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Teóricos VIII-IX
Cátedra: Dr. Jorge Dubatti
Teórico VIII
1
Se considera que el estreno de Ubú Rey de Alfred Jarry, en diciembre de 1896, marca el inicio
de un proceso de renovación del que las vanguardias son deudoras.
2
La bastardilla y la mayúscula son de Richter.
6
XIX, pero tan lejos de sus concepciones escénicas3- ha impulsado a los teóricos
a formular nuevas categorías. Mucho se ha escrito y reescrito sobre la idea de
performance y performatividad como conceptos superadores y extensivos de la
teatralidad (para un resumen, véase Marvin Carlson, 2004), pero dichas nociones
han recibido profundas críticas y ya no gozan del consenso de años atrás. Entre
los aportes más recientes de la postvanguardia destaquemos el de Hans-Thies
Lehmann (1999) y su concepto de postdramatisches Theater (teatro
postdramático). La investigadora cubana Ileana Diéguez estudia el problema de
los acontecimientos artísticos fronterizos, de límites borrosos, y rastrea diversas
formulaciones propuestas por otros estudiosos para pensar la cuestión en el arte
y la literatura: “Existe ya un amplio vocabulario teórico para tratar el tema de los
cruces culturales y artísticos. Podríamos enunciar algunos de esos términos:
liminalidad (Turner, Rocco Mangieri), hibridación (Néstor García Canclini),
contaminación, fronterizo (Iuri Lotman, Mijail Bajtín), ex–centris (Linda
Hutcheon), complejidad, transversalidad” (2004, 36). Diéguez elige
profundizar, por su carácter abarcador, la categoría de liminalidad. Estas
nociones, que sirven para pensar todo el arte del siglo XX, son producto de la
revolución de la vanguardia histórica.
4. estatuto del artista: se trata de un agitador, de un animador, de un movilizador
capaz de generar acontecimientos vitales que produzcan afectación y contagio en
los hombres y cambien sus vidas, a tal punto que artista pueda ser cualquiera. El
arte debe estar al alcance de todos los hombres. El artista vanguardista
intensifica la función simbolista de transformación de la vida a través del arte.
Como veremos en el caso de Artaud, la agitación reivindica el carácter
chamánico del artista.
5. función del arte: vitalizar el arte y tornar artística la vida, multiplicar y mejorar
la vida, enriquecer su espesor de acontecimiento; recobrar potencialidades y
competencias perdidas con el hombre pre-moderno (lo sagrado, el misterio);
acabar con la institución arte y favorecer la configuración de un Hombre Nuevo
que, recuperando potencias de sus orígenes, se proyecte hacia el futuro con gran
capacidad de cambio social.
Peter Bürger), pero ya han reaccionado contra ella los simbolistas proponiendo la
concepción positiva que asimila no-ancilaridad y nueva utilidad específica. Como se
persigue la fundación de un nuevo concepto vital del arte y en consecuencia una nueva
dimensión de la vida, el arte cumple una función ya presente en el simbolismo:
desautomatizar la percepción natural-objetivista de la vida cotidiana así como el sistema
de convencionalismos del arte.
En su doble fundamento de fusión del arte con la vida y aniquilación de la institución-
arte, el teatro de las vanguardias históricas trabaja sobre tres líneas de procedimientos
complementarias:
1. la violencia destructiva sobre las estructuras precedentes de determinadas
manifestaciones del arte a través de la parodia: repetición y transgresión de los
procedimientos (especialmente los del drama moderno, el melodrama, la “pieza
[cómica] bien construida”, el vodevil y del teatro de boulevard, poéticas de gran
aceptación en los hábitos del público de la burguesía francesa). La parodia
radicalizada busca a la par el reconocimiento de la poética anterior -anclando en
los saberes previos del espectador- y la reversión absoluta del efecto original de
dichas poéticas ahora parodiadas: el espectáculo ostenta, exhibe la destrucción
sistemática de esas poéticas con un gesto iconoclasta, de irreverencia (muy lejos
del gesto de la parodia-homenaje), que cuestiona las bases mismas de la
concepción de artista, las dinámicas de circulación y las de recepción (véanse los
manifiestos de Tzara, Marinetti, Breton: coinciden en extender a todos los
hombres la capacidad de hacer arte; véase también el desmantelamiento de las
concepciones de genio, artista, proceso espiritual de creación e incluso de
espectador en las “fórmulas” surrealistas: la escritura automática, el poema
armado con palabras recortadas de los diarios, el relato-invención de sueños, el
cadáver exquisito, el diálogo surrealista, la lectura del muro descascarado y el
método de análisis paranoico-crítico). De esta manera una de las modalidades
de análisis del teatro vanguardista consiste en observar la reversión
aniquiladora de las poéticas parodiadas (ejemplo: el drama moderno en su
realismo sensorial, realismo narrativo, realismo referencial, realismo semántico,
etc).
