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EL CONOCIMIENTO
BÍBLICO
UN COMENTARIO EXPOSITIVO
ANTIGUO TESTAMENTO
TOMO 2
DEUTERONOMIO — 2 SAMUEL
Editores en inglés
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Responsables de la edición en castellano:
Julián Lloret
Jack Matlick
Ediciones Las Américas, A.C.
Apartado 78, 72000 Puebla, Pue., México
Publicado en castellano por
Ediciones Las Américas A. C.
Apartado Postal 78,
72000 Puebla, Pue., México
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción parcial o total.
Primera edición, 1999
©1996 CAM International;
originally published in English under the title of
THE BIBLE KNOWLEDGE COMMENTARY
(Old Testament)
©1985 by Scripture Press Publications, Inc.
4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas están tomadas
de la Versión Reina Valera Revisión 1960.
La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento
Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569).
Revisada por Cipriano de Valera (1602).
Otras revisiones:1862, 1909 y 1960.
© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
ISBN de la versión inglesa 0-88207-813-5
ISBN 968-6529 73-X (obra completa, Antiguo Testamento)
ISBN 968-6529 75-6 (Tomo 2)
Se dio término a la impresión de este libro el 15 de septiembre de 1999 en los talleres de Ediciones Las
Américas, A. C.
Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano
Prefacio
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de Deuteronomio
Comentario de Josué
Comentario de Jueces
Comentario de Rut
Comentario de 1 Samuel
Comentario de 2 Samuel
Apéndice de mapas, graficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de lectores y
estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son muchos, pero uno de
los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido del texto bíblico. Será muy
útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, que nos hacen sabios para conocer
―la salvación por la fe que es en Cristo Jesús‖.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y perseverar en
la publicación de esta edición en castellano:
■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y
capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran proyecto
con entusiasmo.
■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los
primeros tomos.
■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en especial
a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas están tomadas
de la Versión Reina Valera Revisión 1960.
La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento
Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569).
Revisada por Cipriano de Valera (1602).
Otras revisiones:1862, 1909 y 1960.
© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
ISBN de la versión inglesa 0-88207-813-5
ISBN 968-6529 73-X (obra completa, Antiguo Testamento)
ISBN 968-6529 75-6 (Tomo 2)
Se dio término a la impresión de este libro el 15 de septiembre de 1999 en los talleres de Ediciones Las
Américas, A. C.
Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano
Prefacio
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de Deuteronomio
Comentario de Josué
Comentario de Jueces
Comentario de Rut
Comentario de 1 Samuel
Comentario de 2 Samuel
Apéndice de mapas, graficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de lectores y
estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son muchos, pero uno de
los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido del texto bíblico. Será muy
útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, que nos hacen sabios para conocer
―la salvación por la fe que es en Cristo Jesús‖.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y perseverar en
la publicación de esta edición en castellano:
■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y
capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran proyecto
con entusiasmo.
■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los
primeros tomos.
■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en especial
a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
Introducción
La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de un largo e histórico
enlace fraternal entre el personal de varias instituciones: el Seminario Teológico de Dallas, Tex., cuyo
personal docente escribió el comentario original en inglés. Por otro lado,
lad o, los editores, traductores y
personal técnico de esta publicación en castellano provienen
pro vienen de CAM Internacional (antes llamada
Misión Centroamericana) y de Ediciones Las Américas, A. C., Puebla, México. Es motivo de alabanza
a Dios el espíritu de cooperación entusiasta entre estas unidades para publicar esta obra.
Editores generales de la edición en inglés
John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Th.D., D.D., Litt.D. Canciller, Ministro Representante y
Profesor Emérito de Teología Sistemática del Seminario Teológico de Dallas.
Roy B. Zuck B.A.,
B.A., Th.M., Th.D. Profesor titular emérito de Exposición Bíblica, Editor de Biblioteca
Sacra, Seminario Teológico de Dallas.
Editor de consulta, Antiguo Testamento
Kenneth L. Barker, B.A., Th. M., Ph.D., Director Ejecutivo del Centro de Traducción de la NVI,
Exprofesor titular de estudios veterotestamentarios, Seminario Teológico de Dallas.
Eugene H. Merrill, B.A., M.A., M.Phil., Ph.D., Profesor Titular de Estudios Veterotestamentarios,
Seminario Teológico de Dallas.
Responsables de la edición en castellano
Julián Lloret, B.A. Th.M., Th.D. Consultor de Educación Teológica, CAM Internacional, Dallas, Tex.
Jack D. Matlick , B.A. Director, Medios de Comunicación CAM Internacional, Dallas, Tex.
Gonzalo Sandoval L. Director General, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, Méx.
Editores de la edición en castellano
Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las Américas, A.C.
Roberto Lloyd G., B.A., M.A. Editor, Ediciones Las Américas, A.C., CAM Internacional.
Bernardino Vázquez, Prof. en Pedagogía, Univ. Marroquín, Lic. y M.A. en Biblia, SETECA,
Guatemala.
Autores del Tomo 2, A.T.
Deuteronomio
Jack S. Deere, B. A., Th. M., Th. D. conferencista y ex profesor asistente de Estudios
Veterotestamentarios, 1976 – 1987,
1987, Seminario Teológico de Dallas, Tex.).
Josué
Donald K. Campbell, B.A., Th. M. Th. D., D.D., Presidente Emérito y Profesor Emérito de
Exposición Bíblica, Seminario Teológico de Dallas, Tex.
Jueces
F. Duane Lindsey, B.A., B.D., Th.M., Th.D. (Ex registrador y Profesor Asistente de Teología
Sistemática, Seminario Teológico de Dallas, Tex.)
Rut
John W. Reed, B.A., M.A., M.Div., Ph.D. Profesor Emérito de Ministerios Pastorales, Seminario
Teológico de Dallas.
1, 2 Samuel
Eugene H. Merrill, B.A., M.A., M.Phil., Ph.D., Profesor Titular de Estudios Veterotestamentarios,
Seminario Teológico de Dallas.
Traductores del Tomo 2, A.T.
Deuteronomio
Bernardino Vázquez, Prof. en Pedagogía, Univ, Marroquín, Lic. y M.A. en Biblia, SETECA,
Guatemala.
Josué
Lic. Alberto Peláez Irissón, Prof. en Teología, SETECA, Guatemala, Lic. en Sistemas
Computacionales, UDLA, Puebla, México
Jueces, Rut
Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las Américas, A.C.
1, 2 Samuel
Elizabeth M. de Carpinteyro, Profesora en Teología, SETECA, Guatemala.
Prefacio
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo, es una serie de estudios detallados de las
Sagradas Escrituras escritos y editados exclusivamente por catedráticos del Seminario Teológico de
Dallas. La serie ha sido preparada para el uso de pastores, laicos, maestros de Biblia, y para quienes
desean estudiar un comentario comprensible, breve y confiable de la Biblia completa.
¿Por qué publicar otro comentario bíblico cuando ya existen tantos? Hay varios distintivos que hacen
de El Conocimiento Bíblico un libro con matices propios.
Primero, fue escrito por la facultad de un solo seminario, el Teológico de Dallas, Texas, E.U.A. Este
hecho asegura una interpretación consistente de las Escrituras en el aspecto gramatical e histórico así
como en la perspectiva pretribulacionista y premilenarista. Sin embargo, en las ocasiones en que
existen diferencias de opinión entre los eruditos evangélicos, los autores presentan varias
interpretaciones del pasaje.
Segundo, esta serie de comentarios se basa en la muy popular versión Reina-Valera Revisión 1960 que
todos conocemos. Así que es una herramienta útil y fácil de usar junto con su Biblia de estudio
personal.
Tercero, este Comentario tiene otros distintivos que no contienen otros: (a) Al comentar el texto
bíblico, los autores señalan cómo se desarrolla el propósito de cada libro y la manera en que cada
pasaje forma parte del contexto en que se encuentra. Esto ayuda al lector a ver la forma
form a en que el
Espíritu Santo guió a los autores bíblicos a escoger su material y sus palabras. (b) Se consideran y
discuten con cuidado los pasajes problemáticos, costumbres bíblicas desconocidas, y las así llamadas
―contradicciones‖. (c) Se incorpora
incorpora a este Comentario la opinión de los eruditos bíblicos modernos. (d)
Se discuten muchas palabras hebreas, arameas, y griegas que son importantes para la comprensión de
algunos pasajes. Se ha hecho una transliteración de ellas para los que no conocen los idiomas bíblicos.
Pero, aun los que conocen bien esos idiomas, hallarán muy útiles los comentarios. (e) Para facilitar el
estudio y comprensión del texto se incluyen diagramas, gráficas y listas que aparecen en el apéndice al
final del tomo. (f) Se hacen numerosas referencias cruzadas que ayudan al lector a encontrar pasajes
relativos o paralelos que amplían el tema que se trata.
El material de cada libro de la Biblia incluye una Introducción donde se estudia al autor, la fecha, el
propósito, el estilo, y sus características únicas; un Bosquejo, el Comentario, y una Bibliografía. En la
sección llamada Comentario, se da el resumen de pasajes enteros así como la explicación detallada de
cada versículo y, muchas veces, de cada frase. Todas las palabras de la versión Reina-Valera Revisión
1960 que se citan textualmente aparecen en letra negrilla, así como el número de los versículos con que
comienza cada párrafo. En la sección de Bibliografía se sugieren otros libros y comentarios para
estudio personal que sin embargo, no han sido aprobados en forma total por los autores y editores de
este Comentario.
Los tomos que constituyen la serie del El Conocimiento Bíblico presentan exposiciones y explicaciones
basadas en una esmerada exégesis
ex égesis de las Escrituras, pero no es primordialmente
primordialme nte un comentario
devocional ni una obra exegética con detalles de lexicografía, gramática y sintaxis, ni hace un análisis
de la crítica textual de los libros. Esperamos que este Comentario le ayude a profundizar su
comprensión de las Sagradas Escrituras a medida que los ojos de su entendimiento son alumbrados por
el ministerio del Espíritu Santo (Efesios 1:18).
Se ha diseñado este Comentario para enriquecer su comprensión y aprecio de las Escrituras, la palabra
de Dios inspirada e inerrante, para motivarle a no ser un ―oidor‖, sino ―hacedor‖ de lo que la Biblia
enseña (Santiago 1:22), y para capacitarlo para que pueda ―enseñar también a otros‖ (2 Timoteo 2:2).
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Adaptado para la edición en español por Jack D. Matlick
LISTA DE ABREVIATURAS
1. General
a.C. antes de Cristo
a.m. antes meridiano
aprox. aproximadamente
ar. arameo
A.T. Antiguo Testamento
ca. cerca de
cap., (s) capítulo (s)
cf. Confer (compare)
cm., (s) centímetro (s)
d.C. después de Cristo
ed. edición, editado
eds. editores
e.g. por ejemplo
et al y otros
etc. y otras (cosas)
fem. femenino
gr. griego
hebr. hebreo
íbid en el mismo lugar
i.e. esto es
imper. imperativo
imperf. imperfecto
ing. inglés
kg., (s) kilogramo (s)
km., (s) kilómetro (s)
lit. literalmente
m. murió, muerto
mar. margen, lectura marginal
masc. masculino
ms., mss. manuscrito, manuscritos
mt., (s) metro (s)
n., ns. nota, notas
neut. neutro
n.p. no se sabe quién lo publicó
N.T. Nuevo Testamento
núm., (s) número, números
pág.,(s) página, páginas
párr., (s) párrafo, párrafos
part. participio
pas. pasivo
perf. perfecto
pl. plural
p.m. pasado meridiano
pres. presente
pron., (s) pronombre (s)
s. siglo
sem. semítico
s.f. sin fecha
sing. singular
TM texto masorético
trad. traducción, traductor
V. véase
v., vv. versículo, versículos
vb., (s) verbo, (s)
vol., (s). volumen, volúmenes
vs. versus
2. Libros de La Biblia. Antiguo Testamento
Gn. Génesis
Éx. Éxodo
Lv. Levítico
Nm. Números
Dt. Deuteronomio
Jos. Josué
Jue. Jueces
Rt. Rut
1, 2 S. 1, 2 Samuel
1, 2 R. 1, 2 Reyes
1, 2 Cr. 1, 2 Crónicas
Esd. Esdras
Neh. Nehemías
Est. Ester
Job Job
Sal. Salmos
Pr. Proverbios
Ec. Eclesiastés
Cnt. Cantares
Is. Isaías
Jer. Jeremías
Lm. Lamentaciones
Ez. Ezequiel
Dn. Daniel
Os. Oseas
Jl. Joel
Am. Amós
Abd. Abdías
Jon. Jonás
Mi. Miqueas
Nah. Nahúm
Hab. Habacuc
Sof. Sofonías
Hag. Hageo
Zac. Zacarías
Mal. Malaquías
Nuevo Testamento
Mt. Mateo
Mr. Marcos
Lc. Lucas
Jn. Juan
Hch. Hechos
Ro. Romanos
1, 2 Co. 1, 2 Corintios
Gá. Gálatas
Ef. Efesios
Fil. Filipenses
Col. Colosenses
1, 2 Ts. 1, 2 Tesalonicenses
1, 2 Ti. 1, 2 Timoteo
Tit. Tito
Flm. Filemón
He. Hebreos
Stg. Santiago
1, 2 P. 1, 2 Pedro
1, 2, 3 Jn. 1, 2, 3 Juan
Jud. Judas
Ap. Apocalipsis
3. Versiones de La Biblia
BD Biblia al Día
BC Bover Cantera
BLA Biblia de las Américas
BJ Biblia de Jerusalén
HA Hispanoamericana (N.T.)
