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CUADERNOS DE FILOSOFÍA
CURSO DE
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
Agosto 2001
(3ª Edición)
BRUNO GELATI
Se me dijo que todo debe acogerse sin palabras y conservarlo en el silencio.
Entonces, me percaté de que, quizá, toda mi existencia había que transcurrir para
darme cuenta de lo que me había acaecido.
Y tu recuerdo me embarga de silencio.
(Laurentium Eremita)
Para el lector:
El autor.
2
ÍNDICE
Pág.
Presentación descriptiva y notas introductorias al curso.……...........................4
Bibliografía...............................................................................................…...... 90
3
PRESENTACIÓN DESCRIPTIVA Y NOTAS INTRODUCTORIAS AL CURSO:
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
PREMISA GENERAL
Queremos contestar desde el inicio del curso a tres preguntas fundamentales que rigen
nuestra disciplina; preguntas propedéuticas para nuestro curso; es decir, preguntas que
acompañarán (a veces más evidentes, a veces menos) nuestro per cursus:
¿Qué es la Filosofía?
¿Para qué sirve la Filosofía?
¿Cómo se formula un pensamiento filosófico y sus problemáticas a lo largo del
tiempo?
Precisamos que, para nuestro curso, no se trata de conocer toda la suma filosófica, sino más
bien poseer los elementos básicos que nos permitan enfrentar todos los temas incluidos en
las tres preguntas iniciales.
En breve, vamos a describir las etapas que nuestro curso pretende lograr.
Es necesario precisar que los tres grandes apartados se desarrollarán por núcleos temáticos
comparados entre ellos, no tratados cronológicamente.
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1. ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Bajo este rubro se pretenderán reunir los interrogantes fundamentales de todo hombre, su
ser frente a la realidad.
Los tres aspectos que siempre han caracterizado el saber filosófico son: hombre, mundo,
Dios.
En efecto, es desde un sujeto (hombre) que la pregunta se pone e interroga la realidad
(mundo) hasta conocer el factor (causa) último de todo (el principio superior o Dios, etc.,
según las diferentes culturas y tradiciones).
En este sentido hay que rendirse frente a la evidencia de que toda filosofía conlleva, como
su nota dominante, el factor de la totalidad, factor últimamente teológico o religioso; ello es
el reconocimiento, por parte de la conciencia, de la posibilidad de la respuesta frente al
interrogante último del hombre sobre sí mismo y sobre la realidad que lo rodea;
reconocimiento de las necesidades o conjuntos de exigencias elementales que lo componen
y que esperan una respuesta exhaustiva.
Bajo este núcleo temático se explicarán todos los intentos del hombre para lograr un
pensamiento siempre más satisfactorio a su constitución original, que es constitución de
razones, de cumplimiento, de felicidad.
El pensamiento antiguo no llega tout-court a la Filosofía, sino propedéuticamente.
Mitos y relatos preparan al pensamiento filosófico.
El término sabiduría, que según todas las culturas contiene, análogamente al significado de
logos para los griegos, al menos una doble significación: la primera es identificarse o
relacionarse (hipostasis)con la realidad misma del principio (arqué) inteligente y último; la
segunda al factor comunicativo en cuanto que el principio se deja participar por el espíritu
inteligente del hombre, el cual se constituye como puente (método: camino cierto) para que
la realidad se vuelva inteligible a él. En efecto la inteligibilidad es la primera característica
de la realidad.
5
expresará en el arqué su última referencia genética, es decir el logos siempre indicará un
principio a que pertenece.
Es preciso ahora definir qué es la Filosofía, al menos según su acepción clásica: la philia es
la inclinación afectiva por parte del hombre hacia la sophia (sabiduría); pero no como
actitud genérica e inmediata del espíritu inteligente (como acaecía en el mito), sino
sistemática y razonablemente ordenada. En este sentido, la Filosofía será como un hábito de
la mente que induce a investigar sobre el porqué último de las cosas: precisamente las
causas últimas de su existencia; una estrecha correlación por la cual la realidad se
manifiesta inteligible (penetrable) a la mente del hombre, a través de la cual se devela un
parentesco o nexo entre todo ser: el ser de las cosas es inteligente e inteligible en la mente.
La verdad constituye el magno problema para nuestra inteligencia; ello es, más que un
problema existencial personal, el problema mismo de todo lo existente: la realidad en
cuanto existe (por qué el ser y no la nada) es verdadera, es decir, es lo que es y esto
independientemente de mi adhesión o comprensión de ella.
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Desde la conciencia de su yo (o autoconciencia) se afirma que todo el hombre entra en el
proceso cognitivo porque todo el hombre está atraído por la verdad.
Lo que los antiguos llamaban nous o mens, es decir pensamiento, es algo que define
también la razón en su despliegue para conocer. Si es verdad que es todo el hombre que
conoce, el hombre en su totalidad, entonces la razón será el factor que permitirá al ser
revelarse a ella: la razón en efecto es más grande de lo que podemos imaginar y
potencialmente está en tensión de comprender la totalidad del ser, aunque no agote su
conocimiento.
Hay que destacar que la razonabilidad comprende también la experiencia afectiva del sujeto
quien la vive.
Desde la tensión original del sujeto que conoce, es decir la mente del hombre, se desprende
su capacidad de asombro frente a la realidad.
Descubrir el mundo no como apariencia, sino como signo de algo que se revela es una
postura moral del conocer mismo que obliga a la mente (razón) a abrirse y despejarse a
180°.
Es desde un impacto estético (real, sensible, carnal) que surgen los intentos para establecer
lo que sucede en el orden del fundamento del ser: de su unidad, la metafísica hasta la
teología natural; de su bondad, la ética; de su verdad, el conocimiento.
El conocer supone un orden o una cierta ley (nomos, decían los griegos, es decir norma,
costumbres, tradiciones).
Es cierto que todo hombre es filósofo por naturaleza; pero todo lo expuesto con
anterioridad hace suponer que una cierta manera de mirar la realidad necesita de un hábito
7
de la mente más peculiar; al menos una constante aplicación de la inteligencia a las cosas,
como es por ejemplo el estudio. Pero ante todo este hábito es en realidad un método (met-
odon: camino seguro), en grado de reconducir en el unum necessarium o la reductio ad
unitatem, es decir al criterio de la unidad del saber filosófico. Es decir, reconducir toda
experiencia a su unidad. En este sentido, nuestro curso señalará tres aspectos
metodológicos, condiciones elementales para todo conocer: el realismo, aspecto que la
realidad impone inexorablemente al sujeto que la investiga; la razonabilidad, como
aspecto al que cada acontecimiento finalmente se remite; la moralidad, actitud del obrar
humano que se implica en el proceso cognitivo.
Nota: Faltaría ahora definir la verdad; pero ella se define mejor a través de un tautologismo:
la verdad es lo que la cosa es, lo que le corresponde a sí misma; ella en sí es verdadera
aunque para nosotros permanece un último nivel de indefinición en ella. Eso es evidente en
cuanto la realidad no la hacemos nosotros y por ende no es lícito pretender que la verdad
coincida tout-court con lo que yo opino (relativismo) o experimento, o, peor aún, que de
consecuencia no pueda existir una verdad última del objeto considerado, sino que ella se
construye.
Nuestra mente puede alcanzar la verdad, pero nunca la agotará en su última definición. Eso
es por el límite de la razón, cuya grandeza consiste sin embargo en reconocer su límite, para
poder abrirse a lo no-limitado.
La Filosofía tiene un carácter gratuito, en esto consiste su nobilitas: nace libre; no sirve
para nada, porque todos los demás saberes son los que la sirven. Ella es reina, afirmaban los
antiguos, y no es esclava.
Pero cuando se habla de Filosofía se habla también de ciencia, como saber cierto que
inviste el particular.
Aunque la Filosofía sea la ciencia que investiga, entre todas las demás ciencias, las últimas
causas, esto no impide su carácter también particular. Estas afirmaciones no son
contradictorias y reiteran la Filosofía como saber científico.
8
Todo esto es tan cierto que hoy en día el saber filosófico se ha definido dentro de distintas
ramas de las ciencias.
Vale la pena reiterar que hoy en día la Filosofía no define cualquier pensamiento, sino un
pensamiento crítico y sistemático del objeto de esta disciplina.
Ya podemos definir dentro de tres grandes épocas los problemas de la Filosofía, por lo
menos en relación con la historia occidental a la que pertenecemos:
la antigua, la medieval y la moderna, hasta nuestros días.
9
Observaciones
El inicio es siempre algo nuevo, aunque para alguien pueda parecer conocido, o mejor,
familiar; siendo que la condición humana jamás acaba de conocer. Algo de nuevo, en el
sentido de que un inicio marca la conciencia de una experiencia de algo que antes no estaba
y ahora está.
El núcleo distintivo entre el pensamiento antiguo occidental, oriental, judío etcétera, parece
tener su parteaguas en el concepto de logos que, de forma sintética, podemos resumir con el
término razón, palabra por cierto muy poco expresiva hoy en día del contenido semántico
de logos. Pero, para entender la problemática, en este contexto tal vez sea útil traducirla de
esta forma.
En síntesis, con el descubrimiento de toda la realidad como logos, se pone en evidencia, por
primera vez, que no sólo hay un principio inteligente de las cosas, sino que en un punto del
cosmos esta inteligencia se vuelve inteligible precisamente en el sujeto hombre: en su
autoconciencia. Entonces el hombre se presume no sólo objeto de esta inteligencia, sino
sujeto, cuando co-autor (pero esto sería ya una postura filosófica particular), del logos; es
decir, parte activa de logos. ¿Qué es en el hombre lo correspondiente del logos? El hombre
griego afirmará ser la razón; y esto será el talante dominante de la tipología antropológica
del hombre occidental: él ya no podrá prescindir en todos sus actos del uso de la razón1.
3. El genio de la filosofía.
1
En este contexto indicamos esta coincidencia entre logos y razón, aunque sabemos que el término razón
aquí es empleado como sinónimo de inteligencia, mente, espíritu, etcétera.
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¿Qué es lo que caracteriza el genio, si no por ser dado para todos?; es decir, por no tener
confines, o límites geográficos o étnicos. El genio está dado para ser donado; precisamente
vive por y para la gratuidad total. No tiene en sí una etnia particular, siendo sus confines
más allá del universo. En suma, una grandeza metafísica.
Además, el genio es la expresión más cercana al misterio, en cuanto que parece no tener
razones suficientemente lógicas para afirmarse. Brota de manera imprevista de la realidad:
es, y nada más; y nadie lo puede retener: es completamente dado a un sujeto para ser
ofrecido a toda la realidad.
2. ¿Por qué se considera necesaria la razón para filosofar? ¿Qué se entiende con esto?
4. ¿Por qué los tres ejes de la filosofía son el hombre, el cosmos (mundo) y Dios?
5. Todo hombre es sabio. Todo hombre es filósofo. ¿En qué sentido empleamos estas
expresiones?
6. ¿Para qué sirve la filosofía? y ¿para qué sirve la filosofía, según tu experiencia de
estudiante?
8. ¿Qué piensas del asombro? ¿Por qué, según tu parecer, el asombro produce la actitud
filosófica?
10. ¿La filosofía es también una ciencia? Si tu respuesta es sí, ¿En qué sentido?
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PRIMERA PARTE
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
No existe un conocimiento más real y más pobre que el filosófico. Real, porque es el
hombre quien quiere filosofar; se pone frente la realidad y piensa; pobre, porque pregunta:
¿qué es? Una analogía vincula cada hombre que filosofa con el mendigo: éste es quien
espera todo de otro, porque él está consciente de que la respuesta a su inter-legere2 a la
realidad le llega total y gratuitamente de otro. Bien, entonces comprendemos la respuesta
de Pitágoras a quien le preguntaban si era sabio. No, decía, soy filósofo; sólo soy amigo
(philia) de la sabiduría; y con está definición de sí, más afectiva que racional, Pitágoras
comienza a distinguir entre sí y lo que quiere alcanzar: la sabiduría no es él mismo (nunca
se podría identificar con ella). La sabiduría la buscaremos, por ende, en otra cosa con
respecto a nuestro ser; no está infusa en nosotros.
Pero, al mismo tiempo, la sabiduría es algo que nos corresponde: ¿ acaso la amistad no es
una forma de amor correspondida? La sabiduría corresponde a nuestra realidad. Nótese:
“nos corresponde” quiere decir que entre la sabiduría y nosotros existe una posibilidad de
comunicar que se realiza a través de nuestro ser. Este instrumento3 comunicativo se llama
mente, inteligencia, espíritu; o para nuestra cultura, razón (de ratio: enumerar; hacer
cuenta).
2
inter-legere (inteligencia): leer adentro de la realidad.
3
Cabeza de puente.
4
Cfr. San Agustín en Soliloquios 1,1: “¿Qué buscas?: la verdad. ¿Y nada más?”
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cosa es; o, la mayoría de las veces, un acercamiento a lo que la cosa es (en cuanto muchas
veces nuestras definiciones son muy limitadas).
Pero, si bien es limitadamente, siempre conocemos algo de la realidad; algo que nos quita
del sentimiento de angustia frente el misterio del conocer, una inquietud; es decir, algo que
siempre nos solicita (un input), pero que no nos vuelve desesperados. Finalmente, una
confianza de que la realidad, si bien con sus inquietudes (por el momento decimos así), es
benevolente: es buena o positiva.
Los antiguos decían que la verdad no puede permanecer oculta, es a-letheia: se revela (o
de-vela; se quita el velo frente a quien la investiga).
Tendríamos que preguntarnos el porqué del velo entre nosotros y la verdad. A esta
interrogante contestaremos más adelante.
Parece, aunque hay que explicarlo en su contexto, que la primera pregunta que hace el
hombre filósofo, en el sentido común, sea: ¿por qué hay algo y no nada?, muchos prefieren
iniciar con una pregunta menos cosmológica y más existencial: ¿yo quién soy? Aunque en
este estilo de preguntas se experimenta casi un pre-sentimiento de algo, de una respuesta, es
siempre la razón la que reclama y la que penetra el misterio de la existencia de manera
inexorable e incansable: “nuestro corazón está inquieto hasta cuando repose en Ti”,
afirmaba San Agustín en sus Confesiones. Por eso, la actitud moral propia del filósofo es
de no estar tranquilo; si no estar inquieto, en cuanto nunca cesa su trabajo.
Sin embargo, se piensa que la filosofía se distingue con respecto al saber general o
genérico porque conserva en su disciplina una pretensión que podemos resumir, al inicio
de nuestro curso, como búsqueda del fundamento de las cosas (por el momento no
hablamos de causas). Entendiendo por fundamento algo de máxima extensión y, a la vez,
sin la pretensión de entender todo el particular; en efecto el fundamento (el que sostiene la
realidad particular) es también algo de mínima comprensión. Esta forma de entender la
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realidad habilita, sin embargo, a la mente para tener una actitud de máxima apertura, en
grado de dar cabida a cualquier definición de la realidad, la que más se aproxime a la
verdad de la misma. Por esto, buscar el fundamento último es el acto propio de la
inteligencia que investiga y que encontrando respuestas adecuadas adhiere a éstas: las
reconoces; es decir, el proceso de la razón nunca es dogmático. Se dice, propiamente por
esta actitud de la inteligencia,5 que la primera cosa que la inteligencia capta de la realidad
es la existencia de algo; la existencia de un ser, un ente: algo que es. La realidad que tengo
frente de mí (y que por ende existe): ¿qué es?.
Observaciones
¿Por qué esta correspondencia de mi ser con la realidad por la cuál se afirmaría que hay
algo? y ¿por qué de la pregunta misma sobre quién soy, con la pretensión de tener una
respuesta siempre más clara sobre la realidad y mi ser? Hay, in primis, una cuestión
ontológica fundamental que se manifiesta en la conciencia del ser, como presentimiento de
una presencia.
¿En qué consistiría este nivel ontológico? Ello nace por un repudio de la idea de que la
existencia pueda ser el fruto de lo irracional (caos, casualidad, o un principio antrópico
etc.); y si esta intuición (en su sentido etimológico) es experimentada, además de ser
justificada por la razón, torna lícita una afirmación: lo existente ¿cómo es?, ¿cuál sería su
rasgo característico? Si hay algo y no la nada, ¿cómo sería este algo?
Además, la pregunta se traspasa inclusive del nivel ontológico al nivel ético: ¿para qué
existe algo? Es por una finalidad de bien que algo existe. Y si esto es verdadero, porque el
bien se colocaría a un nivel final del existir, sin embargo, un aspecto final ya está en su
inicio, en el sentido de un desde-hacia. Toda la problemática entonces se aplicaría en un
retorno metafísico; pero, con una nueva adquisición de la inteligencia de lo que es la
experiencia del existente. ¿Por qué todo esto?. Damos, entonces, los pasos para entender
este gran problema.
Lo primero que nuestra mente capta, no es la nada, sino algo. Algo que existe, es la misma
definición de realidad. Entonces podemos decir que existencia y realidad hacen parte del
mismo significado semántico; son coincidentes, más que sinónimos.
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se pregunta qué es la realidad. Ahora bien, dejemos por el momento estas afirmaciones,
que por cierto retomaremos en las lecciones sucesivas, para enfrentar la explicación de la
afirmación de que la realidad es positiva o benevolente.