2. la recuperación de estructuras del teatro pre-moderno, es decir, del teatro
anterior a la Modernidad o resistente en determinados aspectos a ella y al teatro
impuesto por la burguesía durante la Modernidad, o el teatro fuera de las
estructuras teatrales occidentales (la danza y el teatro en Asia, Africa o la
América indígena). De esta manera se regresa a aquellas poéticas y
procedimientos que el drama moderno, el melodrama, o la pièce-bien-faite han
descartado: poéticas y procedimientos de la tragedia clásica, la comedia clásica,
el drama satírico, la danza y las formas parateatrales del rito, la escena lineal, la
escena integrada y el sermón bufo característicos de la Edad Media, la tragedia
isabelina, la comedia de magia, la tragedia barroca o “tragedia de sangre”, e
incluso más radicalmente a la especulación en torno de las prácticas artísticas o
liminales con lo artístico del hombre arcaico, primitivo, cuyo tiempo se hunde
en los orígenes de la historia. Una segunda modalidad consiste en la
identificación del rattrapage de las estructuras del teatro pre-moderno (por
ejemplo, el interés de Artaud por el teatro isabelino, por la danza balinesa o por
las experiencias rituales de los indios tarahumara en México). Obsérvese en la
programación del Théâtre Alfred Jarry de Artaud o en sus programas del Teatro
de la Crueldad la presencia de textos vinculados al simbolismo: Strindberg
(Ensueño), Claudel (Partición a mediodía). Recuérdese también la presencia del
8
4
Dubatti, 2009: 170-176.
5
Se trata de una periodización de límites imprecisos, pero relativamente consensuada por diversos
especialistas: la vanguardia histórica se extendería entre las primeras acciones orgánicas del futurismo
(1909) y el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939).
6
Célebre escándalo en el estreno de Hernani de Victor Hugo, en París, 1830, que marca el inicio del
teatro romántico. La “batalla” refiere a la pelea entre los adherentes al clasicismo y los románticos
renovadores, que generó revuelta y enfrentamientos entre los espectadores de uno y otro bando.
10
“mierda” pero con una “r” agregada: “¡Mierdra!”. Muerto muy joven en 1907, Alfred
Jarry sería reivindicado por Guillaume Apollinaire, André Breton, Antonin Artaud,
Roger Vitrac, entre muchos otros, como un iniciador y referente de sus propias
experiencias en la vanguardia.7 En su artículo “Alfred Jarry, iniciador y explorador” (de
La llave de los campos), Breton destaca el carácter de “bisagra” que posee el autor de
Ubú Rey en el paso del siglo XIX al siglo XX: “Este paso se opera por una puerta que
continúa interesándonos vivamente, hasta el punto de hacer que nos volvamos hacia ella
por el hecho mismo de no saber sino sólo a medias a dónde conduce –lo cual ya no
resulta demasiado tranquilizador-. De esta puerta, en el plano sensible, la obra de Jarry
constituye, más que ninguna otra, la bisagra. Comparada con la de Jarry no hay, en
efecto, mirada que abarque más vasta extensión hacia atrás y hacia adelante al mismo
tiempo” (1976: 280).
Nos detendremos en cómo están presentes los rasgos y componentes del simbolismo y
de la vanguardia en Ubú Rey, y finalmente la relación de simbolismo y vanguardia con
su “marionetización del actor” (Níni Beltrame, 2005: 55-78) explicitada en los
metatextos de Jarry dedicados a Ubú Rey.
7
Véase al respecto nuestro estudio preliminar a Alfred Jarry, Teatro (2013, Colihue Clásica, en prensa).
8
Que para Jarry el arte es más real que la realidad queda claro en el siguiente pasaje de su artículo “Doce
argumentos sobre el teatro”: “Es cosa admitida por todos que Hamlet, por ejemplo, está más vivo que un
hombre que pasa, porque es más complejo con una mayor síntesis, e incluso el único que está vivo, pues
es una abstracción que camina. Por lo tanto le es más arduo al espíritu crear un personaje que a la materia
construir un hombre, y si uno no puede crear en absoluto, vale decir hacer nacer un ser nuevo, más vale
que se abstenga” (2009: 120).
