Sei sulla pagina 1di 12

La cárcel del cabildo (1816-1821), su

situación y su función en la sociedad


by joaquinvilamoret

Primera foto del Cabildo


Índice

 Introducción

 Capítulo 1: El período colonial y los primeros años patrios del Cabildo de Buenos Aires

Construcción del Cabildo y su cárcel

La legislación heredada

La legislación patria

 Capítulo 2: La realidad carcelaria en los últimos años del Virreinato y primera década patria

 Conclusión

 Bibliografía

 Fuentes

Introducción
El tópico de la investigación será la cárcel del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, sobre si ésta cumplía
con la función de cárcel-custodia como estipulaban las leyes vigentes entre los años 1816 y 1820, o si en
cambio se la utilizaba en un rol de cárcel-castigo.

Las legislaciones de la época y las heredadas leyes de Indias del período colonial hablan de las cárceles
como el lugar donde se debía resguardar al acusado hasta que se llegue a una resolución de las
acusaciones, o sea hasta que se logre la sentencia. Esta sería la cárcel en su función de cárcel custodia.
Pero las constantes voces que recuerdan sus funciones despiertan la sospecha de si realmente se cumplía,
o, si por otro lado se utilizaba la cárcel en función de corrección y pena. Esto es lo que intentará debelar la
investigación. Justamente se plantean éstos conceptos porque el trabajo defiende que en la práctica la
cárcel del Cabildo no custodiaba a sus reos hasta que se llegué a un veredicto, sino que en incumplimiento
del las leyes se utilizaba la estadía en la cárcel como castigo de los prisioneros.

La mención de la cárcel del Cabildo en el libro Buenos Aires y Montevideo de Emeric Essex Vidal[1],
funcionó como disparador de la investigación. Adentrándonos un poco más en el tema específico de la
cárcel y de los cambios legislativos realizados, sobre todo desde la Revolución de Mayo, se buscó si la
realidad carcelaria se correspondía con la teoría de las leyes, complementando fuentes de Los Acuerdos
del Extinguido Cabildo de Buenos Aires con lo legislado desde los Triunviratos hasta las constituciones.
A las fuentes y bibliografía recopiladas se les aplicará el método de historia social, metodología que nos
permitirá analizar a una sociedad a través de su trabajo legislativo y contrastarlo con los hechos de la
realidad.

Previamente se hará una introducción en el primer capítulo al tema, con una breve descripción de la
realidad carcelaria en los años del virreinato y, sobre todo, se expondrán cronológicamente las
concepciones que las leyes españolas y de Indias dieron a la función de la cárcel en el período virreinal
hasta la primera década patria. Esto se hará por el legado que representa la legislación hispánica en los
primeros años patrios. En el segundo se tratará la realidad de la cárcel en el periodo y, por último, en la
conclusión se hará un cierre y la corroboración de la hipótesis que plantea la investigación. Así, se
expondrán las diferencias de la función que tenía la cárcel y como era realmente su funcionamiento. Este
tema incurrirá sobre cuáles eran las miradas de la época sobre la cárcel y el real funcionamiento de ésta.

El tema carcelario es abordado por varios autores, y de renombre, como ser el Dr. A. Levaggi o J. C.
García Basalo, que trata sobre todo el sistema penitenciario, pero nos deja un texto sobre José de San
Martin que nos muestra una faceta del libertador que nos era desconocida, revelando su espíritu
inquieto[2]. El libro del Dr. Levaggi, Las cárceles de antaño (siglos XVII y XIX)[3], será de mucha ayuda
para la investigación dado que además de dar gran cantidad de fuentes y bibliografía, hace un certero
relato de la evolución del sistema carcelario en la argentina y luego del sistema penitenciario, basándose
en las reformas de la situación jurídica sobre el tema.
En lo que sería más específicamente el tema que aborda esta investigación, lo toca como una breve parte
de su libro ya mencionado. Éste se diferencia por su enfoque jurista, en el cual se encuentra la mención de
varios casos, pero trata sobre las leyes que se fueron implementando sobre el tema cárceles, en cambio en
esta investigación se hace una recopilación de lo legislado como marco teórico a los casos.