LA Latinoamericana
LXX Septuaginta
NC Nácar Colunga
NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
RVA Reina Valera Actualizada
RVR09 Reina-Valera Revisión 1909
RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
RVR77 Reina-Valera Revisión 1977
RVR95 Reina-Valera Revisión 1995
TA Torres Amat
Taizé Versión Ecuménica
VM Versión Moderna
VP Versión Popular (Dios Habla Hoy)
Vul. Vulgata Latina
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Hebreo
Consonantes
’
b
ḇ
g
d
ḏ
h
w
z
ḥ
ṭ
y
k
ḵ
l
m
n
s
‘
p
ṣ
q
r
ś
š
t
ṯ
Dagesh forte se representa por la duplicatión de la letra.
Vocalización
bâh
bô
bû
bê
bè
bî
bā
bō
bū
bē
bī
ba
1
bo
1
bu
be
1
bi
bă
bŏ
bĕ
be
bāh
bā’
bēh
beh
Griego
α, ᾳ a
β b
γ g
δ d
ε e
z
, ῃ ē
th
i
k
ι l
κ m
λ n
μ x
ν o
p
ξ r
ζ, ο s
η t
π y
θ f
ρ
ς ps
σ, ῳ ō
ξ rh
1
En sílabas cerradas
ʼ j
γγ ng
γ nk
γμ nx
γρ n
αἰ ai
αὐ au
εἰ ei
εὐ eu
ὐ ēu
νἰ oi
νὐ ou
πἱ jui
DEUTERONOMIO
Jack S. Deere
Traducción: Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
Título. El título castellano de este libro surge de la trad. incorrecta que hace la LXX de Deuteronomio
17:18, donde dice ―una copia de esta ley‖. La LXX trad. esas palabras como deuteronomion (lit.,
―segunda ley‖), que fueron vertidas Deuteronomium en la Vulgata, trad. latina de la Biblia hecha por
Jerónimo en el s. IV. El título hebr. de este libro es ’ēlleh hadd e ḇārîm (―estas son las palabras‖)
conforme a la costumbre hebr. de llamar una obra con base en su(s) palabra(s) inicial(es) (V. 1:1). Este
título hebr. es una mejor descripción del libro, porque no se trata de una ―segunda ley‖, sino del
registro de los sermones de Moisés acerca de la ley.
Autor y fecha. La autoría mosaica de Deuteronomio fue casi universalmente aceptada por judíos y
cristianos hasta el surgimiento de la crítica liberal del s. XIX. Los eruditos liberales nunca han
coincidido en quién consideran que escribió el libro, pero la mayoría concuerda en que no fue Moisés.
Casi todos ellos afirman que se escribió en el s. VII a.C. Una de las razones por las que le adjudican esa
fecha, es el hallazgo del libro de la ley en el templo durante el reinado de Josías (2 R. 22). Muchos
críticos suponen que el ―libro de la ley‖ se refería a Deuteronomio y que había sido escrito en el
nombre de Moisés como un fraude piadoso, y posteriormente fue colocado en el templo, para que
cuando se ―descubriera‖, sirviera para llevar a cabo las reformas de Josías que se efectuaron más
adelante.
Otra razón de dar una fecha tardía es el mandato de Dios a Israel de que tuviera un santuario central
(Dt. 12:1 – 14). Esto se considera como una referencia ligeramente disfrazada a Jerusalén y una
polémica contra el culto de los ―lugares altos‖. Los críticos argumentan que ni Jerusalén ni los lugares
altos fueron prominentes en el período mosaico.
Una tercera razón por la que los críticos sostienen que Deuteronomio fue escrito en el s. VII, es que
parte del material del libro es obviamente posterior a Moisés (e.g., cap. 34, que registra la muerte del
caudillo).
aprox. aproximadamente
poderosos en favor de sus vasallos, así también aquí se evocan los actos poderosos y bondadosos de
Dios a favor de Israel (1:5 – 3:29). Con base en sus actos benevolentes, el rey, en el pacto de vasallaje,
exhortaba a su pueblo a ser completamente leal a él. De manera parecida, Dios exhortó a los israelitas a
que expresaran fe y obediencia a él (4:1 – 41).
A. Repaso de los actos poderosos de Dios entre Horeb y Bet-peor (1:5 – 3:29)
1. PRIMER INTENTO DE ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA (1:5 – 46)
a. Inicio en Horeb (1:5 – 18)
1:5. Cuando Moisés expuso estas palabras, el pueblo de Israel se encontraba al este … del Jordán, en
Moab. La palabra declaró es significativa, porque da a entender que Moisés hizo todo lo que pudo
para aclarar las palabras de Dios a los israelitas. El vocablo bā’ēr se usa sólo aquí y en 27:8 (donde se
trad. con la expresión adverbial ―muy claramente‖) y en Habacuc 2:2 donde se trad. ―declárala‖
(―grábala‖, BLA). Básicamente, el vb. significa ―escarbar‖ (e.g., escarbar un pozo; ―pozo‖ es be’ēr ).
En el decurso de sus mensajes, Moisés buscó promover en sus lectores y de varias maneras, un espíritu
de obediencia. Para alcanzar tal objetivo, usó formas intimidantes de juicio, de promesa de recompensa,
así como diversas alusiones a la bondad de Dios. La palabra que se trad. ley en realidad significa
―enseñanza‖, y ésta no es sólo un cuerpo de leyes como se entiende en el sentido moderno. Es la
enseñanza acerca de cómo caminar con Dios.
1:6 – 8. La forma en que se expresa la oración gramatical hebr. hace énfasis muy marcado en las
primeras palabras Jehová nuestro Dios y establecen el tono del mensaje para todo este discurso. De
hecho, en Deuteronomio las palabras ―Jehová nuestro Dios‖ aparecen mencionadas casi cincuenta
veces. Jehová es el líder soberano de la historia israelita. Cuando se ratificó el pacto y se completó la
revelación en Sinaí (Horeb; cf. v. 2), él guió a la nación a Canaán. Las fronteras (v. 7; cf. 11:24; Éx.
23:31) de ese territorio llegaban más allá del área geográfica que Israel jamás poseyó. Aunque los
reinos de David y Salomón se extendieron hasta el río Éufrates (cf. 2 S. 8:3; 1 R. 4:21), muchos de los
pueblos de ese territorio estaban sojuzgados sólo en cuanto al pago de tributos. En realidad no fueron
conquistados totalmente por los israelitas. De manera que nunca poseyeron completamente la tierra. (V.
el comentario acerca de los amorreos en Gn. 14:13 – 16; Éx. 3:8.) Los valles del oeste daban hacia el
Mediterráneo, junto a la costa del mar. El Neguev era la extensa zona desértica al oeste y suroeste del
mar Muerto.
El mandato (Dt. 1:8) divino de poseer la tierra (por conquista militar) de tan vasta área, no debió haber
turbado a sus oyentes. La promesa acerca de esa misma tierra había sido dada en un pacto, siglos antes,
a Abraham (Gn. 15:18 – 21; 17:7 – 8), y confirmada a Isaac y Jacob (Gn. 26:3 – 5; 28:13 – 15; 35:12).
Esos tres patriarcas se mencionan siete veces en Deuteronomio (Dt. 1:8; 6:10; 9:5, 27; 29:13; 30:20;
34:4). Moisés no dejó duda alguna acerca de la naturaleza de la promesa divina. Ésta provenía de la
gracia y era permanente. Cuando el Señor sella su promesa con un juramento ( juró; cf. 1:35), nunca
cambia su plan (cf. Sal. 110:4).
De manera que desde Abraham hasta que la nación se formalizó en tiempos de Moisés, cada israelita
debía darse cuenta de que permanecía en la línea de la inviolable promesa divina. El mandato de
―poseer la tierra‖ (que aparece mencionado 18 veces en Dt. 1:8, 21, 39; 2:24; etc.) dirigía la atención de
Israel a algo más que el territorio. Debían recibir ánimo para pelear por ella, entendiendo que ya les
había sido entregada por la fidelidad pactal del Señor. Este énfasis en la ―tierra‖ es inusitadamente
fuerte en Deuteronomio, porque se menciona casi 200 veces.
1:9 – 18. Si la nación tenía cualquier duda acerca del propósito o capacidad divinas para cumplir su
antiguo pacto con Abraham, sólo tenía que mirar su condición presente. Israel había llegado a ser tan
numeroso como las estrellas del cielo (v. 10). Esto, por supuesto, fue algo que Dios prometió a
Abraham e Isaac (Gn. 15:5; 22:17; 26:4; Éx. 32:13). Así, el crecimiento de la nación probaba el
pl. plural
sing. singular
Dt. 22:13 – 29). El israelita que fuere infiel a su cónyuge lo sería también al pacto de Dios y se inclinaría
a seguir a otros dioses.
5:19. Muchos eruditos bíblicos consideran que este octavo mandamiento (no hurtarás) se refiere
básicamente al secuestro (cf. 24:7). Sin embargo, probablemente es más exacto verlo como una
prohibición general contra el robo, delito que incluye el secuestro.
5:20. Aunque el falso testimonio contra el prójimo tenía su aplicación principal en las cortes, parece
que también prohibía los chismes. Los mandamientos del sexto al noveno reconocen el derecho que
tiene la persona a su vida, a su hogar, sus propiedades, y su reputación.
5:21. Codiciar significa ―ansia de poseer la propiedad ajena‖. Este mandamiento es diferente a los
anteriores en que no tiene que ver con un acto específico, sino más bien con un pecado emocional o
sicológico. Por lo tanto, la violación de este mandato no podía ser juzgada en los tribunales. Aun así,
―codiciar la propiedad ajena‖ con frecuencia producía la violación de los mandamientos sexto al
noveno. Este era el punto que Jesús recalcó en su explicación de los mandamientos sexto y séptimo
(Mt. 5:21 – 32). Podía suceder que alguien guardara los primeros nueve mandamientos, pero nadie podía
evitar quebrantar el décimo alguna vez. A este respecto, el décimo mandamiento es el más enérgico de
todos, porque hace a la gente estar consciente de su incapacidad de guardar la ley de Dios de manera
perfecta. Y la conciencia los obliga a depender de la gracia y misericordia de Dios.
4. FUNCIÓN MEDIADORA DE MOISÉS (5:22 – 33)
5:22. Este v. remarca el origen divino de los diez mandamientos y el sobrecogedor ambiente en que
fueron dados (fuego, nube y oscuridad; cf. Éx. 19:18; 20:21).
5:23 – 27. La petición de un mediador por parte de los líderes surgió de su encuentro con el Dios santo y
majestuoso. La experiencia en Horeb imprimió en ellos el sentido de su propia incapacidad moral
(moriremos) y de su responsabilidad de obedecer a Dios (oiremos y haremos).
5:28 – 29. Aun cuando el Señor aprobó la respuesta del pueblo, les insinuó que no iban a cumplir sus
buenas intenciones cuando dijo: ¡Quién diera que tuviesen tal corazón …!. (Acerca de temer a Dios,
V. el comentario de 4:10.)
5:30 – 33. Aquí de nuevo se hace hincapié en el origen divino de la ley. El pueblo oyó los diez
mandamientos y luego fue despedido para que se fuera a sus tiendas. Lo que Moisés estaba a punto de
decir a todos ellos — todos los mandamientos y estatutos y decretos de Dios, comenzando con el cap.
6 (cf. 6:1) — provenía del Señor, igual que los diez mandamientos. Su obediencia a todo lo que Moisés
estaba a punto de enseñar era algo crítico, porque de ella dependería su prosperidad en la tierra (cf. 6:3,
24).
B. Los grandes mandatos y advertencias (caps. 6
– 11)
Habiendo recordado a sus lectores el fundamento básico, i.e. los diez mandamientos que oyeron en
Horeb, Moisés pasó a hablar de los detalles de la ley que ellos no escucharon debido a que temían
sobremanera a la voz de Dios (cf. 5:25 – 27). En conformidad con esto, los caps. 6 – 11, que pueden
llamarse ―los grandes mandatos y advertencias‖, tratan con la naturaleza personal de la relación pactal.
Aquí se discuten los detalles relacionados con el compromiso total de los individuos con el Señor.
1. MANDATO DE AMAR AL SEÑOR (CAP. 6)
a. Bendiciones prometidas por la obediencia (6:1 – 3)
6:1. La legislación de los caps. 6 – 11 puede verse como una expresión de un gran mandato, a saber,
―amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas‖ (6:5). Por lo
tanto, la obediencia por parte de los israelitas demostraría que amaban a Dios. Jesús transmitió un
principio similar a los cristianos (cf. Jn. 14:21).
6:2 – 3. La ley fue dada para que la gente pudiera expresar su disposición reverente (temas a Jehová tu
Dios; cf. el comentario de 4:10) hacia el Señor y su deseo de obedecerle de manera concreta. (La
necesidad de obedecerlo es remarcada frecuentemente en Dt.) Al temer a Dios y obedecerlo, hallarían
prosperidad (acerca de las palabras para que te vaya bien, V. el comentario de 4:40) y larga vida en la
nueva tierra (cf. 4:10; 5:33) que fluye leche y miel (V. el comentario de Éx. 3:8).
b. El mandato y su importancia (6:4 – 9)
6:4. Este v. ha sido llamado el Shema, palabra proveniente del hebr. que se trad. oye. La declaración de
este v. es la confesión de fe básica del judaísmo. Su significado es que Dios es totalmente único. Sólo
él es Dios. Por consiguiente, los israelitas podían tener seguridad en la vida, algo totalmente imposible
para sus vecinos politeístas. Rara vez se consideraba que los ―dioses‖ del antiguo Cercano Oriente
actuaran de manera armónica. Todos eran impredecibles y moralmente caprichosos. De modo que un
adorador pagano nunca estaba seguro de que su lealtad a un dios le serviría como protección de la ira
caprichosa de otro dios. La doctrina monoteísta de los israelitas los libraba de esa inseguridad, debido a
que ellos tenían que tratar con un solo Dios, Jehová, quien a su vez se relacionaba con ellos conforme
a una norma revelada, consistente y justa. Esta confesión de monoteísmo no excluye a la doctrina
bíblica de la Trinidad. La palabra Dios es pl. (’ĕlōhîm), posiblemente sugiriendo la existencia de la
Trinidad, y uno es (’eḥād ) sugiere la unidad de las personas en la Deidad (cf. Gn. 2:24, donde la misma
palabra para ―uno‖ se usa con relación a Adán y Eva).
