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EL DESARROLLO SOCIAL Y EMOCIONAL DEL NIÑO DE 0 A 3 AÑOS

Tener seguridad en uno mismo, quererse y valorarse, gestionar las emociones de


manera satisfactoria, saber relacionarse con los demás, ser sensible y empático hacia
los otros, son características y habilidades que no aparecen de la nada. Los primeros
años son determinantes para un buen desarrollo socioemocional, aunque muchas otras
variables influyen a lo largo de la infancia, sí podemos favorecer positivamente en esos
primeros momentos en que se asientan las bases para un futuro desarrollo.

El bebé ya nace con una predisposición genética, como ser social que es, para atender
y responder a los estímulos sociales y emocionales. Todos los seres humanos
normales tienen la capacidad de sentir emociones pero las personas difieren en la
frecuencia con la que experimentan una emoción particular, los tipos de eventos que
pueden producirla, las manifestaciones físicas que demuestran y la forma en que
actúan en consecuencia.( un niño puede enojarse con mayor facilidad que otro).

Al guiar y regular la conducta las emociones cumplen varias funciones:

1. función comunicativa, Comunicar las necesidades, intenciones o deseos y dar


lugar a una respuesta, esto es central para el desarrollo de las relaciones
sociales y es de especial importancia para los bebes quienes dependen de los
adultos para satisfacer sus necesidades básicas.

2. Función protectora, cumplida por emociones como el temor y la sorpresa, se


centra en movilizar la acción en las emergencias.

3. Función de promover, emociones como el interés y la excitación dan lugar a


promover la exploración del ambiente y al aprendizaje que puede mantener la
vida.

El patrón característicos de reacciones emocionales de una persona empieza a


desarrollarse en la infancia y es un elemento básico de la personalidad la conciencia
que tiene un bebe de sí mismo está ligada al desarrollo emocional a medida que
crecen, algunas respuestas emocionales pueden cambiar un bebe que a los 3 meses
sonríe ante un rostro desconocido a los 8 meses puede presentar ansiedad ante el
extraño. Además diferentes eventos pueden dar lugar a la misma emoción en edades
distintas.

CUANDO APARECEN LAS EMOCIONES: son innatas y se demuestran de distintas


formas de acuerdo a momentos en el desarrollo, teniendo en cuenta que las
expresiones faciales no son el único o el mejor indicador de las emociones de los
infantes, la actividad motora, el lenguaje corporal y los cambios fisiológicos también son
muy importantes. EJ un bebe puede estar temeroso sin mostrar cara de temor, pero si
alejándose y desviando la mirada, o presentando un latido cardiaco más rápido.

El temperamento es la forma como los niños se acercan y reaccionan al mundo


exterior y la forma en que regulan su propio funcionamiento mental, emocional y
conductual. El temperamento es innato, deriva de la estructura biológica de una
persona (hereditario), y forma el núcleo de la personalidad en desarrollo.

PATRONES DE TEMPERAMENTO

Niño Fácil Niño Difícil Niño lento para responder

Niños con un temperamento Niños con temperamento Niños con un temperamento


“feliz” que tienen estados de irritable exhiben estados de generalmente afable, tiene
ánimo de intensidad leve a ánimo intensos con reacciones ligeramente
moderada, ritmos biológicos frecuencia negativos, lloran intensas positivas y
regulares (desarrolla con fuertemente y ríen del mismo negativas, responde con
rapidez programas de sueño modo, tienen ritmos lentitud al cambio, dudan
y alimentación), responde biológicos irregulares, respecto a la aceptación de
bien y acepta las nuevas responden mal y se adaptan nuevas experiencias pero
experiencias y los cambios, con lentitud a la novedad y el desarrolla gradualmente
acepta las frustraciones con cambio, reaccionan a la agrado por los nuevos
poco alboroto. frustración con pataletas. estímulos después de
exposiciones repetidas y sin
presión.

