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colección CRECER 4
Para que
vivas mejor
la misa
SAN PABLO
colección CRECER 4
SAN PABLO
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Presentación
Presencia "real"
Presencia "sustancial"
Presencia "sacramental"
4
S. Agustín, Confesiones, 7, 10, 16.
18 Para que vivas mejor la misa
9. Alabanza a la Trinidad
La misa entera es una alabanza al Padre,
al Hijo Jesús y al Espíritu Santo.
Toda la misa se dirige al Padre, porque es
la ofrenda de Jesús al Padre. Por otra parte,
celebramos toda la misa en unión con el Hijo
Jesús, y esa unión culmina en la comunión.
A veces parece que el Espíritu Santo no
está tan destacado, pero al Espíritu Santo lo
tenemos presente en toda la misa, desde la
señal de la cruz hasta la bendición final. Cada
una de las oraciones que dirige el sacerdote,
terminan recordando al Espíritu Santo: "en la
unidad del Espíritu santo, por los siglos de
los siglos".
En realidad, toda la misa es obra del Es-
píritu Santo. Sin él no podríamos ni siquiera
invocar al Padre. El Espíritu Santo convierte
el pan en el cuerpo de Cristo; es el que realiza
Víctor Manuel Fernández 45
15
Para el comentario a este texto y para profundizar
este tema, puede ser muy útil leer el documento de la
Conferencia Episcopal Argentina, "Denles ustedes de
comer", texto para la preparación pastoral del décimo
Congreso Eucarístico Nacional de 2004, editado en
Buenos Aires (2003).
Segunda parte:
Vivir los signos
16
A. Grün, El gozo de vivir. Rituales que Sanan, Estella
1998,56-57.
60 Para que vivas mejor la misa
2. El altar
El altar representa a Jesucristo
Jesucristo es el sacerdote (Heb 4, 14), el
único sacerdote (Heb 7, 24) que celebra, a tra-
vés del cura. Él es también la única víctima
que se ofrece (Heb 9, 14) y que recibimos en
la comunión. Pero además él es el verdadero
altar. Por eso el altar es el centro del templo, y
dentro de la celebración de la misa es el lugar
más importante.
¿No es más importante el sagrario? En rea-
lidad, el sagrario no debería ocupar nuestra
atención durante la misa, porque lo más im-
portante es la celebración comunitaria, don-
de Jesús se hará presente para ser comido. Por
eso es lamentable que algunas personas, du-
rante la misa, se coloquen cerca del sagrario y
66 Para que vivas mejor la misa
3. La asamblea
La asamblea es el conjunto de los cristia-
nos que se reúnen para celebrar al Señor. Es
toda esa comunidad reunida la que celebra,
no sólo el sacerdote. Por eso no conviene de-
cir que el sacerdote que preside es "el cele-
brante" como si él fuera el único que celebra.
En todo caso, habría que llamarle "el sacer-
dote celebrante", y si los sacerdotes son va-
rios, "el sacerdote que preside".
Porque la asamblea no es espectadora, no
es un público para que el cura se luzca. La
asamblea celebra la misa: "El pueblo de Dios
se reúne para celebrar y Cristo está presente
en la asamblea" (IGMR 7). Son todos los fie-
les reunidos los que hacen la Liturgia, y por
eso se llaman "asamblea litúrgica" (CCE 1097
y 1144).
Víctor Manuel Fernández 67
18
Pablo VI, Alocución del Ángelus, 04/08/1974.
Víctor Manuel Fernández 69
4. Las flores
Las flores son signo de alegría y de vida,
porque la misa no es una celebración de muer-
tos. Se celebra el misterio de la Pascua, que es
también resurrección. También en la misa de
70 Para que vivas mejor la misa
5. Las velas
Las velas tienen el simbolismo de la luz.
Ante todo nos recuerdan que Dios mismo es
la luz que ilumina nuestras vidas:
"Tú eres Yahvé mi lámpara, mi Dios que
alumbra mi oscuridad" (Sal 18, 29).
"Dios es luz y en él no hay oscuridad alguna"
(1 Jn 1,5)
"Dios mío, que grande eres. Te vistes de gran-
deza y hermosura, te cubres con el manto de la
luz" (Sal 104, 2).
Especialmente su Palabra es luz para nues-
tros pasos:
"Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz
en mi sendero" (Sal 119, 105)
Víctor Manuel Fernández 71
6. El sacerdote
El sacerdote es un signo muy importante,
no sólo porque es quien tiene la potestad para
consagrar el pan y el vino, sino porque lo te-
nemos permanentemente presente ante los
ojos. Por lo tanto, si tenemos prejuicios con-
tra el sacerdote, la misa nos provocará una
molestia permanente.