Capítulo 1: El periodo colonial y los primeros años patrios del cabildo de Buenos Aires.

Construcción del cabildo y su cárcel

Tras la segunda fundación de Buenos Aires de 1580, la ciudad fue adquiriendo fisonomía. Para esto el ex
alcalde Manuel De Frías impulsó la construcción del cabildo el 3 de marzo de 1608 en los lotes ya
designados por Juan de Garay el año de la fundación, un par de meses después Hernandarias confirma el
inicio de la obra que estuvo a cargo del alarife Juan Méndez. Su primera construcción cuenta de dos
humildes salas: la sala capitular y la cárcel terminada en el 1610. El edificio contaba con paredes de
adobe y techo de paja, era de uso común elementos de tortura tanto el cepo como el potro y tanto hombres
como mujeres se alojaban en la cárcel, que era vigilada por alguaciles [4].
El deterioro del edificio lleva a derrumbes y a que se hagan planes de reconstrucción, que entre idas y
vueltas recién se llevó a cabo en 1725 [5], tras ser aprobado por la corona en 1711. Siguiendo los planos
de los arquitectos jesuitas Giovanni Battista Primoli y Andrés Bianchi, el edifico tomo forma en 1740
(tras sufrir varias demoras), y la cárcel se expandió tomando los terrenos del fondo hacia 1767, obra que
permitió la separación de hombres y mujeres.
En 1770, bajo el virreinato de Vertiz, se soluciona en parte el deterioro de las paredes de adobe cuando
hace el empedrado de la ciudad, lo que impidió que se formen pantanales en las calles de la ciudad cada
vez que llovía. Poco después, el adobe dejo lugar al ladrillo. Estos pantanales deterioraban las paredes del
cabildo y propiciaban el escape de reclusos, cosa que sucedía con regularidad en este tiempo. Para
combatir las evasiones, fue muy útil la medida de Virrey Aviles de hacerlos trabajar en obras públicas, lo
que los mantuvo vigilados. [6]

Los detenidos comían gracias al ejercicio de la mendicidad, que practicaban apadrinados por sus
cuidadores desde las puertas de las cárceles. Más tarde, llegaría el peculio, una retribución que el
encarcelado recibía para atender a sus necesidades, se dio enseñanza de oficios y enseñanza religiosa. [7]
También vale aclarar que la cárcel del cabildo funcionó como depósito general de los presos en las
provincias [8], donde la cárceles a veces funcionaban solo para seguridad de ciudadanos ilustres o había
cárceles privadas, y el resto de los reos recibían, a veces, la pena directamente porque no había espacio
suficiente para albergarlos hasta el veredicto y no se los quería dejar sin condena, así lo dispuso la
Audiencia de Buenos Aires [9].

Fue en el año 1805 cuando parecía que se llevaría a cabo un proyecto fuerte de reconstrucción de la
cárcel, se ve en la sentencia del cabildo una afirmación de la función de la cárcel y una descripción de la
realidad en ella, decía: ‘‘ser de necesidad indispensable la construcción de una cárcel acomodada, que
sirva para retención de los reos, y no para castigo, como hablando en propiedad sucede con los miserables
actualmente por el deplorable estado que tiene la cárcel, por su estrechez, y demás circunstancias dignas
de la mayor atención’’. [10] Esta obra avanzó con lentitud y en 1810 las actas capitulares reclaman por
una situación semejante. Una década después, el 13 de octubre de 1820, Manuel Mantilla, alguacil mayor,
reclamaba al Cabildo la recomposición de la cárcel a la mayor brevedad [11]. Lo que nos muestra que los
reclamos y disposiciones que se tomaban al respecto no lograban realizarse o se aplazaban.

