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La primera recomendación, en realidad, son los ejercicios aeróbicos.

Pueden ir desde
los más exigentes -como el step, el spinning y otros que se realizan sobre todo en los
gimnasios- hasta los más sencillos: correr, bailar, nadar, montar en bicicleta y dar
paseos diarios. Este último es el más accesible, ya que está al alcance de casi todo el
mundo, se puede realizar en casi todas partes, no requiere de ningún entrenamiento
previo, no exige ningún equipamiento especial y, por supuesto, es gratis.
La Organización Mundial de la Salud
(OMS) recomienda un mínimo de 150
minutos semanales de actividad física
aeróbica de intensidad moderada, o
bien 75 minutos de actividad vigorosa,
"o una combinación equivalente".
Otros especialistas, sin embargo, como
los de la ELF, son algo más exigentes:
apuntan que lo recomendable es al
menos media hora de ejercicio
moderado por día, cinco días a la
semana.
En el acto de respirar están involucrados numerosos músculos y órganos. Cuando el
que realiza la mayor parte de la tarea es el diafragma (el tejido músculo-tendinoso
situado justo debajo de los pulmones) se habla de respiración diafragmática. Esta clase
de respiración se puede efectuar de manera voluntaria y consciente. El trabajo del
diafragma hace que se mueva también el abdomen -se hincha y se deshincha-, por lo
cual este ejercicio también se conoce como respiración abdominal.
La ejecución del ejercicio es simple. Sentada o acostada, la persona debe colocar sus
manos sobre su abdomen. Tras expulsar todo el aire posible de los pulmones, debe
inspirar por la nariz llevando el aire hacia el abdomen, como si el objetivo fuera llevar
las manos lo más arriba que pueda. Cuando más se hinche el abdomen, mejor: indica
que más aire se ha inhalado. Se retiene el aire unos segundos, y después se exhala con
Lentitud

Este ejercicio es parecido al anterior en cuanto a que se procura una inspiración lenta y
una espiración aún más lenta: el proceso de expulsión del aire debe durar el doble que
el de inhalarlo. La característica principal de este procedimiento es el que le da
nombre: el aire se debe exhalar por la boca, a través de los labios labios fruncidos. Es
decir, se deben colocar en posición como para silbar o apagar una vela.
La resistencia que origina el poco espacio que tiene el aire para salir fortalece los
pulmones, mejora la eficacia de la respiración y ayuda a controlar las disneas -es decir,
los ahogos o dificultades en la respiración-, como explica un estudio realizado por
expertos de Barcelona y Brasil. Por lo general, este ejercicio se recomienda a los
pacientes con EPOC u otros problemas pulmonares, pero sus beneficios los pueden
aprovechar también personas sanas.
Cuando el cuerpo es más elástico, la respiración se amplía. Por el contrario, cuando los
músculos están agarrotados o contracturados, la respiración es más limitada, lo cual
reduce también el trabajo de los pulmones y disminuye su capacidad. Por ello, el
estiramiento muscular acarrea beneficios también para los pulmones, pese a no ser un
ejercicio que trabaje de forma directa sobre ellos.
Un ejercicio sencillo de estiramiento para favorecer la respiración consiste en lo
siguiente: de pie, la persona comienza con los brazos verticales al costado del cuerpo.
Mientras inhala, los eleva lentamente, hasta llevarlos a la altura de los hombros, de
forma tal que el cuerpo quede en forma de cruz. Tras retener el aire en los pulmones
durante algunos segundos, exhala -también con lentitud- mientras los brazos regresan
a la posición inicial.

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