de la educación en las condiciones inéditas del fin de
milenio; explorar las posibilidades y riesgos que representan la federalización de la educación básica
en el caso mexicano; advertir sobre la necesidad de renovar actitudes y prácticas en la gestión y
administración educativas; analizar los cambios en la estructura curricular y los programas de estudio
en los diversos niveles de la enseñanza básica, así como la visión del magisterio respecto a la
formación profesional de los nuevos maestros.
Asimismo, para completar el universo de materias y retos, nos abocamos al análisis de aquellos
asuntos que deberán marcar la ruta de la gran reforma educativa que requiere el país: la estrecha
relación entre equidad y calidad educativa: las alternativas de financiamiento; el diseño de una
estrategia de educación pública que corresponda, con imaginación y eficacia, a la pluralidad étnica y
cultural que nos distingue como nación; la vinculación con el aparato productivo y la influencia
definitiva de los medios de comunicación.
Nos propusimos realizar un diagnóstico general de la educación en México. Creo que lo hemos
logrado. El trabajo colectivo que hoy rinde sus frutos es la culminación de largas jornadas de reflexión
y debate en las escuelas, delegaciones y secciones a lo largo y ancho del país; resultado, también, de
foros plurales, diálogos y reuniones nacionales en los que pudimos recoger las ideas y propuestas de
muchos mexicanos preocupados por el presente y el futuro de la educación nacional.
Existe, sin embargo, un objetivo superior: pasar del diagnóstico a la propuesta; transitar de la
identificación de signos y síntomas, al planteamiento de alternativas que contemplen el mediano y el
largo plazo. Sabemos que el porvenir de México descansa, en buena medida, en la capacidad que
tengamos —sociedad y gobierno— para renovar y actualizar nuestro sistema educativo. De ahí que
hayamos considerado como una obligación, a la altura de las exigencias nacionales e internacionales,
ofrecer opiniones viables ante una problemática que no admite demoras ni autocomplacencia.
Se trata, es cierto, de un gran reto. Para algunos, quizá, de una meta demasiado ambiciosa que
desborda las posibilidades de una organización sindical. Nosotros pensamos de otra manera. Tenemos
plena confianza en la capacidad de un sindicato renovado que, al transformar prácticas y
concepciones, se ha preparado en los últimos cinco años para articular iniciativas de nuevo tipo en
los ámbitos educativo, social y laboral.
La práctica de un «sindicalismo volcado a la sociedad» nos ha permitido rebasar los límites del
gremialismo y advertir el punto donde confluyen el interés del magisterio y la preocupación de la
sociedad en general: la defensa irrenunciable de la escuela pública y, niveles de calidad y eficiencia.
En este sentido, la conciencia de los trabajadores de la educación no es obra de la casualidad
sino producto de la recuperación —crítica y respetuosa— de la historia. Hace medio siglo, por
ejemplo, un gran educador mexicano advertía: «En el mundo que está naciendo ante nuestros ojos,
México ocupará el lugar que ambicionen y que merezcan nuestros educadores… A ellos corresponde
el honroso encardo de ir a buscar {…} el perfil exacto del ciudadano que simboliza, ya, en nuestros
sueños, el México de mañana.»
Don Jaime Torres Bodet, el autor de esas líneas, reflexionaba ante un escenario internacional
devastado por el conflicto bélico; un mundo que iniciaba la reconstrucción y anunciaba grandes
mutaciones políticas, económicas y productivas; un mundo que abandonaba las viejas certezas y
colocaba a las naciones frente a interrogantes inéditas. Por eso es que estas palabras iluminan, en más
de un sentido, nuestros pasos hacia el próximo milenio. El entonces secretario de Educación Pública
concluía: «Oímos por todas partes la misma voz: industrialicemos a la República, formemos
técnicos. Plausible empeño. Pero el primer técnico del que debemos cuidar es aquel sin cuyo trabajo
ningún otro podría ejercer con verdad y con eficacia su función emancipadora. Y ese técnico es el
maestro.»
Hoy, a unos años de concluir el siglo XX, «el mundo que está naciendo ante nuestros ojos»
plantea incógnitas parecidas. Oímos por todas partes voces que exigen respuesta inmediata:
modernización competitividad, reconversión, productividad, nuevas tecnologías, calidad revolución
de los materiales… Es cierto: la situación del mundo este fin de siglo es muy distinta y, sin embargo,
en lo sustancial, toda respuesta posible deberá partir de la misma base que ofrecieron Torres Bodet
en 1945, José Vasconcelos en la década de los 20 o Gabino Barreda en el siglo pasado: la educación
como herramienta y el magisterio como operador del cambio.
No se trata de repetir fórmulas ni de reciclar concepciones que no corresponden a nuestro tiempo,
pero resulta imperativo realizar un ejercicio analítico que recupere lo mejor de la tradición pedagógica
mexicana. Es posible que una revisión a fondo de la acción educativa del periodo vasconcelista —
por mencionar uno de los momentos más altos de la gesta cultural del México posrevolucionario—
pudiera servirnos para impulsar iniciativas modernas, utilizando la más avanzada tecnología, en la
defensa del libro y la promoción de la lectura; en el fortalecimiento efectivo de la red nacional de
bibliotecas públicas; en la integración permanente de los trabajadores de la cultura —científicos,
artistas y promotores— al esfuerzo cotidiano de formar hombres y mujeres para el futuro.
En las actuales condiciones de globalización e interdependencia, una economía competitiva y
abierta requiere de modificaciones significativas en la normatividad jurídica e institucional; de
inversiones crecientes; de una reestructura productiva y nuevas tecnologías… Sin embargo, aún
cumplidas estás necesidades, resulta primordial el desarrollo humano —la mayor riqueza de una
nación— no sólo para competir a nivel internacional sino también para avanzar hacia una justa
distribución del ingreso nacional y, por lo tanto, conseguir el mejoramiento de las condiciones de vida
y trabajo de los mexicanos.
Junto con esto, la consolidación y viabilidad del nuevo modelo de desarrollo dependen, de
manera fundamental, del papel que desempeñen los distintos actores sociales y de los niveles de
educación y bienestar.
El sistema educativo juega un papel clave, pues de él sigue dependiendo la formación de un ser
humano integral —ahora en el marco de nuevas condiciones caracterizadas por mayores
requerimientos técnicos y organizativos—, así como por el imperativo de preparar un capital humano
dotado de los elementos informativo y formativos necesarios para dar sentido a la acción individual
y colectiva.
Los cambios en el terreno productivo, la aplicación creciente de los avances científicos y la
innovación en los campos de la técnica, han traído como consecuencia una transformación radical en
nuestra manera de ver el mundo y, en distintos niveles, modificaciones irreversibles en la vida
cotidiana de millones de seres humano. El futuro está tocando a la puerta y nos exige revisar a fondo
el sistema educativo: actualizar planes y programas para ofrecer, desde la educación básica,
herramientas fundamentales a los niños y jóvenes que deberán actuar en circunstancias inéditas;
mejorara instrumentos; formar, actualizar y superar a los docentes y pagar con justicia a los
trabajadores de la educación.
En diferentes foros los maestros mexicanos hemos hecho pública una preocupación ante la
urgencia modernizadora: el peligro de permear la reforma educativa de una visión limitada,
excesivamente técnica y productivista. No es este el proyecto que reivindicamos.
Sabemos que la globalización impone como condición sine qua non la eficiencia y la
productividad. No podemos negarlo. Pero tampoco debemos olvidar que la educación reclama, mucho
más que conocimientos técnicos, medios para mejorar la calidad de la vida.
Creemos, en primer lugar, que la educación sigue siendo un instrumento irremplazable para la
vida democrática y para la equidad. La modernización educativa y la reforma de calidad que
proponemos forman parte, así, de la lucha por alcanzar nuevos niveles de desarrollo político,
económico, social y cultural.
Un sistema educativo deficiente en contenidos, pobre en recursos e infraestructura, con maestros
mal preparados y mal remunerados, atenta contra las perspectivas de movilidad social y empobrece
la experiencia comunitaria. Debido a ello nos pronunciamos por una modernización que propicie un
aprendizaje integral; la formación de una cultura científica y tecnológica debe enriquecer (no mutilar)
el enfoque humanista de la educación primaria y secundaria.
Algunos futurólogos—Alvin Toffler y Jacques Attali, entre ellos— han desarrollado imágenes
del porvenir que al mismo tiempo alientan y deprimen… Un mundo poblado por los más sofisticados
adelantos de la tecnología permeando todos los ámbitos de la vida cotidiana… Flujos planetarios de
información satelital, dominio irreversible de las herramientas audiovisuales, videodiscos y otras
aplicaciones computarizadas (hoy apenas imaginadas) que serán las aulas, bibliotecas y maestros
portátiles del mañana.
Nadie sensato puede oponer miedo e inercia al avance inexorable de la tecnología. Y, sin
embargo, en el debate actual, abierto al futuro como territorio de nuevas conquistas humanas, tenemos
que seguir buscando la manera de combinar los adelantos de la electrónica y la informática con la
experiencia acumulada en siglos.
Las mentes más lúcidas del planeta orientan su imaginación al diseño de espacios y relacionados
donde el uso de la tecnología de frontera no implique abandonar la práctica —apasionante y