Es importante la verificación de la correspondencia del temperamento del niño y las


demandas y restricciones del ambiente con las que el niño debe tratar, incluyendo el
temperamento de los cuidadores ej: si se espera que un niño muy activo permanezca
sentado o un niño lento es constantemente empujado a nuevas situaciones estaremos
en un error.

Cuando los padres logran reconocer que un niño actúa de cierto modo no por
obstinación, pereza o torpeza, sino principalmente por su estilo de temperamento es
menos probable que se sientan culpables, ansiosos u hostiles o que se muestren
rígidos o impacientes, de este modo se pueden anticipar las reacciones del niño y
ayudarlo a adaptarse por EJ: con advertencias tempranas sobre detener una actividad
o introducción gradual a alguna actividad.
Los bebes tienen necesidades sociales que deben ser satisfechas para que crezcan
normalmente, recordando que los patrones de interacción entre el adulto y el bebe
están basados en la cultura, observando los roles de la madre y el padre en la creación
de los vínculos y compromisos emocionales, la participación en el cuidado los juegos y
la educación de los niños y como esto moldea las diferencias de personalidad entre
niños y niñas.

A partir de ahí, la adquisición y desarrollo de las habilidades sociales y emocionales se


produce de manera secuencial, siguiendo unas etapas evolutivas universales, aunque
con importantes diferencias entre los individuos. El desarrollo social y emocional puede
dividirse en tres grandes etapas, marcando el paso de una a otra, diferencias
importantes y saltos cualitativos en la comprensión e interacción con los otros y consigo
mismo.

Primera etapa: Del nacimiento a los 9 meses

La primera etapa del desarrollo psicosocial de Erikson:

CONFIANZA VS DESCONFIANZA, del nacimiento hasta los 12 o 18 meses ya que el


bebe es dependiente y necesita desarrollar un sentido de confianza con las personas y
los objetos del mundo. El equilibrio entre la confianza (lo que permite formar relaciones
íntimas), y la desconfianza (lo que les capacita para defenderse). Si predomina la
confianza el niño se sentirá seguro y protegido desarrollando un sentido de esperanza
de que puede satisfacer sus necesidades y cumplir sus deseos. Si predomina la
desconfianza los niños verán el mundo como un lugar hostil e impredecible y tendrán
problemas para formar relaciones. El aspecto crucial para el desarrollo de la
confianza es el cuidado sensible, afectuoso y consistente.

Por otra parte la relación que se establece entre el bebé y el adulto se caracteriza por
interacciones diádicas (entre dos), que se producen cara a cara a través de aspectos
de comunicación no verbal como son la mirada, la expresión de la cara y la entonación.
El bebé atiende a estos rasgos y responde a ellos, siguiendo ya desde los tres meses
un patrón de turnos similar a las conversaciones adultas (preconversación). Poco a
poco, va percibiendo, en su vida cotidiana la relación causa-efecto en las relaciones
sociales, lo que le permite anticipar dichas situaciones y participar cada vez de forma
más activa.

La discriminación de las emociones en los otros se produce muy pronto bajo el


mecanismo denominado Intersubjetividad primaria, consistente en “contagiarse” de la
emoción del otro, aunque aún sin vivenciarlo como ser con sus propias emociones.

Las primeras emociones que el bebé puede manifestar están muy polarizadas en los
primeros meses, expresando placer/malestar, agrado/desagrado. El llanto es su forma
de comunicar sus necesidades y la sonrisa su forma de interactuar positivamente con
los otros, siendo la llamada sonrisa social, que aparece a los tres meses,
cualitativamente diferente a la sonrisa de tipo involuntaria que tiene lugar antes, en el
sentido de ser específicamente dirigida a alguien. Sin embargo, dicha sonrisa así como
la adquisición de un repertorio de emociones básicas, ya presentes al final de esta
etapa (alegría, tristeza, miedo, sorpresa, frustración e ira) no aparecen de manera
abrupta sino precisamente en el seno de una interacción social en ese contexto cara a
cara característico de esta etapa.