El sacerdote hace las veces de Cristo
(IGMR 60). Ciertamente no es Cristo, pero lo
representa. Es un signo de Cristo sacerdote
(CCE 1142), que en realidad es el único Sa-
cerdote, representado por los ministros que
llamamos "sacerdotes". Por eso, al cura no hay
que darle más importancia de la que tiene,
no hay que idealizarlo, o pensar que él es Je-
sucristo. No vale la pena pretender que tenga
el rostro, la voz, la ternura o la sabiduría del
Señor. Es sólo un humilde signo que Jesús re-
sucitado utiliza para hacerse presente. Por lo
Víctor Manuel Fernández 73
7. Los vestidos
Los vestidos que usa el sacerdote ayudan
a mantener un sentido del misterio, recuer-
dan que la misa no es una reunión más. Tam-
bién dan a la misa un tono festivo. Así suce-
día en el Antiguo Testamento: "Cuando se
ponía la vestidura de gala y se colocaba sus
elegantes ornamentos, cuando subía hacia el
altar sagrado, llenaba de gloria el santuario"
Víctor Manuel Fernández 75
8. Los colores
Podríamos hablar simplemente de los
colores de las flores, que ayudan a recordar
que estamos en una celebración festiva.
Pero hablemos particularmente de los
colores de las vestiduras del sacerdote. Esos
Víctor Manuel Fernández 77
El Año Litúrgico
9. El incienso
El incienso hoy se utiliza poco, porque a
muchos fieles les molesta, les parece algo muy
extraño y lejano a la sencillez del evangelio, o
les da una idea de demasiada solemnidad. Sin
embargo, ese humo perfumado tiene un sim-
bolismo interesante. El humo que se eleva al
cielo simboliza la oración y la ofrenda que
sube hasta Dios, y también sirve para indicar
que algo está consagrado a Dios. Así aparece
en la Biblia:
"Suba mi oración como incienso en tu
presencia" (Sal 140).
El Apocalipsis habla de las oraciones de
los santos como perfumes que suben hasta
Dios(Apoc 5, 8; 8, 3-4).
Pero el verdadero perfume que sube has-
ta Dios somos nosotros mismos cuando nos
80 Para que vivas mejor la misa
10. La campanilla
No es un invento cristiano. Ya en el Anti-
guo Testamento se utilizaban campanillas en
el culto del Templo (Éx 28, 33-35). Así se lla-
maba la atención al pueblo para que se con-
centrara cuando llegaba un momento impor-
tante de la celebración, para que recordara lo
que se estaba haciendo: "como memorial y
recordatorio para los hijos del pueblo" (Eclo
45, 9).
En la misa se utiliza sólo en el momento
de la consagración, para que los fieles tomen
consciencia de la presencia de Cristo en el san-
tísimo Sacramento.
En realidad, debería tomarse como una
invitación a la alabanza. La campanilla repre-
senta también a toda la creación que de algu-
na manera se une en la adoración a Jesucristo
presente en el altar
11. El pan
El pan es alimento, y un pedazo de pan
es simplemente el símbolo de la comida. Por
82 Para que vivas mejor la misa
La hostia redonda
12. El vino
Igual que con la hostia, en el vino hay que
distinguir dos momentos, antes y después de
la consagración. Porque después de la consa-
gración sólo quedan las apariencias del vino,
y lo que hay en el cáliz es Jesús. Ya no es sim-
ple vino, sino Jesucristo mismo.
En la Biblia, el vino recuerda la sangre,
por su color rojo, y por eso se le llamaba "la
roja sangre de la uva" (Dt 32, 14).
Pero recordemos que lo que hay en el cá-
liz no es sólo su sangre, porque en una sola
gotita del cáliz consagrado esta Jesucristo en-
tero. Por eso, si no recibiéramos la hostia y
Víctor Manuel Fernández 87
El cáliz
A veces nos gustaría que en la misa se usa-
ra una copa como las que usamos nosotros
en nuestras mesas. Pero el cáliz no es lo mis-
mo que una simple copa, y por eso mismo
para la misa no se usa una copa exactamente
igual a las de uso común.
90 Para que vivas mejor la misa
Ejercicio
Es muy recomendable, antes de comen-
zar la misa, mirar un poco alrededor. Pero
se trata de mirar con fe, para reconocer
a esas personas como mis hermanos,
aunque no los conozca o aunque sea-
mos muy distintos. Es mirarlos para des-
cubrir con los ojos del corazón la pre-
sencia de Jesús entre nosotros. Esa es la
asamblea a la cual me uno para formar
un solo cuerpo y celebrar al Señor que
nos ama. Esas personas que forman la
asamblea son un signo para mí, porque
me permiten descubrir que la misa no
es una cuestión individual, no es un acto
piadoso personal, sino la fiesta de la
Iglesia reunida que celebra al Señor. Por
eso, la presencia de los demás me invi-
ta a abrir el corazón, a crear otra dispo-
sición interior para unirme a ellos con
cariño y profundidad. También puede
Victor Manuel Fernández 101
3. Estar de pie
Las distintas posturas durante la misa tie-
nen también un sentido, pero es necesario
comprenderlo e intentar vivirlo así, para que
no se convierta en algo mecánico. Sin embar-
go, no se trata tampoco de pensar que lo úni-
co que interesa es la actitud interior y que cada
uno se coloque como le guste, porque las
posturas del cuerpo influyen en la oración.
Somos cuerpo y alma, y por eso es necesario
que el cuerpo exprese lo mismo que vivimos
en nuestro interior, para que esa actitud tome
todo nuestro ser. No podemos negar que el
hecho de ponernos de rodillas en la consa-
gración nos ayuda a recordar la importancia
de ese momento. Por otra parte, al tener to-
dos, como asamblea unida, la misma postu-
102 Para que vivas mejor la misa
4. Mirar
Es bueno detenerse a mirar. Porque así
evitamos divagar con la mente por otras par-
tes. Si detenemos la mirada donde debe es-
tar, podemos tomar mayor consciencia del
lugar en donde estamos y volver a descubrir
qué estamos haciendo.
