‘economia, la politica o la vida eultural. Porque la historia
total es una necesidad de una sociedad que trata de coro-
cer el pasado para intervenir en el presenze, y de transfar-
mar el presente para participer de elguna forma en la
construczién del futuro. Porque la historia es una necesi-
dad y casi un requisite indispensable para el ejercicio coti-
diano de is cipdacanta y la libertad.
Leckra (4
46
2. Memoria, historia e identidad. Una
reflexién sobre el papel de la ensefianza de
ja hisvoria en el desarrollo de la ciudadania
Alberto Rosa Rivero
‘Memoria colectiva, historia ¢ icentidad son palabras
que se refieren a conceptos centrales en la vida indivicual
y colectiva, Puede decirse qu> apelan a algunas de las
grandes preguntas que nos hacemos de manera racarzen-
te cuando reflexionamos sobre nuestra vida indivicual
ocolectiva. Bn lenguaje ano, 20driamos decir que la me-
moria es Ib que nos permite Flantearnos de dénde veni-
‘mos; In identidad nos conduce a la pregunta sobre que es
lo que somes, mientras que la historia nos hace rellexio-
nar sobre adénde apunta nuestro destino, hacia nuescro
futuro, al mismo tiempo que v-neula tres regiones tempo-
rales —el pasado, el presente y el Futuro— en les que se
desplieza nuestro ser individual y colectivo.
Nuestro proposito aqui no va a ser aventurar respes-
tas sustantivas a estas grandes preguntas, Nuestro inten-
to va a ser mucho mas modes:0: vamos a tratar de reile-
xionar sobre las preguntas mismas, y lo vamos a hacer
situandanosen la encrucijada entre la psicclogta, las cien-
cias sociales, las humanicades y la filosofia; y elio a0 3610
con la intencién de deslindar conceptes abstractos, sino
gniados, ademas, por un dnimo prictico: iluminamos en
el intento de eduear para una ciudadania responsable.
Con este propésito, vamos a desarrollar un recorrido
en el que examinaremos estos tres conceptos (memoria,
historiae identidad) a la 132 de lo que laciencia contempo-
ranea nos cice, para aventuray, al final, algunas cor-cha-
sicnes que ros puedan orienta ante el desafto de formar a
Jas nuevas generaciones en la participacién activa en la
vida publica. Una vida pitblica en la que los entomos de
participacidn de los ctudarlancs estin sufriande modifica-
a7ciones radicales como consecuencia del carabio en las for-
mas de organizacién social, econémica y policica.
El Teto ante & que nos encontramos es el de eonstruir
una ciudadanta responsaile, pero una ciudadania que c=
té orientada con resoecto a sus ambitos dle participacién,
que tenga claro a qué ciudadano, a qué colectivo de parti-
Sipacion, pubiica pertenece. Dichode otra manera: que sea
capaz de articular su identidad en el seco de una estruc-
‘sura sociopolitiea que est en proceso de wansformacisn,
Una transformacion que partiende del Estado nacional
—el ambito tradicional de participacion ciudadana para
nosotros—, se mueve, por un lado hacia una macroes-
tructura ankdada de estructuras conémicas, sociales y
politicas que atraviesa las tradicionales fronteras politi-
cas, culturales y lingifstieas; mientras que, por otro, 52
descentraliza en entidades regionales, al mismo tiempo
que su propia poblacién —lo que entendemos como el ac-
sotras al que pertenecsmos—se transforma con la Ileeda
de inmigrantes con acervos culturales diferentes.
En definitiva, esta transformaciin de la ciudadania
misma, de los émbitos de participacién ciudadana y de la
ives, nas debe llevar a reflexionar sobre ta propia consti-
tucién de ia identidad de pertenene-a, sabre como eonsti-
‘twimos r.uastra identidad personal. Billo nos conduce a ini-
ciar nuestra aadadura refiriénconos a las cuestiones mas
basicas que ros van allevar a fundamentar nuestra relle-
xi6n, Comenzaré, entances, con un examen de los procesos
psicolégices cue hacen que podamos estabilizar el flujo del
tiempo y dar permanencia al mundo, trascendiendo el
flujo de'la conciencia que nos hace vivir en un presente
continuc, para peder de este modo constituir un mundo
estable en el que zada uno de nosotres es un objeto ense
otros me-chos
Funcién simbélica y constituciéa del tiempo y las
objetos permanentes
La vida humana nos resulta impensable sin considerar
a preparacién del futuro, sin ixterpretar el presente a la
43
luz de la experiencia del pasado, ya sea vivido, ya sea rala-
tado o interpretado por los relatos que compilan la rie:no-
ria colectiva, No dlo nuestra identidad personal, sin la
propia permanencia de nuestros grupos de pertenencin, y
la del mundo mismo, dependen de nuestra capacidac de
imaginarlo trascendiendo ef presente inmediato, ima-
ginande el pasado, no sdlo el vivido, sino el no vivido, ede-
imas de diversos futuros posibles, y no slo futuros en los
que uno mismo permanezea, sino otros que trasciendan,
nuestro propio ciclo vital, Esto es asf hasta el extrema de
que para paleontslogos y arquedlogos el signo distintivo
de la humanizacisn reside, precisamente, en el reconoci-
miento de signos de culto a los muertos; es decir, en la 2vi-
dencia de la capacidad de representarse un fuburo, de re-
cordar lo pasado, de construir simbolos para significar lo
ausente.
