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Prácticas espaciales: el trabajo


de a po, el viaje y la disciplina
!de la antropología

Al ía iguiente del terremoto de Los Angeles en 1994, vi por


televisi n u a entrevista a un especialista en suelos. Manifestó
que ha ía stado "en el campo" esa mañana buscando nuevas
fallaa.1 ólo lespués dé tino o dos minutos de conversación, com-
prendí ue 1 científicó había estado todo el tiempo sobrevolando
el área n ui helicóptero. ¿Podíal considerarse esto un trabajo de
camiSa? Me ntrigaba sm concepto de campo, y me sentí de algún
modqi ati feeho.' r I
dic ionario cdniienza su larga lista de definiciones de
t`cam con una que describe un espacio abierto y otra qué remite
a un 9sp cio eabrozadd. 1Un estadio donde la mirada no enduentra
impe h ent s se halla ibre pera vagar. En antropología, Martel
Griaikle ue ionero en l uso de la!fotbgrafía aérea, un método que
otros co tin Liaron utilizando de tanteen tanto. Pero si bien la
observa ión Danorámida real o imaginada, ha sido durante mucho
tiempo arta del trabajo de campo, el "campo" que el especialista
en suelo transporta p aire n6 deja de ser un choque contradic-
torio, oxí noron: En jarticu ar en geología —pero también en
1
todas la ciencias que v fan e trabajo de campo—, la práctica de
inves(ig ció ñ "en el terr no", observando detalles minúsculos, ha
sido una condición sine liad non, El equivalente francés, terrain, es
inequí4 co. áe suponía qt.40 los caballeros naturalistas debían usar
botas barradas. El tr!ahajo bie campo está ligado a la tierra,
íntima nte comprometido con e paisaje natural y social.

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No siempre fue así. Henrika Kuklick (1997) nos recuerda que largo de una frontera cambiante con las prácticas de viaje litera-
el movimiento hacia la investigación de campo profesional en una rias y periodísticas. En oposición a estas formas de conocimiento
amplia gama de disciplinas, incluyendo la antropología, se dio en tendenciosas, superficiales y subjetivas, la investigación antro-
un momento histórico particular: a fines del siglo xix. En ese pológica se orientó hacia la producción de un conocimiento cultural
momento, se adoptó rápidamente la presunción de que el trabajo profundo. Sostengo que la frontera entre ambas es inestable y que
profesional debía ser circunscripto, empírico e interactivo. El i se renegocia constantemente. La tercera sección pasa revista a las
daría pie a la 'trabjodecmpnírubalteo; críticas actuales relativas a las historias normativas de viaje
interpretación. I euroamericanas que durante mucho tiempo han estructurado las
En este contexto, el hecho de sobrevolar la zona afectada en un prácticas de investigación de la antropología. Las nociones de
helicóptero me parecía un tanto abstracto. Sin embargo, tras re- comunidad interiores y exteriores, patria y extranjero, campo y
flexionar un poco, debí admitir que el especialista en suelos metrópoli, se ven cuestionadas cada vez más por tendencias
realizara su práctica de ir "al campo", aunque nunca lo pisara. De i posexóticas y descolonizadoras. Es mucho menos claro qué cuenta
algúnmod,suetériapn.LOqueimortab' hoy como trabajo de campo aceptable, cuál es la gama de prácticas
no era sólo la adquisición de datos empíricos frescos. Una fo- espaciales "desbrozadas" por la disciplina.
tografía satelital podía aportarlos. Lo que daba validez a ese' Tomo prestada la frase "práctica espacial" del libro de Michel
trabajo de campo era el acto de salir físicamente hacia un espacio de Certeau The Practice of Eueryday Life (1984). Para De Certeau,
desbrozado de trabajo. "Salir" presupone una distinción espacial el "espacio" nunca es algo ontológicamente dado. Surge de un
entre una base conocida y un lugar exterior de descubrimiento. Un mapa discursivo y de una práctica corporal. Un barrio urbano, por
espacio desbrozado de trabajo significa que ,es posIble mantener a ejemplo, puede establecerse físicamente de acuerdo con un plano
raya las influencias distractoras. Un cam'no, por definición, no está de calles. Pero no es un espacio hasta que se da una práctica de
t
invadido por la maleza. El especialis a no podría 'haber hecho su ocupación activa por parte de la gente, hasta que se producen los
"trabajo de campo" en helicóptero mi un r cho brurnpso, del mismo movimientos a través de él y a su alrededor. Desde esta perspec-
modo que un arqueólogo no puede excavar adecuadamente un sitio tiva, nada está dado en lo que se refiere a un "campo". Este debe ser
habitado o sobre el que hay construccionel. Así, 'un antropólogo trabajado, transformado en un espacio social distinto, por las
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puede considerar que es necesario "limpiar" su c po, al menos prácticas corporizadas del viaje interactivo. Tendré algo más que
conceptualmente, de turistas, misionerosrle ' trop s gubernamen- decir, a medida que avancemos, Sobre el sentido extenso y las
tales. Salir a un espacio de trahajo-presurr prá S específicas limitaciones del término "viaje", tal como yo lo utilizo. Y me
de desplazamiento y una atención concept ada, , iplinada. ocuparé, sobre todo, de las normas y tipos ideales. En la introduc-
En este ensayo, espero aclarar un loOdo an r pológico cru- ción a una importante compilación de ensayos sobre el "campo" en
cial y ambivalente: el papel del viajé, deldesplazar nto físico y de la antropología, Gupta y Ferguson (1996) sostienen que la práctica
la residencia temporaria lejos del' hogar, r n la' stitución del 1 común recurre potencialmente a una amplia gama de actividades
trabajo de campo. Analizaré el trabajo de campo' viaje en tres etnográficas, algunas de ellas no ortodoxas según los cánones
secciones. La primera pasa revista a a g nas cr oducciones re- modernos. Pero también confirman que, desde la década de 1920,
cientes en la antropología sociocultUrál, e - alan los aspeto4 1 en ha prevalecido una norma reconocible en los centros académicos
que se hallan cuestionadas las prácticas lá icas d nvesti aclIón. de Europa y Estados Unidos. 1 El trabajo de campo antropológico
Mi intención es develar por qué el trabao e ca i. o sigue liendo ha representado algo específico dentro de los métodos sociológicos
un rasgo central de la autodefiniciói d sc plino 'e. La segunda y etnográficos que muchas veces se superponen: un encuentro de
sección se concentra en el trabajo de c m o co o una práctica investigación especialmente profundo, extenso e interactivo. Esto,
espacial corporizada, mostrando cómo, d sde los ienzoá de este por supuesto, es el ideal. En la práctica, los criterios de "profun-
siglo, fue estructurándose un cuerpo pro es onal d s2iplinado, a lo didad" en el trabajo de campo (duración de la estadía, modo de
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interacción, visitas repetidas, aprendizaje de lenguas), han varia- de cdmpo "exótico", realizado a lo largo de un período continuo de
do, tanto como lo han hecho las experiencias concretas de investi- por lb menos un año; ha fijado desde hace algún tiempo, la norma
gación. con referencia a la cüal se juzgan otras prácticas. A partir de este
Esta multiplicidad de prácticas desdibuja cualquier significa- ejemplar, las diferentes prácticas de investigación de cruce cultu-
do nítido y referencial del "trabajo de campo". ¿De qué estamos ral se parecen menos 'a un trabajo de campo "real" (Weston, 1997).
hablando cuando invocamos el trabajo de campo antropológico? ¿Real para quién? El significado de una expresión es determi-
Antes de proseguir, debo detenerme un momento en este problema nado en última instancia por una comunidad de lenguaje. Este
de la definición. La semántica elemental distingue varias formas criterio de uso abre espacio para una historia y una sociología de
en que se sostienen los significados: grosso modo, por referencia, los significados. Pero, en el presente caso, se ve complicado, por la
concepto y uso. Voy a partir primeramente de las dos últimas, circunstancia de que aquellas personas reconocidas como antropó-
comúnmente calificadas como "mentalistas" (Akmajian et al., logos (la comunidad relevante) son definidas críticamente por el
1993: 198-201). Las definiciones conceptuales usan un prototipo, hecho de haber aceptado y realizado algo cercano (o lo suficiente-
a menudo una imagen visual, para definir un centro con referencia mente cercano) al "trabajo de campo real". Las fronteras de la
al cual se evalúan las variantes. Una famosa fotografía de la carpa comunidad relevante han sido establecidas (y lo son, cada vez más)
de Malinowski clavada en medio de una aldea trobriandesa ha medinte luchas en torno de los posibles significados aptos del
servido durante mucho tiempo como una potente imagen mental término. Esta complicación se halla presente, hasta cierto punto,
del trabajo de campo antropológico. (Todo el mundo la "conoce", en todos los criterios de uso comunitario para definir el significado,
pero ¿cuántos podrían describir la ~ena concreta?) Ha habido especialrifente cuando están en juego "conceptos esencialmente
otras imágenes: visiones de interacción personal; por ejemplo, cuestionados" (Gallie, 1964). Pero en el caso de los antropólogos y
fotografías de Margaret Mead, inclinada atentamente hacia una el "trabajo de campo", el vínculo de constitución mutua es desacos-
madre balinesa y su bebé. Además, como ya lo he sugerido, la tumbtadamente estrecho. La comunidad no usa (define) simple-
misma palabra "campo" evoca imágenes mentales de espacio menté el término "trabajo de campo"; es materialmente utilizada
desbrozado, cultivo, trabajo, territorio. Cuando hablamos de tra- (definida) por él. Una 'serie diferente de significados configuraría
bajar en el campo, o ir al campo, nos basamos en imágenes una cómu edad diferente de antropólogos y viceversa. Los riesgos
mentales de un lugar específico, con un adentro y un afuera, al que so¿oriolít'col que suponen estas definiciones —problemas de in-
se llega mediante prácticas de movimiento físico. clusión y exclusión, de centro y periferia— deben permanecer
Estas imágenes mentales enfocan y limitan las definiciones. explícitos.
Por ejemplo, hacen que resulte extraño decir que un antropólogo,
cuando habla por teléfono en su oficina, está haciendo trabajo de Fró ter s' disciplinarias
campo incluso si lo que en realidad hace es recoger datos etno-
gráficos de manera disciplinada e interactiva. Las imágenes ma- ons *dérese el proyecto de Karen McCarthy Brown, que
terializan conceptos, produciendo un campo semántico que parece estudi a ti na sacerdotisa vudú en Brooklyn (y la acompañó en una
claro en el "centro" y desdibujado en los "bordes". La misma función visita HÁití). Brown Viajaba por el campo en auto, o en el metro
es servida por más conceptos abstractos. Varios fenómenos se de ku va ork, desde su hogar en Manhattan. Su etnografía era
reúnen alrededor de prototipos. Hablaré, por deferencia a Kuhn men? un práctica de residencia intensiva (la "carpa en la aldea")
(1970: 187), de ejemplares. Del mismo modo que un petirrojo se qu u a c estión de viáitas repetidas y de trabajo colaborativo. O
considera un pájaro más típico que un pingüino, ayudando así a tal ez su trabajo inclUía lo que Renato Rosaldo llamó alguna vez,
definir el concepto "pájaro", ciertos casos ejemplares de trabajo de ,a,fnr lz indo qué es lo que distingue a la etnografía antropológica,
campo sirven de anclaje a experiencias heterogéneas. El trabajo ntElión proful a". 2 Antes de trabajar con Alourdes, su
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tema de estudio, Brown había realizado viajes de investigación a tienen lugar las ceremonias y la socialización, como en otros sitios.
Haití. Pero cuando visitó a Alourdes por primera vez experimentó El "campo" de Brown está allí donde ella se encuentra con Albur-
un nuevo tipo de desplazamiento: 1 des. Vuelve, por supuesto, a dormir, reflexionar, escribir sus notas
y desarrollar su vida hogareña en el Bajo Manhattan.
Nuestras fosas nasales se llenaron con olores a carbón de leña y carne Siguiendo la práctica establecida del trabajo de campo, la
asada y nuestros oídos con trozos sobrepuestos de salsa;, reggae y la etnografía de Brown contiene muy pocos detalles sobre la vida
cadenciosa monotonía de lo que los haitianos llaman jazz. Se podían oír cotidiana en Manhattan entremezclada con sus visitas a Brooklyn.
{
—animadas conversaciones en el francés criollo de Haití, en español y en Su campo permanece separado, "afuera". Y si bien la relación
más de un dialecto lírico del inglés. La calle era un alucinado tapiz de
cultura/objeto de estudio no puede ser espacializada con nitidez, lo
tiendas: Chicka-Licka, el Bazar Ashanti, una ig esia cristiana con una
cierto es que se visita intensamente un lugar distinto. Hay una
tienda en su frente, de nombre improbablemerde largo y específico, un
interacción física, interpersonal, con un mundo definido, a menudo
restaurante haitiano, y Botánica Shango: una de las boticarias de las
religiones africanas del Nuevo Mundo que ofrecía polvo para la buena
exótico, que conduce a una experiencia de iniciación. Si bien no se
1 observa la práctica espacial de la residencia, el hecho de vivir en
suerte y para enriquecerse rápidamente, ra lees del En Juan el
Conquistador y velas votivas marcadás Por ilos Siete Rodares Africa- 'una comunidad, el movimiento de la etnógrafa "adentro" y "afuera"
nos. Me hallaba sólo a unos pocos kilómetros de mi lasa en el Bajo del campo, sus idas y venidas, son sistemáticos. Uno se pregunta
Manhattan, pero sentí como si hubiera tomado un desvícI equivocado, qué efectos tienen estas proximidades y distancias en el modo como
me hubiera resbalado por una grieta entre mundos y re parecido en la Brown concibe y presenta su investigación. ¿De qué modo, por
calle principal de una ciudad tropical! (Brown, 1991: 1 ejemplo, retrocede en sus vínculos de investigación a fin de escribir
sobre ellos? Esta toma de distancia se ha concebido de modo típico
Podemos comparar esta "escena de Ile a a" (Pr t , 1986) con como un "abandono" del campo, ese lugar claramente alejado del
la famosa frase de Malinowski: "Imagines u ted in t lado en la hogar (Crapanzano, 1977). ¿Qué diferencia aparece cuando nues-
playa de una isla trobriandesa" (Malinows , 961). bas cons- tro "informante" nos llama a casa rutinariamente para pedirnos
t
truyen retóricamente un "lugar" tropical, mu difer e e, un topos ayuda con una ceremonia, apoyo en una crisis, un favor? Las
; Pero la 'veryuntópicoarelbjqusgiá n contem- prácticas espaciales del viaje y las prácticas temporales de la
poránea de Brown, es presentada con cierto rada ironía; su escritura han sido cruciales para la definición y representación de
ciudad tropical en Brooklyn es sensormlimente real agmaria: un tópico: la traducción de la experiencia en marcha y de la
una "ilusión", así sigue llamándola, proyect 'da pe na viajera intrincada relación en algo distanciado y representable (Clifford,
etnográfica en una ciudad del mundo cqmple amen íbrida. El 1990). ¿De qué modo manejó Brown esta traducción en un campo
suyo no es un estudio de vecindario (aldea u baná i tiene un cuyas fronteras eran tan lábiles?
locus microcósmico, este es la casa de tres pisos que viv David Edwards plantea un desafío similar, aunque más
Alourdes a la sombra de la autopista deBroo lyn-Q ens: hoga extremo para la definición del trabajo de campo "real", en su
de la única familia haitiana en un barrio negro norte ericanq. 'artículo "Afganistán, etnografía y Nuevo Orden Mundial". Ingre-
"Haití" de la diáspora, en esta etnografía, tie e un calizaió sado en la antropología con la esperanza de volver a Afganistán
múltiple. La etnografía de Brown no se i sitúa tanto per un luga para llevar a cabo "un estudio de aldea de tipo tradicional en
concreto, un campo en el cual entra y que habita cl rante algú alguna comunidad montañosa", Edwards confrontó un "campo"
tiempo, como por Una relación interperscinál al mezcla d disperso, desgarrado por la guerra: "Desde 1982, he realizado
observación, diálogo, aprendizaje y amistad ---1 con rdes. Pes trabajo de campo en lugares variados,. incluyendo la ciudad de
de esta relación que funciona como centró, áe ev9 un mund Peshawar, Pakistán, y varios campos de refugiados dispersos en la
cultural de individuos, lugares, memorias y prác as. I3'rów Provincia de la Frontera Noroccidental. Un verano, también viajé
visita, frecuenta este mundo, tanto en la casa de Alo des, dond por el interior de Afganistán para observar las operaciones de un

