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¿Cuál sería el futuro de la economía colombiana

si se logra la paz? Revista Dinero


A menos de seis meses de concretarse el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la Guerrilla de las FARC, la
academia, las organizaciones internacionales y los expertos en economía se preguntan de qué manera se va a modificar el
mapa económico del país en las próximas décadas.

Durante varios años el Gobierno ha destinado una importante porción de su presupuesto al


sostenimiento de la guerra, así como al proceso de subsanar las heridas de la violencia y a
mitigar los daños provocados en la infraestructura, el medio ambiente y las comunidades.

Un documento elaborado por el reconocido economista y académico Salomón Kalmanovitz


señala que la inversión pública en el sector defensa aumentó notablemente entre 1990 y el
2006, al pasar del 2% del Producto Interno Bruto (PIB) al 6,3%.

Colombia, con un pie de fuerza de más 450.000 hombres, “es uno de los países más militarizados
del mundo, solo superado por Israel y Burundi”, explica el economista, quien además calcula que
el gasto privado en seguridad asciende a unos US$5.800 millones anualmente (equivalente al 2%
del PIB). Lea también: Colombia se acerca a la paz, pero tiene varias reformas en deuda

Si se hace un balance general, se deduce que el país “está gastando más del 8% de la riqueza
que produce anualmente en combatir la insurgencia, el crimen organizado y la criminalidad
común”, precisa Kalmanovitz en el documento titulado “El impacto económico del conflicto interno
colombiano y un escenario de paz”. Lea también: 'Colombia se acerca a la paz, pero tiene varias
reformas en deuda'.

El país quiere voltear la página de la violencia y por ello destinó 29,4 billones de pesos a la
educación, lo que representa un aumento del 7,5 % frente a lo asignado en el 2014. Luego
de más de 20 años este monto supera al gasto en el sector defensa, al cual le fueron asignados
28,1 billones de pesos.

¿Mantener las armas?

Una de las mayores interrogantes que surgen en el preciso momento en el que la guerrilla de las
FARC piensa en la desmovilización, es si las inversiones en el sector defensa disminuirán
paulatinamente o si, por el contrario, se mantendrán para garantizar una paz sostenible y
duradera.

El presidente Juan Manuel Santos ha sido enfático al señalar la importancia de mantener la


capacidad operativa de las fuerzas armadas para así contrarrestar “aquellos focos de inseguridad
que afectan a todos los colombianos”, entre ellos, las bandas criminales organizadas y los grupos
herederos de los paramilitares.

De hecho, un reciente estudio de la universidad de la Sabana advierte que “el cese al fuego
puede aumentar el crimen organizado si el Gobierno no consolida los programas de reinserción a
la vida civil que le permitan a los guerrilleros ubicarse laboralmente”.

La investigación académica además señala que el PIB de los departamentos pudo haber
aumentado “su tasa de crecimiento promedio en 4,4 puntos porcentuales entre 1988 y 2009
si no hubiera existido conflicto armado”.

Y agrega que “aunque se llegue a un acuerdo con la guerrilla y se logre frenar los índices de
criminalidad”, el PIB per cápita del país no crecerá más del 8,2% al año. A este ritmo, según el
estudio de la Sabana, Colombia tendría que esperar 22 años para alcanzar el nivel de los
países líderes de la región.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia (PNUD), junto al Centro de
Recursos para el Análisis de Conflictos (CELAC), plantea en una investigación que “la
terminación del conflicto, sumada a una reducción significativa de la violencia y el miedo,
generará beneficios económicos sustanciales”.

Ambas organizaciones plantean que en la actualidad el PIB departamental se duplica cada 18,5
años, pero si se logra la paz ese porcentaje se reduciría a 8,5 años. “Es decir, el aumento anual
del PIB, que fue de 4,3% en 2013, hubiese sido de 8,7 sin conflicto”, añade el informe.

Este no sería el único beneficio de la paz, también podría aumentar la cifra de ingresos por
habitante al año, al pasar de los US$11.200 actuales a US$16.700 en el futuro (un porcentaje
similar al de naciones como Uruguay o México).