Podemos mirar el templo, las imágenes,
la cruz, la luz de las velas, las flores, el altar,
los ornamentos litúrgicos y sus colores. La
misa no es para estar recluidos en nosotros
mismos, como si estuviéramos encerrados
solos en una habitación. Dios nos habla a tra-
vés de las cosas exteriores. Pero no es mirar
para distraernos un poco, sino para descubrir
el sentido de los signos y dejar que nos ele-
ven de nuevo hacia Dios.
También es importante mirar los gestos
del sacerdote cuando ora. Veamos algunos
ejemplos: Los brazos abiertos y elevados son sig-
no de adoración, de invocación y de ofrenda:
"Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos
invocándote" (Sal 62, 5). "Suban mis manos
alzadas como ofrenda de la tarde" (Sal 140,
2).
Las manos juntas son signo de recogimien-
to, de serenidad, de piedad concentrada.
Víctor Manuel Fernández 105
7. Hablar
La misa no es una oración del sacerdote,
sino de todos los bautizados que estamos pre-
sentes. Por eso hay varios momentos en que
se produce un diálogo entre el sacerdote y los
fieles, y hay varias partes de la misa que de-
ben recitar los fieles.
Si realmente hemos ido a alabar a Dios y
a celebrar a Jesús resucitado, nuestras voces
deberían escucharse con fuerza, con firmeza, con
convicción.
Hay que evitar a toda costa la pasividad
que se expresa en esas respuestas débiles y sin
firmeza. Todos somos responsables de la
asamblea, y podemos contagiar abulia y apa-
Víctor Manuel Fernández 109
8. Cantar
El canto es una hermosa oración, que tam-
bién requiere la participación de todos. Re-
cordemos que la misa no es un espectáculo,
sino una celebración hecha por toda la asam-
110 Para que vivas mejor la misa
9. Sentarse
Es la postura del que se dispone a escu-
char con atención, y se pone cómodo para
prestar atención al que habla. Cuenta el evan-
gelio que la multitud escuchaba a Jesús "sen-
tada en torno a él" (Mc 3, 32). Esta postura
expresa la actitud de María, que se sentó a los
pies de Jesús para escucharlo (Lc 10, 39).
Cuando en la misa nos sentamos para escu-
char la Palabra, esa debería ser nuestra acti-
tud.
Pero no se trata de ponerse cómodo como
cuando uno llega a su casa después del traba-
jo y se arroja en un sillón. En la celebración
de la misa no hay que perder una actitud de
delicado respeto.
Por eso no es lo más adecuado cruzar las
piernas o estirarse. Si estuviéramos delante del
Papa, escuchándolo, no cruzaríamos las pier-
nas; por lo tanto tampoco corresponde ha-
cerlo cuando Dios nos está dirigiendo la Pa-
labra en la celebración litúrgica. Aun sin mala
intención, los descuidos en este sentido pue-
den llevarnos a quitarle importancia a lo que
estamos celebrando, porque las posturas no
son inocentes, como bien podría explicarnos
cualquier psicólogo.
112 Para que vivas mejor la misa
24
No es un intimismo antisacramental, pero tampoco
es un ritualismo sacramental sin experiencia ni
profundidad personal.
114 Para que vivas mejor la misa
11. Escuchar
Lo más importante en el silencio es escu-
char. Por eso, en el silencio podemos decirle
al Señor: "habla Señor, que tu siervo escucha"
(1 Sam 3,10), o como Isaías: "Señor, despier-
ta mi oído para escuchar como un discípulo"
(Is 50,4).
Pero sería un error pensar que sólo escu-
chamos a Dios en los momentos de silencio.
Ni siquiera deberíamos pensar que Dios ha-
bla sólo en las lecturas. Durante toda la misa
Dios está hablándonos, y por eso durante toda
la misa deberíamos tener una actitud recepti-
va, la actitud del que quiere escuchar a Dios.
Otro error sería pensar que cada uno tie-
ne que estar atento a lo que Dios le dice en su
interior al margen de lo que está sucediendo
en la misa. Porque en la misa Dios nos habla
principalmente a través de la celebración mis-
ma, en los signos, los gestos, las acciones que
se realizan. Es necesario afinar nuestra sensi-
bilidad espiritual para reconocer y escuchar
interiormente el mensaje de Dios a lo largo
de cada misa.
Víctor Manuel Fernández 115
12. Arrodillarse
La oración de rodillas suele tener tres sen-
tidos:
a) Penitencia y arrepentimiento, reconociéndo-
se muy pequeños, limitados y débiles ante
la grandeza del Santo (ver Éx 34, 8)
b) Adoración (ver Mt 14, 33; 28, 9; Ef 3, 14).
Este es el sentido de ponerse de rodillas en
la misa en el momento de la consagración.
c) Expresar nuestra súplica en una situación muy
difícil, cuando necesitamos una especial
ayuda de Dios. En realidad es este tercer
sentido el que más aparece en la Biblia (ver
Lc 22, 41; Hech 9, 40; 20, 26).