enriquecedora— de la transmisión del conocimiento como enseñó Sócrates cinco siglos antes de la
era cristiana: el diálogo de frente, la duda compartida que encuentra respuestas en el intercambio de
razones, el aprendizaje de la ética como primera lección de un maestro de carne y hueso.
La educación de este fin de siglo reclama, pues, un maestro «que ame enseñar a alumnos que
amen aprender», como quería Ezequiel Martínez Estrada; que abra nuevas avenidas a la permanente
búsqueda humana; que enseñe a sus alumnos a encontrar las respuestas, no a repetir lugares comunes;
a valorar el pasado para construir el futuro.
Tenía razón Alfredo Gutiérrez cuando firmaba el Dialogó sobre Educación, Justicia y Libertad:
«si un estadista educa a sus pueblo para entender, discutir, juzgar y decidir su futuro, los profesores
son los estadistas anónimos de México» Por ello es impensable una reforma educativa cabal, de largo
alcance, con profesores que lleven a la escuela la angustia de la renta vencida, del raquítico
presupuesto familiar, de su malpago… Poco, muy poco, se puede esperar de un maestro que lleve su
hogar el desaliento de una escuela pobre, carene de casi todo…
El maestro que requiere el país es un ser humano pleno, con su potencialidad intacta, con una
formación rigurosa que le dé confianza en sí mismo. Ése es el maestro que puede formar a los niños
y jóvenes que queremos para el país que queremos. Ho habrá cambio en México que no se sustente
en el cambio educativo; no habrá cambio educativo sin transformaciones positivas en los maestros…
Imaginamos un México distinto. Tenemos derecho a soñar, pero también nos preparamos para
hacer realidad el anhelo de un México más generoso, en el que todos tengamos la oportunidad de ser
y de crecer a través del esfuerzo y la creatividad.
Imaginemos un mexicano que recupere lo mejor se nuestro ser nacional: que persiga tenazmente
sus propósitos; que esté dispuesto a enriquecer si visión del mundo con las experiencias de otros
hombres y otras culturas, y, al, mismo tiempo, valore y ofrezca al mundo las mejores realizaciones
del México antiguo, moderno y contemporáneo… Un mexicano que esté dispuesto y preparado para
enfrentar el mundo cambiante que obliga a la innovación permanente… Un mexicano que no pierda
su dimensión humana ni la calidez característica de nuestro pueblo…
Imaginemos un sistema educativo renovado, base insustituible para hacer realidad ese México
distinto y ese nuevo perfil de los hombres y las mujeres que seguirán construyendo la nación
mexicana.
Y tal es nuestro predicamento actual: resolver la tensión entre la escuela que queremos y la que
tenemos; entre los requerimientos de la escuela del nuevo milenio —de procesadores electrónicos y
nueva tecnología pedagógica— y las carencias más elementales de muchos de nuestros planteles. Es
ahí, en las líneas que separa realidad y esperanza, donde debemos actuar sin demora: ganando terreno
al rezago en infraestructura y servicios educativos; redoblando los programas de dignificación y
recuperación de escuelas en todo el territorio; asegurando que la cobertura del sistema sea un
componente democrático y justiciero; garantizando que la enseñanza de calidad —para todos los
niños, en todas las escuelas— permita ser y crecer, no sólo subsistir…
Una cosa es clara: lo que hagamos ahora en materia educativa, lo que avancemos y logremos
mantener en los próximos lustros, definirá el país que seremos en el siglo XXI.
No tenemos duda que la tarea por delante desborda cualquier esfuerzo gubernamental… Es tarea
de todos… Compete a la familia, a los profesores, a los intelectuales, a los medios de comunicación,
a los sectores productivos… creemos que es necesario asumir el reto educativo como una cuestión
que importa a todos y a todos compromete. Comprender más que una policía de gobierno, es, en el
sentido más alto, una política de Estado.
De ahí que sea un requisito estratégico lograr un consenso nacional que permita, en el más corto
plazo, llevar adelante una política educativa que vaya más allá de los límites de una administración.
De más de está recordar las consecuencias perversas que provoca la ausencia de continuidad en las
políticas públicas. Sobra decir que en la esfera educativa sus costos han sido enormes.
La educación, vale repetirlo, es un asunto de todos, de ahí que toda la sociedad deba
comprometerse. Porque, como aquí se ha dicho, del impulso educativo dependen la productividad y
el crecimiento económico, pero también la formación de los ciudadanos, la equidad, la libertad y la
democracia.
Hablar de reforma educativa sólo tiene sentido en un contexto global que tome como referencia
un mayor bienestar para todos los mexicanos. Por eso pensamos que l estrategia y las tácticas que se
propongan adecuar nuestro sistema educativo a las nuevas necesidades del país, deben vincularse
estrechamente a políticas generales de redistribución de ingreso, ataque frontal a la pobreza, creación
de empleos, autonomía sindical, extensión de las prácticas democráticas a todos los ámbitos y,
finalmente, el aliento a una cultura de respeto a la legalidad y a los derechos humanos.
Separar el espacio educativo del contexto social que lo define resulta, por decir lo menos, una
operación artificial, engañosa. Esperar todo de la enseñanza escolarizada es no tomar en cuenta la
dialéctica de influencias recíprocas: el país no cambiará si no lo hace el sistema educativo, pero la
educación se mostrará indefensa ante un medio refractario a los cambios.
Creemos que la sociedad es el «aula magna» en la que se forman y transmiten valores y
antivalores. Si la sociedad está agobiada por prácticas autoritarias, difícilmente la educación podrá
contrarrestar los poderosos mensajes del medio… Si la realidad contradice los valores que se enseñan
en la escuela: la honestidad, el patriotismo y el respeto a la dignidad de todos los hombres… Si una
subcultura de la manipulación reemplaza a la cultura cívica y participativa… Si se privilegian los
derechos y la voluntad de unos pocos frente a los de la mayoría… Si la inseguridad y la injusticia son
hechos cotidianos… Si la democracia es retórica y no ejercicio de todos los días… Si el reparto de
los beneficios económicos y sociales favorecen a los pocos y descobija a los muchos… No habrá
forma de que la educación revierta la esencia del desánimo o el cinismo…
Sólo una sociedad y un gobierno que refrenden cotidianamente los valores democráticos,
humanistas, civilizadores, permitirán que la enseñanza escolar influya de manera definitiva en el
espíritu de los niños y los jóvenes…
Los vasos comunicantes entre cultura y productividad, energía social y creación del
conocimiento, desarrollo político y expectativas de mejoramiento individual y colectivo, hacen de la
tarea educativa uno de los campos más apasionantes y complejos del mundo contemporáneo.
Cuando acordamos la amplitud temática de este congreso reconocimos la magnitud y aceptamos
el desafío. Estoy segura, como lo estarán ustedes, que valió la pena. Porque de este congreso los
maestros mexicanos salimos fortalecidos. Porque este enorme esfuerzo de inteligencia, creatividad y
profesionalismo tiene un solo objetivo: servir al país en un momento decisivo: el momento en que
diseñamos el futuro y preparamos las condiciones para ingresar al nuevo siglo como una nación
democrática, independiente y soberana.
En otro momento caractericé las relaciones del SNTE con el entonces secretario de Educación
como «intensa y tensa». Cada uno desde el rol que le confiere su naturaleza, asumió, con
determinación, la defensa de la educación. Recuerdo que, en febrero de 1992, cuando surgieron del
Segundo Congreso Extraordinario del SNTE algunas propuestas relevantes para modernizar la
educación pública, encontramos en el presidente de la República y en el secretario de Educación
Pública una gran disposición para incorporar el sentir del magisterio en el quehacer gubernamental.
Hoy hemos dado un paso más firme: hemos construido una propuesta educativa —que, sin duda,
puede afinarse y enriquecerse— que recoge experiencia y principios de cara a los nuevos tiempos.
De la entregamos al doctor Zedillo. Quisiéramos que la hiciera suya. Los maestros confiamos en que
el plan educativo de su gobierno sumará a sus compromisos de campaña las propuestas del magisterio
nacional. Subyace en estas páginas el esfuerzo de los maestros no sólo de las últimas semanas y
mesas, sino de muchos años. Y no sólo de nosotros, múltiples voces de pedagogo, estudiosos de
distintas disciplinas, artistas, escritores, funcionarios de gobierno se sumaron para construir esta
propuesta que traduce el amor a México de los trabajadores de la educación. No podría concluir estas
palabras sin compartir una reflexión muy cara. Recibí de ustedes un mandato que me ha dado las
mayores satisfacciones y los mayores retos de mi vida profesional. Ese mandato concluye el próximo
mes de febrero, ni antes ni después. Hasta ese día seguiré dando lo mejor de mí para seguir avanzando
en lo que en los últimos cinco años ha contado con mi determinación más rotunda; lo que ha sido mi
pasión y mi sueño: entregar un SNTE más democrático, más fuerte, más legítimo, más comprometido
con el bienestar de sus agremiados… con la educación al servicio del pueblo.
Corresponderá a una nueva dirección nacional del Sindicato —aquélla que elijan
democráticamente los trabajadores de la educación— impulsar ante las nuevas autoridades educativas
en los niveles federal y estatal, la propuesta surgida de este congreso, defender, con inteligencia y
valentía, las mejores causas, los más altos intereses, la dignidad de este gremio ejemplar, de este
ejército cívico que está siempre presente en la defensa de la patria.
DOCUMENTOS DEL SNTE
EL SNTE DISPUESTO AL CAMBIO

