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Introducción

a la psicoterapia
grupoanalítica
Título Original: Introduction to groupanalytic
Psychotherapy

Traducción: Javier Guerrero

Publicado originalmente en 1948


© Elizabeth Foulkes, 1983
© CegaOp Press
Barcelona, 2005
Impreso en España
Impreso por Romanyà Valls
Capellades, Barcelona

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones


establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida,
sin autorización escrita de los titulares del copyright, la
reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y
el tratamiento informático, así como la distribución de
ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
S. H. FOULKES

Introducción
a la psicoterapia
grupoanalítica
Traducción de Javier Guerrero
1

Índice

Prefacio a las obras completas de S.H. Foulkes ..................... 9


Introducción a la primera edición castellana
de las obras completas de S. H. Foulkes
por Juan Campos Avillar................................................... 11
El desarrollo del grupoanálisis
en los países de habla hispana ........................................... 35

Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Prólogo ...................................................................................... 61
Prefacio...................................................................................... 63
Agradecimientos....................................................................... 65
1. Introducción general ............................................................ 67
2. Los antecedentes .................................................................. 103
3. La situación grupoanalítica ................................................. 125
4. La contribución del conductor ........................................... 207
5. Visión general ....................................................................... 231
Bibliografía ............................................................................... 251

7
00

Prefacio a las obras completas


de S.H. Foulkes

Es con sumo placer que se presentan por vez primera las obras
completas de S. H. Foulkes en lengua castellana. Han tenido que
transcurrir casi sesenta años —cincuenta y seis para ser exactos—
desde que en la Revista de la Sanidad Militar Argentina apareciera
traducido el primer artículo de S. H. Foulkes («Group-Analysis in
a Military neurosis centre»).* Fue con posterioridad, alrededor de
1956, cuando la editorial Paidós publicó el libro de S. H. Foulkes y
E. J. Anthony Group Psychotherapy. A Psychoanalytical Approach
bajo el poco afortunado título de Psicoterapia psicoanalítica de
grupo. Más recientemente (1981) la editorial Gedisa vertió al cas-
tellano la última obra de Foulkes, Psicoterapia grupoanalítica: mé-
todo y principios, con un excelente prólogo y una cuidada revisión
técnica a cargo del doctor Juan Campos.
Posiblemente, ha sido demasiado tiempo sin poder conocer
en la lengua de Cervantes los trabajos de S. H. Foulkes, famoso
pionero en el campo de las psicoterapias de grupo y del trabajo
grupal y creador, asimismo, del método y la teoría grupoanalí-
ticas. Afortunadamente, ahora se nos brinda la posibilidad de
remediar estos años de olvidos y silencios e introducirnos en la
lectura de los siempre apasionantes textos foulkesianos.
Como editor, quisiera, ante todo, agradecer la ilimitada ge-
nerosidad de Elizabeth Foulkes, quien en gran medida posibilitó

*. Elizabeth Foulkes: «Siegmund Heinrich Foulkes. Bibliography», en


Malcolm Pines (ed.): The Evolution of Group Análisis, Routledge & Kegan
Paul, Londres, 1983.

9
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

este proyecto editorial al ceder de manera absolutamente desinte-


resada los derechos de autor para la traducción y publicación de
las obras de S. H. Foulkes. El objetivo de Elizabeth iba en la mis-
ma dirección que el del autor, es decir, que los textos foulkesianos
se difundieran a lo largo y ancho de los países hispanohablantes.
Su muerte, acaecida en agosto de 2004, tan sólo le permitió ver la
maqueta en CD del primer libro —Introducción a la psicoterapia
grupoanalítica— y desgraciadamente le ha impedido comprobar
que sus anhelos serán, en breve, una auténtica realidad.
Siguiendo con el capítulo de agradecimientos debo hacer men-
ción especial a la figura del Dr. Juan Campos, quien no sólo alen-
tó desde los inicios esta aventura en cierto modo quijotesca, sino
que, gracias a su amistad personal con Elizabeth Foulkes, contri-
buyó de manera muy especial y decisiva a la viabilidad del pro-
yecto. Por ello, vaya mi más profundo agradecimiento y gratitud.
Asimismo, debo agradecer los esfuerzos y el apoyo de Luis Fau,
editor argentino, cuya inestimable colaboración fue de gran ayuda
en el pasado y esperemos que lo sea en un próximo futuro.
La traducción de estas obras completas ha corrido a cargo
de Javier Guerrero, excelente profesional, que ha sabido de ma-
nera magistral adaptar el estilo, en ocasiones repetitivo, de S. H.
Foulkes a una prosa castellana amena y fluida.
El diseño de cubierta ha estado a cargo de María José del
Rey, fiel compañera de aventuras editoriales que, con su asom-
brosa creatividad y enorme capacidad de trabajo, ha conseguido
dotar de una impecable presentación a estos volúmenes.
Por último, quisiera hacer una breve aclaración acerca del
contenido de esta obra. Lo que hoy se presenta al juicio de los
lectores son los cuatro libros que S. H. Foulkes escribió —solo
o en colaboración— a lo largo de su vida. No se incluyen los
numerosos artículos aparecidos en diferentes revistas y publi-
caciones científicas. Por parte del editor existe el firme compro-
miso de reunir en un quinto volumen una selección de textos
escogidos de S. H. Foulkes que abarquen tanto la teoría como el
método grupoanalíticos.

Pere Mir, Barcelona, octubre de 2004

10
01

Introducción a la primera edición castellana de


las obras completas de S. H. Foulkes
por Juan Campos Avillar

El editor de estas obras completas, Pere Mir, me pidió que


contextualizara y actualizara mi prólogo a la edición española
del último de los libros de Foulkes, Psicoterapia grupo-analítica:
método y principios, publicado por Gedisa en 1981. Ello implica
veinticinco años de historia del desarrollo del grupoanálisis en
España, Europa y el mundo entero, con especial énfasis en los
países de habla hispana.
Quizá que comience con la anécdota de cómo surgió la idea
de la traducción de aquel libro. Todo empezó en el encuentro en-
tre psicoanalistas y grupoanalistas en el International Colloquium
on Group-Analytic Psychotherapy celebrado en Londres el 27 y
28 de julio de 1975, en el marco de un Congreso de la Asociación
Internacional de Psicoanálisis. Foulkes inició aquel coloquio con
una charla publicada sólo en GAIPAC con el título de «Qualifi-
cation as a psychoanalyst as an asset as well as a hindrance for the
future group analyst».* Era la despedida del «psicoanalista freu-
diano» consciente de la imposibilidad de desarrollar las terapias
grupoanalíticas dentro del contexto del psicoanálisis ortodoxo.
Asimismo estas confesiones suponían cerrar con broche de oro su
labor como editor de GAIPAC, que ejercía desde el lanzamiento
de la publicación en 1967. Para mí aquel coloquio fue la revelación
que me lanzó a buscar las tres restantes esquinas del asunto de su

*. S. H. Foulkes: «Qualification as a psychoanalyst as an asset as well as


a hindrance for the future group analyst», GAIPAC, 8, núm. 3 (octubre de
1975), 177-185.

11
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

grupoanálisis del que Foulkes —siguiendo la máxima de Confucio


que toma como divisa en su libro introductorio— sólo me mostró
la primera. Esta experiencia vino a reforzar la impronta que había
recibido trabajando para él en el Maudsley e imprimió un marcha-
mo a mi tarea como psicoanalista y grupoanalista para el resto de
mi vida. El coloquio terminó en el jardín de la casa de Foulkes en
7 Linnell Close, donde en un aparte hablamos del congreso de la
Asociación Internacional de Psicoterapia de Grupo que tenía que
celebrarse en Madrid aquel mismo año y nos lamentamos de la es-
casa penetración que había tenido hasta entonces su pensamiento
en el mundo hispano. Aduje que en parte se debía a que su obra
apenas había sido vertida al castellano y a que los traductores del
libro de Paidós* lo habían hecho desde el prejuicio psicoanalítico,
como prueba el mismo título. Los países donde hasta entonces
había prosperado su grupoanálisis eran tan sólo alguno de habla
inglesa, o donde el inglés era la segunda lengua, o aquellos en los
que se había traducido. Hasta entonces, Foulkes había sido mi
maestro, desde entonces pasamos a ser colegas y amigos.

Comentarios a un prólogo póstumo de S. H. Foulkes**

Esta versión debería haber aparecido hace ya más de cinco


años, , en julio de 1976, coincidiendo con el malogrado VI Con-
greso Internacional de Psicoterapia de Madrid, que se celebró en
Filadelfia un año después. Dificultades editoriales y la triste des-
aparición del autor provocaron que la publicación se pospusiera.
Mi interés y premura en que la obra se publicara cuanto antes
obedecía, entonces, a dos intenciones fundamentales. Se trataba,

*. S. H. Foulkes Psicoterapia psicoanalítica de grupo, Paidós, Buenos Aires,


1964. Título original Group Psychotherapy: The Psycho-Analytic Approach,
Penguin, Middlesex, 1957, cuyo texto sería modificado por el autor en siguien-
tes ediciones. La nueva traducción de este libro constituye el segundo volumen
de estas Obras Completas.
**. Se reproduce aquí, con leves modificaciones, el prólogo a la edición
española del último libro de Foulkes: Psicoterapia grupo-analítica: método y
principios, Gedisa, Barcelona, 1981, cuya nueva traducción se presenta en el
cuarto volumen de estas Obras Completas.

12
Introducción a la primera edición en castellano

por una parte, de reparar el relativo vacío que en los ambientes


de habla hispana se había hecho a la literatura grupoanalítica y,
por otra, de corregir en lo posible algunos de los malentendidos
que por poca fidelidad en la traducción de la obra de Foulkes se
habían difundido. Sobre este tema mantuvimos largas conver-
saciones e intercambiamos correspondencia. De ésta entresaco
algunos párrafos en los que justifico mi atrevimiento en rescatar
del olvido un prólogo que bien podría haber escrito el propio
Foulkes. El 13 de octubre de 1975 me decía:

Muchas gracias por tu amable carta, en particular me com-


place que el asunto de la traducción esté ya en marcha. No creo
que vayas a encontrar especiales dificultades al respecto.
En lo que hace al prólogo, creo que sería preferible que tú
mismo lo escribieras. No obstante, me gustaría que en el mis-
mo hicieras constar un hecho, y es que esta traducción hace
asequible el libro a Sudamérica. Además, tengo la impresión de
que la aproximación al grupo que allí se hace, a pesar de ciertas
diferencias, va en la misma dirección que la mía.

No entendía yo en aquel entonces el porqué de su empeño en


que fuera yo quien escribiera el prólogo, ni podíamos tampoco pre-
ver su prematura muerte ni las circunstancias que tanto dificulta-
rían la publicación del libro. De hecho, yo tenía la secreta esperan-
za de que lo escribiera él mismo. ¡Ya le convencería! Además, me
hacía la ilusión de que la publicación de esta versión iría seguida
por la del libro de teoría en el que Foulkes venía trabajando.* A mi
modo de ver, Psicoterapia grupo-analítica: método y principios sin
su gemelo y compañero de viaje no es una obra acabada, aunque
no sea precisamente un libro que ande cojo de teoría. Su capítulo
sexto, y en particular las partes II y III —«El conductor en acción
en tanto grupo-analista» y «Observaciones y máximas»—, está
preñado de ella, tanto que a alguien que no esté bien familiarizado
con el resto de sus escritos le resultará difícil apreciarlo.

*. Entiendo hoy que fue afortunado que no nos dejara una biblia que nos
habría privado de la libertad de seguir teorizando.

13
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Prologar una obra inacabada no es tarea fácil y aún menos


cuando la obra de que se trata pertenece a aquel que a uno le ini-
ció en este «oficio imposible» de las psicoterapias. Lo único que
me justifica en este intento es el compromiso que adquirí con
su autor. Abrumado por la responsabilidad, sin embargo, y sin
ánimo de zafarme de ella, he pensado que lo mejor sería rescatar
lo que el propio autor quisiera haber dicho en esta primera edi-
ción de su libro dirigida a los lectores de habla hispana. Para ello,
afortunadamente, me encuentro en una situación de privilegio,
pues aparte de las muchas horas que discutiendo con él habíamos
tratado el tema, recientemente descubrí que en su última carta
este prólogo estaba ya prácticamente escrito. Me limitaré, pues, a
traducir sus palabras, omitiendo naturalmente confidencias per-
sonales que no hacen al caso, y a añadir después unos comen-
tarios que puedan facilitar la comprensión del texto dentro del
contexto grupal donde se originó y hacia el que va dirigido.
A vuelta de correo, y en contestación a una misiva mía, recibí
una extensa carta con detalladas instrucciones para el prólogo:

Londres, 27 de octubre de 1975

Querido Juan:
Muchas gracias por tu carta del 19 de octubre referente a
la buena marcha de la traducción española de Group-Analytic
Psychotherapy: Method and Principles. El libro de Pelican está
ya en el correo —es uno de los últimos ejemplares que me que-
dan— junto con una lista de las traducciones de mis publica-
ciones hasta la fecha.
Respecto al prólogo, no creo que sea necesario hacer un
extenso tributo al trabajo sudamericano; su prejuicio es tal
como tú apuntas, pero puede que cambie con el tiempo. Hay
un grupo de colegas en Perú —sobre todo gracias al trabajo
del Prof. Seguin—, que pienso que se hallan positivamente
inclinados hacia nosotros; Feder y otros de México se mues-
tran también amistosos, después de sus diferencias con sus
colegas kleinianos. Miller de Paiva, de Argentina, escribe de
manera interesante en GAIPAC, aunque utilice jerga bionia-

14
Introducción a la primera edición en castellano

na; y B. Blay Neto, actual director ejecutivo de la FLAPAC


(Federação Latino-Americana de Psicoterapia Analítica de
Grupo), con sede en São Paulo, se ha mostrado siempre muy
amistoso.
Creo que el libro de Grinberg y otros no es del todo malo
aun cuando, como tú dices, no hayan entendido mi punto de
vista correctamente. Todos ellos se vieron influidos aquí en
Londres por los kleinianos de la Tavistock, etc. Yo tuve más
bien poco contacto con ellos. El principal malentendido es que
ellos creen que yo doy sólo interpretaciones al grupo como un
todo y de que nosotros enfatizamos la comunicación verbal so-
lamente, mientras que lo que yo siempre dije es que en el típico
grupo terapéutico grupoanalítico nosotros lo que hacemos es
tratar al individuo en el contexto de la situación global, repre-
sentada en este caso por el grupo y sus fronteras.
Esto supone un contraste con los grupos de tarea —lo que
Bion llama grupos de trabajo—, que yo mismo había designado
mucho antes como grupos «con una ocupación» y que deben ser
enfocados básicamente como un grupo en función de su tarea o
bien en función de la organización más amplia de la que son una
parte. El primero y más importante estudio experimental de este
tipo de grupos se llevó a cabo en la primera comunidad terapéu-
tica del hospital militar de Northfield (véase mi libro introduc-
torio).* Este desarrollo fue independiente del de Bion.
En cualquier caso lo que en general es poco conocido es
que yo empecé a tratar grupos con un enfoque psicoanalítico
dos o tres años antes de que lo intentara cualquier otro.
En América mi enfoque «holístico» (punto de vista que
sostiene que un todo orgánico o integrado tiene una realidad
independiente y mayor que la de la suma de sus partes) se ha
intentado relacionar a menudo con el de Kurt Lewin, que es el
único a quien allí conocían cuando visité Estados Unidos en
1948-1949. Apenas había oído hablar de él y, que yo sepa, no
me he visto nunca influido por él. La manera en que he veni-
do utilizando el término «dinámica grupal» (group-dynamics)

*. Es decir, este volumen. (N. del E.)

15
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

es en el sentido de psicodinamia en el grupo, mientras que K.


Lewin, pienso, se mostraba bastante opuesto a los puntos de
vista del psicoanálisis. Ellos descubrieron los efectos de los
grupos de sensibilización (T-groups), de manera más bien acci-
dental, alrededor de 1946, mientras que, en mi caso, el grupoa-
nálisis fue un proceso desde mi experiencia como psicoanalista
que se remonta a finales de 1939. La afinidad que pueda existir
entre las orientaciones «holísticas» de Kurt Lewin y la mía es
posible que se de mi trabajo bajo la dirección del neurobiólogo
Kurt Goldstein.
Nosotros, los psicoanalistas de Frankfurt, teníamos también
contactos con algunos de los sociólogos de allí, a través de Max
Horkheimer y su círculo. Personalmente aquí en Londres man-
tuve provechoso contacto con Franz Borkenau y Norbert Elias,
ambos buenos conocedores del psicoanálisis y del grupoanálisis,
e igualmente con el antropólogo Mayer Fortes. (Borkenau había
estado en Frankfurt con Horkheimer y Elias con Karl Mann-
heim.) Lo que importa es que por aquel entonces los sociólogos
me aseguraron que no había literatura relevante alguna sobre so-
ciología de los grupos pequeños. Desde entonces, sin embargo,
he aprendido muchas cosas de la literatura antropológica.
Otros puntos de especial significación en mi enfoque fue-
ron el establecimiento de una situación básicamente no es-
tructurada y el descubrimiento de la «discusión de flujo libre»
que se producía entre los miembros del grupo en su conjunto
como equivalente de la «asociación libre». La tarea continua
en el grupo consiste en el análisis gradual y la descodificación
mutua de todo comportamiento observable, incluida toda la
sintomatología psicosomática como enfermedades recurrentes,
accidentes, etc. Es a todo esto a lo que llamo comunicación.
La elaboración aquí corresponde a la de «hacer consciente lo
inconsciente» en psicoanálisis. Cuando esta elaboración se ha
producido, es cuando son posibles el insight y la capacidad de
formular los problemas en términos verbales. Grinberg y cola-
boradores suyos no lo entendieron así en su tiempo, y muchos,
especialmente en Sudamérica, parece que piensan que lo que
quería decir era del orden de una interpretación intelectual.

16
Introducción a la primera edición en castellano

Otra característica de mi enfoque tiene relación con el


«aquí y ahora»; si bien nunca hice de ello un eslogan, porque
desde el principio resultaba esencial para mí centrar la aten-
ción tanto en las situaciones de conflicto actuales de la vida
real como en la situación terapéutica. Ello no quiere decir que
rechace recuerdos y repeticiones del pasado cuando aparecen
en el contexto presente.
Probablemente tú ya conocías la mayoría de las cosas que
te acabo de decir, y en parte han sido dichas en otras ocasiones,
pero pensé que te resultaría útil recalcarlas en el caso de que
desees destacar esquemáticamente algunas características de mi
enfoque. Espero que te sirvan de ayuda.
Con mis mejores deseos. Cordialmente tuyo

S. H. Foulkes, MD. FRC. Psych.

Posdata a una presentación y un prólogo póstumo

Bien poco me queda por añadir a esta carta. En efecto, de


las cosas que allí me dijo Foulkes pocas me sonaban a nuevas.
Con excepción, quizá, del detalle acerca de sus relaciones con
Kurt Lewin, lo demás habíamos tenido ocasión de comentarlo
y discutirlo más de una vez. Siempre me preocupó comprender
por qué la teoría y práctica grupoanalíticas no habían sido bien
entendidas del otro lado del Atlántico, así como la escasa acepta-
ción y difusión del grupoanálisis en las Américas. En mis viajes
a Londres, y en mis visitas a Foulkes, esta cuestión era a menudo
tema de nuestras conversaciones. Yo he escrito sobre ello larga-
mente,1 pero a la luz de este prólogo, y con ocasión de la publica-
ción de este su último libro en versión española, creo que merece
la pena que me extienda algo al respecto.
El interés por esta cuestión se despertó en mí coincidien-
do con los inicios de mi formación como psicoanalista y como
analista grupal en el Postgraduate Center for Mental Health de
Nueva York. Me dirigí allí precisamente por sugerencia y re-
comendación de S. H. Foulkes, por ser este centro, en aquel

17
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

entonces, el único instituto psicoanalítico que ofrecía un pro-


grama reglado de formación como analista grupal a la par de la
clásica formación en psicoanálisis individual. Cuál no sería mi
sorpresa al darme cuenta de que no habían entendido nada de
Foulkes, quien había estado allí aquel mismo año y a quien se
respetaba altamente en aquel lugar. Alexander Wolf y Emanuel
Schwarz acababan de publicar su polémico artículo «The Myth
of Group Dynamics» y entendían a Foulkes como un grupodi-
namicista más, a pesar de reconocer en él su condición de psicoa-
nalista freudiano clásico. En mi condición de alumno, esta falsa
acusación me dejó perplejo. Había estado trabajando con S. H.
Foulkes en el Maudsley el año anterior, él era quien me había ini-
ciado en el campo del psicoanálisis y con quien había dado mis
primeros pasos como psicoterapeuta, en cambio, mi compren-
sión del grupoanálisis no tenía nada que ver con lo que de él se
nos enseñaba en el Postgraduate. Tardaría años en comprender
por qué es tan difícil entender cuál es la esencia del grupoanálisis
y de dónde procede la resistencia a averiguarlo.
La primera pista me la dio el propio Foulkes en una ponencia
que nos dirigió el 27 de julio de 1975, durante el International
Colloquium on Group-Analytic Psychotherapy. Las limitacio-
nes del analista son consideradas allí como resistencias y la prin-
cipal defensa en relación con la psicoterapia grupal se describe
como un intento de aproximar la situación grupoanalítica a la
psicoanalítica, con la cual los psicoanalistas están familiarizados
y donde se sienten cómodos, y termina aclarando:

No hay ninguna necesidad para estas resistencias y defen-


sas. Si, por el contrario, son genuinamente superadas y se aban-
donan actitudes «partisanas», mantenidas emocionalmente, es
posible alcanzar una actitud verdaderamente científica, una to-
tal integración. Esto resulta especialmente cierto con aquello
que hoy empieza a ser conocido como «psicoterapia psicoa-
nalítica». En este contexto, el término psicoterapia se consi-
dera de igual calidad al de psicoanálisis y no como un método
inferior o más barato tal como solía ser el caso. En este mismo
sentido yo denominé a mi propio método «psicoterapia gru-

18
Introducción a la primera edición en castellano

poanalítica» y no psicoanálisis grupal. El psicoanálisis clásico


quizá debería ser contemplado y entendido en el marco con-
ceptual del propio tiempo de Freud.2

Dos elementos destacan en este párrafo: por una parte la re-


valorización de la psicoterapia y de la psicoterapia grupal como
métodos terapéuticos con igual valía que el psicoanálisis y, por
otra parte su adhesión al método científico y a una correcta «ac-
titud analítica». Comentaré ambos aspectos más adelante, pero
en lo que quiero hacer hincapié aquí es en que al propio S. H.
Foulkes —por su formación psicoanalítica y por permanecer
hasta el final de sus días fiel a la Asociación Internacional de
Psicoanálisis y no arriesgarse a perder la condición de analista
didacta de la British Psychoanalytic Society— no le eran ajenas
estas mismas resistencias ni tampoco le fue fácil superar aquellas
que le presentaba su ambiente y su tiempo.
Para mí la principal resistencia que la formación psicoanalítica
alimenta está en el marco conceptual teórico donde nos encuadra
y a partir del cual se contempla toda la práctica psicoterapéutica.
Dar el salto que va desde la situación grupal-analítica implica
una ruptura paradigmática que no es fácil de asimilar, mas cuan-
do esta ruptura se ve obligada a darse naturalmente desde dentro
de un contexto social, profesional, extremadamente dogmático
y rígido tal como vino siendo hasta ahora el de las sociedades
psicoanalíticas. Como dirían S. H. Foulkes y E. J. Anthony en
su libro Group Psychotherapy: The Psychoanalytic Approach, a
partir de su segunda edición enmendada, Penguin, 1965:

Los autores consideramos que los conceptos psicoanalíti-


cos, clínicos y teóricos, están firmemente enraizados, en pri-
mer lugar, en la situación individual y, después, en la situa-
ción bipersonal. No existe una razón intrínseca por la cual el
psicoanálisis no deba extender en un futuro su dimensión y
reclamar que el grupoanálisis es psicoanálisis en una situación
multipersonal. No obstante, si se afirmara esto, y en el preci-
so momento en que se afirmara, quedaría claro que la teoría y
la práctica psiconalíticas en su conjunto tendrían que cambiar

19
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

y alejarse mucho de la idea y la intención de su creador. Por


el momento, pensamos como psicoanalistas que esta disciplina
tiene una importante función que cumplir sobre sus propias
bases. No pretendemos inaugurar otra escuela más de pensa-
miento neoanalítico.
Entretanto, rechazamos con firmeza la idea de que las ex-
periencias en psicoterapia de grupo deberían quedar limitadas a
los conceptos analíticos actuales. El grupoanálisis es libre para
desarrollarse dentro del marco más amplio de la psicoterapia, y
sus efectos dentro de este marco han sido descritos como una
revolución.3

Desde el primer momento, Foulkes estaba íntimamente con-


vencido de que para el desarrollo del grupoanálisis no bastaba con
tomar prestados conceptos psicoanalíticos y aplicarlos tranquila-
mente a la situación de grupo, sino que a partir de esta situación,
y en propio derecho, la psicoterapia grupal debía desarrollar su
propia teoría. Esta convicción le llevaría a una contradicción de
la que era muy difícil escapar.
Yo no estaría plenamente de acuerdo con Malcolm Pines,
quien fue mi senior registrar en el Maudsley, cuando dice que sólo
la muerte le impidió escribir su libro de teoría. Me atrevería a in-
sinuar que más bien fue al revés, que fue su conflicto íntimo entre
querer y poder escribirlo y contemplar las consecuencias que su-
pondría hacerlo, lo que al final le llevaría a la muerte. Sé que mi
suposición es aventurada, pero existen elementos biográficos que
lo justifican. La redacción de su primer libro —Introduction to
Group-Analytic Psychotherapy: Studies in the Social Integration
of Individuals and Groups—, que llevó a cabo de un tirón, en tres
semanas, sin apenas dormir ni parar de fumar, le causó su primer
accidente cardíaco, similar al que le costaría la vida años después.
Ahora bien, dejando aparte mi interpretación, lo que sí es cierto
es que a Foulkes le resultaba sumamente trabajoso escribir acerca
de teoría, lo cual contrasta con la fluidez y sencillez con las que
expone sus experiencias clínicas. Como decía de él Malcolm Pines
en su obituario: «Foulkes nunca fue un maestro formal, su fuerza
estaba en la discusión creativa con colegas y en lo que yo llamaría

20
Introducción a la primera edición en castellano

“un monólogo creativo consigo mismo”, en el que desarrollaba


sus ideas y en voz alta iba explorando las posibilidades que se iban
abriendo». Obviamente esta manera de pensar y de transmitir su
pensamiento no encuentra su mejor vehículo en el lenguaje escrito
que, por fuerza, corresponde a un trabajo en solitario y no a un
contexto comunicacional como el que constituye el grupo.*
Si a Foulkes no le resultaba fácil escribir, tampoco resulta
fácil leerlo, y menos aún si hay que hacerlo traducido. Tomemos
si no como ejemplo la traducción que se hizo de la primera edi-
ción, de Penguin, de Group Psychotherapy: The Psychoanalytic
Approach (1957). Paidós presentó el libro con el título de Psico-
terapia psicoanalítica de grupo,5 nada más engañoso ni posible-
mente más apartado del sentido y de la intención que tenían sus
autores al poner el título original. El traductor no se percató en
absoluto de que un enfoque psicoanalítico en psicoterapia gru-
pal conduce al grupoanálisis y no a la psicoterapia psicoanalítica
de grupo, nombre por otra parte acuñado por Alexander Wolf y
Emanuel Schwarz para definir su particular enfoque de psicoa-
nálisis en grupo al que ellos se dedican.6
Queda claro aquí que la dificultad no está en el texto, sino
más bien en el contexto —psicoanalítico o grupoanalítico— des-
de el que se realiza la lectura. El traductor y el editor no pueden,
en el Buenos Aires de 1965 —mismas fechas en que aparece la
revisión inglesa del libro—, entender que psicoanálisis y gru-
poanálisis sean cosas que, aunque emparentadas, son distintas;
o quizá, sencillamente, que resulte vendible un libro cuyo título
no vaya calificado de psicoanalítico.
Foulkes es uno de los pocos psicoanalistas con una formación
clásica freudiana que ni renunció nunca a su condición de psico-
terapeuta ni tampoco perdió su identidad como psicoanalista por
haberse aventurado en el misterioso y tenebroso campo de las psi-

*. S. H. Foulkes: «How can Sociology and Psychology meet». Notas ma-


nuscritas para una conferencia dictada alrededor de 1957-1958, donde justifica
por qué sobre este tema no va a escribir un libro. Sólo después de retirarse del
Maudsley se atrevió a organizar un symposium que se publicó posteriormente
en S. H. Foulkes y G. Steward Prince (eds.): Psychiatry in a Changing Society,
Tavistock Publications, Nueva York, 1969.

21
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

coterapias de grupo. Muchos otros, entre ellos el propio Wilfred


Bion, retornaron al psicoanálisis individual después de una época
de entusiasmo por el grupo, entonando arrepentidos un mea cul-
pa; o bien, sencillamente, perdieron interés en los grupos y nun-
ca más hablaron de ello. Ni siquiera para Foulkes fue tarea fácil
mantenerse en este campo, y la lucha que le supuso y las contra-
dicciones que tuvo que superar quedan reflejadas en el contenido
de sus escritos. La aparente incompatibilidad del psicoanálisis con
el grupoanálisis deriva de un mal entendimiento de lo que son los
objetos propios y específicos de uno y otro. El primero se pre-
ocupa del funcionamiento de la mente humana y la génesis de la
personalidad normal o patológica; mientras que el segundo es una
forma de psicoterapia, un tratamiento mental que se da dentro de
un contexto de grupo, al mismo tiempo que es el grupo el que
hace posible el cambio de las personas que a él se someten cuando
este grupo viene conducido en líneas analíticas.
El principal mérito de S. H. Foulkes, su aportación más va-
liosa a la tarea de transformación, de cambio en la práctica analí-
tica de las psicoterapias de grupo iniciadas por él, radica para mí
en la «actitud analítica» que él fue capaz de desarrollar y mante-
ner gracias a su personalidad, a su extensa y profunda formación
y experiencia como psicoanalista, como psiquiatra y como psi-
coterapeuta. La característica fundamental de esta actitud analí-
tica es el convencimiento de que «todo lo que sucede dentro de
un contexto, todo, sin excepción, está allí para ser analizado».
Las ideas holísticas, organísmicas, gestálticas de sus maestros K.
Goldstein y A. Gelb, en un pequeño equipo de siete que traba-
jaba como un grupo, y el influjo de la Escuela de Sociología de
Frankfurt a la que le unían estrechos lazos, contribuirían al de-
sarrollo de la actitud científica y terapéutica con la que afrontó
su tarea grupal. Ésta es la actitud que le llevaba entre otras co-
sas a abstenerse de transferir conceptos propios del psicoanáli-
sis —situación diádica transferencial— a la situación terapéutica
multipersonal del grupo terapéutico, con el mismo rigor tanto si
se trataba de grupos naturales —de familia y sus plexos— como
de grupos transferenciales de extraños. Esta preocupación, junto
con su esmero en diferenciar sus funciones como psicoanalista

22
Introducción a la primera edición en castellano

de las de grupoanalista, son en parte responsables del estilo per-


sonal de S. H. Foulkes y de la incomprensibilidad atribuida por
algunos a sus escritos.
La práctica del psicoanálisis en las Américas, el boom en el
Cono Sur y en América del Norte, se apoya en las actitudes so-
ciales de una profesión elitista —la médica— y en una clase media
ansiosa de instant happiness y de escalar posiciones de perfección,
poder y prestigio mediante un pago. No es de extrañar que en es-
tas circunstancias el psicoanálisis se convierta en un preciado pro-
ducto de mercado explotable dentro de un sistema liberal de prác-
tica médica. Naturalmente, ello llevaría a privilegiar la orientación
individualista frente a la grupal y, asimismo, a considerar al grupo
como un método equivalente a una masificación del psicoanálisis,
una concepción de «producción en cadena» de menor calidad que
el individual y «hecho a mano», y como máximo, un second best
product para repartir en los hospitales psiquiátricos con el fin de
remediar injusticias sociales.
La orientación de S. H. Foulkes fue y siguió siendo radi-
calmente distinta. La misma manera de iniciar su primer grupo
psicoterapéutico nos da una idea de ello. Al contrario de lo que
se cree y de lo que hicieron la mayoría de los psicoanalistas, si
Foulkes pensó en montar grupos no fue nunca ni para aumentar
su productividad y rendimiento como psicoanalista, ni tampoco
para hacer asequible a grandes masas de población un psicoanálisis
barato. El primer grupo analítico lo condujo Foulkes en la sala de
espera de su consultorio en la pequeña ciudad de Exeter, en 1939.
Se encontraba allí como psicoterapeuta en el consultorio —en la
surgery— del Dr. R. N. Craig, un médico general con el que se
había asociado. Tal como cuenta él mismo, en una grabación que
conservo, con la guerra había tenido que interrumpir su prácti-
ca psicoanalítica en Londres. Estaba al mismo tiempo esperando
incorporarse a filas como psiquiatra militar, para lo cual se había
presentado voluntario, y decidió instalarse en esta pequeña ciudad
que se encontraba cerca del hospital de Northfield, donde des-
pués le destinarían. En estas circunstancias, mientras esperaba, no
podía iniciar curas psicoanalíticas clásicas. Se encontraba, además,
relativamente aislado de la comunidad psicoanalítica. Así pues, se

23
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

dedicó a hacer psicoterapias de orientación psicoanalítica de una,


dos o tres veces por semana. Recobró con ello su vocación de psi-
coterapeuta, de cuyo ejercicio le había distraído durante muchos
años su dedicación exclusiva al psicoanálisis y al análisis didáctico.
Es más, de los cuatro grupos en los que se basa su artículo, dos
se desarrollaron en la Clínica de Higiene Mental de Exeter, don-
de ejercía la psicoterapia la señora Lewis, una trabajadora social.
Ello fue como una liberación que experimentó cual bocanada de
aire fresco que le devolvía a los tiempos de la Clínica del Instituto
Psicoanalítico de Frankfurt, que él había dirigido a principios de
la década de 1930. Al mismo tiempo Foulkes se percató de que la
actitud analítica desarrollada en los años de dedicación al psicoa-
nálisis había potenciado su eficacia como terapeuta y afinado su
capacidad para entender procesos psicoterapéuticos.
Cuando Foulkes empezó a recibir pacientes con toda su fa-
milia, se atrevió a explorar una idea que le venía intrigando des-
de hacía mucho tiempo. ¿Qué sucedería —se preguntaba él— si
juntara a todos estos pacientes que están en tratamiento conmigo
y nos pusiéramos a discutir todos libre y francamente lo que allí
sucede? Así lo hizo. La experiencia fue un éxito. A su vuelta a
casa le dijo a su esposa: «Hoy se ha producido un acontecimien-
to histórico en psiquiatría, pero nadie lo sabe». Se había colo-
cado la primera piedra de lo que iba a ser el futuro grupoanáli-
sis. El grupoanálisis había nacido y las olas que levantaría no se
detendrían en las orillas del grupo terapéutico analítico. Queda
claro pues, que cuando, en marzo de 1943, Foulkes se incorpora
al Northfield Neurosis Rehabilitation Centre, lo hace con un
bagaje de experiencia ya procesada —tres años trabajando como
psicoanalista con grupos psicoterapéuticos—, decidido a publi-
car su primer trabajo sobre el tema* y preparado para enseñar
a sus camaradas de armas lo aprendido con pacientes civiles en
tiempos de guerra.**

*. S. H. Foulkes y E. Lewis: «Group Analysis. Studies in the Treatment of


Groups on Psycho-Analytical Lines», British Journal of Medical Psychology,
20 (1944), 175-184.
**. S. H. Foulkes: «A Memorandum on Group Psychotherapy», AMD 11
BM 33/02/02 (julio de 1945). Para uso militar.

24
Introducción a la primera edición en castellano

No quiero extenderme aquí en el papel que S. H. Foulkes


desempeñó en los experimentos de Northfield, esa magnífica
aventura de la psiquiatría británica de guerra que él mismo na-
rra pormenorizadamente en varios de sus escritos.* Northfield
fue la cuna de la psiquiatría social inglesa. Psicoterapias de gru-
po, comunidades terapéuticas y clubes sociales terapéuticos, hoy
hospitales de día, tuvieron allí su inicio. Vale la pena destacar, no
obstante, la distinción que hace Foulkes entre «grupos con una
ocupación» y «grupos grupoanalíticos», respecto a sus funciones
específicas; su prioridad en el concepto, así como el amplio uso
que de éste haría tanto en el ala de rehabilitación de Northfield
como en la organización de los distintos servicios en hospitales
civiles, actividades docentes y sociedades o esquemas que él ins-
piró o puso en marcha.
Cuando se contempla en retrospectiva la obra de Foulkes
uno no puede menos que quedar impresionado por el coraje de
su esfuerzo pionero y por la fecundidad, eficacia y solidez de la
tarea por él emprendida. Su primer libro nos da una idea de cuá-
les eran la ambición y el talante de dicha persona, qué es lo que
iba buscando y hacia dónde se dirigían sus pasos con tanto es-
fuerzo. El subtítulo del mismo —«Estudios acerca de la integra-
ción de individuos y grupos»— refleja patentemente cuál es la
intención de su Introducción a la psicoterapia grupoanalítica.7 La
tarea era ciertamente ambiciosa. Se trataba de tomar la antorcha
de Freud, donde éste la había dejado como psicólogo grupal, y
llegar al análisis del grupo desde la psicología del yo. No conten-
to con ello, se había propuesto darle a toda esta psicología un uso
terapéutico y una proyección social. Aquel libro venía encabe-
zado por la máxima de Confucio ya mencionada y que, para mí,

*. S. H. Foulkes: «Group Analysis in a Military Neurosis Centre», Lan-


cet, 1 (1946), 303-313. También en M. Rosenbaum y M. Berger (eds.): Group
Psychotherapy and Group Function, Basic Books, Nueva York, 1963, 469-476.
El primer texto está traducido al castellano en Revista Militar Argentina, 47
(1948), 319-324. El texto en el que se da a conocer el grupoanálisis en Estados
Unidos se encuentra en el informe de la visita que la comisión presidida por K.
Meninger hizo al hospital militar de Northfield, publicado como «Principles
and Practice of Group Therapy», Bulletin of the Meninger Clinic, 10 (1946),
pp. 85-89.

25
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

constituye el leitmotiv, el eslogan en el desarrollo intelectual de


Foulkes y concretamente marca el estilo de su manera de apren-
der y de enseñar a otros a hacerlo. La máxima dice así:

No expongo mis enseñanzas a aquellos que no estén an-


siosos por aprender; no ayudo a nadie que no esté ansioso por
explicarse; si, después de haberle mostrado una esquina de la
cuestión, un hombre no puede proseguir hasta descubrir las
otras tres, no repito la lección.

Comentaba en 1975, que en esta moderna versión del juego


de las cuatro esquinas, Foulkes desde el diván llega al círculo y
una vez en él busca cómo triangularlo evitando su cuadratura.
Foulkes es un pensador sistémico que se adelanta a su tiempo.
Las primeras páginas de Introducción a la psicoterapia grupoana-
lítica parecen escritas por Bertalanffy aun cuando, por aquellas
fechas, Foulkes no lo había leído. Piensa en términos de siste-
mas abiertos y a su sistema de pensamiento ciertamente no le
falta negantropía. Para él, la comunicación, la interacción entre
el todo y las partes y las relaciones entre los elementos —los in-
dividuos— y el todo —la sociedad— constituyen el foco de su
análisis grupal. La psicología y la sociología se encuentran en el
grupo grupoanalítico, constituido por un número suficientemente
pequeño de personas como para que entre ellas la comunicación
y la interacción, cara a cara, siga siendo socialmente pertinente.
Como decía Foulkes, el grupoanálisis es un método de psicote-
rapia en grupos pequeños, pero también un método para estudiar
grupos y el comportamiento de los individuos humanos en sus
aspectos sociales.
Constituye a la vez un método de investigación, una teoría
y una forma de terapia que cabe aplicar a individuos sanos o
enfermos, a grupos primarios o secundarios o a organizaciones
sociales de mayor o menor complejidad, y ello con fines terapéu-
ticos, de formación, de aprendizaje o llanamente de solución de
problemas vitales. La labor de S. H. Foulkes, su campo de apli-
cación y de investigación, no se limita, sin embargo, al grupo te-
rapéutico pequeño. El círculo que lo simboliza se expande y cre-

26
Introducción a la primera edición en castellano

ce hasta convertirse en una tabla redonda que descansa siempre


sobre un trípode. En el ámbito de la teoría sus tres patas vienen
constituidas por la teoría reticular social —the network theory
of neurosis—, por la de la matriz grupal —the group matrix—,
dinámica de la situación terapéutica, y por la de los procesos de
formación y organización social de los psicoterapeutas. Adop-
tando uno de sus conceptos, me atrevería a calificarla de teoría
de los professional plexus, pues se ocupa de las maneras en que
el profesional científico, el psicoterapeuta, desarrolla su actitud
analítica, conceptualiza, organiza y justifica su práctica y se con-
vierte en agente de cambio terapéutico.8
Los grupos de Foulkes, como ya sabemos, se iniciaron en un
contexto psicoterapéutico. Su curiosidad de investigador lo llevó
a acumular datos clínicos acerca de los procesos terapéuticos que
se producen en el marco de un grupo cuando éste adopta como
norma y estilo de comunicación la discusión de flujo libre y las
comunicaciones e interacciones que allí se dan son recibidas y tra-
tadas con una actitud analítica. La búsqueda de S. H. Foulkes iba
dirigida hacia la formulación de una teoría dinámica de los proce-
sos psicoterapéuticos que utilizara conceptos operacionales y que
«se estudie, se formule y se aplique al proceso real de la terapia.
Esta ciencia estudiará los procesos de cambio a través de la obser-
vación clínica en la situación terapéutica, aceptando y explotan-
do completamente la idea de que la terapia es investigación y la
investigación en este campo es terapia».9 Cuando Foulkes —uno
de los pocos psicoanalistas con experiencia en análisis grupal que
se incorporaron a Northfield— se dedicó a los «grupos con una
ocupación», el tratamiento y la rehabilitación de los soldados neu-
róticos para la vida civil o para su reincorporación a filas, lo que
hizo fue extender a aquella situación concreta la formulación de su
experiencia como psicoterapeuta y adaptarla al contexto global y
a la tarea específica de terapia, rehabilitación o aprendizaje de los
grupos en que intervino. Lo mismo haría después en su trabajo en
hospitales generales o psiquiátricos y con su esquema de forma-
ción de psicoterapeutas y grupoanalistas.
El trabajo en grupo pequeño de S. H. Foulkes y el concepto
de dinámica de grupo al que llegó se confunden a veces con los

27
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

trabajos de W. R. Bion y los dinamicistas grupales analíticos de


la Tavistock y con los de Kurt Lewin y el Research Center for
Group Dynamics del MIT. De este malentendido es en parte res-
ponsable el relato que del desarrollo histórico del grupoanálisis
hace Anthony en el capítulo introductorio de la primera edición
del libro editado por Penguin. En ediciones posteriores Foulkes se
encargaría de rectificar en parte este malentendido, pese a que no
aclarase las razones. La puntualización que hace respecto a Lewin
en su prólogo disipa cualquier duda con respecto a la paternidad
putativa de K. Lewin de sus ideas y en la tercera edición de su li-
bro dice textualmente «No nos parece que la “dinámica de grupo”
se inscriba en el reducido círculo terapéutico, y en este sentido
coincidimos con Wolf y otros. Si de manera ocasional utilizamos
términos que también se usan en la obra de K. Lewin, éstos tienen
una connotación o dimensión diferente, aunque no necesariamente
chocan con el uso que él hace de los mismos. Dada nuestra orien-
tación a la “comunidad terapéutica” hospitalaria de Northfield,
advertimos que nuestros propios puntos de vista combinan bien
con los conceptos utilizados en la “teoría de campo”, y esta últi-
ma nos ha ayudado en nuestra orientación. Éste es el lugar al que
pertenece, por ejemplo, el concepto de “campo” social. Además,
existe una historia común en lo que respecta a la psicología de la
Gestalt». Aclara a continuación, sin embargo, «El término group-
dynamics es utilizado por nosotros como equivalente a group-psy-
chodynamics, en el sentido de dinámicas inconscientes de Freud.
A fin de evitar confusiones, posteriormente adoptamos el término
de “procesos grupales”».10
Por lo que respecta a W. R. Bion, sus pequeños «grupos de
estudio» y su concepto de grupo-dinamia van también por otros
derroteros. Lo que preocupa a Bion es examinar a la luz «de los
modernos desarrollos del psicoanálisis asociados con el traba-
jo de Melanie Klein»,11 la conceptualización que hace Freud de
los grupos humanos. Para ello llevó a cabo sus experiencias con
grupos. Para ello adoptó un método experimental y al parecer
nunca estuvo demasiado convencido de que su técnica sirviera
para grupos terapéuticos. El intento de integrar group dynamics
con psicoanálisis no ha tenido demasiado éxito a juzgar por los

28
Introducción a la primera edición en castellano

resultados y su proyección en el campo de las terapias grupales,


por más que lo intentaran, por ejemplo, G. A. Bach con las ideas
de K. Lewin o Ezriel y los grupoanalistas de la Tavistock con las
de Bion.* El campo donde estas ideas han resultado realmente
fecundas ha sido más bien el de la «formación para el liderazgo
dentro de una organización burocrática» del Tavistock Institute
of Human Relations y sus famosas Leicester Conferences, o en
los de sensibilización y formación en relaciones humanas del Na-
tional Training Laboratory in Group Development de Washing-
ton. El elemento educativo básico en el método de conferencia
utilizado por el primero o en el de laboratorio de los segundos
lo constituyen respectivamente el grupo de estudio bioniano y el
grupo T lewiniano.12
La proyección de la obra de S. H. Foulkes, en cambio, se ha
concretado fundamentalmente hasta ahora en el campo de la salud
mental y la formación de psicoterapeutas, por más que también
tiene aplicaciones en la educación y la resolución de problemas
organizacionales. Aparte de la labor interna de investigación, de-
sarrollo teórico y formación de terapeutas grupoanalistas llevado
a cabo por la Sociedad y el Instituto de Grupoanálisis de Londres
por él fundado, me atrevería a decir que Foulkes es quizá la perso-
na que más ha contribuido a la expansión de una psiquiatría diná-
mica y social, y de un enfoque grupal no sólo en el Reino Unido
sino en el resto de Europa. En Northfield, y en el Maudsley, gene-
raciones de psiquiatras nos formamos como terapeutas a su lado.

*. Por aquel entonces todavía desconocía yo por completo la obra de Tri-


gant Burrow, con la que no me familiaricé hasta finales de los años ochenta
del siglo pasado, al ser invitado a participar en la conferencia de investigación
«Addiction» de la Lifwynn Foundation celebrada en Bailey Farms, Nueva
York. Esta fundación, cuya actividad desde la muerte de T. Butrow en 1950
había consistido básicamente en la publicación de los escritos de éste y la trans-
ferencia de los materiales originales a los archivos de la Universidad de Yale,
a partir de octubre de 1988 decidió impulsar el interés en el trabajo de Trigant
Burrow y el primer paso en ese sentido fue la mencionada conferencia de inves-
tigación sobre adicciones a sustancias no adictivas. Desde entonces han muerto
los dos únicos miembros del grupo original que quedaban, Hans Syz y Alfreda
Galt, pero la fundación continúa sus investigaciones bajo la dirección de Lloyd
Gilden y las publica en su web (<www.lifwynnfoundation.org>) y su Lifwynn
Correspondence (<www. lifwynnfoundation.org/correspondence.htm>).

29
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Cuando se retira del National Health Service y concentra toda su


actividad en el desarrollo del grupanálisis, se crea el Instituto. Por
el Curso Introductorio en Trabajo Grupal y por el Curso de Tera-
pia Familiar pasan cada año cientos de trabajadores de salud men-
tal de disciplinas distintas del National Health Service —médicos,
enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos— que desde los ser-
vicios acuden allí a complementar una formación con orientación
grupal en su trabajo. Ésta ha sido una manera de continuar la labor
de promoción en salud mental que se inició desde la Clínica del
Instituto de Psicoanálisis de Frankfurt.
A nivel internacional, aparte de haber contribuido a lanzar lo
que hoy es la Asociación Internacional de Psicoterapia de Gru-
po, Foulkes creó el Group-Analysis: International Panel and
Correspondence (GAIPAC), los Annual European Workshops
y los Symposia de la Group-Analytic Society, que son sin duda
los elementos que más han contribuido al desarrollo de la terapia
grupal en el continente europeo.
Desaparecido S. H. Foulkes, sus colaboradores de «allende
los mares» —los overseas members de la Group-Analytic Society,
entre los que me encontraba— empezamos a preocuparnos por
el futuro de la obra por él emprendida. En el European Work-
shop de enero de 1977 nos reunimos en Londres con sus más
inmediatos seguidores. Por primera vez, Foulkes no se encon-
traba entre nosotros. Había un ambiente de duelo, pero la sen-
sación iba mucho más allá: lo que se percibía en esta reunión era
una gran angustia. Se palpaba ya que había tensiones en el seno
del Institute of Group-Analysis, la institución más propiamente
docente de la Group Analytic Society. El grupo de Londres por
el momento fue capaz de diferenciarse sin tener necesidad de es-
cindirse. Sin embargo, de él nacería poco después el Institute of
Family Therapy, organización más ecléctica en su orientación
teórica y metodología práctica que permitiría agrupar los esfuer-
zos de todos los terapeutas ingleses que estaban trabajando en
este campo, sin que por ello los grupoanalistas que lo fundaron
perdieran su interés y su contacto en el desarrollo del grupoaná-
lisis. Es más, el desarrollo del grupoanálisis en Europa, en lugar
de debilitarse, se ha reforzado y ha florecido desde la desapa-

30
Introducción a la primera edición en castellano

rición de S. H. Foulkes. Hoy, miembros de la Group Analytic


Society enseñan grupoanálisis en todos los rincones de Europa
y han contribuido a la aparición de centros de formación de te-
rapeutas grupales que, ciertamente, harán cambiar la orientación
por la que hasta ahora discurría la psicoterapia analítica en esta
área. El puente entre el psicoanálisis y el análisis grupal por el
que Foulkes tanto luchó empieza a quedar firme y sólidamen-
te tendido. En el último congreso internacional de psicoterapia
de grupo de Copenhague se eligió como presidente a Malcolm
Pines, uno de sus seguidores. Allí, el grupoanálisis desempeñó
un papel importante, y otra idea fundamental de Foulkes pare-
cía empezar a cristalizar. Se empieza a ver el camino a través del
cual poder llegar a aquella «unificada y comparativamente sim-
ple teoría acerca del campo todo del comportamiento humano
que incluye psicoterapia, grupoterapia o terapia de la comunidad
de todas clases» por la que venía suspirando Foulkes desde hace
tantos años.
Foulkes estaba ilusionado con que este libro sirviera para in-
troducir su pensamiento en el mundo de habla hispana, estaba
además convencido de que el enfoque grupal en Sudamérica iba
en la misma orientación que la suya. Esta convicción de Foulkes
difería notablemente de la mía. Mi impresión, bien al contrario,
era de que iba en un sentido radicalmente opuesto. Tardaría mu-
chos años en descubrir que él estaba en lo cierto. Hasta muy
recientemente, puesto en contacto con los seguidores de Enri-
que Pichon Rivière de la Escuela Privada de Psicología Social de
Buenos Aires, no comprendí el enorme paralelismo existente en
el desarrollo del pensamiento grupal de estos dos psicoanalistas
pioneros. Lo que tiene de común, y vale la pena explorarlo a
fondo, es que psicoanalistas ambos —kleiniano el uno, freudiano
clásico el otro— cuando se adentran en el campo de experiencia
y de terapia del grupo pequeño lo hacen con los ojos abiertos,
con la mente libre de prejuicios psicoanalíticos, y se atreven a
pensar de nuevo lo que el grupo analíticamente, científicamen-
te, aporta respecto de lo que hace a la patología, inalterable y
al cambio terapéutico, posible. Hay actitudes personales subya-
centes de orden ideológico en ambos autores que les llevan a una

31
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

búsqueda de alternativas, a la aplicación elitista del psicoanálisis


con una mayor proyección social, y aunque éstas no vengan a
cuento quizá nos expliquen por qué se atrevieron a hacerlo y lo
investigaron en serio.
Foulkes dejó de existir como había vivido. Pensando, traba-
jando, y creando desde dentro del grupo, en el curso de la que
se suponía sería penúltima sesión de una serie que venía mante-
niendo con un grupo de colegas. Así exhaló su último aliento.
Ésta fue seguramente la única sesión en su vida que él no terminó
a tiempo. Si bien es cierto que Foulkes ya no se encuentra entre
nosotros, también lo es que no nos ha abandonado. Aquella se-
sión terminó y terminó aquel grupo. Su obra, sin embargo, con-
tinúa, su contribución está presente en esta red de comunicacio-
nes y de personas en interacción —en esta matriz grupal como
diría él— que es lo que constituye, en su esencia, el grupoanáli-
sis. No en vano Foulkes dedicó su primer libro —Introducción
a la psicoterapia grupoanalítica— a sus «colaboradores pasados,
presentes y futuros». Tengo la esperanza, y también el deseo, de
que la lectura de este libro en castellano contribuya a que nazcan
muchos futuros colaboradores en esta aventurada empresa que
un día inició S. H. Foulkes.

Juan Campos, Barcelona 1980

Notas*
1. «Psicoanálisis, psicoanalistas y Terapias Grupales», en Psicología diná-
mica grupal, Fundamentos, Madrid, 1980 y «La Formación Grupo-Analítica
en la Formación de Psicoterapeutas», en José Luis Martí Tusquets y Leonardo
Satne (eds): Formación en grupos y psicodrama, Argot, Barcelona, 1979.
2. S. H. Foulkes: «Qualification as a Psychoanalyst an asset as well as a hin-
drance for the future Group Analyst», GAIPAC, 8, núm. 3 (octubre de 1975).
3. S. H. Foulkes y E. J. Anthony: Group Psychotherapy: The Psychoa-
nalytic Approach, Penguin Books, Londres, 19733, p. 17. [Versión en castella-
no: Psicoterapia de grupo: el enfoque grupoanalítico, Cegaop Press, Barcelona,
2005, pp. 17-18.]

*. Notas originales del prólogo del libro S. H. Foulkes: Psicoterapia grupo-


analítica: métódo y principios, Gedisa, Barcelona, 1981.

32
Introducción a la primera edición en castellano

4. M. Pines: «Farewell». GAIPAC, 9, núm. 3 (julio de 1976).


5. S. H. Foulkes y E. J. Anthony: Psicoterapia analítica de grupo, Paidós,
Buenos Aires, 1959.
6. A. Wolf y E. K. Schwartz: Psychoanalysis in Groups, Grune & Stratton,
Nueva York, 1962.
7. S. H. Foulkes: Introduction to Group-Analytic Psychotherapy - Studies
in the Social Integration of Individuals and Groups, Heinemann, Londres,
1948, el cual hasta su reedición por Karnac (Londres, 1983) tuve que leer en
fotocopias.
8. Juan Campos: «Terapias analíticas de familia a la luz del grupo-análisis
y de su teoría reticular de las neurosis», VIII Congreso Internacional de Psico-
terapia de Grupo, Copenhague, 1980. Versión leída en castellano por el autor
en la subplenaria del Congreso y publicada en inglés en Malcolm Pines y Lise
Rafaelsen (eds.): «Foulkes’ Network Theory and the Scope of Group Analysis
in Family Therapy», The Individual and the Group. Boundaries and Interrela-
tions, 1: Theory, Plenum Press, Nueva York y Londres, 1982, pp. 11-127.
9. S. H. Foulkes y E. J. Anthony: Psicoterapia de grupo: el enfoque grupoa-
nalítico, Cegaop Press, Barcelona, 2005, pp. 362.
10. Ibídem, p. 22
11. Juan Campos: «Leyendo a S. H. Foulkes con ánimo de entenderlo»,
Clínica y análisis grupal, 20 (1980).
12. W. R. Bion: «Group Dynamics (Re-view)», International Journal of
Psycho-Analysis, 33 (1952), 2.

