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LOM PA L A B R A DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

Sanhueza, Carlos
La patria interrumpida: Latinoamericanos en el exilio.
Siglos XVIII-XX [texto impreso] / Carlos Sanhueza;
Javier Pinedo. – 1ª ed. – Santiago: LOM Ediciones; 2010.
248 p.: 16x21 cm. (Colección Ciencias Humanas)

I.S.B.N.: 978-956-00-0139-9

1. Estudios Históricos y Literarios I. Título. II. Serie.


III. Pinedo, Javier (editor)

Dewey : 860.– cdd 21


Cutter : S226l

Fuente: Agencia Catalográfica Chilena

© LOM Ediciones
Primera edición, 2010
I.S.B.N.: 978-956-00-0139-9

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Impreso en Santiago de Chile


CARLOS SANHUEZA
JAVIER PINEDO
(EDITORES)

La Patria Interrumpida
Latinoamericanos en el exilio. Siglos XVIII-XX
Índice

Prólogo.
El exilio latinoamericano, una historia permanente
Javier Pinedo y Carlos Sanhueza 7

El primer exilio y la Independencia:


entre categorías y nativos americanos
Ricardo Melgar Bao 13

El exilio de los jesuitas latinoamericanos: un creativo dolor


Javier Pinedo 35

Isidoro Errázuriz y el exilio como búsqueda de sí mismo


Carlos Sanhueza 59

Exiliados en la frontera: la marginación y el temor


a la persecución de los chilenos en Mendoza, Argentina
Alejandro Paredes 77

O retorno dos exilados chilenos e brasileiros da França:


um novo exílio no país de origem?
Helenice Rodrigues da Silva 105

Una arena pública para los derechos humanos:


los exiliados argentinos en París y la
movilización colectiva francesa
Marina Franco 117
Facetas del exilio: uruguayos en Cuba y México
Silvia Dutrénit Bielous 139

Mujeres y mapuches cruzando fronteras.


Identidades y exilio
Loreto Rebolledo 165

Los caminos a Canadá: emigrados y exiliados


chilenos a Montreal, 1955-2006
José del Pozo 191

Silencio, viaje y memoria: la experiencia del exilio


en los cuentos de Reina Roffé
Marisa Pereyra 211

El sujeto del exilio


Horst Nitschack 231

Sobre los autores 241


Prólogo.
El exilio latinoamericano,
una historia permanente
JAVIER PINEDO
CARLOS SANHUEZA

Dolor, miedo, soledad, son imágenes que se entrecruzan cuando se piensa en el


fenómeno del exilio y la expulsión de la patria. Huellas que se connotan desde
la propia etimología del concepto exilio: ser expulsado de lo propio.
Sin embargo, el exilio es también una oportunidad de crecimiento y
transformación del sujeto que emigra, quien, enfrentado a otra realidad, puede
desarrollar una mirada nueva sobre el mundo y, sobre todo, la posibilidad
de comparar los antiguos entornos con los nuevos. Lo anterior produce el
surgimiento de múltiples identidades, al confrontar los sentimientos de
separación y la necesidad de descifrar los códigos del lugar de residencia.
El alejamiento obligado del lugar de origen enfrenta al exiliado a esta doble
condición: adaptarse al nuevo lugar de residencia y a no olvidar –hasta los
límites de la invención– aquello que dejó en su país al momento de la salida.
En esta zona intersticial, el desterrado construye un conjunto de conductas y
vínculos que, por lo general, resultan impensados al interior de sus propias
fronteras.
La Patria Interrumpida busca ofrecer un marco de discusión acerca de la
experiencia del exilio. El objetivo es, desde un espacio temporal y disciplinario
amplio, acercarse a las contradictorias vivencias del destierro: indagar en
qué sentido, desde la distancia, se fueron creando nuevos lazos; quiebres y
definiciones personales; aprendizajes y proyectos originales. A partir de lo
anterior se observa al fenómeno del exilio, con sus particularidades biográficas
e históricas, en tanto consecuencia de los conflictos políticos vividos por el
continente latinoamericano a lo largo de su historia.
En el presente volumen se busca desplegar las múltiples facetas asociadas
a la historia del exilio de latinoamericanos. En este sentido, antes que considerar
a América Latina en tanto escenario del destierro, más bien se indaga por la
experiencia exilar de los habitantes de aquella porción del Nuevo Mundo. De
allí que las contribuciones aquí incluidas, antes que estudiar las razones de la

7
expulsión de la patria, busquen desentrañar las formas a partir de las cuales
se reformularon, adaptaron o, incluso, hasta se negaron los lugares de acogida,
pero también lo dejado atrás.1
Ricardo Melgar Bao advierte en qué medida los países latinoamericanos,
en su casi bicentenaria historia, se han construido a partir de ciclos intermitentes
de destierro/refugio de intelectuales y políticos contrarios al orden establecido
o a los diferentes proyectos triunfantes. En este sentido, Melgar Bao abre el
presente volumen a partir de una reflexión del fenómeno semántico e histórico
del exilio, desde donde es posible comprender las categorías empleadas por las
nuevas repúblicas en formación. Melgar Bao aborda aspectos casi ignorados
del destierro de latinoamericanos, como el exilio de líderes indígenas y la
reconstitución de las redes intelectuales y políticas que se van construyendo
fuera de la patria.2
En el trabajo de Javier Pinedo acerca de los llamados Jesuitas Expulsos se
comprueba que el exilio de latinoamericanos ha sido de larga duración, presente
incluso antes de la Emancipación de España. Dicho exilio, a pesar de situarse
cronológicamente previo al proceso de conformación nacional latinoamericano,
se puede considerar como el de los primeros desterrados del Nuevo Mundo,
debido a su propia identificación como “españoles americanos”. Lo anterior
bien puede definirse, desde un punto de vista de la historia del pensamiento,
como la emergencia de una inicial identidad latinoamericana.
Javier Pinedo se centra en el fenómeno creativo que produce el dolor
de los jesuitas expulsos. Después de revisar el contexto histórico que rodeó
1
En relación al exilio en América Latina existe una amplia literatura, en diferentes idiomas y
disciplinas. Entre los trabajos publicados recientemente, debemos mencionar: Fey, Ingrid y Karen
Racine (edits.). Strange Pilgrimages: Exile, Travel, and National Identity in Latin America, 1800-
1990s. Wilmington: Scholarly Resources, 2000; Buriano, Ana; Silvia Dutrénit Bielous y Guadalupe
Rodríguez de Ita (edits.). Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la Operación Cóndor.
México: Instituto José María Luis Mora/Instituto de Cultura de la Ciudad de México, 2000; Niederle,
Helmut A. y Elke Mader (edits.). Die Wahrheit reicht weiter als der Mond. Europa-Lateinamerika:
Literatur, Migration und Identität. Wien: WBEA, 2004; Yankelevich, Pablo. Represión y destierro.
Itinerarios del exilio argentino. La Plata: Ediciones al margen, 2004; Thies, Sebastian, Susanne
Dölle y Ana María Bieritz (edits.). Exilbilder. Lateinamerikanische Schriftsteller und Künstler in
Europa und Nordamerika. Berlin: Tranvía Sur, 2005; Dutrénit Bielous, Silvia (coord.). El Uruguay
del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce, 2006; del Pozo Artigas, José
(coord.). Exiliados, emigrados y retornados. Chilenos en América y Europa, 1973-2004. Santiago
de Chile: RIL, 2006; Rebolledo, Loreto. Memorias del desarraigo. Testimonios de exilio y retorno
de hombres y mujeres de Chile. Santiago de Chile: Catalonia, 2006.
2
Respecto al fenómeno de exiliados entre países sudamericanos en el siglo XIX, ver Sobrevilla, Natalia
Perea. “Apertura y diversidad: emigrados políticos latinoamericanos en la Lima de mediados del
siglo XIX”, en McEvoy, Carmen y Ana María Stuven (edits.). La República Peregrina. Hombres
de armas y letras en América del Sur. 1800-1884. Lima: IEP-IFEA, 2007, pp. 288-311.

8
tales movimientos, se describen las dificultades y conflictos que supuso su
reubicación en Europa, destacando el sentimiento de impotencia y derrota que
caracterizará a los posteriores expatriados del continente americano. Según
Pinedo, este destierro también conformó una oportunidad de actualizar la idea
que se tenía de América, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. Lo anterior,
dado que el exilio les permitió a los jesuitas percatarse del desconocimiento
existente en Europa respecto de los países americanos, tanto en historia y
cultura como en su geografía humana y natural. A partir de dicha constatación
se situaron los debates sobre el Nuevo Mundo, lo que Pinedo vincula con la
existencia de una Ilustración hispanoamericana mayor a la que se considera
habitualmente, y que dio origen a un intento por insertar al continente en el
orden natural y político universal.
Aunque el exilio es un fenómeno colectivo para el que lo sufre es un
asunto individual. En este sentido, el destierro supone la reconfiguración
autobiográfica, tal como lo expone Carlos Sanhueza en su artículo sobre el
liberal chileno Isidoro Errázuriz. En efecto, dicho exilio en los Estados Unidos
y Alemania, se presenta como un largo peregrinaje en busca de sí mismo, un
incesante rehacer del “yo”. Esta reinvención de la individualidad, común a
todos aquellos que enfrentan la alteridad, se hacía aún más difícil en medio de
la incertidumbre, sensación de fracaso y culpas, que acompañaron el deambular
del transterrado chileno. Errázuriz utilizó su exilio como una forma de construir
una narración personal, una autobiografía y una manera de conocerse a sí
mismo, pues el exilio se manifiesta en la doble condición ya señalada: como
dolor y como Bildungsreise (viaje de formación). Esto influirá en su condición
de ciudadano del mundo y en su compromiso intelectual con el liberalismo y
con la religión católica.
José del Pozo, ya en pleno siglo XX, aborda la ambigua relación que no
pocas veces se dio entre exilio y migración. A partir de allí, del Pozo analiza
en qué medida los chilenos arribados a Canadá desde antes del golpe militar
del 11 de septiembre de 1973, e incluso tras el fin de la dictadura (1991), fueron
percibidos fundamentalmente como refugiados del golpe militar. Al estudiar
esta diversidad de situaciones históricas que marca la presencia de chilenos
en Québec (y en general en Canadá), del Pozo busca determinar variaciones
significativas entre inmigración, refugio y exilio.
Silvia Dutrénit Bielous, por su lado, analiza un aspecto particular
del exilio: el realizado por latinoamericanos dentro de América Latina,
más concretamente por uruguayos que con el propósito de “garantizar la
libertad, proteger la vida”, huyeron a México y a Cuba. La autora analiza las
circunstancias históricas que antecedieron al exilio como una derrota política

9
de aquellos que intentaron transformar a Uruguay en un país más democrático,
superando, al mismo tiempo, la crisis económica que se cernía sobre el país
desde mediados de la década de los años sesenta.
En un plano más sociológico, Alejandro Paredes advierte sobre una
situación que entrecruza exilio, represión política y peligro de guerra entre
países vecinos; a partir del estudio de un conjunto de exiliados chilenos en la
ciudad fronteriza de Mendoza, Argentina, entre los años 1973 y 1992. El autor
retrata las dificultades que éstos debieron enfrentar al situarse en un escenario
político altamente desafiante por su triple condición de exiliados, militantes de
izquierda y pertenecientes al país adversario. La instauración de una dictadura
militar en Argentina en 1976, así como la negación para muchos de ellos de
un estatus de refugiados políticos, configuró un cuadro de alta vulnerabilidad
personal. A lo anterior se sumó el cuasi-conflicto bélico entre Chile y Argentina,
lo que empeoró aún más el estado de los exiliados chilenos, al ser considerados
casi como espías del país enemigo. Paredes basa su trabajo en entrevistas,
estudios de casos paradigmáticos y documentos recogidos en instituciones
que ampararon a los exiliados chilenos, tales como el Comité Ecuménico de
Acción Social (CEAS).
Helenice Rodrigues da Silva examina la situación del expatriado al
momento del retorno al país de origen, donde normalmente el exilio continúa
por el extrañamiento que produce la propia realidad después de haberla
abandonado forzosamente. En este sentido, Rodrigues da Silva destaca el
deseo en los retornados de reapropiarse del tiempo, en tanto esperanza de
una recuperación del pasado. Aquí estamos en la presencia de un nuevo exilio,
uno que se realiza en torno a sí mismo: un destierro en la propia tierra. El que
regresa, no pocas veces se ve como un eterno extranjero en medio de los suyos
y lo suyo.
En una perspectiva similar, pero a la inversa, y desde una faceta
desconocida, Marina Franco analiza la presencia de exiliados argentinos en
París y en qué sentido ello contribuyó a una toma de conciencia entre los
franceses respecto del valor de los derechos humanos. En efecto, según Franco,
los ciudadanos franceses adoptaron nuevas posiciones al observar las acciones
de protesta que un grupo de exiliados realizaban frente a la embajada argentina
en París para reclamar por la desaparición de personas, en concordancia con
los reclamos que las Madres de Plaza de Mayo efectuaban en Buenos Aires.
El artículo de Loreto Rebolledo tiene dos partes: en la primera analiza el
exilio chileno en general; en la segunda aborda tanto el exilio de las mujeres,
como de una etnia particular: la mapuche. Ambos grupos no fueron exiliados
en tanto tales, sino en tanto chilenos, pues su salida del país no se debió a

10
su condición étnica o sexual, sino a su militancia política. Sin embargo, la
experiencia del destierro los obligó a redefinirse como ciudadanos tanto
en el extranjero como en Chile. La autora analiza lo anterior a partir de la
información obtenida de testimonios orales y escritos que dieron cuenta de
tales experiencias.
Cerramos el texto preguntándonos por la influencia del exilio en la
literatura, un caso muy extendido en América Latina, y que reproducimos en
dos análisis: de Marisa Pereyra sobre los cuentos de la escritora argentina Reina
Roffé, y de Horst Nitschack, sobre la literatura escrita por chilenos exiliados
en Alemania.
Marisa Pereyra aborda un tipo de literatura de translocación, en tanto se
presentan obras en las que se reflexiona sobre los efectos que la inmigración y
el exilio produce sobre las mujeres latinoamericanas, considerando que el exilio
y los viajes han sido tradicionalmente asunto de hombres. De esta forma se
examina en qué medida Roffé despliega en sus textos temas como la pérdida
de la lengua natal, el sentido de no pertenencia, la fragmentación del “yo”, el
insilio, la recuperación de la memoria, la nostalgia por la patria perdida, etc. De
este modo, exilio aquí no es solo el salir expulsado, sino también una búsqueda.
Desde esta perspectiva se logra ilustrar nuevas formas de experimentar la lejanía
de la patria, lo que en Roffé no es exilio ni emigración, sino “transterración”
(cambiar de tierra), fenómeno muy estudiado desde las ciencias sociales, aunque
muy poco desde la crítica literaria.3
Horst Nitschack, por su parte, en un primer momento se pregunta de
qué se habla cuando se habla de “sujeto”; respondiendo que el concepto sujeto
mantiene dos significaciones contrarias: conocemos el sujeto enfático, sujeto
de la historia, dueño de su propia historia, idéntico consigo mismo, con plena
conciencia de sí; y el sujeto que está marcado por su significación etimológica: el
que está sujeto a algo, a una instancia poderosa fuera o dentro de sí. En relación
al “sujeto del exilio”, se trata de aquel que debe vivir forzadamente fuera de
su propio país y de su cultura, un individuo “sujeto” a las condiciones del
exilio, visto aquí como un conflicto entre valores políticos, religiosos, étnicos,
constituidos de un Estado-Nación (totalitario), y un individuo al que se reprime.
“El exiliado se encuentra de repente excluido de la cultura de su país, la cual
está siendo redefinida por el (nuevo) Estado. Dicho Estado le prohíbe articular
sus ideas y convicciones, y finalmente le excluye”, escribe Nitschack. En un

3
Este concepto tiene su origen en la obra del republicano español exiliado en México, José Gaos
(1900-1969), quien consideró su exilio como una transterración: un traslado entre tierras hermanas
(España-México) y no extranjeras. Ver, Gaos, José. “Confesiones de Transterrado”, en Universidad
de México 521 (1994).

11
segundo momento, Nitschack analiza la literatura chilena en Alemania Oriental
(Carlos Cerda y Omar Saavedra Santis) y occidental (Antonio Skármeta, Jorge
Edwards).
El exilio chileno y su traspaso a la literatura es analizado por Nitschack,
así como las modalidades que significaba escribir en el Berlín occidental,
sometido al mercado; o en el oriental, sometido al partido. Pero, también, la
relación de esa literatura con el proceso de inicio de la transición política a la
democracia y el regreso a Chile. Como en Helenice Rodrigues da Silva, aquí
se analiza la problemática del retorno del exiliado.
Cada una de las manifestaciones de exilios latinoamericanos permite
conocer una parte de un fenómeno global, pues, como se puede ver, el exilio
es un tema de gran presencia en la historia y la cultura latinoamericanas y,
sin embargo, muy poco abordado por la crítica. El exilio es un hecho muy
complejo, tanto en las causas que lo producen y el modo en que se asume,
como por el dolor y frustración que genera, junto a las posibilidades de lograr
una mirada más amplia frente a la nueva realidad que se debe enfrentar. Un
fenómeno que dará origen a una literatura rica en expresiones humanas, que
nos permite señalar que, junto al campo de concentración, constituye la otra
cara, la peor, la más negativa, de la modernidad. Pero el exilio, en su versión
moderna, también es una primera manifestación de una literatura universal o
Weltliteratur, en la que las fronteras se cruzan en varios sentidos y el mundo,
aunque desde el dolor, se empequeñece y acerca.
En el presente volumen nos hemos propuesto incluir la mayor cantidad
de estas miradas, aunque evidentemente no se agotan y muchas preguntas
permanecerán abiertas, inconclusas o, simplemente, ni siquiera formuladas.

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El primer exilio y la Independencia:
entre categorías y nativos americanos
RICARDO MELGAR BAO

…a los hombres que animan esta nueva marcha del mundo, mi gratitud y los más vivos
deseos porque terminen la obra de las luces, y a todos la historia de mis sufrimientos.
JUAN BAUTISTA TÚPAC AMARU (1824)

Quien desee patria segura, que la conquiste. Quien no la conquiste, viva a látigo y destierro,
oteado como las fieras, echado de un país a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante
el desdén de los hombres libres, la muerte del alma. No hay más suelo firme que aquel en
que se nació.
JOSÉ MARTÍ (1894)

Los países latinoamericanos nos revelan –en su casi bicentenaria historia– los
ciclos intermitentes del destierro/refugio de los intelectuales y políticos
contrarios al orden establecido o a los proyectos triunfantes de reforma o
revolución. Los exilios, dicho en plural dada su heterogeneidad ideológica y
etnocultural, no siempre desaparecieron con el cambio del gobierno expulsor
y/o excluyente. Sucede también que las inercias jurídicas y políticas internas
y/o los condicionantes propios de la vida en el exilio, como los compromisos
afectivos, los proyectos y compromisos locales en curso, la salud y la economía,
afectaron negativamente los flujos del retorno. La comprensión de este
fenómeno de larga data, quedó muchas veces opacado por su contradictorio
campo semántico a pesar de sus claves modernas, lo cual amerita una revisión
y toma de posición de nuestra parte. Los límites de la frontera y del espacio
público nacional son explorados desde el mirador y las prácticas político-
culturales de algunos de nuestros exilios.
Una experiencia distante en el tiempo y en la geografía continental nos
permitirá constatar que los proyectos de los exiliados no siempre quedaron
anclados en sus preocupaciones nacionales, diseñando un proyecto subregional

13
o continental como el que acompañó al ciclo de la independencia entre fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX. Mucho más tarde, el propio epígrafe de
Martí que formaba parte de su arenga movilizadora ¡A Cuba! en la perspectiva
de la guerra de liberación1 no olvidaba la causa portorriqueña. Así lo refrendaron
las adhesiones binacionales a su partido y sus propios escritos. Cuba, en cierto
sentido era también Puerto Rico y Nuestra América, no en sentido figurado.2
Si a la fecha carecemos de historias nacionales de los exilios, con mayor
razón no podemos aspirar a construir una historia latinoamericana de los
mismos. Lo relevante es que en el curso de los últimos años, este género de
estudios viene concitando el interés de un número creciente de académicos. A
pesar de ellos, bueno es recordar que los exilios se han movido asimétricamente
entre sus extremos ideológicos y políticos, incluyendo sus diversas y heterodoxas
mediaciones y transfiguraciones.
Pareciera que los exilios de las tres últimas décadas del siglo XX hubiesen
consumido nuestras energías, dejándoles muy poca visibilidad a los que les
precedieron. Decimos exilios en plural aún para signar los casos nacionales por
sus niveles de complejidad y contradictoriedad. En lo general, la historia de
los exilios puede ser vista como una sucesión de desbordes autoritarios, que
se potenció y afirmó coyunturalmente al ritmo de las problemáticas nacionales
y regionales, así como de los efectos de las crisis, las diversas tramas de las
guerras internas o de las libradas entre países vecinos o no. La figura de
las dictaduras militares ha sido sobredimensionada en la explicación de los
exilios latinoamericanos, ya que tendríamos que acotarla, para no olvidarnos
de aquellos gobiernos civiles autoritarios generadores de exilios y destierros.
Subrayaremos el hecho de que los países latinoamericanos se han movido, en
sus ya casi dos siglos de vida republicana, entre la expulsión y la recepción de
los considerados excluidos e indeseables.
Nos falta precisar cuáles han sido los principales polos de recepción de los
exilios tanto para el siglo XIX como para el XX. Algunos de ellos relevantes para
los agitados y excluyentes escenarios subregionales. Acompañaron a los países
receptores de exilios, los que solo se comprometieron a servir de corredores
temporales de los flujos de exiliados o refugiados. Del lado de los exiliados,
el asunto de la elección del país refugio no siempre dependió de su voluntad;
contaron también otros condicionantes políticos, culturales, económicos, de

1
Martí, José. “¡A Cuba!”. Política y Revolución III, 1894, Obras Completas. Vol. 3 Cuba. La Habana:
Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, 1975, pp. 47-54.
2
Martí, José. “¡Vengo a darte patria! Puerto Rico y Cuba”. Política y Revolución II, 1892-1893,
Obras Completas. Vol. 1 Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del
Libro, 1975, pp. 254 -261.

14
comunicación y transporte.3 Y del otro lado, hay que tener presente, que el país
que recibió a los exiliados pudo implicar una sociedad cultural o políticamente
abierta o cerrada, con mayores o menores posibilidades de ofertar ayudas
asistenciales y trabajo, fuera de poseer, con distintos grados de impacto, distintas
ideologías y prácticas integracionistas o xenófobas.
La malla de vínculos sociales que los exiliados fueron tejiendo, no sin
tensiones, ha tenido como particularidad un tenor transfronterizo. Si el enclave
del exilio se afincaba en un solo lugar, las redes con su país de origen dependían
de las distancias, intermediarios y controles fronterizos y políticos. Si el exilio
poseía un perfil de diáspora, su radio se iría incrementando en la medida en que
se fuese reconociendo y articulando como tal, para trazar sus estrategias desde
fuera y hacia dentro. Sin lugar a dudas, el punto más problemático de las redes,
ha sido el proyecto o esfuerzo de sostener o restaurar los lazos que articulan
a los excluidos de afuera con los afines que quedaron en el país expulsor bajo
condiciones políticas adversas.

La dialéctica de las palabras: velar y decir el destierro


¿Cómo abordar el exilio del ciclo de la Independencia sin explicitar
los límites de sentido del universo académico al que pertenecemos? No es
ocioso afirmar que en nuestro tiempo la problemática del exilio involucra
una serie de términos que signan sus diversas aristas, aunque sus sentidos
disten de ser unívocos tanto en los medios académicos como en los políticos.
Es reconocible la unidad del campo semántico, no así las relaciones entre
las palabras y conceptos que es capaz de desplegar. Las diversas disciplinas
como el derecho, la historia, la antropología y la sociología, por citar a las que
más han destacado por sus estudios sobre tal problemática, distan de haber
refinado y consensuado sus lenguajes teóricos y acotado sus objetos o líneas de
investigación. Desde la antropología se nos señala que las categorías nativas,
desde las cuales los exiliados hablan de su condición, merecen ser tomadas en
cuenta por los investigadores, tanto por su variabilidad histórica y cultural,
como por los sentidos que movilizan y expresan.

3
Rebolledo, Loreto. Memorias del desarraigo. Testimonios de exilio y retorno de hombres y mujeres
de Chile. Santiago: CIEG/Universidad de Chile-UNESCO, 2006. Loreto Rebolledo exagera en el
caso chileno cuando afirma que: “Un elemento común y que atraviesa las experiencias de todos
los exiliados es la imposibilidad de elegir el país de destino –dada la urgencia de la partida– y, en
general, el desconocimiento casi absoluto que se tiene sobre muchas de estas naciones. Incluso
para los autoexiliados la posibilidad de elección era muy limitada, por razones de tiempo, dinero y
contactos” (p. 50).

15
Una fuente inestimable generada por el pensamiento moderno para
legitimar el canon del sentido de las palabras y exorcizar los fantasmas de la
polisemia, la constituyeron la elaboración y publicación de diccionarios de la
lengua o especializados en alguna rama del saber. Sin embargo, de cara a nuestra
materia, los diccionarios nos muestran más disensos de los que uno pudiera
suponer. El Diccionario de la Real Academia, por ejemplo, acota las dos principales
acepciones del exilio: “separación de una persona de la tierra en que vive, y
expatriación, generalmente por motivos políticos”. Un conocido diccionario
enciclopédico, Salvat, considera sinónimos las palabras exilio y destierro, lo
cual es un exceso semántico. 4 La complejidad que encierra la problemática del
exilio, dista de ser resuelta por estos dos sentidos complementarios. En el fondo,
como lo iremos desarrollando, contamos con un campo semántico que nombra
y renombra la problemática del exilio sin llegar a configurar un palimpsesto,
por lo que debemos tomar ciertas precauciones y asumir una postura.
Antes de explicar las razones por las que le conferimos al término exilio
preeminencia y centralidad dentro del campo semántico que nos interesa,
debemos aclarar otros usos y sentidos, así como su historicidad. Consideramos
que el vocablo exilio no es un término tan raro como lo supone el filólogo Joan
Corominas para el periodo anterior a 1939. Año cumbre, marcado por el exilio
masivo de republicanos españoles tras la caída de la República, y por el exilio
masivo de judíos, comunistas, socialistas, y opositores al fascismo, iniciada la
Segunda Guerra Mundial en Europa. Corominas establece como sinonimia del
exilio la voz destierro, y afirma que su acepción latina exsillum se deriva de
la voz exsillire, que porta el sentido de “saltar afuera”.5 Saltar afuera supone,
por derivación previa, un adentro, un lugar, un territorio propio, mientras
que el afuera condensa el sentido de no pertenencia, de alteridad, de territorio
y tradición ajena. La acepción primigenia, siempre según nuestro autor, ha
sido también referida como salir del suelo revelándonos uno de sus referentes
de mayor espesor histórico y cultural, que anuda la identidad, el derecho y
la cultura al territorio y la comunidad de origen. Saltar fuera, salir del suelo,
supone quedar excluido del espacio público al mismo tiempo que acogerse
a un lugar seguro. El caso del exilio chileno tras el derrocamiento militar del
presidente Allende en 1973, retrata la complejidad del saltar hacia fuera:
…las formas de salir al exilio fueron variadas y, aunque el resultado final fue
el mismo –la imposibilidad de vivir en Chile– aquellas condicionaron, de

4
Enciclopedia Salvat. Diccionario. Tomo IV. Madrid: Salvat editores, 1983, p. 1347.
5
Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Madrid: Editorial Gredos,
1983, p. 704.

16
una u otra manera, los modos de ser recibido por el gobierno y la sociedad de
los países de acogida y, luego, por la comunidad de exiliados. Para quienes
llegaron asilados, existió el beneficio de no tener que luchar por obtener una
visa o un permiso de residencia, situación que sí enfrentaron los autoexiliados.
Los que salieron de Chile directo desde un campo de concentración o de un
recinto de detención, no tuvieron tiempo de preparar siquiera una maleta para
llevar consigo; sin embargo, su arribo al país de llegada venía acompañado
del trauma de la prisión y del prestigio que el asilado y el autoexiliado habían
perdido entre los militantes.6
Las formas precedentes de los exilios latinoamericanos no resintieron los
elaborados filtros de las convenciones y tratados internacionales de la segunda
mitad del siglo XX, aunque compartieron algunos de sus rasgos vivenciales y
políticos. El sentido de pérdida múltiple es una vivencia compartida por los
exiliados de uno y otro tiempo.
Tres pérdidas constituyen el centro de las reflexiones modernas: la
exclusión moderna del espacio público, la imposibilidad de vivir en el país de
origen y el veto para realizar política abierta hacia adentro del país receptor
o hacia fuera de él, aspectos que habían llamado la atención de filósofos y
ensayistas del siglo de las luces. Sin lugar a dudas, ya era perceptible el exilio
como un fenómeno moderno expansivo y de larga duración que marcaría a
los nuevos Estados, tanto en el centro como en la periferia. Y estos tópicos y
sus sentidos aparecieron en los hombres ilustrados del siglo XVIII europeo y
reaparecieron, a su manera, en los modos culturales en que nuestros indígenas
letrados interpelaron las causas de sus exilios. Todos ellos tuvieron muy claro
que exilio es ajeno a la sumisión, contrario a las formas políticas y culturales
de la opresión y caro al ejercicio de la libertad, así como al derecho al refugio
y al retorno.

Los orígenes modernos del exilio


Más que discutir los orígenes bíblicos y de las primigenias prácticas de
exclusión y destierro en las diferentes culturas premodernas, consideramos que
nos ayudará más explorar las representaciones y sentidos que aportaron en
su tiempo los enciclopedistas, a manera de establecer un puente con el primer
exilio de nuestros ilustrados criollos e indígenas en Europa que resintieron
a su modo su influjo ideológico. Juan Bautista Túpac Amaru –según reza el
espíritu del epígrafe que preside nuestro trabajo– tenía la esperanza de que el
movimiento independentista americano culminaría la obra libertaria del siglo
6
Rebolledo, Memorias…, op. cit., p. 49.

17
de las Luces abatiendo las cadenas del exilio y del sufrimiento. No fue así.
Veamos de manera apretada el itinerario de estas ideas.
Pocos años antes de la culminación de la Independencia de los Estados
Unidos y del triunfo de la Revolución Francesa, Voltaire había consignado en
su Diccionario Filosófico (1764) el término destierro para signar nuestro campo.7 El
filósofo francés, aunque no lo aclara, en su apuesta semántica para dar cuenta
de esta peculiar lógica de la exclusión de los emergentes espacios públicos
modernos, realizó un juego semántico selectivo. Es de hacer notar que en sus
reflexiones elude usar el vocablo de refugiado, muy usado en la Francia del siglo
XVII para nombrar al protestante expulsado del reino.
Voltaire nos muestra que el concepto de destierro criminalizaba al sujeto
aludido o afectado. Implicaba una pena impuesta por el Estado de por vida
o por tiempo limitado, “a la que se condena a los delincuentes, o a los que se
trata de que aparezcan como tales”. En cualesquiera de los dos casos la pena
era infamante, más en el segundo caso que en el primero. En otras palabras, el
filósofo de la ilustración pensaba en dos figuras susceptibles de ser diferenciadas
en su tiempo: el delincuente indeseable y el indeseable político o ideológico.
Una y otra figura eran terrenalmente identificables por la calidad de la
trasgresión. Por lo anterior, el Estado represor fundaba sobre su reconocimiento
personalizado de la falta la aplicación de la pena de esta modalidad de exclusión.
El filósofo no detalla los criterios jurídicos y políticos del Estado que permitían
diferenciar entre un delincuente común y un trasgresor político del viejo orden.
Y quizás no tenía razón alguna para hacerlo, porque para el poder, ambas
figuras eran materia de dura e idéntica sanción. En la historia moderna de los
excluidos políticamente de sus países de origen, la retórica del país expulsor
banalizó o caricaturizó las razones del desterrado y perseguido, para reducirlo
a la figura genérica de delincuente común. El uso de la fuerza o la fuerza de las
ideas del trasgresor político eran razones suficientes para insuflar la retórica
excluyente y criminalizadora del régimen de turno.
Voltaire en su obra nos menciona algo más y que signa un tema de
debate propio de su tiempo: el asunto no menor de si el desterrado perdería o
no la lealtad a su patria de origen. La respuesta del filósofo para su tiempo fue
condicional, dependía de la libertad, es decir, de la elección del desterrado. El
individuo podía convertirse en un mercenario y combatir a sus coterráneos o no.
El filósofo aclaraba que la actitud del mercenario no podía ser confundida con la
de quien toma las armas contra los juzgadores y adversarios que lo despojaron
de su derecho de residencia estatal. El uso político de la fuerza quedaba en este

7
Voltaire, Diccionario Filosófico 3. Valencia: Sempere, 1901, p. 173.

18
segundo caso diferenciado, casi justificado. Voltaire agregó una consideración
más, si el derecho natural permitía a todos los hombres una elección de patria,
el desterrado “con mayor razón” podía escoger una patria nueva.
Estas agudas reflexiones de Voltaire nos permiten recuperar un viejo
sentido contenido en la voz asilo, de origen griego. Asilo territorializa sus
sentidos como “lugar del refugio, lugar de amparo o sitio inviolable”. La figura
del asilo que no discriminaba entre categorías de presuntos o reales infractores
del orden y la norma jurídica de su país de procedencia, posee una larga historia
en las relaciones internacionales de los países occidentales. El antiguo derecho
romano negaba el derecho de asilo salvo contadas excepciones, las cuales
eran filtradas por excepcionales prácticas sacralizadas y alcanzadas por muy
contadas personas: el soldado desertor postrado ante el águila de su legión,
el perseguido al penetrar en el templo de Júpiter, o a partir del año 42 a.C., al
tocar reverencialmente la estatua de César.
A diferencia de la obra de Voltaire, los términos de nuestro interés
únicamente ocuparon un lugar subsidiario en la voluminosa obra de Denis
Diderot y Jean Le Rond d´Alembert, La Enciclopedia, Diccionario razonado de las
ciencias, las artes y de los oficios (1751-1772). Así por ejemplo, el término exilio
aparece referido de manera aleatoria para explicar por oposición el concepto
moderno del filósofo en un artículo elaborado por César Chesnau du Marsais:
“Nuestro filósofo no se encuentra exiliado en este mundo”; ni cree estar
en territorio enemigo.8 Con más propiedad, Denys Voltaire, en el prólogo
al volumen VIII de la obra, utilizó la voz del exilio de manera referencial
atribuyéndole un sentido más convencional: el de tranquilidad y vivienda
ofrecida en el “extranjero cielo”.9 Tranquilidad como equivalente de seguridad
y paz interior, frente a los riesgos que tenía que asumir todo perseguido
en su patria de origen, pero también frente a las necesidades materiales de
sobrevivencia, que van más allá del techo. Sin lugar a dudas, el añejo sentido
del refugio está presente en esta representación ilustrada.
El asilo, en su sentido más general en los tiempos modernos, se movió
entre su expresión intraestatal y extraestatal. La recién inaugurada Francia
republicana y revolucionaria, por un lado, castigaba severamente a los curas y a
las familias plebeyas que brindasen asilo a los jóvenes en edad de reclutamiento

8
Du Marsais, César Chesnau, “Philosopher”, The Encyclopedia of Diderot & d’Alembert Collaborative
Translation Project. Ann Arbor: Scholarly Publishing Office of the University of Michigan Library,
2002, p. 509.
9
Diderot, Denis, “Foreword, to Volume VIII”. The Encyclopedia… op. cit., p. 1765: A2.

19
militar, y por el otro, frustraba la oferta de asilo español a favor de Luis XVI,
tras su detención en Varennes y su ulterior ejecución.10
Convendría que nos preguntáramos: ¿Qué cambió entre la visión
ilustrada; es decir, moderna y pionera de Voltaire sobre el destierro una
centuria más tarde? Para intentar responder tal pregunta, sigamos el camino
recomendado por Jacques Le Goff, de comenzar por inventariar y rastrear las
palabras que significan a nuestro objeto de estudio, explorando sus variaciones
de sentido tanto en el campo cultural como en el proceso histórico de sus usos
sociales por los protagonistas, las élites y las clases subalternas. Pocos saben,
por ejemplo, que muy pocos años después de que Voltaire propusiese el término
destierro para hablar de la exclusión pública, el curso de la Revolución Francesa
publicitó otro, el de emigrados, por ser contrarios a ella. El vocablo emigrado
filiaba políticamente al desterrado como contrario o enemigo de la Revolución.
Emigrado y no inmigrado eran términos distantes.
A pesar de que el destierro no fue ajeno a las exigencias racionalistas de
la Ilustración al ser signado por un ropaje abstracto, monosémico, unívoco,
sus usos sociales abrieron su abanico de sentidos. En lo general, el relevo del
término destierro por el de exilio no borró el marco de significación inicial del
primero; muy por el contrario, lo complejizó, gracias a las sinonimias y nuevos
sentidos emergidos de las prácticas de exclusión en boga.
El exilio se afirmó en el curso del siglo XIX –contra la opinión de
Corominas– entre los escenarios europeos y latinoamericanos, aunque resintió
la competencia de otros términos emergidos de otras tradiciones culturales y
políticas. En dicho arco temporal fue más popular la secularización del concepto
de refugiado. Pensemos en las figuras de Manzini, Marx, Herzen, Garibaldi y
Bakunin en Europa, o en las de Alberdi o Bilbao en América Latina. Ser refugiado
no filiaba al excluido como protestante, sino como rebelde, revolucionario, etc.
Refugiado y perseguido por sus ideas fueron en muchos casos sinónimos, y
quizás nos revelen un puente entre la figura primigenia del protestante excluido
por sus ideas religiosas y el político o intelectual excluido por su ideología o
filiación partidaria. Sin embargo, la exclusión política del lugar de origen no
siempre significó asumir la condición de derrotado, de renuncia al proyecto
que motivó la expulsión y salida de uno o muchos militantes o adherentes.11

10
Volosiuk, Olga, “España y Rusia contra la Revolución Francesa (1789-1793)” <http://hispanismo.
cervantes.es/documentos/volosiuk.pdf>. Consultada el 2 de marzo de 2007.
11
Cfr. Rebolledo, Memorias…, op. cit. Disentimos de la sobregeneralización de Rebolledo de que: “El
exiliado es un derrotado, alguien cuyo proyecto político fracasó, y esa derrota cobra materialidad
física en el momento en que debe abandonar su tierra o bien cuando se le prohíbe regresar a ella”.
(p. 18).

20
Un hito significativo en materia de regulación de las prácticas restrictivas
del derecho de asilo lo constituyeron los acuerdos del Segundo Congreso Pana-
mericano realizado en México en 1902, al incorporar la figura complementaria
de la extradición. La extradición posibilitaba la coaligación de fuerzas de dos o
más Estados para extender su capacidad represiva allende sus fronteras hacia
los disidentes, adversarios o revolucionarios que pretendían atentar contra la
ideología y el orden imperante.
Meses antes de la realización del Segundo Congreso de la Unión
Panamericana, William McKinley, quien había iniciado su segundo gobierno en
los Estados Unidos el 4 de marzo de 1901, a los escasos seis meses de su mandato
sufrió un atentado político que le costó la vida. El día 6 de septiembre, el
anarquista León Czolgosz le había disparado dos veces sobre su cabeza durante
un evento público. El magnicidio en los Estados Unidos desató una razzia sin
precedentes en los medios obreros que tuvo resonancias panamericanas. En el
Congreso de México, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos cerraron filas
para excluir del derecho de asilo a los anarquistas. Recuperaremos una de las
intervenciones en dicho evento, toda vez que resume la tendencia hegemónica
en el pensamiento jurídico político de esos años sobre los llamados delitos
políticos y delitos comunes, soporte del emergente derecho de extradición. La
tensión discursiva de matriz liberal debía resolver una paradoja en materia
de derecho, entre la libertad de ideas y la acción punible, ejemplificada por la
casuística del anarquismo radical. Veamos el modo en que la retórica resuelve
el dilema, a costa de forzar el análisis de lo real, así como el del discurso:
Difícil era aplicar los principios de extradición a los anarquistas, porque por
una parte debe considerarse la libertad individual del hombre en sus ideas y
creencias; y por otra, los crímenes cometidos por ellos –como el asesinato del
siempre sentido presidente Mc Kinley– caen en el orden de los delitos comunes;
pero hay un punto en el cual, sin duda, son punibles los anarquistas, y es el
relativo a la propaganda del anarquismo. Los mismos anarquistas forman
una sociedad regida por autoridades, a las cuales obedecen ciegamente. Por
lo tanto, atentar a la existencia de la autoridad, como lo hacen los anarquistas,
es atentar al derecho natural, el cual es la regla primera de las relaciones
internacionales.
Por estas razones se consulta: primero, que las Altas Partes contratantes penen
en sus legislaciones la propagación del anarquismo; segundo que se conceda la
extradición de los anarquistas, aun cuando su pena sea menor de dos años.12

12
Inter-American Conference, Actas y documentos de la Segunda Conferencia Pan-Americana.
México, 1902, p. 181.

21
La categoría de extradición no tardó en incorporarse al Derecho Penal
Interamericano, limitando los alcances de las figuras protectoras del asilo y
del refugio, redondeando así con su carga de negatividad el campo semántico
del exilio y también sus ejercicios reales en el siglo XX y lo que va del presente.
Si este es en apretada síntesis el proceso accidentado del exilio y su familia de
conceptos, ¿qué sentido tiene recuperar ese capítulo que transita entre el viejo
orden, la independencia y los primeros balbuceos republicanos? Los orígenes
del exilio cuentan para recuperar su hilo de continuidad con el presente, pero
también para dotar de visibilidad a la heterogeneidad etnocultural del sujeto
escamoteada por la cultivada retórica de la homogeneidad nacional.

Pensar la patria grande en clave indígena


Veremos a contracorriente de nuestras expectativas, un descentramiento
étnico en la historia de los exilios latinoamericanos, muy vinculada a
protagonistas criollos y mestizos. Para tal fin hemos seleccionado el primer
exilio, aquél que coincidió con el ciclo de la Independencia, para aproximarnos
a su real diversidad étnico-cultural. Su rostro más visible fue el de criollos, nos
referimos a ideólogos como Fray Servando Teresa de Mier,13 Juan Pablo Vizcardo
y Guzmán, también al de algunos líderes de la gesta emancipadora como la
del venezolano Francisco de Miranda. En el espejo del exilio criollo puede
verse la misma lógica de exclusión del poder hispano-colonial que padecieron
los indígenas ilustrados. El destierro, el exilio, como veremos a continuación,
implicó algo más que un acto de negación de la libertad o de expulsión real o
inducida del territorio cultural. Todo parece indicar que la corona española tenía
una política más elaborada para atender a las figuras del exilio americano, sin
descuidar sus pertenencias étnicas dados sus potenciales ecos en las castas. Las
figuras del exilio, que distan de haber sido estudiadas, tuvieron muchos rostros.
A manera de contraste veremos dos con sus particularidades y matices.
La figura itinerante del perseguido y vigilado nos la brinda el criollo
Francisco de Miranda durante los años de su destierro. En 1793 Miranda
abandonó su plaza militar realista en La Habana y se refugió en Filadelfia. Las
autoridades coloniales españolas, al ver fracasadas sus órdenes de detención,
lo juzgaron en ausencia y condenaron a diez años de exilio en Orán, su
degradación militar y una multa económica.14 Miranda transita por Jamaica y
13
Véase: Mier Noriega y Guerra, José Servando Teresa de. Cartas de un americano 1811-1812. La
otra insurgencia (prólogo y notas de Manuel Calvillo). México: Conaculta, 2003.
14
Bohórquez, Carmen. Francisco de Miranda. Precursor de las Independencias de América Latina.
Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana, 2006, pp. 133-137.

22
Nueva York buscando lugares de refugio que le permitiesen mejores condiciones
políticas para impulsar su proyecto independentista. Al no encontrarlas, opta
por una residencia temporal en Europa, aunque lejos de España. Nuestro
exiliado recorre Berlín y Viena. En París, los españoles obtienen una orden de
arresto en contra de Miranda, pero nuestro personaje es inhallable, vive en la
clandestinidad. Sortea los acosos diplomáticos de los españoles con dificultad.
Arriba a Rusia y es atendido por la Zarina durante su estancia. Viaja a Suecia y
continúa por varios años entre la clandestinidad, la conspiración, el viaje y el
acoso español. La historia de sus proyectos expedicionarios independentistas,
sus derrotas y su muerte, es más conocida. Rescatamos, a grandes trazos, su
perfil de exiliado criollo itinerante y conspirador.
La figura del arraigo forzoso fuera de América nos las brindan Dionisio
Inca Yupanqui y Juan Bautista Condorcanqui Túpac Amaru, dos integrantes
de conocidos linajes indígenas cusqueños. El segundo, hermano menor de
José Gabriel, Túpac Amaru II, el líder de la gran rebelión indígena (1780) que
conmocionó a buena parte de las colonias españolas en América del Sur.
Juan Bautista Condorcanqui Túpac Amaru, más que un combatiente,
se desempeñó como hombre de confianza del líder insurgente. Solo en una
ocasión, al decir de sus juzgadores, se le comprobó el cargo de ayudante de
artillería en una batalla. Tras una larga condena en la prisión española de Ceuta
fue liberado y arribó a Buenos Aires el 15 de octubre de 1822. El gobierno de
Rivadavia le otorgó su protección y sostén a cambio de que se dedicase a escribir
sus memorias y así lo hizo. El 15 de mayo de 1825 en carta a Bolívar resume su
vida y compromiso con la causa independentista americana:
A ella propendí yo también y aunque no tuve la gloria de derramar la sangre
que de mis Incas padres corre por mis venas, cuarenta años de prisiones
y destierros han sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por
volver a la libertad y posesión de los derechos que los tiranos usurparon con
tanta crueldad.15
Juan Bautista estaba al tanto de los avatares de la causa americana
gracias a la nueva oleada de insurgentes detenidos y confinados en su prisión
africana durante la primera década del siglo XIX. Mención especial merece el
argentino Juan Bautista Azopardo, quien hacía unos años había sido prisionero
por los españoles. Azopardo le dio noticias respecto de la nueva revolución
que sacudía el continente y se inspiraba en la iniciada por su hermano 30 años

15
Túpac Amaru, Juan Bautista, “Carta a Simón Bolívar del 15 de mayo de 1825”, en Memorias del
hermano de Túpac Amaru: escritas en Buenos Aires. Buenos Aires: Editorial Boedo, 1976, prólogo
de Alfredo Varela, p. 67.

23
antes. Cuando estalló la revolución de Riego en 1820 y los liberales españoles
tomaron el poder, decidieron que ningún preso político americano podía
seguir en prisión. En ese momento Azopardo fue liberado, volviendo a luchar
en Argentina. Marcos Durán Martel, paisano de Juan Bautista, un ideólogo
insurgente del movimiento indo-mestizo de Huánuco, Perú, en febrero de 1812,
había corrido suerte parecida a la de Azopardo, al ser confinado en la prisión
en Ceuta y liberado junto con él. Marcos Durán decidió luchar por la libertad
de Juan Bautista, tarea nada fácil.
Juan Bautista Túpac Amaru seguía en prisión porque si bien era un preso
político, era un indio, y además hermano del temido y odiado José Gabriel.
Bajo el régimen colonial, los indígenas no podían recibir el mismo trato que
los criollos y mestizos; pesaban los anclajes de los fueros coloniales que no
podían desactivar los mandatos liberales de las Cortes.16 Juan Bautista, además
de sus memorias donde narra el legado rebelde de Túpac Amaru, su prisión
y su exilio, escribió algunas cartas memorables. La primera fue dirigida por él
a Bernardino Rivadavia, fechada el 22 de octubre de 1822. Veamos un par de
sus fragmentos escritos en tercera persona:
cual fue su júbilo cuando llegó por p. a vez a sus oydos el eco de libertad
proclamado en todo el continente Americano; entonces fue cuando volvió a
la nueva vida, a pesar de sus largos años y de los trabajos que ya lo tenían
agobiado: nueva esperanza renació en su corazón, al ver que ya los pacíficos
hijos del Sol, habían conocido sus derechos y deberes revestidose de la alta
dignidad oi hombres libres, con Dios y la naturaleza los ha dotado, y q.e la(s)
cadenas se habían roto para siempre. Animado de esta halagüeña idea se
elevó su alma anonadada hasta los más remotos siglos y resolvió restituirse
a su amada Patria, en cuanto se lo permitieran las circunstanc.s, q.e son bien
notorias, desentendiéndose de las penalidades y riesgos, q.e ofrece una larga
navegación y las ningunas comodidades con q.e contaba para su execucion;
pero al fin, venció todos los obstáculos, y consiguió pisar el Suelo, donde tuvo
la dicha de nacer, q.e p. r tal lo tiene, y la felicidad de venir a morar entre sus
compatriotas, y bajo la protección de un gobierno libre y benéfico, q.e sabe
equilibrar la Justicia con equidad; en esta atención.17
16
“El año 20 las Cortes decretaron que todos los americanos presos por opiniones políticas fueran
puestos en libertad, se les diesen 10 reales de vellón diarios hasta ser conducidos a sus provincias
en los buques del Estado y a costa de él. Todos los americanos aprovechando esta efervescencia
lograron su libertad: mi compañero [Durán Martel] renunció a ella para que yo la consiguiera, me
hizo solicitarla y se me negó por el auditor Antonio García Veas bajo del pretexto de que yo estaba
puesto por el Consejo de Indias, y sin considerar que las Cortes habían hecho una ley, superior a la
autoridad del Consejo; más aquí solo obraba la animosidad contra los americanos”. Túpac Amaru,
Memorias… op. cit., p. 53.
17
Carta reproducida en La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de
Hispanoamérica. Buenos Aires: Sociedad Editora Latino Americana, 1967, p. 902.

24
La retórica de Juan Bautista es la del desterrado y encarcelado y ello subió
de tonalidades a sus ideas e imágenes acerca de la libertad y de su nostalgia
del terruño. El mensaje liberacionista e incaísta de Juan Bautista fue publicado
póstumamente. Falleció en Buenos Aires el 2 de septiembre de 1827.18 Nuestro
personaje murió en un espacio liminar entre el destierro y el retorno, el país
refugio que ganó sus últimos afectos no era el lugar de sus sueños, pero sí de
algunos contentos libertarios. Dos años antes de su deceso le escribió una carta a
Simón Bolívar. La redactó tras ser informado que cuatro meses antes, el ejército
bolivariano había batido victoriosamente al ejército realista el 9 de diciembre
de 1824 en la batalla de Ayacucho. En su carta, Juan Bautista manifestaba que
a sus 87 años de edad su corazón estaba “lleno del más alto júbilo”, al “ver
consumada la obra grande y siempre justa que nos pondría en el goce de
nuestros derechos y nuestra libertad”. Y explicó su deseo de retornar a su tierra
que le seguía siendo vedada, para lo cual le solicitó su apoyo:
Yo señor, al considerar la serie de mis trabajos, y que aún me conservo, alimento
en mi pecho la esperanza lisonjera de respirar el aire de mi patria, y confío que
el gran Bolívar no desatenderá una obra propia de su alma grande y generosa;
solo aguardo que se allanen todos los pasos para El Alto Perú donde me llama
naturaleza, no obstante estar favorecido de este gobierno de Buenos Ayres
desde que pisé sus playas, y de cuantos han considerado mis desgracias y
trabajado incalculables, que tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera
a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro.19
Su tenaz deseo de retornar a la tierra de sus ancestros se sostuvo a pesar
de los años de desesperanzas y desencantos; reapareció gracias a sus encuentros
con el argentino Azopardo y el peruano Marcos Durán Martel y a partir de
entonces se sostuvo hasta su muerte. Morir en la tierra que lo vio nacer fue
algo más que un anhelo, dibujó un costado de su utopía emancipadora. Sus
memorias y sus cartas así lo revelan. Las primeras son una larga exposición
de agravios, destacando las crueldades recibidas y sus marcas corporales.
Su cuerpo se las recuerda, las resiente en sus achaques y en su subjetividad.
El sufrimiento prolongado, reiterado ancla en la memoria. Juan Bautista se
excedió al pensar que el colonizador español era cruel por naturaleza, aunque
en otros pasajes mencionaba que era producto de las condiciones materiales
que signaban a Europa. La antinomia discursiva se explica en buena medida
por la huella emotiva y profunda de quien ha sido vejado cruelmente y
encarcelado durante cuatro décadas. La vejez es tema de reflexión; muestra

18
Varela, Alfredo, “Prólogo”, en Tupac Amaru, Memorias…, op. cit., pp. 8-9.
19
Ibid., p. 68.

25
una cierta deuda roussoniana que distingue entre el estado de naturaleza del
hombre y de la sociedad. Al primero, lo considera fecundo en los dones de la
libertad, el respeto y la reciprocidad; en cambio a la sociedad, la ve como algo
vil y material, enajenante y cruel.
Luego que renació en mí la esperanza de volver a América fue mi más violento
deseo… me hallaba después de este espacio de media vida, lo mismo que el
primer día de mi llegada, y si tenía mi corazón algo de más, era cúmulo de
males que había sufrido, y la aversión que las fieras podían inspirar. Tal vez
esto se atribuiría a alguna insensibilidad, mas yo solo conozco ser efecto de
una muy exquisita que podía discernir lo que en Europa se ha substituido a
la de la naturaleza que es la sumisión más vil al dinero. La vejez rica puede
contar allí con todos los corros de las luces y la industria ella tiene poder y
comodidad: la vejez pobre excita el desprecio y provoca la opresión hasta de
los infantes.20
Juan Bautista no agotó su lectura en ello. Recuperó el mismo criterio
para analizar la relación entre España y sus colonias americanas. En dicha
relación de dominación, el estado de naturaleza había quedado fuera, había
sido negado por el estado envilecido del dinero, del oro, no importando que
este hubiese arribado a España procedente de tierra americana y hubiese sido
extraído por el trabajo de los indígenas, los conocidos mitayos. Por ello, Juan
Bautista sentenció: “En favor del americano ni el oro mismo tiene influjo, que
todos se creen con derecho a poseerlo y acaban por despojárselo…”.21
Resulta un marcador relevante en sus memorias, su despedida de
España el 3 de julio de 1822 al momento de embarcarse con destino a Buenos
Aires. Pasión y razón se enlazaron en sus aceradas y duras frases acerca de la
dominación española ya en crisis, a dos años de su derrumbe en el continente,
salvo en las Antillas mayores. Dibujó, con alguna desmesura, la paradoja del
estado de la sociedad envilecida por el dinero, aquel que ha contaminado el
futuro del poder español: “España tan cruel como avara, que se había empapado
en lagos de sangre americana para cubrir la Europa de torrentes de plata y oro
y quedarse ella ignorante, pobre y corrompida…”.22 Juan Bautista fue testigo
de una recomposición de fuerzas de las potencias coloniales europeas y dejó
constancia de ello. Agregó otra paradoja colonial presumiblemente fundada en
una pregunta parecida a esta: ¿Cómo asumir en el siglo de las Luces español
el ideario liberal sin renunciar al orden colonial? El juicio de Juan Bautista fue

20
Ibid., pp. 51-52.
21
Ibid., p. 52.
22
Ibid., p. 56.

26
contundente: “A esa España… que cuando queriendo ser filósofa, y con la
igualdad y derechos del hombre en sus labios, mandaba ejércitos de tigres a
Caracas y al Perú”.23
Por último, nuestro indígena letrado pone en vitrina una veta de
autoctonía discursiva digna de ser destacada porque discute un valor caro al
liberalismo emergente, al legado de los enciclopedistas franceses pero también
a la utopía andina, a la arcadia incaica:
A esa España, finalmente, que en la injusta posesión de este último [el Perú],
substituyendo la ignorancia, el despojo y la servidumbre a la sabiduría y
felicidad en que estaba bajo de sus antiguos Incas, ha privado a la humanidad
de conocimientos importantes a la ciencia social y natural.24
En ese mismo contexto la figura del retorno prohibido nos develó otro
rostro del exilio. En tal dirección: ¿Cómo recuperar a Dionisio Ucho Inca
Yupanqui, delegado suplente ante las cortes de Cádiz, ninguneado por la
historiografía oficial peruana?25 Dicha institución marcó un parteaguas en
la historia política de España al insuflar el discurso liberal de legitimidad
constitucional. Sin embargo, el sistema de dominación colonial horadaba sus
cimientos y presupuestos como lo hicieron notar los exiliados indígenas, Juan
Bautista Túpac Amaru desde fuera, y antes que él, su paisano Dionisio desde

23
Ibid., pp. 56-57.
24
Ibid., p. 57.
25
El historiador Guillermo Durand Florez, compilador de las intervenciones de los delegados peruanos
ante las Cortes de Cádiz, exaltó la participación “descollante” de los delegados criollos Morales
Duárez, Ostolaza y Olaguer y Feliú en detrimento del Dionisio Inca Yupanqui por: su falta de oratoria,
ya que leía sus intervenciones, por su desconocimiento del Perú y porque participaba únicamente en
los “temas que se referían a los “indios”; “su papel es secundario” afirmó. Durand falseó los datos
que aportó en su propia compilación; Dionisio no tuvo papel secundario, tampoco era huérfano en
las artes de la réplica oral a sus oponentes: “Señor, los americanos agradecemos mucho la buena
voluntad del Sr. Luxan; pero no apetecemos lisonjas sino que se nos haga justicia. Por otra parte,
el sr. Huerta sabe que nuestros poderes son ilimitados; así no los necesitamos especiales para hacer
esta proposición y sostenerla; podemos procurar todo bien a nuestras provincias; solo no tenemos
facultades para conformarnos con lo que les sea útil y decoroso”. Para Durand el criollo Morales
Duárez cumplió un papel “brillante” en las Cortes, y Ramón Olaguer y Feliú, el más liberal de
todos ellos; lo probaría el hecho de su detención y encarcelamiento en 1814. El Perú en las Cortes
de Cádiz, Vol. I. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú
(Colección documental de la Independencia del Perú, tomo IV), 1974, pp. XV-XVI y 409 para
ver la intervención de Dionisio. Al decir de Iwasaki, Morales Duárez pertenecía a la “más rancia
aristocracia criolla limeña”, Ostolaza era “enemigo de los liberales” y Olaguer un “radical” dentro
de las esmirriadas filas del liberalismo criollo. Iwasaki Cauti, Fernando, “1812: ¿Constitución
original o pecado constitucional?”, Revista Estudios Fronterizos 2 (2004): 167.

27
el propio seno de la Cortes. Se sumaría a lo anterior, la acción corrosiva de la
“mentalidad estamental” prevaleciente en la sociedad.26
Dionisio tuvo cuatro fundadas intervenciones. La primera en la sesión
“Sobre la protección que se debe prestar a los indios”, celebrada el 16 de
diciembre de 1810. La segunda, una moción leída en ausencia por enfermedad
en la sesión del 31 de diciembre del mismo año. La tercera en la sesión del 1º
de febrero de 1811 sobre la discusión de las representaciones americanas. La
cuarta versó en torno al “Proyecto para que los indios no sean considerados
menores” durante la sesión del 21 de agosto de 1811. La quinta, sobre los
derechos de los afrodescendientes en el debate librado en el curso de la sesión
sobre “La ciudadanía de los originarios de África”, realizada el 7 de septiembre
de 1811.
En la sesión del 16 de diciembre de 1810, Dionisio ejerció el derecho de
hablar. Fue su primera intervención en las Cortes. Inició su discurso invocando
a Fernando VII conforme a la retórica dominante en las Cortes y luego pasó a
formular una demanda sustantiva: la aprobación de una resolución a favor de
los indígenas de las tierras americanas apoyándose en razones de equidad y
otras de índole religiosa católica, como aquella que prescribía moralmente la
“protección a los humildes”. Por último, esgrimió otra razón más política, la del
hartazgo de la paciencia y amargura “con que se alimentan aquellos naturales”.
Y agregó a manera de ultimátum: “Apenas queda tiempo ya para despertar
del letargo”. La conclusión del delegado Inca fue inapelable:
Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre. V.M. toca con las manos
esta terrible verdad. Napoleón, tirano de la Europa su esclava, apetece marcar
con este sello a la generosa España. Esta, que lo resiste valerosamente, no
advierte el dedo del Altísimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que
por el espacio de tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca,
Indio y Americano, ofrezco a su V.M. un cuadro sumamente instructivo.27
El orden de la enunciación de la identidad con la que Dionisio cierra su
intervención y demanda merece un comentario adicional. Dionisio reivindica
primero su linaje autóctono (Inca), lo que dota a su intervención de cierta
representatividad diferencial frente a los delegados criollos; en segundo
término se reconoce como indio. Apelar a esta categoría de pertenencia
generada e impuesta por el discurso colonial hispano a los aborígenes tiene
una carga disidente, análoga a la retórica desplegada durante el movimiento
tupacamarista de los años 1780-1782 en las regiones andinas, y la tercera

26
Ibid., p. 164.
27
Inca Yupanqui, Dionisio, “Discurso…”, en Durand, El Perú…, op. cit., pp. 8-9.

28
adscripción, la de americano, está asociada a la retórica ideológica de sus
intervenciones, quizás para resaltar sus convicciones políticas modernas a
favor de una categoría más incluyente que se distancie de las usadas en el
régimen de castas. Americano dicho en singular, pero con la connotación
propia de una reclamada representación mayor, la de su hermandad con los
pobladores de las colonias españolas en este continente, exhibe un uso político
disidente y filo independentista. La postura de Dionisio sobresale más aún, si
la contrastamos frente a otras intervenciones realizadas en las mismas Cortes
de Cádiz, por ejemplo, la formulada por el delegado criollo de la Nueva
España, quien descalificó políticamente a los indígenas como seres envilecidos
y degradados.28
El diputado indígena, en el curso del debate acerca del artículo 22
sobre la ciudadanía a los afrodescendientes, replicó defendiéndolos desde su
concepción humanista e igualitaria frente a los defensores del viejo orden de
castas. Nuestro protagonista menciona que en la capital del Perú se concentraba
un tercio de población afrodescendiente y que era costumbre que las madres
criollas entregasen a sus hijos a sus nodrizas negras para cumplir con los deberes
de la lactancia o de su cuidado en el hogar:
¿Qué distancia puede haber entre un blanco y una negra que lo alimentó, o
unos mulatos con quienes se familiarizó desde la cuna? No habiendo sino amor
en el trato doméstico, se sigue que no puedan mirarse con horror, cuando en
la sociedad adquieran algunas distinciones: así es que en los cuerpos militares
de pardos y negros sus oficiales son de las mismas castas, incluso los de la
plana mayor de los regimientos, que en los días de besamanos asisten como
las demás corporaciones y jefes en el palacio del virrey, y le arengan como
otro cualquiera, que en su civilidad y porte no son inferiores a los americanos
ni europeos: que ejercen casi exclusivamente el arte de la cirugía, y también
el de la medicina: que la Universidad de Lima no se hace deshonor en tener
actualmente en su claustro dos doctores, el uno de ellos graduado antes en
Montpellier, y muchos bachilleres de color, conociendo aquellos literatos,
que las almas no son blancas ni negras: así es que en Panamá y otros se ven
muchos de las castas admitidos al sacerdocio y al ministerio parroquial, sin
escándalo de los blancos.29
Dionisio Inca apabulló a los criollos de su delegación y a los demás
defensores del viejo orden en las Cortes. El que pusiese a Lima en el blanco
de su argumentación no fue gratuito, era un delegado disidente. Como

28
Bonfil Batalla, Guillermo, México profundo: una civilización negada. México, DF.: Grijalbo, 1990,
p. 147.
29
Inca Yupanqui, “Discurso…”, op. cit., pp. 410-411.

29
hemos podido apreciar de la lectura de este fragmento, el Inca hizo gala de
su conocimiento del mundo urbano hispano-colonial y de sus instituciones.
Gracias a ello pudo presentar como contra-argumentos a favor de la igualdad
racial los ejemplos extraídos de viejas prácticas culturales y otros de su época,
alusivos a la composición y usos de las instituciones coloniales más respetadas
del orden colonial como las militares, las eclesiales y las universitarias para
fundamentar que la igualación real y gradual de los negros y mulatos con
los blancos, españoles y criollos seguía su curso. Dionisio poseía una sólida
formación humanista y liberal, sus discursos portan un tono de autoctonía
política y un cierto halo utopista:
Si todo hombre nace libre; si de esta libertad no puede ser despojado sino por
la fuerza ó la malicia de otros, y si esta fuerza ó malicia es un vicio meramente
pasivo de parte del africano, que no dice culpa suya, es claro que en el momento
en que él o su posteridad recobre la libertad natural, y se hace sui juris para no
depender de otro en sus actos civiles, ha recobrado la opción al exercicio de
la ciudadanía en aquella sociedad de que es miembro, y á la que contribuye
satisfaciendo por su parte con las cargas anexas á los demás que la forman.30
Tiene razón Iwasaki al encontrar en esta intervención una de las razones
ocultas por parte del ala conservadora en las Cortes para maniobrar hasta lograr
su exclusión del derecho a voz en los debates arguyendo su frágil condición de
diputado suplente.31 Literalmente fue silenciado. Sin embargo, este malestar
conservador frente los ímpetus emancipadores y liberales de Dionisio se había
venido cultivando tras cada intervención suya, como aquella memorable del
16 de diciembre de 1810 a favor de la independencia de las colonias de España
o aquella otra, demandando trato digno, sin servidumbres para los indígenas
americanos.
Dionisio pertenecía al linaje cusqueño fundado por el Inca Huayna
Cápac. Después de servir tres décadas como oficial en la marina española,
había solicitado su baja en la armada para retornar a la tierra de sus ancestros
en vísperas de la rebelión de Túpac Amaru.32 La exención por edad y salud le
fue denegada, previendo que se tratasen de ardides de un potencial y peligroso
líder. Quien impugnó la solicitud de retorno de Dionisio fue nada menos que
Bernardo de Gálvez, quien fuera comandante de las provincias internas del

30
Ibid., p. 410.
31
Iwasaki Cauti, “1812…”, op. cit., p. 172.
32
García Martínez, José Ramón, “Dionisio Ucho Inca Yupanqui un peruano en la armada española
de mediados del siglo XVIII”.. Reproducido en <http://derroteros.perucultural.org.pe/textos/jose.
doc>, consultado el 25 de octubre de 2006.

30
norte de la Nueva España. Dionisio, a pesar de todos sus esfuerzos por lograr
el ansiado retorno, no pudo escapar de las trabas militares y políticas españolas,
pero aún así, fue una figura respetada y temida. Las intervenciones de Dionisio
Inca Yupanqui en las Cortes de Cádiz, invitan a un seguimiento más puntual
sobre sus ideas, redes y quehaceres previos entre 1780 y 1809.

Al cierre
El arco histórico de los exilios latinoamericanos sorprende, antecede
incluso al proceso independentista, lo acompaña y lo proyecta con sus muchos
rostros y capítulos nacionales y continentales hasta el siglo XXI. Algunas de
sus expresiones recurrentes han sido reseñadas desde el tiempo largo, como las
experiencias de pérdida, las problemáticas de inserción en los países refugio, los
proyectos de retorno, así como la construcción de mitologías diversas. Algunos
casos del exilio nos han permitido marcar ciertos hitos políticos regionales,
así como los normativos sobre derechos de los asilados y refugiados. Nos
hubiese gustado procesar algunos casos pioneros de extradición, vinculados
a claves políticas; únicamente anotamos uno de los principales hitos de su
fundamentación y proyección, dirigida principalmente contra los anarquistas
a inicios del siglo XX.
Hemos llamado la atención sobre el campo semántico del exilio sin
pretender agotar sus entradas. Nuestro interés en resaltar la lectura moderna
generada por los enciclopedistas y la Revolución Francesa, más que hacer un
puntual seguimiento de las ulteriores proyecciones y variaciones de sentido
consignadas en los diccionarios, pretendió servir de puente aleatorio para
repensar el exilio del ciclo de la Independencia.
El caso tratado en forma muy breve, trató de poner énfasis en un exilio
atípico, el de los líderes indígenas, sin olvidarnos de sus pares criollos en el
ciclo de la independencia. Abrir juego a la diversidad étnico-cultural de los
exilios a partir de su primer ciclo implicaba ir a contracorriente de las lecturas
etnocéntricas de los exilios contemporáneos. Mirar el pasado es otro modo de
iluminar la complejidad del exilio.
Las figuras de Juan Bautista Túpac Amaru y de Dionisio Inca Yupanqui
muestran puntos de convergencia notables en torno a las demandas políticas
y culturales muy americanas, sin discriminar a los afrodescendientes, a los
mestizos y criollos. Ambos protagonistas pagaron caro sus posturas y entregas:
el primero con la cárcel y el destierro hasta el fin de sus días; el segundo, con
el veto a su derecho de retorno a su territorio primordial hasta su muerte. La
fraterna inter-castas a favor de la independencia y la igualdad ya estaba presente

31
en sus formas menos desarrolladas aunque explícitas en el movimiento de
Túpac Amaru II (1780). Parecida posición gravitó en el proyecto independentista
del criollo venezolano Francisco de Miranda; también en el de muchos otros.
Durante las últimas décadas hemos sabido algo de los exilios y refugiados
indígenas. Pensemos en los mayas guatemaltecos, en los aymaras bolivianos,
en los quechuas peruanos, en los miskitos nicaragüenses, en los mapuches
chilenos, por citar solo algunos. Pensemos también, que entre el exilio que
rescatamos y los que viven hoy en día muchos paeces colombianos, cada etnia
podría rearmar sus muchos capítulos de sus exilios no narrados.
Una breve aproximación a la historia y la problemática de los exilios
pensada desde el tiempo largo, como la que aquí presentamos, apunta
únicamente a suscitar interrogantes, líneas de investigación y también de
debate; su actualidad dramática así lo exige y pone bajo cuerda la precariedad
de nuestras instituciones y modos de hacer política.

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VOLTAIRE. Diccionario Filosófico 3. Valencia: Sempere, 1901.