6:5. Amar al Señor significa escogerlo para tener una relación íntima con él y obedecer sus mandatos.
Este mandamiento de amar a Dios se da con frecuencia en Deuteronomio (v. 5; 7:9; 10:12; 11:1, 13,
22; 13:3; 19:9; 30:6, 16, 20). El amor a Dios debía ser totalmente sincero (de todo tu corazón) y
permear cada aspecto del ser y vida del israelita (alma y fuerzas).
6:6 – 9. El pueblo de Dios era responsable de meditar en estas palabras que el Señor mandó, y
guardarlas en el corazón. Esto les capacitaría para entender la ley y aplicarla correctamente. Luego los
padres estarían a su vez en posición de transmitirlas a los corazones de sus hijos. La educación moral y
bíblica de los hijos se realizaba mejor no en un período cotidiano de educación formal, sino cuando los
padres, inducidos por la preocupación por sus propias vidas y las de sus vástagos, hacían de Dios y su
palabra un tema natural de conversación que podría darse en la casa, y andando por el camino, y al
acostarse; i.e., en cualquier lugar y cualquier momento del día (v. 7).
Los mandatos: las atarás … y las escribirás, fueron tomados en forma lit. por algunos lectores judíos
posteriores. Sin embargo, esos mandatos probablemente enfatizan la necesidad de la enseñanza
continua de la ley (cf. Éx. 13:9, 16).
e. Advertencia acerca de la prosperidad (6:10 – 19)
6:10 – 12. El Señor estaba a punto de dar a los israelitas ―prosperidad instantánea‖ en su nueva tierra.
Pero existe un peligro inherente a la prosperidad, porque cuando a una persona le va bien, tiende a
olvidar a Dios (cf. Pr. 30:7 – 9). Fue estando en el apogeo de su prosperidad que David cometió sus más
grandes actos de infidelidad (2 Sam. 11).
6:13 – 19. Cuando llegaran a ser prósperos, los israelitas debían tener mayor cuidado de temer a Dios
(V. el comentario de 4:10) y servirlo. El mandato de jurar ( jurarás) en el nombre del Señor refuerza la
instrucción de temerlo, porque uno jura por el Dios a quien teme, i.e., ante quien se es responsable de
cumplir los juramentos. Si olvidaban a Dios (v. 12) los israelitas seguramente seguirían en pos de
dioses ajenos, porque el Señor creó a la gente no sólo con la capacidad de adorar, sino con la
necesidad de hacerlo. Y ese acto de infidelidad resultaría en juicio, debido a que el Señor es un Dios
celoso (cf. 4:24; 5:9; 32:16, 21). Esto significa que él es celoso para proteger lo que le pertenece sólo a
él. El celo en este caso es éticamente correcto. El celo en el sentido de envidiar las posesiones o
privilegios de otros, obviamente es malo.
Moisés previó otro pecado por el cual los israelitas podrían ser tentados en la nueva tierra, el querer
probar o tentar a Dios (6:16). Esto implica que a veces el pueblo confrontaría situaciones difíciles y
graves apuros como les pasó en Masah (cf. Éx. 17:1 – 7) donde sufrieron escasez de agua y creyeron
que morirían de sed. En lugar de confiar en Dios en medio de la prueba, lo tentaron, se quejaron y
pelearon contra él. En el futuro, los israelitas iban a recordar ese vergonzoso incidente con frecuencia.
Iban a aprender que si ellos obedecían los mandamientos, testimonios y estatutos divinos (cf. Dt.
4:44, 6:1, 20), haciendo lo que es justo y bueno, entonces no importaba qué clase de dificultades
pudieran encontrar, porque les iría bien (cf. v. 3).
d. Transmisión del pacto (6:20 – 25)
6:20 – 25. De nuevo, Moisés recordó a sus lectores la necesidad crucial de transmitir los valores del
pacto a sus hijos. La situación que se presenta aquí ilustra concretamente el mandato de los vv. 6 – 9.
Moisés tenía la visión de un hogar en el que se discute abiertamente la palabra de Dios como parte de la
vida cotidiana. Cuando un hijo pequeño preguntara acerca del significado de la ley israelita, su padre
debía usar el siguiente patrón para explicársela: primero, los israelitas fueron esclavos en Egipto (v.
21a). Segundo, Dios los liberó de manera milagrosa (v. 21b; cf. 4:20) y castigó a los egipcios (6:22).
Tercero, esa maravillosa obra estaba en conformidad con la antigua promesa dada a los patriarcas
(Abraham, Isaac, y Jacob) de formar una nación de sus descendientes en la tierra de Canaán (v. 23; cf.
Gn. 15:18 – 21; 17:7 – 8; 26:3 – 5; 28:13 – 15). Cuarto, Dios entregó su palabra en forma de estatutos, para
que obedeciéndolos y temiendo a Dios (cf. 4:10; 6:13) a los israelitas siempre les fuera bien (cf. Dt.
5:33). Cerca del comienzo de este cap., Moisés hizo hincapié en la necesidad de que los padres amaran
a Dios con todo su ser. Aquí, al concluir este cap., Moisés indicó que un aspecto de amar a Dios (y por
lo tanto obedecerlo) es transmitir a los hijos ese mismo amor hacia él.
2. GUERRA SANTA (CAP. 7)
a. Mandato de destruir a los moradores de la tierra (7:1 – 5)
7:1 – 2. Las siete naciones mencionadas aquí son representativas de los moradores de la tierra de
Canaán (cf. Gn. 15:19 – 21). Dios listó seis de esos siete pueblos cuando llamó a Moisés (Éx. 3:17),
menos el de los gergeseos, quienes (como los heteos, amorreos y jebuseos) descendían de Canaán
(Gn. 10:15 – 16). La enseñanza principal de Deuteronomio 7:1 – 2 es que Israel tenía que destruir a todas
las naciones que vivieran dentro de las fronteras de Canaán (V. el comentario acerca de estos grupos en
20:17).
El mandato de destruirlas del todo, i.e., hombres, mujeres y niños, se ha considerado como un acto sin
ética, demasiado cruel como para que lo realizara un Dios de amor. Sin embargo, se deben considerar
las diversas características de esa gente. Primero, merecían morir debido a su pecado (9:4 – 5). Los
estudios realizados acerca de su religión, literatura, y restos arqueológicos, revelan que formaban la
cultura más depravada que había en la tierra en ese tiempo.
Segundo, persistían en odiar a Dios (7:10). Si ellos se hubiesen arrepentido, Dios los hubiera perdonado
como perdonó a los ninivitas, que se arrepintieron cuando escucharon la predicación de Jonás. Aún así,
parece que el arrepentimiento era algo imposible para esas personas.
Tercero, los cananeos constituían un cáncer moral (cf. 20:17 – 18; Nm. 33:55; Jos. 23:12 – 13). Uno solo
de ellos, aunque fuera un niño, que sobreviviera, tenía el potencial de introducir la idolatría e
inmoralidad, misma que se dispersaría rápidamente entre los israelitas y produciría la destrucción del
pueblo de Dios.
Cuarto, pueden mencionarse dos factores atenuantes. En cierta forma, la muerte de un niño cananeo
podía ser una bendición, porque si moría antes de llegar a la edad de la responsabilidad moral, es
probable que su destino eterno en el cielo estuviera seguro. El segundo factor a recordar es que algún
día Jesucristo regresará a destruir a los impíos de la tierra que no se hayan arrepentido (aunque no se
dice nada acerca de matar niños), y que en comparación, esa ―guerra santa‖ hará palidecer a la que
libraron los israelitas (2 Ts. 2:5 – 10; Ap. 19:11 – 21).
Así que no hay dicotomía entre el Dios del A.T. y el que aparece en el N.T. En ambos testamentos se
revela como un Dios justo y lleno de amor. El mandato de emprender una guerra santa es, por supuesto,
no aplicable al día de hoy porque en el tiempo presente Dios no está trabajando a través de una nación
para preparar su reino en la tierra. Pero los cristianos deben aprender de este mandato que deben ser tan
severos con el pecado que hay en sus propias vidas como Israel debió haber sido con los cananeos.
7:3 – 5. El mandato en contra de los matrimonios mixtos da por sentadas algunas características del ser
humano. Pablo declaró bien este principio: ―¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?‖
(1 Co. 5:6) Casarse con un cananeo incrédulo significaba un desastre para la fe de un israelita. Moisés
recordó al pueblo (Dt. 7:4b) que la espada justa del Señor corta por ambos lados. Los cananeos estaban
siendo juzgados por su maldad; si los israelitas se les unían en su iniquidad, también recibirían el juicio
con ellos. Por lo tanto, todo — incluso los objetos religiosos cananeos — que podrían provocar la más
pequeña curiosidad hacia el culto falso, debía erradicarse totalmente. Las estatuas (cf. 12:3; Éx. 23:24;
34:13) eran posiblemente símbolos masculinos de fertilidad y las imágenes de Asera eran pilares de
madera erigidos en honor de la diosa Asera, consorte de Baal. Mandatos similares se dan en Éxodo
34:11 – 15; Números 33:50 – 52; Deuteronomio 12:2 – 3.
b. Base del mandato (7:6
– 11)
7:6. La base del mandato de destruir a los cananeos descansa en la elección divina de Israel. La palabra
que se trad. escogido significa ―ser elegido para una tarea o vocación‖. Dios había seleccionado a Israel
como su canal para santificar a la tierra. Por lo tanto, era santo (estaba separado para el uso de Dios) y
era su especial tesoro (cf. 14:2; 26:18; Sal. 135:4; Mal. 3:17; V. el comentario de Éx. 19:5). Debido a
que los cananeos estaban corrompiendo la tierra, y puesto que podían poner en peligro la completa
sujeción de los israelitas a la voluntad de Dios, ellos también debían arrepentirse o ser eliminados. Y
como ya se ha dicho, por 400 años se negaron a arrepentirse.
7:7 – 8. La elección de Israel por Dios jamás debía ser motivo de orgullo para la nación, porque Dios no
encontró ningún mérito en ella que lo hubiera movido a escogerla. De hecho, su tamaño pequeño
hubiera servido en principio como obstáculo para su elección. En forma positiva, Moisés ofreció dos
razones que hicieron a Israel objeto de la elección divina. Primero, el Señor amó a Israel. A fin de
cuentas, el amor divino es un misterio, debido a que no fue motivado por ninguna bondad que hubiera
en la nación. Segundo, él los escogió a causa de un juramento que hizo a los padres de la nación (cf.
el comentario de 1:35), Abraham, Isaac, y Jacob. El Señor había prometido a los patriarcas que sus
descendientes llegarían a ser una gran nación y heredarían la tierra de Canaán (Gn. 17:7 – 8; 26:3 – 5, 24;
28:13 – 15), y que él siempre sería fiel a su palabra (cf. He. 6:13 – 18). Por esa razón sacó a Israel de
tierra de servidumbre (cf. Éx. 13:3, 14; 20:2; Dt. 5:6; 6:12; 8:14; 13:5, 10).
7:9 – 11. Moisés quería que los israelitas sacaran dos conclusiones de su elección y redención divinas.
Primero, sólo Jehová … es Dios. Él es capaz de controlar la historia, levantar naciones, y
desaparecerlas. Segundo, él es el Dios fiel. La expresión mil generaciones es de tipo proverbial y
significa ―sin fin‖ o ―para siempre‖. Aunque él nunca echará por tierra su pacto de amor (cf. v. 12) con
Israel, los individuos rebeldes dentro de esa nación serán juzgados por su pecado, tal como el Señor
castiga a sus enemigos de otras naciones (el que le odia). Por lo tanto, cada individuo israelita tenía
que ser muy cuidadoso de guardar sus mandamientos.
c. Recompensa por la obediencia (7:12 – 16)
7:12. Este v. resume los vv. 12 – 16. Si la nación era obediente al Señor, experimentaría su misericordia
pactal. Aunque Dios no abandonaría su pacto debido a las promesas hechas a los patriarcas (padres;
cf. vv. 8, 13; V. el comentario de 1:35), el pueblo podría perder las bendiciones del mismo por su
desobediencia.
7:13 – 15. Dios prometió a Israel, a cambio de su obediencia, darle la bendición de la fecundidad de la
vida humana, animal y vegetal. Los israelitas podrían confiar en que estarían libres de las malas plagas
que eran comunes en Egipto (tal vez incluye las pústulas; cf. 28:27, 60; Éx. 15:26).
