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Unidad I- Cap.

1- La Iglesia y el mundo: (pag 21 módulo)


A la Iglesia le toca hoy vivir tiempos muy distintos de los que vivió en época de Leon XIII. Hoy la DSI resulta de una
gran importancia tanto p/ católicos y no católicos dispuestos a escuchar la doctrina eclesial.
A partir de León XIII la Iglesia va tomando perspectivas teológicas más amplias y más profundas sobre las
cuestiones sociales. León XIII es elegido Papa en tiempos en que se despreciaba y combatía a la Iglesia desde
todos flancos; la ciencia, la política, la filosofía, la sociología, se convierten en ataques a la Iglesia, a Jesucristo y
hasta al mismo Dios. Le tocara demostrar al mundo que la Iglesia no está reñida con la ciencia, ni con la política, ni
con el bienestar; que la Iglesia ha hecho tanto bien al orden temporal como si «el primero y principal objeto de su
institución fuera asegurar la felicidad de la vida presente»
Así, en1891,con la Rerum novarum se dará un giro en la intervención de la Iglesia en el orden temporal. La razón de
la encíclica será algo muy concreto: la situación angustiosa en que vive el proletariado, la lucha entre los que lo
tienen todo y los que nada poseen. La teología no había estudiado con profundidad la visión cristiana de las
realidades temporales. Comienza a elaborarse la doctrina social de la Iglesia. La RN se enfrenta con unos
problemas de injusticia cuya solución se impone inaplazablemente, y esta solución es imposible sin la luz del
magisterio de la Iglesia. Hoy la doctrina social de la Iglesia aparece ya claramente como una consecuencia lógica y
necesaria de la fe, como «parte integrante de la concepción cristiana de la vida»
¿Cuál es la relación existente entre la iglesia y el mundo? se oponen, se subordinan, se integran? El sentido exacto
de la doctrina social de la Iglesia se encuentra en la visión teológica de la relación entre la Iglesia y el mundo, entre
la Ecclesia y la civitas. La carencia de una visión auténtica de esta relación ha sido causa de que el laicado haya
mantenido durante siglos una postura pasiva en los problemas y en la misión de la Iglesia y una separación vital
entre su fe y su actividad temporal.
Cap. 2- Explicar en que consiste la Cuestión Social y dar un ejemplo actual. (p. 33)
Es el trastorno producido por el encuentro del progreso material con el decaimiento de los principios ético-sociales,
trastorno q se caracteriza por un vivo malestar de todas las clases de la sociedad y la generación de antagonismo
entre las mismas. La cuestión social para la Doctrina social de la Iglesia se manifiesta externamente como afectando
de un modo principal a la clase obrera (los asalariados) en sus relaciones con los capitalistas y empresarios; pero en
realidad se hace sentir en todas las clases sociales.
Podemos decir q hoy x hoy la cuestión social comprende la totalidad de consecuencias sociales, laborales e
ideológicas de la industrialización y urbanización nacientes: una nueva forma dependiente del sistema de salarios, la
aparición de problemas cada vez más complejos pertinentes a vivienda obrera, atención médica y salubridad; la
constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses del nuevo "proletariado"; huelgas y
demostraciones callejeras, tal vez choques armados entre los trabajadores y la policía o los militares, y cierta
popularidad de las ideas extremistas, con una consiguiente influencia sobre los dirigentes de los amonestados
trabajadores"
Cap. 3 -Fundamentar el surgimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. (p. 65)
La DSI es de la iglesia pq la iglesia es el sujeto q la elabora,la difunde y la enseña. La DSI forma pte de esas 3
tareas q son regir, y enseñar.
DSI es un cuerpo de enseñanza elaborada en el seno de la Iglesia, como respuesta histórica a los problemas
económicos y sociales. Esta enseñanza se presenta en documentos de diverso rango: encíclicas, exhortaciones
apostólicas, radiomensajes, cartas apostólicas, pastorales. Este patrimonio eclesial de pensamiento y acción se ha
ido organizando y reorganizando en los últimos años, a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891),
bajo el nombre de “Enseñanza Social” o “Doctrina Social de la Iglesia”, como un conjunto de principios de reflexión
de valoración permanente , criterios de juicio y orientaciones para la acción.
La DSI nace del encuentro del Evangelio con la vida de los pobres:
Origen de la DSI
La enseñanza social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias, comprendidas en
el mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo, y en la justicia, c/ los problemas que surgen en la vida de la
sociedad (LC72)
La DSI es algo propio de nuestra fe, que se aprende en la misma Historia de la Salvación: en la interacción de la
Palabra de Dios con la realidad humana y la respuesta de los hombres y mujeres cristianos.
Tipos de Pronunciamientos: La Iglesia tiene 2 formas de enseñar: “Excatedra” (a modo extraordinario) la ha dado el
papa en comunion c todos los obispos. Y lo q proclama nos ayuda p nuestro crecimiento en la fe. Tambien hace
referencia a la fé y costumbre. Son los famosos dogmas. Es una enseñanza dogmática, quiere decir que son
verdades q nos ayudan en ntra salvación. Por eso es que estas enseñanz nos llama a la aceptación y recepción de
esa verdad desde el pto. De vista de la fe. Aceptamos esa enseñanza como doctrina de fe. Pq cuando la proclama
quiere decir que lo q está enseñando lo hace sin mezcla de error. Goza de la infabilidad, o sea lo que se esta
enseñando no lleva a la confusión ni al error. El papa enseña c verdad y c autoridad. La otra es la ordinaria, (el
Angelus una vez x semana) (es una catequesis del papa) son enseñ de nuestros pastores. Pero no son excatedras.
Estas alocuciones, msjes, es p instruir, animar, fortalecer la fe de quienes escuchan. Es un magisterio ordinario.
(puede provenir de los obispos tambien)La DSI es magisterio auténtico.
Cap. 2- Misión de la jerarquía y el laicado en la tarea evangelizadora de la iglesia (p 53)
DIVISION DE RESPONSABILIDADES
La obra de la Iglesia debe ser realizada por todos sus miembros, por la comunidad cristiana que forman la jerarquía
y los fieles; el pueblo de Dios debe llevar a cabo el cumplimiento del mensaje de Cristo.
En la misma constitución de la Iglesia tenemos dos partes esenciales: jerarquía y laicado. ¿Qué función
corresponde a la jerarquía y qué función corresponde al laicado en la orientación e inspiración cristiana del mundo?
Ciertamente son distintos el papel y la responsabilidad que tienen los sacerdotes y los seglares con relación a la
inspiración cristiana de las realidades temporales. La separación de las responsabilidades es fundamental para
precisar el modo como la Iglesia ha de realizar esta misión de «cristofinalizar» todo el mundo.
A) Misión de la jerarquía La distinción de la Iglesia en jerarquía y laicado es de derecho divino; así lo determinó
Jesucristo. El dio a los apóstoles y a sus sucesores, los obispos, la triple potestad de santificar, enseñar y
gobernar(88).
La jerarquía tiene un poder absoluto y universal sobre las realidades espirituales; todo cuanto afecta a la fe y
costumbre es campo de acción directo de la jerarquía.
«Dios ha dado a la Iglesia el encargo de juzgar y decidir en las cosas tocantes a la religión, de enseñar a todos los
pueblos, de ensanchar en lo posible las fronteras del cristianismo»(89).
La jerarquía interviene en lo temporal para orientarlo y reintegrarlo en Jesucristo por su triple potestad. La jerarquía
interviene de un modo especial por la potestad del magisterio, pero también por el poder de santificación, mediante
la acción directa en las almas, y por la jurisdicción, en cuanto que determina actitudes a la comunidad eclesial(90).
La jerarquía siempre ha proclamado que no tiene ni misión ni competencia sobre lo temporal en lo que es
puramente profano. No interviene «ciertamente en materias teóricas, para las cuales no cuenta con los medios
adecuados ni es su cometido»(91).
Aunque la jerarquía no interviene sobre lo puramente técnico y temporal, sin embargo, por ser la Iglesia «madre y
maestra», tiene que intervenir de un modo indirecto.
La Evangelización supone una influencia en lo temporal.- La exposición del mensaje cristiano, aún sin pretender
referencia explícita a lo temporal, ejerce ya alguna influencia sobre ello. La evangelización, misión esencial de la
jerarquía, consiste en la predicación del Evangelio y en la conversión de los hombres a Dios. «Los obispos, a
quienes se ha confiado el encargo de gobernar la Iglesia de Dios, prediquen de tal manera con los presbíteros el
mensaje de Cristo, que todas las actividades terrenas de los fieles sean alcanzadas por la luz del Evangelio»(93).
La predicación de las verdades de la fe, la predicación del amor y de la justicia con sinceridad evangélica, repercute
necesariamente en las actitudes sociales. Son en sí mismas una iluminación de lo que debe constituir las bases de
la sociedad, y, aunque no se pretendiese, una condenación del egoísmo y de la injusticia. El Evangelio no es un
código para la sociedad, pero es una medida que da a las cosas su justo valor. La gracia de Dios introduce en el
mundo la luz que ayuda a conocer mejor «todo el vigor de aquellas leyes generales que gobiernan al mundo y la
naturaleza del hombre»
La jerarquía puede y debe exponer los principios fundamentales del orden social. –La Iglesia, depositaria de la
Revelación, tiene el deber de exponer los principios que la palabra de Dios y la ley natural exigen para la vida de los
pueblos. «La Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Mc. 8,2) y guardiana, por voluntad de Dios y por misión
de Cristo, del orden natural y sobrenatural, no puede renunciar a proclamar ante sus hijos y ante el mundo entero
las normas fundamentales e inquebrantables, salvándolas de toda tergiversación, obscuridad, impureza, falsa
interpretación y error; tanto más cuanto que de su observancia, y no simplemente del esfuerzo de una voluntad
noble e intrépida, depende la estabilidad definitiva de todo orden nuevo, nacional e internacional, invocado con tan
ardiente anhelo por todos los pueblos» seguir leyendo pag 54 del módulo…
Unidad 2- Dignidad de la persona humana (p 111)
A la vez que forma parte del mundo, el hombre lo trasciende y muestra una singular capacidad - por su inteligencia y
por su libertad - de dominarlo. Y se siente impulsado a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que
el valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos. Y a ese valor lo
denominamos "dignidad humana".
La dignidad propia del hombre es un valor singular que fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en
nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirárselo a alguien.
Es algo que nos viene dado. Es anterior a nuestra voluntad y reclama de nosotros una actitud proporcionada,
adecuada: reconocerlo y aceptarlo como un valor supremo (actitud de respeto) o bien ignorarlo o rechazarlo.
Este valor singular que es la dignidad humana se nos presenta como una llamada al respeto incondicionado y
absoluto. Un respeto que, como se ha dicho, debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres
humanos. Por eso mismo, aún en el caso de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de respetar la
dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada ciudadano. Aún cuando algunos fueran
relegados a un trato indigno, perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este desprecio no
cambiaria en nada su valor inconmensurable en tanto que seres humanos.
Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la especie humana, por su particular potencial
genético - que la enfermedad sólo es capaz de esconder pero que resurgirá de nuevo si el individuo recibe la
terapéutica oportuna -, todo ser humano es en sí mismo digno y merecedor de respeto. LA PRIMACÍA DE LA
PERSONA HUMANA (CDSI 105-79)
La dignidad de la persona es el principio sobre el cual se organiza toda la DSI. Ninguna persona es más digna que
otra, y no hay ningún proyecto político, económico, cultural o social válido si no tiene como base ética común el
principio de la dignidad de la persona (MM 220) Juan XXIII
Afirmar la primacía de la persona es afirmar que las estructuras sociales y las instituciones sólo tienen razón de ser
en la medida que se orientan a la promoción y desarrollo integral y solidario de la persona humana. Todos los bienes
de la tierra deben ordenarse en función de la persona humana, centro y cima de todos bienes (GS 12) Concilio
Vaticano II
No se trata de la persona en abstracto, sino del hombre y mujer concreto e histórico: se trata de cada hombre y
mujer, porque a cada uno/a le llega el misterio de la redención y con cada uno/a se ha unido Cristo para siempre. De
ahí se sigue que la Iglesia no puede abandonar a la persona humana, y que éste es el primer camino que la Iglesia
debe recorrer en el cumplimiento de su misión. (CA 53) Juan Pablo II
Los derechos fundamentales de cada persona no son concesión de los Estados. Son de cada hombre y mujer en
virtud de su dignidad de persona, son universales, de todos/as. Renunciar a ellos, negarlos o restringirlos
constituyen una violación a la dignidad humana, Los Estados deben garantizar, promover y defender el
conocimiento y ejercicio efectivo de los derechos de todos los ciudadanos. (PT 11-34) Juan XXIII
En toda convivencia humana bien ordenada hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre y
mujer es persona, esto es naturaleza dotada de inteligencia, de libre albedrío y que por tanto tiene por sí mismo
derechos y deberes que dimanan directamente de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son por tanto
universales e inviolables, y no pueden renunciarse por ningún concepto (PT 9) Juan XXIII
Desarrollar Derechos y Deberes Naturales de la Persona Humana. (p 153)
En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay q establecer como fundamento el principio de q todo
hombre es persona..., y q, por lo tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes q dimanan inmediatamente
y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son por ello universales e inviolables, y no
pueden renunciarse por ningún concepto»
Son los derechos fundamentales de la persona. Los derechos naturales implican:
1) Un orden objetivo, impreso en la naturaleza por Dios, q se encarna objetivamente en las exigencias esenciales de
la naturaleza humana y se concreta subjetivamente en el derecho q todo hombre tiene de exigir esa serie de bienes
y realidades q constituyen el orden moral dentro de la convivencia social, con el consiguiente deber de realizarlo y
de respetarlo por parte de los demás. Dos lados, pues, objetivo y subjetivo, presenta el contenido del derecho
natural implicado en los derechos fundamentales de la persona.
2) El derecho natural significa un conocimiento natural por el testimonio de nuestra conciencia, q descubre ese
orden objetivo y subjetivo y lo manda perentoriamente seguir.
3) Una obligatoriedad, una fuerza moral y un vigor jurídico, q no les viene de ningún poder o ley humana, sino de la
misma ley natural; de ese mismo orden objetivo y subjetivo que la naturaleza concede o impone según se trate de
derechos o deberes (126).
Por ser naturales, los derechos de la persona le están inseparablemente unidos desde el primer instante de su
existencia, incluso antes de nacer, y, consiguientemente, como les gusta repetir a los papas, son inherentes a la
persona, moralmente imprescriptibles, intangibles, inviolables, inalienables y universales, como la propia naturaleza
de la persona (127). Con esto se afirma claramente su vigencia absoluta y permanente, en cuanto ligados
esencialmente a la naturaleza y a la dignidad de la persona, que es su raíz inmediata, y de la que son sencillamente
expresión moral y jurídica.
Igualmente, esos derechos, al ser naturales, vienen, en última instancia, de Dios son, como decía Pío XII, «queridos
y establecidos por Dios», «recibidos de El»; tienen, por consiguiente, una autoridad divina, y sólo Dios, único ser de
quien depende esencialmente la naturaleza, puede cambiarlos sustancialmente o determinarlos válidamente.
Aquí se funda la doctrina católica de la inmutabilidad del derecho natural, y en particular de los derechos
verdaderamente fundamentales, que, sin embargo, no impiden su oportuna aplicación y adaptación concreta a las
diversas situaciones personales e históricas del hombre y la sociedad (128).
Finalmente, esta condición de derechos naturales coloca en un puesto absolutamente privilegiado a los derechos
fundamentales de la persona. Son, en efecto, derechos anteriores y superiores a la sociedad civil y al Estado, que
no pueden jamás moralmente negarlos, abolirlos o impedir su ejercicio, ni violar ni sacrificar a un pretendido bien
común. El Estado, debe respetar, proteger y defender esos derechos contra todos los ataques que puedan recibir
dentro de la sociedad, convirtiéndose en su tutor nato, título de los más importantes que pueden competir al Estado.
En definitiva, el bien común, fin y razón de ser de la comunidad política y del Estado, tiene que definirse en función
de esos derechos de la persona, a cuyo servicio está, en el profundo sentido con que ha sido explicado en los
documentos de la Iglesia. Por eso el derecho humano, tanto privado como público, y la organización de la sociedad,
no sólo nacional, sino internacional, tienen que hacerse partiendo de estos derechos fundamentales de la persona,
ya que son, como todo el derecho natural, «el alma que da forma, sentido y vida a toda la legislación positiva» (129).
La Iglesia ha recibido de su fundador la misión de guardar e interpretar el derecho natural, y todo el contenido,
institución, interpretación y aplicación de la ley natural, bajo su aspecto moral, está en sus manos. Porque, como
decía Pío XII, «según la voluntad de Dios, la observancia de la ley natural pertenece al camino que el hombre debe
recorrer para llegar a su fin sobrenatural» (130).
Por otro lado, lo mismo que la dignidad de la persona humana, sus derechos fundamentales, en la doctrina de la
Iglesia, hunden sus raíces en la condición cristiana del hombre, imagen de Dios, rescatada por Cristo, y en El y por
El elevada a una mayor dignidad. Como se ha hecho justamente notar (131), la doctrina de Juan XXIII en la Pacem
in terris, sobre los derechos de la persona humana, aunque dirigida formalmente a todos los hombres de buena
voluntad, y basada, consiguientemente, en el derecho natural, no se puede entender en su sentido más pleno sin
atender a la plenitud del orden cristiano sobrenatural, que le da un sentido y una función trascendentes.vida interna
de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de
necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común.
(CA 48) Juan Pablo II
El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al bien común según la propia
capacidad y la necesidad ajena promoviendo y ayudando a las instituciones así públicas como privadas, que sirven
para mejorar las condiciones de vida del hombre. (GS30) Concilio Vaticano IId
Unidad 3-
Cap. I- La sociedad: su naturaleza y caràcter necesario, sus causas materiales y formales . (p.195)
El hombre es sociable, así lo afirmó Sto Tomás: “Es natural al hombre ser un animal sociable y político, vivir en
grupo aún más que los demás animales, ya que así lo exige su propia naturaleza”.
El hombre no habría demostrado inclinaciones políticas si no hubiera tenido antes tendencias sociales. Ser sociable
es algo más vasto, pues implica pertenecer a la familia humana.
Ser político es una de las mil manifestaciones de la naturaleza sociable del hombre, que le impulsa a enrolarse en
tal o cual subdivisión política y a constituir agrupaciones denominadas naciones o repúblicas. Pero las naciones
están limitadas en sus territorios, en tanto que la humanidad abarca el orbe entero.
El hombre necesita de la sociedad: “Es absolutamente sobrehumano -dice- no tener necesidad de nada. Todo
hombre
necesita, en primer término, la ayuda divina y en segundo lugar, auxilio humano, puesto que, siendo un ser
naturalmente sociable, no posee en sí mismo todo lo que necesita para vivir”, para llevar buena existencia humana;
buena en el sentido económico, moral y político. No podemos bastarnos a nosotros mismos ni vivir sólos una
existencia verdaderamente humana, en la cual haga uso de todos los recursos humanos. Por ej ¿para qué tenemos
el don de la palabra sino con el objeto de comunicarnos c/ los demás y transmitirles nuestras ideas? No puede
haber vida humana completa sin asociarse con otros seres humanos.
Cuando nos alejamos de nuestros semejantes, empobrecemos en gran manera nuestra existencia. Esta se torna
incompleta. Desde el punto de vista natural, es un mero subsistir. No hay en ella desarrollo personal. Quizás el
cuerpo no padezca necesidades, pero -si no hay intervención divina- el espíritu decae. El entendimiento, la voluntad,
el corazón, la persona humana queda sin desarrollo. La sociedad es necesaria, en el orden natural, para alcanzar la
perfección de la personalidad humana, para una vida humana completa.
Existen criaturas inferiores que poseen una aparente vida social, pero ella no es ciertamente de la misma especie
que la nuestra. La “vida social” de los animales es natural, pero no racional. Sus agrupaciones se constituyen por
instinto, no por razonamiento. Los animales desconocen el significado de la sociedad y las ventajas que ella ofrece.
Pero el hombre es movido por su razón a vivir en sociedad, porque reconoce que solamente dentro de una sociedad
puede perfeccionarse y llegar a la plenitud de sus aptitudes. Solamente en el seno de una sociedad puede hacer
frente
a sus necesidades materiales en forma adecuada, desarrollar su inteligencia, comunicar sus ideas, fortalecer su
voluntad, ejercitar el dominio de sí mismo y cosas similares que lo elevan a un nivel de vida auténticamente
humano. Sólo, es incapaz de conquistarlas; aislado, no podría hacerlo, no hallaría seguridad, alimento, ropas,
defensa y otras necesidades materiales de su naturaleza. Por eso, intelectual, moral, económica y políticamente, la
vida social perfecciona al hombre.
La sociedad es natural para el hombre (197)
Nuestra misma naturaleza nos inclina a la vida en sociedad. Si el Señor lo hubiese querido, podría haber creado otro
tipo de criatura diferente; podría haber hecho al hombre desprovisto de inclinaciones gregarias. Entonces no
necesitaríamos del don de la palabra. Además, en ese caso, hubiera sido necesario dotar al hombre de aptitudes
muy diversas para abrirse camino en el mundo. Lo hizo sociable. En lugar de otorgarle los atributos de la bestia,
Dios le concedió la razón y las manos: la primera le indicaría lo que convenía hacer y las segundas obedecerían a la
razón a fin de procurarse comida,
indumento, seguridad, etc.. Además de la razón y de las manos, el Creador dio al hombre la capacidad de
comunicar los pensamientos nacidos en su inteligencia mediante la actividad de sus sentidos y su raciocinio.
Mediante la palabra,
los hombres se comunican entre sí y promueven el desarrollo intelectual y moral de sus potencias humanas.
Por ello decimos que la Naturaleza ha preparado al hombre p/ la vida en sociedad, equipándolo convenientem p/
esa vida.
¿Qué es la sociedad? (198)
Sociedad es la agrupación de seres humanos, con el objeto de alcanzar un fin común mediante un esfuerzo también
común.
Pero su unión no es perfecta, porque no son capaces de conocer el fin y los medios; ignoran su propia meta y los
medios para alcanzarla. No comprenden las ventajas que reporta la vida social. El sentido de la cooperación, del
bien común y de otros términos abstractos que necesitarían conocer antes de luchas unidas para una finalidad
común, está por encima de
su capacidad cognoscitiva.
El h. conoce su meta y comprende que toda la humanidad tiene un mismo objetivo, y que, para llegar a él, el
esfuerzo común facilitará la tarea. Podemos estudiar nuestra meta y los medios más adecuados para alcanzarla. Así
las agrupaciones humanas se realizan ordenadamente, con una unidad más perfecta que la que hallamos en las
bandadas de
pájaros o en los rebaños de animales. Es una unidad de fin y de medios. Es “un todo formado de muchas partes” y
unificado por propósitos comunes alcanzados merced al esfuerzo común, unos y otro conocidos y cognoscibles para
el ser humano.
Causas de la sociedad (p. 199)
Aristóteles enseña que las cosas tienen cuatro causas. Podemos sintetizarlas sencillamente de esta manera: lo que
constituye una cosa, o sea, su materia; lo que la distingue de otras cosas, o sea, su naturaleza; el que la hizo, o
sea, su agente productor; la razón por la cual fue hecha, es decir, su fin. Investiguemos ahora cuáles son las
cuatro causas de la sociedad; conozcamos su materia, naturaleza, fin y el agente que la originó.
Causa material de la sociedad: la materia de la sociedad son los hombres, los individuos. Se basa, en la
inclinación natural que el hombre siente por la sociedad. Observamos así de doble manera la causa material de la
sociedad: en primer
término y próximamente, la sociedad está formada, como materia, por individuos que la componen; en forma más
remota, la causa material de la sociedad es la naturaleza gregaria, el instinto sociable del hombre.
Hombre y sociedad son dos elementos indispensables e inseparables. El primero no podría llevar una existencia
auténticamente humana sin la sociedad. La segunda no existiría sin los individuos que la integran. La sociedad sólo
vive a través de sus miembros, pero su existencia no finiquita al extinguirse la vida de sus miembros individuales.
La sociedad continúa en los nuevos individuos que se incorporan incesantemente a la vida social; sólo terminará
cuando se extinga la vida humana sobre la tierra, pero no con la muerte de los individuos aislados de la raza.
Causa formal de la sociedad (p. 200)
“Sociedad es la agrupación de seres humanos con el propósito de alcanzar un fin común”. La clave de la naturaleza
de la sociedad nos la da la palabra “agrupación”. En una agrupación hay disciplina y orden. La agrupación implica
un objetivo común, unido a la lucha de todos por conseguirlo.
En el hombre, esta forma de conocimiento es consciente. Su razón le enseña que debe vivir en sociedad a fin de
gozar de la consecución del fin común que trata de alcanzar la humanidad entera, goce que logrará participando
también en el esfuerzo de todos; ese fin es la perfección característicamente humana. La unidad existente dentro de
la sociedad nos explica por qué ésta difiere de la simple multiplicidad, desprovista de la unión necesaria para formar
una unidad.
¿Qué es la unidad social?
La unidad social es aquella que existe entre los individuos que luchan, en un esfuerzo común, por alcanzar un
objetivo común. Para lograrla es menester que haya orden, el cual implica a su vez cierta subordinación. Pero ni la
unidad, ni el orden, ni la subordinación, arrebatan al hombre su autonomía e integridad como ser personal,
destinado a una felicidad eterna, junto al mismo Dios. Lo unen, sí, a los demás, pero al propio tiempo le dejan su
propio yo intacto.
La unidad social y el bien común (p. 201)
La causa de la unidad social es el reconocimiento del objetivo común de la humanidad.
En proporción directa al olvido o negligencia con que se reconoce esa meta, se debilita la unidad social.
No obstante, hablando en términos ideales y tal como lo expresa el plan divino, que quiere que todos los hombres
se reúnan en el seno de Dios, se obtiene la unidad mediante un esfuerzo común hacia un objetivo común. Esta
unidad de la q hablamos, no destruye la autonomía individual. Permite al individuo procurar su fin personal, su meta
específica, dentro del orden social. Los individuos alcanzan su desarrollo personal y bienestar mediante el bien
común, y también x él realiza la sociedad sus fines y redistribuye entre los individuos los bienes públicos de la
comunidad a fin de q se perfeccionen más aún.
El hombre contribuye al bien común de la sociedad:
1) positivamente, cuando cumple con sus deberes para con ella y propicia el bien común, y 2) negativamente,
cuando se abstiene de aquello que podría trabar el adelanto de sus semejantes y de la sociedad en conjunto. El
individuo encuentra, en el bienestar de la comunidad, una reserva que satisface sus necesidades temporales.
En el orden social, el hombre da y recibe.
Por otra parte, la sociedad busca el bien del individuo mediante el bien común. Su objetivo primero y principal es
promover el bienestar general. Trata asimismo de conceder a éstos los auxilios que su naturaleza requiera. Su meta
directa es el bienestar general; indirectamente, derrama sobre el hombre las riquezas (intelectuales, sociales,
físicas, morales y económicas) de ese conjunto del cual ella es guardiana y dispensadora. En el orden social, la
sociedad da y recibe.
La unidad social implica el orden (p. 203)
Entre los individuos existen desigualdades. Como consecuencia de las disparidades naturales que se observan
entre los individuos, existe también una disparidad de contribución al bien común, y por ende, disparidad en los
emolumentos. La distribución desigual es tan natural y equitativa como la contribución desigual.
Por consiguiente, el orden social implica en primer término el reconocimiento de esta desigualdad, y luego el
ordenamiento de las diversas partes dispares dentro de esa lucha general en procura del bien común, de modo que
sea posible alcanzar el mayor bien. Este orden se impone a los individuos en las actividades que afectan al bien
común. Por ejemplo, en tiempos normales, no regularía la cantidad y calidad de los alimentos ingeridos, pero
intervendría, en cambio, en las acciones que involucran injusticias contra otros individuos o contra la comunidad, por
ejemplo, casos de vida o muerte y violación de las leyes.
El orden exige la subordinación
Las cosas han de ser ordenadas, dispuestas armoniosamente, ya q algunas valen mucho y otras, poco, o bien
porque algunas son muy importantes y otras, menos, o bien porque unas son útiles y otras no, y otras razones
semejantes.
En los individuos que forman una comunidad hay cosas más importantes que otras; individuos que contribuyen al
bien común más eficazmente que otros, de acuerdo con sus aptitudes naturales. A fin de reglamentar estas
disparidades, es menester poner orden en armonía dentro de la sociedad.
Para ello, los individuos deberán inclinarse ante el bien común siempre que sus voluntades individuales choquen
contra el bien de la comunidad. Esto rige para aquellas cosas en las cuales el individuo está sujeto al bien común.
No se aplica a otras en las que el bien individual se sobrepone al general, como sucede, por ejemplo, en los casos
de conciencia. En lo que se refiere al esfuerzo común de la sociedad, el individuo ha de ceder siempre que sea
necesario, siempre que no se infiera injusticia alguna a sus libertades personales y al derecho que tiene, de seguir el
camino que le señala el mismo Dios.
León XIII: “La verdadera libertad de la sociedad humana no finca en que cada uno haga lo que quiera, puesto que
esto sólo llevaría al desorden y la confusión, y ocasionaría la ruina del Estado”.
La unidad social, el orden social y la acción mutua de los elementos que integran la comunidad son verdaderas
bendiciones en el orden social.
Dice Sto Tomas: (p. 205)
“Esa unidad de la sociedad a la que llamamos paz, ha de ser procurada x los esfuerzos del gobernante; por
consiguiente, para establecer entre la muchedumbre un modo virtuoso de vida, tres cosas son necesarias:
1) que la muchedumbre sea establecida en la unidad de paz;
2) que, así establecida, sea guiada a vivir en forma conveniente;
3) es necesario que exista y esté al alcance de la mano una provisión suficiente de las cosas necesarias para una
vida adecuada, procurada por los esfuerzos del gobernante”.
Pero no acaba aquí la obligación del gobernante para afianzar la unidad social. Dice q, una vez establecida esa vida
pacífica, de unión y virtud, el gobernante ha de velar por su preservación, la permanencia de la vida pacífica y
virtuosa. Sin una paz permanente, basada sobre una vida de virtud, la unidad no puede prevalecer mucho tiempo en
el orden social.
Pero hay 3 fuerzas q cooperan contra esta duración de la vida virtuosa, de la que depende la preservación de la
unidad social. Sto Tomás los clasifica del siguiente modo: Peligros
1) procedentes de la Naturaleza= los hombres mueren, pierden sus energías, no están igualmente capacitados p/
desempeñar las mismas tareas en todos los momentos de su vida, y por ello sufriría el bien común, y dejarían de ser
constantes la unidad social y la paz, a no ser q el gobernante reemplazara en los cargos públicos a los viejos,
corrompidos o débiles, por hombres más jóvenes, virtuosos y enérgicos.
2) emanados del mismo cuerpo social= la perversión de las voluntades; por ejemplo, cuando los individuos son
demasiado egoístas o perezosos para contribuir al bien común o cuando turban, contra derecho, la paz privada y
pública
3) venidos del exterior = radica en la destrucción de la paz por el ataque de enemigos.
Por ello el gobernante tiene una triple obligación:
1) debe renovar en los diversos cargos, p/ q sean ocupados x los mejores, evitando así la corrupción física y moral.
Al nombrar más jóvenes en remplazo de ancianos, los servicios prestados a la causa del bien común por los
funcionarios públicos serán + enérgicos.
2) Mediante leyes -punitivas unas y otras que otorguen recompensas-, y por el mantenimiento del orden, el
gobernante ha de apartar a sus súbditos del vicio y estimularlos en el ejercicio de la virtud.
3) El gobernante ha de salvaguardar a sus súbditos de los enemigos exteriores lo mismo que de los internos, como
dijimos más arriba.
De este modo propone Santo Tomás el método para preservar la unidad social por medio de una existencia virtuosa
y pacífica en medio de las comunes luchas de la humanidad que brega por alcanzar su meta común.
Resumen (p. 207)
1. El hombre es sociable por naturaleza. El género humano como tal debe vivir en sociedad. Los individuos pueden
vivir alejados del contacto con los demás, pero en tal caso vegetarían sin llegar al pleno desarrollo y perfección
humana.
2. C/ hombre constituye 1 miembro de la sociedad. Esta existe y vive en sus miembros individuales, no pudiendo
existir si estos fuesen aniquilados.
3. La necesidad del hombre de la sociedad se relaciona c/ su bienestar persona pero también c/ su desarrollo
intelectual y moral.
4. La naturaleza del hombre necesita la sociedad p/ las exigencias materiales del cuerpo y la vida virtuosa. La
naturaleza humana procede de Dios y el hombre ha de volver a Dios. Mediante la sociedad, el hombre obtiene los
auxilios necesarios p/ su bienestar temporal y su vida virtuosa; mediante ellos se encamina hacia Dios como a su
último fin en la existencia.
5. La sociedad tiene como fin, directa e inmediatamente, el bien común; indirecta y mediatamente, su fin es el bien
del individuo, q ha de llegar x ella hacia su fin último. Ella ayuda al hombre a satisfacer sus ansias de Dios y de
felicidad
sempiterna.
6. El último fin del hombre es Dios. Sus fines intermedios son el bien común y el bien individual temporal.
7. La sociedad es la reunión de hombres q, por el esfuerzo común, se proponen un objetivo común. C/miembro es
insuficiente por sí mismo. Tienen la misma naturaleza, el mismo destino, y las mismas necesidades en común con
toda la humanidad. Esto crea la unidad social, que constituye a la sociedad como tal y la distingue de otros tipos de
asociación.
8. El bien individual está subordinado al bien común de la sociedad, y éste al bien definitivo del hombre, que es
eterno. De aquí que la sociedad, además de consagrarse al bien del grupo, debe velar a fin de que ese bien se
derrame sobre el
individuo q posee como destino propio el logro de su bien definitivo: la eterna dicha.
9. Cada individuo tiene, dentro de la sociedad, su fin propio en la vida; posee su propia dignidad como persona
humana; y tiene sus libertades, sagradas y dadas por Dios, como consecuencia de todo ello. Por eso la sociedad
nunca debe ejercitar
sobre los individuos q la integran un dominio similar al de los amos sobre los esclavos.
10. La subordinación es necesaria dentro de la sociedad, debido a las desigualdades naturales que se dan entre los
miembros individuales. Esta subordinación es el reconocimiento de nuestro lugar propio, de acuerdo con la
importancia de cada cual, su contribución, etc.. En el orden social, ella es conveniente, necesaria y justa.
11. Las desigualdades constituye, dentro de la sociedad, la base del orden social.
12. Cuando el egoísmo predomina en la sociedad, la unidad social se debilita, ya que el debido ordenamiento de las
partes sufre detrimento, conturbando al todo. Para el bien de la comunidad, los individuos deben estar prontos a
sacrificar su
voluntad respecto a aquellas cosas que no violan su natural libertad ni contrarían su conciencia.