3. El carácter de lo existente.
Si todo esto no acaeciera de una forma evidente, nuestra misma mente y la realidad serían
sometidas a un proceso de contracción (contra-acción) que se resolvería en una aniquilación
del conocer, en cuanto negaría el re-envío de la realidad a algo más (proceso analógico)
que la misma mente exige por su naturaleza, aunque decidiera negarse a este evidente
proceso natural.
La realidad lo es todo y comprende la naturaleza (como las cosas son, con sus propias
facultades y operaciones); por ejemplo, no interesa, para tratar esta problemática, un
aspecto particular de las operaciones de un ente. Aquí sólo afirmamos que todo lo que
existe es bondadoso.
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3.2.2) El otro aspecto se refiere a la acepción que normalmente atribuimos a la
palabra bondad. Si es verdad que ella implica un aspecto ético, de juicio de valor,
sería impropio tratarla tout - court según una identidad entre el juicio moral y la
bondad, en cuanto la benevolencia no necesita per sé de un reconocimiento del
sujeto que la juzgue tal, porque pertenece a un nivel anterior del juicio, pertenece al
nivel original de la naturaleza humana.
4. La conveniencia de la razón.
CUESTIONARIO 1º
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10. En fin ¿qué es, para ti, la filosofía?
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LECCIÓN II: Pensamiento Común y Pensamiento Filosófico
Premisa.
Estamos de acuerdo en afirmar que todo hombre es filósofo. En efecto, si todo hombre
piensa, todo hombre busca, a través de su pensamiento, algo al menos que satisfaga sus
exigencias de saber (sapere: la sal que da sabor); es decir ser sabio, poseer la sabiduría
(sapiencia). Si estos primeros acercamientos al tema en objeto fuesen suficientes para
aclarar qué es el pensamiento filosófico, concluiríamos con una natural y sencilla definición
del saber filosófico, haciéndola coincidir de facto con cualquier tipo de saber. Pero, esto no
satisfaría nuestras exigencias al respecto, porque ¿en qué se distinguiría el saber filosófico
con respecto a cualquier tipo de saber? Seguimos algunos pasos con la finalidad de aclarar
la presente problemática.
Es preciso afirmar que es verdad que existe un pensamiento que es común a todo hombre.
Sin embargo, esta afirmación no autoriza una identidad entre pensamiento común y el
filosófico. ¿Por qué? Aunque el punto de partida de ambos es común, es decir, la pregunta
original puesta a la inteligencia del hombre sobre el por qué de las cosas es común para
todo saber, lo que cambia de una forma sustancial es la manera con la cual se busca la
respuesta. Ya afirmamos que el instrumento a través del cuál la filosofía busca el porqué es
la razón; pero, es necesario precisar el cómo; porque, sólo por hacer un ejemplo, todo lo
que cabe bajo un saber no filosófico sería irracional. Seguramente no. Pero, lo que se
quiere afirmar es que la conditio sine qua non por el hacer filosófico pasa por la razón.
Aclaramos ahora el concepto de razón que debemos emplear en nuestro curso.
Para evitar cualquier equívoco al respecto, decimos que para nosotros el término razón no
está limitado sólo al razonamiento lógico; sino, más bien, a la actitud con la cual se usa de
este instrumento de nuestro ser; la razón es apertura frente a la realidad total para acoger y
valorar todos los factores que la componen, sin eliminar ningunos de ellos. De esta manera
la razón se concibe desplegada, en una actitud crítica (de juicio), frente a lo que investiga:
la realidad se experimenta razonable. Razonable es nuestro pensar, nuestra afección; es
decir, todo lo que somos.
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qué consistiría este milagro? Se afirma que en particular (a memoria histórica) en Mileto,
un cierto Tales fuera el primero de los hombres que haya manifestado la conciencia de un
quid a través del cual la naturaleza racional del hombre pudiera dar explicación de toda la
naturaleza; es decir, alcanzar a percibir la idea de un principio último, arqué (antiguo:desde
siempre) manifestado a través de un pensamiento razonable o logos: algo que permitiera
entender la realidad toda a través la racionabilidad; algo de la misma naturaleza de nuestro
ser racional: de mente a mente; de espíritu a espíritu; de inteligencia a inteligencia. Algo,
inclusive, de físico (phísis) para que se entendiera mejor la realidad (cosmos) en su correcta
acepción. En efecto, sería muy superficial pensar en la terminología griega con la
mentalidad racionalista y positivista del hombre contemporáneo. Hacemos mención, sólo
por deber de claridad, que lo físico para la cultura griega no era simplemente sólo la
materia, por ejemplo: el agua; sino el principio dinámico y genético de la existencia; la
forma (morphé) de lo viviente; lo que transforma y plasma lo que hay; lo que manifiesta el
ser (del cual concepto hablaremos más adelante). Quizá que para nosotros éste no
signifique mucho, pero pongamos nuestra imaginación en la condición del hombre del año
700-600 a.C. para descubrir la realidad milagrosa de lo que será llamada filosofía, como la
cumbre de toda sabiduría.
¿Porqué ningún pueblo (ya que la filosofía no fue un invento de un genio solitario) ha
afirmado la realidad de un saber teórico racional antes del pueblo griego? ¿Es verdad ésta?
Analizamos brevemente cuatro fenómenos de la realidad humana siempre presentes en su
historia y cultura; a saber: el religioso, la narración y el relato incluso poético, el saber
científico y el mito. El pueblo griego fue un pueblo típicamente religioso; pero se presume
no en el mismo sentido del pueblo egipcio, por ejemplo. Su problemática filosófica fue
caracterizada también por una religiosidad razonable, sin embargo acompañada por una
ritualidad que le parecía resolver las aporías (dificultades) de su pensamiento, incluso con
prácticas de purificación (v.g. los mitos órficos) y mistéricas. Ritos antiguos: las cosas que
siempre son y nunca acaecen y Mitos: necesaria búsqueda del origen histórico del hombre
como pertenencia a la paternidad original y primigenia del hombre.6
6
El mito, paradójicamente, comporta una clara conciencia de lo que es la realidad; y su grandeza consiste en
la conciencia que es un mito; es decir, las cosas que siempre son y nunca acaecen. Análogamente al
concepto de rito. Por eso hay siempre una relación muy estrecha entre mito y rito.
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(culturales-políticos-religiosos-sociales) pasarán bajo el tamiz de la razón, del factor
razonable.
Nota. El tema del sujeto se enfrentará en el apartado sobre “el yo que conoce”; en esta
lección está como afirmación final sólo para subrayar la necesidad de presentar, en el
pensar filosófico, la relación entre sujeto y objeto, sin la cual se caería en un solipsismo.
Observaciones
Uno de los temas muy caro a todos los filósofos es el del mito, en cuanto obliga
paradójicamente a pensar más en la realidad; precisamente obliga a mirarla, para que el
paso entre apariencia y realidad acontezca sin provocar un sentimiento (pathos) trágico de
la existencia, sino dramático. El paso de la percepción trágica de la vida a la dramática no
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lo dará el mundo griego7 o, mejor dicho, sólo en parte lo dará el mundo antiguo, en cuanto
que el escape en el gnosticismo (adquirir la perfección, alias felicidad, a través de la
sacralización de la inteligencia), o en el escepticismo hasta el cinismo, o en el epicureísmo
(entre otras corrientes del helenismo), todas estas corrientes atestiguarán la imposibilidad
del mundo antiguo de responder al problema de la finitud o de la indigencia del ser finito.
2. El mito y la existencia.
De esta forma se creaba en el sujeto humano una dicotomía entre obedecer a la realidad y la
libertad, con la última remisión de ésta a la irascibilidad del hombre, el cual podía cometer
las acciones más reprobables, sin que su propio yo fuera puesto en discusión (vid. Orestes,
Medea, Electra). Tal vez tenga la razón Charles Moeller, cuando en su obra: Sabiduría
Griega y paradoja Cristiana afirma: “puesto que los dioses son malos, en menester que
haya algo bueno”. Preservar la belleza moral en el hombre: Kalokagathía-Sophía,
eligiendo a la piedad (eusebeia) como actitud de compadecimiento por la situación de los
mortales, era la preocupación del hombre griego. Los antiguos no tuvieron los dioses que
merecían. Y no obstante obedecieron a estos dioses (Cfr. Moller, Sabiduría... parr V y VI,
cáp. I).
3. El mito y la paternidad.
7
El paso del concepto trágico de la existencia al dramático, se realizará sólo en la visión filosófica de la edad
media.
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El mito subsanaba esta situación dando, con sus teo-cosmogonías, un estatuto al hombre, al
cosmos y a dios; es decir, una pertenencia de sí a algo que, incluso en sus aspectos
desmedidos (hybris), podía justificar la paradójica condición del hombre. Y los ritos daban
a la humanidad la posibilidad (más que los relatos, que permanecían vinculados en el
pretérito aunque memorizado en el presente) de garantizar el perpetuarse en el tiempo de la
alianza entre el supuesto acontecimiento (con la conciencia de su no ser acaecido), y el
sujeto que confiaba la responsabilidad a su desmesura. El hombre antiguo, en particular el
griego, a través del mito, se lanzaba a la búsqueda de una referencia paternal última que, no
encontrándola en sí, intentaba reconducirla a los dioses. Pero, si los dioses eran malos,
¿cómo se podía redimir esta condición? Sí el padre no es bueno, ¿cómo podemos serlo
nosotros? Nace así el característico conflicto paternal que tanto ha caracterizado al pueblo
griego que se balanceaba entre una radical resistencia de pertenecer a un factor paternal y,
una necesidad improrrogable de exigirlo. Desde aquí surgen las múltiples tipologías del
drama humano que se han desprendido de las historias, descritas en forma conmovedora en
su mitología.
4. El mito y la historia.
Una última aportación. No hay que dejar de lado la relación entre mito e historia. La
historia griega surge del mito; y en esto consiste otro gran aspecto del mito antiguo. En
efecto, a los griegos no les podían bastar los hechos acaecidos sin remitirlos dentro de un
contexto de pertenencia última, ya no individual, sino de todo un pueblo. El mito apaciguó
también la búsqueda de un pueblo entero hacia sus raíces históricas.
CUESTIONARIO 2º
3. ¿Cómo y porqué del milagro griego? Explica con tus palabras esta idea.
22
6. ¿Cómo explicarías, con tus palabras, la exigencia de recurrir, del mismo modo que un
pueblo racional como el griego, a los mitos?
9. ¿Cómo explicarías el término: algo que repugna a la razón ¿podrías poner un ejemplo al
respecto?
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LECCIÓN III: La Filosofía y su pretensión: la Totalidad y la Unidad
Explicamos ante todo el uso del término pre-tensión. Esta palabra nos remite al ámbito del
conocimiento en cuanto que, en el orden de la razón, es una tensión; es decir, ello se
expresa según una tensión constante; y, porque no, también al término tesis. Con tensión se
quiere (según la terminología griega) indicar a aquella energía que desde un centro se
expande hacia la periferia para regresar de nuevo a su centro. Es una interesante
descripción ésta del movimiento pneumático del espíritu del hombre. Con el término tesis,
se indica la formulación de algo al que se quiere llegar a través de nuestro pensamiento
(analogía con el proceso lógico). El prefijo pre, por cierto, denota un carácter de
anterioridad temporal y ontológico con respecto a lo de tensión, hoy en día usado casi
negativamente: pretensión como presunción.
Sin embargo, será este antes (pre) que podrá introducirnos a los conceptos de totalidad y
de unidad, en cuanto que entre ellos hay una relación de proximidad y de correspondencia.
Preguntamos entonces por este “antes”, este prius (prior) no como un abstracto a priori sin
fundamento. ¿No nos remitiría tal vez este prius a la misma idea de arqué (algo que está
desde siempre), en grado de encausar y mantener una tensión en el ámbito noético (nous).
Consecuentemente la pretensión ya se volvería una definición más propia de la filosofía:
ella propiamente pre-tiende. Y la palabra prius es reconocida por la razón en cuanto
experiencia de la dinámica del conocer (con el ser o nacer con él): hay algo pre-concebido
que atrae a la inteligencia en todo su proceso. El verdadero conocimiento es algo que
finalmente no escapa de la categoría de la atracción (muy cercana al significado de
tensión). ¿No es verdad que hay cosas que aprendemos más inmediatamente (sin
mediación, o sin mucha mediación) con respecto a otras? por ejemplo, que hay algo y no
nada; o que tiene que haber principios y causas de las cosas que son.
8
El vocablo griego aiôn significa también lo que era desde siempre; en este sentido definía a la eternidad.
24
Nosotros, los contemporáneos, tenemos una idea equivocada de totalidad: la identificamos
con un concepto espacial o geométrico; una dimensión enumerable (de mietor: mesura).
Mientras que el concepto de totalidad es el más cercano a la idea de realidad particular en
cuanto que es relación con su verdad última: todo en el fragmento, decía el notorio filósofo
y teólogo suizo H.U.V. Balthasar. De la totalidad está constituida la realidad: la realidad
tiene la medida de la totalidad y no de su límite o de su definición. Por eso ella abre la
razón de par en par al infinito.
Nota: En el orden del cosmos hay un prius: un unum necesarium hacia el cual tendemos y
que nos hace mirar en un abrazo total el particular.
3. Reductio ad unitatem.
El concepto de unidad parece a primera vista contradecir el concepto de totalidad; los dos
en realidad van de la mano. Ante todo aclaramos que sólo en un sentido analógico se puede
hablar de uno y unidad. Con el término de uno se intenta explicar sea la entidad del
principio último (Platón), sea el concepto de lo múltiple: si hay un uno, hay también otros;
es decir una referencia más entitativa y múltiple del ser ente. Mientras que la unidad es el
constitutivo común de toda cosa.
Precisando los conceptos de totalidad y unidad, inevitablemente estos nos conducen a los
conceptos de principio y de causa, que son los constitutivos formales de la ciencia
filosófica (ver definición de filosofía). Reponer la realidad en su totalidad y recomponer la
unidad de cada cosa, equivale afirmar el principio y las causas de todo (el significado
distintivo se enfrentará más adelante). Por eso que el trabajo más importante del filósofo
9
“Ex uno verbo omnia, et unum loquuntur omnia, et hoc est principium quod et loquitur in
nobis”, afirma la Imitación de Cristo.
25
tal vez sea esto: de hurgar la realidad; es decir, analizarla críticamente para poderla
sintetizar (lo que hemos definido también como capacidad de la conciencia filosófica, de
ser conciencia crítica y sistemática de la realidad) o, en otros términos, su visión del mundo
(cosmovisión o Weltanschauun). Lo contrario de la totalidad será la parcialidad; y de la
unidad, la división: las dos actitudes que más afectan el espíritu congnitivo del hombre,
por ende que más afectan a la verdad.
Observaciones
Serva ordinem et ordo servabit te, recita un antiguo lema latino: Conserva el orden y el
orden te conservará (servare, quiere decir salvar). Es decir, reconocer el orden de la
realidad, su positividad, y esto permitirá a la inteligencia salvaguardarse del gran daño
filosófico de cierta filofofía que consiste poner en duda si el ser es bien (la forma originaría
de la duda escéptica).
En efecto, la totalidad y la unidad, que según lo que hemos definido, serían las dos alas que
sostienen la estructura, el esqueleto de toda filosofía (parafraseando la Encíclica Fides et
Ratio), están justificadas por la afirmación que se apoya sobre la evidencia del ser como
bien; en cuanto que el mismo bien se dirige hacia a la totalidad de la realidad, siendo que
ella está repleta de él; también hacia a la unidad, individuada en los puntos del espacio y del
tiempo: la materia que, aunque con una cierta resistencia, se deja traspasar por la
inteligencia (que busca el más allá de las cosas). Estos conceptos reiteran la tensión de
cada cosa hacia el unum-versum.
El hecho de que el principio haya dado el ser a la realidad (la existencia), significa que él
para afirmarse a sí mismo, afirma a aquélla y no la niega. Y vale también al revés: el ser de
lo real para afirmarse a sí mismo, afirma el principio; todo esto confirma, con otras
palabras, la frase: Ex uno verba omnia, et hoc est principium quod et loquitur in nobis. (De
una sóla palabra todo, y todo habla de un solo principio [provienen] todas las palabras, y
éste es el principio que también habla en nosotros de una sola palabra). El principio, para
afirmarse a sí mismo, ha comunicado el ser. El ser, de y por lo cual la realidad está hecha,
es el bien supremo porque todos los bienes son aspectos del ser (totalidad y unidad). Decir
que el ser, por ejemplo, es bien, como lo es tener la vida (es decir, reconocer el bien, porque
vida y bien coinciden en cuanto que el ser es existencia), es lo mismo que afirmar que el
principio (unum necesarium) es bueno. Ésta es la afirmación más evidente que la
inteligencia pueda hacer.
26
La evidencia (reconocer la realidad) es gratuidad, siendo esta la actitud original de la
inteligencia que tiene el ser (pero que no es el ser); ello significa reconocer el prius
absoluto: no hay nada que venga primero que ello; no existe lógica suficiente por la cual la
mente pueda justificar que el principio es bueno; empezando a especular la realidad, la
mente reconoce inmediatamente su bondad: es un factor evidente a la razón. Es
extremadamente visible al ojo de la mente todo esto; motivo por el cual Platón hacía
coincidir el Uno (principio) con el bien.
