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La sociedad latinoamericana de la primera mitad del siglo XIX estaba siendo objeto de
transformación significativa en el plano económico, donde más libertad era la consigna,
mientras que los gobiernos devinieron más localistas y sin mayor cambio sustancial en la
naturaleza del poder político.
“la vida era un vértigo de demencias agitadas en ciudades de gobierno inseguro y en países
de límites inciertos que se modificaban y se transformaban ora en un sentido, ora en otro,
dejando a los hombres en la situación desconcertante de una hoja en medio del huracán.”
(«La joven literatura hispanoamericana» Ugarte, Manuel. La joven literatura
hispanoamericana. Prefacio, pág. XXV.)
El modernismo coincide históricamente con la época artística europea de un
Verlaine, Baudelaire, el Marqués de Sade, solo que a diferencia del viejo continente esta
corriente brotó en la tempestad violenta que hacía zozobra en Latinoamérica. La convulsión
imperante y la desorientación política tenían consecuencias en el arte, lujoso privilegio de
pocos, convertido en refinamiento social y en general con la superficialidad inherente de
importar obras francesas principalmente para imitar su estilo pero sin futuro propio alguno
ni compromiso individual posible.
Darío es para muchos críticos el más grande representante del modernismo extendiéndose
su influencia por Europa y obviamente desde una cosmovisión política eurocéntrica pero
también de enorme riqueza técnica y estilística, comprometido con la propuesta por salir
de la realidad y evadir así las contradicciones sociales y la insatisfacción existencial mediante
el mundo artístico mítico de personajes como princesas o sirenas. Esta característica es
parte del perfil artístico de Darío que incluye el tratamiento del arte en sentido de algo no
necesariamente sujeto de la competencia teorética de la Historia sino trascendiendo
cualquier configuración en espacio y tiempo se afirma en sí mismo para levantarse con la
mirada omniamplectante de una divinidad.
El carpintero
de Leopoldo Lugones
El maestro carpintero
de la boina colorada,
va desde la madrugada
taladrando su madero.
No corre en el bosque un soplo,
todo es silencio y aroma.
Sólo él monda la carcoma
con su revibrante escoplo.
Y a ratos, con brusco ardor
bajo la honda paz celeste,
lanza intrépido y agreste
el canto de su labor.”
Aquí se plasma en forma de unidad la realización del ser humano como inseparable de la
madre naturaleza en la cual ocupa un lugar determinado originario, y de forma simbólica
se conecta con sus raíces puras. La naturaleza en Silva refleja la idea de un lugar exótico y
con valor propio donde la decadencia del mundo no existe aún.
Conclusiones:
Escuela de filosofía
Primer ciclo 2019 curso: F- 7054
Trabajo final de investigación