Los días 12 y 13 de diciembre de 1989, en la oficina sede de nuestro sindicato nacional,


realizamos por convocatoria del Comité Ejecutivo Nacional, el XVII Consejo Nacional
Extraordinario; en él estuvieron todas las corrientes de nuestra organización sindical; las 55 secciones
representadas por los delegados debidamente acreditados que fueron nombrados en plenarias de sus
comités ejecutivos seccionales respectivos.
Este consejo determinó denominarse el Consejo de la unidad; unidad de la clase trabajadora de
la educación, se acordaron puntos que, para mí, son motivo de compromiso y satisfacción. Estos
acuerdos son los siguientes:

 Primero: el 20 de enero de 1990 se convocará al primer Congreso Nacional Extraordinario de


nuestra organización, donde revisaremos los Estatutos para hacer de ellos un instrumento que
garantice la libre voluntad de los trabajadores, pero también la irrenunciable conquista de lo
que hemos obtenido como Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

 Segundo: entre los días 24 y 30 de diciembre de 1943 se fundó nuestra organización, aunque
el registro se obtuvo en enero.

Al respecto, se acordó hacer festejos conmemorativos de aniversario. Uno de estos actos puede
realizarse en el Palacio de Bellas Artes, a reserva de presentar la propuesta correspondiente.

 Tercero: en el Congreso Extraordinario revisaremos asuntos de orden económico, profesional


y laboral; la convocatoria será facultad del Comité Ejecutivo Nacional.
La intención, en calidad de delegados efectivos al XVII Consejo Extraordinario es informar lo
anterior.
Quisiéramos también declarar que aspiramos a que el año próximo sea para bien de la educación
pública y la reivindicación de los que representamos a sus trabajadores.

14 de diciembre de 1989

DECLARACIÓN DE TEPIC36

Los delegados efectivos firmantes, sin distingos de corrientes, proclamamos ante el país que este
Primer Congreso Nacional Extraordinario representa un parteaguas en la historia de nuestra
organización.

La transformación del SNTE


Representa no sólo la decisión de romper con las ataduras autoritarias y verticales del pasado
inmediato, sino la convicción de la mayoría —incluyendo a miembros de corrientes minoritarias—
de que es vital transformar nuestra organización, normando los cambios, de manera que no se repitan
los patrimonialismos, la falta de claridad en el manejo de los recursos y el desequilibrio en la
asignación de cuotas sindicales. El sindicato no será más patrimonio de ningún grupo.
Nuestra organización ha optado por enfrentar el desafío de su transformación. Proclamamos ante
el país la decisión firme de reorientar el futuro de nuestro sindicato con un proyecto claro. Asumimos
con responsabilidad el reto que ello representa.
Reafirmamos nuestro compromiso con las causas fundadoras del SNTE: unidad en la defensa de
nuestros derechos, respeto a la pluralidad y el compromiso educativo con el pueblo de México. Sobre
este perfil histórico, reencauzaremos nuestra nueva identidad y recuperaremos nuestro papel social
como agentes de cambio.
Sabemos que la propuesta de unidad, respecto a la pluralidad y corresponsabilidad encuentra
resistencias y afecta intereses. Es necesario superar esquemas del pasado. No sólo patrimoniales, sino
también los derivados de las tácticas y estrategias de lucha de la inconformidad. Debemos hacer un
esfuerzo colectivo y permanente para superar las inercias arraigadas en la cultura político sindical, en
bien de nuestra integridad nacional.

Democracia y pluralismo
Transitar hacia mayores estadios de democracia y pluralidad no es un proceso fácil. Tare consigo
desgaste y fricciones. La lección de Tepic es que, en el Primer Congreso Nacional Extraordinario, el
triunfo de la democracia consistió en que se sentaron las premisas para acordar la convivencia política
interna.
La democracia nunca es un estado perfecto de cosas, su construcción debe superar pautas de
conducta autoritarias, patrimoniales y paternalistas; y por otra, posiciones protagónicas y dogmáticas
que conducen al enfrentamiento. Esto, necesariamente afecta intereses; puede haber errores, pero
siempre habrá voluntad firme para corregirlos.

Reforma de los Estatutos


La reforma estatutaria no será simple acumulación de resoluciones normativas; constituirá la
expresión concreta de las aspiraciones de democracia, unidad, pluralidad, solidaridad, autonomía y
fortaleza del SNTE para la defensa de los trabajadores.
Es en la práctica sindical donde la reforma estatutaria sobrará su verdadera dimensión
promoviendo: la participación responsable de la base; la unidad en la pluralidad, la autonomía y la
democracia.
El SNTE no se conduce más dentro de esquemas que tradicionalmente limitaron la creatividad
e iniciativa que se producen cuando existen las condiciones y el respeto la voluntad expresa en la base
trabajadora.
Afirmamos lo anterior categóricamente como acuerdo del Primer Congreso Nacional
Extraordinario.

Unidad en la pluralidad
El Congreso Planteó la necesidad de unificar no como una simple edición de individuos o
expresiones, sino como una invitación a lograr la síntesis de lo diverso. Por sobre las diferentes
controversias, el SNTE conserva vigencia y fuerza. No hubo uniformidades, pero ´si consensos. Se
superaron incidentes difíciles y se moderaron antagonismos pata arribar a una disposición nueva. Se
camina hacia el encuentro. Las distancias ya no son las mismas que cuando trazábamos trayectorias
paralelas. Se logró la convivencia plural y la integración de varias corrientes.
En los hechos, la voluntad de cambio ha permitido reconocer las diferentes fuerzas que existen
en el interior del Sindicato y a sus legítimos representantes; respetar la voluntad de la base magisterial
e impulsar la participación de todos los trabajadores de la educación en los procesos sociales y
sindicales.

Frente amplio
Estamos ahora demostrando que la unidad de acción y el fortalecimiento del gremio pueden ser
alcanzados cuando hay acuerdo entre los miembros en torno a las políticas de la organización; que
hay avance democrático cuando la democracia se concibe como un medio para integrar; que el frente
amplio será una realidad si se respeta y reconoce el peso político de cada una de las expresiones de
pensamiento que conviven en el seno del SNTE. En suma, que el cambio que impulsamos es viable
si deja de ser considerado con desconfianza y mala fe o con resistencia a nuevas formas de
organización y lucha reivindicativa.
Construyamos un nuevo orden de democracia interna. Continuemos por lo tanto con el esfuerzo
de diálogo para que esta construcción tenga sentido y expresión en la realidad.
Este congreso es ejemplo de la nueva pluralidad que ya vivimos; debe servir para que
reconozcamos en nuestro Sindicato el patrimonio histórico al que todos los miembros tenemos la
obligación de revitalizar; renovando su carácter profundamente social; haciéndolo instrumento de la
educación popular, luchando unidos para revalorar la labor docente y sirviendo para construir el
México del futuro.
La consolidación del frente amplio como propuesta de unidad reclama responsabilidad,
tolerancia y cordura de todos. Si bien hemos de reconocer que en este congreso se intentó afectar la
unidad, debemos analizar los sucesos serenamente; éste, como el inicio de cualquier transformación
profunda, tiene elementos de desconfianza e intolerancia producto de que en el pasado ánimos y
voluntades fueron reprimidas. Confiamos en que pronto nuestros compañeros decidirán unir esfuerzo
al nuestro.
Profesora Elba Esther Gordillo: este congreso, ejerciendo su soberanía, la facultad para que en
su calidad de secretaria general del CEN del SNTE, continúe las negociaciones en la búsqueda de la
integración, de acuerdo con los pesos específicos.
Nuestro gremio no puede ni va a permanecer anclado al pasado; está obligado —y así lo hemos
decidido— a superar el inmovilismo, la fragmentación y el aislamiento. Tenemos una cita con la
historia, y no podemos rehuirla: el cambio, la democracia, el pluralismo, la unidad, deben ser en
adelante las banderas que conduzcan la transformación del SNTE. La conciencia se levanta
asumiendo el compromiso por la transformación y la democracia; no podemos mantenernos al margen
de los cambios.

Solidaridad: principio y práctica de razón


Entendemos el principio y práctica de la solidaridad como razón y fuerza básica para superar
rezagos, abatir la ignorancia y rebasar precarismos. La solidaridad no es producto de edictos no
operaciones financieras. No puede sujetarse a saldos presupuestales o productivos ni ser estanco de
excedentes en el abasto y los consumos. Es una fuerza cuya naturaleza, origen y efectos n dependen
de quien la anuncie o proponga.
El presidente de la república llamó al pueblo que gobierna a la solidaridad; los maestros
organizados coincidimos porque somos un gremio solidario, por antonomasia. No hay reivindicación
posible en oponerse a un programa fundado en la esencia humana y en la razón que registra y sanciona
la historia.
Lucha y solidaridad son aspectos de una y la misma gran causa que no es ajena a los
trabajadores que educan.
Superaremos con altura los conflictos internos y el verticalismo. La historia no puede esperar, la
oferta democrática de frente amplio tiene también sus tiempos políticos. Participemos unidos en la
producción de hechos y circunstancias para no ser producto de ellas. No podemos anclarnos en el
pasado, superemos el autoaislamiento. Las conductas del pasado ya no caben en el presente.

Delegados efectivos del Primer Congreso Nacional Extraordinario

22 de enero de 1990

POR QUÉ EL SNTE SUSCRIBE EL ACUERDO DE MODERNIZACIÓN DE LA


EDUCACIÓN BÁSICA37

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación suscribe este día el Acuerdo Nacional


para la Modernización de la Educación Básica.
El acuerdo implica para el magisterio, como para el gobierno federal, los gobiernos estatales y
la sociedad, un grave compromiso. Un compromiso con una educación que forme alumnos en y para
la libertad y la democracia; que amen y defiendan la soberanía y la justicia; que sean mejores en el
conocimiento y la defensa de sus derechos y, también, en el cumplimiento de sus deberes.
Se trata de un apoyo decidido y razonado de un SNTE fortalecido en la decisión de sus miembros
de preservar su carácter nacional y su cohesión interna.