Una característica común al estado de la cárcel en el siglo XVIII y en la primera mitad del XIX fue su
insuficiencia, tanto en la superficie escasa como en los materiales precarios. Los problemas edilicios
fueron siempre superiores a los recursos que contaban.

La legislación heredada

En materia legal, las partidas de Alfonso X ‘‘el sabio’’ son tomadas por todos los autores que tratan sobre
la leyes de indias. La influencia que tuvieron estas partidas hará que sean adoptadas en España y de aquí a
las Indias. En ellas se expresa: ‘‘la cárcel no es dada para escarmentar los yerros, más para guardar los
presos en ella hasta que sean juzgados’’ [12]. Sigue: ‘‘las cárceles se hagan para custodia y guardia de los
delincuentes’’. [13] En el año 1578 Felipe II estableció que las cárceles construidas en las Indias debían
ser ‘‘para custodia y guarda de los delincuentes’’, ya se marcaba cómo serian las cárceles de
Hispanoamérica siguiendo las líneas de Alfonso X. Carlos III ratificó esto en 1788, habló de la función de
custodia que debía cumplir y se manifestó en contra de la aflicción a los reos que todavía no habían sido
juzgados. [14]

En el siglo XVI fue en aumento el número de excesos castigados con prisión, se suman la blasfemia, los
juegos prohibidos, juramentos vanos y tenencia de armas prohibidas [15]. Un escrito al virrey en el año
1796, pide la ampliación de la cárcel y recuerda cual debe ser el funcionamiento de la cárcel con el
acusado, dice: ‘‘debían estar aseguradas aquellas personas notadas de algún delito’’, esto es la seguridad
del procesado antes de su veredicto. Continua más adelante: ‘‘nuestra sabia legislación conforme en todo
a los principios de nuestra naturaleza, solo adoptó, el establecimiento de las cárceles como una medida
indispensable para asegurar a aquellas personas, que algún día podían ser susceptibles de su rigor, y servir
de escarmiento a los demás hombres’’. Y sobre el rol de la cárcel: ‘‘(…) celar sobre la posible comodidad
de aquellos infelices, es cumplir con uno de sus principales y sagrados encargos’’. [16]

Diego Paroissien, médico ingles llegado con las expediciones inglesas que sucedieron a la invasión, fue
preso de la cárcel del Cabildo en el año 1810. Y en su memorial, firmado por Juan José Castelli que era su
defensor, recuerda que la prisión era ‘‘para seguridad del reo a punto de no hacerse ilusorio el juicio
definitivo’’. [17]

La legislación patria

Ya en el periodo patrio se iban a ratificar este pensamiento sobre las cárceles con el decreto sobre
seguridad individual incluido en el estatuto provisional del gobierno superior de las Provincias Unidas del
Río de la Plata promulgado por el Triunvirato en 1811. En su decreto de seguridad individual, el art. 6,
atribuido a Rivadavia [18], establecía: ‘‘Las cárceles son para seguridad y no para castigo de los reos,
toda medida que, a pretexto de precaución, sólo sirva para mortificarlos, será castigado rigurosamente’’
[19]. De allí paso al estatuto provisional de 1815 [20] y al Reglamento Provisorio de 1817 [21], que fue
ley superior para nuestro período de estudio y aclara en el art. XVIII que los presos no sean mortificados
maliciosamente y que en tal caso los tribunales superiores corrigiesen la medida e indemnizasen a los
agraviados. Finalmente pasó a las constitución de 1819 [22], 1826 y 1853 [23], sin muchas variaciones en
el texto.

En el mismo decreto de seguridad individual de 1811 se establecía que ‘‘ningún ciudadano puede ser
arrestado sin prueba, al menos semiplena, o indicios vehementes de crimen’’ [24]. Los cabildos heredaron
la jurisdicción sobre las cárceles que tenían en período indiano, y fue lógico que se expresasen sobre
temas carcelarios en sus ordenanzas. Así, las ordenanzas del Cabildo de Buenos Aires del 13 de octubre
de 1814 se expresan sobre la necesidad de un defensor de los pobres y un alguacil.