33
El desarrollo del grupoanálisis
en los países de habla hispana

Han pasado veinticinco años desde que escribí el prólogo que


acaban de leer. En 1980, una vez cancelado el congreso mundial de
Madrid al que iba destinada, la traducción yacía dormida en espe-
ra de editor que se atreviera a publicarla. El libro, cuya traducción
y supervisión técnica había asumido personal y económicamente,
se cocía en aquel periodo. En 1976, cuando en España se abría la
transición hacia la democracia tras la muerte de Franco, la repre-
sión militar en Argentina llevó al exilio a muchos psicoanalistas y
terapeutas de grupo que habían participado en el movimiento de
psiquiatría y psicología democráticas de aquel país. Lo que siem-
pre sostuve de las dictaduras, que son alérgicas a lo psicoanalítico
y lo grupal, quedaba una vez más comprobado. A Foulkes lo que
le animaba a traducir su libro era hacerlo asequible a Sudamérica.
Psicoterapia grupo-analítica: método y principios se publicó en
1981 y, si bien es posible que aquel libro editorialmente fuera un
éxito —se agotaron dos ediciones, la original de Gedisa, Barcelo-
na, y la reedición de Fondo de Cultura Económica, México—, no
sabemos hasta qué punto se ha leído; o al menos la lectura no se
ha traducido en la incorporación de miembros latinoamericanos
a la Group Analytic Society (London), en cuyo último directorio
ya no queda ni uno solo. Contrariamente a lo que sucede en Eu-
ropa, donde proliferan sociedades e institutos específicamente de
grupoanálisis, en los países de habla hispana, España incluida, por
ahora y que yo sepa, todavía no han aparecido.
«On Group Analysis», la presentación que S. H. Foulkes hizo
en abril de 1946 a los miembros de la British Psychoanalytical So-

35
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ciety de su trabajo con grupos durante la segunda guerra mundial,


empieza así: «Se ha dicho con razón que la terapia de grupo tiene
un largo pasado y una historia bien corta».1 Hoy, éste no es el
caso del grupoanálisis. Yo por lo menos hice lo posible por dejar
constancia de su historia, tanto es así que me he ganado el mote
de Jenofonte del Grupoanálisis. Resumir en pocas palabras los hi-
tos que han jalonado esta historia es en sí una labor ingente, por
lo que me limitaré a remitir al lector a textos relacionados.2 Más
difícil resulta resumir la situación del grupoanálisis en los países
latinoamericanos a los que —como en el caso de Psicoterapia gru-
po-analítica hace casi un cuarto de siglo— también va dirigida la
publicación de estas Obras Completas.
El primer contacto que la Group Analytic Society (GAS) de
Londres estableció con España pasa por Barcelona. Fue en sep-
tiembre de 1958, con ocasión del IV Congreso Internacional de
Psicoterapia, cuyo tema central era «Psicoterapia y análisis exis-
tencial». Foulkes dirigió la Sección Especial en Psicoterapia de
Grupo y organizó —con ayuda de miembros del Maudsley Hos-
pital y de la GAS— un symposium en el que explicaba el curso
de formación de psicoterapeutas impartido en su unidad ambu-
latoria de aquel hospital. Recuerdo bien el momento en que vi
a Foulkes por primera vez. Atravesaba la puerta del jardín que
da al vestíbulo de la Universidad de Barcelona cogido del brazo
de Slavson y de Moreno, uno a cada lado. Todos los que en Es-
paña estábamos interesados en terapias de grupo coincidimos en
su sección con el grupo de Londres, que vino en bloque, y con la
mayoría de europeos que ya estaban trabajando en grupoanálisis
—Eduardo Cortesão, Leonardo Ancona, Fabrizio y Diego Na-
politani, Stjepan Betlheim—, así como con terapeutas grupales del
Cono Sur y de Norteamérica. Helen Durkin nos habló de «Las
tres principales directrices de psicoterapia de grupo en América»,
Slavson, pontificando como siempre, de «Lo que es y lo que no
es psicoterapia de grupo». Foulkes, en cambio, se limitó a «com-
partir» humildemente «Algunas observaciones sobre la enseñanza
de psicoterapia» impartida por él en su Unidad de Psicoterapia
del Departamento Ambulatorio del Maudsley. A los catalanes nos
impresionó tanto que tres se inscribieron en la Group Analytic

36
El desarrollo del grupoanálisis

Society (London) y yo mismo lo seguí a Londres para, con una


beca del British Council, formarme en su unidad. A indicación
suya continué mi formación con Asya Kadis en el Postgraduate
Center de Nueva York, que aquel mismo año había iniciado un
programa de formación en grupo. En 1963, a mi regreso a España,
mal que fuera por cuestión de lealtad, también me suscribí como
miembro de la Group Analytic Society (London) y vine a engro-
sar las listas de sus overseas members, que constituíamos más de
la mitad de la sociedad. Por aquel entonces aún no se impartía en
Londres formación reglada alguna que proporcionara un título
de grupoanalista. La fundación del Instituto de Grupo Análisis
en Londres en 1971 —precedida por el de Fabrizio Napolitani en
Roma y el de Eduardo Cortesão en Lisboa— por fin lo haría. Esto
supuso un cambio radical en la estructura, funcionamiento y filo-
sofía de la organización grupoanalítica, un giro hacia una escuela
privada de grupoanálisis.
Cuando regresé a España en 1963 había tan sólo dos organiza-
ciones psicoanalíticas: la Sociedad Luso-Española de Psicoanálisis,
miembro de la IPA (International Psychoanalytic Association) y
el Instituto Clínica de Psicoterapia Peña Retama de Jerónimo Mo-
lina, fundado en 1960 y que en 1966 se constituiría como Aso-
ciación Española de Psicoterapia Analítica. Por otra parte, cabe
destacar el papel pionero de Emilio Mira en terapias de grupo,
que practicaba ya desde los años treinta, y en comunidades tera-
péuticas que puso en marcha durante la guerra civil.3 En la Sección
de Grupo de aquel Congreso de Barcelona, si bien habían parti-
cipado algunos candidatos del psicoanálisis ortodoxo, no parti-
cipó ninguno de los discípulos de Molina. Cosa curiosa, en 1963
ninguno de los psicoanalistas seguía interesado en el grupo y, en
cambio, en Peña Retama empezaban a llevar grupos terapéuticos
y de formación de terapeutas. Hubo que esperar hasta 1972 para
que terapeutas de grupo, psicodramatistas y dinamicistas de gru-
po, formados autónomamente, consolidaran la SEPTG (Sociedad
Española de Psicoterapia y Técnicas de Grupo), que se venía ges-
tando desde dos años antes. A pesar de haber estado en la reunión
prefundacional, rehusé formar parte de su grupo gestor, pues no
aceptaban los criterios de formación preconizados por la AGPA

37
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

(American Group Psychotherapy Association), de la cual yo era


miembro extranjero.
No cabe duda de que mi experiencia en el Maudsley y en el
Postgraduate Center for Mental Health ha impregnado toda mi
actividad posterior como jefe del Servicio de Psiquiatría Familiar
y Comunitaria, profesor en la Escuela Profesional de Psicología,
planificador de la Facultad de Medicina de la nueva Universidad
Autónoma de Barcelona y catedrático y jefe del Departamento de
Psicología y Psiquiatría. Toda mi actividad tuvo y tiene un enfoque
grupal y una orientación grupoanalítica. Nunca pensé en organizar
una asociación grupoanalítica docente ni asistencial, aunque en to-
das las asociaciones grupales de las que he sido miembro mi aporta-
ción se ha caracterizado por este mismo enfoque, que es parte de mi
propio plexus, mi manera de contemplar y concebir el mundo.
La segunda vez que S. H. Foulkes estuvo en Barcelona fue en
1967, en una escala de un crucero por el Mediterráneo. Esta vez
vino acompañado únicamente por su esposa, Elizabeth, quien la-
mentablemente ha fallecido este mes de agosto pasado. Me trajo
un ejemplar del número cero de GAIPAC (Group Analysis In-
ternational Panel and Correspondence), una circular informal, un
gran taller o grupo de estudio que Foulkes editó hasta 1975 y cu-
yos primeros números —hasta que se hizo cargo la Group Analy-
tic Society—financió personalmente. Esta vez sí me incorporé de
veras a la GAS, si bien mis obligaciones docentes y mi experi-
mentación con la enseñanza grupal en la docencia me impidieron
participar en los encuentros personales que iban surgiendo a partir
de GAIPAC, de los European Symposiums in Group Analysis
—a partir del de Lisboa en 1970— y de los Annual Winter Work-
shops. Abandonada la docencia universitaria, al constatar que por
el momento en ella no tenía cabida ni futuro la orientación grupal
como yo la preconizaba, decidí impulsar esta línea desde el mo-
vimiento de revolución democrática en los colegios médicos y la
organización de la psiquiatría democrática emergentes en el fran-
quismo tardío.
En 1975, Fernando Arroyave, un psiquiatra colombiano —que
se licenció en medicina en España y emigró a Inglaterra, donde se
había formado como psiquiatra y como grupoanalista de la primera

38
El desarrollo del grupoanálisis

promoción del Institute of Group Analysis de Londres—, vino a


España para ponerse en contacto con el comité local del Congreso
Internacional de la AIPG (Asociación Internacional de Psicotera-
pia de Grupo) que iba a celebrarse en Madrid bajo la presidencia de
María Prado de Molina, del Instituto Peña Retama. Arroyave me
invitó a formar parte de dicho comité. La SEPTG a su vez invitó a
Fernando en 1976 a su Symposium de Sevilla y a conducir un grupo
grande. Para entonces ya se había cancelado el congreso de Madrid,
que acabaría celebrándose en Filadelfia un año después. En el ínte-
rin, Fernando Arroyave había descubierto las posibilidades que le
abría su recién adquirido título de grupoanalista para empezar en
España una formación de carácter trashumante.
Además de la influencia que a partir de 1976 ejercieron los
terapeutas grupales argentinos, en la primera mitad de los años
setenta otro factor crucial fue la enseñanza trashumante. Con la
llegada del doctor Guimón como profesor no numerario de Psi-
quiatría de la Universidad Autónoma del País Vasco y jefe de ser-
vicio del Hospital de Basurto se creó el Instituto de Psicoterapia
de Bilbao y, a partir de 1974, se ofrecieron cursos de formación de
psicoterapeutas de grupo de tres años de duración. Para poner en
marcha el proyecto, Guimón acudió al Instituto Peña Retama de
Madrid, desde donde primero el doctor González (1974-1975) y
después el doctor Yllà (1975-1976) viajaron semanalmente a Bil-
bao para llevar a cabo la formación y el análisis individual y en
grupo de la primera generación de terapeutas grupales vascos. En
Peña Retama, la mayoría de los analistas que allí se habían anali-
zado y supervisado con el doctor Molina eran a su vez socios de
la institución y completaban su formación viajando al extranjero
durante uno o más años para analizarse con otros terapeutas a fin
de resolver la transferencia. En el caso del Instituto de Psicotera-
pia de Bilbao, donde se daba una situación semejante en que todos
se analizaban y supervisaban con la misma persona, el doctor Gui-
món inventó un método que consistía en ofrecer a los miembros
del instituto cortas experiencias con métodos y profesionales dis-
tintos. El primero de estos profesionales invitados a Bilbao fue el
doctor Pacho O’Donnell, quien en 1976-1977 dictó un curso de
psicodrama, al mismo tiempo que empezaron las visitas de otros

39
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

autores psicoanalíticos. Los alumnos tenían que examinarse en


Madrid a fin de conseguir el diploma que confería Peña Retama.
La inmadurez de las terapias grupales en España —sumada
al hecho de que muchos analistas de grupo de orientación klei-
niana se convirtieron en el viaje hacia el exilio al lacanismo— y
la cancelación del congreso de grupo de Madrid provocaron que
se perdiera la gran oportunidad que éste presentaba para el de-
sarrollo de las terapias de grupo en España. De ahí que no hu-
biera editor dispuesto a publicar el último libro de Foulkes que
habíamos preparado para la ocasión. Los únicos argentinos que
mantuvieron su interés por el grupo y su actitud revolucionaria
fueron discípulos de Pichon-Rivière y cofundadores de su Escuela
Privada de Psicología Social de Buenos Aires; entre otros Arman-
do Bauleo y Hernán Kesselman, quienes —con un pequeño grupo
presidido por Nicolás Caparrós, que había viajado a Argentina—
fundaron en 1976 la primera revista de psicoterapia y psicología
social aplicada que se denominó Clínica y análisis grupal. Aquel
grupito, donde los argentinos actuaban en calidad de didactas, se
constituyó como Grupo Quipú de Psicoterapia y en 1977 se ins-
cribió como asociación afiliada durante el congreso de Filadelfia
de la AIPG, al igual que hizo el Instituto de Psicoterapia Peña Re-
tama. Este mismo año ya fuera con ocasión de la conferencia anual
de la AGPA (American Group Psychotherapy Association) o del
Congreso de Filadelfia de la AIPG, Guimón viajó a Nueva York y
entró en contacto con el Postgraduate Center, donde yo me había
formado. Allí supo de mi residencia en Barcelona. A la vuelta me
invitó a compartir mi experiencia en terapia familiar en un curso
que aquel año incluyó un taller con Olga Silverstein del Institu-
to Ackerman de Terapia Familiar de Nueva York. Fue así como
entré en contacto con el Instituto de Psicoterapia de Bilbao, que
tenía a su cargo la ponencia en formación de terapeutas de grupo
dentro del symposium anual de la SEPTG a celebrar en Valladolid
en 1978 y al que me invitaron a participar como ponente. Como
ya he mencionado, no me había sumado a la comisión gestora de
la SEPTG porque opinaba que del hecho de que la mayoría de los
fundadores fueran autodidactos no cabía deducir que se excluye-
ra estándar alguno de formación para los nuevos miembros. En

40
El desarrollo del grupoanálisis

Valladolid me percaté de que la actitud al respecto había cambia-


do radicalmente y, en consecuencia, me inscribí como miembro.
Fue allí donde establecí por primera vez contacto con argentinos
que estaban «vendiendo formación en grupo». A Hernán y Su-
sana Kesselman no tuve ocasión de conocerlos hasta que Pacho
O’Donnell puso en marcha el proyecto que traía en mente —edi-
tar un symposium en papel entre autores grupales— y nos invitó
a participar a Hernán y a mí. El intercambio de artículos entre los
autores terminó en un diálogo cara a cara que se celebró en Ma-
drid y con el que se cierra Psicología dinámica grupal. 4 Esta expe-
riencia editorial fue para mí muy importante porque, además de
permitirme conocer personalmente a los demás autores, establecí
un vínculo especial con Hernán Kesselman, con quien habíamos
empezado a resonar mutuamente antes del encuentro. Creo que
esto ha alimentado mi obsesión de utilizar Internet para fomentar
el diálogo por escrito, forma de interacción grupal que tropieza
todavía con innumerables resistencias.
El desarrollo del grupoanálisis en España experimentó un de-
sarrollo atípico más propio del seguido en sus inicios por la Group
Analytic Society (London) como una asociación de aprendizaje-
enseñanza, hasta que en 1971 la diferenciación de la docencia lle-
vó a la fundación del Institute of Group Analysis for Qualified
Members. La expansión internacional se llevó a cabo por parte de
profesionales extranjeros —generalmente psiquiatras— que, atraí-
dos por el magisterio de Foulkes en el Maudsley y en la Group
Analytic Society, trabajaron con él o se formaron en uno de los
cursos y así pasaron a engrosar la lista de overseas members, que
representa un cincuenta por ciento de la sociedad. A su retorno
a casa —salvo excepciones como Cortesão en Lisboa y Fabrizio
Napolitani en Roma, que fundaron institutos de grupoanálisis—
la mayoría siguió mi camino, utilizando en su trabajo la orienta-
ción grupoanalítica adquirida y aplicando la metodología en los
lugares donde ésta tenía cabida, pero sin preocuparse de formar
grupoanalistas. El problema apareció en el momento en que se
fundó el Institute of Group Analysis y empezaron a graduarse
grupoanalistas titulados —tanto ingleses como de otros países—,
y la gente empezó a viajar a Londres cada semana o se fue a vivir

41
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

allí a fin de titularse. Naturalmente, el Institute tiene una capaci-


dad limitada de absorber didactas y los nuevos titulados volvían
a casa y formaban un instituto propio de grupoanálisis o viajaban
periódicamente al continente o a provincias para conseguir discí-
pulos. En Barcelona seguimos el modelo de la GAS más que el del
Institute. La consecuencia ha sido que no existe en España ningu-
na sociedad ni instituto de grupoanálisis, ni tan siquiera revistas.
Lo único que lleva este nombre es el Foro de Grupo Análisis en
Castellano de RedIRIS, que viene funcionando desde hace ocho
años y la web Grupoanálisis <www.grupoanalisis.org>, un grupo
informal y abierto.
Hay cuatro factores que marcan un giro definitivo en mi
práctica grupoanalítica a partir del Symposium de Valladolid en
1978: 1) Mi aceptación de colaborar con la supervisión de tra-
bajo grupal y de terapia familiar en el Instituto de Psicoterapia
de Bilbao y en el Hospital de Basurto; sin ánimo de ofrecer otra
teoría y metodología analítica distinta, sino con la esperanza de
que los grupos de supervisión ayudaran a integrar las distintas
orientaciones que hasta entonces habían sido expuestas; 2) mi
incorporación a la SEPTG con ánimo de contribuir desde una
visión grupoanalítica a los fines de esta sociedad; 3) mi colabora-
ción en Psicología dinámica grupal, obra ya mencionada que me
dio la oportunidad de conocer diversas orientaciones presentes
en la SEPTG y de colaborar de manera creativa con los grupó-
logos argentinos encabezados por Hernán Kesselman y los del
Grupo Quipú de Psicoterapia y su revista Clínica y análisis gru-
pal; y 4) el hecho de que mi esposa Hanne estuviera formándose
en Londres, lo cual reforzó mis vínculos con la Group Analytic
Society (London) y potenció mi participación en sus encuentros
cara a cara.
Las actividades en cada uno de estos contextos de alguna ma-
nera estuvieron integradas en mi quehacer diario. Si bien para ex-
ponerlas, cual el hombre de muchos sombreros, tendré que ha-
cerlo de una en una, es inevitable que se entrecrucen. Al referirme
anteriormente a la influencia que las experiencias docentes ana-
líticas en Londres y Nueva York tuvieron en el desarrollo de mi
plexus profesional hay algo que no he mencionado y al mirar hacia

42
El desarrollo del grupoanálisis

atrás me doy cuenta de que es el voluntarismo que las caracteriza;


puede ser que éste se base en el hecho de que tanto una como otra
experiencia estuvieran financiadas por una beca o fellowship. Sin
embargo, los factores más influyentes en cada una de mis expe-
riencias fueron, en el Maudsley, «la unidad como un todo» y, en el
Postgraduate, «el grupo de pares» que formaba la clase; aparte de
la deformación que impuso haber venido trabajando previamente
con grupos de estudiantes en colegios mayores durante más de
diez años. Pero volvamos a los factores que he mencionado.
1) La supervisión en el Instituto de Psicoterapia de Bilbao
había sido decidida en asamblea con todos los supervisados pre-
viamente a mi viaje a Valladolid, donde además algunos de los
profesores y alumnos más antiguos —todos ellos miembros de la
SEPTG— iban a exponer su experiencia docente. Acepté a condi-
ción de que durara sólo un año y se desarrollara quincenalmente y
en grupos separados de terapia de grupo y de terapia familiar. Mi
esperanza era que los grupos se convirtieran en grupos autogesta-
dos de pares en covisión y que pudieran prescindir de mí una vez
terminada la experiencia. Ésta se prolongó hasta 1981,5 pues no era
ajena al encargo que la Diputación Foral de Vizcaya hizo al pro-
fesor Ajuriaguerra de un proyecto de reforma de la asistencia psi-
quiátrica que de alguna manera tenía en mente José Guimón, que
había sido discípulo de aquél en Ginebra. Cuando llegó la hora de
ponerlo en marcha se me consultó por mi participación en la fun-
ción social de la medicina del X Congrès de Metges i Biòlegs, en
el Àrea de Salut del Congrès de Cultura Catalana y en la reforma
psiquiátrica y de asistencia en salud mental en Cataluña y en Es-
paña,6 que me había llevado a la conclusión de que para una refor-
ma sanitaria era precisa previamente una revolución educativa. La
reforma contemplada en el País Vasco, inspirada en principios de
salud mental comunitaria, era la gran ocasión de poner en práctica
la revolución educativa de que hablaba. Para llevarla a cabo haría
falta una formación en trabajo grupal de los recursos humanos
existentes y de los que la reforma exigiría incorporar. Esta idea
ya estaba presente en los Cursos de Formación en Psicoterapia de
Grupo iniciada por el doctor Guimón en 1974. Pero ¿cómo hacer-
la extensiva al volumen de profesionales que sería preciso reciclar

43
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

o formar de nuevo en un escaso tiempo? La única experiencia de


este género de la que yo tenía conocimiento era el Curso General
de Trabajo Grupal, iniciado por la Group Analytic Society (Lon-
don) en 1964 y que entonces llevaba a cabo el Institute of Group
Analysis. Se trataba de un curso anual con sesiones semanales, en
el que se formaban conjuntamente profesionales de todas las dis-
ciplinas que cooperaban en salud mental. Sabía además que aquel
mismo año el Institute of Group Analysis había empezado su for-
mación en bloques en el continente europeo. Por otra parte, se
formalizó institucionalmente la labor promovida hasta entonces
por el Instituto de Psicoterapia de Bilbao, la cátedra de psiquiatría
de la Universidad del País Vasco y el Hospital de Basurto, con
la fundación de OMIE (Fundación Vasca para la Investigación y
Docencia en Salud Mental) en 1979.
Aquel año, en el Colegio de Médicos de Barcelona, la Zona
Este de la SEPTG puso en marcha un Colectivo de Estudio de
Trabajo Grupal7 para preparar la ponencia del siguiente Sympo-
sium 1980 «Enfoque grupal en un Servicio Nacional de Salud», y
se celebró, asimismo en 1980, el primer Taller Residencial Intensi-
vo de Grupo Análisis en Castelldefels, Barcelona, en colaboración
con miembros de habla castellana del Institute de Londres y el or-
ganizador del Congreso Internacional de Psicoterapia de Grupo
de Copenhague, Malcolm Pines, ilustre miembro de la GAS que
había puesto en marcha la enseñanza en bloques en Dinamarca. Al
taller acudieron miembros de la SEPTG, del citado colectivo y de
los grupos de Bilbao.
Así se inició una colaboración entre la Universidad del País
Vasco y el Institute of Group Analysis de Londres, y para explo-
rar las posibilidades se convocó en 1981 en Cestona, País Vasco,
un segundo Taller Residencial Intensivo en Grupo Análisis, al que
acudieron unos cuarenta profesionales que habían asistido a los
cursos de formación en terapia de grupo o que estaban en los gru-
pos de covisión que conducía yo, algunos de cuales habían parti-
cipado en el taller de Barcelona. Como docentes vinimos de Bar-
celona Hanne y yo, y de Londres Fernando Arroyave y Malcolm
Pines, este último autorizado para negociar un posible contrato de
colaboración del Institute of Group Analysis con la Universidad

44
El desarrollo del grupoanálisis

del País Vasco. El doctor Guimón acudió el día antes de la clau-


sura del taller y estuvimos con él discutiendo los términos en que
se podía llevar dicha colaboración. Sin embargo, contrariamente a
lo que esperábamos, no participó en la asamblea del taller, lo cual
provocó que —quizá debido al entusiasmo generado y al espíri-
tu transmitido por nosotros— se constituyera asambleariamente
una comisión gestora para organizar el curso de trabajo grupal.
Esta decisión, que podría haberse evitado de haber estado presen-
te, tal como esperábamos, el doctor Guimón, no era la que espe-
raba éste y, en consecuencia, retiró el apoyo del Departamento de
Psiquiatría de la Universidad y todo el proyecto estuvo a punto
de hundirse. Afortunadamente, aquel verano de 1981 coincidí con
el doctor Guimón en el Symposium Europeo de Grupo Análisis
de Roma y allí pudimos aclarar el malentendido que se había pro-
ducido en Cestona. En 1982 se puso en marcha el Curso Intro-
ductorio de Trabajo Grupal del Departamento de Psiquiatría de
la Universidad del País Vasco y del Institute of Group Analysis.
El primero tenía que pagar un levy anual al Institute, que para la
ocasión me nombró a mí Honorary Teacher. Dado que se inten-
taba cubrir un área de alumnado procedente de otras diputaciones
forales y comunidades autónomas, conjuntamente con un curso
clásico de periodicidad semanal para gente de Bilbao se inició otro
de cuatro bloques para los procedentes de fuera (cuatro semina-
rios secuenciales de fin de semana de tres días). Esto brindaba una
oportunidad única de comparar los talleres de enseñanza semana-
les con la enseñanza por bloques que el Institute de Londres venía
desarrollando en Europa. Como docentes se utilizaron alumnos
graduados del programa previo de formación en trabajo grupal,
quienes supervisados por mí iban a llevar los pequeños grupos del
curso semanal, mientras que los bloques serían conducidos por
Hanne Campos y Fernando Arroyave, miembros del Institute
of Group Analysis, y Juan Campos y José Guimón, que a tal fin
fueron nombrados profesores invitados del mismo. Desgraciada-
mente, la investigación se corrompió al vernos obligados por ne-
cesidades financieras a mezclar ambas poblaciones docentes a fin
de engrosar el sistema de bloques para el que no había suficiente
inscripción, con lo cual éstos pasaron a denominarse seminarios

45
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

secuenciales. Yo me encargué fundamentalmente de los conduc-


tores de grupo del primero, mientras que el doctor Arroyave con-
dujo la experiencia de grupo grande para ambos cursos conjunta-
mente. A pesar de las limitaciones, la investigación fue llevada a
cabo por la universidad y los seminarios contaron con la inestima-
ble aportación de crónicas internas de los cuatro seminarios (tres
a cargo de Diego Luna y una de Hernán Kesselman). La colabo-
ración con el Institute of Group Analysis se discontinuó después
de un año, no tanto por el costo del levy a pagar a Londres, sino
por la insostenible supeditación al Institute que esto significaba.
Ello no impidió que OMIE, la institución impulsora del progra-
ma grupal, se identificara con el espíritu y la manera de actuar del
Institute de Londres y empezara a colonizar por su cuenta otras
provincias o países. Siguió un periodo de transición y una progre-
siva institucionalización universitaria que hizo preciso que OMIE
estableciera relaciones con universidades que le ofrecían mayores
facilidades que las del País Vasco para el desarrollo de su proyec-
to,8 tales como la Universidad Autónoma de Barcelona, la de La
Laguna o la de Ginebra. Yo abandoné mi participación activa en el
proyecto, aunque ello no impidió que aceptara colaborar cuando
se inició el programa de Barcelona ni que en 1989 formara parte de
los miembros fundadores de la asociación profesional nacida del
programa que se denominó Asociación de Psicoterapia Analítica
de Grupo (APAG) —y no de Grupoanálisis— y se incorporó a
EGATIN (European Group Analytic Training Institutions) ese
mismo año. La última ocasión en la que participamos fue con mo-
tivo del vigésimo quinto aniversario de la formación en trabajo
grupal, de la que quedan como testimonio el vídeo de la charla que
yo dicté y de la participación de Hanne en la mesa de conferen-
cias «Bilbao 1974-1999: la grupalidad humana a debate», que por
alguna razón sigue sin publicarse. En suma, la trayectoria que ha
seguido la formación en grupoanálisis en el País Vasco ha sido la
de la mayoría de las instituciones nacidas de la SEPTG, donde uno
o varios de sus miembros acaban estableciendo una institución es-
pecializada en la orientación que sostienen y la metodología que
utilizan. La mayoría de éstas, entre ellas la APAG, se agruparon
a escala nacional en la FEAP (Federación Española de Asocia-

46
El desarrollo del grupoanálisis

ciones de Psicoterapia; originalmente de formación profesional),


una institución defensiva nacida a tenor de la prevista unificación
de títulos profesionales por parte de la Unión Europea; así como
para conseguir un reconocimiento internacional suscribiéndose a
organizaciones de su especialidad y como organización afiliada de
la AIPG.
2) La SEPTG, la veterana de las sociedades de grupo españo-
las, y en cierta manera la matriz de todas ellas, fue la primera y
única de las asociación nacionales a la que me suscribí y también
la institución a la que más esfuerzos he dedicado. Si bien es verdad
que he sido miembro fundador de otras, y he ayudado a algunas
de ellas en situaciones críticas, también es cierto que nunca lo hice
con ánimo de implantar el grupoanálisis o de conseguir alumnos
que siguieran este magisterio. Fui invitado al primer encuentro
prefundacional en 1970 por José Luis Martí-Tusquets, que se
inscribió junto con Carlos Ruiz-Ogara y conmigo en la Group
Analytic Society en 1958 y con quien, a mi regreso de Nueva York
en 1963, constituimos el grupo de pares que se reunía en mi casa
para intentar conciliar las distintas orientaciones y métodos gru-
pales que cada uno sustentaba. Aquel grupo se había mantenido
algo más de un año y a su disolución José Luis continuó en un
grupo de supervisión conmigo durante un par de años más. Ya
he mencionado las razones que me impidieron sumarme al comi-
té gestor de la SEPTG y los motivos de que me suscribiera en el
Symposium de Valladolid. El encuentro prefundacional se celebró
el mismo año en que los miembros de GAIPAC fuimos invitados
al First European Symposium of Group Analysis, celebrado en
Lisboa, que tenía como objetivo principal contrastar las formas
de grupoanálisis que se impartían en Lisboa y en Londres y, en
segundo lugar, fundar si se consideraba oportuno una asociación
europea de grupoanálisis. Haber agotado el cupo de congresos
planeado para aquel año, me impidió asistir.
Con todo, una vez incorporado a la SEPTG descubrí que la fi-
losofía de ésta era más afín a la mía que la de ninguna de las asocia-
ciones de habla inglesa de las que hasta entonces era un foreign u
overseas member, es decir, la American Group Psychotherapy As-
sociation (AGPA), la American Academy of Psychoanalysis y la

47
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Group Analytic Society (London). Mi incorporación a la SEPTG


coincidió con una situación de crisis de ésta que se prolongaría dos
años y de la que se salió elegantemente en el siguiente Symposium
de Cuenca de 1981.9 Varias innovaciones se introdujeron en aquel
momento: que sean las Zonas —no miembros individuales— de
la Sociedad10 las encargadas de elaborar las ponencias y de la or-
ganización del symposium; que las ponencias se presenten por es-
crito; por primera vez se convocan asambleas extraordinarias para
resolver situaciones críticas; y se destina un symposium entero a
revisar la Constitución y Estatutos; se decide por fin explorar la
posibilidad de establecer colaboraciones con sociedades o entida-
des afines en España y en el extranjero y se me encarga sondear al
respecto a la AIPG y la AGPA durante el inminente Congreso de
Copenhague de 1980. Esta posición de que sea la propia Sociedad
como grupo la que explore y resuelva sus dificultades grupales es
una actitud radicalmente grupoanalítica. Fue la primera vez que
se aplicó, pues ni siquiera se había probado en la Group Analy-
tic Society (London), donde he intentado promover esta idea sin
mayor resultado. A la SEPTG le llevó años poner en práctica este
posicionamiento analítico, pero finalmente se encargó, de manera
becada, a algunos de sus miembros un análisis institucional de los
primeros once años. Con el tiempo se realizaron las oportunas
modificaciones de la Constitución y, finalmente, se establecieron
los Estatutos, publicados ambos en 1998.
La colaboración de la SEPTG con Grup d’Anàlisi Barcelona
(Gd’AB) —pequeño grupo de pares, remanente del Colectivo de
Estudio de Trabajo Grupal Barcelona de 1980, que tiene entre
otros el objetivo de analizar con regularidad su propio proce-
so— se inició a raíz de la invitación a Pat de Maré para que se hi-
ciera cargo de una experiencia de grupo grande durante el Sym-
posium de Pamplona, en 1988. Esta actividad vino precedida por
un encuentro en grupo mediano de dos días en el Colegio de
Médicos de Barcelona, anunciado como «Con Pat de Maré en el
Grupo Grande». Con esta ocasión Plexus Editor(e)s de Gd’AB
publicó una edición bilingüe de la Historia del grupo grande de
este autor y su biografía, y estableció juntamente con la publi-
cación del folleto «Esquema conceptual, organización, objetivos

48
El desarrollo del grupoanálisis

y actividades» (1989-1994) su primera web,11 que albergó a las


de la SEPTG y la Lifwynn Foundation hasta que cada una de
estas instituciones estableció la suya propia.12 Hanne Campos,
después de servir tres años como vocal de prensa (1991-1994),
fue elegida presidenta de la SEPTG, cargo que mantuvo duran-
te cuatro años (1994-1998). Durante su pertenencia a la junta
directiva, aparte del Boletín —concebido como instrumento de
comunicación en papel entre symposiums que luego aumentó
considerablemente en tamaño y calidad—, publicó dos mono-
gráficos sobre comunidades terapéuticas históricas y actuales,
invitando a los symposiums a autores de renombre internacional
sobre este tema como R. D. Hinshelwood y Stewart Whiteley. Se
publicó también otra monografía sobre la ya mencionada «His-
toria abierta…» presentada en el I Congreso Iberoamericano de
Psicodrama en Salamanca; desde ese momento la SEPTG va her-
manada con la Sociedad Española de Psicodrama. Otros miem-
bros de Grup d’Anàlisi Barcelona ocuparon cargos directivos
en la SEPTG: Mercè Martínez (vocal de prensa [1994-1998] y
presidenta [1998-2002]); Pere Mir (vocal de prensa [1998-2004]);
Montse Fornós (vocal de formación [1997-2001]) e Isabel Adme-
tlla (secretaria [1995-1997]). En febrero de 1998, Gd’AB recibió
un duro golpe: la muerte de Susana Jover tras una penosa enfer-
medad coincidió con un diagnóstico de cáncer de Juan Campos.
En estas circunstancias el grupo colaboró en la edición bilingüe
de Una historia de la AIPG: hechos y hallazgos. Juan Campos
era desde 1995 Archivero Honorario de esta asociación interna-
cional a la que la SEPTG como organización se afilió en 1986.
Institucionalizar la formación en la SEPTG ha sido uno de los
temas que más tinta ha hecho correr y más energía ha consumido
en juntas directivas, reuniones especiales y symposiums desde la
fundación de la FEAP (Federación Española de Asociaciones de
Psicoterapeutas) en 1992. Ya fue mucho que se aceptaran unos mí-
nimos estándares disciplinares y de experiencia grupal en una de
las primeras revisiones de la Constitución. La invitación a formar
parte de la FEAP llevó a encontrados debates hasta que definiti-
vamente se renunció a esta posibilidad en 1995. Contrariamente a
lo que yo mismo pensaba en 1970, la experiencia de la institucio-

49
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

nalización de la docencia en la Group Analytic Society —con la


fundación de su Institute y la posterior organización de distintos
institutos y sociedades europeos en EGATIN— me llevó a erigir-
me en el seno de la SEPTG como un firme opositor a cualquier gé-
nero de institucionalización o de reconocimiento de la formación
impartida privadamente por alguno de sus miembros.
En 1998, en Sitges (Barcelona), el symposium anual de la
SEPTG estuvo acompañado por primera vez de un symposium
virtual. He venido promoviendo también la incorporación de una
nueva categoría de socios corresponsales o virtuales que pudieran
participar desde el ciberespacio entre un symposium y otro en la
elaboración del tema a discutir presencialmente. Ello presentaba
dificultades de orden supuestamente legal y de comunicación en
trabajo grupal, pero pareció resolverse de manera definitiva al fi-
nalizar el Symposium de Mallorca de 2002 mediante la fórmula de
aceptar preinscripciones para el siguiente symposium de Sevilla.
Se partió para éste con 20 preinscritos a 50 euros cada uno a des-
contar de la inscripción real, caso de asistir. Los organizadores del
Symposium de Sevilla, si bien se beneficiaron de este fondo pre-
vio, no ofrecieron el apoyo preciso de Internet para la implanta-
ción de un symposium virtual y la Junta decidió para el siguiente,
en Allariz, aceptar preinscripciones en el Forum de la Sociedad en
Internet sin cobro alguno por el compromiso. No sé si algún día
veré la existencia de socios virtuales o corresponsales de la SEPTG
que hagan posible la difusión del espíritu de la misma en los países
de habla castellana. Entretanto, intento promover la misma idea
en la AIPG y en las secciones especiales que yo activé cuando era
vicepresidente de aquella asociación.
El tema del XXXII Symposium de la SEPTG a celebrar en
Valencia en 2005 es «Encuentros y despedidas: el duelo como pro-
ceso de cambio». Me parece un contexto adecuado para tratar el
tema de lo que pudo haber sido y no fue… y no será en la SEPTG
mientras no se suba al carro del ciberespacio. Es posible que para
ello organice una mesa redonda o un foro virtual.
3) Como se ha dicho, el coloquio del 9 de diciembre de 1979
de Psicología dinámica grupal nos dio a los autores —Hernán
Kesselman, Tato Pavlovsky, Pacho O’Donnell, Pablo Pobla-

50
El desarrollo del grupoanálisis

ción, Paco Peñarrubia y yo— la oportunidad de conocernos


mutuamente. Por razones que desconozco, a Nicolás Caparrós,
fundador de Clínica y análisis grupal no le fue posible asistir. A
Nicolás lo conocí más tarde a través de Hernán. Este coloquio
merece ser leído in toto,13 pues, aparte de la simpatía personal que
se estableció a partir de las consonancias, disonancias y resonan-
cias de nuestros textos, durante los siete años que le quedaban
de exilio haría posible una íntima y fecunda cooperación entre
mi orientación grupoanalítica foulkesiana y la suya de psicología
social pichoniana. Hernán, mientras estuvo en Europa, llevó a
cabo una intensa labor docente, continuación de la ya iniciada en
Argentina, que culminó con la creación de la Escuela Española
de Psicología Social. Intentamos conjuntamente escribir un libro
del que no pasamos del prólogo: «Grupo Análisis Operativo:
Foulkes-Pichon Rivière, un diálogo pendiente». A tal fin mon-
tamos un grupo de trabajo con alumnos que Hernán tenía en
Madrid y otras ciudades, así como con miembros de su Escuela
de Psicología Social, y celebramos diez jornadas de todo un día
durante el curso 1985-1986. Presentamos esta experiencia el pri-
mer día del IX Congreso Internacional de la AIPG de Zagreb,
en una subplenaria presidida por Fabrizio Napolitani, bajo el
título «Desde el psicoanálisis a la psicología social: Grupo Aná-
lisis Operativo». A última hora nos enteramos de que no íbamos
a disponer de traducción simultánea. Para superar este impedi-
mento recurrimos a una traducción secuencial hecha por distin-
tos grupos que con Elizabeth Foulkes anunciamos advirtiendo:
«No hay traducción electrónica, ven con tu propia lengua pues-
ta: ¡traduce el grupo!». Y funcionó. Sólo hablaban en voz alta
quienes se dirigían a la subplenaria, mientras que soto voce, en
grupos pequeños reunidos por lenguas, siempre había alguien
que traducía la lengua hablada. Fue un éxito absoluto, no sólo
por el material presentado, sino por la experiencia grupal vivida.
Pero esta compte rendu fue nuestra última colaboración en pre-
sencia, dado que aquel mismo año terminó con la repatriación de
Hernán y su familia a Buenos Aires. Nuestro prólogo al proyec-
tado libro ha sido publicado por Hernán en distintas ocasiones y
en lugares diferentes. Lo que fue nuestra cooperación queda bien

51
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

descrito en «Crónicas de un psicoargonauta», primer volumen


de su libro Psicoterapia operativa, ilustrado en parte con fotos de
su esposa Susana.14 No voy a enmendar la plana a Hernán de los
siete años de nuestra cooperación durante su exilio en España y
menos aún expondré aquí los pensamientos que me evoca. Caí
en la tentación, empero, de abrir el archivador de GAO (Grupo
Análisis Operativo) desde donde cual caja de Pandora emergen
recuerdos placenteros y dolorosos. Decía antes que nunca ha-
bía tenido afanes fundacionales, si bien Hernán en su libro me
desdice cuando afirma que «con Juan fundamos Convergencia
Analítica, GAO (Grupo Análisis Operativo) y SEGAO (So-
ciedad Española de Grupo Análisis Operativo)». Todo ello es
cierto, pero no pasaron nunca de ser proyectos. Les dedicamos
muchas horas e implicamos a mucha gente, pero ningún grupo
llegó a formalizarse legalmente. El relato inédito del encuentro
entre miembros de la Group Analytic Society (London) y la Es-
cuela Privada de Psicología Social de Pichon Rivière —presidi-
do por Elizabeth Foulkes y Ana Quiroga durante el Congreso
de Copenhague— describe bien las ilusiones que alimentábamos
desde un comienzo. Mi afán integrador, sumado a la capacidad
de convocatoria de Hernán, líder natural de los «psicoexilados»
en Europa, nos llevó a soñar nuevas alternativas de organización
social de la profesión. Hernán fue uno de los pocos interlocuto-
res válidos que he encontrado en este país, pero no fuimos sólo
unos compinches como dice él, sino que nuestros respectivos
plexus, redes familiares, profesionales y de amigos se unieron en
un contexto grupal. El hecho de que ambos hubiéramos padeci-
do bajo la dictadura de las asociaciones dependientes de la IPA
y nos hubiéramos rebelado nos llevó a buscar alternativas más
sanas. Nuestro encuentro a fines de 1979 coincidió por parte mía
con las enseñanzas en Bilbao, la vuelta de Hanne terminada su
formación en Londres, los dos talleres residenciales intensivos
de grupoanálisis en Castelldefels y Cestona y, finalmente, mi pa-
pel mediador entre la Universidad del País Vasco y el Institute of
Group Analysis de Londres para la formación de personal asis-
tencial de la Diputación de los Servicios Psiquiátricos de Vizca-
ya. Hernán, por su parte, agrupó a psicólogos sociales argentinos

52
El desarrollo del grupoanálisis

con ánimo de formar una Escuela Privada de Psicología Social en


España, al tiempo que desarrollaba una intensa labor de forma-
ción de psicoterapeutas desde su despacho de Madrid y viajando
por España y Europa. En este contexto Convergencia Analítica
se concibió como un intento de superar diferencias entre psicoa-
nálisis y psicoterapias grupales, y entre distintas orientaciones y
metodologías. En una primera fase fue algo muy informal que
nos llevó, a fin de evitar la constitución legal de una asociación,
a inscribirnos individualmente y afiliarnos como organización a
la AIPG. Esto último no fue posible porque sólo se aceptaban
grupos legalizados. A partir de 1981 nos constituimos en un gru-
po pequeño de pares autogestado que se reúne periódicamente
en Madrid, Barcelona y Alicante, y que se mantiene unido me-
diante intercambio de trabajos y correspondencia, e incluso ini-
cia una correspondencia circular. La cosa no era fácil. El Grupo
Quipú de Psicoterapia, invitado por Hernán, declinó unirse a
Convergencia porque sentía que se encontraban en un periodo
histórico diferente al nuestro, aunque sí se brindó a organizar
encuentros intergrupales con nosotros como habíamos venido
haciendo hasta entonces, sobre todo a través de Clínica y análisis
grupal.15 La múltiple pertenencia o asociacionismo profesional
de cada uno de los miembros de Convergencia Analítica impli-
caba problemáticas de pertenencia y liderazgo, que culminaron
en unas jornadas que coordinó como «hombre en frontera» Fa-
brizio Napolitani de Roma. Este grupo es un prolegómeno de
Grup d’Anàlisi Barcelona que pusimos en marcha en 1989.
Ya expliqué cómo surgió GAO y estuvimos a punto de legali-
zar una sociedad española de grupo análisis operativo, y quizá lo
habríamos hecho de no ser porque Hernán regresó a su país tras
el Congreso de la AIPG en Zagreb. En realidad, nuestra coopera-
ción hispanoargentina se movió entre estos dos congresos —Co-
penhague y Zagreb—; y la pena es que ni Hernán ni yo viajáramos
al de México en 1984, con lo cual los proyectos de cooperación a
base de talleres en Buenos Aires donde se estudiaría a Foulkes y
en España donde buscaríamos las consonancias, disonancias y re-
sonancias entre éste y Pichon, quedaron hueros y no culminaron
en los talleres bi o trilingües que deberíamos haber mantenido

53
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

antes del congreso. Tampoco las revistas de una y otra institu-


ción se utilizaron para este intercambio. Bien pensado, GAO y
SEGAO eran consecuencias de aquel deseo primitivo, pero to-
paron con el obstáculo de que no fuimos capaces de renunciar a
nuestras instituciones madre, en mi caso la proyección interna-
cional de la Group Analytic Society (London), en la que, con mi
revolución de los overseas members, se desencadenó, primero,
un movimiento grupoanalítico europeo y donde, luego, al juz-
gar con otros colegas italianos y portugueses que el contexto de
Londres no era el adecuado a este desarrollo, se activaron las
Secciones de Interés Especial de la AIPG con la Red de Gru-
pos de Estudio en Grupo Análisis, que después pasaría a ser la
Sección Especial de Grupo Análisis; por parte de Hernán, era la
puesta en marcha de la Escuela Española de Psicología Social lo
que le impedía dedicar más esfuerzos a GAO. En resumen, cabe
definir nuestra cooperación en términos de «un encuentro ines-
perado y una separación imprevista», y me confirma el eslogan
que siempre mantuve de que «una vez emigrado, emigrado para
siempre». En mi caso, yo había emigrado sólo tres veces, y la
más difícil fue la vuelta a España. No sé cómo habrá sido para él
la vuelta a Argentina, pues Hernán se define actualmente como
psicoargonauta, yo diría en ejercicio, y su emigración de España
todavía no se ha completado.
A mí también me costó, como lo prueba el hecho de que a su
partida acepté una proposición del Grupo Quipú de Psicoterapia
para figurar como presidente fundador de la Sociedad Españo-
la para el Desarrollo del Grupo, la Psicoterapia y el Psicoanáli-
sis (SEGPA), fundada en 1988. Seguramente lo que me impulsó
a aceptar fue la nostalgia de lo iniciado con Hernán. Me hice la
ilusión de que por fin nuestros momentos históricos coincidían,
pero me equivocaba. Grupo Quipú nació con una revista bajo el
brazo y dedicado a la formación. Al igual que ocurre en otras aso-
ciaciones de este tipo, durante los primeros años el grupo puede ir
absorbiendo como docentes a muchos de los alumnos que va gra-
duando, pero precisa montar una asociación para acoger a aque-
llos que gradúa una vez saturada la capacidad de incorporarlos.
Eso sucedió incluso con el grupo original de Freud: la Psycho-

54
El desarrollo del grupoanálisis

logische Mittwoch-Gesellschaft bei Prof. Freud. Juntos fuimos


al Congreso de Amsterdam con una ponencia relacionada con el
tema del congreso «El significado actual del grupo: un lugar de
encuentro y divergencia» que se trabajó durante todo un año y
se presentó en grupo coordinado por Nicolás Caparrós y Hanne
Campos, y en el que participó Hernán como hombre en frontera.
En aquel entonces, SEGPA se fundó y se consolidó con este tema.
Sin embargo, dos años más tarde sería SEGPA conjuntamente con
la APAG de Bilbao y otras, las que promovieron la FEAP en Es-
paña, mientras que otras pocas, como la SEPTG, se opusieron a tal
institucionalización de la formación.
4) El hecho de que mi esposa Hanne se formara en Londres
durante cuatro años, manteniendo su trabajo profesional durante
los fines de semana en Barcelona, incrementó notablemente mi
contacto con la Group Analytic Society (London). A su regreso a
fines de 1979, en lugar de proceder a fundar una sociedad o insti-
tuto grupoanalítico en España, nos dedicamos a contribuir al desa-
rrollo de otras asociaciones grupales. Para los alumnos del Institu-
te of Group Analysis era en aquel entonces obligatorio suscribirse
como student members y a precio reducido a la Group Analytic
Society. Hacía ya quince años que yo cotizaba en ésta como full
member, pese a que se me denominara overseas member. Era
bien consciente de que viviendo en el continente no era posi-
ble gozar de las mismas ventajas que las de aquellos que vivían
en el Reino Unido. Sin embargo, lo que despertó mi atención
a la discriminación entonces vigente fue que en mi ejemplar de
GAIPAC no figuraba la nota animándome a recordar que «this
is your Society». Esto me llevó a escribir una carta a GAIPAC
el 10 de junio de 1979. En ella, aparte de cuestionar el futuro de
la revista, me preguntaba si no había llegado la hora de poner en
marcha la asociación de grupoanalistas que vaticinaba Foulkes al
despedirse como director de la misma y proponía la convocato-
ria de una reunión de overseas and UK members de la Sociedad y
de suscriptores durante el Congreso de la AIPG en Copenhague
que se avecinaba. Con gran sorpresa mía, Jane Abercrombie, la
entonces presidenta, convocó la reunión a la hora del almuerzo.
Asistieron más de sesenta personas. Me pidió que ampliara mi

55
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

propuesta y la exposición fue tal éxito, o el asunto estaba tan


maduro, que desde entonces no he dejado de implicarme en el
proceso evolutivo de la Group Analytic Society (London) y la
proyección internacional del grupoanálisis. Esto me llevó con-
ceptualmente a liderar el movimiento grupoanalítico europeo y a
servir en el comité directivo de la GAS. Cuando constatamos con
otros colegas del continente que desde la Group Analytic Socie-
ty (London) no era posible superar la dominancia londinense en
el desarrollo internacional del grupoanálisis, intentamos conse-
guirlo en el contexto de la AIPG, de la que la GAS (London) es
una de las organizaciones afiliadas fundadoras y donde la mayo-
ría de los antiguos overseas members somos miembros indivi-
duales. A este propósito se constituyó la ya mencionada Sección
de Grupo Análisis de la AIPG, que desde fecha reciente cuenta
con un Yahoo-group para comunicarse.
La relación de la evolución internacional del grupoanálisis
queda reflejada en el texto que escribí cuando la AIPG me nom-
bró su Archivero Honorario,16 a raíz de una entrevista durante el
congreso de la AIPG en Buenos Aires que dio pie a que se mon-
tara la web (<www.grupoanalisis.org>) y se pusiera en marcha el
Foro de Grupo Analisis en Lengua Castellana de RedIRIS.
Siempre que la Group Analytic Society (London) ha entra-
do en situación de crisis desde entonces, he tomado por mode-
lo la idea de «grupo de papel» para abordar el problema como
comunidad. Desde 1993 he ido preparando informes históricos
para complementar la colaboración que se me solicitaba en este
sentido. El último fue en respuesta al grito de socorro lanzado
por la directiva frente a la grave situación que atraviesa la Socie-
dad debido a la escasez de medios económicos y la disminución
acelerada de miembros. En preparación del Special Study Day
que precedía a la asamblea general de miembros de 2004, pre-
paramos con Hanne un informe que incluye los acontecimien-
tos relacionados con el debate sobre la internacionalidad de la
GAS desde 1982 hasta el presente. El mismo ha sido incluido
en la sección «History» de la web de la Group Analytic Socie-
ty (London) (<www.groupanalyticsociety-london.unibo.it/in-
dex.php?id=19>) y en una página de Geocities (<http://www.

56
El desarrollo del grupoanálisis

geocities.com/jca4074/>) donde va junto a la charla que envié y


sendos Yahoo-groups desde los que se puede interactuar con el
informe y continuar el Foro «On Internationality» que se inició
hace dos años en aquella web de la GAS.
Esperemos que con la edición de sus Obras Completas en cas-
tellano se cumpla el deseo de Foulkes que justificó la traducción
del último de sus libros. El Congreso de la AIPG en São Paulo de
2006 será una buena ocasión para reparar la ocasión perdida en
Madrid en 1975, es decir, hacer sus libros asequibles a Sudamérica
ya que él tenía la impresión de que en su aproximación al grupo,
y a pesar de ciertas diferencias, los latinoamericanos iban en su
misma dirección.
Juan y Hanne Campos,
Barcelona, 17 de noviembre de 2004

Notas
1. S. H. Foulkes: «On Group Analysis» en Selected Papers. Psychoanalysis
and Group Analysis, Karnac Books, Londres, 1990, pp. 127-137.
2. «La psicoterapia analítica entre nosotros», 1978; «State of Group Analy-
sis in Catalonia and Spain», 1981; «Recuerdos, olvidos, y reminiscencias, o la
SEPTG y “sus viejas historias’», en Hanne Campos (ed.): Historia abierta: 25
años de la Sociedad Española de Psicoterapia y Técnicas de Grupo, monográfico
mayo 1998, pp. 9-49, <www.septg.org/historia/historia.htm> (noviembre de
2004); Una historia de la AIPG: hechos y hallazgos, edición bilingüe inglés-
español, Plexus Editores, Barcelona, 1998, <www.grupoanalisis.org/historia/
esp/index.shtml> (noviembre de 2004). Véase asimismo Hanne Campos: «Bil-
bao 1974-1999: la grupalidad humana a debate», presentación sobre 25 años de
historia de la experiencia de Bilbao en relación a la formación y sus institucio-
nes; pendiente de publicación.
3. Véase Juan Campos: «Recuerdos, olvidos…», op. cit., n. 2.
4. Juan Campos , Nicolás Caparrós, Hernán Kesselman, Pacho O’Donnell,
Eduardo Pavlovsky, Francisco Peñarrubia y Pablo Población: Psicología diná-
mica grupal, Fundamentos, Madrid, 1980.
5. Hanne Campos: «Bilbao 1974-1999: la grupalidad humana a debate»,
op. cit.
6. Juan Campos, Jordi Gol y Jesús Moll: «Características cualitativas de la
asistencia médica» en Jesús M. de Miguel (comp.): Planificación y Reforma Sa-
nitaria, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1978, pp. 49-72 y Juan
Campos: «Hacia un modelo de ruptura educativa para una reforma sanitaria» en
ibídem, pp. 121-152. Juan Campos: «Hacia una alternativa democrática para la for-
mación de recursos humanos en Salud Mental» en Manuel González de Chávez

57
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

(coord.): Actas del XV Congreso de la Sociedad Española de Neuropsiquiatría: La


Transformación de la Asistencia Psiquiátrica, Mayoría, Madrid, 1980.
7. Integrado por 26 profesionales de distintas disciplinas y procesando
12 experiencias institucionales. Yo fui entonces vocal de la Zona Este de la
SEPTG.
8. 1986: Diploma en trabajo grupal y diploma en psicoterapia grupal, tercer
ciclo postgrado de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Univer-
sidad de Deusto. 1988: Curso General de Trabajo Grupal, Dir. José Guimón,
catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco con Profesorado
de Bilbao, Barcelona y Londres; colabora con CITRAN (Hospital de Sant Pa-
blo de Barcelona, Programa docente de la Sociedad Catalana de Psiquiatría, y
certifica OMIE. 1989: Master de Postgrado en Psicoterapia de Grupo (Bilbao
y Barcelona), Primer nivel: Curso Introductorio al Trabajo Grupal; Segun-
do nivel: Psicoterapeuta Grupal (2 años), profesorado de Bilbao y Barcelona.
1991: Experto en Trabajo Grupal (1 año) y Master en Psicoterapia Analítica
Grupal (2 años), Bilbao y Barcelona, Director José María Ayerra, Director de
Uribe Costa, Bilbao. 1996-presente: Master y Experto, se imparten en Bilbao,
Barcelona, La Laguna y Ginebra; en Bilbao el programa vuelve a la Facultad de
Filosofía y Ciencias de la Educación; el profesorado figura no ya según proce-
dencia sino con nombre propio.
9. Véase Boletín Monográfico (época IV, mayo de 1989), compilado y coor-
dinado por Hanne Campos: «Historia abierta… 25 años de la Sociedad Española
de Psicoterapia y Técnicas de Grupo (SEPTG)», pp. 120 y 121, y en su web
(<http://www.septg.org/historia/historia.htm>). Una lectura posible de 25 años
de historia de la SEPTG por Hanne Campos (14-11- 2004).
10. La SEPTG, geográficamente está organizada por Zonas: Este, Norte,
Sur y Centro.
11.<personales.com/espana/barcelona/gabarcelona/?>
12. Cuyas respectivas URL son: <www.septg.org/> y <www.lifwynn-
foundation. org> (14-11-2004)
13. Psicología dinámica grupal, op. cit., pp. 185-256.
14. Juan Campos y Hernán Kesselman: «Desde el psicoanálisis a la psico-
logía social: grupo-análisis-operativo», en Temas de psicología social, 7 (agosto
de 1985), 7-15; en Temas grupales por autores argentinos, editado por la Aso-
ciación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, la Sociedad Argenti-
na de Psicodrama, la Primera Escuela Privada de Psicología Social y el Institu-
to Máscara, Ediciones Cinco, 1987, pp. 169-175; y apostillado en Psicoterapia
Operativa, vol. 1, pp. 240-250.
15. Formaba parte de su consejo editorial desde que, a principios de los
años ochenta, a instancias de Hernán, publiqué mi primer trabajo allí: «Le-
yendo a S. H. Foulkes, con ánimo de entenderlo», Clínica y análisis grupal, 20
(enero-febrero de 1980), 48-55.
16. Juan Campos: Una historia de la AIPG: hechos y hallazgos, edición
bilingüe inglés-español, Plexus Editor(e)s, Barcelona, 1998, pp. 259, <www.
grupoanalisis.org/historia/esp/index.shtml>.

58
000

Introducción
a la
psicoterapia grupoanalítica
A mis colaboradores, pasados, presentes y futuros.

No expongo mis enseñanzas a


aquellos que no están ansiosos por
aprender; no ayudo a nadie que no esté
ansioso por explicarse; si después de
haberle mostrado una esquina de una
cuestión, un hombre no puede prose-
guir hasta descubrir las otras tres, no
repito la lección.

Confucio
pp

Prólogo

Considero una responsabilidad, y un notable honor, que se


me solicitara redactar un breve prólogo a este libro. Personal-
mente, me veo en la posición de uno más de los psicoterapeutas
para los cuales esta obra ha sido particularmente redactada, y es
en buena parte por ello que agradezco esta publicación de las
ideas y experiencia del doctor Foulkes.
Durante la reciente guerra visité con frecuencia el hospital
militar de Northfield, y vi allí suficientes progresos en el traba-
jo psicoterapéutico para convencerme de que eran provechosos
y aptos para seguir desarrollándose en el periodo posterior a la
guerra. El trabajo del doctor Foulkes me impresionó y me inte-
resó. Fue particularmente satisfactorio descubrir que el trabajo
que se había iniciado en grupos de civiles y grupos mixtos de
hombres y mujeres antes de la guerra podía adaptarse de mane-
ra tan satisfactoria a las necesidades de los hombres del ejército
británico.
En cierto modo, el concepto de grupo es muy antiguo. Don-
de dos o tres personas se reúnen con un propósito ocurre algo; y
existen muchos documentos de los efectos de grupos, desde las
reuniones de la Iglesia metodista hasta movimientos de grupos
más recientes; pero ninguno de ellos ha proporcionado un estu-
dio de la dinámica de grupos.
La necesidad nos ha obligado a la idea de experimentar con
el tratamiento grupal, y al hacerlo hemos tenido la fortuna de
descubrir a un número de personas que por su formación e in-
terés son capaces de este tipo de investigación en la dinámica de

61
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

las relaciones grupales y las formas en las que ésta puede aplicar-
se con fines terapéuticos. Tenemos mucho que avanzar antes de
encontrar una solución al problema casi abrumador de propor-
cionar tratamiento a todos aquellos que están emocionalmente
enfermos y precisan ayuda psicológica.
Este libro, sin embargo, escrito en un estilo sencillo y legi-
ble, bien documentado y eminentemente práctico, sin duda pro-
porcionará estímulo y será una fuente de consulta para muchos
otros que, después de la necesaria formación, quieran dedicar sus
esfuerzos a este campo en particular.
En un momento como el actual, en que nos enfrentamos a la
necesidad de disponer de un servicio médico integral para todo
el país, resulta particularmente oportuna la publicación de este
esmerado manual de grupoanálisis.

J. R. Rees, doctor en medicina,


Fellow del Real Colegio de Médicos

62
pref

Prefacio

El grupoanálisis es una forma de psicoterapia en grupos re-


ducidos y también un método para estudiar a los grupos y el
comportamiento de los individuos humanos en sus aspectos so-
ciales. Además de un buen número de ventajas prácticas tiene
características de valor específico. Es el método de elección para
la investigación de muchos problemas y para el tratamiento de
muchas alteraciones.
El grupoanálisis exige de sus practicantes una experiencia
considerable y cualificaciones especiales, pero sus principios y
el conocimiento obtenido de la experiencia pueden aplicarse a
campos más amplios, como la educación, la industria, las fuerzas
armadas y, de hecho, a todas las manifestaciones de la vida.
Como yo mismo, en tanto psicoanalista, este tratamiento ha
crecido desde una perspectiva psicoanalítica. Sin embargo, el psi-
coanálisis sigue siendo un tratamiento estrictamente individual,
que se produce entre un terapeuta y un único paciente. El gru-
poanálisis, por tanto, no es un psicoanálisis en grupo o en masa.
No es ni un sustituto ni una simple aplicación del psicoanálisis.
Las relaciones mutuas entre estas dos disciplinas, su base común
así como sus diferencias fundamentales, se han aclarado todo lo
posible.
Este volumen se centra en el método, hace hincapié en las
características especiales de la «situación grupoanalítica» y en el
papel del conductor, o líder, en la creación de esta situación. Pre-
tende mostrar lo que el conductor tiene que hacer para conseguir
que todos los miembros de su grupo sean participantes activos

63
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

en la solución de sus problemas. Al hacerlo, no es sólo el grupo


el que se beneficia, sino que cada individuo puede desarrollar
mejor su propia personalidad. Aunque el grupo es el campo de
operaciones, el fin último de la terapia es que el individuo alcan-
ce un grado óptimo de liberación e integración .
En esta obra he tratado de mostrar que el grupoanálisis me-
rece un lugar especial entre las psicoterapias, un lugar que en mi
opinión conquistará en un futuro próximo. Espero que este libro
sea una contribución al grupoanálisis, de manera que esta disci-
plina se vea digna de esta posición cuando llegue el momento.

Londres, 6 de enero de 1948

64
agrad

Agradecimientos

He transmitido mi agradecimiento a mis colegas del ejér-


cito en el texto. Quiero expresar aquí mi sincera gratitud a
aquellas personas que han colaborado conmigo desde el final
de la guerra.
Mis colegas practican la terapia de grupo en varios hospi-
tales y en otros lugares, en los cuales la mayoría de ellos han
introducido esta forma de tratamiento; una tarea ardua. Debo
contenerme de mencionarlos individualmente por sus nom-
bres debido a las siguientes razones: aunque su preferencia
está en el enfoque grupoanalítico, y en consecuencia su trabajo
se orienta en esta dirección, sería prematuro comprometerlos
con las opiniones expresadas en este libro, de las cuales asumo
la completa responsabilidad. Además, hemos estado trabajan-
do como grupo, y me resultaría difícil e injusto señalar algu-
nas contribuciones individuales. Como grupo, sin embargo,
han participado en gran medida de manera implícita, proba-
blemente más de lo que estarían dispuestos a admitir. Muchas
de las formulaciones más esenciales han emergido como re-
sultado de nuestras animadas discusiones y de las interesan-
tes observaciones clínicas y problemas técnicos que surgieron.
Como prueba de mi gratitud, este libro está dedicado a ellos.
El doctor Martin James pertenece a las dos categorías men-
cionadas. Fue uno de los primeros en interesarse en este trabajo
ya en Northfield y al volver a la vida civil ha mantenido siem-
pre una estrecha colaboración conmigo. Ha introducido el tra-
tamiento grupoanalítico en el hospital Middlesex de Londres y

65
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

de este modo ha abierto un campo de experiencia independiente


en este método.
Él ha colaborado activamente en la redacción de este libro, por
lo que deseo expresar aquí mi especial gratitud. Ha contribuido
con varios ejemplos clínicos y me ha ayudado en la clarificación
de las formulaciones. Además de su parte en el contenido del li-
bro, no ha ahorrado tiempo ni esfuerzos en ofrecer la más valiosa
asistencia en un buen número de detalles y en cuestiones prácticas.