La falaz afirmación de algunas filosofías puede incluso afirmar que el orden de la realidad
sea un engaño. Esta es la encrucijada entre la positividad o negatividad del ser que es el
mismo problema sobre el cual se funda el dilema entre bien y el mal.
27
CUESTIONARIO 3º
28
LECCIÓN IV: La pregunta filosófica es una pregunta de razones:
actitudes Fundamentales en la Dinámica del Conocer
Premisa.
La razón es conciencia de la realidad según todos sus factores. Es preciso reafirmar que
la razón no puede ser considerada sólo como un simple instrumento para un proceso lógico.
La razón es mucho más que esto. Decimos que la razón se distingue ante todo por ser
conciencia de la realidad; con otras palabras es con-sabiduría o dar cuenta a sí mismo de lo
que es (“concientización”) o del ser dicho con más precisión. En efecto, el término ser
tiene la característica de resumir en sí todos los factores que constituyen una entidad, es
decir un ente, sin excluir nada de ello. Precisamos; no sería suficiente definir la razón sólo
como conciencia; sin añadir “según todos sus factores”, se podría caer en una actitud no
propia de la naturaleza de la razón, es decir en una reducción de ella; por ejemplo en el
subjetivismo, según lo que hoy día viene entendida, por parte de muchos, la conciencia del
hombre.
1. Realismo.
Para conocer cualquier cosa hay re-conocerla por lo que es; es decir hay que asumir una
actitud realista: las cosas son lo que son. Parece elemental lo que se está afirmando, pero
nuestra mente está afectada muchas veces por un pre-juicio que, en cambio de facilitar
nuestro conocimiento lo opaca en cuanto que el prius en vez de conllevar el conocer hacia
una actitud de aceptación del objeto del conocimiento, pone condiciones que desnaturalizan
la apertura de la razón frente a la realidad (pre-juicio).
Por ejemplo, pocas veces pensamos en el hecho que lo que consideramos real es en cambio
un engaño. Por ejemplo se puede considerar la realidad como aparente; entonces lo que se
pone frente a nosotros sería otra cosa con respecto a lo que es, es decir la realidad no es la
que se nos presenta, sino otra (idealismo). O por lo contrario, las cosas son tales como
aparecen y nada más, es decir son definidas por sus dimensiones espaciales y sensibles
(racionalismo). O pueden ser consideradas tales como aparecen y por ende miradas en su
última consistencia que las constituye (realismo): ¿qué es lo que constituye al hombre?, por
ejemplo; ¿sólo su dimensión espacial, perceptiva, o algo más? En efecto, será esta última
29
opción, más que las otras, que permitirá a nuestra razón definirse conciencia de la realidad
según todos sus factores.
Es preciso decir que, según este concepto, toda la realidad es analógica (aná: más allá o a
través de); su conocimiento va más allá de su inmediata apariencia: la realidad es signo de
otra cosa (v.gr. Sab. 13, 1-5).
O sea, el objeto impone cómo debe ser considerado: no se puede conocer el alma del
hombre con el mismo método que se requiere por el estudio de los astros o el movimiento
del cosmos. Sólo observando este cuidado la razón se despierta y busca la correspondencia
con la realidad: valorarla por lo que es.
2. La Racionabilidad.
Además, es útil también añadir que en filosofía no bastan razones, sino es necesario que
existan razones adecuadas al objeto de la filosofía. Por ejemplo el tema de la existencia de
Dios no podrá ser definido con categorías inaccesibles a la razón del hombre, sino
adecuadas a ella. ¿Cuál sería el comportamiento mental contrario a las razones adecuadas?
Todo lo que induce a un uso reductivo de la razón misma; es decir, su parcialización y
división (lo contrario de lo que hemos llamado totalidad y unidad): por ejemplo lo
demostrable y no todo lo es para la filosofía, como si todo tuviera que ser demostrado
según un teorema; o lógico, y hay cosas que no pueden satisfacer a la filosofía siguiendo un
proceso estrictamente lógico de la mente.
30
En la filosofía existen distintos métodos (siempre dentro del mismo método subrayado por
el realismo). Son procedimientos más bien adecuados para conocer mejor y todos son
valiosos (inductivo-deductivo-perceptivo, etc.). Pero, en el filosofar no hay que dejar
afuera otro método: el de la certeza moral o existencial, el que se funda sobre una cierta
confianza, un supuesto de fe (pistis, decían los griegos). En efecto, incluso en una
proposición silógica acertada siempre entra un primer postulado entra como elemento
supuesto en el proceso del razonamiento y que permite llegar a una afirmación cierta sobre
el objeto de estudio. Más comúnmente; significaría cerrar los ojos frente la realidad de las
cosas si no se admitiera la existencia, por parte de la razón, de la certeza moral: como hacer
el bien y evitar el mal, por ejemplo la idea de sinderesis; y este problema atañe al ámbito
cognitivo y no sólo volitivo (ético).
La razón no puede ser considerada fuera del ámbito del yo. El yo es la misma
autoconciencia; es decir la conciencia de sí mismo. ¿No hemos acaso definido la razón
como conciencia de la realidad según todos sus factores? Y la conciencia del hombre no
está sólo formada por el aspecto cognitivo, hemos afirmado, sino también por el afectivo.
El yo entonces comprenderá nuestro ser, conocer el cómo somos, es decir el deber ser; en
suma la totalidad y la unidad de sí mismo. Es todo el yo que conoce y que quiere. La
naturaleza toda toma su concienca de ser en el yo: la mente es el punto en el cual la realidad
se vuelve consciente de lo que es.
Además, ¿la razón podría excluir el sentimiento? No, porque lo razonable incluye también
el sentimiento (como se explicará en la teoría del conocimiento). El sentimiento no es sólo
el sentir de las emociones, sino es el permanecer en un estado de ánimo, pathos (padecer)
juzgado por la razón (pensamos a la experiencia profunda del dolor, de la alegría etc.). Más
una realidad es juzgada digna o valiosa (vale la pena), más se vuelve objeto de deseo, de ser
conocida por la razón. Es razonable afirmar, entonces, que existe un real deseo de conocer
que depende del aspecto volitivo de nuestro ser. Y este aspecto interfiere en el proceso
cognitivo (negativo o positivamente). La misma voluntad es, entonces, juzgada por la
razón. ¡Qué gran unidad se desprende de nuestra inteligencia!
Todos estas consideraciones nos llevan a pensar que la moral en el conocimiento se expresa
con la siguiente regla: un amor a la verdad del objeto es siempre mayor que el apego a las
opiniones que uno tiene de antemano sobre él. Esta es la norma del conocimiento.
10
Es interesante reflexionar sobre qué es el preguntarse. En latín querere significa buscar, preguntar, que en
español encuentra su correspondencia directa con el verbo querer, acción que pertenece al ámbito volitivo.
Análogamente retomando a Heidegger se puede también afirmar que el preguntarse interroga, es decir
inter-roga.
31
Observaciones
1. El conocer.
Pero, ¿cómo puede ser que el conocimiento coincida con el significado de la realidad?
Decía Dostoyevski que la abeja conoce la formula de su colmena, mientras el hombre no
conoce su formula. ¿Es, tal vez, por esta consideración tan profunda, así como tan evidente
que el hombre para conocer la realidad —pensamos en lo que hemos tratado en el punto
sobre el Realismo— debe afirmar su significado? ¿Cómo podríamos explicar este axioma?
¿La naturaleza puede afirmar un significado por sí misma? O más bien, ¿en dónde toda la
naturaleza reclama o encuentra su significado?: ¿en la abeja de Dostoyevski?, ¿en el sol, en
el árbol, etc.? Ninguno de estos lo reclama o exige, sino todo se dirige hacia un punto del
universo, se presenta frente a un punto visible, real: en la conciencia del ser inteligente, en
su yo. Pero, ¿cómo se vinculan entre sí conciencia y significado? O, en otras palabras,
¿cómo puede suceder que el yo sea el punto en el cual el significado se ofrece?
2. Conciencia y significado.
La comprensión es entonces un acto total; ella se puede entender como vinculación (por
esto se usa más el término correspondencia, relación) que se establece dentro de una
experiencia del mismo ser, porque no hay comprensión dentro de un acto limitado de la
mente, si no es por su extensión total y unitaria, sea cuando se mira y se quiere entender el
movimiento de rotación y revolución del sistema solar, sea cuando simplemente se mira,
con la sola finalidad de mirar, a las estrellas. La comprensión de cualquier cosa implica
32
siempre un acto total de la inteligencia, en cuanto que el acto es una gestación que implica
todo el ser y no una parte de él.
3. Pertenencia y estupor.
Para entender mejor todo esto hay que introducirnos a dos consideraciones más.
- Conocer es pertenecer.
- Sólo el estupor conoce.
3.2) La segunda afirmación puede aparecer más complicada: sólo el estupor conoce.
Aunque retomaremos estos conceptos hablando del conocimiento, aclaramos desde ahora
que cuando hablamos de estupor, no se entiende sólo la inmediata maravilla que la
presencia de las cosas causan en el ánimo del ser inteligente. Sin desconocer este impacto
y su importancia, lo que aquí se quiere subrayar es el continuo asombro de que se conoce
por el hecho de que hay existencia (hay el ser). El conocimiento es un proceso que
pertenece a la existencia: por este motivo hemos afirmado que conocer es un acto total de la
inteligencia, no parcial: toda la inteligencia, todo el ser conoce; con decir, que sólo el
estupor conoce, se afirma que el asombro es encausado, no por un particular objeto, sino
por el signo a que tal objeto demanda, es decir, su verdadero significado. En efecto, ¿cuál
es el motivo por el cual el asombro permanece en la inteligencia? No es la cosa particular,
porque ella pro-voca, y provocando re-envía a su aspecto mediato; mientras que lo que
permanece en todo particular que se conoce es su fundamental provocación: es decir, no la
presencia de un particular, sino del misterio por el cual eso particular es tal. Entonces, para
concluir, afirmar que sólo el estupor conoce, significa afirmar la existencia del misterio
presente por el cual las cosas están hechas.
CUESTIONARIO 4º
1. ¿Por qué la razón no puede ser considerada sólo como un simple instrumento para un
proceso lógico?
33
2. ¿Qué quiere decir que la filosofía pretende responder con razones adecuadas a las
exigencias de la inteligencia?
10. Explica, con tus palabras, esta afirmación: un amor a la verdad del objeto es siempre
mayor que el apego de las opiniones que uno tiene de antemano sobre él.
34
LECCIÓN V: La Filosofía como Sabiduría, o el impacto con el Ser
Introducción al Tema.
Por esto, la filosofía griega se identificará siempre más con la definición de sabiduría, casi
para igualar el sabio con el filósofo (Sapiencia: [sophía] está desde el inicio; antes de la
creación misma, según los Libros Sapienciales)11. Acompaña el principio.
Sin embargo, si la sabiduría es el saber sumo, aunque cuando afirmamos que la filosofía es
la cumbre de este saber, hay que aclarar qué significa esto.
Hemos afirmado que lo primero que la inteligencia capta es algo: algo es; algo existe: ser
(esse; einai). Este ser es un dato finalmente inexplicable, es un dato gratuito, no derivado
de un cálculo de nuestra mente. Los griegos frente a esta natural constatación no sabían
cómo expresarse; tan es verdad, ésta, que afirmaban: algo hay: to-on aliquid est. El logos,
en efecto, se revela como ser, existencia del ser: algo es (y no la nada).
11
El concepto de sapiencia aunque tenga su etimología en la misma raíz latina de sapere (sabor), se pierde
en la noche de los tiempos. Es significativo lo que afirman de la sabiduría los Libros Sapienciales: “La
sabiduría es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una
sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada
generación, va haciendo amigos de Dios y profetas”. (Sab. 7, 26-27).
Nunca he leído algo tan completo y claro sobre el sentido de la sabiduría, como en este fragmento que todavía
se recita en el tiempo de Navidad, en la liturgia romana.
35
Los antiguos llamaban a esta actitud de captación thaumazein, es decir asombro, por el
impacto que provoca en el espíritu.
El ser se manifiesta para nosotros como existencia de algo; pero ¿en qué consistiría este
algo? es decir, ¿qué es este algo? La palabra ser, en cuanto algo, se manifiesta con el
término ente: algo de sensible. Por ende, lo que la inteligencia se pregunta frente al ser es:
¿qué es esta entidad?: lo que era (imperfecto del verbo esse) el ser; es decir la
manifestación del ser por lo que es: ens (participio presente del verbo esse), essentia o su
esencia. La ontología en efecto, es la ciencia de la metafísica misma que estudia el ente en
cuanto ente, no en cuanto tal ente específico12, sino su ser ente o ir siendo: essente.
Desde el principio (arqué), el logos manifiesta su ser como algo existente (ente); todavía
más que al principio y que el logos, el concepto de ser no se puede definir sino de muchas
maneras: el ser se dice de muchas maneras (afirma Aristóteles en Metafísica, libro IV). El
ser comprende todo lo que existe, todo ente y da a todo ente su común denominador: la
existencia.
El primer filósofo que precisó el concepto de ser de una forma explícita fue Parménides
(fundador de la escuela itálica de Elea). Él llegó a tal concepto de ser de hacerlo coincidir
con el pensamiento del hombre (idealismo racionalista), estableciendo una identidad entre
pensamiento y ser (ser es pensar y pensar es ser). Además de negar, en nombre de la
unidad del ser, toda posibilidad de no ser, de movimiento y de multiplicidad (el ser es y el
no ser, no es).
12
Con referencia a los términos de ser, esse y ente es preciso afirmar lo que muy sagazmente dice Tomás de
Aquino, en cuanto que su pensamiento nos aclara por un lado la concepción metafísica de los griegos; y, por
otro, el juicio de Heidegger (cfr. Ser y tiempo) sobre el problema del “olvido del ser”.
El objeto de la metafísica es el ser. Santo Tomás precisa este concepto; aparentemente el objeto de la
metafísica es lo mismo, sea por Aristóteles que por él; es decir, sea el objeto material (el ente), sea el objeto
formal (el ente en cuanto ente o ser), parecen iguales. Pero sobre la manera de entender esta afirmación, nos
dice G.B. Mondin en Il sistema filosofico di Tommaso D’Aquino (Ed. Massimo, Milano, 1985, cfr. pp. 66
ss.); que al afirmar “en cuanto ente o ser”, Santo Tomás se aleja de Aristóteles. Para el Estagirita, esta
expresión se refiere a la sustancia en cuanto posee la entidad de manera autónoma. En efecto, toda la
indagación de Aristóteles camina en dirección de la sustancia ousía. En cambio, para Santo Tomás lo que
constituye el ente en cuanto ente es el ser, siendo que por definición el ente no es otra cosa que “lo que
posee el ser y es lo que participa al ser”. (De substantiis separatis, c.3).
Para Tomás, según lo que había apenas percibido Parménides, el ser está en la raíz de toda realidad, la
actividad de todo acto, el plexo de toda perfección. Él dirá que “entre todas las cosas, el ser es la más
perfecta” (De potentiae, 7,2, ad 9). La metafísica para Santo Tomás será entonces la indagación en torno al
ente en cuanto ser.
- Lo que era el ser, quiere decir su actuación específica en tal ente.
36
Sabemos que la encrucijada entre ser y no ser será un punto candente de toda filosofía; y
que el intento de reconciliar la postura del ser parmenidiano y del ser heraclitiano13
permanecerá en vigor hasta la fecha. En efecto, esta encrucijada permanece
constantemente envuelta en el inexplicable dinamismo del modo de ser de la realidad:
dentro del concepto de participación en el ser y de su unidad; de su transcendencia y su
inmanencia; de su cambio y su permanecer, etc. Aporías (a-poros: sin poros) que todavía
no han sido resueltas satisfactoriamente. Aporías constatables, explicables con
razonamientos pero que se acercan más al nivel intuitivo experiencial de nuestra
inteligencia que al nivel demostrativo. En efecto, que toda la realidad clame a la unidad, es
constatable muy fácilmente e inclusive lógicamente entendible. Pero, que también estamos
frente a un cierto modo de ser que manifiesta una cierta manera de no ser, como posibilidad
de ser de otra forma, es igualmente evidente: cambio, movimiento, etc. Sin llegar a la
necesidad de afirmar la existencia de elementos contrarios para que la realidad exista
(Empédocles), sería más razonable pensar en la co-existencia en el ser de elementos
espurios que permiten su existencia material (chóra [kóra]: oscuro concepto que indica
también una cierta espacialidad en que la idea platónica acontece en el mundo material),
para que se realice la perfección de la forma última y definitiva del ente. Pero, no hay que
olvidar que esta manera de existir del ser (espuria) corresponde últimamente a la realidad
que es propia de la existencia y no de una definición filosófica.
13
En relación con la idea del Ser, como comúnmente se dice, Parménides privilegia el aspecto estable y fijo
del ser; mientras Heráclito su aspecto fluyente. Se imaginaban, los antiguos, que el mundo era como una
rueda que giraba y las cosas retornaban desde el principio para desaparecer y regresarse. Para Agustín eso
no era posible, por eso exclamaba: “Qua propter quoniam circuitus illi iam explosi sunt” (De civitate Dei.
1.12,c.20, n.4). Para él “aquellos círculos ya han explotado”, en cuanto que cada instante lleva una novedad
que antes no existía; en suma, es distinto del anterior.
Nota:
En referencia al ser, el poeta contemporáneo florentino Mario Luzi nos dice en su poema El ser: “Es, el ser.