En la asamblea del año XIII habían sido abolidos los elementos de tortura, hecho en el cual también se ve
el pensamiento de Rivadavia que intercambiaba correspondencia con Jeremy Bentham [25], el pensador
ingles padre del panóptico. Las ideas reformistas aparecen de forma aisladas en Rivadavia, como ya
vimos, y en el Gral. San Martín que mientras componía su ejército de los Andes como Gobernador de
Cuyo, mandó cartas al Cabildo de Mendoza. En la primera pide un aumento en la ración de comida de los
reos, que era de una por día, y en la segunda recuerda la función de depósito y no de castigo de la cárcel.
Antes ya se había dirigido al Cabildo para la creación de una casa de corrección para mujeres. Las cuales
obtuvieron respuesta favorable [26]. En su biblioteca privada se ve su interés por el tema en las obras de
Legislación civil y teoría de las penas y libros de autores como Bentham, Lardizábal y Uribe, entre otros
[27].
Otro caso que vale recordar para apreciar que se venían cambios es el caso del jurista Francés, que
elaboro en 1820 para el general Dorrego un plan general de organización judicial para Buenos Aires. El
plan hablaba de dos espacios con división por sexos, diferenciados por culpas, con guardias, maestros y
profesores y un sistema de recompensas y trabajos [28]. Mas allá de estas ideas, la situación argentina no
va a ser propicia hasta dentro de muchos años.

Capítulo 2: La realidad carcelaria en los últimos años virreinales y primera década patria

Aún más se engrosó la población carcelaria en los siglos XVIII y las primeras décadas del XIX, cuando se
empezó a encerrar por corrección y motivos no criminales. Claros ejemplos de esto son los novios
encerrados por no cumplir su promesa de casamiento, novias de vida escandalosa [29] y dementes [30],
tanto hombres como mujeres. Cabe decir que en América los fines preventivos y punitivos de la cárcel no
estuvieron siempre bien delimitados, dando así a la confusión de lo que nació como prisión preventiva,
acabaría siendo verdadero castigo. Reduciendo o liberando a presos sin otra condena que el tiempo que
estuvieron en la cárcel ‘‘dando por compurgado el delito con la prisión que ha sufrido’’ [31].
Otros que sufrieron cárcel sin condena fueron los deudores, a los cuales se los encerró como método de
presión. Este sistema de corrección corría también en los casos que una persona tenia potestad sobre otra
y creía ver mala conducta. Así, se daba que padres encierren a sus hijos, tutores a pupilos, amos a
esclavos y maridos a sus mujeres, no había delitos, sino faltas domesticas bajo potestad privada, y por
supuesto que no había proceso judicial. Se apresaron ‘‘cuantas mujeres se quiere sin averiguar que hayan
delinquido, sin oírlas y sin reflexión a si el delito que se les supone merece este castigo’’, sigue: ‘‘a
cualquier mujer que se dice a incurrido en el crimen de incontinencia, haya sido con escándalo, o sin él,
muchas veces, o una sola, sea casada soltera o viuda, y sin distinción de estado, y calidad, azotándose a
todas al tiempo mismo de entrar [32]’’. Estos dichos representan la cantidad de casos que se daban, que
con la complicidad del alcalde, encerraban a muchas infieles e hijos desobedientes. La cárcel no solo
cumplía la función de presidio, sino que también de casa de corrección y hospicio.