13. Caminar
En la misa no se camina mucho, pero el
sacerdote y los demás ministros suelen hacer
una procesión de entrada, que todos pode-
mos acompañar con una actitud interior de
"éxodo": salimos de la comodidad de nues-
tra casa y de nuestros planes y trabajos, para
ir al encuentro del Señor y de los hermanos
en la misa.
Cuando vamos a comulgar hacemos to-
dos una especie de peregrinación para recibir
116 Para que vivas mejor la misa
14. Tocar
En realidad, en la misa no hay muchas
oportunidades de tocar, pero este es un gesto
necesario, porque nos permite tomar contac-
to con la realidad y nos ayuda a "estar aquí"
sin divagar con la mente por otras partes.
Hay un primer contacto que sería muy
sano si nos habituáramos a hacerlo: dar la
mano a las personas que estén más cerca cuan-
do nos sentamos en el templo para la misa.
Este saludo nos ayuda a salir de nuestro ensi-
mismamiento. Tocar a los demás ayuda a no
ser indiferente ante ellos, a no convertir la
misa en "mi" oración. Tocarlos me ayuda a
unirme a ellos de corazón.
Este contacto se repetirá en el momento
del saludo de la paz, muy importante antes
de recibir la comunión; porque la eucaristía
es el sacramento de la unidad, y si la recibi-
mos con el corazón abierto a los demás, pro-
ducirá mayores frutos en nuestra vida.
En algunas celebraciones se nos permite
también acercarnos a tocar una imagen. El
Viernes santo, por ejemplo, nos acercamos a
besar la cruz.
Pero hay un contacto de particular impor-
tancia, cuando nos acercamos a recibir la co-
118 Para que vivas mejor la misa
15. Comer
Este es el gesto que completa el banquete
de la eucaristía. Esto es tan grande que es ver-
daderamente secundario si la comunión se
recibe con la mano o en la boca. Es más, se
corre el riesgo de darle excesiva importancia
al gesto de recibir la comunión en la mano,
olvidando que lo que interesa no es tomar la
hostia consagrada, sino "comer" a Jesucristo.
La costumbre de recibir la comunión en
la mano es muy antigua. San Cirilo de Jerusa-
lén, en el siglo IV, decía a los fieles que no
había que acercarse con las manos extendi-
das, sino haciendo un hueco en la mano iz-
quierda para que sea como un trono que reci-
be a Jesús.
Pero no habría que poner el acento en la
dignidad del fiel, como si por recibir a Jesús
con su mano fuera más digno. Lo que mani-
fiesta su dignidad es el amor de Jesucristo que
se le ofrece como comida. Recibirlo en la
mano no vale más que esa inmensa posibili-
dad de comerlo.
Víctor Manuel Fernández 119
25
Ch. Lubich, La Eucaristía hace la Iglesia, en ¿Qué
significa la Eucaristía para nuestro tiempo?, Buenos Aires
1984, 17ss.
Cuarta parte:
Vivir los momentos
de la misa
1. RITOS INICIALES
El canto de entrada
Dentro de estos ritos está el canto de en-
trada. No es una introducción, sino que ya es
parte de la celebración, la abre y fomenta la
unión de los que se han reunido (IGMR 25).
Porque no es lo mismo estar ocupando un
mismo lugar en el mismo templo, que estar
realmente unidos. El canto tiene un poder es-
pecial para producir ese sentimiento de uni-
26
Ver L. Maldonado, Cómo animar y revisar las Eucaristías
dominicales, Madrid 1980, 15-16.
Víctor Manuel Fernández 125
La señal de la Cruz
Una vez que el sacerdote se ha ubicado,
todos hacemos junto con él la señal de la Cruz,
porque todos somos celebrantes en la misa.
Por nuestro Bautismo estamos consagrados a
Dios y capacitados para celebrar el culto; y la
señal de la Cruz nos recuerda esa dignidad
que tenemos. Pero al mismo tiempo nos re-
cuerda que el gran protagonista en la misa es
Jesucristo. Al hacer la señal de la Cruz sobre
el propio cuerpo, tenemos que dejar que Cris-
to nos abrace, nos tome con su amor, nos una
a él mismo, porque toda la misa se celebra y
se ofrece en unión con Jesús.
Mientras trazamos la señal de la Cruz,
decimos: "En el nombre del Padre, y del Hijo,
Víctor Manuel Fernández 127
El acto penitencial
Dice el evangelio: "Si en el momento de
presentar tu ofrenda recuerdas que tu herma-
no tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
ante el altar y vete primero a reconciliarte con
tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofren-
da" (Mt 5, 23-24). Por eso, es bueno que ya al
comienzo de la misa nos reconozcamos pe-
cadores y pidamos perdón.
Pero no hay que convertirlo en un pro-
fundo examen de conciencia privado. No ten-
go que esperar que haya un largo silencio, o
que me dé tiempo para revisar toda mi vida.
En todo caso eso debería hacerlo cada uno
antes de la misa.
Tampoco hay que confundirlo con el sa-
cramento de la Confesión, porque este rito
no está para el perdón de los pecados graves.