Por qué asumimos el reto de participar en el Acuerdo:


Porque es congruente con los principios del artículo 3° constitucional de laicismo, nacionalismo
educativo y gratuidad.
Porque en su espíritu y en su letra hay un claro reconocimiento al papel protagónico del maestro
en la transformación educativa de México: un compromiso de la federación y de los gobiernos
estatales por mejorar las percepciones de los trabajadores de la educación instaurar un sistema estatal
para la formación del maestro y convenir en el establecimiento de un Programa Emergente de
Actualización del Maestro.
Porque atiende nuestro reclamo por el establecimiento de la carrera magisterial a través de la
cual se estimulará la calidad de la educación y se establecerá «un medio claro de mejoramiento
profesional, material y de la condición social del maestro».
Porque recoge las propuestas más importantes del SNTE en materia educativa: la modernización
de la educación básica; la superación profesional, la actualización y formación de los maestros, y la
reorganización educativa.
Porque el gobierno federal y los gobiernos estatales asumen el compromiso de destinar recursos
crecientes para el desarrollo del sistema educativo nacional.
Pero estamos con el acuerdo, sobre todo, porque expresa una propuesta y un compromiso —que
es el del SNTE— con el fortalecimiento de la educación pública y con una formación pata la
democracia, la libertad y la justicia de los mexicanos.
El SNTE, único titular de las relaciones colectivas de los trabajadores de la educación del país,
seguirá asumiendo la defensa de la educación pública y vigilará escrupulosamente el cumplimiento
de los compromisos aquí pactados.

Los riesgos
A lo largo de muchas semanas de intensas negociaciones, hemos expuesto a las autoridades
educativas federales una larga serie de preocupaciones, para gran parte de nuestros planteamientos
hemos recibido respuestas. Sin embargo, tenemos la obligación moral de afirmar, frente a la nación
y a nuestros agremiados, que reconocemos las buenas intenciones, pero que esto no basta.
Permanecen distintos riesgos. En este momento histórico, el SNTE quiere precisarlos:

 El desvanecimiento de los contenidos y, con ello, la dilución del sentido de unidad e identidad
nacionales;
 La dispersión de esfuerzos;
 La disminución o el desvió del financiamiento educativo;
 La profundización de los contrastes entre los estados;
 Los rezagos institucionales en varios estados de la República y, como consecuencia, los
problemas para la conducción de programas y proyectos que, en ocasiones, parecen rebasar su
capacidad de gestión;
 La posibilidad de trocar una gran ineficiencia derivada del centralismo, por múltiplos
ineficientes dispersas en el territorio nacional;
 Las resistencias o, incluso, las oposiciones al cambio dentro y fuera de la lista de los firmantes
del acuerdo.

Hacia un proyecto sindical


En muchas ramas —incluida la educativa—, el sindicalismo llegó a convertirse en protector de
ineficiencias y deformaciones que, al paso de los años, se volvieron cargas económicas y socialmente
insoportables. El nuevo país que se está construyendo reclama transformaciones en todos los espacios
sociales; el sindical, entre ellos.
El SNTE decidió apostar por el México del futuro y darse a la tarea de consolidar un sindicato a
la altura de esos desafíos. Eso estamos haciendo los maestros. En los últimos tres años, el SNTE ha
avanzado hacia un proyecto sindical que recoge una lectura distinta del país y un nuevo compromiso;
que implica otro tipo de relación con sus bases, con la sociedad y con el Estado.
Son diez las grandes cuestiones de este nuevo proyecto sindical:

1. La construcción democrática
En el nuevo proyecto, la dirección sindical finca su autoridad en el firme asiento de una elección
democrática. Los dirigentes surgen de una competencia interna, y son la base magisterial y la
legalidad estatutaria los que definen el liderazgo, rumbo y manera de construirlo. Toca la dirección
recoger, discutir y llevar adelante esas propuestas y, lo que es igualmente relevante, rendir cuentas
de sus actos ante sus representados.
El proyecto democrático se finca en el reconocimiento y el respeto a la pluralidad que expresa
el variado mosaico magisterial; no ve a sus bases como masa amorfa, sino como una agregación de
individuos con necesidad y aspiraciones concretas; y reconocer y ofrece espacios institucionales a
mayorías, a través de fórmulas de proporcionalidad.

2. Una nueva relación con el Estado


El nuevo proyecto sindical no busca restituir los viejos mecanismos, que operaban del Estado a
la cúpula sindical y de ésta a las bases. Esa alianza de desiguales explica la ausencia de los
trabajadores en el diseño y formulación de las políticas públicas en materia educativa. Se trata, en
contraste, de construir una nueva relación con el Estado.
La nueva relación con el Estado implica una auténtica autonomía sindical: ni confrontación ni
sometimiento por sistema. En cambio, una verdadera interlocución, madura y respetuosa.

3. La firmeza para sostener sus principios; la madurez para reconocer lo que tiene que cambiar
En el pasado, prevalecieron, con frecuencia, los intereses de grupo o de camarilla, sobre los
verdaderos intereses del magisterio. Los líderes formales aceptaban el deterioro, mientras otros
grupos reclamaban avances y reivindicaciones económicas con una intransigencia que convertía sus
posturas en puntos de ruptura y, después, en desaliento y frustración.
En el nuevo proyecto es inadmisible un sindicato claudicante o sumiso que lleve a retrocesos,
pero es igualmente inaceptable otro que haga de la disidencia su leit motiv y que, con su radicalismo
y tozudez, lleve a confrontaciones, a derrotas y, consecuentemente también a retrocesos.

4. El tejido de nuevas alianzas


Las nuevas condiciones reclaman el tejido de nuevas redes sociales. Las organizaciones de los
trabajadores, de obreros, campesinos y maestros, tenemos que construir frentes amplios, espacios de
diálogo, de discusión y de formulación de propuestas. Se trata de establecer acuerdos mínimos con
los sectores laborantes, que recuperen y avancen a partir de la experiencia histórica en la que muchas
veces los maestros han contribuido a fortalecer las visiones y la gestoría de obreros y campesinos, al
tiempo que los propios maestros se han enriquecido con las visiones y las experiencias de aquéllos.

5. La capacidad para seguir construyendo, día a día, un sindicato vigoroso


A ciertos sectores, grupos y organizaciones sociales, la dureza de la crisis económica los condujo
al inmovilismo; a una especie de aturdimiento que los ha persuadido de que más les vales tratar de
preservar lo que tienen —lo poco que tienen— o, incluso, aceptar retrocesos, antes que exponerse a
perderlo todo.
El nuevo proyecto sindical implica desarrollar una capacidad de respuesta y de propuesta. Para
ello propone recuperar la fuerza social que haga viable un sindicato que exprese y defina mejor los
legítimos interese del magisterio; más combativo y propositivo.

6. Una nueva cultura política sindical


Muchos años de ausencia de un ejército político abierto y plural impusieron una cultura castrante,
la del silencio. Se callaba incluso a través de largos discurso carentes de posiciones o propuestas.
El nuevo proyecto sindical reclama una cultura política participativa y propositiva. Una cultura
dispuesta al debate interno y externo; a razonar las divergencias y, también, las convergencias.
El nuevo proyecto promueve también una cultura del manejo eficiente, transparente y equitativo
de los recursos.

7. La desvinculación de las organizaciones partidarias


Como ciudadanos y sindicalistas, muchos maestros militamos y seguimos militando en el partido
que mejor responda a nuestras convicciones, pero el nuevo proyecto de un sindicato que reconoce su
pluralidad, reclama la independencia de los partidos políticos.
En el nuevo proyecto, los dirigentes nacionales o seccionales no podrán compartir sus
responsabilidades sindicales con otras partidarias ni con puestos de elección popular. No habrá
pretextos para confundir las prioridades de la rena partidista con las del magisterio.

8. Nuevas formas de organización y participación


Durante mucho tiempo, el SNTE padeció esquemas patrimonialistas: parecía el patrimonio de
un grupo, y no de un gremio.
El nuevo proyecto sindical sostiene que el único privilegio que corresponde a los dirigentes es
el de servir a s organización; exige fortalecer las facultades y los recursos de las seccione; erigir un
sindicato más horizontal y menos vertical, que tenga la capacidad para reconocer lo que debe cambiar
—los desaciertos y las desviaciones— y también para reconocer lo que debe permanecer.
Se trata de un sindicato formador de cuadros, de relevos cada vez más capaces de mantener e
incrementar la fuerza de la organización.

9. La inserción en la sociedad
Se trata de un sindicato inmerso en su ambiente social, que es parte de él y que está abierto a las
influencias de su sociedad y de su tiempo; dispuesto a enriquecerse con las contribuciones del medio
académico e intelectual, y también dispuesto a aportar sus experiencias para nuevas formulaciones
teóricas.
El nuevo proyecto propone vincular los avances de sus miembros a sus logros profesionales, y
lejos de dejar la eficiencia y la productividad como una responsabilidad que le toca al otro lado de la
mesa. Las asume como una tarea común de empleadores y trabajadores.
A una mayor calidad y productividad de la tarea magisterial —es decir, a una mejor educación—
tiene que corresponder mejores ingresos y prestaciones.
10. El compromiso con México
En el nuevo proyecto, el sindicato tiene, por encima de todo, un compromiso con las mejores
causas de México: con la soberanía, la libertad, la democracia, la justicia, la unidad y la identidad
nacionales y con el bienestar del pueblo.
Se trata, en síntesis, de un proyecto que se propone adecuar al SNTE con los nuevos tiempos,
haciendo más democrático, más unido y cohesionado, más plural, con mayor capacidad para
representar y defender los intereses de los maestros y con total determinación de servir a México.

Sabemos que, para impulsar el Programa de Modernización Educativa, el gobierno federal


cuenta con la potestad constitucional para formular y aplicar políticas públicas y medidas
administrativas.