7:16. La obligación de los israelitas al entrar a la tierra era destruir a todos los pueblos que estuvieran
dentro de las fronteras de Canaán (cf. vv. 1 – 2). De no hacerlo, serían atrapados por ellos y sus dioses
(cf. Éx. 34:12 – 14) y como resultado de lo anterior, no experimentarían las bendiciones que se acaban
de mencionar (Dt. 7:13 – 15). El v. 16 dirigió naturalmente a Moisés a la exhortación de los vv. 17 – 26.
d. Motivación para librar la guerra santa (7:17
– 26)
7:17 – 26. Moisés conocía los corazones de sus paisanos israelitas. Él recordaba cómo, cuarenta años
antes, la sola mención de los anaceos hizo que sus corazones se amedrentaran (1:26 – 28). De manera
que concluye esta parte de su discurso (acerca de la guerra santa) estableciendo el tema de las batallas
militares en la perspectiva correcta. Los israelitas no debían concentrarse en la fuerza de las naciones
enemigas, sino en la grandeza del Señor. Ellos habían visto la derrota milagrosa de Faraón a través de
señales y milagros (las diez plagas), mismas que se realizaron por el poder de Dios, con su mano
poderosa y brazo extendido (cf. 4:34; 5:15; 11:2). Israel podía esperar que se repitiera la historia en la
destrucción de los cananeos (así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos, 7:19).
Dios haría que los enemigos de Israel huyeran de ella en la batalla como si fueran atacados por
enjambres de avispas (cf. Éx. 23:28; Jos. 24:12). (Algunos comentaristas dicen que la referencia a las
avispas debe entenderse lit., pero otros dicen que se relaciona con el ejército egipcio.) Los enemigos en
realidad temían a Israel (Éx. 15:15; Nm. 22:3; Jos. 2:9 – 11, 24; 5:1; 9:24). Dios produciría grande
destrozo en sus adversarios (Dt. 7:23), i.e., un pánico de origen divino llenaría a los cananeos hasta
dejarlos indefensos para continuar en la batalla (v. 24). Todo esto sucedería en conformidad con un
plan bien concebido (poco a poco, v. 22) de modo que la tierra no quedara despoblada demasiado
rápido y fuera infestada por animales salvajes.
Los israelitas podían estar seguros de conseguir esa gloriosa victoria si tan sólo tuvieran la fe necesaria
para iniciar la guerra y además, la disciplina para destruir a los ídolos que quedaran junto con la plata y
el oro. De otra manera, los israelitas se encontrarían atrapados en la idolatría, siendo objeto de la guerra
santa del Señor contra ellos. Los ídolos cananeos, algunos de ellos promotores de perversiones
sexuales, eran abominación a Dios. De manera que su pueblo debía rechazarlos también, porque las
imágenes eran anatema (apartadas para destrucción, ḥērem ; V. el comentario de Jos. 6:21).
3. ADVERTENCIA CONTRA ASUMIR UN ESPÍRITU DE INDEPENDENCIA (CAP. 8)
a. Exhortación a recordar la experiencia del desierto (8:1 – 6)
8:1. Este v. introductorio era para recordar a los israelitas que los dones de la vida y la fertilidad de la
tierra que Dios prometió no vendrían a los creyentes de manera automática, sino que eran resultado de
la obediencia. La experiencia del desierto fue diseñada para producir en la nación tanto fe como
obediencia. Se indicó al pueblo que cuidara (4:9) de poner por obra todo mandamiento de Dios.
8:2 – 3. Cuando Moisés dijo que Dios había probado a Israel para saber lo que había en su corazón,
utilizó un antropomorfismo. Obviamente, Dios ya conocía lo que había en sus corazones. Lo que quería
enseñar era que su obediencia o desobediencia debía probarse en la historia.
Dios los llevó al desierto, lugar donde no tenían otra alternativa más que confiar en él o murmurar
contra él. En el desierto no podían producir su propia comida, sino que tenían que depender de Dios
para obtener el alimento y, por tanto, para preservar sus vidas. Cuando Moisés les recordó queno sólo
de pan vive el hombre, quiso decir que incluso su comida era preordenada por la palabra de Dios.
Ellos comieron el maná porque vino por mandato divino. No fue a fin de cuentas el pan lo que los
mantuvo vivos ¡sino la palabra de Dios! ―Sólo de pan‖, i.e. el pan que hubieran obtenido
independientemente de su palabra, no los podría haber mantenido vivos.
Esta fue la razón por la que Jesús rechazó la tentación satánica de convertir las piedras en panes cuando
estaba en el desierto (Mt. 4:3 – 4). Jesús sabía que Dios no había preparado esas piedras para que fueran
su comida, y también que su Padre proveería la comida, sin que él tuviera que realizar un milagro a
sugerencia de Satanás (cf. Mt. 7:9).
8:4 – 6. El Señor disciplinó a Israel haciéndolo depender de él en todo: comida, agua y vestido. Puesto
que todas esas cosas fueron provistas por decreto divino, la única respuesta lógica de Israel era guardar
(obedecer) los mandamientos del Señor, siguiéndole y temiéndole. ―Temiéndole‖ implica tener miedo
de desobedecer a Aquel que es poderoso y santo.
b. Exhortación a no olvidar a Dios (8:7 – 20)
8:7 – 9. En contraste con la severidad del desierto, estos vv. describen la abundancia de la nueva tierra
de Israel. Tenía abundancia de agua (esencial para los cultivos y para sustentar la vida de los animales
y seres humanos); de productos agrícolas, entre los que se incluían granos (trigo… cebada), frutos
(vides, higueras y granados), aceite de olivos, miel y minerales. (El hierro y cobre han sido
descubiertos en las montañas que están al sur del mar Muerto.) Por tanto, el pueblo no carecería de
nada (cf. Sal. 23:1).
8:10 – 18. Moisés, entonces, expresó el peligro inherente a la prosperidad. Mientras que en el desierto
los israelitas tuvieron que depender de Dios para satisfacer los requerimientos básicos, su nueva
prosperidad podría oscurecer su necesidad de seguir dependiendo del Señor. Moisés prescribió un
antídoto seguro contra ese peligro: bendecirás a Jehová tú Dios. De hecho, el no alabar a Dios por sus
bendiciones, era un paso encaminado a olvidar a Dios y después desobedecer sus mandamientos.
Un israelita que dejara de alabar al Señor sinceramente, encontraría que su corazón estaba lleno de
orgullo (v. 14) por su abundancia (vv. 12 – 13; cf. Os. 13:6). Olvidaría (cf. Dt. 8:11, 19; V. el
comentario de 4:9) la milagrosa liberación de Israel de Egipto…, casa de servidumbre (cf. 5:6; 6:12;
7:8; 13:5, 10; Éx. 13:3, 14; 20:2) y del desierto (cf. Dt. 1:19; 32:10) con sus serpientes ardientes
venenosas (cf. Nm. 21:6 – 7) y escorpiones. (Esta es la única referencia que se hace en el Pentateuco
acerca de los escorpiones que confrontaron en las jornadas del desierto.) La persona que no recordara la
provisión divina de agua (Éx. 15:25, 27; 17:5 – 7) y maná (Éx. 16) en el desierto, estaría inclinada a
atribuir su riqueza a su propia capacidad (mi poder y la fuerza de mi mano), cuando en realidad se
trataba de un regalo de Dios, como lo fue el agua que salió de la roca del pedernal en el desierto. La
provisión del maná fue una prueba para ver si Israel dependería de la palabra de Dios (cf. el comentario
de Éx. 16:4). Tal dependencia produce humildad (cf. Dt. 8:3). El pueblo podía evitar el orgullo por su
riqueza y fuerza si constantemente recordaba al Señor y la lección que recibió en el desierto: todo en la
vida es un regalo de Dios y nada es posible sin él (v. 18).
8:19 – 20. Así como el no alabar a Dios conduciría al pueblo a olvidarlo, esto último conduciría a que
adorara a dioses ajenos. Lo que a su vez produciría la destrucción (muerte) segura. Si los que
escuchaban a Moisés querían ver un ejemplo de destrucción nacional, todo lo que tenían que hacer era
recordar a las naciones que el Señor destruyó, i.e., los reinos de Sehón y Og (2:26 – 3:11).
4. ADVERTENCIA CONTRA CREERSE JUSTOS (9:1 – 10:11)
a. La conquista de Canaán no se debió a la justicia de Israel (9:1 – 6)
9:1 – 3. Moisés recordó la conmoción del pueblo cuando oyó el informe de los doce espías acerca del
tamaño, fuerza y cantidad de los habitantes que había en Canaán (Nm. 13:26 – 14:4). Él no quería que
volvieran a recibir otro sobresalto o que menospreciaran la enormidad de la tarea que se les estaba
encargando. Por lo tanto, remarcó que la victoria era imposible desde el punto de vista puramente
militar y humano. El enemigo tenía una fuerza superior, ciudades fortificadas (grandes y
amuralladas), mayor experiencia y número de combatientes. Y además tenían una aterradora
reputación: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac? (Acerca de los anaceos ―gigantes‖, V.
el comentario de Dt. 1:28.)
Aunque los cananeos tenían todas esas cosas a su favor, ya estaban condenados a perder antes de que
iniciaran las batallas. Así como en el desierto el Señor iba delante de los israelitas en una columna de
nube o de fuego, así también iría delante del ejército israelita como fuego consumidor para destruir a
los enemigos. Este principio es confirmado en Proverbios 21:31: ―El caballo se alista para el día de la
batalla; mas Jehová es el que da la victoria‖. Sin embargo, el pueblo de Dios no podía permanecer
pasivo. En fe debía iniciar la batalla y aniquilar al enemigo con la fuerza que el Señor le daría, tal como
lo había prometido.
9:4 – 6. Después de experimentar las magníficas victorias de la conquista, sería fácil que los israelitas se
ensoberbecieran, pero sería aún más fácil que se sintieran espiritualmente orgullosos después de
meditar acerca del favor que Dios les había mostrado en esas victorias. En cada uno de estos tres vv.,
Moisés les advierte contra el peligro de desarrollar un espíritu de creerse merecedores o justos al
decirles que sus victorias no serían producto de su justicia propia.
De hecho, Moisés dio tres razones por las que Israel saldría victorioso en la conquista. Primero, la
impiedad de estas naciones (vv. 4 – 5) era tan grande, que demandaba el castigo divino. Dios es el Dios
de Israel, pero también de todas las naciones. Todas ellas son responsables y deben rendirle cuentas.
Segundo, Dios le iba a dar la victoria a Israel porque lo había prometido a los patriarcas (cf. el
comentario de 1:8; V. Gn. 15:13 – 21 que habla tanto del juicio de Dios sobre los perversos amorreos
como de la promesa de la tierra que le daría a Abraham).
Tercero, el Señor les estaba dando la tierra sólo como regalo de pura gracia, porque era un pueblo
indigno, duro de cerviz, terco e indiferente (Dt. 9:6; cf. v. 13; 10:16; 31:27). Más adelante, Moisés
señaló que los israelitas en realidad merecían ser destruidos (9:13 – 14), más bien que bendecidos con el
regalo de la tierra. De manera que Israel nunca debía desarrollar una actitud de orgullo o presunción
por sus victorias en la conquista. Esas conquistas se debían a la maldad de sus enemigos, así como a la
promesa y gracia divinas.
b. Descripción del historial de rebeliones de Israel (9:7 – 10:11)
(1) El becerro de oro (9:7 – 21). 9:7 – 14. Esta sección y la que sigue (9:22 – 10:11), son un bien
argumentado comentario acerca del significado del enunciado ―pueblo duro de cerviz eres tú‖ (9:6). La
exhortación enfática acuérdate, no olvides, remarca lo absurdo de la idea israelita de que la tierra le
fue dada como recompensa por su justicia. Moisés usó un incidente sacado del pasado de la nación, la
adoración del becerro de oro, para ilustrar que la historia israelita había sido prácticamente siempre de
rebelión (v. 7) contra la gracia de Dios. Este incidente (Éx. 32) ilustra, quizá más que ningún otro hasta
ese entonces, tanto la pecaminosidad de Israel como la gracia de Dios. Mientras Moisés ayunaba por
cuarenta días y cuarenta noches en el monte Horeb (Sinaí; cf. Dt. 1:2) y por tanto estaba
dependiendo completamente de Dios, el pueblo estaba haciendo fiesta. Mientras Moisés recibía los
diez mandamientos (las tablas del pacto, 9:9, 11) escritos con el dedo de Dios (V. el comentario de
Èx. 31:18), el pueblo estaba quebrantando varios de ellos al adorar al becerro de oro (V. el comentario
de Éx. 32:6). Mientras el Señor comunicaba el pacto a Moisés, el pueblo se había corrompido y
apartado del camino correcto (Dt. 9:12). Incluso Dios mismo proclamó que el pueblo era duro de
cerviz (v. 13). Su rebelión fue tan grande, que Dios quería destruir a la nación y comenzar todo de
nuevo con Moisés (cf. Éx. 32:9 – 10).
9:15 – 21. Estos vv. registran la reacción de Moisés al pecado del pueblo. El hecho de que mencionara
que se habían apartado pronto del camino (cf. v. 12, ―pronto se han apartado del camino‖) remarca la
volubilidad del pueblo y la gravedad de su pecado. Cuando Moisés quebró las dos tablas … delante
del pueblo, estaba ilustrando gráficamente lo que ellos estaban haciendo de su pacto con el Señor.
Habían violado su acuerdo con él (Éx. 24:3). Por lo tanto, el Señor tenía derecho a deshacer el pacto de
la ley de Sinaí.
La segunda cosa que hizo Moisés fue orar y ayunar cuarenta días y cuarenta noches (Dt. 9:18; cf. v.
25; 10:10). En el A.T., era normal que el pueblo ayunara en ocasiones de arrepentimiento (cf. Jue.