66
1

1
Introducción general

El individuo como un todo en una situación total

La vida es un todo complejo. Sólo de un modo artificial pue-


de ser separada en partes, analizada. Este aislamiento se hace
preciso cuando queremos determinar qué conjunto particular de
fuerzas contribuye al fenómeno total o, para expresarlo con ma-
yor exactitud, cómo el todo se ve afectado por la ausencia de una
cualquiera de las partes o por su funcionamiento alterado.
Este hecho tiene una importancia inmediata en el tratamien-
to de las alteraciones, por ejemplo, en el campo de la medicina,
con las así llamadas enfermedades. La enfermedad ha sido defi-
nida como la vida en condiciones alteradas.
El organismo sano funciona como un todo y puede ser
descrito como un sistema en equilibrio dinámico. El término
«dinámico» indica que no está nunca en un estado de reposo,
sino que de manera constante debe ajustarse activamente a las
siempre cambiantes circunstancias, entorno y condiciones en
las que vive.
Semejante adaptación, sin embargo, no se produce de un
modo mecánico, siguiendo tan sólo principios físicos o quími-
cos. Siempre existe la presencia de un elemento creativo, incluso
en las formas de adaptación más simples.
El organismo actúa como si conociera su objetivo y dispu-
siera de la posibilidad de elegir los medios para conseguirlo; de
hecho escoge los medios que mejor se aplican al conjunto de cir-
cunstancias imperantes, internas o externas. Para expresar que

67
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

somos conscientes de ello y que necesitamos tener en cuenta to-


dos estos factores para describir y entender lo que ha ocurrido,
hablamos de «situación total».
En los niveles más altos, la actividad creativa parece un ingre-
diente indefectible, el sello distintivo de una vida sana. El equili-
brio dinámico significa, pues, el mantenimiento activo y creativo
de un buen equilibrio. Desde el punto de vista de la persona, este
estado se traduce en sentirse bien, sano, feliz y satisfecho.
Los trastornos se deben a alteraciones en el equilibrio de la
situación total. Sin embargo, ni podemos ni debemos conside-
rar al mismo tiempo todos los factores que intervienen en ella.
Algunos factores influyen más que el resto en una alteración y
debemos considerarlos de un modo especial.
Todo depende de si podemos encontrar la mejor perspectiva,
el punto de vista más adecuado para abordar una alteración. Esto
implica que nos concentremos en el sector correcto y que exami-
nemos la porción correcta. Algunas veces se ve mejor al micros-
copio y otras a simple vista. Si ya conocemos el problema resulta
bastante sencillo. En cambio, si lo desconocemos no podremos
desentrañarlo si antes no damos con el enfoque adecuado, no
podremos conocer las respuestas si no formulamos las preguntas
pertinentes. Pero lo peor de todo es no conocer y creer que sí
conocemos. Entonces nos veremos irremisiblemente anclados a
un enfoque inapropiado, perdidos en un laberinto de seudopro-
blemas y seudosoluciones sustentadas en un sinfín de teorías. En
tal caso es preferible separarse y mirar a simple vista, sin lente
alguna, a la totalidad de la situación, con una mente aplicada en
la observación y lo más libre de prejuicios posible.
Pongamos un ejemplo: supongamos que un hombre carece
de vitamina X. ¿Con qué nos encontramos? El paciente presenta
un complejo cuadro de alteraciones, que en los primeros estadios
probablemente sólo es perceptible en el plano mental, y por otro
lado notamos la ausencia de un mínimo ingrediente alimentario.
Si el trastorno nos es conocido, y estamos bien preparados, de-
beríamos ser capaces de diagnosticarlo a partir simplemente de la
naturaleza de las quejas del paciente y las alteraciones mentales.
Sin embargo, ningún examen del paciente, por más concienzu-

68
Introducción general

do o sutil que sea, podría haber conducido al descubrimiento


del factor específico —y aquí uno casi podría decir la «causa»—,
cuando las vitaminas eran desconocidas. ¿Qué abstracciones fue-
ron necesarias y adecuadas para la solución de este problema?
a) Separamos a la persona del mundo que la rodeaba, realiza-
mos una escisión entre lo «interno» y lo «externo».
b) Utilizamos el método científico aislacionista, tan carac-
terístico del siglo XIX, sin el cual las vitaminas nunca se habrían
descubierto.
c) Separamos lo físico de lo mental.
d) Aplicamos al problema las categorías de causa y efecto
De este modo descubrimos que: un factor externo material
(la ausencia de vitamina X) causa una alteración psicológica.
Esto encaja perfectamente en el esquema clásico de la medi-
cina científica:

Examen – Diagnóstico – Tratamiento

Resulta obvio que en este caso el tratamiento consiste en la


administración de la vitamina carenciada y es, por consiguiente,
causal, no sintomático y —si todo va bien— curativo. Un tra-
tamiento sintomático habría sido la prescripción de analgésicos
para aliviar el dolor de cabeza. Tal tratamiento se habría revelado
inapropiado y, a la luz de un mejor conocimiento, errado.
Nuestras abstracciones frente a este problema fueron ade-
cuadas y correctas. Éste es el tipo de alteración donde las clásicas
abstracciones científicas encuentran su máximo apogeo. El pro-
blema surge cuando se aplican como principio a todas las «enfer-
medades», donde resultan inadecuadas y fuera de lugar y donde
se precisa un conjunto de abstracciones y un punto de vista muy
diferentes.
El desarrollo integral de la medicina y de otras disciplinas
similares en el último medio siglo se basa, en pocas palabras, en
la gradual comprensión del hecho de que este esquema no es
suficiente en la gran mayoría de las alteraciones y que —para
tratarlas como merecen— uno tiene que considerar la persona-
lidad completa y su situación vital pasada y presente. Esto sólo

69
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

puede llevarse a cabo en términos de psicología. El mirador


ideal para la observación de una persona como conjunto es su
propia mente.
Veamos qué clase de «caso» pone a la gente a pensar en esta
línea, tomando todavía un ejemplo, esquemático y muy simpli-
ficado, muy del extremo de la escala, aun así lo bastante cerca de
una esfera donde las categorías clásicas podrían operar.
Un hombre sufre una úlcera duodenal. Una enfermedad cla-
ra y bien conocida, o al menos un síndrome. Los dolores y las
quejas son típicas, pueden deducirse de una exploración física y
para coronar todo esto los signos pueden verse claramente con
rayos X. Aquí está. El diagnóstico es claro. Pero ¿cuál es la causa?
Determinada configuración anatómica del estómago. Sí, existe un
mayor número de personas con esta configuración entre los pa-
cientes con úlcera que la media estadística. Sin embargo, en modo
alguno todos ellos desarrollan una úlcera y la mayoría de quie-
nes la desarrollan no tienen esa configuración. Ésa no puede ser la
causa; puede ser un factor concurrente. ¿Hiperacidez? El mismo
argumento y, además, ¿por qué surge la hiperacidez? Otras cau-
sas: hipermotilidad, dieta irregular y —entra la psicología— preo-
cupaciones, ansiedades, tensiones mentales, sobrecarga de trabajo,
etc. Un conjunto de causas, coadyuvantes, parecen encajar en un
nuevo esquema: constitución, predisposición e influencias exter-
nas accidentales desfavorables. Sin embargo, la psicología es un
invitado incómodo, que una vez que se le ha permitido la entrada
utiliza los codos, planteando preguntas con grosería y sin encajar
en absoluto en las normas de educación médica. Y lo peor todavía
está por llegar, porque todavía no hemos hablado del psicoanáli-
sis. ¿Qué hay, plantea por ejemplo, de las preocupaciones y ansie-
dades? Ustedes las llaman «externas», pero yo puedo mostrarles
que son muy «internas», puedo mostrarles que esa persona no se
habría preocupado en absoluto por su, digamos, mala racha eco-
nómica de no haber sido por su personalidad tomada en su con-
junto. Puedo mostrarles que esta personalidad en particular es el
resultado de sus experiencias tempranas, puedo mostrarles deta-
lladamente que las preocupaciones de las que habla son sólo una
pantalla, una pista falsa, que encubre anhelos y temores apasiona-

70
Introducción general

dos enterrados profundamente, enterrados quizá desde sus prime-


ros años de vida. No obstante, él mismo cree en sus preocupacio-
nes actuales y permanece inconsciente de la batalla que se libra en
su mente, aun cuando puedo mostrarles los vínculos más precisos
y detallados entre ellas y su mente inconsciente, y también cómo
y por qué ésta tiene que disfrazarse hasta casi no ser reconocida.
Además, puedo casi —no del todo— seguir los vínculos entre es-
tas luchas inconscientes y el estómago. De algún modo estoy más
cerca del estómago desde «dentro» que ustedes con sus rayos X y
microscopios.
Ya basta, dice el doctor, esto ha ido demasiado lejos. ¿Me
está diciendo que puede averiguar qué hay en la mente de una
persona, cuando ni siquiera él lo sabe? ¡Esto es un absurdo, una
fantasía, una especulación! Precisamente, dice el analista, pero
el absurdo y la fantasía están en la mente del paciente, y con
mucha tensión y de un modo muy real, y no en la mía. Gracias
a los descubrimientos del profesor Freud, dispongo de un mé-
todo de acceso a la mente inconsciente, de manera que es el pro-
pio paciente quien puede descubrirlo todo con mi ayuda, y existe
una amplia base de conocimientos en la actualidad para hacerlo
todo inteligible. Sin embargo, se trata de una tarea prolongada, de
una historia larga, y no podemos meternos con eso ahora. Pero le
diré algo más: usted piensa en la constitución como algo orgánico,
pero estudios sistemáticos de observadores cualificados llevados a
cabo en Chicago revelan que las personas que desarrollan úlceras
pertenecen a un tipo de personalidad concreto y bien definido. De
cualquier manera, visto desde este ángulo, la úlcera en sí misma es
sólo algo secundario, un incidente, por así llamarlo, en una larga
cadena de hechos. Si le pregunto, por ejemplo, por qué este pa-
ciente desarrolla una úlcera precisamente ahora, no podría darme
una respuesta, en cambio, es posible que si yo lo analizo sí pueda
darla. Por cierto, ¿qué hay del tratamiento y la cura? En un buen
número de personas esta afección no se cura siguiendo el régimen
de dietas habitual, y la razón es que el conflicto subyacente no ha
sido resuelto. ¿Me está diciendo que todas las úlceras gástricas, o
de hecho todos los pacientes, deberían analizarse? No, pero no
podemos abordar este tema ahora.

71
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Al menos fue tranquilizador para el médico que su colega


no hubiera perdido por completo el juicio y el sentido común.
Pero se quedó con la inquietud. Había advertido a menudo que
algunas personas con la «misma afección» se recuperaban bien,
mientras que otras iban de mal en peor con el «mismo tratamien-
to» e incluso morían. Nunca se le había ocurrido que las razones
«psicológicas» pudieran ser responsables de esto: tenía que ha-
ber algo de verdad en estas ideas del analista, por más increíbles
que sonaran. ¿Acaso deberían los artistas y los escritores saber
más que los hombres de ciencia? Recordó que había leído La
montaña mágica y Los Buddenbrook, de Thomas Mann. El es-
critor alemán había presentado la crisis de escarlatina de Hanno
Buddenbrook —cuando éste murió— como una profunda deci-
sión interna entre el deseo de vivir y el de morir... Quizá podría
haber algo en eso...
Abandonaremos este debate imaginario entre los doctores
de lo físico y lo mental, aunque hay que señalar que éste era un
médico inusualmente bueno, no un ejemplo de la respuesta más
común.
¿Qué tiene que ver todo esto con el grupoanálisis? Pronto
quedará explicado.

El problema.— Habrá quedado claro que nuestro esquema


clásico ya no es aplicable en el mismo grado.
En el caso de una infección, la causa está nítidamente defini-
da: un bacilo. Sin él y sin la respuesta característica del organis-
mo, la afección no podría desarrollarse de esta forma particular.
Pero esto apenas nos aclara el significado real del suceso para la
vida del paciente y su influencia en el futuro.
A primera vista, un accidente sólo parece cuestión de un co-
che y los huesos de un paciente: asunto de cirujano. Pero se ha
demostrado que un atropello puede distar mucho de ser un he-
cho accidental. Existe una gama completa: desde la persona que
se suicida de este modo de forma deliberada, hasta aquellos, muy
superiores en número, a quienes les sucede mientras son comple-
tamente inconscientes de las oscuras fuerzas interiores que los
empujan a una catástrofe semejante desde un conflicto irresolu-

72
Introducción general

ble, desesperado y profundo; y finalmente aquellos que sienten


impulsos extraños, aterrorizadores y fugaces de lanzarse bajo las
ruedas de un tren, impulsos que les intrigan y les desconciertan.
Hay personas que nunca sufren un accidente, otras en cambio,
sufren uno detrás de otro, muchos en el curso de su vida. Estos
últimos han mostrado pertenecer a un tipo de personalidad re-
conocible.1 Son «propensos a los accidentes» y se ven involucra-
dos en un número mucho mayor de «accidentes» que la media
estadística. No tienen ninguna intención consciente de hacer eso.
¿Acaso no lo sabemos todos nosotros y lo expresamos en un sin-
fín de supersticiones?
Los médicos inteligentes siempre lo supieron. Hay que tratar
al paciente y no la enfermedad, dicen. Pero la llegada de la mo-
derna medicina científica ha complicado cada vez más mantener
este principio. Cuanto más conoce uno los detalles, más pierde la
visión de conjunto. Ahora, bajo el impacto de la moderna psiquia-
tría científica, esto se está redescubriendo. En cierto modo, la vieja
idea precientífica de que la gente enferma porque ha sido víctima
de espíritus malignos y fantasmas, porque ha quedado obsesiona-
da o invadida por ellos, no estaba tan lejos de la verdad. La llamada
gente primitiva, que aún no era capaz de un pensamiento discipli-
nado racionalmente, culpaba de estos sucesos a la transgresión de
tabúes o a la ira y venganza de antepasados inquietos.
¡Menudo dilema! ¿Es éste el final de la medicina científica?
¿O simplemente se trata del vaivén del péndulo? Ni una cosa ni
otra. Y es aquí donde el psicoanálisis acude a llenar el hueco. El
psicoanálisis ha mostrado que aunque no es posible pasar por alto
la verdad presente en estas creencias primitivas, ni la extensión y
el poder de la mente, cabe admitirlas sin abandonar los fundamen-
tos y principios de la ciencia. El psicoanálisis ha proporcionado la
llave que abre esta esfera a la investigación científica y, a través de
esta investigación, la hace más inteligible. Lo ha hecho así en pri-
mer lugar en alteraciones que son abiertamente psicológicas o con
síntomas físicos a los cuales los médicos no encuentran causa con
base puramente física, las llamadas psiconeurosis.

1. Flanders-Dunbar: Psychosomatic Diagnosis.

73
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

La llave del psicoanálisis.— Las contribuciones aportadas


por el psicoanálisis han inaugurado una época en la compren-
sión de la mente humana. Hará falta otro medio siglo para que
el impulso de su impacto alcance su punto culminante. Estamos
siendo testigos del inicio de este proceso; aquí, estas contribu-
ciones deben resumirse en unas pocas afirmaciones. La perso-
nalidad total y la situación total en su interacción no podían ser
abordadas desde el privilegiado punto de vista de la psicología
mientras ésta dependiera de la introspección por un lado y de
la experimentación por el otro. No existía una psicología que
considerara la vida cotidiana y su significado para el individuo
en los planos emocional e instintivo, al menos científicamente.
Sólo los grandes filósofos y verdaderos artistas fueron capaces
de aportar sus contribuciones. La psicología como ciencia natu-
ral, basada en la biología, no existía con anterioridad a Freud. El
psicoanálisis abrió este territorio al desarrollar tres herramientas
fundamentales:
1) Un método de investigación llamado asociación libre. Se
invita al analizante a relacionar todo lo que se le ocurre, resis-
tiendo el impulso de llevar a cabo una elección.
2) Un modo de comprender el significado completo e incons-
ciente de los pensamientos, motivos y acciones conscientes, así
como las relaciones entre las dos esferas de la mente. El psicoaná-
lisis deja claro cómo y por qué las motivaciones más poderosas de
un comportamiento humano quedan a menudo ocultas, excluidas
de la consciencia de la persona, reprimidas. Más aun: están someti-
das a un aluvión de transformaciones y distorsiones —como sim-
bolizaciones, sublimaciones, sustituciones, desplazamientos, per-
versiones, condensaciones y otros mecanismos de defensa— antes
de ser admitidas por la consciencia de la propia identidad. La gra-
mática de todo esto, una suerte de código de desciframiento, está
contenida en La interpretación de los sueños, de Freud.
3) El psicoanálisis creó una situación nueva, la situación ana-
lítica, entre el analista y el analizante. La esencia de esta situa-
ción radica en el hecho de que es una situación de transferencia.
El analizante tiende a revivir todas sus relaciones anteriores con
otras personas, que continúan activas en su mente porque no

74
Introducción general

han llegado a una conclusión satisfactoria. Al hacerlo imbuye


al analista de todas las características de sus imágenes mentales,
le asigna los roles de las personas más importantes de su vida
anterior, remontándose hasta su infancia. Se ponen en juego su
amor y odio más apasionados, su más aguda ansiedad y pánico,
los remordimientos y culpas más desesperados. ¡Si el analista lo
permite, claro está! Si el analista interpreta las reacciones del pa-
ciente como las de una persona real en la realidad presente, un
doctor en una consulta, forzará al analizante a regresar a su vez
al presente y abandonar la transferencia. Sin embargo, el analista
no desea interferir en este proceso de transferencia. Sabe que su
paciente experimenta y comunica sus conflictos más vitales e in-
conscientes por medio de la repetición. De hecho, no existe otro
modo de expresar estos conflictos. No sólo han sido olvidados,
sino que no pueden ser rememorados de un modo directo, por-
que nunca han sido experimentados en un lenguaje articulado. El
analista, por consiguiente, permite que el paciente lo utilice para
maniobrar exactamente como dicta su propia mente inconscien-
te. Aquí es donde concluye la posibilidad de un autoanálisis y la
situación social, la otra persona, se convierte en indispensable. Si
el analista estuviera, él mismo, atormentado por los conflictos o
cargado de angustia por sus reacciones instintivas primitivas se
vería forzado a mantenerse alejado de esta esfera y a levantar una
resistencia propia, aunque inconsciente, contra las reacciones de
transferencia del paciente. En el lenguaje técnico actual esto im-
plica que el analista deber haber efectuado un concienzudo aná-
lisis de su propia persona. La transferencia, que se erige en piedra
angular del procedimiento psicoanalítico, sólo puede experimen-
tarse y explorarse completamente en la situación analítica. El psi-
coanálisis es un procedimiento terapéutico, que no sólo consiste
en la repetición de la transferencia. El analista hace ambas cosas:
permite que el paciente experimente una regresión hasta donde él
quiera para conocer de él lo que él quiere, pero también lo lleva al
plano del presente, representa para él la realidad presente y madu-
ra. El arte del analista, su buena técnica dicho de otro modo, con-
siste en satisfacer ambas partes en la proporción adecuada y en el
momento adecuado. De este modo, permite al analizante vincular

75
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

su vida pasada con su presente, actualizar sus conflictos, por así


decirlo, y conseguir una mejor integración.
Ningún analista puede trabajar sin estas tres herramientas,
que hemos destacado: asociación libre, conocimiento del in-
consciente y análisis de la situación de transferencia. Esta última,
sin embargo, ha cobrado cada vez mayor importancia. Hay que
mencionar que en su forma pura sólo puede experimentarse en
una situación social muy íntima —una intimidad sin precedentes
ni paralelismos— entre dos personas. También es preciso seña-
lar que esta situación únicamente puede establecerse en circuns-
tancias excepcionales, porque las condiciones previas por parte
tanto del analista como del paciente dependen de factores muy
selectivos. Además, se trata de un proceso que consume mucho
tiempo, y precisa de sesiones diarias durante varios años.
Con estas herramientas, el psicoanálisis ha permitido, como
decíamos antes, abrir la personalidad total y la situación total para
operar en ellas. De hecho, revela que la personalidad y la situación
presentes, incluso en su totalidad, son inseparables del pasado —el
del individuo y el de la raza— y del futuro. El psicoanálisis ha
enfatizado la importancia inesperada de la vida sexual, el reciente
descubrimiento de su preexistencia en la vida infantil, y el signi-
ficado crucial del complejo de Edipo. Ha establecido más allá de
toda duda la naturaleza formativa de las experiencias de la pri-
mera infancia, no sólo para la vida posterior y sus conflictos,
sino también para la génesis del yo de la persona y del carácter
mismo. A través del concepto de conflicto de importancia pato-
génica primordial, el conflicto, esto es, entre el instinto impul-
sivo innato y la autoridad restrictiva y limitadora de la realidad,
ha tenido en cuenta la naturaleza básica del hombre como animal
social. Además, la topografía mental ha evolucionado median-
te el psicoanálisis, y asignando ciertas funciones de la mente al
«ello», el «yo» y el «superyó» ha hecho justicia, en teoría, al he-
cho de que el mundo «externo» se internaliza, de que el mundo
de la dinámica interior del hombre constituye un reflejo micro-
cósmico del mundo completo, o al menos de su mundo comple-
to. De hecho, ha permitido que la naturaleza social del hombre
se represente en su estructura más íntima.

76
Introducción general

Explícitamente, sin embargo, el psicoanálisis no ha concedido


por el momento a esta faceta social la misma importancia básica
que al aspecto instintivo. Para Freud, y para la mayoría de los ana-
listas actuales, la naturaleza social del hombre es un derivado del
amor sexual, o una formación de reacción a los impulsos destruc-
tivos incompatibles. El niño es pensado como un ser solipsístico,
que sólo conoce las urgencias propias de su instinto, y que sólo
aprende del mundo «exterior» mediante un doloroso método de
ensayo y error. Esto es completamente cierto desde el punto de
vista propio del niño —y no sólo del niño, sino de cualquier in-
dividuo—, pero resulta erróneo en cuanto queremos construir el
«mundo» y la «sociedad», o incluso la familia, desde la suma de
complejidades tan intrincadas de interacciones de «individuos». Se
trata del mismo error que considerar el todo como la suma de las
partes. Desde un punto de vista maduro y científico, lo opuesto es
verdad: cada individuo —en sí una abstracción, artificial aunque
plausible— está básica y centralmente determinado, inevitable-
mente, por el mundo en el que vive, por la comunidad, por el gru-
po del cual forma parte. El progreso en todas las ciencias durante
las últimas décadas ha conducido a la misma conclusión indepen-
diente y a la vez coordinada: que las viejas yuxtaposiciones de un
mundo interior y exterior, constitución y entorno, individuo y
sociedad, fantasía y realidad, cuerpo y mente son insostenibles.
No pueden en ninguna fase ser separadas, salvo mediante un aisla-
miento artificial. Sin duda, los propios conceptos de Freud fueron
determinados en este sentido por su época, y si hubiera vivido
cincuenta años después habría sido uno de los primeros en corre-
girlos. Él nos dio, de hecho, pruebas suficientes para suponerlo.

El reconocimiento de la importancia básica de la sociedad

Existen, no obstante, cada vez más pruebas de que con el paso


del tiempo la naturaleza básica de las influencias sociales es apre-
ciada en mayor medida por los propios psicoanalistas. Erik Hom-
burger Erikson, por ejemplo, ha realizado recientemente una no-
table contribución en este sentido, de importancia tanto para el

77
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

psicoanálisis como para el grupoanálisis. Erikson sostiene que el


cambio histórico «en la forma de los modelos sociales contem-
poráneos, de prototipos convincentes del bien y el mal [...] ad-
quiere [...] una concreción decisiva en el desarrollo de cada yo
individual [...] El niño que crece debe obtener un sentido vitali-
zante de realidad a partir de la consciencia de que su forma indi-
vidual de llegar a dominar la experiencia (su síntesis de yo) es una
variante exitosa de una identidad grupal, y está de acuerdo con su
plan de espacio-tiempo y de vida. Un niño que acaba de aprender
a caminar no sólo parece motivado a repetir y perfeccionar el acto
de caminar por placer libidinal en el sentido del erotismo locomo-
tor de Freud, o por la necesidad de dominio en el sentido del prin-
cipio de Ives Hendrick, sino que también toma conciencia de su
nuevo estatus de “él, que puede caminar”, con la connotación que
esto pueda tener en las coordenadas de su plan de vida cultural,
sean éstas “él, que irá lejos” o “él, que estará erguido” o “él, que
podría ir demasiado lejos” [...] La identidad del yo, pues, en este
aspecto subjetivo, es la consciencia de que existe una vergüenza de
sí mismo y una continuidad de los métodos sintetizadores del yo
y que estos métodos son eficaces en la salvaguarda de la vergüen-
za y la continuidad del significado de uno para otros».2
El interesante estudio de Erik Homburger Erikson arroja luz
concluyente sobre las relaciones entre la identidad del grupo y la
identidad del yo, la patología del yo y el cambio histórico y la pa-
tología social perniciosa para el yo. No podemos pretender aquí
presentar un relato abreviado de sus observaciones, que son re-
levantes en su totalidad y deben ser leídas en el original. Resul-
ta gratificante que las connotaciones históricas de los conceptos
psicoanalíticos —a los cuales él dedica un capítulo— sean ahora
vistos en perspectiva por parte del propio psicoanálisis.

Mientras que ciertos estereotipos, porque comparten una


tendencia económica conservadora, permanecen sorprenden-
temente constantes, otros pierden o cambian por completo sus

2. Véase Erik Homburger Erikson: «Ego Development and Historical


Change», The Psychoanalytic Study of the Child, 2 (1946).

78
Introducción general

connotaciones originales al cruzar las fronteras de los lengua-


jes, las naciones y los continentes. Existió una era posromán-
tica en Europa, cuando cualquier cosa, al ser trazada hasta su
origen en un Trieb, se convirtió, de hecho, en caballeresca, si
no deificada; mientras que en la actualidad, y en especial en este
país, lo que es llamado instintivo adquiere de ese modo una
especie de valor de alteración irreversible. Los instintos exigen
ahora un «ajuste» donde antes pugnaban por sublimarse en un
plano «superior». El estudio de las connotaciones históricas de
los conceptos psicoanalíticos básicos a escala internacional se-
ría una tarea fascinante.
En psicopatología observamos y estudiamos la aparente
autonomía de uno de estos procesos cuando éste recibe un én-
fasis excesivo a causa de la pérdida de regulación mutua y equi-
librio general. De este modo, el psicoanálisis ha estudiado en
primer lugar (en la medida en que puede aislarse) la esclaviza-
ción del hombre por el ello, esto es, por las excesivas demandas
en el yo y la sociedad de organismos frustrados, alterados en
la economía interna de su ciclo vital. A continuación el foco
de estudio se movió hacia la esclavización del hombre por los
esfuerzos de un yo (y un superyó) aparentemente autónomo:
mecanismos de defensa que reducen y distorsionan el poder
del yo de experimentar y planificar más allá del límite de lo que
es factible y tolerable en el organismo individual y en la orga-
nización social. El psicoanálisis completa su estudio básico de
la neurosis investigando más explícitamente la esclavización del
hombre por las circunstancias históricas que reclaman autonomía
por precedente y explotan mecanismos arcaicos en su interior
para negarle la salud y la fuerza del yo. Sólo la reinterpretación
de nuestra experiencia clínica sobre la base de estas tres face-
tas de la investigación nos permitirá realizar una contribución
esencial a la educación infantil en un mundo industrial.

Por último, cito la formulación de Erik Homburger Erikson


del objetivo del tratamiento psicoanalítico, que es idéntico al del
grupoanálisis. El grupoanálisis, si se orienta en las líneas que esta
obra trata de trazar, es, de hecho, el instrumento elegido para la

79
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

investigación de la «identidad del yo del individuo en relación con


los cambios históricos que dominaron su entorno infantil» y para
la liberación del individuo, a fin de que éste pueda reemplazar la
dominación ciega por la libre aceptación de la necesidad social.

El objetivo del tratamiento psicoanalítico ha sido definido


como el incremento simultáneo en la movilidad del ello, en la
tolerancia del superyó y en el poder sintetizador del yo. Al úl-
timo punto añadimos la sugerencia de que el análisis del yo de-
bería incluir el de la identidad del yo del individuo en relación
con los cambios históricos que dominaron su entorno infantil.
Para que el individuo domine a su neurosis hay que empezar
por ponerle en posición de aceptar la necesidad histórica que lo
hizo lo que es. El individuo se siente libre cuando puede elegir
identificarse con su propia identidad del yo y cuando aprende a
aplicar aquello que le es dado con aquello que debe hacer.

Este enfoque es el que tenía en mente cuando lo formulé,


hace diez años, de este modo:3

Al contrario de lo que quizá podríamos esperar, existe una


severidad y especificidad de estas restricciones sociales cada
vez mayor. Las razones para ello serán tratadas en un segundo
volumen de esta obra. Obviamente hay que localizarlas en la
siempre creciente dificultad y complejidad de la vida social. No
pueden ser de naturaleza fundamentalmente psicológica, por-
que eso significaría que existe en la propia psique una tendencia
inherente en una dirección definida, suposición que nosotros,
como estudiosos de las ciencias naturales, no vemos justificada.
Por el contrario, lo que forma el contenido y objeto de nuestra
vida mental (y, para el caso, de la psicología) es forzosamente
el hecho de ser constantemente modificados por estas circuns-
tancias «externas». Esta afirmación podría sorprender e inclu-

3. En mi reseña de Norbert Elias: Uber den Prozess der Zivilisation, Aca-


demia Verlag, Praga, 1937, en The International Journal of Psycho-Analysis,
19, parte 2 (1938).

80
Introducción general

so escandalizar a los psicoanalistas por un momento, hasta que


comprendieran que el psicoanálisis mantiene por sí solo la po-
sición clave para el entendimiento científico de este proceso
(posición que otorgan y reconocen plenamente a los psicoana-
listas algunos sociólogos modernos como Elias): concretamen-
te al mostrar cómo las restricciones exigidas por la sociedad se
comunican al niño en edad de crecimiento hasta que se con-
vierten en una segunda naturaleza, y por qué y en qué forma
las prohibiciones acumuladas en la historia se transfieren a cada
nueva generación. [...] Todo esto, debe remarcarse, puede ser
expresado como algo sucedido en tiempos históricos, y no hay
necesidad de saltar de inmediato a supuestos hipotéticos de la
vida prehistórica. En resumen, este material es pertinente para
nosotros como contribución a la comprensión histórica de la
formación del yo y del superyó. [...] El psicoanálisis ha trata-
do hasta la fecha de buscar las fuentes de la fundamental for-
mación del superyó en la especie humana, básicamente en dos
direcciones: en primer lugar, la filogenética, como una precipi-
tación de la prehistoria (complejo de Edipo); en segundo lugar,
la psicogenética, como un resultado de la historia del individuo
(en especial en el Reino Unido). Además de estas dos maneras
de abordar la cuestión, parece que tenemos un acceso gradual
a material que abre una tercera vía, y quizá no de menor im-
portancia, la vía sociogenética (histórica). No es preciso señalar
que ninguno de estos tres enfoques reemplaza a los otros, sino
que sólo los complementa, y tampoco existe una frontera ab-
soluta entre ellos, sino que están constantemente conectados y
en estado de interacción. De hecho, confluyen en el campo del
psicoanálisis, con su perspectiva de autoridad sobre todas las
esferas del cuerpo y la mente. El psicoanálisis es indispensable
como vínculo entre ellos, pero esta posición nuestra, que con
razón valoramos tanto, trae consigo la obligación para el ana-
lista de al menos conocer qué se oculta tras las puertas que él
podría ayudar a abrir.

Desarrollé más el tema, las implicaciones de los estudios so-


ciohistóricos y los conceptos de psicología individual de Elias

81
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

en una crítica del segundo volumen de la misma obra (1940). Es-


clarecí que la psicología del individuo es comparable a la anato-
mía y la patología microscópicas: el microcosmos del individuo
repitiendo y reflejando los cambios microscópicos de la socie-
dad de la que forma parte. El individuo no sólo depende de las
circunstancias materiales, por ejemplo económicas o climáticas,
del mundo que le rodea y de la comunidad —el grupo en el que
vive, cuyas demandas le son transmitidas por los padres o figuras
parentales—, sino que queda, literalmente, impregnado de ellas.
Forma parte de una red social, es un simple nodo de esta red,
y sólo artificialmente puede ser considerado de manera aislada,
como un pez fuera del agua. El concepto de «átomo social» de
Moreno —el individuo más sus ramificaciones sociales inmedia-
tas como unidad elemental—, aunque se aproxima a esta verdad,
continúa atascado a medio camino, por cuanto sigue constru-
yendo la estructura social a partir de estos átomos sociales. Ade-
más de estas ramificaciones horizontales, el individuo tiene, en
un plano actual, un tronco vertical que representa las caracterís-
ticas heredadas de la raza y las especies, su herencia biológica,
que desarrolla en espacio y tiempo a lo largo de su «vida». Los
conceptos dinámicos psicoanalíticos de las demandas del «ello»,
el «superyó» y la «realidad», a los que se halla expuesto nuestro
«yo» y de acuerdo a los cuales se forma y se recrea de un modo
constante, constituye el único marco adecuado que nos permite
hacer justicia a todas esas complejidades y aún así comprender
al individuo como un todo en una situación total. Debemos, no
obstante, percibir y evaluar la situación analítica, incluidos to-
dos sus componentes «inconscientes», como determinada por la
situación vital total del paciente, y no, a la inversa, ver la «vida»
y la «realidad» meramente como proyección, pantalla y reflec-
tor de sus «fantasías inconscientes», las cuales se producen, de
hecho, al mismo tiempo. La verdad es que ambas no pueden ser
separadas nunca. Natur ist weder Kern noch Schale —alles ist sie
mit einem Male (Goethe).* Esto presenta una importancia esen-

*. La naturaleza no está en la piel ni en la semilla, está en todo al mismo


tiempo. (N. del T.)

82
Introducción general

cial inmediata, tanto teórica como práctica. Éste es el lugar de


reconocer con gratitud la claridad en la comprensión de estas
relaciones que yo debo particularmente a la obra y los plantea-
mientos de Norbert Elias, y quizá más todavía a las múltiples
discusiones amistosas que mantuvimos en torno a estos temas
antes de la guerra, las cuales, me alegra decirlo, hemos reanuda-
do ahora.
Estas observaciones se han recordado aquí por dos motivos.
En primer lugar, porque representan una de las principales for-
mas de abordar la orientación correcta en psicología grupal; y,
por cierto, pensar en lo dicho en estas líneas me condujo casi de
forma natural hacia el grupoanálisis. En segundo lugar, y más
importante, debería quedar claro a partir de estas consideracio-
nes que el aspecto social del comportamiento humano es básico
y central, y no algo de naturaleza periférica, y comparativa-
mente superficial, ni una influencia «externa» condicionante,
adicional y de última hora. De hecho, el grupo familiar y su in-
fluencia se precipita en la parte más íntima de la mente humana,
incorporada en el yo y el superyó del niño, formando su núcleo
mismo.

El estudio del grupo

La situación grupal —un conjunto de seres humanos en un


entorno social— es el mejor lugar para estudiar el grupo, así
como al individuo en sus aspectos sociales, en vivo y en directo.
Esto equivale a decir que el grupo es la mejor herramienta para
operar en la estructura más íntima del hombre.
Hombres y mujeres pertenecen, a lo largo de su vida, a una
gran variedad de grupos diferentes conectados con funciones
distintas. El estudio de estos grupos de vida, lo que los antropó-
logos denominan trabajo de campo, es el medio de observación
ideal. Dice Malinowski:

Debo invitar a mis lectores a separarse del estudio cerrado


del teórico y salir al aire libre de la antropología de campo.

83
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

[...] El antropólogo tiene al creador de mitos a su lado. [...] El


mito [...] no es simplemente una historia narrada, sino una rea-
lidad vivida. [...] El mito cumple una función indispensable en
una cultura primitiva. [...] El mito es, por tanto, un ingredien-
te vital de la civilización humana, no es un cuento frívolo, sino
una fuerza activa y trabajadora [...]. Sirve principalmente para
establecer un estatuto sociológico, o un modelo de comporta-
miento moral retrospectivo [...] El antropólogo [...] debe salir
a las aldeas y ver a los nativos trabajando en los huertos, en la
playa, en la selva; debe navegar con ellos hasta distantes bancos
de arena, acompañarlos a conocer tribus extrañas, y observarlos
pescando, comerciando o en lejanas expediciones ceremoniales
[...]. El trabajo de campo puede hacerse de primera o de segunda
mano incluso entre los salvajes, en medio de cabañas levantadas
sobre pilares, no lejos del canibalismo real y los cazadores de ca-
bezas. El trabajo de campo en antropología, como algo opuesto
a tomar notas a partir de testimonios, es un trabajo arduo, pero
también muy gratificante. Sólo esta antropología puede propor-
cionarnos la visión amplia del hombre y la cultura primitivos.
Esta antropología nos muestra, en lo que respecta al mito, que
lejos de ser un pasatiempo de la mente ociosa, es un ingrediente
vital de relación práctica con el entorno.4

Otro ejemplo bastante distinto de este trabajo de campo —en


este caso no entre hombres primitivos, sino en una comunidad
moderna—, y también relacionado con lo que nos ocupa, nos lo
proporciona la obra de Henrik F. Infield, Co-operative living
in Palestine. Y todavía uno más, el que se llevó a cabo en plena
segunda guerra mundial, en el ejército británico, en un sencillo
hospital psiquiátrico: nuestro experimento de Northfield. No
puede ser descrito por completo en el presente volumen, sino
sólo en la medida en que surge del grupoanálisis y a su vez in-
fluye en éste.
La descripción de Malinowski del paso de la antropología
«de sillón» a la antropología de «campo» concuerda exactamente

4. Myth in Primitive Psychology, Psyche Miniatures, Kegan Paul.

84
Introducción general

con mi propia experiencia en Northfield; el paso de la consulta


de psiquiatría a la psiquiatría de «campo», a la vida del soldado,
al significado vital de su mitología militar, de sus «neurosis» en
la realidad de su vida. Soy bastante consciente de que este pro-
ceso no habría sido posible sin el inspirador liderazgo del gene-
ral de brigada J. R. Rees, director del Servicio de Psiquiatría del
Ejército y de su equipo —hombres como G. Ronald Hargreaves,
Ferguson Rodger, John Sutherland, A. T. M. Wilson y otros—
y, más próximos a mí, en el mismo hospital, Alfred Torrie (el ac-
tual director del Servicio de Psiquiatría del Ejército) y, más tarde,
T. F. Main. Ellos a su vez habían sido influidos por la obra y las
ideas de W. R. Bion, John Rickman y otros, en particular en los
proyectos del grupo sin líderes del Consejo de Selección del Mi-
nisterio de la Guerra. Me han contado que mi propia forma de
conducir grupos terapéuticos sigue los principios del «grupo sin
líderes». Esto es, creo, parcialmente cierto, pero, si es así, los se-
guí mucho antes de que existieran en realidad. A causa de haber
nacido en el extranjero por una desgraciada coincidencia, que la-
mento, no pude participar en el trabajo del Consejo de Selección
y no tuve noticias de los grupos sin líder hasta relativamente tar-
de. Sin embargo, las visitas de John Rickman a Northfield supu-
sieron un gran estímulo en este sentido, y H. Bridger, quien vino
del trabajo del Consejo de Selección, desempeñó un importante
papel en el experimento de Northfield; de hecho lo condujo des-
de el punto de vista de las actividades sociales.

El experimento de Northfield

Así pues, el experimento de Northfield fue una confluen-


cia dichosa de varias fuentes que habían brotado de forma in-
dependiente, como ocurre siempre e inevitablemente cuando la
situación grupal, la comunidad en general, está madura para que
ocurra. Qué individuos desempeñan un papel más o menos pro-
minente o notorio en estos acontecimientos es en parte cuestión
de azar y posición, en parte resultado de su sensibilidad particu-
lar a las corrientes que impregnan el grupo y de sus necesidades

85
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

más notables en ese momento, y en parte se debe a sus parti-


culares cualidades personales, que les capacitan para realizar su
contribución. Esto es igualmente válido para los líderes de gru-
pos de todos los tamaños, como naciones enteras, y de todos los
niveles, desde el encargado de una fábrica hasta el trabajo de los
genios creativos de las artes o las ciencias o —por último, pero
no por ello menos importante— el buen terapeuta grupal frente
a su grupo de pacientes.
Ni la modestia ni la inmodestia deberían impedirnos descri-
bir correctamente nuestra propia posición y función en los suce-
sos del grupo, sea ésta importante o en apariencia insignificante.
Ésta es una directriz que también seguiré a lo largo de esta obra.
Por lo que respecta al experimento de Northfield, mi propia
función resultó bastante importante. En primer lugar, fui la úni-
ca persona que lo observó activamente en su totalidad. Yo lleva-
ba un año en Northfield antes de que se produjera ningún expe-
rimento, ¡salvo en mi propia sala, por así decirlo! Con el amable
permiso del oficial al mando, el teniente coronel Rosie, introduje
la terapia analítica de grupo con mis propios pacientes. Las cir-
cunstancias del hospital en ese momento serán descritas a partir
de aquí como fase A. Gradualmente, pude extender un enfoque
centrado en el grupo hasta los límites de mi propio territorio, en
mi sala y en relación a todos los pacientes a mi cuidado, y tam-
bién llegué a hacer entender mejor la importancia de esta orien-
tación para la terapia entre unos pocos colegas interesados. (Fase
A1.) Por su colaboración en este periodo contraje una deuda de
gratitud con mi entonces oficial al mando, el teniente coronel
Denis Carroll, por su interés activo y su apoyo. En ese momen-
to, el entonces teniente Joshua Bierer se unió temporalmente al
personal del hospital. Él, como yo, tenía experiencia previa con
el tratamiento grupal, y —por más que su perspectiva fuera dis-
tinta— aportó un estímulo adicional al hospital que impulsó a la
institución hacia un reconocimiento progresivo de la importan-
cia de la terapia de grupo y la terapia social en el tratamiento.
Entonces llegó el periodo del experimento de Northfield pro-
piamente dicho. (Fase B.) Participé en él activamente de principio
a fin y tuve la ventaja de observar sus efectos en el conjunto del

86
Introducción general

hospital —pacientes, médicos y equipo, tanto superiores como


subordinados— desde una posición clave. Esto es decir mucho,
porque Northfield reflejaba cada vez más todos los problemas de
la vida de grupo, y las interacciones entre grupos de gente, que
uno podía encontrar en el mundo en general. Era posible observar
los problemas de la comunidad y experimentar con ellos como
en un laboratorio. El trabajo fue arduo e interminable, pero me-
reció la pena. Con la cooperación sin reservas de Bridger ayudé
a derribar las barreras entre el dominio de los psiquiatras y el del
departamento de actividades sociales, que hasta la fecha se consi-
deraban como «tratamiento» o «psicoterapia» en un caso y como
terapia ocupacional auxiliar en el otro. Esto se logró mediante la
creación de un ejemplo de trabajo, que afectó en primer lugar a mi
propia sala. Fue algo más que una buena exhibición, pues ejerció
una influencia dinámica en el resto del hospital. En las mentes de
los propios psiquiatras, supuso romper la influencia de toda su
formación para dejar sitio a una nueva orientación. Estas barreras
demostraron, en algunos, ser demasiado fuertes; al fin y al cabo
este periodo sólo duró nueve meses. Pero el experimento afec-
tó a todos, y aquellos en los cuales esta reorientación echó raíces
adoptaron durante el resto de sus vidas un enfoque diferente de
los problemas psicológicos de sus pacientes. Significativamente, se
trató en su mayor parte de colegas jóvenes y algunos de los mejo-
res no eran especialistas de la psiquiatría en la vida civil. El hecho
de que yo mismo fuera psiquiatra y psicoanalista reconocido ayu-
dó considerablemente a Bridger en este sentido. Siendo él un lego,
se habría visto confrontado con la autoridad de los «expertos»,
que le habrían pedido que se ocupara de sus asuntos y le habrían
dicho qué era relevante y qué no lo era en el tratamiento del pa-
ciente. Esto no podía aplicarse a mi persona. Para el paciente, el
desmoronamiento de sus actividades hospitalarias en fragmentos
descoordinados podía ser reemplazado por una reforma concer-
tada de sus reacciones. El tratamiento era todo y nada. Caía más
en mi terreno durante este periodo la tarea de enseñar y difundir
la psicoterapia grupal propiamente dicha, y de este modo imbuir a
los colegas receptivos de los principios del grupoanálisis, dejándo-
les la libertad de aplicarlos a su manera. Reduje deliberadamente

87
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

la enseñanza formal al mínimo, y me abstuve de dar de comer en


la boca. A pesar de que esto me generaba una limitación consi-
derable y producía frustración en mis «pupilos», creo que los
resultados globales justificaban este enfoque. Quiero expresar mi
sincero agradecimiento a aquellos de mis colegas que mostraron
un interés particular y espontáneo en estos asuntos —y que tan
bien y con tan buen humor me soportaron a mí y a mis defectos—,
y cuya cooperación y contribuciones resultaron vitales para el éxi-
to del experimento en su conjunto, y que sumadas son mucho
más importantes que las mías. Estoy pensando en particular en Ja-
mes Anthony, Susan Davidson, George Day, Millicent C. Dewar,
Alex Essex, Leslie Golding, Martin James, Angus MacClean,
Tom Martin y muchos otros, cuyos nombres no puedo enume-
rar. Aquellos que se mostraron más distantes o mantuvieron algún
tipo de oposición, también hicieron, por cierto, una contribución
indispensable; sin mencionar el hecho de que la gente no estaba,
por supuesto, dividida en dos facciones, una a favor y otra en con-
tra, como un rebaño de ovejas blancas y negras. Tenían una base
común y una devoción entusiasta por sus deberes en el interior del
hospital en su conjunto, como debe ser en un buen grupo.
En lo que a mí respecta, resultó de particular interés la posi-
bilidad de desarrollar el grupoanálisis en un campo más amplio
y de observar la interacción entre los cambios en este campo y
las sesiones grupoanalíticas en un sentido más estricto. Es este
aspecto el que resulta de interés en el tema que nos ocupa, el
grupoanálisis, y por esta razón, el experimento de Northfield se
halla incluido en el presente volumen.
Mis actividades en este campo más amplio, tratando con
grupos vitales de todo tipo y función en el hospital en general
pertenecen principalmente a la fase B. Coinciden con la nueva
función que me fue asignada al poco de que Bridger abandona-
ra el hospital, la de consultor psiquiátrico del departamento de
actividades sociales. Estas experiencias fueron para mí quizá de
interés todavía mayor, aunque quedaban en la periferia del gru-
poanálisis propiamente dicho. Esta etapa fue, por así decirlo, el
epílogo del experimento de Northfield, el cual, en cierto sentido,
había llegado a su fin.

88
Introducción general

El experimento de Northfield fue cuestión de un grupo y así


debería describirse en otro lugar. Aquí sólo he mencionado lo
que es preciso para la comprensión de algunas de las experiencias
de grupo que se produjeron en Northfield, que se describirán
más adelante, porque son relevantes para el grupoanálisis.

La práctica psiquiátrica

La aplicación sistemática de experiencias como éstas a la


práctica psiquiátrica deberían tener como consecuencia el estu-
dio del individuo en su grupo natural, en particular la familia.
Para la psicoterapia de los niños pequeños éste podría ser el mé-
todo preferible. El psiquiatra debería salir a la vida del paciente,
a su familia, su taller, su campo de deportes, etc., y vivir él mismo
allí. Con mucha frecuencia, se encontraría, a buen seguro, con
que los problemas del paciente sólo representan un aspecto de
un intrincado problema de grupo. También vería aspectos muy
diferentes de su paciente. Un hombre, que podría ser tímido,
violento e irritable en casa, puede mostrarse completamente cal-
mado con sus compañeros en un campo de críquet, o ser el alma
de la fiesta en la pista de baile. Podría ser un ejemplo de lo que
he llamado «localización» de la alteración. Puede resultar que la
causa más importante del problema no esté en el paciente, sino,
pongamos por caso, en su mujer, su suegra, etc. En la psiquiatría
infantil este hecho resulta particularmente obvio. Todos sabe-
mos que pocas veces podemos tratar a un niño sin tratar en un
sentido u otro a sus padres, o a su madre, y hasta qué punto es-
tán íntimamente ligadas la alteración que se manifiesta en el niño
con problemas entre los padres, y entre éstos y el niño. Sabemos,
si tenemos un paciente en análisis, con cuánta fuerza familia y
amigos se resisten a un cambio esencial en él. Naturalmente, el
paciente proyecta buena parte de sus propias resistencias, en par-
ticular resistencias de carácter, en ese grupo generacional. Pero
en esta proyección, revive, después de todo, los conflictos que
acosaban originalmente sus relaciones en su grupo familiar prin-
cipal. Sin embargo, ¡no pensemos, con excesiva ligereza en el po-

89
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

der patogénico de la vida contemporánea! Hace algunos años,


traté a un joven con impotencia. Asistió a varias sesiones con
una frecuencia de una vez por semana, porque venía de bastante
lejos. Tenía un hermano gemelo y los dos hermanos se habían
casado con dos hermanas. Como cabía esperar, existía una pro-
funda identificación, casi una simbiosis, con su hermano gemelo.
El paciente tenía una relación mental íntima con su cuñada, que
era la hermana de su mujer y la mujer de su hermano gemelo.
Comentaba con ella, que vivía en el mismo pueblo y en la mis-
ma granja, todo lo que surgía en nuestro encuentro semanal de
una hora. Al principio traté de contrarrestar esto, luego lo utili-
cé y finalmente acepté, haciendo caso de sus indirectas, ver a la
cuñada. La vi una sola vez. Ella resultó la clave de la situación.
Después de esto sólo tuve que ver a mi paciente en una o dos
ocasiones más, antes de que me dijera que su impotencia había
desaparecido y que todo funcionaba a la perfección. ¡Y eso fue
todo! Esto puede ilustrar lo que quiero decir con la localización
de una alteración. Este tipo de observación representa otro con-
junto de experiencias que me convirtieron en grupoanalista.
Sin embargo, en nuestras circunstancias sociales, el psiquia-
tra no puede llevar la vida de un antropólogo de campo. Es muy
dudoso que en algún momento pueda existir una comunidad ca-
paz de permitirse esto. Además, ¿cuántos psiquiatras harían falta
entonces? Es cierto, empero, que en semejante comunidad utó-
pica habría menos «neurosis» necesitadas de «tratamiento».
En cambio, no estoy tan seguro de que la profilaxis expresada
en estas líneas, y en particular en el medio de las discusiones de
grupo bien conducidas, sea algo tan utópico. Quién sabe cuánta
profilaxis organizada —pero desafortunadamente también cuán-
ta patogénesis— va implícita en la infinidad de grupos sociales;
ya sean sociedades de observadores de caracoles, o egiptólogos,
teósofos, geógrafos, astrónomos o sociedades nietzscheanas,
shavianas o psicoanalíticas, ¡desde el club de fútbol a los bares!
En una ocasión traté a un chico, cuyo interés en la vida estaba
completamente dedicado a tratar de ver —y volver a ver— todos
los motores de las locomotoras de la compañía London Midland
& Scottish, de cuyo club de amigos del ferrocarril era miembro.

90
Introducción general

Cuando al final trató de convertirse en maquinista fue rechazado


por problemas de visión. Si pensamos en profilaxis más organi-
zada, nos vienen a la cabeza los casos del párroco o del médico.
Pensar que en el futuro el médico de cabecera contará con sufi-
cientes conocimientos y aptitudes —quizá debería dedicar a ello
entre un tercio y la mitad de su preparación— para cumplir esta
función profiláctica y dispondrá del tiempo para llevarla a cabo
es tal vez lo máximo que, con los pies en el suelo, se puede ima-
ginar. George Day me dijo que, aunque él seguía siendo médico
de cabecera, organizaba funciones teatrales con sus pacientes. Le
impactó que, sorprendentemente, aquellos que participaban su-
frían muchas menos dolencias invernales —resfriados y gripes—
que el resto de sus pacientes, y casi nunca se perdían un ensayo.
A la luz de la experiencia de Northfield, comprendió que esto
es un tipo de terapia grupal. Alex Essex, que es un médico muy
ocupado, tiene en mente practicar la terapia grupal, y uno de sus
grupos estará compuesto por pacientes con úlcera crónica. Espe-
ro tener noticias de su experiencia.

La situación psicoanalítica.— Aunque fuera posible, el psi-


quiatra, como norma, no participa en la vida del paciente. Ade-
más, y esto es muy importante, existen buenas y positivas razones
por las que no debería hacerlo. En el psicoanálisis genuino, esta
forma de involucrarse en la vida del paciente es estrictamente
incompatible y está contraindicada. Existe una larga experiencia
detrás de esto, por la que muchos pacientes y muchos psicoa-
nalistas han pagado un alto precio. En los primeros estadios del
análisis, Breuer y Freud todavía trataban muy activamente a sus
pacientes, los examinaban físicamente, les daban masaje perso-
nalmente, electroshocks, medicamentos, etcétera, todo al mis-
mo tiempo, y mostraban un interés vivo y activo en sus vidas
cotidianas. El analista, actualmente, encuentra a su paciente en
una situación normativizada y casi experimental. Se sienta junto
al analizante, que se tumba en un diván, y la disposición de la
consulta permanece inalterada. Evita todo contacto físico y otro
contacto social con el paciente fuera de ese marco. Como norma,
no habla con el paciente desde que se levanta del diván y pone

91
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

freno a las comunicaciones con él fuera de este marco. No reduce


el tiempo de visita ni lo amplía más allá del horario establecido.
No permite que su paciente fume, por ejemplo. Esta disposición
se ha ido desarrollando poco a poco, pero de forma inexorable.
Se ha demostrado, y se demuestra una y otra vez, que es la situa-
ción óptima para que se desenvuelva el proceso analítico. En el
momento actual, puede notarse entre los analistas una reacción
pasajera contra cierta rigidez; que quizá haya sido practicada por
algunos analistas debido a una excesiva rigidez en su propia es-
tructura de carácter, o por su propia ansiedad, que les ha llevado
a cumplir más con la letra que con el espíritu de estos principios
técnicos. No obstante, puede anticiparse qué curso tomarán los
avances en la disciplina psicoanalítica. Tengo pocas dudas de que
el resultado será una situación definida con progresiva precisión,
aproximándose aún más a las condiciones experimentales. Esto
debería verse acompañado por una comprensión más precisa en
cuanto al lugar exacto que la situación analítica y el método psi-
coanalítico tienen en el conjunto de la psicoterapia. Cuanto más
sean capaces de ver el analista y el paciente el procedimiento psi-
coanalítico como una sección altamente especializada de un todo
mayor, menos se corresponderá la exactitud en las condiciones
de su ejecución con una rigidez real en ninguno de ellos.
Las razones más profundas para el aislamiento de la situación
analítica respecto a la situación de la vida contemporánea no es
un tema que deba ocuparnos ahora. En pocas palabras, hay que
buscarlas en las necesidades esenciales y entrelazadas del proceso
psicoanalítico: permitir la regresión y el análisis de la situación
de transferencia. Allá donde es necesario que se cumplan estas
dos premisas, explícitamente, sea por razones de investigación
o de tratamiento, la situación analítica es el método a escoger, y
está indicado el recorrido completo del psicoanálisis. Sin haber
experimentado ambos desde el punto de vista del analizante y el
analista —habiendo sido analizado y practicando el psicoaná-
lisis— nadie puede comprender por completo ni la teoría ni la
práctica del psicoanálisis.
Debería quedar claro que esta forma de tratamiento, indepen-
dientemente de su extensión temporal —sesiones diarias durante

92
Introducción general

varios años— y el gasto considerable, debe tener indicaciones es-


trictas y limitadas con severidad, y quedar reservado para casos de
necesidad real, algo comparable a una operación quirúrgica.

La situación grupoanalítica.— Todas estas consideraciones


guardan relación inmediata con el tratamiento grupal y el gru-
poanálisis en particular. También para el grupoanalista existen
razones intrínsecas, además de las razones prácticas, por las que
el grupoanálisis tiene que desarrollarse en condiciones controla-
das. En Northfield pude practicar y observar el enfoque grupal
en situaciones vitales no organizadas y espontáneas: la vida de
soldados-pacientes en un hospital militar; grupos libres semior-
ganizados bajo todo tipo de condiciones, reunidos por su parti-
cipación casual en una forma particular de ocupación o actividad,
o por haber sido seleccionados para una función o proyecto par-
ticular, u organizados ellos mismos de manera espontánea en, por
ejemplo, un equipo de fútbol. Tuve ocasión de ver esto junto al
trabajo grupoanalítico, o quizá debería decir sesiones de orienta-
ción grupoanalítica. Se presentarán algunos ejemplos en capítu-
los posteriores para ilustrar las mutuas interacciones y delimita-
ciones de distintos enfoques en situaciones diferentes. Esto fue
posible en las circunstancias de una comunidad hospitalaria, con
«pacientes internos» y con el psiquiatra viviendo también en la
institución. En condiciones ordinarias, cuando tanto el paciente
como el médico llevan sus propias vidas privadas y se encuentran
sólo para el propósito del tratamiento, esto no es posible. Ahora
utilizaré una analogía. Un fotógrafo, para captar ciertos aspectos
de su cliente, podría querer fotografiarlo en su propia casa o jar-
dín. Sin embargo, en general preferirá las condiciones de estudio
cuando realice intentos más ambiciosos de hacer un retrato. Del
mismo modo, el grupoanalista no podría comprometerse a tra-
bajar por completo en medio de la agitación de la vida, sino que
necesita las condiciones más controladas del estudio: su consulta
o sala similar. El psicoanalista debe permanecer indefinido como
persona para permitir que el paciente proyecte en él, como en una
pantalla, las imágenes inconscientes de su yo más íntimo, para re-
vivir con él las vicisitudes de sus relaciones emocionales, largo

93
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

tiempo olvidadas, con sus figuras paternas y otras personas de


su vida pasada. El paciente establece de este modo una relación
de la máxima intensidad con una persona extraña. El participante
en grupoanálisis también se encuentra con extraños, con los cua-
les puede experimentar mutuamente aquellas relaciones que están
cargadas de dificultades en la vida. En una situación de grupo de
la vida no modificado, preferiría evitar estas dificultades, quizá sin
siquiera saberlo, o permitiría que sus proyecciones actuaran sin
control ni corrección, o se defendería por todos los medios con-
tra la experiencia de estas dificultades. En las condiciones de una
situación grupoanalítica debe afrontarlas, pero también puede ex-
presar sus pensamientos y sentimientos con mucha más libertad
de la que sería posible en condiciones normales, y de este modo
reconocer estas dificultades y corregirlas. Puede encontrarse a sí
mismo en otros, y otros en él, y así liberarse de viejos prejuicios
y desarrollar un carácter más maduro, creativo y adaptable. Ésta
es sólo una de las formas mediante las cuales el grupoanálisis sur-
te efecto. Para que esto sea posible, la situación grupoanalítica ha
de tener determinadas características, sus propias reglas especiales
de comportamiento, su código de lo que está permitido y lo que
no. Esto es algo muy diferente a la vida en condiciones ordinarias.
Enseguida tendremos que describirlo más minuciosamente. Uno
puede llamar a esta situación «artificial» si gusta. De hecho, se si-
túa a mitad de camino en cuanto a artificialidad entre la situación
analítica y las situaciones espontáneas de la vida, o quizá algo más
cerca de esta última. No obstante, esta noción de artificialidad no
habría de conllevar ni un atisbo de reproche, o de lo contrario
también se debería condenar al cirujano por operar en las condi-
ciones artificiales del quirófano. Se trata de una situación de vida
en condiciones especiales; algunos individuos están preocupados
por algo que escapa a su control (son llamados pacientes) y con-
sultan a otra persona (el médico o doctor), porque creen, o eso les
han dicho o presumen saber, que él puede ayudarles, que puede
«curarles». Si el doctor también lo cree, o presume creerlo, los pa-
peles ya están repartidos, la función puede comenzar y no ocurre
mucho más. Si él no lo presume, sin embargo, ocurre algo muy
esencial, pero ya llegaremos a eso más tarde.

94
Introducción general

Entretanto, el grupoanalista busca crear una situación que


esté mejor preparada para tratar el problema en el que él y el
grupo se hallan inmersos, eso es todo. No hay nada más «arti-
ficial» en ello. Si es inteligente sigue las insinuaciones del grupo
al respecto. Eso es lo que yo he hecho y continúo haciendo. De
este modo, uno da con mayor facilidad con la estrategia más ade-
cuada en una circunstancia concreta. De este modo toma cuerpo
la situación grupoanalítica. Ésta no puede normativizarse, pero
está bastante bien definida. Seguir al grupo no significa alinear-
se con todo lo que el grupo quiere. Si la tendencia del grupo va
hacia la solución de los problemas, la sigo. Si se aleja de esa so-
lución, reacciono mediante contrapropuestas. A eso me refiero
con «seguir las insinuaciones del grupo».