Solemos esurir que el mundo esti constituido por ob-
Jjetos estables. Sin embargo, fenoménicamente, nuestra
experiencia inmediata se prod.ace en una especie de pro-
sente continuo, Heno de instantes fugaces en los que los
objetos se ncs hacen presentes en cada acto perceptiva en
virtud de experiencias cambiantes. Necesitamos, pues,
procedimientos tanto para darles estabilidad a los obje-
tos del mundo como para poder acotar el propio tiempo,
separiindolo en presentes de distinta longitud (un instan-
te, un acontecimiente, un periodo vital, una era histérica 0
geoldgica), ademas de separar los productos de la imagi-
nacién entre lo ya aeontecido y lo por venir.
La funcién simbélica y el lenguaje estan entre los re-
curses que tenemos para ello, Hstos hacen posible la ela-
boracién de categorias abstractes que, por una parte, es-
tabilizan el fiujo de experiencia, estableciendo como siggni-
ficantes algunos aspectos de los objetos del mundo, ¥, por
otra, por medio de las formas verbales acotan el tiempo de
las acciones y los acontecimientos (Valsiner, 1994). Los
signos elaborados por la cultura en ei pasado contribuyen
asi a construir ua mundo estable, ¢ regular el flujo tem-
poral, estableciendo diferentes pasados, fjando presen-
tos de distinta longitud y permitierdo la imaginacién de
futuros posibles. Esta misma funcién simbélica tiene un
49SSSCCECSCECCECC CCE TE EB
origen natural, ¢2 producto de le orientacién dela accién,
permite dar sentide a la a¢eior. individual y, & través cela
‘comunicaciin, bace posible la corstruccidn de sent.dos
compactides, de significados culturales, y, con ello, 1a apa-
ricion de la historicidad, de la memoria
Memeria e historia
‘La memoria, como algunos dicen de 1a historia, est4
hecha de tiempo. Pero Ins psicdlozos tratamos el tiempo
de maneras diversas cuando nablamos de memoria, En
certa forma, lo eongelamos cuando hablames de memoria
sernntica, cuarde nos referimos a las bases de cor.oci-
mientas que han de conttruirse para poder apropiarse de
Jos saberes sociales acumulados ror le culture, Sin et
bargo, cuando hablames de memoria episédica, la que
recoge Ia mudanza de las cosas, la sucesidn de diversas
preséntes en el transcurrir de los tiempos pasados, devol-
vemos al tiempo su Suir. Inciuso combinamos fluidez y
permanenc:a cuande hablamos de memoria autobiograti-
ca, en In que las circunstancias caabiar, pero el yo parece
permanecer. En cualquier caso, el pasado que se recuerda
siempre tiene significacisn dentro de un presente particu-
lar acotado, pero ademas orientad2 hacia un futuro ima-
ginado.
Nuestra propia identidad depende de nuestra memo-
ria, No podemos concebir nuestro propio yo si no es sobre
e! teln de fondo de los recuerdos de nuestras aecianes,
cambiantes; no podemos ponerle atrbutos a ese yo sir-0 vs
mediante el uso de eategorias de nuestra memoria seman-
tica. Y sin ambas cosas no podemos interpretar nuestra
vida, ni, or supuesto, tener proyectos profesionales o in-
telectuaies.
Esto, que creemos cierto para los individuos, lo es tam
bién para los grupos y para las instituciones, y, desde lue-
g0, para las cieneias, que son tanta lo uo como lo otra. Si
ln memoria individual es una base imprescindible para la
constit-icién de un yo-mismo capaz de dar orientacién a
sus acciones, la mesnoria colectiva, en su forma institucio-
50
nalizade —le historia—, es un elemento fundamental pa-
ra la cor.stituciGn de las entidades colectivas, de los nose-
tros en cuya pertenencia nos reconozemos.
Si desarrailamos un poco mis ef paralelismo que a2a-
bamos ¢e esbozar ertre memoria individual y memoria
colectiva, poériamos decir que las préeticas cientificas y
técnicas vendrian a ser algo asi como las encargadas de
elaborar la memoria semantica de le cultura, Serian elas,
Jas que acumularfan la base d2 conocimientos sobre las
cosas y “05 procedimientos de aecién sobre éstas. De tal
modo, las acsiones que se dieran e1 el presente involu-
crarian tanto los elemencos contextuales en ese presente
como los recuerdos recuperades desde esta memoria se-
méntica. 1 pasado, asi, se harin presente através del r9-
cuerdo de lo que es relevante para la actin en curso.
Si acabamos de caracterizar las ciencias corny une for-
ma institucinalizada de la memoria semAntica culbu-
ral, la historia seria la forma institucionalizada de la m2-
moria episédica y autobiogrdfiea del grupo. Hs ella la que
permite dar estabilidad al nosotros, ¥ significacion y sea-
tido al ser de ese nosotros en relacida con los eventos que
se recuperan y el momento en que se evocar.
Pero #l pavalelismo que estamos trazando entre los di-
ferentes tipos de las memorias individuales y sociales, por
un lado, y las ciencias y ta histo~ia, ror otro, 20 es del tado
adecuado. Ni la cencia es la tinica préctica cultural cue
acumule. conocimientos sobre las cosas, ni la historia tiene
el monopolio de la produccion de relatos sobre el pasado
colective. Lo que caracteriza tanto a la ciencia como a la
historia. frente las practicas artesanales que las han
precedido en el tiempo y con jas que comparten las mis-
mas funciones sociales, e5 que son pricticas regladas ¢
institucionalizadas, destinadas a la produccién de saber
declarative, expresado en formas discursives normaliza-
das y con progedimientos para su verificacién.
De este mado, ast como no cualquier saber sobre las co-
sas, aunque tenga validez pragmatica, puede considerar-
se cientifico, campoco puede admitirse que cualquier rela-
tosobre el pasado sea un discurso con valider historiogra-
fica, En ambos casos deben cumplirse unos minimos re-
61