20:26; 2 S. 12:16; 1 R. 21:27; Neh. 1:4). Su ayuno demostraba su unidad con la nación y su repudio del
pecado. Su pecado había provocado la ira de Dios (Dt. 9:18 – 20). Las palabras Jehová me escuchó
indican que Moisés cró. El contenido de su oración se registra en los vv. 26 – 29. Sólo en el v. 20 se
registra en el A.T. el hecho de que Moisés oró también por Aarón, salvando su vida. La total
destrucción que realizó Moisés del becerro de oro — llamado en forma burlona el objeto de vuestro
pecado — hizo que el oro con que fue fabricado fuera irrecuperable. (V. el comentario de Éx. 32:20.) La
destrucción del ídolo por Moisés también ilustraba que el pueblo merecía la total destrucción. Sólo la
gracia de Dios, invocada por la intercesión de Moisés, salvó al pueblo.
(2) Otros casos de rebeldía (9:22 – 24). 9:22. Este v. sugiere que Moisés pudo haber seguido
mencionando hasta el cansancio otros actos de rebeldía de Israel que provocaron a ira a Jehová. Para el
incidente de Tabera, donde el pueblo se quejó de sus dificultades, V. Números 11:1 – 3; el de Masah,
donde el pueblo se quejó por la falta de agua, V. Éxodo 17:1 – 7; y el de Kibrothataava, donde Israel
protestó por el maná, V. Números 11:31 – 34.
9:23 – 24. Después de que Dios manifestó su gracia al no destruir a la nación por el incidente del
becerro de oro, se podría esperar un cambio significativo en el corazón de la gente. Pero de nuevo se
rebelaron colectivamente contra su Dios negándose a subir desde Cades-barnea para empezar la
conquista de la tierra. De modo que Moisés estaba en lo correcto cuando concluyó diciendo que los
israelitas habían sido rebeldes en cada uno de los giros importantes de su historia. Los cristianos
también necesitan tener cuidado del peligro de ser rebeldes contra Dios como lo fue Israel (1 Co. 10:1 –
12), cuando no confían en él ni lo obedecen. Ellos deben tanto a la gracia de Dios como los israelitas de
la generación del desierto.
(3) Petición de Moisés. 9:25 – 29. El contenido de la oración intercesora de Moisés se incluye aquí en
lugar de después del v. 19 donde a primera vista parece que debió haber estado colocado. Quizá se
ubica aquí debido a las palabras del v. 24. Si el pueblo había sido tan rebelde desde su mismo origen
¿por qué Dios no acabó con ellos? Esta oración ofrece una respuesta a esa interrogante.
Estos vv. registran una oración modelo del A.T. La mención de los cuarenta días y cuarenta noches
es una evocación del ayuno de Moisés (v. 18) e indica su sinceridad así como su comprensión de la
gravedad de la situación. Él estaba absolutamente preocupado por la gloria y reputación de Dios. No
rogó por Israel con base en algún mérito que pudiera tener la nación. Más bien, le ―recordó‖ a Dios que
Israel era su propia heredad (cf. v. 29 y el comentario de 4:20). Por lo tanto, a la luz de esta promesa
dada a los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob; cf. 9:5; V. el comentario de 1:8), la destrucción de
Israel por Dios cuestionaría su capacidad para cumplir su promesa (9:28). Esta oración no manifestaba
ningún interés egoísta de parte de Moisés. En lugar de ello, provenía de la preocupación por proteger la
reputación de Dios y del deseo de que él demostrara de nueva cuenta su gracia al perdonar la dureza de
corazón … impiedad y pecado (v. 27) del pueblo, su heredad, al que liberó de Egipto por su poder
(cf. v. 26) y brazo extendido (V. el comentario de 4:34).
(4) Aprobación de la petición de Moisés (10:1 – 11). 10:1 – 5. El Señor, actuando de acuerdo con la
petición de Moisés de no destruir al pueblo, reescribió los diez mandamientos en tablas de piedra.
Esto indicaba que Dios había anulado el anterior acuerdo, que se concluyó en Éxodo 24:3.
Probablemente cada una de las dos tablas contenía una copia completa de los diez mandamientos.
Hacer esto era normal en la concertación de tratados de vasallaje en el antiguo Cercano Oriente, con los
que el libro de Deuteronomio se ha comparado previamente. Siguiendo las instrucciones de Dios,
Moisés hizo un arca de madera (cf. Éx. 25:10 – 16) en la que depositó las tablas. La manufactura de
esa arca obviamente fue hecha en conexión con la edificación del tabernáculo (Éx. 37:1 – 5; 40:20 – 21).
10:6 – 9. Estos vv. pueden ser una interpolación editorial (cf. el comentario de 2:10 – 12). Cuando Israel
estaba en Mosera … murió Aarón. De acuerdo con Números 20:23, 28; 33:38, Aarón murió en el
monte Hor. Probablemente Mosera era la región donde estaba localizado el monte Hor.
La mención de la muerte de Aarón indica que el Señor concedió también la súplica que Moisés había
hecho en el monte Horeb años antes, de preservar la vida a Aarón. Eleazar, el tercer hijo de Aarón
llegó a ser el sumo sacerdote (Dt. 10:6) y a los levitas se les dieron responsabilidades específicas en
relación con el tabernáculo (v. 8). Para estudiar otros detalles relacionados con los levitas, V. el
comentario de 18:1 – 8.
10:10 – 11. Cuando Moisés subió al monte por segunda ocasión (vv. 1 – 5) por cuarenta días y
cuarenta noches (cf. la primera vez que estuvo allí, 9:9), se encontraba ayunando e intercediendo por
Israel (9:18, 25). Habiendo acordado no destruir a la nación, Dios indicó a Moisés que dirigiera al
pueblo a que conquistara la tierra.
5. EXHORTACIÓN CONCLUSIVA PARA QUE EL PUEBLO HICIERA UN COMPROMISO TOTAL CON EL SEÑOR
(10:12 – 11:32)
a. Exhortación a amar al Señor por causa de la elección de Israel (10:12 – 22)
10:12 – 13. Estos vv. son un resumen introductorio a la exhortación general de los vv. 14 – 22. Habiendo
mostrado la imposibilidad de la independencia de Dios (cap. 8) y del orgullo espiritual a la luz de la
historia de rebelión del pueblo (9:1 – 10:11), Moisés llamó a Israel a ejercitar la única opción que tenía
para sobrevivir: hacer un compromiso total con el Señor. Esto se aprecia por el uso de varios vbs.:
temas (cf. el comentario de 4:10), andes … ames … sirvas y guardes. Tal compromiso era para que
el pueblo tuviera prosperidad (cf. el comentario de ―para que te vaya bien‖, 4:40).
10:14 – 15. El Señor está entronizado en los cielos y, por tanto, no es parte de la creación, sino el
soberano sobre toda ella. Aparte de crear el universo, él lo posee y también a todos los pueblos de la
tierra. Pero de manera especial amó a los patriarcas y los escogió para que tuvieran una relación íntima
con él. Y escogió a su descendencia, i.e., los llamó para que fueran sus testigos. De manera que, la
primera razón por la que Israel debía amar al Señor era que él había iniciado una relación de amor con
esa nación rebelde. El mismo principio es cierto en relación con los creyentes de la actualidad (Ro. 5:8;
1 Jn. 4:10).
10:16 – 18. La respuesta apropiada a su elección por el Dios soberano era circuncidar sus corazones (cf.
30:6). Un corazón incircunciso representa un corazón endurecido hacia los mandatos de Dios. Esta es
otra forma de decir que la persona es dura de cerviz o terca (cf. 9:6, 13; 31:27). De esa manera, el
mandato de circuncidar sus corazones asume que los corazones humanos son rebeldes por naturaleza y
necesitan corrección. Aunque el corazón humano es tardo para cambiar, Moisés advirtió a la nación
que ningún soborno ni nada que no fuera un cambio interno podía satisfacer al Señor, quien es Dios
grande. Su trato con los desvalidos (el huérfano, la viuda y el extranjero) ilustra aún más su carácter
absolutamente justo (no hace acepción de personas) y destaca su exigencia a Israel de que fuera justo.
10:19 – 22. La mención del extranjero del v. 18 evoca la gran liberación divina de los israelitas que
dejaron de ser extranjeros en Egipto (v. 19; cf. Éx. 23:9) con grandes y terribles maravillas (v. 21).
Por lo tanto, debían temer, servir, seguir (cf. la expresión ―seguir‖ en Dt. 11:22; 13:4; 30:20), y alabar a
Dios. Como una motivación adicional a ser fieles al Señor, Moisés llamó la atención del pueblo al
hecho de que Dios ya había cumplido parte de la promesa a Abraham multiplicándolo en número como
las estrellas del cielo (cf. Gn. 15:5; 22:17; 26:4). Acerca de la cuestión de si fueron setenta israelitas
los que se mudaron a Egipto (Éx. 1:5) o setenta y cinco (Hch. 7:14 – 15) V. el comentario de ese pasaje
en el libro de Hechos.
b. Exhortación a amar al Señor a causa de sus hechos poderosos (11:1 – 7)
11:1. De nuevo Moisés remarcó de manera especial la relación inseparable entre el amor y la
obediencia (cf. 6:5 – 6; 7:9; 10:12 – 13; 11:13, 22; 19:9; 30:6, 8, 16, 20). La prueba de fuego del amor de
un israelita por Dios era si lo obedecía o no (cf. Jn. 14:15). En hebr., el mandato de amar a Dios
significa escogerlo a él para tener la relación más íntima de la vida y luego expresar esa elección
mediante la obediencia a su voluntad revelada.
11:2 – 7. Toda la historia de Israel había sido controlada por Dios con el propósito de motivarlo a que lo
amara sin reservas. El castigo del Señor se refiere a la educación moral de los suyos. Debido a la
actitud caprichosa del corazón humano, se requerían medidas drásticas y apropiadas para extirpar esa
actitud. De manera que Dios envió a Israel a ―la escuela‖ en Egipto, para que pudiera aprender de su
grandeza y poder (mano poderosa y brazo extendido; cf. 4:34; 5:15; 7:19) y respondiera con
agradecida obediencia por su liberación de mano de Faraón. A Israel se le dieron distintas señales
(11:3; las diez plagas) para que pudiera entender su experiencia. El incidente en el Mar Rojo (lit., ―mar
de los Juncos [de papiro]‖; cf. el comentario de Éx. 14:2) y la subsiguiente destrucción que Dios causó
en los egipcios (Dt. 11:4) sólo puede explicarse por la milagrosa liberación y juicio divinos.
Después de la experiencia en Egipto, enseguida el Señor envió a sus hijos a la ―escuela‖ del desierto
por cuarenta años. En ese lugar, su educación moral fue perfeccionada al tener que depender totalmente
de él para satisfacer todas sus necesidades. La vaga referencia a lo que ha hecho con vosotros (v. 5)
evoca los milagros de Dios por su pueblo cuando estaba en el desierto, incluyendo la provisión del agua
de la roca (Éx. 17:1 – 7), el maná y las codornices (Éx. 16).
No obstante, la disciplina de Dios no fue siempre positiva. En la experiencia del éxodo, el pueblo
aprendió acerca de la gracia y poder divinos, y en el desierto, acerca de su cuidado providencial. En la
rebelión de Datán y Abiram (Nm. 16), Israel aprendió acerca de la santidad de Dios. De no haber sido
por la intercesión de Moisés, el Señor hubiera acabado con toda la nación (Nm. 16:45) por su
quejumbrosa incredulidad (Nm. 16:41).
Moisés exhortó al pueblo a que aprendiera de su pasado, porque Dios había diseñado su historia con un
propósito didáctico. El enfoque en la expresión vuestros ojos han visto y la doble mención de que los
hijos no habían visto los eventos de ese período (Dt. 11:2, 5), aluden a la responsabilidad de los padres
de poner un ejemplo de vida obediente a sus hijos y de transmitirles las verdades aprendidas a través de
esas experiencias.
c. Exhortación a obedecer los mandatos de Dios porque el éxito y larga vida en la tierra dependen
de ello (11:8 – 25)
11:8 – 9. Moisés quería que el pueblo sacara una importante conclusión de esta breve revisión de su
historia (vv. 1 – 7). Puesto que Dios había planeado las experiencias pasadas de Israel para hacer posible
su educación moral, debió ser claro para la nación que su experiencia de la gracia de Dios o del juicio
dependía de su conducta moral. Por lo tanto, ellos podían prosperar en la nueva tierra sólo si
guardaban (obedecían) todos los mandamientos de Dios. La fuerza de los israelitas estaba
directamente relacionada con su obediencia. De manera que su habilidad sobrenatural de vencer a
enemigos más fuertes que ellos y la capacidad para que se prolongaran sus días sobre la tierra (cf.
4:40; 5:16; 6:2; 25:15; 32:47) era, a fin de cuentas, una cuestión ética, no de sabiduría militar. (Acerca
de la expresión la tierra que fluye leche y miel, que aparece frecuentemente en Dt., V. el comentario
de Éx. 3:8.)
11:10 – 15. La mención de los contrastes entre Egipto y la tierra prometida pudo haber surgido de la
referencia a Datán y Abiram (v. 6). Esos hombres se habían referido a Egipto como la ―tierra que fluye
leche y miel‖ y se quejaron de que Moisés no les había dado algo mejor (Nm. 16:12– 14). Sin embargo,
la tierra de Canaán tenía mucho más potencial para la agricultura. Mientras que la gente en Egipto
tenía que depender de la irrigación, el pueblo de Dios recibiría lluvia del cielo, porque él vigilaría la
tierra todo el año. Pero esa lluvia, a diferencia de la irrigación, no dependía de la inventiva o
capacidad humanas, sino más bien de la voluntad de Israel de obedecer los mandamientos del dador
de la lluvia. Esto incluía el amarlo y servirlo (cf. Dt. 10:12). La lluvia … temprana caía entre
septiembre y octubre, y la tardía entre marzo y abril (cf. Jl. 2:23). Esas lluvias empiezan y culminan la
temporada pluvial. Las lluvias son necesarias para que los sembradíos y árboles crezcan, incluyendo el
grano (trigo, lino y cebada), vides (vino), y olivos (aceite), y hierba del campo.
