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Tarea No. 1
Elaborar la matriz de referencias bibliográficas a través de la revisión, análisis y
determinación de las fuentes bibliográficas (primarias y secundarias) que servirán de sustento
para la redacción del Marco Teórico..
MATRIZ DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Proyecto Integrador de Saberes
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Proyecto Integrador de Saberes
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Proyecto Integrador de Saberes
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Metodologí Nos movemos Desarrollar Acosta Mesas, A et. al (2008). De la educación
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Baro Calciz, A. (2011). Metodologías activas
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conocer su que se identidad Holguín [Internet]. 2011 [citado 28 Sep
identidad produce en los cultural de 2015]; XVII(4). Disponible en:
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biológicos, individuo 2340009
afectivos y en su rol
mental social
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Proyecto Integrador de Saberes
Tarea No.2.-
Tomando en cuenta la información de la matriz de referencias bibliográficas, redactar en 10
páginas el marco teórico contenido en 2 secciones: Antecedentes de estudio y
Fundamentación teórica.
Antecedentes de estudio
Como identidad cultural nos referimos al conjunto de peculiaridades propias de una cultura o
grupo que permiten a los individuos identificarse como miembros de este grupo, pero también
diferenciarse de otros grupos culturales.
La identidad cultural comprende aspectos tan diversos como la lengua, el sistema de valores y
creencias, las tradiciones, los ritos, las costumbres o los comportamientos de una comunidad.
Este conjunto de particularidades, patrimonio y herencia cultural de la colectividad, es lo que
viene definiendo históricamente la identidad cultural de los pueblos.
La identidad de un grupo cultural es un elemento de carácter inmaterial o anónimo, que ha
sido obra de una construcción colectiva; en este sentido, está asociado a la historia y la
memoria de los pueblos.
Uno de los importantes roles que desempeña el docente es el de servir de mediador entre la
cultura y el estudiante y no sólo, como se creyó tradicionalmente, transmitir los
conocimientos propios de la asignatura que orienta.
Como profesional cumple con una gran diversidad de tareas a través de los cuales puede
aproximar a sus estudiantes a las creaciones culturales de las sociedades mundiales y a las
creaciones de su sociedad particular o local.
Existen muchas formas de acceder a los productos de la cultura, especialmente desde la
invención de los medios masivos e inmediatos de comunicación. Esto implica que cualquier
persona está en la posibilidad de tener acceso a la información, con lo que podríamos pensar
que el papel del docente como transmisor de conocimientos ya no tiene la importancia que
tuvo en el pasado.
No obstante, a pesar de los avances tecnológicos aplicados a la educación, el docente sigue
siendo fundamental en la construcción de conocimientos ya que ninguna tecnología podrá
sustituir jamás el componente afectivo del acto pedagógico.
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Proyecto Integrador de Saberes
Es, precisamente, el docente quien anima a sus estudiantes para que alcancen las metas
propuestas, para que descubran y exploten sus capacidades, para que generen hábitos y
conductas deseables, para que produzcan en el campo académico y axiológico, para que se
conviertan en constructores de su proyecto de vida y para que adquieran, gradualmente, un
mayor nivel de responsabilidad y de autonomía.
Es decir, que el docente acerque a sus estudiantes a los productos de la ciencia, del arte, de la
tecnología y que, a más de eso, lo incentive a adentrarse en ellos, a que descubra que todo
conocimiento, todo producto es el resultado de un proceso social histórico y no el resultado
espontáneo de la actividad aislada de un genio.
El docente, mediante su actividad racional, debe propiciar en sus estudiantes el interés por
conocer que él no es un ser aislado, asocial y ahistórico sino que debe saberse como el
producto de un continuo proceso de socialización, entendido este como "el juego recíproco
entre sujetos y entre ellos y la cultura; siendo allí en este juego recíproco en el que se hace
real el dominio o la emancipación del sujeto humano y de los grupos humanos.
Emancipación que no se recibe como un don sino que la logra cada persona mediante su
actividad individual con las herramientas que se le han proporcionado porque como lo afirma
el adagio popular "se puede llevar el caballo hasta el abrevadero, pero no se le puede obligar a
beber-.
