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El más grande mito


de la historiografía
Por Omar Acha
Suele decirse de esta época que su característica prin-
cipal es el hecho de que todo está sometido a análisis y
discusión. Es decir, nada de lo que a simple vista tiene
su consistencia estructurada permanece a salvo de la
controversia. Y pocas cuestiones han sido tan exami-
nadas por el escrutinio colectivo como la Historia. En
parte, porque ella ha sido transformada en una alforja
capaz de proveer imágenes para los distintos proyectos
políticos que emergieron de la gran crisis de principios
de siglo; la historia fue objeto, también, de las disputas
que se dan en el contexto de una polarización polí-
tica muy marcada. Podemos decir, con todo, que hay
algo que interroga la veracidad historiográfica que es
común a la revisión contemporánea de todas las discur-
sividades y disciplinas. Las imágenes que provee para
la discusión pública no están exentas de la reproduc-
ción de los estereotipos que, académicos o revisionistas,
mantienen sobre los acontecimientos del pasado. Hay
un academicismo, con pretensiones científicas, que
resguarda el legado historiográfico de sus impugna-
ciones para conservar su legitimidad de disciplinar,
y un revisionismo que, a menudo concesivo con los
lenguajes mediáticos, discute los supuestos de la histo-
riografía tradicional.
En este trabajo Omar Acha sostiene que, en la oposi-
ción entre mito y ciencia, hay un verdadero mito, un
supuesto que no ha sido lo suficientemente cuestio-
nado: la historia como fundamento de lo real. No
se trata, según esta perspectiva, de discutir cuál es la
verdadera historia sino en ir más a fondo aún de lo
que lo hizo el discurso deconstruccionista, para poner
en suspenso la noción misma de historia y todas las
narrativas que de ella se nutren.
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El proyecto de un revisionismo histó- archivo como repositorio de verdad


rico está a la orden del día, a la vez para discutir sus credenciales. El fondo
que también es inactual. Su posibi- archival es más bien el instrumento de
lidad está subordinada a la elabora- la “crítica”. El documento, su vera-
ción de un concepto de historia bien cidad, su pertinencia, son juzgados
distinto del que se nos aparece como de acuerdo a un consenso de pares,
noción evidente: hay una historia real de una medida institucionalizada en
y tenemos que narrarla. ¿Qué suce- comités y referatos. De allí que se
dería si no hay historia como proceso destaque respecto de los avances de la
colectivo objetivo? ¿Cómo aborda- ideología sobre el proceder historio-
ríamos la tarea de constituir represen- gráfico: la universidad se preserva del
taciones del pasado? Esas preguntas impulso revisionista que mancilla la
elementales son las que debe encarar investigación con las prevenciones de
el proyecto revisionista. Es insuficiente la pasión política.
proclamar interpretaciones o burlar los No obstante lo otro regresa e impor-
relatos con preferencias disgregadas. tuna el plácido sueño de la historio-
Tampoco es útil disolver el problema grafía académica (aquí voy a desoír los
apelando a un construccionismo radi- reclamos de prestigio del mercado, no
calizado. Quiero aportar en este texto por irrelevancia sino por tratarse de
algunas ideas primarias sobre el zócalo otra cosa, anhelante de otras masti-
mítico que subyace en la historio- caciones). Vuelve como política,
grafía. Pensando más estrechamente como pugna de límites, como patrulla
en el panorama argentino me interesa disciplinar cuando se avanza sobre las
destacar, aunque sea rápidamente, dos incumbencias presuntamente exclu-
nociones decisivas que se han consoli- sivas de la historiografía universitaria.
dado en las últimas décadas: la moder- Cada vez que una palabra se enerva
nización problemática y el campo sobre el territorio de la historiografía
cultural. Cuestionarlas en el seno del académica, la de rango científico alza
entendimiento histórico que refractan indignada su gendarmería del saber
es apenas una fisura en la política de la legítimo. Las razones no son menores
historia por venir. en la prosa exasperada que amojana las
fronteras de la profesión. En verdad
hay una acumulación de “disposi-
El problema del sentido común tivos” en los últimos treinta años que
historiográfico justifican, al menos técnicamente, las
prebendas defendidas por el espíritu
La historiografía argentina –como universitario. Podrá pensarse lo que se
experiencia específica de una tendencia quiera de los saberes sedimentados en
occidental– presume de haber alcan- la maquinaria académica, pero hay una
zado su “Ilustración”. Quiere pensar evidencia que no quisiera olvidar: la
como Kant y Habermas lo propug- laboriosa indagación de datos concretos
naron, con el “propio entendimiento”. sin los cuales es inviable conducir una
Prescinde entonces de prótesis para investigación historiográfica de valía
desplegar su pensamiento. Cuestiona (y tampoco una revisión de la historia).
la tradición, somete los saberes here- Doy un ejemplo banal pero profunda-
dados a escrutinio. Desconfía del mente significativo: un relevamiento