También se le abrirían las puertas a un sistema financiero más incluyente, según lo explicó el
director de CERAC, Jorge Restrepo. El ejecutivo predice que las entidades bancarias podrán
ampliar su cobertura de servicios en aquellas zonas marginadas por la guerra.

“En un país sin violencia el sistema financiero podrá llegar a más colombianos en zonas rurales,
disminuirá el riesgo país, aumentará la posibilidad de pagar más rápidamente la deuda, y esto
atraerá a nuevos inversionistas”, precisó el encargado de CELAC.

Experiencias de paz

El PNUD puso el ejemplo de países como Perú y Filipinas para afirmar que el fin de un conflicto
armado sí puede jalonar el desarrollo de la economía, ya que en esos países la tasa de
crecimiento del PIB aumentó 45 y 37%, respectivamente.

Ese resultado difiere con el de Colombia e Israel, dos naciones que comparten la característica de
haber registrado cortos períodos de interrupción de la guerra, razón por la cual el PIB se ha
mantenido igual e incluso ha disminuido, de acuerdo al análisis de PNUD y CELAC.

El coordinador de las Naciones Unidas en Colombia, Fabrizio Hochschild, ha reiterado que la paz
facilita la atención de "problemas estructurales del país como la desigualdad, la marginalización
de ciertas regiones o debilidades legislativas”.

“Ningún país en el mundo que haya logrado salir del conflicto de una manera durable ha dejado
de sentir los beneficios de la paz”, concluyó el alto directivo durante la presentación del informe,
en el que además se expone que los municipios pequeños y medianos (100.000) serán los más
beneficiados con el cese al fuego
Colombia se acerca a la paz, pero tiene varias
reformas en deuda revista Dinero
La paz es un logro que anhelan los colombianos. Sin embargo, es necesario identificar beneficios y costos del
histórico acontecimiento para no hacer las cuentas de ‘la lechera’. ¡Llegó la hora de las reformas pendientes

Es mejor vivir en paz que en guerra’ debería ser la nueva adaptación de la célebre frase
‘pambeliana’, ‘es mejor ser rico que pobre’. Nadie puede poner en tela de juicio que el mejor
de todos los escenarios imaginables para Colombia es que el conflicto armado finalice. Pero las
verdades de Perogrullo pueden terminar siendo mentiras si se concretan todos sus riesgos
implícitos:distensionar el rigor analítico, confundir los términos de discusión y aplazar las
decisiones necesarias para consolidar este histórico proceso.
Una tarea que el país todavía tiene pendiente es determinar con exactitud las
“externalidades” positivas y negativas de este nuevo escenario. En los asuntos económicos,
parece que el consenso no es tan evidente.

Hay quienes piensan, como el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, que la paz le sumaría
al crecimiento hasta en 1,5 puntos del PIB. Sin embargo, otros analistas consideran que la
economía colombiana se acostumbró a vivir en el conflicto y por eso no se debe esperar
ningún cambio positivo; por el contrario, un escenario de paz traería mayores costos fiscales,
por el cumplimiento de lo pactado en la mesa de La Habana.
La respuesta definitiva muy probablemente está en una zona gris entre estas dos posiciones.
Primero, no es cierto que el dividendo por la paz se pueda empezar a cobrar apenas el presidente
Santos y Timochenko le pongan la firma al acuerdo definitivo, ni que dicho dividendo se dé por
generación espontánea; tampoco es cierto que el escenario de paz represente valor cero, por
ejemplo,en términos de flujos de inversión o mejoras en competitividad; mucho menos
cabe pensar que un escenario de postconflicto sea exactamente lo mismo (o peor) que uno
de conflicto.

Es necesario mirar con lupa el tema para determinar los impactos reales de este anuncio
histórico, pues justo ahora, cuando el país vive un momento de especial entusiasmo, es
necesario llevar todas las expectativas a sus justas proporciones para no sufrir
frustraciones. Los temas económicos están en el centro de dicho debate.