Dos preguntas.— Antes de extenderme más acerca de la si-


tuación grupoanalítica, el lector, espero, querrá conocer la res-
puesta a dos preguntas urgentes. Habrá adivinado ya que en un
tratamiento de grupo se hallarán juntos varios pacientes. Supon-
go que el lector planteará estas dos preguntas:
1) ¿Cómo es que estos pacientes no se perjudican mutua-
mente? Por lo que he oído de los neuróticos, están cargados de
quejas imaginarias, son terriblemente sugestionables, tienen per-
sonalidades débiles y siempre buscan excusas para escabullirse.
Y encima, ¡usted trata soldados! No tienen nada en mente más
que inventar o exagerar los síntomas para rehuir su deber y po-
der volver a casa. De manera deliberada utilizan su tiempo en el
hospital para intercambiar experiencias y aprender trucos con
ese propósito. Yo sé que un neurótico así es un incordio y es
muy difícil de tratar o curar, y compadezco a los psicoanalistas
que dedican años de sus vidas a un puñado de personas así. Su-
pongo que sacarán algo positivo de ello, o si no, no lo harían. ¡Yo
no podría hacerlo por nada del mundo! Y aun así usted atiende
a varios juntos, todos a la vez. No sé cuántos por vez. ¿Cómo
puede funcionar eso?
2) ¿Cómo pueden estas personas hablar de sus asuntos, pen-
samientos, sentimientos y fantasías íntimos y personales en pre-
sencia de desconocidos? Entiendo que no puede curarlos ha-

95
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

blándoles del tiempo. Ha repetido ya toda esa teoría freudiana


de la sexualidad infantil, las represiones, las atroces fantasías in-
conscientes, etcétera, etcétera, así que supongo que espera que
ellos también hablen de eso. ¿Lo hacen? ¿Pueden?
No puedo quejarme de sus preguntas porque yo mismo he
hecho que me las plantee. Es inoportuno, porque me sentiría
inclinado a decirle que tenga paciencia y lea este libro antes.
Pero, para empezar, dudo que ni siquiera entonces estuviera sa-
tisfecho, porque para contestar de verdad estas preguntas ten-
dría que escribir un libro completo sólo sobre eso, y no puedo
esperar que usted lo leyera. En segundo lugar, no estoy sugi-
riendo que esto ocurre «sin más», que el terapeuta no tiene mu-
cho que ver en ello. Estas cosas no son fáciles de hacer, menos
de enseñar y menos todavía de describir. Así que creo que me
libraré mejor de esto, si le doy al menos alguna respuesta de
inmediato.
En cierto modo, coincido con lo que dice acerca de los neu-
róticos y también de los analistas, pero sólo hasta cierto punto.
Estos neuróticos son, después de todo, gente como usted o como
yo y parte de su irritación se debe al hecho de que nos muestran
nuestras propias debilidades en un espejo, como una caricatura.
Asimismo, presentan una dura prueba a nuestro propio equi-
librio y lo amenazan si es algo precario. También nos enseñan
mucho, porque han conservado vivo aquello que muchos de no-
sotros hemos olvidado o no nos atrevemos a afrontar. Más aun,
si es usted un doctor, puede hacerle sentir incómodo encontrarse
con pacientes que saben más de su afección de lo que a usted le
han enseñado.
Abordemos en primer lugar la primera pregunta. Mi prime-
ra respuesta a ambas cuestiones no es una explicación, sino una
simple exposición de hechos, de la que usted deberá fiarse por el
momento:
1) No, estas personas no se perjudican mutuamente ni se in-
fectan síntomas entre sí, sino que mejoran juntos. Por extraño
que parezca, incluso actúan como terapeutas el uno del otro.
Quizá sirva por el momento si utilizo un símil, que por alguna
razón siempre relaciono con esto. Si quiere lavar una camisa su-

96
Introducción general

cia y dispone de agua limpia y jabón, la cuestión no parece plan-


tear problemas. Pero, supongamos que tiene que lavar varias ca-
misas sucias juntas y que el agua no está limpia y ni siquiera tiene
jabón. Ahora ya ve mi comparación, porque estará de acuerdo
en que incluso de este modo podrá dejar las camisas razonable-
mente limpias, aunque añada suciedad a la suciedad, utilizando
las prendas para frotarlas entre sí. Es una analogía burda, pero
correcta.
2) Sí, estas personas pueden hablar unas con otras —dentro
de ciertos límites— sobre sus asuntos personales, realmente se
mueven por todo el hospital, es asombroso. Estos límites, o ba-
rreras, están mucho más lejos de lo que usted esperaría y algunos
de ellos incluso las retiran por completo. Depende de toda clase
de cosas, el valor del conductor entre otras. Pero no debe pensar
que se van al otro extremo y celebran orgías de exhibicionis-
mo en estos grupos. Si el conductor tiene buen sentido, el grupo
tiende a mantener un equilibrio bastante razonable entre estos
extremos. Depende, por supuesto, del grupo del que se trate: un
grupo de neuróticos se comporta de manera significativamente
distinta a uno de psicóticos o psicópatas o pervertidos o delin-
cuentes, etcétera. Claro que esto es una simplificación. No todos
se comportan de acuerdo a sus etiquetas psiquiátricas. Ésta es
la razón por la cual no los agrupo según etiquetas. Yo le doy
la vuelta y digo: si veo gente en un grupo, puedo afirmar mejor
cómo son y cuáles son sus alteraciones. Esto pertenece al llama-
do lenguaje científico: la situación grupal como prueba diagnós-
tica. Hay más en ello, y llegaremos a su debido tiempo. Puede
que algún día tengamos que cambiar las etiquetas.
Ahora trataré de justificar mis respuestas. Empecemos por
la primera.

Una ley básica de la dinámica de grupo.— La razón más pro-


funda por la que estos pacientes, que para simplificar supondre-
mos psiconeuróticos, pueden reforzar las reacciones normales
del otro y eliminar o corregir las reacciones neuróticas del otro,
es que colectivamente constituyen la Norma misma, de la cual,
individualmente, se desvían. No es tan sorprendente, una vez

97
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

entendido. La comunidad, de la cual ellos son una edición en


miniatura, determina por sí misma lo que es un comportamiento
normal y socialmente aceptado. Ocurre de este modo: cada in-
dividuo es en gran medida parte de un grupo, al que pertenece.
Este aspecto colectivo impregna a todos —como hemos dicho
antes— hasta su parte más íntima. En menor medida, el indivi-
duo se desvía del modelo abstracto, del estándar, de esa «Nor-
ma», de la cual él es una variante. Sólo que esa desviación lo con-
vierte en un individuo, único hasta sus huellas dactilares. Uno
podría describirlo como sumergido en una piscina comunitaria,
pero sacando la cabeza del agua. Este grupo terapéutico, como
cualquier otro grupo, ya tiene mucho más en común de lo que en
principio sabe. Está impresionado por sus diferencias, que pro-
vocan curiosidad, hostilidad y miedo, pero a medida que se pone
en marcha encuentra cada vez más puntos en común, y cada vez
menos contradicciones entre la individualidad y la comunidad.
La parte sana de la individualidad, del carácter, está firmemente
arraigada en el grupo y completamente aprobada por éste. El
grupo, por consiguiente, respeta y apoya la emergencia y el libre
desarrollo de la individualidad, y el tratamiento grupal no tiene
nada que ver con hacer que la gente marque el paso al unísono.
Todo lo contrario, un buen tratamiento grupal —al desarrollar
un buen grupo— hace que ambos procesos vayan de la mano:
el reforzamiento del terreno común y el desarrollo más libre de
las diferencias individuales. Como un árbol, cuanto más firme-
mente echa raíces, más libertad para exhibir su belleza individual
y característica por encima del suelo. Así pues, las peculiarida-
des y síntomas neuróticos se alivian en la medida en que pueden
transformarse, mediante el análisis, y dejar de ser una experien-
cia incomunicable para ser una experiencia comunicable. Esto
es lo que hace el análisis, individual o en grupo. En un artículo
reciente, Theodore M. Newcomb5 ha expresado puntos de vista
muy similares. Él realiza una serie de afirmaciones de relevancia
para la terapia grupal, y contribuye con muchas formulaciones
claras que arrojan luz sobre este problema. Los síntomas neuró-

5. «Autistic Hostility and Social Reality», Human Relations, 1, núm. 1

98
Introducción general

ticos desaparecen en la piscina comunitaria en cuanto se convier-


ten en comunicables, y su ingrediente individual queda liberado
para un empleo en sintonía con el grupo y socialmente aceptable.
Ésta es la razón por la que el comportamiento neurótico tiende a
disminuir en un grupo y el comportamiento normal se sostiene.
¿Sabe esto el grupo? No de un modo consciente, pero está forza-
do a actuar en esta dirección por el mero hecho de que sólo puede
crecer mediante aquello que es capaz de compartir, y sólo es capaz
de compartir aquello que puede comunicar, y sólo «comunica»
mediante lo que tiene en «común» —por ejemplo, el lenguaje—,
esto es, sobre la base de la comunidad en general. Sin embargo,
lo que la comunidad sostiene bastante a ciegas e instintivamente
está determinado por sus condiciones de vida, históricas y pre-
sentes, por su valor de supervivencia. Lo denomina en cada mo-
mento con nombres especiales, en el presente lo llama: «normal»
o «natural». En este sentido, el grupo es siempre el último marco
de referencia, sea cual sea el escenario en el que se desarrolla el
«tratamiento».
La respuesta a la segunda pregunta depende fundamental-
mente del mismo argumento. Dado que el grupo está compro-
metido a establecer un acuerdo acerca de lo que es compatible
con él mismo, establece los límites para una comunicación en
consonancia. Cuando el grupo coincide en esto con los criterios
de un grupo más grande, del cual forma parte, estos criterios son
automáticamente los mismos que rigen en la vida de «fuera». El
énfasis del grupo está más puesto en el presente que en el pasado,
está orientado más progresiva que regresivamente. En consecuen-
cia, no precisa tratar de un modo directo con el erotismo infantil
instintivo y los detalles concomitantes de la vida sexual íntima,
las perversiones, las actividades excretoras, etcétera. Puede de este
modo expresar suficientemente los problemas dentro de unos lí-
mites aceptables. Donde esto no basta a un individuo, es síntoma
de que niveles profundos, tempranos y regresivos permanecen
demasiado activos. Esto, de manera significativa, coincide clíni-
camente con la necesidad de una entrevista individual, donde es-
tas manifestaciones de regresión podrían tratarse, o bien exige un
análisis individual.

99
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Hay que destacar que esta decisión, la indicación de un tra-


tamiento individual, surge de la situación del grupo. En la vida
ordinaria también es en última instancia la comunidad la que de-
cide que un individuo en concreto necesita tratamiento. O bien
él no puede continuar con el grupo: el psiconeurótico; o el grupo
no puede continuar con él: el psicótico, el psicópata, el delin-
cuente. Si no podemos tratarlo con éxito, calificamos su afección
de «constitutiva». La situación grupal es una posición privilegia-
da para el diagnóstico y el pronóstico, y el primer lugar para el
tratamiento.
El siguiente esquema ilustra la interrelación entre estas situa-
ciones diferentes:

100
Introducción general

El tratamiento de campo se desarrolla en condiciones de vida


ordinarias, pero se ocupa de un grupo o una situación grupal
particulares, por ejemplo, un grupo de ejecutivos en una gran
empresa o, en términos de Northfield, un grupo de soldados tra-
bajando en un proyecto en el barracón de carpintería.
Los tres círculos interiores representan condiciones selec-
cionadas y controladas, semiartificiales y semiexperimentales. El
grupoanálisis en Northfield debería localizarse hacia el límite ex-
terior de la zona tres y los grupos de campo en el límite interior
de la cuatro, de manera que la frontera entre las zonas tres y cua-
tro era en Northfield menos pronunciada que lo indicado aquí.
Uno puede imaginar fácilmente las interrelaciones dinámi-
cas entre los diferentes campos. Todos son operativos al mismo
tiempo, pero varían en grado según la posición del individuo y el
analista que maneja la situación.
La posición privilegiada del grupoanálisis es evidente, ocupa
un lugar central y está abierto en ambas direcciones.
Véanse las observaciones adicionales a este gráfico en el ca-
pítulo 5, página 234.

101
2

2
Los antecedentes

A fin de mostrar las características de la situación y el método


grupoanalíticos recurriremos a algunos ejemplos ilustrativos. Sin
embargo, antes de hacerlo es preciso hacer una pausa para consi-
derar cuáles son los antecedentes sobre los que se asienta. ¿Cuáles
son las condiciones previas por parte del terapeuta y los pacien-
tes?, ¿qué aporta cada uno de ellos a esta situación?, ¿cuáles son las
tareas y condiciones generales adecuadas para que se establezca?
Deberíamos, por supuesto, aportar nuestras propias experien-
cias con nuestros propios pacientes y en las circunstancias particu-
lares en las que este trabajo se ha llevado y se está llevando a cabo.
Tendría que describirlas, en cualquier caso, para que mis ejemplos
a modo de instantáneas resultaran inteligibles. Debe entenderse,
no obstante, que el grupoanálisis es aplicable en una variedad de
circunstancias mucho más amplia que la aquí presentada.

El terapeuta.— El bagaje de experiencia del terapeuta puede


variar ampliamente en cuanto a los detalles, del mismo modo
que los problemas de los pacientes y las circunstancias generales
en las que se dan cita. Un cambio en cualquiera de estas condi-
ciones previas influye en la situación grupoterapéutica en mayor
o menor medida. Aun así, es posible mantener las características
esenciales de un procedimiento grupoanalítico, o al menos de
orientación grupoanalítica, siempre que se sepa cuáles son estos
principios esenciales. Mi intención en este libro no es tanto de-
finirlos sistemática y precisamente, como mostrarlos en funcio-
namiento.

103
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

El grupoanalista, pues, trae consigo la experiencia de su traba-


jo con pacientes individuales. Está familiarizado con la situación
analítica. Puede comprender, manejar y analizar las reacciones de
transferencia en términos de su significado inconsciente. Es capaz
de percibir e interpretar resistencias. Conoce el significado de las
expresiones directas del inconsciente en el lenguaje primario, sim-
bólico y primitivo, como se revela en sueños. Sabe identificar las
formas en que el impulso reprimido se abre paso en el comporta-
miento evidente, causando equivocaciones y alteraciones de todo
tipo. Se da cuenta de la importancia del conflicto emocional en las
manifestaciones físicas o funcionales. Conoce el valor defensivo
de todo esto para el paciente. Posee una visión dinámica y de con-
junto del comportamiento y carácter humanos, que adquiere en
particular del análisis del yo y de sus mecanismos de defensa. Dis-
fruta de una visión vertical del desarrollo humano, está convenci-
do de que las experiencias primeras influyen y crean las experien-
cias posteriores, y sabe cómo el «pasado» entra en el «presente».
No retrocede al darse cuenta de la importancia, la amplitud y el
poder de los instintos eróticos, sexuales y agresivos. Se le recono-
ce el hecho de haber adquirido, sobre todo a través de su propio
análisis, un grado razonable de estar exento de ansiedad, intole-
rancia, prejuicios —especialmente morales— e interferencias; y un
alto grado de integración en su propia persona. Esto le permite
el máximo margen de maniobra al recibir y transmitir estímulos,
al tiempo que ejerce un control óptimo sobre ellos y habla con
un buen equilibrio de observación, reacción y opinión. Todo ello
debería habilitar al analista para participar con total empatía en la
vida mental de sus pacientes, y mantener al mismo tiempo el grado
de distanciamiento y objetividad indispensables para su función.
Todo ello es también de importancia equivalente para el grupoa-
nalista. Éste tiene que ser ambas cosas, un miembro de su grupo,
que comparte plenamente todas sus preocupaciones, y un líder,
que se alza, en cierto sentido, fuera de él, que ve más allá de sus
asuntos inmediatos, que mantiene la cabeza fuera del agua. Con-
sidero que, en condiciones normales, el terapeuta debe ser el líder
de un grupo de terapia. Por último, el psicoanalista, en el momen-
to presente, tiene a menudo lo que no debería tener: un prejuicio

104
Los antecedentes

contra el enfoque grupal. Esto es producto de su experiencia de


apasionado trabajo diario a lo largo de los años con pacientes in-
dividuales, un trabajo que a menudo no le ha proporcionado los
resultados que él esperaba conseguir. Le cuesta, pues, creer que se
puedan obtener resultados buenos y duraderos, sobre base genui-
na, con un método que se extiende durante unos meses, o aunque
sea durante varios años, a un ritmo de sólo una sesión por sema-
na. Es demasiado pronto para considerar esta reivindicación como
algo establecido para el grupoanálisis, aunque un número cada vez
mayor de observadores competentes, que siguen líneas de trabajo
afines, coinciden en su opinión relativa a los éxitos logrados. Los
resultados terapéuticos del grupoanálisis, aunque no constituyen
mi interés primario en él, me impresionaron desde el principio de
forma convincente y me desconcertaron no poco. Recuerdo bien
mis propios sentimientos y reacciones encontradas, una mezcla
de interés y prejuicio, cuando conocí la comunicación de Trigant
Burrow hace más de veinte años. Su método, por cierto, fue pro-
bablemente diferente desde el principio al que aquí se describe, y
desde entonces se ha desarrollado con el nombre de «filoanálisis»
en direcciones completamente diferentes. No obstante, debemos a
Trigant Burrow y su escuela (Hans Syz y otros) un buen número
de insights clarificadores y profundos en la dinámica de grupos.
Hoy tengo un poco más claro cuáles son las fuerzas de las
que dependen estos efectos terapéuticos; que en mi opinión son
considerables, pero que no reivindico como hechos establecidos.
Lo que sí reivindico, sin duda, es que este método promete ser
la herramienta más valiosa tanto para la investigación científica
como para la terapia, y quiero expresar mi convencimiento en su
enorme potencial terapéutico, muy particularmente en la terapia
«social» y el bienestar mental. Es por ello que, en la presente
ocasión, doy prioridad a la presentación del método.

El paciente.— El «paciente» no puede describirse bien bajo


un solo denominador común, sea éste cual sea, aunque nos limi-
temos a los psiconeuróticos. En la medida de lo posible, habla-
rá por sí mismo, y a lo largo de este libro permanece de forma
continua en el centro de observación, ya sea en el primer plano

105
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

o detrás del escenario. No dispone de ninguna orientación en la


situación grupal distinta a la que posee en una situación de psico-
terapia individual. Esto, no obstante, puede darse por sabido. La
pasividad ante sus alteraciones neuróticas constituye un punto de
importancia fundamental en su actitud. Gusta de cargar el éxito
o fracaso de la cura en el terapeuta, igual que ocurre en el trata-
miento individual. Para el grupoanalista es de capital importancia
contrarrestar esta tendencia desde el primer momento hasta el
último. Debe dejar claro en su actitud global que, como indi-
viduo, no dispone de medios para curar al paciente. A medida
que tome conciencia de que sus síntomas no son más que una
expresión distorsionada de sus conflictos, esto debería hacerse
cada vez más claro para el propio paciente. Sin embargo, cuando
el individuo o el grupo se dan cuenta de esto, ya han doblado
una esquina decisiva. Si el terapeuta, de un modo consciente o
inconsciente, cree que es función suya «curar» a los pacientes, se
sentirá responsable de su mejoría en un sentido equivocado y no
logrará establecer este cambio decisivo en su actitud. Las dificul-
tades particulares con la situación grupal en sí misma y las resis-
tencias a ésta no son de naturaleza accidental y periférica, sino
que tienen un significado central en el estado global del paciente,
y ocupan al grupo durante todo el transcurso del tratamiento.
Las dificultades iniciales, a la vista del carácter inusual de la si-
tuación grupoanalítica, son cuestión aparte. Es función del terapeu-
ta ayudar al paciente mediante la forma en que lo presenta al grupo
y el modo en que maneja la recepción que el grupo le brinda.
Un punto importante en las circunstancias en que el pacien-
te se incorpora a la situación grupal es su grado de preparación
para ésta, o la ausencia de preparación. Nuestros primeros gru-
pos fueron todos preparados cuidadosamente. Antes de unirse
al grupo, sus miembros se sometieron a un tratamiento indivi-
dual de duración y frecuencia variable, el cual continuaron en
el periodo de su tratamiento grupal. Llamamos a esto grupos
«combinados». En el otro extremo se situaban otros grupos de
pacientes de Northfield cuyo primer contacto con el terapeuta se
produjo al mismo tiempo, en el grupo, y que tomaron este hecho
como norma.

106
Los antecedentes

Las experiencias grupoanalíticas, en las cuales me centro en


el contexto presente, se desarrollaron principalmente en las con-
diciones siguientes:
1) Civiles a) clínica
b) práctica privada } Pacientes externos
2) Militares Hospital Pacientes internos
Las circunstancias de los pacientes militares se describirán
con más detalle en un apartado posterior. Las condiciones en
este hospital militar son algo más que un simple marco: constitu-
yen en sí mismas la más vívida ilustración de la dinámica de gru-
pos. Estos pacientes proporcionan al mismo tiempo los ejemplos
de enfoque grupoanalítico en el caso de los pacientes internos.

Pacientes externos en clínica y práctica privada

Falta describir las condiciones en las cuales la psicoterapia se


desarrolla en un marco civil. Es preciso mencionar que las pri-
meras observaciones se llevaron a cabo durante la guerra, entre
1940 y 1942, en una localidad rural. Los pacientes llegaban de
diversos distritos alejados y no tenían contacto social entre sí
fuera de las reuniones de grupo, que se celebraban regularmente
una vez por semana. Desde el final de la guerra se están llevando
a cabo otras observaciones en Londres.
Las condiciones generales de los pacientes externos de la clí-
nica no precisan descripción. Quizá merezca la pena señalar que
en la actualidad en Londres —en mi caso en el hospital St. Bar-
tholomew— existe una larga lista de espera. No es raro que los
pacientes estén entre medio año y un año en lista de espera antes
de ser llamados para iniciar el tratamiento. Al ser derivados por
su médico se presentan a una larga entrevista con el director y
un trabajador social psiquiátrico elabora un cuidadoso «historial
social». Se realiza un diagnóstico provisional y son seleccionados
para una forma concreta de tratamiento, como la electronarcosis,
hipnoanálisis o narcoanálisis, psicoterapia analítica, etcétera. Son
asignados entonces a la lista de espera de uno de los especialistas.
Entretanto, suele prescribírseles alguna medicación, como bro-

107
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

muro o fenobarbital. Yo formo mi grupo a partir de las personas


en lista de espera. No realizo ninguna selección particular, salvo
la de excluir a aquellos que obviamente no son adecuados, o son
menos adecuados, para la terapia. En este caso decidí comenzar
con un grupo de mujeres. Los grupos de pacientes externos son
más difíciles de formar y tratar que los internos, y las mujeres
parecen más difíciles de integrar en un grupo que los hombres.
Los grupos mixtos presentan su problemática propia, pero tam-
bién existen buenos motivos para recomendarlos. Mi grupo pri-
vado actual es un grupo mixto.
Por lo que respecta a la preparación, señalaré que estas pa-
cientes no estaban preparadas en absoluto cuando las vi por pri-
mera vez. En algunos casos las habían inducido a creer que el
tratamiento grupal se llevaba a cabo para cubrir un hueco mien-
tras seguían en lista de espera. Desde el principio las vi juntas,
pero pasó bastante tiempo antes de que se formara un grupo más
o menos regular. Algunas participaron desde el inicio hasta la
fecha, en cambio un número considerable apareció en sólo una
ocasión. Mencionaré aquí, en relación a esto, algo que me parece
un punto muy importante, porque puede que no vuelva sobre
ello. Se trata de lo siguiente: todas, o al menos un noventa por
ciento de esta categoría, las que rechazaban volver o fueron des-
alentadas a continuar, lo hicieron por el excesivo peso de la carga
de su defensa neurótica y nada deseaban menos que enfrentarse
seriamente a sus problemas. Eran, en mi opinión, un material
poco prometedor para un enfoque psicoterapéutico en su esta-
do presente. Si esto es verdad, revela el valor en forma de aho-
rro de tiempo del grupoanálisis como prueba de pronóstico del
tratamiento. Esperamos poder confrontar esta impresión clínica
mediante una investigación de trabajo en equipo más objetiva.
A mitad de camino entre estas dos categorías, las que se presen-
taban un día y las que continuaban asistiendo y lo hacían bien,
se sitúa otra categoría interesante, representada en este caso por
tres o cuatro de un total de veinte individuos que han pasado
hasta la fecha por este grupo. Asistieron regularmente, partici-
paron activamente, y abandonaron al cabo de un promedio de
seis sesiones, de acuerdo conmigo, con un buen resultado, tanto

108
Los antecedentes

subjetiva como objetivamente. Sus síntomas desaparecieron, re-


solvieron los problemas externos que les parecían irresolubles y
de importancia crucial, y se sintieron completamente «bien».

Grupos combinados y no combinados.— Los participantes de


este grupo no asisten a terapia individual, y aunque tienen ocasión
de hablar conmigo a solas ya sea antes o después de la sesión gru-
pal, sienten poca necesidad de hacerlo. Considero altamente de-
seable, si no esencial, que cada paciente del grupo disponga de esta
posibilidad como un mínimo de contacto personal con el terapeu-
ta. Sin embargo, hablando estrictamente, este grupo no es «combi-
nado». Ésta es una de las diferencias por las cuales se establece una
distinción entre los pacientes privados y los de clínica. En el pri-
mer caso, se combina más el tratamiento grupal con el individual
por razones obvias. Sin embargo, mi actual grupo privado es tam-
bién muy «mezclado» en este sentido. A algunos participantes no
los he visto nunca fuera del grupo, otros me visitan regularmente
una, dos o tres veces, y en un caso hasta fecha reciente, hasta cinco
veces por semana. No obstante, tiendo a reducir las entrevistas
personales en la medida de lo posible, salvo cuando el tratamien-
to debe ser intensivo y cuando la sesión grupal se utiliza, a veces
experimentalmente, a modo de estímulo complementario. En ge-
neral, por lo que hace a mi experiencia hasta el presente, considero
que la situación óptima en la práctica privada es la combinación
del grupoanálisis con una o dos sesiones individuales. Influyen
otros factores, por ejemplo, si se trata de un grupo «abierto» o
«cerrado». Seguiremos abordando este punto.

Grupos abiertos y cerrados.— Denomino grupo «abierto» a


aquel que cambia en su composición, pero que sigue adelante
como tal. Algunas personas se incorporan de cuando en cuando,
otras dejan el grupo por sus méritos individuales. Si existe la su-
ficiente superposición y continuidad, el grupo como tal conserva
su identidad. Un grupo «cerrado» permanece unido con la com-
posición inicial y el objetivo es que finalice unido. Los ejemplos
puros de grupos «cerrados» sólo los he visto por el momento
con pacientes internos.

109
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Todos los grupos de pacientes externos tienden a ser «abier-


tos» por razones prácticas, hasta que el tratamiento grupal se
practique por diversos terapeutas y sea posible formar grupos «ce-
rrados» seleccionados. Creo que esta forma demostrará ser más in-
tensiva —como lo fue en Northfield—, en especial si los pacientes
son cuidadosamente seleccionados y agrupados. Algunos de los
grupos «abiertos», los dos que tengo en la actualidad, por ejemplo,
se aproximan durante algunos periodos a grupos «cerrados». Al-
rededor de dos tercios de los pacientes forman un núcleo de grupo
«cerrado» con cambios lentos en sus bordes. Yo denomino a esto
un grupo de «apertura lenta». He explicado estos detalles técnicos
aquí con objeto de no perder tiempo más adelante.
El grupo privado difiere del de la clínica también en su ori-
gen social. Mi grupo actual está formado mayoritariamente por
hombres y mujeres intelectuales y profesionales. El grupo de St.
Bartholomew lo componen mujeres de clase media y mujeres
trabajadoras, pero no obreras. Se reparten al cincuenta por cien-
to entre jóvenes solteras y mujeres casadas de mediana edad. En-
tre los pacientes privados no he tenido ningún caso de «paciente
de un solo día». Esto se debe a dos características: 1) Acuden al
tratamiento por propia iniciativa y a su cargo, y no existe ningu-
na duda de que desean afrontar sus problemas. 2) La selección es
diferente, en parte por el mismo motivo.
En general, el tratamiento individual en el grupo de St. Bar-
tholomew es bastante extensivo. A algunas pacientes las ven una
o dos veces por semana durante hasta dos años, a otras sólo media
hora por semana durante unas pocas sesiones, en función de la
naturaleza de la terapia y el enfoque de los diferentes especialistas.
Pero el número de pacientes que reciben este tratamiento en un
momento dado es relativamente pequeño en el conjunto de los
aspirantes.
El encuentro del grupo se produce en una consulta médica co-
mún (muy médica) de este viejo y venerable edificio. Nos senta-
mos alrededor de una mesita en sillas de respaldo duro, que hay
que ir a buscar a otras salas y luego devolver. La sesión se desarro-
lla por la tarde y supone para estas mujeres un esfuerzo e incon-
veniente adicional sacar tiempo del trabajo y viajar alrededor de

110
Los antecedentes

una hora de ida y otra de vuelta en autobús y metro para asistir.


Las mujeres casadas, que en general no trabajan, se hallan en una
posición algo más acomodada, aunque su situación tampoco es
sencilla en este Londres actual, con sus calamidades de posguerra,
colas para comprar comida y demás. Pero se lo toman con ese es-
píritu y fino sentido del humor tan característico de los ingleses y
los londinenses, y nunca he visto ni un solo gesto de queja.
El grupo privado se reúne por la noche, después de cenar, en
una sala también bastante modesta alquilada para ese fin: apenas
evoca algo más la atmósfera de una sala de estar y es sólo un poco
más confortable.
Éste es el marco en el que deben contemplarse estos grupos.

Pacientes en un hospital militar

Para entender mejor el material posterior, es preciso descri-


bir en este punto la situación en el hospital militar de Northfield
en el que trabajé desde marzo de 1943 hasta diciembre de 1945.
Esta descripción del entorno se distribuye en cuatro fases
principales que, para posterior referencia, llamaré A, A1, B y B1,
en las cuales el paso de A a B coincide con un cambio más seña-
lado en las circunstancias del hospital.

Fase A—La fase se sitúa entre 1943 y principios de 1944. Un


paciente que llegara al hospital en ese momento lo haría desde
una unidad en Inglaterra, pero para que se recomendara su ad-
misión tenía que someterse a un largo procedimiento. En primer
lugar, tenía que hacer una visita al área de psiquiatría más próxi-
ma a su unidad; en la mayor parte de los casos esta entrevista
sólo se concertaba como última medida. Un informe del oficial
médico al psiquiatra explicaba en qué aspecto el comportamien-
to del hombre era deficiente y las medidas que se habían aplicado
sin éxito para corregir el problema. Si el psiquiatra sentía que el
problema no podía manejarse localmente podía recomendar la
admisión en Northfield, siempre que se dieran una serie de cir-
cunstancias muy particulares.

111
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

El paciente que llegaba al hospital después de estas averigua-


ciones tenía un viaje de ocho kilómetros desde Birmingham en un
desvencijado tranvía antes de caminar más de un kilómetro colina
arriba con su petate. Hasta que fue requerido por el ejército, el
edificio había albergado el hospital mental Hollymoor, y en los
alrededores todavía se lo conocía con ese nombre. La construc-
ción que se alzaba al final del sendero de entrada ofrecía un aspec-
to institucional intimidatorio. Una vez dentro, el hospital era tan
poco confortable como sugería su apariencia externa: pasillos de
piedra que causaban eco y enormes salas apenas amuebladas, con
muchas de las puertas cerradas con llave. Lo apartado del lugar y
la longitud del sendero formaban parte de la escena, y eran cons-
tante objeto de broma para la tropa y el personal.
Sin embargo, aunque la apariencia externa se mantuvo en to-
das las fases, el clima interior cambió notablemente en el trans-
curso del tiempo. Lo conocimos en 1943, y yo he llamado a este
primer periodo fase A. Cuando llegaba, el paciente iba a una sala
de admisiones. Al día siguiente era visitado por el psiquiatra jefe y
asignado a un psiquiatra para terapia. Éste, en cuanto tenía una va-
cante en su sala porque transfería a uno de sus antiguos pacientes
al ala de instrucción, daba las indicaciones pertinentes para que el
nuevo paciente pasara de la sala de admisiones al pabellón psiquiá-
trico, donde vivían los sesenta o setenta pacientes que llevaba en
ese momento. Esta transferencia podía tardar un día más o menos,
y a esas alturas el paciente ya habría sido visitado independien-
temente por un especialista médico y ya estarían disponibles los
resultados de varias pruebas de laboratorio. A cada psiquiatra le
esperaban un par de casos nuevos cada día, y la burocracia no era
tarea desdeñable. Pero todo este trabajo, aunque relacionado con
la admisión, causaba poco impacto en el recién llegado, que lo más
probable es que se acercara al médico y al psiquiatra jefe en sus
entrevistas como si ellos fueran a darle la ayuda que debía buscar
en el terapeuta, con el cual no contactaba hasta más tarde.
Durante este periodo de espera, el recién llegado establecía
amistades en la sala de admisiones y contactaba con la hermana
a cargo de la sala y con su equipo. Resultaba desafortunado que
esos contactos tuvieran que romperse con su traslado a su pabe-

112
Los antecedentes

llón permanente, pero esta inseguridad en las primeras relaciones


con el hospital caracterizaba toda su experiencia en la fase A.
El grueso de los pacientes estaba oficialmente ocupado en
faenas, entrenamiento físico y juegos. Pero como el grueso de
los pacientes estaba en el hospital a causa de problemas de com-
portamiento, no resulta sorprendente que a pesar de los mejores
esfuerzos del equipo muchos de ellos encontraran la forma de
escabullirse de sus deberes e ir al vecino café de Jones. Los pa-
cientes tenían poco en que ocuparse entre una entrevista y otra
salvo unirse a los colegas en el café de Jones o en el servicio de
cantinas del ejército, y allí tenían ocasión de aprender todo tipo
de conocimientos comunes indeseables, de manera que hasta el
hombre de moral recta corría el riesgo de torcerse.
Puesto que muchos de los pacientes de entonces eran sol-
dados mal dispuestos, cuyas dificultades venían de antiguo, su
preocupación principal era librarse del servicio. La llave para las
«puertas del paraíso», la vida civil, era el síntoma neurótico del
paciente, y lo más probable era que si no tenía nada espectacular
que mostrar cuando había salido de su unidad hacia el hospital,
en el momento en que recorría el sendero de entrada y tenía oca-
sión de hablar con algunos otros pacientes se equipara con armas
para utilizar en su inminente batalla con el psiquiatra para con-
seguir su libertad civil.
El interés en los síntomas venía acompañado por un deterio-
ro de la actitud militar. Este deterioro se iniciaba en el traslado
desde la estricta disciplina militar de su unidad hasta el hospital,
pero continuaba dentro de los límites de Northfield a pesar de
los esfuerzos de la policía militar, que hacía lo posible para im-
poner una corrección de comportamiento simbólica. Los poli-
cías, no obstante, eran a la vez demasiados y demasiados pocos
para tratar con personas tan difíciles —que ya habían causado la
desesperación de sus unidades—, porque los soldados reticen-
tes, convertidos en pacientes, podían desafiar la disciplina con
la excusa de la salud. Podría decirse que, por lo que respecta a la
moral, las circunstancias de la fase A eran muy insatisfactorias, y
aunque las condiciones materiales eran infinitamente mejores en
el hospital, las quejas superaban en mucho a las que se producían

113
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

en una unidad militar. Una queja común en esa época era la de


comparar el hospital con un campo de concentración.
En el interior del recinto, el conflicto entre soldados y hospi-
tal, entre salud e incapacidad, quedaba vistosamente simbolizado
por el contraste en el vestuario. El ala hospitalaria iba de azul y la
de instrucción de caqui. El contraste planteaba todos los proble-
mas del futuro y mostraba al soldado reticente su primer objeti-
vo, a saber, permanecer suficientemente enfermo e inútil para el
ejército para evitar su traslado al caqui y al ala de instrucción.
Los territorios reales mantenidos por el ala hospitalaria y
el ala de instrucción respectivamente, aunque en los límites del
mismo edificio hospitalario, quedaban claramente delimitados;
un policía militar permanecía en la puerta divisoria cual Cancer-
bero. Las circunstancias materiales en las dos alas eran bien dis-
tintas: las salas del ala de instrucción estaban amuebladas como
barracones y los hombres dormían con jergón y mantas, en lugar
de con colchones y sábanas; estaban sujetos a una disciplina a las
órdenes de su oficial al mando y no del jefe de admisiones, y se-
guían un programa militar en lugar del laissez-faire del hospital.
No había monjas ni oficiales médicos en el ala de instrucción,
sino oficiales militares que veían a los psiquiatras con respeto
por ser expertos en un extraño misterio, pero también con la
sospecha de que eran los aliados naturales de los pacientes. Para
los militares, el equipo médico era un grupo de pardillos, inex-
pertos en los trucos de «soldado viejo» que los pacientes practi-
caban con ellos. Veían a los hombres corriendo a sus psiquiatras
como niños y solían culpar a éstos por su actitud ante el estado
del paciente.
La actitud administrativa ante este cisma en el equipo era que
se debía dejar tranquilos a los psiquiatras para que hicieran su
trabajo en el ala hospitalaria, y éstos, cuando hubieran «curado»
a sus pacientes, debían enviarlos para que volvieran a convertirlos
en soldados en el ala de instrucción, pero cada ala debía dejar de
meterse en el trabajo ajeno. La existencia en el hospital de una di-
visión similar entre medicina y psiquiatría quedaba marcada por
los exámenes independientes que médico y psiquiatra realizaban
en la admisión. La terapia física también era un problema «físi-

114
Los antecedentes

co» perteneciente al terreno de la medicina. Esta delimitación y


solapamiento de funciones era fuente de frustración y ansiedad
para todos, pero detrás de la incertidumbre y el desconcierto se
hallaba el paciente. Él era el centro de las dudas de todos, y la si-
tuación externa reflejaba y contribuía a su incertidumbre.

Fase A1.— El final de la fase A y el inicio de la fase A1 se pro-


dujo antes de que se abriera el segundo frente en junio de 1944. En
ese momento, las divisiones a rajatabla que se han descrito se ha-
bían atenuado, en cierta medida debido al reconocimiento de las
dificultades que planteaban a la terapia; la cual, después de todo
e incluso bajo la presión de la disponibilidad, continuaba siendo
la función más importante del hospital. Los psiquiatras, en lu-
gar de ser desalentados a implicarse en las cuestiones del ala de
instrucción, ya tenían orden de visitar a sus pacientes. El modo
de dormir de los hombres de caqui había cambiado, de manera
que todos los pacientes de un mismo psiquiatra dormían juntos
en el ala de instrucción. Estos cambios en el interior del hospital
se vieron facilitados por el sentido de emergencia creado en todo
el país por el inminente segundo frente. Ésta es la razón general
por la que el hospital, que hasta entonces se había mantenido
muy estable bajo constante y experimentada administración, se
convirtió en objeto de fluctuaciones más violentas. Los cambios
tuvieron consecuencias terribles, pero al mismo tiempo forzaron
al hospital a un mayor contacto con realidades y produjeron de
este modo una mejor integración en sus funciones. Un concep-
to educacional más activo por parte del Ejército también influ-
yó favorablemente en el hospital. Las disposiciones previas para
ocupar a los pacientes fueron modificadas. Los hombres en la
división hospitalaria recibían más facilidades para ocuparse du-
rante el día, y se les animaba más a hacerlo; se construyeron ba-
rracones de carpintería, modelado y otras actividades. Y cuando
se abrió el segundo frente en junio de 1944, el tipo de paciente
cambió. Pronto nos encontramos tratando con jóvenes soldados
activos que habían visto la batalla. El equipo, muchos de cuyos
miembros no habían participado activamente en la lucha, tenía
que respetar a estos hombres que llegaban enfermos y exhaustos.

115
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

La tortilla se había dado vuelta; los soldados menos activos del


equipo se sentían culpables y mostraron una compasión real por
los pacientes. El mismo factor también levantó el interés de las
monjas y las ordenanzas a su cargo, y las diferencias profesio-
nales entre el equipo también se resolvieron hasta cierto punto.
La administración animó a monjas y psiquiatras a trabajar más
unidos, y los psiquiatras animaron a su vez a las hermanas de
sus salas a participar de manera más activa en el tratamiento. El
desayuno quedó convertido en una oportunidad para discutir
problemas, los psiquiatras asistían a las reuniones de la Ofici-
na Militar de Asuntos Pendientes de un modo más espontáneo
y se obtuvo una concesión perseguida desde hacía largo tiem-
po: que las monjas, en lugar de cambiar de una sala a otra, se
mantuvieran el máximo tiempo posible en la misma sala, con los
mismos pacientes y el mismo psiquiatra. El método de admisio-
nes también se modificó para rechazar los casos incompatibles.
Determinados psiquiatras empezaron a dedicar todo su tiempo
a clasificar y reducir el periodo de admisión. De este modo el
tiempo entre la llegada del paciente y su contacto con el psiquia-
tra disminuyó. Los hombres descartados del ejército, siempre
una fuente de influencia indeseable para los demás, empezaron a
irse rápida y discretamente. La lista de nombres dejó de mostrar-
se públicamente. El médico empezó a ver los casos consultando
con el psiquiatra, de manera que el paciente dejó de interponerse
entre ellos. De hecho, entre la fase A y la fase A1 se derribaron
muchas barreras en todo el hospital; los objetivos se clarificaron
más, tanto para el equipo como para los pacientes, y la adminis-
tración adoptó un papel de agente. La integración de los oficiales
del ala de instrucción con los psiquiatras y los objetivos preten-
didos por el hospital aumentaron en la fase A1; los intercambios
dejaron de estar confinados a los contactos no oficiales en me-
dio del caos, cuya calidez y sinceridad había contrastado antes
con la corrección oficial. Sin embargo, el aumento del contacto
también enconó las opiniones entre el equipo. Las decisiones del
día a día tenían que consensuarse y se afrontaron muchas difi-
cultades interpersonales para lograr esta mayor cooperación. La
implicación del equipo en las decisiones cotidianas aumentó las

116
Los antecedentes

ansiedades de sus miembros, pero la oportunidad de discutir y


solventar problemas las alivió y redundó en un aumento de la
confianza mutua.

Fase B. El experimento de Northfield.— La fase B se inició a


finales de 1944, cuando el segundo frente ya se había establecido.
Se había elegido un equipo militar que había adquirido conoci-
mientos fundados de la perspectiva psiquiátrica, y en particular
de la orientación de psicología grupal, a partir de sus experien-
cias en el Consejo de Selección del Ministerio de la Guerra. Esto
permitía a todos los implicados —militares, psiquiatras y pacien-
tes— afrontar las tareas del hospital como un asunto común.
El ala de instrucción se había disuelto y transformado en una
organización que promovía actividades de todo tipo. El hospital
era tratado como conjunto y gradualmente se le permitió crecer
hasta convertirse en una comunidad responsable de sí misma y
que se autogobernaba. El nuevo equipo tenía notables dificul-
tades para averiguar e interpretar los deseos y urgencias experi-
mentados de un modo espontáneo por los pacientes, y para crear
oportunidades para actividades de cualquier tipo posible, ya fue-
ra trabajo, intereses artísticos, deportes o entretenimientos en el
interior e incluso fuera del hospital. Un club de pacientes em-
pezó por el billar, el ping-pong y las actividades sociales en las
salas, y cuidaban de él representantes elegidos por ellos mismos.
Se creó una banda musical del hospital, así como un periódico
que se costeaba su propia rotativa. Austin Motor Works siem-
pre había ofrecido instrucción e interesaba a cierto número de
hombres, pero el principio del empleo externo se amplió mucho
y fabricantes de distintos tipos ofrecieron sus instalaciones. Ac-
tividades como labrar o el trabajo en la escuela de agronomía se
tornaron posibles, así como el patinaje sobre hielo, la equitación
y las clases de golf. Los hombres incluso disponían de libertad
para no hacer nada, y esto resultaba de sumo interés para deter-
minar qué significaba para distintos pacientes.
Al mismo tiempo que ocurría esta expansión de posibilida-
des, las reuniones de sala experimentaron un cambio. Ya no se
celebraban como una discusión formal de la Oficina Militar de

117
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Asuntos Pendientes, sino que se trataban materias que podían


después trasladarse a las reuniones semanales de representantes
de sala. En este encuentro, la administración del hospital empezó
a ser aconsejada y en parte manejada por los propios pacientes.
Las habituales reclamaciones de disciplina y procedimiento
del ejército eran defendidas con energía por el oficial al mando,
un soldado de carrera. Esto impidió que el experimento cayera
en una artificialidad al margen de la realidad militar y social. En
mi opinión este hecho constituyó una prueba esencial del éxito o
fracaso en el tratamiento; que los pacientes a mi cuidado pudie-
ran satisfacer sus exigencias y que él, por su parte, nunca dejara
de brindarnos el apoyo que podía conciliar con las exigencias
que debía mantener. Sin embargo, no es sorprendente que un
hospital que era dirigido de manera tan contraria a los códigos
militares habituales encontrara sólo una aprobación reticente.
Aun así, se extendió la impresión de que él mismo se sentía más
afín con los métodos adoptados, y en una fase posterior incluso
lo vimos aplicándolos él mismo ¡y de manera muy competente!
Al final se descubrió que existía base común en más de un sen-
tido entre la vieja tradición y sabiduría militares y este nuevo
experimento.
En la medida de lo posible, la vida del hospital era organi-
zada y mantenida (en el marco del esquema administrativo) por
los propios pacientes. Ellos reclutaban a los nuevos pacientes y
las guías especiales fijadas para este fin se recogieron en un fo-
lleto: Bienvenidos a Northfield. Aquí se ofrece un extracto de la
«Nota del editor», la «Introducción» y las «Actividades selec-
cionadas».
´
NOTA DEL EDITOR
Esta revista ha sido compilada de la manera más clara y con-
cisa posible para darle una idea de por qué está aquí, y de las
instalaciones y actividades disponibles para usted durante su es-
tancia en este hospital. Trataremos de solventar algunas de sus
dificultades a la luz de las que hemos experimentado nosotros.
En la última página hay un útil mapa que le indica dónde se
halla ahora y adónde puede ir durante su estancia.

118
Los antecedentes

Si tiene la más mínima duda sobre CUALQUIER particular


después de leer esta revista, la hermana estará encantada de
ayudarle. [...] Hay más información disponible en la oficina del
Grupo de Actividades, en el pasillo del Club del Hospital.

INTRODUCCIÓN
Nos han enviado aquí porque nuestra salud ha resultado
afectada. Hay muchas posibles causas. Puede deberse a la for-
ma en que un hombre está constituido o a las experiencias por
las que ha pasado en distintos momentos de su vida; uno po-
dría decir sin temor a equivocarse que intervienen ambos fac-
tores, aunque el grado en el que influyen difiere en cada uno
de nosotros, como individuos. Por eso nos interesa explicar a
nuestro psiquiatra (el especialista que nos ayuda en el camino
hacia la recuperación) todo lo posible acerca de nosotros mis-
mos y confiarnos a él. Su principal cometido es ayudarnos a
superar nuestras dificultades presentes y que de este modo re-
cuperemos la salud y seamos capaces de reanudar nuestra vida
y nuestro trabajo. Esto exige nuestra más cercana cooperación
en todo lo que aquí se hace. Todo lo que le digamos a nuestro
psiquiatra es, por supuesto, estrictamente confidencial.
En lo que respecta al tratamiento, bien podría decirse que
todo lo que hacemos aquí es tratamiento. Por esta razón nues-
tro tratamiento no consiste solamente en dormir y descansar,
o en el habitual frasco de pastillas de colores. Además de las
entrevistas con el psiquiatra, pasamos gran parte del tiempo en
varias formas de ejercicio y actividades. Trataremos más a fon-
do esta cuestión en otra parte de esta revista, porque difieren
para cada uno de nosotros, aunque suele resultar más útil tra-
bajar en equipo, del mismo modo que hacen en la redacción del
Mercury, que hacerlo como individuos [...] Nuestra actividad
especial se selecciona en uno de nuestros primeros encuentros
privados con nuestro psiquiatra.
Actividades seleccionadas, entretenimiento, fiestas y recrea-
ción son todo «buenas medicinas», además de ser en sí motivo
de disfrute, y esperamos que en un periodo muy corto recupere
ese estado de salud y felicidad que un día conoció [...]

119
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ACTIVIDADES SELECCIONADAS
En cuanto su psiquiatra considere que cumple los requisi-
tos para la admisión, se le proporcionará una tarjeta; la llevará
en todo momento y le servirá como un pase cada vez que aban-
done los límites del hospital.
Ocuparía demasiado espacio, y va más allá del propósito
de este folleto, describir con detalle todas las actividades se-
leccionadas. Hay una lista en la tarjeta de pase, pero sólo men-
ciona una parte de un campo muy amplio [...] No es preciso
saber mucho (de hecho no hay necesidad de saber nada) de una
actividad para participar en ella, y esto nos ha parecido una
gran oportunidad de «probar» algo que muchos de nosotros
habíamos querido hacer. Los instructores están para ayudar-
nos y para ver que tenemos una oportunidad de desarrollar
nuestras ideas.
Aquellos de nosotros que trabajamos en grupos tenemos
lo que se llama una actividad de tiempo completo: éstas son
actividades que han de ser desarrolladas en equipo. En estas
circunstancias tenemos una oportunidad de aprovechar los re-
cursos de Birmingham, así como los del hospital (el Mercury
es un ejemplo).
Si la actividad elegida, después de discutirlo entre usted y
el psiquiatra, no figura en la lista de la tarjeta de pase, tenga
la seguridad de que se pondrán los medios para desarrollarla.
Los funcionarios de terapia social le ofrecerán toda su cola-
boración en esto [...], por ejemplo es posible trabajar en una
granja o incluso dar clases en una escuela local. Puede cambiar
de actividad en cualquier momento después de una charla con
su psiquiatra.

Los recién llegados leían el folleto y después el grupo de


recepción los acompañaba en una visita al hospital para que lo
vieran con sus propios ojos, y para que eligieran una actividad
si lo deseaban. Durante el contacto con los guías, el psiquiatra y
la hermana en la sala de admisiones, los recién llegados eran in-
vitados a formular preguntas y discutir cualquier cuestión que
pudiera surgir. En la visita podían ver por sí mismos el club del

120
Los antecedentes

hospital dirigido enteramente por los pacientes, a los pacientes


que llevaban el periódico en plena actividad, el campo de de-
portes en el que quizá se estaba jugando a tenis, los hombres
trabajando en el barracón de carpintería haciendo objetos para
casa o para la guardería local o un decorado de teatro, hombres
trabajando en el jardín o en el barracón de pintura y mode-
lado o las creaciones del barracón de radio y electricidad. Si
uno compara la recepción en el hospital en ese momento con la
descrita en la fase A obtendrá una buena impresión de lo que
significa un enfoque grupal y el sentido de la frase «hacer del
hospital una comunidad».
En la medida de lo posible, durante la fase B las actividades
de los pacientes eran organizadas y mantenidas por los propios
pacientes; si fallaban en sus cometidos cargaban con la respon-
sabilidad; si la banda no se presentaba a la hora del baile, no ha-
bía baile, pero si tenían éxito obtenían su propia recompensa: el
resultado era que por encima de todo se tornaban activos en su
propio interés y utilizaban el hospital en su beneficio en lugar
de esperar a que les curaran.
El incremento en la espontaneidad fomentada por esta si-
tuación cambió por completo la atmósfera del hospital. La par-
ticipación de los pacientes en la administración los obligó a im-
plicarse más en los asuntos de la institución, que veían como
de interés propio. Las reuniones y el trabajo en común daban
más oportunidades para el contacto entre todos los implicados
—personal, hermanas, psiquiatras y pacientes por igual— y los
pequeños grupos terapéuticos de ocho o nueve individuos po-
tenciaron al máximo este contacto. Cualquier paciente podría
haber vestido de caqui en esta fase, aunque razones técnicas
restringían el caqui a un porcentaje determinado. El significa-
do del azul giraba en torno a dos factores: 1) las quejas acerca
de lo inadecuado de las indumentarias azules del hospital, 2) el
resentimiento por incidentes incómodos al salir del recinto de
azul, provocados por la creencia de los vecinos de que el hospi-
tal seguía siendo para casos de locura. ¡Todos querían vestir de
caqui lo antes posible! Un sentimiento de inferioridad, surgido
de la naturaleza de sus demandas y de la posición adoptada por

121
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

familiares y amigos, encontraba expresión en estas dos ansieda-


des principales.

Fase B1.—El siguiente periodo, que denomino B1, se inicia


después del día de la victoria en Europa y el fin de la guerra en
el continente. El clima en el hospital cambió de acuerdo con las
nuevas circunstancias, y de nuevo se produjo una tendencia en
la misma dirección que en la fase A. La falta de entusiasmo por
la guerra contra Japón y la confianza en una pronta desmovili-
zación general constituían un problema de moral militar. Esto
se reflejó en el estado de los pacientes que llegaban al hospital.
Seguían siendo los mismos hombres jóvenes de la fase B, pero
sus problemas eran de carácter civil: temían el servicio en el
extranjero y eran soldados reticentes, ansiosos de libertad. Y
el personal, tanto médico como general, también estaba más
preocupado por su futuro civil. Los primeros organizadores de
proyectos y actividades experimentales comenzaron a retirar-
se o fueron desmovilizados. Los psiquiatras cambiaron y los
que llegaron tuvieron que afrontar de nuevo las ansiedades de
aprender técnicas grupales. La espontaneidad de las actividades
disminuyó. Lo que se había desarrollado en la fase B y queda-
ba al margen de las necesidades presentes del hospital corría el
peligro de desentonar y ser institucionalizado. Para el soldado
que llegaba al hospital, las instituciones volvían a presentarse
más como una imposición de arriba que como una manera de
encontrarse con sus propios deseos y expresar y manejar sus ne-
cesidades.
Describiré mejor lo que se llevó a cabo en esta fase recurrien-
do a mis propias palabras extraídas de un artículo del Internatio-
nal Journal of Psycho-Analysis de 1946:1

¿Qué había que hacer? Tuve la fortuna de ser transferido,


a petición mía, al departamento de actividades. Quedó com-
pletamente claro que iban a hacer falta acicates para ocasionar

1. S. H. Foulkes: «On Group Analysis», The International Journal of Psy-


cho-Analysis, 23 (1946), partes 1 y 2.

122
Los antecedentes

un efecto en el espíritu del hospital en su conjunto. La situa-


ción sugería el remedio. Era preciso formar grupos cuya tarea
estuviera directamente relacionada con el hospital en sí y que,
a partir de su función, fueran forzados al contacto y la coope-
ración con otros. [...] En principio y en detalle, este nuevo en-
foque abría una panorámica fascinante. Tenía que abrirme ca-
mino hasta el núcleo de los grupos, a lo que quedaba de ellos,
e insuflarles vida de nuevo. [...] Necesitaba ayuda. Fundé un
grupo llamado grupo de coordinación, el cual con entusiasmo
de nuevo cuño pronto empezó a ser un factor muy activo en la
vida del hospital. Al cabo de una o dos semanas su influencia
ya se sentía en todo el hospital, desde el oficial al mando hasta
el último paciente, ordenanza o administrativa. Nació nueva
vida de las ruinas, se formaron grupos de expertos y concur-
sos entre psiquiatras y pacientes, produciendo una vez más un
contacto y una cooperación sanos y positivos.

El trabajo grupal en las distintas fases.— Por último, trataré


de resumir el estado del trabajo grupal en las distintas fases del
hospital desde julio de 1943 hasta diciembre de 1945, cuando lo
abandoné.
Fase A.— Con el permiso especial del oficial al mando veía a
grupos de mis pacientes semanalmente, ya fuera en mi sala o en
la sala de conferencias. Debido a dificultades de horario, estos
grupos sólo se reunían cuando los pacientes y yo teníamos la
tarde libre. A pesar de ello la asistencia era buena. La mejoría en
los participantes en estos grupos fue asombrosa comparada con
casos similares, tanto en lo que respecta a su moral como a sus
quejas particulares.
Fase A1.— Otros especialistas empezaron a interesarse. Tam-
bién recibimos muchas visitas de fuera del hospital, en ocasiones
de personalidades distinguidas. Casi se convirtió en una excep-
ción ver a un grupo en solitario. Además empecé una gran va-
riedad de grupos; mi principal contacto con los pacientes del ala
de instrucción se producía a través de los grupos. Empezamos a
experimentar con los métodos de psicodrama y sociodrama en la
línea de J. L. Moreno.

123
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Fase B.— El enfoque grupal se extendió por todo el hospi-


tal. Las salas se administraban siguiendo una línea grupal, con
grupos de sala como parte esencial. Enseñanza e intercambio de
experiencias de terapia grupal entre psiquiatras, que también po-
dían asistir a las reuniones de grupos de colegas. Emergencia del
grupo cerrado. Era posible formar grupos de actividades de todo
tipo y ver a los propios pacientes en actividades espontáneas y en
situaciones grupales. Se consiguió un elevado grado de integra-
ción entre estos grupos. Las interacciones entre grupos podían
ser observadas y utilizadas. Emergieron relaciones mutuas entre
grupos de actividad y grupos de entrevistas (proyectos y grupos
«reflectivos»).
Fase B1.— Esta fase me brindó la oportunidad de participar
activamente en la formación de grupos de actividades, así como
en la gran variedad de aquellos que se habían formado de manera
espontánea; sesiones de grupo formales con mis pacientes y los
de otros psiquiatras, grupos de trabajo menos formales y grupos
espontáneos. La «terapia de representación», afín al sociodra-
ma, se utilizó como muestra del enfoque centrado en el grupo y
de sus efectos dinamizadores en otros grupos, incluidos los psi-
quiatras. La función general de estos grupos era la reintegración
de la comunidad del hospital.

124
3

3
La situación grupoanalítica

«En la guerra, y de hecho en la vida, se


trata de esforzarse por descubrir lo que no
sabes en aquello que haces.»
Wellington

Como se ha dicho, la situación grupoanalítica no puede nor-


mativizarse, pero está definida con claridad. No debe normati-
vizarse nunca, porque nunca se halla aislada herméticamente del
contorno establecido, del cual forma parte, como se indica en
nuestro diagrama. Debería permitirse que este campo que la rodea
la modificara. En medio de una sesión en Northfield, por ejemplo,
descubrimos que coincidía con un partido de fútbol interhospita-
lario entre Inglaterra y Escocia, y que el interés del grupo se halla-
ba puesto en ese encuentro. En ese momento aplazamos la sesión
y nos fuimos al campo de fútbol. Obviamente, era la mejor opción
para todos nosotros en ese momento y en esa situación, y la mejor
contribución que podíamos hacer al hospital en su conjunto. En
cambio, esto no puede suceder en una clínica con pacientes exter-
nos de Londres, y uno no puede interrumpir la sesión para ir al
Regent’s Park o al zoológico, aunque todo el grupo esté interesa-
do en la llegada de un nuevo oso panda. Por este motivo hablamos
de características fundamentales de la situación y de principios de
la conducta, más que de criterios fijos y reglas técnicas.

Número de participantes.— El primer y más importante paso


para que un grupo se forme es que se reúna. Para los propósitos

125
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

de un trabajo tan íntimo como el grupoanálisis, el número de


asistentes no puede ser muy alto. Sin contar al terapeuta, tres
personas pueden trabajar juntas, pero para que un grupo sea re-
presentativo se requiere un mínimo de cinco. Puede trabajarse
bastante bien con diez o incluso doce, pero es difícil que el tera-
peuta haga justicia a todos y cada uno de los individuos si tiene
que ser un participante pleno y no un simple pasajero. La cifra
óptima se sitúa entre siete y nueve, y ocho ha emergido como un
número estándar de consenso general. Se desarrolla una aprecia-
ción de diferencias sutiles en el citado rango, probablemente en
función del enfoque particular del terapeuta. Más recientemente
he llegado a la conclusión de que para mí el número óptimo es el
de siete participantes. Me inclino más a desviarme desde el ocho
hacia el siete que hacia el nueve. Lo expresaría así:

Así pues, el ocho es el número estándar.

Condiciones, lugar de reunión.— Puesto que el grupo desea


reunirse con frecuencia, y depende de las comunicaciones verba-
les, debe hallarse razonablemente cómodo y tranquilo. La sala
no debe ser ni demasiado grande ni demasiado pequeña, y los
asientos han de ser razonablemente cómodos, mejor butacas que
sillas fijas, porque permiten cierta movilidad.
El siguiente aspecto importante es que los miembros deberían
verse las caras entre ellos y con el terapeuta. El modelo ideal es el cír-
culo. (compárense los diagramas de la cuarta parte, pp. 219 y 220).

126
La situación grupoanalítica

Disposición de los asientos.— La distribución estándar, que


corresponde a la situación actual en grupoanálisis, es que el
asiento del líder, el terapeuta, es fijo, y los miembros del grupo,
los pacientes, disponen de libertad para elegir los suyos a volun-
tad. Siempre tienden a agruparse en un orden permanente, más o
menos rígido. El hecho de que esto ocurra, cuándo y cómo, y si
cambia y de qué manera, son aspectos importantes a observar.
No hay nada más destacable respecto a la situación en este
sentido, por ejemplo, es posible sentarse en torno a una chime-
nea o una mesa, o no hacerlo. Los siguientes ejemplos podrían
servir como ilustración, sin embargo, de cómo las circunstancias
accidentales modifican la situación y cómo sus significados va-
rían en la situación del grupo. Me referiré de ahora en adelante
a mi grupo privado como grupo P y a mi grupo de St. Bartholo-
mew como grupo B.
Posición y significado.— El grupo P, cuyo primer encuentro
se produjo en invierno, se sienta en semicírculo en torno a una
chimenea. Como los pacientes llegan, con un escaso margen, al-
rededor de las ocho de la tarde, y tengo que controlar la puerta
de la calle, nunca soy el primero en presentarme en la sala y por
tanto busco mi propio lugar entre los demás, aunque prefiero
sentarme en el extremo izquierdo o derecho antes que partir el
grupo en dos cuartos de círculo sentándome en el medio. Hacia
el verano, el grupo se trasladó a una de las dos salas adjuntas,
donde había una mesa, alrededor de la cual nos sentamos. La
mesa en este caso tuvo el efecto de acercarnos. Ahora ocupo una
posición en medio de su lado largo.
En el grupo B las condiciones son distintas. No hay chimenea,
sino calefacción central. Hay una pequeña mesita situada delante
de mí, la cual fijó mi lugar de una vez y para siempre. Las pacien-
tes van a buscar las sillas y se sientan enfrente y a los lados de la
mesa en una línea curva. Sus propios lugares también se han fijado
de una manera más rápida y rígida. Tienden a dejar una distancia
innecesariamente grande entre ellas y yo, lo cual también refleja
la mayor distancia social con «el doctor» en este grupo. La mesa,
en este caso, tiende a separar al grupo de mí. La proximidad, o no,
a mí refleja exactamente el grado de participación interna de cada

127
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

paciente, mezclado con la fuerza de su transferencia positiva. Una


paciente siempre retrasa su silla del nivel común. Esto correspon-
de a su sentimiento de pertenecer a un nivel social más alto que las
otras. Ella, un caso de histeria de conversión monosintomática,
sostuvo en todo momento la causa física de sus dolores de cabe-
za y dejó de asistir, de acuerdo conmigo, después de un tiempo.
En el grupo B, se ha desarrollado la tradición de que las nuevas
siempre se sientan junto a mí, a mi derecha, en su primera sesión.
En el grupo P se está desarrollando una nueva característica, se-
gún la cual los miembros piden consentimiento para introducir a
nuevos asistentes, por motivos especiales, de cuando en cuando.
En este caso, los nuevos empiezan sentándose al lado de quien
los ha presentado. Creo que es importante que la situación no se
normativice en exceso, a fin de permitir estas modificaciones na-
turales. Esto mantiene al grupo más cerca de la vida y garantiza un
grado deseable de «informalidad».