Cap. II- La Sociedad: su causa eficiente (su agente). Su causa final (su fin): (p. 208)
Causa eficiente de la sociedad
Es ésta la tercera de las causas de la sociedad. Podríamos compararla con aquello q efectúa o realiza la sociedad.
Podemos decir q el “conocimiento ha sido considerado como una de las causas eficientes de la sociedad.
Mediante su razón, el hombre entiende la necesidad de la vida gregaria, penetra la idea, el concepto y la naturaleza
del bien común y las estima como ventajosas p/ su desarrollo personal; se dispone entonces a aceptar la vida social
merced a las inclinaciones de su naturaleza.
Por consiguiente, también podríamos indicar como segunda causa eficiente de la sociedad la voluntad del
hombre. Pero el libre albedrío del hombre será su causa eficiente. Ante el dictamen de su razón, que le decía
que la vida social es la única vida adecuada para el hombre, éste quiso vivir así. La vida social, hecho histórico que
se observa desde los
albores de la existencia humana, nació por un acto volitivo del hombre. Es posible que el hombre primitivo haya
comprendido esta necesidad natural de sociabilidad, pero, puesto q gozaba de libre arbitrio, bien podría haberse
negado a vivir en comunidad con otros. Por ello el libre albedrío es causa eficiente de la sociedad.
Pero además es indispensable que mencionemos la autoridad externa, q es también una causa eficiente de la
sociedad. Sin la limitación externa que ella impone al ciudadano, el egoísmo humano hubiese quebrantado hace
tiempo la unidad social,
arrastrando la vida social al nivel de la asociación animal o a un total aniquilamiento.
Causa final de la sociedad (p. 209)
Es ésta la cuarta y última de las causas que explican la naturaleza de un ser.
Corresponde al fin p/ el cual fue hecha la cosa.¿Cuál es el fin, la meta, de la sociedad? ¿Hacia dónde se dirige?
¿Qué es lo que espera conseguir? La sociedad existe p/ el individuo y p/ el bien común de sus miembros. Existe
primariamente p/ el bienestar de la colectividad y en segundo término, para el bienestar de los individuos
congregados. En otras palabras: todos los individuos de la sociedad forman el fin u objetivo completo de ésta; cada
uno de esos individuos constituye su fin incompleto o parcial. Si la sociedad, a través de sus miembros individuales,
se preocupa por el bienestar del conjunto, asegurándole una existencia digna y agradable, un nivel humano de vida,
en tal caso la sociedad alcanzará su bien completo o perfecto, su objetivo primordial. Si, por otra parte, la sociedad
se ocupa exclusivamente en promover el bienestar de individuos o grupos selectos, descuidando el cuerpo total,
entonces deja de responder a su objetivo primordial. En el mejor de los casos, alcanzará apenas una meta parcial y
será rea de injusticia, si esta negligencia fuese voluntaria y evitable.
El bien común. (p. 210)
El bien común es el bien de los individuos reunidos, pero no como individuos, sino como suma total. Es el bienestar
general de la sociedad y sus beneficios que han de distribuirse a todos y a cada uno. Es otro aspecto de aquel
axioma de Sto tomás que dice: “Quien trabaja por el bien común trabaja también por su propio beneficio”. El orden
social, la estabilidad social, las riquezas y bienes (no hablamos aquí exclusivamente de la riqueza económica), la
paz y protección y la acción unida de los miembros promueven el “bien” del grupo entero, y al acrecentarse éste
aumenta también el bienestar de cada individuo que lo integra.
El bien común es el cjto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a c/u de sus
miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Contribuye al perfecto desarrollo del ser humano e
incluye los bienes morales y religiosos. Existe fuera del individuo, pero dentro de la sociedad, y es efectivo del
hombre.
Facetas del bien común (210)
El bien común representa la vida conveniente p/ el hombre, la q incluye una proporción suficiente de bienes
intelectuales, morales y económicos. Si el hombre sólo estuviese ordenado al bienestar económico, a gozar de
abundantes riquezas, el mejor gobernante de la sociedad sería un economista. Si el fin del hombre fuese solamente
la vida y la salud corporal, un médico sería la mejor autoridad. Si el saber intelectual fuera nuestro fin, el gobernante
habría de ser, un profesor. Pero el hombre -como individuo y como multitud- está ordenado a cosas más elevadas
que los bienes intelectuales, físicos o económicos. El bien común de la sociedad y el individual de c/u de sus
miembros incluye, como es natural, estos bienes, pero no se ha de descuidar y proveer teniendo en cuenta aquel
bien q por sí sólo puede ser y de hecho es el último fin del hombre. Bien común es, pues, aquel que contribuye al
perfecto desarrollo del ser humano e incluye los bienes morales y religiosos.
El bien común como objetivo:
El bien común es el fin u objetivo de la existencia de la sociedad. La sociedad no está ordenada a sí misma, ni
existe por su propio bien, sino por el bien de sus integrantes. Por consiguiente, el fin de la sociedad es extrínseco,
está fuera de ella misma. Existe para otra cosa. Es un medio para otro fin.
Como todo el resto de la creación, la sociedad está ordenada, en último término, a Dios. También lo están el
hombre, todas las criaturas están ordenadas a otra cosa, tienen un fin que está fuera de ellas mismas. Por ello la
sociedad halla su último fin en Dios. No obstante, tiene otro fin más próximo. Ese objetivo próximo y directo de la
sociedad es promover el bien común. Ahora bien, puesto que sólo mediante el bien común es posible que se
perfeccionen los individuos que forman el cuerpo social, cada individuo está obligado a trabajar en pro del bien
común.
El bien común no es su último fin, pero sí un fin mediato. El último fin del hombre es Dios, y por este motivo, el bien
común es utilizado por el ser humano como un medio para llegar a su fin. El bien común es el bien de la
colectividad; en él halla el
hombre medios para perfeccionar su propia vida y alcanzar una felicidad perfecta.
Resumen (p. 211)
1. Triple es la causa eficiente de la sociedad: 1) comprensión de su necesidad a la luz de la razón; 2) querer del
hombre, que le mueve a vivir en sociedad con otros; 3) autoridad, que mantiene la unidad social y promueve la
acción social.
2. La causa final de la sociedad es el bien común. Ese bien es el bienestar colectivo.
3. La “vida virtuosa” a la que aludimos no es la práctica de todas las virtudes, ella es el ejercicio de las virtudes q
están relacionadas c/ el bienestar colectivo: ppalmente la justicia, la caridad y la paz. Estas virtudes promueven el
bien común.
4. Los individuos del grupo social desean el bien común, aunque sólo sea por su conveniencia personal. Pero la
actitud normal es un interés equivalente en el bienestar propio y el de todo el grupo social, aún a costa de su propio
sacrificio.
5. Puede considerarse el bien común como el de la colectividad o el de la sociedad toda; es así el fin directo o
perfecto de la sociedad. El bien común puede asimismo verse tal como se le distribuye entre los miembros reunidos
de la agrupación;
de este modo, el bien individual será el fin parcial o incompleto de la colectividad.
6. El bien común constituye un fin para el hombre, como lo es para la sociedad. El hombre avanza hacia su último
fin, que está por encima de la agrupación y la trasciende. La meta de c/ hombre es personal y eterna, por ello el bien
común se convierte en un medio que el hombre puede y debe utilizar para suplementar sus esfuerzos y satisfacer
sus necesidades, a fin de alcanzar ese fin último al que Dios y la Naturaleza lo han ordenado.
7. Cada individuo, como ciudadano obligado a contribuir, está ordenado a la sociedad y supeditado al bien común de
la misma. En cuanto persona trasciende a la sociedad y usa el bien común como medio para alcanzar su fin último.
8. La sociedad se ordena al bien común, y mediante éste al bien individual. Ahora bien, puesto que el bien individual
es, en último término, la felicidad perfecta en la posesión de Dios, se dice, que individuo y sociedad tienen el mismo
fin en
último término; el fin de ésta es el mismo de aquél: Dios.
9. El bien común es superior al individual en asuntos referentes al hombre como ciudadano; por ej: cuando se priva
de su libertad a un demente para que no sean perjudicados los demás.
10. El bien individual es superior en cuanto se refiere al hombre visto como ser racional, dotado de derechos que
están fuera del contralor de la sociedad; ej: si la autoridad decidiera abolir nuestros derechos a la vida, al
matrimonio, a la libertad de culto, etc., el individuo podría oponerse legítimamente a estas violación de sus derechos
personales.

Cap. III- El Bien común. Introducción. Desarrollar el concepto de Bien Común.xx- (p. 214)
El hombre tiene un fin último de orden sobrenatural que consiste en alcanzar a Dios y la felicidad eterna. Tiene
también un fin de orden temporal que consiste en conseguir el pleno desarrollo de la propia personalidad en todos
los aspectos: físico, culturales, espirituales...
El bien común es un concepto complejo, q en general puede ser entendido como aquello de lo q se benefician todos
los ciudadanos.
Deriva de la naturaleza humana y es por lo tanto superior a cualquier individuo: “La persona se ordena al bien
común, pq la sociedad, a su vez, está ordenada a la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al bien
supremo, que es Dios” .
No es la suma de los bienes individuales, tampoco la sociedad es la mera suma de los individuos. La sociedad es
necesaria p/ q la persona se realice como tal, y debe presentar una serie de condiciones q hagan posible el
desarrollo simultáneo de la persona y de ella misma, hacia la perfección q se dará histórica y culturalmente.
Noción del bien común. (p. 214)
Redunda en provecho de todos: “El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden
social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario”. Este orden tiene por base la
verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor”.
“Abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue q
los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal forma q, respetando el
recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu” .
“Abarca todo un conjunto de condiciones sociales q permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su
propia perfección” (PinT)
El bien común es “el conjunto de las condiciones necesarias para que dentro de lo posible todos los miembros del
Estado puedan alcanzar libremente y por sí mismos su auténtica felicidad terrena”
Obliga al Estado: “La razón de ser de cuantos gobiernan radica por completo en el bien común. Por ello, todo
gobernante debe buscarlo, respetando la naturaleza del propio Bien Común y ajustando al mismo tiempo sus
normas jurídicas a la situación real de las circunstancias”.
Obliga a los individuos: el bien común debe ser considerado como un valor de servicio y de organización de la vida
social, del nuevo orden de la convivencia humana. Pero no sólo el Estado debe aportar las condiciones, es tarea de
todos.
El bien común es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y cada uno de
sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26) Concilio Vaticano II
“El bien común abarca a toda la persona humana, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo, como a las del
espíritu” (PT 57) Juan XXIII
También la vida económico-social deben respetarse o promoverse la dignidad de la persona humana, su entera
vocación y el bien de toda la sociedad pq el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social.
(GS 63) Concilio Vaticano II
El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico, por ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover
a todas las personas y a toda la persona. (PP 14) Pablo VI
El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad (PP439). El verdadero
desarrollo es el paso para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas a condiciones más
humanas (PP20) Pablo VI
En relación a la cuestión ecológica, la naturaleza es un bien común, propiedad de toda la humanidad, y la práctica
de la salvaguarda de la creación es también una responsabilidad común (CDSI 451-487)
Resumiendo: El B.C. es 1 cjto organizado y armónico:
- de riquezas, servicios y toda clase de bienes en continuo desarrollo,
- que interesan a la sociedad y a cada una de las personas que la componen,
- y que son necesarios para que éstas puedan alcanzar su bienestar en este mundo.
- Una especie de clima o ambiente q hace posible la plena expansión de todos los miembros del cuerpo social:
- tanto de las personas en sí mismas consideradas.
- como de todas aquellas sociedades o comunidades intermedias, mediante las cuales los hombres despliegan y
enriquecen su personalidad (familia, sindicato, asociaciones recreativas, etc.).
- Un bien objetivo q existe realmente fuera del individuo, pero dentro de la sociedad, y q es efectivo del hombre.
- Un bien q congrega y une a los miembros de la sociedad como objetivo común al q todos ellos tienden.
- Un bien q comprende elementos materiales, pero q es principalmente un bien moral.
- Un bien q está asegurado x 1 cjto de condiciones exteriores y x la unión y coordinación de los esfuerzos de todos
p/ el cjuto de los ciudadanos.
- Un bien q debe tener por efecto el perfeccionamiento de los hombres, permitiéndoles y facilitándoles:
- “El mayor bienestar espiritual y material q sea posible en la vida presente” - “El pleno desarrollo de las cualidades
y funciones de su vida material, intelectual y religiosa”.
- “Una vida conforme a la ley de Dios, firme, regular y feliz.
Componentes del bien común (p. 217).
Existen cuatro elementos los esenciales constitutivos del bien común:
1. un conjunto de bienes de todas clases (p. 217)
Este debe abarcar desde los más ínfimos hasta los más elevados. Están clasificados en 3 grupos:
a) Los bienes materiales, q son 1 instrumento al servicio de fines más elevados: la riqueza industrial, agrícola o
comercial, la técnica, los servicios, las fuentes de energía, los transportes, las carreteras, etc..
b) Los bienes culturales , con una categoría superior a los anteriores: lengua, cultura, tradiciones, instituciones, arte,
literatura, etc..
c) Los bienes morales : la comunión de todos y c/u en una adhesión a la verdad, la amistad, la justicia, la paz, etc..
Para que se realice el bien común es preciso que estos 3 tipos de bienes se den en la cantidad o proporción
exigidos por el tiempo y lugar y estén debidamente jerarquizados, de manera que los materiales estén subordinados
a los culturales y unos y otros a los morales. Se podría hablar de una construcción piramidal en cuya base estarían
los bienes materiales, en la cúspide los bienes morales y en la zona intermedia los bienes culturales.
2. una justa distribución de los bienes (p. 218)
Estos bienes deben al alcance de todos los miembros de la sociedad de forma permanente para que c/u de ellos
pueda conseguir el pleno desarrollo de sus cualidades personales según la vocación y los talentos recibidos del
Creador y obtener de forma duradera el bienestar y la perfección en todos los aspectos. Todos los individuos y
comunidades menores de la sociedad tienen derecho a participar, en la medida de su respectiva prestación, del bien
común resultante de su cooperación.
3. unas condiciones sociales externas (p. 218)
Condiciones q permitan a los individuos y a las sociedades intermedias ejercer aquellos derechos y deberes de
orden personal y comunitario q hemos estudiado al tratar de la persona humana. P/ q brote espontáneamente el
bien común se requiere:
- la implantación y mantenimiento del orden público;
- el ejercicio de las libertades cívicas en la mayor amplitud posible;
- y, como resultado, la paz social.
4. una adecuada organización social (p. 218)
Que supone como elementos integrantes o causas eficientes:
a) Ordenamiento económico
El fin de la economía consiste en “poner de una manera estable al alcance de todos los miembros de la sociedad las
condiciones materiales escogidas para el desarrollo de su vida cultural y espiritual”.
El orden económico es la base material del bien común. P/ q le sirva efectivamente se requiere:
- La iniciativa privada: “La economía debe ser obra, ante todo, de la iniciativa privada de los individuos (MetM).
- El Estado debe subsidiariamente “fomentar, estimular, coordinar, suplir y completar” la iniciativa privada.
- Sincronización del Desarrollo económico de todo el país, o sea debe darse el desarrollo y progreso de las distintas
regiones .
- Desarrollo armónico entre los distintos sectores productivos (agricultura, industria, comercio...).
- Correspondencia entre el desarrollo económico y el progreso social.
- Distribución equitativa de los bienes económicos, proporcionando a los individuos y a las familias los recursos
necesarios para una vida digna.
b) Ordenamiento jurídico
“P/ q la vida social obtenga su fin, es esencial una ordenación jurídica que le sirva de apoyo externo, de defensa y
de protección”. El orden jurídico es la garantía externa del bien común cuando:
- está cimentado sobre el orden moral;
- garantiza y respeta los derechos del hombre y la existencia y debida autonomía de las asociaciones intermedias;
- ayuda a desarrollar los valores personales del hombre;
- en la confección y aplicación de las leyes no hay arbitrariedad ni favoritismo.
c) Sistema educativo
La educación es la garantía interna del bien común. Para ello se requiere:
- el respeto a los derechos de la familia y de la Iglesia en este campo;
- una vigilancia y control del Estado sobre la instrucción y educación;
- un derecho de suplencia y de concurrencia por parte del Estado.
d) Orden político
El Estado es el promotor del ordenamiento económico, el ordenamiento jurídico y del sistema educativo. Para servir
al bien común los documentos pontificios le exigen:
-En el orden individual:
- garantizar los derechos de los individuos; favorecer su responsabilidad; respetar su libertad.
- En el orden social:
- respetar las iniciativas privadas; favorecer y respetar las sociedades y comunidades intermedias; encauzar la
tendencia asociativa del hombre.
- En el orden económico:
- respetar y favorecer la iniciativa privada; hacer que la propiedad cumpla su función social;
- desarrollar una sana política económica con la producción del pleno empleo y la solución de las crisis económicas.
III- Dignidad y grandeza del bien común: (p.220)
Sto Tomás, tomando palabras de Aristóteles sostiene q el bien común tiene algo de divino. León XIII decía también:
“Este bien es, después de Dios, en la sociedad la ley primera y última”. Pío XIII dice que 1 de los pcipios es “la
imperiosa exigencia de la sociedad de situar el bien común por encima de las ventajas personales, el servicio de
c/uno para todos”.
El bien común responde al plan de Dios, q ha querido q los hombres vivan en sociedad y, sirviéndose de ella,
consigan su destino temporal y eterno.
El bien común es un bien superior que condiciona la existencia, la vitalidad, el bienestar y la dicha de un pueblo.
El bien común mira a todos los hombres, a todas las familias, a todas las sociedades intermedias para provocar y
mantener entre ellos una sana emulación y la coordinación de esfuerzos de todos.
El servicio al bien común es una forma muy recomendable, por su extensión y eficacia, de practicar la virtud de la
caridad, ya que existe una caridad social y política.
IV. Bien común y bienes particulares: (p. 220)- El bien común difiere del bien particular:
- por su naturaleza, ya q es 1 realidad distinta (de la misma manera q la sociedad tiene 1 realidad distinta de la
suma de los individuos que la integran);
- por su extensión, ya q es mayor el bien correspondiente a la sociedad que el correspondiente a un particular;
- por su fin, ya q es la realización de las perfecciones de la sociedad humana (en cambio, el individuo busca su
perfección particular);
- por su comunicabilidad, ya que se comunica a todos los miembros de la sociedad.
V. Sujetos del Bien Común (p. 222)
Todos los miembros de la sociedad (individuos y cuerpos intermedios) son sujetos del bien común tanto en el
deber de contribuir positivamente en su creación y aumento, como en el derecho a participar y beneficiarse de él.
No todos tienen la misma obligación de participar en el mismo grado al bien común.
Los ciudadanos, las familias y los cuerpos intermedios generalm contribuyen al bien común cuando trabajan x
conseguir sus respectivos fines, colaborando entre sí y subordinando sus propios intereses a las exigencias del bien
común. En cambio, los poderes públicos tienen una obligación especial de trabajar x el bien común pues en él
encuentran toda su razón de ser y el supremo criterio de su obrar.
Naturalm, si todos los individuos y cuerpos intermedios tienen obligación de colaborar al bien común, también tienen
derecho a beneficiarse de él. Este derecho no tiene en todos los miembros una = matemática, sino q se rige x las
leyes de la proporcionalidad q, a su vez, debe inspirarse en el pcipio de las necesidades y en el pcipio de la
prestación efectiva.
VI. El B.C. internacional: (p. 222)
Con el gran desarrollo de la vida internacional moderna, la denominación de sociedad perfecta dada al Estado
puede solamente aceptarse con ciertas reservas y debe entenderse en un sentido restringido.
El Estado sigue siendo sociedad perfecta en el sentido de que posee la plenitud de la autoridad para mantener en
su interior el orden, la paz y la justicia. Hasta la fecha no ha sido creado ni parece viable un Estado universal que
someta a su jurisdicción inmediata todos los miembros de la Humanidad. Pero el Estado no es sociedad perfecta si
con esta expresión entendemos la que puede con sus propios medios procurar a sus súbditos el bien completo de la
vida humana tal cual en nuestros días lo han hecho posible los progresos de la civilización y la cooperación
internacional.
El bien común de la sociedad internacional, según el Código de Moral Internacional de Malinas, está centrado en
dos objetivos fundamentales:
a) El mantenimiento del orden internacional, donde c/Estado, en plena posesión de sus derechos, se dedique
pacíficamente al ejercicio de sus fines sociales.
b) El progreso de la civilización por el intercambio de bienes materiales y espirituales, especialmente a través de los
organismos internacionales creados con esta finalidad.
Para esto, las relaciones entre los distintos Estados deben estar basadas como dice Juan XXIII en la Pacem in
terris:
- En la verdad, reconociendo la igualdad esencial entre las distintas comunidades políticas, eliminando el racismo y
la autosuficiencia orgullosa en el trato con las demás naciones y facilitando una información objetiva y veraz.
- En la justicia, reconociendo y respetando los derechos de las demás comunidades (incluidos los de las minorías
étnicas) y evitando toda clase de atropellos y opresiones.
- En la solidaridad, colaborando en los distintos campos (económico, cultural, político, etc.) y resolviendo bajo su
espíritu los problemas de la integración racial, migración, desarme, etc..
d) En la libertad, excluyendo la opresión de unas comunidades políticas sobre otras y la indebida interferencia en
sus intereses particulares.

Cap. IV- La Sociedad y su autoridad: (p.223)


