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Una mañana Sikán, hija del rey Iyamba de la nación Efór, fue a buscar agua al río para
los quehaceres de la casa. Cuando caminaba de regreso a su casa con el güiro lleno de
agua en la cabeza, escuchó un fuerte sonido que la asustó. Enseguida, dejó el
recipiente y salió corriendo hacia la aldea. Al llegar a su casa se lo contó a su padre
quien enseguida comprendió que el bramido era del Ser enviado por Nasako.
Rápidamente fue el padre en busca del recipiente donde encontró un pez que se
movía. Iyamba recogió el güiro y el pez y se presentó ante Nasako quien comprobó que
efectivamente era el Ser augurado por Abasí. Nasako le recomendó a Iyamba en
presencia de su hija que guardaran el más absoluto secreto, pues el hallazgo lo mismo
podía traer paz que guerra. Así, los tres juraron no divulgar el descubrimiento del pez.
Sin embargo, Sikán no guardó el secreto; se lo dijo a su novio, el príncipe Mokongo, hijo
del rey Chabiaka del territorio Efik, a pesar de que estaba en disputa con su propio
territorio y, específicamente, con su familia. Mokongo, conocedor del secreto, se
presentó en Efór con todos sus guerreros para reclamar su posesión. Nasakó entonces
dijo que todo aquel que amara al pez enviado sería grande y que había que venerarlo
para el bien de todos. Poco tiempo después, siguiendo las indicaciones de Nasakó, los
pueblos Efór y Efik firmaron la paz sobre la piel de un leopardo en una ceremonia
solemne celebrada a orillas del río que dividía a los dos territorios. No obstante, Sikán
fue hecha prisionera y condenada a que le cortaran la cabeza y su piel fue utiliza como
cuero para la fabricación del tambor sagrado y así producir sonido, todo esto por no
haber guardado el secreto del pez Tanze.