34
El exilio de los jesuitas latinoamericanos:
un creativo dolor
JAVIER PINEDO

Significado y etimología del concepto exilio


El exilio se define como el estado de separación, por voluntad forzada, de
la propia tierra (ciudad, país, nación, patria), y puede afectar a personas,
comunidades o gobiernos. En el caso de los jesuitas, afectó a una orden religiosa
en su totalidad.
En idioma español, y a pesar de tener una larga presencia histórica, el
término exilio, y su derivado exiliado, es de raro uso hasta 1939. La palabra,
procedente de la voz latina exsilium (“destierro”), derivada a su vez de exsilire
(“saltar afuera”), reactivó su uso por influjo del término francés exil, utilizado
para referirse a la marcha de los republicanos españoles durante y después de
la Guerra Civil.1
De hecho, aunque figura desde el comienzo en el Diccionario de la Lengua
Española, se presenta como “de raro uso”, remitiendo hasta el siglo XIX a des-
tierro, definido como “pena que consiste en expulsar a una persona de lugar o
territorio determinado, para que temporal o perpetuamente resida fuera de él”.
Esta práctica punitiva se aplicaba ya en la antigua civilización griega, siendo
codificada siglos más tarde por el Derecho Romano. Podía ser temporal
(fygé), con una duración media que solía rondar los diez años, o definitiva
(aeifygía).2

1
Sánchez Zapatero, Javier. “Implicaciones históricas, literarias y léxicas del exilio en España: 1700-
1833” <http://www.um.es/tonosdigital/znum15/secciones/estudios-30-Exilio1700-1833.htm>.
Ver, además, Corominas, Joan y José A. Pascual. Diccionario Crítico Etimológico Castellano e
Hispánico. Madrid: Gredos, 2006.
2
El poeta romano Ovidio testimonió en su literatura la tristeza de un largo exilio hasta su muerte.

35
La expulsión de los jesuitas: el primer exilio en América
Latina
La crueldad del exilio ha marcado la literatura latinoamericana bajo
formas diversas, como consecuencia de una política que ha utilizado esta práctica
a lo largo de la historia. El inicio mismo de la literatura hispanoamericana, de
manera metafórica o real, está marcada por miradas exiliadas de su realidad
de origen, lo que marca su extrañeza frente al mundo. Las Cartas de Colón y su
Diario de Navegación, así como la literatura de los cronistas, corresponden a un
sujeto fuera de su hábitat natural; del mismo modo la obra del Inca Garcilaso
se explica por su intento de dar a conocer lo que quedó atrás, perdido en un
espacio anterior a la salida. El ensayismo de los jesuitas es consecuencia directa
de su exilio; y esta tendencia se mantendrá durante el siglo XIX, hasta llegar a
la actualidad en que el exilio producido por las dictaduras militares a lo largo
de América Latina impactó a la literatura como en esta cita del dramaturgo
chileno Jorge Díaz:
Exilio no es una palabra, ni es un drama, ni una estadística, sino que es un
vértigo, un mareo, un abismo, es un tajo en el alma y también en el cuerpo
cuando, un día, una noche, te hacen saber que aquel paisaje tras la ventana,
aquel trabajo, aquel amigo, aquella silla y aquel hueco en aquel colchón,
aquel sabor, aquel olor y aquel aire que habías perdido, lo has perdido y lo
has perdido para siempre, de raíz y sin vuelta. Si somos capaces de sentirlo
siquiera un instante, tal vez pueda evitarse volver a caer en él nunca más.3
El exilio jesuita presenta ciertas particularidades, por ser el primero que
afecta a la América española en su conjunto, todavía sin países ni patrias, pues
“chilenos”, “peruanos”, “mexicanos”, etc., sufrieron el exilio por igual.
El historiador jesuita Charles E. Ronan, utiliza la expresión de
“expatriados”, para referirse a los jesuitas, y “repatriación” de los restos de
Juan Ignacio Molina desde Bolonia a Chile en 1966.4 Su uso es correcto, pues
aunque en 1767, al momento de la expulsión, no existe Chile como Estado
independiente, sí existe en tanto identidad nacional: como una patria.
Para los criollos, el concepto patria surge a mediados del siglo XVIII, ya
no asociada al pasado indígena ni a la totalidad del continente americano, sino
como un espacio propio, un lugar de vida; producto de las reformas borbónicas

3
La frase pertenece al escritor español Daniel Sueiro y fue utilizada por Jorge Díaz en su obra de
teatro Ligeros de Equipaje, estrenada en Barcelona en 1982 y en Santiago de Chile en 1987.
4
Ronan, Charles S. J. The world’s window on Chile. New York: American University Studies,
2002.

36
que buscaban, para una mejor administración de los virreinatos, mantener la
unidad continental pero produciendo nuevas divisiones locales.5
El concepto de patria interrumpida, en este caso, corresponde a un
continente interrumpido, pues los jesuitas no pertenecen a una patria en sentido
contemporáneo, aunque sí poseen cierta identificación local con la “patria
chica”, su lugar de nacimiento y procedencia.

El contexto histórico
Los jesuitas fueron expulsados de los terrenos españoles en 1767, por
un decreto real emanado del rey Carlos III. El exilio se realizó en los Estados
Pontificios que el Papa gobernaba en Italia, y duró hasta el final de sus días.
Este exilio masivo se inserta en el contexto de la vigorosa modernidad
del siglo XVIII, y aparece como una de sus primeras contradicciones, pues si
el nuevo proyecto ilustrado combatía la intolerancia, en este caso no se aplicó.
Se trata de un exilio como un cruzamiento entre un poder monárquico, que
paradójicamente representa los ideales reformistas, y los miembros de una
orden religiosa, que en muchos casos desafiaron el pasado, adoptando también
los nuevos criterios modernos.
¿Qué lugar ocupa la expulsión jesuita entre las revoluciones burguesas
inglesas, los viajes de navegación cada vez más extendidos por el mundo,
las revoluciones políticas de Estados Unidos y Francia; los descubrimientos
científicos de Van Heltmon, Newton, Lavoisier, D’Alembert, Celsius, Volta; las
nuevas propuestas sociales de Locke, Montesquieu, Voltaire (que detestaba a
los jesuitas por su retórica y vanidad), o los aportes a la filosofía de Kant y la
autobiografía de Rousseau?
La respuesta es que la “cuestión jesuítica” aparece al medio de la
política interior y exterior de Carlos III y sus intentos de reforma en España,
así como los combates religiosos entre jesuitas, jansenistas y regalistas y que
trajeron enemistad y desconfianza hacia los primeros. Es decir, la expulsión
de los jesuitas debe ser vista como una consecuencia de la complicada política
europea del siglo XVIII, y particularmente la de España, Portugal, Francia y
Roma; pero también como un signo de los cambios filosóficos y culturales de
la Ilustración.

5
Ver, Monguió, Luis. “‘Patria’ en el virreinato del Perú”, en “Palabras e ideas: “Patria” y “Nación”
en el virreinato del Perú”. Revista Iberoamericana 104-105 (1978): 451-470. Citado por Goic, C.
(coord.), Historia y crítica de la literatura hispanoamericana, Época colonial, Vol. 1, Barcelona:
Editorial Crítica,1988, pp. 509-515.

37
Las causas de expulsión
Si el contexto apunta a situaciones contradictorias, los detalles históricos
se conocen con precisión, y hay consenso de lo drástico que fue la medida y
que nada parece justificarla, incluso si se considera que no eran buenos tiempos
para los jesuitas. Algunos datos: en 1750 España y Portugal habían firmado
un nuevo “Tratado de límites”, por lo que siete misiones jesuitas en Paraguay
(que incluía aproximadamente a 100.000 indígenas), pasaron a formar parte
del Brasil, lo que ponía a los nativos a merced de los bandeirantes portugueses,
que los cazaban y vendían como esclavos. Este hecho enfrentó a los jesuitas
–que se oponían a ese comercio– al poderoso y modernizador Sebastián José
de Carvalho e Mello, Marqués de Pombal, quien dio inicio a una campaña de
desprestigio en contra de la orden, incluyendo imputaciones de hechicería, como
al padre Malagrida, acusado de difamar la política del rey José I de Portugal,
(el Reformador, 1714-1777), y al propio ministro Pombal. Éste, intentando
eliminar la oposición al monarca, expulsó al nuncio apostólico de Roma, y para
controlar la Inquisición portuguesa, entregó a Malagrida, que fue ejecutado.
Finalmente, Portugal expulsó a los jesuitas de Brasil en 1754 y de Portugal y el
resto de sus colonias, en 1759.
Recuérdese que el padre Malagrida divulgaba la creencia de que el
terrible terremoto que azotó a Lisboa en 1755, era un castigo de Dios por la
mala gestión de José I y su ministro.
La campaña en contra de la Compañía se extendió a otros países de
Europa. En Francia, la sospecha de que los jesuitas habían organizado un
atentado en contra del propio rey Luis XV, para evitar que sus bienes fueran
requisados, como una manera de salvar la situación económica, hizo que
muchas iglesias y ciudadanos comenzaran a desconfiar de su lealtad. Sin
embargo, aunque Luis XV no actuó en contra de ellos, en agosto de 1762,
la Compañía fue abolida en Francia y se confiscaron sus propiedades. La
Compañía era considerada “perversa, destructora de todos los principios
religiosos e incluso de la honestidad, injuriosa para la moralidad cristiana,
perniciosa para la sociedad civil, sediciosa, hostil a los derechos de la nación
y del poder del rey”.6
Después de estas dos expulsiones, el golpe definitivo vino de parte de
Carlos III, quien aunque había tenido un confesor jesuita y era sensible a sus

6
Muñoz Romero, Miguel Ángel e Inmaculada Fernández Arrillaga. “Algunas notas sobre la Historia
de la Compañía. La expulsión de los jesuitas de Francia”. Expulsión y exilio de los Jesuitas de los
dominios de Carlos III, en <http://www.cervantesvirtual.com/bib_tematica/jesuitas/notas_historicas/
francia.shtml>.

38
ideas, al declarar la expulsión el 25 de junio de 1767, señaló que ésta debía
hacerse a “mano armada” y de todos sus dominios de la corona.7
Los hechos indican que a lo largo de 1767 el gobierno de Carlos III, que
había subido al trono en 1759, debido a los múltiples rumores y sospechas,
así como a la presión de Portugal y Francia, decidió nombrar al ministro
Campomanes como fiscal para que obtuviera toda la información posible
sobre la Compañía de Jesús. Tanto Campomanes como el conde de Aranda y
Floridablanca eran opuestos a los jesuitas. El ministro actuó en el mayor secreto
posible, para evitar la reacción de los simpatizantes a los jesuitas, o para que
éstos pudieran vender sus bienes antes de cualquier medida en su contra.
El informe de Campomanes, así como la opinión de los obispos españoles
que mayoritariamente (46 a favor, 8 en contra y 6 no respondieron) apoyaron
la expulsión y extinción de la Compañía, movieron finalmente la balanza en
oposición de los jesuitas.8
Campomanes redactó el decreto en el que, aunque no se determinaban
con claridad los motivos del Rey, se sugiere que la medida se adoptaba para
mantener el orden social y la jerarquía política y religiosa en España y las
colonias: “…por gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo
constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos,
y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de
la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis
manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi corona…”.9
Según José Andrés-Gallego, si los fundamentos son vagos, el edicto
dejó bien claro, en cambio, cuál iba a ser el destino de los expulsos, y qué
iba a ocurrir con sus bienes, los que pasarían a manos del Estado, para ser
dedicados a obras religiosas de acuerdo con el parecer de los obispos. En
cuanto a la situación de los jesuitas, el articulado es bastante severo, aunque
contiene algunas concesiones de orden humanitario, lo que no había ocurrido
en Portugal ni Francia. Entre ellas, el hecho de que una parte de los bienes
confiscados sería utilizada en las pensiones que los expulsos recibirían de
manera vitalicia. El resto del texto hace referencia a una de las cuestiones más
importantes para la Monarquía: su intención de borrar de la memoria de la

7
Citado por Frost, Elsa Cecilia. Testimonios del exilio. México: Jus, 2000, p. 7.
8
Muñoz Romero, Miguel Ángel e Inmaculada Fernández Arrillaga. “La extinción de la Compañía
de Jesús”, en Expulsión…, op. cit.
9
Citado por Andrés-Gallego, José (coord.). “Impacto en América de la expulsión de los jesuitas”, en
Tres grandes cuestiones de la historia de Iberoamérica. Madrid: Fundación Larramendi/ MAPFRE,
2005.

39
población a los jesuitas, y particularmente entre los más pobres, beneficiarios
de su sistema educacional.
Las causas de la expulsión tienen, como en todo exilio, un origen en el
poder político, al que en este caso se agregaron razones religiosas. Son conflictos
propios del mundo europeo, y sin embargo, es un exilio que afectó de igual
manera a una cantidad de individuos, no por su condición de españoles o
latinoamericanos, sino por pertenecer a una orden religiosa en particular, y es
en tanto súbditos del Rey de España y por su condición religiosa que deben
aceptar la expulsión emitida por Carlos III.
La salida de los jesuitas afectó a un amplio sector de la comunidad
iberoamericana en cuestiones educacionales, eclesiásticas, pero también
industriales, agrícolas y económicas; e incluyó a toda la América española desde
California hasta el centro y sur de América, Filipinas y la propia España. Pero
además, a Portugal y Brasil.10
Los jesuitas habían llegado a América (México) en 1572 bajo el gobierno
de Felipe II (receloso de ellos, como su padre), con la dirección de Francisco
de Borja, y provenían de España y otros países europeos. A Perú llegaron en
1578; a Chile, en 1593.
Más tarde se incorporaron a la orden los criollos nacidos en América,
que la incrementaron considerablemente: a México llegaron 15 y salieron
expulsados 678.
El confuso contexto en el que se produce la expulsión nos permite señalar
que los jesuitas produjeron en sus respectivas comunidades una doble imagen.
En el caso europeo, se observa una visión más negativa que los generaliza como
desleales y dobles en sus opiniones, cercanos a la contrarreforma, abusadores
del trabajo indígena utilizado en beneficio propio, y muy críticos respecto a las
reformas y los intentos de modernización iniciados por José I en Portugal, con
el valioso apoyo del Marqués de Pombal, como de Carlos III y sus ministros
Campomanes y Aranda, que intentaban poner a España al día respecto a los
avances del resto de Europa.
Y aunque nunca quedó establecida su deslealtad a la monarquía española
ni su participación en el famoso motín de Esquilache,11 esta negativa imagen
que circulaba en las cortes y conventos europeos dio argumentos a Carlos
III sobre una identidad jesuita no confiable. Los consejos de Campomanes,

10
La bibliografía es considerable. Recomiendo, Andrés-Gallego. “Impacto…”, op. cit., pp. 157 y
ss.
11
El motín de Esquilache (1766) fue el más connotado, pero hubo otros. En América se menciona
uno en 1765, en Quito. En ambos se culpó a los jesuitas de incitarlos: verdadero o falso, se trata de
una situación generalizada de desconfianza hacia ellos.

40
Aranda y Floridablanca, quienes les criticaban su afán de riqueza y poder, los
privilegios obtenidos del Papa y del Rey, sus críticas a las otras órdenes y su
cercanía al poder tanto a través de la confesión de miembros elevados, como de
la educación de los nobles, hicieron que las sospechas se transformaran en una
negativa opinión de los jesuitas, que oscilaba entre el “prestigio y desprestigio,
rumores y calumnias”.12
Junto a esta negativa percepción, se reconoce su obra a través del
mundo, en sus 239 años de vida.13 Una vida marcada por la fundación de una
importante red de colegios e instituciones de enseñanza, desarrollo de empresas,
la administración de ricos y fértiles campos bien organizados, educación de los
indígenas, contribuyendo al desarrollo espiritual y material de los lugares en
que se instalaron. Los jesuitas, en este sentido, nunca aceptaron haber cometido
crimen alguno, y muchos afirman que América, con la salida de los jesuitas,
perdió más que ellos mismos.14
En este contexto, es interesante establecer diferencias entre los jesuitas
americanos y los europeos: los primeros aparecen menos comprometidos en
la política contingente, debido a su lejanía de las monarquía española y de
Roma, por lo que se dedicaron a cuestiones agrícolas, industriales y al estudio
de la naturaleza, otorgándole a la orden una presencia muy importante en
educación, como en economía. Es decir, realizaron un estudio más cercano a
su mundo particular que los rodeaba, estableciendo diferencias que más tarde
los llevaron a apostar por la independencia americana.15

El viaje del exilio


En muchos textos de literatura colonial se presenta el viaje de los jesuitas
chilenos de manera más o menos normal: los sacerdotes son reunidos en
Valparaíso y desde allí viajan al Callao, y luego, a través del Cabo de Hornos,
a Cádiz, donde son enviados a Génova y finalmente a Bolonia. Un viaje
extenuante y de varios meses, pero normal, en el que incluso Juan Ignacio
Molina se da el tiempo de estudiar alguna solución para evitar la corrupción del
12
Andrés-Gallego. “Impacto…”, op. cit., p. 161.
13
La Compañía de Jesús se fundó en 1534 y se le puso fin en 1773.
14
Ver, Marzal, Manuel y Luis Bacigalupo (edits.), Los Jesuitas y la modernidad en Iberoamérica.
1549-1773. Lima: PUC del Perú, 2007. También, Bravo, Guillermo. “Consecuencias económicas
de la expulsión de los jesuitas de Chile y Perú”, Andrés-Gallego. Tres cuestiones…, op. cit., pp. 48
y ss.
15
Como Juan Pablo Viscardo y Guzmán, quien desde el exilio realizó actividades en contra del dominio
español en América. Es conocida su Carta a los Españoles Americanos, de 1792.

41
agua, y propone almacenarla en barriles de ciertas maderas chilenas conocidas
por su resistencia a la pudrición.
En comparación con este viaje, el real, que afectó dramáticamente a
cientos de jesuitas portugueses, más tarde españoles y finalmente americanos,
nos muestra la verdadera dimensión de la tragedia. Me permito una larga cita
respecto al viaje de los españoles:
Los jesuitas fueron repartidos en cajas o puertos para el viaje. Los de Castilla
fueron a los puertos de Bilbao, Santander, Gijón. Y de allí se dirigieron a La
Coruña, desde donde partirían a Italia. Los de Andalucía central, oriental
y Extremadura iban a Cádiz, y de allí a Málaga. Los de Castilla-La Mancha
embarcaban en Cartagena. Y los de la Corona de Aragón en Salou, bajo el
mando del mitificado Barceló. Una vez llegados a los puertos de embarque, los
Intendentes de Marina eran los encargados de fletar las naves y aprovisionarlas
con los recursos de los bienes confiscados.
El 13 de abril de 1767 llegó la carta de Carlos III a Clemente XIII comunicándole
la decisión del gobierno español (…). El 15 de abril el Papa comunicó su tristeza
por la medida y señaló que no estaba dispuesto a admitir a los jesuitas en los
Estados Pontificios, pues ya había hecho bastante admitiendo a los portugueses
(…). Clemente XIII temía que 4.000 nuevos jesuitas incrementaran la carestía
existente. El 16 de abril Roma enviaba a Madrid un breve con su decisión. La
carta del Papa no llegó a Carlos III hasta fines de abril, cuando ya estaban los
jesuitas embarcados y preparados para el viaje. El Consejo extraordinario le
comunicó al rey que ya no se podía dar marcha atrás. Los jesuitas salieron
rumbo a Civitavecchia, incómodos, humillados, consternados y hacinados en
los barcos. Pensaban que iban a los Estados Pontificios pero el gobierno ya sabía
que no los iban a admitir. El gobierno intentaba encontrar un destino para los
expulsados. Algunos pensaban llevarlos a Córcega, pero la medida preferida
era dejarlos en un puerto de los Estados Pontificios. Entre finales de abril y los
primeros cinco días de mayo apareció la idea de llevarlos a Córcega.
El primer convoy (que había partido de Salou) llegó entre el 13 y el 14 de julio.
Cuando intentaron desembarcar, se encontraron con los cañones apuntándoles.
En esos momentos Azpuru ya ha dicho en Roma que Génova les dejaba ir a
Córcega. Faltaba que el gobierno francés mandara la orden a Marbeuf. Los
jesuitas de Aragón marcharon a Córcega. Unos días después llegaron los de
Andalucía, luego los de Toledo y los de La Coruña. Conforme llegaban, iban
dirigiéndose a Bastia, donde se hallaba Marbeuf. Éste les impidió la entrada
hasta que recibiera la orden directa del gobierno francés. Alegaba que las
ciudades estaban muy pobladas y surgirían problemas de abastecimiento.
Las gestiones diplomáticas se agrian hasta que por fin Choiseul mandó la
orden. Marbeuf, receloso, se negó a que desembarcaran en Bastia y pidió
que dieran la vuelta por el norte a la isla y se instalaran en los presidios de

42
la costa oeste (Ajaccio, Algaiola…). A finales de agosto desembarcaron los de
Aragón. Los de Toledo no desembarcaron hasta finales de septiembre. Entre
agosto y septiembre desembarcaron los jesuitas en Córcega, donde llevan
una vida terrible entre otoño de 1767 y otoño de 1768. Vivían hacinados y sin
recursos. Además, desde el momento del desembarco apareció un rebrote
de guerra civil y se produjeron enfrentamientos. El 15 de marzo de 1768
Francia y Génova firmaron un tratado: el de Compiegne. Génova vendía la
soberanía de la isla a Francia. A partir de este momento los rebeldes corsos
comenzaron una nueva oleada bélica que tuvo su momento culminante en el
verano de 1768. Finalmente, los franceses aplastaron a los corsos y decidieron
expulsar a los jesuitas de Córcega, mandándolos a Italia. Génova les permitió
desembarcar en sus costas, siempre y cuando atravesaran el territorio genovés
y se dirigieran hacia territorios pontificios. El Papa por fin decidió admitirlos.
Entre otoño y los primeros meses de invierno de 1769 comenzaron a instalarse
en los Estados Pontificios. Los jesuitas aragoneses fueron a Ferrara. Los de la
Provincia de Toledo a Forli. Los de Andalucía se instalaron en Rímini y los de
América se instalaron en Bolonia. Estaban controlados por la policía italiana
y por vigilantes españoles. En Italia al menos llevaban una vida más cómoda
que en Córcega.16
Pero ni siquiera en Italia tuvieron una vida fácil. No eran bien vistos ni
aceptados e incluso sus propios hermanos llegados con anterioridad temían
aceptar a los nuevos, aunque algunos, sin embargo, lograron cargos como
profesores de los hijos de familias nobles.
A estas dificultades se debe agregar, como en el caso chileno, el viaje al
Callao y luego el cruce del peligroso Cabo de Hornos y desde allí el Atlántico
hasta España, donde se encontraban con los conflictos entre Carlos III y el papa
Clemente XIII. Todavía, y por la premura de la implementación de la medida,
los jesuitas viajaron a Italia sin dinero, y sus propios hermanos italianos no
sabían si acogerles o desentenderse de ellos, debido a la mala campaña y la
escasez de medios.
Clemente XIII se vio obligado a aceptarlos por las presiones de Carlos III,
que argumentaba el precedente de los portugueses, y accedió a que se instalaran
en Bolonia, Ravena, Forli o Ferrara. Pero aún les esperaba un castigo más. A la
muerte de Clemente XIII, le sucedió Clemente XIV, un declarado antijesuita. El
nuevo pontífice firmó la extinción canónica de la Compañía de Jesús en 1773.
Las cifras de expulsos son diversas. El padre Manuel Luengo menciona
a 2.746 jesuitas; sumando los de ultramar, el número total está entre 5.500 y
6.000.17
16
Muñoz y Fernández. “Algunas…”, op. cit.
17
Ibidem.

43
El dolor del exilio
Una de las características más evidentes del exilio es el dolor que
produce, que algunos han denominado como una “muerte en vida”. Para los
jesuitas, este dolor se manifestó en toda su profundidad, como en el caso del
chileno Manuel Lacunza, encerrado, solitario y aislado en Ímola, su cuerpo
fue encontrado muerto por la mañana el 18 de junio de 1801, ahogado en el
río Santerno que cruza la ciudad, sin haberse aclarado nunca si su muerte fue
accidental o provocada por un ataque al corazón, o por acción voluntaria.
En las cartas escritas por Lacunza a sus parientes, se manifiesta un
profundo dolor por su condición de exiliado. Le escribe a su abuela:
Actualmente me siento tan robusto que me hallo capaz de hacer un viaje a
Chile por el Cabo de Hornos. Y pues nadie me lo impide ni me cuesta nada
quiero hacerlo con toda comodidad. En cinco meses de viaje felicísimo llego a
Valparaíso y habiéndome hartado de pejerreyes y jaibas, de erizos y de locos,
doy un galope a Santiago: hallo viva a mi venerable abuela; le beso la mano,
la abrazo; lloro con ella, abrazo a todos los míos entre los cuales veo muchos
y muchas que no conocía, busco entre tanta muchedumbre a mi madre y no la
hallo, busco a Magdalena y no la hallo, busco a Diego, a Domingo, a Solascasas,
a Varela, a mi compadre don Nicolás, a Azúa, a Pedrito, a mi ahijada la Pilar
y no la hallo. Entro en la cocina y registro toda la casa buscando los criados
y criadas antiguas y no hallo sino a la Paula y la Mercedes: pregúntole a ésta
dónde está su señora, y a la Paula dónde está su amo don Manuel Díaz, y
dónde está mi mulato Pancho, y no me responden sino con sus lágrimas, y yo
las acompaño llorando a gritos sin poder ya contenerme más.18
Lacunza describe con maestría y delicadeza un desplazamiento
psicológico habitual en todo exiliado: su capacidad de volar con la imaginación
hacia el lugar de la partida, negando, en un momento de libertad absoluta, las
leyes que le prohíben ese derecho. Con alegría, Lacunza imagina el retorno: el
viaje, el encuentro con la comida: jaibas, locos, pejerreyes (comida es cultura,
sabor, pasado, identidad); con la geografía propia (el camino entre Valparaíso
y Santiago); y lo más importante, el encuentro con la familia tan lejana,
reproduciendo con rapidez la estructura social de la ciudad que dejó congelada
en el recuerdo: parientes, señores, criados, mulatos. El desterrado se informa
abruptamente del tiempo transcurrido en su ausencia, de los que están vivos
y los ya muertos, que siempre son más, y entonces el llanto desgarrado de
Lacunza unifica esos dos espacios: el del sueño, en el que se imagina llorar

18
Revista de Historia y Geografía IX (1914): 212. Citado por Vega, Miguel Ángel. Literatura chilena
de la conquista y la colonia. Santiago: Nascimento, 1954, p. 135.

44
por los que ya han muerto; y el llanto real, en Ímola, llorando por la distancia
y por saber que el viaje imaginado no hace más que aumentar el dolor y la
imposibilidad del regreso.
En estas condiciones, no es extraño que se haya sospechado que su
muerte fue un suicidio que evitara para siempre ese sufrimiento imposible de
cerrar.
El mismo dolor que expresa, en verso, el jesuita mexicano Juan Luis
Maneiro.19
Sepultura, señor en patrio suelo
pedimos a tu trono soberano;
quisiéramos morir bajo aquel cielo
que influyó tanto en nuestro ser humano.
No pedimos, gran Rey, mayor consuelo;
para nosotros todo fuera en vano.
a golpes del trabajo consumido,
en las nieves de Italia encanecidos.20
En este dolor encontramos la prueba irrefutable de una primera
conciencia americana que no puede evitar la pérdida de un lugar reconocido
como propio.
El jesuita chileno Juan Ignacio Molina presenta una variante, una irónica
sonrisa muy maulina, al comentar la opinión de Sonnini, que lo califica de
“viajero”: “Sonnini me honra a menudo con el título de viajero. Yo no he hecho
ningún viaje a Chile: sí lo haría y con mucho agrado. Tuve la suerte, o más bien
la desgracia, de haber nacido allí, como a menudo indiqué en mi Ensayo. No
por eso me arrepiento o me avergüenzo de ser americano”.

Lo creativo del exilio


Pero junto al dolor, el exilio también produce efectos positivos, pues es
la oportunidad de descubrir una nueva realidad y adquirir una ampliación de
la conciencia que provoca un renovado interés por el lugar de origen, como
el de llegada.
Los jesuitas tuvieron la ventaja única de poder comparar el Nuevo con el
Viejo Mundo y fueron los primeros, después de los cronistas, que describieron

19
Juan Luis Maneiro (Veracruz, 1744-México, 1802). Es el caso interesante de un jesuita que
contraviniendo las leyes, regresó a México, por lo que fue condenado a vivir en un convento.
20
Citado por Frost. Testimonios…, op. cit., p. 6.

45
la realidad con una mayor acuciosidad, que los transformó en renovadores de
las ciencias naturales.
Pero fundamentalmente, el exilio les permitió comprender el descono-
cimiento que se tenía en Europa de sus respectivos países y es de esta creencia
que nace su intención de dar a conocer América Latina en el Viejo mundo.
Los libros escritos por los jesuitas en Europa son textos inspirados en las
ciencias naturales, pero también textos llenos de amor por sus países de origen.
De este amor, surgió justamente “La disputa del Nuevo Mundo”,21 según la cual
algunos jesuitas –y particularmente el chileno Juan Ignacio Molina– discutieron
las tesis de Corneille de Pauw y otros naturalistas europeos, sobre la supuesta
inferioridad natural de América, probada en el menor tamaño de las especies,
como en la falta de vigor de sus habitantes y en la proliferación de insectos
y seres dañinos para la vida humana.22 Al llegar a Europa, a los jesuitas “les
resultó insoportable la imagen de América que allí circulaba”.23
Frente a esta sesgada visión, Molina alega dos argumentos esenciales:
el primero es que De Pauw no conoce América sino por lecturas de viajeros.
Así, su visión, por haber nacido en América y por haber recorrido sus campos,
mares y ciudades, lo volvían un testigo superior al momento de evaluar la
exactitud de las propuestas.
En segundo lugar, Molina señala, con justicia, que el conocimiento
y la descripción de América no solo es positivo para ella misma, sino que
fundamental para la propia ciencia europea, en tanto que no puede haber
ningún análisis completo del planeta que no considere esta extensa parte
del mundo.24 Sus criterios son propiamente científicos y no teológicos como
los utilizados por fray Bartolomé de las Casas, al reclamar en contra de la
servidumbre natural aristotélica, que Dios no se pudo haber equivocado tanto
al haber creado a tantos seres deformes en un mismo lugar.
Los jesuitas escriben en circunstancias de baja estima por el mundo
americano. En este contexto, su misión fue la de utilizar el exilio para dar a
conocer la importancia de América en el completamiento de una imagen global
del mundo. De este modo, la literatura de los jesuitas en Europa va prefigurando

21
Gerbi, Antonello. La Disputa Del Nuevo Mundo. Historia De Una Polémica (1750-1900). México:
Fondo de Cultura Económica, 1960.
22
Cornelius de Pauw, Comte de Buffon; Georges-Louis de Clerc, Guillaume -Thomas Raynal, William
Robertson, quienes representan la más alta estirpe de naturalistas del momento.
23
Rojas Mix, Miguel. El fin del milenio y el sentido de la historia. Manuel Lacunza y Juan Ignacio
Molina. Santiago: LOM, 2001.
24
Pinedo, Javier. “Reflexiones en torno al Abate Juan Ignacio Molina, la Ilustración, y el Ensayo
sobre la Historia Natural de Chile”. Universidad de Talca, Revista Universum, 7 (1992).

46
una literatura y un pensamiento mundial que no hará sino ir en aumento en
los próximos tiempos, al postular una universalización de la naturaleza y la
cultura, según la cual las mismas leyes debían regir tanto en el nuevo como
en el mundo antiguo, idea presente por primera vez en el Inca Garcilaso de la
Vega, cuando a comienzos del siglo XVII escribe que el nombre “Nuevo Mundo”
solo definía su reciente aparición, pero no una inferioridad juvenil. Se trata de
un claro “Universalismo” a partir del cual se establece que todos los hombres
son iguales y solo hay diferencias en el estado de su evolución.25
Es decir, el exilio permitió afinar los instrumentos para una mejor defensa
tanto del ser humano como de la ecología del Nuevo Mundo, transformando
sus textos en elogios de América Latina, para combatir el eurocentrismo y
probar que también aquí se podía contribuir a la ciencia.
Una pregunta final: ¿los jesuitas hubieran escrito lo mismo si no hubieran
salido al exilio? Probablemente sí, pero el exilio les ayudó a comparar realidades
y a conocer nuevas teorías; en fin, a una mayor universalización de América.
Tal vez sin exilio no hubieran llegado tan lejos en sus teorías.

Del pensamiento de los jesuitas


Los jesuitas americanos levantaron un pensamiento que podemos
denominar como un “universalismo identitario”, en el sentido de que intentaron
universalizar América Latina e integrarla al resto del mundo, pero desde su
propia realidad para establecer también las complementarias diferencias con la
cultura universal. Tanto para Manuel Lacunza como para Juan Ignacio Molina,
Francisco Javier Alegre, Francisco Javier Clavijero, Miguel de Olivares, Felipe
Gómez de Vidaurre;26 y, anteriormente, José de Acosta, el padre Ovalle, Carlos

25
Pinedo, Javier. “Cuatro etapas en la concepción histórica del ser latinoamericano”. Pensamiento
Latinoamericano, Mendoza: Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo, 1991.
26
Francisco Javier Alegre (Veracruz, México, 1729-Bolonia, Italia, 1788), autor de Historia de la
Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. México, 1841. Francisco Xavier Clavijero,
(México, 1731-Bolonia, 1787), autor de Historia Antigua de México, 1780. Miguel de Olivares,
(Chillán, Chile, 1713-Italia, 1793), autor de una Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido
en la Conquista y Pacificación del Reino de Chile; escrita hacia 1768, pero requisada y concluida
en 1790. Manuel Lacunza (Santiago de Chile, 1731-Ímola, Italia, 1801), autor de La venida del
Mesías en gloria y majestad, 1812. Juan Ignacio Molina (Guaraculén, Chile, 1740-Bolonia, Italia,
1829), autor de Compendio della Storia geografica, naturale e civili del Regno del Cile, 1776;
Saggio sulla storia naturale del Chile, 1782; Saggio sulla storia civile del Cile, 1787; Saggio sulla
storia naturale del Cile, seconda edizione, 1810; Memorie di storia naturale, 1821. Felipe Gómez
de Vidaurre (Concepción 1748-¿?), autor de Historia geográfica natural y civil de Chile, 1789.

47
de Sigüenza y Góngora, Diego de Rosales27 y otros, nada hay de tan diferente
en la América española y portuguesa que no les permita integrarse en plenitud
a la cultura universal; es decir, a sus debates filosóficos, al desarrollo de las
ciencias, y la historia universal.
Como dice Juan Ignacio Molina, “(…) no todo es nuevo en el Nuevo
Mundo”, lo que ratifica en su conocida expresión: “La mente humana puesta
en las mismas circunstancias se forma las mismas ideas”.
Sin embargo, solo era posible llegar a ese universalismo después de un
proceso de conocimiento profundo de la realidad americana, que daba origen
a un americanismo, definido por algunos como el inicio de un temprano
nacionalismo,28 presente en su admiración por la naturaleza y por los habitantes
de América.

El tamaño de la Ilustración hispanoamericana


Tradicionalmente se ha afirmado que el tamaño y la densidad de la
Ilustración en el imperio español del siglo XVIII fue menor, o que se expresó
fundamentalmente en la llamada “Ilustración católica”, establecida por el
historiador Mario Góngora,29 para quien, al interior del mundo católico colonial,
existió una tendencia renovada:
…la Ilustración católica constituye un importante matiz dentro de la historia
general de la Ilustración en América. Sin afán de exagerar su peso, ni siquiera
de mantener estrictamente una definición, se puede afirmar que el tipo de
hombre y de actitudes que con esa denominación se pretende delimitar no
resulta fácil de comprender desde otro punto de vista (…) Se trata de un tipo
espiritualmente ecléctico, pero no por eso indiscernible dentro de la historia
intelectual de la época.

27
José de Acosta (España 1539-España 1600) vivió en Perú entre 1571 y 1587, año que regresó a
España, donde murió. Autor de una colosal Historia Natural y Moral de las Indias. Sevilla, 1590.
Alonso de Ovalle (Santiago 1603-Lima 1651), autor de la Histórica relación del Reyno de Chile,
1646. Carlos de Sigüenza y Góngora (Ciudad de México; 1645-1700), científico, historiador y literato
mexicano, autor de una amplia obra literaria y científica. Diego de Rosales (España 1601, Santiago
de Chile, 1677). Su obra: Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano, 1877-1878.
28
Vega, Literatura…, op. cit., p. 131.
29
Ver, Góngora, Mario. “Aspectos de la ‘Ilustración Católica’ en el pensamiento y la vida eclesiástica
chilena (1770-1814)”. Estudios de Historia de las Ideas y de Historia Social. Valparaíso: Ed.
Universitarias de Valparaíso, 1980. “Estudios sobre el galicanismo y la ‘Ilustración Católica’”.
América española, 1957. “Aspectos de la ilustración católica en el pensamiento y la vida eclesiástica
chilena (1770-1814)”. Historia 8 (1969): 43-73.

48
Esa Ilustración católica, aunque se fue diluyendo en el tiempo, tuvo
una presencia, en su opinión, hasta mediados del siglo XIX: “Es curioso que la
imagen de esta corriente se haya desvanecido de tal manera en la investigación
histórica. Sin embargo, la tradición del tiempo de Sarmiento la retenía todavía,
como puede constatarse en numerosos pasajes de sus Recuerdos de provincia
de 1850”.
Dicha renovación impregnó a las diferentes órdenes religiosas, entre las
cuales Góngora define a los jesuitas como “modernos”, por lo que “pueden
agruparse fácilmente dentro las nuevas tendencias, antes o después de la
expulsión”.30
En este sentido, es posible afirmar que la Ilustración que se produjo en
España y las colonias, y no solo en una versión católica, fue mayor de lo que se
ha dicho, e incluye a importantes científicos del siglo XVIII, como los hermanos
Fausto y Juan José Delhuyar (que desarrollaron la minería en México), al
científico y naturalista Andrés Manuel del Río, los ingenieros Miguel Constansó
y Félix de Azara, y a muchos otros escritores y políticos, que recorrieron Europa
tomando contacto con las nuevas ideas.
De igual modo, se encuentran luces de ilustración entre naturalistas,
matemáticos y astrónomos americanos como José Celestino Mutis (1732-1808),
Francisco José de Caldas (1771-1833), José Ignacio Bartolache (1739-1790),
Antonio de León y Gama (1735-1802), José Eusebio Llano de Zapata, Hipólito
Unanue (1755-1833). Y todavía, en Alonso Carrió de la Vandera (¿1714?-1783),
autor de El Lazarillo de ciegos caminantes (1773); en la obra de Pedro Peralta
Barnuevo (1663-1743), o en el propio Pablo de Olavide (1725-1803), peruano, que
participó en la colonización de Sierra Morena por orden de Carlos III; Francisco
Eugenio Javier de Espejo y Santa Cruz (1747-1794), y Fray Servando Teresa
de Mier (1763-1827). Es decir, un grupo muy notorio que le permite a Alfonso
Reyes hablar de un “fugaz renacimiento” para definir el auge intelectual en el
siglo XVIII latinoamericano.31
El historiador Carlos Martínez Shaw, incluso, no ve a los jesuitas como
representantes de la tradición y opuestos a las reformas, sino, por el contrario,
como individuos mayoritariamente cercanos a la “Ilustración”, y cuya obra se
expresó tanto en el territorio español como en una “rica Ilustración americana
y filipina”.32

30
Góngora. “Aspectos…”, op. cit., pp. 121-125.
31
Reyes, Alfonso. “La era crítica”. Letras de la Nueva España. México: FCE, 1948, pp. 375-387.
32
Martínez Shaw, Carlos. “Ilustrados españoles fuera de España”, en <http://www.artehistoria.jcyl.
es/histesp/contextos/6810.htm>.

49
En relación a los jesuitas españoles que se destacaron en el exilio italiano,
hasta constituir lo que Martínez Shaw denomina una “cultura hispano-italiana”,
menciona a Esteban de Arteaga y Pedro Montengón. El primero, con sus
Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal (1789), en las que introduce una
reflexión sobre los condicionantes externos del arte, “con su corolario adverso a
la universalidad de la valoración estética y favorable a la creación determinada
por las tradiciones nacionales, abriendo así la puerta al prerromanticismo”. En
relación a Montengón, celebra su participación en el debate educativo ilustrado
y en “la introducción del pensamiento de Rousseau en España, gracias a su
obra Eusebio, publicada entre 1786 y 1788”, con el que comparte la búsqueda
de una educación en libertad.
Pone de relieve igualmente el amor de los jesuitas exiliados por España,
expresado por Francisco Javier Llampillas “con un tratado en seis volúmenes
redactado en italiano bajo el título significativo de Saggio apologetico della
letteratura spagnola. El mismo espíritu inspira la obra de (…) Juan Francisco
Masdeu, Storia critica di Spagna e della cultura spagnola, (…) que aparecería
íntegramente traducida al castellano en veinte tomos entre 1783 y 1805”.
También participaron los españoles en los debates contra las acusaciones
del abate Raynal y Cornelius de Pauw; como Juan Nuix, que en sus Reflexiones
imparciales sobre la humanidad de los españoles en las Indias contra los pretendidos
filósofos y políticos (1782), defiende la colonización española en América, aunque
evitando la apología de la conquista.
En el mismo contexto, se debe considerar la obra de dos jesuitas en Italia,
influidos por Gregorio Mayans:33 Juan Andrés y Morell (1740-1817), autor de
una historia universal de la cultura, Dell’origine, progressi e stato attuale d’ogni
letteratura, publicada en diez volúmenes, entre 1784 y 1806, y Fray Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764), autor del Teatro crítico universal (1724 y 1739), y
Cartas eruditas y curiosas (5 volúmenes entre 1742-1760), y otras con las que
intentaba, desde un espíritu moderno, denunciar las supersticiones populares.
Esta misma ilustración hispana hizo que Jovellanos, en su Elogio de Carlos III,
apoyara al gobernante que traía los principios de las luces y la modernización
del país.
Y, por último, la obra también enciclopédica de Lorenzo Hervás y
Panduro (1735-1809), Idea dell’universo y su Ensayo práctico de las lenguas, con una
colección de oraciones dominicales en más de trescientas lenguas y dialectos
(1787), que lo convierten en el padre de la filología comparada.

33
Gregorio Mayans (1699-1781), erudito escritor representante de la Ilustración española.

50
Estos casos permiten concluir una innegable aunque contradictoria (en
el sentido que presentan tanto elementos de progreso como conservadores)
Ilustración entre los jesuitas españoles expulsos.
Javier Sánchez Zapatero34 observa la fácil adaptación de estos jesuitas
en Italia, y menciona a Manuel Lassala, a Juan Francisco Masdeu y a Juan
Bautista Colomés, quienes escribieron importantes obras literarias “en la
lengua del país que les había albergado”, sin mostrar en ellas ningún elemento
de “desarraigo, la nostalgia o la imposibilidad de afrontar el presente en sus
nuevas residencias”. Y entre los de mayor nivel intelectual, destaca al jesuita
José Francisco de Isla, más conocido como Padre Isla, autor de Historia del
famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, y otras en las que mantiene un
tono satírico contra la Iglesia.
Antonio Eximeno y Pujades (1729-1808) se destacó en física, matemáticas,
filosofía y música, y publicó Del origen y reglas de la música (1774); aunque su
obra más polémica es El espíritu de Maquiavelo (1795), que le trajo problemas con
la Inquisición.35 Particularmente importantes son los Diarios36 escritos por los
jesuitas en los que se registra la vida cotidiana, sus reflexiones y especialmente
el viaje del exilio, de gran valor como documentos históricos: Manuel Luengo,
y su Diario de la expulsión de los jesuitas de los dominios del Rey de España (1767-
1814);37 y José Manuel Peramás (1732-1793), un joven jesuita nacido en España
en 1732 y que pasó al Paraguay en 1755, conocido por su extenso Diario del
destierro o la expulsión de los jesuitas de América en tiempos de Carlos III (1768), así
como un texto descriptivo de las misiones jesuitas en Paraguay, de gran valor
etnográfico y filosófico: De administratione guaranica comparate ad Rempublicam
Platonis commentarius (1785), traducido como Platón y los guaraníes, todo lo cual
nos permite establecer que, si bien la península y sus colonias no produjeron
filósofos de la altura de Kant, sí participaron en el amplio espacio intelectual
de la Ilustración: este espacio abarcó a políticos, pensadores, académicos, y en
muchos sentidos, también a los jesuitas.

34
Sánchez Zapatero. “Implicaciones…”, op. cit.
35
Ver, Bono Guardiola, María José. “El espíritu de Maquiavelo de Antonio Eximeno”, en <http://www.
cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01604963214586052982257/p0000003.htm>.
36
Recomiendo el libro de Frost, Testimonios…, op. cit., que reproduce fragmentos de los Diarios de
Francisco Javier Alegre; Rafael de Zelis y Antonio López de Priego, todos mexicanos.
37
El Diario del padre Luengo ha sido publicado recientemente. Luengo, Manuel S.J. Memoria de un
exilio. Diario de la expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España (1767-1768), Estudio
introductorio de Inmaculada Fernández Arrillaga. Alicante: Universidad de Alicante, 2001.

51
Conclusiones
El análisis tanto de los hechos históricos como de los textos de los jesuitas
nos permite plantear ciertas diferencias entre los miembros de la Compañía de
Jesús europeos y americanos, y aunque ambos comparten el mismo fundador
y los mismos principios, al actuar en contextos diferentes y sobre todo, en mi
opinión, por la presencia del indígena en América, sus visiones de la realidad
se modificaron.
Los jesuitas nacidos o avecindados en América manifiestan una
sensibilidad especial por el indígena, no solo como una variante del pobre, sino
como portador de una cultura (una lengua, economía, arte, cosmología, religión)
radicalmente diferente a la metropolitana. Esto hizo que en la evangelización
y la administración de las misiones, en términos materiales, se establecieron
diferencias fundamentales respecto a los europeos: muy lejos de la corte y del
poder, se dedican a educar, trabajar la tierra, reflexionar y sobre todo a observar
el Nuevo Mundo. Algo similar a sus hermanos en Asia e India: cristianizar a
seres humanos tan diferentes a ellos mismos, y por lo que en ocasiones debieron
ofrecer su vida.
Basta con observar las construcciones levantadas en las misiones de
Paraguay (donde había reducciones con más de 30.000 indios), los campos
trabajados en el Valle Central de Chile, los colegios e iglesias en Argentina,
México, Cuba, así como las fábricas de instrumentos musicales construidos en
medio de la selva de la Chiquitanía boliviana y la organización de sistemas de
exportación de yerba mate a través del continente, para determinar que nos
enfrentamos a una orden religiosa preocupada de resolver aspectos prácticos,
y en la que la interpretación de matices de los textos bíblicos, o de los preceptos
conciliares, no tenía un espacio mayor.
La utopía jesuita en el Nuevo Mundo, que probablemente se ha manteni-
do a través de la historia de América Latina con mayor fuerza de la que se cree,
intentó ni más ni menos que poner en práctica la Civitas Dei, desde California
hasta el sur de América.
De igual manera, la solidez y originalidad de los aportes al estudio de
la naturaleza que realizaron los jesuitas, no se encuentra en ninguno de sus
hermanos europeos, ni siquiera de los que emigraron a Prusia y Rusia, donde
fueron bien recibidos y desarrollaron una obra educacional de calidad.
Fueron las nuevas condiciones americanas (o asiáticas) las que los
obligaron a abandonar la burocracia y resolver aspectos prácticos; por ejemplo,
sus aportes a la astronomía en oriente, como el caso del jesuita italiano Matteo
Ricci (1552-1610), que actuó como matemático y astrónomo en China, donde

52
para probar que la luz de Cristo era la verdadera, los jesuitas debían prever los
eclipses con mayor efectividad que los sabios del Emperador.
Y en el exilio europeo fueron sobre todo los americanos los que
discutieron en igualdad intelectual con los sabios de su tiempo, debatiendo
las tesis de Buffón, de De Pauw, de Raynal, y otros importantes naturalistas
europeos.
En la obra del jesuita chileno Juan Ignacio Molina, como en la del mexicano
Francisco Javier Clavijero, y en la de Juan de Velasco, por mencionar algunos,
se presenta un intento por mirar de otro modo la naturaleza y la historia, bajo
la creencia fundamental de que sin conocer el mundo americano todo análisis
permanecía incompleto, ya fuera en cuestiones naturales o culturales.
Esta originalidad hizo que Juan Ignacio Molina haya sido considerado
como precursor de Darwin, que Humboldt haya tomado conocimiento de su
obra y que Kant lo mencione, siendo el único del Nuevo Mundo presente en
su obra.38
En este contexto, los jesuitas latinoamericanos se preocuparon de ir
ampliando la concepción de la ciencia y la filosofía, dando indicios de que cierta
“modernidad” ingresaba en sus racionamientos críticos al estado de las ciencias
o de la necesidad de nuevas herramientas conceptuales para comprender el
mundo natural y social.
Aunque algunos historiadores han declarado que los jesuitas actuaron
apegados a la ley de Roma (“…la política cultural de la Compañía de Jesús
fue la de un firme combate contra el pensamiento moderno”),39 hay suficientes
hechos que nos muestran su intento de apertura intelectual, y que desde antes
del exilio y más aún después, sin dejar de ser católicos, criticaron las verdades

38
Dice Walter Hanisch: “A Molina, como naturalista lo citan Gian Rinaldo Carli, Antonio José
Cavanilles, que le dedica una planta; Francisco Javier Clavigero, Deslisle de Sales, Pablo Mako,
José Solís, Antonio Lorenzo Jussieu, Colmeiro (a quien se debe la observación de la superioridad de
Molina por su lenguaje linneano sobre Lozano, Gumilla, Venegas, Caulin, Clavigero, Ulloa, Gómez
de Vidaurre y Abad) y siguen los que citan a Molina: Lamarck, Poiret, Lessing, Ventenat, Xuárez.
Como geógrafo lo citan Alcedo, Iturri, Kant en su Geografía física pintoresca, (…) Ludewig por
su conocimiento de la lengua araucana (…). Para que no se diga que ocultamos los enemigos, aquí
están sus nombres: Brogniart, Cuvier, Candolle, Daudin, Sonnini de Manoncourt, Brisseau de Mirbel
y Felipe Salvador Gilij. En el siglo XVIII España envió tres expediciones científicas a América. Al
Perú y Chile, a Hipólito Ruiz y José Pavón; a Nueva Granada, a José Celestino Mutis, y a Méjico,
a Martín Sesé y José Lacasta. De ellas la única que publicó sus resultados en su tiempo, aunque no
llegó a completar su trabajo, es la del Perú y Chile. A pesar de sus diferencias con Molina, lo alaban
y le dedican una planta”. Hanisch, Walter S.J., “El ambiente chileno y europeo en la formación de
Juan Ignacio Molina”, Universidad de Talca, Revista Universum 1 (1986).
39
Chiaramonte, Juan Carlos. “Ilustración y modernidad en el siglo XVIII hispanoamericano”. En
Krebs, Ricardo. La revolución francesa y Chile. Santiago: Universitaria, 1991.

53
peripatéticamente adquiridas, dando muestras de su admiración por los nuevos
métodos científicos. Y no es imposible pensar que en su formación en los
seminarios americanos, y a pesar de los controles, tuvieron acceso a Descartes,
Gassendi, Newton y Linneo, lecturas que más tarde les permitieron mostrar la
condición de igualdad de América en relación con Europa.
Juan Ignacio Molina, por ejemplo, escribe que “…la autoridad vale poco
o nada, si no se basa en la experiencia y la razón”; y Walter Hanisch, agrega
que desde antes del exilio, en Chile: “El gusto de la ciencia moderna con el
arribo de libros franceses, comienza también a esparcir algunos rayos de su
luz”.40 Y el padre Ronan presenta a Molina como un crítico de la escolástica;41
y fue probablemente por esta razón que fue invitado a participar, durante la
ocupación napoleónica de Italia, en la sociedad de enseñanza.
El propio discípulo de Molina, Antonio Santágata, señala el interés de
aquél por las nuevas ciencias: “…un día jueves, que se quedó sin salir del
colegio, pasaron a visitarle algunos jóvenes con el ánimo de aprovecharse de
sus explicaciones. Molina, desdeñando los capciosos sofismas de la rancia
filosofía, dábale preferencia a la explicación de cualquier tratado de matemáticas
o geografía”.42
Lo anterior, levanta una pregunta todavía más provocadora: ¿si la
obra de los jesuitas fue tan positiva para el mundo latinoamericano, por qué
entonces nadie entre los criollos se levantó para evitar su exilio? O bien, ¿qué
fuerzas sociales se habrían necesitado para oponerse a una medida que, tal vez,
hubiera adelantado la independencia, como un hecho surgido desde las propias
condiciones de América, y no externas, como la prisión del rey Fernando VII
por parte de los franceses?
Las respuestas están en las circunstancias en que América Latina vivía su
etapa colonial, marcada por la ausencia de grupos sociales con independencia
política y social frente al poder monárquico, o de católicos con mayor densidad
intelectual, y sobre todo, por la ausencia de semillas de Ilustración entre
la población civil, que pudieron hacer retroceder el silencio y la oscuridad
colonial.
En este sentido, el exilio de los jesuitas americanos en Europa nos permite
utilizar el concepto de “espejo histórico”, pues es un hecho que no los afectó
solo individualmente, sino que nos permite triangular una información histórica

40
Hanisch, “El ambiente…”, op. cit.
41
Ronan. The world’s window…, op. cit., cap. IX.
42
Santágata, Antonio. “De vita et Doctrina Io. Ignati Molinae, chilensis”. Academia de Bolonia, 1845.
Traducción al español de Pedro Barrios Casamayor, Anales Universidad de Chile, junio 1860.

54
a una escala mayor que los trasciende, gracias a lo cual podemos observar con
mayor claridad un momento global de la historia: su exilio nos da luces sobre
el tamaño de la Ilustración en América, o nos permite mirar de otra forma la
política y la cultura del siglo XVIII en España, las relaciones entre Iglesia y
Estado, y otras,43 espejos cuyas imágenes confunden las relaciones con el poder
civil, las alianzas internacionales, la defensa del indígena americano, y también
la política del Rey, los intereses fronterizos, los intentos de modernización de
Carlos III, y las difíciles relaciones entre los Estados peninsulares y la Iglesia de
Roma. Lo que podríamos concebir como debates entre variantes de modernidad,
según la presencia mayor o menor de elementos burgueses, ilustrados, católicos,
aristocráticos, populares y otros, que finalmente nos permiten analizar el exilio
jesuita como un fenómeno histórico y cultural global.

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43
He planteado esta idea en Pinedo, Javier. “Juan I. Molina: el más universal de los maulinos”. En
Hanisch, Walter. Juan I. Molina y sus obras. Talca: Universidad de Talca, 1999.

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57
Isidoro Errázuriz y el exilio
como búsqueda de sí mismo
CARLOS SANHUEZA

Si ha de buscarse una experiencia de vida que enfrente de manera dramática


al sujeto consigo mismo, sin duda ésta es el exilio. El impacto que produce el
desarraigo –con toda su carga de sentimientos de pérdida, derrota y abandono–
al mismo tiempo que somete al individuo a un cuestionamiento, le traza con
nitidez sus fronteras (étnicas, personales, nacionales, etc.), mismas que hasta
entonces se habían asumido como algo natural. En otras palabras: la interrupción
de lo propio le permite al desterrado mirarse desde lo ajeno. Esta mirada interior
se genera, entre otros, desde la intersección de dos movimientos.
Por un lado, el exiliado construye una identidad personal, un “yo” a
partir del cual poder enfrentar la alteridad a la cual se ve sometido. Este “sí
mismo” de alguna manera remite a un papel, a una suerte de personaje, que
el sujeto erige. Es justamente dicho “yo”, transformado en personaje, quien va
absorbiendo las tensiones que toda individualización involucra.1
En otro sentido, en esta conformación de un espacio del “yo”, dicho
encuentro con la intimidad de una biografía, de ninguna forma se realiza
en las trastiendas del espacio anfitrión. Muy por el contrario: es este último
quien genera las fronteras (nacionales, étnicas, culturales, etc.) que limitan
el desplazamiento del exiliado. De allí la importancia de lugar en el cual el
desterrado se ve obligado a residir, puesto que destierro y tierra de acogida se
cruzan en la ficción autorrepresentativa.
1
En relación al vínculo identidad y relato autobiográfico, ver Lejeune, Philippe, Der autobiographische
Pakt, Frankfurt, 1975/1994, pp. 13-51; Schulze, W. (ed.), Ego-Dokumente. Annäherung an
den Menschen in der Geschichte.Berlin, 1996, pp. 417-450; Molloy, Sylvia. At Face value.
Autobiographical writing in Spanish America. Cambridge, N.Y. y otros: Cambridge University
Press, 1991. Sobre el concepto de Egodocumento, ver Krusenjstern, Benigna Von. “Was sind
Selbstzeugnisse? Begriffskritische und quellenkundliche Überlegungen anhand von Beispielen aus
dem 17. Jahrhundert”, en Historische Anthropologie 2 (1994): 462-471 y Ulbrich, Claudia, “L`usage
historiographique de l`autobiographie”. Dion, Robert et al. Vies en récits. Formes littéraires et
médiatiques de la biographie et de l`autobiographie. Québec: Editions Nota Bene, 2007, pp. 139-
156.

59
El presente artículo, siguiendo las directrices antes esbozadas, analiza
en el chileno Isidoro Errázuriz las formas a partir de las cuales logró inscribir
el abandono forzado de la patria en una narración personal. En particular se
examina cómo Errázuriz fue construyendo una noción de destierro, primero en
los Estados Unidos y posteriormente en Alemania, más allá de una situación
política, para devenir en una de tipo autobiográfica.

Isidoro Errázuriz, un intelectual del siglo XIX


Isidoro Errázuriz (1835-1898) nació en los primeros decenios de la
vida republicana chilena. Su familia no solo se caracterizó por ser parte de
una tradición señorial, sino también por una marcada inclinación liberal. Sus
estudios formales los realizó en el Instituto Nacional de Santiago de Chile,
donde ingresó a los 11 años. En 1851, es expulsado del país tras participar en
una sublevación, en parte influida por un artículo suyo publicado en la prensa
santiaguina.
Entre 1851 y 1852 permaneció en Georgetown, Estados Unidos. Allí asiste
a un colegio jesuita, con todo tipo de problemas de adaptación: añorando Chile,
inquieto ante las noticias políticas, preocupado por la suerte de sus amigos
y correligionarios políticos. Por 1852, ya decepcionado ante la educación
norteamericana y en especial respecto del sistema escolar jesuita, partió de
los Estados Unidos rumbo a Alemania. Al llegar a destino, se estableció en
Hamburgo, tomando clases de alemán e intentando ser admitido en alguna
Universidad. El deseo de estudiar lo lleva a entrar a la Universidad de Göttingen
–una de las más antiguas de Alemania–, a fin de realizar estudios universitarios
y graduarse de doctor en ciencias jurídicas, titulándose el año 1856.
Una vez vuelto al país, se destacó por su labor pública, en especial en la
prensa y en el Parlamento. Tomó parte en más de un debate político e ideológico
–lo que valió un nuevo destierro en 1859–, irguiéndose como uno de los oradores
más brillantes de su generación. En las postrimerías de su vida llegó a ser un
defensor de los intereses nacionales en el conflicto bélico con Bolivia y Perú,
llegando a fundar el primer periódico chileno durante la ocupación de Lima
en 1881. Después de ejercer como ministro de Estado colaboró en la actividad
diplomática, labores en las cuales se encontraba cuando falleció de fiebre
amarilla en Brasil durante el año 1898.2
2
En relación a la biografía de Isidoro Errázuriz se ha seguido a Figueroa, Pedro Pablo. Diccionario
Biográfico de Chile. Tomo I. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1897, pp. 404-408; Orrego
Luco, Luis. Obras de Isidoro Errázuriz. Discursos Parlamentarios. Santiago de Chile: Imprenta
Barcelona, 1910, pp. VI-XXXII y Donoso, Armando. Recuerdos de cincuenta años. Santiago de
Chile: Editorial Nascimiento, 1947, pp. 58-79.

60
Isidoro Errázuriz perteneció, como prácticamente la totalidad de la élite
latinoamericana del siglo XIX, a un sector de la sociedad involucrado tanto en
esferas políticas como intelectuales. Lo anterior implicaba que sus acciones en
el terreno político las llevaba al plano intelectual y viceversa: el escritor, a la vez,
cumplía funciones de Estado y literarias. Tal y como lo afirma Doris Sommer,
en los intelectuales decimonónicos confluía “el deseo de felicidad doméstica”
con los “sueños de prosperidad nacional”. En el fondo, los planos públicos y
privados “se ligaban mutuamente”.3 De allí que una experiencia de destierro
sea asumida no tan solo desde su faz política o ideológica, sino también desde
un punto de vista intelectual.4
En muchos exiliados latinoamericanos del período, como el chileno
Benjamín Vicuña Mackenna, el destierro se transformó en una suerte de
Bildungsreise o viaje de formación. El propio Isidoro Errázuriz advertía, ya
desde los Estados Unidos, que su destino de destierro debía de cambiarlo por
un recorrido formativo, circuito que se inscribía en un proyecto a la vez político
y literario. De allí que no bastase solo con acceder al sistema universitario para
educarse, en el sentido amplio del término: había también que formarse como
ciudadano, como intelectual, así como acumular experiencias.5
Por un lado, el desterrado chileno deseaba experimentar con las
instituciones, seguir las discusiones, integrar asociaciones, así como escudriñar
el espíritu que animaba a su población civil, tanto en los Estados Unidos como
en los Reinos Germánicos. De allí que el joven estudiante de Georgetown
aproveche la cercanía con la ciudad de Washington de modo de asistir a
sesiones del Congreso Norteamericano, conocer a los actores de la política
en el País del Norte. En otros términos: “vivir” el sistema republicano. Por su
parte, en Alemania, a pesar de su concentración en los estudios universitarios,
Isidoro Errázuriz buscó acceder desde tal espacio de socialización a la sociedad
germana, asistiendo a espectáculos teatrales, parques, cafés y librerías. Tanta

3
Sommer, Doris. Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América Latina. México:
Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 24-25.
4
Respecto a los intelectuales decimonónicos en Europa, ver Charle, Christophe. Los intelectuales en
el siglo XIX. Precursores del pensamiento moderno. Madrid: Siglo XXI Editores, 2000. Para el caso
latinoamericano, ver Ossandón, Carlos. El crepúsculo de los sabios y la irrupción de los publicistas.
Santiago de Chile: LOM, 1998, y Aguirre, Carlos y Carmen Mcevoy (edit.). Intelectuales y poder.
Ensayos en torno a la República de las Letras en el Perú e Hispanoamérica (siglos XVI-XX).Lima:
IFEA-IRA, 2008.
5
De este modo nota en su Diario el 18 de noviembre de 1851: “El viaje a Europa, sea para cursar
leyes en alguna clase pública o para conocer pueblos, costumbres, constituciones; he aquí la estrella
que debo seguir”. Errázuriz, Isidoro. Diario 1851-1856. Santiago de Chile: Editorial Nascimiento,
1947, p. 50.

61
será su incorporación, que hasta fue parte de una agrupación universitaria y se
comprometió con una mujer de Hamburgo que más tarde será su esposa.6
En otro aspecto, se observa en Errázuriz que su experiencia de destierro
llegó a ser un respaldo a su vida política, un apoyo, una carta de presentación.
Esto explica por qué, una vez vuelto a Chile, busque en sus vivencias fuera
de las fronteras un espacio de legitimación. En este sentido, el aprendizaje del
desterrado no estaba dado solamente por los estudios formalmente cursados,
sino también por haber vivido y hasta padecido con el sistema educativo y
político en los Estados Unidos y en medio de los Reinos Germánicos. Lo público
y lo privado, nuevamente, volvían a entrelazarse.7
Interesante resulta que, tanto en los Estados Unidos como en Alemania,
Errázuriz llevó un diario de vida donde fue relatando casi todos los días sus
experiencias, sentimientos, logros y frustraciones. Su Diario es asumido como
una narración personal, íntima. El texto es como una suerte de desahogo que
lograba sacarlo de la difícil situación de enfrentar un destierro y todo lo que ello
llevaba consigo: la separación de su hogar, la pérdida de un proyecto político,
la obligación de aprender un nuevo idioma y costumbres diferentes.8
Tal y como ciertos estudiosos lo han establecido, la forma textual
del diario fue una particularidad del siglo XIX asociada a la noción de una
escritura del “Yo”. Poseedor de una larga tradición, que en Europa se remonta
al Renacimiento, el diario fue fuertemente potenciado por la literatura
decimonónica romántica, imprimiendo un sello autorreferencial a dicha
centuria. En efecto, el diario describe “enfatizando emociones, observaciones
y reflexiones personales”.9 Si a lo anterior le agregamos el desplazamiento,
6
Isidoro Errázuriz perteneció a la agrupación estudiantil de la Universidad de Göttingen,
Burschenschaft Hannovera.
7
Esto queda muy claro al revisar los discursos parlamentarios de Isidoro Errázuriz. De esta forma,
por ejemplo, al discutirse respecto de la calidad de la instrucción pública en los Estados Unidos,
Errázuriz saca a colación sus experiencias: “Ya que hablo de Estados Unidos, permítame la Cámara
que traiga a colación una experiencia personal. Yo he concurrido a una de las llamadas universidades,
regentadas por miembros de órdenes religiosas (…). Pues bien, en esa universidad se enseñaba
la filosofía en latín y según el sistema que florecía en Europa hace tres siglos. Allí el examen de
ciencias naturales era materia de cinco horas de estudio. Recuerdo que al dolor de la patria ausente
se mezclaba entonces, para nosotros los chilenos, un sentimiento de orgullo cuando traíamos a la
memoria el Instituto Nacional y establecíamos comparaciones con lo que teníamos a la vista”. En
Orrego Luco, Obras…, op. cit., p. 57.
8
Cabe destacar que, junto a su Diario, Isidoro Errázuriz escribió un número importante de cartas,
textos que en su mayoría han desaparecido.
9
Brintrup, Lilianet. Viaje y escritura. Viajeros Románticos chilenos. New York: Peter Lang, 1992, p.
22. En relación al relato autobiográfico en América Latina ver Molloy. At. Face value…, op. cit., pp.
1-11, y Piña, Carlos. “Verdad y objetividad en el relato autobiográfico”, 1988, pp. 29-39. También

62
podremos visualizar cómo dicho soporte textual representó –en palabras
de Brintrup–, no solo lo visto en los territorios visitados, sino también las
impresiones que el narrador-viajero recibía de todo lo que iba encontrado
durante el cumplimiento de su itinerario.10
Este sentido autobiográfico del diario y el diario de viaje, para el caso
hispanoamericano, cumplió, además, otra función: generar un ámbito de
validación intelectual. Lo anterior resultaba una imperiosa necesidad en las
nuevas repúblicas enfrentadas a una crisis de autoridad tras la Emancipación
del Imperio Hispánico. Durante el período colonial, el hombre de letras veía
su labor respaldada por fuertes instituciones, como lo eran la Iglesia y la
Corona. Esta situación se modificó drásticamente con la separación de España,
hecho que obligó a los intelectuales a buscar otros espacios de legitimación,
centrándose muchas veces en sí mismos. Este foco en lo subjetivo, sin embargo,
no implicó necesariamente un alejamiento del quehacer público. Muy por el
contrario, dicha expresión de una individualidad se ha interpretado para el
caso Hispanoamericano a partir de la conformación de un espacio intersticial
entre “la esfera pública y privada; entre el honor y la vanidad; entre lo propio
y el país; entre la evocación lírica y la anotación factual”.11
En definitiva, el diario posibilitó la conexión entre autofiguración,
identidad nacional y cultural, con la expresión de una individualidad.
En lo que sigue se analiza en qué sentido confluyeron tales vínculos
escritura-destierro en Errázuriz, en tanto búsqueda de lo propio.

El sentido de una distancia forzada


El primer momento de Isidoro Errázuriz, enfrentado a su exilio, es
de perplejidad, incertidumbre. El desterrado debe hacer el largo camino de
la ausencia espiritual, de modo de alcanzar la lejanía física antes realizada:
convencerse de la situación del no-retorno, de las fechas indefinidas, de lo
pasajero que de pronto adquiría carta de ciudadanía. Los sentimientos se
entrecruzaban, se agolpaban:
Hay algo (…) en esa extraña coincidencia de llanto y felicidad, de flores y
espinas que cubren desde el principio hasta el fin el camino del desterrado. (…)

Pinedo, Javier. “Concepción del pasado en un relato autobiográfico chileno del siglo XIX”, 1988,
pp. 70-89, ambos en Narváez, Jorge (ed.), La invención de la memoria. Santiago de Chile: Pehuén
Editores, 1988.
10
Brintrup, Viaje…, op. cit., p. 22.
11
Molloe, At Face value…, op. cit., p. 4.

63
la ausencia del hogar arranca sin cesar ayes profundos del fondo de mi corazón;
y sin embargo, lo digo mil veces, estoy contento con el tiempo que corre, porque
una impresión purísima, la sombra casi aérea de una mujer ha hecho brotar en
mi alma dormida una fuente inagotable de ternura, de esperanza, de porvenir.
Desde hoy en adelante abandonaré esas quejas inoportunas (…). Abrazaré mi
cruz y marcharé tranquilo (…). El hogar está allí donde está el alma.12
Llanto y felicidad coinciden en la medida en que lo trágico logra ser
transformado: el ostracismo de pronto es visto como la posibilidad de un
desarrollo espiritual. Sin embargo, lo anterior solo se alcanzaba si el desterrado
lograba desprenderse hacia un otro. De esta forma podía sobrellevar el peso
de su cruz, haciendo renacer la ternura, la esperanza y el porvenir. El otro hacía
que el alma se despertarse; llenaba el vacío dejado por la distancia; suplantaba
el espacio del hogar abandonado. De esta manera, Errázuriz reunía los trozos
de una existencia fragmentada a fin de reconstruirse, reorganizando lo propio
en medio de lo ajeno.13
Esta reestructuración post-expatriación, sin embargo, no significaba que
no hubiese retrocesos, dudas, contradicciones. ¿Qué hacer si, de pronto, el olvido
se tomaba el espacio del recuerdo, si se alojaba en la memoria?:
Ni una nueva noticia, ni una impresión, ni un pensamiento. Comienzo a
sentir la mano del tiempo que pasa (…). Mientras en Chile la inteligencia de
la juventud se desarrolla en este momento con el estudio; con el aire ardiente
de una atmósfera de convulsión social; con las ideas republicanas, que se
convierten en hechos, yo que muy temprano me alisté en sus filas, bautismado
[sic] con la persecución, me encuentro estacionado (…) en un lugar maldito
(…). Lejos de mis hermanos en el pensamiento (…), siento que un manto
mortuorio se extiende sobre mi pasado (…). Ese manto es el olvido, es el hielo
que marchita las yerbas cuando han cesado de iluminar el horizonte el Sol de
los Recuerdos.14
La desesperación emerge al ver pasar un tiempo que congela lo dejado
atrás como si existiesen cronologías paralelas a uno y otro lado de las orillas del
exilio. ¿Acaso podría, incluso, desaparecer el rastro del origen de la expulsión
de la patria? Había que combatir, de alguna forma, el recuerdo que se hacía

12
Errázuriz. Diario…, op. cit., p. 4.
13
Respecto a la posición psicológica del exilio ver Grinber, Leon y Rebeca Grinber. Psychoanalytic
Perspectivas on Miration and Exile. New Haven: Yale University Press, 1989, p. 9. Tomado de Fey,
Ingrid y Karen Racine (eds.), Strange Pilgrimages: Exile, Travel, and National Identity in Latin
America, 1800-1990s. Wilmington: Scholarly Resources, 2000, pp. XIV-XVII.
14
Errázuriz. Diario…, op. cit., p. 10. Mayúsculas del original.