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grupo de mujahadin, y he pasado bastante tiempo entre los reconfi , a ida vque se despliegan las nuevas
refugiados afganos en el área de Washington, D.C. Por último, me 4s de t pprt yl comunicación, y a medida que los
dediqué a moni torear las actividades de un grupo afgano de prensa s" kon rec n. idos (y sús experiencias mundanas especí-
en el ordenador" (Edwards, 1994: 343). sus histo s de elidgnéia y viaje (Appadurai, 1988a;
La etnografía multilocal (Marcus y Fischer; 1986) es cada vez or 4992; T wa, I 93; Narnyan, 1993). ¿Qué queda de las
más familiar; el trabajo de campo multilocal es una conjunción de cticis antropo icas c áslcUs en estas nuevas situaciones? ¿De
incongruencias. ¿Cuántos sitios pueden estudiarse intensamente modo la ant álogí once poránea está cuestionando y
sin que queden comprometidos los criterios de "profundidad"? 3 El aborado las n c ones e iáj'e, ontera, co-residencia, interac-
,
trabajo de campo de Roger Rouse en dos lugares vinculados entre adentro y epa qí e han efinido el campo, y el propio
sí retiene la noción de una comunidad única, aunque móvil (Rouse, ajo .de campo
1991). Karen McCarthy Brown permanece dentro del "mundo" de
*I
un individuo. Pero la práctica de David Edwards es más desperdi- , 1
gada. En realidad, cuando él comienza a unir sus instancias I
Antes' de ate er a e tas preduntas, es necesario contar con
dispersas de la "cultura afgana", debe apoyarse en resonancias uri idea clara ac r á de cnáles 'son las prácticas dominantes del
temáticas bastante débiles y en el sentimiento común de "ambi- ti que está juego, qué' aSpectos de la definición cliscipl i-
' po"
güedad" que producen, al menos para él. Cualesquiera sean las ll rilara limitan las c troveili sias actuales. En general, el trabajo de
fronteras del objeto cultural con "múltiples modulaciones" de ca po entraña el lie ho de dejar físicamente el "hogar" (cualquiera
Edwards (Harding, 1994), la lista de prácticas espaciales que ea a definición qn demo a este término) para viajar, entrando
adopta para explorarlas es ejemplar. Escribe que ha "realizado 3, s liendo de algú escenario bien diferente. Hoy, el escenario
trabajo de campo" en una ciudad y en campos de refugiados; ha • 1.1elle ser las moniañas del NueVa Guinea; o un barrio, una casa,
"viajado" para observar los mujahadin; ha "pasado bastante tiem- utnal oficina, un noipital, luna iglesia o un laboratorio. Puede
po" (¿concurriendo a algún sitio? ¿profundamente?) con afganos en definírselo como uiin sociedad móvil, la de los camioneros de larga
Washington, D.C. y ha estado "monitoreando" el ordenador de un distancia, por ejepipio, con'tal de que uno pase largas horas en la
grupo de prensa afgano en el exilio. Esta última actividad etnográ- cabina, conversandá (Agar, 1985). Se requiere una interacción
fica es la menos cómoda para Edwards (349). A la hora de escribir, intensa, "profunda.,!algo caminieamente garantizado por la prác-
,
sólo ha estado "acechando", no produciendo sus propios mensajes. tica espacial de una résidencia prolongada, aunque temporaria, en
Su investigación en Internet no es todavía interactiva. Pero sí es una 'comunidad. El tl-abajo dé canino puede también comprender
muy informativa. Edwards escucha intensamente allí a un grupo breves visitas repetidas, como en el caso de la tradición norteame-
de exiliados afganos —hombres, relativamente ricos— que se ricana de la etnología en las reservas. El trabajo de equipo y la
preocupan juntos por la política y las prácticas religiosas, por la investigación a largo plazo (Foster et al., 1979) se han practicado
naturaleza y las fronteras de su comunidad. de diversas maneras en diferentes tradiciones locales y nacionales.
Las experiencias de Karen McCarthy Brown y David Ed- Pero en todos los casos, el trabajo de campo antropológico ha
wards sugieren algunas de las presiones corrientes sobre el trabajo' exigido que uno haga algo más que atravesar el lugar. Es preciso
de campo antropológico, visto como una práctica espacial de algo más que realizar entrevistas, hacer encuestas o componer
residencia intensiva. El "campo" en la antropología sociocultural informes periodístico's. Este requisito persiste hoy, encarnado en
ha estado constituido por una "gama históricamente específica de una amplia gama de actividades, desde la co-residencia hasta
distancias, fronteras y modos de viaje" (Clifford, 1990: 64). Estos diversas formas de colaboración e intercesión. El legado del trabajo
elementos están cambiando, a medida que la geografía de la de campo intensivo define los estilos antropológicos de investiga-
distancia y la diferencia cambia en las situaciones poscolonlales/ ción, estilos críticamente importantes para el (auto)reconocimien-
neocol oni ales, a medida que las relaciones de poder de la investiga- to disciplinario. 4

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No existen disciplinas naturales o intrínsecas. Todo cono- se reproduce a sí misma a la vez que se compromete selectiva-
cimiento es interdisciplinario. Por ende, las disciplinas se definen mente con interlocutores relevantes que provienen de la historia
y redefinen interactiva y competitivamente. Lo hacen al inventar social, de los estudios culturales, de la biología, de la teoría del
tradiciones y cánones, al consagrar normas naetodológicas y prác- conocimiento, de las investigaciones sobre minorías y feminismo,
ticas de investigación; al apropiarse, traducir, Silencian y descár- de la crítica al discurso colonial, de la semiótica y los estudios
tar perspectivas adyacentes. Los procesos activos de discipli- sobre los medios, del análisis literario y discursivo, de la socio-
namiento operan en varios niveles, definiendo; dominios "fríos" y logía, de la psicología, de la lingüística, de la ecología, de la
"calientes" de la cultura disciplinaria, ciertas áreas qie cambian economía política; de...
con rapidez y otras que son relativamente estables. Articulan, de La antropología sociocultural ha sido siempre una disciplina
modos tácticamente cambiantes, el núcleo sólido y el borde mane- fluida, relativamente abierta. Se ha enorgullecido de su capacidad
jable de un dominio de conocimiento y de práctica de investigación para provocar, enriquecer y sintetizar otros campos de estudio. En
que es posible reconocer. La institucionalización canaliza y retar- 1964, Eric Wolf definió con optimismo a la antropología como una
da, pero no puede detener estos procesos de redefinición, excepto "disciplina entre disciplinas" (Wolf, 1964:x). Pero esta apertura
bajo amenaza de esclerosis. plantea problemas recurrentes de autodefinición. Y, en parte,
Consideremos las opciones que hoy enfrenta alguien que es- debido a que su extensión teórica ha seguido siendo tan abierta e
tá planificando su programa de un seminario para graduados in- interdisciplinaria, a pesar de los intentos repetidos de limitarla en
troductorio a la antropología sociocultural. 5 Teniendo en cuenta tamaño, la disciplina ha encarado las prácticas de investigación
que el seminario durará apenas algunas semanas, , ¿hasta qué como elementos definitorios esenciales. El trabajo de campo ha
punto es importante que los futuros antropólogos lean a Radcliffe- desempeñado —y continúa haciéndolo—una función disciplinaria
Brown? ¿A Robert Lowie? ¿No sería mejor incluir a Meyer Fortes central. En la presente coyuntura, la cantidad de tópicos que puede
o Kenneth Burke? A Lévi-Strauss, seguramente... pero ¿por qué estudiar la antropología y el conjunto de perspectivas teóricas que
no también a Simone de Beauvoir? Franz Boas, por supuesto... ¿y, puede desplegar son inmensos. En estas áreas, la disciplina es
Frantz Fanon? ¿Margaret Mead o Marx o E. P. Thompson, o Zora "caliente": cambia constantemente, se hace híbrida. En el dominio
Neale Hurston, o Michel Foucault? Melville. Herskovitz tal vez... "más frío" del trabajo de campo aceptable, el cambio también se da,
¿y W. E. B. Du Bois? ¿St. Clair Drake? ¿Sería importante trabajar pero con mayor lentitud. En la mayoría de los medios antropológi-
sobre fotografías y medios de información? El parentesco, que cos, se sigue defendiendo activamente el trabajo de campo "real"
alguna vezfue un núcleo disciplinario, es hoy activamente olvida- contra otros estilos etnográficos.
do en algunas facultades. La lingüística antropológica, todavía El ejemplar exótico —co-residencia por períodos extensos
invocada como uno de los "cuatro campos" canónicos, recibe hoy lejos del hogar, la "carpa en la aldea"— mantiene una autoridad
una atención desigual. En algunos programas, es más probable considerable. Pero en realidad ha perdido el centro. Las diversas
que se lea teoría literaria, historia colonial o teoría del cono- prácticas espaciales que autorizaba, tanto como los criterios rele-
cimiento... Ciertas nociones sintéticas del, hombre, el "animal vantes para evaluar "la profundidad" y "la intensidad", han cam-
portador de cultura", que alguna vez sirvieron de elemento de biado y siguen cambiando. Las condiciones - políticas, culturales y
cohesión en la disciplina, hoy parecen anticuadas q perversas. económicas contemporáneas aportan nuevas presiones y opor-
¿Puede mantenerse el centro disciplinario? 41 final, ;en el pro- tunidades a la antropología. La gama de posibles jurisdicciones
grama introductorio, se hará una selección híbrida, atenta tanto para el estudio etnográfico se ha incrementado en forma dramática
a las tradiciones locales como a las exigencias comunes, con y el caudal potencial de miembros de la disciplina es más diverso.
autores reconocidamente "antropológicos" en el centra. (A veces, Se cuestiona su ubicación geopolítica (ya no tan firme en el "centro"
el lineamiento disciplinario "puro" será acordonado en un dirso euroamericano). En este contexto de cambio y cuestionamiento, la
de Historia de la Antropología, obligatorio o no.) La antropología antropología académica lucha por reinventar sus tradiciones en