Es. Entero, inconsumado para sí. Como es, deviene. Sin fin, infinitivamente es y deviene, deviene sí mismo,
otro de sí. Como es, aparece. Nada de lo que está escondido lo esconde. Ningún cautiverio de símbolo lo
detiene u otra vaina lo presidía. ¡Oh llama! Todo sin sombra flagra. Es esencia, adviento, oponencia, toda
transparentísima sustancia. ¿Es tal vez paraíso esto? ¿O bien, luminosa insidia, una nuestra obscura, ab
origine, jamás vencida sonrisa?.
37
2) Un segundo problema, el del ser, es presentado por la escuela eleática:
Parménides, Zenón de Elea, Meliso. Problema difícil y grandioso, que dará mucho
que pensar por más de un siglo (y por todos los siglos, hasta hoy).
3) Por otra parte, Heráclito de Efeso queda encandilado por el problema del devenir
(mutación continua), hasta dar la impresión de negar la existencia real del “ser” y
abrir el camino a un peligroso escepticismo.
4) Mientras tanto se hace evidente la problemática de si existen cualidades, como les
parece a Empédocles y sobre todo a Anaxágoras, o más bien todo debe ser reducido
a cantidades, como afirman Leucipo y Demócrito y todos los “atomistas” que los
siguen.
5) Ya con los pitagóricos, pero especialmente con Jenófanes, Empédocles y sobre
todo con Anaxágoras se pone candente el problema de la causa eficiente del
movimiento: es el problema de la Mente ordenadora del universo: es decir, el
problema de Dios, en su primer planteamiento positivo; seguido rápidamente por
una crisis de “agnosticismo”, relativismo y ateísmo al tiempo de los Sofistas.
6) Mientras tanto, madura, exactamente con los Sofistas, el problema filosófico del
hombre; su destino, su conducta, su vida en la ciudad, su conocimiento (¡el
problema más arduo de todos!), su muerte e inmortalidad, su amor y amistad.
7) Otro problema es muy sentido y resuelto ya en una manera muy “griega”: el
problema de la “historia”, que viene siempre planteado en modo “circular” y del
eterno retorno.
Nota: ¿Por qué es tan fundamental el problema del ser, a tal grado que la parte más alta de
la Filosofía, la metafísica, le dedica su mayor esfuerzo (a pesar de la desfundamentalización
operada por el pensamiento contemporáneo con respecto al problema del ser)?. El ser
encarna la respuesta a la pregunta original del hombre: satisfacer la inquietud provocada
por el asombro metafísico con lo que inicia, se sostiene, vive la filosofía. El ser es
respuesta total y unitaria al por qué de la existencia; finalmente, es respuesta al hombre a su
exigencia de Dios.
Observaciones
1. El valor de la experiencia.
Pero, a qué tipo de ciencia nos estamos refiriendo; la ciencia comporta siempre el nivel de
la experiencia, la cual con el tiempo ha pretendido identificarse impropiamente siempre
38
más como empeiría. Mientras cada tipo de saber, aunque denominado científico, siempre
conlleva consigo la experiencia.
Qué es experiencia y qué relación hay entre experiencia y saber ontológico, en particular,
como saber de lo real.
Iniciamos afirmando, entonces, que la realidad es inexorable por ser real en dos sentidos;
primero, porque es; segundo, incluso cuando no es, es; porque aun cuando es pensada se
piensa en referencia a lo real. La nada no es posible que exista, ni que se piense: es la nada
(y nada más).
En este sentido podemos muy bien intuir que el nivel de la experiencia fundamental
coincide, o mejor, inicia y se desarrolla como experiencia de la esencia de la realidad
considerada.
Una relación muy próxima se establece entre experiencia y conocimiento, en cuanto que la
experiencia de algo, coincide con el conocer algo de algún modo. La proximidad del ser al
corazón del ente, hace experimentar, a través de la pregunta, el conocer algo, la
39
inteligibilidad de cualquier cosa; lo cual no significa comprensión, sino inteligibilidad (o
posibilidad).
CUESTIONARIO 5º
2. ¿Qué significa que se percibe que algo es, por un impacto estético?
5. ¿Qué entendiste por: “estamos frente a un cierto modo de ser que manifiesta una cierta
manera de no ser”, en el contexto del párrafo no. 3?
40
SEGUNDA PARTE:
Premisa.
Entramos con esta lección en la segunda parte de nuestro curso en donde abordaremos las
finalidades del saber filosófico.
1. ¿Qué es la verdad?
14
“Quid est veritas?: Vir qui adest”. El hombre quien está aquí. De esta manera anagramaban los padres de
la Iglesia la pregunta de Pilato a Jesús.
41
entre el cosmos (orden) y la especulación (mirar-theoría-contemplatio: con-templo15) de la
mente.
Notar bien: la verdad establece siempre una relación, un vínculo original entre lo por el cual
las cosas están constituidas y la mente que las intelige, las comprehende.
Hemos considerado que la verdad existe por su relación con el ser (en el ente en cuanto que
erat esse) y que se expresa siempre en una relación entre el ente y la mente (o inteligencia):
la conciencia de la verdad nace por el reconocimiento (re-conozco: vuelvo a co-nacer) de la
realidad del ser como otra de mí. Por eso la verdad la reconozco dentro de una relación
(re-ligación; re-ligo17) de otredad o de alteridad (alter): el otro que no es idéntico a mi yo.
Es decir, la verdad se da, se devela a mí, se revela a mi mente y mi inteligencia la reconoce.
Sólo la claridad sobre este punto nos podrá permitir pensar de cómo existe la verdad y
enfrentar el problema de la unidad de la verdad o de las verdades. La verdad es el
problema de la mente.
Retomando más explícitamente la problemática de la verdad, podemos afirmar que dos son
los polos entre los cuales se establece la relación constitutiva de la verdad, entendida como
posible de ser alcanzada por la mente: primero el objetivo que mide y segundo el sujeto
medido (no al revés, en cuanto privilegiar el sujeto como lo que mide a la realidad, sería
imponer una presunción: yo soy la medida de la realidad; mientras la realidad tiene su
propia medida). Es también preciso decir que en una relación los dos polos de ella no son
opcionales; si falta uno de ellos la relación, por su misma naturaleza, no se puede
establecer, por eso decimos que hay una intencionalidad (in-tensión) entre objeto y sujeto,
movidos entre sí por el dinamismo del ser como inteligencia en acto (con-prehensión
mutua).
15
Contemplatio (en griego, theoria): cum-templum, la cual raíz griega significa sea el espacio que el tiempo;
es decir un lugar de comprensión en donde la mente ya no necesita de mediaciones para entender, sino que
con-viene o se concede a la inteligencia.
16
Finalmente la mente reconoce que la realidad está hecha por otro.
17
En efecto, religar quiere decir reunir; en este contexto encontrar el nexo entre dos cosa. De aquí, según
los pensadores de las religiones, derivaría el término: religión. Mientras que Cicerón hace remontar el
mismo término al verbo leer.
42
comprenderá); se acercará a la totalidad de su ser. Ahora tal vez nos resulte la afirmación
de la más antigua tradición escolástica, según la cual la verdad (en su acepción lógica, es
decir como operación de la mente) es adaequatio intelectus ad rem (correspondencia del
conocimiento [mente] a la realidad). Entender esta definición, significa responder a las
preguntas que encabezan este apartado.18 Brevemente diremos que, por el hecho de que la
verdad del objeto de nuestro conocimiento es una (lo que la cosa es), en el orden de la
naturaleza no todas las cosas tienen el mismo peso metafísico y esto nos introduce en
reconocer un valor jerárquico de la verdad: hay cosas que su verdad puede ser más evidente
que otras; más necesaria; o consideradas bajo diferentes aspectos. Pero esto no nos autoriza
afirmar que existe un relativismo epistemológico, sino un conocimiento relativo al sujeto.
Menos todavía que la verdad no existe por el hecho de que cada uno tendría su verdad (en
nombre de los diferentes matices con los cuales se considera el objeto).
Sin mencionar todas las diferentes formas de considerar la verdad, es decir bajo cuáles
aspectos se puede enfrentar (verdad de hecho [factum], necesaria, evidente, etc.),19
definiremos las más importantes y fundamentales: la verdad lógica, ontológica y eterna.
Iniciamos afirmando que la verdad es una referencia a cada cosa, pero es deber precisar
bajo cuál aspecto la consideramos. En este sentido la verdad puede tener aspectos plurales,
relativos al punto de vista formal que se considere, en cuanto lo verdadero y lo falso, por
ejemplo, no están en las cosas, sino sólo en la mente (la realidad es lo que es); y
precisamente en el juicio, en cuanto afirmación de algo, que la mente expresa está lo
verdadero y lo falso. Según lo que hemos reflexionado, hay una correspondencia entre los
seres que se manifiesta por la inteligibilidad que tienen. Esta inteligibilidad es captada por
un sujeto que tiene esta capacidad: el sujeto inteligente (racional en el caso hombre), según
su capacidad de recibir la realidad.20 La dicción que expresa tal concepto es: adaequatio rei
et intelectus; correspondencia entre las ideas y las cosas. Con base en estas premisas
afirmamos la existencia de la verdad lógica y ontológica.
18
La presente definición se refiere principalmente al concepto de verdad lógica. Por el momento se prefiere
usar esta definición, siendo más inmediatamente correspondiente a nuestro pensamiento.
19
-Verdad de hecho [factum]: corresponde a la afirmación existencial de la realidad: el hombre existe, la
botella existe, etc.
-La verdad necesaria corresponde a la afirmación predicada sobre la esencia de la realidad: el hombre es
un animal racional; es decir, le es necesario un razonamiento sobre el cual es posible convenir.
-Dejamos de lado el concepto de verdad óntica (la verdad que se refiere al ente), según el planteamiento de
Heidegger, verdad que se remite en su última instancia al concepto de verdad ontológica.
20
Este concepto se puede expresar de esta forma: Quidquid recipitur ad modum recipienti recipitur
(cualquier cosa se recibe del modo que es recibido por el recipiente).
21
El proceso lógico de la mente es mucho más complejo; aquí está expresado sólo sintéticamente.
43
3.2. La verdad ontológica sería, en cambio: adaequatio rei ad intelectum; es decir la
correspondencia del objeto al intelecto. ¿En qué sentido se toma esto?: la
adecuación de todo ente al intelecto del principio último (lo divino); es decir
adecuación a la inteligencia que da el ser a cada cosa según su naturaleza. Es
precisamente en este sentido que decimos que la realidad es verdadera, porque
corresponde a lo que la cosa es22 en su constitución ontológica.
La verdad perfecta se tendrá en la identidad entre verdad lógica y ontológica. Pero ¿podrá
la mente del hombre llegar a esta identidad?: cómo posibilidad sí; como certeza absoluta la
razón debe dejar espacio al misterio que hace la realidad como él la crea.
Frente a la pregunta de la posibilidad de conocer a la verdad habría que contestar: sí; siendo
que todo lo que existe es objeto de nuestro conocimiento y no habría interrogante más
irracional de la que se pone y no tenga una respuesta.
3.3. Todo esto nos conduce en una última reflexión: las verdades eternas.
Con verdades eternas se entienden aquellas verdades inmutables: establecidas desde
siempre, que la mente del hombre reconoce inmediatamente (sin mediación alguna)
¿Cuáles serían éstas?:
las ideas de belleza, de bondad, de felicidad; los primeros principios, como el de identidad
y el de no-contradicción; hasta algunos principios matemáticos o geométricos (según S.
Agustín). Es decir, todo lo que no sea contingente y perecedero. Según otros (S. Tomás),
las verdades eternas estarían sólo en la mente divina, en cuanto que la del hombre es
imperfecta.
Concluyendo; la verdad existe: ella se expresa como exigencia original en la mente del ser
inteligente en cuanto necesidad de conocer y tiene su fundamento en la realidad: cum
fundamento in re.
Resumiendo.
a- La verdad existe por lo que la realidad es.
b- La verdad es la satisfacción del bien del intelecto.
c- La verdad es la correspondencia entre la realidad y la mente (ver la distinción entre
verdad lógica y verdad ontológica).
d- La verdad está en la realidad y en la mente en cuanto conocimiento de la realidad
considerada (en la afirmación).
22
“Las cosas son porque Dios las ve, mientras nosotros las vemos porque son” (las ideas están en la mente de
Dios como reales), decía S. Agustín.
44
Nota. Distinción entre los términos de verdad y de verdadero.
Observaciones
1. La verdad, plenitud de la realidad.
Concepto que los autores clásicos representaban en el relato de los Argonautas o de Odiseo
(o Ulises): él después de su regreso a su tierra Itaca, en compañía de sus amigos, zarpa para
el Piélago desconocido, rompiendo el límite del posible universo cognoscible y superando
las columnas de Hércules, que representaban esta frontera, penetra lo desconocido; porque
ésta es la tarea del hombre y de su razón: servir virtud y conocimiento, (dirá Dante en el
Canto XXVI Del Infierno). La compañía naufragará en las rocas de la mítica Atlántida
(según algunos críticos), como para significar que no basta el heroico y noble gesto de
investigar lo desconocido para garantizar el éxito: adentrarse en el misterio de la realidad
comporta el riesgo de la libertad y el empleo de un instrumento adecuado (método): el
pequeño barco no ha logrado sostener el gran movimiento de lo desconocido.
Esta nota nos remite a la idea de la certeza como phrónesis o prudencia en el uso de la
razón. En efecto, la inteligencia ejerce sobre sí misma un acto prudencial que se manifiesta
en el reconocer (autoconciencia) sus posibilidades, o sea, los límites de su acción para
abrirse a lo que la posibilidad siempre implica: lograr alcanzar lo que se considera no
posible. Esta idea es muy bien expresada por Platón en el Fedón, afirma: “Me parece a mí
(...) que la verdad segura en estas cosas [nivel metafísico de la realidad] no se puede
alcanzar de ningún modo en la vida presente (...) o al menos sólo con grandísimas
dificultades (...). A menos que no se pueda con más comodidad y menor peligro hacer el
paso con algún trasporte más sólido, es decir, con la ayuda de la palabra revelada de un
dios” (Cfr. XXXV).
45
la realidad remite: es el inicio de la analogía y del proceso analógico, indispensable a la
mente para adentrarse a la dimensión de lo trascendente.
Si la realidad no se basta a sí misma, entonces ¿por qué es?; y si es, dónde y cómo se da.
Estas interrogantes que atormentan el espíritu platónico de todos los tiempos, encuentran,
en la posibilidad de algo sobreveniente a la realidad sus respuestas, como si el
acontecimiento de la naturaleza acogiera la perfección de la realidad; es decir, el ser en su
idea; este sobrevenir a la carencia de la naturaleza se expresa como charis, como don: la
idea se da (barrunto de libertad) en el tiempo y en el espacio: es el concepto original de
participación, además de expectativa de la realidad, para completarse en sí; pero, esta
plenitud le viene por un inicio, por un principio que la acompaña (de aquí el sentido de
providencia) y la completa, la satisface, no la abandona a si misma. Es un inicio de
libertad, de elección: la realidad es el fruto de una preferencia de la inteligencia, de una
libertad.
CUESTIONARIO 6º
46
2. ¿Cómo se explica el deseo de verdad?
3. ¿Qué quiere decir que la verdad existe como definición de la existencia real del ser?
4. ¿Qué es la verdad?. Encuentra, según las varias definiciones dadas, la que puede
comprenderlas todas.
8. ¿Existe una sola verdad con relación a un objeto? ¿Y si existen distintas verdades ¿cómo
existirían?
47
LECCIÓN VII: La Filosofía: ciencia crítica y sistemática
Premisa.
En efecto, si la sabiduría, que caracteriza también a la inteligencia en cuanto tal, tiene como
finalidad poseer a la verdad, la ciencia tiene como finalidad aclarar, a la inteligencia que
investiga, la evidencia cierta del enunciado de la mente.
¿Qué distinción existiría entre verdad y certeza? Podemos considerar la certeza como un
atributo de la verdad; la que permite al sujeto una base razonable para afirmar la verdad del
objeto.23
La ciencia, entonces, daría al conocimiento de la mente una evidencia preclara. Por ende,
podemos afirmar la distinción y no la separación entre sabiduría (sophia) y ciencia
(episteme), en el sentido de que la sabiduría tiene como finalidad la verdad y la ciencia
llevaría a afirmar la certeza del conocimiento de la verdad. Entendemos entonces ahora
que la Filosofía es sabiduría y también ciencia, en cuanto que como sabiduría ella expresa
el saber en su máxima cumbre y como ciencia la certeza sobre el saber mismo.
23
La certeza cum-fortat, sostiene la mente cuando afirma algo sobre la verdad del objeto.
48
2. La ciencia filosófica como saber crítico y sistemático.
Existe, entonces, también la ciencia filosófica, la cual se funda sobre un lenguaje propio,
constituido sobre el desarrollo de la actitud mental de la razón (instrumentum-organon),
que se expresa con la lógica (concepto, enunciado, argumentación).
2.2. Una vez colocado el costal frente a los ojos (de la mente; decían los griegos que
la mente tiene ojos), se hurga dentro de él. También en griego, este hurgan dentro
se dice Krinein, Krisis, de donde deriva: “crítica “. La crítica, por ello, consiste en
darse razón de las cosas; no tiene un sentido negativo.
