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ISSN Nº: 0327 649 X

REVISTA DE HISTORIA
AÑO XVIII - NÚMERO 35 - COMIENZOS DE 2009

35

Escriben:
DOSSIER: William H. Sewell, Jr /
Gabrielle M. Spiegel / Manu Goswami /
Geoff Eley
LECTURAS: Tulio Halperín Donghi / Juan Dossier: De la historia cultural a la historia de la sociedad:
Carlos Torre debate sobre el libro A Crooked Line de Geoff Eley
ARTÍCULOS: María Celia Bravo / Vanesa Lecturas: Buenos Aires en armas / Socialismo y
Teitelbaum / Olga Echeverría / Mariana movimiento obrero
Pérez
35 Artículos: Protesta, sociabilidad y política en el mundo de los
trabajadores de Tucumán / Carlos Ibarguren y el
autoritarismo / Los españoles durante la Revolución de Mayo
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REVISTA DE HISTORIA
A Ñ O X V I I I – N Ú M E R O 35 – C O M I E N Z O S D E 2 0 0 9

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con el apoyo financiero de la Fundación Ford. El Instituto de Altos Es-
tudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de General San
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Índice
Dossier
Debate sobre el libro de Geoff Eley
A Crooked Line: From Cultural History to
the History of Society

Introducción 7

Líneas torcidas
William H. Sewell, Jr. 9
Foto de tapa: Terminal de
colectivos, 29 de enero de Comentario sobre Una línea torcida
1962, de Diego Bonacina.
Gabrielle M. Spiegel 25
Tomado de Fotogramas
santafesinos, Instituto de
Cinematografía de la UNL, Recordando el futuro
1956-1976, p. 176 Manu Goswami 38
Ilustraciones de las
portadillas: Victor Rebuffo, El profano e imperfecto mundo de la historiografía
Xilografías 1967,1981 y Geoff Eley 49
1982.
Artículos

Socialistas y católicos disputando el mundo de


los trabajadores. Protesta, sociabilidad y política
en Tucumán (1895-1910)
María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum 67

Entre los mandatos familiares y la dinámica social


Carlos Ibarguren y su camino al autoritarismo
Olga Echeverría 89

Un grupo caído en desgracia: los españoles


europeos de Buenos Aires durante
la Revolución de Mayo
Mariana Alicia Pérez 109

Lecturas

Buenos Aires en armas


Tulio Halperín Donghi 131

¿Por qué no existió un fuerte movimiento obrero


socialista en la Argentina?
ISSN: 0337 649 X Juan Carlos Torre 151

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Reseñas

Gabriela Águila
Dictadura, represión y sociedad
en Rosario, 1976-1983
Un estudio sobre la represión y los Dossier
comportamientos y actitudes sociales en dictadura
Daniel Lvovich 167 Debate sobre el libro de
Leandro Losada Geoff Eley A Crooked Line:
La alta sociedad en la Buenos Aires de
la belle époque From Cultural History to the
Ricardo González-Leandri 169
History of Society *
Sandra Gayol
Honor y duelo en la Argentina moderna
Silvana A. Palermo 173

* The American Historical Review, vol. 113, N° 2, abril de 2008, pp. 391-437.
Agradecemos a los editores de AHR y a los autores de los artículos incluidos en el dos-
sier la autorización para traducirlos y publicarlos en Entrepasados. Las traducciones
fueron realizadas por Damián López, Laura Efron y Sung-Hyun Kim.

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Introducción

L
os últimos cuarenta años fueron testigos de una extraordinaria serie de trans-
formaciones en el modo en que los historiadores se acercan al pasado. Primero
rebelde, luego triunfante, la historia social produjo, durante las décadas de
1960 y 1970, una notable efusión de interesantes estudios que lograron nada menos
que cambiar nuestros puntos de vista acerca del pasado. Sin embargo, hacia fines de
los años 80 muchos, si no la mayoría de sus adherentes, se desplazaron hacia la his-
toria cultural, la cual adquirió rápidamente un lugar hegemónico. Por supuesto, esta
esquemática formulación pasa por alto la multiplicidad de metodologías, corrientes e
influencias, tanto intelectuales como ideológicas, puestas en juego en estas transfor-
maciones, sin mencionar la gran variedad de prácticas que incluyó la historia cultu-
ral. Asimismo, resulta claro que la relación entre historia social e historia cultural fue
más dialéctica que meramente secuencial, y que el germen para un abordaje cultural
ya se encontraba presente en el trabajo crítico realizado por las figuras fundantes del
movimiento de la historia social. Recientemente, un grupo de historiadores ha decla-
rado su frustración con respecto a esta tendencia metodológica, quejándose sobre lo
perdido ante el eclipse de la historia social por la cultural. Muchos, sin duda, ven los
abordajes a escala transnacional o global como una posible fuente de renovación para
el pensamiento histórico. Para algunos, ha llegado el tiempo de mirar hacia atrás a
fin de moverse hacia adelante.
El libro A Crooked Line: From Cultural History to the History of Society1 de Geoff
Eley es una notable contribución a nuestra comprensión sobre el modo en que la his-
toria ha cambiado durante este período. También ofrece una serie de argumentos
sobre cómo podríamos ir más allá de la historia cultural sin por esto perder su pro-
fundidad, a fin de recuperar algo de la aproximación de gran escala que caracterizó a
la historia social. Finalmente, se trata de una inusual mezcla entre historia personal
e historiografía: Eley utiliza su propia biografía como un medio que permite iluminar
las transformaciones en los abordajes históricos, transformaciones que él, como
muchos de su generación, experimentó tanto en sentido político y moral como en la
forma de revelaciones intelectuales.
En las páginas que siguen, tres historiadores dedicados a diferentes áreas de estu-
dio, y desde diversas perspectivas, comentan el libro de Eley. William Sewell, cuyo
trabajo se centró en Francia pero también escribió sobre teoría y metodología histó-
rica, critica a Eley por su subestimación de las fuerzas externas –especialmente aque-
llas relacionadas con la emergencia de nuevas formas capitalistas en la posguerra–

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que, según sostiene, deberían estudiarse para comprender los cambios que se dieron
durante el período en los enfoques históricos. Sewell advierte que el intento por retor-
Líneas torcidas
nar a las ambiciones totalizadoras que caracterizaron a la historia social requeriría
William H. Sewell, Jr.*
más que el “desafío” historiográfico promovido por Eley.
Gabrielle Spiegel, una medievalista que también ha escrito extensamente sobre
metodología histórica, pone en cuestión la explicación de Eley acerca de la emergen-
cia de la historia cultural, destacando la importancia que tuvieron ciertas influencias
teóricas francesas que él desconocería. Además cuestiona lo que percibe como un lla-
mado de Eley a un pluralismo metodológico, ofreciendo a cambio la posibilidad de una
“neofenomenología” centrada en los actores como medio de conjugar lo social y lo sim-

E
bólico. l libro Una línea torcida de Geoff Eley desafía las clasificaciones de la litera-
Manu Goswami, quien ha escrito sobre el sur asiático moderno y sobre economía tura histórica. Aun participando en géneros como la historia intelectual, la
política, enfatiza el enorme costo sufrido por el triunfo de la historia cultural sobre la memoria, el tratado teórico y el ensayo político, no es del todo ninguno de
historia social. Más particularmente, destaca el hecho de que en el contexto de la his- ellos, pues encarna esa especie de experimento con la forma que se elogia en la labor
toria sudasiática implicó un abandono tanto de los enfoques comparativos de gran de Carolyn Steedman, una de las heroínas historiográficas de Eley. Esta profunda afi-
escala como un alejamiento de las temáticas relacionadas con la economía política, nidad parece existir también con el trabajo del marxista británico y crítico literario
oscureciendo de este modo elementos clave del imperialismo y el capitalismo. Raymond Williams, cuyo nombre y ejemplo aparecen una y otra vez en momentos cru-
En su respuesta, Eley vuelve sobre algunos de los principales argumentos de su ciales del texto. La argumentación y los principales enunciados de Eley manifiestan
libro, comentando las estrategias que eligió para examinar las contingencias, las difi- de hecho ese estilo lento, complejo, dialéctico y de calidad reflexiva que uno aprendió
cultades y las resistencias que conformaron la historia intelectual que él mismo a asociar con Williams: nunca demasiado ligero para pronunciar un juicio, siempre
cubre, y responde a las críticas de los comentaristas. Por último, defiende y amplía su atento a las diversas facetas del problema tratado, alerta teóricamente pero evitando
convocatoria por “nuevas hibrideces” y un “pluralismo básico” en la producción histó- resultar demasiado abstracto, siempre reflexivo sobre su propio emplazamiento his-
rica contemporánea, insistiendo en que esto no es equivalente a un abandono de la tórico, aunque firme y consistente en su ética y posicionamiento político como mar-
teoría ni a una convocatoria al mero eclecticismo; más bien, se trata de un argumen- xista humanista, con un tipo de argumentación complejo. El libro de Eley despliega
to a favor de “la posibilidad de un diálogo fructífero que cruce las diferencias a veces un admirable realismo y humildad al encarar las muchas sorpresas y desilusiones
irreductibles, pero mutuamente respetables”. que han complicado la experiencia histórica de la “generación del 60”, así como una
voluntad por aprender tanto de aquella experiencia como de otras personas con jui-
cios y perspectivas diferentes de los suyos.
Nota
Uno de los propósitos de Eley es mostrar lo que significa para un historiador ser a
1 la vez ambicioso intelectualmente y comprometido políticamente. “Mi esperanza”,
El libro fue publicado originalmente por The University of Michigan Press (Ann Arbor) en
2005. Seguimos a partir de aquí la traducción castellana del título del libro: Una línea torcida,
escribe, “es que al trazar todo un conjunto de encuentros entre las tareas de la escri-
de la historia cultural a la historia de la sociedad, Valencia, PUV, 2008. En la medida de lo posi- tura de la historia y el clima político que las envuelve pueda hacer que otros reconoz-
ble hemos intentado transcribir textualmente las citas del libro vertidas por los participantes can en ellas sus propias consideraciones análogas, lo mismo si coinciden conmigo como
del debate siguiendo esta traducción (consignando su paginación correspondiente), aunque en si no” (32). Eley deja en claro que los problemas relacionados con el compromiso histó-
algunos pocos casos debimos realizar cambios mínimos a fin de mantener la coherencia textual, rico apuntan al centro emocional del historiador. Luego del inicial “Convirtiéndome en
o debido a cambios significativos en el sentido con respecto al original en inglés. [N. de T.] historiador”, los capítulos del libro poseen títulos que evocan los cambios en los senti-
mientos dominantes del autor respecto de la historia y la política: “Optimismo”,

* Profesor emérito de Ciencia Política e Historia en la Universidad de Chicago. Ha escrito


extensamente sobre historia francesa de los siglos XVIII y XIX, y ha publicado numerosos ensa-
yos intentando promover una mayor sensibilidad histórica por la teoría social. Su más reciente
libro, Logics of History: Social Theory and Social Transformation, fue publicado por la
Universidad de Chicago en 2005. Actualmente se encuentra trabajando sobre el capitalismo del
siglo XVIII y los orígenes culturales de la Revolución Francesa.

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)8( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
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“Desilusión”, “Reflexión”, y “Desafío”. Eley comenta que se convirtió en historiador explicación materialista enfatizando, en contraposición, la importancia de las estruc-
“porque la historia realmente importaba; era necesaria para influir” (15). Ha mante- turas y los procesos culturales. En el curso de la década de 1980, y aun más en la de
nido esta motivación a pesar de todas las vueltas y giros (una línea torcida, como la 1990, lo que se denominaría “historia cultural” tomó, aunque no sin fuertes conflic-
llama) durante el transcurso de su carrera, tanto en el mundo político como en la his- tos, el lugar de liderazgo antes ocupado por la historia social en la disciplina. Al igual
toriografía profesional. La obra es, entre otras cosas, un elocuente testimonio sobre la que en el caso del movimiento de historia social, esta reorientación lingüística o cul-
historia como un mandato moral; los estudiantes que pretendan seguir una carrera en tural en historia tuvo alcances internacionales y fue profundamente interdisciplina-
nuestra disciplina deberían leerla y tomarla seriamente en cuenta. ria. Claro que las disciplinas participantes cambiaron, desde la sociología, las cien-
El tema central del libro refiere a los dos grandes movimientos historiográficos cias políticas, la geografía y la economía, hacia la antropología, la filosofía, los
que reformularon la profesión desde que Eley comenzó sus estudios en el Balliol estudios culturales y la crítica literaria. Y así como el movimiento de la historia social
College de Oxford en 1967: el auge de la historia social en las décadas de 1960 y 1970, se encontraba profundamente influenciado por aspiraciones políticas socialistas o
y el giro hacia la historia cultural en el curso de las de 1980 y 1990. Eley examina populistas, el de la historia cultural fue estimulado por una nueva serie de pasiones
estas transformaciones desde el punto de vista de su propia trayectoria y compromi- políticas, entre las que se destacó sobre todo el feminismo, aunque también otros
sos como historiador, los cuales se han caracterizado por una orientación hacia la his- movimientos igualmente vinculados a cuestiones de identidad, en torno a lo racial y
toria europea, particularmente la alemana y la británica, y por una perspectiva de lo étnico. Al mismo tiempo, la declinante plausibilidad de las utopías socialistas uni-
centroizquierda. Así, por ejemplo, su extensa discusión sobre el ascenso y el triunfo versalistas convergía con una nueva inquietud por lo local y los problemas relaciona-
de la historia social en Alemania, y el desafío producido por la Alltagsgeschichte,1 es dos con la identidad personal. La búsqueda de las grandes estructuras cedió su lugar
particularmente magistral. A pesar de esto, el rango de lecturas y referencias histo- a las microhistorias e historias de las subjetividades; mientras tanto, las certidum-
riográficas es de todas maneras muy amplio, pues en el libro se encuentran agudas bres de las estrategias explicativas estructuralistas fueron corroídas por los poses-
observaciones sobre historiografía americana, francesa y sudasiática. Tampoco otras tructuralismos de Michel Foucault, Jacques Derrida y Jacques Lacan, y por la moda
disciplinas escapan a su análisis. Eley trata los desarrollos en sociología, antropolo- del posmodernismo. Aunque Eley nunca fue un gran partidario de estos cambios, fue
gía, estudios culturales, estudios de género, estudios poscoloniales y crítica literaria, sin dudas receptivo a la nueva sensibilidad propia de la historia cultural, al tiempo
destacando el rol fundamental que jugaron durante las últimas cuatro décadas para que nunca renunció a las perspectivas de la historia social.3 Y ahora, en los comien-
la transformación de la escritura y la investigación históricas, incluyendo las de él zos del siglo XXI, cuando la novedad de la historia cultural y el giro lingüístico
mismo. Las notas del libro, que ocupan cerca de un tercio, son una verdadera fuente comienza a gastarse, Eley concluye su libro con un reclamo por un pluralismo teóri-
invaluable en comentarios y referencias. co y metodológico: “Entre la historia social y la historia cultural”, concluye, “no hay
El mismo Eley fue partícipe de los dos grandes movimientos historiográficos que necesidad de elegir” (269).4
examina. Desde su ingreso a la Universidad de Sussex en 1971, formó parte de la gene- El libro estimula dos líneas de reflexión. En primer lugar, tal como Eley desearía,
ración que se plegó a la emergencia de la historia social. En el medio inglés la historia su historia me invitó a meditar sobre la manera en que mis propios compromisos polí-
social era fundamentalmente marxista en su orientación, bajo una fuerte influencia de ticos e historiográficos coinciden y se diferencian de los suyos. Su relato es, en un pri-
Edward P. Thompson, Eric Hobsbawm, George Rudé, Christopher Hill y otros histo- mer nivel, inmediatamente reconocible para cualquier historiador que haya vivido
riadores marxistas británicos. Sin embargo, tal como Eley destaca, las otras principa- aquellos años. Pero al mismo tiempo es bastante particular. En mi caso, me sorpren-
les corrientes de historia social, como los Annales franceses y la historia social cientí- dió el grado en que, luego de unos treinta años en la Universidad de Michigan, las
fica internacional (aunque especialmente la americana), tenían programas fuentes y los juicios de Eley continúan siendo anglocéntricos. Así, los tres magníficos
sumamente convergentes. En todos los casos, estaban a la búsqueda de aquello que de retratos intelectuales de historiadores que utiliza para concluir sus capítulos centra-
forma concisa Charles Tilly denominó grandes estructuras, procesos amplios, compa- les –Edward Thompson en “Optimismo”, Tim Mason en “Desilusión” y Carolyn
raciones enormes: todas mantenían la ambición de una comprensión en términos de Steedman en “Reflexión”– son todos ingleses, al igual que su más importante referen-
totalidad histórica, además de encontrase abiertas a la colaboración interdisciplinaria cia teórica, Raymond Williams, y el eslogan de la “historia de la sociedad” que utiliza
con otras ciencias sociales, y todas se orientaban también hacia un modelo explicativo como uno de los vertebradores del texto, que procede de Eric Hobsbawm. Como his-
materialista en el cual las estructuras económicas ocupaban un sitio privilegiado.2 De toriador nacido en Estados Unidos, que ha confrontado con una similar sucesión de
esta manera, más que rivales, los tres estilos de historia social parecían colaborar en cambios historiográficos, encuentro la especificidad de este punto de vista inglés útil
un proyecto común. para iluminar las singularidades de mi experiencia. Comparar las líneas torcidas tra-
Sin embargo, no pasó demasiado tiempo desde que la historia social consiguió su zadas por estas dos trayectorias provoca preguntas acerca del modo en que debería-
hegemonía en la profesión histórica (hacia fines de la década de 1970), hasta que mos entender las relaciones entre el contexto histórico y los cambios historiográficos
algunos de sus principales exponentes comenzaron a insistir en la insuficiencia de la durante las cuatro décadas pasadas.

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Aparentemente sin vínculo, aunque en verdad sumamente relacionada con la los derechos civiles fueron surgiendo en los años siguientes; el más importante fue la
anterior, mi segunda reflexión proviene de una cierta insatisfacción con la postura de oposición a la guerra en Vietnam. El área de la Bahía se convirtió en el centro del
Eley en relación con el presente historiográfico, tema tratado particularmente en el “estilo de vida” del radicalismo cultural en los 60: la experimentación con drogas psi-
capítulo final, “Desafío”. Resulta difícil, por supuesto, saber bien cómo juzgar o criti- codélicas, la escena musical del rock en San Francisco, la revolución sexual, la libe-
car un libro completamente sui géneris como este. En cuanto informe sobre los pro- ración gay, las comunas, los desafíos a las convenciones en los roles sexuales; diver-
pios sentimientos ambivalentes de Eley a propósito de la política e historiografía con- sas formas de aquello que llamábamos “expansión de la conciencia”. Durante los 60,
temporáneas, su capítulo final es tan elocuente como aquellos que lo preceden. Sin en Berkeley tomó un poderoso y nuevo ímpetu el venerable derecho liberal de la bús-
embargo, todavía encuentro discordante su llamado al desafío, en relación con su apa- queda de la felicidad. En contraste, aunque presente en el vibrante mundo político de
rentemente acrítica posición hacia el estilo dominante en la práctica historiográfica, Berkeley, el marxismo difícilmente era central.
que es comúnmente etiquetado como “nueva historia cultural”. Creo que los historia- Llegué a Berkeley con la determinación de estudiar historia social. Compartía el
dores de izquierda podemos ser productivamente rebeldes en la desalentadora coyun- punto de vista sobre la crisis del determinismo económico de aquel momento, así que
tura política de comienzos del siglo XXI, pero eso requerirá una dura labor teórica de aún no era un marxista. Leí y quedé conmovido por el libro La formación de la clase
nuestra parte. Necesitamos tanto encontrar un camino teóricamente satisfactorio obrera en Inglaterra de Edward P. Thompson en el invierno de 1964, cuando estaba
para superar la corriente división entre historia social y cultural como reconocer el elaborando mi proyecto de tesis sobre historia del trabajo. Pero lo que más me impre-
modo en que nuestros esfuerzos por repensar la historia se encuentran condicionados sionó de la obra fue la descripción de Thompson de la enorme diversidad de condicio-
por las transformaciones contemporáneas del capitalismo global. nes y actitudes entre la población trabajadora, y especialmente su demostración de que
La línea torcida trazada por mi propia trayectoria historiográfica corre en general los artesanos habían ocupado un lugar fundamental en las luchas obreras. En mi caso,
de forma paralela a la de Eley. Es más, se halló entrelazada con la suya por un tiem- el libro de Thompson era útil como un bienvenido golpe contra el por aquel entonces
po. Mientras enseñaba en la Universidad de Michigan a fines de la década de 1980, convencional argumento marxista en historia del trabajo, según el cual el radicalismo
fui junto con Eley miembro del comité directivo del Programa de Estudios obrero era un resultado del crecimiento de un uniforme proletariado fabril. Los descu-
Comparativos de Transformación Social. El CSST, como se lo llamaba, fue un progra- brimientos de Thompson me parecían concordantes con los detallados estudios cuan-
ma explícitamente interdisciplinario que incluía a investigadores de historia, sociolo- titativos sobre la relación entre estructura social y compromiso político realizados por
gía, ciencia política y crítica literaria. Fue también el primer lugar en el que se die- investigadores de inspiración sociológica como Stephan Thernstrom y Charles Tilly.6
ron las discusiones (y encarnizadas batallas intelectuales) que acompañaron el giro En la historia del trabajo europea, y específicamente en la francesa, el marxismo apa-
lingüístico o cultural en Ann Arbor en aquellos años, y el ejemplo perfecto del tipo de recía como un lastre de la tradición y no como una poderosa renovación. En contraste,
diálogo entre disciplinas y perspectivas teóricas que Eley apropiadamente identifica la liberal ciencia social americana ofrecía valiosas herramientas para acercarse a los
como una potente fuente de innovación historiográfica. Durante los estimulantes días orígenes sociales del radicalismo obrero del siglo XIX.7
que compartimos como parte del CSST, nuestras líneas históricas se aproximaron Mi falta de compromiso político o intelectual con el marxismo permitió sin duda
mucho. que mi movimiento posterior hacia la historia cultural fuese mucho más fácil. Aunque
Pero aunque por aquellos años solíamos vernos como muy cercanos, nuestros mi sentido común era materialista, mi materialismo se encontraba carente de peso
desarrollos políticos e historiográficos previos habían sido ampliamente diversos. Aun político. De este modo, cuando mis colegas de la Universidad de Chicago Bernard
siendo diez años mayor que Eley, también fui profundamente influenciado por la polí- Cohn y Ronald Inden me introdujeron en las maravillas de la antropología simbólica
tica de los 60. Crecí en Madison, Wisconsin, como hijo de padres new-dealer.5 Para mí, a comienzos de la década de 1970, no contaba con razones políticas por las cuales
que fui madurando durante los años 50, el tema apremiante no fueron las luchas resistirme. Además, me encontraba cada vez más frustrado por las limitaciones de la
obreras sino aquellas por las libertades y los derechos civiles. La primera causa polí- historia social cuantitativa, la cual efectivamente podía reconstruir las estructuras
tica con la cual me identifiqué firmemente fue la campaña “Joe debe irse”, un fraca- sociales con exquisito nivel de detalle, pero guardaba silencio sobre aquello que la
sado intento realizado en 1954 (cuando tenía catorce años) para remover a Joseph gente sentía o creía. Los enfoques provenientes de la antropología resultaban atrac-
McCarthy, quien era senador por mi estado. Durante mis años universitarios en tivos debido a que prometían penetrar profundamente en los significados de las
Wisconsin el tema dominante era el movimiento por los derechos civiles. Aun duran- expresiones y las acciones colectivas de los trabajadores. Pero, en mi caso, este deseo
te mis años de posgrado en Berkeley, era una especie de radicalismo liberal de por descubrir los significados culturales populares contenía una carga que iba más
izquierda, más que el marxismo, el que definía el terreno político. El movimiento por allá de lo puramente intelectual. Desde mi carrera de grado siempre presté cierto cui-
la libertad de expresión de 1964, que defendía los derechos de los estudiantes a orga- dado al hecho de que las técnicas cuantitativas, tan decisivas para la historia social,
nizarse en las universidades para el activismo por los derechos civiles, fue el gran contenían una compleja valencia política. Por un lado tenían ciertas implicancias
evento movilizador. Por supuesto, otros temas además de la libertad de expresión y democráticas dado que parecían ser los mejores medios de alcanzar las experiencias

Archivo
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de grupos, como los trabajadores y campesinos, que rara vez habían dejado fuentes te a las dificultades de la izquierda desde 1980, resistiéndonos a aceptar el aparente
escritas. Pero, por otro lado, la cuantificación evocaba precisamente aquella mentali- triunfo del capitalismo global y la democracia plutocrática como una especie de “fin
dad burocrático-corporativa que la contracultura de los 60 había encontrado profun- de la historia”. Al menos desde ese momento nuestras líneas continúan avanzando,
damente objetable. De ahí que seguir la perspectiva intelectual de la antropología cul- aunque de modo “torcido”, en direcciones en general paralelas.
tural no sólo permitía obtener más información acerca de los trabajadores sino que
también implicaba una posibilidad de liberación. En vez de encontrarme limitado por Cualquier lector de Eley reconocerá este breve resumen de mi desarrollo historio-
un estrecho y burocrático modelo de investigación que sólo me brindaba acceso a las gráfico como una variante del suyo. Las diferencias en nuestras trayectorias –por
formas exteriores de la vida de la clase obrera, podía entonces explorar los sorpren- ejemplo, el temprano compromiso de Eley con el marxismo frente a mi temprano libe-
dentes y maravillosos dominios de la vida simbólica de los trabajadores y, efectiva- ralismo, o mi más precoz y enérgico giro lingüístico– son fáciles de explicar por nues-
mente, su conciencia e inconciencia colectiva. Estas nuevas formas de investigación tras particularidades biográficas. Pero ¿qué ocurre con aquellas similitudes, clara-
revelaban universos morales alternativos de ningún modo reductibles a los hechos de mente compartidas por muchos historiadores de nuestra generación, no solamente en
la estructura ocupacional, el nivel de salarios y el grado de explotación económica. En América del Norte y en Europa, sino también en el sur de Asia?10 En todos estos sitios
mi caso, y pienso que para el de muchos otros historiadores de mi generación, la his- hubo un crecimiento de la historia social en los 60 y los 70, seguido por un movimien-
toria cultural resonaba junto a aquella añorada contracultura de los 60. En rigor to hacia la historia cultural en los 80 y los 90. Por supuesto, hubo diferencias en los
nunca renuncié a la historia cuantitativa, pero a partir de mediados de los 70 comen- tiempos y en los detalles particulares, pero la secuencia fue sorprendentemente uni-
cé a ver a la cuantificación como una técnica auxiliar más que como el camino regio forme.
hacia la verdad histórica.8 A pesar de que Eley discute un gran número de historiografías nacionales, rara-
Llegado a ese punto de mi carrera, y basándome en que el marxismo tendía fuer- mente se detiene a considerar las razones de estas amplias similitudes transnaciona-
temente al reduccionismo, me hallaba poco predispuesto a considerarlo como posible les. Así, resulta paradójico que, mientras defiende consistentemente el mantenimien-
fundamento para la historia social.9 Sin embargo, a partir de fines de los 70 y duran- to de las ambiciones totalizadoras de la historia social, la búsqueda de esta ambición
te los 80, poco a poco comencé a revisar esta posición. Al ir conociendo a economistas resulte fallida en su propio abordaje histórico de la historiografía reciente. Él nos brin-
marxistas como David Gordon, Herb Gintis y Rick Edwards, o a un historiador del da un detallado análisis de los movimientos intelectuales en la disciplina, relacionán-
arte marxista como Tim Clarke durante los años que pasé a fines de los 70 en el dolos con constantes luchas políticas; sin embargo, no los vincula con los desarrollos
Instituto para Estudios Avanzados, y con mi participación en un grupo de estudios del capitalismo global que, en su caso en tanto marxista, parecería haber definido, o al
marxistas en la Universidad de Arizona en los 80, fue quedándome en claro que mi menos participar de modo importante en la definición de la totalidad social que cons-
acercamiento al marxismo había sido sumamente superficial y que tenía mucho por treñía las acciones tanto de los historiadores como de los actores políticos.
aprender. Así que hacia el momento en que mi línea torcida comenzó a tocarse con la La única afirmación general sostenida por Eley a propósito del crecimiento de la
de Eley en Ann Arbor a fines de los 80, mi aprecio por el marxismo había aumentado historia social es que “la política radical de los años 60 era inseparable del relato his-
considerablemente. Al mismo tiempo los desarrollos políticos de los 80, especialmen- toriográfico. El gran avance hacia la historia social era inconcebible sin el sentido de
te el reaganismo en Estados Unidos y el thatcherismo en Gran Bretaña, dejaron en posibilidad política que se avecinaba a finales de los años 60” (105). Los movimientos
claro que la guerra de clases, de los ricos contra los pobres, continuaba siendo una políticos radicales agrupados por el metonímico “1968” fueron, por supuesto, famosos
realidad. Los enormes cambios en la economía estadounidense –ingente desindustria- internacionalmente, y ese radicalismo casi global ciertamente encendió las imagina-
lización, desplazamiento del poder del noreste y medioeste hacia el sur y el oeste, glo- ciones de muchos historiadores sociales en formación. Pero, en mi opinión, 1968
balización de las finanzas– hacían que los temas de estructura y cambio económico puede entenderse mejor como un particular impulso a un movimiento historiográfico
apareciesen como absolutamente urgentes. Finalmente, la caída del muro de Berlín, que ya se encontraba bien encaminado. Cuando llegué a Berkeley en 1962, muchos
vista por muchos comentaristas como el pasaje hacia el definitivo fin del marxismo, estudiantes de posgrado, yo incluido, ya teníamos planeado trabajar en historia
aparecía para mí como una liberación de Marx con respecto a aquel grotesco régimen social; hacia 1968 nos encontrábamos bien avanzados en nuestras tesis. Por tanto, en
totalitario que había reclamado falsamente haber encarnado sus ideas. Por tanto, vez de ver el radicalismo político de fines de los 60 como un necesario antecedente del
durante el tiempo en que trabajamos con Eley en la Universidad de Michigan, ambos “pasaje a la historia social”, creo que tanto este pasaje como los omnipresentes movi-
éramos eclécticos, atraídos simultáneamente por las incitantes innovaciones en teo- mientos radicales de aquellos años deben ser vistos, en ambos casos, como emergen-
ría cultural y el reconocimiento de las perspectivas marxistas. Y desde 1990, cuando tes desde causas sociales más profundas. Elaborar un argumento completo sobre este
dejamos de compartir nuestro lugar de trabajo con mi regreso a la Universidad de efecto requeriría de mucho más espacio del que dispongo aquí. Pero pienso que el
Chicago, ambos continuamos buscando caminos que ligaran la historia social, el mar- optimismo epistemológico de la historia social –su fe en la posibilidad de reconstruir
xismo y la historia cultural. Y los dos tomamos posiciones políticas desafiantes fren- una historia de la totalidad social– se hizo plausible en gran parte por la específica

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forma del desarrollo capitalista que caracterizó al gran boom de posguerra. El común- aspectos del contexto sociopolítico de fines de los 70 y los 80 que debilitaron los modos
mente denominado “fordismo” o capitalismo centrado en el Estado (state-centered explicativos de la historia social. Por un lado, “la clase social estaba debilitándose en
capitalism) –con su fundamental pacto entre grandes empresas, sindicatos y admi- su capacidad persuasiva como concepto maestro” (159), en gran parte debido al decli-
nistración política, su producción masiva estandarizada, su dirección keynesiana de ve internacional del movimiento obrero después de aproximadamente 1976 y a la trau-
la economía, sus tasas de cambio fijas, y con el poder militar estadounidense como mática victoria –con significativo apoyo de la clase obrera– del virulentamente antio-
garante global– había producido, o al menos así lo parecía, una inteligible, predecible brero Partido Conservador Británico en 1979, y nuevamente en 1983.13 El otro aspecto
y sólidamente progresista forma de sociedad. Utilizando el lenguaje de Raymond mencionado es el crecimiento del feminismo, un movimiento político e intelectual que
Williams, uno podría decir que la “estructura de sentimiento” generada por el capita- nadie digno de pertenecer a la izquierda podía ignorar pero que, en los 80, fue insis-
lismo de posguerra garantizó la plausibilidad de la historia social, sea en su forma tente sobre el hecho de que “áreas fundamentales de la vida social no podían ser sim-
marxista, annalista, o social-científica.11 plemente subsumidas en los términos analíticos que la clase proporcionaba” (157).
Pero, además, de un modo diferente aunque relacionado, el capitalismo fordista Para un historiador social británico cuya mirada de la totalidad social descansaba
garantizó las revueltas de los 60. Aquellas revueltas fueron encabezadas por jóvenes, sobre la clase social, ésta era sin dudas una potente combinación. Pero aquí el acerca-
y más específicamente por estudiantes universitarios. Como Daniel Bell destacó en miento de Eley es demasiado local para otorgar sentido a toda la coyuntura historio-
El advenimiento de la sociedad posindustrial, el tipo de capitalismo que emergió gráfica y política. La debilidad del movimiento trabajador ciertamente fue desalenta-
durante el boom de posguerra en los países ricos se volvió crecientemente dependien- dora para la izquierda en todas partes, y en todas partes el feminismo representó un
te de la producción y el control del conocimiento.12 Esto requería de una fuerza de tra- acertijo para los presupuestos implícitamente machistas de la historia social y la polí-
bajo mejor preparada, lo cual conllevó a una vasta expansión de los sistemas univer- tica de izquierda. Pero para los historiadores sociales que no se hallaban sensiblemen-
sitarios en todas las democracias avanzadas. Hacia fines de los 50 y en los 60, los te ligados a la clase en cuanto categoría analítica –por ejemplo, los historiadores social-
estudiantes universitarios resultaron ser, en relación con su grupo etario, una propor- científicos americanos como yo, o los annalistas franceses– el declive de la
ción mucho mayor que nunca antes. Teniendo en general asegurados buenos empleos plausibilidad de las explicaciones en términos de clase era un problema relativamen-
una vez graduados, se sentían confiados respecto del futuro, pues podían vivir inde- te indiferente, y que por lo tanto no puede explicar su viraje hacia la historia cultural.
pendientemente sin responsabilidades propias de adultos, y provistos de baratos En mi opinión, no menos que en el caso de su auge, el descenso de la historia social
libros de bolsillo y nuevas y efectivas tecnologías para el control de la natalidad. Si debe ser conectado con el cambio en las formas macrosociales y los destinos del capi-
bien los estudiantes universitarios fueron claros beneficiarios del boom fordista, las talismo mundial. El boom de posguerra, que permitió tanto el crecimiento de la his-
universidades les proporcionaron también el espacio social y los recursos intelectua- toria social como las revueltas político-culturales de los 60, se interrumpió abrupta-
les para desarrollar una cultura política crítica y experimentar nuevos estilos de vida. mente en los comienzos de los 70, y la economía mundial entró en un período de
El medio estudiantil combinaba el optimismo que provenía de la aparentemente per- sostenida crisis estructural. No fue solamente que el crecimiento se volvió más lento
manente prosperidad del boom de posguerra con una actitud altamente crítica hacia sino que las mismas estructuras subyacentes del capitalismo fordista se desbarata-
la forma capitalista que de hecho permitía tal prosperidad. La retórica radical de los ron en el curso de los 70 y 80. Las zonas industriales se convirtieron en “cinturones
estudiantes y sus modos de vida eran en gran parte específicamente antifordistas: oxidados” (rust belts). El keynesianismo, que no pudo resolver el enigma de la “estan-
especial hostilidad hacia la burocracia, la conformidad corporativa y la cultura de flación”, abrió el paso al monetarismo y la microeconomía. El sistema de tasas de
masas. Parece justo concluir que los movimientos estudiantiles de los 60 se hallaban cambio fijas colapsó, dando curso al crecimiento hipertrófico de la especulación finan-
profundamente imbricados en las contradicciones del capitalismo fordista, sin duda ciera, acrecentada, por supuesto, por las nuevas tecnologías electrónicas de comuni-
dependientes de sus promesas de prosperidad interminable, aunque insistentemente cación. Los servicios financieros reemplazaron a la producción de manufacturas como
apuntando más allá, hacia una menos estupidizante forma de vida que esta abundan- sector líder en los países más ricos. Los sindicatos decrecieron en afiliados y poder.
cia material hacía pensable. En resumen, nuestra comprensión del crecimiento de la Las mismas corporaciones se metamorfosearon, y pasaron de ser “campeones nacio-
historia social y de los movimientos radicales de los 60 –ambos, claros fenómenos nales” jerárquicamente estructurados a “multinacionales” estructuradas menos rígi-
transnacionales– puede ampliarse al mostrar cómo estos fenómenos se hallaban vin- damente que, tomando ventaja de la nueva tecnología electrónica de comunicaciones,
culados a las principales formas y dinámica del capitalismo global de su época. podían localizar la producción, el trabajo de gestión y administración y los servicios
Pienso que la explicación de Eley sobre el giro cultural adolece del mismo tipo de técnicos donde pudieran realizarse a más bajo costo. En todos los niveles de la jerar-
problemas que la del inicial crecimiento de la historia social. Nuevamente se combina quía ocupacional, tanto para los ejecutivos como para los trabajadores en la produc-
historia intelectual y política por medio de una narrativa personal, pero conteniendo ción, la estabilidad laboral y el establecimiento de una carrera con ascensos definidos
ahora una pequeña reflexión sobre el contexto macrosocial en el cual los cambios his- fueron erosionados; los trabajadores comenzaron a experimentar de modo creciente
toriográficos tuvieron lugar. En el transcurso de su narración, Eley menciona dos una especie de picaresca ocupacional, realizando movimientos laterales entre empre-

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sas, trabajo temporal, empleo por cuenta propia y frecuentes readaptaciones. El incertidumbre tomó la forma del giro cultural, coqueteos con el posestructuralismo, y
comercio internacional aumentó considerablemente, como lo hicieron las migraciones una fascinación por la microhistoria y la subjetividad.
laborales, tanto legales como ilegales. Los Estados nacionales resultaron menos capa- Durante los 80 y los 90, muchos historiadores fueron impregnados por el sentimien-
ces de controlar las actividades económicas que ocurrían dentro de sus fronteras; es to de que el giro lingüístico los había liberado de los sofocantes marcos de análisis y las
más, algunos sostuvieron que la misma noción de una “economía nacional” había rígidas políticas de la historia social. Pero aquella actitud pareció cambiar al tiempo
dejado de tener sentido. El imaginario sociopolítico centrado en el Estado de la pos- que el neoliberalismo global se consolidaba en el cambio de milenio. El espectáculo de
guerra, con su confianza en la conducción estatal de la economía, el crecimiento de los sueldos ejecutivos exorbitantes combinados con salarios estancados, la aparentemente
beneficios sociales por parte del Estado, las garantías de pleno empleo y la coopera- creciente erosión de la democracia por una plutocracia y la exaltación del valor de cam-
ción guiada estatalmente entre capital y trabajo, perdió su sostén. Este antiguo ima- bio sobre toda otra forma de valor fueron inspirando una especie de nostalgia por una
ginario político fue gradual y desigualmente desplazado por el auge del “neoliberal”, historia social que, con todas sus fallas, al menos había intentado confrontar con el pro-
que exaltaba la responsabilidad individual, el emprendimiento universal, la privati- blema de las grandes transformaciones socioeconómicas. Eley, con su actitud actual de
zación, la desregulación y la globalización. desafío político y su afirmación sobre la continuidad del valor de la historia social, es
Resulta desconcertante que un marxista profeso como Eley nunca se pregunte un ejemplo prominente. Pero aún es demasiado temprano para saber si podrá conver-
sobre el modo en que las prácticas epistémicas de los historiadores pudieron ser afec- tirse en guía para el avance de una nueva tendencia historiográfica por venir.
tadas por tal fundamental transformación de las formas sociales del capitalismo El eslogan de Eley para la actual etapa de “desafío” es que “entre la historia social
mundial. Pero, evidentemente, si la consolidación del fordismo en los 50 y los 60 per- y la historia cultural, en realidad, no hay necesidad de elegir” (269). Su deseo princi-
mitió que las estructuras sociales aparecieran como discernibles, predecibles y cuan- pal, si lo he comprendido apropiadamente, es totalmente encomiable: retomar el
tificables, parece sensato pensar que la desintegración del mismo en los 70 y los 80 esfuerzo de la historia social por aprehender la totalidad social (capitalista) sin aban-
conmovió la plausibilidad del paradigma de la historia social. Hacia el final de la donar las inmensas adquisiciones intelectuales producidas gracias al giro cultural.
década de 1970, no solamente la estructura política y social sino las propias identida- Pero aunque el objetivo sea meritorio, no encuentro el capítulo final del libro de Eley
des personales parecían desconcertadamente disponibles para todos Cuando los his- demasiado efectivo para marcar su posible camino de resolución; sobre todo, en mi
toriadores viraron en su búsqueda de las grandes estructuras hacia la microhistoria, opinión, por la ausencia de una perspectiva teórica adecuada para este fin.
desde el determinismo socioeconómico hacia los estudios de la cultura, y desde proce- En un nivel, la sentencia de Eley acerca de que no existe necesidad de elegir se
sos fundamentales hacia las fuentes de la identidad subjetiva, esta búsqueda de nue- convierte en poco más que una expresión de satisfacción con el tipo de trabajo reali-
vas formas de inteligibilidad del pasado reflejaba las dificultades para otorgar senti- zado hasta el presente bajo la bandera de “la nueva historia cultural”. En esta formu-
do a un presente en el cual el capitalismo fordista había sido deshecho y reemplazado lación, el llamado a recuperar la historia social es débil, ya que está lejos de ser claro
por las formas más fluidas e impredecibles de un emergente neoliberalismo global.14 si ella tiene algo valioso para ofrecer en la actualidad. Así, Eley sostiene en un
Tampoco fueron solamente historiadores quienes, por esos años, abandonaron las rei- momento que la historia social “simplemente no está más disponible”, dado que ha
ficantes categorías de la etapa intelectual previa. Los antropólogos se alejaron de las “dejado de existir” como un proyecto coherente, y que cada elemento de su paradigma
convenciones de la etnografía preexistente; los críticos literarios adoptaron la decons- “ha sucumbido a una crítica implacable y persuasiva” (278). Nada queda, concluye
trucción; el posmodernismo se convirtió en el grito de batalla entre todo un grupo de Eley, a excepción de fragmentarios temas o tópicos tratados por fuera del antiguo
disciplinas académicas. Aun los investigadores sociales que continuaban ligados a las paradigma de la historia social. Cerca del final del libro, se argumenta que hacia fines
matemáticas y al método científico siguieron esta tendencia a huir de las estructuras de los 90 “la nueva historia cultural”, ahora la “descripción más aceptada” para el
reificantes y reconstruyeron sus disciplinas desde sus mismos cimientos. La teoría de mejor trabajo que se está realizando en el campo, realmente se ha convertido en un
la acción racional, con su estrecha asunción del individualismo metodológico, avanzó “repertorio más ecléctico de enfoques y temas”, en los que los límites con la historia
a grandes pasos en economía y ciencias políticas. Y en sociología, la nueva metodolo- social han resultado “muchísimo más borrosos”. Eley alaba aquí la habilidad de los
gía del análisis de redes insistió sobre el hecho de que las estructuras sociales no jóvenes historiadores para abrirse paso y encontrar, bajo la bandera de la nueva his-
podían ser simplemente dadas sino que debían ser laboriosamente reconstruidas a toria cultural, formas concretas de combinar temas y tópicos de la historia social y
partir de las interacciones sociales en las cuales se constituyen en último término. La cultural mientras eluden “la defensa programática de una forma de teoría frente
era de la transición del capitalismo fordista centrado en el Estado hacia el capitalis- otra”. Eley apoya así la “hibridez” de la “nueva historia cultural”, que permite a los
mo globalizado del neoliberalismo se ha caracterizado, en el ámbito de las ciencias historiadores dejar la teoría a un costado y llevarla adelante con una amplia e inte-
humanas, por una general incertidumbre epistemológica, una incertidumbre que resante gama de trabajo empírico (295).
tiene una cierta afinidad electiva con la acrecentada “flexibilidad”, que es una de las Pero estos pocos párrafos críticos son seguidos por otro que se destaca en una muy
principales características del nuevo orden económico global.15 En historia, esta diferente dirección. “Se necesita recobrar cierta confianza”, escribe Eley, “en la posi-

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bilidad de captar la sociedad en su conjunto, de teorizar sus fundamentos de cohesión Argumento además que si las implicancias de un enfoque tal son seguidas correcta-
e inestabilidad, y de analizar sus formas de movimiento” (296). Aquí indica, creo, su mente, podríamos encontrar las prácticas semióticas interconectadas, acumuladas
más profunda razón para continuar abogando por una combinación de historia social dentro de aquello que llamo “ambientes construidos” (built environments): tejidos
y cultural: su valorización de la sensibilidad de la historia social por la totalidad materialmente existentes, física y socialmente localizados, que perduran pero tam-
social. Desde un punto de vista, parece contentarse con que varios de los temas y tópi- bién se transforman por el continuo fluir de las prácticas semióticas. Este enfoque
cos reconociblemente derivados del ahora deshecho paradigma de la historia social teórico puede o no parecer promisorio, pero explícitamente va más allá que una mera
puedan encontrar su lugar en el informe bazar de la nueva historia cultural. Pero actitud de desafío, en el objetivo por combinar la historia social y cultural en un pro-
desde otro, se halla disgustado por el hecho de que los historiadores hayan abando- yecto historiográfico conceptualmente coherente y unificado.17
nado los esfuerzos por aprehender la totalidad social. Y aún se mantiene inseguro, La segunda tarea teórica necesaria refiere a repensar el problema de la totali-
como lo indica su apelación, lejana de toda estridencia, acerca de que “se necesita dad social. Las dramáticas y con frecuencia brutales transformaciones de las rela-
recuperar cierta confianza en la posibilidad de captar la sociedad en su conjunto”. ciones sociales capitalistas desde los 70 han ayudado a convencerme de que el capi-
Continúa diciendo que “ni el escepticismo sobre la persuasión de las grandes narra- talismo es el horizonte crucial de la totalidad social, no sólo del presente sino de toda
tivas ni las críticas al pensamiento de la Ilustración requieren un abandono comple- la modernidad. De esto se sigue que repensar la totalidad social requiere un compro-
to del proyecto del análisis de toda la sociedad o de la historia social” (296, mis subra- miso con el marxismo dado que, en mi opinión, son adherentes a esta tradición quie-
yados). Luego admite que “por mi parte, he seguido pensando en términos de nes han reflexionado de modo más profundo y productivo acerca del capitalismo. Mis
capitalismo, clase, nación, formación social y demás”. En otras palabras, él no ha propias preferencias en el interior de los debates marxistas difieren, según creo, de
“abandonado completamente” sus categorías marxistas. “Pero”, continúa, “soy mucho las de Eley. Leyendo sus comentarios sobre marxismo en Una línea torcida infiero
más prudente y estoy menos seguro de lo que estos conceptos de la gran teoría me que, para él, la clase social es la categoría fundamental del análisis marxista. Yo tien-
permiten analizar y explicar exactamente”. El párrafo que comienza con un llamado do a enfatizar la acumulación interminable de capital como la conformación subya-
a retomar el esfuerzo de la historia social por aprehender la totalidad social no ter- cente crucial de la dinámica del capitalismo, con las clases y la lucha de clases figu-
mina con una afirmación sobre la confianza que se dice debe ser restaurada, sino con rando más como un contexto y un resultado de la dinámica de la acumulación. En las
reflexiones sobre la contingencia histórica de sus conceptos fundamentales, como teorías marxistas centradas en el capital, la acumulación interminable de capital pro-
“clase” y “sociedad”, por las cuales la totalidad podría ser aprehendida (296).16 duce configuraciones históricas cambiantes de poder político, relaciones espaciales,
Aun así, en el párrafo final del libro Eley relega esta ambivalencia, sugiriendo al lucha de clases, formas intelectuales, tecnología y sistemas de regulación económica
“desafío” como “la respuesta apropiada para nuestro momento actual”. En un tiempo que perduran por cierto tiempo hasta que son desmanteladas por sus propias contra-
acosado por las grandes narrativas neoliberales y por un “nuevo conjunto, brutalmen- dicciones y reemplazadas por nuevas configuraciones.18 Según lo veo, estas reconfigu-
te demonizador, de retóricas sobre el bien y el mal en el mundo”, se nos sugiere (refi- raciones del capitalismo son procesos tanto culturales como materiales, que implican
riéndose a los historiadores de izquierda) que necesitamos desarrollar metanarrati- grupos de prácticas semióticas al tiempo que “ambientes construidos” (built environ-
vas propias, “nuevas historias de la sociedad” (297). Me encuentro completamente de ments). La diferencia entre estas dos concepciones sobre el capitalismo es, según creo,
acuerdo con esta conclusión. Pero pienso que el desafío debe ser más que una actitud, consustancial con el replanteamiento de la totalidad social. Después de todo, fue el
y que todo intento por escribir nuevas historias de la sociedad (con las ambiciones de modelo de totalidad social centrado en las clases el que se marchitó bajo los asaltos
totalidad que Eley procura) debe encarar algunas dificultades teóricas que Eley elude del capitalismo neoliberal reestructurado y la teoría feminista hacia finales de los 70
en su libro. y durante los 80. Creo que las concepciones de la totalidad social centradas en la acu-
Encuentro en este sentido dos problemas teóricos fundamentales. En primer mulación interminable de capital (como la que intenté sintetizar, sin duda demasia-
lugar, es preciso trabajar en términos teóricos ciertos medios para combinar, en el do esquemáticamente, en mi explicación anterior sobre las transformaciones del capi-
mismo terreno epistemológico, el materialismo de la “historia social” y el idealismo de talismo global desde los 70) ha probado ser mucho menos vulnerable.
la “historia cultural”. En un libro reciente, he ofrecido mi propio intento por realizar El libro Una línea torcida de Geoff Eley es un poderoso estímulo para reflexionar
tal reconceptualización teórica. Allí comienzo negando que todas las relaciones socia- sobre las implicancias políticas y los retos teóricos en la historia, tanto escrita como
les sean reducibles al lenguaje, pero argumento que dado que todas las relaciones vivida. Se entiende que no todos acordarán con sus juicios. Como he indicado, pienso
sociales poseen un contenido de significación, pueden de todas maneras ser aprehen- que para encontrar un camino más allá de la actual perplejidad historiográfica se
didas por una versión modificada o expandida del modelo lingüístico. Trato de mos- requerirá una mayor dosis de teoría, y de una especie diferente de la ofrecida por
trar que todo el conjunto de acciones humanas –por ejemplo, actividades tales como Eley. Pero él ha delineado magistralmente el terreno sobre el cual deben darse los
trabajar, tener sexo, cocinar, la especulación financiera o el básquet– pueden ser com- debates.
prendidas productivamente como constituidas por una red de “prácticas semióticas”.

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) 21 (
Notas terísticas pueden aplicarse a historiadores de África, el este asiático, América Latina o el
Cercano Oriente.
1
Referencia a la corriente de estudios históricos sobre la vida cotidiana, de gran peso en los 11
Para un argumento similar acerca de la sociología en los 50 y 60 véase George Steinmetz,
años 80 en Alemania, y donde se destacaron investigadores como Alf Ludtke, Hans Medick y “Scientific Authority and the Transition to Post-Fordism: The Plausibility of Positivism in
Lutz Niethammer. Esta corriente enfatizaba la relevancia del estudio de las acciones, los moti- American Sociology since 1945”, en George Steinmetz (ed.), The Politics of Method in the Human
vos, las decisiones y las experiencias subjetivas, contra la tendencia estructural de la historia Sciences: Positivism and Its Epistemological Others, Durham, 2005, pp. 275-323.
social de ese país. [N de T.] 12
Véase Daniel Bell, The Coming of Post-Industrial Society: A Venture in Social Forecasting,
2
Véase Charles Tilly, Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons, Nueva York, 1984 Nueva York, 1973 [hay traducción castellana, El advenimiento de la sociedad postindustrial,
[hay traducción castellana, Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Madrid, Alianza, 1976. N. de T.].
Madrid, Alianza, 1991. N. de T.] 13
El equivalente estadounidense de estos eventos fueron las victorias de Ronald Reagan en
3
Su posición algo ambivalente se encuentra bien expresada en “Is all the world a text? From 1980 y 1984.
social history to the history of society two decades later”, en Terrence Mc Donald (ed.), The 14
El historiador francés Jacques Revel parece coincidir. A propósito de fines de los 70 y los
Historic Turn in the Human Sciences, Michigan, Ann Arbor, 1996, pp. 193-243.
80 destaca: “La duda que […] impactó a nuestras sociedades, colocada frente a formas de crisis
4
Este argumento es repetido en Una línea torcida, p. 295. que no sabían comprender y a veces ni siquiera describir, contribuyó realmente a difundir la con-
5
Referencia al apoyo de los padres de Sewell al gobierno de Franklin Roosevelt (1933-1945), vicción de que el proyecto de una inteligibilidad total de lo social debía ponerse –al menos pro-
lo cual implicaba un posicionamiento político de centroizquierda, ligado con la tradición liberal visoriamente– entre paréntesis”; Jacques Revel, “Microanalyse et construction du social”, en
radical, cuyo desarrollo posterior es tematizado aquí por el autor. [N. de T.] Jeux d’échelles: La micro-analyse à l’experience, París, 1996, p. 18 [hay traducción castellana,
“Microanálisis y construcción de lo social”, Entrepasados, Nº 10, 1996, pp. 141-160. La cita
6
Véase Stephan Thernstrom, Poverty and Progress: Social Mobility in a Nineteenth-Century transcripta corresponde a esta versión, p. 144. N. de T.].
City, Cambridge, Massachusetts, 1964; Charles Tilly, The Vendée, Cambridge, Massachusetts, 15
1964. Sobre la “acumulación flexible”, véase David Harvey, The Condition of Postmodernism: An
Enquiry into the Origins of Cultural Change, Oxford, 1989 [hay traducción castellana, La con-
7
El efectivo valor de estas herramientas quedó demostrado por varios jóvenes investigadores dición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires,
americanos dedicados a la historia laboral francesa, como Robert Bezucha, The Lyon Uprising of Amorrortu, 1998. N. de T.].
1834: Social and Political Conflict in the Early July Monarchy, Cambridge, Massachusetts, 1974, 16
y Joan Wallach Scott, The Glassworkers of Carmaux: French Craftsmen and Political Action in a En este caso, así como en otros muy frecuentes en el libro, uno debe admirar la voluntad
de Eley por articular, abierta y dolorosamente, su ambivalencia política e intelectual.
Nineteenth-Century City, Cambridge, Massachusetts, 1974. Mi tesis sobre la clase obrera marse-
17
llesa del siglo XIX nunca fue publicada, pero puede verse mi trabajo en esta línea en William Este enfoque es una síntesis, tal vez hasta un nivel absurdo, del capítulo 10,
Sewell, Jr., “The Working Class of Marseille under the Second Republic: Social Structure and “Reconfiguring the «Social» in Social Science: An Interpretativist Manifesto”, en William H.
Political Behavior”, en Peter N. Sterns y Daniel J. Walkowitz (eds.), Workers in the Industrial Sewell, Jr., Logics of History: Social Theory and Social Transformation, Chicago, 2005, pp. 318-
Revolution: Recent Studies of Labor in the United States and Europe, New Brunswick, New 372.
Jersey, 1974, pp. 75-115, y “Social Change and the Rise of the Working-Class Politics in 18
Tres muy diferentes perspectivas históricas acerca de la acumulación interminable del
Nineteenth Century Marseille”, Past and Present, Nº 65, 1974, pp. 75-109. capital pueden verse en David Harvey, The Limits to Capital, Oxford, 1982 [hay traducción cas-
8
Work and Revolution in France: The Language of Labor from the Old Regime to 1848, tellana, Los límites del capitalismo y la teoría marxista, México, Fondo de Cultura Económica,
Cambridge, 1980 [hay versión castellana, Trabajo y revolución en Francia: el lenguaje del movi- 1990. N. de T]; Giovanni Arrighi, The Long Twentieh Century: Money, Power, and the Origins of
miento obrero desde el Antiguo Régimen hasta 1848, Madrid, Taurus, 1992. N. de T.], fue el prin- Our Times, Londres, 1994 [hay traducción castellana, El largo siglo XX, Madrid, Akal, 1999. N.
cipal producto de mi desarrollo historiográfico en ese período. Sus argumentos se alejan y criti- de T.]; y Moishe Postone, Time, Labor, and Social Domination: A Reinterpretation of Marx’s
can fuertemente los temas predominantes del marxismo sobre la clase obrera en esta etapa. El Critical Theory, Cambridge, 1993 [hay traducción castellana, Tiempo, trabajo y dominación
socialismo francés, se sostiene allí, no fue un simple producto de la Revolución Industrial o de social. Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, Madrid, Marcial Pons, 1996. N. de T.],
la “proletarización”, sino también de una lucha política y cultural que creó una nueva cultura y “Contemporany Transformations: Beyond Post-Industrial Theory and Neo-Marxism”, Current
política obrera entre 1830 y 1848 al transformar solidaridades gremiales del Antiguo Régimen Perspectives in Social Theory, , Nº 19, 1999, pp. 3-53.
mediante el lenguaje y las formas políticas de la Revolución Francesa.
9
Siempre admiré los trabajos de Edward P. Thompson y Eric Hobsbawm, pero los conside-
raba heterodoxos, poco representativos.
10
Con esos propósitos, quisiera definir a nuestra generación, en sentido algo general, como
la de aquellos nacidos entre fines de la década de 1930 y principios de la de 1950. Soy demasia-
do ignorante sobre la historiografía de otras áreas para saber hasta qué punto las mismas carac-

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Comentario sobre Una línea torcida*
Gabrielle M. Spiegel**

E
n su libro Una línea torcida Geoff Eley ofrece un detallado examen sobre la
radical transformación que sobrevino a la práctica de la historia social entre
las décadas de 1970 y 1980, con el ascenso de la historia cultural en respues-
ta a los desafíos planteados a las formas predominantes de aquella por el giro lingüís-
tico. Triangulando, como dice, “lo político, lo histórico y lo personal”, la historia que
cuenta se halla inmersa en el contexto de su propia formación como historiador, una
formación con un discurso distintivamente británico (marxista), y sorprendente-
mente libre de acentos franceses, excepto por Michel Foucault.1 Se trata de la histo-
ria, además, de una particular generación profesional que llegó a su madurez hacia
fines de la década de 1960 y que se encontraba profundamente comprometida con el
cambio histórico en el presente, un problema al que sus miembros se acercaron tanto
en sus vidas como en sus trabajos, y a través de las influencias recíprocas implicadas
en esta conjunción. Una de las metas de Eley en Una línea torcida es exponer “todo
un conjunto de encuentros entre las tareas de la escritura de la historia y el clima
político que las envuelve” (32) para poder destacar que la historia y la política están
inevitablemente imbricadas en los pensamientos y los trabajos de todo historiador; en
síntesis, para promover una práctica historiográfica “fortalecida por el compromiso y
la ética de la convicción” (34). Es importante enfatizar que los títulos de los capítulos
mediante los cuales Eley denota su participación en los cambiantes estilos y objetivos
historiográficos de las últimas cuatro décadas apuntan hacia las avenencias
psíquicas y emocionales que acompañan al trabajo del historiador: “Optimismo”,
“Desilusión”, “Reflexión” y “Desafío”.2

* Le agradezco a mi colega, David Nirenberg, por sus comentarios sobre este artículo, de los
que como siempre me he beneficiado profundamente.
** Profesora de Historia y jefa de Departamento de la misma carrera en la Universidad
Johns Hopkins. Es autora de The Chronicle Tradidition of Saint-Denis: A Survey (Classical Folia
Editions, 1978); Romancing the Past: The Rise of Vernacular Prose Historiography in Thirteenth-
Century France (University of California Press, 1993), y The Past as Text: The Theory and
Practice of Medieval Historiography (Johns Hopkins University Press, 1997), y editora de
Practicing History: New Directions in Historical Writing after the Linguistic Turn (Routledge,
2005). A su vez, ha escrito alrededor de sesenta artículos sobre la historiografía medieval y teo-
rías contemporáneas de la narrativa histórica. Actualmente se desempeña como presidenta de la
Asociación Norteamericana de Historia.