64
cada vez más lejano, de modo de no permitir que se redujese a una sombra vaga
lo que le quedaba de Chile.15
En definitiva, el mar turbulento del corazón, las dudas (¿De dónde vengo?
¿Hacia dónde me marcho?)16 no hacían más que testimoniar el sentido de una
situación límite. Y lo que era aún más doloroso: no encontrar una explicación
que diera cuenta del alejamiento obligado. Esta incertidumbre hacía que la
distancia se volviera inconmensurable, tornando las metas difusas, sembrando
la confusión.
En otro sentido, Isidoro Errázuriz no podía evitar sentirse aislado, ajeno
a lo que antes había constituido su hogar, su ambiente.17 En un momento, esta
sensación de abandono, de pérdida, lo llevó hacia sí mismo: al encierro, a la
negación:
Durante el primer año de mi residencia en este país [Alemania], viví muy
retirado y lleno todavía de los recuerdos de la patria. El aislamiento me hizo
melancólico. Hamburgo era entonces para mí una ciudad corrompida y
despreciable; en vez de procurar el entrar en relación con algunas familias,
evité constantemente el trato de los alemanes que conocía y formé así un
vacío inmenso entre yo y el país que debía servirme de patria durante tantos
años.18
A diferencia de sus compatriotas, Benjamín Vicuña Mackenna, quien
se enfrentó a Alemania y a lo alemán a partir de su evaluación, o de Vicente
Pérez Rosales, quien sublimaba la lejanía de Chile desde una actitud utilitarista,
Errázuriz evitaba a los alemanes, buscaba el aislamiento.19 A partir de lo
anterior, el exiliado iba instalando entre él y los otros un vacío, imposibilitando
cualquier diálogo, cualquier conexión. Pronto, sin embargo, comprenderá que
dicha posición lo único que podía traerle era la soledad, haciendo la lejanía de
Chile aún más insoportable. A partir de tal constatación, Errázuriz asumirá su
condición de exiliado, de aquel que no ve a corto plazo la vuelta a la patria. Si
decidía no aceptar Alemania, a la vez que le era imposible el viaje de regreso
a Chile, se convertía en una suerte de expatriado sin patria, instalándose en
una tierra de nadie, lo que evidentemente tornaba su situación insostenible. De
15
Ibid., p. 11.
16
Ibid., p. 95.
17
Parte de lo que sigue ha sido publicado en Sanhueza, Carlos. Chilenos en Alemania y alemanes en
Chile. Viaje y nación en el siglo XIX. Santiago de Chile: DIBAM-LOM, 2006, pp. 183-189.
18
Errázuriz, Isidoro. “Cartas de Errázuriz al abuelo chileno”, Revista chilena de Historia y Geografía
X, 64 (1929): 61.
19
Respecto a la experiencia de Benjamín Vicuña Mackenna y Vicente Pérez Rosales en Alemania,
ver Sanhueza, Chilenos en Alemania…, op. cit., pp. 131-183.

65
modo que, a diferencia de lo que había ocurrido en los Estados Unidos, aquí
decidía adoptar un rol, una sociabilidad, un país:
Vivir aislado no podía ya por más tiempo; una fuerza irresistible me arrastraba
hacia los objetos de mi rededor. Llegué a ser, pues, estudiante alemán, me
incorporé a una asociación, y me acomodé a las costumbres de mis amigos
del modo más racional del que fui capaz.20
Errázuriz se dejaba llevar por los objetos que lo rodeaban: aprendió el
idioma, se comunicó, se vinculó con asociaciones, se hizo a sí mismo “un otro”,
un estudiante alemán. Esta verdadera estrategia racional de superación de la
distancia, sin embargo, no evitará que sienta el dolor de la lejanía, puesto que la
integración al mundo germano de ningún modo significaba su disolución en él,
ni la renuncia a lo propio. Hacerse un otro no implicaba dejar de ser uno mismo.
De modo que la tristeza, la añoranza, inevitablemente afloraban. ¿Qué hacer
en tales casos? ¿Cómo vencer aquel sentimiento de separación? El desterrado
buscará el olvido obligado, creando todo un lugar que le permitiese sublimar
el dolor, la distancia:
La lectura, las impresiones nuevas, los sentimientos de mi alma (…) mantienen
mi imaginación en un espacio encantado, en que se corona de flores y se duerme.
Sí, se duerme. No soy feliz porque el crepúsculo de los grandes días, porque
Chile (…) están lejos, en la ribera oscura y apartada del mar de la esperanza.
No soy feliz, pero me olvido. Solo esta tarde he pensado que septiembre rueda
sobre mi cabeza sus brisas preñadas de recuerdos grandiosos.21
De alguna manera, Errázuriz construía un terreno intermedio entre
su hogar y el destierro, un espacio encantado, un mundo hecho a base de
olvidos, de sueños, de negaciones forzadas. A partir de tal espacio, se instalaba
conformando un tipo especial de integración: por un lado recibía lo que las
impresiones nuevas le traían –según él declara, lecturas de un Goethe, o un
Schiller–; por otra parte, simulaba un olvido, un alejamiento. De esta forma,
hacía llevadera la distancia, asumiendo una suerte de actitud romántica que
le permitía sobrellevar su situación.
Ahora bien, el riesgo de esta operación de enfrentamiento con la distancia
desde tal espacio encantado estaba en la posible confusión, la pérdida y el
entrecruzamiento entre un mundo real y uno imaginado. ¿Cómo neutralizar
la posibilidad de confundir realidad con poesía? Solo un hilo vinculante le

20
Errázuriz. “Cartas…”, op. cit., p. 63.
21
Errázuriz. Diario…, op. cit., p. 285.

66
permitía al expatriado no perderse, no quedarse en el gesto ficcional, algo que
lo conectaba con lo propio: el recurso a la patria.

La patria desde el exilio


El recurso a la patria desde el exilio era articulado por Errázuriz como
algo más que un conjunto de definiciones o posiciones políticas. La “patria”
no era puesta como una idea abstracta, sino que más bien se ubicaba al interior
de toda una estrategia de superación de la nostalgia, de la añoranza, de la
lejanía.
En un sentido, se hacía necesario para el desterrado combatir el no-lugar:
aquella sensación de no pertenecer al territorio del destierro, pero tampoco al
espacio que se había abandonado. A medida que el exilio se hacía más largo
de lo esperado, Isidoro Errázuriz se afanaba por tener y recibir noticias de la
patria. De allí que hiciera lo imposible por no olvidar: buscando referencias
de Chile en la prensa; escribiendo cartas que lo mantuviesen atado a algo más
real que unas meras imágenes de un país perdido.22
En otro aspecto, las efemérides significativas en la biografía del desterrado
le permitían actualizar las reminiscencias de aquello que se había dejado.
Por un lado, encontrarse en el mes de septiembre (con todo lo que tal
fecha representaba en Chile: la celebración de la Independencia de España,
la constitución del primer gobierno nacional), le permitía abrir una puerta al
recuerdo desde un encadenamiento de añoranzas:
El mes de la eterna memoria, se pierde en el pasado, como los últimos
resplandores de un bella tarde. (…) Todo estaba en mis ojos. El pueblo, mi madre,
mis amigos, los blancos campanarios de la ciudad, reclinada muellemente al
pie de los Andes y sobre esto el tricolor de la República, flotando en un campo
de azur. Septiembre se pierde. La niebla comienza a oscurecer el horizonte.
Ni pueblo, ni madre, ni hogar, ni esperanzas! Una sombra vaga vacila en el
espacio y esa sombra es lo que me queda de Chile.23
Septiembre se pierde no tan solo porque estas notas las escribía el día 30
de dicho mes, sino también en la medida que la memoria se iba transformando
en una sombra vaga. Se hacía necesario, entonces, sujetarse a las imágenes (la
familia, el cielo, los amigos, la ciudad) así como a la última tabla de salvación
que flotaba en medio del naufragio.

22
Al respecto ver Brintrup. Viaje y escritura…, op. cit., p. 50.
23
Errázuriz, Diario…, op. cit., p. 11.

67
Una efeméride que resultaba particularmente dolorosa, en tanto
implicaba el origen de su expatriación, estaba referida al Levantamiento en el
cual Errázuriz participó y a partir del cual había sido expulsado de su patria:
Los últimos días de mayo y los primeros de junio son para mi alma las palabras
de un dulce aniversario. El 30 de mayo una mancha instantánea cubrió el cielo
del Instituto republicano, pero en la noche, el entusiasmo había ya resucitado.
El 31 de mayo a las 12 del día sufrimos el primer bautismo. En la noche del
mismo día, nos inclinamos un momento para levantar la tierra.24
Lejos de resultar una fecha digna de olvidar, Errázuriz marcaba el signo
de un aniversario que le reforzaba el sentido de su lucha. De alguna forma, fines
de mayo se vinculaba en la biografía del desterrado con un acto de rebeldía.
Dicha acción política hizo las veces de un bautismo republicano: el instante en
que el debate de las ideas cedió ante la praxis.
Nítido resulta en Isidoro Errázuriz en qué sentido el recurso a la patria
lo hacía desde un plano de idealización. Lo propio, al respecto, lo articulaba
desde tres esferas que –una y otra vez– chocaban entre sí: la naturaleza, las
costumbres y la vida republicana.
La naturaleza era invocada, siguiendo el canon americano, ya definido
desde Buffon, pero desde un punto de vista más humboldtiano:25 el mundo
americano como Novus Orbis, virginal, imponente, fructífero. Errázuriz no solo
se dormía y despertaba con “el recuerdo de mi patria virginal”,26 sintiéndose
perdido sin “mis montañas”,27 sino que también asociaba lo positivo de la
naturaleza ajena con su propia patria. De allí que en una tarde hermosa en los
Estados Unidos afirmara que el “viento que sopla en Chile durante las tardes
de verano y primavera, parecía saludarnos a través de los mares” o que “la
noche es espléndida. Noche de Chile”.28 La patria, desde este punto de vista,
hacía las veces de referencia y comparación a la hora de definir lo positivo.
En otro aspecto, el propio carácter de su lugar de origen lo anteponía
en el sitio de acogida. De esta forma, enfrentaba su alma volcánica, su corazón
chileno al frío carácter del anglosajón, primero en los Estados Unidos, y más
24
Ibid., p. 179.
25
En relación a la naturaleza americana, ver Gerbi, Antonello. La disputa del Nuevo Mundo. Historia
de una polémica 1750-1900. México: Fondo de Cultura Económica, 1993 (1ª edición, 1955); Pratt,
Mary Louise. Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation. London: Routledge, 1992, y Ette,
Ottmar. Literatur in Bewegung. Raum und Dynamik grenzüberschreitenden Schreibens in Europa
und Amerika. Weilerswist: Velbrück Wissenschaft, 2001.
26
Errázuriz. Diario…, op. cit., p. 12.
27
Ibid., p. 69.
28
Ibid., pp. 123 y 156.

68
tarde al germano en Alemania.29 Fue justamente esta toma de identidad lo que
le permitió a Errázuriz observar críticamente aquellos países que se erguían
como modelos de vida cívica y republicana. Para el desterrado chileno, aquello
no era más que engaños e ilusiones: “Vine a este país [los Estados Unidos]
creyendo hallar ilustración; creyendo existía en él la República del Pueblo
(…). He encontrado tan solo estupidez, egoísmo, pérfida ambición”.30 Estas
características negativas se dejaban explicar desde la propia matriz cultural
noreuropea: materialismo, individualismo, inhumanidad. En definitiva, a
diferencia de su patria, el dios de los americanos era el oro. La patria para Isidoro
Errázuriz, en este sentido, no conformó tan solo un recurso frente a la lejanía,
sino también la guía, la senda trazada, el referente que posibilitaba sobrellevar
la situación de expatriación.

La espiritualidad y el exilio
Interesante resulta notar cómo este recurso a la patria, no pocas veces
fue más allá de una estrategia implementada a fin de superar la nostalgia de
Chile. La lejanía, la separación, hacía que diferentes elementos que normalmente
en el hogar se mantenían separados, como el ámbito público y el espiritual,
aquí se unificaran: ¿en qué medida el exilio era también una prueba no solo
política, sino también religiosa? La patria, ¿no era algo que él compartía con
otros exiliados, aun cuando no fuesen chilenos, solo por el hecho de sufrir una
separación forzosa del hogar? ¿No habían sido arrojados de su patria también
ciertas figuras bíblicas? La patria de pronto se ampliaba, pasando de un ámbito
político e ideológico a un estado emocional, un dolor:
¡Patria mía! ¡Humanidad, patria de las naciones, patria del alma despertada,
patria del Cristo que te legó su Verbo, patria de los que lloran, patria de la
esperanza! Mis ojos te han visto apuñalada (…). Mi corazón ha comprendido tu
agonía (…). Mis labios te han jurado devoción eterna (…). Un día o el otro oiré
de nuevo los tambores de la libertad y el grito de mis hermanos que caminan.
Será propio ceñirse a la ligera y volar a la lucha, sin más espada ni coraza que
la justicia y la conciencia. ¡Dios irá con nosotros!31
Si bien el motivo de su exilio lo constituía un hecho político, el origen
de tal expulsión no lo explicaba tan solo por desacuerdos o enfrentamientos
ideológicos, sino también por todo un conjunto de fuerzas supraterrenales.
29
Ibid., pp. 137 y 152.
30
Ibid., p. 21.
31
Ibid., p. 290.

69
Errázuriz no interpretaba su alejamiento obligado de Chile tan solo a partir de
unas controversias entre conservadores y liberales, sino también desde toda
una batalla entre el bien y el mal, el cielo y el infierno. En la patria no solo
triunfaban los conservadores, sino que también Satán.32
De modo que aquí no se trataba de la intriga de un grupo político sin más,
sino más bien de la manifestación de unas fuerzas oscuras que desplazaban a
las fuerzas morales del país. A partir de lo anterior, la lucha entre liberales y
conservadores, la esperanza de un Chile mejor, era a la vez que política, también
espiritual y religiosa. Dios acompañaba, Dios guiaba al expatriado. El amor a
la libertad y a la patria se tornaba amor a la Divinidad, a la Creación:
He renovado ante el Padre todos mis juramentos, todo mi entusiasmo, todo
el amor que su santa palabra fecunda en mis entrañas. (…) quisiera que los
días volasen y que volasen los años, para encontrarme al fin en los campos
misteriosos de nuestra gran batalla.33
La batalla no se daba solamente en el terreno de las leyes o de la ideología,
sino también en el misterio de la divinidad. Aquí el cristianismo pasaba a
constituir una herramienta de lucha al servicio de la libertad. Lo interesante
es que, en cuanto tal, el recurso a la patria, la noción de libertad superaba el
ámbito político o doctrinario. Errázuriz no veía la solución a la tiranía, a la
lucha contra el mal que lo mantenía lejos del hogar, tan solo en una doctrina
como la de Proudhon, aquel hermano extraviado por el egoísmo del sistema. La
vía no estaba, tampoco, en un enciclopedista ni en un filósofo, tampoco en un
doctrinario:
No queremos a un Voltaire; queremos un Cristo revolucionario que enarbole
la bandera querida y diga al mundo la palabra de los siglos por venir. Sí,
la sociedad sucumbe; los dogmas satánicos se hunden en el tiempo (…).
¡Paciencia, hermano! ¡Esperanza, oprimidos! ¡La hora sonará!34
Cristo se constituía en una figura que enarbolaba una bandera a la
vez política y espiritual. La injusticia social, en el fondo, formaba parte de
la maldad satánica, de ahí que Cristo debía estar presente a la hora de hacer
frente a gobiernos despóticos e injustos. El sentido mesiánico de la religión
cristiana, su visión de un mundo bipolar dividido entre buenos y malos, el
recurso a la anunciación, a la venida del Salvador, se traspasaban al terreno
32
Ibid., p. 310. En otro pasaje Errázuriz saca a colación el vínculo conservadores-satán: “¡Pobres mis
amistades con miembros del ejército conservador. Los halagos de Satán son poderosos!”. Ibid., p.
315.
33
Ibid., pp. 292-293.
34
Ibid., p. 351.

70
político. Será a partir de este entrecruzamiento religión-política, desde donde
interprete su condición de expatriado: ¿No era él, acaso, más que un exiliado,
un peregrino?
La interpretación de su exilio como el viaje de un peregrino fue un
argumento muy utilizado por Errázuriz. De alguna forma, éste se sentía no solo
un exiliado político, sino también aquel que, desde tal experiencia de lejanía,
traspasaba las fronteras en el intento de alcanzar un tipo de santidad. De allí
que Errázuriz se veía a sí mismo como un peregrinus: aquel forastero en busca
de su salvación, el solitario al encuentro de su redención que, por seguir las
huellas del Señor, debía desplazarse. Ahora bien, lo interesante constituye cómo
Errázuriz vinculaba este destino de peregrino con la lucha entre el bien y el
mal ya antes descrita. El mundo injusto –conservador, satánico– que lo había
condenado al exilio, lo obligaba a vivir como peregrino, tan solo armado de
ilusiones y esperanzas. El camino era difícil, pleno de decepciones y fracasos:
“En el mundo extranjero, cuanto es grato a mi corazón se pierde en las sombras.
He buscado la luz, y he encontrado tinieblas, he buscado naciones palpitantes,
y he visto un cementerio universal (…) siento de nuevo que todo para el
peregrino es ilusión!”.35
De algún modo, la tarea del peregrino era difícil, las sombras espesas.
Aquí quedaba clara la decepción ante el mundo extranjero, la posibilidad de
encontrar en los Estados Unidos o en Europa lo que sus intereses le reclamaban.
En definitiva, Errázuriz anhelaba que el dolor del alejamiento tuviese su saldo
positivo: hallar la luz y las naciones palpitantes. La travesía se perdía en su
inutilidad. En Errázuriz, su noche de peregrino se alargaba a medida que el tiempo
pasaba sin obtener recompensa alguna.36
Algo confundía a Isidoro Errázuriz, tornando su destino de expatriado,
de peregrino, en un espacio vacío. ¿Qué era lo que hacía las sombras espesas,
la noche larga? Aquí había un elemento que lo alejaba sustancialmente de la
figura europea del peregrino.
Errázuriz conformaba un tipo de peregrino sin destino, un viajero sin
Jerusalén, sin un Santiago de Compostela como lo habían sido sus homónimos
europeos. ¿Cuál era su lugar de llegada, su punto de finalización? Errázuriz
representaba un peregrino condenado a vagar, sin lograr nunca el arribo final.
De ahí que todo le resultase pasajero, efímero. El desplazamiento conformaba
su razón de ser, puesto que ¡Para el peregrino siempre hay adiós!37 El peregrino

35
Ibid., pp. 356-357.
36
Ibid., p. 349.
37
Ibid., p. 313.

71
europeo medieval podía concluir su tarea una vez que arribase al santuario,
que besase las reliquias sagradas. Después de haber alcanzado la meta, éste
podía emprender el largo regreso a casa. Para Errázuriz, por el contrario, la
meta estaba puesta en el regreso. A diferencia de la figura tradicional europea,
Errázuriz concluía su misión no al arribar al lugar sagrado, sino más bien al
regresar a Chile.
La distancia, la lejanía, la añoranza, eran tan solo parte de su destino de
peregrino. Nuevamente aquí el recurso a Chile, a la patria, constituía el hilo
que vinculaba su destino. Él era un peregrino “nacional”, un viajero obligado
a estar fuera del país, lo que llevaba a conformar la figura de un patriota
que debía alejarse de la patria a fin de ayudarla. Las travesías en los Estados
Unidos y en Alemania eran parte de todo ello: la experiencia de la distancia,
paradójicamente, lo acercaba a Chile.

Conclusiones.
El exilio como búsqueda de sí mismo
Isidoro Errázuriz iniciaba en los Estados Unidos un largo peregrinaje
de destierro que, a primera vista, se advierte político y hasta ideológico. Sin
embargo, una aproximación que indague por sus registros textuales, en tanto
autorrepresentación, ofrece otras facetas de sus experiencias.
En un sentido, se observa que el exilio en ningún caso es una vivencia
homogénea, monolítica, exenta de dudas o contradicciones. Errázuriz una y
otra vez tendrá que rehacerse, construir el espacio del “yo”. Esta particularidad,
probablemente común a todos aquellos que enfrentan la alteridad, se hace aún
más difícil en medio de la incertidumbre, sensación de fracaso y de culpas que
acompañan a quien debe dejar obligado sus fronteras.
¿Cómo reconfigurar lo propio en medio de lo ajeno, en circunstancias
que dicha situación se hacía cada vez más duradera, hasta el punto de llegar
a dudar sobre su naturaleza transitoria? En este aspecto se han destacado dos
elementos invocados por Isidoro Errázuriz a fin de reconstituirse en el destierro:
la patria y la espiritualidad.
La patria se erguía en tanto discurso utilizado en pos de combatir el
no-lugar, la sensación intersticial de no pertenecer al país de acogida, pero
tampoco al hogar que lentamente se advertía como apagándose, como
luces abandonadas a la otra orilla del destierro. De allí la fijación con ciertas
efemérides que le permitían al desterrado situarse en un tiempo significativo: el
aniversario patrio, el aniversario de su propio exilio. En otro sentido, la patria

72
se visualizaba idealizada, distorsionada por la nostalgia y el dolor. Lo propio,
en este aspecto, articulaba tres esferas que continuamente se intercambiaban
entre sí: la naturaleza, las costumbres y la vida republicana. A partir de esta
tríada era posible encontrar un lugar en medio de lo ajeno. La patria, desde
este punto de vista, hizo las veces en Errázuriz de punto de referencia, huella
trazada, guía.
Lo espiritual en Errázuriz se construía en el momento en que interpretaba
su expatriación como designio divino, misión cristiana. Esta asociación con lo
religioso deja en evidencia la posición de un desterrado que no se instala en
un plano tan solo político. Éstos, aún a pesar de tener una clara orientación
política, no pocas veces mezclaban esferas que por lo general los estudiosos
asumen como separadas. Aquí no estamos tan solo ante la presencia de una
personalidad marcada por lo religioso –recordemos que él era un liberal– o
ante la confusión producida por la distancia obligada de Chile. Mucho más que
aquello, la experiencia de Errázuriz en los Estados Unidos y Alemania instala
la cuestión de la representación de la identidad personal no atada a planos
puramente racionales o ilustrados. En este sentido, el exilio era asumido más
allá de una situación política para devenir en una cuestión místico-religiosa.
El destierro se había transformado en peregrinaje.
Interesante resulta advertir en qué sentido el formato textual diario
adquirió un protagonismo en este proceso de búsqueda del sí mismo desde el
destierro. A partir de lo anterior, Isidoro Errázuriz generó un escenario propicio
para el encuentro con su individualidad. De allí que lo leía y releía una y otra
vez, en la medida en que su lectura lo ponía, así como un espejo, ante el reflejo
de su propia existencia.
En otro sentido, el diario, en tanto forma de narración personal,
se ha relacionado con la eclosión de una subjetividad moderna. Ciertos
estudiosos vinculan directamente el fenómeno europeo de nacimiento de
la noción de individuo con la escritura del “yo”.38 Esta subjetividad, en el
caso de lo comentado aquí en Isidoro Errázuriz, hizo que su lucha por una
individualización se hiciera aún más perentoria –casi como un mecanismo de
supervivencia–, si lo comparamos con aquellos que no se vieron arrojados de
su patria.
Encontrar lo propio en medio del exilio equivale a verse a sí mismo
desde la pérdida, el fracaso, la duda. El circuito del extrañamiento, en este
sentido, dejaba de ser un deambular solitario en la medida en que el “yo” del
desterrado lo traía de vuelta a casa.
38
Respecto al vínculo relato autobiográfico y modernidad, ver Ulbrich. “L’ usage historiographique…”,
op. cit., y Schulze, Egodokumente…, op. cit.

73
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76
Exiliados en la frontera: la marginación y
el temor a la persecución de los chilenos
en Mendoza, Argentina
ALEJANDRO PAREDES

¿Qué significó estar exiliado en zonas de frontera, donde los organismos de


persecución tenían permitido actuar gracias a la complicidad del país receptor?
El trabajo responde la pregunta en base a la experiencia de 6.899 exiliados
chilenos que fueron asistidos en Mendoza, Argentina, por el Comité Ecuménico
de Acción Social (CEAS) entre 1973 y 1992. Esto permitirá describir cómo,
en medio de un contexto adverso, los exiliados chilenos fueron víctimas de
múltiples atropellos, en tanto el CEAS realizó su tarea de protección a pesar
de las amenazas y los atentados. Las técnicas de recolección de datos aplicadas
fueron: entrevistas, utilización de egodocumentos (cartas y descripciones
realizadas por los mismos actores) y reconstrucción de “memorias ejemplares”
(como en los casos de Manuel y de Rosa) que buscan recuperar la perspectiva
del actor.1 Esto obedece a la adopción del Paradigma Interpretativo como
principal punto de partida epistemológico,2 aunque no se descartarán los
aportes de la estadísticas y otras fuentes que priorizan el conocimiento del
sujeto cognoscente.
La situación en que vivieron los chilenos exiliados en Mendoza varió
según los cambios del escenario político argentino y si fueron o no aceptados
como refugiados políticos por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR). Con respecto a lo primero, entre 1973 y 1976
1
En la reconstrucción de memorias ejemplares se busca describir (de forma muy cercana a las
historia de vida) la situación de actores sociales que vivieron circunstancias paradigmáticas de lo
que sucedió con su grupo de pertenencia o comunidad.
2
El mismo se estructura desde cuatro presupuestos: la resistencia a la naturalización del mundo
social; la relevancia del Mundo de la Vida (ya que da a los actores patrones de interpretación);
el paso de la observación a la comprensión y del punto de vista externo al punto de vista interno
(es decir al del actor social que vive en un contexto determinado), y una doble hermenéutica en
donde los conceptos de segundo grado que crean los investigadores para interpretar una realidad
ya significativa para los actores es apropiada por estos últimos y transformadas en conceptos de
primer grado. Vasilachis de Gialdino, Irene. Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales.
Buenos Aires: Gedisa, 2003, pp. 20-21.

77
Argentina experimentó una grave crisis institucional. En 1973 el peronismo había
regresado al poder luego de una larga lucha popular, sin embargo comenzó
una pelea entre su ala derecha e izquierda. Desde 1975, el grupo paramilitar
“Triple A” (Alianza Anticomunista Argentina) realizó atentados contra los
sectores progresistas del país. Entre 1973 y 1976, diecinueve mendocinos
figuran como desaparecidos;3 también se denunció que algunos chilenos
fueron secuestrados por fuerzas militares de su país que actuaban en Mendoza
y una bomba estalló en el CEAS. El panorama se complicó aún más luego del
golpe militar argentino de 1976 que permitió, gracias a la Operación Cóndor,
la unificación de los sistemas de persecución. Desde ese año hasta 1983 fue el
periodo más duro para la comunidad exiliada en Mendoza, principalmente
mientras se desarrolló el conflicto chileno-argentino por el Canal del Beagle. En
contrapartida, luego de 1983 el regreso de la democracia en Argentina mejoró
notablemente la vida de los exiliados. El presidente Raúl Alfonsín vio como
una prioridad no quedar rodeado por gobiernos militares, lo que favoreció la
actividad política de los exiliados que buscaban la redemocratización de Chile.
En cuanto al segundo aspecto, ser refugiado político aceptado por ACNUR
implicó una mayor contención económica y social. Este estatus se tramitaba a
través del Comité Ecuménico de Acción Social (CEAS), que además de evaluar
cada caso para decidir si sería aceptado como refugiado político, brindaba
asistencia económica, alimentaria, habitacional, legal y sanitaria.
Para responder la pregunta inicial, el trabajo utilizará como eje
ordenador de la situación de exilio en Mendoza la obtención del estatus de
refugiados de ACNUR, ya que la vida de ambos grupos (los que sí y los que
no tuvieron tal estatus) fue muy diferente. Temporalmente, el recorte será el
periodo entre 1973 y 1983. Es decir, los años en que los aparatos represivos
podían actuar libremente en el lugar de exilio.

1. Los exiliados chilenos en Mendoza sin status de


refugiados políticos de ACNUR
Muchos exiliados chilenos no fueron asistidos por el CEAS, ya que no
obtuvieron el estatus de refugiados políticos de ACNUR por diversos motivos.
Algunos no pudieron comprobar antecedentes de persecución; otros no fueron
perseguidos directamente sino que acompañaron a familiares o temían ser
perseguidos en el futuro. En otros casos la decisión de emigrar se tomó no por

3
S/A “Fagetti, el desaparecido por el que Isabel puede terminar presa”. Los Andes, 5 de noviembre
de 2006: A6.

78
estar en peligro de muerte, sino por escapar a la atmósfera irrespirable que se
había creado desde el comienzo de la dictadura y porque muchas personas que
trabajaban en organismos públicos habían comenzado a perder su empleo.4
Algunos exiliados no se presentaron ante el CEAS porque no conocieron su
existencia.5 También hubo casos de personas que no pidieron el estatus porque
no necesitaron ayuda económica.6 Otros no lo hicieron por temor.7 Un militante
del Partido Comunista Chileno exiliado en Mendoza, fue al CEAS a fin de
averiguar las condiciones para obtener el estatus de refugiado político. Al salir
del edificio, dos personas de civil lo abordaron y le preguntaron qué hacía en
el CEAS y por qué estaba en Argentina. Por esta razón, tuvo miedo y no volvió
al Comité ni pidió el estatus de refugiado político.8
Luis, ex miembro del sindicato de la industria agraria SOCORA y
militante del Partido Comunista, optó por no pedir el estatus político de
refugiado para tener la libertad de volver a Chile en cualquier momento.9
Enrique del Carmen, también afiliado al Partido Comunista y delegado gremial
del SUTE (Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación de Chile), recibió
instrucciones de su partido de quedarse en Mendoza para contactarse con otros
militantes en esa ciudad y no pedir refugio político.10
Un caso llamativo es el de exiliados no militantes de izquierda, pero
opositores al gobierno militar. Por esa razón fueron perseguidos en Chile, pero
no tuvieron red de contención en Mendoza. La doble marginación los llevó a
quedar aislados en Mendoza y no supieron que podían pedir ayuda al CEAS.
Este fue el caso de Héctor y su esposa Marta. Él era militante de la Democracia
Cristiana desde los 16 años; su tarea era de propaganda y concientización del
gremio bancario, en el Banco de Londres, donde trabajaba. Esa tarea política
desarrolló también durante el gobierno de Salvador Allende. Pese a las escisiones

4
Del Pozo, José. “Los chilenos en el exterior: ¿de la emigración y el exilio a la diáspora? El caso de
Montreal”. Revista Europea de Migraciones Internacionales, 20, 1 (2004), pp. 75-95.
5
“Solicitud de Ayuda al ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 26 de
diciembre de 1991; 14 de agosto de 1991.
6
Ibid., 31 de octubre de 1991 y “Solicitud de Ayuda al ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones
(88-89), Archivo CEAS, 26 de diciembre de 1989.
7
“Solicitud de Ayuda al ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, mayo
1991.
8
“Declaración del exiliado”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991. Archivo CEAS, 21 de noviembre
de 1991.
9
“Declaración del exiliado”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones (88-89), Letra C. Archivo CEAS, 28
de diciembre de 1989.
10
Ibid., Letra S-T, 24 de agosto de 1989.

79
que sufrió el partido, como el MAPU y la Izquierda Cristiana, permaneció en
la Democracia Cristiana. Cuando se produjo el golpe de 1973, desde el gremio
se resistió a la política económica de los militares, especialmente a las medidas
sobre exportación. Por esto fue citado varias veces para interrogarlo; sabían
sus actividades y la de todo su hogar y fue amenazado. En el interrogatorio
insistieron en que por sus ideas no debía estar en la Democracia Cristiana sino en
la Unidad Popular o el Partido Socialista. Cuando lo despidieron de su trabajo,
no pudo volver a acceder a otro en una empresa o banco, porque al pedir sus
antecedentes lo rechazaban diciéndole que no querían compromisos. Su esposa
también tuvo problemas. Trabajaba en el DUOC (Departamento Universitario
Obrero Campesino), específicamente en el CEMA (Centro de Madres) y en
la Secretaría Nacional de la Mujer. Realizó su tarea en las poblaciones de La
Victoria y La Legua, dos zonas de mucha oposición al gobierno militar. Las
esposas de los militares pasaron a controlar el trabajo y fue citada varias veces.
Le exigieron que denunciara a los opositores del gobierno, ya que conocía
a la población y a sus actividades. Fue tanta la presión que ejercieron sobre
ella que tuvo que dejar el trabajo en 1978. Sin serlo, fueron catalogados de
“rojos y comunistas”. Permanentemente, aparecieron personas de civil que
los interrogaban sobre sus actividades. Su casa estaba vigilada. Se exiliaron en
Mendoza. Luego de creada la Oficina Nacional del Retorno en Chile, fueron
a asesorarse para volver a Chile (ya que vivían de venta de ropa domiciliaria
que ellos mismos cosían) y fueron derivados al CEAS, a fin de conseguir ayuda
económica para su repatriación. Allí declararon que no conocían al Comité
Ecuménico, porque en Mendoza “no tenían contactos políticos ni encontraron
refugiados de su partido”.11

1.1. Perseguidos en Chile, perseguidos en Argentina. El cruce constante


de la cordillera
Los exiliados que no adquirieron el estatus de ACNUR, a diferencia de
los que sí lo hicieron, retornaron a Chile con mayor frecuencia. Los refugiados
políticos avalados por ACNUR no podían volver a su país; de hacerlo perdían
el estatus y por lo tanto, toda ayuda económica. Muchos exiliados no refugiados
retornaron a Chile antes de la redemocratización de ese país y, en caso de ser
perseguidos nuevamente, volvían a exiliarse. Otros regresaban por razones
comerciales. Se quedaban en Mendoza pocos días para comprar cosas a bajo
11
“Solicitud de Ayuda ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 26 de
diciembre de 1991.

80
costo y venderlas en Santiago. Este oficio, conocido popularmente en Chile como
“matute” fue importante durante la década del setenta gracias a la relación de
cambio de las monedas chilena y argentina.12 Pero si bien tenían mayor libertad
para regresar que los refugiados, en contrapartida, se encontraban menos
protegidos ante la persecución. Una residente del Barrio Cristo Salvador, en
Mendoza, recordaba cómo a “cualquier chileno que […] estaba ilegal, lo corrían,
lo sacaban de las casas, de las villas, o de las residenciales y los ponían de
patitas en los autobuses”.13 En 1977 dos refugiados denunciaron ante el CEAS
que unos exiliados chilenos habían sido detenidos en la puerta de su casa por
una patrulla militar. Pero el comité no pudo hacer nada porque no gozaban del
estatus de refugiados políticos de ACNUR. “Ahora estos compañeros están en
Chile en distintos campos de concentración”, se quejaba un refugiado.14
Lionel, un miembro del Partido Comunista, fue detenido en Chile por
personal de la DINA y rescatado por un sargento que había sido compañero de
colegio, cuando iba a ser llevado a Puente El Ala, un campo de concentración.
El militar lo llevó hasta su casa y le aconsejó que saliera de Chile. En Mendoza
vivía de trabajos esporádicos y alquilaba una habitación con miembros del ERP,
un grupo guerrillero argentino, aunque no militaba en ese movimiento.
Cuando este grupo cayó detenido [declaró el exiliado] me llevaron a mí
también. Luego de torturarme durante tres días, me tiraron a un descampado
famoso por ser depósito de heridos y cadáveres, que es Papagayo. Tenía los ojos
vendados y las manos amarradas a la espalda. Después de este hecho decidí
volver a Chile en octubre de 1976. Llegué a mi casa en Chillán. A los pocos días
fui detectado. Personal de civil, me detuvo en mi casa. Fui interrogado sobre
mi estadía en Argentina y actividades anteriores. Me dejaron en libertad pero
me ordenaron que no me moviera de mi casa, ya que en cualquier momento
podían venir a buscarme. Después de evaluar mi situación, decidí volver a
Argentina.15

12
Entrevista realizada a miembro de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Santiago, enero
2002.
13
Sra. Violeta (primer presidente de la Unión Vecinal Cristo Salvador), desgrabación de la primera
cinta de focus group, por las asistentes sociales de la Fundación Ecuménica de Cuyo, en Carpeta
Cristo Salvador. Mendoza: Fundación Ecuménica de Cuyo. Archivo CEAS, 13 de marzo de 1985,
p. 4.
14
“Carta del refugiado a ACNUR”. Mendoza. Archivo CEAS. Legajo 30-759, 21 de enero de 1977,
p. 1.
15
“Declaración del exiliado”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 21 de noviembre
de 1991.

81
Feliciano fue miembro de la Juventud Comunista de Viña del Mar desde
los 13 años. En 1972 ya era miembro del Partido Comunista Chileno. Luego
del golpe militar fue despedido y sus compañeros presos le indicaron que él
figuraba en la lista de los próximos a detener. En febrero de 1974 llegó a la
Argentina. En 1977 volvió a Viña del Mar y fue designado dirigente regional
del Partido Comunista en esa ciudad. Posteriormente, fueron detenidos varios
compañeros. Como se enteró de que era vigilado, regresó a Mendoza. En 1989
pidió ayuda a ACNUR para regresar a su país.16
Luis llegó a Argentina en enero de 1976 y obtuvo el estatus de refugiado
político. En 1978 se fue con su familia a Francia. En diciembre de 1986 volvió
a Chile y se alojó en la casa de un amigo. A los ocho días, cuatro personas
de civil que se identificaron como de la CNI registraron la casa; robaron casi
todas las cosas que habían traído de Francia; le pegaron a una de las hijas y los
amenazaron a ellos y a los dueños de casa los acusaron de “comunistas”. El 10
de enero huyeron a Mendoza y vivieron sin el estatus de refugiados políticos
hasta 1989, fecha en que pidieron ayuda a ACNUR para volver a Chile.17
Domingo fue sacado por la fuerza de la empresa Ralco, en la que
trabajaba, y fue encarcelado por tres años y dos meses. En noviembre de 1976
se acogió al decreto N°504, que permitía la conmutación de la pena por la de
extrañamiento. Ese mismo día partió a Francia con su esposa y tres hijos. En
julio de 1979, se separó de su esposa y volvió a Chile, pero fue detectado por
los servicios de inteligencia y huyó a Mendoza. Durante los casi seis años de
estadía en su país desarrolló diversas actividades comerciales de compra y
venta en las ferias libres para atender su sustento diario. En Mendoza se dedicó
a la construcción, formó pareja y tuvo dos hijos. En 1991 regresó a Chile con su
familia y se establecieron con parientes en Puerto Mont.18
Elisa era una enfermera que no militaba políticamente, pero al ser testigo
de la represión, el miedo la retrajo, por lo que comenzó a ser observada con
desconfianza por sus superiores. Ella recuerda lo siguiente:
En varias oportunidades en que me tocó trabajar en el turno de la noche, tuve
que soportar el interrogatorio de la CNI. Ellos irrumpían en la dependencia de
enfermería sembrando el terror. Amenazaban, interrogaban. En una ocasión,
me tuvieron paralizada con una metralleta apuntándome a la cabeza. Pude
comprobar cómo se llevaban enfermeras jóvenes, según decían era para
16
“Declaración del exiliado”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones (88-89), Letra G-H. Archivo CEAS,
16 de noviembre de 1989.
17
Ibid., Letra K-L, 14 de agosto de 1989.
18
“Solicitud de Ayuda ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 25 de
noviembre de 1991.

82
interrogarlas. Se decía que las torturaban y violaban, pero ellas callaban y
nunca denunciaron estos hechos. Toda esta situación me aterrorizaba. Cuando
los veía llegar, disparaba por los pasillos para esconderme. Eso los enfurecía
porque decían que algo tendría yo que esconder para proceder así. Como no
podían probarme nada, solo renovaban las amenazas. En agosto de 1975, fui
citada por la enfermera jefe, quien luego de someterme a un interrogatorio
sobre supuestas actividades políticas, me quería obligar a firmar un papel
donde reconocía una militancia comunista. Me negué a ello y me obligó a
firmar mi renuncia.19
En 1975, ingresó por primera vez a Argentina pero no consiguió
estabilidad laboral y regresó a Chile. Durante tres años peregrinó entre Mendoza
y Santiago. Algunos meses en Chile vendía artesanías y algunos meses en
Mendoza, cuidaba ancianos. En 1978 comenzó a trabajar como enfermera
en el Servicio Nacional de Menores de Chile, pero cuando la repartición fue
asumida por carabineros, fue exonerada por decreto. Así no pudo trabajar en
ningún otro lado y se estableció en Mendoza hasta 1991, cuando la democracia
volvió a Chile.20

2. Los refugiados políticos chilenos en Mendoza


Las variables de base (edad, sexo, estado civil, ocupación) del refugiado
político eran muy parecidas a la de los desaparecidos chilenos. María Eugenia
Rojas trazó el perfil de los desaparecidos chilenos: el 32,9% tenía entre 26 y
35 años.21 En cuanto a los refugiados chilenos en Mendoza, un informe del
“Programa de Investigaciones Sociales sobre Problemas de Población Relevantes
para Políticas de Población en América Latina” (PISPAL) analizó la información
referida a 4.552 personas que presentaron su solicitud entre septiembre de
1973 y junio de 1977, para acceder a la condición de refugiados avalados por
ACNUR. Una proporción significativa de ellos (el 41,8%) tenía entre 20 y 39
años; el 33,2% eran menores de 15 años y en total, el 83,2% eran menores de
40 años. Por otra parte, tomando al azar las solicitudes de 354 refugiados, el

19
“Declaración de la exiliada”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 31 de octubre
de 1991.
20
“Solicitud de Ayuda ACNUR”. Mendoza. Carpeta Repatriaciones 1991, Archivo CEAS, 31 de
octubre de 1991.
21
Rojas, María Eugenia. “La represión política en Chile”, citado por Mariano, Nilson Cezar. Operación
Cóndor. Terrorismo de Estado en el Cono Sur. Buenos Aires: Ediciones Lohlé-Lumen, 1998, p. 94.

83
promedio de edad es de 28 años (aunque en 17 casos, no había datos sobre la
edad).22 El siguiente cuadro muestra la distribución etárea.

Cuadro 1
Edades de 337 refugiados políticos chilenos en Mendoza
Edad 16-25 26-35 36-45 46-55 Más de 56 Sin datos Total
N° de refugiados 137 159 31 9 1 17 354
% 38,6 44,9 8,8 2,6 0,3 4,8 100
Fuente: Solicitudes de 354 legajos, archivo CEAS, Mendoza.

Era una migración grupal-familiar. El 50,5% estaba casado y la gran


mayoría (el 89,4%) trajo a su familia en poco tiempo, aunque estas fueran de
cuatro personas o más, como en el caso del 67,7%. El 77,3% de las familias
tenían de 1 a 3 hijos.23 Generalmente el perseguido político llegaba primero a
Mendoza. Pero, al no encontrarlo, sus captores acosaban también a su familia
para obtener información o solamente como represalia frente a la búsqueda
infructuosa. Una refugiada declaró:
A mi padre de 74 lo tuvieron preso un mes y medio porque no me encontraban
a mí. Como se enteraron que denunciamos los hechos internacionalmente,
la persecución contra nosotros fue a muerte. Yo me escondí en una casa de
religiosas y luego el abogado del Comité [Comité para la Paz de Chile] hizo
los trámites legales y las defensas necesarias para que yo pudiera salir.24
Continuando la comparación con el perfil de los desaparecidos de
María Eugenia Rojas, el 51,5% era trabajador de la industria o la construcción
y provenía de regiones urbanas (el 61,3% era de Santiago y Valparaíso) y no de
zonas económicamente regresivas. Los más perseguidos fueron los estudiantes
(19,4%), seguidos por los trabajadores urbanos (un 13,7%), los agricultores
(12,3%) y los profesores universitarios (11,4%). El siguiente gráfico compara a los
recién llegados con el total de la población chilena, según el censo de 1970.

22
Legajos: 1-0245; 30-0001; 30-0004; 30-0014; 30-0032; 30-0033; 30-0035; 30-0071; 30-0078;
30-0151; 30-0157; 30-0173; 30-0247; 30-0354; 30-0699; 30-0840 y 30-1039. Mendoza. Archivo
CEAS.
23
Cfr. Heras, Guillot y Gálvez. Migración Tradicional y Migración de Crisis. Una década de afluencias
bolivianas y chilenas a Argentina y la región cuyana (1965-1975). Mendoza: Documento presentado
a la PISPAL, 1978, pp. 141-146.
24
“Declaración de la refugiada”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-245, S/F.

84
Cuadro 2
Comparación de los económicamente activos entre
los refugiados chilenos en Mendoza y la población de Chile
Valores porcentuales
Ocupación
Refugiados Censo Chile 1970 Saldo
Agricultores y Ganaderos 1,2 23,8 -22,6
Comerciantes y Vendedores 2,5 8,1 -5,6 negativo
Trabajadores en servicios 9,0 13,0 -4,0
personales
Gerentes, administradores y afines 0,4 2,0 -1,6
Otros 6,0 6,0 0 cero
Conductores de transportes 5,0 4,3 0,7
Profesionales y Técnicos 10,8 6,5 4,3 Positivo
Obreros Jornaleros 12,5 7,5 5,0
Empleados de Oficina 19,7 9,9 9,8
Artesanos y Operarios 32,9 18,9 14
Total 100% 100% 0%
Fuente: Censo Chile 1970 y E. Heras, D. Guillot y R. Gálvez, op. cit., 1978.

Estos datos permiten inferir cuáles fueron los grupos menos afectados
(aquellos con saldo negativo más alto), los de relativo equilibrio (los valores
cercanos a cero) y aquellos más afectados (los con valores positivos más altos).
En el primer grupo, sobresalen los agricultores y ganaderos. En el segundo,
los conductores de transportes y otros. Los grupos más afectados por la crisis
política chilena fueron los operarios y artesanos y los empleados de oficina,
de los cuales muchos eran funcionarios públicos. Efectivamente, solo entre los
trabajadores la represión en Chile dio como resultado 35 a 40 muertos; 200.000
prisioneros en campos de concentración; 2.800 detenidos (desaparecidos) y
500.000 exiliados.25 En menor escala también fueron afectados los profesionales
y técnicos y los trabajadores de los servicios personales. No fue así con el grupo
de gerentes y administradores y el grupo de vendedores y comerciantes. Entre
los económicamente pasivos, el 93% de los refugiados entre 10 y 24 años eran
estudiantes y el 79% de los mayores de 25 años eran amas de casa.26 El nivel de
educación en los migrantes era alto, comparado con la población chilena. Con
respecto al nivel de escolaridad alcanzado, el 41,1% de ellos llegaba el nivel

25
Witker, Alejandro. “El movimiento obrero chileno”. En Historia del movimiento obrero en América
Latina, Vol. 4. México: Siglo XXI, 1984, p. 123.
26
Heras, Guillot y Gálvez. Migración…, op. cit., pp. 149-151.

85
básico, pero lo más interesante es que los pertenecientes a los niveles medio y
superior (37,6%), ascendían casi a la misma proporción.

2.1. La exclusión del mercado laboral


La mayoría de los exiliados llegaban sin recursos. Uno de ellos declaró
que llegó al punto de no poseer nada, ni casa, ni bienes, sino la destrucción de
su familia: “Dos hijos en el exilio. Uno en Israel y otro acá en la Argentina”.27
Luego de ser aceptados como refugiados, el monto del subsidio que recibían
era menor al mínimo necesario y los obligaba a buscar empleos. Pero el
estatus de refugiado no los habilitaba a trabajar legalmente y se generaron
problemas similares a los de los inmigrantes ilegales. La ley 17.294 prohibió a
las empresas emplear inmigrantes ilegales, y en diciembre de 1977, el Decreto
3.778 actualizó las multas a los empleadores que dieran trabajo a extranjeros
ilegales en Argentina.28 Los que contrataban a refugiados clandestinamente
pagaban sueldos que apenas permitían sobrevivir, mientras que ellos no podían
denunciarlos por estar ilegalmente en el país.29 Sobre esta situación se quejaba
un refugiado:
…la realidad es bastante amarga, puesto que no nos pagan lo que estipula la
ley o muchas veces no nos pagan y así nunca vamos a poder tener un fondo de
desempleo para nuestra vejez. Si hubiese la posibilidad de conseguir un trabajo
estable, nos piden la radicación o simplemente emplean a un argentino.30
Otro refugiado consiguió empleo en el Banco de Mendoza, pero le
exigieron la radicación. Él aceleró los trámites, pero al vencerse los plazos debió
aclarar que estaba en Mendoza como refugiado y fue rechazado.31 Además,
sintieron la desaprobación de los trabajadores argentinos, para quienes eran
competidores desleales que trabajaban por cualquier salario ofrecido: “…he
visto cómo cada día se nos van cerrando las puertas para poder trabajar y

27 “
Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1208, S/F.
28
Concejo de Refugiados. “Temario para reunión con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para
América Latina, Sr. Lyonette”. Mendoza. Informes Departamento Trabajo social, 15 de febrero de
1978.
29
CAREF. Un fenómeno angustiante. Mendoza. Bibliorato Correspondencia enviada y recibida 1980,
S/F.
30
“Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-759, 23 de diciembre de
1976.
31
Ibid., legajo 30-799, 25 de agosto de 1975.

86
como cada día he tenido que ir dependiendo más y más de la paternidad o
paternalismo de ese comité”.32
Se vieron empujados a realizar “changas” (como se dice en Argentina
al trabajo ocasional, en tareas menores, generalmente en forma clandestina y
sin aporte social) y la independencia económica del CEAS fue muy difícil de
conseguir:
…no he podido encontrar trabajo. Salgo todos los días en busca de changas
pero es lo mismo no hay nada. Yo quise valerme por sí solo pero todo se me
hace imposible, mi familia la está pasando bastante mal y aveses [sic] no hay
nada. Por eso me veo en la obligación de recurrir nuevamente al comité para
pedir que me allunden [sic] un tiempo más por lo menos asta [sic] que pueda
encontrar un trabajo o tenga mi radicación y pueda seguir solo, pero ahora
como estamos es imposible.33
Sumado a esto, se complicaba la situación de sus familias y pertenencias
en Chile. Muchos debían continuar desde el exilio, con el sostenimiento
económico de sus familiares en Chile,34 ya que antes eran el único o principal
ingreso familiar. Un ejemplo era el caso de Tito, el cual llegó a Mendoza con 21
años. En Chile vivía su madrastra con sus 5 hermanos y dos hermanastros más.
El padre era preso político. Fue al CEAS a pedir ayuda para su familia.35
También las posesiones en Chile se desaprovechaban. “Tenemos que
arreglar mediante un poder echo [sic] por mi esposo cosas de herencia y
pertenencias nuestras que se están perdiendo”,36 escribió otra familia. Todo
esto significó un empobrecimiento y una sujeción casi absoluta al CEAS, que
por su parte tenía muy limitadas sus posibilidades de ayuda. Rolando Concatti,
uno de los miembros del CEAS, definió esta situación como la humillación de
regresar a una minoría de edad.37 La marginación sufrida en Chile no cesó en
Argentina y muchas veces desembocó en la doble segregación de ser extranjero
y ser pobre.38

32
Ibid., legajo 30-0837, S/F.
33
Ibid., 27 de julio de 1976.
34
Ibid., legajo 30-761, 31 de abril de 1975; legajo 30-752, 22 de abril de 1975.
35
“Hoja de ayuda”. Mendoza. Archivo CEAS. Nota del 29 de junio de 1976, legajo 30-1224.
36
“Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-128, 16 de enero de 1976.
37
Concatti, Rolando. Que está de olvido y siempre gris. Mendoza: Diógenes, 2000, pp. 162-163.
38
Castronovo, Raquel y Brenda Pereyra. “Aspectos microsociales de la integración regional con Chile”
En: Bekerman, Marta y Alejandro Rofman (comps.). Integración y Sociedad en el Cono Sur. Las
relaciones con el Mercosur y Chile. Buenos Aires: Editorial Espacio, 1995, p. 147.

87
En 1976 y 1977 la Junta Militar Argentina emitió los decretos 1483/76 y
1966/77, que obligaban a censar a los refugiados políticos para luego evaluar
su admisión al país. Así se conformaron tres grandes grupos en la comunidad
de refugiados chilenos: los que obtuvieron un decreto positivo y podían
quedarse en Argentina, los que fueron rechazados (debían abandonar el país)
y los casos que aún estaban pendientes. Los primeros pudieron iniciar sus
trámites de radicación y buscar trabajo. CEAS y ACNUR pensaron formas
de integración social de estos refugiados a través de subsidios que otorgaron
montos para lograr una autonomía económica. Al segundo grupo pertenecían
aquellas familias en las que uno de los padres o ambos habían sido rechazados
y optaron como grupo familiar emigrar a un tercer país. No podían legalmente
buscar trabajo, por lo que dependían del CEAS y de trabajos ilegales. Los casos
aún pendientes estaban en la misma situación que los rechazados pero se les
agregaba la angustia de no saber su resultado.39 En todos los casos, el exilio en
Mendoza implicó una inseguridad laboral y un empobrecimiento. El siguiente
cuadro muestra algunos ejemplos.

Cuadro 3
Comparación entre la situación laboral en Chile y en Mendoza
Refugiado Trabajo en Chile (antes del 11/11/73) Situación laboral en Mendoza
1. Arnaldo Maestranza en la Dirección Nac. de Obrero temporal en sidrera y
Salud reemplazos en estación de servicio
2. Hugo Contador Trabajos pequeños de contabilidad
3. Renato Ingeniero Agrónomo Albañil, vendedor de libros a
domicilio.
4. Maximiliano Central U. de Trabajadores Valparaíso Pintor de obra, cosechador
5. Pizarro Sin datos Venta ambulante elementos de
limpieza
6. Enrique Administr. en Consejería Desarrollo Taller de carpintería metálica en
Social casa
7. José Dueño de un estudio fotográfico Zapatero
8. Rigoberto Contador en la Municip. de Valparaíso Sin trabajo ni jubilación (anciano)
9. Manuel Enfermero quirúrgico estudió Química Pintor de obra, electricista
Industrial
10. Rodolfo Profesor de Educación Básica Albañil y ayudante de pintor de
obra

39
“Informe anual del departamento de Trabajo Social”. Carpeta Informes 1977. Mendoza. Archivo
CEAS, S/F.

88
Refugiado Trabajo en Chile (antes del 11/11/73) Situación laboral en Mendoza
11. Mauricio Mecánico industrial del cobre Gasista- vendedor ambulante
(supervisor)
12. Fernando En Brigadas de Producc. Estudiante Obrero rural en finca de Tunuyán.
Univ.
13. Diego Mantenimiento en gobernación Puente Trabajo electricista particular y
Alto fabril
14. Luis Asistente Social, su universidad no le Pintor de obra
dio papeles
15. Miguel Electricista y control Junta Auxilio “Changas” albañilería y pintura
Escolar de obra
16. Antonio Mecánico calderista Obrero de industria química
17. Ulises Subtécnico gráfico en papelera Obrero rural, nunca había
trabajado así
18. Héctor Administrativo del Servicio Nac. de Empleado en hotel. Tuvo un
Salud almacén
19. Guillermo Dibujante técnico de planos Changas y ayuda del CEAS
20. Carlos Profesor de talleres en Liceo Taller metalúrgico
Profesional
21. Tomás Profesor de matemáticas Clases particulares de matemática
Fuentes: Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, Archivo CEAS.

En el cuadro predominan los casos de precarización laboral que acentua-


ron un empobrecimiento de los refugiados. Un refugiado le escribió al CEAS:
Un lapso bastante largo subsistí como pude trabajando en changas y en lo que
he podido, pero de un tiempo a esta parte mi situación se ha visto agravada
al no tener en qué trabajar y es así como este mes de abril mi familia a [sic]
pasado mucho hambre al no tener dinero […] quiero decirles que me digan
cómo puedo hacerlo para obtener mis papeles que me permitan trabajar en
forma normal pues mis únicas aspiraciones son darle una tranquilidad y
estabilidad de mi familia.40
Otro chileno expresó: “Los ingresos de mi sueldo los destinaré a compra
de ropa, que ya no tenemos nada con qué abrigarnos, y que puede ser constatado
cuando lo desee el grupo de asistentes sociales del comité”.41
Muchas veces no contaban con lo mínimo para trabajar:
El dinero… me es indispensable en este momento ya que debo comprar en
forma más o menos urgente, una cama completa, aparte de algunos elementos
de ropa para desempeñarme en mi nuevo trabajo, el que desarrollaré en

40
“Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1363, S/F.
41
Ibid., legajo 30-799, 25 de agosto de 1975.

89
turnos rotativos y no cuento con la suficiente ropa de abrigo para jornadas
nocturnas.42
Esto también repercutió en la autoestima del jefe de familia, que se veía
incapaz de cumplir su rol de proveedor familiar. En una ocasión un trabajador
social visitó la casa de un refugiado y comprobó que su esposa no sabía nada
de la condición familiar de refugiados. El marido le había mentido diciéndole
que todo lo conseguido era fruto de su trabajo.43
Muchas refugiadas, que en Chile eran amas de casas, comenzaron
a ayudar económicamente a sus familias trabajando principalmente como
empleadas domésticas. Una refugiada trabajó en un hotel consiguiendo un
descuento en dos habitaciones para su familia y también le pidió al CEAS dinero
para comprar una máquina de coser.44 Lucila, trabajaba como costurera y lo
que ganaba apenas le alcanzaba para sobrevivir con su bebé.45 Por otra parte, el
CEAS promovió un taller de costura y tejido a la que asistían alrededor de veinte
hombres y mujeres chilenos y argentinos, para favorecer también la integración.
El mismo era un taller de laborterapia que buscaba reducir el estrés. Por ejemplo,
uno de los asistentes era un ex-guardaespaldas de Salvador Allende, que relató
las torturas a las que fue sometido.46 Parte de lo producido era destinado a la
comunidad de refugiados, pero también elaboraban pantalones de jeans para
vender. Las ganancias se repartían entre los refugiados.47 Otro proyecto similar
fueron las carpinterías, en las cuales se fabricaban muebles para equipar las
casas de los refugiados y que, a la vez, ofrecían una inserción laboral a los
refugiados que tenían oficio de carpintero.48

42
Ibid., legajo 30-240, S/F.
43
“Informe social”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social,
legajo 30-1284, S/F.
44
“Cartas de una esposa de un refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 798, 16 de
marzo de 1977 y 28 de agosto de 1977.
45
“Anexo al Contrato”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social,
S/F, p. 9.
46
No solo físicas, sino también psicológicas: le hacían pasar las noches en un pequeño armario, en
tanto que sus cuidadores hablaban entre ellos (fingiendo que no sabían que él escuchaba), que
pronto les tocaba secuestrar a su familia. Finalmente pudo escapar a Mendoza y emigró a Suecia.
Entrevista a Ana María Van Leeuwen, coordinadora de taller de costura. Mendoza, 17 de febrero
de 2006.
47
Entrevista a Ana María Van Leeuwen, coordinadora de taller de costura. Mendoza, 17 de febrero
de 2006.
48
Entrevista a Alieda Verhoeven, realizada por Natalia Baraldo. Mendoza, mayo 2004.

90
Se ha reconstruido las condiciones de trabajo de Antonio, ya que ellas
muestran el gran sacrificio que realizaron los chilenos en Mendoza para poder
conseguir sus medios de subsistencia.

El esfuerzo de Antonio:
Este refugiado llegó con su esposa a Mendoza el 21 de agosto de 1975;
tenía 26 años. Vivían al oeste de la ciudad de Mendoza. Según una trabajadora
social que los visitó en julio de 1976, habitaban una casa modesta pero muy
limpia y aunque Antonio trabajaba en “changas”, eran optimistas49. En octubre
de ese año comenzó a trabajar en una fábrica y le escribió al CEAS pidiendo
una bicicleta para ir a trabajar.
Mi residencia es en Challao, departamento de Las Heras, Mendoza. Lo cual
está un poco alejado del centro urbano. Esta zona es considerada turística, por
lo tanto el servicio de locomoción es pésimo. Actualmente estoy trabajando
en una industria química (Pablo Casale y cia.) en la zona de Luján [de Cuyo]
y resulta que por los turnos rotativos que tiene esta industria (6 a 14hs- 14 a
22hs- 22 a 6 a.m.) me es tan sacrificado cumplir con estos horarios precisamente
por la locomoción. Por ejemplo estoy caminado 6 km diariamente, para
cumplir el turno de la mañana el cual la entrada es a las 6 de la mañana; me
tengo que levantar a las 2½ a.m. Como pueden ver, es un sacrificio enorme y
aunque me retirara de ese trabajo y buscara otro más cerca, siempre tendría
el mismo problema, por lo tanto necesito un medio de locomoción, ojalá una
bicicleta. Ya varios miembros del comité han visitado el lugar donde vivo y
pueden testificar lo lejos que me encuentro y lo difícil que es el problema de
locomoción. También estoy necesitando se me financie para poder comprar
aunque sea un calentador porque no tengo cocina y cocinamos a leña, que
además no se vende por donde vivo, así que tengo que ir a buscar y cortar al
monte. Creo que ya les he expuesto mi problema a grandes rasgos y espero
disculpen si no está bien planteado en la presente. Bueno, yo no quiero que
esto sea un gran desemvolso [sic] para el comité y estoy dispuesto a cancelar
en cuotas adecuadas a mi renta mensual.50
Para Antonio la bicicleta implicaba dejar de caminar los seis kilómetros
necesarios para tomar un solo colectivo, pero a cambio debía recorrer casi
veinte kilómetros en bicicleta desde su casa a la fábrica. El refugiado se ofreció
a devolver el dinero que necesitaba para comprarla. Esta actitud la mantuvo

49
“Hoja de ayuda”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1193.
50
“Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1193, 8 de octubre de 1976.

91
en otra oportunidad cuando en medio de grandes necesidades perdió su
sueldo.
Sucede que se me ha extraviado el sueldo completo y no hayo [sic] que
hacer. La cantidad es de tres millones de pesos […] Esto incluso lo ignora
mi señora Gladys. Si se lo digo le voy a causar un gran daño, vos sabés que
está embarazada de casi 5 meses, y si le doy esta mala nueva capaz que
pierde esa criatura […] Lo peor de todo es que en el almacén estoy debiendo
aproximadamente un millón de pesos, la cuenta de la luz es de casi trescientos
mil pesos, y no tengo nada de mercadería para el mes. El almacén no me va
a fiar más si no pago la cuenta atrasada […] El día de ayer viernes 6 de mayo
salí de trabajo en la Colonia 20 de Junio dependiente de la Dirección Provincial
del Menor a cancelarme de mi sueldo. Me dirigí a la Dirección Central, cita en
Emilio Civit #348. Me pagaron tres billetes de un millón, para mayor seguridad
los metí en la manga del saco entremedio del forro del mismo. Pero se me ha
caído del mismo por un hoyo que no había advertido; Comprenderías mi
situación en ese momento. Lo busqué una y mil veces por el trayecto que había
hecho, pero nada. Lo único que he atinado a pensar es terminar con mi vida,
pero me sujeta mi hogar, mi hijita y que voy a destruir más mi hogar, pero no
hallo que hacer […] Por amor de Dios ayúdeme a salir de esta dificultad con
un préstamo. Yo podría pagar esta ayuda en forma mensual o con trabajo, yo
estoy libre todos los días a las dos de la tarde y si puedo pagar esta deuda con
trabajo en lo que sea para el comité, mejor […] llegué con una pena inmensa
a este comité, llorando como un nene pero recién termino de hablar con el
pastor que vive acá, y no saben como ha logrado calmarme. Me ha hecho ver
bien las cosas y me ha convencido plenamente gracias al consejo del pastor,
de decirle lo que sucede a mi esposa (va a haber un temporal en mi casa) y
guardar la calma necesaria para este problema.51
La carta muestra la desesperación de Antonio en un contexto bastante
adverso. Sin embargo nuevamente insistió en la idea de devolver la ayuda del
Comité de algún modo. El 8 de agosto de 1977, Antonio marchó con su familia
a los Estados Unidos. Como no podían viajar con muchas cosas, ese día dieron
al CEAS sus muebles para que sean utilizados por otras familias de refugiados.
El listado de los objetos ilustra las modestas condiciones de vida: un mesón
con una pata rota, una mesita celeste, una heladera de madera sin motor, una
cuna de madera, dos sillas verdes de totora, una licuadora rota, un changuito
rojo de metal, un andador rosado de metal en regular estado, una jaula chica,
una pava de aluminio abollada, una cafetera chica sin tapa, dos platos hondos,

51
Ibid., legajo 30-1193, 7 de mayo de 1977.

92
tres platillos de té, cuatro tazas, una espumadera, once cubiertos, una bombilla
y un vaso.52
Durante el periodo en que esta familia vivió en Mendoza mostró
prudencia en los pedidos al CEAS e intentó subsistir por sus propios medios.
No obstante, dicha actitud no fue la de todos los refugiados y, en algunos casos,
las circunstancias extremas hicieron crecer las mezquindades al interior de la
colectividad chilena.

2.2. El deterioro psicológico


Las malas condiciones de vida tanto en Chile como en Mendoza reper-
cutieron en el estado físico y emocional de los refugiados y varias familias
presentaron un gran deterioro. Las enfermedades psíquicas, los cuadros gas-
trointestinales (que eran los de mayor frecuencia) y las angustias periódicas
evidenciaron una situación de profundo estrés.53 En algunas ocasiones los
adultos debían recuperarse de las secuelas dejadas por las torturas y persecu-
ciones, las condiciones inadecuadas, como el hacinamiento en los hoteles, el
desempleo y la falta de seguro social.
La situación de los ancianos y discapacitados era crítica. Por lo general
Argentina no les otorgó el permiso de residencia. Otros países no aceptaron
su ingreso como exiliados políticos, ni podían retornar a Chile. El Consejo de
Refugiados Políticos Chilenos planteó esta situación al Alto Comisionado de
ACNUR, ya que muchas de las discapacidades de estos refugiados habían sido
fruto de torturas en Chile, lo que evidenciaba la condición política del exilio
de estas personas. Varios niños llegaron a Mendoza en un evidente estado de
desnutrición. En una ocasión, una familia chilena llegó desde Buenos Aires con
cinco niños en muy mal estado de salud y fueron derivados a un hospital.54
Otra familia tenía a sus tres niños con problemas serios de diarrea55. Los hijos
de los refugiados, mientras estuvieron alojados en los hoteles, recibieron mayor
cuidado del CEAS, pero en contrapartida tendían a contagiarse más que los

52
“Recibo Taller de Carpintería Santa Elvira”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1193, 8 de agosto
de 1977.
53
Oficina de Salud. “Plan de Trabajo año 1978”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes
Departamento Trabajo social.
54
“Informe social”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social,
legajo. 01-1174, S/F.
55
Ibid., legajo 30-1725, S/F.

93
que vivían en casas alquiladas.56 En los hoteles, las posibilidades de recreación
estaban totalmente vedadas, tanto para los niños como para los adultos.57
El trauma psicológico que produjo el exilio tuvo dos aspectos principales.
El primero fue el desarraigo (debido a la separación del proyecto personal y
del compromiso político con Chile); el otro, la adaptación al nuevo medio.
La experiencia con exiliados llevó a los psicólogos del CEAS a plantear las
siguientes etapas: Primero una desconfianza hacia el nuevo medio; luego,
tranquilidad relativa; muchas veces esto se continuaba con desaliento y
depresión que, al ser superados, abría paso a la última etapa, que era la
integración crítica a la nueva sociedad.58 Según el CEAS, la generalidad de los
problemas psicológicos que enfrentaron los refugiados fueron, en el caso de los
adultos, neurosis de angustias, y en el de los niños, problemas de conducta y
bajo rendimiento escolar. Entre enero y junio de 1978 el equipo psicológico del
CEAS atendió 22 casos con neurosis de angustia que incluyeron depresiones
agudas e insomnio y a 18 niños con problemas de conducta y de estudio.59
Otros se volvieron inestables, agresivos o evadieron sus problemas por medio
de conductas adictivas.
Algunos ejemplos son los casos de Jorge, Nelson, Norma, Irelda, Cora,
Miriam y Alfonso.
Jorge, de 22 años, y Nelson, de 34, luego de sufrir experiencias de
persecución en Chile, llegaron a Mendoza con trastornos nerviosos en el habla.60
También hubo un caso de ceguera psicológica.61 Norma, presentó un típico caso
de lo que el CEAS denominaba “sicopatología de refugiado”, que consistía en
un estado angustioso depresivo motivado por el desprendimiento de su núcleo
familiar primario. El cuadro tomaba todas las áreas que acostumbra a afectar
la angustia: la aparición de agresividad, irritabilidad constante, insomnio,
deterioro de la capacidad de relación y problemas de índole sexual (frigidez).
Además, se sumaba el rechazo al medio ambiente e incapacidad de proseguir
una vida más o menos normal. Esto se complicaba no por la salud mental de

56
“Informe sobre población infantil bajo protección de ACNUR atendido por CEAS”. Mendoza.
Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, 15 de junio de 1976.
57
Consejo de Refugiados “Temario…”, op. cit.
58
Serrano, J.; R. Jiménez y otros. El mundo del exiliado político. Lovaina: mimeo, 1979.
59
Oficina de Salud. “Informe semestre Enero-Junio año 1978”, 30/6/78. Mendoza. Archivo CEAS.
Bibliorato Informes Departamento Trabajo social.
60
Jorge: Legajo 30-0208. Nelson: “Anexo al contrato 77/CL/ARG.1 (ARG.1)”. Mendoza. Archivo
CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, 1978.
61
Oficina de Salud. “Plan de Trabajo año 1978”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes
Departamento Trabajo social.