2.3. Una precisión sobre la palabra “duda”. Hoy se ha identificado la duda con
problema. La palabra duda puede ser el término de una investigación (entra en su
proceso); mientras que problema es la invitación a comprender lo que se tiene
delante, a descubrir un bien nuevo (satisfacción del bien del intelecto), una nueva
verdad; en conclusión, el por qué de las cosas.
En la época antigua y también medieval, no se tenía la división que hoy tenemos (iniciada
con Galileo) de las ciencias, es decir un mecanicismo metodológico y científico separado
de los otros saberes.
49
particulares las disciplinas filosóficas (v.g. las distintas ramas de la filosofía que hoy en día
tenemos).
Con la finalidad de volver accesible un nivel mínimo de comprensión del problema de las
divisiones de la ciencia, se mencionarán sólo dos aspectos: la división de la ciencia con
base en la naturaleza de la realidad (objeto); y con base en la naturaleza de la mente
(sujeto), sobre tales aspectos el saber filosófico vierte su interés.
Observaciones
Antes de Descartes, Agustín de Hipona ya había precisado si bien con diferentes acentos
(cfr: diferencias entre la duda agustiniana y la duda cartesiana) la función de la duda como
parte de la dynamis de la mente (duda metódica y no sistemática, como entendían los
escépticos), no negando el valor de ésta como proceso en el conocimiento, pero limitando
la tendencia escéptica por la cual la duda tuviera en sí un valor propio. La duda interrumpe
el flujo que transcurre entre la pregunta y el ser, cuando ésa viene afirmada de una forma
autónoma; en efecto, ella sustituye la atracción que el ser siempre provoca a la mente, en
nombre de un presunto acierto que reduce el valor del signo y lo coloca a las afueras de su
propio campo, olvidando de esta forma su relación con la realidad total o
funcionalizándolo a un proyecto particular. La duda no conoce; sólo el estupor conoce
(piénsase en el movimiento escéptico que se había impuesto con los Académicos en los
tiempos de Agustín, y con el neoplatonismo y los utopismos en los tiempos de Descartes y
a sus consecuencias negativas en el campo cognoscitivo).
50
El estupor mantiene en su estado de ser la conciencia frente a la realidad frente, en cuanto
que le es necesario que él permanezca existiendo. Una indagación sin estupor y sustituida
por la duda, equivaldría a conocer las cosas por partes, poniendo de lado lo que les da
unidad. El estupor mantiene en la mente la unidad de las cosas: sería distinto ver una
puesta de sol sobre el mar en todo su despliegue y verla en partes; tal actitud quitaría el
asombro y también el conocimiento real.
Con razón afirma Hannah Arendt que “en la filosofía y en el pensamiento moderno, la duda
ocupa la misma posición central que ocupó por todos los siglos anteriores el thaumazein de
los griegos (el estupor o la admiración), la maravilla para todo lo que es en cuanto es.
Descartes fue el primero en conceptualizar este dudar moderno, que después de él llego a
ser el motor evidente y dado por descontado que ha movido todo el pensamiento, el eje
invisible sobre el cual se ha resumido todo pensar (...) La filosofía moderna ha consistido
en las articulaciones y ramificaciones de la duda”. (Cfr. La vida activa en La condición
humana).
La capacidad unitiva del espíritu del hombre, es más sencilla de lo que podamos imaginar,
e incluso desde esta actitud nace la certeza. Estar cierto de la verdad de la realidad, no
significa privilegiar la duda sobre cualquier criterio, esto induciría a dudar al infinito (duda
escéptica); más bien, significa afirmar la certeza en cuanto que ella nace de una actitud que
no pretende reducir a reglas estadísticas el conocer, sino confiarse al nivel también afectivo:
el conocer como acontecimiento acaece en la sencillez original de la inteligencia que
evidencia lo real como algo dado: ad-viene (acontece).
Que el conocimiento sea afectivo quiere decir que el ser se vuelve inteligible en la
conciencia en consonancia kalística (armónica) con todas las cosas. Y esto se manifiesta en
la studitas con la que el hombre observa todo. Entonces, el conocimiento es la primera
característica del yo; es capacidad de ver la realidad con la que el ser, comunicativo de sí,
nos pone en contacto. El hombre, por lo tanto, mira con positividad originaria las cosas,
nutre una simpatía hacia ellas, hacia la realidad. Si el conocimiento es vivido con una
capacidad de simpatía hacia todo, esta actitud se proyecta hacia las cosas que están
participadas por el mismo ser, con afección, inteligencia, libertad. Sin apertura afectiva no
se pueden conocer a las cosas. El yo, conciencia que la natura tiene de sí, es studitas y
simpatía: apertura de la mente como movimiento de la libertad, es decir de la memoria por
la cual la conciencia se vuelve presencia vívida de sí frente a la realidad. Se entiende
entonces por qué San Agustín vinculaba el concepto de memoria con la mente que conoce y
que ama el objeto del conocimiento (Cfr. De Trinitate). La memoria no es reproducción de
un recuerdo, sino juicio que reconoce la forma de las cosas que retiene. La memoria es
una experiencia juzgada y conservada como valor permanente de la mente y que se vuelve
presente frente a la realidad.
51
3. La actitud irónica y el cinismo.
En relación con el problema del conocimiento que permanece siempre como in-tensión con
la realidad, hay que destacar que frente al dilema entre la perfección a que la mente aspira
alcanzar y lo que alcanza efectivamente, siempre es más valiosa la actitud irónica que la
dudosa o la escéptica.
¿Qué es la actitud irónica? La actitud irónica es propia de la realidad, la cual actúa por
intentos irónicos y no cínicos. La ironía es el contrario del cinismo, porque hace participar
a la realidad, pero con un cierto desprendimiento. En efecto, no se ven las cosas crecer,
sino cuando están ya crecidas. En este sentido hay un cierto distanciamiento (o libertad)
entre las cosas y la mente. La realidad provoca la mente con una buena dosis de hilaridad
porque finalmente no es producto de ella.
CUESTIONARIO 7º
52
LECCIÓN VIII: El Impacto estético con la realidad:
El asombro y el método filosófico consecuente
Premisa.
Conocer conlleva una nueva conciencia de sí mismo, en cuanto la inteligencia que conoce
nunca puede considerarse desapegada con respecto al objeto (v.g. conocer: con nacer).
Conocer la realidad implica un profundo conocimiento del ser que somos, en cuanto
conciencia (con-ciencia, con certeza), mayor certeza sobre la verdad que somos.24
Frente a estas afirmaciones ahora nos resulta más claro el concepto que hemos varias veces
reiterado: en mi yo (autoconciencia, conciencia de mí mismo), adquiere su significado toda
la realidad; mi yo es el punto en donde la realidad se vuelve conciencia de lo que es y esto
no en virtud de que la realidad la hago yo, sino propiamente porque yo no la hago y la
conozco por mi espíritu, por la Inteligencia que me constituye como ser inteligente.
En efecto, la mente expresa un deseo ontológico: amor naturalis, decían los escolásticos.
Se trata de un deseo no psicológico, sino ontológico, en cuanto que la realidad se presenta
como amable. Es un deseo ontológico siendo que nunca se apaga en el ser el deseo de
cumplimiento, de satisfacción; pero, es deseo en cuanto que el ser está siempre frente a algo
que es como se le huyera: algo está presente, pero no se posee totalmente.25
Frente a esta enigmaticidad (o sea, hablar cubiertamente) del ser, se proyecta el drama del
hombre filósofo (drama: drao: hacer, actuar); y no raras veces esta dramaticidad se vuelve
tragedia.26
24
En toda indagación humana permanece siempre la admiración como actitud fundamental del conocer (co-
nacer). ¿Hay tal vez cosa más asombrosa que el co-nacer?, es decir, del fenómeno de la existencia como
vida. El conocimiento de una cierta manera siempre es un acontecimiento nuevo.
25
Existe una analogía entre el concepto que hemos utilizado con el término prius y eros, en el sentido de
que ambos remiten al nivel de la naturaleza racional del hombre, por la cual ésta es sustentada por algo
que constantemente la precede; es decir, en un cierto sentido precede su movimiento dinámico. Este input
se le puede llamar también deseo.
26
El término tragedia remite al concepto de trao-eidia derivado de los ritos dionisíacos: el canto del macho
cabrío. En nuestro contexto, el término tragedia lo usamos en su acepción clásica, es decir un destino
irrevocablemente determinado para el hombre. Un futuro fatalmente asignado.
53
La Metafísica.
La palabra forma ( morphé) ha sido traducida con los términos: idea y eidos, pero la
palabra idea no significa concepto, según nosotros la usamos ( un pensamiento, una
representación mental). Para Platón en particular (siendo el que la emplea más) la idea no
era el pensamiento, sino el objeto del pensamiento hacia al cual el pensamiento se dirige.
Además, deseamos hacer notar que los términos idea y eidos, derivan de idein, que
significa ver, y entonces idea indica el objeto de nuestro mirar: la forma visible de las
cosas (incluso antes de Platón). O sea la forma exterior, o la figura física que se recoge con
el ojo: lo visto sensiblemente (ojo de la mente). De aquí Platón pasará a indicar la forma
interior de las cosas: su esencia, aplicando este término (idea) al nivel metafísico ( en la 2ª
Navegación): el ojo de la mente constituirá el órgano de la comprensión en la ciencia como
en el arte.
Desde el impacto con la realidad nace la dimensión del ser como perfección de la forma, es
decir el ethos estético: lo bello (cfr. homo quadratus: armonía de las formas en la
perfección geométrica), como dimensión propia de la realidad, como mesura de todo lo que
existe; no sólo la belleza como proporción, sino como resplandor, como manera de ser de la
luz que cae sobre algo y hace aparecer la belleza real: como es, su verdad (la Belleza como
resplandor de la Verdad).
La realidad no es una mónada (o átomo o núcleo); sino que si se reconoce el ser en el ente
(el ente tiene el ser, pero no es el ser), lo que se capta de él son tres aspectos fundamentales
a los cuales la idea de Belleza nos reenvía. Tradicionalmente se afirma que todo ente
contiene como mínimo tres trascendentales, es decir tres propiedades que constantemente lo
acompañan en todas sus formas de ser (trascienden todo aspecto particular, si bien morando
en el particular). Diríamos entonces que todo ente es: uno, verdadero y bueno.
a) Todo ente contiene la unidad en distintos grados, según su naturaleza propia (la
unidad del hombre es distinta de la de la piedra). Todo ser está unido en sí (en su
origen).
b) Todo ente, siendo lo que es, es verdadero en su estado de ser.
c) Todo ente es bueno en cuanto a su perfección (en su finalidad).
De estos trascendentales surge el objeto de las fundamentales disciplinas filosóficas,
a saber: de la unidad del ser, la ontología; de la verdad del ser, el conocimiento; de
la bondad, la ética; es obvio que de la belleza, la estética: unidad del ser y del saber.
54
3. Cómo se expresa el impacto con la realidad: la dimensión religiosa como aspecto
fundamental de toda filosofía.
Por eso los griegos llamaban Dios el que podía satisfacer todo el deseo de unidad, de
verdad, de bondad y de belleza que el alma podría contener. Pero ¿cuanto puede contener
de todo esto el alma del hombre?: no hay medida que pueda expresarlo porque el deseo es
deseo de infinito y el alma está atraída por el deseo de infinito que sólo puede estar
satisfecho por algo igualmente infinito; y eso es Dios.27
Observaciones
27
Adoración (ad-oratio); como oración: lo que permite la oración; es decir lo que implica
la expresión más autentica de sí mismo, del propio ser (del intimo del ser). Los antiguos
latinos expresaban este sentimiento con el término Reverentia (Reverencia, que deriva de
vereri, vereor: temor, cfr. Tácito: “Germania”). Esta expresión de temor en el hombre se
manifiesta como un distanciamiento entre él y el objeto de su adoración (hay que tomar
distancia para poder adorar).
55
a) El fundamento no se puede entender de forma estática, sino existente, dinámico,
en cuanto que es el lugar en donde el principio aplica el acto de ser vivo y sus
movimientos.
Por esto, todo lo real está compreso en una dynamis que es su fundamento en el sentido de
su pertenencia ontológica.
Precisado esto, volvemos a nuestra pregunta inicial. El ente inteligente, en particular, que
no reconoce a sí mismo como participación del Ser no puede tener conciencia de su propio
estatuto ontológico, de su propio yo.
¿Puede existir una realidad que se imponga realmente al sujeto? Si esto acaeciera, se
afirmarían dos posibilidades: la primera se refiere a la negación de la libertad del sujeto: el
sujeto estaría constituido por la circunstancia (casi siempre entendida en el sentido
impositivo); la segunda posibilidad se referiría a una forma de subjetivismo según el cual el
yo, finalmente, interpreta según su libertad las condiciones. Y esta última es la forma con la
que normalmente hoy el hombre vive el fundamento de su ser.
2. ¿Cuál sería entonces la postura del ser que viva el sentido de la existencia
ontológicamente entendida?
La realidad (como ente) descansaría en sí, pero no en virtud de sí misma, sino de otro. Si la
realidad se apoyara en sí misma, ella sería el fundamento (según lo hemos conceptualizado)
de sí: ella daría a sí misma la existencia y por ende su manera de ser. Pero si esto fuera
posible, significaría conferir una propiedad de autodeterminación de sí y su elevación a
principio de sí misma (o de autogénesis), por lo cual todo lo que existe, existiría por y para
sí.
Se quitaría de esta manera la posibilidad de orden (que es relación entre las partes) y se
regresaría a un nivel autárquico (y anárquico en el aspecto de la voluntad) de los seres; cada
ente separado del otro.
Mientras que la realidad se presenta con otra cara: su evidente participación en el orden del
cosmos.
56
Ahora bien, reconocer que la realidad no tiene un fundamento autónomo, puede inducir a
pensar que, entonces, ella no tuviera que remitirse necesariamente a un fundamento. Es
decir, lo que se discutiría a este nivel ya no sería la cuestión del fundamento, sino la
necesidad de afirmarlo o de considerarlo: si el fundamento está, no importa, en cuanto que
no es necesario tomarlo en cuenta para considerar la realidad del ser. Este laicismo en el
campo ontológico no negaría el estatuto ontológico, sino que simplemente no lo
reconocería necesario; lo ignoraría. De donde se sacaría la conclusión de que el ser es tal,
en virtud de sus circunstancias: una inteligencia y una voluntad finalmente a la merced de
la condición en que el ser se pone; en cambio, la determinación de un ser actúa en la
porción de morada en que se sitúa, siendo que su libertad traspasa los límites del cerco
ético, en cuanto que es un factor que está antes de ésto. Pero, la conciencia de esta situación
sólo se percibe dentro de un fundamento ontológico el cual permite al ser tener una
conciencia real de sí mismo.
CUESTIONARIO 8º
4. ¿Cómo nace, desde el impacto con la realidad, la idea de ser como la perfección de la
forma?
57
10. ¿Qué significa tragedia y cómo se distinguiría del drama, con base en lo que el texto
dice?
58
TERCERA PARTE:
CÓMO SE DESARROLLA
EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO
Premisa.
En la Edad Media se pensaba que la ética era la más alta entre las ciencias humanas porque
le correspondía al hombre; es decir, era la que ponía al hombre en condición de responder
(en cuanto a su voluntad, en cuanto le compete a él) al deseo ontológico del cual
originalmente está constituido y que continuamente reclama ser llenado. Por eso la ética
era considerada la más alta entre las ciencias humanas y tendencialmente orientada hacia
una realización, es decir hacia el cumplimiento del ser; hacia la satisfacción del bien
infinito a lo que el ser del hombre (y todo ser) anhela.
En efecto, la ética, definida en su origen como simple comportamiento del acto humano o
del hombre, no satisfaría lo que el ser exige, si no estuviera claro primeramente que ella es
tendencia hacia el Bien y lo que esto comporta. Con base en lo dicho anteriormente,
podemos afirmar que lo Bello coincide con el Bien, en cuanto que la perfección de la
Belleza se encuentra en el Bien de la cosa misma: Kalok agathía, así afirmaban los griegos
para indicar el orden de las cosas: Belleza-Bondad.
Según Platón con el desplegarse de todas las cosas en el Bien y en la Belleza, encuentra
también su razón de ser la explicación de la unidad en la multiplicidad, mediante la
proporción, orden y armonía, en cuanto que el orden del mundo está regido por números y
medidas: es esta trama de relaciones, logoi, que ha vuelto posible la transición del desorden
hacia el orden.
La gran importancia de la Belleza, siempre según Platón (en Fedro), consistiría en que ella
es la única entre las formas inteligibles (logoi) que resulta ser visible también a los ojos del
cuerpo, además que a los del alma. Pero esto no sería todavía suficiente para explicarnos
la relación entre lo que es bueno y su correspondencia con el acto del ser, como acto ético.
59
1. ¿De dónde deriva el concepto de Ética?
El concepto de Ethos va mucho más allá del concepto comportamiento, así como solemos
entenderlo. La Ética señala la pertenencia del ser a su participado. En efecto, la ética por
la ética no tendría un real sentido si no fuera insertada dentro de un factor constitutivo del
ser: participar en alguien que lo constituye tal como es y en el cual su voluntad e
inteligencia se reconoce como ser perteneciente y dependiente (como el aspecto paternal y
filial del ser). Explicaremos estos dos conceptos de la forma siguiente, en cuanto que de
aquí se desprende también unos de los conceptos más éticamente ontológico: el de libertad
(euleteria).
