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Los hombres del alba, 1944

Y después, aquí, en el oscuro seno del río más oscuro,


en lo más hondo y verde de la vieja ciudad,
estos hombres tatuados: ojos como diamantes,
bruscas bocas de odio más insomnio, Pero yo sé que tienen miedo del alba.
algunas rosas o azucenas en las manos Sé que aman la noche y sus lecciones
y una desesperante ráfaga de sudor. escalofriantes.
Sé de la lluvia nocturna cayendo
Son los que tienen en vez de corazón como sobre cadáveres.
un perro enloquecido Sé que ellos construyen con sus huesos
o una simple manzana luminosa un sereno monumento a la angustia.
o un frasco con saliva y alcohol Ellos y yo sabemos estas cosas:
o el murmullo de la una de la mañana que la gemidora metralla nocturna,
o un corazón como cualquiera otro. después de alborotar brazos y muertes,
después de oficiar apasionadamente
Son los hombres del alba. como madre del miedo,
Los bandidos con la barba crecida se resuelve en rumor,
y el bendito cinismo endurecido, en penetrante ruido,
los asesinos cautelosos en cosa helada y acariciante,
con la ferocidad sobre los hombros, en poderoso árbol con espinas plateadas,
los maricas con fiebre en las orejas en reseca alambrada:
y en los blandos riñones, en alba. En alba
los violadores, con eficacia de pecho desafiante.
los profesionales del desprecio,
los del aguardiente en las arterias, Entonces un dolor desnudo y terso
los que gritan, aúllan como lobos aparece en el mundo.
con las patas heladas. Y los hombres son pedazos de alba,
Los hombres más abandonados, son tigres en guardia,
más locos, más valientes: son pájaros entre hebras de plata,
los más puros. son escombros de voces.
Y el alba negrera se mete en todas partes:
Ellos están caídos de sueño y esperanzas, en las raíces torturadas,
con los ojos en alto, la piel gris en las botellas estallantes de rabia,
y un eterno sollozo en la garganta. en las orejas amoratadas,
Pero hablan. al fin la noche es una misma en el húmedo desconsuelo de los asesinos,
siempre, y siempre fugitiva: en la boca de los niños dormidos.
es un dulce tormento, un consuelo sencillo,
una negra sonrisa de alegría, Pero los hombres del alba se repiten
un modo diferente de conspirar, en forma clamorosa,
una corriente tibia temerosa y ríen y mueren como guitarras pisoteadas,
de conocer la vida un poco envenenada. con la cabeza limpia
Ellos hablan del día. Del día, y el corazón blindado.
que no les pertenece, en que no se pertenecen,
en que son más esclavos; del día,
en que no hay más camino
Foto: Nacho López

que un prolongado silencio


o una definitiva rebelión.

Efraín Huerta
1914-1982

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