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nuevas circunstancias. Como las sociedades cambiantes que estu- nta las identidades institucionales bastante firmes, por
dia, la disciplina se sostiene en fronteras desdibujadas y controla- n los Estados Unidos, la frontera con la sociología no es
das, utilizando estrategias de hibridación y reautentificación, ernable como la que 'se establece con los "estudios cul-
asimilación y exclusión. ste nueve) lugar dé cruce y control de fronteras repite en
Algunos problemas interesantes sobre las fronteras surgen . relación; constante,' tensa, con el "textualismo" o "la
del curioso trabajo de David Edwards en la Internet afgana. ¿Qué rária". Ellmovimianio para "recuperar" la antropología
ocurriría si alguien estudiara la cultura de los "espías"(hackers)de tado en 14 rechaIoade Ia recopilación Writing Culture
ordenadores (un proyecto de antropología perfectamente acep- Marcus, 1986) y en tiempos más cercanos, a menudo de
table en muchas, si no en todas, las facultades de Antropología) y *un_ modo ndoheren¿e en una Contundente falta de aceptación de
en el proceso nunca "entrara en contacto físico" con un solo espía? la tro ología po oderna"7-- constituye, al día de hoy, una
¿Los meses, incluso años, pasados en la Red serían considerados rutin algunos ctorea. F'erb la frontera con los estudios
trabajo de campo? La investigación bien podría aprobar la exigen- cultu ale puede se anos manejable, pues es más fácil mantener
cia de estadía prolongada y el examen de "profundidad"/interacti- u as pa ación 'clar nandd el otro disciplinario, ya sea la teoría
vidad. (Sabemos que en la Red pueden ocurrir,falgunas conversa- lit ra io- etórica o 1 emmtic textualista, carece de algún com-
ciones extrañas e intensas.) Y el viaje electrónico es, después de po ante 4e trabajo d , cam o lo que es más, de una mirada
todo, una especie de dépayseinent. Podría incrementar la obser- "e np áfica" anecd10 lea fr nte os fenómenos culturales. Los
vación participante intensa en una comunidad diferente, y ello sin "e tp los culturales'', tanto n la radición de Birmingham como
la exigencia de tener que dejar físicamente el hogar. Cuando en at'l unas de sus ve as soc ol¿gicaa, poseen una tradición etno-
pregunté a varios antropólogos si les parecía que esto podía gr fi desarrolladaj ¿cho ás cprdana al trabajo de campo an-
considerarse trabajo de campo, por lo general respondieron "tal tropb ógico. La distan ión "Nosotros 1 hacemos trabajo de campo,
vez"; incluso, en un caso, "por supuesto". Pero cuando insistí, ell4 aten análisi el discurso" 'es más difícil de sostener.
preguntándoles si supervisarían una tesis doctoral en Filosofía AlgFil os antropólogos an buscada inspiración en la etnografía de
que se basara principalmente en este tipo de investigación descor- los es /.udios
1 cultural s (Lave et al., 1992) y, en realidad, hay mucho
porizada, dudaron o dijeron que no: tales experiencias no podrían qué a rendar de sus a titulaciones cada vez más complejas entre
aceptarse en la actualidad como trabajo de campo. De modo que claáe, género, raza seXualidad. Es más, lo que hizo Paul Willis
según las tradiciones de la disciplina, se desaconsejaría al gra- con lp "muchachos" id Clase ¡obrera de Learning to Labour (1977)
duado que pensara tomar semejante curso. Nos enfrentamos con —9co pañándolos en la escuela, hablando con los padres, traba-
las limitaciones institucionales e históricas que refuerzan la dis- jancla a su lado en el piso dél taller— es comparable a un buen
tinción entre el trabajo de campo y otras actividades etnográficas trabajo de campo. Lá Profundidad de su interacción social fue sin
más amplias. El trabajo de campo en la antropología tiene el duda mayor que, digamos, la que logró Evans-Pritchard durante
sedimento de una historia disciplinaria y continúa funcionando los didz meses que pasó con los nuer hostiles y mal dispuestos.
como rito de pasaje y como marca de profesionalismo. Muchos proyectos antropológicos contemporáneos son difíciles
Una frontera que actualmente preocupa a la antropología de distinguir del trabajo en los estudios culturales. Por ejemplo,
sociocultural es la que la separa de un conjunto heterogéneo de Susan' Harding está 4cribiendo una etnografía del fundamenta-
prácticas académicas a menudo llamadas "estudios culturales". 6 lismo Cristiano en los Estados Unidos. Ha realizado una obser-
Estafroneávlidargnz,euvoctx vación participativa niuy extensa en Lynchburg, Virginia, en el
algunas de las divisiones y cruces de la sociología y la antropología interior y en los alrededores de la iglesia de Jerry Falwell. Y, por
establecidas hace mucho tiempo. La sociología cualitativa, al supuesto, el ministerid televisMi de Falwell y de otros como él le
menos, cuenta con sus propias tradiciones etnográficas, cada vez resultan de gran interés: constituyen su "campo". En verdad, no
más relevantes para una antropología posexoticista. 7 Pero tenien- está interesada tanto en una comunidad espacialmente definida

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corno en lo que ella denomina el "discurso" de los nuevos fundamen- identidad en lugares y momentos estratégicos. Estos incluyen el
talismos. 8 Le preocupan los programas de TV, los sermones, las proceso iniciativo de los certificados de graduación, y los momentos
novelas, los medios de información de todo tipo, así como también en que la gente debe enfrentarse con negativas de trabajo, financia-
las conversaciones y los comportamientos cotidianos. La mezcla de ción o autorización. En el disciplinamiento cotidiano que forma
observación participante, crítica cultural y de los medios, y análi- antropólogos y no especialistas en estudios culturales, se reafirma
sis del discurso que practica Harding es característica del trabajo la frontera, de un modo rutinario. Tal vez en una forma más
que hoy se realiza en las zonas etnográficas fronterizas. ¿Hasta pública, cuando se aprueban los proyectos de "campo" de los
qué punto dicho trabajo es "antropológico"? ¿En qué se diferencia estudiantes graduados, las prácticas espaciales distintivas que
la frecuentación de los evangélicos de Lynchburg de los estudios de han definido a la antropología tienden a reafirmarse a menudo sin
Willis o de Angela McRobbie sobre la cultura juvenil en Gran posibilidades de negociación.
Bretaña o de los trabajos anteriores de los sociólogos pertenecien- El concepto del campo y las prácticas disciplinarias asociadas
tes a la Escuela de Chicago? Hay diferencias, sin duda, pero estas con él constituyen un legado fundamental y ambiguo para la
no se unifican como método distinto y existen considerables super- antropología. El trabajo de campo se ha convertido en un "proble-
posiciones. ma", debido a sus asociaciones históricas positivistas y colonialis-
Una diferencia importante está en que Harding insiste en que tas (el campo como "laboratorio", el campo como lugar de "descu-
una parte fundamental de su trabajo etnográfico debe incluir la brimiento" para transeúntes privilegiados). También se ha vuelto
convivencia con una famila cristianoevangélica. En realidad, ella más dificil de circunscribir, dada la proliferación de tópicos et-
informa que cuando dicha convivencia tuvo lugar, sintió que había nográficos y las condensaciones de tiempo-espacio (Harvey, 1989),
realmente "penetrado en el campo". Antes se había alojado en un características de las situaciones posmodernas, poscolonial es/
motel. Podría pensarse que esto constituye una articulación clási- neocoloniales. ¿Qué va a hacer la antropología con este problema?
ca del trabajo de campo, desplegado en un nuevo escenario. Y, en El tiempo lo dirá. El trabajo de campo, una práctica de investiga-
cierto sentido, lo es. Pero forma parte de un descentramiento ción fundada en la profundidad interactiva y en la diferencia
potencialmente esencial, puesto que no cabe considerar al período espacializada, se está "retrabajando" (según el término utilizado
de co-residencia intensiva en Lynchburg como la esenbia o núcleo por Gupta y Ferguson), pues constituye una de las escasas marcas
del proyecto, para el cual el mirar televisión y leer fueran subsi- relativamente claras de la distinción disciplinaria que aún quedan.
diarios. En el proyecto de Harding, "el trabajo de campa" era una ¿Pero qué amplitud puede tener la gama de prácticas aprobadas?
manera importante de descubrir cómo se vivía el nuevo -fundamen- ¿Y cuán "descentrado" (Gupta y Ferguson) puede volverse el
ta lism o en términos cotidianos. Y si bien le áyudó por cierto a trabajo de campo sin transformarse simplemente en uno de los
definir corno antropológico su proyecto híbrido, no fue uln enclave métodos etnográficos e históricos utilizados por la disciplina, en
privilegiado de profundidad interactiva I concierto con otras disciplinas?
El trabajo de Harding es un ejemplo de la investigación. que se La antropología ha sido siempre más que un trabajo de campo,
nutre de los estudios culturales, el análisis del diszúrso y los pero el trabajo de campo era algo que un antropólogo tenía que
estudios de género y medios, sin abandonar losIrasgo4 antropoló- haber hecho, con mayor o menor eficiencia, por lo menos una vez
gicos centrales. Señala una dirección actual para la 1 cisciplina, en su vida profesional. 9 ¿Cambiará esto? Quizás ocurra. Tal vez el
según la cual el trabajo de campo sigue sibndo hecesa n pero ya
, trabajo de campo se transforme en una mera herramienta de
no se lo ve como un método privilegiado. ¿Significa es o que se ha investigación y deje de ser un requisito esencial o un calificador
abierto la frontera institucional entre lá antropología, os estudios I profesional. El tiempo lo dirá. Al día de hoy, sin embargo, el trabajo
culturales y otras tradiciones emparentadaS? pe ni gún modo. de campo sigue siendo críticamente importante: un proceso de
Precisamente porque los cruces son tah cuas
t s super-
posiciones tan frecuentes, se establecenacciTe para e firmar la
disciplinamiento y un legado ambiguo.

84 85
El habitus del trabajo de campo uno e . En los primero 'arios I de vida de la antropología moderna,
cudndb la disciplina lo avía ae dcuhaba de establecer su tradición
La institucionalización del trabajo de campo a fines del siglo distintiva de iiivestiáalión y sud ejemplos de autoridad, las defini-
my comienzos del xx puede entenderse dentro de una historia más ciohésí negativas eran de suma importancia. Y en tiempos de
amplia del "viaje". (Uso el término en un sentido amplio; volveré idehtidad incierta (tales como el presente), se puede lograr una
sobre este punto enseguida.) El trabajador de campó antropológico definidión más efectiva con la designación de afueras claros más
fue el último en llegar entre los occidentales que viajaban y que coh el intento de reducir adentros siempre diversos e híbridos
residían fuera de su país. Exploradores, misioneros, funcionarios a uña 'unidad estable. 'Un proceso más o menos permanente de
coloniales, comerciantes, colonizadores e investigadores de cien- disciblinamiento en laa orillas afianza fronteras reconocibles en
cias naturales eran figuras bien establecidas antes de que surgiera las enmarañadas zonas fronterizas.
el profesional antropológico en-el-terreno. Antes de Boas, Mali- Los viajeros de la investigación antropológica dependieron en
nowski, Mead, Firth y otros, el estudioso de antropología per- general, por supuesta,' de loa misioneros (para la gramática, el
manecía usualmente en su patria, procesando información etno- transpbrte, las presentaciones y, en ciertos casos, para una tra-
gráfica que le enviaban "hombres que estaban en el lugar" y que se ducción de la lengua y'las costumbres más profunda que la que
reclutaban entre los transeúntes antes mencionados. Si los estu- puede adquirirse en una visita de uno o dos años). La diferencia
diosos metropolitanos se aventuraban a salir, lo hacían en expedi- entre el trabajador de campo profesional y el misionero, basada en
ciones de reconocimiento o destinadas a la recolección de piezas discrepancias reales de propósitos y actitud, debió ser afirmada,
para los museos. Sean cuales fueren las'excepciones a esta regla en contraste con áreas igualmente reales de superposición y
que pueden haber existido, la hondura interactiva y la co-residen- dependencia. Lo mismo ocurrió con los regímenes coloniales (y
cia no eran todavía requisitos profesionales. neocoloniales): por lo general, los etnógrafos afirmaron su objetivo
Cuando los seguidores de Boas y Malinowski comenzaron a de comprender, no de gobernar; de colaborar, no de explotar. Pero
abogar por el trabajo de campo intensivo, se requirió un esfuerzo esto no les impidió navegar en la sociedad dominante, disfrutando
para diferenciar el tipo de conocimiento antropológico producido a menudo de los privilegios otorgados por la piel blanca y de una
con este método, del adquirido por otros residentes de larga data seguridad física en el campo garantizada por una historia de
en las áreas estudiadas. "Otros disciplinarios", por lo menos tres, previas expediciones punitivas y de control (Schneider, 1995:
fueron mantenidos a distancia prudencial: el misionero, el funcio- 139). El trabajo de campo científico se separó de los regímenes
nario colonial y el escritor de viajes (periodista o exótico literario). coloniales al proclamarte apolítico. Esta distinción es hoy cues-
Podría decirse mucho de las complejas relaciones de la antropología tionaday rehegociada ante el surgimiento de movimientos antico-
con estos tres alter egos profesionales cuyos informes sustancial- loniales que han tendido a no reconocer la distancia reclamada por
mente amateurs, intervencionistas y subjetivos de la vida indíge- los antropólogos con respecto a los contextos de dominación y
na serían "destruidos por la ciencia", según la expresión de Mali- privilegio.
nowski. 1° Voy a concentrarme aquí en la frontera con el viaje li- La perspectiva literaria y transitoria del escritor de viajes,
terario y periodístico. Como principio metodológico, no presupongo rechazada con fuerza porel disciplinamiento del trabajo de campo,
las autodefiniciones de la disciplina, ya sean positivas ("tenemos continúa tentando y contaminando las prácticas científicas de
una práctica de investigación y una comprensión de la cultura descripción eultural. Los antropólogos son, por lo general, gente
humana especiales") o negativas ("no somos misioneros, ni funcio- que se va y escribe. Visto en una larga perspectiva histórica, el
narios coloniales ni escritores de viajes"). Antes bien, afirmo que trabajo de c mpo es un conjunto distintivo de prácticas de viaje
estas definiciones deben ser producidas, negociadas y renegocia- (amplia, per no exclusivamente, occidentales). El viaje y el discur-
das activamente a través de relaciones históricas cambiantes. A so de jeo debieran, reducirse a la tradición relativamente
menudo es más fácil decir con claridad lo que uno no es, que lo que reciente riel iaje literaria, concepción estrecha que surgió a fines

