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Billy Idol y la esencia de los ochentas

Adyerin Rueda

Desenfreno, drogas y música fueron el estandarte de una generación de jóvenes de finales


de 1960, una generación marcada con una gran X por Charles Hamblett y Jane Deverson
quienes, en una serie de entrevistas a muchachos de la época, escribieron un libro donde
reflejaban el estilo de vida y pensamiento de los mismos, un pensamiento heredado del
movimiento amor y paz del que tomaron la promiscuidad y una vida al margen de los
esquemas establecidos.
Todos esos elementos sirvieron de inspiración a un adolescente inglés admirador de David
Bowie y del punk, para crear su propia banda a la que llamó Generation X, como un epítome
de ese modus vivendi emparentado estrechamente con la música y la juventud.
William Michael Albert Broad mejor conocido como Billy Idol fue ese creador de Generation
X a quien le dio voz y vida de 1976 a 1981, año en el que comenzó a trabajar en su carrera
como solista, una carrera basada en una admiración profunda al movimiento punk, esa
subcultura que, en los setentas, era la otra cara de la cultura juvenil: la antítesis de los
hippies y los chicos beat.
El punk dejaba de lado el virtuosismo del rock y el metal y se valía de la pura emoción, de la
furia y la autenticidad. No era importante tocar bien sino tocar fuerte y rápido. Los punks
eran desaliñados y de cierto modo anarquistas al crear sus propios espacios, moda y reglas.
Sus letras, comportamiento y sonidos impactan al joven Idol (Television, Suicide, los mismos
Ramones) quien no tarda en tocar puertas en el mundo de la música.
Con una actitud rebelde moderada, es decir, lejos de los actos hardcore de los Sex Pistols y
la mohicana de largas puntas, Billy Idol se convierte en la nueva imagen del punk rockero
de los ochenta: sí el rebelde con el gesto de desprecio en sus muecas y ceño fruncido, sí con
chaqueta de piel y estoperoles pero con un sonido que es el resultado de la mezcolanza de
los géneros como el new wave, el post punk, el synth pop-el propio y puro pop´- y el hard
rock, lo que lo catapultó a la fama al ser un éxito en MTV y en los medios en general. Todo
su personaje era-y es- la esencia de la década ochentera: una rebeldía fashion de canciones
icónicas, bien hechas y que trascienden fronteras y generaciones.
Dancing with my self fue el gran hit seguido de Rebel Yell que es un himno para todos los
amantes del hard rock de los años de la moda extravagante y peinados estrafalarios. Con
más de seis discos y una fructífera y muy popular trayectoria, Billy Idol jamás se había
presentado en México, hasta ahora. Un par de fechas han sido anunciadas para octubre de
2019 y sin duda es un espectáculo imperdible en el que se verá encarnada el alma de los
ochenta en el chico ídolo que enloquecía a las mujeres e inspiraba a los teenagers de aquel
entonces, el santo patrono rock popero de los nostálgicos.
Ser joven es la clave y el punto de partida en el que nacen los sueños y las filosofías como
aquellas que persiguió en su momento Billy Idol y que hoy, en la vejez- uno- sólo puede
conservar y disfrutar del espíritu.

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