Selección de los grupos

Es muy importante, por supuesto, a quiénes reúne el conduc-


tor. Esto plantea la cuestión de la selección y el agrupamiento,
que no puede ser tratada aquí y ahora de forma exhaustiva. Yo
no he estado hasta ahora en posición de trabajar en condiciones
en las que fuera posible una cuidadosa labor de selección y asig-
nación. Slavson1 se ha encontrado en una posición más favorable
en este sentido. Él está particularmente preocupado, de acuerdo
con su propia experiencia, con la actividad de terapia grupal con
niños y ha ideado numerosos criterios en este campo. Yo coinci-
do con él y otros en lo que respecta a la importancia de la selec-
ción y el agrupamiento en la terapia grupal, la cual, por supuesto,
se extiende también al grupoanálisis. A mi juicio, la selección
en grupoanálisis es interdependiente con las otras coordenadas,
como el hecho de que se trate de pacientes internos o externos,

1. Slavson: An Introduction to Group Therapy, Oxford University Press,


1943.

128
La situación grupoanalítica

patologías, frecuencia de las sesiones, periodo total de tratamien-


to, si es indeterminado o con plazo fijo, si se combina con terapia
individual o no, y también si el grupo es abierto o cerrado. Cier-
tamente coincido con Sternbach2 en que no depende de ciertos
tipos psicológicos ni de entidades patológicas específicas. Resulta
interesante que afirme que «los mejores resultados terapéuticos
en el tratamiento de psicópatas antisociales y de delincuentes con
desórdenes graves de comportamiento primario han sido conse-
guidos hasta este momento casi exclusivamente mediante la tera-
pia grupal, en un entorno más o menos autoritario», y que la ex-
periencia práctica prueba que con ellos la terapia individual no
es el método hacia el éxito. Estoy de acuerdo con él en que «el
grupo de terapia moviliza todos los procesos que constituyen un
requisito previo para la cura de la neurosis» y en que «en lo fun-
damental, las dinámicas del tratamiento de un individuo son las
mismas, se lleve a cabo en una relación individual o de grupo».
Cuestión diferente es determinar cuáles de estas dinámicas bá-
sicas son en realidad predominantemente operativas en las dife-
rentes situaciones y en las diferentes formas de terapia grupal. El
autor también parece modelar sus conceptos de estas dinámicas
demasiado desde el punto de vista de la relación individual entre
dos personas, la situación analítica, y las transfiere a la situación
grupal, en lugar de hacerlo al revés, según mi opinión.
El grupo como prueba.— En las circunstancias de mi traba-
jo hasta este momento, ha sido más cuestión de descartar a los
pacientes no adecuados que de seleccionar a los particularmente
adecuados para un tratamiento de grupo. Esto fue realizado a
menudo utilizando la situación grupal en sí misma como prueba,
y a los propios miembros del grupo y sus reacciones como par-
ticipantes activos en este proceso. Este modo de selección ofre-
ce diversas ventajas, pero requiere, claro está, una experiencia
considerable por parte del terapeuta en las dinámicas de la psi-
copatología individual y grupal. No es recomendable para los
principiantes. Las reacciones del conductor desempeñan, inevi-

2. Oscar Sternbach: «The Dynamics of Psychotherapy in the Group», Jour-


nal of Child Psychiatry, 1, núm. 1 (1947).

129
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

tablemente, un papel en esta elección, pero esto no es malo. Al


fin y al cabo, no está realizando una selección para un grupo de
terapia abstracto, sino para su grupo, conducido por él y en el
que por tanto su enfoque y su personalidad tendrán un significado
decisivo. Las principales ventajas de un modelo así son: 1) La eli-
minación del prejuicio de otras experiencias clínicas, que no han
sido comprobadas por la experiencia en la situación grupal real.
Esto es de particular importancia, porque la terapia en grupos es
un enfoque relativamente nuevo y debería crear sus propios cri-
terios de selección según una base propia. 2) Esta selección hace
justicia al hecho de que un individuo incompatible con un gru-
po en concreto podría encajar bien en otro. 3) Ahorra tiempo,
en la medida en que muestra que un individuo no es un sujeto
prometedor para un tratamiento de cualquier tipo en su estado
presente, o si no, qué otra forma de abordar el problema se re-
comienda. 4) Presenta al grupo problemas, como los representa-
dos por el nuevo candidato, que todavía no puede solventar. La
prueba es mutua, el grupo pone a prueba al nuevo miembro y el
nuevo miembro pone a prueba al grupo. El mismo razonamiento
es válido con respecto al conductor.
Selección según síndromes y problemas.— Me refiero a esta
clase de función como «diagnóstico en vivo» y «pronóstico en
vivo», la forma real opuesta a la forma sobre el papel. Uno puede
de hecho llamar a este modo de selección «selección en vivo».
La selección de los grupos de acuerdo a síndromes o problemas
comunes intensifica el proceso grupoanalítico y casi requiere las
condiciones de un grupo cerrado. Puede resultar que el «mismo»
síndrome haya llegado como consecuencia de problemas diferen-
tes, o que problemas similares generen síntomas diferentes, o que
problemas similares produzcan síndromes similares, todos ellos
casos interesantes. Al mismo tiempo, los antecedentes básicos de
la personalidad y la importancia fundamental de los avatares del
instinto y el historial infantil se desencadenan y se muestran en
acción. El doctor De Maré, con mi apoyo, asumió en Northfield
el tratamiento grupal de nueve «fobias a las enfermedades vené-
reas». Este tipo de caso, próximo a la psicosis, a menudo en la
dirección de la depresión o la esquizofrenia y que implica deter-

130
La situación grupoanalítica

minada paranoia intrapsíquica, se había revelado completamente


intratable en terapia individual con las limitaciones de tiempo
del hospital. Puestos en manos menos experimentadas, varios
pacientes tuvieron que ser transferidos a hospitales para psicóti-
cos, y la mayoría de ellos fueron dados de alta después de cierto
grado de mejoría. Yo dejé el hospital cuando este experimento se
estaba desarrollando y el doctor De Maré no pudo, creo, llevarlo
a su conclusión. Pero en las dos sesiones en las que participé, me
impresionó sobremanera el grado de activación, insight y —en
seis o siete de los nueve— mejoría que se había logrado. Otros
ejemplos de selección por problemas comunes son hombres con
problemas conyugales, o madres de niños que se encuentran en
un centro para niños con problemas.

Selección según tipos de personalidad


Selección por contraste.— La semejanza de problemas y sín-
dromes presenta sin duda sus ventajas, pero la diferencia tampoco
está exenta de virtudes. En el tipo de grupo más abierto, prefie-
ro esta última configuración. La selección se convierte así en una
cuestión de lograr una mezcla favorable en la composición del
grupo. Los criterios se orientan más hacia el tipo de personalidad,
por ejemplo, introvertidos y extrovertidos, enclaustrados, aisla-
dos, tímidos, o comunicativos, buenos o malos verbalizadores,
excesivamente aplicados y tipos irresponsables, etcétera. Yo pre-
fiero la variedad, sin descartar los extremos, de este modo el uno
muestra de forma evidente, personifica, lo que está suprimido en
el potencial del otro. Supongo que cuanto más amplio es el aba-
nico más alto es el potencial terapéutico, siempre que el grupo sea
capaz de dominar esa diversidad sin desintegrarse. Obviamente, la
capacidad del conductor desempeña un papel decisivo en esto.
Selección por las necesidades del grupo.— En este caso el én-
fasis de la selección se pone en la composición del grupo que se
tiene entre manos, en el estado de integración que ha alcanzado,
y en si la inclusión de un individuo en concreto es buena o mala
para el grupo más que para el individuo en cuestión. Este tipo de
selección pone los intereses del grupo en primer plano, está «cen-
trada en el grupo». El terapeuta se pregunta qué tipo de persona

131
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

es deseable añadir, o excluir, para ayudar al grupo en su conjunto.


Busca al individuo desde el punto de vista del grupo. De acuerdo
con una profunda ley de relaciones interpersonales este grupo es
también un buen medio para el individuo en cuestión.
Independientemente de la situación del grupo, pueden ser es-
tablecidos de antemano diversos factores, como el sexo, el estado
civil, la edad, la clase social, el trabajo, las condiciones sociales,
los intereses, profesionales o no (música, arte, ciencia, técnica),
la nacionalidad, el idioma, la raza, la religión, la inteligencia, la
educación, el trasfondo familiar, etcétera.
Las siguientes tablas muestran intentos provisionales de se-
parar estos factores en Northfield, y los resultados de un pacien-
te mostrado a modo de ejemplo. Las cuestiones parecen encua-
drarse en tres esferas principales:
Previa al ejército: trasfondo personal y familiar.
Militar: antes del hospital y en el hospital.
Salud: antecedentes de enfermedades físicas y mentales.
Una tabla adicional muestra cómo se resumían estas cuestio-
nes para determinado grupo, con algunos ítems completados.

ESFERA PREVIA AL EJÉRCITO (Personal)

Nombre
Lugar de nacimiento Ch. Monmouthshire.
Padre Inválido (¿nervioso?) desde
la última guerra.
Madre Excitable.
Hermanos y hermanas Ninguno.
Niñez Sin problemas hasta los 10 años.
Religión Anglicana.
Escuela Primaria hasta los 14 años.
Buenas notas.
Afición por la literatura.
Mal en matemáticas.
Enseñanza posterior Clases vespertinas (construcción).
Trabajo 5 años de aprendizaje en albañilería.
Completado. Aplicado.
Intereses Fútbol.
Casa
Esposa
Hijos Uno. 11 meses.
Observaciones

132
La situación grupoanalítica

ESFERA MILITAR

Nombre C... —382.


Años de servicio 5 y 6 meses.
Arma Infantería, regimiento Wiltshire.
Categoría médica A.1.
Nivel de inteligencia
Ascensos
Cargos Se ausentó de la conscripción.
FCM establecido en 28 días.
Servicio en el extranjero Sí, Francia.
Herido Metralla en pierna izquierda. Agos-
to 1944.
Fecha de admisión 23-3-1945
Dolencias y diagnóstico prov. Muy deprimido en ocasiones. Sueña
con batallas. Pérdida de confianza.
HOSPITAL

Temblores. Escalofríos.
Aspecto y moral Buenos.
Trabajo y cooperación Equipo. (Invernadero). Muy bueno.
Pronóstico prov. para reincor- Apto para C2 (X).
porarse a filas
Reincorporación final
Observaciones

ESFERA DE LA SALUD

Nombre
Historial familiar Padre, madre y tía materna psicóticos.
Historial personal «Encaja» hasta los 10 años.
Enfermedades
Accidentes 21 años. Tráfico (conducción
imprudente).
Dolencias Depresión.
Pérdida de confianza.
Preocupado por cosas sin importancia.
Sueños de batallas.
Historial y desarrollo de las dolencias Traumático. Francia.
No puede afrontar el servicio activo.
Estado físico Bueno.
Diagnóstico Estado de ansiedad. Reciente, grave.
Pronóstico Bueno.

133
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Nombre Sargento B. Soldado L. Soldado S.


Fecha de admisión 20—7-1945 12-7-1945 19-7-1945
Edad 35 26 27
Domicilio Romford, Essex Andover, Hants. Gloucester
Padre Bien Fallecido Inválido
Madre Bien Inválida Bien
Hermanos y 2 hermanos mayo- Hermano menor Hermano mayor
hermanas res y 2 hermanas Hermana menor
menores
Infancia
Religión Anglicana Baptista Anglicana
Escuela y educa- Primaria Primaria Primaria
ción
Ocupación
Estado civil Casado Casado Soltero
Hijos No No
Historial personal
Enfermedades Viruela (5 años) Crisis nerviosa
Accidentes Brazo roto, 2 veces
en el hospital
Duración del 5 años 5 años, 6 meses 5 años, 9 meses
servicio
Arma y función Infantería Infantería. Fu- Infantería. Fusilero.
silero.
Ascensos Cabo segundo, Ninguno Ninguno
cabo, sargento
segundo, sargento
Cargos Ninguno Ninguno Ninguno
Extranjero Sí. Prisionero de Prisionero de Prisionero de guerra.
guerra guerra. 5 años. 5 años.
Herido No No No
Categoría médica C2 B1 A1
Enfermedades
físicas
S. G.
Quejas y síntomas
Diagnóstico
Pronóstico
Intereses Jardinería, carpin- Deportes Jardinería
tería
Ocupación Carpintería Carpintería
Tratamiento es-
pecial
Conducta en el
hospital
Cooperación
Licencia
Disponibilidad
prevista
Disponibilidad
final
Comentarios

134
La situación grupoanalítica

Soldado R. Cabo 2º T. Soldado S. Soldado B.


20—5-1945 23-7-1945 23-7-1945 19-7-1945
32 28 26 33
Wilshire Nueva Zelanda Monmouth Bristol
Bien Fallecido Bien Bien
Bien Fallecida Bien Bien
1 hermana me- 1 hermana ma- 3 hermanas mayores 2 hermanos me-
nor yor, 3 hermanos 6 hermanos mayores nores, 2 hermanas
mayores, 1 her- 1 hermano menor menores
mano menor
Anglicana Anglicana Metodista Anglicana
Primaria Primaria Primaria Primaria
Minería Militar de carrera
Soltero Soltero Soltero Soltero
No No
Bombardero en
Alemania
Ninguna Ninguna Malaria Enfermedades me-
nores

3 años, 6 meses 4 años 6 años, 7 meses 18 años, 9 meses


Camillero Infantería. Cocinero. Infantería. Banda.
Ninguno Cabo segundo Ninguno

Ninguno Ninguno Ninguno


Prisionero de Prisionero de Prisionero de guerra. Prisionero de gue-
guerra guerra. 3 años. rra. 3 años
Leve No No No
A1 A1 A1 A2
H. Valgus

Música Atletismo Deportes Música, atletismo


Periódico Banda de música

135
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Da la sensación de que tener en cuenta factores de este tipo es al


menos tan importante para la terapia de grupo como cualquiera de
los otros discutidos previamente. También en este caso: la semejan-
za es buena para unos propósitos y las diferencias para otros.
Surgen dos principios generales: 1) la dispersión del grupo,
en vista de su pequeño tamaño, no debe ser excesiva, y 2) si pue-
de evitarse, ningún individuo o minoría definida debería sepa-
rarse del resto en uno o más factores de importancia decisiva,
porque este hecho tiende a aislarlo.
Un sencillo ejemplo: las diferencias en cuanto a inteligencia
y educación deberían ser razonablemente pequeñas por razones
obvias. Yo he visto, sin embargo, un grupo compuesto por cin-
co hombres de inteligencia superior (SGI) y tres de inteligencia
inferior (SGIII y SGIV) que se desenvolvía muy bien, y estos úl-
timos, para mi sorpresa, mejoraron notablemente. Pero uno no
pondría un zopenco en un grupo de G altos, o, viceversa, un
hombre muy inteligente en un grupo de zopencos.
La selección debe considerar la situación total.— Por otro
lado, un profesor universitario no prosperaría en un grupo de
obreros para los propósitos del análisis, pero sí podría encajar
bien con ellos para un propósito especial, por ejemplo, construir
un invernadero, en las condiciones de un hospital militar. Esto se
menciona para señalar que asuntos como la selección no deben
tomarse de manera aislada, fuera del contexto de la situación to-
tal. Y esto es, quizá, la regla de oro de toda selección para terapia
de grupo, sea una actividad o una entrevista.
Al margen de lo expuesto, el grupoanálisis comparte hasta
cierto punto las indicaciones del psicoanálisis individual: la te-
rapia de descubrimiento exige un grado comparativamente alto
de cooperación, inteligencia, en menor medida educación, ca-
pacidad verbalizadora, regularidad en la asistencia durante un
periodo prolongado. También parece existir una relación in-
teresante entre la especificidad de la selección del grupo y la
forma de éste. Hemos mencionado que los grupos selecciona-
dos especialmente, por ejemplo, por síntoma o problema, de-
mandan una configuración cerrada. En esta combinación tien-
de a incrementarse la concentración de problemas especiales, el

136
La situación grupoanalítica

proceso se intensifica y por tanto se acorta el periodo total de


tratamiento.
Esquemáticamente, podría representarse así:

Concentración Intensidad en Forma Duración Aplicabi- Condi-


en problemas tiempo de grupo total del lidad ciones
especiales óptima periodo óptimas

Selección Incrementada Incrementada Cerrado Más corto Reducida Pacientes


específica internos

Selección Disminuida Limitada Abierto Más largo Incre- Pacientes


inespecífica mentada externos

Relaciones similares, de diferente tipo, parecen existir entre


otros factores y otras formas de grupo, como, por ejemplo, gru-
pos de ambos sexos, grupos combinados con otros tratamientos
grupales o individuales.

Factores temporales

Llegamos ahora a la cuestión del tiempo, frecuencia de las


sesiones, regularidad, duración del tratamiento y factores rela-
cionados. Éstos son de nuevo interdependientes.
Frecuencia de las sesiones.—Empecemos por la frecuencia.
Una sesión semanal es un buen criterio. Mi experiencia corres-
ponde predominantemente a esta base, y me resulta satisfacto-
ria. No he sido lo bastante afortunado para mantener entrevistas
más frecuentes durante mucho tiempo. No aconsejaría iniciar un
tratamiento nuevo sobre la base de dos o tres sesiones semanales
con el riesgo de tener que reducirlo por causa de la propia agen-
da. Distinto es el caso en el que el tratamiento puede planearse
según un programa decreciente, o puede ser lo bastante flexible
para guiarse por las necesidades espontáneas del grupo. No veo
una gran ventaja en disponer de dos sesiones semanales, en cam-
bio, considero que un intervalo de cinco días es el ideal. Tres
sesiones debería intensificar las cosas de manera considerable y
probablemente reduciría la duración total. Un experimento con

137
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

sesiones de grupo diarias resultaría extremadamente interesante,


pero yo, personalmente, no veo la posibilidad de llevarlo a cabo.
Me aventuro a predecir que o bien resultaría imposible de mante-
ner o podría hacer brotar sorpresas de inesperada intensidad.
Regularidad.—La regularidad es, en principio, fundamental.
La irregularidad individual, como el silencio individual, conlleva
una buena carga de significado oculto. El grupo abierto puede
ser algo más liberal en su exigencia de asistencia regular, para
adaptarse al individuo. Esto tiene en cuenta al individuo que se
une y deja el grupo según su propio estado. El número, en este
caso, puede ser consecuentemente mayor, para de este modo
mantener la presencia promedio alrededor de la cifra de ocho.
Así son, en principio, los grupos elegidos en la clínica de pacien-
tes externos. La regularidad en la asistencia cohesiona al grupo,
y hace que se aproxime a un grupo cerrado.
Duración del tratamiento.—Por lo que respecta a la duración
del tratamiento, mi experiencia se ha desarrollado en circuns-
tancias demasiado variables para permitir afirmaciones de índole
estadística. La asistencia individual varía entre la media docena
de sesiones y uno o dos años, o incluso más. La participación en
un grupo durante un año, es decir, unas cuarenta sesiones, es, no
obstante, un buen tiempo. Los grupos cerrados deberían trabajar
juntos un mínimo de tres o cuatro meses, y si deberían pasar de
un año es algo que depende de los progresos de sus participantes.
Cuanto mayor es el progreso, mayores son las razones que po-
drían hallarse para seguir adelante. Si no progresa bien después
de un lapso de entre tres y seis meses, es preferible que el grupo
se disuelva o que al menos se remodele. Como he señalado antes,
considero necesario un mínimo de combinación con las entrevis-
tas individuales, una combinación de una entrevista personal con
una sesión grupoanalítica semanal es —como norma— una dis-
posición satisfactoria que permite un tratamiento bastante inten-
sivo. Ésta es la disposición más adecuada en la práctica privada, y
es también económica en tiempo y gastos.
Determinación e indeterminación.—La conclusión predeter-
minada presenta las mismas desventajas y falacias que en el tra-
tamiento individual. Establecer una fecha después de realizada

138
La situación grupoanalítica

cierta cantidad de trabajo puede ser ocasionalmente una potente


arma, pero debe usarse con criterio. Puede concebirse, sin em-
bargo, una duración predeterminada en grupos completamente
cerrados.
Duración de la sesión.— El tiempo de cada sesión no puede
ser inferior a una hora. Extenderlo más allá de una hora y me-
dia no parece tener mucho sentido. Lo único que hace el gru-
po en estos casos es extender el tiempo que tarda en animarse.
En sesiones semanales yo me atengo a encuentros de una hora y
media. Por las mismas razones que prevalecen en el análisis indi-
vidual, considero preferible ceñirse a una duración fija, aunque
parezca demasiado larga o demasiado corta en alguna ocasión.
No obstante, no creo que la conclusión deba ser excesivamente
rígida o abrupta. Por consiguiente, no termino una sesión antes
de los setenta y cinco minutos ni mucho después de una hora y
media. En algún lugar intermedio trato de encontrar una pausa
natural. No es preciso que sea una conclusión; es importante que
tanto el terapeuta como los participantes aprendan a tolerar la
tensión de lo inconcluso, y el suspense que se produce es incluso
beneficioso: estimula el trabajo en las mentes de los participantes
y hace que se interesen en desarrollos posteriores.
Para resumir esquemáticamente lo que se ha dicho hasta aho-
ra respecto al marco de la situación grupoanalítica:
Resumen.—Siete, ocho o nueve pacientes, adecuados para un
abordaje común, se reúnen regularmente una vez a la semana du-
rante una hora y media con el terapeuta. Están cómodamente sen-
tados en una sala de tamaño adecuado, de manera que se den la
cara entre sí y al conductor. La atmósfera es informal. El propósi-
to del encuentro es hablar de sus problemas. El periodo de dura-
ción de estas sesiones será determinado por su propia evolución.
La flexibilidad y la espontaneidad son aspectos clave.

La contribución del conductor

Ahora llegamos al factor más importante y característico que


condiciona esta situación grupoanalítica. Hablaremos del con-

139
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ductor y de su forma de tratar la situación en un capítulo aparte.


Ya hemos considerado en la primera parte lo que él, por su lado,
aporta a la situación. Aquí nos preocupa sólo la contribución que
realiza para establecer la situación grupoanalítica. ¿Qué respues-
ta ofrece, o expresa mediante el tratamiento de la situación, a la
pregunta de cómo han de proceder los pacientes? ¿Qué se espera
que hagan ellos? ¿Cómo se espera que discutan sus problemas?;
quizá no los conocen, sino sólo sus dolores de cabeza, tics, ob-
sesiones y pánicos. ¿Les dará instrucciones, o una conferencia,
o bien les planteará preguntas y les dará consejos? El grupo está
reunido y las miradas están puestas en el conductor.
Supondremos, por motivos de simplicidad, que el grupo que
nos ocupa está apenas o en absoluto preparado sobre lo que debe
esperar. Antes de volvernos hacia el conductor, debemos consi-
derar por un momento cuál es realmente la situación, qué pasa
por la mente del paciente tras estas preguntas. Evidentemente,
están enfermos y quieren ser curados. No conocen ninguna de
las razones de su afección y él, el médico, lo sabe todo y puede
curarlos. Ellos no desean nada más. Sin embargo, detrás de esta
fachada se oculta otra realidad. Los pacientes obtienen un alto
grado de satisfacción de sus quejas, aunque sea una satisfacción
distorsionada, perversa e inconsciente. Su afección es la mejor
defensa que han sido capaces de construir contra sus conflictos.
Si esto pudiera cambiarse de repente, se encontrarían desnudos
ante intolerables tormentos de miedo, dolor y terror. «Aquí es-
toy —piensan—, incapaz de tratar conmigo mismo, y si yo no
puedo hacerlo, nadie podrá. Usted, doctor, inténtelo y no tar-
dará en descubrir que es completamente imposible. Entonces
estará de acuerdo conmigo y se rendirá, y yo podré seguir sien-
do como soy. Es completamente imposible que se pueda hacer
algo.» La «mente inconsciente» del paciente, si pudiera hablar,
diría: «Si algo pudiera alterar esto, sólo podría hacerse en mis
propios términos, y yo sé que es imposible conseguirlo, yo no
puedo aceptar que se consiga.»
Mínimo de instrucciones.— En estas circunstancias, las con-
ferencias, las exhortaciones, la compasión, la pena, los consejos,
los medicamentos, las explicaciones, el ánimo, todo puede ayu-

140
La situación grupoanalítica

dar un poco, pero no basta para mover al paciente de su fortaleza


de enredos. A largo plazo, sólo le ayudan a afianzarse más en su
posición. Sólo le sirven, como tantas excusas, para mantenerse
alejado de su problema, para escaparse de afrontarlo. Sin embar-
go, si es llevado a una situación que él mismo de manera continua
ayuda a crear, a modelar, se ve forzado a salir a campo abierto con
sus propias reacciones y contradicciones. Se encuentra a sí mis-
mo en la situación, proyecta su propia personalidad y fantasías en
ella, y no puede escapar, ni puede evitar enfrentarse a los otros y
a sus problemas, en los cuales se ve reflejado como en un espejo.
El grupoanalista, por esta razón, quiere dar al paciente un mí-
nimo de instrucciones, de programa o reglas, y un máximo de
libertad en la expresión personal, un máximo de participación
activa en lo que está sucediendo. Cuanto más indefinida es la si-
tuación, más debe el paciente ponerse a prueba, comprometerse
para afrontarla, más tiene que invertir su propia mente en ello.
Si no estuviera expuesto a ser mal interpretado, estaría tentado
de decir: «Esto no es sólo un grupo sin líderes, sino también un
grupo sin rumbo.»
Discusión de flujo libre.— La regla básica del grupoanálisis,
en lo que a la comunicación verbal de los pacientes respecta, es el
homólogo grupal de la asociación libre: hablar de lo primero que
a uno se le ocurre, sin seleccionar. Funciona de un modo distinto
en la situación grupal que en la situación individual; del mismo
modo que funciona de un modo distinto en la situación analítica
que en el procedimiento del autoanálisis. La asociación libre no
es en modo alguno independiente de la situación total. La forma
en que funciona la he descrito —después de observarla durante
años— como discusión o conversación de flujo libre.
Iniciación al funcionamiento del grupo.— El terapeuta, que
los ha reunido, debe al grupo una explicación llegados a este
punto. A lo que quiere llegar es a la situación que se acaba de
describir. Pero no es esto lo que dirá, puesto que no tendría nin-
gún significado. Debería ser muy consciente de que lo que dice
no es tan importante como lo que hace. Debe establecer esta si-
tuación y mantenerla en primera instancia mediante su manejo
de ella y, sólo en segundo lugar, con sus instrucciones. Quedará

141
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

claro que lo que dice y cuánto dice es enteramente resultado


de su reacción espontánea al grupo que tiene delante. Algunas
veces apenas hay que decir nada, o alguien del grupo empieza a
hablar de inmediato. A menudo un grupo empieza con las pre-
guntas del terapeuta acerca de las dolencias de cada uno y de lo
que piensan que puede causarlas y qué puede hacer por ellos,
y luego presentando a los pacientes entre sí. Si surge de esto,
apoya el intercambio de comentarios, lo cual ocurre a menudo,
y se entiende que este intercambio en estilo libre forma par-
te del juego. Éste es un ejemplo del principio que se acaba de
mencionar: dejar que el procedimiento surja de la experiencia
y la práctica del grupo más que dar las reglas como instrucción
verbal.
Sin embargo, podría resultar útil recordar nuestras prime-
ras instrucciones, más formales, al mismo efecto:

Se les invita a participar y hablar con libertad. No pien-


sen en modo alguno que deben ceñirse a cualquier cuestión
que haya surgido. No piensen que el objetivo primordial es
el debate y que se espera de ustedes que hagan comentarios
particularmente bien informados o inteligentes. Limítense a
expresar todo aquello que se les ocurra...3

Tanto si da estas instrucciones u otras diferentes, lo prin-


cipal es que el conductor tenga éxito en establecer esta actitud
hacia la comunicación como el código de conducta aceptado en
el grupo. Hacer esto implica que trata todas las comunicaciones
igual y con idéntico respeto, que de manera continua ayuda al
grupo a ver el significado y el valor de todo tipo de comunica-
ciones, incluso de los comentarios más nimios y triviales, y a
analizar todas las resistencias que interfieren la libre expresión.
En otras palabras, ésta es una de sus funciones fundamentales
en el curso de la sesión.

3. S. H. Foulkes y Eve Lewis: «Group Analysis. A Study of the Treatment


of Groups on Psycho-Analytic Lines», The British Journal of Medical Psycho-
logy, 20, núm. 2 (1944).

142
La situación grupoanalítica

Tres principios básicos.

La situación grupoanalítica produce, pues, un duradero flu-


jo de material inesperado e indefinido, como el proporcionado
por las contribuciones espontáneas y no dirigidas de los partici-
pantes. En este sentido es similar a un test proyectivo como el
de Rorschach o el TAT., con la diferencia de que el material es
vivo y multidimensional. El material que suscita, precisamen-
te por ser incompleto, está abierto a múltiples interpretaciones,
estimula las complejidades personales propias de cada pacien-
te para comprometerse de un modo pleno en el proceso. La si-
tuación grupoanalítica, no obstante, genera al mismo tiempo un
escenario siempre cambiante de acción y reacción, una especie
de situación sociodramática entre personas vivas, en la cual cada
participante debe engranar y extender su personalidad completa,
una personalidad en acción, si quiere participar.
La situación grupoanalítica promueve, pues, los siguientes
principios, los cuales son de capital importancia para la opera-
ción como diagnóstico y procedimiento terapéutico:
1) Participación activa.— Supone despertar el interés y pre-
parar el terreno para experiencias «mutativas» (Strachey). Sólo
lo que se produce en la propia mente de la persona puede tener
un efecto duradero en ella, puede cambiarla. Esto no es posible
sin una participación activa.
2) Comunicación en un clima permisivo.— Esto implica la ne-
cesidad de formular significado para uno mismo y los demás, y al
mismo tiempo comprender, recibir las formulaciones de los pro-
blemas de los otros, así como los de uno vistos a través de los ojos
de los otros.
3) Observación en un entorno social.— Desde el punto de
vista del observador, esto permite una historia en vivo, un diag-
nóstico en vivo, un pronóstico en vivo: la observación directa del
significado dinámico de las alteraciones y sus cambios, sin olvidar
la autoobservación de cada miembro del grupo al compararse con
los otros y distinguirse por la vía del contraste. Estos principios
se corresponden y se solapan con 1) activación, 2) ajuste o adapta-
ción y 3) insight, en los cuales ya he insistido en otra ocasión.

143
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Existe por tanto una movilización de los conflictos y defen-


sas del paciente, que están afiladas, y al mismo tiempo éste ex-
perimenta:
1) El apoyo del grupo al compartir, liberar ansiedad y culpa
mediante la confesión, catarsis.
2) La inmediata acción terapéutica basada en el ajuste en cur-
so y el insight.

La situación grupoanalítica en acción

Lo que sigue es un ejemplo del inicio de un grupo, la primera


sesión en St. Bartholomew. Yo tomé entonces las siguientes no-
tas en relación con esta sesión:

Ésta es la primera sesión del grupo de St. Bartholomew


(30 de noviembre de 1946). Siete pacientes mujeres habían sido
convocadas, una ha excusado su asistencia. Al inicio de la sesión
hay cinco presentes, dos (la señorita D. y la señorita Q.) llegan
aproximadamente un cuarto de hora tarde, presumiblemente
por razones externas. La estancia es una sala médica grande
con biombos, lavamanos, etc., y no está demasiado iluminada.
Hay que traer las sillas de otras salas cuando es preciso. Hay
una mesa delante de mí. Las pacientes se agrupan enfrente y a
los lados de esta mesa.
Como las pacientes, obviamente, no saben muy bien qué
esperar, se les ofrecen unas explicaciones iniciales, en las que se
omite el término «terapia de grupo», pero se les da a entender
que lo que estamos haciendo es de hecho el inicio de sus tra-
tamientos. Pronto queda en evidencia que no han aceptado la
idea de que sus problemas o su tratamiento puedan ser de na-
turaleza psicológica. Las excepciones a esto son la señorita M.,
una joven esquizofrénica que ha experimentado alucinaciones
auditivas, y la señorita T., que sufre ataques de pánico. Estas
dos pacientes son también las más accesibles en este momento.
Se inician las presentaciones mutuas —por lo que respecta a las
pacientes, describiendo sus dolencias—, las cuales van seguidas

144
La situación grupoanalítica

por un método de preguntas y respuestas. El grupo sigue, en


cierta medida incluso en esta primera sesión, la intuición de ha-
cer del material aportado un asunto común. Existen indicacio-
nes de gran susceptibilidad a los silencios y algunas no tardan
en salir con la frase «estamos estancados» o algo por el estilo.
A la vista del alto nivel de resistencia imperante, el terapeuta se
muestra amable con las dificultades y disponible para hablar de
motu proprio, dando explicaciones, etc. Por otra parte, adopta
una línea bastante cortante con aquellas pacientes que tienen
dudas, para que se decidan pronto, de manera que sus lugares
puedan ser ocupados por otras pacientes. Como prevalecen las
participantes que están fuertemente a la defensiva, siente que
no sería una pérdida para este grupo si abandonan algunas, de
manera que, si es posible, puedan ser reemplazadas por otras
más cooperantes. Desde un punto de vista individual, todos los
casos parecen buen material para la terapia de grupo, pero la
prueba determinante es que se decidan a participar a pesar de
sus resistencias. En uno de los momentos de silencio, la seño-
rita M. pregunta si se puede fumar. El terapeuta, que también
fuma, dice que no le molesta en absoluto, pero que no conoce
las normas del hospital al respecto. Estábamos buscando un ce-
nicero cuando alguien dice: «Podemos usar el periódico como
cenicero.» Esta sesión terminó tarde, y por consiguiente de
manera bastante abrupta. En general la atmósfera fue bastante
tensa.

Grabación de la primera sesión en St. Bartholomew, 30 de


noviembre de 1946

Seis pacientes mujeres presentes y un psicólogo invitado


que toma notas.
DR. F. No nos conocemos. Esto no es un sustituto del trata-
miento individual, sino que algunas cosas se hacen mejor
en grupo. Seremos algunos más, pero no muchos más de
siete. (Pregunta a los nuevos miembros por turnos acerca
de sus quejas, empezando por la izquierda.)

145
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

SEÑORITA C. He perdido el uso de los dos brazos, he es-


tado en muchos hospitales, pero ya no puedo quedarme
más tiempo en hospitales. También he perdido el uso de
las piernas, se me va la cabeza y no puedo pensar. Puedo
caminar, pero tengo una terrible sensación de debilidad.
También me pesan los brazos y no puedo llevar nada pesa-
do. Siempre puedo caminar, pero se me duermen las pier-
nas. No me pasa nada más, con eso basta. Empezó hace
seis meses, de repente. Fui al hospital, pero no averiguaron
qué me pasa. Soy empleada de una tienda, cerca de St. Ba-
tholomew, y puedo seguir con el trabajo porque no tengo
más remedio. (Mientras habla tiene las manos en los bol-
sillos del abrigo casi todo el tiempo. Tiene aspecto pálido y
abatido, y está tensa por la emoción y el resentimiento.)
SEÑORITA O. (Lleva una bufanda color malva y sostiene una
revista y un manual de conducción.) Mi cabeza está conti-
nuamente en una cesta de hierro, apretada y rígida. No me
duele, es sólo una sensación, como si alguien me la estuviera
oprimiendo, aplastando. Empezó a pasarme hace un año, y
empeoró, ahora lo siento en toda la cara. No es doloroso, se
siente como si los músculos estuvieran agarrotados, como
si no pudiera controlarlos. El médico me recetó un tónico
nervioso, pero como no mejoré me envió a St. Bartholo-
mew. Soy empleada de banco, es un trabajo muy intere-
sante, allí siempre me duele la cabeza, unas veces más que
otras. Por la noche no, no me impide dormir. Por lo demás,
soy muy feliz. (Parece muy tensa, pero contenida. Retira un
poco la silla del «nivel común».)
SEÑORITA T. (Deletrea su nombre. Una joven atractiva y bien
vestida. Tensa y ansiosa.) Me entra el pánico en cualquier
momento, sobre todo cuando hay mucha gente alrededor,
en especial en la oficina. Se me va la cabeza y el corazón se
me acelera y a mí simplemente me empieza a dar pánico y
tengo que levantarme y salir. No hace mucho que me pasa,
la primera vez fue hace cuatro meses. Vi al doctor Strauss
entonces, y se detuvo durante un tiempo, y ahora ha em-
pezado otra vez.

146
La situación grupoanalítica

DR. F. Si no podemos hacer algo con esto en este grupo, a lo


mejor tendrá que esperar mucho más. ¿Hay alguna oca-
sión especial en que le entre el pánico?
SEÑORITA T. A lo mejor cuando hay mucho ruido, o si todo
está muy tranquilo y me parece que alguien quiere sacar-
me de quicio. Yo me levanto y doy una vuelta y entonces
me siento un poco mejor. Me mareo y me dan arcadas.
DR. F. ¿Alguna vez ha vomitado?
SEÑORITA T. No soporto pensar en la comida, eso es todo.
No sé cuál es el motivo. El doctor Strauss pensaba que era
por mis emociones.
DR. F. ¿A qué se refiere?
SEÑORITA T. Es frustración.
DR. F. ¿Qué es eso?
SEÑORITA T. Algo que quieres y no puedes tener. Yo estaba
vinculada al servicio civil y no podía dejarlo aunque qui-
siera. Quería ir al extranjero y no podía. No sé, supongo
que había varias pequeñas cosas.
DR. F. De cualquier manera, usted no cree que sea algo físi-
co, sino que tiene que ver con sus experiencias.
SEÑORITA M. Yo no sé por dónde empezar. Estoy muy preo-
cupada últimamente, estoy en un continuo conflicto con
mi cabeza, es como si mi cabeza me discutiera.
DR. F. ¿Por la noche también discute consigo misma?
SEÑORITA M. Sí, de noche más que nunca.
DR. F. ¿De qué discute, puede explicarlo?
SEÑORITA M. A veces es como si yo fuera dos personas. Al-
guien dice tonterías. Yo me asusto y me pongo a temblar.
Me pierdo, hay voces de otras personas, y lo que dicen no
parece tener ningún sentido. Escucho el sonido de la con-
versación. Creo que me interesa más cómo suena que lo
que están diciendo. No sé expresarme.
DR. F. ¿Cuándo empezó a sucederle?
SEÑORITA M. Desde que era niña, cuando tenía diez u once
años. No recibí ningún tratamiento, creo que no me di
cuenta de que tenía un problema hasta que cumplí dieci-
siete. Entonces quería disfrutar y no podía.

147
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

DR. F. ¿Ha empeorado?


SEÑORITA M. Últimamente parece que estoy mejor.
DR. F. ¿Se relaciona mejor?
SEÑORITA M. No me gusta la gente, pensaba que se metían
conmigo, ahora sé que no es así. Me da la sensación de
que discuto con ellos, siento que la gente se quiere meter
conmigo.
DR. F. ¿Qué clase de gente es la que discute en usted?
SEÑORITA M. Cualquiera.
DR. F. ¿Mujeres u hombres?
SEÑORITA M. No puedo distinguirlo.
DR. F. ¿No suenan distintas las voces?
SEÑORITA M. A los dieciséis me interesaba la política, era
una manía.
DR. F. ¿Se da cuenta de que se mete en discusiones con faci-
lidad y que ha mejorado últimamente?
(La señorita M. se toca las uñas y baja la mirada en este mo-
mento. Es una joven pálida con los labios pintados de rojo, pelo
cortado a lo paje, y habla en voz muy baja.)
SEÑORITA Q. Se me caía el pelo, pero ya estoy mucho mejor
y no debería estar aquí. Me siento bien. Me estaba saliendo
una calva y yo lo achaqué a problemas psicológicos. Pero
ya no me pasa desde hace dos o tres meses. Mi peluquera
me dijo que había sido por un shock. El tipo estaba al lado
del refugio antiaéreo y me dio un susto. Pero algo así ya no
puede volver a pasar.
DR. F. Bueno, parece que está mejor, aunque no sabemos
por qué. Puede seguir viniendo un tiempo si lo desea.
SEÑORA D. Llevo catorce años casada.
DR. F. ¿Le importa relacionarse aquí con mujeres solteras?
¿Tiene usted hijos?
SEÑORA D. Una niña de catorce y un niño de ocho. Me he
estado preocupando por otra gente y por eso he perdido el
juicio. Estoy embarazada y estoy muy preocupada, tendré
el niño dentro de seis meses.
DR. F. ¿Qué es lo que le preocupa?
SEÑORA D. Me preocupa por mi cabeza cuando llegue el

148
La situación grupoanalítica

momento. Antes era normal. Nunca me preocupaba. Mi


cabeza hace que me preocupe. La cabeza me da vueltas.
DR. F. ¿Cree que empeora cuando tiene un hijo?
SEÑORA D. Me asusta que llegue el momento, no sé si me
afectará de alguna manera cuando llegue el momento.
DR. F. ¿Qué es lo que le ha preocupado de otra gente?
SEÑORA D. Todo tipo de cosas, la hija pequeña de mi amiga
murió, y eso me impactó mucho, yo tengo una de la mis-
ma edad y empecé a preocuparme.
DR. F. ¿Está peor ahora o le preocupa lo que ocurrirá?
SEÑORA D. No va peor, y yo no estoy tan temblorosa como
antes, algunos días no estoy tan mal. Si viene alguien a de-
cirme cosas, empiezo a preocuparme otra vez, sobre las
enfermedades, nunca he llevado bien las enfermedades.
Detesto todo eso, todo lo relacionado con la enfermedad.
Yo no he estado mucho enferma. Es más bien que mucha
gente ha estado hablando de las mismas cosas y yo no es-
toy acostumbrada. Yo nunca he sido nerviosa, siempre he
estado llena de vitalidad.
DR. F. ¿Cree que la causa es algo que funciona mal en su
cabeza?
SEÑORA D. Me entró el pánico una noche y desde entonces
he estado así.
DR. F. (Después de una pausa.) ¿Alguien tiene alguna idea de
qué podemos hacer con esto, qué pueden buscar para curar-
se, qué les parece?
SEÑORITA M. Olvidarnos.
DR. F. ¿Podemos hacer eso?
SEÑORA D. Yo intenté cambiar toda mi vida, pero no me sir-
vió. No me siento bien, perdí seis kilos, no puedes olvi-
darte fácilmente.
SEÑORITA M. Puede hacerse, quizá la cosa está mal encami-
nada, yo puedo hacerlo.
DR. F. Sí, pero la cuestión es si uno está mejor porque puede
olvidarse o puede olvidarse porque está mejor.
SEÑORITA M. Yo me curo tratando de poner mi interés en
cosas, pero creo que en general estoy mejor.

149
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

SEÑORA D. Yo he tenido muchas amigas, pero desde que es-


toy enferma no las quiero. No quiero acercarme a ellas.
SEÑORITA M. A usted no le interesan sus amigas, sino sólo lo
que disfruta con ellas.
SEÑORA D. Yo hacía cosas por ellas.
SEÑORITA Q. A lo mejor su pelo se preocupó porque adel-
gazaba (!)
Dr. F. (A la señora D.) ¿Pero a usted no le preocupaba mu-
cho el pelo?
SEÑORA D. A todo el mundo se le cae el pelo, eso no me preo-
cupa. Tendrían que habérseme caído los dientes porque
tengo piorrea, pero luché contra el gas, así que no pudie-
ron hacerlo.
Dr. F. (A la señorita M.) ¿Es posible interesarse cuando se
está tan preocupado?
SEÑORA D. Aunque sabían que tenía una crisis, seguían vi-
niendo y contándome sus problemas, porque yo me sen-
taba y las escuchaba.
DR. F. Aquí escuchará muchos problemas, pero eso no le
hará sentirse peor, es distinto porque lo estamos vigilan-
do. Puede que se ponga un poco nerviosa, pero ver los
problemas de otras personas puede ayudar.
Algunas de ustedes están bastante mal. Eso no significa
que estén desesperadas ni que no se las pueda ayudar.
Merece la pena ponerse un poco nervioso; no se puede
ir a ninguna parte sin intentarlo. Por favor, dense cuenta
de que cualquiera puede hablar, no esperen a que yo les
pregunte, no crean que porque se haya dicho algo tene-
mos que seguir con eso. Si se les ocurre otra cosa, díganla.
Igual que ahora alguien ha mencionado el pelo, podría te-
ner algo que ver con alguien más. Sigamos adelante, pero
no me esperen, no crean que está fuera de lugar decir cual-
quier cosa, ya veremos luego si tiene relación con lo que
se ha dicho antes.
(Silencio.)
SEÑORITA M. Parece que nos hemos estancado.
DR. F. No nos hemos estancado en absoluto. Quiero ver

150
La situación grupoanalítica

hasta qué punto estamos de acuerdo en que lo que estamos


haciendo aquí puede ayudar. Si no lo está, dígalo, ponga
tantas objeciones como quiera.
SEÑORITA C. Me siento enferma en mi interior. Alguien
puede hablarme durante horas y no me siento mejor. A mí
también me han hablado bastante. No dejo que las cosas
me preocupen. A mí también me ha hablado bastante la
gente; no se preocupe por eso.
DR. F. Ha perdido la fe en que hablar pueda ayudarla.
SEÑORA D. Tiene que luchar contra eso, tiene que ayudarse,
yo salgo a dar un paseo y me siento un poco mejor.
SEÑORITA O. Yo estoy contenta con mi vida, todos los mo-
mentos están ocupados, estar sentada aquí es una pérdida
de tiempo, es algo físico, no mental. Siento que mi cuerpo
está mal, y tiene que haber alguna razón que explique esta
sensación.
SEÑORITA C. No tengo vida desde los catorce años. Ahora
tengo veintiuno, y me siento de cuarenta y uno. Puedo
dormirme en cualquier momento del día, podría dormir-
me aquí.
DR. F. ¿Qué cree que puede hacerse?
SEÑORITA C. No lo sé, no soy médica.
DR. F. Se ha examinado todo y los médicos no han encontra-
do nada físico, ¿no cree que debería creerles?
SEÑORITA C. No sé qué decir.
SEÑORITA O. Probablemente es nervioso, no en el mismo
sentido que hay cosas preocupantes.
DR. F. ¿Se preocupa más cuando su cabeza está mal, lo toma
como que no es normal o que es algo malo, peor que si
fuese físico?
SEÑORITA O. No, soy completamente ignorante, esto es una
pregunta para los médicos. No le entiendo.
DR. F. ¿Acaso siente que uno es más culpable por eso? Si tie-
ne una preocupación ¿por qué no decirlo si la conoce?
Señorita C., usted es la que más necesita lo que llamamos
tratamiento psicológico, no se me ocurre ninguna otra
cosa que pueda ayudarla.

151
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

SEÑORITA C. Hago lo que quiero, puedo hacer lo que quiera,


porque no tengo problemas económicos.
SEÑORITA M. Siento pena por todo el mundo.
SEÑORA D. Si me encuentro tan bien como para creer que no
me pasa nada malo, me preocupo porque no puedo hacer
mi trabajo y estoy agotada.
SEÑORITA O. A mí me hicieron cirugía plástica en la cara,
una bomba volante me dio en la nariz, nunca ha vuelto
a estar bien desde entonces. El doctor dice que es por mi
nariz.
DR. F. ¿Preferirían tener algo físico, o creen que merece la
pena venir aquí a curarse? Yo creo que deberían venir,
pero están ocupando un lugar muy valioso. (A la señorita
C.) ¿Cree usted que su cabeza está bien, que el problema
está sólo en brazos y piernas?
SEÑORITA C. Es una sensación espantosa. La gente lo en-
tiende donde trabajo, si la empresa no me conociera no
conservaría el empleo durante mucho tiempo. Tiene que
haber algo escondido, nada que yo conozca.
DR. F. Bien podría ser eso.
SEÑORITA C. Podría ser. Ahora mismo no puedo pensar en
nada. He tenido muchos trabajos. Siempre he estado en-
ferma, con enfermedades sencillas, el médico dice que de-
bería tomar tantos trabajos como quiera.
SEÑORITA O. Algo dentro de tu cabeza te aprieta. En el cine
aprieta tanto que siento que se va a romper. El dolor de
cabeza empezó un año después de mi accidente. Fue un
shock para mí.
SEÑORITA T. ¿La deprimió?
SEÑORITA O. Sólo te deprimes cuando piensas en ti misma.
El especialista desaconsejó la operación. ¿Se puede tener
una reacción nerviosa al cabo de cuatro o cinco años?
DR. F. Sí, pero será mejor que lo averigüe usted misma. ¿Qué
es un shock?
SEÑORITA O. Un golpe.
DR. F. ¿Un golpe físico?
SEÑORITA O. No necesariamente, si pierdes a alguien. Yo

152
La situación grupoanalítica

perdí a alguien al principio de la guerra. Me pregunto si


tendrá alguna relación con ahora, porque fue hace siete
años. Mi prometido estaba en la RAF, era bombardero en
un avión. Lo dieron por desaparecido en abril de 1940. Te-
nía la esperanza de que fuera prisionero de guerra, al cabo
de ocho meses te dicen que han muerto. Nunca encontra-
ron nada. Puede que lo derribaran en el mar del Norte.
DR. F. Eso es un shock tremendo.
SEÑORITA O. Mantuve las esperanzas durante mucho tiem-
po. Cuando oía noticias tenía esperanza, hubo un atisbo
de esperanza durante un año más o menos.
DR. F. No lo ha superado.
SEÑORITA O. En cierto modo no, aunque sí que cambié de
trabajo y empecé de cero.
Silencio.
SEÑORITA Q. Parece que nos hemos quedado mudos.
SEÑORA D. No sabemos qué decir.
DR. F. Es preciso acostumbrarse un poco, pero lo están
haciendo bien. No es como una ocasión ordinaria, decir
cosas por más triviales que parezcan. (A la señorita O.)
¿Cómo lo encajó en su momento?
SEÑORITA O. Bastante mal, claro, pero seguramente tendría
que haber sufrido la crisis nerviosa antes. Te preocupas
más cuando despegan cada noche que cuando de un modo
u otro lo sabes.
SEÑORA D. Yo estaba preocupada por mi marido; estuvo ca-
torce años en la RAF. Me preocupaban mucho los raids. Mi
marido estaba estacionado cerca y podía venir a casa por
las noches. Estuvo en Italia combatiendo como soldado de
la fuerza aérea. Yo estaba sola con los niños, y no lo tenía
nada fácil. He culpado a las pequeñas cosas que he estado
escuchando, han sido mucho de mí misma, sé que yo misma
me he causado este dolor de cabeza, era muy feliz.
DR. F. Usted no se lo provocó deliberadamente.
SEÑORA D. Empezó cuando llegó toda esta gente. Había
estado de vacaciones, entonces me enteré de infinidad de
problemas, todo en una semana, eso fue hace tres meses.

153
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Entonces mi marido se preocupó por tenerme a su lado,


y no lo logró, yo estaba sola, era demasiado para mí. He
perdido más de tres kilos de peso, hay mucho más por lo
que preocuparse.
DR. F. ¿Qué opina de los brazos y piernas de ella?
SEÑORA D. No hay ninguna enfermedad física que lo cause.
SEÑORITA T. Te preocupa cuando te sientes mal, cuanto más
lo piensas, peor te pones. No puedes evitar preocuparte
por eso.
SEÑORITA O. Antes de empezar a preocuparse la primera
vez tuvo que perder el uso de brazos y piernas.
DR. F. ¿Cuánto tiempo lleva así?
SEÑORITA C. Seis meses.
DR. F. Ya es hora de que mejore.
SEÑORITA C. Ahora estoy en un estado en el que a veces no
puedo ponerme en pie.
DR. F. Qué quería ella decir con «algo se tendrá que hacer»,
no puede tratarse algo que no está. No digo que podamos
curarla, porque depende mucho de ella. ¿Qué puede tratar
un médico si no encuentra la causa? Hay muchas cosas
que no sabemos, pero hay muchas otras que sí conocemos.
¿Qué causa, física, puede provocar esto?
SEÑORITA O. Hay muchas enfermedades que desconoce-
mos. La miastenia es una enfermedad nerviosa física.
DR. F. Por lo que respecta a la miastenia, éste es un buen
hospital. La ha visitado un experto, algo así habría sido
detectado. Debería ser algo tan grave que no puede pasar-
se por alto, debería ser peor de lo que es ahora; desde una
base física, probablemente no podríamos hacer nada. (A la
señorita C.) Usted ha dicho «algo se tendrá que hacer», es
usted un poco negativa. Si tiene un problema mental que
no conoce, sería doloroso para usted saberlo. Si ese pro-
blema hace algo a su cuerpo, puede preocuparse por eso,
lo cual no es tan difícil. Puede decir: «Tengo razón, es sólo
mi cuerpo.»
SEÑORITA C. Siempre he sido capaz de enfrentarme a los pe-
queños problemas que he tenido. Soy alérgica a pequeñas

154
La situación grupoanalítica

cosas, he tenido los ganglios inflamados, ictericia, he pa-


sado la mayor parte de mi vida entrando y saliendo del
hospital, y nunca he tenido nada grave.
DR. F. ¿Le gustan los hospitales?
SEÑORITA C. Estoy harta de ellos. Hacen lo que pueden.
DR. F. ¿Cree que si alguien va de una cosa a otra, puede que
haya algo en su interior que cause que caiga enferma con
una cosa u otra?
SEÑORITA Q. Si te enteras de que alguien está enfermo, te da
miedo que puedas tener lo mismo, es posible, aunque a mí
no me ha pasado.
DR. F. Usted insiste en que no tiene ningún problema.
SEÑORITA C. Si lo tuviera, se vería.
DR. F. Si lo permite. Si en este hospital descubrimos, al mar-
gen de este grupo, algo que puede hacerse, lo hacemos.
No digo que deba haber algo oculto en su mente. Todas la
personas que lo entienden estarían de acuerdo y, lo admi-
to, yo también lo estoy. Si no hay nada en su cuerpo, y no
hay nada en su mente, ¿qué puede ser?
SEÑORITA C. El tratamiento eléctrico ha curado a gente en
este hospital.
DR. F. El doctor Strauss es un entusiasta de esa técnica, y no
la ha recomendado.
SEÑORITA C. Eso tiene más sentido que hablar.
DR. F. ¿Se siente dispuesta a dar una oportunidad a «hablar»?
SEÑORITA C. No.
DR. F. Si está tan en contra, en este punto deberíamos hacer
otra cosa, que desconozco, debería derivarla de nuevo al
doctor Strauss.
SEÑORITA C. Lo preferiría.
DR. F. Yo no estoy de acuerdo en que porque se sienta como
se siente deba abandonar. Estoy dispuesto a ser paciente
con eso, sólo se me ocurre algún tipo de tratamiento psi-
cológico para usted. Si fracasa aquí, será difícil en cualquier
sitio. Si se siente desfavorable a esto, de acuerdo, dígalo,
afirme lo que siente, pero no actúe basándose en eso. Pero
si ya de entrada se siente así, quizá sea mejor no empezar.

155
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

SEÑORITA O. No sé hacia dónde estoy conduciendo. (Esta


observación concuerda con el libro que está leyendo.)
DR. F. Quizá pueda averiguar contra qué está luchando. Si la
he entendido bien, va usted a intentarlo, o cree que siente
lo mismo que la señorita C.
SEÑORITA Q. ¿Tiene algún sentido venir, noto que ya me
está creciendo el pelo?
SEÑORITA C. Si me fuera al extranjero podría olvidarlo.
DR. F. ¿Por qué puede olvidarlo en el extranjero y aquí no?
SEÑORITA C. Quiero un cambio, en Inglaterra no hay po-
sibilidad para que una joven cambie. Ya lo he solicitado,
podría marcharme pronto. Debería irme, no llegaré lejos
con los hospitales, me iré al extranjero.
DR. F. ¿Cree que va a hacerle algún daño hablar de los pro-
blemas?
SEÑORITA C. No va a servir de nada, no quiero hablar de los
problemas.
DR. F. No es hablar lo que la ayuda, tiene que hablar de las
cosas para conocerlas. No la estoy invitando ni la estoy
echando, no la estoy presionando ni echándola.
SEÑORITA C. Lo intentaré.
DR. F. No veo en qué puede hacerle daño, no es un mal co-
mienzo que se oponga. Puede que se enfade mucho con
nosotros. Lo siento pero tenemos que detenernos aquí.

Este grupo muestra a varias pacientes con una gran resisten-


cia. La señorita C. lo manifiesta de una manera particularmente
fuerte, y el terapeuta dedicó un considerable tiempo a ella, te-
niendo en cuenta tanto a las demás como a ella misma. Obvia-
mente había ido demasiado lejos y no continuó. Lo que sigue
son las notas que tomé entonces sobre ella:

La señorita C. asistió a una sesión preliminar de terapia


grupal el 30 de noviembre de 1946. Mostró una resistencia ex-
trema a cualquier tratamiento psicológico de su problema. Re-
petía que «ya es hora de que se haga algo» y estaba muy poco
dispuesta a considerar sus síntomas bajo una óptica distinta a

156
La situación grupoanalítica

la física. Tenía mal aspecto y se la veía ansiosa, pero aseguraba


con énfasis que no tenía problemas. Está impaciente por partir
al extranjero y manifiesta cierta amargura por la vida que ha
llevado hasta ahora. Decidió no asistir más. Aunque abandonó
la primera sesión afirmando que volvería, no lo hizo. Se gastó
una cantidad de tiempo considerable en vista de su actitud. Da
la sensación de que mostrará una resistencia tenaz a cualquier
forma de tratamiento psicológico ahora mismo, y será difícil
superarla. La resistencia a un tratamiento de grupo como tal no
constituye un factor esencial en este caso.

Es interesante mirar hacia atrás ahora y ver la posterior evolu-


ción a la vista de esta sesión. La señora D. no volvió a presentarse
la vez siguiente y cito aquí lo que anoté sobre ella poco después:

La señora D. asistió a una sesión preliminar el 30 de no-


viembre de 1946. Había una considerable resistencia por parte
de la mayoría del grupo a un enfoque psicológico. Ella misma
mostraba menos resistencia y se abrió de un modo bastante libre
a hablar de sus problemas. Parecía particularmente asustada por
cuestiones relacionadas con el nacimiento de su hijo, que espera
para dentro de seis meses. Se lamenta de que mucha gente acude
a ella a quejarse de distintos problemas y preocupaciones. Era
la única mujer casada presente, y también considerablemente
mayor que las demás, lo cual puede que la haya hecho sentirse
un poco fuera de lugar. No asistió a la siguiente sesión. A ni-
vel superficial debería responder a una terapia de afirmación del
yo, mientras que sus alteraciones más profundas, de naturaleza
fóbica o hipocondríaca, necesitarían un tratamiento más intensi-
vo. En un grupo adecuado, este tipo de caso podría evolucionar
muy bien. Parece tener un nivel de inteligencia no muy alto.

La señorita Q. se sintió tan bien que no consideró necesa-


rio continuar el tratamiento. La señorita T. y la señorita M. han
asistido de forma regular desde entonces (hace ya más de un año)
y muestran una mejoría considerable. Estaban destinadas a con-
vertirse en miembros del núcleo de este grupo. Es interesante

157
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

compararlo con las observaciones en mis notas. La señorita O.


asistió regularmente durante un tiempo. Nunca llegó a adquirir
insight en la motivación psicológica de sus dolores de cabeza. Sin
embargo, ha preguntado muy seriamente acerca de la posibilidad
de una terapia intensiva y ahora está en lista de espera para un
tratamiento individual. Considero que en este punto el grupo ha
sido útil en preparar a la paciente para el tratamiento, como un
proceso de «ablandamiento».
Esta composición inicial estaba desequilibrada por el lado de
las histerias de conversión. La señorita O. constituye un buen
ejemplo de un tipo frecuente de estos casos, cuyo pronóstico
grupal no es demasiado bueno. Podría ser diferente en grupos
seleccionados de manera más especializada. El terapeuta dirige
su atención hacia la fuente de resistencia, el mecanismo de defen-
sa conversional, ya en esta primera sesión. Esta grabación mues-
tra como una discusión de flujo libre empieza a desarrollarse y
cómo el terapeuta anima varias veces al grupo en este sentido. El
terapeuta se muestra amable en los silencios en vista de la fase
inicial del grupo y de la gran tensión de resistencia.
Presento ahora un ejemplo de otro grupo iniciado en cir-
cunstancias completamente diferentes. Ninguno de los partici-
pantes ha mantenido una entrevista previa. Están presentes ocho
pacientes y el teniente coronel Main. Northfield, fase B1.

DR. F. ¿Todos tienen ya una ocupación?