Por tanto, la forma en que el adulto puede facilitar la comprensión y expresión


emocional del bebé es interactuando de manera frecuente con él de esta manera,
incluyendo en la interacción la expresión de diferentes emociones, de manera pausada,
permitiendo que el niño las imite y propiciando que intervenga en su turno.
Interacciones excesivamente dirigidas por el adulto, donde no se le dé tiempo a
responder no ayudan a que el bebé atienda a las distintas expresiones y pueda dar su
respuesta para ver la consecuencia en la expresión del otro.

Igualmente, los juegos sociales, de tipo circular, como son “aserrín-aserrán”, “cucú-
tras”, etc, que se repiten de la misma forma en cada ocasión, facilitan esa comprensión
causa-efecto en las relaciones sociales que le llevarán a comprender y poder iniciar por
sí mismo interacciones con los otros.

Sin embargo, nada de esto es posible, si no es bajo el “paraguas” de una relación


afectiva en la que se genera el vínculo emocional, lazo que emerge entre el bebé y las
figuras que le cuidan y que le proporciona sentimientos tan básicos para el ser humano
como el sentirse querido y protegido. No basta con querer al bebé, hay que
demostrárselo con toda la frecuencia posible, siendo especialmente positivos los
momentos que se repiten todos los días como parte de una rutina, como son la
alimentación o el baño, ideales para detenerse y disfrutar del contacto físico
transmitiendo al bebé nuestro amor.

Segunda etapa: De los 9 a los 18 meses

En esta segunda etapa, la interacción con el adulto pasa de ser diádica a ser
tríadica, ya que entra en juego un tercer elemento, los objetos. El bebé empieza a
interesarse por el mundo que le rodea el cual desea descubrir, coincidiendo con la
etapa del gateo. La posibilidad de exploración que le permite poder desplazarse y
separarse de su madre conlleva la fase más aguda la formación del apego.
APEGO vínculo emocional reciproco y duradero entre el bebe y el cuidador, cada uno
contribuye a la relación, tiene un valor adaptativo y promueve la supervivencia del
bebe.

Cualquier actividad del bebe que conduce a una respuesta del adulto será en busca de
apego: succionar, llorar, sonreír, aferrarse o mirar a los ojos del cuidador. Cuando la
madre responde de manera cálida proporciona contacto físico y cubre sus necesidades
tendrá éxito.

La teoría del apego de Bowlby y las investigaciones de Ainsworth en los años setenta
proporcionaron la descripción de cómo se forma el apego y como, en función del estilo
de crianza de los adultos, éste puede ser de tipo seguro o inseguro.

En el apego de tipo seguro, refleja confianza aprendida por el bebe no solo en su


cuidador sino en sus capacidades para obtener lo que necesitan. EJ: el bebé llora con
angustia al separarse de la madre dejándose de interesar por los objetos que hay a su
alrededor. Sin embargo, en el momento en que ella reaparece y le consuela, el bebé se
calma fácilmente y continúa con su exploración.

El apego inseguro, se caracteriza por que el cuidador o persona de referencia tiene


carencias en lo que respecta al cuidado que debería dar cuando se reencuentra con la
madre puede rechazarla o no conseguir calmarse a pesar de los intentos de ésta. EJ
madre que al responder a las necesidades lo hace de manera negligente y poco
afectuosa.

Las investigaciones demuestran que es la forma de relacionarse de la madre la que


condiciona que el apego se forme de manera adecuada y segura. Los primeros
estudios se centraron en la madre pero investigaciones posteriores demuestran que los
resultados son los mismos con la figura del padre. Ser sensible a las señales
emocionales del niño, estar disponible en todo momento cuando el bebé reclama
nuestra presencia y responder a sus demandas de manera constante y coherente, son
los aspectos que facilitan el apego seguro. El término “crianza con apego”, de uso cada
vez más común hoy en día, hace referencia a ese estilo de crianza sensible, responsiva
y coherente.

