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La fría:
Es la persona que un día estuvo caliente, pero ahora no le interesa estar
en la presencia de Dios. Se dejó enfriar. No ora, no ayuna y no cumple
más con la Palabra del Creador. Incluso, a veces, tiene dudas sobre la
existencia de Dios. Sin embargo, es consciente del error que está
cometiendo y que su vida no está bien. Es necesario que esa persona
regrese a los caminos del Señor Jesús y recupere la relación que un día
tuvo con Él, mientras todavía haya tiempo.
La tibia:
Las personas que están en ese grupo no comprenden que ya se han
distanciado de Dios y ya no forman parte de Su Reino. Ellas poseen una
falsa sensación de bienestar. Todo parece estar tranquilo, mientras sus
vidas se acercan al abismo eterno. Se apoyan en la cantidad de tiempo
que están en la Iglesia y no en la calidad con la que sirven al Señor
Jesús. Asisten a las reuniones solo para cumplir con la tradición y no para
alimentarse del Espíritu Santo. La persona tibia no se da cuenta, no
reconoce que necesita acercarse nuevamente a Dios. Ella no asume un
verdadero compromiso con el Altísimo, pero conoce Su Palabra. Es el
cristiano que ya perdió la Salvación y aún no lo sabe. Por eso, la persona
que se encuentra en este grupo necesita urgentemente reconocer los
caminos equivocados que ha recorrido y debe reconciliarse con Dios
mientras aún haya tiempo, para que no caiga en el sufrimiento eterno.
La fría:
Es la persona que un día estuvo caliente, pero ahora no le interesa estar
en la presencia de Dios. Se dejó enfriar. No ora, no ayuna y no cumple
más con la Palabra del Creador. Incluso, a veces, tiene dudas sobre la
existencia de Dios. Sin embargo, es consciente del error que está
cometiendo y que su vida no está bien. Es necesario que esa persona
regrese a los caminos del Señor Jesús y recupere la relación que un día
tuvo con Él, mientras todavía haya tiempo.
La tibia:
Las personas que están en ese grupo no comprenden que ya se han
distanciado de Dios y ya no forman parte de Su Reino. Ellas poseen una
falsa sensación de bienestar. Todo parece estar tranquilo, mientras sus
vidas se acercan al abismo eterno. Se apoyan en la cantidad de tiempo
que están en la Iglesia y no en la calidad con la que sirven al Señor
Jesús. Asisten a las reuniones solo para cumplir con la tradición y no para
alimentarse del Espíritu Santo. La persona tibia no se da cuenta, no
reconoce que necesita acercarse nuevamente a Dios. Ella no asume un
verdadero compromiso con el Altísimo, pero conoce Su Palabra. Es el
cristiano que ya perdió la Salvación y aún no lo sabe. Por eso, la persona
que se encuentra en este grupo necesita urgentemente reconocer los
caminos equivocados que ha recorrido y debe reconciliarse con Dios
mientras aún haya tiempo, para que no caiga en el sufrimiento eterno.