Ahora bien, para que el docente pueda cumplir con su función mediadora debe tener presentes
algunas características como son su nivel cultural, el que debe ser constantemente actualizado;
el conocimiento amplio de lo que enseña; estar actualizado en las últimas teorías y avances de
su asignatura y conocer, además, lo concerniente a otras áreas del saber para que pueda
relacionarlos con la suya; propiciar actitudes de respeto, colaboración, integración, tolerancia,
cooperación y ayuda mutua; generar que el espacio y tiempo pedagógico se conviertan en un
momento de gran interactividad entre sus estudiantes y de estos con él para que, finalmente,
logre el propósito fundamental de propiciar en los estudiantes, en un contexto social histórico,
el aprendizaje. Si es posible lograr esto podemos afirmar que el docente ha cumplido su
función fundamental: servir de mediador entre la cultura y el estudiante.
AUTOR: Alvarado, Sara Victoria-12. Mayo-Agosto de 1996.
https://noticias.universia.net.co/publicaciones/noticia/2007/03/05/252138/docente-mediador-
cultura-estudiante.html
Para la formación de la identidad personal no resulta suficiente el conocimiento adquirido, las
representaciones y percepciones de la realidad que deviene de los vínculos familiares y que le
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Proyecto Integrador de Saberes
permiten orientarse en la realidad. Además de esta dimensión cognitiva debe existir una
dimensión afectiva, y es en esa unidad de lo cognitivo y lo afectivo que la cultura familiar
cobra significado a través de las vivencias que provocan las experiencias intrafamiliares
reconociéndose como diferente. Aunque aparecen los sentimientos de pertenencia, la
identificación con los padres y siente que comparte tradiciones, costumbres y patrones que lo
identifican como miembro de esa familia.
El niño que interactúa saludablemente en un clima familiar adecuado adquiere valores de
sociabilidad y se ve favorecido para el desarrollo cognitivo en el proceso de aprendizaje. Todo
ello condiciona formaciones como el autoconcepto y la autoestima, la concepción del sí
mismo, la valoración de sus posibilidades personales y que se propone alcanzar en el futuro.
Las vivencias de un individuo marcan la inteligencia, la orientan a un fin lo hacen aceptarse
como parte de un entorno particular, comienza el proceso de formación de su identidad.
La cultura familiar como potenciadora de la identidad personal. Puede contribuir a una cultura
para la convivencia no solo en el ámbito familiar sino que lo trascienda y se exprese en
cualquier escenario social.
En este sentido, la cultura familiar formaría valores tales como la tolerancia, que es la
aceptación de la diferencia y la negativa a imponer criterios por la fuerza de la autoridad, ello
demanda la creación de normas familiares consensuadas y delimitación de las
responsabilidades y el reconocimiento de los derechos de todos.
Educar es desarrollar plenamente las potencialidades de la persona. A la familia como primer
ámbito de encuentro con la cultura le corresponde un lugar destacado en el proceso de
socialización que ha de discurrir desde la heteronomía hasta alcanzar, al finalizar de su
adolescencia, la autonomía, la diferenciación y la capacidad de tomar decisiones y
responsabilizarse de sus consecuencias y definir su propia identidad.
Una cultura familiar mediada por estilos de relaciones de sobreprotección excesiva daña el
equilibrio y la formación de una personalidad fuerte. Asimismo, la falta de atención o el
abandono crearán disfunciones en el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.
Los aprendizajes que se logren en la vida cotidiana en familia resultan ser fundamental para el
desarrollo de la personalidad.
La cultura familiar no es la única influencia en la formación de la identidad, con el ingreso del
niño a la escuela, la cultura que le es propia a esta institución también impacta en la
conformación de esta formación.
AUTOR: Dra. Lourdes Ibarra Mustelier
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Fundamentación teórica :
En la actualidad, es muy común escuchar frases como: "se están perdiendo los valores",
"existe una pérdida total de valores", "en mis tiempos están cosas no pasaban". Por lo general,
estos comentarios corresponden a la pérdida de valores morales y sociales.
