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La plusvalía (crítica a Adam Smith).

Este concepto es tan importante y central en la obra marxiana que, por supuesto,
no podía dejar de estar presente aquí. Por plusvalía entendemos la ganancia
generada como fruto del trabajo humano (factor humano) que se convierte en
ganancia del capital por un proceso de arrebatamiento. De esta idea, ya presente
en los economistas clásicos, se deriva, con un fácil proceso lógico, que los medios
de producción deben dejar de estar en manos de los burgueses, pues esta brecha
de propiedad es la que facilita la ganancia injusta, el diario despojo.

Eurocentrismo.
Es curioso, pero tanto en Marx como en Engels hay una defensa de la posición
superior de Europa respecto a otros pueblos. Este postulado se justifica por la
necesidad de que esos otros pueblos, para poder avanzar, deben pasar las fases
históricas ya superadas por Europa. Por supuesto, la permisividad con el
colonialismo no es en base al expansionismo económico del capital (como
detectaría Lenin) sino por una especie de paternalismo salvador.

Su enfrentamiento con los anarquistas.


Dirigir la revolución o dejarla a la expresión espontánea de las masas, controlar las
iniciativas con voluntad política o dejar a la libre organización social el proceso
de liberación, son solo algunas de las tensiones mantenidas entre marxistas y
anarquistas. La firme voluntad racional del marxismo, que enarboló la bandera del
socialismo científico, identificó al movimiento libertario como una amenaza para el
triunfo revolucionario, por lo que luchó decididamente para que no tuviera el
control de los órganos de defensa de los proletarios, como la AIT, que se mudó en
1872 a Estados Unidos para librarla, precisamente, de las manos de los
anarquistas. Este conflicto se reprodujo de forma más amplia a finales del Siglo XIX
donde se evidenció la visión más humanista del anarquismo frente al férreo y
eficiente control marxista.

Dos libros no muy conocidos de Marx, pero


imprescindibles.
Leer a Marx no se limita a leer el Manifiesto o el Capital. En su producción
bibliográfica destacan obras como El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852) o La
Crítica del programa de Gotha (1875). La primera, una interesante revisión sobre el
golpe de Estado de 1851, se convierte en un clásico para todo apasionado de los
sistemas políticos. Además, en sus primeras páginas nos regala esa frase ya mítica:
“la historia sucede dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”.
En el caso de la segunda obra, lo que Marx intenta analizar el proyecto
socialdemócrata alemán, con detección de alguno de los males que más tarde han
perseguido al SPD y partidos hermanos (socialismo de Estado sobre la base de los
postulados de Lasalle).

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