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Heidegger1
Breno Onetto Muñoz (Universidad Austral de Chile) 16.11.2011
Elevar una crítica en medio del imperioso avance y progreso técnico y científico
actual, tratar de denunciar del mismo modo su virulenta propaganda en vistas de sus
igualmente constructivos y destructivos resultados, los efectos colaterales de un
mundo ya erigido desde el nacimiento de la época moderna, sigue siendo para el lego y
el mismo filósofo del mundo contemporáneo algo de mucho cuidado, un acto de
extrema cautela y celo por el sumo grado de religiosidad que ha adquirido e impera
hegemónicamente en esa confianza y fe absoluta en la entrega del hombre y la
civilización occidental a los resultados efectivos (i.e. mensurables, experimentables)
del pensamiento científico técnico moderno y en la mundialización o globalización
producida por la expansión de tal episteme o saber, en general. Destruir el mito del
progreso técnico hoy en día sigue siendo una labor tan difícil como lo fuera hace
sesenta o más años en la época de posguerra, luego que los EEUU hicieran detonar, en
agosto de 1945, las dos primeras bombas nucleares en Nagasaki e Hiroshima, poniendo
fin al conflicto mundial, pero dando de plano lugar a que hombres como M. Heidegger o
G. Anders, y este último quizá de manera mucho mas incisiva y activa, se manifestasen
en cierto modo críticos y reflexivos ante el avance ya irrebatible e inevitable de la
ciencia y la técnica de la época moderna. La fe en una técnica que podría llegar a hacer
del hombre, a convertirlo incluso –dirá H. en los 60- en una máquina controlada (cfr.
ARD/SWF. 28.9.64: Ein Interview m. d. b. Mönch Bhikku Maha Mani u M. Heidegger). ¿En
qué distinguir la condena de crímenes contra la humanidad de Nürnberg operada por
el régimen nacionalsocialista en Alemania y la explosiones en Nagasaki e Hiroshima,
que tienen lugar antes y después del ocurrido juicio, introduciendo idéntica potencia
técnica destructiva que supera cualquier representación sentimiento y responsabilidad
delante de los hechos?
La amenaza y fascinación provocada por los nuevos aparatos técnicos, a los que
también nos hallamos destinados (como entregados) y el mismo sistema técnico han
ido, también, minimizando y disminuyendo su impacto casi exclusivamente debido a
que sus efectos nocivos se han ido cubriendo/borrando, o se hallan simplemente
ocultos a la opinión pública de un modo políticamente intencional y manifiesto, en la
época contemporánea (pensemos sólo en los accidentes nucleares más críticos vividos
en los últimos 40 años por la humanidad, representados por aquellos enormes
1El siguiente texto fue leído para el II. Congreso Nacional de Filosofía en Concepción (Chile), 15-
18 de noviembre de 2011, organizado por la Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF).
derrames radioactivos ocurridos producto del colapso nuclear en los reactores
atómicos de Three Mile Island (EEUU), Tschernobyl (URSS) y Fukushima, o sea
28.3.1979, 26.4.1986, 11.3.2011 y el por qué de su apresurada invisibilidad alcanzada
principalmente por una exigida relativización y falta de noticia al respecto) a tal grado
de hacerse actualmente casi inaudible el peligro, la amenaza de la técnica moderna
tanto a nivel público, esto es, a nivel político, donde corre cada vez más solapada y en
silencio; pero también a nivel privado donde no se lo siente sino únicamente cuando
cobra un numero visible de víctimas, cual desastre natural, logrando notoriedad y salir
nuevamente a luz noticiosa, pero sólo hasta ser silenciada otra vez por la siguiente,
dejándonos ciegos a toda alarma atómica o peligro inminente. Desde el lanzamiento de
las bombas, lo que siguió también una estrategia de armamentismo en el que se
equilibraron dos bloque: por un lado los países capitalistas, y por el otro los del
socialismo real, lo que favoreció la proliferación de estas armas bajo pretexto de
garantiza un mundo libre. Y con introducción del uso pacífico de esta energía que
buscaba suplir las energías eléctricas faltantes de EEUU y Europa, el mundo en su
conjunto no ha puesto obstáculo alguno al avance de la investigación y tecnología
nuclear, haciendo caso omiso o desviando la mirada ante cualquier factor que pudiese
ser óbice para su desarrollo. Porque en las nuevas medidas y estrategias de progreso y
desarrollo tecnológico, nuevos medios masivos de comunicación andan a la zaga
siempre de actualidades mucho más seductoras que otras opiniones que puedan
comprometer una reflexión más compleja y profunda de todo el sistema que mueve al
mundo occidental; y de allí que la propaganda suya sepa destacar los logros y avances
técnicos del presente y del porvenir, dejándonos asimismo sordos e indiferentes frente
a los incalculables e inimaginables efectos de los mismos, y sustraerle así cualquier
reflexión crítica más de fondo a los descubrimientos técnicos o a sus posibles defectos
y posibles amenazas para la humanidad.