Sto Tomás enseña: “No puede existir la vida social en un conglomerado de gentes si 1 no se encarga del mando
para velar por el bien común; en efecto, la multitud como tal (o sea, la muchedumbre de individuos) busca multitud
de cosas, en tanto que 1 se preocupa solamente de una cosa. Por consiguiente.., cuando muchas cosas se
encaminan a un solo (fin), hallaremos siempre una persona a la cabeza dirigiéndolas”. Así Sto Tomás señala la
necesidad de una autoridad dentro de la vida social.
Por qué es necesaria la autoridad? (p.224)
El deber de la autoridad es gobernar. Ahora bien, gobernar -dice Sto Tomás- es “encaminar de modo conveniente
aquellos que se gobierna hacia su fin propio”
La autoridad es necesaria para la sociedad pq es humano que c/u busque su propio bien. En una sociedad hay
muchas voluntades y c/una de ellas procura, individualmente, lo que desea para sí. A menudo esto no está conforme
con el bien común y hasta puede ser opuesto a ese bien. El ejercicio de nuestra libertad puede lesionar un derecho
igualmente natural
que pertenece a otro miembro de la agrupación.
Por eso es necesaria la autoridad: p/ establecer y mantener la armonía entre el “yo” y el “grupo”, y entre los múltiples
“yo” individuales que viven en la comunidad.
Sin la autoridad, el bien común no estaría en salvo y los individuos faltarían a sus deberes para con la comunidad.
Dice Sto Tomás: “Cuando hay muchos hombres juntos y c/u de ellos vela por su propios intereses, el grupo se
disolverá y desintegrará si no hay alguien que se ocupe de cuidar lo referente a la comunidad... Ha de existir algo
que impulse hacia el bien común de la multitud, por encima de aquello que impulsa a cada individuo a lograr su
propio bien particular...”
La autoridad dirige a la sociedad y a sus miembros individuales hacia su meta propia, y también refrena a la
sociedad y a sus miembros, impidiéndoles cometer actos injustos que a todos lesionarían. Crea oportunidades p/ q
el individuo pueda hacer frente a sus necesidades; garantiza al individuo la satisfacción de sus necesidades vitales;
propugna el bien común; y distribuye, por fin, las ventajas de la comunidad entre los individuos; estas ventajas
constituyen el bien común.
Sin autoridad sería imposible reconciliar los puntos de vista opuestos de la agrupación y de los individuos. Tampoco
existiría una garantía para los derechos naturales, inalienables y personales del hombre, derechos dados por el
Creador mismo y que no pueden ser abolidos ni destruidos por individuo o comunidad alguna.
Como el alma para el cuerpo (p. 225)
La autoridad, puede poseerla una sola persona o un grupo q gobierne como una, hablaremos x tanto de la persona
o personas investidas de autoridad, designándolas con el nombre de “gobernante”, término q abarcará el dirigente
único lo mismo que el cuerpo directivo.
Sto Tomás compara al gobernante con un marino que conduce la nave al puerto y por la ruta más directa. Dice
también que el gobernante es, p/ la sociedad, lo q el alma p/ el cuerpo. Del mismo modo que la razón gobierna al
cuerpo como potencia rectora, así el gobernante es la fuerza rectora del cuerpo político. El alma vivifica y gobierna
al cuerpo, impulsándolo hacia su fin mediante la razón y la voluntad. Del mismo modo, el gobernante ha de dar
existencia (si es que no está constituido ya) al cuerpo político y dirigirlo a su fin propio.
El gobernante deberá conformar su autoridad con la del Divino Gobernante! ¿Y por qué no, puesto que no hay
hombre que gobierne por sí mismo o en virtud de su propia excelencia, sino en virtud de la voluntad de Dios?
Si el fin de esa sociedad puesta bajo su autoridad fuese el bien de la comunidad como tal, y no el bien de los seres
humanos que la integran, entonces el gobernante cumpliría cabalmente con su deber salvaguardando a la sociedad.
Pero como su fin no es ése, sino el bien común, mediante el cual se alcanza el bien particular de cada individuo, el
gobernante ha de hacer algo más que limitarse a preservar de todo daño a la comunidad.
Fuentes de la autoridad (p. 227)
La fuente de autoridad no es el mismo gobernante, sino Dios. No es exacto decir que la autoridad reside en el
pueblo. La autoridad es uno de los atributos divinos, ya que Dios -único y solo Creador- tiene bajo su dominio a las
criaturas todas, gobernantes y gobernadas. Cuando la muchedumbre elige sus autoridades (como acontece en las
democracias) su papel es doble.
En primer término, la voluntad de la mayoría decide quién será el que ha de gobernar. En segundo lugar, ella
determina también de qué manera ejercitará ese gobernante la autoridad que recibe. El único que puede conferir la
autoridad misma no es otro que Aquel que, en Sí mismo, es la autoridad absoluta, por ser Señor absoluto y Dueño
del Universo. Dios participa su autoridad a gobernantes mortales. El es quien la confiere. Dios, no el pueblo, confiere
la autoridad. Dios, que creó al hombre y lo hizo gregario, dotándolo de una naturaleza sociable, sabe que es
indispensable la autoridad.
Si la autoridad no se afianza en Dios, no tendrá otra raíz que el gobierno humano, sujeto a toda suerte de
incertidumbre. Además, si no arraiga la autoridad en el elemento espiritual (o sea, en Dios), no existirá fundamento
alguno para el hombre se someta a ella, puesto que un hombre vale tanto como otro y nadie tiene por sí mismo el
privilegio de constituirse en gobernante de otro. Un hombre sólo puede regir a sus semejantes por la voluntad de
Dios y participando de Su autoridad. Desprovisto de una base espiritual, tampoco habría fundamento que justificase
la obligación de trabajar por el bien de la comunidad en conjunto. Una autoridad sin base espiritual sólo conduciría a
la tiranía, la fuerza y un sinfín de revoluciones.
Funciones de la autoridad (p. 228)
Hemos señalado ya una serie de funciones de origen general que competen a la autoridad dentro de la sociedad.
Lograr la armonía, propugnar la virtud, asegurar la paz, conservar la unidad, dirigir todo a su fin correspondiente,
distribuir los bienes de la comunidad y garantizar el bien común: ya hemos tratado acerca de todo esto.
El concepto cristiano de las funciones propias de la autoridad sería x ej. (Const EEUU): formar una unión más
perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer a la defensa común, promover el
bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y nuestra posteridad, ordenamos…) Si uno
cree que el hombre tiene un origen divino y está destinado también a Dios, la consecuencia lógica es que ciertos
modos de conducta corresponden, en tanto que otros se salen radicalmente del orden cuando sea necesario tratar
con una muchedumbre de personas. Los hombres, además de dar a la sociedad lo que a ella es debido, regirán su
conducta de acuerdo con la justicia cuando hayan de entenderse con otros individuos dentro del conglomerado
social.
La autoridad tiene como fin dirigir a la sociedad y a sus componentes individuales hacia sus fines últimos. Esos fines
últimos son uno mismo, o sea, Dios.
Si hubiésemos dicho q la autoridad debe hacer eso, podría comprenderse o interpretarse que la autoridad está
forzada a cumplir con su objetivo del mismo modo que el animal hambriento está forzado a salir en busca de
comida. Pero ya enseñamos antes que estar forzado es término que corresponde a la necesidad, y no a la libre
elección.
Límites de la Autoridad: (p. 229)
La autoridad –cualquiera q sea- está limitada por su fin u objetivo. La familia, está limitada a ordenar y requerir
obediencia en lo que se refieren al fin de la familia, a la razón de su existencia. Por ej, una familia no podría exigir
obediencia a una ley como la siguiente: “Después de las dieciocho horas está prohibido estacionar vehículos junto a
la acera” pq eso compete a la autoridad civil.
La autoridad civil, cuyo objetivo es el bien común primariamente en los asuntos relacionados con la felicidad terrena,
no podría en cambio legislar sobre días de ayuno y abstinencia, pq esto no tiene nada en común con el fin u objetivo
de la sociedad civil. Legislar en lo referente a asuntos espirituales incumbe a una sociedad que tiene un fin
espiritual, o sea, a la Iglesia. No puede el alcalde de una ciudad declarar un feriado nacional, ni el director de una
escuela legislar en cuanto a la calidad y cantidad del alimento ingerido por los discípulos.
También está limitada la autoridad por las leyes Eterna y Natural cuando se trata de ordenar y exigir obediencia en
las cosas referentes a su fin. No es posible ordenar cosas opuestas a dichas leyes. Lo que ordene la autoridad no
puede violar la ley divina ni la ley natural. “Las cosas de derecho humano -enseña Santo Tomás- no pueden derogar
las de derecho divino o natural”. Dentro del ámbito de las leyes Eterna y Natural, la autoridad sólo podrá legislar en
aquellas materias que se relacionen con el
fin propio para el cual ella fue establecida. Toda autoridad está circunscrita por la Ley Eterna y la Ley Natural.
Otros deberes de la Autoridad: (p. 230)
La autoridad está obligada a mantenerse en el ejercicio del poder. Por lo común, esto se consigue:
1) definiendo sus derechos, y
2) aceptando sus limitaciones, lo cual equivale a reconocer y respetar los derechos del individuo.
El segundo deber de la autoridad es el de legislar. Tiene derecho de dictar leyes.
Su tercer derecho es el de hacer cumplir esas leyes. En efecto, ¿de qué serviría dictar leyes si no fuesen
obedecidas? Tiene la obligación de hacer acatar las leyes justas. Doble es la base para conseguir este acatamiento:
1) en primer término, la autoridad puede formular amenazas y cumplirlas, castigando a los infractores, y
2) puede obtener obediencia mediante recompensas. “Bajo pena de ley”, es advertencia que nos es familiar a todos.
“Bajo pena de multa, encarcelamiento o ambas cosas”, es otra amenaza que la autoridad social puede con justicia
utilizar
para hacer acatar sus leyes.
La recompensa x cumplir no es tan visible. Su premio consiste en un orden social que funciona armoniosamente, en
el goce de la paz, de la unión, de la virtud, todo lo cual compensa a los miembros de la comunidad por su
obediencia a las órdenes emanadas de la autoridad.
Derechos Individuales: (p.231)
En gral, y en circunstancias normales, los individuos q integran el ordenamiento social tienen derecho a desarrollar
en toda su plenitud su personalidad humana. Tienen derecho a satisfacer sus apetitos innatos, es decir, a cumplir
sus deseos naturales, incluyendo los bienes corporales, los espirituales y los externos, tanto naturales como
artificiales. Ellos son ej. el derecho a vivir, a formar una sociedad doméstica, a la libertad, al trabajo, a la propiedad,
todo dentro del orden natural y, en el sobrenatural, el derecho al culto religioso y al acercamiento a Dios.
En tiempos especiales podrían imponerse ciertas limitaciones a los derechos individuales. A veces es menester
hacer cesión del derecho a la vida, como en la pena de muerte; del derecho a la libertad, en los criminales; limitar la
propiedad, por medio de impuestos moderados que no lleguen nunca a la confiscación. En cto a los derechos
sobrenaturales, es posible suspender ocasionalmente el derecho a rendir culto a Dios, como acontece durante las
epidemias, cuando se clausuran las iglesias.
No obstante, en todas las ocasiones, los individuos que viven en sociedad tienen derecho a ser tratados con justicia
por la sociedad y por los individuos que la integran.
El individuo goza de derechos, pero tiene también deberes. Está obligado a obedecer a la autoridad legítima en los
asuntos que abarca y comprende el derecho de esa autoridad. Considerando la autoridad inferior humana y la
superior o divina, el siguiente aserto de Sto Tomás podría resumir con toda propiedad la justa actitud del individuo
frente a la autoridad. Escribe el Santo: “El hombre ha de someterse a la autoridad inferior siempre que ella respete
el orden impuesto por la autoridad superior. Si la autoridad inferior se apartase de la suprema, no deberíamos
sujetarnos a ella.”
La Tiranía (p.232)
¿Puede destituirse una autoridad legítimamente constituida? La respuesta se basa sobre el principio de que, en el
plan de Dios, la autoridad existe para dirigir a la sociedad y a los hombres, rumbo a sus metas correspondientes;
ella encamina la sociedad, directamente hacia el bien común e indirectamente, hacia el propio Autor de la sociedad.
Pero si la autoridad no cumple con ese propósito, no tiene razón de existir. Parecería, luego, q es lícito derrocar a la
autoridad legítimamente constituida. Pero Sto Tomás advierte que, cuando la tiranía no es llevada hasta el exceso,
sería más conveniente tolerarla, pues podría resultar males mayores. El tirano, conocedor de la oposición que se
levanta contra su régimen, podría acrecentar su violencia para atemorizar aun más a sus súbditos. O quizá,
depuesto el tirano, podría sucederle un gobernante más tiránico aún. No es raro que la muchedumbre, excitada y
llevada a la violencia, no acepte límites a sus abusos. En todos estos casos, los resultados serían más perniciosos
que tolerar a un tirano moderado.
Pero, dice Sto Tomás la autoridad pública puede encargarse de deponer a uno de los que ejercen potestad. Si la
multitud posee el derecho de designar a su gobernante, sólo ella podrá deponerlo cuando abuse de su autoridad. Si
el derecho de escoger un gobernante reside en otra entidad distinta de la multitud, en un cuerpo legislativo, por ej,
ese cuerpo, que encarna la autoridad pública, podrá también destituirlo. Si no se halla auxilio humano, será
necesario recurrir a Dios. Entre el tirano y sus súbditos no existe el amor, sino el miedo. Así, “el gobierno de los
tiranos no puede durar mucho, porque es odioso a la multitud”.
Recompensa de la Autoridad: (p. 232)
Hablemos de la recompensa a la que se hace acreedor el gobernante en pago de los servicios que a la comunidad
presta.
En apariencia, quien gobierna lleva una vida fácil y agradable. Se le trata con deferencia, está bien vestido,
alimentado y alojado. Es el centro de la atención gral y de la envidia privada; conoce a toda clase de gente, pasea y
viaja. Su cargo posee un prestigio especial; la gloria y los honores lo circundan a diario. ¿Es éste el premio
adecuado para el gobernante?
No. Jamás perdura lo que depende de la tornadiza opinión de los hombres, y ¿qué está más sujeto a la simple
opinión pública que el honor y el respeto tributados al gobernante? El pueblo, cuya opinión cambia de la noche a la
mañana, abruma hoy bajo su desprecio, al mismo a quien agasajó ayer con las mayores demostraciones de respeto
y deferencia. La honra sólo es recompensa de la virtud auténtica, y es sumamente difícil adquirir una virtud tan
probada que merezca el respeto y homenaje de los hombres. De ahí que con frecuencia los gobernantes
ambiciosos de honores y carentes de la virtud que con esos honores es premiada, recurren al engaño, al fraude y
hasta al crimen para obtenerlos, ignorando que lo que así consiguen no es honra, sino notoriedad.
La única recompensa adecuada, dice Sto Tomás ha de buscarse en Dios. “Conveniente es esperar, como premio de
la virtud, aquello que hace feliz al hombre... Llámase a la dicha “bien perfecto” porque comprende en sí misma todas
las cosas codiciables. Pero no hay bien terrenal así... y por eso nada en este mundo puede hacer feliz al hombre y
ser, por ello, adecuada recompensa para un gobernante... Tan sólo Dios puede hacer callar las ansias del hombre,
hacerlo feliz y ser la recompensa propia de un buen gobernante”.
Resumen: (p. 234)
1. La sociedad es la reunión del hombre q tiene el propósito de alcanzar una finalidad común mediante el esfuerzo
común. Es una “unidad en la multiplicidad”, sin que la multiplicidad sea destruida ni minada la unidad.
2. La vida gregaria es indispensable p/ los seres humanos, ya q el pleno desarrollo de su naturaleza racional no
puede efectuarse sin algún contacto con otros de su misma especie.
3. A fin de preservar esa “unidad en la multiplicidad”, debe de haber un jefe q dirija a todos hacia la meta de la
agrupación. No es ésta la meta final de todos, sino un fin mediato necesario; de otro modo, los individuos no podrían
alcanzar su objetivo puramente personal, que trasciende el fin de la totalidad.
4. Imposible sería alcanzar la meta común sin que el gobernante tomase medidas directas, ya que la multitud de
individuos tiene una multitud de metas y de ello surgirá, lógicamente, el conflicto de sus derechos respectivos. Si la
necesidad de la convivencia social puede descubrirse en la misma naturaleza humana, también puede descubrirse
en ella la necesidad de una autoridad. Pero se trata de la naturaleza caída, pues lo que torna indispensable a la
autoridad es el egoísmo y la codicia de los hombres. El hombre permanece siempre como individuo dotado de libre
albedrío y deseos personales.
5. El gobernante de la comunidad es comparable al piloto que empuña el timón de una nave, al alma que anima un
cuerpo, a Dios que rige el Universo entero.
6. La tarea de la autoridad dentro de la sociedad consiste en armonizar los intereses del individuo con los de la
agrupación; los de los individuos entre sí; los del grupo con los de cada miembro del mismo. Este es el fundamento
de la actividad
de la justicia dentro de la sociedad.
7. La triple tarea del gobernante es, en términos grales, ésta: 1) preservar, en la sociedad, el orden, la paz y la
unidad; 2) promover el bienestar particular y gral, lo q logrará presentando las oportunidades q permitan a todos
obtener lo indispensable p/ una vida conveniente y buena; 3) estimular el progreso. Además de suministrar a los
individuos medios p/ q alcancen su bienestar temporal, ha de consagrarse a los objetivos colectivos, ya q los
individuos sólo recogen los beneficios de la vida social cuando la comunidad alcanza su fin: el bien común.
8. La fuente de la autoridad está en Dios. De El fluye el poder que la autoridad ejerce. Sólo cuando la autoridad está
arraigada, como decimos, en un ser que se halla más allá del mundo temporal y sus partes integrantes (tales como
el
hombre o la sociedad misma), puede hallar la autoridad humana una razón para su existencia y un justificativo para
las exigencias que impone a los súbditos
9. La autoridad recibe de Dios el derecho de imponer a sus súbditos una línea de conducta que armonice con las
ventajas de la comunidad. Puede también obligarlos a que obedezcan sus mandatos. Tiene el derecho de preservar
su propia existencia. Puede legislar para el bien común; promover esfuerzos colectivos, castigar a los transgresores,
etc.
10. La autoridad humana debe reconocer ciertos límites que no le está permitido ultrapasar. Toda autoridad humana
es limitada: la limita el objetivo mismo para el cual fue establecida. La autoridad familiar es más circunscrita que la
autoridad pública o estatal. La autoridad eclesiástica no se halla limitada por fronteras territoriales, porque la Iglesia
es universal y sus limitaciones están restringidas a asuntos de jurisdicción eclesiástica: intereses espirituales,
relacionados con la fe y la moral, siempre y cuando se planteen tales cuestiones. Conviene tener siempre presente
el siguiente principio: la autoridad tiene por límite el objetivo mismo para el cual fue establecida. No puede ir más
allá de él. Su fin determina su razón de ser. El determina también su poderío.
11. Los derechos naturales del hombre han de ser siempre respetados x la autoridad. Aunque ésta pueda
reglamentar el ejercicio de los der personales, teniendo en vista el bien común, no le es lícito abolirlos ni tornar
imposible su ejercicio.
12. La autoridad humana, aunque esté legítimamente constituida, puede ser depuesta si así lo exigiese el bien de la
comunidad. El derecho de derrocar al gobernante no es detentado x los individuos en su carácter de personas
particulares.
Sólo la multitud que elevó al gobernante al poder tiene derecho a derrocarle.
13. La autoridad es una participación en la providencia de Dios sobre el mundo. Se concede para bien de la
colectividad y de los individuos que la integran. Ningún bien finito puede compensar adecuadamente al gobernante
las fatigas que ha de soportar para cumplir con su misión. El honor, la fama, el poder y la vanagloria son
recompensas insuficientes. Ellas vuelven al gobernante mezquino, no magnánimo. El único premio adecuado para
los gobernantes consiste en la consecución de la eterna bienaventuranza: la posesión y el goce de Dios.
Los Pcpios Sociales cristianos: (p. 235)
Trataremos en detalle su contenido y su trascendencia para el ordenamiento jurídico, para la sociedad, el Estado, la
economía y la cultura. Dada la íntima y esencial relación que, fundada en la naturaleza moral racional del hombre,
existe entre los distintos principios sociales fundamentales, es inevitable que algunos de los mismos tomen la
palabra con mayor frecuencia, desde puntos de vista diversos:
El principio de la naturaleza de persona espiritual y moral del hombre matizado de modo especial con la
dignidad fundada en la responsabilidad moral por sus fines vitales suprasociales, es el primer principio social. Su
esencia decide la naturaleza individual del hombre y el modo de condicionamiento de su pleno despliegue a través
de la sociedad, así como la naturaleza de la sociedad y la índole de sus fines. La interpretación individualista y
colectivista de la naturaleza humana, con sus consiguientes implicaciones, muestran claramente que con este
primer principio se halla en tela de juicio un principio social cristiano esencial.
El principio de la naturaleza social esencial del hombre está cimentado en su multiforme vinculación a la
sociedad en orden a la consecución de sus fines vitales esenciales. Según la teoría cristiana del hombre, éste es por
igual un ser social y un ser individual, todos los hombres tienen la misma naturaleza, la del ser vivo dotado de un
alma espiritual, y, por consiguiente, tiene los mismos fines vitales esenciales condicionadores del pleno despliegue
es también muy diferente del animal: para ser plenamente hombre, necesita éste completarse mediante su inserción
en distintos órdenes sociales (la familia, el municipio, el Estado, la comunidad internacional y otras formas sociales).
Tiene la capacidad de complementación propia de su naturaleza individual y naturaleza social y frente a todo
individualismo y liberalismo, la vinculación al ser social y la obligación social moral del hombre, por su vinculación a
lo social.
El principio de la destinación supratemporal del hombre en Dios, que es su origen y finalidad, el Señor de la
creación y de la sociedad. También a este propósito lo que importa es el conocimiento de la posición del hombre y
de la sociedad, conocimiento que si es accesible a la naturaleza racional del hombre, sólo adquiere su plena
claridad dentro del marco de la imagen cristiana del hombre. El principio social en ello fundado se opone a las
concepciones sociales puramente terrenales en una doble dimensión. Por un lado, frente al principio de que “la
religión es asunto privado”, puesto que la religión es también asunto de la sociedad; del otro, frente al principio
antinatural de la desvinculación del Estado de toda ley moral, como si ésta no le afectara del mismo modo que al
hombre individual (“moral doble”). (Esto hay q completar)
En qué consiste el Pcpio de la Libertad? (p. 242)
La libertad consiste para el hombre, en el plano personal y en el social, en la capacidad de autodeterminarse con
respecto a las tareas vitales esenciales q su naturaleza racional plantea a su responsabilidad moral.
Del lado personal, esta autodeterminación está ligada a la libertad de la voluntad; del lado social, al orden de la
sociedad, que le hace posible su ejercicio.
Libertad no es hacer lo que nos da la gana –eso es el libertinaje, corrupción de la libertad– sino hacer lo que hay
que hacer, es decir, realizar las cosas según el querer de Dios no forzosa o necesariamente sino libremente, porque
nos da la gana de hacerlo.
La mayor libertad se da en donde la inteligencia y voluntad alcanzan su mayor perfección, descubren con toda
facilidad donde está el bien verdadero y eligen siempre con acierto.
La libertad es simplemente la verdad de Jesús. Para los religiosos, él es el modelo y el ejemplo de lo que realmente
significa ser libre. Sobre todo, Jesús estaba libre del pecado Su vida entera era una expresión perfecta de la justicia
de Dios en todos los sentidos. Este hecho es tan conocido que no es necesario entrar en más detalles. También
estaba libre de Satanás y de los poderes de las tinieblas. Estaba libre del temor. Podía denunciar el pecado en los
líderes religiosos. No temía a las multitudes que le querían matar. Podía fijar su rostro hacia Jerusalén e ir al
encuentro de su muerte. Estaba libre de toda enfermedad. No hay testimonio escrito que indique que su salud fuera
menos que perfecta en ningún momento. Estaba libre de la tradición religiosa. No tenía ningún respeto para nada
por la religión que no procediera de Dios. Estaba libre de todas estas cosas y muchas más. Pero no sólo estaba
libre de sino libre para. Estaba libre para hacer la voluntad de su Padre en todo y todos los días. Estaba libre para
ser la perfecta expresión de su padre celestial en todo lo que decía y hacía. Estaba libre para dar su vida por
nosotros.
La libertad que disfrutaba Jesús es la libertad que ofrece a todos aquellos quienes creen en él. Ya que nos dijo "Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres" (Jn 8.31-32). De acuerdo con las palabras del Maestro, la libertad del hombre se encuentra en la verdad
de su evangelio.
En la religión, la verdad que entra en los corazones de todos los seres humanos, es la que traerá la verdadera
libertad a todos. No es la doctrina del hombre que entra en nuestras mentes lo que nos hará libres; si no la verdad
que proviene de Dios.
En qué consiste el Pcpio de Bien Común? (p. 247)
El principio del bien común es de naturaleza sumamente relativa. Existen cuatro definiciones; 1) El concepto del
bien común, no es un mero agregado cuantitativo. El bien común tiene su propio sentido, que no es solamente la
suma de los bienes individuales. Es una totalidad a la cual se ordena el bien individual de los miembros de la
sociedad como la parte al todo.
2) el bien común es el cjto de los supuestos sociales que hacen posible a los miembros de la sociedad la realización
de sus cometidos culturales y vitales en libre actuación (si se consideran los medios con que es realizado).Dice
Cathrein: es “el cjto de las condiciones necesarias p/ q dentro de lo posible todos los miembros del
Estado puedan alcanzar libremente y x sí mismos su auténtica felicidad terrena” .
3) es la participación de todos los individuos y comunidades menores de la sociedad, en la medida de su respectiva
prestación, en los bienes resultantes de su cooperación (si se considera el orden de la acción). El bien común, es
un estado de la sociedad, pero también un estado en evolución constante, o sea, un orden q x su misma
naturaleza no puede quedar fijado de 1 vez para siempre, sino q ha de tomar nueva forma
constantemente. Es un concepto dinámico, en contraposición al anteriormente admitido, que podría ser llamado
estático.
4) es el bien común de todo social en el conjunto de sus miembros. Su extensión respecto de los miembros de la
sociedad.
El bien común de una sociedad exige que esa sociedad sea justa. Donde falta la justicia, la sociedad está
amenazada desde dentro. Eso no quiere decir que las transformaciones necesarias p/ llevar a una mayor justicia
deban realizarse con la violencia, la revolución ni el derramamiento de sangre, pq la violencia prepara una sociedad
violenta, y nosotros los cristianos no la podemos admitir. Pero hay transformaciones sociales, a veces profundas,
que deben realizarse constantemente, progresivamente, con eficacia, y con realismo, por medio de reformas
pacíficas»
El bien común no existe por sí mismo y no es fin de sí mismo, sino que tiene
en los miembros de la sociedad su ser y su fin, y, por consiguiente, no puede ser concebido desligado de la totalidad
de los miembros de la sociedad.
El bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la
persona; la prosperidad o el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la sociedad; y la paz y la seguridad
del grupo y de sus miembros»
El bien común comprende los sgtes pcpios y leyes:
1- El principio del bien común es un principio moral, forma parte de la ley moral natural en su relación con el
orden social. Debido a su vinculación al orden moral natural, no puede el bien común tener su plena realidad si se
pretende lograr ésta mediante una política que se halle en contradicción con el orden moral.
2- La ley del bien común es ley de Derecho natural. Inscrita en la naturaleza social del hombre. Por ello, el
bien común se halla determinado en su contenido y en su sustancia por el orden de los fines vitales esenciales,
siendo su naturaleza el constituir un auxilio para los miembros de la sociedad en la realización de dichos fines. Es
de naturaleza objetiva, sustraído a la arbitrariedad subjetiva.
3- El bien común es la ley suprema del obrar social o emanante de la sociedad .
Por estar fundado en la naturaleza social del hombre como fin de la sociedad, es el bien común ley obligatoria del
obrar en la totalidad del ámbito de los órdenes vitales condicionados por la naturaleza social del hombre. Allí donde
acaba este fin, acaba también la fuerza del bien común, fundamento de los derechos y las obligaciones. Dice León
XIII que “el bien común es en la sociedad la ley primera y última después de Dios.
4- La ley de la preeminencia: el bien común es antes que el bien particular .
La preeminencia moralmente vinculante del bien común sobre el bien particular descansa en q el bien de todo social
constituye el supuesto necesario para la consecuencia del bien pleno de sus miembros, debido a su subordinación
al auxilio que presta la sociedad en la realización de los cometidos vitales de los miembros; por ello, el bien común
constituye un bien superior el bien particular y tiene la primacía sobre éste.
5- La ley de la limitación: la ley de la preeminencia del bien común rige sólo dentro del orden de
prelación de los fines. El bien común es el bien del todo social en sus miembros; por ello, su realización está
determinada por el orden de prelación de los fines, o, sea en el caso que nos ocupa, de los bienes (valores). Este
orden de prelación se halla inscrito en la naturaleza misma del hombre. La ley de la preeminencia del bien común
rige, según dicho orden, solamente cuando se trata de bienes del mismo género. El bien común no es realizado
plenamente, sino a lo sumo parcialmente, cuando, x ej, es empleada una parte excesiva de la renta nacional para
finalidades de armamento militar no necesario, quedando con ello perjudicada la satisfacción de las necesidades
vitales y culturales de sus miembros; o cuando, x ej., son exigidas de una comunidad prestaciones personales de
sus miembros cuando en realidad bastarían prestaciones en sustancia, y ello en detrimento de sus fuerzas de
configuración vital; o plenamente cuando una comunidad pretende exigir sacrificios de conciencia de sus miembros,
siendo así que en rigor el bien común sólo puede consistir en el pleno despliegue de su responsabilidad
moral.
6- La ley del bien común es ley jurídica, es decir, genera deberes jurídicos q han de ser considerados como
deberes de justicia del bien común. La justicia del bien común es la justicia q, con arreglo al principio jurídico moral
da a la comunidad lo suyo; es la actitud enderezada a la conducta exigida x dicho pcpio. El orden fundado en la ley
del bien común lo definimos como ordenamiento del bien común. La ley moral jurídica del bien general es el
fundamento de las facultades jurídicas de la autoridad estatal. De ahí que sus leyes obliguen en conciencia a los
miembros de la sociedad como deberes jurídicos.
Otros deberes jurídicos naturales de la justicia del bien común son los de la justicia social, conforme a la cual los
grupos de la sociedad se reconocen mutuamente lo “suyo” en la distribución del producto obtenido en el trabajo en
común, como, por ejemplo, en el contrato colectivo; igualmente, los de la justicia internacional, con arreglo a la cual
los Estados regulan sus relaciones en función de las exigencias del bien común de la comunidad internacional.
7- El principio del bien común es un principio de articulación social . Las funciones vitales del hombre son
múltiples, hallándose éste subordinado en su cumplimiento a la ayuda social. Existe un cierto número de
comunidades menores y mayores. Primeramente, la familia, con la vinculación de los hijos a los padres y de éstos a
los hijos; las familias se reagrupan en la comunidad de estirpe. La vinculación especial da origen a la comunidad
vecinal (comunidad local). La esfera de la vida económica común es la base de la comunidad profesional
(estamento profesional).
Todas estas comunidades menores dependen a su vez unas de otras para poder cumplir sus respectivas funciones,
y en consecuencia están ordenadas a la asociación en comunidades más amplias (agrupaciones regionales:
Estados federados) y, finalmente, subordinadas al ordenamiento del bien común de la sociedad total (“Estado”).
Luego, la sociedad total se articula en una gradación de comunidades menores y mayores. El pcipio del bien común
es, x ello, un pcipio de articulación o estructuración de la sociedad, en virtud del cual la sociedad total se articula o
estructura en comunidades miembros.
8- El principio del bien común comprende el principio del interés . A. TAPARELLI, explica de manera gráfica e
intuitiva q el gobernar no es otra cosa q guiar a los hombres, unidos en la sociedad, hacia el bien común (auctoritas
= acrecentamiento del bien común); gobernar hombres -dice- es, sin embargo, algo distinto de mover bloques de
piedra, p/ lo cual es preciso la palanca y la cabria, es dirigir seres p/ los cuales la razón es principio de su actividad y
el interés impulso de dicha actividad; el gobierno perfecto consiste, pues, en el justo uso de ambos elementos, la
razón y el interés.
Sólo entonces cabe hablar de gobierno, regulación, dirección; pues quien regula no necesita de las propias fuerzas
para la consecución del fin último, sino q se sirve de las fuerzas de otros p/ conseguirlo y aplica a ello medios
adecuados a la naturaleza de dichas fuerzas; “regular con medios adecuados el uso de las fuerzas humanas de tal
manera q éstas se aúnen, sin obstruirse recíprocamente, en orden a la consecución de los fines particulares
subordinados al fin supremo: este es, en síntesis, el concepto del gobierno de una autoridad”. Es asunto de la
autoridad procurar las necesarias reglamentaciones q inserten la actuación del propio interés en el ordenamiento del
bien común y la realicen al servicio del desarrollo del bien común.
Explicar en q consiste el principio de subsidiariedad.(x) (p. 253)
El principio del bien común y el principio de subsidiariedad constituyen, en rigor, dos aspectos de un
mismo concepto.
Dicho concepto puede ser definido así: El bien común es un auxilio, pero sólo un auxilio; x tanto, su forma
de actuación ha de ser esencialmente subsidiaria. Por ser los dos principios uno solo en el fondo y expresar la
única función esencial de la sociedad, tanto del lado de su determinación como del de su delimitación, León XIII
calificó al pcipio del bien común de “primera y última ley” de la sociedad, y Pío XI definió el pcipio de subsidiariedad
como “el pcipio supremo de la filosofía social” (Q.A).
Los distintos aspectos del pcpio de subs son:
1- El principio de subsidiariedad muestra que el bien común no es un fin en sí .
Es x ello el pcipio social cristiano, q rechaza toda forma de independización colectivista (absolutización) de los fines
sociales, del Estado de fuerza totalitario como el Estado de previsión socialista.
2- El principio de subsidiariedad expresa la esencia y derechos suprasociales del individuo que se
inducen de su personalidad moral. Afirma x ello q el hombre no puede ser reducido a mero instrumento al
servicio de los fines sociales. Se opone, x ej, a la degradación del hombre a mero factor de la producción, tanto en la
estructura de la producción de la Empresa de la economía competitiva individualista como en la estructura de la
producción de la economía planificado colectivista.
3- El principio de subsidiariedad expresa la igualdad originaria de todos los derechos morales, de los del
individuo y de los de las comunidades naturales:
de las comunidades con finalidades fundadas en la naturaleza social humana.
A tales comunidades pertenecen la familia, el municipio, la comunidad profesional, el pueblo, la nación, el Estado, la
comunidad internacional, la Iglesia. Todas ellas tienen una esencia igual en su origen y unos derechos morales de
igual origen.
Los derechos de estas comunidades no derivan de derechos de otros ni son
resultado de la transmisión de derechos de otros; antes bien, los derechos de
c/u han de ser respetados por todos los demás. Esto quiere decir principalm, q el Estado es sólo una + entre estas
comunidades, tiene derecho propio, pero también tiene q respetar los derechos de los otros. El pcipio de
subsidiariedad es, pues, un principio jurídico comprehensivo.
4- El principio de subsidiariedad es la ley de prelación de las responsabilidades de la vida social . El
individuo y las sociedades miembros tienen la primera responsabilidad en la realización de las funciones vitales
atribuidas a los mismos x la naturaleza del hombre. Esta responsabilidad es de índole moral. Por consiguiente, es
irrenunciable; el individuo y la sociedad miembro están normalmente obligados a corresponder a su responsabilidad
a partir de sus propias fuerzas, dentro de la medida de lo posible, y a esperar y pretender la ayuda de la comunidad
estatal sólo en cuanto no alcancen sus fuerzas.
5- El principio de subsidiariedad es la ley de prelación de los derechos en la vida social . La
responsabilidad moral personal genera competencias personales garantizadas moralmente. Estas competencias
son derechos naturales, y, por consiguiente, preestatales y supraestatales, fundados en el propio orden moral.
Su respeto, garantía y aseguramiento constituyen una finalidad esencial del bien común estatal; su lesión, por el
contrario, representa una lesión de los deberes del bien común estatal y del ordenamiento jurídico moral. Tales
derechos naturales corresponden tanto a los individuos como a las comunidades menores fundadas inmediata o
mediatamente (a través del derecho natural de asociación) en la naturaleza social del hombre.
6- El principio de subsidiariedad es la ley de prelación de las libertades en la vida social . La facultad del
Estado de intervenir en estas esferas necesita de una especial justificación en función de la situación del bien
común. La “carga de la prueba” en orden a la justificación de la intromisión corresponde, por consiguiente, a la
autoridad estatal.
El pcipio de subsidiariedad en cto ley de prelación de la libertad exige,
x consiguiente, una política de bien común con la tendencia a la ampliación de
la esfera de libertad de conformidad con la ley fundamental de la libertad, “tanta libertad como sea posible, tantas
restricciones como sean necesarias”. Ej. prácticos: la socialización de un sector de la producción ha de construir una
exigencia probada del bien común político, económico o social; el fundamento de una medida socializadora, un
tiempo justificada, puede desaparecer, entrando en vigencia entonces la ley de la prelación de la libertad, y con ella,
el derecho a la propiedad privada como principio del orden social. Una mirada a la esfera de las funciones estatales
nos permitirá fundir los tres principios examinados (4, 5, 6) en uno sólo: el de los límites de la intervención del
Estado.
7- El principio de subsidiariedad es el pcipio de la autonomía de las comunidades menores : además de las
familias, la comunidad local y la comunidad profesional, especialmente. Su derecho a la autonomía descansa en el
ordenamiento estudiado, de la responsabilidad, competencia y derechos individuales, cuya efectividad no constituye
en modo alguno su interés particular sino, antes bien, el de la comunidad total obligada al pleno despliegue de su
propio bien común, o sea, el interés del Estado.
8- El principio de subsidiariedad es el principio de la descentralización del poder social . Cuanto más vivo y
poderoso sea el despliegue de las sociedades y cuanto más se limite la autoridad central a la actividad meramente
directiva, coordinadora y de supervisión, “la actividad del dirigente supremo será tanto más efectiva y provechosa si
se extiende a los individuos por medio de las autoridades subordinadas” Esto es de la máxima relevancia en una
época como la actual con su tendencia hacia la competencia universal del Estado y a la omnipotencia estatal, a la
centralización y la colectivización.
9- El principio de la subsidiariedad es el fundamento jurídico de la “sociedad” a diferencia del Estado y
en oposición a éste. También el Estado es sociedad en el sentido gral de esta palabra. “Sociedad” en sentido
estricto es la sociedad en tanto en cuanto no es Estado: son los ordenamientos de las esferas naturales de la
libertad individual y social los que quedan sustraídos a la intromisión del Estado, sin excepción (esfera de la
conciencia) o con la excepción de especiales estados de necesidad de la comunidad. El principio de subsidiariedad
es el pcipio jurídico moral comprehensivo de los derechos fundamentales humanos de los individuos y de las
sociedades miembros (entre ellas, especialmente, la familia). P/expresar con una palabra el fundamento jurídico
moral de la sociedad “occidental” habría q decir q es la sociedad q ve en el principio de subsidiariedad su principio
supremo de orden. La anulación de este pcipio en todas las esferas de la vida social, en la del individuo y de la
familia, en la económica y social, en la cultural, constituye la esencia cardinal del Estado “totalitario”.
10- El principio de subsidiariedad como principio de orden social exige la “sociedad libre” . Es ésta la
sociedad en la cual están garantizados de hecho y de derecho los derechos naturales que, limitados sólo por las
exigencias del bien común, tienen los ciudadanos, sus comunidades naturales y sus asociaciones en orden a la libre
consecución de sus fines e intereses en las esferas políticas, económicas, sociales, caritativa, espiritual y religiosa.
Se debe asegurar estos derechos de libertad por medio de procedimientos jurídicos frente al Estado, siendo la
libertad de la opinión pública el criterio más seguro y la garantía de este orden de libertad, puede decirse también: la
sociedad libre es la sociedad cuyo estado no teme al juicio libre de la opinión pública.
11- El principio de subsidiariedad, en cuanto principio de orden social, exige la “sociedad abierta” . Esta
sociedad es la comunidad estatal cuyos ciudadanos, individualmente e integrados en sus asociaciones sociales,
poseen libertad de tráfico con el extranjero, correspondiendo a la vez a los extranjeros plenos derechos, compatibles
con las exigencias del bien común, en la misma extensión que a los ciudadanos propios (exceptuando,
naturalmente, el derecho de voto y la capacidad para el desempeño de los cargos públicos). Estos derechos de
libertad de la sociedad abierta se refieren al intercambio cultural en el ámbito de la ciencia, el arte, la literatura, al
libre contacto en el ámbito social y político (sindicatos y partidos políticos); en el ámbito religioso, a través de la
Iglesia y sus miembros. Dado que entre los derechos de libertad en cuestión está comprendidos principalmente el
derecho a la información sobre las condiciones, tendencias y orientaciones de cada país, la sociedad abierta puede
ser definida en pocas palabras como la sociedad que no teme al juicio de la opinión pública mundial. El “telón de
acero” es la “total” contradicción del orden de las relaciones “sociales”
de los dos grupos de Estados exigido por el principio de subsidiariedad.
12- El principio de subsidiariedad, en cuanto principio jurídico y de orden social, es el principio de la libertad
de los intereses individuales en el seno del ordenamiento del bien común . Dentro de dicho ordenamiento
tiene el individuo el derecho de hacer y omitir todo aquello que sirve al fomento de sus intereses.
La esfera de los intereses individuales es, sobre todo, la de la economía: y respecto a ésta rige plenam el pcipio de
subsidiariedad en el sentido indicado.
13- El principio de subsidiariedad como principio jurídico y de orden social da lugar al principio de la
autoayuda al servicio de los intereses de grupo, de conformidad con las exigencias del bien común y
dentro del ordenamiento del mismo. Hay que destacar un doble aspecto. En primer lugar, el que se refiere a la
ayuda del Estado. El principio la limita a los casos en los cuales los grupos afectados son incapaces de hacerse
cargo por sí mismos, mediante una intensificación de sus esfuerzos, de su interés particular; en segundo lugar, limita
la actividad estatal a lo necesario, y en tercer término exige que la ayuda estatal tome, a ser posible, la forma del
estímulo de la prestación (no del regalo). Con ello exige, en cuarto lugar, que la ayuda del Estado vaya unida a la
aspiración de hacerse superflua a sí misma como consecuencia de dar a los grupos la capacidad necesaria para
cumplir con sus propias fuerzas la función que, dentro de la economía nacional, les corresponde para consigo
mismos y para con la comunidad.
En rigor, la política social estatal de hoy se mueve en formas que amplían cada vez más la intervención estatal,
atrayéndose cada vez más ingerencias y haciendo que con todo ello el cuerpo social enfermo se convierta en
enfermo permanente. De otra parte, el principio de la autoayuda, que forma parte del principio de subsidiariedad, se
muestra no sólo como el principio del derecho a la autoayuda, con el consiguiente derecho de asociación
enderezado a tal fin, sino también como el principio de un deber: el de que los miembros de la sociedad se aseguren
por sí, mediante su agrupación y la creación de instituciones, la posición que en el juego de las fuerzas social-
económicas les corresponda, y con ello la ayuda que les hace posible, en cuanto miembros individuales y en cuanto
grupos, la realización responsable y personal de sus tareas individuales y sociales.
14- El principio de subsidiariedad es el principio que garantiza su derecho a la capacidad de obrar social
y política. Define, en gral, la relación de individuo y sociedad con sus derechos y deberes. El individuo y la
sociedad no son siempre los mismos. La sociedad y la cultura evolucionan, y con ellas el hombre mismo. Ponemos
intencionadamente en primer término a la sociedad y a la cultura, por cuanto que constituyen la realidad del bien
común en evolución, que condiciona a su vez la evolución del hombre. Al compás de la conciencia moral jurídica fue
evolucionando la conciencia de la capacidad política y social de los ciudadanos y de los grupos sociales: como
resultado de tal evolución, contemplan como su cometido propio el bien común político y social, su configuración y
administración.
El principio de subsidiariedad los justifica cuando aspiran a una forma del ordenamiento del bien común que se halla
determinada por los derechos de libertad de una comunidad total política y social cuyos miembros han adquirido
plena capacidad.
Pero el principio de subsidiariedad no genera sólo derechos de una sociedad mayor de edad, sino también deberes:
los miembros de dicha sociedad se saben responsables del orden de la misma en virtud del principio de
subsidiariedad, y de conformidad con el mismo usan plenamente de los derechos de libertad anejos a la capacidad
política y social.
15- El principio de subsidiariedad es base de un amplio ámbito de configuración de la comunidad según
valores y objetivos cuya elección corresponde a la sociedad. Tal elección implica en la sociedad política y
socialmente capaz la decisión de grupos de la misma y que sustentan intereses contrapuestos. Lo que los principios
jurídicos naturales establecen con respecto al bien común son límites que no puede traspasar el individuo ni la
comunidad sin lesionar derechos.
Por otra parte, el orden de subsidiariedad de la sociedad política y socialmente capaz muestra con plena claridad
que en sí no es cometido ni derecho del poder estatal imponer sus ideales estatales y sociales contra la voluntad de
los individuos y de la comunidad, sino que ha de someter a la decisión de la voluntad de la “sociedad” el modo en
que ésta quiera instituir y conducir su forma política, con la sola condición de que no sea lesionado derecho alguno.
En esta libre autodeterminación el papel capital corresponde a dos grupos de motivos: los intereses y los ideales.
Las más de las veces van unidos ambos. En este proceso configurador se forman grupos contrapuestos, de los
cuales el uno va guiado por la voluntad de conservar los valores comunitarios tradicionales, y el otro por la voluntad
de implantar nuevos valores, con lo cual, no obstante, se concilian por ambas partes intereses contrapuestos. En
ello descansa la división en fuerza
“conservadoras” y “progresivas” de la sociedad políticamente capaz, siendo el
principio de subsidiariedad, en cuanto principio de orden social, el que asegura su ámbito de libertad a la relación de
conflicto a ello ligada a la dinámica socialpolítica resultante.
16- De lo dicho resulta que el principio de subsidiariedad constituye, tanto como el principio del bien
común, una ley ontológica del orden social. Pues el bien particular de los miembros de la sociedad, ya se trate
de los individuos o de las comunidades miembros, no puede ser una realidad más que en 1 sociedad ordenada con
arreglo al principio de subsidiariedad no es meramente, un principio formal, del mismo modo que no lo es el principio
del bien común, del cual, se creyó poder decir lo mismo; en cuanto principio de la índole mencionada, se afirmó, el
principio de subsidiariedad es “sólo principio estructural”.
De hecho, sin embargo, los miembros de la sociedad, o sea, los individuos y las sociedades miembros, poseen,
como consecuencia del orden ontológico de la naturaleza humana, sus propios fines individuales y comunitarios; por
tal razón, el principio de subsidiariedad constituye un principio estructural concreto y vinculante del orden social en
todas sus esferas: estatal, económica, social, cultural. Si el principio de subsidiariedad es el “supremo” principio
social del Derecho natural cristiano, habrá de ser uno de los primeros cometidos, si no el primero, de un tratamiento
de los objetivos próximos y mediatos de la reforma social cristiana el de examinar en todos los sentidos su vigencia
y su alcance en la actual situación de la vida económica, social, estatal e internacional.
Es el principio en virtud del cual el Estado sólo debe ejecutar una labor orientada al bien común cuando advierte que
los particulares o los organismos intermedios no la realizan adecuadamente, sea por imposibilidad o sea por
cualquier otra razón.
Se trata de 1 de los pcipios más largamente repetidos y propios de la enseñanza de la Iglesia católica ya tratado en
la q se considera la primera encíclica de temas sociales, la Rerum novarum y refrendado en los documentos
posteriores.
La subsidiaridad está entre las directrices más constantes y características de la doctrina social de la Iglesia,
presente desde la primera gran encíclica social. Es imposible promover la dignidad de la persona si no se cuidan la
familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales, en definitiva, aquellas expresiones
agregativas de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, a las que las personas
dan vida espontáneamente y que hacen posible su efectivo crecimiento social. A la subsidiaridad entendida en
sentido positivo, como ayuda económica, institucional, legislativa, ofrecida a las entidades sociales más pequeñas,
corresponde una serie de implicaciones en negativo, que imponen al Estado abstenerse de cuanto restringiría, de
hecho, el espacio vital de las células menores y esenciales de la sociedad. Su iniciativa, libertad y responsabilidad,
no deben ser suplantadas. Con el principio de subsidiaridad contrastan las formas de burocratización, de
asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato público: «Al intervenir directamente y
quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento
exagerado de los aparatos públicos, dominados por las lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir
a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos» 40°. La ausencia o el inadecuado reconocimiento de la
iniciativa privada, incluso económica, y de su función pública, así como también los monopolios, contribuyen a dañar
gravemente el principio de subsidiaridad. A la actuación del principio de subsidiaridad corresponden: el respeto y la
promoción efectiva del primado de la persona y de la familia; la valoración de las asociaciones y de las
organizaciones intermedias, en sus opciones fundamentales y en todas aquellas que no pueden ser delegadas o
asumidas por otros; el impulso ofrecido a la iniciativa privada, a fin que cada organismo social permanezca, con las
propias peculiaridades, al servicio del bien común; la articulación pluralista de la sociedad y la representación de sus
fuerzas vitales; la salvaguardia de los derechos de los hombres y de las minorías; la descentralización burocrática y
administrativa; el equilibrio entre la esfera pública y privada, con el consecuente reconocimiento de la función social
del sector privado; una adecuada responsabilización del ciudadano para «ser parte» activa de la realidad política y
social del país. A la luz del principio de subsidiaridad, sin embargo, esta suplencia institucional no debe prolongarse
y extenderse más allá de lo estrictamente necesario, dado que encuentra justificación sólo en lo excepcional de la
situación.
La subsidiariedad complementa a la solidaridad e impide que las personas y grupos intermedios pierdan su legítima
autonomía (LC 73) Pío XI lo expresaba de la siguiente manera “no se puede quitar a los individuos y dar a la
comunidad lo que ellos pueden realizar por su propio esfuerzo e industria” (QA 79)
Este principio es 1 de los más dinámicos p/ organizar la sociedad, es aplicable a todos los ámbitos y tiene una doble
significación
- las instancias superiores no deben sustituir a las inferiores, sino actuar sólo cuando éstas sean incapaces de
hacerlo.
Las instancias superiores deben ayudar a las inferiores para que puedan conseguir mejor sus objetivos
De aquí se sigue q a todo aquel q desea realizar obras buenas, orientadas al bien común, los poderes públicos
deben concederle libertad para que las realice y prestarle la ayuda necesaria.
+ Dar un ejemplo de aplicación del principio de subsidiariedad en la sociedad actual(x)
El principio de subsidiariedad como principio jurídico y de orden social, y protector del cumplimiento de unos
deberes irrenunciables de personas y comunidades, es aplicado, por ejemplo, en la sociedad actual, a la
descentralización del poder social, como ley de máxima relevancia, debido a la tendiente competencia universal del
Estado y a la omnipotencia estatal, a la centralización y la colectivización.
Este principio se fundamenta en que el bien común se despliega con mayor profundidad y riqueza cuanto más vivo
y poderoso sea el despliegue de las sociedades, y cuanto más se limite la autoridad central a la actividad
meramente directiva, coordinadora y supervisora, ya que “la actividad del dirigente supremo será más firme y eficaz
si se extiende a los individuos por medio de las autoridades subordinadas”.
Y con esto podemos ver claramente que el ámbito donde rige el principio mencionado es el de las relaciones del
Estado y la sociedad, y dentro de esta última, las relaciones entre sus distintos componentes.
EL PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD (CDSI 192-196) (p. 261)
De la dignidad de la persona se deriva el principio de solidaridad, regulador de la vida social.
La naturaleza de la persona humana es social. La solidaridad es la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir por el bien de todos y todas y de cada uno y una, para que todos seamos
verdaderamente responsables de todos (SRS 38f). Por
solidaridad vemos al otro/a sea persona, pueblo nación, como un semejante nuestro (SRS 39e) Juan Pablo II
La práctica de la solidaridad para con los pobres y de los pobres entre si es la forma de vencer los mecanismos
perversos que mantiene las sociedades insolidarias. La solidaridad es una virtud personal y social capaz de crear
energías y condiciones para la justicia social, esta virtud es la firme determinación de cada uno/a de introducir en la
organización social, política y económica la lógica de la solidaridad frente a la lógica del individualismo, la
competitividad, los beneficios de unos pocos a consta de la mayoría. Estas manifestaciones de solidaridad y ayuda
mutua deben expresarse también no sólo entre las mismas flias sino mediante diversas formas de participación en
la vida social y política. Es 1 solidaridad q puede asumir el rostro del servicio y de la atención a ctos viven en la
pobreza y en la indigencia, a los huérfanos, minusválidos, enfermos, ancianos, a quien está de luto, o vive en la
confusión, en la soledad o el abandono, una solidaridad q se abre a la acogida, a la tutela o a la adopción.
En virtud del principio de solidaridad, la DSI se opone a todas las formas de individualismo social o político (LC 73).
La solidaridad nacional e internacional se consolida como uno de los principios básicos de la concepción cristiana
de de la organización social o política. Los pueblos desarrollados tienen la obligación gravísima de ayudar a los
países en vías de desarrollo (GS 86) Concilio Vaticano II
Conviene examinar brevemente las cuatro significaciones que van ligadas al principio de solidaridad: la de principio
ontológico, la de principio jurídico, la de principio de virtud y la de principio del interés.
En el principio de solidaridad en cto pcipio ontológico y jurídico fundamenta PESCH el “solidarismo” como sistema
de orden social.
“Solidarismo es el sistema del orden social q, a diferencia del unilateralismo del individualismo y el colectivismo,
hace justicia a la doble vertiente de la relación de individuo y sociedad: del mismo modo q el individuo se halla
ordenado a la comunidad x efecto de su tendencia social esencial, también la comunidad, q no es otra cosa q los
individuos en su vinculación comunitaria, se halla ordenada a los individuos, de los cuales está compuesta y en los
cuales y p/ los cuales existe, a la vez que sólo realiza su sentido en y a través de la plena realización personal de los
mismos.
Es ésta una relación ontológica; por tanto, el solidarismo constituye por su misma esencia una doctrina filosófica-
social del ser social (metafísica social). Sobre esta relación ontológica se alza la correspondiente estructura de
valores y de conducta. El concepto de la común vinculación (“todos viajamos en el mismo barco”) constituye el
fundamento de la responsabilidad común (“uno para todos, todos para uno”): cada uno ha de responder por el todo
del cual forma parte, el todo ha de responder por cada uno de sus miembros. De esta responsabilidad común deriva
el nombre de “solidarismo” tanto más hay que insistir, por consiguiente, en el hecho de que el solidarismo no es en
primer término una ética, sino una teoría del ser social, de las esencias y de las ideas que son determinantes, con
carácter inmediato, de la estructura, y sólo con carácter mediato, de la vida y la actuación de la sociedad”.
También “Orden social es orden jurídico. De aquí que el pcipio de solidaridad (la responsabilidad común en
recíproca vinculación) constituya el pcipio jurídico fundamental, q garantiza la posición irrenunciable del hombre
dentro de la vida social, y, por consiguiente, dentro de la economía, sin afectar a empequeñecer por ello el valor y
autonomía de las totalidades sociales (familia, pueblo, Estado, familia humana y, dentro de los debidos límites, las
múltiples asociaciones libres).
Como principio de virtud expresa el principio de solidaridad una actitud y un modo de comportamiento en el cual
adquiere un claro perfil, al lado del sentido moral comunitario, el interés particular. Ej. la cooperativa, la Empresa, la
fábrica, la tripulación de un buque mercante, un destacamento de
tropas, el equipo de investigación científica.
Por último, se habla también de principio de solidaridad para expresar un principio del interés, o sea, la “solidaridad
de intereses” que da cohesión a un grupo. También con respecto a los intereses de grupo puede la actitud solidaria
ser una virtud social y un deber social cuando, por ejemplo, un grupo se ve forzado a luchar por sus derechos
económicos o sociales y es capaz de imponerse sólo mediante una cooperación “solidaria” y una simultánea
colaboración de todos sus miembros.