¿De dónde deriva el comportamiento del hombre? De la memoria, es decir del renovarse
(metanoia) de la mente frente una realidad vivida. ¿Quién transmite la forma del
comportamiento? Una conciencia que se reconoce perteneciente (se pertenece a algo, a un
ser, a un pueblo, a una tradición, por ejemplo).
El acto moral más perfecto es libertad, en cuanto que el ser, con su razón, reconoce su
dependencia y con su voluntad la sigue; por ende es libre de reconocer y de actuar. En
efecto, la libertad no se expresa en la capacidad de elegir una cosa o la otra, sino más bien
en un acontecimiento anterior a ésta, en el que la voluntad se reconoce como perteneciente
y después de ésta elegirá lo propio. Es una ob-ligación, decían los griegos; algo a lo que el
ser se ata para poder subsistir (cfr. canto XII-Odisea),28 Por eso la Ética es memoria.
28
El canto de Ulises, en el cual Homero afirma que para resistir a la ilusión de la existencia (sirenas) hay que
estar atados a algo (al mástil): la ética es posible si uno se omb-liga (ombligo); ob-ligación a algo: deo
(soga), deon (atadura), deontología: estudio de lo que se está atado (el comportamiento es siempre un
estar atado a...)
60
La cima del Bien es el amor, afirma Platón en el Banquete; en cuanto el amor es la
expresión más alta del ser en relación con el Bien; y es deseo (es Eros): ese incontenible
deseo que hacía decir a los escolásticos: omnia creatura bona.
Sócrates describía esta energía como un daimonion (demonio), su buen demonio (del cual
deriva la palabra Eudemonía: Felicidad); el buen genio que acompaña al hombre y que lo
pone en condición de saber (recta conciencia) lo que es malo (evitar el mal): sinderesis,
capacidad de la mente para juzgar lo que es malo.
Sócrates será el primero en la filosofía que planteará el tema de la moral como dimensión
de la Belleza interior: “conócete a ti mismo”, no consiste en una introspección psicológica
del ser, sino reconocer la dependencia, en el acto moral, del ser en su conciencia: el buen
espíritu que mora en él.
Se pasa así, en la cultura griega, desde un concepto de la Ética en su aspecto crítico (buena
costumbre de la polis) a la Ética natural (lo que se refiere a la Bondad en sí: cfr. también a
Antígona), por la cual el acto moral del hombre debe estar satisfecho en su último
fundamento real (su finalidad): el Bien sumo, correspondiente a propio deseo natural. El
acto se cumple siempre frente a su fin último (cfr. Apología de Sócrates).
Amor significaría estar frente al Bien (su contemplación). Pero surge una pregunta: ¿por
qué aunque haya una voluntad de Bien, una razón de Bien, es muy difícil conseguirlo?
3. ¿Existe el mal?, ¿El hombre sería capaz de cumplir un acto perfecto? y ¿quién es
bueno?
Frente a la conciencia del límite del ser que los griegos tenían, ellos intentaron contestar al
enigma del mal. En lo general, para los antiguos el mal era concebido como una voluntad
atribuida a algo desde afuera del hombre (ver mitología griega, el hado: Moira, Tije,
Fatum) que se imponía por una voluntad extrínseca al hombre, la cual creaba muchos
contrastes en relación con la pretendida autonomía del hombre o con su libre albedrío (ver
Prometeo). Los hombres somos títeres en las manos de los dioses, decía Edipo Rey.
El mal es entonces una realidad evidente. Sócrates contestará frente a este problema
afirmando que el mal es resultado de la ignorancia (no conociendo el bien, se actúa mal:
intelectualismo ético). Pero no es suficiente esta afirmación porque el hombre, aun cuando
conozca el bien, no automáticamente lo cumple. Sucede, en efecto, otra cosa, en el
dinamismo de la mente, que pone de relieve el problema de la naturaleza misma de la
voluntad del hombre; y precisamente el libre ejercicio de sus actos, es decir su libre
albedrío. Aunque yo vea lo bueno, actúo mal.29 Por eso el hombre griego respondía a esta
situación primero, persiguiendo a las virtudes sea en el campo intelectual como en el
moral, es decir aquellas fuerzas (virtus) que lo volvían capaz de superar este impasse; de
29
Video meliora, proboque, deteriora sequor (Ovidio).
61
tales virtudes, la phronesis (prudencia) era la más importante, en cuanto siempre ella
interviene antes de la actuación, del hacer práctico, buscando el punto medio (mesotes);
segundo, ellos (los griegos) se dirigían hacia prácticas religiosas o esotéricas, para redimir
la estructural incapacidad de bien que advertían como impotencia ontológica.
¿Quién será capaz de liberar al hombre de tal condición mortífera? Se preguntará S. Pablo.
Ya los neoplatónicos (Plotino) se adentraron en este tema tan difícil y que sanciona la
incapacidad de Bien que el ser por su indigencia tiene: el mal existe como carencia del
bien. Toda criatura es buena. Sí, porque ontológicamente está constituida en el Bien,
descansa en el Bien. No puede existir el mal de una forma ontológica (ya habían afirmado
los Estoicos), sino sólo como una forma de no ser, como una imperfección, como carencia
de bien: mal moral (pecado) y mal físico.
Pero ¿Quién es bueno? frente a esta pregunta tan radical y por ende verdadera, con base en
los conceptos afirmados, se puede decir que bueno, en el sentido absoluto, es el ser Sumo;
en el que la Bondad se encuentra en el grado de superlativo absoluto. Los otros seres lo son
por participación. Y el hombre por participación según su estatuto natural: razón y
voluntad (libertad); y sobre-natural: gracia (como certeza posible de perfección).
La felicidad es definida por Aristóteles como la actividad del alma según la virtud.
Virtud, del latín virtus: fuerza (vir: hombre, viril) interior, propia del hombre. En griego:
Areté.
El ejercicio de las virtudes siempre interviene la inteligencia, sea por lo que se refiere a las
virtudes éticas (las que dominan los impulsos de la naturaleza) que a las virtudes
dianoéticas (dianón; discurso de razón), es decir de la razón.
Considerando por el momento sólo las virtudes racionales, pueden pertenecer a la razón
teorética (la que se refiere al alma que conoce las realidades inmutables) y a la razón
práctica (el alma que conoce las realidades contingentes). A la primera le corresponde la
virtud de la sabiduría (sophia) y a la segunda la prudencia (phronesis), la cual ayuda a
deliberar correctamente acerca de los medios idóneos para alcanzar los fines verdaderos
para el bien o felicidad: la contemplación del bien.
62
Por eso la moral (la moralidad) es la relación de cada acto singular con la totalidad.
Observaciones
1. ¿Por qué podemos considerar a la Ética como deseo?
Deseo y pertenencia son en efecto, términos correspondientes en cuanto que el uno existe
para el otro. Deseo o Eros, como pensaban los antiguos, denuncia siempre una cierta
penuria en cuanto que expresa una condición carente y la consecuente posibilidad de llenar
este estado de insatisfacción de la naturaleza (Eros, según la mitología, es, en efecto, hijo
de Poros y Penia: de la abundancia y de la penuria).
Entonces parecería que el deseo no garantiza por sí mismo su función, sino que es movido
por otra realidad que estaría en el origen mismo del deseo. He aquí en donde se vislumbra,
todavía más, el factor de la pertenencia. La causa del deseo entonces, parecería encontrarse
en el ámbito de la experiencia de la pertenencia, en cuanto que capacitaría el mismo deseo
como estado permanente de la conciencia dirigida hacia al bien, siendo que el deseo es
siempre deseo de bien. No, ante todo, como nostalgia o reminiscencia, sino como
presencia.
En efecto, aunque el deseo añore algo que no tiene propiamente, porque lo desea, mira a su
objeto y frente a su presencia pasa de un estado instintivo a la conciencia de sí.
Por ende se puede afirmar que la causa del deseo reside en la pertenencia (o participación)
del ser al bien, por su ontológica inserción en él. Y aquí precisamente es donde el
reconocimiento de pertenencia engendra en el deseo la totalidad de bien de la cual el ser
participa. En un cierto sentido es nostalgia de bien, en cuanto que no se le posee en su
totalidad: y este distanciamiento constituye sólo un signo patético, pero no la definición del
deseo en cuanto que la presencia siempre atrae al ser participante: es una posesión
ontológica.
63
Profundo es el misterio del mal; más oculto por su naturaleza, incluso, que el del bien.
Profundo, evidente y oculto; ¿por qué?
Por esto se afirma que el mal, como realidad ontológica, no existe, sino como carencia de
bien; como tentativa (tentación) de quitar espacio al bien, desvaneciendo la luminosidad del
éste; el mal necesita obscurecer para ocultarse y volverse más evidente: es el dominio de la
apariencia. Y también profundo. Porque si el mal camufla a la realidad, debe poder
penetrar en lo profundo del ser (conciencia) para convencer de su realidad aparente. Por
esto el mal finalmente es una inteligencia siempre reductiva en cuanto desvía: conduce a un
lado del camino: se-duce; es decir, atrae a sí mismo para dis-traer de otro. Y como todo ser
inteligente, también es criatura. El mal es criatura y existe en cuanto tal en las criaturas y en
el creado. Existe de forma diferente de su original constitución ontológica, siendo
saprofita, es decir, parásito de la de la realidad: se añade a ella.
El mal encuentra su razón de ser en la misma libertad del ser. Si se negara como
posibilidad, se negaría la voluntad originalmente libre del ser inteligente.
Ahora bien, hay realidades que concretamente pueden escoger el mal. Ésta es la
posibilidad debida a la misma libertad. ¿Podría el mal volverse ontológico? No. Porque el
mal por su naturaleza no puede existir sin el bien (la ausencia de bien, equivaldría a la idea
de infierno o de desesperanza ontológica). Por eso el mal se manifiesta en los aspectos de
la realidad ontológica: lo físico y lo ético, pero no en lo metafísico.
En lo metafísico, todo se vuelve relación original con los constitutivos del ser: uno,
verdadero y bueno. En este sentido se explica la posibilidad del bien mismo que, en su
realidad última siendo (que pertenece al Ser absoluto) puede también resolver el mal en
bien.
3. El hombre ético.
64
perteneciente a otro; en donde la conciencia de ser depende de otro que lo constituye como
tal; es decir, de reconocer haber sido reconocido, tal como es, por otro.
Finalmente, el hombre ético existe frente a una presencia de bien por el cual afirma su
propia identidad, su razón de ser. El hombre ético es lo que mira al otro, a una presencia a
la cual responde: sí.
CUESTIONARIO 9º
1. Explica el concepto de Kalok agathia y ¿por qué?
5. Explica el concepto de Bien y su relación con la Ética. (Cfr. ética como deseo)
65
LECCIÓN X: El cosmos como presencia real del misterio de la
existencia: el significado de la naturaleza
Premisa.
Tendremos entonces que preguntarnos sobre lo material (físico) que nos rodea, como algo
existente.
1. La naturaleza y el cosmos.
Grande, magnánimo, es el pensamiento que los antiguos han tenido sobre el cosmos,
mucho más anterior de la cultura griega y punto de partida de toda expresión cultural.
Pero, seguramente en el diálogo Timeo, de Platón, encontramos el punto álgido de toda
cosmología universal.
Platón individuará en la materia (Kóra o chóra: espacio que recibe la forma de la idea y la
reproduce como en un molde) uno de los dos principios que rigen a la realidad o, dicho de
otra manera, el principio de limitación necesaria para que la “idea” entre como parte del
tiempo y del espacio: se sensibilice, deje o se aleje de su mundo hiperuranio, quitándola de
la contemplación del Bien y cautivándola en el mundo sensible: lo material. Platón
establece, de esta manera la necesidad de un principio dual con base en el cual la realidad
corpórea existe. No sólo, él pone en acto un principio donde basar este pasaje, en el cual lo
incorpóreo (lo consistente) y lo corpóreo (lo aparente) se encause, es decir tenga un
principio causal. Este principio Platón lo distinguirá del Bien y del Uno, y lo llamará
Demiurgo (artífice), a través del cual la realidad cósmica tendrá su forma también corpórea.
Desde este punto de vista sería interesante hacer un análisis sobre el concepto, por cierto no
siempre muy claro, de Demiurgo, de materia prima, de Kóra y de Díada. Por el momento
66
mencionaremos sólo que el Artífice (Demiurgo) es la mente o el espíritu del mundo que por
cierto está debajo de las Ideas y del Uno-Bien.
Pero lo que a nosotros interesa más subrayar de todo este pensamiento, por cierto precisado
con mayor definición por Aristóteles (ver la doctrina del hilemorphismo), es el concepto de
la formación del cosmos.
Es cierto que según lo que aparece en la doctrina filosófica griega, hay una directa relación
entre el principio y la idea final de Bien y de Cosmos (orden), por lo cual el Universo
entraría dentro de una última exigencia de Bien; pero es verdad que en este proceso Kronos
(el tiempo) llega a ser un factor indeterminado en cuanto que para los griegos el cosmos es
infinito (o mejor, finito en el sentido de perfecto). No sólo, también la materia (segundo
principio causal de la realidad, es decir la “díada”) sería desde siempre co-principio
ontológico junto con el de la existencia del Cosmos. Así se explicaría la profunda dualidad
que llegaría a ser dualismo en todo el pensamiento griego: el mundo de lo sensible y el de
las ideas (en este caso, en Platón, más evidente con respecto a otros filósofos).
Los dos conceptos enunciados: de infinitud del mundo y de materia desde siempre
existente, lleva a afirmar que los griegos no podían tener la idea de creación, ni de finitud
del mundo así como nosotros las tenemos. En efecto, la idea de creación supone el
concepto que el mundo está hecho desde la nada (ex-nihilo) y que por ende la materia ni
pre-existe, ni co-existe al principio último de la existencia.
Mas, siendo el universo cósmico siempre compuesto de materia, y siendo ella no existente
desde siempre, filosóficamente hablando este concepto comporta la consiguiente finitud de
la materia; es decir, ella no es eterna; y tampoco el universo es tal.
Desde luego merece una precisión del término ex nihilo, desde la nada. Esta terminología
no sería exacta tomarla como correspondiente al concepto “nada absoluta”; sino que
significa más bien que desde algo que no existía, surge un existente; un factor
completamente nuevo. Eso es el concepto de creación, no el resultado de principios
67
compuestos, pre-existentes o co-existentes al factor que es la causa de esta novedosa
novedad30.
2. Naturaleza y Cultura.
En este sentido naturaleza investía un carácter definitorio, que se distinguía del hacer
propio del hombre, de su hacer práctico; no sólo de la técnica, sino de todo intento de re-
significar a la naturaleza, o sea la cultura. En efecto, es cultura toda intervención del
hombre sobre la naturaleza.
Pero, debemos precisar un aspecto muy importante dentro del concepto de naturaleza que
es el naturalismo; es decir, considerar a la naturaleza como no necesitada de perfección; es
decir, buena en sí (así pensaban los antiguos, así pensaban los naturalistas modernos). Por
ejemplo, el homo naturalis era para los ilustrados naturalmente buenos (ver a Robinson
Crosué); y la idea de providencia era ajena al hacer del hombre. De aquí surge el intento de
elevar a la naturaleza en su máximo grado; y dentro del factor natural, primeramente la
razón dominadora de la realidad, hija predilecta de la naturaleza (la diosa razón de los
ilustrados franceses del ´700).
En cambio, la naturaleza no basta a sí misma; por eso el mismo hombre actúa en relación
con ella, para perfeccionarla (cultura).
Si así opera la mente en relación con ella, con razón toda naturaleza denuncia la
incapacidad en sí misma de perfección y de poseerla sólo en potencia, o sea en función de
algo.
Con esta última idea, llegamos así a explicar la naturaleza como signo de otro.
30
El mundo antiguo (incluso en el mundo contemporáneo encontramos estas tendencias) permanecerá bajo la
tiranía del inmanentismo: el principio (en este caso la mente o el espíritu de Dios) del cosmos está hecho de
él; permanece sustancialmente en él. Por eso no se puede percibir la diferencia real (ontológica) entre el
principio último y los entes, en cuanto el mundo (eterno y necesario) sería el mismo espíritu de Dios:
panteismo Panta Theos: todo Dios. En el panteísmo el hombre ya no puede distinguir ninguna diferencia
(eliminando la diferencia ontológica, se elimina también la libertad, en cuanto ella significa unicidad y
posibilidad de relación): todo es de la misma sustancia divina; el otro coincidiría con mi yo, en fin el otro
soy yo. Eliminando el sentido del otro, se afirma sólo el sentido del yo como ab-solus (solvente) absoluto:
finalmente Dios soy yo. Similem in Deo Fieri.
68
En todas las culturas del área indo-europea (que comprende también el área griega) con el
monosílabo “mu”, del cual deriva la raíz del término misterio, se representa la acción de
bostezar. La grandeza de Dios en su bostezar, muestra el fondo del universo, el gran
misterio, el “mu” de las cosas.
Platón en su Timeo (que según S. Agustín es la obra filosófica que más se acerca a la
revelación cristiana), reconoce que la mente ordenadora pone su espíritu inteligente en el
mundo, como una presencia real y providente de las cosas. Todo el cosmos, en su realidad
sensible, manifiesta su contenido a través de sus múltiples manifestaciones.