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Entrepasados - Nº 35, comienzos de 2009: 25-37
Además, la generación de Eley fue la que –incluyendo aun a aquellos con una fuer- ro, con su profunda preocupación por temáticas relacionadas con la subjetividad que
te fe marxista en lo que denomina “materialismo asumido por defecto” y “la creencia habían sido excluidas de los paradigmas de la historia social vigentes en ese enton-
fundamental en la determinación social” (280)– adoptó el giro lingüístico, el cual ten- ces– se produjo un viraje hacia formas de historia cultural concebidas lingüística-
dría un gran impacto sobre la práctica de la historia hasta el presente. Ciertamente, mente que dividió a la generación entre aquellos que permanecieron comprometidos
existe en la actualidad un bastante amplio sentimiento de insatisfacción respecto de con lo que Eley caracteriza como “una historia social en constante crecimiento” y
algunas de las limitaciones de la historiografía del giro lingüístico, como se evidencia aquellos que comenzaron a definirse a sí mismos como historiadores culturales, es
en el volumen de Victoria Bonnell y Lynn Hunt Beyond the Cultural Turn; en una decir, quienes se focalizaron en el discurso y sus operaciones en la construcción cul-
gran variedad de artículos de William Sewell, Richard Biernacki, Miguel Ángel tural de la vida social.
Cabrera, Patrick Joyce, William Reddy, Nicholas Dirks y Marshall Sahlins; en los Eley cree que “si escribimos la historia intelectual de la disciplina con sinceridad
escritos del sociólogo británico Anthony Giddens y del sociólogo alemán Andreas […] encontraremos los nuevos impulsos viniendo de fuera” (281). Pienso que esto es
Reckwitz; en el debate “El nuevo empirismo” recientemente publicado en la revista en gran medida correcto, aunque tiende a conceder un estatus excepcional a lo que
Cultural and Social History, y en muchos otros trabajos, demasiado numerosos para probablemente sea visto de modo más realista como la normal promiscuidad interdis-
ser citados aquí.3 Claramente el tiempo se encuentra maduro para una reconsidera- ciplinaria de la profesión, y a subestimar el grado en el cual historiadores de todas
ción de la relación de la historia social con la historia cultural, y para repensar las las corrientes, lejos de continuar atados a las empobrecedoras teorías tradicionales de
fundamentales, si no necesariamente excluyentes, diferencias en las epistemologías “hacer exclusivamente historia”, tienden constantemente a leer y a trazar líneas
y las prácticas historiográficas hacia las que tiende cada una de ellas.4 En gran parte, sobre campos afines.5 Como el propio Eley nota, “los límites que separan a la historia
esto es lo que trata de ofrecernos Eley en Una línea torcida. de otras disciplinas académicas y de influencias más amplias en la esfera pública han
Lo que se encuentra en juego aquí son las posibilidades y las modalidades de sido mucho más porosos de lo que los cascarrabias defensores de la integridad de la
recuperación del arraigo básico de la historia social en el materialismo histórico, historia nunca se permitirían ver” (281).
luego de veinticinco años de adhesión a una creencia en el carácter lingüístico y cul- Junto con la influencia de los escritos feministas sobre género, Eley destaca la
turalmente construido de la realidad. Como muchos otros, actualmente Eley desea importancia del trabajo de Foucault en el surgimiento de la historia cultural. No sólo
repensar el entendimiento del historiador acerca de su propia práctica de un modo los tempranos trabajos del autor francés demostraron la operación del discurso, o lo
que, además de reconocer la poderosa perspicacia conseguida gracias al abordaje lin- que denominó “regímenes epistémicos”, en la definición de las condiciones de posibi-
güístico y cultural de la sociedad, la revise desde una perspectiva de amplios alcan- lidad de aquello que puede o no puede ser pensado en épocas históricas particulares
ces considerando cómo la sociedad sufre constantes transformaciones tanto en sus (definido por la episteme de una era y por los modos en que ésta produjo una “mira-
ámbitos materiales como en los conceptuales. Esta preocupación por volver a intro- da ya codificada”),6 sino que su elaboración de la idea de una conexión indisoluble
ducir una perspectiva social y materialista en el análisis histórico coloca en primer entre el conocimiento y el poder (o lo que a veces es denominado “nexo saber/poder”)
plano los problemas relacionados con los agentes individuales, las acciones históri- también formuló una nueva comprensión acerca del poder como descentralizado y dis-
cas y las constricciones estructurales que posibilitan y delimitan, a la vez, la expe- perso, como una “microfísica” que atraviesa toda la sociedad y todas sus prácticas;
riencia, temas sobre los cuales actualmente gira gran parte del debate. En su base, desafiando, por tanto, la utilidad de la concentración convencional de la historia
la cuestión se vincula a nuestras creencias sobre lo que la historia es y sobre cómo social en las clases y el Estado en tanto centros de dominación y de poder. Como expli-
ésta sucede. Cualquier respuesta a la misma, y por ende a la posibilidad de recupe- ca Eley, el objetivo principal del trabajo de Foucault era socavar la visión materialis-
rar una perspectiva social y materialista sin abandonar la historia cultural, estará ta de la sociedad y de la cultura en favor de un análisis lingüístico, un movimiento
determinada en parte por cómo uno piensa al surgimiento del giro cultural, qué lo ayudado, sin duda, por el ascenso de las escuelas narrativistas de la historia, endeu-
motivó (más allá de las dificultades acumuladas en la historia social, que Eley narra dadas de varias maneras con la metahistoria de Hayden White, así como también con
tan bien) y sobre qué terreno puede rehabilitarse la historia social. Jaques Derrida y la deconstrucción, aunque de un modo menos sistemático. Unida a
Según Eley, el cambio decisivo desde la centralidad de la historia social al de la esta mezcla se encontraba la antropología simbólica popularizada entre los historia-
historia cultural aconteció alrededor de 1980, cuando una nueva generación de his- dores por los trabajos de Clifford Geertz. A pesar de que la antropología simbólica de
toriadores preparados entre 1960 y 1970 llegó a su madurez profesional. La “desilu- Geertz insistía sobre su asimiento en los materiales sociales de una cultura dada, fue-
sión” con la que Eley caracteriza este cambio en el tercer capítulo es atribuida al ron los patrones formales y los modos de representación, más que los conflictos socia-
abandono de su creencia en que “las relaciones de clase son el elemento constitutivo les a los que éstos servían como expresión y resolución simbólica, los elementos que
en la historia de los Estados capitalistas industrializados, el deseo axiomático del tendieron a convertirse en objetos de investigación por parte de los historiadores. El
historiador social marxista” (172). Bajo el impacto de contextos políticos transforma- resultado, inevitablemente, fue una estetización de la cultura y su absorción en la
dos –y especialmente del ascenso del feminismo y la historia de las mujeres/de géne- omniabarcadora categoría de “textualidad” y discurso, tal como el posestructuralismo

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la concebía. Según Eley, estímulos adicionales para “tomar el giro” provinieron de los ra en sus funcionamientos; esto es, por aquello que David Nirenberg ha sugerido
estudios culturales, de la episódica historia de las mentalités promovida por la escue- denominar una “teoría de campo unificada” de la historia.8 El primer interrogante se
la de los Annales, por el ascenso de la antropología simbólica y por la nueva promi- relaciona con la explicación dada por Eley sobre el ascenso del giro lingüístico/histo-
nencia dada a las cuestiones de raza y dominio vinculadas a temáticas coloniales y ria cultural, y el segundo es: ¿Qué viene después? ¿Qué sucede si aceptamos simple-
poscoloniales, aunque en el último caso el impacto fue menos directo hasta un perío- mente el argumento de que no hay necesidad de elegir? ¿Qué tipo de historia y basa-
do ligeramente posterior. da en qué epistemologías y metodologías practicaríamos entonces? Estas preguntas
Es importante destacar que para el momento en que estos desarrollos trazaban su están relacionadas de modos inesperados, por lo menos en sus implicancias sobre el
camino en el campo visual del historiador, las distinciones claras y críticas entre ellos camino que la historiografía tomará de ahora en adelante.
tendieron a diluirse debido al apuro por abrazar las nuevas epistemologías y metodo- Si bien Eley reconoce, a través de todo el libro, la decisiva influencia ejercida por
logías. Así, por ejemplo, términos como “posmodernismo” y “posestructuralismo” ten- los escritores y filósofos franceses para los cambios globales en el pensamiento y el tra-
dieron a ser utilizados de manera intercambiable, y a unificarse con la antropología bajo históricos durante el período que va de los 70 a los 90, destacando la labor de
simbólica que estaba siendo desarrollada por Geertz. Dado que todas las “escuelas” Louis Althusser, Julia Kristeva, Jean-François Lyotard y Jacques Derrida, así como
compartían una dependencia hacia la semiótica como explicación sobre las modalida- también la de Foucault (por ejemplo, 243), su narrativa ofrece escasa atención al grado
des en que el lenguaje operaba mediando la relación entre texto y realidad, la dife- en el cual el estructuralismo francés primero, y el posestructuralismo francés después,
rencia entre el análisis cultural y el giro lingüístico tendía a ocluirse. Pero mientras se encontraron intelectualmente motivados por un rechazo hacia la fenomenología.
la historiografía del giro lingüístico proclamaba la cultura como un mecanismo cerra- Basta recordar el temprano encuentro de Foucault con Ferdinand de Saussure hacia
do y no referencial de la construcción de la sociedad que precedía al mundo y lo hacía fines de la década de 1940; por aquel entonces asistía a las clases dictadas por Maurice
inteligible al construirlo a partir de sus propias reglas de significación, la historia cul- Merleu-Ponty y decía, al discutir el problema de la subjetividad: “Recuerdo muy bien
tural nunca dejó de creer en la realidad objetiva del mundo social, y por ende podría [que] en el momento en que el problema del lenguaje salió a la luz, se mostró que la
haber sido catalogada, más provechosamente, como una historia sociocultural. Si fenomenología no era tan capaz como el análisis estructural de dar cuenta de los efec-
bien actualmente las diferentes naturalezas y tradiciones que dieron origen a la his- tos de sentido que podían ser producidos por una estructura de tipo lingüístico, en la
toria cultural y al giro lingüístico son mucho mejor comprendidas, Eley tiende a per- que el sujeto, en la perspectiva de la fenomenología, no intervenía como donador de
petuar la confusión entre ambas al equipararlas entre sí.7 sentido”.9 En cambio, el sujeto era, tal como el sentido donado, un “efecto” del discur-
Como resultado de la influencia combinada de estos desarrollos, indica Eley, la his- so, una posición asignada por y dentro de las prácticas discursivas. De esta manera, lo
toria cultural conquistó su hora de esplendor. Pero actualmente este esplendor se está primordial y principal era el discurso, como Foucault dejó abundantemente claro en
opacando y, según argumenta, “no tenemos que reinstaurar la primacía de la explica- los primeros capítulos de La arqueología del saber, anunciando su decisión de “aban-
ción social ni un modelo materialista de determinación social, o insistir en la sobera- donar cualquier intento por ver en el discurso un fenómeno de expresión”. El “discur-
nía causal de la vida económica y material, a la hora de tomar en serio las tareas del so”, decía, “no es la manifestación, majestuosamente desarrollada, de un sujeto que
significado de lo social o del análisis social”. Él cree que es tiempo de reafirmar la piensa, que conoce y que lo dice: es, por el contrario, un conjunto donde pueden deter-
importancia de la historia social a fin de “mantener siempre relacionados nuestros minarse la dispersión del sujeto y su discontinuidad consigo mismo”.10 De aquí la
temas de estudio específicos con el cuadro más general de la sociedad en su conjun- famosa “muerte del sujeto” y con ésta, la del actor histórico materialmente afincado.
to tanto si somos historiadores sociales como si somos historiadores de la política, Todo lo demás se desprendió, naturalmente, de este concepto clave de discurso y su
historiadores de la cultura o de cualquier tipo”. Podemos “mantener todos los logros novedosa visión acerca de la subjetividad, con su capacidad para deshacerse de los con-
de la nueva historia cultural sin tener que abandonar todo lo que hemos aprendido ceptos de agencia, experiencia y práctica. Dada la ausencia de un actor histórico con
como historiadores sociales” (38-39). No tenemos, por tanto, la necesidad de elegir un propósito claro y de algún concepto de intencionalidad, se volvió imposible estable-
entre la historia cultural y la historia de la sociedad –según los términos utilizados cer un terreno desde el cual el individuo pudiera moldear su destino sobre las bases de
en el subtítulo del libro– pero podemos, en cambio, aproximarnos de igual modo (y su propia experiencia del mundo. La base filosófica del estructuralismo y del poses-
con ecuanimidad) tanto a la vieja escuela de los teóricos sociales como a la predispo- tructuralismo descansó en el rechazo francés de la fenomenología –de una compren-
sición de los nuevos historiadores culturales por el discurso como fuerza determinan- sión, centrada en el actor, acerca de cómo el mundo es percibido y entendido– y la adop-
te en la construcción social. ción de la semiótica como el paradigma imperante para entender al lenguaje, la
Tengo dos dudas principales acerca de lo ajustado de esta narrativa, aunque en cultura y la sociedad; un paradigma sin duda posteriormente modificado por Derrida,
términos fundamentales comparto su deseo básico por una historiografía que reco- la deconstrucción y otras variantes del posestructuralismo, pero no por eso menos lin-
nozca tanto los determinantes sociales y contextuales del pensamiento y el comporta- güístico en su orientación. Pero si debe destacarse que la semiótica no es una catego-
miento en el pasado como el rol de intermediación jugado por el lenguaje y la cultu- ría que ocupe demasiado espacio en el libro, y en todo caso éste se reduce a su necesa-

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rio papel en la explicación del ascenso del giro lingüístico, su adversa relación con la largo del tiempo, pues el uso de un término en el pasado no determina su empleo en
fenomenología está (al menos después de las dos profundas lecturas que realicé) total- un caso ulterior. Al centrarse en la puesta en acto adaptativa y práctica de los com-
mente ausente en la discusión. ponentes culturales por parte de los agentes individuales, las cambiantes modalida-
Según mi comprensión de la situación actual en historia y teoría, una gran parte des de uso dan cuenta de cómo se mantiene, media, reproduce y cambia la cultura.
de la crítica revisionista a la historiografía del giro lingüístico y la historia cultural, Por lo tanto, la neofenomenología da lugar a una teoría de la “práctica” que resalta
así como del esfuerzo por ir “más allá del giro cultural”, se está asentando en un abor- tanto los actos mentales como los corporales de los actores históricos, en los cuales,
daje neofenomenológico que busca, como explica Pierre Bourdieu (aun disintiendo tal como argumenta Richard Biernacki, “los agentes ponen en juego competencias
sobre su utilidad analítica), “explicitar la experiencia primaria del mundo social, es corporales que tienen su propia estructura e influencia coordinante, incorporando
decir, todo lo que se halla inscripto en la relación de familiaridad con el entorno fami- principios corporales de conocimiento práctico”.14 De esta forma, las prácticas cotidia-
liar, la incuestionada aprehensión del mundo social, la cual, por definición, no reflexio- nas se combinan para construir el “cuerpo socialmente moldeado”, que posee en su
na sobre sí misma y excluye la cuestión de las condiciones de su propia posibilidad”.11 estado incorporado “los instrumentos para un ordenamiento del mundo, un sistema
En la medida en que comparten esta visión, muchos historiadores están desplegan- de esquemas de clasificación que organiza toda las prácticas, y del cual el esquema
do un concepto (mayoritariamente implícito) de “fenomenología social” en el cual, lingüístico […] es sólo uno de los aspectos”.15
como explica el sociólogo alemán Andreas Reckwitz: “El objetivo del análisis históri- Según este punto de vista, la cultura se presenta no tanto como una estructura
co es aprehender la «perspectiva subjetiva», es decir, reconstruir la secuencia de los sistemática sino como un repertorio de competencias, una “caja de herramientas”,
actos mentales de conciencia, que están ubicados «dentro» y son dirigidos a partir de un sistema de racionalidad práctica, o un conjunto de estrategias que guían la
la «intencionalidad» fenomenológica hacia objetos externos a los cuales la conciencia acción, por el cual los símbolos/signos son movilizados para identificar aquellos aspec-
adscribe significados. Lo social por tanto es […] la idea subjetiva de un mundo tos de la experiencia del agente que, en este proceso, son hechos significativos, es
común de significados […] El objetivo de un análisis tanto social como cultural desde decir, “reales” desde la experiencia. De este modo, la cultura es remodelada bajo un
el punto de vista de la fenomenología social es describir los actos subjetivos de las “giro performativo”, el cual se produce sólo procesualmente a partir de “signos pues-
interpretaciones (mentales) de los agentes y sus esquemas de interpretación”.12 tos a trabajar” para “referenciar” e interpretar el mundo. La investigación histórica,
Entre los historiadores, la reintroducción del agente como un actor social efectivo desde esta perspectiva, tomaría las prácticas (y no las estructuras) como el punto de
fue lograda mediante la consideración de la disyunción entre los significados cultu- partida del análisis social, y la práctica en sí misma supone la forma de una sociolo-
ralmente dados y los usos individuales de éstos en formas contingentes e histórica- gía del significado o, tal como la denomina Bernard Lepetit, una sémantique des
mente condicionadas. El trabajo realizado en esta dirección tiende a enfocarse en los situations.16
usos adaptativos, estratégicos y tácticos, efectuados mediante esquemas culturales ya Los mencionados intentos por modificar el alcance totalizador de los regímenes
existentes por agentes que, en el mero acto de servirse de los elementos culturales, discursivos sobre el comportamiento social desde el punto de vista de la acción, la
los reproducen y transforman al mismo tiempo. Desde esta perspectiva, la agencia experiencia y la práctica parecen indicadores de las negociaciones teóricas inheren-
histórica (historical agency) representa la relación de los individuos con el orden cul- tes a lo que me veo tentada a denominar una estrategia “acomodaticia” (accommoda-
tural o, tal como describe Sahlins, “la encarnación de las fuerzas colectivas en perso- tionist) que se manifiesta en gran parte de la crítica al giro lingüístico. El reclamo por
nas individuales”.13 Es a esta perspectiva centrada en el actor, una creencia en la per- un pluralismo teórico-metodológico de Eley, incluyendo una revitalizada historia
cepción individual como la fuente de conocimiento del agente sobre, y acción del social que busque abarcar la historia de la sociedad en su conjunto, también se empla-
mismo en, el mundo –una percepción mediada y tal vez obligada, pero no controlada za aquí, aunque sobre un terreno teórico un tanto inestable.
en su totalidad por el andamiaje cultural ni por los esquemas conceptuales dentro de Hacia el final del libro, Eley reitera su convicción de que no hay ninguna “necesi-
los que se asienta– a la que veo como el regreso de una fenomenología modificada. Si dad de elegir” entre el enfoque social y el cultural de la práctica histórica; y concluye,
la mayoría de los historiadores, en especial aquellos que siguen creyendo en la fuer- con un muy sincero cri de cœur, instándonos a reconocer “la urgente necesidad de un
za y la utilidad del giro lingüístico, no tiene ningún deseo de retornar a un modelo pluralismo [¿metodológico? ¿epistemológico?] básico” (294). En efecto, ha “evitado de
“objetivo” de la historia como ciencia social, o sea, de “salvar los fenómenos”, muchos forma deliberada cualquier explicación detallada de los diversos debates que rodean
se hallan sin embargo comprometidos con un generalizado intento por salvar lo feno- el gran cambio de la historia social a la cultural que es el tema de este libro”, presu-
menológico. miblemente porque considera los debates teóricos y “deseos de pureza teórica” (los
En relación con este cambio se observa un nuevo énfasis en el constructivismo términos son suyos) como improductivos, al menos en la medida en que éstos tendie-
semántico (en oposición al semiótico), donde el significado no se produce en el nivel ron a polarizar la profesión durante los 80 y los 90, el punto más álgido de los deba-
del código o la estructura sino en el de la semántica del uso corriente de la lengua; el tes sobre la historiografía del giro lingüístico. Eley tampoco se muestra particular-
mundo se construye así a través de su constante y práctica creación y re-creación a lo mente afable para con el intento de hallar un punto intermedio, una frase que según

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él “normalmente implica una moderación o un tipo de confusión esquiva y comprome- la parte fundamental del evento histórico”, ya que las acciones adquieren significado
tedora, una discapacidad ante la dificultad o la reticencia a adoptar una actitud” sólo con relación al orden cultural donde trascurren.20 Al mismo tiempo, el sistema
(159). En la medida que su postura pluralista representa un rechazo de los debates como tal existe únicamente en la continuidad que le fue conferida por la sucesión de
teóricos de las últimas décadas, ésta satisface, deduzco, la promesa de “desafío” bajo prácticas que le dan vida. Pero toda práctica modula y transforma el sistema en el
cuya rúbrica es presentada. que se desarrolla y del cual es su instancia concreta. En un suceso tan trascendental
Pero el pluralismo metodológico y epistemológico no es –y con toda seguridad, como la toma de la Bastilla, el resultado es una rearticulación que transforma las
tampoco intentó ser– una postura genuinamente teórica. De ahí que uno pueda pre- estructuras conceptuales subyacentes que guiaron a la sociedad francesa del Antiguo
guntarse legítimamente si consigue proporcionar las bases para repensar las comple- Régimen, creando sistemas de significación originales, entre los que figuran “la
jas relaciones entre las modalidades de análisis social y cultural que Una línea torci- Bastilla”, la “revolución”, el “despotismo” y otros.21 Para este proceso es crucial tener
da defiende tan fervientemente. El reclamo de Eley a favor del pluralismo teórico y en cuenta que los lenguajes (o discursos) heredados nunca pueden abarcar íntegra-
la falta de necesidad de elección elude, sin otra explicación en particular, el problema mente o describir adecuadamente la amplia variedad de realidades o experiencias
de las diferentes epistemologías en juego en una historia social empíricamente arrai- empíricas que se les presentaron a los actores sociales para su categorización e inter-
gada y/o en una historia cultural lingüísticamente mediada. La primera implícita- pretación y que, en este sentido, la vida escapa a la capacidad de la cultura para
mente retrotrae a aquel “noble sueño” de una base objetiva para la investigación his- poder explicarla.22
tórica, algo que, como lo ha demostrado tan diestramente Peter Novick, ya no es Sin embargo, entre los intentos de los historiadores destinados a repensar la cues-
compartido por la mayoría de los historiadores, a pesar de que muchos de nosotros tión de la estructura y la práctica, hay un esfuerzo por encarar los temas teóricos sub-
respetemos, e insistamos sobre la fundamentación empírica para todas las investiga- yacentes. Esos intentos, aunque son tan eclécticos como Eley en cuanto a las fuentes
ciones históricas.17 La segunda supone al menos una dependencia parcial de una com- sobre las que se basan, comparten sólo el significado que les da Eley a los beneficios
prensión semiótica del carácter construido de nuestra aprehensión de esa misma rea- resultantes de tales esfuerzos para la renovación el conocimiento histórico. Como él
lidad social. No se pretende con esto argumentar que la historia como disciplina esté señala, existe un conjunto de trabajos recientes producidos por académicos más jóve-
necesariamente limitada al empleo de un único marco epistemológico, en la medida nes que “rechazan explícitamente la división polarizada entre lo «social» y lo «cultu-
en que mudan sus centros de atención y objetos de investigación. Como mínimo, el ral», invistiendo de manera muy evidente los temas sociales y políticos de una analí-
cambio de escala cuando uno se traslada del análisis micro al macro (o global) de los tica cultural, y los fundamentan en un rango de fuentes y contextos interpretativos
fenómenos históricos a menudo incluye fluctuantes marcos epistemológicos, aunque tan densa e imaginativa como sea posible” (201). Es dudoso que este trabajo alguna
esto no sea advertido en la literatura.18 vez vuelva a proponerse, como comparte el mismo Eley, la meta totalizadora de “abor-
Los intentos más interesantes por alcanzar el tipo de analítica dialécticamente dar la sociedad en su conjunto” –trasladar “una línea torcida” desde la historia cultu-
balanceada –que al mismo tiempo abarque los aportes del posestructuralismo y los ral a la “historia de la sociedad”– debido a la sistemática disolución de lo que él tem-
modifique a fin de incluir un sentido de la importancia de lo social y su fuerza instru- pranamente llamó “aspiración totalizadora de la historia social” (283). Sin embargo,
mental en la historia y pensamiento humanos– sostenida por Eley provienen en estos una exploración de las bases teóricas, tanto epistemológicas como metodológicas,
momentos de historiadores como William Sewell, quienes están luchando para conce- para generar las lógicas de la historia (parafraseando la terminología de Sewell) e
bir una teoría social e historiográfica capaz de tratar precisamente con el conjunto de historiografía intrínsecas a este movimiento nos resultará sin dudas importante para
ideas que Eley compromete. Sewell propone entender la cultura dialécticamente, su conformación completa.
como la interacción entre el sistema y la práctica en la vida social; el primero enten- En conclusión, para articular mi primer interrogante con el segundo, diría que de
dido estructuralmente, pero cuyos efectos son modificados por las formas –contradic- la misma forma en que el giro lingüístico (y por lo tanto la historia cultural) surgió a
torias, reñidas y constantemente cambiantes– que adopta al ser implementado en la partir de la crítica a la fenomenología, una de las ramas de la actual ofensiva revisio-
segunda.19 nista contra gran parte de la teorización de la historia se encuentra bajo la bandera de
Por consiguiente, Sewell se aproxima a las cuestiones relacionadas con el papel un enfoque neofenomenológico recientemente agrupado, al menos según Reckwitz,
de los eventos y la conducta individual y colectiva en fenómenos tales como la toma de bajo la rúbrica de “teoría de la práctica”. Recurriendo a diversos y a veces incompati-
la Bastilla –y las consecuencias revolucionarias que la sucedieron– considerándolos bles cuerpos teóricos –que incluyen al proyecto de una “praxeología” de Pierre
como participantes en una dialéctica de sistema y práctica, a través de la cual el Bourdieu y su variante semiótica de Michel de Certeau; la “teoría de estructuración”
orden cultural existente es rearticulado y transformado. Estudiar cualquier forma de de Anthony Giddens; las investigaciones sobre el “lenguaje ordinario” de Ludwig
conducta, sea social, política o cultural, implica recurrir a un conjunto de significados Wittgenstein, y una mejor comprensión del trabajo tardío de Foucault sobre la gober-
socialmente convencionales pero frecuentemente compartidos, a fin de ser compren- nabilidad y la biopolítica que confluye con las teorías del cuerpo en sus vertientes femi-
didos y consecuentes. En este sentido, la interpretación simbólica, insiste Sewell, “es nista y sociológica– en combinación con el modelo neohermenéutico de la acción corpo-

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rizada (embodied agency) que adeuda gran parte de su vigor a los modelos etnometo- y la presencia socialmente significante del pasado, tanto en el pasado mismo como en
dológicos de etnógrafos como Harold Garfinkel, la “teoría de la práctica” afirma la el presente. Si discuto aspectos menores de su explicación de la etiología de estos
vigente relevancia de la perspicacia semiótica del giro lingüístico, aunque la reinter- debates y desarrollos, se trata en todo caso de una ilustración más, en apoyo de su
preta en pro de una recuperación de la historia social, ubicando la estructura y la prác- convicción, de que nuestras formas de abordar la historiografía son inevitablemente
tica, el lenguaje y el cuerpo en una relación dialéctica en los sistemas de la historia.23 personales, gobernadas por los contextos particulares de nuestras propias historias,
En este sentido, como afirmaron Victoria Bonnell y Lynn Hunt, parecería que los aca- políticas y compromisos profesionales.
démicos están dedicados a redefinir y revitalizar el concepto de lo “social” que había
sido hostigado por el posestructuralismo.24
En este sentido el “giro lingüístico” está cediendo paso a un “giro histórico”, pues- Notas
to que el historicismo –entendido como el reconocimiento del carácter contingente,
1
social y temporalmente ubicado de nuestras creencias, valores, instituciones y prác- En términos formales, este enfoque casi autobiográfico se encuentra entre lo que Jaume
ticas– comprende tanto la retención de un atenuado concepto del discurso (al cual se Aurell ha denominado recientemente una autobiografía “construccionista” y una autobiografía
“experimental”. La primera es definida como una autobiografía en la que los autores tienden a
considera creador de las condiciones de posibilidad para, y parte constitutiva de, una
“establecer una distancia crítica respecto de sus propias vidas para presentarlas de modo obje-
cultura determinada) como el énfasis revisionista sobre la práctica, la acción, la expe-
tivo, usualmente en términos de un lenguaje empírico-analítico que les da a sus narrativas un
riencia y los usos adaptativos de los recursos culturales específicamente históricos. aire monográfico”. Asimismo, los “autobiógrafos experimentales” se encuentran “menos preocu-
Esto se logra fundamentalmente (re)adoptando una perspectiva centrada en el actor pados por su identidad en tanto académicos-historiadores, y narran desde un marco epistemo-
que requiere una comprensión de lo social al tiempo que del terreno simbólico donde lógicamente escéptico”, y más preocupados por especificar e identificarse con unos “itinerarios
se generan los textos y las conductas de todo tipo, y prestándole atención a las vías intelectuales precisos, [en los que] la historia [se convierte] en un subtexto de sus narrativas
por las cuales la práctica modifica continuamente el sistema donde opera. Queda a personales”; J. Aurell, “Autobiography as Unconventional History: Constructing the Author”,
criterio del lector determinar si este tipo de enfoque merece ser llamado “neofenome- Rethinking History, 10, N° 3, 2006, pp. 433-449, especialmente pp. 435-439.
nológico”, pero parece claro que cualquier “retorno a la realidad” incluirá una consi- 2
Los primeros dos capítulos están dedicados al estudio de la formación de Eley como his-
deración de las formas que tienen los actores sociales, individuales y colectivos, para toriador en Gran Bretaña y Alemania, principalmente bajo el impulso y la inspiración del
operar sobre la base de sus percepciones y entendimientos, en el marco de los siste- ascenso de la “nueva” historia social de las décadas de 1960 y 1970. Estos capítulos les ofrecen
mas sociales y simbólicos que rigen las conductas y las dotan de sentidos socialmen- a los historiadores que no son ni británicos ni alemanes una revisión extremadamente intere-
te significativos. sante y valiosa de las tendencias principales de la historia social en aquellos dos países duran-
te esas dos décadas; es decir, con anterioridad al advenimiento del giro lingüístico. Además, los
Hablando como alguien que sigue profundamente comprometido con los aciertos y
últimos dos capítulos retoman la discusión existente acerca de las diversas relaciones entre la
las recompensas analíticas para el análisis histórico otorgados por el giro lingüístico
historia social y la cultural, la emergencia de una historiografía influenciada por el giro lingüís-
en la historiografía, continúa existiendo, en mi opinión, un interrogante abierto: si tico, los modos en los que esto ha afectado la práctica y la teoría histórica, y finalmente una con-
tales movimientos revisionistas tendrán éxito, es decir, si lograrán ofrecer una modi- sideración “desafiante” acerca del potencial con el que cuenta un abordaje renovado que logre
ficación persuasiva del giro lingüístico, y si este reciente giro de la historiografía abarcar la historia en su totalidad y que honraría a los análisis desarrollados igualitariamente
representa una fase final de agotamiento en la recepción de la historiografía del giro por las lógicas sociales y culturales. La “línea torcida” constituye una figura que deriva de la
lingüístico, o más bien una iniciativa realmente novedosa que abrirá el camino hacia máxima de Bertolt Brecht que afirma que “cuando existen obstáculos, la distancia más corta
nuevos rumbos. Como lo he afirmado anteriormente en 1990: “La habilidad de la entre dos puntos –en este caso, entre la historia cultural y la historia social– es la línea torcida”.
semiótica para barrer el campo teórico fue testimonio del poder de su desafío para las 3
Victoria E. Bonnell y Lynn Hunt (eds.), Beyond the Cultural Turn: New Directions in the
epistemologías tradicionales, la virtuosidad técnica de sus practicantes y la coheren- Study of Society and Culture, Berkeley, 1999. William H. Sewell, Jr., “A Theory of Structure:
cia subyacente en su teoría, contra aquéllos que, abogando por un retorno a la histo- Duality, Agency and Transformation”, American Journal of Sociology, 98, 1992, pp. 1-29; W.
ria con voz débil apelan al «sentido común» colectivo o la experiencia sujetiva indivi- Sewell, “The Concept(s) of Culture”, en V.E. Bonnell y L. Hunt, Beyond the Cultural…, pp. 35-
dual. Pero mientras éstas son buenas razones históricas para que los historiadores 61; W. Sewell, “Historical Events as Transformations of Structures: Inventing Revolution at
the Bastille”, Theory and Society, 25, 1996, pp. 841-881. Éstos, junto con otros nuevos escritos
insistan en la autonomía de la realidad material, no lo son necesariamente para rea-
y artículos reunidos, han sido recientemente publicados por Sewell en Logics of History: Social
lizar buena historia, y no puede afrontarse al giro lingüístico con la simple apelación
Theory and Social Transformation, Chicago, 2005. R. Biernacki, “Language and the shift from
al sentido común o individual y la experiencia. Ni”, agregaría ahora, “a la historia Signs to Practices in Cultural Inquiry”, History and Theory, 39, 2000, pp. 289-310; R. Biernacki,
social tout court”.25 “Method and Metaphor after the New Cultural History”, en V.E. Bonnel y L. Hunt, Beyond the
El libro de Eley toma una posición entre las actuales demandas por recuperar lo Cultural…, pp. 62-92; R. Biernacki y J. Jordan, “The Place of Space in the Study of the Social”,
material –en efecto, lo social– como el aspecto central de una creencia en la realidad en P. Joyce (ed.), The Social in Question: New Bearings in History and the Social Sciences,

Archivo
) 34 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 35 (
Londres, 2002, pp. 133-150; M.A. Cabrera, “On Language, Culture and Social Action”, History 10
M. Foucault, The Archaeology of Knowledge and the Discourse on Language, Nueva York,
and Theory, 40, 2001, pp. 82-100; M.A. Cabrera, “Linguistic Approach or Return to 1972, p. 55 [hay traducción castellana, La arqueología del saber, México, Siglo Veintiuno, 1999,
Subjectivism: In Search of an Alternative to Social History”, Social History, 24, 1991, pp. 74-89; p. 90. N. de T.].
M.A. Cabrera, Postsocial History: An Introduction, Colorado, 2004; P. Joyce, “The Imaginary 11
P. Bourdieu, Outline of a Theory of Practice, trad. Richard Nice, Cambridge, 1977, p. 3.
Discontents of Social History: A Note of Response to Mayfield and Thorne, Lawrence and
12
Taylor”, Social History, 18, Nº 1, 1993, pp. 81-85; P. Joyce, “The End of Social History?”, en K. A. Reckwitz, “Toward a Theory of Social Practices”, p. 247.
Jenkins (ed.), The Postmodern History Reader, Londres, 1997, pp. 341-365 [hay traducción cas- 13
M. Sahlins, “Introduction”, en Culture in Practice, p. 25.
tellana, “¿El final de la historia social?”, Historia Social, Nº 50, 2004. N. de T.]; P. Joyce, “History 14
R. Biernacki, “Method and Metaphor after the New Cultural History”, p. 75.
and Postmodernism”, Past and Present 133, 1991, pp. 204-209; P. Joyce, “More Secondary
15
Modern Than Postmodern”, Rethinking History, 5, 2001, pp. 367-382; P. Joyce, “What is the P. Bourdieu, Outline of a Theory of Practice, p. 124.
Social and Why is it in Question?”, la introducción a su colección de artículos recientemente edi- 16
B. Lepetit, “Historie des pratiques, pratique de l’historie”, en B. Lepetit (ed.), Les Formes
tada The Social in Question: New Bearings in Historyand the Social Sciencies, Londres, 2002; de l’expérience, París, 1995, p. 14.
W.M. Reddy, “The Logic of Action: Indeterminacy, Emotion and Historical Narrative”, History 17
and Theory, 40, 2001, pp. 10-33; N.B. Dirks, “Is Vice Versa? Historical Anthropologies and Véase P. Novick, That Noble Dream: The “Objectivity Question” and the American
Anthropological Histories”, en T.J. McDonald (ed.), The Historic Turn in the Human Sciences, Historical Profession, Cambridge, 1988.
18
Michigan, 1996, pp. 17-51. Para Sahlins, véanse especialmente los artículos reunidos en M. Uno de los pocos trabajos dedicados a investigar sistemáticamente este problema, del que
Sahlins, Culture in Practice: Selected Essays, Nueva York, 2000, así como Islands of History, tengo conocimiento, es Jacques Revel (comp.), Jeux d’échelles: La micro-analyse à l’expérience,
Chicago, 1985 [hay traducción castellana de los dos libros: Cultura y razón práctica, Barcelona, París, 1996.
Gedisa, 1988, e Islas de historia, Barcelona, Gedisa, 198. N. de T.]. Anthony Giddens, The 19
Véase W. Sewell, “The Concept(s) of Culture”, pp. 53 ss. Véase también su reciente libro
Constitution of Society: Outline of a Theory of Structuration, Berkeley, 1986 [hay traducción cas- Logics of History.
tellana, La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración, Buenos Aires,
20
Amorrortu, 1995. N. de T.]. A. Reckwitz, “Toward a Theory of Social Practices: A Development W. Sewell, “Historical Events as Trasformations of Structure”, p. 861.
in Culturalist Theorizing”, European Journal of Social Theory 5, 2002, pp. 243-263; A. Reckwitz, 21
Ibídem.
Die Transformation der Kulturtheorien: Zur Entwicklung eines Theorieprogramms, Weilerswist, 22
Para la discusión sobre el tema, véase M. Sahlins, Islands of History, pp. 147-148.
2000. Cultural and Social History, vol. 1, Nº 2, 2004, particularmente el trabajo de Carla Hesse
23
en pp. 201-207. Véase en particular M. de Certeau, The Practice of Everyday Life, Berkeley, 1998 [hay tra-
4
ducción castellana, La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana, 1999. N.
Véase G.M. Spiegel (ed.), Practicing History: New Directions in Historical Writing after the
de T]; A. Giddens, The Constitution of Society; H. Garfinkel, Studies in Ethnomethodology,
Linguistic Turn, Nueva York, 2005.
Cambridge, 1984.
5
Para una discusión más completa sobre este punto, véase W. Sewell, Logics of History, 24
Véase V.E. Bonnell y L. Hunt, Beyond the Cultural Turn, p. 11.
especialmente capítulo 1, “Theory, History and Social Science”, y capítulo 2, “The Political
25
Unconscious of Social and Cultural History, or, Confessions of a Former Quantitative G.M. Spiegel, “History, Historicism and the Social logia of the Text”, Speculum, 65, 1990,
Historian”. pp. 59-86. Reimpreso en G.M. Spiegel, The Past as Text: The Theory and Practice of Medieval
Historiography, Baltimore, 1997, p. 19.
6
Véase Michel Foucault, The Order of Things: An Arqueology of the Human Sciences, Nueva
York, 1973, xxi [hay traducción castellana, Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo Veintiuno,
1999. La cita se encuentra en p. 6. N. de T.].
7
Véase, por ejemplo, la confluencia de ambos términos en pp. 191-192 y 236; en el último
caso, éstos son presentados como sinónimos.
8
David Nirenberg, comunicación personal. Para un análisis teórico de los ámbitos en los que
uno podría empezar a articular tal campo, véase G.M. Spiegel, “Towards a Theory of the Middle
Ground: Historical Writing in the Age of Postmodernism”, en C. Barros (ed.), Historia a Debate,
vol. 5, N° 1, Madrid, pp. 169-176; y también “History and Post-Modernism: IV”, Past and
Present, 135, 1992, pp. 194-208.
9
M. Foucault, Politics, Philosophy, and Culture: Interviews and Other Writings, 1977-1984,
Nueva York, 1988, p. 21 [hay traducción castellana de la entrevista de la que procede la cita,
“Estructuralismo y posestructuralismo”, en Estética, ética y hermenéutica, Barcelona, Paidós,
1999, p. 311. N. de T.].

Archivo
) 36 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 37 (
Recordando el futuro
Manu Goswami*

G
eoff Eley es un importante investigador perteneciente a la nueva izquierda,
especializado en la historia social alemana y europea moderna.1 Una línea tor-
cida es su reflexión sobre la relación entre su biografía intelectual, las trans-
formaciones políticas y el cambio historiográfico desde la historia social de las décadas
de 1960 y 1970 hacia el giro cultural de las décadas de 1980 y 1990. El libro es, auto-
conscientemente, híbrido. Su audaz conjunción entre memorias personales, análisis
historiográfico y crítica política lo ubican en el terreno del giro cultural, conformán-
dose como un producto del cambio desde la historia social hacia la cultural que él
mismo traza. Sin embargo, el énfasis puesto en el contexto político de la historia
social y cultural lo mantiene fiel a los preceptos básicos de la historia social. El mismo
carácter híbrido del libro se sintetiza en su conclusiva, y controvertida, proclama de
que las prácticas históricas contemporáneas combinan de tal forma la historia social
y la cultural que obvian cualquier “necesidad de elegir” entre ellas.
El trabajo de Eley reúne sus memorias personales e intelectuales con los debates
históricos que surcaron los campos ingleses, alemanes, europeos y sudasiáticos en un
ordenamiento al viejo estilo de Eric Hobsbawm. La naturaleza heterodoxa de su tra-
bajo se resalta en el registro emocional de los títulos de sus capítulos: “Optimismo”,
“Desilusión”, “Reflexión” y “Desafío”. El marco temporal de la narrativa del libro es
también heterodoxo. El trabajo se mueve entre la dimensión política y existencial de
convertirse en un historiador social marxista en 1960 y 1970, a un panorama históri-
co más amplio referido a los intercambios entre la política y los debates historiográ-
ficos en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos a partir de la posguerra, y una posi-
tiva imagen final de las prácticas históricas contemporáneas. Esta extraordinaria
amplitud proporciona una inusual demostración sobre los múltiples y multiformes
tiempos –político, generacional y existencial– que permiten una revisión historiográ-
fica crítica. La forma experimental del libro sugiere que el único camino para lograr
que el cambio de la historia social a la cultural sea inteligible es a partir del cortocir-
cuito de las narrativas lineales en favor de la resolución final de Bertolt Brecht, enun-
ciada por Galileo, de que “si hay obstáculos, la línea más corta entre dos puntos puede
ser la línea torcida”.

* Profesora de Historia en la Universidad de Nueva York, donde enseña desde 2001. Es la


autora de Producing India: From Colonial Economy to National Space, University of Chicago
Press, 2004. Actualmente está trabajando en una historia del pensamiento y la práctica antiim-
perial internacional en la India colonial de inicios del siglo XX.

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Entrepasados - Nº 35, comienzos de 2009: 38-48
Es tentador leer Una línea torcida como el ajuste de cuentas de un historiador –o transformaciones debilitaron la plausibilidad empírica de los preceptos principales del
de los historiadores de la generación posterior a 1968– con el cambio de la historia marxismo británico, especialmente su concepción del conflicto de clases como la dimen-
social a la cultural. Pero mientras aquel cambio fue producido por una generación sión estructurante del cambio histórico y su atribución de agencia histórico-mundial a
específica, sus fuentes y consecuencias se extienden mucho más allá de ella. Para mí, la clase trabajadora. Para la primera mitad de la década de 1980, la percepción reinan-
una historiadora de la India moderna formada a mediados y fines de la década de te de una impasse histórica de facto se fue transmutando a términos teóricos: el para-
1990, cuando los estudios culturales y la historia poscolonial estaban en boga, la fuer- digma centrado en el Estado de una historia unificada, la concepción teleológica del
za de este libro residía en su reelaboración explícitamente política de aquel cambio tiempo histórico, la primacía analítica de las relaciones de clase y la concepción objeti-
trascendental. Eley ofrece una generosa y productiva lectura de la historia social y vista de la subjetividad ya no contaban con un sólido estatus. La dificultad de redimir
cultural como instancias contextualmente específicas de “políticas insurgentes”. Sin los fracasos políticos metodológicamente o, más precisamente, mediante los términos
embargo, en contra de su celebración de la historia cultural contemporánea, sugiero del marxismo concentrado en los análisis de clase, provocó una aguda “desilusión”
que la atención a la evolución temporal de las políticas de la historiografía revela una colectiva. Y fue en esta coyuntura cuando se produjo el giro cultural.
pérdida central sustentada en el giro cultural. Creo que el proyecto de la historia Las fuentes del giro cultural son muchas y se resisten a un simple resumen.
social fue garantizado por una visión transformadora y orientada hacia el futuro, y Particularmente importantes fueron el feminismo y su construcción de nuevas cate-
que la ausencia de esta orientación limita la capacidad de la historia cultural para gorías de análisis y formas narrativas (Eley cita como figuras ejemplares a Carolyn
comprometerse críticamente con el presente histórico. Extendiendo este argumento a Steedman y Joan Scott); la revolución discursiva, inspirada en Foucault, en el concep-
la discusión de Eley sobre los estudios subalternos, identifico la economía política y to de archivo y el consiguiente rechazo de los modelos históricos heredados del siglo
los enfoques comparativos como víctimas conjuntas del giro cultural, y sugiero que su XIX a favor de la crítica genealógica, y el énfasis foucaultiano y posestructuralita de
eclipse entorpece la comprensión de un presente histórico marcado por el resurgi- los historiadores poscoloniales afirmando que el colonialismo fue la base desconocida
miento del imperio y la expansión del neoliberalismo. de las concepciones predominantes de modernidad, subjetividad y tiempo histórico.
Eley comienza con una vívida narración sobre su adopción del modelo de historia Estos desarrollos intelectuales estaban vinculados, en formas no exploradas por Eley,
social marxista británico centrado en la clase social. Este proyecto se oponía a la a la recepción de la semiótica estructuralista, saussureana y postsaussureana, desde
estructura insular de las disciplinas universitarias británicas a fines de 1950 y 1960, Francia a inicios de 1970. De hecho, la teoría de Louis Althusser de la ideología y la
las desigualdades de clase del modelo capitalista fordista-keynesiano (producción en concepción de Michel Foucault del discurso ya habían apuntado hacia la extensión de
cadena, organización política de masas y un régimen de bienestar regulador) y a la los modelos semióticos postsaussureanos en las investigaciones históricas y sociológi-
aversión empirista por la teoría propia de la investigación histórica heredada (44). En cas. Lo que mantenía juntos a los abordajes feministas, foucaultianos y poscoloniales
contra de la restauradora y desactualizada postura de la historiografía tradicional, era su compartida fundamentación epistemológica en la semiótica. La historia cultu-
los historiadores materialistas elaboraron un marco conceptual que defendía una ral postuló las prácticas significantes como la clave para el poder del entendimiento,
noción radical de la política como constitutiva de la historia. El “gran avance hacia la la textualidad como medio privilegiado y objeto de los análisis interdisciplinarios, y
historia social era inconcebible”, observa Eley, “sin el sentido de posibilidad política el lenguaje y las prácticas de representación como las únicas bases para una historia
que se avecinaba a finales de los años 60” (105). El ímpetu político de la historia antitotalizadora. Y aunque Eley elude una discusión de esta inflexión semiótica de la
social, ejemplificado por Edward P. Thompson, guió la apropiación de las suprimidas historia cultural, su narración en contrapunto de las respuestas emocionales, inver-
dimensiones de luchas pasadas, vistas como poseedoras de una potencialidad de siones políticas así como de enfurecidos y comprometidos debates académicos, provee
redención retrospectiva en el presente. El sustantivo materialismo de la historia un sentido visceral del profundo entrelazamiento entre la política y la historia.
social guardó una gran afinidad con el estructuralismo de la escuela francesa de los Al enfatizar esta intimidad, Eley interpreta la historia social y la cultural como
Annales y con el consolidado esquema de la sociología histórica weberiana en Estados formas contextualmente diferentes de “políticas insurgentes”. Pero para evaluar los
Unidos. Durante la década de 1960 y principios de 1970, la interrelación entre estos riesgos conceptuales envueltos en el cambio de paradigma, necesitamos prestar aten-
enfoques garantizó la concentración en lo comparativo y la escala macro, sobre un ción a la política temporal de la historiografía en el sentido más amplio, o a cómo los
terreno expansivo de investigación interdisciplinaria. historiadores sociales y culturales imaginan la relación entre pasado, presente y futu-
Eley remonta el declive de este proyecto de historia social a los desarrollos de fines ro de modos sustancialmente diferentes. Una línea torcida no encara estos problemas
de la década de 1970 y la de 1980: la decadencia de los movimientos obreros, la desapa- de forma explícita, aunque esta línea de razonamiento es tomada con particular fuer-
rición de la revolución socialista en la narrativa histórica, la reconfiguración de las za en su explicación del ascenso de la historia social. El apasionado tour guiado de
relaciones entre Estado y sociedad en un contexto de desindustrialización, desenfrena- Eley por los historiadores sociales británicos –Christopher Hill, Edward P.
do desempleo y crisis monetarias, y la aparente explosión de los movimientos sociales Thompson, Eric Hobsbawm y Raymond Williams– hace más que subrayar el hecho de
que articulaban género, raza y luchas de clases en nuevos y llamativos modos. Estas que el marxismo ocupó el rol, siguiendo la frase de Frederic Jameson, de “mediador

Archivo
) 40 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
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evanescente” en el ascenso de la historia cultural y de los estudios culturales en las Las premisas organizativas de la historia cultural –contingencia, rupturas episódi-
humanidades en general.2 Volver a visitar este archivo, en compañía del competente cas desligadas de las contradicciones sociales inmanentes, irresolubilidad, diferencia,
Eley, nos recuerda que la historia social emergió en un momento en el cual la contro- fragmentación– marcan una definida contramarcha en el horizonte colectivo de expec-
versia política colectiva se combinó con el materialismo histórico para ofrecer una tativas que había informado y otorgado poder a la historia social. En términos histo-
comprensión sobre el futuro muy diferente de la de hoy. riográficos, esto se expresó en la proliferación de historias fragmentarias sobre los aná-
El impulso totalizador de la historia social encontró expresiones variadas en la lisis de transformaciones de gran escala, en el predominio de la interpretación sobre
“historia de la sociedad” de Eric Hobsbawm, la “forma de vida total” de Raymond la explicación causal, y en el estatus axiomático de lo local, lo particular y lo contin-
Williams y las “grandes estructuras, procesos amplios y enormes comparaciones” de gente sobre las estructuras profundas, duraderas desigualdades y hegemonías persis-
Charles Tilly.3 El mismo se encontraba unido a una concepción de la política como tentes. En el ámbito de lo social, esto se manifiesta en la decadencia de una política
constitución temporal extensa –la deseada correlación entre producción, reproducción temporal particular, aquella que imagina la constitución de un futuro diferente.
y transformación– del conjunto de relaciones sociales. En términos del materialismo Lejos de validar las declaraciones sobre un presente perpetuo, estos cambios debe-
histórico, una perspectiva orientada hacia el futuro otorgaba sentido al presente his- rían incitar el reconocimiento de una problemática deshistorización dentro de la his-
tórico, al mismo tiempo que las contradicciones del presente modelaban los esfuerzos toria cultural posfoucaultiana. La dimensión de la experiencia histórica más profun-
por conjurar el pasado y abrían la perspectiva de un futuro radicalmente diferente. damente afectada por las formas sociales y las representacionales específicas del
Esta concepción de las relaciones entre el pasado, el presente y el futuro guió la bús- capitalismo neoliberal es la de nuestra relación con el futuro. Estas formas sociales
queda de reconstrucción de la historia de una totalidad social e impulsó la recupera- incluyen la acelerada y volátil integración de los mercados financieros, de trabajo y
ción de las luchas y experiencias de los grupos dominados. Ambos proyectos estaban de capitales, y la primacía de la especulación financiera a corto plazo por sobre los
enmarcados en términos directamente políticos; el impulso totalizador era antisisté- horizontes de desarrollo de largo plazo. Estos cambios han ocurrido en el contexto de
mico y el esfuerzo en la reconstrucción fue entendido como un acto crítico de rememo- una oleada de reestructuración industrial (desindustrialización en el norte e indus-
ración colectiva que contenía el potencial de mediar entre el pasado y el presente, lo trialización agresiva en algunas partes del sur) seguida por el estancamiento de los
efectivo y lo posible. Esta lógica transformadora y orientada hacia el futuro excedió y salarios, la dispersión espacial de la producción y el desmantelamiento de los mode-
equilibró la sucesión de etapas y el esquematismo sociológico de clases y modos de los heredados de desarrollo y regulación nacional fordista-keynesiano y de Bandung.4
producción que afectaba al marxismo ortodoxo. El ascenso del neoliberalismo en diversos contextos regionales y nacionales se ha
La resonancia popular de la historia social se encontraba enraizada en su capaci- caracterizado por una intensa comercialización de los modos y los sentidos de la vida
dad de ensamblar la experiencia colectiva, especialmente en el ámbito de sus aspira- cotidiana y por una ampliación de las desigualdades económicas a través de las divi-
ciones, y el conocimiento histórico. Su estatus como paradigma crítico residía en su siones de clase, género, raza y región. Estos procesos sociales de escala mundial han
orientación hacia las historias de lo posible más que meramente a las de lo efectivo. profundizado la primacía de la información tecnológicamente moldeada sobre los sen-
Y precisamente por estas razones, es difícil estar de acuerdo con el apoyo de Eley a la tidos narrativos y producido, en consecuencia, un paradójico exceso de representacio-
historia cultural contemporánea, y mucho menos aún con su categórica afirmación de nes históricas frente a una carencia de conciencia histórica. Y aunque estas transfor-
que un paradigma coherente de historia social “simplemente no está más disponible” maciones no han sido regionalmente uniformes, han afectado los grandes esfuerzos
(278). Eley no especifica los fundamentos precisos de tal afirmación. En parte descan- por avizorar un futuro más allá del presente.
sa en una operación metonímica en la que los destinos historiográficos del marxismo El horizonte transformador de la historia social se enmarcó en un contexto histó-
británico reemplazan la heterogeneidad “realmente existente” de la historia social y rico y geopolítico específico. La perspectiva sociohistórica que impulsó la historia
el marxismo como un todo. También equipara el predominio de la historia cultural social clásica ya no se encuentra fácilmente a disposición. Más aún, cualquier inten-
con la adecuación conceptual como tal, poniendo en cuestión su estatus como forma- to por constituir un abordaje rehistorizante opositor debe lidiar con los desafíos pre-
ción insurgente. Sin embargo, y en contra de estas conclusiones, el arco narrativo del sentados por el ahuecamiento de un horizonte de expectativas colectivas que avizora-
libro apunta en una dirección diferente. Éste subraya las profundas consecuencias ba las semillas de un futuro nuevo a partir de las contradicciones internas del pre-
producidas por el cambio, desde una tradición de historia social colmada de conteni- sente histórico, frente a una era neoliberal aparentemente vacía de lo que Pierre
dos anticipatorios hacia un giro cultural atribulado por su convicción melancólica de Bourdieu llamó “la simple posibilidad de que las cosas sucedan de otra manera”.5 El
que la crítica sistémica y la transformación social son imposibles. Mientras la histo- objetivo aquí no es revivir las determinaciones mecanicistas ni las estrechas teleolo-
ria social intentó afirmar las posibilidades de transformación dentro de las contradic- gías que debilitaron los ejes centrales de la historia social materialista. Por el contra-
ciones de un presente histórico, el giro cultural articula la negación de una tensión rio, se trata de subrayar la importancia de explorar el significado del presente histó-
entre las experiencias (pasadas) y expectativas (futuras), acerca de las posibilidades rico neoliberal desde el punto de vista de una historia social crítica y orientada hacia
de un futuro reconociblemente diferente. el futuro.

Archivo
) 42 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 43 (
Entre los sorprendentes logros de Una línea torcida se encuentra su delineamien- brar a los sujetos subalternos como algo más que las marcas invisibles que invaden
to de los giros culturales localmente instituidos sobre diversos ámbitos regionales. el archivo colonial, los historiadores de la subalternidad han forjado renovadoras téc-
Existen, con seguridad, importantes excepciones al movimiento graficado en el traba- nicas para releer ese archivo a contrapelo. Ellos han agudizado nuestra percepción de
jo, como puede serlo por ejemplo una balanceada continuidad de los paradigmas de la la violencia social y conceptual creada por el colonialismo sobre los grupos sociales
historia social dentro de la historiografía moderna latinoamericana. De todas formas, subalternos, de la acción diferencial de los colonizados y de los límites de las concep-
la vitalidad de los esquemas neogramscianos dentro de la historia latinoamericana ciones ideal-típicas y teleológicas de la modernidad para aprehender la dinámica de
moderna, orgánicamente unidos a la proliferación y la fuerza de diversos movimien- las sociedades coloniales y poscoloniales. El énfasis en la especificidad de las socieda-
tos sociales en la región, de hecho otorga más peso a la afirmación de Eley sobre la des coloniales y poscoloniales representó un correctivo crucial de los relatos poco
existencia de una reciprocidad entre el ámbito político y las formas historiográficas. atentos a, o simplistamente despectivos en relación con, la diferencia. Durante la
Sin embargo, resulta difícil discutir la ascendencia del giro cultural entre la totalidad década de 1990, este énfasis inicial asumió un protagonismo mucho más fuerte con la
de las humanidades. proliferación de las afirmaciones sobre una diferencia inconmensurable. Estas afir-
El hecho de que tantos historiadores, en varios ámbitos, hayan realizado un vira- maciones fueron registradas por la cambiante fortuna de la categoría de subalterno,
je cultural, sugiere que el giro en sí mismo es una respuesta a desarrollos dados fuera la cual perdió su inicial sentido gramsciano y fue crecientemente entendida como un
de esos ámbitos. De ahí que, y aun más importante, no podamos comprender el giro signo de la intraducible alteridad en sí.
dentro de los propios términos de la historia cultural. Y esto se debe a que la historia Este cambio acompañó en términos generales a la resignificación de la categoría
cultural no puede dar cuenta de las condiciones de su propia emergencia y resonan- “Europa”, la cual, como destaca Eley, adquirió el estatus de una “abstracción particu-
cia global sin recurrir a las formas de totalización histórica que rechazó en su forma- lar” en las historias de la subalternidad (284). Para muchos historiadores de la subal-
ción reactiva contra la historia social. Solamente un enfoque atento al intercambio ternidad, “Europa” denota el historicismo desarrollista imbuido de esquemas tanto de
dinámico entre las transformaciones sociales y las categorías de percepción podría la modernización liberal como del marxismo tradicional.8 Sin embargo, para muchos,
presentar, o al menos emprender, la doble tarea de dar cuenta de la emergencia de la las deficiencias de estos esquemas comparativos específicos han tomado la forma de
historia social y la cultural en tanto distintos puntos de vista de la crítica, y demos- una exclusión de la comparación como tal en favor de un enfoque sobre formas de hete-
trar su inherencia a un campo social, político e intelectual específico. Es precisamen- rogeneidad que exceden la capacidad representacional del pensamiento histórico
te esta tarea la que William Sewell, un protagonista en la narrativa de Eley, empren- dominante. Existe una seductora atracción, históricamente específica, en la disputa de
de en una sucesión de ensayos recientes.6 Una de las características de un enfoque los estudios subalternos con “Europa”; ésta se basa en parte en la promesa de conte-
genuinamente crítico es la habilidad para pensarse a sí mismo, para localizar las pro- ner la transformación de los mundos heredados de valor y significado creados por el
pias categorías y conceptos en su contexto social e histórico de emergencia.7 Prestar dominio colonial y la dominación económica imperial. La categoría “Europa”, sobrecar-
atención al llamado de Eley a un nuevo modo crítico de “historias de la sociedad” gada hasta lo imposible, funciona como el lugar de un deseo utópico por territorializar
requeriría reintroducir la problemática de la mediación social de las categorías de las dinámicas cambiantes, relacionadas al dominio colonial y al capitalismo imperial.
percepción y prácticas cotidianas sin reificar lo social bajo la forma de un final histó- Simultáneamente, ésta impulsa un movimiento complementario de posicionar el
rico prefijado o una rígida unidad representacional. Y al desembarazarse de tales terreno indígena como una externalidad pura, un simple afuera, a este campo. Como
mediaciones, la súplica final de Eley por un “pluralismo básico” en la práctica histó- se adelantó al comienzo, no sólo las fuertes afirmaciones de incompatibilidad y singu-
rica apunta hacia cualquier dirección metodológica y epistemológica (295). laridad se arriesgan a una sordera general en términos políticos, sino que también fue-
Con relación específicamente a la historia moderna sudasiática, Eley destaca que ron finalmente ininteligibles incluso para sí mismas. Esto se debe a que la noción de
los estudios subalternos “negociaron, en el seno de su propia trayectoria, todos los singularidad es necesariamente relacional. Ésta puede marcar los límites de la inteli-
aspectos de la transición conducente de la historia social a la historia cultural que los gibilidad de conceptos específicos y formas de expresión, pero no podemos comprender
historiadores de Europa experimentaron en esos mismos años” (221). De hecho, en cognitivamente la singularidad en sí misma. Las afirmaciones sobre la existencia de
sentidos significativos, los estudios subalternos “presagiaron y acompañaron el curso” un punto privilegiado fuera del ensamble de relaciones coloniales o poscoloniales, his-
de los cambios historiográficos en el “oeste” (224). En otras palabras, no hubo un tóricamente constituido –sea en términos de una “esfera espiritual interior”, una alte-
retraso temporal dentro de la trayectoria de los estudios subalternos en la realización ridad intraducible, o una “modernidad alternativa”– preservan, no intencionalmente,
del giro cultural. Comparto el juicio de Eley sobre los logros asegurados para la his- incluso cuando se proponen sobrepasarlas, las concepciones normativas de “Euro-
toriografía sudasiática y más allá por los historiadores de la subalternidad. América” como el locus de una modernidad unitaria.9
Desde el momento de su emergencia a principios de 1980, el colectivo de los estu- Los significados cambiantes del término “subalterno” muestran un amplio movi-
dios subalternos ha desafiado las poco institucionalizadas y formalistas concepciones miento dentro del área interdisciplinaria de los estudios coloniales, lejos del foco pre-
sobre las subjetividades políticas y las luchas populares. En sus esfuerzos por reco- vio en el desarrollo desigual, las relaciones centro-periferia y la explotación material,

Archivo
) 44 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 45 (
hacia un énfasis en el dialogicismo colonial, las estrategias representacionales, la 2
Véase Frederic Jameson, “The Vanishing Mediator: Narrative Structure in Max Weber”,
hibridez cultural y los regímenes disciplinares dispersos.10 Este giro cultural ha bus- New German Critique 1, invierno de 1973, pp. 52-89.
cado moverse más allá del economicismo que marcó a muchos trabajos previos sobre 3
Véanse Eric Hobsbawm, “From Social History to the History of Society”, Daedalus 100,
el colonialismo. Pero éste también fue basculado por la convicción de que los análi- invierno de 1971, pp. 20-45 [traducción castellana: “De la historia social a la historia de la socie-
sis de los procesos de transformación de larga duración y sus bases materiales sólo dad”, en Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 84-104. N. de T.]; Raymond Williams,
legitiman las narrativas imperiales euroamericanas. Sin embargo, el poder norma- “Culture Is Ordinary”, en Norman Mackenzie (ed.), Conviction, Londres, 1958, pp. 93-120;
tivo y analítico de los esquemas materialistas previos derivó, en parte, de la fideli- Charles Tilly, Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons, Nueva York, 1984 [traduc-
dad hacia el trabajo y la práctica de muchos intelectuales y movimientos anticolo- ción castellana: Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Madrid,
niales que fueron resueltamente translocales y materialistas en su orientación y Alianza, 1991, N. de T.].
alcances. Los esfuerzos recientes por desplazar el capitalismo en cuanto objeto cen- 4
Trabajos clave sobre la transformación contemporánea son los de Giovanni Arrighi, The
tral del análisis histórico para entender las formaciones imperiales, de relegarlo a Long Twentieth Century: Money, Power, and Origins of Our Times, Londres, 1994 [traducción
una “Europa hiperreal”,11 han emergido paradójicamente en un momento histórico castellana: El largo siglo XX, Madrid, Akal, 1999. N. de T.]; Pierre Bourdieu, The Weight of the
definido por el inmanente crecimiento global del neoliberalismo. La conjunción con- World: Social Suffering in Contemporary Societies, Stanford, 1999 [traducción castellana: La
temporánea de renovados proyectos de imperio y neoliberalismo pareció preparada miseria del mundo, México, Fondo de Cultura Económica, 1999. N. de T.]; Robert Brenner, The
Boom and The Bubble, Londres, 2003 [traducción castellana: La expansión económica y la bur-
para forjar esquemas que abrazaran la economía política y lo que podría ser llamado
buja bursátil, Madrid, Akal, 2003. N. de T.]; David Harvey, The Condition of Postmodernity: An
“el imperativo comparativo”, cada vez más académico. Necesitamos separarnos de esa
Enquiry into the Origins of Cultural Change, Cambridge, 1990 [traducción castellana: La con-
noción de sentido común, según la cual la atención hacia la compleja dinámica de la
dición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires,
acumulación y expropiación necesariamente nos retrotrae hacia una subordinación a Amorrortu, 1998. N. de T.]; A Brief History of Neoliberalism, Nueva York, 2005. [La referencia
metanarrativas caracterizadas por su indiferencia ante las negociaciones diarias, la a la ciudad indonesia de Bandung se relaciona con el Movimiento de Países no Alineados, ya que
acción expresiva y las prácticas creativas de los sujetos subalternos. Como una gran fue allí donde en 1955 se celebró una famosa conferencia entre diversos Estados africanos y asiá-
cantidad de críticos teórico-sociales y antropólogos han mostrado, es posible escribir ticos, en una perspectiva de apoyo a los movimientos de liberación nacional, y desarrollo desde
historias del capitalismo como una formación social internamente contradictoria, des- el punto de vista económico, que dio inicio a ese movimiento. [N. de T.]
igual, y aun global, sin tener que reducirlas al modo de producción y sin tener que 5
Pierre Bourdieu, The Logic of Practice, Oxford, 1990 [traducción castellana: El sentido
tratar a la economía como un hecho ontológico, una esfera autorregulada o como un práctico, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2007. N. de T.].
temido determinante en última instancia.12 6
Véase William H. Sewell, Jr., Logics of History: Social Theory and Social Transformation,
Siguiendo los eventos globalmente refractados de 1989, una corriente académica
Chicago, 2005, pp. 22-80, 318-372.
tradujo los múltiples fracasos de la nueva generación de izquierda como afirmaciones
7
ostentosas del fin de la historia, del fin de la ideología, del fin de lo social.13 En su evo- Para un relato lúcido de la reflexión como cuestión metodológica, véase Pierre Bourdieu,
In Other Words: Essays towards a Reflexive Sociology, Oxford, 1990.
cación de la historia como una vocación política, Una línea torcida indica por qué
8
deberíamos mantenernos incrédulos ante tales finalismos históricos. Éste representa El locus classicus de este argumento es Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe:
un antídoto estimulante para las narrativas que ni celebran abiertamente ni reflejan Postcolonial Thought and Historical Difference, Princeton, 2000 [traducción castellana: Al mar-
de manera acrítica la ausencia de una alternativa sistémica a las formas sociales y gen de Europa, Barcelona, Tusquets, 2008. N. de T.].
políticas predominantes del presente. La “desafiante” esperanza enunciada en el tra- 9
Para “esfera espiritual interior”, véase Partha Chatterjee, The Nation and Its Fragments:
bajo acerca de que luego del giro cultural podrían emerger nuevas “historias de la Colonial and Post-colonial Histories, Princeton, 1993, p. 6 [traducción castellana: La nación en
sociedad”, recoge un creciente eco de clamores por la salida de la jaula del culturalis- tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos, Buenos Aires, Siglo Veintiuno-CLACSO, 2008.
mo (297).14 Estos esfuerzos bien podrían proveer el estímulo para una mediación sos- N. de T.]. Este trabajo marcó un giro más amplio dentro de los estudios subalternos desde la
tenida de las formas sociales y culturales en los debates históricos y, de igual modo, perspectiva gramsciana a la foucaultiana. Para “modernidad alternativa”, véase Dipesh
Chakrabarty, Habitations of Modernity: Essays in the Wake of Subaltern Studies, Chicago,
para la imaginación política.
2002; Dilip Goankor (ed.), Alternative Modernities, Durham, 2001; Gyan Prakash, Another
Reason: Science and the Imagination of Modern India, Princeton, 1999; Timothy Mitchell (ed.),
Questions of Modernity, Mineápolis, 2000.
Notas 10
Para revisiones programáticas de los estudios coloniales y las historias del imperio desde
1 perspectivas diferentes, véanse Nicholas Dirks (ed.), Colonialism and Culture, Ann Arbor, 1992;
En el mundo académico anglosajón la denominación “historia moderna” abarca también
y Frederick Cooper, Colonialism in Question: Theory, Knowledge, History, Berkeley, 2005.
parte de lo que en nuestro medio llamamos “historia contemporánea”. De hecho, el trabajo his-
11
tórico de Eley se ha centrado en los siglos XIX y XX. [N. de T.] Véase D. Chakrabarty, Provincializing Europe, p. 45.