Capitulo V. La Sociedad: Las virtudes Sociales (p.264)


La sociedad es 1 agrupación de seres humanos. La palabra “agrupación” implica una multitud de otros seres; la
palabra “hombres” no dice q esos seres son hermanos. Al decir “otros” entramos en el terreno de la justicia; al decir
“hermanos”, en el de la caridad. Entre los individuos de nuestra especie todo ser es, al mismo tiempo, hermano. Por
eso las 1ªs virtudes sociales son la justicia y la caridad.
La virtud es un hábito
Iniciamos nuestra vida con una naturaleza definida que avanza hacia una meta determinada.
Estamos provistos de un equipo destinado a facilitar nuestro avance y asegurar el éxito de nuestra empresa.
Tomando como base este equipo primario, el hombre construye y agrega. Al dirigir sus acciones según ciertas líneas
que conducen a determinados fines que él conoce y desea, edifica una “segunda naturaleza”. Ha añadido a sus
aptitudes originarias una serie de hábitos que facilitan sus movimientos propios.
Hay hábitos intelectuales, que desarrollan nuestro entendimiento. Mediante ellos, nuestras potencias intelectuales
se mueven más fácilmente y logran adquirir conocimientos nuevos. Estos hábitos que desarrollan el intelecto y lo
encaminan con agilidad hacia la meta del conocimiento, se llaman virtudes intelectuales.
Son cinco: arte, prudencia, y las tres que tratamos al hablar de los principios fundamentales del pensar, o sea:
entendimiento, ciencia y sabiduría.
Pero los hombres dotados de conocimientos no son siempre hombres buenos (presos universitarios). Cuando un
hombre instruido es bueno, moralmente bueno, no lo es por los conocimientos que ha acumulado, sino por otro
factor:l as virtudes que perfeccionan su voluntad.
La voluntad del hombre lo encamina hacia su meta. Es una verdad indiscutible q el hombre ha de querer p/ alcanzar
su fin, pero q, x mucho y muy bien q lo conozca, no lo alcanzará con ese conocimiento solo. Ha de lograrlo x medio
de sus actos humanos queridos y ejecutados.
P/ hacerlo, necesita de las virtudes morales: ellas mueven su voluntad, dirigen su conducta y pueden encaminarlo
hacia su fin. Decimos q el conocimiento del hombre es verdadero o falso, pero de sus actos, q son buenos o malos.
El hombre alcanza su meta cuando es bueno, no cuando es sabio. Las virtudes morales facilitarán sus movimientos
dirigidos hacia la meta de la existencia.
Las virtudes morales son: justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Son hábitos que, una vez poseídos, no sólo
nos inclinan a obrar virtuosamente sino q garantizan prácticamente q obraremos de acuerdo con la virtud.
Naturalmente, el hombre tiene libre albedrío y puede (a veces suele) obrar en forma opuesta, pero su
comportamiento normal será virtuoso. Cuanto más profundamente haya arraigado el hábito virtuoso en su
naturaleza, más espontáneo será en él y más difícilmente obrará de otro modo. Un hombre que tiene muy afianzado
el hábito de la justicia le sería difícil mostrarse injusto en una oportunidad determinada como, a la inversa, sería
difícil para el injusto comportarse c/ justicia. Para uno y otro, sería un caso de “ir contra la corriente”.
Llamamos, entonces, virtudes a los hábitos moralmente buenos pq conducen
al hombre hacia su meta. Con la virtud, el hombre vive rectamente, tal como conviene a su dignidad humana. Sin
virtud, se aparta de su fin. Equivale a mostrarse antisociable, puesto q la tendencia del hombre va siempre hacia su
meta propia, q es la de la razón, la del bien moral: esa meta es Dios. ¿Recordáis que el fin de la asociación humana
es la “vida buena”, o sea, la vida virtuosa?
La justicia presupone derechos (p. 266)
La justicia, yendo más allá de su poseedor, penetra entre la muchedumbre y encuentra en ella el objeto de su
acción. La única base sobre la cual reposa la justicia son los derechos ajenos. Destruidlos, negadlos, y la justicia ya
no desempeñará ningún papel dentro del orden social. Es obra de la justicia el dar a c/u lo q le es debido. Es el pago
de una deuda, el reconocimiento de un derecho. Es reconocer en otro al ser humano, otra personalidad humana,
otro ser destinado al cielo, otro yo.
¿Qué es el derecho?
El derecho es 1 forma de potencia, y no difiere de la potencia física por su grado sino por su especie. El derecho es
potencia moral. Sólo pertenece al hombre; Reside en la personalidad humana, no en el cuerpo solo. Remonta sus
orígenes a la espiritualidad del hombre, no a su animalidad. Es la fuerza moral de hacer algo, de poseer o de
adquirir alguna cosa que es suya propia. El hecho de hacer, poseer o conseguir algo es independiente del peso de
su cuerpo o de la fuerza de su brazo. Es absolutamente independiente de la fuerza física.
El derecho supone una norma de juicio, sino ¿dónde estaría la línea divisoria entre el poder moral de un hombre
determinado para ejecutar algo, poseerlo o adquirirlo y el poder moral de otro para realizar idénticas acciones? P/ q
tenga alguna utilidad, el derecho ha de ser inviolable, pero ¿será también ilimitado? Por ej, si un individuo tiene el
derecho inviolable de hacer cuanto le plazca con sus propiedades, ¿será absoluto -es decir, ilimitado- ese derecho?
Por ej, ¿puede hacer uso de su camión para mutilar y dar muerta a sus enemigos personales? Pero, si nuestros
derechos tienen un límite, ¿cuál es ese límite y qué autoridad lo impone?
Los derechos dependen de la ley (p. 267)
Los derechos son poderes morales y x consiguiente, han de conformarse a las normas de la moralidad. Son
inviolables, lo cual significa q ningún agente o poder humano puede abolirlos o imposibilitar su ejercicio. Pero, están
sujetos a ciertas limitaciones, o sea, son reglamentados. Por el hecho de ser morales, esas trabas son las vallas q
erige la norma moral, q no es otra q la recta razón y la Ley Eterna de Dios. Por lo tanto, nuestros derechos fluyen de
las necesidades de la naturaleza humana y, en último término, se remontan al Creador; su carácter inviolable se
justifica porque son necesarios p/ q el ser humano pueda alcanzar su último fin; su limitación se explica porque han
de conformarse a lo que se adapta a la ley de Dios y de la Naturaleza, tal como ellas se manifiestan mediante la luz
de nuestra razón.
Los derechos han de ser naturales
Es menester q se garantice al ser humano la libertad q necesita p/ llegar a su meta estrictamente personal.
Sus derechos no pueden nacer de la sociedad, pues en ese caso el capricho de la sociedad bastaría para
prohibírselos o abolirlos lisa y llanamente. Los derechos del hombre provienen de algo q está fuera de la sociedad y
x encima de ella. Estos derechos, que pertenecen al hombre por naturaleza, se llaman derechos connaturales. El
primero de ellos es el de realizar nuestro destino siguiendo el camino q nos ha sido señalado por Dios. Nadie ni
nada puede obstaculizar el ejercicio de este derecho. También son connaturales el derecho a la vida y el derecho a
la libertad, pero como señalamos más arriba, al hablar de la autoridad, la sociedad ejerce legítimamente cierta
potestad sobre ellos en casos extraordinarios y nunca como regla general.
Derechos y deberes son correlativos (p. 268)
Inútiles serían los derechos si no estuviesen protegidos. Puesto q ellos son poderes morales de ejecutar y poseer,
traen consigo la fuerza moral p/ obligar a los demás a reconocerlos y respetarlos. Del mismo modo q el derecho es
moral, han de serlo también la obligación y el deber. Si no lo fuesen, serían físicos, con el resultado de que sólo la
fuerza física lograría salvaguardar nuestros derechos. Ello implicaría oponer la fuerza del ofendido a la fuerza del
ofensor. Y cuando fuesen violados los derechos del hombre x la autoridad civil, ¿quién los reivindicaría?
La obligación correlativa q acompaña a c/ derecho es una persuasión de orden moral, y precisamente en el terreno
de esos derechos y deberes morales ejercitarse la virtud moral de la justicia.
La virtud de la justicia
La justicia es una virtud serena, reflexiva, que recorre su camino pagando deudas a todos los acreedores. Del
mismo modo que nadie se endeuda consigo mismo, nadie es tampoco objeto de su propia justicia. La justicia se
aleja del yo para ir hacia los demás.
La justicia es un hábito moral. Se caracteriza por una firme resolución de dar a c/u lo suyo. No solamente ha de ser
firme esa voluntad, sino también constante, no incierta y desigual. Aquello q le es debido a alguien es suyo; es su
derecho. Así el padre tiene derecho al cariño de su hijo, pero no tiene derecho el carcelero al cariño de su
prisionero.
Para decirlo muy sencillamente, afirmamos q la justicia es aquella virtud moral q nos dispone y mueve a respetar los
derechos ajenos. Es el hábito por el cual nos inclinamos, con voluntad constante y permanente, a dar a otro lo que
le es debido.
Es de inmensa importancia para la vida social, ya q gracias a ella, la convivencia social es buena, ya q perfecciona
al individuo dotado de justicia. Cuando se debilita la justicia y ya no ejerce su poder sobre individuos y gobernantes,
huye la paz, se quiebra la unidad y se corrompe la vida social.
Clases de justicia
Hay tres maneras de proceder con justicia en la vida de sociedad. Los individuos están obligados a contribuir al bien
común. Esto es la obligación. ¿Cuál es su derecho correlativo? Porque no hay que olvidar que la justicia sin
derechos es inexplicable, carece de sentido. Una de las posibilidades que se nos presentan de dar a cada cual lo
suyo: la del individuo frente a la sociedad. Santo Tomás llamó a este tipo de justicia “legal”. La denomina justicia
general porque conduce al hombre hacia el bien común.
La justicia legal mueve al individuo a abstenerse de todo cuanto pueda impedir el avance del bien común, y lo incita
también a contribuir, de acuerdo con su capacidad, a ese bien. Este tipo de justicia dirigida al bien común es el pago
de los ciudadanos individualmente de la deuda que han contraído con la sociedad. Un caso muy sencillo seria el
pago de los impuestos; otro, la prestación del servicio militar en los momentos en que es requerido.
Además de la justicia general, existe también la justicia particular, dirigida al individuo.
Podemos dividirla en dos tipos: la primera, por la cual la comunidad salda su
deuda con los individuos, atendiendo a los derechos personales de éstos; la segunda, por la cual los individuos
pagan sus deudas a otros individuos. La justicia privada o particular siempre se dirige a otro individuo.
Cuando la tendencia u orientación de la justicia va de la sociedad o del gobernante al individuo, se llamará justicia
distributiva. Ella rige la distribución del bien común entre todos y cada uno. Ej de este tipo de justicia serían la
equitativa distribución de las cargas sobre todos los súbditos, protección contra las agresiones y oferta de
oportunidades para hacer frente a las necesidades de la vida diaria.
La justicia ejercida por individuos para con otros individuos se llama conmutativa.
Bajo este concepto “de individuo a individuo” han de englobarse también las personas morales, tales como
corporaciones y otros organismos. Esta justicia gobierna los intercambios, v. gr. los comerciales, los que existen
entre comprador y vendedor, obrero y patrono, etc.. Se aplica a bienes tan individuales como son nuestras propias
personas, reputación y posesiones. Las injusticias cometidas en el campo de la justicia conmutativa requieren
estricta restitución. La difamación que acarrea la pérdida del buen nombre, y el hurto, exigen, como bien lo sabéis,
restitución puntual para satisfacer
a la justicia.
La justicia social (p. 269)
¿Qué es la justicia social? Si no existiera la sociedad, la justicia sería virtud innecesaria, puesto que el hombre sólo
puede practicarla con los demás. Si alguien obrara “injustamente” consigo mismo, por su propia voluntad, porque
así se le antoja, mal podríamos alegar que ello constituye una violación de aquello que le es “debido”. ¿Qué es,
entonces, justicia social? ¿Se refiere este término a todos los tipos de justicia, o no?
Según consenso casi general, la moderna justicia social no es otra q aquella justicia legal del siglo de Sto Tomás,
mezclada tal vez con otra especie de justicia.
Ya señalamos una idea singularmente elevada: el interés del individuo se centra primeramente en el bienestar de los
otros, obtenido mediante la prosperidad del núcleo social, y contribuye a este bienestar aún a costa de su propio
sacrificio. En el orden social, éste sería el ciudadano ideal: el que sólo busca su bienestar personal relacionándolo
con el de la comunidad entera y el de sus conciudadanos.
Implicaría esto una doble acción: hacia la colectividad, y de ésta hacia los individuos.
Cabalmente lo expresa la frase: “el bien de todos y de cada uno”. Parecería
entonces que la justicia social fuese esta justicia legal que promueve el bien individual lo mismo que el colectivo, y a
la cual se suma un poco de esta justicia distributiva, que considera como bien común el de los miembros de la
sociedad.
La virtud de la justicia salda una deuda, paga un reto y limpia así de obstáculos el camino de la paz. Pero no
engendra la paz. Esta es obra de la caridad, reina de las virtudes. En efecto, mientras la ley encamina a la justicia y
la lleva a pagar sus deudas sociales, el amor impulsa a la caridad a entregar sus bienes para proporcionar, no lo que
es debido a otro, sino lo que le es necesario. La justicia satisface derechos; la caridad, necesidades.
¿Qué es la caridad? (p. 270)
Como la justicia, es un hábito. Puesto que nos inclina a la bondad, es una virtud. A diferencia de la justicia, no son
su objetivo los actos humanos, y por ello difiere de las virtudes morales. El objetivo de la caridad es Dios; ella mueve
al individuo hacia su Creador y lo impele a dar el primer lugar en su vida al Señor y Dueño. Cuando Dios es
sustituido por otras cosas, cuando se desconocen o niegan Sus derechos, se pierde la vida de caridad. El alma ha
caído en pecado mortal.
La caridad es una virtud teologal, como la fe y la esperanza, porque las tres se ordenan a Dios; El es su objeto. Por
la fe creemos en Dios y en lo que El ha enseñado; por la esperanza confiamos, con la ayuda de Dios, llegar un día a
El; por la caridad, amamos al Señor por Sí mismo
La caridad es una virtud social (p. 271)
Como es natural, el hombre ama a su familia y el amigo a su amigo. Ese cariño se basa en la intimidad, el goce o
alguna suerte de satisfacción
q experimenta el q ama. Pero a Dios se le ama x ser tan digno de ser amado; amable en Sí mismo, es amado por Sí
mismo.
La razón nos muestra nuestra propia existencia y la de nuestro prójimo; la caridad -que es superior a la razón-
extiende nuestro interés más allá de las murallas del propio yo hasta llegar al semejante. San Pablo llama a la
caridad “lazo de perfección”. La caridad es el alma del orden social, porque ella sola
puede establecer esa unión de los corazones que exige imperiosamente la sociedad.
La caridad no puede reemplazar a la justicia.( p. 271)
A menudo individuos, familias, trabajadores son víctimas de la injusticia de los demás. ¿Será menester que la
caridad supla estas fallas? ¿Es aconsejable que el Estado y la Iglesia con su caridad organizada, y los individuos,
con su caridad particular, remedien este “déficit? Naturalmente, el primer deber del Estado es promover el bien
común. Ahora bien, la injusticia debilita el bien común en lugar de fortalecerlo. Avanza entonces la caridad pare
remediar ese dolor. Pero la caridad no puede ocupar nunca el lugar de la justicia, a la cual se ha faltado. No hay
suma de caridad que pueda suplir a la injusticia.
La caridad sólo bastará para suministrar los elementos más indispensables, sacados de la superabundancia de otra
persona, hasta que vuelvan a establecerse y a entrar en funcionamiento las normas de la justicia.
Sto Tomás trata minuciosamente acerca de las obligaciones que tenemos en cuanto se refiere a dar limosna. Debe
darse el exceso, el sobrante, después de proveer debidamente a los gastos del rango que ocupamos en la jerarquía
social. Si estuviésemos obligados a dar de limosna todo cuanto nos sobra después de atender a las necesidades
estrictas de la vida, no habría estímulo para elevar nuestro nivel de existencia y, además, se fomentaría la indolencia
entre muchísimas personas. Si estuviésemos obligados a entregar todo cuanto excede ¿para qué esforzarse x
trabajar, sabiendo que quienes trabajan están obligados a ceder sus entradas extraordinarias? ¿Qué ambiciones
podría tener un asalariado o para qué elevaría el nivel de vida de los suyos? De ahí que sea deber de caridad dar el
exceso, lo que sobre después de atender a las erogaciones que nos produzca nuestra situación social.
Siguiendo la doctrina de Sto Tomás, el Papa León XIII en su Encíclica “Rerum Novarum” dijo: “...A nadie se obliga a
distribuir entre los otros lo que necesita para sus propios gastos y los de su familia, ni aun lo que razonablemente
requiere para sostener adecuadamente su rango...; pero, una vez cubiertas las necesidades y debidamente
respaldada la posición de cada uno, es un deber dar a los pobres cuanto sobre. Es un deber, no de justicia (salvo en
casos extremos de apremiante necesidad, cuando la vida misma corre peligro), pero sí de caridad cristiana, deber
que no pueden imponer las leyes humanas”.
Si la justicia y la caridad reinan en la sociedad, cuando estas dos virtudes son piedra fundamental del orden social,
éste es indestructible. La justicia salda las deudas, la caridad une los corazones, la paz florece en el tallo de ese
sincero amor al prójimo que en sí mismo, parte de nuestro sincero amor a Dios.
Otras virtudes sociales (p. 273)
La virtud de la prudencia: nos enseña cuál es la mejor manera de hacer cada cosa. Hay personas muy competentes,
otras, en cambio, fracasan en todas sus empresas. El hombre prudente reflexiona acerca del fin al cual desea llegar
y de los mejores medios p/alcanzarlo. Luego obra, después de haber meditado. La prudencia es la estrella que guía
su pensamiento y su actividad. Vemos, pues, que la prudencia es necesaria en el orden social; el gobernante que ha
de dirigir una sociedad hacia su fin y proponerle los mejores medios para ello sumirá en terrible confusión a sus
súbditos y causará pérdidas enormes al país que le obedece, si se lanza irreflexivamente a la acción sin meditar
sobre métodos y recursos.
Opuestas a la prudencia son la precipitación y la falta de reflexión. Ambas demuestran falta absoluta de la virtud de
la prudencia. Ni el exceso de prudencia ni su falta son deseables en un gobernante, ya que éste, lo mismo que sus
súbditos, ha de ser virtuoso.
Además de prudencia, y a decir verdad, como base de la prudencia natural, se necesita inteligencia para la vida de
sociedad, especialmente en el gobernante.
Sin embargo, todas las virtudes sociales son necesarias en la comunidad. También son necesarias la fortaleza y la
templanza, pues la primera es sinónimo de gran valentía y la segunda, de ordenación. Fortaleza no es la
impaciencia del irascible que no tolera que se le contradiga, ni la cobardía del matón callejero que ataca al niño más
pequeño, pero corre cuando se aproxima un rival de igual corpulencia. La fortaleza entre en escena cuando estamos
rodeados de dificultades: ella las domina en vez de sucumbir ante ellas o huir acobardada. ¿Quién ignora que
existen dificultades en la vida social? La paciencia, la constancia y la perseverancia son virtudes que levantan ese
valor capaz de afrontar obstáculos, luchar contra ellos y derrotarlos.
La moderación sería necesaria aún cuando el hombre viviera solo, por consiguiente más indispensable resulta en su
carácter de virtud social. Pero la moderación en toda especie de placeres hace que el hombre sea siempre dueño
de sí mismo. La falta habitual de moderación origina insensibilidad, ebriedad, glotonería, ira, orgullo, sensualidad y
crueldad.
Pero no basta poseer el hábito de las virtudes antes mencionadas p/ q se desarrolle moralmente el individuo o la
sociedad. Es menester q se manifiesten externamente, en público.
Virtudes de la agrupación (p. 274)
P/ q no se crea q tan sólo los individuos como tales y el gobernante en su calidad de personaje público tengan
virtudes, añadamos aquí q la sociedad –agrupación de individuos- es también una persona moral con obligaciones
morales, lo mismo q los hombres aislados que viven en su seno. La virtud, además de privada, ha de ser pública; no
basta que los particulares la manifiesten públicamente. La sociedad, como sociedad, está obligada a practicar la
justicia, la obediencia, la religión, el culto, la verdad y la piedad. La sociedad, como sociedad, está obligada a
reconocer públicamente a Dios como fuente de la naturaleza humana y de la sociedad, y como su meta y último fin;
ha de reconocer a Dios como supremo Gobernante del Universo. León XIII, “la sociedad -exactamente como los
individuos- debe gratitud a Dios, que le dio el ser y la conserva, y cuya bondad siempre generosa la enriquece con
constantes bendiciones”.
Esa vida “buena”, la vida de constante práctica de la virtud, será la única que establecerá la sociedad humana en
una paz duradera.
Resumen (p. 275)
1. La vida social requiere guardar respeto x los derechos ajenos y compadecerse sinceramente de quienes padecen
alguna necesidad. Esta actitud moral ha de ser invariable, no pasajera. Ella ha de trascender fácil y continuamente
del entendimiento a la voluntad e inclinarse hacia sus prójimos.
2. La facilidad en el obrar constituye el hábito. Cuando inclina al hombre a un fin bueno, ese hábito es una virtud. Si
inclina al hombre hacia fines malos, será un vicio.
3. Algunos hábitos perfeccionan el entendimiento, facilitando su moción hacia la sabiduría. Se denominan hábitos
intelectuales. Son cinco: la prudencia y el arte referente al entendimiento práctico, o sea, el “hacer” y “ejecutar”
ciertas cosas; el entendimiento, el conocer o ciencia, y la sabiduría, que se refiere a los conocimientos
especulativos.
4. Los hábitos intelectuales (o virtudes) son necesarios en la vida social, pues el gobernante necesita de la
prudencia a fin de escoger bien los medios que han de llevarle a un fin; necesita también inteligencia para conocer
la naturaleza, objetivo y finalidad de sus súbditos, etc.
5. La unidad y el progreso de la vida social no podrían mantenerse sin los hábitos morales: hábitos que
perfeccionan el querer humano al encaminarlos rectamente en la ejecución de buenas obras. Los hábitos de la
voluntad son las virtudes morales.
6. Las virtudes morales son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Hallamos a la prudencia en la enumeración
de ambas clases de virtudes. Esto se explica porque ella aplica la recta razón (aspecto intelectual) a la actividad
humana (aspecto moral). Sto Tomás la llama “virtud especialísima, distinta de todas las demás virtudes”.
7. Además de la virtudes morales, la vida social necesita un lazo de unión: el de la caridad. La caridad es también
una virtud, una virtud infusa que aparece por primera vez en el alma humana después del Bautismo. Es aquella
virtud que nos inclina hacia Dios como ser amable, perfectamente amable en Sí mismo. En el amor de Dios halla el
amor al prójimo, y por ello la caridad -en lo que respecta a nuestros semejantes- podría ser llamada la virtud por la
cual deseamos todo bien para nuestro prójimo, siempre y a todos sin excepción, por amor de Dios.
8. Para comprender la operación de la justicia, es menester entender la verdadera naturaleza del derecho. Los
derechos son poderes morales que dan a un ser humano títulos para lograr algo que es suyo. Todos los hombres
poseen ciertos derechos, en virtud de su naturaleza humana. Estos derechos son connaturales. Son inalienable,
inviolables, personales, morales.
9. Siendo el hombre sociable por naturaleza, todos los individuos poseen derechos igualmente naturales y
personales. La autoridad dentro de la sociedad, armoniza el ejercicio de estos derechos. Puede lograrlo mediante
una reglamentación; aunque imponga un límite al ejercicio del derecho, deja a éste intacto.
10. Los derechos humanos se basan en la ley; en último término, su fundamento es la Ley Natural, que, como
sabemos, es reflejo de la Ley Eterna de Dios.
11. La justicia nos inclina a dar a los otros su derecho, o sea, a darles lo que les corresponde, y dárselo con
voluntad constante y permanente.
12. La justicia se divide en justicia general y justicia particular. La primera se llama legal. Rige las acciones de los
individuos de tal modo que den a la comunidad lo que a ella es debido.
13. La justicia particular se subdivide en justicia conmutativa y justicia distributiva. Esta se refiere a la acción de la
sociedad para con los individuos q la integran. Es la distribución de los bienes de la comunidad.
14. La justicia conmutativa trata de las relaciones recíprocas entre los individuos q integran la comunidad.
15. La justicia social -término nuevo-, es la justicia legal de Sto Tomás, a la cual se suma un elemento de justicia
distributiva. Se expresa en la frase: el bien de todos y de cada uno.
16. La justicia quita los obstáculos q se oponen a la paz y a la caridad, pues al unir los corazones de los individuos,
nace la paz. “Paz es la tranquilidad en el orden”.
La caridad debe acudir a aliviar el sufrimiento, aun cuando éste sea causado x la injusticia, pero la caridad nunca
podrá ocupar el lugar de la justicia dolosamente negada. Jamás logrará sustituirla, a lo sumo será un paliativo
temporario.
17. Otras virtudes sociales son: la templanza (o moderación), la fortaleza (valor antes las dificultades), la veracidad,
la obediencia, la religiosidad, la piedad (patriotismo), el conocimiento y pública aceptación del culto de Dios.

