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ESPIRITUALIDAD:
HACER VS SER
P O R D O U G F I E L D S

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Los líderes no son los únicos que dirigen en


tener una relación correcta en el corazón. Las
palabras más fuertes de Jesús se reservaron
para los líderes de ministerios que han olvidado
u obviado la primacía de su mundo interior.
Jesús comunicó con claridad dónde buscar la
espiritualidad: hacia adentro.

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¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato,


y así quedará limpio también por fuera. (Mateo 23:26)
Estos líderes tienen su espiritualidad al revés.
Aprendieron cómo verse bien en el exterior, sin limpiar
nada de lo feo en el interior de sus vidas. Estos maestros
del exterior fracasaron en cuanto a los fundamentos de
la espiritualidad.
Lo que pido de ustedes es amor y no sacrificios,
conocimiento de Dios y no holocaustos. (Oseas 6:6)

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Con cuanta frecuencia he caído en la trampa de pensar que Dios quiere mi sacrificio de tiempo
y mi ofrenda de trabajo fuerte, más de lo que quiere mi conocimiento de alabanza y mi constan-
cia de intimidad con él. Muy a menudo me he equivocado al igualar mi salud espiritual con lo que
hago para Dios. ¿Tú también lo has hecho?

Si durante un almuerzo yo te preguntara acerca de tu condición espiritual, ¿cómo me contestarías?


¿Qué pensamientos vendrían de inmediato a tu mente? Me avergüenza admitir esto, pero a menu-
do respondo con un foco externo. Como mis antepasados fariseos, tengo la tendencia de comunicar
las relaciones espirituales con las acciones externas. Yo digo: «¡Estoy haciéndolo todo bien! Asisto a
los servicios de la iglesia, participo en un grupo pequeño en el que nos hacemos responsables unos
de otros y medito varias veces a la semana». Mientras que lo externo es fácil de medir, esto no deter-
minan adecuadamente mi condición espiritual.

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Reconozco que la verdadera espiritualidad se puede ver mediante las actividades visibles como ir a
la iglesia, hablar francamente en un grupo pequeño, y tener meditaciones importantes. Pero la salud
espiritual y la conducta cristiana no siempre existen en una relación recíproca. Dios no está buscando
personas que actúen justamente en el exterior sin que lo hagan interiormente. Dios está mucho más
preocupado por lo que tú eres que por lo que estás haciendo.

las Jesús explica con claridad la importancia de amar a Dios:

—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —»Ama al Señor tu Dios con todo tu

cosas
corazón, con todo tu ser y con toda tu mente» —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más impor-
tante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» (Mateo
22:36-39)

mejores La diferencia entre estos dos mandamientos es que uno es el más grande y el otro es el segundo más
grande. No comprender la diferencia puede tener efectos devastadores en tu vida espiritual porque
servir en el ministerio y amar a los demás puede convertirse en una excusa por no estar profundamen-
te enamorado de Dios.

No ver la diferencia entre amar a Dios y amar a otros (hacer ministerio) puede resultar en una vida enfoca-
da en el ministerio en lugar de ser una vida enfocada en Dios. ¿Esa distinción tiene sentido para ti? Tu servi-
cio en el ministerio con nuevas generaciones nunca debe hacerse a costa de tu espiritualidad personal.

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La segunda cosa más grande
Un mandamiento es más grande que el otro, sin embargo, no se pueden se-
parar. La fidelidad al primer mandamiento (amar a Dios) da por resultado la
obediencia al segundo (amar a los demás). Sin embargo, la fidelidad al segun-
do no nos guía necesariamente a la autenticidad del primero. Amar a Dios nos
guía a amar a los demás, pero «amar» a los demás no siempre nos guía a amar
a Dios. Sin amar a Dios, los líderes de jóvenes serían ineficientes.

¿Uno o el otro?
Otra implicación de la relación entre estos dos mandamientos es esta: el
Dios que te ha llamado a estar cerca a él es el mismo Dios que te ha llama-
do a servirlo. Tú puedes hacer ambas cosas. Puedes vivir con tensión, pero no
tienes que escoger entre una vida productiva, saludablemente espiritual y un
ministerio productivo y saludable. No es uno o el otro. Son ambos.

Manejar este asunto propiamente es un buen examen de acidez cuando te


estás preguntando si debes permanecer en el ministerio. Si no puedes mi-
nistrar y al mismo tiempo permanecer espiritualmente saludable, tal vez ne-
cesites dejar el ministerio durante una temporada. Como un hijo de Dios en
primer lugar y un líder juvenil en segundo lugar, debes ser capaz de contes-
tar correctamente la pregunta: «¿Cómo puedo permanecer espiritualmente
saludable mientras que estoy ministrando a las nuevas generaciones?»

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¿Cómo puedo continuar mi crecimiento espiritual?


La única manera que encuentro para responder esta pregunta es contarte mi propia experiencia.