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El profano e imperfecto mundo de
12
Para las concepciones no economicistas del capitalismo, véanse Pierre Bourdieu, The
Social Structures of the Economy, Oxford, 2005 [traducción castellana: Las estructuras sociales
de la economía, Buenos Aires, Manantial, 2005. N. de T.]; Derek Sayer, The Violence of
Abstraction: Analytical Foundations of Historical Materialism, Londres, 1987; Karl Polanyi,
la historiografía
The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Times, 1944 [traducción
castellana: La gran transformación, México, Fondo de Cultura Económica, 1991. N. de T.];
Geoff Eley*
Moishe Postone, Time, Labor, And Social Domination, Cambridge, 1993 [traducción castellana:
Tiempo, trabajo y dominación social. Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, Madrid,
Marcial Pons, 1996. N. de T.]. Los estudios antropológicos del capitalismo contemporáneo e his-
tórico son demasiados numerosos para citarlos pero incluyen a Jean Comaroff y John Comaroff
(eds.), Millennial Capitalism, and the Culture of Neoliberalism, Durham, 2001.

E
scribí Una línea torcida entre el otoño de 2003 y la primavera de 2004 en un
13
Algunos trabajos claves incluyen Jean Baudrillard, The Illusion of the End, Nueva York, arrebato de urgencia y optimismo. La urgencia se debía a la delicada situación
1983 [N. de T.: traducción al castellano, La ilusión del fin, Barcelona, Anagrama, 1993]; y
política mundial. A la luz de los recientes sucesos, me hallé a mí mismo pen-
Francis Fukuyama, The End of History and the Last Man, Harmondsworth, 1992 [N. de T.: tra-
ducción al castellano, El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992]. Para
sando mucho sobre las cambiantes bases del disenso intelectual a partir de los 60,
una crítica, ver Perry Anderson, “The End of History”, en Anderson, A Zone of Engagement, reflexionando particularmente sobre la lamentable brecha entre las esperanzas posi-
Londres, 1992, pp. 279-375 [N. de T.: traducción al castellano, Los fines de la historia, bles de tiempos pasados y las dificultades actuales para lograr alguna conexión entre
Barcelona, Anagrama, 1996]; y Lutz Niethammer, Posthistoire: Has History Come to an End?, lo que hacemos en nuestras vidas académicas y lo que se considera como historia en
Londres, 1992. la esfera pública. Parecían ser tiempos desalentadores para cualquier historiador de
14
Véanse Victoria E. Bonell y Lynn Hunt (eds.), Beyond the Cultural Turn: New Directions izquierda, cuyo concepto de vocación intelectual y profesional incluyera un compro-
in the Study of Society and Culture, Berkeley, California, 1999; Harry Harootunian, History’s miso ético y político –sea por las vías más directas, más modestamente a través de las
Disquiet: Modernity, Cultural Practice, and the Question of Everyday Life, Nueva York, 2000; políticas del saber (politics of knowledge) o simplemente siendo abierto y honesto
Reinhart Koselleck, “On the Need for Theory in the Discipline of History” y “Social History and sobre la preponderancia de los significados políticos–. Pero el optimismo, por otra
Conceptual History”, en The Practice of Conceptual History: Timing History, Spacing Concepts, parte, provenía de una sensación de vivacidad y oportunidad presentes en la disci-
California, 2002, pp. 1-19 y 20-38 [existe traducción castellana del segundo ensayo: “Historia
plina. Las airadas divisiones de algunos años atrás, cuando la historia había produci-
conceptual e historia social”, en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos,
Barcelona, Paidós, 1993, pp. 105-126. N. de T.] y R. Sewell, Logics of History.
do sus propias versiones de las guerras culturales, parecían ceder paso a una serie de
diálogos colectivos más cordiales y constructivos, tanto en cada área de estudio como
en el nivel de la disciplina en sí, y no en poca medida gracias a que generaciones más
jóvenes y menos cargadas por el viejo bagaje estaban emergiendo a los primeros
planos.
Uno de los propósitos de mi libro fue, de hecho, realizar un inventario historiográ-
fico evaluativo. Quise rastrear los complicados pasajes entre la historia social y la his-
toria cultural de los últimos cuarenta años, al tiempo que reunir los fundamentos
mediante los cuales juzgar tanto lo que se había ganado como lo que podría haberse
perdido en el proceso. Pero mi segunda motivación, y tal vez la más importante, era
ofrecer una sustentada serie de reflexiones sobre la compleja relación de la historia

* Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, donde


dicta clases desde 1979. Es autor de Reshaping the German Right: Radical Nationalism and
Political Change after Bismark (1980), The Peculiarities of German History junto con David
Blackbourn (1984), Forging Democracy: The History of the Left in Europe, 1850-2000, Oxford
University Press, 2002; A Crooked Line: From Cultural History to the History of Society, University
of Michigan Press, 2005, y The Future of Class in History: What’s Left of the Social?,
University of Michigan Press, 2007. Actualmente está escribiendo una historia general de
Europa en el siglo XX, que será publicada por Cambridge University Press.

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Entrepasados - Nº 35, comienzos de 2009: 49-64
con la política, lo cual puede ser un terreno peligroso. Lo último que quería proponer lo que consideramos como ya comprendido. Antes de que el cambio pueda ser consu-
era algún tipo de transmisión directa o instrumental entre ambas, y encontré gran- mado, una inmensa lucha ha de ocurrir; luego de éste, se emplearán nuevas descrip-
des dificultades para intentar explicar las posibles formas que podría tomar esa rela- ciones muy elaboradas. La consistencia y la coherencia serán redescubiertas y pro-
ción. Más que una correspondencia precisa, lo que buscaba era hacer hincapié en las yectadas hacia atrás en el tiempo. Tardíamente nos habremos dado cuenta de lo que
brechas y los disensos, las tensiones presentes en la conexión entre la historia y el realmente habíamos querido pensar.
mundo público de la política y los necesarios espacios de dificultad. Quise darles el Considerando cómo ha cambiado mi propio pensamiento durante las últimas déca-
énfasis adecuado a las delicadas y complicadas formas por las cuales los sentidos polí- das, quise hallar la forma de escribir una historia intelectual del presente que tomara
ticos ingresan a la práctica de los historiadores, a veces gustosamente invitados pero en consideración estas características de imprevisibilidad y eventualidad. También fue
otras tantas rechazados cautelosamente. Esos sentidos a menudo llegan como intru- mi intención tomar seria y honestamente en cuenta las dificultades, las confusiones y
sos no gratos. Si la política aparece muchas veces indirecta e imperceptiblemente, en las resistencias, especialmente aquellas que pudieran ser inconscientes o sólo parcial-
otros casos su presencia puede ser fuerte y muy directa, con consecuencias tan capa- mente comprendidas, y a través de las cuales suelen producirse los cambios fundamen-
ces de complicar como de inspirar la práctica de los historiadores. Existen, además, tales en el pensamiento. En varios sentidos, además, ya poseemos un detallado regis-
políticas del saber (politics of knowledge) propias de la profesión y la disciplina que lo tro de todas las ramificaciones del denominado “giro cultural”.1 Estos abordajes giran
abarcan todo, desde los estructurados espacios institucionales donde se practica la muy apropiadamente en torno a los principales problemas teóricos y epistemológicos
historia (departamentos, institutos, universidades, aulas, conferencias, publicacio- en cuestión, generalmente enfatizando una serie de figuras mayores y sus contribucio-
nes, redes, asociaciones) hasta las reglas y los protocolos que definen sus límites y las nes, los debates y las controversias resultantes así como las diversas formas en las que
más variadas formas de debate intelectual acerca de sus métodos, sus archivos, sus se resolvieron. Los tumultos en la disciplina y sus correlativos desarrollos a través del
escuelas y sus tradiciones, sus formas teóricas y sus epistemologías. Por último, mi amplio mapa interdisciplinario han sido ahora reproducidos en una profusión de
intención era decir algo sobre cómo las ideas y suposiciones en torno al pasado tien- guías, comentarios, antologías, foros, nuevas publicaciones y un gran número de con-
den a circular más ampliamente en términos populares a través de la cultura públi- tinuos debates. En lugar de repetir esa narración, una vez más, consideré que resul-
ca. Todos éstos son diversos aspectos de las políticas de la historia. taría más iluminador hallar otras formas de escribir acerca de las historias intelectua-
Decidí hacer un modesto uso de mi propia historia personal teniendo en cuenta los les involucradas.
mencionados propósitos y considerando que esto podría ser útil de dos maneras. Con este propósito, por ejemplo en el extenso capítulo 4 sobre los 80 (“Reflexión”),
Primero, he estado conmovido durante años a causa de las confusas y dispares for- me interesé en una serie de libros emblemáticos cuyo impacto se extendía a través de
mas en las cuales cambios políticos extremadamente importantes han impactado en diversos campos y disciplinas, alrededor de los cuales convergieron extensos y varia-
mis pensamientos; y, segundo, estoy igualmente impresionado por la desfasada e irre- dos intereses; libros cuyo impacto tuvieron una relación sintomática con las ideas
gular relación entre tales flexiones políticas y las formas en que he abordado mi tra- emergentes y que ayudaron de alguna manera a articular la progresiva preparación
bajo histórico. Esto crea una especie de complejo asincronismo que puede ser muy para el cambio que se daría al promediar la década. A menudo precediendo a los tex-
desconcertante: a nadie le gusta enterarse de sus inconsistencias, sobre todo si éstas tos más comúnmente citados, tales trabajos poseían también sus propios antecedentes
guardan relación con sus propios principios fundamentales o más valiosos compromi- de gestación en seminarios, conferencias, ámbitos pedagógicos y variadas colaboracio-
sos éticos. Más a menudo, preferimos considerar nuestro entendimiento como inser- nes que entrecruzaban las fronteras de los campos y disciplinas. De manera similar,
to en una historia en la cual se ha obtenido la madurez y arribado a la comprensión, estaba buscando las formas de ilustrar el impacto indirecto de los nuevos puntos de
como una progresión ininterrumpida, como crecimiento y ampliación, como una labor partida intelectuales que pudieron haber ocurrido a cierta distancia de la labor acadé-
conscientemente dirigida a alcanzar la necesaria solución de un problema. Sin mica inmediata –en otras áreas de estudio, en otros períodos, en otras partes del
embargo, rara vez experimentamos los significativos cambios en aquel camino tan mundo o en otras disciplinas– y cuya pertinencia directa en relación con los propios
directamente autoconsciente y dirigido. En la práctica, los problemas se nos acercan propósitos no resultaban fácilmente apreciables pero cuyo potencial, sea fortaleciendo
sigilosamente, manifiestan su presencia lenta y parcialmente, residiendo en rincones o desestabilizando, halló de todas maneras vías de influencia sobre los propios pensa-
ocultos o escondidos, trabajando a nuestras espaldas. A menudo le tienden una mientos. Las críticas feministas a la historia social y las crecientemente explosivas
emboscada a nuestra comprensión tomándonos por sorpresa. En otros casos, nos consecuencias de la emergencia de la historia de la mujer suministraron una primera
damos cuenta de ellos inesperadamente por medio de encuentros fortuitos (un semi- prueba de ese efecto; la segunda fue la aparición de la teoría racial y los estudios pos-
nario al que asistimos, una controversia que observamos o un libro que leemos por coloniales a fines de los 90, por lo que utilicé los “estudios sobre los blancos” (whiteness
casualidad). Generalmente una amplia variedad de estas experiencias se acumulan studies)2 y la escuela de estudios subalternos como mis indicadores gemelos.
previamente al aumento de nuestra receptividad. La resistencia y las evasiones son Quise emplear mis propias experiencias de estos cambios como una vía para acer-
el resultado probable cuando aparecen ideas que plantean una amenaza o desafío a carme a la manera en que éstos realmente tuvieron lugar, presentando no sólo la cla-

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ridad obtenida gracias a los nuevos avances sino también parte de las confusiones, rizar el pasaje al giro cultural.4 Por medio de Riley, podemos entonces establecer las
pasos en falso, puntos muertos y desvíos erróneos que fueron necesarios en el cami- interconexiones dentro del contexto transatlántico de los debates teóricos del feminis-
no. Capturar esta complejidad adicional requería un especial tipo de contextualiza- mo británico a fines de los 70. Pienso que sería erróneo subestimar estos detalles con-
ción en la cual las narrativas basadas en experiencias personales que estructuran siderándolos meramente anecdóticos y opuestos a los aspectos sustanciales de una
partes de mi libro fueran concebidas con el objeto de ejemplificar. Si en un nivel la cuidadosa sociología del conocimiento. Tales exploraciones no opacan la importancia
escritura de una historia intelectual de la historiografía contemporánea se apoya, por del comentario teórico sino que lo complementan y nutren. Una modesta muestra en
ejemplo, en los vestigios publicados de un debate explícito alrededor del cual se han conjunto de las propias experiencias de los historiadores así consideradas, menos
cristalizado los desarrollos centrales, al mismo tiempo y en otro nivel resulta impor- como autobiografía (aunque eso también pueda tener su interés) que como autocríti-
tante retomar las enrevesadas y más elaboradas historias que la producción de aque- ca, podría ser muy reveladora. En buena parte mi intención, al ofrecer elementos de
llos textos reconocidos presuponían necesariamente y que les ayudaron a avanzar. mi propia historia, era incitar a otros a hacer exactamente eso, un deseo cumplido por
Con este objetivo he intentado diseñar un complejo enfoque capaz de satisfacer dos cada uno de mis tres comentaristas a su respectiva manera.
prioridades bien diferenciadas pero complementarias: por un lado, una detenida Pero yendo directamente a la respuesta de estos tres comentarios, realizaré algu-
atención sobre la lectura y la explicación de los textos en cuanto tales (toda la biblio- nas aclaraciones. Con respecto a las particularidades de mi punto de vista (y a algunas
grafía pertinente acerca de los giros lingüísticos y culturales); pero, por otro, un aná- de las cuestiones consiguientemente desatendidas), por supuesto acepto el énfasis de
lisis igualmente atento de las situaciones sociales en las cuales fueron producidos, Gabrielle Spiegel sobre la profunda importancia del transfondo específicamente fran-
incluyendo los fundamentos filosóficos de las prácticas historiográficas relevantes, las cés para las nuevas orientaciones intelectuales de los 70. Como bien lo señala, tanto
muy específicas historias institucionales implicadas y los límites que la dinámica el estructuralismo como el posestructuralismo fueron en su momento “intelectual-
política podría haber impuesto. Quisiera sostener que ambos propósitos son vitales mente motivados por un rechazo hacia la fenomenología”, que en el caso de Michel
para una íntegra comprensión historiográfica; esto es: tanto la cuidadosa y crítica Foucault se retrotraía más allá de los 50, con su asistencia a las clases de Maurice
exégesis de los principales textos como la exploración de la densa maraña de discu- Merleau-Ponty en las postrimerías de los 40.5 Esto claramente guarda relación con
siones y prácticas a partir de las cuales aquellos textos fueron finalmente producidos. cómo entendemos tanto el temprano ímpetu crítico que se halla por detrás del giro lin-
Este segundo contexto de análisis podría ser denominado como el profano e imperfec- güístico como el conjunto de reconsideraciones actuales de implicancias agudamente
to mundo de la historiografía.3 detalladas por Spiegel. Además, yo sostendría que las amplias y extremadamente
Si se lo restringe a ciertas minucias de la reconstrucción narrativa –la historia de desordenadas apropiaciones anglonorteamericanas de las “ideas de Francia” durante
quién dijo qué cosa a quién y cuándo–, el tipo de análisis que estoy sugiriendo podría los 70 y los 80 guardaban una ecléctica y vaga relación con aquel terreno de dispu-
fácilmente parecer ligeramente banal. Pero mediante la incorporación de una expli- tas de límites mucho más delineados, por lo que la muy interesante defensa de
cación mucho más completa de los espacios y los emplazamientos de los debates inte- Spiegel por una orientación “neofenomenológica” para el emergente revisionismo
lectuales, y especialmente de sus respectivos contextos institucionales y plenos de “posgiro lingüístico” probablemente propone una mucha mayor coherencia que la
acontecimientos (eventful contexts), podemos obtener una idea mucho más clara de los que en realidad aquellas nuevas críticas pueden contener.6 En cada caso, me parece
intereses involucrados. Tal explicación nos permitiría explorar las microdinámicas que la heterogeneidad discursiva excede los marcos del ajustado cuadro que su pro-
rutinarias y locales de los procesos a partir de los cuales, en conjunción con su amplia puesta delimita.7 Asimismo, acuerdo gustosamente con la observación de Manu
política cultural, se van conformando las ideas. Esto, a su vez, puede ofrecer un con- Goswami acerca de mi descuido sobre la magnitud de la deuda epistemológica de los
junto aun más complejo e imprevisto de genealogías del presente historiográfico. Para nuevos trabajos de los 80 “a la recepción de la semiótica estructuralista […] desde
tomar un pequeño ejemplo, comprenderíamos mucho mejor las consecuentes poten- Francia a inicios de 1970” y “la extensión de los modelos semióticos postsaussurea-
cialidades y las posibles limitaciones que conllevó la conversión de Joan Scott al nos en las investigaciones históricas y sociológicas”. De hecho, felizmente puedo con-
posestructuralismo a principios de los 80, si conociéramos con mayor detalle la tra- firmar esto con un testimonio personal: mi encuentro con un marxismo rigurosamen-
yectoria que recorrió desde su Glassworkers of Carmaux de 1974, pasando por te estructuralista cuando llegué a Cambridge en enero de 1975 me condenó a
Women, Work, and Family de 1978 hasta Gender and Politics of History diez años muchas horas de obstinada autoeducación en aquel particular cuerpo teórico. En la
más tarde. El pasaje de Scott desde la enseñanza de historia de las mujeres en la discusión de mi libro en torno a qué significó “pensar como un marxista”, me refiero
Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill a la dirección del Centro Pembroke a aquel extraordinariamente intenso período de lectura y reflexión (por ejemplo, en
para la Enseñanza y el Estudio sobre la Mujer de la Universidad Brown podría resul- pp. 47-48), aunque con la intención de no resultar demasiado autobiográfico decidí
tar particularmente interesante, en no poca medida en relación con la influencia de dejar muchos de los detalles fuera.8
Denise Riley, quien colaboró con Scott durante los primeros años de los 80 y cuyo libro Sobre un frente más amplio, William Sewell me reprocha haber ignorado “el con-
Am I That Name? fue uno de los textos emblemáticos que elegí con el fin de caracte- texto macrosocial en el cual los cambios historiográficos tomaron lugar”. Si bien esta

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afirmación parece exagerada –las terriblemente destructivas consecuencias sociales principales características del nuevo orden económico global”, al tiempo que las ante-
y políticas de la restructuración capitalista son en verdad un referente esencial para riores, y ahora, “reificantes categorías de la etapa intelectual previa” podrían haber
comprender la forma en que el libro busca tratar las continuas idas y vueltas entre correspondido al precedente régimen de regulación fordista. Realizada con cuidado,
política e historiografía–,9 es innegablemente cierto que me abstengo de cualquier también podría encontrar atractiva esta sociología del conocimiento signada por la
discusión extensa sobre alguna de las dos grandes coyunturas en cuestión, el boom transición posfordista. Una línea torcida hace guiños en esa dirección varias veces.12
capitalista de posguerra y la posterior transición al posfordismo. Pero eso fue delibe- Pero los argumentos sobre “la condición de la posmodernidad” o la “lógica cultural del
rado. Una línea torcida fue un proyecto muy particular: buscaba modelar una forma capitalismo tardío” funcionan mejor en cierto nivel de abstracción o generalidad teó-
diferente de escribir sobre la historia intelectual del presente por medio del examen rica.13 El lenguaje sobre “homologías”, “afinidades” y “correspondencias” solamente
de las mutuas reciprocidades entre lo historiográfico (o más ampliamente, lo intelec- nos deja aquí. Se necesitaría algo más para mostrar la importancia explicativa de los
tual), lo político y lo personal. Dado que las transformaciones del capitalismo contem- cambios en los mundos materiales del capitalismo para los desplazamientos de inte-
poráneo fueron explícitamente codificadas bajo mi concepción básica sobre lo que con- rés en una disciplina académica, la renovación de los paradigmas en un área de cono-
lleva la categoría de lo político, por razones de estrategia narrativa y espacio me cimiento o las radicales modificaciones en los puntos de partida de las prácticas inte-
mantuve conscientemente al margen de aquella detallada sociología del conocimien- lectuales de los historiadores. Mi propio argumento, en Una línea torcida, era que los
to que Sewell quisiera que hubiese ofrecido. Aunque Una línea torcida fue concebido desarrollos que se fusionaron en lo que denominamos “giro cultural” ocurrieron en
originalmente como un texto bastante breve, más bien como un ensayo extendido, se formas extraordinariamente dispares, área por área e institución por institución, con
fue convirtiendo durante su elaboración en un libro mucho más grande y equipado historias locales ampliamente variadas y según temporalidades muy específicas y
con lo que se transformó en un amplio y elaborado corpus de notas. Si además hubie- complicadas. Para capturar aquellas complejidades se requeriría de un método parti-
ra intentado, por ejemplo, encarar el delicado y complejo análisis requerido para vin- cular de reconstrucción detallada.
cular de modo convincente “las prácticas epistémicas de los historiadores” con la Mucho dependerá, entonces, del modo en que la perspectiva “macrosocial” de
“transformación de las formas sociales del capitalismo mundial” del período posfor- Sewell, o lo que él llama las “causas sociales más profundas”, puedan mostrar su tras-
dista, la escala de la discusión habría excedido con seguridad los realistas propósitos lación hacia formas de acción o modelos de pensamiento in situ, tanto entre los intelec-
del libro.10 Pero da la casualidad de que mi propia discusión sobre estos asuntos tuales que trabajan en las universidades como en otras categorías de actores sociales.
puede ser hallada en otros sitios; en parte en mi libro sobre la historia de la izquier- En este sentido, Sewell pretende vincular el surgimiento de la historia social en los 60
da europea, Un mundo que ganar (cuya última sección intenta tratar al período ini- con el predominio en el Occidente de posguerra del “comúnmente denominado «for-
ciado en 1960 a la manera sugerida por Sewell), pero especialmente en mi libro escri- dismo» o capitalismo centrado en el Estado (state-centered capitalism)”. Desde su
to junto a Keith Nield, The Future of Class in History, concebido en gran parte como punto de vista, “el optimismo epistemológico de la historia social –su fe en la posibi-
un compañero de Una línea torcida y que trata directamente la relación entre la his- lidad de reconstruir una historia de la totalidad social– se hizo plausible en gran parte
toriografía y los mundos reales del capitalismo.11 por la específica forma del desarrollo capitalista que caracterizó al gran boom de pos-
Sin embargo, sumada a aquella finalidad de cumplir con esas restricciones a nivel guerra”. Otra vez, comparto ampliamente esta visión de que “la «estructura de senti-
práctico, tenía una escrupulosa razón para no llevar a cabo un análisis “macrosocial”. miento» generada por el capitalismo de posguerra garantizó la plausibilidad de la his-
La cuestión clave aquí puede encontrarse en el tratamiento inicial de mi libro sobre los toria social, sea en su forma marxista, annalista, o social-científica”. Sin embargo, yo
modos en que Raymond Williams y otros pensadores de finales de 1960 comenzaron a señalaría que el contexto primario para la comprensión del auge de esta forma de his-
criticar el prevaleciente lenguaje marxista sobre “la base y la superestructura”; esto toria social fue dado en menor medida por los distintivos patrones de acumulación for-
desencadenó un combate que se prolongaría durante décadas sobre temas vinculados dista per se, aun cuando sus efectos puedan mostrarse convincentemente a partir de la
a las explicaciones sociales materialistas, que constituiría el hilo rojo de la preocupa- expansión de la educación universitaria y de otros aspectos. Más bien, tanto la capaci-
ción de mi libro por la relación entre lo social y lo cultural. Dada la cautelosa fractura dad comprehensiva de la historia social en cuanto formación del saber como su atrac-
en la confianza sobre la validez del análisis social y la consecuente reticencia antirre- tivo en cuanto cuerpo de prácticas intelectuales ligadas a aspiraciones sociopolíticas
duccionista que comparto ampliamente, el solo proyecto de intentar conectar los más amplias debieron mucho más a los legados políticos de 1945 y la distintiva cultu-
extremadamente particulares cambios de la vida académica con “el cambio en las for- ra pública de la extensa posguerra, los cuales fueron sucesivamente vinculados con las
mas macrosociales y los destinos del capitalismo mundial” se ha convertido en algo posibilidades emancipatorias de una movilidad ascendente y con una ética democráti-
mucho más difícil de lo que Sewell parece admitir. Para ciertos fines estratégicos o de ca y ampliamente igualitaria de mejora social. En otras palabras, entre las fluctuantes
generalización puede resultar admisible hallar “una cierta afinidad electiva” entre la configuraciones de la “acumulación interminable de capital” y sus efectos concretos
“general incertidumbre epistemológica” observable “en el ámbito de las ciencias socia- sobre la política, la cultura y las ideas tuvieron que darse un gran número de media-
les” en las postrimerías del siglo XX y la “acrecentada «flexibilidad», que es una de las ciones y articulaciones; sean aquellos efectos concernientes al armado de la acción

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organizada en la formación política o al atractivo de la historia social para determina- tades teóricas o eludirlas, realizar el arduo trabajo con la teoría o quedarse en una
das generaciones de estudiantes universitarios. mera actitud crítica y continuar tomando seriamente la teoría o “dejar la teoría a un
Por lo tanto, no logro comprender del todo por qué Sewell quiere ubicar en oposi- costado y llevarla adelante con una amplia gama de trabajo empírico interesante”.
ción la “clase” y la “interminable acumulación de capital”, ni por qué razón debería ser Pero debo insistir en que las alternativas no son “teoría” versus “no teoría”. Mi con-
necesario ver a una de éstas como una “categoría (más) fundamental” que la otra. Se clusión puede no prodigar una perspectiva teórica totalmente elaborada del tipo pre-
encuentran aquí rastros de aquel antiguo síndrome de la “última instancia” de causa- tendido por Sewell, y que el capítulo final de su más reciente libro satisface de modo
lidad estructural, cuyas consecuencias ensombrecen mi propia renuencia a aceptar el tan impresionante. Pero dentro de sus muy particulares discusiones, Una línea torci-
tipo de análisis explicativo macrosocial para los cambios en las ideas de los historiado- da imbrica de todas maneras una enorme cantidad de teoría. Mi decisión de no llevar
res recomendado por Sewell. A los legados políticos y culturales de 1945, como Sewell esta conjunción hacia un final programático como propuesta para el futuro en el cie-
reconoce, también se les vincularon extraordinariamente exitosas y resistentes tradi- rre del libro fue deliberada. Por una parte, no quería sobrecargar el texto; por otra,
ciones políticas colectivistas centradas en la clase, cuyos logros y cohesión comenza- quería mantener mi propuesta conciliatoria tal como lo mencioné anteriormente: esto
ron a desgajarse durante los 60 y los 70 bajo el impacto de lo que ambos denominarí- es, el deseo de abstenerse sobre la insistencia en las virtudes superiores de “una
amos “transición posfordista”. Pero seguramente es difícil extraer de los forma autorizada de teoría frente a otra”. Sin duda cuento con mis propias preferen-
intencionalmente breves comentarios del libro cualquier falta de interés de mi parte cias, las cuales, lejos de quedar débilmente desarrolladas, son presentadas con mucha
por la estructura general del capitalismo. Al contrario, no estoy seguro sobre la mane- claridad en mi libro. Pero también pienso, como cuestión de principios, que ningún
ra en que Sewell puede conceptualizar las potencialidades para la política si no lo es conjunto teórico y metodológico puede servir como única respuesta a todos y cada uno
bajo las formas de acciones colectivas para las cuales el concepto de clase continúa de los problemas que los historiadores están intentando plantear actualmente.
siendo un medio de teorización necesario. Si enfatizo la importancia de la clase social Esto es a lo que me refería en el libro cuando hablaba sobre la necesidad de un
en este contexto no significa que atribuya una menor eficacia a la “interminable acu- “pluralismo básico”. En otras palabras, no exactamente el débil e insípido eclecticis-
mulación de capital” y sus “configuraciones históricas cambiantes de poder político, mo y la evasión de los debates teóricos que preocupa a Gabrielle Spiegel, sino más
relaciones espaciales, lucha de clases, formas intelectuales, tecnología y sistemas de bien el reconocimiento de que existen diversos modos de comprender el mundo y que
regulación económica”. Más bien, me parece que ambos terrenos se vuelven esencia- ninguno es suficiente por sí mismo para todo posible propósito analítico o interpreta-
les para cualquier enfoque analítico a escala social viable: no sólo las reconfiguracio- tivo. Por supuesto, también hay siempre una dimensión biográfica para esto. Una
nes del capitalismo tal como las presenta Sewell sino también los fundamentos de la gran parte recae sobre nuestras contingencias de orígenes, generación, estudios, for-
acción organizada y la agencia colectiva (collective agency) dentro de la sociedad, para mación cultural, coyuntura política y demás. Cada uno de nosotros se une a la
los cuales la cambiante dinámica de la formación de clase constituye un lugar clave corriente o toma el tren en diversos puntos a lo largo del camino, usualmente con dife-
desde el cual comenzar. Como argumentamos con Nield en The Future of Class in rentes destinos en mente (o distintas fantasías acerca de como lucirá el destino), y
History, nuestra comprensión sobre todas las vías por las cuales la clase se está habiendo salteado tramos previos del viaje que para otros terminaron por resultarles
reconfigurando actualmente será vital para determinar cómo podremos vivir efecti- realmente formativos. La explicación de Spiegel acerca de la fenomenología como
vamente dentro del más reciente imaginario social capitalista. trasfondo histórico en los orígenes del marxismo estructuralista de los 60 y los 70
Existe aquí un asunto mucho más fundamental. Mis comentaristas destacan, con (donde en mi propia biografía tomé el tren) es de enorme ayuda. También lo es su muy
toda razón, mi insistencia en que “entre la historia social y la historia cultural, en aguda caracterización de aquello que muchos críticos actuales buscan discutir en res-
realidad, no hay necesidad de elegir” (269). Esa insistencia tenía dos propósitos: era puesta a las consecuencias e insuficiencias del giro cultural. Sin embargo, y aun
estratégica, en tanto yo abogaba por la posibilidad de un diálogo fructífero que cruce resultando comprensible, su perspectiva centrada en el actor y el abordaje neofeno-
las diferencias a veces irreductibles, pero mutuamente respetables; y era más especí- menológico parece ajustarse mejor al tipo de historia fundamentalmente intelectual
ficamente historiográfica, en tanto destaqué los crecientes logros de trabajos históri- y cultural de su propia preferencia, y ser menos apropiada para –por ejemplo– la for-
cos que trascienden las previas demarcaciones y especialidades internas de la disci- mación estatal, los movimientos sociales, la política de acciones colectivas y distintas
plina. Utilicé el término “nuevas hibrideces” para describir las formas resultantes.14 áreas donde debería desplegarse otro conjunto de enfoques. Así, su propuesta ofrece
Ni Sewell ni Spiegel comparten esta postura. Ellos ven mi negativa a tal elección mucha menos ayuda para la problemática macrosocial planteada por William Sewell
como una falta de claridad, una “debilidad” o pobreza en el desarrollo comprehensivo o como respuesta al pedido de Manu Goswami por nuevas historias del capitalismo
de la teoría, una falta de ambición y una recaída en los antiguos malos hábitos de his- comparado. Pero cada uno de nosotros tiene sus propios gustos y se requerirán dis-
toriador neófito, confiado en las virtudes de un trabajo empírico imaginativo que sim- tintos tipos de teoría para variadas clases de problemas.15 Dicho esto, ¿quién puede
plemente “improvisa sobre la marcha”. De ahí que Sewell finalmente presenta sus sostener, realmente, que una tradición es “mejor” que otra? ¿Colocaremos a la escue-
propuestas de tal manera que la elección resulta bastante clara: enfrentar las dificul- la de Frankfurt frente al marxismo posalthusseriano? ¿A Antonio Gramsci frente a la

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fenomenología? ¿A Jürgen Habermas sobre Michel Foucault? Planteadas así, las pre- cio de experiencia”, Goswami afirma correctamente la importancia del “horizonte de
guntas son absurdas. Tengo muy firmes preferencias por ciertos tipos de teoría sobre expectativas” (invocando la pareja conceptual de Reinhart Koselleck), lamentando
otros, relacionadas con las clases de problemas que principalmente me interesa plan- que los historiadores culturales parezcan tan desinteresados en modelar sus proyec-
tear. Pero el hecho de que algunos de mis colegas produzcan igualmente coherentes tos por medio de una concepción transformadora radical, en la cual el futuro se loca-
aunque diversas miradas para distintos tipos de problemas no debería convertirse en lice en algún sitio más allá de las actuales hegemonías de un presente neoliberal en
un impedimento para importantes formas de colaboración. No puedo imaginar que constante expansión.18 Esta crítica parece justificada en gran medida. Ciertamente
Spiegel o Sewell pudiesen encontrarse en desacuerdo en este punto; y éstos eran los puedo ver el modo en el cual “las premisas organizadoras de la historia cultural” que
términos en los cuales había planteado mi solicitud: coexistencia mutuamente respe- Goswami describe como “contingencia, rupturas episódicas atadas a las contradiccio-
tuosa, construcción de coaliciones e intercambio intelectual razonado. nes sociales inmanentes, irresolubilidad (undecidability), diferencia, fragmentación”,
Por tanto Spiegel está en lo correcto al preguntarse si el pluralismo metodológico pueden incitar un alejamiento de los análisis en términos de “totalidad social”. Como
y epistemológico puede ser “una postura genuinamente teórica”. Pero cuando propu- se argumenta en Una línea torcida, esto no sólo expresa un pragmático ajuste al pre-
se esto no estaba intentando evadir difíciles elecciones ni me refería a un tipo de sente histórico sino también una frecuente elección consciente ante un momento de
eclecticismo livianamente relativista. El pluralismo básico de Una línea torcida hacía terrible derrota y desilusión, donde el patente agotamiento y la destrucción de los
referencia, más bien, a una política de colaboración intelectual a partir de un respe- proyectos a gran escala de reconfiguración del mundo social hacen que las reconstruc-
to por las diferencias, sean de posicionamiento teórico, epistemológicas, biográficas o ciones a escala micro parezcan el único camino éticamente viable.19 En este sentido,
de proyecto. Aun cuando expliquemos rigurosamente nuestras propias posiciones, de como afirma Goswami, la historia social y la historia cultural sustentaron distintas
cualquier modo esas diferencias siempre permanecerán. Algunos de nuestros colegas, formas de subjetividad política. De la misma manera, también puedo ver la fuerza de
pensadores extraordinariamente originales e inteligentes, tal vez desean seguir pro- su más específica crítica del “giro posgramsciano” en los estudios subalternos.
yectos a través de modos de indagación que hacen uso de abordajes metodológicos y Estos aspectos de la extremadamente juiciosa discusión de Goswami me retro-
enfoques teóricos que encontramos profundamente mal pensados, teóricamente anti- traen al punto inicial de esta respuesta. Si me mantengo optimista sobre las chances
téticos con nuestro marco de referencia y defectuosos epistemológicamente. Pero eso de reactivar ciertos tipos de diálogo más allá del divisionismo de las precedentes dife-
no significa que necesariamente no podamos entablar diálogos fructíferos, establecer rencias historiográficas, también mi sensación sobre la peligrosa evolución del pre-
importantes colaboraciones en una variedad de niveles intelectuales e institucionales sente político mantiene su urgencia; la sensación, en fin, de no poder estar más segu-
o encontrar enemigos en común. Esto tampoco implica, debería admitirse inmediata- ro sobre dónde podrían aún encontrarse los cimientos para un optimismo orientado
mente, absolvernos de la necesidad de ser claros y consistentes sobre los puntos de al futuro sobre las direcciones para el cambio en los realmente existentes mundos del
vista que prefiramos.16 Con su característica generosidad, Martin Jay expresa el prin- capitalismo. Por lo tanto, para mí, una parte de la historia intelectual del presente
cipio en cuestión: “Cualquier análisis dado, si su prosecución es sincera, produce la debe incorporar no solamente un grado de autoconciencia política en todos los senti-
necesidad de sus alternativas. Todo enfoque particular, sea hermenéutico o teorético, dos antes señalados sino también, y ante todo, una voluntad por explorar las condi-
narrativo o experiencial, será inadecuado en última instancia. Encontrarás un punto ciones materiales o estructurales de posibilidad que ayuden a otorgar sentido al gene-
donde éste fracasa en hacerle justicia a la complejidad de los fenómenos. Lo que en ralizado viraje hacia la historia cultural a través de muchos y muy diversos campos
verdad se requiere es una agilidad para moverse desde una a otra forma de análisis durante las dos décadas pasadas. En estos términos, estoy totalmente de acuerdo con
sin esperar que éstas necesariamente cohesionen de un modo definitivo. En este sen- alguna versión del proyecto que ha descripto Sewell. De otro modo, tal como Goswami
tido, la imagen de un campo de fuerzas o constelación, que siempre encontré tan útil argumenta convincentemente, la historia cultural sólo podrá ofrecer una incompleta
para mis trabajos, captura la variedad no exhaustiva de nuestras interacciones con explicación acerca “de su propia emergencia y resonancia global”. Aunque mediado y
el mundo mejor que cualquier abordaje unificado singular”.17 complejo, “solamente un enfoque atento al intercambio dinámico entre las transfor-
Por último, si tengo menos que decir sobre el comentario de Manu Goswami se maciones sociales y las categorías de percepción” puede ayudar a afianzar los logros
debe a que comparto su percepción a propósito de que la reducción de miras en la de la historia cultural en sus orientaciones más productivas. Pero es solamente ahora
nueva historia cultural implica una incapacidad para un pensamiento “orientado al y precisamente porque el giro cultural se ha llevado a cabo cuando podemos enfocar-
futuro”, o sea, una aparente renuencia a renovar el anterior compromiso de la histo- nos en estos amplios campos contextuales; se trata de aquellas “nuevas historias de
ria social con una visión de transformación social que podía conjugar el esfuerzo en la sociedad” por las que reclamé hacia el final de mi libro, o las “formas de totaliza-
la apropiación del pasado con su apertura “para vislumbrar un futuro radicalmente ción histórica” a las que, como describe Goswami, los historiadores culturales se sin-
diferente”. Tal visión precisaría contener “el potencial de mediar entre el pasado y el tieron urgidos a rechazar en primer lugar.20 Si escribimos nuestras propias historias,
presente, lo efectivo y lo posible”. Esto es congruente con aquello que expuse al podría decirse también que lo hacemos con el beneficio de abordajes teóricos, metodo-
comienzo y el final del libro. Pero si en mi propia discusión enfaticé más en el “espa- logías y soportes historiográficos generales que no siempre son de nuestra propia

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elección. Además, nos hacemos solamente las preguntas que sabemos necesitan ser fueron D. Roediger, The Wages of Whiteness: Race and the Making of the american working
respondidas. Class, Londres, Verso, 1991; R. Frankenberg, White Women, Race Matters: The Social
No obstante, yo no concordaría con que la generalidad de los historiadores cultu- Construction of Whiteness, Mineápolis, University of Minnesota Press, 1993; T. Morrison,
rales “celebran abiertamente (o) reflejan de manera acrítica la ausencia de una alter- Playing in the Dark: Whiteness and the Literary Imagination, Cambridge, Harvard University
Press, 1992. [N. de T.]
nativa sistémica a las formas sociales y políticas predominantes del presente”. Aun si
3
el giro cultural puede a veces impedir la escritura de nuevas historias de la sociedad, En este punto mi razonamiento tiene algo en común con el concepto de “lógica social del
hablar abiertamente de “la jaula del culturalismo” lleva, en mi opinión, la polémica texto” de Gabrielle M. Spiegel. Véase su ensayo “France for Belgium”, en L.L. Downs y S. Gerson
demasiado lejos. Los matices son importantes. No intenté ninguna “celebración de la (eds.), Why France? American Historians Reflect on an Enduring Fascination, Itaca, 2007, p. 97:
“Este concepto busca combinar, en un solo pero complejo marco teórico, un análisis del empla-
historia cultural contemporánea” ni su “aprobación” en general. Pero tampoco creo
zamiento social de un texto –en tanto producto de un mundo social específico y agente que tra-
que el terreno dejado por el giro cultural sea un “informe bazar” donde los jóvenes his-
baja en ese mundo– y su carácter discursivo como logos, es decir, como un artefacto literario
toriadores se limitan simplemente a “abrirse paso” (Sewell).21 Como sostengo en mi compuesto por lenguaje y que, por lo tanto, requiere un análisis literario (formal)”. Véase tam-
libro, el distanciamiento de las ambiciones marxistas, materialistas y macrohistóri- bién G.M. Spiegel, “Revising the Past/Revisiting the Present: How Change Happens in
cas reconoció una crisis real en aquellas formas dadas de comprensión, así como el Historiography”, History and Theory, Nº 46, 2007, pp. 1-19.
acercamiento hacia los culturalismos de diverso tipo posibilitó algunas ganancias y 4
Véase D. Riley, Am I That Name? Feminism and the Category of “Women” in History,
soluciones reales. Si digo que la historia social “sencillamente ya no está disponible”,
Mineápolis, 1988. Para las tres obras de Scott, véase J.W. Scott, The Glassworkers of Carmaux:
me refiero obviamente a la “historia social” “en la forma del proyecto original”, y eso French Craftsmen and Political Action in a Nineteenth-Century City, Cambridge, 1974; L. Tilly
no significa que yo no pueda distinguir formas recuperables del análisis social.22 y J.W. Scott, Women, Work, and Family, Nueva York, 1978; J.W., Gender and the Politics of
Despojadas de las expectativas iniciales, aunque tomando en consideración todo lo History, Nueva York, 1988. E. Abelson, D. Abraham y M. Murphy, “Interview with Joan Scott”,
que aprendimos mediante el giro cultural, seguramente se escribirán nuevas histo- Radical History Review, Nº 45, 1989, pp. 40-59, es fascinante en relación con sus primeros años,
rias de lo social. Pero de igual modo, si destaqué los logros que la historia cultural pero guarda silencio sobre los 80.
posibilitó, en las formas ejemplificadas por el trabajo de Carolyn Steedman que utili- 5
Véase D. Macey, The Lives of Michel Foucault: A Biography, Nueva York, 1995, pp. 31-36.
cé, eso no significa que crea que todo aquello pueda ser aceptado “acríticamente”. 6
Estoy tomando la frase “ideas de Francia” del título de uno de los volúmenes emblemáti-
Permitámonos sentarnos juntos y pensar sobre los diversos caminos, algunos largos
cos que analiza críticamente el impacto de la teoría francesa en las disciplinas académicas y
y otros cortos, donde estos diferentes proyectos puedan convergir fructíferamente. artísticas de Gran Bretaña, originando una serie de discusiones, denominadas “legados france-
Por el bien de ese diálogo es preciso e importante que no se nos pida elegir. ses”, que tuvieron lugar entre noviembre y diciembre de 1984 en el Instituto de Artes
Contemporáneas con motivo de la muerte de Foucault. El debate continuó en una conferencia
realizada en 1985 bajo nombre de “Cruzando el Canal”. Véase L. Appignanesi (ed.), Ideas from
Notas France: The Legacy of French Theory-ICA Documents, Londres, 1989.
7
Asimismo, no creo que difumine las distinciones entre “historia cultural y giro lingüístico,
1
Véanse particularmente E.A. Clark, History, Theory, Text: Historians and the Linguistic [tendiendo] a perpetuar la confusión entre ambas al equipararlas entre sí” (Spiegel); más bien me
Turn, Cambridge, 2004; M.A. Cabrera, Postsocial History: An Introduction, Lanham, 2004; G.M. he esforzado por señalar exactamente el mismo punto. Esto es lo que en verdad digo en la página
Spiegel, “Introduction,” en G.M. Spiegel (ed.), Practicing History: New Directions in Historical citada por Spiegel: “Escribir la historia […] de este extraordinariamente complejo despertar inte-
Writing after the Linguistic Turn, Nueva York, 2005, pp. 1-31; A. Courthoys y J. Docker, Is lectual –de manera acorde a todas las desigualdades y su diversidad junto con las fuerzas cultura-
History Fiction?, Ann Arbor, 2005, especialmente pp. 137-237. Para mis propias contribuciones les, sociales y políticas más amplias que parcialmente la explican– es algo que ha escapado a
en este sentido véase “Is All the World a Text? From Social History to the History of Society Two muchos comentaristas. Incluso parece estar cada vez más claro que las formas taquigráficas de des-
Dacades Later”, en T.J. McDonald (ed.), The Historic Turn in the Human Sciences, Ann Arbor, cripción que fueron privilegiadas –«giro cultural», «giro lingüístico» y «posmodernismo»– acuñadas
1996, pp. 193-243; “Between Social History and Cultural Studies: Interdisciplinarity and the en lo más álgido de las breves, pero extremadamente polarizadas, disputas iniciales, confunden
Practice of the Historian at the End of the Twentieth Century”, en J. Leerssen y A. Rigney (ed.), tanto como clarifican, y refunden lo que son múltiples variaciones. […] Virar hacia la «cultura» fue
Historians and Social Values, Ámsterdam, 2000, pp. 93-109; “Problems with Culture: German el denominador común bastante vago de un conjunto muy heterogéneo de descontentos”; G. Eley,
History after the Linguistic Turn”, Central European History, Nº 31, 1998, pp. 197-227. Véase Una línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad, Valencia, PUV, 2008, pp. 236-
también el previo y especialmente atento comentario de D.D. Roberts, Nothing but History: 237. Para la tentativa de construcción de una cuidadosa genealogía de los variados usos del “pos-
Reconstruction and Extremity after Metaphysics, Berkeley, 1995. modernismo” por parte de los historiadores durante la década de los 80 y los 90, véase G. Eley y K.
2 Nield, The Future of Class in History: What’s Left of the Social?, Ann Arbor, 2007, pp. 57-80.
Referencia a los estudios interdisciplinarios en auge en Estados Unidos a partir de media-
8
dos de la década del 90, dedicados a investigar aspectos culturales, sociales e históricos de las Sobre otro comentario específico, aunque acepto el espíritu de la particular observación de
personas identificadas como “racialmente blancas”. Algunos trabajos precursores en este campo William Sewell, no estoy seguro de que sea justo calificar mi enfoque como “anglocéntrico” en

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general. Después de todo, la discusión sobre la genealogía de la historia social en el capítulo 2 13
Véase D. Harvey, The Condition of Postmodernity, Oxford, 1989 [hay traducción castella-
(“Tres fuentes para la historia social”, pp. 57-90) se encuentra equitativamente distribuida entre na, La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural,
la historiografía marxista británica, los Annales franceses y la historia social científica de Buenos Aires, Amorrortu, 1998. N. de T.] y F. Jameson, Postmodernism; or, The Cultural Logic
Estados Unidos; el capítulo 3 está dedicado a la historiografía alemana, y el largo capítulo 4 se of Late Capitalism, Durham, 1991[hay traducción castellana, Teoría de la posmodernidad,
focaliza principalmente en Estados Unidos, con una extensa cobertura de las historiografías Madrid, Trotta, 2001, N. de T.].
nacionales y regionales, incluyendo los crucialmente sustantivos abordajes de la historiografía 14
Una línea torcida, p. 295. Mientras que mi afirmación se complacía por la creciente super-
sobre la raza en Estados Unidos y la escuela de estudios subalternos del sur de Asia. Si bien los
fluidad de las tradicionales divisiones en la disciplina entre diferenciadas áreas de estudio (como
tres historiadores emblemáticos elegidos para cerrar cada uno de los principales capítulos fue-
la historia social y la cultural), Sewell interpreta mis dichos en el sentido de que la “hibridez”
ron británicos (Edward P. Thompson, Tim Mason y Carolyn Steedman), cada uno de ellos fue, a
era la característica específica, decisiva y loable de la “nueva historia cultural”. Pero esto es lo
su manera, enormemente influyente internacionalmente. Fue precisamente esa dualidad –el
que realmente escribí: hacia los 90, muchos antiguos historiadores sociales “se movieron libre-
lugar que ocupan en mi propia formación académica, combinado con su obvia repercusión inter-
nacional, y más allá del ámbito local– lo que me llevó a elegirlos. De este modo, mi explicación mente por las viejas distinciones entre lo social, lo cultural, lo político, lo intelectual, etc., per-
busca construirse a partir de puntos de partida británicos, pero sin quedar confinada a ellos. mitiendo que se formaran las nuevas hibrideces”. La diferencia entre nuestras dos interpreta-
ciones es bastante significante. En este contexto, por hibridez me refiero a los estudios que
9
Por ejemplo, Una línea torcida, p. 277: “Las experiencias políticas descorazonadoras rela- “rechazan explícitamente la división polarizada entre «lo social» y «lo cultural», invistiendo de
cionadas con la crisis de la tradición socialista centrada en la centralidad de la clase desde fina- manera muy evidente los temas sociales y políticos de una analítica cultural, que respondiera a
les de los años 70, bajo los efectos combinados de la reestructuración capitalista, la desindus- las incitaciones de la teoría cultural y los fundamentara en un rango de fuentes y contextos
trialización, la recomposición de clase y las agresiones políticas de la derecha, han determinado interpretativos tan denso e imaginativo como fuera posible”. En este sentido he sostenido que la
profundamente la forma en la que he sido capaz de pensar los tipos de historia que hago. Para categórica oposición entre “social” y “cultural” debería ser vista como innecesaria y errónea.
mí, el giro cultural era atrayente porque sus implicaciones se traducían a través de estos esce-
15
narios diferentes; no sólo en mi docencia y mis escritos, sino también en mi conocimiento políti- Asimismo, estas preferencias pueden volvernos menos pacientes para con las concepciones
co y mi comprensión social, incluyendo los entornos cotidianos de la vida personal”. desde las cuales los otros realizan sus diferentes tipos de trabajo. Por consiguiente, sencillamen-
10
te no es el caso (como reclama Spiegel) que “una historia social empíricamente arraigada”, o un
Una vez más, yo hago manifiesta la necesidad de ese tipo de análisis. Por ejemplo, Una
reconocimiento de la importancia de las estructuras “implícitamente retrotrae a aquel «noble
línea torcida, p. 277, nota 6: “En mi opinión, esa crisis de la «interpretación política de clase»
sueño» de una base objetiva para la investigación histórica”.
denotaba una transición sociopolítica que realmente se estaba dando, de dimensiones epocales.
16
En otras palabras, junto con la reconsideración política y teórica más amplia que connotaba, el Y ciertamente esto no implica una aversión al conflicto, una oposición general a los resul-
giro cultural representaba una forma de lucha necesaria con los problemas contemporáneos, tados positivos de intercambio polémico o una falta de voluntad para enfrentar las diferencias y
para los que la reafirmación fiel de las posiciones materialistas clásicas servía de poco”. los desacuerdos genuinos cuando éstos aparecen. Éstas son, también, limitaciones para las posi-
11 bles colaboraciones.
En otras palabras, la analítica “macrosocial” de Sewell es esencial para muchos tipos de
17
problemas, pero no para el tipo de historia que yo quería escribir en este libro. Unir de forma D.J. Goodman, “Dream Kitsch and the Debris of History: An Interview with Martin Jay”,
convincente el cambio historiográfico y la reestructuración capitalista sería todo un proyecto en Journal of Consumer Culture, Nº 3, 2003, p. 119.
sí mismo. Éste sin dudas requeriría más que un breve e improvisado tratamiento en un libro 18
Véase R. Koselleck, “«Space of Experience» and «Horizon of Expectation»: Two Historical
enfocado esencialmente en otro lugar. Para ejemplos de mi propio compromiso macrosocial,
Categories, en Futures Past: On the Semantics of Historical Time, Cambridge, 1985, pp. 255-276
véase G. Eley, Forging Democracy: The History of the Left in Europe, 1850-2000, Nueva York,
[hay traducción castellana, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos,
2002, pp. 337-490; y G. Eley y K. Nield, The Future of Class in History, precedido por “Farewell
Barcelona, Paidós, 1993, N. de T.]; también D. Scott, Conscripts of Modernity: The Tragedy of
to the Working Class?”, International Working-Class and Labor History, Nº 57, 2000, pp. 1-30.
Colonial Enlightenment, Durham, 2004, pp. 23-57.
12
Por ejemplo, en pp. 230-232, 277-278 y 154-156. Para una explicación más detallada de 19
Debo decir que, en este punto, estoy hablando bastante específicamente de la experiencia
Sewell, véase W.H. Sewell, Jr., “The Political Unconscious of Social and Cultural History, or,
de la izquierda en el Occidente europeo-norteamericano, una delimitación que fue repetida y
Confessions of a Former Quantitative Historian”, en Logics of History: Social Theory and
explícitamente señalada a lo largo del texto de Una línea torcida. Asimismo, considero que el
Social Transformation, Chicago, 2005, pp. 53-63. Véanse también los ensayos de G.
rechazo del análisis en términos de la “totalidad social” durante los 80 fue característico especí-
Steinmetz, “Scientific Authority and the Transition to Post-Fordism: The Plausibility of
ficamente de los historiadores que están trabajando en y sobre Occidente, si bien las analogías
Positivism in U.S. Sociology since 1945”, en G. Steinmetz (ed.), The Politics of Method in the
se repiten también en otros lugares. En el libro he puntualizado que se enfatizaban estas parti-
Human Sciences: Positivism and Its Epistemological Others, Durham, 2005, pp. 275-323; “The
cularidades, exceptuando intencionalmente los trabajos escritos desde “un punto de vista
Epistemological Unconscious of U.S. Sociology and the Transition to Post-Fordism: The Case
extraeuropeo” (197). Pero acepto muy gratamente el recordatorio adicional de Goswami.
of Historical Sociology”, en J. Adams, E.S. Clemens y A. Shola Orloff (ed.), Remaking
20
Modernity: Politics, History, and Sociology, Durham, pp. 109-157; “Regulation Theory, Post- Para mi más reciente intento de abordar este proyecto, véase G. Eley, “Historicizing the
Marxism, and the New Social Movements”, Comparative Studies in Society and History, Nº Global, Politicizing Capital: Giving the Present a Name”, History Workshop Journal, Nº 63,
36, 1994, pp. 176-212. 2007, pp. 154-188.

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21
La observación de Sewell es una grave injusticia para con los historiadores más jóvenes.
22
Véase Una línea torcida, p. 278, donde explico con detalle los términos de este proyecto
original: “Su coherencia derivaba de la soberanía de las determinaciones sociales dentro de un
paradigma materialista de la totalidad social seguro de sí mismo, basado en la primacía de la
clase”.

Artículos

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Socialistas y católicos disputando el
mundo de los trabajadores
Protesta, sociabilidad y política en Tucumán (1895-1910)
María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum*

D
urante la década de 1890, refor- zaciones obreras que pugnaban por tras-
madores sociales de signo libe- cender la lógica de las sociedades de
ral, dirigentes católicos y mili- ayuda mutua para conformar organiza-
tantes de distintas vertientes socialistas ciones gremiales presididas por el apela-
disputaban el mundo de los trabajadores tivo de resistencia. Estas controversias
a través de múltiples prácticas asociati- en las que confluyeron socialistas y
vas encuadradas en las normativas del anarquistas tenían como objetivo princi-
Código Civil que propendían a configu- pal la organización del movimiento obre-
rar un patrón de sociabilidad bajo la pre- ro que comenzó a configurarse en los pri-
misa del bien común, expresado en la meros años del siglo XX. Esta nueva
valoración de la educación y la morali- presencia institucional en el universo
dad, entendidas como pilares del com- laboral tuvo profundas manifestaciones.
portamiento cívico y republicano. En esa Su arista más visible fue la protesta,
tónica surgieron sociedades mutuales, motorizada por las organizaciones gre-
círculos católicos y centros cosmopolitas miales que canalizaron el descontento
que combinaban el socorro mutuo con las obrero al impulsar las primeras huelgas
iniciativas culturales y recreativas desti- en los oficios y las profesiones urbanas.
nadas al mejoramiento moral y material Estas expresiones que reflejaban la con-
de los trabajadores. A lo largo del perío- flictividad del mundo del trabajo se
do se produjeron múltiples cambios en manifestaron de manera segmentada, a
este espacio asociativo: algunas institu- la manera de flujos, cuyo pico tuvo
ciones desaparecieron, otras se fusiona- lugar en 1904, cuando el movimiento
ron y también se registraron transforma- gremial socialista se extendió al área
ciones estatutarias que reformularon los azucarera.
propósitos originarios de las sociedades A la inversa de lo sostenido por los
para ajustarse a un perfil más adaptado anarquistas que rechazaban la política
a la defensa y las acciones reivindicati- como un recurso espurio, los referentes
vas de los obreros. liberales interesados en la cuestión obre-
En efecto, la naturaleza de este tipo ra y los militantes socialistas procuraron
de asociaciones se erigió en objeto de la inclusión de las demandas laborales
debate en los encuentros de las organi- en el sistema institucional apelando a la

*
Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET-UNT. Agradecemos a Ricardo Falcón y
a Juan Suriano las sugerencias realizadas a versiones de este trabajo.

