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Elementos teológicos de Col

La carta a los Colosenses es una polémica manifiesta contra los defensores de una “filosofía”
desviada (2, 8). Se trataba de una doctrina antropológico-religiosa de trasfondo gnóstico y
de cierta influencia judía. Sus miembros concebían el mundo y la existencia humana
dominada de manera despótica por potencias cósmicas (“tronos, señores, príncipes,
potestades”) así como por “elementos del mundo” identificadas con los “ángeles” (2, 18).
El contenido del Evangelio que había llegado a los colosenses por medio de Epafras (1, 5-7),
puede sintetizarse en esta frase: Jesucristo es el Señor de toda la creación y el único salvador
del mundo. Pero por intervención de los herejes se puso en duda esta categoría inigualada de
Cristo en el mundo de la creación y de la redención (cf. F. Mussner).
Si la cristología de las cartas auténticas parece centrarse en la muerte y resurrección de Jesús,
la de Col presenta dos acentos característicos.
1. Un sentido cósmico. Cristo como único mediador de la creación del universo y de la
reconciliación del mundo con Dios (1, 15-20). Además, Cristo como el triunfador
sobre las potencias cósmicas, sometidas a su dominio (2, 15).
2. Primado de Cristo sobre la Iglesia. Iglesia como Cuerpo, y Cristo como Cabeza.
Cristología de Col
Tesis: la primacía de Cristo en todos los órdenes (cf. Cothenet).
- Himno cristológico
15
Él es imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
16
porque en él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles,
tronos, dominaciones, principados, potestades:
todo fue creado por él y para él.
17
Él existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en él su consistencia.
18
Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia:
Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos,
para que sea él primero en todo,
19
pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud,
20
y reconciliar con él y para él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz,
los seres de la tierra y de los cielos.

El himno muestra a Cristo: Mediador de la creación y mediador de la redención. La


redención es posible y verdad, porque el Redentor y el Creador son uno; y la redención no es
un método para salir fuera del mundo. El himno sitúa la presencia de Cristo en el seno de la
historia del cosmos y de la humanidad. Como decía Blondel, Cristo no es un “accidente
histórico”.
Ante los defensores de dicha “filosofía”, el autor de Col opone a ella la afirmación de la
primacía universal y cósmica de Cristo, mediador de toda la creación, incluso de los poderes
cósmicos, vencedor de los mismos y redentor del hombre, trasladado del reino de las tinieblas
al reino de la luz (cf. 1, 12-20).
Por otra parte, en Cristo habita la “plenitud de la divinidad” (2, 9) y se concreta el contenido
del verdadero misterio que la predicación evangélica de Pablo manifestó a los ojos de los
creyentes, para que lleguen a un conocimiento y una sabiduría alternativos a la “filosofía” de
los maestros del error de Colosos.
Eclesiología de Col
La tesis eclesiológica en Col radica en la primacía de Cristo en la relación entre Cristo y la
Iglesia. La alegoría del Cuerpo, según la cual la cabeza está situada en el mismo plano que
los demás miembros (1 Co 12, 12-27), se ve sustituida por otro punto de vista: Cristo es la
Cabeza (Col 1, 18; 2, 10. 19), mientras que la Iglesia es el Cuerpo.
San Pablo había definido a la Iglesia (comunidad cristiana local) como “cuerpo” (1 Co 12),
“cuerpo en Cristo” (Rom 12, 5), “cuerpo de Cristo” (1 Co 12, 27), queriendo evidenciar la
pluralidad y diversidad de los miembros en la unidad del organismo; el autor de Col dirige
su atención a las relaciones entre la Iglesia universal (Cuerpo) y Cristo (Cabeza).
En resumen, la eclesiología toma sentido exclusivamente a partir de la cristología y el interés
se desplaza de la socialidad de relaciones entre los creyentes a la relación vertical con Cristo.
El deber de la Iglesia como Cuerpo es permanecer bien unida a Cristo. De esta forma se
asegura la unidad (cf. Col 3, 15).
Soteriología y escatología en Col
San Pablo pensó teológicamente en términos de tiempo: “ya” ahora los creyentes están
justificados y reconciliados con Dios y por tanto el acontecimiento escatológico se ha
anticipado en la historia; pero la salvación y la resurrección, diferidas al futuro último,
“todavía no” se ha llevado a cabo [ya, pero todavía no] (cf. Rom 5, 1-11; 6, 5. 8). El “autor”
de Col, refleja una concepción teológica de tipo espacial (que es la preferida de los ambientes
griegos). En este caso, se pone el acento (unilateralista) en el “hoy” de la salvación,
olvidándose hasta cierto punto de la reserva escatológica propia de San Pablo: Dios nos ha
arrancado del dominio de las tinieblas (1, 13) / sepultados con él…habéis resucitado (2, 12)
/ Dios os ha devuelto la vida (2, 13).
Siguiendo a San Pablo, para el autor de Col, el tema de la salvación es prioritario, sin
embargo, en esta carta se hace más énfasis en el aspecto colectivo de la salvación. Los
cristianos encuentran la salvación dentro de un mismo Cuerpo (3, 15) y este Cuerpo es la
Iglesia (1, 18-24).
Visión antropológica en Col
En Col aparece el doble concepto del “desvestirse” del hombre viejo y de “revestir” el
hombre nuevo (cf. 3, 9-11); si esta idea, por una parte, se relaciona con una temática ya
paulina (cf. Rom 6, 6; 2 Co 5, 17), por otra se advierte en ella una novedad en cuanto que
para Pablo lo que antes se revestía era el mismo Cristo (cf. Gal 3, 27; Rom 13, 14), mientras
que ahora es simplemente el hombre nuevo en un sentido concretamente antropológico-moral
(cf. 3, 10).
Col utiliza categorías sapienciales para definir la existencia cristiana: llegar al pleno
conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual (1, 9); creciendo en
el conocimiento de Dios (1, 10); plena inteligencia y conocimiento profundo del misterio de
Dios (2, 2); Cristo, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia
(2, 3).
Idea conclusiva
En Col no se encuentra una simple repetición de la teología paulina, sino una variación
significativa y fecunda de la misma, capaz de responder a las exigencias del tiempo y del
ambiente. El autor -como discípulo del gran maestro San Pablo- ha sabido demostrar su
creatividad.

Bibliografía
- Barbaglio G., Pablo de Tarso y los orígenes cristianos, Sígueme, Salamanca, 1992.
- Conzelmann H., - Friedrich G., Epístolas de la cautividad. Texto y comentario,
Ediciones Fax, Madrid, 1972.
- Cothenet E., Las cartas a los colosenses y a los efesios, Verbo Divino, Cuadernos
bíblicos, n. 82, Navarra, 1999.
- Mussner F., Carta a los Colosenses, Herder, 1970, Barcelona.

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