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de los presupuestos educativos en las en la historiografía. Este pasaje de


provincias durante la primera mitad mi argumentación es, por así decirlo,
del siglo veinte es decisivo para captar “hegeliano”. La crítica no puede
las mutaciones características de la provenir desde el exterior, sino del
difusión de la alfabetización y evaluar despliegue de una tensión irreso-
ese capítulo central del “progreso luble en lo real. No quisiera entonces
argentino”. Por supuesto que todavía oponerle a la historiografía universi-
se requiere de mayores detalles: ¿cómo taria una razón radicalmente diversa,
fueron empleados esos recursos, si es incomunicable. Desde esa actitud sólo
que llegaron a mentaría lenguajes incomprensibles.
La crítica no puede provenir implementarse? Se sabe qué sucede entonces: cada cual
desde el exterior, sino del O bien: ¿cuáles se preserva en sus convicciones. Y ello
despliegue de una tensión irre- fueron las conse- no conduce a algo nuevo; más bien
soluble en lo real. No quisiera cuencias en el procrea una “diferencia” perfecta-
entonces oponerle a la historio- mediano plazo de mente metabolizable. No es la guerra
grafía universitaria una razón esas inversiones porque hoy hay un suelo naturalizado
radicalmente diversa, incomu- educativas? Visto de la sociedad capitalista –el reino
nicable. Desde esa actitud sólo desde otro punto aparente de la particularidad– ante la
mentaría lenguajes incom- de vista, ¿quiénes que usualmente nos postramos como
prensibles. Se sabe qué sucede ingresaron al lo inexorable. Asumimos esa domi-
entonces: cada cual se preserva sistema educa- nación como destino y vemos qué
en sus convicciones. tivo? ¿Cuál fue la podemos adecuar en sus esquinas.
permanencia en Pasa otra cosa, decía, que la guerra: la
la escuela? De ninguna manera se me indiferencia de una institucionalidad
ocurre pensar que trabajos sobre esos compleja en la que pueden convivir
temas de los que ignoramos casi todo diversas tribus polémicas, o más proba-
sean irrelevantes. Por el contrario, blemente, la convivencia en territorios
son de valor extraordinario. Ante la de validez heterogénea.
inflación de “papers” que refritan por Voy al grano dialéctico para reventar
enésima vez los textos de Rancière desde adentro, parasitándolo en su
o Lacan, de Agamben o Derrida, verdad imposible, la maquinaria
creo que una buena monografía que historiográfica universitaria: la que se
encare los vacíos indicados es de un pertrecha en la paciente y minuciosa
valor superior. Me importa destacar reconstrucción de los acontecimientos
que la visita a los archivos es también del pasado. De acuerdo con ese ideal
ella misma teórica. ascético repelente de las fabulaciones
En tal sentido no pretendo apelar a ideológicas diseñadas de antemano con
una defensa del ingenuo empirismo imágenes arbitrarias y proezas antoja-
que subyace, por razones de estructura dizas, la historiografía se encorva sobre
ideológica, en la pretensión historia- los documentos para auscultar, entre
dora (académica) de hacer “ciencia”. la hojarasca de las opiniones de toda
Y es que si me niego a seguir indo- época, entre la multiplicidad de los
lente las modas intelectuales en la puntos de vista, para hallar las difíciles
valoración de las fatigas archivales es pepitas de las certidumbres sostenibles,
porque me interesa atenazar mejor el argumentables con razones. Si no hay
alcance de un debate teórico acallado entonces una Verdad, vale entonces la