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Entrepasados - Nº 35, comienzos de 2009: 67-87
lucha gremial, pero también a soluciones demarcados, sin servicios, en los que se lados al transporte, como trabajadores nicas de los establecimientos a través de
de tipo parlamentario. Desde esta óptica, ubicaron de manera desordenada traba- ferroviarios, carroceros y cocheros. la inspección del Consejo de Higiene,
incursionaron tempranamente en la jadores inmigrantes que se asentaron en Asimismo, la difusión de nuevos patro- aunque la municipalidad, al estipular
práctica electoral, actividad que exigió casas de inquilinato y construcciones nes culturales de comportamiento fami- las normas y el funcionamiento de los
crear partidos municipales o articularse precarias, predominantemente ranchos. liar y social según el género impulsó el servicios y los establecimientos comer-
con otros ya formados de alcance provin- Los límites de la ciudad tenían una fiso- aumento de las ocupaciones asociadas al ciales y productivos, reguló tangencial-
cial. Por su parte, al proponer un esque- nomía rural en la que prevalecían las servicio doméstico como lavanderas, mente los oficios y las ocupaciones urba-
ma de colaboración entre patrones y tra- chacras, paisaje interrumpido por la pre- planchadoras, mucamas, etc. En estas nas. De modo que la anulación de la ley
bajadores, los círculos de obreros sencia de los ingenios azucareros, en actividades afloraba el componente de de conchabos dejó un vacío legal en
católicos desecharon el recurso de la torno a los cuales se congregaron grupos circulación y la alternancia que caracte- materia laboral, cubierto de manera
huelga y prohibieron la actividad política migrantes que configuraron instalacio- rizaba a los trabajadores de servicio. indirecta por las ordenanzas municipa-
como vía de transformación de las condi- nes, devenidas a lo largo de la década Esta situación definía a los jornaleros, les. No fue casual, entonces, que las pri-
ciones laborales. pueblos azucareros.2 ocupación que involucraba especialmen- meras asociaciones obreras reclamaran
En este distrito de Capital en proceso te a la fuerza de trabajo masculina que leyes que acordaran mejores condiciones
de transformación se instaló un amplio y carecía de ocupación fija.5 laborales y que consideraran la posibili-
Trabajadores de oficios, heterogéneo conjunto de trabajadores, Finalmente, en el área rural del dad de presentarse a las elecciones
jornaleros y peones cuya cifra era difícil de mensurar, como departamento Capital se forjaba otro municipales.
de ingenios azucareros advertía Paulino Rodríguez Marquina, universo laboral determinado por la pre- Los oficios urbanos más calificados
El universo laboral de la ciudad director de la Oficina de Estadística de la sencia de los ingenios que requerían de con remuneraciones relativamente acep-
de San Miguel de Tucumán provincia, al presidente del Departamento gran cantidad de peones para el trabajo tables no siempre escapaban a las perni-
Nacional de Trabajo en 1909.3 Un sector de fábrica y para las tareas de cultivo, ciosas condiciones de vida de los sectores
Hacia fines del siglo XIX se desarro- considerable estaba compuesto por tra- cosecha y acarreamiento de materia populares de Tucumán. La falta de
lló un intenso crecimiento poblacional bajadores de oficios, de los cuales algu- prima. En el distrito funcionaban cinco viviendas obreras –que se tradujo en la
generado por el aporte de inmigrantes nos trabajaban por cuenta propia, aun- fábricas de azúcar y alcohol, de pequeña difusión de conventillos, ranchos y otras
que se radicaron en la ciudad de San que predominaban los dependientes de capacidad productiva, que empleaban edificaciones precarias– magnificó los
Miguel de Tucumán y de nativos de pro- los distintos talleres surgidos en la ciu- cientos de peones y obreros que se des- riesgos sanitarios resultantes del haci-
vincias limítrofes que se establecieron en dad al influjo de la especialización azuca- empeñaban como personal permanente,6 namiento habitacional.8 Asimismo, la
el área rural del departamento Capital rera. Los oficios más numerosos eran los demanda que imprimía una dinámica carencia absoluta de servicios como
al influjo de la especialización azucarera. vinculados al rubro de la construcción particular al mercado de trabajo de este aguas corrientes y recolección de basura
La afluencia de este nutrido contingente (albañiles, carpinteros, cortadores de distrito. en los barrios suburbanos incrementó los
humano fomentó procesos de urbaniza- material); de la alimentación, entre los En lo relativo a las condiciones de problemas de salubridad de la población
ción divergentes. En el municipio de que se destacaban los panaderos y en trabajo, la derogación del sistema de con- trabajadora. Tales condiciones, sumadas
Capital tomó consistencia la preocupa- menor medida los cocineros, los licoreros chabos en 1896 clausuró una prolongada a la dureza de los regímenes de trabajo,
ción por impulsar una urbanización y los queseros; y de la metalurgia, que tradición de coacción laboral para todos constituyeron los combustibles que acti-
moderna y planificada que se desarrolló incluía a fundidores, herreros y hojalate- los hombres y mujeres que carecieran de varon la protesta obrera. Las primeras
especialmente en el casco urbano. En esa ros. Otro grupo con cierto desarrollo eran renta propia o de ocupación lícita que les incursiones en esta dirección se cristali-
zona, representada por veintidós manza- los sastres, los zapateros, los talabarte- garantizase la subsistencia. La desapari- zaron en las asociaciones de ayuda
nas totalmente edificadas y habitadas ros y los impresores que se desempeña- ción del conchabo obligatorio a través de mutua y, sobre todo, en las organizacio-
por familias de la elite, se desarrollaron ban en las decenas de establecimientos las libretas no implicó que las restantes nes gremiales que involucraron especial-
los servicios de agua corriente y luz eléc- instalados en el municipio.4 modalidades laborales, como la duración mente al segmento de los trabajadores
trica que animaron la actividad burocrá- Además, el crecimiento económico y de la jornada de trabajo, se modificaran.7 con oficios.
tica gubernamental, el comercio y las la modernización de la infraestructura A comienzos del siglo XX, la intervención
finanzas.1 En el resto de la ciudad predo- urbana alentaron el incremento de del Estado provincial en materia laboral
minaban los terrenos baldíos, mal empleados de comercio y de oficios vincu- se limitó a vigilar las condiciones higié-

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Las huellas de la cuestión social: Trabajadores de Socorros Mutuos de de 1904. Por su parte, el año siguiente, la mente, se integraron militantes anar-
sociedades mutuales, centros Monteros, ambas de 1899.10 Comisión Directiva del Círculo Central quistas que se establecieron en la provin-
cosmopolitas y gremios en Paralelamente, al impulso de los pre- de Obreros informaba que había resuelto cia en la primera década del siglo XX. En
el mundo del trabajo ceptos vertidos por la encíclica Rerum su disolución debido al corto número de su creación reunió a artesanos y obreros
Novarum, se constituyeron sociedades asociados (veintidós personas). Otro que no habían constituido aún socieda-
Al filo del siglo XIX las condiciones de mutuales en el distrito de San Miguel de componente que dificultó el funciona- des mutuales o gremiales, aunque el
vida de los trabajadores se deterioraron Tucumán y en algunas ciudades del inte- miento de estas asociaciones provenía de principal sustento de la organización lo
por los efectos de las crisis de 1890 y la rior de la provincia. En esa dirección, en las disputas internas que se reflejaron proporcionaron las sociedades ya consti-
azucarera de 1896. La primera, de carác- 1895, bajo el influjo de la orden domini- en la resistencia local a integrar la tuidas, como la de los panaderos y la de
ter nacional, licuó el poder adquisitivo de ca se fundó el Centro Católico de Obreros estructura nacional de los círculos de los tipógrafos.15 El activo movimiento de
los salarios e incrementó el precio de las en el municipio de Capital. Una de las obreros propiciada por Federico Grote, asociación de trabajadores no se limitó al
importaciones, generando un proceso figuras descollantes era el fraile Angel sacerdote redentorista de reconocido universo masculino, puesto que los cos-
inflacionario que produjo una profunda Boisdron, representante del catolicismo prestigio por haber impulsado los círcu- mopolitas también dirigieron sus esfuer-
depreciación de la capacidad de consumo liberal francés de Enrique Lacordaire, los obreros en la Argentina.13 zos a la organización de las mujeres. El
de los sectores populares. Un lustro des- que procuraba conciliar los valores del Otras asociaciones de trabajadores primer paso en esa dirección fue a través
pués se precipitó la crisis de sobrepro- humanismo, la razón y la reforma social que se crearon en el mismo período pro- del mutualismo, con la creación en 1898
ducción azucarera que impactó especial- con el credo católico. En 1899 en la ciu- curaban estimular las relaciones de de la Sociedad de Socorros Mutuos de
mente en la esfera productiva de la dad de Monteros se estableció una orga- sociabilidad entre los socios con fines Mujeres, erigida al amparo del Centro
provincia. Entre 1895 y 1900 cerraron nización de iguales características. recreativos, culturales y de beneficencia. Cosmopolita.16
siete ingenios y tres suspendieron la Asimismo, intervinieron otras órdenes Éste fue el espíritu que animó el Centro A principios de siglo el movimiento de
molienda por tres años, lo cual incidió en religiosas que formaron la Sociedad de Cosmopolita de la ciudad de Concepción agremiación tomó mayor impulso; bajo
el incremento de la desocupación y en el Socorros Mutuos Obreros de San José, fundado en diciembre de 1894.14 En ese este influjo el mutualismo entró en un
descenso generalizado de los salarios, e bajo la dirección espiritual del francisca- mismo año se formó una asociación cos- cono de sombra y los esfuerzos se centra-
instaló una situación de incertidumbre no Salvador Villalba, y la Sociedad mopolita en la ciudad de Monteros, que ron en crear sociedades gremiales o de
económica que sólo comenzó a revertirse Obrera del Santísimo Nombre de Jesús, probablemente tenía los mismos objeti- resistencia, enunciación que revelaba
a partir de 1906. de mujeres.11 Este fraile alcanzó cierta vos que la anterior. De estas asociacio- una mayor influencia de los líderes obre-
En ese contexto, en el primer lustro popularidad por su lenguaje encendido nes homónimas la que alcanzó mayor ros cercanos al socialismo. En ese con-
posterior a 1890 se difundieron las que despertó suspicacias; algunos llega- grado de organicidad fue el Centro texto, algunas sociedades mutuales
sociedades de socorros mutuos de traba- ron a considerarlo anarquista porque “no Cosmopolita de Trabajadores de San reformularon su reglamento para con-
jadores en distintas ciudades de transigía con la injusticia social”.12 Miguel de Tucumán fundado en 1897. Se vertirse en gremios, como sucedió en
Tucumán, inspiradas en asociaciones de También participaron sacerdotes reden- trataba de un ámbito centrado en el pro- 1903 con la Sociedad Protectora de
base étnica formadas a fines de la déca- toristas que realizaban trabajos en el greso cultural y social de los trabajado- Socorros Mutuos de Panaderos. Otras
da de 1870 al amparo de las normativas ingenio Luján e industriales azucareros res. Este objetivo permitió congregar mantuvieron sus funciones mutuales
del Código Civil. Bajo esa premisa se católicos, como el empresario Juan dirigentes de variadas vertientes que pero incorporaron artículos que facilita-
formaron las primeras sociedades por Posse, que presidió el Círculo Central de confluyeron en torno a la preocupación ron la lucha gremial. Tal fue el caso de
oficio: en 1889 se organizó la Sociedad Obreros fundado en 1900. de mejoramiento laboral y social. Tales los tipógrafos que en 1902 decidieron
Protectora de Socorros Mutuos de La construcción de estas sociedades inquietudes lograron configurar por pri- mantener su estructura mutual pero
Panaderos y en 1893 los tipógrafos fun- de ayuda mutua constituyó un proceso mera vez un discurso obrerista que estipularon en sus estatutos el otorga-
daron la Sociedad Unión Tipográfica.9 A sinuoso y complejo que se manifestó alcanzó cierta permeabilidad en el medio miento de una suma de dinero a los aso-
fines de la década de 1890 se establecie- especialmente en el campo de los círculos urbano, especialmente en el mundo de ciados en caso de paro y la expulsión de
ron asociaciones similares que congrega- católicos. Al respecto, es ilustrativo el los oficios y las profesiones. los rompehuelgas.17
ron a trabajadores en función de su declive del Círculo de Obreros de En ese espacio convivieron dirigentes A partir de 1903 la mayoría de las
domicilio, como el Centro de Socorros Monteros que experimentó un descenso obreros adscriptos al socialismo, referen- asociaciones creadas por los trabajadores
Mutuos de Aguilares y el Centro de abrupto de asociados en el conflictivo año tes del reformismo liberal y, posterior- tuvieron un encuadre gremial. Entre

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éstas podemos mencionar la Sociedad estructura más amplia, la Federación funcionó en septiembre de 1905. En esa política en coyunturas electorales. Para
Gremial de Cocheros de 1903, la Obrera Tucumana, institución que proba- oportunidad se reunieron alrededor de los católicos, la elevación de la situación
Sociedad de Obreros Sastres fundada en blemente adhería a la Federación Obrera un centenar de asistentes en representa- material del obrero era el resultado de su
1904 y la organización denominada Argentina (FOA), creada el año anterior ción de gran parte del espectro gremial desarrollo moral identificado con los pre-
Unión Pintores de Tucumán, creada en por socialistas y anarquistas. Hacia 1904 de la provincia. Participaron catorce ceptos de la religión católica que se
1905. Por su parte, la Sociedad Gremial se reiteró la voluntad de articulación a organizaciones del interior, entre ellas la potenciaba con el respaldo colectivo que
de Albañiles y Anexos, surgida en 1902, se una estructura de alcance nacional, con filial de la UGT de Cruz Alta, mientras brindaba el círculo. Desde esta óptica, el
reorganizó en 1905 como una sociedad de el nombramiento de un delegado inspec- que las restantes asociaciones gremiales, bienestar obrero devenía de una expe-
resistencia, vocablo que aludía a la deci- tor de la Unión General de Trabajadores alrededor de veinte, pertenecían a la riencia de colaboración y solidaridad que
sión de sustraerse de la fiscalización del (UGT),21 puesto desempeñado por el tipó- Capital.23 Aunque no se han conservado involucraba no sólo a los trabajadores
poder estatal y a la valoración de la pro- grafo Manuel Villarpando, activo mili- las resoluciones a las que se arribó en sino también a las distintas clases socia-
testa como herramienta central en la tante del Centro Cosmopolita y uno de este encuentro, su realización constituye les, especialmente a los patrones. En con-
lucha por mejores condiciones de traba- los líderes de la huelga de peones azuca- un testimonio de la voluntad de organi- secuencia, las líneas de acción privilegia-
jo.18 Para entonces, el grueso de las ocu- reros desarrollada en junio de ese año. zación del movimiento obrero. das fueron las prácticas de socorro mutuo
paciones de la ciudad de San Miguel de Este proceso culminó un año más tarde Hacia fines de siglo XIX, activos refe- y la moralización a través de la observan-
Tucumán contaba con asociaciones gre- con la formación de una filial tucumana rentes liberales preocupados por el cia del rito católico y diversas actividades
miales. Entre 1904 y 1905 se intensificó de la UGT en Cruz Alta, principal depar- mejoramiento de la situación de los tra- culturales. Durante ese período no con-
el movimiento asociativo con la creación tamento azucarero, fundación que refle- bajadores actuaron fundamentalmente templaron la constitución de gremios
de las sociedades de mozos de hoteles y jaba los progresos del socialismo en la en la esfera de las asociaciones mutua- obreros ni tampoco la intervención en la
confiterías, obreros municipales, herre- provincia. Los estatutos de la UGT de les activando la controversia en torno a esfera política para modificar las condi-
ros y anexos y mozos de mano, entre Tucumán combinaban funciones específi- la cuestión social. Por su parte, desde ciones de los trabajadores a través de la
otras. Por su parte, los ferroviarios esta- camente gremiales con propósitos tradiciones ideológicas opuestas, las acción legislativa.
ban integrados a un sindicato de alcance mutualistas como la implementación de organizaciones católicas y socialistas dis- Estos esfuerzos contribuyeron a ins-
nacional como La Fraternidad (estructu- bolsas de trabajo, la asistencia médica putaban por imponer su influencia en el talar en la opinión pública la problemáti-
rada bajo la figura de una confederación) gratuita y el estímulo a la cultura moral mundo obrero. Podían coincidir en el ca de la cuestión obrera. En esta empre-
y en 1902 formaron la Sociedad Coopera- e intelectual de los trabajadores. diagnóstico negativo en torno a la situa- sa confluyeron las denuncias de
tiva Ferroviaria de Consumos, de natura- Respecto de la política y su gravitación ción de los sectores obreros, pero diferían profesionales liberales, los emprendi-
leza mutual, con estrechas vinculaciones en las luchas de los trabajadores, la cen- básicamente en la metodología para mientos de los católicos sociales, la per-
con los militantes socialistas.19 tral se pronunció por no adoptar ninguna modificar tales condiciones. Para los sistente militancia de cuadros anarquis-
Al despuntar el siglo XX el Centro definición partidaria, resolución que socialistas, la unión y la organización de tas y la ardua labor organizativa
Cosmopolita de Trabajadores había guardaba cierta consonancia con los los trabajadores constituían una instan- efectuada por los líderes gremiales socia-
logrado consolidarse como una institu- debates desarrollados entre sindicalistas cia preliminar en la defensa de los inte- listas, factores que contribuyeron a for-
ción representativa de los trabajadores y socialistas en el III Congreso Nacional reses de la clase obrera que debía refle- jar un movimiento de trabajadores de
tucumanos al articular y coordinar las de la UGT de 1905.22 jarse en la consecución de mejores significativo impacto en el ámbito de la
demandas de las incipientes organizacio- La influencia del socialismo se plas- condiciones de vida y en la construcción sociabilidad y la cultura obreras.
nes obreras.20 Paulatinamente, fue consi- mó también en la formación de una de una sociedad igualitaria. Este objeti-
derado un punto de referencia del inci- nueva organización, el Centro Socialista, vo podía lograrse a través de distintas
piente movimiento obrero en el norte del que sustituyó gradualmente al Centro estrategias: la formación de vigorosas Contrapuntos de sociabilidad
país y activo difusor de las ideas socialis- Cosmopolita de Trabajadores, retoman- organizaciones gremiales que utilizaran y cultura obrera
tas, como lo revelaban las reiteradas do la actividad gremial y cultural de éste el recurso de la huelga, las negociaciones
visitas a la provincia de dirigentes nacio- aunque en esta organización la integra- con los patrones y las peticiones a las Las sociedades gremiales y los círcu-
nales como Adrián Patroni. ción al Partido Socialista era manifiesta. autoridades; las prácticas mutuales; la los católicos generaron un conjunto de
En 1902 la constelación de las asocia- A su influjo, se convocó el primer congre- instrucción que permitía el acceso al actividades que procuraban modificar los
ciones de oficios logró plasmarse en una so obrero realizado en la provincia, que ámbito de la cultura, y la participación hábitos culturales y la socialización de

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los trabajadores. Las conferencias, las ciones del catolicismo social, cuyos mati- tas tenían una marcada finalidad instru- Argañaraz criticaba en el diario La
veladas musicales, las obras de teatro, ces afloraban según los disertantes, mental pautada por el programa de Protesta el escaso interés de sus compa-
los bailes, las tertulias y la asistencia a como el padre Villalba, famoso por sus acción del movimiento obrero. En esa ñeros por asistir a estas discusiones y
los salones de lectura tenían la preten- denuncias a los patrones opresores y a la dirección, entre 1900 y 1901, cuando la consideraba que el débil desarrollo de
sión de forjar trabajadores instruidos en injusticia del orden social.26 Los líderes preocupación principal giró en torno a esta corriente residía en la desidia a for-
la problemática social y en las vías apro- católicos extendieron su mensaje a las las elecciones municipales, los tópicos de mar grupos capaces de implementar
piadas para modificarla. Dentro de estas mujeres trabajadoras, interés que se las conferencias exhortaban a la partici- “una propaganda activa, tenaz [que]
iniciativas, las conferencias para obreros reflejó en el incremento del número de pación política y a la inscripción en el podrá sacar del marasmo a la clase obre-
fueron consideradas las herramientas conferencias para obreras realizadas, registro cívico. A partir de 1902, en con- ra en Tucumán”.28
más aptas porque apelaban a la reflexión por ejemplo, en la Sociedad Obreras del sonancia con el crecimiento del número Las giras de propaganda de destaca-
y a la creación de una nueva conciencia Santísimo Nombre de Jesús, donde se de sociedades, adquirieron preeminencia dos representantes del socialismo como
en los trabajadores.24 Influenciados por las alertaba sobre los peligros de la agi- los temas relativos a la organización gre- Adrián Patroni, Gregorio Pinto, Luis
una suerte de cultura de la conferencia tación social.27 mial, la defensa de movimientos de pro- Lotito, Enrique del Valle Iberlucea,
que caracterizaba al mundo intelectual En la primera década del siglo XX, la testa específicos y la difusión de las reso- Sebastián Marotta y el diputado italiano
finisecular, los líderes socialistas y del acción desplegada por los católicos tras- luciones adoptadas a nivel nacional por Dino Rondani, quienes visitaron la pro-
catolicismo social se apropiaron de esta cendió el espacio acotado de las mutua- las centrales de trabajadores. Así en vincia entre 1901 y 1910, prestigiaron el
práctica y la adaptaron para los fines de les y de los círculos obreros al solicitar 1904, en el marco de una gira de propa- espacio de las conferencias y contribuye-
difusión e instrucción de los trabajado- los locales de asociaciones culturales, ganda, los delegados de la UGT, ron a otorgar mayor visibilidad a la
res. Al despuntar el siglo XX se estable- como la Sociedad Sarmiento, institución Constante Galleti y Gregorio Pinto, cuestión obrera.29 Estos eventos congre-
ció una rutina de las conferencias, los pionera en la provincia que operó como el disertaron sobre la formación de la garon a un público heterogéneo, de
católicos fijaron una frecuencia domini- principal foro de difusión de las ideas cámara de trabajo y exhortaron a los extracción no necesariamente obrera,
cal, mientras que los cosmopolitas eligie- liberales. El perfil de las disertaciones y obreros a apoyar la estrategia resuelta que circulaba por los locales de las dis-
ron el sábado como día de disertaciones.25 las temáticas elegidas revelaban un claro en el I Congreso de la UGT. Otro de los tintas asociaciones socialistas y los salo-
Los círculos utilizaron las conferen- propósito de debate que atraía a intelec- temas abordados fue la organización gre- nes de las sociedades culturales dispues-
cias para instruir sobre los beneficios de tuales de distinta orientación ideológica y mial de las mujeres, disertación a la que to a participar de una práctica que se
la moral cristiana, del mutualismo y del a líderes socialistas. A modo de ejemplo, concurrieron costureras, cigarreras y instaló como uno de los vértices de la
cumplimiento de los deberes cívicos, Grote dictó en 1903 dos disertaciones, alpargateras, y que tuvo como corolario sociabilidad urbana.
tópicos considerados centrales para el una sobre el origen y la naturaleza del la fundación de la Unión Gremial Una atracción adicional de las confe-
mejoramiento social de los trabajadores. socialismo y otra relativa a la cuestión Femenina, asociación que impulsó meses rencias era la controversia, modalidad
La mayoría de los oradores fueron sacer- social, donde fue refutado por el escritor después la protesta de las cigarreras. No promovida por los socialistas que abría
dotes consustanciados con estas proble- Ricardo Jaimes Freyre. Charlas seme- obstante, también se organizaron confe- un espacio para polemizar con los católi-
máticas, aunque también disertaron jantes se realizaron en la biblioteca rencias de carácter netamente ideológi- cos, sus principales contendientes en la
representantes conspicuos de los secto- Alberdi, en el teatro Belgrano, único coli- co, como las destinadas a instruir a los organización del mundo del trabajo. De
res propietarios. A partir de 1900, con el seo de la ciudad de San Miguel de obreros en los beneficios del socialismo, esta forma, las controversias daban pie
incremento del número de conferencias, Tucumán, y en la biblioteca pública las que alertaban sobre los efectos perni- a una suerte de espectáculo, regulado
se apeló a la participación de figuras Bartolomé Mitre de la ciudad de ciosos del militarismo, las realizadas en implícitamente por la exposición respe-
emblemáticas como Federico Grote, que Monteros. Los lugares elegidos, con defensa de la emancipación de la mujer tuosa de las ideas y por la cobertura de
entre 1897 y 1907 dictó siete disertacio- capacidad de albergar a un amplio audi- y, en menor medida, las que versaban la prensa que difundía el desarrollo de
nes en las que abordó la acción positiva torio, reflejan el creciente interés por la sobre temas científicos y culturales. Por las discusiones y se erigía en una suerte
de los círculos obreros, el papel disolven- cuestión social, en especial de los diri- su parte, los anarquistas también conce- de tribunal al realizar una valoración de
te del socialismo y los efectos perniciosos gentes de las sociedades culturales y bían las conferencias como un aspecto estos encuentros.30 Esta forma de deba-
de las huelgas para la moral y la econo- mutuales. vital de su propaganda. No obstante, en te, que articulaba asociaciones situadas
mía de los trabajadores. Estos temas A diferencia de las de los católicos, las contraste con las expectativas que des- en las antípodas del espectro ideológico,
constituyeron las principales preocupa- conferencias organizadas por los socialis- pertaban las conferencias, el libertario entró en un cono de sombra cuando se

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enardeció el tono de las controversias y entre patrones y trabajadores, preconi- La labor del Centro Cosmopolita de cosmopolitas con figuras destacadas de
el estado provincial adoptó una política zada por el catolicismo social. Trabajadores logró articularse a una la intelectualidad y la política tucumana
más represiva hacia 1908. En ese con- Por su parte, la sede del Centro densa trama interasociativa, que se y el propósito de los dirigentes del centro
texto, la controversia entre el sacerdote Cosmopolita de Trabajadores constituyó reflejó en el festejo de efemérides carac- que procuraban agregar cierta pátina de
Joaquín Tula y el conferencista Iberlucea el eje de difusión y promoción de inicia- terísticas del calendario patrio, como la prestigio a la celebración del 1 de mayo.
terminó envuelta en un escándalo por tivas culturales y sociales. Desde 1904 fiesta conmemorativa de la batalla de Otra instancia del festejo consistía en un
las manifestaciones ruidosas del público contaba con un local propio cuyas insta- Tucumán realizada en 1904, donde parti- banquete, acompañado con brindis, que
y fue interrumpida por la policía. En laciones incluían un salón de lectura que cipó con diecisiete sociedades de distinta se realizaba en el hotel Frascati. La fies-
repudio, los socialistas organizaron un reunía periódicos obreros, folletos de naturaleza (étnicas, culturales, mutua- ta transitaba así por un escenario emi-
mitin contra el gobierno que culminó en propaganda, libros sobre sociología y les, gremiales y deportivas) en un desfi- nentemente obrero (el local de los cosmo-
un violento enfrentamiento entre los temas relativos al trabajo. A partir de le cívico en el que cada asociación mar- politas) y se proyectaba a un espacio más
obreros y la policía, que detuvo a los este espacio se formó una biblioteca chó ordenadamente con sus respectivos amplio, el banquete en el salón del hotel,
principales oradores (Iberlucea, Lotito y orientada a la problemática social que estandartes.36 Esta experiencia, que práctica que evocaba pautas de sociabili-
otros) .31 creció con las donaciones de los socios y revelaba la aceptación social de los cos- dad burguesa propias del clima de la
Las conferencias se inscribían en un de otras instituciones.32 Esta creación mopolitas por parte de otras sociedades época.
conjunto de actividades de carácter cul- materializaba un ideal caro de los socia- de raigambre liberal, volvió a repetirse A partir de 1903, el 1 de mayo adqui-
tural y recreativo que desplegaron los listas, y a través de ella se procuraba hacia finales del período, en el homena- rió un carácter más obrero y confronta-
círculos y las asociaciones gremiales con modelar un trabajador ilustrado y cons- je a Juan Bautista Alberdi realizado en dor que se evidenció en el sentido de los
el propósito de atraer no sólo a los traba- ciente de sus derechos. En esa etapa, el 1910, cuando el Centro Socialista inte- discursos y en la proyección al espacio
jadores sino también a sus familias. Los centro proyectó la publicación de un gró la procesión cívica y tuvo una parti- público al elegirse lugares de alta exhi-
católicos organizaron en sus sedes vela- número especial, denominado Germinal, cipación destacada a través del dirigen- bición, como las plazas. La extracción
das literario-musicales salpicadas con con colaboraciones de publicistas de dis- te Gregorio Pinto, quien dirigió unas social de los oradores cambió: en lo suce-
actos de declamación, coros de trabajado- tintas vertientes del movimiento obre- palabras en nombre de las sociedades sivo, todos fueron dirigentes del centro y
res, participación de orquestas y repre- ro.33 A partir de 1906 logró el anhelo de obreras.37 referentes del socialismo nacional. En
sentación de comedias morales. Estos una prensa propia, el periódico Trabajo La configuración de rituales en torno consonancia, el discurso adquirió un
eventos adquirían mayor importancia sostenido por el Centro Socialista.34 De al poder de los trabajadores se manifestó tono de arenga que incitaba a la organi-
cuando la fiesta tenía un objetivo conme- modo que a la intensa actividad de pro- en los festejos del 1 de mayo, máxima zación y a la lucha gremial. Asimismo,
morativo, celebraban el aniversario de paganda desplegada se sumó el esfuerzo celebración del movimiento obrero. Al se introdujo un elemento nuevo, las
creación de los círculos, las fechas editorial, herramienta considerada analizar las fiestas realizadas en la ciu- manifestaciones de obreros que porta-
patrias y las del calendario católico, clave para impulsar la lucha de los tra- dad de San Miguel de Tucumán entre ban banderas rojas, emblemas del socia-
especialmente la de San José, patrono de bajadores. Estas acciones estaban acom- 1899 y 1910 se observan prácticas que se lismo. Las columnas de trabajadores de
los obreros, que se realizaba a comienzos pañadas de un activo programa de fies- mantienen, cambios de sentidos y muta- los distintos gremios eran precedidas
de mayo, probablemente para oponer y tas literarias y musicales que incluían ciones en los patrones de sociabilidad por por una banda de música que ejecutaba
resignificar el 1 de mayo, principal con- funciones teatrales en las que se repre- los que transitaron las organizaciones himnos obreros y otorgaba un tono festi-
memoración de los socialistas. Las acti- sentaban dramas sociales, con orquestas gremiales. Entre 1899 y 1902 los festejos vo a la celebración. En esos eventos se
vidades recreativas ocuparon un lugar y coros de niños de sociedades gremia- se realizaron en el local del Centro distribuían gratuitamente ejemplares
importante en la programación de los les, conferencias y bailes familiares. A Cosmopolita de Trabajadores donde de La Vanguardia, órgano del Partido
círculos. Anualmente organizaban cabal- través de los festivales obreros afloraba disertaron dirigentes obreros y persona- Socialista, y desde 1908 se repartió ade-
gatas al campo hacia estancias de socios, una intensa sociabilidad que procuraba jes conspicuos del mundo liberal sensibi- más el periódico local Trabajo. En estas
donde se realizaban asados o almuerzos integrar a trabajadores de distintos ofi- lizados con la cuestión social, como modalidades se advierte la preocupación
campestres, juegos de bazar, rifas y otros cios y a sus familias mediante activida- Paulino Rodríguez Marquina y Julio por adoptar los rituales de celebración
entretenimientos. Estos encuentros, pre- des culturales y recreativas que procu- López Mañán. La presencia de oradores del 1 de mayo desarrollados por el movi-
sididos invariablemente por una misa, raban modelar el uso del tiempo libre de que no provenían necesariamente del miento obrero en el país y en el extranje-
simbolizaban la convivencia armónica los trabajadores.35 mundo obrero revelaba las redes de los ro. Las fiestas de los trabajadores reali-

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zadas en Tucumán tuvieron un desarro- 1901 pueden enmarcarse en estos pará- ción y las conexiones de los líderes gre- Alta, movilizó a miles de trabajadores y
llo pacífico, puesto que no se registraron metros. miales panaderos que consiguieron ins- requirió de la mediación del más alto
episodios de violencia ni tampoco repre- Sin embargo, la resistencia de los tra- talar en los trabajadores de la ciudad nivel de la provincia, el gobernador
sión policial, como acaeció en los actos bajadores adquirió otro alcance y signifi- una noción de solidaridad laboral. En este Lucas Córdoba, quien logró que los
organizados en la ciudad Buenos Aires, cado cuando la protesta estaba impulsa- proceso desempeñó un papel importante empresarios azucareros reconocieran al
por ejemplo, el sangriento episodio de la da por una organización de trabajadores el Centro Cosmopolita de Trabajadores delegado de la UGT, Adrián Patroni,
plaza Lorea de 1909.38 que mantenía relaciones fluidas con aso- que exhortó a las clases obreras a respal- como representante de los obreros en
En forma conexa, los festejos incluían ciaciones similares de otras provincias. dar el movimiento.41 huelga. La negociación posterior entre
veladas literarias y musicales, seguidas Éste fue el caso de la Sociedad de La huelga de los panaderos constitu- las partes, que asumió la forma de un
por un baile familiar que se realizaba en Obreros Panaderos, integrada al Centro yó el conflicto laboral más importante de arbitraje, representó un triunfo decisivo
el Centro Cosmopolita de Trabajadores y Cosmopolita de Trabajadores, que en los desarrollados entre 1900 y 1902. para la dirigencia socialista y proyectó
desde 1906 en el Centro Socialista.39 septiembre de 1900 inició un movimien- Durante ese lapso, la conflictividad en el una imagen magnificada de su poder e
Estas actividades culturales y recreati- to para mejorar los salarios y las condi- mundo del trabajo se reflejó especialmen- influencia que se potenció con la resolu-
vas revelaban que el programa de acti- ciones de trabajo. Con ese objetivo eleva- te en distintas expresiones de desconten- ción exitosa del conflicto.44 Los resulta-
vidades previsto por los dirigentes ron un nuevo convenio que no fue to, abandono de trabajo y enfrentamiento dos de la huelga que abolió el vale e
socialistas procuró resguardar el considerado por la patronal. En tales cir- a los capataces –como la protesta de peo- incrementó los salarios de los peones se
encuentro y la interacción de los traba- cunstancias se declaró la huelga que nes del ingenio Concepción– que no llega- proyectaron al conjunto de las relaciones
jadores y sus familias en ámbitos espe- involucró a más de trescientos trabajado- ron a cristalizarse en declaraciones for- laborales e incidieron en las condiciones
cíficos de la sociabilidad obrera.40 Sin res y se prolongó durante más de dos males de huelga. Desde 1902 la materiales de trabajo en la provincia.
embargo, adquirió mayor visibilidad e semanas. Durante el desarrollo de la visibilidad de la protesta se manifestó en Los testimonios de los contemporáneos
impacto público la celebración desarro- huelga, la asociación gremial debió la articulación con movimientos de traba- señalaban que los efectos más salientes
llada en calles y plazas, registro que enfrentar la decisión de los dueños de jadores de alcance nacional como las dos se reflejaron en el aumento generalizado
concordaba con el propósito de los orga- panaderías de introducir esquiroles pro- grandes manifestaciones –organizadas de los salarios, tanto urbanos como rura-
nizadores, quienes concebían las fiestas venientes de localidades del interior por el Centro de Cosmopolitas– para soli- les, y en el crecimiento de la confianza de
del 1 de mayo como un acontecimiento (Monteros y Lules) y de otras provincias citar la adhesión de la provincia al pro- los trabajadores a las asociaciones gre-
propicio para intensificar la propagan- como Santiago del Estero. La Sociedad yecto de ley sobre accidentes de trabajo y miales.
da y exhibir el poder del movimiento logró neutralizar el intento patronal uti- la que se solidarizó con movimientos de Estas transformaciones no necesa-
obrero. lizando las redes de solidaridad gremial huelga que se realizaban en el Litoral en riamente significaron un crecimiento
con otras asociaciones del ramo que apo- repudio a la Ley de Residencia.42 sostenido de la protesta de los trabaja-
yaron el reclamo de los tucumanos e Un punto de inflexión en lo relativo a dores, ni tampoco se tradujeron en el
Los socialistas y las múltiples impidieron el funcionamiento de los las demandas y las protestas obreras inevitable triunfo de las mismas. Meses
formas de la protesta establecimientos panaderos de la ciudad. tuvo lugar durante 1904. Para entonces, después de la huelga azucarera, el ámbi-
El clima de adhesión a la causa de los el movimiento gremial no estaba ya cir- to laboral fue sacudido por el prolongado
Las escasas manifestaciones de des- panaderos se reflejó también cuando tra- cunscripto al mundo de los oficios y las conflicto de los ferroviarios, que estalló
contento laboral de fines del siglo XIX se bajadores sin conocimiento del oficio, lla- ocupaciones urbanas: las redes cosmopo- en diciembre de 1904, por mejoras sala-
circunscribieron a establecimientos espe- mados para suplantar a los huelguistas, litas habían logrado introducirse en los riales y la jornada de ocho horas. La
cíficos y, por lo general, no contaron con terminaron sumándose a la protesta. ingenios, sobre todo los del área de Cruz huelga, en la que participaron telegra-
el respaldo de asociaciones gremiales. Se Con el propósito de fortalecer sus recla- Alta, constituyendo centros obreros vin- fistas y mecánicos, logró paralizar por
trataba de expresiones inorgánicas, de mos y solucionar la escasez de pan, la culados a la UGT a través de su delega- un mes la línea del ferrocarril Central
breve duración, algunas de las cueles Sociedad de Obreros Panaderos instaló do Villarpando, activo promotor de la Norte, aunque no se consiguió que los
fueron objeto de represión policial. Los una cooperativa de trabajadores que ela- gran huelga de peones azucareros, como maquinistas se sumaran a la medida de
incidentes protagonizados por los tipó- boraba y vendía su producción a precios dijimos.43 El conflicto adquirió una fuerza. Los apoyos gremiales recibidos,
grafos del diario La Provincia en 1898 y módicos. El manejo de la protesta reveló envergadura inusitada porque paralizó de la Confederación Ferrocarrilera y de
por los peones del ingenio Concepción en la habilidad, la capacidad de organiza- los ingenios del departamento de Cruz los centros obreros de otras provincias,

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no resultaron suficientes para asegurar testa.46 Uno de los más significativos En las fluctuaciones intervinieron diver- lar el trabajo, la salud y la educación.
el éxito de la medida de fuerza. La sucedió en septiembre de 1907 cuando sas variables: la posición adoptada por Asimismo, las elecciones municipales
intransigencia de la empresa –que clau- emprendieron una campaña contra el el gobierno provincial ante los conflictos implicaban una lógica diferente al per-
suró los talleres, despidió a la totalidad decreto reglamentario de la ley de des- laborales, la actitud de la patronal y la mitir el sufragio a los domiciliados, tanto
de los huelguistas y se negó a reconocer canso dominical que circunscribía el fortaleza de las asociaciones gremiales. nativos como extranjeros, que cumplie-
a los delegados obreros– contribuyó al alcance de este beneficio a los dependien- Las demandas que activaron las protes- ran con los impuestos de contribución
desgaste del movimiento que terminó en tes de tiendas de artículos no comesti- tas se sintetizaban en reducción de la directa o patente, o supieran leer y escri-
un rotundo fracaso. Los ferroviarios soli- bles.47 El acto consistió en una nutrida jornada laboral, aumento de salarios e bir. De esta manera, la ley interpelaba
citaron el retorno al trabajo a pesar de manifestación integrada por los depen- incumplimiento patronal de los acuerdos directamente al vecino, pero a la vez
que las condiciones impuestas por la dientes de tiendas de toda la provincia sobre las condiciones de trabajo. Estos dibujaba un ideal de ciudadanía encar-
empresa fueron durísimas: no accedió a que contó con la adhesión de numerosos reclamos, que podían presentarse tam- nado en un sujeto instruido, propietario
ninguna de las demandas y se reservó el gremios afectados por la medida.48 La bién en forma combinada, fueron soste- y responsable en el cumplimiento de sus
derecho de seleccionar al personal. lucha por el descanso dominical operó nidos sustancialmente por las asociacio- obligaciones, imagen que tenía puntos de
A partir de 1906 se observa una dis- como un reclamó aglutinante al suscitar nes gremiales. En ciertas ocasiones contacto con los atributos que liberales y
minución de las huelgas, aunque esto no la movilización de los trabajadores y buscaron el respaldo de federaciones del líderes obreros socialistas aspiraban
implicó el debilitamiento de las múlti- alentar distintas modalidades de protes- ramo, como lo hizo la Sociedad de difundir en los trabajadores.
ples manifestaciones de descontento y ta, como la huelga declarada por los Obreros Panaderos, y en otro fue la UGT, A comienzos de 1901, el centro convo-
resistencia empleadas por los trabajado- panaderos que reclamaron ser incluidos organización de segundo grado, la que có a asambleas de los distintos gremios
res ante situaciones que consideraban en la legislación.49 asumió la dirección de la protesta, como para designar candidatos y elaborar un
injustas.45 El único conflicto que adqui- En 1908, en el marco de una fase de sucedió en la huelga de peones de 1904. programa de acción que se concretó en la
rió las características de una huelga reflujo de reclamos laborales formaliza- No obstante, el protagonismo de las cen- demanda de médicos gratuitos y a domi-
declarada fue el impulsado por la dos en la figura de la huelga, la moviliza- trales de trabajadores se desplegó en la cilio para los pobres del municipio, casas
Sociedad de Resistencia de Albañiles. El ción de los trabajadores estuvo signada convocatoria a movilizaciones que procu- de baños para obreros, supresión de
reclamo realizado por la jornada de ocho por sucesos nacionales e internacionales, raban exteriorizar la solidaridad obrera impuestos para los vendedores ambulan-
horas logró paralizar la mayor parte de como el acto de solidaridad obrera por la y el rechazo a las acciones represivas del tes, higienización de casas de inquilinato
las construcciones de la Capital y se ejecución del español Francisco Ferrer. gobierno, consignas que otorgaban una y establecimientos fabriles, reglamenta-
resolvió exitosamente porque la mayoría Hacia el Centenario, se registraron dos impronta política a la protesta de los tra- ción del trabajo de menores y cierre de
de los empresarios accedieron a la conflictos laborales que se resolvieron bajadores. las casas de comercio los días festivos
demanda. Probablemente, la permeabili- exitosamente: la huelga de los sastres desde las 12 horas.50 Para afrontar la
dad patronal concordaba con un clima de que solicitaban la jornada de nueve coyuntura electoral, los cosmopolitas se
apertura que se reflejó en el compromiso horas y una nueva escala de precios para El Centro Cosmopolita y relacionaron con el Club de Obreros
del gobierno provincial de estudiar la las prendas realizadas, y la de los obre- las experiencias electorales Independientes, organización reciente-
cuestión obrera a través de la formación ros de los talleres de Tafí Viejo que recla- mente creada que en rigor no respondía
de una comisión y en las decisiones adop- maban el respeto del acuerdo sobre la Al despuntar el siglo XX, los cosmo- al universo obrero y que estaba controla-
tadas por la Convención Constituyente media jornada para los sábados. politas organizaron varias conferencias da por personalidades conspicuas del
de 1907, que reconoció la necesidad de Al realizar un balance de las huelgas que tenían el objetivo de exhortar a los liberalismo enfrentadas al gobierno de
reglamentar el trabajo y la salubridad y los conflictos obreros desarrollados en trabajadores a inscribirse en los regis- Lucas Córdoba. La noticia de la presen-
en las fábricas. la provincia entre 1898 y 1910 se puede tros cívicos para participar en las eleccio- tación de una lista municipal propuesta
En lo sucesivo, adquirieron mayor observar que el movimiento de protesta nes municipales de la ciudad de San por trabajadores estuvo acompañada por
protagonismo las organizaciones de se caracterizó por flujos, en los que se Miguel de Tucumán. Esta empresa, que cierta expectativa que se expresó en
segundo grado, como la UGT y la Fede- destaca un pico de conflictividad en requería de menor estructura partidaria, asambleas de adhesión, entre los que se
ración Obrera local, de impronta anar- 1904 cuyos efectos se mantienen hasta revestía importancia por la incidencia de encontraban integrantes de los gremios
quista, que junto al Centro Socialista 1907, seguido por un reflujo en 1908, esta instancia de gobierno en la vida de de sastres, zapateros, talabarteros y
lideraron amplios movimientos de pro- tendencia que se mantiene hacia 1910. los sectores populares urbanos, al regu- albañiles. A pesar del entusiasmo de

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ciertos gremios, los cosmopolitas no durante la huelga de 1904, propuso el concebida por el socialismo como una gran pico de huelgas, especialmente la
lograron imponer sus candidatos en las apoyo a la lista oficial patrocinada por instancia significativa de perfecciona- de peones de ingenios azucareros que, al
elecciones municipales, donde prevaleció Lucas Córdoba. Esta posición fue cues- miento democrático y republicano entró movilizar a miles de trabajadores y con-
el oficialismo. Al año siguiente se reiteró tionada con dureza por Patroni, quien en un cono de sombra hasta fines de la cluir de manera exitosa, proyectó una
esta iniciativa que, sin embargo, no llegó defendía la prescindencia de los trabaja- década. imagen amplificada del vigor de las orga-
a concretarse por el escaso de nivel de dores en los comicios en consonancia con nizaciones obreras y de la influencia del
convocatoria que suscitó entre los traba- la posición asumida por la dirección socialismo en la provincia. Hacia fines de
jadores. nacional del partido.52 Por el contrario, la Conclusiones la década, la visibilidad de la protesta
Una nueva tentativa de incursión dirigencia local consideraba beneficiosa expresada en las huelgas decae, pero
electoral se verificó en 1904 cuando un una alianza electoral que dejaría como Desde distintas vertientes ideológi- esto no significó un debilitamiento de las
grupo de dirigentes socialistas decidió saldo una diputación obrera en la cas el activismo obrero contribuyó a ins- expresiones de descontento, que fueron
participar en las elecciones, empresa Legislatura, posición que podía poten- talar un clima de opinión favorable al canalizadas por la dirigencia socialista a
que representaba una aspiración más ciar la concreción de las demandas obre- tratamiento de la cuestión social. Los través de amplios mitines convocados en
ambiciosa porque se trataba de comicios ras.53 Las disidencias, que giraban en reformistas liberales procuraron sensibi- torno a consignas de solidaridad obrera.
para elegir gobernador y para renovar la torno a la participación política de los lizar al gobierno y a la sociedad sobre las El conjunto de iniciativas para el
Legislatura provincial. La incursión de socialistas y las condiciones para enta- difíciles situaciones de vida de los traba- mejoramiento de la clase obrera se
los trabajadores en la política se inscri- blar alianzas con fuerzas afines, culmi- jadores, sin contemplar la explotación en manifestó también en el campo de la
bía en un escenario trastocado por la naron con la expulsión de Villarpando materia laboral. En esa dirección, los sociabilidad y la cultura. Las veladas
ruptura entre Julio A. Roca y Carlos del Partido Socialista.54 católicos apelaban a modelar una nueva literarias, las obras de teatro, las confe-
Pellegrini, cuyos efectos se reflejaron a La separación de un dirigente de relación de colaboración entre patrones y rencias y las controversias revelaban el
nivel provincial en la escisión del parti- arraigo local se tradujo en la división del obreros sustentada en la incorporación valor común adjudicado a la educación y
do oficial, Unión Provincial. Esta fuerza socialismo en la provincia y en la deci- de preceptos católicos, prácticas de a las actividades culturales. Aunque es
política, identificada con el roquismo, sión de la dirección nacional de enviar a ayuda mutua y comportamientos consi- difícil mensurar el alcance de estas
estaba conducida por Lucas Córdoba y un dirigente de amplia experiencia que derados virtuosos. En contraste, los líde- prácticas, a través de las cuales se vis-
había ostentado el poder hegemónico en supervisara y organizara esta fuerza res obreros, especialmente los socialis- lumbraban ideales en torno al trabaja-
la provincia desde hacía más de una política. En ese contexto, Gregorio Pinto tas, aspiraban a establecer una sociedad dor según el imaginario católico y el
década.51 Los escindidos formaron un se estableció en Tucumán y asumió un igualitaria a través de la organización socialista, es posible suponer que contri-
nuevo partido, Unión Popular, integrado papel decisivo en las acciones desplega- gremial, la protesta en el ámbito laboral, buyeron a modelar nuevos hábitos cul-
por la mayor parte de los industriales das por el Centro Socialista. Por su el acceso a la cultura y la participación turales y sociales en los obreros. Una
azucareros, hostiles a Lucas Córdoba parte, la fracción expulsada no llegó a política en términos electorales. preocupación común residió en la necesi-
por su neutralidad en la huelga de peo- formalizar el acuerdo con los roquistas, a En la esfera de las transformaciones dad de construir significados que gene-
nes de los ingenios de 1904. La fractura los que sin embargo respaldó introdu- de la situación de los trabajadores el pro- raran identidades y delimitaran los
modificó la relación de poder en la pro- ciéndose en el tumultuoso proceso políti- tagonismo de los socialistas fue desco- campos de pertenencia. En tal sentido,
vincia e introdujo la competencia en los co que tuvo en el acto eleccionario uno de llante. Por su influjo se crearon la mayor católicos y socialistas configuraron
comicios, cambios que se reflejaron en la los episodios más ríspidos. parte de las organizaciones gremiales rituales cuya manifestación más plena
gran conflictividad del acto eleccionario Las divisiones internas generadas formadas en el período, preocupación se expresó en las fiestas. Mientras los
que no logró restablecer la gobernabili- por la participación electoral y la ausen- que se proyectó en el armado de centra- católicos adoptaron las pertenecientes al
dad y abrió un proceso político acciden- cia de resultados prácticos en las eleccio- les obreras y en la articulación con las calendario religioso y patrio, los socialis-
tado cuyo desenlace fue la intervención nes en las que incursionó una fracción corrientes de izquierda que operaban en tas se preocuparon por instituir una efe-
federal. del socialismo dejaron como saldo una el mundo del trabajo. La presencia de mérides propia que evocaba las luchas
En esa coyuntura, un grupo de cos- percepción negativa de la política provin- estas organizaciones imprimió un giro a de los trabajadores. Este objetivo se cifró
mopolitas liderado por Villarpando, que cial, cuyos perfiles facciosos tuvieron las protestas que dibujaron un movi- en los festejos del 1 de mayo, que regis-
había entablado relaciones de colabora- efectos disolventes en sus propias filas.55 miento semejante a flujos cuyo desplie- traron mutaciones y cambios de sentido
ción con el partido Unión Provincial En consecuencia, la actividad electoral gue más notable afloró en 1904 con el hasta adquirir una impronta más obrera

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y combativa. Junto con el carácter públi- revelaban una situación de dependencia labo- 10
Archivo Histórico de Tucumán, Sección proletario argentino, Buenos Aires, Libera,
co y propagandístico de la celebración, ral y los trabajos por cuenta propia, sin com- Administrativa, vol. 255, 1899, y vol. 293, 1975, pp. 194-197.
se procuró resguardar un espacio de fes- putar la franja de los clasificados como sin 1903. 19
El Orden, 27 de noviembre de 1902.
tejo dirigido a la sociabilidad interna, profesión. II Censo Nacional de la República 11
El Orden, 31 de mayo de 1899, 19 de 20
La Sociedad Gremial de Carpinteros, la
Argentina, Buenos Aires, Taller Tipográfico de
que reunía a los trabajadores y sus fami- septiembre de 1899 y 7 de octubre de 1899. de mozos de hoteles y confiterías, la de obre-
la Penitenciaría Nacional, 1898, t. II, pp. 552-
lias. 12 ros municipales, entre otras, utilizaron el
555. Revista Eclesiástica, Arzobispado de
A diferencia de los católicos, la políti- Buenos Aires, 1905, p. 661. local del Centro para realizar sus reuniones.
4
ca fue otra esfera de acción contemplada Boletín de la Oficina de Estadística y del
13 El Orden, desde 3 de noviembre de 1897 hasta
Trabajo de la Provincia de Tucumán, N° 1, Sobre las resistencias a las iniciativas
por las organizaciones de trabajadores. el 24 de octubre de 1906.
Buenos Aires, 1914, pp. 159 y 163. Esta fuen- de Grote de articular los círculos de obreros
La amplia expectativa suscitada por la 21
te, aunque remite a los límites temporales de católicos en una estructura nacional, véase Organización surgida de la separación
presencia de una lista para las elecciones de los socialistas de la Federación Obrera
este trabajo, proporciona informaciones de S.D. Roselli, “El Centro Católico de Tucumán:
municipales derivó en el desencanto con los conflictos en el interior de este círculo Argentina.
gran riqueza para acercarse a las condiciones
esta forma de participación. En 1904 la de vida de los trabajadores urbanos. obrero y su relación con el P. F. Grote”, en G. 22
El Orden, 27 de enero de 1906. El con-
otra incursión aportó una dosis de ten- Caretta e I. Zaca (comps.), Para una historia
5
Boletín…, pp. 156-163. greso, dominado por los sindicalistas, resolvió
sión y enfrentamiento que hasta enton- de la Iglesia. Itinerarios y estudios de caso,
6
que la acción parlamentaria desempeñaba un
ces el socialismo no había conocido. En lo III Censo Nacional de la República CEPIHA-Universidad Nacional de Salta, papel secundario y complementario en la gran
sucesivo, la política electoral no constitu- Argentina, Buenos Aires, 1914, t. VII, p. 559. 2008, pp. 299-310. obra de transformación social de la clase obre-
yó una meta prioritaria de su programa 7
Para un análisis de las leyes de concha- 14
Reglamento del Centro Cosmopolita de ra. Véase J. Oddone, El gremialismo…, pp.
de acción, situación que se prolongó bo de Tucumán, véase M.C. Bravo, “Liberales, Concepción, Buenos Aires, Nueva Imprenta 248-249.
hasta el Centenario. socialistas e Iglesia frente a la situación de los Italiana, 1895. Agradecemos a Alejandra 23
El Orden, 31 de agosto de 1905 y 2 de
trabajadores en Tucumán”, en J. Suriano, La Landaburu la facilitación de este documento. septiembre de 1905.
cuestión social en la Argentina, 1870-1943, 15
Conscientes del limitado número de 24
Juan Suriano observa que a comienzos
Notas Buenos Aires, La Colmena, 2000.
adherentes iniciales (ochenta y nueve traba- de siglo XX las conferencias también fueron
8
En 1899 se sancionó una ley que exone- jadores), el Centro Cosmopolita realizó una
1 una estrategia central de la práctica anar-
Véase D. Moreno y A. Chiarello, “La ciu- raba del impuesto de contribución directa a convocatoria mediante un pequeño aviso en quista en Buenos Aires. Véase J. Suriano,
dad de papel. Los proyectos de avenida dentro las casas destinadas a los obreros, las que la prensa que se publicó sistemáticamente Cultura y política libertaria en Buenos Aires,
del casco fundacional”, en E. Perilli de debían ser construidas de acuerdo con las nor- entre finales de octubre y a lo largo de 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2001,
Colombres Garmendia y E. Romero, La gene- mas del Departamento de Ingenieros. Sin noviembre de 1898. El texto utilizaba una pp. 117-128.
ración del Centenario y su proyección en el embargo, ningún propietario se acogió a los retórica inflamada que proclamaba los bene- 25
noroeste argentino (1900-1950), Tucumán, beneficios de la legislación. En 1913 el Boletín ficios de la unidad: “¡Trabajadores, ingresad El Orden, 15 de noviembre 1897, 22 de
Centro Cultural Alberto Rougés, 2006. de la Oficina de Estadística y del Trabajo afir- al Centro Cosmopolita y pronto veréis el noviembre de 1897, 9 de diciembre de 1900 y
2 maba que no existía ningún conventillo o casa fruto de vuestra unión que se impone!”; El 1 de diciembre de 1900.
En 1886 Domingo Faustino Sarmiento se
sorprendió por la miseria y precariedad de las de vecindad en condiciones aceptables y las Orden, 3 de noviembre de 1897 y desde el 28 26
En sus alocuciones en la Sociedad
viviendas de los obreros de ingenio. Véase inspecciones realizadas por el Estado eran de octubre de 1898 al 19 de noviembre de Obreros de San José el fraile Villalba conde-
D.F. Sarmiento, Obras completas, t. XLII, permanentemente burladas por los propieta- 1898. naba el derroche y el lujo de los hombres de
Buenos Aires, 1900, pp. 356-357. Sobre los rios. Boletín…, pp. 85-86. 16 fortuna mientras las clases trabajadoras
El Orden, 19 de noviembre de 1898.
pueblos de ingenio, véase O. Paterlini de 9
La Sociedad Unión Tipográfica de sufrían las mayores necesidades y aclaraba
17
Koch, Pueblos azucareros de Tucumán, Véase A. Landaburu, “Organizaciones que sus denuncias no debían sindicarlo como
Socorros Mutuos de Tucumán se fundó con cua-
Universidad Nacional de Tucumán, 1987. de la sociedad civil…”. socialista. El Orden, 4 de mayo de 1903.
renta socios activos, predominantemente crio-
18
3
El censo de 1895 se realizó sin conside- llos. Véase A. Landaburu, “Organizaciones de Desde 1903 la Unión General de 27
El Orden, 25 de noviembre de 1905.
rar el radio de las ciudades, circunstancia que la sociedad civil, trabajadores y empresarios Trabajadores (UGT) de signo socialista acon- 28
La Protesta, 29 de julio de 1904.
dificultaba delimitar la población obrera azucareros. Tucumán, fines del siglo XIX y sejaba a las sociedades de resistencia no asu-
29
urbana de la provincia. No obstante, se com- principios del XX”, trabajo presentado en las X mir tareas mutuales por considerar contradic- Aunque la mayoría de los oradores eran
putó la cantidad de 99.776 trabajadores y tra- Jornadas Interescuelas-Departamentos de torias ambas funciones, aunque dejaba militantes con trayectoria del Partido
bajadoras para toda la provincia, cifra estima- Historia, Universidad Nacional de Rosario, librada esta decisión a los centros obreros de Socialista, los cosmopolitas invitaron a propa-
tiva que se obtuvo al considerar los oficios que 2005. cada localidad. Véase J. Oddone, Gremialismo gandistas de otras corrientes políticas como el

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anarquista Pedro Gori, quien visitó Tucumán sentativo de la intelectualidad, la vida social, Alta, aunque no llegó a declararse la huelga. 49
El Orden, 2 de septiembre de 1907 y 6
en 1901 y disertó en el local de los obreros la industria, el comercio, las profesiones libe- El Orden, 22 de junio de 1906 y 25 de junio de de septiembre de 1907.
ferroviarios y en la Sociedad Sarmiento (El rales y el trabajo”; El Orden, 23 de septiembre 1906. 50
El Orden, 29 de marzo de 1901.
Orden, 5 de julio de 1901). Sobre el prestigio y de 1904). 46
Hacia 1907 en la Federación Obrera 51
la vasta experiencia de Gori en la práctica de Esta fuerza constituía una variante pro-
37
El Orden, 24 de agosto de 1910. Tucumana actuaba un grupo anarquista, en el
la conferencia, véase J. Suriano, Cultura y gresista del espectro político que apoyaba a
38 que se destacaba Tomás Delgado, uno de los
política libertaria…, pp. 122-124. Sobre una pintura de los actos anar- Roca a nivel nacional. En 1896 impulsó la
oradores en la protesta por el descanso domi-
quistas del 1 de mayo véase Suriano, Cultura derogación de las leyes de conchabo, sancionó
30
Por regla general, la prensa proporcionó nical y organizador de la conferencia liberta-
y política libertaria…, pp. 318-327. la ley de riego en 1897 que permitió el acceso
su opinión sobre las controversias. En 1902, ria realizada en el teatro Belgrano en la que
39 al agua a los pequeños y medianos propieta-
cuando Patroni disertó sobre “Democracia La presencia de asociaciones de mujeres participaron delegados de la Federación
rios rurales y, mediante las leyes de regula-
cristiana y democracia socialista”, el diario El se registró en la participación de la Unión Obrera Regional Argentina (FORA). El
ción azucarera, les aseguró compensaciones
Orden destacó la cultura y la moderación del Gremial Femenina en la velada de 1904. El Orden, 27 de septiembre de 1907.
por la restricción de los cañaverales.
debate en el cual refutaron las ideas del con- Orden, 2 de mayo de 1904. 47
La demanda por el descanso dominical 52
ferencista los presbíteros Joaquín Tula y 40 La Vanguardia aconsejaba a los obreros
Este esquema se reproducía en los actos fue iniciada por un insistente reclamo de los
Agustín Barrere. El Orden, 6 de mayo de 1902 de Tucumán sufragar sólo por candidaturas
socialistas de diferentes ciudades argentinas. dependientes de comercio que se remontaba a
y 7 de mayo de 1902. avaladas por el Partido Socialista. El Orden,
Al respecto, Ricardo Falcón menciona que 1902. El reclamo fue vigorosamente apoyado
25 de septiembre de 1905.
31
En ese acto participaron también ele- parte de los festejos de 1909 en Rosario inclu- por la prensa, los peluqueros, algunos propie-
53
mentos anarquistas que hicieron circular un yeron una velada artística en el teatro tarios de tiendas, e incluso por los círculos de El Orden, 20 de noviembre de 1905, 21
panfleto que contenía una vehemente censura Politeama. Véase R. Falcón, La Barcelona obreros católicos. de noviembre de 1905.
al accionar del gobierno y a la policía. El argentina, Rosario, Laborde, 2005, p. 173. 48 54
El Orden, 19 de diciembre de 1905.
Quedaban marginados de este beneficio
Orden, 27 de enero de 1908, 28 de enero de 41
El Orden, 3 al 14 de septiembre de 1900. los empleados de restaurantes, hoteles, fon- 55
Luis Lotito, quien visitó la provincia en
1908). das, mercados de comestibles, tambos, leche-
42
El Orden, 7 de junio de 1902, 9 de junio 1905, deploraba el papel de los dirigentes
32
El diario La Nación de Buenos Aires rías, almacenes, confiterías, pastelerías, bom- obreros que se mezclaron en las elecciones de
de 1902, 12 de junio de 1902, 22 de noviembre
realizó una nutrida donación, que incluyó las bonerías, boticas, reparto de pan, leche, hielo, la clase burguesa produciendo divisiones y
de 1902, 24 de noviembre de 1902.
obras completas del general Bartolomé Mitre. casas expendedoras de café, etc. Véase anarquía en las filas proletarias, lo que reve-
43
El Orden, 3 de febrero de 1904. Juan Bialet Massé realizó una intere- Legislación laboral en Tucumán. Recopilación laba una rudimentaria conciencia de clase y
sante semblanza de este dirigente obrero: ordenada de leyes, decretos y resoluciones
33
El Orden, 27 de abril de 1904. falta de confianza en las organizaciones
“Criollo enjuto, nervioso, tipógrafo de oficio, sobre derecho del trabajo y seguridad social, obreras. Véase T.S. Di Tella (comp.),
Probablemente a esta publicación se refiera de una verba potente y admirable, que conocía Universidad Nacional de Tucumán, 1969, t. I, Sindicatos eran los de antes, Buenos Aires,
Santiago Bilbao, quien analiza una revista del muy bien su público y le hablaba en el lengua- p. 248; también El Orden, 7 de julio de 1907, Biblos-Fundación Simón Rodríguez, 1993,
mismo nombre que apareció el 1 de mayo de je más apropiado […] que provocaba un aplau- 3 de septiembre de 1907, 5 de septiembre de pp. 33-35.
1908 y fue finalmente editada por la so unánime y algún que otro viva la huelga”; 1907, 6 de septiembre de 1907.
Federación Obrera local Tucumán donde se J. Bialet Massé, Informe sobre el estado de la
evidencia la influencia del anarquismo. S. clase obrera, Buenos Aires, Hyspamérica,
Bilbao, “Anarquismo en el noroeste a princi- 1986, t. II, p. 783.
pio del siglo XX: Germinal, publicación tucu-
44
mana”, Estudios del Trabajo, N° 28, julio- El protagonismo adquirido por los líde-
diciembre de 2004, pp. 143-151. res sindicales suscitó el temor de los sectores
34
propietarios que imaginaron un escenario
El Orden, 27 de abril de 1904. dominado por la agitación obrera. En esa
35
A modo de ejemplo, véase El Orden, 21 dirección la prensa acusaba a los líderes socia-
de octubre de 1899 y 25 de enero de 1904. listas de “agitar a los obreros con violentos
36 discursos contra el capital, los patrones, los
Esta conmemoración organizada por la
ricos, las autoridades civiles y eclesiásticas”;
prestigiosa Sociedad Sarmiento reunió a cen-
El Orden, 4 de julio de 1904.
tros católicos, círculos de obreros liberales,
45
delegación de socios del Tiro Suizo, Comité Un ejemplo en esa dirección fue la sus-
Italiano y otras asociaciones étnicas. La pren- pensión de labores y la agitación obrera que
sa señaló que el evento reunía lo “más repre- volvió a manifestarse en los ingenios de Cruz

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Entre los mandatos familiares y
la dinámica social
Carlos Ibarguren y su camino al autoritarismo*
Olga Echeverría**

E
ste artículo es una invitación a dad y, sobre todo, alejarse de toda pre-
reflexionar sobre algunos aspec- tensión de ficticia coherencia integral del
tos partícipes en la construcción sujeto.2 Esto implica, cuando menos,
de una cosmovisión autoritaria1 a partir recordar que existen dimensiones como
del análisis de un caso: el de Carlos el amor, los lazos familiares, los senti-
Ibarguren, político, jurista e intelectual mientos, las angustias o los mandatos
argentino que hacia la segunda década que colaboran con los rumbos tomados y
del siglo XX se definió a partir de una las perspectivas configuradas.3 Por ello,
he considerado que tratar de explicar su
visión y una práctica autoritaria, y se
definición autoritaria atendiendo sólo a
convirtió en figura referencial de la ten-
la dinámica externa implicaría una apro-
dencia.
ximación fragmentaria e incompleta,
Dadas las características del análisis
porque en tal definición también se arti-
que aquí se presenta, este trabajo no
cularon factores menos evidentes, pero
tiene pretensión de generalizar sus con-
sin duda profundos, producto de la
clusiones, ni aspira a abarcar la proble- imbricación de la vida privada, pública y
mática en su totalidad, sino sólo a aten- política.4
der algunos aspectos que pueden haber Cada individuo, por el solo hecho de
colaborado con la determinación autori- pertenecer a un grupo familiar y cultu-
taria de Ibarguren. Fundamentalmente ral, posee y padece marcas que lo inscri-
busca reflexionar sobre las respuestas ben en una cultura. Todo individuo es
que intentaba dar y las angustias que receptor de significantes, sea a través
necesitaba calmar un individuo que fue del discurso cultural sostenido por
hacia el autoritarismo como una alterna- representantes ungidos como ideales por
tiva de seguridad y, probablemente, para su sociedad, sea por la intersubjetividad
dar cumplimiento a los mandatos here- que liga y desliga a los antecesores y
dados. Por lo tanto, he tratado de encon- sucesores en un encadenamiento gene-
trar la subjetividad del actor estudiado, racional. De tal modo, desde lo simbóli-
ya que es necesario captar la singulari- co, los vínculos familiares derivan de la

* Este trabajo se enmarca en un proyecto mayor que busca indagar sobre los condicionantes
más profundos en la determinación autoritaria de un grupo de intelectuales argentinos de ini-
cios del siglo XX. Agradezco la lectura siempre atenta y lúcida de la profesora Susana Bianchi.
** IEHS-UNICEN-CONICET.

