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LA FAMILIA COMO PRINCIPAL ENTE CREADOR DEL INDIVIDUO COMO

CIUDADANO

En Colombia el tema de la ciudadanía posee gran importancia por parte de las leyes que se

han establecido a lo largo de las últimas dos décadas, frente al crecimiento de la población

y la gravedad de los conflictos urbanos. El enfoque de la ciudadanía en Colombia es la

democracia, por ello, es indispensable conocer las condiciones en las que un ciudadano

debe formarse democráticamente, en la cual el individuo debe mostrarse como una persona

autónoma que se asuma como agente, sujeto que tiene derechos y deberes con intereses en

la vida pública, que tenga sensibilidad social, comprometido con la defensa y la promoción

de los derechos humanos y los valores democráticos, con habilidades de controlar de forma

civil los conflictos.

Adela Cortina, filosofa española, dice que no se nace, sino que se aprende a ser ciudadano,

como a tantas otras cosas, pero no por repetición de la ley ajena y por el látigo, sino

llegando al más profundo ser sí mismo (Cortina, 1999:38). La ciudadanía constituye una

dimensión política de la identidad de una persona que no puede ser reducida a su condición

de ciudadana, ya que una persona además de ser miembro de una familia se relaciona con

una comunidad de vecinos, con una iglesia o asociaciones con cuyos miembros establece

vínculos sociales.

Dentro del ámbito familiar se aprenden valores y normas de conducta social e inclinación

política, como lo dijo Sánchez en la siguiente cita textual: “no somos demócratas o fascistas

por nacimiento, ni llegamos a serlo de un día para otro, sino que nuestras actitudes,
convicciones, creencias, y acciones políticas son el resultado de un largo proceso de

aprendizaje que se inicia desde la niñez y se extiende por toda la vida. Esto implica

considerar la socialización política como el conjunto de procesos de internalización,

objetivación y legitimación del orden social desde el cual se representan y tramitan los

intereses individuales y colectivos, como un proceso constitutivo de la convivencia

comunitaria, que busca determinar los mínimos de la acción individual y colectiva en

relación con el bien común. Por lo tanto la condición de ciudadanía implica, sobre todo, un

proceso de identificación y reconocimiento”. (Sánchez, 2007: 53).

La familia como espacio de aquello que es privado se utiliza para referirse según Fraser

(1997 p. 22) a aquello relativo a la propiedad privada en una economía de mercado y

relativo a la vida doméstica, íntima o personal, incluyendo la vida sexual. En cuanto a lo

“privado” son muchos los asuntos representativos de una vida digna para los padres,

madres, niños y niñas, y que exigen ser publicitados, en el sentido de ser reconocidos y

asumidos como asuntos de interés de la sociedad en su conjunto.

El espacio privado enlazado a la familia presenta en la actualidad una paradoja, esto se debe

a la confrontación en la que la familia se encuentra entre la tendencia dominante de la

individualidad, la privacidad de la intimidad y la idealización que de ella se hace, como un

espacio colectivo que reproduce a un sujeto cada vez más vulnerable desde sus anclajes

culturales tradicionales y sacralizados.

Actualmente la ciudadanía se mantiene en ejercicio público, pero con una clara apuesta a la

secularización, ampliando su concepción con ciudadanía legal, política y social. Tal como

lo dice TH. Marshall en Bonador (1991). "la ciudadanía supone tres tipos de derechos, así,

el siglo XVIII trajo los derechos civiles (o ciudadanía civil); el siglo XIX vio el desarrollo
de los derechos políticos (o ciudadanía Política); finalmente el ejercicio de los derechos

políticos en el siglo XX produjo derechos sociales (ciudadanía social); el derecho a cierto

bienestar económico y social, el derecho a compartir plenamente el legado social" (P.120).

Marshall fue preclaro en afirmar que lo que distingue a las ciudadanías civil, política y

-principalmente- social -todas asociadas al principio de la libertad- es su tensión respecto a

la igualdad.

Se reconoce a la familia como espacio de socialización; son muchos los enfoques y autores

que han puesto a la familia un sello como espacio de socialización. Entendiendo este

espacio como el resultante de la configuración de dinámicas de sociabilidad, que le son

propias y a la vez la diferencian de otros lugares sociales. Aquí es importante precisar que

la forma como se organiza cada familia y lo particular de las relaciones que se establecen

en su interior (estructura y dinámica interna de la familia), no son totalmente

independientes de las influencias del ambiente externo, pero tampoco están totalmente

determinadas por ellas. Las normas socioculturales que le impone la sociedad a la familia,

no son asumidas de manera pasiva, ni mecánica, ni se trasladan funcionalmente de

generación en generación.

En palabras de Sergio Bagú (1975), los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres;

esto se traduce en el hecho de que en los procesos de socialización e interacción, los

miembros de la familia recrean su experiencia de vida social, a partir de su propio proceso

de asimilación particular. De esta manera, se habilitan para actuar y desenvolverse en

espacios sociales más amplios.


La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por

medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. Es importante precisar y retomar que

la socialización primaria comporta algo m ás que un aprendizaje puramente cognoscitivo.

De esta manera la familia, por lo que es y representa al interior de las sociedades, se

constituye en un lugar de aprendizaje de los niños y niñas fundamental para la vida en

sociedad. En palabras de Berger y Luckman (1978), el mundo internalizado en la

socialización primaria se implanta en la conciencia con mucho más firmeza que los mundos

internalizados en socializaciones secundarias.

En un contexto como el Colombiano, marcado por la inequidad, la exclusión, la corrupción,

múltiples formas de violencia y violación de derechos humanos se hace más que pertinente

la vivencia de una ciudadanía democrática, activa en el ejercicio de derechos y de

responsabilidades, comprometida con la defensa del bien público y la prevalencia del

interés general, crítica, deliberante y gestora de transformaciones sociales. Esta forma de

vivir la ciudadanía supone: la apropiación temprana de derechos y responsabilidades y el

reconocimiento del otro como un igual en la convivencia, el desarrollo de la capacidades

tales como la participación, la deliberación, la negociación, la resolución civilista de los

conflictos; el interés por lo público, la defensa del bien común y el aprendizaje de valores

democráticos tales como: la igualdad, la equidad, el respeto activo, la tolerancia positiva, la

solidaridad, entre otros.


Referencias bibliográficas

 Cortina, Adela. (1999). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía.

Madrid: Alianza Editorial.


 Sánchez, Alfonso. (2007). Gestión social, sujeto y participación. El espacio público

como escenario de constitución del sujeto político. En Yory, C. M. (ed.), Espacio

público y formación de ciudadanía. Santafé de Bogotá: Editorial Pontificia

Universidad Javeriana.
 Marshall, T.H. (1959), (1991). En Bognador, Vernon, Enciclopedia de las

Instituciones Políticas. Madrid: Alianza Diccionarios.


 Fraser, Nancy. (1997). Iustitia Interrupta. Reflexiones Críticas desde la Posición

"Postsocialista". Santafé de Bogotá: Siglo XXI.

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