94
la refugiada en sí misma, sino por causa de las perturbaciones; es decir, el
alejamiento de su medio original. Irelda presentó una neurosis de angustia con
rasgos depresivos, también desencadenada por la situación de exilio.62 Cora, una
joven soltera, presentó un cuadro de incapacidad afectiva, depresión constante
y un cuadro anémico durante tres años sin que se pudiera conocer sus causas,
aunque estaba íntimamente relacionado con su depresión. Su bloqueo afectivo
tenía que ver con la utilización de los mecanismos de racionalización que
repercutían en el fortalecimiento del síndrome depresivo con base esquizoide.63
Miriam padeció frigidez con alteraciones secundarias de conducta. Presentaba
una personalidad base esquizoide con poco nivel de comunicabilidad, rasgos
fóbicos marcados e incapacidad de continuar con relaciones constructivas.64 El
caso de Alfonso evidenció un desgaste mayor. En enero de 1978, el CEAS pidió
a la oficina de ACNUR en Chile que ayudara a viajar a Mendoza a la esposa
y los hijos del refugiado. El señor se encontraba muy enfermo, bajo control
psicológico. Se había dedicado a la bebida, se perdía y dormía en cualquier
parte. Sufrió un ataque hepático con delirium tremens. Estando bajo tratamiento
psicológico, el Comité Ecuménico consideró importante para su recuperación
que su familia estuviese con él. Mientras tanto, en Chile ellos pasaban por
una pésima situación económica y en varias ocasiones le pidieron a Alfonso
dinero para viajar, que no podía reunir. A principios de julio, cuando su esposa
e hijos viajaron (gracias al apoyo de FASIC, en Chile), hacía cuatro meses que
no bebía. Con ayuda de tratamiento psicológico, había conseguido una casita
para recibirlos, trabajaba como obrero de la construcción y había sido aceptado
su trámite de radicación en Argentina.65

2.3. La situación familiar: las rupturas de parejas


Mientras que el exilio en otros países pudo significar un espacio de mayor
seguridad, en Mendoza el contexto de separación física, pobreza y temor a la
persecución provocó muchas rupturas familiares. Para los psicólogos del CEAS,
las parejas chilenas exiliadas mostraban una tendencia mayor a la separación

62
“Informes psicológicos”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo
social, 27 de junio de 1978.
63
Ibid., 27 de junio de 1978.
64
Ibidem.
65
“Carta del CEAS a Kevin Lyonette, Representante Regional para América Latina- ACNUR. 31 de
julio de 1978”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-1223. Notas Remitidas 1978, notas 228/78 y
242/78.

95
que las argentinas. Luis tuvo tres esposas. A fines de 1975 llegó a Mendoza
con su segunda mujer y dos hijos. Estuvo alojado con su familia en un hotel.
Allí conoció a la hija de otro refugiado. En marzo de 1976 se fue con ella a
trabajar en la cosecha. Como era menor de edad, su padre hizo la denuncia.
Finalmente, se casó civilmente con la joven.66 Otras familias se dividían
temporalmente buscando un lugar mejor para vivir. De este modo, muchas
mujeres permanecían con sus hijos en Mendoza mientras sus esposos trabajaban
en otra ciudad o país.67 Tal fue el caso de Jova, que, con 25 años, embarazada,
con dificultades para caminar (su pierna derecha estaba lastimada) y con un
deterioro psicoafectivo profundo, viajó sola a Bélgica en enero de 1979.68 Los
niños también sufrieron estas circunstancias. Algunos soportaron la acción
represiva y fueron golpeados o encarcelados en Chile.69 Muchas veces sus
padres huyeron pero no pudieron llevarlos y quedaron al cuidado de parientes
o amigos. Así padecieron la incertidumbre de la ausencia de sus padres; en
algunos casos en una casa diferente a la que vivían. En Mendoza sintieron las
consecuencias de hallarse hacinados en hoteles, con los mínimos recursos para
vivir. Sus padres no podían evitar que sintieran la inestabilidad que los aquejaba.
Finalmente, estudiar también fue problemático en una sociedad diferente que
les fue hostil durante los conflictos con Chile.
Por ser zona de frontera, una de las consecuencias de las rupturas de
pareja era que parte de la familia (generalmente la mujer y los niños) regresaba
a Chile, pero al ser perseguidos nuevamente, debían volver a Argentina. En
Mendoza el esposo de Cristina la abandonó y formó pareja con otra mujer.
Ella, embarazada, volvió a Chile con sus hijas de uno y dos años.70 Más tarde
escribió lo siguiente a un miembro de CEAS:
Padre, yo desesperada acepté los pasajes [ofrecidos por el CEAS], pero nunca
me imaginé que aquí me persiguieran preguntándome por mi esposo; aquí no
puedo vivir tranquila perseguida y arrancándome con mis hijitas de un lado
para el otro. Sufriendo mis hijitas, que ellas no saben nada de la vida; hasta

66
“Informe social”. Mendoza. Archivo CEAS. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social,
legajo 30-1328.
67
Cfr. “Ecumenical teamwork in Mendoza Argentina”. Mendoza: Manuscrito escrito para posible
publicación en la revista Migration Today. Carpeta Correspondencia año 1977. Mendoza. Archivo
CEAS, 2 de mayo de 1977, p. 11.
68
Carta del CEAS al CCAI. Mendoza, Legajo 30-762, 8 de enero de 1979. También, “Informe social
sobre refugiados enfermos”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-762, S/F.
69
Ver, Paredes, Alejandro. “La vida de los refugiados políticos chilenos en Mendoza (1973-1976)”.
Revista de Estudios Trasandinos 14 (2008).
70
Legajo 30-1645. Mendoza. Archivo CEAS.

96
hemos pasado días sin probar un pedacito de pan […] si mi esposo aparece
por allá, no sigan dándole ayuda ya que mis hijitas no tienen qué comer.71

3. Exilio y militancia en la frontera


Gran parte de los trastornos psicológicos de los exiliados se debió al
sentimiento de culpa por haber dejado su país. Un ejemplo es el caso de Sara, un
ama de casa chilena de 58 años, casada y madre de tres hijos, el mayor de ellos
detenido-desaparecido en 1974. Desde entonces se transformó en militante de
un organismo defensor de los Derechos Humanos en Chile, pero debió exiliarse
huyendo de la persecución. Su cónyuge y dos hijos casados quedaron en Chile.
En Mendoza comenzó a sufrir vértigos, pérdida de la memoria y angustias.
Un psicólogo del CEAS trabajó con ella partiendo de la premisa de que el
trastorno era consecuencia de una causa objetivamente dañina. Se relacionó
su malestar con el exilio y el sentimiento de culpa que éste le generaba. La
impotencia sentida afectaba su autoestima y se sentía vulnerable. Esto mostraba
un mecanismo de disociación, pues ella aceptaba intelectualmente su exilio,
comprendiendo las razones del mismo. La elaboración de estos sentimientos
alivió la sintomatología orgánica y permitió que ella se centrase en sus vínculos
familiares existentes.72
En oposición, la militancia en el exilio bajaba los niveles de estrés e
impotencia y aumentaba un sentimiento de dignidad al disminuir los daños
del destierro. Ellos sentían que estaban haciendo algo por contrarrestar la
situación. Además fortalecía su identidad grupal en una situación adversa y
sus compatriotas servían de contención, disminuyendo la ansiedad. A modo
de ejemplo, puede citarse el de una militante universitaria de 25 años que
debió salir clandestinamente de Chile por un pedido de detención librado por
el gobierno militar. En Mendoza formó pareja con un argentino, pero nunca
quiso casarse porque pensaba regresar a Chile. Se sentía rechazada en Argentina
y extrañaba a su familia y a su país. Era militante de izquierda desde niña;
provenía de una familia de políticos de la Unidad Popular. Su padre fue echado
de su trabajo y detenido. En Mendoza sentía angustia, ahogo, dolores de cabeza
y episodios depresivos frecuentes. Su militancia había comenzado “como un
juego”, como un legado de familia. Con el tiempo comenzó a exigirse y asumió

71
“Carta de Cristina al Padre Manni, vicepresidente del CEAS”. Santiago, 11 de enero de 1977.
Mendoza. Archivo CEAS. En Bibliorato Correspondencia 1977, Letra L-M.
72
“Proyecto de asistencia salud mental. Caso M”. Borrador, Cartas Notas enviadas del año 1982 a
1987. Mendoza. Archivo CEAS, 3 de abril de 1986.

97
responsabilidades por sobre sus dudas y su miedo. En esa época comenzaron
sus primeros síntomas somáticos (dolores de cabeza). En el exilio, entendía
que volver a Chile era un riesgo grave, pero insistía en retornar. Con ayuda
psicológica empezó a discriminar entre su opción por una militancia política
concreta y algo que iba más allá, como el desafío de volver a Chile sabiendo
que muy probablemente no sobreviviría. De ese modo, conectada en Mendoza
con grupos de chilenos politizados, comenzó a plantear su participación en
actividades no tan extremas como volver a Chile. Sus síntomas disminuyeron
y sus episodios depresivos se redujeron.73 Esta historia muestra claramente
como el impacto negativo del exilio en el equilibrio mental pudo ser revertido
retomando prácticas políticas en Mendoza. La culpa por haber dejado la lucha
y que impedía rearmar su vida en Mendoza (por ejemplo, la imposibilidad de
construir una pareja con un argentino) fue revertida al retomar la militancia
política.

4. Conclusión: Algunas líneas para entender el exilio de


frontera
El destierro fue una experiencia muy dura para los exiliados. En algunas
cartas quedaron plasmadas sus angustias: “Que no digan que hay gentes aquí
y en otros lugares de América peor que la situación de un refugiado político, el
cual ha sido desarraigado de su patria y habiendo sido objeto de todo tipo de
atropello, torturas, persecuciones”.74 El 30 de agosto de 1979, en una conferencia
de prensa, el Comité de Familiares de Exiliados informó que hasta esa fecha
había 30 casos de suicidios entre los exiliados.75 Pero una de las características
particulares del exilio en zonas de frontera, es la perduración en el lugar del
exilio de algunos de los factores que provocaron la retirada del país de origen.
Muchos exiliados eran migrantes económicos, desplazados de Chile, producto
de la reducción estatal resultante de las medidas económicas. A los que huían
por cuestiones políticas se le sumó el estrés de ser perseguidos en ambos países.
Esto se debe a que en las zonas de frontera, el escenario político y con ello las
redes políticas del país de origen pueden expandirse sobre el territorio nacional
vecino. Para entenderlo debemos abordar la relación entre el escenario político

73
“Proyecto de asistencia salud mental. Caso M”. Borrador. Notas enviadas del año 1982 a 1987.
Mendoza. Archivo CEAS, 3 de abril de 1986.
74
“Carta del refugiado al CEAS”. Mendoza. Archivo CEAS, legajo 30-780, 21 de noviembre de
1978.
75
Orellana, Patricio. El exilio chileno. Falmer: Institute of Development Studies, 1981, mimeo, p. 73.

98
y las redes políticas, el campo de poder y la soberanía nacional. Según Porras,
las redes políticas poseen tres características principales: 1) una estructura de
vínculos entre actores políticos, tanto de la esfera pública como privada; 2) a
través de las cuales intercambian recursos, materiales o inmateriales; 3) en razón
de percibirse mutuamente dependientes con relación a diferentes temas o áreas
de la agenda política.76 El último punto incluye la existencia de un objetivo
común entre los miembros de la red política. La relación entre las redes políticas
y los Estados nacionales es problemática. Los Estados nacionales pueden ser
entendidos como una institución arbitral o bien como un espacio nacido de la
cristalización de las luchas sociales. Desde la segunda tradición teórica (en cuyo
interior coexisten diferentes posturas: epifenomenalistas, instrumentalistas,
estructuralistas, hegelianos-marxistas y teorías de la cohesión social, entre
otros)77 no puede entenderse la existencia de Estados sin redes políticas en su
entorno. Pierre Bourdieu plantea la articulación de un campo de poder en torno
al Estado en cuyo interior distintos actores disputan la obtención del poder
estatal.78 Igual que el Campo de Poder, las redes políticas disputan el control del
Estado y pueden expandirse o retraerse sobre el territorio nacional e incluso por
sobre sus fronteras, dando origen a redes políticas de inmigrantes económicos,
de exiliados políticos o de simpatizantes ideológicos. La expansión del escenario
político chileno sobre Mendoza se plasmó, hasta 1983, principalmente en la
operación de grupos de tareas de militantes; luego de ese año en la actividad
de organizaciones chilenas que buscaban re-democratizar a Chile (Chile
Democrático, Instituto por el Nuevo Chile). En otras palabras, se exiliaron de
su país, pero debido a la permanencia de actores sociales, permanecieron en
los bordes de la arena política chilena.
Otra característica es el intenso tránsito entre ambos países. En las
trayectorias personales de los exiliados no es extraño encontrar periodos de
exilio alternados con regresos cortos o largos a Chile. Los que no tuvieron el
estatus de refugiado político, usaron como estrategia las idas y venidas a Chile,
buscando trabajo o comerciando en ambos lados de la Cordillera de los Andes.
En cuanto al refugiado político, debido a la cercanía, tenía la oportunidad de
probar un regreso definitivo y en caso de frustrarse volvía a Mendoza.

76
Porras, José, “De Internet, la sociedad red y la política. La emergencia de la gobernabilidad digital”,
Revista Polis 1, 4 (2003).
77
Gold, David; Clarence Lo y Erik Wright. “Recientes desarrollos en la teoría marxista del Estado
Capitalista”, en Capitalismo y Estado. Madrid: Revolución, 1985.
78
Bourdieu, Pierre. “Espíritus de Estado y genésis y estructura del campo burocrático”, Revista
Sociedad 8 (2003).

99
Finalmente, otro rasgo distintivo del exilio de frontera fue la pobreza. Esto
se debió a que si bien existían barreras nacionales, por momentos no existieron
barreras ideológicas. Los gobiernos militares de Chile y Argentina vieron con
desagrado a los militantes de la Unidad Popular. Para el gobierno rioplatense
la ecuación era simple: todo chileno exiliado en su país era un subversivo y
por eso se le entorpecía la radicación y la posibilidad de trabajar. La estancia en
Mendoza no significó un momento de recuperación mental o hasta económica,
como lo planteaba el mito del “Exilio Dorado”. La imposibilidad de incorporarse
en el mercado laboral los hizo ocupar un rol de marginalidad que muchos no
tenían en Chile, lo que les generó una gran inestabilidad económica y familiar.
Esto fue válido tanto para los que adquirieron el estatus de refugiado político
como para los que no.

5. Bibliografía
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Cono Sur. Las relaciones con el Mercosur y Chile. Buenos Aires: Editorial
Espacio, 1995.
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“Carta del CEAS al CCAI”. Mendoza, 8 de enero de 1979. Legajo 30-762.
“Carta del CEAS a Kevin Lyonette, Representante Regional para América
Latina-ACNUR”. 31 de julio de 1978. Legajo 30-1223. Notas Remitidas
1978, notas 228/78 y 242/78.
“Carta de Cristina al Padre Manni, vicepresidente del CEAS”. Santiago, 11 de
enero de 1977. En Bibliorato Correspondencia 1977, Letra L M. Archivo
CEAS.
Cartas de refugiados al CEAS, Mendoza:
1) 31 de abril de 1975. Legajo 30-761;
2) S/F. Legajo 30-1208;
3) S/F. Legajo 30-240;
4) S/F. Legajo, 30-1363;
5) S/F. Legajo 30-0837;
6) 22 de abril de 1975. Legajo 30-752;

101
7) 25 de agosto de 1975. Legajo 30-799;
8) 25 de agosto de 1975. Legajo 30-799;
9) 16 de enero de 1976. Legajo 30-128;
10) 17 de julio de 1976. Legajo 30-784;
11) 8 de octubre de 1976. Legajo 30-1193;
12) 23 de diciembre de 1976. Legajo 30-759;
13) 7 de mayo de 1977. Legajo, 30-1193;
14) 21 de noviembre de 1977. Legajo 30-780;
15) 21 de enero de 1977. Legajo 30-759;
16) 11 de enero de 1977. Correspondencia 1977, Letra L-M;
17) 12 de abril de 1977. Legajo 30-1207;
18) 22 de diciembre de 1976. Legajo 30-1207;
19) 16 de marzo de 1977. Legajo 798 y
20) 28 de agosto de 1977. Legajo 798.

Personas entrevistadas:
Verhoeven, Alieda. Realizada por Natalia Baraldo. Mendoza, mayo de 2004.
Van Leeuwen, Ana María. Coordinadora de taller de costura. Mendoza, 17 de
febrero de 2006.
Miembro de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Santiago, enero de
2002.
Vecinos del Barrio Cristo Salvador, realizadas por las Asistentes Sociales de la
Fundación Ecuménica de Cuyo. Mendoza, 13 de marzo de 1985, Carpeta
Cristo Salvador.

Legajos de refugiados:
01-0245; 30-0001; 30-0004; 30-0014; 30-0032; 30-0033; 30-0035; 30-0071; 30-0078;
30-0151; 30-0157; 30-0173; 30-0208; 30-0247; 30-0354; 30-0699; 30-0840;
30-1039; 30-1207; 30-1645 y 30-1816.

Declaraciones:
Declaración de la refugiada. Legajo 30-245, archivo CEAS, S/F.
Declaraciones de exiliados:
1) 14 de agosto de 1989. Carpeta Repatriaciones (88-89), letras K-L;

102
2) 24 de agosto de 1989. Carpeta Repatriaciones (88-89), letras S-T;
3) 16 de noviembre de 1989. Carpeta Repatriaciones (88-89), letras G-H;
4) 28 de diciembre de 1989. Carpeta Repatriaciones (88-89), letra C;
5) 19 de enero de 1990. Carpeta Repatriaciones (88-89), letra C;
6) 26 de febrero de 1991. Carpeta Repatriaciones 1991;
7) 23 de mayo de 1991. Carpeta Repatriaciones 1991;
8) 31 de octubre de 1991. Carpeta Repatriaciones 1991 y
9) 21 de noviembre de 1991. Carpeta Repatriaciones 1991.

Informes:
“Anexo al contrato 77/CL/ARG.1 (ARG.1)”. Bibliorato Informes Departamento
Trabajo social, 1978.
“Anexo al Contrato”. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, s/f.
“Informe anual del departamento de Trabajo Social”. Carpeta Informes 1977,
s/f.
“Informe del trabajador social del CEAS”, 4 de junio de 1977.
“Informe sobre población infantil bajo protección de ACNUR atendido por
CEAS”. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, 15 de junio de
1976.
“Informe social sobre refugiados enfermos”. Legajo 30-762, s/f.
“Informes psicológicos”. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social, 7 de
junio de 1978.
“Proyecto de asistencia salud mental. Caso M”. Borrador. Notas enviadas del año
1982 a 1987, 3 de abril de 1986.
“Recibo Taller de Carpintería Santa Elvira”. Mendoza, legajo 30-1193, 8 de
agosto de 1977.
“Rehabilitación psicosocial de refugiados en Argentina. Caso Srta. A”. Carpeta
Notas enviadas del año 1982 a 1987, 4 de abril de 1986.
“Solicitud de Ayuda al ACNUR”. Carpeta Repatriaciones (88-89), 26 de diciembre
de 1989.
“Hoja de ayuda”. 1) Legajo 30-1193 y 2) Nota del 29 de junio de 1976, legajo
30-1224.

103
“Informe social”. Bibliorato Informes Departamento Trabajo social: 1) legajo 01-
1174, s/f; 2) legajo 30-1284, s/f; 3) legajo 30-1328, s/f y 4) legajo 30-1725,
s/f.
“Solicitud de Ayuda ACNUR”. Carpeta Repatriaciones 1991, 25 de noviembre de
1991; 26 de diciembre de 1991; 31 de octubre de 1991; 26 de diciembre de
1991; 15 de agosto de 1991; 31 de octubre de 1991 y mayo de 1991.
Consejo de Refugiados. “Temario para reunión con el Alto Comisionado
de Naciones Unidas para América Latina, Sr. Lyonette”, Informes
Departamento Trabajo social, 15 de febrero de 1978.
Oficina de Salud. “Informe semestre Enero-Junio año 1978”, 30/6/78. Bibliorato
Informes Departamento Trabajo social.
Oficina de Salud. “Plan de Trabajo año 1978”. Bibliorato Informes Departamento
Trabajo social.
CAREF. Un fenómeno angustiante. Bibliorato Correspondencia enviada y recibida
1980, s/f.

104
O retorno dos exilados chilenos e brasileiros da
França: um novo exílio no país de origem?
HELENICE RODRIGUES DA SILVA

Introdução ao objeto exílio


Refletir sobre o exílio pressupõe que se destaquem alguns conceitos, tais como:
desterritorialização, mobilidade, transculturação. Eles possibilitam uma melhor
compreensão do processo de abandono da terra natal e da busca de um país de
acolhida. Fenômeno da história sócio-cultural do século XX, o exílio, sobretudo
dos intelectuais, é resultado dos fanatismos, repressões e dogmatismos políticos
que assolaram diversas partes do mundo. Se a ascensão do fascismo/nazismo
provocou o deslocamento de grande parte dos judeus/alemães em direção
aos Estados Unidos, nos anos 30, as ditaduras militares no continente latino-
americano, dos anos 70, obrigaram os dissidentes a se dirigir, notadamente, aos
países europeus. Herdeira da tradição revolucionária (dos direitos humanos), a
França atraiu, naquele momento, pela sua cultura e “generosidade”, as vítimas
da repressão política.
Ao lado dos aspectos negativos de todo exílio (nostalgia, desenraizamento)
se sobrepõem os positivos (abertura a uma outra cultura, distanciamento crítico)
que, com o passar dos tempos, transformam-se em trunfos na vida de todos
aqueles que deixaram seus países. No entanto, esse processo de transculturação
modifica as percepções dos latino-americanos, que desfrutaram os “anos
dourados” na França, em relação à terra natal. O retorno ao país, após o final
das ditaduras e das ilusões políticas, constitui uma etapa difícil na vida de
todos aqueles que abandonaram (pela força ou pela vontade) suas terras. Essa
nova temporalidade na vida dos ex-exilados (chilenos e brasileiros), desta vez,
interterritorializados, pretende ser o objeto desse presente estudo.

A tentação de Ulisses?
Experiência de ruptura e de desenraizamento, o exílio dissocia,
inexoravelmente, o antes e o após, pois rompe a relação de identidade do

105
indivíduo com seu meio de origem. Desprovido de seu espaço físico e de suas
referências culturais, aquele (ou aquela) que segue o caminho do exílio e que se
apropria de uma outra identidade, não cessa de se confrontar com a questão da
alteridade. Para aqueles (aquelas) que conheceram a “deportação” e a interdição
do retorno ao país, como foi o caso dos exilados políticos latino-americanos nos
anos 1970, o exílio só pode ser vivido sob a condição de uma “promessa” de
retorno. O abandono da terra natal e o final das esperanças políticas (como no
Chile e no Brasil) transformam o exílio, notadamente dos militantes políticos
em um parêntese no tempo e no espaço. A ausência do país de origem, esse
“espaço nostálgico”, segundo a expressão de Vladmir Jankelevitch1 torna-se,
então, o “pathos de exílio”.
À maneira de Ulisses (metáfora do exilado) que tenta retornar à sua Ítaca
natal, os exilados políticos idealizam, sobremaneira, a volta a seus universos
espaço-temporais. Assim, em princípio, o exílio não passa de um intervalo, de
uma etapa provisória na existência de todos aqueles que fugiram da violência
durante as ditaduras militares. Isso explica, em boa parte, a recusa de muitos
se integrarem na sociedade que os acolhia, como foi, notadamente, o caso dos
exilados políticos brasileiros. No entanto, as situações e as modalidades do
exílio latino-americano sendo diversas e plurais, a apreensão dessa experiência
individual e coletiva divergem segundo as motivações que causaram a
própria partidas dos “exilados”. As circunstâncias políticas na América Latina
determinam, evidentemente, as particularidades desses dois exílios.
Se o exílio dos chilenos, na França, foi eminentemente de ordem política,
por sua vez, o dos brasileiros, resultando de acontecimentos menos dramáticos
e contabilizando um número bem menor de pessoas, aparece multiforme,
heterogêneo e dificilmente apreensível.2 Mais importante em termos numéricos
(por volta de um milhão de pessoas)3 e políticos, o exílio dos chilenos (após
setembro de 1973) transforma-se em um episódio da história da esquerda
francesa. Inspirado na Unidade Popular de Salvador Allende, o Programme
Commun, assinado em 1972 por François Mitterrand (entre o Partido Socialista
e o Partido Comunista) constitui uma plataforma eleitoral para a vitória da
esquerda francesa durante as eleições presidenciais. Conseqüentemente, a queda
de Salvador Allende é ressentida pela esquerda francesa como representando
1
Jankelevitch, Vladmir. l´Irréversible et la nostalgie. Paris: Flammarion, 1974, p. 276.
2
Esse exílio se inscreve, principalmente, em dois momentos: o primeiro, durante o período de 1964
a 1972, o segundo e o mais importante, de 1973 a 1979, conseqüência direta, para muitos, da queda
de Salvador Allende.
3
Cfr. Abarzúa, Héctor Fernando. “Um millón de chilenos - Por una historia en el exílio”. Araucaria
7 (1979): 145.

106
o fim de um projeto político e de um “sonho de sociedade”, o que explica a
viva emoção e a enorme solidariedade que esse país demonstra em relação
aos exilados vindo do Chile. Entre os “refugiados políticos”, embarcados em
Santiago, encontram-se brasileiros que, fugindo da ditadura (intensificada após
1968), partiram se exilar no Chile.
A partida da terra natal e o final das esperanças políticas transformam o
“exílio forçado”, como já mencionado, em um parêntese no tempo e no espaço.
Ora, a enorme solidariedade dos franceses em relação aos exilados chilenos teve,
certamente, um efeito de abrandamento da “dor do exílio”. Investidos de uma
nova identidade, os “refugiados” chilenos vivem, individual e coletivamente,
uma realidade que, em princípio, eles consideram provisória. No entanto, se
o distanciamento do país, imposto pela força, se traduz pela perspectiva de
um breve retorno, a percepção do exílio, encarado inicialmente como uma
punição, se transforma, ao longo do tempo, em um aprendizado e em uma
experiência positiva.
O longo período de permanência dos chilenos fora do país gerou estudos
sociológicos e psicanalíticos por parte de pesquisadores latino-americanos
residentes na França. Segundo a psicanalista Ana Vasquez-Brofman, embora
o exílio se apresente como uma experiência pessoal e única, três fases comuns
são perceptíveis no exílio dos chilenos. A primeira fase corresponde ao tempo
do traumatismo, período marcado pelo sentimento comum de culpabilidade
e de frustração: o abandono do país, o fracasso da luta política e da esperança
socialista. A fim de aliviar os “ferimentos” do exílio, os chilenos buscam o
aconchego junto à comunidade. Nessa primeira fase, a nostalgia do país impõe
a onipresença da cultura chilena no quotidiano (a língua, a música, o folclore).
O segundo momento corresponde à abertura em direção da cultura do outro,
período caracterizado pelo processo de transculturação, ou seja, momento de
uma aprendizagem dos códigos e valores da cultura francesa. A longa duração
do exílio permite à nova geração de chilenos uma maior integração à terra que a
acolheu. Finalmente, a terceira fase remete ao tempo da reflexão. Esse momento
é propício a um questionamento dos projetos políticos anteriores, ressentidos
como idealistas e utópicos, assim como do devir individual. Do ponto de vista
histórico, esse momento coincide com o desmoronamento do comunismo e o
fim das ilusões revolucionárias.4
O tempo modifica a percepção de si, do grupo e da história. As novas
gerações, nascidas e escolarizadas na França, não se consideram mais
estrangeiras. Em função desses novos elementos (conjugados ao retorno da
4
Vásquez-Brofman, Ana. “La malédiction d’Ulysse”, en Hermès - cognition, communication, politique
10 (1992) : 214-215.

107
democracia na América Latina e à intensificação da crise econômica na França),
a decisão de retornar ao país de origem ou de permanecer no país de acolhida
torna-se um novo dilema.
Se o exílio dos chilenos, após o golpe de estado de Augusto Pinochet,
desperta interesses e uma enorme mobilização, em contrapartida, o exílio dos
brasileiros, motivado por circunstâncias menos violentas e traumáticas, ocorre
dentro de uma relativa discrição. Ao contrário dos chilenos, a maior parte
dos brasileiros não reivindica, junto às autoridades francesas, o estatuto de
refugiado. Eles permanecem, nesse país, na condição de migrantes econômicos
e, até mesmo, de simples turistas. A inexistência de dados oficiais impossibilita
o conhecimento exato do número desses exilados. Eles permanecem, na sua
grande maioria, agrupados entre si, partilhando uma cultura nacional, muitas
vezes idealizada. Essa vivência de “gueto” impede uma maior integração
à sociedade francesa, ou seja, dificulta um processo de transculturação.
Projetando, desde o início, a idéia do retorno ao país, os exilados políticos
brasileiros regressam clandestinamente, antes mesmo da vigência da lei da
anistia política (de 1979).
Se os estudos sobre o exílio latino-americano concernem, sobretudo, os
implicados, direta ou indiretamente, nas ações políticas, sociais e intelectuais
desses países, a repressão militar não é a única responsável pela partida. Durante
os “anos de chumbo” na América Latina, e durante os “anos dourados” na
Europa ocidental, a idéia de exílio atrai, em menor escala, uma outra categoria
social: os estudantes, oriundos da classe média. Aspirando por liberdade
e cultura, eles partem voluntariamente (alguns como bolsistas do governo
francês) em direção à França, nos anos 1970. Fugindo do clima de repressão
e de violência, esses jovens buscam novas idéias numa França que conhece
os chamados “trinta anos gloriosos”. Interessados por uma nova experiência
de vida, esses “exilados voluntários” parecem pouco atraídos pela idéia da
revolução e pelo dogmatismo político.
Após numerosos anos vividos no estrangeiro, em que os exilados
assimilam novos valores culturais, as crises econômicas na Europa nos anos
1990 provocam o retorno aos países de origem. Longe de corresponder a uma
saída do exílio ou a um “pós exílio”, o retorno se apresenta, ao contrário, para
muitos, como um verdadeiro exílio.
A partir de uma pesquisa empírica sobre a experiência da volta dos
exilados (chilenos e brasileiros nos anos 1990),5 tentamos apreender uma nova
temporalidade em suas trajetórias de vida: a difícil e, muitas vezes, insuperável
5
Essas entrevistas foram realizadas no quadro de uma trabalho mais amplo sobre o exílio dos chilenos
e brasileiros na França durante os anos 1970.

108
re-apropriação de um espaço e de um tempo que ficaram ausentes durante anos.
Se, para os chilenos6 o retorno ocorre de modo mais coletivo, ao contrário, para
os raros brasileiros que permaneceram no exílio até a década de 90, o regresso
ao país é individual.
A idéia de um “segundo exílio”, de acordo com a expressão de
Cristina Hurtado-Beca,7 aparece entrelinhas nas narrativas dos entrevistados.
Procuramos, então, diferenciar as modalidades que distinguem e marcam os
diferentes exílios.

O exilado e o expatriado
No seu livro Reflections on exile, Edward Saïd estabelece uma distinção
entre essas duas noções citadas acima.8 Pertencem à categoria de exilado, todos
aqueles que, por razões diversas (políticas, ideológicas, climáticas, econômicas,
etc.), são obrigados a abandonar seus países de origem. Trata-se, nessas
circunstâncias, de um exílio forçado e/ou imposto. No sentido tradicional do
termo, o exílio político remete à idéia de expulsão do país com interdição de
retorno. Na impossibilidade de uma volta, os exilados políticos conhecem o
“desterro”, essa “nostalgia do país”. A categoria de expatriado remete, por sua
vez, a uma livre escolha, a uma vontade deliberada de partir. Assim, aqueles
que se exilam voluntariamente estabelecem uma outra relação com a terra de
acolhida. Ao contrário dos exilados, nostálgicos de seus países, os “expatriados”
vivem uma experiência, não enquanto exilados, mas, enquanto “estrangeiros”,
interessados em descobrir novas realidades. O desenraizamento desses últimos
é a própria condição do estrangeiro. Conseqüentemente, o exílio não significa
para eles, uma perda, um tempo negativo, mas uma fonte de renovação e
de enriquecimento. Embora a categoria de exilado e de expatriado apareça
extremamente pertinente, preferimos em seu lugar adotar a terminologia
“exilado forçado” e “exilado voluntário”.
Por sua vez, em seu estudo Digressions sur l’étranger,9 Georg Simmel
considera que a condição do estrangeiro (“o homem vindo de outro lugar”)
6
Segundo Ricardo Parvex, presidente da Associação dos ex-prisioneiros políticos chilenos,
aproximadamente, 60% dos exilados retornaram ao país, após o final da ditadura. (entrevista
concedida em Paris, em 8/06/2004).
7
Hurtado-Beca, Cristina. “Le deuxième exil - le retour au pays”; en Hermès-cognition, communication,
politique 10 (1992).
8
Saïd, Edward, Reflections on exile - and other essays. Cambridge, Massachusetts: Harvard University
Press, 2000, p. 181.
9
Citado por Nicole Lapierre. Pensons ailleurs. Paris: Stock, 2004, p. 70.

109
pressupõe um necessário distanciamento espaço-cultural. Sem raízes e “sem
elos”, dentro dos particularismos nacionais, o estrangeiro se mostra mais
propício a desenvolver um pensamento mais objetivo. Em relação àqueles que
ficaram no país de origem e aos “exilados forçados” que partiram, os “exilados
voluntários” são cientes de usufruírem de uma maior liberdade e oportunidade.
Convém, no entanto, precisar que o termo “estrangeiro”, evidentemente,
corresponde às duas acepções da palavra ´exílio´ (o forçado e o voluntário).
No seu livro La pensée dispersée – figures de l’exil judéo-allemand, Enzo
Traverso utiliza a expressão “privilégio epistemológico do exílio” para se referir
aos exilados que “enquanto estrangeiros, desenraizados e marginais, podem
escapar de diversas pressões – institucionais, culturais, psicológicas – resultantes
de um contexto nacional onde eles estão inseridos ”.10
Essa liberdade de pensar e de agir do estrangeiro permite-lhe um olhar
mais crítico em relação à sociedade e à cultura, a sua e a do país de acolhida.
Assim, a condição histórica do exílio autoriza uma distância indispensável
à liberdade de pensar e à lucidez de julgar. Essa exigência ética de jamais se
sentir “em sua casa e em sua pátria”, de viver uma “vida mutilada” constitui,
como sabemos, a temática central de Mínima Moralia de Theodor Adorno.
Profundamente marcado pela experiência do exílio, esse filósofo alemão,
exilado nos Estados Unidos durante a Segunda guerra mundial, significou,
admiravelmente, seu distanciamento em uma só frase: “habitar no sentido
próprio do termo, é a partir de então, impossível”.11
Preconizando o desenraizamento, esse filósofo da “teoria crítica” defende
um “pensamento do exílio”,12 aquele que exclui toda forma de dogmatismo
e de particularismo. Ora, impregnados de ideologia e de utopia, próprias aos
anos 1970, profundamente vinculados aos valores nacionais, os refugiados
políticos, por sua vez, dificilmente se liberam do passado revolucionário. Como
bem observa Ana Vasquez, esses últimos vivem, de certa maneira, um estado
de esquizofrenia, pois se, fisicamente, eles se encontram fora de seus países,
psicologicamente, eles jamais os abandonaram.13

10
Durante os anos 1970, um certo número de intelectuais latino-americanos exerceram cargos
provisórios nas universidades e centros de pesquisa francesa. Cfr. Traverso, Enzo. La Pensée
dispersée - Figures de l’exil judéo-allemand. Paris: Lignes, 2004, p. 10.
11
Cfr. Adorno, Theodor. Minima Moralia - réflexions sur la vie mutilée. Paris: Payot, 1983, p. 73.
12
Cfr. Abensour, Miguel, “La théorie critique: une pensée d’exil ?”, en Jay, Martin. L’imagination
dialectique - l’école de Francfort - 1923/1950. Paris: Payot, 1979, p. 417.
13
Vásquez Brofman. “La malédiction…”, op. cit., p. 215.

110
O retorno ao país: um novo exílio?
Em razão do número importante de ex-exilados que voltam para o
Chile, após a partida de Pinochet em 1990, esse retorno já foi objeto de alguns
estudos sociológicos.14 Por outro lado, salvo engano, o retorno dos ex-“exilados
voluntários” ao Brasil não mereceu nenhum trabalho científico. A pesquisa que
realizamos com esses últimos mostra situações contrastadas no que diz respeito
à duração da temporada no estrangeiro e ao contexto histórico do retorno. Ao
contrário dos chilenos que, na sua maioria, regressaram coletivamente após o
final da ditadura, os raros brasileiros que permaneceram na França retornam
individualmente ao longo dos anos 1980-1990.
Aquele que regressa faz a experiência de um novo começo, desta vez,
sem utopismos e ilusões. Inicialmente, ele se confronta ao medo de abandonar,
bem ou mal, o que havia construído. Mergulhado em uma crise identitária
(choque cultural), ele se sente estrangeiro em seu próprio país. Em seguida vem
a decepção: má acolhida, nostalgia do país de exílio, ausências de referências
culturais… Ainda mais difícil, o ex-exilado se confronta, novamente, com a
experiência da separação e da alteridade: ele se descobre estrangeiro em um
lugar que pensava conhecer mas que sofreu enormes transformações durante
sua ausência. Suas referências não são mais as mesmas. Em razão de sua
irredutível diferença, ele não consegue se ver como um “mesmo”, mas como um
Outro. Transformado em outro em relação a si-mesmo, ele adquiriu a capacidade
de se ver fora dele mesmo. Enquanto estrangeiro, ele carrega dentro dele um
duplo desenraizamento, o que explica o sentimento expresso por Adorno: a
impossibilidade de habitar “em sua casa”.
Como Ulisses, quando reencontra sua ilha e sua casa, o ex-exilado que
retorna à sua terra natal após muitos anos passados em outro lugar, ele chega
a idealizar uma nova partida. Mas os tempos não são mais os mesmos, os anos
passaram e a idéia de recomeçar uma nova experiência lhe parece um obstáculo.
Contudo, a sensação de estranhamento e de mal estar, assim como as difíceis
condições de reintegração no país de origem foram mais fortes para alguns
ex-exilados (notadamente para os chilenos) que não resistiram à tentação do
retorno ao antigo país de acolhida.15

14
Cfr. Hurtado-Beca. “Le deuxième exil… ” , op. cit. Gaillard, A. M. L’exil revisité - le retour des
réfugiés chiliens. Thèse de Doctorat - EHESS, 1995.
15
Nossa pesquisa revelou situações como esta. No final da ditadura, M. L., doutor em economia por
uma universidade francesa, retorna ao Chile e torna-se assessor do novo ministro da economia (aliás,
trata-se, também, de um ex-exilado e ex-pesquisador do CNRS em Paris). Além desta missão, M.L.
presta um concurso e obtém um cargo de professor na Universidade do Chile. Apesar das excelentes

111
Após um longo período de ausência, esse sentimento de viver um novo
exílio na terra natal faz parte da experiência de re-apropriação espaço-temporal
por parte dos ex- “expatriados”.
“Foi somente quando retornei ao Chile, afirma M.L., que senti o
verdadeiro significado do exílio. (…) Eu não tinha vivenciado [na França] o
drama do exílio. Embora solidário em relação aos exilados, enquanto estudante,
bolsista do governo francês, e residente legal, eu me sentia livre, isento de
qualquer pressão”.16
Da mesma maneira, o retorno de alguns “ex-exilados voluntários” ao
Brasil revelou situações de crises identitárias. Segundo E. S., “em razão das
inevitáveis diferenças culturais e intelectuais, o sentimento de estranhamento
marcou meus 6 primeiros anos no âmbito do meu ambiente profissional
(universitário), os “habitus” eram distintos e as regras do jogo não aparentavam
nenhuma transparência”.17
As mesmas palavras e expressões aparecem, freqüentemente, nas
narrativas dos entrevistados: estranhamento, deslocamento, defasagem,
reforçam a falha e a quebra do tempo no espaço. Metáfora do deslocamento, o
exílio pressupõe, como sabemos, a mobilidade de pessoas, de idéias, e implicam
transposições culturais. Portadores de um outro “olhar”, os ex-exilados, em
razão da desterritorialização, não reconhecem mais os lugares, as paisagens, as
referências culturais. Os anos da ditadura solidificaram a unicidade, ou seja, o
nacional.em detrimento da diversidade. Na percepção dos recém chegados, a
América Latina permanece retrógrada, em defasagem frente às transformações
históricas mundiais.

“Soi-même comme un autre”,18 a condição do recém-


chegado
Parafraseando Paul Ricoeur que renova a antiga dialética do Mesmo e do
Outro, o sentimento da diferença (de “si - mesmo” que não é o Mesmo, mas o
Outro) em relação aos nacionais constitui um dilema para os ex-exilados. No seu
estudo sobre o retorno dos exilados chilenos (os “forçados” e os “voluntários”)
ao Chile, Cristina Hurtado-Beca descreve a situação de uma incomunicabilidade

perspectivas de trabalho, ele permanece somente dois anos e meio na terra natal. Atualmente, M.
L. leciona economia na Universidade de Paris I.
16
Entrevista realizada em Paris, em julho de 2004.
17
Entrevista realizada em São Paulo, em maio de 2005.
18
Referência à obra de Paul Ricoeur.

112
cultural, mostrando a distância entre o pensamento e os valores daqueles que
partiram e aqueles que permaneceram. “Os códigos não são mais os mesmos,
as linguagens e as representações diferem, não existe mais um mundo comum”,
afirma essa autora.19
A diferença se revela mais em termos dos afetos que da linguagem.
Aqueles que viveram os anos das ditaduras no estrangeiro logo se dão conta
que existe um espaço vazio, ou seja, a ausência de democracia. Os vestígios de
autoritarismo são perceptíveis em todas as esferas da vida social e se manifestam
na hierarquia, na burocracia e, principalmente, na ausência de debates e de
diálogos. Na maior parte dos casos, reintegrados nas universidades, os antigos
exilados se deparam com a falta de comunicação entre colegas, a inexistência
de transparência nas decisões, o fechamento a novas idéias. A politicagem reina
em toda parte, os “antigos da casa” controlam as instâncias do poder. Nesse
quadro piramidal, as divergências de opinião são percebidas como arrogância,
rivalidade e ameaça.
De fato, o medo do outro, daquele que estudou na Europa, se manifesta
em termos de competição. “Aquele que retorna se sente rapidamente
estrangeiro, estrangeiro no país de seus sonhos e no país real”, constata Cristina
Hurtado-Beca.20 Portanto, o ex-exilado é levado a fazer comparações entre as
culturas do país do exílio e do país natal.
Enquanto “estrangeiro”, o ex-exilado possui um senso crítico mais
aguçado. A distância no espaço e no tempo, fizeram dele um “outsider”, em
outras palavras, um observador mais lúcido do seu país e do mundo.21 Ora,
a consciência de ser, ao mesmo tempo, nacional e estrangeiro, permite-lhe
uma maior objetividade; ele tem a faculdade de estar dentro e fora e “de ver o
que os outros não são capazes de ver”.22 Seu primeiro constato diz respeito às
defasagens históricas, culturais e intelectuais. Se os longos anos de ditadura
abriram as portas ao capitalismo mundial, em contrapartida, os “anos de
chumbo” impediram a entrada das novas idéias vindas de fora. A censura na
mídia e o controle na educação foram, sobretudo, responsáveis pela distância
cultural desses dois países (Chile e Brasil) com o resto do mundo. Em quase
todos os domínios do conhecimento, as defasagens são perceptíveis.

19
Ibid., p. 254.
20
Hurtado-Beca. “Le deuxième exil… ”, op. cit., p. 255.
21
Cfr. Rodrigues, Helenice; Heliane Kohler (orgs.) Travessias e Cruzamentos Culturais - a mobilidade
em questão. Rio de Janeiro: FGV Editora, 2008.
22
Traverso, op. cit., 11.

113
Seu segundo constato diz respeito à nação e à sociedade. Segundo um
dos entrevistados chilenos: “Para el retornado, la interrogación sobre el ser de
la Nación es casi una forma de existencia. Como exilado nacional, primero,
tiene que comprender y digerir el desfase con la sociedad que lo acogió; al
volver, después, debe esforzarse en entender lo que había olvidado, o que había
cambiado, y en devolver algo de lo digerido”.23
Por sua vez, os brasileiros que regressaram, unicamente, por razões
profissionais nos anos 1990, tinham uma nítida consciência do seu processo
de desenraizamento. “Exilados voluntários”, eles vivenciam experiências
individuais, longe de todo espírito comunitário. Seus retornos atestam situações
difíceis de readaptações e de re-apropriações de espaços. “Tive uma nítida
sensação de viver uma total regressão cultural através das relações sociais
hierarquizadas e opressoras, da falta de respeito pelo outro, da ausência de ética
no trabalho e na política, enfim, do contato com valores sociais retrógrados”,
constata uma brasileira.24
Comparando, constantemente, as duas realidades e questionando o que,
normalmente, não se tende a questionar, o ex-exilado é visto como inoportuno
no seu meio sócio-profissional. Dentro de um ambiente pouco receptível, o
recém chegado se sente “isolado e marginalizado”; seu sentimento de exclusão
reforça ainda mais sua sensação de duplo desenraizamento. Reencontrando-se
de novo no exílio, incompreendido por seu novo ambiente, ele (ou ela) busca
reivindicar sua identidade: ele não se sente nem o mesmo (o idêntico) nem o
outro (o aculturado). Ele é, parafraseando Paul Ricoeur, “soi-même comme um
autre”; um ser único e múltiplo, paralelamente.
No entanto, na literatura do exílio, aquele que parte sente uma imensa
saudade do país de origem. Embora a ausência da terra natal desperte sonhos e
idealismos, o elemento tempo se encarrega, por fim, de separar o antes e o após,
de distanciar a realidade de dentro e o imaginário de fora. Assim, o ex-exilado
que retorna ao país de origem, após longos anos passados no estrangeiro, se
depara com o estranhamento. Portador de novos valores culturais, ele sente
uma outra nostalgia, desta vez provocada pelo retorno ao país de origem. Em
L’irréversible et la nostalgie, Vladmir Jankelevitch expressa, admiravelmente, o
encontro do exilado com sua terra natal:

23
Publicado sob o pseudônimo de Florian Moreira, esse artigo, escrito por um dos nossos entrevistados
em 1992, publicado na imprensa chilena e que se intitula “La nación chilena: ese objeto del
deseo”.
24
Entrevista realizada em São Paulo, em maio de 2005.

114
O que é a nostalgia, senão uma melancolia humana que se torna possível pela
consciência de alguma coisa outra, de um lugar de fora, de um contraste entre
passado e presente? E essa nostalgia não é também provocada, essencialmente,
pela irreversibilidade do tempo? Pois, não saberemos remontar o curso
do tempo, tal é o obstáculo insuperável que [o tempo] opõe aos nossos
empreendimentos. (…) A nostalgia não é o sofrimento do retorno: podemos
sempre retornar ao nosso ponto de partida, ao nosso lugar natal (o espaço
se estende a todas nossas idas e vindas) mas é impossível de nos tornarmos
aquele que éramos no momento da partida.25
Em outras palavras, o desejo inconsciente de se re-apropriar do tempo atravessa
a consciência de todos aqueles que fizeram o caminho de volta. O exílio
prolongado no tempo e no espaço alimentou a esperança de uma recuperação
do passado. Mas as transformações constituem a própria essência da história: o
país não é mais o mesmo e os indivíduos transformam-se nos “outros”. Tempo
de sofrimento e de decepção, esse “novo exílio” se apresenta sob o signo de uma
irredutível diferença: outro em relação a ele mesmo, o ex-exilado permanece,
em sua terra, um eterno estrangeiro.

Bibliografía
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exílio”. Araucária 7, 1979.
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RODRIGUES, HELENICE; HELIANE KOHLER (orgs.). Travessias e cruzamentos culturais -
a mobilidade em questão. Rio de Janeiro: FGV Editora, 2008.

25
Jankelevitch, op. cit., 295.

115
SÁENZ CARRETE, ERASMO. El exilio latinoamericano en Francia - 1964-1979. Ciudad
de México: Potrerillos Editores S. A. de Cv. Universidad Autónoma
Metropolitana - Unidad Iztapalapa, 1995.
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VÁSQUEZ-BRONFMAN, ANA. “La malédiction d’Ulysse”, in Hermès-cognition,
communication, politique 10, 1992.

116
Una arena pública para los derechos humanos:
los exiliados argentinos en París y la
movilización colectiva francesa
MARINA FRANCO

En el 16ème arrondissement de París, todos los jueves al mediodía, durante


seis años entre el 5 de octubre de 1978 y el 5 de octubre de 1984, un grupo de
personas y organizaciones argentinas y francesas se reunieron delante de la
embajada argentina en esa ciudad para manifestarse contra la violación a los
derechos humanos cometidas por el régimen militar argentino y para reclamar
información sobre los “desaparecidos”.1 Cada semana los organizadores del
evento llevaban a la embajada un listado de detenidos y desaparecidos franceses
y argentinos. Cada semana las puertas de la embajada se abrían para que un
portero recibiera la lista, sin que hubiera nunca una repuesta al reclamo. Estas
manifestaciones se efectuaban en paralelo con las protestas que, todos los jueves,
desde el 30 de abril de 1977, hacían las Madres de Plaza de Mayo en Buenos
Aires, reclamando frente a la casa de gobierno por sus hijos desaparecidos.
En torno a este ritual repetido cada semana en París, la movilización
colectiva fue constituyéndose en el lugar de encuentro e interacción entre actores
individuales y colectivos, franceses y argentinos exiliados en esa ciudad y en
el espacio de consolidación de nuevas organizaciones de derechos humanos
que hoy forman parte de la “arena pública” francesa ligada a lo humanitario.2

1
El régimen militar de terrorismo de Estado que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983 se caracterizó
por una represión generalizada en todo el entramado social, a partir de un sistema planificado de
secuestro y detención en campos de concentración, cuya figura más conocida es el “desaparecido”.
Este sistema se complementó con una serie de transformaciones estructurales del sistema socio-
económico del país, uno de cuyos objetivos era el disciplinamiento de una sociedad fuertemente
movilizada en las décadas previas.
2
Según algunas corrientes de la sociología de la acción colectiva, el concepto de “arena pública”
tiene la doble connotación de “lugar de combate” y “escena de performances” que tienden a la
escenificación y la búsqueda de publicidad de sus acciones. No se trata de un espacio-tiempo
homogéneo y uniforme sino que se dispersa en una multitud de escenas públicas. Cefaï, Daniel.
“Qu’est-ce qu’une arène publique ? Quelques pistes pour une approche pragmatiste”, en Cefaï,
Daniel y Joseph Isaac (dir.), L’Héritage du pragmatisme. Conflits d’urbanité et épreuves de civisme.
La Tour d’Aigues: Editions de l’Aube, 2002.

117
De la misma manera, estas manifestaciones fueron una forma de comunión
simbólica con las protestas realizadas en la Argentina y fueron percibidas por
sus protagonistas como una forma de enfrentar a una dictadura cuyas prácticas
represivas habían llevado a la muerte y al exilio a miles de argentinos. Todo
ello permitió la convergencia en una práctica y experiencia compartidas de
“resistencia” al autoritarismo militar con efectos tanto reales como simbólicos
sobre el régimen argentino, pero también sobre los mismos participantes,
quienes durante el proceso construyeron nuevas representaciones de sí y del
conflicto. Esto contribuyó –en el caso de los argentinos– al largo proceso de
formación de identidades nuevas, surgidas de la situación de exilio y de los
nuevos contactos producidos en el exterior. Así, “las marchas de los jueves” son
una referencia casi mítica, permanentemente evocada en las narrativas actuales
de los actores, argentinos o franceses, vinculados por entonces a la situación
argentina, hubieran participado o no de aquellas convocatorias.
A partir de algunos instrumentos de la sociología de la acción colectiva, el
objetivo de este trabajo es estudiar algunas variantes de la movilización colectiva
desarrollada por argentinos y franceses, con la intención de observar las formas
del compromiso y acción de ambos sectores en relación con el terrorismo de
Estado argentino de los años 70, así como las formas y límites de esa movilización
en el plano de la interacción interpersonal e interorganizacional.3

Argentinos y franceses
La iniciativa surgió en 1978 de tres franceses que acababan de formar
una organización de derechos humanos llamada Droits socialistes de l’homme
(Derechos Socialistas del Hombre, DSH) y a partir del vínculo que tenían con
algunos “amigos argentinos” exiliados en París desde 1976.4 Frente a ellos se
sentían muy “conmovidos” y “solidarizados” por la situación de represión
dentro del país. La DSH estaba muy cercana ideológica y prácticamente del

3
Este trabajo se desprende de mi investigación doctoral en Historia, sobre los emigrados argentinos en
Francia, dirigida por Pilar González Bernaldo e Hilda Sabato, Universidad de París 7 y Universidad
de Buenos Aires, 2006, 1050 p. Cfr. Franco, 2008.
4
La represión estatal y paraestatal comenzó en la Argentina hacia fines de 1973, liderada por
comandos de derecha conocidos como la Triple A y ligados al gobierno constitucional peronista.
Desde entonces, los perseguidos políticos comenzaron el proceso de salida del país, agravándose
especialmente desde 1975 y alcanzando su punto máximo entre 1976 y 1978. Si bien no hay cifras
totales de emigrados políticos durante el período, los demógrafos calculan una estimación global
cercana a 300/500 mil personas. De ellos, entre 2000 y 2500 se instalaron en Francia, la mitad de
los cuales tuvieron el estatuto de refugiado concedido por el gobierno francés. Cfr. Franco, 2008.

118
Partido Socialista Francés, cuyos dirigentes participaron de algunas marchas,
aunque nunca reivindicaron oficialmente algún nexo directo con la DSH.5
Rápidamente la convocatoria se fue ampliando y se integró a la
movilización otra segunda organización francesa que tendría un rol
protagónico durante años: la ACAT (Association catholique pour l’abolition de la
torture, Asociación católica por la abolición de la tortura). Fundada en 1974,
esta asociación estaba integrada por mujeres con fuerte práctica e inserción
institucional religiosa, que se proponían luchar contra la tortura en el mundo.
En 1976, la asociación comenzó a participar de las campañas y acciones urgentes
por la Argentina que realizaba Amnesty International y, a partir de allí, empezaron
a involucrarse en el tema, tomando contacto con algunos argentinos en Francia.
La intensidad de la tarea desarrollada por la ACAT se manifestó por la presencia
permanente de las ancianas militantes cristianas en las “manifestaciones de
los jueves” incluso hasta 1990, seis años después de que fueran oficialmente
concluidas por el grupo de DSH.6
El tercer sector francés que integraba la movilización era el grupo de
Parents et Amis de Français Disparus en Argentine et Uruguay (Familiares y amigos
de desaparecidos franceses en Argentina y Uruguay), formado el 1 de febrero
de 1978 para nuclear a los familiares de desaparecidos franceses (o de doble
nacionalidad) en Argentina y Uruguay. Creada por el padre de un desaparecido
y dirigida por el hermano de otro francés encarcelado, esta asociación funcionó
a través del vínculo directo con el gobierno francés, ejerciendo presión constante
para que éste interpelara a la Junta Militar argentina –y a los gobiernos
constitucionales que le siguieron desde 1983– por los franceses víctimas de la
represión.
Por su parte, los argentinos comenzaron a participar de estas acciones de
manera individual u organizada a través de sus propios núcleos de exiliados,
que se habían ido formando desde que comenzaron a llegar a Francia los
primeros perseguidos políticos, especialmente en los meses previos y posteriores
al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Entre estos comités argentinos
estaban el CAIS (Comité Argentine d’information et solidarité, Comité Argentino
de Solidaridad), la CADHU (Comité Argentin des Droits de l’Homme, Comité
Argentino de Derechos Humanos) y el CO.SO.FAM (Commission de Solidarité des

5
El vínculo entre el PS y DSH no era oficialmente reconocido, pero sí conocido públicamente y
utilizado para difundir las manifestaciones cuando asistía algún alto dirigente partidario como
François Mitterrand.
6
En 1984, con el fin de la dictadura en Argentina, la DSH decidió suspender las marchas, pero la
ACAT decidió mantenerlas sosteniendo que su motivo eran los desaparecidos y no la dictadura
militar.

119
Parents des Prisonniers, Disparus et Tués en Argentine, Comisión de Solidaridad
con los familiares de desaparecidos y muertos en Argentina). A ellos les seguían
una serie de entidades más pequeñas y con menor visibilidad, agrupadas
según intereses profesionales o sectoriales, tales como abogados, periodistas,
sindicalistas o cristianos exiliados.7 De manera muy general, todos estos
núcleos estaban integrados por militantes de organizaciones revolucionarias
de origen marxista, peronista de izquierda, trotskista o guevarista, la mayoría
de las cuales había participado en la lucha armada en la Argentina durante
los años previos al golpe.8 En el exilio, muchos de estos militantes habían roto
con sus organizaciones partidarias o estaban atravesando procesos de crisis
de diferentes grados, en general, ligadas al sentimiento de “derrota” y a las
consecuencias de la represión feroz que había destruido sus agrupaciones, así
como a la crítica incipiente de la vía armada y del militarismo de estos núcleos
político-militares.
Ahora bien, esta breve descripción de los participantes no alcanza
para comprender la dinámica de una movilización colectiva que tuvo una
carga emocional y simbólica considerable y que escapa a la lógica aparente
de una movilización política o del cálculo político estratégico de unos y otros
participantes.

Los complejos sentidos del compromiso


Al indagar en las motivaciones que explican la solidaridad francesa,
hay una serie de razones que podrían considerarse “contextos objetivos” y
que explicarían la sensibilización ante la situación argentina y la consiguiente
movilización local: por ejemplo, la existencia de 22 desaparecidos franceses o
franco-argentinos, la inacción del gobierno francés a pesar de los permanentes

7
Entre otras: TYSAE (Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio), el GAAEF (Groupe
d’Avocats Argentins Exilés en France, Grupo de abogados argentinos exiliados en Francia), la
UPARF (Unión de Periodistas Argentinos Residentes en Francia); la Commission des Ligues Agraires
en Exil (Comisión de ligas agrarias en el exilio); el Forum pour le respect des droits de l’homme
en Argentine (Foro por el respeto de los derechos humanos en la Argentina) y la Communauté
chrétienne des exilés argentins à Paris (Comunidad cristiana de exiliados argentinos).
8
Desde fines de los años 60 comenzó en la Argentina un acelerado proceso de radicalización política
con recurrente uso de la violencia armada, liderado por movimientos armados de guerrilla, entre
ellos: Montoneros, de origen peronista, y el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores),
guevaristas. Pero a estas más visibles debe agregarse un amplio espectro de organizaciones de
extrema izquierda, así como un sindicalismo clasista y un clima general de fuerte movilización
política de sectores obreros y clases medias profesionales e ilustradas.

120
reclamos de los familiares9 y la desaparición de dos religiosas francesas
secuestradas y torturadas meses antes de que comenzaran las movilizaciones
–caso que conmovió a la opinión pública de la época–.10 A ello debería agregarse
una nueva sensibilidad francesa hacia América Latina, generada por la dictadura
chilena de Pinochet y la ola de refugiados chilenos llegados a Francia en ese
contexto. Ya desde 1970, el ascenso de la Unidad Popular al poder había sido
seguida con sumo interés por la izquierda gala –plenamente identificada con
el proyecto socialista y de coalición de izquierdas chileno–. Por ello, la caída
de Allende generó gran conmoción y movilización solidaria para la recepción
de refugiados en Francia y la llegada de ese exilio modificó la sensibilidad
del espacio público francés en relación con las dictaduras latinoamericanas y
las violaciones a los derechos humanos. De hecho, la ampliación del sistema
de refugio y el primer dispositivo francés de ayuda para los demandantes de
refugio y refugiados se puso en marcha a raíz de la llegada de los chilenos en
1973.11 A este clima de sensibilización hacia la situación política de la región, se
sumó el golpe de Estado uruguayo ese mismo año y el argentino en 1976.12
Sin embargo, el sentido que los actores movilizados por la situación
argentina adjudicaban a su acción parece tener otras motivaciones que no son
históricas ni políticas. Uno de los miembros de DSH, por ejemplo, manifiesta
que fue el contacto directo con argentinos en Francia, víctimas de la situación
en su país, lo que los sensibilizó frente al tema, pero que fue sobre todo el
9
Debe considerarse que Francia se encontraba bajo el gobierno conservador de Giscard d’Estaing y
en un momento fuertemente atravesado por la creciente competencia de la derecha con el Partido
Socialista en pleno ascenso electoral. Este clima, que hegemonizaba la lucha política pública, se
producía, en particular, tras la ruptura de una coalición de izquierda (socialista, comunista y radicaux
de gauche) que había intentado formar un frente común, definitivamente fracturado en 1977. Así,
en este clima de disputa política, el tema de los derechos humanos era frecuentemente invocado
por la izquierda para cuestionar la complacencia e inacción del gobierno conservador.
10
Las religiosas Alice Domon y Léonie Duquet fueron secuestradas en la Argentina como resultado
de una tarea de infiltración realizada por el capitán Alfredo Astiz entre un grupo de familiares de
desaparecidos, en la iglesia de la Santa Cruz en la ciudad de Buenos Aires. Domon fue secuestrada
el 8 de diciembre de 1977 en esa iglesia, junto con varias Madres de Plaza de Mayo, y Duquet, días
más tarde. Algunos testigos las vieron luego, torturadas y maltratadas, en el campo de detención
de la ESMA. En 1990, por este crimen los tribunales franceses condenaron a Astiz en ausencia y a
cadena perpetua.
11
En 1973 había 1.218 residentes chilenos en Francia y en 1983, 8.585, de los cuales 4.977 tenían
el estatuto de refugiado. Gaillard, Anne-Marie. Exils et retours. Itinéraires chiliens. Paris: Ciemi-
L’Harmattan, 1997.
12
Entre 1964 y 1979, algunas estimaciones calculan la presencia de 15.000 migrantes políticos
latinoamericanos en Francia y, entre ellos, 10.000 refugiados. Sáenz Carrete, Erasmo. El exilio
latinoamericano en Francia: 1964-1979. México: UNAM/Unidad Iztapalapa-Potrerillos Editores,
1995.

121
conocer la experiencia de las Madres de Plaza de Mayo en la Argentina lo que
los empujó a una acción que se planteaba como un paralelo solidario con las
movilizaciones de aquellas.
L.G.: Lo hacíamos por los amigos argentinos y porque considerábamos que
el combate de las Madres de Plaza de Mayo era totalmente honorable, válido.
¿Qué podíamos hacer para ayudarlos? Y yo tuve esa idea loca de hacer la
misma cosa delante de la embajada todos los jueves… y después una vez que
comenzamos… una vez fue François Mitterrand. François Mitterrand ayudó
mucho porque los días que él iba venían muchos periodistas, y cuando venían
periodistas, la manifestación se hacía conocida y entonces venía la gente
espontáneamente; luego los argentinos…, los argentinos también quisieron
movilizarse, todos los jueves. (…) Era una idea loca eso de decir “seguiremos
mientras dure la dictadura…”, porque no sabíamos cuánto, ¿y si eso hubiera
durado 20 años…? (…) Luego nos enteramos de la acción de las Madres de
Plaza de Mayo, entonces fue gracias a la acción de las Madres de Plaza de
Mayo que tomamos conciencia de la gravedad de la situación y de esta política
nueva [la desaparición forzada de personas] y yo tuve esa idea loca… (…)
Porque, sobre todo, si nosotros hubiéramos sido una organización que tenía
ya cinco o diez años de existencia… éramos… salíamos recién del cascarón
en octubre del 78. Además, eso no se correspondía en absoluto con nuestra
política de derechos humanos. Nosotros defendíamos los derechos humanos
para conquistar nuevos derechos; por lo tanto ya había organizaciones que
se ocupaban de los derechos antiguos. Entonces lo hicimos por eso, un rapto
de locura, no otra cosa.13
La constitución del movimiento de derechos humanos de Madres de
Plaza de Mayo en la Argentina estuvo ligada a la reivindicación humanitaria
en nombre del vínculo “de sangre” de estas mujeres con sus hijos, lo cual
implicaba la total ausencia de cualquier reivindicación político-ideológica o
partidaria en favor del lazo familiar y afectivo.14 En el caso de los franceses,
su compromiso parece fundado en un movimiento relativamente similar: la
conmoción emocional y ético-humanitaria, la revuelta individual o privada de
lo que se considera “intolerable”, transformada en una causa pública ligada
al bien común y construida en términos de justicia;15 es decir, “la denuncia

13
Entrevista de la autora, 8 de octubre de 2004. París, en francés. Traducción de M.F.
14
Filc, Judith. Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura, 1976-1983. Buenos Aires: Biblos,
1997.
15
Boltanski, Luc y Laurenth Thévenot. De la justification. Les économies de la grandeur. Paris:
Gallimard, 1991. Los actores franceses que participaron del boicot al Mundial de Fútbol a realizarse
en Argentina en 1978 –que no tienen ningún vínculo con los aquí mencionados– manifiestan igual
sensación de “rebeldía” frente a “lo intolerable” de la situación argentina: “Es inaceptable que se

122
de las violaciones a los derechos humanos” sin connotaciones políticas de
otro tipo. Estos indicios permiten considerar cómo la causa privada y más
íntima –vinculada al dolor propio, de los “amigos argentinos” o de las Madres
lejanas– fue adquiriendo un sentido colectivo y público para los franceses
movilizados.
Por otro lado, en el caso del protagonista citado, podría considerarse el
peso de una cierta racionalidad instrumental en el contexto de la creación de la
DSH, ya que la iniciativa de denuncia y movilización tomada por la asociación se
producía cuando ésta empezaba a emerger y “competir” en la arena pública de
los derechos humanos en Francia, situación que el testigo señala al decir que las
manifestaciones les permitieron hacerse conocidos, crecer y proyectarse como
asociación, al punto de sentir que “estaban hechos para esa manifestación”.
Sin embargo, su insistencia paralela en el carácter de “idea loca” de estas
movilizaciones, de que en su origen ellas contradecían los principios mismos
de la organización y la sensación de “estar hechos” para eso, ofrece un conjunto
de sentidos más complejos: más bien sugieren que la iniciativa no era tan
“racional” en términos de cálculo político estratégico local. En otros términos,
parecería que la competencia en un hipotético “mercado de la acción colectiva
por los derechos humanos” no sería suficiente para explicar el compromiso
asumido por estos franceses ni su continuidad en el tiempo, que solo pueden
ser comprendidos si se atiende al peso de los factores emocionales y de los
valores morales que hemos señalado como impulsores de la acción.16
Por otro lado, si se toma el caso de las mujeres vinculadas a la ACAT,
ellas también manifiestan una “indignación” semejante frente a las violaciones
a los derechos humanos en la Argentina y su conmoción frente al dolor de
las Madres de Plaza de Mayo,17 canalizado por los contactos directos que
comenzaron a tener con otras tantas “Madres” y algunos pocos miembros del
CO.SO.FAM, única organización argentina en Francia que agrupaba a familiares
de desaparecidos y víctimas directas de la represión.
Para valorar estos contextos de sentido, otro dato resulta significativo:
cuando se pregunta a los diversos actores franceses sobre las organizaciones

juegue al fútbol a 300 metros de donde se tortura”, decían los protagonistas de la movilización. Cfr.
Franco, Marina. “Derechos humanos, política y fútbol”. Entrepasados 28 (2005): 27-46.
16
Sobre la importancia de estos factores de carácter emocional y moral en la movilización colectiva,
ver Jasper, James. “L’art de la protestation collective”, en Cefaï, Daniel y Danny Trom (edits.),
Les formes de l’action collective. Mobilisations dans des arènes publiques, Paris, editions de
l’EHESS, “Raisons pratiques”, 2001, pp. 138-159.
17
Este vínculo fundado en lo emocional se revela en el hecho de que dicha asociación se implicará luego
de manera absoluta en la búsqueda de niños nacidos en cautiverio y apropiados en Argentina.

123
argentinas o su participación en las “marchas de los jueves”, recuerdan muy
pocos datos y más bien tienden a señalar que los argentinos no participaban
del evento o solo lo hacían de manera individual.
De hecho, todos los entrevistados franceses mencionan sus vínculos
estrechos con diversos argentinos exiliados en Francia, víctimas de la represión
en múltiples grados, pero no con las organizaciones de exiliados y de derechos
humanos como tales. Sin embargo, sorprendentemente, esas organizaciones sí
estaban presentes y participaron en las acciones delante de la embajada cada
jueves durante años.
Este desencuentro remite directamente a las tensiones de la dinámica
interaccional que subyace a las movilizaciones franco-argentinas y cuya
particular característica fue una enorme y progresiva desvinculación de ambos
grupos a nivel interorganizacional, pero no en los lazos interpersonales, que
siguieron siendo significativos e incluso se reforzaron. Esto puede explicarse
por razones políticas precisas que –durante todo el período y en muy diversas
instancias– hicieron difícil la acción conjunta y coordinada de organizaciones
francesas y argentinas. En primer lugar, deben señalarse las reticencias francesas
–y europeas en general– frente a las organizaciones de las guerrillas en América
Latina –a menudo vistas como extremistas y terroristas– en un contexto europeo
fuertemente reactivo al terrorismo internacional en los años 70.18 Esto generó
siempre fuertes sospechas en partidos políticos, sindicatos y organizaciones
humanitarias francesas que se prolongaron en dificultades para interactuar con
las organizaciones argentinas mientras éstas no se restringieran estrictamente
a la dimensión humanitaria de la denuncia. E incluso con esas restricciones, el
diálogo político fue siempre tenso entre ambos sectores.
Por otra parte, en Francia, y en Europa en general, el fenómeno político
del peronismo argentino, tradición e ideología a la que pertenecían y en la que
militaban muchos exiliados, fue históricamente considerado una forma de
fascismo o, en su defecto, de populismo, lo cual generaba sospechas y prejuicios
que se proyectaban sobre sus partidarios en el exilio. La carencia de partidos
políticos homólogos en Europa dificultó siempre cualquier solidaridad política
que excediera la denuncia humanitaria y antiautoritaria.

18
El período estuvo marcado por acciones de ese tipo en Medio Oriente y Occidente: el asesinato
de los atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich en 1972, el secuestro de once ministros de la
OPEP en una operación dirigida por el venezolano “Carlos” durante 1975 en Viena, el secuestro
y asesinato de Aldo Moro en Italia en 1978, entre otros. En Francia, atentados, tomas de rehenes
y asesinatos, especialmente vinculados a Medio Oriente, se sucedieron a lo largo de la década en
pleno París. Todos estos hechos fueron generando una conciencia y un discurso de fuerte condena
general del terrorismo, observable a diario en la prensa occidental y francesa en particular.