Cada ser humano tiene una concepción distinta de lo que son los valores morales, lo que, para
algunos es moral para otros puede ser inmoral. Los valores se conciben de acuerdo con los
parámetros y necesidades de cada sociedad, es decir que no hay una definición objetiva al
respecto sino que todo es relativo. Sin embargo, siempre lo relacionamos con el lado bueno,
perfecto y valioso. La moral y la ética, son inherentes al ser humano. Los seres humanos
vamos interiorizando los valores morales desde el núcleo familiar, generalmente con el
ejemplo. A medida que maduramos y crecemos como personas nos vamos familiarizando con
otro tipo de valores, entonces comenzamos a interiorizar los valores sociales.
Sin embargo, a medida que avanzamos de generación en generación vemos como los valores
han perdido valor dentro de las sociedades. Vemos como los jóvenes van perdiendo el respeto
a sus mayores y como le dan valor a temas tan superfluos como la moda, la vanidad, la
superioridad. Perdiendo así, el sentido de cooperación con sus semejantes. Todo esto juega un
papel protagónico en la crisis social por la que atraviesa el mundo entero y en especial nuestro
país. Debido a los altos índices de delincuencia, embarazos precoces, niños en situación de
calle, tráfico de drogas y prostitución, entre otros tantos males que nos agobian.
Valseca Martin, M. (2009). Los valores en la educación. Sevilla, España.
La educación históricamente se ha encargado de formar a las personas para su convivencia
con los demás y para que constituyan pilares importantes en el mantenimiento y preservación
de lo que es considerado como bueno y valioso. A las puertas del tercer milenio los
investigadores, profesores y la sociedad toda se plantean de una forma más explícita la
necesidad de que la escuela sea no sólo un lugar para transmitir y enseñar saberes, sino
también un lugar donde se aprenda a convivir, a respetar a los demás, donde las normas,
actitudes y valores morales constituyan objetivos básicos en el proceso educativo de las más
jóvenes generaciones para asegurar la continuidad histórica de la Revolución.
La falta de comunicación afecta en el nivel de conocimientos para la comprensión del
mensaje entre el adulto y el niño, por lo tanto esto impide la comprensión del mensaje que
ellos quieren dejar.
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Es posible afirmar que una institución tiene una identidad cuando sus miembros comparten
representaciones en torno a las tradiciones, las historias, las raíces comunes, las formas de
vida, las motivaciones, las creencias, los valores, las costumbres, las actitudes y los rasgos. Se
debe tener conciencia de ser un grupo con características diferentes a las de otros grupos, así
como de la consideración de los componentes afectivos y de las actitudes; es decir, sentido de
pertenencia, satisfacción de ésta, compromiso y participación en las prácticas sociales y
culturales propias. La memoria histórica de una institución refuerza los elementos de
identidad y diferencia. La identidad que comparten los individuos se recibe, se transforma, se
enriquece, se recrea y hasta se abandona o se pierde y esto obedece a diferentes influencias de
otras culturas sobre los individuos.
Se considera que la caracterización de los integrantes que hacen vida dentro de una institución
es difícil, ya que deben tomarse en cuenta varios rasgos propios de la comunidad estudiantil;
uno de ellos es la procedencia, la cual es un factor de diversidad y las diferentes edades de los
estudiantes y según sean los intereses de los miembros de los grupos a los cuales pertenezcan.
La institución educativa es un universo simbólico con una identidad dada por la diferencia.
También, es un espacio de interacción multicultural, que permite la formación, la reformación
y la transformación de los submundos simbólicos e identitarios.
En los albores del siglo XXI, en un contexto en el que la ciencia y la técnica han alcanzado
logros insospechados, la humanidad está muy lejos de satisfacer sus expectativas. El hombre,
día a día, se enfrenta con su bregar a las complejas condiciones de un mundo unipolar, que
avanza hacia la globalización neoliberal.