En este sentido, el cosmos es signo de su artífice; es decir, el signo de algo que ocultando
revela el significado de sí mismo.
Esta forma de ser, que se nos presenta, viene indicado con el término misterio. La realidad
revela su rostro que es misterio: ni incógnita, ni comprensión total, sino presencia; estar
frente a algo fascinant et tremendum, distinto del cosmos pero, que sin embargo, lo
comprende.
La razón humana, pre-siente estar frente al finis terrae: termina aquí su itinerario y cede el
paso a la exploración de la hipótesis de que ella no basta a sí misma. Se plantea la hipótesis
de la revelación de una inteligencia superior a ella.
Observaciones
1. El tiempo y el espacio.
69
Ante todo, el estado de permanencia y duración, que respectivamente el espacio y el tiempo
ofrecen a la mente, contrarrestan la fuga del momento presente que parece no lograr fijarse
en ningún instante, sino en la memoria, es decir, en la mente, pero no en la realidad. La
naturaleza huidiza del tiempo y del espacio parece no retener la realidad: el espacio se
expande y tiende a diluirla en compañía del tiempo que inexorable avanza. Pero la
consumación de la realidad en el tiempo y en el espacio (entropía) es energeia que no está
emparentada con la aniquilación; es más bien una entelequeia (realización de la realidad).
En efecto, la realidad escapa de un concepto nihilista, por su mismo principio que la dirige
hacia un fin. El pensamiento griego encerró esta preocupación, precisamente en el tiempo
cíclico-sotérico.
La eternidad sólo se concibe como realidad desde ella misma, en cuanto dimensión real del
momento presente (Cfr. Agustín, Confesiones Libro XI) que se vuelve densidad del
instante, en su profundidad, más que en su dinámica extensiva. ¿Por qué?.
2. El concepto de ex-nihilo.
Entonces, antes de esto, no es que no estuviera la nada; había algo, pero ni el tiempo, ni el
espacio; había el principio desde el cual estos factores existen en el cosmos.
70
Una vez que el principio crea, los hilos que mueven el cosmos están anudados en el tiempo
y en el espacio, ambos retenidos por la eternidad.
CUESTIONARIO 10º
6. ¿Por qué la filosofía griega concibe un cosmos finalmente circular y el tiempo como
regreso?
71
LECCIÓN XI: La filosofía y el problema de Dios
Premisa.
El carácter de la tercera parte de nuestro curso, desde la lección IX, ha sido poner una
pregunta suspensiva al final del tema en cuestión. Así preguntamos quién es bueno o si la
naturaleza es perfecta en sí, por ejemplo. Al respecto, es preciso decir que sería erróneo
pensar que el concepto reiterado de no autonomía en relación con los seres (sea los que son
provistos de inteligencia racionales, como los otros diferentes seres existentes) llevaría a un
pesimismo ontológico; es decir, afirmar una estructural incapacidad de la ética y de la
naturaleza (así como lo proclamaba la Escuela cínica o escéptica) de perfección per se, y la
consiguiente actitud de abandono de la búsqueda de la verdad.
Además, es desde esta situación que nace el concepto de la diferencia ontológica del ser,
aliciente del hecho que hay un orden natural inescrutable, el misterio que se revela en el
signo de la realidad, es decir revelador de la mente ordenadora (como decía Anaxágoras).
En todo el universo cada ser (inteligente o no) está como atraído por una fuerza (virtus)
que actúa sobre el estatuto ontológico de cada ser, para que llegue a su perfección (aretai-
entelequia).
En efecto, en esta unidad queremos enfrentar el problema filosófico del ser como necesario
y absoluto; del ser que trata la teología natural.
Dios siempre ha sido objeto del saber filosófico, del máximo saber filosófico; es el saber
filosófico por antonomasia, en cuanto que por la filosofía de todo tiempo ello constituye el
término de referencia y de finalidad de la razón misma; la máxima felicidad, decía
Aristóteles.
72
El término como fin último de la razón para los mismos griegos era lo divino: Tò Theon;
por eso sería un magno error hurgar en el pensamiento griego fuera de esta preocupación,
como frecuentemente sucede para nosotros. Sin embargo, por cuanto se refiere a los
griegos en particular, Dios se identificaba con el ser perfecto, el principio, objeto de la
máxima especulación filosófica: es decir el objeto de la razón natural; estaban lejos de
pretender, tan evidente era para ellos, de demostrar la existencia de Dios. Los griegos
admitían, más bien, la posibilidad, por parte de la razón, de definir la esencia del ser sumo
(sus cualidades) más que su existencia y sus operaciones (como, en cambio, sucederá en las
épocas posteriores).
Esta forma de investigar la realidad divina será para Aristóteles el culmen de la Metafísica
y pasará a la tradición filosófica con el nombre de Teología Natural o, en la época moderna,
de Teodicea (defensa de Dios, según Leibniz). El núcleo de esta ciencia consistiría en la
especulación del Ser Absoluto a la luz de la razón natural, y no de alguna revelación en
particular (aun cuando la razón natural puede investigar la revelación). En efecto, esta
aguda definición exalta en su máximo grado la naturaleza de la razón misma, en cuanto
que a través de ella el ser inteligente viene conducido frente a la visión (contemplación) del
Ser último; ante, como decían los escolásticos, los umbrales de la visión beatífica: y esto es
el más grande elogio que se puede hacer de la razón.
En efecto, como hemos ya mencionado con Platón, el hombre con el uso de la razón natural
vislumbra la necesidad de la posibilidad de una revelación por parte del Ser mismo
absoluto, al ser a él relativo (la verdad se desvela). Un punto sólido de esta afirmación, que
es más de una simple intención, reposa en el reiterado concepto de participación: el Ser se
deja realmente participar; se da, se ofrece a sí mismo en la dinámica participativa, la cual
fundamenta su forma comunicativa y cognitiva al ser que lo participa con gratuidad. En
efecto, el conocimiento de Dios es dado.
Buscamos, en forma breve, ahondar con un mínimo de referencia histórica este problema.
Por el pensamiento antiguo (si bien en forma muy distintas, por la misma naturaleza de los
dos culturas) y más por el pensamiento cristiano, entre fe y razón hay una real continuidad
y no una separación; ellos son factores co-existentes (no sólo por lo que se refiere al
desarrollo del aspecto cognitivo, sino elementos comunes a cada aspecto de la experiencia
filosófica; v. la actitud de Sócrates frente a la muerte en el Fedón).
Ya desde los primeros pasos de la filosofía, el problema del conocimiento (es decir de la
verdad) comprendía un aspecto del cual ya hemos mencionado, el de pistis (traducido del
73
griego como creencia) y también del supuesto del primer término del silogismo certero
aristotélico; y, además, de la existencia, como forma del conocimiento, de la certeza moral.
Lo que se quiere aclarar es la actitud que la filosofía (y sobre todo cristiana) ha tenido que
asumir frente a la fe, actitud que va mucho más allá del puro ámbito epistemológico.
Ya con Filón de Alejandría (filósofo del I siglo d. c.) y con los neoplatónicos tardíos
(Proclo en particular, del V siglo d. c.), la palabra pistis asume significados muy cercanos al
que actualmente se tiene de fe en Dios y en su revelación; y también de virtud
representativa de la máxima sabiduría, siendo la virtud finalmente teúrgica (perteneciente
al hacer de Dios en el mundo).
Pero, sin lugar a duda, el cambio en relación con el problema de la razón frente a la fe, lo
dió el cristianismo, por su idea sobre la revelación.
Y por qué no mencionar también a Eurípides (en su tragedia: Las Bacantes 272,ss) quien
retomando la obra de Pródico sobre la teoría del origen de la religión, afirma que hay dos
dones divinos de especial importancia para la humanidad: el pan y el vino (dones de
Demeter y de Dionisio).
En suma, nunca terminaría la lista de los conceptos que los filósofos griegos remiten en el
ámbito teológico; y esto pone en evidencia cómo este aspecto dominaba el transfondo de su
producción especulativa. En el ámbito del pensamiento griego ya está presente el problema
de la revelación natural (es decir en el mismo Universo) de Dios. Pero, en el pensamiento
cristiano sucede otra cosa: la Revelación se da ya no como posibilidad. En efecto, en este
ámbito se pone la Encarnación de Dios como el punto exhaustivo del cosmos y de la
historia.
74
sólo para la mente del hombre, sino para la totalidad de su ser persona. Platón afirmaba
que un Dios no puede ponerse en relación con el hombre (Deísmo) y por eso tal vez
recurrirá a las prácticas de purificación. En cambio, no así pasa en el pensamiento
cristiano, en el cual se afirma lo contrario (Teísmo, según algunos filósofos).
Con los filósofos cristianos empezará una larga y paciente labor de recuperar más a fondo
de la dignidad de la razón humana y de enmendar todas las aporías que el pensamiento
griego había dejado a la posteridad. En efecto, la fe, frente a la razón del hombre, necesita
su total compromiso valorándola en todas sus dimensiones: fides quaerens intelectum (y),
intelectus quaerens fidem (o), Credo ut intelligam ut credam (afirmaba S. Anselmo,
retomando a Agustín). Unidad que será puesta en tela de juicio por todo el movimiento
racionalista que pretende eliminar del horizonte filosófico la experiencia de la fe
sustituyéndola por la razón, estableciendo un estatuto ajeno a su misma naturaleza y
terminando para reducirla al ámbito del puro subjetivismo.
Podemos entonces afirmar que, si la razón para los antiguos no excluía la fe para conocer
mejor, con el pensamiento cristiano esa exige la fe para llevar a la perfección su proceso
hacia la verdad.
Este proceso tiene su centro en lo que se llama Revelación. Será este acontecimiento que
permitirá llevar a cumplimiento todo el anhelo expresado por la filosofía antigua;
acontecimiento que será (según S. Pablo) escándalo para los judíos (pensamiento religioso-
ritualista) y locura para los filósofos (pensamiento intelectualista). Como recita la
Encíclica Fides et Ratio: la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu
humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Y además: la Revelación cristiana es
la verdadera estrella que orienta al hombre que avanza entre los condicionamientos de la
mentalidad inmanentista y las estrecheces de una lógica tecnocrática (Fides et Ratio. n. 15).
Se puede afirmar que así como existe una filosofía griega, existe también una filosofía
cristiana que obliga a la razón a interrogarse sobre los datos proporcionados por el
75
acontecimiento de la verdad que se revela. Cuidado: la filosofía cristiana no es un
pensamiento que tenga la pretensión de ser en sus definiciones completa; es un
pensamiento que camina junto con la experiencia de todo hombre quien busca a la verdad
con actitud filosófica sincera. Por lo tanto, es un pensamiento dinámico y valorador de
todo esfuerzo intelectual, porque el cristianismo en sí no es una filosofía, sino una vida.
Por esto dice E. Gilson que si existe una filosofía que podemos definir cristiana, existe por
el hecho que han existido personas-filósofos que se han interrogado y quienes siguen
interrogándose con la razón sobre la experiencia de vida que deriva del encuentro con la
persona de Cristo. Y esto revoluciona también el pensar del hombre en sus múltiples
filosofías.
Observaciones
Del problema del límite, como hemos mencionado, se desprende el presentimiento del mal
(como imperfección de sí; más aún como carencia, en particular) y sin embargo también de
la infinitud de la realidad. Desde el límite de la condición humana, la conciencia emprende
su viaje hacia la existencia del factor divino, mejor dicho, de Dios; lo que los antiguos
llamaban: itinerarium mentis ad Deum. ¿Qué es Dios; o qué se entiende con el término
Dios?
76
más bien, como afirmación de la posibilidad de ser; como plenitud, precisamente como su
cumplimiento. En efecto, una posibilidad sin ser tal realmente sería una contradicción. De
esta conciencia experiencial parte el itinerario analógico para el conocimiento de Dios.
¿Puede conocerse a Dios, y, si es posible, cómo?
En la experiencia gnoseológica del ser humano (el ser del hombre es el único ser del
cosmos que puede vivir la problemática del conocimiento de Dios; primero, por la
peculiaridad de su inteligencia, segundo, porque los otros seres inteligentes, que no son el
hombre, son espirituales y conocen a Dios directamente, como es el caso de los ángeles)
sucede una experiencia particularmente novedosa: la inteligencia intenta penetrar el
misterio de la realidad mediante un proceso analógico.
Parece, entonces, que el conocimiento de Dios por parte del hombre tenga su movimiento
activo en la relación con la realidad misma (como signo-vehículo) en su aspecto ontológico,
en su máxima y última extensión (de unidad, de verdad, de bondad y de belleza), por
analogía.
Otra posibilidad, así como afirman algunos autores, sería el permanecer del estupor en el
alma humana y el correspondiente estado silente de la afirmación de la mente sobre este
algo que es to-ti, el todo; es decir, el permanecer del asombro (thaumazein) como indecible
expresión del conocer: la evidencia de una totalidad frente a la cual sería mejor callarse;
porque así es de lo que no se puede hablar; o, que es lo mismo, la vía negativa, vía
eminente para el conocimiento de Dios; “de Dios se puede afirmar sólo lo que no es”;
camino privilegiado de los pensadores de toda mística desde la antigüedad hasta la fecha
(Cfr. Pseudo-Dionisio), inclusive del pensador a-teo para el cual “Dios no existe” (diría el
estulto de anselmiana memoria: Cfr. Ps-13).
Pero la razón natural intenta su escalatión (itinerarium mentis ad Deum) por su naturaleza
hacia el conocimiento del Solvente del misterio (ab-soluto), del objeto más noble de
búsqueda incesante de la razón: Dios es el que es.
Sobre la primera parte de esta afirmación no hay duda (si Dios es): la existencia siempre es
una evidencia. Ella se puede expresar de varias formas, inclusive negándola se afirma;
pues a la vista de la mente es evidente. Se trataría, más bien, de ver cómo Dios existe (la
segunda parte de la afirmación): como principio, como logos, como elemento, etc.;
problema que siempre ha sido central en la filosofía. Pero lo que ahora nos interesa es
77
poder comprender que Dios es el objeto real (existente) de la razón natural y que a esta
evidencia le corresponde la obligación de ver lo que es, es decir, su esencia. Siendo que la
pregunta sobre lo que Dios es, implica el ser de Dios, el pensamiento metafísico siempre ha
operado en relación con su conocimiento un proceso muy sencillo: el analógico, o sea, la
aplicación del nivel ontológico de la realidad en su máximo grado (el non plus ultra), como
hemos ya mencionado.
El proceso analógico de la mente permite decir algo sobre lo que lo existente es; por
ejemplo, si algo nos hace experimentar que una cosa es buena, este atributo se aplica al
máximo, en grado superlativo absoluto a un ente (real) que lo posee en su totalidad y que es
causa primera de la bondad de aquello.
Pero, ¿qué es Dios (segunda parte de la afirmación)? Porque es verdad que cada definición
sacada del proceso analógico no es suficiente para decirnos todo lo que es Dios, o sea, su
esencia; en efecto, el concepto de totalidad para la mente humana parece estar muy próxima
a la nada. Si ésta no se puede pensar, la otra no es que dé menos vértigo a la mente, siendo
que ella roza a la nada.
Pero ¿hay algo que podemos decir sobre la esencia de Dios; algo incomparablemente
satisfactorio? ¡Sí!. Qué es la totalidad sino una dimensión del Ser: “El Ser es todo en todo”;
o como diría Anselmo de Aosta nequit maius cogitari esse (este prius, plus, etc., que repica
constantemente en nuestro curso).
Ahora bien, lo que se puede decir más propiamente de la totalidad no es lo que es, sino qué
es, es decir su existencia. La totalidad es la dimensión de la existencia: el todo se dice tal
siendo existente y no en cuanto no-ente, nada, ni-ente. De lo cual se entiende entonces
porqué sólo se define propiamente a Dios como existencia; es decir, aplicando a Él el
atributo absoluto: su esencia es su misma existencia, es totalmente existencia. Así también
predicaba el pensamiento judío sobre Dios; para él la única predicación sobre el ser
absoluto admitida será: yo soy el que soy.
78
En efecto, si la esencia es aquello por lo cual se entiende lo que la cosa es, sis
comprehende no est Deus; esto sucede precisamente porque Él se entiende sólo como
existencia, o mejor el Ens Princeps, el Ente que es el existente, siendo que su existencia
coincide con su esencia.
CUESTIONARIO 11º
3. ¿Porqué Dios (o lo divino) ha siempre constituido el punto máximo del saber filosófico?
79
LECCIÓN XII: Conclusión.
El significado de la filosofía en cuanto experiencia del
hombre
Premisa.
Frente al dato revelado el hombre filosofa, porqué delante a toda la existencia no se puede
que pensar.
Como hemos visto desde el inicio del presente curso, el Ser se expresa a sí mismo en la
inteligibilidad y este logos necesita de un lugar privilegiado para ser entendido, como si
necesitara de alguien distinto de él, quien le pudiese decir: ¡eres!
La realidad existente parece expresar una alabanza al Ser inteligente que opera, que actúa y
que afirma en el orden general y en el particular lo que es: existencia pura, el esse, per se
ipsum; actus essendi dirá Santo Tomás (el acto del ser). Pero este logos, que, en realidad
merced a su misma unidad, se multiplica en logoi (en tantas ideas racionales), porque no le
repugna el darse, se da de una forma única y privilegiada en un ser: el ser del hombre.