124
A estos factores deberían agregarse otros que tienen que ver con el alto
nivel de conflictividad entre los diferentes sectores de exiliados argentinos, que
muchos franceses señalan como un enorme obstáculo para generar cualquier
política coordinada que superara los intereses sectoriales. De hecho, parecería
que las tensiones y las dificultades de interacción fueron progresivas, ya
que los grupos franceses manifiestan, en general, haber intentado algunas
formas de trabajo conjunto y que fue la recurrente emergencia de disputas
de diversa índole –desde aspectos prácticos de la movilización hasta otros de
tipo ideológico–, lo que dificultó la acción coordinada. A ello debería sumarse,
con menos preconceptos que los que manifiestan los franceses a la hora de
evaluar la movilización argentina, el hecho de que efectivamente, ambos grupos
tenían estilos y prácticas políticas muy diferentes que resultaban difíciles de
compatibilizar en aquellas circunstancias.19
En cualquier caso, lo que interesa señalar es que estos factores político-
ideológicos pudieron haber funcionado como limitantes de la dinámica
interorganizacional franco-argentina y, de manera general, pudieron haber
introducido condicionamientos importantes para que la causa argentina
recibiera apoyo francés. Pero si ello no sucedió fue debido a la incidencia del otro
tipo de factores mencionados. Por lo tanto, ello permite, por un lado, revalorizar
el peso de los motores emocionales y ético-humanitarios de movilización, la
importancia de lo “intolerable” como impulsor de la acción solidaria francesa de
la época y, por el otro, redimensionar la importancia de las redes interpersonales
privadas a la hora de explicar la acción colectiva (no explicables en términos de
racionalidad ideológica, ya que muchos vínculos se establecían con antiguos
“extremistas” y peronistas argentinos). En otros términos, sin despreciar el
paso de las variables político-ideológicas y considerando el contexto de época
de los años setenta y ochenta, el conjunto de razones ofrecidas por los actores
para explicar su acción colectiva conduce a valorizar la fuerza de la “revuelta
moral” como impulsora de la acción solidaria.
Ahora bien, así como en el caso de los franceses los motivos de la
movilización responden a una racionalidad moral que necesariamente se
articula con otra emocional y política, la situación de los argentinos presenta
similares complejidades. Una serie de razones y contextos explicarían de

19
Podrían considerarse, además, otras variantes de tipo cultural que dificultaron la coordinación franco-
argentina. Si bien no podemos desarrollarlas en detalle aquí, ellas fueron especialmente significativas
en algunas coyunturas como el Mundial de Fútbol de 1978. En cualquier caso, estas limitaciones
se repitieron para los exiliados argentinos en los diversos países de acogida, especialmente en lo
que concierne al peronismo y a la carencia de partidos homólogos como podían ser los socialistas
o comunistas europeos para los chilenos.

125
manera suficiente los móviles del compromiso de estos emigrados en las
manifestaciones delante de la embajada. Un primer argumento, evidente y
lógico, indicaría una racionalidad política dirigida a la lucha contra la dictadura
militar desde el exterior; un segundo de tipo moral-humanitario estaría
ligado a la lucha contra la represión en la Argentina y otro más específico
estaría vinculado al hecho de que muchos de los manifestantes eran víctimas
directas de esas violaciones a los derechos humanos o lo eran sus familiares y
compañeros próximos (sin olvidar que, de manera más general, todos lo eran
en cuanto habían sido forzados al exilio por esa dictadura). Un cuarto sentido
adicional lo plantean quienes decían tener razones directamente estratégicas
para participar: la importancia de vincularse con L.G. –el iniciador de las
“marchas de los jueves”– porque “era el vínculo con el Partido Socialista”,20
al cual los exiliados deseaban acercarse para obtener apoyo político y público.
No obstante, dos entrevistados expresan así sus sensaciones ante el hecho de
comprometerse públicamente en las actividades de denuncia por la violación
de los derechos humanos en la Argentina:
E.C.: Estas campañas [contra la dictadura] creo que ayudaron a proteger
a algunos compañeros, en todo caso nos ayudaron a nosotros a mantener
nuestra identidad, a sentirnos activos, eh… eh… el hecho de estar lejos
del país, de no compartir el riesgo con los compañeros en la Argentina, era
una cosa sumamente dura, este… (…) Y esta manera de estar activos con la
solidaridad nos reconstruía yo creo, y nos permitía devolver de una manera
sublimada socialmente el violento ataque que habíamos recibido. Yo creo que
esto fue protector desde un punto de vista psicológico para los exiliados que
militaron.21
Z.B.: Me importó trabajar en derechos humanos como solo puente, como solo
horizonte posible y del otro lado no había más nada, había que desensillar
hasta que aclare…22
Los pasajes citados dejan a la vista un factor que, sumado a los anteriores,
va más allá de las racionalidades políticas y estratégicas inmediatas y tiene que
ver con ciertos impulsos emocionales derivados de la situación de destierro y
de la pérdida de referencias afectivas y personales (o incluso políticas, ya que
éstas también son vividas en sus consecuencias emocionales). En ese sentido,
el compromiso público en las formas de movilización colectiva, incluyendo
las manifestaciones delante de la embajada, fueron percibidas por los actores

20
Entrevista con S.W., 26 de marzo de 2004, París.
21
Entrevista de la autora, 16 de mayo de 2003, París [residente en Buenos Aires].
22
Entrevista de la autora, 29 de mayo de 2004, París.

126
argentinos como una forma de “continuación de la lucha”: ir a gritar delante
de la sede diplomática del régimen que los expulsó del país tenía un valor
simbólico con efectos reales sobre las percepciones de sí que tenían estos
emigrados. En otros términos, para estos militantes políticos la partida al exilio
significó una ruptura brutal de la experiencia y una pérdida de todo aquello que
constituían los proyectos personales y colectivos construidos en torno al ideal
de transformación revolucionaria, con el tipo de compromiso total con que ese
horizonte emancipatorio fue asumido en la Argentina de los 70. En ese contexto,
la continuidad de la militancia fuera del país daba un espacio de pertenencia y
de identificación y el sentimiento de continuar la acción política, incluso si ésta
era reorientada hacia la lucha contra la dictadura militar a través de los derechos
humanos –que al final parecía ser el único combate posible, dado el grado
de destrucción física de las organizaciones–. Así, la militancia en el exilio fue
también una forma de enfrentar la total deconstrucción psicológica resultante de
la sensación demoledora que muchos tenían de la “derrota” y del sentimiento
de culpabilidad ligado a la sobrevivencia frente a todos aquellos que habían
muerto o que vivían bajo la represión. En definitiva, los efectos de la experiencia
práctica y la percepción del fin del proyecto revolucionario transformaron la
defensa de los derechos humanos en la única movilización posible y legítima,
limitando y hasta obturando un proceso de crítica o autocrítica política sobre lo
actuado –que además era muy difícil en ese contexto y que solo se dio aislada
y privadamente, y la reconstrucción política dentro de los marcos partidarios
previos o de otros renovados en el exilio–. En ese proceso, la participación en
las movilizaciones organizadas por los franceses, con sus lógicas ritualizadas y
sus lenguajes políticos específicos, contribuyeron a modelar las nuevas formas
de militancia y de compromiso político en un largo proceso de acumulación
ideológica y política que resignificó la identidad militante en torno a la noción
de exilio.

Juegos, actores y discursos


M.F.: En cada manifestación ustedes tenían una lista de desaparecidos, ¿no?
L.G.: Sí, sí, teníamos una lista de desaparecidos, sí, sí… (…) Había desaparecidos
franceses y luego nos enviaron de la Argentina una lista de desaparecidos… (…)
… el juego consistía en lo siguiente: la manifestación se instalaba al comienzo
de la Rue Cimarrona [calle de la embajada argentina]. Todas las semanas
había policías que venían fielmente a manifestar con nosotros, había barreras
de protección…, una delegación subía por la calle y llevaba a la embajada
una lista de desaparecidos, 10.000 desaparecidos, para pedir información

127
diciendo: “Bueno, volveremos la próxima semana para pedir informaciones”,
entonces el portero nos abría, un hombrecito con bigotes muy negros [español
en el original]. El nos conocía bien, nos sonreía: “Gracias, escuchen, veré…”,
luego, a la semana siguiente: “Y, entonces, ¿pudo…?” [Relata riendo]… un
pequeño juego…23
El “juego” frente a la embajada, según lo denomina este militante
francés, se constituyó en un ritual repetido semana a semana: la movilización
delante de la sede diplomática, la entrega de una lista de desaparecidos, la
recepción por un portero, la falta de respuesta oficial, el encuentro con los
diferentes grupos de manifestantes y la variación de la escena según las
coyunturas puntuales. Siguiendo con la metáfora, podría decirse que durante las
movilizaciones los diferentes actores asumían roles claramente diferenciados.
En primer lugar, los padres y familiares de los franceses desaparecidos eran
considerados las víctimas afectadas directas –las fotos de las mujeres francesas,
con pañuelos blancos y llevando inmensas pancartas con las fotos de sus hijos
son características de todas las fotografías públicas de “las marchas de los
jueves”–. En segundo lugar, las asociaciones francesas formaban toda una red
de personas e instituciones solidarias que se erigían en voceros y abogados de
las víctimas. Eran ellos quienes organizaban, reclamaban, golpeaban las puertas
de la embajada para entregar el listado y tomar a su cargo la responsabilidad
de su defensa.24 En tercer lugar, los argentinos militantes y exiliados estaban
allí también como víctimas afectadas, denunciantes desde el dolor y la cólera,
pero como “menores indefensos” acompañados y llevados por organizadores
locales conmovidos ante “lo intolerable”. La escala de víctimas comenzaba así
con las dos religiosas francesas desaparecidas y asesinadas, pero seguía con
los ciudadanos franceses y luego los argentinos. La distribución de roles no
dejaba lugar para las ambigüedades: los héroes eran aquellas madres lejanas –las
Madres de Plaza de Mayo– que luchaban por sus hijos perdidos; las víctimas
eran los argentinos y franceses ausentes y sus familiares encarnándolos frente
a la embajada; los victimarios tenían el rostro y el nombre de Videla –el dictador
militar argentino, permanentemente invocado en pancartas y afiches, aquí y
en toda otra situación de denuncia pública en Francia–. El rol de los cómplices
era desempeñado no tanto por el embajador argentino, sino por el mismo

23
Ibidem.
24
A algunas organizaciones incluso les fue asignado un rol con ribetes casi heroicos: “Las viejas
católicas venían con sus botas, lloviera o nevara durante 12 años…”, dirá un manifestante entrevistado
coincidiendo con las declaraciones de varios otros. Entrevista con M.N., 25 de marzo de 2002,
París.

128
presidente francés, Giscard d’Estaing, quien fue siempre cuestionado por su
inacción frente a la desaparición de sus conciudadanos.25
Ahora bien, la observación de estos roles es significativa no para evaluar
su ajuste a la realidad histórica –desde luego que argentinos y franceses eran
víctimas de la dictadura militar–, ni tampoco para construir un juego analítico
sobre la dramaturgia de la acción colectiva, sino porque ellos dotan de sentido
la acción para cada uno de los participantes y contribuyen al proceso de
construcción de sus identidades.
Sin duda, la finalidad inmediata de estas protestas era “atraer más gente”
para que aquel problema, privado y emocional, que en Francia afectaba a unos
pocos, se transformase en un “problema público”; es decir, que pasara del
interés particular de algunos al interés general, que fuese digno de convocar
la atención de un público específico y de apelar a las autoridades para lograr
su intervención.26 En este punto, los mecanismos de publicidad y visibilidad
a los que los organizadores hacen referencia, como la buscadísima presencia
de François Mitterrand, Catherine Deneuve, Simone Signoret, Yves Montand
o George Moustakis –figuras frecuentemente movilizadas y movilizables
en este tipo de causas humanitarias y, además ligadas a una sensibilidad
de izquierdas en Francia–, muestran el uso de estrategias de comunicación
bien definidas y su efectividad, dado que cuando estas figuras políticas o
artísticas estaban presentes, las marchas eran mencionadas en la prensa.27 Así,
por ejemplo, el responsable de la asociación de familiares de desaparecidos
franceses recuerda que una vez fue convocado por el Partido Socialista para
que llevara a la manifestación delante de la embajada a varias religiosas y a
padres de desaparecidos franceses porque iría François Mitterrand al acto y
querían convocar a la prensa para mostrar el encuentro y la confrontación con
el embajador argentino.

25
Por ejemplo, uno de los lemas de la campaña francesa de boicot al Mundial de Fútbol realizada
entre enero y junio de 1978 fue “Videla asesino, Giscard cómplice”.
26
Boltanski y Thévenot, De la justification…, op. cit. y Boltanski, Luc. L’amour et la justice comme
compétences. Paris: Métailié, 1990. Las declaraciones de los distintos protagonistas parecen traslucir
más un interés en convocar un público activamente movilizable que meramente expectante (aunque
conmovido por el dolor ajeno). Probablemente el contexto de movilización y sensibilización general
frente al tema de los derechos humanos y su situación en América Latina hacía esperable una forma
de compromiso más activo que la simple “sensibilidad” de un espectador.
27
Por ejemplo, Le Monde [de aquí en más LM]: 19 de enero de 1979; 29 de agosto de 1979, 8 de
octubre de 1979, 22 de diciembre de 1979, 24 de marzo de 1980, 28 de marzo de 1980, 1 y 2 de
junio de 1980; 25, 27 y 30 de diciembre de 1980; 3 de enero de 1981; 5 de mayo de 1981; 7 de
noviembre de 1981.

129
Así, las redes de unas y otras asociaciones participantes y los vínculos
interpersonales fueron utilizados para atraer a ciertas figuras públicas y, por
ende, a la prensa, pieza clave de las movilizaciones para llegar a una opinión
pública masiva y lograr eventuales nuevos participantes de la acción.28 En
definitiva, esta búsqueda de publicidad y el empleo de un cierto repertorio
retórico tendía a la definición del problema de la violación de los derechos
humanos en la Argentina como un problema público francés.
Así, la instalación del caso argentino como tal, en Francia, se fue
generando progresivamente a partir de toda una serie de movilizaciones
escalonadas en el tiempo y lideradas por distintos actores colectivos, es decir,
por todo un entramado interorganizacional vinculado a las causas humanitarias:
en particular, la CIMADE (Comité intermouvements auprès des évacués), la ACAT,
France Terre d’Asile, Amnesty International, la Association International de Juristes
Catholiques; fuerzas políticas y sindicales –el Partido Socialista y la CFDT
(Confédération Française Démocratique du Travail), esencialmente–. En este proceso
de interpelación pública de la comunidad fue central el uso de testimonios de
víctimas de la tortura, la cárcel y la desaparición; la realización de una serie de
eventos públicos en la Asamblea francesa y la presentación del caso argentino
ante las cortes de justicia internacionales, lo que inmediatamente generaba
repercusión en la prensa local; y la publicación de una serie de materiales
documentales a través de libros, artículos en la prensa francesa, etc.29 Así
mismo, el momento más efectivo en términos de convocatoria y sensibilización
pública francesa vinculada a la situación política de Argentina fue el Mundial
de Fútbol que debía realizarse en 1978 en dicho país. Esa coyuntura dio origen
a un movimiento de boicot del encuentro deportivo, organizado por militantes
de extrema izquierda francesa, cuyo epicentro fue Francia, pero que tuvo fuerte
repercusión internacional.30 A él se sumaron las “marchas de los jueves” –el
único evento con continuidad hasta el final del período dictatorial– y diversas
manifestaciones públicas y denuncias internacionales.
28
El ejemplo citado muestra claramente que todos los participantes en la situación, en uno u otro
rol, la utilizaron para sus propias necesidades de publicidad, incluyendo al propio Mitterrand y el
embajador argentino.
29
Entre los eventos más notables se realizó un coloquio en la Asamblea de Francia: “Colloque de
Paris. La politique de disparition forcée de personnes” (enero-febrero, 1981). Entre los materiales
editados en Francia de carácter jurídico o testimonial: GAAEF (Groupe de Avocats Argentins Exilés
en France) (edits.). Le refus de l’oubli. La politique de disparition forcée de personnes. Paris: Berger-
Levrault, 1982; CADHU (Commission Argentine des Droits de l’Homme). Argentine: dossier d’un
génocide. Paris: Flammarion, 1978; Gabetta, Carlos. Le diable sous le soleil. Paris: Atelier Marcel
Jullian, 1979.
30
Hemos analizado el tema en otro lugar. Cfr. Franco. “Derechos humanos…”, op. cit.

130
Ahora bien, todo este bagaje de dispositivos tendientes a promover
la sensibilización y movilización públicas estuvo basado en un régimen de
discurso específico, los derechos humanos, y en el recurso a una serie de tópicos
de la denuncia y del sufrimiento que por entonces comenzaban a convocar a
una opinión pública cada vez más dispuesta a comprometerse “a la distancia”
y por causas distantes.31 Así, el discurso de los derechos humanos estaba
en pleno proceso de emergencia política a fines de los años 70 y 80, cuando
las tradicionales formas del compromiso político del siglo XX comenzaban
a desplazarse desde las militancias de entrega total y sacrificial por causas
radicalizadas, hacia las causas concretas, locales y acotadas, en particular las
de tipo humanitario.
Si bien se trata de un proceso más vasto y general, difícil de explicar
en pocas líneas y sin simplificaciones excesivas, en el ámbito francés, estos
cambios en las formas del compromiso político estaban relacionados con el
proceso de institucionalización política de la izquierda en los años 80, pero
también con la desilusión y el fin de la ola de movilización política generada
en Mayo de 1968. De manera más general, intelectuales y políticos, en aquel
mismo momento, no dudaban en explicar el giro hacia los derechos humanos
como el resultado de un vaciamiento del “horizonte de expectativas” de las
izquierdas occidentales, tras el descubrimiento, entre otras cosas, del “universo
concentracionario” soviético. Claude Lefort, por ejemplo, señalaba que el
problema de los derechos humanos era la nueva preocupación de quienes al
abandonar el comunismo no se refugiaban en el pensamiento religioso o moral
y requerían nuevos medios de pensamiento y acción.32 Paul Ricoeur, por su
parte, adjudicaba a esos derechos la función de “llenar la fosa de credibilidad
propia de todos los sistemas de autoridad”.33
Sin duda, la progresiva hegemonía del discurso de los derechos humanos
en el espacio francés de aquellos años facilitó la instalación del tema argentino
–ligado a la violación de los derechos humanos de una manera tan íntima y
31
Boltanski, Luc. La souffrance à distance. Morale humanitaire, médias et politique. Paris: Métailié,
1993.
32
Lefort, Claude. L’invention démocratique. Paris: Fayard, 1994 [1981], p. 83. También la prestigiosa
revista Esprit lanzó en 1980 un debate intelectual bajo la consigna: “¿Los derechos humanos
pueden ser una política?”, en el que participaron Paul Thibaud, Claude Lefort y Marcel Gauchet. El
historiador A. Grikoliansky señala que la “despolitización” de los derechos humanos en Francia se
produjo a partir de los años ‘70 y estuvo fuertemente ayudada por la internacionalización creciente
del tema humanitario. Cfr. A. Grikoliansky, “La gauche, le libéralisme politique et les droits de
l’homme”, en Jean- Becker, Jacques y Gilles Candar, Histoire des gauches en France, Vol. 2, Paris:
La découverte, 2004: 524-541.
33
Ricœur, Paul. L’idéologie et l’utopie. Paris: Editions du seuil, 1997, p. 244. Traducción de M.F.

131
aberrante como lo era la figura misma del “desaparecido”– como un problema
público que partía de percepciones, lenguajes y conceptos ya conocidos,
entendibles y atendibles. Pero la inteligibilidad y recepción de ese discurso
dependía también del “ajuste” a ciertas reglas propias del universo humanitario:
en las formas de denuncia no había espacio para reivindicaciones sectoriales,
para testimonios que sostuvieran identidad partidaria o política definida, para
madres o padres cuyos hijos fueran militantes revolucionarios o de la guerrilla.
Por eso mismo, fue característico de la denuncia y de la movilización pública
la omisión del pasado y de la experiencia política de las víctimas que pudiera
hacerlas sospechosas de terrorismo, violencia, populismo o izquierdismo,
según el caso. Para que la causa particular de los argentinos y de los familiares
franceses afectados fuera movilizante y pudiera transformarse en una causa
humanitaria, en un problema público, debía haber víctimas inocentes, no
militantes políticos. Ni la política, ni la conflictividad inherente tenían espacio
en la causa humanitaria, a riesgo de impedir su transformación en un problema
público, tal como recuerda el francés organizador de las marchas: “Nos veíamos
con todos los grupos que luchaban contra una dictadura, no nos íbamos a
mezclar en sus asuntos internos, no nos interesaba (…) lo que nos interesaba
no era la política sino lo político”.34
Para los argentinos, la movilización en torno a los derechos humanos
definidos y acotados a su contenido más “aséptico”, con la asunción de los
roles ritualizados que la sociedad francesa esperaba de ellos como víctimas
desprotegidas, pudo ser una estrategia necesaria, pero en el proceso eso
fue modelando sus formas de movilización y sus identidades en un sentido
transformado que abarcaba desde la noción de lo político hasta la de exilio.

Conclusión
La dinámica de movilización de denuncia adquirida por las “manifes-
taciones de los jueves” integró una serie de formas de acción colectivas que,
en el curso del período 1978-1979, fue configurando el “caso argentino” como
un problema público en Francia, en particular, ligado a la desaparición de
ciudadanos franceses y a la dimensión inusual de la violación de los derechos
humanos en aquel país.
La conformación de esa pequeña arena pública vinculada al tema
argentino se produjo a partir de una variedad de movilizaciones y acciones
en las que el problema fue tomando forma y haciéndose inteligible y legítimo,

34
Entrevista de la autora, 29 de mayo de 2004, París.

132
comprometiendo a medios de prensa, partidos políticos, sindicatos, asociaciones
humanitarias y una serie de escenarios en la calle. El proceso implicó la
transformación de un tema de interés particular y moral en un problema de
carácter público por el cual se apelaba a las autoridades, y la efectiva intervención
del gobierno francés da cuenta de ello: en el curso de 1978, Giscard d’Estaing se
vio obligado a realizar varias acciones diplomáticas por el caso de los franceses
desaparecidos en Argentina; en 1979 recibió a un miembro del gobierno militar
para informarse sobre la situación de ciertos ciudadanos desaparecidos y ello
facilitó la liberación de cuatro personas; la Asamblea Nacional de Francia envió
una misión de diputados a informarse sobre la situación de sus ciudadanos
víctimas de la represión; varias asociaciones de juristas en Francia enviaron
misiones de observación y en 1978 el Parlamento Europeo emitió una
declaración de condena a la dictadura militar argentina35.
Así, si puede hablarse de la existencia de una pequeña –algo efímera,
pero real– arena pública francesa sobre el problema de los derechos humanos
en la Argentina ésta se constituyó a través de un entramado de acciones, uno
de cuyos motores esenciales fue el carácter de “revuelta moral” que producía
el tipo y la dimensión particulares de las violaciones militares a los derechos
humanos en ese país. Entre ese entramado de acciones, las “marchas de los
jueves” fueron de considerable importancia, pero estuvieron integradas en un
conjunto más vasto formado por otras iniciativas colectivas como el boicot al
Mundial de Fútbol, el boicot al Congreso Mundial de Cancerología (realizado
en Buenos Aires en octubre de 1978); la movilización de artistas y la denuncia
permanente, judicial y mediática de la desaparición de ciudadanos franceses.36

35
Sobre las intervenciones gubernamentales francesas por los desaparecidos franceses: LM, 28 de
diciembre de 1977; 3 de septiembre de 1979; 4 de mayo de 1983; sobre la reunión de Giscard con
Emilio Massera, almirante miembro de la Junta militar argentina, La Nación, 9 de septiembre de
1978; sobre la misión de senadores franceses en Argentina, LM, 18 de septiembre de 1979; también
la Fédération International de Droits de l’Homme y el Mouvement International de Juristes
Catholiques enviaron varias misiones a la Argentina (1976 y 1978); sobre el Parlamento Europeo:
“Resolución de urgencia del caso argentino”, 28 de septiembre de 1979.
36
Sobre la desaparición de ciudadanos franceses: LM, 14 de diciembre de 1977, 20 de diciembre de
1978; Le Matin, 9 de marzo de 1978, 6 de septiembre de 1978; sobre la represión en Argentina,
fueron especialmente significativos los artículos de: Phillipe Labreveux, “Sombres jours pour
l’Argentine”, LM, 7 de enero de 1978, 8 de enero de 1977; Jean-Pierre Leclerc, “La martyre des
Santucho”, LM, 15 de enero de 1977; “L’Argentine de la terreur” de François Corre, France soir,
22 y 26 de marzo de 1978; “L’Argentine sous la torture”, L’Express, 14 y 20 de marzo de 1977; Le
Monde Diplomatique, abril de 1978; Henri Seiniès, Le Matin, 3 de enero de 1978 y 22 de febrero
de 1978. En cuanto al Congreso Mundial de cáncer, se conformó un colectivo de científicos y
médicos franceses y norteamericanos que publicaron numerosos artículos en la prensa y llamados
al boicot: Léon Schwartzenberg, “Appel aux cancérologues français invités en Argentine”, s/f, s/l.,

133
Todo ello fue posible en un contexto europeo y occidental donde la sensibilidad
creciente frente al sufrimiento distante y las causas humanitarias adquirían un
peso público y político de primera magnitud.
De hecho, como vimos, varias de estas asociaciones francesas fueron
creadas o tomaron impulso al calor de la situación argentina (o latinoamericana)
de esos años.37 Junto con ello, una serie de acontecimientos reforzadores –la
desaparición de las religiosas francesas y la liberación de prisioneros de esa
nacionalidad– impulsaron el proceso.
Durante la movilización colectiva, argentinos y franceses consolidaron
roles, lenguajes y conceptos nuevos para definir lo que sucedía en la Argentina
–en consonancia y a partir de nuevos lenguajes jurídicos de alcance occidental–,
por ejemplo, ya no se trataba de una forma de “fascismo” o de un “típico
golpe militar latinoamericano”, sino de un régimen de terrorismo de Estado y
de crímenes de lesa humanidad. También los actores colectivos participantes se
fueron configurando como tales, unos en relación con otros, y a medida que
la movilización se organizaba y el tema se instalaba de manera pública. Así, la
producción de ritos y símbolos en torno a la acción colectiva, las intervenciones
y las acciones en el espacio público fueron construyendo una sensibilidad y
un lenguaje comunes, que dio lugar a un proceso de modelación y definición
de identidades, que no preexistían a la acción colectiva misma. Tanto para los
argentinos como para los franceses, este proceso se produjo no solo a partir de
la movilización y del pasaje a lo público, sino como resultado de la interacción
entre individuos, organizaciones y la definición de roles allí producida. En
el caso de los franceses participantes de DSH, por ejemplo, más allá del rol
asumido durante las movilizaciones, esta identidad vinculada a la “solidaridad
con las víctimas” y “la justicia humanitaria” fue constituyéndose también como
un compromiso más durable en torno al tema de los derechos humanos, ya que
la movilización por el caso argentino dio espacio y forma para que la asociación
se transformara luego en una ONG internacional con sede central en Buenos
Aires –dirigida por un ex senador argentino presente en las movilizaciones de
la embajada y amigo del francés que las impulsó, quien hoy es el responsable

reproducido en LM, 3 de mayo de 1978; Libération, 23 y 24 de septiembre de 1978; 3 de octubre


de 1978; LM, 3 de mayo de 1978, 9 de junio de 1978, 16 y 17 de julio de 1978, 7 de octubre de
1978, 31/10/78; Le Matin, 5 de julio de 1978; L’Unité, 7 y 13 de julio de 1978; entrevista con R.T.,
18 de diciembre de 2003, París.
37
Las aquí analizadas no fueron las únicas asociaciones que tomaron impulso en el contexto del caso
argentino: el GAS (Groupe d’Accueil et Solidarité), por ejemplo, fue creada a raíz de la llegada
de exiliados argentinos y para ayudarlos en su instalación en Francia. Otras como France Terre de
Asile sufrieron fuertes transformaciones en su perfil y acciones a raíz del trabajo desarrollado con
la llegada de emigrados latinoamericanos.

134
en Francia de la DSH–.38 Por su parte, la ACAT, el otro núcleo que lideró las
movilizaciones frente a la embajada, constituyó un vínculo durable con las
organizaciones de derechos humanos en la Argentina. En 1980, la asociación
organizó una campaña entre sus miembros y juntó una enorme cantidad de
dinero para ser enviado a familiares de víctimas de la represión en el país.
Pero la acción más específica comenzó en 1981, y continúa hasta el día de hoy,
cuando la ACAT entró en contacto con la asociación de Abuelas de Plaza de
Mayo y organizó un sistema de parrinage [padrinazgo] para seguir los casos
puntuales de niños desaparecidos y apropiados por los militares.39
Como señalamos, la movilización ligada a la Argentina fue posible
porque su construcción como problema público se hizo a través del lenguaje
de los derechos humanos. El “caso argentino” así construido tuvo posibilidad
de escucha y reproducción porque en la sociedad francesa el tema tenía raíces
profundas que iban desde un imaginario nacional ligado a ser la patria de
“Droits de l’Homme”, a la práctica del refugio y la tolerancia política, hasta
procesos más recientes relacionados con la crisis de las ideologías tradicionales
de izquierda y la ausencia de proyectos políticos alternativos, sin olvidar la
sensibilidad que la denuncia por el uso de la tortura pudo haber despertado
en un país que silenciaba su violento pasado colonial.40
Siguiendo esta lógica, tal vez, las dimensiones y alcances de la solidaridad
francesa se explican menos por la dimensión de la urgencia argentina que por
este cambio en el “horizonte de expectativas” de las izquierdas occidentales, así
como por una creciente transformación en el régimen de compromiso político
que se produjo en aquellos años. Este cambio, que sociólogos y politólogos
sitúan justamente a partir de los años 70 y 80, no significa el abandono de la
política en sí misma o un proceso de despolitización, como a veces se lo ha
interpretado, sino un cambio en las formas de la acción política hacia objetivos
más concretos, locales y acotados, que van de lo humanitario al pacifismo, la

38
La DSH cambió de nombre en 1985, pasando a llamarse Nouveaux Droits de l’Homme.
39
La coordinación de este trabajo entre los 150 grupos franceses existentes y las organizaciones
argentinas permitió un trabajo permanente hasta hoy. Entre 2002 y 2003, la ACAT participó
en la compra y equipamiento de un Banco de Datos Genéticos para la identificación de niños
desaparecidos a través de análisis de ADN. Entrevista con J.D., miembro directivo de la ACAT, 3
de junio de 2004, París; ACAT, Les enfants disparus en Argentine, noviembre de 1985 - marzo de
2003; correspondencia ACAT-Abuelas de Plaza de Mayo, 2002-2003.
40
El uso de la tortura en Argelia e Indochina había sido muy denunciado en Francia en los años 60 y
70, aunque existía un “olvido” y silenciamiento sistemático del tema por parte de la sociedad civil
y, desde luego, por parte de las autoridades. Stora, Benjamin. La gangrène et l’oubli. La mémoire
de la guerre d’Algérie. Paris: La Découverte, 1991.

135
ecología o los derechos gays.41 En ese sentido, la “causa argentina” ofrecía un
tema fuertemente ajustado a las nuevas expectativas de movilización.
En el caso de los argentinos, ese tejido de vínculos y discursos dio lugar
a una identidad nueva, completamente diferente de la que los actores habían
construido en su militancia política previa, pero que a la vez se nutría de ciertos
elementos de continuidad. En Francia, la situación de exilio y las formas de
movilización francesa vinculadas al tema colocaron a los exiliados en un nuevo
rol de “víctimas de violaciones a los derechos humanos”, y por tanto, personas
posibles de “solidaridad” y “compasión”. Esta nueva situación exigía resolver
la estigmatización o discriminación eventual que la condición de “guerrillero”
y “extremista” podía producir, pues la condición de las víctimas se definía en
buena medida por su “pureza” o “inocencia”. Para los argentinos, esto implicó
un auténtico cambio en las formas de la acción política, cuya condición fue un
cierto y progresivo desdibujamiento de todo aquello vinculado a la militancia
previa y al proyecto revolucionario. A la vez, esta nueva forma de compromiso
tenía en el imaginario argentino otros componentes históricos de continuidad:
el exiliado era una víctima, pero también un “resistente”, un “luchador”,
ahora centrado en los derechos humanos”, que a través de sus denuncias
desde el exterior enfrentaba a la dictadura militar. Así, para los emigrados, la
movilización pública y la interacción con el espacio público francés, con sus
rituales y sus lenguajes políticos propios de la época, favoreció la emergencia
de sentidos identitarios nuevos que luego tendrían una larga continuidad en
el momento del regreso al país e incluso hasta el día de hoy. Nos referimos a
una nueva identidad como exiliados definida por su lucha política en pro de
los derechos humanos. En ella se advierte la continuidad de ciertas formas de
“entrega” a la causa motorizadas por el recuerdo de los compañeros muertos,
en la misma medida en que puede apreciarse el alejamiento de los lenguajes
revolucionarios de los 70 y la adscripción, en muchos casos, a los lenguajes y
prácticas de la democracia –cambio más general y propio del giro ideológico
realizado por la izquierda occidental en los años 80 y por muchos otros
colectivos de exiliados latinoamericanos.
Así, al volver al país, en las tensiones que se produjeron con “los que
se quedaron” y en relación con las víctimas socialmente consideradas “más
legítimas” (desaparecidos, presos, asesinados), los exiliados argentinos se
sintieron obligados a legitimar sus propias experiencias de emigración forzada.
Y esa legitimación solo pudo efectuarse en la reivindicación de la actuación

41
Cefaï, Daniel y Dominique Pasquier. Les sens du public. Publics politiques, publics médiatiques.
Paris: CURAPP/CEMS, PUF, 2003 y Boltanski y Thévenot. De la justification…, op. cit.

136
humanitaria como forma de resistencia a la dictadura y ello como motor e
identidad del exilio.

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138
Facetas del exilio:
uruguayos en Cuba y México
SILVIA DUTRÉNIT BIELOUS

El texto es resultado de una reflexión y problematización a la vez, sobre lo


investigado acerca de los exilios uruguayos. Sus páginas comprenden un
acercamiento a lo sucedido con ellos que, desterrados en los años setenta,
fueron acogidos en dos países latinoamericanos: Cuba y México. Es un enfoque
acotado a algunos aspectos; no tiene pretensión de ser una narración en la que
se presente y reflexione sobre todas las circunstancias.1 El interés está puesto
en la búsqueda de hechos que permitan interrogarse sobre la comprensión
de la condición de exiliado –de su percepción a partir de las razones que lo
instalan en otro país–, del papel de las organizaciones políticas (y las redes)
para la determinación de los destinos y comportamientos individuales de
sus militantes, así como de los contrastes entre uno y otro país para lograr la
residencia como exiliado. El desarrollo argumental del texto insinúa cierto
diálogo entre una y otra experiencia exiliar y, sobre todo, busca ser indicativo
de aspectos que apenas se visualizan, pero que se consideran relevantes para la
historia del exilio. Tres apartados ordenan la narración.2 El primero introduce
y ubica hechos y procesos de la historia política reciente, además destaca
características y códigos que identifican a los exilios uruguayos. El segundo y
tercer apartado se detienen en lo sucedido en Cuba y México respecto al exilio,
en especial en aquellas facetas que los distinguen. Una recapitulación hace
las veces de cierre del texto y de invitación a seguir hurgando, descubriendo
1
Rechaza entonces la intención de constituirse en una referencia sobre el conjunto de la circunstancias
y de las experiencias personales de quienes formaron parte de las comunidades exiliares en esos
países. A la vez, vale señalarlo, se apoya en textos de la autora sobre la temática del exilio, publicados
con anterioridad.
2
En este texto no se incluyen las voces de los protagonistas, no obstante, sus testimonios han sido
centrales para conocer sus recuerdos, percepciones, sobre lo vivido. De modo sustantivo han
contribuido para el estudio de los exilios en Cuba y México las entrevistas realizadas por: Paola
Parella y Valentina Curto (2004-2006), Ana Buriano (2003-2007), Álvaro Coronel (2002-2003),
Mariana Iglesias (2006), Guadalupe Rodríguez de Ita y Silvia Dutrénit (1997-2000), Gerardo
Caetano (1997), César Tcach (1997), Gabriel Gaspar (1997) y Silvia Dutrénit (2002-2007).

139
y fomentando nuevas rememoraciones para más fieles reconstrucciones del
pasado-presente.

Entre las percepciones y decisiones personales, las estrategias


partidarias/grupales y las circunstancias regionales
A partir de un relevamiento que permitió dar cuenta del exilio como
proceso nacional que afectó (y afecta) a miles de personas3 y que exigió transitar
por la inmensidad de modos, vivencias y repercusiones, fue posible determinar
que el exilio como concepto que aglutina a muchos exilios, tuvo en la experiencia
uruguaya algunos elementos que lo caracterizan, sin que ello pretenda ser una
reivindicación de singularidad que lo distancie de otras comunidades que
vivieron también el destierro en aquellos años. Algunos ejemplos.
Mientras en Uruguay se consolidaba el autoritarismo como forma de
gobernar (1968-1973), la realidad del exilio comenzaba a germinar. Los primeros
uruguayos que salieron del país acogiéndose a la opción constitucional,4 estaban
vinculados, o se les relacionaba, con el Movimiento de Liberación Nacional-
Tupamaros (MLN-T). Desde 1970 se observa la apelación a este recurso y, de
manera reiterada, en 1971-1972 el destino era Chile. Otros caminos fueron
transitados en la huida por tantos más perseguidos. Cuánto de percepción
había en ellos de su condición de desterrados o exiliados, es algo que aún no
se dirime. Para entonces, Argentina y Chile principalmente, se convirtieron en
tierras de refugio y reorganización.5 Cuba también lo fue antes y después del
golpe de Estado en Chile (11 de septiembre de 1973). En esta primera época,
la opción cubana asumió un carácter en esencia estratégico para el MLN-T
(resguardo, adiestramiento, solidaridad). Brasil estuvo siempre presente,
aunque con los temores inherentes a la dictadura madre que regía desde abril

3
Dutrénit Bielous, S. El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce,
2006, y Dutrénit Bielous, S., E. Allier Montaño y E. Coraza de los Santos. Tiempos de exilios.
Memoria e historia de españoles y uruguayos. Uruguay: CeALCI-Fundación Carolina/ Textual
SA/ Instituto Mora, 2008.
4
Recurso constitucional por el cual los detenidos podían solicitar la salida del país aún cuando no
hubieran sido procesados.
5
Aldrighi, Clara y Guillermo Waksman. “Chile, la gran ilusión” en Dutrénit, El Uruguay…, op.
cit. ofrecen una estimación de entre dos mil y tres mil uruguayos residentes. Afirman además que
su mayor concentración se dio entre mediados de 1972 y mediados de 1973, teniendo en cuenta
también que Chile se caracterizó por haber tenido un volumen importante de población refugiada
flotante.

140
de 1964.6 Argentina, y Buenos Aires en particular, fue lugar privilegiado para
la instalación y reorganización de estructuras políticas destinadas al trabajo de
denuncia internacional y apoyo a la resistencia dentro de Uruguay. También
Buenos Aires fue el lugar en el que se fundó el Partido por la Victoria del Pueblo
(PVP) –resultado de la conjunción de algunos grupos entre los que destaca la
Resistencia Obrero Estudiantil (ROE)–.7 Según lo han registrado los organismos
de derechos humanos y la documentación oficial, el mayor número de detenidos
desaparecidos y niños secuestrados en aquella ciudad recayó sobre el PVP. Vale
la pena subrayar que el hecho de que el secuestro haya ocurrido en Argentina
no significa que su desaparición se produjera en ese territorio. Investigaciones
recientes dan cuenta de que, por distintas vías y medios, se llevaron a cabo
traslados de secuestrados a Uruguay.8
El acelerado tránsito de la región hacia regímenes dictatoriales replanteó,
sin demasiada previsión, un reordenamiento de los itinerarios personales y
de las estrategias de las débiles estructuras organizativas de la izquierda. El
desbaratamiento sangriento del gobierno de Allende reorientó rutas exiliares y
redefinió compromisos políticos. Algunos uruguayos comenzaron a salir antes
del golpe de Estado. Buenos Aires concentró a cientos y miles de refugiados.
Fue estimulante primero el fin de la dictadura y el reamanecer peronista. Héctor
J. Cámpora9 asumió la presidencia por un corto periodo (mayo-julio de 1973).
Argentina, inserta en un clima regional de dictaduras, fue, fugazmente, la
6
La huida en esa dirección se debió a la relativa facilidad con la que era factible atravesar la frontera
terrestre entre Brasil y Uruguay y el relativo, o comparativamente, menor riesgo de ser detenido
respecto a Argentina. La dictadura brasilera desató diversas estrategias en la gestión del sistema
político que contribuyeron, en algunas coyunturas, a favorecer esa tendencia de huida, aunque solo
fuera como puente hacia tierras de exilio más seguras. Se debe insistir en lo relativo de esto, porque
el accionar del Cóndor estuvo presente en Brasil. Un ejemplo con repercusión internacional fue
el secuestro de Lilian Celiberti, Universindo Rodríguez y sus hijos el 12 de noviembre de 1978,
para luego ser trasladados a Uruguay y reaparecidos más tarde, al quedar oficialmente en prisión.
Para un análisis desde la perspectiva del sistema de partidos en Brasil durante la dictadura, véase el
texto de Waldo Ansaldi: “Continuidades y rupturas en un sistema de partidos políticos en situación
de dictadura: Brasil, 1964-1985”, en Dutrénit, Silvia (coord.). Diversidad partidaria y dictaduras:
Argentina, Brasil y Uruguay. México: Instituto Mora, 1996, y de la coordinación represiva que
involucró a Brasil en Calloni, S. Operación Cóndor. Pacto criminal. México: La Jornada, 2001.
7
Hugo Cores da cuenta del proceso de constitución del PVP en medio de las nuevas condiciones de
lucha en Memorias de la resistencia. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2002.
8
Presidencia de la República. Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos. Montevideo,
2007.
9
En un clima regido por la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, Héctor J. Cámpora
asumió la presidencia de la República. Renunció en lo inmediato para que Juan Domingo Perón,
una vez habilitado para ser candidato, pudiera presentarse a elecciones y convertirse en el Presidente
de la República.

141
esperanza democratizadora. Durante el periodo del segundo peronismo (1973-
1976) –primero con Cámpora, en lo inmediato con Juan Domingo Perón, después
con María Estela Martínez de Perón– los perseguidos políticos sudamericanos
continuaron llegando hasta que, en particular, la capital argentina se convirtió
en el punto neurálgico sobre el que perseveró la Operación Cóndor.10 Si bien
su accionar comenzó antes del golpe de Estado en Argentina (24 de marzo de
1976), fue esta coyuntura la que determinó la reanudación de una búsqueda
de refugio para muchos de aquellos que allí lo habían encontrado.11
En tanto las afectadas organizaciones políticas uruguayas procuraron
mantener sus disminuidas estructuras, otros países comenzaron a recibir
a quienes nuevamente tenían temor y riesgo inminente de ser apresados.
En América Latina fueron varios, aunque en número muy distinto, los que
acogieron a uruguayos del exilio. El trabajo del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), lo mismo que el respaldo
otorgado por el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas
(CIME) y la Cruz Roja Internacional (CRI), hicieron posible la salida de cientos
de personas hacia destinos próximos como, por ejemplo, lo fue Cuba, pero
también hacia Europa, como lo fue Suecia. Sin embargo, no alcanzaron a resolver
la situación de todos quienes corrían peligro o se sentían amenazados en su
libertad. Uruguayos y latinoamericanos en general, recurrieron a diferentes
estrategias para huir. España en especial, luego de la muerte de Franco, fue
demandada tanto por ser tierra de los antepasados como por la lengua y las
redes establecidas con el exilio republicano,12 pero también lo fueron Francia,

10
Las condiciones de la violencia política así como de la coordinación represiva son estudiadas y
desarrolladas en Blixen, S. “La Operación Cóndor y la internacionalización de la represión en el
Cono Sur”, en Rey Tristán, E. (Dir.), Memorias de la violencia en Uruguay y Argentina. Golpes,
dictaduras y exilios (1973-2006). Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela,
pp. 125-132, 2007, y Dinges, J. Os anos do Condor. Una década de terrorismo internacional no
Cone Sul. Sao Pablo: Compañía Das Letras, 2005.
11
Quizá uno de las más complejas realidades exiliares a estudiar es la que ocurrió en Argentina.
Allí se concentraron los exilios latinoamericanos, se volvió más pronunciado el accionar del
Cóndor, desde ahí salieron miles de exiliados al exterior, pero también fueron muchos los que
quedaron. Desentramar el mosaico de cotidianidades aún es una tarea que requiere un más acabado
cumplimiento. A partir de testimonios de exiliados uruguayos, dos textos incursionan en aquella
realidad: Saez: “Historia y memoria. Exilio uruguayo en Argentina en los ‘70’”. Revista de Historia
Bonaerense 31 (2004): 9-21 y Porta y Sempol: “En Argentina: algunas escenas posibles”. En Dutrénit,
El Uruguay…, op. cit.
12
Una investigación detallada del exilio en España se encuentra en la tesis doctoral de Enrique Coraza:
“¿Quién hablará de nosotros cuando ya no estemos: memoria e historia del Uruguay del exilio a
partir de un estudio bibliográfico” (En prensa, Revista de Historia Contemporánea), 2008.

142
Suiza, Holanda, Italia, por mencionar algunos de los países en los que se
asentaron comunidades de exiliados.
Para quienes no tuvieron en su itinerario un exilio o refugio cercano,13 a
partir de 1975 distintos fueron los caminos de salida directa desde Uruguay. Este
año indica el comienzo de otro hito represivo, vinculado de manera estrecha al
Partido Comunista del Uruguay (PCU), cuyo alcance fue tal que dejó un saldo
de miles de presos y otros tantos exiliados. Sin duda, por su conocimiento y
repercusión en el espacio público, como por lo significativo de la apelación,
destaca la ruta del asilo diplomático. En efecto, destaca por esas razones,
porque se concentró en una embajada y resultó un hecho que involucró a casi
cuatrocientos perseguidos políticos. La representación mexicana fue el escenario
del refugio diplomático masivo, aunque el total de sus protegidos (casi 400), si
se lo valora desde las cifras estimadas de exiliados y de las víctimas en general,14
no representa un número significativo. Lo anterior quiere decir, a la vez, que el
comportamiento diplomático mexicano (1975-1977) fue ejemplar en Uruguay.
Contrasta esta situación con lo sucedido en Chile, en donde las embajadas
cumplieron un papel primordial para la protección de los perseguidos en
el momento del golpe de Estado.15 En Uruguay, no obstante lo dicho, hubo
otra representación diplomática que habiendo otorgado asilo, debió cerrar sus
puertas por la ruptura de relaciones diplomáticas entre los Estados. Se trata de
la Embajada de Venezuela y la situación obedeció al caso de Elena Quinteros.16
13
Las características del exilio en la región cercana fueron trabajados por la autora en Dutrénit:
“Aconteceres en el Cono Sur de los setenta: tierras de exilio que obligan a nuevos exilios”. En
Rey Tristán, Eduardo (dir.), Memorias de la violencia en Uruguay Argentina: golpes, dictaduras
y exilios, 1973-2006. Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, 2007, pp.
235-270.
14
Servicio de Paz y Justicia – SERPAJ. URUGUAY NUNCA MÁS. Informe sobre la violación de los
Derechos Humanos (1972-1985). Montevideo: Servicio de Paz y Justicia, 1989.
15
En la valoración de la reacción diplomática no puede dejar de ponderarse el desigual impacto
internacional del golpe de Estado en Chile respecto al uruguayo, así como del proceso represivo
que se derivó. A propósito de esta reacción, como la de otros actores solidarios, es interesante el
relato que elaboraron Graciela Jorge y Eleuterio Fernández Huidobro: Chile roto: uruguayos en
Chile 11/9/73. Montevideo: TAE, 1993. También lo es la película El clavel rojo (2007) sobre el
embajador sueco en Chile, Harald Edelstam.
16
En esta representación diplomática ocurrió un episodio referencial de la historia de la represión: el
secuestro de la maestra Elena Quinteros, militante del PVP. De manera resumida se posible decir
que se trata del ingreso de Quinteros al jardín de la embajada venezolana solicitando asilo (el 28
de julio de 1976) y de la irrupción de un grupo de secuestradores de los servicios de inteligencia,
quienes forcejearon con los funcionarios de la embajada hasta lograr su captura. Las escenas de este
dramático momento, mientras era golpeada hasta que se la llevaron, fueron presenciadas por los
asilados que estaban en esa embajada. Luego de distintas gestiones, la representación diplomática
comunicó al gobierno uruguayo la suspensión de las relaciones. Su restablecimiento se dio con el

143
El resto de las embajadas que lo otorgaron en número muy reducido fueron
las de Costa Rica, Ecuador, Colombia y Perú. El total de asilados, incluyendo a
quienes se les concedió la protección en la representación venezolana, no alcanzó
a 20 personas.17 Por distintos caminos, finalmente, Venezuela, México y Cuba,
después de Argentina, serían los países latinoamericanos más recurridos por
los exiliados, hasta donde la información recabada permite afirmarlo.
A partir de 1975-1976 es posible referirse al exilio uruguayo como
experiencia masiva y, a la vez, con la representación de los distintos “colores”
de la izquierda uruguaya. Esta afirmación no puede marginar un hecho
destacable, como fue la presencia en el exilio del principal dirigente del Partido
Nacional o Blanco, Wilson Ferreira Aldunate, y también de Héctor Gutiérrez
Ruiz, del mismo partido tradicional, quien era presidente de la Cámara de
Senadores en el momento de su disolución. Gutiérrez Ruiz fue secuestrado y
asesinado en Buenos Aires, en mayo de 1976, junto al senador frenteamplista
Zelmar Michelini y dos ex integrantes del MLN-T, Rosario Barredo y William
Whitelaw.18
Si bien el compromiso político, como distinción del exilio organizado,
no es todo en la cotidianidad del destierro, al enfocarlo se aprecian distintas
estrategias como son: las de rearmar estructuras, tejer vínculos con los gobiernos
y las sociedades receptoras, preparar el reingreso para la resistencia interna y
hasta participar de manera activa, a la vez que solidaria, con otros procesos de
liberación y construcción nacional. El trabajo en cualquiera de estas vertientes no
fue sencillo, porque, no hay que olvidar, las diferencias políticas y estratégicas
que estaban presentes antes del exilio, continuaron, se reforzaron y hasta
surgieron otras. Esta realidad, aún cuando no siempre se exhibiera, se mantuvo
en las condiciones de derrota que todo exilio encierra; en el mejor de los casos se
presentó como dificultad latente. En aquellas organizaciones con una estructura
vertical y disciplinada, como fue la del PCU, esa realidad fue más sencilla de
eludir. Empero, con el retorno su historia no será la misma.

primer gobierno post-dictatorial, en 1985. Elena Quinteros continúa desaparecida. Ver un recuento
de su vida y de su secuestro en Olivera, Raúl y Sara Méndez: Secuestro en la embajada. El caso de
la maestra Elena Quinteros. Montevideo: Cátedra Tota Quinteros de FUCVAM/Fundación Rosa
Luxemburgo, 2003.
17
Esta información fue cotejada recientemente con la documentación de los servicios de inteligencia
policial concentrados en la Dirección Nacional de Información e Inteligencia de Uruguay
(DNII).
18
El mismo día en que fueron secuestrados los cuatro uruguayos, también lo fue Manuel Liberoff,
militante del PCU. Mientras los cadáveres de Gutiérrez Ruiz, Michelini, Barredo y Whitelaw
aparecieron, Liberoff mantiene la condición de desaparecido.

144
Los uruguayos del exilio, al igual que otras comunidades de desterrados,
procuraron reorganizarse, retomar el compromiso político, mediante el
despliegue de campañas de denuncia y solidaridad que atrajeron el respaldo
de gobiernos y sociedades de acogida. Lo mismo sucedió con su accionar ante
los organismos y foros internacionales de notoria repercusión. Entiéndase
esto último en el sentido de denuncia de la situación represiva general y
de casos particulares de presos, desaparecidos y niños secuestrados. Así
también, compréndase como la intención de generar acciones de reprobación
y fiscalización, cuando no de presión contra el régimen uruguayo.19
Las comunidades de exiliados echaron a andar distintas formas
de reorganización de grupos políticos y, asimismo, procuraron acuerdos
más amplios, más representativos del universo opositor a la dictadura. De
estos últimos hay unos pocos ejemplos. En un registro rápido de los que
mayor repercusión tuvieron –entiéndase por repercusión tanto la discusión
generada, la reubicación de fuerzas políticas a partir de la propuesta como el
impacto internacional y dentro de Uruguay–, se subraya a la Unión Artiguista
(Buenos Aires, 1974), al Acuerdo de México (Ciudad de México, 1977) y a la
Convergencia Democrática en Uruguay (Nueva York, 1980).20 El Frente Amplio
(FA) y la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) generaron sus propias
estructuras que, con dificultades, expresaron la pluralidad que en sus formas
tradicionales representaban. Los comités de solidaridad, reproducidos en los
más diversos países, fueron a la vez, en muchos casos, exponentes de una
pluralidad de opiniones y pertenencias políticas. Los comités fungieron como
19
Desde los primeros años del exilio en Argentina y con mayor intensidad cuando la vida en el destierro
se ubicó en los distintos continentes, el trabajo de denuncia y solidaridad encontró el respaldo de
organismos como Amnistía Internacional y el Consejo Mundial de Iglesias. También se constituyó
como grupo de apoyo el Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay (SIJAU).
Sin duda, la estrategia del exilio tuvo como elemento primordial la campaña internacional contra
el régimen, insistiendo para ello en las distintas instancias de los organismos internacionales. Dos
textos con diferente enfoque hacen un estudio y balance de las redes internacionales y el trabajo con
los organismos: Markarian. “Militancia política y activismo de derechos humanos, 1976-1980”, y
Gallardo y Waksman. “Uruguayos en la Suiza de Europa” en Dutrénit. El Uruguay…, op. cit.
20
La experiencia de la Unión Artiguista de Liberación en 1974, fue fugaz y casi testimonial y su
promoción se debió al trabajo del legislador frente-amplista, Enrique Erro. Fue fugaz también el
Acuerdo de México de 1977, aunque su convocatoria era más amplia, plural, pero no dejó de ser
infructuoso. La CDU nació cuando estaba por producirse la principal crisis pública del régimen:
la derrota en el plebiscito por la reforma constitucional (noviembre de 1980). El momento y los
apoyos principales de Wilson Ferreira Aldunate (que otorgaba una mayor pluralidad al acuerdo)
y del PCU (por la capacidad ejecutora de su estructura militante en el exilio) hicieron posible una
mayor repercusión aunque, por el significado último de la alianza, produjo discusiones y generó
posiciones discordantes dentro del Uruguay. Véase Markarian. “Militancia…”, op. cit. y Dutrénit.
El Uruguay…, op. cit.

145
espacios de contención, de apoyo para los exiliados, al gestionar soluciones
a las necesidades básicas demandadas por el reasentamiento en la ajenidad
del destierro. Simultáneamente, los comités acompañaron las campañas de
denuncia procurando, en especial, hacer efectiva la solidaridad con los presos,
sus familias y, en muchos casos, contribuir a la resistencia dentro del país.21
La cultura exiliada potenció esa denuncia por el mayor alcance social de su
actividad; de esta forma fue capaz de redimensionar el efecto de la información
sobre el Uruguay dictatorial.
Ahora bien, en las circunstancias del exilio puede afirmarse que hay
variables que llegan a incidir tanto en el lugar del destierro, en las formas de
inserción en la sociedad receptora, como en el tipo de actividad que denota el
compromiso político, el rol militante. Las identidades políticas de los exiliados,
las estrategias de las organizaciones y las redes constituidas hacen posible
entender la diversidad de experiencias. Aspectos que se refuerzan, en muchos
casos, porque la definición de objetivos y la visibilidad pública estuvieron
relacionados con un grupo dirigente generado, las más de las veces, en el
propio exilio.

Cuba: de la acreditación partidaria a los contrastes del


compromiso y práctica militantes
La matriz partidaria u organizativa fue el condicionamiento para que
el territorio cubano se convirtiera en tierra de exilio. Lo mismo que en otros
países socialistas como Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, además de la RDA
y la URSS, la admisión para llegar y residir tenía como requisito la aceptación
–y recomendación a la vez– de la organización de pertenencia. Si bien para
el conjunto de países fue el PCU quien otorgaba la “acreditación”, en el caso
de Cuba lo fue también el MLN-T. Ello significa que no podían ser destinos
escogidos por la sola voluntad del interesado ni a los que era posible llegar
directamente desde Uruguay.22 La mediación fue pues necesaria. Por ejemplo,
en el caso de Cuba, la dirección del MLN-T hizo un acuerdo para el traslado de
militantes desde Chile en 1972.23 Por su parte, el PCU lo realizó en 1976 desde
21
En Ginebra por ejemplo se creó en 1973 el GRISUR y en París, en el mismo año, se constituyó el
Comité de Défense des Prisonniers Politiques en Uruguay (CDPPU).
22
Un trabajo novedoso sobre la experiencia exiliar en el socialismo, que ilustra el caso de los comunistas
en la URSS, es el de Ana Buriano: “URSS: paradojas de un destino”. En Dutrénit. El Uruguay…,
op. cit.
23
Tal como lo indica Clara Aldrighi: La izquierda armada: Ideología, ética e identidad en el MLN-
Tupamaros. Montevideo: Trilce, 2001.

146
Buenos Aires, con el respaldo de ACNUR. En esa coyuntura logró trasladar a
Cuba a algunos cientos de militantes en peligro de ser atrapados por la acción
de la coordinación represiva. La gestión del PCU se repitió en 1976 y en 1977,
pero el traslado se realizó desde México. Un número considerable de exiliados
residentes en México viajaron a Cuba por acuerdo entre la dirigencia partidaria
y las autoridades gubernamentales.24
La experiencia exiliar en los países socialistas fue diversa y contrastante.
Entre ellos, Cuba fue quien recibió al colectivo notoriamente más numeroso
de comunistas además de los militantes tupamaros. Una estimación indica
que se trató de un total de 1200 personas.25 Es probable que ese recibimiento
notoriamente mayor respecto al de otros países socialistas obedezca a que Cuba
fue más sensible a la solicitud de acogida, más propicia para el asentamiento y
más cercana, a la vez, para resolver el traslado desde Buenos Aires. Esto último
no solo por compartir la misma lengua, sino por la identificación política y
afectiva de los exiliados con el proceso revolucionario y la sociedad que los
recibía. La revolución en tierras de América Latina había dejado un efecto de
cercanía y utopía muy fuerte en los militantes de la izquierda política.
El ingreso de uruguayos a Cuba es más remoto que el establecido por
los tiempos del exilio.26 No obstante esta realidad, una mirada a la trama de la
historia reciente indica que hubo una vinculación estrecha entre confrontación
y represión al MLN-T en Uruguay (especialmente durante 1972), toma de
posesión de Salvador Allende como presidente en Chile (noviembre de 1970)
y entrada de militantes tupamaros a Cuba. Lo acontecido puede resumirse así.
Chile se constituyó en el primer refugio masivo de cientos de uruguayos, en
especial, de un núcleo numeroso de integrantes del MLN-T que comenzaron a
llegar cuando se intensificó la represión contra la organización. La experiencia
chilena atrajo a muchos de quienes allí se reasentaron. Como es sabido,
la simpatía junto a la disposición de conocer y apoyar el proceso fue una
práctica seguida por personas de diversas nacionalidades. Pese a lo atractivo
del proceso, no todos los militantes se incorporaron al proyecto socialista.
Una reorganización de la estructura interna determinó que, por un lado, se
mantuvieran algunos núcleos al margen de la realidad política chilena para

24
Véase más adelante en el apartado de México.
25
Así lo consignan Paola Parella y Valentina Curto, quienes realizaron una investigación sobre la
experiencia del exilio uruguayo en Cuba. Véase su texto “En Cuba: experiencias con muchos
contrastes” en Dutrénit. El Uruguay…, op. cit.
26
El triunfo de la Revolución en 1959, la proximidad política y regional, la expectativa y hasta la
ilusión de participar de esa experiencia, determinó que algunos uruguayos se trasladaran a Cuba
con ánimo de apoyar en la construcción de la nueva realidad.

147
preservar una retaguardia, y, por el otro, algunos más fueran encomendados
a tareas militantes en Cuba. A estos últimos, para los que Chile solo fue tierra
de tránsito, se sumaron quienes habiéndose quedado en el país austral, y tras
el golpe de Estado, lograron eludir la represión y llegar a Cuba.
El periodo de mayor flujo hacia la isla se ubica entre 1972 y 1976. Ahora
bien, dentro de estos límites temporales, se aprecian al menos dos formas de
inserción en la sociedad. Ambas obedecen a los propósitos de las organizaciones
políticas que determinaron ese destino. Una primera responde al mandato
del MLN-T. Entre 1972 y 1974 la organización decidió trasladar militantes con
el propósito de incorporarse o bien a centros de trabajo o bien a centros de
adiestramiento militar.27 Con identidad cambiada y en condiciones de mucha
reserva en la vida cotidiana, esos militantes tuvieron una implantación muy
precaria en la sociedad receptora además de que estaban imposibilitados para
modificarla. La otra forma de inserción se dio mediante la llegada desde Buenos
Aires (1976) de los militantes comunistas. Su arribo fue público y, en su mayoría,
ingresaron con su propia identidad. Si bien en uno u otro caso la dependencia
de la organización política era imprescindible para todos los aspectos de la vida
en Cuba, la segunda permitió una “mayor autonomía”. Es decir, una inserción
social diversa y directa, además de que, para quienes estuvieran interesados,
fue posible iniciar estudios profesionales o técnicos e incorporarse a ámbitos
laborales más cercanos a sus intereses personales. La presencia abierta de
los exiliados facilitó entonces la promoción de actividades de denuncia y
solidaridad con Uruguay, de acuerdo a prácticas similares de los exilios en otros
países. Con el tiempo, fue la forma de inserción que predominó.
Vale la pena señalar que estas formas a la vez, de manera implícita,
contienen dos percepciones del “estar fuera de Uruguay”. En un caso, los
militantes se estaban preparando, o esperando el momento, para el reingreso
al país, para la lucha interna cuando la organización lo decidiera. Se mantenían
aislados, compartimentados, sin ningún tipo de relación con el exterior, en una
situación casi de stand by en la opción revolucionaria.28 ¿Puede afirmarse que
se consideraban exiliados? Parecería que no; estaban en la lógica de la lucha
revolucionaria, tanto expresada en la retribución solidaria de los tupamaros a
Cuba, a través de la incorporación a los centros de trabajo, como adiestrándose

27
Es necesario subrayar que hasta hoy día, los testimonios sobre la experiencia en Cuba, los motivos
que la originaron y la cotidianidad en los centros hasta la clausura de esa etapa, son escasos, difusos
y se originan a partir de muchos silencios. El texto de Barreiro, “Preparándose en Cuba. El retorno
que no fue”, Brecha 28 de agosto de 1998, es de los primeros que dan cuenta del tema.
28
Opción que implicó que, al salir de Chile, entre otros aspectos, a aquellos que vivían con sus hijos
no les era permitido trasladarlos a Cuba.

148
para lograr una mejor preparación militar. En el otro, el de aquellos militantes
comunistas que venían, en su mayor parte, de un primer destierro en Buenos
Aires, su entrada en Cuba concretaba el “estado de exilio”. Es factible en todo
caso preguntarse si quienes tuvieron su primer exilio en la vecina Argentina,
lo consideraban como tal en ese momento. La distancia de la propia tierra y el
tiempo transcurrido son implacables para convocar al sentido de realidad.
Una observación de aquellos primeros años en Cuba, cuando llegaron
los tupamaros, son útiles para captar aspectos de su cotidianidad. Fueron
agrupados en siete “colonias” (descritas como galpones o barracas) de hasta un
máximo de cincuenta personas, configuradas según la actividad asignada (en La
Habana e Isla de Pinos) y bajo un régimen de compartimentación rigurosa que
impedía el contacto entre sí. A ello se sumaba el impedimento de relacionarse con
Uruguay.29 Este esquema organizativo no fue alterado hasta que surgieron dos
asuntos de distinta índole, uno interno y otro externo al MLN-T. El primero fue
la crisis de la organización exteriorizada en Chile, durante el Simposio de Viña
del Mar (febrero de 1973), y que se reforzó en Argentina, durante los meses de
abril a noviembre de 1974, dando lugar a escisiones y fuertes enfrentamientos.30
La situación repercutió dentro del colectivo en Cuba aunque la información de
lo que estaba ocurriendo en la organización, tanto en el exterior como dentro
de Uruguay, no fue inmediata. El segundo asunto que abonó en el desamparo
de los tupamaros fue el viraje del Partido Comunista Cubano (PCC) respecto
a su posición sobre la lucha armada en América Latina.
Esto coincidió prácticamente con la llegada de los comunistas que,
por ser un hecho público, echó a andar el camino de encuentros, relaciones
personales, vínculos políticos y, muy especialmente, noticias relativamente
frescas del contexto político uruguayo. Entre el desconcierto y, hasta cierto
punto, la sensación de una nueva derrota, comenzó la disgregación de los
militantes del MLN-T. Las opciones que fueron tomando, desde esa situación
real de “encierro y dependencia”, se distinguieron por sus contrastes.
Algunos optaron por quedarse y debieron reubicar los lazos de dependencia
orgánica, recuperaron su identidad y se insertaron en la sociedad cubana tal
como lo hicieron los exiliados que llegaron a partir de 1976. Otros ratificaron
su posición de seguir en la perspectiva de lucha con la que habían sido

29
Sobre este asunto véanse los trabajos referidos de Aldrighi. La izquierda armada…, op. cit. y Parella
y Curto. “En Cuba…”, op. cit.
30
Clara Aldrighi y Guillermo Waksman reconstruyen la polémica en “Chile…”, op. cit. También se
analiza la crisis del MLN-T, desde su propia experiencia, en distintos textos de Kimal Amir, ex
tupamaro y fundador en 1974 junto a Whitelaw, de una de las escisiones del movimiento en Buenos
Aires.

149
trasladados a Cuba, eso sí, perteneciendo o no al MLN-T (en el entendido de
que para entonces se habían producido las escisiones). Para quienes tomaron
esta última opción, manteniendo o no la relación con el MLN-T, el destino
europeo fue el más demandado. El traslado no fue sencillo debido, entre otras
razones, a los problemas de documentación. Si bien recibieron apoyo oficial,
las rememoraciones aluden a una encrucijada de mucho riesgo al llegar a
Europa.31
A los comunistas que, en su abrumadora mayoría, llegaron entre julio
y septiembre de 1976 desde Buenos Aires, se fueron sumando sus camaradas
trasladados desde México por decisión del PCU. Su presencia pública fue
acompañada de un conjunto de medidas que resolvían aspectos básicos y
prácticos para la residencia. De manera contrastante respecto a la estructura
de “colonias” compartimentadas, fueron alojados circunstancialmente en
hoteles, para ubicarlos luego en departamentos amueblados (en La Habana y
sus alrededores y en provincias alejadas de la capital). Tanto el recibimiento
como la asignación de vivienda32 además de las respectivas libretas de
abastecimiento (alimentos y productos de aseo) estuvo a cargo del Instituto
Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y de alguna otra dependencia
estatal cubana. Esta relación, mediada por los dirigentes del PCU, se mantuvo
durante todo el exilio y se extendió a una amplia gama de aspectos de la vida
personal (trabajo, estudio, viajes al exterior) y colectiva (actividades de denuncia
y solidaridad).
Tomando como punto de arranque las razones que determinaron que
Cuba fuese destino para los uruguayos en los años setenta, se ha insistido
en que los comienzos (de duración variable) se muestran diferentes para
las dos colectividades políticas. Se ha remarcado también que para quienes
permanecieron en Cuba, después de los primeros años (1972-1974), su inserción
tendió a ser la misma: pública e incorporada a la cotidianidad de los cubanos.
El compromiso político, plasmado en actividades de denuncia y solidaridad,
se desarrolla con cierta similitud del que llevaban a cabo otras comunidades
de exiliados por el mundo. No obstante, a pesar de las similitudes, no pueden
dejar de considerarse las limitantes para una difusión que pretendiera llegar
más allá de las fronteras de la isla.
Dicho lo anterior, hay algo más que caracteriza, y a la vez distingue,
la experiencia exiliar en Cuba. Se trata de un compromiso militante con
31
Se agradece a Rubén Tansini haber compartido sus recuerdos que permiten conocer parte de los
episodios de este desenlace.
32
En los años en que llegaron uruguayos y chilenos a Cuba, por cada edificio construido se asignaba
un departamento para los exiliados.

150
otros procesos políticos de América Latina y de África. De manera no casual,
uruguayos del exilio participaron como cooperantes en países de reciente
independencia, como fue el caso de Angola,33 o como integrantes de ejércitos
revolucionarios, en el caso, por ejemplo, de Nicaragua. Era el papel de
internacionalistas puesto en práctica. También aquí cabría la pregunta acerca
de qué tanto se percibían como exiliados en esas circunstancias.
País de refugio y para brindar solidaridades recibidas, tierra de
adiestramiento para quienes tenían el propósito del enfrentamiento armado
en un retorno cercano, lugar de exilio y de experiencia vital entre la utopía
reivindicada y la cotidianidad real, territorio insinuador de nuevos retos
militantes, destino en el que el exiliado se debatió entre la tranquilidad de las
necesidades básicas resueltas, las posibilidades de educación a todo nivel y
al alcance de quienes así lo desearan y el corsé impuesto por la organización
política en la cotidianidad del destierro. Rememorarlo es un desafío con la
propia historia de una generación que supo soñar, vibrar y arriesgar la vida
por hacer de aquella revolución una realidad en su propio país.

México: escenario enigmático y de descubrimientos


múltiples, tierra de refugio y aprendizaje político
Para que México se convirtiera en tierra de exilio, la matriz partidaria no
fue un condicionante sine qua non, como sí lo era para Cuba. Por el contrario,
en su territorio los exiliados uruguayos fueron casi fiel representación de las
identidades, adhesiones y simpatías, distanciamientos y animadversiones, que
la izquierda nacional presentaba por aquel entonces. Un numeroso y organizado
grupo del PCU, otros núcleos importantes de militantes independientes y de
miembros del MLN-T, otros agrupamientos menores del PVP, de los Grupos
de Acción Unificadora (GAU), del 26 de Marzo, unos pocos integrantes del
Partido Socialista (PS) y menos aún del Partido Obrero Revolucionario (POR).
Sin duda, para llegar a ese equilibrio de la izquierda nacional fue necesario que
transcurrieran años en el destierro, que quedara atrás el primer momento de la
avanzada (1973-1974). Y la consideración de ese equilibrio, en tanto capacidad
de representación, no invalida la evidencia de que eran dos grupos los que
congregaban a la mayoría del exilio organizado: por un lado los comunistas
33
También los uruguayos internacionalistas estuvieron en Mozambique y Argelia. Una rememoración
de la experiencia de la brigada uruguaya en Angola está consignada en la entrevista que Jaime Yaffé
le hiciera a Fernando Rama: “Experiencias del exilio: la brigada uruguaya en Angola. Una entrevista
a Fernando Rama”. En Cuadernos de la historia reciente. 1968 URUGUAY 1985. Montevideo:
Ediciones de la Banda Oriental, 2006, pp. 75-88.