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laboriosidad de las verdades falsables, tras identidades?), estamos bordeando


temporales y susceptibles de contraste lo que la historiografía universitaria es
“empírico”. Ante ellas las facundias funcionalmente incapaz de reconocer,
de la imaginación se revelan como a saber, que no hay algo así como una
torneos imaginarios que se disuelven historia objetiva ante la que la investi-
con el tiempo. No hay mayor encanto gación deba inclinarse laboriosamente.
que el de una buena documenta- Esta nota no pretende disolverse en un
ción. Esa timidez historiográfica tiene relativismo radical una vez que he dete-
sus propias máculas. nido mi rumia en
Doy un ejemplo. Hoy sabemos que los valores de la La historiografía suele deba-
el “éxodo jujeño” de 1812 no fue tal, investigación, o tirse entre opciones de cómo
al menos si lo pensamos como un en lo que resiste explicar la historia. Las
pueblo que incinera todas las perte- al encanto de la variantes annalistes prefieren
nencias imposibles de acarrear en su labia. Y es que se la larga duración, las menta-
fuga del invasor realista. En aquellos habrá adivinado lidades o los procesos milena-
años inclementes y de castigos inape- lo que aquí está rios; las marxistas británicas
lables la ciudad capital de la actual en cuestión: la cambian el enfoque y lo miran
Jujuy fue abandonada al menos en inoperancia de desde abajo y desde las resis-
tres oportunidades por la amenaza una dicotomía tencias; las indias subalternas
española. Sin embargo, la orden de sencilla en la las sitúan en matrices relati-
la tierra arrasada nunca existió como oposición entre vistas y en tácticas resistentes,
tal. Eso lo comprueba el examen de la ciencia y mito, gramscianas; en fin, hay
documentación de la época. Más allá entre conoci- todavía otras que pueden inte-
de ello podemos debatir (lo han hecho miento y sentido, resarnos. Pero lo que ninguna
historiadoras e historiadores jujeños) entre verdad y ha puesto realmente en cues-
qué hacemos con esa verdad. Algunas pasión, en fin, tión, lo que es el límite insupe-
voces historiadoras afirmaron el deber entre realidad y rable de la historiografía como
profesional consistente en derribar sujeto. Lo que figura “científica” de nuestra
los mitos consolidados y presentar la está en juego es era en lo relativo al pasado, es
realidad objetiva: lo que efectivamente algo infinitamente la propia historia.
ocurrió. Otras voces, sin abandonar los más complicado
créditos del saber archival, reclamaron que esas alternativas sosas, tan reso-
la utilidad de algunas narraciones útiles nantes de la tensión constitutiva del
a la vez que de raigambre emancipa- dominio de la mercancía: entre el valor
dora: que el mito del Éxodo Jujeño de uso y el valor, o entre lo concreto
no es, como el del Día de la Raza, una del consumo y lo abstracto del inter-
celebración de la desigualdad sino, por cambio. Menciono las raíces sociales de
el contrario, un canto de cuánto puede la escisión entre lo real y lo ideal por
hacer un pueblo mancomunado por su razones que explicaré más adelante.
liberación. Mientras la Raza celebra la
imposición de una cultura sobre otra,
el Éxodo Jujeño reitera el aliento de la El más grande mito
lucha contra el opresor.
En esta tesitura, que pareciera cobijar La historiografía suele debatirse entre
los debates de nuestro tiempo (¿qué opciones de cómo explicar la historia.
hacer con la naturaleza mítica de nues- Las variantes annalistes prefieren la