Es cierto que si uno tiene pecados graves, en
este momento puede hacer un acto de pro-
fundo arrepentimiento, dolido por sus peca-
dos, y por esa "contricción perfecta" Dios per-
dona sus pecados graves. Pero de todos mo-
dos no podrá recibir la comunión porque le
130 Para que vivas mejor la misa
La oración de la asamblea
(oración colecta)
Luego, "el sacerdote invita al pueblo a
orar. Y todos, a una con el sacerdote, perma-
necen un rato en silencio para hacerse cons-
cientes de estar en la presencia de Dios y for-
mular insistentemente sus súplicas" (IGMR
32).
Comienza con una invitación a orar ("ore-
mos"), luego hay un silencio en el cual los
fieles oran íntimamente, y finalmente una bre-
ve oración del sacerdote que así "recoge" (de
allí el nombre "colecta") las oraciones de los
fieles y la presenta a Dios. Por eso se dice en
plural, y por eso mismo se llama oración "de
la asamblea".
El contenido de esta oración es muy ge-
neral, para que pueda abarcar a todos los fie-
les con sus necesidades. Se pide, por ejemplo,
que Dios escuche a su pueblo, o que lo auxi-
lie, o que nos ayude a cumplir su voluntad, o
que podamos alcanzar sus promesas, o que
perseveremos en el amor, o que podamos ca-
minar sin tropiezos, etc.
Al final, la oración siempre se dirige a la
Trinidad. Generalmente se dirige al Padre en
nombre de Jesucristo, porque Jesucristo está
Víctor Manuel Fernández 133
El Gloria
Hemos recordado que el Señor resucita-
do está con nosotros, y hemos dejado todo
en sus manos recordando su misericordia. Por
eso podemos dar curso a nuestra alegría di-
ciendo: "Gloria a Dios en el cielo..."
Es un himno muy antiguo (alrededor del
año 300) que tiene sobre todo un sentido de
alabanza. Algunas personas no son capaces
de descubrir que la misa está llena de alaban-
zas, o se reúnen antes o después de la misa
"para alabar a Dios". Pero ese deseo de ala-
banza debería expresarse dentro de la misa,
donde hay una permanente alabanza a Dios.
En este himno, por ejemplo, decimos estas
palabras: "Gloria a Dios... Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adora-
mos, te glorificamos, te damos gracias". Si esto
no es alabanza ¿qué es? El problema es que
no siempre descubrimos el sentido profundo
de las palabras y no las decimos desde el co-
razón.
Dirigimos la alabanza al Padre: "Señor
Dios, Rey celestial", y luego nos concentramos
en el Hijo, de varias maneras: "Señor, Hijo
único Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre" Y le decimos: "Porque sólo
136 Para que vivas mejor la misa
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Las lecturas
Celebrar la Palabra
El Salmo
Después de la primera lectura se canta o
se proclama un Salmo, repitiendo un estribi-
llo entre las estrofas.
Sabemos que desde los comienzos los
cristianos usaban los Salmos en la oración
litúrgica, como una herencia del pueblo ju-
dío. En el siglo IV san Agustín predicaba mu-
chas veces sobre los Salmos o sobre el estribi-
llo que se cantaba en la misa entre las estrofas
del Salmo. Una vez san Juan Crisóstomo se
detuvo a predicar sobre ese estribillo. Dijo
algo muy interesante:
"No cantemos la respuesta con rutina; mejor
tomémosla como bastón de viaje... Recuérdala con
interés y entonces será para ti de gran consuelo.
Yo los exhorto a no salir de aquí con las manos
vacías, sino a recoger esas respuestas como perlas,
para que las guarden siempre, las mediten, y las
canten a sus amigos".29
Es importante recordar que el Salmo no
es cualquier poesía, sino que es Palabra de
Dios, con el mismo valor de las demás lectu-
ras bíblicas. El estribillo que repiten los fieles
29
S. Juán Crisóstomo, Comentario al salmo 41: PG 55,
156-166.
Víctor Manuel Fernández 145
El Aleluya
"Aleluya" es una palabra hebrea que sig-
nifica: " ¡Alaben a Yahvé!". Es una aclamación
para alabar a Dios con gozo porque Jesús nos
va a dirigir la Palabra. Por ser una alabanza,
nos ayuda a tomar consciencia de que cele-
bramos el evangelio y no simplemente lo lee-
mos y lo escuchamos. En Apoc 19, 1-4 vemos
que el Aleluya es una alabanza celestial.
Se omite durante la Cuaresma.
El beso al Evangelio
Cuando se termina de leer el evangelio,
se le da un beso. Es un gesto de cariño hacia
Jesús, que nos ha dirigido la Palabra. Tenga-
mos en cuenta que no es una simple formali-
dad. Tiene el mismo sentido de afecto que el
beso que le damos a un amigo del alma o a
cualquier ser querido. Es un beso a Jesús que
nos ha regalado su Palabra.
La homilía
Dice san Pablo que "la fe viene de la pre-
dicación, y la predicación por la Palabra de
Cristo" (Rom 10, 17).
Es cierto que la homilía no es lo más im-
portante. El centro de esta parte de la misa
Víctor Manuel Fernández 147
El Credo
No se dice todos los días, sino los domin-
gos y las solemnidades. Es la confesión pú-
blica de la fe, que hacemos como cristianos.
Son las grandes verdades de nuestra fe. Por-
que la fe cristiana también contiene otras ver-
dades secundarias, pero el corazón de lo que
creemos está en el Credo.