151
y, por el otro, los independientes junto a los militantes o ex militantes del
MLN-T. Según informes censales mexicanos, algo más de 1500 uruguayos
residieron durante un periodo representativo (1970-1980) de la represión en el
país sureño34 mientras que la memoria colectiva del exilio reconoce la cifra de
2500 a 3000 personas.
Aunque la matriz partidaria no fuera entonces una condicionante, México
tuvo otras formas de controlar la migración que sin duda, a diferencia de Cuba,
podía llegar por distintas fronteras y medios de transporte. Por un lado, el
asilo como disposición migratoria facilita distinguir caso por caso a quien se le
otorga o se le niega la protección. Mientras que, por el otro, obtener residencia
legal es también una forma, si se quiere llamarlo así, universal de control de
los extranjeros. Sin duda, la política de Estado mexicana es más compleja que
lo que, al menos, un uruguayo tenía o tiene sensibilidad para captar. Es difícil
encontrar códigos que permitan un entendimiento entre la política exterior,
en especial aquella generosa en materia de asilo, la política interna, aquella
que hizo advertir en los mismos años setenta que en México se perseguía y
desaparecía a opositores.
Los años de inicio de la migración política hacia México apenas difieren
de los registrados para Cuba. Tal como se ha recordado, Chile como Argentina
fueron las tierras de primeros exilios, habiendo sido o no concebidas como tales
por sus protagonistas. Chile primero, como Argentina después, fueron países
de expulsión dada la magnitud de la represión. México no solo cumplió un
papel importante en Chile al ejecutar una política de “puertas abiertas” para
los perseguidos “hombres y mujeres de a pie”, también lo fue para figuras

34
Este guarismo se precisa mediante información censal adicional que indica que casi el 70% llegó
a México en los años de entrada masiva de asilados y un 20% no respondió respecto al ingreso.
Datos tomados de registros entre las décadas de 1970 y 1980 del Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática. Es necesario subrayar la dificultad para cuantificar a los uruguayos que
encontraron en México su tierra de exilio dado que no hay fuentes que permitan sistematizar la
información. Lo que mejor podría aproximarse es la cifra de asilados (cerca de 400) y, aún así, no
hay concordancia entre los registros de la Secretaría de Relaciones Exteriores Mexicanas (SREM),
de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y del Instituto de Inmigración, ambos de de la Secretaria
de Gobernación (SEGOB), de la DNII y la Cancillería uruguayas. En todo caso, cerca de 400
asilados diplomáticos (registrados en los repositorios uruguayos) y aproximadamente 450 asilados
entre diplomáticos y territoriales (registrados en los archivos mexicanos) son las cifras totales. Otro
universo lo constituyen los uruguayos que, habiendo sido perseguidos políticos y luego llegado a
México, buscaron la forma de residir mediante diversas calidades migratorias o indocumentados,
como sucedió en muchos países.
Entendido en este caso en sentido amplio de refugio, exilio, protección con un lugar donde vivir
para los perseguidos políticos.

152
principales del gobierno de Salvador Allende y para su propia familia.35 Los
uruguayos que allí residían tomaron rumbos diferentes. Ingresaron a embajadas,
huyeron como les fue posible, y un número considerable se asiló en la embajada
Argentina. Cuántas circunstancias de persecución, cuántas situaciones límite,
cuántas contradicciones encierra el vocablo exilio si se piensa que, en el afán de
preservar la libertad, no solo se puede quedar atrapado en una nueva coyuntura
represiva, sino que también se puede perder la vida, la de la familia o la de
hijos, que terminan siendo botín de guerra, desaparecidos y con cambio de
identidad o, fría y cruelmente, ejecutados.
Circunstancias como las resumidas están grabadas en las biografías de
algunos de los uruguayos que, a partir de 1973, comenzaron a llegar a México.
Desterrados todos a causa de la intervención de la Universidad de la República
(UdelaR) y de la ilegalización de los partidos y agrupaciones de izquierda, un
grupo destacado de universitarios fue pionero en el ingreso a México gracias
a diversas redes.36
En una comparación rápida, el contingente más voluminoso y con un
periodo de llegada relativamente concentrado, es el de aquellos asilados en
la Embajada de México (noviembre de 1975 - mayo de 1977). A ellos se sumó
el ingreso de sus familiares que, de no ser asilados también, muchas veces
viajaron en los mismos vuelos o lo hicieron en un periodo próximo. Después
de este interregno, las calificaciones de asilo fueron esporádicas, escasas y
mayormente, la condición para otorgarlo, era optar por establecer la residencia
en un tercer país. Esta situación refiere a los cambios significativos procesados
en la política de asilo. Aquellas “puertas abiertas se comenzaron a cerrar”.
Un nuevo sexenio37 trajo otras percepciones e intereses en la política interior,
regional e internacional. La repercusión de esta situación en Uruguay se plasmó
en el reemplazo del embajador mexicano Vicente Muñiz Arroyo, quien había

35
Una recopilación de testimonios orales y una sistematización de documentación diplomática y
hemerográfica, que desde finales de 1990 se han trabajado, posibilitaron la publicación de diferentes
textos y un documental en el que se narran los hechos. Véanse por ejemplo: Buriano, Dutrénit y
Rodríguez de Ita (eds.). Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la Operación Cóndor.
México: Instituto Mora, 2000, Dutrénit y Rodríguez de Ita (coords.). Asilo diplomático mexicano en
el Cono Sur. México: Instituto Mora-SREM, 1999, y Dutrénit, Hernández y Rodríguez de Ita. “De
dolor y esperanza. El asilo un pasado presente”. 60 minutos, realización. México, D.F.: Instituto
Mora/CONACYT, 2002.
36
Entre ellos se encontraban el rector de la Universidad, Samuel Lichtensztejn y tres de los diez
decanos, Santos I. Arbiza, Pablo Carlevaro y Mario Otero. Asimismo, integró este grupo el ex-rector
de la UdelaR, Rafael Guarga y Tito Acuña, quien fue decano de la Facultad de Arquitectura luego
de la dictadura.
37
El sistema político se rige por administraciones sexenales.

153
calificado afirmativamente la abrumadora mayoría de solicitudes de asilo, y
en el giro radical respecto a la disposición de otorgar la protección.38
Vale la pena regresar sobre algunos pocos e ilustrativos hechos del
episodio “embajada”. El destierro para quienes apelaron al derecho de
asilo mexicano se inauguró en las instalaciones diplomáticas ubicadas en
Montevideo: residencia del embajador, en la calle Andrés Pujol del barrio
costero de Carrasco y oficinas de la Cancillería, en el edificio Ciudadela de
la Ciudad Vieja. Lo acontecido estuvo firmemente identificado con la gestión
diplomática de Muñiz Arroyo, hombre que mostró su valentía para proteger
a los perseguidos al mismo tiempo que una actitud solidaria, generosa, para
reconfortar a los desamparados. Si bien su gestión más reconocida en aquel
periodo es la del asilo diplomático, no menos importante para la historia política
de esos años fue el gesto de dignidad diplomática y arrojo personal exhibido
apenas un año antes. A propósito de la celebración del Grito de Independencia
de México, Muñiz Arroyo invitó a un grupo diverso de personalidades y
autoridades nacionales; entre ellos figuraban tanto los jefes militares como los
líderes de la oposición. Muñiz Arroyo fue en esa celebración conminado por
los militares –entonces autoridades gubernamentales– a que ordenara retirarse
del salón al general Líber Seregni, líder de la oposición y presidente del Frente
Amplio (FA). Muñiz Arroyo rechazó el requerimiento.39
La embajada en Montevideo, convertida en espacio de protección y
de asilo para casi 400 personas, es una de las facetas que distinguen al exilio
en México. El episodio tiene un comienzo definido, al menos en la memoria
colectiva y sin duda como desencadenante de lo que siguió, por el ingreso a
la residencia diplomática de dos periodistas: Carlos Puchet y Carlos Borche
(noviembre de 1975).40 No construida ex profeso, una red dio perfil político
partidario, desde ese ingreso, a la inmensa mayoría de los asilados: la del PCU.
Al mes siguiente, cuando despertaba el verano para el hemisferio sur, México
acogía a decenas, y en los meses inmediatos hasta centenares, de personas
demandantes de protección. El requerimiento se vinculó primero a la represión
sistemática contra el PCU –recuérdese que tuvo su momento más representativo

38
El nuevo embajador dejó registrado en un informe a su Cancillería que “La facilidad de obtener asilo
en la Embajada de México, comentario generalizado en Montevideo, se vio frenada a la llegada del
suscrito por el intenso esfuerzo de calificar correctamente los que se presentaron en gran número…”.
Informe de Labores, 1976-1977, Dirección General de Archivo, Biblioteca y Publicaciones. México:
SRE. pp. 26-27.
39
La celebración del Grito de Independencia, tradición en la historia mexicana, recuerda aquel 15 de
setiembre de 1810 en el que el cura Hidalgo convocó a la lucha por la independencia.
40
No obstante, la documentación indica que la primera concesión de asilo fue en enero 1975.

154
en octubre de 1975–. No obstante ese vínculo, entre represión contra los
comunistas y afluencia de solicitudes de asilo, la composición de los habitantes
del refugio mexicano en Montevideo puso en evidencia otras tonalidades
políticas, pese a la notoria disparidad en porcentajes (PS, PVP, MLN-T, GAU,
Movimiento 26 de Marzo). También este colectivo exhibió diversidad social,
de oficios y profesiones, así como de generaciones, representativo finalmente
de la composición de víctimas de la represión.
1976 condensó aquella coyuntura de ingreso significativo a la embajada,
y posterior entrada a México, al mismo tiempo que de otros exiliados que,
estando en Argentina y ante el incremento de la represión coordinada por los
servicios de inteligencia, lograron trasladarse buscando un reasentamiento. A
ello contribuyó el ACNUR, tal como se ha mencionado en el caso de quienes
salieron hacia Cuba. La particularidad en la experiencia mexicana fue que,
una vez otorgada la calidad de “refugiado bajo mandato”, los uruguayos que
viajaron a ese país debían portar documentación, es decir, pasaporte. Y al
ingresar a México se convertían de inmediato en turistas; se desconocía entonces
su carácter de refugiado. Esta situación se debió a la no suscripción del Estatuto
de Refugiados por parte de México.41 Solo un número reducido, no más de 30
–sin pasaporte y con el documento de viaje de la Cruz Roja Internacional–42
obtuvo visa expedida por la representación diplomática mexicana en Buenos
Aires. La explicación de esta situación, que se puede apreciar como excepcional,
radica en los acuerdos entre dirigentes del exilio y gobierno mexicano.
Con el tiempo y casi sin ser percibido como tal en los registros oficiales,
fueron llegando exiliados que lograron, mediante gestiones personales o de los
dirigentes de la comunidad en México, obtener residencia legal.
Se hace necesario anotar algunos otros aspectos que singularizaron la
experiencia del exilio uruguayo en México. Uno tiene que ver con esos acuerdos
entre dirigentes del exilio y autoridades mexicanas, a propósito de la urgencia
por trasladar a México desde Argentina en especial, a personas en situación
de mucho riesgo. Si bien se llevaron a cabo acuerdos sin distinción partidaria
de los representantes del exilio,43 hubo sí uno que radicó en el entendimiento
entre el PCU y el gobierno mexicano. Con la certeza de que era necesario
dejar “espacios” en México para que se otorgaran visas a los uruguayos en
“situación de peligro”, entre julio y noviembre de 1976, se procedió a reubicar
41
Suscrito por México en 1981.
42
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) otorga desde 1945 el documento de viaje a los
refugiados, desplazados y apátridas que carecen de documentos de identidad.
43
Entre las medidas acordadas se estableció la aceptación de otorgar visas bajo la condición de que
los exiliados establecieran su residencia fuera del Distrito Federal.

155
–por instrucciones del Partido– a un número considerable de exiliados. Entre
quienes dejaron México se encontraba un grupo de los que fueron asilados en la
embajada en Montevideo. Si bien entre ellos, y otros tantos que habían llegado a
México por distintos caminos, se encontraban personas en situaciones especiales
–como por ejemplo mujeres solas con hijos, en algunos casos con los maridos
en prisión, enfermos que requerían atención médica urgente y militantes con
asignación de tareas políticas–, la decisión trascendía los casos extremos y se
originaba en el acuerdo mencionado. Esta reubicación implicó también un
convenio con los países socialistas de destino. Tanto Cuba como los de Europa
del Este e inclusive la URSS,44 recibieron a los trasladados de México.
Otro aspecto no menos representativo del exilio en México, lo constituyó
el quehacer y la cotidianidad de ese espejo de la izquierda uruguaya, que en su
gama de entendimientos y diferencias, produjo espacios de concertación o de
identidad política con distintas repercusiones. Pero para llegar a comprender
formas y contenidos de esos entendimientos y diferencias entre exiliados,
hay que captar los contrastes y la disparidad de códigos que ellos tenían con
México. El país sorprendió por su historia milenaria y diversa. Impactó a la
vez por el compuesto de escenas propias de una sociedad en esencia mestiza,
polarizada entre la población originaria y la población, sobre todo, de origen
español. En paralelo, México confundió a aquellos exiliados acostumbrados
a distinguir entre izquierda y derecha, entre oficialismo y oposición, entre
pluralismo democrático y corporativismo. El contexto mexicano marcado por
el nacionalismo revolucionario como ideología hegemónica, acompañado de
un ejercicio rutinario de simulación democrática, fue por lo menos un enigma
a descifrar.
Las distintas fuerzas de la izquierda uruguaya representadas en el
exilio mexicano fueron creando o recreando sus relaciones con el medio oficial

44
Información resguardada por el INM permite observar algunas de estas decisiones diplomáticas
(otorgamiento de asilo e impedimento de residencia en México) como también advertir las medidas
tomadas por dirigentes políticos en el exilio para desplazar a asilados en México hacia otros países.
Esto último con el propósito de promover las autorizaciones de nuevos ingresos de uruguayos. La
siguiente información es una aproximación en números que incluye los resultados de los dos tipos
de decisiones y solo identifica a los titulares del asilo: hacia Cuba viajaron, para residir o con destino
a otro país, entre 1976 y 1977, un total de 19 personas; para Italia viajó una persona en julio de
1976; hacia la RDA viajan tres personas y uno de ellas lo hace vía Holanda; a Francia viajó una
persona en agosto de 1976; a España lo hacen nueve personas, entre enero y agosto de 1978 (dos
lo hicieron desde la embajada); hacia la URSS viajaron dos personas, una es de México en marzo
de 1976 y otra desde la embajada en diciembre de 1977; para Holanda viajaron tres personas, una
en junio de 1977 y dos en enero de 1978, que salieron desde la embajada; hacia Bulgaria viajaron
tres, uno de ellos en septiembre de 1976, otra en noviembre del mismo año y la última, en diciembre
de 1977. Finalmente hacia a Angola viajó una persona en mayo de 1981.

156
y de oposición. En tanto lo procuraban, los exiliados lograban equilibrios
para favorecer el éxito de las campañas de denuncia contra la dictadura y de
promoción de la solidaridad. Quizá una de las tensiones más fuertes se expresó
en el colectivo de comunistas, a partir de la relación y compromisos asumidos
con distintas instancias de las corporaciones oficiales. Un ejemplo ilustrativo
fue la relación con la Central de Trabajadores de México (CTM), pero también
lo fue con el partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), en momentos en que la lucha del sindicalismo independiente y de
las organizaciones políticas, apenas legalizadas o sin serlo, contribuían a los
primeros pasos de la apertura política. Estos exiliados oscilaban, no sin tensión,
entre la alianza raigal con la oposición y el compromiso con el oficialismo.
Es necesario señalar un último aspecto por el que se distinguió el exilio
en México.45 Se trata de un elemento estructural del sistema político: su carácter
fuertemente centralista, que repercutió en el lugar de residencia mayoritario de
la comunidad de exiliados.46 La Ciudad de México, en donde se concentraban los
poderes del Estado y las principales actividades políticas y culturales, además
de constituir el centro económico y financiero para la toma de decisiones, atrapó
a los uruguayos del exilio por éstas y por otras razones de subsistencia. Con el
tiempo, la diversidad de la geografía económica, el desarrollo de algunos polos
de la provincia mexicana y las redes generadas, favorecieron el reasentamiento
con una proximidad mayor o menor al centro del país.47
Después de exilios largos (aunque el uruguayo respecto al chileno, y me-
nos aún al español, no lo haya sido tanto), las sociedades en las que se insertaron
terminaron “conquistando” los afectos, impregnando sus códigos, integrando a
aquellos, que en buena medida, eran reacios a esa otredad forzada, a ese mundo
ajeno. México “atrapó” a los exiliados así como inicialmente motivó rechazo.
México generó ese sin fin de emociones encontradas. Era la figura de Muñiz
Arroyo despojándose de lo personal para que ningún asilado llegara a México
aunque más no fuera con ropa básica, como para alguna primera entrevista de
trabajo, “con unos pesitos” en el bolsillo para las primeras necesidades en el
destierro, según recuerdan sus protegidos diplomáticos. Era también la sorpresa

45
Quedan aún otras características del exilio en México que no fueron consideradas en el diseño
argumental de este texto.
46
La división política mexicana se conforma de 31 estados y el Distrito Federal.
47
Entre los principales lugares de residencia se encuentran los alrededores de la Ciudad de México,
y dentro de la demarcación del estado de México, Satélite, Cuautitlán Izcalli, Toluca y Texcoco;
de manera más distante, figuran Cuernavaca (estado de Morelos), Puebla (estado de Puebla),
Chilpancingo (estado de Guerrero), Guadalajara (estado de Jalisco) y hasta los lejanos estados de
Chiapas y Nuevo León, por mencionar solo los más frecuentados.

157
de las contradicciones del régimen, del asilo para los perseguidos latinoameri-
canos y de represión y desaparición de los opositores políticos. Era el México de
los contrastes sociales, del abanico de las posiciones dentro de las mismas filas
del oficialismo. Era el México en el que los amigos/aliados eran perseguidos
por otros amigos/aliados. Cuánto desconcierto y cuánto aprendizaje dejó ese
México ancestral, enigmático y generoso para los exiliados.

Recapitulando: sobre usos y prácticas de la lógica política,


del “estado de exilio”, de la condición de exiliado
Es factible pensar, a partir de estas facetas del exilio uruguayo escogidas
ex profeso, resultantes de un recorrido por el pasado –revisitándolo en compañía
de mujeres y hombres que fueron parte de los hechos subrayados– que el exilio
como estado o condición sea algo que divisen per se quienes se vieron obligados
a salir del país por las condiciones políticas adversas. Simultáneamente, se
advierte como una experiencia vital que puede llegar a remover las certezas
concebidas antes y durante el exilio. Deben asimismo considerarse en la
reflexión las relaciones y acciones de ciertas estrategias político-operativas de las
organizaciones respecto a cómo afectan las trayectorias personales. Esto último,
sin duda, mucho más que lo razonado en los años de mayor significación del
destierro. Aunque casi se ha vuelto un lugar común referirse al exilio como
un trasplante desde lo propio a lo ajeno, a la vez que se ha reiterado que es un
recorrido de incertidumbre, de desolación, de miedo, un despojo directo de
los afectos y de la codificación cultural con la que se interactúa, un camino a
lo desconocido, estas características deberían refrendarse. Es necesario insistir
también en que la experiencia exiliar trasciende a la (s) generación (es) que
protagonizó (aron) los hechos o, en su caso, es una condición que repercute
en la familia extensa, que transforma social y culturalmente y que remueve
políticamente hasta repercutir en la noción de patria. Esta patria que ya no es
la misma porque ha mutado hasta en sus fronteras delimitadas y palpables.
Algunas facetas del exilio que recoge el texto contribuyen a esbozar, por
ejemplo, a partir de las distintas experiencias, las relaciones de las organizaciones
con sus militantes, la vinculación entre la lógica de la lucha revolucionaria y
la realidad de la política, la comprensión personal de la distancia entre utopía
y práctica.
En el periodo 1972-1976 muchos de quienes vivieron el destierro en
Argentina, Chile y Cuba, lo hicieron marcados por la lógica revolucionaria. En
consecuencia, el “estado de exilio”, la condición de exiliado, no estaban presentes.

158
En unos casos fueron activos reorganizadores de las estructuras partidarias con
fines de incidir en la resistencia; en otros más formaron parte del contingente
destinado al adiestramiento militar para el enfrentamiento en Uruguay. Este
universo es posible de ser integrado por otros uruguayos que participaron tanto
en la construcción de sociedades de reciente independencia como en procesos
de auge revolucionario. Por supuesto que esta valoración, como toda la que se
realiza sobre procesos multitudinarios, no tiene la pretensión de generalizar ni
rotular a cada una de las experiencias (individuales y colectivas) con la lógica
antedicha, ya que muchos mantuvieron su compromiso militante al mismo
tiempo que asumieron su condición de exiliados.
El exilio organizado mediante estructuras políticas fuertes y verticales,
como aquellas de los grupos más numerosos, exteriorizó una práctica rectora de
los itinerarios personales de muchos militantes, condicionó los comportamientos
por el “deber ser” más que por el convencimiento político. Ello fue así por el
posibilismo, basado en la persistencia de la disciplina durante un buen tiempo,
alimentado a la vez por la importancia de las estructuras de contención (en este
caso las partidarias) ante el desamparo emocional que el exilio encarna(ba).
Compartido o no con otras experiencias exiliares, lo ocurrido en los dos países
referidos exhibe hechos que invitan a pensar usos y prácticas de la lógica
política cuando se trascienden las fronteras del país de origen, sin que ello
ignore convencimientos personales basados en el compromiso militante. Por
un lado considérese, como se anotó más arriba, lo ocurrido con los tupamaros,
ubicados en colonias aisladas, desprendidos primero de la realidad por la que
habían llegado y, más tarde, con su organización escindida, limitados para poder
permanecer en Cuba. El requisito de un aval político partidario siguió presente y
aunque no todos, en el momento que les fue posible optar, decidieron quedarse
en Cuba, cualquier camino de salida dependió de los contactos mantenidos
con dirigentes del MLN-T o con el gobierno cubano. Por otro lado, tómese
en cuenta el suceso por el que se trasladó a comunistas residentes en México
a países socialistas que, con algunas excepciones, obedeció a un mandato en
el que los involucrados poco tuvieron que ver. Esta ajenidad aludida refiere
tanto a la disposición misma como al destino adjudicado. El haber sido elegido,
como el rechazo a dejar México, provocó serias dudas sobre la concepción del
militante, del luchador, del revolucionario que cada persona sostenía.
Los códigos políticos individuales no fueron necesariamente afectados
en los casos de todos los exiliados, pero existen huellas que evidencian
cuestionamientos a partir del exilio sobre los que se debe enfocar el lente
investigativo. De nueva cuenta se retoma un ejemplo de lo mencionado en
el texto. Al aprendizaje dificultoso del sistema político, en el caso de México,

159
entre la práctica de refugio a los perseguidos políticos y la represión interna
a los sectores opositores, se sumó también, para los exiliados comunistas
en especial, la compleja e incierta práctica de la política de alianzas. Cómo
lograr equilibrios entre oficialismo y oposición, cómo no entrar en conflicto
con principios interiorizados respecto a quiénes eran los aliados en la lucha
revolucionaria.
Sin duda, estas y otras circunstancias del exilio exigen pensarse y
reflexionarse desde los procesos que relacionan la política, las mediaciones
partidarias y el papel del militante en su individualidad, en su entorno privado.
Pero aún más, imponen la responsabilidad de comprometerse en la construcción
de la memoria política y, a la vez, requiere asumir los retos epistemológicos
para poder distinguir entre la búsqueda y la construcción de memorias, sus
usos y significados desde el presente, y el papel de hacer historia.

Coyoacán, México DF,


13 de marzo de 2008

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164
Mujeres y mapuches cruzando fronteras.
Identidades y exilio
LORETO REBOLLEDO

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 conmocionó a Chile de norte


a sur y de mar a cordillera, alterando la vida de todos los chilenos en diversos
niveles: político, económico, cultural y social. Para los partidarios de la Unidad
Popular y para todos aquellos que se opusieron a la dictadura la conmoción
fue mayor, pues a todo eso se agregó la persecución, detención, en otros casos
la tortura, la desaparición o la muerte. Otros, huyendo de esta situación o
expulsados por el régimen, se vieron lanzados al mundo. Fuera de la patria, lejos
de los suyos, vieron trastrocarse sus biografías por la experiencia del exilio.
Según datos de la Vicaría de la Solidaridad y la Oficina Nacional de
Retorno, fueron alrededor de 260.000 hombres, mujeres y niños quienes
salieron exiliados de Chile como consecuencia del golpe de Estado.1 Hasta
septiembre de 1973 jamás un contingente tan grande de chilenos había salido
del país dispersándose por los cinco continentes y repartiéndose por más de
60 países.2 Se trataba de un conjunto abigarrado de hombres, mujeres y niños
de diverso origen social, que de un día para otro se encontraron viviendo en
lo ajeno. Muchos de ellos nunca antes habían salido de Chile, otros ni siquiera

1
Las cifras sobre el número total de exiliados son poco precisas y muestran grandes variaciones,
algunos hablaron de un millón de chilenos fuera de la patria. Otros, como la historiadora Carmen
Norambuena, estiman que fueron alrededor de 408.000 los chilenos que habrían salido del país a
causa del exilio. Norambuena, Carmen. “Exilio y retorno. Chile. 1973-1994”. En Garcés, Mario
y otros, (comps). Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX.
Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2000, p. 178.
2
Hasta los años 70 en Chile y América Latina, el asilo político de figuras públicas destacadas de los
diferentes gobiernos había sido la muestra principal del exilio político, como forma de migración
forzosa. Es en esa década, donde lo que se había conocido como un fenómeno individual y que
abarcaba a figuras notorias de los quehaceres nacionales se transforma en un fenómeno masivo.
Mármora, Lelio. “La Migración forzada: Políticas y Programas de Retorno”. En INCAMI. En el
umbral de la patria. La migración forzada y el retorno. Los desafíos de la Transición. Santiago de
Chile: Instituto Católico Chileno de Migración, 1989, p. 87.

165
se habían movido fuera de sus localidades rurales, por lo cual la experiencia
del exilio trastornó profundamente sus vidas.
Desde la psicología se sostiene que en las migraciones, sean estas
voluntarias o forzadas, “la pérdida de objetos es masiva, incluyendo los más
significativos y valorados: personas, cosas, lugares, idioma, cultura, clima,
a veces profesión y medio social o económico, etc., a todos los cuales están
ligados recuerdos e intensos afectos, así como también están expuestos a la
pérdida de partes del self y los vínculos correspondientes a esos objetos”.3 Esto
expone a los migrantes a una crisis de identidad, cuyos resultados pueden ser
la desestructuración, o bien, iniciar un proceso enriquecedor. En la medida
en que en el nuevo entorno todo es extraño y para ese entorno, el inmigrante
es un desconocido, la sensación de no pertenencia le ofrece la posibilidad de
reinventarse, abriéndose a nuevas experiencias de la identidad, aunque también
lo puede desequilibrar.
Sin embargo, como el exilio chileno fue muy masivo, pese a la cantidad
amplia de países de acogida, no fue difícil que se produjeran concentraciones de
exiliados en ciertas ciudades, e incluso barrios. Ello fue creando comunidades
que compartían un proyecto político y en las cuales se reproducían formas de
sociabilidad y costumbres que permitieron resistir mejor la sensación de ajenidad
y atenuar así el choque cultural.
En la primera etapa del exilio, el tema de la identidad no fue un problema.
Ser un exiliado definía la identidad a partir de una opción ideológica: ser de
izquierda. Pero, posteriormente, cuando el exilio se prolongó en el tiempo, “con
su carga de incertidumbre y de situación existencial límite, plantea de manera
aguda y desgarradora la problemática de nuestra identidad. Porque cuando
todo se torna incierto y un viejo mundo se desmorona la pregunta ‘¿quiénes
somos?’ se plantea inexorablemente. Sentimiento de extrañeza y de pérdida de
raíces, el exilio es también un período de reflexión y de búsqueda interior”.4
La vivencia de una situación límite como el exilio permite mostrar
cómo los sujetos que lo viven activan los mecanismos que los hacen sentirse
formando parte de una unidad mayor, con una ligazón con el pasado, donde su
propia biografía y su comunidad de pertenencia adquieren un sentido distinto
frente a la alteridad que deben enfrentar. Pero el desplazamiento de un lugar
a otro es, también, la posibilidad de derribar fronteras, de abrirse al cambio y

3
Grinberg, León y Rebeca Grinberg, Psicoanálisis de la migración y el exilio, Alianza: Editorial,
Madrid, 1984, p. 40.
4
Vásquez, Ana y Ana María, Araujo. La maldición de Ulises, Repercusiones psicológicas del exilio.
Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 1990, p. 146.

166
la posibilidad de adopción de otras costumbres, de otros modos de actuar y
de situarse en el mundo.5
En este artículo analizaremos el tema de las redefiniciones identitarias
posibilitadas por el exilio a partir de la información recogida de testimonios
orales y escritos que dan cuenta de la experiencia de mujeres chilenas y de
hombres mapuches que vivieron en Europa. Este proceso de redefinición, que
implica una toma de conciencia de quién se es y la voluntad de autodefinir
quién se quiere seguir siendo, se facilitó por la vivencia de la alteridad, por
la confrontación y experiencia cotidiana con los habitantes de los países de
acogida. También por el paso del tiempo que permitió mirar con ojos más
distantes algunos modos de ser chilenos sin renunciar a la nostalgia y a los
deseos de volver a vivir en la patria y, pese a las transformaciones a nivel
personal o grupal, permanecer tercamente ligado a ciertos hábitos culturales
que permitían tender puentes entre presente y pasado, entre allá –Chile habitado
en la nostalgia– y el país en que se vivía el exilio.
Si bien la incertidumbre y la tristeza que genera el tener que vivir y
desenvolverse en una cultura ajena fue transversal a todos los exiliados,
esta situación se hizo más aguda y desafiante en aquellos casos en que la
movilidad y el entorno en que había transcurrido la vida en Chile era más
estrecho, por lo cual el desafío de adaptarse a la nueva situación era mayor.
Mujeres acostumbradas a estar dentro de sus casas, preocupadas de sus hijos,
que carecían de experiencia laboral y cuyos vínculos sociales empezaban
y terminaban en la familia, a las cuales el machismo de sus maridos las
había dejado fuera de la actividad política, se vieron lanzadas al mundo y
abruptamente debieron asumir una nueva vida, donde los espacios sociales
y geográficos eran diferentes a los que habían conocido. Otras, pese a su
calidad de militantes o a contar con formación universitaria, vieron cómo en
la repartición de roles con sus parejas la política quedó centralmente como una
labor masculina, mientras ellas debieron ocuparse de acomodar a la familia en

5
Pese al énfasis de la problemática de derechos humanos que cruza el fenómeno del exilio, en tanto
proceso migratorio forzado y por las consecuencias psicológicas traumáticas que lo acompañan,
existen algunos estudios que lo analizan desde el punto de vista cultural. En algunos casos se
encuentra información sobre las relaciones de género y sus readecuaciones en nuevas y diferentes
condiciones culturales. Véase: Corral, Namur. “Reflexiones sobre la problemática de la mujer en el
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167
la nueva situación. Hombres de origen mapuche, habitantes de comunidades
rurales o migrantes de primera generación a las ciudades, acostumbrados a
moverse entre el bosque, los campos y la cordillera, de pronto se vieron viviendo
en países donde ni siquiera se hablaba castellano.
Todo ello obligó a estos hombres mapuches y a las mujeres a estar más
atentos a los otros, a observar con más detención cómo se desenvolvían para
aprender los códigos que les permitieran interactuar, moverse entre la gente
y no perderse en los espacios. Este estado de alerta, altamente estresante en
una primera etapa, posteriormente rindió sus frutos, pues esa observación les
permitió conocer mejor a las sociedades a las que llegaron y seleccionar qué
elementos de ellas querían adoptar.
En este sentido, debido al enclaustramiento anterior, en sus casas o
comunidades rurales, para las mujeres y los mapuche el exilio constituyó tanto
un punto de quiebre en sus vidas, como una posibilidad de repensarse a sí
mismos, tanto a nivel personal como en su relación con los chilenos en el caso
de los mapuche. El proceso fue largo y doloroso, implicó pérdidas iniciales que
años más tarde se lograron transformar en ganancias.

“Ni toda la tierra entera será un poco de mi tierra”


Los exiliados se transformaron en tales luego del fracaso político del
proyecto de la Unidad Popular. Por tanto la derrota fue una marca de la que
no podían desprenderse y que se hizo evidente en el momento que debieron
abandonar su tierra y se les prohibió el reingreso. Después de la derrota,
militantes y partidarios del gobierno de Allende perdieron el control de sus
vidas y al no poder garantizar su integridad física ni la seguridad de sus
familias, algunos salieron “voluntariamente”, otros fueron expulsados del país
desde los campos de detención, o bien cambiaron su condena de prisión por la
pena del extrañamiento. El resultado fue que de un día a otro se encontraron
viviendo fuera de Chile sin haberlo programado ni deseado. Por esta razón los
exiliados quedaron atrapados mirando hacia atrás, hacia lo que quedó “allá”,
en el país que dejaron y al que esperaban volver para retomar tanto el hilo de
su biografía como de los sueños y proyectos políticos que desembocaron en
su desarraigo.
El exilio es un castigo, y como tal fue percibido por quienes debieron
sufrirlo. Al sentimiento de pérdida, de una familia, de amigos, de un país y un

168
proyecto político, se agregaba la sensación de soledad y la tristeza.6 La angustia
y la incertidumbre por lo desconocido coexistían con el desamparo y el dolor
por lo que había quedado atrás. Como escribe Osvaldo “Gitano” Rodríguez,
luego de vagar por diferentes cafés de Niza en 1974: “Pedí un doble express
y me fumé medio Gitane antes de abrir el block. Lo único que logré escribir
fue: militares de mierda, me estoy muriendo de pena”.7 Antiqueo, también
escribiría: “Yo no cambiaré nunca mi patria. Para mí el exilio es un martirio.
Muchas veces tuve que botar lágrimas recordando día a día y no dejo un solo
instante de pensar en mi gente”.8
A la pesadumbre se agregaba el sentimiento de desarraigo. “Donde
quiera que me encuentre siempre seré pasajera”, cantaba Isabel Parra y este
verso y el del subtítulo resumen la vivencia de muchos exiliados en la primera
etapa de su exilio en que la sensación de extrañamiento no se mitigaba, pese a
la solidaridad con que fueron recibidos.
Un aspecto cotidiano que exacerbaba la sensación de vivir en lo extraño
era lo referido al idioma. La imposibilidad de entender a los otros y de darse a
entender por ellos, así como la dificultad de resolver las situaciones mas básicas
del diario vivir dan cuenta del desamparo en que se sintieron en un comienzo
los chilenos que llegaron al exilio en países donde no se hablaba castellano.
Cuando entramos al supermercado era horroroso, teníamos que comprar
algo tan simple como leche para las niñas y algo para comer… porque
había cocina para hacer la comida (…) Estuvimos toda esa semana –la de la
llegada– comiendo queque (…) queque y té, porque en las leches había algo

6
En América Latina, particularmente en relación al exilio chileno, uruguayo y argentino, psicólogos
y psiquiatras impulsaron una amplia reflexión sobre los efectos traumáticos de los procesos exilio/
retorno en la salud mental de las personas involucradas en ellos. Véase: CIMADE. “The influence
of political repression and exile on children”. En World University Service. Mental health and exile.
Papers arising from a Seminar, 1981; Carrasco, Juan Carlos. “Juntos lograremos amanecer”. Ponencia
presentada al Seminario “Crisis política y daño psicológico”, Santiago, 1980; CODEPU. “The effects
of torture and political repression in a sample of chilean families”. Society Scientific Medicine 28, 7
(1989); Cohn, Jorge et al. “A study of chilean refugee children in Denmark”. Copenhaguen: Amnesty
International Danish Section Medical Groups and International rehabilitation and Research Centre for
Torture Victims, 1985; Friedman,L., “Change in a family model: The chileans in Exile in Denmark.
A pilot study”, Instituto de Investigación en Salud Mental, Consejo Danés de Investigación Social,
Copenhagen, 1980; Gonsalves, Carlos J. “The psicological effects of political repression on chilean
exiles in the U.S.”, en American Journal of Orthopsychiatric Association, Inc. 60, Nueva York,
1990; Lira , Elizabeth y Kovalskys, Juana. “Retorno: Algunos aspectos psicosociales del Chile,
proceso de reinserción “. En FASIC, Escritos sobre exilio y retorno (1978-1984), Santiago,1984.
7
Rodríguez, Osvaldo. En Cuentos, poesías testimonios de chilenos en el exilio. Santiago de Chile.
Recopilación hecha por el Comité ProRetorno de exiliados, mimeo, 1983, p. 13.
8
Antiqueo. En Ibid., p. 14.

169
que decía melk y decíamos esto se parece a milk, por lo tanto esto debe ser
leche, pero había siete tipos distintos de melk, pero no sabíamos cuál comprarle
a las niñas.9
Pero las confusiones no solo eran de idioma, de no saber cómo comprar
alimentos, también otros parámetros que permiten ordenar la vida cotidiana y
los recuerdos se trastrocaron al cambiar de país. El tiempo y el espacio se vieron
abruptamente alterados por los cambios en los husos horarios: donde se suponía
que era de día parecía de noche porque estaba oscuro. Una mujer exiliada en
Noruega contaba cómo sus hijos pequeños se estresaron porque no entendían
por qué debían levantarse y estar sin pijama cuando estaba de noche. Los que
vivieron en Europa central tenían dificultades en ubicarse sin montañas que
permitieran organizar el espacio. Los que vivieron al otro lado de los Andes
veían aparecer el sol por el lado contrario al que estaban acostumbrados. La
falta de estaciones o su inversión dificultaba ordenar los acontecimientos de
la vida cotidiana y los recuerdos en relación a otoños, primaveras o veranos.10
Las coordenadas conocidas tiempo-espacio se rompieron, sumergiendo a los
exiliados en una dimensión intemporal, lo que les hacía más difícil ubicar y
situar las experiencias.
Este cambio en los referentes durante la primera etapa del exilio, aumentó
la sensación de estar desorientados, de sentirse perdidos. Ante las vivencias
de desamparo, los exiliados buscaron evadir los problemas y la angustia del
presente en un país ajeno buscando refugio en el pasado, en la vida anterior
en la patria y en la esperanza de un regreso a ésta en un futuro cercano. Esto
llevó a que el tiempo del exilio fuera vivido como un tiempo de espera, de
transitoriedad, un paréntesis que se cerraría con el retorno.11 La metáfora de la
“maleta lista” con que los chilenos que vivieron el exilio definen esa fase de su
vida da cuenta de esa transitoriedad, de ese estar a la expectativa del regreso:
“Llegamos al exilio con la idea de que al otro año nos vamos, así es que vivimos
9
Testimonio de “A”. Exiliada en Dinamarca.
10
“Aquí y allá, qué vaivén de borracho por las calles, /que molestia de comer solo con las muelas de
un lado / y mirar a las personas como si fueran recuerdos /qué compás para una guitarra sin ganas
/aquí tirando a invierno, allá tirando a verano/y con la luz prendida desde las cuatro de la tarde”.
Barquero, Efraín. En Arteche, Miguel et al. (comps.). Poesía chilena contemporánea. Santiago:
Editorial Andrés Bello, 1984.
11
“El retorno tiene el efecto de un vertiginoso salto en el tiempo. Para atenuar el dramatismo de esta
travesía, los exiliados no envejecen. O por lo menos es seguro que lo intenten: se creen obligados
a permanecer inalterables, para que los reconozcan. Los exiliados nos conservamos en el tiempo
como los muertos bajo la arena del desierto”, escribe Mili Rodríguez, quien vivió exiliada en
Ecuador. Véase Rodríguez, Mili. Ya nunca me verás como me vieras. Doce testimonios vivos de
exilio. Santiago de Chile: Ediciones Ornitorrinco, 1990.

170
arrendando, con un televisor en blanco y negro y nunca compramos nada, nada,
porque nos veníamos. Como decía un amigo mío, vivíamos con la maleta debajo
del catre”, dice Carmen Lazo ex diputada, exiliada en Colombia.12
Los exiliados vivieron el destierro como una pausa a la espera de la
reanudación del movimiento, como un tiempo interrumpido, congelado. Y
esta sensación de precariedad de la vida se acentuaba, especialmente durante
la primera etapa de exilio, por la negación a comprar muebles y enseres que
no cupieran en una maleta.
Por otra parte, el seguir los acontecimientos de Chile a la distancia, con
noticias escasas y generalmente terribles escuchadas a través de los programas
radiales trasmitidos por Radio Moscú, Radio Berlín o La Habana; de las noticias
internacionales en los diarios y televisión, casi siempre en las páginas o minutos
finales, o de las pocas cartas que llegaban con mensajes en claves cuya obviedad
era evidente; no lograban aplacar el deseo de querer saber más, de querer estar
“allá”, pero temerlo al mismo tiempo.
Los exiliados chilenos vivieron los primeros años en un vaivén constante
entre dos mundos, el de allá (Chile añorado y distante geográficamente, pero
cercano en los sentimientos) y el de acá (donde residían, pero no se resignaban a
vivir). “En mi ventana de aquí y en mi ventana de allá –escribe Barquero– cuánta
malquerencia, cuánta disputa de paisajes”.
Otro testimonio, da cuenta de ello: “Yo salí muy mal de ánimo, mal
sicológicamente, me sentía derrotado, un tanto deprimido, pensaba mucho
en la gente que quedaba adentro, en la gente presa que yo había conocido, yo
seguía viviendo allá mentalmente”.13
Esta dimensión del exilio como etapa de sufrimientos y ensimismamiento
es la que tiene más arraigo en el imaginario social y a ello han contribuido la
literatura, especialmente la poesía, y el cine. Neruda habla del exilio como un
círculo, Barquero lo plantea como un vaivén de borracho que va de allá (el país
de origen) a acá (país de llegada) y muchos testimonios dan cuenta de este
período como una especie de tiempo suspendido en que el exiliado habita en
sueños y en el deseo del país que ha dejado, sin resignarse a plantar los pies y
organizar su vida en el lugar al que ha llegado. Ello se traduce en los pequeños
hábitos cotidianos, abrir el diario buscando primero la sección internacional,
juntarse con otros compatriotas a recordar lugares, escuchar música y hablar de

12
Lazo, Carmen. “Tomando ron dentro de una piña”. En Mili Rodríguez. Ya nunca…, op. cit. En
la obra del teatro Aleph, “El exiliado Casimiro Prenafreta”, éste guardaba la maleta debajo de la
cama.
13
Cotrena, Godofredo. En Montupil. “Testimonio…”, op. cit., p. 75.

171
la patria lejana. Intentar cocinar lo mismo que se comía en Chile y rememorar
paisajes, imágenes de Chile petrificadas en la memoria,
Los volcanes, los ríos, pero sobre todo, la cordillera de los Andes eran
los objetos preferidos de recordación y símbolos de la patria lejana. Patricio
Manns en “El equipaje del destierro” dice: “Y bien supongamos que no estoy
allá y que no estoy en parte alguna, pero voy a decir muy claramente pues no
he perdido nada porque ¿como podrán quitarme su volcán con su volcana?”
José María Memet por su parte, escribe: “Digo, ¡salud! y en el mantel / surgen
los bosques / y en la cuchara que a mi boca sube / hay un volcán que humea
suavemente”.14
El paisaje inconscientemente se asociaba al proyecto político social al
que porfiadamente no se renunciaba. La fuerza de la naturaleza representada
por paisajes fuertes que aún no habían sido dominados por los hombres dejaba
espacio para construir un mundo:
Yo estaba allá, saciado de cosas sublimes, de bellezas extraordinarias,
exquisiteces y de elegancia, de mujeres bellas y de sensualidad y de todo
lo demás. Estaba más arriba de la coronilla, o sea no encontraba nada más
fabuloso que pisar piedras, que el terreno fuera desierto, de que los árboles
anduvieran cada uno para su lado y de que todo fuera imperfecto, joven y
tremendo. Grande, mientras que allá todo es armónico, proporcional. Un
mundo hecho.15
La precariedad material, el sentimiento de desarraigo y la nostalgia
dan cuenta de la fuerza con que se mantenía el proyecto del retorno. Ello se
confirmaba con la irreductible voluntad de seguir viviendo y comportándose
como chilenos. Situación que se vio facilitada por la concentración de exiliados
en determinadas ciudades y en ciertos vecindarios. Cuando todo parecía haberse
perdido, el proyecto político y la cultura fueron las tablas a las que los exiliados
se aferraron para mantener su identidad pese a la distancia geográfica y a la
experiencia de vivir en otras culturas.
Salimos a robar choclos al campo y las humitas, la cazuela, nos hace sentirnos de
nuevo en Chile. Se reúnen en la fiesta, bajo la sombra de humitas, o empanadas,
de la ensalada de apio, del vino tinto español, porque nadie compra el vino
de la tiranía y la memoria crea el otro mundo, largas jornadas recordando el
pasado.16
14
Memet, José María. En Arteche. Poesía chilena…, op. cit.
15
Testimonio de “D”. Exiliado en Italia.
16
Miranda, Manuel. “Salí a buscar amigos por el mundo”. En Cuentos, poesías testimonios de chilenos
en el exilio. Santiago de Chile. Recopilación hecha por el Comité ProRetorno de exiliados, mimeo,
1983, p. 15.

172
La comida, que remite a los sabores y olores de la infancia, así como la
música, fueron elementos a los que se recurrió para sentirse “habitando” en la
patria. Fue también de lo que se valieron los exiliados chilenos para denunciar
la situación política que se vivía en Chile. Las peñas, con la música, los bailes,
las empanadas; los conciertos y recitales de diferentes conjuntos musicales
permitieron reforzar el sentimiento de seguir siendo chilenos y parte de Chile,
trasmitir una cultura a los hijos y darse a conocer entre los habitantes de los
países de acogida como un grupo diferenciado con una identidad distinguible,
más allá de las diferencias políticas entre militantes de diversos partidos. Las
conmemoraciones y celebraciones, el 11 de septiembre y 18 de septiembre eran
momentos en que el conjunto de exiliados chilenos se reunía y fortalecía sus
lazos como colectividad política y cultural que reafirmaba sus valores.17
La comunidad de exiliados jugó un papel fundamental en la denuncia
política al régimen de Pinochet y en la mantención de una identidad cultural.
Fue un espacio de acogida que ayudaba a resolver problemas materiales,
legales y sociales de los que llegaban, así como un lugar en el cual se recreaba
en la distancia los comportamientos, formas de sociabilidad y expresión de la
patria lejana.
Más allá de las colectividades locales, asentadas en ciudades y países
específicos existía la gran comunidad de exiliados, que era una comunidad
“imaginada” en el sentido que postula Anderson, pues todos los integrantes
de la comunidad no se conocían entre sí, “pero en la mente de cada uno vive la
imagen de su comunión”.18 En este caso, la comunidad se caracterizaba por ser
transterritorial y compartir un proyecto político: la resistencia a la dictadura, la
esperanza de la reinstalación de la democracia y el regreso a la patria; por tener
una historia común: la derrota política que los obligaba a vivir fuera de Chile y
una cultura que era necesario recrear constantemente y transmitir a los hijos.
Esta “meta-comunidad” se activaba a través del accionar político y de
múltiples actividades culturales que fueron posibilitadas y recreadas por la
gran cantidad de artistas, músicos, escritores, poetas, y pintores chilenos que
vivieron en el exilio. Por otra parte, las revistas que circulaban entre países, así

17
En el caso de los exiliados, las comunidades juegan un papel fundamental en la reproducción cultural
de un ethos colectivo. Ethos es una palabra griega a la que Heidegger traduce no tanto en el sentido
de “el carácter propio del hombre”, sino como “la morada”, “el lugar donde uno vive”, la “región
abierta en la que habita el hombre”. Rovatti en Chambers, Iain. Migración, cultura, identidad.
Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1995, p. 131. El ethos no solo es confrontado en la vivencia de
la alteridad, también es interpelado por ésta.
18
Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del
nacionalismo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 23.

173
como los programas radiales escuchados lograron que esta multitud de chilenos
dispersos pudiera compartir a la distancia las mismas producciones culturales y
periodísticas. Y en el caso de aquellos artistas populares que seguían viviendo en
Chile y en la nostalgia de los exiliados, una vez que las condiciones económicas
lo permitieron, fueron convidados por éstos a actuar en Europa. Así, íconos de
la cultura popular como el Tony Caluga o Lucho Barrios actuaron en diferentes
lugares contando con la asistencia masiva de los exiliados chilenos.
Pero la “meta-comunidad” de exiliados chilenos también formó
parte de una comunidad más amplia. La música de los Parra, Inti Illimani,
Quilapayún, Violeta Parra, Víctor Jara, sumada a la de los uruguayos Zitarrosa,
Los Olimareños y Cesar Isella, así como la argentina Mercedes Sosa, no solo
eran temas obligados en las peñas y en los eventos políticos, eran parte del
cotidiano de muchas familias de exiliados latinoamericanos. La música, así
como la experiencia compartida del exilio y del fracaso político, las añoranzas
de sus respectivos países y, sobre todo, la percepción de los habitantes de los
países de acogida que los vieron como un todo integrado, poco a poco fueron
creando un sentimiento de identidad latinoamericana entre uruguayos, chilenos
y argentinos.
Dado el carácter político del proyecto de los exiliados, cuyo retorno
dependía de la caída de la dictadura que los mantenía en la condena de vivir
lejos de la patria, las conductas de ghetto en que suelen caer los grupos de
inmigrantes que persisten en mantener viva la cultura y comportamientos del
país de origen –situación que no fue ajena a grupos de chilenos especialmente
en los primeros años de exilio– no podían prosperar, pues se arriesgaba el
aislamiento, lo cual atentaba contra sus necesidades. Para los exiliados chilenos
era fundamental conseguir el apoyo solidario de organizaciones sociales y
políticas no chilenas para aislar al régimen de Pinochet, así como para conseguir
la liberación de presos, el cese de las violaciones a los derechos humanos en
Chile y generar una presión internacional que permitiera fortalecer la resistencia
interna. Estos imperativos obligaban a abrirse al país de acogida y a sus
instituciones y organizaciones, lo cual generó interacciones que gradualmente
posibilitaron una posterior apertura.
Pese a que los exiliados se mostraban reacios a renunciar a su identidad
cultural, a medida que pasaba el tiempo, se mostraban más dispuestos a
aceptar ciertos préstamos culturales de la sociedad de acogida, a adoptar ciertos
comportamientos, algunos modos de ser, sin que el núcleo de su ethos cultural
se modificara. Fue un proceso selectivo y voluntario que se facilitó por el paso
de los años que mostraban que el proyecto de retorno estaba tardando más
de lo esperado. Ante ello se hizo evidente la necesidad de asumir que había

174
que construirse una nueva vida en los países de acogida, ya que el tiempo no
se había detenido y ello se materializaba en el crecimiento de los hijos, cada
vez más integrados a los países de acogida, a través de su incorporación al
colegio, el uso de otra lengua en su vida fuera de la casa de sus padres, en las
amistades y amores.
Vivir en “otra parte” significa estar constantemente inmerso en una conver-
sación en la que las diferentes identidades se reconocen, se intercambian y se
mezclan, pero no se desvanecen… (…) No se puede elegir simplemente otra
lengua, ni es posible abandonar la propia historia y optar libremente por otra.
Aquello que hemos heredado –como cultura, como historia, como lenguaje,
tradición, sentido de la identidad– no se destruye sino que se desplaza, se abre
al cuestionamiento, a la re-escritura, a un re-encauzamiento… Nuestro sentido
del ser, de la identidad y el lenguaje, es experimentado y extrapolado a partir
del movimiento: el “yo” no pre-existe a este movimiento para luego salir al
mundo. El “yo” se forma y se reforma constantemente en este movimiento
en el mundo.19
Para los exiliados, el llegar a este punto de quiebre y de enriquecimiento
cultural fue resultado de un proceso largo y no exento de sufrimiento y soledad.
Chambers postula que uno de los aspectos positivos que, desde la perspectiva de
la apertura, se reconoce a los exilios y migraciones es el empezar a comprender
que allí donde hay límites existe también el deseo de cruzar dichas fronteras.20
El sujeto, paradójicamente, se ve obligado a enfrentar sus límites y se le abre
la posibilidad de otro lugar, otro mundo, otro futuro.

Cruzando fronteras
El exilio, por la carga de derrota, de desadaptación de sufrimiento y de
soledad que conlleva, tiende a ser concebido como un período negativo en la
vida de quienes lo sufren. Sin desconocer la dimensión de dolor que provoca
el abandono obligatorio del lugar de los afectos, de los proyectos y los sueños,
así como las dificultades que plantea el tener que vivir en una cultura extraña,
cuyos códigos no se manejan y con los cuales no siempre se concuerda; el
exilio es también un período que permite interrogarse sobre la identidad en
las diversas dimensiones que esta involucra: personal, social y cultural. Y este
proceso a lo largo del tiempo puede llegar a ser más fructífero para quienes en
su país de origen tenían una situación social más desmedrada que los otros,

19
Chambers. Migración…, op. cit., p. 45.
20
Cfr. Ibidem.

175
aquellos que no tenían un lugar reconocido o bien les disgustaba el que les
habían asignado. Sin embargo, ello solo lo descubrieron en la confrontación
con la alteridad, donde se hicieron transparentes las semejanzas y diferencias
con los otros.
En el Chile de los años 70 el lugar asignado prioritariamente a las mujeres
era la casa y la familia, la discriminación étnica era una realidad cotidiana que
se había naturalizado a un punto en que era invisible para la gran mayoría
de chilenos. Y en esos años la izquierda no tenía definida una política de la
identidad: “Estamos a tal punto acostumbrados a términos como ‘identidad
colectiva’, ‘grupos de identidad’, ‘política de la identidad”, o lo que es lo mismo
‘etnicidad’ que cuesta recordar que surgieron hace muy poco como parte del
vocabulario o de la jerga actual de discurso político”.21
La izquierda chilena con su proyecto político universalista que incluía
a todos los seres humanos, postulaba que todos los grupos sociales se verían
beneficiados por igual con el arribo del socialismo. Tras este discurso igualitario
se invisibilizaba las desigualdades de que eran objeto mujeres e indígenas por
sus diferencias. Desigualdades que se hicieron evidentes al vivir en países en
los cuales se había avanzado en el reconocimiento de ellas sin renunciar al
principio de la igualdad de derechos.
Las mujeres que salieron al exilio eran de diferentes edades y clases
sociales y su abandono de Chile se dio en diferentes circunstancias. Una parte
de ellas salió como resultado de su propia actuación política en Chile. Se trataba
de militantes de partidos de izquierda que habían estado presas o cuyas vidas
se sintieron amenazadas por la persecución de la dictadura. Otro porcentaje
importante estaba constituido por esposas, novias e hijas de militantes de
partidos de la Unidad Popular que acompañaron a sus hombres al exilio, pero
cuya vinculación política estaba dada más por parentesco y simpatía familiar
que por compromiso militante.
Todas ellas al llegar a Europa, donde el feminismo había conquistado
diversos derechos y un trato más igualitario con los hombres, se beneficiaron
positivamente de ellos, lo que incidió directamente en sus vidas y a largo
plazo contribuyó a modificar sus identidades. Las que llegaron en calidad de
refugiadas –en tanto beneficiarias directas del refugio o por ser acompañantes
familiares– tuvieron el mismo status y, por tanto, los mismos derechos que los
hombres. Se les reconocieron los mismos beneficios –aprendizaje de la lengua,
capacitaciones laborales, estudios y apoyo económico inicial– en tanto sujetos
individuales, más allá de su situación y dependencias familiares.

21
Hobsbawm, Eric. “La política de la identidad y la izquierda”. Debate Feminista 14 (1996): 86.

176
Esta igualdad de derechos otorgados por los gobiernos de los países
de acogida habían sido fruto de cambios culturales que habían permeado al
conjunto de la sociedad y que se hacían manifiestos en la vida cotidiana. Muchas
mujeres chilenas exiliadas en países europeos, desde los primeros meses de su
llegada, se confrontaron a otro tipo de relaciones de género y otros modos de
distribuirse las tareas de la casa y el cuidado de los hijos. Una de ellas relataba
cómo fue el profesor de idiomas quien primero les hizo notar que cada vez que
había una fiesta, eran los maridos los que se quedaban a disfrutar, mientras
ellas regresaban temprano a la casa para hacerse cargo de los hijos.
Fue él, el que un día me dijo: “Bueno ahora te toca a ti quedarte en la fiesta y
él se tiene que ir a la casa a cuidar a los niños” (…) Cuando llego allá se me
hace visible de que en realidad es posible tener otro tipo de relación entre la
pareja y que allá en realidad trabajaban en conjunto. Hacían las cosas entre
los dos, no solo criar los niños, sino que lavar los platos, la comida, etc. Todo
eso se hace en conjunto.22
A nivel individual, si bien fue un proceso que involucró a muchas, se
produjo una toma de conciencia de género que fue fortalecido por sus propias
experiencias de vida.
El exilio es una experiencia que complejiza todo tu ser. A mí me parece que
lo que define el exilio es una negación. Es decir hay una negación básica, por
lo menos como tendencia, de tu pasado. A partir de la salida pierdes muchas
cosas. Perdiste tu ámbito de familiaridad, perdiste tu ámbito de referencia, de
identidad. Y en ese sentido todo se hace más difícil. Una como fulana de tal
está perdida y se enfrenta a la realidad nueva donde tiene que inventarse un
nuevo mundo. Ahí está el desafío.23
Cuando las diferencias culturales eran más grandes, hombres y mujeres
vieron interpeladas de mayor manera sus ya tensionadas identidades de género.
En la situación de exilio el status laboral y el rol de proveedor no pudieron ser
garantizados por los hombres en una primera etapa. A ello se agregaba que
muchos vivían en la inseguridad y el trauma, dada su situación de perseguidos
o detenidos antes de la salida, a lo que se sumaba una compulsiva militancia y
actividad política, única manera de mitigar el fracaso y la culpa por no estar en
Chile. Por su parte, las mujeres, algunas de las cuales habían debido salir de sus
casas para buscar a sus maridos presos en Chile y contactarse con organismos

22
Testimonio de “A”. Exiliada en Dinamarca.
23
Testimonio de mujer exiliada en Gómez, Maritza. “El exilio en la identidad de las mujeres”. Ponencia
presentada al 13 Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas e Etnológicas, Agosto, 1993,
México: Mimeo, p. 4.

177
de defensa de los derechos humanos para conseguir información sobre sus
paraderos y posteriormente para obtener su salida del país, debieron asumir
las tareas de organizar casa y criar a los hijos en una cultura y un país diferente,
lo que las obligó a salir de sus hogares e interactuar con diversas instituciones,
escuelas, servicios de salud y asistencia social, mercados, etc.
Otras, las militantes y aquellas con mayor formación profesional, salieron
a ganarse la vida, realizando diversos trabajos, lo que constituyó un desafío
inmenso en países en los cuales se desconocía el idioma.
En Noruega yo aprendí que por más grande que sea la adversidad, igual uno
tiene la capacidad de manejo. Para mí no fue fácil trabajar en la universidad, yo
no hablaba inglés, no hablaba noruego, no hablaba nada. Tuve que hacer unos
esfuerzos espantosos para aprender (…) yo había salido de Chile siendo una
pendeja, una cabra chica pendeja y recién empezando a vivir, sin experiencia
laboral (…) y eso fue un gran esfuerzo. Yo logré probarme a mí misma que si
había podido navegar bien en ese medio tan espantoso, iba a poder navegar
bien donde me pusieran. Eso es lo que yo puedo decir como ganancia.24
Si bien desenvolverse en otra cultura, salir a trabajar y preocuparse de
la familia en un país extraño no fue una tarea fácil para las chilenas, y a las
dificultades y esfuerzo se sumaron las inseguridades y miedos, el tiempo las
compensó con un aumento de la autoestima. La certeza de poder desenvolverse
en situaciones adversas les dio mayor autonomía, especialmente a aquellas
que eran militantes y portadoras de formación universitaria. Sin embargo, este
tipo de ganancias con el tiempo tendió a extenderse a otras mujeres chilenas
que vivieron en el exilio. E incluso mucho antes de poder experimentar las
ventajas de estas transformaciones debieron pasar por situaciones críticas y
devastadoras, como la separación de sus maridos, lo que agregó, además de
la pérdida de un país, el fracaso de un proyecto de vida y el quiebre de una
familia.25
Las tensiones del exilio por la vivencia del desarraigo, desadaptación,
precariedad económica, sumadas a las diferentes posibilidades que se
abrieron para hombres y mujeres, y las situaciones conflictivas vividas en
la etapa de preexilio –detenciones, persecuciones y separaciones obligadas–
desencadenaron rupturas matrimoniales que obligaron a las mujeres a hacerse
cargo de la militancia (cuando se la tenía), el trabajo fuera de casa, las labores

24
Testimonio de “M”. Exiliada en Noruega.
25
Una de las características negativas del exilio chileno fue la gran cantidad de separaciones matri-
moniales que se produjeron. Situación que posteriormente se confirmó con la información recabada
por organismos que apoyaron el retorno, entre otras, la ONR (Oficina Nacional de Retorno).

178
domésticas y los niños sin apoyo de sus madres, abuelas y hermanas. En muchos
casos, incluso sin una red social de apoyo constituida.
Cuando recién me separé no me atrevía a contárselo a mi familia en Chile para
no sumarles otra pena, me sentía muy sola y estaba aterrada de no poder salir
adelante sola con mis hijos. Por otra parte no quería tener que recurrir a mi
ex marido que ya había armado otra familia. Por suerte tenía amigas que me
ayudaron a salir a flote.26
En una cultura como la chilena, la familia representaba para las mujeres
un lugar de pertenencia, un espacio de protección, pero a la vez de cautiverio.
Por lo cual las separaciones matrimoniales las dejaban en una situación de
especial vulnerabilidad. No obstante, la existencia de un fuerte estado de
bienestar, capaz de resolver adecuadamente los problemas de salud, educación
y trabajo, y que daba apoyo a las jefas de hogar, permitió atenuar el golpe de
las rupturas matrimoniales. En otros casos, contribuyó a tomar la decisión
de separarse de maridos y compañeros al saber que se contaba con respaldo
económico y social.
Una vez superada la crisis provocada por las rupturas matrimoniales,
las mujeres, apoyadas por otras que habían pasado por la misma situación,
comenzaron un proceso de redefinición de sí mismas y a rearmar una vida con
sus hijos. De una u otra manera, las exiliadas chilenas que quedaron solas a cargo
de los hijos, debieron reinventarse como mujeres. Una nueva identidad, más
compleja, más autosuficiente surgió de este proceso, donde previo al despliegue
y crecimiento personal y humano, hubo una etapa de “reconcentración” y
“reconstrucción” de sí mismas, logrando superar el abatimiento y la soledad.
Si bien estos cambios identitarios obedecieron a experiencias personales,
en la medida que las situaciones que los provocaron fueron recurrentes en las
vivencias de diferentes mujeres que vivieron su exilio en Europa, estos tuvieron
un efecto social al retorno de estas mujeres a Chile, las cuales, en muchos
casos, participaron activamente en los movimientos de mujeres y aportaron al
desarrollo del movimiento feminista en los años ochenta y noventa.
Los exiliados cruzan fronteras y rompen límites del pensamiento y de
la experiencia –postula Edward Said– y, de ese modo, inciden en la identidad
de los sujetos protagonistas de estos viajes forzados. El desplazamiento de un
lugar a otro conlleva la posibilidad de abrirse al cambio y a la adopción de otras
costumbres, de otros modos de actuar y de situarse en el mundo. Hecho que
cobra mayor importancia cuando el país de origen es un lugar que ha estado
relativamente aislado, como era el caso de Chile en los 70.

26
Testimonio de “P”. Exiliada en Suecia.

179
La capacidad de diálogo, de entender que la vida no se vive solo entre
iguales, que hay otros diferentes con los mismos derechos que uno y que, por
tanto, es necesario tender puentes de entendimiento, no solo fue una lección que
se aprendió en el juego político y que rindió frutos en ese plano. La experiencia
cotidiana en el barrio, en el trabajo, en el sindicato, en las asociaciones y en los
colegios permitió a los chilenos valorar el principio del respeto a la diversidad
en un sentido amplio; donde no se trata de aceptar al otro mientras esté lejos,
sino compartir y convivir en los mismos espacios. Esta comprensión de los
beneficios de lo plural hizo mirar con ojos críticos a Chile y los chilenos: “Chile
es un país muy rígido. Es un país muy estratificado, un país muy clasista. En
cambio en Italia tú tienes un trasvasije social muy grande. No hay ‘barrios’.
Es cierto que hay niveles socioeconómicos (…) la clase media es muy grande.
Además hay lugares de encuentro”.27
El tema de la diversidad, de la capacidad de compartir espacios y
establecer vínculos con gente de diversa procedencia social y cultural es
destacado por todos los exiliados chilenos que vivieron en Europa. Sin embargo,
en el caso de los exiliados de origen mapuche que vivieron en Europa y Canadá
la vivencia de la diversidad y el conocimiento de nuevas realidades les abrió
otros horizontes y perspectivas que facilitaron un proceso de toma de conciencia
de la discriminación y marginalidad a la que habían sido relegados por los
chilenos en Chile.28

Ser mapuche en el Meli Wixan Mapu (los cuatro puntos


de la tierra)
Muchos de los exiliados mapuches ya habían experimentado el desarraigo
en Chile, pues por razones de estudio o por oportunidades de trabajo habían
migrado desde sus comunidades rurales hacia ciudades como Temuco, Santiago
o Concepción. Allí habían aprendido lo que era ser “los otros”.
Conocieron allí las dificultades de la inserción derivadas de la discrimi-
nación social; eran los “extranjeros” menospreciados. Los más jóvenes, como

27
Testimonio de “A”. Exiliada en Italia.
28
Entre 1973 y 1978, alrededor de cincuenta personas de origen mapuche llegaron a Inglaterra, Francia,
Alemania, Bélgica y Suecia. “Algunos llegaron a Suiza y Holanda. Eran en su mayoría campesinos
(36%), estudiantes (31%), obreros (13%) y el resto técnicos y profesionales. La mayoría se había
destacado como dirigente de organizaciones campesinas y estudiantiles mapuche, otros habían sido
dirigentes sindicales de organizaciones obreras y de enseñanza. Militaban en diferentes partidos
y movimientos de la izquierda chilena”. Chihuailaf, Arauco. “Mapuche: gente de la tierra. Más allá
del Ñuke Mapu (Madre Tierra): el exilio”. Contribuciones desde COATEPEC 8 (2005): 160.

180
consecuencia del desarraigo, tomaron conciencia más clara de sus diferencias
y de su identidad; la llegada a la ciudad (en Chile) fue un choque: “Criticaban
mi pelo de india, mis ojos, muchas cosas más”, cuenta una mujer exiliada re-
cordando la escuela primaria.29
A partir de los años 70 y especialmente en los 3 años del gobierno
de Allende la movilización política de los mapuches había aumentado. A
la actividad en las comunidades rurales se agregaba la participación en los
Consejos Comunales Campesinos y en las ciudades, la participación en
organizaciones estudiantiles mapuches. De modo que al producirse el golpe
de Estado la represión les cayó con gran fuerza. Incluso una semana antes del
golpe de Estado comunidades como la de Nehuentúe fueron allanadas y sus
dirigentes detenidos y maltratados. Días después, “el 23 de septiembre de
1973 efectivos de carabineros irrumpieron violentamente en las comunidades
indígenas y en el (…) varios dirigentes mapuches que hoy se encuentran en
el exilio fueron detenidos y heridos a bala por las fuerzas policiales” (Comité
Coordinador, 1978: 2). Se iniciaba así una persecución que llevó a cientos de
mapuches a las cárceles y luego al destierro.
A través de Amnesty International y la Cruz Roja Internacional, que inscribía
la gente que estábamos en prisión, para pedir visa y salir afuera, logré salir
al exterior. El problema es que yo no quería salir. En todo caso, del grupo en
el que estábamos nosotros, los mapuches fuimos los últimos en salir afuera.
Luego me llegó la visa de Bélgica. Yo estuve en la cárcel de Temuco hasta el
2 de mayo de 1977.30
La segunda vivencia del desarraigo permitió a los mapuches exiliados
evocar y comparar situaciones y en la confrontación constataron con sorpresa
que su añorada patria era un lugar donde el racismo estaba instalado, aún
cuando antes no lo habían percibido con la misma claridad. Y comprobaron
simultáneamente que ante alteridades mayores, como la de los europeos,
tanto los chilenos como los mapuches eran percibidos como un “otro”
indiferenciado.
Yo aquí no he tenido ningún problema con los belgas, a mí me ubican al mismo
nivel que al resto de los chilenos. Todos somos extranjeros para ellos. Es el
chileno no mapuche que sí siente y sufre muchas veces el racismo y toma
conciencia de esto. En cambio en Chile si que la cosa cambia, allí no me van
a poner al mismo nivel que el resto. (…) muchos chilenos no se dan cuenta
del racismo, algunos lo hacen hasta inconscientemente, y se les sale siempre.

29
Ibid., pp. 160-161.
30
Cotrena. En Montupil, “Testimonio…”, op. cit. p. 74. Lo habían detenido en septiembre.

181
Por ejemplo cuando dicen “ayer me dio la indiada” o “eres como un indio”…
Yo mismo, vine a aprender aquí claramente lo que era el racismo, la palabra
racismo. Cuando estaba en Chile, yo creía que no había racismo, estaba
convencido de eso, todas estas cosas que veo ahora me parecían naturales
allá.31
La experiencia de vivir cotidianamente en otra cultura, de tener que
desenvolverse en otra lengua, donde los códigos son diferentes, permitió
además agudizar las percepciones sobre las distancias y cercanías sociales
y culturales. Así, mientras mapuches y chilenos eran identificados por los
europeos como exiliados chilenos, la posibilidad de encuentro entre mapuches
y el intercambio de información y experiencias les permitió confirmarse como
“otros” para los chilenos. Otros –más cercanos que los europeos– con los cuales
se compartía la añoranza por la patria lejana, una derrota política y algunos
comportamientos culturales, pero con los cuales también había diferencias.
Me encontré con ellos (con otros mapuches) en el exilio. Fueron aventados
por la dictadura y llegaron a diversos países de Europa. Para mí fue muy
importante este contacto. Mi problema antes y el problema de todos nosotros
era que nunca habíamos tenido la oportunidad de intercambiar ideas. Y así
descubrí que existen los otros, los chilenos y que para ellos nosotros existimos
como mapuches.32
Si bien en un comienzo, la toma de conciencia del racismo y el recuerdo
de las discriminaciones vividas en Chile por ellos y otros mapuches fue un
proceso de carácter personal, posteriormente, a partir de la interacción con otros
mapuches y el intercambio de vivencias presentes y pasadas, se transformó en
un proceso colectivo que se plasmó en diversas organizaciones y encuentros.
Entre el 25 y 28 de enero de 1978 se realizó la Primera Conferencia de los
Mapuches Exiliados en Europa, al cual concurrieron 25 personas provenientes
de diversos países europeos. “La realización de tan importante evento, hasta
entonces sin precedentes en la historia del movimiento indígena chileno, fue
posible gracias a la activa colaboración de organizaciones internacionales e
inglesas”. Los temas tratados fueron: “1. Análisis histórico de la vida y luchas
del pueblo mapuche, 2. Problema Indígena, 3. Consecuencias del Golpe de
Estado”.33

31
Ibid., p. 76.
32
Varas, José Miguel. “Calbucura. Voces mapuches en Internet”. Entrevista a Jorge Calbucura.
Rocinante Año III, Nº 15 (2000): 30-32.
33
Comité Coordinador Mapuche Exiliados en Europa, en http:/members.aol.com/maniqueo/archivo-
e/doc. Visitada el 10/09/2007.