86 87

del siglo xix y comienzos del xx. Esta noción de "viáj " se estructur jadores de campo: un cambio compartido con otras ciencias (Kuklick,
en contraste con una etnografía naciente (y ras formas d 1996). El campo era un conjunto distintivo de prácticas de inves-
investigación de campo "científicas") por 1}n lado con el turism tigación académica, tradiciones y reglas de presentación. Pero si
(una práctica definida como incapaz de' p oducir un conocimient bien las prácticas y retóricas pertinentes se mantenían activa-
serio) por el otro. Las prácticas espacialesuittextil
i les de lo que ho mente a raya en el proceso, el espacio disciplinar así clarificado
podría llamarse el "viaje sofisti4dq" --1- 1 a fra el tomada de lo nunca logró verse enteramente libre de contaminación. Había que
suplementos del New York Timesipára átnaer ál iajero "indepen reconstruir, cambiar y redefinir sus fronteras. En realidad, un
--diente"- 11 funcionan dentro de ' uña élile y ú ector turistic modo de comprender el "experimentalismo" actual de la escritura
altamente diferenciado, que se definen por a sigu e te declaració etnográfica es verla como una renegociación de la frontera, agóni-
"No somos turistas". (Jean-Didier Urhai , en 'i iot du voyag camente definida a fines del siglo xix, con "la escritura de viaje".
(1991) ha analizado a fondo esta forin ción cursiva. yéas El carácter "literario", mantenido a distancia en la figura del
también Buzzard, 1993, y el cap 8; más adela t .) La tía ició escritor de viaje, ha vuelto a la etnografía bajo la forma de fuertes
literaria del "viaje sofisticado", cuyaAela aricip an lanientad pretensiones en torno del prototipo y la comunicación retórica de
entre otros, críticos como Daniel Boer tin y ul Fu4se 1, e los "datos". Los hechos no hablan por sí solos; son envueltos en una
reinventada por una larga lista! dé eScr torea lc ntempórá eo trama antes que recogidos, producidos en relaciones mundanas
Paul Theroux, Shirley Hazzard', Bruce 3hats 3i , Jan 'M rri más que observados en contextos controlados. 13 Esta conciencia
Ronald Wright y otros.12 , 1 . i creciente de la contingencia poética y política del trabajo de campo
rmino, abarca na varled d d
El "viaje", tal como utilizo el te —una conciencia impuesta a los antropólogos por los desafíos
prácticas más ó menos voluntaristas de!abandon ri "el hogar par anticoloniales de la posguerra a la centralidad euronorteameri-
ir a "otro" lugar. El desplazamiento oeuvre co Un propósi o d cana— se refleja en un sentido textual más concreto de la ubicación
ganancia: material, espiritual, científica Enti ñ obtener on del etnógrafo. Elementos de la narrativa "literaria" del viaje que
cimiento y/o tener una "experiencia" (excitant?; edificante pl estaban excluidos de las etnografías (o marginados en los prefa-
centera, de extrañamiento o de ampliación de horizontes). La arg cios) ocupan ahora un lugar más prominente. Estos incluyen las
historia del viaje que incluye las prácticas espaTiales del "tr baj rutas del investigador dentro y a través del "campo"; el tiempo
de campo" es ' sobre todo occidental, fuertemente mas01 na pasado en la ciudad capital, el registro del contexto nacional/
propia de la clase media alta. Actualmente están aparec end transnacional; las tecnologíawde transporte (llegar allí tanto corno
muchos buenoá trabajos críticos e históricos en esté terreno co estar allí); las interacciones con individuos dotados de un nombre
parativo, que prestan atención a los contextos políticos, eco N óm y una idiosincrasia, más que con informantes anónimos y repre-
cos y regionales, así como a las determinaciones y subversio es d sentativos.
género, clase, cultura, raza y psicología individual (Hulme, i 98' En el capítulo 1, traté de descentrar el campo como práctica
Porter, 1991; Mills, 1991; Pratt, 1992). ' 1 i naturalizada de residencia, proponiendo una metáfora transver-
Antes de la separación de los géneros, Vinculada c n sal: el trabajo de campo como encuentros de viaje. Descentrar o
surgimiento del trabajo de campo moderno, el viaje y la esc tur interrumpir el trabajo de campo como residencia no significa
de viajes cubrían un amplio espectro. En la Eurbpa del sigl xvii rechazarlo ni refutarlo. El trabajo de campo ha sido siempre una
un récit de voyage o "libro de viaje" podía incluirla exploráci 'n, 1 mezcla de prácticas institucionalizadas de residencia y viaje. Pero
aventura, la ciencia natural, el espionaje, la situación comerc al, en la idealización disciplinaria del "campo" se ha tendido a subsu-
evangelismo, la cosmología, la filosofía y la etnog -ráfía. Hacia 92 1 , mir las prácticas espaciales de moverse desde y hacia, dentro y
sin embargo, las prácticas de investigaCión y losliriformes es ritos fuera —de atravesar—, en las de residir (vínculo, iniciación,
de los antropólogos estaban mucho más diferenciados. Va no se lás familiaridad). Esto está cambiando. Irónicamente, ahora que
definía como viajeros científicos o exploradores; sino como trab4- mucho del trabajo antropológico de campo se realiza (como en el

88 89
1
i
caso de Karen McCarthy Brown) cerca del hogar, la materialidad Si bien preserv las p ác ticas disciplinarias de interacción local
del viaje, para entrar y salir del campo, se vuelve más clara y intensiva, su es riturarUza
; sistemáticamente las fronteras entre
realmente constitutiva del objeto/lugar de estudio. El trabajo de el ariálisis etn áfico lá narración de viaje. Su informe historiza
campo en las ciudades debe distinguirse de otras formas de tanto sus prá as de relidencia y viaje como las de sus sujetos,
apreciación y viaje entre clases y entre razas, marcando una derivando su o ocimiénto de encuentros específicos entre indivi-
diferencia con respecto a otras tradiciones establecidas del trabajo duos con dife e tes griados de cosmopolitismo y género, no tipos
social urbano y de la actividad liberal en los barrios marginales. El culturales. (V se, en Iparticular, la Parte Dos: "Una ciencia del
hogar del viajero investigador existe en una relación previa politi- viaje"), Su lu a del campo, en lo que ella llama un "lugar fuera
zada con el de la gente que se estudia (o, para usar una expresión del camino", nunca se Ola por sentado como un ambiente natural o
contemporánea, la gente con "la que se trabaja"). Esta última tradicional. Es un espacio de contacto producido por fuerzas
puede, a su vez, viajar regularmente, hacia la casa base del l ocales, nacionales y transnacionales, de las cuales su viaje de
investigador, o desde ella, aunque más no sea en busca de empleo. investigación f0-rria parte.
(El conocimiento "etnográfico", intercultural, de una mucama o Edwárds y pCsing son un ejemplo de trabajo de campo exótico
trabajadora doméstica es considerable.) Estas relaciones parale- en los límites ,de una práctica académica cambiante. En ambos,
las, espacio-políticas a veces intersectadas, también han estado diferentemente iespacializados, observamos la prominencia cre-
presentes en la investigación antropológica "exótica", particular- ciente de prácticas y tropos asociados por lo general con el viaje y
mente cuando las afluencias coloniales o neocoloniales de ejércitos, la escritura de viaje." Estos son hallables actualmente en mucha
mercaderías, trabajo o educación vinculan materialmente los etnografía antropológica, configurando versiones diferentes del
polos del viaje para el trabajo de campo. Pero las imágenes de investigador "eri ruta/enraizado", del "sujeto posicionado" (Rosal-
distancia, más que las de interconexión y contacto, tienden a do, 1139: 7). Los signos de nuestro tiempo incluyen una tendencia
naturalizar el campo como otro lugar. Las rutas socialmente hacia el uso del pronombre de la primera persona del singular en
establecidas, constitutivas de las relaciones en el campo, son más los informes de trabajos de campo, presentados como relatos, más
difíciles de ignorar cuando la investigación se realiza cerca, o que como observaciones e , interpretaciones. A menudo, el diario de
cuando los aviones y teléfonos achican la distancia. campo (privado; y más cerca de los informes "subjetivos" de la
Por ende, el trabajo de campo "tiene lugar" en relaciones escritura de viaje) se cuela en los datos de campo "objetivos". No
mundanas y contingentes de viaje, no en sitios controlados de estoy describiendo un movimiento lineal desde la recolección a la
investigación. Decir esto no disuelve simplemente la frontera narración, desde lo objetivo a lo subjetivo, desde lo impersonal a lo
entre el trabajo de campo contemporáneo y el trabajo de viaje (o personal, desde 'la co-residencia al encuentro de viaje. No es un
periodístico). Existen importantes distinciones genéricas e insti- asunto de progresión, desde la etnografía hasta la escritura de via-
tucionales. El mandato de residir intensivamente, de aprender las • je, sino más bien de un equilibrio movedizo y de un replanteo de
lenguas locales, de producir una interpretación "profunda", es una relaciones clave que han constituido las dos prácticas y discursos.
diferencia que crea una diferencia. Pero la frontera entre las dos
tradiciones relativamente recientes del viaje literario y el trabajo
de campo académico está replanteándose. En verdad, el ejemplo
ofrecido más arriba de los múltiples lugares de encuentro de David Al seguir las huellas entre las relaciones cambiantes de la
Edwards acerca (peligrosamente, dirían algunos) el trabajo de antropología y el viaje, puede ser útil pensar en el "campo" como Un
campo al viaje. Este acercamiento toma otra forma en la etnografía habitus más que como un lugar, un conjunto de disposiciones y
innovadora de Anna Tsing In the Realm of the Diamond Queen prácticas corporizadas. El trabaj • de las estudiosas feministas ha
(1993). Tsing realiza el trabajo de campo en un sitid "exótico" desempeñado un papel crucial en la especificación del cuerpo
clásico, las montañas Meratus de Kilimantan del Sur, Indonesia. social del etnógrafo, al criticar las limitaciones de un trabajo

90 91
I
androcéntrico de "género neutro" y al ab ir nue s áreas'mayor habitus profesional incluyen los trabajos de Leiris (1934, escrito
de comprensión. 15 De modo similar, las p , sio+ nticoloni les, como diario de campo), Bowen (1954, en forma de novela) y Jean
análisis del discurso colonial y la teoría racial c a han des laz Briggs (1970, en el cual las emociones personales ocuparon, quizá
do del centro al trabajador de campo tr predomi ant por primera vez, el centro de una monografía etnográfica).
mente occidental y blanco. Visto a la luz interven •on Si bien se tendía a marginar las emociones, lo mismo ocurrió,
el habitus del trabajo de campo correspondienteea la generaon wi en la mayoría de los casos, con las experiencias del investigador en
Malinowski aparece como la articulación
articulación de pr c icas espec'fic materia de género, raza y sexo. El género, al que ocasionalmente
1
_ disciplinadas. se asignaba importancia (en especial, en el caso de las mujeres
Este "cuerpo" normativo no era el de un via eto. Al nut •rse te "destacadas"), no era públicamente reconocido como elemento
tradiciones más viejas del viaje científico, 1 lacía en gu sistemático constitutivo del proceso de investigación. Margaret
oposición a las orientaciones románticas "liter r as" o subj tiv Mead, por ejemplo, realizó varias veces su investigación y escribió
El cuerpo legitimado por el trabajo de campo oderno no ra "como una mujer", cruzando las esferas definidas de mujeres y
aparato sensorial que se movía a través de trspacios ext ns hombres, pero su persona disciplinaria era la de una observadora
cruzando fronteras. No estaba en una ,expedición o en un r con cultural científicamente autorizada, de un género sin marcar y,
cimiento. Más bien, era un cuerpo que circulaba y trabajab (c 4 por omisión, "masculino". Sus experimentos estilísticos más "sub-
podría decirse "conmutaba") dentro de un espacio delimitado. 1 jetivos", "blandos", y sus escritos populares no le aportaron recono-
mapa local predominaba sobre la excursión o el itinerari ' co o cimiento dentro de la fraternidad disciplinaria, donde ella adoptó
tecnología de ubicación física. Estar allí era mas importan e q e una voz más "objetiva" y "dura". Lutkehaus (1995) brinda un
llegar allí (o irse de allí). El trabajador de campo era un hom re é informe contextual de estas ubicaciones históricamente marcadas
sucaenlxtrjo,uvisanecmpolt.Ey, por el género y del personaje cambiante de Mead. Los investiga-
supuesto, hablando en términos generales de normas dise' lin dores hombres de la generación de Mead no investigaban "como
rias y figuras textuales, no de experiencias histúricas concr tas e hombres" entre mujeres y hombres definidos localmente. Muchos
los antropólogos de campo. En diversos grados, estas cliv rgi informes "culturales" supuestamente holísticos estaban, de hecho,
de las normas y, a la vez, se hallaban limitadas por ellas. basados en el trabajo intensivo con hombres solamente. En suma,
No se concedió una expresión primaria a las ?mociones pa las limitaciones y posibilidades vinculadas con el género del
necesaria de la empatía controlada de la observación partici ante ! investigador no eran rasgos salientes del habitus del campo.
No-pdíanserlfuticp'josúbl a Lo mismo ocurría con la raza. En este caso la importante
comunidades en observación. Esto se daba particularmente en e crítica empírica y teórica de las esencias raciales, por parte de la
caso de las afirmaciones negativas. Los juicios morales y las antropología sociocultural, sin duda influyó sobre el habitus pro-
maldiciones del escritor de viaje, basadas en frustraciones socia ; fesional. La "raza" no era la formación social/histórica de los
les,incomdafíyprejuicos,amnlrít críticos teóricos contemporáneos de ese concepto (por ejemplo, Omi
fundada en principios, fueron excluidos o mitigados. Se favoreció, y Winant, 1986; Gilroy, 1987) sino una esencia biológica, cuyas
en cambio, un vínculo comprensivo y un afecto mesurado. Se determinaciones "naturales" se veían cuestionadas por las deter-
circunscribieron las expresiones de entusiasmo y amor público.y 1 minaciones contextuales de la "cultura". Los antropólogos, los
enojo, la frustración, los juicios sobre individuos, el deseo y la estudiosos portadores de cultura, necesitaban descentrar y saltar
ambivalencia fueron a parar a los diarios privados. El escándalo por encima de líneas raciales presuntamente esenciales. Su com-
que provocó, en algunos sectores, la publicación del diario ínti- prensión interactiva e intensiva de las formaciones culturales les
mo de Malinowski (1967) estuvo relacionad? con lo que dejó proporcionó una poderosa herramienta contra las reducciones
entrever de un sujeto/cuerpo menos mesurado, racial y seivalmen:te raciales. Pero al atacar un fenómeno natural no confrontaban la
consciente, en el campo. Las primeras transgresiones públicas del raza como una formación histórica que ubicaba políticamente a sus

