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Para hacer posible la “modernidad”, además de las revoluciones económica y

política, ha sido necesaria también una revolución reproductiva. Consiste en un


cambio de escala, históricamente reciente e irrepetible, en la eficiencia de la
reproducción demográfica. A diferencia de lo que ocurre con el concepto de
“transición demográfica”, el concepto de “revolución reproductiva” no sólo
clarifica y da sentido al papel de los cambios demográficos en el proceso de
modernización, sino que ofrece una nueva manera de integrar sociología y
demografía. La sociología ha tendido a subestimar o incluso ignorar las
determinaciones que la reproducción sexual, la supervivencia o el reemplazo
generacional tienen sobre los comportamientos sociales, mientras la demografía
ha sido incapaz de abandonar los cómodos aledaños del poder político-
estadístico y evidenciar la fundamentales derivaciones teóricas que su campo de
estudio tiene para las demás ciencias sociales. Junto a algunas evidencias
empíricas que avalan el uso de este nuevo concepto, y sus ventajas respecto al
de “transición demográfica”, sus implicaciones teóricas se ilustran aquí en
diversos ámbitos sociológicos, utilizando como hilo conductor las ideas de Davis
(1937) sobre el futuro de la familia y de la fecundidad (por su sorprendente
vigencia y por la nueva luz que adquieren bajo este concepto). Estos ámbitos
son el descenso del trabajo reproductivo, el declive del patriarcado, la
desregulación social de la sexualidad, la redistribución de roles de género hacia
las generaciones, el “envejecimiento demográfico” y la madurez de masas, y los
cambios en la familia.

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