Así que puedo pasarte algunas señales de advertencia que he llegado a reconocer y que indican

que estoy en peligro de desconectarme espiritualmente. Si paso por alto estas señales, pronto seré

un bombillo al que le falta la electricidad.

¿Qué de las señales de advertencia por la calidad de nuestras vidas espirituales? Basadas en la eva-

luación de mi propia vida y en los comentarios con los líderes de jóvenes he identificado algunas

señales que indican una ausencia de pasión, un endurecimiento de corazón, una pérdida de creci-

miento espiritual y un movimiento que me lleva a desconectarme espiritualmente:

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>> Pérdida de pasión: Dejaste de sentir entusiasmo acerca de Dios, su Palabra, o tu
ministerio. Ya nada parece motivarte. La vida dejó de sorprenderte.

>> Fatiga física: Durante el día estás exhausto y todas las noches te quedas dormido
tan pronto como la cabeza cae en la almohada. Estás tan cansado que no logras
permanecer despierto durante unos minutos para reflexionar en tu día mientras
permaneces acostado en silencio.

>> Falta de oración: Ha pasado un buen tiempo desde que experimentaste una ora-
ción de importancia. Te avergüenza pasar todo el día sin hablar con Dios. Y cuan-
do oras, te sientes extraño, incómodo o forzado.

>> La vida es demasiado fácil: Nuestro peregrinaje espiritual incluye tensión y tenta-
ción. La lucha es un componente necesario de la vida espiritual saludable, pero si
la vida es demasiado fácil, tal vez sea una evidencia de que estás obviando la con-
vicción o descansando en tus fortalezas y dones, en lugar de volverte a Dios para
que Él te supla con el poder que tú necesitas.
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>> La vida es muy difícil: Sin el ánimo, la dirección y la sabiduría de Dios, te ve-
rás solo manejando los problemas de la vida, algo para lo cual no fuiste dise-
ñado.

>> Uso de la nata espiritual: Cuando tu espiritualidad personal y la enseñanza de


tu ministerio de jóvenes tiene la misma profundidad, es probable que estés
usando la nata que está encima de tu experiencia espiritual. Cuando tu ense-
ñanza es más profunda que tu profundidad espiritual, estás nadando en aguas
farisaicas.

>> Conflicto en las relaciones: Tienes tensiones en tus relaciones. Los conflictos
menores no se resuelven y la amargura hace raíces. Estás enfocado en las per-
sonas en lugar de estarlo en Dios.

>> Pérdida del temor de Dios: Todo en tu vida tiene explicación y se entiende. Las
manos de Dios en tu vida casi se pueden envolver en una cajita, y todo tiene
un sentido perfecto para ti.
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¿Es esto conocido? ¿Has experimentado otras señales de advertencia? Una vez que identifiques tus señales de advertencia, tienes
una elección que hacer: negarlas o lidiar con ellas.

Negar es la respuesta más conveniente, con facilidad se justifica la señal de advertencia como «no es tan malo». Si a esto le agre-
gas la ecuación de compararte con otros («no soy tan malo como esa persona»), esto añade más combustible a la negación.

Responder a las señales espirituales de advertencia tal vez requiera sacrificio y con seguridad requerirá confesión. Contarle tu do-
lor a otro creyente te puede ayudar a dirigirte en la dirección correcta. Pero no te escaparás con facilidad de esta condición.

Durante mis primeros años de ministerio yo era un perdedor espiritual. Conocía la Biblia porque había asistido a una universidad
y a un seminario cristiano, pero trataba la Palabra de Dios como un libro de texto, no como una carta de amor divino. Me forzaba
para orar. Enseñé acerca de la dependencia en el poder de Dios en lugar de experimentarla. No tuve la intensión de vivir mi vida
separado de Dios. Esto era el resultado de realizar el ministerio y obviar lo que estaba pasando en mi corazón. Por suerte, no hice
nada que me descalificara del ministerio, pero no estaba calificado para ser un líder espiritual, sin mencionar al líder principal de
un creciente equipo. Yo era el niño modelo por hacer el ministerio a expensas de ser una persona de Dios.

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El punto decisivo llegó cuando reconocí que estaba perdiendo el
control del ministerio y que mi corazón era duro y frío para las cosas
de Dios. En lugar de pretender que todo está bien, temerosamente
le dije a una amigo que necesitaba arreglarme con Dios y que me
estaba sintiendo solo. Temía admitir mi fracaso espiritual, pero fue el
ímpetu para la reconciliación que necesitaba con desesperación.
Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana
la vida. (Proverbios 4:23)

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No tomes esta amonestación a la ligera. No la


tomes superficial. No creas que te sobrepondrás,
eso es una mentira. ¡Haz algo pronto! Es
imperativo que con frecuencia revises tu
condición espiritual y lidies con los problemas a
la primera señal. Si la espiritualidad del líder no es
una prioridad principal, tu ministerio generacional
nunca será genuinamente saludable.

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