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Entrepasados - Nº 35, comienzos de 2009: 89-107
puesta en juego del principio de inter- Verdades y saberes, odios y amores, deu- Demócrata Progresista (PDP) que lidera- mos entendieron que se acercaba el fin
cambio del marco transcultural sostenido das y legados, se traspasan de una gene- ba Lisandro de la Torre.9 Si bien el PDP de una experiencia reconocida y que era
por reglas y operaciones.5 Desde el plano ración a otra. Sin embargo, no es heren- fue una estructuración política compleja necesario actuar en defensa de los valo-
de los imaginarios, los sujetos se encuen- cia que se reciba pasivamente sino que y rica en matices, no puede soslayarse res y los espacios. Todas esas vivencias
tran marcados por aquellos aspectos liga- existe un trabajo de apropiación condi- aquí que su fundación fue el resultado se asentaban sobre un fondo ya inesta-
dos a los imaginarios sociales en que habi- cionado por las dinámicas particulares inmediato del proyecto de Sáenz Peña, ble y de crisis de la conciencia liberal,
tan los vínculos, las ideologías, los siste- de los procesos y del tiempo en que cada que necesitaba de un partido orgánico y donde las incertidumbres se acentuaban
mas axiológicos, las creencias y los mode- uno vive, tanto como por la singularidad programático de tendencia liberal con- y resignificaban en búsqueda de nuevas
los perceptivos. Asimismo –y en estrecha de cada sujeto. servadora para poder asegurar el orden interpretaciones que les permitieran
relación con lo social–, se encuentra el Este artículo pretende entonces y la permanencia de la clase dirigente calmar sus angustias y perplejidades.
espejo familiar como condensación de aproximarse a la densidad del mandato tradicional. Por ello, radicalizaron sus perspectivas
anhelos actuales y pretéritos.6 Se trata familiar y generacional en Carlos Cuando promediaba la década de y asumieron posiciones que podrían cali-
de una transmisión cultural cuya fun- Ibarguren, atendiendo a la forma en que 1920, y ante el fracaso evidente del pro- ficarse como disruptivas. Compartían
ción es identificante y organizadora a él construyó su identidad y su cosmovi- yecto demoprogresista, Ibarguren una voluntad elitista y autoritaria, y
partir de las necesidades presentes, que sión a partir de la pertenencia a un lina- comenzó a alejarse de las perspectivas sostenían que el dominio por parte de
se realiza a través de una compleja je, justificó su accionar (aun sin explici- políticas liberal-conservadoras y a ini- una minoría esclarecida, culta y supe-
trama de significantes y transmisiones tarlo y, quizá, sin haber sido absoluta- ciar un paulatino pero consecuente reco- rior constituía una realidad histórica y
que enlazan pasado, presente y futuro.7 mente consciente) como parte del “deber rrido hacia el autoritarismo que llegó a natural. El asombro se enlazaba con el
Es decir, existir en la sociedad es estar ser” y asumió expresiones radicalizadas su punto máximo en la década de 1930, descontento y las angustias, producien-
inscripto en ella en relación con el nom- como un intento de calmar la angustia cuando sostuvo que todo se reducía a un do apreciaciones críticas y atribuladas
bre de los antepasados, ya que recibir un de no estar ocupando el lugar que las enfrentamiento entre fascismo y comu- sobre su tiempo y la sociedad. Nostalgia,
nombre establece desde el principio el representaciones y los mandatos fami- nismo, siendo la primera opción la única frustración e inseguridad coadyuvaron
deber de portarlo.8 La inserción conlleva liares le requerían y le habían asignado. que podía garantizar el orden y la segu- para que estos intelectuales definieran
ideales, valores, modos de lectura de la ridad.10 En ese recorrido no estuvo solo, una identidad que, al menos en térmi-
realidad conforme al mito familiar pero ya que fueron varios los intelectuales nos discursivos, contenía una carga
en clara función del presente y de sus Un patricio en búsqueda del argentinos que comenzaron a transitar explícita de agresividad y violencia.
necesidades emergentes. No obstante, liderazgo atemporal un camino que los llevaría hacia cosmo- Para recuperar la seguridad perdida
los lazos familiares y las memorias visiones autoritarias y elitistas. La con- debía construirse una legitimidad que
transmitidas son plurales y contradicto- Carlos Ibarguren nació en la provin- fluencia de los efectos de la Primera les diera autoridad y les permitiera
rias, por lo que esta herencia de manda- cia de Salta, en 1877, en el seno de una Guerra Mundial y la instauración de la doblegar a adversarios y enemigos.
tos “ancestrales” está lejos de ser un familia propietaria, católica y política- democracia de voto universal masculino Algunos, como Leopoldo Lugones, apela-
orden cerrado y estático sino que se mente poderosa. Debido a las ocupacio- contribuyeron al paso progresivo de ron al capital cultural del que disponían
trata de un “desorden creador” al cual el nes político-judiciales de su padre se estos escritores desde los movimientos para generarse prestigio y legitimidad
discurso explícito trata de (y se fuerza trasladó tempranamente a la ciudad de culturales que cuestionaban los efectos política. Otros, como los hermanos
por) dar un sentido más unívoco. En Buenos Aires, donde realizó todos sus de los procesos de masificación y demo- Irazusta y Ernesto Palacio, ofrecieron su
Introducción al narcisismo Freud seña- estudios y se recibió de abogado. Fue cratización de la sociedad hacia posicio- juventud como garantía de iniciativa
laba que el individuo lleva una existen- jurista, docente universitario, ensayista, nes políticas más concretas y pensadas incontaminada. Y, finalmente, hubo
cia doble en cuanto es fin para sí mismo historiador y hombre político; llegó a ser como formas de acción. Se trataba de quienes –tal el caso de Carlos
y eslabón dentro de una cadena de la ministro de Justicia e Instrucción escritores de diferentes generaciones, Ibarguren– salieron a buscar argumen-
cual es tributario “contra su voluntad o, Pública en el gabinete del presidente trayectorias y reconocimientos como tos para su disposición y pretensión de
al menos, sin que medie ésta”. Es decir Roque Sáenz Peña en el momento mismo Leopoldo Lugones, Manuel Gálvez, los mando articulando la historia del país
que el sujeto está siempre escindido en que se sancionaba la ley electoral de hermanos Irazusta y por supuesto con la historia de su propia familia.
entre ser uno en su singularidad y ser, al 1912. Fue asimismo fundador y candida- Ibarguren, que ante un presunto despla- ¿Quién podría tener mayores derechos
mismo tiempo, sujeto de un conjunto. to a vicepresidente, en 1916, del Partido zamiento de sus intereses y de sí mis- para dirigir que un descendiente de las

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generaciones que habían hecho la poder. Así, no dudaron en recurrir a sus no mayor, él fue destinado para ocupar el Para analizar estas cuestiones, se
patria? Ahora bien, ¿esta perspectiva linajes para mostrar la legitimidad de lugar que quedaba vacío. Así, por ejem- dispone de una fuente privilegiada y es
era resultado de una apuesta estratégi- sus derechos, la dignidad de sus apeten- plo, fue el sucesor en el cargo que aquél la particular y llamativa autobiografía
ca o era producto de la necesidad de cias y, al mismo tiempo, las carencias de detentaba en el sistema judicial y tam- que Ibarguren publicó bajo el título La
cumplir con un mandato? sus adversarios. La propia historia de sus bién el responsable de perpetuar el nom- historia que he vivido,16 donde la con-
familias, y solo ella, era presentada como bre en la tradición familiar; por ello su ciencia de sí mismo quedaba englobada y
garantía de gestión y como auténtico segundo hijo se llamó Federico, como el definida en tanto miembro de una uni-
La omnipresencia de lo familiar derecho de dominio.11 Así, y como resul- hermano sepultado antes de asegurar la dad mayor y claramente más significati-
tante de una seguridad grupal (y perso- descendencia y el nombre de los primo- va que él mismo. Jean-Bertrand Pontalis
Como es sabido, en la década de 1880 nal) no satisfecha, Carlos Ibarguren génitos. señala que la autobiografía suele ser
la política argentina inició un proceso de invocó la exaltación de los valores de En los primeros años del siglo XX, algo así como una necrología anticipada,
creciente profesionalización que exigía el sus ancestros, tratando de “rescatar Ibarguren pudo desempeñar el papel que el gesto último de apropiación de sí
manejo de cuestiones administrativas y una porción de eternidad, robándosela se esperaba de él. Fue un estudiante des- mismo y un intento de perpetuarse ante
de gestión para aquellos pretendientes a al horrible vacío de un tiempo sin obje- tacado,14 hizo carrera en el sistema judi- los herederos y sobrevivientes, tanto
ocupar los cargos burocráticos y dirigen- tivos finales”.12 Para los miembros del cial, ingresó tempranamente a la docen- como de dar un sentido trascendente a la
ciales del Estado. En esta gradual evolu- entramado familiar, como dice Jacques cia universitaria (en las facultades de propia vida.17 De este modo, las autobio-
ción convivieron los nuevos políticos pro- Hassoun, construir el pasaje entre pasa- Derecho y Filosofía y Letras), comenzó a grafías son relatos retrospectivos donde
fesionales con otros que concebían la do, presente y futuro significa apropiar- consolidar un nombre como intelectual, el autor pone el acento en su vida indivi-
política y sus funciones con un enfoque se de la narración transmitida y hacer tuvo una actividad económica rentable y dual para explicar su inserción y accio-
más tradicional, una tarea de orden con ella un nuevo relato que los incluya ocupó cargos en la estructura estatal que nar en la sociedad. Sin embargo, y como
superior sólo posible para los hombres de y continúe con la herencia de los ante- alentaban un porvenir venturoso en ese queda dicho, Ibarguren puso más énfasis
la más refinada elite. Esto fue generador pasados.13 Esta búsqueda de legitima- campo. Sin embargo, la frustración de en relatar las glorias de sus antepasados
de múltiples conflictos y tensiones, tanto ción a través de la propia historia, y la las aspiraciones personales –tanto como que su propia vida, que quedaba subsu-
como de cuestionamientos recíprocos de su familia, era reflejo de la disconfor- las del grupo de referencia– comenzaron mida y resultaba tributaria de la tras-
entre fracciones distintas de la clase diri- midad con el presente que necesitaba a presentirse desde la llegada de la cendencia insuperable de sus ancestros.
gente. A estas transformaciones que que- justificar sus opiniones y legitimar su democracia mayoritaria a partir de la En ese sentido, es más una biografía
braban, en cierta forma, la unidad de la derecho al poder político recurriendo a inmediata pérdida de algunos espacios familiar que una autobiografía. Sin
propia elite, hay que sumar la “explo- sus alegorías de prestigio. Pero la bata- en el ámbito estatal y el afianzamiento embargo, puede ser más acertado soste-
sión” de riqueza que inundó al país y que lla también debía darse porque, caso de nuevos idearios e imaginarios socia- ner que fue la historia que efectivamen-
acreditó a muchos individuos y familias contrario, la familia, su historia y el les. Por ello, paulatinamente emprendió te vivió quien narraba, inmerso en fuer-
que los sectores tradicionales considera- honor de los antepasados se verían ame- una campaña, muchas veces exacerbada, tes redes parentales, y cumpliendo con
ban advenedizos. Los representantes de nazados y defraudados. Por ello para llamar la atención sobre sí mismo y los mandatos transmitidos de una gene-
la vieja clase dirigente sintieron una Ibarguren volvía una y otra vez a sus sobre su fracción, y lo hizo como una ración a otra.
amenaza concreta de cambio social, de antepasados para legitimarse y, al acen- forma de lucha por reubicarse, pero fun- Ibarguren expresaba un constante y
desplazamiento, y reaccionaron buscan- tuar sus propias acciones, legitimaba a damentalmente para mitigar las contra- sistemático esfuerzo por asimilar su
do encontrar elementos que los diferen- esos ancestros destacados. Cumplía, o al dicciones entre sus anhelos y configura- propia historia familiar (y, de ahí, perso-
ciaran de esos nuevos actores que en tér- menos pretendía hacerlo, con el papel ciones y la realidad social y política ver- nal) a la de la patria. Trazaba, de mane-
minos económicos alcanzaban –y que se le había asignado en el entrama- daderamente existente. En este sentido, ra casi natural, un paralelo entre las
muchas veces superaban– a las elites do familiar. se trataba de un hombre que durante un etapas de la historia nacional con el
más tradicionales. Todo sujeto ocupa un lugar asignado período de inseguridad, al no hallar devenir glorioso de sus antepasados, con
Los hombres del patriciado buscaron desde la red de posicionamientos familia- satisfacción inmediata a sus aspiracio- planteos siempre plenos de contenidos
atributos, como la estirpe, para calmar res. Ese lugar asignado para Ibarguren nes en el terreno de la política y del reco- morales basados en la dignidad de su
su desazón y tratar de alcanzar una fór- era doblemente condicionante ya que, nocimiento social, sublimaba sus objeti- linaje. Las críticas a sus adversarios se
mula de autoridad para el ejercicio del ante la prematura muerte de su herma- vos con gestos y símbolos.15 fundamentaron en la misma lógica. Así,

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la mayor ilegitimidad que presentaba de los bienes, claro está, para aquellos culos de consanguinidad normados por Afianzado en el linaje...
Hipólito Yrigoyen para asumir la presi- que los poseían, en tanto que los nuevos la masculinidad y lo troncal y por la y en la política
dencia de la nación residía en haber valores, actitudes, hábitos y costumbres veneración al fundador de la casa aris-
nacido en un hogar modesto, ser hijo de eran percibidos como el deterioro de la tocrática. De esta manera la estructura Ibarguren enlazaba los orígenes de
“un vasco tan humilde como insignifi- nación. familiar del linaje se volvió mucho más su estirpe con la conformación política y
cante” y nieto de un “degollador mazor- La dignidad del linaje no debía ser segura y el espacio central lo ocuparán territorial de las nuevas comarcas ame-
quero”. La desgraciada familia, conti- argumentada. Ibarguren entendía que los herederos. De todos modos, los lazos ricanas tanto como con el proceso inde-
nuaba diciendo, “mantúvose tan oculta ello era evidente e innegable. En cambio, artificiales no desaparecieron y los lla- pendentista. Su linaje fue de los que die-
en su vivienda, que durante cuatro años advertía los cuestionamientos a la legiti- mados “linajes superiores” supieron ron identidad a la nación e hicieron la
los padres de Hipólito no se atrevieron a midad en el ejercicio del poder, por lo aprovechar los lazos espirituales para patria. En este sentido, resulta muy evi-
llevar al niño a la Iglesia para bautizar- tanto era necesario reforzar la naturali- aumentar y desarrollar su poder, orga- dente que, en tanto individuo, quedaba
lo...”, dice en La historia que he vivido. dad del dominio y destacar las ventajas nizando para tal fin redes clientelares. englobado en una identidad superior,
No tenía un origen que mereciera ser que acarreaba la continuación de ese Siguiendo a Giovanni Levi, se podría que estaba por encima de él. En este
siquiera dicho, no poseía estudios, ni estatus. El objetivo era resaltar el brillo hablar de la “herencia inmaterial” de sentido, mostraba la dignidad de sus
vínculos con los universos más distin- y la trascendencia de los miembros de su valores y redes de amistades transmiti- ancestros, y la suya propia, a través de
guidos de la sociedad y la cultura, y la familia, incluso de aquellos que ofrecían dos a las generaciones siguientes en una los vínculos familiares, sociales y amica-
denigrante función de comisario de poli- pocos ribetes excepcionales. Cuando no sociedad donde el “buen nombre” tenía les con los personajes más “notables” de
cía que Yrigoyen había detentado sólo había actos “heroicos” que señalar, exis- gran significación.19 Así, los lazos de la historia argentina. Establecía una
podía darle reputación en “ese ambiente tía un amigo, un familiar indirecto, que clientelismo, de crianza o de consangui- reivindicación de antigüedad, reconoci-
de compadritos, de «galleros», de pen- podía dar el barniz necesario para la nidad desempeñaron una función da como valor, y que Pierre Bourdieu
dencieros guapos”. Queda claro que la construcción del lustre del conjunto importante en la costumbre de una define como “precocidad de adquisición
base legitimante que reclamaba familiar. Lo cierto es que el linaje era sociedad que no renunciaba a perder sus de una cultura –en tanto de materia de
Ibarguren para los hombres que preten- contenedor, calificaba, adscribía y repre- privilegios y honores y que favorecía los aprendizajes, maneras, costumbres–
dían desempeñarse en el mundo político sentaba una forma distinguida de vida, lazos personales por sobre los vínculos legítima”,21 una adhesión inmediata,
residía en la clase, en los atributos al tiempo que era pensado como instru- socioocupacionales.20 Ante la amenaza inscripta en lo más profundo de los habi-
“naturales”, tanto materiales como sim- mento de dominio. de un orden diferente, la elite reforzó tus, a los gustos y disgustos, a las simpa-
bólicos, que la elite detentaba. Entendía Es sabido que las relaciones de con- sus criterios y tendió a concentrarse, a tías y a las antipatías que, “más que las
que un nacimiento en un hogar “inopor- sanguinidad y filiación que se establecían cerrarse sobre sí misma, cohesionando y opiniones declaradas, constituyen el
tuno” impedía la dignidad necesaria en el seno de las familias implicaban articulando los linajes para resguardar fundamento inconsciente de la unidad
–presentada como capacidad– para el también una dimensión abstracta que su posición, sus patrimonios y su poder. de una clase”.22 Tener ancestros lejanos
ejercicio del gobierno. El mando era, por se organizaba por medio de principios De este modo, Ibarguren reconstruyó significaba prestigio, honorabilidad. La
tanto, mérito y prerrogativa de una de lealtad, de amistad, de reconocimien- diferentes líneas de parentesco (consan- antigüedad servía como elemento de
clase social particular, propietaria, to y, obviamente, de parentesco.18 El guíneo y de afinidad) de acuerdo con los diferenciación entre lo distinguido y ele-
culta, con tradición en el ejercicio del orden tradicional había establecido, en espacios en los que buscaba dejar senta- vado y lo humilde y vulgar. El elogio a la
poder producto de su arraigo en el país. torno al linaje y la casa, relaciones recí- do su prestigio y su derecho a ocupar una antigüedad servía para marcar la infe-
Ibarguren se amparaba en la nostalgia procas aunque desiguales, constituidas posición dominante. Así, realizó una rioridad de quien no la poseía.23
del pasado para rechazar un sistema a partir de la lealtad y la amistad. reconstrucción genealógico-política y La reconstrucción de la genealogía
social y un modelo político que, con Aquellas fraternidades artificiales que otra cultural, lo cual nos evidencia que familiar era, como siempre sucede, una
mayor o menor grado de realidad, apa- reunían a hombres que no eran de la en ambos campos el desplazamiento por pretensión, pero no se trataba de una
recían amenazantes de los privilegios; misma sangre en el marco de compromi- parte de sectores “advenedizos” era una pretensión arbitraria, de modo que las
recurría entonces a la tradición hispáni- sos de lealtad contaban, muchas veces, amenaza sentida. ataduras introducidas por la realidad
co-católica como un reaseguro de vida tanto como el parentesco de sangre. Con reproducían el constreñimiento, las
política ordenada, inmutable y de raíces el correr de los procesos históricos, se exclusiones, las solidaridades y las diso-
profundas que aseguraba el goce sereno fue erigiendo una supremacía de los vín- nancias y los conflictos producidos entre

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los miembros del linaje.24 Discurría el lugar simbólico donde residían el Como ya se ha dicho, esta recons- matrimonio en 1792, en Salta, donde se
como una construcción mental –social y poder y el prestigio familiares. La ima- trucción genealógica encuentra mérito radicó, con doña Manuela de Hoyos y
política– organizada que necesitaba gen de una familia respetable, sólida, en la antigüedad de las posiciones polí- Aguirre, que descendía del célebre con-
materializarse a través de la estructura estable, organizada, poderosa y por lo ticas y sociales y esto se vuelve eviden- quistador del Perú, Chile y Tucumán y
familiar extendida y con trayectoria his- mismo continente servía para satisfacer te en la valoración del recorrido político fundador de Santiago del Estero, don
tórica, pero también a partir de su inser- el anhelo de seguridad al excluir las de ambas líneas familiares: Uriburu e Francisco de Aguirre”, dice en su biogra-
ción en un entorno social elitista y jerar- amenazas exteriores y constituir un Ibarguren. Por su larga y continua tra- fía. Al producirse la Revolución de Mayo,
quizado. La reconstrucción de los linajes ámbito (real y simbólico) donde se goza- yectoria, la familia Uriburu aparecía “don José” “adhirió con entusiasmo” al
no era sólo una estrategia para la con- ba de las ventajas de los múltiples patri- como ejemplo y modelo. Menos trascen- proceso independentista y ofreció mante-
servación de los privilegios sino también monios que definían a la elite. Por ello, dente fue la presencia política de los ner “seis soldados en nombre de sus seis
para “hacer posible su sueño de eterni- la representación del patriarca, por Ibarguren, prestigiosos socialmente y hijos menores”, por lo que fue declarado
zación social hegemónica”,25 al tiempo ejemplo su abuelo materno, Juan “cultores de la dignidad y las virtudes “benemérito por la Junta gubernativa”.
que instrumento para organizar a las Uriburu, reunía la gravedad de una señoriles”, que sólo tuvieron alguna Ibarguren hizo esfuerzos notables por
familias en el contexto social con un fuerte presencia política con la conver- presencia en los tiempos de la conquista resaltar el temprano compromiso del
determinado rango y distinción. Por lo sación culta y el consejo paternal. Es para recién volver a manifestarse a par- linaje para con la patria. Este “dar
tanto, era determinante para la conti- decir, si bien destacaba el carácter épico tir de la tercera generación, cuando el patria” también involucró al bisabuelo
nuidad, la prosperidad y la reproducción y memorable del patriarca, como quien padre de Carlos Ibarguren salió de su materno, Pedro Antonio Castro, a quien
del prestigio.26 Se trataba de construir ostentaba un trofeo, también buscaba provincia natal para desempeñarse en su descendiente recordaba como un acti-
una memoria compartida por los miem- poner en evidencia todas las virtudes y puestos del Estado nacional. Si bien vo participante de las luchas políticas,
bros del linaje, pero también colectiva las características más sutiles que un destacaba que en ambos casos se encon- inicialmente miembro de las fuerzas rea-
en tanto articulaba toda la fracción buen patricio debía desplegar. traba una “vieja cepa” que hundía sus listas, más tarde colaborador de la causa
social, donde los antepasados, sus valo- El lugar político y social dominante raíces en la Madre Patria y en “la noble independentista. Entiendo que el empe-
res y sus acciones se hacían presentes a de su familia –sobre todo la línea mater- sangre hispana de los conquistadores de ño por marcar las “mudanzas” políticas
través de lo simbólico para dar continui- na, los Uriburu– se manifestaba a través América”, los Uriburu eran presentados no es circunstancial ni menor, ya que la
dad al linaje, al habitus y a los intereses de la historia desde los tiempos de la como un linaje verdaderamente desta- habilidad de permanecer en el poder era
materiales. La memoria, los recuerdos conquista. La reivindicación de la distin- cado que ocupaba todos los espacios del considerada una de las grandes virtudes
construidos y transmitidos generacio- ción y el culto a la jerarquía “natural” poder, sea en las finanzas, la diploma- del linaje. Castro era el padre de doña
nalmente tenían un doble frente de ope- remitían constantemente –y como apela- cia, el periodismo y particularmente en Casiana Castro de Uriburu, quien con su
ración. Por un lado, insertaban a la ción discursiva– a la sociedad colonial, la política, alcanzando centralidad en matrimonio trajo prestigio y vínculos
familia en el contexto más amplio de la como garantía de estabilidad, de un las luchas políticas regionales y nacio- provechosos a la familia. Nacida en
elite. Por otro, generaban conciencia orden inmutable. Así, Ibarguren no nales. Tanto es así que dos miembros de Oruro en 1813, era sobrina carnal de
familiar, educaban a los miembros del expresaba criterios burgueses de éxito la familia ocuparon la presidencia de la Manuel Antonio Castro, “íntimo amigo
linaje para que la consintieran, respeta- personal, de superación; le bastaba con nación y de esa manera crearon un capi- de Belgrano, famoso jurisconsulto, políti-
ran y reconstruyeran permanentemen- acentuar la necesidad de clamar por la tal de dominio que Ibarguren necesita- co, primer tratadista argentino de dere-
te. Los fundadores del linaje eran pre- superioridad heredada y resaltar la ba rescatar para sí mismo y para su cho y fundador de la Academia de
sentados como hidalgos virtuosos, pero amplitud de criterios necesarios para sos- tiempo. Jurisprudencia, personalidad cuyos
también como padres a los que había tenerse en los espacios de poder. Así, la Este rescate subjetivo de la participa- méritos ensalzan Mitre y Vicente F.
que ofrecerles gratitud, lealtad, devo- reconstrucción de las trayectorias políti- ción política de sus ancestros se iniciaba López y sobre el cual el historiador doc-
ción y obediencia. cas mostraba al linaje vinculado al realis- con la llegada del primer representante tor Ricardo Levene ha escrito un impor-
Para Ibarguren, como miembro de mo para más tarde sumarse a los movi- del linaje a América, don José de tante libro”.27 “Mama Casiana” estaba
una familia patriarcal, las casas de sus mientos independentistas o, por citar Uriburu y Basterrechea, que llegó al estrechamente vinculada con personajes
abuelos o más tarde la de su propio otro ejemplo, rosistas en los tiempos del virreinato del Río de la Plata a fines del importantes de la época, como el general
padre y la de su suegro eran centros de Restaurador y mitristas y urquicistas siglo XVIII “con un alto cargo de inspec- Juan Antonio Álvarez de Arenales (sue-
reunión y de sociabilidad, pero también cuando la dinámica política así lo exigía. ción de las Reales Aduanas. Contrajo gro de otro Uriburu) o el general

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Rudecindo Alvarado, “padrino de mi Félix Uriburu, emergente del golpe de Carlos Ibarguren puede sumar los nexos regir los negocios familiares. La familia
madre”, ambos mariscales de José de Estado de 1930. El doctor José E. y los contactos de su propio padre. La poseía una gran finca (aportada por
San Martín e incluso había llegado a Uriburu, “hijo de un guerrero de la familia paterna reasumía así su presen- Elena Díaz Niño, primera esposa de
conocer a Sucre y a Bolívar. Independencia y nieto de un libertador cia política, ya que el fundador del lina- Antonino de Ibarguren) destinada al cul-
En plena exaltación del proceso inde- de América, el general Arenales, se había je, el capitán Domingo de Ibarguren, tivo de cereales y principalmente de la
pendentista, en este libro de memorias destacado treinta años antes de asumir había llegado con la corriente conquista- vid. Pero la voluntad patriarcal invadía
que también buscaba ser un libro de his- la presidencia de la Nación, en altas fun- dora y colonizadora de Perú, para afin- todos los espacios y hábitos de la familia.
toria Ibarguren dedicó un espacio impor- ciones públicas”, ofreció en horas críti- carse en Jujuy a principios del siglo Así, por ejemplo, había establecido en su
tante a subrayar su parentesco con cas, según Ibarguren, la seguridad de XVII y contraer matrimonio con doña testamento el destino de los cadáveres de
Miguel de Güemes. Un hijo de este gene- una inteligencia lúcida, un carácter Margarita de Castro y Argañaraz de toda su descendencia y los enrolados con
ral, Luis Güemes, estaba casado con firme y templado y la ecuanimidad de un Murguía, nieta del fundador de San ellos.
Rosaura Castro, hermana de Casiana alto espíritu. Era, además, por sus cuali- Salvador de Jujuy. Sin embargo, el Como queda dicho, fue el padre de
Castro. En las personas de estos dos dades caballerescas y la nobleza de su ascenso social del linaje habría sido pro- Carlos quien comenzó a forjar un espacio
Güemes, Ibarguren resumía buena parte alma, un gran señor. Sostenía, también, ducto de los vínculos con familias promi- político para la familia. Federico Ibar-
de los valores que buscaba ponderar: que su sola presencia en la primera nentes y poderosas como los Isasmendi, guren, nacido en 1832 en Salta, inicia su
hazañas viriles, astucia y arrojo para magistratura levantó la autoridad del los Gorostiaga y los Aramburu. En este trayectoria política, por así decirlo, en
tiempos de combate y bonhomía, atribu- presidente e infundió el respeto que se le sentido, me parece interesante destacar 1855 cuando fue a estudiar al acreditado
tos patriarcales y disfrute tranquilo de debía. En tanto que el general José que con estas familias se había formali- y prestigioso colegio de Concepción del
las glorias obtenidas en tiempos de Uriburu era presentado como el hombre zado el nexo por medio de padrinazgos Uruguay y estableció vínculos con jóve-
orden. de acción capaz de encauzar y galvanizar matrimoniales y bautismales.28 Es nes pertenecientes a las elites dominan-
Por su parte, la constitución de las al país anarquizado hasta conducirlo a la importante indicar que estas ceremonias tes de la Argentina, ya que “tuvo por com-
soberanías locales y regionales también transformación. “La impresión que –bodas, bautismos– constituían ritos de pañeros a muchos de los que, más tarde,
encontró a los Uriburu desempeñando infundía el General Uriburu era la de un tránsito, de pasaje de estatus, al tiempo dieron lustre a la República Argentina
papeles inherentes a su posición sociopo- espíritu enérgico, firme, rectilíneo y que generaban lazos de integración entre (Julio A. Roca, Victorino de la Plaza,
lítica. Tanto es así que la alta conflictivi- valiente, todo lo cual percibíase al pri- los diferentes estratos de un mismo Olegario Andrade, Eduardo Wilde)”. En
dad de la política de las Provincias mer golpe de vista con sólo contemplar grupo. Mostraban tanto el “señorío” de plena juventud fue secretario de la
Unidas se manifestó en el interior de la su físico, su porte, su aplomo militar.” las familias más poderosas como la Convención Constituyente de Entre Ríos
familia Uriburu. Esto se evidenciaba a Carlos Ibarguren señalaba que el linaje inclusión de las menos poderosas;29 en que sancionó la Constitución de la pro-
través del enfrentamiento de “don Juan mismo le había transmitido sus atribu- este caso, la admisión de los Ibarguren vincia y designó gobernador a Justo José
Uriburu” y su sobrino “don José Uriburu” tos y sus valores “superiores”, y que su en los sectores más elevados de la pirá- de Urquiza. Ya recibido de abogado, en
que se ubicaron, al menos temporalmen- amor y vocación por la carrera de las mide social. Pero, a su vez, puede verse Montevideo se vinculó con Vicente Fidel
te, en bandos opositores. Ambos eran pre- armas procedía de “la sangre heredada cómo se reproducía esa conducta con López. Años más tarde, en Santa Fe, fue
sentados como fortalecedores del honor y de sus antepasados”. Su bisabuelo, el familias ubicadas en sectores menos presidente del Tribunal Superior y
de la vocación de poder de la familia. “glorioso guerrero” de la emancipación exclusivos de la sociedad a las que los gobernador interino. Fue ministro de
Resulta significativo, aunque previsi- americana, vencedor de Pasco y de La propios Ibarguren brindaban alguna vía Gobierno de Salta, senador nacional
ble, que dos de los capítulos a los que Florida, el general Arenales, le había de ascenso. Al respecto, los recuerdos del representante de su provincia y en 1873
Ibarguren destinó mayor cantidad de transmitido, “cual estoico legado”, el con- propio Carlos Ibarguren lo presentan a fue elegido presidente de la Cámara.
páginas son aquellos que se referían a cepto severo del deber, de la disciplina y él apadrinando niños y matrimonios, Era, por ese entonces, un hombre de
dos momentos particulares de la historia del sacrificio, y la perseverancia en el dignificando así a algunas familias Domingo Faustino Sarmiento. En 1877
argentina y que ubican a la familia esfuerzo y en la lucha. menos destacadas. fue designado por Nicolás Avellaneda
Uriburu en la cima del poder político. Como ya he expresado, desde la con- El clan de los Ibarguren se organiza- como interventor de Jujuy, y en tiempos
Esto es, la presidencia que ejerciera José solidación del Estado nacional a la cons- ba, como era usual, bajo la tutela de Julio A. Roca estuvo abocado a la
Evaristo Uriburu tras la renuncia de tante presencia de la familia Uriburu, la patriarcal. Esa figura central, “el abuelo organización de la justicia federal, donde
Sáenz Peña y el gobierno de facto de José reconstrucción histórica y familiar de Antonino”, era también la encargada de fue presidente de la Cámara Civil de

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Apelaciones y más tarde ministro de la actuación política, ya que les había impe- los sociales. Así, el hogar familiar se vol- encontraban subordinados al carácter de
Corte Suprema de la Nación. Como dido realizar una obra literaria “comple- vía lugar central para estos contactos. clase. Dicho de otra manera, el dominio
puede advertirse, la trayectoria de ta y trascendente”. No es que las conexiones políticas estu- cultural era concebido como un compo-
Federico Ibarguren fue muy interesante Los intelectuales eran el ejemplo vieran allí ausentes; para ello basta nente “natural” e indisociable del origen
ya que, en buena medida, expresaba la más acabado de distinción e ingenio. Y mencionar que Ibarguren recordaba que social; era una cualidad inherente al
carrera política de un miembro de la esa hidalguía se evidenciaba en los ras- su padre les hacía conocer a las persona- patriciado y no requería de mayores jus-
elite que no contaba con un “capital polí- gos más sutiles y cotidianos como los lidades políticas de su amistad que visi- tificaciones que legitimaran ese dominio.
tico” heredado y de verdadero peso, pero gestos, la pronunciación de las pala- taban la residencia de la familia. Sin Los atributos intelectuales aparecían
que aun así y con una experiencia acu- bras, la utilización del lenguaje, los bue- embargo, al leer sus comentarios sobre indefectiblemente unidos a valores
mulada en los ámbitos locales y provin- nos modales y la disposición física.30 las personalidades de la cultura y el arte, morales, entendidos como fuerzas fun-
ciales logró incrementar ese patrimonio José Antonio Wilde, “hombre diferente”, todo parece indicar que el ámbito natu- dantes de la propia virtud de la elite. De
y legárselo a sus descendientes, ya que a reunía todas las condiciones que admi- ral y específico para que sus cultores se ahí que los escritores y los artistas con
su muerte su hijo Federico fue designado raba Ibarguren, y con el que, de alguna vincularan y expresasen eran los hoga- los que construyó esta genealogía cultu-
secretario de la Corte y a su vez, una vez manera, buscaba hermanarse. Lo repre- res patricios. Era allí y en un clima de ral fueran exclusivamente hombres de
fallecido éste, ese cargo pasó a manos de sentaba como un personaje sorprenden- íntima camaradería, entre pares, donde su misma clase.34
Carlos Ibarguren, quien lo ocupó duran- te, sensible, lúcido, irónico y provoca- los artistas y los pensadores se explaya- No obstante la admiración que le
te seis años. Como se puede ver, subyace dor, siempre iluminado por la gracia ban sobre sus dominios y productos cul- producían los intelectuales (una admi-
una concepción de los cargos públicos que emergía de su cultura.31 Para turales. En el caso del hogar paterno de ración que se puede pensar como perso-
como “bienes de familia”. Ibarguren, Wilde y otros como él consti- Ibarguren, la mayoría de los vínculos con nal e íntima), la demostración de afini-
tuían, con sus virtudes y sus luces, un los pensadores y literatos provenía de la dad y parentesco con personajes sobre-
magnífico patriciado que daba lustre a época juvenil y de estudios del patriarca salientes del campo cultural ocupó un
Familiares y amigos: toda la sociedad argentina pero que ade- de la familia. Por allí circularon Olegario espacio significativamente menor que la
un soporte para el intelectual más habían sabido desprenderse de sí Andrade, Ricardo Gutiérrez y Eduardo realizada con respecto a los notables del
mismos para organizar y engrandecer a Wilde, entre otros. campo político. Tal vez porque la legiti-
Ibarguren también reconstruyó los la patria. Se trataba, decía, de la autén- El saber, el talento y la honorabilidad midad que consideraba más amenazada
vínculos familiares y sociales como base tica aristocracia, un grupo selecto por fueron los tres rasgos recurrentes, en era la política, pero también porque lo
legitimante de su inserción en el campo su saber, su talento, su honorabilidad y tanto que inclusivos de otros rasgos de que su linaje le demandaba era justifi-
cultural e intelectual. Sin embargo, esa su sacrificio. superioridad, que se destacaban para car la posición de dominio en el campo
reconstrucción se desdibujaba con rela- Ahora bien, su linaje sanguíneo ofre- diferenciar a la “minoría selecta” de los político.
ción a la genealogía política, lo cual no cía insuficientes nombres a la hora de otros sectores sociales, pues sólo los
deja de ser significativo ya que, según él buscar antecedentes legitimadores en el miembros de la clase principal podían
mismo expresara, su interés más genui- campo cultural. Por ello, una parte de acreditar la legítima posesión de esas El lugar de las mujeres en
no e íntimo estaba vinculado al mundo esta reconstrucción genealógica se esta- características. Esa distinción era, asi- la genealogía: preservadas
de las letras y el pensamiento. Al respec- blece a partir de los vínculos que le apor- mismo, lo que permitía aglutinar, unifi- y preservadoras
to podría preguntarse si era el rol asig- tara su matrimonio con María Eugenia car, construir un “nosotros”, a los dife-
nado por su encadenamiento familiar el Aguirre Lynch, hija de Manuel Juan José rentes sectores de la elite tradicional, En toda la reconstrucción genealógi-
que lo llevaba a asumir esa valoración y Aguirre Anchorena y de Enriqueta Lynch pues ésta no sólo se identificaba con la ca que realizó Ibarguren, las mujeres
aceptarla como un destino fatal que lo Lawson. El suegro era un terrateniente defensa de intereses compartidos sino ocupaban un lugar explícitamente
afectaba a él y a otros hombres de su innovador, pero también escultor con también por prácticas y ámbitos de secundario, muchas veces impercepti-
tiempo y de su clase. Los escritores des- fuertes vinculaciones con intelectuales y sociabilidad comunes, por un habitus ble, sólo señalado por los vínculos que
pertaban en Ibarguren una profunda artistas y con las sociedades benéficas compartido, una experiencia reiterada, y aportaban mediante los matrimonios, o
admiración, pero de ella se derivaba un más selectas de principios del siglo XX.32 una afinidad de origen y de cosmovisio- como mero complemento de las veladas
lamento sobre los límites que les había La otra vía de legitimación fue la del nes.33 Es decir, para Ibarguren, la cultu- sociales en que los hombres de la elite
impuesto a los hombres de su clase la parentesco ampliado a través de los víncu- ra, el talento y la calidad de pensador se exponían sus atributos políticos y cultu-

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rales. Sin embargo, el matrimonio era ella la que predomina para dar fijeza y A modo de conclusión autoritarismo jerárquico y elitista apare-
una forma de extensión lateral de la estabilidad al hogar”, pero también por- cía como la última esperanza de recupe-
familia, una ramificación fundamental que está mejor dotada para recibir, cus- Carlos Ibarguren tuvo una carrera rar los espacios perdidos, de sostener el
para mantener su predominio o acrecen- todiar y transmitir el legado de los ante- política ascendente hasta la llegada de prestigio y el poder de los que había
tarlo. Se trataba de un contrato que cre- pasados desde esa condición replegada e la democracia mayoritaria, y fue un gozado el linaje desde los lejanos tiempos
aba compromisos y solidaridades corpo- imperturbada. La maternidad, la más claro referente del llamado “liberalismo de la colonia hasta la implantación del
rativas y jerárquicas,35 por lo cual la trascendental función femenina, deter- conservador”. A partir de allí estuvo voto universal. En este sentido, no es un
elección del cónyuge y las “virtudes” de minaba en las mujeres una aptitud muy ausente de la esfera estatal hasta que se dato menor que los totalitarismos estu-
un matrimonio eran de suma importan- eficaz e intensa para transmitir de una produjo el golpe de Estado de 1930,38 vieran en plena expansión cuando
cia para ligar a los individuos al orden generación a otra la suma de recuerdos, encabezado por su primo el general Ibarguren radicalizó sus posturas, ya
social y sostener (o mejorar) el prestigio de imágenes, de costumbres, de senti- Uriburu, que lo designó interventor de que esa frase tan mentada, “un hombre
de los linajes. Si bien las tendencias mientos y de ideales que constituían la la provincia de Córdoba. Para Ibarguren de su tiempo”, cobra en él una fuerza
generales y los acuerdos no negaban la trama íntima de una tradición, que ser- la revolución del 30 fue la consumación inusitada y un sentido preciso, pues
existencia de brechas de libertad para vía para mantener y comunicar el espíri- de los proyectos de tendencia autoritaria siempre –y como lo habían hecho sus
determinar las circunstancias maritales, tu y el valor social del grupo selecto y que había comenzado a elaborar a lo ancestros– pugnó por estar a tono con el
en los sectores patricios se seguían man- director que hizo la patria, según afirma largo de los años 20 y constituía un poder. Pero no puede desconocerse que la
teniendo muchas pautas de tipo tradicio- en La historia que he vivido. Es decir, las movimiento único en la historia argenti- dictadura le interesaba menos como
nal que apostaban a los matrimonios mujeres en tanto madres estaban apar- na tan determinante como el proceso forma de gobierno que como forma de
convenientes para el estatus familiar e tadas, sin que ello signifique una ausen- independentista, pues de él devendría estructuración de la sociedad. Su defini-
implicaban una concepción también cia, sino que ocupaban un lugar “preser- un país diferente, con valores y procedi- ción autoritaria era esencialmente social
enraizada sobre las mujeres y sus roles vado”, sostenido fundamentalmente por mientos que reconstruirían el estado de y esta preocupación lo acompañaba ya
sociales. Ibarguren no escapaba a estas la religión, que servía de garante a la dignidad que la envilecida democracia cuando era funcionario de los gobiernos
premisas; por el contrario, sus comenta- estabilidad y el orden.37 había destruido.39 liberal conservadores; de ahí sus pro-
rios exponían la importancia de este Cumpliendo con ese rol, las mujeres A partir de allí y cuando el totalita- puestas paternalistas y pro corporativas.
mecanismo que permitía vincular y eran concebidas como el refugio tranqui- rismo europeo parecía irrefrenable, sus Para Ibarguren resultaba claro que los
fusionar a distintas familias en una lo al que volvían los hombres para recu- planteos corporativistas hasta entonces gobiernos podían asumir formas diver-
misma red o grupos que generaban leal- perarse de los desgastes de la acción y la bastante moderados se radicalizaron sas, siempre y cuando hicieran posible
tades y apertura de ámbitos. exposición pública. Y allí, en la intimi- notablemente y así lo reflejó en La que la sociedad se rigiera por parámetros
La función social asignada a las dad que ellas sabían (y debían) preser- inquietud de esta hora, obra publicada de obediencia y jerarquía.
mujeres se fundamentaba en los princi- var, eran las encargadas de reproducir en 1934, donde reclamaba la superación En ese sentido, cabe recordar que las
pios básicos del catolicismo y de las las glorias del pasado y transformarlas definitiva de la democracia y de la políti- personalidades de tendencia autoritaria
corrientes tradicionalistas del siglo XIX, en ejemplos (y mandatos) para las nue- ca parlamentaria. El mundo, señalaba construyeron, generalmente, su indivi-
que las confinaba casi exclusivamente al vas generaciones. Ibarguren no sólo irascible, se hallaba dividido en dos dualización en condiciones de inseguri-
ámbito doméstico, donde debían desarro- reflexionaba teóricamente sobre esto, corrientes opuestas: el comunismo mate- dad; inseguridad emergente por la cate-
llar su “faena espiritual y misericordio- sino que sus propios recuerdos lo ubican rialista y el fascismo espiritualista. Por górica desestructuración y reestructura-
sa”36 en defensa de las tradiciones y las escuchando los relatos de su abuela lo tanto, “los hombres de bien” debían ción de la sociedad. En el siglo XX,
identidades genuinas. Las mujeres eran “Mama Casiana”, aprendiendo que la bregar por la construcción de una dicta- Occidente fue edificando una dinámica
las responsables de la continuidad de los patria era producto de la construcción dura fundada en la disciplina y la jerar- cultural que ofrecía pocas vías de escape
linajes y de comunicar los mandatos heroica de los hombres de su familia y quía que, como el fascismo y el nazismo, a la frustrada necesidad de seguridad
asignados. Una tarea, como se puede que esa herencia debía ser sostenida expresara elementos de salud moral y de que experimentaban los sujetos que se
advertir, de enorme trascendencia que para que él mismo pudiera gozar de los valor físico. habían formado en órdenes rígidos y que
podía ser llevada a cabo, según mismos privilegios y honores. ¿Qué buscaba Ibarguren en el autori- quedaban desfasados si buscaban, como
Ibarguren, porque la mujer es más con- tarismo? Esta pregunta no exige dema- lo habían hecho sus ancestros, integrar-
servadora que los hombres “dado que es siada perspicacia para ser respondida: el se y dar forma a un orden social que per-

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) 103 (
manecería por siempre inmutable. Ya no percepción interesada que cada individuo Amorrortu, 1997; J.J. Baranes, “Devenir sí- 12
A. Prieto, La literatura autobiográfica
podían apelar a razones trascendentes construye y porta por herencias culturales y mismo: avatares y estatuto de lo transgenera- argentina, Buenos Aires, Centro Editor de
ni tampoco a la inquebrantable fe en el por mandatos familiares. Véase W. Dilthey, cional”, en M. Enriquez, J. Baranes, René América Latina, 1982.
porvenir que habían sugerido los libera- Introducción a las ciencias del espíritu, Kaës y H. Faimberg, Transmisión de la vida 13
J. Hassoun, Los contrabandistas de la
Madrid, Revista de Occidente, 1956. psíquica entre generaciones, Buenos Aires,
les; de ahí que todo resultara amena- memoria, Buenos Aires, De la Flor, 1996.
2 Amorrortu, 1996; B. Montevecchio, “Repe-
zante, ajeno e incluso vacío. A la insegu- Véase L. Passerini, “A memory of 14
tición transgeneracional, entre la historia y el Significativamente, su tesis doctoral
ridad social, Ibarguren sumaba una Women’s History. Problems of method and
mito”, Revista de Psicoanálisis, número espe- versó sobre la institución de heredero, y fue
frustración personal intensa. No podía interpretation”, Social Science History, 16:4,
cial internacional, 1993; S. Gomel, presentada bajo la dirección del doctor
1992.
cumplir con los mandatos familiares y Transmisión generacional... Wenceslao Escalante, profesor de Filosofía del
3
con el papel que éstos le habían asigna- Véase M. Foucault, “Niezstche, la genea- 8
Derecho y ministro de Hacienda, quien lo
Véase N. Braunstein, “Aforismos sobre
do. Una representación que había asu- logía y la moral”, en Microfísica del poder, había designado como secretario del ministe-
deudas y culpas”, en Por el camino de Freud,
mido como un deber ser, incluso contra- Madrid, La Piqueta, 1980. rio.
México, Siglo Veintiuno, 2001.
riando sus propios deseos, ya que como 4
Véase N. Bobbio, Democracy and 9
15
Véase K. Mannheim, Diagnóstico de
Sobre el PDP puede verse Carlos
él mismo expresara su vocación no era Dictatorship. The nature and limits of State nuestro tiempo, México, Fondo de Cultura
Malamud, “El partido Demócrata Progresista:
la política sino la docencia, la tarea inte- power, Mineápolis, University of Minnesota Económica, 1978; Ensayos de sociología de la
un intento fallido de construir un partido
lectual y el trabajo independiente como press, 1989. cultura, Barcelona, Aguilar, 1963.
nacional liberal-conservador”, Desarrollo
abogado. Su ingreso al universo político 5
Sin embargo, no es menos cierto que Económico, vol. 35, Nº 138, Buenos Aires,
16
Carlos Ibarguren, La historia que he
había sido producto de la tradición fami- existen diferentes formas de posicionarse julio-septiembre de 1995, y del mismo autor vivido, Buenos Aires, Dictio, 1977. Merece
liar y obligado por la muerte del primo- frente a las reglas, ya que de una generación “La evolución del Partido Demócrata señalarse que la edición original se realizó
génito de la familia Ibarguren-Uriburu, a otra se transmiten tanto formas de acatar Progresista y sus plataformas políticas, durante el primer gobierno del general Juan
como de enfrentar a la cultura. 1915-1946”, Anuario IEHS, Nº 15, Tandil, Domingo Perón, es decir, en momentos de exa-
quien había sido “designado” inicial-
6 2000, y “Liberales y conservadores: los parti- cerbada crítica al modelo que Ibarguren
mente para desempeñar esa función en Véase S. Gomel, Transmisión generacio-
dos políticos argentinos (1880-1916)”, EIAL, representaba.
beneficio del clan. Por ello, confesaba en nal, familia y subjetividad, Buenos Aires,
Lugar, 1997. VIII:1. 17
J.B. Pontalis, “Derniers, premier mots”,
sus memorias, la perplejidad y la confu-
10
Un análisis más detallado de su trayec- en L’Autobiographie, París, Las Belles
sión con que aceptó su destino. Y es fac- 7
Algunas perspectivas psicoanalíticas
toria política puede verse en O. Echeverría, Lethres, 1988.
tible inferir la frustración que le causa- alertan, sin embargo, que las tramas simbóli-
co-imaginarias no logran apresar todas las “Carlos Ibarguren: de la reforma controlada 18
Al respecto puede verse Juan
ra no poder cumplir con el rol que había
facetas de la transmisión sino que también de la política al control autoritario de la socie- Hernández Franco, Familia, parentesco y
asumido contrariando incluso su sentir
existen encadenamientos psíquicos que elabo- dad. El camino de un proyecto fracasado, linaje. Historia de la familia, Universidad de
más íntimo y profundo. Argentina primeras décadas del siglo XX”,
ran cadenas transgeneracionales. Ahora bien, Murcia, 1997.
el análisis transgeneracional ha producido (y Estudios Sociales, 28, 2005. 19
G. Levi, La herencia inmaterial. La his-
produce) un amplísimo debate dentro del 11
La familia debe ser comprendida como toria de un exorcista del siglo XVII, Madrid,
Notas campo psicoanalítico y la discusión sobre su un concepto plástico, como una unidad de Nerea, 1990.
posible aplicación a los análisis históricos se sociabilidad y agente de socialización que 20
1
Una cosmovisión es el conjunto de prin- encuentra aún pendiente. Por ello, en este Véase J. Casey, Historia de la familia,
desde una perspectiva histórica sobrepasa
cipios sobre los que se funda la experiencia artículo no se ingresará en esta perspectiva; Madrid, Espasa, 1990.
ampliamente el concepto sociobiológico de
vital de los individuos. Implica el cúmulo de me limito a sostener que aquí se considera ascendencia y descendencia, para incluir, por 21
Pierre Bourdieu sostiene que “las dife-
opiniones y creencias que conforman el con- que la comunicación no sólo se establece por ejemplo, lazos de parentesco y componentes rencias en las maneras en las que se expresan
cepto del mundo que tiene una persona a par- mecanismos conscientes y explícitos. Sobre de la comunidad doméstica. Josefina Ludmer unas diferencias en el modo de adquisición
tir de su cultura y conlleva nociones, casi pre- análisis transgeneracional pueden verse S. sostiene que es también una forma o mecanis- –es decir, en la antigüedad del acceso a las
ceptos, que se aplican a todas las dimensiones Freud, Tótem y tabú y Un recuerdo infantil de mo ficcional que liga temporalidades y subje- clases dominantes– frecuentemente asociadas
de la vida. Se trata de una idea sobre la Leonardo Da Vinci, Madrid, Biblioteca Nueva, tividades en formas biológicas, afectivas, lega- a unas diferencias en la estructura del capital
estructura del mundo, de un supuesto deber 1973; R. Kaës, Trasmisión de la vida psíquica les, simbólicas, económicas y políticas. Véase poseído, tienden a marcar las diferencias en el
ser, que crea los paradigmas con que interpre- entre generaciones, Buenos Aires, Amorrortu, J. Ludmer, “Temporalidades del presente”, seno de la clase dominante”, La distinción.
tar la realidad. No es una elaboración filosófi- 1996; S. Tisseron et al., El psiquismo ante la Margenes/Margens, Revista de Cultura, Nº 2, Criterio y bases sociales del gusto, Madrid,
ca explícita y acabada sino básicamente una prueba de las generaciones, Buenos Aires, diciembre de 2002. Taurus, 1998.

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22
Ídem. tos medidos y amables, voz clara y firme, ras- 38
No casualmente esos años en los que 39
Véase C. Ibarguren, “El significado y las
23 gos definidos, caballerosidad, espiritualidad. estuvo alejado del ejercicio político son los proyecciones de la Revolución del 6 de sep-
Véase I. Atienza Hernández, “La cons-
Éstas son sólo algunas de las referencias más tiempos de mayor despliegue intelectual y de tiembre, 15 de octubre de 1930”, en Obras,
trucción de lo real. Genealogía, casa, linaje y
habituales hacia hombres que considera sus participación en asociaciones culturales, como Buenos Aires, Dictio, 1975, p. 299.
ciudad: una determinada relación de paren-
pares. la Universidad de París en Buenos Aires y el
tesco”, en J. Casey y J. Hernández Franco,
31
Museo Social Argentino.
Familia, parentesco y linaje... Lo que en un hombre de la elite y en los
24
Véase Ch. Klapisch-Zuber, “Albero ámbitos de sociabilidad podía ser considerado
genealogico e costruzzione della parentela nel un rasgo extravagante o pintoresco, pero, al
Rinascimento”, Quaderni storici, 86: menos en el relato de Ibarguren, esto no era
Costruire la parentela, agosto de 1994. motivo de mayor preocupación.
32
25
J. Hernández Franco, “Consideraciones Véase el capítulo XV de sus memorias,
y propuestas sobre linaje y parentesco”, en J. titulado “Mi matrimonio. La familia de
Casey y J. Hernández Franco, Familia, paren- Aguirre. Documentos históricos que descu-
tesco y linaje… brí”. Inicia el relato con la fecha de su casa-
26
Véase J. Casey, Historia de la familia. miento con María Eugenia Aguirre, “quien me
También puede verse O. Raggio, “La parente- acompaña desde hace medio siglo y ha forma-
la come costruzione sociale e política. Esempi do el hogar que es el centro y el calor de nues-
dalla Repubblica di Genova (secoli XVI al tra vida, y la de nuestros ocho hijos y veintiún
XVIII)”, en J. Casey y J. Hernández Franco, nietos”. Lacónica referencia para introducir al
Familia, parentesco y linaje… lector en lo que verdaderamente le interesaba
27
rescatar, la descripción de la familia Aguirre.
Es interesante señalar cómo esta línea
Una familia de la que destacaba su estirpe
de ascendencia era usada por Ibarguren para
tradicional, el hondo arraigo y el protagonis-
legitimarse en los dos planos que más le inte-
mo político y cultural de sus integrantes mas-
resan: la política y el universo cultural.
culinos en la sociedad porteña, ámbito en el
28
Al respecto puede verse que, por ejem- que Ibarguren debía construirse su propia
plo, en 1728 en el casamiento de Teresa legitimidad.
Ibarguren con don Juan de Indartea y Larrea
33
fueron padrinos el general Domingo de Véase W. Mills, La elite del poder,
Isasmendi y su esposa doña María Magdalena México, Fondo de Cultura Económica, 1957.
Diez Gómez. En 1837 don Nicolás Severo de 34
No sólo fueron hombres de la elite los
Isasmendi y Jacoba Gorostiaga de Isasmendi intelectuales con los cuales trazaba vínculos
ejercieron ese rol en el casamiento de de parentesco sanguíneo o simbólico sino que
Antonino Ibarguren e Isabel Torán. Por su no calificaba como culto a ningún hombre que
parte, Hilario Carol y Micaela Gorostiaga son no perteneciera a su clase social.
padrinos de bautismo de José María
35
Ibarguren, en tanto que Felipe Aramburu y su O. Raggio, “La parentela come costru-
esposa Irene de la Quintana son los padrinos zione…”.
de Belisaria Ibarguren en su boda con José 36
C. Ibarguren, En la penumbra de la his-
Díaz. toria argentina, Buenos Aires, La Facultad,
29
Véase I. Atienza Hernández, “La cons- 1932.
trucción de lo real…”. 37
Sobre esta cuestión tan importante de la
30
En este sentido, cada personaje mencio- sociedad occidental puede verse G. Rosolato,
nado por Ibarguren a lo largo de las memorias “El sacrificio, mito central de la civilización
irá acompañado de su respectivo resumen de occidental”, Actualidad Psicológica, 322, agos-
atributos físicos y simbólicos, elegancia, ges- to de 2004.

Archivo
) 106 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 107 (
Un grupo caído en desgracia:
los españoles europeos de Buenos Aires
durante la Revolución de Mayo
Mariana Alicia Pérez*

S
egún el censo de habitantes de cional en la “búsqueda de mejor fortuna”.
1810, en ese año vivían en la ciu- Pero, a pesar del fuerte dinamismo de la
dad de Buenos Aires 2.290 sociedad rioplatense tardocolonial, el
españoles europeos, casi todos hombres marcado éxito económico y social estaba
(apenas 123 eran mujeres).1 De éstos, reservado a unos pocos. Casi todos ellos
una minoría –pero visible– pertenecía a se mantenían entre los sectores medios o
la elite porteña en la que predominaban. bajos de la ciudad de Buenos Aires: eran
Gran parte de los puestos en la burocra- soldados, artesanos, marineros, tenían
cia (en especial los cargos más altos) y el un modesto puesto en la burocracia y
comercio interatlántico les estaban –con mucha frecuencia– se dedicaban al
reservados casi con exclusividad. comercio en pequeña escala o atendían o
Sin embargo, la mayoría de los espa- poseían una pulpería.2
ñoles europeos que vivían en Buenos Empero, unos y otros compartieron
Aires en el momento de la revolución no un destino común: a partir de 1810 fue-
corrían esa suerte. Habían llegado al Río ron identificados como los enemigos de la
de la Plata hacia fines del siglo XVIII causa revolucionaria por la gran mayoría
atraídos por la pujanza económica de la de los porteños y, en tanto tales, sufrieron
región pero, como inmigrantes sin recur- la persecución de los distintos gobiernos
sos económicos y casi nunca ligados a revolucionarios y la hostilidad de los
miembros de la elite local ni peninsular, habitantes de Buenos Aires, especial-
el esperado ascenso social y económico mente de parte de quienes pertenecían a
les estaba vedado. Para emigrar, habían las clases populares de la ciudad.
desplegado estrategias particulares que Diversas investigaciones sobre la
les permitieron evitar pagar el costosísi- década de 1810 han señalado la animo-
mo pasaje y eludir las reglamentaciones sidad que el gobierno revolucionario y
que restringían la emigración a América: las clases populares porteñas desplega-
habían arribado como marineros, solda- ron hacia los inmigrantes españoles
dos, criados de algún personaje impor- –tanto hacia los pertenecientes a la elite
tante o, simplemente, como polizones, y local como hacia los que integraban los
los primeros años de estancia en el Río sectores medios y bajos de la ciudad–,
de la Plata habían estado signados por aunque estas cuestiones han sido, en
una fuerte movilidad geográfica y ocupa- general, estudiadas someramente. En

* Universidad Nacional de General Sarmiento.