92 93
sujetos y que simultáneamente limitaba y fortalecía su propia En este proceso, la "superficialidad" del viajero y del escritor de
investigación (Harrison, 1991:3). 16 Ocasionalmente, pudo vislum- :traje se opuso a la "profundidad" del trabajador de campo. Pero
brarse esta posición: por ejemplo, en la introducción de Evans- también se podríadecir, provocativamente, que la "promiscuidad"
Pritchard a Los nuer (1940); pero no formaba parte del cuerpo dél pilmero fue disciplinada en favor de los "valores de familia",
explícito, del habitus profesional del trabajador de campo. irivocádos a mentido en los prefacios etnográficos: el trabajo de
Como contraste, los escritores de viaje repararon con frecuen- camp como un' Proceso dé convivencia con otros, de adopción,
cia en el color y hablaron desde una posición racializada. Por inicia ión y aprendizaje de normas locales (muy parecido al apren-
supuesto, no eran necesariamente críticos de las relaciones que dizaje de un nirils)!
ello suponía, ¡a menudo, todo lo contrario! El asunto no es celebrar 1 habitus del trabajo de campo moderno, definido en oposi T
una conciencia relativamente mayor de la raza —y el género— en ha proscripto modos interactivos asociados du- elnaXdvij,'
la escritura de viaje, sino mostrar cómo, por contraste, el habitus í nte ucho tiempo con la experiencia de viaje. Tal vez el tabú más
del etnógrafo mitigaba estas determinaciones históricas. Por muy á t sol tainente vigente séa él que rige las relaciones sexuales. Los
marcada que estuviera por el género, la raza, la casta o el privilegio ir baj dores de campo podían amar pero no desear á los "objetos"
de clase, la etnografía necesitaba trascender tales ubicaciones a á su atención. ; En el continuo de las relaciones posibles, los
fin de articular un entendimiento más profundo, cultural. Esta é red s Sexuale se definían como peligrosos, demasiado cercanos.
articulación se basaba en técnicas potentes, incluyendo por lo L. ob ervación Paiticipante; un manejo delicado de la distancia y
menos las siguientes: co-residencia extensa; observación sis- la pro imidad, np debía incluir complicaciones que hicieran tam-
temática y registro de datos; interlocución efectiva en, por lo b lear la capacidad de mantener la perspectiva. Las relaciones
menos, una lengua local; una mezcla específica de alianza, com- Se ua es no podían considerarse fuentes del conocimiento de
plicidad, amistad, respeto, coerción y tolerancia irónica que conduce in est gáción. Cánio tampoco podía ocurrir con el caer en trance o
al"rapport"; una atención hermenéutica a estructuras y significados do su ir alucinógenos, aunque en este caso el tabú há sido un poco
profundos o implícitos. Estas técnicas estaban destinadas a producir ni no estricto: aveces, en nombre de la observación 'participante,
(y a menudo, produjeron, dentro de los horizontes que estoy de ha "ustificadd ierta dosis de "experimentación". La experi-
tratando de delimitar), entendimientos más contextuales, menos in ntación sexu 1 era, en carhbio, totalmente inaceptable. Un
reductores de dos modos de vida locales, que los logrados por las du• rp1 diSciplin ' de oiimervación participante, "acompañó" se-
observaciones de paso del viajero. lé tiváménte la á indígena.; '
Algunos escritores que podrían clasificarse como viajeros Eh sh comie á, sin émbaigo, el tabú impuesto al sexo puede
permanecieron durante largos períodos en el extranjero, hablaron h ers_ e dado me á contra el hecho de "volverse nativo" o perder
lenguas locales y tuvieron complejas perspectivas de la vida di tancia' crítica ue contra el de "irse de viaje", violando un
indígena (así como también de la criolla/colonial). Algunos clasifi- h. ittl profesio a . En las prácticas y textos de viaje, era común
cados como etnógrafos permanecieron por tiempos relativamente té er i.elaciones e sex con la gente del lugar, fueran ellas
breves, hablaron mal las lenguas y no interactuaron de modo he erosexuales u h inose uales. De hecho, en ciertos circuitos de
intensivo. La variedad de las relaciones sociales concretas, las viaje, tales com é1 voy ge en Orient del siglo xix, era cuasi-
técnicas comunicativas y las prácticas espaciales desplegadas 010 igatorio. 18 Un e critoiJi popular como Pierre Loti consagró su
entre los polos del trabajo de campo y el viaje es un continuo, no una pl. ma y logró el a ceso al misterioso y feminizado Otro, a través _
frontera estricta. Ha existido una considerable superposición. 17 de nstbrias de ene entina sexuales. En los informes de trabajo de
Peroapsd,mábineoastcmpljidefronas, ca po, sin embarg ,' esta historias han sido virtualmente inexis-
,

las líneas discursivas/institucionales debieron trazarse con cla- te tes. Sólo en ti Pos r ciéntes,ly aun así en contados casos, se
ridad. Esto exigió presiones sostenidas que, a lo largo 'del tiempo, ha roto el tabú ( a inow, 1977; Cesara, 1982). ¿Por qué ha de ser
reunieron experiencias empíricas más cercanas a los dos polos. 1
m anos apropiadocmpartir la cama que compartir la comida, como

94 95

fuente de conocimiento para el trabajo de campo? Pueden existi , r' La vestimenta habría de convertirse en sólo uno entre muchos
por supuesto, muchas razones prácticas para la restricción sexual elementos en una taxonomía de observaciones que realizaron los
en el campo, así como ciertos lugares 'y actividades pueden estar viajeros científicos, componentes de una nueva explicación cultu-
fuera de los límites para el viajero con tacto (y localmente depen- ral. Defert percibe esta transición en el consejo científico de
diente). Pero esto no se da en todo tiempo y lugar. Las limitaciones Gérando a los viajeros y exploradores, publicado en 1800. A
prácticas, que varían ampliamente, no pueden dar cuenta del tabú menudo —escribió— los exploradores se han limitado a describir
disciplinario que pesa sobre el sexo en el trabajo de campo." 1. las ropas de los pueblos indígenas. Deberían avanzar más lejos y
Se ha dicho bastante, tal vez, para dejar en claro el punto preguntar por qué (o por qué no) estarían dispuestos a cambiar
central: la formación de un habitus disciplinario en torno de la su tradicional forma de vestir por la nuestra y cómo conciben su
actividad corporizada del trabajo de campo; es decir, un sujeto sin origen (Defert, 1984:39). Aquí la red interpretativa del habitus es
género, sin raza, sexualmente inactivo, interactúa intensamente reemplazada (y convertida en superficial) por una concepción más
(en niveles científico/hermenéuticos, por lo menos) con sus inter- profunda de la identidad y la diferencia. Las relaciones de viaje
locutores. Si bien las experiencias concretas en el campo 11,n fueron organizadas durante mucho tiempo por protocolos comple-
divergido de la norma, .si a veces se rompiero9 los tabúes, y si jos y altamente codificados, la semiótica "de superficie" y las
habitus disciplinario se cuestiona hoy públicamente, su poder transacciones. La interpretación y manipulación de la vestimenta,
1 los gestos y la apariencia formaban parte integral de estas prácti-
normativo se mantiene.
1 1 cas. Visto como el resultado de esta tradición, el cruce vestimenta-
rio cultural del siglo XIX era algo más que una forma de vestirse. Se
1 . I trataba de un juego serio, comunicativo, con las apariencias, y de
Otra práctica de viaje común antes de 194, el cruzamieuto un sitio de cruce, por lo cual articulaba una noción de la diferencia
en la forma de vestirse, se suprimió o i caualizó M disciplinarse /lel menos absoluta o esencial que la instituida por las nociones
"cuerpo" profesional del trabajo de campo moderno. Este es lun relativistas de cultura con sus conceptos de lo nativo inscriptos en
tema de vasto alcance, y debo limitarme s90 a observacio es el lenguaje, la tradición, el lugar, la ecología y —más o menos
preliminares. Daniel Defert (1984) eácrIbió sugestivamente so re implícitamente— la raza. Las experiencias de un Richard Burton
la historia del "vestir" según códigoside obsevación del vi raje o una Isabelle Eberhardt haciéndose pasar por "orientales", e
europeo anteriores al siglo xix. Alguna vez se ?s i,ableció un vínicy- incluso la forma de vestir más escandalosamente teatral de Flau-
lo sustancial, integral, entre la persOna y su apariencia exteror 1 , bert en Egipto o de Lati como marinero en tierra, forman parte de
habitus, según el uso premoderno 1 qUe le da Defert." En un una compleja tradición de prácticas de viaje que una etnografía
sentido profundo, se sobreentendía que "la rdp hace al hom re' modernizante ha mantenido a distancia prudente."
("El hábito hace al monje"). Las inteir pretacio s del habitus, 1 Vista desde la perspectiva del trabajo de campo (intensivo,
no debe confundirse con el habits (ropa) o el concepto 1 interactivo, basado en el aprendizaje de la lengua), el cruce
tardío de cultura, eran una párte nedrari laá interacci vestimentario podría aparecer sólo como una manera superficial
del viaje. Esto incluía la manipulad' comu pa- de vestirse, una especie de visita turística a los barrios bajos.
1 1 1 cativa de las
riencias: lo que podría llamarse] de u i mod n poco anacr 111- Desde esta óptica, las prácticas de un etnógrafo como Frank
co, cruce vestimentario cultural. En el iglo según la visió
d e Hamilton Cushing, quien adoptó la vestimenta zuni (e incluso,
Defert, el habitus ya había sido educliszli o al habits, a. lr a como se ha sugerido, produjo artefactos indígenas "auténticos"),
nos y coberturas de la superficie) el v stido stume) ha la Pl- podrían resultar un tanto embarazosas. Su investigación intensi-
recido como una deformación' del tr ino a amplio c e ust va, interactiva no participaba bastante del "trabajo de campo
(un término que combinaba las d ás do c stumá y cus moderno". Un sentido similar de incomodidad experimentan hoy
[costumbre)). muchos espectadores de la película de Timothy Asche A Man

96 97
Called Bee [Un hombre llamado Abeja], dedicada a la investigación xione en niveles Más profundos y hermenéuticos, entendimientos
de Napoleón Chagnon entre los yanomami. Pienso sobre todo en la forjados a través del lenguaje, la co-residencia y el conocimiento
escena inicial de la película, que acerca lentamente la cámara a ctiltural. ' .
una figura pintada, apenas vestida, en una pose de lucha y que En su libro Tristes trópicos (1973), Lévi-Strauss proporciona
a la larga resulta ser el antropólogo. Sea cual fuere la intención algunas percepciénes reveladoras sobre el habitus del antropó-
de este comienzo, satírico o no (no es del todo claro), queda la logo, superpuesto y distinto del habitus del viajero. "En septiembre
impresión de que este no es un modo "profesional" de presentarse. de 1950" —escribe— "llegué a una aldea mogh en las colinas de
Se percibe cierto exceso, tal vez demasiado fácilmente descartado Chittágong". Después de varios días, asciende al templo local, cuyo
como egolatría. El libro de Liza Dalby Geisha (1983), que incluye gong ha marcado, sus días, junto con el sonido de las "voces
fotografías de la antropóloga transformada por el maquillaje y infantiles que entonan el alfabeto birmano". Todo es inocencia y
vestida con atavío completo de geisha, es más aceptable, por orden: "Nos habíamos quitado los zapatos para subir la loma y
cuanto la adopción de un "habitus" de geisha (en el viejo sentido de sentíamos la blandura de la arcilla fina, húmeda, bajo nuestros
Defert: un modo de ser, manifestado en la vestimenta, los gestos pies descalzos." A la entrada del bello y simple templo, construido
y la apariencia) es un tema central en su observación partici- sobre pilotes como las casas de la aldea, los visitantes realizan las
pante y en su etnografía escrita. Sin embargo, las fotografías de "abluciones prescriptas", que luego de la subida por el fango
Dalby en las que aparece casi exactamente como una geisha "real" parecep "bastante naturales y desprovistas de cualquier significa-
rompen con las convenciones etnográficas establecidas. do religioso".
En otro extremo, están las fotografías publicadas por Mali-
nowski (en Coral Gardens and Their Magic, 1935) [Los jardines de U a atmósfera pacífica, como de granero, penetraba el lugar y en el aire
coral y su magia] donde se lo ve en el campo. Está vestido fl taba el olor a heno. El ambiente simple y espacioso, que era como un
completamente de blanco, rodeado de cuerpos negros, de los cuales pajar vacío; el comportamiento cordial de los dos sacerdotes de pie junto
se diferencia nítidamente por su postura y actitud. Este no es, a sus camas conl colchories de paja, el cuidado conmovedor con el que
en modo alguno, un hombre que esté a punto de "transformarse en h bían reunido o fabricado los instrumentos del culto: todas estas cosas
m ayudaron á acercarme mucho más de lo que nunca había hecho a la
nativo". Tal presentación tiene afinidad con los gestos de los
id a de cómo debía ser un santuario. "Usted no necesita hacer lo que
europeos coloniales que se vestían formalmente para cenar en
hako yo", me club mi compañero al postrarse cuatro veces en el suelo,
climas abrasadores, a fin de no tener la sensación de "traspasar el an e él altar, y yo seguí su consejo. Sin embargo, actué así menos por
límite". (Los cuellos milagrosamente almidonados del tenedor de
au °conciencia que por discreción: él sabía que yo no compartía sus
libros que describe Conrad en El corazón de las tinieblas son un cr encías, y tetnía que, Si imitaba sus gestos rituales, pensara que los
caso paradigmático en la literatura colonial.) Pero los etnógrafos 1
esaba desvalorizando como meras convenciones; pero, por una vez,
no han sido, por lo general, tan formales y yo sugeriría que el re Tizar esos ges
to s
gestos no me hubiera causado ningún embarazo. Entre
habitus para su trabajo de campo estaba más cerca de una l
esti a forma de religión y yb, no había posibilidades de malentendidos. No
formación intermedia, manifestada en la actitud de no sobresalir erá cuestión d¿ hacer reverencias frente a ídolos o de adorar un orden
n
teatralmente en la vida local (al no afirmar su diferencia o su uestamenté slobrenatural, sino sólo de rendir homenaje a la sabi-
autoridad con el uso de uniformes militares, cascos de ceremonia du la decisiva ¡que un pensador, o la sociedad creadora de su leyenda,
o cosas por el estilo), al tiempo que permanecían claramente ha fa desarrollad veinticinco siglos antes, y a la cual mi civilización
marcados por la piel blanca, la proximidad de las cámaras fotográ- sólo podía contribuir confirmándola. (410-411)
ficas, los anotadores y otros utensilios no nativos. 22 La mayoría de ;
los trabajadores de campo profesionales no trataron de desapare- El hécho de r descalzo
1 mal podía ser un gesto casual para
cer en el campo mediante el uso de prácticas "supei-ficiales" de juntoI con la limpieza ritual previa al
auss; pero aquí,junto
viaje, como el disfraz. Su distinción corporizada sugería cone- in eso eh el sar tuáno, arece sencillamente natural. Todo lo
I
98 99
lleva a la simpatía y a la participación. Pero marca una línea frente Reorientando el campo
al acto físico de la postración. La línea expresa una discreción
específica, la de un visitante que mira más allá de las "meras He tratado de identificar algunas de las prácticas ya sedimen-
convenciones" o acepta las apariencias con un respeto más profun- tadas a través de las cuales (y contra las cuales) los nuevos y
do basado en el conocimiento histórico y la comprensión cultural. diversos proyectos etnográficos luchan para conseguir un recono-
La auténtica reverencia del antropólogo ante el budismo es de cimiento dentro de la antropología. Las prácticas establecidas se
índole mental. ven sometidas a tensiones, a medida que se multiplican los sitios
Lévi-Strauss se ve tentado, retrospectivamente al menos a que pueden tratarse etnográficamente (la frontera académica con
postrarse en el templo de la colina. Otro antropólogo bien podría,' los "estudios culturales") y a medida que estudiosos de diferentes
haberlo hecho. Mi intención, al subrayar esta línea entre los actos' posiciones, comprometidos políticamente, ingresan en el campo (el
físicos y hermenéuticos de conexión, no es afirmar que Lévi-
desafio de una "antropología poscolonial"). Este último desarrollo
Strauss la traza en un lugar típico de los antroPólogos. No preterido
tiene implicancias de largo alcance para la reinvención de la
sugerir, sin embargo, que una línea similar será trazada en algún
disciplina. El trabajo de campo, definido por las prácticas espacia-
lado, alguna vez, para el mantenimiento del habitus de un traba:
les de viaje y residencia, por las interacciones disciplinadas,
jador de campo profesional. Lévi-Strauss no es, claramente, uno de
corporizadas, de la observación participante, está reorientándose
esos viajeros espirituales de Occidente que residen en templos
gracias a los estudiosos "indígenas", "poscoloniales", "diaspóricos",
budistas, afeitando sus cabezas y usando túrricaS de color azafrán.
"de frontera", "de minorías", "activistas" y "comunitarios". Los
Yen esto representa la norma etnográfica tradicional. Undpod ía,
términos se superponen, designando ámbitos complejos de identi-
por supuesto, imaginar a un antropólogo budirtá volviéndose asi
ficación, no identidades diferenciadas.
indistinguible de otros adeptos, tanto en la nráctica como ex la
tI Kirin Narayan (1993) cuestiona la oposición entre antropó-
apariencia, durante un período dé trabajo de campo en un templo.
Y este sería un caso límite para 'la disciplin . 'Se lo trataría con logo nativo y no nativo, de adentro y de afiéra. Ella sostiene que
desconfianza, en ausencia de otros Sigros cl mente visible de esta interpretación binaria surge de una estructura colonial
jerárquica desacreditada. Inspirándose en su propia etnografía
discreción profesional (etimológicame te: se a ación). 23 1 ,
Hoy, en muchos lugares, los indí enas, 1 s etnógrafos los realizada en diferentes partes de la India, donde experimenta
turistas usan por igual remeras y sbor s. Eri os, las difere ias diversos grados de afiliación y distancia, Narayan muestra de qué
de vestimenta son visibles. En lal mo Oías el Guatemala p en de modo los investigadores "nativos" se ubican en forma compleja y
ser una necesidad de decoro, urí signó d res& do solidaridad, 4ár múltiple frente a sus lugares de trabajo y a sus interlocutores. Las
una falda larga o una camisa bordada e públ c . Pero esto no 1 ela identificaciones se cruzan, complementan y perturban entre sí.
a representar un cruce vestimentariO. ' uede hiera, pri anti loó Los antropólogos "nativos" —como todos los antropólogos, según
logo usar turbante, yarmulke, jcillahe ya, 4 il o velo? Las corii Narayan— "pertenecen simultáneamente a varias comunidades
venciones locales varían. Pero cualés s iiiera an.las tácica 4de (entre las que ocupan un lugar importante la comunidad en que
se adopten, se las emplea desde luná_ osició upuestá ce di GO- nacimos y la comunidad profesional académica)" (Narayan 1993:24).
ción cultural. Además, a meMa1 qtie 1 1 etri afos trabajan ádao Una vez que la oposición estructurante entre antropólogo "nativo"
nes que be e a
vezmásnuproiaceds',1.u y "de afuera" se desplaza, las relaciones entre el interior y el
analizando en un marco exotizante re uelv onfusaa y as 1 as exterior cultural, entre el hogar y el extranjero, lo igual y lo
de separación, menos autoevidént s. ara s por gén ro, , diferente, que han organizado las prácticas espaciales del trabajo
localizaciones sexualizadas y criice , orms y. s d autopres nt de campo, deben repensarse. ¿De qué modo el mandato disciplina-
y estructuras reguladas de adcel o, pa tida r torno, las srás rio de que el trabajo de campo supone algún tipo de "viaje" —una
profesionales del "campo" se replant an. práctica de desplazamiento fisico que define un sitio u objeto de