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símbolo que opera como fenomenología de la abominación humana, por ello entraña
una profunda crítica a la clase social que parece dirigir insatisfactoriamente los destinos
de Occidente en tiempos modernos. Hay en Jarry la voluntad de expresar en el símbolo
de Ubú un “Ecce Homo”: Ubú es el Hombre. Innes expresa la dimensión simbólica de
Ubú en estos términos tan acertados: “Ubú reduce la realeza a atiborrarse de salchichas
y llevar un inmenso sombrero; la competencia económica a una carrera y lucha a
puntapiés; la reforma social a la matanza, motivada exclusivamente por codicia y
envidia; la batalla real a camorras y fanfarronerías; o la fe religiosa a una temerosa
superstición manipulada por los menos escrupulosos, en beneficio propio. En otras
palabras, una figura que simboliza todo lo que la moral burguesa condena, afirma ser
representativa de la auténtica base de la sociedad burguesa, que así queda condenada
por sus propios principios” (1992: 31). Béhar también devela el valor negativo del
símbolo Ubú: “Ubú es sin duda el personaje más horrendo (no el más temible) de
nuestra literatura; no tiene nada que pueda atraer la simpatía; es un verdadero fantoche,
un fardo de pasiones siniestras, y si su conducta alcanza cierta belleza es en el exceso
del horror” (1971: 32). La dimensión esencial del símbolo, su rasgo anti-realista
(opuesto a la mímesis realista, costumbrista o naturalista), es apuntalado por Jarry en
todos los aspectos de la puesta en escena, por ejemplo, en el vestuario: recomienda a
Lugné-Poe emplear “trajes con tan poco color local o cronológicos como sea posible”
porque esto “da mejor la idea de una cosa eterna” (carta del 8 de enero de 1896, en
Jarry, 2009: 103). Con respecto a la escenografía anti-realista, afirma en “De la
inutilidad del teatro en el teatro” que “el decorado es híbrido, ni natural ni artificial. Si
fuera semejante a la naturaleza, sería un duplicado superfluo” (2009: 111) y promueve
un “decorado abstracto” (112).
- asociada a lo simbólico, la concepción dramática y escénica anti-realista de
autonomía y soberanía, no sujeta a la mímesis realista ni a la ancilaridad ilustradora de
saberes previos provenientes de la política, la religión, la educación, la moral, la ciencia;
el teatro como un jeroglífico revelador de nuevos conocimientos, aliado de esa manera a
la instrumentalidad espiritual simbolista, precedente en su inicial vaguedad y sugerencia
de la más tarde definida Patafísica jarriana o “ciencia de las soluciones imaginarias”
(Bermúdez, 2005: 49-55). Si bien tiene algún punto de contacto con la historia, Jarry
declara que la obra transcurre en “Polonia, es decir, en Ninguna Parte” (2009: 23) y que
“no nos parece honorable componer obras históricas” (2009: 25).
- el recurso a la poética titiritesca, al “guignol”, como forma de patentizar en
escena la autonomía anti-realista y generar el efecto de abstracción, de
universalidad y “eternidad” del símbolo. Como señala Innes, “existe un aspecto
simbolista natural en los títeres. Su abstracción de la forma humana representa las
emociones a un nivel general y simplifica una secuencia de acciones a sus hechos
esenciales. La experiencia individual nunca se entromete, como inevitablemente ha de
hacerlo hasta cierto punto con la experiencia de un actor” (1992: 30). Jarry insiste en los
diversos metatextos de Ubú Rey en su trabajo sobre la poética de los títeres, las
marionetas, el “guignol”, por ejemplo en su carta a Lugné-Poe del 8 de enero de 1896:
“lo que yo he querido hacer es un guiñol” (2009: 102). Valmor Níni Beltrame (2005:
53-78) destaca el interés por las marionetas, los títeres y los muñecos de diverso tipo en
la obra y el pensamiento del precursor Heinrich Von Kleist a comienzos del siglo XIX y
de numerosos coetáneos de Jarry que abren líneas de innovación: Maurice Maeterlinck,
Edward Gordon Craig, Vsevolod Meyerhold.
12
9
Para un desarrollo extenso de esos procedimientos, véase Dubatti 2013.
10
Véase al respecto Dubatti, 2009, Primera Parte, capítulos correspondientes al análisis del “drama
moderno”.
13
presentado; hecho, como la ha dicho certeramente el señor Catulle Mendès, ´de la eterna
imbecilidad humana, de la eterna lujuria, de la eterna glotonería, de la bajeza del
instinto erigido en tiranía; de los pudores, de las virtudes, del patriotismo y del ideal de
la gente que ha cenado bien´” (124). Jarry está complacido con esta estupefacción
múltiple, frente a la apropiación escénica y actoral del guiñol y frente a la agresividad
del texto contra la burguesía que asiste al teatro. Jarry es consciente de que en todos los
detalles del espectáculo debe buscarse una radical novedad, por ejemplo, reemplazando
a las actrices que hacen el papel de niños y jóvenes, por muchachos de carne y hueso.