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- Nº 35, comienzos de 2009: 109-127
su conocido libro Revolución y guerra ción hemos encontrado nueve expedien- Paraguay del poder porteño ni el avance bros de la elite, el vínculo que ambas
Tulio Halperín Donghi dedica varias tes iniciados por el Tribunal en 1811.9 realista sobre el Alto Perú. En el Río de mantenían con el pueblo bajo de Buenos
páginas al tema, especialmente a la Todos los expedientes tienen en común la Plata, los revolucionarios debieron Aires era diferente. Los morenistas
cambiante política que la elite porteña que sus protagonistas pertenecían al hacer frente a la amenaza de los realis- defendían ideas más radicales: la inde-
mantenía con relación a los peninsula- mundo popular de la ciudad de Buenos tas que desde Montevideo declararon la pendencia y la república estaban entre
res residentes en Buenos Aires.3 En una Aires y su análisis nos permite ver con guerra a Buenos Aires a principios de ese sus proyectos, pero jamás procuraron en
reciente tesis doctoral sobre la partici- cierto detalle aspectos de las vidas tanto año. Todos estos acontecimientos demos- la práctica el apoyo de sectores subalter-
pación política de la plebe porteña en el de los denunciantes como de los denun- traban al pueblo de Buenos Aires la fra- nos. Los saavedristas –más moderados
ciclo revolucionario, su autor ha indaga- ciados que, de no ser por el celo de los gilidad del poder revolucionario e insta- en sus ambiciones políticas– tampoco
do sobre el sentimiento antiespañol de integrantes del Tribunal por verificar la laban la certidumbre de que la guerra se buscaban la movilización popular, pero
la plebe de Buenos Aires en diferentes veracidad de las denuncias, se nos esca- extendería por largo rato. “estaban más enraizados en la estructu-
coyunturas políticas.4 Otros estudios parían. Esta situación se conjugó con la agu- ra de poder existente”.14 Contaban con el
más específicos han investigado sobre la En la primera parte, relataremos dización de las tensiones políticas dentro apoyo de casi todos los jefes milicianos y
suerte de los comerciantes mayoristas brevemente la asonada del 5 y 6 de abril de la elite revolucionaria, las que al de la mayoría de los alcaldes de barrio.
frente a las medidas discriminatorias de 1811, la que provocó la creación del comenzar 1811 se hicieron particular- Estos últimos fueron una pieza funda-
tomadas por el gobierno revolucionario5 Tribunal de Seguridad Pública. Luego mente intensas. El enfrentamiento entre mental en la movilización popular en
y sobre los pedidos de “cartas de ciuda- nos adentraremos en el análisis de los saavedristas y morenistas (que en su ori- abril: en tanto que representantes del
danía” por parte de los peninsulares a procesos llevados a cabo por el Tribunal gen eran respectivamente moderados y Cabildo en los barrios, se relacionaban
los distintos gobiernos que se sucedie- contra los españoles europeos. Por últi- radicales) llegó a un punto cúlmine en directamente con los habitantes comu-
ron durante la década de 1810.6 Más mo, en el tercer apartado, analizaremos los primeros días de abril cuando, gra- nes y su función de policía y justicia les
recientemente, un libro extenso y de por qué entre las clases populares de cias a una movilización conjunta de tro- daba un gran poder sobre ellos.
carácter general describe los efectos de Buenos Aires habitaba un sentimiento pas y de hombres de la plebe de Buenos Pero la influencia de los alcaldes de
las políticas revolucionarias sobre “los antiespañol generalizado. Para ello vere- Aires, el grupo morenista fue derrotado barrio no alcanza para explicar el éxito
vencidos” en toda la América hispánica mos cuál era el lugar que los peninsula- en la contienda.11 de la convocatoria. Éste se debe, además,
y hace especial hincapié en el caso rio- res ocupaban en la sociedad rioplatense En la madrugada del 6 de abril unos a que apelaron a un argumento atractivo
platense.7 Sin embargo, dada la comple- y cómo eran percibidos por el resto de los centenares de hombres “de poncho y chi- entre los pobres urbanos, que figura en
jidad del tema, muchos aspectos son integrantes de las clases populares ripá” provenientes de los cuarteles peri- el primero de los dieciocho puntos que
aún poco conocidos para la historiogra- durante las últimas décadas de domina- féricos de la ciudad12 se presentaron en contenía el petitorio presentado al
fía, sobre todo aquellos referidos a la ción colonial. la Plaza de la Victoria exigiendo la reu- Cabildo: “Convencido el pueblo de
hostilidad popular sostenida contra los nión del Cabildo con un “discreto pero Buenos Aires de que las medidas adopta-
inmigrantes peninsulares que integra- fundamental” soporte de las tropas de das hasta el día para la reconciliación de
ban los sectores medios y bajos de la El 5 y el 6 de abril de 1811: los regimientos urbanos.13 Rápidamente los españoles europeos con los america-
sociedad porteña y a las políticas repre- “Que se destierren todos los el Cabildo convocó a la Junta y ésta reci- nos, son a más de ineficaces, perjudicia-
sivas de los gobiernos revolucionarios chapetones sospechosos”10 bió un petitorio redactado por el abogado les a la gran causa y sistema de gobier-
sobre ellos. Joaquín Campana que fue firmado por no, que se sigue y debe abrazarse en lo
A partir del análisis de los procesos En 1811 la revolución encontró los pri- los asistentes en la plaza. Poco más venidero; es su voluntad, que se expulsen
iniciados por el Tribunal de Seguridad meros límites serios a su expansión. Si tarde, el gobierno anunció su total apro- de Buenos Aires a todos los europeos de
Pública contra españoles europeos en bien la Primera Junta había obtenido la bación y la multitud se dispersó. cualquier clase o condición”.15
1811, en este trabajo nos proponemos adhesión de la mayoría de la población Las jornadas del 5 y 6 de abril de El hecho de que esta exigencia figura-
indagar sobre la conflictividad existente porteña y de los Cabildos del interior, 1811 tienen su particularidad en que, se en el primer punto del petitorio no
entre los porteños y peninsulares perte- otros espacios del ex virreinato le oponían por primera vez, la elite porteña recurrió obedecía a un capricho en la enumera-
necientes a las clases populares8 de una férrea resistencia armada. Durante a sectores de la plebe para dirimir sus ción de los reclamos. Si bien fue utiliza-
Buenos Aires durante el proceso revolu- 1811 los ejércitos revolucionarios no disputas. Si bien las dos facciones en da para atacar al grupo morenista (que
cionario de Mayo. En nuestra investiga- pudieron evitar la independencia de pugna estaban compuestas por miem- en ese momento se oponía a la expulsión

Archivo
) 110 ( Histórico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar
) 111 (
de los peninsulares solteros), sabemos sos de ser “contrarios al sistema del día”. solteros (si bien ninguna de estas dispo- nos indica que, muy posiblemente, los
que la elite en su conjunto era reticente a A estas denuncias nos dedicaremos en el siciones se llevó efectivamente a cabo). denunciantes conociesen su existencia y
tomar medidas contra españoles europe- próximo apartado. El Tribunal de Seguridad Pública sus objetivos, hecho que no debe extra-
os con los que tenían afinidades sociales e entró en funciones el 8 de abril de 1811. ñar en un contexto de alta politización
incluso familiares. Según Halperín Su objetivo era intensificar el control como lo era el de la ciudad de Buenos
Donghi, en la lucha facciosa que caracte- Los procesos frente al sobre la población en pos de eliminar Aires. En ese sentido, podemos dividir en
rizó toda la década revolucionaria, cada tribunal de seguridad pública cualquier tipo de disidencia con el régi- tres grupos los tipos de acusaciones con-
grupo radicalizaba sus posiciones con el men, especialmente sobre la facción tra los españoles europeos: contra quie-
fin de derrotar al contrario.16 En este Desde los primeros momentos poste- morenista que periódicamente se reunía nes se “burlan de la patria y la revolu-
caso, los saavedristas hicieron suya la riores a las jornadas de Mayo de 1810, en el Café de Marco.21 Su intervención en ción” profiriendo improperios contra los
causa contra los españoles para enfrentar las autoridades procuraron evitar la casos que involucraban a peninsulares símbolos de la revolución y demostrando
a los morenistas, pero sólo el atractivo manifestación de cualquier disidencia como acusados de atentar contra la revo- descontento frente a las victorias del
que ofrecía a los sectores bajos porteños que pusiese a la revolución en peligro o lución se limitó sólo al año de 1811, pues- ejército patrio; contra los que “difunden
justificaba la inclusión de ese reclamo en amenazase con romper la cohesión del to que posteriormente el gobierno decidió especies contrarias a la revolución” para
primer término.17 Evidentemente, la grupo revolucionario. Como consecuen- que fuese el Cabildo el encargado de per- “indisponer los ánimos” del pueblo porte-
expulsión de los españoles europeos era cia, a mediados de 1810 la Primera seguir a los españoles disidentes.22 ño relatando victorias del ejército realis-
una exigencia popular. En tal sentido, Junta inauguró una serie de disposicio- El Tribunal era una continuación de ta o afirmando la llegada de inminentes
es significativo que ni Juan Manuel nes tendientes a incrementar el control la Comisión de Seguridad Pública creada calamidades para la causa revoluciona-
Beruti ni Ignacio Núñez nombren del gobierno sobre la población porteña. por la Junta de Gobierno en enero de ria, y, por último, contra quienes reali-
siquiera el tema de la expulsión en sus Los alcaldes de barrio fueron minuciosa- 1811, a la que luego de la asonada de zan “juntas de españoles europeos” con
relatos de los acontecimientos: sin duda, mente instruidos para “evitar que se for- abril se le sumaron funciones judiciales. fines sospechosos.
temas más urgentes enfrentaban a los men corrillos sospechosos” o se “siem- El Tribunal tenía la facultad de juzgar y Pero no sólo hallamos una cierta
bandos en disputa y el destierro de los bren especies capaces de fomentar la castigar a quienes atentasen contra la homogeneidad en los contenidos de los
peninsulares, a pesar del reclamo popu- división o desconfianzas del gobierno”.20 “seguridad pública” y su accionar depen- procesos; sus protagonistas también se
lar, no se llevaría a cabo sino hasta el Con este fin se establecieron restriccio- día enteramente de la Junta. Ésta era la repiten: todos pertenecen a las clases
año siguiente luego de la conspiración nes a los desplazamientos de los habi- que elegía a sus miembros y la encarga- populares de la ciudad de Buenos Aires.
de Álzaga.18 tantes de la ciudad, para lo cual se exi- da de ratificar o rectificar las resolucio- De esta forma, quien se interna en la lec-
Asimismo, una vez acordadas las die- gió que cada vecino que se mudara de un nes de aquél.23 tura de los expedientes iniciados por el
ciocho peticiones, se agregaron siete más barrio a otro diera parte al alcalde El objetivo específico del Tribunal lo Tribunal de Seguridad Pública se
en un nuevo petitorio. Entre ellas figura- correspondiente. En julio se dispuso la podemos leer en el primer artículo que encuentra, sin duda, frente a un ambien-
ba la exigencia de la creación de un confiscación de bienes de quienes aban- informaba la creación de la Comisión de te netamente popular.
Tribunal de Seguridad Pública, que donasen la ciudad sin licencia y duras Seguridad Pública en enero de 1811: Si nos guiamos por las ocupaciones
debía perseguir y juzgar a todos aquellos penas para aquellos que ocultasen “Tendrá como único objeto esta comisión de denunciantes y denunciados, vemos
que atentasen contra “la seguridad” del armas a las autoridades. El antiguo velar incesantemente; indagar y pesqui- que pertenecían a las clases populares de
régimen.19 poder político colonial fue rápidamente sar la conducta de los que formasen con- la ciudad. Entre los primeros hallamos
Las jornadas de abril de 1811, por un desmantelado: en junio el virrey fue gregaciones nocturnas o secretas, sem- un carpintero, dos soldados patricios, dos
lado, dieron lugar a la primera manifes- deportado junto a los oidores de la brasen ideas subversivas de la opinión negros esclavos, una parda y cuatro veci-
tación explícita y organizada del senti- Audiencia, en octubre fueron destituidos general; sobre la conducta y legitimidad nos (tres hombres y una mujer) de los
miento antipeninsular que existía entre todos los miembros del Cabildo. Las del actual gobierno; o dijesen a los oficia- que no tenemos datos de sus ocupacio-
las clases populares. Por otro, a partir de medidas contra los españoles europeos les, soldados y ciudadanos de cualquier nes; pero dos no saben firmar y sólo la
ese momento hombres y mujeres de las comenzaron en diciembre cuando se los clase”.24 mujer antepone el doña a su nombre;
clases populares comenzaron a denun- excluyó de los cargos públicos a dispen- La notoria adecuación de las supues- indicios todos que los sindican entre los
ciar frente al Tribunal de Seguridad sarse en el futuro y en marzo se decretó tas acciones de los sospechosos al tipo de porteños pobres.25 Los acusados –todos
Pública a españoles europeos sospecho- el destierro de todos los peninsulares conducta que debe perseguir el Tribunal españoles europeos– son dos pulperos,

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dos mozos de “almacén de caldos”, un individuos que estaban jugando a los andaluz) y don Juan Ramos fueron libe- nas”,31 las que relataron con detalle
hortelano, un “piloto de barcos”, un “cor- naipes”.27 José Fernández, por su parte, rados porque –además de ser el primero cómo se burlaban públicamente de los
delero y constructor de velas de barcos”, oyó una conversación sospechosa del “un anciano ridículo” y el segundo “sobre festejos de la ciudad con motivo del ani-
un comerciante y, por último, un catalán catalán Joseph Tejedor con otros “dos ser Americano es uno de los que concu- versario de la revolución y de los inte-
que tenía “cordonería y almacén de Europeos que no conoció” cuando pasaba rrió con su voto a la instalación del pre- grantes del Regimiento de Patricios.
lonas”. Si bien en los expedientes encon- por la esquina de una tienda de lonas, sente Gobierno en el congreso del 25 de En una sociedad donde la reputación
tramos cinco americanos procesados, lo propiedad de otro catalán.28 Mayo”– sus denunciantes no eran, a los –o el honor– era indispensable para
son por acompañar pasivamente, feste- En los procesos ningún papel escrito ojos del Tribunal, dignos de ser creídos: quien desease mantenerse en el nivel de
jando los dichos y las actitudes del prin- forma parte de la evidencia. En un “El delito porque son ambos procesados sus conciudadanos, lo que el vecindario
cipal acusado, siempre español europeo. mundo donde sólo una minoría sabía leer se fija en las declaraciones de la parda opinaba de los involucrados en el proce-
Acorde a las ocupaciones de los prota- y escribir (al menos con solvencia), la Micaela Rojas y el moreno Domingo so era lo que definía la suerte de los acu-
gonistas, los lugares donde transcurrían oralidad dominaba las comunicaciones Navas, su conchabado; pero [se] observa sados, en gran medida. Fue el barrio
las historias eran espacios en los que se entre los individuos. Y, como vimos, que no se puede formar por ella un con- también el que intervino en la suerte del
vivía una sociabilidad típicamente popu- todas las acusaciones están basadas en cepto acabado aunque se adelanten los pulpero Buceta, pues hacía años que era
lar: la calle, la pulpería y el lugar de tra- palabras oídas por los denunciantes. trámites; la Micaela fue la denunciante y conocido por el vecindario y pudo pre-
bajo (que en varias ocasiones era, ade- Éstas, dichas en un descuido o confiando por lo mismo no es buen testigo de su sentar varios testigos –e incluso al alcal-
más, la “casa” de alguno de los en la reserva del /los interlocutor/es, denuncia; lo mismo que su doméstico son de de barrio– para que declarasen a
participantes) eran los ámbitos privile- eran dirigidas a amigos o vecinos en pobres y viles […] uno y otro no merecen favor de su inocencia. Ninguno había
giados para la palabra sospechosa y para momentos ordinarios de la vida diaria: aprecio por otros principios”.29 presenciado las acciones por las cuales
la conversación constante entre vecinos tomando mate, cenando con amigos, con- Los prejuicios de la sociedad colonial estaba encarcelado el pulpero, pero
que es la que hace correr el rumor –que versando en la puerta de su casa, despa- están presentes en este párrafo. Si bien todos daban fe de su buen comporta-
finalmente llegará a oídos de las autori- chando en una tienda o “casualmente de había otros motivos para decretar la miento. Frente a los dichos del vecinda-
dades cuando alguien se adviene a hacer visita” “para comentar los temas del libertad de los acusados (lo inverosímil de rio, la veracidad de las palabras del acu-
una denuncia formal–. Es así como día”. Aparentemente, hacia 1811 –y lo denunciado, por ejemplo),30 lo decisivo sador (“correntino” y “analfabeto”)
Jaime Salas, dedicado a la marinería, de luego de varios años de intensa vida polí- fue que la denunciante y el testigo perte- quedó teñida de sospecha. Finalmente,
visita en el taller del maestro zapatero tica en Buenos Aires– la política había necían a las castas. Sus dichos valían el Tribunal desechó los cargos por falta
Alois –“en conversaciones”– emitió cier- entrado en la vida cotidiana de los habi- menos que lo afirmado por una tercera de pruebas.32
tas opiniones políticas frente “al maes- tantes porteños. Muchos opinaban y testigo, “la cordobesa María Rosa”, favo- Frente al ímpetu de las acusaciones,
tro, su criado Tomás, el pardo Fermín, otros aprovechaban las disposiciones del rable a Chacón y Ramos, dueña de la los funcionarios judiciales parecen poco
esclavo del Doctor Escarranea, un apren- gobierno para hacer pasar un mal rato a casa donde habitaban y presumiblemen- dispuestos a dejarse llevar por los arre-
diz, Mariano Serrano [esclavo de Don un vecino desagradable, para brindar un te española (americana). batos de la política (o de los resentimien-
José Riera] y dos negros bozales que a la servicio a la patria o ambas cosas a la Por el contrario, el Tribunal procedió tos personales). En los procesos se
sazón se hallaban trabajando en la dicha vez. a la detención de Joseph Tejedor (aunque observa un cuidado estricto de las for-
zapatería”, las que le valdrían una Sin embargo, no todas las palabras más tarde fue dejado en libertad) porque mas y la búsqueda de equidad. Es así
denuncia por “contrario al sistema” por tenían el mismo valor para el Tribunal. la información de las actividades sospe- como, de los nueve que analizamos en
parte del esclavo del maestro zapatero, Para llegar a una resolución era funda- chosas de éste llegó por “conducto de una este trabajo, en cuatro se resolvió dejar
también presente.26 mental tener en claro quiénes eran los persona de respeto” (lamentablemente, a los reos en libertad; lamentablemente,
Un cabo de patricios oyó expresiones que habían hablado. El comportamiento no se aclara en el expediente quién fue los restantes están inconclusos.
contra el gobierno por parte del pulpero cotidiano de los denunciantes y los acu- esa persona). Pero acaso esta benevolencia hacia
Buceta en una noche de abril cuando se sados y, más aún –en una sociedad con Por el mismo motivo, fueron deteni- los acusados no se deba solamente a un
hallaba en la pulpería de este último fuertes rasgos estamentales–, la calidad dos el catalán Joseph Casanovas (“de apego a las formas judiciales. Sabemos
“acompañado de Lorenzo el Correntino eran fundamentales para dar crédito a oficio cordelero” y “contrario al sistema que el gobierno revolucionario fue muy
con quien a la sazón estaba conversan- las palabras de cada uno. del día”), su mujer y su hija: fueron ambivalente en su trato hacia los penin-
do”, a la que asistían además “otros más Es así como José Chacón (hortelano y varias testigos, todas “doñas” y “veci- sulares. Durante los primeros tiempos,

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) 115 (
la Junta fue reticente a llevar a cabo haber dicho que “se cagaba en la junta de tilidad que hacia ellos desplegaba buena señalamos, la mayoría de los inmigran-
medidas duras contra los españoles Buenos Aires”, estaba molesto con el pul- parte del pueblo de Buenos Aires –que tes españoles durante la colonia se man-
nacidos en España. Cuando lo hizo pero “por haberle cobrado 22 reales que ahora encontraba un espacio más propi- tuvieron muy lejos de los círculos más
(como en diciembre de 1810, cuando le debía”.35 cio para manifestarse– debe haber sido importantes de la burocracia o de la elite
decretó la prohibición de que los españo- El acto de denunciar era también una de suma importancia. Ya el 26 de mayo mercantil porteña. Empero, en ciertos
les europeos ocupasen las vacantes en la acción política. Por un lado, la causa de 1810 un bando del Cabildo mandaba a aspectos se diferenciaban del resto de las
administración estatal o como en marzo revolucionaria era percibida como propia castigar a quien “concurra a la división clases populares de Buenos Aires.
siguiente cuando –por la creciente ame- por todo el pueblo de Buenos Aires; entre españoles europeos y españoles Para empezar, según el análisis de la
naza realista– resolvió desterrar a todos denunciando se demostraba la fidelidad americanos”,38 en obvia alusión a las estructura poblacional de Buenos Aires
los peninsulares solteros) recibió gran a la Patria y se servía a la revolución. agresiones que sufrían los primeros. realizado por César García Belsunce y
resistencia por parte de la elite de Por otro, la voluntad de denunciar nos Por otro lado, la revolución inauguró equipo, en 1810 habitaban en la ciudad
Buenos Aires, por lo que la Junta (cons- indica confianza en el gobierno y la pre- una etapa de penuria económica, en 14.663 hombres, de los cuales apenas
tituida por hombres que formaban parte sunción de que éste sería equitativo. En especial para los que se dedicaban al 2.167 eran españoles europeos. Si bien
de esa elite) debió dejar de lado las este sentido, aunque seguramente con el comercio de larga distancia, rubro domi- apenas representaban el 7% de la pobla-
medidas. Redes familiares y negocios ánimo de endulzar los oídos del Tribunal, nado por hombres de origen español ción, en ciertas actividades los españoles
unían a españoles americanos y a espa- los dichos de Manuel Vega son muy sig- europeo. La ruina del comercio no sólo europeos predominaban en forma abso-
ñoles europeos y eran pocas las familias nificativos. Oyó decir a otro paisano que afectaba a los grandes comerciantes sino luta.
importantes de Buenos Aires que no “jamás se había visto esta tierra más a una multitud de modestos clientes, En primer lugar, los peninsulares no
contaban con ningún peninsular entre bien gobernada que ahora, pues no valía habilitados y dependientes quienes –a sólo dominaban el comercio mayorista
sus miembros Por esta razón, pocos dinero ni empeños, que lo mismo pagaba partir de lazos de paisanaje– tenían vin- sino también el minorista, por lo cual
adherían a una política de abierta hosti- el delito el rico que el pobre”.36 culaciones comerciales con ellos. fueron identificados esencialmente como
lidad frente a los peninsulares y mante- Por último, denunciar fue una acción La actitud hostil que ellos mantenían comerciantes por los habitantes de
nían hacia ellos una actitud ambivalen- casi estrictamente popular (ya hemos hacia la revolución debe haber sido una Buenos Aires. Según podemos apreciar
te y hasta complaciente, que visto que la totalidad de los acusadores causa importante en la afluencia de un de las cifras del censo de 1810, los espa-
contrastaba con la de rechazo y hostili- pertenecían a las clases populares porte- fuerte sentimiento antiespañol. Sin ñoles europeos constituían el 65% de los
dad sostenida por gran parte de los por- ñas). ¿Por qué? embargo, esta evidencia no es suficiente pulperos, el 52% de los almaceneros y el
teños pobres.33 Uno de los motivos puede haber sido para justificarlo. Para arribar a una 64% de los tenderos.40
la abierta oposición que desde el comien- mejor explicación, debemos prestar aten- Mientras que los primeros, en tanto
zo de la revolución gran parte de los ción a un aspecto clave: la percepción integrantes de los grupos sociales más
Las causas de una antipatía españoles europeos mostró al nuevo régi- que los pobres de Buenos Aires tenían de poderosos, mantenían una relación dis-
men. Esta hostilidad no se suscribía los españoles europeos. tante con las clases populares, tende-
Sin duda, la enemistad personal for- solamente a los “mandones” (miembros Es significativo que, junto a “sarrace- ros, pulperos, almaceneros y mercachi-
maba parte de las motivaciones para de la alta burocracia) prontamente nos”, los peninsulares eran identificados fles sostenían una relación directa y
realizar una denuncia. Es así como expulsados de sus cargos y enviados a con el mote de “godos”. Según el cotidiana con los porteños pobres.
–según observó Miguel de Villegas, ase- España, sino que –como lo señalaba Diccionario de la Real Academia Especialmente, la figura del pulpero
sor del Tribunal– la parda Micaela Rojas extrañado un corresponsal de La Gaceta Española de 1803, “godo” significaba ocupaba un lugar de referencia en el
mantenía una abierta antipatía hacia los (devenida en órgano de propaganda del “rico o principal”. Ésta parece haber sido vecindario. Su negocio era el lugar de
hombres que ella había acusado puesto gobierno)–, “lo singular es que el comer- la imagen que predominaba de ellos. reunión de los parroquianos, en el que
que “ha privadamente manifestado ciante, el artesano, el jornalero, desplie- Los peninsulares dominaban la alta se adquirían alimentos, bebidas y
mucho empeño en el castigo de los acusa- guen un odio implacable contra la causa burocracia (los miembros de la Audiencia, muchos de los utensilios necesarios
dos; sin querer sin embargo se diera a de la patria”.37 por ejemplo, siempre fueron españoles para la vida diaria. También era el que
estos su nombre”.34 Son múltiples las razones por las que europeos) y el comercio de ultramar, la daba crédito a quienes estaban en apu-
Por su parte, el correntino Lorenzo los españoles se oponían al régimen revo- actividad económica más pujante y pres- ros económicos. Asimismo, se interesa-
Torres, quien acusó al pulpero Buceta de lucionario. Por un lado, sin duda, la hos- tigiosa durante la colonia.39 Pero, como ba en cobrar sus deudas y no dudaba en

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dejar de fiar mercadería a aquellos que El lugar de prestamistas y acreedo- La imagen negativa de los pulperos y tes de las clases populares porteñas por
no le pagaban lo adeudado.41 La discu- res que tenían estos pequeños comer- almaceneros como “codiciosos comercian- su particular lugar en la estructura ocu-
sión que el zapatero Carlos Vilchez y el ciantes al menudeo creaba mucho resen- tes al menudeo y poco generosos acreedo- pacional de la ciudad sino también por
almacenero Juan Almacener42 (catalán) timiento entre sus clientes. No es casual res”49 se asoció con la de los inmigrantes su nacimiento. La sociedad colonial era
sostuvieron en 1790 es muy ilustrativa. que el pulpero Buceta, días antes de ser españoles en general. En tal sentido, en fuertemente jerárquica y se ordenaba en
El zapatero declaró que “el domingo acusado “por contrario al sistema del un sainete gauchesco anónimo de 1818, torno al principio hispanocéntrico según
catorce de este mes a la noche fue al día”, había cobrado una deuda al cabo de titulado La acción de Maipú, escrito para el cual cuanto más español fuera uno, en
almacén de vino de un Catalán llamado Patricios que lo denunció por hablar mal resaltar el desempeño del ejército de José cualquier sentido, más alta sería su posi-
Juan cuyo apellido ignora [...] a pagarle del gobierno. de San Martín, el personaje que represen- ción social. Los hombres nacidos en
un real que le había fiado, en ajíes Asimismo, las pulperías eran habili- ta al español es un “gallego” que tiene España tenían la ventaja de poder acre-
encurtidos y sardinas dejándole en tadas por el Cabildo siempre y cuando una pulpería. En la obra éste se muestra ditar su “limpieza de sangre”, privilegio
prenda una horma de zapatos, y habién- los pulperos lograran mantener sus loca- poco generoso con sus clientes (se niega a al que pocos de los españoles nacidos en
doselo pagado la volvió a dejar empeña- les en orden. Así, los pulperos eran los vender después de hora) y molesto por el América podían acceder, en especial, los
da en otro real que le compró de vino y encargados de evitar los juegos prohibi- triunfo del ejército patriota. “¡La perra pobres.
diciéndole por último al dicho catalán dos, las riñas y las discusiones, y solían digo en el hombre / Gallego había de ser! Esta situación otorgaba a los penin-
que le fiase un cuartillo más de sardi- echar de sus locales a los parroquianos / No quiso abrirme la puerta / Ya no me sulares, aun a aquellos que no tenían
nas y ajíes, no se lo quiso dar”.43 que habían bebido demasiado. De esta quería vender / Le dije la noticia / Y quedó riquezas, un lugar preferencial en el
El catalán y el zapatero comenzaron forma, se los identificaba con los intere- tan asustado / Que mire, por una cuarta / mercado matrimonial. Así lo hacía notar
entonces a discutir, por lo que el primero ses de las autoridades porteñas, las que Quasi el chifle me ha llenado”.50 un funcionario colonial en la década de
le sacó el sombrero al segundo y luego le procuraban censurar este tipo de facetas Los inmigrantes españoles también 1770: “A cualquier chácara que llegue [el
pegó con un palo. Según un sargento de la sociabilidad popular.47 eran numerosos entre los artesanos de la inmigrante] le obsequian con cariño
(que también tenía los bienes embarga- En suma, la figura del pulpero –fuer- Buenos Aires tardocolonial, aunque franqueándole con liberalidad cuanto
dos), el zapatero huyendo de los golpes temente asociada los peninsulares– ocu- constituían una minoría entre la pobla- tienen en sus casas [...] dándose el
salió a la calle y allí “volvió a insultar al paba un lugar central y sensible en la ción artesana y eran ampliamente supe- Chacarero dichoso de tenerlo en su com-
Catalán con palabras sucias y diciéndole vida cotidiana de los porteños pobres, lo rados por los nacidos en el Río de la pañía, y con particularidad las mujeres
que mejor se fuese a España a hacer vida que debe haber ayudado mucho a la cons- Plata.51 La gran mayoría de ellos eran que le tienen singular afición”.53
con su mujer”.44 trucción de un sentimiento de rencor con- maestros debido a que las relaciones de Los peninsulares pobres eran mejor
Un año antes una trifulca similar se tra los españoles. Y este sentimiento paisanaje con las que contaban les per- vistos como candidatos para el matrimo-
había dado entre el pulpero gallego don podía ser explotado políticamente por mitían acceder al crédito suficiente para nio que sus pares americanos, puesto
Juan Carnero, Ignacio López –su depen- parte de los que estaban a favor de la poner un taller. Este rasgo los diferencia- que aseguraban a las mujeres pobres
diente–, un mulato zapatero llamado separación con la metrópoli. En una ba de sus pares americanos, entre los pero “decentes” una descendencia libre
Joseph Vega y un carpintero amigo de “Proclama sediciosa de Buenos Aires” de que predominaban los oficiales y apren- de sospechas de mestizaje y permitían a
este último.45 Cuando el zapatero se diri- 1809 (aludiendo al golpe intentado por el dices quienes, seguramente, aspiraban a las indias, mestizas o mujeres con ante-
gió a la pulpería de Carnero a empeñar en Cabildo el 1 de enero) podemos leer: ser maestros pero sus pobres recursos no pasados africanos ascender en la escala
6 reales dos pañuelos, “uno de seda encar- “Americanos: El día 1 de enero estuvimos se los permitían.52 No es difícil imaginar social a través del blanqueamiento de
nado y otro de hilo blanco”, el dependien- para ser sacrificados por el orgullo y la antipatía que generaría el hecho de sus personas y de sus hijos fruto del
te de la pulpería se negó aduciendo que ambición de cuatro infelices europeos que que un recién llegado, gracias a sus cone- matrimonio. Asimismo, su acentuada
no tenía dinero. El mulato, muy enojado, a nuestros ojos se han formado del polvo xiones con comerciantes ricos generadas tendencia a dedicarse al comercio los
le espetó que “el era más hombre de bien de la nada. Éstos hombres sin talentos y por lazos de paisanaje, se instalase como hacía apetecibles para el matrimonio
que cualquier español de mierda”46 e sin más principios que los que se adquie- maestro artesano cuando gran parte de puesto que ésta era una ocupación consi-
inmediatamente comenzaron los golpes. ren detrás de un mostrador en veinte o los nacidos en el Río de la Plata jamás derada “honorable” y con perspectivas de
Aunque no todas llegaban a los estrados treinta años de un continuo ejercicio de podría acceder a este puesto. enriquecimiento.54
judiciales, historias como éstas deben comprar y vender al menudo, se atrevie- Los inmigrantes españoles no sólo se Al respecto, los versos de un sainete
haber sido comunes en la ciudad. ron a querer darnos leyes....”.48 diferenciaban del resto de los integran- gauchesco escrito en 1780 son ilustrati-

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vos. En la historia, un “hombre de Justicia no era equitativa: un estudio ¿Cómo se veían a sí mismos y cómo plebeya” pero más incomprensible aún
España” pretende a Chepa, la humilde realizado sobre los procesos de homici- consideraban a los nativos del Río de la puesto que el alcalde sabía “de mi Patrio
hija de un “estanciero”, para el matrimo- dios llevados a cabo durante la etapa Plata los peninsulares pobres? La afir- suelo y bien que era yo un noble blan-
nio. La madre y la hija se encuentran virreinal en la ciudad de Buenos Aires mación del capitán Juan Francisco de co”.62
muy entusiastas con el posible enlace: demuestra que a más de la mitad de los Aguirre acerca de que “los españoles de No hemos encontrado otros testimo-
“Por fin es hombre de España [quien pre- blancos americanos condenados por Europa, cuando están en estas regiones nios similares; empero, expresiones
tende a Chepa] / trae cosas que vender / homicidio les fueron impuestas las penas todos saben que no son nada indulgentes como éstas tal vez no fueron muy infre-
de cintas y lencería / cierto a mí me ha accesorias, pero ningún español europeo en ridiculizarlas” es indicativa de que los cuentes entre inmigrantes que creían
parecido / hombre de buenas partidas. sufrió ese castigo.57 Probablemente esta peninsulares no solían ser muy benignos debían tener un mejor lugar en la ciudad
[...] Visarro a las maravillas / trae su diferencia se deba a que pocos españoles en sus opiniones.60 que habían elegido como un destino para
buena Guitarra / Sintas, pañuelos y americanos podían efectivamente probar Seguramente, gran parte de ellos se hacer fortuna. Tampoco creemos que
Evillas / Tiene su recao nuevo / con cabe- su “limpieza de sangre”, lo que permitía suponían diferentes y superiores a los muchos españoles hayan tenido parien-
zadas de plata / Mandil y Estribos de a los jueces dudar de su origen “español” americanos. Habían venido de Europa, tes importantes como los de Vaz, pero sí
bronce / que es lo que a Chepa le mata”.55 y castigarlos con penas establecidas para aspiraban al ascenso social y muchos se muchos contaban con la ayuda de las
Incluso las mujeres siguieron prefi- los indios, los negros y las personas de sentían incómodos compartiendo la relaciones de paisanaje para forjarse un
riendo a los españoles europeos aun luego las castas. misma vida modesta con la mayoría de mejor destino.
de la revolución. Unos versos anónimos Además, muchos peninsulares tení- los habitantes de la ciudad. Con “relaciones de paisanaje” nos
escritos en 1814, cuando los marinos an una relación preferencial con quienes Marcos Vaz, pulpero, en 1785 se referimos a una amplia gama de relacio-
peninsulares derrotados en Montevideo cumplían la función de policía en la ciu- enfrentó en una causa judicial contra el nes interpersonales que ligaba a los
fueron trasladados a Buenos Aires en dad de Buenos Aires. Esta función reca- alcalde de su barrio. En sus declaracio- “paisanos” a través del lugar común de
calidad de prisioneros, da cuenta de la ía fundamentalmente en el Cabildo y nes se puede observar qué opinión tenía nacimiento. Éstas iban desde las más
afición que las mujeres porteñas tenían sus auxiliares, los alcaldes. Pero tam- de sí mismo: “Mi proceder [ha sido] ajus- cercanas (entre primos o personas pro-
por ellos y de la irritación que esto provo- bién ejercía funciones policiales el perso- tado y bien opinada mi conducta univer- venientes del mismo pueblo) a las más
caba entre los americanos: “Apenas des- nal militar con asiento en la ciudad.58 La salmente; con el aditamento de mi limpio amplias (que ligaban a personas prove-
embarcaron / los prisioneros marinos / enorme mayoría de éstos era de origen nacimiento y entroncamiento con un nientes de una misma región). Este tipo
Con afectos los más finos / Ellas los cum- peninsular y es frecuente hallar en las religioso visible de utilidad al público y de relaciones fueron importantes para
plimentaron / [...] / No quieren Adanes fuentes judiciales referencias a los lazos empleado del lector y precepto en el Real los inmigrantes y brindaban mejores
criollos / Y los españoles pollos / de paisanaje que los unían con el resto Convictorio del Montserrat de Córdoba y oportunidades de inserción exitosa a
Aprovechan el prurito; / ¡Válgame Dios!, de los peninsulares que habitaban en también un no menor que Señor ministro quienes podían utilizarlas. Tener un
¿No hay banquito? / ¿No hay mariquitas? Buenos Aires.59 En la documentación se de la Real Audiencia de Charcas. Este es primo con tienda o pulpería podía equi-
¿No hay rollos?”.56 observa cómo los peninsulares que eran el señor Don Lorenzo Blanco Biberón, valer a la certeza de encontrar pronto
Asimismo, los peninsulares pobres víctimas de algún delito acudían a sus primo segundo mío; y aquel R.P. Fr. una ocupación para un recién llegado;
mantenían una relación preferencial con paisanos militares para que se investiga- Nicolás Vaz, hermano carnal y entero”.61 una carta enviada desde España dirigi-
los poderes estatales coloniales, especial- ra el hecho o se procediera a la detención Sin embargo, a pesar de sus ilustres da a algún paisano influyente podía
mente con la Justicia. Las leyes españo- de los sospechosos. En estos casos, segu- vinculaciones, él era un simple almace- devenir un pequeño puesto en la buro-
las discriminaban los castigos según la ramente, el celo de las partidas militares nero. No obstante, no perdió la oportuni- cracia o conseguir una “habilitación de
“calidad” de los acusados, lo que permi- en encontrar a los culpables era más dad de señalar que ese “ejercicio no oscu- mercancías” para comenzar una carrera
tía a los peninsulares condenados por intenso que cuando se trataba de ayudar rece mi natural nobleza y buen proceder” comercial. La imagen de que los españo-
algún delito grave eludir las penas acce- a otros damnificados. Todas estas cues- y se quejó del arbitrario comportamiento les formaban fuertes relaciones de pai-
sorias de azotes, tormentos y la vergüen- tiones no pasaban desapercibidas a los del alcalde de barrio (que lo había encar- sanaje, se protegían entre ellos y favore-
za pública. Estas penas eran considera- ojos del resto de los porteños pobres y celado por una discusión que había man- cían a sus compatriotas subyace en estos
das viles y humillantes, por lo que los contribuían a la creación de la imagen de tenido con su esposa), que consideraba versos anónimos aparecidos después de
“españoles” (americanos y europeos) los españoles europeos como identifica- absolutamente reprochable incluso si él la batalla de Ayacucho, que puso fin a la
estaban eximidos de ellas. Pero la dos con las autoridades locales. “hubiese sido de humilde clase y esfera presencia de los ejércitos realistas en

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América del Sur: “Un almacenero: Yo siete años, donde ha proporcionado los das formas, se observa especialmente en estatal y con los grupos económicamen-
vine de marinero / Y en el mismísimo medios de su subsistencia”.64 los procesos iniciados por el Tribunal de te poderosos del virreinato por el origen
día, / Un paisano a porfía / Me emboca Veinte años antes, María Susana Seguridad Pública durante 1811, dado común de nacimiento. Asimismo, com-
Moza y dinero: / A poco fui almacenero / Cremar dijo haberse casado con Antonio que éste fue un ámbito formal creado partían las tareas y los ámbitos de
A mis sobrinos llamé / Y á ninguno habi- Herrera (soldado, luego marinero y más para la persecución de personas “contra- sociabilidad con el resto de los integran-
lité / Que no fuese paisano / Pues a todo tarde trajinante) porque éste le había rias a la revolución” al que acudieron los tes de las clases populares, pero domi-
americano / con el corazón odié”.63 hecho creer que “era pariente de las per- porteños para denunciar a españoles naban las ocupaciones más prestigiosas,
Estos versos, que no sabemos si fue- sonas más condecoradas de este gobier- europeos. las que permitían los mejores ingresos y
ron escritos en el Río de la Plata pero sí no”.65 No podemos saber si efectivamente La animosidad de las clases popula- desde las cuales establecían relaciones
que circularon allí profusamente, refle- María Susana fue engañada por su mari- res porteñas hacia los peninsulares con- de subordinación con otros miembros de
jan una imagen estereotipada del inmi- do (de hecho Herrera no estaba vincula- trasta con la actitud conciliadora y con- las clases bajas rioplatenses. Tanto el
grante español construida (como todos do a ningún personaje importante) o si traria al enfrentamiento entre españoles lugar de nacimiento como el sitio que
los estereotipos) a través de la exagera- esta afirmación era una mentira para y americanos sostenida por la elite revo- ocupaban en la estructura socioocupa-
ción de uno o varios rasgos de la vida de justificar una elección matrimonial que lucionaria, que mantuvo durante los pri- cional les otorgaba indudables ventajas
los peninsulares de América. No todos había resultado desastrosa. Empero, meros meses posteriores a la revolución frente a los americanos de similar con-
los inmigrantes contaban con relaciones para nosotros es significativo que haya la esperanza de captar a los peninsula- dición socioeconómica en el mercado
de paisanaje que les permitiesen ese sido utilizada como un argumento vero- res no desafectos al nuevo sistema. La matrimonial. Todas estas característi-
éxito con los negocios; muchos jamás símil: posiblemente la idea de que los persistente oposición de un nutrido cas hacían de los peninsulares pobres
lograron salir de la pobreza con la que españoles europeos estaban vinculados número de españoles europeos a la causa un grupo diferenciado dentro de las cla-
habían llegado. con las “personas más condecoradas” revolucionaria, los peligros de la guerra ses populares rioplatenses, en torno al
Sin embargo, nos arriesgamos a afir- haya sido común. Idea estereotipada al y sobre todo la conspiración liderada por cual se fueron tejiendo resentimientos
mar que la gran mayoría se sentía sim- fin, pero constitutiva de la imagen con la Martín de Álzaga en 1812 obligaron al que explican, en gran medida, la parti-
bólicamente unida con sus paisanos de que ellos eran percibidos por la sociedad gobierno revolucionario a endurecer la cular animosidad manifestada hacia
cualquier condición, incluyendo a aque- porteña (y rioplatense). represión hacia los peninsulares, la que ellos por parte de las clases populares
llos que se encontraban en los mejores en el momento más álgido incluyó el fusi- porteñas una vez iniciada la revolución
lugares de la sociedad. La identificación lamiento de los cabecillas de la frustrada en 1810.
de los inmigrantes españoles pobres con Conclusiones revuelta. Sin embargo, en qué medida
los españoles “ricos y principales” de la las numerosas disposiciones emitidas
ciudad, creada a través de la invocación A partir de la Revolución de Mayo de por el gobierno contra los peninsulares Notas
a una misma patria de pertenencia, debe 1810, las tensiones que en la sociedad durante la década de 1810 (destierros, 1
El total de habitantes consignados en el
haber sido tanto una construcción de los tardocolonial enfrentaban a porteños y confiscaciones, prohibición de contraer
censo es de 32.279 personas. Véase C. García
propios inmigrantes como una imagen españoles pobres se mostraron con parti- matrimonio, etc.) se tradujeron en una
Belsunce, Buenos Aires. Su gente, Buenos
creada por el resto de los habitantes. cular intensidad. Si bien no podemos real práctica persecutoria que afectó a la Aires, 1976, p. 68.
Aunque de forma más vaga que el galle- afirmar que tales tensiones constituyan totalidad del grupo español no ha sido 2
Las características de la inmigración de
go Vaz, el catalán Jaime Salas se ocupó una de las causas principales que expli- aún estudiado en profundidad por la his-
peninsulares pobres durante los últimos años
de señalar sus vinculaciones con perso- can los acontecimientos de Mayo, sí es toriografía.
coloniales fueron analizadas en mi tesis docto-
nas notables de la ciudad. Cuando decla- claro que el juego político inaugurado por Las raíces de la gran hostilidad mani- ral “En la búsqueda de mejor fortuna: los
ró frente al Tribunal de Seguridad la revolución legitimó y creó espacios for- festada por las clases populares hacia inmigrantes peninsulares pobres y las clases
Pública (acusado entre otras cosas de males (e informales) para que los hom- los inmigrantes españoles se pueden populares en el Buenos Aires tardocolonial”,
hablar mal de la Junta), afirmó que él bres y las mujeres de las clases popula- explicar por el singular espacio social Universidad de Buenos Aires, 2007.
deseaba el mejor éxito para el gobierno res de la ciudad manifestasen su que éstos ocupaban durante la colonia. 3
Véase T. Halperín Donghi, Revolución y
“por tener un Paisano en la excelentísima hostilidad hacia los peninsulares de En la sociedad tardocolonial rioplatense guerra. Formación de una elite dirigente en
Junta como por suponerse de esta cualquier condición socioeconómica. Esta los peninsulares pobres estaban identifi- la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo
América por el dilatado tiempo de diez y conflictividad, que se manifestó de varia- cados con los representantes del poder Veintiuno, 2002 (1972).

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4
G. Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo! La cordonero, por sospechoso al superior gobier- comandantes de los cuerpos no afectos a 30
Entre las acusaciones que la parda
plebe urbana de Buenos Aires y la política no”, “Autos seguidos de oficio contra José Cornelio Saavedra, el sumario contra Manuel Micaela Rojas hizo contra el hortelano Flor
entre la Revolución y el rosismo, Buenos Aires, Chacón (alias Flor de Mayo) y Don Juan Belgrano derrotado en Paraguay y la imposi- de Mayo estaban la de formar parte de una
Prometeo, 2007. También del mismo autor, Ramos por contrarios al sistema del día”, ción de contribuciones pecuniarias a los espa- conspiración con “los marinos de Monte-
“Un nuevo actor para un nuevo escenario. La “Autos seguidos contra Don Alejandro ñoles europeos, entre otras cosas. video” para invadir la ciudad de Buenos
participación política de la plebe urbana de Martínez y contra Don Diego Fernández por 18
Véanse J.M. Beruti, Memorias curiosas, Aires el 25 de mayo de 1811 y saquear la cha-
Buenos Aires en la década de la Revolución sospechosos al superior gobierno”, “Autos Buenos Aires, Emecé, 2001; I. Núñez, cra de Saavedra, la de mantener correspon-
(1810-1820)”, Boletín del Instituto de Historia seguidos contra Manuel Rivas, Gallego, por “Noticias históricas de la República dencia con el gobernador de Montevideo y la
Argentina y Americana “Dr. Emilio excesos que ha cometido” y “Autos criminales Argentina”, en Biblioteca de Mayo. Colección de burlarse de las victorias del ejército
Ravignani”, N° 24, Buenos Aires, 2001, pp. 7- contra Joseph Casanovas, su mujer y patriota.
de obras y documentos para la historia argen-
43. Leonarda, muchacha que han criado por con- tina, Buenos Aires, Senado de la Nación, 31
Sin embargo, por estos calificativos no
5
Véase H.R. Galmarini, “Los españoles de trarios al sistema del día”. En el legajo 1960. debemos deducir que no pertenecían a las cla-
Buenos Aires: la suerte de una minoría despo- Gobierno 6.6.10 se hallan dos procesos más sin 19 ses populares porteñas, puesto que todas eran
R. Levene, Historia del derecho argenti-
seída del poder”, Revista de Indias, vol. XLVI, título: uno contra Juan Barbieri y el otro con- vecinas del “Alto de San Pedro”, barrio de
no, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1945, t. IV,
N° 178, 1986; “La situación de los comercian- tra Juan Boado. artesanos y de los más pobres de la ciudad.
pp. 120-121; “El 5 y 6 de abril de 1811 y sus
tes españoles de Buenos Aires después de 10
De la circular de la Junta a los Cabildos AGN, X 27.4.2, “Autos seguidos contra Joseph
consecuencias nacionales”, en Academia
1810”, Revista de Indias, vol. XLIV, N° 173, del interior informando sobre los sucesos del 5 Casanovas, su mujer y Leonarda...”.
Nacional de la Historia, Historia de la Nación
1984; “Los fantasmales españoles de Buenos y el 6 de abril. En Biblioteca de Mayo. Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1941, vol. 32
AGN, X, 27.4.2, “Autos criminales con-
Aires”, Todo es Historia, N° 198, noviembre de Colección de obras y documentos para la V, p. 352. tra Miguel Buceta....”.
1983. Historia Argentina, t. XIX, primera parte, 20
La Gaceta de Buenos Aires, 9 de agosto 33
Véase T. Halperín Donghi, Revolución y
6
Véase H. Vogel, “New Citizens for a New Buenos Aires, Senado de la Nación, 1968.
de 1810; citado por H. Galmarini, “La situa- guerra..., pp. 181-183; H.R. Galmarini, “Los
Nation: Naturalization in Early Independent 11
Los acontecimientos del 5 y 6 de abril de ción de los comerciantes....”, p. 274. españoles de Buenos Aires después de la
Argentina”, Hispanic American Historical 1811 y la participación popular en los mismos 21
Véase P. González Bernaldo, “La Revolución...” y “La situación de los comer-
Review, N° 71, 1991.
fueron detalladamente estudiados por Gabriel ciantes…”, pp. 276-277.
7 Revolución Francesa y la emergencia de nue-
Véase E. Heredia, Los vencidos. Un estu- Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo!..., trabajo en
vas prácticas de la política: la irrupción de la 34
AGN, X, 27.4.2, “Autos seguidos contra
dio sobre los realistas en la guerra de la inde- el que nos basamos en este apartado.
sociabilidad política en el Río de la Plata revo- José Chacón...”.
pendencia, Universidad Nacional de Córdoba, 12
En el petitorio presentado al Cabildo lucionario (1810-1815)”, Boletín del Instituto 35
1997. AGN, X, 27.4.2, “Autos criminales con-
figuran la firma de los alcaldes de barrio de de Historia Argentina y Americana “Dr.
8
Consideramos aquí “clases populares” a tra Manuel Buceta...”.
los cuarteles 6, 8, 15, 17 y 19 (del ordenamien- Emilio Ravignani”, N° 3, 1991, pp. 7- 27.
los grupos sociales que no integraban la elite to de 1794). Menos el 8 –que era céntrico–, el 22
36
AGN, X, 27.4.2, “Autos criminales con-
Ídem, p. 19.
comercial-burocrática virreinal. Esta clasifi- resto pertenecía a zonas periféricas y en ellos tra Manuel Buceta...”.
23
cación alude a una heterogénea realidad había quintas en las que se practicaba la agri- Véase R. Levene, Historia del derecho..., 37
La Gaceta, 15 de octubre de 1810; cita-
socioeconómica y racial que incluía a grupos cultura. Buena parte de los habitantes de esos pp.121-122.
do por T. Halperín Donghi, Revolución y gue-
“medios” y a los sectores más pobres y margi- barrios debe haber usado cotidianamente la 24
AGN, X, Gobierno, 6610. rra, p. 180.
nales de la ciudad. típica vestimenta pampeana. 25
9
El mote de “doña” estaba más extendido 38
Citado por T. Halperín Donghi,
Todos los expedientes que analizaremos 13
Menos el Regimiento La Estrella, cuyos entre las clases populares para las mujeres Revolución y guerra, pp. 181.
aquí fueron extraídos de la sala X del Archivo comandantes pertenecían al bando morenista. que su equivalente “don” para los hombres. 39
General de la Nación (AGN) en Criminales, Véase S. Socolow, The Bureaucrats of
14
27.4.2: “Autos seguidos contra Don Jaime G. Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo!, p. 98. 26
AGN, X, 27.4.2. “Autos seguidos contra Buenos Aires: 1769-1810: Amor al Real
Salas, Catalán, por contrario al nuestro actual 15
La Gaceta de Buenos Aires, lunes 15 de Don Jaime Salas, catalán...”. Servicio, Durkham, Duke University Press,
gobierno”, “Autos Criminales contra Manuel abril de 1811. 27
AGN, X, 27.4.2. “Autos seguidos contra 1987; Los mercaderes del Buenos Aires virrei-
Buceta, José Mateo Samaniego, Martín 16 Manuel Buceta...”. nal. Familia y comercio, Buenos Aires, De la
T. Halperín Donghi, Revolución y gue-
Camargo, Pedro Pérez y José Ignacio Martínez 28
Flor, 1991. El estudio de esta autora sobre los
rra... AGN, X, 27.4.2, “Autos criminales con-
por expresiones escandalosas y desacatadas comerciantes porteños demuestra que en el
17
El resto del petitorio incluía la exigencia tra el Catalán Joseph Tejedor...”.
que profirió el primero y festejaron los demás comercio mayorista prevalecían los hombres
29
contra el superior gobierno”, “Autos crimina- de la expulsión y destierro de los diputados AGN, X 27.4.2. “Autos seguidos de oficio provenientes de España: en los años virreina-
les contra el Catalán Joseph Tejedor, de oficio morenistas de la Junta de Gobierno y de los contra José Chacón....” les éstos eran seis de cada siete.

Archivo
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40
Véase C. García Belsunce, Buenos historia colonial rioplatense, Universidad motivo de la recepción que hizo a los marinos los peninsulares pobres al Río de la Plata
Aires…, pp. 266-267. Las pulperías y los Nacional de La Plata, s/f. españoles prisioneros en Montevideo, en durante el período tardocolonial”, Estudios
almacenes se dedicaban a comerciar géneros 48 Cancionero popular de la Revista de Derecho, Migratorios Latinoamericanos, año 16, N° 43,
Documento reproducido en Biblioteca de
de abasto (alimentos, bebidas, loza) pero las Historia y Letras, Buenos Aires, 1905, t. I, pp. 2001.
Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t.
primeras, además, eran “tabernas o fondas”. 178-179. 60
XI, 1961. “Diario del Capitán de Fragata Don
Las tiendas se dedicaban con exclusividad a la 57
Véase O. Barreneche, “«A sólo quitarte Juan Francisco de Aguirre”, Revista de la
49
venta de géneros de Castilla, aunque en las Según expresiones de T. Halperín
la vida vengo...»”, pp. 31-32. A lo largo de Biblioteca Nacional, t. XVII, N° 43 y 44,
pulperías también era muy común la venta de Donghi, El ocaso del orden colonial en
nuestra investigación en los archivos judicia- Buenos Aires, 1947, pp. 275-276.
estos artículos. Hispanoamérica, Buenos Aires, Sudamericana,
les no hemos encontrado ningún caso en el 61
1978, p. 153. AGN, IX, 32.3.9, “Marcos Vaz se quere-
41
Sobre los pulperos y las pulperías porte- que un peninsular haya sido castigado con
50 lla contra Don José Aspiazu por haberle ultra-
ñas véase C. Mayo (coord.), Pulperos y pulpe- Anónimo, La acción de Maipú, en penas accesorias. Sólo en una ocasión un
jado de palabras y puesto preso”.
rías de Buenos Aires, 1740-1830, Buenos Orígenes del teatro nacional, t. 1, Facultad de alcalde de segundo voto condenó a un acusado
62
Aires, Biblos, 2000. Con relación a la pulpería Filosofía y Letras, Universidad de Buenos a la pena de azotes, pero la Real Audiencia Ídem. En la causa Vaz es denominado
como espacio de sociabilidad de las clases Aires, 1925. anuló la sentencia debido al origen peninsular pulpero y almacenero indistintamente, aun-
populares porteñas, véase P. González 51 del reo. Archivo Histórico de la Provincia de que él mismo se encargó de aclarar que era
En 1780 los peninsulares constituían el
Bernaldo, “Vida privada y vínculos comunita- Buenos Aires, 71.9.11. “almacenero” y no “pulpero”, como afirmaban
19% de los artesanos porteños y en 1810, el
otros por ser la primera una actividad mucho
rios: formas de sociabilidad popular en 16%, según cifras extraídas de la tesis de L. 58
Sobre la justicia colonial de Buenos Aires
más honorable.
Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX”, Johnson, “The Artisans of Buenos Aires y las fuerzas policiales véase O. Barreneche,
63
en F. Devoto y M. Madero (dirs.), Historia de During the Viceroyalty 1776-1810”, Dentro de la ley todo. La justicia criminal de En Cancionero popular…, p. 310.
la vida privada en Argentina. País antiguo. Universidad de Connecticut, 1974, pp. 234- Buenos Aires en la etapa formativa del sistema 64
AGN, X, 27.4.2, “Autos seguidos contra
De la colonia a 1870, Buenos Aires, Taurus, 310, y de C. García Belsunce, Buenos Aires..., penal moderno de la Argentina, La Plata, Al Jaime Salas...”.
1999, pp. 147-168. pp. 107-133. Margen, 2001, especialmente pp. 55-58. 65
42
AGN, IX, 32.3.2, “Antonio Herrera se
Dudamos que éste sea el real apellido 52
Según la matrícula de artesanos de la 59
Mariana Pérez, “Los soldados inmi- querella contra su suegro y suegra”.
del almacenero. ciudad de Buenos Aires de 1780, el 58% de los grantes: el ejército como vía migratoria de
43
AGN. Sala IX. Tribunales. 40.1.1, artesanos nacidos en España eran maestros,
“Causa criminal contra un catalán llamado ( ) el 40% eran oficiales y una pequeña minoría
por haber lastimado a garrotazos a Carlos se ubicaba en el rango de aprendiz (2,7%). L.
Vilchez…”. Johnson, “The Artisans...”, pp. 234-310.
53
44
Ídem. Archivo General de Indias, Buenos
45 Aires, 326, “Breve descripción de las circuns-
AGN. Sala IX. Tribunales. 40.1.1,
tancias en que se halla la Provincia de Buenos
“Causa criminal contra Joseph Vicencio mula-
Aires, e Islas Malvinas y el modo fácil de repa-
to y Joseph Santos Cuelo y otros por haber
rar imperfección en su actualidad”, s/f.
lastimado de garrotazos a Don Juan Carnero
54
y a su mozo Ignacio López al que también Para un análisis detallado del lugar que
hirieron”. ocupaban los peninsulares pobres en el mer-
46 cado matrimonial rioplatense durante el
La expresión “español” en este docu-
virreinato véase M. Pérez, “Los novios-inmi-
mento puede referirse –puesto que proviene
grantes. una indagación de los expedientes
de un mulato– al grupo de los “blancos”. Sin
matrimoniales. (San Isidro 1740-1816)”,
embargo, pensamos que dado que iba dirigida
Memoria Americana, N° 12, 2004, pp. 277-
a un gallego seguramente su insulto se refie-
304.
re a los “españoles europeos”.
55
47 Anónimo, El amor de la estanciera, en
Sobre la figura del pulpero como instru-
Tulio Carella, El sainete criollo (Antología),
mento de control social, véase O. Barreneche,
Buenos Aires, Hachette, 1957, pp. 46-71.
“«A sólo quitarte la vida vengo»: homicidio y
56
administración de justicia en Buenos Aires: Anónimo, Desahogos patrióticos de la
1784-1810”, en C. Mayo (coord.), Estudios de “Razón” contra el bello sexo bonaerense con

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Lecturas

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Buenos Aires en armas
Tulio Halperín Donghi*

sido a menudo explorado también a par-

B
uenos Aires en armas. La revo-
lución del 80 introduce sin duda tir de preguntas que la autora no había
un punto de inflexión en la tra- podido evitar formularse mientras avan-
yectoria de historiadora de Hilda Sabato, zaba en su tema principal, y la pasión
en la que en 1989 marcó el primer hito que hoy confiesa poner en indagar allí
Capitalismo y ganadería en Buenos donde no entiende, así esa indagación la
Aires: la fiebre del lanar, donde afronta- lleve muy lejos, unida ya entonces a una
ba un tema central en la historia de la pasión no menos intensa por asegurar la
implantación y la consolidación del coherencia del proyecto en cuyo marco
había venido a plantearse esas pregun-
orden capitalista en la pampa húmeda,
tas que no se resignaba a dejar sin res-
que por entones comenzaba apenas a ser
puesta, creaba una tensión que iba a
explorada sistemáticamente. El libro
estar presente también en sus obras pos-
marcó también un hito para la historio-
teriores.
grafía de ese otro tema más vasto, en
Si Capitalismo y ganadería fue un
cuanto ofreció la base sobre la cual se ha
fruto tardío de una etapa historiográfi-
venido construyendo desde entonces una
ca dominada por la problemática econó-
imagen cada vez más compleja y matiza- mico-social, y apoyada en ambiciosos
da de ese proceso que, si ha enriquecido, paradigmas que –vistos entonces como
no ha hecho necesario revisar en nada rivales– revelan a la mirada retrospec-
esencial la que de él bosquejaba esa obra tiva lo mucho que tenían en común, La
pionera. política en las calles. Entre el voto y la
En ese libro primerizo la firmeza del movilización. Buenos Aires, 1862-1880,
esquema organizativo lograba, no sin cuya primera edición es de 1998, vio la
esfuerzo, encerrar en sus confines un luz en medio de una muy profunda cri-
material empírico cuya abigarrada sis historiográfica que hizo un lugar
riqueza amenazaba desbordarlo a cada común de la denuncia de los que se dio
paso, y ese rasgo reflejaba algo más que en llamar grands récits. Ese cambio en
su origen en una tesis doctoral en la que el clima de ideas se reflejaba en el
el aprendiz de historiador debe probar nuevo libro de Sabato en la concentra-
que no ha hurtado el cuerpo al trabajo. ción en un tema a la vez más complejo y
Ocurre que ese material tan rico había más circunscripto que el del anterior, al

* Universidad de California, Berkeley.

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- Nº 35, comienzos de 2009: 131-150
que enfocaba desde una multiplicidad bastante para no tener que temer tales de manera devastadora sus efectos cuan- informaban los proyectos de moderniza-
de perspectivas e iluminaba desde sorpresas. do era ejercida desde arriba por el terro- ción del país” y por añadidura “pertene-
ángulos también ellos muy variados. En Pero no son sólo los cambios en el rismo de Estado, pero también experi- cían a los mismos círculos sociales y polí-
lo que no se reflejaba en absoluto era en curso de la historia universal los que se mentó desde adentro su utilización como ticos, y hasta a las mismas familias” en
el deslizamiento hacia la histoire en reflejan en la trayectoria de historiadora un medio de acción política en cuyo un día de combate dejara en el campo de
miettes, la historia desmigajada, que de Sabato; la de su más inmediato con- marco el contrincante se convierte en batalla más muertos que los causados
para la historiografía francesa había torno argentino ha gravitado también en enemigo «otro» y la confrontación devie- por más de una de las guerras civiles de
denunciado en 1987 François Dosse.1 el paso de La política en las calles a ne en guerra”. El recuerdo de esa “expe- un pasado que era recordado con horror
Por el contrario, la integración del com- Buenos Aires en armas. El primero de riencia traumática” la lleva hoy a “incu- como dominado por la más sanguinaria
plejo de temas que Sabato somete a su esos libros –nos confía la autora– “lleva bar un rechazo casi visceral hacia la barbarie. Pero si su propósito era dar
análisis está aquí aun más plenamente las marcas de un momento muy particu- violencia racionalizada, instrumental, razón de esa paradoja, no vacila en con-
lograda que en su libro anterior. lar en la Argentina, signado por los como medio de acción política, y a enten- fesar que no lo ha logrado del todo, ya
Buenos Aires en armas refleja un esfuerzos y las dificultades en construir der su ejercicio como antipolítico, como que no ha sido capaz de encontrar una
cambio de perspectiva aun más radical una sociedad democrática […] En ese sustituto de la política” que –según con- “respuesta evidente” a la pregunta acer-
que el que se interpuso entre los dos marco propusimos la hipótesis, tal vez cede de antemano– no debiera sin ca de las razones por las cuales los jefes
libros anteriores. Mientras en ambos la demasiado optimista, de la histórica embargo “obturar el interrogante acerca de los bandos opuestos, “gente en su
clave para los hechos narrados se busca- capacidad de nuestros sectores popula- de la relación entre política y violencia” mayoría ilustrada, entre quienes se con-
ba en estructuras subyacentes en ellos, res para generar celulares «nidos de (pp. 15-16), y es precisamente ese inte- taban las cabezas pensantes más presti-
y lo que los separaba era la mucho democracia» en el seno de la sociedad rrogante el que intenta despejar en giosas del momento” contribuyeron por
mayor complejidad de las exploradas en civil”. Descubrir que la hipótesis era Buenos Aires en armas. igual a impulsar a la crisis hacia ese san-
el segundo, aquí –para decirlo con la quizá demasiado optimista no disuadió a Pero ese “rechazo casi visceral” con griento desenlace (pp. 291-292).
autora– la revolución del 80 le interesó la promoción de historiadores argentinos que Sabato reacciona frente a la irrup- Creo que en este punto no se hace
“como acontecimiento singular, en el atraídos por una temática centrada en ción de la violencia en la escena política, justicia a sí misma: para este lector de
que se cruzaron y encadenaron de “la participación, la representación y la lejos de obturar ese interrogante, la llevó Buenos Aires en armas esa respuesta se
manera única condicionamientos ciudadanía políticas” de continuar avan- a planteárselo explícitamente, a la vez encuentra ya desplegada a lo largo de
estructurales y contingencias coyuntu- zando en su exploración, a la que debe- que influyó para definir el ángulo desde sus 301 páginas. Si ella misma no lo
rales, movimientos colectivos y acciones mos “un conjunto amplio y heterogéneo el cual iba a abordar con ese propósito la advierte así es sin duda porque la irrup-
individuales, tradiciones e innovaciones de trabajos y publicaciones, entre las exploración de un complejo proceso en el ción de la violencia en la escena política
políticas, para dar lugar a un desenlace cuales se encuentra este libro”;3 como se que la violencia sólo irrumpió brevemen- se le aparece, antes aún que como un
que no estaba inscripto en el origen, ve, el disiparse de la ilusión inicial no iba te para cortar un nudo demasiado enma- problema, como un escándalo en el fuer-
sino que se fue generando en el tiempo, a tornar demasiado problemática para la rañado para destrabarlo de otra manera, te sentido originario del término. Es sin
producto de las acciones humanas”.2 De cohorte de historiadores a la que perte- en cuanto hace de esa irrupción el pro- duda ésa la razón que la lleva a postular
nuevo Sabato se muestra aquí sensible nece Sabato la relación con los temas que blema central que debe afrontar quien una incompatibilidad radical entre polí-
a los cambios que la historia en curso ha ella les incitó a abordar. quiera entender el giro que la crisis polí- tica y violencia, que al hacer de ésta un
introducido en la perspectiva con que Del todo distinta es la relación que tica que culminó en 1880 introdujo en el sustituto de aquélla le hace difícil enten-
los historiadores se aproximan a su ella mantiene en su libro más reciente curso de la historia nacional. Para ello la der ese día del solsticio de invierno de
objeto; luego de vivir en un par de déca- con el estímulo que desde su presente la autora puede apoyarse en algo más que 1880, en el cual –como su entero relato
das algunos totalmente imprevistos llevó a ocuparse de la revolución de 1880, en su reacción “casi visceral”; puesto que prueba acabadamente– la guerra no
cambios de curso de la historia univer- en busca de “explicarse una manera de –tal como ella misma nos recuerda– ya irrumpió como un mal sustituto de la polí-
sal la especulación de Blaise Pascal hacer política (y usar la fuerza) que le es quienes vivieron el episodio advirtieron tica sino, del todo de acuerdo con la máxi-
acerca del impacto que la atractiva totalmente ajena”, pero no siempre lo fue lo que tenía de paradójico que un conflic- ma de Carl von Clausewitz, como la
nariz de Cleopatra pudo haber alcanza- para quien, junto con su generación, to en que “las dirigencias de ambos ban- política proseguida por otros medios, y
do sobre ese curso parece menos irrele- “creyó profundamente en la violencia dos parecían compartir, en líneas gene- una de las razones de la victoria del
vante que cuando se creía entenderlo lo como «partera de la historia», [y] sufrió rales, los ideales de orden y progreso que bando que logró hacer de la causa de las

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provincias interiores la de la nación fue autonomista del que había sido Partido que al año siguiente había conquistado sufrían las que decían representar,
que supo recurrir a ella en el espíritu de de la Libertad, y de electores aportados en los campos de Pavón, que la obligaba mientras por su parte Avellaneda había
ese axioma, mientras su rival se decidió en número suficiente para ganar la ahora a afrontar en una situación mucho propuesto como enseñanza permanente
a correr el albur de la guerra en la vana mayoría en el colegio electoral por los más débil de lo que hubiera deseado el del fracaso de esa misma rebelión que
esperanza de alcanzar en el campo de jefes del ejército nacional que reciente- reemplazo ya impostergable de las pre- “nada hay en la nación superior a la
batalla el desquite para la derrota que ya mente habían aplastado en las del inte- carias soluciones que esa victoria le nación misma”. Esas dos fórmulas
había sufrido en el terreno de la política. rior una insurrección de signo federal. había permitido imponer para los proble- encontradas reflejaban muy bien lo que
Puesto que ha definido el problema En la segunda, Avellaneda se había mas planteados por su relación con el había cambiado desde 1868, cuando
que se propuso esclarecer como el de la impuesto sobre Bartolomé Mitre, el cau- naciente Estado nacional por otras defi- Sarmiento había sido elegido sumando al
irrupción de la violencia en un conflicto dillo de la fracción porteña rival de la nitivas. Si hasta entonces había podido apoyo de la provincia de Buenos Aires el
político que se había arrastrado ya por autonomista, sin haber necesitado para aliviar el temor con que veía aproximar- de otras sometidas al despótico poder de
largos años, se entiende que Sabato ello contar con el apoyo de los electores se esa hora decisiva, la perspectiva de un ejército que desde Buenos Aires las
comenzara a explorar en detalle el proce- porteños, pero sólo pudo asumir la presi- encontrar como su interlocutor desde la había conquistado por dos veces en una
so que condujo a ella en el momento de dencia luego de que Sarmiento lograra cumbre del Estado central a quien quin- década. Si ya entonces la división del
mediados de 1879 en el que con la procla- sofocar una revolución encabezada por el ce años antes había separado su causa de Partido de la Libertad, al forzar a ambas
mación de los dos candidatos rivales en rival vencido en los comicios, lo que forzó la de Mitre por juzgar que éste no había fracciones rivales a disputarse los apoyos
la elección presidencial de 1880 “se ace- al nuevo presidente a conceder a Adolfo sabido –o querido– asegurar para su pro- locales que les permitirían extender su
leró la carrera hacia el poder que desem- Alsina un influjo predominante sobre su vincia la posición que su victoria le daba influjo a las provincias, había hecho
bocó en la revolución”, para mencionar administración, atenuado luego en el derecho a ocupar en el marco de la imposible que la Constitución federal
luego al pasar en su breve ojeada retros- marco de la política de conciliación que nación que se preparaba por fin a organi- enmascarara la vigencia en los hechos de
pectiva de la extendida prehistoria del culminó con la inclusión en el gabinete zarse, su muerte inesperada amenazaba un régimen centralizado sobre el que rei-
conflicto que se aprestaba alcanzar su ministerial de representantes de la fac- exponerla a sufrir sin atenuante alguno nara sin rivales el influjo de la primera
punto crítico en el momento sin embargo ción vencida en 1874. La respuesta de las consecuencias del progresivo eclipse de ellas, las estructuras federales eran
reciente en que vino a insertarse en su Alsina fue un acercamiento aun más de la influencia que en ese marco había todavía entonces poco más que uno de los
avance una de esas contingencias coyun- estrecho con la fracción rival en la arena conquistado en 1861. terrenos en que esa rivalidad se desple-
turales cuyo entrechocarse con los condi- política porteña, que vino a devolver a Pero el papel de la muerte de Alsina gaba (así, fue la decadencia del prestigio
cionamientos estructurales se propuso Mitre la indisputada posición central en en el avance hacia la guerra civil iba a militar y por ende político de Mitre entre
explorar en el libro, que alcanzó en este ella, de la que había sido desalojado a ser descubierto sólo retrospectivamente, los oficiales del ejército nacional la que
caso un impacto de magnitud suficiente poco de asumir la presidencia en 1862 al y la razón es sin duda que esa muerte no movió a tantos de éstos a imponer la can-
para modificar radicalmente los que dividirse el Partido de la Libertad; si vino a crear una situación nueva sino didatura de Sarmiento en las provincias
habían gravitado hasta entonces sobre el Alsina no vaciló en pagar ese exorbitan- tan sólo a hacer aun más claros los tér- que dominaban con sus tropas), desde
curso de la política argentina. Fue ésta te costo político mucho influyó en ello sin minos del dilema que iban a resolverse entonces el panorama había cambiado
la muerte en diciembre de 1877 de Adolfo duda su afán por mantener limpio de en el campo de batalla en 1880, y que se en dos aspectos esenciales. Por una parte
Alsina, caudillo del autonomismo porte- obstáculos el camino que según esperaba habían perfilado ya con suficiente niti- el Estado central se había transformado
ño y ministro de Guerra del presidente lo llevaría en 1880 a la presidencia. Tal dez en 1874 cuando Mitre había justifi- en un actor independiente y no ya tan
Nicolás Avellaneda, y la designación por era la coyuntura que vino a disipar su cado su rebelión alegando que una “liga sólo en uno de los objetivos que se dispu-
este último en enero de 1878 del general muerte, y este demasiado breve resumen espuria de mandatarios”, que habían taban las facciones en pugna (y era exac-
Julio A. Roca para reemplazarlo. de casi veinte años de enmarañada vida logrado con malas artes hacerse del tamente eso lo que Sarmiento encontra-
En la primera de las dos anteriores política argentina tiene por lo menos el poder en las provincias que ahora gober- ba más digno de celebrarse en el
renovaciones presidenciales (primera mérito de reflejar el lugar central que naban sin más ley que su capricho, se desenlace de la revolución de 1874, en
también en la nación unificada), Domingo ocupó en ella la parábola firmemente preparaba a conquistar la más alta que el primer caudillo político y militar
F. Sarmiento había sido elegido con el descendente del influjo de Buenos Aires magistratura de la República para un de su tiempo debió rendir su espada a un
apoyo de la provincia de Buenos Aires, en el marco de la nación unificada en candidato dispuesto a imponer en toda mero teniente coronel del ejército nacio-
políticamente dominada por la fracción 1860, a partir de la posición dominante ella la misma degradación política que nal),4 por otra la gravitación del Estado y

