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OSCAR SNEYDER HERRERA MAHECHA 181215119

LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ DESDE LOS TERRITORIOS

Una preocupación por el territorio y una preocupación por los derechos; tomare
la anterior declaración de Jaramillo para iniciar este texto, cuya principal
preocupación será la constatación de las políticas impulsadas en favor del
reconocimiento de una Nación en paz, de las verdaderas implicaciones que
tienen para las comunidades más afectadas dichos acuerdos firmados en la
habana, y de hasta qué punto es una realidad la participación de los afectados
en la construcción de estos nuevos pactos.

Desterrar la violencia de estas zonas, librarlas de lo que parece ser un


asentamiento de la guerra en la cotidianidad, todo, bajo la atención y
participación constante en los procesos de nueva formación democrática de los
actores más afectados, esta parece ser la única premisa bajo la que se
fundamentaría la paz como un acceso a los derechos vitales y de libre desarrollo.

Es importante hace notar la incertidumbre por parte de los actores regionales,


sus dudas están bien fundamentadas pues no saben si este proceso que se está
llevando a cabo sigue obedeciendo a intereses más burocráticos o si realmente
comportan cambios a nivel político y económico; “La paz ha de incluir niveles de
especificidad, de acuerdo con las particularidades poblacionales,
generacionales, así como territoriales a escalas cada vez más locales, y a la vez
desarrollar niveles de consenso y acuerdo en torno a los horizontes y metas,
desde lo local hasta lo nacional, pasando por lo regional, teniendo presente los
mecanismos que permitirán alcanzarlas.” (La construcción de paz desde los
territorios. Pág. 9)

Como consecuencia primaria de los desplazamientos ay que reconocer la


agresión hacia las formas de coexistencia de los antiguos habitantes y sus
culturas, siendo desposeídos de identidad étnica y territorial. También está el
hecho de que siempre se ha tendido a sobreponer la importancia de un sector
frente al otro, la ciudad o el campo, los megaproyectos agroindustriales frente a
los procesos de producción local, al mismo tiempo que se desvía la atención, o
si se quiere, se compra la atención merced a otros sectores que se ven
beneficiados con todo este mercado que propicia las acciones ilegales
repercutiendo sobre la población juvenil, ya sea por medio de las bandas
criminales o por la implantación de la idea del dinero fácil.

Lo anterior va de la mano con ese débil terreno donde se asienta nuestra


memoria colectiva, es debido a esa falencia en las bases de nuestro accionar
como pueblo, como comunidad que se han abierto las mayores brechas por
donde se dilapida el precario reconocimiento a los procesos sociales y políticos
que se han intentado organizar en múltiples ocasiones, “La debilidad del tejido
social, la escasez de recursos, y la imposición de intereses particulares, se
conjugan con una tradición política de corte centralista y paternalista,
produciendo una dinámica organizativa fragmentaria, limitada en la participación
y la incidencia política.” (La construcción de paz desde los territorios. Pág. 16)

El mal gobierno diría “Marcos” el pésimo manejo de las instituciones locales y


regionales, tiene una deuda con las víctimas del conflicto, esto es algo que a
primera vista parece obvio pero es necesario resaltarlo, ya que por allí es que se
debe iniciar un verdadero reconocimiento de las falencias capitales de un Estado
que está en la obligación de restituir la dignidad tanto a los actores tanto locales
como colectivos.

La burocracia y las amenazas a la población víctima del conflicto viene a


sumarse al descreimiento en los procesos que se llevan en marcha, así como
los crímenes perpetuados por altos funcionarios del estado quienes desde el
anonimato han influido negativamente en las regiones más afectadas; ante este
panorama no queda más que preparar, formar, quiero decir educar, diversas
formas de interacción que se adapten o nazcan si es posible, desde dinámicas
de realización a nivel interno de las comunidades, dinámicas que deben
priorizarse a partir de la cooperación y lazos de solidaridad mancomunados.

Ejecución de acciones integrales, este podría ser un rumbo real al comenzar a


implementar una verdadera política territorial: se habla de una definición de
objetivos de la necesidad de contar con una infraestructura y del reconocimiento
de las subregiones así como del impulso a las potencialidades propias de cada
zona. El texto es reiterativo en el reconocimiento necesario que debe haber por
parte del estado en todo lo relacionado con políticas regionales que partan desde
los actores más afectados del conflicto, también en lo relativo a una presencia
verdaderamente efectiva del Estado así como a un adecuado ensamble en
cuanto a los mecanismos de participación ciudadana.

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