Es una confesión solemne, pública, comu-
nitaria. Deberíamos hacerla con el gozo de sen-
tir que no estamos solos en nuestra fe, que los
demás hermanos presentes comparten las mis-
mas convicciones profundas. Eso que procla-
mamos es parte de nuestra identidad, es la ver-
dad que hemos aceptado. Si otros no compar-
ten nuestra fe los respetamos, pero nosotros
estamos felices y orgullosos de tener esta fe.
Proclamar el Credo no es dar una lección
para mostrar que recordamos las verdades de
fe; no es un ejercicio intelectual para recordar
la doctrina. Al decirlo dentro de la misa, el
Credo es también una celebración de nuestra
fe. No es decir que aceptamos esas verdades,
sino disfrutarlas, apoyamos en ellas. Por ejem-
plo, cuando decimos que creemos en el Espí-
ritu Santo estamos expresando que confiamos
en él, que esperamos su ayuda, que él nos da
Víctor Manuel Fernández 149
Las preces
La "oración de los fieles" es una expre-
sión que puede confundir, como si dijéramos:
"hasta ahora habló el cura, ahora nos toca a
nosotros. Sería muy breve la oración de los
fieles si se redujera a eso. Porque toda la misa
es también "oración de los fieles".
En realidad las preces son una reacción
de los fieles luego de alimentarse con la Pala-
bra, sintiendo que es necesario tener presen-
tes también a los hermanos que necesitan de
nuestra oración. Abrimos el corazón para te-
ner en cuenta a la Iglesia entera.
El contenido de estas preces, más que in-
tenciones son personas, grupos de personas.
150 Para que vivas mejor la misa
30
L. Deiss, La celebración de la Palabra, Madrid 1992,
122.
Víctor Manuel Fernández 151
3. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
La colecta
Ya en los comienzos, san Justino cuenta
que, en la misa, cada uno daba la cantidad de
Víctor Manuel Fernández 159
La plegaria cucarística
Es la gran oración de bendición (también
se llama "anáfora"). Es el centro de toda la
celebración. Hay distintas plegarias eucarísti-
cas, y el sacerdote no siempre usa la misma;
por eso podemos encontrar algunas diferen-
cias entre una misa y otra. Una de estas plega-
rias es del siglo III, hecha por san Hipólito.
Otras fueron hechas hace pocos años. Pero
todas estas plegarias están formadas por seis
partes:
a) El prefacio, que es una acción de gracias y
alabanza que comienza con el saludo del
sacerdote ("el Señor esté con ustedes") y
termina con el "Santo, Santo, Santo".
b) La epíclesis, que es la invocación del Espíri-
tu Santo sobre el pan y el vino.
c) El relato de la institución de la eucaristía, don-
de se consagran el pan y el vino.
d) La anamnesis (memoria), donde se recuer-
da la Pascua de Jesús.
e) Las oraciones de intercesión: por el papa,
los obispos, los difuntos.
f) La alabanza final y el gran amén de la asam-
blea.
Víctor Manuel Fernández 163
El prefacio
Inmediatamente el sacerdote dice una
oración que termina con el "Santo". En esta
oración, al comienzo se insiste que es justo y
necesario alabar y dar gracias a Dios Padre
"siempre y en todo lugar". De este modo se
nos da a entender que esta acción de gracias
de la misa debe continuar en toda nuestra
vida. Dios merece que le demos gracias cons-
tantemente, y no sólo en el templo. Porque,
en realidad, a alguien que no está habituada
a darle gracias a Dios permanentemente, le
costará ser espontáneo y sincero cuando se
da gracias a Dios en la misa.
Luego de estas palabras, hay un párrafo
que nos recuerda alguna verdad de nuestra fe
o algo que estamos celebrando. Veamos al-
gunos ejemplos:
"El cual (Jesús) después de subir al cielo, don-
de está sentado a tu derecha, derramó en tus hijos
adoptivos el Espíritu Santo prometido" (prefacio
del Espíritu Santo).
166 Para que vivas mejor la misa
El Santo
El himno celestial, que cantan eternamen-
te los ángeles y los santos en la felicidad y la
luz de la gloria de Dios, es el mismo himno
que cantamos juntos en la misa. Nos unimos
al mismo canto celestial de los ángeles, que
es como "el ruido de una muchedumbre in-
mensa y como el ruido de grandes aguas y
como el fragor de fuertes truenos" (Apoc 19,
6). Más allá de nuestro estado de ánimo o de
la perfección del canto, aunque no haya una
guitarra ni un órgano, verdaderamente nos
Víctor Manuel Fernández 167
Epíclesis
El Espíritu Santo está presente durante
toda la misa. Las oraciones de la misa nor-
malmente terminan diciendo: "en la unidad
del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".
168 Para que vivas mejor la misa
Aclamación después de
la consagración
Apenas termina la consagración, el sacer-
dote dice: "Este es el misterio de nuestra fe".
170 Para que vivas mejor la misa
Anamnesis y ofrenda
Después que el pueblo realiza esta acla-
mación, el sacerdote también hace una breve
oración que se llama "memoria" (anamnesis),
que recuerda lo que el Señor ha hecho por
nosotros. Como las grandes bendiciones ju-
días de la comida, además de la alabanza a
Dios y la súplica, en la plegaria eucarística se
incluye necesariamente una memoria de las
maravillas del Señor.