UNIDAD IV- LA FAMILIA, CELULA BASICA DE LA SOCIEDAD.


Cap 1- Fundamentar la importancia de la familia como célula básica de la sociedad.(xxx) ( pag. 279)
No es discutible la importancia de la familia como agente natural de la educación y el 1º gran factor cultural en la
vida de los hombres. Su misión educativa es + rica de la q se le reconoce habitualmente. La criatura se salva o se
pierde a partir de la familia y las comunidades se disocian o restituyen en la medida q la institución familiar esté
descompuesta o se mantenga firme y sana.
Pío XII llama a la familia: “fuente primera y necesaria de la sociedad humana”, también la califica de “célula
embrionaria” y “célula madre” de la sociedad y nos advierte que, cuando ella deja de ser “el fundamento de la
sociedad, el ámbito primero de toda educación y cultura”, entonces la sociedad misma se desliza hacia la
despersonalización y la masificación.
Juan XXIII: “Por lo que toca a la familia, la cual se funda en el matrimonio libremente contraído, uno e indisoluble, es
necesario considerarla como la semilla primera y natural de la sociedad humana. De lo cual nace el deber de
atenderla con suma diligencia tanto en el aspecto económico y social como en la esfera cultural y ética; todas estas
medidas tienen como fin consolidar la familia y ayudarla a cumplir su misión”.
“Célula” y “fundamento” significan, entre otras cosas, que “la familia de suyo prefigura la cohesión interna y la
calidad moral de la sociedad entera”.
León XIII plantea así la cuestión: “La familia es el fundamento de la sociedad civil, y es en el hogar doméstico donde
se prepara en gran parte el porvenir de los Estados (...). Téngase presente, por encima de todo, que es
extraordinaria la influencia de la educación doméstica en las almas infantiles. Si la juventud halla en el hogar los
criterios de una vida virtuosa y un como entrenamiento para las virtudes cristianas, quedará en gran parte
garantizada la salvación de los mismos Estados”.
Escribe Pío XII: “En la familia encuentra la nación la raíz natural y fecunda de su grandeza y potencia” Y también:
“Quien quiera construir sobre bases sólidas y duraderas el edificio cívico social, ha de fundarlo sobre una
concepción del matrimonio y de la familia conforme al orden establecido por Dios”.
Afirma Juan Pablo II: “Se dice justamente que la familia es la célula fundamental de la vida social. Es la comunidad
humana fundamental. Cual es la familia, tal es la nación, porque tal es el hombre”.
No se puede pretender una sociedad “mejor” que las familias mismas que la componen.
“Matrimonio y familia son hoy más importantes que nunca: célula germinal para la renovación de la sociedad; fuente
de energía por la cual la vida se hace más humana, y red que da firmeza y unidad, emergiendo de las corrientes del
abismo. No permitamos que esta red se destroce. El Estado y la sociedad inician su propia ruina en el momento en
que no promuevan ya activamente el matrimonio y la familia, en el momento en que no los protejan”
1.- La Familia como fundamento de la sociedad civil ( p. 279)
a) La familia como sociedad primera (p. 279)
La familia en su sentido estricto y esencial, es ella el fundamento de la sociedad civil. La societas parentalis se
funda, a su vez, en el matrimonio o “alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un
consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y
educación de la prole.
Que la familia así entendida sea “fundamento” de la sociedad, “fuente primera”, “célula madre”, “semilla
natural” de todo el orden social, ha sido enseñado siempre x la Iglesia, de diversas maneras. La R.N razona así
este principio: “Los hijos son algo del padre y como una cierta ampliación de la persona paterna, y, si hemos de
hablar con propiedad, no entran a formar parte de la sociedad civil sino a través de la comunidad doméstica en la
que han nacido”
La persona humana ingresa en la sociedad a través de la familia; La naturaleza hace al ser humano -a diferencia de
otras especies animales- indefenso e incapaz de valerse por sí mismo durante un período relativamente largo de su
existencia; esta extensión de la niñez, de la adolescencia y juventud, expresa un designio natural y, por tanto, divino:
el “hacerse hombre” del hombre, y, por ende, su “hacerse ciudadano”, es un proceso confiado en primerísimo lugar a
la familia como sociedad originaria y fundacional. Ella tiene a su cargo la primera “socialización” del ser humano, la
primera educación de los hábitos morales y, entre ellos, de las virtudes cívicas, sociales y políticas: así la entera
sociedad civil y el propio Estado “germinan” y se incuban en la sociedad familiar.
b) La familia como “célula madre” de la sociedad
Pío XII llama a la familia “fuente primera y necesaria de la sociedad humana”; también la califica de “célula
embrionaria” y “célula madre” de la sociedad (1-VI-1941), y nos advierte que, cuando ella deja de ser “el fundamento
de la sociedad, el ámbito primero de toda educación y cultura”, entonces la sociedad misma se desliza hacia la
despersonalización y la masificación (19-III-1953).
El hogar se nos presente como una institución de origen devino, creada, querida y dirigida hacia Dios. Su
fundamento es teológico; su carácter sacral; su finalidad la cooperación con el mismo Dios en la tarea de dar el ser
y de formarlo integralmente. Por eso dice San Agustin que los hijos son el 1º bien del matrimonio, pero que sólo se
cumple acabadam con esta finalidad paterna, cuando se los cultiva y educa convenientem. De esto se colige que
no basta cooperar c/Dios en la gestación de la prole, es precso encaminarla y devolvérsela a Dios con una
adecuada formación. El derecho de los padres a la educación de sus hijos es anterior, superior y ulterior a los
derechos de las autoridades públicas, deviene del deber de conducir a esos hijos al bien. Enseña Juan XXIII en la
PT: “Por lo que toca a la familia, fundada en el matrimonio libremente contraído, uno e indisoluble, es necesario
considerarla como la semilla primera y natural de la sociedad humana. De lo cual nace el deber de atenderla con
suma diligencia tanto en el aspecto económico y social como lo cultural y ético; todas estas medidas tienen como fin
consolidarla y ayudarla a cumplir su misión”. Las mismas conclusiones deriva la GS.
“Célula” y “fundamento” significan, entre otras cosas, que la familia de suyo prefigura la cohesión interna y la
calidad moral de la sociedad entera. León XIII plantea así la cuestión: “La familia es el fundamento de la sociedad
civil, y es en el hogar doméstico donde se prepara en gran parte el porvenir de los Estados (...).Es extraordinaria la
influencia de la educación doméstica en las almas infantiles. Si la juventud halla en el hogar los criterios de una
vida virtuosa y un entrenamiento para las virtudes cristianas, quedará en gran parte garantizada la salvación de los
mismos Estados” (Sapientiae Christianae, 22).
Escribe Pío XII: “En la familia encuentra la nación la raíz natural y fecunda de su grandeza y potencia” (Mje de
Pentecostés de 1941, 23). Y también: “Quien quiera construir sobre bases sólidas y duraderas el edificio cívico
social, ha de fundarlo sobre una concepción del matrimonio y de la familia conforme al orden establecido por Dios”
(10-VI-1958). La Declaración conciliar Gravissimum Educationis añade que “la familia es la primera escuela de
todas las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan” (3). Afirma Juan Pablo II: “Se dice justamente que la
familia es la célula fundamental de la vida social. Es la comunidad humana fundamental. Cual es la familia, tal es
la nación, porque tal es el hombre” (8-VI-1979) En estas palabras suyas resuenan aquellas de Pío XII: “La
sociedad será cuales sean las familias y los individuos de que consta” (18-IX-1951). No se puede pretender una
sociedad “mejor” que las familias mismas que la componen.
c) El desafío actual del matrimonio y la familia
Pero actualm esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que existe la poligamia, el
divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado
por el egoísmo, el hedonismo y otros. La actual situación económica, socio-psicológica y civil, son origen de fuertes
perturbaciones para la familia. En determinadas regiones se observan con preocupación los problemas nacidos del
incremento demográfico. Todo lo cual suscita angustia en las conciencias. Y, sin embargo, un hecho muestra bien el
vigor y la solidez de la institución matrimonial y familiar: las profundas transformaciones de la sociedad
contemporánea, a pesar de las dificultades a que han dado origen, manifiestan, de varios modos, la verdadera
naturaleza de tal institución”
Esta sintética exposición de la GS puede ser corroborada en su doble vertiente -los atentados contra la familia, y su
perdurabilidad bajo esos atentados- si volvemos sobre la Casti connubii -fechada en 1930- y releemos en ella la
enumeración de los errores teóricos y prácticos que amenazan a la institución familiar: errores que son,
sustancialmente, los mismos de hoy, y cuya reiteración durante más de medio siglo no ha conseguido borrar de la
conciencia humana el carácter natural, profundo y perdurable de la familia como base del orden social, si bien lo ha
afectado dolorosamente en muchos de sus resortes vitales.
En efecto, sorprende la actualidad que siguen teniendo los males denunciados por la Casti connubii como
amenazas contra la dignidad del matrimonio y la familia: Pío XI parece estar hablando en el día de hoy cuando
describe, específicamente:
- el menosprecio de la santidad del matrimonio y la “naturalidad” con q la literatura, los espectáculos, las artes y
ciertas pretendidas “ciencias” presentan el divorcio, el adulterio y la lujuria en sus múltiples formas, como hábitos
“limpios de toda culpa e infamia” y aún como conquistas de emancipación con respecto a los viejos “prejuicios” (46).
- las teorías que niegan el matrimonio y la familia todo fundamento en la naturaleza y en las leyes naturales,
atribuyéndoles, x el contrario, un carácter convencional y meramente cultural como “institución exclusiva de la
voluntad de los hombres” (50).
- la tendencia a entregar las normas morales y legales que rigen el matrimonio y la familia al arbitrio de la voluntad
humana (51).
- la proposición de “nuevos modos de unión” de la pareja más acomodados a los tiempos, como el matrimonio
“temporal” o “a prueba” o “amistoso” (52).
- las diferentes prácticas anticonceptivas de carácter artificial (53 a 62), incluido el aborto mismo (63 a 67).
- las prácticas eugenésicas (68 a 71).
- el ejercicio sexual extramarital o liberado de “los estrechos límites del matrimonio monogámico” (72-74).
- la “emancipación de la mujer” en relación a sus deberes de esposa y madre y a las demás “cargas conyugales o
materiales” (75 a 79).
- los atentados contra el matrimonio como sacramento (80 a 87).
- la proposición del divorcio y de su legalización por diversas causales (88 a 93).
Pero a pesar de esas prácticas de la sociedad permisiva, no se ha cumplido el pronóstico de tantos agoreros q han
considerado matrimonio y familia como instituciones en fase de extinción, o q han anunciado su próxima
desaparición; por contraste, como dice el documento conciliar, su perdurabilidad manifiesta de distintos modos su
verdadera y profunda naturaleza.
Con una constatación semejante se inicia la Familiaris consortio: “La familia, en los tiempos modernos, ha sufrido
quizá como ninguna otra institución la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la
sociedad y de la cultura”, a pesar de lo cual “muchas familias viven esta situación permaneciendo fieles a los valores
que constituyen el fundamento de la institución familiar” (n.1).
+ El Matrimonio: Su naturaleza, fines y propiedades esenciales) (p. 282)
a) Naturaleza del matrimonio
La Casti connubii dice: el matrimonio no ha sido instituido ni restaurado por obra humana, sino divina; ha sido
protegido con leyes, confirmado y elevado no x los hombres, sino x el propio Dios, autor de la naturaleza, y x el
restaurador de esa misma naturaleza, Cristo Nuestro Señor; leyes q, por consiguiente, no pueden estar sujetas a
ningún arbitrio de los hombres, a ningún pacto contrario ni siquiera de los propios contrayentes”
“Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la
procreación y a la educación de la prole. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva
de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a 1 mutuo perfeccionamiento personal, p/ colaborar con Dios
en la generación y en la educación de nuevas vidas.
La comunión primera es la q se instaura y se desarrolla entre los cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el
hombre y la mujer “no son ya dos, sino una sola carne” y están llamados a crecer continuamente en su comunión a
través de la fidelidad cotidiana y la promesa matrimonial de la recíproca donación total.
El matrimonio tiene, pues, dos fines esenciales: el amor mismo de los esposos, y la generación y educación de los
hijos. Estos dos fines componen una íntima y profunda unidad, de tal modo que son inseparables; Ambos fines, a su
vez, determinan las propiedades esenciales del matrimonio: su unidad -unión de un hombre y una mujer (lo que
excluye la poligamia) y su indisolubilidad (hasta que la muerte los separe) (lo que excluye el divorcio); y su
fecundidad, (lo que excluye toda práctica anticonceptiva y, más que ninguna otra, el aborto).
b) Indisolubilidad y divorcio (p. 283)
Enseña la Iglesia, Lo que Dios unió, el hombre no lo separe. El don del mandamiento es al mismo tiempo
vocación y mandamiento p/ los esposos cristianos, P/ q’ permanezcan siempre fieles entre sí, por encima de toda
prueba y dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del Sr.
La comunión conyugal se caracteriza no sólo x su unidad sino también x su indisolubilidad: “Esta unión íntima , en
cto donación mutua de 2 personas, lo mismo q el bien de los hijos exigen la plena fidelidad de los cónyuges y
reclaman su indisoluble unidad”.
Todos los argumentos de derecho natural, con los que esta Encíclica urge a la indisolubilidad del matrimonio y
reprueba el divorcio -como práctica de hecho y más aún como institución legalizada-, han cobrado una fuerza
persuasiva el último medio siglo.
“En efecto, vemos de un lado, por el vínculo inviolable, los matrimonios firmes y seguros; del otro, ante la
perspectiva de una posible separación de los esposos o ante la presencia de los peligros mismos del divorcio, las
alianzas conyugales inestables o ciertamente carcomidas por angustiosas sospechas. De uno vemos
admirablemente consolidada la benevolencia mutua y la unión de los buenos; del otro, extremada de manera
lastimosa por esa sola posibilidad de hallarse rotas. De un lado, protegida inmejorablemente la casta fidelidad de los
cónyuges; del otro, presa de los perniciosos incentivos de la infidelidad. De un lado, asegurados con toda eficacia el
reconocimiento, la protección y la educación de los hijos; del otro, expuestos aún a los más graves daños. De un
lado, cerradas las numerosas puertas de la disensión
entre familias y parientes; del otro, campeando por doquiera las ocasiones en discordia (...). De un lado, felizmente
restablecidos y recuperados, sobre todo, la dignidad y el cometido de la mujer tanto en la sociedad doméstica
cuanto en la civil; del otro, indignamente envilecida, ya que las esposas se hallan expuestas al peligro de ser
abandonadas luego de haber servido de deleite de los maridos”
Ya Pío XI a más de un siglo de distancia, prevenía la legalización del divorcio, “Fácilmente se verá cuán enemigo
es de la prosperidad de las familias y de las naciones el divorcio, que nace de la depravación moral de los pueblos y
lleva a las más relajadas costumbres de la vida privada y pública. Y se advertirá que son mucho más graves estos
males si se considera que, una vez concedida la facultad de divorciarse, no habrá freno suficientemente poderoso
para contenerla dentro de unos límites fijos o previamente establecidos. Muy grande es la fuerza del ejemplo, pero
mayor la de las pasiones; con estos incentivos tiene que suceder que el prurito de los divorcios, cundiendo más de
día en día, invada los ánimos de muchos como una contagiosa enfermedad o como un torrente que se desborda,
rotos todos los diques (...). Si no cambian estas maneras de pensar, tanto las familias cuanto la sociedad humana
vivirán en constante temor de verse arrastradas lamentablemente a un peligro y una ruina universal”
Hoy una consumada evidencia. Las cosas se han dado tal como vaticinó León XIII. Limitándonos al aspecto moral
social de la cuestión, diremos que:
- efectivamente el divorcio ha llegado a ser una plaga social;
- como tal, ha remecido a la sociedad en uno de sus resortes más profundos: la cohesión interna del núcleo familiar,
fundamento de la cohesión interna de la sociedad misma; el divorcio es una fuerza social centrífuga que tiende a la
dispersión de la comunidad humana;
- ya sea causa, ya efecto de este proceso, ya ambas cosas a la vez, la sexualidad que desborda el marco de la vida
marital es una energía disgregada y disgregadora que corroe los fundamentos mismos de la cultura espiritual de la
humanidad;
- el incumplimiento de los compromisos conyugales conlleva una deslealtad generalizada q afecta a toda especie de
compromiso moral y legal, con el consiguiente daño de la justicia social;
- las causales restringidas de divorcio legal sufren un inevitable proceso de ampliación, q tiende, dentro o fuera del
marco legal, a consagrar en la práctica la disolución del matrimonio x simple consentimiento mutuo, con todas sus
consecuencias antisociales;
- el divorcio produce en los hijos la ruptura del medio indispensable de su educación, y les acarrea tensiones,
desequilibrios, angustias, frustraciones y desencantos q afectan esencialmente su salud moral y psíquica;
- la legalización del divorcio no es una salida legal que se limite a sancionar rupturas ya irreversibles: actúa por
anticipación, debilitando la solidez del vínculo en matrimonios viables, y disminuyendo sus reservas de fortaleza y
fidelidad ante las dificultades naturales de la vida conyugal y familiar;
- el divorcio trae divorcio, en un movimiento espiral que las estadísticas confirman de modo alarmante.
Ante esta realidad, la Iglesia no puede sino reafirmar con fuerza la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio; a
cuantos, en nuestros días, consideran difícil o incluso imposible vincularse a una persona por toda la vida, y a
cuantos son arrastrados por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa abiertamente del
compromiso de los esposos a la fidelidad, es necesario repetir el buen anuncio de la perennidad del amor conyugal
que tiene en Cristo su fundamente y su fuerza” (Familiaris consortio, 20).
Paradójicamente, el matrimonio es 1 realidad muy íntima entre 2 personas, y a la vez una realidad de la mayor
trascendencia social y pública. En él se juega el destino de la entera sociedad q rodea a la pareja humana. La fuerza
de cohesión interna del matrimonio y la familia es la fuerza de cohesión interna primordial de la sociedad civil,
puesto q no en vano se trata de su “célula madre”.
c) Fecundidad y anticoncepción (p. 285)
Otro cometido de la flía es el servicio de la vida, participación en la actividad creadora de Dios. Dios c/ la creación
del h y la m a su imagen y semejanza, los llama a una especial participación en su amor, mediante la transmisión
del don de la vida humana. Podemos decir q el objetivo fundamental de la flía es el servicio a la vida. La fecundidad
es el fruto y el signo del amor conyugal, pero ésta no se reduce sólo a esto se debe ampliar transmitiendo y
enriqueciendo a los hijos con valores morales espirituales.
En virtud de esta esencial ordenación del matrimonio a la procreación, recuerda Pío XI “que todo uso del matrimonio
en cuyo ejercicio el acto quede privado, por industria de los hombres, de su fuerza natural de procrear vida, infringe
la ley de Dios y de la naturaleza y quienes lo hicieren cometen grave delito” (Casti connubii, n.57). “El fin
fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador,
transmitiendo en la generación la imagen divina del hombre al hombre”
Por estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, hay que excluir absolutamente,
como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del embarazo, y sobre todo el aborto
directamente querido y procurado aunque sea por razones terapéuticas. Hay que excluir igualmente, la esterilización
directa, perpetua o
temporal, tanto del hombre como de la mujer; y toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en realización, o
en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hace imposible la
procreación”
Luego, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados
de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias
exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones
generadoras, para usar del matrimonio sólo en los períodos infecundos, y así regular la natalidad sin ofender los
principios morales que acabamos de recordar” (Humanae vitae, n.16).
La Iglesia condena como ofensa grava a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los
gobiernos o de otras cautoridades públicas, q tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la
decisión sobre los hijos. Condena y rechaza el anticoncepcionismo e incluso la esterulización y el aborto procurado.
Sobre la dialéctica controlista se cierne la sombra de un régimen policial de control sobre la intimidad conyugal: el
más indecente de los totalitarismos.
3.- La patria potestad y el poder público
a) Los derechos fundamentales de la familia (p. 288)
La familia es una instit. educativa esencial y de origen y fundamento en Dios. Ahora la educación familiar
sustentada en el amor, el sentido común, la intuición, el consejo y el ejemplo sólo puede darla la flía. No hay
pedagogos q puedan reemplazar esa educabilidad recibida en el seno del hogar bien constituído.
Ahora bien, La sociedad, y más específicamente el Estado, deben reconocer que la familia es una “sociedad que
goza de un derecho propio y primordial” y, por tanto, en sus relaciones con la familia está gravemente obligado a
atenerse al principio de subsidiariedad” “Por esto la Iglesia defiende abierta y vigorosamente los derechos de la
familia contra las usurpaciones intolerables de la sociedad y del Estado”
Y “Querer, por consiguiente, q la potestad civil penetre a su arbitrio hasta la intimidad de los hogares, es un error
grave y pernicioso (...).La patria potestad, no puede ser ni extinguida ni absorbida por el poder público, pues tiene
idéntico y común principio con la vida misma de los hombres”
Entre los principales atropellos de la potestad civil sobre la estabilidad e intimidad de la familia, la Iglesia ha
enfrentado especialmente aquellos q afectan a los fines esenciales del matrimonio: la legislación divorcista q hiere a
la familia en el núcleo mismo de su constitución y cohesión interna, las políticas controlistas q en variadas formas
facilitan o aun imponen una limitación desordenada de la fecundidad, y las múltiples modalidades -abiertas o
veladas- del Estado docente, q limitan el derecho y deber primordial de los padres de familia en la educación de los
hijos.
Por ello, la educación de la flía debe convertirse en una actitud de subsidiaridad, respetando y preservando sus
labores esenciales, ayudándola. Por eso más correcto es hablar de educación con la flía, q es cuando las instituc
educacionales sistemáticas comprenden q los padres son los 1ºros titulares de la formación de sus hijos, y actúan
en consecuencia: o sea integrando la vida del hogar al ritmo escolar. Es la comunidad educativa: un reconocimiento
práctico de 1 derecho primario q poseen los padres: el de ser partícipes y protagonistas en el desarrollo cultural de
la prole.
b) Salario, vivienda y rol materno (p. 289)
Un derecho fundamental de la familia es el derecho del padre de familia a recibir x su trabajo un salario justo, q
sea suficiente p/ cubrir las necesidades primordiales del grupo familiar. Ya Juan XXIII “q los trabajadores cobren un
salario cuyo importe les permita mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a
sus obligaciones familiares” (MM )
Es importante q la familia disponga de una vivienda que haga posible esa creación moral y cultural que se llama
“hogar”. Si el hogar es el ámbito propio de la intimidad familiar, a él corresponde -como el cuerpo al alma- el espacio
físico y funcional de una vivienda digna, sin la cual no es posible el pleno desarrollo del grupo familiar, que le
permitan la idea de la formación del propio hogar,
Juan XXIII: urge a alcanzar aquel grado de difusión de la propiedad privada q asegura al padre la genuina libertad q
necesita para poder cumplir los deberes que le ha impuesto Dios en lo relativo al bienestar físico, espiritual y
religioso de la familia” (MM, n.45).
Pablo VI:“La promiscuidad de las viviendas populares hace imposible un mínimo de intimidad; los matrimonios
jóvenes, en la vana espera de una vivienda decente y a un precio asequible, se desmoralizan y hasta su misma
unidad puede quedar comprometida; los jóvenes abandonan un hogar demasiado reducido y buscan en la calle
compensaciones y compañías incontrolables. Es un deber grave de los responsables tratar de dominar y orientar
este proceso” (OA n.11).
Este bienestar mínimo de la familia exige, a su vez, la presencia activa de la mujer, como esposa y madre, en
el hogar.
Pío XI: “las madres de familia trabajarán principalísimamente en casa o en sus inmediaciones, sin desatender los
quehaceres domésticos. Constituye un horrendo abuso, y debe ser eliminado con todo empeño, q las madres de
familia, a causa de la cortedad del sueldo del padre, se vean en la precisión de buscar un trabajo remunerado fuera
del hogar, teniendo que abandonar sus peculiares deberes y, sobre todo, la educación de los hijos QA n.71).
Podría pensarse que estas palabras son anacrónicas y corresponden al mundo laboral de otra época. Pero, con el
paso del tiempo, la enseñanza de la Iglesia, ajustándose a las variaciones sociales del problema, se ha mantenido
constante en cuanto al fondo del asunto.
Pío XII planteaba con dolor el hecho de que, ausente la madre, el hogar “tal vez de suyo sombrío y estrecho (...) se
hace todavía más miserable por falta de cuidados” (21-X-1945).
Pablo VI, a propósito de las legislaciones que progresivamente eliminan la discriminación de sexo e igualan
jurídicamente a la mujer con el varón, advierte expresamente: “Nos no hablamos de esa falsa igualdad que negaría
las distinciones establecidas por el mismo Creador, y que estaría en contradicción con la función específica, tan
capital, de la mujer con el corazón del hogar y en el seno de la sociedad” (OA, n.13).
Juan Pablo II, toca este problema en la LE. dirigiéndose a las colaboradoras familiares o empleadas del hogar a
propósito del trabajo doméstico, ensalsando su labor: “El trabajo doméstico, es una parte esencial en el buen
ordenamiento de la sociedad y tiene una enorme influencia sobre la colectividad; exige una dedicación continua y
total y, por consiguiente, constituye una labor cotidiana q requiere paciencia, creatividad, espíritu de adaptación,
valentía ante los imprevistos. Y colabora también en la producción de rentas y riquezas, bienestar y valor
económico. Resaltó la dignidad de ese trabajo de colaboradoras familiares.
La igual dignidad y responsabilidad del h y de la m justifican el acceso de a mujer a las funciones públicas. Pero la
promoción de la mujer exige que sea reconocido el valor de su función materna y familiar respecto de las demás
funciones públicas y a las otras profesiones.
+ Puede la Iglesia anular un matrimonio válidamente contraído? (Fundamentar la respuesta).
El vínculo del matrimonio cristiano es tan fuerte que si alcanzó la plena estabilidad con el uso de los derechos
conyugales, ninguna potestad en el mundo, ni siquiera la del Sumo Pontífice, es capaz de rescindir.
El matrimonio católico válidamente contraído (matrimonio RATO), una vez consumado (es decir, que se ha realizado
a modo humano el acto conyugal o acto sexual), no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni siquiera por el
Papa. Los contrayentes, en el momento de contraer el matrimonio católico, deben tener plena capacidad y libre
consentimiento para hacerlo y, además, deben consumarlo una vez contraído para que sea indisoluble.
Sin embargo, la Iglesia reconoce su propia potestad para disolver el matrimonio en el caso del matrimonio rato pero
que no ha sido consumado. Se trata de un matrimonio católico válidamente celebrado entre personas bautizadas, o
al menos una de ellas, pero en el que los cónyuges no han realizado el acto conyugal.
Existen otros casos excepcionales reconocidos en la iglesia, en las que un matrimonio sí puede ser disuelto: es el
llamado privilegio de la fe (privilegio paulino y privilegio petrino). El privilegio de la fe solo se aplica a los matrimonios
entre personas no bautizadas, en las que una de ellas posteriormente se bautiza en la iglesia católica.
La no consumación justifica la posibilidad de disolver el matrimonio rato en la iglesia católica, como una potestad del
Sumo Pontífice. Los cánones 1697 y siguientes regulan el modo de pedir esta gracia. La disolución del matrimonio
rato no consumado, se conoce como dispensa comúnmente llamada dispensa super rato. Se trata de una
dispensa que actúa por vía de gracia y no de justicia, pudiéndose negar el Romano Pontífice a su concesión, incluso
siendo ciertos los fundamentos alegados. Pero no hay q olvidar q la Iglesia tene como pcipio y misión reafirmar con
fuerza la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio.
II- Las sociedades Intermedias. Que son y p/ q sirven los denominados cuerpos o sociedades
intermedias. (p. 290) (xx)
La acción de los individuos y familias, x una parte, y la del Estado x otra, no bastan en modo alguno p/ constituir el
orden social. Entre individuos y Estado es indispensable el tejido institucional de las “asociaciones intermedias” o
“cuerpos intermedios”.
Las asoc intermedias son núcleos humanos ligados x la prosecución de 1 bien común particular, q puede ser de
índole cultural, laboral, política, religiosa, económica, benéfica, y q, p/ proteger la estabilidad del bien perseguido y
la de los miembros, se organizan a través de una estructura, en la cual fijan los objetivos, la forma de asociarse y
las relaciones con el Estado y con los demás núcleos sociales.
La finalidad de toda asociación intermedia es el bien del hombre, que se logra en su forma más plena dentro de la
Iglesia y la Nación, y que se busca en forma parcial en la asociación misma. Bien particular que, de hecho, es
enfatizado y procurado con mayor intensidad gracias a ella. En suma, tienden a crear el ansiado orden social.
Junto a la familia, éstas asociaciones son la fuerza equilibradora de una Nación, a la vez que expresan y
acrecientan su cultura y madurez.
Las asociaciones intermedias han existido siempre, aún cuando han asumido estructuras elaboradas en formas
diversas. Pero es innegable que la participación social es progresiva, y difícilmente se encuentre un hombre que nos
pertenezca a uno o más de estos grupos.
Donde este tejido social orgánico y vivo de municipios, gremios, sindicatos, colegios profesionales, etc., ha faltado,
se ha producido a menudo la indefensión de individuos y familias y el gigantismo del aparato estatal: el Estado ha
absorbido a la sociedad.
Siguiendo el impulso de la naturaleza, los q se hallan vinculados por la vecindad de lugar constituyen los municipios,
así ha ocurrido q cuantos se ocupan en un mismo oficio o profesión (...) constituyeron ciertos colegios o
corporaciones, hasta el punto que tales agrupaciones, regidas por un derecho propio, llegaran a ser consideradas
por muchos, si no como esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil” (Quadragesimo anno, n.83).
La primera sociedad intermedia de derecho público es el municipio, erigido a partir del asiento territorial. De las
asociaciones intermedias originadas a partir del trabajo tenemos el sindicato, los colegios o corporaciones
profesionales. Finalmente, dentro de las asociaciones intermedias destacan las de carácter cultural,como la
universidad -que, desde siglos atrás, forma parte institucional de nuestra cultura- y las diversas agrupaciones q
brotan en torno a las necesidades religiosas, espirituales y apostólicas - de la tierra y de su vida misma (CA 37)
Juan Pablo II
Hay que señalar igualmente la mayor conciencia de la limitación de los recursos disponibles, la necesidad de
respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza y de tenerlos en cuenta en la programación del desarrollo
(SRS26) Juan Pablo I ciudadano: “Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su
colaboración personal al Bien Común. De donde se sigue la conclusión fundamental de q todos ellos han de
acomodar sus intereses a las necesidades de los demás, y deben enderezar sus prestaciones en bienes o servicios
al fin q los gobernantes han establecido, según normas de justicia y respetando los procedimientos y límites fijados
por el gobierno” (PT, n. 55).
b) Naturaleza y función de las asociaciones intermedias (p.292)
En el amplio y variado espectro de entidades intermedias en que se desenvuelve la vida de nuestro pueblo,
tenemos: Los Municipios, Las sociedades vecinales, Los partidos políticos, Los gremios, Las entidades respectivas