Así pues, cuando Heidegger refiere, entonces, la técnica a su esencia última, el modo
de su despliegue o su modo de proceder esencial, su enfoque viene a ser propiamente
metafísico. Mientras que Anders buscando idéntica relevancia para el fenómeno, lo que
hace es observarlo desde su efecto, desde su acontecer en toda situación y amplificarlo
deliberadamente lo suficiente para ver lo que de otro modo no podría ver a simple
vista para su análisis, mas dejando ver en ello los límites/los bordes de esta técnica
como sistema y lógica de relaciones maquinales. Relaciones de producción que tornan
al hombre un engranaje más de la relación maquinal y hacen que la técnica finalmente
devenga sujeto de la historia (AM2: 9). Puede que ambas posiciones, la una más
neutral, quizás, aparezca siendo por esto mismo algo más propositiva, al inaugurar
posteriormente un pensamiento meditativo (salvífico, que libera, resguarda o saca a
brillar lo esencial) –como anticipa desde la poesía (GA79: 72s); y la otra, mucho más
apocalíptica porque destaca y anuncia las catástrofes técnicas responden a un cambio
en la relación del hombre con la técnica en este siglo, relación que parece ser crítica al
menos respecto de sus formas antiguas no amenazantes; ambas posturas son fruto de
esa presencia invasora de la técnica en la época contemporánea, pero en ambas queda
clara la función transformadora de las relaciones tanto humanas como naturales que la
técnica ha ido provocando en el siglo veinte, y más violenta que cualquier otra época de
la que se tenga noticia en la relación del hombre con sus aparatos técnicos.
La critica a la técnica de Anders va de la mano con esa máxima de la que habla sobre
la discrepancia entre lo que podemos hacer y lo que nuestra imaginación nos permite
representarnos de aquello. si nuestra razón parecía limitada para un Kant, nuestra
imaginación ilimitada de antaño se ve hoy también limitada ante la producción técnica
moderna, e incluso asimismo nuestra capacidad de sentir y de responsabilizarnos por
nuestros actos. La imaginación (nuestra sensibilidad) es incapaz de enfrentar hoy los
efectos de los actos más extremos perpetrados por el hombre, si no ¿a quien habría de
hacer responsable de la muerte de 200.000 individuos, en Nagasaki: al piloto Eatherly,
al presidente, a su pueblo? El primero quiso hacerlo y fue recluido en un hospital
psiquiátrico luego de insistir con robos menores por su responsabilidad y necesidad de
ser castigado. El gobierno no entendía aquella contradictio ad termini, el sujeto había
sido condecorado con medalla de héroe de guerra, pero el piloto en un acto único y más
que humano de culpabilidad derogada, buscaba a toda costa un castigo, una pena un
dolor sensible ante un crimen no reconocido sólo por él mismo. ¿Cómo podía alguien
querer dolerse por doscientos mil enemigos?