EN. Yo he estado en el taller de carpintería, pero me gustaría
hacer algo diferente. Me dedico a la construcción y quiero
practicar antes de volver.
DR. F. ¿Ha hablado con la oficina sobre eso?
S. (Tartamudo grave.) Yo soy peluquero de hombres y mu-
jeres, pero sé que aquí no hay instalaciones. Quiero ser
peluquero de hombres.
DR. F. Está de mejor humor hoy. Debe sacar provecho. ¿Por
qué va vestido de caqui?
S. Tenía frío y pedí permiso para ponérmelo. Siempre he pa-
decido catarros bronquiales.
(Se discute la cuestión del caqui. La decisión en este caso se tras-

158
La situación grupoanalítica

lada al grupo y éste da su aprobación. El doctor F. suscribe


el acuerdo.)
SH. Yo me he unido al grupo de arte y al del estudio particular.
TTE. COL. MAIN. Hay una plaza para que un hombre trabaje
en la biblioteca, ¿le gustaría hacerlo?
SH. ¿Puedo pensarlo? Ahora mismo tengo dos ocupaciones.
M. Yo me dedico al comercio de verduras. Aquí trabajo con
cuero. Me cuesta dormir, creo que es porque fumo mucho.
DR. F. ¿Qué cree que puede ayudarle? ¿Que nos encontre-
mos aquí?
EN. Podríamos hablar de cómo nos va con nuestros trabajos
y de si estamos teniendo alguna dificultad en conseguir los
trabajos que queremos.
DR. F. ¿Tienen alguna idea de cómo alguien puede aliviarles?
¿Hay algo que les preocupe?
Se produce una pausa.
DR. F. ¿Están todos felices y contentos entonces?
EN. Yo no soy muy feliz. Mi mujer no está muy bien de sa-
lud. Pienso mucho en eso. Ha estado muy enferma. Sus
nervios no están bien. Lo que quiero hacer es sacarla de
casa, porque si no, no tiene ninguna distracción. Está muy
deprimida cuando yo no estoy.
DR. F. ¿Y usted qué tal, aparte de eso?
EN. Todavía no me he adaptado. Si obtengo el trabajo que
quiero creo que puedo ser feliz. Siempre me había intere-
sado mi trabajo antes de la guerra. Estudié seis años para
un examen, pero no conseguí sacármelo porque venía la
guerra. Quiero volver a intentarlo. Quiero presentarme
otra vez al examen, pero no puedo concentrarme. Espera-
ba que quizá aquí podría empezar de nuevo. Pretendo ir a
la escuela técnica de Birmingham.
S. No podemos estudiar juntos. Quizá podamos hacer algo
juntos. Podemos discutirlo.
DR. F. ¿Tienen ganas de pasar una temporada aquí? ¿Creen
que estaría bien, o tienen ganas de salir?
T. Ésta es la primera vez que estoy en un hospital, me siento
muy inquieto. Me siento encerrado. Creo que es demasia-

159
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

do pronto para decidir qué hacer. Deberíamos esperar una


semana o así.
SH. Yo trato de olvidar mis preocupaciones, y entrar en una
sala me las devuelve y me da dolor de cabeza. Probablemen-
te me haga bien hablar de ello, pero es sólo sentarse y pen-
sar. Yo trataba de olvidar ciertas cosas y me encuentro con
que no puedo olvidarlas, pero hablar me ayuda a hacerlo.
DR. F. ¿Hay alguien más que se sienta así?
T. Yo. No particularmente cuando estoy aquí, sino cuando
estoy solo. En cambio en el taller suelo estar bastante bien.
DR. F. ¿Por qué prefieren no hablar?
B. Porque no sólo me afecta a mí. Lo he escrito en el cuestio-
nario de la manera más completa posible.
SH. A mí me preocupa mi carrera. Traté de continuar estu-
diando durante la guerra para terminar en cuanto saliera,
pero ahora me encuentro con que hacen falta dos años de
experiencia en la vida civil. Es un mazazo tener que pasar
otros dos años estudiando. Tenía esperanzas de aprobarlo
todo. Creía que en cuanto saliera podría hacer ese examen,
pero no puedo. Tengo que pasar dos años en la vida civil
antes de poder presentarme.
DR. F. ¿Cómo afecta a su futuro esta guerra?
S. Yo tengo que empezar otra vez desde abajo para construir
mi negocio, y tengo que avanzar mucho para lograr la po-
sición que tenía antes de ingresar en el ejército. He perdi-
do dos tiendas, la primera en los bombardeos de 1940.
ED. Lo único que quiero es salir del ejército. La emoción
ha terminado y yo empiezo a deprimirme y quiero salir.
Quiero vivir como un ser humano. Un hombre sólo es ra-
zonable si es soltero.
S. Creo que ése es un comentario muy estúpido.
ED. Las chicas italianas no van por ahí como las inglesas.
EN. Entiendo lo que quiere decir. La mayoría de las chicas
del extranjero, sobre todo en Italia, van acompañadas has-
ta que se casan y por eso su decencia es mucho más alta.
No les dejan caminar por la calle con cualquier soldado. Él
lo estaba viendo desde el punto de vista moral.

160
La situación grupoanalítica

ED. Si me caso preferiría estar en casa, pero si me caso estan-


do en el ejército me matará la preocupación.
— Todas las chicas no son iguales.
— Depende de con qué compañías se juntan. Se vuelven so-
litarias.
M. Las mujeres de los soldados de servicio son la causa de la
baja moral en el ejército. Yo no creo que el servicio social
de los soldados esté bien. Es por eso que un montón de
compañeros estamos aquí ahora. Si sus esposas se compor-
taran como deben estarían bien.
— ¿Espera que el Estado acompañe a las esposas?
— Podrían ayudar más de lo que lo hacen.
— ¿Cree que los italianos tienen un mejor sistema social?
— Es por su religión, creo.
— Una vez que una chica italiana se casa no sale a la calle con
nadie. Es cuestión de fe.
ED. Nueve de cada diez arrestados tienen problemas con sus
esposas. Los podrían haber solucionado si les hubieran
permitido ir a casa, pero los funcionarios del servicio so-
cial no los envían a casa.
Si un hombre tiene problemas en casa, mantenerlo en un
sitio como éste no le reforma. Sólo hay una cosa que se
pueda hacer y es dejarle marchar a casa.
— Las chicas inglesas han caído por los suelos.
— Fue culpa del Gobierno, debería haber cuidado de los sol-
dados.
SGTO. P. Yo estuve en Italia antes de la guerra. Ha estado
vapuleando a nuestras mujeres inglesas y yo creo que las
está minusvalorando. En Inglaterra nos vapulearon y si
encuentra una clase de personas mejor que las chicas de
Londres durante los bombardeos, me gustaría que me la
presentara. Los que han estado en el extranjero tienen una
válvula de escape natural. En Londres había que aguantar.
Yo ingresé en el ejército porque me llamaron a filas, pero
conocí a agentes de la Gestapo en tiempos de paz y no me
gustaron sus hábitos.
— La guerra nos ha cambiado.

161
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ED. No es la guerra, es el ejército.


— Un voluntario no tiene motivos para quejarse, pero uno
al que han llevado a rastras sí lo tiene.

El grupo citado arriba corresponde a la fase B1 de Northfield.


A modo de introducción aquí, todas las actividades sociales y ocu-
pacionales y todos los temas relevantes del hospital se solucionan
en un plazo relativamente corto. El grupo los da por hechos en es-
tas circunstancias. La decisión acerca de la petición de S. respecto
al caqui se considera una cuestión grupal y es aprobada por este
grupo. Esto significa al mismo tiempo que los otros comprenden
que no todos pueden ir de caqui. Entonces la discusión deriva hacia
las alteraciones familiares provocadas por la guerra, el trastorno en
las casas y las carreras. «Las mujeres» son atacadas y comparadas
para mal con las italianas, pero son defendidas por P. Hablan to-
dos salvo B. Este último presta atención, pero considera que debe
hablar privadamente de su esposa. P. llega ligeramente tarde de
las pruebas. S., un hombre con una tartamudez severa, abando-
na una vez y regresa (frecuencia). Las contribuciones principales
son realizadas por E., S., Ed., y P., pero Sh., M. y T. también par-
ticipan activamente. Los vínculos especiales empiezan a resultar
aparentes, como Sh. y E. que quieren volver a estudiar, E. y T. a la
construcción..., pero el debate se calienta hasta un nivel creciente y
se anima tanto que es preciso interrumpirlo. Como cabía esperar,
este grupo se desenvolvió muy bien con un grado de tratamiento
individual adecuado. Por ejemplo, el zapador B. (el hombre que
no habló) mantuvo una larga entrevista en la cual se reveló que su
principal conflicto es una característica situación edípica. Su novia
ha sido seducida por un norteamericano, pero él se fue a Irak con
la esperanza de casarse allí y convertirse en mahometano. Sin em-
bargo, se ve a sí mismo excesivamente unido a su prometida, con
la cual entretanto se casó, y en un conflicto. Ella constituye una
imagen materna más que evidente. Esto es interesante por haber
sido apropiadamente mantenido alejado de la sesión del grupo en
esta etapa y tratado en una entrevista individual.
El sargento P. también mantuvo una larga entrevista, de un
tipo distinto, la cual podría ligarse y referirse a las discusiones

162
La situación grupoanalítica

del grupo. Este grupo continuó con la moral y el ánimo altos. Al


ser yo trasladado al departamento de actividades, justo en esas
fechas, me interesé mucho en el problema de los «vagos». En
ese momento se suponía que había unos doscientos. Desempe-
ñaban un papel similar al que ahora cumplen los «vivales» y los
«zánganos» en este país. Era difícil seguirles la pista. Yo puse en
escena a tres de ellos en este grupo para que intercambiaran sus
respectivos puntos de vista. Resultó que los «vagos» no habían
sido lo suficientemente bien informados por sus psiquiatras res-
pectivos. El número de «vagos» de diferentes salas variaba de
un modo harto significativo. El punto más interesante, no obs-
tante, es que cuando preguntaron a mi grupo por qué trabajaba
y por qué estaba tan orgulloso del hospital y de sus actividades,
sintieron que eran «tipos de persona completamente diferentes»
y propusieron toda suerte de teorías al respecto. La verdad era
simplemente que habían ingresado en el hospital en condiciones
diferentes.

Un grupo cerrado

Éste es un ejemplo de grupo cerrado en su forma más pura.


Pertenece a la fase B. Este grupo no sólo fue tratado como tal,
sino que al mismo tiempo se interesó por él un grupo de obser-
vadores, compuesto por el comandante Lewsen, el comandante
Bridger y yo mismo. Aconteció como ahora explicaré. El co-
mandante Charles Lewsen, uno de nuestros dos médicos espe-
cialistas, quien llevaba mucho tiempo en Northfield, había de-
sarrollado un considerable interés y conocimiento del enfoque
psiquiátrico, en consonancia con su especialización en cuestio-
nes psicosomáticas. Me había preguntado si sería factible para
él tomar a un pequeño grupo de pacientes en psicoterapia bajo
mi supervisión. Acordamos que podría asumir el tratamiento
personal e individual de ocho de mis casos que asistirían a una
sesión de grupo semanal conmigo. El comandante Bridger fue
atraído a este grupo en relación con su trabajo como jefe del de-
partamento de actividades.

163
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Este grupo se formó en la sala de admisiones y desde el prin-


cipio fue visto como un grupo. Fueron presentados como tal en
el hospital y el comandante Lewsen fue presentado a ellos como
su médico desde el primer encuentro. Yo rehusé realizar ninguna
entrevista personal. Ya en la segunda sesión, celebrada al cabo de
uno o dos días, se presentó al comandante Bridger y el tema de la
discusión fue la clase de trabajo que podían llevar a cabo juntos.
Se mostraron muy colaboradores, debatieron varias propuestas
que surgieron de ellos mismos y enseguida acordaron asumir la
tarea de poner en orden el escenario del hospital, con su atrezo,
etc. Era éste un trabajo muy adecuado por cuanto permitía una
amplia variedad de contribuciones de cada individuo según sus
inclinaciones. Recuerdo bien que esto surgió de una pregunta
del comandante Bridger: «Si este hospital fuese su unidad, ¿qué
les gustaría hacer?» También se arregló que durmieran juntos en
camas contiguas. Pronto destacaron por su buen comportamien-
to y moral y empezaron a sentirse una elite. Esto no sucedió sin
alguna fricción con otros pacientes y con el personal. Una mon-
ja solía referirse a ellos como «el grupo mimado del comandan-
te Foulkes». Los riesgos inherentes de tener más de un terapeuta
en un grupo fueron bien superados, de hecho, se convirtieron en
una ventaja: un importante principio, en general. Esto fue posi-
ble a través de nuestro perfecto conocimiento y la ausencia total
de cualquier sentimiento de propiedad por ninguna de las par-
tes. Los miembros del grupo desarrollaron poderosas relacio-
nes interpersonales y el grupo como conjunto se convirtió en un
cuerpo autopropulsado. Por su parte, ellos no se consideraban
a sí mismos como «pertenecientes» a ninguno de nosotros en
particular, sino que más bien nos utilizaban, aunque sin abusar
de nosotros, para cualquier propósito para el que estuviéramos
bien preparados a tenor de nuestras funciones. Los encuentros
del grupo conmigo, más formales, se centraron cada vez más en
su trabajo en el hospital y en las dificultades cotidianas, y cada
vez menos en los problemas personales, y menos todavía en los
síntomas. No sólo el hospital, sino todo el ejército cambió de
una realidad «mala» a otra más que aceptable, y la ruptura entre
la autoridad y la persona desapareció. Esto también se expresó

164
La situación grupoanalítica

en resultados muy gratificantes, en primer lugar desde un punto


de vista puramente militar. Ninguno de estos pacientes tuvo que
ser dado de baja. Ellos hicieron con gran éxito lo que era el salto
más importante en ese momento, aquel que iba del hospital al
centro de instrucción de convalecientes, es decir, un retorno a la
vida militar activa, un salto profundamente temido por todos los
pacientes. En ese entonces escribí una carta al comandante L., a
la sazón psiquiatra en jefe del centro de instrucción de convale-
cientes, que resume la situación.

Hospital Militar
Northfield
Birmingham, 31
23 de febrero de 1945

Estimado comandante L.
Los pacientes cuyos nombres encontrará en la lista adjunta
han sido aquí tratados juntos como un grupo.
Han realizado notables progresos y casi todos han mejora-
do de forma considerable, aunque, individualmente, hay entre
ellos casos bastante complicados.
Le serán enviados todos juntos en el curso de la próxima
semana, probablemente el lunes.
Si usted está de acuerdo y lo considera posible, creo que
sería muy útil de cara a su futura rehabilitación que pudieran
mantenerse unidos en lo que respecta a los barracones, el tra-
bajo, la instrucción, etc. Por supuesto, recibirá los informes in-
dividuales de cada uno de ellos. En el caso de que tenga alguna
observación o comentario a hacer acerca de ellos, ya sea indi-
vidualmente o como colectivo, estaré muy interesado en los
mismos.
Atentamente,
S. H. Foulkes,
Comandante RAMC

Esta mejora también tuvo su reflejo en términos psiquiátri-


cos en un sentido más estricto. Con objeto de ejemplificar lo que

165
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

esto implica, daré una pequeña muestra de su estado individual,


tal y como lo recogió en su día el comandante Lewsen.

SOLDADO A. EDAD 25. SERVICIO 5 AÑOS


Admitido el 19-12-1944.
Quejas. Mareo y síntomas de fatiga.
Historial. Tuvo pequeños miedos de niño, alcanzó el últi-
mo curso en la escuela, hizo amigos con facilidad y se convirtió
en jardinero y luego en chófer y mecánico. No hay neurosis
señaladas en el historial familiar. Lo llamaron a filas en trans-
porte motorizado en primer lugar y luego se hizo mecánico
de vehículos. Después fue puesto en transporte de blindados y
tuvo dificultades en acomodarse a conducir este tipo de vehí-
culo. Cayó en una zanja y se hirió accidentalmente con su pro-
pia pistola, después de lo cual sus síntomas, que ya se habían
iniciado, empeoraron.
Examen y progresos. Alto, asténico, apático. Se queja de
dolores de cabeza, sueños de acción y palpitaciones, disnea y
mareos. Ha perdido peso. El examen físico no revela ninguna
enfermedad. En el hospital ha mejorado de forma gradual, ha
ganado peso y ha recuperado el interés, y la mayoría de los sín-
tomas han desaparecido.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, agudo, moderado con
disfunción somática.
Conclusión y recomendaciones. Este paciente ha mejorado
mucho con el tratamiento, pero continúa bastante hipocon-
dríaco y bajo de moral. Está ansioso por desarrollar un trabajo
mecánico y lo considero capaz de ser útil al servicio si se le
incorpora a la categoría C2, preferiblemente en calidad de me-
cánico de motor o si no como mecánico conductor.

SOLDADO DE CABALLERÍA B. EDAD 20. SERVICIO 2 AÑOS


Admitido el 19-12-1944.
Quejas. Temblores y pérdida de confianza.
Historial.: Este paciente presentó rasgos neuróticos meno-
res en su infancia. Obtuvo una beca para la escuela secundaria.
Hacía patrones en la vida civil y ha servido como mecánico de

166
La situación grupoanalítica

artillería y conductor en el ejército. Es SGI. Tenía temblores en


el ejército desde el principio y luego perdió toda la confianza
después de que su tanque fuera alcanzado y él resultara herido
en la rodilla derecha.
Examen y progresos. Muestra notables signos de ansiedad,
temblores, desazón y sueños de batallas. Físicamente, estaba
perfectamente sano y no tenía ninguna discapacidad como
consecuencia de la herida. Ha mejorado mucho en el hospital
en cuanto a confianza y desaparición de los síntomas, pero no
puede afrontar el retorno a las condiciones del campo de bata-
lla y su temperamento de combate no es alto.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, reciente, suave, inespe-
cífico.
Conclusión y recomendaciones. Podría ofrecer un servicio
valioso, siempre y cuando no se le exponga al estrés de la bata-
lla. Se lo recomienda para un puesto de conductor o mecánico
de ACI 904/44, Para. 7, clase E en categoría C2.

SOLDADO DE CABALLERÍA D. EDAD 30. SERVICIO 4 AÑOS


Y 6 MESES
Admitido el 20-12-1944.
Quejas. Falta de confianza, depresión y trastornos del sueño.
Historial. Hubo tensiones domésticas menores cuando él
era niño. Le fue bien en la escuela y obtuvo el graduado esco-
lar. Continuó con clases de taquigrafía y mecanografía y ob-
tuvo trabajo como empleado de seguros. En el ejército sirvió
primero como auxiliar de mayoría y después como mecánico
artillero. También ha conducido camiones. Los síntomas de
ansiedad se desarrollaron al partir a Francia y empeoró mucho
cuando su tanque fue alcanzado y la mayoría de sus compañe-
ros murieron. Él no resultó herido, pero no pudo comer du-
rante una semana.
Examen. Estaba ansioso, aprensivo y deprimido. Presenta-
ba temblores y se mostraba inquieto y bastante retraído, inse-
guro y tímido. No sufría anormalidades físicas.
Progresos. Sus síntomas se han aliviado mucho en el hos-
pital, aunque la personalidad subyacente continúa sin ser muy

167
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

fuerte. Es un hombre serio, de buena moral y ansioso por rein-


corporarse al servicio.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, reciente, grave, inespe-
cífica.
Conclusión y recomendaciones. Está siendo destinado bajo
el esquema anexo como auxiliar de mayoría en la categoría C2.

CABO SEGUNDO H. EDAD 21. SERVICIO 1 AÑO Y 7 MESES


Admitido el 23-12-1944.
Quejas. Sentimientos mórbidos y ataques de llanto.
Historial. Existen rasgos neuróticos menores en la familia.
El paciente fue estudiante de medicina antes de alistarse volun-
tariamente en el servicio. Pasó el Consejo de Selección del Mi-
nisterio de la Guerra y permaneció en una unidad de instrucción
de oficiales hasta dos semanas antes de la finalización del curso,
momento en que sufrió un accidente del cual resultó con heridas
menores en cuerpo y rostro y permaneció tres semanas ingre-
sado en el hospital. Sus síntomas evolucionaron y cuando fue
devuelto a la unidad de instrucción sus síntomas se agravaron.
Se queja de ataques de llanto y mareos, y padece dolores de ca-
beza.
Examen y progresos. Nervioso y deprimido, no puede con-
centrarse, falta de apetito y sueños frecuentes. Físicamente no
presenta anormalidades. Se le dio licencia para que solucionara
cuestiones domésticas y regresó en un estado de nervios mu-
cho mejor, desde entonces ha progresado con rapidez y todos
los síntomas han desaparecido.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, reciente, moderado, ines-
pecífico.
Conclusión y recomendaciones. Este hombre tiene una
moral muy alta, es ambicioso y tiene ganas de seguir adelante.
Tuvo problemas a causa de dificultades nerviosas en el pasado,
pero ha adquirido un buen conocimiento de ellos, y nada im-
pide que se le dé otra oportunidad en la unidad de instrucción
de oficiales. Debería estar listo para regresar a su unidad tras un
periodo en el centro de instrucción de convalecientes.

168
La situación grupoanalítica

SOLDADO H. EDAD 20. SERVICIO 2 AÑOS


Admitido el 18-12-1944.
Quejas. Dolores de cabeza, opresión en el pecho y debili-
dad general. También pérdida de peso.
Historial. Había rasgos neuróticos en su infancia y su pa-
dre sufrió de neurosis o bien de epilepsia. Tuvo una infancia
feliz y se llevó bien con sus compañeros. Fue llamado a filas
y al principio le gustó el ejército, pero achaca su bronquitis y
fibrositis a la exposición al frío. Más tarde fue alcanzado por un
proyectil y vio morir a sus compañeros. Él sufrió heridas en la
cabeza, pecho y abdomen. Estuvo en acción tres meses y dos
meses en el hospital antes de ser transferido aquí.
Examen y progresos. Parece enfermo y pálido y ha perdido
trece kilos, pero no se le descubrió ninguna afección orgánica,
ni tampoco enfermedad en el pecho. Presentaba algo de ane-
mia, pero respondió al tratamiento con hierro y vitaminas. Al
principio se mostraba apático, bastante hastiado y resentido e
insistía en sus dolencias físicas, más tarde se tornó más dócil y
aceptó que se estaba sintiendo mejor, aunque no bien.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, agudo, moderado con
disfunción somática.
Conclusión y recomendaciones. Este paciente tiene una
constitución física débil con un historial bastante pobre. Mos-
traba un alto grado de resentimiento consciente que tuvo que
ser superado, pero ahora acepta que está mejor y aunque su
moral no es alta está dispuesto a incorporarse al servicio. No
cabe de duda de que no está en condiciones para los deberes
del combate y en consecuencia debe ser reclasificado C2 como
mozo de almacén, ordenanza o camarero.

BOMBARDERO M. EDAD 23. SERVICIO 3 AÑOS Y 6 MESES


Admitido el 1-1-1945.
Quejas. Depresión e incompetencia.
Historial. Este paciente tiene miedo de la oscuridad, pensa-
mientos mórbidos de muerte y ataques de rabia de niño. A los
quince sufrió una meningitis. Era perezoso en la escuela, obtu-
vo el certificado de asistencia a los dieciocho y luego empezó

169
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

música. No practicó ningún deporte y era bastante solitario.


Fue llamado a filas en radares, llegó a ser suboficial y permane-
ció seis meses en Francia. Más tarde perdió el control, se tornó
indeciso, perezoso, retraído, negligente con su aspecto físico y
deprimido.
Examen y progresos: Asténico, aspecto esquizoide con voz
ronca y forzada. Inteligencia y estado físico normales. Mejoró
notablemente en el hospital, tiene un buen insight de su estado
y desea continuar en el servicio.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, crónico, moderado.
Conclusión y recomendaciones. A pesar de su afección
constitutiva, este hombre ha mejorado mucho y es capaz de dar
un buen servicio en un campo limitado, está ansioso por hacer-
lo. En vista de su personalidad básica, sin embargo, se conside-
ra necesario restringirlo al servicio en el país, preferiblemente
en radares o en un trabajo de oficina en el que pueda utilizar su
inteligencia. Por tanto se propone para la categoría C2.

SOLDADO O. EDAD 27. SERVICIO 4 AÑOS Y 5 MESES


Admitido el 16-12-1944.
Quejas. Depresión y dolor de espalda.
Historial. Tiene doble nacionalidad británica y holandesa.
Hay rasgos nerviosos tanto en su madre como en su padre,
pero tuvo una infancia feliz, aunque sujeta a periodos de de-
presión en la vida civil. Se presentó voluntario en el ejército
holandés en 1940, pero más tarde perdió el interés debido a al-
guna decepción en el ejército y a ansiedad doméstica. Se tornó
depresivo e incapaz de concentrarse. Pasó un periodo con una
unidad en Holanda. La unidad quedó aislada y en ese momen-
to sus síntomas empeoraron. Finalmente, cayó de un camión y
sufrió heridas en su cadera izquierda.
Examen y progresos. Inteligente (SGII en matrices progre-
sivas) y con buena salud física, salvo que padece lumbago. Su
depresión se ha aliviado mucho y sus síntomas físicos han des-
aparecido en el hospital.
Diagnóstico. Estado de ansiedad, reciente, moderado, con
rasgos depresivos.

170
La situación grupoanalítica

Conclusión y recomendaciones. Este hombre ha mostrado


una mejor actitud para el servicio y ha superado muchas de sus
dificultades. Ciertamente no debe ser enviado al extranjero ni
destinado a combate. Debería ser capaz de resultar útil en un
trabajo administrativo o de oficina, haciendo uso de su buen
nivel de inteligencia o en su propio oficio de peluquero. Por
lo tanto se recalifica como C2, y esto no debería ser revisado
salvo por recomendación de un psiquiatra.

SOLDADO DE CABALLERÍA S. EDAD 24. SERVICIO 4 AÑOS


Admitido el 20-12-1944.
Quejas. Dolor de cabeza, mareos y debilidad.
Historial. Este paciente era hijo único y su padre murió
de cáncer de garganta cuando él tenía dos años. Terminó la se-
cundaria y empezó a trabajar en una constructora, estudiando
música después de terminar la jornada. Obtuvo un diploma de
la London School of Music como profesor de piano y órgano.
En el ejército ha servido como ordenanza y segundo conduc-
tor, en ocasiones en el frente. En Francia, empezó a sentir la
tensión y entonces se quemó gravemente la cara, el cuello y los
brazos al estallar una estufa de petróleo. Tuvo que someterse a
varias operaciones de cirugía plástica y a injertos de piel y des-
de entonces se ha quejado de sus síntomas actuales.
Examen y progresos. Persona agradable, afable y seria. Ci-
catriz antiestética en el cuello. Ninguna enfermedad física. Ha
progresado bien en el hospital, superando sus síntomas y co-
brando interés en la rutina de Northfield. No existen dificulta-
des emocionales salvo el miedo a la acción y el deseo, después
de cinco años de servicio, sobre todo en el extranjero, de per-
manecer cerca de su madre.
Diagnóstico. Histeria sensorial.
Conclusión y recomendaciones. Este paciente ha tenido un
largo servicio y ha sobrevivido a una experiencia extremada-
mente desagradable. Es aplicado y a pesar de sus intereses ar-
tísticos está preparado para continuar con sus deberes militares
como ordenanza o empleado. Se asigna a la categoría C2, pues
sólo se le considera apto para el servicio en el país.

171
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

SOLDADO T. EDAD 19. SERVICIO 3 MESES


Admitido el 13-12-1944.
Quejas. Contracción de los meñiques de ambas manos.
Historial. Este paciente es hijo único de padres sanos. Tuvo
una infancia feliz, le fue bien en la escuela, no tuvo temores ni
enfermedades, se interesó por los juegos e hizo dibujos y tra-
bajos manuales. Se unió al Comando de Transporte Aéreo y
trabajó en el telégrafo, con la esperanza de ingresar en la fuerza
aérea. En cambio fue llamado a filas en infantería. La contrac-
ción de los meñiques de ambas manos se produjo durante la
instrucción.
Examen y progresos. Tipo inmaduro, inteligente, sin en-
fermedades físicas, contractura histérica de ambos meñiques.
Esta afección mejoró rápidamente con explicaciones y palabras
tranquilizadoras. No tiene problemas salvo el de la desilusión
respecto a su puesto militar.
Diagnóstico. Histeria motora.
Conclusión y recomendaciones. Es un hombre ambicioso
y posee una inteligencia superior y moral alta. Su neurosis fue
mínima. Ya ha recibido una buena instrucción en transmisión
de señales y podría prestar un buen servicio si se lo emplea en
la categoría B1, en función de comunicador o, en su defecto,
como auxiliar.

Puede apreciarse que la mejoría individual de estas personas


por motivos meramente psiquiátricos fue de hecho muy satisfac-
toria. Hay que insistir en que no fueron seleccionados en abso-
luto, ni desde este punto de vista ni desde ningún otro, y que los
resultados indicados aquí se situaban muy por encima del prome-
dio de los obtenidos por el hospital en general. Aparte de la sesión
de grupo semanal, tenían una entrevista de alrededor de una hora
por semana con el comandante Lewsen. Esto suponía, sin embar-
go, un tratamiento bastante intensivo en relación a las condiciones
imperantes en el hospital. Surge la cuestión de si la mejoría estuvo
tal vez estrechamente ligada con el apoyo que se proporcionaban
entre ellos. Por desgracia no hay resultados de seguimiento dis-

172
La situación grupoanalítica

ponibles, pero mi firme impresión es que éste no fue el caso. Por


otra parte, uno bien podría plantear si una cohesión tan prove-
chosa no sería un rasgo deseable en el ejército, considerando que
ésta podría extenderse, como así debería ser, a toda la unidad. No
obtuve respuesta del centro de instrucción de convalecientes, pero
la siguiente carta personal podría resultar de interés. Fue escrita
por el soldado de caballería S., quien me había ayudado en tareas
administrativas durante su estancia en el hospital y por esta razón
tenía un contacto algo más personal conmigo. En ciertos aspectos,
también había sido líder del grupo después de que el cabo segundo
H. se marchara de permiso. Ésta es la carta:

[Dirección particular]
Lunes, 12 de marzo de 1945.

Comandante Foulkes
Estimado señor:
Muchas gracias por su amable carta. Transmití sus saludos
al resto del «grupo» y fue para mí un placer hacer lo poco que
hice por usted. Como verá por el remite, estoy en casa de per-
miso y me siento muy bien. Vuelvo a Bedford mañana. No se
está demasiado mal allí, y estamos todos juntos, el «grupo», y
muchas veces hablamos de usted y de todo.
Incluyo un giro postal por importe de 13 libras que le de-
bía del billete de 20 que me dio para comprar y del que sólo
gasté 7 en el encendedor y los cigarrillos. No había tenido oca-
sión de devolvérselo antes de irme.
Espero que haya encontrado un asistente que pueda ayu-
darle y facilitarle las cosas. Con esto termino, le envío recuer-
dos del «grupo», como les prometí, esperando que disfrute de
su licencia.
¡Hasta pronto! ¡Mis mejores deseos!
R. S.

Casi huelga decir que este grupo hizo un buen trabajo ponien-
do el escenario a punto. Éste culminó en una actuación en la cual
ellos se encargaron del escenario, y de hecho de todo salvo actuar.

173
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Por desgracia no pude asistir, pero todos los comentarios que oí


fueron elogiosos. Su estancia en el hospital se prolongó ocho se-
manas, pero al cabo de seis habían mejorado considerablemente.
Quedó la sensación de que si se hubieran quedado un poco más
habrían cumplido con un trabajo más que notable. No había en-
tre ellos ninguno particularmente dotado, ni para actuar ni como
músico, pero su último deseo fue representar una obra para ellos
mismos, y se lo tomaron muy en serio. Todos los observadores
coincidieron en que podrían haberlo hecho con suma facilidad.
En relación con el hecho de que no permanecieran en el hos-
pital durante algunas semanas más existe una interesante anéc-
dota. En un grupo como éste se da por entendido que sólo po-
dían pasar del azul al caqui en bloque. Cuando habían mejorado
tanto, y después de seis semanas de suplicarlo, yo no pude re-
sistirme más a sus demandas y accedí a que todos ellos vistie-
ran de caqui. Por desgracia pasé por alto una norma del oficial
al mando, según la cual en un momento determinado no podía
haber más del 10 % de los hombres de un pabellón vestidos de
caqui. En la siguiente visita oficial del oficial al mando, este gru-
po, nueve hombres seguidos y destacando por su inusualmente
buena actitud y comportamiento militares, dejaron en evidencia
el incumplimiento de la norma. Esto hizo que el oficial al mando
se pusiera hecho una furia y me puso en la picota en términos in-
equívocos. Por consiguiente tuve que mantener que todos ellos
estaban preparados para abandonar el hospital al cabo de una o
dos semanas, tal y como estaba estipulado, y en vista de su esta-
do no pude dar marcha atrás al respecto ni argumentar que pre-
cisaban continuar con el tratamiento en el hospital.

Un grupo de actividad

El siguiente ejemplo es el de un grupo que se desarrolló en


condiciones completamente diferentes, en libertad y al aire libre.
Nos situamos en Northfield, en la fase B1. Yo sabía que en los
últimos tiempos la banda había sufrido varios fracasos bastante
lamentables. Salí (era un domingo por la mañana) a uno de los

174
La situación grupoanalítica

barracones donde la banda, o lo que de ella quedaba, tenía que


ensayar. Era una mañana oscura, bastante fría, y la banda había
conseguido de algún modo encender una estufa en el centro del
espacioso barracón. Sentados en torno al fuego, encontré a un
pianista, un trompeta y un batería, todos miembros de la antigua
banda, y otro pianista y un clarinete que eran recién llegados.

El grupoanalista establece contacto y observa.— Estable-


cí contacto con ellos para ser admitido sin alterar su intimidad.
Esto no resultó difícil, puesto que me gustaba escuchar su mú-
sica. Pronto quedó claro que los dos pianistas estaban en per-
manente desacuerdo. Se culpaban mutuamente por tocar en dos
tonos diferentes. Uno de ellos, al que llamaremos «el psicópata»,
porque ése era su diagnóstico psiquiátrico, resultó ser un músico
profesional, miembro de una banda de música de baile en la vida
civil. Había sido el pianista y líder de la anterior banda del hos-
pital y criticaba sin tregua al otro pianista, un hombre valeroso,
que no se desanimaba con facilidad y que había sido prisionero
de guerra. El psicópata se quejaba de que el otro carecía de senti-
do del ritmo y de que no tenía la menor idea de tocar. Acompa-
ñaba estas críticas repitiendo: «No es asunto mío porque yo me
voy el martes, pero...» El nuevo pianista, su propuesto sucesor,
después de mostrar mucho aguante y paciencia ante esta pro-
vocación sistemática, controlando su genio en presencia de los
otros miembros de la que iba a ser su banda, al final devuelve el
golpe y declara: «De acuerdo, entonces no me interesa.» En este
punto el psicópata parece satisfecho. Se va y regresa con otro
pianista. Entretanto, intervino el batería, a su vez un gran músi-
co, que aparentemente era fiel compañero del psicópata. Obvia-
mente, había estado esperando una oportunidad para atacar al
nuevo líder, anticipando un conflicto de rivalidad por llegar. La
tensión había ido creciendo de manera constante hasta este pun-
to. El psicópata, que ya había mencionado que pretendía traer una
«vocalista», su novia, decidió en este punto ir a buscarla, y todos
los demás decidieron regresar a sus pabellones a tomar un té.
Caminando de regreso con ellos al hospital, aproveché la
ocasión para aproximarme al prisionero de guerra, con objeto

175
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

de expresarle mi reconocimiento por su actuación y, en general,


para tranquilizarlo y animarlo.

El grupoanalista actúa.— Tras la pausa hablé con todos los


hombres juntos. Puse las cartas de mis observaciones sobre el ta-
pete y dije que no podía tener un buen efecto en su cooperación
que el nuevo pianista fuera desalentado y criticado delante de los
demás. Era muy probable que el antiguo líder, siendo músico pro-
fesional, fuera más hábil al piano, pero eso iba a resultar de esca-
sa ayuda considerando que abandonaba el hospital el martes. De
hecho, era mejor que él dejara en paz a la banda. Costó lo suyo,
pero el resultado fue que el psicópata dejó la sala, encogiéndose de
hombros. Cuando se hubo marchado aproveché la ocasión para
ofrecer ayuda a todos ellos en la tarea de buscar nuevos talentos
entre la población hospitalaria. Podían, por ejemplo, colgar car-
teles en la sala de admisiones y quizá pedir a algunos compañe-
ros del barracón de pintura que los diseñaran para ellos. De este
modo estaba al mismo tiempo promoviendo la vinculación entre
varios grupos, ninguno de los cuales funcionaba demasiado bien
en ese momento. Mi objetivo general en todo esto era coordinar
e insuflar nueva vida a las actividades del hospital. Se percibía un
creciente espíritu de acuerdo en todos excepto el batería, quien
se mostraba ambivalente. La enfermera, la vocalista, estaba defen-
diendo a su amigo el psicópata, y aseguraba que no lo habían en-
tendido. Era un eterno incomprendido. «Es un buen tipo cuando
lo conoces.» Otros manifestaron sus dudas: había músicos capaces
en el hospital, decían, pero todos tenían miedo de dar el paso, por-
que temían perder su oportunidad de recibir la licencia del ejército
si tenían éxito en la banda. Yo les tranquilicé en este punto (nues-
tra política en ese momento de la guerra era predominantemente
rehabilitar a la gente para la vida civil y sólo aquellos que podían
encajar para participar en la guerra contra los japoneses eran rete-
nidos. Una amplia proporción de nuestros pacientes eran, además,
ex prisioneros de guerra).

El grupo sigue adelante.— Después de esto la banda se puso a


ensayar y el ex prisionero de guerra volvió a ocupar su puesto. El

176
La situación grupoanalítica

pianista recién llegado también parecía listo para participar, aun-


que su actitud no era del todo transparente.
Éste fue el inicio de la banda. Empezaron a tocar en el curso
de esa misma semana y no hallaron dificultad en reclutar nuevos
miembros. Transcurridas una o dos semanas, la banda era uno
de las estandartes del hospital. No se concebía ninguna actividad
social en el club sin ella, y casi todas las noches había una. Tam-
bién encontraron un lugar adecuado para ensayar y lo cierto es
que tocaban muy bien. Al cabo de unas pocas semanas, la banda,
compuesta ya por miembros muy diferentes, desconocía que yo
había tenido algo que ver en su existencia.
Esto ilustra la función del terapeuta en una situación com-
pletamente informal. Tiene que integrarse en el grupo y sus pro-
blemas en cuanto los detecta. En este caso, toma una parte muy
activa. Sin embargo, no crea dependencia del grupo en él, al con-
trario, los moviliza para que asuman los problemas.

Beneficio individual.— Debería mencionar una interesante


consecuencia indirecta, porque es muy significativa. Encontré
al psicópata en el patio, sin nada que hacer. Hicimos las paces y
mantuvimos una larga charla en la cual le expliqué todo lo que
había ocurrido y las motivaciones de mi actitud. Resultó ser un
hombre afable e inteligente y lo entendió muy bien. Me confió
que durante toda su vida se había enfrentado a la misma dificul-
tad y que nunca había podido mantener sus amistades durante
mucho tiempo. Reflexionó un rato y dijo: «Por eso no puedo
seguir con ellos. Creo que ahora lo entiendo.», o palabras simi-
lares, y me dio las gracias. Al parecer había encontrado un buen
insight de uno de los problemas de su vida. Éste fue el último
tratamiento que recibió antes de embarcarse en su nueva vida
civil.
Como ejemplo de un grupo completamente abierto a escala
mucho mayor me referiré al enfoque de toda una sala, conside-
rada como un grupo en circunstancias bastante extremas. Sólo
puede ser esbozado aquí, pero contiene tantos puntos de interés
que debería describirse con más detalle en otra ocasión. Este ex-
perimento se encuadra en la fase B.

177
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Tratamiento de una sala

La prehistoria inmediata de esta sala, la sala William, es la


siguiente: desgraciadamente, la psiquiatra que estaba a cargo de
ella cayó enferma a causa de una enfermedad infecciosa recu-
rrente que la obligó a diversas ausencias de distinta duración,
antes de que finalmente dejara el trabajo y tomara una baja por
enfermedad. Por este motivo las condiciones en la sala se habían
tornado caóticas: los pacientes no contaban con atención regular
y la moral estaba en su punto más bajo. Cuando regresé de mi
licencia, el oficial de mi división me ordenó hacerme cargo de esa
sala. «Está en una situación espantosa —dijo—. Hay que tomar-
la al asalto, y no cuento con nadie más que con usted.»
Recordaba muy bien cuál había sido la situación cuando ha-
bía estado por última vez en la misma posición de asumir el con-
trol de una nueva sala con setenta u ochenta pacientes neuróticos
completamente extraños, y el recuerdo no me hacía desear esta
tarea. Pero también recordaba lo que había aprendido entretanto
y estaba ansioso por aplicarlo. Todo este episodio se relata aquí
para mostrar la ventaja de aplicar un enfoque grupal a esta tarea.
Es cierto que dos años antes yo era un recién llegado al hospital,
y desconocía muchas cosas y los pormenores de muchos aspec-
tos. En esta ocasión, por el contrario, lo conocía todo y me sen-
tía en el hospital como en mi propia casa, lo cual, ciertamente,
ayudaba mucho.
La principal diferencia, sin embargo, es que entonces había es-
tado enterrado con pacientes individuales en mi consulta desde
la mañana hasta la noche, y mi único contacto con los pacientes
fuera de esto se producía en la formal ronda matinal, y aun así era
como la serpiente mítica, a la que le crecían dos cabezas por cada
una que perdía. Esta vez me acerqué a la sala como conjunto.

Condiciones existentes.— Lo primero que hice fue pasear


por la sala y captar el clima, ¡y menudo clima! Hablando con
diferentes pacientes, recopilé mucha información: qué hacían,
qué pensaban, qué esperaban, por qué estaban en la sala y no en
sus ocupaciones, qué idea tenían del hospital, etcétera. Una sala

178
La situación grupoanalítica

anexa había sido convertida en un casino, donde los pacientes ni


siquiera intentaban disimular y apenas reparaban en mí cuando
me acercaba a mirar.
Cuando empecé mi primera ronda matinal a la hora señalada,
ni un minuto antes ni después, apenas un tercio de los pacientes
estaban presentes. Durante los primeros días el ordenanza po-
día estar ausente y la monja retrasarse, de manera que empezaba
solo. Menciono estos detalles porque manejar un grupo de estas
características consiste en gran medida en poner una atención
meticulosa en los detalles.

Cambios.— Después de una semana, que un hombre se au-


sentara sin justificación era casi una excepción. ¿Cómo se con-
siguió? Sin recurrir en absoluto a los métodos disciplinarios tra-
dicionales. Esto, aparte de que probablemente habría resultado
ineficaz dadas las circunstancias, habría consumido más tiempo
del que podía dedicar a cada caso. Tomaba buena nota de las
camas vacías. Sin duda se difundió con rapidez la noticia de que
estar ausente en la ronda matinal no valía la pena y que era mu-
cho mejor estar presente. Por ejemplo, un hombre apareció un
día delante de una cama hasta entonces vacía. Se quejó de dolor
de cabeza y me pidió unos analgésicos. «No lo he visto antes.
¿Dónde ha estado?» El hombre recuperó la compostura y con-
testó: «Ausente sin permiso, señor.» La conversación que siguió
giró en torno a cuestiones que nada tenían que ver con el dolor
de cabeza y los analgésicos. La lectura de todo esto era: «Si usted
quiere que yo le ayude, usted también debe ayudarme a mí.»
Pronto encontré a dos o tres hombres que colaboraron con-
migo. Les ofrecí entrevistas personales y solucioné sus proble-
mas de manera satisfactoria. A partir de entonces trabajaban a
tiempo completo ayudándome en la sala. Uno de sus principales
cometidos durante la primera semana fue montar guardia por
turnos delante de mi despacho y mantener alejados a todos los
intrusos. Había elegido como oficina un cuarto lateral con una
entrada desde la «sala diurna» (que no obstante estaba llena de
camas). No pasaba más de tres o cuatro horas al día en este des-
pacho, que utilizaba para las entrevistas más urgentes y para

179
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

guardar documentación. El resto del tiempo estaba en la sala


o bien observando a mis pacientes en sus distintas actividades,
con las cuales pronto empezaron a cumplir. Durante la primera
quincena pasé día y noche en la sala. Pronto conté con un núcleo
de pacientes colaboradores. Los reuní en un grupo y mantuve
reuniones regulares con ellos. También mantenía reuniones con
monjas y personal, y todos ellos se mostraban muy cooperantes
e interesados. Las monjas empezaron a estudiar los historiales
sociales de los pacientes y a conocer bien su contexto. La sala
empezó a diferir notablemente en cuanto a cooperación y moral
según las distintas localizaciones. Yo, en consecuencia, trataba
a los pacientes individuales de un modo distinto, sin perder de
vista su ubicación en la sala.
Un hombre, un cabo, me pidió una entrevista, y se la conce-
dí. Él nada menos que me solicitó la baja del ejército. Cuando no
respondí pero le dije que decidiría sobre su destino de inmedia-
to, modificó su petición y solicitó una entrevista con el oficial de
selección de personal. Se mostró muy sorprendido, y creo que
sinceramente, cuando se enteró de que me correspondía sólo a
mí decidir si un paciente debía ser enviado al oficial de selección
de personal. (Esto equivalía a un destino para un trabajo elegido
en condiciones protegidas.) Este episodio, por cierto, me deci-
dió a llamar al oficial de selección de personal para que diera una
charla a un grupo de pacientes de mi sala acerca de su función y
contestara sus preguntas; se mostró dispuesto a todo ello. A la
mañana siguiente el paciente solicitó ver al oficial al mando, a
lo cual tenía derecho. No me dio ninguna razón de los motivos
por los que quería hablar con él. Yo visité al oficial al mando, le
expliqué la situación y le confié mis sospechas acerca de lo que
el cabo quería decirle. Él me tranquilizó. A la hora de comer vi
al hombre en el pasillo, alejándose silbando tan campante. Tres
días más tarde retornó a su unidad sin chistar.
Uno de los rincones que mantenía un espíritu de enconada
oposición a la autoridad era una amplia sala lateral, ocupada por
entre doce y quince hombres, concebida por regla general como
reserva para los pacientes con alteraciones más graves. Una tar-
de, cuando entré en esta sala, me encontré a la mayoría de los

180
La situación grupoanalítica

pacientes —que deberían haber estado en sus ocupaciones—


tumbados en sus camas, sin hacer nada o jugando a cartas. Un
hombre se quedó en su cama, haciéndose el enfermo. No se fijó
en mí y apenas contestó a mis preguntas. No estaba muy bien,
pero no había para tanto. Regresó a su unidad al cabo de cua-
renta y ocho horas. Yo no habría tomado medidas tan drásticas
en otras condiciones. No fue demasiado justo con el hombre,
y menos aun con su unidad, pero era absolutamente necesario
para mi sala. Recuerdo muy bien la respuesta que esperaba por
parte de la sala lateral, más una banda que un grupo. Me estaba
preparando para la batalla con este último bastión de resistencia.
Siempre recuerdo mi sorpresa cuando descubrí que las cosas ya
habían ido más lejos de lo que yo sabía. El bastión se rindió sin
presentar batalla y a partir de entonces pudimos relacionarnos
en términos amables y de colaboración.
No quiero dar la impresión de que estaba obteniendo resul-
tados gracias a medidas severas. Empezaba a ser bastante popu-
lar en mi sala ya en esta fase, y mantenía buenas relaciones con
la gran mayoría de los pacientes. Me desviví por ser cortés y útil
con ellos siempre que podía, pero estoy convencido de que mi
amabilidad habría sido ineficaz y mal interpretada sin esta con-
trapartida de firmeza, al margen del hecho de que era necesaria
por sí misma. Se comprenderá que los episodios mencionados
son simples ejemplos de una casi inacabable cadena de aconte-
cimientos. Por desgracia, estaba demasiado ocupado para llevar
un diario.

La sala como comunidad.— Toda la sala comenzó a vivir otra


vez como una comunidad. Las reuniones de sala empezaron a
convertirse en asuntos vivos, con creciente interés y participa-
ción en las cuestiones del hospital en su conjunto. Por cierto,
hay una interesante anécdota sobre la vida comunitaria. En un
momento dado, los robos eran algo extendido en esta sala. Me
enteré de que desaparecía el jabón y llamé la atención sobre este
particular en la reunión de sala. Cuando volví a preguntar una
semana después si el jabón continuaba desapareciendo, se pro-
dujo un silencio difícil de interpretar. Una semana más tarde re-

181
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

petí de nuevo la misma pregunta. Esta vez hubo una respuesta


uniforme desde los cuatro costados: eso no ocurría, en la sala
William a nadie le desaparecía nada.
Un pequeño número de hombres trabajaba para mantener
la sala limpia y en orden. Al principio el grupo lo formaba una
selección aleatoria de hombres que con frecuencia ni siquiera se
conocían entre sí. Eran o bien los favoritos de las monjas o al
contrario, o pacientes que pretendían ser trabajadores de sala
cuando eran descubiertos en el momento inoportuno. Se convir-
tieron en un grupo de hombres que trabajaban como equipo, y
la comunidad de la sala los conocía bien y también el valor de su
función. En estas reuniones de una hora de duración se tomaban
innumerables decisiones, grandes y pequeñas. Se daba por en-
tendido que todos los asuntos concernían a todo el mundo y la
sala participaba de manera activa en ellos. Se precisarían muchas
páginas para describir a fondo las implicaciones de esto. Espe-
ro que resulte evidente la importancia que estos experimentos
tienen para las comunidades, grandes y pequeñas, allá donde se
encuentren, y también cómo se relacionan con el campo más es-
trecho de la perspectiva grupoanalítica, aunque estén en su peri-
feria. En una fase todavía posterior mi presencia en las reuniones
de sala dejó de ser necesaria. Los pacientes las manejaban por sí
mismos.
Creo que tengo razón cuando digo que ya al cabo de unas
seis semanas la sala William era la mejor del hospital, tanto desde
el punto de vista administrativo como desde el de los pacientes, y
podría añadir el de los psiquiatras. No importa en qué términos
se midiera, ya fuera el de la moral general y el comportamiento
en el hospital, la participación regular en toda clase de activida-
des, ocupacionales o sociales, o en términos de cuestiones disci-
plinaras como el absentismo, o en términos de mejora psiquiá-
trica. No obstante, resulta muy interesante destacar que estos
elementos evolucionaban al unísono.
Este último hecho tiene un significado especial en la terapia
de grupo. Ilustraré este punto con un solo elemento revelador.
Se trata de la competición deportiva. Al cabo de unas cuatro o
cinco semanas mi colega había regresado, y ella y su asistenta

182
La situación grupoanalítica

ocuparon el dormitorio principal con pacientes a su cuidado.


Mis pacientes fueron confinados a dos salas laterales y dismi-
nuyeron en número, porque en ese momento yo ya me estaba
trasladando al departamento de actividades. Mi colega estaba a
cargo de la sala, pero aceptó que yo siguiera ocupándome del
desarrollo concreto de las actividades. Estábamos, por cierto,
plenamente de acuerdo respecto al control de los asuntos. En
ese momento yo mantenía una sesión de grupo en la cual éste
se quejaba de que nosotros (es decir, la sala William) ni siquiera
éramos capaces de organizar un equipo de fútbol, mientras que
la sala James contaba con tres. (La sala James, contigua a la nues-
tra era un rival formidable. El capitán Essex también aplicaba allí
la perspectiva grupal. Miraban por encima del hombro a todos
en cuanto a competiciones deportivas se refiere, y parecían en
una posición inexpugnable.) Y el día de los encuentros deporti-
vos se aproximaba, de modo que me lo dijeron. Pregunté cuál era
la razón para esto y me dijeron que otros pacientes psiquiátricos
(de la sala) estaban «muertos de las rodillas para arriba». Yo dije
que tendría que estudiar el caso y llamé al capitán G., cuya ha-
bitación era contigua a la mía, para que lo pusieran en la picota.
Sabía que comprendía bien mis ideas, y que estaba cada vez más
interesado en ellas. Por cierto, me había ayudado mucho en este
periodo, y el hecho de que no lo haya mencionado más se debe
a que tanto él como yo estábamos desbordados y decidimos que
él continuaría con sus treinta pacientes como antes, durante estas
críticas primeras semanas. Esto le dio pocas ocasiones de parti-
cipar de manera activa durante este periodo, pero siempre que
podía se mostraba solícito. Captó la ironía muy bien y con buen
sentido del humor me dijo: «Ya entiendo, veremos qué se puede
hacer.» Esto fue el principio y hubo mucho más, pero el caso es
que al cabo de algunas semanas, cuando llegó la competición, la
sala William resultó vencedora en la gran mayoría de las pruebas,
incluido el fútbol, y ganó la competición sin esfuerzo. Cuando
su victoria era ya un hecho, vencieron a la sala James incluso en
la final de netball, movidos por pura moral.
Resultaría difícil describir hasta qué punto esta sala compar-
tió como un solo hombre el entusiasmo por este acontecimien-

183
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

to en todas sus fases. No era sólo su equipo o sus representan-


tes, eran ellos mismos los que jugaban y gritaban: «¡William!
¡William! ¡Vamos, William!», y se daban palmaditas en la es-
palda y lo celebraban. Se comprenderá que esto constituye tam-
bién un buen tratamiento desde el punto de vista psiquiátrico.
De hecho, la sala repitió su éxito unos meses después, cuando
los pacientes originales ya habían abandonado hacía mucho el
hospital. Se había convertido en una tradición y un mito. Era un
privilegio y una distinción pertenecer a la sala William. La moral
de los nuevos pacientes se elevaba al doscientos por cien con sólo
unirse a esta comunidad.
Como premio por el éxito en la competición deportiva, la
sala entera disfrutó de una salida de un día para asistir al festival
de Stratford. El comandante D. y yo los acompañamos, y to-
dos sin excepción disfrutaron del día y se sintieron felices. A los
hombres se les concedió total libertad: algunos disfrutaron de las
visitas guiadas, asistieron a las actuaciones del festival de teatro;
otros se fueron por su cuenta, remaron en el río, etc., pero no
hubo ningún problema en las citas ni en ningún asunto donde la
disciplina contaba. Por la tarde, cuando los autobuses estuvieron
listos para regresar, no faltaba nadie, ni nadie llegó tarde ni bo-
rracho. Creo que esto es también una buena prueba.
De este modo concluye la historia de la sala William, en lo
que aquí nos afecta. Ahora es una leyenda. Pero para mí, y estoy
seguro de que también para muchos otros que la experimenta-
ron, sigue viva, emocionándome y llegándome al corazón de una
forma extraña, incluso ahora que estoy escribiendo y me asaltan
los recuerdos.
Si alguien dice: esto es sólo lo que habría hecho cualquier buen
oficial en su unidad, me siento orgulloso. Pero dista mucho de eso
hacer que un psiquiatra se dé cuenta de que ésta es la parte más im-
portante de su tratamiento en un situación así, e inducirle a consa-
grar la mayor parte de su tiempo a «esta clase de cosas» en lugar de
a entrevistas. Tampoco debe pasarse por alto que al fin y al cabo
todos estos pacientes se habían desmoronado en sus unidades.
Los mismos principios en acontecimientos de dimensión histó-
rica.— En el artículo «England expects», publicado en el Sunday

184
La situación grupoanalítica

Times del 26 de octubre de 1947, Arthur Bryant escribe esto so-


bre Nelson:

Su genialidad consistía en inspirar a hombres libres a actuar


juntos como si de uno solo se tratara. En una época notoria por
la disciplina rígida y los castigos severos y crueles, Nelson susti-
tuyó el poder del látigo por el del amor mutuo. [...] ¿Cuáles eran
los secretos del liderazgo de Nelson, secretos que Inglaterra ne-
cesita hoy si quiere vencer? El primero fue que Nelson se ocupó
de que cada uno de los hombres a sus órdenes, fuera cual fuese
su rango, se sintiera un socio igual en una gran empresa. No fue
fácil, porque Nelson no heredó una flota inspirada por la con-
vicción común. Los años en los que obtuvo sus primeros lau-
reles fueron años de motines navales, de sentimientos amargos
entre el oficial y el hombre, de resentimientos entre facciones y
controversias partidistas que, lejos de ser aplacadas, eran enar-
decidas por la confianza de la autoridad en la carta de disciplina
naval. [...] Fue la profunda conciencia de Nelson de esa amargu-
ra corruptiva la que, de hecho, le proporcionó su fuerza; intensa-
mente preocupado por ella, como el hombre sensible que estaba
destinado a ser, en lugar de desdeñarla, tomó como prioridad
suya vencerla y acabar con ella. [...] En todo lo que estuvo bajo
su mando, desde una fragata hasta la Gran Flota, se desvivió para
ganarse la confianza plena de todos los hombres a sus órdenes.
«Tuve sus hurras antes —dijo orgulloso en una ocasión—, ahora
tengo sus corazones.» No dejaba lugar a las motivaciones mez-
quinas y egoístas. Allá donde eran genuinas y admitían repara-
ción, enderezaba los agravios y acababa con las injusticias. Pero
su método de conquistar unidad nunca era negativo. Siempre
planeaba unir a los hombres, no a través del acuerdo en la justi-
cia de lo que tendrían derecho de recibir —un ideal difícilmente
obtenible en este mundo—, sino en la alta plataforma de lo que
ellos ofrecían. Hacía que se sintieran todos iguales en ello, desde
el almirante hasta el grumete, como un grupo de hermanos. Bajo
su inspiración se ofrecían gustosos y sin reservas.
«Porque yo era un buen soldado —dijo Heinrich Heine de
sí mismo— en la guerra de la humanidad por la libertad.»

185
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

El tratamiento de un hospital

Orientación.— Lo que aquí se narra corresponde, en lo que a


mí respecta, a lo que ha sido descrito como fase B1. En el contex-
to presente, la aplicación del grupoanálisis a este campo incluso
más amplio tiene tan sólo un interés secundario. Se menciona
aquí únicamente para señalar la diferencia en la orientación. Mi
función era la del observador psiquiátrico y consejero del depar-
tamento de actividades. Esto podría haber significado, como se
interpreta en el sentido corriente y usual, que fui invitado para
tratar con aquellas dificultades en los pacientes individuales que
no podían manejarse por parte de los oficiales o el personal; lo
cual era, en cualquier caso, la función de todo psiquiatra indivi-
dual. En la interpretación de Northfield, mi función era más la
de tener grupos de discusión, formales o informales, con los pa-
cientes durante sus actividades y también la de observar los gru-
pos espontáneos en el hospital en sus varios proyectos grupales,
informando y aconsejando. Al mismo tiempo pude establecer un
vínculo con mis colegas, los otros psiquiatras, en lo que concier-
ne a las actividades de los pacientes y a los pacientes individuales.
En este sentido conseguí actuar a la manera de un interruptor
de conexión recíproca, porque también podía observar a sus pa-
cientes en su nombre o encontrar actividades adecuadas para los
pacientes particularmente difíciles de ubicar. Todo esto hice, y a
este respecto se mantuvieron un gran número de discusiones de
grupo que fueron más directamente grupoanalíticas en sentido
estricto.
Todo ello debería haber constituido una gran oportunidad
para los psiquiatras, pero la gran mayoría no la aprovecharon.
Me encontré, tal y como se ha descrito con anterioridad, con
que el hospital se hallaba en su conjunto en un estado de cam-
bio, desintegración y apatía. En este sentido me pareció que todo
el hospital estaba necesitado de tratamiento. Cuando, en con-
secuencia, hablo de tratar a un hospital, no me refiero a que yo
como persona tratara al hospital, sino que la tarea de conseguir
unirlo de nuevo para que tocara con la armonía de una orquesta
fue el paso esencial para el impacto terapéutico en cada individuo

186
La situación grupoanalítica

dentro de esa comunidad hospitalaria. En lo que deseo insistir es


en que en cada paso que di, ya fuera con individuos o con gru-
pos, mi primer objetivo fue siempre promover la coordinación
del hospital como conjunto, considerando en todo momento al
hospital como grupo interrelacionado con un fin común. Tuve
que plantearme a mí mismo una cuestión básica: ¿lo que estoy
haciendo intensifica y promueve las actividades del hospital en
su conjunto o contrarresta esta integración y ejerce un efecto
disruptivo? Vi en esta cuestión la base de mi función y la enca-
miné según esta orientación más amplia.