del ámbito empresarial, Los clubes deportivos, etc
En verdad, las comunidades intermedias pueden ayudar mucho a desarrollar los grandes hábitos de solidaridad,
que harán alcanzar mejor el fin, que anima a todos, de comunión y participación.
A propósito de las asociaciones laborales o sindicatos, León XIII, a partir de la sociabilidad humana, se refiere a la
“propensión natural” por la que “el hombre, igual que es llevado a constituir la sociedad civil, busca la formación de
otras sociedades entre ciudadanos, pequeñas e imperfectas, es verdad, pero de todos modos sociedades.
Entre éstas y la sociedad civil median grandes diferencias por causas diversas. El hombre es libre no sólo para
fundar asociaciones de orden y derecho privado, sino también para “elegir aquella organización y aquellas leyes que
estime más conducentes al fin que se ha propuesto” (Rerum novarum, n.39). Y esa misma libertad ha de
reivindicarse para constituir asociaciones que se salgan de los límites de cada profesión” (QA, 87).
Las sociedades intermedias no son órganos estatales, pero tampoco se contienen necesariamente dentro del
derecho privado. Sus principales formas entran en el dominio del derecho público.
c) Cuerpos intermedios, subsidiariedad y solidaridad (p. 294)
RN: “Proteja el Estado estas asociaciones de ciudadanos, unidos con pleno derecho; pero no se inmiscuya en su
constitución interna ni en su régimen de vida; el movimiento vital es producido por un principio interno, y fácilmente
se destruye con la injerencia del exterior” (n.38).
La subsidiariedad estatal comprende, en relación a los cuerpos intermedios, una doble función. Negativa: “aquello q
los individuos particulares pueden hacer por sí mismos y con sus propias fuerzas, no se les debe quitar y entregar a
la comunidad; principio que tiene igual valor cuando se trata de asociaciones o agrupaciones menores y de orden
inferior respecto de las mayores y más elevadas” , y una función estatal positiva: “Las autoridades, en virtud del
principio de la función subsidiaria, tienen que favorecer y auxiliar a la iniciativa privada” (MM.152).
Así, el pcpio de subsidiaridad es una noción de asignación de competencias entre los individuos y sus
agrupamientos, según se vaya pasando de organización menores a mayores: qué le corresponde hacer a la
persona, qué a la familia, qué a las asociaciones (sociedades, sindic, municip y otros) y qué, final al Estado (pcial o
nac) como también a las organ. Supernacionales o comunidad internacional. Va subiendo desde el individuo y la
com. Menor hacia otra mayor.
Debe operar aquí también como pcipio complementario al de subsidiariedad
el pcipio de solidaridad o de totalidad, en virtud del cual las autoridades públicas deben asegurar que las iniciativas
de los cuerpos intermedios se subordinen al bien común de la sociedad entera, sin aislarse en un estrecho
particularismo ni excederse en direcciones contrarias al bien común.
III.- LAS CLASES SOCIALES. Concepto (p. 295).
En toda sociedad se producen estratos o niveles integrados x personas y flias q ocupan una determinada posición
económica, cultural o de nacimiento. La historia registra distintas estratificaciones, según los países y los criterios
adoptados. Hay dos sistemas de diferenciación de clases bien marcados:
a) Estratificación rígida. Pertenece a los pueblos orientales y muy tenida en cuenta en la antigüedad. La división se
hace según los nacimientos. Son las denominadas “castas”. La característica de este sistema es la imposibilidad de
la movilidad vertical; no es posible pasar de una casta a la otra. El nacimiento sella la vida y actividad de las
personas. Algo menos rígido se conoció en Occidente con las clases de la nobleza, burguesía y baja o pobre,
denominada, luego por Marx, “proletaria”.
b) Estratificación flexible. Es la que se ha ido formando en Occidente, especialmente después de la Rev Francesa y
de la revolución industrial: clases alta, media y baja. En la alta se ubican los ricos y pudientes, en la media el
profesional, comercial, pequeño empresario e intelectuales, y en la baja los pobres, obreros y desamparados. Pero
aquí hay la posibilidad de movilidad vertical. Así, pueden los de la clase baja ascender, así como los de la alta
descender. En las anteriores el criterio distintivo es la sangre o el nacimiento, en esta, a raíz de la concepción
economicista que predomina en la revolución industrial, el criterio es preferentemente la posición económica de las
personas y de las familias.
En una descripción genérica se entiende por “clase social”: conjunto de individuos y familias que ejercen una
misma industria o profesión, o que se encuentran en una misma posición social, con intereses comunes o similares,
muchas veces, contrapuestos al de otro grupo.
La oposición de intereses, especialmente de índole económica, es un hecho innegable; el empresario tratará de
abaratar sus costos de producción, incluidos los salarios; a su vez, el obrero buscará y pujará por mejores
remuneraciones a fin de ir progresando en su posición social. Esta oposición ha sido aprovechada por Marx para
elevarla al rango de “lucha de clases”.
El hecho de la existencia de las “clases sociales” plantea las siguientes cuestiones:
d) La Doctrina de la Iglesia: desde León XIII hasta Juan Pablo II, el Magisterio ha expuesto y orientado la cuestión
de las clases sociales no a la supresión de las mismas, sería utópico, sino a la concordia y armonía. Más aún, como
ha señalado Pío XII al episcopado norteamericano, las clases pudientes deben considerarse como “administradoras”
de la Providencia divina, y contribuir solidariamente con las clases de los más necesitados. Ha escrito León XIII: “Es
mal capital, en la cuestión que estamos tratando, suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la
otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo
duelo.
IV.-LA EDUCACION COMO PRINCIPIO DEL ORDEN SOCIAL- 1.- Educación, Cultura y Sociedad (p.301)
a) La educación recapitula toda la cuestión social
La educación, es un verdadero pcipio constituyente del orden social, y en el cual, x eso mismo, culmina y se
recapitula la cuestión social entera. Para ello debemos reexaminar:
- la prioridad del cambio moral personal (conversión, reforma de sí mismo) sobre el cambio de las estructuras
sociales a través de la educación: es el resorte clave del progreso institucional de la sociedad.
- la presencia cristiana en la vida pública, esencial para su saneamiento, requiere de una cierta excelencia
educativa, un elevado índice científico y idoneidad técnica y experiencia profesional p/ penetrar en las instituciones
públicas.
-la extrema pobreza y la marginalidad social se originan en la ignorancia y la
falta de preparación. Por ello, debemos trabajar con ahínco para (...) procurar a todos una cantidad suficiente de
bienes culturales, principalmente de los
q constituyen la llamada “cultura básica”, a fin de evitar que un gran número
de hombres se vea impedido, por su ignorancia y por su falta de iniciativa, de
prestar su cooperación auténticamente humana al bien común” (GS n.60);
- la ideologías y el “pensar ideológico” q tanto han exacerbado y complicado la cuestión social de nuestro tiempo,
son más bien un defecto que un efecto de la educación. Por ello es preferible una educación correcta, +rica en
doctrina, en ciencia y en capacitación laboral disminuya el coeficiente ideológico del pensar cívico, con beneficios
para la sociedad entera;
- el desarrollo económico-social es en gran medida un problema de educación, de instrucción básica, de
capacitación laboral y de cultura: es un ideal ciudadano que todos los hombres “puedan desempeñar en la sociedad
las funciones, tareas y servicios que correspondan a su aptitud natural y a la competencia adquirida. Así podrán
todos los hombres y todos los grupos sociales de cada pueblo alcanzar el pleno desarrollo de su vida cultural” (GS,
n.60);
- “Los modernos sistemas de producción, impulsados x el progreso científico y técnico, han avanzado
extraordinariamente y su ritmo de crecimiento es mucho más rápido que en épocas anteriores. Esto exige de los
trabajadores una aptitud y unas cualidades profesionales más elevadas. Por ello, es necesario poner a su
disposición mayores medios y + amplios márgenes de tiempo para que puedan alcanzar una instrucción más
perfecta y una cultura religiosa, moral y profana más adecuada” (MM n.94);
- “el crecimiento económico depende, en primer lugar, del progreso social; por eso la educación básica es el primer
objetivo de un plan de desarrollo. Un analfabeto es un espíritu subalimentado. Saber leer y escribir, adquirir una
formación profesional, es recobrar la confianza en sí mismo y descubrir que se puede progresar al mismo tiempo
que los demás (PP n.34);
- a partir del inmenso desarrollo científico y tecnológico presente, muchos planean el desafío actual como una
carrera contra reloj entre la tecnología y la educación, amenaza que sólo puede verse conjurada por “un desarrollo
proporcional de la moral y de la ética” (Redemptor hominis, n.15), y x una educación q sea fiel a su naturaleza
como formadora del hombre mismo, del hombre entero, en la armonía de sus dimensiones corpóreas y espirituales;
- la preservación del medio ambiente es también en gran medida un problema de educación, así como, a la inversa,
la destrucción del medio proviene de una explotación no encuadrada en un plan humanístico.
- la educación no capacita sólo p/ el desempeño de un trabajo, sino también p/ el ejercicio de las virtudes sociales
-principalm de la justicia social y de la caridad social- y p/ el cumplimiento de las obligaciones y derechos civiles
(Gravissimum educationis, nn.1 y 6), lo que hace de la educación una especie de principio animador de la
sociedad entera;
- los vínculos de la educación con la familia y con el trabajo le son consustanciales: “trabajo y laboriosidad
condicionan a su vez todo el proceso de educación dentro de la familia, precisamente por la razón de q c/u “se
hace hombre”, entre otras cosas, mediante el trabajo, y ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de
todo el proceso educativo” (LE, 10);
b) Naturaleza y fin de la educación (P.303)
En su sentido propio, “la educación consiste esencialmente en la formación del hombre tal como debe ser y debe
portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el que ha sido creado”: así enseña Pío XI en la
Divini illius Magistri, n.7.
La Gravissimum educationis: “La verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su
fin último y al bien de las sociedades de las que el hombre es miembro, y en cuyas responsabilidades participará
cuando llegue a ser adulto”. A la luz de esta noción se comprende bien “la excelencia insuperable de la obra de la
educación cristiana, pues ésta tiende, en último análisis, a asegurar el Sumo Bien, Dios, a las almas de los
educandos, y el máximo bienestar posible en esta tierra a la sociedad humana” (Divini illius Magistri, n.5).
El objeto de la educación es tan amplio como los fines -y el fin de los fines de la vida humana, y no debe ser
reducido a una dimensión determinada de la existencia por ej, a la mera utilidad- porque eso es tanto como mutilar
al hombre mismo.
En las actuales condiciones de la cultura, conseguir esta integridad fuera del espacio de la fe cristiana es difícil,
“Por esto, la educación cristiana comprende todo el ámbito de la vida humana, la sensible y la espiritual, la
intelectual y la moral, la individual, la doméstica y la civil, no para disminuirla o recortarla, sino para elevarla,
regularla y perfeccionarla según los ejemplos y la doctrina de Jesucristo” (Divini illius Magistri, n.81).
Y el mismo Papa: la escuela “debe dar no solamente la instrucción, sino también una educación, una cultura. No
contenta con enseñar normas positivas, conocimientos técnicos y metodológicos, ella debe preocuparse de tratar
asimismo los problemas propiamente humanos, de orden espiritual” (19-III-1953).
El sentido de esta contraposición es continuo en el Magisterio: instrucción es la mera transmisión de
conocimientos; educación es la formación plena de la persona humana.
Esta integridad del proceso educativo implica que en él no falte la necesaria formación ético-religiosa.
c) El derecho a la educación y la escuela (p. 304)
Ppamente pertenece al Estado, en orden al bien común, promover de muchas maneras la misma educación e
instrucción de los jóvenes. Ante todo favoreciendo y ayudando a las iniciativas y acción de la Iglesia y de las flias. Si
tal es la educación, que abarca en cierto sentido la totalidad de la existencia humana, ella debe constar por
naturaleza entre los derechos fundamentales de la persona. Y en efecto: “Todos los hombres, de cualquier raza,
condición y edad, por poseer la dignidad de persona, tienen derecho inalienable a una educación que responda al
propio fin, al propio carácter, al diferente sexo, y acomodada a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo
tiempo, abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos”
(Gravissimum eduactionis, n.1). En este mismo texto “el Concilio ruega a los gobernantes o a quienes están al
frente de la educación q procuren q nunca se prive a la juventud de este sagrado derecho”.
Como a cada derecho corresponde un deber correlativo, el deber de educar corresponde, en su propio orden y
manera, a tres instituciones: la familia, la sociedad -el Estado- y la Iglesia. El deber educativo de los padres con
respecto a los hijos se confunde casi con su propio ser: educar a la prole es el fin de los fines del matrimonio. El
deber educativo de la Iglesia con respecto a todos los bautizados, a darles la necesaria educación cristiana, también
es constitucional a su ser sobrenatural, y de diferentes modos se extiende a la humanidad entera, como parte del
mandato original de evangelizar: “Id, pues, enseñad a todas las gentes (...), enseñándoles a observar todo cuanto yo
es he mandado” (Mt 28, 19-20).
El Estado, por su parte, institucionaliza en la “escuela” el deber educativo de la sociedad con respecto a todos los
ciudadanos. “El Estado puede exigir y, por tanto, procurar q todos los ciudadanos tengan el necesario conocimiento
de sus deberes civiles y nacionales y un cierto grado de cultura intelectual, moral y física, cuya medida en la época
actual está determinada y exigida realmente por el bien común” (Divini illius Magistri, n.38).
La Gravissimum educationis del Concilio Vaticano II, sintetiza así las funciones primordiales de la escuela en
nuestro tiempo: “Entre todos los medios de educación, tiene peculiar importancia la escuela, la cual, en virtud de su
misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio,
introduce en el patrimonio de la cultura conquistada por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los
valores, prepara para la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa índole y condición,
contribuyendo a la
comprensión mutua; constituye además como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar
juntamente las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa,
así como la sociedad civil y toda la comunidad humana”.
d) La cultura en la Gaudium et spes (p. 306)
GS= “Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y plenamente humano si no es mediante la
cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana,
naturaleza y cultura se hallen unidas estrechísimamente.
Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus
innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y
trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de
las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes
experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano.
De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico y social y que la palabra
cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y etnológico. En este sentido se habla de la pluralidad de
culturas. Estilos de vida común diversos y escala de valor diferentes encuentran su origen en la distinta manera de
servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar la religión, de comportarse, de establecer leyes e
instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza. Así, las costumbres recibidas
forman el patrimonio propio de cada comunidad humana. Así también es como se constituye un medio histórico
determinado, en el cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores para promover la
civilización humana.”
La GS en su Parte II, Cap. II nos ofrece un cuadro muy preciso de la valoración cristiana de la actividad cultural y de
sus desafíos actuales:
Nuestra cultura contemporánea se caracteriza x 1 alto grado de desarrollo científico (n.54), no siempre compensado
por un desarrollo paralelo de las “humanidades”, lo que plantea un desafío muy grave, y “especialmente urgente allí
donde la cultura, nacida del enorme progreso de la ciencia y de la técnica, se ha de compaginar con el cultivo del
espíritu, q se alimenta, según diversas tradiciones, de los estudios clásicos”, de modo que el hombre sepa
desarrollar “las facultades de la contemplación y de la admiración, que llevan a la sabiduría” (n.56). De lo contrario,
se “puede favorecer cierto fenomenismo y agnosticismo”, producto de la extrapolación del método propio de las
ciencias a la integridad del saber humano, como si tal método
fuera “la regla suprema para hallar toda la verdad” (n.57).
No obstante, de suyo la cultura forma parte integrante del mandato bíblico de someter la tierra y perfeccionar la
creación (n.57), al mismo tiempo que hay un vínculo profundo “entre el mensaje de salvación y la cultura humana”
(n.58), vínculo que es parte de nuestra historia. Por eso la Iglesia, a la vez que reconoce “la autonomía legítima de
la cultura humana” (n.59), trabaja también para subordinar la cultura “a la perfección integral de la persona humana”,
lo que implica esencialmente el cultivo del sentido moral y religioso de la existencia (n.59). Nuestra cultura,
desarrollada en forma de numerosas especialidades, ha desdibujado “la imagen del hombre universal”
(n.61), lo que nos impulsa a trabajar por la integridad del saber, mediante el diálogo de las distintas disciplinas.
“También la literatura y el arte son, a su modo, de gran importancia para la vida de la Iglesia. En efecto, se proponen
expresar la naturaleza propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse mejor a sí
mismo y de superarse; se esfuerzan por descubrir la situación del hombre en la historia y en el universo, por
presentar claramente las miserias y las alegrías de los hombres (...). Así tienen el poder de elevar la vida humana”
(n.62). A esto debe agregarse que el papel histórico de la Iglesia en la conservación y cultivo de las bellas artes
(Divini illius Magistri,
n.20) ha establecido una especie de alianza profunda entre cristianismo y belleza, la cual no puede adoptar hoy la
forma de tiempos pasados (v.gr., el mecenazgo artístico de los Papas), pero sí puede y debe expresarse en nuevas
formas ajustadas a los tiempos.
“Por tanto, hay que esforzarse para que los artistas se sientan comprendidos por la Iglesia en sus actividades (...).
También las nuevas formas artísticas, que convienen a nuestros contemporáneos según la índole de cada nación o
región, sean reconocidas por la Iglesia. Recíbanse en el santuario, cuando elevan la mente a Dios, con
expresiones acomodadas y conforme a las exigencias de la liturgia” (n.62). De la misma manera, es necesario
vitalizar las relaciones de la fe y la teología con las diversas ramas del saber. “Esta colaboración será muy
provechosa para la formación de los ministros sagrados, quienes podrán presentar a nuestros contemporáneos la
doctrina de la Iglesia acerca de Dios, el hombre y del mundo de forma más adaptada al hombre contemporáneo y a
la vez más gustosamente aceptable por parte de ellos” (n.62).
En síntesis, la profunda relación histórica ente la fe cristiana y las letras, artes y ciencias ha sido el factor decisivo
del dinamismo de la cultura occidental: la creatividad multiforme que procede de los dones del Espíritu Santo ha
fecundado por siglos esta cultura, al mismo tiempo que aseguraba su unidad interna y su relación armónica con la
fe. Hoy esta relación se presenta muy disminuida por la menor potencia histórica el cristianismo, por las tendencias
secularizantes de la cultura moderna, y por una revolución científica y tecnológica no equilibrada por un cultivo
suficiente del espíritu de las “humanidades”. Por otra parte, es imposible restaurar modelos de unidad
anacrónicos, que fueron operativos en otros siglos pero ya no lo son. El gran
desafío cristiano consiste, pues, en renovar creadoramente la presencia cristiana en la actividad cultural, para sanar
sus desequilibrios internos, para infundirle un dinamismo nuevo, y para asegurar esa radical unidad interna de la
cultura y del “hombre universal”, cuya raíz no parece posible sobre otro fundamento que no sea el espíritu cristiano.
2.- Familia, Iglesia y Estado ante la Educación.
a) La familia: los padres como primeros educadores
“La educación no es una obra de los individuos, es una obra de la sociedad. Ahora bien, tres son las sociedades
necesarias, distintas, pero armónicamente unidas por Dios, en el seno de las cuales nace el hombre: dos
sociedades de orden natural, la familia y el Estado; la tercera, la Iglesia, de orden sobrenatural”. “La consecuencia
de lo dicho es que la educación, por abarcar a todo el hombre, como individuo y como miembro de la sociedad.
La relación radical entre familia y educación consiste en la prioridad de los padres como primeros educadores,
prioridad no sólo cronológica y fáctica sino de naturaleza y “ontológica”. “La familia recibe, por tanto, inmediatamente
del Creador la misión y, por esto mismo, el derecho de educar a la prole; derecho irrenunciable por estar
inseparablemente unido a una estricta obligación; y derecho anterior a cualquier otro derecho del Estado y de la
sociedad, y, por lo mismo, inviolable por parte de toda potestad terrena”
Este deber de la educación familiar es tan trascendente q, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber
de los padres crear un ambiente de flía en amor, en la piedad hacia Dios y hacia los hombres, q favorezca la
educación íntegra personal y social de los hijos.La familia es, por tanto, la primera escuela”
Este derecho y deber también se extiende a la libertad p/ elegir las escuelas en q se educan sus hijos, sin sufrir
trabas administrativas ni económicas por parte del Estado;
El poder público, q debe amparar y defender las libertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva,
debe distribuir los subsidios públicos de modo q los padres puedan escoger con libertad absoluta, según su propia
conciencia, las escuelas para sus hijos” (Gravissimum educationis, n.6).
Ello para evitar inculcar a los niños desde pequeños una determinada ideología oficial, impidiéndoles con frecuencia
una educación cristiana que los padres querrían para ellos.
b) El derecho de la Iglesia a educar
Así como la flia es transmisora de la vida x especial permisión de Dios, así la Iglesia es transmisora de la vida de la
gracia y engendra hijos por el Bautismo. Su derecho le viene x expresa misión y autoridad q le dio su fundador y
dicha maternidad sobrenatural. Es muy distinto al de la flía y al de la sociedad civil. Se trata de 1 derecho q le
corresponde x su función, su naturaleza y su carácter de “Sacramento universal de Salvación”.
El derecho educativo de la Iglesia procede de sus propios títulos fundacionales, que Dios mismo le confirió
directamente: “En primer lugar, la educación pertenece de un modo supereminente a la Iglesia por dos títulos de
orden sobrenatural, conferidos a ella por el mismo Dios (...). El primer título consiste en la expresa función docente
y en la autoridad suprema del Magisterio, que le dio su divino Fundador. El segundo título es la maternidad
sobrenatural en virtud de la cual la Iglesia engendra, alimenta y educa las almas en la vida de la gracia con sus
sacramentos y enseñanzas”
Por eso la Iglesia puede y debe promover “la literatura, la ciencia y el arte, en
cuanto son necesarios o útiles para la educación cristiana y, además, para toda su labor en pro de la salvación de
las almas, incluso fundando y manteniendo escuelas e instituciones propias en todas las disciplinas y en todos los
grados de la cultura”
“El deber de la educación corresponde a la Iglesia, no sólo porque ha de ser reconocida también como sociedad
humana capaz de educar, sino, sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la
salvación (Gravissimum educationis, n.3).
La primera expresión institucional de este derecho es la “escuela católica:
Esta persigue, en no menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación humana de la
juventud. Su nota distintiva es crear un ambiente de la comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de
libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo
según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo, y ordenar, finalmente, toda la cultura humana según el
mensaje de salvación” (Gravissimum educationis, n.8).
Sin embargo, la Iglesia también tiene derecho y deberes que trascienden el ámbito confesional de la escuela
católica: “Consciente, además, la Iglesia del gravísimo deber de procurar con sumo cuidado la educación moral y
religiosa de todos sus hijos, es necesario que atienda con su particular afecto y con su ayuda a los muchísimos
alumnos que se educan en escuelas no católicas, ya por medio del testimonio de la vida de los maestros y
formadores, ya por la acción apostólica de los condiscípulos, ya, sobre todo, por el ministerio de los sacerdotes y de
los seglares que les enseñan la doctrina de la salvación de forma acomodada a la edad y a las circunstancias”
c) Estado y educación: función subsidiaria
Los derechos de la familia y de la Iglesia en el ámbito de la educación no implican “daño alguno para los genuinos
derechos del Estado en materia de educación ciudadana, según el orden establecido por Dios. Estos derechos le
son atribuidos al Estado por la autoridad que él tiene para promover el bien común temporal”.
“En general, es derecho y función del Estado garantizar la educación moral y religiosa de la juventud, apartando de
ella las causas públicas que le sean contrarias.
Es función primordial del Estado, exigida por el bien común, promover de múltiples maneras la educación e
instrucción de la juventud. En primer lugar, favoreciendo y ayudando las iniciativas y la acción de la Iglesia y de las
familias, cuya gran eficacia está comprobada por la historia y la experiencia; en segundo lugar, completando esta
misma labor donde no exista o resulte insuficiente, fundando para ello escuelas e instituciones propias (...).
Por tanto, es injusto todo monopolio estatal en materia de educación, que fuerce física o moralmente a las familias a
enviar a sus hijos a las escuelas del Estado contra los derechos de la conciencia cristiana o contra sus legítimas
preferencias”
El Documento conciliar de 1965 Gravissimun educationis, se expresa en forma más positiva del derecho y el
deber del Estado en materia de educación, reconociéndole un mayor número de prerrogativas, sobre todo en el
sentido de una supervisión general de la educación; pero su enseñanza sobre el papel esencialmente subsidiario de
esta función, así como su rechazo de todo monopolio estatal, son tan vigorosos como en la Encíclica de Pío XI, y el
hecho del pluralismo de la sociedad contemporánea es invocado precisamente en favor de ambas doctrinas.
“El Estado ha de prever que a todos los ciudadanos sea accesible la conveniente participación en la cultura y que
se preparen debidamente para el cumplimiento de sus obligaciones y derechos civiles. Luego, el mismo Estado
debe proteger el derecho de los niños a una educación escolar adecuada, vigilar la aptitud de los maestros y la
eficacia de los estudios, mirar por la salud de los alumnos y promover, en general, toda la obra de las escuelas,
teniendo en cuenta el principio de la función subsidiaria y excluyendo, por ello, cualquier monopolio escolar, el cual
es contrario a los derechos naturales de la persona humana, al progreso y a la divulgación de la misma cultura, a la
convivencia pacífica de los ciudadanos y al pluralismo que hoy predomina en muchas sociedades” (Gravissimum
educationis, n.6).
El ideal de un sistema educativo consiste en una armónica colaboración entre el Estado, la familia y la Iglesia, lo que
significa el debido fomento estatal de la escuela privada en todos sus grados y expresiones. Tanto el respeto como
el fomento que el Estado debe prestar a las iniciativas privadas en esta materia son intrínsecamente justos y
adecuados a la promoción del bien común.
Si la ignorancia es el gran enemigo tanto de la fe como de la justicia, la educación es la gran necesidad de la
sociedad entera.
UNIDAD V- EL CONCEPTO DE ECONOMÍA.
Cap. 3- La función social de toda propiedad. (p.351)
Qué significa el “destino universal de los bienes?”. El Destino universal de los bienes es uno de los principios
básicos de la doctrina social de la Iglesia Católica. Para ésta los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente,
conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta
contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes. Al comienzo Dios confió la tierra y
sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante
su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf Gn 1, 26-29). Los bienes de la creación están destinados a todo el
género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la
penuria y amenazada por la violencia. La apropiación de bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad
de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que
están a su cargo. Debe hacer posible que se viva una solidaridad natural entre los hombres.|CIC 2402.
El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por
valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera
que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva.
Cap. IV-
+ el trabajo como centro en la doctrina social de la iglesia . (p. 363)
c) Explicar la importancia del carácter subjetivo del trabajo humano. (p. 366) (x)
El trabajo en sentido subjetivo brota de la condición de persona que posee el trabajador:
“Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones
pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, con independencia de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a
la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que posee en virtud de su misma
humanidad”; esta verdad “constituye en cierto modo el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre
el trabajo humano” (Laborem exercens )
1) Mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades,
sino que se realiza a sí mismo como hombre; es más, en cierto sentido “se hace más hombre”” (9). De aquí
la prioridad del agere sobre el facere,debe procurarse que “en el trabajo, mediante el cual la materia es
ennoblecida, el hombre mismo no sufra mengua en su propia dignidad”
2) De la prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo brota, “el principio de la prioridad del ‘trabajo’ frente al
‘capital’” que en el fondo expresa “la primacía del hombre respecto de las cosas”, pues el “capital –en
sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas” “El trabajo está ‘en función del hombre’, y no el
hombre ‘en función del trabajo’, de lo contrario es un desorden moral.(PRIMACÍA DEL TRABAJO SOBRE
LOS BENEFICIOS DEL CAPITAL (CDSI 255-322)
3) El trabajo de la persona hace que esta sea creadora y legítima consumidora de los bienes producidos; es
intrínsicamente perverso explotar a los trabajadores/as en beneficio del capital. El trabajo es la clave de la
correcta interpretación del problema social. Los cristianos/as deben ponerse al frente de la defensa de los
derechos de los trabajadores/as y de sus familias: salario justo, descanso, garantías sociales, seguridad
social, empleo digno, etc.
4) Mediante su trabajo, la persona se compromete no sólo en favor suyo, sino también a favor de los demás y
con los demás: cada uno colabora con el trabajo y en el bien de los otros Moralmente el trabajo más
pequeño y ordinario tiene su valor intrínseco. “La finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado por el
hombre permanece siempre el hombre mismo”.
5) El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado, en tal
remuneración debe estar presente también las prestaciones familiares y ayudas sociales: “prestaciones
que deben corresponder a las necesidades efectivas, es decir, al numero de personas a su cargo durante
todo el tiempo en que no estén en condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia vida
(LE 19) Juan Pablo II
6) Otro derecho es el de asociación, “esto es a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la
defensa de los interesas vitales de las personas empleadas en las diversas profesiones. Estas uniones
llevan el nombre de sindicatos” Los diversos sujetos del trabajo se unen en variados “movimientos de
solidaridad” laboral. “Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación
social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso
de hambre”.
7) “En esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua división de los hombres en
clases sociales, según el tipo de trabajo que realicen”. No se excluye la necesaria calificación o incluso
valoración objetiva del trabajo y de su producto; pero ellos se miden “sobre todo con el metro de la dignidad
del sujeto mismo”, el ser humano que trabaja.