Mejores condiciones de vida, eje de la preocupación del SNTE


El maestro no reclama privilegios, apenas el mínimo decoro de un ingreso que corresponda a la
naturaleza de su tarea y a la entrega que implica. Por eso la demanda por mejores condiciones de
trabajo —salarios y prestaciones— sigue constituyendo el eje de la preocupación del SNTE.
Los incrementos salariales que hemos recibido expresan la determinación política del gobierno
por revalorar a los maestros, pero aún hay mucho por avanzar. Resulta imperativo que las aulas y las
escuelas, así como las condiciones de vida de los maestros, expresen el valor que la sociedad y su
gobierno reconocen a la educación.
Los maestros creemos en México y nos comprometemos con México. La realidad impone
condiciones y vuelve obligatorio el avance a marchas forzadas. Ante la responsabilidad nadie puede
sustraerse, el maestro menos que nadie.
Mechas cosas tenían que cambiar en este México de fin de siglo; muchas otras más hablarán de
cambiar. En todas estas transformaciones, como hoy en la suscripción de este trascendental Acuerdo
Nacional para la Modernización de la Escuela Básica, el maestro seguirá siendo un protagonista.
Las responsabilidades políticas derivadas de la reforma educativa son, ante todo, cuestiones que
cada quien debe plantearse para sí mismo. El SNTE, en todos sus niveles, sabrá responder contra
quienes le ataquen. Demostrará con hechos que ha pasado de ser una organización que algunos
sectores consideraban un obstáculo para la transformación educativa, a una organización que la
plantea, la exige, la vigila y la evalúa.
Hoy estamos en condiciones de exigir, al lado de la sociedad, que las autoridades federales y
estatales cumplan su parte.

«Por la educación al servicio del pueblo»


El Comité ejecutivo Nacional
Los secretarios generales seccionales
275 consejales

19 de mayo de 1992

EL SENTE ANTE LOS NUEVOS LIBROS DE HISTORIA DE MÉXICO

En las últimas semanas ha tenido lugar un debate en torno a los acontecimientos de los nuevos
libros de Historia de México entre un sector de la opinión pública que ha llevado al foro público los
argumentos de intelectuales, académicos, ciudadanos conscientes e instituciones sobre aspectos
cruciales de la educación y la historia.
Difícilmente existe una disciplina que, como la historia, permita recuperar la memoria colectiva
y admita tantas lecturas divergentes e, incluso, contradictorias. Sin embargo, sería muy grave intentar,
como algunos han pretendido, una historia por consenso que derivara del jaloneo de las fuerzas
sociales dominantes por imponer sus visiones, o una historia que complaciera a todos. Se pervertiría
su naturaleza.

La postura del SNTE


La edición de esos nuevos textos por parte de la SEP se inscribe en el contexto del Acuerdo
Nacional para la Modernización Educativa, firmado el 18 de mayo pasado, que expresó la
determinación del gobierno federal, los gobiernos de los estados y el SNTE, de no postergar la
atención a rezagos y problemas educativos en momentos en que el país enfrenta formidables retos
internos y externos.
La revisión de los programas y de los contenidos educativos ha sido una exigencia del SNTE.
Hace casi un año, propusimos ante el presidente de la Republica, Lic. Carlos Salinas de Gortari, la
revisión de los contenidos y la profundización del estudio de lo prioritario: la escritura, la lectura, las
matemáticas, las ciencias naturales, el civismo y la historia.
Aunque los maestros han comenzado apenas esta semana a recibir y a conocer los nuevos libros
de Historia de México, la dirección nacional del SNTE puede establecer que, en una primera
aproximación, percibe en ellos importantes aciertos, fundamentalmente, el reconocimiento a la
jerarquía que debe corresponder, en la educación de los niños, al conocimiento de la historia. Empero,
también percibe ausencias, inexactitudes, insuficiencias y deficiencias.
Por lo anterior, reunidos en pleno el pasado 4 de septiembre de 1992, mientras del Comité
Ejecutivo Nacional y los secretarios generales de las 55 secciones del SNTE acordamos, por
unanimidad, demandar ante la Secretaría de Educación Pública la apertura de espacios análisis y
discusión sobre el libros de Historia de México, de talleres donde se apliquen lineamientos que
garanticen un debate de altura, riguroso, fundamentado, plural, para su reformulación, que recoja sin
apresuramientos las aportaciones de historiadores con enforque de pedagogos, maestros, padres de
familia, sociólogos y, en general estudiosos de estas materias. Dichos foros deberían contar con la
participación de los autores de esta obra.
En todos esos espacios, los maestros, y particularmente aquellos que tienen una especialidad en
historia, sumarían sus argumentos a los de otros estudiosos, para después, fijar la postura del
magisterio.

Reunión con el secretario de Educación Pública


Este día acudió el pleno de dirigentes nacionales y seccionales del Sindicato a exponer lo anterior
al entonces secretario de Educación Pública, doctor Ernesto Zedillo. Su respuesta a nuestra petición
fue favorable. En los próximos días de la SEP convocará para la apertura de esos espacios de análisis.

La correa magisterial
Importa discutir los libros de texto, pero importa también insistir en la urgencia de crear las
condiciones de dignidad y desarrollo profesional de los maestros que hagan posible responder al reto
educativo de la nación.
El SNTE reitera compromiso con una formación y actualización del maestro, articulada a la
carrera magisterial, que posibilite a un tiempo su mejoramiento profesional, la motivación y su
bienestar y el de sus familias.

Por los libros obligatorios y gratuitos


La historia es un conocimiento esencial para los mexicanos. Los maestros estamos
comprometidos con los libros obligatorios y gratuitos y reclamamos para ellos la más alta calidad;
solidez, excelencia académica y pedagógica, y una orientación que fomente en los educados el amor
a la patria, como lo prescribe el artículo 3° de la Constitución.
En estos momentos de definiciones, el SNTE reitera lo que expresó en el acto de presentación
de los libros de Historia de México.

Los maestros reclamamos una visión histórica más rica, ajena a los maniqueísmos; que
reconozca la contribución generosa de tantos mexicanos que disputaron sus proyectos; que muchas
veces se equivocaron porque perdieron.
Pero requerimos de una historia menos episódica y más sociológica; que no imagine sociedades
estáticas sino en permanente cambio social. de una historia enriquecida por el concurso de otras
disciplinas: la política, la economía, la geografía.
La enseñanza de una historia en el que los protagonistas aciertan y se equivocan: en la que hay
triunfos y derrotas.
Una historia comprometida con la verdad, y no con la promoción de una verdad; que plantee
juicios, y no perjuicios; que ubique, con mayor claridad, los hechos en un contexto más amplio: de
su región u de su mundo. Una historia que, por encima de todo, enseñe a amar y defender a México
y sus valores: la libertad, la justicia y la democracia. Una historia que ayude a valorar el esfuerzo de
las generaciones y que encuentre en ellas la voz de México; que aliene una visión crítica, dispuesta a
razonar divergencias y convergencias; a identificar los problemas que vinieron de afuera, pero
también a reconocer los que surgieron de dentro. En fin, que enseñe a amar a México, a su geografía,
a su cultura. Una historia que defienda a la patria.

