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ESCRITOS PSICOPATOLÓGICOS: “La constitución del concepto freudiano de psicosis”

Paul Bercherie
-Mórbido: es indicio o causa de enfermedad.
A) Posición del problema antes de Freud:
1ª) Hacia 1895-1900 Freud encuentra en la cultura psiquiátrica de lengua alemana una distinción
muy nítida desde el punto de vista clínico entre la psicosis y la neurosis.
La psicosis recubre tanto los problemas mentales de origen orgánico como las afecciones
funcionales, los delirios, o esas alteraciones mentales limitadas y controladas que hoy en día
llamaríamos neurosis.
Neurosis: afecciones funcionales del sistema nervioso, donde las perturbaciones más extendidas y
escalonadas de sus funciones no reposan sobre ninguna lesión orgánica detectable.
Las psicosis sin base orgánica objetivable que no se basan en una lesión cerebral o e un proceso
tóxico-infeccioso, tienden de este modo a ser consideradas como neurosis. Las neurosis de la
zona del sistema nervioso que corresponde a los procesos jerárquicos más elevados, es decir, al
psiquismo: son las psiconeurosis (psicosis propiamente dichas). Las manifestaciones particulares
extendidas a las funciones nerviosas superiores, es decir, mentales, las grandes neurosis
generalizadas tal como la epilepsia, la histeria o la neurastenia.
El concepto psicosis es algo puramente freudiano.
2ª) La clínica psiquiátrica sufre alrededor de mediados del siglo XIX una mutación que renueva
toda su trayectoria:
La primera clínica (Pinel) consideraba a la locura como un género unitario, homogéneo, en el
interior del cual las especies se separaban como cuadros sincrónicos, síndromes cuyo concepto se
agrupa alrededor de la manifestación más central, más importante del estado mórbido.
Treinta años después, J. P. Falret, expone una crítica radical de la antigua metodología, y los
principios para la construcción de una nueva clínica: estudio de la evolución de la enfermedad, del
pasado y el porvenir del enfermo, búsqueda de una patogenia específica, compilación de signos
negativos, atención a los pequeños signos secundarios que permiten la diferenciación de entidades
hasta entonces confundidas en los “conglomerados dispares” de la nosología de Pinel y de
Esquirol.
Morel (discípulo de Falret), le agrega un toque personal; es la etiología (la patogenia) la que le
parece construir el gran principio que caracteriza a las nuevas “formas naturales”. Propone un
principio de comprensión y de clasificación. Así se sientan las bases de la segunda clínica.
Griegsinger (alemán), constituye una fase intermedia, una obra bisagra (1845). No concebía
totalmente a la locura (a la manera de Pinel y Esquirol) como un género unitario en el interior del
cual se distinguen casos por el juego de comparaciones y oposiciones, sino como un gran ciclo, un
proceso en el cual cada caso es una etapa en la degradación progresiva del espíritu que
representa la enfermedad mental, “psicosis única”. El trastorno emocional es el factor esencial de
la alteración mental.
Como dice Freud, los clínicos alemanes parten de “interpretar fisiológicamente el estado patológico
y el nexo entre los síntomas (mientras que) al empujar a un segundo plano los puntos de vista
fisiológicos, la observación clínica de los franceses gana en autonomía”.
Kraepelin (nueva clínica alemana) retoma de Kahlbaum el concepto de entidad mórbida clínico-
evolutiva con una etiopatogenia específica, como así también el acento sobre la especificidad de
los estados terminales, con la noción de que los signos particulares los, anuncian desde el
comienzo del ciclo mórbido. Esta última noción está presente en los Falret pero sin una insistencia
particular. Morel, por el contrario, la olvida puesto que describe una sola forma demencial terminal,
y es eso lo que finalmente retendrán los autores franceses.
Kraepelin reúne la hebefenia y la catatonia de Kahlbaum en una forma delirante que posee un
mismo proceso, que denomina “demencia paranoide”.
3ª) En el plano nosológico, el concepto clave alrededor del cual gira la mayor de las discusiones de
la escuela alemana a fines del siglo XIX, es el de la Paranoia. Recubre el síndrome delirante
considerado muy globalmente puesto que si lo remitimos a las reglas metodológicas de Falret y
Morel, se trata entonces de una entidad bastante mal delimitada clínicamente, etiológicamente, y
en su evolución. Su delimitación plantea un problema en relación a dos grupos clínicos; neurosis
obsesiva y confusión mental.
Freud estará muy influenciado por la concepción de Griegsinger, por la idea de que las
manifestaciones psicopatológicas se repartan en dos grupos; el primero (formas primarias)
corresponde al proceso mórbido y es el testimonio de la invasión que padece una personalidad que
lucha todavía contra los fenómenos sintomáticos; el segundos (formas secundarias) es el resultado
de una suerte de adaptación terminal al nuevo mundo y al nuevo yo que creó la enfermedad: es el
trabajo de compromiso, de la asimilación de elementos delirantes, de la sumisión al proceso
mórbido, y a veces de la desintegración final de la personalidad.

