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Capítulo 13

Lejá Dodí

A finales del siglo XVI, en la época de los Cabalistas de Tzefat, se introdujo antes del rezo de Arvit de
Shabat, una oración previa conocida como Kabalat Shabat. Ésta consiste en: seis Salmos de Tehilím, el
famoso canto de Lejá Dodí, y el Salmo de Adam: “Mizmor shir le yom haShabat”.

Estos seis Salmos tienen en común que hablan del Reinado Divino sobre el mundo. Son cánticos que
expresan alegría, como un llamado para que recibamos el Reinado de Dios con regocijo.

Nuestros Sabios comentan: “La Presencia Divina no reposa sino únicamente en aquél que está alegre,
como dice el versículo: “Los profetas cantaban con instrumentos para entrar en estado de alegría y en-
tonces poder empezar a profetizar” (Melajim b 3:15).

Después de estos Salmos cantamos el Lejá Dodí compuesto por Rabí Shelomó Haleví Alkabetz, nacido
en 2505 en Salónica, Grecia, quien en su juventud fue alumno de Rabí Yosef Taitazak. A los treinta años
subió a Éretz Israel y se asentó en Tzefat, donde amplió sus conocimientos de Cabalá con su cuñado
Rabí Moshé Cordovero.

Rabí Shelomó escribió varios libros y canciones, siendo Lejá Dodí la más famosa. Esta canción era ad-
mirada por el Ari z”l y los cabalistas de la ciudad, ya que está llena de conceptos basados en la Cabalá,
mensajes y plegarias aptas para la ocasión.
Relatamos un testimonio, que refirió sobre Rabí Alkabetz uno de su generación:

“Entre las montañas desiertas, dentro del valle, en víspera de Shabat, caminaban personajes vestidos
de blanco, almas puras. Y sobre una gran piedra se paraba Rabí Alkabetz, blanco y esplendoroso
como una antorcha, su cara parecía tener rasgos de oro. Todo esto provocado por el esplendor de
Shabat al cantar el Lejá Dodí. No sólo su boca lo cantaba, sino todo su cuerpo emanaba esa can-
ción de pies a cabeza”.

Este cántico está basado en una costumbre de la época del Talmud, donde se relata que Rabí Hani-
ná se envolvía con el talit en víspera de Shabat y decía a sus alumnos: “Salgamos a recibir a Shabat,
la reina”. Sin embargo, su colega Rabí Yanai se sentaba con una ropa bonita y decía: ¡Boi kalá, boi
kalá!- ¡Ven novia, ven novia!

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La diferencia entre los dos, dicen los Comentaristas, era si al momento de recibir el alma adicional
de Shabat, se realizaba en forma activa o pasiva. Rabí Haniná decía: “Salgamos físicamente para
recibirla”; Rabí Yanai la llamaba sentado en su lugar de rezo. Rabí Haniná la llamaba “Shabat la
reina”, Rabí Yanai la llamaba “novia”.

Cuando Rabí Shelomó Alkabetz compuso el cántico, combinó esos dos conceptos. Por un lado
cantaba: “Lejá Dodí; salgamos querido mío” para recibir el Shabat, llamándola novia, finalizando el
Cántico llamándola “Shabat Malketá”, Shabat la reina.

Esto también se entiende como lo explicamos en un capítulo anterior. Cuando vamos a recibir el
Shabat, la llamamos novia. Pero cuando llega a nosotros, que somos como reyes, se le denomina
reina, se convirtió de novia a pareja.

Rabí Shelomó HaLeví Alkabetz, era hijo de los que fueron expulsados de España, y siempre soñó
con la Redención. Por eso, después de dos estrofas que hablan de Shabat, pasó a hablar de la Re-
dención diciendo: “Basta de estar sentada en el Valle de las Lagrimas, sacúdete del polvo, vístete de
gala, porque llegó la hora de la Redención…”

Luego el cántico habla del Templo y de Yerushalaim, haciendo alusión al Gran Santuario de Jerusalem,
que deseamos sea reconstruido y del pequeño santuario que hay en cada Shabat en la casa de todo
judío. Finaliza el cántico de nuevo hablando de Shabat, invitando a la novia-reina.

En todas las comunidades se acostumbra cantar cada estrofa de este bello canto, una forma muy emo-
tiva, para entrar en un estado de ánimo y alegría, cumpliendo lo que ordenaron nuestros Sabios: “Dice
Shamai: Recibe a cada persona con cara amable”. (Pirké Avot 1,15)

¡Y si a las personas hay que recibirlas así, cuánto más a Shabat, a la que si le sonríes te sonreirá el doble!

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