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vigencia.
Las dos de la mañana. Primero unos tiros aislados y luego una ráfaga de metralleta nos despierta
los disparos. Lo único que sé es que al saltar de la cama me lastimé de nuevo la rodilla. Siento
un dolor intenso y al voltear al techo observo el resplandor de las armas de fuego. Cuando se
detiene la descarga se escuchan voces y risas muy cerca de nuestra ventana. Después varias
por mucho tiempo. La misma escena de disparos y camionetas dando vueltas con corridos como
música de fondo, se repite una y otra vez hasta las seis de la mañana…
Dos días después de una experiencia como ésta, los únicos sentimientos posibles son el
miedo de que vuelva a suceder, la impotencia y la indignación ante un gobierno, en todos los
niveles, derrotado de antemano por el crimen y muchas veces su servicial cómplice. ¿Se puede
vivir con apatía ante una situación así? Desafortunadamente la mayor parte de la gente de este
país así lo hace. Pero, ¿cuál debe ser la postura de un escritor ante aquello de lo que es testigo?
Por supuesto, puede negarse a practicar un estilo realista y tratar estos temas de manera velada
o metafórica; o incluso puede optar por ignorar el problema y construir una obra intimista, sin
embargo —y sin ánimo de volver a esa sobada discusión sobre el deber social de los
intelectuales— creo que un escritor, sobre todo si va comenzando su proceso, debe ser
cuidadoso en la elección de sus temas y no preocuparse solamente por la forma, a qué puede
responder con mejor condición: ¿a sus impulsos internos o a los estímulos del exterior?
revolución interna por, precisamente, haber asumido una actitud crítica y estética ante la
violencia de la que fueron testigos. El primero, en Muerte en la tarde, habla así sobre sus primeros
intentos como escritor: “Me esforzaba para aprender el arte de escribir comenzando por las
cosas simples; y una de las cosas más simples y fundamentales de todas, es la muerte violenta”.
Desde una postura muy personal, pienso que el proceso creativo siempre parte de lo que
escribieron sobre ella plasmando la realidad de una época, mientras que Capote logró ir más allá
de los límites del periodismo y la ficción para pintar un fresco del horror y la hipocresía del ser
humano y de su sociedad. ¿Es entonces la literatura una revolución alternativa? Es decir, ¿es una
cambio violento, rápido y profundo de las instituciones, creo que no. Por supuesto, la literatura
y todo aquello que compone la cultura son parte fundamental de la evolución de las sociedades
de todas las épocas, pero son sólo una parte de un necesariamente lento proceso histórico.
Sin embargo, sí considero que por medio de la literatura es factible lograr una transición,
quizá no en la realidad inmediata misma, sino en algunos individuos, que pueden aprender a
comprender de una forma distinta el mundo que los rodea. Por otra parte, no hay que perder de
vista que el objetivo directo de la literatura no es cambiar a la gente, caso contrario del
periodismo, disciplinas que, como la historia y los autores que he mencionado nos han enseñado,
herido en uno de tantos enfrentamientos, la mayoría de las veces a la luz del día, el tema de la
violencia se antepone a otros que pudieran interesarme, no porque hablar de lo que sucede tenga
más valor literario, sino porque me afecta directa e indirectamente. Sin embargo, sabemos que
en la actualidad, y más aún en países como el nuestro, escribir sobre lo que sucede en las calles,
grandes cantidades”; no obstante, más allá de una actividad que genera ganancias por 25 mil
millones de dólares al año en México (Orozco, 2009), también se ha convertido, además de toda
una forma de vida, en quizá la más importante materia prima para la novelística mexicana.
“Somos muchos y de muchos orígenes los que estamos trabajando una estética de la violencia;
de momento es una literatura muy fuerte y propositiva”, afirma Élmer Mendoza (2005). Y
aunque estoy completamente de acuerdo con tal aseveración, me atrevo a aventurar que de todas
estas propuestas, la de Rascón Banda en Contrabando perdurará como una de las que más se
nació en Santa Rosa de Lima de Uruáchic, Chihuahua, en 1948, y murió en la Ciudad de México
el 31 de julio de 2008. Entre sus obras destacan “Nolens Volens” (Premio Injuve 1974), “Los
ilegales” (1981), “Máscara contra cabellera”, “La Malinche”, “La mujer que cayó del cielo” (1999)
y la novela Contrabando, galardonada en 1991 con el Premio Juan Rulfo de Novela, aunque
carne propia las costumbres del narcotráfico y presenció los actos de violencia que, como una
reacción a la lucha de poderes, permean aún el paisaje de estos lugares arrinconados en las
montañas, lejos de la urbanidad y donde el hombre y la autoridad hacen justicia por su propia
sino que su literatura surge de sus recuerdos con una fidelidad a la realidad que dota de
paisaje agradable y campirano. Así, no resulta extraño que se haya ficcionalizado a sí mismo en
esta novela.