El grupo de coordinación.— En relación con esto fundé, entre


otras cosas, un grupo que fue llamado «grupo de coordinación»
y terminó siendo ampliamente conocido. El grupo de coordina-
ción era en sí mismo muy interesante. No puede describirse aquí,
pero espero poder hacerlo en otro lugar. Llegó a ser una repre-
sentación en miniatura del hospital, pues estaba compuesto a un
tiempo por pacientes pertenecientes a todas las salas y todos los
psiquiatras. Por lo tanto, el grado de coordinación e integración
alcanzadas en este grupo se hacía sentir con una inercia ampliada
a través del hospital en su conjunto. Para su puesta en marcha,
yo, como de costumbre, recibí pacientes casi exclusivamente de
parte del capitán Essex: la sala William había perdido otra vez su
espíritu previo. Una vez formado, el grupo funcionó de manera
hasta cierto punto autónoma y expandió su función a partir de
su propia inercia. No obstante, había que mantenerse vigilante,
en especial porque la composición cambiaba con relativa rapi-
dez. Por supuesto, había que vigilar todo tipo de influencias en
el seno de este grupo, imbuirlo de entusiasmo y mantener el fun-
cionamiento animándolo coherentemente en vista de los éxitos,
ayudándole a articular nuevos objetivos. Pero al margen de todo
esto, quiero destacar una vez más que la atención a los detalles
más pequeños y simples era esencial; por ejemplo, que el grupo
debía reunirse en mi presencia cada día a determinada hora.
Desde el punto de vista sociológico, fue muy interesante ob-
servar cómo este grupo, que se había originado de forma espon-
tánea, llegó a ser una institución del hospital cada vez más reco-

187
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

nocida. En una fase posterior, por ejemplo, digamos a la llegada


del nuevo contingente de pacientes del extranjero, se podía oír a
la gente preguntar qué era el grupo de coordinación y qué estaba
haciendo siempre que algo no funcionaba a la perfección. ¡Como
si ellos no fueran pacientes como otros cualesquiera y tuvieran
responsabilidad en las funciones administrativas del hospital!
Aquí me ocupo de la interacción de grupos, que era mi principal
herramienta para influir en el hospital en su conjunto.
La interacción de grupos.— Ya he indicado esto antes en re-
lación con la banda de música. Otra instancia era el grupo de
guía del hospital, que recibía a los recién llegados y editaba el
folleto Bienvenidos a Northfield, que he citado con anteriori-
dad, interactuando de este modo con el grupo del periódico. En
su función también establecían un vínculo vivo entre la sala de
admisiones, los psiquiatras y el departamento de actividades, así
como con el club social, etc., independientemente de mostrar el
hospital a los que llegaban. Ahora describiré esta interacción me-
diante un episodio relacionado con el propio grupo de coordina-
ción. En este caso actuaron sobre un grupo de psiquiatras.
«Sociodrama» con el grupo de coordinación.— En ese mo-
mento tuvimos una especie de stage de Moreno, que se desarro-
lló en el hospital, en concreto en la sala de conferencias. Consis-
tió en una tribuna circular a tres niveles. Teníamos la costumbre
de celebrar reuniones clínicas en este teatro una vez a la semana,
cuando se juntaban todos los psiquiatras. En esta ocasión pre-
senté al grupo de coordinación, que probablemente era conocido
sólo de oídas por la mayoría de psiquiatras. El encuentro adoptó
la forma de un sociodrama en el que los psiquiatras actuaron de
audiencia. Lo único que dije al grupo de coordinación fue que
debían representar sus quehaceres diarios habituales de manera
espontánea, como si ocurrieran, y que esto les proporcionaría
una buena ocasión para que los psiquiatras tomaran conciencia
de la clase de problemas a los que se enfrentaban y también para
hablar con ellos si surgía la ocasión. Yo mismo participé como
de costumbre, con la única diferencia de que estábamos todos
en el escenario de la sala de conferencias. Todo se desarrolló de
una forma muy teatral. Nada más empezar sucedió lo siguiente:

188
La situación grupoanalítica

el grupo era demasiado grande para que todos se sentaran en el


estrado superior, y por tanto algunos de ellos estaban sentados
en el segundo nivel, entre ellos un sargento mayor vestido de
azul. Otro hombre, también sargento mayor, no pudo contener-
se de señalar lo que para él era un insulto: «¡Mira lo que parece!
—exclamó, volviéndose hacia los psiquiatras y señalando a su
compañero—. ¡Un sargento mayor! Yo les preguntó: ¿por qué?»
Las cosas ocurrieron tal como se había deseado. Hubo una cre-
ciente participación de los psiquiatras, tanto activa como pasiva,
en los asuntos del grupo de coordinación y a continuación se
produjo un animado debate cruzado que al final de la hora había
desdibujado por completo la diferencia entre audiencia y acto-
res. Ya todos estaban implicados como un grupo en los asuntos
del hospital, exactamente como se pretendía. Puede imaginarse
fácilmente que este episodio no pasó sin causar efectos en los
acontecimientos reales del hospital. Esta demostración, así pues,
había cumplido diversos propósitos. En primer lugar, fue una
puesta en escena de la perspectiva grupal; en segundo lugar, fue
una demostración del uso de los métodos del sociodrama en par-
ticular; en tercer lugar, concienció a los psiquiatras de la exis-
tencia del grupo de coordinación; y, en cuarto lugar, los acercó
a todos ellos entre sí y los movilizó para abordar algunos de los
problemas vigentes en el hospital.

El grupo del periódico en escena.— Otro ejemplo de terapia


de representación, como la llamábamos, utilizada para la interac-
ción grupal se produjo en la fase B. El grupo del periódico actuó
en el escenario. También representó de un modo perfectamen-
te espontáneo, y, por cierto, con frecuencia con mucho humor,
cualquier tópico que les interesaba: las vidas de los soldados fue-
ra del ámbito militar, la vida en el hospital, así como la influencia
de la guerra en sus hogares, sus carreras interrumpidas, etcétera.
Entre ellos había varios individuos muy bien preparados y artis-
tas. Fueron sus propios directores, productores y actores, todo
en uno. Algunos individuos expusieron sus propios problemas
en escena de manera espontánea, dirigiendo a los otros. Fue algo
fascinante de ver.

189
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

La actuación fue en parte llevada a cabo por su propio bien,


pero también para ayudar a resolver sus problemas como edi-
tores de la revista del hospital, en la cual en ese momento el co-
mandante Bridger estaba particularmente interesado. Habían
mencionado a este respecto la falta de contacto, participación y
crítica por parte del resto de los pacientes, sus lectores. Se refe-
rían a ellos como «los pacientes». Les propuse traer a uno de mis
grupos para que ejerciera de público la próxima vez que «ensa-
yaran», pues sabían que iban a tener que actuar delante de unas
esperadas visitas de psiquiatras estadounidenses. De este modo
podrían contactar con ellos en relación con la revista del hospi-
tal. La actuación se produjo y se estableció una animada discu-
sión entre los productores y los clientes de la revista, generando
contacto, interés y participación para beneficio mutuo.
El efecto de la experiencia, en lo que a mi grupo se refiere, fue
notable. En la siguiente reunión de grupo mostraron una gran
preocupación, no fuera el caso de que les pidieran actuar a ellos.
Estaban aterrorizados ante esta posibilidad, y el análisis de las
diferentes reacciones demostró ser un gran estímulo.
Los efectos sobre el grupo del periódico fueron, según el co-
mandante Bridger, que abordaron mucho mejor sus problemas
y que la actuación les proporcionó un montón de nuevas ideas y
un contacto más vivo con el resto del hospital. También aquí el
efecto, por encima y más allá del más inmediato, en la coordina-
ción del hospital en su conjunto fue evidente.
Esto completa nuestra visita guiada a Northfield. Hemos
tratado de ilustrar con unos pocos ejemplos diferentes tipos de
aplicación de la perspectiva grupal y, más en concreto, de la pers-
pectiva grupoanalítica. Ahora volvemos al entorno más normal
de grupos en las condiciones usuales de pacientes externos.

Primer plano del trabajo grupoanalítico

Los ejemplos que siguen no están seleccionados desde ningún


punto de vista en particular ni son en modo alguno sistemáticos
y exhaustivos. Sólo se pretende que sirvan de ilustración de las

190
La situación grupoanalítica

formas en que las cosas ocurren en la situación grupoanalítica.


Es de desear que en el futuro pueda ofrecerse un relato más siste-
mático y exhaustivo. Estoy particularmente satisfecho de incor-
porar a esta explicación varios ejemplos que los doctores Martin
James y P. B. de Maré han formulado y puesto a mi disposición
amablemente. Ellos están conduciendo terapias grupoanalíticas
en los hospitales Middlesex y St. George de Londres, respectiva-
mente, de las cuales proceden estas observaciones.

Grupo B.— Para empezar echemos un vistazo al grupo B,


ahora en un estadio más avanzado y con una composición modi-
ficada en buena parte. La sesión se desarrolló el 14 de noviembre
de 1947 y fue la número treinta y siete. Presentes: Señorita T. y
señorita M. (a quienes ya conocemos de la primera sesión), la se-
ñora D., que participó desde la tercera a la vigésima sesión y de
nuevo desde la trigésimo tercera en adelante, la señora Me. y la
señora I., quienes participaron desde las sesiones decimotercera
y decimoséptima respectivamente, la señorita K., que se unió en
la sesión vigésimo séptima, y la señora Da. y la señora R., recién
llegadas, la primera en su tercera sesión y la segunda presente
por vez primera.
La señora R., que ha estado deprimida y tiene ideas obse-
sivas desde hace cuatro o cinco años, se sometió a terapia elec-
troconvulsiva hace unos meses. Esto parece haber aliviado hasta
cierto punto su depresión, pero no sus ideas obsesivas. Asistió
a psicoterapia con el doctor W. y por recomendación de éste
y del doctor S. fue enviada al grupo. Empieza muy bien, sien-
do cuestionada por el doctor F. y presentando sus problemas al
grupo. La señorita K. es la primera en participar con ella, por la
naturaleza de su propio problema. En ambas la idea de volverse
locas es destacada y la señora R., también teme quedarse sola,
particularmente viajar sola. Asimismo es consciente de impul-
sos estúpidos, como lanzarse bajo las ruedas de un tren o causar
daño a otras personas. La situación es analizada con la ayuda del
resto y queda claro que este miedo está relacionado con la vio-
lencia de los impulsos y que el temor a volverse loca representa
el miedo a perder el control.

191
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

La señora D. manifiesta sus terribles dificultades con la fa-


milia que habita el piso de encima del suyo y que «vive exacta-
mente igual que vivían mi padre y mi madrastra». (El padre se
emborrachaba a menudo y él y su segunda mujer no estaban le-
galmente casados.) Esto se utiliza en una escenificación al grupo
con la ayuda de un paquete de cigarrillos y papel secante, para
mostrar cómo el problema real se halla en el pasado, enterrado
en la mente, y la realidad actual lo hace salir y lo trae a la me-
moria. La señora D., que no es excesivamente inteligente, parece
entender esto muy bien. «Ahora lo veo todo», afirma. A raíz de
esto, incluso la señora I. habla y pregunta acerca de la sensación
punzante en la nuca cuando se despierta. (El problema de la se-
ñora I. empezó después de una conmoción cerebral que le dejó
algunas secuelas orgánicas y ella se sitúa en lo que uno podría
llamar líneas «defensivas de conversión».) La señora Da. no dice
nada, pero parece asimilarlo todo. La señorita T. y la señorita
M. permanecen bastante calladas, aunque participan, igual que
la señora Me. A la señorita T. todavía le cuesta mucho hablar
cuando llega un nuevo miembro al grupo. La señorita M. está
últimamente más tranquila, lo cual es un signo de su mejoría.
Tiene un aspecto mucho más arreglado y normal. Sin embargo,
en esta fase se guarda cosas. Hacia el final de la sesión, la señorita
K. presenta su experiencia con el hombre del que se había enca-
prichado y que de algún modo la agredió al exhibirse ante ella.
Ella pensaba que lo había superado, pero en ocasiones lo ve de
repente en su interior. Ve los ojos de él cuando se mira al espejo
y siente sus manos como si fueran las de él.

El significado de las palabras.— También le vienen a la cabeza


palabras como «animal» y «personificado». Se siente como hip-
notizada por lo que el hombre le dijo: «Ya volverás. Tendrás que
volver conmigo.» Explica que era un hombre que trabajaba en su
oficina y un amigo de la familia. Ella estaba enamorada antes, pero
no se trataba de algo sexual. Su agorafobia y otros de sus sínto-
mas empezaron en ese momento. Pregunta: «¿Qué significa «per-
sonificado»?» La explicación general no le sirve de mucho, pero
hace aflorar con claridad lo que significa en su propio vocabulario

192
La situación grupoanalítica

inconsciente. Dice: «Siento que él se hace yo; yo me hago como


él, y lo llevo en mi interior.»4 En otras palabras, el término «per-
sonificado», que se convierte en una idea obsesiva, se refiere a su
identificación inconsciente con este hombre en particular. Esto es
también una demostración para la señora R. La señorita K. expre-
sa con notable claridad que alguien la atrae en contra de su volun-
tad y se siente como hipnotizada. La cuestión sigue discutiéndose
y analizándose también a la luz de aquello que ha comprendido
antes, es decir, que teme tener que ser como su padre era con su
madre. Esto se refiere a su futuro marido: «¡Esto es lo que no
quiero que me pase!» Tiene dudas respecto a seguir adelante con
la boda, en parte por el miedo a la ceremonia, relacionado con su
agorafobia. Desde entonces (en el momento de escribir esto) ha
mejorado mucho y se ha casado, pero continúa asistiendo a las
sesiones del grupo.

El grupo como agente diagnóstico.— H., en una entrevista


individual, causó una impresión muy desfavorable, y se conside-
ró su internación; previamente había pasado dos periodos en un
hospital mental. Su mutismo e inhibición motora eran muy evi-
dentes; también mostraba estereotipia y actitud imitativa. Desde
su primera visita al grupo no había mostrado ninguno de estos
rasgos, pero tuvo que explicar cómo eran sus síntomas en el ex-
terior. En este caso los mecanismos de defensa eran flexibles y
su personalidad moldeable, y fue la participante más positiva del
grupo, mejorando de manera constante y con una importante
contribución debido a una mejor capacidad de verbalización. In-
dividualmente había parecido intratable. En el grupo se mostró
el diagnóstico dinámico porque su plasticidad, resistencias y ac-
cesibilidad eran favorables. (Dr. Martin James)

Diagnóstico mutuo (Grupo P).— El señor T., un paciente in-


teligente, hablando de la señora X en su entrevista personal dice:
«Insiste en referirlo todo a sí misma [...] está decidida a ser per-

4. Véase S. H. Foulkes: «The Idea of a Change of Sex in Women», Inter-


national Journal of Psycho Analysis, 24 (1943), partes 1 y 2.

193
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

seguida por el grupo.» No sabe hasta qué punto esto encaja con
el diagnóstico e historial de la señora X.
El señor K. dice respecto a la misma paciente: «Está siempre
a la defensiva, buscando excusas para todos.» (De hecho es una
pertinaz seguidora de las racionalizaciones.)

Conocimiento inconsciente (Grupo P).— La señorita C. ha


sido «erróneamente» acusada de introducir un nuevo tema en la
discusión para eludir el que se estaba tratando, que era el del di-
nero. El señor T. había sido quien en realidad había introducido
el nuevo tema. La señorita C., sin embargo, admite que estaba
muy inquieta con la cuestión de pagar; después de todo, la seño-
rita O. tenía razón.

Grupo B.— Al inicio de la sesión encontré al grupo bastante


alejado de mi mesa y así lo señalé. La señorita T. dijo en bro-
ma: «Lo he puesto ahí, porque es usted peligroso.» La discusión
derivó entonces hacia una nueva paciente y su obsesión con la
espita del gas. Más tarde, después de una pausa, me volví hacia
la señorita T. y pregunté: «¿Por qué soy peligroso?» Ella sonrió,
avergonzada (tiene una fuerte transferencia positiva conmigo).
De repente, la señorita M. pregunta: «Doctor, ¿puede decirme
por qué una polilla vuela hacia el fuego?» Esto lo retoma la se-
ñora I. —la «defensa de conversión»—, que ha leído que las po-
lillas no son atraídas, sino que simplemente se queman porque
se quedan medio paralizadas. Esto conduce hacia una discusión
acerca de la atracción instintiva y el miedo instintivo. La señori-
ta M. pregunta más tarde si los hombres pueden ser peligrosos
porque son atractivos.
La nueva paciente no se presentó a la siguiente sesión del
grupo, no obstante, al principio la discusión se centró en ella.
Se recuerda la historia de la polilla. La señorita M. explica que
planteó la cuestión de las polillas, porque la señorita S., la nue-
va paciente, se sentía realmente atraída por las espitas del gas.
Este conocimiento se produce a un nivel inconsciente en am-
bos lados.

194
La situación grupoanalítica

Comunicación a través del silencio.— (Dr. P. B. de Maré) El


señor G., de cincuenta y cinco años, sufre depresiones que pre-
cisaron su internamiento en un hospital mental como paciente
voluntario. Asistió a sesiones de grupo tres veces por semana
(en sesiones de una hora y media) con otros ocho participantes.
Aunque escuchaba, durante un periodo de tres meses no parti-
cipó de manera activa. Al final otros miembros le preguntaron
por qué no hablaba nunca. Él contestó que no lo hacía porque
su educación era inferior a la de los demás. Los otros miembros
del grupo le dieron a entender que este argumento no podía co-
rroborarse con hechos reales. Sin embargo, volvió a su estado
habitual de silencio hasta la siguiente sesión, en la que se lanzó
sin reservas. Explicó que durante el año anterior había estado
trabajando en una empresa en la cual lo habían dejado de lado.
Este rechazo, que en parte había sido circunstancial, fue muy
doloroso para él. No había sido consciente hasta entonces de que
esto había precipitado su depresión; y ciertamente esto no se ha-
bía revelado en el cuidadoso historial elaborado en el curso de sus
entrevistas individuales para la admisión.

La interacción del comportamiento y la interpretación por el


grupo.— (De Maré) La señora D., de veintiséis años, que sufre
considerables trastornos psicosomáticos, por ejemplo, náuseas,
vómitos, disnea, «asma», padeció una crisis aguda de disnea en
una sesión del grupo. Su comportamiento general en los grupos
había sugerido hasta entonces aburrimiento extremo y altanería.
En la siguiente sesión describió dos sueños que había tenido
desde el encuentro anterior, los cuales daban expresión verbal
indirecta a la naturaleza de su disnea y también a su actitud ge-
neral de agitado aburrimiento. En uno de los sueños, un cirujano
le abría el cerebro en presencia de una multitud de enfermeras, y
en el otro se encontraba atrapada en un campo con una manada
de vacas que se le acercaba y la aterrorizaba.
Las otras participantes, todas mujeres, reconocieron al ins-
tante la alusión a ellas mismas (y yo la poco generosa referencia
a mi técnica) y le señalaron que era su actitud de hacerse la abu-
rrida la que le impedía hablar con más libertad. Ella era comple-

195
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

tamente inconsciente de la naturaleza de su disnea, así como del


hecho de parecer altanera.

Conocimiento inconsciente del simbolismo.— (Grupo del


Dr. Martin James) El síntoma expuesto por Be. es el de su in-
capacidad de comer en público. Sale a la luz que esto procede
de su miedo a la náusea, que es el primer síntoma de enferme-
dad. Tiene este miedo desde los ocho años de edad. W. dice sin
que nadie le pregunte que ella había caído enferma después de
ayudar a su hermano a subir unos muebles, y continuó descri-
biendo el comportamiento vigoroso de su marido, que la pone
enferma, como cuando se suena la nariz o come con voracidad
o se rasca. Se siente enferma cuando tiene que hacer algo que su
marido haría si estuviera en casa, como mover muebles o cavar
en el jardín.

La función de apoyo del grupo.— El principal síntoma de


W. es la timidez y la incapacidad de hablar. El resto del grupo
se mostró sorprendido cuando ella reveló esto, y W. tuvo que
explicar que en el grupo es en el único sitio donde no se siente
tímida y puede hablar. Ella misma está sorprendida por este he-
cho y encuentra consuelo.
Ba. asiste porque tartamudea, pero rara vez tartamudea en el
grupo, aunque sigue teniendo problemas fuera.
H. asiste por mutismo compulsivo e inhibición motora; nin-
guno de los dos síntomas aparece en el grupo durante más de un
instante. «Explico como me siento, y la sensación desaparece.»
(Grupo B.) La señorita T. me escribe en una carta: «Creo
que confío demasiado en la clase y en un usted. Empiezo a tener
miedo y pienso que siempre está el viernes por la tarde. Detesto
confesar que normalmente mis miedos me atenazaban por com-
pleto (en el pasado) y me conducían al pánico. Como resultado
de su tratamiento puedo deshacerme de ellos o dejarlos a un lado
(ese centro de salud del que me habló), pero no puedo entender
por qué [...] Mis miedos al sexo son casi nulos, pero el deseo es
mucho mayor. Tampoco puedo explicar este cambio repentino.
Usted parece tan impasible que creo que me ayuda a que yo sea

196
La situación grupoanalítica

también un poco así. No entiendo cómo puede quedarse ahí sen-


tado sin pestañear cuando la gente se ríe de usted o es descortés,
como yo. Algún día tiene que contarme el secreto.»
La señorita T. es una exhibicionista inconsciente con ideas
muy arraigadas acerca de la fealdad del cuerpo femenino (cas-
tración) y su peor temor es que se rían de ella. Por descontado,
su mejoría en este momento se basa más que nada en la «trans-
ferencia».
(M. J.) S., cuando llegó al grupo por primera vez, manifestó
el miedo a volverse loca al mezclarse con psiquiatras y sus pa-
cientes. H., R. y Bu. le ofrecieron valiosos consejos con ejemplos
de cómo ellas mismas habían tratado este mismo problema. S.
era la única participante que no se había atrevido a contarle a su
jefe que el tiempo libre que pedía lo dedicaba a asistir al grupo.
H. describió los estados compulsivos en los que era incapaz
de moverse o hablar, los cuales creía que le impedirían asistir a
la sesión. En el primer grupo R., que previamente había llamado
para decir que no podría asistir, animó a H.: «Ahora que ha esta-
do una vez, le costará menos seguir viniendo.» R. ofreció a H. ir
con ella a las sesiones de grupo.

Identificación inconsciente con el líder.— (Grupo P) La se-


ñora Y. tiene fuertes sentimientos de culpa, porque sólo paga
una cuota simbólica al grupo. Aun así, para ella es mucho, y el
terapeuta cobra una tarifa enorme en comparación con la de su
parvulario. Un día informa, de pasada, de que está muy preocu-
pada porque muchas de las madres tienen que sacar a sus hijos,
en vista de que sube las cuotas. Desde entonces las cosas se han
corregido y lo está haciendo muy bien.

Resistencias.— (M. J.) Hubo dificultades para empezar. El


terapeuta dice en respuesta a una pregunta sobre la dificultad:
«Veamos cuál es el problema.» W. tenía miedo de que la gente
la mirara si hablaba, y al final se estableció que podían notar que
es delgada. W. siente que ser delgada es ser deforme, y en este
momento se ruborizó y se mostró sumamente abatida. Al final
admitió con gran dificultad que se trataba de una crítica de Be.,

197
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

que es muy flaca. Be. dijo que ella nunca habría pensado que era
flaca si W. no lo hubiera insinuado; de todos modos, Be. no tiene
ningún problema con ser flaca. El terapeuta señala que preferiría
que a Be. le importara ser flaca, porque asiste al grupo debido a
su anorexia nerviosa: «No estamos aquí para proteger a los de-
más de conocernos a nosotros mismos.»

El conductor como obstáculo.- (M. J.).— Un grupo que en-


contró una especial dificultad en hablar de cuestiones personales
insistió en que se debía al terapeuta. R. hizo hincapié en que éste
«aplastaba» los comentarios de dos participantes. H. afirmó que
los hombres lo tenían todo a favor y que le habría gustado ser
un hombre. Tu.: «Los hombres tardan diez minutos más en le-
vantarse.» H. apeló al terapeuta: «¿Es eso cierto?» Él contestó:
«Depende de quién se esté levantando.» Su intervención en el
desacuerdo, luego se vio, fue tomada por todos como una repro-
bación: Tu. creyó que aprobaba a H., y H. creyó que aprobaba a
Tu., y la desaprobaba a ella.

Mecanismos de defensa comparados.— Se contrastan diferen-


tes mecanismos de defensa en cuanto a sus métodos; en un grupo
esto se ve claramente.
(M. J.) Bu., de diecinueve años, que padece ansiedad e histe-
ria, tiene pesadillas en las que unos ojos la vigilan y cuando ella
se despierta siempre espera que los hombres la ataquen. Be., una
depresiva, comenta al hilo de esto: «Sentir que la gente se interesa
por uno es realmente vanidad.» Hace hincapié en la importancia
de la modestia. H., sin embargo: «Me gusta que los hombres se
interesen en mí, ¿por qué le asusta eso, Bu.? Y, por supuesto, soy
vanidosa, ¿cómo va una mujer a interesar a un hombre si pasa in-
advertida?» Aquí la obsesiva, la depresiva y la histérica adoptan
cada una su punto de vista. El debate continúa sobre la cuestión
de si los sueños y los pensamientos son responsabilidad de cada
uno, o bien proceden de otra fuente que está más allá del propio
control. En la siguiente sesión S., una histérica, dice que su dolor
de espalda no ha respondido al tratamiento ortopédico, y que le
han dado tratamiento eléctrico que la asusta mucho y casi la hizo

198
La situación grupoanalítica

marearse del miedo. H., una obsesiva, hace una asociación libre
con una niña de catorce años que fue agredida y casi violada por
un hombre en el bosque, y después sufrió una parálisis en las
piernas que sólo se curó al cabo de unos años, cuando la visitó un
psiquiatra. Bu., una histérica, explicó que tenía debilidad en las
piernas y que de hecho se desmayó; se siente así en sus pesadillas,
y recientemente también cuando está trabajando en la oficina. S.
afirma: «Bu. está aterrorizada por algo; yo sé por qué estoy ate-
rrorizada, porque alguien me agarra.»

Los síntomas se unen a la discusión.— (M. J.) Bu. explica su


miedo a desmayarse; se marea en ciertas situaciones. En el curso
de las últimas sesiones se ha hecho progresivamente más dormi-
lona y le duele la cabeza. Acaba de notar el dolor de cabeza en
este instante.
En esta sesión, en respuesta a una pregunta, Bu. dijo que la si-
tuación grupal hace que sienta que puede hablar grosera, impulsi-
va o incorrectamente: «Es difícil no dejar vagar los pensamientos.»
Lo ilustró con un ejemplo del trabajo, donde un incidente la había
convertido en el blanco de las bromas de la empresa: en la centrali-
ta telefónica le pidieron que fuera a buscar a un hombre en concre-
to; ella abandonó compulsivamente la centralita y fue por toda la
empresa buscando al hombre. Cuando la recriminaron por ello,
soltó: «Tenía que encontrar a ese hombre, lo quería.» W. aso-
ció con esto, sin insight, una situación en la que ella mostró que
echaba de menos a su marido, que estaba en el extranjero. Sintió
que había dicho demasiado y mostró resistencia: el terapeuta es-
taba induciendo al grupo a creer que siempre podían cambiar. H.
empezó a coincidir con W. y a atacar a J. Sin embargo, en cuanto
empezó a ponerse agresiva, se vio incapaz de hablar. Después de
un breve silencio, alentada por el terapeuta, dijo que no podía re-
cordar lo que se disponía a decir, y luego estalló en una carcajada
cuando se dio cuenta de que iba a manifestar una crítica agresi-
va. En este sentido, el síntoma de mutismo de H. «se unió a la
discusión». Se produjo un notable aumento de la espontaneidad
cuando ella manifestó su crítica y el resto del grupo empezó a
destrozar al terapeuta, uno corrigiendo sus infinitivos con com-

199
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

plemento adverbial, otra diciendo que se reía de ella, etcétera.


En cuanto el grupo se enganchó en su tema común, el nivel de
espontaneidad se elevó notablemente.

El grupo rompe el silencio, síntoma de compensación.— (De


Maré.) La señorita E., de veintiocho años, sufre de enuresis des-
de hace ocho años y medio. Previamente, la psicoterapia indivi-
dual y una estancia de tres meses en un centro para neuróticos se
revelaron ineficaces.
En el grupo nunca se hizo referencia directa a su síntoma. Ella
permaneció en silencio durante varias sesiones, y en ese tiempo la
enuresis fue empeorando progresivamente. Entonces, de pronto,
después de dar rienda suelta a unas aceradas críticas de otra par-
ticipante del grupo (con particular énfasis en su negativa a escu-
char o a hacer caso y en general a su inconsistencia) la enuresis
desapareció; aprendió, de hecho, a expresar la emoción verbal-
mente en lugar de hacerlo por la uretra.

Descarga de espontaneidad.— (M. J.) Después de un perio-


do con muchas reticencias, W. dijo que se sentía libre de las crí-
ticas en el grupo y en su familia, pero en ningún otro sitio más.
Tu. y H. ahogaron un grito de asombro, porque ninguna de las
dos puede ver a su familia ni en pintura. Se entabló a continua-
ción una discusión muy activa, al final de la cual R. dijo: «Aquí
hemos de hablar de nuestros problemas reales; hemos perdido
mucho tiempo con cosas que no nos importan.» Propuso para
la siguiente ocasión el tema «Por qué W., R. y Bu. tienen miedo
de los hombres.»

Activación.— (De Maré) La señorita L. tiene treinta y cuatro


años. Uno de sus problemas era que casi desde siempre se sen-
tía avergonzada de su cara. Este síntoma saltó a la palestra cuan-
do otra participante señaló que tenía dificultades para hablar con
franqueza debido a la apariencia abatida y a las trágicas expresio-
nes faciales de la señorita L. La intervención precipitó una disputa
muy violenta, en la cual se hizo patente que por lo general la seño-
rita L. es muy reticente a expresar de forma verbal su naturaleza

200
La situación grupoanalítica

altamente crítica. Sin embargo, sintió que no tenía el poder de evi-


tar que los sentimientos hostiles se reflejaran en su rostro.

«Reacción en cadena» en un grupo.— (De Maré.) En el curso


de una reunión se discutieron los siguientes temas de manera es-
pontánea; una cosa llevó a la otra sin ninguna interpolación del
conductor. Ésta fue la segunda vez que el grupo se reunió y los
participantes eran mayoritariamente hombres jóvenes que ha-
bían servido en el ejército:
Incapacidad para concentrarse en estudiar para un examen.
Capacidad para concentrarse sólo a costa de desarrollar do-
lores de cabeza.
Cuestionamiento de las afecciones que siguen a un shock
emocional.
Incapacidad para trabajar de un modo espontáneo después
de un periodo prolongado de estudio forzoso.
Si el que se examina vive con sus padres.
La tartamudez desarrollada en un participante al volver a su
casa en el norte de Inglaterra, cuando sus familiares se burlaron
de su «fino» acento de Londres.
Vergüenza de que se burlen de ellos en general. Tendencia de
un miembro a fracasar cuando quiere ser gracioso en las relacio-
nes sociales.
Timidez, generalmente en reuniones sociales, en especial si
van precedidas de mucha premeditación.
Incapacidad para lanzarse desde un trampolín si se piensa en
el salto antes de arrojarse desde la plataforma.
El tartamudeo se alivia si la voz está amplificada por un mi-
crófono, pero aumenta cuando ocurre lo contrario al utilizar un
teléfono.
Preferencia de un miembro por las ocupaciones manuales
más que intelectuales (a pesar de ser licenciado) a consecuencia
de la pérdida de concentración.
Cuestionamiento del trabajo intelectual considerado como
especialmente exigente de la facultad de memorizar.
Dificultad presente que tiene un participante de completar
una obra que está escribiendo.

201
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Mayor facilidad de completar relatos cuando uno de ellos ha


sido aceptado para su publicación.
La amenaza de completar un relato porque el artículo com-
pleto siempre parece defraudar las aspiraciones del escritor.

La localización de la alteración.— Éste es un concepto nuevo


en el sentido en el que aquí se utiliza. Si se observa una altera-
ción psicológica principalmente como localizada, desarrollán-
dose entre personas, se deduce que nunca puede confinarse por
completo a una persona aislada. En una situación grupoanalítica
las alteraciones pueden seguirse a través de sus ramificaciones.
La configuración total pone entonces un énfasis diferente en la
alteración, en tanto manifestada en cualquier individuo afectado.
Si el centro de una alteración, pongamos un síntoma, se encuen-
tra en un individuo concreto, esto implica una base orgánica, o
hunde sus raíces en el individuo hasta su infancia. Incluso en-
tonces, el grupo está afectado, como entorno, por esta alteración
individual, y tiene que proporcionar una respuesta al problema
planteado.
La localización de la alteración está relacionada con la de-
finición de los síntomas, en términos operativos y dinámicos,
y acompaña de una manera continua al proceso grupoanalítico.
Se han dado muchos ejemplos de manera implícita. Éste es un
ejemplo simple:
(Grupo P.) La señorita S. supera su silencio por primera vez
cuando yo estoy ausente. Su inhibición del habla está parcial-
mente localizada en mí. No obstante, ella no se inhibe cuando
habla a solas conmigo. Lo que no puede afrontar es hablar en mi
presencia (como figura de transferencia) en medio de la situación
grupal, es decir, compartirme con los demás.
El grupo de la banda de música del hospital, que ya ha sido
descrito, constituye otro ejemplo. Aquí la alteración implica a
todo el grupo, que no puede funcionar. Toca en dos tonos dife-
rentes. Se hizo evidente en primer lugar entre los dos pianistas,
el psicópata y el ex prisionero de guerra. Quedó claro que el
psicópata no se resignaba a renunciar a su liderazgo. No podía
permitir que el grupo funcionara sin él, bajo el liderazgo de otra

202
La situación grupoanalítica

persona, a pesar de que él iba a abandonar el hospital. Conscien-


temente, esto fue expresado mediante una excesiva preocupación
para que funcionara, para entregar la banda al nuevo líder, quien,
sin embargo, quedaba expuesto ante el grupo como alguien in-
competente. En el resto del grupo esta ruptura se expresó por
medio de lealtades divididas entre el antiguo líder y el nuevo. El
conflicto del psicópata intervino también en la rivalidad en torno
a la posición de líder. De este modo, la alteración estaba localiza-
da predominantemente en el propio psicópata y se sanó con su
eliminación. Con el tiempo fue abordada también en él mismo y
se desveló que se trataba de una antigua alteración de carácter.
Uno de los puntos más conflictivos y al mismo tiempo más
interesantes en la conducción de grupos es la localización de las
alteraciones en uno mismo. Idealmente no deberían estar cau-
sadas por el propio carácter, u otras alteraciones. Cuanto me-
nos estén causadas de este modo, más correctamente puede uno
localizar las alteraciones del grupo, pues éstas casi de un modo
invariable involucran al conductor en su posición de líder. Es de-
cir, el conductor debe situarse no sólo dentro y fuera del grupo,
sino también dentro y fuera de sí mismo, al mismo tiempo. Sus
problemas deben resolverse en el seno de la propia situación del
grupo, como los de cualquier otro participante.
Si tiene alteraciones que interfieren en su función como con-
ductor, o líder, y que no puede, en principio, revelar al grupo, no
se halla en un estado adecuado para dicha función.

La presencia del miembro ausente.— (Grupo B.) La señorita


V., presente por primera vez, ha estado describiendo sus apre-
hensiones obsesivas: la espita del gas, etcétera. Debe retroceder
y cerciorarse, no sea que pueda causar daño a alguien o producir
un accidente. Varios miembros se le han unido aportando expe-
riencias similares. Ella es tímida y torpe. No levanta la mirada,
habla en voz baja, reacciona a las aproximaciones de los otros
mediante la retirada y la negación. No asiste a la siguiente sesión.
El grupo ahora reacciona violentamente contra ella. La señorita
T., que siempre se inhibe cuando llegan nuevos pacientes, expre-
sa alivio. El grupo lleva a cabo un diagnóstico de personalidad

203
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

complejo, dinámico y preciso de la señorita V., en el cual ella en-


caja como en un molde. También, ahora, después de este periodo
de latencia, sale a la luz más material que había estado bloqueado
y que queda activado por la contribución de la señorita V.
Las dificultades propias del grupo en dar la bienvenida y re-
cibir a los recién llegados se discuten entonces, y se representa al
grupo la situación de dificultad en la que el recién llegado debe
encontrarse a sí mismo.

El chivo expiatorio.— (Grupo B.) En una fase anterior, la


señorita M., ahora una de las «fieles veteranas», había estado au-
sente durante tres meses. Había asistido con regularidad antes y
necesitaba en gran medida del tratamiento. Al final de la primera
sesión mencioné su ausencia y no hubo respuesta. Al final de la
segunda sesión pregunté de nuevo; no hubo respuesta. Cuando
pregunté una vez más al concluir la tercera sesión, los pacientes
se volvieron de espaldas y uno de ellos dijo: «No creemos que
vuelva nunca más.» «Bueno, ella dijo bastante cuando se fue la
última vez que vino. No cree que esto le sirva de más ayuda.»
En la siguiente sesión, el asunto fue abordado desde el inicio, la
señorita M. continuaba ausente. Resultó que el grupo se sentía
profundamente en contra de ella. La señora N. afirmó: «Si esta
chica hubiera continuado asistiendo, yo lo habría dejado. Me
afectaba demasiado.» (En cierto sentido sus «casos» son simi-
lares y ahora se llevan muy bien.) Otras pensaron que se reía de
ellas (entretanto ella lo ha transferido a mí y el grupo aumenta su
tolerancia, tomándome a mí como modelo; en la actualidad ella
se ríe de vergüenza). Una participante se había ofendido cuando
se marcharon en el mismo autobús; pensó que era descortés con
ella y que cotilleaba de ella con su amiga. De repente apareció la
señorita M., tarde. Yo insistí en que la cuestión fuese abordada
en su presencia. (Ésta es una de las ocasiones en las que el con-
ductor debe actuar, y decidirse con rapidez.) La señorita M., que
se sentía abatida, tenía dificultades en expresarse, pero expuso su
caso, contando con mi apoyo. Cuando oyó que la acusaban de
reírse de las demás, dijo: «Ojalá pudiera.» Se produjo entonces
un conocimiento mutuo, al menos en el plano emocional. La se-

204
La situación grupoanalítica

ñorita M. ha sido desde entonces una participante regular y ha


mejorado mucho. Ahora no es vista con desagrado y ha trabado
amistad con una o dos de las demás mujeres.
La cuestión de si todos los grupos necesitan un chivo expia-
torio reclama mi atención. Menciono esto a modo de ejemplo de
la relevancia de estas observaciones grupoanalíticas para cuestio-
nes de más amplia base social de la mayor importancia.

Otro miembro ausente como chivo expiatorio.— (Grupo P.)


El señor K. se ausentaba con frecuencia. Asistía con regulari-
dad a su sesión privada conmigo. (Con otro hombre de este gru-
po sucedió lo contrario durante periodos prolongados.) En este
momento anunció que no deseaba continuar con el tratamiento
de grupo por motivos económicos. Pronto admitió que esta ra-
zón era una excusa. Siente que siempre está tratando de ayudar a
otros, pero que los demás no se interesan por su caso. Yo le pedí
que continuara asistiendo, al menos durante un tiempo, y que
presentara sus quejas en la sesión de grupo. Casi tuve que for-
zarle, porque tiene un carácter obstinado. Ni él ni yo habíamos
advertido que cayera antipático al grupo.
El grupo expresó una antipatía casi general por él. Sólo cae
bien, o no resulta antipático, a una minoría. Es de un tipo dife-
rente a los demás, más extravertido y agresivo, pero también en
clase social y ocupación. Es un pequeño comerciante, los otros
son en su mayoría hombres profesionales, intelectuales o en cier-
nes. Algunos le dicen por qué les cae antipático y quieren dejar
claro que es problema de ellos, no de él. Agregan que aunque les
cae antipático no quieren que abandone el grupo. En una fase
posterior, cuando el señor K. vino por un duro golpe, provo-
qué al grupo al final de la sesión para que aclamaran en bloque
su presencia continuada en las sesiones. El señor I. dijo en una
ocasión a K.: «Usted me cae mal, porque yo soy un esnob espan-
toso.» El señor T. vio en él a una réplica de su padre. A la señora
X. no le gustaba su bigote, que le recordaba al de su padre. Sor-
prendentemente, el propio K. se tomó todo esto al pie de la letra
y no pareció reaccionar a la parte positiva de esta ambivalencia.
En este punto, por ejemplo, se volvió hacia mí y dijo: «No es

205
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

una tontería, ¿qué le parece?» «Parece el principio de un roman-


ce, creo yo», dije. Pero aun así, no pudo verlo en absoluto. Él
no tenía dotes de psicólogo entonces, pero luego las adquirió y
suele hacer agudas observaciones acerca de los demás. Durante
algunos periodos de ausencia —sigue siendo irregular— el grupo
se ocupó mucho de él. La otra cara de la moneda quedó al des-
cubierto. Las actitudes de conflicto de todo el grupo respecto al
dinero, los hombres de negocios, trabajar para vivir o vivir para
trabajar o para no tener que trabajar, trabajar para otro o ser
independiente, etcétera, quedaron de manifiesto, con sus contra-
puntos masculino y femenino. El señor K. es ahora un miembro
aceptado del grupo y se muestra más colaborador de un modo
tranquilo y discreto. El grupo también ha descubierto sus mane-
ras agresivas como una defensa contra la inseguridad.

206
4

4
La contribución del conductor

Para empezar algunas definiciones

En un grupo compuesto por pacientes y que se reúne con


un propósito de tratamiento, el terapeuta ocupa normalmente
la posición de líder. La palabra «líder», sin embargo, ha queda-
do sobrecargada de significado y en concreto de connotaciones
fascistas. Así pues, para nuestros propósitos, la sustituiré por el
término menos pretencioso de «conductor». Los términos «lí-
der» y «liderar» se utilizarán para expresar el ejercicio activo y
manifiesto de influencia en el grupo, fundamentado en la posi-
ción excepcional que ocupa el terapeuta en él. Reservaremos el
término «dirigir» para la conducción más indirecta, aunque deli-
berada. La dirección también puede ser activa, pero casi siempre
es una acción catalizadora.
Así pues, un conductor puede liderar o no un grupo. El prin-
cipio que siempre debe guiarle es el de la función terapéutica.
Por el bien de su función tiene que asumir en ocasiones el pa-
pel de líder. La mayoría del tiempo, en nuestra opinión, cumple
mejor su función terapéutica cuanto más se abstiene de liderar
y, de hecho, es esencial que no identifique la tarea de conducir
al grupo con la de liderarlo. No obstante, al mismo tiempo, el
conductor debe, en su función de terapeuta, situarse en una po-
sición de asumir el liderazgo siempre que alguien del grupo esté
necesitado de tratamiento. En cuanto el proceso de tratamiento
ha llegado a su fin esto cambia. El conductor abandona entonces
el liderazgo, pero también deja de tener la función de terapeuta

207
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

en el grupo. Como estas afirmaciones pueden resultar confusas,


las resumiré con bastante sencillez: mientras que el grupoanalista
es de principio a fin el conductor del grupo, y por consiguiente
también su líder, sólo asume de manera excepcional el liderazgo
real del grupo.
Por ejemplo: un grupo de ex prisioneros de guerra trabaja-
ba tan bien que los animé a seguir sin mí, mientras yo estaba de
licencia. A mi regreso tuvieron una reunión que no dejaba nada
que desear en cuanto a animación y relevancia. (El doctor C. H.
Rodgerson, antiguo director del hospital de Cassel, estuvo pre-
sente como invitado en esta ocasión.) Yo no tuve otro quehacer
que escuchar. Sin embargo, como todavía era su psiquiatra y res-
ponsable de ellos, tuve que buscar el modo de recuperar mi lugar
en el grupo y al mismo tiempo mi función de líder.

El papel del conductor

La primera tarea del conductor, como grupoanalista, consis-


te en establecer y mantener la situación grupoanalítica. Esto lo
lleva a cabo:
1) Enseñando al grupo a no ser conducido.
2) Evitando los tópicos establecidos, los programas y las dis-
cusiones sistemáticas.
3) Permaneciendo retirado, en la retaguardia, en relación a su
propia personalidad.
Los efectos de esto en el grupo son:
1) El grupo crece, asume responsabilidad, se independiza. Se
integra al aceptar todo lo que se le presenta como asunto de in-
cumbencia general.
2) El grupo desarrolla espontaneidad al tratar con situaciones
no preparadas. Sus miembros tienen que implicarse personalmen-
te al ser expuestos a los estímulos de material indefinido e inespe-
rado, al cual ellos contribuyen con sus propias aportaciones. La
acción de sus alteraciones y mecanismos de defensa se extiende, su
capacidad de adaptación e insight se muestran de manera dinámi-
ca. El potencial latente se transforma en un proceso vital.

208
La contribución del conductor

3) De modo similar a la situación de transferencia analítica,


esto permite al paciente mostrar y corregir sus conflictos con
figuras de autoridad paternas con un mínimo de distorsión. La
autoridad parental inconsciente e introyectiva (superyó) se pro-
yecta en el conductor y se modifica y corrige al ser experimenta-
da de nuevo. El yo se hace de este modo más libre, al tiempo que
se refuerza en la identificación con el resto del grupo.

El grupo como instrumento

El conductor quiere utilizar al grupo como instrumento para


la terapia. Al establecer y mantener la situación grupoanalítica se
olvida de este instrumento y continúa refinándolo.
Su principal función es dirigir este proceso de formación del
grupo, observar e interpretar los hechos para sí mismo y para el
grupo.
Le preocupa por encima de todo el presente, la situación in-
mediata. Es particularmente afortunado al ser testigo de una si-
tuación dinámica: ve significado en acción.
Lo que hay que interpretar es: el contenido de las comunica-
ciones, la conducta y las relaciones interpersonales.
El medio a través del cual trabaja es la comunicación por la
palabra, y el objetivo último, la expresión en lenguaje verbal ar-
ticulado, que puede ser entendido y compartido por todos.
Los marcos de referencia fundamentales de esta interpreta-
ción son:
1) Las reacciones de los individuos a los estímulos presentes y
sus significados para su vida presente actual (realidad presente).
2) Las acciones y reacciones de los individuos al presente de
otras personas, otros miembros del grupo o el conductor, y el
significado de estas reacciones en términos de su experiencia pa-
sada (historia pasada, historia internalizada).
3) La actitud del individuo hacia su propio yo, en particu-
lar en su aspecto inconsciente (impulsos instintivos y reacciones
contra ellos, mecanismos de defensa), y hacia su propio cuerpo.
(Considero de capital importancia la comprensión del trabajo de

209
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

P. Schilder Image and Appearance of the Human Body. Un gru-


poanalista que no cuente con esta obra es comparable a un psi-
coanalista que no sepa nada de la interpretación de los sueños.)
En este último punto se incluyen las reacciones de carácter y
psicosomáticas, que operan de manera constante en grupoanálisis.
4) El bagaje personal del individuo, dotes, inteligencia, ha-
bilidades, etc., que determinan su capacidad de solucionar cosas
por sí mismo —de utilizar de manera constructiva las energías
liberadas— y establecen un límite al valor de un enfoque pura-
mente analítico en interpretación.
En un capítulo anterior se ha señalado que la situación gru-
poanalítica, al tiempo que proporciona el campo dinámico en el
que operan las interpretaciones, también establece una limitación
al análisis en términos individuales (psicoanálisis). Donde estos
límites se alcanzan de un modo genuino, legítimo, de acuerdo
con la situación grupal como tal, y el proceso terapéutico se ve
de ese modo obstaculizado, corresponde indicar un tratamiento
individual complementario.
Localizar de forma precisa una alteración y realizar las in-
terpretaciones correctas en el momento adecuado son otras con-
tribuciones esenciales del conductor. Para ello éste debe tener
en cuenta tanto la situación del grupo en su conjunto como el
efecto en cualquiera de los participantes que no esté aparente-
mente implicado. Existe, no obstante, un gran contraste entre el
psicoterapeuta y el grupoanalista. En una situación individual, el
terapeuta tiene que realizar estas contribuciones, por ejemplo in-
terpretaciones, en su propia persona, expresarlas con sus propias
palabras. El objetivo del conductor de un grupo es dejar que esto
brote del propio grupo. El grupo es el instrumento que utiliza
siempre que es posible. Observa y dirige las corrientes espontá-
neas de su grupo hacia este fin.

Actividad discriminadora

El conductor tiene que aprender a tocar con el instrumento


del grupo como si fuera un órgano o una orquesta, minimi-

210
La contribución del conductor

zando algunas contribuciones, desalentando a algunos parti-


cipantes en ciertas ocasiones, animando a otros, haciendo de
contrapunto, por así decirlo, para ayudar a elevar los murmu-
llos inarticulados a la dignidad de temas articulados. En algu-
nas ocasiones, claro está, tiene que hacerlo él mismo, no puede
esperar al grupo, ha de subir al escenario y actuar para ellos. Sin
embargo, siempre que pueda dejará hablar al grupo, funcionan-
do como catalizador y observador, dirigiendo con discreción
desde detrás del escenario. En este sentido sutil, el conductor
dirige al grupo de manera casi continua. En su interior se pre-
ocupa siempre por el grupo, porque dejar que el grupo haga
lo que tiene que hacer sin intervenir también es dirigir. Tie-
ne mucho que hacer además de observar: vigilar los siguientes
pasos del grupo, ver adónde se encamina; porque gobernar es
predecir. Todos los demás tienen derecho a sumergirse plena-
mente en el grupo, el conductor debe situarse aparte, debe te-
ner la cabeza lo bastante por encima del agua para mirar hacia
adelante. Ésta es su función, el grupo puede esperarlo de él,
aunque cuanto menos tenga que darse cuenta de esto mejor.
Cuanto mejor es un grupoanalista, menos obvio será su traba-
jo. Cuanto más trabaja en su propia mente —y en particular lo
ha hecho durante su formación—, menos necesita interferir de
forma activa y más eficaz resulta su actividad. No creo que toda
esta conducta aquí descrita esté bien definida al llamarla «pasi-
va», de hecho puede ser muy activa. Yo preferiría denominarla
«actividad discriminadora».
Las situaciones que surgen son tan intrincadas y complejas
que su descripción debe reservarse para otra ocasión. Sólo daré
algunos ejemplos sencillos.

Acción desencadenante.— (Grupo P.) La señorita C. —un


tanto centrada en sí misma, como de costumbre— hace caso
omiso del tema que se está discutiendo y en el cual todo el
grupo está interesado. Interrumpe a la señorita T. y empieza
a hablar de sus asuntos familiares. Yo le pregunto: «¿Es así
como trata a su hermana menor?» Esta pregunta hace referen-
cia directa a los problemas domésticos de la señorita C. Esto

211
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

provoca que se enderece en su silla y la deja momentáneamen-


te en silencio. Todos lo comprenden y la señorita T. reanuda
de manera tranquila el hilo de su contribución.

Otra acción desencadenante.— (Grupo del barracón de pin-


tura en Northfield. Informe del sargento Lawrence Bradbury,
artista en su vida civil.)
Presentes: comandante Foulkes, sargento Bradbury, 14 pa-
cientes.
Temas de discusión: series del soldado Miller, ex prisionero
de guerra, y dos dibujos del guardia B.
El grupo, aunque más numeroso que la semana anterior, se
mostraba más lento en responder a los dibujos, y las pinturas ex-
hibidas por M. causaban poco entusiasmo. Incluso la obra más
depresiva de M. fue aceptada con escaso interés, si bien todos
coincidieron en el cromatismo monótono de todos los lienzos y
nadie sugirió que las pinturas podían ser alegres, a pesar del ele-
mento alegre presente en todas ellas. El soldado G., realista y por
lo general reservado, realizó una exposición larga y cínica acerca
del muerto no resucitado que aparecía en uno de los dibujos de
M. Nadie del grupo se opuso ni tampoco secundó las opiniones
de G, pero aunque él parecía hablar en serio, el grupo se inclinó
por tomarlo a broma.
Los dibujos —tipo garabatos— del guardia B. provocaron
una abierta discusión acerca de las mujeres inglesas, su falta de
lealtad en esta guerra y su actitud personal frente a países extran-
jeros. El sargento segundo S. —que había sufrido esto en carne
propia— dio acaloradas réplicas a uno o dos participantes que
defendieron a las mujeres inglesas. Por lo general, el sargento
segundo S. es tranquilo y agradable, pero ese día se mostraba
especialmente resentido.
Prácticamente todos participaron en el debate, salvo el pro-
pio B. La sesión no se interrumpió y continuó hasta la hora del
té, es decir, dos horas. La desviación fue causada por la observa-
ción del comandante Foulkes: «No tienen muy buen concepto
de las mujeres inglesas.», después de que surgiera el tema a raíz
de una de las pinturas.

212
La contribución del conductor

Resulta interesante que el sargento B. lo etiquetara de «des-


viación». Él era un artista a cargo de las clases de arte y lograba
que los pacientes se expresaran con espontaneidad en sus pin-
turas.

Silencios.— Un buen ejemplo del manejo de grupos a partir


de sus propias contribuciones son los silencios. Hay muchos ti-
pos de silencios: de expectación; de aprensión; los muy cargados,
el silencio explosivo como el que precede a una tormenta; los
silencios transparentes después de que se libere la tensión; los
cómodos; los que causan perplejidad, conmoción; los inertes y
estériles; los que siguen a la plena satisfacción, etcétera.
No hay que olvidar los de la oposición obstinada y terca:
«No vamos a hablar, ya veremos quién se rinde primero.» Per-
sonalmente los silencios me causan pocos problemas, no me pre-
ocupan y tampoco a mis grupos. Los visitantes expertos me han
señalado muchas veces la facilidad con la que mis grupos rompen
los silencios. No creo que el conductor tenga que combatir con
el grupo acerca de los silencios o mediante los silencios. Para al-
gunos pacientes, los silencios son sumamente dolorosos. En uno
de mis primeros grupos, con pacientes mujeres, hubo en algunas
ocasiones silencios prolongados al principio; creo que los más
largos no duraban más de dos minutos. Era un grupo combinado
y dos o tres de las pacientes me dijeron en su entrevista personal
que deseaban abandonar el grupo, porque los silencios les resul-
taban intolerables. Resultó que les asustaba mucho hacer ruidos
groseros; me pregunto si la inclinación a la locuacidad, que se
considera una característica relacionada con el sexo, tiene algo
que ver. Hablar como defensa. Ciertamente, en general los hom-
bres se sienten más cómodos en el silencio.
El principal objetivo es que el conductor no se haga respon-
sable del entretenimiento del grupo y que no permita que el gru-
po, por su parte, utilice el silencio como arma contra él. Si un
grupo lo hace, dejo que se cueza en el silencio cuando se presenta
una buena ocasión.
Los silencios son importantes en la comunicación. Uno debe
sentir lo que significan y dejar que hablen, por decirlo de alguna

213
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

manera. En ocasiones son un valioso lapso para digerir lo que se


acaba de decir o marcan el final de un periodo y todo el mundo
se toma un respiro antes de abordar otro tema.
Yo, por regla general, me muestro amable con los silencios,
en especial en las primeras fases de un grupo o de una sesión.
Los silencios también se conectan longitudinalmente entre sí a
lo largo de muchos periodos y uno debe conectarlos en un sen-
tido casi musical. Cuando son expresión de resistencia, como
ocurre a menudo, la labor consiste en sacar a relucir la natura-
leza de esta resistencia. Los silencios son un arma de doble filo
y, en mi opinión, el conductor no debería tener motivos para
utilizar esta arma de una forma agresiva. Cuando el grupo sien-
te que el conductor está al mando, y que no está ansioso, pierde
su propia aprensión y los silencios dejan de constituir un pro-
blema. El manejo de éstos en las sutilezas de una discusión de
grupo constituye una buena prueba para el estilo del conduc-
tor. Explicar esto en su diversidad no es factible, porque haría
falta un exceso de detalles. Se han dado algunos ejemplos en
nuestros anteriores casos ilustrativos. Los silencios son sólo un
ejemplo de las formas en las que el conductor utiliza al grupo
como instrumento.

El conductor como instrumento del grupo

El conductor, por otro lado, es el instrumento del grupo, o


debería serlo. Puede considerarse el primer servidor del grupo y
debe seguir las directrices de éste. Su conducción tiene que ser
un servicio al grupo y debe ser entendida como tal. Nunca de-
bería utilizar al grupo en su propio bien. Ya he explicado antes
qué entiendo por «seguir las directrices del grupo». Es un se-
guir con discriminación. El conductor está dirigiendo el proceso,
pero para ello debe dejar que se desarrolle y no alterarlo con su
interferencia. Permite de manera pasiva que el grupo lo manio-
bre. Se trata de un movimiento siempre cambiante a través de
toda una escala entre la pasividad completa y la actividad plena.
Es de capital importancia que esto se entienda, porque es el có-

214
La contribución del conductor

digo básico del grupoanalista. Incluso en el momento de intensa


actividad, el conductor actúa al servicio del grupo. Al someterse
por completo a las necesidades del grupo, establece un impor-
tante ejemplo. Esto debería ser consecuencia de su comprensión
del grupo y de su propio papel en el mismo y, por consiguiente,
nunca tiene que ser destacado ni enfatizado, y mucho menos ex-
presado con palabras.
El conductor no debe tirar del grupo, sus miembros tienen
que avanzar solos. No obstante, los participantes no deberían
tirar del conductor; él tiene que seguirlos con facilidad, de buen
grado. Debería mostrarse siempre colaborador cuando alguien
que realiza un esfuerzo necesita su apoyo, prestando este apo-
yo también cuando lo niega. Siempre debería recordar que para
realizar un cambio a mejor, los pacientes deben hacer el trabajo,
son los pacientes los que tienen que entender, no él. Su efecto en
el grupo debería ser el de activar este proceso. La participación
activa de los miembros del grupo es el principal objetivo del con-
ductor.

El grupo como un todo

Mientras observa a cada uno de los miembros individuales y


los efectos que ellos y sus manifestaciones provocan en los de-
más, el conductor siempre está observando y tratando al grupo
como un todo. El «grupo como un todo» no es una simple frase,
hablamos de un organismo vivo, en tanto que es distinto a los in-
dividuos que lo componen. Tiene estados de ánimo y reacciones,
espíritu, atmósfera, clima, como lo llama Klapman.1 Uno puede
juzgar el clima imperante cuestionándose a sí mismo: ¿qué clase
de cosas pueden pasar o no en este grupo?; ¿qué puede manifes-
tarse? El conductor calcula su distancia del grupo preguntándose
a sí mismo qué puede decir en esta situación y qué no puede de-
cir. De hecho, es con el grupo como conjunto con lo que el con-

1. J. W. Klapman: Group Psychotherapy. Theory and Practice, W. H. Hei-


nemann Medical Books, 1946.

215
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ductor está en contacto en primera instancia, y experimenta a los


individuos en este marco. Debería sentir qué necesita el grupo en
un momento determinado, ya sea que lo animen, que lo tranqui-
licen, que lo estimulen, que lo calmen o que lo exciten.

Acción intuitiva

Con semejante multitud de funciones que considerar todas


a un tiempo y con una orientación tan multidimensional, ¿hasta
dónde pueden llegar las reglas técnicas? El conductor posible-
mente no podría pensarlo todo, más aun por cuanto tiene que
actuar de manera espontánea si quiere que el grupo también sea
espontáneo. Obviamente, procede de un modo intuitivo, por
instinto controlado. Tiene que actuar primero, pero pensar en
ello a continuación. ¿La conducción de un grupo es pues un arte,
un don, o bien algo que puede enseñarse? Sin duda ambas cosas.
Nathan W. Ackerman2 en un capítulo titulado «Psicoterapia,
arte y ciencia» afirma:

Estoy convencido de que siempre será las dos cosas, pero


nuestro interés inmediato es desarrollar las bases científicas de
la psicoterapia. Éste es el único aspecto que se puede enseñar.
El lado artístico de la psicoterapia es el resultado del uso creati-
vo de la capacidad personal del terapeuta en interés del pacien-
te. El terapeuta utiliza todo lo que humanamente es como un
medio para la aplicación del conocimiento psicoterapéutico.
Como tal, el uso habilidoso de su personalidad es de singular
importancia. Pero debe utilizar su capacidad personal en la te-
rapia con una orientación constante y altamente disciplinada
hacia el significado del comportamiento del paciente y las ne-
cesidades que en él se reflejan. Aunque el arte ocupa un lugar

2. N. W. Ackerman: «What Constitutes Intensive Psychotherapy in a


Child Guidance Clinic», The American Journal of Orthopsychiatry, 15, núm. 4
(octubre de 1945), reimpreso en The Case Worker in Psychotherapy, American
Group Therapy Association.

216
La contribución del conductor

reconocido en la psicoterapia, es indispensable que el terapeuta


cuente con un conocimiento exhaustivo de psicopatología. Por
más arte que uno tenga en psicoterapia, no se justifica una for-
mación inadecuada en psicopatología. En psicoterapia el arte
tiene que utilizarse para servir a la ciencia, y no al contrario.

Esta formulación resume correctamente la cuestión.

La situación como un todo

Si el grupoanalista maneja correctamente la situación como


un todo, del modo que he tratado de señalar en este volumen, no
importa tanto si en detalle sus movimientos van en un sentido o
en otro. Todo depende de su actitud básica. No debe posar como
ejemplo brillante o como médico que todo lo sabe y que puede
curar a sus pacientes. No debe hacerse pasar por nada, sino ser
franco y honesto con el grupo. Debe tener el valor de ser su yo
natural. Si no es lo bastante bueno, nada de lo que pueda hacer
será lo bastante bueno.
No ha de pretender que sus pacientes están enfermos y que él
es capaz de curarlos. Debería ser consciente de que está tratando
con problemas humanos, que comparte con ellos. Todo lo que
cabe esperar de él es que sea capaz de lidiar con estos problemas
mejor de lo que pueden hacerlo los pacientes en este momento.
Si es ésta su posición debería tener menos dificultad en afrontar
estos problemas y puede animar a sus pacientes a afrontarlos con
él y a través de él, y luego solos. Si no se halla en esta posición no
debería ser el conductor del grupo.