8) Es un desorden muy grave tratar al trabajo “como una especie de ‘mercancía’ que el trabajador vende al
empresario”, y por consiguiente tratar al trabajador “como una anónima ‘fuerza’ necesaria para la
producción”.

9) Hay un error profundo en “el acelerado proceso de desarrollo de la civilización unilateralmente materialista,
en la que se da importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo, mientras la subjetiva permanece
en un nivel secundario”. A la inversa, debe procurarse que “en el trabajo, el hombre mismo no sufra
mengua en su propia dignidad”.

Debe añadirse que la dimensión subjetiva del trabajo (el perfeccionamiento moral del sujeto que lo realiza) no es
independiente de su dimensión objetiva (la perfección de la obra realizada). El trabajador se hace bueno en la
medida en que trabaja bien. La calidad de su obra puede verse interferida por factores ajenos a su intención; pero,
en cuanto no es así, la perfección interna del trabajador consiste en el trabajo bien hecho.
En el orden sobrenatural: el cristiano se santifica haciendo bien su trabajo de cara a Dios, a quien no se le ofrecen
obras descuidadas, porque El se complace en la obra hecha perfecta por amor Suyo.
Y en el orden social, esta dependencia significa que la empresa no puede remunerar “buenas intenciones”: necesita
resultados.
Cap. 5
+ "La empresa es básicamente una sociedad de capitales". (Con la encíclica en mano comentar esta
afirmación según lo expresado en el capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II) (xx)
La empresa no puede considerarse solamente como una “sociedad de capitales” es, al mismo tiempo, una
sociedad de personas, en la que entran a formar parte, de manera diversa y con responsabilidades específicas los
que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo (CA 43) Juan Pablo II
El trabajo es capaz, en razón de su naturaleza misma,de unir a los hombres verdadera e íntimamente; es capaz de
devolver forma y estructura a la sociedad, que ha llegado a ser amorfa y sin consistencia, y por eso mismo, de
sanear nuevamente las relaciones de la sociedad con el Estado” “Dado que la relación entre la persona humana y el
trabajo es radical y vital, las formas y modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una
influencia positiva para la solución de un conjunto de problemas sociales y políticos que se pla es necesario “que el
trabajo, además de ser concebido como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de
la empresa como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (Mater et magistra,
92). Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el trabajo humano se eleva y ennoblece de tal manera que conduce a la
perfección espiritual al hombre que lo realiza y, al mismo tiempo, puede contribuir a extender a los demás los frutos
de la redención cristiana y propagarlos por todas partesntean a cada pueblo. Unas relaciones de trabajo justas
prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo integral de toda la persona humana”
los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que
resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del
Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios
en la historia.
Unidad 5-
Cap. 1
+ “Habiendo fracasado el Comunismo como sistema político, económico y social, el Capitalismo se
presenta como el sistema vencedor y hacia él deberán dirigirse los esfuerzos de los países que tratan de
reconstruir su economía y su sociedad “. (Analizar esta afirmación según el contenido del capitulo IV de
la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II)
Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la
empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de
producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva,
aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de
«economía libre».

Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está
encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere
como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es
absolutamente negativa.

Concretamente la Iglesia no tiene modelos para proponer, considera que los verdaderamente eficaces pueden
nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de los responsables que afronten el
problema, ofreciendo como orientación ideal indispensable, la Doctrina Social, que reconoce la positividad del
mercado y la empresa pero indicando que estos han de ser orientados al bien común.
Cap. 1
+ El fracaso del Socialismo deja al Capitalismo como único modelo de organización económica".
( Comentar esta afirmación según el contenido del capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan
Pablo II) (xxxx)
Juan Pablo II afirma que Cent Annus conmemora, relee el pasado; pero sobre todo se abre al futuro. Trata sobre el
orden económico. Es una verdadera actualización de la DSI.
Según el contenido de la Enc. esta afirmación es inaceptable, ya q ante la caída del socialismo como modelo de
organización económica, hoy deberían romperse las barreras y monopolios q dejan a pueblos enteros al margen de
1 vida digna, impidiéndoles el acceso al desarrollo.
Ya en la CA que León XIII previó los efectos negativos del Socialismo, cuyo error fundamental es a) la eliminación
del hombre como persona (error que halla en el ateísmo su causa fundamental) y cuyo medio de acción es la lucha
de clases. b) El criticó asimismo el liberalismo, en cuanto dejaba la esfera económica fuera del campo de acción
del Estado y, sobre todo, en cuanto --doctrinalmente hablando-- afirma una libertad apartada de la verdad (éste es
su profundo y típico error).
El capítulo tercero analiza los sucesos de los años 1980, que culminan con la caída del muro de Berlín (1989).
Su eje lo constituye el hundimiento de la regímenes opresores. a) Son factores del mismo: la violación de los
derechos de los trabajadores (y la consiguiente reacción de éstos, iniciada en Polonia, en nombre de la solidaridad);
la ineficacia del sistema económico, al par que la violación de la cultura y de los derechos nacionales;
particularmente, dentro del ámbito cultural, el vacío espiritual producido por el ateísmo. b) Y son consecuencias de
dicha caída: el encuentro que ha tenido lugar, en algunos países, entre la Iglesia y el Movimiento obrero (ángulo
religioso); el peligro de un nuevo despertar de odios y rencores en los pueblos de Europa (ángulo político); el deber
de justicia de ayudar a las naciones excomunistas, sin frenar el auxilio prestado al Tercer Mundo (ángulo solidario);
la necesidad de poner en juego una recta concepción del desarrollo, esto es, un desarrollo integral (ángulo ético-
jurídico).
Uno de los mensajes de la encíclica nos dice: desprendámonos definitivamente de las negatividades ideológicas del
Socialismo y del Liberalismo, si queremos construir verdaderamente un mundo de libertad y solidaridad.”
También este texto reflexiona sobre la alienación y el capitalismo, desde una iluminación antropólogico-teológica de
la economía.
a) Más allá del enfoque marxista de la alienación, unilateralmente economicista y materialista, la visión de este
fenómeno parte de su existencia (en los ámbitos del consumo y del trabajo) y profundiza en su causas. El hombre
se aliena cuando se niega a la autodonación; la sociedad se aliena cuando se cierra a la solidaridad. En ambos
casos, el hombre instrumentaliza al hombre.
b) Conectando con lo dicho más arriba, el capitalismo debe ser objeto de discernimiento. Si por él se entiende un
sistema económico que renoce el cuádruple papel de la empresa, el mercado, la propiedad privada (con la
consiguiente responsabilidad sobre los medios de producción) y la libre creatividad humana, la respuesta es
positiva. Pero si lo que está en juego es una ideología radical cuyos lastres y efectos son la marginación y la
explotación (sobre todo en el Tercer Mundo) y la alienación hace un momento considerada (especialmente en los
Países más avanzados), entonces no cabe otra salida que la denuncia y el rechazo.
Los tres restantes capítulos están dedicados a la propiedad privada y al destino universal de los bienes; al Estado y
la Cultura; a la Doctrina Social de la Iglesia.
El cap IV) trata dos grandes temas: el trabajo moderno como nuevo tipo de propiedad y el mercado libre.
Sobre el trabajo moderno se nos dice que el modo de relación trabajo-tierra como factor de propiedad ha cambiado
con el paso de los tiempos; hoy el factor trabajo tiene prioridad sobre el factor fecundidad de la tierra. Ahora bien,
dentro del factor trabajo como elemento determinante de la propiedad, emergen el conocimiento, la técnica y el
saber, los cuales pasan a ser las fuentes principales de riqueza. Históricamente, pues, la tierra ha cedido su papel
de factor decisivo de la producción al capital y éste, posteriormente, lo ha cedido al hombre.
Este dato nuevo presenta aspectos positivos junto a otros negativos. Entre los primeros cabe subrayar la valoración
del propio hombre, el ejercicio de determinadas virtudes y el derecho a la libertad. Entre los segundos, hay que
destacar el doble hecho de la marginación (respecto a los sistemas de empresa en los que el trabajo moderno
ocupa un lugar central) y de la miseria y explotación (en los lugares donde continúa vigente un capitalismo salvaje)
de enormes masas humanas. Se impone, pues, la conclusión de que hay que conseguir un acceso equitativo al
mercado internacional --por parte de los marginados y explotados: personas y pueblos--, basado no en el principio
unilateral de la explotación de los recursos naturales, sino sobre la universal valoración de los recursos humanos.
En cuanto al tema del mercado libre, después de mostrar cómo éste debe ser "etizado" (cumpliendo los deberes
de justicia y equidad; otorgando, más allá de ellos, lo que es debido al hombre por el simple hecho de ser hombre; y
percibiendo que, en el contexto del Tercer Mundo, los objetivos de Rerum Novarum conservan su validez), nuestro
texto se detiene sobre cuatro puntos de particular relevancia: sindicatos, empresa, capitalismo y deuda exterior.
Los sindicatos, en el contexto del Tercero como del Cuarto Mundo, deben proseguir su lucha contra el capitalismo
liberal proponiendo como alternativa no el sistema socialista, sino una sociedad que se funda en el trabajo libre, la
empresa y la participación y que requiere un oportuno control del mercado.-
La empresa capitalista tiene derecho a sus beneficios en la medida en que se constituye no en una sociedad cuyo
único fin es maximizar el lucro, sino en una comunidad de personas con vistas a resolver sus necesidades y ofrecer
bienes y servicios en provecho de la sociedad.-
El Capitalismo real, una vez fracasado el socialismo homónimo, no es ni puede ser el único modelo de
organización económica, dado que, por si solo, no asegura a todos --individuos y pueblos-- las condiciones básicas
de participación en el desarrollo. El Cap es visto como 1 sistema q superpone a las cosas por sobre los hombres,
donde los pobres , además de verse impedidos de bienes materiales, se encuentran vedados de alcanzar un
desarrollo del saber y conocimiento, continuando así en 1 estado de humillante dependencia. Se requiere una
programación responsable de parte de toda la comunidad internacional, con la consiguiente apertura de las
naciones más fuertes y la coherente inserción --que implica esfuerzo y sacrificio-- de las débiles.- La deuda
exterior, habida cuenta de la vigencia del principio de pago, requiere modalidades de reducción, dilación o extinción
en la medida en que supone sacrificios insoportables que llevarían a poblaciones enteras al hambre y a la
desesperación.
¿ Se puede decir que después del fracaso del comunismo el sistema vencedor sea el capitalismo? y que hacia él
estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad?
La respuesta obviamente es compleja. Si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamentalmente y positivo de la empresa del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente
responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la
respuesta ciertamente es positiva.
La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación,
especialmente en el tercer mundo, así como fenómenos de alineación humana, especialmente en los países más
avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la iglesia.
La iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en
las opciones políticas y garantizada a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes,
o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por ello la Enc propone como alternativa una sociedad
basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación. Esa sociedad tampoco se opone al mercado sino q
exige q éste sea controlado por las fuerzas sociales y x el Estado, de manera q se garantiza la satisfacción de las
exigencias fundamentales de toda la sociedad.
Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de “seguridad nacional”,
asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación por
los derechos humanos. Pero, precisamente por esto, es necesario que los pueblos que están reformando sus
ordenamientos den a la democracia un autentico y sólido fundamento mediante el reconocimiento explícito de estos
derechos.
CAPITULO III-La propiedad privada y su función social- (p. 351)
+ ¿El derecho a la propiedad es un derecho absoluto de la persona humana? Fundamentar (xxxxx) (p.
351)
El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por
valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera
que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva.
Todos los bienes del universo son de todas las personas, porque son creación y don del Creador y padre común de
todos los hombres.
El derecho a la propiedad privada no es un derecho absoluto, está subordinado al destino universal de los bienes.
El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo no anula la donación original de la tierra al
conjunto de la humanidad».
Pablo VI ha dicho en su encíclica PP: «La propiedad privada no constituye para nadie un derecho
incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia
necesidad, cuando a otros les falta lo necesario».
«Los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable de la caridad.
Todos los demás derechos, comprendido el de la propiedad, a ello están subordinados»
Cuando se utiliza para concentrar bienes en las manos de unos pocos/as, crea injusticias y viola el derecho
fundamental de todos los hombres a una vida digna. (Cf. MM111; LC 87; 90; SRS 39)
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los
bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad,
… jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener
las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el
sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás (GS 69) Concilio Vaticano II
La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos. Es decir, que la propiedad privada no
constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto (PP 23) Pablo VI
El bien común exige, algunas veces, la expropiación, si por el hecho de su extensión, de su explotación deficiente o
nula, de la miseria que de ello resulta a la población, del daño considerable producido a los intereses del país,
algunas posesiones sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva (PP 24) Pablo VI
Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la
tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber (CA 32) Juan Pablo II
1. La cuestión de la propiedad privada (351)
a) Doctrina de la Iglesia sobre la propiedad : Existen 2 principios cruciales de la dsi: el derecho a la propiedad
privada de los bienes de producción, y la función social inherente a esa propiedad.
La fundamentación de este derecho esta la propia naturaleza humana: “Por esta causa de ser el único animal
dotado de razón, es de necesidad conceder al hombre no sólo el uso de los bienes, cosas común a todos los
animales, sino también el poseerlos con derecho estable y permanente, y tanto los bienes que se consumen con el
uso cuanto los que, pese al uso que se hace de ellos, perduran”. (RN).
Por la naturaleza o por el Creador mismo se ha conferido al hombre el derecho de dominio privado, no sólo para que
puedan atender a sus necesidades propias y a las de su familia sino tambien para q los bienes que el Creador
destinó a toda la familia humana sirvan efectivamente para tal fin” (45). (QA)
Y también: “es necesario que el derecho natural de poseer en privado y de transmitir los bienes por herencia
permanezca siempre intacto e inviolable, no pudiendo quitarlo el Estado, porque ‘el hombre es anterior al Estado’”
(QA)
De esto queda de manifiesto el carácter natural de este derecho, fundado en la naturaleza humana y no en una
concesión
del Estado. Asimismo se establece claramente la radical destinación común de los bienes, por parte del Creador, a
la humanidad entera, siendo la propiedad privada una “institución” que hace efectiva esta destinación común:
principio del que arranca la necesaria “función social” de toda propiedad.
b) Los fundamentos del régimen de propiedad
El fundamento de este derecho y de su función social reposa en la propia naturaleza humana, conocida a la luz de
la razón y de la fe, y no en meros motivos pragmáticos de mayor eficiencia, si bien éstos retienen también cierta
validez relativa en cuanto expresan el orden natural. El régimen de propiedad debe fundarse radicalmente en el
dominio ético, metafísico y teológico, a saber, en “la primacía del hombre respecto de las cosas” (LE, 12), en la
trascendencia de la persona humana sobre el mundo material (cfr. Gen 1,28 y Mt 16,26), y en los fines superiores de
la existencia: no se es para haber, sino que se posee para ser.
La mayor productividad económica de un régimen de propiedad no es un criterio último. Es un error considerar al
trabajo humano exclusivamente según su finalidad económica. La prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo -de
la persona sobre la riqueza- tal como ha sido desarrollada por Juan Pablo II, exige que nos preguntarse a qué precio
-al precio de qué valores humanos se logró que 1 régimen de propiedad sea el más productivo.
2. LAS RAZONES DEL DERECHO NATURAL A LA PROPIEDAD PRIVADA (p. 353)
a) Propiedad privada y substantividad personal
El sujeto del derecho de propiedad es el mismo sujeto en quien subsiste la naturaleza humana, o el sujeto de las
relaciones humanas, o el sujeto del devenir histórico. Pues bien, ese sujeto es propiamente la persona humana y es
a la persona humana a quien corresponde poseer con derecho pleno. “El derecho de propiedad privada (...) es un
derecho contenido
en la misma naturaleza, la cual nos enseña la prioridad del hombre individual sobre la sociedad civil. Y porque la
persona es intrínsecamente sociable, el derecho de propiedad no es un derecho individual absoluto, sino que tiene
una función intrínsecamente social.
El poseer sigue al ser del hombre. La propiedad es personal porque la persona humana trasciende el mundo de las
cosas y trasciende la propia colectividad o el proceso social productivo. La persona tiene porque es: por su
substantividad o subsistencia espiritual. (QA)
b) Propiedad privada y trabajo personal
En un sentido análogo, podemos decir que la posesión sigue al trabajo humano: brota del carácter personal del
trabajo; es una consecuencia de la fecundidad del trabajo personal: lo producido pertenece a quien lo produjo y en
la medida en que lo produjo.
Encontramos este argumento claramente expuesto en la R.N.:
3. La función social de toda propiedad (357)
Cap. 3- La función social de toda propiedad (p. 357)
Qué significa el “destino universal de los bienes?”. El Destino universal de los bienes es uno de los principios
básicos de la doctrina social de la Iglesia Católica. Para ésta los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente,
conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta
contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes. Al comienzo Dios confió la tierra y
sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante
su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf Gn 1, 26-29). Los bienes de la creación están destinados a todo el
género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la
penuria y amenazada por la violencia. La apropiación de bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad
de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que
están a su cargo. Debe hacer posible que se viva una solidaridad natural entre los hombres.|CIC 2402.
Capitulo 4-
+ el trabajo como centro en la doctrina social de la iglesia. (p. 363)
El hombre hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para q dominase la tierra, está
por ello, desde el pcpio, llamado al trabajo. El trabajo es 1 de las características que distinguen al hombre del resto
de las criaturas.
La clave central de toda la cuestión social en encuentra en el trabajo humano, como pto de referencia, el mas
adecuado p/ analizar todos los problemas sociales.
1. LA DIMENSION DIVINA Y TOTAL DEL TRABAJO HUMANO (p. 363)
a) La cuestión social es la cuestión laboral
JPablo II ha operado una modificación del centro de gravedad de la cuestión social, al escribir en las primeras
páginas de la L.E.: “Ciertamente el trabajo, en cuanto problema del hombre, ocupa el centro mismo de la ‘cuestión
social’”
“El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social” (3). Este giro, tiene un
fundamento pleno en la S. Escritura, en el Magisterio anterior y en los “signos de los tiempos” históricos. Podría
parecer que el problema se centraba hasta entonces, en la distribución de la riqueza y, más en general, en el
establecimiento de relaciones humanas justas o en cierto modo era y es así; pero la “riqueza” es, cada vez más,
algo “producido” por el trabajo humano (R.N.7 y 8, y L.E., 14, sobre la relación entre propiedad y trabajo); y el
posible carácter abstracto de las relaciones humanas justas, por su parte, se torna más concreto y vivo en torno a su
eje laboral.
La Libertatis conscientia:“Dado que la relación entre la persona humana y el trabajo es radical y vital, las formas y
modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una influencia positiva para la solución de un
conjunto de problemas sociales y políticos que se plantean a cada pueblo. Unas relaciones de trabajo justas
prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo integral de toda la persona humana”
(83). Y hace hincapie: en “la educación y el trabajo, que se expresan en fórmulas recurrentes como “educación a la
civilización del trabajo”, “Evangelio del trabajo”, una nueva “cultura del trabajo”, etc.
Los dos grandes desafíos que plantea hoy el trabajo humano, como centro de la cuestión social, son la organización
externa del trabajo para que sea ejercido encondiciones verdaderamente humanas, y la transfiguración interior del
trabajo para que
sea realizado con plenitud de sentido o con arreglo a su destino último o santificante.
Pio XII (L.E.: “Ni el trabajo solo, ni su perfecta organización con los más potentes medios, sirve para fraguar y
garantizar la dignidad del trabajador, sino la religión y todo lo que ella ennoblece y santifica”
b) La santidad del trabajo en la Laborem exercens
Los hombres y mujeres que realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con
razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y
contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia” (34).
La Laborem exercens: “Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase
la tierra, el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo” (Intr). “El hombre, creado a imagen de
Dios, mediante su trabajo participa en la obra del creador (...). El hombre, trabajando, debe imitar a Dios, su
Creador” (25). El pecado original no anula esta vocación originaria del hombre al trabajo: las palabras de la
maldición bíblica “se refieren a la fatiga, a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no
cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el ‘dominio’ que le es propio sobre el
mundo visible (...). No obstante, con toda esta fatiga -y quizás, en un cierto sentido, debido a ella’ el trabajo es un
bien del hombre” (9), un “bonum arduum” según la terminología de Sto Tomás.
A partir de estas verdades de la fe, Juan Pablo II urge a “la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a
todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos
respecto al hombre
y al mundo” (24). Y pide “que esta espiritualidad cristiana del trabajo llegue a ser patrimonio común de todos”
(25). Así los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo”.
2. TRABAJO Y TRABAJADOR: LA PRIORIDAD DEL SUJETO HUMANO (p. 365)
a) Los fines del trabajo humano
El fin inmediato del trabajo “es procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya”,
“conseguir lo necesario para la comida y el vestido” (R.N, 3). No obstante, es necesario “que el trabajo, además de
ser concebido
como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de la empresa como cumplimiento de
un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (M et M, 92). Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el
trabajo humano se eleva y ennoblece de tal manera que conduce a la perfección espiritual al hombre que lo realiza
y, al mismo tiempo, puede contribuir a extender a los demás los frutos de la redención cristiana y propagarlos por
todas partes” (M.M, 259).
La G et S: “La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre.
Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende
mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende.
Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El
hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más
justicia, mayor
fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos.
Así, podemos decir que el trabajo es: -medio ordinario de sustentación, servicio a la sociedad, realización personal y
como veremos camino de santidad.
b) La prioridad del trabajo subjetivo
De estos dos principios arranca el planteamiento de JPablo II acerca de la prioridad de la dimensión subjetiva del
trabajo su fruto humano inmanente- sobre el trabajo objetivo -la cosa producida-, doctrina rica en consecuencias
doctrinales y prácticas.
El trabajo en sentido subjetivo brota de la condición de persona que posee el trabajador: “Como persona, el hombre
es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; éstas,
con independencia de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al
perfeccionamiento de esa vocación de persona, que posee en virtud de su misma humanidad”; esta verdad
“constituye en cierto modo el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre el trabajo humano” (L.E.).
Ella “condiciona la misma esencia ética del trabajo” (6): “porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la
naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre; es más, en cierto
sentido “se hace más hombre”” (9). De aquí la prioridad del agere sobre el facere, del actuar moral inmanente sobre
el hacer técnico transitivo;
• “en esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua división de los hombres en clases
sociales, según el tipo de trabajo que realicen” (6). No se excluye la necesaria calificación o incluso valoración
objetiva del trabajo y de su producto; pero ellos se miden “sobre todo con el metro de la dignidad del sujeto mismo”
(6), el ser humano que trabaja;
• moralmente el trabajo más pequeño y ordinario tiene su valor intrínseco. “La finalidad de cualquier trabajo realizado
por el hombre -aunque fuera el trabajo ‘más corriente’, más monótono en la escala del modo común de valorar, e
incluso el que más margina- permanece siempre el hombre mismo” (6);
• “el trabajo está ‘en función del hombre’, y no el hombre ‘en función del trabajo’” (6). Hacer de otro hombre una
función del trabajo, o incluso de sí mismo un ser funcional, y del propio trabajo una suerte de fin último, es un
desorden moral; es un desorden muy grave tratar al trabajo “como una especie de ‘mercancía’ que el trabajador (...),
vende al empresario” (7), y por consiguiente tratar al trabajador “como una anónima ‘fuerza’ necesaria para la
producción” (7). Ya Pío XI afirmaba que el trabajador no puede ser nunca “mera herramienta”, ni el trabajo “una
mercancía cualquiera” (Q.A, 83);
• los diversos sujetos del trabajo se unen en variados “movimientos de solidaridad” laboral. “Esta solidaridad debe
estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los
trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre” (8);
• de la prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo brota, en forma muy especial, “el principio de la prioridad del
‘trabajo’ frente al ‘capital’” (12), que en el fondo expresa “la primacía del hombre respecto de las cosas”, pues el
“capital –en sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas” (12).
Para evitar equívocos, debe añadirse que la dimensión subjetiva del trabajo –el perfeccionamiento moral del sujeto
que lo realiza- no es independiente de su dimensión objetiva -la perfección de la obra realizada-. El trabajador se
hace bueno en la medida en que trabaja bien. La calidad de su obra puede verse interferida por factores ajenos a su
intención; pero, en cuanto no es así, la perfección interna del trabajador consiste en el trabajo bien hecho, ya se
trate de barrer el suelo, de escribir un poema o de dirigir una empresa.