ANSIEDAD ANTE UN EXTRAÑO (recelo de las personas que no conoce) Y


ANSIEDAD POR SEPARACIÓN (angustia cuando un cuidador familiar le abandona).
Aparece a partir de los 9 meses y son producto del apego, puede reflejar el desarrollo
cognoscitivo en cuanto a la capacidad de memoria (preferencia por la novedad) y la
habilidad para comparar el rostro conocido del desconocido, se debe permitir que el
bebe se acostumbre de manera gradual (habituación) para que la situación sea
positiva. Depende en gran medida no de la separación misma sino a la calidad del
cuidado sustitutivo
En esta etapa, fruto de esa curiosidad por conocer el medio, aparecen las llamadas
conductas de Atención Conjunta, cuyo objetivo es dirigir la atención del otro hacia algún
aspecto del entorno con la intención de compartirlo y que se manifiesta a través del
gesto de señalar, que aparece entre los nueve y doce meses. Atender los dos (adulto y
niño) a la misma cosa, es una poderosa arma de interacción y favorece la comprensión
del medio. El niño señala algo que le provoca interés, dirige la atención del adulto hacia
ello y éste se lo nombra. Igualmente ocurre a la inversa. El adulto señala algo, el niño
sigue su mirada y el gesto de señalar y presta atención a aquello que señala
interesándose en lo que el adulto dice sobre ello. Por ello, es especialmente relevante
en el aprendizaje del lenguaje, favoreciendo la asociación de las palabras con su
referente y la aparición de las primeras palabras. Prestar atención a lo que el niño mira
y/o señala y, a su vez, mostrarle al niño aquello que le rodea son conductas
facilitadoras que contribuyen a establecer una interacción social adecuada.

La Acción Conjunta representa también una serie de conductas que reflejan la


interacción tríadica. Se trata del uso compartido de objetos. Lo que el niño busca no es
solo dirigir la atención del adulto hacia los objetos, sino que éste realice una acción
determinada con los mismos. Dar, tomar, ofrecer, mostrar, manipular conjuntamente
favorecen la interacción con el otro a través de los objetos y permiten que el niño
descubra el uso funcional de los mismos. Dedicar tiempo a manipular junto con el
bebé los objetos, imitando sus acciones, estableciendo una toma de turnos y
poco a poco introduciendo acciones nuevas, favorece el desarrollo de las
habilidades sociales.

Por último, en esta etapa, el tipo de comprensión emocional se caracteriza por la


Intersubjetividad Secundaria. El niño ya no solo se contagia de nuestras expresiones
emocionales sino que comprende la intencionalidad de las mismas, entendiendo el
papel del adulto como agente emocional. Ya no responde con la misma emoción sino
que lo hace de manera diferente en función de la misma, teniendo en cuenta la
expresión emocional del adulto como guía para sus propias acciones. Es lo que se
observa en la llamada Referencia Social, esta conducta puede emerger durante la
última parte del primer año cuando los bebes empiezan a juzgar las posibles
consecuencias de los eventos a imitar conductas complejas y a distinguir y reaccionar
ante diferentes expresiones emocionales. Ocurre en situaciones ambiguas en las que
el bebé no sabe muy bien qué respuesta dar y qué debe sentir, buscando en la
expresión emocional del adulto la respuesta.

EJ alguna vez en una cena han observado que tenedor está usando la otra persona ha
recurrido a la referencia social.
Tercera etapa: De los 18 meses a los 3 años

En el repertorio emocional, aparecen nuevas emociones como el orgullo, la vergüenza


o los miedos. Siendo la segunda etapa psicosocial de Erikson :

AUTONOMÍA FRENTE A LA VERGÜENZA Y LA DUDA, está marcada por el cambio


del control externo al autocontrol los niños comienzan a sustituir el juicio de sus
cuidadores con su propio juicio emerge la voluntad, el entrenamiento para el control de
esfínteres es un paso importante hacia la autonomía y el autocontrol, controlar las
funciones del cuerpo da sentido de independencia, además es importante la
adquisición de un buen repertorio del lenguaje a medida que los niños son más
capaces de hacer que sus deseos sean entendidos se sientes más poderosos hasta
para la elección de alimentos juguetes o ropa.