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del ejército nacionales en las provincias migo que a Buenos Aires le tocaría precio con que Roca retribuía el que pro- encontraba aun más digno de celebrarse
interiores, que al canalizarse en las del enfrentar reflejaba la comprensión peli- clamaba por sus capacidades intelectua- que la osada decisión de los nuevos
Norte en apoyo de facciones con suficien- grosamente limitada que la opinión por- les una ciudad que contaba entre sus gobernantes cordobeses hubiera incitado
te arraigo local para mantenerse en el teña había alcanzado de lo que habían más escuchados formadores de opinión a a algunos de los jóvenes más brillantes
poder con sus propios recursos y elimi- logrado ya los esfuerzos por crear en la un dilettante tan caprichoso e irrespon- de la elite intelectual porteña a enviarles
nar así la influencia que desde su feudo Argentina una nación moderna; mien- sable como Héctor Varela. un mensaje solidario con motivo de la
de Santiago del Estero los mitristas her- tras ésta le permitía percibir muy bien Había una razón aun más obvia para pastoral del obispo Castellanos.5
manos Taboada habían ejercido hasta que en la actitud de Roca frente a la gran que esa distancia fuera mayor en Roca Con ello revelaba haber advertido
entonces sobre ellas, logró modificar de capital del Sud, en la que nunca iba a que en Mitre: era ésta que Roca, a dife- antes que otros que quienes desde
modo ya irreversible el equilibrio político deponer el recelo propio de quien sabía rencia tanto de Mitre o Alsina como de Córdoba habían introducido a la
del entero interior. Ese indiscutible éxito que la gobernaba por derecho de conquis- Urquiza o Derqui, pertenecía a una Argentina en un área de conflictos que
del gobierno de Sarmiento lo debió casi ta, continuaba la de esos fugaces con- generación que, si llevaba en su herencia había alcanzado ya a casi todo el resto de
todo a la discreción y la eficacia con que quistadores, le impedía advertir lo que familiar la marca de las cicatrices deja- Hispanoamérica acababan de dar el pri-
quien ahora era llamado a reemplazar a en otros aspectos más esenciales lo aleja- das por las pasadas guerras civiles, mer paso hacia esa renovación de la
Alsina en el departamento de Guerra, ba aun más de ellos que a Mitre o Alsina. había dejado de considerar relevantes agenda ideológica y política que, como lo
entonces al frente de las reducidas fuer- Así, escapaba por completo a su imagina- para el presente los dilemas que las probaban los apoyos inesperadamente
zas del ejército nacional apostadas en la ción la posibilidad de que, gracias a los habían desencadenado, y sentía una cre- amplios que sus iniciativas encontraban
región, había sabido incidir en los con- avances de las luces que el general ciente impaciencia por definir una nueva en la opinión, era esperada con impa-
flictos entre facciones locales, encami- Urquiza promovía en su Entre Ríos con agenda política e ideológica para un país ciencia por ésta, y con particular intensi-
nándolos hacia los desenlaces favoreci- celo de neófito, en el colegio fundado por en vertiginosa trasformación, que sin dad por una joven generación ansiosa de
dos por el presidente. su iniciativa a la vera del Arroyo de la duda contribuyó a que percibiera antes marcar con su impronta una escena
Esa hazaña casi secreta no encontró China Roca hubiera podido adquirir en que otros la oportunidad que podía abrir- pública dominada desde hacía décadas
lugar alguno en la imagen de Roca que su temprana adolescencia una formación le esa incipiente modificación en el clima por algunas figuras monumentales que
comenzaba a perfilarse en la opinión por- más sólida que la que en ese momento colectivo vigente en Buenos Aires. Así lo no mostraban ninguna inclinación por
teña, dominada toda ella por las tanto podía ofrecer Buenos Aires. Y no percibía reveló al reconocer un signo premonito- abandonarla.
más espectaculares que puntuaron la tampoco que la limitada oferta que afli- rio de lo que de ella podía esperarse en la Había otro rasgo generacional que
meteórica carrera de este oficial del ejér- gía al mercado de las ideas en el interior calurosa recepción que encontraron en la alejaba aun más a aquélla a la que per-
cito nacional que conquistó todos sus hacía que quienes se interesaban por capital del Plata las audaces iniciativas tenecía Roca de la de los protagonistas
ascensos en el campo de batalla. Se ellas las tomaran mucho más en serio secularizadoras introducidas en Córdoba de la etapa que introdujo a la Argentina
entiende que esa alarmada opinión viese que quienes se formaban en una capital –una provincia donde en la segunda en la era constitucional; en cuanto no
en él al heredero de otros rústicos caudi- en la que sus curiosidades en ese campo mitad de la década de 1870 había echado había conocido otro marco para su carre-
llos que en las pasadas guerras civiles podían ser demasiado fácilmente satisfe- raíces políticas aun más vigorosas que en ra pública que el Estado nacional del que
habían alcanzado más de una victoria chas (y en la década siguiente, cuando el su nativa Tucumán– por una nueva éstos habían sido los padres fundadores,
sin futuro sobre la Atenas del Plata, y así colegio porteño tomó el camino innova- administración dominada por sus ami- no podían imaginar sin horror la posibi-
lo reflejaba La Nación cuando lo presen- dor del entrerriano, Miguel Cané iba a gos políticos, condenadas de inmediato lidad de que una catástrofe en el camino
taba a sus lectores como un “acuchillador descubrir muy claramente reflejada esa en su propia capital por el titular de la destruyera su entero mundo de referen-
valiente, sin más instrucción ni aptitu- diferencia en la que corría entre el más antigua de las sedes episcopales de cias, y ello los llevaba a reconocer absolu-
des de ningún género”, ensoberbecido paciente y tozudo estilo de aprendizaje la Argentina en una carta pastoral cuya ta prioridad entre los imperativos que
por las que había venido cosechando de sus condiscípulos llegados de las pro- extrema violencia logró ganar para el debían guiar a quienes tenían a su cargo
hasta el punto de no advertir lo que tenía vincias y el mariposeo de los porteños, “popular, progresista y liberal gobierno completar la construcción de ese cada
de absurdo su pretensión de coronarlas seguros de dominar cualquier campo al de Córdoba” más defensores en la prensa vez más robusto pero todavía frágil
con la conquista de la primera magistra- primer golpe de vista), por esa razón sin porteña que los jamás reunidos por cual- Estado adolescente que las fuerzas que
tura de su país. Pero esa incapacidad de duda les hubiera resultado aun más quier otro gobierno de provincia, así se entrechocaban en la arena política
percibir la entera envergadura del ene- imposible adivinar la hondura del des- fuera ésta la de Buenos Aires. Pero Roca respetaran su autoridad aun más escru-

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pulosamente que las que se desenvuel- en los comicios, que tiene por consecuen- Pero esa respuesta es de las que de nador, en diciembre de 1877, los prime-
ven en el marco de otros más maduros, cia que ya antes de enfrentarlos en el inmediato obligan a formular otras pre- ros, que habían intentado sin éxito opo-
y capaces por lo tanto de atravesar con campo de batalla esa “liga espuria de guntas. La más obvia es qué llevó a nerle la candidatura de Aristóbulo del
vida los más recios cimbronazos institu- mandatarios” herederos y continuadores Buenos Aires a afrontar la batalla decisi- Valle, controlaban la Cámara baja de la
cionales. En 1876 era un integrante de de aquéllos a quienes Mitre había desca- va bajo la guía de un paladín que en su Legislatura provincial, lo que no anun-
esa nueva generación, Carlos Pellegrini, lificado en 1867 por no contar con el larga trayectoria pública no había reve- ciaba nada bueno para su gestión, más
entonces una joven promesa en las filas apoyo de la opinión, al obtener la mayo- lado nunca poseer las cualidades necesa- aún porque el apoyo que su candidatura,
del autonomismo porteño, quien daba ría en el cuerpo que la Constitución rias para asumir ese papel. En este prohijada a la vez por Mitre y Alsina,
voz a esa convicción al reaccionar ante designaba para elegir al sucesor de punto la opción de Sabato por la narrati- había encontrado en las filas de los par-
la propuesta de amnistía a los jefes com- Avellaneda, había avanzado lo bastante va se revela una vez más acertada, y su tidos que los tenían por caudillos había
prometidos en el tercer alzamiento de en la batalla de la opinión para influir paciente reconstrucción del proceso que sido notoriamente poco entusiasta. Pero,
Entre Ríos presentada por su correligio- aun sobre la de las fuerzas enemigas, tal culminó en la elección de Tejedor como contra lo que podía esperarse de un can-
nario el senador santafesino Nicasio como se iba a revelar desde el momento gobernador porteño hace plena justicia didato en torno a cuyo nombre habían
Oroño. “La autoridad nacional”, comen- mismo en que se trabaron en un comba- al papel que una vez más desempeñaron podido coincidir dos facciones que cuatro
zaba por recordar Pellegrini a Oroño, te que no osarían llevar hasta las últi- las divisiones que ya en el pasado habían años antes se habían enfrentado en los
“es el vínculo de unión entre las mas consecuencias. impedido a Buenos Aires gravitar con un campos de batalla, Tejedor estaba lejos
Provincias que forman la República. Y sin embargo decidieron librar ese peso que hubiera podido ser incontrasta- de ser la figura anodina que suele emer-
Conservar y defender esa unión, es su combate en un terreno que hubieran ble en el escenario rioplatense. Luego de ger triunfante en estos casos por ser la
deber y su derecho. Romperla o decla- debido saber favorable a sus adversarios. dos décadas en que la búsqueda de alia- que menos objeciones suscitaba en las
rarse débil para mantenerla, importa o En esos términos, más bien que en los dos en las provincias interiores por parte filas de dos fuerzas rivales aún incomple-
traicionar su mandato o confesar su que hoy prefiere Hilda Sabato, definieron de las dos facciones surgidas de la divi- tamente reconciliadas. Quienes se deci-
impotencia” , para concluir un par de los contemporáneos el problema que sión del porteño Partido de la Libertad dieron a postularlo no lo ignoraban, pero
párrafos más adelante que cualquier planteaba la opción por la violencia a la había contribuido a acelerar la erosión lo que sin duda no adivinaban era que
desafío a esa autoridad venía a colocar- que iba a atenerse la dirigencia porteña de la hegemonía de la primera provincia ese rígido jurisconsulto y hombre de con-
la frente a un dilema inescapable, “o el en su irrefrenable avance hacia un desen- en el marco del Estado federal hasta el sejo, que aunque nunca había flaqueado
gobierno nacional vence la rebelión y lace que razonablemente no podía espe- punto de obligarla ahora a intentar la en su militancia liberal desde que en
extirpa de raíz el caudillaje sedicioso y rar victorioso, y para esa pregunta tuvie- defensa armada de lo poco que sobrevi- 1839, apenas pasados los veinte años, su
conserva la unión por el derecho y por la ron una respuesta casi unánime, vía de ella, la clase política que se prepa- participación en el alzamiento de los
fuerza, sin mancha y sin desdoro, o se elegantemente articulada por el roquista raba a afrontar esa terrible prueba esta- Libres del Sur lo había lanzado al exilio,
declara impotente, y entonces, que con- Paul Groussac, cuando aplicó al jefe de la ba cruzada por una más enmarañada red había sido hasta entonces una figura
cluya ese fantasma que se llama provincia rebelde la descripción que Otto de líneas de fractura que nunca en el bastante marginal en la vida de las fac-
Nación, que sólo sirve para consumir von Bismarck había propuesto para pasado. ciones porteñas, al volcarse por entero en
sangre y tesoros, en el vano empeño de Napoleón III como une grande médiocri- La división del autonomismo, conte- la acción política llevaba a ella ambicio-
mantener unidas las moléculas de un té méconnue, una gran mediocridad que nida a duras penas por la autoridad de nes demasiado tiempo reprimidas que
cuerpo gaseoso”.6 no había sido reconocida como tal; como Alsina dentro de sus filas, y consumada iban a encontrar por fin la ocasión de
Roca advierte desde muy pronto vuelve a probar exhaustivamente el rela- luego de su muerte, oponía a un conjun- desplegarse plenamente.
hasta qué punto favorece a su causa que to de Sabato, en cada una de las encruci- to de ambiciosos jóvenes entonces en las Si entre los dirigentes porteños no
la convicción de que es ése en efecto el jadas que debió afrontar la candidatura tempranas etapas de un cursus honorum era el único que veía en el triunfo de su
dilema que plantea cualquier desafío a la de Roca en su marcha hacia el triunfo emprendido en el marco de las bastante candidatura en la elección de gobernador
autoridad de un Estado que está aún en fue la inagotable necedad de Carlos anémicas máquinas electorales de la ciu- el necesario punto de partida para la cer-
construcción sea compartida, así sea con Tejedor la que le permitió atravesar dad y un más maduro sector de dirigen- cana batalla electoral por la presidencia,
mucho menos entusiasmo, aun por quie- indemne aun los escollos que se resistían tes dotados de sólidas bases económicas, en la que era imprescindible que la clase
nes se aprestan a recurrir a la fuerza de a ceder ante la suprema habilidad con influencia predominante en la cam- política de Buenos Aires presentara un
las armas para contrarrestar su victoria maniobrera del candidato. paña. Cuando Tejedor fue elegido gober- frente sin más fisuras que las causadas

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por las previsiblemente no demasiado librar en un colegio electoral en que las provinciales de marzo de 1880, que puede inspirar la certidumbre de la vic-
numerosas defecciones de quienes se restantes provincias contaban con una –como es habitual en las de esa etapa– toria iban a estar luego demasiado incli-
atrevieran a pasarse con armas y baga- sólida mayoría, pero en cambio esa iden- ofrecen una imagen más fidedigna del nados a ver traiciones deliberadas tras
jes al enemigo, es comprensible que tificación sin fisuras con la causa de temple de ánimo con que las fuerzas en las decisiones de sus gobernantes inspi-
Tejedor agregara a esas consideraciones Buenos Aires le abría el camino más rápi- pugna bajan a la liza que de la cuantía radas en nociones más sobrias acerca de
otra que le tocaba más personalmente; do para conquistar en su propia provincia del sector del electorado potencial que se los límites del poderío de la gran capital
era ésta que puesto que –así fuera con un liderazgo frente al cual deberían incli- inclina por cada una de ellas. En ese del Sud; así en 1816 frente a la decisión
muy escaso entusiasmo– la dirigencia narse los grandes electores que a regaña- análisis nos muestra las infinitas mane- del gobierno directorial de concentrar
porteña había decidido que sólo él podía dientes lo habían ungido gobernador. No ras en que el desánimo de los que se opo- todos sus esfuerzos en la liberación de
encabezarla en ese momento decisivo, la es claro que al tomar ese camino Tejedor nen al belicoso gobernador viene a restar Chile y Perú, y otorgar en consecuencia
victoria en la batalla que se avecinaba advirtiera ya que los términos con que eficacia a su acción en la arena electoral; su consentimiento a la intervención por-
debía tener como primera consecuencia planteaba el conflicto que aspiraba a desde luego limitando la generosidad de tuguesa que eliminaría para ella la ame-
la de elevar a la primera magistratura resolver en los comicios de renovación los simpatizantes a quienes la facción naza de la disidencia artiguista, y luego
nacional, desempeñada durante dema- presidencial lo hacían más adecuado recurre tanto para afrontar los gastos de Pavón frente a la de Mitre de no lle-
siado tiempo por oriundos de las provin- para una solución en el campo de bata- que ella requiere como para obtener las var la guerra contra Urquiza hasta el
cias interiores, al paladín que en esa lla, pero a medida que sus gestos e inicia- armas de las que la prudencia aconseja reducto entrerriano de éste. Al decidirse
batalla había sido convocado a encarnar tivas lo orientaban hacia ese desenlace disponer en esos combates no totalmente a explotar ese peligroso mito por todo lo
su causa. sangriento se hacía cada vez más claro incruentos, pero también haciendo más que podía dar de sí, Tejedor había gana-
Ya su victoria en las elecciones de que, si su propósito era conquistar sobre difícil a quienes deben librar la batalla do sin duda una instantánea y abruma-
gobernador sobre el candidato de quie- la primera provincia un liderazgo más comicial poner en ello todo el celo que en dora popularidad, pero no podía ignorar
nes habían obtenido no mucho antes otra incontrastable que el antes alcanzado ocasiones más normales suelen desple- que ésta se disiparía no menos instantá-
apenas menos arrolladora en la de reno- por Mitre o Alsina, lo estaba logrando gar al prepararse para ella. Y ese inven- neamente apenas los porteños lo vieran
vación del Legislativo provincial había plenamente. Ya en sus primeros pasos en cible desánimo refleja también a su flaquear en su papel de paladín de la
debido mucho a que en la inminente con- ese camino, Mitre, que hasta entonces no modo el éxito abrumador del esfuerzo de causa de Buenos Aires, y que no le que-
tienda electoral en la que sería elegido el había dejado de advertir sobre los peli- Tejedor por crear en Buenos Aires el daba entonces sino seguir avanzando
sucesor de Avellaneda, que a los ojos de gros que tanto para la nación como para clima colectivo que lo va a consagrar con paso cada vez más decidido hacia
todos los buenos porteños ofrecía a su la provincia encerraba esa deriva, prohi- como su jefe en esa hora que todos saben una guerra que sería cada vez más
provincia la oportunidad de reconquistar jó la creación de los cuerpos de volunta- decisiva. inequívocamente la de la provincia con-
el lugar eminente que era por derecho el rios a través de los cuales la ciudad se Ese éxito debe menos a las muy tra la nación.
suyo en el marco del Estado nacional, preparaba a participar en la batalla cada modestas artes demagógicas de quien se Y no podía ser sino eso porque la pro-
éstos se inclinaban cada vez más abier- vez más inminente, mientras por su ha descubierto líder de masas al entrar vincia la emprendía desde una posición
tamente por el candidato que se prepara- parte la fracción del autonomismo que en su séptima década de vida que al ya demasiado débil para hacer de una
ba a enfrentar en ella al defensor de la permanecía en la oposición se descubría peso que conserva en el imaginario por- improbable victoria en el campo de bata-
causa de Buenos Aires. No ha de sor- demasiado acorralada por el entusiasmo teño la visión de una ciudad que ha pro- lla el punto de partida de la reorganiza-
prender entonces que ya en el discurso creciente con que la ciudad se preparaba bado ya ser literalmente invencible ción del entero sistema político nacional
de toma de posesión de su cargo Tejedor a afrontar esa prueba suprema para opo- cuando ingresó en los anales de la histo- que había logrado imponer en la estela
ofreciera claras señales de que desde ner una barrera eficaz contra esa corren- ria universal con una hazaña que supe- de la jornada de Pavón. E Hilda Sabato,
éste se preparaba a guiar a los porteños tada cada vez más impetuosa. ró las de Esparta y Roma. Los gobernan- en algunas de sus páginas más felices,
en un esfuerzo supremo por poner fin a El muy fino análisis de Hilda Sabato tes porteños que han recurrido una y subraya como lo merece el cuidado que al
la ya demasiado avanzada decadencia explora los diversificados canales por los otra vez a ese mito, y siempre han definir sus objetivos de guerra la dirigen-
del influjo de la orgullosa primera pro- que avanza esa movilización de volunta- encontrado el eco que esperaban, muy cia porteña pone en excluir del modo más
vincia sobre las instituciones nacionales. des que empuja a la provincia al campo pronto iban a descubrir también que explícito el de introducir cambios revolu-
Sin duda no era ésa la mejor manera de batalla, cuyos efectos pueden apre- quienes habían defendido la causa de cionarios en el ordenamiento político
de afrontar la batalla que se preparaba a ciarse en los resultados de las elecciones Buenos Aires con la tenacidad que nacional, para invocar en cambio como

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su único propósito al lanzarse al comba- la autoridad eminente del Estado nacio- carácter de guerra de la provincia contra útil de la provincia norteña al grupo de
te el de hacer respetar los derechos que nal sobre los provinciales en términos la nación, pero también porque después las que apoyaban la candidatura presi-
como estado provincial le reconoce la tan extremos como aquéllos a los que de casi veinte años de vida en común dencial de Roca. Si los representantes
Constitución vigente. Tejedor había recurrido para defender la entre la primera provincia y las interio- parlamentarios de la “liga espuria de
Esa moderación reflejaba sin duda la tesis opuesta. res eran muy pocas las corrientes parti- mandatarios” pudieron lograrlo pese a
conciencia de que la opinión se sentía ya Derrotados en ese terreno, los defen- darias ahora en pugna que no hubieran no contar con mayoría en esa cámara
demasiado identificada con el Estado sores de la causa de Buenos Aires podían utilizado alguna vez en su provecho las fue porque a sus votos se sumaron los de
nacional que se preparaba a abordar las aún ofrecer como argumento alternativo reglas del juego político tal como se prac- la fracción mitrista del liberalismo, que
últimas etapas de su construcción para la denuncia de la empresa capitaneada ticaba en el interior. desde los tiempos en que los hermanos
tolerar un desafío menos restringido a su por Roca y sus aliados cordobeses como Y todavía ahora el episodio que decidió Taboada habían sido sus abanderados
autoridad eminente, pero –como pronto destinada a implantar en el marco insti- a Sarmiento a abandonar el Ministerio en las provincias del Norte argentino
se haría penosamente claro– iba a cum- tucional forjado por los padres fundado- del Interior tras del discurso en que había venido participando en el juego
plir muy mal el propósito de hacerlo res un despotismo más insidioso que el memorablemente anunció su propósito político de esa región de acuerdo con las
menos inaceptable, y ello por dos razones de Juan Manuel de Rosas, que apelando de derramar en el recinto del Senado las deplorables reglas allí vigentes (y algo
muy obvias. La primera era que, cuales- a la corrupción sistemática de esas insti- verdades de las que traía llenos los puños más al sur acababa de recurrir a esas
quiera fuesen los objetivos con que tuciones mismas se preparaba a arreba- vino a dar desenlace a su fracasada ten- mismas reglas y volvería muy pronto a
Buenos Aires entraba en combate, la pri- tar para siempre a los argentinos las tativa de utilizar las reglas de acción hacerlo, patrocinando primero en Santa
mera consecuencia de su triunfo hubiera libertades públicas cuya milagrosa resu- política vigentes en esas desdichadas Fe y luego –como ya se ha recordado– en
sido que el inevitable colapso de la coali- rrección luego de la derrota de éste en provincias en provecho de su propia can- Córdoba, y en ambos casos con muy
ción forjada en un esfuerzo de años por Caseros era celebrada con idéntico fervor didatura presidencial. La oportunidad escasa fortuna, movimientos revolucio-
Roca y sus aliados cordobeses abriera por la memoria histórica federal y la para hacerlo se la ofreció la revolución narios inspirados también ellos en el
una etapa de turbulencias destinada a liberal. Aunque ese otro argumento que derrocó al gobernador de Jujuy, propósito de modificar en su favor el
interrumpir quizá por varias décadas el podía encontrar algún consenso entre integrante de la liga que promovía la de equilibrio de fuerzas en el futuro colegio
proceso que estaba improvisando una quienes rechazaban el anterior (el de Roca, a la que respondió con un proyec- electoral). Como se advierte, cuando
nación nueva en las llanuras pampea- Sarmiento, entre ellos), planteaba en to de ley refrendado por el presidente Sarmiento denunciaba con la santa ira
nas. La segunda, y no menos seria, era otros aspectos problemas aun más deli- Avellaneda, donde la provincia era colo- de un profeta bíblico la trampa en que el
que si los que revistaban en las segundas cados que los del anterior. Ello era así cada bajo una intervención federal des- triunfo de la candidatura de Roca se pre-
filas de la generación fundadora podían, por una parte porque la frecuente evoca- tinada a restablecer sus autoridades paraba a capturar al pueblo argentino,
como José Posse, resignarse de antema- ción del triste destino de esos pueblos del legítimas. Este último adjetivo –que lo que venía a reprochar a la coalición
no a buscar refugio ante el derrumbe en interior sometidos a sus eternos opreso- sugería que éstas no eran necesaria- roquista no era que apelara para conse-
el ámbito provincial, quienes la domina- res, que ahora aspiraban a extender su mente las que habían sido derrocadas– guir sus propósitos a los mismos recur-
ban con su presencia estaban demasiado dominio a quienes habían sabido defen- había sido cuidadosamente elegido para sos innobles a los que acudían también
identificados con el programa de cons- der más celosamente sus libertades, no asegurar que las inminentes votaciones sus rivales sino la imbatible destreza
trucción nacional para no encontrar lograba ocultar (acaso porque a menudo de electores presidenciales se celebraran con que había sabido ponerlos a su ser-
inaceptable esa alternativa (y aun algu- no se interesaba demasiado en ello) el bajo la autoridad de un interventor fede- vicio.
nos de ellos, comenzando por Sarmiento, desprecio que inspiraba a quienes lo ral por él designado, y sin duda inclina- Esa destreza debía menos a las habi-
habían hecho lo necesario para que ella esgrimían la inagotable mansedumbre do a favorecer sus ambiciones presiden- lidades del candidato para la maniobra
no estuviera ya a su alcance). Las conse- de esas no menos eternas víctimas, del ciales, pero ese propósito se vio cotidiana que a la visión precisa que
cuencias se hicieron evidentes apenas los todo esperable por otra parte en provin- frustrado cuando al tratarse el proyecto tanto él como sus aliados cordobeses
defensores de la causa porteña llevaron cias que contempladas desde el esplen- en la Cámara baja ésta reemplazó el habían alcanzado de lo que las situacio-
su defensa en el Congreso Nacional al dor urbano de Buenos Aires invitaban a objetivo que Sarmiento había fijado nes provinciales consolidadas gracias a
terreno de la exégesis constitucional, en la comparación con las tolderías aboríge- para la intervención por el de restable- los servicios que habían prestado a una u
el que tocó precisamente a Sarmiento nes, con lo cual venía a acentuar aun cer las autoridades constituidas, que otra de las facciones rivales en la arena
defender desde el Ministerio del Interior más para el conflicto que se avecinaba el aseguraba la reintegración en tiempo política porteña podían obtener reempla-

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zando los lazos que las subordinaban a Buenos Aires, logró transformarlas en eludirlo la que había impreso su curso ba Tejedor con paso no menos decidido
éstas por uno de alianza entre todas meras espectadoras de un conflicto para tortuoso a la entera trayectoria de Mitre, que el del obcecado gobernador porteño,
ellas que gracias a la posición que Roca el que Tejedor convocaba a esa provincia mientras para Sarmiento había sido la pero el tono numantino que dominaba a
acababa de conquistar en el aparato del a movilizar todos sus recursos en una ilusión de que un acto de voluntad de su ratos en los mensajes de quienes habían
Estado nacional al ser designado minis- batalla suprema. parte podía ser suficiente para superarlo acudido a la convocatoria del paladín de
tro de Guerra les abría un camino ines- Aunque en el camino que le restaba a la que le permitió ignorarlo, hasta que el la causa de Buenos Aires sugería que
peradamente fácil para conquistar sobre Roca para alcanzar esa nueva victoria duro choque con la realidad lo llevó a éstos sospechaban también cuál sería el
él el influjo dominante que Buenos Aires volvería a brillar su superior destreza revelar a sus estupefactos colegas del desenlace del combate ya inminente, y
había ya perdido. No es éste el único política, quizá la opinión que veía en ella Senado, como si se tratara de un secreto estaban acaso mejor preparados para
punto en que el avance hacia ese objeti- la clave de su triunfo no advertía que nefando, todo lo que éstos conocían tan asumirlo de lo que invitaban a concluir
vo, que Roca iba a ritmar con mano también en la conquista de la presiden- bien como él. sus promesas de una muerte gloriosa.
maestra, parece seguir las huellas del cia, como antes en la del desierto, éste Lo que diferencia a Roca y sus amigos No lo hace suponer así el clima cada
que Alsina había trazado para lo todavía había debido afrontar el combate desde cordobeses de todos los que quisieran ver vez más afiebrado que reina en Buenos
salvable de la hegemonía porteña. Si su una posición que le era de antemano cerrado el conflicto sin dejar a ninguno Aires, que invoca Eduardo Wilde en la ya
instalación en el Ministerio de Guerra favorable, y que su decisiva carta de de los contendientes vencido en el cami- mencionada carta a Roca, para celebrar
como consecuencia de la muerte de triunfo había sido más bien su clara per- no es que para ellos el Estado nacional que sean pocos los amigos de éste que
Alsina había sido un feliz accidente, su cepción de que para alcanzar ese triunfo es, como no lo advierten aún del todo sus han desertado, y que si son más los que
decisión de imprimir un giro decisivo al no necesitaba sino avanzar con la padres fundadores, mucho más que un “han vacilado en los días de tormenta y
avance sobre el territorio indígena en el corriente. En ella se apoya para mante- proyecto que puede ser aún modificado aún ahora mismo no saben cuál es la
que su predecesor había concentrado ner disciplinadamente su rectilíneo en algunos aspectos esenciales. Saben mejor conducta” es porque “es muy difícil
todos sus esfuerzos estaba lejos de ser avance hacia la meta, que contrasta no que –para decirlo con un giro de lengua- respirar bien en una atmósfera sofocan-
accidental; si ya Alsina había buscado a sólo con el no menos rectilíneo de Tejedor je más propio del siglo XX– la Argentina te, y tener una opinión propia, cuando el
través de ese proyecto ganar más sólidos hacia un igualmente previsible final en tiene ya un Estado nacional realmente público manifestante tiene la opuesta”.
apoyos entre las clases propietarias por- catástrofe, sino con el desconcertado y existente, dotado de ciertos rasgos inmo- Cuál era la opuesta lo sugería el coronel
teñas, tradicionalmente más cercanas a titubeante de los demás participantes en dificables que hacen que su definitiva Baigorria, jefe de policía de la capital,
la facción liberal nacionalista, en una el conflicto, comenzando por el presiden- consolidación como tal requiera la per- cuando en un banquete en homenaje a
etapa en que la perduración del territo- te Avellaneda, cuyas constantes vacila- manente marginación de Buenos Aires. un batallón de voluntarios advertía a
rio indio comenzaba a aparecer como un ciones e inconsecuencias, a los ojos de Era éste un descubrimiento que no “Bayo, el caciquillo de Rosario [que] ha
obstáculo para la expansión cada vez Eduardo Wilde, “le han producido la pér- hubieran podido encontrar más satisfac- jurado atar su caballo en la Pirámide de
más vertiginosa de las explotaciones dida de todos sus amigos y la mayor irri- torio; si lo era para Roca porque le ofre- Mayo” que “eso sucederá […] cuando
ganaderas en las llanuras pampeanas, tación de sus enemigos”.7 Pero se equivo- cía la promesa de un triunfo cierto, lo era todos seamos cadáveres” ya que “los hijos
Roca doblaba ahora esa apuesta con la caban los que lo atribuían a que el doblemente para sus aliados cordobeses, de Buenos Aires saben derramar su san-
promesa de abrirles de inmediato ese presidente no sabía qué quería y por esa porque cerraba con algo parecido a un gre por la patria como derraman el cham-
entero territorio, a un costo mucho más razón hacía suya la opinión del último triunfo una etapa larga de más de un pagne en sus grandes fiestas”.8 Y los efec-
reducido que el de los avances graduales que había hablado con él: Avellaneda siglo en que el equilibrio entre la ciudad tos de esa ebriedad colectiva podían llegar
favorecidos por su predecesor, y el éxito sabía muy bien que quería un triunfo del que había tenido ya obispo y universidad hasta forzar al roquista Héctor Varela a
fulminante que en 1879 alcanzó en esa Estado nacional que no implicase la per- cuando su futura rival de las tierras sumarse a la inesperada mayoría que en
empresa que el sentido común porteño manente humillación de Buenos Aires, y bajas era poco más que un mínimo la Cámara baja de la Legislatura porteña
juzgaba imposible, al persuadir a esas sus permanentes oscilaciones provenían poblado hundido en el barro no había convalidó las elecciones que dieron el
clases que no tenían nada que temer y sí más bien de que no se resignara a acep- cesado de desplazarse a favor de esta triunfo a la lista tejedorista, fundando su
mucho que esperar de quien se alistaba a tar que lo que quería era imposible. No última. La seguridad de que ese triunfo voto favorable en que el fraude que había
librar un nuevo combate, esta vez en era por cierto el único que intentó sin estaba a su alcance llevaba a uno y otros asegurado ese resultado no era el san-
busca de asegurar la permanente media- éxito resolver ese dilema, ya que había a acompañar el avance del conflicto hacia griento practicado en otras tierras de
tización política de la provincia de sido la vana búsqueda de un modo de el desenlace sangriento al que lo empuja- barbarie sino el “fraude de familia” que

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desde 1852 era una nota distintiva de la julio The Standard propone de esa gue- la ruptura, en la que predominaba en al sacrificio de esos héroes y mártires de
vida cívica porteña, y no es sorprenden- rra por fortuna fugaz, que “ardió, brilló consecuencia la voluntad de una nueva la causa de Buenos Aires se prohibían
te que ese hombre que había arrostrado y ya no es más, sin un solo exceso” para mayoría decidida a asegurar que los preguntarse si éste había sido en vano.
sin vacilar tantos peligros, pero que era concluir que “la libertad, la civilización y triunfadores cosecharan del modo más Pero no tardó mucho en hacerse evi-
un ídolo de los porteños desde que, ape- el Republicanismo no tienen nada de pleno los frutos de su victoria. dente que era imposible seguir ignoran-
nas adolescente, y precisamente en la qué avergonzarse; y si puso de relieve Lo iba a conseguir: contra lo que do la derrota y sus consecuencias, y en
madrugada del 11 de septiembre de una pasión política profunda, también había esperado por un momento Avella- octubre el tedéum celebrado en el recin-
1852 que había marcado la resurrección nos mostró una combinación de virtudes neda, la renuncia de Tejedor no bastó to de la catedral que, contando esta vez
de esa vida cívica de la que éstos esta- cívicas y militares en el seno del mismo para evitar que la provincia fuera inter- con la presencia del arzobispo porteño,
ban tan ufanos, había convocado con su pueblo”.9 venida para hacer posible la elección de coronaba las ceremonias de toma de
tamboril a los guardias nacionales a Y ese cambio de tono refleja un giro una Legislatura dispuesta de antemano posesión de la presidencia de la
defender la causa de Buenos Aires, no más sustancial en la actitud de los a ceder a la nación el territorio en el que República por el general Roca era a su
osara ahora hacer defección de ella defensores de Buenos Aires, luego de iba desde entonces a hacer la ley el manera una implícita misa de réquiem
negándose a convalidar los resultados esos dos días de un combate del que sos- Estado federal, y en verdad no ayudó a por esa “experiencia política original”
de ese nuevo triunfo del civismo porte- tienen haber salido vencedores porque quienes hubieran deseado un acuerdo que había vivido Buenos Aires a partir
ño. han quedado dueños del campo, pero que menos humillante para Buenos Aires de 1852, y que Hilda Sabato ha venido
Pero el tono del sector de la prensa apenas una tregua les abrió una pausa que los porteños se obstinaran en igno- reconstruyendo con una larga paciencia
porteña que ha venido prodigando ape- para la reflexión descubrieron que no les rar del modo más ostentoso que para y una penetración iluminada por el cari-
laciones cada vez más urgentes al com- quedaba voluntad para proseguirlo. ellos la guerra se había cerrado ya con ño. Porque ni aún ahora querían los por-
bate que ofrece la última oportunidad de Había sonado la hora de Mitre, que una irrevocable derrota. No era difícil teños admitir explícitamente que esa
salvar a la provincia de caer ella tam- quizá preveía ya que ella iba a llegarle reconocer esa terca decisión de ignorar lo experiencia no podía sobrevivir a la
bién bajo el yugo de quienes oprimen ya cuando había decidido no oponer una voz que ya sabían, y la negativa a aceptar derrota que acababan de sufrir, el luto
a las del interior cambia casi sin transi- disonante al coro que llamaba a los por- que les iba a ser necesario adaptarse a por ésta iba a ser como una herida secre-
ción apenas ese combate se entabla; teños al combate porque, como iba a sos- sus consecuencias que estaba implícita ta de quienes –a la manera de los patrio-
como muestra del modo más convincen- tener años después en un contexto del en ella, en las modalidades de la misa de tas franceses entre 1871 y 1919 frente a
te Hilda Sabato, es como si los dos todo distinto, cuando todos se equivocan réquiem en sufragio de los defensores la que les había infligido la pérdida de
adversarios hubieran descubierto al uní- todos tienen razón. Convocado por caídos en defensa de la causa de Buenos Alsacia y Lorena– habían hecho suya la
sono que, cualquiera fuese su desenlace, Tejedor para dictaminar si existía una Aires, admirablemente evocada aquí por consigna de no mencionarla nunca y pen-
su destino era seguir viviendo juntos, y posibilidad real de que la ciudad supera- Hilda Sabato, ofrecida en la enlutada sar siempre en ella. La anticipaba ya
que más les valdría en consecuencia con- se el sitio al que se preparaban a some- catedral por el arzobispo Aneiros (que el Vicente Fidel López, a quien esa expe-
centrar la mirada en lo que tienen en terla las fuerzas nacionales, le propor- día anterior no había creído necesario riencia política había dejado muy pocos
común, exaltando junto con las hazañas cionó la respuesta negativa que permitió hacerse presente en la de campaña en buenos recuerdos, en la carta que el 8 de
en que se desplegaba su propio patriotis- al gobernador encomendarle la misión acción de gracias por la victoria de las julio envió a su hijo Lucio, viajero en
mo las que ese mismo sentimiento de negociar con el presidente Avellaneda armas nacionales, solemnemente cele- Londres, donde prefería “no repasar las
patriótico inspiraba al adversario, y “un arreglo pacífico, honorable para la brada ésta por el cura párroco de vergonzosas páginas de esos días de luto
reduciendo al mínimo el espacio dedica- provincia”. El arreglo, que tardó en lle- Belgrano en el campamento de la y humillación” que dejaban a su Buenos
do a los relatos de atrocidades en que se gar, fue rechazado por la Cámara baja Chacarita) y seguida por millares de por- Aires “conquistado por un partido mili-
había regodeado el periodismo faccioso del Congreso Nacional, reconstituida en teños que desbordaron ampliamente el tar que Dios sabe lo que producirá en
en un pasado en que la guerra civil pare- Belgrano tras la expulsión de sus miem- recinto del templo, entre ellos los inte- algún tiempo”.10
cía haberse instalado en permanencia bros que habían seguido sesionando en grantes de la Corte Suprema de Justicia Pero ese capítulo estaba irreversible-
en las provincias argentinas; y no ha de la ciudad rebelde y la incorporación de del gobierno nacional, que habían per- mente cerrado, y aunque esa memoria
sorprender que ese tono nuevo se haga los diputados recientemente electos en manecido en la ciudad al abandonarla el secreta, tal como nos ha enseñado tam-
sentir con aún mayor fuerza en el pri- las interiores que no la habían logrado presidente, y todavía más en los comen- bién Hilda Sabato, iba a contribuir a
mer balance retrospectivo que ya el 7 de en las sesiones que habían precedido a tarios de prensa, que al rendir homenaje rodear a los revolucionarios de 1890 de

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un séquito popular aun más compacto relevante). En este punto hace una dife- Para incorporar bajo ese signo a su trazar un cuadro que es algo más que un
que el que en 1880 había seguido a los rencia que quienes en Buenos Aires se memoria colectiva el episodio que marcó esbozo de toda una etapa de historia
líderes de la ciudad rebelde, lo que esta- lanzaron a una guerra civil imprimiendo su irrevocable derrota, Buenos Aires argentina, cuando esta vez partió en
ba en juego en ese nuevo intento insu- de inmediato a sus acciones el nivel de pudo apoyarse en una modificación en el busca de la razón por la cual la violencia
rreccional estaba suficientemente aleja- violencia esperable en ese marco, ape- modo de apreciar la incidencia de la gue- vino a marcar el momento decisivo de la
do de los dilemas de diez años antes para nas se lanzaron al combate descubrieran rra que había venido avanzando en crisis política que culminó en 1880, que
que esta vez la caída del intruso presi- que no tenían ánimos más que para lo ambas orillas del Atlántico a lo largo del de nuevo declara no haber encontrado,
dente cordobés que Buenos Aires pudo que, en un giro que no creo que se usara siglo XIX, que hacía que mientras en sus ha comenzado en él a hacer para la
celebrar como una victoria que la desqui- entonces, llamamos hoy un saludo a la comienzos una concisa proclama en la etapa siguiente lo que para la clausura-
taba de pasadas humillaciones abriera el bandera, que cuando deja en el terreno que el duque de Wellington llamaba a da precisamente en 1880 logró ya en La
camino para el retorno del general Roca miles de víctimas supone un escandalo- sus soldados a la batalla podía aún limi- política en las calles.
al centro de la escena política de la que so derroche de vidas humanas, y la esca- tarse a recordarles que por años habían
había buscado marginarlo el presidente sa atención que prestaron los personajes sido vestidos, hospedados y alimentados
caído. centrales del episodio a ese dato dema- por su soberano, y les había llegado la Notas
Al llegar aquí descubro que debo siado conspicuo de la experiencia que hora de retribuir todos esos favores, al
1
resistir la tentación de retomar la histo- acaban de vivir puede llegar en efecto a entrar el siglo en su ocaso una nueva F. Dosse, L’histoire en miettes. Des
ria en el punto en que Hilda Sabato cie- extremos absurdos (así cuando Tejedor sensibilidad colectiva exigía recurrir a “Annales” à la nouvelle histoire, París, La
rra su admirable relato para volver a anuncia a Avellaneda en su estilo inimi- otros acentos para interpelar a quienes Découverte, 1987.
2
preguntarme qué ha encontrado en los table que ha elegido entrar en negocia- se preparaban a afrontar la muerte. Esa H. Sabato, Buenos Aires en armas. La
testimonios que ha reunido acerca de la ciones porque prefiere “las bendiciones nueva sensibilidad, que debía casi todo revolución de 1880, Buenos Aires, Siglo
breve guerra civil de 1880 que la lleva a de las madres a la vanagloria del triun- al recuerdo del inmenso costo humano Veintiuno, p. 15.
concluir que, si la pregunta de por qué fo mismo” sin considerar que ha hecho del ciclo de guerras revolucionarias 3
H. Sabato, La política en las calles. Entre
se llegó a la guerra se impone frente a ya lo necesario para que se cuenten por libradas en el Viejo y el Nuevo Mundo a el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-
cualquier guerra, en este caso se hace centenares las madres poco dispuestas a partir del tardío siglo XVIII, era la que 1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
particularmente difícil responderla, y unirse a esas bendiciones). proveía de imágenes y tropos a la narra- 4
“Mitre derrotado por un cadete, prisione-
aunque tampoco intenta hacerlo a partir Se entiende que la ciudad vencida tiva de la derrota que hacía posible fun- ro como Lee”, tal el comentario de Sarmiento
de los elementos integrados en ese rela- haya decidido poner el recuerdo de esos dar en ella la decisión de renunciar de en carta a José Posse del 7 de diciembre de
to, creo que basándose en ellos es posible días de sangre y de muerte bajo el signo antemano a cualquier intento de rever- 1874, en Epistolario entre Sarmiento y Posse,
articular un argumento a favor de la del luto (ya lo había hecho López cuando tirla en el futuro en términos que hacían Buenos Aires, 1947, t. II, p. 403.
noción de que este conflicto armado en esos días estaban en el pasado más resaltar del modo más favorable la 5
Los comentarios de Roca en cartas a
particular plantea problemas específicos inmediato, y Sabato se hace hoy eco de melancólica dignidad con que la Reina Miguel Juárez Celman, citadas en A. Rivero
más allá del que surge del papel de la ello desde la primera página de Buenos del Plata había sabido afrontar la pérdi- Astengo, Juárez Celman, 1844-1909. Estudio
violencia en su momento resolutivo (al Aires en armas, en la que menciona como da de su trono. biográfico y documental de una época argenti-
na, Buenos Aires, Kraft, 1944, pp. 117 y 120.
cabo el dilema que lo originaba es de los su problema el de encontrar sentido al Muy razonablemente, Hilda Sabato
6
que suelen desencadenar guerras civi- “luctuoso saldo” de esas dos jornadas); no ha extendido su curiosidad hasta esa C. Pellegrini, Obras, Buenos Aires, Coni,
les, y en la que se desencadenó sobre para decirlo con un giro también él incor- dimensión de la experiencia vivida por 1941, vol. I, pp. 332-33. José Posse, pertene-
Buenos Aires en 1880 ese papel fue porado sólo un siglo más tarde a la jerga Buenos Aires, y si se la menciona aquí es ciente a la generación fundadora, aunque en
1880 asiste con amargura a la que cree inevi-
mucho más limitado, no digamos que en porteña, era éste el signo de que ya al día sólo como un ejemplo de la riqueza de
table disolución del Estado nacional, se prepa-
la que ensangrentó a Estados Unidos, y siguiente de su derrota había comenzado sugestiones que contiene su narrativa
ra a acogerse a esa otra alternativa que, aun-
que todos tenían bien presente en 1880, para ella el trabajo de elaborar el duelo, de la revolución porteña de 1880. Como
que escasamente atractiva, su memoria le
sino en la que en 1932 iba a dar un golpe del que surgiría resignada a aceptar un le ocurrió cuando partió en busca del asegura que está siempre disponible, tal como
decisivo a la hegemonía política de San desenlace que no estaba en sus manos lugar donde anida la democracia, y aun- le recuerda a Sarmiento en carta del 1 de abril
Pablo sobre el Brasil, que ofrece un tér- modificar, y capaz gracias a ello de vivir que no lo encontró nunca encontró en de 1880 (“No queda a cada provincia sino
mino de comparación más directamente de nuevo en paz consigo misma. cambio mucho de lo que nos permite hoy tomar buen sentido de darse un gobierno de

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orden que garanta la vida y la propiedad y
¿Por qué no existió un fuerte movimiento
8
H. Sabato, Buenos Aires en armas…, p.
nada, nada más”, Epistolario…, t. II, p. 487). 89.
7
Eduardo Wilde a Roca, 1 de marzo de 9
Ídem, p. 239. obrero socialista en la Argentina?
1880, en A. Terzaga, Historia de Roca. De sol- 10
Ídem, p. 290.
dado federal a presidente de la República, Juan Carlos Torre
Buenos Aires, Peña Lillo, 1976, t. II, p. 263.

E
n este texto me propongo respon- sugerir una interpretación plausible a la
der a un interrogante: ¿por qué cuestión planteada.
no existió un fuerte movimiento
obrero socialista en el país antes del sur- I. En Le Pain et les roses. Jalons pour
gimiento del peronismo? Así formulada une histoire des socialismes, Annie
la cuestión puede resultar extravagante: Kriegel llamó la atención sobre un hecho
¿acaso el Partido Socialista en la que otros también han subrayado: el
Argentina no era el más sólido y presti- carácter contingente del vínculo entre
gioso de América Latina? La referencia a movimiento obrero y socialismo.1 En
la región como patrón de comparación otras palabras, entre las luchas de los
aporta poco, sin embargo, porque los trabajadores en una sociedad capitalista
resultados del proselitismo socialista en y la ideología socialista existe una rela-
los países latinoamericanos eran más ción de exterioridad. En consecuencia, la
bien magros. Sin duda, vistos desde esa coincidencia entre ambos fenómenos
perspectiva los esfuerzos del elenco diri- nunca llega a ser completa o, más exac-
gente del Partido Socialista (PS) desco- tamente, entre uno y otro es posible
llaban. Dicho esto, creo que se puede identificar en el tiempo distintas combi-
coincidir en que el fruto de esos esfuerzos naciones según las diferentes sociedades
no logró plasmar plenamente su ambi- nacionales. Uno de los propósitos princi-
ción original: organizar políticamente al pales de los estudios sobre los trabajado-
conjunto de los trabajadores a partir de res ha consistido en establecer las condi-
su condición de clase. Como intento des- ciones históricas bajo las cuales las
tacar en las páginas que siguen, el pro- trayectorias del movimiento obrero y del
yecto socialista debió convivir con el socialismo se acercan o se separan. Ésta
amplio eco que tenían las convocatorias fue la motivación que inspiró al sociólogo
no clasistas en las filas de los trabajado- alemán Werner Sombart a escribir en
res. A fin de dar cuenta de ese estado de 1905 su libro clásico ¿Por qué no hay
cosas habré de explorar el contexto polí- socialismo en los Estados Unidos?2
tico que sirvió de marco a los primeros En la época en la que Sombart abordó
tiempos del PS en Argentina. Esta explo- esa cuestión era un supuesto ampliamen-
ración no pretende ser exhaustiva: la te compartido la tesis según la cual el
descripción histórica es relevante aquí desarrollo del capitalismo en una socie-
sólo como soporte de un ejercicio de dad industrial y, con él, el crecimiento del
sociología política que, como tal, no aspi- proletariado moderno habrían de condu-
ra a dar una respuesta definitiva sino a cir al surgimiento de un movimiento

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obrero socialista. Entonces, entre uno y paso de su tentativa de análisis consistió momento de extrema necesidad, se podrá por Sombart. Sí nos interesa recuperar
otro proceso se postulaba una relación en diferenciar la dinámica histórica del escapar de ella. Éstas fueron las claves una de las claves interpretativas pro-
de necesidad. De ahí que fuera espera- desarrollo del capitalismo por medio de principales de su respuesta a la pregun- puestas por historiadores y sociólogos
ble que un país donde el desarrollo capi- un ejercicio de contrastes. ta con la que abrió el libro que publicó con el fin de examinar su pertinencia
talista era muy avanzado –Estados El primer y decisivo contraste sobre por entregas en 1905 en las páginas de la para los avatares del socialismo en la
Unidos– debería ser también un país el que puso el énfasis fue el nivel de vida misma revista en la que poco antes Max Argentina: aludimos a la lectura de “la
cuya clase obrera fuese la cuna de un de los trabajadores, mucho mayor en tér- Weber había hecho conocer su obra La excepción estadounidense”, más centra-
fuerte movimiento socialista. Sin minos relativos en el país del norte que ética protestante y el espíritu del capita- da en las peculiaridades de su sistema
embargo, la realidad histórica no estuvo en el viejo continente. A su juicio, si bien lismo. político que en las de su desarrollo capi-
a la altura de esa expectativa. La soste- una proporción creciente de la riqueza El foco puesto por Sombart sobre “la talista.
nida incapacidad de los partidarios del producida en Estados Unidos iba a excepción norteamericana”, a propósito Al traer al primer plano las peculiari-
socialismo para crear un movimiento manos de una clase plutocrática, su del vínculo entre desarrollo del capita- dades del sistema político como clave
político con arraigo en los trabajadores monto total era de tal magnitud, por lismo y movimiento obrero socialista, interpretativa debemos comenzar por
estadounidenses fue una fuente de per- obra de la productividad, que consentía a sentó las bases de una agenda de inves- admitir que Sombart no las omitió del
plejidad entre los sociólogos marxistas, la fuerza de trabajo el acceso a consumos tigación que fue retomada en tiempos todo en su análisis, que dio cabida tam-
para quienes la superestructura de la fuera del alcance del presupuesto de las más recientes siguiendo la hoja de ruta bién a los efectos de la vigencia del sufra-
sociedad, en cuyo marco se localizaban familias obreras europeas. La prosperi- de su contribución original.3 Algunas de gio universal en la población masculina
los comportamientos políticos, era una dad de la economía estadounidense, al las explicaciones que propuso han sido blanca de Estados Unidos. En su libro
función directa de las transformaciones permitir una elevación del bienestar revisadas críticamente por historiadores señaló, en efecto, que en una medida des-
de la estructura económica. El análisis material de los trabajadores por sobre el y sociólogos. Éste fue el caso de la prin- conocida en Europa, la ideología de la
de Sombart fue un intento por superar de sus pares en Alemania, por ejemplo, cipal de ellas, que asoció la aquiescencia “soberanía popular”, esto es, la creencia
esa perplejidad con vistas a normalizar tendía a legitimar el orden económico política de los trabajadores con su mayor en que el pueblo y sólo el pueblo gobier-
una experiencia histórica que desafiaba prevaleciente y erigía una sólida muralla bienestar económico relativo, anticipan- na, permeó fuertemente la visión políti-
la tesis en boga. contra los partidarios del socialismo. La do la tesis de la aristocracia obrera de ca de los trabajadores estadounidenses,
Las hipótesis que propuso constituye- eficacia de este primer contraste para tan fugaz fortuna en los estudios del creencia que fue respaldada por expe-
ron más bien un refinamiento del econo- neutralizar la agitación anticapitalista mundo del trabajo. A la vez, su hipótesis riencias concretas: con el derecho al voto
micismo de la sociología marxista que era luego reforzada por otro: la creencia acerca del impacto negativo sobre la podían apoyar a candidatos pro obreros,
una revisión de sus supuestos. Su razo- popular en las perspectivas de movilidad solidaridad de clase que tenían las remover de sus cargos a políticos hostiles
namiento apuntó a identificar en las social alimentada por la existencia de mayores chances de los trabajadores y, más pragmáticamente, acceder a las
peculiaridades del desarrollo capitalista tierras vírgenes en el Lejano Oeste. Para estadounidenses de elevarse por encima fuentes de patronazgo de las máquinas
en Estados Unidos y en Europa las cla- muchos trabajadores, la migración hacia de su condición social quedó más acota- partidarias a cambio de su adhesión elec-
ves de las diferencias observables en el la frontera fue la vía para dejar tras sus da por el señalamiento de otros factores toral. Con dosis variables de mito y rea-
plano de la vida política. Sombart espaldas la condición de asalariados. que producían el mismo efecto, como lidad, esas experiencias de influencia
comenzó reconociendo que el desarrollo Pero, al margen de que se hiciera efecti- eran los clivajes étnicos, raciales y reli- política generaron en los trabajadores un
del capitalismo tanto en Europa como en va, argumentó Sombart, la mera posibi- giosos existentes dentro de la población sentido de pertenencia a las institucio-
Estados Unidos venía acompañado por lidad de que podría convertirse en un obrera. Hubo, asimismo, contribuciones nes de la democracia representativa muy
una distribución desigual del ingreso y agricultor independiente le daba al tra- que optaron por argumentos más políti- distante de la sensación de alienación
por la emergencia de una minoría econó- bajador estadounidense un horizonte de cos y atribuyeron la ausencia de un política que explotaban los abogados de
micamente poderosa, para después des- progreso del que carecía por completo el movimiento obrero de sesgo anticapita- la ruptura del statu quo en Europa. No
tacar que lo que ambas experiencias obrero europeo. Esto tenía un corolario lista a las limitaciones y errores de los obstante, quienes analizaron su obra
tenían en común no ofrecía los elementos político favorable al statu quo según el propios liderazgos socialistas.4 No es han subrayado que en su ejercicio com-
para explicar lo que tenían de diferente: sociólogo alemán: una situación insatis- nuestra intención recorrer en detalle la parativo Sombart no logró apreciar todas
el movimiento obrero socialista en un factoria se vuelve más tolerable si se la variada y rica producción académica sus- las consecuencias para la suerte del
caso, su ausencia en el otro. El siguiente vive con la ilusión de que, llegado el citada a raíz del interrogante planteado socialismo que se derivaban de la distin-

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ta trayectoria de la extensión de la ciu- Cuando más tarde, a fines del siglo XIX, formación de una acción política de clase; miento obrero socialista, como el que se
dadanía en los Estados Unidos y en quedaron expuestos a los rigores del el ejemplo inglés ilustró una secuencia formó por diversos caminos en los países
Europa.5 capitalismo industrial, se delineó una diferente. de Europa. Ésta es, en apretada síntesis,
Hacia los años 30 del siglo XIX en fractura entre los obreros como trabaja- En Inglaterra, el surgimiento del pro- la clave interpretativa que, tomando dis-
Estados Unidos habían prácticamente dores y los obreros como ciudadanos: los letariado urbano como fuerza social y su tancia de la hipótesis “más materialista”
desaparecido las restricciones al sufragio conflictos que se hicieron visibles en el organización en sindicatos tuvo lugar en de Sombart, arrojó una primera luz
para la población masculina blanca; en ámbito de la producción, motorizados el ámbito de un sistema político más sobre “la excepción estadounidense”.
la mayoría de los estados de la Unión la por su capacidad de presión económica, abierto, en el cual la existencia del Decimos que arrojó una primera luz
condición de propietario no era un requi- no tuvieron su contrapartida en los con- Partido Liberal ofreció una oportuna porque el efecto de la temprana amplia-
sito para ejercer el derecho al voto. Entre flictos de los que participaban en la vida correa de transmisión a sus demandas y ción del sufragio universal no se tradujo
todos los países capitalistas, fue el caso política. Cada una de las esferas de la fue recompensado por un sostenido res- solamente en la menor centralidad del
más emblemático de la incorporación de experiencia obrera se desarrolló encap- paldo electoral de los trabajadores.6 La clivaje de clase en las actitudes y los
las clases asalariadas a las instituciones sulada en sí misma, con su propio voca- alianza que se estableció en esas circuns- comportamientos políticos de los trabaja-
de la democracia antes de que tuviera bulario y sus propias expresiones insti- tancias entre los sindicatos y los libera- dores. Su verdadero y complementario
lugar la revolución industrial y el surgi- tucionales. les puso una barrera a diversas iniciati- impacto consistió en el hecho de que los
miento del proletariado moderno. En En términos generales, el escenario vas tendientes a la creación de un dos grandes partidos que competían por
cambio, en la mayoría de los países euro- típico de los países europeos facilitó, por partido obrero autónomo. Esa barrera se el predominio electoral, el Republicano y
peos la extensión de la ciudadanía fue el contrario, las condiciones para que los levantó abruptamente cuando el el Demócrata, lograron conquistar el
bastante más tardía: el sufragio libre, trabajadores pudieran articularse en un Parlamento inglés condicionó el ejercicio voto de sectores importantes de los estra-
sin restricciones, se logró en Gran bloque cohesivo y vertebrado en su iden- del derecho de huelga en 1901: el clima tos bajos. En estas circunstancias, cuan-
Bretaña en 1884, en Alemania en 1871, tidad de clase debido a la mayor trans- de agitación obrera que siguió a esa do en Estados Unidos por la iniciativa de
en Austria en 1907, en Suecia en 1909, parencia de los conflictos en el terreno medida convergió luego en la fundación políticos e intelectuales, como en otros
en Bélgica en 1919; es decir, en un claro económico y en la vida política. Más del Partido Laborista por los sindicatos países, surgió una oferta socialista, ésta
contraste con la trayectoria de Estados específicamente, esa identidad de clase, y, con él, a la formal trasposición del con- debió competir por el respaldo de traba-
Unidos, cuando ya la revolución indus- por sobre las diferencias ocupacionales flicto de clase en la escena política. jadores que ya habían desarrollado leal-
trial se había producido y el proletariado de los trabajadores, se forjó sobre todo en El corolario que se desprende del exa- tades partidarias previas. En esa compe-
moderno era una fuerza social con una el marco de las luchas cívicas que libra- men de estas dos trayectorias históricas tencia, su convocatoria fue, a su vez,
presencia significativa. ron en el viejo continente por el derecho –dejando de lado la singularidad que neutralizada por la capacidad del siste-
Extrayendo las consecuencias de al voto en el filo del siglo XX, incluso con presenta el caso de Australia– podría ma partidario existente, sobre todo el
este contraste cobró forma una explica- el recurso a huelgas generales, como ocu- sintetizarse en estos términos: allí adon- Partido Demócrata, para absorber en su
ción alternativa a la propuesta por rrió en Austria (1896 y 1905), Bélgica de la movilización social de los trabaja- universo político policlasista las deman-
Sombart. Su proposición principal sos- (1902 y 1913) y Suecia (1902). En ellas, dores se produce en un sistema político das provenientes del mundo del trabajo.
tiene que en Estados Unidos la exten- las corrientes socialistas dieron sus pri- que ya los reconoce como ciudadanos, En definitiva, fue una experiencia obrera
sión temprana de la ciudadanía canceló meros pasos como organizaciones de tenderán a organizarse, en el plano eco- que, con “los mártires de Chicago”, apor-
la posibilidad de que se desarrollara un masas. Un episodio emblemático en ese nómico, en sindicatos; en cambio, cuando tó el 1 de mayo al calendario de los tra-
movimiento político en torno de una itinerario fue la ilegalización de la acción el sistema político limita sus aspiracio- bajadores del mundo pero mostró ser
identidad obrera. En posesión de los política y gremial de los socialistas en nes democráticas elementales como fuer- escasamente acogedora a la acción prose-
mismos derechos políticos que los miem- Alemania entre 1878 y 1890; al cabo de za social, se verán forzados a dar un paso litista de los partidarios del socialismo.
bros de las otras clases sociales, los tra- ese período, el Partido Socialdemócrata más y a organizarse también en el plano
bajadores estadounidenses se vieron emergió con una más amplia base electo- político, en partidos de clase. En el pri- II. Para introducir ahora nuestro tema
privados de una experiencia crucial: la ral y, en una estrecha relación con los mer desenlace estamos en presencia de nos parece oportuno hacerlo con José
de una exclusión política que podría sindicatos, convertido en el paradigma un movimiento obrero y se corresponde Aricó, que compartió con Juan Carlos
haberlos llevado a reunirse y fusionarse del movimiento obrero socialista. Este con el caso de Estados Unidos; en el Portantiero una larga amistad y comuni-
como clase políticamente diferenciada. patrón no fue, en verdad, el único en la segundo, lo que tenemos es un movi- dad de ideales. En su ensayo La hipóte-