La hora de las reformas


El primer diagnóstico debe ser que el país sigue urgido de reformas y la llegada de la paz lo va a
poner más en evidencia. Inequidad, rigideces presupuestales, problemas del mercado laboral y
rezagos en infraestructura son expresiones de trabas en la estructura económica del país.
Que no se hayan hecho las reformas necesarias o con la profundidad que se exigía fue un
síntoma propio del mismo conflicto. Dicha situación es un problema económico generado por una
estrategia política: legislar de una manera que sirviera a la vez de barrera de contención, una
trinchera más en medio del conflicto: en cada asignación del presupuesto, en la redacción de
cada artículo del estatuto tributario, en la definición de una ley sobre el salario mínimo, se daba
una acción de legalidad, sí, pero en medio de una situación de guerra.

La tensión entre quienes pensaban que el país había avanzado y por eso en cada paso lo que
estaba en juego era la continuidad del Estado de Derecho Colombiano, y quienes planteaban
tabula rasa para refundar el Estado colombiano fue el marco de la acción legal de los últimos
años. Un ejemplo de ello es el sistema de salud: aunque el país ha avanzado, las premisas en
confrontación han sido en los últimos años erradicar el sistema actual o reformarlo
paulatinamente para alcanzar los logros buscados. Y así en todas las áreas de discusión.
Por eso es tan difícil hacer reformas en Colombia. Muchos de esos temas eran inamovibles, lo
que derivó en que los ajustes hayan sido aplazados desde hace tiempo. Esto pone la lupa
sobre el Congreso y el Gobierno, pues, parafraseando al presidente de la Bolsa de Valores, Juan
Pablo Córdoba, pareciera que hoy no hay ambiente para nada distinto a la paz.
Ese podría ser el primer gran error: dormir sobre los laureles de un acuerdo con las Farc y
esperar que por obra y gracia del mismo la economía colombiana se dispare. Cerrar el
círculo de la paz debe significar un paquete enorme de ajustes.
Prueba de que el país sigue necesitando reformas está en las enormes rigideces presupuestales
que enfrenta. Hoy, el Presupuesto General de la Nación tiene un monto de $215,9 billones. Por
cuenta de normas legales o constitucionales existen demasiados rubros cuya destinación es
prácticamente imposible de modificar. Ese es el caso de los gastos en pensiones, que se llevan al
año 4 puntos del PIB.
Un análisis de Santiago Montenegro, presidente de Asofondos, indica que actualmente Colombia
destina al año $39 billones de su presupuesto, lo que es un rubro superior al gasto en educación
y defensa y corresponde a 123% de los recaudos del IVA y el impuesto al consumo.

En salud ocurre algo parecido. El ministro Alejandro Gaviria explicó en una carta a su homólogo
de Hacienda que, por cuenta de la nueva ley estatutaria, el presupuesto de su sector, que es para
el próximo año de $20,1 billones, tiene un hueco de cerca de $1 billón para cubrir a los nuevos
400.000 afiliados del régimen subsidiado. Si a esto se le suma la ola de vigencias futuras, que ya
tienen comprometidos recursos por $109 billones, las inflexibilidades están tomando dimensiones
astronómicas.
Así, Colombia ha entrado en una espiral de gasto que va rumbo a hacerse insostenible. Uno de
esos rubros es el de la atención a las víctimas. Para el próximo año, la Unidad de Atención y
Reparación Integral a las Víctimas cuenta con un presupuesto de $728.000 millones y las
erogaciones de las próximas vigencias irán aumentando, conforme el país se va poniendo al
día con esta deuda social y humana.
La buena noticia es que gran parte de los costos fiscales que podría generar el postconflicto ya
han sido asumidos: la atención a las víctimas, que es una de las erogaciones más importantes,
está en los presupuestos de todos; la cobertura total en educación y salud, también. Sin embargo,
esto nos pone frente al tema central: la incertidumbre sobre la situación fiscal de Colombia en el
nuevo escenario y, como ya se dijo, la necesidad de reformas que permitan financiar dichas
erogaciones.