En carta a Lugné-Poe del 1° de agosto de 1896 Jarry imagina un Ubú Rey que “excite a
las viejas damas, y que haga gritar a algunos escandalizados; en todo caso, llamará la
atención de la gente; y además nunca se ha visto y yo creo que es preciso que el Oeuvre
monopolice todas las innovaciones” (106). A través del “escándalo” Jarry incorpora al
espectáculo la tensión de liminalidad entre arte y vida, entre ficción, representación y
convivialidad, devolviendo al acontecimiento teatral una dimensión vital inédita, que la
vanguardia posterior retomará como legado y radicalizará.
12
El texto aparece resaltado tipográficamente.
18
Parodia de las estructuras del teatro anterior “sin grandeza sin virtud/ Que mataba las
largas noches de antes de la guerra/ Arte calumniador y deletéreo /Que mostraba al
pecador no al redentor”, especialmente del drama moderno, destaquemos la quiebra de
la ilusión de contigüidad con el régimen empírico a través de:
-ruptura del realismo sensorial (la cara de Teresa es azul, la cara del periodista “no tiene
rasgos, sólo tiene boca”)
-ruptura del cronotopo realista (véase la didascalia que cruza la imagen de la isla de
Zanzibar con el juego de dados del zanzi)
-ruptura del personaje con entidad psíquica, pasado, pertenencia social, motivaciones,
etc.
-ruptura de lo normal y lo posible como categorías narrativas (metamorfosis de Teresa-
Tiresias a través del juego de los globos; parición de 40.049 hijos en un solo día por un
hombre y sin intervención de mujer.
-desplazamiento de la tesis realista por un discurso directivo: “tengan hijos” que a su
vez la pieza trata cómicamente.
-desfasaje representacional entre los objetos y su valor sígnico: pelela-chata-orinal
(objetos escénicos) que remiten por efecto verbal al piano, el violín y el plato de la
manteca.
-inclusión del personaje de Tiresias (adivino ciego del imaginario griego clásico,
presente en Edipo Rey de Sófocles)
-apelación al espacio mítico de Zanzibar (puerto de la región homónima de Tanzania,
costa este de Africa, que comprende las islas Unguja y Pemba, en el Océano Indico).
como en la comedia latina o en la comedia renacentista italiana se trabaja con escenarios
míticos de la Antigua Grecia; Zanzibar apela a la sugestión de un mundo fuera de
Occidente, vinculado a la vez con Africa y Asia.
-el personaje del Pueblo de Zanzibar, más la inclusión de los coros, como procedimiento
que remite a la antigua tragedia griega
-el desempeño del actor del Pueblo como hombre-orquesta y como el antiguo mimo
grecorromano/histrión medieval, que es a la vez servidor de escena, maneja
instrumentos
-los procedimientos de la “comedia de magia” barroca (relación de Teresa-Tiresias con
el Hada Morgana, finalmente su disfraz de cartomante)
ººº
Teórico IX
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Para una visión de conjunto del recorrido teatral, práctico e intelectual de Artaud,
remitimos a Silvina Díaz (pp. 2-3): en su resumen del libro La danza al revés de Artaud
de Marco de Marinis, Díaz sintetiza la serie de “dobles del hombre-teatro” presentes
en las múltiples actividades de Artaud: escritor y poeta; pintor, diseñador y crítico de
arte; escritor y actor cinematográfico; esotérico; viajante y antropólogo; hombre de
teatro total. También para una consideración de la obra completa y la experiencia vital
de Artaud, resulta valiosa la “aproximación” propuesta por Susan Sontag (ver ficha de
lectura complementaria) así como los dos primeros capítulos de El espacio subjetivo de
Helga Finter (ver ficha).
Nos centraremos en la relación de Artaud con el teatro de las vanguardias históricas y
en particular en su libro El teatro y su doble (1938), de fuerte productividad en el teatro
del siglo XX. El teatro y su doble entra completo para el examen final. La mayor
contribución de Artaud a la historia del teatro radica en las concepciones y programas
propuestos en este puñado de textos, donde desarrolla las bases teóricas de su Teatro de
la Crueldad. En términos de Poética Comparada, Artaud ofrece en El teatro y su doble
una poética explícita (ver definición en Cartografía teatral, cap. II), aunque ello no
implique claridad de explicitación, como el mismo Artaud lo señala en su carta a Jean
Paulhan del 13 de setiembre de 1932 (incluida en El teatro y su doble): “No puedo
aclararle minuciosamente mi manifiesto, lo que deformaría quizá mi propósito”
(citamos de aquí en adelante por edición de Edhasa, 1996, p. 115). Artaud insiste sobre
este carácter abierto, de trabajo en proceso, deliberadamente impreciso de su búsqueda
en distintos momentos del libro, tanto en lo referido a la práctica teatral como a la
reflexión. “Latina es la necesidad de emplear palabras para expresar ideas claras. Para
mí, las ideas claras en el teatro, como en todas partes, son ideas acabadas y
muertas” (“La puesta en escena y la metafísica”, p. 46). “En el diálogo se expresa la
psicología occidental; y la obsesión por la palabra clara que lo exprese todo concluye en
el desecamiento de las palabras” (“Cartas sobre el lenguaje”, p. 134). La no codificación
cerrada de esta poética explícita está cerca del programa de
investigación/experimentación y lejos de la preceptiva (ésta última requiere una
21
Sobre el segundo Teatro de la Crueldad [al que nos nos referiremos en este teórico],
remitimos al resumen del libro de Marco de Marinis realizado por Díaz (p. 4 y sigs.; no
dejar de leer) y, como lectura optativa, al capítulo “Artaud y el Segundo Teatro de la
Crueldad”15. Las concepciones del primer y el segundo Teatro de la Crueldad son muy
diferentes, y remiten a bases epistemológicas diversas.