11:16 – 21. Dios advirtió de nuevo a Israel, a través de Moisés, contra practicar la adoración de los
dioses ajenos. Esto está apropiadamente relacionado con los vv. 13 – 15, porque muchos de los dioses
que se adoraban en Canaán eran deidades de fertilidad, i.e., dioses del grano, aceite, lluvia, etc. A
menos que el pueblo de Israel fuere extremadamente cuidadoso (V. el comentario de 4:9) ellos podrían
ser fácilmente tentados por sus vecinos paganos a unirse al culto sensual de esas deidades. Sería tan
sencillo como transferir a uno o más dioses falsos la confianza que tenían en el Señor para que les diera
la fertilidad de la tierra. Y ese culto, que estaba divorciado de la esencia de la ética y que enfatizaba el
sexo ritual, era tan atractivo para el corazón del hombre, que algunos israelitas imprudentes y
moralmente indisciplinados serían atrapados en su trágica red.
La ira de Dios expresada en la hambruna (cierre los cielos) podría evitarse si se abstenían de adorar a
los dioses falsos. Esto era irónico, porque el esfuerzo de Israel de garantizar la lluvia adorando a los
dioses cananeos resultaría en que Dios detendría la lluvia.
Sin embargo, su fuerza de voluntad para evitar ese pecado era tan débil, que sólo podía sostenerse
poniendo atención diligente a las palabras de Moisés acerca de la gracia y liberación divinas así como
del pecado y juicio. Los israelitas debían poner estas palabras en sus corazones (cf. 6:6) y mentes.
(Acerca de poner estas palabras en la mano y entre los ojos, V. el comentario de 6:8.) Sólo
permitiendo que la palabra de Dios permeara cada área de sus vidas y hogares y si la enseñaban
diligentemente a sus hijos (cf. 6:7), la nación tendría esperanza de escapar de la seducción del culto
falso y encontraría prosperidad permanente en la tierra prometida dada por el Señor a sus padres por
medio de un juramento (V. el comentario de 1:35).
El mismo principio se aplica a los cristianos de hoy. El compromiso de aprender y obedecer las
Escrituras guarda a los creyentes de ir tras formas contemporáneas de culto falso (cf. 2 Ti. 3:1 – 9 con 2
Ti. 3:14 –17). Por lo tanto, Pablo exhorta a los cristianos diciendo: ―la palabra de Cristo more en
abundancia en vosotros‖ (Col. 3:16).
11:22 – 25. En este punto de su discurso, Moisés pasó de hablar del tema de la longevidad en la tierra al
de la conquista exitosa de ella. El pueblo debía amar al Señor (cf. 6:5). La obediencia a los mandatos
específicos era esencialmente una expresión de amor de la persona a Dios (cf. 11:1). Y la fidelidad
constante a él (siguiéndole; cf. 10:20; 13:4; 30:20) era una evidencia de amor.
A cambio de su obediencia, el Señor concedería éxito a Israel contra ejércitos enemigos superiores
(más numerosos y fuertes). Él pondría miedo y temor en sus enemigos, de manera que no pudieran
combatir exitosamente contra Israel. Las palabras de Rahab a los espías: ―sé que Jehová os ha dado esta
tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros‖, (Jos. 2:9), son un ejemplo del
cumplimiento de esta promesa (cf. Éx. 15:15 – 16; Dt. 2:25; 28:10; Jos. 2:11, 24; 5:1). Si Israel hubiera
continuado siendo obediente a Dios, sus fronteras se habrían ensanchado (Dt. 11:24; cf. el comentario
de 1:7) para cumplir la promesa hecha a Abraham (Gn. 15:18). Sin embargo, a causa de la
desobediencia de Israel, el cumplimiento de la entrega de toda la tierra está todavía en el futuro.
d. Bendiciones y maldiciones reveladas sobre el monte Ebal y el Gerizim (11:26 – 32)
11:26 – 32. Para conocer los detalles de este hecho, V. el comentario de los caps. 27 – 28. Los vv. 26 – 32
del cap. 11 conforman una conclusión idónea a esta sección del discurso de Moisés. De nueva cuenta
hizo hincapié en que la historia de Israel sería determinada por su relación ética con el Señor.
C. Código de leyes específicas (12:1 – 26:15)
1. INTRODUCCIÓN (12:1)
12:1. Los estatutos y decretos que siguen en esta sección del discurso de Moisés (12:2 – 26:15) no tenían
el propósito de ser exhaustivos. Intencionalmente Moisés no repitió muchos de los detalles y leyes
r egistradas en Éxodo y Levítico. Deuteronomio es la ley predicada (o mejor dicho, ―instrucción‖; V. el
comentario de 1:5). Moisés establecía una calidad de vida ante la nación, más bien que una ley
exhaustiva que reglamentara cada detalle de la vida. Las leyes específicas de esta sección fueron dadas
para ayudar a la gente a subordinar cada área de su vida al Señor, y para ayudarle a erradicar cualquier
cosa que pudiera amenazar esa devoción pura.
Estas leyes fueron dadas teniendo en mente específicamente a la tierra prometida: cuidaréis (cf. el
comentario de 4:9) de poner por obra estos mandamientos en la tierra. Debido a que la palabra de
Dios se cumple con toda certeza, Moisés podía decir a los israelitas que estaban en los llanos de Moab,
todavía fuera de las fronteras de la tierra prometida, que el Señor les había dado la tierra. De modo
que, con el regalo seguro de la tierra en mente, el pueblo debía escuchar cuidadosamente esos estatutos
y decretos. (Acerca de la expresión el Dios de tus padres, V. el comentario de 1:11; cf. 1:21; 4:1; 6:3;
27:3.)
2. LEY DEL SANTUARIO ÚNICO (12:2 – 28)
a. Mandato de destruir los centros de adoración cananeos (12:2 – 4)
12:2 – 4. Los montes y collados eran particularmente significativos en algunas religiones del antiguo
Cercano Oriente porque se pensaba que muchas deidades se habían originado y vivían allí. El árbol
frondoso también era importante para la adoración cananea de los dioses de la fertilidad. Las estatuas
(cf. 7:5; Éx. 23:24; 34:13) quizá eran símbolos masculinos de fertilidad y las imágenes de Asera (cf.
Éx. 34:13; Dt. 7:5; 16:21) eran figuras fabricadas en madera de la diosa de fertilidad Asera, consorte de
Baal. Las esculturas o ―ídolos‖ ( āsîl ) eran probablemente de piedra.
La destrucción completa de esos objetos de culto tenía el propósito de quitar la tentación de adorar a
sus deidades y dejar de contaminar la adoración pura del Señor con objetos y rituales paganos (12:4).
El Señor no toleraría un compromiso parcial. Destruyendo esos centros y objetos de culto, los israelitas
podían expresar su lealtad total a él. Además, podían mostrar que ellos no creían en la existencia de las
deidades cananeas y, por tanto, que no tenían miedo de algún ―castigo‖ de parte de ellas.
b. Instrucción acerca de dónde adorar (12:5 – 7)
12:5. Cuando Israel entrara en la tierra prometida Dios escogería un lugar para poner allí su nombre
(cf. vv. 11, 21; 14:23 – 24; 16:2, 6, 11; 26:2) i.e., él elegiría un sitio para el tabernáculo, el lugar donde
se reunirían Dios y el pueblo (cf. Éx. 33:7 – 11). Ese mandato no quería decir que el tabernáculo estaría
siempre en el mismo sitio, porque era trasladado cuando Dios lo ordenaba. El cumplimiento pleno de
ese mandato vino siglos después, cuando Dios permitió a David trasladar el tabernáculo a Jerusalén,
donde su hijo Salomón edificó el templo. El mandato del santuario único promovía y remarcaba tres
cosas: la unidad de Dios (i.e., él es uno, no muchos), la pureza de la adoración israelita al Señor, y la
unidad política y espiritual del pueblo.
12:6. Los holocaustos (Lv. 1), que serían llevados al lugar de culto debían ser completamente
quemados en el altar. En diversas ocasiones se presentaban para expresar la total dependencia del
adorador en el Señor. La palabra que se trad. sacrificios (zeḇaḥ ) se refiere a la ofrenda dada como
expresión de agradecimiento, e incluía una comida de comunión. Podía presentarse como una ofrenda
de gratitud (Lv. 7:12 – 15; 22:29 – 30) por alguna obra específica que Dios hubiera hecho por el adorador.
O bien, ofrecerse como una ofrenda para cumplir un voto hecho al Señor (Lv. 7:16 – 17; 22:18 – 23). O
como una ofrenda voluntaria por medio de la cual la persona expresaba su agradecimiento a Dios (Lev.
7:16 – 17; 22:18 – 23), pero no necesariamente por algo específico. (Acerca de los diezmos, V. el
comentario de Lv. 27:30 – 32 y Dt. 14:28. Acerca de la ley de los primogénitos [primicias], V. el
comentario de 15:19 – 23.) La ofrenda elevada era para los sacerdotes.
12:7. El ―servicio de adoración‖ israelita se caracterizaría por el júbilo (os alegraréis, vosotros y
vuestras familias) siempre y cuando vivieran fielmente en la nueva tierra, porque podían contar con la
abundante bendición del Todopoderoso. La expresión ―regocijarse‖ en la presencia del Señor aparece
varias veces en el libro de Deuteronomio (vv. 7, 12, 18; 14:26; 16:11; también V. 16:14 – 15).
c. Instrucción acerca de cuándo adorar (12:8 – 14)
12:8 – 9. Al inicio de la experiencia de Israel en el desierto, el Señor encargó a Moisés que ordenara al
pueblo que no sacrificara una vaca, oveja o cabra sin traer primero al animal a la entrada del
tabernáculo para presentarlo como una ofrenda a Dios (Lv. 17:1 – 4). Había dos razones para esto.
Primero, la prohibición fue diseñada para proteger a los israelitas de rendir culto como los paganos (Lv.
17:5 – 9). Segundo, para impedir que los adoradores comieran la sangre del sacrificio (Lv. 17:10 – 13). La
expresión cada uno hace lo que bien le parece puede implicar cierto relajamiento por parte de la
gente, al cumplir esta prohibición (Lv. 17:3 – 4). O Moisés pudo haber dicho que había cierta confusión
acerca de cómo aplicar la prohibición original. Sin embargo, la legislación que sigue quita cualquier
ambigüedad acerca de comer o sacrificar la carne.
12:10 – 14. Las ofrendas (holocaustos … sacrificios … diezmos … ofrendas elevadas y votos, etc. V.
el comentario del v. 6), fueren de carne o grano, podrían presentarse sólo en el tabernáculo (cf. vv. 17 –
18), el lugar que Dios escogió para poner en él su nombre (V. el comentario del v. 5). Esos actos de
adoración debían ser tiempos de regocijo (v. 12).
d. Instrucción acerca de qué presentar en la adoración (12:15 – 28)
12:15 – 16. Los animales de cacería y aquellos que eran aceptables para el sacrificio podían comerse sin
traerlos al santuario central, mientras no fueran sacrificados para ofrendas. Debido a que tales animales
no estaban destinados a la adoración sacrificial, no importaba si quien participaba de la comida estaba o
no ceremonialmente limpio o inmundo. (Las leyes ceremoniales que se encuentran principalmente en
Lv., no eran de naturaleza moral; más bien estaban diseñadas para enseñar al pueblo las verdades
acerca de la naturaleza de Dios, la naturaleza humana, y su relación con el Señor. E.g., las leyes
ceremoniales de Lv. 12 acerca del parto no implican que el nacimiento de un niño es éticamente
incorrecto.) Sin embargo, la prohibición de comer la sangre de animales seguía en pie (V. el
comentario de Dt. 12:23).
12:17 – 19. Moisés advirtió a la gente, por segunda vez (cf. vv. 12 – 13), que cualquier animal que se
planeara utilizar en la adoración del Señor se podría comer sólo en el futuro sitio que ocuparía el
santuario central. De esa forma, se protegía la pureza de la adoración. De nueva cuenta, Moisés habló
acerca de la adoración como un tiempo de júbilo (cf. v. 12). Puesto que los levitas no tenían ninguna
asignación tribal de territorio (10:9; 12:12), vivían en las poblaciones de las tribus (v. 18; 14:29;
16:11). El pueblo debía proveer para las necesidades de ellos (cf. 14:27).
12:20 – 28. Aquí se repite la autorización de comer carne que no estaba destinada al culto sin traerla al
santuario (cf. vv. 15 – 16), pero añadiendo algunos detalles. Los lectores modernos encontrarán esta
repetición algo tediosa. Pero debe recordarse que Deuteronomio fue originalmente presentado a Israel
en forma de sermones. La repetición es generalmente importante en el proceso de aprendizaje, pero es
doblemente importante en los discursos orales, porque la gente no tiene la oportunidad de ―leer‖ de
nuevo algo que no pudo escuchar la primera vez.