La libertad ilimitada no es segura ni sana la vergüenza y duda tienen un lugar necesario


ya que ayudan al niño a reconocer la necesidad de que los adultos establezcan límites.

Con lo anterior se necesita que el adulto le ayude a canalizarlos, explicando el


significado de estas nuevas emociones. Su curiosidad por el mundo emocional
aumenta también en esta etapa. Quiere saber qué le pasa a los demás y porqué, y
muestra las primeras conductas de consuelo hacia los otros, lo que indica que está
desarrollando la capacidad de empatía. Hay que darle todas las respuestas y no
ocultar las emociones “negativas” que suceden a su alrededor. No importa que nos
vean enfadados, tristes o preocupados; son parte del mundo emocional del ser
humano. Por tanto, un ambiente en el que se hable habitualmente de los sentimientos
ayudará al niño a comprender su significado y aprender que las emociones son una
parte muy importante de la vida de las personas.

Esta última etapa supone un cambio cualitativo respecto a las anteriores. A los 18
meses el niño empieza a tener representaciones mentales de objetos, hechos y
personas, incluido de sí mismo. Ello da lugar a:

La Autoconciencia, el descubrimiento del Yo a partir de los 15 a los 30 meses.


Descubrirse a sí mismo como un ser distinto e identificable, supone el primer gran paso
hacia la independencia. El niño comienza a querer hacer cosas por sí mismo, a tomar
decisiones y seguir sus propios criterios. Además, ya tiene un apego establecido y eso
le abre las puertas a la relación social con otras personas y con los iguales.

Dentro de esta etapa, los niños empiezan a usar pronombres en primera persona, otro
signo de conciencia del sí. El uso de “yo” “mi” y “tu” permite que los niños pequeños
representen y se refieran a sí mismos y al otro, una vez que hacen esto también
aplican términos descriptivos como “grande” o “pequeño” “pelo liso o rizado” y
evaluativos como “bueno” “bonito” o “fuerte”. Esto ocurre en algún momento entre los
18 y los 30 meses a medida que se expanden las habilidades de representacion y el
vocabulario.

Sin embargo, el desarrollo de todas estas capacidades va teniendo lugar de forma


paulatina y va acompañado de la falta de conciencia de sus propias limitaciones, lo que
hace frecuente la aparición de conflictos entre lo que quiere y puede hacer o los límites
que le marcan los adultos.

Socialización e interiorización:

La socialización es el proceso por el cual los niños desarrollan hábitos, habilidades,


valore sy motivos que los hacen miembros responsables y productivos de la sociedad.
Se basa en la interiorización de las normas sociales, adoptar esas normas como
propias, una vez interiorizadas normas como tomar turnos y aprender a usar palabras
en lugar de golpes se vuelven casi automáticas.

La conformidad a las expectativas de los padres puede ser vista como un primer paso
hacia la conformidad a las normas sociales, el niño aprende esas reglas dentro de la
familia a una edad temprana. Los niños que se socializan con éxito ya no se limitan a
obedecer órdenes para obtener recompensas o evitar el castigo; han adoptado como
propias las normas paternas y por lo tanto las sociales.

Algunos niños se socializan con más facilidad que otros. La forma en que los padres
hacen su trabajo, junto al temperamento del niño y la calidad de la relación entre el
padre y el niño pueden ayudar a predecir que tan difícil o sencillo será socializar. Entre
los factores que contribuyen al éxito de la socialización puede incluirse la seguridad del
apego, el aprendizaje por observación de la conducta de los padres y la respuesta
mutua entre el padre y el niño.