La poética explícita de El teatro y su doble es lo suficientemente abierta como para
propiciar interpretaciones y apropiaciones diferentes. La historia de la recepción teórica
y práctica de este libro –que no ha dejado indiferente a ninguno de los grandes teatristas
del siglo XX: Peter Brook, Jerzy Grotowski, el Living Theatre, Tadeusz Kantor, John
Cage, Ariane Mnouchkine, Fernando Arrabal, etc.- constituye un capítulo fascinante de
la historia del teatro universal y es a la vez la demostración de que las palabras de
Artaud (en especial el término “crueldad”, tan opaco y sugestivo) pueden ser
comprendidas de maneras diversas. En su Diccionario del teatro, Patrice Pavis
aclara: “El teatro de la crueldad no tiene nada que ver, al menos en Artaud, con una
violencia directamente física impuesta al actor o al espectador” (p. 446).
Centrémonos en las páginas de El teatro y su doble. Sobre el armado, contenido y
procedencia de los 15 textos incluidos en el libro, remitimos a la primera parte de
nuestro trabajo (Cuerpos, pp. 109-114), donde hacemos referencia al origen de los
textos seleccionados por Artaud y su fecha de composición. Salvo el “Prefacio. El teatro
y la cultura”, que corresponde a la fecha de composición 1936-1937, y un agregado de
1937 a “Del teatro balinés”, los textos pertenecen al período 1931-1935. Como puede
verse en Cuerpos, los textos fueron escritos en circunstancias diversas, con objetivos
diferentes y para publicaciones distintas, pero remiten a una unidad interna, a un
sistema de pensamiento único y a una única concepción de mundo y arte. La unidad de
este momento se verifica cuando se confronta esta concepción primera con la de los
textos y prácticas del Segundo Teatro de la Crueldad, posterior al período de
internaciones (1938-1946); estamos allí ante un nuevo Artaud, que se diferencia
radicalmente del Artaud de la década del treinta.
La distribución de los textos en el índice no es cronológica (por fecha de composición
o edición) sino temática: es evidente desde el título, el índice y el “Prefacio” la
voluntad de Artaud de otorgarle integración al volumen, de dejar ver esa unidad a la
que nos referimos recién, pero también está claro que no fusiona los textos en un único
texto orgánico y sistemático (un manual, tratado, libro didáctico, etc.), que respeta la
circunstancia diversa de escritura de los textos, sus estructuras, sus motivaciones. Esta
doble actitud (respetar las piezas originales y a la vez reorganizarlas por el índice, el
título y el prefacio), otorga al libro el doble carácter de colección miscelánea y de
colección integrada.
El título coincide con un tramo del texto “El teatro y la crueldad”, el apartado “El
teatro y su doble” (pp. 98-99), aunque dicho tramo del texto casi no se encarga de dar
cuenta de ese título. Es interesante observar que Artaud elige como título general el
título de un apartado interno cuya relevancia temática o programática es menos
significativa que muchos otros momentos del libro.
La ordenación temática de los catorce textos enmarcados por el “Prefacio” (texto de
entrada al libro y no numerado en el índice) permite descubrir la existencia de cuatro
bloques:
- Del 1 al 3: las aproximaciones analógicas al teatro: 1. “El teatro y la peste”, 2.
“La puesta en escena y la metafísica”, 3. “El teatro alquímico”:
- Del 4 al 5: la búsqueda de poéticas pre-modernas y modelos del nuevo teatro
fuera de Europa-Occidente: 4. “Del teatro balinés”, 5. “Teatro oriental y
teatro occidental”:
- Del 6 al 11: los textos programáticos y teóricos sobre el Teatro de la
Crueldad: 6. “No más obras maestras”, 7. “El teatro y la crueldad”, 8. “El
teatro de la crueldad. Primer manifiesto”, 9. “Cartas sobre la crueldad”, 10.