La anterior prohibición (Lv. 17:1 – 12) contra comer carne sin ofrecerla primero en el tabernáculo, tenía
el propósito de aplicarse sólo mientras los israelitas estuvieran en el desierto, donde sus ―hogares‖
estaban cerca del santuario. Ahora el pueblo estaba a punto de trasladarse a la tierra prometida, donde
la mayoría de la gente viviría muy lejos del santuario central como para llevar la carne allí. De manera
que se dio permiso de sacrificar y comer animales en casa en las comidas ―seculares‖.
Aun así, el permiso fue dado de tal manera que se preservó el propósito original del mandamiento (Lv.
17:1 – 12). La prohibición estaba motivada por la idea de prevenir la contaminación del culto por los
rituales cananeos y evitar que los israelitas comieran sangre de los animales. Aquí Moisés advirtió
contra comer la sangre, ya sea que el animal hubiera sido sacrificado en casa (Dt. 12:23 – 25; cf. v. 16)
o en el santuario (v. 27).
La sangre simbolizaba la vida (la sangre es la vida, v. 23). Al abstenerse de comer sangre, los
israelitas demostraban respeto por la vida y, al fin y al cabo, por el Creador de la vida. Además, como
lo indica Levítico 17:11, la sangre es el precio de rescate por los pecados, así que la sangre es sagrada y
no debe ser consumida por la gente. Moisés también preservó el propósito original de Levítico 17:3 – 4
al insistir una vez más que todas las ofrendas para el Señor debían presentarse en el santuario central
(Dt. 12:26 – 27; cf. vv. 11, 17 – 18). La sangre debía ser derramada sobre el altar del holocausto.
El N.T. abrogó la ley del santuario único, porque cada cristiano se ha convertido en santuario, en el
―templo del Dios viviente‖ (2 Co. 6:16). Sin embargo, el principio eterno de un santuario único,
expresado en la ley, sigue vigente, porque Dios sigue demandando pureza en la adoración (Jn. 4:24) y
en la unidad de su pueblo (Fil. 2:1 – 5).
Cada una de las tres secciones de este cap. concluye con la exhortación a tener cuidado de llevar a cabo
esas instrucciones (Dt. 12:13, 19, 28; tambon V. los vv. 1, 30). Este es uno de los muchos temas que se
remarcan en Deuteronomio, dados quizá porque el ser humano es descuidado y negligente.
3. REPRESIÓN DE LA IDOLATRÍA (12:29 – 13:18)
a. Debían evitar las prácticas de los cultos paganos (12:29 – 32)
12:29 – 30. De nuevo, Moisés sacó a colación la necesidad de que los israelitas evitaran todo contacto
con las prácticas de los cultos paganos. Ese pecado era ofensivo por dos razones. Primero, vendría en el
tiempo en que se estaba manifestando la gracia de Dios, i.e., después de que el Señor había destruido a
las naciones que estaban frente a ellos. A pesar de la gracia divina, la simple curiosidad puede guiar a
los creyentes a ser atrapados (cf. 7:26) en las prácticas idolátricas. Esto retrata gráficamente la
perversión del corazón humano y la frágil naturaleza del compromiso de la voluntad humana con el
Dios santo. No sorprende que Moisés haya instado de nuevo al pueblo a ser cuidadoso (cf. el
comentario de 12:28).
12:31 – 32. La segunda razón de la naturaleza ofensiva del culto pagano era la profundidad de las
abominaciones a las que conducen a las personas. Al adorar a sus dioses, los paganos hacían toda clase
de cosas abominables que Jehová aborrece. La peor de estas ―cosas aborrecibles‖ era el sacrificio de
infantes. Esa práctica de quemar a sus hijos y a sus hijas en sacrificio se asociaba frecuentemente con
el culto amonita del dios Moloc (Lv. 18:21; 20:2 – 5; 2 R. 23:10; Jer. 32:35). El castigo de Dios por el
sacrificio de un niño era la muerte (Lv. 20:2 – 5). A pesar de todo, Salomón edificó un lugar alto para
adorar a Moloc en el monte de los Olivos (1 R. 11:7), y tanto los reyes Acaz (2 Cr. 28:3) como
Manasés (2 R. 21:6) sacrificaron a sus propios hijos en un altar de fuego. La práctica de sacrificar niños
es listada como la razón culminante por la que se produjo el exilio de Israel, el reino del norte, en el s.
VIII a.C. (2 R. 17:6, 17). De manera que, la simple curiosidad por las perversas prácticas religiosas a
fin de cuentas condujo a la destrucción de esa nación. Pablo repite la misma advertencia: ―Porque
vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto‖ (Ef. 5:12).
b. Invitación a la idolatría por un falso profeta (13:1 – 5)
13:1 – 5. Después de enunciar la prohibición general contra involucrarse en la adoración pagana (12:29 –
31), Moisés discutió tres maneras por las que podría darse la tentación a la idolatría: a través de un
falso profeta (13:1 – 5), por un ser querido (vv. 6 –11), o por individuos ―revolucionarios‖ que hubieran
tenido éxito en conducir a una población entera a la apostasía (vv. 12 – 18).
Las señales milagrosas solas jamás han sido prueba de la verdad. Los milagros se dan en muchas
religiones debido a que Satanás usa a las religiones falsas y a los falsos profetas para engañar al mundo
(cf. 2 Co. 11:13 – 15; Ef. 6:11; Ap. 12:9). Así que Moisés advirtió al pueblo que la prueba definitiva de
la verdad no debía ser jamás una maravilla o señal milagrosa (u otras áreas de la experiencia humana).
La prueba definitiva de la verdad es la palabra de Dios.
La predicción de un profeta o soñador puede llegar a ser verdad. Pero si su mensaje contradecía los
mandamientos de Dios, entonces el pueblo debía confiar en Dios y su palabra en lugar de en su
experiencia al presenciar un milagro. Si la experiencia humana contradijera la clara enseñanza de Dios,
debían postrarse en sumisión a los mandamientos del Señor, porque su palabra es verdad (cf. Jn.
17:17).
Los israelitas debían ver cada invitación a practicar la idolatría como una manera de poner a prueba su
amor por el Señor. Aunque siempre existía el peligro de que sucumbieran a la tentación, con cada
rechazo exitoso del pecado, su fe y amor por él se fortalecerían (cf. Stg. 1:2 – 4). Ellos debían amarlo,
andar con él, temerlo, obedecerlo, servirlo y seguirlo (cf. Dt. 10:20; 11:22; 30:20). La pena capital para
el falso profeta era necesaria porque si tenía éxito en seducir al pueblo a que practicara la idolatría, los
conduciría a estar bajo el juicio de Dios (cf. 7:26). Matar al falso profeta era una manera de quitar el
mal de Israel. Moisés enfatizó la necesidad de mantener la pureza nacional, porque el mandato:
―quitarás el mal de en medio de ti‖, aparece nueve veces en el libro (13:5; 17:7, 12; 19:19; 21:21;
22:21 – 22, 24; 24:7).
c. Invitación a ta idolatría por miembros de la familia o amigos (13:6 – 11)
13:6 – 7. Quizá la más trágica y dolorosa de todas las situaciones que Moisés pudo haber contemplado
era que un ser amado le tentara a practicar la idolatría. Moisés mostró que entendía la profundidad de la
tragedia al describir deliberadamente con terminología afectiva las diversas relaciones involucradas: tu
hermano … tu mujer (lit., ―la mujer de tu pecho‖) o tu amigo íntimo. Con frecuencia sucede que los
amigos tratan de influenciarse mutuamente. A diferencia de la anterior tentación en la que el falso
profeta abiertamente trataba de seducir al pueblo a la idolatría (vv. 1 – 2), esta tentación se ofrecía de
manera secreta e individual. Moisés realza lo absurdo de esta tentación al describir a los otros dioses.
Eran dioses que ni ellos ni sus padres habían conocido. Moisés no quería decir que el pueblo no
conocía a esos dioses de manera intelectual, sino que no los conocían de manera experimental. Esos
―dioses ajenos‖ no habían hecho nada por Israel y jamás lo harían, porque no existían.
13:8 – 10a. La persona tentada debía responder en principio negándose a consentir a la tentación (no
consentirás). El mandato ni le prestarás oído quizá significa no ceder a su ruego de mantener en
secreto sus actividades. Debido a que la tentación provenía de un ser amado, la persona naturalmente
sentiría compasión o misericordia por ella y probablemente se sentiría inclinada a disimular el pecado
de su ser amado, por eso se les dice: ni lo encubrirás. Pero en ese asunto como en otros, los
mandamientos de Dios debían gobernar las experiencias y sentimientos humanos. La persona tentada
debía delatar a su ser querido y, de hecho, ser el primero en apedrearlo (cf. Zac. 13:3). Al lanzar la
primera piedra, el acusador declaraba que su testimonio era cierto. La participación del resto de la
comunidad mostraba su lealtad al Señor y su resuelta hostilidad hacia cualquier cosa que pudiera poner
en peligro esa lealtad y quisiera alejarlos del Señor.
13:10b – 11. El resultado de tan severa acción sería que todo Israel oiría acerca de su extraordinaria
devoción al Señor y le infundiría el temor a desobedecerlo (cf. Hch. 5:11). Esto es precisamente lo que
Moisés demandaba del pueblo elegido, un compromiso extraordinario (que superara todas las demás
relaciones íntimas) con el Dios que había mostrado su extraordinaria gracia a la nación en el pasado
(que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; cf. Éx. 13:3, 14; 20:2; Dt. 5:6; 6:12; 7:8;
8:14; 13:5). Jesús pudo haber tenido en mente este pasaje cuando exigió un compromiso similar a sus
seguidores (cf. Mt. 10:34 – 39; Lc. 14:26).
d. Destrucción de una población apóstata (13:12 – 18)
13:12 – 13. La situación que Moisés contemplaba aquí probablemente era el peligro potencialmente más
serio para la nación como colectividad. Ciertos hombres impíos podrían extraviar a toda una
población. La maldad de esos hombres se realza por el hecho de que podrían engañar a una de las
ciudades que el Señor daría a Israel.
13:14 – 18. El castigo de ese pecado debía ser tan drástico, que antes de realizar cualquier acción, la
veracidad del reporte debía confirmarse mediante una investigación meticulosa. Si el informe se
confirmaba, entonces el pueblo debía ser tratado como una ciudad cananea: apartarla para la completa
destrucción de los moradores y ganados (acerca de la palabra ḥāram destruyéndola con todo lo que
en ella hubiere, V. el comentario de 7:26; Jos. 6:21). El hecho de que todo su botín debía destruirse, y
que dicha ciudad no debía ser jamás reedificada, impediría cualquier codicia o motivaciones ilegítimas
en aquellos que debían realizar la destrucción. La obediencia a ese mandato produciría la limpieza
moral de la tierra y un avivamiento espiritual. Luego, en su misericordia y compasión, el Señor haría
prosperar al pueblo, multiplicándolo, como lo juró a sus padres (cf. 4:31).
En su mayor parte, Israel fracasó en aplicar los mandamientos de este cap. Esta falla produjo que tanto
el reino del norte como el del sur sufrieran el exilio. Los mandatos de este cap. no se dirigen a los
cristianos, porque no viven en una nación gobernada por Dios; i.e., la iglesia del N.T. no es una
teocracia. Sin embargo, se debe ejercer la disciplina eclesiástica (Mt. 18:15 – 17; 1 Co. 5) y hay pecado
que conduce a la muerte (1 Jn. 5:16 – 17; cf. He. 10:26 – 31).
4. LEYES QUE REFLEJAN LA SANTIDAD DEL PUEBLO (CAP. 14)
Ser ―pueblo santo a Jehová‖ significaba ser apartado para Dios y para que él lo usara. En la sección
anterior (12:29 – 13:18) Moisés remarcó la necesidad de que la nación se apartara de todos los pueblos
paganos en su adoración. En el cap. 14 Moisés puso su atención en los asuntos cotidianos de la vida y
exhortó al pueblo a que viviera de tal forma, que reflejara su posición singular entre todas las naciones.
a. Prohibición de practicar los ritos paganos de duelo (14:1 – 2)
14:1 – 2. Cuando Moisés llamó a los israelitas hijos de Jehová vuestro Dios no se refería al nuevo
nacimiento o a la regeneración. Más bien quería expresar el privilegio especial de Israel como la única
nación sobre la faz de la tierra que tenía una relación íntima con el Señor. Todas las demás naciones
debían acercarse al Señor a través del ministerio o testimonio de la nación de Israel. A causa de esto, el
pueblo santo (apartado) para el Señor, debía demostrar su santidad ante las demás naciones. Una
nación singular, Israel, era un pueblo único para Dios (cf. 7:6; 26:18; Sal. 135:4; Mal. 3:17; V. el
comentario de Éx. 19:5).
Las demás naciones tenían creencias peculiares y supersticiosas acerca de la muerte y los muertos.
Algunas incluso rendían culto a los espíritus de los muertos. Se desconoce en la actualidad el
significado exacto de los rituales de autoflagelación y de raparse la cabeza (Dt. 14:1), mencionados
aquí. Sin embargo, cortarse uno mismo era señal de duelo (cf. Jer. 16:6; 41:5; 47:5; 48:37).