Ya en 1782, el Virrey Ceballos en una revisión que hace de la cárcel del cabildo, dice ver cerca de 200
reos de los cuales un tercio de muerte, detenidos desde hace 8, 10 y 12 años, encontrándose gran cantidad
sin curso de procesos [33]. Unos de los tantos ejemplos sobre cómo era la realidad carcelaria lo muestra
un hecho ocurrido en 1792, en el cual un sargento hace un atraco a la cárcel y castiga a los presos.
Sucesos por el cual un fiscal protesta: ‘‘esto es una real cárcel; en ella, por expresas leyes no deben los
reos ser molestados, ni ofendidos aun de sus mismos jueces, hasta que sufran la condena. Las leyes los
protegen, (…) están bajo la protección real’’. [34] Otro caso que evidencia la distancia de la realidad
carcelaria a la teoría, es que la Cámara de apelaciones, que estaba advertida sobre muchos presos sin el
correspondiente sumario y otros apresados por los Alcaldes de los cuarteles de la ciudad sin haber dado
parte alguno sobre el motivo, mandó que ningún alcalde o cuartel remita presos sin el sumario
correspondiente, estipulando una multa de 25 pesos si así no se hiciese. [35] Dado que violaban el decreto
de seguridad individual, sobre todo el artículo 1 que habla sobre las pruebas necesarias para privar a
alguien de su libertad, ya mencionado anteriormente.

Misma denuncia efectuaría Idelfonso Paso, regidor defensor general de los pobres de Buenos Aires, quien
vio en la cárcel pública reos a los cuales no se les había formado causa después de muchos años, a veces
con el pretexto de que se encontraban por encarcelados por motivos leves. También denunció ver las
cárceles llenas de esclavos a disposición de sus amos, que al encontrarse sin que se les efectúe causa
podían estar olvidados por muchos años, viviendo una pena aflictiva sin causa. [36] Manuel José de
Bustillo ocupaba el cargo de regidor defensor de los pobres en 1819, cuando declaraba ‘‘que semejantes
establecimientos sólo pueden subsistir para custodia y seguridad de las personas en el ínterin que por las
sustanciaciones de sus causas resulte el concepto de criminales que les haga sufrir la pena a que la ley les
condena o bien de inocentes que les conduzca a su libertad, y en ninguna forma para castigo, y
destrucción de la especie humana’’. [37] Vemos en El Centinela del 2 de marzo de 1823 una nota
esclareciendo la diferenciación entre cárcel y presidio, cosa que consideraban obvia, pero ante las
infracciones cometidas creen oportuno recordar: ‘‘las cárceles no son depósitos de de delincuentes, sino
de hombre prevenidos de crimen, pero cuya criminalidad no está averiguada. En esto se diferencia la
cárcel de los presidios y otros establecimientos, donde son remitidos los hombres vencidos en juicio
criminal y convictos de un crimen a sufrir la pena de la ley’’.
En cuanto a los dementes, se vio varios casos en los que se los encerró en la cárcel según su peligrosidad.
En todo caso las condiciones del Hospital en el cual se encontraban no eran nada buenas. La situación de
las mujeres también era mala, en 1774 Virrey Vertiz inaugura la casa de corrección para ‘‘sujetar y
corregir en ella, las mujeres de vida licenciosa’’, en la antigua residencia de los jesuitas, hasta el año
1806. Pero en esta solo eran admitidas a instancia de los alcaldes ordinarios sin formal condena, sino iban
a la cárcel de mujeres, ‘‘la mas incomoda e inmunda’’, que era un sector de la cárcel de hombres [38].Las
que se alojaron en esta casa, fueron trasladadas a la cárcel de mujeres o al hospital de mujeres según su
condición, dado que la casa de corrección fue suprimida en 1815 por cuestión de falta de presupuesto
para la construcción de un edificio más apto [39]. A estas se les solió dar la ocupación de la cocina y el
servicio del hospital, a los hombres no se les ocupó dentro de la cárcel [40]. Otro de peligro al que
estuvieron expuestas estas reclusas fueron los abusos de los carceleros, que muchas veces quedo en
evidencia al quedar embarazadas.