Desde las primeras páginas de Contrabando, Rascón Banda nos sumerge a un mundo
donde impera la violencia, describiendo un enfrentamiento entre narcos que presenció justo al
En la mañana, cuando bajé del avión en el aeropuerto, me estremeció el miedo sin razón. Sentí
la muerte cerca, aunque ahí no había nada extraño, salvo naves militares en el hangar de las
avionetas que vuelan a la sierra […] Se escucharon balazos y gritos y órdenes para que se
detuvieran. Los dos jóvenes acorralados se miraron entre sí, angustiados, e intentaron brincar el
mostrador donde se checan los boletos. Se oyeron más balazos y gritos de mujeres y niños. Rubén
brincó del mostrador y vino corriendo hacia donde yo estaba para tratar de salir al
El personaje y narrador —que, por supuesto, es el propio autor— decidió alejarse de la ciudad
para encontrar la calma en su pueblo natal, Santa Rosa, donde escribiría un guión
cinematográfico. Sin embargo, al encontrarse con una serie de sucesos y personajes, no pudo
continuar el guión y a manera de diario empezó a escribir estas historias que redundaron en una
descansar, dormir a gusto, sin los sobresaltos de México, esa ciudad terrible, y tendrás tiempo
para escribir, tranquilamente en la calma del pueblo, eso que me contaste que tienes que hacer,
En este párrafo, además de revelar el porqué había regresado a Chihuahua, Rascón Banda hace
una comparación, con cierta ironía, sobre la forma en que su madre, una persona que vive día a
día la violencia del narcotráfico, ve a la ciudad de México como una ciudad terrible y peligrosa.
Por supuesto, las descripciones de su madre cuando se refiere a Santa Rosa como un lugar
tranquilo, sin los sobresaltos de una ciudad, terminan por confirmar que la violencia y la cultura
del narcotráfico están cada vez más inmersas en la forma de vida del mexicano del norte, tanto
actores del medio rural. La narcocultura, pues, no sólo involucra a los narcotraficantes, sino a
todos aquellos que viven, de una u otra forma, la marejada de hechos violentos, actitudes, formas
de pensar, de vestir y de actuar de toda una comunidad y que poco a poco se expande por el
país.
en todos los elementos que componen a una cultura (Berger y Luckmann, 2003; Sánchez, 2007);
y lo más importante, se ha apoderado del imaginario colectivo de gran parte de la población rural
y citadina del norte de México. En Contrabando, Rascón Banda lo demuestra con la voz de cada
uno de sus personajes, sobre todo de mujeres que cuentan anécdotas que bien podrían parecer
ficción para alguien que vive en la ciudad de México (donde quizá no impera la cultura del
Rascón Banda con un investigador, pero conforme empiezan a platicar lo reconoce como uno
de los muchos que asistieron, seis años antes, a su coronación en el pueblo. Con este personaje
el novelista retrata la actitud de una joven que queda deslumbrada ante la aparición de su
“príncipe azul de la sierra”: un hombre con troca roja, que viste botas de piel de cocodrilo, usa
navaja y pistola y que, como toque final, toma Don Pedro de la botella. “Esa noche, bailando
una pieza, José Dolores me dijo la verdad, que antes del cómputo él había mandado comprar
todos mis votos […] ¿Por qué lo hiciste?, le pregunté. Me habló al oído despacito, y me mordió
la oreja. Porque quería que ganara la más bonita para bailar con ella y llevármela al monte”.