No obstante, resulta claro que esas prácticas reflejaban creencias acerca de los muertos que estaban en
abierto conflicto con la fe en el Señor, la fuente definitiva de la vida. Por lo tanto, cuando moría un ser
querido, los israelitas debían demostrar su fe en el Altísimo evitando esas prácticas paganas. Hoy en
día, los cristianos pueden demostrar una fe mayor cuando muere un ser querido (cf. 1 Ts. 4:13 – 18).
b. Alimentos limpios e inmundos (14:3 – 21)
El significado preciso de estas leyes ha sido fuente de debates desde antes de la era cristiana. Quizá la
explicación moderna más popular de esas leyes es que estaba prohibido consumir ciertos animales por
razones higiénicas. Los comentaristas señalan que el cerdo podía ser fuente de triquinosis y que la
liebre puede transmitir tularemia. Sin embargo, algunas evidencias hacen que esa explicación sea
improbable: (1) Jesús declaró que todo alimento debe considerarse limpio (Mr. 7:14 – 23). Esto fue
confirmado en la visión celestial que recibió Pedro (Hch. 10:9 – 23), debido a que los discípulos
parecían haber entendido mal el punto de la declaración previa de Jesús. Es difícil creer que Dios
estuviera preocupado por la salud de su pueblo en el A.T. para luego abandonar esa preocupación en el
N.T. (2) Comer algunos de los animales ―limpios‖ podía representar un peligro mayor para la salud que
comer algunos de los ―inmundos‖. (3) No se dan razones higiénicas como motivo para observar la ley
de los alimentos limpios e inmundos. Y el A.T. no dice que los israelitas consideraban a los animales
inmundos como nocivos para la salud.
Una segunda interpretación popular de la prohibición de comer animales inmundos es que se usaban en
los ritos religiosos paganos. La evidencia para apoyar esto es que a los animales inmundos se les
describe como ―abominables‖ (Dt. 14:3). La misma palabra hebr. se usa en otros lugares de
Deuteronomio para referirse a la idolatría y otras prácticas paganas (7:25; 12:31). Además, algunos
animales inmundos (e.g., cerdos) eran usados ampliamente en los rituales paganos. Sin embargo, esta
interpretación no explica muchos de los detalles y por eso no es muy útil. Uno puede encontrar
ejemplos contrarios. E.g., el toro que era permitido como alimento a los israelitas era un símbolo
común en las religiones del antiguo Cercano Oriente.
Una tercera explicación es que los animales limpios e inmundos eran símbolos del bien y el mal en la
esfera humana. Esta explicación llegó a ser extremadamente subjetiva e incluso fantasiosa en los
antiguos intérpretes del A.T. E.g., algunos sostenían que el rumiar (14:6 – 8) representaba a los
creyentes fieles que meditaban en la ley. Otros enseñaban que la oveja (v. 4) era un animal limpio
porque servía como recordatorio de que el Señor es pastor de su pueblo. Esta interpretación simbólica
debe rechazarse debido a que está divorciada de cualquier control de la exégesis histórica-gramatical, y
por lo tanto, es imposible de validar. Sin embargo, una interpretación simbólica puede ser
esencialmente correcta si se aplica comprensivamente y bajo reglas exegéticas estrictas a todos los
animales ceremonialmente limpios o inmundos que se mencionan aquí.
Los animales se clasifican de tres formas: los que viven en la tierra, los que viven en el agua, y los que
vuelan. Se ha sugerido que ciertos animales de cada grupo son prototipo de los demás de su clase;
cualquier animal que se desvíe de ese prototipo es inmundo. E.g., las aves inmundas son pájaros de
rapiña que comen carne de la que no se ha drenado la sangre y/o son consumidores de carroña,
mientras que las aves limpias son presumiblemente las que comen grano. Esto, algunos sugieren,
simboliza a dos clases de personas: los gentiles que comen carne y sangre de animales ya muertos (v.
21), y los israelitas que se abstienen de consumir ambas. Sin embargo, el prototipo de cada clase de
animales a veces es difícil de distinguir.
Una cuarta explicación dice que la distinción entre animales puros e inmundos es arbitraria, i.e., Dios
estableció tales distinciones de manera que Israel pudiera tener una manera de expresar su singular
relación con él, incluso en el asunto de la comida. De estas cuatro explicaciones la tercera y la cuarta
son preferibles. Si los animales limpios e inmundos simbolizan la esfera humana (tercera explicación)
entonces las leyes dietéticas tienen una doble función. Fueron ilustraciones pedagógicas para Israel
acerca de su relación con Dios y las naciones, y les recordaba su singularidad como nación teocrática.
14:3 – 8. Son inciertas las identificaciones de algunos de los animales y aves listados en los vv. 3 – 18.
Los animales de este primer grupo son los que caminan por la tierra. Todo animal que tenía pezuña
hendida y que rumiare podía servir de alimento. Diez de tales animales son listados en los vv. 4 – 5.
Los que tuvieren sólo una de las dos características antes mencionadas eran considerados inmundos.
Entre estos se incluían al camello, la liebre, el conejo, y el cerdo. Las listas de animales son
obviamente representativas más bien que exhaustivas.
14:9 – 20. De todo lo que está en el agua se podía comer si tuviere aleta y escama. Otro tipo de
animales marinos no se podían comer porque eran inmundos.
Las criaturas que vuelan, la tercera clasificación, estaba subdividida en aves, (vv. 11 – 18), e insectos
(vv. 19 – 20). Como se mencionó antes, las aves inmundas — se listan 21 — son aves de rapiña o
devoradoras de carroña. Los insectos voladores eran inmundos, pero otros (e.g., la langosta, grillo y el
saltamontes) eran limpios (v. 20).
14:21. La prohibición de comer carne de animal, ave, o insecto que fuere encontrado muerto
probablemente tenía el propósito de evitar la contaminación que sobrevendría por consumir sangre.
Esto era así porque no se habría drenado apropiadamente la sangre del animal. Otras personas podían
comerlo, pero Israel no, porque era un pueblo distinto, santo para el Señor.
La prohibición de comer el cabrito guisado en la leche de su madre posiblemente se dio porque
reflejaba un rito cana-neo de fertilidad, aunque la interpretación del texto ugarítico sobre el cual se dice
que se apoya esta interpretación se presta a conjeturas. Quizá la prohibición tenía el significado de que
los israelitas no debían tomar aquello que tenía el propósito de promover la vida (leche de cabra) y
usarlo para destruir la vida (V. el comentario del pasaje paralelo: Éx. 23:19; cf. Éx. 34:26).
En conclusión, todas esas leyes dietéticas debieron recordar a Israel su posición privilegiada y única
delante de Dios. Ningún israelita podía comer sin tomar en cuenta que cada área de su vida debía
consagrarse al Señor. De similar forma, la dieta del israelita servía de testimonio de su relación con el
Altísimo en presencia de los gentiles. Como se afirmó antes, en el N.T. Dios abolió las leyes dietéticas
del A.T. (Mr. 7:14 – 23; Hch. 10:9 – 23). Sin embargo, los cristianos deben mostrar su relación singular
con Dios mediante la pureza de su vida; y durante el tiempo de la comida, mostrar su fe y relación
singular con él ofreciéndole su gratitud sincera a Dios, quien es el creador y proveedor de todo
alimento (1 Ti. 4:3 – 5).
c. Ley de los diezmos (14:22 – 29)
14:22 – 23. Las normas acerca del diezmo de los productos del campo y ganado — que debían comerse
en una comida fraternal en el santuario central — estaban relacionadas con las anteriores leyes dietéticas
(vv. 3 – 21). Comer el producto de los diezmos delante del Señor era otra forma en que los israelitas
debían expresar su singular relación con el Señor y su dependencia de él en referencia con su
alimentación. (Acerca de el lugar que Dios escogería para poner allí su nombre, V. el comentario de
12:5; también cf. 12:11; 16:2, 6, 11; 26:2.) La dieta de los israelitas no sólo estaba restringida en lo que
podían comer, sino también en relación a qué tanto alimento podían reservar para ellos. La ley de los
diezmos, con su provisión para ayudar a los pobres (14:28 – 29), también anticipaba la siguiente
legislación (15:1 – 18) acerca de los deudores, esclavos, y otras personas empobrecidas.
Dios recalcó la absoluta necesidad de que los israelitas diezmaran: indefectiblemente diezmarás.
Moisés había dicho previamente que los diezmos de los israelitas debían darse a los levitas (Nm.
18:21 – 32). Aquí añadió un nuevo aspecto a la legislación del diezmo. Los israelitas debían entregar
parte de su diezmo al santuario central, y comerlo allí en una comida fraternal delante del Señor. O esto
pudo ser un segundo diezmo (un décimo del restante 90 por ciento), parte del cual debía comerse en el
santuario dando el sobrante a los levitas que ministraban allí (cf. Dt. 14:27). Esa experiencia fue
diseñada para enseñar a los israelitas a temer (cf. 4:10) a Jehová que es su Dios todos los días. Al
hacer esa comida delante de Dios, siguiendo la enseñanza sacerdotal, ellos reconocían que su alimento
(y por tanto, sus propias vidas) dependía no de sus habilidades para la agricultura, sino de la bendición
del Señor. De ese modo aprenderían a temerlo, porque sólo obedeciéndolo, podrían seguir comiendo y
viviendo en prosperidad.
14:24 – 27. Algunas personas que vivieran muy lejos del futuro santuario y para quienes sería
impráctico arriar o llevar su siezmo, podían intercambiar su diezmo de productos agrícolas o ganado
por plata. Luego, podrían viajar al santuario central y comprarían allí vacas … ovejas … vino o sidra,
o cualquier cosa que quisieran y luego comerían y beberían delante de Dios. (Cf. otra concesión en
12:20 – 25.)
Tanto el ―vino‖ como la ―sidra‖ se permiten tanto aquí como en actos de adoración al Señor. La palabra
hebr. que se usa para ―vino‖ es yayin, que en ocasiones se refiere a una bebida intoxicante y en otras a
una que no lo es. La palabra hebr. para ―sidra‖ (sēḵār ) se trad. ―bebida fermentada‖ [VP, BJ] o ―licor
fermentado‖ [VM, NC]. Pero esto es engañoso, porque sugiere que sēḵār se refiere a un licor destilado.
Sin embargo, el proceso de destilación no se usó en el antiguo Cercano Oriente sino hasta el s. VII d.C.
La ―sidra‖ era probablemente un tipo de cerveza, producida por los antiguos egipcios y acadios, y por
lo tanto, de bajo contenido alcohólico. (Sin embargo, el vino [ yayin] bebido en exceso puede ser
intoxicante; cf., e.g., Is. 5:11; Pr. 20:1; y la embriaguez es pecado.)
Presumiblemente, una familia no podía comer todo su diezmo, así que lo que quedaba debía darse a los
levitas del santuario. De esta forma, los levitas recibían su provisión debido a que no poseían tierra
como herencia propia.
14:28 – 29. Cada tercer año, (cf. el comentario de los vv. 22 – 27) no debía traerse el segundo diezmo al
santuario, sino debía usarse para alimentar a los levitas y los menesterosos de la sociedad. Los
extranjeros eran inmigrantes de otros pueblos que vivían con los israelitas. Aunque los extranjeros
debían recibir trato justo, no compartían todos los privilegios de la ciudadanía israelita. A las viudas y
sus hijos (los huérfanos) se les concedía trato especial (cf. 24:19 – 21; 26:12 – 13).
Si los israelitas obedecían este mandamiento de compartir, podían tener la expectativa de vivir en una
sociedad próspera y podrían ser generosos, porque Dios los bendeciría en toda obra de sus manos. En
el N.T. no se manda diezmar. Aun así, los creyentes de la era de la iglesia siguen indicando, cuando
dan generosamente, que Dios los sostiene y tiene cuidado de ellos. Los cristianos deben dar
―generosamente‖, sabiendo que también ―cosecharán generosamente‖ (2 Co. 9:6; cf. 2 Co. 9:7– 9; 1 Co.
16:1 – 2).
5. EL AÑO DE REMISIÓN (15:1 – 18)
a. Cancelación de deudas (15:1 – 11)
15:1. El año sabático o año de remisión se prescribió también en Éxodo 23:10 – 11 y Levítico 25:1 – 7.
Sin embargo, mientras estos vv. declaran que en el séptimo año la tierra debía quedar barbechada pero
sin que se sembrara semilla, no mencionan la cancelación de deudas. Sólo aquí Moisés prescribe esa
exigencia. Cada siete años es una expresión idiomática hebr. que significa ―durante el séptimo año‖.
La ley de la cancelación se declara en Deuteronomio 15:1 y se explica en los vv. 2 – 11.
15:2 – 6. Las palabras perdonará a su deudor pueden significar que la deuda quedaba totalmente
suprimida. O puede significar que quedaba cancelada sólo durante el séptimo año; i.e., el pago no debía
exigirse en el séptimo año, pero después de éste año el empréstito debía pagarse. A favor de este
segundo punto de vista está el hecho de que durante el séptimo año, cuando la tierra debía quedar
barbechada, un deudor israelita no tendría los medios para pagar su deuda, pero sí podría hacerlo en los
siguientes seis años. (Las deudas de un comerciante extranjero — i.e., un forastero, pero no un
―extranjero residente‖; cf. 14:29— no se cancelaban. Esto era así porque tal persona no dejaba su tierra
barbechada o suspendía su fuente normal de ingresos por un año, como hacían los israelitas.)
A pesar de este argumento, parece más probable que la deuda era perdonada completa y
permanentemente. Varios elementos apoyan esto: (1) Este punto de vista es más coherente con la
generosidad que Dios había expresado hacia Israel. (2) Es más consistente con las declaraciones de
15:9 – 11. (3) La práctica de cancelar toda la deuda de manera permanente en el séptimo año fue
evidentemente diseñada para preparar a los israelitas para las derrochadoras prácticas estipuladas en el
año de jubileo (cincuentavo año) en el que a cada uno se le devolvería su ―propiedad familiar‖ (Lv.
1
Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (1999). E l conocmnto bblco un comntaro postvo ntuo stamnto tomo
Deuteronomio-2 Samuel (1). Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C.