Comité Ejecutivo Nacional


Secretarios generales sindicales

5 de septiembre de 1992

EL SNTE ANTE LA INICIATIVA DE LA LEY GENERAL DE LA EDUCACIÓN38

CONSIDERANDO
PRIMERO: Que la educación en México ha contribuido al propósito de unidad nacional, ha
sido vía de desarrollo y movilidad social, consolidando la identidad cultural y garantizando la
soberanía nacional y ha sido importantísimo de promoción de justicia y bienestar social.
SEGUNDO: Que el desarrollo de la educación pública en México y su fortaleza han sido
preocupación central de nuestra organización desde su fundación.
TERCERO: Que la representación y defensa de los intereses de los trabajadores de la educación
constituye también un motivo fundacional y la legítima lucha diaria de nuestra organización.
CUARTO: Que el sistema educativo nacional, sus escuelas y sus maestros son un patrimonio
del pueblo en México a quien orgullosamente servimos.
QUINTO: Que las recientes transformaciones, que se han dado en el seno del Sindicato Nacional
de Trabajadores de la Educación, convierten al Sindicato de Trabajadores de la Educación en
una organización propositiva, que demanda su derecho a ser tomada en cuenta en la materia de
trabajo de sus agremiados: la educación.
SEXTO: Que compartimos l opinión de quienes señalan que la modernización de los sindicatos
requiere del intercambio con sus contrapartes, para mejorar los proceso del producción o
presentación de servicios.
SÉPTIMO: Que hemos señalado que la elevación de la calidad y cobertura de la educación
pública es una tarea compartida a la que deben concurrir gobierno, maestros, padres de familia
y organizaciones sociales, en suma, la sociedad en su conjunto.
OCTAVO: Que en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y
Normal acudimos responsablemente con las autoridades a convenir líneas de acción para mejorar
el servicio educativo como propósito y compromiso común que mantenemos.
NOVENO: Que manifestamos que en los últimos años el impulso del gobierno a la educación
pública ha sido significativo y sin precedente en la historia contemporánea del país.
DÉCIMO: Que nuestros Estatutos en su artículo 57, fracción IV, le mandan al Consejo Nacional
que establezca la posición de nuestra organización en torno al desarrollo del proceso educativo
nacional, por lo que formulamos, para mejorar la iniciativa de Ley General de Educación, se
incorpore la opinión del magisterio con las siguientes recomendaciones:
CAPÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES
En este primer apartado que analiza los objetivos, propósitos, criterios y principios filosóficos,
que deben orientar a la educación nacional, incorpora elementos novedosos y convenientes de los
fines de la educación; de la obligación que el Estado tiene de ofrecer servicios educativos para toda
la población en los niveles preescolar, primaria y secundaria: la obligatoriedad del estudio del nivel
secundario y establece el derecho a recibir educación en la igualdad de oportunidades; sin embargo,
adolece de importantes elementos que deben quedar plasmados en este capítulo.
Tales elementos son los siguientes:
PRIEMRO: Es necesario conceptualizar la educación en el propósito de conocer la materia que
pretende regular la ley, para lo que se sugiere recatar el párrafo segundo del artículo 2° de la ley
vigente que dice textualmente «La educación es medio es medio fundamental para adquirir;
transmitir y acrecentar la cultura; es proceso permanente que contribuye al desarrollo del
individuo y a la transformación de la sociedad, u es factor determinante para la adquisición de
conocimientos y para formar al hombre de manera que tenga sentido de solidaridad social.»
SEGUNDO: Es importante que la ley garantice, en el proceso educativo, la decidida
participación del alumno, formándole así, una conciencia de responsabilidad con la sociedad.
TERCERO: Es necesario señalar, con mayor precisión, la obligación estatal de ofrecer los
servicios de educación básica.
CUARTO: Los fines de la educación deben ampliarse, la tradición educativa de México, la
vocación humanista de nuestra cultura deben quedar plasmadas en el artículo 7 con fines de la
educación.
QUINTO: La práctica de la democracia como proceso que permita la participación social es un
objetivo que no debe perderse. Igualmente sucede con las actividades de solidaridad
internacional.
SEXTO: Es preocupación del SNTE la nueva definición del sistema educativo nacional ya que
no sólo lo componen las instituciones escolares; los maestros, alumnos, los programas de
estudio, entre otros, son elementos integrantes del sistema. Por lo tanto, se recomienda recatar la
definición de la ley vigente.
SÉPTIMO: Debe garantizarse que la educación que reciben los mexicanos le permita sur útiles
a la sociedad y desarrollar sus actividades
CAPÍTULO II
DEL FEDERALISMO EDUCATIVO
En este segundo capítulo la iniciativa distribuye, en una forma más puntual que en la ley vigente,
la fundación social educativa entre los tres niveles de gobierno: federal estatal y municipal. Establece
las obligaciones financieras de Estado y le da la necesaria relevancia a la evaluación del sistema
educativo nacional.
No obstante, lo anterior, el capítulo puede mejorar mucho, por lo que es recomendable lo
siguiente:
PRIMERO: ha sido propuesta reiterada del Sindicato que los días de calendario escolar se
incrementen para poder cumplir con los planes y programas de estudio vigentes. Para ello, se
considera necesario un calendario de 200 días de labor docente. Estrechamente vinculado a esto
sostenemos que la calidad educativa no podrá elevarse únicamente aumentando los días en la
escuela. No queremos ser guarderías de alumnos, la calidad educativa debe apoyarse en la
descarga de tareas burocráticas de los maestros. El maestro es un profesional de la enseñanza,
no un burócrata de la escuela. Es justo señalar que: a esfuerzos adicionales debe haber más
retribución al trabajador, por lo que las modificaciones al calendario que impliquen más días
laborales, deberán ir acompañadas de sus correspondientes retribuciones.
SEGUNDO: el Sindicato ha demandado en forma por demás reiterada el establecimiento de un
sistema nacional permanentemente de formación, actualización, capacitación y superación
profesional del magisterio que funcione permanentemente. Esto fue un compromiso que
asumieron las autoridades mediante la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la
Educación Básica y Normal que, a la fecha, no se ha cumplido. Demandamos que ahora la ley
garantice su cumplimiento.
TERCERO: Un mandato de nuestro Primer Congreso Nacional Extraordinario fue el de luchar
por un salario profesional para los maestros. En cuatro años de lucha por un salario profesional
para los maestros. En cuatro años de lucha, lo hemos venido perfilando. Es inadmisible que la
iniciativa de ley cambie nuestro concepto de salario, profesional por el ambiguo concepto de
«remuneración justa», máxime que éste es otro de los compromisos del acuerdo Nacional.
CUARTO: la federalización educativa del Distrito Federal es un proceso al que no nos
oponemos. Lo apoyamos al igual que lo hicimos en la federalización de la educación en los
estados. En los mismos términos, demandamos las necesidades de convenir las condiciones en
que se llevaría a cabo este proceso que debe, ante todo, garantizar el respeto a las conquistas de
los trabajadores de la educación. Esto debe plantearse en el artículo transitorio correspondiente.
QUINTO: La carrera magisterial es otro de los mandatos de nuestro Primer Congreso Nacional
Extraordinario. Desde 1989 hemos venido luchando porque se establezca. Recientemente
convivimos con las autoridades las bases generales. La carrera magisterial es el medio de
dignificación económica para el maestro que, por la calidad y constancia, tiene derecho a ella.
No incluir la carrera magisterial en la ley es renunciar a una conquista reivindicativa de los
docentes y privar de un mecanismo útil para la elevación de la calidad educativa.
SEXTO: el gasto educativo debe verse como una inversión de interés social; pero se debe
reforzar el compromiso de fortalecer el financiamiento educativo y que se destinen recursos
presupuestales crecientes en términos reales para la educación pública.
SÉPTIMO: La evaluación del sistema educativo nacional será un esfuerzo de poca utilidad si
no se establece en la ley para qué servirán las evaluaciones. Es importante que se señale que los
resultados que se den a conocer a la sociedad serán en forma agregada, para evitar que los agentes
evaluados rechacen el proceso de divulgación de resultados particulares.
CAPÍTULO III
DE LA EQUIDAD DE LA EDUCACIÓN
Este capítulo es el más noble de la iniciativa de ley. Sus preceptos recogen los principios de
justicia social de nuestra Constitución General. Este capítulo puede enriquecerse si se incorporan los
siguientes elementos.
PRIMERO: No condicionar la actividad compensatoria del Estado a posibilidades
presupuestales. El Estado debe favorecer la equidad educativa con los recursos de que disponga.
SEGUNDO: Se deben instrumentar programas especiales para que los maestros que laboran en
zonas marginadas sean estimulados a permanecer en esos centros de trabajo.
TERCERO: es necesario que la autoridad federal pueda en casos de programas compensatorios,
los experimentales que se llevan a cabo en zonas marginadas, impartir directamente la educación
básica. Para esto, es preciso modificar las facultades que la iniciativa da a la autoridad federal en
su artículo 12.
CAPITULO IV
DEL PROCESO EDUCATIVO
Una conceptualización y definición precisa de los tipos y modalidades de educación, tales como
los tipos de educación básica, media superior y superior, y las modalidades de educación inicial,
especial para adultos y formación para trabajadores, son aportaciones importantes de este apartado.
Otras novedades significativas son la mejor referencia que se hace a la composición de los planes
y programas de estudios y el establecimiento de facultades relativas a la fijación de ajustes del
calendario escolar.
No obstante, lo anterior, consideramos que es necesario se impulsen los siguientes ajustes.
PRIMERO: Que la educación básica tenga adaptaciones que respondan a las condiciones de
grupos indígenas y de grupos migratorios.
SEGUNDO: Es preciso mejorar la redacción del artículo cuarto. En el texto se debe garantizar
la integridad física, psicológica y social de los educandos. Este proceso nos motiva a plantear
que nuestra organización realice encuentros con especialistas para estudiar las fórmulas de las
obligaciones de la sociedad con los niños y la ampliación de sus derechos.
TERCERO: Para asegurar lo anteriormente señalado, es preciso que además se recate el artículo
44 de la ley vigente, que dice: «El proceso educativo se basará en los principios de libertad y
responsabilidad que aseguren la armonía de relaciones entre educandos y educadores;
desarrollará la capacidad y aptitudes de los educandos para aprender por sí mismos, promoverá
el trabajo en grupo para fomentar la comunicación y el diálogo entre educandos, educadores,
padres de familia e instituciones públicas privadas.»
CAPITULO V
DE LA EDUCACIÓN QUE IMPARTEN LOS PARTICULARES
Este capítulo incorpora garantías a los particulares que deseen impartir educación y agilizar
trámites para su autorización y reconocimiento. Consideramos que es necesario precisar algunos
aspectos.
PRIMERO: señalar en la ley un porcentaje mínimo de becas que sobre su matrícula total deban
otorgar los planteles particulares a alumnos de excelencia académica y pocas posibilidades
económicas con el propósito de que continúen sus estudios.
SEGUNDO: debe señalarse que los planteles particulares cuenten con los planes y programas
de estudios que la autoridad determine. Esto puede lograrse con una modificación al artículo 52
fracción III, de la iniciativa de ley.
TERCERO: es recomendable que la ley señale que los plateles particulares deberán buscar
mecanismos de concertación con los padres o tutores de los alumnos, para establecer o modificar
los montos de las colegiaturas.
CAPÍTULO VI
DE LA VALIDEZ DE ESTUDIOS Y DE LA CERTIFICACIÓN DE CONOCIMIENTOS
La simplificación administrativa que plantea este capítulo se considera conveniente para el
proceso educativo.
CAPÍTULO VII
DE LA PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LA EDUCACIÓN
Por primera vez aparecen en la ley mecanismos para la organización social en torno a la
participación en la educación. Los miembros del SNTE hemos planteado desde 1989 cuando
organizamos la «movilización social para la Modernización Educativa» que la participación de la
sociedad es necesaria para mejorar la calidad educativa y proporcionar el interés de la comunidad en
sus escuelas.
Este criterio lo ratificamos en 1990 en el Encuentro Internacional cobre Estado, social y
educación, en el cual participaron maestros y expertos de todo el mundo. Más adelante en nuestro
Segundo Congreso Nacional Extraordinario, en nuestro resolutivo de modernización educativa,
incluimos como eje sustantivo la necesidad de impulsar la participación de la sociedad en la
educación.
A la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal, nos
presentamos con esa propuesta, misma que fue recogido posteriormente el 12 de mayo al firmar con
la SEP los Lineamientos Generales para la Participación Social, en donde se precisó la integración y
funcionamiento de estos consejos. Por eso consideramos un importante logro la inclusión del capítulo
en la Ley general. Sin embargo, creemos necesario mejorarlo con los siguientes puntos:
PRIMERO: Se encuentran limitadas las atribuciones de los consejos de participación social a
nivel escuela, municipio y estado. Consideramos que las funciones que se señalan en los
lineamientos firmados con la SEP son mucho más completos. Su inclusión a la ley les daría el
peso necesario a estos conejos en el proceso educativo. A nivel de escuela, por lo menos, hay
que agregar que los consejos respaldarán actividades extraescolares que complementen la
formación integral de los educandos, coordinarán acciones de emergencia escolar y alentarán el
interés comunitario de los educandos. A nivel municipal, sería conveniente facultar a los conejos
para que también puedan conocer los resultados de evaluaciones educativas; promover acciones
de intercambio cultural y cívico interescolar; instrumentar acciones coordinadas con las escuelas
para el bienestar comunitario; sugerir las aportaciones en los contenidos de estudio referentes al
municipio, ayudar en acciones de protección civil; organizar certámenes interescolares y
establecer programas de orientación educativa a padres de familia y tutores.
A nivel estatal, los consejos deberán tener también atribuciones de apoyo a actividades de
protección civil; fomento a actividades de investigación, vinculación de la escuela con el aparato
productivo, y las actividades culturales y deportivas; sistematización de aportaciones en materia
histórica, geográfica y ecológica de la entidad y conocimiento de los resultados de las
evaluaciones educativas.
SEGUNDO: Las atribuciones del Consejo Nacional de Participación Social en la Educación no
deben ser duplicadas por el Consejo Nacional de Autoridades Educativas, ya que está planteada
la posibilidad en la iniciativa de quesean las mismas autoridades las que participen en ambos
consejos, por lo que sugerimos suprimir el Consejo Nacional de Autoridades y darle mayores
atribuciones al de Participación Social en la Educación, para que sea la máxima instancia de
interlocución educativa.
TERCERO: No consideramos conveniente que a los consejos se le límite su posibilidad de
opinión en asuntos pedagógicos. Creemos que deben tener la función de opinar en los mismos.
CUARTO: La orientación política y religiosa de los consejos tornaría contraproducentes los
nobles fines que se les plantean, por lo que hay que acotar su intervención en eso asuntos.
CAPÍTULO VIII
DE LAS IFRACCIONESY EL RECURSO ADMINISTRATIVO
Señalar las sanciones a quienes infrinjan la ley y los procedimientos de defensa son innovaciones
valiosas de la iniciativa de Ley General de Educación. Sin embargo, creemos necesario señalar;
PRIMERO: La naturaleza de las infracciones que se señalan no pueden generalizarse para los
maestros, ya que éstas son aplicables a las instituciones escolares, situación que se debe
puntualizar en el artículo 72.
SEGUNDO: Consideramos que motivo de infracción debe ser no utilizar los libros de texto
autorizados en vez de, como dice la iniciativa la iniciativa en la fracción IV del artículo 72,
utilizar libros de texto no autorizados.
Por último, debemos señalar que una exigencia de este consejo nacional es la defensa de nuestra
integridad sindical.
El SNTE, en sus 50 años de vida ha tenido dos causas fundamentales de lucha: la educación
pública y la defensa de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores; reivindicamos
nuestro legítimo derecho de exigir autonomía y respeto a nuestra estructura sindical.
Por lo que se demanda una disposición expresa en la iniciativa que garantice los derechos de los
trabajadores de la educación y de su organización sindical. Esta demanda no tiene matiz; nuestro
compromiso con la educación pública y con su modernización ha sido manifiesto; por eso
firmamos el acuerdo nacional.
Por eso demandamos nuestro derecho a incidir en nuestra materia de trabajo y queremos respeto
irrestricto a nuestras conquistas y derechos.
RESOLUTIVOS
PRIMERO: Trasládense las anteriores recomendaciones a los compañeros diputados federales
que deben su posición al apoyo que les brindó el Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación para que las promuevan en el seno de su fracción parlamentaria y ante la Comisión
de Educación de la H. Cámara de Diputados.
Que se incluyan las propuestas de este Consejo Nacional en el dictamen que ante el pleno se
presente y participen en el debate correspondiente con las argumentaciones producto de los
acuerdos de este honorable Consejo Nacional del SNTE.
Asimismo, se dé la búsqueda del apoyo y se logre el consenso de los compañeros maestros
diputados.
SEGUNDO: Ordénese a los comités ejecutivos de las 55 secciones del país promuevan todos
los recursos legales y políticos de la organización en sus respectivas jurisdicciones sindicales
para que las iniciativas de ley que cada entidad federativa envíe a los congresos estatales
contemplen las recomendaciones surgidas de este consejo nacional.
los tiempos: es preciso dedicar a la discusión de la iniciativa el tiempo que sea necesario; meter
en una camisa de fuerza la discusión no sería una buena lección de civismo para la sociedad