100 1 101

investigación intensiva— limita la gama de prácticas abierta por campó profe i s nal, re láborar el "campo" tiene que significar la
e
Narayan y otros? ultiplicación e espe ro dé rutas y prácticas aceptables.
En el análisis de Narayan, el trabajo de campo empieza y restar at ion.1, a aS,
variedades del "viaje" ayuda también
termina con el desplazamiento, llevado a la práctica mediante el acl rar de qu I odo; n el ¡Jalado, los espacios despejados del
cruce de fronteras constitutivas: orillas henchidas, apasionadas. t abajo ¿ientífi .é con ti uy4rcin sobre la base de una supresión
No hay una posición "nativa" simple, indivisa. Una vez que se d la experien cos o olitaá, especialmente las de las perso-
reconoce esto, sin embargo, la hibridez que adopta requiere espe- s estudiadas h términos generales, la localización de los
cificaciones: ¿cuáles son sus límites y condiciones de movimiento? atiVos" signif c que la ihvestigación intensiva e interactiva se
Uno puede ser más o menos híbrido, nativo o "diaspórico" (un alizara en ca oá espacialnierite delimitados y no, por ejemplo,
término que, tal vez, capte mejor las propias ubicaciones complejas e hoteles o ciu des cdpitalés, barcos, escuelas de misioneros o
de Narayan) por determinadas razones históricas. En realidad, el u iversidades, o mas 31 fábricas, campos de refugiados, barrios
rótulo de antropólogo "nativo" o "indígena" podría reservarse para ii aspóricos, aut uses de peregrinos u otros lugares de encuentro
designar a una persona cuyo viaje de investigación la conduce Wulticultura1. 25 E tantó práctica de viaje occidental, el trabajo de
fuera del hogar y la regresa a él, entendiéndose por "viaje" un campo estaba basado en una visión histórica (lo que Gayatri
desvío a través de una universidad u otro sitio que provea perspec- S ivak llama un mundialiiación") en la cual una parte de la
tivas analíticas o comparativas sobre el lugar de residencia/ h manidad era iniliuieta y ekpanáiva, y la otra arraigada e inmóvil.
investigación. Aquí se invertiría la espacialización usual del hogar L s expertos indí enas estaban reducidos a informantes nativos.
y el extranjero. Además, para muchos trabajadores de campo, ni la L marginación d las prácticas de viaje, las de los investigadores
universidad ni el campo proveen una base estable; más bien, y, anfitriones, dintribuyó a una domesticación del trabajo de
ambos sirven como sitios yuxtapuestos en un proyecto comparati- cámpo, un ideal dé residencia interactiva que, por temporaria que
vo móvil. Un continuo, no una oposición, separa las exploraciones, fnese, no podía vense como un mero atravesar. El hecho de que los
desvíos y regresos del estudioso nativo o indígena, con respecto a interlocutores de la antrogiolog -ía a menudo vieran las cosas en
los de su colega diaspórico o poscolonia1. 24 Así, el requisito de que forma diferente no perturbó, hasta tiempos recientes, la autoima-
el trabajo de campo antropológico incluya algún tipo de viaje no gén de la disciplina. 26 '
necesita marginar a aquellos antes llamados "nativos". Las raíces Las formas alternativas de viaje/trabajo de campo, ya sean
y las rutas, las variedades del "viaje", deben entenderse de modo indígenas o diaspóricas, 'tienen que vérselas con muchos proble-
más amplio. mhs similares a loá de la investigación convencional: problemas de
El trabajo reciente de Mary Helms (1988), David Scott (1989), extrañamiento, privilegio Malentendidos, uso de estereotipos y
,

Amitav Ghosh (1992), Epeli Hau'ofa et al. (1993), Teresia Teaiwa negociación políticá del encuentro. Ghosh es muy tajante en lo que
(1993), Ben Finney (1994) y Aihwa Ong (1995), entre otros, ha atañe a los malentendidos y estereotipos potencialmente violentos
reforzado una conciencia cada vez mayor de las rutas de viaje inherentes a su investigación como un doktor al Hindi entre
discrepantes: tradiciones de movimiento e interconexión no defini- musulmanes. Epeli Hau'ofa habla a favor de una "Oceanía" inter-
tivamente orientadas por el "Occidente", y un sistema mundial conectada, pero lo hace como un tonga que vive en Fiji, una
económico y cultural en expansión. Estas rutas siguen senderos ubicación que no olvidan sus diversas audiencias de isleños. Al
"tradicionales" y "modernos", dentro y a través de circuitos trans- mismo tiempo, las rutas y encuentros de etnógrafos corno Ghosh o.__
nacionales e interregionales contemporáneos. Un reconocimiento Hau'ofa son diferentes de las rutas y encuentros de los transeúntes
de estos senderos deja lugar para el viaje (y el trabajo de campo) tradicionales del trabajo de campo. Sus comparaciones culturales
que no se origina en las metrópolis de Europa y Estados Unidos o no necesitan presuponer un hogar universitario/occidental, un
sus avanzadas. Si, como es probable, cierta forma del viaje o del lugar "central" de acumulación teórica. Y si bien sus encuentros de
desplazamiento sigue siendo un elemento constitutivo del trabajo investigación pueden incluir relaciones jerárquicas, no presuponen

102 103
privilegios "blancos". Su trabajo puede o no dé ider fund me estudioso de la Diáspora, el "regreso" puede ser a un lugar nunca
talmente de los circuitos de información, cceso poder colo ial s conocido personalmente pero al cual ella o él, de un modo ambi-
y neocoloniales. Por ejemplo, Hau'ofaá p blica Tonga y Fiji Y valente, "pertenecen". Volver a un campo no será lo mismo que ir
quiere articular una "Oceanía" vieja/nueva. E esto se di ere a un campo. Están en juego diferentes distancias y afiliaciones
cia de Ghosh, que publica, sobrntodo Pei o no e arma excl siv subjetivas.
en Occidente. La(s) lengua(s) que usa la etnografí , las audi nci Durante las décadas recientes, una conciencia creciente de
a las que se dirige, los circuitos de, prestigio aca lémico/me ios q estas diferencias ha surgido dentro de la antropología euronortea-
--- los que apela, pueden discrepar, aunque es muy raro que est n mericana. En un importante análisis, David Scott enunció algunas
desconectados, de las estructuras comunicativas de la eco om de las ubicaciones históricas que limitan una "poscolonialidad"
política global. Un caso: A New Oceania (Una nueva Ocean a), e emergente en la antropología.
Hau'ofa et al., me fue entregado en man9. 27 Pii.i?licado en S va, 1
libro no me habría llegado a través de mis reces de mate ial Al plantear de diversos modos el problema del "lugar" y del antropólogo
lectura regulares. ¿Puede un trabajo centradolyi enviado e es a no occidental, tanto Talal Asad (1982) como Arjun Appadurai (1988b)
os contextos antropológicas euronorte me 1- han señalado que, para socavar la asimetría en la práctica antropológi-
forma intervenir en los'
canos? ¿Cuáles son las barreras institucionales? El pode pa a ca, debería ser mucho mayor el número de antropólogos que estudiaran
las sociedades occidentales. Este sería sin duda un paso en la dirección
determinar audiencias, publicaciones y 'traducciones está ist
correcta, en la medida en que subvierte la noción predominante de que
buido en forma muy despareja, como Talal Asad nos lo ha re
el sujeto no occidental puede hablar sólo dentro de los términos de su
do a menudo (Asad, 1986). propia cultura. Además, privilegia en algún grado la posibilidad de
El término incongruente "antropólogo indígena", acuñ do en poner en relación diversos espacios culturales. Al mismo tiempo, pare-
los comienzos del recentramiento actual poscolpnial/neocolonal cería fijar y repetir las fronteras territoriales establecidas en la época
de la disciplina, ya no es adecuado para caracterizar a una amplia coldnial, dentro de las cuales se da impulso al movimiento de lo
lista de investigadores que están estudiando en.sus sociedades de poscolonial: centro/periferia (de un modo especial, el centro del gobierno
origen. Surgen cuestiones difíciles. ¿De qué modo se definirá con neocolonial y la periferia del origen). Los antropólogos europeos y
exactitud el concepto de "origen"? Si, como 'o creo, no .puede norteamericanos siguen yendo adonde les place, mientras que el posco-
otorgarse ninguna autoridad inherente a las etnografías e histo- lonial se queda en casa o bien va al Occidente. Uno se pregunta si no
rias "nativas", ¿qué es lo que constituye su autoridad diferencial? podría existir una problemática más interesante en el caso de que el
¿En qué forma suplementan y critican perspectivas hace tiempo intelectual poscolonial de Papúa Nueva Guinea, en lugar de ir a
establecidas? ¿Y bajo qué condiciones el conocimiento local enun- Filadelfia, se dirigiera a Bombay o a Kingston o a Accra. (Scott, 1989:80)
ciado por los individuos locales se reconocerá como "conocimiento
antropológico"? ¿Qué tipos de desplazamiento, comparación o Salir del campo de fuerzas históricamente polarizador de
toma de "distancia" se requieren para que el centro disciplinario "Occidente" no es tarea fácil, tal como lo pone en evidencia el
reconozca el conocimiento familiar y la historia popular como análisis que posteriormente hace Scott de Ghosh. Pero Scott
etnografía seria o teoría cultural? - también plantea que el "cruce" intercultural de los antropólogos no
La antropología incluye potencialmente una serie de diversos debiera reducirse a movimientos entre centros y periferias en un
viajeros y residentes, cuyo desplazamiento o viaje en el "trabajo sistema mundial. La etnografia contemporánea, incluyendo la del
de campo" difiere de la práctica espacial tradicional del campo. El propio Scott desde Jamaica (vía Nueva York) hasta Sri Lanka,
propio Occidente se convierte en un objeto de estudio desde lugares representa el "viaje a Occidente" (Ghosh, citado por Scott, 82).
variadamente distantes y enmarañados. "Ir" al campo hoy signifi- También está viajando en y contra, a través del Occidente.
ca, a veces, "volver", en tanto la etnografía se transfewma en.un La etnografia ya no es una práctica normativa de personas de
"cuaderno de notas del regreso a la tierra natal". En el caso del afuera que visitan/estudian a las de adentro sino, con palabras