“Fundamentos de la clínica” Paul Bercherie


I) La clínica psiquiátrica es esencialmente la observación “morfológica” (Charcot), la descripción
formal de las perturbaciones psicopatológicas.
Para que un nuevo marco conceptual se establezca, es necesario, la acumulación de
conocimientos nuevos, fundados en desarrollos diferentes; el desarrollo de la práctica y de la teoría
psicoanalítica constituye, sin duda, el comienzo de una nueva era. Pero, por una parte, el hecho es
que en su desarrollo actual, el psicoanálisis, aunque incuestionablemente ha asumido el relevo de
la investigación psicopatológica, está todavía lejos de poder abarca el campo inmenso que
denominaba la clínica clásica.
Dos grandes escuelas estuvieron en comunicación y en oposición constante: franco-alemán.
Existió una escuela italiana, cuyo genio se dedicó más bien a madurar las nociones surgidas de las
otras dos escuelas y a remitírselas así afinadas, que a crear realmente nuevas nociones.
La clínica como método consciente de sí mismo y sistemático apareció con Pinel en una fecha
precisa.
II) 1ª) Se puede hablar de clínica psicoanalítica con la condición de no olvidar que, en esta expresión
compuesta, el adjetivo es más importante que el sustantivo y que los dos términos son
inseparables.
2ª) En el uso sistemárico del acceso a lo real que abre una dirección particular, pasada una fase de
extensión en todas las direcciones, en la que se opera la primera recolección de “datos” concretos
así como las primeras generalizaciones sistematizadas, termina por acumularse toda una masa de
observaciones fortuitas, de excepciones a la regla, de hechos difíciles de encuadrar en las
doctrinas surgidas en la fase de expansión; entonces comienza una fase de gestación en que se
prepara una mutación conceptual que, integrando los hechos irreductibles a las síntesis
precedentes que una frecuentación sistemática de la realidad en causa había suministrado, abre
direcciones nuevas y una nueva etapa de ese proceso cíclico que una espiral ilustraría mejor que
un círculo. Desde hace tres cuartos de siglo el desarrollo del movimiento psicoanalítico acumula en
desorden sus materiales.

Nuestra psiquiatría: “Doscientos años después” Georges Lanteri-Laura


Introducción:
Alrededor de doscientos años, es el final del Siglo de las Luces, el período en que los estados de
Europa occidental se vuelven laicos. Se crea el método anatomo-clínico, en que los “insensatos” se
transforman en los “alienados”. Enfermos que necesitan ser curados, y no desviados que merecen
ser castigados. Es, finalmente, el período en que la patología mental conoce sus primeras
formulaciones médicas precisas.
Un movimiento de doscientos años de edad:
Diferentes paradigmas; tres períodos:
-La alienación mental y la unicidad de la psiquiatría (1793-1854):
Fin del Siglo de las Luces: la Comuna de París nombra a PH. Pinel en Bicetre. V.Chiarugi en
Florencia, J. Daquin en Chambery y otros en diversos países de Europa Occidental.
Para ellos, la patología mental constituía la parte de la locura, la noción social y cultural, de la que
la medicina podía dar cuenta; esta parte formaba una enfermedad, y es por ello que los insensatos
debían ser tratados como enfermos, y no arrestados como delincuentes, pero se trataba de una
enfermedad única, que Pinel iba a denominar alienación mental. Sólo los médicos pueden
ocuparse de ella y tratarla.
Tomará una importancia mayor durante toda la primera mitad del siglo XIX y funcionará como
paradigma en la medida en que será concebida como una enfermedad única, unicidad que
acarreará consecuencias. Por un lado, la medicina mental se alejará de todo el resto de la
medicina. Por otro lado, va a extender esta exigencia de la unidad al ámbito de las instituciones y
de la terapéutica (asilos).
-Las enfermedades mentales y las aporías de la pluralidad (1854-1926):
1854: fecha de publicación del polémico artículo de J. P. Falret. Rompía con la tradición de
Esquirol. Debía renunciar a esta noción de unicidad, abandonar la autonomía de la alienación
mental y admitir que su campo, como el del resto de la medicina, se hallaba ocupado por varias
enfermedades mentales, rigurosamente distintas unas de otras e irreductibles a todo intento de
unificación.
1926: la necesidad de volver a cierta reunificación, con la noción de estructuras psicopatológicas.
Breuler expuso su concepción de la esquizofrenia que, de manera evidente, constituía un recurso,
no a la semiología y la clínica, sino a la psicopatología.
-Las estructuras psicopatológicas (1926-1977):
El psicoanálisis, la fenomenología, la teoría de la forma, y más en general, la consideración mayor
de un nivel psicopatológico que trasciende la clínica, llevaron a nuestros predecesores a no
atenerse más a la lista, supuestamente exhaustiva, de las enfermedades mentales y, sin volver
verdaderamente a la unicidad de la alienación.
Queda el interrogante de saber si la eventualidad de la locura tendría que ver tan sólo con la
contingencia y el azar, o si resultaría ser constitutiva de la condición humana, al punto que no se
podría ser hombre sin correr el riesgo inevitable de estar loco.
Nuestros últimos treinta años:
Formación de una identidad profesional:
Las incertidumbres permanecen y no sabemos muy bien cómo solucionar la cuestión de la
irreductible heterogeneidad del campo de la psiquiatría, la de sus fronteras, a la vez parapetos y
zonas francas, y también la cuestión de la legitimidad de los medios que lleva a la práctica. Nuestra
relación con esta historia se modificó mucho en la medida en que ya no buscamos en ella las
premisas de certezas ulteriores, sino formulaciones útiles de una problemática que es la nuestra y
cuyas trampas tratamos de descubrir, más que tratar de solucionar definitivamente sus
interrogantes.
De la herencia recibida a la herencia transmitida:
El primero de los niveles, en lo que respecta a la semiología y a la clínica, le debe mucho a nuestro
pasado, aunque lo hayamos retomado en buena medida gracias al uso del análisis estructural y
con un empleo juicioso y crítico de la noción de transferencia.
En cuanto a la terapéutica trata menos de abolir las experiencias anormales, que de ayudar al
paciente a retomarlas como suyas propias y reubicarlas en su propia historia (la psicoterapia y el
hacerse cargo). Esto presupone otro nivel, el de la reflexión psicopatológica.

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