junio de 1993

CONSTRUIR LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD Y EN LA DEMOCRACIA50

Hace justamente 50 años, maestros mexicanos lúcidos, combativos y visionarios, decidieron


hacer fluir las distintas vertientes sindicales del magisterio en una sola; decidieron que las diversas
voces se hicieran una, más fuerte y más sonora; que las experiencias de las organizaciones se sumaran
para consolidar una propuesta más rica, que las abarcara. Así nació el Sindica Nacional de
Trabajadores de la Educación.
El SNTE constituyó, desde un principio, un arsenal cultural, social y político que libró, muchas
veces, limpias batallas en defensa de los legítimos intereses de los trabajadores de la educación. En
este medio siglo el SNTE ha vivido momentos difíciles y momentos de logros.
Hace cuatro años y medio el SNTE vivió otro punto de inflexión. En un momento marcado por
la severa crisis en los ingresos de los trabajadores y en la impugnación a la antidemocracia, se dio un
relevo en la dirección sindical. El nuevo proyecto empieza a delinearse durante el Primer Congreso
Extraordinario de Tepic, en enero de 1990, y alcanza una expresión estatutaria en el Segundo
Congreso Extraordinario que se realiza en febrero de 1992 en la Ciudad de México.
Entre los puntos torales, el nuevo modelo sindical plantea:

 El voto directo y secreto de los dirigentes.


 El reconocimiento y la promoción de la pluralidad.
 La participación de las distintas expresiones dentro de los órganos de gobierno del sindicato.
 Una nueva cultura sindical: democracia, crítica, participativa y propositiva que rebase el
gremialismo y aliente la construcción de mejores realidades.
 Una nueva relación con la sociedad que reconoce al maestro y a su organización como actores
relevantes, preocupados y ocupados por las cuestiones que afectan a la comunidad. La
experiencia nos ha enseñado que la mejor defensa del Sindicato —de su integridad nacional—y
la mejor manera de promover la elevación de la calidad de la educación pública es volcar sus
iniciativas y proyectos en la sociedad.
 Una nueva relación con el Estado a partir del reconocimiento de la autonomía sindical.
 La desvinculación del SNTE de los partidos políticos y el respeto y aliento a la participación
política y responsable de sus agremiados.
En este proceso de cambio y renovación, como en muchos en otros momentos de su historia, el
SNTE ha reivindicado lo mejor de su legado y ha defendido principios y derechos.
A medio siglo de distancia del momento fundacional, el SNTE remacha su determinación
unitaria. La unidad, sin embargo, no implica la uniformidad; al contrario, se construye en la
diversidad, en la democracia, en el reconocimiento al variado mosaico que lo forma.
Esta vida sindical más rica e intensa; el debate de las ideas en una atmósfera de respeto y libertad;
la protección de nuestra materia de trabajo y, en ese contexto, la preocupación sincera por una
enseñanza pública que forme a los niños y jóvenes que puedan desarrollar sus capacidades y estén en
condiciones de responder a la transformación del país y su entorno, y que siempre fortalezca en su
mente el amor a la patria, la defensa de la soberanía, la promoción de la libertad y la búsqueda de la
justicia, son, entre otros, componentes de la opción sindical que caracterizan la vida de nuestra
organización y han encontrado el aliento y el compromiso de la gran mayoría de los agremiados y
una respuesta solidaria de otras agrupaciones y de diferentes sectores y grupos sociales.
Pero los nuevos usos sindicales también han generado resistencias y presiones que vienen lo
mismo de adentro que de afuera. Las piedras en el camino están hechas, con frecuencia, de interese
ignorancias, sospechas y también —no podríamos ignorarlo— de buenas razones.
Es perceptible hoy el reagrupamiento de los vestigios de un cacicazgo sindical que quiere volver
por sus fueros. Distintos signos muestran la decisión de una retaguardia conservadora de torcer el
rumbo, de desandar el proyecto y volver al pasado. Hay recursos financieros para ello, son ostensibles;
hay alianzas encubiertas que muestran la amalgama de interese, no de principios de los nostálgicos
de un sindicalismo que fue autoritario hacia adentro y dócil hacia afuera; que permitió el deterioro en
los niveles de vida de los trabajadores y el rezago educativo a cambio de cuotas de poder político o
económico.
En el entorno social también aparecen y reaparecen fuerzas e interese que obstruyen la
consolidación de una nueva propuesta sindical. Personajes, grupos y fracciones dentro de las
burocracias gubernamentales o partidarias estimulan —con mayor o menor descaro— rupturas
internas; la resurrección de los muertos. Detrás de los intentos está la decisión de contar con una
dirección sindical sometida, dócil, obsecuente y de regresar a las militancias forzadas, a las
militancias simuladas. La construcción de un nuevo proyecto sindical, lo sabemos bien, no es tarea
fácil. Nadie dijo que lo fuera. Se enfrentan resistencias y obstrucciones. Pero no hay lugar para el
desaliento, por el contrario, multiplicaremos el esfuerzo.
Es urgente permear pronto y bien el sentido y la orientación del nuevo proyecto, para que alcance
a todos los niveles, para que se conozca en toda la geografía y en todos los centros de trabajo.
Tenemos la convicción de que poco a poco, pero firmemente, se irán abriendo para los maestros
mexicanos y para todos los trabajadores de la educación, nuevas avenidas… que puedan recorrer. Ésa
es la dimensión de la tarea. Queda mucho por hacer. Pero, que no haya duda: lo haremos.
El bienestar de la nación no puede levantarse sobre el empobrecimiento o el desencanto de los
trabajadores. La demanda por mejores condiciones salariales que permitan a los maestros y a sus
familias un nivel de vida digno, encabeza y seguirá encabezando las prioridades de nuestra agenda
sindical.
La sociedad está atenta al proceso de transformación que experimenta nuestra organización. Sin
embargo, una tarea como esta no puede darse linealmente ni sin tropiezos y errores.
Ha habido y seguirá habiendo, al lado de los logro, desaciertos y tropiezos, ésa es la condición
del trabajo humano. Lo importante es, sin embargo, que los errores sean los menos, que sean
superables y que la organización tenga la sensibilidad y la madurez para reconocerlos y para aprender
de ellos. Estamos ciertos de la necesidad que encara el sindicalismo mexicano, de revisar sus
estrategias, tácticas, discursos y medios de acción, para continuar siendo fieles a los principios y
valores que han caracterizado a los trabajadores y sus organizaciones.
Hacia adelante está la profundización y la consolidación del cambio que reclaman los
trabajadores, al que tienen derecho: el de un sindicato democrático en el origen de sus direcciones y
en sus prácticas internas; sólido ideológicamente; eficaz en la defensa de los interese legítimos de
los trabajadores de la educación y comprometido con las mejores causas de México: la soberanía, la
libertad, la justicia; cercano a la sociedad y hermanado en sus preocupaciones, en sus aspiraciones y
en sus luchas; un sindicato combativo en la defensa de los interese y derechos de los trabajadores;
creativo y propositico. Lo alcanzaremos.
Es ya perceptible la apertura de loas anchas avenidas de un ejercicio democrático, de una vida
sindical más plena y de mayores conquistas. Sólo los trabajadores de la educación decidiremos el
rumbo del Sindicato.