Las reformas pendientes


¿Cuáles serían las grandes reformas que debería abordar el país? La primera claramente debe
ponerle fin a la bomba pensional. La mezcla de baja cobertura con enormes erogaciones del
gasto es uno de los principales signos de inequidad de Colombia. Sergio Clavijo, presidente de
Anif, asegura que la sostenibilidad del Régimen de Prima Media es frágil y se agravaría en los
próximos años por los traslados desde el régimen privado.
Según el experto, el hueco fiscal pasaría, en valor presente neto, de 140% del PIB este año, a
228% en 30 años, debido a la migración de nueve millones de afiliados de las AFP hacia
Colpensiones. Los mayores faltantes pensionales dificultarían la reducción de la destinación de
4% del PIB anual (20% del presupuesto), tal como lo imagina el ministro Cárdenas.

Lo preocupante de la situación, según sostuvo el viceministro técnico de Hacienda, Andrés


Escobar, en la pasada Convención de Fasecolda, es que los temas que esta cartera tiene en el
radar son asociados a la emisión de deuda a largo plazo, la definición de un nuevo esquema para
las tablas de mortalidad y una nueva metodología de cálculo para la tasa del seguro previsional
de invalidez y sobrevivencia; todos temas técnicos importantes, pero que no atacan el problema
de fondo: la necesidad de una reforma pensional.
De allí se deriva un tema central: el contrato laboral. Lograr una reforma en este frente
permitiría ampliar las opciones de empleo a los colombianos. Analizar temas como el salario
mínimo o las cargas parafiscales abriría la discusión en el nuevo escenario.
Como ya quedó planteado, el régimen de salud necesita ser debatido. Nadie puede dudar que el
país ha avanzado en cobertura. Sin embargo, en el nuevo contexto en el que la reforma
estatutaria reguló el acceso al derecho a la salud, dejó abiertas las puertas para que casi toda
atención deba ser asumida por el sistema. Eso ya generó un debate sobre el presupuesto para
cubrir este gasto creciente e inflexible. El problema será cada vez más evidente en las próximas
vigencias.

Política de subsidios
Planeación Nacional está analizando el régimen de subsidios en Colombia, que es otra ley
necesaria, pues es claro que actualmente persisten esquemas de subvención que no han
contribuido a mejorar la competitividad de sectores clave como el agro.
Los programas sociales del Gobierno también deberían ser revisados. El presupuesto anual del
Departamento de la Prosperidad Social (DPS), que coordina la lucha contra la pobreza, ya
alcanza $3,2 billones; que se amplían hasta $11,5 billones si se le suma el presupuesto del Sena
y del ICBF.
Es necesario revisar estos esquemas, pues es claro que si bien programas como Familias en
Acción han contribuido para que las condiciones de vida de prácticamente una generación hayan
cambiado, es necesario diseñar los esquemas de salida para que los beneficiarioss puedan dejar
de depender de “Papá Gobierno”.

Algunas voces ya han empezado a mencionar la necesidad de revisar el Sistema General de


Participaciones (SGP), pues hay que repensar la manera como se están girando los recursos a
las regiones y su efectividad. Según el estudio Contexto histórico y evolución del SGP en
Colombia, elaborado por Jaime Bonet Gerson, Javier Pérez y Jhorland Ayala, del Centro de
Estudios Económicos Regionales del Banco de la República, el actual sistema enfrenta
problemas como la transitoriedad en la fórmula de cálculo para definir los montos de
transferencias (que de hecho cambia en 2017) y el entramado institucional que impide hacerles
seguimiento a las inversiones que se hacen con esos recursos.