La posición especial del conductor

Sin embargo, el grupoanalista es un miembro en una posi-


ción particular, significativamente diferente a la del resto. Debe
observar al grupo, sin olvidar su posición en él y sus cambios.
Está parcialmente fuera del grupo. Ilustraremos de manera es-

217
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

quemática algunas de las posiciones del conductor con la ayuda


de los diagramas siguientes. Hemos dejado de lado las relaciones
interpersonales en el seno del grupo para limitarnos a mostrar la
posición del conductor. Utilizaremos los siguientes conceptos
importantes que pueden referirse a la orientación total, así como
a cualquier foco de atención momentáneo:
1) Centrado en el grupo
2) Centrado en los individuos
3) Centrado en el líder
4) Centrado en sí mismo
Esto puede a su vez utilizarse desde:
a) el punto de vista del conductor
b) el punto de vista de un individuo
c) el punto de vista del grupo
Así pues, por ejemplo, el grupo puede estar centrado en el
líder, pero con el grupo centrado en el individuo A o, el con-
ductor podría estar centrado en el grupo en orientación, pero
centrado en el individuo por lo que hace a una interpretación
particular. Por otro lado, puede dirigir su interpretación a cual-
quier individuo, pero, de hecho, se dirige al grupo como un
todo.
La posición original al inicio es la de la figura I. Los indivi-
duos no se conocen entre sí y sólo tienen una relación individual
con el terapeuta. Cuando éste los ha reunido se ha situado en
la posición de un líder y ha formado un grupo centrado en el
líder.
Si el grupo se sienta formando un círculo, como en la situa-
ción grupoanalítica, el conductor ha realizado un movimiento
que indica que no pretende mantener su posición de líder-cen-
tro. (Fig. II.) Si no ocupa un lugar fijo, como por ejemplo en mi
grupo P, esto queda aún más enfatizado y se abre camino a un
desarrollo centrado en el grupo, potencialmente con liderazgo
giratorio.
(Fig. III.) Con mayor frecuencia, y más acorde con la posi-
ción interior en esta fase, la posición es la mostrada en la figura
III, como por ejemplo en mi grupo B. En este caso, los miem-
bros individuales están centrados en el líder, pero el líder está

218
La contribución del conductor

219
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

220
La contribución del conductor

centrado en el grupo. Éste debería ser el paso fundamental desde


el principio para establecer la situación grupoanalítica.
La figura IV describe la posición característica del conduc-
tor: parcialmente dentro y parcialmente fuera del grupo. Aquí
está representado dos veces. Demostrar que estas dos funciones
pueden integrarse y de qué manera constituye su contribución
fundamental para la integración del grupo durante el recorrido
completo del grupoanálisis.
En nuestro diagrama el grupo está integrado, pero centrado
en un líder como grupo. Esta fase es inevitablemente más o me-
nos persistente en los pacientes externos, mientras dura el trata-
miento, porque los pacientes sólo se reúnen cuando el conductor
está presente. Es importante comparar y contrastar esta fase con
la de la figura I. Se muestra así la importancia de pensar persis-
tentemente en términos de individuos, así como en términos de
grupo.
Dentro de esta configuración (figura IV) el grupo puede se-
guir estando centrado en el líder (como se representa en la fi-
gura IVa) o verdaderamente centrado en el grupo (como en la
figura IVb).
La figura V muestra cómo el líder puede hacer que finalmen-
te el grupo pueda comprenderlo a él y su función en el grupo
mismo, con lo cual éste se convierte en auténticamente centrado
en el grupo. Aquí lo hemos representado con la referencia a un
objetivo situado más allá de los límites del grupo, que abarca a
todo el grupo, incluido su líder.
Además de estas diferentes funciones y posiciones, como se
indica en estos diagramas esquemáticos, el conductor también
debe estar en la posición en la cual estoy ahora mismo cuando
escribo o la que ocupa el lector cuando lee: fuera de todo el pro-
ceso por el cual es englobado.
El líder no podría cumplir adecuadamente su función si estu-
viera completamente inmerso en el grupo, y esto me lleva al otro
lado del cuadro. Es preciso matizar esta demanda por franqueza
y honestidad, no sea que resulte incomprendida. Esto no implica
que el conductor tenga que revelar su propia posición, y explicar
en todo momento al grupo los motivos de sus acciones. No tiene

221
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ninguna obligación de decir todo lo que piensa o sabe, ni tampo-


co las razones de sus movimientos incumben al grupo. Ellos no
podrían seguir este proceso y observarlo al mismo tiempo y del
mismo modo distante que el conductor.

Su función simbólica.— También es mejor que sea modera-


do, en general, con las contribuciones referidas a él como indi-
viduo. El grupo lo necesita en su posición particular del mismo
modo que el analizante necesita al analista: el conductor debe
permitir que se produzca la transferencia con él, que se proyecte
en él. Este proceso se altera si el conductor se convierte en una
persona demasiado real, y si lo hace sacrifica una parte esencial
de su valor terapéutico. La experiencia me ha enseñado que el
grupo sabe esto de una manera instintiva. Si el conductor sigue
al grupo se dará cuenta de que éste lo pone precisamente en la
posición en que más lo necesita. Esto, como cualquier otra cosa,
varía en los detalles según los diferentes grupos y conductores.
Cuando el grupo progresa, se hace más maduro y más cohesio-
nado, devuelve al conductor de regreso a la tierra. Ello implica
una considerable modificación del superyó que no puede conse-
guirse si desciende de un modo prematuro.

Fugas.— Siempre existe una tendencia de ciertos miembros


del grupo a establecer contactos en el exterior. Este fenómeno no
puede impedirse estrictamente, pero debe ser vigilado por cuan-
to puede secar al grupo, socavar su vitalidad por las fugas. No
debe ser alentado, aunque dentro de unos límites puede resultar
útil. La manera correcta de manejarlo consiste en explicarlo al
grupo y conseguir su cooperación para que todo aflore en el gru-
po, aunque pueda haber surgido antes en un círculo «privado».
Mi grupo P maneja este problema de manera muy satisfactoria
en la actualidad, pero debe esto a una serie de experiencias insa-
tisfactorias previas por mi parte.
En los grupos combinados este tipo de fugas son continuas a
través de las entrevistas personales de los pacientes, lo cual cons-
tituye un problema que debe tratarse con el máximo tacto y dis-
creción. Sin embargo, estas «filtraciones al conductor» no son

222
La contribución del conductor

en el mismo sentido externas al grupo, puesto que el conductor


las integra, tanto en el seno de la situación grupal como dentro
del individuo. Dispongo de muchas experiencias ilustrativas de
este tipo, pero la descripción de cualquiera de ellas de manera
que fuera realmente inteligible ocuparía demasiado espacio para
el alcance de este libro. Además, difícilmente podría publicar-
se porque, de modo característico, este tipo de casos afectan in-
variablemente a la esfera más «privada» del individuo. Por otra
parte, el grupo aprecia la especial posición del conductor y ésta
es indispensable para la solución de este problema de los grupos
combinados.
Los «secretos» del grupo.— En relación con lo expuesto re-
sulta interesante señalar que todos los grupos de los que he teni-
do experiencia parecen insistir en preservar una esfera particular
de la que mantienen fuera al conductor, como una especie de
reserva. Antes o después de la sesión, hablarán de ciertas cosas
entre ellos, las cuales, de común acuerdo, no surgirán en presen-
cia del conductor. Sospecho que ésta es una característica im-
portante, pero de momento no he progresado más allá de ciertas
observaciones y especulaciones que no deben ocuparnos aquí.
Un fenómeno equivalente puede percibirse, por cierto, en el psi-
coanálisis individual. Lo que yo puedo decir es que es importan-
te vigilar esta reserva y ver si sus contenidos cambian, aunque
sea irrumpiendo bruscamente de cuando en cuando. Este hecho
guarda relación con el efecto inhibidor del conductor en el gru-
po. El conductor puede ver la naturaleza de la función censora,
que el grupo le asigna, en un periodo determinado.

Grupo P.— Presento aquí una experiencia del papel del con-
ductor del grupo vista a través de la mirada de mi grupo P. En
esta ocasión yo los había animado a reunirse sin mí, porque yo
no podía asistir. Mi información es poco sistemática e irregular
y en su mayor parte procede del señor T., quien dijo que se vio
a sí mismo, de acuerdo con una fantasía discutida previamente,
ocupando mi lugar «sin él pretenderlo». Debatieron acerca del
«absentismo» y de sus efectos en el grupo. Coincidieron en que
lo afectaba de manera negativa. Se discutieron diversas explica-

223
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ciones, excusas y otras posturas de los presentes. La señora I.


tendía a referirlo todo a su persona y a sentir que era el centro
del problema. La señorita T. era mucho más vivaz y más libre
que en mi presencia. El señor F., un paciente epiléptico, afirmó:
«Cuando aceptas un trabajo no puedes dejarlo.» El grupo deci-
dió que le gustaría contar con uno o dos miembros más. (Esta
cuestión había sido propuesta por mí en una de las sesiones pre-
vias con el fin de preparar al grupo para la llegada de nuevos
miembros.) Todos, sin excepción, deseaban que el grupo con-
tinuara.
Los participantes discutieron qué cambiaría con mi presencia
o mi ausencia. Mi referente se declaró confundido debido a su
particular sesgo ambivalente. Me lo resumió así: yo representaba
a un maestro, alguien responsable, que no se situaba en un esta-
tuto de igualdad. Había que tener cuidado de no hacer el ridí-
culo cuando yo estaba presente. ¿Preguntó al grupo si deberían
pedirme que me retirara? Esto causó risa: «Debió de sentirse que
a largo plazo su presencia era necesaria.» Después comentaron
que era la mejor sesión que habían tenido hasta entonces, porque
se habían podido abrir. Es preciso mencionar que el grupo, por
supuesto, no pagó nada por esta sesión.
En la siguiente sesión esto se siguió discutiendo y analizan-
do con ellos. Sin embargo, el grupo se volvió hacia la señora
O., una trabajadora social psiquiátrica, que se convirtió en el
blanco del ataque. Resultó que estaban muy resentidos por-
que ella no hablaba de un modo tan personal como los demás
y pretendía no tener problemas, cuando obviamente los tenía.
Algunos pensaron que era una estudiante. Se creía que yo no
tenía los mismos problemas que los demás, se entendía que yo
no hablaría personalmente. Ellos no parecían saber cómo podía
resultar más útil. Mi pregunta, de si deseaban que participara
de forma más personal provocó respuestas muy diversas. Na-
die propuso directamente que debería hacerlo, pero a algunos
no parecía importarles o estaban de acuerdo; en cambio, dos o
tres manifestaron reacciones muy duras en contra de que toma-
ra ese camino.

224
La contribución del conductor

La preparación del conductor

Ya se ha discutido acerca de las cualificaciones del grupoana-


lista. Slavson lo resume de este modo:3

Debe ser consciente de las necesidades terapéuticas de cada


uno de los miembros del grupo, comprender las implicaciones
de acciones y afirmaciones, penetrar los disfraces bajo los cua-
les se manifiesta la patología y saber cómo tratar ésta. La tarea
del terapeuta grupal es más complicada por la interacción de
las personalidades de los miembros del grupo y los estímulos
que ejercen entre sí y que crean situaciones diversas. Para tratar
con ellas es preciso un insight y un tacto especiales que no están
presentes en el tratamiento individual.
Los terapeutas de grupo, especialmente aquellos que tra-
bajan con entrevistas de grupos, necesitan contar con amplia
experiencia en psicoterapia individual y poseer una compren-
sión profunda de los procesos emocionales, especialmente por
cuanto en un grupo éstos se activan a través de estímulos mul-
tilaterales. Además, deberían tener habilidades en artes y ofi-
cios y poseer información de una variedad de temas que inevi-
tablemente surgirán en las discusiones de grupo.
Por consiguiente queda claro que la práctica de la terapia
de grupo tiene que ser llevada a cabo sólo por personas que
han tenido una prolongada formación y experiencia individual
en psicoterapia, ya sea en casos de asistencia social o como psi-
quiatras expertos en psicoterapia. No obstante, hemos descu-
bierto que todas estas características no bastan para el éxito
como terapeutas de grupo. Es preciso tener además rasgos es-
peciales de personalidad, como un alto grado de insight intuiti-
vo, una tolerancia poco corriente ante la frustración, confianza
en uno mismo en las situaciones de grupo, un alto grado de
objetividad y la cualidad más difícilmente definible de ser apto
para tratar con grupos.

3. «The Integration of Case Work and Psychiatry with Group Therapy».


Distribuido por la American Group Therapy Association, Nueva York.

225
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

Para aplicar un enfoque grupoanalítico como el que se ha


señalado en este libro, el conductor debería ser preferiblemente
un psicoanalista experimentado. Las razones que sustentan esta
afirmación no se repetirán aquí. El inconveniente es que todos
los psicoanalistas no son, per se, buenos grupoanalistas. Más
bien al contrario. En ocasiones los psicoanalistas carecen de la
espontaneidad y facilidad para el contacto natural y parece fal-
tarles la protección obtenida al sentarse tras el diván. Además
tienen sus propios prejuicios profesionales y se muestran rea-
cios a aprender nuevas experiencias si éstas parecen contrade-
cir sus principios. En todo esto algunos psicoanalistas difie-
ren notablemente de la actitud de Freud, cuya cita favorita era
una de Charcot: «La thêorie c’est bon, mais ça n’empêche pas
d’exister!» Espero que este libro convenza al menos a algunos
de que la validez de la teoría y la práctica psicoanalíticas no
quedan en entredicho por el advenimiento del grupoanálisis.
Estoy seguro de que la generación de analistas más jóvenes será
más libre en este sentido.
Una resistencia similar, o incluso más pronunciada, se detecta
en pacientes que «han sido analizados» y aún más en algunos tra-
bajadores auxiliares (psicólogos, trabajadores sociales psiquiátri-
cos) que han llevado a cabo un análisis con anterioridad. No ven
ningún interés en los grupos. A menudo se han analizado duran-
te años y —con frecuencia ante flagrantes alteraciones neuróticas
en su propia persona— sospechan que todo y todos son «neuró-
ticos» menos ellos. En ocasiones parecen completamente incapa-
ces de aproximarse a un paciente de una forma distinta a lo que
consideran los términos psicoanalíticos y en general los árboles
les impiden ver el bosque. Sin embargo, reconozco con gratitud
las excepciones, en las cuales, entonces sí, su formación psicoa-
nalítica es inestimable y casi indispensable. Del mismo modo,
estas resistencias pueden superarse en aquellos que se unen a un
grupo abiertamente terapéutico y el insight que obtuvieron con
su análisis puede ser utilizado para un buen fin. La verdad es que
el grupoanálisis acierta justo en un lugar que ha quedado oculto
por la situación psicoanalítica. El psicoanálisis puede utilizarse,
pues, como defensa.

226
La contribución del conductor

También considero preciso para el grupoanalista que esté


cualificado médicamente —además de ser, por supuesto, psi-
quiatra—, al menos hasta el momento en que se establezca la
enseñanza de un enfoque psicosomático a los terapeutas legos.
Entretanto, los terapeutas de grupo legos son admisibles —y
pueden ser excelentes— por el mismo motivo que lo son los te-
rapeutas legos y los analistas legos.
Por lo que respecta a la preparación personal de un grupoa-
nalista no me gustaría realizar manifestaciones enfáticas. Se sabe
si un pudding es bueno cuando se come y uno podría llevarse
sorpresas aquí. La idea popular de que los extravertidos y co-
municativos están particularmente predestinados para la voca-
ción de grupoanalista, o incluso de terapeuta grupal en general,
no es correcta; aunque no quiero decir que estas características
van contra las posibilidades de esos tipos de personalidad. Hasta
cierto punto, toda persona modificará el clima de su grupo y las
particularidades de su técnica de acuerdo con su propia manera
de ser. Nada puede impedir que ocurra esto. No hace ningún
daño, por cuanto consigue un equilibrio satisfactorio sin distor-
sionar el proceso en su conjunto.

Formación

En lo que respecta a la formación del grupoanalista, nos ha-


llamos en las primeras etapas. Puede aprenderse de los libros
sólo hasta determinado grado. Las clases personales o en pe-
queños grupos sobre la base de la experiencia práctica son más
prometedoras. Permanece abierta la cuestión de si será posible
y necesario seguir el ejemplo de la formación psicoanalítica y
que cada candidato deba pasar por su propio grupoanálisis. En
muchos casos podría resultar útil, de hecho, seguir este proceso.
Siempre que sea posible, el futuro grupoanalista debería sentarse
junto a su profesor y seguir todo el recorrido de uno o dos gru-
pos, además de ver tantas sesiones con otros conductores como
le sea posible, antes de tomar él mismo las riendas de un grupo.
Entonces el procedimiento podría revertirse y sus profesores y

227
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

colegas podrían visitar sus grupos. El intercambio de observa-


ciones debería resultar valioso para ambas partes.
Esto saca a relucir la cuestión de los visitantes. Hablando
estrictamente, el estudiante de terapia grupal no debería ser un
visitante, sino cumplir una función. Tendría que practicar la «ac-
tividad discriminadora». Cada visitante debería convertirse en
participante activo y no debería permitírsele que se quede senta-
do en silencio y se limite a observar. Ésta es la clave para mane-
jar esta cuestión. Los visitantes pueden ser un estímulo para un
grupo o pueden alterarlo, pero nunca han de ser un simple factor
negativo. Depende del visitante y del grupo, pero más que nada
del modo en que el conductor trata la situación. Yo tuve el honor
de recibir a muchos visitantes distinguidos en Northfield, y me
enseñaron mucho. Mencionaré dos ejemplos:
Cuando el director general de los servicios médicos del ejér-
cito, sir Alexander Hood, visitó el hospital, me preguntaron si
preferiría que se presentase de paisano para no intimidar a los
soldados. Yo contesté que debería asistir como lo que es. Le pedí
antes que tuviera la amabilidad de presentarse a los soldados. Él
aceptó con suma cortesía y lo hizo tan bien que los pacientes,
lejos de sentirse avergonzados, entraron en animado debate con
él. La sesión funcionó bien, aunque el general de brigada Sandi-
ford y el entonces comandante Torrie también asistieron como
visitantes.
Cuando el profesor Whitehorn, de la clínica Phipp de Jo-
hns Hopkins, Baltimore, vino a visitar uno de mis grupos junto
con el teniente coronel Hargreaves llegamos diez minutos tarde
de otra demostración. Hizo hincapié en esto cuando subíamos
por la escalera, y yo le dije: «No les importará.» Él me pregun-
tó cómo lo sabía. «Tiene razón —repliqué—, se lo preguntare-
mos», y abrí la sesión con esta pregunta. Al cabo de un rato el
profesor Whitehorn formuló una pregunta muy personal referi-
da a él y a su hijo. Lo hizo de una forma tan sencilla y sincera,
que resultó obvio que de verdad quería escuchar su consejo. El
grupo respondió con amabilidad y todos expresaron sus opinio-
nes y experiencias con la más completa sinceridad. El profesor
Whitehorn no necesitaba tomar clases en terapia de grupo.

228
La contribución del conductor

Los esquemas de formación elaborados en grupoanálisis no


son ahora mismo practicables en mi propio campo de referencia.
En la práctica me reúno una vez a la semana para intercambiar
experiencias con un reducido grupo de colegas especialmente in-
teresados, que aplican la terapia de grupo en varios hospitales. To-
dos nosotros sacamos provecho de estos encuentros y al menos
algunos han mejorado su nivel de modo considerable. Varios de
ellos se inclinan progresivamente hacia el enfoque grupoanalítico,
pero no estoy seguro de si esto será válido para todos ellos. Dos de
estos colegas, los doctores Martin James y P. B. de Maré, ambos
también antiguos compañeros en Northfield, han contribuido a
este libro, por lo cual deseo expresarles mi especial gratitud.

229
5

5
Visión general

La situación grupoanalítica como se ha descrito aquí tiene


características sin precedentes en la vida del paciente. No es raro
que produzca una reacción de desconcierto y conmoción en los
inicios, manifestada por ejemplo en silencios prolongados. En
semejante situación el grupo no puede rehuir la responsabilidad
y debe confiar cada vez más en sus propios recursos, en lugar de
volverse hacia el líder u otra autoridad en busca de orientación.

El grupoanálisis y su relación con otros enfoques

Estas características no sólo no existen en otras formas de te-


rapia de grupo, ni siquiera en las que aplican un enfoque psicoa-
nalítico, como por ejemplo las de Wender y Schilder. El énfasis
que pone Moreno en la espontaneidad señala en la misma direc-
ción, pero él no tiene una orientación psicoanalítica en absoluto y
considera que la catarsis y el acting out son esenciales en la psico-
terapia. Yo insisto, por el contrario, en el valor fundamental de la
formulación verbal y la comunicación articulada para la conclu-
sión del proceso terapéutico. Esto es también algo esencial para
la formulación última de nuestras experiencias en términos cien-
tíficamente accesibles. Lo que uno ha experimentado y entendido
de manera plena también puede expresarlo con palabras. Sólo lo
que uno puede expresar con palabras puede separarse por com-
pleto del yo, una separación que constituye el ideal de la terapia,
en lo referido a influencias patogénicas y experiencias traumáti-

231
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

cas pasadas. Esto es válido tanto para el análisis individual como


para el de grupo. La perspectiva de W. R. Bion, en la medida en
que yo la conozco, está esencialmente relacionada o posiblemente
es idéntica, en cuanto a la situación grupoanalítica. Sin embargo,
a mi entender, el líder y su autoridad básica, en tanto investido
como conductor, son absolutamente esenciales para que surja la
situación grupoanalítica, para que se mantenga y para que sirva a
fines terapéuticos. El grupoanalista conduce el grupo de manera
continua, lo dirige, aunque lo hace, por así decirlo, desde detrás
del escenario, en el que aparece en contadas pero a menudo de-
cisivas ocasiones. Que, en última instancia, utilice esta autoridad
para liberar al grupo de una autoridad semejante es otra cuestión.
Al final, él debería convertirse en un elemento superfluo, pero éste
es, al mismo tiempo, el ideal de todo tratamiento. También creo
que el contenido, el tema objeto de discusión, y su análisis son tan
importantes como las relaciones interpersonales que desarrollan,
y que se convierten a su vez en objeto de análisis.
La historia de la terapia de grupo ha sido presentada en el libro
de Klapman y no es necesario incidir en ella. Como esta forma de
tratamiento ha sido aplicada mucho antes y desarrollada en pri-
mer lugar en Estados Unidos, él se concentra adecuadamente en la
evolución allí producida. En el Reino Unido, sin duda la influencia
más fuerte se originó a partir del trabajo del Consejo de Selección
del Ministerio de la Guerra y del experimento de Northfield du-
rante los años del conflicto bélico, sin olvidar el trabajo realizado
en el servicio de urgencias médicas Mill Hill (por Maxwell Jones
y otros) y el trabajo con los clubes sociales («terapia de club») de
J. Bierer. La idea de Slavson y Scheidlinger1 de que en Inglaterra
la terapia de grupo estaba «aparentemente bien desarrollada en las
clínicas y hospitales psiquiátricos antes de la guerra» y de que «los
británicos enseguida utilizaron las experiencias disponibles en el
tratamiento de las bajas psiquiátricas militares» es, a mi entender,
errónea. Los autores tampoco parecen conscientes del hecho de
que los trabajos de Dewar y Davidson, que mencionan, forman
1. S. R. Slavson y Paul Scheidlinger: Group Therapy: Survey of 1946 lite-
rature from Progress in Neurology and Psychiatry, Grune & Stratton, Nueva
York, 1947.

232
Visión general

parte del experimento de Northfield. Esto debería mencionarse


como contribución al registro histórico.
En el presente volumen no se ha dicho demasiado, explíci-
tamente, de los resultados terapéuticos ni de las razones que los
sustentan. Deberá dejarse para otra ocasión, cuando, es de espe-
rar, estén disponibles más observaciones grabadas, estudios de
seguimiento, etc. Sólo la ejemplificación detallada de los princi-
pales factores operativos ocuparía un espacio muy considerable.
Además, se consideró que la contribución más importante que se
podía realizar en esta fase era mostrar la aplicación del método,
la actitud y la orientación tal y como se ha resumido en la des-
cripción de la situación grupoanalítica.
Ningún psicoterapeuta experimentado, que al mismo tiempo
sea crítico en la evaluación de los resultados terapéuticos, puede
pasar por alto los efectos terapéuticos de la terapia de grupo en
todas sus variedades. No hay ninguna duda de que resisten cual-
quier comparación sobre la base de toda la objetividad que sea po-
sible establecer con el resto de formas de psicoterapia. Por ejem-
plo, he trabajado durante los últimos ocho años con métodos de
orientación muy similar a los descritos por Alexander y French en
su reciente obra,2 sin considerar éstos como otra cosa que no fuera
la aplicación de la experiencia psiconalítica a una terapia de más
corta duración. El desarrollo del grupoanálisis se produjo de ma-
nera paralela a esto. He llegado a la conclusión de que éste es, en
gran medida, el instrumento más potente y decisivo para la apli-
cación de la experiencia psicoanalítica en una escala mayor. Me
gustaría en este punto recalcar que el término «grupoanálisis» no
se refiere a la idea del psicoanálisis en grupos o en masa. Ni que
el grupoanálisis sea una mera aplicación del psicoanálisis o de sus
principios.3 El grupoanálisis comparte con el psicoanálisis:
1) Conceptos básicos de psicopatología.
2) Naturaleza y orientación como terapia de descubrimiento.

2. Alexander y French: Psychoanalytic Therapy, The Ronald Press Co.,


Nueva York, 1946.
3. Véase este punto en S. H. Foulkes: «On Group Analysis», International
Journal of Psycho Analysis, 23 (1946), partes 1 y 2.

233
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

3) Que el concepto de «situación psicoanalítica» y el análisis


de la transferencia tienen una gran afinidad con el concepto de «si-
tuación grupoanalítica» y el análisis de las relaciones interpersona-
les, haciendo énfasis intencionadamente en los términos elegidos.
Las diferencias fundamentales entre estas dos situaciones son,
no obstante, igualmente notables. Pero más allá del simple hecho
del uso terapéutico, sostengo que el grupoanálisis es el método
preferible en diversas situaciones y en una gran variedad de cir-
cunstancias, tanto como terapia como para la investigación cien-
tífica. Uno podría recordar aquí lo que se ha dicho acerca de la
importancia de un historial, diagnóstico, pronóstico y selección
dinámicos y vivos, así como los conceptos de «localización de la
alteración» y del «significado en acción», que en última instancia
implican una redefinición de las categorías psiquiátricas de tipo
más estático en favor de otras más dinámicas y funcionales.
Es preciso subrayar que los dinamismos observados en el
grupoanálisis son operativos de modo análogo en la vida misma,
en formaciones grupales de todo tipo: la situación grupoanalíti-
ca no los produce, sólo los descubre, hace que se manifiesten y
los abre a la observación y la investigación. Es por ello que los
resultados de estas investigaciones, y el propio método si se mo-
difica adecuadamente, pueden aplicarse a grupos de todo tipo,
como por ejemplo en los campos de la educación o la industria.
En nuestro caso esto se ha ejemplificado con su aplicación en
condiciones militares en Northfield. El Instituto Tavistock de
Relaciones Humanas de Londres trabaja en problemas indus-
triales y otros problemas a gran escala en una línea similar, que
en ocasiones ha sido denominada «sociátrica».
También debería quedar claro que la situación grupoanalítica
se sitúa, en mi opinión, en una comunicación abierta y fluida con
otras situaciones, y debería observarse en relación con ellas, como
parte integrante de un todo. Vuelvo a referirme una vez más al
diagrama de la página 100, al final de la introducción general, el
cual, creo, resume bastante bien la situación. La situación grupoa-
nalítica se ubica a medio camino entre el «autoanálisis» —el lugar
más centrado en el yo y aislado socialmente, que no obstante for-
ma parte de todo análisis psicológico— y el océano libre de la vida

234
Visión general

(esto es, la vida en una comunidad) y está abierta a ambos lados.


Se sitúa, por así decirlo, en la cresta de una colina circular, con una
panorámica del yo individual en el centro de un lado y de la comu-
nidad como un todo en la periferia del otro lado.
En este diagrama también se ve que el grupoanálisis puede
complementarse con el análisis individual, o viceversa, y que
puede servir como preparación para éste, o como ayuda para so-
lucionar problemas más adelante. Lo mismo es válido, del otro
lado, para las actividades sociales. Intrínsecamente, el grupoa-
nálisis, como cualquier otra psicoterapia, siempre debe incluir
todas estas esferas si quiere ser efectivo. Si alguno de los anillos
que señalan estas diferentes situaciones se cerrara por completo,
correspondería a una situación de hecho muy artificial. El círcu-
lo más interno, en tal caso, representaría un episodio psicótico
agudo, como por ejemplo el estupor catatónico. El psicoanáli-
sis degeneraría en estas circunstancias en una folie a deux, una
psicosis compartida por dos personas. El propio grupoanálisis,
si se cerrara herméticamente en el modo en que se discute, tam-
bién estaría próximo a una situación psicótica, correspondiendo
aproximadamente a las circunstancias de un monasterio. Aun así,
tendría al menos algunos ingredientes de la vida en comunidad y
también —si se abre hacia el interior— incluiría las posibilidades
del autoanálisis y del análisis individual. Estas consideraciones
ejemplifican lo que quiero decir cuando hablo de la importancia
básica y primordial de la influencia social en el ser humano, y tam-
bién por qué he dicho en algún otro lugar que el espíritu de un
grupo debe ser «abierto»; abierto en el sentido de orientado a la
comunidad y a la realidad de las circunstancias existentes. El mun-
do de la realidad, el cuerpo de la comunidad, son las coordenadas
de toda terapia. Gran parte de lo que en la terapia individual
sucede en la vida «fuera» de la situación terapéutica, fuera de la
consulta, entra en la órbita terapéutica en la terapia de grupo.
Esto es sumamente significativo, porque las cosas suceden ahora
de manera inmediata como parte del proceso terapéutico mismo,
uno no necesita esperarlas, pueden observarse directamente y en
condiciones que sin dejar de ser libres están controladas. El indi-
viduo y el grupo se hallan bajo el control del conductor dentro

235
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

del grupo terapéutico. Ésta es también otra razón por la que pue-
den alentarse nuevas experiencias, que el individuo de otro modo
evitaría cuidadosamente. Por otra parte, este control no lo impone
el conductor sobre el grupo o sus individuos, sino que es el pro-
pio grupo quien lo ejerce a través de él. El conductor usa al grupo
como instrumento, pero es él mismo un instrumento del grupo.

Algunas formas de tratamiento grupal; apuntes sobre


indicaciones, selección y dinámica de la terapia

En vista de esta orientación, no estoy demasiado interesado


en el «tratamiento de grupo» y en su «indicación» en relación
con ciertas «afecciones» psiquiátricas o con la selección de pa-
cientes para ello, si todos éstos se utilizan como conceptos es-
táticos. Sin embargo, como los conceptos se usan en general en
el momento presente, y tienen un significado práctico, se harán
algunas observaciones referidas a los factores terapéuticos, la
selección, etc. Actualmente parece existir un amplio consenso,
aunque diferentes autores utilizan términos distintos para expre-
sar sus opiniones, como es inevitable en esta fase.
Klapman ve en la terapia de grupo predominantemente un
método de «reeducación afectiva». Sin duda, es éste un aspecto
importante y —si se toma en sentido amplio— también puede de-
cirse lo mismo de la psicoterapia en general y del psicoanálisis.
Klapman opina que el papel de la educación es fundamental para
la conservación de la salud mental, y que toda la educación gene-
ral es experiencia. Ésta puede dividirse en reeducación afectiva y
orientativa. Klapman se muestra interesado en la descripción de
F. Redl de diez tipos de formaciones de grupo y opina que en
la psicoterapia de grupo el terapeuta actúa en cierta medida en el
papel de algunos de los tipos de Redl: 1) soberano patriarcal; 2)
líder; 3) tirano. El autor mantiene que en contraste con la relativa
inactividad del analista, «el terapeuta de grupo debe depender de
proporcionar material al paciente» [la cursiva es mía], y prosigue:
«El analista puede, en un caso ideal, esperar hasta que las produc-
ciones propias del paciente fuercen en él las comprensiones tera-

236
Visión general

péuticas, pero el terapeuta de grupo debe presentar al paciente, de


manera constante y con cierta agresividad, el desafío.»4
Esto se cita ahora para mostrar, por medio del contraste, la
diferencia fundamental entre esta afirmación, que se refiere a to-
das las formas de terapia de grupo que se han descrito en el li-
bro de Klapman, y el método del grupoanálisis, cuya descripción
constituye el contenido principal de esta obra.
Klapman considera que el terapeuta de grupo debe mantener
una formación grupal que sirva a los fines terapéuticos y un sen-
timiento grupal que favorezca las transferencias positivas entre
él mismo y los pacientes y entre los pacientes entre sí. «La trans-
ferencia [es el] trabajo de base fundamental e indispensable» a
partir del cual se obtienen resultados clínicos y se originan otros
dinamismos terapéuticos. De entre éstos menciona: «la catarsis,
la objetificación, el aplacamiento de superyoes rígidos y las re-
orientaciones intelectuales».
Klapman asevera que las explicaciones estadísticas de los re-
sultados terapéuticos tienen escaso valor, en ausencia de criterios
precisos, pero cita la explicación de Hadden, quien indica que
los estados de ansiedad, «frustraciones», neurosis y depresio-
nes de origen neurótico responden bien y que muchos obsesi-
vos también consiguieron un alivio considerable. Las histerias de
conversión eran más proclives a discontinuar su asistencia y los
resultados no eran tan buenos. El autor también insiste en que la
disposición óptima es la que combina los pequeños grupos con
la terapia individual.
Slavson afirma: «Creemos que la terapia sólo puede desarro-
llarse a través de la vida en un mundo en acción.» Sus experiencias
se refieren a niños con problemas de conducta y considera que la
contribución terapéutica más importante de la experiencia grupal
en la formación del carácter es la «modificación o eliminación del
egocentrismo y el aislamiento psicológicos». En su método, el te-
rapeuta no inicia ninguna discusión y sólo ofrece interpretaciones
en contadas ocasiones y en circunstancias muy específicas. El en-
torno es todo lo permisivo posible y es el grupo el que ejerce el

4. J. W. Klapman: Group Psychotherapy. Theory and Practice, op.cit.

237
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

control. Slavson considera el deseo de ser aceptado en el grupo,


lo que denomina «hambre social», como una de las características
más fuertes de los seres humanos y el mayor incentivo para mejo-
rar. «El deseo de ser aceptado cumple la misma función aquí que
la transferencia en el tratamiento individual.»
Las cuatro necesidades cardinales de la mayoría de sus pa-
cientes en edad infantil tratados con terapia de grupo son:
1) Necesidad de seguridad y amor incondicional.
2) Construcción de un yo y un sentido del propio valor.
3) Autoexpresión creativa.
4) Aceptación por el grupo.
Slavson también experimentó con la discusión de grupo
como forma de «terapia de entrevista grupal» diferenciada de
la «terapia de actividad grupal». Describe un grupo de seis chi-
cas de quince y dieciséis años con un nivel de inteligencia su-
perior. Esto se corresponde muy estrechamente con el tipo de
discusiones grupales informales y espontáneas de Northfield.
La conducción de este grupo de discusión siguió los principios
de orientación analítica. Las seis chicas llevaron a cabo ajustes
positivos y cuatro de ellas se recuperaron por completo. En un
trabajo publicado en abril de 1947,5 Slavson afirma: «Toda psico-
terapia se basa en la relación.» Opina que los cuatro pilares de la
psicoterapia en cualquier método son: relación, catarsis, insight
(o fortalecimiento del yo) y prueba de la realidad.
Sternbach6 también cree que la dinámica básica de los dis-
tintos métodos de terapia de grupo son idénticos y los resulta-
dos terapéuticos los mismos: fortalecimiento del yo, maduración
emocional y socialización.
Louis Wender7 define su teoría como un enfoque psicoanalí-
tico modificado y activo, en apariencia sólo aplicable en pacien-
tes hospitalizados y en conjunción con la terapia individual. La

5. S. R. Slavson: «Differential Dynamics of Activity and Interview Group


Therapy», American Journal of Orthopsychiatry (abril de 1947).
6. Oscar Sternbach: «The Dynamics of Psychotherapy in the Group», Jour-
nal of Child Psychiatry, 1, núm. 1 (1947).
7. Louis Wender: «Group Psychotherapy», en Group Psychotherapy, a
Symposium, Beacon House, Nueva York, 1945.

238
Visión general

interacción puede utilizarse para facultar al paciente a represen-


tar alguna de sus fijaciones primarias. El director de grupo se
convierte en la imagen paterna, las enfermeras en madres sustitu-
tas y los otros pacientes cumplen la función de hermanos meno-
res, etc. Los pacientes permanecen en el hospital durante varios
meses y sus experiencias cotidianas se utilizan como modelo de
un hogar sustitutivo. El grupo se reúne en un entorno informal
a intervalos regulares. Los resultados fueron positivos porque
varios centenares de pacientes, algunos de los cuales han sido
seguidos durante diez o doce años, «realizaron y mantuvieron
ajustes sociales consistentes con sus estatus y sus capacidades».
Por lo que respecta a los requisitos y la experiencia personal
del terapeuta de grupo, Wender hace las afirmaciones habituales
y generalmente aceptadas. Por otra parte, su método tiene remi-
niscencias de las circunstancias de Northfield y del manejo de un
grupo allí. Además de la existencia de muchos puntos en común
con el método descrito aquí, resultado de una orientación freu-
diana común, quiero hacer hincapié en las siguientes diferencias
fundamentales: el énfasis se pone en una «actitud de objetividad
y no-emotividad». Se introduce material teórico, la enfermedad
física, sus causas y patologías y la reacción del organismo humano
a la formación del síntoma pueden ser objeto de discusión. Ello
conduce a explicaciones de impulsos inconscientes, resistencias,
condicionamientos primarios, rivalidades entre hermanos, re-
presiones, simbolismos, roles de sueños, etc. Supongo que esto
es exactamente lo que uno esperaría que implicara el grupoaná-
lisis si éste fuera una simple aplicación del psicoanálisis a grupos.
De hecho, estos temas forman ocasionalmente parte del proceso
grupoanalítico, pero tan sólo como episodios espontáneos, tole-
rados o propuestos por el conductor por su valor dinámico (por
ejemplo, reafirmación, o emoción o interés, o para ofrecer algo al
grupo) en el contexto del proceso en su conjunto. Recuerdo un
grupo de Northfield —recién creado, quizá en su tercera sesión—,
estancado y estéril. Todos, incluido yo, estábamos bastante abu-
rridos. De pronto surgió la cuestión de los hijos. Un hombre es-
taba preocupado porque llevaba tres años casado y no tenía hijos.
Otro hombre lo tranquilizó, diciéndole que él también había pa-

239
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

sado por esa experiencia hasta que su mujer se quedó embarazada


por primera vez al cabo de nueve años de matrimonio. Siguiendo
un impulso, preguntándome cuánto conocían, les pregunté qué
sabían del embarazo, la concepción, el parto, etc. Fue impresio-
nante darme cuenta de la ignorancia de aquellos hombres, de ma-
nera que les di una pequeña charla sobre el tema. Esto animó al
grupo y yo escuché las repercusiones de ello en dos semanas de
entrevistas personales. Al menos tres de los hombres me dieron
las gracias por la información, de manera independiente y espon-
tánea, y en dos o tres casos el material había sido estimulante, lo
cual difícilmente podía haber surgido de otro modo.
Wender prosigue:

Se presentan casos hipotéticos, que incluyen algunas de las


características de las propias historias de los pacientes, adecua-
damente disfrazadas. Aunque las presentaciones hipotéticas y
la discusión han sido planeadas para un individuo concreto, la
discusión no se centra sólo en él. El terapeuta aborda el proble-
ma en general y suscita la participación de pacientes menos im-
plicados emocionalmente en ese problema. Esto activa al gru-
po. Hay un libre flujo de ideas de los participantes, similar a la
asociación libre, y se produce una buena cantidad de material
inconsciente. El paciente alrededor de cuyo problema se había
planeado la sesión también interviene en la discusión. No es
consciente de que el problema es suyo, ni tampoco los demás.

La cita muestra, quizá con la mayor claridad, la diferencia


fundamental de su técnica con la que aquí se ha descrito como
grupoanálisis. Los pacientes adecuados para la psicoterapia se-
gún Wender son «psiconeuróticos, depresivos leves e incluso es-
quizofrénicos borderline. Los auténticos psicóticos, los indivi-
duos que sufren alucinaciones y los hipomaníacos no sirven».
Nathan W. Ackerman8 realiza una concisa y valiosa contri-
bución que debería leerse del original. Yo estoy de acuerdo con

8. Nathan W. Ackerman: «Some Theoretical Aspects of Group Psychothera-


py», en: Group Psychotherapy, a Symposium, Beacon House, Nueva York, 1945

240
Visión general

todas sus formulaciones, pues no veo diferencias aparentes entre


el tratamiento que él hace de la situación y el que hago yo. Como
yo, se aproxima a la terapia de grupo a través de la experiencia
psicoanalítica y se ve sorprendido por las diferencias básicas de las
dos situaciones. La situación grupal impone «efectos modificado-
res específicos en todos los procesos terapéuticos parciales, tal y
como los conocemos nosotros en la psicoterapia individual».

La interacción emocional entre dos personas, como en el


psicoanálisis, proporciona la potencialidad para una relación so-
cial, pero es preciso un grupo de tres o más personas para dispo-
ner de una base para un orden social organizado con objetivos
dominantes, ideas, valores y modelos de experiencia interper-
sonal. Este hecho por fuerza influye en las formas específicas
de aplicación de los principios psicoterapéuticos a un entorno
grupal [...] En la situación grupal, el terapeuta trata con los mis-
mos tres niveles de funcionamiento psíquico que en el análisis, es
decir, impulsos inconscientes, reacciones conscientes y realidad,
pero el equilibrio de estas fuerzas es distinto al de la psicoterapia
individual. En la situación grupal, el impacto con formas con-
cretas de realidad social es inmediato. La adaptación del paciente
a la realidad social puede desplazarse o modificarse, pero nunca
puede ser evitada por completo. En la terapia psicoanalítica, en
cambio, el contacto con la realidad social puede ser temporal-
mente subordinado o minimizado. En una situación grupal, la
adaptación a la realidad social es fluida, porque está personifi-
cada de manera muy diversa por los distintos pacientes, por el
grupo en conjunto o por el terapeuta.

Ackerman subraya que «la terapia de grupo es un método in-


dependiente que ni entra en competencia ni sustituye a la terapia
individual. Es una experiencia más real que la terapia individual.
Está menos vinculada a las irracionalidades del inconsciente y se
inclina del lado de la lealtad a la realidad social. Es sólo una te-
rapia parcial para los trastornos de personalidad más graves. Sus
poderes están agudamente limitados, porque las alteraciones de
personalidad tienen raíces inconscientes más profundas. Su ma-

241
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

yor eficacia radica en el área de reintegración de los modelos del


yo con las consecuentes mejoras en los niveles de funcionamien-
to social. En algunas alteraciones de personalidad puede resultar
útil combinada con la terapia individual.
Según Ackerman, el tratamiento de grupo es particularmente
útil para algunos tipos de inadaptaciones sociales y alteraciones
emocionales de origen reciente. También puede, dentro de ciertos
límites, modificar los mecanismos de defensa y rasgos de persona-
lidad inadaptados, por ejemplo, una tendencia crónica al fracaso,
un impulso perfeccionista o una tendencia al aislamiento emocio-
nal. Ackerman, igual que yo, sólo recurre a la interpretación cuan-
do las tendencias emocionales han cristalizado. Considera que sus
principales funciones son las de estabilizar y catalizar.
La única diferencia que veo entre las ideas de Ackerman y las
mías es que él establece una frontera más marcada entre los con-
flictos «internos» y «externos», entre las alteraciones de antiguo
con raíces en experiencias infantiles y las recientes. Ahora bien, to-
das nuestras reacciones están influidas por anteriores experiencias,
y, al mismo tiempo, en última instancia, basadas en las experien-
cias infantiles; pero también todas las experiencias se mantienen
vivas por el conflicto y están operativas en el presente. En conse-
cuencia, considero que la indicación de un enfoque psicoanalítico
o grupoanalítico no es algo tan marcadamente definido, sino una
cuestión de grado. Además, lo que es o no es posible abordar en
una situación dada, no está tampoco definido en términos absolu-
tos, sino que varía con la totalidad de las circunstancias. Por ejem-
plo, mientras que puede ser completamente normal no hablar de
las sensaciones excrementales íntimas en un grupo, dentro de los
criterios aceptados por la educación en nuestra sociedad actual,
esto podría resultar perfectamente posible en las circunstancias de
una comunidad distinta, o en la nuestra en la Edad Media.9 Por
otro lado, lo que no es posible decir en un grupo terapéutico, pue-
de ser muy sencillo de explicar en otro, o en el mismo si cambia la
composición o en una etapa posterior.

9. Véase Elias: Über den Prozess der Zivilisation, Academia Verlag, Praga,
1937.

242
Visión general

En un trabajo inédito leído en una conferencia de psicoana-


listas celebrada en Amsterdam en mayo de 1947 me expresé en
estos términos:10

Fomentar el insight y los ajustes es, así pues, el principal obje-


tivo de una verdadera terapia. Existe una relación entre ambos: el
insight provoca ajustes y los ajustes facilitan el insight. El insight
sin ajustes no va demasiado lejos; los ajustes sin insight son algo
incompleto, pero puede funcionar. Los ajustes parecen lo más
fundamental desde un punto de vista terapéutico, mientras que el
insight es más importante desde un punto de vista científico. Am-
bos se dan cita en la pista de pruebas del control del comporta-
miento, cuando uno se enfrenta a situaciones y personas. Siempre
que el conflicto está predominantemente confinado a los niveles
primarios y primitivos, el control sobre el comportamiento pre-
sente no existe. Éste es el caso del análisis individual. La solución
debe ser entonces buscada en la revisión del pasado enterrado vivo
en la mente inconsciente, de lo contrario los ajustes se ciñen a lo
superficial y carecen de insight. En tal caso, centrarse en el mo-
mento y el grupo presentes sería una huida, una resistencia, sería
alejarnos del problema real. La situación grupal, por otro lado, es
el mejor medio para tratar los problemas presentes, cuando se deja
la suficiente movilidad interna para posibilitar el control sobre el
comportamiento presente. El insight y los ajustes pueden así con-
seguirse con la tarea actual y el grupo actual. Concentrarse en el
pasado, invitar a la regresión, sería ahora escapar hacia la fantasía,
una resistencia, sería alejarse del problema real. Esto es particu-
larmente cierto cuando la tarea presente es urgente y el tiempo
importa [...]
La situación colectiva reduce la severidad de la censura en
el interior del individuo y el ello se libera. Al mismo tiempo el
grupo establece sus propios límites bajo su propia y poderosa
autoridad, que es un buen equivalente del antiguo superyó. En
otras palabras, los límites del yo, tanto hacia el ello como hacia
el superyó, son revisados y el resultado favorece una estructura

10. S. H. Foulkes: «Group Therapy and Psycho-Analysis»

243
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

del yo más libre y más fuerte. El trabajo a través de la situación


de transferencia en el análisis individual tiene un equivalente
en el grupo, concretamente la observación e interpretación de
las reacciones del grupo como conjunto hacia sus tareas o hacia
otros grupos y de los miembros individuales entre sí y hacia el
grupo, así como sus reacciones hacia el líder...
La forma particular que asume la posición del neurótico es
por su propia naturaleza altamente individualista. Es disrupto-
ra del grupo en esencia, porque es genéticamente resultado de
una incompatibilidad entre el individuo y su grupo original. Es
al mismo tiempo un punto focal de agresividad y tendencias
destructivas. Como la situación grupal es eo ipso una situación
social, este aspecto disruptor, antisocial y destructivo del com-
portamiento neurótico es forzado a salir a la luz y no recibe la
autorización del grupo. Muy al contrario, es el individuo en
su aspecto sano y socialmente ajustado el que es apoyado y
autorizado a desarrollarse y florecer en el grupo. Aunque hasta
ahora una buena parte del comportamiento neurótico puede
ser modificado por comprensión mutua y tolerancia y liberado
para esfuerzos creativos, en conjunto las formaciones neuróti-
cas de cada individuo se sienten como una alteración de aque-
llas de cada uno de los otros, y no son compartidas por todo el
grupo. Por este motivo, por selección inevitable, el individuo
es atacado por los demás en su aspecto neurótico, un proceso
en el que participa a su vez de manera activa, cuando ataca las
defensas neuróticas del otro y, por consiguiente, también las
suyas. Las energías destructivas del grupo pueden utilizarse de
este modo para minar la posición neurótica del otro, mientras
que las fuerzas positivas se combinan y apoyan al otro. En re-
sumen, puede decirse que las fuerzas disruptivas se consumen
en el análisis mutuo y las constructivas se utilizan para la sín-
tesis del individuo y la integración del grupo en su totalidad.
No quiero dar la impresión de que este proceso se desarrolla
de manera automática, sin la dirección del conductor. Una de
las funciones más importantes del líder es usar esta tendencia
para la progresiva integración del grupo. El conductor tolera,
pues, que se liberen las energías agresivas para servir a fines

244
Visión general

constructivos. Sin embargo, el aspecto más importante sigue


siendo que las tendencias constructivas del grupo tienden ne-
cesariamente hacia la norma, porque al ser compatibles con el
grupo particular que nos ocupa deben ser compatibles con las
de la vida social en general y, más específicamente, con la forma
de vida de la comunidad concreta a la que el grupo pertenece.
Así pues, en esencia, el ajuste en un grupo terapéutico significa
ajuste social. Ésta me parece la razón fundamental por la que el
grupo tiene un impulso inherente hacia la norma social y bio-
lógicamente establecida, por eso se presta a ser un instrumento
de terapia [...]
Como el análisis, esta forma de dinámica de grupo de la te-
rapia aproxima los problemas de la neurosis y de la vida mental
normal de un modo sencillo, operando con el ajuste y el in-
sight. Este énfasis se inclina levemente del lado del ajuste, más
hacia lo presente e inmediato, más hacia la observación directa
y la acción que hacia la comunicación verbal. La revisión ínti-
ma del desarrollo personal, la situación edípica, la sexualidad
pregenital, siguen formando parte del terreno del psicoanálisis.
La terapia de grupo, en cambio, tiene un impacto mucho más
concentrado e inmediato en la solución de las tareas vitales del
presente del paciente. Se orienta de manera progresiva, y sólo
sigue las regresiones en la medida en que se registran como al-
teraciones en el comportamiento presente. Al mismo tiempo,
la observación en un grupo terapéutico muestra con suma cla-
ridad hasta qué punto determinada alteración de un paciente
requiere un tratamiento más íntimo, a un nivel personal, den-
tro o fuera del grupo, o debería ser tratado en un análisis indi-
vidual extensivo.

El énfasis se pone aquí en el insight y el ajuste. En nuestra


primera publicación,11 la señora Lewis y yo resumimos los fac-
tores terapéuticos específicos del grupoanálisis. Excluimos, por

11. S. H. Foulkes y Eve Lewis: «Group Analysis. A Study of the Treat-


ment of Groups on Psycho-Analytic Lines», The British Journal of Medical
Psychology, 20, núm. 2 (1944).

245
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

ser inespecíficos, la catarsis, la transferencia y la emergencia en la


consciencia de lo reprimido mediante la representación y el aná-
lisis.
Mencionamos:

1) El paciente es sacado de su aislamiento y llevado a una


situación social en la cual pueda sentirse aceptado. Siempre
que se pueda expresar con libertad de acuerdo a sus propias
inclinaciones, podrá sentirse comprendido y mostrar com-
prensión por los otros. Es un compañero en términos de
igualdad con los demás.
2) El hecho de que el paciente vea que otras personas tie-
nen similares ideas mórbidas, ansiedades o impulsos actúa
como un poderoso agente terapéutico para desprenderse de
los sentimientos de ansiedad y culpa particulares. Que otra
gente sufra lo mismo, o incluso más, causa alivio; que otros se
desmoronen o muestren insuficiente fuerza de voluntad para
abordar las dificultades favorece la resolución. Es más fácil
observar los problemas ajenos que los propios. La represión
y lo reprimido, por ejemplo, pueden reconocerse cuando se
señalan en otros. No obstante, esto actúa al mismo tiempo
como agente analítico en la propia persona. La discusión, la
interpretación o el análisis de este material es, por consiguien-
te, eficaz en varias personas al mismo tiempo, aunque se limi-
ten a escuchar. Buena parte del efecto terapéutico, en particu-
lar también los efectos de descarga de ansiedad o sentimientos
de culpa, surge de este modo en la posición de proyección.
Además de contrarrestar el narcisismo, entran en juego aquí
las fuerzas de identificación y contraste. Nos sentimos incli-
nados a distinguir este completo conjunto de factores dándo-
le un nombre, y proponemos el de «reacción especular».
3) Los efectos de relajación y estimulación en un grupo son
en parte también de naturaleza específica. Se abordan muchos
temas y resulta más sencillo hablar de ellos cuando los saca
a colación otra persona. Algo similar sucede a un nivel más
profundo, de manera que incluso el material más inconsciente
se expresa con más facilidad y de un modo más completo. Es

246
Visión general

como si el «inconsciente colectivo» actuará como condensa-


dor. Esto se ejemplificó en particular en relación con sueños
y simbolismos, fobias comunes y similar. De hecho, en for-
maciones tales como los símbolos, que son producciones de
un inconsciente colectivo —y en el cual, por consiguiente, las
asociaciones en el análisis individual son algunas veces insufi-
cientes—, el fondo común de la asociación que se produce en
un grupo parece un medio particularmente adecuado de pro-
porcionar alivio.
4) Las explicaciones y la información, de las cuales existe
una gran demanda y sorprendente interés, no son por supuesto
particulares de la situación grupal, pero en cierto sentido existe
una diferencia significativa que es el elemento de intercambio.
Esto no sólo anima la discusión y la hace más completa, sino
que altera la situación emocional, del mismo modo que los niños
aceptan muchas cosas del otro a las cuales se habrían opuesto en
el caso de venir de sus padres.

A estos cuatro factores, socialización, reacción especular, ac-


tivación e intercambio, añadí en una posterior publicación.12

5) El grupo como foro. La función del grupo simboliza a


la sociedad en su conjunto, como un foro poderoso. El indivi-
duo se ve a sí mismo bajo una nueva luz por consentimiento o
desaprobación, los límites del yo son puestos en revisión. Lo
mismo es cierto para el superyó, que representa en última ins-
tancia las restricciones impuestas por la comunidad sobre el in-
dividuo tal y como son transmitidas por la autoridad parental e
incorporadas a la mente. Con su rechazo, tolerancia o aproba-
ción, el grupo parece capaz no sólo de revisar, sino también de
modificar esta formación de manera eficaz. Puede decirse, por
tanto, que su efecto es un reacondicionamiento genuino de las
estructuras del yo y el superyó.
6) El grupo como apoyo. Una peculiar transformación y

12. «Group Analysis. A Study of the Treatment of Groups on Psycho-


Analytic Lines», The Lancet (2-3-1946), 303.

247
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

modificación de la situación de transferencia individual (trans-


ferencia intragrupal). El grupo absorbe buena parte de lo que en
tratamiento individual está centrado en el terapeuta. Ésta es una
característica muy útil, en especial cuando no hay tiempo para de-
sarrollar completamente la situación de transferencia individual.
La mejora de la adaptación social puede trasladarse con mucha
mayor facilidad de un grupo terapéutico en concreto a otro, y en
última instancia se refiere a la comunidad en su conjunto.

Ya se ha dicho bastante para mostrar que hay una buena base


de acuerdo entre los terapeutas grupales de orientación analítica
acerca del valor terapéutico del tratamiento de grupo, los fac-
tores responsables, la selección de pacientes adecuados y la ne-
cesaria formación y capacitación del conductor del grupo. Sólo
se añade al peso de estas afirmaciones que han sido resultado
de observaciones independientes. No existe el mismo grado de
acuerdo en lo referido al conductor. De hecho, la mayoría de
los autores difieren en lo fundamental de lo aquí descrito, y sólo
unos pocos, como Slavson, y en particular Ackerman, parecen
aproximarse más. Por esta razón se ha hecho hincapié en este
libro en la función del conductor en relación con la situación
grupoanalítica y en la particular influencia de este último en el
proceso terapéutico. Los principios subrayados aquí son:
1) Participación activa de los miembros.
2) Comunicación.
3) Observación en una situación social.
Éstos son más generales por cuanto contienen en sí mismos
todos los factores relevantes, pero al mismo tiempo también más
específicos para la situación del grupo en general y la situación
grupoanalítica en particular. Podría resultar útil pensar que los
más inmediatos factores terapéuticos en grupo son de dos tipos:
1) De apoyo.
2) Analíticos.
Estos últimos son en sí mismos de naturaleza más inquietan-
te, alarmante y terrible en su acción inmediata. Podría decirse
que la primera clase —notoriamente presente en el grupo— es
más a corto plazo y la segunda de una categoría de más largo

248
Visión general

recorrido. El terapeuta debería darse cuenta de que la adición de


ambos tipos de factores está bien equilibrada desde el punto de
vista de la situación, en cada caso y en conjunto, y a la luz de sus
objetivos. Debe considerar, una vez más, al grupo como un todo
y, separadamente, a cada uno de los individuos que lo integran.
Considero que las formulaciones de la página 96 de la pri-
mera parte, en respuesta a la primera pregunta, dan de lleno en
la base del proceso de grupo terapéutico. Es en este proceso de
comunicación y en la lucha por comunicarse donde se dan cita
todos los dinamismos. Esto explicaría de un modo satisfactorio
por qué las alteraciones y síntomas neuróticos, en sí mismos au-
tísticos e imposibles de compartir, ejercen por esta precisa cau-
sa una progresiva presión en el individuo para que los exprese.
En tanto no puede expresarlos mediante una mejor forma co-
municativa no encuentra verdadero alivio. Debe, pues, ponerse
a trabajar una y otra vez hasta que los ha transformado en un
lenguaje articulado, socialmente aceptable. La comprensión por
parte de otros miembros del grupo sólo puede ocurrir cuando
las energías (libido) invertidas en estos síntomas pueden ser re-
transformadas en valor intercambiable (dinero en efectivo, por
así decirlo). La comprensión, como la comunicación, es un pro-
ceso social que implica a al menos dos personas. La comprensión
de uno mismo va de la mano con la comprensión de los otros y
con el hecho de ser entendido por los otros. El trabajo a realizar,
pues, el impulso del cual es resultado de un proceso bastante
inconsciente de selección por medio de la presión del sufrimien-
to, y del carácter igualmente selectiva inconscientemente de la
presión grupal, este trabajo hacia una forma de comunicación
cada vez más articulada es, sin embargo, idéntica a la esencia del
proceso terapéutico. Este trabajo continúa de manera incesante
en una sesión de terapia de grupo, se practica continuamente en
cada miembro, mediante su participación activa en un proceso
mutuo, el de hacerse entender y entender los intentos de comu-
nicación de los otros.
Una vez más vemos lo importante que es que el conductor
active al grupo en este proceso, actuando él mismo como cata-
lizador. Su ayuda activa, en el sentido de facilitar este proceso

249
Introducción a la psicoterapia grupoanalítica

de comunicación, basándose en que es un receptor inusualmente


fino gracias a su formación y experiencia, debe ser proporcio-
nada de manera discriminada. Es como un préstamo sabiamente
administrado, que ayuda a la recuperación, pero que estimula la
actividad y la autoayuda por parte del receptor, sin retrasarlo ni
hacerlo todavía más dependiente.
El grupoanálisis es por tanto un dispositivo ingenioso. Permi-
te que el tratamiento se produzca dentro de un grupo de personas,
que pueden personificar aquellas situaciones y personas con las
cuales el paciente no puede enfrentarse, ya estén dentro o fuera
de él. Pero como no son en realidad idénticos a esas personas, o
imágenes, el paciente tiene una mejor oportunidad de encontrar su
propio yo, su propia contribución patogénica a estas alteraciones.
Debe ser en mí mismo, entiende al fin, porque los otros no pueden
saber todo esto de mí, no pueden reaccionar contra mí tan exac-
tamente igual que mi propia gente y amigos parecían hacer. Pero,
en lugar de crear un grupo nuevo para cada paciente, es posible re-
unir a un grupo de varios pacientes y —aunque todos ellos tienen
una «enfermedad grupal» por así decirlo— dejar que formen su
propio grupo terapéutico. Colectivamente pueden hacer aquello
en lo que individualmente fracasan, actuar de terapeuta del otro.
Aunque todos necesitan terapia como individuos, no pueden evi-
tar administrarla como grupo. Cuanto mejor es o llega a ser un
individuo, más libre e integrado, mejor llega a ser como miembro
del grupo. Cuanto mejor están los miembros mejor está el grupo.
Un buen grupo, no obstante, se engendra y se desarrolla, se crea y
cuida del producto más preciado: el individuo humano.

250
bb

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