“Cartas sobre el lenguaje”, 11. “El teatro de la crueldad. Segundo
manifiesto”:
- Del 12 al 13: 12. “Un atletismo afectivo”, 13. “Dos notas” (éste último incluye
en realidad dos textos: “Los hermanos Marx” y “En torno a una madre:
acción dramática de Jean-Louis Barrault”: el trabajo del actor
Consideramos que el “Prefacio” es el texto clave de El teatro y su doble por varias
razones:
23
Cuando Artaud propone en “El teatro y la crueldad” “un teatro serio que trastorne todos
nuestros preconceptos (...) y actúe en nosotros como una terapéutica espiritual” (p. 95) y
la idea de que “en la llamada poesía hay fuerzas vivientes” (p. 96), “fuerzas de la
antigua magia” (p. 97), está funcionando como conexión entre simbolismo y
vanguardias históricas: retoma el legado del simbolismo (la poesía como transformación
de la vida en su conexión con la metafísica) y lo profundiza en la propuesta de un arte
vital, en la fusión del arte con la vida. Su concepto de “separación” de arte y vida remite
al concepto de “inutilidad”, no al de neoutilitarismo de la no-ancilaridad. Artaud
persigue la fundación de un nuevo concepto vital del arte y en consecuencia una nueva
dimensión de la vida, el arte debe cumplir una función ya presente en el simbolismo:
desautomatizar la percepción natural-objetivista de la vida cotidiana así como el sistema
de convencionalismos del arte. Y es necesario regresar a esa fusión de arte y vida
porque “todo lo que nos hacía vivir ya no nos hace vivir, estamos todos locos,
desespertados y enfermos” (“No más obras maestras”, p. 88).
“El teatro debe perseguir por todos los medios un replanteo, no sólo de todos los
aspectos del mundo objetivo y descriptivo externo, sino también del mundo interno, es
decir, del hombre considerado metafísicamente. Sólo así, nos parece, podrá hablarse otra
vez en el teatro de los derechos de la imaginación. Nada significan el humor, la poesía, la
imaginación, si por medio de una destrucción anárquica generadora de una prodigiosa
emancipación de formas que constituirán todo el espectáculo, no alcanzan a replantear
orgánicamente al hombre, con sus ideas acerca de la realidad, y su ubicación poética en
la realidad” (“Primer Manifiesto”, p. 104-105).
p. 131. El teatro es la vía de reconexión con el “manas”, con las fuerzas vitales del
universo, con el “doble”, con las “sombras”, con la “efigie”.
Dice Artaud en el “Prefacio”:
“En México, pues de México se trata, no hay arte, y las cosas sirven. Y el mundo
está en perpetua exaltación. A nuestra idea inerte y desintersada del arte, una
cultura auténtica opone su concepción mágica y violentamente egoísta, es decir
interesada. Pues los mexicanos captan el Manas [sic, con mayúscula], las
fuerzas que duermen en todas las formas, que no se liberan si contemplamos las
formas como tales, pero que nacen a la vida si nos identificamos mágicamente
con esas formas. Y ahí están los viejos tótems para apresurar la comunicación”
(p. 14).
Manas o mana es una palabra polinesia usada por los melanesios, pero que deriva de
una voz indonesia que significa “la eficacia de dioses personales”. El término es
empleado en la Etnología y la Historia de las Religiones y fue popularizado por R. H.
Codrington. “Los melanesios (...) creen en la existencia de una fuerza absolutamente
distinta de toda fuerza material que actúa de todo género de maneras, sea para el bien,
sea para el mal, y que el hombre tiene el mayor interés en controlar y dominar. Es el
mana (...), es una fuerza, una influencia de orden inmaterial, y en cierto sentido,
sobrenatural; pero ella se revela por la fuerza física o bien por toda clase de poder y de
superioridad que el hombre posea. El mana no está fijado sobre un objeto determinado,
puede ser llevado a toda especie de cosas” (The Melanesians, 1891).
Pierre Riffard distingue dos definiciones de mana: “Primera definición: el mana es, en
los ‘primitivos’, el potencial sobrenatural, anónimo, impersonal, misterioso,
irreductible, de una eficacia activa, que se fija o concentra en hombres extraordinarios,
espíritus, aparecidos, tótems, divinidades, objetos insólitos, sucesos raros, ritos
religiosos o mágicos; en general es mana todo lo que parece potente, todo lo que da un
carácter sagrado a ciertos seres y fenómenos, todo lo que trasciende la realidad
inmediata percibida, todo lo que parece escapar a las reglas y modelos, todo lo que
suscita fascinación y temor al mismo tiempo (M. Mauss). Segunda definición: la noción
de mana abarca aproximadamente la ‘de chisme o trasto’, ‘símbolo en estado puro’
(Lévi-Strauss)”. Riffard agrega que el mana es numinoso (una manifestación de lo
numinoso), oculto (proviene sobre todo de propiedades naturales aunque ocultas y
sutiles), sagrado (que caracteriza esencialmente a la religión), sobrenatural
(trascendente, no inmanente). .