Lo que la obra de Anders hace es señalar hacia una transformación efectiva del alma
del hombre, en la relación que éste tiene con la técnica, en la época de la segunda época
industrial, ese cambio no es ningún cambio relacionado con nuevos mecanismos en la
fuentes de producción económicas o en las fuentes energéticas de la producción, ni la
manera de organizarse (taylorismo) o el tipo de maquinaria que la nueva era este
utilizando. La revolución industrial va a ser considerada como tal cuando el principio
de la máquina se torne algo reiterativo e insistente, i. e., justo en el instante cuando la
reproducción de las máquinas esté asegurada por otras máquinas. La técnica se torna
dominante cuando el principio de la maquina es interiorizado por el hombre, por el
alma del hombre, en esta época moderna de la segunda revolución industrial –como
reza el subtítulo de la obra principal del filósofo; cuando la fabricación de un producto
se convierte en medio de producción de otra y la nueva producción de otros, y así al
infinito. El mismo hombre ha entrado ya al engranaje productivo (de sí mismo en la
clonación p.ej.) y deviene medio de producción (pieza útil para la ingeniería humana) o
mercancía (concursos, p.ej.). La técnica impone así condiciones materiales para esa
metamorfosis del alma humana a las que el hombre se va adecuando o se pliega para
salvarse de ser mero residuo, o factor de molestia para la producción (Störfaktor) dirá
Heidegger en otro momento respecto del material humano referido técnicamente. Lo
que a conducido ya al hombre a quedar obsoleto ante la relevancia e importancia que
él mismo hombre ha otorgado al aparato técnico. El sistema técnico o la cadena
desarrollada por la técnica moderna va dejando al hombre al comienzo del sistema,
como inventor, científico y trabajador manual, pero hoy visible al final como el
consumidor de aquello mismo que produce. Donde todo el proceso productivo se ve
deshumanizado por la mecánica y las leyes de funcionamiento. Anders evita con el
tema maquinal plantear el análisis de esta sociedad de consumo desde parámetros
ideológicos o de una sociología convirtiendo su análisis en una vuelta de tuerca más
dentro de esa lógica procesual y maquinal: la acumulación de productos debe crear
necesidad de estos para seguir produciéndolos, se precisa así producir la necesidad.
Anders anota que se producen guerras para las armas, la técnica de punta se prueba a
aparece notoriamente siempre -como lo muestran algunos films del director alemán,
Harun Farocki,- primero como maquinaria de guerra, para luego ir a dar en sus miras,
invenciones y aparatos a la industria de la agricultura o de la robótica industrial, etc.
Para encontrar el lugar del hombre, su relevancia ante el objeto técnico, esto supone
volver a mirar donde queda relegada su presencia tras el embate transformador de lo
técnico, perfilar el espacio humano dado por esta técnica, en Anders. Por ello ha de
decirse que el rasgo fundamental de este cambio del alma en la época de la segunda
revolución industrial, de la época de la técnica moderna como podemos entenderla,
también, viene dado por la vergüenza prometeica (prom. Scham): que es el sentimiento
que filósofo ha puesto en el hombre moderno, el que descubriendo su desnivel
producto de su hacer y representar descubre a la vez una vergüenza en su propia
naturaleza u origen porque es algo incalculable y ancestral, el hombre mismo proviene
de un proceso ciego, que es distinto del producto fabricado por la máquina que es
preciso y exacto, actualizable como mejorable y siempre reproducible; contrario a
nuestro ser perecedero y rígido, poco actualizable y falible. Para escapar a la vergüenza
el hombre ha comenzado a reificarse, primero, para compararse y tratar de equiparar
la distancia con el producto fabricado se cosifica, y se pasa luego al campo de los
aparatos y máquinas maquillándose, p.ej. para cuidar de su apariencia; en segundo
lugar transforma su cuerpo mediante técnicas de ingeniería humana para mantenerlo
en forma; busca eternizar su ser recurriendo a la iconomanía, procurándose una
cantidad y acumulación suficiente de imágenes para experimentar su mundo. El
segundo rasgo del cambio del hombre en esta época lo dijimos más arriba es que
aquello que puedo producir excede va mas allá de mi capacidad de representación; y en
tercer lugar no hacemos experiencia de la totalidad del mundo ni vamos como antaño
hacer una experiencia o salida hacia el mundo, sino que nos contentamos con un símil,
hemos cambiado el mundo real por el de la tv, la radio (y hoy tendríamos que incluir a
todas las redes sociales y públicas del ordenador) por fantasmas de realidad que le
abastecen la falta de mundo, y por los que se fragmenta; y por ultimo hay existiría para
Anders un desnivel incluso en aquello que podemos producir y lo que podemos usar,
así como también lo hay entre lo máximo que podemos producir y el máximo de lo que
podemos necesitar.