11 de noviembre de 1993

LLAMADO A LA CIVILIDAD POLÍTICA40

Los secretarios generales de los comités ejecutivos seccionales del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación reunidos en un acto de trabajo sindical queremos manifestar de manera
clara y enfática que los integrantes de nuestra organización hemos decidido y puesto en práctica una
opción de sindicato que hemos venido construyendo a lo largo de los últimos cuatro años y medio.
Concebido en sus líneas fundamentales durante el Primer Congreso Extraordinario de Tepic,
Nayarit, en enero de 1990, refrendado en febrero de 1992 y desarrollado en diferentes ámbitos de la
vida social y en múltiples foros y encuentros, los trabajadores de la educación que conformamos el
SNTE hemos dado vida a un sindicalismo público, vuelto a la sociedad, con el cual hemos,
aprovechado oportunidades y posibilidades y, a partir del cual, encaramos los retos que hoy enfrentan
los trabajadores, los ciudadanos y el país en su conjunto.
Los trabajadores que integramos el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación sabemos
que la cohesión y unidad de nuestra organización se finca en la confluencia de voluntades para
salvaguardar de la integridad nacional del Sindicato, en la revaloración de la dignidad del maestro y
su mejoramiento económico y profesional y en la defensa y elevación de la calidad de la educación
nacional. Esto supone también una abierta y decidida participación en la materia de trabajo del
magisterio, la educación en sus ámbitos técnicos, pedagógico, filosófico y organizacional.
El SNTE entiende, demás, que sus principios y objetivos se proyectan hacia lo que hemos
llamado un sindicalismo público, volcado a la sociedad, atento a las preocupaciones de la sociedad y
de la ciudadanía e interesado en contribuir a definir el curso que tomen los procesos que delinean los
contornos del México actual y futuro.
Esta concepción y práctica nos han permitido establecer relaciones con diferentes actores
sociales y políticos, con los cuales hemos discutido y reflexionado abierta, critica y fraternalmente
sobre los problemas y rumbos del país; además han hecho posible contribuir a generar nuevas
actitudes y perspectivas para la participación de organizaciones sociales como la nuestra, superando
el gremialismo estrecho y el desgastante movimientismo.
Tal es la fuerza de nuestras convicciones y propuestas, de nuestras realizaciones y metas. Tal es
la medida de nuestros empeños y compromisos.
Por ello, es que los trabajadores de la educación que conformamos el SNTE tenemos claro, frente
a rumores, mensajes desinformativos e informaciones sesgadas, que no deseamos volver a situaciones
ya superadas, que no hay vuelta atrás a prácticas clientelares, que no hay resurgimiento ni amenaza
de lo que los propios trabajadores han rechazado y descalificado.
Los secretarios generales de los comités ejecutivos seccionales del SNTE, atentos a los
acontecimientos del país y a aquello que contribuya a generar y mantener un clima de entendimiento,
participación democrática, respeto a la ley y convivencia pacífica entre los mexicanos, mira con
interés y aprobación la convocatoria formulada el 1 de noviembre de 1993, en el Quinto Informe de
Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, mediante la cual el jefe Ejecutivo invitó a la Federación, los
partidos políticos, las organizaciones y los ciudadanos a establecer un pacto de civilidad política para
garantizar la realización legal y ´pacífica del proceso electoral de 1994.
La invitación presidencial fue oportuna y significativa porque propuso fortalecer la normatividad
y la institucionalidad de carácter democrático que rige al país, perfectible pero real, con la voluntad
política gubernamental y el llamado al compromiso por parte de los actores políticos y de la
ciudadanía de cara a las elecciones. El llamado a la civilidad política interpeló lo mismo a los partidos
que a los actores sociales y a la ciudadanía.

Noviembre de 1993
NOTAS
1
Palabras pronunciadas para la clausura del III Encuentro Internacional «Mundo Laboral,
Sindicalismo y Educación en los Umbrales de Nuevo Siglo».
2
Este Texto combina dos artículos «Perspectivas de modernización del sindicalismo» y otro
titulado precisamente «El nuevo proyecto sindical».
3
Ludolfo Paramio, «América Latina en los noventa», Nexos, núm. 168, diciembre,1991, p 29.
4
Carlos Salinas de Gortari, «Reformando al Estado», Nexos, núm. 148, abril, 1990, pp. 30 y 31.
5
Michelangelo Bovero, «Diálogos con Ana Galván y José Luis Gutiérrez Espíndola, Política,
núm. 149, El Nacional, 12 de marzo, 1992».
6
Palabras pronunciadas en la reunión de trabajo con el entonces C. Presidente de la República,
Carlos Salinas de Gortari, en Los Pinos.
7
La versión original de ese artículo fue dada a conocer con el título «¿Qué tipo de democracia
sindical?», en el diario La Jornada.
8
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
9
Artículo publicado en periódico La Jornada.
10
Palabras pronunciadas en el II Foro México Joven «México: Escenario de Apertura Integral».
11
Presentación en la Universidad del Claustro de Sor Juana de los cinco tomos de la colección
Sindicalismo y Democracia que recogen las ponencias presentadas durante el Encuentro Internacional
Sindicalismo y Democracia.
12
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
13
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
14
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
15
Artículo publicado en el periódico La Jornada, previo al Congreso de
Educadores de América.
16
Palabras pronunciadas en la clausura del I Encuentro Euro Latinoamericano de académicos,
dirigentes políticos e intelectuales, celebrado en Granada, España. La única dirigente sindical que
participó fue la maestra Elba Esther Gordillo.
17
Palabras pronunciadas en el Encuentro Interamericano de Sindicatos Universitarios y de la
Educación Superior. Sesión inaugural.
18
Artículo publicado en el periódico La Jornada con el título de «Algunos imperativos del nuevo
proyecto sindical».
19
Palabras pronunciadas durante la inauguración del Primer Congreso Nacional Extraordinario
celebrado en Tepic, Nayarit, del 20 al 22 de enero de 1990.
20
Palabras pronunciadas en la inauguración del edificio sede del Instituto de Estudios Sindicales
de América.
21
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
22
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
23
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
24
Palabras pronunciadas con motivo de la reestructuración de Comité Ejecutivo Nacional, al
término del Primer Congreso Nacional Extraordinario.
25
Palabras pronunciadas durante el XVII Congreso Nacional Extraordinario.
26
Participación en el Congreso Pedagogía 93 celebrado en La Habana, Cuba.
27
Participación en la inauguración del Encuentro «Mundo Laboral, Sindicalismo y Educación de
los Umbrales del Nuevo Siglo».
28
Artículo publicado en el periódico La Jornada.
29
Ensayo inédito escrito a solicitud de la Fundación Cambio XXI.
30
Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, 18 de mayo, 1992.
31
educación y desarrollo económico, ponencia presentada por el Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación ante la Segunda Asamblea de representantes del Distrito Federal,
México, 1991, y compendio del gasto educativo, Subsecretaria de Planeación Educativa de la SEP,
México,1990.
32
Texto obtenido de la fusión de los artículos «El Congreso del Trabajo: productividad,
representatividad y sindicalismo» y el que se tituló precisamente «El Congreso del Trabajo: retos y
oportunidades». Ambos fueron publicados por el periódico La Jornada.
33
Palabras Pronunciadas en el acto de firma del convenio de colaboración entre la Confederación
Nacional Campesina (CNC) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
34
Palabras pronunciadas en el acto de firma del convenio de colaboración entre la Cámara
Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) y el Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación (SNTE).
35
Artículo publicado en el periódico La Jornada como respuesta al texto homónimo de Héctor
Aguilar Camín.
36
Documento emanado del Primer Congreso Nacional Extraordinario del SNTE, en Tepic,
Nayarit.
37
Desplegado dado a conocer a través del diario La Jornada.
38
Resolutivo de la 2ª sesión del Consejo Nacional del SNTE.
39
Manifiesto del CEN y secretarios generales del SNTE.
40
Comunicado de los secretarios generales del Congreso Extraordinario de Tepic en reunión de
trabajo en Ixtapa, Zihuatanejo.

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