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Tan pronto como Apión llegó al puerto y le fueron entregados su uniforme militar y su
primera paga, fue a hacerse su retrato, que mandó a su familia con la siguiente carta:
¡Saludos!
En primer lugar espero que se encuentre bien de salud y que las cosas vayan bien
para Vd., para mi hermana y su hija, y para mi hermano. Doy las gracias a Serapis
[un dios egipcio] por salvarme la vida cuando, justo al principio, pasé tanto peligro
en el mar.
Cuando llegué a Misenum [el puerto romano de guerra, cerca de Nápoles] recibí
tres monedas de oro del emperador [¿Trajano?] para gastos, y todo me va pero
muy bien.
Por favor, señor padre, escriba y cuénteme sobre su salud, luego sobre mis
hermanos, y también para que pueda besar su mano por haberme educado bien y
en consecuencia pueda esperar una rápida promoción, si los dioses quieren. Dé
recuerdos a Capitón [algún amigo] y a mi hermano y hermana, y a Serenilla [¿una
esclava familiar?] y a mis amigos.
La carta original, en griego y con bella letra, no fue escrita por el joven soldado sino por
un escriba. Dos compañeros de Apión, que se alistaron con él, añadieron sus saludos en
el margen izquierdo.
Carta de Apión, un joven soldado romano, a su padre Epimachos, en Egipto.
Ilustraciónes de Ancient Times: A History of the Early World de James Henry Breasted,
Ginn and Company, 1944
Viajó por el muy eficiente correo militar romano y llegó sin incidente todo el camino
hasta el pequeño pueblo egípcio donde, ya hace dos mil años, la leyeron el padre del
joven y su familia. Después de morir el padre, la carta se perdió entre los trastos de la
casa y los arqueólogos la encontraron debajo de las paredes derrumbadas. Junta a esta
carta había otra de Apión, dirigida a su hermana algunos años más tarde. Ya para
entonces el soldado llevaba años destinado en algún lugar del imperio romano y estaba
casado y con hijos. Es todo lo que sabemos de él.
Retrato sobre tabla de un egipcio-romano, fijado a una momia en Fayum, Egipto. Los
colores se aplicaron con cera (una técnica que se llama encáustica). De Ancient Times:
A History of the Early World de James Henry Breasted, Ginn and Company, 1944, p.
708.
En esa época los egipcios cultos escribían en griego. Por todo el Mediterráneo oriental
el griego seguía siendo la lingua franca. Hasta bien sentado el imperio, los mismos
romanos de clase alta hablaban el griego e incluso, era costumbre mandar a los jóvenes
a Grecia en un viaje de estudios. Julio César y Cicerón pasaron cada uno una larga
temporada en Grecia con el fin de perfeccionar su conocimiento del idioma.
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Mi fuente: Ancient Times: A History of the Early World de James Henry Breasted,
Ginn and Company, 1944, p. 708. Es una presentación de la historia antigua
excepcionalmente bien redactada e informativa que se usó como libro de texto en los
institutos americanos durante casi dos generaciones. Todavía se pueden encontrar
ejemplares en librerías.