Aquí se recuerda la muerte y la resurrec-
ción de Jesús y se le ofrece al Padre el cuerpo
172 Para que vivas mejor la misa
Oraciones de intercesión
Nos unimos a toda la Iglesia, universal y
local, pidiendo por el Papa, por el Obispo
31
M. Expósito, Conocer y celebrar la Eucaristía, Barcelona
2001, 304.
Víctor Manuel Fernández 175
Alabanza final
Una vez terminadas las oraciones de in-
tercesión, el sacerdote toma el Cuerpo y la
Sangre de Jesús y los eleva para completar esta
ofrenda de Jesús para alabanza del Padre. Esta
es la máxima elevación que se realiza en la
176 Para que vivas mejor la misa
El gran amén
Aquí los fieles dicen un "amén" que es
muy importante, porque cierra la plegaria eu-
carística. Debería ser como un trueno que re-
suena, un acto de fe concentrado. San Jeróni-
mo decía que este amén retumbaba como un
trueno en los templos.32
Y con este amén el pueblo completa la
ofrenda que se está haciendo al Padre Dios.
32
S. Jerónimo, In Gal 1, 2,
Víctor Manuel Fernández 177
El Padrenuestro
Cuando decimos Padre "nuestro" nos ve-
mos obligados a reconocer a los hermanos.
Víctor Manuel Fernández 181
Líbranos Señor
Apenas termina el Padrenuestro, el sacer-
dote dice la siguiente oración:
"Líbranos de todos los males Señor, y concé-
denos la paz en nuestros días, para que, ayudados
por tu misericordia, vivamos siempre libres de pe-
cado y protegidos de toda perturbación, mientras
esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo".
Esta oración retoma el final del Padre-
nuestro: "líbranos del mal".
Hacemos esta súplica porque somos dé-
biles, inseguros, temerosos, y muchas veces
perdemos la paz por tantas preocupaciones.
Una de las cosas que nos quitan la felicidad
es el temor a lo que nos pueda suceder a no-
sotros o a nuestros seres queridos. Pero en esta
oración comunitaria pedimos por todos los
presentes. Le rogamos que nos libre a todos
los presentes de todo tipo de males.
Víctor Manuel Fernández 183
El saludo de la paz
Este saludo se repite en cada misa, y eso
no es mera rutina, ya que permanentemente
tenemos que recordar el llamado a la frater-
nidad, especialmente antes de comulgar. Por-
que la preparación para la comunión no con-
siste sólo en pensamientos o reflexiones ínti-
mas, sino también en gestos fraternos. Dice
la Palabra de Dios que "quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios,
a quien no ve""(l Jn 4, 20). Por eso, si el her-
mano que está a mi lado me resulta indife-
rente, y prefiero que no me moleste, tengo que
preguntarme si mi corazón está realmente
abierto a Dios. ¿No será que mis oraciones
no son más que un modo de contemplarme
a mí mismo? ¿No estoy cayendo en un retrai-
miento hosco y antisocial? En esta época, don-
de las personas cuidan demasiado su
privacidad, y no quieren que los demás mo-
lesten o perturben su descanso, es posible que
tomemos la misa como un "momento de
184 Para que vivas mejor la misa
Partir el pan
Sabemos que los primeros cristianos le
llamaban "fracción del pan" o "partición del
pan" a la eucaristía. Los creyentes se reunían
para "partir el pan" (Hech 2, 42. 46; 20, 7.11).
El sacerdote parte la hostia grande antes de
comulgar, y así repite el gesto de Jesús que
partió el pan para repartirlo a sus discípulos.
188 Para que vivas mejor la misa
Cordero de Dios
Mientras se parte la hostia, todos mira-
mos hacia el altar y le decimos a Jesús: "Cor-
dero de Dios, que quitas el pecado del mun-
do, ten piedad de nosotros..."
Así lo había presentado Juan el Bautista a
Jesús: "Este es el Cordero de Dios" (Jn 1, 29.
36). Y así lo contempla el Apocalipsis (Apoc
5,6.8.12).
Esta oración también nos recuerda el sen-
tido de sacrificio de la misa, para que descu-
bramos que vamos a comer al mismo que se
190 Para que vivas mejor la misa
Comunión
Finalmente llega el momento de la comu-
nión, donde se completa el banquete euca-
rístico.
192 Para que vivas mejor la misa
La comunión espiritual
Los bautizados que por distintas razones
no puedan acercarse a recibir la comunión,
participan también del sacrificio y del ban-
quete. Por eso es importante que en el mo-
mento de la comunión se unan espiritualmen-
te a los hermanos que comulgan. ¿Cómo?.