¿Y el gasto en seguridad?
Las reflexiones que el país está empezando a hacer sobre el costo del gasto en las Fuerzas
Armadas y la nueva doctrina militar son otros de los pendientes en la agenda. Sin lugar a dudas,
mantener el gasto en seguridad es fundamental, pero repensar la naturaleza del ejército
colombiano y su tarea luego de finalizado el conflicto es una discusión que apenas comienza.
Lograr el dominio completo de todo el territorio es fundamental para consolidar la paz y la
estructura productiva colombiana. Aquí cabe señalar que buena parte del conflicto en las
últimas décadas ha estado asociado al dominio de extensiones donde se producen
grandes rentas petroleras, mineras y de narcotráfico.
El académico británico Paul Collier, experto en el análisis económico de los conflictos internos,
señaló con claridad que las causas objetivas de dichos conflictos en otros países disfrazaban
realmente el dominio territorial donde se explotaban actividades con enormes márgenes para sus
productores legales o ilegales.
En las actuales circunstancias, uno de los grandes retos para el país es lograr el dominio pleno
del territorio por parte de las autoridades y suplir las condiciones para que la vida legal se
imponga sobre la ilegalidad.

Como mencionó Juan Carlos Echeverry, presidente de Ecopetrol, lo más promisorio en materia
de exploración petrolera on shore son las zonas donde la paz va a ser importante. “La
exploración hacia el futuro va a estar en Caquetá, Putumayo, occidente de Arauca y
piedemonte hasta Tibú. El conflicto está parado en gran parte en donde está el petróleo. La paz
libera el petróleo de 20 y 30 años”, señaló el funcionario en una reciente entrevista a Dinero.
La presencia de fuerza pública, la construcción de infraestructura en salud, educación y vías son
claves para erradicar la violencia como mecanismo de dominio en esas regiones. A estos temas
estaría asociado el avance de reformas como el Código Minero, a las consultas con las
comunidades y a las licencias ambientales, todas ellas relacionadas con el uso del territorio.
¿Es posible pensar estas reformas sin acompañarlas de un sistema de ingresos acorde con las
nuevas circunstancias? La caída abrupta en los ingresos petroleros pone al país frente a una
nueva realidad: se necesita buscar nuevos recursos para fortalecer la balanza externa y las
finanzas públicas. Es claro que se deben sincerar las cuentas y pensar de dónde va a salir esa
plata. Así, nuevamente vuelve a quedar en evidencia la necesidad de una reforma tributaria
estructural.

La pregunta que queda en el aire es si la paz va a seguir copando la agenda o si el Presidente va


a terminar de gastar su capital político para avanzar en estas reformas, sin las cuales será muy
difícil cerrar el círculo de la paz.
Los escenarios pueden ser dos: el primero, que la realización del sueño de la paz con las Farc
obnubile a todos los responsables de la política y que no avancen en las reformas necesarias.
La otra, que bajo el liderazgo del presidente Santos, quien gastando el último cartucho de su
popularidad por cuenta del mayor logro político en la historia moderna de Colombia, se meta en
las reformas pendientes y quede como el Presidente de la Paz, pero también el de las reformas
que le cerraron de manera definitiva cualquier resquicio por donde la violencia pudiera
reaparecer.

Acuerdo de paz se reflejará en el bolsillo de los


colombianos, dicen analistas
El viernes, en La Habana, los negociadores de paz del Gobierno y de las Farc, divulgaron el nuevo acuerdo
logrado y que tiene que ver con el tema de las drogas y los cultivos ilícitos, que es el cuarto punto de la
agenda.
Elpais.com.co | Colprensa
¿Qué pasaría si el Estado colombiano firmara un acuerdo de paz con las guerrillas? ¿Cuál sería
el impacto de esa situación? ¿Se beneficiarían los ciudadanos directamente?Vea aquí toda la
información sobre el proceso de paz.
Esos, y otros interrogantes similares, rondan hoy la cabeza de muchos colombianos por cuenta
de los procesos de negociación que el Gobierno adelanta con las Farc y se apresta a iniciar con
el ELN.
Se trata de la discusión de uno de los más complejos problemas de la realidad colombiana.
Pero, por cuenta de la campaña política para la Presidencia de la República, esas
preguntas no han recibido respuestas que despejen suficientemente las inquietudes del
ciudadano de a pie.
Analistas y académicos consideran que los debates televisivos de los candidatos a la jefatura del
Estado arrojaron solo respuestas superficiales o mediáticas que dejaron por fuera muchos
aspectos críticos del tema.Por ello, El País consultó un grupo de analistas económicos y expertos
en conflicto armado, quienes expresaron sus puntos de vista sobre lo que significaría un eventual
acuerdo con los grupos subversivos.