Jacinta I es el pretexto para darle vida a una de muchas jóvenes que buscan y disfrutan
de estar al lado de un hombre cuya vida corre peligro, aunque sepan que al final, tarde o
temprano, les llegará la muerte. Ella tiene un gusto muy desarrollado por la forma de vida del
hombre que aparenta tener el control en las situaciones más peligrosas, que es prófugo de la ley
Según Alejandro Almazán (2006), el término buchón se usa para designar a todas esas
personas, particularmente del norte de México, Chihuahua, Sonora y sobre todo en Sinaloa, cuyo
todoterreno con neumáticos anchos y rines de aluminio, comer mariscos, carne asada, dar
propinas de cien dólares, beber Buchanan´s en las rocas, cambiar rutinariamente de celulares,
vestirse a la moda italiana, mirar televisión por cable, tener aire acondicionado, caballos pura
sangre bailadores, un rancho de veinte hectáreas, un jet, una bolsa Louis Vuitton de 400 dólares
(que usa como cangurera para guardar tres cosas imprescindibles: cocaína, un revólver y dinero,
no había desaparecido y llega a renegar de todo cuanto hace apenas unos años le había dado
tanta felicidad:
Esta que ve usted en persona es y no es la misma. Quien iba a imaginar que también este pueblo
cambiara tanto. ¿Se acuerda? El aroma de los azahares en la plaza, la gente en el baile, bailando
sin pistola y sin sombrero, los borrachos peleándose en el arroyo a mano limpia, no con armas.
Ahora dese una vuelta por la plaza, por la calle de en medio… Las tiendas cerradas, la gente
escondida, las trocas abandonadas en los caminos. En dónde están los hombres. Puras mujeres
Además de Jacinta I, uno de los personajes femeninos que le impregnan más fuerza y carácter a
esta novela es Damiana Caraveo, una mujer acabada por los años y el sufrimiento y a la que sólo
la mantiene viva la esperanza de poder vengarse algún día de Julián, presidente municipal y primo
de Víctor Hugo Rascón Banda. Damiana es una mujer valiente, que hace todo por defender a su
familia en la matanza de Yepachi; pero llega tarde, presencia la balacera, es secuestrada y tiempo
después encarcelada injustamente por ser la supuesta cabecilla de una banda de narcos. En el
capítulo “La matanza de Yepachi”, Rascón Banda plasma una historia desgarradora en donde se
Me tapé la cabeza con las manos y me hice bolita en el piso. Se oían gritos, insultos y la voz del
comandante que daba órdenes. De la casa nos seguían disparando muy fuerte. De las ventanas,
de los balcones, del techo, de las puertas de abajo. Apenas se oían unos cuantos balazos de los
judiciales que les contestaban desde nuestras camionetas. Eso duró mucho rato. Donde estoy,
pensaba. Estoy atizando la estufa para hacer el almuerzo, porque ya va a llegar Rogelio. O estoy
muerta, echa bola en una fosa del camposanto. O estoy en el infierno y así pago mis pecados.
Este aliento se sostiene durante todo el libro y refleja la voz de una experiencia perturbadora.
Contrabando bien podría ser, por haberse basado en hechos reales, un trabajo periodístico,
aunque sus ricas descripciones y su natural pero elegante prosa no dejan duda que estamos frente
a una obra literaria. Además, para darle un giro a la forma de contar, Rascón Banda se vale de
diversos recursos narrativos: diálogos, técnicas de guión cinematográfico e incluso de hasta una
pieza teatral completa, lo cual resulta interesante, pues el escritor no se queda sólo en la forma
como una improvisación pomposa, sino que profundiza y da vida a personajes que nos resultan
entrañables. El capítulo “O tú o yo” está construido exclusivamente por un diálogo, que al final
termina siendo una grabación que acaba con balazos, ruidos de carros y al fondo trozos de
música norteña:
[…]
Fui un pendejo
Déjame explicarte.
Me grabaste todo.
De veras no.
Me vas a delatar.
No, lo juro.
Hijo de la chingada.
Guarda eso.
Guardo madre.
Te lo juro…
[…]
Ahora te chingas.
[…]
Por su parte “Guerrero Negro” es una pieza de teatro y “Triste recuerdo” asume las
literario, elogia el hecho de que a partir de estos encuentros Rascón Banda haya logrado
autor sabe que tiene en sus manos materiales de indudable importancia, más no se conforma con
aprovecharlos convencionalmente, sino que se preocupa por revestirlos de alientos estéticos que
con las metáforas de forma afortunada, “pule” frases e imágenes. Y es interesante advertir que,
en concordancia con el origen de la mayoría de los protagonistas, norteños ellos, abundan giros
que sonarán extraños a quien no conozca aquellas latitudes, palabras y términos que parecerán
provenientes de otra galaxia, o meras invenciones; pero quien haya escuchado a los
Gracias a lo autobiográfico (pero no sólo por eso, sino por su capacidad de insertar
narcotráfico, por su prosa limpia y sencilla, por la naturalidad del lenguaje, entre muchas otras
cualidades), esta novela ubica a Rascón Banda (personaje de su obra) un escalón más arriba de
aquellos escritores que se basan en un hecho real, pero que después recurren a la ficción para no
verse envueltos en problemas. Por el contrario, a lo largo de su carrera como dramaturgo, Rascón
Banda enfrentó serios problemas, tanto con la ley como con los personajes que recreaba en sus
obras de teatro.