182
El orden de los temas da cuenta de la prioridad que comienza a tener el
tema étnico, si bien la calidad de exiliados los hermanaba con otros chilenos.
En la declaración final del Encuentro se especifica la importancia que tiene la
temática:
Expresamos a nuestros compañeros de clases, a los partidos y a los militantes
de la izquierda, que el problema del pueblo mapuche no puede continuar
siendo un asunto secundario (…) comprendemos que nuestra lucha teniendo
especificidades propias de una minoría étnica, está fundamentalmente ligada
a la de todos los sectores explotados de Chile.34
El Encuentro de Londres jugó un papel fundamental en los procesos
posteriores de desarrollo de una conciencia étnica entre los mapuches
exiliados:
Fue un espacio que permitió testimoniar acerca de la realidad represiva:
torturas, encarcelamientos, exoneraciones. (…) Las informaciones que se
acopiaban revestían importancia pues en el exterior muy poco se sabía de la
represión de la que eran víctimas. En Europa las campañas por la liberación
de los presos políticos y de denuncias de desaparecimientos, no consignaban
sus nombres, pese a que para 1973 se contabilizaban ya 129 víctimas entre
ejecutados (40) y desaparecidos (80) (…) La reunión de Londres fue igualmente
la ocasión para testimoniar sobre experiencias de vida y especialmente de la
discriminación abierta y encubierta de que eran objeto en Chile. Discriminación
en las escuelas, universidades, lugares de trabajo, incluso en la acción política
conjunta con campesinos y obreros durante la Unidad Popular.35
Creo que Pinochet ha asesinado a mil mapuches o más, porque incluso nosotros
no teníamos posibilidades de los organismos que ayudan a los perseguidos;
entonces los mapuches son tan humildes, tan pobres, no podían ir a denunciar
a Santiago o a la iglesia misma que no funcionaba en Temuco.(…) Al sentirme
lejos de mi tierra siento un gran dolor (…) pertenezco a una minoría racial y
sentí el dolor más grande de mi vida al alejarme de mi patria y dejar a miles
de compañeros allá.36
En la medida que la especificidad étnica fue cobrando mayor importancia,
los mapuches, revisitaron su experiencia pasada en los partidos de izquierda,
constatando situaciones que antes les pasaron desapercibidas. El conocimiento
de la aceptación de la diversidad y de la multiculturalidad de los países a los que
34
“Declaración de Londres. 1978”. En Chilhuailaf, Arauco. “Ka Mapu Mapuche traum (reunión
mapuche en otras tierras)”. En Montupil, Fernando director, Exilio, derechos humanos y democracia.
El exilio chileno en Europa. Santiago, Servicios Gráficos Caupolicán, 1993.
35
Ibidem.
36
Antiqueo. En Cuentos…, op. cit., p. 24.

183
llegaron les permitió tomar conciencia de la invisibilización e incomprensión
de la que habían sido objeto por parte de los chilenos y de sus propios partidos.
Al respecto, dos testimonios:
Yo me di cuenta que los partidos de izquierda, la Unidad Popular y por
supuesto, todos los otros partidos también, no entendían el problema
indígena. Creo que hoy día tampoco entienden mucho y no tienen una
política a los pueblos indígenas, y esto ocurre no solo en Chile, sino casi a
nivel latinoamericano.37
En los 70 estábamos demasiado absorbidos por la inquietud política y la verdad
es que yo no entendía mucho de la cuestión mapuche. En 1976 salí al exilio
a Hungría, y se puede decir que fue allí cuando empecé a estudiar, donde
tomé conciencia de lo que llamas “la cuestión étnica”. Fue para mí algo muy
impresionante. La diversidad étnica era y es una preocupación en esos países,
como en la mayor parte de Europa. Hay preocupación por los diversos grupos
étnicos, estos son muy celosos de sus tradiciones, se promueve la preservación
de sus valores culturales, hay una legislación que protege sus derechos.38
El contacto con sociedades pluriculturales y multiétnicas, donde se
daba lugar a la vivencia de la diversidad, unidos a la posibilidad de estudiar
en la universidad que tuvieron algunos jóvenes mapuches y al apoyo que
recibían algunas organizaciones culturales de parte de los gobiernos europeos,
crearon las condiciones para la formación de organizaciones mapuches de
exiliados. Al Encuentro de Londres le siguieron otros en París, Lieja, La Haya,
Berna, Frankfurt, los cuales permitieron informar a la opinión pública sobre la
situación del pueblo mapuche, fortalecer las actividades solidarias y de apoyo
a las comunidades y organizaciones mapuches existentes en Chile, al tiempo
que se consolidaba un sentimiento de pertenencia a un grupo étnico. Se creó
un Comité Exterior que tuvo una activa participación en periódicos y revistas
publicados por los exiliados chilenos, así como en revistas y espacios radiales
de diversos países.
La progresiva toma de conciencia de su especificad étnica, permitió a
los mapuches exiliados rescatar y resaltar como distintivos algunos valores de
su cultura. Así, el espíritu comunitario de los mapuches siguió operando en
el exilio y utilizaron su experiencia organizativa partidaria para nuclearse en
función de la supervivencia cultural y el apoyo a los suyos:
Las enseñanzas que me dieron mis padres además del modo de ser mapuche
que es muy fraterno, entonces he comprendido que el hombre no puede vivir

37
Cotrena. En Montupil. “Testimonio…”, op. cit., p. 74.
38
Varas. “Calbucura…”, op. cit., p. 31.

184
solo en el mundo, ni caer tampoco en la sociedad de consumo. Debe vivir en
forma más unida, más social y eso significa ayudar la prójimo y a los familiares
(…) Ahora yo hablo en un programa radial, Radio Moscú, que se llama Aucan
Mapu, que significa “la rebelión del pueblo”. El pueblo mapuche se sintió
contento de saber que desde muy lejos se preocupan de ellos y de ver que hay
una comunidad socialista que está por ayudar a conservar las tradiciones, la
cultura y las costumbres de los pueblos.39
Aquí he trabajado en la solidaridad, apoyando a los mapuches de Chile.
Trabajé y fui dirigente del Comité Exterior Mapuche que existía aquí en
Europa y todavía existe en parte. Apoyé a muchos compañeros, apoyamos
con becas a algunos estudiantes, enviamos dinero recolectado, denunciamos
la represión, etc.40
La fortaleza de la socialización de la cultura mapuche en los valores
colectivos, que describe Antiqueo y de la que habla Cotrena, forman parte
del acervo de otros mapuches que salieron al exilio, quienes en otras tierras
y hablando otras lenguas reivindicaron el valor de su propia lengua y la
necesidad de rescatarla y darla a conocer entre los chilenos. Poco a poco se fue
produciendo un desplazamiento desde la conciencia de la discriminación, al
orgullo étnico.
Los exiliados mapuches al igual que los otros chilenos que debieron vivir
el desarraigo hicieron el esfuerzo de traspasar sus valores culturales a sus hijos,
de modo de darles una identidad como chilenos que facilitara el regreso, lo
que no siempre ocurrió. Sin embargo el resultado de estos intentos se rescata
en los testimonios de integrantes de esa segunda generación criada y a veces
nacida fuera de Chile:
Yo me siento chileno y francés… pero no tengo ese sentimiento como de
pertenecer a un lugar específico. Si me pregunta de donde soy, yo digo “ soy de
Temuco”, me gusta Temuco. Pero también soy de Orleáns y me gusta Orleáns…
Yo me siento mapuche , en el Censo contesté que soy mapuche, por el hecho
de que mi papá es mapuche, mi abuelo era mapuche y yo soy mapuche.41

39
Antiqueo. En Cuentos…, op. cit., pp. 22-23
40
Cotrena. En Montupil. “Testimonio…”, op. cit., p. 76.
41
Testimonio de “E”. Hijo de exiliado en Francia.

185
Comentario final
El exilio es una experiencia de rupturas que lleva a quien lo experimenta
a interrogarse por el sentido de su vida, revisando críticamente su pasado y
abriéndose a nuevas posibilidades de ser y hacer, lo cual puede conducir a
cambios en las identidades.
El destierro, pese a lo traumático que fue como experiencia de vida de
miles de chilenos y chilenas en una primera etapa, en un segundo momento
les abrió la oportunidad –gracias al esfuerzo y tesón– de reinventarse y hacerse
un espacio en otro lugar. El exilio les permitió re-escribir sus biografías, previo
paso por la experiencia del desamparo y la angustia por la pérdida de una vida,
de un país, de una familia.
Del conjunto de exiliados chilenos, fueron las mujeres y los mapuches
quienes lograron enriquecer y complejizar más sus identidades, ampliando su
visión y comprensión del mundo, estableciendo cuál era el lugar que ocupaban
en Chile y redefiniendo reflexivamente cuál era el lugar que querían ocupar.
Los mandatos culturales de género hasta avanzada la segunda mitad
del siglo XX habían tendido a circunscribir a las mujeres chilenas a los
espacios domésticos y a las relaciones familiares, restringiendo su movilidad.
Sin embargo, en el exilio, esos mismos mandatos de género impulsaron a
muchas mujeres a buscar las formas de adaptarse a la nueva situación que les
tocaba vivir. Mientras las labores políticas y de solidaridad con Chile fueron
definiéndose como actividad preferentemente masculina, las mujeres asumieron
la tarea de armar un nuevo hogar, organizar lo cotidiano para sus familias,
preocuparse de los niños y de su integración a las escuelas y al nuevo país.
Aprendieron rápidamente lo básico del idioma, para poder desenvolverse en
las conversaciones con los/as profesores/as y para proveerse en los mercados.
Otras asumieron que el sustento económico no era una responsabilidad
exclusivamente masculina en las nuevas circunstancias, por lo cual salieron a
trabajar y tuvieron como imperativo aprender el idioma y los códigos culturales
mínimos que les permitieran interactuar con otras personas y manejarse en el
país de llegada.
El mayor sentido práctico femenino desarrollado a partir de su
socialización de género, las hizo ubicarse pronto en las nuevas circunstancias que
les tocaba vivir y adoptar la decisión de enfrentarlas. Mientras algunas pudieron
usufructuar de los logros del feminismo en cuanto a mayor reconocimiento
de derechos e igualdad con los hombres, lo que facilitó sus estudios y trabajo
remunerado, otras sufrieron por esa misma razón, ya que en países en los que el
trabajo femenino y las garantías para realizarlo (salas-cuna, jornadas escolares

186
completas) operaban bien, el rol materno ejercido de la manera tradicional
carecía del prestigio y el poder que conllevaba en sociedades con una mayor
presencia del machismo como la chilena. La maternidad, para quienes habían
centrado su vida en ella, aparecía como devaluada y compitiendo con el sistema
escolar y con otros beneficios que otorgaba el Estado, lo que impulsó a estas
mujeres a reinventarse para no caer en la depresión.
A los mapuches, el exilio les abrió la posibilidad de conocer y vivir en
sociedades en las cuales la diversidad, en lugar de ser un problema, era algo
valorado positivamente. Ello les permitió tomar conciencia de la discriminación
de la cual eran objeto en Chile y organizarse para superarla. Algunos jóvenes
mapuches pudieron seguir estudios superiores y los dirigentes de las
organizaciones mapuches de exiliados lograron contactarse con instituciones,
organismos y organizaciones de derechos humanos solidarias de diverso
tipo, que apoyaban las causas étnicas. En ciertas universidades se abrió
espacio a profesionales mapuches para dedicarse a la investigación y difusión
sobre la realidad de su pueblo. Todo ello contribuyó a la formación de una
intelectualidad indígena con una fuerte conciencia étnica y sólidos contactos
internacionales, lo cual ha sido un aporte fundamental a las organizaciones
mapuches que actualmente funcionan en Chile.
Pese a la importancia que tenía el proyecto de retorno a Chile, a medida
que fueron pasando los años, las situaciones familiares de muchos exiliados
se modificaron: se casaron los hijos, nacieron los nietos, otros lograron una
calidad de vida en los países de acogida imposible de reproducir en Chile.
Muchos de los exiliados, incluidos varios mapuches, no regresaron a Chile,
pero ello no les hizo renunciar a su identidad cultural y a su compromiso con
la patria. Hasta el día de hoy las organizaciones mapuches en Chile encuentran
un gran apoyo a sus denuncias y movilizan solidaridades internacionales a
través de los integrantes del Comité Exterior mapuche, que siguen viviendo
fuera de Chile.
Los cambios en las identidades de género de las exiliadas y el
reconocimiento de una identidad étnica de los mapuches pueden ser leídos
desde una óptica optimista como la capacidad de revertir lo que pudo ser un
fracaso y una experiencia traumática en algo que se proyectó hacia el futuro
más allá de las biografías personales, aportando a un colectivo que vive las
mismas carencias y discriminaciones.

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190
Los caminos a Canadá: emigrados y exiliados
chilenos a Montreal, 1955-2006
JOSÉ DEL POZO

La presencia de chilenos en la ciudad de Montreal y en el resto de Canadá, que


era muy escasa hasta septiembre de 1973, aumentó rápidamente a partir de
esa fecha, a causa del golpe de Estado ocurrido en el país austral. En los años
siguientes, varios miles de chilenos tomaron el camino a Canadá, mientras
que otros partieron hacia diversos países, tanto en América como en Europa,
Australia e incluso en África y Asia. Aunque es difícil establecer una cifra
clara, algunos han estimado que alrededor de medio millón de personas, el
equivalente al 5% del total de la población del país, salió de Chile después del
derrocamiento del gobierno del presidente Allende, aunque esa cifra debería
ser revisada.1
Pero si bien es cierto que ese éxodo masivo se produjo después del golpe
y de la implantación de la dictadura, sería erróneo concluir que todos los que
partieron lo hicieron por las mismas motivaciones. En efecto, hubo también
quienes dejaron el país influidos más por razones económicas que políticas,
mientras que otros lo hicieron por razones familiares. Además, la emigración
ha continuado después del restablecimiento de la democracia.
Analizando el tema desde el punto de vista del ingreso a Canadá, las
cosas tampoco se hicieron de manera uniforme. Si bien muchos entraron como
refugiados, otros lo hicieron con visa de inmigrante. Hubo quienes ingresaron
como estudiantes o como turistas para buscar más tarde alguna manera de
obtener la residencia. En un cierto número de casos, los chilenos llegaron a
Canadá no directamente de Chile, sino después de haber transitado por otros
países.

1
Se llega a esa cifra sumando las cantidades de chilenos que se han podido censar en distintos países
del mundo, en 1980. Pero no debe olvidarse que de ese total, cerca de un tercio ya estaba fuera de
Chile antes del golpe, especialmente en Argentina, donde en 1970 vivían 142.150 chilenos. Ver
cifras en Del Pozo, José. Exiliados, emigrados y retornados. Chilenos en América y Europa, 1973-
2004. Santiago: RIL editores, 2006, pp. 195-198.

191
El propósito de este artículo es entonces el de analizar la gran variedad de
situaciones que se dieron en la salida de chilenos desde Chile y en el ingreso a
Canadá, para llegar finalmente a Montreal y a otras ciudades de la provincia de
Québec. Este análisis se hará tomando en cuenta no solo la situación en Chile,
sino también considerando además las variaciones en la política migratoria de
Canadá y en la política seguida sobre los refugiados.2

1. Antes de septiembre de 1973


El análisis debe comenzar por un período poco conocido, el de los años
anteriores a 1973. Ya en esa época un cierto número de chilenos vivían en Canadá
antes del golpe de Estado. Esto fue posible por la apertura gradual de la política
de inmigración en dicho país, que eliminó las disposiciones discriminatorias
de la ley de inmigración, que hasta comienzos de 1960 limitaban el ingreso
de inmigrantes al país, reservando este derecho a las personas originarias
de Europa y Estados Unidos. Los ciudadanos provenientes de ciertos países,
como India y Pakistán, habían estado impedidos de ingresar, y lo propio
había ocurrido con los chinos, todo lo cual cambió con el reglamento sobre
inmigración de 1962.3
También deben considerarse los cambios en la política de inmigración
en Québec, ya que esta provincia desarrolló sus propias instituciones y
herramientas para atraer y formar a los inmigrantes. Ello ocurrió con la creación
de un ministerio de inmigración, en 1968, y más adelante con los acuerdos
entre Ottawa y Québec, uno en 1971 y otro en 1978, para dar a esta provincia el
derecho de seleccionar a sus propios inmigrantes, aunque el gobierno federal se
reservaba la última palabra en materia de acordar o no la visa. Con esta política,
Québec buscaba, sobre todo, atraer a inmigrantes francófonos o susceptibles de
ser atraídos hacia el idioma francés. Además, en 1967, el gobierno provincial creó
los Centros de Francesación para inmigrantes (COFI), que serían encargados
de dar cursos de idioma a los nuevos llegados y ayudarlos a integrarse a la
vida “en Canadá y en Québec”.4
Del lado chileno no existía una tradición importante en materia de
emigración. El grueso de las salidas se hacía hacia Argentina, donde iban
2
Este artículo está basado en el material recopilado para la redacción de un estudio más amplio, que
cubre la historia de los chilenos en la provincia de Québec, de 1955 a 2005, en preparación.
3
Hawkins, Freda. Critical Years in Immigration: Canada and Australia Compared. Kingston and
Montreal: McGill-Queen’s University Press, 1989, p. 39.
4
Pâquet, Martin. Tracer les marges de la cité. Étranger, immigrant et état au Québec, 1627-1981.
Montréal: Boréal, 2005, pp. 216-217 y 227. En esos centros se enseñaba a veces el idioma inglés.

192
personas más bien originarias del campo y de las provincias del sur. Los
que partían hacia destinos más lejanos, como Estados Unidos, eran casos
minoritarios, y más aun lo eran los que elegían Canadá, país sobre el cual
había poca información en Chile. Desde aproximadamente 1960, las salidas
hacia América del Norte, en especial hacia Estados Unidos, fueron cada vez
más frecuentes, ya que varios centenares o miles de profesionales chilenos
comenzaron a participar en el “brain drain” que ese país practicaba hacia
América Latina.5
De este modo, el inicio de la emigración hacia Canadá será el resultado
progresivo de la apertura de la legislación canadiense, de las iniciativas del
gobierno de Québec, del incremento de la información sobre Canadá en Chile
y de las nuevas tendencias de la emigración internacional. Esto hizo que en los
años 1960 hubiera un flujo relativamente constante de chilenos hacia el país
del norte, como lo ilustran las cifras siguientes:

Cuadro 1
Cifras sobre ingreso de chilenos en Canadá, 1965-1973
Año Total
1965 259
1966 171
1967 105
1968 79
1969 73
1970 235
1971 365
1972 294
1973 493
Fuente: Datos citados por Llambías-Wolff, Jaime: Notre exil pour parler:
les Chiliens au Québec. Montreal: Fides, 1989, p. 53.

Como se observa, ese flujo comenzó a aumentar desde 1970, lo que puede
interpretarse como resultado de la elección del gobierno socialista de Salvador
Allende en Chile, que estaba lejos de suscitar la unanimidad en la población. El
aumento más importante se produjo en 1973, aunque una parte del total, difícil
de precisar, se debió a las consecuencias del golpe ocurrido en septiembre, lo
que involucró aproximadamente a unas 60 personas. No se dispone tampoco
5
En 1970 había en Estados Unidos 1.984 profesionales y técnicos chilenos, mientras que el total
de chilenos residentes en ese país era de 15.700. Datos citados por Pellegrino, Adela. “Trends in
Latin American Skilled Migrations. ‘Brain Drain’ or ‘Brain Exchange’?”. International Migration
Review 39, 5 (2001): 127.

193
de cifras para establecer año a año los ingresos de chilenos a Québec, pero se
sabe que en 1970 había un total de 140 chilenos en esa provincia.
¿En qué condiciones llegaban los chilenos a la provincia francófona antes
del golpe de Estado? El cuadro siguiente nos entrega una idea:

Cuadro 2
Condiciones de llegada de los chilenos a Québec antes de septiembre 1973
Caso Sexo Año llegada Edad Actividad Procedencia Condición
1 M 1955 27 profesor Chile estudiante*
2 F 1963 17 estudiante Chile estudiante-inmigrante
3 F 1967 22 sin profesión Chile turista-inmigrante
4 M 1968 33 sacerdote Chile turista-inmigrante
5 M 1968 28 médico Chile estudiante-inmigrante
6 M 1969 23 estudiante univ. Chile turista-inmigrante
7 M 1970 28 ingeniero Chile estudiante-refugiado**
8 M 1971 29 ingeniero Europa inmigrante
9 M 1972 34 dentista Chile inmigrante
10 F 1972 32 oficinista EE.UU. turista-inmigrante
11 F 1972 29 costurera Chile turista-inmigrante
* persona que había regresado a Chile después de sus estudios, en 1959, y que partió a Canadá como refugiado
después de 1973.
** persona que estaba con una beca en Canadá y que se quedó en el país a causa del golpe, como refugiado.
Fuente: entrevistas realizadas por el autor.

El análisis del cuadro permite establecer ciertas características de esta


época. En primer lugar, sobresale el hecho de que era posible entrar al país
como turista o como estudiante para luego obtener la visa de inmigrante,
sin tener que salir de Canadá, lo que no será el caso en épocas posteriores.6
Esto era facilitado puesto que, en ciertos casos, la persona ingresada como
turista encontraba un trabajo a nivel profesional, aun sin haber completado
los estudios en su país de origen (caso 6) y comenzaba a ejercerlo sin que el
empleador cuestionara su condición de residencia. Otro elemento es el de la
juventud, ya que en la gran mayoría de los casos se trata de personas en la
veintena, solteros o recién casados, de las cuales solo dos tenían hijos, todo lo
cual cambiará un tanto en la época siguiente. En fin, se observa un hecho que
se repetirá en otras épocas: ciertas personas (8 y 10) llegaron a Canadá tras

6
Eso fue posible gracias a la sección 34 del reglamento de inmigración de 1967, lo que dio lugar a
un gran flujo de personas que ingresaron a Canadá con la esperanza de quedarse como inmigrantes.
Entre los países de origen de esas personas aparecía Ecuador, con 339 postulantes. Hawkins, Critical
Years…, op. cit., pp. 45-49.

194
haber vivido en un tercer país. En dos de los casos, las personas salieron de
Chile principalmente o en parte a causa del gobierno de Allende. Una de ellas
(caso 9) estaba totalmente en contra de la experiencia socialista, mientras que
la otra (caso 10) se sintió afectada económicamente por la inestabilidad de esos
años, optando por buscar otros cielos.

2. Los años inmediatamente posteriores al golpe, fines de


1973 hasta 1980
A partir del golpe de Estado de septiembre de 1973 el proceso migratorio
sufrió un cambio radical, al comenzar un largo flujo de salidas motivadas por
la nueva situación política. La cantidad de chilenos que llegaron a Québec fue
notoriamente superior a la de la época anterior, como se puede apreciar en el
cuadro siguiente:

Cuadro 3
Chilenos admitidos en la provincia de Québec por categorías,7
de 1974 a 1980
Año Total Inm. Indep Inm. familiar Refugiados
1974 674 591 83 n.d.
1975 662 526 136 n.d.
1976 531 261 270 n.d.
1977 453 243 210 n.d.
1978 602 316 269 17
1979 404 123 162 119
1980 390 55 216 111
Totales 3716 2115 1346 247
Fuente: Estadísticas del censo de Canadá.

Como se ve en el cuadro, contrariamente a lo que podría pensarse,


la mayoría de los que partieron a Canadá no lo hicieron en la condición de
refugiados, sino como inmigrantes. Para comprender este proceso contradictorio,
es necesario explicar que Canadá no era un país que tuviera la tradición de
aceptar refugiados y esa categoría solo empezó a ser usada en las estadísticas a

7
Como se indicó antes, salvo excepciones, los refugiados no aparecen en la estadística en los años
anteriores a 1978, ya que eran clasificados como inmigrantes.

195
partir de 1978.8 Además, el gobierno de Ottawa no había firmado la convención
de Caracas de 1954, que estipulaba el procedimiento a seguir en tales casos. Por
lo tanto, cuando un cierto número de chilenos quisieron penetrar en el recinto
de la embajada, para pedir la protección del gobierno canadiense, la reacción
fue más bien negativa. Esto se agravó por el hecho de que el embajador de esa
época, Andrew Ross, tenía una muy mala opinión del gobierno de Allende, y
aprobaba la intervención de los militares.9 Así, muy pocas personas –no más
de cincuenta– fueron aceptadas dentro de la embajada, ello gracias a la acción
de otros miembros del personal diplomático canadiense, cuya opinión sobre
lo que ocurría en Chile era muy diferente a la de Ross. Esas personas fueron
posteriormente trasladadas a Canadá en dos aviones militares, enviados
especialmente por el gobierno de Pierre Trudeau, el primero a fines de octubre
de 1973 y el segundo, en los primeros días de enero de 1974. Estas personas
fueron aceptadas como refugiados.
En cambio, todas las otras personas, aunque buscaran partir a Canadá
directamente motivadas por los efectos del golpe, debieron pasar por el proceso
de selección habitual de los candidatos a la emigración, y aquellos que fueron
aceptados llegaron más tarde con una visa. Es cierto, sin embargo, que Ottawa,
consciente de que se trataba de una situación anormal, dio un trato acelerado
al trámite selectivo, despachando para ello un equipo especial de funcionarios,
encargados de hacer las entrevistas.10 Las personas seleccionadas recibieron
además una ayuda económica, que incluía un préstamo para el pago del viaje
en avión y compra de ropa de invierno si llegaban a Canadá en época de
clima frío. Estas medidas eran parte de un programa especial que se mantuvo
durante tres años.
Si estos hechos parecen mostrar una actitud receptiva hacia los chilenos
afectados por el golpe, también es cierto que el gobierno de Ottawa vaciló antes
de aceptar su llegada a Canadá. El hecho de que los inmigrantes-refugiados
chilenos representaran un grupo identificado con la ideología marxista hizo
8
Incluso en la llegada de húngaros en 1956 y de checoslovacos en 1968, que huían de los regímenes
comunistas por las situaciones de crisis de esos años, esas personas habían sido designadas
“inmigrantes”.
9
Ver el libro del médico quebequense Serge Mongeau, que vivía en Chile en 1973, donde cita una
declaración del embajador canadiense diciendo que si el senador socialista Carlos Altamirano, que
era uno de los dirigentes más buscados por los militares, se presentara a la embajada pidiendo asilo,
“ lo entregaría a las autoridades, ya que contra él había acusaciones de la justicia chilena”. Le rêve
écrasé, Québec-Chili 1973. Montréal: Québec-Amérique, 1990, pp. 140-146.
10
En años anteriores, se había producido una situación semejante cuando Canadá aceptó traer a varios
miles de personas provenientes de países en crisis, como Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968
y Uganda en 1971, seleccionándolos como emigrantes en forma acelerada.

196
temer a varios políticos canadienses, preocupados de la influencia que esas
personas podrían ejercer una vez entrados al país. Por esta razón, la selección
de los candidatos fue hecha en términos políticos, lo que significó el rechazo
de una buena cantidad de personas.11 Así, en marzo de 1974, el Ministerio de
Inmigración canadiense informaba que de 1.710 personas que habían postulado
en el marco del programa especial, 510 habían sido aceptadas y 306 habían sido
rechazadas. De estas últimas, 45 lo habían sido por “razones de seguridad”,
mientras que los otros rechazos se explicaban por razones de salud, financieras
o por “otras razones”.12 Más aún, posteriormente se supo que en la embajada
canadiense de Santiago se habían quemado 18.000 expedientes que no habían
sido estudiados, a fin de “ordenar” el proceso de selección, lo que obligó a
muchas personas a postular de nuevo.13 Posteriormente, esto dio motivo a
críticas de parte de los grupos y partidos deseosos de acoger la mayor cantidad
de chilenos posible.
La represión, que fue especialmente dura en los primeros meses
después del golpe, y que hizo sentir sus efectos durante 1974, 1975 y 1976, fue
evidentemente la motivación principal de las salidas.14 Pero también jugaba
en contra la mala situación económica, la altísima inflación que se mantuvo
entre 1973 y 1976 (atribuida por los militares al gobierno de Allende) y la alta
cesantía, en parte provocada por la nueva política económica de la dictadura,
basada en el debilitamiento progresivo de las instituciones públicas, que dejó
sin empleo a miles de personas. Los despidos motivados por la persecución
política agravaron la situación.
Pese a todo, hubo personas que aun habiendo sufrido directamente los
efectos del golpe, prefirieron quedarse en Chile, y solo tomaron la decisión de

11
Un autor afirma que la policía chilena colaboró con los oficiales canadienses encargados de “filtrar”
a los postulantes chilenos. Whitaker, Reg. Double Standard. The Secret History of Canadian
Immigration. Toronto: Lester and Orpen Dennys, 1987, p. 259. Testimonios recogidos entre chilenos
tienden a confirmar esta aseveración.
12
“La GRC a refusé 45 réfugiés chiliens pour raison de sécurité”. Le Devoir 6 de abril de 1971: 1.
13
“Pagaille à l’ambassade du Canada au Chili: 18.000 dossiers brûlés”. Le Devoir 26 de junio de
1974: 13.
14
De un total de 2.279 víctimas durante toda la dictadura (incluyendo los detenidos-desaparecidos),
más de la mitad (1.261) corresponden al período de septiembre a diciembre de 1973. En 1974
hubo 309 víctimas, 119 en 1975 y 139 en 1976. Entre 1977 y 1982 el total fue de 106, lo que da un
promedio de 16 por año. A partir de 1983 hubo un recrudecimiento de la violencia. Cifras citadas
por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (más conocida como el Informe Rettig).
Santiago: La Nación-Ediciones del Ornitorrinco, 1991, tomo 2, p. 886.

197
partir a fines de la década, aunque la situación económica había mejorado15 y la
represión había disminuido. En ciertos casos, la decisión de partir fue motivada
por la presencia en Montreal de amigos o parientes que habían partido en los
primeros años después del golpe. En fin, hubo un buen número de personas
que partieron hacia Canadá desde otros países, especialmente desde Argentina,
donde habían ido a buscar refugio tras el golpe. El cuadro siguiente muestra
la variedad de situaciones que caracterizaron esos años:

Cuadro 4: Condiciones de las llegadas entre 1974 y 1980


Caso Año Sexo Edad Actividad Procedencia Condición*
1 1974 M 26 periodista Chile refugiado
2 1974 M 23 empleado Chile turista-refugiado
3 1974 F 17 estudiante Chile turista-refugiada
4 1974 M 33 empleado Chile refugiado
5 1974 M 42 arquitecto Chile inmigrante
6 1974 F 33 profesora Chile inmigrante
7 1974 M 5 ninguna Chile inmigración familiar
8 1974 M 23 profesor Chile inmigrante
9 1974 M 5 ninguna Argentina refugiado-inm. familiar
10 1974 M 30 ingeniero Chile inmigrante
11 1974 M 11 ninguna Costa Rica inmigración familiar
12 1974 M 43 sacerdote México refugiado
13 1974 M 38 profesor y artista Panamá refugiado
14 1974 M 34 abogado Chile inmigrante
15 1975 M 33 arquitecto Chile inmigrante
16 1975 M 20 mecánico Chile reunificación familiar
17 1975 F 27 dueña de casa Chile inmigrante
18 1975 F 7 ninguna Chile inmigración familiar
19 1975 F 16 estudiante Chile inmigración familiar
20 1975 M 23 técnico Argentina-Alberta refugiado
21 1976 F 33 profesora Chile refugiada
22 1976 F 58 secretaria Chile reunificación familiar

15
La economía llegó a su punto más crítico en 1975, cuando el PNB fue de -14,4%. Entre 1977-1981 la
situación mejoró, con una tasa de crecimiento promedio de 6% por año. La inflación, que había sido
superior al 100% por año entre 1973 y 1976, había disminuído un tanto, fluctuando entre 30 y 60%
por año entre 1977 y 1980. Sin embargo, la cesantía se mantuvo alta durante todo el período, con
un promedio anual de 12% entre 1973 a 1980. Cifras en Ritter, Arch: “Stratégies de développement
et ajustement structurel au Chili, 1973-1990”. En Del Pozo, José y André Jacob. Le Chili de 1970
à 1990. De l’Unité populaire à l’après-Pinochet. Montréal: VLB, 1994, pp. 133 y 143.

198
Caso Año Sexo Edad Actividad Procedencia Condición*
23 1976 M 36 profesor Chile inmigrante
24 1976 F 34 profesora primaria Chile inmigrante
25 1977 F 42 enfermera Chile turista-refug.-humanit.
26 1977 M 60 mecánico Fra-Bra-Arg reunificación familiar
27 1978 M 21 estudiante Chile inmigración familiar
28 1978 M 39 chofer Chile inmigración
29 1978 M 46 mecánico Chile-Alberta turista-immigración
30 1979 M 25 contador Chile turista-refugiado
31 1979 F 11 estudiante Argentina inmigración familiar
32 1979 M 35 obrero Argentina inmigrante ONU
33 1979 M 8 ninguna Chile inmigración familiar
34 1979 M 28 profesor Chile turista-refugiado
35 1979 F 11 estudiante Chile inmigración familiar
36 1980 F 63 costurera Chile reunificación familiar
37 1980 M 33 obrero Chile inmigrante
38 1980 F 0 ninguna Nacida en Montreal Hija de inmigrantes
Fuente: entrevistas realizadas por el autor.

Como se ve, los casos de este grupo muestran diferencias importantes


con los anteriores. Desde el punto de vista de las edades, aunque predominan
los adultos jóvenes, se observa la llegada de niños y de personas de edad, estas
últimas a través del mecanismo de la reunificación familiar, que permitía a
los adultos traer a sus padres (casos 22 y 37), como también a los hermanos
menores de edad (caso 16). Como se observó antes, varias personas llegaron a
Canadá tras haber vivido en Argentina o en otros países, incluyendo algunos
de Europa. En el caso de los que partieron a Argentina, se trata de personas que
alcanzaron a residir durante años y que quizás hubieran permanecido en ese
país, que ofrecía la ventaja de la proximidad respecto a Chile y el poder seguir
viviendo en español, pero el golpe de Estado de marzo de 1976 había hecho
más difícil la estadía de los chilenos. En cambio, las personas provenientes de
México o América central estuvieron solamente de paso en esos países, sin
intenciones de quedarse.
De todas las personas salidas entre 1974 y 1977, prácticamente todas
lo hicieron como resultado del golpe militar, pero fueron etiquetadas como
inmigrantes por las razones explicadas anteriormente. Solo desde 1978 apareció
la categoría de “refugiado” en forma sistemática, que se dio a las personas que
solicitaban esa condición al llegar a la frontera canadiense o al aeropuerto de
Montreal. Entre estos últimos casos, un mecanismo usado con mucha frecuencia

199
fue el de llegar a Montreal como turista, ya que en esos años no se exigía visa,
para luego pedir la condición de refugiado. Esto no siempre daba resultado, ya
que la nueva ley de inmigración, que entró en vigencia en 1978, si bien incluía
por primera vez la noción de refugiado, no acordaba fácilmente esta condición.
Las personas debían solicitar el refugio por escrito y no eran escuchadas
personalmente, lo que hacía que la condición de refugiado fuese concebida
como una excepción y no como una norma. Las autoridades canadienses
buscaban de ese modo que el proceso se desarrollara en el extranjero, antes de
llegar a Canadá,16 lo que sería cambiado solamente en 1985, con una nueva ley
más favorable a los candidatos al refugio. Según Fernando Sibilla, un abogado
chileno que trabajaba en esos años como consejero político del ministro de
Inmigración, “la inmensa mayoría de los chilenos que han pedido la condición
de refugiado han sido rechazados”.17 Sin embargo, en algunos casos las personas
rechazadas terminaban siendo aceptadas, como el caso de la persona nº 25, el
de una mujer cuya demanda fue rechazada pero pudo quedarse en Canadá
por decisión “humanitaria” de las autoridades.
Los casos 29 y 38 son dos situaciones muy particulares. El primero,
corresponde a una persona que acababa de salir de la prisión, pero que debió
abandonar rápidamente el país a causa de las amenazas de muerte en su contra.
El segundo, es el de una persona nacida en Montreal, de padres chilenos,
situación que empezó a darse con más frecuencia en los años posteriores.

3. De 1981 a 1989: oposición creciente a la dictadura


en Chile, nueva ley del refugio en Canadá y crisis
económica en ambos países
En la década de 1980, nuevos factores influyeron la corriente migratoria,
tanto en Chile como en Canadá y Québec. En el país austral, el dominio ejercido
por la dictadura comenzó a ser cuestionado, y la oposición, que hasta 1980
apenas sí podía manifestarse, logró, además de realizar largas protestas durante
años, ganar el referéndum de 1988 y así forzar a Pinochet a organizar elecciones
democráticas en el año siguiente, poniendo término a la dictadura. Pero este
proceso acarreó nuevas víctimas, ya que la represión, que había disminuido a

16
Conseil des communautés culturelles et de l’immigration. Les revendicateurs du statut de réfugié
au Québec. Montréal, 1991, pp. 11-13.
17
“Les réfugiés “individuels” : Le Canada respecte-t-il vraiment ses engagements?”. Le Devoir 26
de octubre de 1981: 7. Según Sibilla, los salvadoreños, haitianos y personas de otros países habían
vivido la misma experiencia.

200
fines de la década de 1970, volvió a golpear con fuerza durante los años de las
manifestaciones contra el régimen. Así, entre 1983 y 1989 hubo 345 personas
muertas o detenidas-desaparecidas, tres veces más que en el período entre 1977
y 1982.18 Además, en esos años hubo numerosos casos de heridos, a veces graves,
y de relegados (exilio interno). Entre los primeros, el caso más conocido fue el
de la joven Carmen Quintana, quemada viva por los militares en julio de 1986,
que vivió dos años en Montreal, recuperándose de sus heridas.19
Estos hechos ocurrieron en medio de una fuerte crisis económica, la que
había sido a la vez el factor que dio inicio a las primeras protestas contra la
dictadura. Esta crisis se hizo sentir particularmente entre 1982 y 1985, durante
los cuales la cesantía alcanzó índices jamás vistos en la historia del país,
llegando al 30% en 1983. En este contexto, nuevos contingentes partieron fuera
de Chile, compuestos por personas que huían tanto de la represión como de
los efectos de la crisis, lo que continuó incluso cuando la economía comenzaba
su recuperación, en 1986. Fue, sin duda, la inestabilidad económica el factor
principal de las salidas, ya que para las personas más politizadas, pese a los
peligros que afrontaban al tomar parte en las protestas, participar en ese proceso
era una aspiración largamente esperada, que les daba la oportunidad de terminar
con un régimen detestado. Además, muchas personas que figuraban entre los
militantes políticos habían comenzado a retornar al país desde los comienzos
de la década. En el caso de los exiliados más conocidos, esto ocurrió porque
la dictadura los autorizó a volver tras haberles impedido el ingreso al país,
mientras que en aquellos que habían partido bajo una forma de autoexilio, sin
tener prohibición de volver, se trataba de iniciativas individuales, de personas
que juzgaban que había llegado el momento de regresar al país.
El contexto canadiense y quebequense para la emigración cambió
también en esta década. Por una parte, hubo también una crisis económica,
que si bien fue menos severa que en Chile, había hecho disminuir el número de
personas que serían admitidas como inmigrantes. Pero si este factor operaba
negativamente para el ingreso de chilenos y de otras personas, al mismo tiempo
Canadá reformó su ley de inmigración, haciendo más abierto el proceso de
aceptación de refugiados. Además, en el período en que se produjo el cambio
en la ley, la aplicación de los criterios para aceptar refugiados se hizo de manera
muy flexible, a fin de resolver con rapidez la acumulación de casos de aquellas
personas que eran rechazadas pero que podían apelar a la decisión, lo que
estaba bloqueando el funcionamiento del sistema. En síntesis, se produjo una
18
Informe de la Comisión Nacional… (Informe Rettig), op. cit., vol. 2, p. 886.
19
Su caso fue estudiado en detalle por André Jacob, en su libro Carmen Gloria Quintana, présente!
Montreal: La Rose Blanche, 1989.

201
coyuntura inesperada en el sistema de acogida de los refugiados, entre 1986
y 1987, que abrió inesperadamente la puerta a muchas personas, entre ellas a
varios miles de chilenos que partían de Chile impulsados fundamentalmente
por los problemas económicos, pero que al llegar a Montreal pedían el refugio
político. El cuadro siguiente indica las entradas de los chilenos a Québec entre
los años 1981 y 1989:

Cuadro 5
Chilenos admitidos en Québec, por categorías, 1981 a 1989
Año Total Inm. indep. Famil. Refug. Refug. en %
1981 253 62 123 68 26,9
1982 376 150 112 114 30,3
1983 323 139 99 85 26,3
1984 216 77 101 38 17,6
1985 167 52 87 28 16,8
1986 225 122 76 27 12,0
1987 395 225 84 86 21,8
1988 323 91 94 138 42,7
1989 315 41 111 163 51,7
Totales 2593 959 887 747 28,8
Fuente : Estadísticas de Canadá.

Como se ve, la cantidad de personas admitidas como refugiados pre-


domina netamente en los últimos años de la década, lo que corresponde sin
duda a los numerosos contingentes de personas que llegaron a los aeropuertos
canadienses a pedir el refugio político. En Montreal, 753 chilenos hicieron una
demanda de refugio en 1986, cifra que subió a 1.114 en el año siguiente, moti-
vados por la nueva situación legal que les daba la posibilidad de obtenerlo, aun
sin tener argumentos muy convincentes en cuanto a haber sufrido persecución
política.20 La gran mayoría logró su objetivo, ya que en promedio, el 70% de las
demandas de chilenos en esos años fueron aceptadas, porcentaje superior al
de los demandantes originarios de otros países latinoamericanos.21 El cuadro
20
Las cifras citadas no significan necesariamente que la persona pidió el refugio en el mismo año en
que lo obtuvo. Los testimonios recogidos indican que había un período que oscilaba entre uno y
cuatro años para recibir la condición de refugiado. Es por eso que en los años 1989, 1990 y 1991
aparecen grandes cantidades de personas admitidas como tales, pero que según toda probabilidad,
habían llegado algunos años antes a Montreal.
21
En el caso de los salvadoreños, solo el 19 % de sus demandas fue aceptada en 1985, cifra que subió
a apenas 28% en 1986. El porcentaje de aceptación de los guatemaltecos fue también inferior al de
los chilenos. Adelman Howard y Lanphier, C. Michael (edits.). Refuge or asylum? A Choice for
Canada. Toronto: York Lanes Press, 1990, p. 119.

202
siguiente da más detalles sobre las condiciones de llegada de los chilenos de
esa década:

Cuadro 6
Condiciones de ingreso de chilenos a Québec, de 1981 a 1989
Caso y año Sexo Edad Actividad Procedencia Condición
1) 1981 M 10 escolar Chile inmigrante-familiar
2) 1982 M 19 estudiante univ. Chile inmigrante-familiar
3) 1982 F 60 dueña de casa Chile inmigrante apadrinada
4) 1983 F 34 trab. social Venezuela contrato empleada domést.
5) 1985 M 37 cineasta Francia inmigrante
6) 1985 F 37 empleada Chile turista-refugiada
7) 1985 M 0 ninguna Nacido en Mtl. no se aplica
8) 1986 F 42 contadora Argentina refugiada
9) 1986 M 49 actor Cuba turista-inmigrante
10) 1986 F 22 estudiante univ. Chile turista-inmigrante
11) 1986 F 30 matrona Chile inmigrante apadrinada
12) 1986 F 8 escolar Chile inmigración familiar
13) 1986 M 6 escolar Chile-Arg. turista-refugio familiar
14) 1986 M 24 técnico com. Estados Unidos turista-refugiado
15) 1987 F 26 trabaj. social Chile turista-refugiado
16) 1987 F 7 escolar Chile turista-refugio familiar
17) 1987 M 33 profesor Chile turista-refugiado
18) 1987 F 38 entrenadora Chile turista-refugiada
19) 1987 M 27 mecánico auto Chile turista-refugiado
20) 1988 M 26 marino Europa turista-refugiado
21) 1988 M 32 obrero Estados Unidos refugiado frontera
22) 1988 M 36 ingeniero Chile inmigrante
23) 1988 M 61 profesor Chile inmigrante apadrinado
24) 1988 F 58 dueña de casa Chile inmigrante apadrinada
25) 1988 M 25 vendedor Chile inmigrante
26) 1989 F 16 estudiante Estados Unidos inmigración familiar
27) 1989 M 10 estudiante Chile inmigración familiar
Fuente: Entrevistas realizadas por el autor.

Las informaciones de este cuadro nos permiten precisar aún más las
características de las personas llegadas en esta década. Dos son las situaciones
más corrientes. La primera de ellas, la que dio más que hablar, fue la de
presentarse como turista en el aeropuerto de Montreal y pedir la condición de

203
refugiado, lo que se dio muy a menudo entre 1986 y 1987. Muchos obtuvieron
este derecho, aun reconociendo que no eran perseguidos políticos. Esto mismo
se dio, con menos frecuencia, en la frontera con Estados Unidos, situación que
aparece en el caso 21. Un hecho interesante al respecto es que muchos de los
demandantes de refugio provenían de una región geográfica bien precisa, la de
Valparaíso y Quillota, que aparece en los casos 17, 18 y 19. Esto puede explicarse
por factores locales, como la acción de agencias de viaje y la publicidad que
se le dio en ciertos medios de comunicación a la posibilidad de ser aceptado
fácilmente en Montreal.22
La segunda situación es la de la inmigración apadrinada, que se ve en
los casos de personas de edad, traídas por los miembros más jóvenes de la
familia. Los casos 8 y 10 ejemplifican situaciones particulares: el primero, el de
una persona que vino desde Argentina, lo que se había dado a menudo en la
década anterior, pero con mucho menos frecuencia en los años 1980; el segundo
corresponde a una situación que empezó a ser más usual en esta década y
después de la dictadura, la de una persona que venía a casarse a Québec con
alguien conocido en un viaje.

4. Después de la dictadura, de 1990 a la actualidad


Con la llegada al poder del presidente Patricio Aylwin, en marzo de 1990,
Chile comenzó una nueva etapa de su historia. Es cierto que la influencia de
la dictadura siguió haciéndose sentir durante varios años, cuando Pinochet
continuaba pesando en la política chilena, primero como jefe del ejército y
luego como senador vitalicio, puesto que asumió en marzo de 1998. Pero su
inesperado arresto en Londres, en octubre de ese mismo año, significó el inicio
de su ocaso. En la esfera de la economía, la situación era mucho mejor que en
la década anterior, ya que el crecimiento anual del PIB superó en varios años
el 6%, lo que convirtió a Chile en el país modelo de América Latina por sus
progresos y su estabilidad. La pobreza se redujo también, ya que el porcentaje
de hogares pobres pasó del 39% en 1980 a 18% en 199823 Sin embargo, las
desigualdades en el ingreso continuaban siendo muy grandes,24 lo cual podía
operar como un incentivo para salir del país.
22
Esto aparece en varios artículos publicados en el semanario El Observador de Quillota, entre ellos
“Locura por irse a Canadá”, 19 de diciembre de 1986, y “Quillotanos cuentan la firme sobre su vida
en Canadá”, 13 de febrero de 1987.
23
Anuario estadístico de la CEPAL, 2000.
24
El quintil de mayores ingresos en Chile era 17,4 veces superior al del quintil más pobre en 2000,
según las cifras de la CEPAL.

204
Para los efectos de la emigración, el fin de la dictadura acarreó el término
de las restricciones al retorno al país, que aún afectaban a un cierto número de
personas. Con el comienzo del nuevo régimen, miles de chilenos iniciaron el
regreso al país de origen. Es imposible, sin embargo, saber el número exacto
de los retornos, ya que no todos se inscribieron en los organismos encargados
de ese proceso, y, además, hubo casos de personas que al cabo de un tiempo
en Chile optaban por partir de nuevo hacia los países donde habían estado
durante la dictadura.25
Lo que caracteriza la nueva época es que pese al retorno a la democracia
y a un cierto movimiento de regresos a Chile, el flujo de salidas continuó, como
se observa en el cuadro 7 siguiente:

Cuadro 7
Chilenos aceptados en Québec, 1990 a 2006
Año Total Inm. indep. Famil. Refug. Refugiados en % del total
1990 533 54 154 325 61,0
1991 966 107 209 650 67,3
1992 536 129 200 207 38,6
1993 287 56 155 76 26,5
1994 130 36 81 13 10,0
1995 81 20 49 12 14,8
1996 80 29 30 21 26,3
1997 136 44 60 32 23,5
1998 220 96 98 26 11,8
1999 211 95 96 20 9,5
2000 168 75 63 30 17,9
2001 176 84 73 19 10,8
2002 180 112 60 8 4,4
2003 192 127 62 3 1,6
2004 142 74 62 6 4,1
2005 175 s/i
2006 217 s/i
Totales 4430 1138 1452 1448 32,7*
Fuente: datos del Ministerio de inmigración y de las comunidades culturales del Québec (MICC).
* calculado sin tomar en cuenta los años 2005 y 2006.

25
Las dificultades del retorno han sido estudiadas por Loreto Rebolledo, en “Memorias del des/exilio”,
en Del Pozo. Exiliados, emigrados…, op. cit., pp. 167-192. Un caso individual, entre muchos otros,
fue el del cantante Osvaldo Rodríguez, más conocido como el “Gitano Rodríguez”, quien retornó a
Chile desde Italia a comienzos de 1993, pero decidió volver a Europa al año siguiente, sin haberse
podido reinsertar. Ver “Las peregrinaciones del gitano exiliado: la correspondencia de Osvaldo
Rodríguez” por Nancy Morris en Del Pozo, José. Ibid., pp. 149-165.

205
Si se compara este cuadro con los números 3 y 5, que cubren las épocas de
1974 a 1980 y de 1981 a 1989, se observan ciertas diferencias. No es sorprendente
constatar que en la primera, cuando llegó un total de 3.716 personas, se dio el
más alto promedio anual, con 531 casos. En la segunda, con 2.874, el promedio
anual fue de 319, y en la tercera, con 4.439, el promedio ha sido de 261. Es
evidente que ha sido la presencia de la dictadura la principal motivación
para la llegada a la provincia de Québec. Aun así, los promedios no presentan
diferencias abismantes, con lo que se concluye que ha habido en todas las épocas
una atracción hacia la provincia francófona, aunque los motivos hayan diferido
a través del tiempo. Hay también diferencias importantes en cuanto al tipo de
emigración. Entre 1974 y 1980 se concentró la mayor parte de refugiados, pero
ello no aparece en la estadística por las razones explicadas anteriormente. El
porcentaje de refugiados en la década de 1980 fue de 28,6%, cifra que aumentó
(35,7%) en la etapa de 1990 a 2004.
Hay también diferencias importantes en cuanto al tipo de emigración.
Entre 1974 y 1980 se concentró la mayor parte de refugiados, pero ello no
aparece en la estadística por las razones explicadas anteriormente. El porcentaje
de refugiados en la década de 1980 fue de 28,6%, cifra que aumentó (35,7%)
en la etapa de 1990 a 2004. Este hecho aparentemente sorprendente no debe
inducir a error, ya que la enorme mayoría de las personas aceptadas como
refugiados a comienzos de los 1990 corresponden a personas que habían hecho
la demanda en la década anterior. Puede estimarse que a partir de 1994 el flujo
de candidatos al refugio asumió un ritmo más acorde con la nueva realidad
chilena, que no debía, en principio, provocar más salidas de personas que se
estimaran perseguidos. Una excepción se produjo en los años 1995 y 1996,
cuando una nueva e inesperada ola de demandantes de refugio, llegados como
turistas, se presentó a los aeropuertos canadienses, especialmente a Montreal.
Esas personas afirmaban que pese al cambio político, Pinochet continuaba
ejerciendo el poder en Chile, a la vez que una dura represión. Una de esas
personas llegó a afirmar que en 1995 había 360.000 presos políticos en Chile.26
Alrededor de 2.500 personas hicieron esa demanda, pero muy pocos de ellos
lograron obtener la condición de refugiado.
Las autoridades canadienses reaccionaron con escepticismo ante los
argumentos de los demandantes, y los chilenos llegados anteriormente dieron
poco crédito a sus compatriotas.27 Así, la enorme mayoría debió regresar a
26
“Les Chiliens racontent: comme au temps de Pinochet”. La Presse 5 de mayo de 1996: A-1, A-2.
27
Osvaldo Núñez, chileno llegado en 1974, que en ese momento era diputado federal, declaró que la
cantidad tan elevada de demandas de refugio era poco creíble, agregando que esas personas deberían
tratar de obtener una visa de inmigrante en lugar de pedir refugio. “Le Québec fait face à un afflux
de réfugiés chiliens”. La Presse 27 de abril de1996: A-1, A-2.

206
Chile por propia voluntad o por la fuerza. Hasta 1999 aún había casos no
solucionados, incluyendo a personas que ocuparon iglesias para escapar a la
orden de deportación.28 Algunos de ellos obtuvieron la ayuda de diferentes
personalidades quebequenses y del gobierno de Québec, que los seleccionó y
logró que el gobierno federal les concediera el estatuto de inmigrante, tras una
corta salida a México.29
Esta situación, que sorprendió tanto a las autoridades canadienses como
chilenas, se detuvo a mediados de 1996, cuando el gobierno canadiense volvió
a exigir una visa a los turistas chilenos. La supresión de esa obligación, el año
anterior, había posibilitado la llegada de los candidatos al refugio, tal como se
había producido diez años antes.
A partir de 1997 hasta hoy, la emigración chilena hacia Québec ha tomado
el camino que era el habitual antes del golpe de Estado de 1973, es decir, el de
la emigración. Sin embargo, se dan aún algunos casos de personas aceptadas
como refugiadas, aunque no ahora por haber sufrido persecuciones políticas,
sino por haber sido víctima de discriminación por su orientación sexual o por
haber sido víctima de violencia familiar. El Cuadro 8 da más detalles sobre las
condiciones de ingreso de chilenos a Québec entre 1990 y 2005:

Cuadro 8
Condiciones de llegada de chilenos a Québec, de 1990 hasta 2005
Caso Sexo Año Edad Actividad Procedencia Condición
1 M 1990 38 profesor y cantante EE.UU. turista-refugiado
2 F 1990 17 estudiante Chile inmigr. apadrinada
3 F 1991 55 vendedora Chile inmigrante apadrinada
4 F 1992 18 escolar Chile inmigr. familiar
5 F 1992 31 oficinista Chile immigrante
6 F 1993 34 dueña de casa Chile inmigrante
7 F 1993 13 estudiante Chile inmigr. familiar
8 F 1993 33 dueña de casa Chile inmigrante
9 M 1994 46 contador Chile inmigrante
10 F 1995 15 estudiante Chile inmigr. familiar

28
“Hunger-strikers fight deportation”. The Gazette 20 de febrero de 1998: A-5; “Une Chilienne et ses
trois enfants expulsés du Canada”, Journal de Montréal 19 de septiembre de 1998: 4 ; “Une famille
campe dans une église pour éviter l’expulsion”, La Presse 20 de marzo de 1999: A-17.
29
Entre los mecanismos de ayuda cabe mencionar a la Sociedad Saint Jean Baptiste, que hizo un
préstamo a los que debieron partir a México a hacer la petición de inmigración, a fin de financiar
el viaje de los postulantes. En general, la prensa de Québec mostró una disposición favorable a los
chilenos, manteniendo una tendencia que ya se había dado en décadas anteriores.

207
Caso Sexo Año Edad Actividad Procedencia Condición
11 M 1995 34 vendedor Chile turista-refugio
12 M 1995 14 estudiante Chile turista-ref.-inmigrante
13 F 1995 10 escolar Chile turista-inmigrante
14 M 1995 34 empleado bancario Chile turista-ref.-inmigrante
15 F 1996 37 secretaria Chile turista-ref.-inm. matrim.
16 M 1996 24 cocinero Chile turista-refugio
17 M 1998 27 ingeniero Chile turista-inmigrante
18 F 1999 59 empl. adm. Chile-Europa tur.-inm. matrimonio
19 F 2000 31 publicista Chile turista-inmigrante
20 F 2001 46 estadística Chile inmigrante
21 M 2001 29 marketing Chile inmigrante
22 F 2003 41 vendedora Chile inmigrante
Fuente: entrevistas realizadas por el autor.

Este cuadro permite identificar algunas diferencias importantes con los


dos anteriores. Por ejemplo, ya son raros los casos de personas que ingresaron
a Québec desde terceros países, puesto que en este muestreo solo hay dos casos
(1 y 18). En la etapa anterior, esas situaciones eran mucho más frecuentes (nueve
de un total de 26) y lo mismo ocurría entre 1973-1980 (nueve casos de 36).
Además, la gran mayoría de las personas entraron a Québec en calidad
de inmigrantes, ya fuera en forma independiente o a través de un proceso
familiar, que en el caso de menores de edad o de gente mayor, incluía el
apadrinamiento. Pero aparecen dos situaciones poco habituales, como el de
dos casos de personas que obtuvieron la inmigración a través del matrimonio,
tras haber entrado como turistas. Una de ellas, además, empleó este mecanismo
tras una frustrada tentativa de haber obtenido la condición de refugiada (caso
15). Este caso y los cuatro anteriores (casos 11 a 14) forman parte de la ola de
personas que intentaron obtener el refugio entre 1995 y 1996, de los cuales solo
uno lo consiguió directamente (caso 11). En las otras situaciones, las personas
debieron salir de Canadá para solicitar la inmigración desde un tercer país, que
fue México (casos 13 y 14). En fin, hay dos casos de personas que obtuvieron
la condición de inmigrante tras haber ingresado como turistas (casos 17 y 19),
lo cual fue posible gracias a haberse casado con residentes del país.
Algo que llama la atención es que varias de las personas ingresadas
como inmigrantes tomaron esa decisión a una edad relativamente avanzada
(casos 9, 20 y 22), lo que contrasta con los casos anteriores a 1973, cuando las
personas emigraban más jóvenes. Esto se explica por diversos factores, entre
ellos la lentitud del proceso de selección de los candidatos a la emigración, que

208
podía tomar fácilmente dos años, y el encarecimiento de los costos del proceso,
lo que obligaba a una planificación mucho más larga.30

Conclusión
La historia de la llegada de los chilenos a Québec muestra que ha habido
diversas etapas, cada una de ellas influida por diversos factores, en función de
los sucesos ocurridos en Chile, en Canadá y en Québec. En ciertos momentos,
ha sido la variación en la legislación canadiense sobre inmigración y refugio
lo que ha determinado la amplitud y la naturaleza del flujo migratorio, como
fue el caso del período anterior a 1973, el de mediados de los años 1980 y el
de 1995-1996. Los hechos políticos en Chile fueron decisivos para la etapa de
1974 a 1980, mientras que la crisis económica en el país austral fue el hecho más
importante en los años 1980. Aunque es un factor más difícil de precisar, debe
tenerse presente que en todas las épocas desde el golpe de 1973, la sociedad
civil de Québec, tanto a través de los medios de comunicación como de las
iglesias, sindicatos y otros grupos, ha mostrado una disposición favorable a la
acogida de los chilenos, incluso en los casos en que las demandas de refugio
no parecían creíbles.
Una segunda consideración es el ritmo de las llegadas. Si bien es cierto
que el grueso de los chilenos llegó en los años inmediatamente posteriores
al golpe, no es menos cierto que en las etapas posteriores el flujo ha sido
relativamente alto, tomando en cuenta que el factor principal, el de la dictadura,
operaba con menos fuerza en la década de 1980 y había desaparecido después
de 1990.
En fin, debe consignarse otro factor, que fue haciéndose presente en forma
gradual: la información que circulaba de persona a persona entre los chilenos,
la formación de la “cadena” que ha estado presente en muchas otras situaciones
a través de la historia de las migraciones. De tierra casi desconocida para los
chilenos antes de 1973, Québec y Canadá han llegado a ser parte del imaginario
habitual de los habitantes del país austral que piensan en salir en busca de

30
Desde 1999, el gobierno federal ha decretado un fuerte aumento en las tarifas que deben pagar los
candidatos a la emigración, ya sea por el estudio de la petición (sin devolución de dinero en caso de
rechazo), de los exámenes médicos y de la emisión de la visa. Además, las personas seleccionadas
deben traer dinero suficiente para vivir por sus propios medios en Québec durante los tres primeros
meses de estadía, período durante el cual no tienen derecho a la atención médica gratuita ni a pedir
el bienestar social en caso de no encontrar empleo. Todo esto, más el costo de los pasajes de avión,
hace que un grupo familiar de cuatro personas deban contar con diez mil dólares para emigrar.

209
nuevos horizontes, incentivados por las experiencias de miles de compatriotas
que han decidido quedarse en ese rincón de América del Norte.

Bibliografía
ADELMAN, HOWARD Y C. MICHAEL LANPHIER (eds.). Refuge or asylum? A Choice for
Canada. Toronto: York Lanes Press, 1990.
DEL POZO, JOSÉ. Exiliados, emigrados y retornados. Chilenos en América y Europa,
1973-2004. Santiago: RIL editores, 2006.
HAWKINS, FREDA. Critical Years in Immigration: Canada and Australia Compared.
Kingston and Montreal: McGill-Queen’s University Press, 1989.
JACOB, ANDRÉ. Carmen Gloria Quintana, présente! Montreal: La Rose Blanche,
1989.
MONGEAU, SERGE. Le rêve écrasé, Québec-Chili 1973. Montréal: Québec-Amérique,
1990.
PÂQUET, MARTIN. Tracer les marges de la cité. Étranger, immigrant et état au Québec,
1627-1981. Montréal: Boréal, 2005.
PELLEGRINO, ADELA. “Trends in Latin American Skilled Migrations. ‘Brain Drain’
or ‘Brain Exchange’?”. International Migration Review 39, 5 (2001).
RITTER, ARCH. “Stratégies de développement et ajustement structurel au Chili,
1973-1990”, en Del Pozo, José y André Jacob. Le Chili de 1970 à 1990. De
l’Unité populaire à l’après-Pinochet. Montréal: VLB, 1994, pp. 133 y 143.
S/A. Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (más conocida
como el Informe Rettig). Santiago: La Nación-Ediciones del Ornitorrinco,
1991.
WHITAKER, REG. Double Standard. The Secret History of Canadian Immigration.
Toronto: Lester and Orpen Dennys, 1987.

210
Silencio, viaje y memoria: la experiencia del
exilio en los cuentos de Reina Roffé
MARISA PEREYRA

Introducción
Desde las ciencias sociales (historia, geografía, sociología, antropología cultural)
se ha estudiado por varias décadas ya el fenómeno de la transterración. Sin
embargo, en la crítica literaria dicha investigación ha tardado más en aparecer:
veinte años como mucho en las letras anglosajonas1 y muchísimo menos en
las hispánicas. Si bien desde los inicios de nuestra literatura el exilio fue parte
integral de la cultura latinoamericana, no es hasta fines de los años 80 que éste
cobra tal magnitud en las artes que es imposible obviar el tema.2 Según la crítica
literaria norteamericana Susan Stanford Friedman, ya no hablamos más de
literaturas nacionales, sujetas a una geografía particular; por ejemplo “literatura
argentina”, sino que debemos referirnos a lo producido por argentinos, escrito
en dialecto argentino, en cualquier punto del planeta; se trata pues de una
perspectiva transnacional.3 Los límites geográficos se han difumado de cierta
forma, convirtiéndose en bordes porosos, fluidos y extensibles que permiten
acomodar a sujetos en tránsito en un nuevo espacio intersticial. Ni aquí, ni allí,
las nuevas geografía e historia personales van “a caballo entre dos culturas”.
Paradójicamente, los bordes suelen ser sitios de violencia (especialmente el
mexicano-norteamericano), pero también son lugares donde el deseo utópico
florece; donde la interacción, la conexión y el intercambio lingüístico, cultural,
económico, psicológico, sexual y espiritual, pueden llevarse a cabo.4 El borde
1
Stanford Friedman, Susan. “Migrations, Diasporas, and Borders”, en Nicholls, David (edit.).
Introduction to Scholarship in Modern Languages and Literatures. New York: The Modern
Language Association of America, 2007, pp. 260-293.
2
(Recordemos que la primera novela argentina, La novia del hereje, de Vicente Fidel López, publicada
en 1842, fue escrita en Chile, así como también, Facundo, de Sarmiento, también escrita en Chile
y publicada en 1845, para dar un par de ejemplos representativos).
3
Ibid., p. 262.
4
Ibid., p. 273.

211
funciona como un espacio conceptual donde nuevas y diferentes formas de
ser y vivir son posibles. Esta literatura latinoamericana escrita más allá de la
frontera geográfica abarca un número importante de escritoras, desparramadas
por toda Europa y los Estados Unidos. Reina Roffé,5 la autora de los cuentos en
estudio, es uno de los ejemplos de literatas que reflexionan sobre su experiencia
de inmigración o exilio. Es interesante notar aquí que el sujeto dislocado en
literatura latinoamericana, sea este ficticio o histórico, ha sido tradicionalmente
hombre. La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi cree que pocas escritoras se
han exiliado debido a la dificultad de la experiencia, teniendo en cuenta la falta
de poder cultural que ésas tienen, comparadas con sus colegas hombres. De
hecho, el personaje central de su obra maestra La nave de los locos (1984), es un
hombre, porque ella “tuv[o] que tener en cuenta ese inconsciente colectivo: el
universal exiliado es masculino”.6
En una entrevista a Mempo Giardinelli, precisamente realizada por
Reina Roffé,7 el escritor chaqueño apunta que dos de las características de
la literatura latinoamericana del post-boom (o literatura de las nacientes
democracias) son revisar la historia para modificarla a través de la ficción, y
abordar el tema del exilio, interior o exterior.8 Las novelas de los últimos años
abordan el tema del viaje, de acuerdo a Giardinelli, no solo porque la literatura
es viaje por antonomasia, sino porque las novelas de exilio o inmigración
ocupan un lugar destacado. Se convierten en obsesión los temas del destino, la
identidad, la nueva patria, el nuevo idioma, la nostalgia y el deseo de regresar.
En la conferencia “La experiencia del exilio, vista en retrospectiva” dada por
Giardinelli en Alemania en 1986, el novelista, que recientemente regresaba del
exilio mexicano, desafiaba a los académicos alemanes a arriesgarse más allá
de la literatura del boom y a considerar una joven literatura en la “que no es
posible señalar una sola línea, sino varias. Entre ellas, la importancia del exilio
sobre nosotros; […] también el clima cada vez más brutal, violento, que hemos

5
Reina Roffé nació en Buenos Aires en 1951 y emigró a España en 1988, lugar donde vive desde
entonces. Sus novelas son: Monte de Venus (1976), La Rompiente (1987), El cielo dividido (1996),
su colección de poemas Silogismo en falso fue publicado en 1982 y su libro de relatos Aves exóticas.
Cinco cuentos de mujeres raras ha sido publicado en 2004. Asimismo, ha escrito numerosos artículos
de crítica literaria.
6
Stefanoni, Andrea. “La vida sigue: Entrevista a Cristina Peri Rossi” en La insignia. Cultura. Enero,
2006, s/n <http://www.lainsignia.org/2006/enero/cul_021.htm>.
7
Roffé, Reina. Conversaciones americanas. Madrid: Páginas de Espuma, 2001. Artículo reproducido
en la página oficial de la provincia del Chaco en la República Argentina <http://www.chaco.gov.
ar/cultura/literatura/mempo/mempo01.htm>, consultada el 29 de octubre de 2007.
8
Ibidem.

212
vivido […] y con ese eufemismo vergonzoso que se llama ‘desapariciones’; y
con exilios interiores”.9
La inmigración, los exilios (internos o externos) y la diáspora de la
crítica literaria, han emergido desde otros campos: estudios de género,
feminismo, post-colonialismo, estudios raciales y multiculturales, utopianismo
y estudios “queer”.10 La complejidad del fenómeno requiere que se estudie
interdisciplinariamente. En el presente artículo, me propongo analizar la
última obra de relatos: Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras, de la
escritora argentina Reina Roffé. Abordaré su análisis tomando prestado las
herramientas críticas que ofrece el utopianismo feminista, los estudios de
género y la psicología multicultural. Me concentraré en los aspectos utópicos
y distópicos de la narración, así como en los temas clásicos que la literatura de
la translocación propone.
Antes de comenzar con el análisis de los cuentos, debo definir ciertos
vocablos en términos más específicos. Me referiré a exilio como al destierro,
aquel “impuesto a la persona de que se trata por las circunstancias de su país y
más particularmente, por las persecuciones políticas”.11 Un sinónimo de exiliado
sería “refugiado político”, cuya condición previa a la mudanza de país fue la de
“solicitante de asilo”. De acuerdo al pensador británico-palestino Edward Said,
el exilio se originó hace milenios cuando se le prohibía a una persona regresar a
su ciudad o país. El exiliado vivía como un nómade, sin lugar permanente, con
el estigma de ser un forastero de por vida. La palabra refugiado, por otra parte,
es una creación del siglo XX, que presupone grandes cantidades de inocentes
que requieren ayuda internacional. “El exilio acarrea, pienso, un toque de
soledad y espiritualidad”.12 Expatriado es aquél que voluntariamente deja el
país, generalmente por razones políticas o presiones sociales. De esa forma,
cuando una persona abandona su país por circunstancias económicas, laborales
o educacionales no se convierte en un exiliado, sino en un inmigrante, término
que tiene muchas variantes especificativas, como las de peregrino, persona

9
Giardinelli, Mempo. “La experiencia del exilio, vista en restropectiva”, en Der Umgang mit dem
Fremden; Beiträge zur Literatur aus und über Lateinamerika 22 (1986): 229.
10
“Queer studies”, en la academia norteamericana se refiere a la investigación sobre asuntos
relacionados a homosexualismo, transgénero, variaciones sexuales, etc. Stanford Friedman.
“Migrations…”, op. cit., pp. 260 y 263.
11
Moliner en su Diccionario de uso del español agrega que la palabra proviene del verbo latín “exsilire”
que significa salir.
12
“[…] ‘Exile’ carries with it, I think, a touch of solitude and spirituality”. Said, Edward. Reflections on
Exile and Other Essays. Cambridge: Harvard University Press, 2000, p. 181. Todas las traducciones
del inglés son mías.