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larga duración, las mentalidades o supone y se atribula en la maneras de


los procesos milenarios; las marxistas contarla, de narrarla, de explicar, de
británicas cambian el enfoque y lo afirmarla o de criticar lo que sobre ella
miran desde abajo y desde las resisten- se ha dicho.
cias; las indias subalternas las sitúan Así las cosas, hay una historia argentina
en matrices relativistas y en tácticas que tuvo un inicio (sea en 1516, en
resistentes, gramscianas; en fin, hay 1776, en 1810, en 1853, o en 1880),
todavía otras que pueden interesarnos. momentos decisivos (la Constitución
Pero lo que ninguna ha puesto real- de 1853, el roquismo, el peronismo,
mente en cuestión, lo que es el límite la dictadura militar) y un presente en
insuperable de la historiografía como el vivimos. A partir de esa cronología,
figura “científica” de nuestra era en lo todo se discute. Pero partir de una
relativo al pasado, es la propia historia. cronología desde la cual se organiza la
La historia como tal, esto es, en tanto encuesta historiadora es una decisión
proceso masivo que transcurre en el enorme, es un paso que define todo lo
tiempo, es para nuestra inteligencia un que partiendo de allí se constituye. El
dato indiscutible. tiempo es, entonces, el complemento de
Lo que la historiografía no se pregunta ese gran mito que es la propia historia.
Bicentenario del es qué es la historia. O más radical- Hay diversas teorías sobre cómo
Éxodo Jujeño mente, si hay algo llamado historia. La se constituyó la noción de historia.

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Algunos autores nos hablan del pasaje inmanente. ¿Qué historiografías


del Antiguo Régimen a la Modernidad, podemos edificar si prescindimos de
de la fractura entre el pasado (lo reci- ese supuesto? Esta ha sido la pregunta
bido, el espacio de la experiencia) y implícita de todos los proyectos polí-
el porvenir, entre lo dado y lo nuevo. ticos significativos. Mas hoy en este
Otros, en cambio, exceden la muta- mundo sin alternativas radicales,
ción de las categorías lingüísticas donde las modifi-
para destacar cuánto debe la historia caciones minutas La historiografía universitaria
a la formación del mercado mundial parecen satisfacer rechaza la idea del revisio-
capitalista. Naturalmente, no son las las pasiones “polí- nismo. En algún caso atina a
únicas opciones y es innecesario hacer ticas”, no hay domesticar el revisionismo a
aquí un mapeo de esas variantes. Su interrogaciones través de la postulación de un
mención sucinta me basta para situar realmente histó- gesto constitutivo del quehacer
esta proposición: que no hay una ricas. Finalmente historiador. Así las cosas, mien-
historia objetiva como fundamento nos hallamos tras el sentido común mítico
real en torno a la cual revolotean dili- en la pesadilla se recuesta en sus conven-
gentes las cuadrillas historiográficas. nietzscheana en ciones indiscutidas (es decir,
En otras palabras, que la gran desmi- que una “cultura en sus creencias), la historio-
tificadora de los mitos que nublan histórica” nos grafía se renovaría constan-
los entendimientos es, ella misma, un ahoga. Desde temente. Cada tesis doctoral
efecto mitológico: la historiografía se luego que no en debe aportar un nuevo punto
pierde balbuceante si pone en suspenso los términos en de vista, requiere exhumar
la validez incuestionada de la historia. que Nietzsche fuentes hasta entonces intactas;
Y esa puesta en suspenso es lo que la increpaba en los congresos especializados
demanda el pensamiento crítico. Su los confines del devastan las imágenes simplifi-
avance en la desmitificación que funda siglo diecinueve. cadas de las síntesis apresuradas
la divergencia con los relatos estable- Su imperio tiene a través de debates específicos;
cidos, la prevención ante el pliegue una vigencia que en fin, la auténtica revisión la
satisfecho en los muellos brazos de las el autor de La provee la propia historiografía
complaciencias colectivas, alcanza su genealogía de la en su funcionamiento normal.
propio abismo. moral no imaginó.
Eso es algo más grave que la facundia Mientras su polémica en la Segunda
deconstruccionista actual que se Intempestiva constituyó una discusión
demora en hostigar las pretensiones sobre la cultura, sobre cómo las viejas
de un fundamento para revelar las generaciones se imponían sobre las
inconsistencias de todo lo humano. nuevas oprimiendo la fuerza de la vida,
Debo confesar que las elocuencias hoy es categoría “trascendental” del
en destacar las vacilaciones de lo real sujeto generada por la hegemonía del
tienen a mi juicio un alcance limitado. orden mercantil. Desde luego que suele
¿Qué se obtiene con mostrar la contin- haber proyectos estatales en el encuadre
gencia inexorable de todo concepto? de esa hegemonía.
Por cierto que ese es un primer movi- En nuestra época todo puede deba-
miento quizá necesario, siempre bien- tirse, incluso las minucias de batallas y
venido. ¿Y qué más? guerras, pero no el sentido de la historia.
La historiografía supone una historia en Ese no es tampoco un privilegio de las
movimiento temporal, una tendencia narrativas simplistas que, según el saber