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sis de Justo, Aricó se preguntó por qué el riencias parciales previas, la primera ley do el alzamiento cívico-militar, se produ- de destacar los dos desarrollos políticos
PS no logró, ni aun en sus momentos de de elecciones nacionales fue sancionada jo un desprendimiento de la elite dirigen- que pautaron el proceso que condujo a la
máxima expansión, movilizar a todo o en 1857 y establecía que todos los varo- te que cerró filas en torno de la impugna- ampliación del sistema político. El pri-
por lo menos a la gran parte del movi- nes nativos tenían derecho al voto sin ción de las reglas de juego y, con la mero concierne al itinerario de la UCR.
miento obrero argentino antes de la restricción alguna en cuanto al alfabetis- creación posterior de la Unión Cívica A lo largo de los veinte años que siguie-
emergencia del peronismo.7 El interro- mo o la propiedad. Para los parámetros Radical (UCR), contribuyó progresiva- ron a su creación como partido en 1892,
gante remitía al formulado en su que estamos utilizando, se trató de una mente a cambiar los términos que hasta la movilización de la UCR fue adqui-
momento por Sombart y explícitamente democratización temprana. En efecto, en entonces habían organizado la vida polí- riendo el perfil de un “partido antisiste-
aludía al caso del socialismo en Estados el universo social cubierto por el sufragio tica del país. ma”, combinando los intentos insurrec-
Unidos. Ambas experiencias constituían, no se había generalizado todavía la figu- Las demandas de la UCR en favor de cionales con el abstencionismo electoral.
a su juicio, pruebas flagrantes del peca- ra del trabajador característico de la las garantías al ejercicio del sufragio Vista de cerca, fue una movilización
do de simplificación que se comete al modernidad capitalista; ésta recién colocaron en el centro de la agenda públi- que, si bien alteró sólo parcialmente el
hacer depender exclusivamente del cre- empezaría a ganar relevancia unos vein- ca la transformación de una democracia clima de atonía ciudadana que rodeaba
cimiento del capitalismo el desarrollo de te años más tarde, a partir de las sucesi- virtual en una efectiva democracia a los comicios, con el paso del tiempo les
un socialismo obrero moderno. La pista vas olas de inmigrantes europeos atraí- representativa. La trayectoria de la aseguró a sus promotores, y en particu-
que siguió Aricó en la búsqueda de res- dos por la pujanza de la nueva economía Argentina, que ubicamos próxima a la de lar al liderazgo emergente de Hipólito
puestas a la cuestión planteada estuvo agroexportadora. Estados Unidos ya que cualquier ciuda- Yrigoyen, las credenciales políticas para
centrada en el plano de las ideas. A tra- La concesión del derecho al voto no dano podía, en principio, votar, se des- explotar en su beneficio la transición a la
vés del análisis del pensamiento de Juan comportó, en rigor, una real apertura del plazó así idealmente al escenario en que democracia. Ésta se produjo por obra del
B. Justo, la principal figura teórica y sistema político. Según las disposiciones se libraron las luchas cívicas en los paí- segundo de los desarrollos políticos a que
política del socialismo argentino, conclu- de la ley, los padrones en los que la ins- ses europeos a fines del siglo XIX. aludimos: la decisión del núcleo refor-
yó que fueron sus limitaciones, tributa- cripción era voluntaria estaban en Decimos que ése fue un desplazamiento mista de la elite dirigente de abrir las
rias de una visión iluminista del cambio manos de los gobiernos locales y el ideal porque, si bien el clivaje institucio- compuertas del sistema político para dar
social, las que obstaculizaron la fluida votante debía dar a conocer en forma nal con eje en los derechos ciudadanos una salida a la presión de los focos disi-
comunicación de las consignas socialis- pública sus preferencias. En estas condi- devino aquí y allá en el principal punto dentes con el fin de hacer más goberna-
tas con la experiencia obrera. Las limita- ciones, los comicios se desenvolvieron de agregación política, el liderazgo fue ble un país al que la modernidad capita-
ciones de su pensamiento, agregó asimis- viciados por el fraude y la violencia. La claramente diferente en ambos casos: en lista había sumado la irrupción de la
mo Aricó, eran también las de la propia competencia electoral servía, en los Europa lo proveyeron los partidos socia- protesta obrera. Los propósitos de la ini-
realidad de su tiempo: una Argentina en hechos, para que las facciones de la elite listas con raíces en el mundo del trabajo; ciativa, plasmada en la ley electoral de
la que, contra las previsiones de Justo, la dirigente dirimieran sus disputas por el en nuestro país, la UCR respondía al 1912, son conocidos: por un lado, preve-
modernidad capitalista y la consecuente acceso y el control del poder político; perfil de un partido liberal y popular que nir el fraude con el voto secreto y el
oposición de clases no lograban conver- mientras tanto, las demandas de la aglutinaba a figuras disidentes de la padrón militar, y, por el otro, estimular
tirse en el eje dominante de la vida polí- población se expresaban sobre todo fuera elite, sectores de las clases medias en la participación con la obligatoriedad del
tica. Esta referencia a las condiciones de las urnas por medio de marchas en las expansión y estratos bajos de la pobla- sufragio y la elección por lista incomple-
históricas que rodearon a la convocatoria calles, movilizaciones colectivas, asam- ción. El gran ausente en la hora de la ta, con representación de las minorías.
socialista delinea el marco de la clave bleas y mítines.8 Para completar el cua- democratización política fue el proleta- A estas alturas del proceso de demo-
interpretativa que quisiéramos explorar dro, destaquemos que la manipulación riado moderno, por ser mayoritariamen- cratización, llegó el turno de incluir al
para dar cuenta de su limitado éxito: los de las elecciones no fue el único mecanis- te extranjero y porque sus miembros PS. Fundado en 1895 y con un radio de
efectos del proceso de democratización mo de resolución de conflictos dentro de más activos estaban bajo la influencia de influencia circunscripto principalmente
del sistema político. la elite; la movilización armada fue otro. ideologías antipolíticas, como el anar- a la ciudad de Buenos Aires, muy tem-
Al respecto, comencemos por desta- El desenlace de uno de esos episodios, la quismo y el sindicalismo revolucionario. prano puso distancia de las concepciones
car que, a primera vista, la trayectoria revolución de 1890, habría de tener más Retomaremos más adelante la cues- antipolíticas dominantes en el mundo
de la Argentina se acerca bastante a la tarde hondas repercusiones para la sus- tión de la cisura entre luchas obreras y del trabajo y se dio un programa de
de Estados Unidos. Aunque hubo expe- tentación del orden conservador: frustra- luchas cívicas. Previamente, correspon- reformas sociales. Para abogar por ellas,

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sus dirigentes tomaron una decisión se con la victoria y colocar a Yrigoyen en hayan ejercido dando su apoyo a los can- tivos. Por su importancia numérica, el
estratégica: concurrir a las elecciones. el timón del gobierno. Este resultado didatos de la UCR. comportamiento de este electorado tuvo
En la visión del PS, los ideales del socia- ubicó a la Argentina en un casillero apar- La división del voto obrero entre el ciertamente una influencia de primer
lismo en la Argentina tenían por delante te en los procesos de democratización vía socialismo y el radicalismo evoca, a la orden sobre el resultado de los comicios.
una larga marcha hasta que la moderni- reforma, cuyo rasgo común es asegurar a distancia, lo que ya advertimos al consi- Haciendo un balance de las doce eleccio-
zación capitalista se desplegara plena- quienes promueven el cambio el control derar “la excepción estadounidense”. La nes de diputados realizadas en el distrito
mente e hiciera emerger, corriendo el de la apertura del sistema político.10 convocatoria del PS no tuvo por delante entre 1912 y 1930, en las que fue notorio
velo de viejas prácticas políticas y socia- Aquí, entretanto, el giro inesperado en el tampoco aquí unos trabajadores política- el abrupto eclipse de los conservadores,
les, el conflicto de clases. Con esa creen- comportamiento del electorado condujo a mente vírgenes sino que debió lidiar con verificamos que la UCR se impuso en
cia en el curso evolutivo de la historia, su sustitución por el ascenso político de la gravitación de tradiciones y adhesio- siete oportunidades mientras que el PS
los socialistas vieron las tribunas electo- un nuevo núcleo dirigente. nes forjadas a lo largo del proceso de lo hizo en cuatro; la victoria restante, en
rales como plataformas que podían ser democratización. En un plano más gene- la crucial elección de 1930, correspondió
aprovechadas para difundir su mensaje III. Hemos presentado esta visión de la ral, ese estado de cosas puso de manifies- al Partido Socialista Independiente, un
y llamar a los trabajadores inmigrantes trayectoria seguida por el proceso de to que, en paralelo a la escisión de clase desprendimiento del PS hacia el centro
a que se nacionalizaran y engrosaran sus democratización política con el propósito sobre la que giraba la acción proselitista político. En lo que más nos importa, los
filas. No obstante sus críticas a los usos de delimitar el contexto histórico dentro del socialismo, otra escisión constituía análisis electorales han indicado que el
y las costumbres políticas de la época, el del que jugó su suerte la propuesta polí- un eje rival, aquella que dividía la com- voto socialista fue, con pocas excepcio-
PS escogió, pues, actuar dentro de las tica del PS. Para iniciar el análisis de su petencia electoral en términos no clasis- nes, sobre todo un voto obrero pero que,
reglas de juego, mientras que la UCR se impacto, señalemos que, si el desenlace tas y oponía “la causa” versus “el régi- al mismo tiempo, no todos los votos
inclinaba por la abstención militante. de la reforma electoral sorprendió a las men”, de acuerdo con la retórica que obreros fueron en favor del PS.13 La
Llegado el momento, se comprende que fuerzas conservadoras, dentro del parti- galvanizaba a las tribunas de los parti- razón ya la anticipamos y es que, a tra-
el presidente Roque Sáenz Peña haya do de Juan B. Justo se tradujo en una darios de Yrigoyen. vés de los años, los radicales lograron
buscado que Yrigoyen desistiera de su dura constatación: con el liderazgo de ¿Cómo se dirimió esa puja? Si toda retener e incluso ampliar sus adhesio-
oposición intransigente, involucrándolo Yrigoyen, la UCR comenzó a incursio- convocatoria electoral consiste en propo- nes en el heterogéneo mundo del traba-
en la discusión de la reforma electoral, y nar con creciente fortuna en las filas de ner un principio de división de la escena jo. Retomando el interrogante que formu-
que los socialistas quedasen fuera de los los trabajadores urbanos sobre las que política, ¿cuál de los dos en pugna fue lamos se podría concluir que, en el
acuerdos que llevaron a la apertura del los dirigentes socialistas concentraban más eficaz para reagrupar la voluntad contexto de la época, no tuvo una res-
sistema político.9 Democratización y sus esfuerzos y a las que consideraban política de los trabajadores? Para saber- puesta unívoca porque el universo polí-
socialismo recorrieron, así, trayectorias su baluarte natural. En un plano estric- lo, el puesto de observación más adecua- tico de los trabajadores estuvo definido
si no opuestas por lo menos diferentes. tamente político, éste fue un corolario do es la ciudad de Buenos Aires: allí el por la fluida coexistencia de una dimen-
Si avanzamos hacia el momento deci- previsible del trámite impreso a la aper- socialismo tenía el grueso de sus afiliados sión de oposición de clase y de una
sivo de la transición a la democracia, tura del sistema político: al hacer de la y cosechó sus primeros logros electorales; dimensión de integración política.
sabemos cuál fue su culminación: el reincorporación del radicalismo a la también allí fue adonde se confrontó con Si estas circunstancias, en el plano de
colapso de la operación transformista lucha comicial la piedra de toque del la competencia tenaz que le plantearon las orientaciones obreras, pusieron lími-
diseñada por la elite dirigente. El inten- éxito de la reforma electoral, la elite los radicales. Según los cálculos disponi- tes a la penetración de la propuesta
to por legitimar un régimen político dirigente revalidó ante los electores bles, al ampliarse las fronteras del siste- socialista, no fueron menores los obstácu-
esencialmente oligárquico no sobrevivió potenciales las credenciales que el parti- ma político, bastante más de la mitad de los que impuso el cambio de guardia en
al test de la primera elección presiden- do de Yrigoyen había acumulado como los electores registrados en el padrón por- la conducción del Estado provocado por
cial realizada bajo las nuevas reglas de opositor intransigente del orden conser- teño se reclutaba entre los sectores asala- el desenlace de la sucesión presidencial
juego. En 1916 la UCR, que debía ocupar vador y campeón de las libertades polí- riados.12 Éste era un ámbito muy diverso, en 1916. Con la instalación de Yrigoyen
el tercio que la ley reservaba a la repre- ticas.11 En el momento de emitir un jui- que reunía típicamente a obreros fabri- en el gobierno se produjo una separación
sentación de las minorías de acuerdo al cio sobre el régimen oligárquico, no les, trabajadores de servicios públicos, más neta entre poder económico y poder
confiado cálculo del libreto reformista, sorprende que sectores importantes de jornaleros, artesanos, peones semirrura- político, esto es, entre los grandes empre-
reunió los apoyos necesarios para alzar- los trabajadores con derecho al voto lo les, empleados de comercio y administra- sarios del campo y las finanzas que con-

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ducían la modernización capitalista del de las negociaciones colectivas y, por el era un terreno relativamente neutral entonces, una trama de mutuas conve-
país y la elite dirigente alternativa en otro, establecían controles para evitar el sobre el que capitalistas y trabajadores niencias que tornó más ardua aún la
cuyas manos había recaído, por obra del desborde de los elementos más radicali- podían librar sus luchas sin que el desen- penetración de las consignas del socia-
sufragio, la autoridad política. Este des- zados de la protesta social. Este intento lace estuviera fijado de antemano. Dicho lismo: de un lado, el gobierno radical
doblamiento del poder introdujo una por extraer las relaciones obrero-patro- brevemente, era un Estado corregido por procuró consolidar la conducción sindi-
nueva complicación a la hipótesis de nales de la esfera del mercado no logró la competencia democrática. En este con- calista en los gremios como un freno a la
base de la propuesta socialista: la exis- tratamiento legislativo; la misma suerte texto de acceso indirecto a los poderes influencia socialista y, del otro, la con-
tencia de una correspondencia directa corrió el código de trabajo propuesto en públicos, los dirigentes sindicalistas ducción sindicalista supo administrar
entre intereses económicos y acción polí- 1921. Sin el sostén de las instituciones, abandonaron su postura antipolítica y se su prescindencia política de modo tal
tica. Hemos sugerido que esa correspon- Yrigoyen se embarcó en un ejercicio en movilizaron para obtener a través del que no excluyera apoyar a un líder de
dencia fue menos nítida y rotunda entre primera persona de la mediación que, si gobierno lo que no podían o les era más partido dispuesto a secundarla en detri-
los trabajadores, destacando que no bien buscó sus razones en la preserva- difícil conseguir en la esfera del merca- mento de sus rivales.15 En una rápida
todos decidieron su voto a partir de su ción de “la armonía social” como meta de do. Que no siempre lo lograran, que la recorrida por la campaña electoral de
situación de clase. Señalemos ahora que la incipiente democracia, no estuvo exen- UCR en el gobierno cediera más de una 1928, que condujo a Yrigoyen de nuevo a
algo parecido ocurrió asimismo en el vér- to tampoco de los cálculos electorales que vez a las presiones del mundo de los la presidencia, se puede advertir que en
tice del poder en aquel terreno que nos imponía esa misma democracia: ganar negocios, no canceló el efecto de la numerosas seccionales de la Unión
interesa: una vez en el gobierno, el radi- los votos suficientes para disputar el dis- nueva configuración del poder surgida Ferroviaria se formaron comisiones de
calismo se desenvolvió en la gestión de la trito porteño a los socialistas.14 de la democratización sobre la relación propaganda y reclutamiento en respaldo
protesta social con un margen de autono- Ese ejercicio de mediación desde las entre conflictos sociales y conflictos de su candidatura.16 Esta evidencia inci-
mía frente al poder económico. alturas encontró un eco favorable en la políticos. En la Argentina de Yrigoyen dental está de todos modos en línea con
En ocasión de las huelgas en el puer- corriente dominante del movimiento no se asistió al espectáculo de una clase lo que surge de los análisis electorales:
to y los ferrocarriles en 1916 y 1917, obrero, el sindicalismo. Críticos de la vía obrera homogénea y una clase dirigente el progresivo incremento del aporte
Yrigoyen abrió las puertas de su residen- parlamentaria escogida por el socialismo unificada enfrentadas en forma directa obrero al caudal de votos del radicalis-
cia al diálogo con los huelguistas, se negó y de vuelta de las frustraciones de la en el terreno económico y la escena polí- mo durante los años 20.17
a utilizar la policía o el ejército para acción directa de signo anarquista, los tica, como postulaba la perspectiva En el marco de esa evolución de los
reprimir y forzó a las empresas a aceptar dirigentes sindicalistas dieron prioridad ideal que sostenía a la convocatoria comportamientos electorales, hubo un
el arbitraje estatal. Esta postura conci- a la lucha reivindicativa en el lugar de socialista. motivo adicional de decepción en los
liadora no fue, es verdad, uniforme, pero trabajo, sin renunciar a su retórica revo- Las consecuencias de esa nueva con- partidarios de Juan B. Justo. Por años
de todos modos le permitió al líder del lucionaria. Con el tiempo, lograron la figuración del poder se hicieron visibles habían tratado de convencer, sin dema-
radicalismo sobrellevar sin altos costos conducción de los principales gremios de también en el ámbito de las lealtades siado éxito, a los trabajadores nacidos en
políticos episodios de represión como la la época, los portuarios y los ferroviarios, obreras. Para observarlas, reconstruya- el extranjero para que se nacionalizaran
Semana Trágica. Que el gobierno radi- y en esa condición ya los vimos envueltos mos brevemente el sistema de intercam- y votaran a sus candidatos. Cuando la
cal no era un reaseguro para el poder en un diálogo con el líder del radicalis- bios anudado entre el gobierno radical y demografía acudió en su auxilio y el
económico quedó de manifiesto por el mo. Para unos militantes obreros forma- los principales jefes sindicales. La aper- padrón de Buenos Aires se multiplicó por
debut en las calles de Buenos Aires, en dos en la tradición de la antipolítica, el tura de Yrigoyen a las demandas de los dos, entre 1916 y 1928, por la afluencia de
el verano de 1919, de las bandas arma- ascenso de los radicales al gobierno trabajadores no llegó hasta la decisión los hijos de los inmigrantes, constataron
das de rompehuelgas de la Asociación implicó toda una novedad. Con Yrigoyen de avanzar dentro del movimiento obre- que los nuevos electores tendían a votar
del Trabajo, que tomó a su cargo la en la presidencia, el Estado dejó de apa- ro para organizar sindicatos afines. Por proporcionalmente más por el radicalis-
defensa de los intereses patronales. recer como un organismo garante de los su parte, los dirigentes sindicalistas, al mo que por su propio partido. Las causas
Terminado el conflicto, desde los círcu- intereses del capital y, por definición, tiempo que buscaron pragmáticamente más inmediatas de ese mejor desempeño
los radicales se promovió un conjunto de hostil a las demandas obreras. En lugar la mediación estatal, se declararon pres- radical no eran, entendemos, difíciles de
proyectos de legislación laboral que, por de esa imagen, que había nutrido en el cindentes en las disputas entre los par- identificar: el aumento sostenido de los
un lado, otorgaban un reconocimiento pasado su resistencia a las iniciativas de tidos en nombre de la fidelidad a sus salarios bajo los gobiernos radicales, la
legal a los sindicatos y creaban el marco origen estatal, lo que tenían frente a sí objetivos revolucionarios. Cobró forma, sanción de diversas medidas de protec-

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ción social (desde la ampliación de los bien en otra dirección, en las modalida- Notas 9
Véase J. Adelman, “El Partido Socialista
beneficios jubilatorios hasta el control des que revistió y en los efectos que pro- Argentino”, en M. Lobato (comp.), Nueva his-
de los alquileres, pasando por el régimen dujo la democratización del sistema polí- 1
A. Kriegel, Le Pain et les roses. Jalons toria argentina, Buenos Aires, Sudamericana,
pour une histoire des socialismes, París, 2000, tomo III.
de salario mínimo para los empleados tico. Es que las peculiaridades de ese
públicos) y, por último, la contribución de proceso histórico opusieron límites bas- Presses Universitaires de France, 1968. 10
Véanse S.J. Valenzuela, Democratización
los viejos y probados mecanismos del tante formidables a la puesta en acto de 2
W. Sombart, Why Is There No Socialism vía reforma. La expansión del sufragio en
in the United States, Londres, MacMillan, Chile, Buenos Aires, IDES, 1985; R. Dahl,
clientelismo político. Esta referencia, la teoría y la práctica del socialismo.
1976. Polyarchy, Participation and Opposition, New
por demás sucinta, a los resultados de la Esos límites se condensaron en un
Haven, Yale University Press, 1971, cap. 3.
gestión de los radicales en el gobierno hecho principal: la discontinuidad entre 3
Véase J.H.M. Laslett y S.M. Lipset
11
(eds.), Failure of a Dream? Essays in the Véase T. Halperín Donghi, “Estudio pre-
desde el punto de vista de los trabajado- los conflictos políticos y la confrontación
History of American Socialism, Nueva York, liminar”, en Vida y muerte de la república ver-
res completa lo que indicamos a propósi- entre trabajadores y capitalistas. Entre
Doubleday, 1974; S.M. Lipset y G. Marks, It dadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel,
to del nuevo trato de la cuestión social y uno y otro campo de la acción colectiva 1999.
Didn’t Happen Here. Why Socialism Failed in
nos sugiere otro paralelo con la clave no hubo una clara superposición de los
the United States, Nueva York, Norton, 2000. 12
Véase R.J. Walter, The Socialist Party
interpretativa de “la excepción estadou- antagonismos. En ese marco, los princi- in Argentina, 1890-1930, Austin, University
4
nidense”: también aquí la capacidad de pios de identificación, discurso y organi- Véase M. Davis, “Why the US Working
of Texas Press, 1977, Appendix.
Class is Different”, New Left Review, Nº 123,
un partido policlasista en el poder de zación en el ámbito del trabajo y fuera de 13
septiembre-octubre de 1980. Véase D. Canton y J.R. Jorrat,
absorber las demandas obreras redujo el él tuvieron una articulación diferente. Elecciones en la ciudad, 1892-2001, t. II,
5
espacio disponible para que fructificara Las conductas de clase visibles en el Véase J. Karabel, “The Failure of
Buenos Aires, Instituto Histórico de la Ciudad
American Socialism Reconsidered”, The
y echara raíces la convocatoria de una terreno económico mostraron una débil de Buenos Aires, 2001.
Socialist Register, Nº 18, Londres, 1979.
oferta socialista. contrapartida en el plano político, y esto 14
Véanse D. Rock, El radicalismo argenti-
6
llevó a una mayoría de los trabajadores Véase G.M. Luebbert, Liberalismo, fascis-
no, 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu,
IV. Resumiendo el cuadro de situación urbanos, de un lado, a movilizarse den- mo o socialdemocracia. Clases sociales y oríge-
1992; R. Falcón, “Políticas laborales y relación
nes políticos de los regímenes de la Europa de
que hemos esbozado, tenemos, pues, que, tro de los sindicatos bajo la conducción gobierno-sindicatos en el gobierno de H.
entreguerra, Prensas Universitarias de
compitiendo con los sindicalistas en el de líderes obreros y, del otro, a adherir a Yrigoyen (1916-1933)”, en J. Suriano, La cues-
Zaragoza, 1997.
terreno de las luchas gremiales y con un movimiento político democrático tión social en Argentina, 1870-1943, Buenos
7
J. Aricó, La hipótesis de Justo, Buenos Aires, La Colmena, 2000.
los radicales en los comicios, los socia- popular. Los dos componentes de la expe-
Aires, Sudamericana, 1999. 15
listas no lograron encuadrar bajo sus riencia obrera, la dimensión de oposición Véase H. del Campo, Sindicalismo y pero-
8
ideales a la mayor parte del mundo del de clase y la dimensión de integración Véanse H. Sabato, La política en las nismo, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2005.
calles, Buenos Aires, Sudamericana, 1998; S.
trabajo. Dicho esto, es momento de política, coexistieron, así, disociados, sin 16
Véase D. Rock, El radicalismo…
Sigal, La Plaza de Mayo. Una crónica, Buenos
introducir en la ecuación el papel que llegar a fusionarse. Esa matriz original, 17
Véase D. Canton y J.R. Jorrat, Elecciones
Aires, Siglo Veintiuno, 2006.
les cupo a los dirigentes del partido de forjada en la coyuntura crítica de la en la ciudad...
Juan B. Justo. Quienes se ocuparon del democratización, generó identidades que
tema han coincidido en destacar que se la hicieron perdurar en el tiempo; más
caracterizaron por el dogmatismo ideo- tarde, en los años 40, otra coyuntura crí-
lógico, el sectarismo político, la arro- tica, centrada en las vicisitudes ya no de
gante negligencia de las cuestiones sin- la ciudadanía política sino de la ciudada-
dicales en beneficio del trabajo nía social de los trabajadores, puso en
parlamentario. Esos rasgos del lideraz- marcha un proceso político cuya trayec-
go socialista conspiraron, sin duda, con- toria aportó nuevas razones para la
tra el éxito de su empresa política, esto inexistencia de un fuerte movimiento
es verdad. Pero a nuestro juicio la res- obrero socialista.
puesta a la pregunta ¿por qué no hubo
un fuerte movimiento obrero socialista
en la Argentina? debería buscarse más

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Reseñas

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Gabriela Águila
Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976-1983
Un estudio sobre la represión y los comportamientos y
actitudes sociales en dictadura
Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, 363 pp.

E
l libro de Gabriela Águila, resul- El libro se organiza en dos grandes
tado de la reelaboración de su partes. La primera de ellas está dedica-
tesis de doctorado, es una obra da al estudio de los mecanismos de la
de singular importancia para el conoci- represión, y en los siete capítulos que la
miento y la comprensión del período de integran se consideran los roles de vícti-
la última dictadura militar argentina. mas, ejecutores y testigos, según la tri-
No sólo se trata del primer libro de logía tornada clásica a partir de la obra
envergadura en el que se desarrolla un de Raúl Hilberg. A partir del empleo
estudio intensivo del despliegue de la como fuentes de expedientes judiciales,
dictadura en una escala regional, sino la autora da cuenta de las modalidades
que resulta uno de los primeros en abor- de la represión en Rosario y el sur de la
provincia de Santa Fe, incluyendo un
dar, de modo inteligente y sumamente
análisis del rol y las características de
documentado, el fenómeno dictatorial
los principales responsables de la repre-
desde la perspectiva de la historia
sión directa. A la vez, el texto advierte
social. En efecto, se trata de un texto
que, más allá de la amplia extensión del
que busca dar cuenta tanto de la faz
epíteto de subversivo –que involucraba a
represiva del régimen establecido en
buena parte de la militancia social y
1976 cuanto de las actitudes sociales
trascendía en mucho a los miembros de
durante aquel período, logrando evitar las organizaciones revolucionarias
caer en simplificaciones y afirmaciones armadas–, las fuerzas represivas tenían
unilaterales, gracias a un análisis fun- un conocimiento certero de las caracte-
dado en una compleja trama teórica rísticas de esas organizaciones, merced
derivada en gran parte de la historiogra- a la tarea de los servicios de inteligencia
fía sobre los fascismos europeos de la policiales y militares. La continuidad de
primera mitad del sigo XX. las tareas de inteligencia –que en algu-
La investigación de Gabriela Águila no de los casos relevados por la autora
se basó en un conjunto amplio y diverso se remontan a fines de la década de
de fuentes. Junto a la prensa y las publi- 1960– obliga a reconsiderar las dimen-
caciones periódicas, los documentos ofi- siones temporales de la represión, y al
ciales y los registros burocráticos, fueron menos a matizar la oposición entre dic-
empleadas causas y expedientes judicia- tadura y democracia como marco analí-
les iniciados en 1984, en particular la lla- tico para la consideración de los comple-
mada “Causa Feced”, así como una diver- jos fenómenos de la historia reciente
sidad de testimonios orales. argentina.

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Basándose en la única fuente dispo- de manipulación de la opinión pública En contraste, el último capítulo del pretativas. Como plantea su autora, se
nible –el testimonio de los sobrevivien- por parte de las fuerzas militares y poli- libro reseña las múltiples formas de trata de una investigación centrada en
tes, relevados directamente o recogidos ciales, existió en amplios sectores de la resistencia social y política a la dictadu- un ámbito local específico que se propone
en expedientes judiciales o por la labor población la disposición a asumir los ra, que se incrementó notablemente a explorar procesos que si bien tuvieron
de la CONADEP–, la autora analiza la estereotipos difundidos por el régimen, partir de 1981 para expandirse de modo alcance y relevancia nacional, se expre-
terrible experiencia de los prisioneros en generando conductas que favorecieron el significativo tras la guerra de las saron diferencialmente en ámbitos regio-
los campos de detención, dedicando un accionar represivo –como las denuncias Malvinas. nalmente definidos. Con ello, este texto
capítulo particular al caso de las mujeres de personas consideradas sospechosas– o En síntesis, Dictadura, represión y contribuye a la construcción de una his-
y los niños detenidos, y otro al controver- que al menos contribuían a deteriorar los sociedad en Rosario presenta un comple- toria del período dictatorial en la
tido problema de los detenidos que cola- lazos de solidaridad preexistentes. to y reflexivo panorama sobre el accionar Argentina tan atento a las peculiarida-
boraron con las fuerzas represivas. La Más allá de las conductas individua- represivo y los efectos sociales del terror des regionales cuanto a las implicancias
primera parte se cierra con un capítulo les, Gabriela Águila muestra el marcado en esa ciudad, contribuyendo a la com- sociales del accionar del régimen militar.
dedicado a los “testigos” de secuestros o apoyo de las entidades empresariales, la plejización del fenómeno dictatorial y a
asesinatos y vecinos de campos clandes- prensa y el Arzobispado de Rosario al la renovación de las preguntas que posi- Daniel Lvovich
tinos de detención. Aunque basado en régimen militar, al que se sumaron orga- biliten la apertura de nuevas vías inter- UNGS-CONICET
testimonios a posteriori –ya que, como nizaciones –como la Liga de la Decencia–
señala la autora, no existen relatos con- que encontraban en el autoritarismo del
temporáneos de testigos–, el capítulo régimen un apoyo cerrado para sus cam-
muestra el relativo y fragmentario grado pañas pretendidamente moralizadoras.
de conocimiento social de las modalida- La presencia de civiles de distintas
des represivas y el peso en las memorias orientaciones políticas en los gabinetes
de unos acontecimientos que no podían municipales encabezados por el capitán
sino alterar la normalidad de la vida Augusto Cristiani hasta 1981 y la asun-
Leandro Losada
cotidiana. ción del cargo de intendente municipal La alta sociedad en la Buenos Aires de la belle époque
La segunda parte del libro, titulada por el demócrata progresista Alberto
“Dictadura y sociedad”, es el resultado Natale en ese año muestran el compro- Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2008, 445 pp.
de la indagación acerca de los modos en miso de parte de la civilidad con el régi-
que el terror alcanzó expresiones públi- men dictatorial, tanto como el sostenido
cas y de los correlatos a nivel social de apoyo de las vecinales rosarinas a estas
las estrategias desplegadas por el régi- gestiones municipales de facto.

L
eandro Losada se propone en este cierto sentido común, de usos y alcances
men militar, dando cuenta así de los Gabriela Águila también da cuenta
libro estudiar la conformación y muy variados.
diversos comportamientos de sectores de de las ocasiones en que se produjeron
la recreación sociocultural de la Lejos de los facilismos al uso, el ensa-
la sociedad rosarina entre 1976 y 1983. muy grandes concentraciones populares,
alta clase social de Buenos Aires entre yo de Losada entronca por una parte con
Así, el texto recorre las características de en las que los participantes asistieron
1880 y 1930. Se trata de una cuestión una serie de trabajos clásicos (José Luis
la represión en los ámbitos laborales, voluntariamente, ante las visitas del
educativos y de sociabilidad; y la infor- general Jorge Rafael Videla a Rosario. necesaria por su centralidad para la his- Romero, Gino Germani, Dario Canton,
mación aparecida en la prensa sobre el Aun ponderando la multiplicidad de cau- toriografía argentina y por ser uno de los José Luis de Imaz) y, por otra, con inves-
accionar de las fuerzas policiales o mili- sas que puedan haber motivado la masi- temas que se ha prestado a los mayores tigaciones recientes más específicas
tares en la “guerra antisubversiva”, de va participación en esas ocasiones, la malentendidos. En efecto, el mito de una (Pilar González Bernaldo, Eduardo
modo de dar cuenta del conocimiento autora no deja de interrogarse acerca de oligarquía con un amplio y casi absoluto Zimmerman, Paula Alonso, Roy Hora)
relativamente amplio de estas facetas la posibilidad de considerarlas manifes- dominio económico, social y político ha que desde la historia y la sociología han
públicas de las distintas modalidades taciones de un efímero e inestable con- formado parte durante años de las más cuestionado, al menos parcialmente,
represivas. Al respecto, se postula la senso activo de una parte importante de diversas y heterogéneas interpretacio- aquella interpretación sin fisuras. Sin
hipótesis de que, más allá de los intentos la población. nes de la historia académica y de un embargo, generalmente tales trabajos

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han abordado la cuestión de una manera problema central: describir e interpre- considerado un cuarto grupo. Nos referi- puestas posibles a los desafíos plantea-
sólo colateral, debido a que estaban pen- tar el proceso de construcción o, más mos al formado por inmigrantes exito- dos por los cambios estructurales de la
sados más bien para ofrecer claves socio- precisamente, de autoconstrucción sos, en general profesionales, incorpora- sociedad en su conjunto. Sus síntomas
culturales de la sociedad como un todo o social y cultural, de la clase alta porteña dos –ellos o a veces sus hijos– a la más evidentes fueron el cierre matrimo-
para auscultar la evolución económica, como un sector social cosmopolita, cúspide social, como Pellegrini, Wilde, nial, el aumento de la endogamia, la
la del Estado o la del sistema político. De exclusivo y refinado, según el modelo Cárcano, Herrera Vegas y Ayerza, entre rigidez, el exclusivismo y, sobre todo, el
ahí la pertinencia de esta obra, que abor- europeo. Se trata de la historia de un otros. hecho de que en la ciudad cosmopolita el
da de manera específica las característi- tipo específico de “afán civilizatorio” por El desafío de educarse a sí misma y parentesco pasó a adquirir mayor capi-
cas y el papel de la clase alta porteña en un lado y de clausura social, “conversión liberarse de los rasgos tradicionales que tal simbólico que en la sociedad criolla.
su período de apogeo. oligárquica”, por otro, que puede ser asumió la alta sociedad de Buenos Aires También lo fueron el cambio de sentido
Se trata de un trabajo ambicioso, observada, según como se mire, como un fue inmenso y su puesta en práctica no tanto de los rituales sociales, colectivos
basado en una documentación y una éxito, un fracaso o un éxito parcial que estuvo exenta de tensiones, dado que la y privados, como de los ámbitos en que
bibliografía exhaustivas, que se destaca, prefiguraba futuros fracasos, como vati- cuestión fue contradictoria. El dilema de éstos se desplegaron. Sin embargo, la
entre otras cosas, por el uso inteligente y cinaron algunos lúcidos observadores la clásica novela de Giuseppe Tomassi di descripción general que se hace del pro-
equilibrado que hace de memorias, car- contemporáneos. A dar respuesta a este Lampedusa se hace presente también ceso presenta algunas omisiones y debi-
tas, biografías y apuntes de viaje, tanto intríngulis dedica el autor los mayores aquí, aunque en un contexto de progreso lidades que la colocan en tensión con
de conspicuos miembros de la elite porte- esfuerzos. la vocación de autotransformación fue aspectos de la argumentación general del
ña –como los Senillosa– como de viajeros A partir de enfatizar, tal vez con un bien evidente, sobre todo en los momen- libro. Al colocarse el énfasis más que
foráneos cuyos juicios y descripciones poco de exceso, la porosidad de las elites tos más tempranos. La perspectiva histo- nada en los ritos sociales, en los eventos
matizan, junto a los comentarios de la de la sociedad criolla tradicional, se des- riográfica que se utiliza para captar un de la sociabilidad y en los ámbitos de reu-
prensa local, la opinión que la alta socie- cribe el proceso de creciente fusión entre fenómeno con tantos matices es sutil y nión, se soslayan otros aspectos de índole
dad porteña tenía de sí misma. tres sectores clave, que culminaría hacia profunda, sin embargo el esquema teóri- cultural (como el papel de la clase alta
El afán por superar el parroquialismo los años 80. Una elite de importantes pro- co subyacente la constriñe un poco. La en ateneos y academias, por su parte
es otro rasgo interesante. Su propuesta pietarios que hunde sus raíces en el perí- apelación por momentos a una mirada plenos de rituales), lo que en cierta
es sobre todo comparativa, y la mirada odo colonial, relacionada de una manera dicotómica clásica –sociedad tradicional- medida dificulta un avance más preciso
que ofrece es directa en algunos casos, desigual con los campos económico y simple, sociedad moderna-compleja y del análisis del papel específico, y deci-
pero indirecta y sutil en la mayoría. sociocultural y, obviamente, con distintas diversificada– le impide de alguna sivo, que tuvieron sus intelectuales en
Comparaban los contemporáneos y com- trayectorias, como los Alvear y los Mitre; manera extraer todas las conclusiones la definición y en las estrategias de la
para también el autor en un juego muy un grupo de inmigrantes europeos enri- posibles de ese rico y complejo imbrica- alta sociedad, hecho por otra parte con-
sugestivo de revisión, al observar rasgos quecidos de forma bastante acelerada en miento múltiple entre tradición y moder- siderado como muy importante por el
de los modelos inglés y francés, los que se el período inmediatamente posterior a la nidad. ¿Fue tan moderna, sobre todo en autor en los capítulos finales. Si esto no
intentaba emular entonces y, sobre todo, independencia. Finalmente un tercer sec- términos culturales, la modernización?, fue así, ¿por que citar entonces como un
del estadounidense, el que más luz brin- tor, compuesto por familias de dilatada ¿incluso una tan explosiva como la que hecho relevante para el declive de la
da al respecto. Pero fundamentalmente trayectoria y arraigo local en el interior tuvo lugar en Buenos Aires? alta sociedad y para el proceso más
se compara con otros países del entorno del país, que consolida su posición en la Una vez fusionada la nueva alta amplio de transformación social a la
latinoamericano, Brasil y Chile, con res- cúspide social, sobre todo a partir de la sociedad, y reorientado su estilo de vida, Reforma Universitaria?
pecto a los cuales el caso argentino pre- renovación política y del elenco dirigente se pasó al establecimiento de fronteras Losada pone el dedo en la llaga al
senta un notable y sugerente contraste. que tuvo lugar con el roquismo y con cada vez más nítidas que aminoraran el preguntarse si ese proceso de clausura
Se trata de un tipo de análisis al que se Miguel Juárez Celman. riesgo propio de la interacción con fue en realidad un síntoma de fortaleza o
han acercado historiadores como Jeffrey Llegados a este punto y para dar más extraños indeseables, proceso apuntala- de debilidad. En efecto, por un lado
Needell cuya impronta se nota, saluda- realce al proceso de cambio sociocultural, do por cambios en la estructura misma puede decirse que clausura quien puede,
blemente, en este trabajo. tal vez hubiera sido útil enfatizar bas- de la ciudad y de su equipamiento urba- lo que implica un claro y característico
A lo largo de los siete capítulos que tante más la especificidad y el papel no. El proceso es descripto como paula- ejercicio de poder, pero lo que aquí queda
componen el libro se va desgranando el intersticial que jugó el que podría ser tino y sinuoso, y como una de las res- en cuestión en realidad es la capacidad

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hegemónica de la alta sociedad de También lo está con el énfasis que se Sandra Gayol
Buenos Aires, que entra en paulatino pone en una definición de tipo histórico
declive a partir del mismo momento de del término, que ayuda a resaltar la Honor y duelo en la Argentina moderna
su consolidación en la belle époque. Se importancia del estilo de vida y la hete-
trata de una paradoja clásica: una vez rogeneidad interna en la conformación Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2008, pp. 284
alcanzada la cúspide, sólo se puede de ese grupo como actor colectivo. Sin
decaer. Habría otra alternativa: mante- embargo, sin pretender entrar en un
nerse a costa de cesiones, precisamente inútil debate nominalista, cree también
lo que, según el autor, la alta sociedad que la argumentación utilizada para

E
n la Argentina moderna, una mente pautado– ilustra el valor de una
porteña en formación había hecho a lo desestimar la aplicación del término
afrenta al honor personal podía práctica que le permitió a una elite en
largo del siglo XIX. Pero se trata de un “clase” a ese colectivo social parte de un
derivar en un duelo clásico, un formación diferenciarse, establecer jerar-
camino que el núcleo cerrado en que se análisis un tanto esquemático de ese
combate supervisado por padrinos que quías y construir liderazgos; una práctica
había convertido la alta clase social de concepto, casi una caricatura, cuando
reparaba y ponía fin a una controversia capaz de asegurarle simultáneamente
Buenos Aires no parecía ansioso por desde Raymond Williams y Edward P.
entre varones. Tal es el tema que explo- visibilidad y distanciamiento frente al
recorrer. Pero como muy bien señala el Thompson en adelante (y de esto hace ya
ra, en un libro elegantemente narrado, conjunto de la sociedad.
autor en el capítulo “Eclipse del mundo mucho tiempo) se han realizado impor-
Sandra Gayol. Por una parte, esta histo- Descifrar cómo, por qué motivos y
aristocrático” y en las Conclusiones, no tantes incursiones teóricas e historiográ-
riadora se interroga sobre la relevancia y quiénes vieron afectada su reputación
se trató sólo de realizar o proponer cesio- ficas que han otorgado al término un
los significados del honor, mientras que son los interrogantes que despejan los
nes. El proceso de aislamiento y de pér- fuerte contenido cultural. tres primeros capítulos de este libro. El
indaga, por otra parte, las razones de la
dida de centralidad fue muy complejo y Para concluir, La alta sociedad en la primero de ellos reconoce el papel de la
vertiginosa difusión del duelo de caballe-
si bien dependió de las estrategias pro- Buenos Aires de la belle époque es un prensa en la creación de una comunidad
ros en las últimas décadas del siglo XIX
pias, que terminaron desdibujándolo, muy buen libro de historia, minucioso, de sentido en torno al valor del honor
y su repentino ocaso hacia 1920. La
también lo fue del movimiento y la lógi- complejo y pleno de matices. Es por tanto individual. Por definición, los conflictos
abundancia y la riqueza de la documen-
ca propia que con fuerza creciente de obligada lectura para todos aquellos tación analizada ofrecen en sí mismas interpersonales que afectaban la honra
comenzaron a desplegar los “otros” en que pretenden conocer en profundidad una prueba irrefutable de la centralidad no podían quedar confinados al terreno
una sociedad, y en un mundo, en rápida los avatares del entramado social y cul- que las cuestiones de honor masculino privado. Construir la reputación mascu-
transformación. tural de la Argentina de fines del siglo alcanzaron en la cosmopolita Buenos lina exigió de un público, lo cual obliga-
Una breve cuestión final. Este XIX y comienzos del XX. Aires de ese período. Recuperar el inte- ba a ventilar los incidentes en solicita-
comentarista está de acuerdo en térmi- rés historiográfico en esta problemática das o cartas publicadas en secciones
nos generales con el uso preferente que Ricardo González-Leandri confinada al terreno anecdótico, toman- fácilmente identificables para los lecto-
se hace del término “alta sociedad” para Instituto de Historia, Centro de do en cuenta las perspectivas de la histo- res de los diarios con mayor circulación
describir a los sectores socioeconómicos Ciencias Humanas y Sociales ria cultural, constituye uno de los princi- del país. Todo hombre educado, conoce-
más encumbrados de Buenos Aires. CSIC-Madrid pales méritos de este libro. Otro de sus dor de las reglas mínimas de este géne-
aportes sustantivos radica en articular ro y decidido a dar a conocer su identi-
una interpretación convincente sobre los dad, podía apelar a este recurso en la
sentidos atribuidos al honor y al duelo de defensa de su honra. He aquí, según
caballeros en la Argentina moderna. La explica la autora, el carácter republica-
autora sostiene que el honor “republica- no del honor. Claro que no cualquier
no” y “moderno” constituyó un “referente ofensa motivaba un intercambio episto-
valorativo común” entre los habitantes lar ni era objeto de preocupación perio-
de esta gran ciudad, más allá de sus dife- dística; importaban los contenidos y las
rencias sociales o nacionales. El peculiar formas. Precisamente, el segundo capí-
modo de repararlo –a través de un com- tulo describe las calumnias y las inju-
bate por medio de las armas rigurosa- rias que suscitaban desinteligencias

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entre varones. El menú de ofensas esta- Los seis capítulos restantes de la las razones de sus enfrentamientos, de la del deporte y la educación física, que
ba integrado por gestos descorteses, obra se concentran en el análisis del función de este ritual e incluso de sus estimularon nuevos ideales de coraje e
agresiones físicas acotadas y fundamen- duelo de caballeros. La evolución en el límites en la política urbana de fines del intrepidez varonil, y la consolidación de
talmente palabras injuriosas. Una cuan- largo plazo de esta práctica, los requisi- siglo XIX. partidos políticos organizados que junto
tificación de las injurias verbales le per- tos para integrar la comunidad de due- Si la autora logra articular una expli- a la profesionalización de la administra-
mite a Gayol revelar el peso de la ética listas y el aprendizaje de las puntillosas cación sofisticada de la visibilidad del ción desplazaron al individuo del centro
capitalista en la definición del honor reglas de este ritual se examinan en el duelo en la Argentina moderna, esto se de la escena política.
masculino y su especificidad en la cuarto capítulo. El interés de los hallaz- debe a que explora no sólo la propia Por su perspectiva, metodología de
Argentina moderna. Se trataba de una gos merece subrayarse. Si los duelos se transformación cultural de las elites sino análisis y problemática, este libro consti-
sociedad que asignaba un valor positivo sucedieron durante casi un siglo, su también la acción estatal. Junto a las tuye, sin duda, una referencia insoslaya-
a la propiedad y la riqueza logradas mayor densidad se ubicó entre la década funciones y los significados que esta ble en el campo de la historia cultural.
sobre la base del esfuerzo, de la capaci- de 1890 y el Centenario. Según la auto- práctica adquirió para una elite en for- Igualmente, dado que la autora sitúa su
dad, de un saber y trabajo reconocidos. ra, el auge de este “impulso caballeresco” mación, su predominancia se logró ade- indagación sobre el honor y la práctica
La acumulación mal habida e injustifi- se comprende en el contexto de los cam- más gracias a la permisividad del propio del duelo en el marco de los debates de
cada disparaba una de las ofensas más bios de una sociedad en vertiginoso creci- Estado nacional frente a una “moda” que historia social y política sobre las elites
comunes del período: corrupción y robo. miento. Sostiene que “la recomposición y cuestionaba su capacidad para ejercer el locales, esta obra resulta imprescindible
Otra dimensión de la individualidad la sustancial transformación económica, monopolio de la violencia y la ley. El para los especialistas en historia de la
masculina apreciada era la valentía, pero también cultural, que las clases capítulo octavo explora estas ambivalen- Argentina moderna. Como es sabido, en
entendida como la integridad para sos- altas porteñas experimentaron en el últi- cias en los discursos de los especialistas los últimos años se ha revisado la carac-
tener un compromiso o una posición, mo tercio del siglo XIX fueron el escena- del derecho y la actitud de las autorida- terización tradicional de las clases domi-
razón por la cual la segunda acusación rio en que se desplegó el duelo y fue lo des en los controles y la penalización de nantes, entendidas como una oligarquía
más común era la de cobarde. Lo intere- que permitió que se convirtiera en un esta práctica. Particularmente revelado- consistente y homogénea, asentada en su
sante de ese mundo de “caballeros de símbolo de pertenencia a las elites en ra resulta la cristalización de las diferen- sólido control de recursos económicos y
papel”, como lo califica la autora, es que proceso de reconfiguración” (109). Para cias en las penas que la legislación y la del aparato estatal así como en su poder
las cuestiones de mujeres o familiares esto, como lo analiza el quinto capítulo, praxis judicial asignaron al duelo de para liderar las manifestaciones de la
ocuparon un lugar modesto en el conjun- el duelo debió adquirir signos inequívo- caballeros y al duelo popular, inscribien- vida cultural. Las nuevas investigacio-
to de expresiones injuriosas. A esta serie cos de su carácter civilizatorio. Según do al primero en los “delitos contra el nes enfatizan la heterogeneidad de las
de rasgos que hacían al carácter “moder- Gayol, el duelo “de caballeros” gradual- honor”, mientras que se definía a los últi- elites y reconocen las complejas articula-
no” del honor se sumó el peso de la repu- mente se diferenció de los duelos popula- mos como “riñas”, “lesiones” u “homici- ciones entre el poder económico, político
tación personal en la legitimación del res por la singularidad de su ritual y por dios”. Finalmente, el último capítulo y cultural. Al reconstruir el proceso de
poder político. El tercer capítulo demues- el modo en que se lo concibió y represen- dilucida las múltiples razones que conde- reconfiguración cultural de las elites,
tra que en un sistema político donde las tó socialmente. El sexto capítulo aborda naron al duelo a los márgenes del espa- este libro de Sandra Gayol aporta a esta
lealtades personales primaban sobre los ese paulatino distanciamiento de otras cio social y político hacia 1920. A esto tendencia historiográfica en tanto escla-
principios y los partidos, las cuestiones formas de violencia interpersonal urba- concurrieron eventos internacionales crí- rece cómo los sectores dominantes confor-
de honor formaban parte de la trayecto- nas gracias al reconocimiento y la distin- ticos –la Primera Guerra Mundial que maron una identidad propia, prestigián-
ria de un dirigente. Sobre la base de una ción que la prensa y la política le asigna- trastocó el heroísmo masculino e hizo dose a partir de prácticas y consumos
honorable reputación, un político podía ron al duelo, así como el prestigio empalidecer el arrojo del duelo de caba- culturales específicos. Su estudio revela
reclamar la representación de sus con- internacional que adquiría una práctica lleros– como transformaciones naciona- un universo cultural en construcción,
ciudadanos y el manejo de la administra- concebida como un pasaporte para inte- les, relacionadas con la democratización diverso e inestable, cuya ostentación no
ción pública. No casualmente la injuria grarse a la cultura de los países europeos. de los años 20. Entre estas últimas se lo eximía de la mirada recelosa, aunque
política devino, como bien lo explica la Clarificados los mecanismos a través de incluye la expansión de la escuela públi- tolerante, de los poderes públicos, los
autora, en un ingrediente fundamental los cuales se prestigia el duelo, el capítu- ca, que inculcó el valor de la identidad disensos y las objeciones de conciencia de
de la “gramática del combate político” en lo séptimo se ocupa de los principales colectiva nacional en vez de la exaltación algunos miembros de la propia aristocra-
la Argentina moderna. desafíos políticos, de sus contendientes y de la reputación individual; la difusión cia, o la condena de las izquierdas, espe-

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cialmente los anarquistas. Que las elites vulsionada década de 1890, la autora el ideal de honorabilidad masculina sexual, en tanto símbolo de una masculi-
contaban con recursos económicos y cul- encuentra que no casualmente el florecer entre las elites y los sectores populares nidad consciente de sí misma. Si bien es
turales para atribuirse el liderazgo de desafíos seguía de cerca los ritmos del resulta convincente, cabe advertir que cierto que este tipo de estudios necesaria-
social y político –en nombre, entre otras calendario electoral. En suma, al com- esta comunidad de sentido se ha defini- mente excluye a las mujeres, puede que
cosas, de su perfecto dominio del arte de prender estas controversias a partir del do a partir de prácticas desplegadas en sea fructífero profundizar en qué medida
duelar– lo demuestra bien la autora al utillaje mental de los propios protagonis- contextos donde los varones –indepen- las concepciones sociales sobre la diferen-
documentar la espectacularidad de la tas, Sandra Gayol descubre que sobre el dientemente de su experiencia social– cia sexual contribuyeron a estructurar y
sala de armas del Jockey Club, la cre- laborioso cuidado de la reputación perso- concebían y defendían su honor en situa- desestructurar ese código del honor y del
ciente demanda de maestros de esgrima nal se fundaban carreras políticas y sele- ción de paridad, esto es, frente a sujetos duelo en la Argentina moderna. Si ese
o la amplia circulación de los principales gitimaban dirigencias, a la par que logra a los que consideraban sus iguales y en ideal de honor y la práctica del duelo fue-
manuales de duelo publicados en explicar por qué líderes que resolvían ámbitos que posibilitaban un enfrenta- ron consustanciales a la masculinidad y
Europa. Lo interesante es que, al mismo conflictos políticos mediante duelos no miento simétrico, fuera un duelo criollo o exigían como contracara necesaria la
tiempo, su libro descubre que esa obse- creían afectar, de esta manera, el orden un duelo de caballeros. Lo que ha queda- representación de la mujer como depen-
sión caballeresca, ese afán por adquirir político. do pendiente, en consecuencia, es esta- diente, cabe preguntarse en qué medida
las maneras y los lenguajes de la “alta Además de convertirse en una refe- blecer qué ocurría cuando la reputación el reconocimiento de la individualidad
cultura”, para tomar la frase de Miguel rencia obligada para los especialistas en masculina debía ser pensada, construida para los sujetos femeninos y los reclamos
Cané, en buena medida evidenciaba una historia cultural y de las elites en la y salvada en situaciones de poder asimé- de las libertades civiles y políticas para
elite acechada por una sociedad móvil y Argentina moderna, este libro cautivará tricas, como las que experimentaban las mujeres a principios del siglo XX
cotidianamente los sectores populares minaron las condiciones que sostenían
tenazmente republicana. la atención de quienes se interesan por
en el mundo del trabajo. Por cierto, este esa concepción masculina del honor
Cabe destacar, asimismo, que este la cultura popular y los estudios de
libro servirá de orientación necesaria público. Así como la teoría feminista ha
libro convierte las disputas por el honor género. Como lo aclara la introducción,
para indagar estas temáticas, contribu- reconocido el valor relacional del concep-
individual y los duelos de caballeros en “esta investigación no incluye a todos
yendo así a ampliar la agenda de inves- to de género para superar los desaciertos
un punto de observación privilegiado los hombres y excluye a todas las muje-
tigación sobre la cultura popular en la de una historia de la mujer erróneamen-
para visualizar aspectos poco explorados res” (17). No obstante, según lo reitera
Argentina moderna. te circunscripta al análisis de la femini-
de la política en tiempos de la república Gayol en varios pasajes del libro, esta
Por último, esta obra se contará entre dad, cabría esta misma sugerencia al
oligárquica. Este estudio se suma a una peculiar cosmovisión del honor masculi-
los estudios pioneros dedicados a la mas- avanzar, en el futuro, sobre la reconstruc-
creciente literatura que ha enriquecido no trascendió las divisiones sociales,
culinidad en la historiografía local. Buena ción de las concepciones sociales de las
nuestra comprensión sobre los modos de puesto que la valoración de la reputa-
parte de los títulos de la literatura citada identidades masculinas y sus cambios a
acción política, el funcionamiento del sis- ción personal propia de las elites fue
por la autora explicitan la relación entre través del tiempo.
tema electoral y los desafíos que enfren- compartida por los sectores populares, honor y virilidad; género y reputación; En síntesis, Honor y duelo en la
tó la elite para mantener la hegemonía lo que de hecho facilitó los intercambios masculinidad, honra y violencias. Sandra Argentina moderna nos persuade sobre
gubernamental. Como lo demuestra la simbólicos entre ambos. Si bien Gayol Gayol recorre estas líneas de indagación los aportes de los enfoques y problemáti-
autora, un hombre arriesgaba su lideraz- detecta diferencias en los significados definiendo, gracias a su análisis de la cul- cas de una historia cultural bien practi-
go y su capital político si desoía acusacio- que estos sectores sociales atribuyen al tura del honor y el duelo, el conjunto de cada. Es una obra atractiva, provocativa
nes injuriosas, mientras que, por el con- honor, entiende que éstas “son de grado virtudes que debían formar parte del y valiosa, pues al mismo tiempo que invi-
trario, un compromiso sostenido con y de énfasis no de naturaleza” (95). En inventario personal de todo hombre: el ta a la lectura exige una reflexión porme-
estos trámites –al punto de batirse a este sentido, no sólo reafirma interpre- coraje combinado con la sangre fría, una norizada y logra suscitar interrogantes
duelo– mejoraba credenciales y reporta- taciones que respecto del honor popular elegante destreza, la integridad personal incluso más allá de su propio campo de
ba réditos políticos. Las afrentas a la postuló en su primer libro sino que propia de un individuo razonable y capaz. especialización.
reputación personal formaban parte de sugiere una línea de indagación sobre la El duelo atraía no sólo por su concepción Silvana A. Palermo
la política cotidiana y las tensiones per- sociabilidad y la cultura de los trabaja- individualista sino por su contenido (UNGS)
sonales se imbricaban con las luchas fac- dores de fines del siglo XIX que merece-
ciosas e ideológicas. Mientras la cúspide rá profundizarse. En especial, porque
de los duelos se alcanzó durante la con- aunque la existencia de coincidencias en

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estudios sociales
revista universitaria semestral
Consejo Editorial: Darío Macor (director), Ricardo Falcón,
Eduardo Hourcade, Enrique Mases, Hugo Quiroga, César Tcach,
Darío Roldán

Nº 36 primer semestre 2009

ARTÍCULOS

MARÍA JOSÉ NAVAJAS: Los clubes políticos en Tucumán. Discursos, repre-


sentaciones y prácticas.

FLORENCIA GUTIÉRREZ: Las clases trabajadoras se movilizan.


Antirreeleccionismo e hispanofobia en la ciudad de México, 1892.

HERNÁN OTERO: Yrigoyen y la Argentina durante la Gran Guerra según los


agregados militares franceses.

MARTHA RUFFINI: El tránsito trunco hacia la “República verdadera”.


Yrigoyenismo, ciudadanía política y territorios nacionales.

MARIO GLÜCK: Juan Álvarez (1878-1954). Elementos para una biografía


intelectual.

DIEGO MAURO: Catolicismo, educación y política. La enseñanza religiosa


entre la curia diocesana y las orientaciones educativas del estado pro-
vincial. Santa Fe, 1915-1937.

MARIANA POZZONI: La Tendencia Revolucionaria del peronismo en la aper-


tura política. Provincia de Buenos Aires, 1971-1974.

ESTUDIOS SOCIALES, Universidad Nacional del Litoral, CC 353,


Correo Argentino (3000) Santa Fe, Argentina,
e-mail: suspia@fcjs.unl.edu.ar
COMPRAS Y SUSCRIPCIONES: http://www.unl.edu.ar/editorial

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REVISTA DE HISTORIA REVISTA DE HISTORIA
AÑO XVII - NÚMERO 34 - FINES DE 2008 AÑO XVII - NÚMERO 33 - COMIENZOS DE 2008

Artículos: Tim Mason recuperado: política Artículos: Buenos Aires y el mercado de arte
social en el Tercer Reich / Los festejos por el fin italiano / El noviazgo entre los jóvenes porte-
de la Segunda Guerra en la provincia de ños / Imaginarios sobre la salud en los terri-
Buenos Aires / Los límites difusos entre la torios nacionales / Los grupos hegemónicos
represión legal y la clandestina durante la últi- del Chaco y la construcción de la identidad
ma dictadura militar / La naturalización de la
étnica / Scalabrini Ortiz en La Nación.
maternidad y el desvío de la norma / Educación
Entrevistas: Gelatelly y Fritzche
e idioma en la comunidad argentino-irlandesa /
Las masas católicas en la dictadura / Estado Archivo: Sobre el archivo historico de la Bi-
autoritario y diversidad cultural en el Brasil de blioteca Nacional
los años 40 / Recordando a José Sazbón Escriben: Tarcus / Bisso / Garaño / Lida /
Palermo / Paz Trueba / Duarte / López /
Escriben: Tarcus / Bisso / Garaño / Lida / Mason
Palermo / Paz Trueba / Duarte / López / Mason

ARTÍCULOS ARTÍCULOS
La liberación de París y el fin de la Segunda Guerra Mundial con ojos Buenos Aires y el mercado del arte italiano en los comienzos del
bonaerenses siglo XX
Los pabellones de la muerte de la Unidad 9 de La Plata. Los límites Cambios y continuidades en el cortejo y el noviazgo entre los jóvenes
difusos entre la represión legal y la clandestina porteños (1950-1970)

Las masas católicas en los años de la dictadura, 1976-1982 Imaginarios y derroteros de la salud en los Territorios Nacionales
(fines del XIX y principios del XX)
La educación y el idioma como marcadores de etnicidad en la comu-
La construcción de memorias visuales e identidades étnicas desde
nidad argentino-irlandesa de Buenos Aires
los grupos hegemónicos chaqueños
La naturalización de la maternidad y los desvíos de la norma en el
Raúl Scalabrini Ortiz en La Nación, 1929
centro y sur bonaerense a fines del siglo XIX
ENTREVISTA
LECTURAS
A Robert Gelatelly y Peter Fritzsche
La identidad nacional en debate: Estado autoritario y diversidad cul-
tural en el Brasil de los años 40 LECTURAS

GALERÍA DE TEXTOS De cómo las escuelas de primeras letras se transformaron en


escuelas primarias en la campaña de
Clase obrera y oposición al nazismo. Una introducción a la obra de Tim Buenos Aires
Mason (1940-1990)
ARCHIVOS
Epílogo a Política social en el Tercer Reich
Sobre archivo histórico Biblioteca Nacional

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REVISTA DE HISTORIA REVISTA DE HISTORIA
AÑO XVI - NÚMERO 32 - FINES DE 2007 AÑO XVI - NÚMERO 31 - COMIENZOS DE 2007

Dossier: Nuevos temas e Dossier: Las elites argentinas entre


interrogantes sobre el anarquismo: 1850 y 1910.
amor y sexualidad / conflictos El primer peronismo y las clases
internos / anarquismo y criollismo / el medias: de las ilusiones al resen-
arte en Ideas y Figuras / Rafael timiento / El Círculo Médico
Barret / sobre el poder libertario. Argentino y la configuración del
Artículos: Estado y partido en el pensamiento médico / Las colec-
gobierno de Domingo Mercante / La ciones fotográficas del Acervo
Liga Patriótica y sus redes Histórico de la Facultad de
asociativas en Mendoza durante los Ciencias Naturales
años 20

DOSSIER: Nuevos temas e interrogantes sobre el anarquismo DOSSIER


Un linaje de notables del interior argentino en el proceso de unificación
Notas en torno a la vida y la obra de política: los Civit de Mendoza
Rafael Barrett Redes de parentesco, azúcar y poder: la elite azucarera tucumana en la
segunda mitad del siglo XIX
Conflictos internos en el anarquismo
argentino en los años 20 “Exigir y dar satisfacción: un privilegio de las elites finiseculares”
La alta sociedad y la política en la Buenos Aires del 900: la sociabilidad
Anarquismo, criollismo y literatura distinguida durante el orden conservador (1880-1916)

Amor y sexualidad en las publicaciones anarquistas Liberados de su “Bastilla”: saenzpeñismo, reformismo electoral y
fragmentación de la elite política en torno al Centenario
Notas sobre la militancia anarquista en Rosario
ARTÍCULOS
El arte anarquista en Ideas y Figuras
El peronismo y la “clase media”: de las ilusiones al resentimiento, 1944-
El anarquismo y el poder 1955
El Círculo Médico Argentino y su papel en la configuración del
ARTÍCULOS pensamiento médico clínico. Buenos Aires 1875-1883

El gobierno de Mercante en la provincia de Buenos Aires ARCHIVOS


Las colecciones fotográficas del Acervo Histórico de la Facultad de
Liga Patriótica Argentina en Mendoza Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata

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Nota para los autores y colaboradores

Los trabajos con pedido de publicación deben enviarse a Cuenca 1449 (1416),
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Los trabajos correspondientes a la sección “Artículos” deben ser originales y
serán evaluados por árbitros externos, mientras las reseñas y las notas de la sec-
ción “Lecturas” serán sometidas a la evaluación de los miembros del Consejo de
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tas bibliográficas.
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nombre y apellido del autor; 2) título de la obra en cursiva (en caso de citar-
se artículo, éste irá entrecomillado y escribiendo en cursiva la publicación en
donde fue incluido); 3) lugar de edición; 4) fecha.
d) Los artículos deben ir precedidos de un resumen en castellano y otro en inglés
que no debe ser menor de cien palabras ni mayor de ciento cincuenta.

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