213
nómade, persona cosmopolita, evacuado, trabajador migrante, etc. Claro está,
ambas experiencias de dislocación –exilio e inmigración– comparten muchos
elementos en común, “tales como la memoria, el problema de la identidad,
de la búsqueda del yo y de la rearticulación de un sujeto intersectado”.13
El exilio también se caracteriza por su estancia pasajera en el extranjero,14 a
diferencia de la inmigración, que sugiere mudanza permanente a otro lugar.
Ahora bien, una persona puede autoexiliarse en su propio país por razones
de conciencia al no compartir la política del régimen de turno. En ese caso se
utiliza el neologismo insilio, “caracterizado, de acuerdo a Carina Perilli por la
disociación, por la falta de ‘garantías inherentes en un universo en el cual ser o
actuar son actividades peligrosas’, por autocensura o por miedo”.15 El término
diáspora es de importancia en el presente ensayo, ya que la escritora Reina
Roffé,16 es argentina de origen judío. Dicho término se aplica mayormente a la
dispersión de judíos –aunque no exclusivamente, ya que se habla de la diáspora
africana– por razones religiosas17 y por el hecho de no tener una patria.18 De
acuerdo a la crítica literaria Susan Stanford Friedman: “Diáspora es migración,
más pérdida, deseo y comunidades desparramadas extensamente unidas por
la memoria y un sentido compartido de historia sobre un largo período de
tiempo”.19 Sin embargo los investigadores Thomas Nolden y Frances Malino
incluyen un cuento de Roffé en su antología Voices of the Diaspora. Jewish Women
Writing in Contemporary Europe (Voces de la diáspora. Mujeres judías escribiendo
13
De Toro, Alfonso. “Pasajes-Heterotopías-Transculturidad: Estrategias de hibridización en las
literaturas latino/americanas: un acercamiento teórico”, en Aves de paso: Autores latinoamericanos
entre exilio y transculturación (1970- 2002). Madrid: Iberoamericana, 2005, p. 22.
14
Ibid., p. 23.
15
“Characterized, according to Carina Perilli by dissociation, by the lack of ‘guarantees inherent in
a universe in which being and acting are dangerous activities’, by self-censorship, and by fear”.
Kaminsky, Amy. After the Exile. Writing the Latin American Diaspora. Minneapolis: University
of Minnesota Press, 1999, p. 10.
16
En sus obras, Roffé se ha inspirado en la cultura y vivencias de su abuela sefardí que nació en
Marruecos y que inmigró a Argentina a principios del siglo XX. Dice Roffé: “Evocarla en mis
escritos implica una revaluación del lenguaje español peninsular, el lenguaje de los cuentos antiguos
y de aquellos que escribieron romances; el español de mis padres estuvo coloreado con palabras
hebreas, griegas y árabes”. Nolden, Thomas y Frances Malino. Voices of the Diaspora. Jewish Women
Writing in Contemporary Europe. Evanston: Northwestern University Press, 2005. Traducción mía,
pp. 14-15.
17
Moliner, Diccionario…, op. cit.
18
De Toro, “Pasajes…”, op. cit., p. 23.
19
“Diaspora is migration plus loss, desire, and widely scattered communities held together by memory
and a sense of history over a long period of time”. Stanford Friedman, “Migrations…”, op. cit., p.
268.

214
en la Europa contemporánea). Según Nolden y Malino, Roffé comparte con otras
escritoras judías la exploración de atributos del judaísmo, de la condición
femenina, y del exilio/diáspora y cómo estas condiciones se relacionan entre
sí, y con la cultura patriarcal.20 Este fenómeno es relativamente nuevo, ya
que antes de los años setentas los escritores judíos viviendo como exiliados
en otros países, evitaban hablar de su origen por motivos de discriminación,
aculturación, secularización, influencia de las doctrinas de izquierda que
predican universalismo, etc.21 Según el investigador argentino-judío Leonardo
Senkman, los escritores judíos comparten una “pasión memorialista”, ya que
deben inventar otras representaciones de la historia de sus países, al descubrir
que su temporalidad fue truncada;22 característica presente en los cuentos de
Roffé. En mi opinión, en el caso de Roffé estamos frente a una inmigrante
argentino-judía que solo en un sentido muy laxo puede considerarse como
una escritora de la diáspora. Quizás podría aplicarse la idea de Nolden y
Malino que sugiere que muchas de estas escritoras escriben desde una posición
de marginalidad, “from a Diasporic position” en sus propias palabras.23 Cabe
también señalar que las literaturas de inmigración, del exilio y de la diáspora
judía comparten con la literatura escrita por mujeres muchos elementos en
común. Por ser todas literaturas marginales, la visión periférica de la excluida
o la desplazada ofrece alternativas discursivas a las de la literatura escrita
desde el centro. La etiqueta de “literatura marginal”, por supuesto no ha sido
autoimpuesta por las mismas mujeres, sino que surge desde la posición a la
que éstas son sometidas por la cultura patriarcal dominante. El antropólogo
argentino Adolfo Colombres señala acertadamente:
Lo periférico no es lo intruso, lo que ha sido expulsado o creció extramuros,
sino lo que fue situado por el centro en otro espacio, un espacio sobre el que él
ejerce o intenta ejercer una dominación, a fin de imponerle sus propias pautas
pero sin incorporarlo plenamente a sus sistemas.24
Para la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, como para otras escritoras,
la posición marginal más que un handicap, implica una ventaja; la mirada de la
excluida ofrece matices que no son descubiertos desde otro espacio. La psicóloga

20
Nolden y Malino. Voices…, op. cit., p. xiv.
21
Ibid., pp. 14-15.
22
Senknam, Leonardo. “La nación imaginaria de los escritores judíos latinoamericanos” en Revista
Iberoamericana LXVI, 191 (2000): 279.
23
Nolden y Malino. Voices…, op. cit., p. xxv.
24
Colombres, Adolfo. América como civilización emergente. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
2004, p. 128.

215
cubana Oliva Espín nos recuerda que de acuerdo al investigador brasileño Paulo
Freire, el oprimido tiene una visión más clara de la realidad circundante que el
opresor.25 Otro aspecto interesante a señalar es que la literatura de la diáspora
está marcada por la categoría de género.26 Es decir, esta literatura no solo habla
de las experiencias del desplazamiento judío, sino de las transformaciones que
las mujeres viven al pasar de una cultura fuertemente patriarcal y religiosa –la
judía– a nuevas culturas seculares.27 De igual forma se puede afirmar que las
literaturas de la inmigración y del exilio mantendrán esta marca genérica; la
experiencia femenina de la transterración suele ser diferente a la masculina;
en algunos casos se observa más discriminación hacia la mujer; en otros, por
el contrario, la mujer adquiere un sentido de independencia y autosuficiencia
que no disfrutaba en su país natal latinoamericano. Oliva Espín ha escrito
extensivamente sobre la inmigración de mujeres latinoamericanas a los Estados
Unidos, y ha anotado que: “Para las mujeres de color, la raza o la clase en
lugar del género pueden ser factores más determinantes en su identidad”,
sin embargo, “el género es siempre uno de los más poderosos organizadores
del comportamiento y del entendimiento de uno mismo para todos los seres
humanos”.28 Y agrega: “Mi punto de vista es que la migración –y el proceso
de aculturación que le sigue– ofrece diferentes posibilidades para los hombres
que para las mujeres. La migración impacta profundamente el rol genérico y
el comportamiento sexual de diferentes formas para las mujeres”.29 De allí la
necesidad de estudiar migración y exilio desde una perspectiva genérica.
Un último término que cobra importancia en este análisis es transcul-
turación. Fue utilizado por primera vez en Latinoamérica por el antropólogo
cubano Fernando Ortiz para “denominar la última fase de un proceso de
migración, que sigue a un proceso de ‘desculturación o exculturación’ y a un
proceso de ‘aculturación o inculturación’”.30 El investigador chileno Alfonso
25
Espín, Oliva. Latina Realities. Essays on Healing, Migration and Sexuality. Boulder: Westview
Press, 1997, p. 11.
26
Nolden y Malino citando a Clifford. Voices…, op. cit., p. xxv.
27
Ibid., pp. xxvi-xxvii.
28
“For women of color, race or class rather than gender may be a more centrally determining factor
in their identity”, sin embargo, “gender is always one of the most powerful organizers of behaviour
and self-understanding for all human beings”. Espín. Latina Realities…, op. cit., pp. 36-37.
29
“It is my contention that migration –and the acculturation process that follows– opens up different
possibilities for women than for men. Migration impacts gender roles and sexual behavior in
profoundly different ways for women”. Espín, Oliva. Women Crossing Boundaries. A Psychology
of Immigration and Transformations of Sexuality. New York: Routledge, 1999, p. 4.
30
Mertz-Baumgartner, Brigit. “Introducción, experiencias de exilio y procesos de transculturación.
¿Dos percepciones de una misma realidad? en Aves de paso: Autores latinoamericanos entre exilio
y transculturación (1970-2002). Madrid: Iberoamericana, 2005, p. 12.

216
de Toro cambia parcialmente el significado, cuando argumenta que el sentido
dado por Ortiz tiene carácter temporal y sugiere un proceso de pérdida de la
propia cultura cuando se abraza la nueva. En cambio dice que el vocablo de
transculturidad “no implica pérdida o cancelación de lo propio, ni tampoco
resultado definitivo sintético homogeneizante de la cultura, sino un proceso
continuo e híbrido; ‘hibridez’ es lo contrario de pensar la cultura como algo
homogéneo y jerárquico”.31
Las obras de Reina Roffé, en especial sus últimas dos novelas: La
Rompiente (1987) y El cielo dividido (1996), y su libro de cuentos Aves exóticas.
Cinco cuentos con mujeres raras (2004), ubican en un lugar privilegiado de su
narrativa las experiencias de exilio, insilio e inmigración en la vida de sus
mujeres protagonistas. Roffé misma es una inmigrante que decidió radicarse
en España en 1988 por razones económicas, pero que también conoció el insilio
intelectual y cultural cuando su primera novela Monte de Venus (1976) fue
censurada por el gobierno militar argentino por considerarla “inmoral”, ya que
trata la homosexualidad femenina y presenta en ella “una visión iconoclasta
sobre el papel de la mujer en la sociedad porteña, además de una Argentina
asfixiada por vaivenes políticos y gobiernos autoritarios”.32 La literatura, según
Roffé, permite bosquejar una biografía de cada época, es la memoria que se
recupera y vence al olvido y a la muerte.33 En particular, ella trata de recuperar
la voz perdida, escribir contra el silencio impuesto desde el poder, reafirmar
la identidad fragmentada y redescubrir los valores positivos de los viajes, los
exilios y las migraciones.

Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras (2004): temas


de la literatura de translocación
El libro de relatos Aves exóticas reúne, como su título lo indica, cinco
cuentos en los cuales la protagonista principal vive algún tipo de exclusión y
marginalidad, provocada por el exilio, el insilio o la inmigración. En el primer
cuento, “Convertir el desierto”, María R. vive en España; ha tenido que huir
de un país sudamericano (no se nombra pero se adivina que es Argentina)
después de haber pasado tiempo en la cárcel y de haber sido torturada. Su vida
se ha convertido en una rutina sin sentido, comparable a un “desierto”, “a una

31
De Toro. “Pasajes…”, op. cit., p. 21.
32
Roffé en entrevista a Ferrero. En Ferrero, Adrián. “Entrevista con la escritora argentina Reina Roffé”
en Confluencia. Revista hispánica de cultura y literatura 22, 2 (2007): 152.
33
Ibid., pp. 149-153.

217
estepa sin horizonte”, “a un territorio desolado”.34 La fuerza que la mantiene
viva es el odio hacia su torturador y la necesidad de revancha. Cuando María
lo encuentra finalmente en España, decide que no terminará hasta matarlo.
La cultura y la historia son, según Espín, fuerzas poderosísimas que
forman el carácter humano. Cuando la narrativa de vida de una persona cambia
abruptamente por el exilio, y la identidad es alterada al desarraigar al individuo
violentamente de su medio ambiente habitual, se impone un proceso traumático
que puede o no llegar a una resolución. Los cambios que se producen en la
vida son tantos y tan profundos, que la experiencia demanda la reescritura de
la propia historia individual.35 Por otra parte, Espín anota que en las personas
que se autodefinen como “refugiadas”, el estrés y el estrés postraumático son
mucho más altos; estos niveles son especialmente elevados en mujeres, debido
a la pérdida de redes femeninas (familia y amigas, tan importantes para el sexo
femenino), la falta de participación en el proceso de migración –cuando este es
grupal o familiar– y los acosos sexuales que pueden ocurrir en tal traumática
experiencia.36
En el relato que da título al libro, “Aves exóticas”, la narradora en tercera
persona nos cuenta la historia de Tía Reche, una mujer cansada, agotada,
apagada, quieta, transparente; “una persona que se olvida fácilmente o que no se
ve”.37 Al igual que María R., es como una “natureleza yerma”38 que no produce
fruto, sino que subsiste. En este caso, Tía Reche vive insiliada en el seno de su
propia familia, que le es hostil y la rechaza. La decisión de abandonar la casa
paterna es el nudo central del relato. Aunque la insiliada no abandona nunca
su país, y por lo tanto no existe el trauma de desarraigo y el de la adquisición
de una nueva lengua y medio ambiente, los conflictos psicológicos se parecen
mucho a los del exilio, ya que hay una dislocación de cuerpo/mente: mientras
el primero permanece en la casa habitual, la mente y el espíritu se refugian en
un espacio que existe solo en la psiquis de la persona.
En el tercer cuento del libro, “La noche en blanco”, Roffé presenta un
paralelismo interesante: una mujer judía que ha sobrevivido a los campos de
concentración en Francia queda a cargo, en Buenos Aires, de una niñita cuyo
padre ha desaparecido, y cuya madre está siendo secuestrada esa misma

34
Roffé, Reina, Aves exóticas: Cinco cuentos con mujeres raras. Buenos Aires: Editorial Leviatam,
2004, p. 7.
35
Espín. Women…, op. cit., p. 40.
36
Ibid., p. 18.
37
Roffé. Aves exóticas…, op. cit., p. 23.
38
Ibid., p. 21.

218
noche en el apartamento vecino. Roffé ha dicho que ha homologado esos dos
momentos históricos “para hablar sobre la condición humana y los problemas
que continúan condicionando nuestras vidas”.39 La geografía ha cambiado, pero
el régimen de terror es el mismo bajo los nazis que con los militares argentinos.
La historia cierra con la mujer deseando volver a su Francia natal.
La idea del retorno a la patria es uno de los tópicos más tratados en
las literaturas del exilio y la inmigración. Annegret Thiem opina que la idea
del retorno enfrenta a la protagonista con su pasado histórico y su propio
yo.40 Este reconectarse con la patria a veces no resulta del todo viable y la que
retorna vive en un tercer espacio creado por ella misma, fuera de la sociedad
contemporánea y sin entenderla.41 Si la inmigrante o exiliada decide quedarse
en su país adoptivo la pregunta “¿Qué hubiera sido de mí, si no hubiese sido
obligada a abandonar mi patria?” se repite constantemente, como si se soñara
con una vida paralela, sin interrupciones, en el país nativo.
Los viajes de visita a la patria pueden, de alguna manera, recrear y
renovar el sentimiento de pertenencia original, pero la que vuelve nunca es
la misma. Suelen surgir conflictos entre la familia, los amigos y la exiliada,
al no reconocer los primeros los cambios producidos en el extranjero. Según
Espín, la familia puede llegar a rechazar al miembro exiliado o inmigrante o
negar cambios de cualquier índole, produciéndose una vez más el sentido de
no pertenencia, pero esta vez en el mismo seno familiar y en el país de origen,
situación que descoloca, confunde y entristece a la exiliada o inmigrante.42
En “Línea de flotación”, Roffé nos presenta a Teresa, una adolescente de
diecisiete años que es explotada laboralmente por su propio padre y que desea
escapar de la casa para ir al pueblo natal de su madre muerta. El silencio que
el padre impone sobre Teresa, como lo hacía antes con su madre, es tan fuerte
que cobra carácter de personaje. Otro elemento común en toda literatura del
exilio o de la inmigración es el silencio, ya sea este impuesto por gobiernos
tiránicos que eliminan toda voz disidente, o porque la exiliada o inmigrante
no habla el idioma del país que la recibe. En este último caso se trata de una
barrera lingüística, una incomunicación real que margina a la nueva integrante
de la sociedad que la ha acogido. Roffé reflexiona sobre la difícil situación que
vive el escritor cuando es obligado a vivir en otra lengua. Según la escritora, la
39
Ferrero. “Entrevista…”, op. cit., p. 152.
40
Thiem, Annegret. “¿Desexilio? El retorno como enfrentamiento con el propio Yo”. En Aves de paso:
Autores latinoamericanos entre exilio y transculturación (1970-2002). Madrid: Iberoamericana,
2005, p. 197.
41
Ibid., p. 199.
42
Espín. Women…, op. cit., p. 27.

219
“pérdida de pertenencia lingüística” es uno de los desafíos más complicados que
debe sortear la exiliada o inmigrante.43 La pérdida del primer idioma se suma
a las múltiples pérdidas de familia, amigos, patria, ambiente habitual, dando
como resultado una experiencia realmente traumática. Espín, citando a los
psicólogos argentinos Grinberg y Grinberg, anota que: “El lenguaje determina
el propio conocimiento del mundo, de los otros y de uno mismo. Provee las
bases de soporte de la identidad individual”.44 Kaminsky añade que los estudios
de Lacan prueban que la estructura del lenguaje es la de la psiquis, es decir el
idioma estructura nuestra mente. Las teorías psicoanalíticas sugieren que la
conciencia de lugar (el saberse parte de un lugar y no de otros) está ligada al
lenguaje y a su proceso de adquisición.45
La mujer que habita en otra cultura y en otro idioma funciona en dos
mundos al mismo tiempo, vive en dos realidades diferentes, en dos mundos
sociales construidos cada uno sobre la base de su lengua. Espín afirma que vivir
en otra lengua no es un acto neutral, no es solo un proceso instrumental de
aculturación, sino que implica estar inmersa en un sistema nuevo de relaciones
de poder de esa cultura específica, un sistema que no se comprende, y al que
nunca se pertenecerá totalmente.46 La escritora e investigadora de origen polaco-
judío y actual ciudadana canadiense Eva Hoffman, describe de una manera
clarísima la experiencia del inmigrante o exiliado en su libro Lost in Translation
(Perdida en la traducción): “El acto de quitarme el lenguaje… es similar a quitarme
la individualidad. Por lo tanto hay un sentimiento de que el nuevo lenguaje
inventa otro yo. Y por supuesto, los límites y la autoconciencia de un acento
que escucho pero que no puedo controlar”.47
El acento extranjero (siempre asociado a la lengua materna) que tenemos
al hablar en una segunda lengua adquirida en la adultez, complica los procesos
de formación de la nueva identidad y de transculturidad. El castellano, tanto
en los Estados Unidos como en Europa, es visto como una lengua de menor
prestigio y el dialecto latinoamericano en España identifica a la inmigrante o

43
Ferrero. “Entrevista…”, op. cit., p. 146.
44
“Language determines one’s knowledge of the world, of others, and of oneself. It provides a basis
of support for one’s identity”. Espín. Women…, op. cit., p. 135.
45
Kaminsky, Amy. After the Exile. Writing the Latin American Diaspora. Minneapolis: University of
Minnesota Press, 1999, p. 59.
46
Espín. Women…, op. cit., p. 134.
47
“Linguistic dispossessions is …close to the dispossession of one’s self…[Therefore is a feeling that]
this language is beginning to invent another me… [And] there is, of course, the constraint and the
self-consciousness of an accent that I hear but cannot control”. Hoffmann, Eva. Lost in Translation:
A Life in a new language. New York: E.P. Dutton, 1989, p. 121.

220
exiliada con países pobres, cuyos miembros no son personas deseables en la
sociedad del primer mundo. Acertadamente, Espín señala que en los Estados
Unidos, el bilingüismo castellano-inglés es asociado popularmente con un
estatus social inferior, y la habilidad de hablar dos idiomas es despreciada.48
La diferencia observada al valor dado a una lengua u otra no solo afecta la
autoestima y la identidad, sino que se devalúa toda una vida e identidad
desarrolladas en el contexto de otra lengua.49
Kaminsky trae a colación la experiencia de exiliadas cubanas que después
de un tiempo en los Estados Unidos, decidieron escribir en inglés. Las mismas
escritoras han dicho que el cambio de español a inglés demarca una diferencia
entre escritura del exilio y escritura étnica. En nuestros días en los Estados
Unidos, la llamada “escritura étnica” no implica que se niegue el país y la lengua
de origen, sino que se ha elegido el inglés para participar más plenamente en
la sociedad del país adoptivo. La acción de abrazar el inglés en estas escritoras
es lo que hace que pasen de ser escritoras en exilio a escritoras en la diáspora.50
En el quinto y último cuento del libro, “El rufián melancólico”, Roffé introduce
una experiencia que es particularmente cercana a miles de argentinos y
latinoamericanos en general: la inmigración por causas económicas. Silvia es
una joven periodista, tentada con un supuesto gran trabajo en España. Deja la
Argentina para hallarse, meses más tarde, engañada, sin dinero y explotada
por un compatriota sin escrúpulos. En esta historia se remarca el abuso laboral
que sufren muchos de los exiliados o inmigrantes en el país de acogida.

El exilio y la inmigración como utopía


El exilio y la inmigración, como la utopía,51 nacen de un profundo
descontento con la situación reinante. Los tres hunden sus raíces en la historia
y geografía locales y se lanzan en viajes –metafóricos o reales– hacia una
tierra prometida donde otra forma de ser y vivir es posible. De acuerdo a la
investigadora guatemalteca Isabel Aguilar Umaña:

48
Espín. Women…, op. cit., p. 140.
49
Espín. Latina realities…, op. cit., p. 42.
50
Kaminsky. After…, op. cit., p. 134.
51
Descarto el uso coloquial del término utopía, que hace referencia a un plan o sistema inalcanzable;
para preferir el de proceso por el cual una persona negocia con otros y con su medio ambiente modelos
de convivencia que favorecen el respeto mutuo, la celebración de la diversidad, y la oportunidad
de crecimiento.

221
[…] la utopía y el pensamiento utópico suelen situarse como centro impulsor de
muchos movimientos migratorios. En las nuevas fronteras buscadas se ubica el
sueño de realización más plena, allí el anhelo –siempre legítimo– de encontrar
mejoría para aquellas condiciones que se consideran adversas o que no resultan
satisfactorias. De una u otra forma, el viaje (esta vez no simbólico, sino real)
sigue siendo portador o vehículo de los deseos por una realidad mejor.52
En los cuentos analizados, las protagonistas intentan huir o abandonan
espacios de opresión y abuso; dichos lugares son parte de su microcosmos: la
casa paterna, la oficina, la cárcel; o del macrocosmos: la ciudad o el país tomados
por regímenes totalitarios. Dichos espacios están marcados por el silencio, la
violencia física y/o emocional, o, en el mejor de los casos, por la indiferencia,
como en la casa de Tía Reche:
En la casona de Jobson-Vera, donde había nacido hacia 1925, padres y hermanos
se olvidaban de ella, no porque quisieran, sino por el empeño que ponía en ser
olvidada, en volverse una mancha incolora, filigrana imperceptible del suelo
o las paredes. Las maestras de la escuela solían calificarla con notas altas, pero
decían que era como una prolongación del banco de clase, apagada, quieta,
cumpliendo con el presente obligatorio.53
De igual manera, en la casa de Teresa, ella “debía callar, como había
callado su madre, para impedir en lo posible el maltrato del padre, un mano
larga que todo lo arreglaba a golpes”.54
Estos lugares distópicos encuentran su contrapartida en los utópicos:
espacios cerrados, cuartos protegidos, que a manera de vientres maternos
rememoran el paraíso perdido en tiempo pasado y esbozan la tierra prometida
a alcanzarse en el futuro. Marc Augé ha llamado a estos espacios “lugares
antropológicos”, sitios donde la historia, la identidad y el ethos no son
reprimidos. “El lugar antropológico es entonces el territorio de la legitimidad,
donde se crean y se comparten los sentidos”.55
La figura del tren o de la estación de tren es una metáfora predilecta
en Roffé. En esta colección la figura del tren aparece en “Línea de flotación” y
“Convertir el desierto”. En el primer caso, Teresa busca refugio en el recuerdo
de su madre muerta y añora tomar el tren para llegar al pueblo natal de la
madre:

52
Aguilar Umaña, Isabel. La utopía posible. Los derechos humanos como construcción nacional del
sueño. Ciudad de Guatemala: Armar Editores, 2006, p. 128.
53
Roffé, Aves exóticas…, op. cit., p. 18.
54
Ibid., pp. 44-45.
55
Colombres. América…, op. cit., p. 143.

222
Trasladarse en tren le gustaba; aunque el trayecto fuera corto, el viaje
representaba para ella, que nunca había salido de Madrid y sus aledaños, un
pasaje hacia algo que suponía mejor […] Abstraída de la gente, se centraba
en esa extraña armonía que crecía en su interior a medida que el tren
avanzaba.56
El día menos pensado tomaría un tren de largo recorrido y se instalaría en el
pueblo de su madre, lejos de todo lo que la hería tanto y cerca del mar, que
aún no conocía. Allí había una línea de flotación, una boya natural, el remanso
silencioso en el que se mecía su madre.57
En “Convertir el desierto” María R. encontraba su “pequeño oasis en el
hecho de trasladarse a la estación de Chamartín, tomar un tren de cercanías a
Atocha y otro a Móstoles”.58 Las estaciones y los trenes “ostentaban una curiosa
identidad, una identidad liberadora […] En un tren podía elegir la ventanilla
que la asomara al descubrimiento de un río o una nueva urbanización, mirar
el cielo y, de pronto, sucumbir a la oscuridad del túnel”.59 El tren es el medio
por el cual el sujeto afligido se desplaza en espacio y tiempo hacia una nueva
realidad. El hecho de perderse la noción del tiempo cuando viajamos en tren,
lleva la metáfora utópica a un nivel superior, ya que tiempo detenido y espacio
reducido son condiciones necesarias para la búsqueda utópica.
Solo cuando salimos del espacio/tiempo cotidianos podemos crear un
lugar psicológico donde imaginar nuevas alternativas de vida.
En “Aves exóticas” el espacio reducido de las escaleras es lo que separa
a la protagonista inmersa en un presente sufriente de un futuro deseado. Así
lo expone Roffé: “Las escaleras que conducían a la calle se presentaban en
ese instante, como ahora en mi memoria, recortadas del conjunto, un espacio
salvador de llegada y de salida”.60 Y por último, en “La noche en blanco” es
el minúsculo apartamento de la vieja el que le ofrece a Alicia protección en
contra de los militares que secuestran a su madre. Estos espacios no solo son
refugios, sino sitios que también dan contención y esperanza. Se presentan
como lugares seguros donde la protagonista puede alimentar la esperanza,
porque como señala el filósofo alemán Ernst Bloch en su monumental obra
The Principle of Hope (El principio de la esperanza): “La esperanza, esta contra-
emoción en contra de la ansiedad y del miedo, es la más humana de todos los

56
Roffé, Aves exóticas…, op. cit., p. 40.
57
Ibid., p. 44.
58
Ibid., p. 7.
59
Ibid., pp. 7-8.
60
Ibid., p. 23.

223
sentimientos mentales y solo accesible al ser humano, y también refiere al más
lejano y brillante horizonte”.61
Con la esperanza como motor propulsor, los personajes se lanzan hacia
una nueva realidad, porque como señala Aguilar Umaña, es la esperanza la
que “formula utopías y pergeña mundos mejores”.62
La utopía plantea una crítica al modelo actual y ofrece alternativas para
una sociedad más justa y plena. Es decir, se conecta con la historia actual y
proyecta hacia el futuro posibles historias del deseo, representaciones de futuros
anhelados. “La utopía y el pensamiento utópico son, entonces, la historia. Se
trata, entonces, de un dinamismo dialéctico: la utopía se nutre de la historia
y también la alimenta […] la utopía puede ser considerada como motor de la
historia”.63

El exilio y la inmigración como Bildungsroman


La novedosa utopía femenina a la que me refiero, que expone la
teorizadora política británica Lucy Sargissonen en Feminist Utopianism
(Utopianismo feminista), pone énfasis en el proceso y no en el final, ya que nunca
se hace referencia a un producto perfecto. Es en sus palabras “una utopía del
proceso”.64 En investigaciones que he hecho anteriormente he descubierto
que se repite en las utopías feministas un modelo narrativo muy similar
al del Bildungsroman: la héroe de la narración se embarca en un viaje real o
imaginario, pasa por pruebas que debe sortear, sale airosa y llega a un destino
predeterminado con una nueva visión de sí misma y de la vida. Es decir, ha
crecido emocional y espiritualmente. Obviamente, no podemos hablar del exilio
o de la inmigración como eventos utópicos per se, sin embargo, éstos ofrecen
la oportunidad de reflexionar y crecer. Si bien las personas que experimentan
estos eventos (y los personajes literarios basados en las mismas) reaccionan
de diferentes formas al exilio o a la inmigración, varios escritores y teóricos
coinciden en el aspecto positivo que emerge de ellos. Espín reconoce varias
etapas en la inmigración, a saber: a) la decisión inicial de relocación; en el
caso del exilio, la necesidad abrupta de abandonar la patria, b) la mudanza

61
“Hope, this expectant counter-emotion against anxiety and fear, is therefore the most human of all
mental feelings and only accessible to men, and it also refers to the furthest and brightest horizon”.
Bloch, Ernst. The Principle of Hope. Cambridge: MIT Press, 1986, p. 75.
62
Aguilar Umaña. La utopía…, op. cit., p. 185.
63
Ibid., pp. 185-186.
64
Sargissonen, Lucy. Contemporary Feminist Utopianism. London: Routledge, 1996, p. 52.

224
geográfica a otra cultura y lengua, y c) la adaptación a la nueva sociedad y
su forma de vida. La psicóloga añade que en cada paso la experiencia del
proceso es diferente para los hombres y las mujeres.65 Una vez más se marca la
importancia del género del exiliado o inmigrante como factor importantísimo
en el proceso total. De la transculturación; es decir, la integración de la nueva
cultura sin haber abandonado los valores, las tradiciones y los comportamientos
originados en el país nativo, suele devenir una nueva identidad bicultural
emocionalmente saludable.66
Según Edward Said, la ventaja más importante del exilio es ofrecer
una “pluralidad de visiones que surge de la concientización de dimensiones
simultáneas”.67 Y agrega que en el exilio, las costumbres, las expresiones, la
cotidianidad en el nuevo medio ambiente, ocurren mientras en el transfondo
de nuestra memoria se recuerdan esas mismas cosas realizadas en la patria. La
memoria de la vida antigua y la nueva actúan a contrapunto. Además se suma
el placer de saberse relativamente cómodo en cualquier lugar que uno esté.68
Para Julio Cortázar, expatriado en Francia desde 1951 hasta su muerte en
1984, el exilio es una experiencia de la cual se puede “sacar partido”. En lugar
de llorar la patria perdida o vivir inmersos en la melancolía, Cortázar sugiere
explorar el propio yo a la luz de la nueva cultura, enriquecer el horizonte
cultural y mental, y abrir caminos positivos.69
Julia Kristeva reflexiona de la misma forma; para ella el exilio pone la
distancia necesaria entre el exiliado y su cultura, permitiéndole al primero
“mirar a los otros y a sí mismo y relativizar ambos destinos”.70 Para Roffé el
exilio presenta dos facetas principales: una negativa, de pérdida, abandono,
desarraigo; y otra positiva, “vista como una experiencia liberadora que estimula
la mirada crítica y distanciada frente al país de origen y el país de acogida”.71
Volviendo al teorizador literario Said en su ya canónico ensayo
Reflections on Exile (Reflexiones sobre el exilio), el autor lo finaliza recordándonos

65
Espín. Women…, op. cit., p. 20.
66
Ibid., p. 21.
67
Mertz-Baumgartner. “Introduction…”, op. cit., p. 14.
68
Said. Reflections…, op. cit., p. 186.
69
Dölle, Sussanne. “El exilio y otras transgresiones en la narrativa de tres autoras latinoamericanas en
Europa: Cristina Peri Rossi, Ana Vásquez Bronfman y Cristina Siscar”, en Aves de paso: Autores
latinoamericanos entre exilio y transculturación (1970-2002). Madrid: Iberoamericana, 2005, p.
131.
70
Ibid., p. 13.
71
Ferrero. “Entrevista…”, op. cit., p. 146.

225
que no debemos caer en el error de romantizar el exilio u olvidar su aspecto
desgarrador:
El exilio no es nunca un estado del ser satisfecho, plácido o seguro […] La vida
en exilio se mueve siguiendo otro calendario, y tiene menos estaciones y está
menos establecida que la vida en casa. El exilio es la vida vivida afuera del
orden habitual. Es nomádica, descentrada, contrapuntal, pero no bien uno se
acostumbra a ella, su fuerza inquietante irrumpe otra vez.72
En esta serie de cuentos, Roffé combina ambas caras utópicas y distópicas
del exilio y la inmigración, en “Convertir el desierto”, por ejemplo, la relación
con el viejo pintor Brais y el contacto con su pintura salvan a la protagonista
de cometer un asesinato. Brais, que había tenido su viaje de aprendizaje hace
muchos años en la India, perseguía en cada cosa “una especie de luz”,73 y se
imbuía en lo sublime.74 Este personaje, figura de padre y maestro, encuentra su
opuesto en María R., que vive obsesionada tramando la muerte de su torturador.
En medio de su propio infierno y consumida por el odio, al observar una pintura
en particular, María descubrió que en ella “aparecían figuras emergiendo del
fondo y arrinconándose contra uno de los ángulos, como honrando tributo al
vacío. Eran simples. En apariencia ingenuas, pero provocaban una fisura en el
plano, la impresión de que se podía alcanzar cierta realidad última o ahondar
en ella”.75 Cuando finalmente el torturador está al alcance de su mano, María
recuerda la pintura y desiste en su intento de aniquilarlo. En un final muy
borgeano, Roffé nos dice que
no era cobardía, sino destiempo. Acaso un error en la cadena del azar: lo había
matado ya tantas veces que repetir la escena se le hacía oneroso, absurdo, un
acto de violencia contra ella misma. Quería reservar su coraje para repechar
por donde más duele y alimentar el repentino y floreciente deseo de empezar
nuevamente.76
Según Bloch, el arte es el campo idóneo para imaginar “whisful images”
(imágenes del deseo) que se traducen como “day-dreams” (sueños diurnos): “La
fantasía diurna empieza con deseos como los sueños nocturnos, pero los lleva

72
“Exile is never the state of being satisfied, placid or secure […] a life of exile moves according
to a different calendar, and is less seasonal and settled than life at home. Exile is life led outside
habitual order. It is nomadic, decentered, contrapuntual; but no sooner does one get accustomed to
it that its unsettling force erupts anew”. Said. Reflections…, op. cit., p. 186.
73
Roffé. Aves exóticas…, op. cit., p. 12.
74
Ibid., p. 13.
75
Ibid., p. 14.
76
Ibid., p. 15.

226
radicalmente a su conclusión, busca encontrar el lugar de su realización”.77
La imagen de armonía y de otra profunda realidad posible plasmada en el
cuadro del cuento, actúa como un disparador que primero hace reflexionar a
la protagonista y luego, literalmente, la fuerza a cambiar su destino.
Cuando la vieja de “La noche en blanco” sueña con volver a Francia, o
cuando Teresa desea vivir sola en el pueblo de su madre, o cuando María R.
va caminando en Madrid, ya liberada del opresor, todas anhelan un nuevo
comienzo, todas desean un lugar donde no haya víctima/victimario, u opresor/
oprimido, sino uno donde todos los seres humanos tengan su oportunidad
de hacer florecer sus sueños y cosechar los dulces frutos del deseo saciado.
Concordando con Aguilar Umaña, estas utopías, producto de migraciones y
exilios, generan ideas sobre el orden, la ley, el derecho, la ecología, la economía;
y al mismo tiempo, visualizan distintos modelos de poder político, económico
y social, opuestos a los reinantes.78
En conclusión, Roffé ha enriquecido el campo de la literatura de
translocación al presentarnos obras en las que podemos reflexionar sobre los
efectos que la inmigración y el exilio tienen sobre las mujeres latinoamericanas.
La autora ha trabajado con maestría los temas inherentes a este tipo de literatura,
tales como: la pérdida de la lengua natal y la adquisición de la nueva, el
sentido de no pertenencia, la fragmentación del yo, el insilio, la recuperación
de la memoria, los silencios impuestos, la nostalgia por la patria perdida y el
deseo de retorno. Roffé también ha ilustrado en sus cuentos nuevas formas de
experimentar el exilio y la inmigración, destacando sus aspectos utópicos; ha
abierto el horizonte del lector para que éste, sea cual fuere su situación histórica
o su ubicación geográfica, se anime a soñar y a construir mundos más justos,
pacíficos y diversos.

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77
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78
Aguilar Umaña. La utopía…, op. cit., p. 226.

227
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229
El sujeto del exilio
HORST NITSCHACK

1. Exilio y cultura nacional


En estas últimas décadas se han hecho conocidas e incluso popularizado
las discusiones de la mano de teóricos postestructuralistas como Foucault y
R. Barthes, sobre el estatuto del sujeto. Sin embargo, el sujeto declarado como
muerto se ha recuperado en la última década, apareciendo más vital que nunca.
Asistimos a una verdadera inflación de este concepto. Todo se ha convertido
en “sujeto”: lo que antes era un individuo, o simplemente un hombre o una
mujer, hoy es un sujeto. Pero sujetos no son solamente personas o individuos:
sujetos son instituciones, estados, movimientos políticos, sociales o étnicos
(el proletariado, las mujeres, los afro-descendientes); parece que la definición
más general que se puede proponer para describir de qué se habla cuando
se habla de sujeto, es la antigua definición gramatical: la posición dentro de
un discurso que toma el sujeto, el sujeto como actor. Se convierte en sujeto
quien asume esta función en una enunciación o, visto desde otra perspectiva,
es desde la estructura gramatical que se define quién es el sujeto. Así nos
encontramos frente a la posición postmoderna que afirma que el sujeto es el
efecto del discurso.
Sin embargo, el concepto de sujeto ha sido siempre ambiguo y mantiene
dos significaciones contrarias. Por un lado, conocemos el sujeto enfático, sujeto
de la historia, dueño de su propia historia, idéntico consigo mismo, con plena
conciencia de sí. Por otro, el sujeto que está marcado por su significación
etimológica: el que está sujeto a algo, a una instancia poderosa fuera o dentro de
sí (el soberano o el inconsciente, por mencionar dos instancias completamente
opuestas).1
1
Sobre la historia del sujeto y el sujeto “dividido” o “escindido”, esta argumentación se refiere
principalmente a los siguientes textos:
–Bürger, Peter. Das Verschwinden des Subjekts. Eine Geschichte der Subjektivität von Montaigne
bis Barthes. Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1998.

231
Estas dos significaciones opuestas reaparecen nítidamente si hablamos
del “sujeto del exilio”. Se trata de un sujeto –en este caso siempre un sujeto
individual– que busca asumir la condición de exiliado, la cual significa vivir
forzadamente fuera de su propio país y de su cultura. Busca adaptarse a esta
situación y tratar de revertirla para que le permita actuar de nuevo según sus
facultades y posibilidades, pero, al mismo tiempo, es un individuo “sujeto” a
las condiciones del exilio.
¿Cuál es la estructura elemental de este exilio?
El exilio es la condición en la cual se encuentra un individuo que ha sido
forzado a dejar su patria por motivos ya sea políticos, étnicos y/o religiosos. Es
decir, un individuo que se siente amenazado en su país, el cual como Estado-
nación posee dispositivos de poder para perseguir a este individuo por sus
convicciones políticas, religiosas o por su pertenencia étnica y/o cultural. El
exilio es resultado de una situación en la cual entran en choque el derecho
del individuo a vivir según sus convicciones políticas, religiosas, etc., cuya
práctica (hoy en día) está garantizada por los Derechos Humanos (DD.HH.) y
los intereses ideológicos de un Estado-nación que en su cualidad de soberano
define la legalidad (no la legitimidad) de las actividades políticas, o de otra
índole personal.
Es por ello que hoy en día el exilio es, en general, producto de las
consecuencias de una Guerra Civil, de la derrota de algún partido político, o
debido a un Estado totalitario que define las convicciones políticas, religiosas y
las prácticas culturales de sus ciudadanos y reprime el libre ejercicio –al cual se
tiene derecho– de los valores que bien custodian los DD.HH. (o antiguamente
según los valores del Estado donde esta persona buscaba su exilio).
Visto desde esta perspectiva, el exilio es el resultado de un conflicto
abierto entre valores políticos, religiosos, étnicos, etc., constituidos en un país y
que, como consecuencia de una tensión coyuntural entre estos mismos valores,
junto con las constelaciones de poder en dicho Estado-nación, se encuentran
reprimidos.
El exiliado se encuentra de repente excluido de la cultura de su país, la
cual está siendo redefinida por el (nuevo) Estado (totalitario). Dicho Estado le
prohíbe articular sus ideas y convicciones, y finalmente lo excluye.
Esta constelación de exclusión cultural que sufre el exiliado, junto con
su insistencia de rechazar y de superar permanentemente dicha exclusión

–Geyer, Paul. Die Entdeckung des modernen Subjekts. Anthopologie von Descartes bis Rousseau.
Tübingen: Niemeyer, 1997.
–Luhmann, Niklas. “Die Tücke des Subjekts und die Frage nach dem Menschen”, en: Fuchs, Göbel
(ed.). Der Mensch - das Medium der Gesellschaft. Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1994, pp. 40-56.

232
reclamando su pertenencia a esta cultura y/o nación, será significativa para
su producción intelectual y cultural. Sin embargo, ¿en nombre de quién puede
hablar el sujeto del exilio? O, en el caso más concreto que está directamente
relacionado con nuestra disciplina: ¿dónde se inscribe la literatura del autor
exiliado? En un mundo literario en el cual las literaturas aún están repartidas
entre literaturas nacionales, ¿dónde se inscribe la literatura del exiliado?
El conflicto es claro: desde la perspectiva del Estado-nación, la literatura
producida por los exiliados no forma parte de la literatura nacional, a pesar de
que el exiliado va a insistir que son exactamente sus textos los que defienden
y se inscriben en una tradición de cultura nacional, que a la vez está siendo
prohibida y reprimida por el Estado actual.
Quien vence en este conflicto a corto plazo es el Estado (por sus
instrumentos de represión que fuerzan a los individuos al exilio), mientras
que a largo plazo vencen por lo menos algunos exiliados y su literatura
–porque después de los cambios políticos han sido acogidos por las historias
de literaturas nacionales.
Con la desaparición del Estado que ha causado su exilio,2 la literatura
del exiliado siempre estará integrada en lo que se considera como literatura
nacional.
Para interpretar este fenómeno, me parece que se ofrecen varias
opciones:
1. La relación problemática entre Estado-nación y lo que el exiliado
declara como literatura nacional: la literatura escrita por los sujetos
que un Estado-nación reclama para sí como ciudadanos (por ello
él pretende tener el derecho de definir sus convicciones políticas,
religiosas, etc.) es casi siempre una literatura que transgrede este
Estado-nación en diferentes dimensiones: histórica, geográfica y
culturalmente. Las literaturas del exilio son solamente un ejemplo
entre otros y, además, muchas veces son manifestaciones literarias
que evocan estas potencialidades culturales excluidas o reprimidas
por el Estado-nación.
2. Las literaturas escritas por los sujetos de un Estado-nación y que entran
en un diálogo crítico con dicho Estado tienen como fundamento este
medio literario, que es una manifestación de la antigua tradición de
narrar, de poetizar, de dramatizar. Una tradición que, muchas veces,
encuentra en las instituciones de las literaturas nacionales un espacio
2
Los Estados siempre son de una duración más corta que las manifestaciones culturales producidas
por sus ciudadanos, simplemente por la razón de que la propia cultura es más antigua y compleja
que dicho Estado.

233
y un lugar concreto, pero que no se debe a este espacio. El narrar
y el escribir tienen un horizonte que va más allá de las literaturas
nacionales. Los autores exiliados son testigos y se aprovechan de esta
potencialidad del medio literario. Es por ello que muchos exiliados
“descubren” la literatura para sí y buscan encontrar tanto un lugar
intelectual en el país del exilio como mantener el diálogo con su propio
país por este mismo medio.
3. Nos encontramos entonces frente a una situación en la cual narrar,
poetizar o dramatizar revela de nuevo su fuerza y comprueba que
su institucionalización sofoca, priva de su vitalidad al exiliado y
significa, en última instancia, su fin. Si los exiliados descubren la
literatura para sí, consiguiendo de nuevo definirse como sujetos, es
porque este medio les ofrece esa oportunidad.

2. Escribir en el exilio-escribir sobre el exilio: el caso de la


literatura chilena en Alemania
Como ejemplo para este estatus de la literatura del exilio que pone de
nuevo en discusión el paradigma de “literatura nacional”, voy a presentar
cuatro novelas chilenas, dos escritas en el exilio alemán y dos que toman el
exilio chileno en Alemania como tema: Antonio Skármeta: La insurrección (1982),
publicado antes en Alemania con el título Der Aufstand (1981); Omar Saavedra
Santis: El hombre que regresaba (Felipe kommt wieder) (1987); Jorge Edwards: El
anfitrión (1987) y Carlos Cerda: Morir en Berlín (1993).
Me imagino que los primeros dos títulos son desconocidos para la
mayoría de los lectores chilenos, lo cual no es para sorprenderse. La primera
edición en alemán de La insurrección de Antonio Skármeta fue publicada en 1981
en Alemania Occidental. En español se editaría solamente un año más tarde
y evidentemente no en Chile, sino en los Estados Unidos. La primera edición
chilena data de 1989. La versión alemana tuvo en total tres ediciones, la última
en 1991, ¡con un tiraje de entre 8.000 a 15.000 ejemplares!
El hombre que regresaba de Omar Saavedra Santis fue publicado en alemán
bajo el título Felipe kommt wieder por la renombrada casa editorial de Alemania
oriental, el Aufbauverlag, pero nunca en Chile.
Ambos autores estaban exiliados en Alemania: Skármeta a partir de
1974 en Berlín Occidental y Omar Saavedra Santis a partir de ese mismo año

234
en Alemania Oriental. Skármeta regresó a Chile en 1989, Omar Saavedra Santis
continúa viviendo en Berlín hasta hoy.3
Si estas dos novelas tuvieron tanto éxito en las dos Alemanias, ¿por qué
la primera, La insurrección, fue tan poco conocida, y la segunda, El hombre que
regresaba, desconocida en Chile, el país natal de los autores?
Una respuesta a la pregunta de por qué casi toda la obra de Saavedra
Santis y La insurrección de Skármeta –que forman parte, sin ninguna duda,
de una literatura de exilio– no han sido integradas a la literatura nacional
chilena, tampoco durante los últimos estertores de la dictadura en la transición,
podemos encontrarla en las reflexiones teóricas de Pierre Bourdieu sobre el
“campo literario”.
¿Qué significa la dependencia del autor exiliado al campo literario del
país anfitrión, su necesidad de adaptarse a las reglas del juego literario del país
de exilio? El caso de las dos Alemanias me parece, en este contexto, altamente
interesante: es un país que mantenía las mismas tradiciones literarias, donde
aún se habla una única lengua, pero que a partir de 1949, después de la Segunda
Guerra, fue dividido en dos Estados-naciones diferentes: un Estado socialista,
con el ideal de una sociedad ídem y una economía planificada, y un Estado
capitalista, con el ideal de una sociedad libre y una economía de mercado.
Finalmente, el autor exiliado que vive en el país está obligado a responder
a las demandas con las cuales se encuentra confrontado.
Los casos de La insurrección de Antonio Skármeta y El hombre que regresaba
de Saavedra Santis me parecen ejemplares para comprobar esta afirmación.
Escribir, por un lado, en el entorno del libre mercado como autor
latinoamericano exiliado significa responder al horizonte de expectativa del
público, de aquel público diversificado de un país capitalista. Escribir, por otro
lado, en un país socialista, significa dirigirse a un público con ideas políticas
bastante definidas y en sincronía con las proclamaciones del Partido.
Así, Skármeta va a optar por uno de los temas preferidos de la izquierda
occidental de aquellos años: la revolución socialista en América Latina,
poniendo un ejemplo exitoso: tomará la revolución nicaragüense y la victoria
de los sandinistas como tema de su novela. Ahora podemos imaginarnos por
qué esta novela es, hasta el día de hoy, prácticamente desconocida en Chile:
durante la dictadura ni pensar en publicarla, y después, durante la transición,
el fracaso de la revolución en Nicaragua daría un nuevo motivo para olvidarla

3
Los últimos títulos son: Magna Diva. La ópera de los asesinos. En traducción alemana: Magna
Diva: Die Oper der Mörder. Weimar: Rhino, 2003; y la primera novela de O. Saavedra Santis
editada en Chile: El Último. Chile, sin lugar: Escaparate Ediciones, 2004.

235
–salvo que su cualidad literaria la hiciera independiente de los eventos históricos
a los cuales se refiere, sin embargo ello no parece ser el caso.
Es una típica novela que responde a una cierta demanda de un determi-
nado grupo y que ingresa, una vez que esta demanda desaparece o se satura, a
las páginas de la historia literaria. Pero, ¿en las páginas de qué historia literaria?
¿Chilena? ¿Alemana? ¿Literatura de exilio? Parece que no encuentra su lugar
ni en la historia de una literatura nacional chilena ni en su par alemana.
Es una novela de exilio que nunca menciona esta palabra, pero que refleja
completamente las condiciones de un autor que escribe en esas circunstancias:
expectativas de un público respecto a un autor latinoamericano, disposición
de las casas editoriales y aceptación en el mercado.
El caso de Omar Saavedra Santis es muy parecido, solo que las condicio-
nes son completamente diferentes. En el país socialista no deciden el mercado
y las perspectivas de venta, sino una comisión editorial, representando las
necesidades intelectuales y estéticas del pueblo y juzgando el texto según sus
posiciones y actitudes políticas.
Estamos en la Alemania Oriental de los ochenta. La ideología fundamen-
tal del Estado alemán del “socialismo real” no es la revolución, sino la lucha
antifascista y el mito del frente popular. Chile ofrecerá un escenario privilegiado
para crear una ficción realista (en el sentido del realismo socialista) que sirve de
ejemplo educativo: cómo un pueblo (ficcional) vence (también en una actuación
ficcional) una dictadura (real) interpretada como fascista.
La novela crea la ficción de un pueblo chileno que desarrolla una lucha
antifascista a través de miles de protagonistas –si la dictadura elimina a uno de
ellos, surgen al instante varios nuevos– y así consigue derrotar a la dictadura
militar. Nosotros que conocemos la historia de los últimos veinte años sabemos
en qué medida esta propuesta ficcional ha sido ilusoria. Era un texto literario que
tenía como mérito principal encajar exactamente en la ideología de un Estado
en vías de extinción (lo que en este momento todavía no era evidente).
No se trata de incriminar a estos autores destacando en qué medida
sus textos literarios han dependido del “campo literario” en el cual ellos se
esforzaron por instalarse. Se trata mucho más de subrayar el estatus precario
del sujeto exiliado: el individuo que busca confirmarse como sujeto autor, pero
que se encuentra completamente sujeto a su situación de exiliado.
Hay dos novelas chilenas que tienen la condición de exilio en la Alemania
socialista como tema: Morir en Berlín, de Carlos Cerda, y El anfitrión, de Jorge
Edwards.
Carlos Cerda pasó la mayor parte de su exilio en Berlín Oriental. Escribe
esta novela después de su regreso a Chile y la publica en Santiago en 1993.

236
Jorge Edwards no conocía Alemania en el tiempo de su exilio, sino
que recibió en 1986 una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico
(DAAD) para escribir en Berlín (Occidental).
Las novelas de ambos autores cuentan historias de exiliados chilenos
en Berlín Oriental: Cerda, usando a veces elementos autobiográficos; Jorge
Edwards, inventando un texto fantástico (que tiene el mérito de parecer, leído
desde la distancia y posterior a los acontecimientos políticos de la transición,
cada vez menos fantástico).
El conflicto central de la novela de Carlos Cerda se desata entre los deseos
subjetivos de todos los exiliados y su responsabilidad hacia o dependencia
de sus ideales políticos (socialistas). Todos los exiliados entran en situaciones
dramáticas o trágicas, provocadas por la propia estructura del exilio y por el
conflicto entre el derecho en su subjetividad y la obediencia a las necesidades
objetivas. El exilio –en un país amigo, donde se han realizado las ideas socialistas
por las cuales todos se encuentran en dicha situación– confronta a todos
los participantes a situaciones en las cuales les resulta imposible mantener
su integridad personal. Para todos ellos esta existencia se convierte en una
experiencia traumática. En Morir en Berlín, la ciudad se convierte en un espacio
de muerte. El intertexto literario son los mitos griego y germánico: Medea y El
holandés errante.4 Ninguna de las figuras de la novela consigue transformar esta
experiencia de exilio en una experiencia creativa o productiva. El destino del
exilio ha herido profundamente a todos los sujetos de esta novela. El regreso
al país de origen está excluido para todos.
Una mirada muy diferente nos presenta la novela El anfitrión, de Jorge
Edwards: empieza también en Berlín Oriental, entre los exiliados chilenos,
pero introduce luego un elemento fantástico, de origen mítico: Mefistófeles. El
exiliado Faustino Piedrabuena es invitado por el diablo a un viaje fantástico a
su país, Chile. En este viaje, Mefistófeles, de nombre civil Apolinario Canales,
le ofrece un pacto sorprendente: convertirlo en el presidente de un Chile post-
dictatorial. A las dudas de Faustino de poseer las cualidades para ser presidente
del país, Mefistófeles le contesta que lo que se necesita es exactamente alguien
muy normal, un individuo común y corriente. A la pregunta sobre cómo esto
se conciliaría con su pasado izquierdista, el diablo le asegura que no tendría
que preocuparse: borrar todo su pasado y conseguirle una nueva identidad
será un trabajo fácil para él.
Faustino rechaza esta oferta seductora, pero al entrar Chile en nuevos
conflictos políticos después del atentado contra Pinochet en 1986, tiene que
4
Cf. Nitschack, Horst. “Berlín-Ciudad de la muerte. Carlos Cerda: ‘Morir en Berlín’”. Contextos
VII, 11 (2004): 171-181.

237
refugiarse otra vez en Alemania. Al devolverse sin poder explicar su primer
viaje a Chile (obra de Mefistófeles), sus compañeros están convencidos de que
se ha tratado de una misión altamente conspirativa (relacionada con el atentado
a Pinochet) y cuando se enteran de la oferta de un tal Apolinario Canales, que
le ofrece tomar la presidencia del país por el modesto precio de su identidad,
todos los compañeros buscan convencerlo de aceptar este pacto. La transición
y la Concertación: un pacto con el diablo. ¡Jorge Edwards en 1987!
La situación del exilio reviste en esta novela rasgos cómicos, inclusive
satíricos, pero el destino del exiliado no es más esperanzador que en el caso de
Cerda: el regreso imposible en Cerda se confronta con un regreso que se paga
con la identidad en Edwards.
Se confrontan dos interpretaciones del exilio y de la situación del exiliado
en nuestros cuatro textos: el exilio como nueva condición de producción
literaria en el caso de Skármeta y Saavedra Santis y el exilio como motivo de
una narración ficcional, en el caso de Jorge Edwards y Carlos Cerda. Los dos
primeros textos son un testimonio de cómo el exiliado se convierte en un “sujeto
autor”, pero nos muestran al mismo tiempo en qué medida este sujeto autor
depende de las condiciones literarias que lo definen (el campo literario: mercado
o política literaria, expectativas del público). Se trata de textos escritos en y para
el país de exilio, donde este autor tiene que confirmarse como sujeto.
Los otros dos textos –escritos por autores con experiencia en exilio pero
no bajo esta condición, publicados en su país de origen, Chile– toman el propio
exilio como tema literario. En ellos se manifiesta la condición del exiliado como
“sujeto” en el sentido etimológico: los protagonistas están sujetos a una vida
alienante, amenazados por la pérdida de identidad, sometidos a circunstancias
que los sobrepasan.
Si retomamos la problemática de literatura del exilio y literatura nacional
que hemos planteado al inicio, encontramos en nuestro corpus dos resultados
muy diferentes: las dos novelas publicadas en Alemania continúan ausentes o
poco presentes en la literatura nacional, mientras que las novelas publicadas
aquí encontraron su lugar en ella. Además –por lo menos en nuestros dos
ejemplos– los textos afirman lo siguiente: visto desde la patria y, en última
instancia, desde la literatura nacional, el exilio siempre aparece como una
situación deficitaria, como falta, pérdida. En este sentido, el exilio se inserta
en los grandes movimientos actuales que producen un nuevo estatus de
transnacionalidad: los refugiados y los inmigrantes, los nuevos nómades de los
siglos XX y XXI. No se trata de glorificar o justificar las condiciones políticas
o económicas que causan estos movimientos, pero tenemos que constatar que
ellos frecuentemente son irreversibles. Se trata de generaciones enteras que

238
tienen que asumir el estatus del inmigrante, del exiliado, del refugiado. Así,
la cultura producida por ellas no puede ser considerada como deficitaria –lo
cual será siempre el caso desde la perspectiva de las culturas nacionales–. En
las teorías culturales de las últimas décadas surgió una propuesta de repensar
estas culturas intermediarias y reevaluar su estatuto: el concepto de hibridez.
Sin embargo, este concepto marca el otro extremo: si lo “exiliado” siempre
está marcado por lo deficitario, la pérdida, la falta, lo “híbrido” se presenta
como logro, como solución y deja desaparecer completamente las pérdidas y
los sufrimientos, lo que significa optar por o estar condenado a la hibridez. No
vemos en este instante una salida entre estos dos extremos, entre el lamento del
exilio y la celebración de la hibridez. Sin embargo, un paso hacia una solución,
una perspectiva, podría ser reforzar las investigaciones de las literaturas del
exilio, superar las fronteras de las literaturas nacionales y crear una historia
literaria del exilio latinoamericano en Europa, en Canadá, en los EE.UU., pero
también en la propia América Latina. Recuperar en esta historia literaria el
sinnúmero de textos olvidados, como las dos novelas presentadas en este
artículo. No se trataría de ninguna manera de una celebración del exilio y
del sujeto exiliado, pero sí de su reconocimiento como un sujeto de creación
cultural y de sus esfuerzos por convertirse, desde una condición en la cual
estaba “sujeto” a fuerzas políticas y económicas que le sobrepasaron, en un
“sujeto” de su propia historia por medio de la escritura.

Bibliografía
BÜRGER, PETER. Das Verschwinden des Subjekts. Eine Geschichte der Subjektivität von
Montaigne bis Barthes. Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1998.
CERDA, CARLOS. Morir en Berlín. Santiago de Chile: Planeta, 1993. Traducción
alemana: Santiago-Berlin, Einfach. München (Luchterhand), 1995.
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alemana: Faustino. Berlin (Verlag Klaus Wagenbach), 2008.
GEYER, PAUL. Die Entdeckung des modernen Subjekts. Anthopologie von Descartes
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LUHMANN, NIKLAS. “Die Tücke des Subjekts und die Frage nach dem Menschen”,
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a.M.: Suhrkamp, 1994, pp. 40-56.
NITSCHACK, HORST. “Deutschland als Schauplatz und Standort für die chilenische
Literatur“, en Mornhinweg, Günther y Ana María Pandolfi (eds.). Actas

239
del IX Congreso latinoamericano de estudios germanísticos. Concepción:
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. “Berlín-Ciudad de la muerte. Carlos Cerda: ‘Morir en Berlín’”.
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SKÁRMETA, ANTONIO. La Insurrección. Antonio Skármeta. Hanover, N. H., U.S.A.:
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. Der Aufstand. Wuppertal: Peter Hammer Verlag, 1981.
. “La nueva condición del escritor en el exilio”. Araucaria de Chile
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WALTER, MONIKA. “Das Werk Omar Saavedra Santis im chilenischen Exilroman
der achtziger Jahre”. Lateinamerika-Studien. Tomo 25: “Chile”. Frankfurt
am Main, 1990, pp. 261-277.

240
Sobre los autores

José del Pozo


del_pozo.jose@uqam.ca
Nacido en Viña del Mar, Chile, en 1943. Es profesor de Estado en Historia
y Geografía por la Universidad de Chile (1965) y Doctor en Historia por la
Université de Montreal, Canadá (1986). Profesor de Historia Latinoamericana
en el Departamento de Historia de la Université du Quebec, Montreal, Canadá.
Entre sus principales publicaciones se encuentran: Historia del vino chileno,
Editorial Universitaria, Santiago, 1998 (y otras ediciones); Historia de América
Latina y el Caribe, de 1825 a nuestros días, Santiago, Lom, 2002; Exiliados, emigrados
y retornados, Santiago, RIL editores, 2006; “La vida privada de los chilenos en el
exterior: el caso de Montreal” en Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri (coord.),
Historia de la vida privada en Chile, tomo III, Santiago, Taurus, 2007.

Silvia Dutrénit Bielous


sdutrenit@mora.edu.mx
Historiadora uruguaya residente en México, DF. Doctora en Estudios
Latinoamericanos, Investigadora Nacional y Miembro Regular de la Academia
Mexicana de Ciencias. Profesora investigadora titular en el Instituto Mora
(México, DF). Integrante del proyecto “Memoria y política: de la discusión teórica
a una aproximación al estudio de la memoria política en México”(CONACYT
CB-2005-01-49295). Conferencista y docente en instituciones mexicanas y
de otros países. Coordinadora de proyectos regionales sobre historia del
comportamiento político y partidario del siglo XX latinoamericano. Autora
de numerosos libros y artículos sobre temas de su especialidad. Entre sus más
recientes publicaciones destacan: junto a Fernando Serrano Migallón, El exilio
uruguayo en México, México, 2008; junto a Eugenia Allier y Enrique Coraza,
Tiempos de exilios: memoria e historia de españoles y uruguayos, Colonia Suiza,
Uruguay, Fundación Carolina, Textual, Instituto Mora, 2008, y El Uruguay del
exilio. Gente, circunstancias y escenarios, Montevideo, Trilce, 2006.

241
Marina Franco
marinafranco@free.fr
Doctora en Historia por la Universidad de París 7 (Francia) y por la
Universidad de Buenos Aires. Investigadora y docente del Centro de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín. Investigadora de
CONICET. Autora de El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura militar,
Buenos Aires, 2008, y compiladora, junto con Florencia Levín, de Historia
reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, 2007.
Coordinadora de la Red Interdisciplinaria de Estudios en Historia Reciente
(www.riehr.com.ar).

Ricardo Melgar Bao


melgarr@gmail.com
Antropólogo e historiador. Doctor en Estudios Latinoamericanos.
Investigador Nacional (SNI/CONACyT). Investigador en el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH). Profesor de Historia de la
Cultura Latinoamericana en el Posgrado en Estudios Latinoamericanos, de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre sus publicaciones
destacan: en coautoría con José Luis González, Los combates por la identidad.
Resistencia cultural afroperuana, México, 2007; El Libertador (1925-1929), órgano
de la Liga Antiimperialista de las Américas, México, 2006; Cuernavaca y el monte:
prácticas y símbolos. Laberinto visual, México, 2004; Redes e Imaginario del exilio
latinoamericano en México 1934-1940, México, 2003; y en coautoría con M. Morayta
y R. Gutiérrez, Morelos: imágenes y miradas 1900-1940. Un ensayo de antropología
e historia visual, México, 2003.

Horst Nitschack
hnitschack@yahoo.com
horst.nitschack@gmail.com
Doctor en Estética y Teoría Literaria por la Universidad de Friburgo,
Alemania. Desde 1975 enseña en diferentes universidades alemanas (Friburgo,
Colonia, Essen). Profesor visitante en Fortaleza, Brasil (Universidade de
Fortaleza); Lima, Perú (Pontificia Universidad Católica) y Santiago de Chile
(Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y Universidad de
Chile). Durante el 2002 y 2003 fue investigador en el Instituto Iberoamericano
de Berlín y profesor invitado de literaturas latinoamericanas en la Universidad

242
de Humboldt, Berlín. Durante el 2003 y 2004 se desempeñó como profesor
visitante en el Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín.
A partir de marzo del 2004 es profesor de Teoría de la Cultura, Literatura
y Cultura Brasileña del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de
la Universidad de Chile. Desde el 2008 es investigador responsable de un
proyecto FONDECYT. Autor de numerosas publicaciones sobre literatura
latinoamericana, teoría de la cultura y literatura comparada.

Alejandro Paredes
haleparedes@hotmail.com
Es Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, La Plata,
Argentina, y Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional de Cuyo,
Mendoza, Argentina, y actualmente profesor de la cátedra de “Historia Social
Argentina II”, en la Licenciatura en Sociología de la misma universidad. Se
graduó de doctor con la tesis: Las condiciones de vida de los exiliados chilenos en
Mendoza (1973-1989). Es becario post-doctoral de CONICET de la Universidad
Nacional de Cuyo. Ha realizado viajes de estudio al Consejo Mundial de
Iglesias, Ginebra, Suiza; a la Universidad de Sevilla, España, y al Instituto
Iberoamericano de Berlín, Alemania. Autor de numerosas publicaciones en
revistas especializadas de varios países.

Marisa Pereyra
mpereyra@immaculata.edu
Nacida en Rosario, Argentina. Allí realizó sus estudios universitarios y
luego emigró a los Estados Unidos, donde completó un Master en Literatura
Latinoamericana en la Universidad de Illinois, Chicago, y un doctorado en
Temple University, Filadelfia. Actualmente trabaja como profesora asistente de
literatura latinoamericana y jefa del Departamento de Lenguas y Literaturas
Extranjeras en Immaculata University (Pennsylvania, Estados Unidos).
Ha publicado numerosos artículos sobre utopianismo feminista y
ecocriticismo, relacionados con las obras de Gioconda Belli, Alina Diaconu,
Cristina Peri Rossi, Reina Roffé y Marcela Serrano. Recientemente ha comenzado
a investigar sobre discursos de la inmigración y el exilio en obras de escritoras
latinoamericanas.

243
Javier Pinedo
jpinedo@utalca.cl
Doctor en Filología Románica, Université Cathólique Louvain, Bélgica.
Profesor e investigador del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universi-
dad de Talca. Profesor titular de Historia de las Ideas en Chile y América Latina.
Director de la revista Universum, de la misma universidad. Autor de artículos
y libros sobre temas de pensamiento, cultura e identidad en América Latina,
entre los que destacan: “Utopía, política y cultura durante la Unidad Popular:
aproximaciones al pensamiento de los largos años 60 en Chile (1958- 1973)”, en
Horacio Cerutti (ed.), La marcha de la utopía, Ecuador, Editorial Abya Yala, 2008,
y “El pensamiento de los ensayistas y cientistas sociales en los largos años 60
en Chile (1958-1973): los críticos al proyecto de Francisco A. Encina”, en Revista
Atenea, N° 497, II semestre, 2008.

Loreto Rebolledo González


mareboll@uchile.cl
Antropóloga y Doctora en Historia. Es subdirectora del Instituto de
Comunicación e Imagen y docente e investigadora del Centro Interdisciplinario
de Estudios de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Chile. Ha investigado y publicado diversos artículos sobre transformaciones
en las identidades y relaciones de género en el mundo campesino y urbano. En
los últimos años se ha dedicado al rescate de la memoria del exilio y retorno
chilenos, publicando el libro Memorias del desarraigo, Santiago, 2006, y diferentes
artículos, entre los que destacan: “Memorias del des/exilio”, Santiago, 2006;
“Identidades en tránsito. Memorias de la diáspora chilena”, México, 2006;
“El impacto del exilio en la familia chilena”, Santiago, 2005, y “El exilio como
quiebre biográfico”, Santiago, 2003.

Helenice Rodrigues da Silva


helenrod2@yahoo.fr
Doctora por la Universität de Paris X - Nanterre. Actualmente se desem-
peña como profesora en la Universidade Federal do Paraná, Curitiba, Brasil,
e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CNPq).
En Francia, es investigadora asociada al Institut d’Histoire du Temps Présent.
Autora de: Temps, Action et Histoire - réflexions sur le phénomène de l’engagement,
Paris, L’Harmattan, 1995; Fragmentos da história intelectual - entre questionamentos

244
e perspectiva. Campinas (S.P. ), Papirus, 2002, y coordinadora, junto a Heliane
Kohler, de Travessias e Cruzamentos Culturais - a mobilidade em questione, Río de
Janeiro, Editora FGV, 2008.

Carlos Sanhueza
casanhueza@utalca.cl
Ph. D. en Historia Moderna por la Universität Hamburg, Alemania.
Profesor del Instituto de Estudios Humanísticos Abate Molina de la Universidad
de Talca-Chile. Su principal área de interés es la historia cultural de los siglos
XIX y XX, especialmente relativo al estudio de los viajes como práctica de
diferenciación e identidad en América Latina. Sus publicaciones, en revistas
especializadas y libros en Chile, Brasil, Perú, Venezuela, Estados Unidos y
Alemania, incluyen artículos sobre historiografía y viajes de latinoamericanos
y europeos. Su libro Chilenos en Alemania y alemanes en Chile. Viaje y nación en
el siglo XIX, apareció el año 2006 en Santiago de Chile. Ha tomado parte en
diferentes congresos y ha dado conferencias tanto en América como en Europa.
El año 2008 fue distinguido con una beca de la Fundación alemana Humboldt
a fin de realizar una estadía de investigación de cuatro meses en la ciudad de
Berlín.

245
ESTE LIBRO HA SIDO POSIBLE
POR EL TRABAJO DE
Comité Editorial Silvia Aguilera, Mauricio Ahumada, Mario Garcés, Luis Alberto Mansilla, Tomás Moulian, Naín
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Valdés, Paulina Gutiérrez Secretaria editorial Sylvia Morales Proyectos Ignacio Aguilera Diseño y Diagramación
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distribución Nikos Matsiordas Página web Leonardo Flores Comunidad de Lectores Olga Herrera, Francisco Miranda
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