De todo el cosmos, el hombre es el único ser en el cual el logos se ha concedido con más
claridad con respecto a las otras realidades sensibles (no las separadas, como los ángeles).
Porqué sucede esto, la filosofía no lo sabe explicar, en cuanto que la respuesta a este
interrogante reside en la misma mente del logos. La filosofía puede sólo suponer que este
concederse del logos (y esto es lo curioso) no depende ante todo de un aspecto de la
inteligencia racional, sino más bien de la inteligencia volitiva que, por supuesto, implica
también la racional, pero no in primis.
Hay una razón volitiva que justifica este gran fenómeno del ser inteligente que da vida a la
realidad humana; la cual si bien está escondida, el filósofo de todo tiempo ha expresado con
el concepto: Amor ad mundum. Es decir, una facultad afectiva que supera el ser del
hombre. Todos los filósofos de todo tiempo, de Sócrates a Agustín, hasta la fecha (ver
sobre todo los existencialistas cristianos), han querido ahondar este gran Misterio, el más
interesante de todos: ¿por qué el hombre? (¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él?.
Cfr. Ps 8).
80
Finalidad de esta unidad conclusiva será profundizar esta magna quaestio, como decía S.
Agustín en sus Confesiones.
La pregunta filosófica nace como necesidad de la razón que busca el conocer. Pero el
interrogante sobre la cuestión humana se vela de misterio cuando en el observar la realidad
el hombre mismo cae en la cuenta de su extraña situación: por un lado él participa de toda
la realidad sensible y por el otro expresa una exigencia que va mucho más allá de esta
sensibilidad; su espíritu vital es inteligente, o sea tiene conciencia de lo que es. En efecto,
toma conciencia de lo que es, de su propio yo, según un doble movimiento intelectual:
pregunta por lo que él es preguntándose por el otro y responder a lo que él es: se conoce a sí
mismo, preguntándose por el otro. Con esto se quiere subrayar no sólo la capacidad
analítica del ser consciente, sino la actitud de la mente para conocer y retener el juicio de
este conocimiento; es decir, de razonar (conciencia: darse cuenta de razonar), más allá de su
perímetro.
Desde las épocas más remotas, en todos los relatos sean míticos que religiosos (los cuales
han influenciado las respuestas filosóficas sobre el hombre y su esencia), el ser humano se
ha considerado objeto de una preferencia.
En efecto, en un cierto momento de la historia del cosmos aparece algo que actúa con
compasión (pietas o eusebia) hacia un ser único en su especie: el hombre. Puede suceder
que sea Prometeo quien done al hombre la chispa de la vida robada a los dioses; o que la
generación del hombre proceda del barro (lo inconsistente) y de un espíritu (como en los
relatos mesopotámicos); o de un dios y de un hombre. En suma, la naturaleza del hombre
parece colocada en una situación entre “la tierra y el cielo”, para decirlo en un cierto
sentido figurativo; es decir, una realidad dual en una unidad. Y esto por una preferencia:
en todo el cosmos no existe ninguna naturaleza que haya sido igualada a la del hombre.
81
Entendemos ahora dos aspectos; primero, porque es sólo el hombre quien filosofa; segundo,
porque la filosofía es una ciencia libre y gratuita en cuanto que deriva de un espíritu que
tiene esta naturaleza.
La experiencia es entonces todo lo que se relaciona con la conciencia. Por este motivo,
también la filosofía es experiencia, siendo que lo que se piensa se relaciona siempre con
algo que existe o que de alguna manera es y que se puede entonces conocer. Por esto no
puede existir un filósofo que no se implique con su propio pensamiento; o sea, que no
relacione su filosofía con la existencia que vive.
Siempre lo que se vive incide sobre el filosofar: la filosofía no es neutra con respecto a la
existencia (en este sentido Sócrates tenía mucha razón); esto también es el reto de la
filosofía: una filosofía que surge de la experiencia, así como la hemos definido, siempre
será en condiciones de relacionarse con distintos pensamientos; es decir nunca será
dogmática; siempre permanecerá abierta para acoger otro diferente de sí mismo. Por eso
es necesario que la filosofía se vuelva experiencia.31
¡Qué grande cosa es tener el cuidado del ser!: todo se vuelve presente; todo es ocasión para
que la realidad nos provoque. ¡Qué diferencia hay entre quien vigila sobre la realidad
aunque adormilado, y quien niegue a sí mismo este cuidado! Quien vigila sigue los signos
(todos) de la realidad y todo le sirve (como quien cuida a la ciudad desde la atalaya) para
que el indicio se vuelva evidencia.
31
“Yo soy ignorante, pero leí algunos libros (...); tú no lo creerás, pero todo lo que existe en el mundo sirve
para algo. He aquí, por ejemplo, esta pequeña piedra (...), no sé para qué sirve, pero si esta piedrita es inútil,
todo es inútil, también las estrellas”, afirma F. Fellini en la película: La Strada.
82
Observaciones
Antes que nada ¿qué quiere decir preferencia? Preferencia es un acto de la inteligencia en
virtud de lo que se ama. Es un juicio que acontece antes de la misma decisión, por eso la
preferencia es propia de la inteligencia. En efecto, no se trata de una inteligencia neutra,
sino de una inteligencia que prefiere; prefiere al bien con respecto al mal; prefiere la
armonía, en lugar del kaos; prefiere algo en cambio de la nada (motivo del porqué la
creación ex-nihilo); etc.
Todos estos conceptos aparecen con mucha claridad sobre todo en la cultura judía, donde la
preferencia es el modo privilegiado de la intervención del Ser (Dios, en este caso) en la
historia y en el hombre.
Sin la preferencia no hay percepción del ser, en cuanto que el ser prefiere (pre:antes, fiere:
fieri); es decir, hay algo antes de la manera potencial de ser; así como podemos decir de la
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vida que es, en un cierto sentido ontológico, antes de la modalidad que se da, en este
aspecto pre-genético se insinúa el factor de la libertad como carácter del ser, en cuanto que
la preferencia es la misma forma de la libertad del ser. El ser inteligente expresa sus actos
volitivos en la preferencia, hemos afirmado; es decir, prefiriendo algo: en su modo de ser,
de actuar, de manifestar su perfección ( por ejemplo prefiriendo la unidad a la división, el
cosmos al caos, a particulares inteligencias especulum de la propia distinta de sí); he aquí
en donde la libertad se manifiesta en el ser; él está libre de actuar como le plazca, es decir,
según su perfección; su entereza no puede por cierto ser menguada (el ser permanece ser
Bien Sumo, por ejemplo, y no disminuye a sí mismo amando), por su forma de ser, que se
manifiesta prefiriendo. La preferencia es la forma de la relación del ser con la realidad que
de Él toma la existencia en el acto de la creación (la creación misma es un acto de
preferencia).
El panteísmo sea antiguo que moderno, teme a la preferencia en cuanto que esta es el factor
que más tiende a su eliminación; pone en tela de juicio el intento panteísta de reducir en el
corazón del ser toda posible distinción, o sea, toda alteridad. En efecto, sólo en la alteridad
descansa el núcleo de la relación entre la conciencia (yo) y el otro (tú). Bastaría mencionar
que dentro el drama del determinismo cósmico se manifiesta el panteísmo; así como en el
concepto de igualitarismo individual y social de la Ilustración o la homologación de la
cosmovisión contemporánea.
La preferencia es también la modalidad según la cual el ser del hombre actúa en su libertad
inteligente y volitiva, en cuanto que ella eligiendo a un particular elimina su fragmentario
aislamiento con respecto al todo y lo incorpora en el horizonte relacional en el cual cada
realidad viene re-significada, es decir puesta en la posibilidad de re-comprensión frente al
sujeto cognoscente y volitivo. Por lo cual la comprensión misma de la realidad acontece
como evento (ad-viene), como dado de la relación preferencial. El que posee la realidad
posee su mismo misterio como última y profunda forma del ser que, preferido, se dispone
con actitud abierta frente al fenómeno de la predilección.
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no sólo lo constituyó, sino que hace que sea constantemente lo que es, preferíendolo en una
realidad relacional: yo-tú; el yo es un tú que lo hace. Esta afirmación es la prueba más
contundente de la permanencia del factor preferencial: el yo de-viene, llega a ser en
relación a un tú que lo predilige (prefiere).
CUESTIONARIO 12º
2.¿En qué sentido el Ser se da de una forma privilegiada en el ser del hombre?
10. Comenta la frase: “Quién eres tú que llenas mi corazón de tu ausencia, que llenas toda
la tierra de tu ausencia…”
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PROGRAMA DE ESTUDIO
NOMBRE DE LA ASIGNATURA:
Introducción a la Filosofía
OBJETIVOS DE LA ASIGNATURA
GENERALES:
− Comprender cómo surge y llega a formarse y se caracteriza el pensamiento filosófico.
− Examinar el uso de la razón frente a la realidad.
− Conocer las problemáticas fundamentales de la filosofía, en relación con la época
histórica y contexto cultural en las cuales se presentaron.
ESPECÍFICOS:
− Capacitar para la pregunta filosófica, distinguiéndola de las demás.
− Formar el hábito de síntesis propio del saber filosófico.
− Habilitar para el discurso filosófico.
LECCIÓN I
TEMA:
Presentación del curso: Introducción a la filosofía (lección introductoria).
SUBTEMAS:
En este apartado se enfrentará la visión general del curso, introduciendo al discente a los
presentes conceptos filosóficos:
− ¿Qué es la filosofía?
− ¿Para qué sirve la filosofía?
− ¿Cómo se distingue el pensamiento filosófico?
− ¿Cuáles son los ejes centrales de la filosofía?
LECTURAS SELECTAS:
Maritain, J. Introducción a la filosofía, preliminares, pp. 7-9.
Artigas M. Introducción a la filosofía, pp. 15-23.
2 hrs de clase (lección).
2 hrs de discusión y lectura común.
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Nota: 1. Todas las unidades temáticas tendrán el mismo tiempo de exposición.
2. Las lecturas selectas podrán ser sujetas a cambios.
LECCIÓN II
TEMA:
Pensamiento común y pensamiento filosófico.
SUBTEMAS:
En esta unidad se presentarán las características propias del pensamiento filosófico y sus
referencias históricas:
− Pensamiento común.
− Pensamiento mítico.
− Cómo surgen las preguntas de la filosofía.
− El sujeto filosófico.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Artigas, M. Introducción a la filosofía, la filosofía como sabiduría, pp. 25-31.
LECCIÓN III
TEMA:
La filosofía y su pretensión: la totalidad y la unidad.
SUBTEMAS:
En esta parte de nuestro programa se pretende explicar el sentido de la totalidad y de la
unidad que la filosofía impone al pensamiento:
− Definición de los objetos de la filosofía.
− El problema de la totalidad y de la unidad.
− El significado de las causas últimas.
LECTURAS SELECTAS:
Maritain, J. Introducción a la filosofía, pp. 81-87.
LECCIÓN IV
TEMA:
La pregunta filosófica es una pregunta de razones.
SUBTEMAS:
En este apartado se explicarán los tres puntos de partida metodológicos para poder
filosofar:
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− El realismo.
− La razonabilidad.
− La moralidad en el conocer.
LECTURAS SELECTAS:
Giussani, L. El sentido religioso, pp. 13-37.
LECCIÓN V
TEMA:
La filosofía como sabiduría.
SUBTEMAS:
En esta parte se proporcionan los datos en grado de identificar la filosofía como saber en
cuanto búsqueda inteligible y volitiva del ser:
− Búsqueda del ser: arqué y logos.
− El ser y su inteligibilidad: el ser y la nada, lo universal y lo particular.
− Lo uno y lo múltiple.
− El cambio, etc.
LECTURAS SELECTAS:
García, M. Lecciones preliminares de la filosofía, ingreso en la ontología, pp. 49-65.
LECCIÓN VI
TEMA:
Para qué sirve la filosofía: el problema de la verdad.
SUBTEMAS:
Aquí se presentará el problema de la verdad y de su conocimiento, en relación con la mente
y con la realidad:
− Se puede conocer la verdad y cómo.
− El conocimiento de la realidad.
− La razón y la verdad.
LECTURAS SELECTAS:
Artigas, M. Introducción a la filosofía, método de la filosofía, pp. 41-47.
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LECCIÓN VII
TEMA:
La filosofía: ciencia crítica y sistemática.
SUBTEMAS:
Se tratará de explicar cómo la filosofía es también ciencia (y su propia expresión):
− Pensamiento lógico.
− Pensamiento crítico.
− El lenguaje filosófico y su relación con las demás ciencias.
LECTURAS SELECTAS:
Verneaux, R. Introducción general a la filosofía, pp. 29-41.
LECCIÓN VIII
TEMA:
El impacto estético con la realidad: el asombro y el método filosófico consecuente.
SUBTEMAS:
En esta unidad se enfrentará el problema del objeto sensible y del método que el objeto de
conocimiento impone:
− La realidad como una, verdadera y buena (metafísica-gnoseología-ética).
− Cómo se presenta el problema del método en la filosofía.
− Un solo método o pluralidad de métodos.
LECTURAS SELECTAS:
Giussani, L. El sentido religioso, cómo se despiertan las preguntas últimas, pp. 125-
137.
LECCIÓN IX
TEMA:
Desde el impacto estético a lo ético.
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SUBTEMAS:
En este apartado se quiere presentar el problema de la ética en relación con el saber
filosófico:
− De dónde surge la idea de bien: su fundamento.
− El acto moral: memoria y deseo.
− ¿Posibilidad o imposibilidad de bien?
LECTURAS SELECTAS:
Artigas, M. Introducción a la filosofía, pp. 73-80.
LECCIÓN X
TEMA:
El cosmos como presencia real del misterio de la existencia: el significado de la
naturaleza.
SUBTEMAS:
En este apartado se abordará la problemática de la vida física, como misterio penetrado por
la inteligengia del hombre y signo de la inteligencia última:
− Qué es vida y el mundo físico.
− El pensamiento físico-filosófico y sus grandes puntos de vista.
− El cosmos como signo de un orden superior: Teología natural.
LECTURAS SELECTAS:
Artigas, M. Introducción a la filosofía, pp. 61-69.
LECCIÓN XI
TEMA:
La filosofía y el problema de Dios.
SUBTEMAS:
En este núcleo se presentará el problema del hombre y su trascendencia:
− El hombre como ser personal y de relación.
− La relación entre fe y razón y sus problemáticas.
− El sentido de Dios y la realidad como la trascendencia.
LECTURAS SELECTAS:
Verneaux, R. Introducción general a la filosofía, pp. 41-53.
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LECCIÓN XII
TEMA:
Conclusión:
El significado de la experiencia filosófica.
SUBTEMAS:
En estas conclusiones se propone el valor experiencial del saber filosófico como saber
perenne para todo hombre:
− La filosofía como problema de la presencia.
− El valor de la experiencia filosófica.
− La respuesta filosófica a la existencia.
LECTURAS SELECTAS:
Gilson, E. La unidad de la experiencia filosófica, pp. 345-369.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE.
UNIDADES DE EVALUACIÓN
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BIBLIOGRAFÍA.
AA.VV, A la Búsqueda del Sentido, Marcuse, Popper, Horkheimer, et. al. Sígueme,
Salamanca, 1989.
BOCHENSKI, I.M. Los Métodos Actuales del Pensamiento, Rialp, Madrid, 1958.
DERISI, O.N. Concepto de la Filosofía Cristiana, Club de lectores, Buenos Aires, 1979.
92
GILSON, ETIENNE, La unidad de la Experiencia Filosófica, Rialp, 1960.
93
PIEPER, J. Defensa de la Filosofía, Herder, Barcelona, 1970.
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APÉNDICE
1. Percepción de la forma.
La puerta etrusca de la Ciudad de Volterra tiene a sus lados dos rostros. Dos piedras.
Piedras ciclópicas, esbozadas por el tiempo, que parecen buscar en sí mismas un rostro
en las noches de los tiempos.
Eran rostros. Permanecen siendo rostros: su morphé los eterniza. Son formas, caras que
se definen no con los ojos sino con el tacto (porque la inteligencia antes de tener ojos
tiene tacto). El tacto es el límite próximo al perímetro del cuerpo y es preámbulo de la
totalidad del acto humano. El tacto prepara al acto amoroso. En nuestro caso, el acto de
conocer.
Es el misterio.
El misterio para los etruscos no estaba en el aire, en el fuego, etc.; estaba ad figuram, en
el rostro.}
El rostro etrusco es la morphé griega; la forma del ser como misterio que se hace
presente en la materia; que reenvía a algo. Como la sonrisa esbozada en el rostro de los
dos esposos del sarcófago de Cerveteri o en el rostro sereno de Larthia Seianti.
2. De la Tierra a la Vida.
La tierra ha conservado la cultura etrusca. Sus necrópolis son moradas (ethos) de los
vivos.
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La tierra ha conservado este deseo de los hombres tirrenos: algo ha engendrado. No
como lejano recuerdo, sino como presente y futuro, en cuanto una cultura siempre
engendra: después de casi 2000 años se asomará frente a la humanidad el genio
florentino que, con su humanismo renacentista, abrirá las puertas al hombre moderno.
Nota: La actitud a la que se les invita hoy, es la de mirar, con los ojos d ela mente, los
objetos y dejar que el asombro nos interrogue.
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