Para asistir las enfermedades de los prisioneros, se encomendó al facultativo D. Juan Madera que quedo
como medico ‘‘con cargo de reconocer los cadáveres muertos de forma violenta y enfermos que se
encuentren falleciendo en la cárcel’’, el texto aclara luego que se le dará pensión cuando los fondos lo
permitan y que mientras tanto lo efectuará de forma gratuita. [41] Estas condiciones de la cárcel
propiciaron las constantes fugas como nos atestigua una de los alcaldes de Buenos Aires en 1811 que tras
haber reconocido 3 calabozos minados culpa a la situación de los procesos penales, ‘‘repetidas varias
ocasiones, advertidas siempre con dolor (la sobrepoblación carcelaria), venia de la desesperación en que
se hallaban los presos, y la atribuía a la morosidad del despacho en las causas todas, y a la perdida de los
procesos en algunos’’, otros pensaban que se debía mas a la ‘‘perversidad repetidamente declarada’’[42].

Queda claro que las funciones específicas de cada institución habían sido mezcladas en la práctica, y que
las fallas de la justicia se reflejaban en una cárcel superpoblada de prisioneros sin delito o proceso.

Conclusión

Es importante hacer una recopilación cronológica en lo legislado, tanto en el período indiano como en el
patrio para reconocer un par de constantes que no se modifican. Lo legislado desde España estipuló para
las indias un sistema de cárcel custodia para el acusado, mientras se llegue a un veredicto, y esta misma
línea se siguió durante la primera década patria.

El decreto de seguridad individual sancionado en el primer Triunvirato, el estatuto provisional de 1815, el


Reglamento Provisorio de 1817, la constitución de 1819, y hasta las del año 1826 y 1853, con pocas
variaciones en el texto estipulan esta defensa del ciudadano hasta su defensa, sin que sufra tormentos.
Pero sin embargo no son pocas las voces que escuchamos que se alzan en protesta de una realidad
carcelaria muy lejana a la pactada por las leyes. Esta clara falta que se muestra permanente en el período
indiano, no varía en el período patrio a pesar de todo lo que se legisló desde 1810 en adelante y chocó
contra una realidad que se mostró sin mayores variantes. Las irregularidades que había en la cárcel nos
ratifican que no solo la función de cárcel-custodia no se cumplía sino que la función de ésta dependía en
gran medida en los alcaldes, guardias y la influencia de los personajes importantes. Más allá de la
cantidad de denuncias que se efectuaban sobre el funcionamiento indebido y defectuoso, encontramos a
la cárcel en una mala situación edilicia, aunque mejor que los demás edificios para este tipo de servicios,
con un funcionamiento lejos de las leyes de indias en su momento y de las patrias luego de la Revolución
de Mayo.

La función de custodia no se cumplía, y más bien la cárcel se utilizaba como pena y corrección en
innumerables casos. La justicia se mostraba fácilmente influenciable y desatendiendo las leyes,
encerrando sin causa a gran cantidad de reos y olvidando otros con procesos de largos años sin sentencia,
a los cuales muchas veces consideraba que ya habían cumplido su pena. Quizá las explicaciones haya que
buscarlas en el contexto que se vivía. En la emergencia que representaba la guerra por la independencia y
luchas internas por un modelo de país, el tema de el sistema carcelario se vio aplazado y claramente sin
fondos para mayores cambios.

La dicotomía entre teoría y realidad de la cárcel del cabildo muestra una característica de la sociedad de la
ciudad de Buenos Aires, por un lado una sociedad ambiciosa de cambios y llena de ideales, y por el otro
la realidad que la frenaba y frustraba los proyectos de cambio. Todavía iban a pasar muchos años para ver
cambios sólidos en el tema carcelario, y aunque en la década siguiente iban a llegar las obras de los
reformistas, primero iba ser necesario la consolidación como país para que se efectúen los cambios.