Haciendo un acto de amor a Jesús y recibién-
dolo interiormente. Es lo que se llama "co-
munión espiritual" Allí, frente a él, deseán-
dolo, aunque no podamos comerlo, él ya co-
mienza a manifestar su poder redentor:
"Este sacramento tiene poder para conferir la
gracia... Y es tal la eficacia de su poder, que sólo
deseándolo ya recibimos la gracia que nos vivifica
espiritualmente".37
Por eso, los que no reciben la comunión,
con su deseo sincero pueden recibir los mis-
37
S. Tomás de Aquino, ST, III, 79, 1, ad 1.
Víctor Manuel Fernández 197
Después de la comunión
Después de comulgar debería haber un
profundo silencio sagrado, para que cada uno
pueda dar gracias a Jesús, reconocer su pre-
sencia, descubrir su amor tan cercano, pedir-
le fuerzas para vivir mejor. Este es un momen-
to personalísimo en medio de tantos signos
comunitarios que tiene la misa. No significa
olvidar a los demás o escapar de ellos. Esta-
mos cómodos juntos, compartiendo ese silen-
cio sagrado; pero dejando que el Señor se en-
cuentre muy personalmente con cada uno.
Porque lo comunitario no destruye esa iden-
tidad personal única de cada uno, esa intimi-
dad que el Señor ha creado y donde sólo él
puede llegar.
Tratemos de gustarlo en el silencio. Es
demasiado grande lo que recibimos como
para dejar que pase desapercibido.
Es bueno estar en su presencia, es dulce,
es precioso descansar con él, y dejar que se
4. CONCLUSIÓN
La bendición final
Al final de la misa el sacerdote bendice a
los fieles. Algunos se preguntan: ¿Otra bendi-
ción más? ¿No es suficiente bendición lo que
hemos recibido en la misa?
Pero esta bendición tiene sentido porque
al final de la misa hay un envío. Somos envia-
dos a llevar a Jesús a los demás, a transformar
el mundo, a dar testimonio en la sociedad. A
eso se dirige la bendición.
Víctor Manuel Fernández 201
El diálogo final
Para terminar la misa, el sacerdote invita
a los fieles a irse en paz. ¿De qué paz se trata?
No es la serenidad psicológica de los que no
tienen problemas y compromisos, ni la cal-
ma de los que están adormecidos. Es otra cosa.
Por eso Jesús dijo que él nos da la paz, pero
no como la da el mundo (Jn 14, 27). Esta es
la paz que brota de la seguridad de ser ama-
dos por él, de tenerlo a él con nosotros, y por
eso es una paz que puede vivirse en medio
del trabajo, de la lucha, del compromiso co-
tidiano.
Esta despedida que nos invita a irnos, es
un envío misionero, como cuando Jesús dice:
"Vayan, y hagan discípulos a todos los hom-
bres" (Mt 28, 19).
Cuando el sacerdote los invita a irse en
paz, los fieles responden: "Demos gracias a
Dios". Pero no significa dar gracias a Dios
porque terminó la misa, como diciendo "por
fin terminó".
Es dar gracias porque Dios nos ha llena-
do de sus dones y podemos continuar nues-
Víctor Manuel Fernández 203
El beso al altar
Antes de retirarse, el sacerdote da un beso
al altar. Este es también su modo de dar gra-
cias a Dios por lo que hemos celebrado. Por
eso, este beso no es como el beso del comien-
zo de la misa. Ahora es un beso de gratitud a
Jesús, que nos ha permitido compartir el ban-
quete sagrado.
204 Para que vivas mejor la misa
Siglas
CCE Catecismo de la Iglesia Católica
CIC Código de Derecho Canónico
DD Dies Domini
DV Dei Verbum
EdE Ecclesia de Eucharistia
EM Eucharisticum Mysterium
IGMR Institución General del Misal Romano
LG Lumen Gentium
MD Mediator Dei
MND Mane Nobiscum Domine
SC Sacrosanctum Concilium
Víctor Manuel Fernández 205
Índice
Presentación 5
Primera parte:
Darle sentido a la Eucaristía 7
1. La Eucaristía como Presencia de Jesús 7
Presencia real 8
Presencia sustancial 10
Presencia sacramental 12
Para ser comido 14
Para estar con nosotros y ser adorado 18
2. La misa como banquete 21
3. La misa como Memorial del sacrificio
de Jesús 24
4. La misa como Memorial de la Pascua 28
5. La misa como Celebración de la nueva
Alianza 32
6. La misa como anticipo del Banquete
de la Pascua eterna 35
7. La misa como sacramento de la comunión
fraterna 37
8. Los distintos nombres 41
9. Alabanza a la Trinidad 44
10. Toda la riqueza de la misa 45
11. El origen de la misa 47
12. Las dos mesas de la misa 52
13. Los efectos de la Eucaristía 54
Segunda parte:
Vivir los signos 57
1. El templo y sus imágenes 61
206 Para que vivas mejor la misa
2. El altar 65
3. La asamblea 66
4. Las flores 69
5. Las velas 70
6. El sacerdote 72
7. Los vestidos 74
8. Los colores 76
9. El incienso 79
10. La campanilla 81
11. El pan 81
12. El vino 86
Tercera parte:
Acciones, gestos y actitudes 91
1. Ubicarse. Estar ahí 93
2. Estar con los demás 98
3. Estarce pie 101
4. Mirar 104
5. Reconocer al que me mira 106
6. Levantar las manos 107
7. Hablar 108
8. Cantar 109
9. Sentarse 111
10. Callar. Hacer silencio 112
11. Escuchar 114
12. Arrodillarse 115
13. Caminar 115
14. Tocar 117
15. Comer 118
Cuarta parte:
Vivir los momentos de la misa 123
Víctor Manuel Fernández 207