“Pacificación del campo atraería inversión”

La firma de un acuerdo de paz con las Farc y el ELN tendría un efecto inmediato en la economía.
Esa es la tesis del Departamento de Planeación Nacional, que realizó un estudio cuyos resultados
indican que el fin del conflicto armado permitiría un crecimiento anual de hasta dos puntos
adicionales en el Producto Interno Bruto en Colombia. Tatyana Orozco, directora de la entidad,
explica que este porcentaje se traduce en $16 billones de ingresos. “Eso es como construir un
metro de Bogotá al año o triplicar el programa de Familias en Acción”, asegura.Dicho estudio
agrega que en este escenario se crearían 250 mil empleos adicionales y la tasa de desempleo
bajaría hasta cerca del 7 %.

Una opinión similar tiene el exministro de Hacienda Rudolph Hommes, quien explica que el
aumento del PIB “duplicaría el ingreso y daría para financiar muchísimas cosas, como una
transformación en la agricultura, más participación en la propiedad de la tierra y reformas que
significan bienestar”.Es ese acceso a zonas actualmente vedadas para la inversión, a causa del
conflicto armado, lo que haría la diferencia, según explica Juan Carlos Hidalgo, experto del
Instituto Cato, en Washington.

“La pacificación del campo colombiano daría un espacio para ampliar la presencia del
Estado en las regiones, lo que implicaría no solo más seguridad, sino también escuelas,
clínicas y otros factores que contribuyen al desarrollo humano”, dice Hidalgo.
El analista señala que el campo colombiano, a comparación del de otros países de la región, se
encuentra en un estado crítico de subdesarrollo por consecuencias del conflicto como el
desplazamiento forzado y el robo de la propiedad privada.En un hipotético postconflicto, dice
Hommes, “la gente comenzaría a pensar en nuevos proyectos de inversión. Toda la parte rural
saldría beneficiada. Regiones como Caquetá, Putumayo, Nariño, los Santanderes y la Costa
Pacífica notarían el cambio”.

Para el ex ministro y otros analistas económicos, es claro que si se logra desmontar la


maquinaria delincuencial de las guerrillas, la economía colombiana entrará en otra
dinámica productiva, jalonada por la inversión, y ese efecto lo sentirán en sus bolsillos, de
una u otra forma, los ciudadanos de a pie.
Sin embargo, el consultor empresarial Hermann Stantgl aclara que el bienestar económico de los
colombianos no mejorará de un día para otro, ni se puede medir únicamente con el crecimiento
del Producto Interno Bruto.“Seguimos en un país con mucha inequidad, mucha miseria, pero con
un PIB grandísimo que cada año crece. Mientras no se solucione el tema de la pobreza, que no
tiene que ver con el proceso de paz, no se puede hablar de un verdadero desarrollo económico”,
afirma.

Este desarrollo, esperan algunos sectores, podría impulsarse por el redireccionamiento de un


porcentaje de los recursos que actualmente van para las Fuerzas Armadas y que podrían
enfocarse en temas como la educación, la salud y la infraestructura.“En términos de presupuesto,
el de las Fuerzas Militares probablemente se reduciría. Aunque podrían destinarlo a otros campos
como la ingeniería militar”, dice Hommes.

Por su parte, Stangl señala que muchos de los recursos que anteriormente se destinaban a
gastos de guerra tendrían que invertirse en los programas de reinserción y reintegración
de los actores armados a la vida civil, un proceso que no será de un día para otro.
Sin embargo, el experto aclara que el crecimiento económico es un tema a largo plazo pues, el
conflicto armado no ha sido determinante para la economía colombiana. Aunque, admite, "un
proceso de paz con buen término se tiene que traducir en mayor inversión extranjera”.

“En este momento, no solo por esta coyuntura, somos el destino de inversión más importante de
Latinoamérica y uno de los más importantes a nivel mundial. Vale la pena preguntarse, ¿cómo
sería si viviéramos en paz?”, concluye Stangl

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