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Los años sesenta fueron un periodo de muchos cambios, como punto de quiebre, los
acelerados e industrializados tiempos modernos hicieron lo suyo dejando una huella
indeleble en la tierra y, a pesar del incremento de sus conocimientos y de sus economías
inicio un desenfreno irreversible en su modos de producción; esta situación se agudizo a
fines del siglo pasado, demostrándose desde esos días y hasta hora lo débil que puede ser
el cuestionamiento y la resolución humana ante los problemas que puede ocasionar sobre
su medio ambiente, sobre su propio “hogar”. A pesar de esto, la manera de concebir de
ver el medio ambiente fue trastocada, las relaciones del ser humano con su entorno se
iban haciendo más determinantes, innegables, más aun en la medida que su comprensión
iba siendo ampliada gracias a los avances de la ciencia, especialmente en el campo de la
ecología, donde se concluyó que los “productos o materiales” que el ambiente genera no
serían ya simples elementos de producción para ser gastados sino todo un ensamblaje de
componentes vitales que estaban en armonía constante con lo que desde ese momento
denominarían ecosistema.
La ecología en este ámbito ha resultado ser poco útil dado su carácter preponderante, mas
a estudiar aspectos como los ciclos alimenticios y la interacción entre los organismos,
razón por la que se volvería necesaria la presencia de una interdisciplinaridad (como la
geografía física y la ecología del paisaje) que complemente las necesidades propias de un
estudio concienzudo en la relevancia de los ecosistemas. Una nueva conceptualización de
la naturaleza y de los espacios naturales iba a ser replanteada por la geografía física en
tres de sus principales corrientes: la anglosajona, la francesa y la soviética. Cada una de
estas escuelas aporto grandes avances en el reconocimiento de los espacios dentro de un
relieve, siendo estos de diferente tipo, especialmente en cuanto a las modificaciones y
desplazamientos de la litosfera así como a la utilización de herramientas visuales como
mapas, que permitían un entendimiento más cabal en la conformación de los paisajes y
emparentaran las necesidades de aspectos como la morfogénesis con las evidencias de su
desarrollo histórico y demás alicientes en su evolución. (Esto por lo demás, asistido de
una cumplida sistematización conceptual de lo que vamos entendiendo como natural)
Podríamos decir también que la producción rural, la misma apropiación de los recursos
naturales esperaba (o espera) ansiosamente la congruencia y el beneficio en la asociación
de los factores anteriormente mostrados, pudiendo lograr así una adecuada y mejor
ordenación en los territorios de su espacio rural o lo que sería en definitiva una idónea
planificación ecológica coyuntural.
Volvemos en el tiempo para encontrar otra dualidad en el manejo que se le ha dado a esta
problemática, apareciendo movimientos como el conservacionista, encargado de la
creación de los parques naturales alrededor del mundo, esto, frente a los intereses
intrínsecos de quienes veían en la preservación, (esta vista como un modo de asegurar los
“recursos naturales”) una simple medida que les garantizara el aprovechamiento de los
bienes naturales. Al desarrollo del primer conservacionismo le siguió un empoderamiento
ambiental, este más enfocado sobre las vías políticas sumado a una acción más directa y
a una difusión mediática que en nuestros tiempos cobraría gran fuerza pese a que con el
transcurrir del tiempo este ambientalismo declino debido a varios factores como el
alcance de su mensaje más proclive a la clase media y a su rasgos panfletudos en una
época reacia al comunismo y a todo lo que pareciera radical.