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académico, parasitan a las mercaderías Lo que se ha modificado es el régimen


de la industria cultural intituladas “revi- de sus respuestas. La imposición de un
sionistas”. Son constitutivas también, y modelo dual se ha mostrado improce-
de manera eminente, de la imaginación dente para dar paso a una pluralidad
historiadora universitaria. en la que se dirimió el problema de la
Quiero llamar la atención aquí sobre modernización. Por eso deberíamos
dos categorías campeantes en la inves- mentar modernidades, en plural, enfa-
tigación académica: la modernidad/ tizando las diversidades en las expe-
modernización y el riencias históricas.
Necesitamos pensar la produc- campo intelectual. Con esa matriz se lee la inserción de
ción de la categoría de la Ambas confi- la Argentina post-rosista en el orden
historia como efecto “trascen- guran una trama capitalista, su orientación agro-expor-
dental” en la configuración de conceptual que se tadora, la Ley Sáenz Peña y la reforma
los sujetos contemporáneos. ha impuesto como estatal del 1900, se mensuran las nove-
Dicho de otro modo, no la grilla de compren- dades del radicalismo yrigoyenista y
historia en tanto equivoca- sión de lo histó- las rupturas institucionales de 1930
ción o desvío de una realidad rico, es decir, son y 1943, la innovación peronista hasta
objetiva, sino como alambique datos de lo real 1955, los intríngulis del desarrollismo
teórico-material de la expe- y operan desde y la atormentada experiencia del pero-
riencia de nuestro tiempo. Sólo el inconsciente nismo del 73-76, así como las peripe-
entonces podremos avanzar en universitario. No cias de la “transición democrática”.
un revisionismo histórico algo quiero allanar todo Las interrogaciones se moldean dentro
más despierto que el amagado el disímil espacio de ese enigma de la modernización
en fechas recientes y tan torpe- académico bajo y la modernidad.
mente hostigado por sereni- ambas nociones. No es por azar que en tales preguntas
dades universitarias. Sólo digo que la ciudad de Buenos Aires posea una
demarcan su inte- relevancia fundamental. Todavía
ligibilidad predominante al devenir tenemos que debatir la concepción
en su vocabulario. de lo histórico implica el emplaza-
La pregunta sobre cómo se dio, por miento de Buenos Aires como vector
qué fue atribulada, cuáles fueron sus progresista de la historia nacional.
estaciones, demarca el horizonte de Es insuficiente al respecto postular
interpretación asociado a la proble- tradicionalismos del “Interior” bajo
mática de la modernización. Natural- la fórmula romántica de una ruptura
mente, aquí es de rigor plantear que del tiempo porteño. Por que en verdad
la fórmula germaniana de un pasaje Buenos Aires en tanto proa de la pampa
de la sociedad tradicional a la sociedad húmeda impuso su ritmo beligerante
de masas es inadecuada. Cualquier durante casi todo el tiempo histórico
tesista sabe que la dicotomía es simpli- argentino, incluso desde antes de
ficadora. Lo que tiene que hacer es 1810. En otras palabras, necesitamos
complejizarla, delimitar sus varia- una revisión de la historiografía que
ciones geográficas, establecer sus dife- exceda la diatriba antiporteñista para
rencias temporales, relevar cuánto de la entender la primacía agro-exportadora
propia dinámica modernizante estuvo en la historia nacional.
transida por restricciones internas. En Una faena derivada del entendimiento
otras palabras, la pregunta sigue viva. progresista de la historia es la encar-