En medio de un contexto tan complejo, se debe proyectar, para hacer frente a esa
problemática, una política cultural consecuente, la cual descanse en presupuestos objetivos y
se encamine a la defensa de los valores culturales más auténticos. La cultura nacional,
portadora de los anhelos del pueblo, de sus valores, de su ser, parte inseparable de la
identidad, desempeña un importante papel en la vida de los pueblos. Atendiendo a esta
particularidad el crítico Leopoldo Zea ha expresado: “La cultura es por esencia liberadora de
los obstáculos que impiden a los hombres y pueblos realizar sus proyectos”.
En el contexto contemporáneo se debe responder sabiamente al reto que significa preservar la
cultura en condiciones tan hostiles, fomentarla, sin renunciar al necesario desarrollo material.
Cultura y desarrollo, a pesar de que no avanzan coherentemente, no pueden verse como
términos contrapuestos. Dentro de los esfuerzos realizados para enfocar de manera humanista
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este aspecto, debe citarse que desde 1992 la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura, con el respaldo de la Asamblea General, constituyó la
Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo. En el informe presentado, por esa comisión, en
1995, puede leerse:
“[…] es inútil hablar de cultura y desarrollo como si fueran dos cosas separadas, cuando en
realidad el desarrollo y la economía son elementos, o aspectos de la cultura de un pueblo. La
cultura no es pues un instrumento del progreso material: es el fin y el objetivo del desarrollo,
entendido en el sentido de realización de la existencia humana en todas sus formas y en toda
su plenitud”.
Estudiar el tema de la identidad implica tratar aspectos concernientes a la memoria histórica;
la que debe conservarse, aun en las más difíciles condiciones, pues como considera el Premio
Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: “La memoria no es para quedarnos en el pasado. La
memoria es para iluminar el presente.”
Cuando un pueblo carece de memoria, de referentes históricos, no puede ocupar el lugar que
le pertenece, ni garantizar su sobrevivencia en el tiempo, pues “Cancelar la historia, bloquear
la memoria es una forma terrible de abandonar nuestros valores, de abandonarnos [...]
Memoria viva ha dicho Eduardo Galeano, porque nos impulsa a reflexionar sobre nuestro
pasado lejano y reciente. Hay que rescatar lo activo de la memoria y no dar cabida a la
nostalgia paralizadora del pasado”.
Un elemento importante a tener en cuenta al analizar el tema de la identidad, como se apunta
en las definiciones ofrecidas, es el sentido de pertenencia a un entorno determinado. Asumir
este criterio es vital, pues existen, en las corrientes de pensamiento afines a la globalización,
ideas agresivas que abogan por la “desterritorialización” de la cultura, como consecuencia del
uso indiscriminado de los más sofisticados medios de comunicación. Para ideólogos de estas
tendencias es muy polémico el enfoque de los términos identidad cultural y nacional, que
pretenden desautorizar.
Es significativa la importancia que tiene para el individuo reconocerse como parte de una
zona determinada, de su localidad, lo que no implica perder los lazos con la nación y el
mundo (todo lo contrario, los afianza), pues al identificarse más con su lugar de origen se
puede apreciar mejor el lugar que se ocupa en la patria y en la humanidad. Por tanto se
considera válido que: “Una fuerte y positiva identidad nacional presupone sentimientos de
pertenencia, satisfacción y orgullo de esta pertenencia, compromiso y participación en las
prácticas sociales y culturales propias”. La identidad es un fenómeno subjetivo, que pasa por
emociones y sentimientos.
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Es, por tanto, insoslayable la preservación de los valores más auténticos para garantizar la
permanencia en el tiempo del acervo cultural que cada pueblo ha heredado y debe legar a las
futuras generaciones; el cual ha de estar en armonía con el patrimonio universal, aunque sin
asumir posiciones miméticas que lo alejen de su idiosincrasia y generen una actitud de
desarraigo.
Esta preocupación, tan actual como necesaria es compartida por quienes se pronuncian a favor
de la búsqueda de lo autóctono como medio de sobrevivencia. Así lo ha expresado H. Cerutti:
“Hasta de la comida es necesario hacer una trinchera para garantizar un mínimo de espacio a
la reproducción de una identidad propia. ¿Es esto negarse a la universalización? De ninguna
manera. Solo siendo alguien es posible aportar a una historia común”.