104 105
1
de Narayan, una práctica para prestar atención a "las identidades nco pórea, y como una norma emergente. No hay formas
cambiantes en relación con la gente y las temáticas que un a tivas ni di os de escribir ápropiados en sí mismos para una
antropólogo busca representar" (Narayan, 1993:30). El modo como olí ica de locáli ación Otros que trabajan dentro y en contra de
se negocian las identidades a través de relaciones, en determina- na ntropologí aún p edominantemente occidental pueden optar
dos contextos históricos, es pues un proceso que constituye tanto or ná retórica más i pérsbnal, desmitificadora, incluso objeti-
a los sujetos como a los objetos de la etnografía. Una buena parte a. aIrid Sco t y Talal 1 Asad son ejemplos importantes. Sus
de los trabajos que se están produciendo han vuelto explícitos estos isc rsós, sin largo, aparecen con claridad como los de investi-
complejos procesos relacionales. Paula Ebron (1994, 1996), por ad ireá política ente Cornprometidos, ubicados, no como los de
ejemplo, realiza una investigación sobre los cantantes de alaban- bsei-vádores rie . Uná, muy amplia gama' de retóricas y
zas mandinka tanto en Africa Occidental como en Estados Unidos, arrativas —p sonal simpersonales, dbjetivas y subjetivas,
donde encuentran audiencias que los aprecian. Su etnografía tiene orpbrizadas y icorp
ri adas+— están a disposición del viajero-
una localización múltiple y—como ella lo dedluestra claramente— nveátigador lo llzado La únita táctica excluida, como ha dicho
está enredada con los circuitos de cultura viajera vinculados con la onAa Haraw es la Trarnpá de Dios" (Haraway, 1988).
música y el turismo mundiales. También trabaja en una historia
de las invenciones occidentales sobre Africa —cita a Mudimbe
(1988)— y de las proyecciones afronorteamerícanas más o menos
romantizadas, formadas como reacción a las historias de racismo. Muchos d á ant opóldgos citados en la sección precedente
Ebron se mueve entre estos contextos intersectados. "Africa" no an flecho algo e ejan e al trabajo de campo tradicional: estudiar
puede ser mantenida "afuera". Es una parte problemática y forta- ' lo que está "afu a" o "a ajh". Esto ha contribuido a su superviven-
lecedora de su propia tradición afronorteamericana, así como dia, y por ciert su é)dito, dentro del ámbito académico, incluso
también una parada —no un origen— en una continua historia cuando trabajan Para criticarlo o hacerlo accesible. La función de
diaspórica de tránsitos y regresos (véase el cap. 10). Esta historia licenciatura qde cumple el haber hecho trabajo de campo "real"
embrolla su etnografía académica, cuyo lugar es la negociación de -1—intensivo y alejado dé la universidad— sigue siendo firme. En
relaciones de "sujetos en diferencia", un espacio donde los can- realidad, la etnografía que se ubica dentro de afiliaciones dias-
tantes de alabanzas, los turistas y los antropólogos reclaman y póricas puede aceptarse con mayor facilidad que la investigación
replantean significados culturales. Su campo incluye los aeropuer- duyos componedtes son indígenas o nativos, por más ambivalentes
tos donde se cruzan estos viajeros. que sean. (Recordar que estas localizaciones se dan en un continuo
Los rótulos "indígena", "poscolonial", "diaspórico" o "minori- superpuesto, río a cada lado de una oposición binaria.) Las
tario" están con frecuencia en disputa cuando se negocian los (des)localizaciones diaspóricas comprenden en sí mismas el viaje
"campos" antropológicos. Investigadores como Rosaldo (1989), y la distancia, incluyendo por lo general espacios metropolitanos.
Kondo (1990), Behar (1993) y Limón (1994), para citar sólo a unos Las (re)localizaciones nativas, si bien incluyen el viaje, se hallan
pocos, definen las prácticas espaciales de su trabajo de campo en centradas de un modo que convierte a la metrópoli y la universidad
términos de una política (le ubicaciones, de adentros y de afueras, en elementos periféricos. He sugerido que el desplazamiento, la
de afiliaciones y distancias tácticamente cambiantes. Su "distan- puesta en relación de Scott entre diversos espacios culturales,
cia" antropológica es de continuo desafiada, borrada, reconstruida sigue siendo un rasgo constitutivo del trabajo de campo antropológi z,
en términos de relaciones. A menudo, ellos expresan sus cono- cb. ¿Puede extenderse este desplazamiento para incluir el viaje
cimientos complejamente situados por medio de estrategias tex- hacia y a través de la universidad? ¿Puede la universidad misma
tuales en las que tiene preminencia el papel del investigador/ verse como una suerte de espacio de campo: un lugar de yuxta-
teórico narrador, encarnado, viajero. Pero esta opción debería posición cultural, extrañamiento, rito de pasaje, un lugar de
verse como una intervención crítica contra la autoridad neutral, tránsito y aprendizaje? Mary John (1989) abre tal posibilidad en su

106 107
111

análisis premonitorio de una "antropología al revés" emergente, talización. Mantiene una distinción estilística entre escribir para
comprometida, para las feministas poscoloniales: un viaje for ado y la disciplina y escribir como intervención política y como ficción
deseado hacia "Occidente" y una coexistencia inestable de role : el e satírica (Hau'ofa, 1982). Pero los discursos están claramente
la antropóloga y el del (la) informante nativos. ¿De qué modo 1 vi e conectados en su punto de vista, y otros podrían verse más inclina-
a través de la universidad reubica el lugar "nativo", do de ló dos que él a desdibujarlos.
antropóloga mantiene conexiones de residencia, pórentesco o 'ación Para hacer antropología "profesional", uno debe mantener
política que exceden las visitas, por más intensivas que esta sean? conexiones con los centros universitarios y con sus circuitos de
Angie Chabram explora esta reubicación en su provocativo esbozo de publicación y sociabilidad. ¿Hasta qué punto han de ser estrechas
una "etnografía de oposición" chicana (Chabram, 1990). Aquí, las estas conexiones? ¿Hasta qué punto centrales? ¿Cuándo comienza
trayectorias "minoritarias" y "nativas" pueden superponerse • enrai- uno a perder identidad disciplinaria en los márgenes? Estas preguntas
zadas en la "comunidad" (no importa cómo se la defina) y encauzadas han sido siempre acuciantes para los académicos que trabajaron
a través de la academia. para gobiernos, corporaciones, organizaciones sociales activistas y
Cuando la etnografía ha servido primariamente a los intere- comunidades locales. Y hoy continúan perturbando y disciplinando
ses de la memoria comunitaria y la movilización, y sólo en forma el trabajo de los antropólogos diversamente localizados que he
secundaria a las necesidades de un conocimiento o ciencia compa- analizado. Además la universidad misma no es un sitio único. A pesar
rativos, se ha tendido a relegarla a las categorías menos prestigio- de que puede tener raíces occidentales, está hibridada y transculturada
sas de "antropología aplicada", "historia oral", "folklore", "perio- en lugares no occidentales. Sus vínculos con la nación, el "desarrollo",
dismo político" o "historia local". Pero a medida que el campo'de la región, las políticas post-, neo y anticoloniales pueden hacer de ella
trabajo se arraiga de un modo diferente y se encauza en alguna una basésignificativamente diferente de operaciones antropológicas,
de las direcciones que he rastreado, puede que muchos tal como lo pone en evidencia la colección pionera de Hussein Fahim,
investigadores muestren un interés renovado en la investigación Indigenous Anthropology in Non-Western Countries [Antropología
aplicada, la historia oral y el folklore, despojados ahora de sus indígena en países no occidentales] (1982). En principio, por lo
tradiciones a veces paternalistas. El trabajo de movilización oral menos, las universidades son lugares de teoría comparativa, de
de la historia de la comunidad en el Proyecto "El Barrio" realizádo comunicación y discusiones críticas entre investigadores. Las
por el Centro de Estudios Puertorriqueños de Nueva York es un interpretaciones etnográficas o etnohistóricas de autoridades no
ejemplo citado con frecuencia (véanse Benmayór, 1991; Gordon, universitarias rara vez se reconocen como discurso plenamente
1993). El libro de Dara Culhane Speck, An Error in Judgement académico; más bien existe la tendencia a considerarlas conocimien-
[Un error de juicio] (1987), fusiona cuidadosarhente la memoria to local, amateur. En la antropología, la investigación que produce tal
comunitaria, la investigación histórica y la reivindicación política conocimiento, por más intensivo e interactivo que sea, no se considera
actual. La sutil articulación de los márgenes que realiza Esther trabajo de campo.
Newton, en tanto leal participante-observadora lesbiana, personaje El "Otro" disciplinario que tal vez resume mejor la frontera
de afuera/de adentro en una comúnidad predominantemente aquí analizada es la figura del historiador local. Este cronista
masculina gay, produce una fusión ejemplar de historia locál y supuestamente parcial y conservador de los archivos comunitarios
crítica cultural (Newton, 1993a). La investigac óh de Epeli Hau'Ofa es incluso más difícil de integrar al trabajo de campo convencional
en Tonga es otro ejemplo (en tanto 1 se difer ncia de su trabajo que la nueva figura del investigador diaspórico poscolonial, la
exotista en Trinidad o de sus estudios en Papúa Nueva Guinea, minoría que se opone o incluso el nativo viajero. Teñido por una
donde él era un tipo diferente de ektranjero del "Pacífico"). De Supuesta inmovilidad y por presunciones de amateurismo y pro-
regreso a su Tonga nativa para hacer investigación, Hau ofa moción, el historiador local, tanto como el activista o el trabajador
escribe en más de una lengua 'y estilo tanto p ra analizar como cultural, carece de la "distancia" profesional requerida. Como
para ejercer influencia en laS respuestas lec ales a la occiclen- hemos visto, esta distancia se ha aclimatado en las prácticas
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espaciales del "campo", un lugar circunscripto en el que uno entra vedores) y raza/cultura' (los occidentales modernos, sin raíces,
y del cual se va. El movimiento hacia adentro y hacia afuera se ha versus los "nativos" tradidionales, arraigados). El mandato del
considerado esencial para el proceso interpretativo, la adminis- trabajo de campo,', de ir á otro lado, construye el "hogar" como un
tración de la profundidad y la discreción, la absorción y la "visión sitio de origen, de semejanza. La teoría feminista y los estudios
desde lejos" (Lévi-Strauss, 1985). k4y/lesbianos han mostrado, de modo quizá más incisivo, al hogar
La frontera disciplinaria que mantiene a las autoridades con tdmo un sitio 6 diferencihs ho pacíficas. Además, frente a las
base local en la posición de informantes se está reestructurando, fuerzas globaleá ilue restringen el desplazamiento y el viaje,
sin embargo. Queda por verse dónde y cómo se vuelve a trazar esta qáedarse en el hogar o construirlo puede constituir un acto político,
frontera, qué prácticas espaciales serán acomodadas por la tradición una forma de resistencia. El hogar no es, en cualquier caso, un sitio
evolutiva del trabajo de campo antropológico y cuáles se excluirán. d inmovilidad. 'Estas pecas indicaciones, de las cuales podría
Pero en este contexto puede ser útil preguntarse de qué modo el decirse mucho máS, debieran ser suficientes para cuestionar las
legado del trabajo de campo-como-viaje ayuda a dar cuenta de una presunciones antropológicas del trabajo de campo como viaje, la
cuestión planteada durante las recientes sesiones presidenciales idea de irse en busca de la diferencia. En cierto grado, estas
sobre la diversidad, en la Asociación Antropológica Norteamerica- presunciones continúan aplicándose en las prácticas del trabajo de
na: el hecho de que las minorías norteamericanas estén ingresando campo "repatriado" (Marcus y Fischer, 1986) y de "estudio" (Na-
en el campo en número relativamente pequeño. La antropología dar, 1972). El campo sigue estando en otro lugar, aunque esté
tiene dificultades para reconciliar los objetivos de distancia analítica dentro del propio contexto nacional o lingüístico.
con las aspiraciones de los "intelectuales orgánicos" gramscianos. Un análisis perturbador del "hogar" con referencia a la prác-
¿La disciplina ha enfrentado en forma adecuada el problema de tic'a antropológica 'es el que ofrece Kamela Visweswaran (1994).
efectuar trabajo de campo "real", sancionado, en una comunidad Según ella, la etnografía feminista, parte de una lucha continuada
que uno no quiere abandonar? Partir, tomar distancia han sido para descolonizar la antropología, necesita reconocer el "fracaso"
fundamentales durante mucho tiempo para la práctica espacial 'inevitablemente ligado al proyecto de traducción del cruce cultural
del trabajo de campo. ¿De qué modo puede la disciplina abrir un ' en!situaciones preñadas de poder. Precisamente en "esos momen-
espacio para una investigación que tiene que ver fundamental- tos en que un proyecto se enfrenta con su propia imposibilidad"
mente con el regreso, la reterritorialización, la pertenencia: lazos '(98), 14 etnografía puede luchar por su responsabilidad, por el
que van más allá de lograr el rapport como estrategia de investi- 'sentidd de su propia posición. Apoyándose en la formulación de
gación? Robert Alvarez (1994) ofrece un análisis revelador de estas 'Gab, atri Spivak de "las ignorancias sancionadas" propias de todo
cuestiones, mostrando de qué modo la disciplina valoriza y desva- 'sujeto -político/cultural, Vis*eswaran plantea que, al confrontar
loriza diversos tipos de compromiso comunitario en el transcurso 'abiert4mente el fracaso, la etnografía feminista descubre tanto
de la investigación, por caminos que tienden a reproducir una firlitesicomo posibilidades. Entre estas últimas, se encuentran los
hegemonía blanca. inolvimientos críticos "hacia,casa". En una sección titulada "Traba-
La definición de "hogar" está en la base de este análisis. En jo del bogar, no trabajo de campo", desarrolla un concepto de
situaciones locales/globales donde el desplazamiento aparece cada trabajo etnografico que no está basado en la dicotomía hogar/
-