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nada por la naturalidad con la que el campo como efecto, consolidando


se ha difundido en lenguaje aparen- así las posiciones objetivas. Por lo
temente bourdieuiano del “campo tanto, la potencia configuradora del
intelectual” o sus diversas variantes. campo deriva de su efectividad en la
Digo “aparentemente” porque Pierre constitución inconciente del sujeto.
Bourdieu nunca olvidó señalar que En cambio, en el idioma historiográ-
la eficacia de los campos (artístico, fico actual se menciona a los campos
periodístico, político, cultural, etc.) como si se hablara de los caminos o
opera como coagulación de posiciones de las manzanas, olvidando la dimen-
objetivas entre individuos dentro del sión crítica del planteo de Bourdieu.
marco dado por la relación de fuerza Se pierde también en el camino cómo
entre las clases sociales. Los campos y cuándo la categoría de campo se
no son entidades objetivas en las que implantó en los anaqueles historiográ-
los individuos participan con sus dife- ficos, qué proyectos ideológicos portó,
rentes “capitales”. Por el contrario, es qué decisiones intelectuales representó.
en la inscripción del individuo que Lo que me interesa destacar aquí es la
reconoce las jerarquías relativas de las apostura natural que alcanzó como
distintas trayectorias individuales y los tendencia histórica, como aspecto de
sistemas de relaciones que se configura una historia argentina en devenir. Roque Sáenz Peña

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La proyección de una estético que disciplina las aspiraciones


revisión de la historia revisionistas a hacer la historia, otra
historia. En mi opinión el concepto de
La historiografía universitaria rechaza historia no es meramente un engaño,
la idea del revisionismo. En algún caso sino la derivación de otro concepto, el
atina a domesticar el revisionismo a de capital. Voy a resistirme a avanzar en
través de la postulación de un gesto una explicación al respecto. Lo dicho
constitutivo del quehacer historiador. es suficiente para pensar una crítica
Así las cosas, mientras el sentido de la historia diferente a la disolución
común mítico se recuesta en sus discursiva de la misma. Necesitamos
convenciones indiscutidas (es decir, pensar la producción de la categoría de
en sus creencias), la historiografía la historia como efecto “trascendental”
se renovaría constantemente. Cada en la configuración de los sujetos
tesis doctoral debe aportar un nuevo contemporáneos. Dicho de otro modo,
punto de vista, requiere exhumar no la historia en tanto equivocación o
fuentes hasta entonces intactas; los desvío de una realidad objetiva, sino
congresos especializados devastan las como alambique teórico-material de
imágenes simplificadas de las síntesis la experiencia de nuestro tiempo. Sólo
apresuradas a través de debates espe- entonces podremos avanzar en un revi-
cíficos; en fin, la auténtica revisión sionismo histórico algo más despierto
la provee la propia historiografía en que el amagado en fechas recientes y
su funcionamiento normal. Pero lo tan torpemente hostigado por sereni-
que la historiografía universitaria no dades universitarias.
puede tolerar es un cuestionamiento
del fundamento, del mismo concepto
de historia, de la historia como tal. Y
es eso precisamente lo que un revisio-
nismo histórico discute.
Revisar la historiografía requiere atra-
vesar de otro modo ese término sedi-
mentado que es la historia. Necesita
considerarla un término “nativo”, rela-
tivo a los usos en una cultura. Poner en
cuestión las valencias conceptuales de
la modernización y del campo son sólo
ejemplos de una tarea más amplia, que
no se detiene en analizar con ironía las
vacilaciones de las nociones heredadas.
Requiere también trabajos construc-
ción de conceptos alternativos.
El más grande mito de la historio-
grafía es que hay una historia objetiva
que debemos conocer mejor para saber
lo que efectivamente ocurrió. Si se la
pone en cuestión se derrumba todo
el sistema científico, epistemológico y

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