Como se sabe, la educación constituye una vía eficaz para conservar y desarrollar la
identidad, pues coloca como centro del proceso educativo al sujeto histórico-cultural. Entre
identidad y educación se establece una relación muy estrecha, al respecto se afirma que:
“Toda educación al margen de la identidad es una educación vacía”.
La labor educativa, en particular en las materias vinculadas directamente con estudios de la
cultura está obligada a tener muy en cuenta que la identidad nacional se ha formado a partir de
la interacción mutua de las identidades regionales, de las diferentes formas fenoménicas que
la identidad nacional asume en cada zona del país dotada de una tradición regional
suficientemente precisa.
Estos contenidos constituyen uno de los veneros más importantes de saber cultural. Los
estudiantes adquieren mediante ellos conocimiento sobre valores culturales del país, aprenden
a apreciar la producción artística, y, también, a profundizar en aspectos del panorama
histórico - cultural. Debe tenerse presente que profundizar en la cultura de la nación, de la
región o de la localidad, es una vía eficaz para lograr la identificación con las raíces, con las
tradiciones.
Sin embargo, hay que señalar que no siempre estos programas de estudio conceden espacio y
orientación para el tratamiento de autores, obras y otras manifestaciones artísticas de carácter
regional y local. Debido a ello se ha de desarrollar un trabajo metodológico y educativo que
permita afianzar en los estudiantes un mejor conocimiento de sus raíces culturales, de su
tradición regional y, sobre todo, de la dinámica artístico-cultural de su presente.
En consecuencia, adquiere verdadero significado la realización de un proyecto que puede ser
entendido como acción necesaria en las condiciones histórico-sociales que rodean al hombre
contemporáneo: rescatar, estudiar, promocionar los valores culturales más auténticos de la
localidad; fomentar el respeto hacia los mismos por parte de las nuevas generaciones,
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Leopoldo Zea: “La cultura latinoamericana y su sentido libertario”, en: Identidad cultural
latinoamericana ... p. 1.
Apud. J. Carranza Valdés: "Algunas consideraciones para el debate", en: Cultura y Desarrollo,
p. 13.
Osvaldo Martínez: “La realidad y el mito”, en: Cultura y Desarrollo ... p. 23.
Cfr. Adolfo Sánchez Vázquez: “Postmodernidad y postmodernismo”, 1989; Leopoldo Zea:
“La cultura latinoamericana y su sentido libertario”, 1994; Horacio Cerutti: “Utopía y
América Latina”, 1994; Graziella Pogolotti, Enrique Ubieta: “Nación e identidad”, 1995;
Carolina de la Torre: “La conciencia de mismidad”, 1995; Víctor Casaus: “Memoria e
identidad”, 1996; Ambrosio Fornet: Cuba. Cultura e identidad nacional, 1995; “El (otro)
discurso de la identidad.”, 1996; Mario Bello Hernández y Milagros Flores: “Identidad
cultural, transferencia, tecnología y medioambiente”, 1997; Marta Pérez et ... al.: “Identidad
nacional, organizaciones culturales y tiempo libre”, 1999; Heinz Dieterich: Ensayos, 2000.
Mario Bello H y Milagros Flores: “Identidad cultural, transferencia, tecnología y
medioambiente”, en: Tecnología y sociedad, t1, p. 308.
Marta Pérez, Armando Perryman, Nilsa González, Leydi González, Marta Abreu: “Identidad
nacional, organizaciones culturales y tiempo libre”, en: Cuba: jóvenes en los noventa, p. 252.
Maritza García Alonso y C. Baeza Martín: Modelo teórico para la identidad cultural, p.18.
Adolfo Pérez Esquivel: Mesa redonda de la T.V. cubana, 2-5-2000.
Víctor Casaus: “Memoria e identidad”, en: La Gaceta de Cuba 5 – 96, p. 52.
Carolina de la Torre: “La conciencia de mismidad.”, en: Temas 2 – 95, p. 112.
Cfr. Carolina de la Torre: Ibidem
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