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¿Qué pasa entonces en Manizales? Que los intelectuales y los escritores bajo el
volcán, se entregan al oficio de la literatura tanto desde la reflexión personal, que
anima el ámbito académico de la ciudad universitaria, como desde la ficción
misma, que anima el imaginario de un país ensordecido por los dramas de la
violencia. Cómo no van a ganarse los premios si estamos frente a seres obsedidos
por el asunto de la escritura, a pesar de su profesión de médicos o de docentes. A lo
mejor debió darles mucha dificultad, a Orlando y a Octavio, ejercer la medicina
como un oficio excluyente, tal vez porque detrás del cadáver presintieron una
historia, haciendo eco de lo que Borges había ya preconizado: en el proceso de la
corrupción, el cadáver recupera las múltiples caras del pasado.
Y en Orlando Mejía hay una fuerza extraña, cierto ímpetu que todo lo remueve, un
entusiasmo por saberlo y experimentarlo todo para ponerlo a la altura del hecho
creativo. Lo he visto regodearse por la calle como un niño porque se le ha ocurrido
meterse en los meandros de una novela histórica sobre Paracelso o porque
mientras llena de picadura una de sus tantas pipas, toma apuntes sobre genética y
teje indescifrables esquemas de flechitas para una novela de ciencia-ficción que
tiene proyectada elaborar, preocupado como está por el hecho de que en Colombia
este género ha sido poco frecuentado.
Quizá la buena amistad que cultivó con René Rebetez sea todo un estímulo para
llevar a cabo ese proyecto, si es que la redacción del segundo tomo sobre la
historia de la medicina se lo permite. Es un convencido de la importancia que
debe asumir el intelectual en tiempos de crisis, sin dejar de establecer un diálogo
con el mundo de la cultura, a través de la reflexión filosófica, de los ámbitos
narrativos o de la esencia de la expresión por virtud de la poesía, que también lo ha
visitado:
Viví mi infancia hasta los cuatro años en una finca de la sabana y allá había una
escuelita a donde iban los niños. Tengo la imagen de cuando la profesora nos
preguntó a cada uno qué queríamos ser cuando grandes y yo dije que escritor.
Recuerdo estar contestando, antes de los cinco años, sin saber muy bien por qué,
que yo quería ser escritor. Luego vendría mi formación como lector. Me marcaron
mucho en la infancia Julio Verne, H.G. Wells, Alejandro Dumas. Después, en la
adolescencia, empecé a descubrir autores universales y más tarde a los
latinoamericanos. Víctor Hugo y Balzac me llegaron mucho. Tanto Los Miserables
como La comedia humana fueron obras importantes para mí. El mismo Emilio
Zola logró calarme, en particular con Naná y La Taberna. Esa figura de la
prostituta joven aún me parece interesante. Conocería más tarde a Hemingway, a
Faulkner y John Dos Passos y a John Steinbeck, el de Las uvas de la ira, lectura que
sembró en mí el entusiasmo por narrar la experiencia.
Luego vendrían los rusos, Dostoievski, Tolstoi, también Turguéniev. Más tarde
vendrían los latinoamericanos, y en especial Carlos Fuentes, sobre todo el de Las
buenas conciencias: esa historia de este adolescente en Guanajuato es
conmovedora. En la época universitaria revisité a Kafka y tuve un gran
descubrimiento, la obra de Jorge Luis Borges, al lado de esa obra apasionante de
Ernesto Sábato, esa trilogía monumental que me afirmó el destino de la escritura.
Durante algunos años mantuve una columna de opinión en La Patria de Manizales.
De allí nació mi primer libro, Humanismo y Antihumanismo, prologado por el
expresidente Betancur. De esa experiencia que duró cerca de cinco años, en los
que escribía la página editorial de los domingos, me quedó la búsqueda del rigor
para escribir. Fueron unos años muy importantes, toda una escuela, un
aprendizaje, donde el ejercicio de escribir un trabajo para ser publicado cada ocho
días sobre un tema distinto, de intentar hacerlo bien, cuidando de la forma y del
fondo, implicaba una gran responsabilidad. Debía consultar mucho y sobre
diversos temas.
No sólo leo literatura; por mi formación médica leo medicina, también filosofía y
ciencia; asimismo me interesa la epistemología, la historia, y obviamente la
historia de la medicina que es una de las cátedras que dicto en la Facultad de la
Universidad de Caldas.