El teatro es para Artaud un espacio de conexión con lo metafísico, de allí la analogía
con la alquimia (el cuerpo del actor se transforma en “oro espiritualizado”), con el
cuadro “Las hijas de Lot” del “primitivo” Lucas Van den Leiden [sugerimos ver la
pintura, puede consultarse en internet] y con la peste (veremos más adelante en este
mismo teórico el sistema de ideas del texto “El teatro y la peste”). El teatro opera como
una apocatástasis o regreso al origen (“el instante supremo cuando todo aquello que fue
forma se encuentre a punto de retornar al caos”, Cartas sobre la Crueldad, p. 118),
regreso al fundamento, a través de su doble dimensión: es un jeroglífico de la otredad
fundamental (a la que el hombre occidental ha dado la espalda) y un espacio hierofánico
(de presentificación de lo sagrado), que viene a desestructurar las formas de
organización de la sociedad burguesa: el materialismo, el racionalismo, el psicologismo,
las estructuras de la sensibilidad entumecidas, la visión de mundo establecida.
Recordemos que hierofanía (ver teóricos VI-VII) y jeroglífico remiten a la palabra
griega hieros (sagrado): jeroglífico es hieros - glyphein, sagrado y grabar,
escritura/dibujo de lo sagrado.
25
16 Otro modelo puede hallarse en la sistematización de las ideas del “Prefacio” en nuestro artículo incluido en
Cuerpos.
17 Citamos por el número de párrafo y a continuación el de la oración incluida en el párrafo. Ejemplo: 19.1,
párrafo 19, primera oración.
27
Ver 40.2, 37.1 y 44.3. Conectar con la observación anterior (ver punto 1 de este sistema
de ideas): en tanto manifestación de fuerzas trascendentes, la peste y el teatro se
relacionan con el fenómeno del orfismo y el trance o entusiasmo divino, de allí el uso
del lexema "delirio" (44.3).
Todos los dispositivos propuestos por Artaud en sus manifiestos del Teatro de la
Crueldad se centran en los proncipales procedimientos de las vanguardias históricas:
1. la violencia destructiva sobre las estructuras precedentes de determinadas
manifestaciones del arte: véase atentamente a qué poéticas y procedimientos del
teatro vigentes hacia 1930-1937 Artaud rechaza frontalmente (realismo, teatro
psicológico, teatro de tesis, linealidad expositiva y diálogos discursivos,
separación del espacio de la escena del espacio del espectador (a la italiana), el
espectador-voyeur, el teatro “que nada hace y nada produce” (p. 89), etc.
2. la recuperación de estructuras del teatro pre-moderno, del teatro anterior a
la Modernidad o resistente en determinados aspectos a ella y al teatro impuesto
por la burguesía durante la Modernidad, o el teatro fuera de las estructuras
teatrales occidentales. “Se ha perdido una idea del teatro” (p. 95) y hay que
retomarla. Artaud rescata las poéticas vinculadas con el ritual, el teatro balinés,
los misterios órficos, el arte indígena mexicano, la tragedia clásica griega, la
tragedia isabelina, la tragedia barroca o “tragedia de sangre”. Entre los autores
resistentes, Georg Büchner y su Woyzeck o textos dramáticos de “libertad
poética extrema” (Leon-Paul Fargue). Al respecto resulta muy valioso el
estudio de Gabriel Weisz (ver lectura complementaria, fragmento de su libro
Palacio chamánico). Como explica Artaud en “La puesta en escena y la
metafísica”, “esta manera poética y activa de considerar la expresión en escena,
nos lleva a abandonar el significado humano, actual y psicológico del teatro , y
reencontrar el significado religioso y místico que nuestro teatro ha perdido
completamente” (p. 52).
3. el campo de procedimientos específicos entorno de las tensiones entre arte y
vida:
a) procedimientos de la liminalidad:
-romper la sujeción del teatro al texto para favorecer su dimensión de
acontecimiento viviente (“Renunciaremos a la superstición teatral del texto y
a la dictadura del escritor”, “Segundo Manifiesto”, p. 141).
-borrar el límite entre obra y espectador para “actuar sobre la sensibilidad”
-rediseño del espacio escénico y del espacio de expectación (“el público
estará sentado en medio de la sala, en sillas móviles, que le permitirán seguir
el espectáculo que se ofrezca a su alrededor”)
b) procedimiento de un teatro no-racional:
-“descubrir la gramática de un nuevo lenguaje”, “nacida en una fuente
mucho más profunda, más alejada del pensamiento” (Cartas sobre el
lenguaje, p. 124).