Uno de estos problemas fue enfrentar al asesino de los cuarenta, Goyo Cárdenas, quien
lo denunció por daños y perjuicios, daño moral y plagio. Rascón Banda escribió la obra de teatro
porque Vicente Leñero, quien a su vez lo recibió de manos del criminólogo que estudió el caso,
le regaló el expediente criminal. Leñero le comentó que Goyo Cárdenas había muerto, por lo
que Rascón Banda escribió la obra por invitación del Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes para un festival. Y fue en la presentación cuando Cárdenas llegó con su familia, se sentó a
un lado de Vicente Leñero y al final amenazó al dramaturgo con demandarlo. Un año después
fue detenido. El juicio duró año y medio. Goyo Cárdenas salió de la cárcel treinta y siete años
después de los crímenes, pues se había hecho pasar por enfermo mental para no ser condenado
(Day, 2005).
Ese fue el asunto que llegó más lejos, pero también hay que mencionar que por el fuerte
contenido de sus obras, la mayoría basadas en hechos reales, se vio envuelto en casos de censura
por el gobierno de México. Así sucedió con “El baile de los montañeses”, cuando Óscar Ornelas,
taquilla. “La Malinche” tampoco se presentó y aunque no se dijo específicamente cuál era la
causa, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Bellas Artes, que
El pretexto era que no se podían cubrir los gastos de nómina (Day, 2005). En el caso de
“Por los caminos del sur”, obra en la que aparece como personaje Rubén Figueroa, gobernador
de Guerrero, Rascón Banda también fue demandado; sin embargo pudo contestar la demanda
gracias a que cada una de las palabras de la obra fueron sacadas de una grabación con
declaraciones que el gobernador dio al periódico Reforma (Day, 2005). Con la puesta en escena
En el caso de “Playa azul”, que es una historia real, que acontece en el hotel de ese lugar; bueno,
pues ahí algunos personajes me iban a reclamar, pero no jurídicamente, sino en forma privada…
En el caso de “Los ejecutivos”, por ejemplo, allí sí tuve que firmar con seudónimo. Ya lo puedo
Las anécdotas anteriores muestran a un escritor comprometido con la realidad de una sociedad
en decadencia; sobre todo a un escritor que nunca se dio por vencido, ya que al escribir
Tiene razón Damiana cuando dice que miras como narco o como judicial, que para el caso es lo
mismo. Y además vistes como ellos. No vale la pena que corras el riesgo. No quiero perder un
hijo. Ya te encomendé a Santa Rosa de Lima y te entregué a ella. Olvídate de lo que viste y
escuchaste acá. Haz de cuenta que fue una simple pesadilla. (Rascón Banda, 2008)
Como comenté más arriba, Rascón Banda no publicó inmediatamente esta novela. De hecho, le
prometió a su madre que no lo haría nunca. Montó “Guerrero negro” y fue hasta 2008, después
mujeres que han gozado la felicidad de sentirse poderosas al lado de un hombre que tiene todo
bajo control, pero que a la vez sufren y se lamentan el haber tomado ese camino; personajes que
viven sobre la tan delgada línea de la vida y la muerte; un paisaje de balas, pólvora y destrucción,
en contraste con la vida de un escritor perturbado por todas estas imágenes que lleva a cuestas
y que aplica la escritura como única forma de fuga. De ahí nacen una obra de teatro, un guión
de Santa Rosa de Urúachic, Chihuahua, que quedará en la historia de la literatura del narcotráfico
DAY, Stuart (2005). “En sus propias palabras: Víctor Hugo Rascón Banda. El teatro de Rascón
MENDOZA, Elmer (2005). “El narcotur, nueva atracción para los paseantes que visitan
SÁNCHEZ, Alan (2007). “La narcocultura en Sinaloa: los otros cultivos de la sierra”, La
2007
TREJO FUENTES, Ignacio (2009). “Víctor Hugo Rascón Banda: Contrabando”, Revista de la