El oposicionismo y las rabietas son característicos en esta etapa y los padres se


encuentran a veces con dificultades para manejar el comportamiento del niño. Vivirlo
con tranquilidad, comprendiendo que es una etapa evolutiva más, en la que el propio
niño se ve superado por sus propias emociones, favorecerá que tome conciencia de los
límites tanto internos como externos. No es adecuado darle todo lo que pide para que
no llore, pero sí es necesario prestar atención a esos sentimientos de frustración que el
niño aún no sabe manejar. Acompañarle, ponerse en su lugar, calmarle y explicarle lo
que ocurre poniendo palabras a sus sentimientos harán que poco a poco vaya
adquiriendo la capacidad de autorregulación emocional de la que aún carece.
LA AUTORREGULACIÓN: es el cimiento de la socialización y vincula todos los
dominios del desarrollo físico, cognitivo, social y emocional. Este capacidad requiere
que el niño pueda abstenerse de hacer lo que le han dicho que es indebido también
requiere además control emocional. Al interpretar las respuestas emocionales de sus
padres hacia sus conductas los niños continuamente absorben información acerca de
la conducta que estos aprueban. El desarrollo de la autorregulación en la mayoría de
los niños se extiende hasta entrada la niñez temprana.

Por otra parte, en su repertorio emocional, aparecen nuevas emociones como el


orgullo, la vergüenza o los miedos. Necesita que el adulto le ayude a canalizarlos,
explicando el significado de estas nuevas emociones. Su curiosidad por el mundo
emocional aumenta también en esta etapa. Quiere saber qué le pasa a los demás y
porqué, y muestra las primeras conductas de consuelo hacia los otros, lo que indica
que está desarrollando la capacidad de empatía. Hay que darle todas las respuestas y
no ocultar las emociones “negativas” que suceden a su alrededor. No importa que nos
vean enfadados, tristes o preocupados; son parte del mundo emocional del ser
humano. Por tanto, un ambiente en el que se hable habitualmente de los sentimientos
ayudará al niño a comprender su significado y aprender que las emociones son una
parte muy importante de la vida de las personas.

Por último, en esta etapa se inician las relaciones con los iguales. Ya desde antes los
bebés se interesan por los otros bebés. Se miran, se tocan, pero no tienen aún
capacidad para interactuar de forma continuada. A los dos años pueden jugar juntos,
en el sentido de compartir espacio y tiempo de juego, con breves interacciones
basadas en mirar lo que hace el otro e incluso imitar sus acciones, pero aún sin
compartir los objetos. Es el llamado Juego Paralelo que ya al final de la etapa se
convertirá en Juego Compartido.

Esta capacidad para compartir surge, por una parte, con el propio desarrollo del niño,
con el desarrollo del lenguaje, la evolución en el propio juego (cada vez más
imaginativo) y la aparición de las primeras habilidades mentalistas, es decir, la
comprensión de que los demás tienen sus propias intenciones, preferencias,
sentimientos, aspectos no siempre coincidentes con los suyos.

Pero por otra, es algo que el niño tiene que aprenderlo y lo hará en función de las
experiencias y relaciones vividas en sus juegos con otros niños. Por tanto, podemos
facilitarlo si proporcionamos esos encuentros y mediamos en los conflictos que surjan.
Sin recriminar, sino mostrando de manera positiva como pueden establecer unos
turnos, intercambiar los juguetes o realizar peticiones al otro de manera adecuada.

Finalmente el conocimiento y comprensión de las mencionadas etapas y la forma en


que el adulto estimule y responda a las necesidades del niño, puede facilitar que se
produzca de manera positiva o, por el contrario, contribuir a desarrollar una
personalidad con poca seguridad en sí mismo y pocas habilidades a la hora de
relacionarse con los otros (excesiva dependencia, falta de autorregulación emocional o
poca capacidad de empatía, entre otros, aspectos todos ellos que provocan sufrimiento
emocional en la persona). En nuestra mano está, al menos en gran parte, poder
evitarlo.

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