Bibliografía

 Acevedo, Edberto Oscar, La intendencia de Salta del Tucumán en el Virreinato del Río de la
Plata, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Instituto de Historia, 1965.
 Cuneo, Carlos, Las Cárceles, Buenos Aires, Centro Editor de America Latina, 1971.
 García Basalo, J. C., El general San Martín y la reforma carcelaria, Buenos Aires, Dirección
Nacional de Estudios Penales, 1954.
 Ingenieros, José, La locura en la Argentina, Buenos Aires, Cooperativa Editorial Buenos Aires,
1920.
 Levaggi, Abelardo, Las cárceles argentinas de antaño (siglos XVIII y XIX) teoría y
realidad, Buenos Aires, Editorial Ad-Hoc, 2002.
 Levaggi, Abelardo, ‘‘Esponsales. Su régimen jurídico en Castilla, Indias y el Río de la Plata hasta
la codificación’’en Revista del Instituto de Historia del Derecho, nro. 21, revista anual de Historia,
Buenos Aires, 1970
 Mariluz Urquijo, José, La Real Audiencia de Buenos Aires y el juzgado de provincia, Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975.
 Neuman, Elías, Evolución del la pena privativa de libertad y regímenes penitenciarios, Buenos
Aires, Pannedille, 1971.
 Piccirilli, Ricardo, Guret Bellemare, Los trabajos de un jurisconsulto francés en Buenos Aires,
Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1942.
 Revello, José, La casa del cabildo de la ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Imprenta Lopez,
1951.
 Saenz Valiente, J. M., Bajo la campana del Cabildo. Organización y funcionamiento del Cabildo
de Buenos Aires después de la revolución de Mayo (1810-1821), Buenos Aires, Guillermo Kraft
Ltda., 1952.

Fuentes

 Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido cabildo de Buenos Aire, 1816 y
1817, Buenos Aires, G. Kraft, 1930, vol. 7.
 Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido cabildo de Buenos Aire, 1818 y
1819, Buenos Aires, G. Kraft, 1930, vol. 7.
 Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido cabildo de Buenos Aire, 1820 y
1821, Buenos Aires, G. Kraft, 1930, vol. 7.
 Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Barcelona y
Buenos Aires, series II-IV, 1925-1934, 29 vols.
 Archivo General de la Nación, Archivo del Cabildo. Apéndice. 1716-1820, 4 v., IX, 19-7-4.
 Archivo General de la Nación, Cabildo de Buenos Aires. Archivo. 1819, IX , 19-6-14
 Constitución de las Provincias Unidas de Sudamérica, 22 de abril de 1819, disponible
en: http://www.saber.golwen.com.ar/constitu.htm , [20 de febrero de 2014].
 Estatuto provisional para la dirección y administración del estado, dado por la junta de
observación, 5 de mayo de 1815, disponible en: http://webcache.googleusercontent.com/search?
q=cache:HAsew-
hxDzoJ:www.sannicolashistoria.com.ar/Material/1815estatutoprovisional.doc&cd=4&hl=es&ct=cln
k&gl=ar , [20 de febrero de 2014].
 Ravignani, Emilio, Asambleas constituyentes argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1937-1939, 7 v.
 Reglamento Provisorio para la Dirección y Administración del Estado de 1817, 3 de diciembre de
1817, disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/argentina-7/html/025e8996-82b2-
11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_19_, [20 de febrero de 2014].
 Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo, XI, Buenos Aires, 1961.
 Vidal, Emeric Essex, Buenos Aires y Montevideo, Buenos Aires, Emecé editores S.A., 1999.
Citas