c) Explicar la importancia del carácter subjetivo del trabajo humano. (p. 366) (x)
El trabajo en sentido subjetivo brota de la condición de persona que posee el trabajador:
“Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones
pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, con independencia de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a
la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que posee en virtud de su misma
humanidad”; esta verdad “constituye en cierto modo el meollo fundamental y perenne de la doctrina cristiana sobre
el trabajo humano” (L.E).
Mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se
realiza a sí mismo como hombre; es más, en cierto sentido “se hace más hombre”” (9). De aquí la prioridad del
agere sobre el facere,debe procurarse que “en el trabajo, mediante el cual la materia es ennoblecida, el hombre
mismo no sufra mengua en su propia dignidad”
De la prioridad del sujeto sobre el objeto del trabajo brota, en forma muy especial, “el principio de la prioridad del
‘trabajo’ frente al ‘capital’” (12), que en el fondo expresa “la primacía del hombre respecto de las cosas”, pues el
“capital –en sentido restringido- es solamente un conjunto de cosas”
El hombre y la mujer mediante el trabajo se transforman a sí mismos, creciendo en humanidad. La dignidad del
trabajo se fundamenta no en la actividad realizada (dimensión objetiva) sino en el hecho de que el sjeto que
desempeña dicha actividad es una persona (dimensión subjetiva).(
PRIMACÍA DEL TRABAJO SOBRE LOS BENEFICIOS DEL CAPITAL (CDSI 255-322)
El trabajo de la persona hace que esta sea creadora y legítima consumidora de los bienes producidos; es
intrínsicamente perverso explotar a los trabajadores/as en beneficio del capital. El trabajo es la clave de la correcta
interpretación del problema social. Los cristianos/as deben ponerse al frente de la defensa de los derechos de los
trabajadores/as y de sus familias: salario justo, descanso, garantías sociales, seguridad social, empleo digno, etc.
Mediante su trabajo, la persona se compromete no sólo en favor suyo, sino también a favor de los demás y con los
demás: cada uno colabora con el trabajo y en el bien de los otros (CA 43) Juan Pablo II
El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado, en tal remuneración debe
estar presente también las prestaciones familiares y ayudas sociales: “prestaciones que deben corresponder a las
necesidades efectivas, es decir, al numero de personas a su cargo durante todo el tiempo en que no estén en
condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia vida (LE 19) Juan Pablo II
Otro derecho es el de asociación, “esto es a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la defensa de
los interesas vitales de las personas empleadas en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de
sindicatos” (LE 20) Juan Pablo II.-
3. LA ORGANIZACION SOCIAL Y JURIDICA DEL TRABAJO (p. 367)
a) El derecho y el deber de trabajar; empleo y desempleo
Podemos decir que el trabajo es uno de los derechos fundamentales de la persona humana y, correlativamente, es
también un deber imperioso.
La Q.A. postula, en este sentido, “un orden social y jurídico que garantice el ejercicio del trabajo” (69). Pío XII hace
brotar del trabajo mismo como dimensión constitutiva de la naturaleza humana el derecho y el deber de ejercitarlo:
“Este deber y su correspondiente derecho al trabajo lo impone y lo concede al individuo en primera instancia la
naturaleza y no la sociedad” (Mje de Pentecostés, 1941), y esto por ser el trabajo “medio indispensable para el
mantenimiento de la vida
familiar” (Mje de Navidad,1942). La G.et spes, tras enumerar las múltiples dimensiones del trabajo, concluye: “De
aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo. Y es deber
de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar
la oportunidad de un trabajo suficiente” (67).
JPablo II aborda este tema con detalle en la L.E. Tras hablar con elocuencia de la laboriosidad como virtud moral
(9), del “amor al trabajo” y del carácter “totalmente positivo y creativo, educativo y meritorio” del trabajo humano (11),
deriva de él su condición de estricta obligación o “deber del hombre, y esto en el múltiple sentido de esta palabra”
(16): deber de cara a Dios, a sí mismo, a la familia, al prójimo y a la sociedad entera. A este deber corresponde no
sólo el derecho a trabajar, sino los múltiples “derechos humanos que brotan del trabajo” (16), algunos de los cuales
trataremos a propósito de la empresa y el sindicato.
En cuanto al derecho de trabajar en sí, el Papa es consciente que el problema es conseguir trabajo, encontrar un
empleo adecuado para todos los sujetos capaces de él. Lo contrario de una situación justa y correcta en este sector
es el desempleo, es decir, la falta de puestos de trabajo para los sujetos capacitados”. El derecho al trabajo choca
a menudo con una situación de hecho, el desempleo. De allí justamente el deber de la sociedad entera, del Estado
y de las instituciones laborales en el sentido de actuar contra el desempleo y de “prestar subsidio a favor de los
desocupados”,así como también el deber de “proveer a una planificación global” con vistas al pleno empleo).
Hay muchos recursos de la naturaleza sin utilizarse y sin embargo existen muchos grupos enteros de desocupados
o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas esparcidas por la tierra, lo que atestigua el que, dentro de las
comunidades políticas, así como en las relaciones existentes entre ellas a nivel continental y mundial -en lo
concerniente a la organización del trabajo y del empleo- hay algo que no funciona, y concretamente en los puntos
más críticos y de mayor relieve social”.
b) Trabajo humano, tecnología y ética profesional
La revolución científica y tecnológica ha producido una metamorfosis social y cultural de grandes proporciones (cfr.
G et Spes, 3 y 4). La técnica es constitutiva de la naturaleza humana y está comprendida en el mandato del
Génesis: es el propio trabajo humano en cuanto artificio dominador de la tierra. La técnica participa de la
ambigüedad de todo lo humano: puede ser fuente de grandes males y de grandes bienes.
Economía y técnica no tienen sentido si no es por el hombre, a quien deben servir” (P.P, 34).
La G.et spes reconoce que, gracias a la técnica, el hombre “ha ampliado y sigue aún el campo de su dominio sobre
casi toda la naturaleza.
El peligro reside específicamente en “el desarrollo de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan con
proyección universal y auténticamente humanística.
“El progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está marcado por el dominio de la
técnica, exigen un desarrollo proporcional de la moral y de la ética. Mientras tanto, este último parece, por
desgracia, haberse quedado atrás.
Por eso este progreso, no puede menos de engendrar múltiples inquietudes. La primera inquietud se refiere a la
cuestión esencial y fundamental: este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, ¿hace la vida del hombre sobre la
tierra, en todos sus aspectos, ‘más humana’?, ¿la hace más ‘digna del hombre’?” (15).
El progreso moral paralelo a la tecnología y orientador de sus avances y aplicaciones debe ser un progreso de la
“ética profesional” en todas las áreas del trabajo humano. Hoy el ritmo y la complejidad del avance tecnológico
hacen indispensable una “ética de la ciencia”, que oriente al investigador sobre el bien y el mal de determinados
experimentos y de sus previsibles aplicaciones; una ética médica, especialmente en el área genética, y en relación
a los problemas cruciales de la concepción, nacimiento y muerte del ser humano; una ética periodística de cara a
las nuevas figuras que asumen los medios de comunicación social; una ética de la empresa, y de la economía, en
general, que actualice las normas clásicas en relación a los nuevos problemas de conciencia que derivan del
desarrollo económico; y así también una ética jurídica, policial, militar, política, educacional, familiar, etc., puesta al
día con respecto a las nuevas y complejas figuras morales que plantea el progreso científico, tecnológico y
profesional de nuestro tiempo.
c) La prioridad del trabajo sobre el capital
En el campo laboral, las relaciones entre el trabajo y el capital son a menudo conflictivas. Las dos instituciones
humanas llamadas “capital” y “trabajo asalariado” son legítimas en sí mismas. Así lo ha reivindicado la Iglesia frente
al socialismo y al comunismo. El capital es en cierto modo el mismo trabajo -su fruto acumulado con vistas a un
nuevo trabajo más eficaz, y nada hay en el trabajo asalariado que sea injusto o malo en sí mismo (R.N.)
JPablo II sienta un principio: “El principio de la prioridad del ‘trabajo’ frente al ‘capital’, ya mencionado a la luz de la
prioridad del trabajo subjetivo sobre su objeto. Esta prioridad se funda en el hecho de ser el trabajo “una causa
eficiente primaria” y el capital “sólo un instrumento o la causa instrumental” del proceso productivo.
En efecto, el capital comprende ya sea los recursos de la naturaleza, ya el cjnto de medios con los que el hombre se
apropia de ellos. Pero esos recursos son una donación del Creador, y estos medios son “fruto del patrimonio
histórico del trabajo humano”. Luego el capital, legítimo en sí, es una realidad derivada y no original.
“Todo lo que sirve al trabajo (...) es fruto del trabajo”. El capital “ha nacido del trabajo”, y de allí la prioridad de éste,
que es tanto como decir “la primacía del hombre en el proceso de producción, la primacía del hombre respecto de
las cosas”, puesto que el capital es en definitiva “un conjunto de cosas”.
No se puede separar el capital del trabajo, y de ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital
al trabajo, ni menos aún -como se dirá más adelante- los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos,
los unos con los otros (...). Justo, es decir, intrínsecamente verdadero, puede ser aquel sistema de trabajo que en su
raíz supera la antinomia entre el trabajo y el capital, tratando de estructurarse según el principio expuesto más
arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo” (13).
Capitulo 5- Las asociac laborales: Empresa y sindicato (p-373).
LA DETERMINACIÓN DEL SALARIO JUSTO.
a) Legitimidad del capital y del asalariado:
Estas dos instituciones correlativas del “capital” y del “trabajo asalariado” son legítimas en sí, y el Magisterio las
considera tales cuando enseña que “ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital” (Rerum
novarum, 14), y que “capital y trabajo deberán unirse en una empresa común, pues nada podrá hacer el uno sin el
otro” (Quadragesimo anno, 53). No se puede separar el capital del trabajo ni contraponer el trabajo al capital ni el
capital al trabajo ni menos aún los hombres concretos, los unos a los otros. Ser "persona que trabaja" tiene
prioridad sobre ser "persona que trabaja". El enfoque economicista, la civilización materialista invierten este orden;
conceden importancia primaria a la dimensión objetiva sobre la subjetiva, marginan al sujeto, menosprecian a la
persona. El capital debe subordinarse al trabajo, sea éste empresarial, sea obrero.
b) Factores que determinan el salario justo:
Si el propietario de determinados bienes de producción contrata con el trabajador asalariado, quien por cierta
remuneración se compromete a determinada prestación de servicio, la primera y más general exigencia de la
justicia es que tal remuneración sea “justa”. El salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar
a un obrero frugal y morigerado (RN)
Ahora, si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola,
una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia,
contra la cual
reclama la justicia” (32). La diversidad de las circunstancias puede ser muy grande en esta materia, pero en
principio el salario debe ser “lo suficientemente amplio para sustentarse (el obrero) a sí mismo, a su mujer y a sus
hijos” (QA)
Así como no es lícito abandonar completam la determinación del salario a la libre competencia del mercado, así
tampoco es lícito q su fijación quede al arbitrio del poderoso.(MM)
Pero “para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de la empresa y del
empresario, pues sería injusto exigir elevados salarios que, causen la ruina propia y la consiguiente de todos los
obrero.
Pío XI que “la cuantía del salario debe acomodarse al bien público económico”, es decir, no sólo a las condiciones
de la empresa, sino del íntegro entorno social, de tal modo “que se dé oportunidad de trabajar a quienes pueden y
quieren hacerlo.
Esto exige que los trabajadores cobren un salario cuyo importe les permita mantener un nivel de vida
verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a sus obligaciones familiares.
La determinación del salario justo se mueve entre estas dos coordenadas, no siempre fáciles de conjugar: la digna
sustentación del trabajador y de su grupo familiar, y las posibilidades económicas de la empresa y del íntegro
sistema de producción, posibilidades que influyen no sólo en la cuantía del salario sino también en la obtención del
máximo empleo. Ambas metas, cuantía suficiente y pleno empleo, se condicionan entre sí y deben armonizarse,
dentro de las inevitables limitaciones recíprocas, en el mejor equilibrio que la situación permita con vistas al bien
común.
c) Justo y trabajo de la mujer: “El problema-clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo
realizado.
La L.E.aporta, sí, un énfasis muy específico, que se refiere al trabajo doméstico de la mujer.
“...Hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones maternas (...). Será un honor para la sociedad
hacer posible a la madre -sin obstaculizar su libertad, sin discriminación psicológica o práctica, sin dejarla en
inferioridad ante sus
compañeras- dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos (...). El abandono obligado de tales tareas, por una
ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista del bien de la sociedad y de la familia
cuando contradice o
hace difíciles tales cometidos primarios de la misión materna”.
NATURALEZA Y FINES DE LA EMPRESA: (376)
a) El fin de lucro y la norma moral
Para q sea económicamente posible el pago del salario justo y del salario familiar, es evidente la necesidad de una
cierta prosperidad económica y de un dinamismo del proceso productivo, sin el cual tales metas morales quedarían
considerablemente limitadas. Ahora bien, la empresa -sobre todo privada se ha mostrado como un agente esencial
de ese proceso dinámico.
No está mal que la unidad de producción llamada empresa tenga por objetivo inmediato un “fin de lucro”, en
términos generales, el objetivo de ganancia no es un fin espurio sino natural de cualquier trabajo humano. La Iglesia
no pide que la empresa se constituya como una sociedad de beneficencia o de asistencia social, pues tal
pretensión, aparte de desnaturalizar los móviles inmediatos del trabajo productivo, pecaría de poco realista: sólo
una minoría normalmente selecta de la humanidad está en condiciones de asumir los riesgos empresariales por un
fin exclusivo de caridad o asistencia.
Lo que no puede convalidarse moralmente es un fin de lucro exento de normas éticas o no regulado
intrínsecam x por las normas objetivas de la justicia social.
Juan P II: “los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos
para poseer, pq el único título legítimo para su posesión -y esto ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea
en la de la propiedad pública o colectiva- es que sirvan al trabajo”(L.E, 14).
b) Normas de la ganancia empresarial
La ganancia empresarial es de suyo legítima, siempre que respete las leyes morales de justicia que sitúan al
hombre mismo como fin de todo el proceso económico.
Pío XI: “El empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este
trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de
la virtud de la liberalidad y sumamente propiada a las necesidades de los tiempos” (Q.A, 51).
La ganancia empresarial está regulada por normas morales objetivas. Ella es legítima por dos títulos principales: el
servicio productivo de la empresa -que organiza diversos y complejos elementos de la producción en una unidad
funcional- y el riesgo correspondiente. Es natural que tenga su remuneración proporcionada al ingente trabajo de
organizar en forma de unidad productiva los numerosos y complejos factores de producción, que de suyo y en forma
dispersa serían estériles, y el acto de asumir el imponderable riesgo que lleva consigo esa iniciativa.
El fin fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el
servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias
intelectuales, morales, espirituales y religiosas” (64).
La ganancia empresarial es legítima en sí, pero para serlo se le impone como 1ra condición moral la prioridad del
bien de los trabajadores mismos, según la jerarquía establecida por la L.E.. La Instrucción Libertatis conscientia se
expresa así al respecto: “La prioridad del trabajo sobre el capital convierte en un deber de justicia para los
empresarios anteponer el bien de los trabajadores al aumento de las ganancias. Tienen la obligación moral de no
mantener capitales improductivos y, en las inversiones, mirar ante todo al bien común. Esto exige que se busque
prioritariamente la consolidación o la creación de nuevos puestos de trabajo para la producción de bienes realmente
útiles” (87). El pcipio gral q debe guiar esa decisión es el bien mismo de los trabajadores presentes y futuros por
encima de la mera voluntad de enriquecimiento sin beneficio social.
c) La participación del trabajador en la empresa misma
En la Q.A. aparece un nuevo elemento, si bien a título de proposición y no de obligación: la participación del obrero
en la empresa como sociedad.
Juan XXIII, (M.M, 77), insiste en la “conveniencia de que los obreros puedan hacer oír su voz y aporten su
colaboración p/ el eficiente funcionamiento de la empresa”, de modo q. no sean “meros ejecutores silenciosos, sin
posibilidad alguna de hacer valer su experiencia, y enteramente pasivos en cuanto afecta a las decisiones que
contratan y regulan su trabajo” (92).
De esta “participación activa en los asuntos de la empresa donde trabajan” (91) vuelve a hablar la G.et S: “activa
participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto” (68). Juan
Pablo II, por último, adelanta “propuestas” más concretas con carácter aún tentativo: “Son propuestas que se
refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión o en los
beneficios de la empresa, al llamado “accionariado” del trabajo y otras semejantes.
Independientemente de la posibilidad de aplicación concreta de estas diversas propuestas, sigue siendo evidente
que el reconocimiento de la justa posición del trabajo y del hombre de trabajo dentro del proceso productivo exige
varias adaptaciones en el ámbito del mismo derecho de propiedad de los medios de producción” (L.E., 14).
d) Empresario directo e indirecto
JPablo II establece una distinción entre éste y el “empresario indirecto”, término que designa las “personas”,
“instituciones”, “contratos colectivos” y “principios” “que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan
de él” en cuanto contienen una función cuasi empresarial (LE, 17).
Su responsabilidad no es la misma que la del empresario directo, pero es una “verdadera responsabilidad”, en
cuanto
determina diversos aspectos de las relaciones laborales.
El “empresario indirecto” comprende incluso a la entera sociedad, y al Estado mismo, bajo esta formalidad
específica, lo que tiene especial importancia “cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el
punto de vista ético”, lo q supera la competencia del empresario directo.
Hay muchos problemas laborales que sobrepasan esta competencia, y que inciden en la responsabilidad propia del
empresario indirecto: las líneas generales de la política laboral, las conexiones económicas internacionales, la
distancia creciente entre los países ricos y los más pobres (17), el problema del máximo empleo y la acción contra
el desempleo, el deber de subsidiar a los desocupados, la justa proporción entre los diversos tipos de empleo
(agrario, industrial, de servicios), la educación misma (18), la propia determinación del salario justo en cuanto
excede las posibilidades del empresario directo, la remuneración familiar en relación al trabajo doméstico de la
mujer, la legislación laboral (19), etc.
El concepto de empresario indirecto implica, en términos morales, que la responsabilidad por la suerte del
trabajador no se circunscribe al empresario directo, y que, una vez superada la capacidad de éste, siguen existiendo
deberes que cumplir de
cara al trabajador, y ellos deben ser efectivamente asumidos por las numerosas y variadas instancias sociales sobre
las cuales recaen tales deberes.

+ "La empresa es básicamente una sociedad de capitales". (Con la encíclica en mano comentar esta
afirmación según lo expresado en el capitulo IV de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II) (xx)
No, La empresa no puede considerarse solamente como una “sociedad de capitales” es, al mismo tiempo, una
sociedad de personas, en la que entran a formar parte, de manera diversa y con responsabilidades específicas los
que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo (CA 43) Juan Pablo II
El trabajo es capaz, en razón de su naturaleza misma de unir a los hombres verdadera e íntimamente; es capaz de
devolver forma y estructura a la sociedad, que ha llegado a ser amorfa y sin consistencia, y por eso mismo, de
sanear nuevamente las relaciones de la sociedad con el Estado” “Dado que la relación entre la persona humana y el
trabajo es radical y vital, las formas y modalidades, según las cuales esta relación sea regulada, ejercerán una
influencia positiva para la solución de un conjunto de problemas sociales y políticos que se pla es necesario “que el
trabajo, además de ser concebido como fuente de ingresos personales, lo realicen también todos los miembros de
la empresa como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio para la utilidad general” (Mater et magistra,
92).Lo ideal es además q / conseguir estos objetivos los trabajadores se organicen asociativamente, con el fin de
promover íntegramente su persona tabajadora. Al mismo tiempo, y en Jesucristo, “el trabajo humano se eleva y
ennoblece de tal manera que conduce a la perfección espiritual al hombre que lo realiza y, al mismo tiempo, puede
contribuir a extender a los demás los frutos de la redención cristiana y propagarlos por todas partes a cada pueblo.
Unas relaciones de trabajo justas prefigurarán un sistema de comunidad política apto para favorecer el desarrollo
integral de toda la persona humana” los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia,
realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con
su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se
cumplan los designios de Dios en la historia.
Pero los beneficios no son el único factor importante q debe reflejar la empresa, es preciso q los hombres
(patrimonio esencial) sea respetado, no humilado ni ofendidoen su dignidad. Los beneficios son 1 elemento
regulador de la vida empresarial, pero debe atenderse además a los factores humanos y morales.
En relación al capital, la teología moral tradicional afirma que la “usura” es ilegítima, es decir, que la “cosa” separada
del hombre no concede derecho a un excedente de valor automático: la fecundidad “física” del dinero está sometida
al orden más fundamental de las relaciones morales entre personas. De allí la condenación del préstamo a interés
mientras el dinero no cobró, históricamente, la forma de “capital”.
La legitimidad del capital va intrínsecamente ligada al derecho de propiedad privada sobre los bienes de producción
(cfr.
Quadragesimo anno, 44-57).
NATURALEZA Y FINES DEL SINDICATO: (380)
a) Principio ético y origen histórico del sindicato
Entre los múltiples derechos de los trabajadores figura “el der a asociarse, esto es, a formar asociaciones o uniones
que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas
profesiones.
Estas uniones llevan el nombre de sindicatos” (L.E, 20). Sobre el derecho mismo enseña la G. et S: “Entre los
derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente
asociaciones
que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así
como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de represalias”
(68).
Históricamente, el origen de los sindicatos fue “disueltos en el siglo pasado los antiguos gremios de artesanos, sin
ningún apoyo que viniera a llenar su vacío (...), el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e
indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”. Por eso, como
precisa Juan Pablo II, “los sindicatos se diferencian de las corporaciones en este punto esencial: los sindicatos
modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y ante todo de los
trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los
medios de producción” (LE, 20).
Aunque los sindicatos tuvieran un origen y una razón de ser histórica bien precisa,JPablo II afirma de su necesidad
en los tiempos ulteriores: “La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son un elemento
indispensable de
la vida social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas” (L.E, 20). Cfr. también PP, 38.)
b) Sindicato, antagonismo social y bien común
Los sindicatos modernos brotaron de una situación social y laboral antagónica,pero no deben entenderse de suyo
como anti ni como elementos reflejos de la “lucha de clases”.
Pío XII afirmó que el sindicato no es la contraparte del empresario en el contrato de trabajo, pues éste se conviene
entre personas y el sindicato no debe absorber a la persona del trabajador: “Si alguna vez el sindicato como tal, en
virtud de la evolución política y económica, llegase a asumir como un patronato o derecho de disponer libremente
del trabajador, de las fuerzas y de los bienes de éste, como ocurre en otras partes, quedaría con ello alterado y
destruido el concepto mismo del sindicato, que es una unión con fines de propia ayuda y defensa”
Los sindicatos son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres
de trabajo según las distintas profesiones. Sin embargo, esta “lucha” debe ser vista como una dedicación normal “en
favor” del justo bien (...); no es una lucha “contra” los demás (...).
El trabajo tiene como característica propia que, antes que nada, une a los hombres, y en esto consiste su fuerza
social: la fuerza de construir una comunidad (...). En todo sistema social el “trabajo” y el “capital” son los
componentes indispensables del proceso de producción, y la unión de los hombres para asegurarse los derechos
que les corresponden, nacida de la necesidad del trabajo, sigue siendo una factor constructivo de orden social y de
solidaridad, del que no es posible prescindir” (L.E., 20).
Pero “las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de “egoísmo” de grupo o de clase” (20).
Los sindicatos son de hecho fuertes “grupos de presión”: su presión no debe ejercerse en función de intereses
sectoriales que atenten contra el bien común. Este requisito tiene especial importancia si se considera que, es
frecuente que los sindicatos no representen ni agrupen sino una parte -a menudo minoritaria- de la fuerza laboral
total del país: al ejercer un “egoísmo de grupo” no sólo pueden dañar el bien común, sino incluso y precisamente los
intereses de los trabajadores marginales que, por la razón que sea, no están sindicalizados.
Por motivos análogos, los sindicatos no deben ser instrumentalizados políticamente.
Su vocación no es política de suyo (cfr. Pío XII, 11-III-45). Puntualiza la Laborem exercens: “En este sentido la
actividad de los sindicatos entra indudablemente en la campo de la política, entendida ésta como una prudente
solicitud por el bien común.
Pero, al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es “hacer política” en el sentido que se da hoy comúnmente
a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de “partidos políticos” que luchan por el poder, y no deberían ni
siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiados estrechos con ellos.
En efecto, en tal situación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su
cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres de trabajo en el marco del bien
común de la sociedad entera, y se convierten en cambioen un instrumento para otras finalidades” (20).
c) Solución de los conflictos laborales y huelga
La G.et spes dice sobre los sindicatos, recogiendo una larga tradición: “En caso de conflictos económico-sociales
hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero
diálogo entre las partes, sin embargo en la situación presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario,
aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores.
Búsquense, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio” (68).
La L.E. sintetiza así la cuestión: “Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se
sirven también del método de la “huelga”, es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum
dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina
social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los
trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar
en ella.
Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, un medio
extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los “juegos políticos”.
Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos
han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la huelga
puede conducir a la paralización de toda la vida socioeconómica, y esto es contrario a las exigencias del bien
común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo” (20).

Unidad 6- "La Democracia es la mejor forma de gobierno" (Comentar esta afirmación según lo
expresado en el capitulo V de la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II.(xxxx)
La iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en q asegura la participación de los ciudadanos en las
opciones políticas y garantizada a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o
bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica.
Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de “seguridad nacional”,
asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación por
los derechos humanos. Pero, precisamente por esto, es necesario q los pueblos q están reformando sus
ordenamientos den a la democracia un autentico y sólido fundamento mediante el reconocimiento explícito de estos
derechos. Una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o apenas encubierto,
como demuestra la historia".
La democracia es apreciable por cuanto asegure la participación de los ciudadanos, ya que estos reciben de Dios
el poder y lo transfieren para su ejercicio al Estado. Por tanto, el agnosticismo y el relativismo escéptico como
fundamento de la democracia es rechazada ya q lleva al totalitarismo. El fanatismo también es rechazable por
imponer a los demás su verdad. El cristianismo afirma su verdad, pero respeta la de otros.
+ ¿Recomienda la Iglesia a través de su magisterio social alguna forma de Gobierno en particular?
(Fundamentar la respuesta)(xxxxx)
Si bien la Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático, no posee titulo alguno p/expresar
preferencias x una u otra solución institucional o constitucional. El aporte que ella ofrece es precisam el concepto de
la dignidad de la persona, q se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado.
La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en q asegura la participación de los ciudadanos en las
distintas opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios
gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica, Por eso mismo, no puede favorecer la
formación de grupos dirigentes restringidos que, x intereses particulares o x motivos ideológicos, usurpan el poder
del Estado. Una auténtica democracia es posible solam en 1 Estado de derecho y sobre la base de 1 recta
concepción de la persona humana. Requiere q se den las condiciones necesarias p/ la promoción de las personas
concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la subjetividad de la
sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad.
Hay q observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las
convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente p/fines de poder. Una democracia sin valores se
convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.
16. "El Mensaje Social de la Iglesia será tanto mas creíble por su coherencia y lógica internas que por el
testimonio de las obras" (analizar esta afirmación según el contenido del capitulo VI de la Encíclica
Centesimus Annus de Juan Pablo II) comentar) (xxxx)
Según la encíclica mencionada, la frase correcta es que “el mensaje social de la iglesia se hará creíble por el
testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna” . Lo afirmado hace referencia no a todas las
personas, sino que a la mayoría, las cuales por su falente humanidad necesitan ver las cosas para creer. De ahí
que el mensaje de la iglesia se hace más creíble a los hombres cuando puede comprobarse a través de las
acciones, la veracidad de sus enseñanzas.

Por ejemplo, no sería admisible su amor por los pobres si sólo profesaran y nunca hicieran obras o acciones para
ayudarlos a superar las carencias que el flagelo de la pobreza imprime en sus vidas. Fue así, entonces que,
algunos de los primeros cristianos distribuían sus bienes a los pobres, dando testimonio de que, no obstante las
diversas proveniencias sociales, era posible una convivencia pacífica y solidaria.

Otra errada concepción que también tienen los hombres es la de pensar que si Dios en verdad existe, ¿por qué
permite que hayan pobres? Y es aquí donde también puede darse testimonio de lo que se enseña, a través de hacer
práctica la piedad para con los demás, razón por la cual Él permite que existan pobres en el mundo, porque
mientras que a un grupo le sobra bienes, a otros, con esa sobra, se les puede salvar la vida.
Para la Iglesia el mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un
fundamento y un estímulo para la acción. Impulsados por este mensaje, algunos de los primeros cristianos
distribuían sus bienes a los pobres, dando testimonio de que, no obstante las diversas proveniencias sociales, era
posible una convivencia pacífica y solidaria. Con la fuerza del Evangelio, en el curso de los siglos, los monjes
cultivaron las tierras, los religiosos y las religiosas fundaron hospitales y asilos para los pobres, las cofradías, así
como hombres y mujeres de todas las clases sociales, se comprometieron en favor de los necesitados y
marginados, convencidos de que las palabras de Cristo: « Cuantas veces hagáis estas cosas a uno de mis
hermanos más pequeños, lo habéis hecho a mí » (Mt 25, 40) esto no debe quedarse en un piadoso deseo, sino
convertirse en compromiso concreto de vida.
La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en campo social: anunciar el Evangelio;
confrontar el mensaje evangélico con las realidades sociales; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación
de tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana. Una nueva evangelización de la vida
social requiere ante todo el anuncio del Evangelio: Dios en Jesucristo salva a todos los hombres y a todo el hombre.
Este anuncio revela el hombre a sí mismo y debe ser el principio de interpretación de las realidades sociales. En el
anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe mostrar la
inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades
sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir
las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada. "Los seglares deben asumir
como su tarea propia la renovación del orden temporal, si la función de la jerarquía es la de enseñar e interpretar
auténticamente los principios morales que hay que seguir en este campo, pertenece a ellos, mediante sus iniciativas
y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar del espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las
leyes y las estructuras de su comunidad de vida" (PP, n. 42). Que cada cual se examine para ver lo que ha hecho
hasta aquí y lo que debe hacer todavía. No basta recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las
injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética; todo ello no tendrá peso real si no va acompañado
en cada hombre por una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva.
Resulta demasiado fácil echar sobre los demás la responsabilidad de las presentes injusticias, si al mismo tiempo
no nos damos cuenta de que todos somos también responsables, y que, por tanto, la conversión personal es la
primera exigencia.
La acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social debe testimoniar ante todo la verdad sobre el hombre. La
antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una
solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la persona humana, plenamente revelado en la fe. La
acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre. De la
exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una
convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad.
La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos
valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el
bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social.

SINARQUIA: es el sistema político en el que el poder es ejercido por una agrupación o corporación. literalmente
quiere significar Concentración de Poder o Concentración de Gobiernos. Para el mundo de hace 6.000 años atrás,
era la unión de varios príncipes poderosos coaligados para la dominación de otros pueblos. En nuestro tiempo, es la
unión de las fuerzas financieras y económicas multinacionales, asociadas en un tremendo poder, para gobernar de
esa manera a su libre voluntad, mediante la explotación, el atraso, la enfermedad, la masificación, las guerras y la
ignorancia a todas las sociedades humanas que se les someten por agrado o por fuerza.
Ésa es en definitiva la verdadera y científica acepción de la palabra Sinarquía que se concreta en el llamado
Universalismo o Gobierno Universal, mediante la conjunción del poder político con las fuerzas del capitalismo
financiero y económico internacional que destruyen tras de sí, la cultura, la personalidad, el estilo vital, la ética, la
moral, las tradiciones, la familia, la paz, etc., de los diferentes pueblos, adueñándose de sus medios de producción,
de su intermediación, de su banca, de sus comunicaciones orales, escritas y visuales, de su cultura, etc. Es la
temible pinza del imperialismo económico y cultural que sufren las naciones débiles, las subdesarrolladas o las que
tratan de liberarse. Son las logias masónicas, el opus dei, el FMI,
EL REINADO ESCATOLOGICO DE CRISTO:
La Iglesia Cristiana, a lo largo de su historia, ha interpretado el Reino de Dios de dos maneras: Una es la que tiene
un carácter escatológico o futurista, y el otro que recalca su naturaleza presente o consumada. Por cierto que en la
Iglesia primitiva el concepto futurista fue el que predominó. Los llamados “Padres Apostólicos” contemplaron el reino
como un asunto FUTURO de dicha que se consumaría con la segunda venida de Cristo al mundo. Además, algunos
de esos “padres” sostuvieron, incluso, que sería un dominio terrestre, aunque otros no se atrevieron a mencionar
lugares concretos.
Escatología es, literalmente, "el discurso acerca de las últimas cosas", doctrina sobre la vida después de la muerte y
la etapa final del mundo. La escatología cristiana se presenta como reflexión sobre la suerte definitiva del hombre y
de la
creación entera a la luz de la muerte y resurrección de Cristo.

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