vez más como la norma, ¿de qué modo se mantiene y se reinventa Canipo. El "trabajo del hogar" no se define como lo opuesto al
la residencia colectiva? (Véase Bammer, 1992.) Las oposiciones tra ajo de campo exotista; no se trata de quedarse literalmente en
binarias entre el hogar y el exterior, entre quedarse y mudarse, él og r o de estudiar la propia comunidad. "El hogar", para
exigen un cuestionamiento profundo (Kaplan, 1994). Estas oposi- islwes aran, es 14 localización de una persona en discursos e
ciones han sido a menudo encaminadas según líneas de género in+tu iones deterininantes y atraviesa localizaciones de raza,
(espacio femenino, doméstico, versus viaje masculind), clase (la gé9ero, clase, sexullidad,lcultura. El "trabajo del hdgar" es una
burguesía activa, alienada, versus los pobres estancados, conmo- c onfrontación críti¿a con; los procesos a menudo invisibles de
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aprendizaje (la palabra francesa fot:mación 'resulta apropiada nes cambiantes sólo presupondría que las fronteras que se nego-
aquí) que nos plasman como sujetos. Jugando con los sentidos cian y se cruzan son primordiales para un proyecto co-construido
pedagógicos del término, Visweswaran propone el "trabajo del en una "zona de contacto" específica (Pratt, 1992). Esto no signifi-
hogar" como una disciplina a la vez de dea-aprendizaje y de caría que las fronteras en cuestión hayan sido inventadas o
aprendizaje. El "hogar" es un locus delluCha crí tica que fortalece y irreales, sino sólo que no serían absolutas y que podrían ser
limita a un tiempo, al sujeto que lleva A cabo, una investigación atravesadas por otras fronteras o afiliaciones también potencial-
formal. Al desconstruir la oposición hogar/caMpo, Visweswarán mente relevantes para el proyecto. Esas otras localizaciones cons-
- abre el espacio para las rutas no ortodoxas y los griraizamientos del
— titutivas podrían resultar primordiales en coyunturas históricas y
trabajo etnográfico. políticas diferentes o en un proyecto con distinto enfoque. No es
Siguiendo una veta relacionada afinque ano idéntica, Gu ta posible representar "en profundidad" todas las notorias diferen-
y Ferguson (1997) reclaman una antropolo 'a concentrada cias y afinidades. Por ejemplo, un investigador de clase media que
"localizaciones cambiantes más que en camp s delimitados". realiza un estudio entre obreros puede considerar que la clase es
suyo es un proyecto reformista, antas, que e constructivo. una localización crítica, incluso si su tópico de investigación gira
bien rechazan la tradición de upa inves igacióp estringida es específicamente en torno de otro aspecto, por ejemplo, las rela-
cialmente, preservan ciertas práctica asoc .1 as durante ciones de género en las escuelas secundarias. En este caso, la raza
cho tiempo al trabajo de campo. La an opolo todavía estu podría ser o no un sitio de diferencia o afinidad crucial.
a los "Otros" intensiva e interactivame pte. Pi• e, nos rectier Un proyecto siempre "tendrá éxito" según ciertos ejes y
j
los autores, uno de los ámbitos acadqmcos oc entales dond "fracasará" (en el sentido constitutivo de Visweswaran) según
considera seriamente a los puelilos desc1 nocid s y marginados. otros. Por ende, no debiéramos confundir una estrategia de inves-
absorción de largo plazo, el interés en 1 cono i iento inform tigación más o menos consciente de localizaciones cambiantes con
las prácticas corporizadas, así como 'el and t. de escuchar, el estar localizado (a menudo antagonísticamente) en el encuentro
todos elementos de la tradicióp deli tr bajo, campo . e etnográfiéo. Para un hindú que trabaja en Egipto, la religión puede
valoran y desearían preservar. Es,mas, a noci de localizFcio imponerse como un factor principal de diferenciación, afirmando
cambiantes de Gupta y Ferguson T u ere (aun cuand su importancia para un proyecto de investigación sobre técnicas
etnógrafo está ubicado como alguien de aderit como "pa ivo' agrícolas, a pesar de los deseos del autor (Ghosh, 1992). Además,
su cumunidad) lainvestigación, el apállesis yl scritura -, - gi el proyecto no tiene por qué ser antagónico. Alguien que estudia su
alguna toma de distancia y traduccióp d difer cias. Nadi pu propia comunidad puede ubicarse, firme y amorosamente, como
ser parte de todos los sectores de un l c muna . De qué "familia", imponiendo así restricciones reales con respecto a lo que
manejan las localizaciones cambian e , cómo sostie e puede explorarse y revelarse. Un etnógrafo gay o una etnógra fa
liación, la diferencia y las perspectival crític : estos a oi lesbiana pueden verse limitados/as en lo que hace a subrayar o
seguirán siendo temas de improvisác ón tá ti a tanto d pasar por alto la ubicación sexual, según el contexto político de la
metodología formal. Por lo tanto, al Inargen d o que en e F investigación. O bien, un antropólogo del Perú puede sorprenderse
llegue a reconocerse como trabajo de campo re ilmado, est de er. a.
?

negociando una frontera nacional cuando trabaja en México y, en


tomar en cuenta la "relación entre e spacios c turales ' d D•vid cambio, una frontera si lo hace en los Estados Unidos. Los
Scott, aunque no necesaria o únicamente sigue do ejes , co oni lr ejemplos podrían multiplicarse.
o neocoloniales de centro y periferia. Ninguna de estas localizaciones es optativa. Ellas son im-
Ademán, no es preciso que los desplazamientos const tut vu puestas por circunstancias históricas y políticas. Y dado que las
se produzcan entre espacios "culturales", al menos no d 1 •d localizaciones son múltiples, coyunturales y cruzadas, no hay
como se define convencionalmente ' dicho copcepto, há eci garantía posible de una perspectiva, experiencia o solidaridad
términos espaciales. Una etnografía concentrada en /óc liza r compartidas. Me apoyo aquí sobre una crítica que no descarta la
, 1 1
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política de identidad y que ha sido expuesta convincentemente por ; Estos son sólo algunos de los dilemas que enfrenta la et-
J une Jordan (1985) y desarrollada por muchos otros (por ejemplo, nografía antropológica á medida que sus raíces y rutas, sus
Reagon, 1983; Mohanty, 1987). En etnografía, lo que antes se estructuras diferentes de afiliación y desplazamiento, vuelven a
entendía en términos de rapport —una suerte de amistad, elaborarse en los contextos de fines del siglo xx. ¿Qué queda del
parentesco y empatía logrados— aparece ahora como algo más trabajó de campo? ¿Qué queda, si queda algo, del imperativo de
cercano a la construcción de una alianza. La pregunta relevante no viajar; salir de casa, "ingresar en el campo, residir, interactuar con
es tanto "¿qué es lo que fundamentalmente nos une o nos separa?" intensidad en un contexto (relativamente) no familiar? Una prác-
sino "¿qué podemos hacer el uno por el otro en la presente tica de investigación definida por "localizaciones cambiantes", sin
coyuntura?" ¿Qué podemos anudar, conectar, articular, a partir de una prescripción de desplazamiento físico, de un amplio encuen-
nuestras similitudes y diferencias? (Véanse Hall, 1986; 52-55; tro cara a cara, podría, después de todo, describir la tarea, hoy fre-
Haraway, 1992: 306-315.) Y cuando la identificación se vuelve cuente, de un crítico literario atento como muchos lo están hoy
demasiado intensa, ¿de qué modo puede gestionarse una desartic- en día a los contextos políticos y culturales de diferentes lecturas
ulación de propósitos, en el contexto de la alianza, sin apelar a los textuales. O bien, una vez liberado de la noción de un "campo" como
reclamos de distancia objetiva y tácticas de una partida definitiva? un áinbito espacielizado de investigación, ¿podría un antropólogo
(Para un informe sensible de estas cuestiones en el contexto de la ,investigar las localizaciones cambiantes de su propia vida? ¿Po-
etnografía lesbiana, véase Lewin, 1995.) dría el "trabajo .en el hogar" constituir una autobiografía?
Al enfatizar las localizaciones cambiantes y las afiliaciones ro í udcruza
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tácticas, se reconocen en forma explícita las dimensiones políticas tI.ata
de
de la etnografía, dimensiones que pueden estar ocultas por las liastente "sociológica"; puede moverse sistemáticamente entre la
presunciones de neutralidad científica y de vínculo humano. Pero ' ! experiencia personal y las preocupaciones generales. Hoy se acep-
¿"políticas" en qué sentido? No existen posiciones garantizadas o ta ampliamente ¡cierto; grado de autobiografía, considerándola
moralmente inexpugnables. En el presente contexto —un cambio I relevante para lol proyectos autocríticos de análisis cultural. Pero
que va del vínculo a la alianza, de la representación a la articu- enué medida? ¿Dónde se traza la línea? ¿Cuándo se descarta el
lación— tienden a aparecer algunas prescripciones rígidas de uto nálisis como "mera", autobiografía? (A veces, uno oye decir
reivindicación. Puede simplemente invertirse una política más ue 4iertas dosis Imás bien modestas de revelación personal en las
antigua de neutralidad, con su objetivo de liberación final: una tnografías son Solipsismo o "contemplación del propio ombligo".)
binaridad muy evidente en la yuxtaposición de los elocuentes y scribir una etnografía del propio espacio subjetivo como una
opuestos ensayos de Roy d'Andrade y Nancy Schepper-Hughes, uer e de comu dad compleja, un sitio de localizaciones cambian-
presentados en un foro de Current Anthropology en 1995. El es, liodría de clerse ' como una contribución válida al trabajo
espacio para una política de escepticismo y crítica —que no debe ntr pológico. , i embargo, no creo que en general pudiera recono-
confundirse con falta de pasión o con neutralidad— con respecto a ersa esa activid d come) total o típicamente antropológica, tal como
una deslealtad comprometida o a lo que Richard Handler (1985, odevía lo es el t abajo en un campo exteriorizado. Sería imposible
siguiendo a Sapir) llama "análisis destructivo" parece hallarse ecibir un doc o ado, c encontrar un trabajo en una facultad de
en peligro. Un modelo de alianza deja poco espacio para trabajar tropología, p r una /investigación autobiográfica. La herencia
en una situación politizada que no sea del gusto de ninguno de los
del éampo en 1 ntropulogía requiere, por lo menos, que la inves-
participantes. No estoy sugiriendo que tal investigación sea supe- tiga6ón "de p ii era mano" incluya interacciones extensas cara-a
rior y más objetiva. También ella es parcial y localizada. Y no
cara eón mierobios de Una comunidad. Las prácticas de desplaza-
debiera ser excluida de la variedad de prácticas de investigación niielitd y encuHtro toélavía desempeñan una función definitoria.
localizadas que hoy se disputan el nombre de "antropología".
Sinellas, lo qUe se soMete a análisis no son nuevas versiones del
trabajó de campio sino ii.na serie de prácticas bastante diferentes.

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e

En este ensayo, he tratado de mostrar cómo las prácticas' les), no es un accidente que el campo haya sido llamado muchas
espaciales definidas, las estructuras de residencia y viaj •, h an veces el "laboratorio" de la antropología. Los medios académicos y
constituido el trabajo de campo en la antropología. He sos enido gubernamentales que controlan los recursos suelen sostener crite-
que el disciplinamiento del trabajo de campo, de sus emplazamien- rios de objetividad asociados con una perspectiva distanciada y
tos, rutas, temporalidades y prácticas corporizadas, ha sido funda- construida desde afuera. Por ello, sin duda, la antropología socio-
mental para mantener la identidad de la antropología sociocultu- cultural seguirá viéndose apremiada para certificar las creden-
ral. Generalmente cuestionado y sometido a renegociación, el ciales científicas de una metodología interactiva, intersubjetiva.
trabajo de campo sigue siendo una marca de distinción disciplinar- Los investigadores se verán obligados a mantener cierta "distan-
ia. Los elementos más discutidos del trabajo de campo tradicional cia" con respecto a las comunidades que estudien. Por supuesto, la
son, tal vez, su imperativo de dejar el hogar y su inscripción dentro distancia crítica puede defenderse sin apelar a los fundamentos
de relaciones de viaje dependientes de definiciones coloniales últimos de la autoridad en objetividad científica. Lo que se discute
(basadas en la raza, la clase y el género) del centro y la periferia, es de qué modo se manifiesta la distancia en las prácticas de
lo cosmopolita y lo local. El requisito de que el trabajo de campo investigación. En el pasado, dejar físicamente el "campo" para
antropológico debe ser intenso e interactivo es menos controver- "escribir" los resultados de la investigación en el ámbito presu-
tido, a pesar de que los criterios para medir la "profundidad" spn miblemente más crítico, objetivo o por lo menos comparativo de la
hoy más discutibles que nunca. ¿Por qué no purgar simplemente universidad se consideraba una garantía importante de indepen-
a la disciplina del legado del viaje exotista, sin dejar de apoyar' el dencia académica. Como hemos visto, esta especialización de las
estilo intensivo/interactivo de investigación? De un modo utópico, localizaciones de "adentro" y "afuera" ya no goza de la credibilidad
podría defenderse tal solución, y en realidad, las cosas parecen que tenía entonces. ¿Encontrará la antropología modos de adoptar
encaminarse en esta dirección general. Deborah D'Amico-Sa- seriamente nuevas formas de investigación de "campo" que difie-
muels impulsa un ritmo extremo en un ensayo que anticipa ran de los anteriores modelos del viaje centrado en la universidad,
muchas de las críticas que acabo de mencionar. Ella cuestiona las la discontinuidad espacial y la desvinculación final?
definiciones tradicionales espaciales y metodológicas del "cam- A medida que la antropología se mueve, con vacilaciones, en
po", concluyendo en forma rigurosa que "el campo está en todas direcciones posexotistas, poscoloniales, comienza a producirse
partes" (1991:83). Pero si el campo está en todas partes, no está en una diversificación de las normas profesionales. El proceso, acele-
ninguna. No debería sorprendernos 'que las tradiciones e intere- rado por críticas políticas e intelectuales, se ve reforzado por
ses institucionales resistan disoluciones tan radicales del trabajo limitaciones materiales En muchos contextos, habida cuenta de
de campo. Por ende, es probable que' algunas formas de viaje,' de los niveles cada vez más bajos de financiación, el trabajo de campo
desplazamiento disciplinado dentro 'y fuera 4e la propia "comu- sociocultural tendrá que ser realizado cada vez más "a lo barato".
nidad" (rara vez un espacio único, de todos modas) sigan sienclú la Para los estudiantes graduados, las estadías de largo plazo en el
norma. Y este "viaje" disciplinario reqúerirá l por lo menos, ana extranjero, relativamente costosas, resultan sencillamente im-
estadía seria en la universidad. Concluyo, provocativamente; en posibles, e incluso un año de investigación de tiempo completo en
este azaroso tiempo futuro. una comunidad norteamericana puede ser muy costoso. Si bien el
1 I i
El viaje, redefinido y ampliado, seguirá siendo parte constitu- trabajo de campo tradicional mantendrá sin duda su prestigio, la
tiva del trabajo de campo, al menos en el futuro cercano. Ello s'erá disciplina podrá alcanzar paulatinamente un gran parecido con
necesario por razones institucionales Y materiales. La antropología las antropologías "nacionales" de muchos países europeos y no
I
debe preservar no sólo su identidad dispiplinarm sino tambié su occidentales, cuya norma son las visitas breves y repetidas y es
credibilidad frente a las instituciones c ientíficas y las fuente de rara la investigación totalmente financiada de muchos años. Es
financiación. Teniendo en cuenta sú genealoigia compartida on importante recordar que el trabajo de campo profesional en el
otras prácticas de investigación de' las iencia '3 naturales (y so iá- modelo malinowskiano dependía materialmente de la moviliza-

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