-elaboración de la escena como “verdaderos jeroglíficos” que superan la
exposición mimético-racionalista-expositiva del drama moderno, pero que,
como creían los simbolistas, “sean inmediatamente legibles”, es decir,
produzcan afectación en términos universales.
-“en esos jeroglíficos tridimensionales se ha bordado a su vez un cierto
número de gestos: signos misteriosos que corresponden a no se sabe qué
realidad fabulosa y oscura que nosotros, gente occidental, hemos reprimido
definitivamente” (“Del teatro balinés”, p. 70).
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desde siempre) e imposibilidad de sentir vivo el lenguaje humano: “Todos los términos
que elijo para pensar son para mí TERMINOS en el sentido propio de la palabra,
verdaderas terminaciones...”.
Hay una palabra que Artaud reitera a lo largo de sus escritos: eficacia. Ella se relaciona
estrechamente con su necesidad de metafísica en actividad, y usada por Artaud quiere
decir que el arte –o la cultura en general- ha de ser eficaz en la misma manera en que
nos es eficaz el aparato respiratorio: “No me parece que lo más urgente sea defender
una cultura cuya existencia nunca ha liberado a un hombre de la preocupación de vivir
mejor y de tener hambre sino extraer de aquello que se llama cultura ideas cuya fuerza
viviente es idéntica a la del hambre”. Y si se pregunta en qué consiste en el plano de la
poesía, esa eficacia que Artaud deseó como nadie y encontró más que nadie, puede ser
una respuesta propicia esta afirmación que encuentro en Marcel Granet (“La pensée
chinoise”): “Savoir le nom, dire le mot, c’est posséder l’être ou créer la chose. Toute
bête est domptée par qui sait la nommer... J’ai pour soldats des tigres si je les appelle:
‘tigres!’”.
Las principales obras del período negro son Au Pays des Tarahumaras, Van Gogh le
suicidé de la société, Les Lettres de Rodez, Artaud le Momo, Ci-Gi précedé de la
Culture Indienne y Pour en finir avec le jugement de Dieu.
Son obras indefinibles. Pero explicar por qué algo es indefinible puede ser una manera –
tal vez la más noble- de definirlo. Así procede Arthur Adamov en un excelente artículo
en el que enuncia las imposibilidades –que aquí resumo- de definir la obra de Artaud:
“La poesía de Artaud no tiene casi nada en común con la poesía clasificada y definida”.
“La vida y la muerte de Artaud son inseparables de su obra en un grado único en la
historia de la literatura”.
“Los poemas de su último período son una suerte de milagro fonético que se renueva sin
cesar”.
“No se puede estudiar el pensamiento de Artaud como si se tratara de pensamiento, pues
no es pensando que se forjó en Artaud”.
Numerosos poetas se rebelaron contra la razón para sustituirla por un discurso poético
que pertenece exclusivamente a la Poesía. Pero Artaud está lejos de ellos. Su lenguaje
no tiene nada de poético si bien no existe otro más eficaz.
Puesto que su obra rechaza los juicios estéticos y los dialécticos, la única llave para
abrir una referencia a ella son los efectos que produce. Pero esto es casi indecible, pues
esos efectos equivalen a un golpe físico. (Si se pregunta de dónde proviene tanta fuerza,
se responderá que del más grande sufrimiento físico y moral. El drama de Artaud es el
de todos nosotros, pero su rebeldía y su sufrimiento son de una intensidad sin paralelo).
Leer en traducción al último Artaud es igual que mirar reproducciones de cuadros de
Van Gogh. Y ello, entre otras muchas causas, por lo corporal del lenguaje, por la
impronta respiratoria del poeta, por su carencia absoluta de ambigüedad.
Sí, el Verbo se hizo carne y también, sobre todo en Artaud, el cuerpo se hizo verbo. ¿En
dónde, ahora, su viejo lamento de separado de las palabras? Así como Van Gogh
restituye a la naturaleza su olvidado prestigio y su máxima dignidad a las cosas hechas
por el hombre, gracias a esos soles giratorios, esos zapatos viejos, esa silla, esos
cuervos... así, con idéntica pureza e idéntica intensidad, el verbo de Artaud, es decir
Artaud, rescta, encarnándola, “la abominable miseria humana”. Artaud, como Van
Gogh, como unos pocos más, dejan obras cuya primera dificultad estriba en el lugar –
inaccesible para casi todos- desde donde las hicieron. Toda aproximación a ellas sólo es
real si implica los temibles caminos de la pureza, de la lucidez, del sufrimiento, de la
paciencia...
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... regagner Antonin Artaud sur ses dix ans de souffrances, pour commencer à entrevoir
ce qu’il voulait dire, ce que veut dire ce signe jeté parmi nous, le dernier peut-être qui
vaille d´être déchiffré...