[1]Emeric Essex Vidal, Buenos Aires y Montevideo, Buenos Aires, Emecé Editorial S. A., 1999.
[2]J. C. García Basalo, El general San Martín y la reforma carcelaria, Buenos Aires, Dirección Nacional
de Estudios Penales, 1954.
[3]Abelardo Levaggi, Las cárceles de antaño (siglos XVIII y XIX), teoría y realidad, Editorial Ad-Hoc,
2002.
[4]Carlos Cuneo, Las Cárceles, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971, p. 9-10.
[5] Abelardo Levaggi, ob. cit. p. 114
[6] Carlos Cuneo, ob. cit. p. 10.
[7] Carlos Cuneo, ob. cit. p. 11-14.
[8]José Mariluz Urquijo, La Real Audiencia de Buenos Aires y el juzgado de provincia, Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975, p.284
[9] Edberto Oscar Acevedo, La intendencia de Salta del Tucumán en el Virreinato del Río de la
Plata, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Instituto de Historia, 1965, p. 149-152.
[10]Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, serie
IV, tomo II, G. Kraft, 1926, p. 18.
[11]Archivo General de la Nación, Cabildo de Buenos Aires, Archivo 1820-1821, IX 19-7-1.
[12] Carlos Cuneo, ob. cit, p. 15.
[13] Elías Neuman, ob. cit., p. 23.
[14] Abelardo Levaggi, ob. cit., p. 21-22.
[15]Ídem, p. 28

[16] Archivo General de La Nación, Archivo del Cabildo, Apéndice, IX 19-7-4.


[17]Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo, XI, Buenos Aires, 1961, p. 10356
[18]Abelardo Levaggi, ob cit. p. 96-97.

[19]Emilio Ravignani, Asambleas constituyentes argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1937-1939, tomo VI,
libro 2, p. 605
[20] Estatuto provisional para la dirección y administración del estado, dado por la junta de
observación, 5 de mayo de 1815, disponible en: http://webcache.googleusercontent.com/search?
q=cache:HAsew-
hxDzoJ:www.sannicolashistoria.com.ar/Material/1815estatutoprovisional.doc&cd=4&hl=es&ct=clnk&gl
=ar , sección VII, cap. I, art. XVII-XVIII, [20 de febrero de 2014].
[21]Reglamento Provisorio para la Dirección y Administración del Estado de 1817, 3 de diciembre de
1817, disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/argentina-7/html/025e8996-82b2-11df-
acc7-002185ce6064_1.html#I_19_, Sección VI, cap. III, art. XVIII, [20 de febrero de 2014].
[22] Constitución de las Provincias Unidas de Sudamérica, 22 de abril de 1819, disponible
en: http://www.saber.golwen.com.ar/constitu.htm , art. 117, [20 de febrero de 2014].
[23] Carlos Cuneo, ob. cit. p. 15.
[24] Emilio Ravignani, ob. cit. p.605
[25]Carlos Cuneo, ob. cit. p. 16.
[26] J. C. Garcia Basalo, ob. cit., p. 26-36
[27] Elías Neuman, ob. cit., p. 87.
[28]Ricardo Piccirilli, Guret Bellemare, Los trabajos de un jurisconsulto francés en Buenos Aires, Buenos
Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1942.
[29] Abelardo Levaggi, ‘‘Esponsales. Su régimen jurídico en Castilla, Indias y el Río de la Plata hasta la
codificación’’en Revista del Instituto de Historia del Derecho, nro. 21, Buenos Aires, 1970, p. 11-99.
[30] José Ingenieros, La locura en la Argentina Buenos Aires, Cooperativa Editorial Buenos Aires, 1920,
p. 78-79 y 92-93.
[31] Abelardo Levaggi, ob. cit., p. 29.
[32]Ídem, p. 150-153.
[33] Abelardo Levaggi, ob. cit., p. 151-152
[34]Ídem, p. 23.
[35]Ídem, p. 141.
[36]Ídem, p. 152-153
[37]Archivo General de la Nación, Cabildo de Buenos Aires. Archivo. 1819, IX , 19-6-14
[38]Archivo General de la Nación, Archivo del Cabildo. Apéndice. 1716-1820, 4 v., IX, 19-7-4.
[39]Abelardo Levaggi, ob. cit., pág. 50
[40]Ídem, p. 266
[41] Acuerdos del extinguido cabildo de Buenos Aire, 1816 y 1817, Buenos Aires, G. Kraft, 1930, vol. 7,
p. 426.
[42]Abelardo Levaggi, ob. cit. p. 409.

Potrebbero piacerti anche